#dan torrance fanfiction
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this is me trying
Richie Tozier/Dan Torrance - It & Doctor Sleep Crossover
Summary: While Richie Tozier is trying to recover from everything he experienced in Derry, he meets Dan Torrance and discovers that he has a power called ‘shining’. The two of them must learn to navigate life on the other side of the traumas that they’ve experienced. The bond that they form is truly some ‘cosmic-level shit’.
From the fic:
He made eye contact with the man across the aisle. Richie remembered that his name was Dan and he had been sober for over ten years. Richie hoped that he wasn’t still coming to this joint after ten fucking years. And to someone who was ten years sober, this shit had to be a joke.
Dan had sad eyes, but they sparkled with a slight bit of mischief when he met Richie’s gaze, like maybe he could tell what Richie was thinking. Everyone has their demons . A voice that Richie almost didn’t recognize said back to him in his brain.
Richie furrowed his brows. That was weird .
“The thing is, everyone else has no problem drinking to celebrate. Have a few glasses of wine and get loosened up.” Debbie went on.
Can you hear me? The voice said. Dan was still looking at him and his gaze was so intense that Richie had to look away. He took a deep breath, trying to focus back on the meeting. The story about the woman’s other family birthdays and holidays that had gone wrong because of her drinking.
“For me, it was three bottles … four bottles.”
Richie looked down at where his hands were clasped uneasily between his knees.
After the meeting, Richie bolted toward the door to smoke. Rolling fog was visible even in the dark of the evening. It was damp out, like it had drizzled while they were inside. The street light reflected on the dark pavement. He stood on the right side of the building, away from the rest of the smokers who gathered on the left under the big tree. Shoulders slumped as Richie focused on the bitter taste of the cigarette.
I’m fucking losing it. A drink sounds so fucking good right now. Richie thought to himself.
“Hi.”
Richie looked up. He tried not to be annoyed that Dan was approaching him and offering him a cup of stale shitty coffee in a styrofoam cup.
“Hey.” Richie said, politely taking the cup, but not making eye contact with him.
“Dan Torrance.”
“Richie Tozier.” He gave a quiet laugh. “Feels kinda stupid introducing myself since I do that every so often in front of everyone.”
“Don’t feel stupid.” Dan said.
Richie’s gaze flickered up to meet Dan’s. “You want a smoke?” Richie asked.
“No, thank you. I don’t smoke.” Dan said.
“Ten years sober and no nicotine? Jesus.” Richie said, taking a long draw from his cigarette.
Dan smiled, but shrugged. “I can’t help but notice that you sit alone during the meetings. If you ever need anyone to talk to … ”
“I’m not really looking for a sponsor.” Richie interrupted him. You’re not supposed to be attracted to your sponsor . He thought.
Dan’s brow furrowed, and he looked down at the space on the sidewalk between where they were standing. He rubbed the back of his neck and chuckled softly. “Still.”
Richie knew that he hadn’t said that second part out loud, but the way that Dan was blushing made him wonder if he had by accident. “Sorry, I uh, wasn’t trying to be rude.” Richie said carefully.
Dan cleared his throat. “No, not at all. I just meant that everyone can use a little extra help sometimes. Or a friend.”
“I’ll keep that in mind, alright?” Richie offered a smile.
Dan smiled back and nodded. “See you around, Richie.”
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Resplandor entre Tinieblas - Capítulo 155. Acción de Gracias (I)
Resplandor entre Tinieblas
Por WingzemonX
Capítulo 155. Acción de Gracias (I)
Cuando Samara abrió los ojos, los rayos del sol entraban a raudales por la ventana de la habitación, bañando con su luz el suelo y las sábanas que la cubrían. Afuera se encontró con un cielo despejado, azul como nunca había visto. Se sentó en la cama y estiró sus brazos, soltando un pequeño quejido de satisfacción al hacerlo. Agachó la mirada, y miró con extrañeza su atuendo: un vestido casual color rojo vino, de manga larga, con tela blanca con holanes en sus puños y cuello. Se retiró los tendidos de encima, y vislumbró además que sus piernas estaban enfundadas en unas mallas blancas, e incluso usaba unos botines negros en los pies.
Samara arrugó el entrecejo, pensativa. ¿Se había acostado la noche anterior vestida de esa forma? ¿Incluso con los zapatos? No lo recordaba; y, en realidad, tampoco le dio mucha importancia.
En lugar de darle más vueltas al asunto, se paró de la cama, se colocó frente al espejo del tocador, y tomó un cebillo con la intención de peinarse. Sin embargo, al observar sus largos cabellos negros que caían libres a cada costado de su cabeza, y bajaban como cascada por su espalda, se dio cuenta de que todos estaban justo en su sitio; lacios y brillante, casi como si lo acabara de lavar recientemente.
De nuevo, aquello le pareció sólo un poco curioso; lo usual era que su cabello despertara siendo todo un desastre. Pero de nuevo, no le dio importancia; en especial cuando a su nariz llegó un delicioso aroma proveniente de la planta baja. Delicioso aroma a comida, para ser exactos.
De seguro la Srta. Honey ya había comenzado los preparativos para la cena.
Sin pensarlo mucho, salió de la habitación y se dirigió presurosa hacia las escaleras, bajando cada escalón con rapidez hasta llegar al piso de abajo. Giró rápidamente en dirección a la cocina, y entró en aquel pequeño espacio por la puerta que conectaba con el comedor. Los aromas de la comida se hicieron aún más presentes, bailando alegres en su nariz. Frente a la encimera de la cocina, vislumbró la figura alta y delgada de la mujer, que canturreaba alegre mientras, al parecer, pelaba unas papas.
—¿Quiere que le ayude? —preguntó Samara desde el marco de la puerta, con un inusual entusiasmo.
La mujer dejó lo que hacía y se giró en ese momento en su dirección. La miró con un llamativo brillo de alegría en sus ojos cafés, y una sonrisa grande y risueña.
—Todo está bien por aquí, cariño —le respondió con tono suave y calmado—. Mejor ve y juega con tus amigas.
El júbilo y la emoción que habían inundado a Samara se desvanecieron por un instante, dejando en su lugar sólo absoluto pasmo, que la dejó congelada en su sitio en cuanto su cabeza alcanzó a comprender y reconocer por completo lo que veían sus ojos. Y resultaba extraño que no se hubiera dado cuenta con anticipación que aquella mujer alta de largos cabellos oscuros y rostro de facciones fuertes, no era la Srta. Honey. Pero tampoco era, en lo absoluto, una desconocida…
—¿Mamá…? —pronunció Samara, desconcertada.
—¿Si? —murmuró Anna Morgan, inclinando su cabeza hacia un lado—. ¿Estás bien, cariño? Te ves un poco pálida.
Samara permaneció en silencio un largo rato, con sus ojos bien abiertos fijos en la imagen de su madre de pie ante ella. Su boca se abrió, deseosa de soltar una larga lista de preguntas. Pero, en lugar de eso, lo único que pronunció fue:
—No, nada. —Sonrió después con alegría, haciendo a un lado la sensación agobiante de hace un momento. Sus pies comenzaron a moverse con rapidez, aproximándose hasta la mujer delante de ella, y sin el menor miramiento la rodeó con sus brazos, aferrándose fuertemente a ella—. Todo está bien. Todo está muy bien…
Anna Morgan rio, y recorrió una mano por los cabellos de su hija.
—Pues me alegra escuchar eso —indicó con tono divertido—. Pero si quieres una rica cena de Acción de Gracias, será mejor que vuelva a mi labor.
Samara asintió rápidamente, y se apartó de ella un paso. Alzó su mirada, y le sonrió ampliamente; sus ojos estaban al borde de soltar una lágrima.
—Eso huele delicioso —escuchó Samara que pronunciaba en alto la voz de su padre. Al girarse sobre su hombro, vio al corpulento hombre de cabello cano entrando a la cocina, frotándose sus manos entre sí.
—Mami está cocinando —comentó Samara con entusiasmo.
—No creerías que los caballos era lo único en lo que era buena, ¿o sí? —comentó Richard Morgan con tono bromista. Colocó una mano sobre la cabeza de su hija, acariciándola con cuidado, y luego se inclinó hacia su esposa para darle un pequeño beso en los labios—. ¿Y cómo amaneció mi pequeña princesa? —preguntó a continuación girándose hacia Samara con una sonrisa afable.
—No sé, creo que está un poco rara —indicó Anna, inclinándose hacia su hija para inspeccionar atentamente su rostro—. ¿Segura que estás bien, cariño?
—Sí —pronunció Samara rápidamente—. Estoy bien, de verdad…
Su madre la observó fijamente en silencio, escrutándola de una forma que a Samara la hizo sentir que no le creía. Sin embargo, tras unos segundo volvió a sonreír de la misma forma que antes; despreocupada y feliz.
—Entonces —pronunció Anna con entusiasmo. Se irguió de nuevo y se giró hacia la encimera, tomando de ésta un plato—. Llévale estos pastelillos a tus amigas, para que calmen su hambre en lo que está listo todo. ¿Sí?
—Mis amigas —repitió Samara en voz baja, disimulando su confusión. Tomó el plato con sus manos, y contempló lo que había en él: pastelillos de forma rectangular, con sabores como chocolate, calabaza, zanahoria, fresa y crema, acomodados de tal forma como si fueran los ladrillos de una pirámide—. Sí, yo lo hago —respondió por reflejo, y sin espera se giró hacia la puerta que llevaba hacia afuera de la cocina.
Al poner un pie en el comedor, y echar un vistazo a su alrededor, se dio cuenta de que la mesa estaba ya servida, con un plato, cubiertos, copa y servilleta frente a cada uno de sus ocho puesto. Y tanto la mesa, como las paredes y el resto de los muebles, estaban decorados con colores otoñales, hojas de colores amarillos, naranjas y rojos, calabazas y girasoles. Se preguntó por un momento si acaso ya estaba así cuando pasó por ahí hace un momento. E igualmente, no pudo evitar notar que aquello no se parecía del todo al comedor de la casa de la madre de Matilda, aunque tampoco al de su casa en Moesko.
—Mío —pronunció una voz juguetona a su diestra, un instante antes de alargar el brazo hacia el frente de ella, y hurtar rápidamente un panecillo de fresa del plato que Samara cargaba.
La niña respingó un poco, y se giró rápidamente, encontrándose de frente con el rostro sonriente de una niña de cabellos negros, sujetos en dos colas, en el momento justo en el que daba una mordida al pastelillo que había tomado, y sonreía complacida.
—Nada mal. ¿Los hizo tu mamá?
Samara parpadeó, perpleja.
—¿Esther? —susurró despacio, dubitativa.
—¿Samara? —masculló la niña (¿o mujer?) delante de ella, imitando su mismo tono confuso. Soltó entonces una risotada divertida, y se metió lo que le faltaba a su pastelillo—. ¿Estás bien? Parece como si hubieras visto un fantasma.
—Aún peor —masculló la voz burlona de otra niña, de cabellos castaños y ojos azules, que se aproximó por un costado, parándose a lado de Esther y apoyando en un brazo contra un hombro de ésta—. Vio tu cara —añadió con una voz sarcástica—. Suficiente para tener unas cuantas pesadillas.
—Lily —susurró Samara, sorprendida, al reconocerla igualmente de inmediato.
—Qué graciosa —le respondió Esther a la otra chica, sonriendo de forma forzada—. Dame ahora uno de calabaza —dijo justo después, extendiendo su mano para tomar otro pastelillo.
—A mí sólo dame de chocolate —comentó Lily, tomando también del plato con rapidez, como si temieran que alguien se los pudiera ganar.
—Tomen los que quieran —indicó Samara en voz baja, y pasó a colocar el plato sobre la mesa para que pudieran tomar con mayor facilidad. Se giró entonces hacia ellas, inspeccionándolas con la mirada—. ¿Ambas están… bien?
—Define bien —comentó Lily con tono burlón, señalando de forma disimulada con su pulgar hacia Esther—. Ésta de aquí sigue igual de loca que siempre, si a eso te refieres.
—Oh, qué gran boca tienes —rio Esther divertida, dándole un pequeño empujoncito en su brazo de forma juguetona—. Si sigues diciendo esas cosas, te voy a romper esa cabecita tuya en muchos pedacitos —añadió justo después, aunque por su tono parecía ser más una broma interna entre ellas que una amenaza real. Y Lily así pareció tomarlo.
—Primero tendrás que alcanzarme —canturreó Lily, y comenzó entonces a correr por el comedor, riendo divertida. Esther no tardó en unirse a dicha persecución, riendo también.
Mientras las otras dos se correteaban por la casa, Samara se tomó un momento para sentarse en unas de las sillas, pues se sintió de pronto un poco mareada. ¿Todo eso no era un poco… extraño? ¿O quizás estaba exagerando?
—¿Todo bien, Samara? —escuchó una voz nueva ingresando al comedor, y el sólo oírla la hizo sobresaltarse. Se giró hacia un lado, y vio como dos personas ingresaban desde la puerta que daba a la sala: una mujer y un hombre, ambos vestidos de manera formal para la ocasión, caminando lado a lado tomados de la mano.
—¡Matilda! —pronunció Samara en alto, emocionada. Se paró de la silla y se dirigió directo hacia ella, abrazándola tan fuerte como había abrazado a su madre hace un momento.
—Oh, a mí también me alegra verte —bromeó Matilda, rodeándola de forma cariñosa con su brazo libre—. Pero pareciera que no me hubieras visto en años.
—Sólo… temí que no estuvieras aquí —pronunció Samara, vacilante. Se separó entonces un poco de ella, y la volteó a ver con una sonrisita, misma que Matilda le regresó e inmediato.
—¿Olvidas que te lo prometí? —comentó Matilda con seriedad. Se agachó entonces hasta colocar su rostro a su misma altura, como acostumbraba hacer—. Siempre estaré aquí para ti. Ambos lo estaremos —añadió, girándose a ver a Cole que la acompañaba, y aun sujetaba su mano.
—En especial si hay deliciosa comida esperándonos en ese “aquí” —bromeó Cole, a lo que Matilda respondió con una pequeña risilla, y luego Samara le secundó—. ¿Nos sentamos? —propuso, extendiendo una mano hacia la mesa.
—Sí, adelante —indicó Samara, y de inmediato los guio hacia las sillas.
Escucharon en ese momento el timbre de la puerta sonar; con bastante fuerza, de hecho.
—Yo abro —se ofreció Cole, y de inmediato soltó la mano de Matilda y se dirigió hacia la puerta.
Samara se dispuso mientras tanto a sentarse en una de las sillas laterales, pero Matilda la detuvo antes de que lo hiciera.
—No, no, no —pronunció la psiquiatra—. A ti obviamente te corresponde el lugar de honor.
