#cabizbajo
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Once again esto me pasa por no obligar gente a ser betatesters
#es que me da lastima :(#no quiero hacerle malgastar tiempo a nadie#pero ahora no se que chota contestar lpm ni se me ocurre como mentir asi que no me va a quedar de otra que estar en plan#'no se nadie se acercó a probarlo 🥺*carita de perro mojado* *patea una piedra* *me voy caminando con las manos en los bolsillos cabizbajo*'#haunted.txt#voy a tener que empezar a sobornar gente con comida o algo
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Sakmin gruñe cuando le dice que no tiene que recurrir a la violencia, pero justo ahora sentía que si debía hacerlo. Sus manos caen en el vientre desnudo, el shifter del norte solo cubierto por otro de los chalecos de piel que caracterizaban a su gente, un regalo de su propio padre cuando fue a visitarlo hace unas semanas. - —Quiero pescado frito con kétchup — -dice, abultando aun más los labios cuando Taeyong comienza a besarlo, buscando confort cuando enreda sus brazos en torno a los hombros y lame los labios del otro en un gesto de inocente y feral afecto. - —Quiero galletas saladas con anchoas y mostaza, y un pote de helado mi amor, que no sea chocolate porque me da nauseas últimamente — -lo cual era muy triste, teniendo en cuenta lo adicto que era al chocolate cuando recién inició su embarazo. - —Estoy tan gordo, debo dejar de comer…
“I could kill for some pickles.. and peanut butter.. OH and chicken!”
"Amor, no necesitas recurrir a la violencia, no queda bien contigo ni con el cachorro." el menor se echa a reír ante las peticiones tan al azar de su mate, el aroma a café brota con suavidad, restregando su nariz con la ajena y aprovechando la posición para dejar cortos besitos en los labios, buscando reconfortar. Había presenciando embarazos en su manada desde que era pequeño y no era ajeno a oír antojos tan variados, pero saber que sería padre en un futuro no muy lejano provoca que su corazón de brincos, en especial cuando ve el vientre de Sakmin crecer día a día. "Estamos cerca de un pueblo... ¿Quieres hacer una lista de cosas? Puedes pedir lo que quieras." [ @mikrokosmcs ]
#* ⠀ 🍒 ⠀ ╱ ⠀ dialogue ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ jun sakmin ⠀ ❫#* ⠀ 🍒 ⠀ ╱ ⠀ dynamic ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ sakmin & taeyong ⠀ ❫#smileflowcr#dfkjslsdd los antojos asquerosos esos memeo#sakmin seguro quedó cabizbajo luego de ver a su papá#y lo extraña ;;;;#así que anda pegote y solo quiere comer cosas cuestionables#y él que estaba tan en forma too(?)#está deprimido(?)#t*
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Y lo peor de todo es que ella no es consciente de lo hermosa y maravillosa que es ante mis ojos. Pero mi mirada está caída y mi cuerpo cabizbajo. Dudo que algún día note mi existencia.
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devastatado, afligido, descorazonado, atormentado, apenado, entristecido, desolado, triste, cabizbajo, lloroso, cariacontencido, compungido, destruido, mustio, apesadumbrado, deshecho, demolido
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Visitante
Tu recuerdo ha venido a visitarme, lleva casi una semana sentada en un rincón de mi habitación, lo miro de reojo lleva la cara triste está un poco sucio, arrugado, olvidado, intento no prestarle atención porque sé que si lo hago me esperan otras noches de insomnio y no quiero.
Intenta seducirme con cuatro versos, me muestra nuestro baile bajo la lluvia, me acerco lo toco, pero lo suelto como si quemase, me alejo asustada, ¿por qué sigues doliendo?
Un día más, sigue cabizbajo en el rincón, cuando camino a su lado apresuro mis pasos no quiero mirarlo a los ojos, no quiero leer sus letras, no quiero que me hable al oído, no quiero mirarlo sin defectos porque sería idealizarlo sería caer nuevamente en los brazos de tu abandono.
Karla M.
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Ambos nos marchamos, cada uno caminó cabizbajo en dirección contraria, pero, en ningún momento nos despedimos.
