#ella al ver sus plantas
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Cuando sonríes así, siento que realmente puedo quedarme a tu lado.
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Con toda devoción - Matías Recalt & Enzo Vogrincic
Cap I. Cap II. Cap III. +18! Threesome, MeanDom!Mati & SoftDom!Enzo. Age gap, begging, dirty talk, fingering, nipple play, (breve alusión a) sexo anal, sexo oral, sexo con protección, (no tan breve alusión a un leve) subspace, voyeurismo implícito. Uso de español rioplatense.
El jardín está ahora casi desierto y la casa sumida en un silencio espectral.
Cuando rechazaste la ayuda para lavar y secar los platos fue porque no creíste que te arrepentirías tanto… Pero el arrepentimiento es porque negarte a ella significó dejar a todos los invitados en libertad y ver cómo se despedían, recibiendo y repartiendo abrazos por doquier, y abandonándote con la gravedad de cierta situación cuando la puerta se cerró a espaldas del último en marcharse.
La ventana de la cocina te permite ver a Matías y Enzo, de pie en el patio con una botella de cerveza y un cigarrillo en sus respectivas manos. Tu novio te da la espalda pero percibís por sus movimientos que está hablando de manera relajada, balanceando su peso sobre sus pies como si bailara al ritmo de una melodía que sólo él puede oír, y por su parte Enzo sólo asiente con una expresión de concentración y seriedad no tan inusual en él.
Observás con horror a Matías interrumpiendo sus movimientos y acercándose al uruguayo para hablarle al oído: cuando Enzo desvía su mirada hacia la ventana y encuentra tus ojos fijos en él el plato en tus manos cae sobre el fregadero y se hace pedazos, cobrándose también unos vasos. Intentás apartar los restos de vajilla destrozada para deshacerte de ella más tarde, pero tu corazón acelerado y la espuma en tus manos temblorosas dificultan la tarea.
Un pequeño grito deja tus labios cuando el cristal roto corta la piel de tus dedos.
-La puta que me parió…
-Qué boquita- reprocha Matías, observándote desde la puerta antes de acercarse-. A ver...
-No es nada- intentás zafarte de su agarre pero tira de tu muñeca con fuerza y te dirige una mirada a modo de advertencia, en su rostro una mueca de disgusto ante tu actitud-. Perdón.
-¿Qué pasó?- deja correr el agua sobre tu mano y siseás.
-Se me cayó un plato, nada más.
-No, pregunto qué pasó con vos.
-¿Por qué?
-Porque hoy te estabas portando re bien y ahora…- encoge los hombros en un gesto que significa molestia y decepción, su lado más estricto tirando de las cuerdas de su humor-. ¿Necesitás hablar de algo?
-No.
-Entonces portate bien, que hay gente.
-Pero él ya vio todo- susurrás, temiendo que Enzo logre oírlos desde el jardín.
Matías voltea lentamente y su expresión causa que un escalofrío recorra tu columna vertebral. Dirige su mirada hacia el techo y lo imitás, tu concentración permitiéndote oír los pasos en la planta superior de la casa. Tu novio hace que regreses tu atención a él besando tus heridas.
-Pero Santiago no- y la mano que no sostiene la tuya se dirige hacia el dobladillo de tu vestido, colándose por debajo de la tela para rozar tu ropa interior impregnada con los fluidos de ambos-. No querés que él también sepa que sos una putita, ¿o sí?
Te mordés el labio y negás: tu mente aún se encuentra en una especie de estado febril resultante de las actividades previas, por lo que se te dificulta comprender si en verdad está amenazando con castigarte y, por consecuente, con permitir que quienes pasarán la noche en la casa oigan tus gritos. Tus ojos vidriosos encuentran su mirada y te sonríe como si la situación fuera divertida.
-Andá arriba y esperame- besa tu pómulo-. Termino con los platos y voy.
Lo mirás confundida, pero obedecés y corrés hacia las escaleras. Ignorás la silueta en la puerta que da al jardín, por supuesto, y cuando te cruzás con Santiago en el corredor forzás una sonrisa que pretende lucir natural y amable, como si su presencia en la casa no fuera un inconveniente -y no lo es, pero eso sólo lo sabe la ahora ausente parte lógica de tu mente-.
Cerrás la puerta del baño a tus espaldas y te arrojás sobre el lavabo para refrescar tus mejillas ardientes, pero no es suficiente porque tus muslos manchados también comienzan a molestarte. Arrojás tu vestido sobre el cesto de la ropa sucia y también tu ropa interior arruinada y permitís que el agua tibia de la ducha se lleve cualquier remanente de la velada de tu cabello y tu piel, ya sea el aroma de la comida o los restos de tu novio.
Antes de dirigirte hacia la habitación borrás los rastros de maquillaje de tu rostro y una vez allí tomás una camiseta cualquiera, ya que tenés la seguridad de que no permanecerás vestida por mucho tiempo. La voz de Matías estaba lejos de ser amenazante; por el contrario, parecía ser la promesa de una recompensa cuya idea hace que te muerdas los labios y roces tus muslos.
Y es así como los ojos de Matías te encuentran en cuanto abre la puerta, con tu labio inferior enrojecido por la acción de tus dientes y tus piernas moviéndose de esa particular forma que delata tu necesidad. Se acerca con pasos cautelosos, como si temiera asustarte, y te enseña dos pequeñas tiras de vendaje adhesivas.
-¿Te acordás…- comienza mientras cubre tus heridas- cuando te pregunté a cuál de mis amigos te cogerías? ¿Qué fue lo que me dijiste…?
-Enzo- susurrás-. Pero…
-Y ahora sabemos que Enzo también te quiere coger- apretás los párpados con fuerza-. Con lo linda que sos, ¿cómo no va a querer?
Estás a punto de contestar, aunque no sabés muy bien qué decir, pero su voz te interrumpe.
-¿Qué decís vos? ¿Qué te parece si lo dejo cogerse esa conchita tan linda que tenés?
El temblor en tu cuerpo es confirmación suficiente, pero Matías sabe que no estás precisamente lúcida y que es su culpa: horas atrás deseaba arruinarte y hacer evidente que sólo le pertenecés a él, quería que la bruma en tus ojos y el letargo en los movimientos de tu cuerpo aturdido sirvieran para hacer comprender a Enzo el lugar que le corresponde.
Ahora sabe que disfrutaría más permitir que el mayor tenga el privilegio de probarte, ya que de esa forma sólo le quedarán los recuerdos y no poseerte dolerá aún más, pero primero necesita saber que sos consciente de lo que involucra su sugerencia y de que das tu consentimiento. Se arrodilla junto a tus piernas y toma tus manos, acariciando tus nudillos cuando ve que tus ojos permanecen fijos en la persona aguardando junto a la puerta.
Tus pupilas están dilatadas y tu respiración se acelera cuando le devolvés la mirada.
-Pero sólo si estás muy segura, ¿sí? Si no estás segura Enzo se va y mañana nadie habla de esto- besa tus manos y te sonríe-. Y si querés yo no me voy a enojar… Además te voy a estar cuidando todo el tiempo.
Respirás profundamente y cerrás los ojos antes de contestar.
-Sí, quiero- asegurás.
Los pasos de Enzo resuenan sobre la duela y cierra la puerta con delicadeza, distrayéndote y dándole a Matías una oportunidad para subir a la cama y arrastrarte para recostarte contra su pecho, arrugando tu camiseta en el proceso y dejando al descubierto tu centro desprovisto de ropa interior. Enzo no emite palabra alguna, sólo se limita a acompañarlos en la cama y sus dedos acarician la piel de tu tobillo antes de ascender y recorrer tu pierna hasta tu muslo.
-¿Puedo?
Te mordés el labio y asentís.
-Te vas a lastimar- dice, estirándose y utilizando su pulgar para liberar tu labio-. Y necesito palabras, ¿sí?
-Sí- contestás-. Sí, podés.
-Eso- te sonríe cómplice y separa tus piernas con suavidad-. Sos muy linda, ¿sabías? En todos lados…
Arrojás la cabeza hacia atrás en busca de consuelo, abrumada por la atención del mayor y la forma en que sus dedos erizan tu piel. Matías suelta una risa casi silenciosa contra tu cabello antes de besarlo, sus manos acariciando tus brazos con fuerza en contraste con los roces prácticamente imperceptibles que el otro deja sobre tu piel.
Un gemido mudo separa tus labios cuando sin previo aviso el pulgar del uruguayo se desliza sobre tus pliegues, traza una línea desde tu entrada hasta tu clítoris y comienza a dibujar suaves círculos allí. La mirada atenta de Matías sobre ambos es algo que Enzo escoge ignorar para concentrarse en cómo tu rostro se contrae en una mueca de placer cuando comienza a presionar más y más fuerte tu punto más sensible, gemido tras gemido surgiendo en tu garganta.
Y recién comienza…
-¿Querés que le cuente a Enzo cómo me apretaste la pija cuando lo viste?- negás-. ¿No? ¿Por qué no…?
-Me da vergüenza- admitís entre gemidos, cerrando los ojos para no tener que enfrentar sus miradas.
-¿Te da vergüenza?- pregunta Matías, fingiendo sorpresa-. Pero no te da vergüenza que…
-Dejala, Mati, pobrecita.
Dirige un dedo hacia tu entrada brillante y desliza el dígito de arriba abajo para esparcir la humedad sobre tus pliegues antes de introducir en tu interior la primera falange. Sólo eso basta para hacerte gemir con fuerza y tus piernas amenazan con cerrarse, pero Matías cubre tu boca con una mano y te sostiene por el muslo con la otra, restringiendo los movimientos de tu cadera y ahogando con su palma cualquier sonido que pueda delatarlos.
El intercambio de miradas entre ambos hombres es breve, casi fugaz, pero comprendés el significado que oculta cuando tu novio comienza a besar tu mejilla al tiempo que un dedo vuelve a deslizarse en tu interior y es recibido por tus paredes cálidas. Enzo no pierde el tiempo, curva el dígito en busca de tu punto dulce y cuando lo encuentra comienza a abusar de la sensibilidad que encuentra allí, complacido por tu respuesta y humedad.
Por si las caricias del hombre entre tus piernas no fueran suficiente, sentís la creciente erección de tu pareja contra tu espalda, palpitante e irradiando el calor suficiente para sentirlo a través de las prendas de ambos. Le dirigís una mirada suplicante, su mano aún cubriendo tu boca, y en sus ojos encontrás nada más que fascinación por la escena que se desarrolla frente a él: sólo cuando comenzás a sacudir la cabeza una sonrisa se apodera de sus labios y te permite hablar.
-Por favor, por favor, por favor- suplicás-. Voy a…
-Preguntale a Enzo.
Tus mejillas no arden, queman.
-Enzo, ¿puedo…?
-Sí, bebé, cuando vos quieras.
Cuando vos quieras es una expresión de amabilidad, porque Enzo separa aún más tus piernas para poder acercarse a tu centro y sus labios se adhieren a tu clítoris para succionar con una fuerza experta. La sensación basta para hacerte delirar y casi te distrae lo suficiente para no notar el breve instante en que retira el dedo de tu interior... para luego introducir dos.
El escozor que nace de la súbita dilatación de tu interior sensible te estimula aún más, aunque lo que finalmente te arroja hacia el precipicio son los gemidos de Enzo contra tu intimidad, la vibración de los mismos recorriéndote. Tus gritos no tienen oportunidad de llegar a oídos ajenos: Matías invade con sus dedos el interior de tu boca y provoca que las contracciones de tu garganta sean simultáneas a las de tu interior.
Enzo continúa con sus movimientos, estos volviéndose cada vez más lentos, y sólo se detiene al verte abrir los ojos. Tirás de la muñeca de tu novio y un hilo de saliva conecta tus labios con sus manos, pero este se corta cuando intentás hablar y el líquido mancha tu mentón. Tus lengua delinea tus labios resecos y te aclarás la garganta en un gesto que no debería resultarle tan tierno, pero tus brillantes ojos de párpados pesados están causando estragos en su mente.
-Gracias- susurrás.
-A vos- besa tu muslo y, tras un breve gesto de afirmación por parte de Matías, pregunta:- ¿Querés más?
-Sí, por favor- jadeás.
Matías, tan oportuno como siempre, le arroja el lubricante y un preservativo. Enzo los atrapa entre risas, como si la situación fuera algo cotidiano, y el verlos interactuar de una manera tan distendida mientras tu sanidad pende de un hilo hace que te sumerjas aún más en un estado mental de desesperación y necesidad, dispuesta a hacer lo que fuera por y para ellos.
Te resistís cuando Matías abandona su lugar, pero te tranquiliza el ver que comienza a desnudarse y regresa inmediatamente a la cama, arrodillándose junto a las almohadas sobre las cuales te dejó recostada. Tira de tu camiseta para dejarte completamente desnuda y masajea tus pechos mientras ambos observan con atención a Enzo, que se desnuda con fingida calma y se toma el tiempo necesario para doblar su ropa y luego dejarla acomodada sobre el escritorio.
Reprimís un gemido al apreciar las diferencias entre tus acompañantes. El contraste entre sus cuerpos –la varonil delicadeza de los rasgos de Matías y su tez blanquecina, la línea fuerte de la mandíbula de Enzo y sus músculos- y el saber que ambos están allí para darte placer hace que tu excitación manche las sábanas en tan sólo unos minutos. Tu novio golpea tus labios con dos dedos y abrís la boca lista para abrazar con tu calor su punta rosada, pero tus ojos están fijos sobre las venas en las manos de Enzo, que acaricia su miembro viendo tal imagen.
El colchón se hunde bajo el peso del mayor cuando regresa a la cama para reclamar nuevamente su lugar entre tus piernas, aferrándose a tu cuerpo como si temiera que te arrepientas. Desliza el látex sobre su extensión con cuidado y tras aplicar un poco de lubricante tira de su miembro una, dos, tres veces, arrojando la cabeza hacia atrás antes de recomponerse. Tus gemidos pueden deberse al gusto familiar que recorre tus lengua o al espectáculo que acabás de presenciar, no lo sabés, pero provocan que Matías comience a mover sus caderas.
Enzo deja caer unas gotas de lubricante en tu centro y utiliza su glande para esparcir el producto sobre tu entrada, la piel que la rodea y tus pliegues, manchando también tus muslos. El frío del producto te hace temblar y él se disculpa, sea el motivo el contraste entre temperaturas o el dolor que hace que te sobresaltes cuando comienza a penetrarte.
Un gemido resuena en toda la habitación cuando tu estrecha entrada y tu interior ardiente lo rodean. Te regala unos segundos para acostumbrarte a la sensación, segundos en los cuales se deleita viendo la desesperación y profundidad con que tomás el miembro en tu boca, tu cadera moviéndose en busca de mayor contacto con su cuerpo. Por un segundo se pregunta si acaso sería capaz de resistirse, pero considerando que se tocó oculto tras un árbol sólo por vos…
Sentís a Enzo rozando tu cérvix con cada gentil embestida y la sensación acompañada de los sonidos indecentes te hacen succionar con más fuerza, pero para Matías parece no ser suficiente la atención que le estás otorgando y tira fuertemente de tus pezones hasta que te estremecés de manera casi violenta. Las lágrimas que caen de tus ojos humedecen tus mejillas y la almohada bajo tu cabeza, pero tus gemidos no dejan de ser una constante entre las cuatro paredes.
Los movimientos de Enzo aumentan en intensidad y velocidad y su mano se cierra sobre tu cintura para poder ejercer cierto control sobre tu cuerpo. Decide también encargarse de tu clítoris y los pequeños círculos que sus dedos trazan hacen que te contraigas hasta hacerlo delirar: sabe que su mano o un juguete no podrán compararse jamás con tu interior y la manera divina en que parece succionarlo, así que decide prolongar el momento.
Protestás al sentirte vacía unos pocos minutos más tarde, pero te silencia deslizándose entre tus piernas una y otra vez y penetra tu entrada –que se contrae alrededor de nada- sólo con su punta durante un segundo o dos en cada ocasión. La fricción en combinación con el ardor de tus pezones te orilla hacia otro orgasmo y no recordás advertirles antes de que este se desate, pero entonces Matías se desliza fuera de tu boca y golpea tu mejilla, provocando con el impacto que una cantidad considerable de saliva brote de entre tus labios.
Enzo se detiene abruptamente -sin saber que así arruina aun más tu clímax- y estudia la situación para comprender si debe intervenir. Se siente fatal cuando su miembro palpita al ver que te llevás una mano a la mejilla para acariciar tu piel enrojecida.
-No pediste permiso- señala Matías-. ¿No te dije que te portaras bien?
-Sí, pero…
-Callate- ordena, haciéndole una seña a Enzo.
-Pero Enzo dijo…
Tanteás un terreno peligroso, lo sabés, pero sólo cerrás la boca cuando el rostro de tu novio se acerca peligrosamente al tuyo y ves brillando en sus ojos la segunda advertencia de la noche. Matías es más que capaz de interrumpir toda actividad para castigarte, por lo que suspirás de alivio cuando se aleja y Enzo te toma por debajo de los brazos para cambiar de posiciones. Coloca tu cuerpo sobre el suyo en un rápido movimiento, tu espalda contra su pecho y sus labios besando tu cuello y el lóbulo de tu oreja.
-Perdón- susurra y volteás a verlo-. No sabía que…
Le sonreís para librarlo de cualquier culpa y él no puede creer que incluso en tal estado, con las mejillas ardiendo y todo tipo de fluidos manchando tu rostro, aún te veas igual de tierna y dulce como lo hacías la tarde en que te conoció. En ese momento no imaginaba que algún día tendría el lujo de tocar tu cuerpo o sorprenderse por la dinámica que mantenés con Matías, pero... bueno, ignora cualquier recuerdo y apoya sus pies firmemente sobre el colchón.
Matías se coloca entre tus piernas y baña tu intimidad con lubricante, dejando que este gotee más allá de tu entrada suplicante. Su dedo se desliza desde tu clítoris hacia tu apertura siempre tan tentadora, separando tus pliegues antes de continuar su trayecto y presionar en otro pequeño agujero. La sorpresa te hace jadear y Enzo intenta consolarte masajeando tu cadera, pero es imposible cuando Matías comienza a jugar con tu cuerpo.
-Tenemos que probar algún día, ¿no?- susurra, arqueando una ceja-. ¿Te gustaría que te cojamos los dos al mismo tiempo…?
Asentís y dejás salir un grito cuando tus músculos ceden para permitir su entrada. Se limita a torturarte con la punta de su dedo, introduciéndolo y retirándolo una y otra vez hasta que ve la forma en que apretás tus párpados y las manos de Enzo sobre tu abdomen. La idea es más que tentadora, Matías sabe que serías un desastre y que en pocos minutos quedarías reducida a la nada misma, pero para ciertas cosas prefiere esperar un momento que sea sólo de los dos.
Toma el miembro de Enzo, sacándole un gemido que parece ser producto del placer y no sólo por haberlo tomado desprevenido, y lo dirige hacia tu interior. Tu desesperación no es algo que intentes ocultar y tampoco lo son tus gemidos cuando tomás toda la extensión del mayor, cuyas manos se cierran nuevamente sobre tu cadera para controlar tus más que erráticos movimientos.
El dulce sin sentido que el uruguayo susurra sólo para tus oídos se entremezcla con las palabras degradantes de tu novio, quien se encuentra masturbándose entre tus piernas y frotando casi distraídamente tu clítoris antes de llevar su mano hacia tu abdomen bajo y ejercer presión.
Sólo podés gritar.
Debería ser vergonzosa la sensibilidad de tu cuerpo, la facilidad y el control que ambos tienen sobre todas y cada una de tus terminaciones nerviosas, pero no podés pensar en ello mientras sentís el cuerpo de Enzo fusionándose con el tuyo y las manos de Matías estimulándote para acercarte más hacia esa confusa línea entre el placer y el dolor.
Los dedos de tus pies se contraen y cuando buscás algo o alguien para aferrarte tus manos acaban sobre tus pechos que suben y bajan a cada movimiento. Arrojás la cabeza hacia atrás y Enzo acaricia tu mejilla con la suya, desesperado como nunca antes lo habías visto. Besa tu rostro y luego encuentra tus labios, su lengua recorriendo el interior de tu boca de manera obscena y silenciando por un instante tus gemidos y gritos pornográficos.
-Mati...- te quejás cuando los dedos en tu cadera reafirman su agarre-. Mati, ¿puedo? ¿Enzo…?
-Sí.
Tu cuerpo es víctima de los espasmos que tu orgasmo provoca y el placer abrumador que te recorre de pies a cabeza es suficiente para perder por completo la razón. Los movimientos de tus acompañantes no cesan y de tu boca sale un hilo de palabras incomprensibles y agudos sonidos patéticos cuando tu liberación moja tus pliegues y el miembro de Enzo. También recorre su pelvis y el interior de sus muslos y humedece las sábanas hasta oscurecerlas.
El calor del líquido blanquecino que mancha tu piel y salpica tus pechos –alguna que otra gota cayendo sobre tu centro, el miembro de Enzo arrastrándolas hacia tu interior- hace que los músculos de tu abdomen se contraigan al igual que tus paredes... y entonces lo sentís: el palpitar del miembro en tu interior mientras los dientes de Enzo rozan tu hombro y sus palabras se enredan en la punta de su lengua, tu cerebro registrando algún que otro tierno apodo.
Una respiración temblorosa deja tus labios.
-Bebé…
Aún en tu estado de agotamiento y desorientación reconocés la voz de Matías y te forzás a abrir los ojos. Te sonríe y cuando acaricia tu mejilla perseguís el contacto y confort de su mano.
-Estoy bien.
-¿Segura?- cuestiona Enzo. Se aparta con cuidado y te recuesta sobre el colchón-. Por un momento pareció que…
El familiar sonido de la madera llama tu atención y mirás en dirección hacia la puerta: Enzo no podía saber que tiene que asegurarse de cerrarla bien, por lo que no te sorprende encontrar una apertura milimétrica y que la tenue luz del corredor te permita distinguir la silueta que se aleja.
La voz de los tres se tiñe de horror cuando intercambian una mirada y dicen al unísono:
-Santiago.
Notas de Lu: Y colorín colorado, este cuento se ha acabado... creo. taglist: @madame-fear @creative-heart @recaltiente @llorented @chiquititamia @delusionalgirlplace ♡
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necesito una mujer que se deje usar. Esa manera que si estoy caliente y se encuentra en la ducha, entonces desnudarme, meterme dentro y sin mediar palabra colocarla y follarla bajo el agua. No querías? Quizas… pero has hecho bien no decir nada, callarte, y esperar a que la marea de placer te alcanzase. Esa manera estilo se encuentra en la cocina preparándose algo, llego y le subo el vestido, le quito el tanga y separo sus piernas para comerle el coño y prepararlo para que mi verga le entre suave sin devastarla mientras le digo que no interrumpa y siga con las cosas que estaba haciendo. Estilo estamos en el sofá viendo TV, y agarrarla del brazo para que se acerque, ponga su cabeza sobre mi vientre, yo me baje el elástico del pantalón y mi verga asome toda caliente y erecta y se ponga directamente sobre sus labios y la alimente con ella. Quizás tenga que empujarle la cabeza un poco al principio y poner su mano en mis bolas, pero no será nada que ella acabe haciendo con más gusto en cuanto mi mano le ayude a excitarse si voy palpándole entre las piernas hasta que termine abriéndolas completamente para dejarme deslizar los 5 dedos bajo sus bragas. Estilo haces yoga en medio del salón y al ver que estás perfecta y follable en una de las posturas boca abajo, entonces pararte, bajarte el legging y usarte hasta correrme sobre tu culo. Decirte que ya puedes continuar pero tú preguntarme ¿pero qué estás haciendo? Y no responderte, sonreírte y dándote un beso en la frente decirte que sigas esculpiendo tu cuerpo porque no voy a tardar en volver a necesitarte y te quiero perfecta. Estilo estás en el balcón cuidando de las plantas llevando un vestido corto y que llegue yo, me siente en una de las sillas y te agarre de la cintura para que te subas encima mía. Y te eleve y te baje agarrándote fuerte de las caderas para que sientas como mi polla enorme y durísima se aprieta en tu vagina y no puedas resistirte a gemir como loca y tenga que taparte la boca con la mano para que la gente desde la calle deje de mirarnos.
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Mini Crush | Agustín Pardella
Para: @stuckwthem
~
Admítelo, Agustín lleva más de dos horas mirándote durante el set. Incluso Bayona le ha pedido millones de veces que se concentre. Tú, como maquilladora, estabas ocupada organizando modelos de goma para la piel y mezclando pintura que simulara sangre. Tu compañera de trabajo te dice: "tómate un descanso. Yo me encargo y ve a almorzar". Siguiendo su consejo, decides ir a una cafetería cercana al set y pides un sándwich.
Al ordenar, te sientas en un banco y disfrutas de un poquito de sol con tu batido de mango. Después de tantas horas en el set, Bayona insiste en cambiar constantemente el maquillaje debido al frío y al desarrollo de los personajes, haciéndolos más pálidos. Incluso ha dado indicaciones a los maquillistas sobre la importancia de adaptarse a las condiciones y mantener la coherencia visual de la película. Mientras disfrutas de tu almuerzo, reflexionas sobre la exigencia del trabajo y cómo cada detalle contribuye al éxito de la producción.
Sentada, cierras los ojos y respiras profundo. De repente, entra Agustín del set, prendiendo un cigarrillo y con un tono tímido y casi temblando, dice: "eh… ¿cómo te llamas? Es que… como que lo había… esto… olvidado". Tú, con una expresión entre sorprendida y maternal, le respondes: "Creo que te he dicho mi nombre como tres veces hoy, pero, ni modo, mi nombre es (dices como una madre hablándole a su niño) (tu nombre)". Agustín te mira confundido y suelta un incómodo "Claro, eh… bueno, te veo luego en el set".
Te despides con un simple "te veo", y Agustín se va, pero como la puerta es de cristal, choca fuertemente con ella y suelta un sonoro "Me cago en tu puta madre!". Ríes mientras te levantas y le preguntas con preocupación, pero aguantando la risa: "¿Estás bien?". Él te mira, y luego te das cuenta de que está soltando sangre por el labio. Sin perder el humor, le dices: "Vente, creo que tengo algo para el labio". Él te sigue al set como un niñito, mientras intentas no reírte demasiado de la situación.
Al llegar al set, le indicas a Agustín que se siente, y de repente aparece Simón, diciéndole a Agustín: "¡Boludo! No tenías que irte tan profundo con el beso—" Agustín lo interrumpe rápidamente: "Cállate, que estás enfrente de (bajando la voz para que tú no escucharas) (tu nombre)". Simón responde con un tono juguetón: "Ay, deja esa bobería—" Agustín corta de nuevo: "Boludo, vete pa’ allá, y déjame tranquilo". Simón levanta los brazos diciendo: "Ay, perdón, cabrón", y se va. Mientras tanto, tú buscas alcohol, un algodón y una curita transparente, ya que vas a poner maquillaje. Pero te detienes y le dices a Agustín: "Sabes, no te tengo que echar maquillaje ahí, ya que lo tienes cortado, así que está perfecto. Déjame limpiarlo y voy a ver qué puedo hacer con ese labio", observas el labio de Agustín pensativamente.
Sin embargo, él te mira y se queda observando también tus labios. Cuando te das cuenta, sonríes nerviosamente y lo ignoras, buscando el alcohol en la mochila. La situación se vuelve un tanto incómoda, pero sigues concentrada en cuidar el labio de Agustín mientras intentas apartar cualquier pensamiento incómodo de tu mente.
Cuando ya tienes todos los ingredientes listos, escuchas la voz autoritaria de Bayona anunciando que la hora de descanso ha llegado a su fin. Sin perder tiempo, le aplicas un poco de labial a Agustín, quien te sigue mirando con timidez, su rostro aún enrojecido. Mientras le das un retoque al maquillaje, añades un toque de sangre seca y palideces ligeramente su tez para ajustarlo al estilo del personaje.
Cuando Agustín se prepara para dirigirse al set, te agradece con sinceridad: "Gracias... eh... eres la mejor". Antes de irse, como un gesto inesperado, te planta un besito en el cachete, dejándote sorprendida y sonrojada. Agustín se va saltando como un niño lleno de alegría. Quedas allí, con una sonrisa en el rostro, apreciando el gesto espontáneo y agradecida de haber logrado un toque especial en el maquillaje y en el ánimo de Agustín.
*thanks por la idea, lo terminé temprano por la emoción lol!
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Adam's Third Wife AU/ La tercera esposa de Adam(HAZBIN HOTEL)
Ariel. La Manipuladora.
Adam no cayó ante la tentación de Eva por la manzana. En el momento que Dios apareció desterró a Eva por rebelde y dejarse tentar por el diablo. Dios, enojado de que Lucifer se metiera en sus asuntos, creó una nueva esposa para Adam.
Creó una mujer con piel palida como la nieve, cabellos tan oscuros como la boca de un lobo, ojos celestes como el cielo, su cara inocente y dulce sonrisa ebombaria a cualquiera que la viera.
Pero ella no por nada fue creada por un Dios enojado.