Samara no comprendió al inicio, pero Matilda entonces la guio hacia la silla a la cabecera de la mesa, y la jaló hacia atrás para ella.
—¿En la cabecera? —inquirió la niña, confundida.
—Claro que sí —indicó Matilda, sonando como si fuera lo más lógico del mundo—. Todo esto es gracias a ti, ¿no?
Samara arrugó el entrecejo y meditó un poco sobre aquella afirmación. Por algún motivo, que de momento no le resultaba claro, aquello pareció tener bastante sentido. Así que no lo cuestionó más, y aceptó el puesto que le ofrecía.
—Gracias —musitó en voz baja, esbozando una media sonrisa.
—Miren quién llegó —anunció Cole en alto con voz alegre en cuanto ingresó de nuevo al comedor.
Samara se giró a mirarlo sobre el respaldo de su silla, y notó al instante que alguien venía detrás de él. Se quedó sin aliento en cuanto contempló al muchacho de cabellos oscuros cortos y ojos azules, ataviado en un elegante traje negro, abrigo y bufanda azul.
—Damien —murmuró Samara atónita.
El muchacho sonrió ampliamente, y recorrió con cuidado su mirada por la habitación.
—Disculpen la tardanza —pronunció con elocuencia mientras se retiraba su bufanda y abrigo—. No comieron sin mí, ¿o sí?
—Nada de eso —comentó Matilda con tono jovial—. Llegas justo a tiempo.
Y en ese momento la psiquiatra se aproximó hacia el recién llegado, y le ofreció sin vacilación un abrazo de bienvenida, mismo que Damien aceptó sin más. Samara contempló aquella escena con una mezcla imprecisa de emociones. ¿Damien y Matilda siempre se habían llevado tan bien? Algo en su interior le decía que eso no era correcto.
—¿Y quién es este apuesto jovencito? —preguntó con voz cantarina la Sra. Morgan, ingresando en ese momento al comedor en compañía de su esposo, y mirando con atención a Damien. Antes de que Samara pudiera responderle algo a su madre, alguien se le adelantó dando su propia respuesta.
—Es el novio de Samara —indicó Esther con voz juguetona, tomando asiendo justo a su izquierda en la mesa.
Aquella repentina declaración hizo que Samara se sobresaltara del asombro, y se sonrojara al instante de los pies a la cabeza.
—¿Qué? —exclamó en alto, claramente alterada—. No, cállate. No es cierto.
—Mira su carita —señaló Lily, burlona, tomando el puesto justo al lado de Esther—. Se puso roja como un tomatito.
Samara llevó sus manos a su rostro por mero reflejo, ocultando éste entre ellas. Escuchó las risas de algunos de los presentes, pero ninguno parecía en realidad hiriente.
Para cuando tuvo valor de apartar las manos y echar un vistazo de nuevo, vio como Damien se aproximaba con paso seguro en dirección a sus padres.
—Damien Thorn —se presentó estrechado con firmeza la mano la Anna, y luego la de Richard—. Un placer, señores Morgan.
—El placer es nuestro, muchacho —le respondió su padre con una sonrisa jovial, tomando su mano con si ya fueran viejos amigos.
—Ven, Damien —mencionó Matilda, llamando la atención del muchacho. Estaba de pie detrás de la silla justo a la derecha de Samara, y la jaló hacia atrás para ofrecérsela—. Siéntate aquí, a lado de Samara.
—Gracias, doctora —respondió el muchacho con elocuencia, y sin vacilación tomó asiento en la silla que le ofrecía. Matilda se sentó a lado de él, y Cole después de ella.
Una vez acomodado en su asiento, Damien fijó su mirada en Samara, a la que le sonrió de forma casi galante. Eso, sumado un centellante brillo astuto que adornaba sus ojos azules, hicieron que Samara sintiera un calorcito en su todo su rostro, hasta las orejas, y que su corazón se acelerara un poco más de lo usual.
—Hola, Samy —dijo Damien, con ligera picaría—. Estás preciosa hoy.
—Gracias —masculló Samara despacio, dándose cuenta de lo realmente nerviosa que se encontraba simplemente por cómo había salido su voz—. ¿Qué haces aquí, Damien?
—¿Qué dices? —exclamó él, risueño—. Tú me invitaste, ¿no?
Samara arrugó el entrecejo, pensativa (otra vez). ¿Ella lo había invitado? Eso no le parecía posible, pero… ¿de qué otra forma podría él estar ahí si no?
—¿No me quieres aquí? —preguntó Damien, sonando dolido.
—Sí, claro que sí —se apresuró Samara a responder—. Pero… ¿no estás molesto conmigo?
—¿Molesto? —musitó Damien, inclinando su cabeza hacia un lado, intrigado—. ¿Por qué lo estaría?
—Por haberme ido ese día con Matilda —masculló Samara, dubitativa—. Por no haberme quedado contigo como querías…
—Ya, no pienses en cosas que no tienen importancia —se apresuró Damien a señalar con tono risueño, agitando una mano en el aire con indiferencia—. Todos estamos ahora aquí, y es lo que cuenta, ¿verdad?
A Samara esa explicación no le resultaba del todo satisfactoria. Abrió la boca para debatirlo de alguna forma, pero nada surgió de ella. ¿Qué podía decir exactamente? Y, en realidad, ¿quería cuestionar más todo eso? Era cierto, estaban todos ahí reunidos al fin; ¿no era eso lo que importaba?
—Y aquí está el pavo —proclamó la Sra. Morgan en alto, en cuanto ingresó de regreso al comedor, cargando en sus manos la bandeja con el pavo recién salido del horno. Todos aplaudieron con entusiasmo en cuanto la vieron, y Samara se les sumó un poco después, aunque más moderada.
Ya todos se encontraban para ese punto acomodados en su asiento. Su madre se paró justo en la otra cabecera, en lado contrario al de Samara, y colocó el pavo con delicadeza en la mesa. El aroma que surgía de él era exquisito, e impregnó rápidamente toda la habitación. Su color rostizado también era hermoso, y estaba además cuidadosamente decorado. Samara se sorprendió; su madre en verdad se había esmerado con el platillo.
Como si hubiera escuchado sus pensamientos, su madre alzó la vista en ese momento desde el otro lado de la mesa en su dirección, y le sonrió con dulzura. Samara le sonrió de regreso.
—Si me permiten, yo haré el primero corte —indicó Anna Morgan con entusiasmo, tomando un largo cuchillo de hoja brillante que estaba colocado en la mesa a su lado. Miró entonces de regreso a Samara—. ¿Qué te gustaría, cariño? ¿Muslo? ¿Pierna? ¿Pechuga? ¿Ala? —Mientras listaba las partes del ave, Anna señalaba con la punta del cuchillo a cada una. Samara meditó un poco su respuesta, pero antes de darla, le extrañó un poco notar que su madre apartaba el cuchillo del pavo y lo alzaba… hacia sí misma—. ¿O cuello…? —añadió con el mismo tono alegre de antes, aunque en esos momentos la punta del cuchillo estuviera apuntando directo al costado de su propio cuello.
La sonrisa en los labios de Samara se esfumó al instante.
—¿Qué? —musitó en voz baja, totalmente confundida.
—¡Cuello!, por supuesto —exclamó Matilda en alto con tono festivo—. Es su favorito.
Samara se giró a mirarla, atónita ante lo que había dicho. Y fue aún peor cuando los demás en la mesa parecieron secundar su propuesta, e incluso algunos comenzaron a vitorear en coro:
—¡Cuello! ¡Cuello! ¡Cuello! ¡Cuello!
Samara los miró espantada, incapaz de decir cualquier cosa para hacerlos callar.
Su madre sonrió ampliamente, complacida al parecer por los ánimos que todos le lanzaban.
—Cuello será —pronunció con tono entusiasmado. Y sin más, presionó la punta del cuchillo contra el costado derecho de su cuello, y como en una morbosa repetición de lo ocurrido aquella noche en Eola, la hoja del cuchillo penetró por completo la piel, abriéndose paso más profundo, hasta que casi la mitad de la hoja quedó escondida en su interior.
Samara se quedó atónita, con sus ojos bien abiertos contemplando tan horrible escena. Sangre roja y brillante comenzó a escurrir de la herida en el cuello de Anna, bajando por éste hasta empapar la blusa y el delantal. Ella, sin embargo, se veía inquietantemente calmada. Seguía mirando fijamente a Samara, y sonreía; incluso cuando la sangre comenzó a también surgir por sus labios y a resbalarse por su mentón.
Tras sólo unos segundos, y con el cuchillo aún bien insertado en su cuello, el cuerpo de Anna se precipitó hacia el frente, quedando su torso recostado sobre la mesa, y su rostro en contra del pavo. La sangre siguió brotando de la herida, bañando al pavo en ésta, y luego escurriéndose por el mantel.
Samara se pegó a su asiento, horrorizada. Todos los demás, sin embargo, aplaudieron con entusiasmo. Lily incluso se estiró un poco desde su asiento hacia el pavo, pasando un dedo por la piel de éste, manchando la punta del dedo con una combinación de la salsa y jugos del pavo, y la sangre de Anna. Llevó el dedo a sus labios y lo chupó.
—Está delicioso —indicó con efusividad. Samara sintió que el estómago se le revolvía.
—Ahora, que cada quien corte su pedazo —propuso el Sr. Morgan con efusividad, y todos lo respaldaron. Y ante la mirada azorada e impotente de Samara, Matilda, Cole, Esther, Lily y su padre tomaron algunos un cuchillo, otros un tenedor, y sin menor vacilación los dirigieron a sus respectivos cuellos, apuñalándose en estos repetidas veces, al tiempo que reían divertidos y alegres.
—No… no lo hagan… —musitó Samara con apenas un pequeño hilo de voz.
Nadie la escuchó, y todos siguieron apuñalándose sus propios cuellos repetidas veces, justo como su madre lo había hecho en aquel pasillo. Y uno a uno comenzaron a caer a la mesa: primero Lily, luego Cole, seguido por Esther, Matilda, y por último su padre. Todos cayeron abatidos a la mesa, con sus rostros recostados contra sus platos. La sangre brotó a borbotones de sus heridas, bañando la porcelana y el mantel entero, y comenzando a escurrirse por éste hasta el suelo. Los ojos de todos estaban bien abiertos, y sus labios torcidos en una sonrisa perpetua.
Samara balbuceó, su voz y todo su cuerpo temblándole por la impresión.
—¿Qué está pasando…?
—¿De qué hablas, Samy? —escuchó pronunciar a su lado, y rápidamente se giró hacia Damien, sentado aún a su diestra. Éste la mirada con candidez, y una sonrisa divertida—. Si todo esto es gracias a ti… —pronunció a continuación, repitiendo las mismas palabras que Matilda había pronunciado antes.
Y antes de que Samara pudiera decirle o preguntarle algo más, Damien tomó con una mano su cuchillo para carne. Y, sin dejar de mirarla, acercó el filo del cuchillo a su propio cuello, y lo rebanó por completo de oreja a oreja, como si se dibujara una segunda sonrisa. La sangre brotó como cascada de la herida, bañándole sus ropas por completo; todo sin quitarle los ojos de encima, hasta el momento en el que, igual que los otros, se desplomó a la mesa, y comenzó a cubrir ésta también con su sangre.
Samara soltó un gritito ahogado, y sólo hasta entonces logró reaccionar, parándose de inmediato de su silla para apartarse de la mesa. Sin embargo, en cuantos sus pies se movieron, pudo sentir el movimiento del agua al hacerlo. Bajó rápidamente su mirada, y entonces lo notó: cinco centímetros de agua que cubrían el suelo debajo de ella, que se mezclaba poco a poco con la sangre que caía a gotas desde la mesa.
Ese inusual y repentino detalle, resultaba ser en verdad revelador.
—No —susurró despacio en el momento en el que la comprensión llegó a su cabeza.
“Agua. En mis pesadillas siempre hay agua.”
Recorrió rápidamente su mirada por el resto de la habitación, notando como el escenario se degradaba rápidamente ante ella. Las paredes se descarapelaban y carcomían, y manchas de humedad y moho surgían por todos lados. Ese escenario terminó por dejar más en evidencia al responsable de todo ello. Y en cuanto dirigió su mirada al frente, justo al otro extremo de la mesa, detrás del cuerpo de su madre, ahí la vio: la Otra Samara, con sus cabellos largos oscuros cayéndole sobre el rostro, y su vestido blanco gastado y manchado.
—Tú —exclamó Samara, alarmada, retrocediendo un paso, arrastrando el agua con sus pies.
La Otra Samara alzó su rostro, y uno de sus ojos nublados la miró de regreso a través de la maraña de cabellos oscuros. Y al instante se subió como un animal a la mesa, y se dirigió hacia ella, pasando en sus cuatro patas por encima de su madre, y derribando todo a su paso.
Samara reaccionó al instante, y se giró rápidamente en dirección a la salida. El agua no la detuvo hasta llegar a la puerta, que abrió rápidamente de par en par, para luego prácticamente saltar al exterior. Sin embargo, en cuanto puso un pie afuera, se detuvo de golpe al notar lo que se alzaba justo delante de ella, a unos cuantos pasos de la puerta por la que, en teoría, había salido: un pozo, de forma circular, viejo y hecho de piedra. Un pozo que ella reconocía bien.
Antes de poder hacer cualquier otra cosa, sintió como la tomaban con fuerza por detrás, una mano tomándola firmemente de sus cabello, y otra de su hombro, y la empujaba con fuerza hacia al frente. Samara, sin embargo, logró apoyar sus manos firmemente en la orilla del pozo, oponiendo resistencia. La mitad de su cuerpo quedó suspendido sobre la abertura del pozo, y sobre la completa negrura que yacía en su interior.
—Así es como tiene que ser —le susurró la carrasposa voz de la Otra Samara a lado de su oído, mientras seguía intentando empujarla hacia adentro del pozo—. Si sigues sin hacerme caso, todos a los que amas terminarán muertos por tu culpa; igual que tu madre. Y si no es así, entonces lo serás tú en cuanto todos ellos te den la espalda.
—Tú lo harás —espetó Samara en alto con energía—. Tú eres quién les quiere hacer daño, ¡no yo!
—Sigues sin entender nada —sentenció la Otra Samara, exasperada—. Soy la única que se preocupa genuinamente por ti. Así que deja de resistirte de una maldita vez…
—No —pronunció Samara con firmeza—. Cole me dijo que tú ya no tienes poder sobre mí… ¡Y no dejaré que lo tengas de nuevo!
Subió en ese momento un pie hasta la orilla del pozo, y se empujó con fuerza con éste hacia atrás, provocando que tanto ella como la Otra Samara se precipitaran de espaldas al suelo…
O al menos eso es lo que ella esperaba, pues lo único que sintió su espalda al instante siguiente fue la suavidad del colchón de la cama, que se volvió aún más vivido cuando abrió los ojos y se encontró con el techo de la habitación de Matilda justo sobre ella.
