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Edición 72 de la Revista Integración de la Asociación Peruano China -APCH
Ya está disponible la edición nro. 72 de la Revista Integración, descubre todas las notas que tenemos de la comunidad Tusan y mucho más. 👉🏻 https://bit.ly/3WtrgKY 4-8 Perfiles Karla Castilho, César Lee, Aitana Castillo Kujon, Renato Chung, Bernardo Li y Chacyin Wu Tong 16 Angie Yalán Zhang. Sus motivaciones y lo que viene después de Miss Tusán 20 Institucional APCH y sus 25 años…
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"Australia del Espíritu Santo", la conquista española nunca reconocida
El investigador chileno Gustavo Mártin-Montenegro llegó a la conclusión de que el día nacional de Australia debería conmemorarse el 14 de mayo, en recuerdo al 14 de mayo de 1606, día en que el navegante Pedro Fernández de Quirós nombra al territorio Australia del Espíritu Santo.
¿Sabías que los españoles llegaron a territorio australiano casi 200 años antes que los británicos? ¿Tenías conocimiento que España reclamó la soberanía de Australia ? Estos hallazgos de la historia de Australia fueron presentados por el investigador chileno Gustavo Mártin-Montenegro en la monografía titulada Australia del Espíritu Santo Un nombre español para un país inglés.
El investigador chileno Gustavo Mártin-Montenegro llegó a la conclusión de que el día nacional de Australia debería conmemorarse el 14 de mayo, en recuerdo al 14 de mayo de 1606, día en que el navegante Pedro Fernández de Quirós, un portugués al servicio de la armada. española, nombra al territorio " Australia del Espíritu Santo".
De acuerdo a Mártin-Montenegro , el 21 de diciembre de 1605, Pedro Fernández de Quirós junto con Luis Váez de Torres zarpan desde Callao, Perú, con la intención de establecer un asentamiento en la tierra del sur. Es así que el 14 de mayo de 1606 toma posesión de las tierras y escribe al rey de España, Felipe III, una nota que decía: “Tomo posesión de todas estas tierras que tierras dejo vistas y estoy viendo, y de toda esta parte del sur hasta su polo, que desde ahora se ha de llamar Australia del Espíritu Santo ”.Anuncio
Mártin-Montenegro describe que el 26 de enero , día en que Australia celebra su día nacional, se decidió con base en los acontecimientos ocurridos en 1788 cuando Arthur Phillip, en nombre de la corona británica, inició el proceso de ocupación de los territorios. Phillip desembarcó en Puerto Jackson (lugar donde se funda Sydney) sus 11 barcos de convictos (reos o presidiarios), de los cuales 568 eran hombres y 191 mujeres. Todos habían sido enviados desde Inglaterra para establecer las colonias penales.
Devastadora acción colonial
El historiador remarca que el 26 de enero también es recordado como el inicio de un proceso devastador contra los habitantes originarios de esos territorios. Pues habitaron la tierra del sur mucho antes que los europeos. Investigaciones afirman que pudieron llegar de alguna parte de África, del sur de China o directamente del sudeste de Asia.
Mártin-Montenegro indica que hay evidencia de que la presencia humana más antigua data de hasta 116 mil años y que también se habla de hasta 176 mil años. El autor especifica que antes de que Gran Bretaña ocupara el país en 1788 existían en Australia más de 600 comunidades indígenas, incluso se calculó que existían entre 200 y 250 lenguas diferentes y se hablaban numerosos dialectos. Sin embargo, los primeros pobladores nunca le dieron nombre al territorio, sólo usaban nombres aborígenes para identificar ciertos lugares de residencia.
Es así que el autor pide se reconsidere la fecha, pues el 26 de enero de 1788 marca la “acción devastadora colonial impuesta por Inglaterra” cuando Arthur Phillip estableció las colonias penales.
English version on Australia
La investigación de historiador explica que los libros anglo-australianos sostienen que los primeros europeos en llegar a Australia fueron los holandeses, pero que nunca mostraron interés por colonizar el territorio. Tuvieron la impresión que era un “territorio árido y la población en estado primitivo”.
No obstante, sostiene Mártin-Montenegro , los españoles tienen su propia versión y afirman que ellos fueron los primeros en visitar la isla continente antes que los holandeses. En 1595, el navegante Lope de Vega habría llegado a las costas de Australia estableciéndose en Bondi Beach, en Sydney.
El 14 de mayo de 1606, Pedro Fernández de Quirós tomó posesión de las tierras y escribió de inmediato al rey de España, esta nota: “Tomo posesión de todas estas tierras que dejo vistas y estoy viendo, y de toda esta parte del sur hasta su polo, que desde ahora se ha de llamar Australia del Espíritu Santo”.
La investigación afirma que en sus memorias Fernández de Quirós dice al Rey Felipe III, quien se casó con Margarita de Austria, lo siguiente: “Por felice memoria de VM y por el apellido de Austria, le di por nombre (a quella tierra) la Australia del Espíritu Santo, porque en su mismo día tomé posesión de ella”.
Gracias a la investigación de George Collingride, citada por Mártin-Montenegro, se sabe que el 14 de mayo, día de la toma de posesión, se celebra la aparición del Espíritu Santo.
Algunos historiadores australianos sugieren que el manuscrito de Quirós sufrió algunas alteraciones y que la palabra original habría sido Austrialia . Es por ello que siempre han dudado de la veracidad de los hechos.
Mártin-Montenegro afirma que cuando España se enteró de la llegada de los ingleses en 1788, la corona española hizo todo lo posible para preservar los territorios que asumía como pertenecientes. De hecho, fueron dadas las instrucciones para arrestar a James Cook, lo culpaban de infringir la ley al invadir aguas que le pertenecían a España. La historia relata que el 22 de agosto de 1770, el capitán James Cook había tomado posesión en nombre del rey de Inglaterra, Jorge III, de toda la costa oriental hasta el extremo sur.
España continuó con su presión pero no consiguió desalojar a los invasores. Mártin-Montenegro asegura en su investigación que es obvio que España no tuvo la capacidad para defender la soberanía de Australia porque el imperio español se encontraba en decadencia y el imperio de Gran Bretaña iba en ascenso.
Fuente: cityartsydney.com.au
Nombre de Australia
Mártin-Montenegro hace una minuciosa descripción acerca de la teoría de cómo se descubrió Australia y el proceso para colocarle un nombre. Mártin-Montenegro afirma que los primeros trabajos se remontan al segundo siglo de nuestra era, cuando el astrónomo, matemático y geógrafo llamado Claudiuo Ptolomeo o Tolomeo habla por primera vez de un continente en el sur, una tierra desconocida. La investigación indica que fue hasta 1531, cuando el cartógrafo francés Oronce Fine establece en sus mapas un continente imaginario al que llama Terra Australis, que en latín significa tierra del sur o tierra de los vientos sureños.
Respecto al nombre definitivo de Australia se sabe lo siguiente, el explorador Matthew Flinders nombra a la zona como Terra Australis , que era el nombre original que habían colocado los cartógrafos europeos. Después, en 1804, Flinders trazó un mapa donde nombra a la zona como Australia. El entonces gobernador de Nueva Gales del Sur, Lachlan Macquarie apoyó la idea de Flinders por el nombre de Australia y lo usamos en sus mensajes a Inglaterra. En 1824, Inglaterra aceptó oficialmente que el continente debía ser llamado Australia.Mapa de Oronce Fine Fuente: dominio público
Claman la verdad historica
Varios escritores sostienen que los historiadores australianos no han querido reconocer o han ignorado que España reclamó la soberanía de Australia . El autor Al Grassby, quien es citado por Mártin-Montenegro , sostiene en su libro The Spanish in Australia lo siguiente: “Los historiadores australianos […] han ignorado […] el hecho de que España reclamó la soberanía de Australia. Esta “conspiración del silencio” continúa hoy en las universidades australianas, donde a los estudiantes […] se les permite […] mirar solamente los aspectos que fueron presentados por Londres. […] Esto es parte del enfoque desequilibrado que se ha hecho de la historia australiana […]”.
El autor de la investigación, Mártin-Montenegro hace un serio llamado a las autoridades tanto australianas como españolas para iniciar un proceso de investigación para conocer la verdad histórica.
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#ElEscenarioDelMundo
💃“UN PUENTE HACIA EL PRESENTE [A Bridge to Now]”🌎😱🕺
💥 Proyecto de danza multimedia que explora la migración de comunidades chinas en las Américas, tanto en el Norte como en el Sur, y reúne narraciones orales y ahonda en las conexiones entre los descendientes de chinos en Perú y Estados Unidos. A través de estas historias, busca construir un "puente" que conecte el pasado con el presente, fomentando la comprensión y empatía entre diversas comunidades, lenguas y experiencias de vida. El proyecto escénico aborda las experiencias multiculturales e intergeneracionales de comunidades a menudo marginadas. A través de la danza, se exploran los movimientos migratorios históricos y se crean conexiones que trascienden las barreras lingüísticas y culturales.🎯
🗯 El proyecto es fruto de la colaboración artística entre Lenora Lee y la directora/bailarina Moyra Silva Rodríguez, desarrollado de manera híbrida, con trabajo remoto y presencial en diversas ciudades y países, el proyecto emplea una aproximación interdisciplinaria que combina danza, audiovisuales y narración de historias. Proyecto Ganador de Estímulos Económicos para la Cultura (2023), Asian Improv aRts, Asian Pacific Islander Cultural Center, el Mid Atlantic Arts a través de USArtists International, un programa en colaboración con el National Endowment for the Arts, la Fundación Andrew W. Mellon, y el Trustfor Mutual Understanding.👀
📜✒ Cuenta con los testimonios orales de quince tusanes, descendientes de chino en el Perú, incluyendo a la poeta Julia Wong Kcomt.🙏
👥 Elenco: José Avilés, Lynn Huang, Moyra Silva y Peter Cheng
📢 Dirección: Lenora Lee y Moyra Silva Rodríguez
🎵 Música: Francis Wong
© Producción: Compañía Lenora Lee Dance (Estados Unidos) y Facultad de Artes Escénicas y de la Carrera de Danza PUCP.
📌 FUNCION:
📆 Martes 01 de Octubre
🕗 8:30pm.
🏛 Teatro Juan Julio Wicht del Centro Cultural Universidad del Pacífico (jr. Luis Sánchez Cerro 2121 - Jesús María)
🚶♀️🚶♂️ Ingreso libre
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🌍 Hoy, 8 de mayo, celebramos el Día Mundial de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. Este día fue establecido por la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (IFRC, por sus siglas en inglés) en 1948. El Día Mundial de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja se celebra en honor al nacimiento de Henry Dunant, fundador del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. Dunant concibió esta sociedad como un ente neutral que presta ayuda humanitaria a quien la necesita independientemente de su raza, nacionalidad o creencias. Este día tiene como objetivo generar reflexión y conciencia sobre los principios fundamentales del movimiento internacional. Es un llamado a la acción para todos nosotros para apoyar a las personas que necesitan protección, asistencia, servicios de salud, ayuda social y solidaridad. La Cruz Roja está presente en más de 190 países y se configura como una gran red conformada por millones de personas voluntarias. En países como México, Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Australia, España, Francia, Alemania, Italia, Japón, China, India, Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Perú, Venezuela, entre otros, se celebra este día para honrar el legado de Henry Dunant y reconocer la labor humanitaria de las personas que marcan la diferencia en sus comunidades. 🌍🚑🏥
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Confirman que en Perú, Mesopotamia y Egipto se construyeron las primeras ciudades del mundo.
El Perú aún sigue siendo una tierra de sorprendentes misterios y las excavaciones arqueológicas realizadas en las últimas décadas han estado develando poco a poco sus secretos guardados por cientos o miles de años, confirmando así que en Mesopotamia, Egipto y Perú se erigieron las primeras ciudades del mundo!
Esto nos muestra que CARAL fue la capital de una especie de Estado Nación.
CIVILIZACIÓN -ANTIGÜEDAD
1. Mesopotamia 3500 a.C.
2. Perú 3200 a.C.
3. Egipto 3000 a.C.
4. China 3000 a.C.
5. India 2600 a.C.
6. Creta 2000 a.C
7. México 1200 a.C.
CARAL Con más de 5 mil años de antigüedad, la civilización más antigua del continente americano. se desarrolló entre 3700 y 1800 a. C.
Nuestro país es uno de los únicos 6 lugares en el mundo donde la civilización floreció espontáneamente con sistemas sociales y económicos . Sin embargo, nuestros antepasados hicieron algo que no se replicó ni en Egipto, China, India o Mesopotamia.
Luego de 20 años, el Norte Chico sigue siendo el vestigio del pasado civilizado más lejano del continente, pero hay algo que lo haría mucho más particular y diferente, algo que no tienen ni Egipto, Mesopotamia, India, Centroamérica o la misma China.
¿Qué es una cuna de la civilización?
Se llama cuna de la civilización a aquellos pocos lugares en el mundo donde la civilización surgió de forma independiente. Esto es, sin influencia directa de alguna otra comunidad externa.
La agricultura y la ganadería hicieron que no sea necesario moverse de un lugar a otro para subsistir. El neolítico dió paso a otros proyectos como la construcción de ciudades, la arquitectura de monumentos, la artesanía funcional y expresiva, la metalurgia e incluso la escritura.
Todos estos factores crearon inevitablemente un fenómeno social donde los individuos se asentaron, crearon sus clases sociales y formaron, por primera vez en la historia, lo que conocemos como civilización.
La agricultura y la ganadería hicieron que no sea necesario moverse de un lugar a otro para subsistir. El neolítico dió paso a otros proyectos como la construcción de ciudades, la arquitectura de monumentos, la artesanía funcional y expresiva, la metalurgia e incluso la escritura.
Todos estos factores crearon inevitablemente un fenómeno social donde los individuos se asentaron, crearon sus clases sociales y formaron, por primera vez en la historia, lo que conocemos como civilización.
¿Cómo se reconoce a una de la civilización?
Así como es fácil imaginarnos el pasado con Roma, Grecia, Egipto y otras sociedades famosas, también podemos imaginar que todas estas evolucionaron de una forma de vida y organización que surgió muchos años atrás.
Las ciudades, las clases sociales, la escritura, los edificios públicos, la cerámica y demás elementos aparecieron alrededor del 3.500 a.C, pero no en un solo punto, sino de manera autónoma en diferentes lugares del mundo
Créditos a quién corresponda.
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Conociendo a tu Municipalidad
Inmigrantes y Gobiernos municipales en Perú: una relación sinérgica
La migración siempre ha sido una piedra angular de la historia humana, forma naciones y culturas. Perú ha sido fuente y destino de migrantes a lo largo de los años. Los inmigrantes llegan a nuestro país y su influencia no se limita solo a la esfera cultural o económica, pues un aspecto intrigante es su papel en los Gobiernos municipales. Este artículo desentraña los matices de la participación de los inmigrantes.
Históricamente, Perú ha experimentado muchas olas de inmigración, especialmente de naciones como China, Japón y varios países europeos. Estos inmigrantes, durante generaciones, se han integrado a la sociedad peruana y, en muchos casos, han desempeñado un papel importante en distintos aspectos de la sociedad, incluido el Gobierno local.
Representantes electos: Los inmigrantes, especialmente aquellos que han pasado muchos años en Perú, a menudo se aventuran en la política local. Algunos han sido elegidos para cargos en concejos municipales, traen consigo diversas perspectivas.
Asesores de políticas: Los inmigrantes, con su doble conocimiento cultural, trabajan como asesores en los municipios, ayudan a formular políticas inclusivas con las poblaciones vulnerables.
Enlaces comunitarios: Los inmigrantes actúan como puentes entre los Gobiernos municipales y las comunidades de inmigrantes, aseguran que las necesidades y derechos de estas personas estén adecuadamente garantizados.
Revitalización económica: Los empresarios inmigrantes han contribuido a la revitalización económica, pues crean empleos y oportunidades. Sus historias de éxito no son solo logros personales, sino también son aportes de la economía local, lo que genera mayores ingresos para los Gobiernos municipales.
Festivales y eventos culturales: Los inmigrantes desempeñan un papel fundamental en la organización y dirección de eventos culturales que no solo celebran la diversidad, sino que también promueven el turismo y la participación de la comunidad, tienen el apoyo de organismos municipales.
Brecha de representación: A pesar de sus contribuciones, sigue existiendo una brecha de representación en algunos municipios, donde las voces de los inmigrantes están subrepresentadas.
Asimilación cultural versus preservación: Es necesario equilibrar su integración en la sociedad peruana, permitirles preservar sus identidades culturales únicas puede ser una tarea desafiante para los municipios.
Barreras del idioma: Especialmente para los inmigrantes nuevos, el idioma puede ser una barrera para acceder a los servicios municipales o participar en el Gobierno.
Oportunidad para la capacitación en diversidad: Los gobiernos municipales pueden aprovechar los diversos orígenes de los inmigrantes para llevar a cabo una capacitación intercultural, a fin de promover la comprensión y la unidad dentro de las comunidades mixtas.
Históricamente, los inmigrantes en Perú han sido, y continúan siendo, una parte integral del rico tapiz de los Gobiernos locales. Sus funciones resaltan la relación sinérgica entre migración y desarrollo local. A medida que Perú continúa en su camino de crecimiento y evolución, la aceptación de su población inmigrante a nivel municipal sin duda jugará un papel crucial en la configuración del futuro.
Imagen fuente: Andina.pe
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Las principales amenazas que enfrenta el Amazonas frente al cambio climático
Las amenazas del Amazonas son constantes y es hora de hacer algo. La expansión de la agricultura, la ganadería, las concesiones mineras y un impresionante aumento de empresas hidroeléctricas que se están instalando en la región; están poniendo en peligro la reserva de biodiversidad más grande del mundo.
A continuación, te mencionaremos las principales actividades que están perjudicando el cambio climático en el Amazonas.
Las amenazas del Amazonas
Las concesiones mineras: desafíos ambientales y sociales
La gran riqueza de los minerales e hidrocarburos que estaban presentes en el Amazonas es, a su vez, una de sus grandes amenazas. El 15% del bioma amazónico tiene concesiones mineras y contratos para la extracción de recursos como petróleo y gas.
Las áreas protegidas, por su parte, tienen más de 800 concesiones mineras y alrededor de 6.800 solicitudes están pendientes para su aprobación.
Según un informe elaborado por el Fondo Mundial para la Naturaleza, se han encontrado en la región 439 áreas protegidas, de las cuales más de la mitad están cubiertas por concesiones mineras y los contratos podrían afectar a unas 24 millones de hectáreas.
Sumado a esto, también se percibe que más del 37% de los territorios indígenas están en riesgo por cerca de los 500 contratos mineros aprobados para la explotación de minerales hidrocarburos.
Aunque la mayoría de las concesiones se encuentran en Brasil, no se descarta la posibilidad de que esta realidad se extienda a otras zonas de Amazonas, como Perú o Colombia. Tampoco podemos olvidar la minería de oro, una práctica que favorece a la deforestación, ni el uso del mercurio. Este último contamina el agua, perjudica el hábitat de los peces, intoxica el aire y afecta a las comunidades.
Incremento de las represas hidroeléctricas
Se calcula que en el Amazonas hay a 154 represas que producen energía hidroeléctrica y que, además, se proyecta construir otras 277 en los próximos años. Si este plan se concreta, solo quedarían libres de estas mega infraestructuras los ríos Juruá, el Trombetas y el Içá-Putumayo, generando grandes impactos en la ecología , la economía y el clima de la región
El aumento de la construcción de las represas en el Amazonas está generando un gran impacto negativo en el flujo natural de los ríos, porque altera los ciclos naturales y pone en riesgo la vida de muchas especies; como los delfines y los peces migratorios. Por otro lado, el suministro de agua para las comunidades locales y el transporte de alimentos, también se vería afectados por este gran impacto al entorno.
Como si esto fuera poco, los sitios que se eligen para instalar las represas y los embalses, a menudo se encuentran muy cerca de áreas protegidas y de poblaciones indígenas. Esto no genera más que problemas a la zona, ya que fomenta la deforestación y perjudica a los ecosistemas.
Construcción de caminos para el transporte
Las carreteras, las vías férreas y las nuevas rutas de transporte fluvial están transformando toda la fisonomía del Amazonas.
En la actualidad, decenas de miles de kilómetros de carreteras atraviesan bosques y ríos, provocando una gran contaminación sonora en el hábitat por el ruido de los vehículos. La tendencia es que la construcción de nuevos caminos siga en aumento, sobre todo de este a oeste, en las vías vinculadas a los mercados de exportación en el Oriente Asiático.
Expansión desenfrenada de la agricultura
Las exportaciones de soja y carne a otros países, como China, han desatado grandes transformaciones en el uso del suelo de sus bosques. Los cultivos de palma de aceite, pese a ser una actividad agrícola relativamente nueva, también están afectando a la selva más grande del mundo.
La ganadería para la producción de carne y leche, otros ejemplos, son la causa principal de la deforestación de muchas áreas del Amazonas. En Brasil, se registra la mayor cantidad de ganado comercial del mundo.
Deforestación indiscriminada
El informe también establece que si no se adelantan las políticas y estrategias que traten temas en relación con la reducción de la deforestación en el bioma amazónico, para el 2030 la región habrá perdido el 27% de su ecosistema(alrededor de 85.4 millones de hectáreas de bosques).
Ya es de público conocimiento que desde el año 2000 hasta el año 2013, el Amazonas ha perdido el 4.7 % de sus bosques, pasando de tener 575 millones de hectáreas a 548 millones.
También es de destacar que Brasil tiene los índices más altos de pérdida de bosque y recientemente se han identificado seis nuevos frente.
Modificaciones en las leyes que regulan las áreas protegidas
Los continuos cambios en la legislación de los países que forman parte de la Amazonia, diseñados principalmente para facilitar nuevas y más amplias actividades productivas en áreas protegidas, representan una de las principales amenazas destacadas en un informe reciente. La reducción de la extensión de estos espacios o, en los casos más preocupantes, la eliminación de sus medidas de conservación, se perfilan como un enemigo silencioso que cada vez provoca impactos más significativos en la región.
Conclusión
La selva tropical del Amazonas es un tesoro natural de importancia incomparable. Esta vasta extensión de vegetación exuberante y diversa desempeña un papel fundamental en la provisión de servicios ecosistémicos vitales para toda Sudamérica y el equilibrio climático global. De aquí radica la importancia de tomar conciencia de las amenazas que son cada vez más recurrentes en su ecosistema.
Video:https://www.youtube.com/watch?v=0AvSZgtiFOI
Originally published at https://ecoactivismo.com/ Juny 07, 2023.
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Não é coincidência é trabalho árduo e grande talento, carisma e humildade de uma cantora maravilhosa. E ela segue firme conquistando a todos ao redor do mundo desde Chile, Brasil, Argentina, Peru Europa, Estados Unidos até mesmo na Ásia como Japão, China e Rússia 😍😍😍😍😍 e nossa comunidade do Brasil continua firma a apoiar o seu precioso trabalho em tudo. Que Simone siga a conquistar o mundo todo, a todos os países do globo. Jajaja O MUNDO É PEQUENO DIANTE DO SEU TALENTO DESCOMUNAL!!! 😍😍😍❤️❤️❤️💕💕💕���🥰🥰
No es casualidad es trabajo duro y gran talento, carisma y humildad de una cantante maravillosa. Y sigue conquistando a todos alrededor del mundo desde Chile, Brasil, Argentina, Perú Europa, Estados Unidos hasta en Asia como Japón, China y Rusia 😍😍😍😍😍 y nuestra comunidad en Brasil sigue apoyando su precioso trabajo en todo. Que Simone siga conquistando el mundo entero, todos los países del globo. Jajaja EL MUNDO ES DEMASIADO PEQUEÑO ANTE TU TALENTO DESCOMUNAL!!! 😍😍😍❤️❤️❤️💕💕💕
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Sr. Tipo, su publicación sobre los mundiales del mundo biopunk me hizo preguntarme: ¿Qué países que no existen en la actualidad existen en el futuro de los biopunks? ¿Qué países que existen hoy en día dejaron de existir? ¿Hay algún Estado que se haya fundado y disuelto entre la actualidad y el momento en el que empieza la historia de los biopunks?
Ufff, no tenés idea. El Mundo Biopunk tuvo siglo y medio de revoluciones políticas sociales culturales económicas etc. así que hay un montón de países nuevos, otros que ya no existen como tales y otros que son totalmente irreconocibles de sus contrapartes en la actualidad. Ponerme a listar todos es imposible pero te cuento de algunos de los más interesantes:
Tawantinsuyu o la Federación Andina, una unión socialista en lo que hoy es Bolivia y Perú establecida durante las revoluciones biosocialistas del 2080. Tiene una monarquía pero es una institución simbólica, el gobierno es una federación de comunidades autónomas que funciona bastante bien. Tiene el segundo programa espacial más grande de Sudamérica (bastante desproporcionado para su tamaño), con comunidades en Marte.
República de la Barrera de Coral (Barrier Reef Republic), la primera nación no-humana reconocida como tal, establecida por delfines narices de botella, primero como una región de Australia, luego independiente en los 2080. Compuesta en su mayoría de delfines con minorías de otros cetáceos, moreaus y humanos. También tiene supercomputadoras hechas de esponjas.