Aunque Ariel amara mucho a Adam. Dándole cariño, amor y ternura y sus más sinceros sentimientos. La verdad era que ella era una manipuladora total.
En el momento que apareció Lucifer en el jardín del Edén y vio a la nueva esposa de Adam en seguida fue a entrometerse. Ambos tenían encuentros secretos, sin que Adam lo supiera. Lucifer pensó que estaba guiando a Ariel a su trampa. Pero nada más lejos de la realidad.
Era él quien se dirigía a la tela de la viuda negra.
Un día, Ariel mezclo hierbas y plantas inofensivas que juntas creaban un potente veneno, agarro una de las manzanas prohibidas del árbol, la trituro hasta hacerla una pasta y en el cuenco de madera que usaba la coloco adentro y la mezclo con el veneno.
Se fue a su lugar de encuentro para ver a Lucifer.
Lucifer no sospecho de nada y acepto gustoso el recipiente con el líquido. Al tomarlo por completo su garganta comenzó a arder, cayó al suelo. Le costaba respirar, la sangre dorada comenzó a salir de su boca. Cuando levanto la mirada para pedir ayuda, por primera vez sintió miedo.
Encima suya, parada como si nada, estaba Ariel dando una enorme sonrisa de oreja a oreja, sus ojos azules brillaban con intensidad llenos de sadismo.
Es ahí cuando se dió cuenta. Desde el principio fue él el que estaba siendo engañado.
Humillado, se fue arrastrandose fuera del Edén. No sin antes escuchar lo que decía Ariel: "Vuelve arrastrándote sobre tu vientre al agujero al que perteneces, serpiente. Que aquí tú ya no perteneces entre los bien honrados. Que la sangre que salga de tu boca sea índice de tu derrota a manos de la tercera esposa"
Lucifer se fue y no miró atrás. El veneno no lo mataría, pero la vergüenza y humillación prevalecerian.
Ellos se aman su señoría ( ꈍᴗꈍ)
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La municipalidad vediense se encuentra en una esquina, frente a la plaza, pero no en ochava como la de Alem. Es una construcción pintada de blanco y armoniza con la alargada y despojada plaza céntrica en la que el mástil, simple, delgado y también obra de Salamone, se lleva todo el protagonismo. Las pesadillas de grietas, derrumbamientos, jueces y juicios, asegura el poeta y arquitecto catalán Joan Margarit, sorprenden oníricamente a las almas entregadas a la arquitectura. Esos temores parecen cuento en esta mole salamónica, llena de solidez y hasta de frialdad. La entrada, sostenida por dos columnas, convive con ventanas laterales y curvas que dinamizan el aire del edificio. Traspasada la puerta principal, enfatizada por dos enormes manijas que ayudan a abrirla, la municipalidad, amplia y circunspecta, invita a subir por unos escalones que terminan en un gran ojo de buey y que se bifurcan en dos escaleras. Por intermedio de ellas se llega a un salón espacioso, donde se hace la recepción a las autoridades políticas que visitan la localidad. Siempre dentro de la planta baja, la sala del Concejo Deliberante, desplegada curvamente, carga de un clima galáctico la permanencia en el recinto. La silla y el escritorio del presidente del concejo terminan en tres líneas (¿los tres poderes del estado?) que aparecen en más de una obra de Salamone. El baño de los concejales, con forma de trapecio, desconvencionaliza también la mirada. Tanto el despacho del intendente como el del secretario de gobierno dan inmediatamente a la calle: la visión y el murmullo de la vereda se cuelan por la ventana y permiten leer una metáfora de la inmediatez, de la deseable inmediatez, entre el poder y el pueblo. Ambos despachos curvos son idénticos y laterales, es decir, que no gozan de la centralidad ni la altura del espacio destinado al Concejo Deliberante. [...] - - - El matadero de Vedia no devino basurero, sino perrera municipal. Enmarañado entre árboles, chapas, ladridos de perros y el frío recibimiento de las encargadas del lugar, su presencia es hostil, mucho más que la del ruinoso matadero de Alem. ✍🏻 Alejandro Gómez Monzón 📖Ruta Salamone Ediciones bonaerenses, 2023
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Delicious temptation on a cold heart
-Ran Haitani x fem!reader
/ You can traslate to your lenguage if you want to dead it /
Words: 12,7k
Synopsis: the Haitani´s Empire is wealthy and powerwful over all Roppongi. Bonten is dangerous than ever.
First chapter, second chapter, thrid chapter, fourth chapter, fifht chapter _masterlist_
Lo cierto era que Ran Haitani la aterrorizaba.
Esa noche apenas pudo dormir. Sus pensamientos se resumían en la vergüenza que había pasado cuando Ran la abandonó en el ascensor y en lo confusión que le siguió después. Desde las razones por las que pudo haberla besado, y ella respondido como si la vida de ellos fuera la de una pareja felizmente casada, hasta el punto en el que él había cambiado de idea.
La respuesta fue una posible bipolaridad, un transtorno serio. O que fuera un sádico que disfrutase con torturar a sus víctimas. Bueno, al menos eso tendría sentido. Porque la odiaba.
Terminó por levantarse porque era ridículo quedarse en la cama por algo que ya estaba perdido y llorarlo, en vez de enfrentarse a ello. Se dio una ducha para quitarse la mala sensación de los dedos de Ran apretando su piel y el olor de la pintura y la colonia mezcladas. Apestaba. El anillo que había recogido del estudio poco después de llegar al ático decoraba su mano diestra en una promesa silenciosa y forzada. Una cadena. Los recuerdos de ayer eran borrosos y confusos. Si tenía que defenderse por sus acciones, diría que era culpa del alcohol haber actuado de esa forma antes de perder el orgullo. Qué era perder una poca de dignidad por algo que podría haber ocurrido con el orgullo del que su tía siempre se había esforzado en generar en ella.
Lo primero que hizo fue ponerse el pijama. Hoy no iría a clase porque su única asignatura importante era asistir a la última del día. Anabella una vez le dijo que la asignatura de Historia del Arte Contemporáneo era difícil cuando no la llevabas al día y al final acababas perdiendo el sentido de todo el eje cronológico faltando solamente una vez. Al final, resultó siendo cierto. El resto del día eran todo asignaturas de práctica que ya tenía adelantadas. Además, de que podía adelantar un poco más del Trabajo Final para no perder el ritmo. Una vez vestida volvió al baño únicamente para echarse la crema de la cara y desenredarse el pelo mojado. En ningún momento se lo secó.
Salió de la habitación a sabiendas de lo que se encontraría abajo. Una repetición del día anterior, y del pasado también. Habrían servido el desayuno en la mesa del comedor y corrido las cortinas para que al bajar no se sorprendiera de ver todo oscuro. En invierno, habrían encendido la calefacción a primera hora de la mañana, pero como aún no hacía frío de verdad no lo estaba. En verano, el termostato se encendería por la tarde que eran las horas más calurosas y que de verdad se notaban. Normalmente lo hacían, menos cuando ella pedía un cambio, siguiendo las instrucciones del día antetior. No se encontró en el camino con la criada, que correría a la habitación nada más verla y para sorprenderse de que ya habría dejado la cama hecha y colocada, y casi la alivió porque se le había olvidado con todo arremolinándose en recuerdos y sensaciones.
-Podría haberse puesto en peligro mientras tú esperabas fuera -una voz sonaba a lo largo del pasillo. Hope entrecerró los ojos-. Trabajas para mí, no para nadie más, y tu trabajo es protegerla en cualquier momento.
Se detuvo en las escaleras. Las voces, concretamente una, venían de la sala oeste del ático. La parte que conectaba directamente con la primera planta y que llevaba por una puerta al despacho de Ran y la sala de juegos. La zona de la cocina abierta.
Asomó la cabeza un poco a través de la barandilla metálica y dorada, aún muy cerca del suelo de la segunda planta. La luz natural entraba por la cristalera de la sala, iluminando el piano y la mesa del comedor al otro lado, separado de la cocina por un panel de barras verticales con algunas más pequeñas horizontales con objetos; decoración minimalista, por supuesto. El resto de la casa estaba iluminado de igual manera, pero solitario.
Ran estaba ahí, lo que la sorprendió, con nada más que una camisa blanca remangada por los codos y unos pantalones negros. En frente de él, con las manos agarradas en la espalda y una postura erguida, Hayakawa. Tenía el pelo echado hacia atrás, pero sin gomina, y algunos mechones le caían por la frente despreocupadamente.
¿Iba a pasar algo si se quedaba ahí y escuchaba?
-Ella ordenó que me quedara fuera, señor.
-¿Y tú vas y lo haces? No lo haces cuando te metes con ella en sus clases, pero sí en un bar de poca monda donde un borracho podría haberla amenazado o secuestrado.
¿Estaban hablando de ella? Tal y como parecía, de su seguridad en concreto. No quería perderse ningún detalle de una conversación en la que se mencionaba su nombre, y menos sus acciones, así que se sentó en una zona de la escalera donde podía escuchar y ver y, sobre todo, no ser vista desde el otro lado. Pasaba tanto tiempo en aquella casa que al final se las sabía todas.
-Te puse al servicio de mi esposa para que la protegieras, no para que jugases con ella a las familias y la obedecieras a la primera decisión que podía ser errónea.
La sorpresa volvió a tomarla. ¿Estaba hablando de que se ponía en peligro a ella misma con cada dicisión? No parecía decir lo mismo anoche cuando la estaba besando y le correspondió. Eso la enfadó, un poco de más de lo que ya estaba si recordaba lo ocurrido en el ascensor y los labios de su marido sobre su cuello.
-No pensé en que eso pudiera dañarla, señor.
-Obviamente no lo pensaste. Te pago para algo más que mantenerla a salvo de amenazados que puedan hacerle daño, pero al parecer, tu trabajo va más allá -Ran se enderezó y colocó mejor las mangas. El rostro serio ocultaba una sombra que por el ángulo en el que estaba no podía ver. Ni siquiera inclinándose para poder ver mejor lo que hacían. Tenían algo en la mesa-. ¿Quién te paga porque hagas tu trabajo, ella o yo?
-Usted, señor.
-Entonces entenderás que quiero un horario completo de ahora en adelante y como te separes de ella un solo segundo -algo hizo clic en el eco del ático que erizó la piel de Hope cuando lo distinguió- te pegaré un tiro cuando te vea.
El aire de Hope se quedó atascado en los pulmones. No porque estuvieran jugando con su libertad sin preguntárselo, sino por lo que ahora podía distinguir que estaba en la mesa.
La boca se le secó mientras repasaba una y otra vez la mesa en la que las dos armas estaban depositadas como si nada. En la mesa de su casa. En su hogar. ¿Qué diablos estaban haciendo esas armas ahí? ¿Cómo podían ellos tenerlas como si nada? ¿Y cómo habían entrado en la casa en la que ella siempre estaba sin saberlo? Tantas preguntas la agotaron y agobiaron por partes iguales. Ninguna respuesta tenía sentido sino rebuscabas en lo macabro y morboso. La peor combinación para relacionar con una persona cuyos propósitos siempre habían sido desconocidos.
¿Ran participaba en el comercio de armas? ¿Comerciaba con armamento ilegal por alguna casualidad y que favorecía a su familia? Un momento. Hope no le vio sentido a eso. La familia que le había dado el apellido no tenía nada que ver con las armas, sino con algo más que el comercio ilegal. Solo eran una familia rica y de renombre con varias propiedades a su nombre y servicio. No con eso. ¿Sabían eso? ¿Sabía con quién la habían casado? Una parte de ella se burló afirmándolo; para qué iban a casarla con una buena persona, como a su hermana, cuando podían seguir haciéndola sufrir sin estar controlándola.
-Ahora recoge todo antes de que ella se despierte -ordenó, dándose la vuelta, con una mano en la cintura y la otra en el pelo-. Lo último que me faltaba es que viera todo esto.
Hayakawa se movió rápido, como un camarero atendiendo las mesas de los comensales. Con el traje podría parecerlo, pero cuando se guardó una de ellas en la parte de atrás del pantalón como si nada y la tapó con la chaqueta no le dio la misma impresión. Se preguntó si también la llevaba cuando estaba con ella, cuando entraban en la universidad o cuando simplemente caminaba por el ático esperando alguna orden de ella.
Las manos de Ran se pasaron por su pelo varias veces, pero no para colocarlo, alejándose de la mesa del comedor. Fue caminando lentamente a su lado izquierdo, donde estaba el piano con algo apoyado en la silla que lo acompañaba. El look despeinado que no le había visto en la vida, pues siempre lo llevaba pulcro y engominado hacia atrás en sintonía con su estilo, le daba un aire despreocupado y de recién levantado. Le quedaba bien, con sus rasgos acentuados acorde a la luz del ventanal. Parpados caídos que profundizaban aún más el amatista de sus ojos, con unos pómulos altos y marcados que acentuaban la fuerza de su mandíbula cuando la tensaba. Pareciera que no hubiera terminado de arreglarse porque alguien lo interrumpió en el proceso. Pero no era la misma hora a la que se iba. Normalmente se iba mucho antes que ella y se despertaba sola en la cama, lo mismo cuando se acostaba.
Las manos de Hope se tensaron alrededor de los barrotes de la barandilla. ¿Había estado tan ciega que no se había dado cuenta de lo obvio? ¿Desde cuándo la había considerado tan tonta como para darle órdenes al guardaespaldas con el que pasaba más tiempo que con nadie, que él?
-Hayakawa.
-¿Señor? -se dio la vuelta hacia él volviendo a ponerse recto y al servicio del hombre al que aparentemente tenía que servir con lealtad.
Los párpados de Ran cayeron varias veces en lo que tardó en colocarse la chaqueta a juego con el pantalón sobre los hombros y meter los brazos. Mientras se ajustaba adecuadamente los gemelos, los cuales pudo ver que podrían haber sido uno de los regalos de ella antes de la boda, empezó a decir con aire despreocupado:
-¿Qué opinas de mi mujer?
Hope se tensó de pies a cabeza. Solo estaba jugando con él a uno de sus juegos macabros. Porque un sádico siempre jugaba con sus presas antes de lanzarse directas a su cuello; ¿aquello era el juego o estaba atacando después de las amenazas? Peor que una pesadilla. Hablar de ella era una cosa, pero ahora preguntar por algo tan personal resultaba incómodo. Sin embargo, Hayakawa
-Es... Es una buena mujer, señor, muy ocupada en su trabajo y que pasa tiempo con su familia.
-No te estoy preguntando acerca de su historial, sino acerca de ella y tu opinión. ¿Te parece amable, una buena persona y humilde como parece? ¿O una mujer infiel que desobedece a su esposo cuando puede?
Si era una manera de provocar algo en él, la ofendida fue Hope. Él no tenía derecho, ninguno, a recriminarle algo cuando podría haber estado con más amantes de los que ella habría tenido en la vida esos dos años. Y contando para atrás. No con el historial de infidelidades que podía demostrar; las flores, las notas... Y todo lo que hubiese en ese despacho si tuviera el valor de entrar. Saber qué hacía cuando no estaba en casa para molestarla o ignorarla. Volvió a apretar la barra, hasta que los nudillos se pusieron blancos.
-Es una mujer fiel, señor, siempre lo ha sido.
Una risa seca salió de su garganta. Hope volvió a mirarlo. Ya se había colocado el traje a medida y ahora mantenía las manos guardadas en los bolsillos del pantalón. Tenía las piernas abiertas en una posición domianante, escuchando al guardaespaldas hablar y una mirada gélida que jamás se habría pensando ver en un rostro tan sereno como el suyo.
-Podría preguntar si has intentado algo con ella, sobrepasarte o permitirte el lujo de intentar algo insignificante, como meterte entre sus piernas para lograr algo -fue específico en lo que decía, sin dejar de mirarle. Le pareció que no pestañeaba, que no quería perderse ningún detalle de la reacción del otro-. ¿Debería preocuparme eso?
Un jadeo salió de la garganta de Hayakawa. Otro quiso salir de la de Hope por la mera insinuación de una infidelidad. Se estaba atreviendo a cuestionarla, a intentar humillarla... ¿Para qué? ¿Para lograr un objetivo oculto? Sus cejas se alzaron cuando la insinuación que ahora ella estaba empezando a plantearse pudiera ser cierta. Pero era algo ridículo, no tendría sentido. Si Hayakawa pasaba más tiempo con ella, era por las órdenes de él. No porque ella lo pidiera. ¿Ran pensaba que era el guardaespaldas con quien se acostaba? ¿Cómo podía tener ese valor después de todos los desplantes?
-La señora es muy amable y muy guapa, señor, pero alguien como yo jamás se atrevería a ponerle las manos encima.
-Pero sí a dejar que ella te las pusiera -comentó, como una sugerencia de lo más placentera en su mente-. Imagínate, una fantasía viniendo de alguien tan guapa como ella. Tenerla para ti, pensar que eres el hombre más importante para ella, llevarte su imagen a casa como regalo porque ella comparte cama con otro... Una bendición para muchos.
O una farsa cuando eso jamás había ocurrido.
-La señora jamás haría eso -se defendió, entre avergonzado y incómodo.
-Entonces ayúdame a comprender por qué le guardas más fidelidad que al hombre que te paga. Los hombre son tan básicos que ver algo que les llama la atención les es imposible de olvidar. Quizás las piernas de mi esposa sean igual de inolvidables.
Ya era suficiente. Eso era una tortura, tanto para ella como para un hombre que no tenía culpa de nada. Hope se levantó de un salto de la escalera, con el corazón bombeando sangre a toda leche e intentando que el rojo de su cara se marchase cuanto antes, pues la situación lo requería, y buscó en su garganta el tono más despistado y creíble que pudiera tener pese a que la actuación no fuera lo suyo.
-¿Hayakawa? -exclamó, y contó los segundos para empezar a bajar las escaleras e ir a la primera planta-. ¿Con quién hablas? -fingió estar sorprendida mientras se acercaba, incluso disimuló algo de más cuando se detuvo y los miró a ambos con la pregunta en la cara-Estáis los dos aquí.
Ran descruzó los brazos y suavizó la expresión, viéndola acercarse hasta donde estaba con un rostro más sereno del que le estaba dando a Hayakawa segundo antes. Aún llevaba puesto el pijama, pero al menos era largo y la cubría donde tenía que hacerlo. No estaba medio desnuda ni nada como las esposas de los millonarios de las películas americanas. Se fijó en que también llevaba el anillo, en el mismo lugar donde ayer se lo había enseñado. Aquello le hizo preguntarse si era cierto que jamás se lo quitaba o que solo fue un comentario para provocarla.
Debía de ser morboso acostarse con una persona casada, aunque la relación fuera fría y distante. Completamente inexistente a pesar de ese papel firmado y esa alianza.
-No -le dijo, pero con un tono diferente a la expresión que le estaba dando. Esta vez que más frío y grave que las anteriores respuestas que le daba, lo que la sorprendió en partes-. Estábamos hablando.
-Espero que de nada importante.
Lo miró a los ojos. Quería ver si le mentía con la mirada o si actuaba tan bien para mirarla y engañarla. Para ver si realmente tenía que estar atenta a cualquier cosa que le dijera para desconfiar de él. Ran le devolvió la mirada, pero a los segundos cambió de sitio y se dio la vuelta
-A partir de ahora Hayakawa estará contigo en todo momento. Se acabó decirle que se tome descansos y se separe de ti.
-¿Por qué?
-No necesitas una respuesta -respondió, rápido y tranquilo. La expresión no le cambió cuando Hope separó los labios con sorpresa-. Estaré en mi despacho.
Hope dio un paso hacia delante.
-¿No la necesito? Bueno, pues quiero tenerla, dado que es mi vida.
-Suficiente.
-Suficiente cuando yo lo diga.
Ran la miró fijamente, como si las palabras lo hubieran golpeado en un lugar que no esperaba. Su mandíbula se tensó, pero en lugar de contestar de inmediato, se giró hacia la ventana, frotándose el cuello con una mano.
-Lo único que necitas sabes es eso.
Ran se dio la vuelta. En otra situación, Hope se habría detenido y callado para no provocarle y ella para no recibir. Hope sintió que su corazón latía rápido y algo se rompía dentro de ella, como si algo despertara. Las palizas de su padre aún se lo advertían en recuerdos silenciosos, en dolores invisibles de huesos o cada vez que cerraba los ojos después de un largo día que la agotaba. Pero hacía tiempo que no vivía con él y que no tenía que callarse las cosas para dar su opinión al respecto.
Si Ran iba a ser de esos hombres con los que planeaban comprometerla, que al menos tuviera conciencia de que ella no era una marioneta que podía escuchar las burlas y acusaciones infundadas sin decir nada a cambio y con una sonrisa.
-Eres mi esposa, es suficiente razón.
-Entonces podrías empezar a comportarte como uno -le retó. La mandíbula de Ran se tensó, masticando la respuesta mientras volvía darse la vuelta y se acercaba al ventanal para mirar por él.
Hope ignoró su rabieta de niño pequeño y se volvió hacia Hayawaka. Este había intentado hacerse al margen para no intervenir en la discusión de ambos a su manera.
-Hoy no iré a clase, solo a la última por la tarde -dijo, con un tono más amable-. Quiero estar más concentrada en otras cosas. Te avisaré cuando ya esté lista para irnos.
-Por supuesto.
Hayawaka se fue por el camino que conectaba la sala de juegos con la otra salida más cercana al ascensor rápidamente. Los ojos de Hope lo vieron perderse en la habitación con las cortinas echadas y algo en ella se alivió. Al menos, se había librado de un castigo injustificado que lo agobiaba y que no tenía sentido. Por otro lado, ahora le tocaba a ella sufrir las consecuencias de la interrupción.
¿Iba también a interrogarla por una aventura con su guardaespaldas? ¿Se atrevería tanto a eso? Al menos, no tenía que pillarla sorprendida cuando se lo dijera.
-¿Qué haces aquí?
-Es mi casa también, que yo recuerde. Sigo pagando las facturas.
-Me refiero a que deberías estar trabajando.
Se dio la vuelta hacia ella lentamente. Los ojos de Ran la miraron por encima de las pestañas sorprendido por el detalle, rubias como sus cejas. ¿Le sorprendía que se supiera su horario, o que se preocupaba por él?
-Alguien me está sustituyendo. No es mi parte la que me tocaba hacer hoy.
-Entiendo -comentó ella por encima, sin darle mucha importancia-. ¿Vas a estar todo el día aquí o luego vas a salir?
Se encogió de hombros.
-Estaré en el despacho -repitió, guardándose las manos en los bolsillos del pantalón. Seguía sin responder a la segunda pregunta.
Una pausa.
-¿Te molesta?
-No me molesta. ¿A ti sí?
Otra pausa. Esta vez un poco más larga y que le hizo darse cuenta de que no estaba en un debate o en un seminario de preparación a la defensa con los estudiantes de derecho. Normalmente no era así, ¿por qué de repente con él sí lo hacía? ¿Era por eso que la gente se alejaba de ella, porque era demasiado cruel?
-No eres virgen.
-¿Qué?
-¿Cuándo...? Da igual -movió la cabeza hacia el ventanal con la ciudad de fondo-. Es una tontería preguntarlo a estas alturas.
Los dedos de Hope se crisparon.
-¿Y qué si no lo soy? -quiso saber, apretando los puños. Cómo lo podía haber adivinado, lo desconocía. Pero algo le decía que ese comportamiento hacia su guardaespaldas tenía algo que ver con que ahora estuviera sacando el tema tan directo a ella.
-No me molesta. Pero sí me impresiona.
La rabia de Hope no hizo más que ascender. ¿A qué venía esa conversación ahora?
-¿Entonces por qué diablos te molesta tanto el tema? No es como si te hubiera mentido a la cara, puesto que nunca me preguntaste si había tenido otros hombres. Oh, no, espera, nunca me has preguntado nada.
Con las pupilas dilatadas, Ran estiró el brazo para agarrarla y tiró de ella por la muñeca. Hope gritó por haber sido pillada por sorpresa tan de repente.
-¿Con otro hombre que no fuera tu esposo? Si hubiera sabido que ibas a ponerme los cuernos a la primera oportunidad que tuvieras jamás no te habría dado tu espacio ni dejado salir con tanta facilidad.
Su tono está cargado de veneno, una acusación oculta que no necesita ser explicada. Se sintió como si el aire se volviera más pesado, y algo en su estómago se revolvió. No es solo que esté molesto; está sospechando de ella, algo que nunca había sucedido antes de manera tan abierta. Peor.
La estaba acusando de infidelidad. ¡A ella!
Quiso gritarle tantas cosas a la cara, sentirse liberada de la presión que le oprimía los pulmones y el pecho, que Hope se quedó paralizada devolviéndole una mirada ardiente y plagada de ira descontrolada.
-¿En serio estás sugiriendo esto? ¡Yo jamás te he mentido ni puesto los cuernos! -le gritó con tanta fuerza que le dolieron las cuerdas vocales-. ¡Y no eres nadie para prohibirme cosas!
-Soy tu esposo, me debes lealtad.
Le enseñó los dientes plantándole cara. Podía sentir su agitada respiración en la cara de lo cerca que estaban, ambos rojos y dispuestos a destruir el mundo. Ran no retrocede, su expresión sigue siendo dura, pero en sus ojos hay algo más, una sombra de algo que ella no había visto antes: vulnerabilidad disfrazada de ira. Él, el imperturbable Ran Haitani, está sintiendo miedo.
Cobarde.
-¿La misma lealtad que tienes tú cuando no vuelves a casa ni me hablas? ¿La misma que has estado estos dos años sin hablarme? ¿La misma que nos juramos y que ninguno ha cumplido porque no nos vemos? Eres un egoísta -gruñía-. Si quieres a alguien para follar, vete con una puta, pero no me hables como si fueras el más traicionado en esta farsa.
Hope dio un tirón tan fuerte con el brazo que las uñas de Ran se clavaron en su piel al salir. La marca de su mano cerrada alrededor se quedó grabada en la piel blanca y llena de pecas. La zona dolió y escoció, pero nada la detuvo a salir casi corriendo de una sala donde no dejaba de ser juzgada. Sin embargo, camino a las escaleras para poder dar zanjado el tema e irse de una vez. Pensaba en irse al hospital y estar con su tía, pasar el resto del día con ella hablando y decirle todo, con tal de estar fuera de ese sitio.
Incluso, si se atrevía y le duraba el enfado, le pediría las llaves de su antiguo apartamento y pasaría la noche ahí.
Solo subió dos escalones cuando algo la agarró del brazo que se sujetaba a la barandilla y al equilibró e intentó cogerla en el aire. Intentó defenderse, pero de nada sirvió cuando al darse la vuelta por acto reflejo otro mano la sujetó. Al momento de hacerlo se vio en el hombro de un hombre que la sujetaba con tanta fuerza que la habría matado.
-Suéltame. ¡No! ¡Suéltame!
Si iba a matarla a palos, al menos sería en la intimidad en vez de con público. Se habían, porque también imaginaba que Ran también, olvidado que tanto Hayakawa y las criadas estaban en la cocina haciendo lo que hiciesen ahí y que podrían haber escuchado todo el intercambio de palabras. Golpeó y pateó a Ran como pudo desde su complicada situación, pero en vez de torcerse de dolor o de soltarla simplemente, la llevó escaleras arriba.
En cuestión de segundos pasaron a la segunda planta, recorrió a zancadas el largo pasillo con Hope sobre el hombros intentando defenderse y entrar en la habitación principal. Las cortinas aún estaban echadas y apenas había luz que pudiera apoyarla. Antes de poder decir algo, lo que fuera, Ran se la quitó de encima con rabia y la lanzó con fuerza sobre la cama. Allí rebotó y le faltó el aire por el susto de haber aterrizado en la mitad aún deshecha. Ran se pasó la mano por el pelo para echárselo hacia atrás y la señaló con la barbilla, el rostro completamente serio, envuelto en sombradas.
-Siéntate -le ordenó.
Hope se enderezó con las fuerza de sus codos y le devolvió una respuesta.
-¿O qué? ¿Vas a violarme para demostrar que eres un hombre? ¡No solucionará nada!
-Cállate.
El silencio entre los dos se extendió por la habitación como una nube espesa. Ran permaneció de pie, inmóvil, su expresión dura, pero sus ojos relevaban una lucha interna que nunca antes había mostrado. La tensión en su mandíbula y la rigidez de su postura lo delataban; es un hombre acostumbrado a manejar el control, la fuerza y la intimidación, pero no a lidiar con este tipo de personas. Hope podía verlo.
Detestaba que alguien lo desobedeciera.
No iba a seguirle el juego ni a hablar de aquel hombre tan a la ligera si realmente iba a hacerlo. Habría sido más fácil tumbarla boca abajo y forzarla de esa manera, que pudiera ahogarse y no defenderse, en vez de boca arriba y él... Alejándose. Se estaba alejando. ¿Qué hacía yendo al armario en vez de ocuparse de ella? Al poco rato, salió de él con el ceño fruncido y la oscuridad inundando los ojos que una vez le parecieron bonitos, y entre sus manos llevaba algo que hizo palidecer a Hope.
-Extiende las manos.
-No -se defendió.