Se sentó rápidamente, y recorrió el cuarto con la mirada para cerciorarse de que en esa ocasión sí se encontraba en efecto en dónde creía estar, y todo parecía indicar que así era. La cama, el tocador, los estantes… todo parecía concordar. El cobertor era también el mismo al igual que sus ropas.
Podía sentir su corazón palpitar en su pecho, e incluso sus pulmones ensanchándose y contrayéndose mientras respiraba agitada.
El sol entraba fragante por la ventana, marcando el inicio de una hermosa mañana.
Estaba despierta, o eso parecía.
Hacía un tiempo que no tenía una de sus pesadillas, en especial una en la que apareciera la Otra Samara. Y, quizás lo más alarmante de todo, no recordaba haber tenido una tan vivida y horrible. Había creído que ya se había librado enteramente de todo eso, pero era obvio que no era el caso. Pero Cole se lo había advertido; debía estar alerta y no bajar la guardia.
Alguien llamó a la puerta en ese instante, y eso la hizo sobresaltarse un poco, pero se forzó a mantener la calma.
—Adelante —pronunció en alto, y la puerta se abrió un instante después. Del otro lado surgió el rostro sonriente de Matilda, que se asomó hacia el interior del cuarto.
—Hey, ¿ya te despertaste? —preguntó con tono risueño. Samara fue incapaz de reaccionar lo suficientemente rápido y darle una respuesta, y eso al parecer preocupó un poco a Matilda—. ¿Todo bien, pequeña?
—Sí, muy bien —se apresuró Samara a responder en ese momento.
Matilda ingresó un par de pasos más al interior del cuarto y la observó fijamente. Samara supo de inmediato que no le creía; ella tampoco lo haría en su lugar. Pero la conocía bien, y sabía que no le insistiría en que le dijera algo si ella no quería. Y en ese momento, definitivamente no quería hablar de su pesadilla; lo que deseaba más que nada era olvidarla por completo.
—De acuerdo —masculló Matilda tras un rato, asintiendo—. Alístate que tenemos una cita. No lo olvidaste, ¿verdad?
—No, claro que no —exclamó Samara negando con la cabeza. Y, de hecho, ese horrible sueño no había más que afianzado su convicción con respecto a esa “cita” de la que Matilda hablaba—. Estaré lista en un momento.
Matilda asintió de nuevo, y se retiró del cuarto para permitirle vestirse en privado.
Samara se levantó de la cama y, similar a cómo había hecho en su sueño, se dirigió al tocador y tomó un cepillo. Volteó a ver su reflejo en el espejo, y se quedó un rato inmóvil, viendo la maraña desigual que formaban sus largos cabellos negros; muy diferente a como se había visto en su sueño al despertar. Pero, aun así, demasiado parecido al de aquel otro ser…
Respiró hondo por la nariz y agitó su cabeza, intentando disipar todos esos amargos recuerdos del sueño. Y comenzó entonces a cepillarse aquellos largos cabellos. Y con suerte, y si todo salía bien, sería la última vez que lo haría.
— — — —
Este año el Día de Acción de Gracias estaría bastante concurrido en la residencia Honey. Jennifer y Máxima no sólo contarían con la presencia de Matilda, sino además de algunos invitados adicionales como la pequeña Samara, el Det. Sear, la Sra. Wheeler y su hija Sarah, e Igualmente Abra había prometido ir al menos a saludarlos un rato. Así que todo parecía indicar que sería una cena grande, como quizás no se había tenido en aquella casa en mucho tiempo; desde los tiempos en los que los padres de la Srta. Honey seguían con vida.
Pero antes de poder sentarse a comer con su madre y amigos, esa mañana Matilda tenía algunos asuntos que atender primero. Y uno de ellos involucraba también a Samara; una petición repentina que la niña le había hecho el día anterior, y que Matilda estuvo más que dispuesta a cumplirle. Lo cierto es que la psiquiatra tenía ya un plan para temprano ese día, pero decidió aplazarlo para después de esa pequeña diligencia.
Así que a media mañana, y antes de que Eleven y Sarah arribaran, Matilda y Samara se montaron al vehículo de la Srta. Honey, y se dirigieron juntas hacia una pequeña plaza comercial al este de Arcadia. Al llegar, se estacionaron justo delante del local al que iban: Salón de Belleza Divinity. El local tenía en su vidrio frontal un vinil microperforado que, además del nombre del salón, tenía la imagen del rostro de una hermosa mujer, de largos y ondulados cabellos castaños que se extendían hacia atrás de ella como movidos por el aire. Sobre la puerta había un coqueto toldo rosado y blanco, y un par de sillas y una mesita en la parte exterior.
—Aquí es —indicó Matilda con entusiasmo una vez que apagó el motor del vehículo. Se giró hacia la niña sentada en el asiento a su lado, que contemplaba fijamente el local con cierta suspicacia—. ¿Estás segura de esto? —le preguntó Matilda una última vez, con tono calmado.
Samara se viró hacia ella, y asintió lentamente sin titubeo.
—Bien, vamos entonces —propuso Matilda de nuevo con actitud positiva.
Ambas se bajaron del vehículo, y se dirigieron juntas de la mano hacia el interior del local. Éste se encontraba totalmente vacío, salvo por una persona: una mujer robusta de piel morena y cabello oscuro rizado, que en el momento en el que entraron se encontraba barriendo. Al escuchar la campanita de la puerta, alzó su mirada del suelo hacia las recién llegadas.
—Buenos días, Carmen —la saludó Matilda con sonrisa afable.
—Hey, Matilda —exclamó la mujer llamada Carmen con marcada emoción—. Dichosos los ojos que te ven.
La mujer dejó de momento la escoba, y se aproximó hacia ella para darle un gentil abrazo, mismo que Matilda le devolvió.
—Perdón por hacerte trabajar en Acción de Gracias —se disculpó Matilda, algo apenada.
—No digas tonterías. Yo nunca le saco la vuelta al trabajo, ni siquiera en días festivos. En especial para una de mis niñas favoritas.
Matilda y Carmen se separaron tras un rato, y ésta última le echó un rápido, y un tanto sospechoso, vistazo de arriba a abajo a la psiquiatra. Aunque el motivo de aquello no tardó en ser revelado.
—Escuché que te dispararon. ¿Es verdad?
Matilda dejó escapar un pesado suspiro de resignación. Que le hicieran ese comentario se estaba volviendo ya bastante común.
—En verdad los rumores vuelan por aquí, ¿eh? —murmuró con cierto humor en su tono—. Ya estoy bien. Sólo un poco de ardor ocasional.
Carmen asintió como respuesta a sus palabras. Era claro que deseaba preguntar más al respecto, pero tampoco quería ser grosera o impertinente. En su lugar, centró su atención en la niña que estaba de pie a un lado de Matilda, aún bien sujeta a su mano.
—Y ésta debe ser la jovencita de la que me hablaste —comentó Carmen con entusiasmo, inclinándose ligeramente hacia ella.
La mano de Samara se aferró un poco más a la de Matilda, e inconscientemente buscó ocultarse un poco de la vista de aquella mujer.
—Adelante, no seas tímida —le instó Matilda con amabilidad.
Samara la miró, suspiró un poquito, y entonces miró al frente con mayor seguridad; o al menos con la mayor cantidad de seguridad que le era posible fingir.
—Mucho gusto —murmuró despacio—. Soy Samara Morgan.
—Encantada, Samara —le respondió la mujer con una sonrisa afable—. Yo soy Carmen. Me dijeron que quieres hacerte un corte, ¿correcto? —Samara asintió lentamente como respuesta—. Pues estás en el lugar correcto. Pasa y siéntate.
Carmen las guio hacia una de las sillas, e invitó a Samara a tomar asiento en ella. La niña tomó su sitio, mientras que Matilda se sentó en una silla de espera más atrás, para observar todo, pero desde una distancia prudente.
—Qué cabello tan hermoso —señaló Carmen, al tiempo que pasaba sus dedos por los largos cabellos oscuros y lacios de la niña—. Apuesto a que lo cepillas cada noche para mantenerlo así de liso, ¿verdad?
—Cien cepilladas cada noche —respondió Samara, con cierto dejo de orgullo al hacerlo—. Mi mamá me enseñó a hacerlo.
—Entiendo —respondió Carmen, asintiendo—. ¿Hace cuánto que lo tienes así de largo?
—Desde que recuerdo. Mi mamá siempre me quitaba sólo las puntas.
—¿Y eso es lo que te gustaría? ¿Sólo un despunte?
Samara vaciló un instante, antes de poder darle forma clara a una respuesta.
—No. Lo quiero corto —indicó con firmeza. Alzó entonces su mano derecha, y la colocó de forma horizontal un poco por encima de la altura de sus hombros—. Hasta aquí, más o menos.
Carmen no pudo evitar soltar un pequeño silbido de asombro.
—Es una decisión un poco radical, pequeña.
—Quizás un poco —intervino Matilda desde su asiento—. Pero Samara está segura de que es lo que quiere, ¿verdad?
La niña asintió lentamente como respuesta al cuestionamiento. Su mirada se fijó entonces en el espejo colocado en la pared, justo delante de su silla.
—Quiero un cambio —comentó con cierta seriedad en su voz—. Ya no quiero parecerme a la Samara del reflejo…
Aquello desconcertó un poco a Carmen. Se giró a mirar a Matilda, preguntándole con su sola expresión qué significaba aquello. Matilda se limitó a sólo sonreír y negar con la cabeza, sin más. Por supuesto, Matilda sí que tenía una idea de a qué se refería Samara con ello, pero no consideraba pertinente compartirlo. Aunque hubiera querido, igualmente la confidencialidad médico-paciente se lo hubiera impedido.
—Muy bien, así lo haremos —exclamó Carmen tras un rato—. Pero es una lástima cortar un cabello tan bonito. ¿No te interesaría donarlo?
Samara arrugó un poco el entrecejo, al parecer intrigada y confundida por la repentina sugerencia.
—¿Donarlo?
—Conozco una organización que acepta donaciones de cabello —explicó Carmen—. Y con él hacen pelucas para niños en tratamiento de cáncer. Creo que una niña estaría muy contenta de tener una peluca hecha con un cabello tan bonito como el tuyo.
Samara tomó entre sus dedos uno de sus mechones de cabello, y lo observó de reojo, pensativa. Luego se giró sobre su hombro a mirar a Matilda, muy seguramente para preguntar su opinión al respecto.
—Sería un acto muy noble de tu parte —le comentó Matilda—. Pero al final es tu decisión, pequeña.
Samara meditó el asunto un rato más, antes de compartir al fin su resolución final:
—Supongo que estaría bien.
—Perfecto —dijo Carmen con entusiasmo—. Déjame entonces hacerte una trenza para poder cortarla.
La estilista comenzó entonces a amarrar una trenza con los largos cabellos negros de Samara, demostrando además una notable maestría en sus dedos al hacerlo.
—¿Cómo has estado, Matilda? —le preguntó a su otra invitada, mientras continuaba con la trenza.
—¿Además del disparo? —bromeó Matilda, y tanto ella como Carmen rieron divertidas—. He estado bien. Ocupada con muchas cosas, pero ahora todo está más tranquilo.
—Escuché que tu hermano está en la ciudad —comentó Carmen súbitamente, y aquello tomó a Matilda bastante desprevenida. Y, principalmente, la puso un tanto incomoda.
—Sí, así es —respondió en voz baja.
—Recuerdo a ese muchacho, siempre holgazaneando y perdiendo el tiempo por ahí con sus amigos, igual de holgazanes que él. Lo siento, sé que es tu hermano, pero…
—Descuida —musitó Matilda con seriedad.
—¿Y le ha ido bien?
Matilda suspiró con pesadez.
—No tan bien como podría.
Si acaso Carmen deseaba preguntar o comentar algo más sobre ese tema, de momento no lo hizo pues la trenza de Samara ya estaba al fin terminada.
—Listo —comentó orgullosa. Y como el cabello de Samara era bastante largo, la trenza resultante lo fue también. Carmen tomó entonces la trenza de su extremo con una mano, y con las otras unas largas y filosas tijeras—. Ahí vamos entonces. ¿Lista? —Samara asintió rápidamente. Carmen acercó las tijeras al final de la trenza, y de un corte rápido y certero la separó del resto del cabello.
Samara respingó un poco, y contempló fijamente como el resto de sus cabellos oscuros, ahora bastante más cortos, caían libres sobre sus hombros. La apariencia entera de su reflejo se había transformado ante sus ojos.
—No dolió, ¿o sí? —comentó Carmen con humor en su tono. Samara negó lentamente. No había dolido como tal, pero sí había sido más impactante de lo que se esperaba—. Ahora vamos a darle forma.
Durante los siguientes minutos, Carmen le lavó el cabello, y pasó las tijeras por él para dejarlo más parejo, y acomodarle además su fleco. Al final de toda esa rápida jornada, Samara terminó justo con lo que había solicitado: un peinado corto por encima de sus hombros.
—Terminamos —declaró Carmen con entusiasmo—. ¿Qué te parece?
Samara se inspeccionó profundamente en el espejo, moviendo su cabeza hacia un lado y hacia el otro para intentar apreciar cada sección de su nuevo peinado.
—¿Cómo me veo? —preguntó con ligera aprensión, girándose a mirar a Matilda.
—Te ves bellísima —indicó la psiquiatra con optimismo.
—Resalta más la forma de tu cara —indicó Carmen con orgullo—. Si no me crees, intenta sonreír un poco y verás toda la diferencia.
Samara se giró de nuevo hacia el espejo, contemplando su reflejo unos momentos más. Luego, hizo justo lo que Carmen el sugirió, dibujando en sus labios una pequeña pero alegre sonrisa. Y en efecto, pudo ver ante ella justo la diferencia que ella tanto deseaba ver.
Terminado su asunto, y tras despedirse de Carmen, Matilda y Samara salieron de la estética de nuevo tomadas de la mano. El ánimo de la niña se percibía un tanto distinto, aunque en su caso siempre era difícil decir si para bien o para mal.
—¿Cómo estás? —le preguntó Matilda con cautela—. ¿Era cómo te lo imaginabas?
—Creo que sí —murmuró la niña, despacio. Y de nuevo, fue complicado vislumbrar el sentimiento real que la acompañaba.
—Muy bien. Te dejaré en la casa y volveré más tarde, ¿de acuerdo? Puedes ayudar a la Srta. Honey con la cena.
—¿Vas a salir? —preguntó Samara, notándose un tanto confundida.
—Sí, hay un asunto del que tengo que encargarme antes de esta noche. Pero no tardaré mucho.
Samara la contempló fijamente unos segundos al tiempo que avanzaban hacia el vehículo. Ya estando justo frente a la puerta del copiloto, la niña soltó abruptamente:
—Vas a ver a tu padre.