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Fue una noche anegada de estrellas
cuando marchó de mí, cabizbajo.
Mas su beso quedó en mis labios
como alba cuando estampa los prados.
Su sonrisa más clara que el blanco
fue la luz de belleza que asoma
que se unió con mi llanto y mi pena
el alear de una blanca paloma.
Y presiento que será en mi memoria
como espiga de trigo plantado
Pues sé bien que en el fondo de mi alma
por siempre lo estaré extrañando.
.loy ©️👀
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Llueve en toda Galicia. Suelo y cielo están fundidos, el corazón de cuatro cavidades por su fibra interior, por la lluvia. Toda Galicia es el ámbito de un grande, sordo corazón. Las aldeas, iguales iglesias negras, más negras, negrísimas, de un negro primordial sacado por la lluvia, huelen a establo mojado humano. Rosalía de Castro piensa, de luto en la puerta de su casa, su campo, casa cubo con maíz, uva, hórreo medio, agua corriente cercana. Ve llover en lo verde blando, en la tierra líquida, en el agua terrosa; pasar, entre agua y agua, la vaca constante, el albino adolescente descolorido, el saludador astroso, el peregrino lanudo, el cura mugriento, la niña pecosa débil, el pequeño carro lamentoso. Suenan bajas, ahogadas en aire agua, las campanas de Bastabales.
(Campanas de Bastabales, cuando vos oyo tocar mórrome de saudades.)
Pobreza y soledad. Ansia, congoja, asfixia de tanta soledad y pobreza circundantes. Una boca grande, una simpatía fea, lloran, desesperan, sollozan. Rosalía de Castro, lírica gallega trájica, desesperó, lloró, sollozó siempre, negra de ropa y pena, olvidada de cuerpo, dorada de alma en su pozo propio. ¡Desconsolación de hermosa alma acorralada, aislada, enterrada en vida! La rodean rebaños humanos que son como rebaños no humanos: el mismo cabizbajo pesar, idéntico olor imperdible, igual mansedumbre y sensualidad resignada. Y Rosalía de Castro no se cuida, no puede cuidarse. Anda loca con su ritmo interior, fusión de lluvia llanto, de campana corazón. Toda Galicia es un mojado manicomio, donde se tiene encerrada ella misma. Galicia, cárcel de ventana en condenación de agua, niebla, llanto, por las que Rosalía ve solo fondos cálidos de su alma.
Niebla en Galicia. Una niebla que flota, redondo algodón, nata salada, cercadora parafina, sobre las rías; que sitia los muros, que se arrolla en las playas, que todo lo hace oscuro entre ella, blancura, desentendida. Entran ciegamente los barcos, no entran. Se pierde el hombre escaso en la opaca totalidad melancólica. Lejos, cerca, en su casa, su campo, en la costa desierta, acortadas las distancias patrias, Rosalía de Castro da vueltas largas y lentas, raudas y cortas, alrededor de las cuatro rocas negras, las cuatro paredes caladas. La rodean cerca, lejos, en cada casa sola, roca sola, tumbas jemelas, llenas o vacías, de una eterna tarde gallega de difuntos, otras pobres Rosalías, más viejas o más jóvenes, “viudas de vivos y muertos, que nadie consolará”.
_ Juan Ramón Jiménez, Españoles de tres mundos. Alianza Editorial, Madrid, 1987.
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La heredera del Infierno
Secretos
Pasaron días desde que Adelina se había marchado a Arctika y Daniela y Mariano siguieron con las rutinas. Todo el grupo se enfocaba en pulir sus habilidades en el combate y tener una sana convivencia durante los días que quedasen.
Daniela pasó las tardes entrevistando a profesores de la Academia Wu Shi después de los entrenamientos. También, leía los libros de la biblioteca para escribir críticas, ya que se había terminado los que llevó a la academia y Adelina no había dejado ninguno para compartir. Esperaba que cuando ocurriera una visita a Arctika le prestara algunos. Por ahora, tendría que esperar a que llegaran noticias de ella. Daniela seguía enfocada en mejorar, mientras escuchaba las divagaciones de Mariano.