Existen también micronaciones de ballenas y orcas, pero no tienen un territorio definido: están representadas como tales en la ONU de todas formas.
La República Biosocialista Mundial, ocupando lo que es la mayoría de lo que hoy es Indonesia, también fruto de las revoluciones de los 2080, un estado extremadamente revolucionario (como el nombre lo indica, se consideraba el único gobierno legítimo del mundo) Experimentó con cosas bastante horribles como la eugenesia genética, pero se fue moderando a partir de los 2110s
Otros países que tuvieron grandes cambios: España es una república (con la banderita morada), pero el País Vasco y Cataluña son independientes. Kurdistán es un país indpendiente con un gobierno biosocialista, apoyado por Irán, que también tiene el mismo gobierno. Israel y Palestina operan como dos países con fronteras abiertas y ciudadanía compartida; están en paz desde los 2060 en adelante. Corea se unificó luego de la caída del régimen de Corea del Norte, tras un largo proceso de reconciliación pero tuvo un período de gobierno de una oligarquía post-humanista extremista en los 2070-2110s. África Occidental y África Oriental son dos confederaciones separadas pero unidas por ideales pan-africanos. Centroamérica también existe como una alianza pan nacional, prácticamente unificada. Argentina, por supuesto, cambió su constitución por un modelo más confederacionista en los 2080, y ha incorporado al Río de La Plata y al Mar Argentino como territorios, además de cambiar la capital a una nueva ciudad cerca de Bahía Blanca (Aurora).
Hay un montón de cosas más pero me da paja buscar todo el lore.
Luego del Ecocidio, muchas de las superpotencias se disolvieron, legalmente o de-facto, dejando una cantidad de países independientes o semi-independientes. China es una confederación de provincias prácticamente independientes entre sí, algunas con unipartidismo comunista, otras repúblicas democráticas. Rusia está en una guerra civil entre extremistas pan-eslávicos, post-humanistas y comunistas que parece no tener fin. EEUU se transformó en la Mancomunidad Norteamericana (o como yo le digo, los Estados Divorciados), con un EEUU remanente, las repúblicas de California, Texas, Utah y Cascadia, el Reino de Hawaii, y una representación independiente para las tribus nativas que estaban sujetas al gobierno de EEUU. La Unión Europea es prácticamente un país unificado a estas alturas, con excepción de los países escandinavos, que formaron la suya propia, aunque están muy cercanos. Inglaterra es... Inglaterra solamente, el Reino Unido ya no existe más, Escocia, Gales e Irlanda son parte de la Unión Europea, y lo que queda de Inglaterra es la ReconAdmin o Administración de Reconstrucción, que es bastante orwelliana.
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“CELEBRANDO LA COOPERACIÓN CULTURAL ENTRE CHINA Y PERÚ”
Directivos del Centro Cultural Peruano Chino Club Villa Tusan (CCPCH) con el Embajador de la República Popular ChinaSr. Silvio Mac Long Presidente del CCPCH, Embajador Luis Chang Reyes Vicepresidente del CCPCH; El Embajador de la República Popular China Sr. Song Yang; Dr. Rubén Tang Director Cultural del CCPCH; y Arq, Víctor Tay Loo Director de Relaciones Publicas del CCPCH Queridos miembros del…
#CCPCH#china#comunidadPeruanoChina#Aniversario del Ejército Popular de Liberación de China#APEC#Arq. Víctor Tay Loo#CCPCH surcando en la fusión cultural#Centro Cultural Peruano Chino#Centro Cultural Peruano Chino Club Villa Tusan#CHINA#Club Villa Tusán#comunidad china en América#comunidad china en Perú#COMUNIDAD PERUANO CHINA#COOPERACIÓN CULTURAL#CULTURA#Embajador de la República Popular China#Embajador de la República Popular China Sr. Song Yang#Embajador Luis Chang Reyes#Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico#Gestión en el CCPCH#lazos culturales#PERÚ#Rubén Tang#Silvio Mac Long#TUSANES#TUSANES : DESCENDIENTE PERUANO DE FAMILIA CHINA “土生” “nacido aquí”#visita a Perú del Presidente de China#Xi Jinping
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¿Por qué no hacen oficial una relación HOMOsensual en el K-POP?
¡Hola, EXO-L!
¿Cómo estás? ¿Te está funcionando correctamente el sistema inmunologico? ¿Todo en orden con tus huesos esfenoides y etmoides? Espero que si.
Tocaré un tema complejo, que si abarca el ChanBaek, KaiSoo, ChenMin, SeHo, SuLay, LayHo, ChanKai, SuChen, XiuHan y cualquier otra OTP que ustedes prefieran, cualquier pareja homosexual que crean o sospechen de su autenticidad, hoy vamos a generalizar un poco y tratar de concientizar por aquí.
Obviamente he buscado información, mucho antes sentí interés sobre el tema, me empapé o traté de hacerlo por medios diferentes y aquí me tienen tratando de comunicarles mis datos con mi opinión. Deben tener en cuenta que mi punto de vista es muy básico, pero si lo suficiente para darles una idea.
Ahora si, prepara tu rico mate, café, té, leche, yogurt, agua, cloro, detergente y ponte cómoda EXO-L.
Comencemos por el inicio xdxd. Hay factores importantes que ocurrieron en el transcurso del tiempo, para esto utilizaremos la ayuda de una señora que conocemos muy bien, historia. Nos situamos en el año 1910, cuando Japón hace posesión de Corea del Sur, convirtiéndola en colonia, dónde hombres eran obligados a hacer trabajos forzosos, mujeres eran violadas y explotadas de manera brutal, junto con muchos actos atroces más. Pero todo esto tiene su fin con el rendimiento japones en la Segunda Guerra Mundial. Con esto llega la independencia de Corea del Sur, el 15 de agosto de 1945.
Ahí es dónde precisamente quería llegar (pude ir directo a la fecha pero deseaba darles una introducción justificada, ademas ahí entendemos ese ‘rechazo’ que tienen los coreanos hacia los japoneses). Si los cálculos no fallan, hace 75 años que fue declarada su independencia, comparemos esto con otros países de América, EJ:
Uruguay: Hace 195 años que fue declarada su independencia.
Brasil: Hace 198 años que fue declarada su independencia.
Perú: Hace 199 años que fue declarada su independencia.
Bolivia: Hace 195 años que fue declarada su independencia.
Argentina: Hace 204 años que fue declarada su independencia.
Estados Unidos: Hace 244 años que fue declarada su independencia.
(Si hay algún error, por favor me lo hacen saber para poder corregirlo).
Con esto podemos notar que hay una notoria diferencia, los países de América están llegando a los 200 años de independencia, otros ya están en sus 200 años y contando. Corea del Sur no llega a un siglo, pero...
...¿En qué afecta esto con el tema de la homosexualidad?...
Pues verán, si a nosotros que hemos avanzado este tiempo como sociedad, aún nos queda MUCHO por mejorar y aceptar ¿Qué creen de Corea del Sur? Un país que debe adaptarse y tragarse de un bocado todo lo que a nosotros nos tomó aproximadamente dos siglos procesar, concientizar y respetar; Incluso el racismo es frecuente en Corea del Sur. Obviamente hay una parte de Corea del Sur que está bien con ello, lamentablemente no son la mayoría, pero ¿Y la otra parte? Simplemente le tienen miedo a lo desconocido, a eso nuevo, a lo que no entienden, clásico de alguien homofóbico, el cual cree que todas las personas homosexuales tendrán algún interés en él/ella.
Bien, ahora toquemos otro tema importante...
...La religión.
Aunque Corea no es un país religioso en su gran mayoría, tiene una influencia del Budismo (también del cristianismo, pero creo que la mayoría sabe de lo que va).
El budismo es una religión que presenta la ausencia de alguna deidad; representa una filosofía de vida, una doctrina espiritual. El budismo se divide en Laicos y Monjes ¿La diferencia? Los Monjes están obligados a seguir más de 250 normas de disciplina, en cambio los Laicos simplemente cinco preceptos, todo esto hace parte de la ética budista, utilizada como guía.
También tenemos las Leyes del Karma, pero ¿Que es el Karma? Es energía, infinita e invisible, consecuencia de lo que hacemos, es el reflejo de cada una nuestras acciones y si hacemos algún mal, el karma nos lo devolverá multiplicado por diez. Existen 12 leyes (las cuales no las nombraré todas, aunque si te interesa puedes buscar), de las cuales me interesa resaltar, la 4ta ley, la cual se denomina...
...Ley del crecimiento: “A donde vayamos, ahí estaremos. Ante las cosas, los lugares y las demás personas, somos nosotros los que deben cambiar y no lo que nos rodea, para evolucionar en nuestra espiritualidad. Cuando cambiamos nuestro interior, nuestra vida cambia.” (créditos a Google y la página de dónde recolecté esta información).
Ok, vamos progresando. El budismo no dice nada en contra de la homosexualidad, pero esta si genera cierta controversia en la sociedad coreana, si tomamos en cuenta la 4ta ley del Karma y que la comunidad LGBTQ+ no es tan grande, (si hay marchas y cada vez se une más gente, haciendo que esta crezca), podemos decir que la “mayoría” de la gente se siente incomoda o actúa reacia, piensan que el problema no son ellos, sino la “minoría” y esta es la parte que debe cambiar para que todo esté “bien”.
[También debo recalcar que para la cultura china, la procreación es importante, por ende, dos personas del miso sexo son mal vistas por el echo de no poder reproducirse].
Ahora analicemos todo esto.
Si un idol de K-POP, una persona que representa el estereotipo del chico/chica ideal, anuncia libremente que mantiene una relación homosexual o confiesa su orientación sexual la cual no es aceptada por cierta cantidad ¿Cómo creen qué estaría su carrera? Iría en picada, su moral no sería muy buena ante los ojos de cierta gente.
Si hay “fans” que reaccionaron de una manera un tanto ¿Ridícula? ¿Extremista? Ante una relación HETEROSEXUAL de JongDae, colocando excusas, que en mi opinión si tuvieran buenos argumentos yo podría llegar a comprender su decepción, ellas llegan al punto de intentar retirarlo de EXO por motivos absurdos ¿Qué no harían si, por ejemplo el ChanBaek o KaiSoo confirman su autenticidad? SM no se arriesgaría a eso, EXO no se arriesgaría a eso, son tal lindos que piensan en el bien de los demás antes que el suyo propio, el bien de otros integrantes que tal vez sean ajenos a todo esto y su carrera estaría en peligro. Ellos dependen del apoyo de un fandom sólido, armonioso, no de uno que esté dividido.
Pero ¿Qué debemos hacer? Concientizar, hacer saber que tener gustos diferentes no es algo malo, es normal, es correcto. Y lamentablemente esto no se consigue de un día para el otro, toma tiempo, solo debemos tener paciencia.
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Y ahora me despido. Por favor, si hay algún error déjamelo saber, no te abstengas de compartir tu opinión, será bienvenida.
Muchas gracias por leer, tu tiempo es muy preciado para mi, Eri.
Bye bye :3
[We are one, we are EXO]
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Después de la independencia, la mayoría de países latinoamericanos iniciaron su vida republicana con gobiernos militares. Sus caudillos formaron parte esencial de la historia de la región, bien como dictadores o patrocinando gobernantes civiles, al servir de instrumento en las confrontaciones por el poder entre las elites liberales y conservadoras.
El caudillismo militar cambió con el avance del siglo XX, por una serie de factores. De modo que las intervenciones de los militares se volvieron institucionales. En países como Ecuador, con la Revolución Juliana (1925); en Chile, con el “Comité Militar” (1924); o en Brasil, con el “tenentismo” (iniciado en 1922, culminó con la Revolución de 1930 que llevó al poder a Getulio Vargas), la joven oficialidad jugó un papel fundamental para iniciar procesos históricamente destinados a superar el régimen oligárquico, que se caracterizó por la hegemonía despótica de la elite terrateniente, comercial y financiera en el poder, que impedía la modernidad capitalista. Esos militarismos tempranos fueron socialmente reformistas, nacionalistas, con orientación popular. Incluso hubo militares socialistas.
Las orientaciones institucionales cambiaron con la guerra fría. Bajo el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR, 1947), los militares latinoamericanos pasaron a formar parte de las estrategias de seguridad continental de los EEUU, fueron técnicamente asesorados e ideológicamente orientados en el anticomunismo, especialmente a raíz del triunfo de la Revolución Cubana (1959), cuando las fuerzas armadas de todos los países quedaron preparadas para impedir cualquier proceso parecido. De modo que durante la década de 1960 las dictaduras militares que se sucedieron en distintos países (como Argentina, 1962 y 1966; Ecuador, 1963; Brasil, 1964; Bolivia, 1966) estaban convencidas del cumplimiento de una trascendental misión anticomunista y, al mismo tiempo, desarrollista. El surgimiento de una serie de guerrillas en varios países latinoamericanos parecía justificar las posturas militares. Sin embargo, el desarrollismo, convertido en modelo económico por esas mismas dictaduras, sirvió doblemente: de un lado, para superar los vestigios del régimen oligárquico; de otro, para impulsar la definitiva consolidación del capitalismo en sus países.
El rasgo anticomunista se reprodujo, en forma brutal, una década más tarde: en Chile, con la implantación de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), en Argentina, con Jorge Videla (1976-1981); Uruguay, con Juan María Bordaberry (1972-1976); Bolivia, con Hugo Banzer (1971-1978), a quienes hay que sumar Alfredo Stroessner (1954-1989) en Paraguay. Los estudios sobre la época han calificado, con exactitud, de dictaduras terroristas a las que dominaron el Cono Sur del continente, mediante la institucionalización de los asesinatos, torturas, desapariciones y violaciones sistemáticas de los derechos humanos. La perniciosa “Doctrina de la Seguridad Nacional” sirvió de fundamento para encontrar “enemigos internos” (siempre las izquierdas y especialmente el marxismo), lo que incapacitó a los militares para comprender las dinámicas políticas derivadas de las sociedades civiles latinoamericanas, profundamente fraccionadas por diversos intereses de clase. En consecuencia, las dictaduras terroristas inevitablemente atacaron a los sectores populares, clases medias y laborales, para consolidar una vía capitalista de exclusivo beneficio para las elites empresariales y los capitales transnacionales.
Pero hubo dos dictaduras que se colocaron lejos de esos modelos de terrorismo de Estado: una fue la “Revolución Peruana” encabezada por el general Juan Velasco Alvarado entre 1968 y 1975; y otra, el “Gobierno Revolucionario y Nacionalista de las Fuerzas Armadas” en Ecuador, presidido por el general Guillermo Rodríguez Lara, entre 1972 y 1976. La dictadura de Omar Torrijos (1968-1981) en Panamá, no tuvo los rasgos que caracterizaron a las del Perú y Ecuador, si bien impulsó parcialmente el desarrollismo y algunas políticas sociales, aunque su logro más trascendente fue el acuerdo con los EEUU para la “panameñización” del canal. Su muerte, en un raro accidente de aviación (31/julio/1981), ha sido comparada con el similar accidente aviatorio que sufriera el expresidente ecuatoriano Jaime Roldós (24/mayo/1981), lo que despertó las sospechas de que estas dos personalidades fueron víctimas del “Plan Cóndor”, orquestado por el dictador Augusto Pinochet.
El gobierno peruano se orientó por las “Bases Ideológicas” y el ecuatoriano por la “Filosofía y Plan de Acción” inspirada en los conceptos de sus vecinos. Ambos proclamaron “ni capitalismo, ni comunismo”; pero el que pasó a llamarse como “socialismo peruano” adquirió rápidamente fama internacional; y, si se lee con detenimiento, la “Filosofía…” de los militares ecuatorianos sorprende, porque, sin utilizar un lenguaje marxista, prácticamente contiene principios que habían sido reivindicados por las izquierdas. De modo que los militares de los dos países resultaron ejecutores históricos de la liquidación definitiva del régimen oligárquico tradicional, impulsaron la industrialización y afianzaron un tipo de capitalismo social, pues claramente llevaron adelante políticas que favorecieron el mejoramiento de las condiciones de vida y de trabajo de la amplia población, aunque bajo un marco autoritario, jerárquico y controlador, que nunca llegó a los extremos antihumanos de las dictaduras del Cono Sur.
Los dos gobiernos fortalecieron al Estado, formularon planes de desarrollo, colocaron los sectores estratégicos en manos estatales y coincidieron en llevar una política nacionalista en materia petrolera, que despertó las reacciones de los EEUU: Perú nacionalizó al sector, claramente afectó a la International Petroleum Co. y creó PETROPERÚ; en Ecuador se revisaron contratos petroleros, concluyó la refinería, el Estado controló las exportaciones petroleras, también la mayoría accionaria del consorcio Texaco-Gulf y se creó CEPE. En los dos países, el “estatismo” requirió de numerosas entidades públicas que aumentaron la burocracia; pero también sirvieron para proveer amplios servicios públicos y para desarrollar infraestructuras que, de otro modo, no se habrían logrado. En Perú se hizo una reforma agraria que afectó a la oligarquía serrana y particularmente a la azucarera costeña; en Ecuador esa reforma ya fue iniciada por la Junta Militar de 1963-1966, pero el Nacionalismo Revolucionario todavía la planteó para suprimir los últimos vestigios del sistema hacienda (aunque suspendió la aplicación de uno de los artículos radicales de la ley). Perú fue más lejos: nacionalizó la banca, estatizó la industria pesquera, impuso el control estatal sobre la radio, la televisión y llegó a nacionalizar todos los medios de comunicación; creó el “Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social” (SINAMOS) e incluso las “comunidades industriales”, con participación de los trabajadores en la administración de las empresas. Además, estableció relaciones diplomáticas con la URSS (adquirió allí adelantadas armas de guerra), la República Popular China, Corea del Norte y los países socialistas de Europa del Este.
Resultan coincidentes las reacciones oligárquicas y de las elites empresariales contra los dos gobiernos militares, así como las sensibilidades despertadas en los EEUU que, en cambio, respaldaban abiertamente a los otros regímenes terroristas en la región. La política petrolera nacionalista de Rodríguez Lara, que había frenado la voracidad privada, fue combatida permanentemente. En los dos países no faltaron acusaciones de “comunismo” y “estatismo”. La relativa crisis económica por el derrumbe de los precios del petróleo llegó en 1975. En agosto de ese año, un golpe de Estado colocó en el poder al general Francisco Morales Bermúdez (1975-1980), quien abandonó la “revolución” y se propuso erradicar a la izquierda radical que supuestamente había adquirido excesiva influencia. En Ecuador, el 1 de septiembre de ese mismo año el general Raúl González intentó un golpe de Estado, que, pese a su fracaso, fue determinante para que las fuerzas armadas decidieran el recambio a través de un “Consejo Supremo de Gobierno” (1976-1979), que dio un giro derechista, pues abandonó la filosofía nacionalista en materia petrolera, adoptó políticas represivas e inició el endeudamiento externo que repercutió gravemente sobre los gobiernos constitucionales iniciados en agosto de 1979.
La década de los setenta resultó inédita en Ecuador porque el crecimiento económico fue espectacular (las exportaciones petroleras de dos años y medio, a partir de agosto de 1972, equivalen a los ingresos del comercio externo del país durante su vida republicana) y ciertamente mejoraron las condiciones de vida y de trabajo, por el desarrollismo, el reformismo y hasta el “populismo” militar. Pero mientras el proceso peruano ha merecido múltiples libros e investigaciones, el ecuatoriano apenas ha sido estudiado. Desde luego, su “estatismo” continúa atacado por las elites económicas, que solo admiten como válido un modelo basado en el mercado y el reinado absoluto de la empresa privada que, sin embargo, como se demostró durante las décadas finales del siglo XX e inicios del XXI, así como en la actualidad, solo ha servido para liquidar capacidades estatales, perjudicar el desarrollo nacional, reconcentrar la riqueza y deteriorar la calidad de vida y de trabajo en el país.
De otra parte, el reformismo desarrollista militar en Ecuador y Perú ha dado otra lección histórica para las mismas filas militares latinoamericanas: cuando la institución se ha colocado del lado de la población y no de las elites oligárquicas y empresariales, no solo se ha logrado avances económicos y cambios sociales, sino que se ha evitado caer en los traumáticos sistemas de represión brutal, como los que caracterizaron a las dictaduras del Cono Sur, varios de cuyos responsables, aunque sea años más tarde, fueron conducidos ante cortes internacionales y a juicios por delitos de lesa humanidad.
Especial para "Informe Fracto" – México: https://bit.ly/39RaQC8
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Inaugura Gobernador Parque Industrial Aeropuerto en Colón
La apertura del Parque Industrial Aeropuerto (PIA) en el municipio de Colón refrenda el rumbo de Querétaro, que se traduce en la estabilidad y el desarrollo económico como fuente de bienestar para las familias queretanas, destacó el gobernador del estado Francisco Domínguez Servién.
Durante la ceremonia de inauguración del complejo industrial, el mandatario aseguró que las condiciones de certeza que brinda el estado ubican a Querétaro en la mira de inversionistas nacionales y extranjeros, de ahí que por tres años consecutivos los directivos de las empresas más importantes de México lo califican como el mejor destino de inversión, de acuerdo a la consultora KPMG. “Querétaro inspira confianza, somos un estado abierto al mundo y al intercambio con otros países, somos la puerta de entrada a las regiones más industrializadas de México”.
En su mensaje refirió que en la entidad las actividades productivas se desarrollan con un ritmo intenso y la competitividad se refleja en los más de 32 mil 049 empleos generados de enero a julio de este año, lo que representa un crecimiento del 29% respecto al mismo periodo del año anterior. Además Querétaro mantiene la segunda posición nacional en cuanto a salario promedio de cotización que es de 423 pesos diarios, datos que arroja el Seguro Social, puntualizó Domínguez Servién.
En el acto informó que las empresas instaladas en el Parque Industrial Aeropuerto han generado 650 empleos, espacio que proyecta alcanzar más de mil 500 puestos de trabajo en una segunda fase. Quienes se instalan en este complejo industrial -dijo- integran cadenas de valor, recurso humano altamente calificado y grandes ventajas competitivas a sus procesos productivos, tal y como ya lo han hecho las empresas Plásticos Durex, Gotec, Bachoco, Lucta, entre otras, que envían sus productos a cualquier parte del mundo de forma eficiente y rápida.
El gobernador compartió que el Parque suma inversiones provenientes de México, Alemania, Brasil, Corea del Sur, China, España, Estados Unidos, Perú y Suiza; durante su construcción se crearon 360 empleos directos y 720 indirectos para el municipio de Colón. “En Querétaro se vive un gran ánimo de colaboración respaldado por un modelo de crecimiento que vincula de forma efectiva academia, industria y gobierno, los invito a seguir creciendo con Querétaro, sigamos siendo un motor de empleos, de confianza y colaboración a favor de México”.
El director de AM Desarrollos Alberto Mizrahi Levy indicó que el Parque Industrial Aeropuerto alberga empresas de primer nivel y el 80% de las industrias instaladas provienen de inversión extranjera, lo que demuestra la confianza para invertir en el estado. Manifestó que el proyecto beneficia a 18 comunidades aledañas del municipio de Colón, fortaleciendo la economía de las familias queretanas y colocando a Querétaro como uno de los mejores estados del país.
El PIA se cimenta sobre 80 hectáreas, se ubica a 3 minutos del Aeropuerto Intercontinental de Querétaro y a 5 minutos de la Carretera 57, cuenta con 56 lotes industriales y servicios de infraestructura de la más alta calidad, a fin de lograr la expansión de la industria aeronáutica, automotriz y logística. El desarrollador anunció la construcción del nuevo proyecto denominado PIA Grande, un edificio de 8 mil metros cuadrados que pretenden concluir en enero de 2020.
En este marco, el presidente municipal de Colón Alejandro Ochoa Valencia manifestó el interés de su administración para facilitar que se hagan realidad los proyectos de inversión que garantizan la generación de empleos y el desarrollo de la zona. Reiteró su compromiso de trabajar y tender puentes de colaboración entre la iniciativa privada, la academia y el sector público.
Posterior al corte de listón inaugural, el gobernador en compañía del director general del Parque Alberto Mizrahi Levy, colocó la primera piedra del proyecto del Parque Industrial Aeropuerto Grande. En el evento se contó con la presencia del secretario de Desarrollo Sustentable en el estado, Marco Antonio del Prete Tercero; el director de Operaciones del Parque Industrial Aeropuerto, Chema Mizrahi; el secretario del Trabajo, Mario Ramírez Retolaza; y el cofundador del Parque Industrial Aeropuerto, Teófilo Sacal.
#GobernadorEnTuCalle#FDS#PanchoDomínguez#Gobernador#ParqueIndustrial#Aeropuerto#Colón#Desarrollo#Obras#Economía#ComplejoIndustrial#InversiónExtranjera#Alemania#Automotriz#Aeronáutica#Empleo
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Ni calco ni copia
Gustavo Pérez Hinojosa
Rebelión
Traducido por Isidro Espinosa.
“Tengo una declarada y enérgica ambición : la de concurrir a la creación del socialismo peruano”
J.C. Mariátegui
¿Es que existe un socialismo peruano? ¿No es el socialismo uno solo en el mundo?.