-Extiéndelas o lo haré yo.
El primer vacile. Tardó en responder.
-No -repitió, cortante.
-Hope.
-¡Que te den!
Harto, se alejó del armario y se movió con la rapidez sorprendente a por ella. En un movimiento rápido, él tomó por las muñecas, tirando con brusquedad. Ella jadeó, sorprendida por la fuerza de su agarre, y siente que sus manos empiezan a temblar. Él no la miraba a los ojos mientras envuelve un trozo de tela alrededor de sus muñecas, atándola con una precisión casi mecánica, como si su única misión en ese momento fuera hacerla sentir el peso de su ira.
-No... No... -repetía y otra vez. Empezó a trabajar con una corbata alrededor de sus muñecas, pasando varias veces por ellas y uniendo las partes a modo de amarre improvisado.
Ella intentaba resistirse, pero la fuerza de Ran era demasiado, y la tela apretaba más y más alrededor de sus muñecas. La sensación contra su piel es demasiado, una señal física de lo que está pasando. Sus pensamientos empezaron a agolparse, su respiración se aceleró aún más, y algo dentro de ella se descontroló.
El pánico empezó a invadirla, la sensibilidad de sus piernas desapareciendo y pronto reapareciendo para tensarlas cuando notaba el tacto de la tela sobre ellas. Iba a hacerlo. Iba a atreverse hacer lo que ella le había dicho y de la peor manera que podría ocurrírsele. Estaba demasiado consumido por su propia tormenta que siempre ha siempre ha sido su refugio. La tela seguía aprteando, y cada uno era peor.
De cara e indefensa como las lecciones de educación que le daban en su antiguo hogar con una vara y la piel descubierta. Cada cuenta mal hecha, cada párrafo olvidado, cada mala traducción... Todo error significaba un pequeño castigo que luego el mayor respondería. La imperfección no iba a ser toleraba. Ella no iba a ser tolerada, nunca; era lo que su madrastra se encargó de enseñarle con una vara y un trapo mojado.
-Suéltame... No, no, por favor.
A modo de intentar soltarse, daba tirones con una poca de la fuerza que le quedaba que era detenida con la tensión en dirección contraria hacia él. Las palabras suenan distantes para ella. Todo a su alrededor empieza a difuminarse. El cuarto parece encogerse, las paredes acercándose lentamente mientras su corazón late desbocado. De repente, el aire se vuelve insuficiente, como si algo invisible la estuviera sofocando. Su pecho se contrae, su visión se nubla, y una sensación de pánico la envuelve por completo.
El pecho le empezó a doler y los pulmones se sintieron vacíos con el aire que entraba y salía a toda velocidad por ellos. Su mente empezó a hacer cosas raras, como recordar las pocas razones por las que la castigaban de pequeña y la escusa que siempre ponían: «tu hermana nunca haría eso»; o «aprende de tu hermana y no tendré que volver a hacerlo»; o el clásico «extiende las manos, que yo las vea, y que esto quede entre tú y yo: me duele más que a ti».
¿Iba a poner él la misma escusa para hacerlo? ¿Iba a castigarla para que aprendiera, como cuando era niña y necesitaba ser «domesticada» de las ideas que la hacían imperfecta? Pero no lo hizo. En vez de eso, elevó la mirada, el rostro envuelto en sombras y luz dividido, y se encontró con el rostro desesperado y cubierto por lágrimas de súplica como sus palabras. Sentía la calidez húmeda de estas deslizándose por sus mejillas, bailando en la barbilla y cayendo por el cuello.
La respiración agitada de Hope, entrecortada y acelerada, que le oprimía el pecho aún más, le hizo detenerse y dejar de atar la tela y sus manos. Las manos le temblaban como si estuviera a metros bajo tierra, y el cuerpo se le había helado.
-Hope -llamaron-. Hope.
-Por favor, no lo hagas. Por favor, por favor,... -sollozaba envueltas en lágrimas y tan sonrojada que no parecía un color sano. Le ardía la cara y el cuerpo para el frío que sentía. Movía las muñecas aprovechando que habían dejado de trabajar en ellas, pero la fricción de la tela solo conseguía apretarse más a su alrededor y asustarla.
Dos manos le sujetaron el rostro congestionado en un intento de llamar su atención. Dos ojos, también, la miraron transparentes y ella buscó alguna pizca de luz en ellos. Algo que pudiera tranquilizarla y devolverla a la realidad poco a poco. La presión en su pecho fue disminuyendo a un ritmo que ella apenas notó, pero que pudo consolarla cuando tardó en reaccionar al cambio. La oscuridad, la apenas luz que entraba por las cortinas, las emociones... Todo la hacían sentirse pequeña en aquel lugar.
Una parte de ella se arrepentía de que aquel hombre la vieran llorar, y otra muy compleja la advertía de que no era otra prueba más para que el verdadero dolor iniciara.
Hubo un momento extraño en el que dejó de ver, de escuchar -solo un profundo pitido instalado en sus oídos-, por cual no pudo saber lo que iba a pasar. Cuando ese momento pasó, estaba envuelta en temblores en las extremidades y en unos brazos ajenos que le presionaban el rostro contra el torso. Unos dedos moviéndose sobre la fría ropa que cubría porciones de su piel.
-Hope, mi Hope, respira.
Se arrodilló rápidamente frente a ella, sus manos temblorosas mientras desataba las corbata con torpeza, desesperado por liberar sus muñecas. La corbata cayó al suelo, arrugada, y él la toma de los brazos, sin saber qué hacer, cómo ayudarla.
Ella no puede escucharle del todo. Está demasiado atrapada en su propio ataque de pánico, luchando por cada respiración. Sus manos libres tiemblan, y todo su cuerpo está rígido, como si estuviera lista para romperse.
Lo hizo, no porque todo su orgullo apenas se mantuviera, sino porque sabía que era lo correcto. La parte racional que la seguía protegiendo después de estar alejada de las amenazas que hace años le causaban tanto dolor y fracturaban hasta lo más diminuto de su ser. En algún momento que pasaba eso, que las manos de aquel hombre se ocupaban de limpiarla las lágrimas y desatarla, se encontró tumbada boca arriba en la cama con las piernas en el mismo sitio.
A Ran Haitani no le gustaba decorar ni presionar. Solo presionar.
Cuando Hope se durmió, abrazada con fuerza contra la espalda de la misma persona que le había generado tantos dolores de cabeza, la cabeza le latía con fuerza y el pecho le dolía como si una decena de elefantes la hubieran arrollado. Su cuerpo se sentía rígido bajo la ligera sábana que la cubría. Pero cuando se despertó, ese dolor se había convertido en una presencia invisible.
Abrió los ojos lentamente, parpadeando suavemente y la poca luz que entraba a través de las cortinas irritando sus pupilas. Gruñó contra la almohada, pero se esforzó en levantarse con el fuerte latido atravesando la parte trasera de su cabeza. Le recordaba a las veces que se olvidaba de comer y dormir cuando tenía que entregar un trabajo.
Los recuerdos le bailaban alterados unos con otros, desde el más pasado hasta el más reciente, sin detenerse en el contexto de desarrollo a cómo has llegado a estar las cosas. Un huracán de memorias desorganizadas. Tardó en levantarse de la cama, y cuando lo hizo fue como recordar las razónes por las que estaba en una habitación que realmente no tenía nada que ver con ella y esa sensación se instauró en su pecho. Los recuerdos, aún desordenados, volvieron a ella con más fuerza; un dolor notable que recorrió sus muñecas y le hizo marearse. La habitación estaba como cuando se hubo acostado; cortinas echadas, cama revuelta y espacio desordenado.
Salió de la habitación frotándose los ojos y llegó a las escaleras. Todo seguía igual. Mismo espacio limpio, vacío e iluminado por la luz de los enormes ventanales que rodeaban toda la cara oeste del ático. Siempre era así, un apartando vacío de emociones y vivencias que detonasen la presencia de una persona más que el servicio que se encargaba de mantenerlo todo limpio. La luz, a diferencia de por la mañana, bañada de un tono anaranjado suave los muebles blancos y las paredes allá a donde llegaba.
Sí era cierto que la zona del salón, donde estaban el sofá, la chimenea y todo lo correspondiente para un área de descanso a doble altura, era una parte en la que no entraba toda la luz por su distribución, una pequeña parte quedaba iluminada y la hacía más reconfortante a la vista y...a ella le daba tranquilidad. Dentro de un límite; ahí solía estudiar y ver películas, sola, y a veces comer para no tener que sentarse en la rigidez de la mesa. Como para ser capaz de pintarlo y plasmar su realidad en un bonito cuadro con su marca de agua.
Todo el apartamento estaba abierto. Lo que hicieras en una zona, iba a ser visto. Menos la zona de juego y el despacho de Ran, con paredes detrás de las escaleras.
Hayakawa apareció de repente en el salón, saliendo por el comedor y caminando a zancadas hacia la cocina. Le sorprendió verlo de esa manera, tan alerta, pues en lo que llevaba cuidando de ella jamás le había visto en esas condiciones. Cuando se dio cuenta de que había una persona más en la sala, observando desde lo alto de las escaleras, Hayakawa se detuvo y pegó un brinco de sorprenda al verla ahí parada y en silencio. Pronto recobró la compostura, como si nada de aquello hubiese pasado.
-Buenas tardes, señora, espero que haya dormido bien.
Estaba segura de que de alguna manera, tanto él como las criadas en habían escuchado los gritos y la conversación. Aquello la avergonzaba, pues la hacía ver como una persona sin capacidad de contención emocional o...algo así. Pero también le daba pena. Ellos no tendrían que haberlo escuchado. No tenían nada que ver con la discusión.
-¿Ran...se ha ido?
Hayakawa sacudió la cabeza.
-El señor se ha encerrado en su despacho y no ha hablado con nadie. No ha comido nada.
Cómo no, querer aclarar sus ideas y desaparecer del mundo era una buena opción. Ella también lo habría hecho. La diferencia estaba en que lo que había ocurrido allí arriba, no solo cuando Hayakawa se fue y empezaron a discutir, estaba lejos de olvidar o pasar desapercibido. Y que él ya estaba acostumbrado a hacerlo de serie con ella, cuando no la estaba ignorando. ¿Cabía la posibilidad de que pudiera estar buscando una forma de explicar su comportamiento?
Entonces, dijo algo que la sorprendió.
-Antes de entrar me dijo que le informarse que fuera a hablar con él -comentó él-. No ha salido desde que usted volvió a la cama.
Hope le respondió con un asentimiento y lo vio desaparecer de camino a la cocina. No se escuchaba tampoco nada de allí, pero sí que estaban las luces encendidas. Luego de un rato pensando en qué hacer, decidió que tendría sentido ir a hablar con él en vez de evitarlo. Al final, la conversación tendría que salir en algún momento, y no evitarla. A no ser que quisieran odiarse más todavía; uno tenía que tomar cartas en el asunto y ser el adulto. Por una vez. Bajó al comedor directamente, en vez de torcer e ir a tumbarse al sofá, y cruzó el arco desnudo de la sala de juegos.
La sala de juegos estaba igual, con la diferencia de que en ese sitio tenía sentido que cada cosa estuviera en su sitio guardado y ordenado para no perder nada. La enorme mesa de billar relucía por la luz natural, dándole ese ambiente juerguista que muchos esperarían de un antro. La puerta al despacho estaba a mano izquierda, así que el jugador que se pusiera en esa esquina tendría que actuar con seriedad cada vez que la puerta se abriera a varios metros de distancia de él. El puzle deslumbraba de lo limpio que estaba, con cada figurilla guardada en dos cajas diferentes a mano derecha e izquierda de cada jugador. Lo miró demasiado tiempo; pareciera que nadie lo tocaba desde mucho.
Cerró los dedos en un puño y, tras un minuto de pensar en si estaba bien hacer lo que estaba haciendo, golpeó dos veces la madera de la puerta, uno tras otros. No recibió una respuesta inmediata, aunque sabía que había una persona ahí dentro. Volvió a mirar el puzle a medio hacer. La curiosidad la llamaba a intentarlo.
Después de un rato, presionó el picaporte y empujó para abrir la puerta. Los hombros de Hope sintieron una presión sobre ellos. Ya estaba. Estaba en la habitación que, al igual que su estudio, nadie podía entrar sin permiso. Y no era para nada lo que se esperaba. Lo cierto era que era un cuarto grande, pero no demasiado, lo suficiente para poder tener un entorno de trabajo adecuado.
Los muebles eran oscuros, pero las paredes claras y decoradas con cuadros tanto de pinturas barrocas como de títulos o pósters antiguos, de deportes o de series, enmarcados. Algunos los reconoció, esperando que fueran réplicas exactas que las originales; La Asunción de la Virgen, de Lanfranco, El Juicio de París, de Rubens, El Rapto de Proserpina, de Poussin... Entre muchos otros. Había un escritorio de madera oscura repleto de objetos al fondo del cuarto, frente a dos sillones de cuero acolchado.
Dos gruesas estanterías repletas de libros y otros objetos se pegaban a la pared izquierda con cajones y armarios en la parte inferior. Al lado de la puerta estaba una cómoda con apenas decoración pero sí para complementar unos cuadros de más. La parte derecha solo tenia estanterías intercaladas pegadas a la pared con objetos personales que por la poca iluminación apenas distinguió. En medio del cuarto, una mesa auxiliar rectangular y un sofá del mismo material que el resto del mobiliario iban sobre una larga y gruesa alfombra blanca.
Ran estaba sentado en la silla detrás del escritorio, los codos apoyados sobre la superficie plana y un ordenador abierto y encendido (por las luces) al que atendía. Su cabeza se disparó hacia arriba cuando la puerta se cerró a espaldas de Hope, con ayuda de una mano que la empujaba.
-¿Has dormido bien?
-¿Eh? Sí -apartó la mirada de los cuadros, de los conocimientos que adquirió en las clases de Arte Moderno y cómo les habían enseñado a distinguir la técnica de cada uno de los pintores. No pudo evitarlo.
Los dedos de Ran pasaron varias veces por el pelo revuelto y al natural, echándolo hacia atrás y luego colocándolo como podía. Lo tenía bastante largo a comparación de las veces que lo veía con la gomina, lo que le delató enseguida. Se preguntó si realmente era pereza a cortárselo o si quería batir un record de longuitud.
-¿Por qué me has dejado dormir hasta tarde?
-Estabas cansada, preferí dejarte dormir.
-Tenía cosas que hacer. Clases a las que ir -se defendió.
Ran levantó la mirada suavemente hacia ella.
-No iba a despertar a mi esposa cuando estaba cansada y le debía horas a la cama.
Mentiroso. Era un jodido mentiroso.
Se mordió el labio. El dolor de garganta persistía y cada vez le recordaba más a las lecciones de canto que habían intentado inculcarle sin éxito para que al menos supiera entonar. El resultado fueron varias afonías, revisiones al médico por el desgaste de las cuerdas y problemas para hablar durante días. Claro que para su familia eso fue una alegría; significaba no prestarle atención ni escucharla. Mandaban al servicio a que la cuidaran, y no iban ni a verla cuando la fiebre le subía.
-No lo hagas -le pidió en voz baja.
-¿El qué?
-Compadecerte de mí después de lo que ha pasado -explicó en un tono más o menos orgulloso, decente, digno-. Si quieres decir algo, dilo, puedo soportarlo.
Levantó la barbilla mirando al frente. Ran se alejó de la mesa y se dejó caer en el respaldo con lentitud. El cuero sonó a cada movimiento. La escrutó con la mirada en un silencio extraño que solo fue evitado por el constante ruido de las manecillas del reloj sobre la cómoda de roble a la izquierda del escritorio.
-¿Qué te hicieron para que sufrieras un ataque de ansiedad?
Hope le devolvió la mirada. Una pequeña tirantez en su corazón la hizo conmoverse por la confesión tan a la ligera que le estaba dando. Fue como si le hubieran agarrado el corazón y luego soltado de repente.
-Ya, bueno, eso no significa nada en mi caso, ¿no? -se defendió de nuevo, sin evitar el veneno que desprendían sus palabras-. No a todos nos pasa lo mismo.
Ahora era el turno de ella ser una mentirosa. ¿Qué más podía hacer? Su padre la había amenazado con que si decía algo de su vida en la casa familiar se iba a arrepentir. No podía arriesgarse tampoco a demostrar su fragilidad a una persona que la había atado para castigarla, y en consecuencia, sufrido un ataque de ansiedad.
-¿Me estás mintiendo?
-No.
-Mentirosa.
A Hope casi se le escapó la risa; no pudo ocultar la sonrisa traidora que se le dibujó en los labios y que conseguido levantar la pesadez de la conversación.
-¿Tanta importancia tenía antes para ti que ahora quieres hacerme creer lo contrario?
-Pensaba... -tardó en encontrar las palabras-. Pensaba que te habías acostado con alguien más en el matrimonio que no fuera yo, y supongo que fue eso lo que me hizo reaccionar de esa manera. Normalmente esas cosas no me detienen, pero me afectó.
Hope quería escupirle.
-Y culpaste a Hayakawa de eso -finalizó por decir. Si le sorprendió que supiese una información clasificada entre su guardaespaldas y él, apenas lo mostró cuando la caída de sus ojos cayó sobre ella perezosamente-. Nunca he sido infiel. Ni lo haría. No tienes ni idea de lo que me afecta a mí.
-No te daría una paliza ni te encerraría en la vida por eso, Hope.
Simplemente se limitó a cerrar los ojos, intentando alejar los recuerdos de hace unas horas para no volver a sentir que el mundo se derrumbaba sobre sus hombros.
-Antes no parecías decir lo contrario.
-No es el mejor día para retarme -casi rió, y dejó caer la cabeza contra el respaldo-. Lo último que me faltaba hoy era tener que enfrentar a la fiera de mi esposa que ya me ha demostrado que puede defenderse sola -una pequeña pausa en un silencio cómodo entre los dos-. Si hubiera sabido eso, no te habría puesto un guardaespaldas.
Involuntariamente, la comisuras de Hope se elevaron en una divertida sonrisa. Se acariciaba los dedos con nerviosismo, pero al menos ya no le latía el pecho con fuerza y le generaba esa ansiedad que antes la había llevado al límite.
Se pasó las manos por la cara en un intenso de despejarse. Los ojos le dolían y pestañear le parecía algo casi complicado que le suponía un reto. Era como enfrentarse a algo que te perjudicaba pero que no sabías resolver, como los médicos en la Edad Media cuando pensaban que el cáncer se solucionaba introduciendo carne sana en las extremidades afectadas.
-¿Te duele algo?
-No duermo mucho -respondió cruzando los brazos, la tensión de los músculos de debajo presionando contra la tela-. Supongo que ya lo sabes.
-Podrías cambiar tu horario o algo, así no... -le hubiese gustado decir algo más que una simple recomendación o un consejo, algo referido a pasar tiempo con ella o pasar más tiempo en casa, o algo así, pero no se atrevió-. Podrías dormir más, ya sabes.
La cabeza de Ran se volvió hacia ella y se quedó un rato en silencio. Tic, tac, se escuchaba. Los dedos de Hope se movían contra ellos y se frotaban contra la piel contra la carne y las uñas, raspando los pequeños restos de pintura que podrían haber quedado ahí de las prácticas de ayer. Un acto nervioso que la señalarían de enferma mental pero que en realidad era un reflejo por manías tomadas del pasado. Cuando la encerraron en su habitación, después de la paliza, se acostumbró a dañarse a sí misma pensando que sería mejor que alguna de las personas que estaban al otro lado de la puerta lo hicieran a su manera.
Se apartó el pelo de la cara, pero un mechón rebelde se salió del agarre y le bailó frente a los ojos. Hope se irritó intentando colocárselo.
-Las cosas a veces no son como queremos. Mi parte del trabajo es mayormente nocturno, pero estos días es diferente. Podría decirse que son unas pequeñas vacaciones.
Inspiró y exhaló.
-No son vacaciones si no puedes descansar -contestó de vuelta-. Tienes mala cara, y sigues trabajando.
-Como he dicho, a veces no tenemos lo que queremos siempre.
Cabeceó en modo de respuesta. Quizás tuviera razón. Toda su vida había consistido en tener cosas que no quería y en respuestas secas que no tuvieran sentido más que «por y para la familia».
Si su padre había sido una mujer cualquiera para su progenitor, no tenía sentido haberla dejado con él si tenía más familia con la que vivir. Pero nunca había preguntado el motivo porque significaría tener un castigo como respuesta.
Ahí estaba otra vez esa muralla invencible, compleja e imposible de derribar si no se abría por el otro lado. Había descubierto en ese tiempo, y en lo poco que lo conocía, que la personalidad y vida de Ran eran diferentes una de otra, y que la parte más personal de él pocas veces se dejaba ver porque una pared los separaba. Una pared gruesa que separaba los intentos de Hope de poder comprenderlo, más allá de lo que ya veía, y que quizás era un modo de defensa de protegerse de los más ajenos a su confianza. ¿Eso era ella, una extraña que podría amenazarlo en el futuro? Acababa de confesar que le daban palizas dobles por defender a su hermano -lo que la sorprendió, porque no recordaba haberlo visto en la boda ni en ningún momento-, no muy alejado de la vida que ella había tenido por cometer el más mínimo descontento.
-¿Vas a hacer algo ahora que estás despierta? Tienes que comer algo.
Recostado en el asiento y diciendo eso, le recordó a la actitud de un padre preocupado por su hijo pero sin querer mantener más contacto que esa actitud protectora.
-Lo haré -respondió-. Haz tú lo mismo.
Otro asentimiento sin emoción.
-Lo haré.
Pero Hope no estaba tan segura para cuando se levantó de donde estaba y se acercó a la puerta. De todas formas, no era como si se hubieran preocupado alguna vez el uno por el otro y ahora las cosas hubiesen cambiado. La diferencia estaba siempre ahí. Nunca iban a ser una pareja, menos una familia, y no iban a recuperar el tiempo perdido ahora.
Sin embargo, algo la empujó al borde de preguntarse la razón por la que realmente había ido al despacho al que nunca entraba por una orden que bien en otra situación habría desobedecido. No le habría hecho caso, o quizás sí, pero no con la misma actitud que estaba mostrando ahora; abierta y capacitada para una conversación sincera.
Si las cosas iban a ser siempre así, por lo menos uno de los dos lo había intentando a su manera y lo habían demostrado. El divorcio no era una opción en algo que Hope no sabía bien cómo llevar, y tampoco es que tuviera algún lugar más al que ir después de aquello. ¿Con sus amigos? Demasiados problemas tenían ellos. ¿Con su tía? Era una casa enorme en la que se sentiría incómoda y que jamás podría pagar. Suficiente tenía con pagar la matrícula de la universidad cada año más lo que conllevaba ser un estudiante de Bellas Artes y la inversación en material propio, decente.
-Hope -llamaron, y Hope tuvo un momento de lucidez en el que recordó la forma en la que la había llamado antes de dormirse en sus brazos.
«Hope, mi Hope, respira», le dijo.
En ese momento no se dio cuenta, pero ahora lo hizo. Cayó en la forma suave de llamarla en medio del ataque que su propio cuerpo liberaba contra ella. En la rapidez con la que había reaccionado para quitarle los nudos de las manos y deshacerse de la corbata, tirándola a cualquier lado de la habitación. En cómo sus brazos no la aprisionaron contra la cama, sino que en todo momento se concentró en dejarle el rostro alejado de él para darle su propio espacio...
En cómo, después de irse, la había metido en la cama mientras ella dormía y encargado de taparla y apagar todas las luces para no molestar. De alguna forma, había sabido en todo momento lo que le estaba pasando y lo que le habría gustado que hicieran para cuando se despertase. Solo le faltaba haber preparado su plato favorito, pero dudaba que lo supiera o que alguna vez hubiera escuchado de él.
-Jamás te haría algo que no te gustase.
Aguantó la respiración. Y ella le creyó, aún así. Quería hacerlo. Ignorando todas las alertas que tenía esa oración después de lo ocurrido. Al poco rato, salió del despacho con la cabeza confundida.
Marchó a la cocina obedeciendo la recomendación de su marido ignorando la negativa de su estómago a consumir algo. Aún no lo demostraba, pero si no comía algo ahora estaba segura de que por la noche se levantaría a hacerlo y el horario de comida tendría que cambiar. Mejor hacerlo ahora que tener problemas de alimentación en un futuro, de nuevo. Cuando entró en la cocina, Hayakawa no estaba, pero sí la cocinera revolviendo algo en la encimera y la criada ordenando...algo en un armario de rodillas en el suelo, varios productos de limpieza a su alrededor.
-¿Queda algo de comer? -preguntó, sorprendiendo a ambas.
La cocinera giró el cuerpo hacia ella y le señaló con el mentón hacia la nevera.
-El señor dijo que se hiciera algo de comer para cuando usted despertara. Lo hemos guardado para que se conserve.
Hope asintió y fue a la nevera. Tuvo cuidado de no tropezar con lo que la criada hacía y liarla sin querer. Ya había tenido suficiente con aquella mañana. El estómago le advirtió que no quería nada para digerir, pero hizo casi omiso a su opinión y abrió la nevera de todas formas. La diferencia de temperatura la saludó. Estaba hasta arriba de comida, pero un plato envuelto en papel de film le llamó la atención sobre todas las cosas.
Su plato favorito.
Cada día entendía menos a Ran Haitani.
Pasaron varios días de esa conversación. Hope no volvió a encontrarse con Ran en todo ese tiempo. Lo que hizo en ese período fue volver al ciclo de la universidad, casa, hospital y trabajos de clase.
Su tía esos días había estado mejor. El tratamiento no había sido tan duro como el de la última vez y resultado exitoso en una pequeña parte, tampoco la había dejado tan agotada y permitido pasar más tiempo con ella hablando. Lo ocurrido en casa fue el único tema del que no habló, pero sí se encargó de mencionar que Ran y ella habían hablado y aclarado algunas cosas; su tía le aplaudió el éxito, pero la felicidad no llegó a invadir a Hope como se esperaba. Mintió.
Después de clases, iba a verla, no tan seguido, un día sí y un día no, y le llevaba orquídeas. Las flores se quedaban en la cocina. Cuando regresaba a casa, se concentraba en los trabajos de las asignaturas que más le costaban un rato y al otro se ocupaba de pasar los apuntes a limpio, tomando referencias de libros que había ido a coger a la biblioteca del campus para apoyarse. Con ellos, también pudo buscar información sobre el trabajo final que añadió en la bibliografía cada vez que hacía una mención a uno y a su autor. Al menos no podrían decirle que no estaba haciendo un buen trabajo. Análisis, boceto, trabajo bien redactado... Los exámenes finales eran una tontería al lado de aquella obra con la que también estaba aprendiendo. Lo complicado sería salir al mundo laboral, como decían sus profesores. Quizás en el extranjero...
De vez en cuando rompía el ciclo, pero muy poco. Una vez limpió el estudio.
No volvió a hacerlo cuando se dio cuenta de que era una tontería porque todo volvería a estar sucio y tirado en cada esquina. Algo de lo que se dio cuenta fue de que su habitación era apenas su habitación. Tenía el mismo tono minimalista que el resto del ático, como si en realidad quien viviera allí fuera la inmobiliaria que revisaba el piso y lo mostraba al público. La única parte que podría tener su toque, como se refería ella a algo que tuviera su esencia, era su estudio de trabajo, y quizás el baño compartido del cuarto principal.
Decidió anotar en una hoja de su libreta de ideas todos los objetos que eran suyos, y se dio cuenta de que no tenía tantos como la casa demostraba, y que su mente efectivamente estaba jugándole malas pasadas de nuevo. En su otra casa, lo único suyo era una habitación más parecida a la de un castillo de época por su sobriedad que el de una adolescente como lo fue en su momento.
El cuarto día empezó a hacer un boceto de la habitación y de la casa a como le parecía, a una escala reducida en su cuaderno de dibujo. Cuando llegaba a una asignatura que no le resultaría difícil aprobar o se marchaba a la biblioteca a repasar los contenidos del día, añadía objetos que quizás sí le dieran su esencia personal a una casa que en ese tiempo no había mostrado interés por cambiar. Terminó encargando el marco de un cuadro.
Al parecer, reponer el material de clase y de casa no estaba disponible esos días en el mercado para enviar a casa, así que para hacer la compra tuvo que dejar que el pedido se hiciera en la tienda y acordar que ella fuese cuando le mandasen el código. Hope no entendió bien esa política al cliente hasta que, en un impulso de hacer algo nuevo, encendió la televisión y vio las noticias.
Lo que Anabella había contado de las mafias y los yakuzas y los policías en el bar dejó de parecerle una tontería cuando la primera noticia que sonó fue la muerte de una banda resonada en las calles que había resultado, no solo en el exterminio de todo un clan, sino en el asesinato de los civiles que pasaban por ahí a manos de la organización que más aparecía en las noticias y de la que los policías solo conocían el nombre y apenas tenían imágenes de los integrantes y el líder. Empezaba a sospecharse que tuvieran uno, sino varios, debido a la diversidad de acciones que ejecutaban en aquellos últimos meses. Hope miró ensimismada, sentada en el sofá de la primera planta, cómo la reportera lo contaba, con tanta frivolidad en los rasgos y preocupación en el tono, alternándose con los vídeos recopilados en redes sociales y oficiales de la cadena de televisión.