Matilda se detuvo en seco al escucharla. Aquello no era una pregunta, sino una certera afirmación. Siendo Samara, no debería sorprenderle mucho que la niña a veces supiera cosas que no debería saber; ya sea por escuchar por accidente, o por detectar pensamientos flotando en la superficie de la mente de las personas. No sabía en ese caso cuál de las dos había sido, pero al final de cuentas no era tampoco que se tratara de un secreto; sólo un tema del que no le apetecía hablar demasiado, al menos que fuera necesario.
—Sí, así es —respondió Matilda, asintiendo.
—¿Por qué? —preguntó Samara con curiosidad—. Pensé que no te agradaba.
Matilda no pudo evitar soltar una pequeña risilla como respuesta a ese comentario, quizás algo fuera del lugar dado el tema en cuestión. Se preguntó si eso también lo había captado en su mente… o quizás simplemente fue que la discusión acalorada que había tenido con Michael la otra noche, no había sido en lo absoluto discreta.
—Es algo que tengo que hacer —explicó—. Algo que me sugirió Cole. Pero no te preocupes por eso, ¿sí? Iré hasta allá, hablaré con él unos minutos, y estaré en la casa a tiempo para cenar.
—¿Puedo acompañarte? —preguntó Samara de pronto, tomando a Matilda un tanto desprevenida.
—No cariño, no creo que sea buena idea. El sitio al que voy no es ideal para una niña. Además, de seguro no dejarán pasar a más de una persona.
—Tu padre está en prisión, ¿verdad? —masculló Samara, pensativa—. No creo que sea muy diferente al hospital en Eola…
Había cierto pesar en su voz, del cual Matilda se sintió un tanto contagiada. El psiquiátrico no era como tal una prisión, pero… concordaba en que ciertas circunstancias que la niña había vivido ahí podían hacer que se sintiera como tal.
—Te esperaré en la sala de espera —propuso Samara—. Vas a necesitar de alguien que te apoye cuando salgas de ahí. Yo… quisiera poder hacerlo por ti. Al menos una vez.
Matilda sonrió, aflorando en su pecho una mezcla de emociones. Deseaba decirle que no era su responsabilidad velar por los problemas de los adultos, en especial los suyos. Y que no le debía nada, que todo lo que había hecho por ella lo hizo porque era su trabajo, y porque así lo quiso por el cariño que le tenía. Y pensaba explicarle todo eso y más una vez que estuvieran en el vehículo.
Sin embargo, quizás Matilda no fuera telépata, pero no lo necesitaba para darse cuenta de que algo angustiaba a Samara desde que se despertó esa mañana, o quizás incluso desde antes. Y que aquel gesto, junto con ese repentino corte de cabello, eran acciones que significaban mucho en la mente de la pequeña. Quizás reflejos de su deseo de dejar atrás las cosas malas que había hecho, y enmendarse aunque sea un poco; en especial con ella. Era una situación complicada, que quizás siendo sólo su psiquiatra hubiera podido manejar de mejor forma. Pero era claro que hace tiempo ya no era sólo eso.
—Está bien —masculló Matilda con optimismo—. Entonces vamos, antes de que se haga más tarde.
Samara asintió, efusiva. Ambas ingresaron al vehículo, y emprendieron juntas el recorrido hacia la Prisión Estatal de California, en Lancaster.
— — — —
Jane y su hija Sarah fueron los primeros invitados en llegar a la residencia Honey ese día. Sarah se ofreció de inmediato a ayudar a la Srta. Honey en la cocina en preparación de la cena. Cocinar no era precisamente su fuerte, pero estaba segura que de algo podían ser de utilidad un par de manos extras.
Eleven, por su parte, tuvo que optar por tomar asiento en la sala de estar, en compañía de Máxima. Aunque quizás “compañía” era mucho decir, pues la pareja de la Srta. Honey estaba más que nada enfocada en la televisión, y en los preparativos para el juego de americano que estaba próximo a comenzar. El no era muy fan de dicho deporte (o de alguno en particular), pero tampoco le molestaba demasiado. Así que en lugar de ver la televisión, aprovechó ese tiempo de relativa tranquilidad para hacer una videollamada con su familia en Indiana.
Le marcó a su hijo Jim, y tanto el rostro de éste como el de su hija Terry no tardaron en aparecer en la pequeña pantalla de su teléfono. Mirarlos llenó el pecho de Eleven de una sensación cálida, y no pudo evitar sonreír. Los dos chicos la bombardearon con preguntas sobre lo ocurrido, la conferencia de prensa y todo lo que ocurría allá en Los Ángeles. Eleven les respondió lo que pudo, guardándose los detallas más escabrosos para no causar confusión o miedo en ellos.
Terminados los cuestionamientos, los dos chicos pasaron hacia la cocina para enseñarle como estaba quedando la cena.
—Y éste es el pavo, recién traído del restaurante donde lo mandamos a hacer —le informó Jim, enfocando con su teléfono el hermoso pavo rostizado sobre la encimera de la cocina.
—Dios nos libre de cocinarlo nosotros mismos —murmuró Terry con tono burlón.
—Oye, no escuché que te ofrecieras.
Los dos muchachos rieron, y su madre los acompañó. Siguieron enseñándole el resto de los complementos que acompañarían la cena, todos comprados a excepción del dulce de calabaza, que su tío Will había preparado él mismo.
—Todo se ve delicioso, chicos —indicó Eleven con entusiasmo—. Me encantaría estar ahí con ustedes.
—Podemos tener otra cena cuando Sarah y tú vuelvan —propuso Terry—. ¿Cuándo lo harán, por cierto?
—Si todo sale bien, a más tardar el domingo estaremos ahí.
Y no lo decía por decir. Lo único que faltaba por hacer era planear el viaje de Matilda y Samara de regreso al estado de Washington, para dar por concluido ese tema. Terminado eso, El podría volver a casa y descansar como había prometido.
Aunque claro, había una conversación importante más que deseaba tener antes de eso. Pero, si todo salía bien, podría también zanjar ese asunto ese mismo día.
Detrás de Jim y Terry, Eleven pudo ver cómo alguien más entraba a la cocina y miraba en su dirección por un instante. Ella lo reconoció rápidamente; difícil no reconocer a tu esposo de tantos años. Los chicos debieron notarlo en el pequeño recuadro que mostraba su propia pantalla, pues se giraron a mirarlo.
—¿Quieres hablar con papá? —comentó Terry, y antes de que Eleven pudiera responderle, se giró de nuevo hacia Mike—. Papá, es mamá —le informó con entusiasmo, pero Mike en ese momento siguió de largo, saliendo del alcance de la cámara—. ¿Papá?
—Ahora no —respondió con cierta brusquedad, y se pudo escuchar al momento siguiente como azotaba un poco la puerta de la cocina al salir al patio.
Ambos chicos se quedaron en silencio por un rato, y fue Jim el que al final tomó la iniciativa de recobrar el humor, aunque fuera un tanto a la fuerza.
—Está ocupado —le informó esbozando una pequeña sonrisa.
—Sí, claro —susurró Jane despacio, igualmente forzándose a sonreír.
La reacción de Mike le dolía, pero no le sorprendía. Su esposo fue el que estuvo en mayor desacuerdo en que hiciera ese viaje justo después de despertar de su coma. Y, por lo que podía ver, el enojo derivado de ello no se le había pasado ni un poco.
—Permíteme, Jim —se escuchó que la voz de alguien más pronunciaba fuera de cámara, y Jim no tardó en pasarle el teléfono a dicha persona. Un instante después, el rostro que ocupaba la pantalla era el de su viejo amigo, Will Byers—. Hey, El. ¿Cómo lo llevas?
—Hola —le saludó Jane, sonriendo con mayor autenticidad que antes—. Sigo en una pieza, y es lo que cuenta, supongo…
A pesar de la recuperación milagrosa que Eleven había tenido, Will no había vuelto aún a New York. Había decidido quedarse en Hawkins unos días más, por lo menos hasta que Eleven volviera. De seguro sabía que Mike iba a necesitar de alguien con quien hablar, y como el buen amigo que siempre había sido, estuvo más que dispuesto a ser ese alguien. La presencia de Will en su casa resultaba reconfortante para Eleven. Si alguien podía cuidar a Mike en su lugar, era él.
Will se tomó la libertad de caminar junto con el teléfono de Jim hacia algún sitio más apartado, en donde ninguno de los dos jóvenes pudiera oír por completo sus palabras.
—No te preocupes —le murmuró Will en voz baja, pero con tono reconfortante—. Sabes que Mike no puede durar mucho tiempo molesto contigo.
—Sí, lo sé —suspiró Eleven con pesar. Amaba a Mike, pero los años le habían demostrado lo terco y cabeza dura que podía ser en ocasiones; quizás eso era algo que tenían en común—. Gracias por estar ahí para él; y también para Jim y Terry.
—No te preocupes por nada —declaró Will con firmeza—. Aquí estamos todos cuidando el fuerte por ti. Sólo encárgate de lo que debas, y vuelve pronto. ¿De acuerdo?
—Gracias, Will —masculló El, esbozando otra sincera sonrisa—. Les vuelvo a hablar más tarde, ¿de acuerdo?
Luego de un par de despedidas adicionales, ambos colgaron, y Jane se permitió dejar salir todo ese cúmulo de emociones en la forma de un profundo y pesado suspiro. Recargó además su espalda entera contra el respaldo del sillón, dejando en evidencia todo lo agotada que se sentía; física y mentalmente.
—¿Todo bien, Jane? —le preguntó Máxima desde el sillón de enfrente, mirándola con ligera preocupación en su mirada.
—Sí, todo bien —se apresuró Eleven a responder, forzándose además a sentarse derecha—. Sólo unos cuántos problemas sin resolver en casa. Pero todo se solucionará pronto; yo lo sé.
—Qué así sea —indicó Max, alzando su botella vacía. Se paró en ese momento con clara intención de dirigirse a la cocina—. ¿Gustas una cerveza?
—No, te lo agradezco. Estoy tomando algunos medicamentos.
Max asintió con comprensión, y se retiró de la sala, dejando a Eleven sola; y sí que ella lo necesitaba.
Sin embargo, ese tiempo a solas no sería mucho, pues justo mientras Máxima pasaba por el vestíbulo de camino a la cocina, alguien llamó en ese momento a la puerta. Eso la hizo detenerse y girar sus talones hacia la puerta. Al abrirla, del otro lado se asomaron dos caras conocidas; un hombre alto y una jovencita delgada más pequeña a su lado.
—Hey, qué agradable sorpresa —exclamó Max con entusiasmo.
—Hola —saludó Abra Stone con un curioso dejo nervioso, inusual en ella.
—Esperamos no importunar —añadió su tío, Dan Torrance, justo después—. Abra en verdad quería venir a saludar.
—Y como buen tío, vino para acompañarla, ¿no es cierto? —masculló Max con tono burlón—. Pero pasen, están en su casa.
Max se hizo a un lado para dejarles el camino libre. Abra y Dan aceptaron la invitación sin chistar.
—Sólo será un rato —indicó Abra ya estando adentro—. Mi padre llega esta tarde, y mi madre quiere que cenemos todos juntos en el restaurante del hotel.
—Suena a un buen plan —comentó Max, cerrando la puerta—. Matilda y Samara no están, pero volverán en un rato. Y el Det. Sear aún no llega. Pero Jane está en la sala, así que pasen y pónganse cómodos; con confianza. ¿Una cerveza?
—Sí —respondió Abra casi por instinto, pero justo después logró sentir vívidamente sobre su nunca la mirada de desaprobación de su tío—. Digo, no —se corrigió rápidamente, apenada.
—Estamos bien, gracias —secundó Dan con tono afable.
Max se retiró en dirección a la cocina, por lo que los dos recién llegados siguieron su consejo y se dirigieron hacia la sala. Como les había dicho, Jane estaba ahí. Había escuchado sus voces en el vestíbulo, así que los aguardaba.
—Sra. Wheeler —pronunció Abra con notable emoción al verla, y al instante se dirigió hacia ella, aunque de seguro no tan rápido como le hubiera gustado debido a su herida.
—Abra —murmuró Eleven con alegría, abrazando a la jovencita con delicadeza una vez que estuvo lo suficientemente cerca—. Qué gusto volver a verte. Igual a usted, Sr. Torrance.
—Lo mismo digo —comentó Dan desde su posición, asintiendo.
La mirada del enfermero se fijó fugazmente en el televisor encendido, en el cual continuaban los preparativos para el juego.
—¿Es fan del americano, Sr. Torrance? —preguntó El con curiosidad.
—No particularmente de este juego —respondió Dan, negando con la cabeza.
—En ese caso, no les molestaría acompañarme afuera un rato los dos, ¿verdad? Hay un par de cosas que me gustaría que conversemos, y me parece que sería mejor hacerlo con un poco más de privacidad.
—Con gusto —respondió Dan, asintiendo.
Eleven hizo en ese momento el intento de levantarse del sillón apoyada en su bastón, pero fue claro desde el inicio que aquella tarea le resultaría más complicada de lo que pensó.
—¿La ayudo? —propuso Abra, disponiéndose de inmediato a tomarla de un brazo. Dan, sin embargo, se apresuró a detenerla antes de que lo hiciera.
—Mejor yo me encargo. Aún no puedes hacer esfuerzos bruscos por tu herida.
—Ni me lo recuerdes —masculló Abra con molestia.
Dan tomó entonces a Eleven y la ayudó a levantarse con sumo cuidado. Se permitió además ofrecerle su brazo para que se apoyara mientras los tres caminaban de nuevo hacia afuera. Era notable la experiencia que Danny tenía en ese tipo de tareas, gracias a su trabajo en la casa de asistencia.
Una vez en el pórtico de la casa, los tres tomaron asiento en la pequeña salita de jardín; la misma en la que días atrás Danny, Abra y Lucy discutían sobre lo que había ocurrido.
—Muchas gracias, Sr. Torrance —murmuró Eleven agradecida, una vez que le ayudara a sentarse en uno de los sillones—. ¿Cómo se ha sentido usted?
—Bien, pero estoy llevando la fiesta tranquila aun así.
—Quizás yo deba hacer lo mismo —bromeó Eleven, y fijó entonces su atención en Abra, que se acababa de sentar en el sillón de enfrente, al lado de su tío—. ¿Y tú, Abra?
—Mi herida sigue doliendo, pero dicen que ya casi estoy lista para viajar —respondió la jovencita de malagana, colocando sutilmente una mano sobre su costado herido.
—No pareces muy contenta con la idea de volver a casa —señaló Eleven.
Abra suspiró, casi pareciendo abatida al hacerlo.