¿Cómo abordar esta interrogante en un movimiento socialista que, o desconoce totalmente la obra política de J.C. Mariátegui (habiéndola postergado por el estudio y aplicación mecánicos de experiencias de construcción socialista de otros países), o conociéndola, consideran sólo que debe ser recitada con unción religiosa?.
¿Cómo hacerlo, además, si de la propia lectura de “Lo nacional y lo exótico”, de J. C. Mariátegui, aparece el desenmascaramiento, del “proteccionismo” ideológico reaccionario que solo rechaza las importaciones ideológicas contrarias al interés conservador supuestamente amenazados por la filtración del pensamiento europeo en nombre de una “peruanidad” aún no definida; si consideramos que la realidad nacional es menos independiente de Europa de lo que suponen los “nacionalistas”, pues el Perú se mueve dentro de la órbita de la civilización occidental, de la cual nuestra realidad nacional no es sino un segmento, una parcela; y si nos atenemos al hecho de que ninguna idea que fructifica, ninguna idea que se aclimata, es una idea exótica?
Entender esto es deslindar de cuajo con una pobre y atrasada comprensión del marxismo y el socialismo, como una filosofía de la historia (europea, rusa o china) que aún se mantiene en el movimiento socialista peruano y mundial, incurriendo en el eurocentrismo, tan ajeno tanto a Marx como a Mariátegui.
El marxismo no es una filosofia de la historia
En Noviembre de 1877, aprovechando su respuesta a una Carta del Director de “Otiéchesviennie zápiski” (Apuntes Patrios), sobre el proceso revolucionario ruso de entonces, Karl Marx defenderá su obra, precisando que el capítulo de “El Capital” sobre la acumulación originaria, no pretendía más que trazar el camino por el cual surgió el orden económico capitalista, en Europa Occidental, del seno del régimen económico feudal, y en clara alusión al artículo de Mijailovski “Karl Marx juzgado por Y. Zhukovski”, de reciente publicación, dirá: “A mi crítico le parece, sin embargo, poco. A todo trance quiere convertir mi esbozo histórico sobre los orígenes del capitalismo en Europa Occidental en una teoría filosófico-histórica sobre la trayectoria general a la que se hayan sometidos fatalmente todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias históricas que en ello concurran (...) (Esto es hacerme demasiado honor y, al mismo tiempo, demasiado escarnio) (...) He aquí, pues, dos clases de acontecimientos que aun presentando palmaria analogía, se desarrollan en diferentes medios históricos y conducen, por tanto, a resultados completamente distintos. Estudiando cada uno de estos procesos históricos por separado y comparándolos luego entre sí, encontraremos fácilmente la clave para explicar estos fenómenos, resultados que jamás lograríamos, en cambio, con la clave universal de una teoría general de filosofía de la historia, cuya mayor ventaja reside precisamente en el hecho de ser una teoría suprahistórica”
En igual sentido respondería una Carta a Vera Sazulich en que ella, en su nombre y en el de sus compañeros, le solicitaba que expusiera su opinión sobre los destinos posibles de la comunidad rural rusa, y sobre la teoría, que algunos le atribuían a Marx, según la cual todos los países del mundo deben, por una ley histórica inevitable, atravesar todas las fases de la producción capitalista; precisando, que: “El capítulo de mi libro que versa sobre la acumulación originaria se propone señalar simplemente el camino el que, en la Europa Occidental, nació el régimen económico capitalista del seno del régimen feudal”.
Es decir, que la fatalidad histórica señalada en “El Capital”, estaba “expresamente restringida a los países de Europa Occidental”, donde el movimiento era la transformación de la propiedad privada personal a la propiedad privada capitalista, siendo que el caso de Rusia sería el de la transformación de la propiedad común en propiedad privada, caso al cual él no se había referido (Carta de Marx a Vera Sazulich, del 08 de Marzo de 1881).
Respecto de esta tendencia “socialista” tan común, Antonio Gramsci señalaría que: "El filisteo no ve la salvación fuera de los esquemas preestablecidos, no concibe la historia sino como un organismo natural que atraviesa momentos de desarrollo fijos y previsibles. Si siembras una bellota, puedes estar seguro que no nacerá más que un brote de encina, el cual crece lentamente y no da frutos hasta pasados muchos años. Pero ni la historia es una tierna encina ni bellotas los hombres” (A. Gramsci “Utopía”), y añadiría que "Marx no ha escrito un credillo, no es un Mesías que hubiera dejado una ristra de parábolas cargadas de imperativos categóricos, de normas indiscutibles, absolutas, fuera de las categorías del tiempo y del espacio". (A. Gramsci. "Nuestro Marx").
Rosa Luxemburgo analizando la misma tendencia diría que: "El socialpatriotismo polaco trató de "elaborar" una opinión de Marx sobre política corriente en un verdadero dogma, inmutable para toda la eternidad e independiente del desarrollo de las condiciones históricas, intocable por las dudas o por la crítica simplemente porque lo dijo "el mismo Marx", y que: “La esencia del "marxismo" no depende de tales o cuales opiniones del momento, sino que se asienta sobre”....”el sistema dialéctico-materialista de investigación histórica, una de cuyas conclusiones principales es la teoría de la lucha de clases, y sobre el análisis de la economía capitalista, fundamentado por Marx"…"Así, la columna vertebral, el espíritu de toda la doctrina de Marx está constituido por el método dialéctico-materialista de investigación en las cuestiones sociales, método que no reconoce fenómenos, principios y dogmas estables o inmutables”, "…método para el cual cada una de las "verdades" es pasible de eternas e implacables críticas por parte del desarrollo histórico" (Rosa Luxemburgo. "Prólogo a la Cuestión polaca y el movimiento socialista").
Mariátegui y la forma nacional del socialismo
Nuestro Mariátegui, por su parte, señalaría igualmente que "El materialismo histórico no es, precisamente el materialismo metafísico o filosófico, ni es una Filosofía de la Historia, dejada atrás por el progreso científico. Marx no tenía por qué crear más que un método de interpretación histórica de la sociedad actual" (J.C. Mariátegui. "La filosofía moderna y el marxismo", en "Defensa del Marxismo"), y que: "El marxismo, del cual todos hablan pero que muy pocos conocen y, sobre todo, comprenden, es un método fundamentalmente dialéctico. Esto es, un método que se apoya íntegramente en la realidad, en los hechos. No es, como algunos erróneamente suponen, un cuerpo de principios de consecuencias rígidas, iguales para todos los climas históricos y todas las latitudes sociales. Marx extrajo su método de la entraña misma de la historia. El marxismo, en cada país, en cada pueblo, opera y acciona sobre el ambiente, sobre el medio, sin descuidar ninguna de sus modalidades" (J.C. Mariátegui. "Mensaje al Congreso Obrero", Enero de 1927).
Es importante tener en cuenta esto, pues ello explica la obvia diferencia entre la estrategia para la Revolución para América Latina, planteada por el VI Congreso de la Internacional Comunista (la misma que centralmente debía luchar contra el feudalismo y las formas precapitalistas de explotación y por el desarrollo consecuente de la revolución agraria por un lado, y contra el imperialismo extranjero y por la independencia nacional, por el otro), expresada en la I Conferencia Comunista latinoamericana, de Buenos Aires, de Junio de 1929 (en la que la transición a la dictadura del proletariado era posible, por regla general, solamente a través de una serie de etapas preparatorias, como resultado de todo un periodo de transformación de la revolución democrático-burguesa en revolución socialista), y la planteada por Mariátegui, que era la de la Revolución Socialista.
Después de todo, fue el propio Mariátegui quien se encargó de señalar las diferencias entre nuestro proceso revolucionario y el chino puntualizando que: “La colaboración con la burguesía, y aún de muchos elementos feudales, en la lucha anti-imperialista china, se explica por razones de raza, de civilización nacional que entre nosotros no existen”…..”En Indo-América las circunstancias no son las mismas. La aristocracia y la burguesía criollas no se sienten solidarizadas con el pueblo por el lazo de una historia y de una cultura comunes”. “En nuestros países el factor clasista es más decisivo, está más desarrollado. No hay razón para recurrir a vagas fórmulas populistas tras de las cuales no pueden dejar de prosperar tendencias reaccionarias” (“Punto de vista anti-imperialista”, Mayo de 1929).
Y añadirá incluso “El socialismo, en fin, está en la tradición americana. La más avanzada organización comunista, primitiva, que registra la historia, es la incaica” (“Aniversario y Balance”, Septiembre de 1928).
Extremo último este, que merece concordarse con lo señalado por Lawrence Krader, el famoso compilador de los “Cuadernos etnológicos de Marx” (las más de treinta mil páginas escritas por Marx durante los últimos diez años de su vida), quien manifiesta que Marx sostuvo que los dos únicos modos de producción verificables a escala mundial eran el capitalista y el “modo de producción asiático”, cuya denominación “es en cierto sentido errónea”, ya que “es el estadio de la primera formación de la sociedad civilizada y del Estado” y “también habría podido llamarse afroasiática, o inka, o mexicana antigua”, pues “las condiciones de su formación se repiten en distintas partes de las Américas, de Eurasia y de África”(“Evolución, revolución y Estado: Marx y el pensamiento etnológico”).
Es por todo ello que, discrepando fraternalmente con las tesis de la Internacional Comunista para la Revolución en América Latina proclamará la especificidad del Socialismo Peruano: “No queremos, ciertamente, que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano. He aquí una misión digna de una generación nueva” (“Aniversario y Balance”, Septiembre de 1928).
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El mejor turismo en Perú
Lima tiene muchas rutas para hacer turismo: hay tantas cosas que vale la pena ver. Estamos sugiriendo algunas alternativas, dependiendo de dónde se hospede.
Si se encuentra cerca del área del centro de la ciudad, disfrutará de un paseo por las antiguas calles de Lima, comenzando, por supuesto, en la Plaza Mayor , el lugar donde los conquistadores españoles fundaron Lima: a pocas cuadras encontrará la hermosa iglesia de San Pedro y SanPedro. Francisco iglesia y convento . Hay muchos ejemplos de arquitectura colonial tradicional allí, pero si tienes ganas de caminar un poco más, ve al Barrio Chino, donde puedes terminar tu ruta mientras disfrutas de una comida al estilo chino.
En el camino de regreso a Miraflores encontrará el Circuito Mágico del Agua; Una vez en Miraflores, se puede caminar hasta el puerto deportivo de la Costa Verde, para disfrutar de una vista de las playas y los parapentes que suelen hacer sus vuelos de práctica allí. Siguiendo el puerto deportivo, pronto llegará a Barranco, el pueblo de artistas tradicionales, donde podrá ver algunos lugares hermosos como el Puente de los Suspiros.
Fuera de Miraflores y Barranco, todavía hay una gran cantidad de Lima para hacer turismo: por ejemplo, Pueblo Libre, otro distrito histórico, con casas tradicionales, algunos museos y pequeños lugares encantadores como su propia Plaza Mayor.
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PLAZA BOLIVAR
Este es un lugar tranquilo lejos del ruidoso centro de la ciudad pero aún en el corazón de la ciudad: sin embargo, está rodeado por algunas áreas grandes y muy comerciales llenas de tiendas. Así que esto es en realidad como un oasis en la ciudad. Tiene un hermoso suelo de piedras antiguas y está rodeado de mansiones de la época republicana. Una de estas casas hoy en día es el Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia (el museo de historia), que es definitivamente una necesidad para todos los turistas. La fuente central de la plaza data de mediados del siglo XVIII. También hay algunos restaurantes muy buenos en la zona, por lo que vale la pena preguntar a su guía sobre algunas sugerencias para la hora del almuerzo.
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PUENTE DE LOS SUSPIROS
Inaugurado en 1876, une dos calles de Barranco, Ayacucho y La Ermita: es un lugar histórico, ya que sobrevivió a la destrucción causada por la Guerra del Pacífico (contra Chile) en 1881. El nombre hace referencia a los muchos romances que comenzaron aquí. . Este puente incluso logró sobrevivir a un gran terremoto en 1940. Existe una tradición famosa sobre este lugar: si alguien lo ve por primera vez y puede cruzarlo sin respirar, su deseo será concedido. Hoy en día sigue siendo un lugar popular entre los lugareños y los visitantes, y conecta la plaza principal de Barranco con el Mirador de Barranco y sus pequeños y acogedores bares.
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PLAYAS DE LA COSTA VERDE
Como ciudad costera, Lima tiene un montón de playas de fácil acceso, que ofrecen una experiencia completa al visitante; Mar, playas, restaurantes para todos los presupuestos y la posibilidad de practicar algunos deportes náuticos. Estas playas están alineadas y conectadas por una carretera que recorre varios distritos: San Miguel, San Isidro, Miraflores y Barranco, y están abiertas a los visitantes durante todo el año, debido al clima benigno y suave de Lima. Algunas de las playas más populares son Redondo, Agua Dulce y La Herradura, que pueden estar muy llenas en verano. Los surfistas vienen aquí durante todo el año también.
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PARAPENTE
Los parapentes se han convertido en algo común en Miraflores, tan pronto como se acerca a los acantilados o al área de Larcomar: hay varias compañías que ofrecen vuelos en tándem y lecciones de parapente. Si está interesado, quizás desee investigar un poco primero, pero todavía tiene la posibilidad de simplemente acercarse al "puerto de parapente" en el Parque Raymondi (ubicado al lado del acantilado al lado del Parque del Amor) y solicitar información. . Un vuelo regular puede costarle unos US $ 40 o US $ 50, y creemos que vale la pena, ya que este vuelo le brindará una vista panorámica privilegiada de las playas y acantilados de Lima, y el mar, por supuesto, que sobrevuela las zonas costeras de Chorrillos. Barranco, Miraflores, Magdalena y San Miguel.
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MIRAFLORES CENTRAL PARK
El Parque Central de Miraflores (el parque central de Miraflores, también conocido como Kennedy Park) es casi el corazón del centro de Miraflores: todo ocurre alrededor o muy cerca de este lugar. No solo tiene un anfiteatro donde se realizan muchos espectáculos diferentes a diario, sino que hay puestos de comida y postres y varios lugares de comida rápida que lo rodean. hay vendedores de souvenirs, artistas callejeros e incluso un parque infantil; Este es también un espacio preferido por las familias durante el día y por los amigos (y parejas) para dar un paseo. Pero este es también el hogar de unos amistosos 50 gatos callejeros, que viven y vagan con libertad y seguridad aquí ya que los vecinos los alimentan y los protegen. Hay cámaras de vigilancia ocultas en ciertos deportes, y hay wi-fi disponible.
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CIRCUITO DE AGUA MÁGICA
En pocos años, este lugar se ha convertido en una atracción muy popular e inmejorable, tanto para locales como para extranjeros: ubicado cerca del centro de Lima, en el tradicional Parque de la Reserva, este complejo de 13 fuentes ofrece dos lugares muy diferentes, dependiendo de Si los visita durante el día o por la noche, cuando están encendidas las luces de colores y los rayos láser: esto es algo que debe ver en Lima. En realidad, comprende dos parques separados por Petit Thouars Avenue, pero unidos por un túnel que muestra algunas fotos artísticas de estas fuentes. Es un lugar muy agradable para visitar con su familia, y también puede encontrar algunos espectáculos artísticos los fines de semana.
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BARRIO CHINO - CALLE CAPON
El pueblo chino de Lima es conocido localmente como "Barrio Chino" e incluso como "Calle Capón", debido al antiguo nombre de esta calle durante la época de Vicegerros. En realidad, Lima es el hogar de la comunidad de descendientes chinos más grande de América del Sur, y su hito más notable es el arco chino rojo construido en la entrada en 1971 para honrar la amistad entre China y Perú. Hoy en día se trata de un bulevar de temática china con muchos "chifas" (restaurantes peruano-chinos) y que cuenta con una importante influencia oriental en su arquitectura; pero también hay muchas tiendas diferentes que son propiedad en su mayoría de chinos (o de sus descendientes peruanos). Muchas actividades culturales relacionadas con China se llevan a cabo aquí, como desfiles de baile, e incluso se puede comprar una impresión de un periódico local en su totalidad en chino.
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IGLESIA DE SAN PEDRO
Esta impresionante iglesia barroca fue construida por la Compañía de Jesús durante el siglo XVI, y hoy en día sigue siendo un centro espiritual y un museo de arte religioso. Su arquitectura de tres naves y cúpula (con tallas de influencia morisca) alberga impresionantes altares cubiertos de pan de oro. Por lo general, está abierto por las tardes, ya que muchos católicos vienen aquí en busca de los Sacramentos. Por lo tanto, es posible que tenga la oportunidad de colarse y apreciar plenamente no solo sus piezas de arte y arquitectura, sino también la verdadera vida cotidiana de esta iglesia. San Pedro es también una de las iglesias más antiguas y tradicionales de Lima, y uno de los lugares más solicitados para celebrar bodas.
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SAN FRANCISCO
Este es, con mucho, el lugar más visitado de Lima, este complejo amarillo y blanco del siglo XVII ha sido testigo de la mayoría de los episodios históricos de Lima y sobrevivió a unos cuantos terremotos masivos. El antiguo Convento de San Francisco alberga un excelente museo de arte religioso que conserva algunas obras maestras de Francisco Zurbar n y otros artistas españoles famosos. Hay una iglesia grande y hermosa construida en estilo barroco colonial y techos tallados de estilo morisco; el mencionado museo; y las fascinantes catacumbas, donde se encuentran unos 75.000 cuerpos. Los boletos están a la venta en la puerta, y tendrá que esperar un poco para una visita guiada en inglés.
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PLAZA MAYOR
La Plaza Mayor de Lima es el lugar más importante para ver sobre la historia de esta ciudad y su vida cotidiana actual ... y su estilo de vida: Lima fue fundada aquí por el conquistador español Francisco Pizarro en 1535, en la tierra que anteriormente era propiedad del jefe indígena de Taulichusco. Hoy en día se pueden admirar sus edificios históricos, como la Catedral de Lima, el Palacio Arzobispal, el Palacio de Gobierno o el Municipio de Lima, así como una antigua fuente de agua de latón. Es un buen lugar para comenzar sus exploraciones de esta ciudad. Agregando su importancia histórica, la Independencia del Perú se proclamó aquí, en 1821. Y puedes encontrar algunos muy buenos restaurantes en los alrededores.
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Los oráculos en el Imperio inca
La función de los oráculos en el Imperio inca *
Importancia del fenómeno oracular en el mundo andino antiguo
Los oráculos —a saber, santuarios controlados por sacerdotes allí residentes, a través de los cuales las divinidades del lugar daban respuestas a quienes las consultaban— representaron una de las instituciones más importantes del mundo andino antiguo. La actividad oracular parece, en efecto, haber tenido entre las sociedades del Perú prehispánico, todas las características de lo que el gran sociólogo y etnólogo francés Marcel Mauss, en su clásico Essai sur le don (1923-1924), llamó un «hecho social total», esto es, uno de aquellos fenómenos polivalentes y multidimensionales que abarcan diferentes esferas (religiosa, política, jurídica, económica, artística, etc.) de la vida sociocultural y «ponen en movimiento a la totalidad de la sociedad y de sus instituciones» (Mauss, 1965: 286).
Autor: Marco Curatola Petrocchi Pontificia Universidad Católica del Perú
Quis vero non videt in optuma quaque republica plurimum auspicia et reliquia divinandi genera valuisse1 Marcus Tullius Cicero, De divinatione, 43 a. C.
* El título del presente ensayo está expresamente inspirado en el de la ponencia «La función del tejido en varios contextos sociales en el Estado inca», presentada por John V. Murra en el II Congreso Nacional de Historia del Perú, que se celebró en Lima en 1958 y que, de alguna manera, marcó el inicio del desarrollo de los estudios etnohistóricos en el Perú (Curatola, 2002a: 51; cf. Murra, 2002: 113 y 121). Definitivamente, tanto el famoso estudio de Murra sobre los tejidos (1962, 2002: 153-170; véase también 1978: 107-130) como nuestro ensayo tienen un explícito enfoque funcionalista, relacionado al pensamiento de Durkheim y Mauss y a los planteamientos de la escuela de Antropología Social británica, a la cual por lo demás se debe toda una serie de importantes contribuciones precisamente sobre el tema de la adivinación. Como ha bien señalado Jean Pierre Vernant (1974: 6 y 7), fueron antropólogos ingleses como Edward Evans-Pritchard (1937), George Park (1963), Victor Turner (1968) y Max Gluckman (1972) quienes mostraron como en determinadas sociedades tradicionales la adivinación represente «un órgano oficial de legitimación», en grado de proponer, en el caso de elecciones cargadas de consecuencias para el equilibrio de los grupos, decisiones socialmente «objetivas», es decir, independientes de los deseos de las partes en causa y sostenidas por un consenso general del cuerpo social, que coloca este género de respuestas encima de las contestaciones. Park (1963: 205), además, sobre la base del análisis comparativo de la adivinación en diferentes contextos de África, China y las Grandes Llanuras norteamericanas, llegó acertadamente a vislumbrar —como ya intuído hace dos mil años por el romano Marco Tulio Cicerón (Cicerone, 1994: 75, lib. I, XLIII, 95)—, como esta fuera una práctica particularmente desarrollada y difundida sobre todo en las sociedades con sistemas religiosos de carácter organizado y agregante (congregacional) y centrados en el culto de los antepasados. El caso de la civilizacíon andina, e inca en particular, con su culto de los malquis (momias de los antepasados), sus grandes rituales colectivos y sus innumerables oráculos (que pueden considerarse la forma culturalmente y socialmente más elevada de adivinación), confirma plenamente su conjetura.
Versiones preliminares de diferentes partes de este ensayo fueron leídas como ponencias en los Congresos Internacionales de Americanistas de Santiago (2003) y Sevilla (2006) y en el IV Simposio Internacional de Arqueología PUCP (16-18 de agosto de 2003), así como conferencias en el Department of Antropology de la Yale University (9 de octubre de 2006), gracias al auspicio del Department of Anthropology, el Council of Latin American and Iberian Studies y el Department of Spanish and Portuguese, y en la Maxwell School de la Syracuse University (12 de octubre de 2006), con el auspicio del Program of Latin American and the Caribbean y del Dellplain Program in Latin American Geography. Las preguntas y comentarios puntuales recibidos en las susodichas oportunidades nos han brindado preciosos estímulos para repensar y afinar diversos puntos de nuestra reconstrucción e interpretación del fenómeno oracular en los Andes. Nuestra participación en los Congresos de Americanistas fue hecha posible por el apoyo económico del Departamento de Humanidades de la PUCP. A los colegas Krzyzstof Makowski y Pepi Patrón, sucesivos Jefes de Departamento, y a Rolena Adorno, Richard Burger y David Robinson, organizadores de las conferencias de Yale y Syracuse, nuestro más profundo agradecimiento.
Definitivamente, todas las crónicas y las relaciones de los siglos XVI y XVII sobre los Incas y los pueblos andinos sus contemporáneos, así como sobre los de la época colonial, están literalmente plagadas de descripciones, relatos y menciones de prácticas oraculares. Por los cronistas sabemos que al tiempo del Tahuantinsuyu (Imperio inca, siglo XV – inicios XVI) existían famosos centros oraculares, meta de peregrinaciones a nivel panandino, como el de Pachacamac, en el valle de Lurín, en la costa central peruana; el de Titicaca, en una isla frente a la península de Copacabana, en el homónimo lago altiplánico; y el de Catequil, cerca de Huamachuco, en la sierra norte del Perú; así como otros numerosos centros de importancia regional e interregional, como Huarivilca, en el valle del Mantaro; Pariacaca, en la sierra de Huarochirí (Lima); Rimac, en el valle de la actual ciudad de Lima; Chichacamac, en el valle de Chincha, en la costa sur del Perú; Coropuna, en proximidad del homónimo nevado (Arequipa); Apurimac, en las riberas del río del mismo nombre; Huanacauri, en el valle del Cuzco;
Ancocagua, en territorio de los Canas (Cuzco); y Vilcanota, en el paso de La Raya, que marca el límite entre la sierra sur y el altiplano del Collao. En cuanto al Coricancha, el gran templo del dios Sol en el Cuzco, éste era el santuario oracular por excelencia del rey Inca.