Una nueva potencia, decían, que pronto controlaría todo el continente asiático. Seriamente, no parecía algo al azar. Ahora, en lo personal, desconocía cómo funcionaban.
Resultaba curioso cómo las noticias contaban de primera mano la situación y la policía colaboraba. Normalmente, cuando colaboraban juntos, era porque algo grabe estaba sucediendo, como un secuestro o algo que afectase a la población. De nuevo, la imagen del jefe de comisaría salió en pantalla recomendando no salir hasta altas horas de la noche y evitar quedar en barrios con tendencia a los conflictos. A su vez, advertían a las mujeres y a las madres evitar acercarse con hijos a ciertos lugares que pronto olvidó o quedarse solas. Le prestó gran atención a ese detalle. «No quedarse solas», habían dicho. Las mujeres solían ser el centro de muchos problemas, sobre todo en la población resentida, pero ahora imaginaba que no valdría arriesgarse sin tener un motivo importante. Tampoco es que ella pudiera hacerlo.
Desde la advertencia de Ran, Hayakawa se quedaba todo el rato con ella y se alejaba apenas unos metros cuando estaba en casa. Si su intención era cortarle la respiración ahora que no estaba con ella, por ahora lo estaba consiguiendo.
Por ahora, repetía. Porque un día de estos iba a despistarlo y perderlo para poder vivir sin alguien que caminara a sus espaldas o que, al mínimo intento de amenaza de su espacio, interfirieran en su camino. Anabella y Joshua seguían sin preguntar sobre el extraño hombre que había aparecido en el bar a recogerla, y casi que mejor. ¿Qué iba a decirles, que era su esposo, quien nunca estaba con ella, el que había ido a por ella porque no le cogía una llamada? Sonaría tóxico y rídiculo. Y una excusa. Por otro lado, su amigo con familia propia había faltado a clase más días de los que había dicho. Hope pensó en ir a hacerle una visita.
Hayakawa estaba en el comedor mirando por el ventanal al otro edificio cuando Hope lo encontró. Lo había buscado en la planta de arriba pensando que quizás estaría distraído en alguna de las habitaciones sobrantes del apartamento. Se había vestido con unos vaqueros, una camiseta clara con un encaje sofisticado en la parte del escote y una chaqueta abierta de punto marrón. Llevaba los zapatos en la mano y un bolso.
-Señora -hizo una reverencia.
-Tengo que recoger unos paquetes a mi nombre para hoy. Pensaba salir ya antes de que se hiciera tarde y perder la oportunidad.
Asintió con la cabeza.
-Avisaré al conductor.
-¿Puede ser solo contigo? Tengo que ir rápido antes de que cierren y luego hacer otras cosas -le preguntó directamente-. No tardaremos mucho.
Hayakawa se dobló por la mitad accediendo. Hope asintió, satisfecha de haberlo conseguido.
-Como diga.
Las puertas del ascensor se abrieron, solo para descubrir que ya había alguien dentro. Normalmente no era una forma de encontrarse con los vecinos. En el tiempo que había vivido allí, los vecinos se reunían en el garaje para conocerse, no yendo a los apartamentos de los otros porque hacía falta una llave para acceder a cada planta.
Hayawaka reaccionó más rápido, poniendo el brazo entre las puertas que se abrían y el cuerpo de Hope, una mano en la espalda que señalaba que ese día estaba usando el arma -¿la llevaba siempre?-, para que al acabar el recorrido fuera una realidad completamente diferente. La persona que estaba en el ascensor estaba al final de este, en la zona del espejo, apoyando la espalda contra la superficie y la cabeza echada hacia abajo. Los brazos se abrían a cada lado del cuerpo, los músculos marcados en la camisa remangada, sujetándose a la barra de apoyo, las largas piernas cruzadas. Varios mechones de pelo le bailaban en el rostro paliducho y afilado.
La posición de Hayakawa se relajó al reconocerlo. Con la camisa por fuera del pantalón, los tirantes de cuero que le recordaban a los que la policía utilizaba para guardar el arma, pero sin arma esta vez, y el chaleco colgando de la mano, en otro momento no lo habría reconocido. Habría pensando que por un momento el sistema de protección estaba averiado. La postura agotada lo distinguía.
No era más que una realidad contraria que jugaba con ella a su antojo.
-Hola -saludó.
Se quedaron como dos tontos ahí. Por primera en mucho tiempo, el pecho de Hope se infló y sintió más ligero. Tanta tensión para absolutamente nada.
-¿Vas a algún lado? -preguntó en voz baja, dejando la chaqueta que se había quitado antes de entrar en casa sobre la superficie del sofá.
-Tengo que recoger un pedido.
Arqueó una ceja.
-¿Tan complicado es que te traigan una caja de...? -no acabó la oración. Hope se dio cuenta de que no sabía a lo que se dedicaba mientras él no estaba. Una parte de ella crujió.
-Pinturas y cosas -acabó ella, viendo que desconocía lo que iba a buscar o lo habían omitido-, ya sabes, de arte.
Su vocación. Su amor por la pintura. Y él ni siquiera sabía a lo que se dedicaba, en lo que trabajaría cuando acabase los estudios. ¿Sabía acaso que estaba en la universidad?
-Cosas de arte -se frotó el ceño con una mano y cerró los ojos; cuando los abrió, un suspiro escapó de sus labios e hizo el amago de buscar algo en sus pantalones-. Dame un momento. Encargaré a alguien para que te las recoja.
Hope lo siguió con la mirada mientras empezaba a caminar hacia, posiblemente, su despacho por la puerta de atrás. La mano que lo agarró por el antebrazo lo detuvo de intentar huir de nuevo, de dejarla sola ahí y sin poder defenderse. Ran la miró por encima del hombro, como si la molestia que lo hubiera alterado con su respuesta hubiese cambiado y fuera alguien.
-Voy a salir porque tengo más cosas que hacer -le dijo-. No encargues nada.
-¿Ibas a volver a salir? -preguntó lentamente, mirándola de pies a cabeza. No iba con ropa de fiesta, ni de nada, pero la última vez había salido con lo primero visto en el armario y probablemente estuviese preguntándose si iba a volver a hacerlo-. ¿A otro bar?
Las mejillas se le colorearon, aunque intentó que no se notase. Hope frunció el ceño, claramente irritada. Se cruzó de brazos y, con un tono más serio le respondió:
-¿Qué? No. Son cosas de clase, y porque quiero ver a un amigo.
-Demasiadas preguntas para respuestas tan vacías. ¿Necesito saber el nombre de tu amigo o quien sea que vayas a ver? -dijo, en un tono más fuerte.
-No, pero...
Antes de poder acabar, Ran dio un fuerte tirón del brazo, saliendo del agarre que ella aún mantenía sobre él, pillándola por sorpresa, y se alejó a zancadas aún más rápidas de donde habían estado.
Lo siguiente que vio y escuchó, fueron la puerta cerrándose de un portazo y el clic de un pestillo.
Ran Haitani no la llamó.
La fiebre de Elsa disminuyó poco después de cenar. Hope había ido a casa de su amigo después de acabar sus compras y encontrado a la niña sudando y con fiebre alta. Se quedó con ellos toda la noche. Ran no la llamó de vuelta cuando le dio el mensaje a su guardaespaldas de avisarle.
Kai fue capaz de respirar por sí solo después de eso, y en un momento llegó a quedarse dormido con la niña aún en brazos empezando a cabecear. Por el otro lado, Hope estaba llena aún de energía y recogió la casa de forma que quedase medianamente decente para un padre soltero con una hija de un año que empezaba a llevarse cualquier cosa a la boca. En total llenó dos bolsas de basura hasta arriba, y le ordenó a Hayakawa que las fuera a tirar mientras ella se quedaba en la casa ordenando. Hayakawa no puso mucha queja.
Se encargó dejar los apuntes limpios y cuidados en un sitio donde pudiera verlos y no destrozarlos; la encimera de la cocina, pegados al borde y con un soporte duro para que no volasen por cualquier corriente tonta de aire. Hizo todo como pudo y con cuidado, mientras que la niña la observaba desde su corral de juegos pegado a la esquina del salón y se divertía tirando juguetes al suelo. Hubo cierto momento en el que deseó pegarla a la pared para que dejase de molestar. Cuando tuvo todo recogido y el orden, fue a la habitación y cerró la ventana abierta para ventilar y volvió al salón a por Elsa. Esta lanzó un quejido lastimero y se frotó el ojo con su puñito cerrado a la vez que escondía el rostro en su cuello; Hope se quedó petrificado por el gesto.
¿Desde cuándo le caía bien a los niños? ¿Desde cuándo Elsa se vendía a la primera de cambio? Tapó a Yuta con el edredón de la cama en el suelo, poniendo una almohada al lado de su cabeza para que la próxima vez que se moviera, estuviera sobre una superficie blandita, y le recordó a la pequeña bebé que tenía en brazos que ninguna mujer tenía que hacer eso gratis por otra persona. En especial, un hombre.
Elsa sollozó una vez más, y entonces se fue a la cuna de cabeza. Acarició su cabeza un par de veces hasta que sus enormes ojos empezaron a cerrarse, producto del sueño y el agotamiento de un posible resfriado infantil. Al hacerlo recordó que era lo mismo que había visto hacer a su niñera con su hermana hasta que se dormía a causa de los terrores nocturnos que la acechaban.
De pequeña, solía tenerlos con mucha frecuencia y corría a su habitación a decírselo. Solía despertarse porque sentía su mano moverla, o su voz llamándola, con el rostro pálido y abrazando un enorme peluche suplicaba que la ayudase con el monstruo que dormía en su armario. Al final Hope la dejaba durmiendo con ella hasta que se despertaba antes que su hermana y la llevaba en brazos a su habitación evitando al personal del servicio que se preparaba para despertar a las niñas.
El viaje de vuelta a casa fue silencioso. Las calles estaban oscuras y no había ni un alma que pudiera tranquilizarla. Solo estaban abiertos los establecimientos veinticuatro horas de comida rápida y gasolineras. No debían de ser más de las doce, tal vez, cuando llegó al edificio. Hayakawa fue con ella todo el rato. Solo se separaron cuando tuvo que aparcar el coche, pero ella esperó pacientemente en el cubículo del ascensor hasta que apareció y pudieron subir.
Supuso que Ran estaría en casa, esperando, a que ella llegase para pedirle explicaciones. O no. Tal vez lo dejara correr como siempre, pero con la llamada y el teléfono apagado...lo dudaba mucho. Lo había intentado llamar y dejado varios mensajes. Nada funcionó.
-¿Te ha llamado?
-Sí, señora.
-¿Le dijiste lo que te ordené?
Un asentimiento.
Hope notó los tensos rígidos, pero al menos ya no pesados y dolorosos. Se tocó la frente y pasó los dedos por el pelo. No había dormido mucho la noche anterior, y el sueño empezaba a acumularse. Lo último que quería era discutir a lo tonto; añoraba su cama y la sensación de relajación cuando se tumbaba en ella, o cuando se levantaba sin miedo a las acciones que pudiera haber hecho hace día.
-Cuando lleguemos a casa -comenzó a decir, guardando el móvil de nuevo en el bolso-, déjame a mí hablar, ¿vale?
-Por supuesto.
No hablaron más. Pero no estaba tan segura. Ran iría por la opción fácil, pensaba, que era preguntarle al hombre que pagaba por protegerla y llevarla a todos lados dónde había estado. En vez de a ella. Por lo menos era lo que su padre hacía cada vez que salían. Una relación basada en la desconfianza y en las infidelidades que, al parecer, solo podían darse en el caso masculino. Y acabarían discutiendo porque ella no iba a pensar en quedarse callada, esperando ser el trofeo de alguien.
La otra opción, era que no estuviese en casa. ¿Podría suceder? No parecía imposible. Aunque para eso tendría que haber llamado a Hayakawa para avisarla, ¿no? Y Hayakawa acababa de decirle que había hablado con él. Sería de tontos marcharse teniendo una oportunidad como aquella.
El ascensor se detuvo y Hope tuvo un momento para recomponerse antes de que las puertas se abrieran. Hayakawa se hizo a un lado para dejarla pasar. Se pasó una mano por la cara, para despertarse, que de poco sirvió. Necesitaba una ducha, tumbarse en la cama... En cuanto salió, unos brazos agarraron los de Hope y tiraron con fuerza de ella. Antes de poder emitir cualquier sonido, Hayakawa se giró hacia ella por reflejo, seguramente al no poder verla avanzar en su campo de visión. Intentó revolverse sin éxito de la persona que la agarraba, solo para encontrarse con la sorpresa de que no era Ran.
Hope se sobresaltó y empezó a luchar para liberarse, pera la persona la mantenía agarrada, sus ojos fríos y calculadores. Ran estaba delante de ella, con la misma ropa de ayer, el pelo echado hacia atrás y una mirada que dejaría seco a cualquiera que se atreviese a mirarlo directamente a los ojos.
-¡No!
El puño de Ran golpeó contra el rostro de Hayakawa sin importarle que llevase las gafas y pudieran tener un accidente. Los dos; él en la mano y el otro en la cara. El sonido rebotó en el eco del ático como el chasquido de un látigo. Hayakawa se tambaleó por la sorpresa y cayó al suelo como si nada. ¿Cuánta fuerza tenía?
-¡Ran!
Pero él no le devolvió la mirada ni hizo nada para ir con ella en ningún momento. Hope intentó patear a la persona que tenía detrás, pero solo consiguió apretar el agarre que tenían sobre ella. El cinismo que reflejaba le estremeció hasta los huesos.
Una de las manos agarró la parte de atrás del uniforme de su guardaespaldas y tiró de él. Lo arrastró por toda la primera planta, aprovechando su estado de semi-inconsciencia, mientras Hope le gritaba que se detuviera, que era suficiente. Al igual que antes, la ignoró y marchó con el cuerpo de Hayakawa a la terraza. Lo único que consiguió fue dejarse la garganta entre voz y orden que no fueron cumplidos por su posición. Tuvo el «detalle» de cerrar la puerta de la terraza a sus espaldas cuando salió, el viento golpeando con fuerza ambos cuerpos.
La persona a sus espaldas no daba de sí. Su fuerza doblaba la suya por encima de todo. Desde allí, podía ver lo que sucedía con el cuerpo de Hayakawa y las manos de Ran sobre él cuando lo dejó caer contra el suelo de cemento.
-¡Para! ¡Para! ¡No ha hecho nada! ¡Suéltame, joder!
No la escuchaba. Y si pudiera, no lo haría de cualquier forma. Un tirón hacia atrás con más fuerza la movió de donde estaba. Sus pies se enredaron y tropezó, pero en ningún momento apartó la vista de su descontrolado marido y el cuerpo inconsciente de Hayakawa. El primer golpe fue una larga pero profunda patada que torció el cuello del guardaespaldas y provocó un jadeó en Hope. La sangre salió de su boca y manchó el cristal.
Hope se quedó mirando esas gotitas de sangre, cómo seguían su camino en descendente hacia el suelo. Sin poder siquiera reaccionar, vino el otro; agarrándolo del cuello de la corbata, un puñetazo en la cara. Y luego otro, y otro, y otro, en el mismo sitio. Su mandíbula empezó a golpear, un rostro sangrantes que chorreaba a cada golpe y reacción.
Y de la nada, un ruido que rompió todos los esquemas de Hope, que luchaba contra la otra persona sin resultados.
Todo se detuvo.
El corazón de Hope dejó de latir para luego regresar con una fuerte subida de energía que descendió hacia sus piernas. Los brazos de la tercera persona, un extraño para ella que miraba la escena sin reacción, la dejó libre y ella salió a la carrera. Tiró con tanta fuerza de la puerta de cristal que temió que con ella cayera todo el complejo, pero aún así no se detuvo. Fue corriendo hacia las dos personas que había visto matarse, una más que otra, y se congeló cuando vio lo que efectivamente era una escena grotesca. No supo cuándo había empezado a temblar, pero se descubrió a sí misma pálida y sin saber qué hacer.
-¿Qué has hecho? -preguntó en un murmullo. Hope se llevó las manos a la cara, examinando lo que tenía delante. De cerca era peor que de lejos, cuando apenas podía ver y escuchar nada más que unos gritos y unos sonidos opacados-. ¿Qué has hecho?
Hope lo miró, en shock, sin saber qué más decir. Su mirada era dura, aunque había algo en sus ojos que no podía adivinar. Se quedó en donde estaba con el cuerpo rígido y... La sangre.
-Aléjate de él.
-¿Qué has hecho? -preguntó de nuevo. La mano cayó de su rostro cuando se volvió a mirarle, a enfrentarle. Su respiración pesada sacudía el pecho cubierto por una camisa blanca inmaculada que, de alguna manera, dejaba unas transparencias negras de fondo que llamaron la atención de Hope.
Lo había matado.
Había matado a la persona que cuidaba de ella, que había estado con ella esos dos años y que jamás le había sido desleal. La misma persona que hacía unos días casi la forzaba en contra de su voluntad y le ordenó permanecer pegada a ella para no ponerla en peligro. Había obedecido. Se había quedado con ella todo ese tiempo como el perro fiel que era. Entonces, ¿por qué hacer eso? ¿Por qué hacer eso con ella delante, en su casa, en el sitio donde ella pasaba más tiempo y que no podría volver a ver?
-Ven aquí.
-¡No me toques! -su voz era fine, el tono cortante y lleno de dolor, reflejando la furia y el miedo que le corría por dentro-. ¡Ni se te ocurra tocarme!
De un momento a otro, Hope ya estaba encima suya golpeando con fuerza contra su pecho. Ran permaneció inmóvil en todo ese tiempo, con la cabeza mirando al frente y sin levantarle la mano como habría esperado de una persona que acabase de matar a alguien en frente de otra.
Golpeó, pateó y gritó («te odio», «eres un asesino», «eres un monstruo sin sentimientos», «deberías haber sido tú», un sin fin de palabras que salieron de su boca sin filtro) todo lo que pudo hasta quedarse a gusto, pero de nada sirvió. Parecía una estatua, inmovible e indolora, después de todo aquello.
De repente, se dio cuenta de que estaba llorando y se alejó de él. La respiración agitada que la sacudía se volvió irregular de nuevo. Los restos de sangre en la ropa de Ran, ahora pegada a la suya, la hicieron marearse. El estómago se sacudió y sintió como si se hubiese subido a una montaña rusa de emociones. La rabia a flor de piel le hacía cosquillas en las manos, aunque quizás eso se debiera a los golpes continuos en el pecho de Ran. Poco le importaba a qué debiera.
Se las miró, y se sorprendió al verlas manchadas de sangre fresca, aún goteante y escurridiza, y temblorosas. Picaba. Mucho. ¿Cómo iba a dibujar ahora? ¿Cómo iba a terminar el trabajo, la carrera que iba a acabar en unos meses? Ran no solo le había amargado la vida durante dos años, sino destrozado su sueño. Su vida. Haciendo que los dos ahora fueran culpables; él por asesinar y ella por ser cómplice.
-Ran, es tarde, ¿te ocupas o me encargo yo? -sonó una voz distorsionada. Era la tercera persona, el chico joven que la había estado sujetando mientras sucedía todo aquello en la terraza. Su mirada gélida le recordaba a la de Ran.
-Ocúpate de este -«este», se repitió. Aún tenía el orgullo de referirse así a la persona que cuidó de Hope durante todo el tiempo que él no estaba-. Yo me encargo del resto.
Antes de que pudieran hacer algo, Hope se tiró al suelo de rodillas al lado del cuerpo moribundo de Hayakawa y los fulminó con la mirada. Ahora que se fijaba, vestían un estilo bastante similar en cuanto al traje y el tono con el que hablaban, tan confiado y seguro en sus acciones. Sus ojos...la forma de mirarla era también idéntico.
-Hope -dijo Ran, con voz grave y con una cara que le dejó claro que no estaba para juegos-, aparta.
Al ver su expresión, se sintió aún más angustiada. Su pecho subía y bajaba con rapidez y, aunque deseaba confrontarlo, no podía evitar sentirse abrumada por la situación.
-Lo has matado -el tono con el que lo dijo fue más grave del esperado, y penoso por el dolor que aún se instalaba en su garganta después de los gritos-. Has matado.
Se acercó a ella de una zancada y estiró el brazo. Como la última vez que discutió con ella, Ran fue a agarrarla del brazo para llevársela con él. A diferencia de ese día, Hope hizo fuerza con su tronco inferior en sentido contrario, cruzando los pies bajo su cuerpo. Escuchó a Ran bufar al darse cuenta de lo que estaba haciendo. Llegó a utilizar el otro brazo en un momento, pero al ver que tampoco conseguía levantarla del todo se puso a su altura.
El olor a sangre y colonia que se mezcló en el aire la aturdió en el momento que abrió los ojos para encontrarse con los de Ran. Mientras los suyos seguían empapados en lágrimas e hinchados y ridículos en su punto de vista, los de su esposo irradiaban ese hielo característico de la soberbia y una llama por atreverse a desobedecerlo. Pudo verse reflejada en ellos: pelo revuelto y ropa descolocada. Una apariencia ridícula acorde a lo que estaba haciendo.
De fondo podía escucharse la suave risa de la tercera persona, como si se estuviera divirtiendo con la cómica escena de matrimonio digno de una sitcom.
-Ho...
Hope y Ran giraron la cabeza al mismo tiempo. La mirada del otro chico se levantó de suelo y miró con cierta sorpresa en el rostro lo que sucedía. La cara destrozada y ensangrentada de Hayakawa le devolvían una mirada lastimosa y moribunda. Hope nunca había visto un muerto, pero los estudiantes de medicina forense decían que era como ver el estado humano más alejado de la vida en todos los sentidos. Lo descubrían como una experiencia inolvidable y única, y quizás tuviera razón.
Hope nunca olvidaría lo que estaba viendo.
Tenía dos orificios de bala a quema ropa en dos lugares diferentes, el hombro derecho y el vientre. Desconocía los puntos sensibles y más cercanos a la muerte de un humano, pero estaba seguro de que esos dos eran uno de ellos. Un charco de sangre espesa y caliente en el que Hope estaba sentada de rodillas lo rodeaba. Las piernas estiradas de vez en cuando soltaban un tic nervioso que le recordó al de un animal herido de gravedad. Pero él respiraba. Pesada y lentamente, pero respiraba. Hope se estiró para limpiarle la cara de toda la sangre y los golpes que había recibido. Tenía que hacerlo.
Intentar salvarlo aunque fuera una tontería y estuviese condenado. Los rasgos quedaron más o menos distinguibles pese a sus intentos de dejarlo claro. Él...no tenía ningún lunar debajo del ojo.
-Hop...e -repitió, ahora más lento, saboreando el nombre y todo lo que conllevaba. El frío se instaló en sus brazos, y ahí donde Ran agarraba con fuerza para tirar de ella.
En un momento de debilidad, el cuerpo de Hope permitió que lo levantaran de donde estaba. Las dos manos de Ran agarraron sus muñecas y las mantuvieron descubiertas para él. Tenía las palmas manchadas, las muñecas con rastros de sangre. Entonces se dio cuenta. Estaban en problemas. Él por asesinato y ella por complicidad; le daba igual la tercera persona. Iban a ir a la cárcel. Irían a por ellos. Si nadie los había visto, alguien tendría que haber escuchado los disparos en la madrugada. No un vecino madrugador ni el que tuviera problemas para dormir, pero sí uno que estuviera cerca de ellos.
Y llamaría a la policía, y verían aquella escena y los meterían en la cárcel sin necesidad de juicio porque el cadaver estaba ahí y las huellas estaban en la pistola. Miró hacia la pistola, guardada en el pantalón de Ran de forma que la chaqueta pudiera ocultarla.
El mundo empezó a girar en sus ojos. Dejó de sentir los dedos de las manos en el momento que se dio cuenta que estaba helada y que el aire frío que corría por la terraza del ático, en la planta más alta de todas, golpeaba con fuerza.
-Vas a ir a la cárcel -empezó a decir. Ran le devolvió una mirada extraña que no supo interpretar, pero que podría haberse acercado más al interés que a la frialdad de un psicópata-. Has matado a alguien. En casa. Aquí. En nuestra casa.
-No voy a ir a la cárcel.
-Nos van a detener y nos pudriremos en la cárcel por asesinato. Vendrán... Van a venir.
Empezó a murmurar más cosas para sí misma que para las dos personas que estaban ahí. El chico se había puesto de cuclillas al lado del cuerpo de...esa persona que no se parecía a Hayakawa. Las manos de Ran se pusieron sobre sus mejillas y le giraron la cabeza hacia él.
-Es resistente.
-No vamos a ir a la cárcel porque nadie más que nosotros tres lo sabemos y no saldrá de aquí -declaró. Le sustuvo la mirada hasta el punto en el que solo podía ver el amatista de sus iris y sentir su respiración contra ella. Hope solo sentía la aspereza de la sangre contra su piel y los dedos de él moviéndose sobre sus mejillas para apartarle las lágrimas torpemente-. Está vivo, Hope, apenas respira.
Sus ojos se suavizaron por un segundo, como si por un momento entendiera lo que ella estaba sintiendo. Pero la lucha interna era evidente.
-Voy a sacarle información -anunció el chico, con un tono animado y adecuado a la situación-. Tendré que conseguir bolsas de sangre para una transfusión.
Ran desplazó los ojos hacia él tras acariciarle las mejillas una vez más a su esposa. Inhaló un par de veces, hasta que se dio cuenta de que los rastros de colonia habían desaparecido.
-Pregúntale qué le ha hecho a Hayakawa.
Hope reprimió un sollozo. Si ese no era Hayakawa, ese hombre era otra persona. Y había estado con ella...¿desde cuándo? ¿Desde que habían salido? ¿Desde qué momento? ¿Significaba que había estado todo el rato con ella y no se había ni dado cuenta de que no era Hayakawa?
-Le partiré de paso algún que otro dedo hasta que confiese para quién trabaja y qué pretendía hacer.
-Avisa a los demás para que tomen responsabilidad de sus propios agentes y lo tengan en cuenta -propuso de seguido Ran. Hope se quedó de piedra mientras los escuchaba hablar con tanta intimidad y profesionalidad.
El chico suspiró.
-La próxima vez que vuelva ocurrir hazlo en otro lado. Sacar un muerto de un edificio público es más complicado -se rascó la nuca incorporándose en la totalidad de su altura. Era alto, per más lo era Ran y aún así a ella le costaba adivinar cuánto podría medir. Sus complexiones eran similares, así como sus facciones, pero se diferenciaban en la forma de actuar. Mientras uno se tomaba las cosas con calma y se quejaba en voz alta, el otro era imperativo y disfrutaba de dar órdenes para que las cumplieran-. Mikey ya tiene suficiente con lo suyo como para que nosotros molestemos.
-¿Quién es Mikey? -se atrevió a preguntar.
Los dos hombres volvieron la cabeza hacia ella sorprendidos. Llevaban hablando entre ellos todo el rato, con ella escuchando, y no habían recordado que estaban en presencia de una civil que podía interferir en sus planes. Sin intercambiar palabras, actuaron cada uno a su manera. El chico de traje azul, pero un azul ni claro ni oscuro, intermedio, buscó en sus bolsillos y de estos salió un móvil de pantalla plana que empezó a utilizar. Por el otro lado, uno de los brazos de Ran bajaron hasta su cintura y la impulsaron a caminar con él hasta abandonar la terraza.
No sabía cómo estaba caminando cuando apenas podía sentir las piernas. Le temblaba todo el cuerpo, pero el agarre de Ran le impedía desmoronarse como un trapo. Fueron al despacho cruzando el comedor y la sala de juegos, donde se encerraron. Las luz de la lámpara de pie estaba encendida e iluminaba una esquina del cuarto. Entonces, Ran la soltó y ella pudo ser libre de responder a sí misma.
Pero, ¿qué debía hacer? ¿Gritar? No le quedaban fuerzas para hacerlo y la situación, al parecer, estaba mejor controlada de lo que pensaba al principio. ¿Empezar a gritarle a Ran que era su culpa? Ya lo había hecho, y no tuvo sentido porque también tenía las cosas controladas. La mirada que le dio a Hope en respuesta a sus acusaciones fue suficiente para darse cuenta de que poco le importaban las consecuencias mientras sus deseos se cumplieran. ¿Ponerse a llorar? También hecho. Y seguían cayendo aunque fuera incapaz de reaccionar a cualquier otra cosa. La conmoción de los disparos, del golpe de Ran cuando menos se lo esperaba, su mirada fría y la risa divertida de ese chico...
Hope fue a sentarse al sofá y se dejó caer sobre él. ¿Qué estaba haciendo? Podría haber salido corriendo en cualquier momento, aunque fuese por la salida de emergencia y enfrentarse a las escaleras, y llamar a la policía. ¿Cuándo había tocado techo? Ella no era una criminal. Se suponía que no estaba casada con un asesino temerario. Hope sollozó. ¿Cómo había olvidado el pequeño, gran, detalle de que llevaba una piscina y Hayakawa podía tener órdenes de disparar a todos aquellos que se acercaran demasiado a ella? ¿Cómo no se había dado cuenta en ese tiempo de que, en secreto, aquel despacho podría ser parte de una organización criminal como la que hablaban en la televisión?