En esos días, su creatividad había despertado y logró encontrar herramientas y objetos necesarios para crear un pequeño aparato para cargar los celulares usando el medallón de Raiden. En los momentos de descanso, Mariano intentaba dialogar con el granjero para trabajar en ello. El resto de luchadores se reían de cada vez que mencionaba el tema y se le iluminaban los ojos, como un niño.
–Vamos Raiden, déjame usar el medallón –pidió Mariano mientras comía su almuerzo y el resto miraba el escenario–. Voy hacer un gran invento.
–No te lo prestaré, Mariano –soltó Raiden enojado–. Lord Liu Kang, me lo dio para el torneo y como obsequio. No vas a usarlo para otra cosa.
–Ni tampoco para hacernos reventar por los aires –siguió Daniela sorbiendo de la sopa que hicieron los cocineros–. Me basta y me sobra que sos un peligro aterrizando con la avioneta.
–¿Explotó alguna cosa Mariano? –preguntó Johnny.
–Oh, sí lo hizo –contestó la pelirroja enfocada en su comida–. Una vez metió al microondas huevos y pescado para calentar. Lo puso a tres minutos y al poco tiempo escuchamos algo que explotó en la cocina. El olor estuvo por varias semanas y no importa cuantas veces limpiando, ese puto olor seguía. Otra vez, se olvidó de encender la hornalla. De milagro el Viejo Mario se dio cuenta y nos salvamos de volar por los aires.
–¿De enserio apestó tu casa a pescado por días? –preguntó Kung Lao sonriente y Daniela asintió.
–Che, mira que me volví mejor cuidando las cosas –espetó Mariano mientras tomaba la sopa.
–Deberíamos ver su casa –dijo Kenshi riendo–. Tal vez, lo que queda son solo escombros.
–Es una gran calumnia a mi persona, Kenshi –dijo Mariano dramático–. Me siento difamado.
Todos rieron y continuaron el almuerzo hasta que el sonido del gong anunciara el final. Dejaron sus platos cerca de las cocinas y volvieron a los entrenamientos. En las horas siguientes, hicieron clases para mantener equilibrio en la punta de los postes en los que Daniela caía en varias ocasiones, terminando con varias magulladuras.
Al llegar a los cuartos, Daniela sintió un alivio al sentarse en las escaleras. Mariano trajo mates y compartió con el resto, mientras se enfocaba en convencer a Raiden para dejarlo usar el medallón. Ya al punto en el que estaban, todos querían que Mariano se callara, incluido Johnny.
–Raiden, por favor, déjalo que haga sus manualidades para que deje de insistir –espetó el actor.
–¡Mira quién habla! El que no paró de parlotear por hacer una película –argumentó Mariano sarcásticamente y bastó para que Johnny cerrara la boca–. Sino quédate en mi habitación a vigilar el medallón, mientras lo uso para crear algo. No te lo quitaré porque lo estarás cuidando ¿te parece? ¿mucho mejor?
Raiden suspiró cabizbajo y alzó su mirada a los ojos azules de Mariano. Tenía ojos expectantes combinados con los de un cachorro.
–Está bien –dijo el granjero con los brazos cruzados–. Pero yo lo estaré cuidando. No permitiré que rompas lo que me obsequió Lord Liu Kang.
Mariano celebró y le dijo a Raiden que comenzarían al día siguiente después de los entrenamientos. Daniela rio por el entusiasmo de su amigo y siguieron tomando mates hasta que los sonidos del gong anunciaran la cena. Comieron tranquilamente y Daniela se sintió incompleta por la ausencia de Adelina, pero se recordó que pasaron algunos momentos así y pudieron cuidarse.
En la noche, Daniela se preparó para dormir, se puso óleo para el cabello en sus rizos rojizos y se acomodó en el futón. Tomó el libro que había tomado de la biblioteca de la academia y empezó a leer. Mientras se perdía en las palabras, no se percató de una luz anaranjada tapada por el libro. Daniela sintió que algo liviano caía en su regazo y tras vislumbrar sobre las hojas, vio un pequeño papel. Dejó el libro a un costado del futón y recogió el papiro.