De las fuentes documentales se desprende que no había actividad pública o privada de cierta relevancia que fuera emprendida sin previa consulta de las divinidades. El Sapa Inca (el «Único Inca», es decir, el rey Inca) no tomaba ninguna decisión —fuera ella de carácter administrativo, político, religioso, económico, militar o diplomático— sin el conforto y el respaldo de la palabra del dios Sol (Cabello Valboa, 1951: 307, cap.15; Gose, 1996: 5). Y también la gente común recurría regularmente a diferentes prácticas adivinatorias y oraculares antes de iniciar las faenas agrícolas, de emprender viajes, de construir canales de regadío, en caso de enfermedades, en ocasión de catástrofes naturales y en cualquier otro momento importante o crítico de la vida individual y colectiva (Santillán, 1968: 112, n. 27). De hecho, cada ayllu (grupo corporativo de parentesco) y cada comunidad tenían sus propios «oráculos», que podían ser una piedra-menhir (huanca) identificada con el fundador mítico del linaje o del grupo, los cuerpos momificados (malquis) de los antepasados de los señores étnicos (curacas), o sencillamente un lugar de la naturaleza —una fuente, una gruta, una roca, una cumbre de montaña, etc.— llamado pacarina, de donde se creía hubiese salido la primera pareja mítica de ancestros. Todas estas entidades sagradas y cualquier otro objeto, imagen o adoratorio identificado con seres y poderes extrahumanos, eran llamados genéricamente huacas (wak’a) y todos eran, por lo menos en potencia, oráculos (cf. Rowe, 1946: 302; Mason, 1978: 221; Szemiñski, 1987: 92-93). En efecto, con el término genérico de huaca, los andinos indicaban la fuerza que «animaba» lo que comúnmente está inanimado; y esta «animación» se manifestaba, en primer lugar, a través de la facultad de «hablar», de comunicarse con los hombres[1]. Cuando una huaca «enmudecía» podía significar que estaba enojada, que estaba temporáneamente impotente o peor, que había perdido por completo su poder. En este último caso, dejaba de ser huaca y su culto era abandonado (Gose, 1996).
Significativa, al respecto, es la tradición inca —recogida por le padre Bartolomé Álvarez (1998: 74, cap. 133)— según la cual no apenas, en cualquier parte del Imperio, alguna piedra ú otro objeto mobil empezaba a «hablar», manifestando su naturaleza de huaca, esto era llevado al Cuzco y colocado en el Coricancha, a fin de que fuera examinado y puesto a prueba por el propio Inca. Allí, luego de haber hecho averiguaciones sobre las circustancias y las modalidades de la presunta manifestación sobrenatural, el soberano procedía a pedir el parecer del dios Sol y, sobre todo, a hacer preguntas a la misma huaca, buscando entablar con ella una comunicación oral directa. Si la huaca le contestaba, el Inca la reconocía como «buena»: esto comportaba que se le tributaran de inmediato honores y ofrendas y que, desde ese momento, su culto fuera reconocido oficialmente por el Estado. La huaca era llevada entonces de vuelta a su lugar de origen, donde se establecía un santuario, al cual cada año el Inca, puntualmente, enviaba dones. Pero si, al revés, la piedra, o el objeto que fuese, se quedaba muda, el Inca declaraba «que no era buena» —a saber, que no era huaca—, lo que significaba que no merecía forma alguna de veneración y más bien debía ser desechada.
Por lo demás, los mismos relatos de los orígenes de los Incas no hacían más que exaltar y recalcar la trascendental importancia de las pláticas con los dioses. Según estas narraciones, de claro carácter normativo y formativo para la entera sociedad, la pareja de héroes culturales, Manco Capac y Mama Huaco, fundadores de la ciudad del Cuzco y de la dinastía de sus reyes, así como de la civilización inca en general, habría adquirido su autoridad, su poder y derecho al mando de una comunicación oral, fluida, directa y privilegiada con seres sagrados. Así, en la Historia Indica (1572) de Pedro Sarmiento de Gamboa (2001: 54 y 63, XII y XIV) —basada en los relatos de ancianos quipucamayocs[2] depositarios de las tradiciones «históricas» incas— se narra que Manco Capac habría manado de la cueva de Tambotoco, en el sitio de Pacariqtambo («lugar de origen»), llevando consigo un ave rapaz dotada de grandes poderes, de nombre «Indi», la cual era su huauqui[3] y «le daba oráculo y respuesta». Es precisamente gracias a la relación oracular con esta ave divina (con toda probabilidad una de las diferentes manifestaciones de «Inti», el dios Sol) que Manco habría adquirido el rango de señor poderoso y conseguido «que las gentes le siguiesen». Sucesivamente, —siempre según la crónica de Sarmiento (2001: 67-69, cap. XVII )— también el cuarto Inca de la dinastía, Mayta Capac, tuvo ocasión de platicar con «el pajaro Indi», recibiendo una serie de predicciones y consejos que lo volvieron de violento e impulsivo, cual había sido por toda su juventud, en un gobernante «muy sabio y avisado en lo que había de hacer y de lo que había de suceder». En cuanto a la madre-esposa de Manco Capac, Mama Huaco, hija del Sol y de la Luna, mujer fuerte y valiente y primera Coya (reina) de la dinastía inca, esta —cuenta el cronista andino Felipe Guaman Poma de Ayala (1980: 63-64, nn. 80-81, y 99, n. 121)— habría alcanzado en el Cuzco de los orígenes un poderío todavía mayor que el del mismo Manco, gracias a la potestad que tenía de hacer hablar, durante ritos esotéricos, a las piedras, las peñas, las lagunas y las imágenes de las huacas, con las cuales conversaba «como si fueran personas». Así mismo, Huanacauri, huaca primigenia y gran oráculo de los Incas, estaba identificado con un hermano de Manco Capac, el cual, luego de haber adquirido los semblantes de un ave con grandes alas de plumas multicolores y antes de transformarse en piedra en la cumbre del cerro homónimo, había dado indicaciones a Manco sobre donde debía de fundar el Cuzco y predicho que él y sus descendientes se volverían señores de un gran Imperio (Cieza, 1985: 16-17, cap. VII). En el relato de Joan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui, Manco Capac, estando en la cima del cerro Huanacauri, justo antes de bajar al valle del Cuzco, vio formarse milagrosamente sobre su cabeza dos grandes arcos iris, que interpretó como un signo claro del favor de los dioses y de la futura grandeza y prosperidad de su pueblo. En el lugar de la aparición, los sucesores de Manco colocaron un ídolo de piedra con rasgos de ave rapaz, que pronto «empezó a hablar», manifestando así todo su poder y benevolencia hacia los Incas (Pachacuti Yamqui, 1993: 194 y 196, ff. 6v y 7v). En suma, no cabe duda que los Incas hacían remontar el origen mismo de su Estado y de su poderío a una relación directa, de orden oral, entre sus ancestros y las huacas y a toda una serie de otros hechos patentemente oraculares.
El estudio de los oráculos andinos
A pesar de la trascendental relevancia y difusión del fenómeno oracular en el mundo andino antiguo, éste, extrañamente, no ha llamado la atención de los investigadores hasta años relativamente recientes. Inclusive, en el enciclopédico y actualizado compendio sobre las religiones andinas publicado en 2005 por Manuel Marzal, con la colaboración de algunos entre los más destacados especialistas de la materia a nivel internacional, el tema es prácticamente pasado por alto. Por lo demás, el mismo gran centro ceremonial de Pachacamac, el oráculo de los oráculos, mencionado en todas las principales crónicas y el primer sitio en absoluto de todas las Américas al cual se haya dedicado una monografía arqueológica (Uhle, 1903, 2003) —una obra que, en el juicio de Gordon Willey y Jeremy Sabloff (1993: 79), «queda como uno de los monumentos de la arqueología americana»—, no ha sido objeto de investigaciones y análisis de carácter histórico-antropológico hasta hace poco más de veinte años. En efecto, si se exceptúan unas «breves notas» de Arturo Jiménez Borja y Alberto Bueno de 1970 y un «breve ensayo» precursor de María Rostworowski de 1972, los estudios documentales sobre Pachacamac empezaron solo a partir de la década de 1980, cuando aparecieron los trabajos de Alberto Bueno (1982), Arturo Jiménez Borja (1985) y Thomas Patterson (1985), seguidos en la década de 1990 por importantes contribuciones de la misma María Rostworowski (1992; véase también 1999) y de Peter Eeckhout (1993, 1998, 1999, 1999-2000, 2003, 2004, 2005 y 2004 [ed.]). En la última década, de Pachacamac se han ocupado también Izumi Shimada (1991 y 2004) y Jahl Dulanto (2001). Al mismo tiempo, se han ido multiplicando las investigaciones arqueológicas y etnohistóricas sobre otros grandes oráculos, como Catequil (Topic, 1992, 1998, 2004; Topic, Lange Topic y Melly, 2002; véase también Gareis, 1992: 120-127), Titicaca (Deaborn, Seddon y Bauer, 1998; Seddon, 1998 y 2005; Bauer y Stanish, 2003; Stanish, 2003; véase también Ponce Sanginés et al., 1992) y Coropuna (Reinhard, 1999; Ziółkowski, 2004 y 2005; Ziółkowski y Sobczyk, 2005). Y se han dado también avances en el estudio de Huanacauri, a todas luces la más antigua divinidad de los Incas (Szemiñski, 1991; Ziółkowski, 1997: 69-75); de Cacha (Ballesteros-Gaibrois, 1979, 1981, 1982; Sillar, 2002; Sillar y Dean, 2002), Vilcanota (Reinhard, 1995) y Ancocagua (Reinhard, 1998), famosos templos oraculares en territorio canas, al sudeste del Cuzco; de Pariacaca, la divinidad principal de los Yauyos, cuyo santuario se ubicaba en proximidad del homónimo nevado (Bonavia, 1990; Duviols, 1997a; Astuhuamán, 1999a y 1999b); y de Huarivilca, el oráculo de los Huancas del valle del Mantaro. Luego de las pioneras investigaciones arqueológicas de Isabel Flores Espinoza (1959) y Daniel Shea (1969), las escasas noticias de orden histórico que se poseen sobre este último, han sido objeto de análisis en tiempos recientes por José Carlos de la Puente Luna (2004; véase también el ensayo en este mismo tomo). Y, finalmente, a distancia de varias décadas de los pioneros estudios de Robert Lehmann-Nitsche (1928) y John Rowe (1944: 26-40), al Coricancha —el gran templo del Sol en el Cuzco, en el cual residía el Huillac Umu («el adivino que habla, que relata»), el sumo sacerdote de la Iglesia inca—, han dedicado trabajos monográficos Raimundo Béjar Navarro (1990) y Armando Harvey Valencia (1994), y un capítulo de su libro sobre la antigua capital inca Brian Bauer (2004: 139-157).
Templo del Sol en Machu Picchu
En concomitancia con esta proliferación de estudios analíticos sobre este o aquel gran centro oracular de la protohistoria andina —debida, por lo menos en parte, a la orientación y los intereses propios de la arqueología postprocesual (cf. Curatola, 2002b: 92)—, también se han ido desarrollando, paulatinamente, reflexiones de carácter teórico e interpretativo sobre el papel y la función de los oráculos como institución en la sociedad andina antigua. Posiblemente, el primero en percibir con claridad el importante papel político que podía desempeñar un oráculo fue Thomas Patterson, quien en un ensayo de 1985 sobre Pachacamac, mostró cómo este santuario cumpliera al tiempo de los Incas una importante función cohesiva y estabilizadora dentro de un sistema político que se caracterizaba por relaciones de alianzas inestables y crónicamente cambiantes, tanto entre las diversas facciones de la aristocracia cuzqueña como entre éstas y los diferentes grupos étnicos del Imperio (véase también Patterson, 1992: 88-92). Sin embargo, fue Sabine MacCormack —no acaso especialista del mundo clásico, griego y romano, en el cual la adivinación y los oráculos representaron fenómenos comunes— a notar por primera vez, en forma puntual, la gran difusión de las prácticas oraculares en el mundo andino antiguo y a interrogarse sobre las razones de este fenómeno. En su libro Religion in the Andes (1991), la estudiosa ha planteado que los innumerables grandes y pequeños santuarios oraculares existentes a lo largo de los territorios que abarcaba el Tahuantinsuyu tuvieron la precipua función de legitimar el poder político, fomentando y articulando el consenso de la población hacia la elite (MacCormack, 1991: 59 ss.). Y prácticamente a las mismas conclusiones ha llegado Mariusz Ziółkowski, al tratar sobre la naturaleza de la relación Incas oráculos en un párrafo —del significativo título «Los oráculos o de la importancia de conversar con los dioses»— de su libro La guerra de los Wawqui (1997: 84-87; véase también Ziółkowski, 1991). El estudioso, en línea con unas observaciones ocasionales de María Rostworowski (1983: 11-12 y 1988: 206; véase también Rostworowski y Morris, 1999: 293) sobre la relevancia en el mundo andino antiguo del «don de la palabra» por parte de los dioses, ha bien puntualizado cómo de hecho todas las huacas fuesen oráculos, ya que una de sus principales y más universales características era precisamente la de «hablar» con sacerdotes y fieles, y cómo los Incas acudían a consultarlas de continuo, sobre todo por cuestiones relativas a la persona del Sapa Inca y al éxito de las campañas militares. Al respecto, Ziółkowski ha notado que la creencia y las prácticas oraculares entre los señores del Cuzco eran tan radicadas que estos no solo interrogaban a sus propios dioses en el Coricancha y en otros templos del Sol, sino que, todas las veces que les era posible, consultaban también a los mayores oráculos no incas, como Pachacamac o Catequil, a todas luces con el afán de aprovecharse y beneficiarse del gran prestigio de estos santuarios y legitimizar su posición hegemónica frente a los lugareños y a los otros pueblos sometidos.
Esta misma interpretación del fenómeno ha sido desarrollada por Brian Bauer y Charles Stanish (2003) con referencia a Titicaca, cuyo santuario oracular fue un importante centro de peregrinaciones de nivel regional desde la época Tiwanaku (siglos V-XI d. C.). Específicamente —según estos investigadores—, los Incas habrían acrecentado y explotado a sabiendas el poder comunicativo del oráculo. Cuando, en su proceso de expansión imperial, vencieron a los Collas y los incorporaron al Tahuantinsuyu, se habrían apoderado del santuario e, invirtiendo ingentes recursos en infraestructura y dotación, lo habrían transformado en un oráculo de importancia panandina, con la expresa finalidad de dar un fuerte sentido de legitimación a su hegemonía sobre la región y transmitir un contundente y persuasivo mensaje ideológico de poderío a los peregrinos que allí acudían desde todos los rincones del Imperio (Bauer y Stanish, 2003: 35-36 y 286-291).
Análoga, pero al mismo tiempo opuesta, es la función que atribuye a los oráculos Peter Gose. En su sugerente ensayo Oracles, divine kingship, and political representation in the Inka State (1996) —quizás el primero en absoluto en el cual se haya abordado en forma específica y directa el estudio del fenómeno oracular, en los Andes, como institución social— Gose coincide plenamente con Sabine MacCormack en reconocer que los oráculos desempeñaron entre los Incas un papel medular en la dinámica del sistema político, sin embargo se distancia de ella al plantear que estos servían fundamentalmente a dar voz, expresión y representación política a los grupos subalternos, en un régimen de poder centrado en la figura de un rey divino, tal cual fue el Sapa Inca por lo menos a partir del gobierno de Tupa Yupanqui (ca. 1471-1493)[4]. En otras palabras, el Inca, en cuanto hijo del dios Sol y por tanto ser sagrado, diferente y superior respecto a todos los humanos, no podía de ningún modo aceptar observaciones o, peor, cuestionamientos a su obrar de parte de los hombres, ya que esto hubiese representado una intolerable disminución de su status, de su autoridad y su poderío absoluto, pero sí podía interrogar a los dioses —sus pares— y recibir de ellos respaldo, predicciones e indicaciones. De este modo, las huacas regionales y locales más importantes, así como las momias de los antiguos reyes Inca —también ellas dotadas del poder de hablar— con sus respuestas podían expresar apreciaciones, aspiraciones, críticas y reivindicaciones de sus respectivos pueblos y grupos sociales que de ninguna manera el soberano Inca hubiese podido aceptar por boca de comunes mortales, fueran ellos nobles o curacas del más alto rango. Además, a través de periódicas y sistemáticas consultas a las diferentes huacas, por lo menos teóricamente no sujetas a los condicionamientos inherentes a la relación rey (además sagrado)-súbdito, el Inca podía recoger un conjunto de informaciones fidedignas, que le permitía tomar las decisiones más apropiadas, ajustadas a la realidad y en línea con el sentir profundo de las poblaciones.
Posteriormente, de los oráculos andinos se ha ocupado también el que escribe en el ensayo «Adivinación, oráculos y civilización andina» (Curatola, 2001), en el cual se ha intentado explicar el extraordinario desarrollo del fenómeno oracular en el Perú antiguo, poniéndolo en estrecha y directa relación con otros aspectos fundamentales de la civilización andina. El Tahuantinsuyu y, con toda probabilidad, las otras grandes formaciones estatales que lo precedieron, como el imperio Huari (siglos VII-X d. C.) y el reino de Chimor (siglos XIIIXV d. C.), a pesar de sus notables dimensiones territoriales, sus altamente planificadas organizaciones administrativas y sus múltiples conquistas culturales, se desarrollaron sobre la base de una estructura sociopolítica relativamente sencilla, en cuanto fundada sobre grupos corporativos de parentesco (ayllus. Cf. Isbell, 1997: 98-99 y passim). Además, al parecer ninguno de estos Estados contó con alguna forma de escritura comparable con los sistemas gráfico-fonéticos avanzados —esto es en grado de expresar todo lo que puede ser dicho— de la antigüedad euroasiática, ni llegó a tener alguna mercadería-signo con funciones plenamente monetarias. Estas aparentes (por lo menos en términos comparativos y desde una perspectiva eurocéntrica) «limitaciones» culturales —a saber, sobre todo, una organización sociopolítica de base de nivel aldeano, estructuralmente segmentaria, así como la ausencia de un sistema de notación capaz de registrar con un cierto grado de fidelidad la lengua hablada— fueron, sin embargo, compensadas por toda una serie de instrumentos, mecanismos e instituciones sumamente originales cuanto eficientes, entre los cuales se encuentran sistemas de registro y transmisión de la información como los quipus (khipu), y los tocapus (tokhapu) y las «tablas historiadas», así como la semantización y «textualización» del territorio (a saber la cuidadosa y altamente planificada construcción de un paisaje sagrado denso de significados y memoria), los ceques (siq´i) y los mismos oráculos. Los quipus eran artilugios formados de varios cordeles de diferentes colores con nudos, a través de los cuales, por lo menos desde la época del estado Huari, los andinos pudieron registrar en forma sumamente precisa ya sea datos cuantitativos, asociados a indicaciones cualitativas, como información esquemática y estereotipada sobre genealogías y eventos históricos, como indican textos de la época colonial que aparentan ser transliteraciones del contenido de unos de ellos[5]. Los tocapus, en cambio, eran recuadros con signos geométricos bastante complejos y altamente estandarizados, que se encuentran reproducidos sobre tejidos y queros (vasos de madera) incas, los cuales posiblemente servían para transmitir mensajes e informaciones conceptualmente comparables a los brindados por las insignias y las condecoraciones de los militares (cf. Arellano, 1999). Y las «tablas historiadas» eran tablones de madera sobre los cuales estaban pintadas escenas de la historia mítica y dinástica inca. Una gran «archivo» de estas tablas se conservaba en un templo del Sol, llamado Poquen Cancha, ubicado inmediatamente al noroeste del Cuzco (Sarmiento, 2001: 49, cap. IX; Molina, 1989: 49-50; cf. Porras, 1963: 112-115). En cuanto al sistema de los ceques —las líneas sagradas imaginarias que partían en forma radial del centro del Cuzco y a lo largo de las cuales se encontraban una serie de huacas (véase Rowe, 1981; Bauer, 2000; Cerrón-Palomino, 2005)—, los trabajos de Tom Zuidema (1989, 1991, 1995 y 2003) han mostrado cómo estos representaron un sofisticado sistema operacional polivalente, a través del cual los Incas codificaban y hacían coincidir los diferentes planos de la experiencia y de lo real, desde la organización sociopolítica a la del espacio, desde la astronomía y el calendario al ciclo de las actividades económicas y ceremoniales, desde la cosmología a las manifestaciones artísticas, en una grandiosa operación de racionalización y sistematización del universo cultural y natural que posiblemente no tiene igual en ninguna otra civilización antigua de la historia.
También los oráculos, con sus predicciones, revelaciones, indicaciones y descifraciones de signos, hechos y situaciones de difícil inteligencia, tuvieron que desempeñar un importante papel cognitivo y racionalizante de la realidad, pero, de todas maneras, aún más relevante fue su rol sociopolítico, siendo una de las instituciones «eje» de las sociedades complejas andinas, posiblemente desde las últimas fases del Precerámico (segunda mitad del III milenio a. C.) y las primeras del Formativo (II milenio a. C.). En efecto, en base a inferencias de orden etnohistórico, es legítimo hipotizar que los Altares del Fuego Sagrado del Templo Mayor y del Templo del Anfiteatro de la «ciudad sagrada» de Caral (Shady y Leyva, 2003: 169-185, 237-253), así como análogas estructuras rituales con fogones característicos de la así llamada Tradición Religiosa Kotosh, como las de Kotosh en el Alto Huallaga, de Huaricoto y La Galgada en el valle del Santa (Burger y Salazar-Burger, 1980; véase también Burger, 1993: 41-49), y de Pampa de las Lamas-Moxeke y Taukachi-Konkán en el valle de Casma (Pozorski y Pozorski, 1994 y 1996), hayan sido fundamentalmente lugares sagrados de acceso restringido, donde las divinidades se manifestaban a través de las llamas de fuegos sagrados a los sacerdotes responsables del culto y a pocos otros elegidos. De hecho, por lo menos en tiempos prehispánicos tardíos, los oráculos representaron —como se verá— un formidable mecanismo, a la vez, de legitimación del poder, normatividad, acopio de información, de comunicación y de negociación, que contribuía en manera determinante a que las formaciones estatales andinas lograran controlar y revertir la tendencia a la segmentación política propia de cualquier sociedad de linajes.
Los oráculos como instrumento de normatividad y legitimación del poder entre los Incas
En primer lugar, los oráculos tuvieron que desempeñar muchas de las funciones de la escritura, instrumento príncipe para el establecimiento de esas normas fijas y universales tan necesarias para la organización, el funcionamiento, el control y el mantenimiento de cualquier formación sociopolítica compleja de ciertas dimensiones. Al categórico «está escrito» del antiguo pueblo de Israel o al más profano, pero no menos imperioso, «dura lex, sed lex» de la Roma de los Césares, debió corresponder en el mundo andino algo así como «es la palabra de la huaca». Las respuestas oraculares, volviendo impersonales, «objetivizando» y «sacralizando» los planteamientos, las disposiciones y los intereses de personas y grupos particulares, transformaban la sencilla expresión de la voluntad de un individuo (Inca, curaca o sacerdote que fuera) o de una gens (panaca, «parcialidad real inca», o ayllu que fuese) hegemónica en una verdad absoluta, lo que no cabe duda, hacía que fuera más facilmente aceptada y respetada por la gente de par rango y, a mayor razón, por los grupos secundarios y subalternos. La palabra de los dioses aseguraba ley, orden y solidaridad —en el sentido durkheimiano del término— a la sociedad de los hombres. Y no se piense que sea ésta una mera ilación o una erudita conclusión de los estudiosos modernos del fenómeno. Ya lo percibieron con absoluta claridad cronistas del siglo XVI y XVII como el oidor Hernando de Santillán (1968: 104, n. 2) y el jesuita Bernabé Cobo:
«Todos los Incas —escribía este último al inicio de su relato sobre la historia dinástica de los señores del Cuzco—, desde el primero, para ser obedecidos y respetados de sus vasallos, y para más autorizar sus leyes y mandatos e introducir cuanto querían, les hacían entender que cuanto mandaban y ordenaban lo mandaba su padre el sol, a quienes ellos frecuentemente comunicaban y consultaban todas las cosas que disponían en su reino; y por este camino, allende de ser tenidos y venerados del pueblo por hijos del Sol y más que hombres, no había contradicción en ninguna cosa que ordenasen, porque todos sus mandados eran tenidos por oráculos divinos» (Cobo, 1964, II: 66, lib. XII, cap. IV).
El Qoricancha. El Qoricancha fue un templo inca dedicado al culto al Sol sobre el cual los conquistadores construyeron el Convento de Santo Domingo.
Cualquiera fuese el móvil, una fe religiosa profunda o más prosaicamente, la sencilla praxis andina del poder, el Sapa Inca consultaba prácticamente a diario al Sol en el Coricancha. Guaman Poma así describe, en forma sintética, el ritual oracular: «Y allí en medio (del templo del Sol) se ponía el Inga, hincado de rodillas, puesta la mano, el rrostro al sol y a la ymagen del sol y decía su oración. Y rrespondía los demonios lo que pedía» (Guaman Poma, 1980, I: 236, n. 263). La «palabra» del dios Sol, por lo demás, constituía no solo el sustento y el fundamento legitimante de cada decisión y medida de cierta importancia tomada por el Sapa Inca, sino el origen mismo de la legitimidad de este último como gobernante. En efecto, era convencimiento común que entre todos los hijos de un determinado Inca llegaría a sucederle quien, en su debido momento, fuese llamado al templo y designado como soberano directamente por el dios Sol (Guaman Poma, 1980, I: 96, n. 118, y 263, n. 288; cf. Ziółkowski, 1991: 61 y 1997: 156-157). Esto explica porqué —según cuanto refiere Sarmiento de Gamboa— el príncipe Inca Yupanqui, el futuro Inca Pachacuti, una vez derrotados a los Chancas, hacia 1438, a pesar de tener el pleno control y el total respaldo de las milicias Inca y de ser ya de hecho el incontrastado señor del Cuzco, quiso que se interrogara al dios Sol acerca de quién debía gobernar. Frente a las rémoras de su padre, el pávido Inca Viracocha, que se resistía a abdicar en su favor, Pachacuti, al momento de hacer su ingreso triunfal en la capital, dispuso que se hiciesen grandes sacrificios a la imagen del Sol adorada en el Inticacha (el templo que de allí a poco él mismo volvería a edificar mucho más grande y suntuoso, rebautizándolo con el nombre de Coricancha), y se le preguntase quién debía ser el nuevo Inca.