—No sé si podré simplemente volver, enfocarme en la escuela y en los exámenes para la universidad… luego de todo lo que ha pasado, y siento que aún no ha terminado.
Su voz sonaba apagada y distante, casi como si pronunciarlas le resultara doloroso.
—Vimos la conferencia de prensa —comentó tras unos segundos—, y cómo le echaron toda la culpa a esa mujer.
—Y te molesta que Thorn salga librado sin culpa de esto, ¿verdad? —se aventuró a concluir Eleven.
—Por supuesto que sí —exclamó Abra, un poco exasperada, pero logró calmarse al instante siguiente—. Pero entiendo por qué ni siquiera podían mencionarlo. No existe nada que pueda demostrar legalmente que tuviera algo que ver con todo el asunto, ¿cierto? Además de que su familia es muy poderosa; terminarían sepultando cualquier acusación, e incluso perjudicando gravemente a los que se atrevieran a hacerla.
—Fueron algunos de los motivos, en efecto —asintió Eleven.
—Aun así, hay algo que no entiendo —añadió Abra, sonando casi como una acusación—. El otro día usted me dijo que Damien estaba en un sitio en donde no deberíamos preocuparnos por él, pero en las noticias siguen diciendo que está descansando tranquilamente en su casa.
—Claramente su “familia poderosa” intenta ocultar lo ocurrido lo mejor que puede. Pero con respecto al verdadero paradero del muchacho, me temo que no estoy en posición de darles más información de la que ya he compartido con ustedes. En parte porque, en realidad, no tengo forma de constatarla por completo. Y en parte, también, porque hacerlo podría ser más peligroso que no hacerlo.
—Una respuesta bastante evasiva —indicó Dan con recelo.
—Lo sé, y créanme que para mí esto no es tan fácil como puede parecer. Pero me considero una persona que prefiere decir una verdad a medias, que una mentira. “Los amigos no mienten”, es mi lema. Así que pueden estar seguros cuando les digo que no deben preocuparse de momento por Damien Thorn.
Para Eleven fue claro que sus palabras no bastaban para traerles calma, y si acaso quizás había logrado provocarles mayores dudas. Pero, al menos de momento, tendría que dejarlos así.
Eleven volvió a suspirar, apoyó ambas manos en su bastón, y agachó su mirada, como si se sintiera avergonzada. Y cuando volvió a hablar, lo hizo con un tono mucho más cauto y serio. Eso que quería hablar con ellos dos, era ese otro asunto que necesitaba repasar antes de volver a casa, y que esperaba poder zanjar justo ese día. Y las dos personas adecuadas para lograrlo, eran justo las que estaban sentadas delante de ella en ese momento.
—Y, pese a que no puedo ser tan comunicativa con ustedes, me veo en la penosa necesidad de pedirles que ustedes sí lo sean conmigo, pues hay algo importante que necesito preguntarles.
Alzó en ese momento su mirada, y observó a cada uno firmemente.
—Es sobre la mujer que trabajaba para Thorn; la que asesinó a Kali. Me han informado que es probable que ustedes la conozcan.
La pregunta tomó un poco desprevenidos a Dan y Abra, aunque no demasiado. Abra le había compartido a Dan, posterior a la charla con Lucy, los detalles de aquel incidente en la bodega y lo que había visto, así que sabía de lo que estaba hablando. Y aunque en efecto no eran ignorantes del tema, quizás no tenían a la mano la información que la Sra. Wheeler estaba esperando.
—No la conocemos a ella, precisamente —aclaró Abra—. Pero hace unos años, tuvimos un encuentro desafortunado con unas criaturas similares. Y mi impresión es que ella pertenecía igualmente a ese grupo.
—¿Podrían contarme sobre ese encuentro desafortunado? —solicitó El, notablemente interesada.
Abra y Dan se miraron entre ellos, cuestionándose con la sola mirada si aquello sería buena idea.
—Es una larga historia —comentó Dan, dubitativo.
—Me gustan las historias, en especial las largas —indicó Eleven con humor—. Tengo un par en mi repertorio que podría intercambiarles; al menos las que sí pueda contarles.
De nuevo tío y sobrina se observaron, y al final Abra simplemente se encogió de hombros, indicándole con ese simple gesto que dejaba a decisión de su tío si quería o no hablar de aquello. Después de todo, gran parte del contexto inicial necesario para entender esa “larga historia”, lo involucraba más a él que a ella.
—Bueno, ¿por dónde empezamos? —exclamó Dan con tono casi teatral—. ¿Ha oído hablar alguna vez sobre un hotel llamado Overlook?
FIN DEL CAPÍTULO 155
#resplandor entre tinieblas#samara morgan#the ring#matilda honey#matilda#jane hopper#eleven#stranger things#abra stone#dan torrance#the shining#doctor sleep#wingzemonx#fanfic#fanfiction
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Wilford Warfstache
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PAUL DANO characters:
Alex Jones/Barry Milland [Platonic only!]
Dwayne Hoover [Platonic only!]
Edward Nashton/The Riddler
Eli Sunday
Jay (Okja)
Joby Taylor
Klitz
PEDRO PASCAL characters:
Agent Whiskey
Dave York
Dio Morrissey
Eddie
Ezra
Francisco “Catfish” Morales
Marcus Moreno
Marcus Pike
Max Phillips
Maxwell Lord
Oberyn Martell
Ricky Hauk
RAÚL ESPARZA characters:
Bobby
Dr. Frederick Chilton*
Jackson Neill
Jonas Nightingale
Rafael Barba
Characters from 9-1-1 (Lone Star):
Carlos Reyes*
Eddie Diaz
Evan “Buck” Buckley
Howard “Chimney” Han
Josh Russo*
Mateo Chavez
Paul Strickland
Bobby Nash
Tim Rosewater
TK Strand*
Characters from Law and Order(: Special Victims Unit):
Detective/ADA Dominick “Sonny” Carisi, Jr.
Sergeant Mike Dodds
Detective Nick Amaro
Executive ADA Nolan Price
ADA Peter Stone
ADA Rafael Barba
Deputy Chief William Dodds
Little Miss Sunshine:
Dwayne Hoover [Platonic only!]
Frank*
Our Flag Means Death:
Edward Teach/Blackbeard*
Frenchie
Izzy Hands
Stede Bonnet*
Prisoners (2013):
Alex Jones/Barry Milland [Platonic only!]
Bob Taylor
Detective David Loki
Renfield (2023):
Count Dracula
Robert Montague Renfield
Tedward “Teddy” Lobo
SLASHERS/Horror Film Characters:
Asa Emory/The Collector
Ash J. Williams [I will usually default to Ash from the TV show, unless requested otherwise!]
Billy Lenz (1974)
Billy Loomis
Bo Sinclair
Brahms Heelshire
Bubba Sawyer/Leatherface (TCM 1974 and TCM 2)
Charles Lee Ray/Chucky
Chop Top Sawyer
Corey Cunningham
Dewey Riley
Drayton Sawyer
Herbert West*
Jesse Cromeans/Chromeskull
Lawrence Gordon
Lester Sinclair
Luigi Largo
Mark Hoffman
Nubbins Sawyer
Pavi Largo
Stu Macher
Vincent Sinclair
William Easton
Star Wars:
Anakin Skywalker
Obi-Wan Kenobi
Qui-Gon Jinn
The Girl Next Door:
Klitz
Eli
Characters from The Simpsons:
Cecil Terwilliger*
Fat Tony
Frankie the Squealer
Grady*
Jack Lassen
Johnny Tightlips
Julio*
Legs
Louie
Moe Szyslak
Ned Flanders
Otto Mann
Seymour Skinner
Sideshow Bob
Sideshow Mel
Snake Jailbird
Timothy Lovejoy
Waylon Smithers*
What We Do in the Shadows:
Anton (Movie)
Deacon
Guillermo de la Cruz*
Laszlo Cravensworth
Nandor the Relentless
Viago
Vladislav
* Please note that an asterisk (*) means that these characters are Male/Masc/GenderNeutral!Reader only (including non-binary, of course). Platonic relationships with Female!Reader are possible, but no romantic ones.
If it’s a character that is open to all Readers, and you do not specify in your request what you want, I’ll usually opt for a Gender Neutral Reader by default.
SHIPS, such as:
BlackBonnet (OFMD)
SteddyHands (OFMD)
Black Pete x Lucius Spriggs (OFMD)
Buck x Josh Russo (9-1-1)
Dracfield (Renfield 2023)
Buddie (9-1-1)
Eli x Klitz (The Girl Next Door)
Nandermo (WWDITS)
Herbert West x Dan Cain (Re-Animator)
McKirk (Star Trek: AOS)
Oluwande x Jim Jimenez (OFMD)
Barisi (Law & Order SVU)
Renfield x Teddy Lobo (Renfield 2023)
Sickrent (Trainspotting/T2)
Stobotnik (Sonic Movie)
Tarlos (9-1-1: Lone Star)
AnderPerry (Dead Poets Society)
ZsaszMask (Birds of Prey)
Lastly, I would like to add things I will NOT write (about):
Sexual NSFW fics/headcanons (I used to write those as you can see in my Masterlists, but I have my reasons for not writing them anymore. Any hints at sexual topics are fine).
Anything related to death as the main subject (this includes deadly diseases, anything fatal, really, etc.).
Anything that romanticizes Mental Illness (my Vent Fics about my own disorders obviously do not romanticize any of it and I do not stand for that).
(Recreational) Drug Use
Extreme Possessive Behaviour and/or Jealousy
Yandere
If you have something you would like me to write for, but you do not see it listed anywhere, please ask me before requesting it, so we can talk about it. I hope you enjoy yourself on my blog and have a good time!
My Asks and DMs are always open for any questions or simply to talk!
- Jesse
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Unlikely Delights
Chapter Ten
Summary: Sometimes Dan has a rough day and you are there to pick him up.
Warning: none.
It had been a particularly long and hard day, Mrs. Dealy had passed and well, she had been one of his favorites. He really tried to not get favorites. He knew it never ended well, I mean that is why they were there. But some were real characters and she certainly was that.
He had been there for her, like he had been now for quite a few. He had reminded her of the lazy pink, purplish evenings with a gentle breeze on the soft beaches of Florida she had grown up on before she had made the trek north.
She had made the trek north, for her husband. Up here she had made a lovely life for herself and the children she had. But in these final hours, she missed the sun-kissed days of her youth. So when she asked for him, he helped her. She had a strong will, he could practically feel the sun and feel the sand under his feet. And when she reached out, right as she finally passed all the warmth disappeared like the slamming of a heavy metal door.
Sometime later, chewing absently on his bottom lip, where even petting Azzy, had not been of help. He still was in a funk. His mouth on one twitched upward, when he felt his phone buzzed. It was you telling him, when your study session should be over. It was running a little later then usual and he was grateful you had told him.
For a few short minutes later, after not really reading the magazine he had been shuffling through he got up to leave. His day was over and soon, he’d be able push it all away and just focus on you.
*****
Dan kicked some snow around with his boot as he waited for you just outside the grounds of the school. His gloved hands were deep in his pockets. Today, still nagged on him. His eagerness to be enveloped by your warmth. It always made feel him better then any blanket ever could.
Your energy, your thoughts hit you before he spotted you. Moments later, he saw your smile as you rounded the corner. A cloud of misted breath sounded the two of you once you were in each others arms.
He squeezed you a little tighter, enjoying the feel of your softness despite the layers of clothing between the two of you.
Your eyes twinkled as you finally looked up at him. “Long day?”
He nodded.
Your gloved fingers ran through his hair, he leaned into your touch. “Let’s go and get some pie?”
He smiled. “That’s a perfect idea.”
@blondekel77 @thebeckyjolene @blackberries45 @mrskenobi19 @hollow-r-us @shantellorraine @reiaux
#ewan mcgregor#fem!reader#f!reader#ewan mcgregor x reader#ewan mcgregor fanfiction#ewan mcgregor imagine#dan torrance#unlikely delights#dan torrance imagine#dan torrance fanfiction#dan torrance x reader#dan torrance x you#dan torrance x y/n#part 10
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Five Years Sober (Dan Torrance x Reader)
MASTERLIST
A/N: I told you I’d have another part eventually! Although this is a very short part in comparison. Sorry about that. Life has just gotten very busy over the last few weeks.
Summary: Dan is five years without a drink. You invite him and Billy over for dinner to celebrate. And feelings are certainly brewing between you and Dan.
Warnings: None. It’s pretty fluffy overall.
Words: <1k
You invited Billy and Dan over for dinner after they came back from Dan’s five-year sober AA meeting. It was your chance to celebrate his success and see both of your friends that day.
Dan wasn’t sure he wanted to come over, not because he didn’t want to see you. He really wanted to see you after a long day. He was just tired from work and talking so much at the meeting. He could have curled up in bed and slept for a week.
Billy talked him into it though. “She made your favorite this time,” he told him. “Y/N sounded elated when she invited us. Said she had a rough day and needs our company.”
Dan understood where you were coming from. He preferred the idea of taking comfort in just your company though. If only he could bring himself to say something to you about the crush he’d had on you since you brought over that breakfast casserole almost five years earlier.
A chance to spend time with you was the highlight of any day. You and your gestures of kindness broke through every wall he built up over the years. It was what made you special.
Much to Dan’s delight, Billy wasn’t there when you welcomed him inside your apartment. Getting one-on-one time with you gave him his favorite memories since moving to Frasier.
You always hugged him longer when it was just him. Your gentle hold around his middle would tighten the moment he returned the hug. Sometimes you would pull away enough to speak to him with a blissful grin or you’d touch his face to comment on his hair and the exhaustion in his eyes. You noticed everything and Dan adored it.
As soon as Billy arrived, you served dinner and gave a sweet speech about how proud you were of Dan. You said “Danny” in such a way that kept a smile on his face the rest of the evening.
While you were cleaning up from dinner, Billy got a phone call that unfortunately had to send him home for the night.
He hung up and sighed. “Sorry, Y/N. I’ve gotta cut my night short. Have to run up to Main early tomorrow. You’ve got Teeny Town tomorrow, Dan?”
“Of course,” Dan nodded, handing you a few dishes.
Billy thanked Dan and leaned over to kiss the side of your head. “I’ll see you guys later. Thanks for dinner. As always, it was delicious.”
You smiled and bid him a good night as he walked out of your door. “I hope he gets plenty of rest tonight.”
Dan smiled at your concern for Billy’s well-being. ‘I’m sure he will with his belly full of your cooking.”
Once the dishes were cleaned or loaded into the dishwasher, you offered up watching a movie if Dan didn’t need to get home.
“I feel horrible that I couldn’t be at the meeting tonight. It’s the first one I’ve missed since you moved here.”
“You were there in spirit.”
“Yeah, but I don’t feel like it was enough, ya know?”