Entonces eso la convertiría en una socia indirecta, ¿no? O en una cómplice. Y al ático, al sitio que había empezado a considerar su hogar, la sede de donde salían muchas de las órdenes. ¿Por qué todo estaba torciéndose? ¿Por qué? ¿Por qué tenía la necesidad constante de arruinar todo?
Ran se sentó a su lado y le extendió la mano hacia la mejilla. Sin embargo, Hope se la golpeó y alejó de él todo lo que pudo en ese caro sofá. Sus ojos se oscurecieron.
-¿Quién eres?
El miedo, la rabia y la tristeza la impulsaban a moverse con cuidado, pero también un profundo deseo de querer saber la verdad. La verdad.
Tenía manchas de sangre en la cara, la mandíbula tensa y unos ojos oscuros que le devolvían una mirada seria y casi reverente, pero sin alejarse de...una pizca de preocupación. Una calidez que buscaba en la suya a toda costa y que estaba lejos de devolvérsela. Había intentado tocarla con la mano manchada también de sangre y los nudillos, ahora que se fijaba, rotos por los golpes continuos en la cara. El intento de tragar le costó una barbaridad. Tenía la piel levantada, rasgada y aún sangrante en una sola mano. La otra, estaba roja por la sangre que le salpicó el rostro y la ropa.
Tuvo ganas de vomitar. Lo sintió, pero nunca le salió el impulso. Solo sentía las nauseas y el revoltijo en el interior de la barriga que la estremecía y recordaba: «no te acerques a él. No te fíes de él. Te hará lo mismo». No dudó en esa teoría. Había intentado atarla y someterla en un momento, y luego le recordó que nunca le haría lo mismo para días después, ahora, ir con el cuento de que la protegería de todo. ¿Qué persona era Ran que hacía todo sin preguntar a los demás? ¿Le daban...siempre la razón todo o qué diablos pasaba?
La puerta estaba cerrada. La opción de huir no podría ser, entonces. Aunque tampoco es que pudiera. Con lo que escuchó ahí fuera, dudaba que el ático estuviera libre en un tiempo como para poder moverse con libertad. Y Ran...no tenía cara de soportar juegos como el gato y el ratón de nuevo. Por primera vez, Hope le devolvió la mirada retándolo a que le respondiera a la pregunta. Pudo advertir cada uno de sus gestos y rasgos más profundos de los que nunca se había percatado. Ni en el beso que compartieron en el ascensor hace días.
Su piel era blanca y parecía de esa clase de «sensible a cualquier producto», bien cuidada y brillante sin necesidad de cremas de rejuvenecimiento. Aún era joven, ambos lo eran, pero él tenía esa belleza etérea y extraña. Sus pómulos eran altos, marcados, y una mandíbula bien marcada que sujetaban unos rasgos atractivos y maduros. Sus labios, uno más grande que otro -el inferior sobre el superior-, le parecieron sensuales la primera vez que lo conoció y habló con un tono desafiante a las normas (lo que probablemente le llamó la atención) y diplomático.
Debajo de todo eso, se escondía un ser que no conocía y con el que llevaba durmiendo dos años. ¿Qué tipo de cosas podría haberle hecho mientras dormía?
-Soy el hombre con el que te comprometiste.
-A él tampoco lo conocía porque apareció un día y al siguiente ya estábamos comprometidos -una lágrima rebelde estuvo a punto de caerle por la cara, pero fue más rápida y disimuló el gesto de quitársela con limpiarse la sangre. Sangre de humano. Volvió a temblar-. Has matado a alguien y no estás temblando -dijo, frotándose la costra de la sangre seca que empezaba a formarse en los dedos-. ¿Cómo quieres que confíe en ti si has hecho eso?
Ran inspiró con profundidad. Se pasó la mano por la cara para despejarse y se tomó un momento para aclararse. En ese tiempo, Hope lo observó moverse por el despacho. Si bien el traje era el mismo con el que se había presentado en casa hacía unas horas antes de irse, la diferencia estaba en que la chaqueta estaba perdida y tenía el pelo despeinado por la agitación. El fuerte mentón marcado estaba tenso y los músculos del cuello lo mismo.
-Soy Ran Haitani y tú eres Hope Wägner, la mujer con la que estoy casado y a la que prometí proteger de todo peligro.
Recordaba sus votos matrimoniales. «En salud y en la enfermedad. En la pobreza y en la riqueza. Por y para siempre, yo, Ran Haitani, prometo serte fiel y protegerte hasta que la muerte nos separe». Ahora solo parecían un chiste mal contado por el realismo que tenían.
-¿Por qué has matado a Hayakawa?
-Ese no era Hayakawa.
-Entonces dime por qué estaba conmigo.
-Hayakawa está muerto de verdad, Hope -soltó de repente-. Me llamaron hace dos horas para decirme que habían encontrado su cuerpo en un callejón de Shibuya.
Hope se agarró el pecho. Todo lo que podría haber dicho se le quedó atascado en la garganta y dejó de pensar. Volvió a pasarse las manos de la cara, quitándose el pelo oscuro de la cara e intentando no fijarse en el leve temblor que la sacudían de pies a cabeza.
En cuanto se las quitó, los dedos de Ran empezaron a tamborilear contra el pantalón. Eso la puso aún más nerviosa.
-¿Por qué? -la voz se le atascó en la garganta y sonó como un quejido lastimero de un animal moribundo.
-Cuanto menos sepas, es mejor para ti -sonó como una recomendación pero le dio más sensación de advertencia que de lo otro. Hope negó con la cabeza.
Se negaba a pensar que Hayakawa estuviera muerto y que todo aquello fuera por nada.
-Quiero saberlo -dijo de golpe-. Todo.
-Si te contase todo, no me creerías o preferirías no hacerlo. Serías cómplice y te volverías loca.
Apretó los puños contra la tela de su ropa. Solo fue ahí cuando se dio cuenta de que tenía las uñas manchadas de sangre seca y las cutículas sucias. Una sensación fría recorrió tanto la espalda como los costados de Hope invocando una rabia.
-¡Intentalo! -exclamó-. Tengo el derecho de saber lo que está haciendo mi marido cuando no está en casa, con quién está y en qué problemas anda metido como para que mi guardaespaldas esté muerto.
Invadida por la ira, se levantó de un salto y fue a por él.
-No puedes hacerme esto. ¡No puedes! No puedes simplemente callarte cuando hay un hombre muerto en nuestra terraza y que resulta que había estado conmigo todo el tiempo -exclamó, apretando los dedos-. ¡No tienes derecho a nada ahora! ¡No tienes ese derecho a decidir lo que es mejor para mí cuando podría haberme matado!
-No habría dejado que te matasen -respondió de golpe, volviendo la cabeza hacia ella en el momento que escuchó la palabra muerte salir de sus labios. Tenía los ojos tan abiertos como podía y la piel pálida cubierta de restos secos de sangre, el cuello igual-. Te llamé para preguntar dónde estabas. Pensaba que te había pasado algo.
Eso le sentó como una bofetada en la cara. Peor de lo que él había pensado que pasaría.
-¿Me estás culpando de lo que ha pasado?
-No he dicho eso.
-Pero piensas que es mi culpa no haberte respondido. Como todo -no necesitó una respuesta ni una mirada más allá de la que le estaba dando para saber su opinión. Las piernas de Hope se descongelaron-. No puedo con esto.
Sin nada más que decir, fue caminando a la puerta, la cual abrió de un tirón. No había nadie en el ático cuando salió. Seguirían trabajando en la terraza, si es que había alguien más que ese chico de confianza para su esposo. Hope tecleó los botones del ascensor, pero no se movió. Recordó como una tonta que necesitaba la llave para activarlo.
-¿A dónde crees que vas?
Los pasos de Ran sonaron a sus espaldas acercándose en un corto tramo de tiempo.
-A la casa de mi tía. No puedo seguir aquí más tiempo -agarró el bolso y empezó a buscar en él la llave del ascensor apresuradamente. Encontró un paquete de chicles vacío, las llaves del estudio, incluso un juguete de Elsa, pero no las llaves-. ¿Dónde...?
El bolso le fue arrebatado y confiscado. Ran lo lanzó al otro lado de la casa antes de acercarse a ella y ponerse a centímetros. Pegaron sus frentes empapadas en sudor. Los ojos de Hope volvieron a arder por la oleada de emociones que estaba sintiendo y viviendo en un corto periodo de tiempo. Dejó que sus manos se subieran a sus mejillas y la acariciaran como un padre a una niña. Podría haber sido un gesto tierno de no estar en esa situación, algo que ella habría correspondido.
-No vas a irte. No vas a dejarme, Hope, nunca dejaré que hagas eso -señaló enfatizando en la pertenencia y posesividad. Sin embargo, habló en voz baja para no asustarla.
-Entonces explícame por qué mi marido es un asesino -suplicó, también en voz baja, lágrimas finalmente saliendo de sus ojos y empapando los dedos de su esposo.
La mirada de Ran se suavizó aún más al verlas.
-No te va a pasar nada -le repitió-. No irán a por ti de nuevo, Hope.
-Por favor -suplicó entre lágrimas de tristeza, dolor y conmoción. ¿Qué más podía decirle? ¿Qué podía decirle para hacerle entender que no quería esa vida, que no era lo suyo? ¿Por dónde empezaba a hablar? Sacudió la cabeza de nuevo-. Quiero irme de aquí -sollozó finalmente. Estiró los brazos y los puso en sus hombros para abrazarlo. Le correspondió enseguida e hizo lo mismo en sus caderas, apoyando la cabeza en el hueco de su cuello-. Quiero irme de aquí, Ran.
-¿Quieres irte de aquí?
No tardó mucho en pensar una respuesta. Asintió con la cabeza sin dejarle tiempo a procesar la información. Los ojos de Ran brillaron donde la oscuridad se había instalado. No supo reconocer qué tipo de reacción era esa, o qué se le pasaba por la mente, pero tenía que ser algo bueno para poder mirarla de esa forma, ¿no? Los pulgares no dejaron de frotarse en sus pómulos y en dejar suaves caricias en ella.
-No iremos, ¿vale? El tiempo que sea necesario, y tú... -propuso, pero no finalizó la oración porque algo lo detuvo de seguir-. Haremos justamente eso.
De acuerdo o no, Hope no tuvo otra que asentir con la cabeza y darle la razón. Estaba tan débil y confusa, y todos sus pensamientos volvían a hacerse una bola a cada momento que pasaba y adquiría más. Ran estiró la mano y le colocó el mismo mechón de pelo rebelde que siempre le daba dolores de cabeza tras la oreja. El cuerpo entero se estremeció cuando dejó esa misma mano caer sobre su hombro.
-Nos iremos. Te juro que todo se arreglará.
Y una parte de Hope le creyó.
Quiso creerle.
Ran Haitani era un asesino.
Una de las pesadillas más recurrentes que atormentaban a Hope por las noches era la siguiente: ella estaba en un bosque, por la noche, la luna en lo más alto y el frío calándole los huesos. De la nada, se escuchaba un aullido y ella salía corriendo. El lobo, de pelaje blanco y ojos negros como la noche, la perseguía sin sentido y jugaba con su mente ocultando sus pisadas. El final siempre era el mismo. Una pared invisible le impedía seguir huyendo y el lobo la miraba con burla y una sonrisilla descarada. Y cuando acababa sobre ella, fauces abiertas listas para desgarrarla... El sueño se acababa. Y dejaba a una Hope empapada en sudores fríos sobre una cama casi desnuda por las patadas a las sábanas.
Sin embargo, aquella vez fue diferente. No tuvo ningún sueño y pudo dormir bien.
La luz clara del cielo despejado la saludaron. Sus ojos ardieron al primer contacto, por lo que los cerró y dejó que el dolor desapareciera mientras se iba despertando poco a poco. Una vez pudo hacerlo, lo que se esperaba era totalmente diferente. Un cielo despejado, claro y azul como el color primario que tantas veces había utilizado a lo largo de su vida, mezclado con otros para darle tenebrosidad o claridez. Apenas había nubes, pero las existentes eran tan pequeñas que parecían manchitas en el manto. A lo lejos, montañas picudas atravesaban el cielo con las puntas cubiertas de blanco, como si alguien hubiera derramado un vaso de leche gigante sobre ellas.
El aire era caliente porque estaba en un coche. Uno en marcha que ronroneaba con el movimiento en carretera y cuyo motor no sonaba a diferencia de otros más estridentes. El aire caliente le golpeaba la cara, y se dio cuenta de que era culpa de la calefacción. Sus piernas estaban tapadas con una manta como si fuera una niña.
-¿Dónde estamos? -preguntó, apacible y ronca.
Ran conducía con tranquilidad, una mano en el volante y otra sobre la palanca de cambio, la mirada al frente. Cuando la escuchó, su cuello pareció tensarse por la sorpresa, pero su voz salió acogedora y para nada indiferente. Esperaba ver un rostro con manchas de sangre seca aún y ropa de igual manera, pero se desconcertó al ver un rostro limpio y bien cuidado y ropa en perfecto estado. La camisa blanca seguía remangada, una especie de corsé abrazado a su espalda y con el que los policías se aseguraban el arma, por los codos. Varios ríos de tinta oscura recorrían el brazo sobre el volante -el izquierdo- y la luz natural los resaltaba como faros. Tenía los mechones lilas y negros echados hacia atrás, alguno que otro cayendo sobre su frente lisa.
-Acabamos de salir de Osaka. Había un desfile en la carretera que te has perdido.
-¿Te gustan esas cosas?
Hizo algo raro con la garganta y una media sonrisa asomando.
-Algo así. Soy más de irme a la cama antes y dejar que la vida siga fluyendo. Pero de pequeño solía ir a verlo.
Supuso que se debería a alguna de sus anécdotas de la infancia donde no le daban las palizas. Hope se encogió en el asiento y miró por el retrovisor. Un coche negro, igualito al que solía recogerla, iba tras ellos dejando rastros de nieve y agua salpicando la carretera. Los cristales estaban polarizados, así que se imaginó que los de aquel coche también lo estarían.
-Gente de confianza -respondió antes de que ella tuviera oportunidad-. No iba a irme fuera de la ciudad sin gente que supiera con seguridad dónde estábamos o en el caso de que nos siguieran.
«¿Seguirlos? -se preguntó-. ¿Tan importantes somos ahora que medio ejército está tras ellos?» Intentó tomarse con humor ese pensamiento, pero nada más allá de la realidad. Alguien tendría que haber escuchado los disparos incluso si Ran se confiaba de que nadie iría tras ellos. Un vecino, o las criadas de la casa, que no habían aparecido ni cuando lo escucharon. O alguien de la calle...metros de distancia abajo.
-Tengo una casa rural en Osaka a la que llevo tiempo sin ir. Mi hermano y yo solíamos ir con nuestros padres, pero cuando crecimos la abandonamos y al final quedó a mi nombre. Suelo dejársela a mi hermano cuando quiere salir de la ciudad para descansar y esas cosas.
Hope pensó en la Osaka rural como el típico sitio donde alguien se escondería y como destino turístico de los extranjeros para comprender la cultura tradicional del país. No sabía por qué, pero también sonaba como destino al que la gente rica iría para huir del estrés de la ciudad.
-¿Has...conducido toda la noche? -preguntó en un tono que bien podría haber sido clasificado de emotivo, de no ser porque aún estaba confundida por los acontecimientos y su mente hecho un ovillo de conversaciones.
Ran siguió mirando al frente. Los nudillos sobre el volante no respondían a ninguna emoción, pero sí la fina tensión que dibujaba su mandíbula al apretarse. La piel del cuello estaba roja, seguramente de haberse frotado la sangre hasta limpiársela.
-He hecho alguna parada.
-¿Te ha visto alguien?
-Solo la suficiente -respondió tranquilo-. No he matado a nadie, si es lo que te preguntas.
-No me lo estaba preguntado -se defendió esta vez-. No sabía que tenías una casa en Osaka, pensaba.
Ran torció el cuello hacia un lado para crujírselo. Una suave risa brotó de sus labios. Una que casi le pareció real y divertida.
-Hay muchas cosas de mí que no sabes.
-Lo sé.
Como que había disparado a un hombre en terraza. Como que se había enterado de que ese mismo hombre no era su guardaespaldas y sorprendido a su esposa en medio de un brote de ansiedad. Ese tipo de cosas. Lo que a una le gustaría escuchar cada vez que pudiese de forma repentina y por medio de la violencia. Hope apoyó la cabeza contra el cristal viendo el paisaje nevado pasar. Lo cierto era que tenía una belleza natural y peculiar.
-Tu familia dijo que tenían una casa también por Osaka pero que nunca la utilizaban porque les parecía un desperdicio cuando tenían todo en la capital o en la ciudad -mencionó en un tono neutral, como si no estuviera seguro que de fuera su familia o un comentario que hubo escuchado por otro lado-. Me parece curioso que no nos encontrásemos.
Recordaba esa casa. Era el único lugar donde podía salir sin que alguien la sujetara del brazo y luego la llevaran a dar explicaciones. Las pocas veces que había ido, lo recordaba como la época bonita.
-Apenas íbamos, y cuando lo hacíamos mi hermana y yo siempre nos quedábamos en casa con la familia y esas cosas. Una vez me escapé y tardaron en darse cuenta doce horas después, cuando volví empapada por la lluvia. Me había protegido de un árbol toda la noche -un escalofrió le recorrió el cuerpo al recordar el momento en el que pensaba que iba a morir por las inundaciones, pero eso no lo mencionó. Era un detalle demasiado privado-. De todas formas, seguro que no compartíamos pueblo.
-¿Seguro? -inquirió, interesado-. Dime su nombre.
Hope rebuscó su nombre en su cabeza. Dijo su nombre en alto, y le resultó extraño dado el tiempo que llevaba sin ir.
-No me suena.
Dijo en voz alta el suyo. Hope torció el gesto.
-Tampoco me suena.
De alguna forma, eso consiguió animarle el ánimo y distraerla de lo que realmente le preocupaba. Pensar en la pequeña posibilidad que había de que pudieran haberse encontrado cuando eran pequeños le pareció gracioso. ¿Habrían visto sus padres un potencial futuro partido en él para su hermana, y actuado como convenía? Si se hubieran conocido desde pequeños las cosas no serían las mismas. Quien estaría en ese asiente acolchado y cómodo sería su hermana, la favorita de todos y la delicia de la familia, la criatura más pura del universo como así la llamaba su madrastra. Y Hope estaría en otro lado, seguramente casada con otro hombre, mejor o peor, que Ran, haciendo cosas diferentes a esas.
Sería su hermana la que tendría las manos llenas de sangre, probablemente. La que estuviera en su lugar cargando con el peso de un marido delictivo y que cumplía, al menos, su palabra a la hora de permitir que se marcharan del ático a la primera de cambio y sin ropa. Tras prometerle eso, Hope propuso hacer las maletas e irse, pero Ran en vez de eso se fue, advirtió de sus acciones al chico que trabajaba en la terraza, y volvió con una chaqueta en las manos con la que pudiera cubrirse. Ahora, la chaqueta estaba en los asientos de atrás y ella tapada con una manta que no había visto en su vida pero que le calentaba lo suficiente.
-¿Vamos a...parar a comer o algo?
-He comprado algo mientras dormías. Mira en los asientos de atrás.
Lo hizo. Estiró los brazos con cuidado de no salir del cinturón ni de hacerse daño y dio con una bolsa de plástico que, por su peso, debía de tener una gran variedad de objetos. La pasó a los asientos de delante, también con cuidado, y la posó sobre su regazo. Puso una piernas sobre el asiento en busca de comodidad, revolviendo entre la infinidad de cosas que había en esa bolsa. Desde chocolatinas hasta bolsas de comida rápida que necesitarían una...botella de agua que también estaba al fondo de la bolsa. Hope resopló una risotada.
-Guau, un peligro para los subidones de azúcar y de colesterol -proclamó en voz alta enseñando lo que tenía en la mano-. Podría sobrevivir con esto unos...tres días, tal vez.
-Te sorprenda o no, solía comer de eso cada vez que podía después de salir de clase o cuando mi hermano y yo salíamos a dar una vuelta. Lo que teníamos o lo gastábamos en eso o en comida normal, pero no nos llamaba tanto la atención.
-No sabía que tenías un hermano -indicó. Tiró del envoltorio de una chocolatina para abrirla y le dio un mordisco. El chocolate se derritió en su boca-. Hablas mucho de él pero nunca ha venido a casa.
Ran tarareó una respuesta. Miró por el retrovisor interior algo y volvió la mirada al frente. La sonrisita empezaba a asomar en respuesta a lo que hablaban. Mordió otra vez la chocolatina.
-Ya lo conociste -Hope lo miró sin gracia. Al final, esa cara fue la que consiguió sacarle una carcajada auténtica y que le encendió las mejillas-. Estuvo conmigo cuando nos prometimos, pero no vino a la boda porque tenía cosas que hacer. Tampoco es que le gustasen los formalismos. Mi teoría es que se quedó en casa jugando a los DJ's -dejó de reír para seguir mirando al frente con una sonrisa traviesa-. Le caíste mal, pero creo que ahora te tolera.
Siguió masticando y escuchando al mismo tiempo. Lo cierto era que le llamaba la atención toda esa información que no se había molestado en preguntar hasta ahora. Que su esposo tenía un hermano, su cuñado, y que lo conocía, y que ahora al parecer debía de caerle bien por lo que fuese. Y ella abriéndose poco a poco contando su pasado, como no había hecho con nadie, de una manera tan natural mientras él hacía lo mismo.
-Tu hermana también le cayó mal.
-Eso me consuela -dijo sin pensar.
-¿Enserio?
Pero no le dio una explicación al por qué. Lo que sí hizo fue ofrecerle una chocolatina, para descubrir que en un abrir y cerrar de ojos le había quitado la suya y se la estaba comiendo. Hope fue a buscar otra y empezó a comérsela enfurruñada.
-Eso no es justo.
El resto del viaje fue silencioso, pero al menos cómodo. De vez en cuando se hacían alguna pregunta tonta el uno al otro («podría ser alérgica a las avellanas», y en respuesta una risa algo repelente que le hizo odiarlo, solo un poquito; «¿por qué nunca me dejas entrar en tu estudio?», y una risa socarrona y distante que le hizo poner los ojos en blanco), y se sacaban los colores. Aunque mejor dicho era que él le sacaba los colores.
Le pidió que abriera una bolsa de esas de patatas porque él por obvios motivos no podía, y mientras lo hacía Hope, aprovechó para ponerle una mano encima del muslo y acariciarlo. Prefirió pensar que lo hacía sin darse cuenta, no a propósito para sacarle los colores y ponerla nerviosa. Y lo consiguió, ponerla nerviosa y roja. Fue como volver a ser una adolescente y que un chico la tocase por primera vez, con la diferencia de que con ese hombre ya se había besado y estaban casados.
A medida que avanzaban, las montañas se hacían más cercanas y la nieve cubría la carretera y el resto del paisaje. Mientras que la carretera de atrás era el trayecto vigilado por las autoridades para viajar desde la Osaka urbana hasta la rural, una vez cruzabas las señales que la diferenciaban se notaba en el paisaje. La nieve cubría las carreteras, más pequeñas y con más baches por el trayecto. Los humedales se congelaban y cuando los mirabas no te imaginabas que fuera una zona donde los animales descansasen y tomaran su comida en su época correspondiente. Un paisaje invernal completo, no como la capital demostraba con tanto movimiento y cuidado por el turismo.
Supieron que se acercaban al pueblo cuando vieron pequeñas viviendas cercanas entre ellas pero con montones de nieve apartados de la carretera hacia las aceras. Ran hizo una broma sobre algo que Hope no escuchó porque estaba más atenta al exterior; alguna tontería, supuso. Gente que se movía entre la nieve, con atuendos de invierno profundo que la dejaban pensando en qué tipo de clima estaban como para ver a tanta gente abrigada. A medida que se acercaban más a casas cada vez más juntas, Hope pensó en que el pueblo al que ella iba no era así y que todas las casas se movían alrededor de una única edificación; un monumento en honor a los dioses antiguos. Ese era todo lo contrario en cuanto a organización urbanísitica.
Un par de giros más y llegaron a lo que parecía la residencia familiar de la familia Haitani. La vivienda de Ran y su hermano, supuso, y que había adquirido en herencia. Se preguntó cuánto podría tener ella de poder sobre los bienes de Ran ahora que estaba descubriendo tantas cosas, y se entristeció al recordar el ático que había abandonado a la primera discusión y problemas. El lugar que ya consideraba un hogar. El coche frenó frente a lo que parecía un muro de piedra cubierto y rodeado de nieve y vegetación seca.
-Ya estamos -anunció apagando el motor. Hope se pasó las manos por la cara para despejarse. Mentiría si no dijese que en se estaba quedando dormida con el calor y la comodidad.
Hope abrió la puerta y salió por ella. El frío la saludó y le besó las mejillas, despeino la melena al parecer limpia de restos de sangre, y sus ojos se abrieron con semejante espectáculo. Lo que a Ran se le olvidó decir es que no solo tenía una casa rural, sino un chalet con apariencia de cabaña con recinto propio en el que su hermano y él habrían pasado más tiempo peleándose que jugando. Una casa de dos pisos se elevaba sobre ellos, con un enorme jardín de frente y una valla de madera pulida y bien cuidada, vigilada por dos arbustos poblados e inundados de nieve que los inclinaban hacia los lados. No podía verse más allá del recinto porque una larga berja de piedra tenía que rodear toda la vivienda para ser consideraba un recinto privado, así como la naturaleza.
Un auténtico palacio en un pueblo que apenas podía permitirse eso. ¿Las viviendas que habían dejado atrás tendrían al menos calefacción y agua caliente? Supuso que sí, porque tan atrasado no iban las zonas rurales del país. Aunque quizás tuvieran problemas para descongelar la caldera o conseguir gas alejados de las tecnologías de las ciudades. Notó la presencia de Ran a su lado mientras ella intentaba mirar por encima de la valla escuchando cómo el otro coche aparcaba detrás de ellos.
-Puedes entrar. Nadie te va a comer, ¿lo sabes, verdad? -bromeó. Unos brazos la rodearon desde los hombros hasta la cadera, como una serpiente capaz de atraparla y devorarla de un bocado mortal-. A no ser que quieras.
Las mejillas de Hope se volvieron rojas. Si las palabras causasen el mismo impacto que las acciones, entonces Hope estaría perdida. Algo en ella le dijo que le respondiera con el primer pensamiento llamativo que se le pasara por la mente a modo de broma, y la otra que se alejase de él para guardar el decoro. Él la había protegido incluso cuando le ordenó que no la tocase y que se alejara de ella -llamándolo monstruo y asesino-, y tranquilizado en medio de un ataque de ansiedad. Aunque no podía olvidar el momento del dormitorio y lo mal que lo pasó, la frialdad con la que la trató, también es verdad que se encargó de cuidarla después de eso y no se separó de ella hasta que se durmió y respiró bien.
¿Tendría que decirle algo? ¿Tendrían los dos que hablar de eso de una vez por todas y no cambiar de tema como en el despacho? Estuvo a punto de decirle algo, cuando una voz aguda la asustó y la obligó a alearse. La nieve crujió bajo sus pies.
-¡Señor Haitani! -habló una nueva voz. Hope y Ran siguieron la voz como uno solo atraídos por el sonido.
Una mujer alta, rubia y con gafas, se bajaba del coche que los seguía -que ya de por sí era sorprendente-, y avanzaba hacia ellos torpemente por los montones de nieve acumulados. Las botas de nieve negras iban a juego con el abrigo largo y los pantalones. Un bolso de cuero le colgaba del hombro y se movía con ella. Hope estuvo a punto de preguntar quién era cuando la tuvo a la misma altura y se dio cuenta de que eran muy similares. Ojos claros que resaltaban en una piel blanca pero melena oscura, cercano al castaño, no pelirroja, y una postura elegante y llamativa que resaltaba un cuerpo...¿ideal? ¿Adecuado a la sociedad? No supo cómo definirlo.
-Vaya locura de día -empezó a decir. Tenía las mejillas sonrosadas pese al poco tiempo que llevaba fuera y el flequillo revuelto por el aire-. Pensaba que iba a dormirme en el viaje, pero al final ha resultado inolvidable. Oh, ¿quién eres?
Miraba hacia Hope con una sonrisa amable y los ojos abiertos como platos, resaltados por una capa gruesa de rímel. Hope la miraba sin saber bien qué decir.
-Es mi mujer -anunció Ran, un tono neutro pero que sonó fuerte por la cercanía.
Su rostro pareció crisparse durante unos segundos, solo para ser sustituido por una sonrisa aún más grande y perfecta con sus dientes bien alineados.
-Oh, entonces usted es la señora Haitani -hizo una reverencia sobre la cintura perfecta, como cabría esperarse. Hope la miró con cierta consternación, pero asintió.