«Y el oráculo del demonio que allí tenían —relata Sarmiento (2001: 92, cap. XXIX)— … dio por respuesta que él tenía señalado a Pachacuti Inca Yupanqui para que fuese inca. Con esta respuesta tornaron todo los que habían ido a hacer el sacrificio, y se postraron ante Pachacuti Inca Yupanqui, llamándole Capac inca intip churin, que quiere decir ‹solo señor, hijo del sol›».
Fue solo luego de esta investidura divina que Pachacuti recibió de parte del sumo sacerdote del Sol la mascaypacha —la borla signo de la dignidad imperial inca— y asumió oficialmente el poder, siendo universalmente reconocido como nuevo soberano. El oráculo del Inticancha lo había legitimado como Sapa Inca. Con la misma finalidad, dos generaciones más tarde, Huayna Capac a la muerte de su padre, el Inca Tupa Yupanqui, fue a interrogar al oráculo del Coricancha. Sin embargo, en esa ocasión los sacrificios y las consultas tuvieron que ser repetidos hasta cuatro veces, antes que el dios Sol decidiera manifestarse y hacer el nombre de Huayna Capac, como del que entre los varios hijos del finado Inca estaba destinado a ser el nuevo emperador (Guaman Poma, 1980, vol. I: 93, n. 113). Según la tradición dinástica Inca también Viracocha, padre de Pachacuti, en su momento había sido consagrado como Inca gracias a una revelación divina, en el caso específico de parte del dios Ticci Viracocha Pachayachachic, «padre de la gente, maestro ordenador el mundo» (cf. Duviols, 1977). Éste se le habría manifestado en Urcos, un pueblo a la orilla del Vilcanota donde había un gran santuario dedicado a él, anunciándole «grandes buenas venturas a él y a sus descendientes». Habría sido precisamente a consecuencia de esta aparición que el joven Inca, hasta ese momento llamado Hatun Tupa Inca, había asumido el nombre de Viracocha (Sarmiento, 2001: 80, cap. XXIV; véase también Betanzos, 2004: 55, parte I, cap. II, y 63, parte I, cap. V). Y, al respecto, hay que recordar que, con toda probabilidad, para los Incas el ser sobrenatural llamado Viracocha no era más que una de las manifestaciones del dios Sol, siendo justamente su figura estrechamente relacionada con el astro rey al momento de su máximo auge, es decir, al tiempo del solsticio de verano[6].
El hecho que los emperadores Inca consultaran de continuo la imagen del dios
Sol en el Coricancha, con la finalidad de legitimar sus decisiones, está confirmado en forma muy puntual por un testimonio de excepción: el de Tupa Amaru, el último soberano del así llamado Estado Neo-Inca de Vilcabamba, quien por disposición del virrey Francisco de Toledo fue decapitado en la plaza principal del Cuzco el 23 de setiembre de 1572. Momentos antes de ser ajusticiado, el Inca dirigió un sorpresivo discurso a la multitud de indios nobles y comunes reunida alrededor del cadalso, renegando del culto al Sol y denunciando como falsa y engañosa la práctica de las consultas oraculares. Según un testigo presencial del evento, Antonio Bautista de Salazar, tesorero de Toledo, Tupa Amaru habría dicho textualmente:
«Apoes, aquí estais de todos los cuatro suyos, sabed que yo soy cristiano, y me han baptizado, y quiero morir en la ley de Dios, y tengo de morir. Y todo lo que hasta aquí os hemos dicho yo y los Ingas mis antepasados, que adorásedes al sol, Punchau, y á las guacas, ídolos, piedras, rios, montes y vilcas, es todo falsedad y mentira. Y cuando os decíamos que entrábamos á hablar al sol, y que él decia que hiciésedes lo que nosotros os decíamos y que hablaba, es mentira; porque no hablaba, sino nosotros, porque es un pedazo de oro, y no puede hablar; y mi hermano Tito Cusi me dijo que cuando quisiese decir algo á los indios que hiciesen entrase solo al dicho ídolo Punchau, y no entrase nadie conmigo; y que el dicho ídolo Punchau no me había de hablar, porque era un poco de oro, y que despues saliese y dijese á los indios que me había hablado, y que decía aquello que yo les quisiese decir, porque los indios hiciesen mejor lo que les había de mandar; y que á lo que había de venerar, era lo que estaba dentro del sol Punchau, que es de los corazones de los Ingas mis antepasados» (Salazar, 1867: 280; cf. Levillier, 1935: 136 y 348-349).
Es probable que Tupa Amaru fuera inducido a hacer esta singular abjuración por los españoles mediante maltratos físicos, promesas de gracia, chantajes, presiones psicológicas e intimidaciones de toda índole, no última la amenaza de quemar su cuerpo después de muerto, lo que representaba para los andinos el peor y más temido de los destinos (Curatola, 2005; cf. Idem, 1989: 243-246). Pero, sea como fuere, las palabras del Inca quedan como un claro testimonio de la importancia de las consultas al dios Sol en el Tahuantinsuyu y de su uso político. En efecto, el mismo hecho que en un momento tan grave y extremo, frente a todo el pueblo del Cuzco, Tupa Amaru eligiera hablar precisamente de esa práctica, o que —cosa más probable— sus cómitres lo obligaran, para consolidar ideológicamente su triunfo político y militar, a condenar públicamente y desacreditar entre todas las variadas manifestaciones de la religión autóctona justo —y solo— las consultas oraculares, denota cuánto el recurso a los oráculos y la fe de sus predicciones debieron ser arraigados en la sociedad Inca. El discurso de Tupa Amaru pone patentemente de relieve la gran fuerza moral de la práctica, como instrumento de condicionamiento y constricción, y por ende, su trascendental valor político-jurídico.
La dama de Ampato, más conocida como la “Momia Juanita”
De todas maneras, los oráculos no tuvieron únicamente la función de legitimar el poder del Inca y de volver incuestionables sus mandatos. Peter Gose (1996) ha propuesto que, por lo menos en determinados contextos, estos representaron más bien un medio a través del cual los grupos subalternos podían expresar al soberano su sentir, sus aspiraciones y hasta su disenso, sin que esto apareciera como un desafío y una afrenta a su sagrada persona. La gran fiesta inca de la Capacocha habría respondido exactamente a este fin. Según el relato del cronista Pedro de Cieza de León (1553), cada año el Inca convocaba al Cuzco a las principales huacas de todos los pueblos del Imperio. Las imágenes de las divinidades, que llegaban a la ciudad con su séquito de sacerdotes y servidores, eran recibidas con gran pompa y en el día señalado reunidas en Aucaypata, la plaza central, a fin de que cada una hiciera, en presencia del Inca y de toda la elite cuzqueña, así como de la población de la comarca y de numerosas delegaciones de las etnias provinciales, una serie de predicciones sobre los eventos del año venidero:
«… questas estatuas y bultos y çaçerdotes se juntaban —escribe Cieza— para saber por bocas dellos el suceso del año, si avía de ser fértil o si avía de aver esterilidad, si el Ynga te(r)nía larga vida y si por caso moriría en aquel año, si avían de venir enemigos por algunas partes o si algunos de los paçíficos se avían de revelar. En conclusión eran repreguntados destas cosas y de otras mayores y menores que va poco desmenuzarlas, porque tanbién preguntavan si avría peste o si vernía alguna moriña por el ganado y si avría mucho multiplico dél. Y esto se hazía y preguntava no a todos los oráculos juntos, sino a cada uno por sí» (Cieza, 1985: 87-88, cap. XXIX).
Las preguntas eran formuladas por los responsables del culto estatal inca y contestadas por los ministros de las huacas, los cuales se preparaban a recibir la inspiración divina ingiriendo abundantes cantidades de aha (chicha) y abandonándose a danzas extáticas. A menudo estos, antes de responder, procedían a inmolar a un buen número de animales, para inducir a la divinidad a manifestarse. La huaca se comunicaba con ellos hablándoles directamente o a través de sueños[7]. Los Incas, por su parte, registraban cuidadosamente cada respuesta y al año siguiente, en la misma ceremonia, rendían públicamente homenaje a aquellas huacas cuyos oráculos se habían revelado acertados, asignando a sus respectivos templos notables cantidades de vasijas de oro y plata, de tejidos finos y de ganado. En cambio, las huacas que habían dado respuestas resultadas inexactas o, peor, equivocadas eran abiertamente estigmatizadas y sus templos no recibían dádiva o dotación alguna (Cieza, 1985: 89, cap. XXIX). Una humillación que, frente a los representantes de todas las naciones del Imperio, evidentemente aminoraba el prestigio y la autoridad de la huaca y, con ella, de toda su etnia.
Pero, ¿qué se proponían exactamente los Incas con tan aparatosa y concurrida ceremonia oracular? Gose (1996: 6-7) plantea que a través de este sistema de premios y escarmientos, el Inca propiciaba la formulación de respuestas fidedignas que expresaran los sentimientos verdaderos y los anhelos profundos de los grupos subalternos. Por lo demás, dichas predicciones, aun cuando no fueran tan favorables o en línea con los deseos del Sapa Inca, no podían ser consideradas, dado el marco sagrado y liminar en el cual se daban, como un reto sacrílego a la suprema y sagrada autoridad de este último. La «palabra» de las huacas habría pues, permitido a los representantes de las etnias de manifestar al Inca, en forma indirecta y desresponsabilizada, el sentir, las expectativas y las reivindicaciones de su gente; y al gobernante, de escuchar la «voz del pueblo» y, consecuentemente, tomar las decisiones más apropiadas para asegurar la paz y el orden en todo el Imperio, sin que esto de ninguna manera pudiera ser interpretado como una concesión a presiones desde abajo, un signo de debilidad y, por ende, una merma de su persona divina. Es posible que así haya sido. De hecho, no se puede descartar a priori que la ceremonia de la Capacocha tuviese, entre otras, también la función conjeturada por Gose, pero en realidad los Incas, para tantear el pulso de las poblaciones y conocer sus verdaderos sentimientos hacia el Tahuantinsuyu, disponían de otro medio muy eficiente, siempre relacionado a las consultas oraculares: el de las confesiones.
El oráculo de Titicaca y la confesión de los pecados
El ritual de la confesión de los pecados entre los Incas y, más en general, las poblaciones andinas de los siglos XV y XVI, mencionado en varias crónicas y documentos de le época[8], ha sido hasta la fecha poco estudiado, posiblemente porque considerado, por su aparente estrecha similitud con el sacramento católico, más una fantasía y una proyección de las categorías religiosas de los misioneros que una antigua práctica autóctona. Del mismo modo, los varios casos de confesiones indígenas registrados en las actas de las visitas y procesos de extirpación de la idolatría de la segunda mitad del siglo XVII y a inicios del XVIII, debieron pasar —como ha señalado Lorenzo Huertas (1981: 38)— por un mero fenómeno colonial, que se habría originado por imitación de la correspondiente práctica religiosa cristiana. Sin embargo, los testimonios documentales son tales y tantos (véase nota 9)que no queda la menor duda que los andinos —como, por lo demás, muchos otros pueblos nativos de América, Oceanía, África y Asia (véase Pettazzoni, 1929 y 1937)— desde los tiempos prehispánicos tuvieron formas propias y específicas de confesión de los pecados. Dicha práctica fue común y difundida en todos los territorios del Tahuantinsuyu, pero sobre todo en el Collao, donde estuvo estrechamente asociada al culto del gran oráculo de Titicaca. El agustino Alonso Ramos Gavilán —que en la segunda década del siglo XVII fue doctrinero en diferentes pueblos alrededor del lago Titicaca, comprendida la de Santa Ana de Copacabana (Espinoza Soriano, 1973a: 128135)— y el jesuita Bernabé Cobo —que en el mismo período desarrolló labor pastoral en la doctrina de Juli, viajando extensamente por toda el área altiplánica (Mateos, 1964: XX-XXII)— en sus pormenorizadas y precisas descripciones del santuario del Sol en la isla Titicaca concuerdan en afirmar que una de las primeras obligaciones de los peregrinos que confluían numerosos desde las más lejanas provincias del Imperio, desde Ecuador hasta Chile, era precisamente la de confesar sus pecados a los sacerdotes del lugar (Ramos Gavilán, 1988: 41, cap. IV, y 94, cap. XIII; Cobo, 1964, II: 189-194, lib. XIII, cap. XVIII).
1998: 170; Gareis, 2005: 134). Por su parte, los jesuitas José de Arriaga, Franco Conde y Luis de Teruel detectaron en el pueblo de Huacho, en 1617, una modalidad más compleja de consulta oracular, basada en la posesión y la glosolalia. Según su testimonio, el mayor hechicero del pueblo «llegando a consultar al oraculo en cossa graue de repente quedaba sin juizio, y hablaua mucho tiempo sin que los que estaban presentes entendiessen palabra ni aun el mismo supiesse lo que decia, hasta que otro hechizero proximo a el en dignidad declaraba al Pueblo lo que el otro auia dicho, como que la guacha (la qual creian que se le entraba en el alma y se ponia assi) lo dizesse» (Polia, 1999: 387; Curatola, 2002c: 202).
Titicaca era uno de los sitios más sagrados y uno de los santuarios dotados de más recursos de todo el Tahuantinsuyu. Para Ramos Gavilán, el más opulento en absoluto: «Este templo —escribía en su Historia del Santuario de Nuestra Señora de Copacabana, publicada en 1621 (1988: 164, cap. XXVI)— fue el más rico de todos los del Pirú, porque como a él concurrían de todo el Reyno y de todo quanto a el Inga estaba sugeto, eran grandes las ofrendas que enriquezían sus erarios». Los señores del Cuzco pensaban que en esa isla habían in illo tempore tenido origen cuatro parejas primordiales de antepasados —los hermanos Ayar—, las cuales, luego de un largo recorrido subterráneo, habían finalmente emergido de una cueva del cerro Tamputoco, localizado en un paraje llamado Pacarictambo (Cabello Valboa, 1951: 363, parte III, cap. 21). Y sobre todo, los Incas compartían con las poblaciones del altiplano la creencia que allí había aparecido por primera vez el Sol, brotado de una cavidad a la base de una peña de arenisca rojiza, llamada Titicala, «Piedra del Felino» (Bauer y Stanish, 2003: 28; Bertonio, 1984: II parte, 32 y 353; cf. Cieza, 1984: 281, cap. CIII), que representaba el sancta sanctorum del centro oracular. Esa roca sagrada, considerada morada del dios Sol, estaba cubierta con cortinas de tela finísima (cumbi) y la concavidad de donde se pensaba había salido el astro rey estaba totalmente enchapada con planchas de oro y plata (Ramos Gavilán, 1988: 90-91, cap. XIII, 116, XVII, 149-150, XXIV, y 163, XXVI; Cobo, 1964, II: 193, lib. XIII, Cap. XVIII; Bauer y Stanish, 2003: 232244). Así mismo, también el resto de la vasta área del santuario que abarcaba la cercana isla de Coatí donde se rendía culto a la Luna, esposa del Sol, expresaba tangiblemente la gloria y la potencia de Inti, con sus monumentales y elegantes edificios en perfecta mampostería, en los cuales vivían y trabajaban una miríada de sacerdotes, acllas (mujeres escogidas) y servidores varios, encargados del cuidado del lugar y de la acogida de los peregrinos. Al parecer, gran parte de estas instalaciones fueron construidas al tiempo de los Incas Tupa Yupanqui y Huayna Capac, quienes visitaron personalmente en diferentes oportunidades el santuario (Bauer y Stanish, 2003: 69-71; Cobo, 1964, II: 84, lib. XII, cap. XIV). La última vez, posiblemente, fue cuando Huayna Capac, aprestándose a la guerra contra las reacias poblaciones del Ecuador que se habían rebelado, fue a consultar al oráculo, al cual hizo «infinitos» sacrificios, para asegurarse el éxito de la empresa (Sarmiento, 2001: 142-143, cap. LIX; Murúa, 1987: 110, lib. I, cap. XXX).
Pero, ¿cómo concretamente se desarrollaban las consultas oraculares en el santuario? Las informaciones de los cronistas, a pesar de lo vagas y escuetas, dejan entrever que había dos modalidades, no necesariamente alternativas, más bien complementarias: a través del fuego y mediante el trance. Pedro Sancho de la Hoz, el primer conquistador que llegó al altiplano del Collao, en su Relación de 1534 anotó de manera muy lacónica que en la isla había un templo del Sol con una gran piedra, llamada Tichicasa, desde la cual el dios hablaba a los nativos: «en donde, o porque el diablo se esconde allí y les habla» (Sancho de la Hoz, 1968: 331, cap. XVIII). Y el propio Ramos Gavilán (1988: 164, cap. XXVI), sobre este específico punto, se limitó a escribir que: «en este templo dava oráculos el demonio, assí de ordinario yvan a consultalle». Sin embargo, el agustino apuntó de forma incidental que unos ancianos del lugar le habían mencionado que junto a la roca antiguamente había un enorme brasero de oro (Idem: 116, cap. XVII; véase también Cobo, 1964, II: 192, lib. XIII, cap. XVIII); y del padre Cobo sabemos que la más solemne forma de adivinación, a la cual los señores del Cuzco recurrían para importantes asuntos de Estado, era precisamente la que se realizaba a través del fuego de braseros. En caso de barrunto de una inminente rebelión de alguna etnia o de una conspiración contra su persona, el Inca recurría a unos potentes y temidos adivinos, llamados yacarcas, originarios de Huaro, una comunidad ubicada a unos 50 km al sur del Cuzco (Cobo, 1964, II: 230-1, lib. XIII, cap. XXXVI; véase también Molina, 1989: 64-65). Estos acompañaban al soberano en sus desplazamientos y lo mantenían constantemente informado sobre lo que pasaba en todo el Imperio. Para invocar la benevolencia y la presencia de los dioses, los yacarcas encendían unos grandes braseros y procedían a hacer consistentes ofrendas de alimentos y objetos preciosos, y sacrificios de niños y camélidos. Luego, mascando coca, entonando cantos y recitando letanías, planteaban sus cuestiones a las divinidades que benévolamente les contestaban hablándoles a través de las llamas de los braseros.
«Usaban deste género de adivinar —dice textualmente Cobo— solamente en negocios muy graves y de importancia, como cuando había sospecha de que alguna provincia se quería rebelar o tramaba alguna traición contra el Inca y no se podía averiguar con testigos, tormentos ni por otro camino, y en casos semejantes».
A veces a la consulta asistía el propio Inca, que se preparaba para el solemne rito oracular absteniéndose en los días previos de comer ají, sal y carne. Pero, todavía más estricto era el régimen alimenticio de los sacerdotes, que —según el anónimo jesuita (¿Blas Valera?) autor de la Relación de las costumbres antiguas de los naturales del Perú (c. 1590)—, prácticamente comían solo productos vegetales. Los ayunos unidos a abundantes libaciones de aha y al consumo de coca y posiblemente otras sustancias estimulantes, así como los cantos y las letanías repetidos en forma monótona y obsesiva y las danzas frenéticas y prolongadas, debían engendrar en los sacerdotes estados alterados de la conciencia. Nos lo confirma el jesuita anónimo, quien, refiriéndose a los sacerdotes de los óraculos de Mullipampa (Quito), Pacasmayo, Rimac, Pachacamac y, al parecer, en particular de Titicaca, dice que estos, llamados huatuc, al momento de recibir las respuestas de la huacas, eran juguete de un furor místico que los nativos denominaban utirayay («arrobamiento, enajenamiento»): «Al tiempo de oír el oráculo, se tomaba el tal ministro de un furor diabólico que ellos decían utirayay, y después declaraba al pueblo lo que el oráculo había dicho» (Anónimo, 1992: 72).
Sea como fuere, por inspiración divina directa (adivinación intuitiva) o por intermedio del fuego (inductiva), las consultas oraculares tenían un carácter reservado. A la gran masa de los peregrinos que llegaban a la isla de Titicaca no era permitido acercarse a la roca sagrada Titicala. Cobo (1964, II: 192, lib. XIII, cap. XVIII) relata que los fieles podían mirarla solo de lejos, y precisamente desde un portal llamado Intipuncu (Puerta del Sol), ubicado a unos doscientos pasos de la peña, donde debían hacer entrega a los sacerdotes de las ofrendas para el oráculo. Por su parte, Ramos Gavilán menciona la existencia no de una, sino de tres puertas sucesivas, bastante cercanas entre ellas: Pumapuncu (Puerta del Puma), Kentipuncu (Puerta del Colibrí, la misma que Cobo llama Intipuncu) y Pillco-puncu (Puerta del Pilco), así llamada por las plumas verdes del pajaro «pilco» que la ornaban. Es posible —como hipotizan Bauer y Stanish (2003: 263-270)— que cada uno de estos portales representara el límite que podían alcanzar en la romería los peregrinos según su rango, a saber, según fueran gente común, representantes de las elites provincianas o miembros de la aristocracia inca. Lo cierto es que cada uno recibía una acogida y un trato en base a su status y sus necesidades. Ramos Gavilán (1988: 127-128, cap. XX) refiere que los Incas habían construido a lo largo del camino, en la península de Copacabana, una serie de grandes galpones (tampus) llamados corpahuasi —verdaderas «casas de los peregrinos»—, así como numerosos depósitos (colcas) que mantenían llenos de productos alimenticios y mantas para poder ofrecer alojamiento, comida y abrigo a la multitud de personas que llegaba de continuo en romería. Todas estas instalaciones estaban bajo el directo control de un gobernador, que era escogido entre los parientes más cercanos del propio Inca. Desde el momento en que los peregrinos ponían pie en la península, el Estado se hacía íntegramente cargo de ellos. «Cada uno —anota Ramos— era regalado, según la calidad de su persona, dándoles lo necesario de comida, y bevida, y si eran pobres se les dava algún vestido». Además, en Copacabana, los peregrinos podían encontrar y ser atendidos por gente de su misma etnia, ya que los Incas habían provisto a trasladar allí a decenas de grupos de mitimaes (mitmaq, colonos desplazados por el Inca) —de cuarenta y dos etnias distintas, según Ramos— precisamente para que se encargaran de la construcción, el mantenimiento y el funcionamiento de los lugares sagrados y de las estructuras de recepción. En la península, los peregrinos estacionaban unos días visitando diferentes adoratorios locales y esperando su turno para pasar, en balsa, desde la caleta de Yampupata a la isla de Titicaca (Ramos, 1988: 85-85, cap. XII, y 171-172, XXVIII). Allí, a las puertas del santuario, los esperaban los sacerdotes para confesarlos. Ramos Gavilán (1988: 94, XIII) asevera que los fieles se debían confesar, no una sino tres veces: primero llegando a Pumapuncu, con el sacerdote que custodiaba esa puerta, donde además debían quitarse las sandalias; luego, más adelante, con el sacerdote guardián de Kentipuncu y, finalmente, también con el de Pilcopuncu. La presión sobre los visitantes para que confesaran sus pecados era muy fuerte. El sacerdote de la puerta de Kentipunku, al momento de confesarlos, les recordaba que estaban acercándose al dios Sol y que si querían ganarse su favor debían mostrar todo su celo religioso, y el de Pilcopuncu insistía en que se hiciesen un ulterior riguroso examen de conciencia, a fin que no arriesgaran traspasar la puerta en estado de impureza.
Oráculo de Pachacamac
Es posible que los tres portales del santuario de Titicaca tuviesen una función análoga a los varios patios, con relativas puertas de acceso, que se encontraban sobre las plataformas del templo del gran oráculo de Pachacamac, «El que anima al mundo». A Hernando Pizarro (1968: 127), el primer conquistador que puso pies en este centro religioso (1533), le fue dicho que los peregrinos antes de ingresar al primer patio debían ayunar veinte días, y un año entero para poder ser admitidos al más alto, donde se encontraba el aposento del dios, el sancta sactorum al cual tenían acceso exclusivamente los sacerdotes. Hasta el solo rozar con las manos sus paredes por parte de los devotos hubiese sido considerado un acto sacrílego. Los andinos creían que quien se hubiese acercado al oráculo en estado de impureza o no habiendo cumplido todas sus obligaciones hacia el dios, hubiese sido tragado por las entrañas de la tierra. Pachacamac era considerado, en efecto, un ser tan poderoso cuanto temible, que si lo hubiese querido, hubiera podido destruir al mundo entero. Los temblores —fenómeno tan frecuente en la costa central peruana— eran vistos como una manifestación de su cólera. Los españoles tuvieron modo de acertarlo, todavía antes de alcanzar el oráculo. Miguel de Estete, uno de los miembros de la expedición de Pizarro, cuenta como justo la noche antes de su llegada a Pachacamac, mientras él y sus compañeros estaban descansando en un pueblo de la costa no lejos del santuario, hubo un intenso remezón, lo que provocó que los numerosos indígenas que los acompañaban, aterrorizados, se largaran precipitosamente, alegando que el dios Pachacamac se había enojado por su presencia y los iba a aniquilar a todos (Estete, 1968: 382. Véase también Idem, 1985: 136-137; Taylor, 1987: 335, cap. 22).