“It was. I promise. Missing one-anniversary meeting doesn’t say you no longer support me.” Dan ever so gently pressed his hand against the small of your back. “You spend every day supporting me and that means a lot more.”
“Really?”
He nodded.
You smiled your brilliant smile, making his heart skip. “That makes me feel a little better about missing today.”
He took his hand away and made for your couch. “You were probably better of missing out tonight because Dr. John seemed a little too interested in your absence.”
“Ugh, gross. I’m glad I only have to be in a room with him once a year. With you and Billy there, he tends to leave me alone.”
“I told you we could go somewhere else.”
You plopped down beside Dan, flipping on the TV. “And I told you that I’ll be fine as long as you two are around. Whatever his program does is working... has been working for a lot of people. Don’t leave for my sake.”
What he wanted to say never left his lips. Like how he’d do just about anything to keep you safe, to keep you out of reach of lecherous men like John. Instead, Dan sighed and reiterated he’d find another AA meeting to join if John overstepped. You just smiled in appreciation.
You let Dan pick a movie off Netflix while covering your legs and feet with a blanket you left on the couch. It didn’t matter if someone was sitting beside you or not, you always were chilly sitting on the couch.
It didn’t take long for the day to catch up and put you into a deep sleep. Dan didn’t notice you were out until your head fell on his shoulder. He was stuck between waking you up to let you sleep and staying put until the movie finished. When you shifted, you nuzzled your head at his collar and pulled your blanket up to your chin. He couldn’t bring himself to leave.
He rubbed your back and cleared your hair away from your face with his other hand. The soft breath you let out left him aching to tell you how he felt, how badly he wanted something more with you.
But at that moment, he was happy to let you sleep against him for as long as you needed.
#dan torrance#Dan Torrance fanfiction#Dan Torrance imagine#Danny torrance#Danny torrance fanfiction#Danny torrance imagine#the shining#doctor sleep#doctor sleep fanfiction#doctor sleep imagine#Dan Torrance x reader#Danny torrance x reader#reader insert
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Dan Torrance Fics
UPDATED 04.20.2021
Updated/new series and one shots are in bold/italics
I didn’t write any of these. They are a collection of works that I enjoy and recommend. Assume all stories are 18+ and contain smut (no minors). Review all author’s warnings prior to reading.
SUPPORT THE AUTHORS - DON’T FORGET TO TAG AND REBLOG!
One shots
Snowed In by @profkenobi - AO3 Link
#Dan Torrance x you#Dan Torrance x reader#Dan Torrance fanfiction#Ewan McGregor fanfiction#ewan mcgregor rec list
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Discovery - Dan Torrence (Doctor Sleep)
“Take Abra and run,” Dan said as he grabbed my hand. I nodded and turned around.
“Where are we going,” Abra asked as we sprinted down the hall.
“I-I don’t know,” I basically mumbled.
The Overlook Hotel. A place that I had only heard stories of. A place that haunted the dreams of the love of my life. A place that... I didn’t know the layout of. The one thing I did know was that Danny could have been getting killed out there.
I stopped and leaned into a room. A bat was resting inside the door. I grabbed ahold of it and adjusted the weight in my hands. I looked at Abra, who was staring at me in worry.
“Keep running,” I demanded. “Don’t follow me.”
“Okay,” Abra nodded, turning away from me as I went to make my way back to the main room.
That girl in the hat had knelt over Dan. I glared and held me bat up, walking slowly to ensure that my steps wouldn’t make any noise. My heart broke when I heard Dan scream. She had hurt him. My jaw clenched. And then she did it again. My blood boiled. She was asking for this now.
“You twisted bitch,” I shouted, swinging the bat and cracking her one in the temple. She fell off of Dan as he curled up. I raised the bat and whacked her stomach. She glared at me as I leaned down to face her. “How weak are you? Taken down by a simple human with a bat!”
She tried to jump at me and I held my hand out, forcing her to the ground without touching her. I didn’t know I could do that but high hell was I going to question it now.
“Don’t move,” I growled. I picked up the bat and hit her again.
She looked scared. Terrified. Now she knew how it felt. I smirked at her. I picked her up and throw her across the room and into a wall.
With a small wink, I picked her body up and pressed her against the wall.
“I could torture you,” I continued. “Just like how you tortured those kids. How does it feel? To be the one with no control? ...I can feel you trying to get into my mind... scratching away like a mouse on a wall. You can’t get in.”
“(Y/n),” I heard Dan behind me. “She’s not worth your energy. Please. Don’t waste your power on her.”
“You’re right,” I said, promptly snapping her neck afterward. I watched her wither on the ground before disappearing once and for all. “Fuck you, you hipster-looking bitch.”
I knelt down next to Danny and grabbed his hand. He was still clearly in pain but still made the effort to look at me and cup the side of my face. I looked at the wound on his leg. I touched it with my hand. I felt a shock through my hand.
“Okay, there’s no way in hell,” I mumbled, moving to get a better look at his leg. There was no wound. “How the hell does that even work?”
“I’m just thankful that it did,” Dan sat up and pulled me closer to him. “That was awesome.”
“Why thank you,” I smiled at him. “Will you call Abra? I told her to run but I don’t know where she is.”
“Sure,” he nodded. “What do you think your powers are?”
“I have no idea,” I shrugged. “I don’t really care at this point. Now, come on, let’s get you standing up.”
With a small bit of help from me, Dan stood up in a matter of moments. Abra came running in from the hallway. I motioned for her to hurry and we all quickly walked through the door and got into the car. I was driving this time around considering the fact that Dan had just been stabbed in the leg.
“I love you,” Dan mumbled after Abra had fallen asleep.
“I love you too,” I whispered back. “I know it’s tough but... I want to know everything.”
“No, you-”
“Danny,” I glanced at him. “Please. You don’t have to tell me right now but promise me that you’ll tell me soon, please?”
“I promise,” Dan leaned over and kissed my shoulder.
Something felt right. Something in the air between us had shifted and everything felt more open. We were both finally able to breathe.
#doctor sleep imagine#imagine#ewan mcgregor imagine#dan torrance imagine#fanfiction#doctor sleep fanfiction#ewan mcgregor fanfiction#dan torrance fanfiction#stephen king imagine
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Deserving | Dan Torrance x m!reader (🍋)
Anonymous asked: may i please humbly request male reader x dan torrance where the reader has been an absolute brat all day and now danny put them in their place.
“I’m not playing this game with you”
summary: Dan shows you exactly what happens when you act up.
tws: blowjobs, hand jobs, daddy kink, praise kink, mild choking kink, dom/sub
word count: 1589
MINORS DNI
Dan was around a lot more lately, due to some trainees doing work experience at the hospice and some on placements, there wasn’t much for him to do except to look after Azzie, who had become nervous and anxious due to the influx of such a large amount of people wandering around the hospice under the supervision of the staff members who had been there for a lot longer than Dan had; the time off, at first, was a blessing if you were honest. Being able to spend longer days and longer nights with your boyfriend without his phone going off constantly telling him to get back to work, it was a much needed break for both of you; but today it was different. He was different today. He wasn’t giving you as much attention as you would have liked, staring at his phone and going through social media; he was sat on the bed, legs spread as he scrolled mindlessly through his phone, checking the news, checking his emails and texts, occasionally looking at events that were going on during his days off to come. But you had had enough.
Sitting between his legs, you tilted your head. “Dan.”
He looked at you for a split second. “Yeah?”
“I’m bored,” you huffed, putting your hands on his thighs. “Can we do something?”
“There’s not much to do,” he chuckled, shrugging. “Unless if you want to join John’s weekly Downton Abbey watch.”
You scoffed. “As if! Can’t we do… anything?”
“The coffee shop closed an hour ago,” he told you, “the library’s closed. The non-alcoholic bar down the street doesn’t open for another…” he checked the time on his phone, “two hours.”
You huffed, dramatically laying down with your body across his legs, covering your eyes with your arm. “But I’m bored.”
“You’re acting like a brat, you know,” Dan commented, putting his phone on charge next to yours on the bedside table. “Why don’t you just play video games for a bit?”
You rolled your eyes, shaking your head. “Seriously?”
“You said you’re bored,” he pointed out.
“Dan,” you dragged out the a in his name.
“What?” He chuckled.
“You know what I want,” you complained.
“I don’t,” he mused, finding it quite funny that you were being so needy and such a brat. “You’re just being bratty.”
“What are you gonna do about it?” You shrugged, looking rather smug and full of yourself as you knelt between his legs, tilting your head to the side. Such a look was one that Dan knew well, it was a push of the buttons, a tug of the shirt - a silent whisper of “I dare you”. You were challenging him, without a care in the world.
“Put you in your fucking place,” he growled, pushing himself up with a groan and pushing your shoulders back, pinning you beneath him, your wrists in his hands as he raised a brow. “Are you gonna stop being a brat?”
You pursed your lips for a moment, pretending to think for a while until you laughed and shook your head. “Nah.”
Letting his hand trail down to the waistband of your pyjama bottoms, Dan tilted his head to the side, moving a little so that his lips were close enough to yours that you could feel his breath. “Can I touch you?”
“Yes,” you nodded eagerly, licking your lips, a soft whimper coming from the back of your throat when Dan dared to start palming you through the thin fabric, making you pull against him to try and free your wrists, wanting to touch him. “Dan…”
“That’s not my name, is it?” He hissed, moving his hand to your hip so that he could pin it down, preventing you from bucking your hips and trying to get any friction whatsoever.
You shook your head, breath shaky and your body starting to tremble a little as excitement mixed with a rush of lust. “Sorry, Daddy.”
“Good boy,” Dan groaned, straddling your hips, his cock so close to your own as he started to rock against you a little. “Is this what you wanted?”
“I want you to fuck me, but… this’ll do,” you whimpered, trying to lean up to kiss him, but Dan put his hand on your throat.
“Do you want me to choke you?”
“Yes, please, Daddy,” you nodded, a small smile coming to your lips when he added a little pressure to your throat. “I promise I’ll be good if you fuck me…”
“Oh, no,” Dan tutted, shaking his head. “After the way you’ve been acting? I don’t think you deserve it.”
You groaned softly, bucking your hips against him, a small shudder running along your spine; you could feel how hard he was, and while you knew you were already stiff, it was only driving you further. You needed to feel his skin against yours, you needed to feel him. “Daddy, please…”
“So suddenly you’re gonna behave yourself?” He asked hoarsely, licking his lips. “All because you want my cock?”
“Please,” you begged, pouting. But Dan was having none of it.
“Do you want me to make you cum?” He growled. “Or do you want me to stop?”
“Make me cum,” you whined, needing to feel him against you, needing to have his skin on you and to feel how he filled your ass. But if this was the best you were going to get, you were going to take it. “Please. I wanna cum.”
“If you want me to stop, you just have to say,” he whispered in your ear, shaking his head. “You know that, right?”
“I know,” you agreed softly. “I know.”
“Good,” he murmured, swallowing thickly. “I’m gonna reach down and take your cock in my hand, that alright?”
“Oh, fuck, yes!” You squirmed beneath him, trying to get as close as you could while he trailed his hand down from your throat, the tips of his fingers so soft against you that you could hardly feel it through your clothes, gasping softly when he reached your cock, taking it in his hand and, with a torturously slow string of movements, started to stroke it. “Daddy, please, don’t tease me.”
“This is your punishment,” Dan said softly, moving to kiss the edge of your lips, but not quite daring to let you have what you really wanted. “Being such a brat - do you really think you deserve any better?”
“No,” you moaned, trying to buck your hips, but with his body on yours, you couldn’t. “No, I don’t, Daddy.”
“Good,” Dan groaned, daring to pick up the pace of his hand a little, getting the most darling and animalistic moan from you as you tilted your head back, your eyes closing as you cried out for more. “Because I’m not playing this game with you… you act like a brat, you get treated like a brat. Understand?”
You nodded, causing Dan to angle his head so that he could suck, bite, and lick at your neck, a growling demand for you to use your words dancing across your skin with low and thunderous vibrations. “Yes, Daddy, I understand…”
He started to move down the bed, lifting your shirt up enough so that he could kiss and bite across your chest, paying extra attention to your nipples and licking and sucking them until you were trying desperately to touch him; Dan knew what was doing, making you ache for him, until he grabbed your hips and dragged you down so that your legs were dangling off of the edge of the bed. He let his chin rest on your thigh as he smiled.
“Do you want Daddy to suck your cock?”
“Yes!” You nearly cried out the word, so eager as you helped him to push your pyjama bottoms down, letting your cock spring free.
He put one arm on your stomach, pinning you down to the bed as he wrapped his mouth around your cock, making you gasp and moan his name loudly, gripping onto his hair and trying desperately to wriggle and to buck your hips against him. His scruff felt glorious against your skin as he dared to take you all the way, his nose brushing against your pubic hair, trying not to smile when you begged for him to make you cum, so needy and so wanting for just a little release; he had you exactly where he wanted you - begging and needy.
He pulled back with a soft ‘pop’ sound, licking his lips as he finally smiled. “You wanna cum?”
“Yes, please, Daddy,” you nodded, still so fucking eager. “Please, I’ll be good.”
Dan let out a soft tut, shaking his head as he cleared his throat; he wrapped his mouth around your cock again, using one hand to play with your balls as he put his lips and tongue to good use. He would take all of you into his mouth, your head hitting the back of his throat, before he came up again, then going down again, his head bobbing as you gripped his hair and tugged at it; you were panting and moaning by the time you started to cum, spilling into his mouth and whimpering softly when he swallowed. He kept going, waiting for you to finish before he finally pulled away completely and chuckled.
“Go take a shower,” Dan growled, pulling you in for a harsh kiss, trying not to grin at how you moaned against his lips, able to taste yourself. “I’ll be there in a bit.”
#mlem writes#dan torrance fanfic#dan torrance x y/n#dan torrance x reader#dan torrance imagine#dan torrance#doctor sleep x reader#doctor sleep fanfiction#doctor sleep imagine#doctor sleep#dr sleep fanfiction#dr sleep x reader#dr sleep imagine#dr sleep#ewan mcgregor fanfiction#ewan mcgregor x reader#Ewan McGregor imagine#Ewan McGregor
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Which Ewan character should I make a headcanon alphabet for next? I want to write and I'm not feeling inspired.
#ewan mcgregor#ewan mcgregor characters#ewan mcgregor fanfiction#star wars#velvet goldmine#trainspotting#mark renton#obi wan kenobi#lincoln six echo#oliver fields#the pillow book#curt wild#a life less ordinary#robert lewis#edward bloom#big fish#patrick mckenna#dan torrance#doctor sleep#roman sionis#alex law#shallow grave#christian moulin rouge#moulin rouge!#moulin rouge#writing inspiration#writing inspo
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𝙏𝙝𝙞𝙨 𝙪𝙨𝙚𝙧 𝙞𝙨 𝙘𝙪𝙧𝙧𝙚𝙣𝙩𝙡𝙮 𝙨𝙩𝙖𝙣𝙣𝙞𝙣𝙜 𝙩𝙝𝙚𝙨𝙚 𝙩𝙬𝙤 (2) 𝙢𝙚𝙣...