Aunque no estaba del todo claro, lo dijo bastante confiada. Habían acordado que en lo público seguiría teniendo el apellido de su familia, solo por tener algo que le perteneciera aunque no fuera de su agrado seguir apellidándose Wägner, y no adquirir el de su marido siguiendo la tradición.
-Mi esposa y yo vamos a quedarnos en la residencia de la familia durante las vacaciones. Usted -la miró, y ella saltó cuando sintió sus profundos ojos amatista sobre ella- podrá entrar cada vez que sea necesario para hablar del trabajo que los demás vayan necesitando. Ya sabe cómo actuar.
-Por supuesto, señor Haitani, es un honor.
Pero Ran no la escuchó. La mano en la espalda descendió hacia su cintura y le dio un suave impulso para que empezase a caminar. Hope le dio una última mirada a la mujer antes de cruzar el umbral del recinto familiar.
El jardín la sorprendió la igual que la residencia por fuera. Aunque todo estaba cubierto de nieve, se notaba que en verano y con el calor era un lugar perfecto para que los niños incapaces de estar quietos en un sitio corrieran y jugaran. Un camino de piedra despejado que llevaba al porche exterior sujeto por gruesos pilares de madera también pulida y cubierta en la base por una placa de metal para evitar accidentes. Escaleras que llevaban hacia él, con un centro de naturaleza que alguien tendría que haber cuidado cuando la casa se quedaba vacía. Había un pequeño agujero con agua a la derecha, con una de esas construcciones de bambú y piedras que sonaba cada vez que se llenaba de agua; ahora, estaba vacío y el pico del bambú se apoyaba contra la piedra inmóvil.
El acceso a la vivienda era una doble puerta con cristales octogonales decorando su superficie, bastante moderna y probablemente cercana al modernismo europeo en peculiaridad.
-¿Te gusta?
-Parece...relajante. En mi pueblo a penas estaba tan cuidado, solo lo necesario.
-Hice una reforma cuando vine por última vez. Estaba tan descuidada que algunas partes ya no tenían sentido, y las quite. El interior sigue igual.
Seguía teniendo el sabor amargo por la presencia de aquella mujer y sus miradas, en vez del dulce chocolate y pausada tranquilidad del viaje. Fue como si todo el estrés que llevase juntando esa semana se estuviera despertando poco a poco, y estuviera llegando a la mitad del camino.
-Es agradable saberlo -dijo simplemente, mirando la fachada y examinándola. Podría ser la inspiración occidental de una vivienda, aunque desconocía si Ran hubiera estado en Europa. La manta, que se había puesto alrededor del cuerpo para tapar cualquier rastro de sangre de ajenos curiosos que pudieran verla una vez fuera, se balanceó cuando empezó a caminar hacia el porche-. Estaré dentro. Me gustaría verla.
Dejó a Ran donde estaba y se metió de lleno en la boca del lobo. La madera de las escaleras crujió con su esposo mientras ascendía al porche. A diferencia del exterior, que podría tacharse de modernista y dedicado a una vida diferente, el interior era todo lo contrario.
Para empezar, la entrada estaba sujetada por dos columnas de madera y piedra a juego con las paredes que recordaban a la construcción clásica de viviendas y tenía el hueco tradicional para los zapatos. El techo era amplio, muy alto y con tablas de madera que soportaban el tejado allá donde la fachada quería crear una imagen de mayor amplitud. La sala de delante estaba decorada con toda clase de mobiliario elegante para cargar el espacio que no se iba a utilizar. Gruesos muros de piedra que separaban estancias de otras, decorados con cuadros familiares (uno de ellos mostraba una familia de cuatro individuos posando para una foto vestidos de blanco) o bien que podrían haber salido de una galería de arte estadounidense, y también de la mayor galería de arte asiática, tal vez. Debajo de uno, un jarrón de alguna antigua dinastía soportaba unas varas de madera con flores de plástico en las puntas. Hope se acercó y las tocó, solo para seguir caminando y hacerse con conocimiento de dónde estaba solo.
En el este había una cocina pequeña pero con buenas vistas a las montañas y, al parecer, lo que podría ser un lago congelado por el que algunas personas pasaban en su paseo diario. Curioso. Conectaba con una sala de bebidas, especial para adultos que esperaban pasar sus vacaciones allí disfrutando de la buena vida, y un salón de doble altura al que se accedía por escaleras de tres-cuatro escalones de aspecto subterráneo pero bien comunicado. Lo único destacable era el minimalismo, chimenea y la enorme pantalla.
En el área oeste, lo contrario. Un baño amplio y para las visitas, una amplia biblioteca con su mesa para las investigaciones y un ordenador que bien podría ser antiguo y un área parecida al hueco de la entrada por las columnas con grandes ventanales que daban al jardín delantero, con un sofá y una mesita auxiliar plagada de revistas de moda y decoración puestas en pilas. Se preguntó si la antigua señora Haitani disfrutaría de esas vistas y momentos mientras sus hijos se daban como el perro y el gato, o si el padre de Ran disfrutaba de un buen vaso de sake en la biblioteca.
«-Mi casa no era así -pensó para sí misma-. Esto parece un palacio». Quizás lo fuera, la residencia de alguna antigua familia noble que tuvo que venderla llegada la actualización de las jerarquías durante y después de la Segunda Guerra Mundial.
Subió a la segunda planta aún cautivada e hipnotizada por aquel lugar. Parecía el sueño de cualquier decorador de interiores y arquitecto con perspectivas de futuro. Le sorprendió ver el cambio rústico en las paredes a uno más simple y urbanizado en la segunda planta, con suelos de madera y zonas de piedra, pero mayoritariamente paredes de blanco con cuadros familiares e íntimos que ninguna persona pondría a vista de todos. Mientras que los de abajo era formales, adecuados a la vista de cualquier extraño, los de arriba mostraban la segunda cara. Rostros infantiles divirtiéndose, momentos únicos pero sin excederse. Se preguntó si esa cara de la familia era real o alguna imagen cogida de internet para recordar lo que la formalidad no podía ser; en su casa, era normal hacer eso. La única foto que tenían era una formal, con rostros serios de acuerdo a la rectitud que debían seguir, y era una estupidez de retrato familiar.
Había un total de seis puertas. Dos de ellas eran dos dormitorios de invitados, con sus baños propios; las otras un baño más pequeño con una curiosa cortina de peces en la bañera y tres dormitorios más. En dos de ellos no entró, pero le pareció curioso no hacerlo simplemente porque dos «R» marcasen cada puerta, una púrpura y otra azul. Tal vez le pareció algo demasiado íntimo como entrar en una casa que realmente no era suya, no a su nombre y no en derecho, y ponerse a investigar todo. Esas habitaciones podrían ser una excepción, algo que podría pasar por alto y tener en cuanta para más tarde pero sin invadir su espacio. Es por eso, que en vez de pararse en ellas, Hope pasó a la última habitación al final del pasillo y que dejaba de tener cuadros de llamativos colores a tener vacíos en las paredes.
El dormitorio principal era igual al del ático, con la diferencia de que en vez de cortinas de tela, eran mamparas, también de tela, que llegaban a tapar por completo la luz cuando amanecía. Casi que lo agradeció. Algo le decía que cuando saliese el sol por las mañana, con ese cielo despejado, la nieve reflejaría en su contra y molestaría a cualquiera. La cama estaba en el entro, también, con una alfombra y unas mesitas de madera...y una escalera que llevaba a otro sitio. Las subió con cuidado, teniendo en cuenta que aún podía resbalarse con la nieve en sus deportivas, solo para descubrir que llevaban a un despacho en alto con un ventanal al lado. Estanterías hasta el techo que cubrían las paredes de enfrente, y otra escalera por la que bajar. Aquello ya empezaba a complicarse. Parecía un laberinto. Y llevaba a las escaleras que había visto antes al subir, como un segundo acceso.
Recordaba haber visto un baño personal en la habitación, así que bajó las escaleras de nuevo hacia el cuarto principal. Se fue quitando los zapatos y los tiró en cualquier lado del cuarto, dejando la manta sobre un lado de la cama antes de cruzar el arco de la puerta y examinar lo que tenía delante. Un amplio baño, todo cubierto de marco blanco, con una enorme bañera pegada a la ventana, cuyas vistas eran extraordinarias a las montañas nevadas y a un pueblo con casas de maderas que dejaban rastros de humo en el aire por las activas chimeneas. También tenía una ducha, con una mampara transparente y fija que llevaba a un gran trozo de espacio con azulejos negros y un desagüe bajo el control. El resto del baño, estaba bien y lujoso al igual que los lujos del resto de la casa.
Sin pensarlo fue directa a la ducha. Había tantos botones para una simple ducha que resultaba complejo entender el por qué las tecnologías tenían que comprender el entorno de los humanos y facilitarles la vida. Sonaba ridículo pensando algo como eso mientras su vida estaba lleno de eso, pero también curioso. Era como el humano hubiera evolucionado tanto que necesitaba ser servido por sus propias creaciones. Hope gimió del placer al primer contacto contacto. Las gotas le golpearon el rostro, como una lluvia de rocío sobre sus mejillas, sus ojos cerrados, una sensual caricia que la hizo estremecerse al primer susurro sobre su piel. El agua filtrándose por su ropa, cargando la melena oscura que caía sobre sus espaldas y que notaba sucia y pesada.
Se frotó las manos con fuerza, viendo cómo la sangre seca se marchaba con el agua por el desagüe. El sentimiento de sentirse limpia apareció, de quitarse los restos de la razón por la que había acabado en aquella casa de una vez. El baño no tardó en llenarse de vapor y los pelos más finos de su cabellera en rizarse. En medio de todo eso se le escapó una risa, tonta y sin sentido, acompañada de lágrimas que tardaron en desaparecer seguidas del agua. Pero la sensación se quedó ahí. El querer llorar de nuevo, hasta que los ojos le ardieran de sequedaz y la tensión que llevaba sobre los hombros desapareciera.
Sentir la libertad en sus manos, de poder hacer lo que quisiera, de no tener que hacer siempre lo que la gente le ordenaba... Todo parecía un sueño. Lejos de aquella ciudad y el estrés, la universidad y los dichosos trabajos con los profesores que parecían empeñados en suspenderla. De todo.
Entonces se dio cuenta de que no estaba sola.
Una vez había pensado que los ojos de Ran eran dos témpanos de hielo, orgullosos y capaces de destruir vidas. Fue antes de casarse, en la capilla, mientras esperaba a que trajeran los anillos. No la miraba a ella, pero sí a todo lo demás, como si le resultase difícil de creer lo que estaba haciendo. En su momento, pensó que estaba siendo ridículo porque fue él quien le propuso matrimonio a ella en vez de a su hermana, y la dejó decidir a la espera de un sí -al parecer, su hermana no le parecía nada llamativa y le resultaba aburrida-, y quien había agarrado sus manos mientras el cura anunciaba la unión.
En el intercambio de votos, su voz fue diferente a lo que su mirada decía, pero Hope tuvo la sensación de que lo estaba pasando realmente mal con tanta gente. Cuando el cura anunció el beso, ella se propuso facilitarle las cosas: apartando el rostro con disimulo.
Ante otra persona, podría haberle costado una paliza de su padre o de su marido. Pero a Ran no pareció importarle cuando sus ojos se volvieron hacia la gente de la iglesia antes de que Hope pudiera ver su reacción. Pudo sentir la calidez del beso en la mejilla, pesado, durante todo el día. En las fotos familiares, su madrastra se encargó de pellizcarle la grasa que según ella tenía de más para enderezarla y espabilarla, pero no lo repitió cuando el brazo de Ran se posó sobre su cintura; simplemente se dignó a dirigirle miradas feroces que, para su sorpresa. .
Cada vez que esos dos ojos la miraban, se sentía como una niña pequeña siendo regañada. Algo mejor que la mirada juzgante que siempre recibía a la mínima que hacía algo, o que respiraba; o que vivía, en general. Ahí estaba él, haciendo lo que mejor se le daba desde el umbral de la puerta del baño y con una bolsa de lona negra colgando de un brazo. ¿De dónde la había sacado? Lo único que se habían llevado eran unos abrigos y nada más, aunque conociéndolo, podría haber ordenado que cogieran más cosas y se las llevaran con las prisas.
Ahora que se fijaba, se había cambiado la camisa en algún momento pero las manchas de sangre seguían ahí y los pantalones eran los mismos. Iba descalzo, pero estaba segura de que en la entrada estarían los mocasiones de cuero marrón que coleccionaba. Su mirada... Su mirada no era fría, todo lo contrario. Sin hielo de por medio, y con un cierto brillo que también podría deberse a la iluminación que envolvía toda la casa.
Hope extendió la mano a modo de llamada silenciosa. Las cejas de él se levantaron con sorpresa, como si no se lo esperara. Tal vez tuviera razón en eso. En dos años, no había mostrado el interés que tal vez hubiese necesitado por él. Lo ocurrido en el ascensor bien podría haber sido un error, pero estaba segura de que no era esos instintos bajos a los que siempre recurrían las protagonistas de series o películas cuando cometían un error. Pronto descubrió que sus órdenes sobre él eran absolutas en cuanto a lo que respectaba una ducha. Las pisadas a penas sonaron contra las baldosas al avanzar. Los calcetines de Hope chapotearon en el suelo empapado pero fue camuflado por la lluvia de la ducha.
Interrumpió el hilo de pensamiento cuando Ran tendió la mano hacia ella y le retiró un mechón más corto que otros, probablemente del flequillo ya lejos de ser clasificado como uno, desde fuera de la ducha, y se lo retiró de la mejilla. Hope dejó que lo hiciera, siguiendo el avance de sus dedos a través del hueco de su cuello hasta la mitad de este. Su corazón se aceleró. Se quedó ahí un buen rato, prestándole atención con movimientos de pulgar sobre la zona y luego sobre la contraria. En algún momento, le hizo mover el cuello para examinarla. La molestia de las gotas que discurrían por su rostro le complicaron ver su expresión. Sentirse indefensa no era lo suyo, pero por una vez, lo permitió.
Repitió el proceso unas tres veces en total y, a la última, no se tensó cuando Hope fue a acariciarle la mejilla con la mano empapada. No se estremeció ni la alejó como las veces que ella había hecho con él pidiendo espacio... Uno que él, a su manera, le había concedido. Con su permiso, arrastró los dedos por su mandíbula y bajó hacia su cuello, donde la sombra oscura de un tatuaje le llamó la atención. Líneas muy parecidas a las que adornaban su antebrazo izquierdo y los músculos que ahora se contraían a su toque.
Su dedo siguió el camino de curvas, tanto por músculos que ocultaba por debajo de la camisa como de la tinta negra, hacia su clavícula. Se detuvo ahí para que no volviera a alejarse, sintiendo la tensión bajo ellos. Hope alzó la mirada para comprobar si estaba bien, la respiración nerviosa.
Sin embargo, se inclinó hacia delante y lo besó suavemente en los labios. Le sorprendió ver que no se separaba de ella, sino al revés. La diferencia de altura volvía a ser un problema en ese momento, pero no había problema mientras pudiera ponerse de puntillas y llegara. Por la parte de Ran, sus ojos no la miraban como antes, sino que estaban clavados al frente. No la miraba. No la estaba mirando a ella, sino a otra cosa. El pecho de Hope se movió. No fue doloroso, pero sí incómodo. Hubiera sido mejor un rechazo. Al no saber cómo sentirse por eso, decidió tomar el camino rápido y ceder a la opción más viable.
Irse.
-Dejaré que te duches -anunció en voz baja, la mano sobre el pecho de Ran y cayendo a su costado.
-Espera...
Hope no se movió. No supo por qué, pero no lo hizo.
Él estiró el brazo de la misma zona que había acariciado y la envolvió en él por los hombros. Hope se vio entre un brazo fuerte y tenso que la sujetaba, pero que le parecía lo más cercano a una caricia, y un pecho aún más. Repitió el proceso de antes de acariciarle la mejilla, aunque esa vez en una postura más complicada.
Ahí se quedaron un rato, sin hablar, con la ducha encendida cayendo a espaldas de ella y empapando el brazo de él. Aunque ya debía de estar empapado por la propia Hope, no se estremeció por el contacto ni la apartó. Se quedó con ella.
No era de las personas que daban abrazos, pero tal vez pudiera hacer un esfuerzo. Solo esta vez. Solo...con él.
Ran Haitani no parecía mala persona con ella a solas ahí.
El resto del día se lo pasó investigando los secretos de la casa rural. Acabó duchándose sola cuando Ran se marchó, y él fue detrás de ella. El sonido de la ducha sonaba.
La bolsa de lana que Ran dejó sobre la cama antes de meterse en el baño la llamaba demasiado. Quizás porque una parte de ella aún desconfiaba de los asuntos que pudiera traerse entre manos. Y porque, realmente, estaba en su derecho (¿no?) de cotillear algo que había dejado a la vista de todos. Si estuviera en lo alto del despacho, que tuviera que subir escaleras, no lo habría mirado. Asegurándose de que Ran estaba concentrado en el baño y que tenía todo bajo control, Hope se acercó descalza a la cama. Gotitas de agua salpicaron la colcha limpia, pero poco le importo cuando tuvo a mano la bolsa de deporte. Era negra y parecía tener muchas cosas dentro, puesto que cuando se la puso sobre las rodillas pronto empezó a pesar. Hope la abrió.
Y la emoción cayó en burla cuando vio el contenido. Ropa. Eso es lo que había dentro. Casi se decepcionó por ver desde camisas blancas hasta alguna que otra sudadera bien doblada, calzoncillos hasta la ropa interior que Hope tenía guardada en los cajones del armario. Era su ropa. Así que alguien sí que había ido a recoger lo necesario al ático; por órdenes de Ran, supuso. Se sintió de repente muy ridícula por haber sospechado. La suficiente como para poder sobrevivir una semana entre lavado y secado.
Se puso una de las sudaderas y pantalones ajustados de deporte, acompañado de unos calcetines y ropa interior limpia por debajo. La casa estaba caliente, así que ponerse algo más sería un desperdicio y una tontería. Miró la ropa sucia tirada en el suelo y por un momento se planteó quemarla, puesto que dudaba volver a ponérsela para no evocar el recuerdo que traían consigo. Cuando la ducha dejó de sonar en el baño, Hope se levantó de un salto y salió de la habitación para dejar algo de intimidad.
La casa estaba en un curioso silencio. Toda ella. Solo se escuchaban los ruidos del exterior, que de por sí eran pocos, e iban acompañados de algún fenómenos meteorológico. Desde su habitación había visto la suave capa de nieve que empezaba a crecer debido al clima, y cómo se iba agrandando a medida que nevaba. Aún no era un problema, pero algo le decía que Osaka apenas le estaba demostrando lo que era una buena nevada. La chimenea del salón estaba encendida cuando pasó, así que alguien la habría encendido. En la cocina no había nadie, así que no tendrían cocinero contratado. «Claro, porque nunca hay nadie en la casa», se fijó. Lo que sí estaba era la bolsa de comida rápida. Hope se convenció de que eso era mejor por ahora que morir en el intento de hacer la comida a estas alturas.
-Vamos a tener que buscarnos la vida, eh -murmuró empezando a rebuscar-. Bueno, por lo menos están ricas.
Se cogió otra chocolatina y la mordió. También de chocolate con avellanas. En ese momento de éxtasis gastronómico, recordó que su teléfono estaba apagado y que ahora dependía de él para todo. Si había salido de la ciudad, lo de ir a la universidad se iba a complicar un poco. Y lo de avanzar con el trabajo final también, y los trabajos, y los apuntes que obviamente estaban en el mismo sitio donde los había dejado al regresar el día anterior. Todo lo que necesitase esos días, iba a ser a través de su pequeño móvil. Pensó en el viejo ordenador alojado en la biblioteca, y si sería capaz de conectarse a internet. O al menos encenderse.
Varios mensajes aparecieron en la pantalla de bloqueo. Dos de Jushua por privado, seis por el grupo con Joshua, Yuta y Anabella, y tres de Anabella preguntándola dónde había comprado los pantalones de la última vez porque tenían ese estilo chic que a ella le gustaba. Hope intentó responder a todos; a Anabella le dijo que se los habían regalado. Le hubiera gustado ver su reacción al enterarse que con o sin rebajas, los pantalones iban a costar un riñón. Era de las pocas prendas cara que se ponía y le gustaban. Una alerta en el calendario recordándole tomar la pastilla y la entrega de un boceto para un futuro trabajo que ya había hecho hacía muchos días. El restode la agenda estaba vacía, así que se libraba de trabajas por una semana.
Le resultó extraño, mientras caminaba por la casa en busca de algo que la entretuviera, comiendo esa chocolatina, no escuchar los pasos de Hayakawa ni verlo aparecer de repente por una puerta. Un calor se instaló en su pecho y se extendió como un escalofrío a lo largo de su cuerpo recordando. Pensó en cómo había sido tan tonta como para no darse cuenta de que quien no estaba con ella horas atrás no era su guardaespaldas de confianza, sino un extraño que le habría hecho cualquier cosa. Ran había dicho que podría pertenecer a otra organización, así que se destacaba la presunta inocencia en el caso de haberla. Tenía que ser alguien contrario al trabajo de Ran y...lo que fuese que hicieran en él. Estaba segura de que si le preguntaba volverían a discutir o a quedarse en ese silencio incómodo que no beneficiaba a ninguno. ¿Qué tan importante era el silencio en ese caso que no podía decirlo? ¿De verdad su vida correría peligro si se veía rodeada por eso?
Pensó en el hermano de Ran. ¿Él también estaría envuelto? Cada vez que hablaba de él sus ojos se iluminaban y se notaba la diferencia de hablar de cualquier cosa a él. Tenía que quererlo mucho como para haber recibido palizas por él de pequeño, y aún así hablar de él con tanto cariño. Observó algunos de los cuadros familiares que estaban por la casa por curiosidad. Y porque quería comprender parte de la infancia de Ran y su trayectoria a través de las imágenes del pasado.
Las de la planta de abajo eran demasiado formales y demasiado escépticas como para poder ver alguna señal transparente de emociones. En todas salían vestidas de blanco, o de algún color a juego que no resaltase demasiado. Tenían la misma posee; los padres detrás, pegados y mirando al frente, y los dos niños, uno más alto que el otro (Ran y su hermano, imaginó con la información que tenía), también mirando al frente. Lo que sí podría decirse era la enorme diferencia de rasgos que tenían entre ellos. Mientras que el padre era alto, delgado y tenía el pelo negro, tanto la madre como los niños eran rubios; los ojos amatista lo compartían padre e hijos. Era como un tira y afloja de genes. Ran parecía haber heredado los rasgos faciales de su madre y la altura de su padre, mientras que el niño rubio con gafas de pasta al contrario.
El parecido era indudable. Tenían que ser hermanos biológicos, no como su hermana y ella. Los de la segunda planta ya se volvían retratos más familiares. Por alguna razón, dejaban de lado la presencia de sus padres y se centraban en el pasado de los dos hijos. ¿Soberbia, quizás? ¿Algún asunto sin resolver a día de hoy? En todas, Ran aparecía con el pelo largo y rubio, con algún prendedor que le sujetase unos mechones rebeldes a la cabeza en vez de caerle al rostro. Pero eso parecía darle igual si en todas las fotos acababa con su hermano en brazos o tirándolo al suelo. En una, parecía que lo había hecho de rabiar al tirarlo a un charco y sin evitarlo haber estallado de la risa; su hermano, llorando, y él, al borde de la risa.
-Se llama Rindou -anunció una voz a sus espaldas.
Hope pegó un bote en el sitio de tal magnitud que casi se le cayó el marco de las manos. Se giró en cuestión de segundos pegándoselo al pecho en una actitud protectora.
-Ahí tenía seis años y yo siete -señaló la imagen-. Solo le saco un año, pero parecen más por lo diferentes que somos.
Siguió con la mirada al cuadro que señalaba. Era uno donde estaban con el uniforme escolar; pantalones a cuadros cortos, camisa planchada y tirantes. Ya sabían para lo que se estaban preparando esos niños.
-¿De verdad lo he conocido?
-Los años cambian y estas fotos no son un ejemplo para buscarle -se fue a reír. Estiró la mano para coger el cuadro que tenía en la mano y volver a colocarlo sobre la cómoda. Lo hizo-. Juro que fue él quien se tropezó.
-Seguro que sí.
-Es muy torpe -insistió-. Y, sin embargo, siempre ha sido más flexible que yo. Supongo que es porque he sido un vago toda mi vida.
Las cejas de Hope se subieron por sorpresa.
La amatista de sus ojos se posaron sobre ella con suavidad. Al ponerse a su lado, la mayoría de cuadros quedaban por debajo de lo que él medía. Llevaba una camiseta de manga corta y un pantalón de deporte ancho. Como ella, iba descalza.
-Fue a clases de gimnasia de pequeño y en su momento podía abrirse de piernas sin calentar. Yo, por el contrario, me encargaba de otras cosas -explicó. Y por alguna razón, le dio la sensación de que estaba hablando de algo más que un simple hábito o clases extraescolares.
Posó el retrato donde estaba, sobre la cómoda y rodeado de otras fotos y un jarrón con flores de plástico. Orquídeas. Unas flores demasiado hermosas para ser arrancadas y puestas en un simple jarrón. Las recordaba de haber visto muchas veces en la cocina; «son las mejores que estuvo enviando hace poco, las que están aún en la cocina», pensó.
-Yo...iba a ballet. Me rompí algunos dedos mientras lo practicaba, pero también me gustó. Con el tiempo.
-Ahora parezco un vago al lado de vosotros -reflexionó frotándose el pelo húmedo, soltando algunas gotitas allá donde parasen al caer-. Un atleta y una bailarina. Quizá debería dedicarme a la música en vez de a los negocios.
Le fue difícil imaginarse la escena, pero aún así lo intentó. Una sonrisa empezó a asomar de sus labios, traicionándola. Le miró de reojo, esbozando esa pequeña sonrisa, un tanto arrogante pero con una pizca de sinceridad.
-No, por favor.
-¿Por qué? Soy bueno con las manos.
La miró a los ojos. Seriedad. Mierda. «Mierda», pensó en respuesta. Lo decía enserio. Hope no pudo reprimir la carcajada. La situación ya era surrealista, como para añadir era risa. Sin embargo, cuando levantó la cabeza, vio una perezosa sonrisa en los labios de su esposo. El estómago se le revolvió nervioso.
-A ti también te tengo -soltó-. En una foto. No la de la boda. Una normal. Me la envió tu padre cuando ofreció el matrimonio.
Volvió a repasar con la mirada la cómoda. Estaba mintiéndole. Hope casi hizo un puchero. La situación la abrumó, pero no tenía tiempo para discutirlo.
-No seas mentiroso. Lo estábamos pasando bien por una vez, y acabas de arruinarlo con ese comentario.
Ran sacudió la cabeza.
Se peinó descuidadamente mientras tarareaba una respuesta. Sus ojos perezosos la miraban desde su imponente altura, haciéndola parecer una niña.
#ran haitani bonten#ran haitani#ran haitani x you#tokyo revengers ran haitani#ran haitani x reader#tokyo revengers
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Y para que el diseño de estos 2 no sean en vano, los usare de ejemplo para hacer mención sobre los brujos y sus poderes. Porque igual el comic de Bahir conociendo al amor de su vida no respondió muchas dudas sobre que onda con los brujos y que son esos servicios que ofrecen.
En épocas muy antiguas, los brujos se encargaban de servir a realeza, incluso divinidades, como a Everett, Bahir y Liam, que su reino fue conformado de seres elementales y encima de ellos, brujos encargados de distintas actividades dependiendo de sus poderes.
Normalmente los brujos desde que nacen, se tiene contemplado que tipo de brujo será y que beneficio entregara.
Están los brujos que desarrollan su magia a base del papel al que fueron asignados, por ejemplo, estos dos brujos que vemos arriba, tienen distintas habilidades, pero ambos fueron útiles para trabajar en los campos del reino del rey Liam.
El de la izquierda, tuvo la bendición de poder sanar a la naturaleza a su alrededor, cosa que al final le sirvió porque el rey lo tenia a él y a otros brujos con dones parecidos curando la naturaleza que ha sido dañada, y la de la derecha, la capacidad de elevar cualquier cosa sin importar su tamaño o peso, lo que al final, encontraron una utilidad al ser ella entre otros brujos que se encargaran de recoger los frutos que el campo diera de manera rápida y sin que los alimentos corrieran riesgo.
Aun así, se queda claro que, había brujos cuyos poderes pudieran ser muy parecidos, que no eran únicos. Por lo que eran contratados en los palacios por grupos para cumplir con una sola función.
Luego están, los brujos de poderes únicos o que no es muy común de ver.
En este momento, quisiera resaltar a otro brujo más para este ejemplo:
Tizoc. Este brujo formo parte del palacio del rey Everett. Pero no como los brujos del montón, este entraba en una categoría superior a los dos brujos pasados, y es que al tener poderes más únicos, más nuevos, su utilidad es más distinta, y normalmente tienen contacto con los reyes de manera más directa.