Así que no es difícil imaginar el estado de ánimo, sumiso y medroso, de los peregrinos que se confesaban en el santuario de Titicaca. Ocultar pecados en confesión era considerada una culpa gravísima, acarreadora de los más terribles castigos divinos, y los penitentes se estaban acercando a la morada del Sol, el más poderoso de todos los dioses; una divinidad además omnisciente, que ellos visitaban y consultaban (con toda probabilidad en el complejo arquitectónico conocido como La Chincana o Laberinto, a unos 200 m de la Titicala) precisamente por este poder que tenía de conocimiento de todas las cosas pasadas, presentes y futuras. Al oráculo de Titicaca no se le podía mentir. Posiblemente, para obtener una confesión sincera y completa de parte de los fieles, los sacerdotes del santuario no necesitaban ni siquiera recurrir a las contrapruebas que, por lo común, estilaban hacer en semejantes rituales. En efecto, en general, una vez escuchada la declaración del penitente los sacerdotes andinos solían controlar si éste les había dicho la verdad o menos, mediante diferentes técnicas adivinatorias: examinando las entrañas o la sangre de animales, echando una especie de dados (pichca), observando en cuántos pedazos se había fragmentado una cuentecilla de mullu (concha de Spondylus sp.) expresamente aplastada, o contando el número de cañitas contenidas en dos manojos de pajas. Cuando los adivinos se daban cuenta, o solo tenían barrunto, que el penitente les había mentido, no hesitaban en amarrarlo, bastonearlo, azotarlo y torturarlo hasta que no confesaba a plenitud todos sus pecados[9] . No cabe duda que para los Incas la confesión era un asunto de máxima seriedad y relevancia.
Pero, ¿qué, exactamente, era «pecado» para los andinos? Y, sobre todo, ¿cuáles transgresiones de normas y preceptos religiosos, los peregrinos eran tenidos a confesar de todas maneras a los sacerdotes de los oráculos incas? Afortunadamente, Ramos Gavilán (1988: 87, cap. XII) es muy explícito al respecto:
«El orden de confessarse con estos Sacerdotes —escribe— era, que postrados, y con gran sumissión, dezían sus pecados, el descuydo que avían tenido en servicio de los Idolos, y en particular del Sol, que era el Dios principal que adoravan. Y si a caso avían sido negligentes en el servicio del Inga, también lo confessaban».
Y el padre Cristóbal de Molina, gran conocedor de la religión inca, en su Relación escrita alrededor de 1573 es todavía más preciso:
«Los yncas y jente del Cuzco siempre hacían sus conficiones secretas y por la mayor parte se confesavan con los yndios de Huaro, hechiceros, que para ello dedicado tenían. Acusávanse en sus conficiones de no aver reverenciado al Sol y Luna y huacas; de no haver guardado ni celebrado de todo coraçon las fiestas de los raymes, que son las de los meses del año; acusávanse de la fornicación, en quanto hera quebrantar el mandamiento del Ynca de no tomar muger ajena ni corromper donzella alguna, y de avella tomado sin que se la diese el Ynca e no porque tuviesen que la fornicación de sí fuese pecado, porque carecían deste entendimiento; acusávanse de matar y urtar, teniéndolo por grave pecado, y lo mesmo de la murmuración principalmente si avía sido contra el Ynca o contra el Sol» (Molina, 1989: 66).
De las aseveraciones de Ramos Gavilán y Molina, resulta evidente que el rito de la confesión que se llevaba a cabo en el Cuzco, en el oráculo de Titicaca y en los otros centros religiosos Inca, tenía un sesgo marcadamente político. De hecho, los «pecados» que las personas debían confesar eran, en última instancia, todas faltas, reales o tan solo simbólicas, hacia el Estado: el no haber rendido el debido culto al Inti, el padre celeste del Inca; el no haber celebrado o respetado las fiestas oficiales del calendario litúrgico inca; el no haber observado toda otra obligación ritual y ceremonial impuesta por los señores del Cuzco; el no haber sido leales hacia la persona del soberano o, de todas maneras, no haberlo servido con la eficiencia y el esmero requeridos. En esta óptica, el mismo «pecado» de haber tomado mujer «sin que se la diese el Inca», puede interpretarse como el haber establecido alianzas matrimoniales (y políticas) con otros grupos fuera del control, cuándo no, a espaldas de los señores del Cuzco. De hecho, lo que los sacerdotes de los santuarios averiguaban a través de las confesiones, era el grado de fidelidad de los penitentes y sus respectivas comunidades hacia los Incas. Si un determinado pueblo no mostraba particular devoción hacia el dios Sol y en los últimos tiempos no se había preocupado de celebrar con gran pompa las fiestas a él relacionadas, ni mostraba particular afición a la persona del Inca, ni cumplía en forma cabal sus obligaciones hacia éste (a saber, hacia el Estado inca), y más bien resultaba que estaba estableciendo, a hurtadillas, alianzas con otros grupos, evidentemente la etnia o el señorío en cuestión no estaba todavía satisfactoriamente integrado al Tahuantinsuyu y mal soportaba la hegemonía inca, o sus simpatías iban hacia algún rival interno del soberano. En todo caso, no representaba un aliado confiable para los gobernantes del Cuzco.
Por otro lado, hay evidencia que la información adquirida por los sacerdotes a través de las confesiones de los peregrinos terminaba llegando a los oídos del Inca. En primer lugar, no hay que olvidar que todos los sacerdotes de los diferentes santuarios incas, a lo largo del Tahuantinsuyu, eran nombrados directamente por el Huillac Umu, el sumo sacerdote de la Iglesia cuzqueña que residía en el Coricancha. Éste era una especie de portavoz del dios Sol, que consultaba de continuo para luego transmitir a los hombres sus respuestas y designios (Cieza, 1985: 81, cap. XXVII; Garcilaso, 1991, I: 193, lib. III, cap. XXII). La importancia del Huillac Umu dentro de la estructura de poder inca era tal que el cargo, por lo general, se le asignaba a un hermano del Inca, a él particulamente allegado, y en momentos excepcionales podía ser asumido temporalmente por el mismo emperador (cf. Ziółkowski, 1997: 155-164). Cieza de León (1985: 93, cap. XXX) dice: «el çaçerdote mayor tenía aquella dinidad por su vida y era casado y era tan estimado que conpetía en razones con el Ynga y tenía poder sobre todos los oráculos y tenplos y quitava y ponía çaçerdotes». La relación de dependencia de los sacerdotes de los oráculos bajo el control inca del Huillac Umu y, a través de él, del aparato estatal, es entonces en términos generales evidente.
Pero, ¿en qué modo, las informaciones acopiadas en las confesiones llegaban —si llegaban— a traducirse en indicaciones políticas para el soberano? Y, ¿por qué este trasiego continuo —si realmente se daba— de información, desde los peregrinos hacia la alta jerarquía inca, aparentemente no llegaba a afectar la credibilidad del rito confesional y por ende, la veracidad de las declaraciones de los penitentes, lo que hubiera evidentemente vaciado el acto de todo sentido y eficacia? Los datos hasta ahora presentados nos dan una pista. Recuérdense la aseveración de Cristóbal de Molina que los Incas «por la mayor parte se confesan con los yndios de Huaro, hechiceros, que para ello dedicado tenían», así como la de Bernabé Cobo sobre los yacarcas, esto es, que estos poderosos adivinos que acompañaban al Inca en todos sus desplazamientos «eran comúnmente del pueblo de Guaro, diócesis del Cuzco». Entonces, los mismos sacerdotes, o mejor dicho, el mismo cuerpo sacerdotal que se encargaba de recibir las confesiones de los andinos sobre asuntos que en última instancia —como se ha visto— concernían la seguridad del Estado (nivel de aceptación que gozaba el gobierno cuzqueño en las provincias, posibles rebeliones étnicas, conspiraciones contra la persona del Inca, etc.), era el mismo que, por medio del fuego de braseros, transmitían al Inca las respuestas de los dioses sobre exactamente las mismas cuestiones. Por lo demás, ¿quién mejor que los sacerdotes-confesores de un santuario, meta de peregrinaciones a nivel panandino, para tomar el pulso de la situación en las diferentes provincias y conocer los verdaderos sentimientos de cada grupo étnico hacia el Tahuantinsuyu? Los peregrinos que llegaban al santuario de Titicaca eran literalmente cobijados por el Estado que se hacía cargo de todas sus necesidades y hasta se preocupaba que fueran recibidos y atendidos por gente de su misma tierra, engendrando así en ellos un sentimiento de gratitud, empatía y confianza hacia el gobierno del Cuzco. Al mismo tiempo, todo el aparato y la parafernalia oraculares, con el ritual de acercamiento progresivo de los visitantes a través de tres puertas al lugar más sagrado y tremendo del mundo y las repetidas amonestaciones de los confesores, no hacían más que estremecer a los peregrinos y volverlos totalmente sumisos a todo requerimiento. Así se aseguraban confesiones fidedignas respecto al grado de adhesión de los individuos y sus respectivos pueblos al Imperio. Paradójicamente, el oráculo, que debía brindar informaciones, terminaba en los hechos recibiéndolas, pero solo para retransmitirlas, debidamente analizadas y reelaboradas, en forma de respuestas oraculares al Inca. Así todo quedaba formal y estrictamente en el ámbito de lo sagrado y la institución oracular no corría en ningún momento el riesgo de resquebrajarse por una demasiado patente y directa contaminación con la esfera política.
La destrucción de los oráculos: el caso de Catequil
El Inca no solo pedía predicciones a sus muy bien informados yacarcas o hablaba con su padre el Sol, directamente o a través del Huillac Umu, sino que con frecuencia iba a consultar también a oráculos que no estaban precisamente bajo su control, pudiendo recibir respuestas desfavorables o simples negativas en contestarle. En las fuentes de los siglos XVI y XVII se encuentran mencionados varios episodios de este género. Por ejemplo, el jesuita Luis de Teruel recogió en la sierra sur del Perú una tradición según la cual Manco Capac, al pasar por un pueblo donde había una antigua y famosa huaca-oráculo, decidió consultarla no sin antes rendirle debidamente homenaje con sacrificios y ofrendas. Pero la huaca no quiso ni recibirlo, aduciendo que él no era Inca legítimo y que un día le quitaría su reino. Por represalia, Manco Capac, enojado, hizo entonces arrojar cerro abajo la piedra que representaba a la huaca (Arriaga, 1999: 89, cap. IX). Por su parte, Guaman Poma de Ayala menciona que el Inca Huayna Capac emprendió una campaña de destrucción masiva de los oráculos, cuando estos, contrariamente a lo que hacían comúnmente con su padre Tupa Yupanqui, rehusaron hablarle:
«Topa Ynga Yupanqui hablaua con las uacas y piedras y demonios y sauía por suerte de ellos lo pasado y lo uenedero de ellos y de todo el mundo»… «Y ací hablaua con ellos Topa Ynga Yupanqui y quiso hazer otro tanto Guayna Capac Ynga. Y no quicieron hablar ni rresponder en cosa alguna. Y mandó matar y consumir a todas las uacas menores; saluáronse los mayores» (Guaman Poma, 1980, I: 234-236, nn. 261-262).
«Quizo hablar con todos sus ýdolos y guacas del rreyno. Dizen que nenguno de ellos no le quizo rresponder a la pregunta. Y ací le mandó matar y quebrar a todos los ýdolos. Dio por libre a los ýdolos mayores Paria Caca y a Caruancho Uallollo; Paucar Colla, Puquina, Quichi Calla, Coro Pona, Saua Ciray, Pito Ciray, Carua Raso, Ayza Bilca y el sol y la luna. Estos quedaron y lo demás se quebró porque no quizo rresponder a la pregunta» (Ibid.: 93; n. 113).
A pesar de lo dicho por Guaman Poma, al parecer también Tupa Yupanqui tuvo sus momentos dificiles en su relación con las huacas, por lo menos estando a uno de las narraciones míticas del así llamado Manuscrito Quechua de Huarochirí, redactado a inicios del siglo XVII por algún informante andino del padre Francisco de Ávila. Según el relato, el Inca, luego de varios años de pacífico reinado, tuvo que hacer frente a una peligrosa rebelión de unas etnías sumamente reacias, rebelión que además amenazaba extenderse en cuaquier momento a otras provincias del Imperio. Después de que varias expediciones cuzqueñas fracasaron miseramente en el intento de reestablecer la pax incaica y terminaron aniquiladas, el Inca, no sabiendo más que hacer, resolvió convocar al Cuzco a todas las huacas y pedir su ayuda. Pachacamac y las otras huacas del Tahuantinsuyu reunidas en Haucaypata10 —con toda probabilidad celebrando el ritual de la Capacocha (véase también más adelante fig. 1)— escucharon atentamente el afligido llamado del Inca, que apeló a su deber de reciprocidad al recordarles como él les hubiese siempre otorgado generosas dotaciones y prebendas. Sin embargo ninguna huaca le contestó, ni profirió palabra. Frente a este mutismo, que definitivamente equivalía a una negación de apoyo, el Inca enfureció y amenazó sin medios términos destruirlas a todas, con estas tajantes palabras:
«¡Hablad! ¿Es posible que permitáis que los hombres que han sido animados y hechos por vosostros sean aniquilados en la guerra? Si no queréis ayudarme,¡en este mismo instante os haré quemar a todos! ¿Para qué pues os sirvo y embellezco, enviándoos todos los años mi oro y mi plata, mis comidas, mi bebida, mis llamas y todo lo demás que posea? Entonces ¿no me ayudaríais después de haber escuchado todas estas mis quejas? Si me negáis [vuestra ayuda], ahora mismo arderéis!».
La amenaza de incineración tuvo efecto. Inmediatamente Pachacamac, el dios de los temblores, se manifestó para excusarse de no poder intervenir, alegando que su poder telúrico de destruccíón era tan grande que, si lo hubiese desatado, arriesgaba acabar no sólo con el enemigo, sino también con los presentes y con el mundo entero. Entonces tomó la palabra la huaca Macahuisa, un hijo del oráculo Pariacaca, la cual se comprometió a movilizarse personalmente contra las rebeldes; cosa que cumplió puntualmente, exterminando con rayos y lluvias torrenciales a todos los jefes étnicos y guerreros en armas contra el Inca. En agradecimiento Tupa Yupanqui se habría vuelto devoto del culto a Macahuisa, cuya fiesta en Jauja habría sido desde entonces celebrada solemnemente por los mismos Incas (Taylor, 1987: 337-349, cap. 23).
11 Haucaypata («La explanada del júbilo»), como era llamada la gran plaza central del Cuzco, era el lugar donde se celebraban las solemnes y masivas ceremonias político-religiosas incas.
Una huaca que no escapó a la furia destructora de un Inca fue Catequil (Apucatequil o Catequilla). El suyo es el caso más conocido y mejor documentado de destrucción de un oráculo por parte de los señores del Cuzco. Catequil, cuyo santuario se encontraba en la cumbre de un cerro, en la región de Huamachuco, en la sierra norte del Perú, era un oráculo de importancia panandina, venerado y «temido» desde Quito hasta Cuzco. No solo se le consideraba como la huaca más «habladora» de todas (Agustinos, 1992: 18-19; Albornoz, 1989: 186), sino que también se le atribuía el poder de hacer «hablar» a las huacas que no sabían «hablar». En uno de los mitos de Huarochirí se dice en efecto que Catequil, «poseía la facultad de hacer hablar, sin esfuerzo, a cualquier huaca que no supiera hablar». Y en el mismo relato se cuenta cómo Catequil, cuyo culto había sido introducido entre la etnía de los Checas de la sierra de Huarochirí (Lima) por el Inca, indujo a una huaca de nombre Llocllayhuancupa, que lucía inerte, a «hablar» y a revelarse a los habitantes de un pueblo del área como enviada del dios Pachacamac, su padre, para cuidar de ellos. De este modo, Llocllayhuancupa fue reconocido como numen tutelar de la comunidad, que le erigió un santuario (Taylor, 1987: 292-297, cap. 20).
John Topic, Theresa Lange Topic y Alfredo Melly (2002), en un penetrante estudio sobre Catequil, han planteado que el culto a esta divinidad de los Huamachuco tuvo que ser adoptado y asociado a la religión estatal por el Inca Huayna Capac. Éste habría sido difundido tanto en Ecuador, donde — precisamente en el área anexada al Tahuantinsuyu bajo Huayna Capac— se han individuado varios antiguos lugares sagrados con ese mismo nombre asociados al culto al agua, así como en la sierra central (Huarochirí) y sur (Cuzco) del Perú. El muy bien informado cronista Pedro Sarmiento de Gamboa relata que estando Huayna Capac en Quito, al llegarle noticia de la penetración de grupos de «bárbaros» guaraníes en las provincias sudorientales (Bolivia) del Imperio, de inmediato despachó a uno de sus jefes militares al Cuzco para que reuniera un ejército y marchara contra los invasores. El oficial encargado, un tal Yaca, partió hacia la capital llevando consigo los ídolos de Catequil, divinidad de los pueblos de Cajamarca y Huamachuco, y de unas cuantas huacas más, así como «muchas gentes suyas de las huacas» (Sarmiento, 2001: 146, cap. LXI), expresión ambigua que podría hacer referencia ya sea al personal al servicio de las huacas como a contingentes de soldados proveídos por los grupos étnicos a los cuales pertenecían las huacas. Sea como fuere, el episodio patentiza la estrecha relación de alianza y apoyo recíproco que debió existir entre el oráculo de Catequil y el Inca Huayna Capac, quien difundió el culto a dicha huaca en Ecuador, donde estableció su cuartel general y pasó los últimos años de su existencia. Es quizás en consideración de este vínculo que se puede explicar porqué Atahualpa, que había combatido en Ecuador con su padre Huayna Capac y allí residía al mando de los experimentados ejércitos norteños del Tahuantinsuyu, decidió consultar a dicha huaca en uno de los momentos más álgidos de la larga y cruenta guerra civil para la sucesión al trono (c. 1530-1532) que lo enfrentó a su hermano Huascar, reconocido como Inca por amplios sectores de la elite cuzqueña. En efecto, poco antes de la batalla decisiva, cuando la suerte de la guerra ya se estaba volviendo a su favor, Atahualpa, de paso por Huamachuco, cuyos señores por lo demás lo recibieron en forma muy hospitalaria, resolvió ir a preguntar a Catequil cuál sería el desenlace del conflicto.
La conducta de Atahualpa respondía a una lógica plenamente andina, o por lo menos inca, ya que Huascar, en campo adverso estaba haciendo exactamente lo mismo; es decir, estaba consultando frenéticamente a oráculos y adivinos en pos de un pronóstico favorable, que le resultaba difícil de obtener: «… púsose en ayunos… —narra Sarmiento de Gamboa (2001: 156, LXIV)— hizo muchos sacrificios a los ídolos y oráculos del Cuzco, pidiéndoles respuesta. Todos le respondieron que le sucedería adversamente. Y oída esta respuesta, consultó a sus adivinos y hechiceros, a quien ellos llamaban umu, los cuales por agradarle, le dieron esperanza de venturoso fin». En particular, el Inca fue a consultar a Huanacauri, la huaca más antigua e importante de los Incas antes de la constitución del Tahuantinsuyu, la cual aún en época imperial había seguido siendo el oráculo por excelencia del valle del Cuzco. Su adoratorio estaba ubicado en la cumbre del cerro homónimo (al sudeste de la ciudad imperial), en el lugar donde había una piedra sagrada, «ahusada», en la que —como se mencionó arriba— se creía se había transformado uno de los míticos hermanos de Manco Capac. El santuario estaba dotado de un gran número de sacerdotes, acllas y yanas (servidores), así como de tierras y rebaños, y poseía un verdadero tesoro por las continuas ofertas de objetos preciosos que recibía. A Huanacauri se le ofrecían también, regularmente, seres humanos que eran sacrificados en el transcurso de solemnes ceremonias y luego sepultados alrededor del ídolo del dios[10]. Cieza de León sostiene que Huanacauri era la segunda huaca más importante de los Incas, después del Coricancha, y el padre Cobo, en su Historia del Nuevo Mundo (1653), al mencionar a los oráculos de alcance panandino, la pone prácticamente al mismo nivel de Pachacamac: «En diversas partes del reino —escribe— había ídolos famosos tenidos por oráculos generales, en quienes el demonio hablaba y daba respuestas, como eran, la guaca de Guanacauri en los términos de la ciudad del Cuzco, la de Pachacama, cuatro leguas desta ciudad de los Reyes, y otras muchas» (Cobo, 1964, II: 230, lib. XIII, cap. XXXVI). Al respecto, vale la pena recordar el sugestivo, cuanto iluminante dibujo de la Nueva Corónica y Buen Gobierno de Guaman Poma (1980, I: 235, n. 261) en el cual aparece el Inca Tupa Yupanqui (el abuelo de Huascar), llevando las insignas de su poder, en solemne parlamento, probablemente en la fiesta de la Capacocha, con los ídolos de todas las huacas, entre las cuales destaca, por su posición absolutamente dominante y por ser la única identificada por nombre, Huanacauri (fig. 1).
Los Incas cuando emprendían campañas militares, sobre todo si éstas eran guiadas por el Sapa Inca en persona, solían llevar consigo una imagen de esta huaca, a cuyo respaldo atribuían muchas de sus victorias. En sus largas y difíciles jornadas en los confines septentrionales del Imperio, Huayna Capac se llevó una imagen de Huanacauri, la cual volvió al Cuzco junto al cuerpo momificado de este mismo Inca, muerto de viruela en Quito hacia 1527-1528 (Cobo, 1964, II: 181, lib. XIII, cap. XXXVI; cf. Rowe, 1978). Análogamente —como se ha visto— su hijo Huascar, al asumir personalmente el mando de las operaciones bélicas contra los ejércitos de Atahualpa, como primer acto, todavía antes de lanzar un llamado a la movilización general en el surandino para reconstituir sus tropas decimadas y al desbande, fue a consultar a Huanacauri y otras huacas, recibiendo sin embargo una serie de respuestas desfavorables:
«… acordó de acudir a sus huacas —cuenta Martín de Murúa— y hacerles innumerables sacrificios y ofrendas con ayunos. Habiendo consultado sobre ello a los sacerdotes, quiso él mismo hacer el ayuno, y para este efecto salió del Cuzco y se fue a Huana Cauri a ello, y allí estuvo algunos días, entendiendo con sus privados y queridos en aplacar al hacedor, sacrificando mil géneros y diferencias de animales, según sus ritos y ceremonias, a las huacas del Cuzco. Visto que en todas hallaba mala respuesta, dada por los demonios que en ellas hablaban, y que no eran conforme a su intento y propósito, no sabiendo qué hacerse acordó de nuevo hacer Junta General de hechiceros, y envió de nuevo a consultar las demás huacas que hablaban, y a preguntar qué haría en tanta adversidad y miseria como le cercaba, y en ninguna halló remedio ni respuesta que les satisficiese a su deseo.
Preguntando a los adivinos y hechiceros para por ellos saber lo que haría en la guerra, ellos, por contentarle y evadir el peligro que de no decirle cosa conforme a su gusto esperaban, le respondieron que le iría bien en la guerra y que todo le sucedería conforme su deseo y que vencería a sus enemigos con grandes muertes y triunfaría dellos…
Figura 1 – El Inca Tupa Yupanqui «hablando» con las huacas. De Felipe Guaman Poma de Ayala, El primer nueva corónica y buen gobierno (1615). The Guaman Poma Website of the Royal Library: www.kb.dk/elib/mss/ poma/ (p. 263, n. 261).
Con este acuerdo y respuesta de los hechiceros satisfecho en alguna manera, Huascar Ynga salió del Cuzco, acompañado de muchos hermanos, parientes y allegados suyos, y se fue a Sacsa-Huana, donde haciendo Junta General del más poderoso ejército, que pudo de todas las naciones desde Chile, que con graves penas movidas vinieron, hizo reseña de todas ellas y las proveyó de armas y vestidos a los que estaban faltos de lo necesario…» (Murúa, 1987: 186-187, lib. I, cap. LIII)13.
También Atahualpa, por lo menos en el relato de Juan de Betanzos (2004: 286, cap. XVI), fue personalmente a consultar al oráculo de Catequil. Según Sarmiento (2001: 155, cap. LXIV), en cambio, el Inca envió para este efecto dos nobles de su corte. Sea como fuere, el sacerdote del oráculo, un anciano que llevaba puesta una larga túnica recubierta de conchas (con toda probabilidad mullu), luego de hablar con el ídolo de piedra del dios, formuló una predicción irremediablemente adversa; a saber, que Atahualpa, por su conducta sanguinaria y tiránica, había suscitado la ira de Viracocha y por tanto acabaría mal, siendo destinado a gobernar su hermano Huascar (Agustinos, 1992: 20). La reacción de Atahualpa, que declaró de inmediato a la huaca como enemiga («También es auca [enemiga] esa guaca, como Guascar»), fue de una violencia inusitada. Hizo rodear el cerro donde estaba el santuario y enfurecido, hacha en mano, hizo irrupción en el mismo, cortando la cabeza al sacerdote y al mismo ídolo de Catequil. En seguida, dispuso que se prendiera fuego a los dos y que sus restos fueran molidos y esparcidos en el aire desde lo alto del cerro. Finalmente, no satisfecho aún, hizo allanar el santuario y quemar el cerro entero, operación que mantuvo ocupados a sus hombres por diversas semanas (Betanzos, 2004: 287-291, cap. LXIV-LXV; Molina, 1968: 78; Agustinos, 1992: 20; Sarmiento, 2001: 155-156, cap. LXIV).