#the way my eyes follow ewan i-#ewan mcgregor#ewan mcgregor fanfiction#danny torrance#dan torrance#dan torrance x y/n#dan torrance x reader#ewan mcgregor imagine#star wars#anakin skywalker imagine#anakin#anakin skywalker#anakin skywalker x reader#the mandalorian#boba fett#ahsoka tano#roman sionis#revenge of the sith#star wars bts
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Walls / Dan Torrance Imagine
Request: So, I absolutely love your Dan Torrance imagines! I also love Doctor Sleep as well! Could I request an imagine where the reader (her name is Rebecca, by the way!) and Dan are married. Dan is worried that his beloved will be harmed by the ghosts of Dan's past and he will protect her at all costs. Dan also survives the whole ordeal! Make it as long as you can and feel free to change anything if you need to! 💙
This is for my wonderful friend @thebeckyjolene, I really hope you’re doing well today darling!
I tried to do a bit of a different writing style with this one, so if you enjoyed, comments are always appreciated! :)
Dan Torrance didn’t remember these walls.
The building, perhaps. The lights, the furniture, the shadows that flickered in the corner of his eyes as he turned and twisted round the wall’s corners: yes. The walls themselves, though, seem distorted. Changed. Taunting.
Or perhaps, he realised, it was all a matter of perspective. All a matter of eyes. He wasn’t sure whose eyes he was looking through right at the moment: he was just a little, insignificant squeak in the back of his head. How ironic, he thought. How ironic that all these years I’ve locked them up, safe and tight in these boxes, and yet now I’m the one trapped inside my mind instead. With each passing face, the walls that wound towards Room 237 seemed to shift, the decorations sometimes vibrant, outmoded, the next second the wallpaper crumbling and peeling and decaying, splattered with blood.
He knew he couldn’t hold out much longer. Each stamp of his boots along the tile seemed to drag him just that little bit further into the belly of the beast - each pound echoing across the ground suckering him just that little bit more, until he began wondering where his shoes ended and the floors of the Overlook began.
The floor. The floor. That he remembered. That grotesque, repugnant shade of orange that cornered in the red hexagons. How long he had spent away from the company of his parents, staring at that floor and wishing he could just go home. The days when his feet would barely touch it, and he would fly, knowing in his heart that he was trying to escape something. The ghosts, or his father, he wasn’t still entirely sure. Perhaps, in the end, there was no difference really. He swallowed thickly, passing the elevator that gleamed white in comparison, still as fresh looking as the day he had arrived here. Despite his face, he still couldn’t bring himself to look at it properly, trying to hold his shudder as he drew himself back from the hotel and bumped his knee against one of the cushioned seats he had seen in his nightmares every night since he was five years old.
He never thought he would hear your feet run across these same floors, speeding along the path his tricycle used to take down the looping corridors, both filled with the same unknown, foreboding dread that they weren’t going to like the shadows that appeared behind them as they turned the corner. They weren’t going to like the consequences of opening doors, of wakening ghosts that were only too riled up to be disturbed. Yet neither of you could help it, the hotel knew only too well how to draw its victims in. He managed to strangle out a sob at the thought, his gut wrenching cries the only thing to be heard in the hallway as his hand pulled and grasped at his jacket, trying to pull himself back. His wife, the light of his life, the only thing in this world he couldn’t bear, wouldn’t allow to have torn away from him again. The Overlook only laughed at his threats, his grievances, whispering in his ear that it was his turn to be the caretaker now.
She must take her medicine, after all. Just like the rest. Rebecca must take her medicine.
And so the door to Room 237 swung shut for the second time that day. In rhythm with the hinges, the beat of an axe hammered against its wood as it closed.
‘Rebecca...Rebecca you need to run. I can’t- I can’t hold them off for much longer. I can’t... I can’t hurt you... I can’t do it.’
The sight of you standing on that mouldy purple carpet was enough to bring tears springing to Danny’s eyes. With the last mount of energy, and desperation he could muster, he forced every cell in his body to stop moving. Slowly, yet surely, his knees still bent and he took a further step towards you, axe now dragging familiarly along the ground.
‘I won’t leave you to the same fate as your father, Danny. This isn’t you, this isn’t us.’
Your husband, his face paling with each step towards you, sneers, lips unnaturally curling up at the corners. He readies to swing his axe, thumbs tight against the wood, but his hands slightly falter just as it reaches his shoulder.
‘What would you know about us?’
You reach up towards him - your Danny, your husband. You could see him struggling, little beads of perspiration on his forehead, and eyes scrunching closed in absolute agony. Your fingers land on his cheek, and you can feel the muscle ripple under your touch, but in all the exertion you don’t miss the slight tilt of his head towards your touch.
‘I know you’re a false face, and that you don’t understand who you’re pretending to be. I know my husband, and he’s strong, and he’s brilliant, and he’s so unbelievably kind. He could never hurt me-’. you reach over his shoulder to tug on his left hand, not letting go until your hand brushed over his wedding ring. His ring finger shook against yours, face seeming to blur and melt against and within itself like new snow. Yet, his hold on his axe began to slip, until it finally fell onto the floor. ‘More than that, he’s smarter than you will ever be.’
‘What- what do you mean?’
‘You, false face, had better start running. It’s only a matter of time before the belly of this place eats you up as well.’
Something akin to familiarity begins to brighten his eyes, and your sense of hope flickers again in your stomach as you feel his fingers twitch against yours. Suddenly, he seems to shake himself awake, gasping as if awakening from a horrible dream. He nearly falls away from you, but your thumb digs into his skin until he collapses back down onto your shoulders. You can feel him shiver as he holds you, but you don’t let go. You knew the strength it had taken him to chase away his ghosts, to keep you safe from everything within himself, and the only way you could think to return the favour was by letting him clutch onto your jacket until his breathing had settled.
‘There you are’, you whisper into the shell of his ear. ‘There you are.’
‘I’m sorry Rebecca’, he gasps out, pulling away until you can see how quickly his eyes are blinking to draw away the tears. He half-laughs, half-sighs as his weary fingers cup your cheeks, rubbing little circles into your skin. ‘It was the only way I knew I could keep them from getting to you. I was... I was just afraid. I was so afraid they would get you too.’
You inhaled sharply, tugging slowly on his fingers as if asking him silently to follow you. To trust you. And he did, with all his heart, he did. He would wander these walls for the rest of his life if you had asked him too.
Instead, you try to smile up at him, but it ends up looking like a pained grimace more than anything. ‘It’s alright, it’s alright, but we need to go now Danny. We need to run.’
He felt a pang in his heart, knowing that nothing in this black hole of a place would ever let him leave. Not really. It had consumed his father, it had consumed him, and he would be damned if he was going to let it take his wife without him giving a proper fight. Without him giving every last piece of himself he had to give, until he knew you had escaped.
‘But the boiler-’
‘It’s already taken care of. You mumble so much in your sleep about this place, I think I could switch them on with my eyes closed’, you chuckle.
‘Come on, it’s time we finally leave these walls to smoulder.’
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Hello! Could I make a request for Dan Torrence comforting a GN!reader romantic partner after a hard day at a new job, specifically in teaching? I loved the way you wrote Dan on your knitting HC, and I recently started a new teaching position that’s making life harder for me atm. Having some love from Danny would make it much easier! If you have the time a short ficlet of under 500 words would be amazing, but if not bullet points would be great too. Thank you for putting your amazing writing out into the world, I get so much enjoyment out of your work that I’ll even read it for fandoms I’m not in because I love your takes on things so much!
Calm | Dan Torrance x GenderNeutral!Reader
Hi there! Goodness, I can't express how much your messages mean to me. You're wonderful, Anon, and I love you so much, please know that. I may not know you, but you're truly fantastic! Thank you so much for everything. <3 Now, this got a tiny bit longer than 500 words, but I'm pretty sure you don't mind. It was a delight to finally write for Dan like this again, it's been so long! And I wish you the best of luck with your new teaching job; I know how taxing it all is and there's so much responsibility and not nearly enough compensation. I'm sending you so much strength, you've got this! :) <3
summary; See above.
notes; GenderNeutral!Reader, who is a Teacher; Domestic Fluff; Reader being stressed and exhausted; Cuddling; Soft Kisses; Pure Comfort; Dan being an amazing BF; Dan's Shine doing it's Thing by letting him feel your emotions.
Reblogs > Likes. Thank you!
As soon as you came through the door and got rid of your shoes and jacket, Dan could feel the bone-deep exhaustion and distress that must have been plaguing you this whole time. Without even greeting him, you went to use the bathroom and got dressed in more comfortable clothes – a simple shirt and cotton shorts.
Only when you came back out of the bedroom, did you go over to him and hug him tightly, burying your face in the crook of his neck. Immediately, he reciprocated the embrace and rested his right hand on the back of your neck, stroking his thumb soothingly over your nape, as his left arm wrapped around your waist.
“Did something happen?” Dan asked softly, trying to lean back and get a look at your face, but you wouldn’t have it and just clung onto him as you pressed your face against his warm skin.
“Just work kicking my ass,” you mumbled into his neck, which tickled, but didn’t bother him.
“Oh, I’m sorry, my darlin’. Say, do you want to eat first or would you rather let that wait and just cuddle in the bed for a bit?” Over the years, you two had come up with a bit of a routine for days such as this, so that he could comfort you more easily and pointedly.
“Bed. Please.”
Reluctantly, you let go of him, but kept his hand in yours, so you two could go into the bedroom and lie down on the king-sized bed together.
Once you’ve lain down on the soft mattress, Dan stayed on his back, while you rolled over on your side and cuddled up to him, tangling your legs with his, throwing your arm over his stomach and resting your head on his chest. It was your favourite position and hearing his heartbeat soothed you immensely.
Danny buried his right hand in your hair and combed through it, calmly, while his other hand rested on your arm that was over his abdomen and circled his thumb over your forearm’s soft skin.
Then, you two just stayed quiet for some time, enjoying each other’s warmth and presence.
“I’m just so stressed, you know? Teaching is a much harder job than people think it is and we’re paid basically nothing for all the stress and pain we have to endure daily. I’m so exhausted,” you suddenly confessed, your voice so quiet and broken, reflecting your pain vividly.
“Sweetheart…,” he murmured, sighing softly. “I’m sorry about that. Is there anything I can do for you?”
“Just keep cuddling me, please. This feels good. It’s the first time I can actually tell that I’m a person, Danny. Thank you,” you replied and turned your head a little to press a soft kiss to his chest through the cotton shirt he wore.
Dan couldn’t help but smile, feeling a little calmer with you as it washed over him through the shine.
“I’m always right here for you, darlin’. I wish you could take a much deserved break from it all, right now, though,” he said softly, craning his neck to kiss your temple.
“You know that even when I’m on vacation, I gotta work and prepare for after, and-“
“I know, baby, I know. That’s not what I’m saying. I mean a real break. One that you actually use as such and don’t do any work for a bit. Let me do the chores and everything else, while you just relax. You can prepare your classes any other day, my love. It wouldn’t do anybody good if you ended up burnt out,” he interrupted you sternly, but gently nonetheless, “Take this weekend, hm? All exams are done right now, you’ve already prepared the next week. There’s no harm in it, is there?”
Feeling defeated, you sighed deeply, a fond little smile on your lips as you shifted to support your weight on your forearms and faced him directly.
“You’re right, of course. I’m- well, you know how I am. But alright, I won’t do any work on the weekend. Or at least I’ll try not to, okay?”
“I just want you to feel better and not over exert yourself,” he murmured and leaned forward, his lips brushing against yours, “I love you, Y/N.”
Then, he captured your lips in a searing, breathtaking kiss, which truly let you feel just how much he loved you. And even though you’ve experienced such a kiss with him so many times before, it never ceased to amaze you and make you feel so whole.
For a short moment, you broke the kiss to whisper, “I love you too, Danny,” back and then proceeded to continue kissing him until you were both breathless and feeling fuzzy and warm on the inside.
Thanks to Dan’s efforts, you felt much more at ease when you finally decided to make dinner. He was certainly the only person in your life who has ever had such a calming effect on you. Days like those made you even more grateful for having been chosen as his partner.
You would never have it any other way. He was just so perfect to you.
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Magnificent Love
Kinktober - Post 4 - Dan Torrance - Shower/Bath Sex
Warning: Age gap, Consensual sex, Bath tub/Shower sex
Note: This is the reader dynamic with Dan Torrance from Unlikely Delights.
Dan, was tired. Tired and worn out. He was finally done with his double shift. It had been rough. He had to help two pass. It made those double shifts even harder.
You were supposed to come over later. He wanted to see you but right now he could barely put two thoughts together. Shuffling he managed to make it upstairs to his apartment.
Closing the door behind him, he made it to his overstuffed chair where he soon shed all this clothes. Their sterile scent made his stomach turn. Leaving them in a pile he shuffled over to the bathroom. He gave himself a sideways glance in the mirror. He needed some sleep before he would see you.
Turning the knobs, he waited till the water was warm enough to stand under. He ran his fingers through his hair and shivered, he would never ever like the cold he mused.
His lips twitched into a small smile when he reached out and felt that the water had warmed up.
Brushing the curtain aside and stepping in, Dan just stood and enjoyed how the water felt falling down on him. Reaching out he turned the knob to make the water even warmer. He sighed and just enjoyed how it felt. Feeling the warmth finally fill him, he stretched and began to feel better.
Your presence touched him, he smiled even wider when reaching out he realized what you were doing.
He let the smile fall away before you came into the bathroom.
“Hi honey.” You peaked around the curtain. Your smiler was radiant.
“Hi there.” He returned the smile.
“Any room for me?” You raised an eyebrow.
“Always for you.” His stomach began to easily know as he watched you ease into the shower. “There is my beautiful girl.” His smile widen as he watched your cheeks turn a light shade of pink. “How did you know that what I needed right now was you?”
You playfully smiled. “A lucky guess.”
“It certainly was. Now come here sweetheart.” He beckoned to you.
He sighed, he wrapped his arms around you. He rested his forehead on your shoulder.
Your hands were delicate and soft as he felt you glide them over his back. “Did someone pass today?”
You voice was as sweet and soft as the rest of you.
He nodded. “Yes. Two.”
“I’m sorry.”
“Its alright. It was there time. I was happy to help them.” He needed you. And you were here. No longer did he have to push away that tiredness or that pain away with a bottle.
“You are such a good man.”
“I try to be.”
“You are.”
You moved just and he could feel your lips as they moved here and there. He looked at you and your lips met. The kiss was tender and sweet.