Tizoc era capaz de crear naturaleza nueva. Plantas nunca antes vistas a base de tomar diversos materiales para sus creaciones. Esto en cierta manera, fue del interés del rey Everett por las posibilidades futuras. La capacidad de crear nueva naturaleza por voluntad propia, de desarrollarse correctamente, podrían crear nuevas plantas medicinales que pudieran ser la solución a muchos problemas médicos de la época.
Entonces, tenemos en cuenta, que están:
Los brujos con poderes muy similares, por lo que eran contratados en los palacios entre grupos para cumplir con una sola función. En la jerarquía, estaban todos por encima de los seres elementales.
Luego, encima de ellos, los brujos de poderes únicos, aquellos cuyos poderes son poco frecuentes de ver, casi mayormente, era común verlos más cerca de los reyes, por lo que su lugar en la jerarquía era más alta que los seres elementales y los brujos de poderes comunes.
Y POR ULTIMO-
Están los brujos que no tienen un propósito o sus habilidades no se ven limitadas por una categoría asignada al nacer. Pero su poder depende de una fuente en concreto. Cuales son ejemplos de esto?
Los 3 hermanos-
Dante, Stella y Maryann.
Lo que los hace especiales es que básicamente, pueden imitar y hasta superar a mucho de los brujos alrededor en sus propias habilidades.
Un brujo que pueda crear naturaleza nueva? Un brujo que pueda elevar cosas? Un brujo que pueda sanar a la naturaleza? Un brujo que pueda tener control de diversos elementos de la naturaleza? Un brujo sanador de enfermedades? Un brujo que pueda manipular los climas? Un brujo que pueda cambiar la materia por voluntad? Un brujo que pueda abrir portales a otros mundos? Un brujo que pueda tener control de materia del espacio?
TODO ESO PUEDEN HACERLO DANTE, STELLA Y MARYANN Y MIL VECES MEJOR QUE CUALQUIER BRUJO EN LA HISTORIA-
Porque mientras su fuente de poder prevalezca, tienen poder casi infinito.
Dante la luna, que mientras esta siempre se mostraran cada noche este siempre se fortalecería.
Stella las estrellas, mientras más se rodeara de estas, más fuerte podía ser.
Maryann el amor, y como normalmente siempre se rodeaba del amor de su propia sangre, de su gente quien la veían como su guía y líder, una madre que vela por ellos, por eso su poder siempre crecia.
Pero, si en dado caso, que alguien les quitara esta fuente de poder, otra cosa seria.
Porque un brujo que nace con un propósito y se entrena para dominar este propósito, no hay forma de quitarle su conocimiento.
Pero en el caso de los 3 hermanos...
Si a Dante le quitas la luna, si la luna dejara de mostrarse cada noche, perdería su poder.
Si a Stella le quitaras las estrellas, perdería su poder.
Si a Maryann le quitas a la gente que la aman, perdería su poder. Y de hecho, eso paso. Su gente fue asesinada una por una. Su fuente de poder fue arrebatada poco a poco, razón por la cual, no pudo hacer mucho después de perder casi a todos.
Este tipo de brujos eran poco frecuentes. A decir verdad, solamente los 3 hermanos eran los únicos brujos que nacieron bendecidos con fuentes de poder.
HASTA QUE NACIO ODETTE- 👀
Mi niña tiene una fuente de poder, ella no lo sabe, y ustedes tampoco, y espero la vean descubrirlo poco a poco con lo que se desarrolla la historia. ✨💖
Y como un extra:
Febo, el padre de Odette.
Este básicamente era un cazador de demonios. Tenia múltiples habilidades que le permitían ver lo que los ojos comunes no pueden ver, viajar a lugares que pocos podrían encontrar y un amplio conocimiento de la jerarquía demoniaca y sus riesgos, propósitos de sus manifestaciones y debilidades. Febo era un brujo muy talentoso que nació en la época equivocada. De haber nacido en épocas pasadas, lo más seguro es que el rey Everett se hubiera interesado mucho en tenerlo como parte de su corte real en el palacio. Hubiera sido un brujo de alta jerarquía. Lastimosamente no fue así, y solo subsistía encargándose de partos, pocas veces alguien venia hacia él por ayuda referentes a demonios, y es que en cierta forma, también lo veían mal o como que ni siquiera tendría porque existir. Más aun con la participación de Dante, un brujo, junto a Emedes en la guerra. De no ser porque se caso con la hija del alcalde de la villa en la que vivía, es que pudo vivir una vida medianamente normal, pero lastimosamente, el odio a su especie lo termino por condenar tarde que temprano.
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¿Quién ríe ahora?[One-shot] [post-canon]
Post-canon, angst, venganza, violencia, tortura, Agatha!fantasma, Lady Death. Darkfic (el último que hago antes de pasar a la programación habitual!)
No se hace enojar a Lady Death. Sólo un idiota lo haría, un idiota y Agatha Harkness.
"Adivina qué, Agatha. Tenías razón, yo no tengo corazón. ¿ves?"
..............................................................
La muerte había abandonado el nombre Rio. Lo dejó hace siglos, muchos siglos. Lo perdió como el lado humano que había desarrollado y también como su negro corazón, al cual pudo ver hacerse trizas dentro de ella. Los restos, como cenizas semitransparentes, se fueron con el viento para desaparecer completamente y para siempre.
A partir de ese momento, la muerte no se enfocó en absolutamente nada más que su trabajo. Los cuerpos. Las almas que necesitaban ser atendidas con urgencia. Cada vez llegaban más, una después de otra, y aquello la mantenía ocupada realizando viaje tras viaje, transportándose hacia distintos lugares de la tierra a presenciar los momentos finales de cada ser viviente. Continuó haciendo visitas a Italia, Brasil, México, Francia, Rusia, Bolivia, a todos los países y ciudades del mundo para tomar los cuerpos, hacer que sus almas crucen la puerta al más allá, tomarse un par de minutos y volver a lo mismo.
Jamás volvió a mostrar su forma humana. Ni siquiera para guiar a las almas de niños, su forma original se volvió su uniforme diario y ya no necesitaba aquel cuerpo humano que no le trajo más que dolor y miseria. La muerte desearía poder tirarlo a un bote de basura en la tierra y quemarlo, pero tenía mucho trabajo que hacer.
Olvidó la piedad, la consideración, la empatía.
"De todos modos tampoco es que todos los humanos la posean, al diablo con eso"
Repetía para ella misma, porque, sin las almas, la muerte se pasaba los días sola y habían días en los cuales ni siquiera escuchaba su propia voz. Se había vuelto un ser de aspecto aterrador, digna de las peores pesadillas, pero no le importaba lo que la sucia raza humana piense, ni lo que desee. Ya cometió ese error una sola vez y se juró a sí misma no volver a caer bajo la trampa de cualquier insignificante ser viviente. Se volvieron poco menos que ganado.
"Soy el orden natural de las cosas" se repetía constantemente.
Le tocó ir de nuevo a los Estados Unidos, la muerte le guardaba un poco de fastidio al país y mucho más si se trataba de Salem, Massachusetts. Después de hacer una visita a Los Ángeles para esperar a que una mujer madura y ebria se vuele la cabeza de un balazo, apretó los puños y fue a Salem igual, desapareciendo en una niebla negra para volver a un lugar que conocía muy bien.
No podía ser ella. No justamente ella. ¿Qué clase de tortura cósmica era todo esto? Esa forma fantasmal, el cabello blanco y largo y el vestido, el aura púrpura, y la sonrisa triunfante que la hizo enfurecer.
"No esta malnacida de nuevo"
Agatha Harkness, el fantasma, flotaba con animosidad justo a unos pasos. Jugaba a atravesar cosas y un ave pequeña.
La última vez que se vieron fue en el llamado sendero de las brujas, siglos atrás. Aquel último encuentro la dejó destrozada desde entonces, aborreciendo a la mujer y haciendo intentos desesperados de quitarla de sus recuerdos con una carga enorme de trabajo duro. El único motivo por el cual Agatha pudo haberla llamado era irse como correspondía y estar lista para ver a su hijo.
"NO" pensó la muerte. "Me NIEGO a llevarme a esto. ¡NO!" Deseó irse, pero al parecer Agatha Harkness había decidido que su trabajo estaba terminado y, así como si nada, deseó irse a ver al niño. Siempre hacía lo que quería, sólo pedía las cosas y exigía ser atendida. No lo tendría esta vez, la muerte le cumplió su último deseo la última vez y se juró a sí misma no volver a ser un tapete. No más deseos, ni contemplaciones.
Deseó gritar y destruir todo a su paso, no pudo evitarlo y todos los árboles a su alrededor murieron, cayeron, las plantas se iban secando y el fantasma se aproximó observándola detenidamente.
La muerte tenía puesta la capa negra encima que jamás se quitó. Cogió su daga y apretó fuertemente el mango, algo le sucedía y no se explicaba bien qué era. Su corazón negro ya no estaba, no podía explicar ese arranque de ira.
"Cuánto tiempo" Dijo Agatha Harkness observando a la muerte con curiosidad y sin tener respuesta alguna.
Silencio.
"No pensé que llegaría a decir esto pero ya no es tan terrible verte" la voz fantasmal de Agatha hacía eco, y la muerte no dijo una palabra de nuevo. Sólo mostró la daga.
"Oh, ¡vamos! han pasado siglos. Muestra tu otra forma" Agatha sonreía maliciosamente y extendió la mano hacia su hombro, tratando de invadir su espacio personal pero la atravesó. "Yo sé que quieres" Agatha siempre se la pasaba dando órdenes y comportarse como si estuviese en un hotel de lujo a donde vaya.
Silencio.
"¿Vas a continuar haciendo este teatro? No te deja bien parada en tu trabajo, ¿o me equivoco? ¿Puedo hablar con tu supervisor? La señora Rio Vidal..." Agatha empezó a usar su clásico sarcasmo como lo hacía en vida, gastando bromas pesadas hasta que la muerte la interrumpió.
"Rio se ha ido. Soy la muerte"
Agatha se burló y siguió flotando en círculos alrededor de ella.
"Lo dices como si no lo supiera, pero te recuerdo querida que Rio también es tu nombre y es más fácil para mí decirlo así, y menos problemático para Marvel Studios y Disney, por supuesto..."
"Sólo dirígete a mí como corresponde, además ¿qué diablos haces tú aquí? Me haces perder el tiempo. ¿Vas a marcharte o no?"
"Cumplí mi misión, el trabajo no resuelto. Es tu tema ¿no? Tú ves y sabes esas cosas, es tu área. El asunto es que acabé y deseo..." Agatha hizo una corta pausa, reacomodando sus ideas. "...y deseo verlo. Tú sabias que en cualquier momento yo querría ir" Agatha fantasma se cruzó de brazos y miró fijamente al cráneo que la muerte mostraba por cara. Por una parte odiaba hacer lo que Agatha deseaba, pero otra parte de ella encontró en la acción un motivo para fastidiarla.
"Fui una guía espiritual. Conduje a Billy y a su hermano hacia donde debían ir. Volví a morir, volví a ser un fantasma porque al parecer alguien no quiso tomar mi alma" dijo Agatha en tono acusatorio. "Pero creo que es tiempo de irnos. No me sentía preparada pero ahora sí. Llévame con él." Ordenó.
Si la muerte mostrase un rostro humano, hubiese puesto los ojos en blanco.
"¿Alguien no quiso tomar tu alma? Por favor, Agatha. No seas ridícula. ¿Quién fue la que me hizo prometer que no volvería a mostrar mi cara? Es más..." la muerte hizo una pausa "tú rompiste el pacto que hicimos y lo último que hice por ti fue respetar lo que deseabas, incluso cuando no merecías nada más proveniente de mí. No haré más por ti"
"Pero debes hacerlo, es lo que siempre haces. Además, rompí el trato que hicimos" Dijo Agatha, en tono desafiante. "Así que muestra tu otra forma, con esta no me dan ganas de tener una conversación"
"¿Y qué si esta vez hago una excepción?" La muerte empezó a jugar con su daga pasando los dedos por la hoja mientras hablaba "y si ahora decido romper las reglas por mí y no llevarte a ningún lado porque no lo mereces?" Dijo calmadamente. "Si, es mi trabajo...pero así como cometí el error más estúpido de darte seis años con tu hijo, hoy puedo decir no, paso."
La sonrisa pícara de Agatha se fue desvaneciendo, y la fantasma frunció el ceño.
"No serías tan cruel. No te creo capaz"
"¿Ah, si?" Respondió la muerte en un tono burlesco. "Adivina qué, Agatha. Tenías razón, yo no tengo corazón. ¿ves?"
La muerte se quitó la capa mostrando una figura femenina casi esquelética, el traje tenía aspecto gastado, pero lo que horrorizó a Agatha al punto de atravesar su rostro con su mano transparente fue el enorme agujero en el medio del área del pecho. Parecía como si alguien hubiese sacado el corazón violentamente y hubiese dejado así el cuerpo. La piel se secó, dejando una espantosa vista que la muerte mostraba con orgullo, como si de un emblema se tratase.
"Nada me detiene de no llevarte a ningún lado y hacer que te la pases por aquí vagando y flotando como estúpida el resto de la eternidad. Simplemente dejarte aquí, sin que conozcas la paz, sin darte la posibilidad de que tu mugrienta alma reencarne. Si no fuera por la enorme carga de trabajo que tengo en estos momentos me quedaría a ver cómo entras en crisis y suplicas pero ya no eres importante" dijo la muerte, volviendo a jugar con su daga.
"¿Sabes? Antes te quería en el más allá, con nosotros, y me preguntaba por qué te negabas a ir...pero cambié de idea el momento en el cual te moriste por primera vez. Lo mejor de todo es que esto no afecta el balance, así que yo gano, y tú te quedas atascada aquí y ni siquiera la familia con la cual estás asociada te va a poder ayudar, esto va más allá de cualquier tipo de magia"
La sonrisa pícara que Agatha tenía al inicio se esfumó totalmente. Incluso, la forma cómo flotaba indicaba que estaba realmente asustada. El miedo podía verse en su rostro semitransparente.
"¿Y si quiero irme?"
"Decidiste ser fantasma, Agatha, lo hiciste para deshacerte de mí y lo hiciste porque SABÍAS que yo respetaría tu deseo incuso al morir, cosa que hago así no lo merezcas. Lo habrás planeado todo pero ahora yo decido si te vas o no. Así como escuchaste" La muerte disfrutaba al ver a Agatha lucir confundida y alterada.
"Pero espera..." Dijo Agatha. "No puedes hacerme eso, ¡tú me amas!" Exclamó Agatha señalando a la muerte con el dedo y la mirada fija en los orificios que tenía por ojos. "Yo sé que aún me amas"
"¿Quién dice? ¿Tú?" Contestó la muerte en un tono burlón. "Eso fue hace tiempo. Lo que quedó de esos sentimientos se fue contigo y esa escena melodramática que hiciste antes de morir. No te amo más, Agatha. Eso sí, reconozco lo buena actriz que eres, ¿Dónde está tu Emmy? a mejor actriz de serie dramática"
Agatha sólo flotaba, confundida y sin saber qué responder, sus palabras parecían quedarse atascadas.
"Pobre Agatha Harkness...por fin quiere reunirse con el pequeño Nicky...pero no tomó en cuenta que fue un pedazo de mierda en vida. Falló la estrategia está vez, Agatha"
"Primera vida" contestó Agatha. "En la segunda salvé a Billy, ayudé a esos chicos, ayudé a Jen, entendi que Nicky debía irse...y lo quería conversar contigo ¿eso no cuenta?" Agatha sonaba irritada, tenía los labios fruncidos y los brazos cruzados, sólo quedó suspendida a un metro del suelo.
"¿Y eso qué? No vas porque yo lo decido" Dijo la muerte. "No me interesa si salvaste a la humanidad, así como pude romper las reglas por ti, también lo puedo hacer contra ti. Ahora si me disculpas, tengo trabajo real que hacer, y otra cosa más..." hizo otra corta pausa.
"...no vuelvas...a mostrar...tu cara"
Dijo la muerte dándose la vuelta y a punto de desaparecer entre más niebla negra.
"Te seguiré llamando hasta que lo hagas" Dijo Agatha, muy confiada y cruzada de brazos. "No voy a parar" Agatha ya sonaba muy alterada.
"Suerte con eso, Agatha. No atiendo a más fantasmas varados en la tierra por siglos, nueva política de la empresa. Yo me buscaría un pasatiempo"
"¡RIO!" Gritó Agatha, todas las plantas alrededor de ambas entidades se habían marchitado. "¡...Por favor, mi amor, quiero ir, quiero verlo!"
Antes de desaparecer, la muerte se detuvo y volteó por un segundo.
"No esta vez, Agatha, lección aprendida, no meterse con la muerte, ¡Es una mala, muy muy mala idea! No se usa a la muerte, no se traiciona a la muerte"
Se retiró entre risas, desapareciendo, dejando un gesto con la mano mostrando el dedo medio al irse y dejando a Agatha Harkness dando un grito tan desgarrador que pudo haber espantado a las criaturas que vivían en ese bosque si no se hubieran muerto con las plantas ya marchitas.
#agatha harkness#aaa fanfic#agathaharkness#agatha all along#fanfiction en español#angst#rio gets her revenge#rio se fue ahora es lady death#ladydeath#lady death#agathario#riovidal#aubrey plaza#Agatha no la pasa bien acá#resentimiento#ghost!agatha#one shot#dark fic
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Knuckles perfecto 2
(Contiene ligeros spoiler de Sonic 3)
Ok, entonces, los eventos de Sonic 3 pasan, shalala, shalala, pero en lugar de que Shadow caiga a la nada cae inconsciente con el resto del grupo, y de igual forma Knuckles se lanza a salvar a sus hermanos y al nuevo erizo, sin embargo, mientras caen por el anillo Shadow sale de su agarre y le es imposible alcanzarlo sin soltar a los otros dos.
Necesita alcanzarlo, no puede ver morir al erizo, puede que no le caiga bien el chico, que realmente no le interese del todo su bienestar y que quiera la revancha de su ultima pelea, pero todos merecen una segunda oportunidad, ¿no?
Puede sentir como la distancia con la tierra disminuye considerablemente, intenta acelerar y alcanzar al erizo negro, pero no lo consigue, puede ver los colores del terreno bajo ellos, sus hermanos en sus brazos no dan señales de despertar, Shadow sigue inconsciente cayendo a una velocidad alarmante, no puede dejarlo morir, no puede, no puede.
Una voz que hace años no escuchaba resuena en su mente, relájate, respira y déjalo salir, es lo que dice y él obedece, por que confía en la esmeralda, debe confiar en ella, es lo único en lo que puede confiar ahora.
Así que cierra los ojos y...
El golpe contra la tierra fue duro, la fuerza y velocidad con la que caían le hizo rodar varios kilómetros, dejando un gran cráter y dejándolo levemente aturdido.
Mientras se recupera de la caída intentó que su cabeza dejara de dar vueltas, pero era casi imposible, todo a su alrededor se sentía... demasiado, podía sentir el dolor de las plantas que destruyo con su caída, el canto del mar a miles de kilómetros, el susurro del viento preguntando de donde habían salido, la energía caos del planeta intentando arreglar todo aquello que lo dañaba, podía ver la energía caos de todos aquellos en el planeta, era densa, casi imperceptible, excepto por tres firmas de energía que se encontraban en sus brazos, diminutas en comparación con él.
Una de esas firmas se despertó y se removió en su lugar soltando un jadeo asombrado que le hizo abrir los ojos.
Sonic, quien era el que despertó primero lo miro asombrado, sus orejas rígidas, ojos como canicas y la boca abierta mientras jadeos inentendibles salían de ella, Tails y Shadow, quienes iban recuperando la conciencia observaron a su alrededor antes de seguir la mirada de Sonic y toparse con un par de gigantes ojos violetas que parecían una hermosa nebulosa, ambos no pudieron ocultar su asombro.
-¿Knuckles?, ¿e-eres tu?- La voz de Sonic saco a todos de su asombro.
-¿KNUCKLES?- Grito Tails mirando entre Sonic y él gigante que los sostenía entre sus manos, por su parte Shadow, quien realmente no conocía al grupo solo mostro asombro silencioso.
Ignorando el grito de Tails, Sonic corrió de las manos verdes que los sostenían hasta el hocico lleno de pasto y flores de su hermano mayor, posándose en la base de su nariz divertido al ver al gigante hacer viscos para poder verlo.
-Ja,ja,ja - Sonic se río mientras se agachaba para tocar el pasto, ¿pelaje?, que cubría el hocico de Knuckles, había tantas emociones corriendo dentro de si en ese momento, pero, la mas fuerte en ese momento, era la felicidad, esta feliz de haber sobrevivido, de que todos lo hayan echo en realidad, feliz de ver a sus hermanos, de ver a Shadow junto a ellos, pero, sobre todo, de ver la forma gigante de Knuckles, esa forma por la que Knuckles tanto sufría, no es nada parecida a aquella que vieron en video ese día, no puede ver la tristeza en los ojos galácticos de su hermano, solo ve calma, amor incluso.
En poco tiempo Shadow y Tails aterrizaron junto a él, mirando con curiosidad y asombro a Knuckles, quien a su vez los miraba con cariño, je, es extraño lo expresivo que se volvió el mayor sin necesidad de palabras.
-¿Realmente eres tu Knuckles?- Tails preguntó con timidez y preocupación, Sonic lo entiende, en aquel momento, cuando Knuckles le contó sobre su... poder, este le pidió no, le rogo, que no se lo contara a nadie más, que fuera un secreto entre ellos dos, el mayor se veía tan desecho que Sonic le juro que guardaría su secreto.
Ante la pregunta de Tails una liana se envolvió en la cintura del zorro levantándolo hasta la frente del equidna en donde Tails enterró sus brazos a través del pelaje y dejo que su propia frente se frotara con la del mayor, un gesto que Knuckles rara vez hace pero con el que demuestra su cariño, Tails soltó una pequeña risa aliviada ante la acción.
Shadow observo todo en silencio, se alejo un poco de Sonic, quien observaba la interacción entre sus hermanos con una sonrisa, y miro a su alrededor, Knuckles dejó un gran rastro de destrucción al caer, difícilmente podrían haber salido ilesos de eso ellos solos, y sin embargo, aquí estaban, entiende por que Knuckles protegería a los otros dos, pero ¿él? ¿ Por que lo protegió también a él?
No entiende nada, ni por que o como Knuckles se transformó en esta montaña, por que lo perdonaron después de todo lo que hizo, tantas emociones en su pecho y aun así lo único que puede sentir es... calma, solo quiere sentarse en el borde de este hocico y mirar el horizonte hasta ver al sol ocultarse y quizá observar el surgimiento de las estrellas.
No se sentía así desde...
Una liana se envolvió en su cadera y lo elevo hasta quedar a lado del zorro que seguía abrazado a la frente del equidna... ¿ Aun se le puede llamar equidna?
La liana lo acercó a la frente del gigante pero, a diferencia del zorro, él no lo abrazo en cambio posó, de manera dubitativa, una mano en el pelaje frente a él y, como una ventisca de verano todas sus preocupaciones se fueron; su pecho se sintió ligero, y se sintió... querido, tal vez no amado, aun no, pero no encontró resentimiento alguno, solo una ligera advertencia, no hieras y no serás herido.
Al sentir leída su alma alejo su mano y la liana lo bajó de nuevo al lado de Sonic, quien, ahora, se encontraba parado en el espacio entre los ojos del equidna frotando su frente en el pelaje y susurros de "Gracias y perdóname" salían levemente de sus labios.
De repente, esos violáceos abismos cósmicos se abrieron y lo miraron fijamente, Shadow, con el aliento contenido, no pudo evitar pensar que esa mirada era hermosa.
Lo que María siempre le quiso mostrar, la belleza de la vida, el amor y el cariño que ambos sintieron entre ellos podría volver a sentirlo, por que al tener esa mirada sobre él entendió el mensaje...
"Te protegeré, de la misma forma que los protejo a ellos"
#+AL FIN#LO LOGRÉ#KNUCKLES PERFECTO 2#knuckles the echidna#knuckles wachowski#sonic the hedgehog#miles tails prower#shadow the hedgeh#amor fraterno#Shadow sobrevive y se queda con la pandilla#spoilers de s3
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Odiar amarte (Bjorn x lectora)
Masterlist de mi autoría
Parte 1
Sinopsis: la negativa de la mujer ante el pedido de Bjorn para rehacer lo que tenían no iba a detener al joven para seguir intentándolo. Y asi como Yvaga sería un nuevo comienzo en su calidad de vida, también lo sería en su relación.
La primera en despertar del criosueño fue ____, quien se encargó de alistar todo lo mejor posible. Luego despertó Navarro, y entre ambas encaminaron el Corbelan hacia Yvaga ese último trayecto que quedaba.
Los demás fueron despertando uno por uno, todos menos Bjorn. Fue por eso que ____ se acercó s su criocámara.
—... ¿Por qué no saliste?—lo miró preocupada al ver que estaba consiente, pero sin levantarse.
—Queria ver si te preocupabas y venías a buscarme.—sonrió apenas, solo logrando que ____ le diera un golpe en el hombro y se largara del lugar.
Al llegar a Yvaga, el gobierno regente los mantuvo en cuarentena unos días. Investigaron el tema del xenomorfo, pues Yutani venía hace años experimentando con ellos. Incluso los años que los jóvenes estuvieron en el hipersueño, hubo otros accidentes con la criatura.
Pero todo eso quedó atrás cuando el gobierno les cedió una gran ayuda social. Una bonita casa, empleos livianos y la promesa de una vida tranquila fueron más que suficiente para olvidar todo lo vivido.
Pero mientras Rain se mudaba con Tyler y Kay, y Navarro y Bjorn vivían a unas manzanas, ____ se desvaneció.
En un inicio les comentó la oportunidad de unirse a un centro de investigaciones sobre plantas medicinales que Yvaga quería inaugurar, y lo emocionada que estaba con ello. Pero de un día para el otro desapareció. Y pasaron semanas sin tener novedades. Al menos hasta que Navarro la vio en las costas de la ciudad.
—¡Estaba ahí! Hurgando en las piedras de la costa.—miró a su hermano, quien enarcó una ceja incrédulo.
—¿Y por qué no te acercaste a hablarle?—Kay la miró preocupada—. No sabemos nada de ella hace mil años.—
—Un chico se acercó a ella, y se fueron juntos en un vehículo. Yo estaba lejos, no me escuchó cuando la llamé...—
—Osea que ya tiene novio y se olvidó de Bjorn.—Tyler miró divertido a su primo, quien no tardó en levantarse molesto y salir de la sala.
—Tenían el mismo uniforme, eso dice que son compañeros...—
—Si entró a ese proyecto de hierbas medicinales... ¿Tal vez buscaba algas?—Rain lo meditó un segundo—. Significa que puede volver a ir. Podemos quedarnos en la playa...—
—¿Y qué? ¿Quieres plantarte ahí todo el día y esperar a que aparezca?—Bjorn la miró desde el umbral de la cocina—. Es evidente que no le importamos, se esfumó. No quiere vernos.—
—A ti no quiere verte, y por ello todos estamos en el mismo problema.—Kay sonó molesta—. Todo es tu culpa... yo sí quiero ir a la playa.—
—Voy con ustedes.—Navarro sonrió emocionada—. Aún no veo el atardecer sobre el mar.—
Bjorn no podía creer la emoción del trío de chicas, parecían ignorar el hecho de que ____ no quería verlas...
¿No quería?
De todas formas...
Él sí quería verla.
Era un hermoso sábado por la mañana cuando ____ llegó a las costas del norte de Yvaga. Dejó su bicicleta sin mucho cuidado en la acera lindera a la arena, y tras quitarse los zapatos caminó hacia el agua. Le gustaba la sensación cosquilleante de la arena bajo sus pies, asi que disfrutó el corto trayecto.
Se acercó a unas grandes rocas de la orilla, comenzando su búsqueda de algas. Fue solo unos minutos después que un llamado desesperado la hizo voltear.
—¡____! ¡Quédate ahí quieta, señorita!—una Kay apresurada corría con dificultad por la arena, hundiéndose torpemente por usar zapatos pesados. ____ sonrió.
—No me iré.—volvió la atención a las piedras—. Tengo una buena porción de porquería verde aquí...—
—Asi que adiviné.—Rain y Navarro se acercaron a paso más seguro que Kay, apoyándose en la piedra que respaldaba a su amiga—. Eran algas.—
—¿Me espiaban?—Kay finalmente llegó, viendo a ____ guardar algas en un contenedor de plástico—. Que triste.—
—Te vi de casualidad antes... Perdón si me preocupo por una amiga que desapareció de la nada.—Navarro rodeó la roca, agachándose a su lado—. ¿Cuál es tu maldita excusa por habernos ignorado asi.—
—No las ignoré.—la miró finalmente—. Solo... No las estaba buscando.—cerró el contenedor ya lleno, dejándolo sobre las rocas—. Lo siento si las preocupé.—
—... Que disculpa más asquerosa.—
—Bueno, es la única que tengo.—____ se acercó al agua—. Yvaga es genial, y yo solo quiero... Aportar mi ayuda. Debo pagar la oportunidad que nos dieron ¿No crees?—
—¿"Nos dieron"?—Kay enarcó una ceja confundida.