Pero, ¿cuál es la lógica —si hay una— de ir a consultar a un oráculo para luego destruirlo en caso de contestación no en línea con las expectativas o las sencillas esperanzas de uno? Y, ¿cómo explicar tanto ensañamiento contra el santuario de Catequil? ¿Con el capricho de un loco juguete de un furor y una violencia incontenibles? Las fuentes históricas nos pintan concordemente a Atahualpa como a un militar curtido, resuelto hasta la crueldad, pero lucidísimo, que en todo momento sabía bien lo que hacía (véase, por ejemplo, Xerez, 1985: 123). Y, ¿entonces? Mariusz Ziółkowski, que en su libro sobre la naturaleza y los mecanismos de las luchas intestinas por el poder de la elite Inca se ha planteado esta misma pregunta, piensa que la respuesta de Catequil debió ser interpretada por Atahualpa como una precisa toma de posición en favor de Huascar por parte de los señores de Huamachuco, ya que en el mundo andino antiguo lo que «decía» una huaca no habría sido otra cosa que la expresión de lo que pensaba
13 Véase también Cabello Valboa, 1951: 454-455, parte III, cap. 31.
y quería la elite dirigente de la etnia relacionada a dicha huaca. Así, según Ziółkowski, Atahualpa habría arrasado el santuario para amedrentar y desanimar a los Huamachucos y a todos aquellos que, como ellos, tenían el ánimo de dar su apoyo a Huascar, que por lo demás tenía ya bajo control para suma preocupación de su hermano, a los dos más importantes santuarios oraculares de los Incas: el Coricancha y el de Titicaca. Es posible que así haya sido, aun si en realidad no hay indicios de que los señores de Huamachuco se hubiesen puesto o estuviesen en ánimo de ponerse de la parte de este último; y por otro lado, tampoco la relación de Huascar con los oráculos del Cuzco era —como se ha visto— tan orgánica y exenta de desavenencias.
De todas maneras, no cabe duda que un oráculo podía ser destruido como acto de escarmiento hacia una etnia hostil. Es el caso —por lo que podemos observar— del oráculo de Huarivilca, asolado por Manco Inca en 1537. Su santuario, ubicado a pocos kilómetros de la actual ciudad de Huancayo, era el más importante centro religioso de los Huancas, un rico y poderoso grupo étnico asentado en el alto valle del Mantaro (sierra central del Perú). El ídolo de piedra de Huarivilca tenía el aspecto de un hombre (Albornoz, 1989: 183) y contestaba regularmente a toda pregunta se le hiciera. El Inca Garcilaso de la Vega (1991, I: 349-351, lib. VI, cap. X) dice que: «hablaba el demonio en él, mandaba lo que quería y respondía a lo que le preguntaban. Con el cual se quedaron los Huancas después de ser conquistados (por los Incas) porque era un oráculo hablador». La céramica hallada por los arqueólogos en el área del santuario indica que la importancia del oráculo trascendía ampliamente el ámbito local y confirma que en el Horizonte Tardío, éste mantuvo estrechos vínculos con los Incas (Shea, 1969: 82). Sometidos por el todavía príncipe Tupa Yupanqui, hijo del emperador Pachacuti, alrededor de 1460, los Huancas durante el conflicto entre Huascar y Atahualpa habían respaldado decididamente al primero y, precisamente al momento de la llegada de los españoles, estaban por padecer la embestida y represalia de las tropas del segundo, que acababa de ganar la guerra por la sucesión. Así automáticamente, para salvarse, se habían aliado con los españoles, hecho que —como es consabido— representó uno los factores de la abrupta caída del Tahuantinsuyu (cf. Espinoza Soriano, 1973b; Sancho de la Hoz, 1968: 289-292, cap. IV). Pocos años más tarde, al inicio de la rebelión de Manco Inca, cuando éste parecía triunfar, los Huancas se habían puesto momentáneamente de su parte para pronto, en 1537, cambiar de bando y colaborar con el capitán Alonso de Alvarado en la represión de la revuelta (Hemming, 1976: 211 y 227-229). Así, cuando Manco Inca al año siguiente reorganizó sus fuerzas y desde Vilcabamba lanzó una vasta contraofensiva, al llegar al valle del Mantaro, como medida de venganza contra los Huancas, arremetió contra el santuario de Huarivilca. El Inca se apoderó del conspicuo tesoro del oráculo, mandó matar a todos los sacerdotes y a los numerosos yanas al servicio del santuario y dispuso que el ídolo del dios fuera arrastrado, por medio de una soga amarrada al pescuezo, «por cerros e piedras y ciénagas y lodos, beynte leguas de camino» a lo largo del territorio huanca y , finalmente, echado en las aguas de un gran río (Titu Cusi, 1992: 55-57).
Sin embargo, ¿por qué tanto ensañamiento contra los oráculos no Incas que daban respuestas desfavorables? ¿Por qué, en un momento tan crítico de la guerra fratricida, Atahualpa invirtió tanto tiempo y tantas energías para que no quedara ni el polvo del oráculo de Catequil? ¿No hubiese sido suficiente matar al sacerdote y dar fuego al santuario? Y lo mismo puede decirse de las medidas draconianas adoptadas por Manco contra el oráculo de Huarivilca. En ambos casos, en efecto, se nota una precisa voluntad de aniquilar, más aún, de borrar de la faz de la tierra de una vez por todas a dichas huacas. Pero, si Atahualpa y Manco Inca querían simplemente dar una lección ejemplar y definitiva a las etnias, a ellos hostiles, ¿no hubiese sido quizás mejor dejar bien a la vista, como admonición, los restos destrozados de las imágenes de sus divinidades? En realidad, los dos Incas no tenían otra posibilidad que hacer lo que hicieron; y esto, por dos motivos bien precisos.
En primer lugar, los andinos pensaban que una huaca (que se identificaba consubstancialmente con su ídolo, de piedra, madera o cualquier otro material que fuese), aun abatida y despedazada, podía mantener su poder y recobrar plena vigencia a través de cualquiera de sus fragmentos o hasta de sus cenizas. Así, por ejemplo, los profetas del Taki Onqoy («Mal del Baile») —el culto de crisis milenarista que se desarrolló entre las etnias del valle del río Pampas, al sur de Ayacucho, en la década de 1560—, revitalizaron el culto a las antiguas huacas incas destruidas por lo misioneros, recuperando reliquias de las mismas y volviendo a ponerlas en sus antiguos emplazamientos (Molina, 1989: 131; véase también Curatola, 1987: 103). Análogamente, en las actas de las visitas de idolatría del siglo XVII se encuentran numerosos casos de huacas cuyos simulacros, a pesar de haber sido quebrados y quemados por los misioneros, habían vuelto a ser objeto de culto por parte de los nativos. Nicholas Griffith, en su estudio (1998) sobre la resistencia religiosa indígena en el Perú colonial, recuerda, por ejemplo, cómo en 1656 el extirpador Bernardo de Noboa hallara que los habitantes del pueblo de Santa Catalina de Pimachi (Cajatambo) habían recuperado y seguían venerando varios malquis y huacas destruidas durante visitas anteriores (Duviols, 2003: 314-317). Pocos años después, el mismo extirpador descubría que en San Gerónimo de Copa los nativos habían colocado nuevamente en su emplazamiento originario y seguían rindiendo culto a los fragmentos del ídolo de piedra de una huaca llamada Rupaitoco, anteriormente derribado por el extirpador Alonso de Osorio, y que hasta los huesos y cenizas de malquis quemados por el misionero habían sido recogidos y devueltos a las cuevas donde tradicionalmente se conservaban y veneraban los cuerpos de los antepasados (Duviols, 2003: 661; Griffith, 1998: 249-251). Por lo demás, en los documentos de extirpación de idolatrías publicados por Pierre Duviols (2003) se encuentran reproducidas varias oraciones quechuas dirigidas a huacas «quemadas y consumidas», las cuales, aun así, continuaban siendo invocadas y consultadas como protectoras de las comunidades y «dueñas» del agua, las acequias, las chacras y los rebaños (Itier, 2003: 783-84, 787-788, 791, 799-801, 804). Al parecer hasta Catequil, a pesar del total arrasamiento de su santuario por parte de Atahualpa, resurgió de sus cenizas. En efecto, en la relación de unos sacerdotes agustinos que visitaron la región de Huamachuco en la década de 1550, se dice que los lugareños lograron recuperar la cabeza y otros pedazos del ídolo del dios, que fueron en un primer momento, colocados en un nuevo adoratorio construido ad hoc y luego trasladados a una cueva ubicada en lo alto de un cerro, a fin que Catequil pudiera seguir recibiendo el debido culto a hurtadillas de los cristianos (Agustinos, 1992: 20).
El segundo motivo que debió inducir a Atahualpa y a Manco Inca a tomar las medidas drásticas que adoptaron contra los oráculos de Catequil y Huarivilca, era de orden contingente y estaba directamente conexo a la naturaleza misma de la organización política y militar del Tahuantinsuyu y de las relaciones entre los Incas y los grupos étnicos provinciales. Como se ha mencionado al inicio de este artículo, el Imperio inca a pesar de sus enormes dimensiones, de su bien organizada estructura administrativa y de sus múltiples conquistas culturales, mantenía ciertos rasgos de las sociedades agrarias sencillas, como la ausencia de escritura alfabética y el hecho que todas las relaciones sociales y políticas, hasta las interinstitucionales e intergrupales, tenían invariablemente un carácter interpersonal (cara a cara). En otras palabras, todo el edificio imperial se regía sobre lazos directos, de reciprocidad y alianza, entre la persona del Sapa Inca y los diferentes jefes étnicos. Estos lazos eran sancionados principalmente a través del intercambio de mujeres, es decir, el establecimiento de alianzas matrimoniales —por eso el Inca tenía miles y miles de esposas (D’Altroy, 2003: 136)— y debían ser constantemente reafirmados y renovados, en particular — como es evidente—, a la muerte del propio gobernante. Al asumir el mando, el nuevo Inca estaba prácticamente obligado a emprender una larga gira por todo el Tahuantinsuyu, para reanudar, mediante el intercambio de mujeres y dones, las relaciones de alianza con cada uno de los señores locales. No cabe duda que este frágil e inestable sistema de alianzas debía ser puesto a dura prueba durante las luchas por el poder y la sucesión entre panacas, que se desataban a la muerte de cada Inca (cf. Ziółkowski, 1997). En efecto, no es difícil imaginar la incertidumbre y el desconcierto de las elites locales durante la violenta guerra entre Huascar y Atahualpa y, peor aún, durante los primeros caóticos tiempos de la invasión europea, cuando las relaciones entre los mismos miembros de la aristocracia inca, y entre estos últimos y los españoles estuvieron marcadas por el faccionalismo, la conflictualidad, la ambigüedad y el oportunismo. Además, el permanente estado de guerra de esos terribles años, con su altísimo costo de vidas humanas (cf. Assadourian, 1994: 35-60), requirió la continua movilización de grandes contingentes de soldados, operación no tan sencilla ni automática en un sistema sociopolítico en el cual no existían ejércitos permanentes. Cada vez que el Inca decidía emprender una campaña militar debía solicitar a los señores de determinados grupos étnicos, que movilizaran y le enviaran una cierta cantidad de guerreros, proporcional a la consistencia demográfica de su pueblo y, en particular, al número de jefes de familia hábiles para el servicio militar (D’Altroy, 2003: 256 y 261-262). Pero, ¿qué pasaba durante las guerras dinásticas, que a menudo se desataban a la muerte de un Inca? Para muchos señores étnicos debía representar un terrible dilema el decidir a quién apoyar entre los contendientes. Aparte unos cuantos señores que pudieran tener fuertes lazos preestablecidos de alianza con determinados individuos o parcialidades de la elite inca o que, de todas maneras, tuvieran algún interés directo en el triunfo de una facción o la otra14, la mayoría de los curacas y mallkus (jefes étnicos) debía estar observando con mucha atención y ansiedad el desarrollo de los eventos, a la espera de signos y noticias que les permitieran ponerse de la parte del vencedor. En esas circunstancias las consultas a los oráculos locales, regionales y panandinos, debían volverse frenéticas. Una elección equivocada de campo podía acarrear las más nefastas consecuencias tanto para los jefes locales, que corrían el riesgo de perder no solo sus cargos y sus privilegios, sino también a sus familias y sus vidas, como para sus respectivos pueblos, quienes se exponían a feroces represalias, incluida la deportación en masa, por parte del vencedor. En este contexto, los oráculos —sobre todo los grandes oráculos meta de peregrinaciones panandinas— con su inmenso prestigio, su poder y su capacidad de prever el desenlace de los acontecimientos, debían jugar un papel fundamental para los fines de la toma de decisiones. En efecto, no hay que olvidar que las predicciones oraculares, sobre todo en campo político y militar, de hecho se basaban antes que nada en un conocimiento cabal de la situación geopolítica general y de las efectivas relaciones de fuerza existentes entre las partes en conflicto; conocimiento alcanzado —como se ha visto— mediante las informaciones que, a través de las confesiones y posiblemente otros canales más informales, brindaban los miles de peregrinos que afluían constantemente a los santuarios desde los más alejados rincones de los Andes.
14 Interesante, al respecto, aun si no sabemos cuán común, es el caso de los señores de Cuismanco (Cajamarca), dos hermanos de nombre Carhuatongo y Carhuarayco. El primero fue partidario de Atahualpa y murió en Cajamarca, durante la captura del Inca por parte de los españoles, mientras que el segundo apoyó a Huascar, siendo posteriormente reconocido por el mismo Pizarro como señor del curacazgo de Cuismanco (Villanueva, 1975: 10; Silva Santisteban, 1982: 312). ¿Ejemplo de rivalidad curacal y faccionalismo étnico o, más bien, una precisa estrategia política de parte de los señores Cuismanco para quedar bien con cualquiera de los dos Incas que resultara ganador y garantizar así la permanencia de su linaje en el poder?
Así, la profecía de un oráculo no podía dejar de tener un fuerte impacto sobre el proceso de toma de decisiones de los señores étnicos todavía no alineados, y con toda probabilidad también de aquellos que ya habían tomado posición a favor de uno o del otro, pero sin mayor convicción y con el único propósito de no perjudicar sus relaciones con el futuro Inca. La «revelación» de quién iba a triunfar debía hacer que, casi automáticamente, muchas etnias se pusieran de lado de éste, influyendo así en forma directa sobre el curso de la guerra. En otras palabras, la profecía misma hacía que lo anunciado se verificara.
Se entiende entonces por qué Huascar, en el momento más álgido de la guerra para la sucesión, antes de hacer un llamamiento a los señores étnicos del sur andino para que movilizaran a su gente, anduvo a la desesperada y afanosa búsqueda de oráculos que le fueran favorables. El poder preciarse frente a sus potenciales aliados y sostenedores de una predicción positiva, era la condición necesaria para obtener una masiva y rápida provisión, de parte de estos, de contingentes de aucacamayoqs (guerreros). Las consultas oraculares debieron representar el primer paso, obligado, de todo proceso de movilización militar Inca.
Y se entiende, también, porqué la respuesta negativa de un oráculo pudo desatar, en análogas circunstancias, la furia iconoclasta de Atahualpa, quien hizo asolar el santuario de Catequil. Más que como un acto de amedrentamiento y venganza hacia una etnia, que a través de la palabra de su dios le había manifestado hostilidad, la destrucción del oráculo por parte de Atahualpa va interpretada antes que nada como un acto volcado a callar, en un momento particularmente crítico del conflicto, la voz de dicha huaca, a fin que su mensaje no fuera repetido a las delegaciones de los grupos étnicos que, desde Cuzco hasta Quito, iban en peregrinación al santuario. La repetición de una predicción tan adversa, como la que recibió Atahualpa, además hecha por una divinidad tan poderosa y temida como Catequil, hubiese podido hasta volcar la suerte de la guerra, haciendo que muchas etnias se le volvieran en contra y pasaran a la parte de Huascar. Esto explica el ensañamiento de Atahualpa para borrar el santuario de la faz de la tierra y la tremenda inversión de tiempo y energías consagradas a esta tarea, en apariencia marginal respecto a las grandes operaciones militares de esos turbulentos días. Sencillamente, Atahualpa no se podía permitir el dejarse a las espaldas, mientras marchaba hacia el Cuzco, un centro oracular que emitiera en continuación mensajes tan adversos. Y dada la creencia andina que a partir de un fragmento una huaca podía recuperar su prestancia y poder, no le quedaba más que intentar, como hizo, borrar al oráculo de la faz de la tierra, de modo que nadie, en ese momento ni después, pudiese oír más su voz.
Epílogo: resurgimiento y fin de los grandes oráculos del Tahuantinsuyu
La destrucción de los oráculos, por lo demás, no era tarea nada menuda. Y los grandes oráculos incas siguieron activos —si no necesariamente en los hechos, por lo menos en el imaginario colectivo andino— también luego de la caída del Tahuantinsuyu y la destrucción de sus santuarios por obra de los españoles. En efecto —como se ha mencionado— unos treinta años después de la toma del Cuzco por los conquistadores, los profetas del movimiento religioso del Taki Onqoy difundieron entre los Soras, los Lucanas, los Chocorvos, los Yauyos y otros grupos étnicos de la cuenca del Pampas, la creencia mesiánica que las principales huacas del antiguo Imperio inca, a pesar de haber sido temporalmente vencidas por el Dios de los cristianos y que sus oratorios habían sido destruidos, estaban de vuelta y se aprestaban a aniquilar a los invasores y a sus divinidades. El clérigo Cristóbal de Albornoz, quien entre 1569 y 1571 condujo en la región de Huamanga una sistemática campaña de extirpación del movimiento en cuestión (Guibovich, 1991), relata que estas huacas «eran las generales que más reverenciaban y adoraban (los andinos), y a quien el ynga avía enriquecido con servicios tierras y ganados», y además especifica que se trataba de las principales de cada provincia, las mismas que un tiempo eran llevadas al Cuzco y «hablaban por sus meses, cuando hazían sus fiestas los yngas» (Albornoz, 1989: 194). En total unas sesenta-setenta huacas15. Estas, según los profetas del Taki Onqoy, se habían congregado en dos grandes bandos encabezados uno por Pachacamac y el otro por Titicaca, los dos más potentes oráculos de los Andes, los cuales además estaban aliados entre sí16. Definitivamente, una formidable e invencible coalición de huacas que habría de aplastar al Dios de los cristianos y liberar de una vez por todas a los andinos de la dominación española.
En su Instrucción para descubrir todas las guacas del Pirú, escrita hacia 1584, Albornoz lista el nombre de unas cuantas de estas huacas resurgidas, mencionando por primeras —entre las del Cuzco—, a Coricancha y a Huanacauri17. Mientras que en una declaración rendida en 1570 por el notario apostólico Bartolomé Berrocal para certificar la actividad de Albornoz como visitador eclesiástico y extirpador de idolatrías en Huamanga, se encuentran nombradas —junto a
Según la información brindada por el extirpador Cristóbal de Albornoz y confirmada por el notario eclesiástico Bartolomé Berrocal en la Información de servicios de 1570 del mismo Albornoz (Millones, 1990: 64 y 93).
Véase los testimonios de los clérigos Luis de Olivera y Cristóbal Ximénez en la Información de servicios de Albornoz de 1577 (Millones, 1990: 178 y 191), así como la Relación de Cristóbal de Molina (1989: 130).
«Y los nombres de las guacas que predicaban porné aquí algunas dellas… Las primeras que eran de los quechuas de ciertas provincias de donde tomó el ynga la lengua general que mandó supiesen todos, que la suya natural nadie la hablava sino ellos, llamávanse Chuquimoro, Chuquiguaraca, Apollmoca, Sutaya. Del rededor del Cuzco, Coricancha, Guaynacauri, Nina soyuma, Topa amaro, Nina Amaro, Manducalla e otras muchas. Del Collao a Titicaca. De Parinacocha a Sarasara, y de todas las provincias tomaron la más principal» (Albornoz, 1989: 194).
Titicaca, Pachacamac y unas cuantas montañas sagradas— Tiwanaku (Tiahuanaco) y Tambotoco18. En la misma probanza de servicios el propio Albornoz, así como varios de los testigos por él llamados a declarar, citan explícitamente por nombre solo a las huacas de Titicaca y Tiahuanaco (Millones, 1990: 64, 130, 135, 140, 143). Como se ha visto, el santuario de Titicaca era uno de los sitios más sagrados del Tahuantinsuyu, siendo considerado el lugar de donde in illo tempore había emergido y subido al cielo el Sol, así como el lugar de origen de los primeros Incas. Y Tiwanaku —el famoso sitio monumental ubicado a unos veinte kilómetros de la orilla sudeste del lago Titicaca y que en la segunda mitad del I milenio d.C. fue el centro de un floreciente Estado altiplánico cuya religión y estilo artístico se difundieron en gran parte de los Andes centro-meridionales— también era un lugar de suma importancia religiosa para los Incas . Esta «guaca y adoratorio universal», como la definió el padre Cobo (1964, II: 194: lib. XIII, cap. XIX), estaba en efecto inseparablemente relacionada a Titicaca. En la cosmología inca de la época imperial, Tiwanaku representaba el lugar donde habían sido creados tanto el Sol, que luego emergería al kay pacha («este mundo») desde la isla de Titicaca (Molina, 1989: 51-52; Betanzos, 2004: 51-52, cap. I; Cobo, 1964, II: 62-62, lib. XII, cap. III), como los primeros Incas: «Dizen —refiere Guaman Poma (1980, I: 65-66, n. 84)— que ellos binieron de la laguna de Titicaca y de Tiauanaco y que entraron en Tambo Toco y dallí salieron ocho hermanos Yngas». En efecto, los señores del Cuzco se consideraban a sí mismos, o por lo menos les gustaba considerarse, como los herederos directos de la grandeza y del poderío de Tiwanaku y es del todo plausible el hecho, contado por Cieza (1985: 284, cap. CV), que en la edificación de su capital tomaran como modelo el gran centro altiplánico19. Por otro lado Cobo (1964, II: 198, lib. XIII, cap. XIX) afirma que los Incas, cuando conquistaron el Collao, remodelaron y ampliaron uno de los mayores complejos ceremoniales del sitio, el de Pumapuncu (Puma Punku), al costado del cual construyeron unos palacios reales, dotándolo además de numeroso personal e ingentes recursos. Con respecto a Tamputoco, esta era la pacarina misma de los Incas, la gruta, el lugar sagrado de donde estos creían que in illo tempore habían emergido sus ancestros y en cuya proximidad erigieron «un grandioso y real palacio con un templo suntuosísimo» (Cobo, 1964, II: 64, lib. XII, cap. III), posiblemente dedicado al culto oracular de Manco Capac, como parece indicar la configuración de las estructuras principales de sus ruinas, de fina cantería inca, con unas cámaras de acceso restringido y de carácter claramente esotérico asociadas a una plaza ceremonial (Bauer, 1991: 20, 1996: 162-163). Y Huanacauri era la huaca más antigua de los señores del Cuzco, que las veneraban
«…ellos [los profetas del Taki Onqoy] heran mensajeros de las guacas Titicaca y Tiaguanaco, Chimborazo, Pachacamac, Tambotoco, Caruauilca, Caruaraco y otras más de sesenta o setenta guacas» (Millones, 1990: 93) 19 Sobre el rol de Tiwanaku en la ideología inca véase en particular Pärsinnen, 2003: 250-252.
y homenajeaban con sacrificios humanos en todas sus fiestas más importantes, sobre todo en aquellas celebradas en ocasión de los solsticios, al vincularla de modo indisoluble con Inti —el Sol— y los orígenes y la perpetuación de la realeza inca (Ziółkowski, 1997: 69-71). Finalmente, Coricancha era el gran santuario del dios Sol del Cuzco y pantheon de todas las deidades del Tahuantinsuyu, que los Incas consideraban el centro mismo del universo. Dentro de sus muros se guardaban y adoraban en particular diferentes representaciones de Inti —como la sagrada estatua en oro de Punchau, el Sol joven (naciente), en cuyo interior había una masa hecha con las cenizas de las entrañas de los soberanos fallecidos (cf. Duviols, 1976)— y un pequeño menhir en el cual, según la tradición, se había transformado al momento de su muerte Manco Capac, el mítico fundador del Cuzco[11]. No cabe duda, pues, que las principales huacas del Taki Onqoy estaban estrechamente relacionadas a los Incas, a sus orígenes, a la dinastía imperial y al culto estatal del Sol.