He eased his hands over your body. “How did I get so lucky?”
“Because we ran into each other.” You met his eyes with a smile.
“Oh that’s right. That was one of the best moments of my life.” He eased his hands more over the curves and valleys of your body. Your lips once again meeting the hunger between the two of you grew. A hint of the fruit parfait lingered, it made you even yummier then usual. The longer he felt and kissed you, the more aroused he became. He enjoyed how strong of a pull you had on him.
You sighed his name as you broke the kiss. “Please.”
A smirk came over him, “Will you indulge me honey?”
You nodded.
“I am going to lay down and I’d love for you to straddle me.”
You trembled. “I’d like that.”
“You do?”
“Yes, you breathed.
The full force of images of your mind would have made him slip if he wasn’t already used to how strong your thoughts could be. He grew even harder seeing your imagination over what they were about to do.
Easing himself down, Dan laid the best he could. He was grateful that this tub was large. He had enjoyed several baths in it. This would be something new, he was eager to do with you.
“Alright.” He smiled up at you, he rubbed himself, letting a sigh pour from his lips. “Alright honey.” He beckoned to you. “I’m ready for you.”
Holding himself, he helped you ease down his length. He closed his eyes at the pleasure of it.
Opening them looking up at you he shifted a little loving the pleasure wash across your face. He glided his hands up your soft thighs to your hips.
“Alright honey, let me watch you.”
You braced yourself on the rims of the tub. You were slow at first which was driving him crazy. But soon you picked up speed.
“Yes. That’s my girl.”
He moved his hands higher till he could run his hands over your breasts. Your nipples became even more erect as he caressed them.
Your moans and his mingled, he relished how you arched against him. Your pace was steady. But he could feel how as you tightened on him you were drawing close.
“Feel good baby?”
“Yes.” You managed.
Right now, this was amazing. The warm water as it fell around the two you. The way your moved as you rode him. He was drawing close himself.
When you bent over him them and met his eyes. “Dan” You moaned, your wet strands hanging down. “I am so close.”
“Then cum for me.” He tucker some of the strands behind your ear so he could see you better. “I want to feel it. I want to see it.” His words you were curled into a purr as you were making him feel so good.
“Yes.” Your lips met and the two of your were hungry as you kissed. Your moans became one like you were now.
You came against him hard, your head thrown back. Magnificent was how you looked; his love. His girl.
He trembled, reaching out he held you close as he finally came hard in you.
Wilting, he missed the feel of you when he gently slipped from you and you drew close to him. You were flushed and breathless, he loved very moment of it. He held you there on top of him, he could feel your racing heart.
******
Not much later, in fresh t-shirts and pajama pants you under his blankets. You giggled into his chest.
Sleep had been tugging on him but he opened one eye and watched as you giggled a little more. “Yes, honey?”
“I’ve always wanted to do that, and it felt amazing.”
He had to admit that woke him up a little more, but his exhaustion still lingered.
“You were honey. We may have to do it again, perhaps next time with with bubbles.” He murmured against the top of your head, and gave the drying strands of your hair a kiss.
Turning, you smiled up at him. “I’d like that.”
@blondekel77 @thebeckyjolene @blackberries45 @sithonis @mrskenobi19 @hollow-r-us @shantellorraine @reiaux
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Doc Holiday
A Dan Torrance x Reader Holiday fanfic. Gif, not mine. From here. And its from A Long Way Up if I remember correctly.
Word Count: ~2400
Warnings: None. Pure holiday fluff.
The holidays were always a hard time at the Helen Rivington House. Weather depending, some of the residents would have visitors, but many of them were left here alone.
I guess the most wonderful time of the year would be ruined by the sound of grandpa’s labored breathing, or grandma’s coughing, you thought sadly as you closed your shop across the way.
You wanted to do something for the residents. After all, just because their family had forgotten them didn’t mean that you would. That was how you got the idea for your weekend plans. You had a surplus of holiday decor in the back of the shop left over from the previous owner. You’d thought it was a little silly to go all out with the bookstore, especially since you found business to be a little harder these days. Still, you hadn’t had the heart to get rid of them. Now you were grateful for that decision.
The next day, you went to the Rivington House, dragging a wagon full of supplies behind you. The nurse on duty gave you an odd look.
“Can I help you?” she asked.
“I had some extra supplies and was wondering if I could decorate in here for the holidays?” you asked hopefully, bouncing slightly on your feet.
A warm smile grew on her face, “Oh, they’ll love that. We’re a little short on staff today, though, so you’ll be decorating on your own.”
“That’s okay,” you said with a small smile. “Just means I can be a perfectionist.”
She chuckled softly, holding the door to the living room open for you. The room wasn’t much, but it would do. Looking over at the few residents in the room, you could see them glancing at you with interest.
“Whatcha got there, youngin’?” an old man asked.
“Holiday decorations,” you blushed before digging around in one of your boxes. “Would you be willing to help make some of the decorations for me?”
“I’m not sure it’ll be any good,” he said, looking down at his hands. “Arthritis is a bitch.” He looked up at you. “Don’t get old.”
You smiled softly at him before placing some stockings and fabric paint on the table. “It’s the thought that counts. It doesn’t have to look like it belongs at Macy’s. I just thought it would be nice to make stockings for the staff.”
“That I can do,” he said, taking a bottle of green paint from your supplies.
You nodded before turning back to the room, turning on some holiday music on your phone. Eventually, you found yourself digging around in your boxes to assemble the Christmas tree after putting up a Menorah on one of the tables.
A small chuckle breezed through your lips. You hadn’t assembled a Christmas tree in years, you realized as you fluffed out the branches. Soon, it was ready for the ornaments. You passed some out to the residents to hang wherever they saw fit as you went to get a ladder from the broom closet so that you could put the star on the top when you were done.
Placing the ladder against the wall you realized just how rickety it was. The rungs creaked with every step, much to your chagrin. You were so close to the top that you couldn’t possibly give up now. Leaning over, you tried to reach the top of the tree, causing the ladder to wobble as you leaned further than it was able to handle.
It happened in slow motion.
Your hand triumphantly placed the star on the top of the tree.
Then, you started to tilt backwards away from the wall. Your eyes widened in horror as you realized what was about to happen. Scrunching them shut, you braced for an impact with the floor that never came.
Instead, you found yourself in a strong pair of arms.
“Are you alright?” your savior asked.
Opening your eyes, you realized who it was. If you had been so inclined to write a letter to Santa this year, you would have asked for this man to be under your tree. His blue eyes were more beautiful than any of the ornaments on the tree, and here in his arms was warmer than any fire place you could sit in front of. You’d fallen for him long ago, but every day you were reminded of exactly why you had. Now, if only the feeling was mutual, you thought.
"I’m alright. I can think of worse people to fall for,” you blushed, realizing what you said and stammered out a quick, “I mean fall on. Worse people to fall on.”
The man smiled down at you, the corner of his eyes crinkling at the action. “You should be more careful. There’s a reason why that ladder was in the closet,” he said warmly as he placed you back down on your own two feet.
“The residents said-”
“The residents don’t always have the most accurate information,” he said softly.
“I heard that, Doc!” the man working on the stockings grumbled.
“Oh, yeah, Charlie? Good. It was directed at you,” he teased, coming over to inspect what he was working on.
“Well, looks like you’re getting coal in your stocking,” Charlie belly-laughed. “Aren’t you awake a little early, Danny boy?”
Dan shrugged, locking eyes with you, a small smile tugging at the corner of his lips, “Couldn’t sleep when I heard all the commotion downstairs.”
Part of you wondered if he knew who you were. The town was small enough, that surely he had heard about you. But, did he know who you were to him? Did he know you were the one that left him little unsigned letters here and there? If his gift was as powerful as you’d heard it was, then he surely knew it was you, and yet he didn’t betray that knowledge ever.
“Doc, do me a favor and hang this on the fireplace, would ya?” Charlie asked, passing him the stocking. It had Dan’s name spelled in the squiggly letters of an unsure hand along the top and a well-intentioned candy cane on the actual sock.
“Sure, Charlie,” Dan said, patting his shoulder before hanging it next to the others in a row. He stepped back to admire the room. “Well, I think it’s beginning to look a lot like Christmas in this place.”
“You know what would make it more like Christmas?” you asked softly.
“What?” he asked with a look of amusement, turning to face you.
You gestured for him to bend slightly to give you his ear. “You know, I’ve got a Santa suit and presents back at the shop,” you whispered in his ear.
“Really?” he asked with a wide grin.
“Yeah. Want to help?” you asked nervously, rocking on your feet again.
“I’d love to. But, what about the rest of your decorations?”
“We can handle that,” Charlie said, teetering over towards the boxes on unsteady feet.
You and Dan shared a look.
“I’ll supervise,” one of the nurses quickly said.
Dan gave her an appreciative nod before following you back to the shop.
He looked around the stacks of books as you went to fetch the re-shelf cart.
“It’s kind of you to do this,” Dan commented as he lazily perused the stacks.
You blushed, back towards him as you set the cart nearby. “I just think everyone should have a present on Christmas,” you murmured before turning. “Now, tell me what everyone is into and I’ll pull a book. I’ve got gift bags in the back that we can put them in afterwards.”
Dan closed his eyes, thinking about his residents. “Delilah loves romance novels. She’s always watching the Hallmark channel. Robert is into submarines. He used to build them after getting back from World War Two. Lily likes to learn about different religions.”
You dug through the racks, puling books here and there, “And Charlie?”
A small chuckle breezed through his lips, “Charlie likes books on the Civil War. He was a re-enactor in the day.”
“Did New Hampshire have a lot fo battles?” you asked in amusement as you stretched up to reach the book you had in mind. It was barely in your reach.
“No, but he used to travel a lot to be a part of them,” he replied, coming up behind you to take it down.
You turned slightly, noticing just how close you were. Swallowing a nervous lump, you murmured, “You know your residents really well.”
His eyes trailed your face, settling briefly on your lips before flicking back up to your eyes, “When you care for someone every day, you get to know them well.”
“I’m sure the appreciate you.”
“Probably, but it’s me who appreciates them,” he breathed. “If it wasn’t for this job, this place, I don’t think I would have stayed. I never would have found a place that accepted me as I am and felt like home.”
“You’re a nomad?” you asked with a slight up-tilt to the side of your mouth.
“Something like that,” he said as he took a step back, distancing himself in more ways that physically as he put the book on the cart.
The two of you went on like this for another thirty minutes until you had books for everyone, bagged and tagged, ready to be given away. Then, you handed Dan the Santa suit to change into as you pulled on an elf outfit. While you were waiting for him, you loaded your cart up with the gifts.
“Have you been naughty or nice?” Dan purred, coming out from the back, his clothes folded under his arm.
You licked your lips. “I believe in the duality of man. I can be very nice, but-” you walked your fingers up his suit, playfully bold in your elf costume-” for you, I could be very naughty.”
Dan felt his mouth go dry as you playfully tugged on his fake beard.
“Rosy cheeks, check,” you winked as you went to grab the cart. “Ready?”
“Let’s spread some Christmas cheer,” Dan said as he got the door.
The two of you decided to visit the bed bound residents first before congregating in the living room for everyone else. Seeing the smiles on everyones faces warmed your heart and reaffirmed why you were doing this. All of the residents lit up as you came into view, as well as the staff. Well... most of them.
“Aren’t you a little old to be dressing up, Doc?” a male nurse teased with a sneer. He looked you over lasciviously. “What’s this? Santa and his ‘ho, ho, ho’?”
“Back off,” Dan said, tapping him firmly in the chest.
“Or what? You’ll sic Azzie on me? Get real, Doc,” he huffed before moving on, deciding that the two of you weren’t worth the effort.
Dan gave you an apologetic smile, “I’ll make sure he gets coal.”
You reached over and took his hand to squeeze. “Let’s finish this up in the living room. I know how scratchy that beard is.”
The two of walked into the living room to find a group of residents seated for you.
“Doc, you can take the beard off if you want. We know it’s you,” Charlie chuckled.
“Are you sure it won’t ruin the illusion, Charlie?” he teased as he tugged it off to free his face.
“It’s already nice enough what you’re doing,” Charlie replied, “Nothing could ruin that.”
Dan nodded before turning to take the first bag from you. In a few short minutes, everyone had their presents and were chatting amicably about their new reads.
“It looks like your idea was a hit,” Dan said quietly for just you to hear.
You blushed, giving a small shrug, “In my house we always got a book on Christmas to have something to read going into the new year.”
“That’s a sweet tradition,” he smiled.
“I’d always leave the last chapter for New Year’s Eve. I wanted to pretend that ending the year was like ending a book,” you said shyly.
“There are worse views to have,” he replied, wrapping an arm around your shoulder to walk you out.
“Ahem,” Charlie called loudly, causing the two of you to stop and turn to him. Playfully, he pointed up.
Your eyes widened as they spotted the mistletoe, stealthily hidden in the doorway. Then, your eyes fell onto Dan’s blue eyes that were staring at you intently.
He blinked and then looked down. “You don’t have t-”
You took his face in your hands and kissed him, tilting your head slightly to avoid bumping noses. Reflexively, his arms wrapped around your waist to pull you against him. Your hands slid down to settle on the velvet shoulders of his suit as you gently pulled away, dialing down the heat of your kiss as you remembered that you had an audience that was hooting and hollering behind you. Sheepishly, you waved to them before quickly leaving. Your steps were swift as you made it back to your bookstore.
“Wait!” Dan called as he ran after you, an initiative he took after Charlie yelled at him.
You heard the bell on the door ring as he entered, walking steadily towards you.
“Look, I didn’t want to make things awkward, its just the mistletoe ru-” you started to say but were cut off by his lips on yours again. You melted into him, wrapping your arms around him to deepen the kiss.
“I think that was the best Christmas present I’ve ever gotten,” he said sincerely when you pulled back.
“The kiss?” you asked breathlessly.
“You,” he corrected. “And... Charlie said I would be a fool if I returned the best thing I could have gotten. So, this is me saying I want to keep my present.”
“I don’t know, Dan,” you sighed.
“I know it’s you,” he admitted. “You’re the one who’s been leaving me notes since I moved in. Every time I considered moving, I’d get a note and I’d remind myself that at least one person wants me here, so I should stay to get to know them.”
“Why didn’t you say anything?”
“Why didn’t you?” he countered.
You sighed, “Fair point.”
“Well, you know what I want for Christmas,” he said, sitting in a chair and pulling you onto his lap. “Tell Santa what you want for Christmas.”
A chuckle tumbled out at the absurdity of it all, “You, Dan-ta. I want you.”
“I’ll see what I can do,” he replied nonchalantly.
You playfully whacked his chest. “Dan!”
He laughed, catching your hand before a second whack and kissing your knuckles. “Merry Christmas, baby.”
“Merry Christmas, Dan,” you smiled.
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