—Si ayudaba en el laboratorio, les darían buenos lugares a ustedes. Y a mi, claro.—sonrió apenas—. Perdón si no te visitaba, Kay. Pero con saber que estabas a salvo y lejos de una mina de carbón estaba tranquila.—
—Nadie te pidió un esfuerzo asi.—Navarro llamó su atención.
—Son mis amigos, haría lo que sea por ustedes. No necesito tu permiso...—sonrió divertida antes de tenderle una especie de microscopio chiquito—. ¿Quieren ver algo genial? Hay gambas chiquitas que viven entre las rocas.—
Tal vez ____ no era una persona muy amorosa como Kay, o abierta como Navarro. Pero amaba a sus amigos, y el trío de chicas en aquella playa lo entendió al enterarse de todo lo que ella hizo por su seguridad.
—Le dijeron que si trabajaba en el laboratorio, nos mantendrían en el sector B, a todos.—Rain miró a Tyler, notando lo sorprendido que estaba—. ____ esta en el área de biomateria.—
—¿Por qué diablos no nos lo dijo?—Bjorn apoyó los brazos en la mesa—. Solo... desapareció.—
—Estamos hablando de ____, Bjorn. Desaparecerse por días era algo muy suyo en Jackson ¿Recuerdas?—Navarro se sentó a su lado—. Esta muy emocionada por este proyecto... Creo que ni siquiera duerme bien.—
—Pasó la tarde con nosotras pero nunca dejó sus apuntes.—Kay apoyó el mentón en la mesa, mirando con cierta tristeza aquella pecera con gambas blanquecinas que había juntado en la playa. (Mi sueño frustrado es tener de esas... Ahre cortaba el relato)
—Bueno, siempre estaba trabajando.—Tyler recordó las tardes de ausencia en las reuniones de fines de semana—. Supongo que aquí será igual.—
—No. No puede ser.—Bjorn lo meditó un segundo—. No puede ser una loca del trabajo aquí también, debe relajarse... Y la idea de que se sobreexija para que nosotros vivamos bien... No me gusta nada.—
Un silencio algo raro los rodeó. Todos creían que Bjorn tenía razón. Y debían hacer algo al respecto.
—Solo será la cena y luego me voy.—
—No, señora. Usted se quedará aquí con nosotros.—Kay la abrazó por la espalda—. Haremos una pijamada~
____ entró a aquella casa y de inmediato fue recibida por sus amigos. Y por Bjorn.
Mientras la lasagna se cocinaba en el horno y Kay llenaba su acuario de más y más plantas, ____ les relataba qué había estado haciendo esos días. Y Bjorn lo supo, la chica estaba comenzando a perderse de nuevo en ese círculo vicioso de trabajo.
—Debes controlarte con eso.—Rain la miró preocupada, diciendo en voz alta lo que todos pensaban—. Vinimos a Yvaga para mejorar nuestra forma de vida... Y tú haces exactamente lo mismo que antes.—
—Si, pero... Ahora lo hago feliz y bajo el sol.—____ intentó bromear, pero a su amiga no le hizo gracia—. Bueno bueno... Intentaré calmarme con eso.—
Después de la cena, y tras tontear un poco entre todos, media docena de colchones se desparramaron por toda la sala. Y todos cayeron rendidos enseguida. Todos menos ____.
Bjorn dormitaba apenas, cuando unos ruidos del comedor llamaron su atención. Se levantó con cierta pesadez, y esquivando a todos sus amigos tendidos en el suelo, se abrió paso hasta el comedor. Y entonces vio a ____ sentada en el marco de la gran ventana que daba a la playa.
—¿No puedes dormir?—la chica se dio un pequeño susto, pero no tardó en asentir—... ¿Puedo acompañarte?—
Algo insegura, ____ le hizo un lugar, y Bjorn no tardó en acercarse. Se sentó a su lado, cuidando no invadir mucho su espacio. Era la primera vez en su vida que se sentía tan nervioso por estar cerca de ella. Algo que sonaría imposible de creer en sus años de noviazgo, donde no se separaban para nada. Al menos hasta que todo se fue al diablo.
—¿Que es eso que se ve a lo lejos?—el chico señalo las costas a lo lejos, donde algo resplandecía apenas.
—Las gambas que viven en las rocas tienen un pigmento en su exoesqueleto que las hace bioluminiscentes.—explicó ____.
—... ¿Como me habías dicho en la nace? ¿Poco agraciado de cerebro?—la chica lo miró—. Hablas en chino para mi, cariño.—no pudo evitar sonreírle, y Bjorn se la devolvió.
—Bichos chiquitos. brillar en luna. Bonito.—habló cual salvaje, señalando la pecera de Kay detrás de ellos. Bjorn resopló con gracia.
—Ya ya, entiendo.—notó el leve resplandor de las criaturas sobre la cajonera de la sala. Eran bonitas—... Sobre lo que hablamos hoy... Era en serio, debes relajarte.—se tornó más serio, y ____ notó eso.
—Me gusta mi trabajo, de verdad es algo que disfruto hacer...—Bjorn estaba por hablar, pero vio que ella continuaría—. Pero vi la preocupación de las chicas en la mañana... asi que lo tomaré con calma.—
—No puedes desaparecer así... Hacías lo mismo en Yvaga.—
—Y por eso hiciste lo que hiciste ¿No?.—Bjorn se aferró al marco de la ventana, afectado por el tono neutral y cortante de aquello—. Me engañaste. Y antes de que te defiendas, esta bien... No fui una novia presente... lo entendí apenas hoy.—
—No, no pienses que es culpa tuya... Yo fui un idiota.—
—Ah, sí lo fuiste. No dije lo contrario.—____ se apoyó en el marco lateral de la ventana—. Me enamoré de mi trabajo, más de lo que lo estaba de ti... Descuidé lo nuestro, y tú tampoco te esforzaste mucho en intentar mejorar las cosas...—un aire helado la hizo tiritar apenas—. Los dos fuimos unos idiotas.—La chica bajó de la ventana, ya algo afectada por el frío y el cansancio—. Será mejor que vayamos a dormir, mañana trabajo por la tarde, y creo que podría descansar bien por primera vez en semanas.—
—... aún quiero intentarlo.—Bjorn no tardó en alcanzarla—. Empezar de cero.—
—... seamos amigos ¿Si? Asi nos evitamos el ciclo repitente de yo estresada por el trabajo y tú engañándome con una mesera.—
—Lo dices tan a la ligera que parece que no te importa.—
—Oh, no no no. No confundas mi actitud ahora. Porque en ese entonces me destrozaste el corazón.—la voz de la mujer se quebró un poquito en esa última palabra, y Bjorn sintió la urgencia de abrazarla en cuanto ella le dio la espalda.
—Lo lamento... Lo lamento de verdad.—la abrazó incluso más fuerte—. Fui un imbécil... Déjame arreglarlo... Si tú quieres.—apoyó el mentón en su hombro, agachándose un poco por la diferencia de altura—. Pero si dices que no, seguiré insistiendo.—
—Ah, que molesto.—
—Juntaré algas contigo... Te acompañaré al trabajo, y te esperaré a la salida... Veré que comas bien, que duermas bien... Me esforzaré para mejorar las cosas... Solo déjame hacerlo.—
____ se aferró a los brazos que rodeaban su pecho, asintiendo apenas. Bjorn sonrió, sintiendo cómo la chica se relajaba bajo su tacto.
Sabía que las cosas serían extrañas en un inicio, que no todo sería color de rosa. Pero se esforzaría, haría lo que sea para recuperar el corazón de la amante del trabajo.
La verdad yo no sé si podría perdonar algo asi.
No sé, nunca tuve pareja, quéseyo cómo reaccionaría. Re solari la piba xd.
Pero calculo que no volvería, no me olvido fácil de las cosas, no podría ignorar el hecho de que en algún momento me cagaste we.
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Holaaaaaaa! qué tal una historia en la que Enzo es entrevistado por una chica y la chica se empieza a sonrojar y a poner nerviosa porque le gusta su voz y su acento (ella no es uruguaya) y él coquetea con ella e incluso termina llevándola a su habitación de hotel??
+18!
Jamás imaginaste adquirir fama hablando sobre películas y mucho menos creíste llegar tan lejos como para hacer streams entrevistando celebridades, por lo que poder sentarte junto a uno de tus actores favoritos de La Sociedad de la Nieve aún te resulta shockeante.
Tus manos temblaban cuando abriste la puerta para recibir a Enzo, que como pequeño presente te obsequió una planta para tu hogar, pero te esforzaste para lucir profesional mientras él observaba atentamente cómo te encargabas de los últimos detalles antes de iniciar la transmisión.
Pero una vez que comenzaron las preguntas y respuestas y sentiste sus ojos sobre tu rostro... fracasaste. La profundidad de su voz junto con sus palabras medidas, los movimientos de sus manos y su atención sobre tu figura provocaron que tus mejillas ardan y te viste forzada a cruzar las piernas, tus muslos apretados en un intento de aliviar la sensación en tu centro.
Intentás sepultar los pensamientos que invaden tu cabeza y el recuerdo de todas las noches que pasaste tocándote mientras imaginabas que él estaba a tu lado, su aliento golpeando tu cuello y sus palabras guiándote. Esperás que no sea evidente que más de una vez te dormiste escuchando sus entrevistas porque su voz te resulta tan relajante como adictiva.
Enzo chequeó el ángulo de la cámara antes de colocar su mano sobre tu pierna y acariciar tu piel con su pulgar, una sonrisa tirando de sus labios al ver la forma en que disimulaste el sobresalto. Su voz se vuelve más grave, suspira profundamente mientras finge pensar sus respuestas y su mano no deja de moverse sobre tu muslo, cada vez más cerca de tu entrepierna.
Para cuando se despiden de tus seguidores y apagás la cámara, tu ropa interior está completamente humedecida. Evitás verlo a los ojos centrándote en tus manos sobre tu regazo, pero él se pone de rodillas para poder ver tu rostro mientras sus manos separan tus piernas.
-¿Qué pasó...?- pregunta con voz ronca, fingiendo inocencia-. Nunca te vi así con otros invitados.
-Perdón, es que...
-¿Por qué me pedís perdón?- sonríe y es tranquilizador, pero también una provocación. Sus dedos rozan tu ropa interior-. ¿Te pusiste este vestidito para mí? Te queda tan lindo...
Cerrás los ojos con fuerza cuando sus dígitos ejercen presión sobre tu clítoris y te contenés al oír su respiración volviéndose temblorosa. Emite un sonido de desaprobación seguido de una especie de quejido para burlarse de tu estado.
-Mirá cómo estás...- susurra contra tu piel, antes de reincorporarse para poder acercar su boca a tu cuello-. ¿Todo eso es para mí...?
No hace falta aclarar que el resto de la tarde transcurre con Enzo sacándote orgasmo tras orgasmo, permitiendo que te embriagues con su voz y todos los elogios (algún que otro comentario degradante también) que dejan sus labios. Cuando llega su hora de recibir placer no deja de gruñir y gemir palabras de aliento contra tu boca.
#letters to enzo#deep in thought#deep answers#enzo vogrincic#enzo vogrincic smut#enzo vogrincic x reader#lsdln cast
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Recuerden que pueden dejar sus peticiones si quieren(❀╹◡╹)
Ahora sí!
Título: Tickle Muichiro MuiTan: abrigados en el frío
Sipnosis: Tanjiro descubre una forma de abrigar a Muichiro sin necesidad de abrigos a la vez que se divierten
Eran épocas navideñas ya que estaba nevando, y eso no pasa siempre, aunque este clima estaba constante en donde vivía Tanjiro antes. El patrón dió permiso a los pilares y cazadores a descansar un poco haciendo lo que quisieran ya que en este clima era muy poco comunes los demonios, así que Tanjiro y Muichiro aprovecharon para ir a ver como eran los otros pueblos nevados, se cambiaron la ropa y se pusieron unos abrigos,ropa de invierno y fueron a la villa de los herreros
Presenciaron uno de los mejores paisajes que habrán visto, era hermoso y brillante y había mucha gente disfrutando de ello también, así que por qué no divertirse ellos también?? Era entendible ya que solo eran unos jovenes, pero Muichiro no estaba acostumbrado al frío en su nariz y menos a divertirse y reir como si fuera más joven de lo que es, pero se motivo a estar con Tanjiro que sí quería. Y aunque se terminó helando la nariz y los ojos completamente, pasó un buen tiempo viendo la nieve haciendo formas con esta o peleando entre ellos con ella lanzándose bolas de nieve y soltando algunas carcajadas de diversión
Esto no significa que esto haya mantenido activo a Muichiro por mucho tiempo. Cuando ya se estaba viendo el atardecer asomándose en medio de las frías nubes del cielo, se fueron a la finca de Tokito ya que se estaba haciendo tarde
A pesar de lo mucho que se divirtieron, Muichiro estaba cansado y tenía mucho frío en todo su rostro y cuerpo. Tanjiro, que todavía estaba activo le ofreció llevarlo en su espalda porque Muichiro casi no podía ni caminar de lo mareado que estaba. Fueron a la finca de Tokito donde estaba más cálido, ahí fue donde por suerte Muichiro se volvió a activar ya que se fue equilibrando su temperatura poco a poco, aunque seguía teniendo frío
Tanjiro dejó a Muichiro en el suelo para que caminara libremente, ambos fueron felices a una habitación donde estaban los tatamis. Cerraron los biombos que estaban abiertos y dejaron entrar un poco de nieve
—Uff!! Qué viaje! La villa de los herreros se veía hermosa y mágica! ¿Verdad, Tokito?—Mencionó Tanjiro todavía ilusionado, con la visión de la villa en sus ojos
—Si! Aunque me mareé si fue divertido, tenía tiempo sin divertirme así. Menos mal que nadie nos miró raro. Gracias Tanjiro— Respondió Muichiro algo cansado pero con una sonrisa dibujada en su rostro, mientras se quitaba la bufanda, la siga del cabello y el abrigo.
Debajo tenía un kimono ligero que le quedaba corto (bajo su pecho) color azul cielo, lo tenía suelto fuera de su pantalón ancho gris que tenía con unas botas negras. Estas botas se las quitó quedando en medias, inmediatamente se las quitó sintió un escalofrío de baja temperatura que se quedó grabado en sus pies, dándole frío a estos
—U-uf, todavía hace frío aquí, o soy yo..?— Se cuestionó Muichiro mientras le temblaban los pies. Intentó calmar la temperatura de sus pies entrelazando estos entre sí, pero casi no cambiaba la temperatura
—Déjame intentar algo— Dijo Tanjiro mientras se sentaba en frente de los pies de Muichiro y los apretaba un poco con suavidad
Esti hizo que Muichiro temblara ligeramente por todo su cuerpo mientras tanjiro acariciaba suavemente sus pies, yendo con uno y luego con otro haciendo lo mismo.
—Esto yo lo hacía mucho con mis hermanos cuando hacía frío, cuando la piel entra en contacto con otro contacto humano, la temperatura de lo que esté tocando se lo da. Cómo tengo mis manos cálidas puedo ayudar con esto— Mencionaba Tanjiro mientras seguía acariciando suavemente su pie, pasando suavemente sus manos por la planta de su pie y por los dedos de sus pies encubiertos en medias negras
Muichiro casi no lo podía escuchar, estaba riendo ligeramente mientras movía un poco sus pies y dedos
—Jejejejejejejeje—Rió tiernamente mientras intentaba contraer sus pies evitando su toque
Muichiro, antes de darse cuenta, Tanjiro ya se había acercado hacia el para hacerle cosquillas suaves en su cintura y pecho, lo que hizo a Muichiro chillar
—KYAHjajajajejejejeje!! Tanjiro...para jejejeje—Pedía Muichiro entre risas nerviosas, moviéndose inconscientemente, mientras sentía las cálidas manos de Tanjiro masajeando su cintura y pecho, compartiendo su temperatura
—Me recuerdas a uno de mis hermanos, siempre era así— Mencionó Tanjiro con una sonrisa amable en su rostro
Finalmente Muichiro paró de intentar detener a Tanjiro. Muichiro se fue relajando y riendo a carcajadas mientras sentía el toque de Tanjiro sin cesar, pero su risa se fue haciendo más alegre e inquieta cada vez más cuando sintió los calidos dedos de Tanjiro rascando su barriga
Al final Tanjiro terminó deteniéndose, sorprendiendo un poco a Muichiro que ya se había acostumbrado a la sensación, pero por lo menos puede recuperar el aliento lentamente
—Voy a ir por algo para comer aquí. Ok? Espérame aquí, no tardo—Dijo Tanjiro volviéndose a poner la bufanda para salir afuera
Al final el rostro de Muichiro volvió a ser la misma pizarra en blanco, solo tenía una linda sonrisa dibujada debido a lo que Tanjiro le acaba de hacer. Por lo menos encontraron una forma divertida de calentarse en el invierno a la vez que se divertían juntos los 2. Y ahora van a comer algo para satisfacer el apetito
@alejandro-tickling
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#184 Wind River (2017)
Cory Lambert (Jeremy Renner) es un cazador experto en rastreo que es contratado por los diferentes estados de Estados Unidos para acabar con depredadores que matan ganado o atacan a reses
Su exmujer es miembro de la reserva, pero desde que ocurrió el incidente que marcó a su familia, salieron de la reserva india y se divorciaron, aunque ambos siguen queriéndose y preocupándose por el otro. Cory y Wilma tienen un hijo de 9 años al que le encanta pasar tiempo con su padre, aunque no tenga muchas oportunidades.
Cory es contratado por la reserva donde viven sus ex suegros para cazar un puma que está causando estragos en el ganado de la zona.
Siguiendo el rastro de sangre, Cory llega hasta el cuerpo de una joven de 18 años que ha muerto en medio de la nieve, ahora su cadáver está congelado, pero pese a la circunstancia puede reconocerla como Natalie (Kelsey Chow), una amiga de clase de su hija.
Visiblemente conmocionado avisa, junto al jefe de la policía de la reserva, al FBI, ya que la policía estatal no tiene jurisprudencia en la zona.
El FBI envía a la agente Jane Banner (Elizabeth Olsen) una profesional que no parece muy preparada para el trabajo de campo y que va a depender de Cory para poder seguir las pistas de este crimen.
El forense les informa que Natalie ha sufrido un golpe en la cabeza y que al caminar descalza por la nieve sus pulmones se llenaron de aire que se congeló e hicieron que el líquido de los mismos se congelaran y sangraran, haciendo que la joven muriera ahogada en su propia sangre. También había sido abusada en repetidas ocasiones, pero todo eso ya se lo había dicho Cory antes solo leyendo el terreno.
Cory va a casa de los padres de Natalie, estos están rotos de dolor, y el cazador los entiende perfectamente. Es aquí cuando el personaje nos cuenta que una noche se quedó a trabajar fuera de la ciudad y le dijo a su mujer que se fuera con él. En casa se quedaron su hija de 16 años y su hijo de 6, solo sería una noche, pero una noche es suficiente.
Su hija invitó a algunos amigos, estos amigos llamaron a otros amigos, y en su casa se presentó tanta gente que ya casi ninguno era amigo de la chica. La adolescente apareció congelada y lo que quedaba de ella era lo que dejaron los coyotes, así que nunca supo la verdad.
Por eso comprende tan firmemente el dolor de los padres de la chica, y el padre de esta le dijo que le prometiera que iba a descubrir quién le hizo algo tan horrible a su hija y que le pague con la misma moneda.
Como parte de la investigación descubren que Natalie salía con un guarda de seguridad de la planta petrolífera que está en la reserva, pero la chica apareció a 8 km de las caravanas que están en la planta petrolífera, lo cual les parece extraño.
Gracias al rastreo de Cory encuentran el cadáver de Matt (Jon Bernthal) el novio de Natalie, lo que hace saltar las alarmas para Jane y Cory.
Jane, el jefe de policía de la reserva y un par de agentes van a la planta petrolífera para ver la caravana de Matt, mientras Cory está por la zona siguiendo el rastro, ya que Matt aparece desnudo lejos de la caravana, pero hay rastros de motos de nieve, por lo que tanto Matt como Natalie fueron víctimas de un crimen.
Hay 5 miembros del cuerpo de seguridad que acompañan a Jane y los agentes a la caravana de Matt, allí ella les pregunta por los golpes que tienen en la cara y estos les dicen que es por las ramas de ir con las motos de nieve patrullando la zona.
El ambiente es muy tenso y cuando uno de los de seguridad se le escapa que saben que Natalie está muerta cosa que nadie había dicho, y que con Matt compartían caravana 2 de ellos... Los agentes se dan cuenta de que los de seguridad los están rodeando y que quieren atacarles, todo salta por los aires porque los de seguridad aseguran que la policía no tiene jurisprudencia sobre esa zona, y empiezan a apuntarse con sus armas entre ellos delante de la caravana. Jane les recuerda que la única autoridad es el FBI, por tanto, es ella quien decide.
Mediante un flashback vemos a Natalie llegando a la caravana de Matt, ambos se abrazan y se muestran muy enamorados, se acuestan juntos y hablan del futuro, pero por desgracia aparecen los 5 guardas de seguridad borrachos en la caravana. Matt y Natalie se molestan, ya que estos se justifican diciendo que se sienten solos y que Natalie podría estar con todos ellos.
Matt se lía a puñetazos con ellos y casi les gana a todos, Natalie intenta defenderlo, pero se lleva un golpe en la cabeza que la deja sin conocimiento. Los 5 hombres le dan una paliza a Matt dejándolo inconsciente. Los 5 empiezan a violar a Natalie mientras estaba inconsciente, esta despierta y se intenta defender en balde. Matt se despierta y los golpea a todos, pero Natalie sale corriendo descalza, sabiendo que es imposible librarse de ellos.
Cory que sabe que Natalie era una guerrera, entiende que los hombres la persiguieron en las motos mientras ella huía descalza por la nieve hasta que cayó desplomada.
Mientras Jane está en la puerta de la caravana, pero ahí no sale nadie, y empieza a sospechar. Desde dentro disparan en el chaleco y comienza el fuego cruzado, donde los agentes y el jefe fallecen y ella se tiene que esconder.
Cory los mata a todos los que están fuera y a uno de los que están dentro, pero otro, el peor perpetrador de lo ocurrido a Matt y Natalie, sale corriendo de la caravana hacia las montañas. Cory ayuda Jane hasta que llega la ambulancia, y la tranquiliza mientras llega la ayuda.
Cuando se llevan a Jane, Cory rastrea al último asesino y lo caza en las montañas nevadas. Lo lleva a 10 km de la autopista más cercana y le dice que confiese o lo matara.
Este le confiesa que tantos meses en la nieve, con el silencio que allí habita hizo que los 5 guardias vieran a Matt ligando con Natalie y se pusieran celosos, esa noche se justifican en que solo querían pasarlo bien. Aquí Cory ve reflejado todo lo que le ocurrió a su hija en la reserva.
Cory le dice que le va a dar la misma oportunidad que ellos le dieron a Natalie, están a 10 km de la autopista, le deja descalzo y le dice que corra o que le disparará... El asesino empieza a correr, pero a los pocos metros tiene la misma muerte que Natalie, se ahoga en su propia sangre.
Cory vuelve con los padres de Natalie, y le cuenta al padre toda la verdad de como murieron todos, el padre de la joven habla con Cory sobre recordar a sus hijas y de como sus vidas han sido sesgadas. Es por eso que en el hospital Cory le dice a Jane que se vaya lo más lejos posible de la reserva.
Al final de la película nos recuerdan que esta se encuentra basada en hechos reales, y que pese a que existen varios estudios sobre las desapariciones de mujeres en estados unidos, no hay registros de cuantas mujeres desaparecen en las reservas indias que se encuentran en el país, y que el estado no hace nada al respecto.
#jeremy renner#elizabeth olsen#kelsey chow#jon bernthal#gil birmingham#julia jones#james jordan#film#cinema#pelicula#wind river
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Traduccio
Primera etapa
Recién infectado (por herida o fluidos).
Al principio solo no se notará esta marca de la herida, aunque la víctima sentirá mucho dolor en ella, posiblemente diciendo que siente como si miles de gusanos se estuvieran metiendo debajo de su piel, pero esto será momentáneo.
Esta etapa dura entre 4 a 7 días mientras las feromonas comienzan a infectar todo el cuerpo con el objetivo de llegar al cerebro.
segunda etapa
En esta semana la víctima empieza a perder peso gradualmente, su piel se tornara pálida mientras en la zona de la herida empieza a notarse venas de color morado.
En este punto la víctima estará confundida, cansada y aveces hasta alterada hay ocasiones en que puedan tener arranques algo violentos o les de ataques de ansiedad debido al estres. Pero la mayor parte del tiempo podrán mantenerse estables dependiendo de la fortaleza de cada víctima.
Tercera etapa
Luego de un mes de haberse la infectado los cambios previstos se han vuelto mas notorios la piel a perdido color, las venas solo se han expandido y vueltos mas oscuras.
La víctima empezara a tener pequeñas alucinaciones creera que las personas estaran en su contra, sus recuerdos empezaran a ser confusos todo esto lleno de arranques de ira y desesperación, intentarán golpearse, arrancarse el pelo incluso morderse con tal de parar el dolor es como si algo creciera dentro de ellos y los drenara al punto de dejarlos sin nada.
Aparte un gran hambre casi insaciable en este punto buscaran comer cualquier cosa, desperdicios incluso personas y ellos mismo con tal de tener algo de tranquilidad. Estos sintomas varían su gravedad depende la fortaleca de la víctima.
Esta estapa dura un mes...
Cuarta etapa
No muchos llegan a este punto. Sus extremidades se alargaron y su piel empieza a pudrirse. Pero se sabe que solo es un cascaron aun siguen con vida pero no consientes su mente los abandono hace algún tiempo las plantas que se desarrollaron dentro al fin floreceron liberando más esporas. Son altamente agresivos si llegas acercarse. ¡SE EXPARSE POR EL AIRE!
Lamento si es muy largo. Con el tiempo daré mas datelles sobre la historia y como aun pueden a ver sobrevivientes.
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||🔱👑 Deadly Sin!Adam AU 👑🔱||
Tulipanes amarillos y rojos.
Adam se encontraba en su jardín trasero, regando las flores con su pequeña regadera rosada. Miraba los tulipanes rojos con nostalgia, recordaba perfectamente que este tipo de flores eran los favoritos de Eva, cualquier tulipán era su favorito sin importar el color, como los tulipanes amarillos que están en su cabello. Recordaba con anhelo y nostalgia aquellos días en el Edén con ella, y los previos que le siguieron cuando fueron expulsados del jardín. Pero aún así, sin importar las dificultades nunca se separaron.
Hasta ahora, cuando renunció a su divinidad solamente para que ella pudiera descansar en el cielo.
Solamente esperaba que ella la estuviera pasando bien, y que, aunque le desgarrara el corazón, ella hubiera logrado conseguir a otra alma o persona a quien amar.
Ella merecía la felicidad, aunque no fuera con él.
Se lo merecía después de las penurias que le influjo Lucifer aprovechándose de su ingenuidad.
— ... Lewis—llamó a su mayordomo Imp de mediana edad, quien estaba a un lado suyo con las manos en su espalda — ¿Crees que lo que hice fue... Egoísta?—preguntó—
Lewis fue su más grande confidente, y hasta cierto punto una figura paterna, le confío su más grande secreto después de que dicho imp lo viera en su estado más vulnerable.
— Mi señor, sus acciones son todo menos egoístas. Tuvo su oportunidad para ir al paraíso, pero en cambio, le dió esa oportunidad a su esposa con el precio de tomar sus pecados y que así su alma esté limpia para poder ingresar al cielo. —miró fijamente los ojos dorados de Adam — usted se convirtió en el pecado original para que su esposa descansará en el cielo, señor. Es la acción más desinteresada que jamás lograre ver en milenios, porque nadie dejaría ir su oportunidad para ir al cielo por otra persona, a excepción de usted — declaró el imp de mediana edad, colocando su pequeña mano en el gran brazo musculoso de Adam—
— ... Muchas gracias, Lewis...— miro a los tulipanes rojos, pequeñas gotas de agua caían de sus rojizos pétalos —
Había veces que se sentía inseguro, pensando que podría haber encontrado otra manera para hacer las cosas. Pero lo único que le importaba era que Eva estaba a salvó en el cielo.
Ella era su todo.
En el cielo, en una enorme casa, había una mujer pelirroja frente a un lienzo. Dicho lienzo tenía la imagen de un hombre de cabellos castaños, ojos dorados y una hermosa sonrisa, rodeado por las plantas que estaban en la pintura.
La mujer miro su pintura con añoranza.
— ¿Dónde estás?... Mi hermoso león...— suspiro Eva —
Ella lo extrañaba mucho.
#hazbin hotel#hazbin hotel fandom#hazbin adam#hazbin hotel adam#hazbin hotel au#adam hazbin hotel#hazbin eve#eve hazbin hotel#eve x adam#Deadly Sin!Adam👑
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