Hasta Pachacamac, el gran dios-oráculo de la costa, era una huaca inca, o mejor dicho incaicizada, por lo demás muy cercana al dios Sol. Guaman Poma —que con toda probabilidad fue uno de los asistentes o intérpretes de Cristóbal de Albornoz en la campaña de represión del Taki Onqoy— en el capítulo de la Nueva Corónica dedicado a las «divinidades del Inca» (1980, I: 239: n. 265) menciona a Huanacauri, Tamputoco, Titicaca y Pachacamac, como las huacas a las cuales los Incas solían rendir culto en el Cuzco con grandes ceremonias, ricas ofrendas y sacrificios humanos, durante el Capac Inti Raymi, la gran «fiesta del Señor Sol» del mes de diciembre, dedicada a celebrar al astro rey en su apogeo (solsticio de verano) y la figura sagrada del Inca, su hijo, así como el paso de los jóvenes cuzqueños a la edad adulta. La evocación de Pachacamac en dicho contexto no debe extrañar ya que los Incas llegaron a considerar a esta deidad nada menos que como hermana del Sol. El cronista Hernando de Santillán relata una tradición cuzqueña según la cual Tupa Yupanqui, cuando todavía estaba en el vientre materno, recibió la revelación de la existencia en el lejano valle costeño de Ichsma de una divinidad todopoderosa. Así, cuando devino adulto y se convirtió en Sapa Inca, quiso ir en devota peregrinación a dicho valle donde esperó pacientemente, orando y ayunando, a que Pachacamac se le manifestara. Finalmente, a los cuarenta días, el dios le habló desde una piedra y le reveló que mientras que el Sol, que era su hermano, «daba ser (vida) a lo de arriba», esto es, al mundo de la sierra y del altiplano, él «daba ser a todas las cosas de acá abajo», o sea, al mundo de la costa. Además, viendo la profunda devoción que el Inca le manifestaba con copiosas ofertas y sacrificios, lo instó a que erigiera en ese mismo lugar un gran santuario en su honor y tres otros templos para otros tantos «hijos» suyos en el valle de Mala, en Chincha y en Andahuaylas. Por su parte, en signo de benevolencia, Pachacamac entregó a Tupa Yupanqui una imagen portátil de un cuarto «hijo» suyo, para que la llevara siempre consigo y la pudiera consultar todas las veces que fuera necesario. El Inca construyó los templos y desde ese momento devino un ferviente difusor del culto de Pachacamac (Santillán, 1968: 111, n. 28). Esta narración mítica, en la cual se llega a desconocer la existencia de un centro ceremonial en el valle de Ichsma anterior a la incorporación de este al Tahuantinsuyu, es una clara expresión de la ideología imperialista y de la visión cuzcocéntrica de la historia que tenían los Incas, pero, precisamente en cuanto tal, patentiza la extraordinaria importancia que estos últimos atribuían a Pachacamac, puesto sin más al mismo nivel que el dios Sol, «su hermano», en la que pudo quizás configurarse como una verdadera diarquía cosmogónica y cosmológica (cf. Julien, 2002: 73-78). Y al parecer los Incas difundieron el culto a Pachacamac hasta entre las poblaciones del altiplano, si es cierto —como cuenta el cronista Pedro Gutiérrez de Santa Clara (1963, III: 232, lib. III, cap. LVI)— que los señores del Collao ofrecían anualmente a éste y al Sol seres humanos, en solemne rito expiatorio instituido por Viracocha, el octavo soberano de la dinastía inca. Por su parte Garcilaso de la Vega, que era hijo de una princesa cuzqueña, Isabel Chimpu Ocllo, nieta de Tupa Yupanqui —el Inca que en la década de 1470 anexó la costa central peruana al Imperio y concedió particulares privilegios al gran oráculo del valle de Ichsma (cf. Brundage, 1974: 204)— bien expresa cuánto el culto al dios Pachacamac hubiese cundido entre los Incas al afirmar que estos lo habían estado adorando «interiormente por sumo dios» todavía mucho antes de conocer el valle donde moraba: «No le hacían templos ni ofrecían sacrificios —escribe el cronista— por no haberle visto ni conocerle ni saber qué cosa fuese, pero que interiormente en su corazón le acataban y tenían en suma veneración, tanto que no osaban tomar su nombre en la boca sino con grandísima adoración y humildad» (Garcilaso, 1991, I: 393, lib. VI, cap. XXX). Las evidencias arqueológicas confirman plenamente la importancia que el oráculo de Pachacamac tuvo para los señores del Cuzco. En efecto, estos llevaron a cabo en su santuario —exactamente como habían hecho unos pocos años antes con el de Titicaca— un ambicioso plan de construcciones, volcado a incaicizarlo: edificaron un suntuoso templo del Sol, llamado Punchau Cancha; un acllahuasi o «casa de las mujeres elegidas»; una enorme plaza con ushnu (plataforma ceremonial), modernamente denominada Plaza de los Peregrinos, donde la masa de los devotos se congregaba y asistía a las ceremonias; el complejo residencialadministrativo de Tauri Chumpi, en el cual debió instalarse el gobernador inca y su séquito; una gran muralla y varias otras estructuras monumentales. De este modo los Incas transformaron un antiguo centro ceremonial andino, que ahondaba sus lejanos orígenes en el I milenio antes de Cristo y había alcanzado prestigio interregional entre los siglos VII y X de nuestra era, en un grandioso santuario de nivel panandino bajo su estricto control (Shimada, 2004). Y desde ese momento Pachacamac fue para los Incas —por lo demás según una concepción dualista típicamente andina— como una especie de alter-ego de Titicaca en las tierras bajas (yungas). Unos setenta años después de la invasión europea, los habitantes de Huarochirí, en las cabeceras del río Lurín, recordaban todavía con mucha claridad cómo Titicaca y Pachacamac hubiesen representado un binomio fundamental del pantheon religioso tahauntinsuyano; un dúo de huacas, básicamente de la misma esencia y con el mismo poder supremo, que presidían en forma complementaria las dos partes del mundo (las tierras altas y las tierras bajas) y todo el universo religioso de los Incas:
«Se dice que cuando los ingas estaban en las tierras altas, celebraban el culto al sol al que adoraban en [su santuario de] Titicaca diciendo: ‹Es éste quien nos ha animado a nosotros los ingas›. Cuando estaban en las tierras bajas, adoraban a Pachacamac diciendo: ‹Es éste quien nos ha animado a nosotros los ingas›. Sólo a estos dos huacas adoraban por encima de todos las demás enriqueciéndolos y embelleciéndolos [con sus ofrendas] de plata y oro; disponían a varios centenares de hombres [para servirles] como yanas y colocaban las llamas [dedicadas a su culto] en la tierras de todas las comunidades… He aquí lo que pensamos: los ingas creían que los límites de la tierra se encontraban en Titicaca y, por la parte del mar, en [las tierras de] los pachacamac; más allá no había otras tierras; ya no había nada. Era quizá a causa de esta creencia que adoraban a estos dos huacas más que a todos los demás y levantaron [una imagen del] sol en las proximidades de Pachacamac de abajo» (Taylor, 1987: 329-331, cap. 22).
Como se ve, todas las principales huacas, cuyo regreso era anunciado por los profetas del Taki Onqoy —Pachacamac incluida—, resultan haber estado de un modo u otro directamente relacionadas al culto estatal inca del dios Sol y a la dinastía de los Incas21. No debe sorprender entonces que en la década de 1560, cuando aún existía un pequeño Estado inca autónomo en Vilcabamba —región por lo demás en línea de área bastante cercana a los territorios de los Soras y los Lucanas y geográficamente en parte perteneciente a la misma macro-cuenca fluvial, la del Pampas-Apurímac— se propagara la voz del resurgimiento precisamente de Titicaca y Pachacamac liderando a las demás grandes huacas del Tahuantinsuyu. Las principales fuentes documentales sobre el Taqui Onqoy son además muy claras al respecto e insisten en la existencia de una conexión entre el movimiento y los Incas de Vilcabamba: Albornoz es
Esta conclusión contrasta con la posición de importantes estudiosos del Taki Onqoy como Luis Millones (1984: 14) y Rafael Varón (1990: 353-354), los cuales han puesto en tela de juicio la posible vinculación del movimiento con los Incas de Vilcabamba precisamente sobre la base de la aparente ausencia en su aparato ideológico de referencias al culto al Sol y de toda glorificación de la figura del Inca.
tajante en denunciar a estos últimos como responsables de la difusión del «Mal del Baile»22 y Molina considera al movimiento como una «invención» de los sacerdotes incas refugiados en Vilcabamba23. Además ambos cronistas, así como varios testigos de las «informaciones de servicios» de Albornoz, refieren que los profetas del Taqui Onqoy hacían seguidamente referencia «al tiempo del Inca»24. A estos testimonios hay que añadir el hecho —que no creemos sea una mera coincidencia— que el movimiento, en cuanto tal, prácticamente cesó de existir al mismo tiempo que el así llamado Estado neo-inca de Vilcabamba, aniquilado por los españoles en 1572.
Sin embargo, a pesar de la perfecta correspondencia existente entre los nombres de las más importantes divinidades oraculares veneradas por los Incas al tiempo del Tahuantinsuyu y las principales huacas del Taki Onqoy, en los hechos entre la acción (y la naturaleza) de las unas y la de las otras hubo una diferencia sustancial, que fue puntualmente notada por los mismos testigos oculares del movimiento. Las huacas resurgidas —reparaba Luis de Olivera, el religioso que por primero señaló la difusión del culto entre los nativos— «ya no se incorporaban en piedras, ni en árboles ni en fuentes, como en tiempo del ynga, sino que se metían en los cuerpos de los yndios y los hazían hablar»25. Las grandes huacas, enmudecidas al momento de la conquista, habían retomado a hablar a la gente, pero ya no desde sus antiguos santuarios y por boca de los sacerdotes consagrados a su culto, sino a través de cualquier individuo involucrado en los rituales orgiásticos del Taki Onqoy. La posesión incontrolada y espontánea de los fervorosos seguidores del «Mal del Baile» había sustituido al trance inspirado, al arrebatamiento místico y a las visiones de los experimentados sacerdotes de la Iglesia inca. Y para hablar con las deidades, la gente ya no debía —ni estaba en condiciones— de realizar largas romerías a lejanos y esplendorosos adoratorios, lugares de encuentro y centros de comunicación de nivel interregional, sino más bien ahora eran las huacas las que alcanzaban a los individuos en sus rústicas viviendas. Por lo menos
«Esto yngas [de Vilcabamba] siempre desearon bolver a recuperar estos reinos por los medios posibles, y lo han intentado y, no hallando otro de más comodidad que su religión y resucitas su predicación, procuraron indios ladinos criados entre nosostros y los metieron allá dentro con dádivas y promesas. E a estos los derramaron por todas la provincias el Pirú, con un modo y predicación rogando y exsortando todos los que eran fieles a su señor que creyesen que las guacas bolvían… Y como estos maestros pretendían concluir su hecho, y saviendo la fuerza que entre los naturales tienen los hechiceros camayos de guacas y las suyas naturales, para que no oviese otros que mandasen ni predicasen otra religión que la del ynga, porque muchos en sus provincias avían olvidado las celebraciones de las guacas del ynga…» (Albornoz, 1989: 193-194).
«No se pudo averiguar de quien uviese salido este negocio, más de que se sospechó y trató que fue ynventado de lo hechiceros que en Uiscabamba tenían los Yngas que allí estavan alçados…» (Molina, 1989:130).
Véase Molina, 1989: 130-131; Albornoz 1989: 196; y los testimonios, de 1570, de Baltasar de Hontiveros, Pedro Contreras y Gerónimo Martín (Millones, 1990: 75, 88, 130), entre otros.
Testimonio (1577) de Luis de Olivera, vicario de la provincia de Parinacochas (Millones, 1990: 177). Véase también la declaración de Cristóbal Ximénez, cura de la parroquia de Nuestra Señora de Belén, en el Cuzco (ibid.: 191), y la crónica de Cristóbal de Molina (1989: 130-131).
potencialmente, todos podían ser o volverse «oráculos». El poder carismático había reemplazado al saber sagrado de un grupo selecto de especialistas plenamente orgánico respecto al poder político, cuya tarea principal había sido la consolidación y la reproducción del sistema social vigente. Con los nuevos «oráculos», es decir los «hombres-huaca» del Taki Onqoy, lo que parece imperar es el espíritu de communitas, propio de pequeños grupos locales escasamente jerarquizados y en fase crítica de reacomodo socio-político. Ni podía ser de modo diferente. El antiguo orden socio-político andino que había posibilitado, necesitado y sustentado la existencia de grandiosos santuarios oraculares, como los de Titicaca y de Pachacamac, era irremediablemente venido a menos. No existía más el viejo cuerpo sacerdotal, altamente organizado, jerárquico y especializado, que los cuidara y los mantuviera activos (cf. Gareis, 1987, 1991); ni había más acllas, mamacunas ni yanas dedicados a su servicio. De hecho, el pequeño Estado de Vilcabamba no era ni la sombra del avasallador «Imperio de las cuatro partes del mundo», que solo unos cuantos años atrás había ejercido su dominio sobre la entera región andina, desde el sur de Colombia hasta Chile central. El eficiente sistema administrativo de los Incas ya no existía y toda la inmensa infraestructura estatal por ellos creada —los centros provinciales, la red de caminos, las estaciones de paso (tampu)— se estaba cayendo a pedazos; así como los mayores templos autóctonos, sistemáticamente saqueados y quemados por conquistadores y misioneros, mientras sus antiguos sacerdotes estaban dispersos, perseguidos o muertos. Tampoco existían más los reinos y señoríos étnicos que en los centros oraculares habían tenido importantes puntos de referencia, de orientación y de negociación, ya sea en sus relaciones recíprocas como con el Estado inca. En el nuevo orden colonial, que se estaba inexorablemente afirmando, los otrora poderosos e influyentes santuarios oraculares —instituciones fundamentales del mundo inca— no tenían más modo ni razón de existir. Definitivamente, el tiempo de los grandes oráculos andinos se había acabado.
Consideraciones finales
Los diferentes hechos documentales y los elementos de juicio alegados confirman lo planteado al inicio de este ensayo, esto es, que los oráculos representaron en el mundo Inca un verdadero «hecho social total»: una institución proteiforme y polivalente que regulaba y sustentaba gran parte de la vida sociopolítica andina, desempeñando, entre otras, las funciones que en las antiguas sociedades complejas del Viejo Mundo provistas de escritura alfabética tuvieron los textos sagrados y los códigos legales. En efecto —como se ha visto—, los oráculos constituyeron un poderoso e imprescindible instrumento de habilitación al ejercicio del poder, de legitimación de los mandados de las autoridades y de normatividad. Es a través de los oráculos que se formulaban, emanaban y divulgaban muchas de las normas que sustentaban el ordo rerum. Y, en particular, objetivizando e impersonalizando dichas normas, presentadas como expresión de una voluntad extrahumana y superior, los oráculos aseguraban el respeto y el acato general de las mismas. Además, la palabra de los dioses brindaba la posibilidad de adecuar continua y rápidamente las reglas de conducta tradicionales a las diferentes coyunturas que se iban presentando.
Pero las funciones de los oráculos, por lo menos en la protohistoria andina (Horizonte Tardío), fueron todavía más amplias. Por ser lugares de culto y meta de peregrinaciones, donde se congregaba gente de todas partes, que a través del ritual de la confesión tenía que contar a los sacerdotes lo que había pasado y estaba pasando en su comunidad o en su grupo, los santuarios oraculares representaron formidables centros de acopio y procesamiento de información, hecho que evidentemente debía conllevar un alto grado de acierto en las predicciones, sobre todo en los de índole política, elevando el nivel de confiabilidad en los mismos. Y a su vez esta confiabilidad, condicionando e influenciando los procesos de toma de decisiones de los individuos y de los grupos y por consiguiente sus acciones, acrecentaba en forma exponencial la posibilidad que lo predecido se verificara. Así, cuanto más y a cuanta más gente un oráculo repetía un determinado vaticinio, tanto más era probable que el hecho o la situación anunciada llegara a acontecer.
En esta óptica, todavía antes que un canal a través del cual los grupos étnicos subalternos podían expresar en forma institucionalizada y solapada sus aspiraciones y reivindicaciones a fin que el Sapa Inca pudiera escuchar la «voz del pueblo», como planteado por Gose, es probable que el gran ritual oracular inca de la Capacocha descrito por Cieza —y del cual nos hemos ocupado al inicio de este ensayo—, haya representado fundamentalmente un poderoso instrumento de presión de los gobernantes del Cuzco sobre las elites provinciales, a fin que los sacerdotes de estas últimas formularan coram populo predicciones a ellos favorables: vaticinios que, luego, las mismas elites debían hacer todo lo posible para que resultaran acertados, esto es, que se realizaran, pena el desprestigio frente a los demás jefes étnicos del Tahuantinsuyu, sin contar la pérdida de privilegios y recursos. En este contexto, las predicciones oraculares terminaban representando un verdadero compromiso por parte de las elites locales a operar en forma orgánica y en sintonía con la política imperial inca. Además, es evidente que la orientación y la acción política de cada grupo étnico, así como las predicciones de sus respectivas huacas, no podían dejar de resultar fuertemente condicionadas por las respuestas brindadas por las huacas de los demás pueblos en el transcurso de la misma ceremonia. Y este hecho, es decir, que cada pronóstico fuera de un modo u otro influenciado por el conjunto de las profecías formuladas con anterioridad, debía llevar a un cierto alineamiento de las expectativas, proyecciones, previsiones y posiciones de los señores étnicos, con referencia a los asuntos de carácter estatal y de interés general.
Sin embargo, a pesar del fuerte «condicionamiento ambiental», es evidente que cada predicción debió en última instancia ser producto de una sorda —o a lo mejor ni siquiera tan sorda y solapada— negociación entre la elite cuzqueña, con sus pretensiones hegemónicas y sus necesidades imperiales, y los jefes étnicos, con sus exigencias de autonomía y de una relación lo menos asimétrica posible con el Estado inca. Este proceso negociador bien explica porqué los sacerdotes a menudo tomaban tiempo haciendo repetidos sacrificios a sus dioses, antes de llegar a formular una respuesta. Definitivamente, en un sistema político como el del Tahuantinsuyu, que no consistía en un Estado monolítico poderosamente centralizado, sino más bien en una inmensa y delicada telaraña de relaciones personales tejida por el Inca, cuyos delgados y flexibles hilos debían ser constantemente reforzados o renovados, ceremonias oraculares como la de la Capacocha se configuraban como apoteósicas performances, donde del coro —dirigido por el Inca— de las preguntas y las respuestas expresadas en un contexto altamente dramatizado, terminaba saliendo una especie de plan estratégico anual que comprometía para su realización a todas las partes involucradas.
De todas maneras, sean cuales fueran exactamente las interacciones entre los señores del Cuzco y las elites locales, así como entre los mismos sacerdotes que unos tras otros iban formulando las predicciones, éstas últimas, al desencadenar un proceso de realización y cumplimiento de sí mismas, terminaban ejerciendo una poderosa acción coercitiva sobre la realidad. Así los ritos oraculares Inca, y en particular el de la Capacocha, representaron antes que nada grandiosas performances que prefiguraban y «preformaban» la acción social y política de los grupos, asegurando cohesión y coherencia interna al más grande Estado segmentario y sin códigos escritos de la historia humana, cual fue el Tahuantinsuyu.
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Especialistas de notación y registro mediante cordeles anudados (quipus). ↑
«Hermano divino». Sobre el significado de huauqui, véase Ziólkowski, 1997; en particular a las páginas 126-140. ↑
Sobre la figura del Inca como rey divino véase Cerulli, 1979: 153-162; Graulich, 1991; Duviols, 1997b; Masuda, 2002; Ramírez, 2005: 59-112. ↑
Típicos ejemplos de estas transliteraciones son textos como «La visita de Urcos» de 1572, publicada por María Rostworowski (1990), y la «Memoria de las provincias que conquistó Topa Inga Yupangui» publicado por John Rowe (1985; véase también Pärsinnen y Kiviharju, 2004: 83-99). Para diferentes hipótesis sobre la naturaleza y la función de los quipus véase MacKey et al., 1990; Salomon, 2001; Quilter y Urton, 2002; Urton, 2003; y sobre la antigüedad de los mismos, Conklin, 1982; Shady, Narváez y López, 2000: 13-15. ↑
La hipótesis planteada por Tom Zuidema (1974-1976: 228) y desarrollada por Arthur Demarest (1981), que Viracocha personificara al Sol maduro de diciembre, parece en efecto justificada. En las diferentes versiones recogidas por los cronistas del mito de la visión que Pachacuti tuvo antes de la batalla decisiva contra los Chancas, por ejemplo, se dice en unas que se le apareció el Sol (Sarmiento, 2001: 87, cap. XXVII; Molina, 1989: 60) y en otras el dios Viracocha (Betanzos, 2004: 73, parte I, cap. VIII) en forma indistinta. Así mismo, Sarmiento de Gamboa (2001: 141, cap. LIX) y Martín de Murúa (1987: 110, cap. XXX) mencionan que los Incas veneraban en la isla de Titicaca a la huaca de «Ticci Viracocha» y «el Hacedor», respectivamente, mientras que los demás cronistas concuerdan en relatar que allí se adoraba una roca donde, según la tradición, había salido por primera vez el Sol. La «intercambiabilidad» o equivalencia de las susodichas divinidades en varios relatos míticos fue, por lo demás, notada ya en el siglo XVI por Juan de Betanzos (1551), quien al no entender los conceptos más hondos y complejos del sistema de creencias religiosas inca, acotó perplejo, no sin un cierto menosprecio, que «… aunque ellos tienen que hay uno que es Hacedor, a quien ellos llaman Viracocha Pachayachachic, que dice Hacedor del mundo, y ellos tienen que éste hizo el sol y todo lo que es criado en el cielo e tierra, como ya habéis oído, careciendo de letras e siendo ciegos del entendimiento e en el saber casi mudos, varían en esto en todo y por todo, porque unas veces tienen al sol por Hacedor y otras veces dicen que el Viracocha» (Betanzos, 2004: 87, parte I, cap. XI). ↑
En los documentos de extirpación de idolatrías del siglo XVII se encuentran numerosas descripciones de cómo las huacas se comunicaban con sus sacerdotes. Hernando Acaspoma, un gran «hechicero» de San Pedro de Hacas (en el valle medio del Pativilca), interrogado en 1657 por el visitador Bernardo de Noboa , así describía el modo en que los malquis le «hablaban» mientras estaba en estado de trance: «abiendole echo estos sachrificios delante de dicho malqui … se quedaba este testigo en stasis pribado de sus sentidos y oiya ynteriormente que le ablaba el dicho malqui y le desia si abia de ser buen año de comidas o no y si abia de aber peste o emfermedades y susedia de la manera que alli en aquel stasis abia oido se lo desian y si la repuesta era buena baja al pueblo y lo decía a todo el comun… al qual ydolo abiendole echo los sachrificios lo abrasaba y quedaba en otro stasis y desia que el camaquen del ydolo Guamancama Ratacurca que el alma de dicho malqui bajaba a su corason y le desia lo que se abia de haser en aquel negosio que le consultaban y de la mesma manera que le daba la repuesta bajaba este testigo al pueblo y les desia a todos los yndios prinsipales y demas comun lo que le abia dicho su apo y yayanchi y asi lo executaban como el lo desia» (Duviols, 2003: 332-333; cf. Griffith, ↑
Véase Polo de Ondegardo, 1999: 87-88, cap. V; Agustinos, 1992: 36, f. 13v; Santillán, 1968: 113, n. 31; Molina, 1989: 65-66; Álvarez, 1998: 100-102, nn. 176-180; Anónimo, 1992: 72-77; Acosta, 1954: 168-170, lib. V, cap. XXV; Murúa, 2004: 200-202, cap. 61; Arriaga, 1999: 42 y 57-58, capp. III y V; Ramos Gavilán, 1988: 87. lib. I, cap. XII; Villagómez, 1919: 158-159, cap. XLIV; Cobo, 1964, II: 206-207, lib. XIII, cap. XXIV; cf. Rowe, 1946: 304-305; Karsten, 1979: 220-235; Valcárcel, 1964: 267-270; Gareis, 1987: 70-71 y 319 ss. ↑
Anónimo, 1992: 76; Molina, 1989: 65-66; Murúa, 2004: 201, cap. 61; Arriaga, 1999: 57-58, cap. V; Villagómez, 1919: 158-159, cap. XLIV; Cobo, 1964, II: 207, lib. XIII, cap. XXIV. ↑
Sobre el oráculo de Huanacauri véase Cieza, 1984: 259-260, cap. XCIII, y 1985: 83-84, cap. XXVIII; Molina, 1989: 62, 77-78, 98; Guaman Poma, 1980, I: 63, n. 80, 66, n. 84, 79, n. 99, 234, n. 263, 239, n. 267, y passim; Cobo, 1964, II: 181; lib. XIII, cap. XV; cf. Szemiñski, 1991; Ziólkowski, 1997: 69-75. ↑
Sarmiento, 2001: 63, cap. XIV; Murúa, 1987: 444, lib. II, cap. XXXVI; Ramos Gavilán, 1988: 165, lib. I, cap. XXVI; Cobo, 1964, II: 168, lib. XIII, cap. XII; cf. Curatola, 1994: 254-258. ↑
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