Tenía delineaciones violetas y se dio cuenta de que era una carta de Shang Tsung. Lo desplegó por completo y comenzó a leer su contenido.
Querida Daniela:
Pasaron días desde nuestros pequeños encuentros durante el torneo y espero que te encuentres bien. Quiero seguir hablando contigo a través de cartas y aguardaré tu respuesta. Tu persona me cautivó y tengo la curiosidad de seguir descubriendo más sobre ti.
En estos días, estuve ocupado con mis avances para mejorar la salud del Mundo Exterior y necesitaba a alguien con quien hablar. Mi mente ha estado divagando en los pocos dichos que tuvimos y espero que en las cartas podamos seguir conversando.
Atentamente,
Shang Tsung.
Daniela sonrió, buscó hoja y birome y escribió. Sus mejillas se tornaron rojas ante lo que pensaba poner y dejó que su mano la guiara.
Querido Shang Tsung:
¡Gracias por escribirme! Tengo la esperanza de que hayas podido ayudar a tus pacientes y a los miembros de la casa real. Por lo que tengo de tu entrevista, sé que lo hiciste de maravilla.
En la Tierra, estuve entrenando, pero tenemos algo de tiempo libre y me lo paso leyendo y entrevistando a algún maestro. También, escribo críticas de los libros que voy terminando para despejar mi mente. Me entretiene, pero sería lindo hablar contigo mediante las cartas.
Tengo curiosidad sobre ti, también. Desearía conocerte más que como el brujo de la familia imperial.
Espero tu respuesta,
Daniela.
La muchacha dobló bien la hoja y la vio esfumarse entre llamas anaranjadas. Se sorprendió y volvió a acostarse en el futón con la esperanza de que el hechicero le volviera a escribir. Alzó su mano mirando el anillo con la joya rosada y un calor en sus mejillas inundó su rostro. Ocultó su mano en las colchas y sus párpados comenzaron a pesarle.
Pasaron pocos días cuando Mariano logró hacer el invento para cargar el celular usando la electricidad del medallón de Raiden. El primer prototipo lo usó en el de Johnny y casi explota por el nivel de voltaje. Daniela se sorprendió al ver el desastre de la habitación de Mariano.
Había muchos metales esparcidos por cualquier parte, haciendo difícil la posibilidad de caminar. Se escuchaba música y se veía a Raiden sentado al lado de Mariano, con la cara resignada. El futón estaba desordenado y la madera estaba repleta de yerba mate y migas de comida.
–¿Podrías bajarle el volumen a eso? –preguntó Raiden.
–No –contestó Mariano tranquilamente sorbiendo mate–. Uno, es Tornado of Souls de Megadeth y un buen tema. Número dos, es mi habitación y son mis reglas.
–Solo te pido que le bajes el volumen.
Mariano lo bajó apenas y siguió haciendo experimentos. Raiden miró a Daniela y sus ojos mostraban hartazgo.
–Lo lamento, Raiden –dijo la muchacha con los brazos cruzados–. Te tocará soportar su música hasta el final.
–No me molesta su música. Me molesta el volumen –espetó Raiden.
–¿Cuánto te falta para que termines con ese invento? –preguntó Daniela.
–No sé, creí que a la primera me funcionaría –dijo Mariano analizando el aparato–. Lamento que casi reventara tu celular, Johnny.
–¡No permitiré que mi celular sea una rata de laboratorio, otra vez! –exclamó el actor y lo guardó en su pantalón–. Tengo muchos videos para hacer mi gran película.
Todos miraron de mal manera a Johnny y Mariano se enfocó nuevamente en la maquinaria. Salían cada pocos segundos chispas naranjas y maldecía cuando había un pequeño cortocircuito.
–¿Quieres que te ayude, Mariano? –preguntó Kung Lao.
–Sabes que sí –el granjero se sentó y esperó nuevas órdenes–. Sosteneme el aparato y no lo muevas que tengo que ver mejor si ubiqué bien los metales.
Daniela y los demás se marcharon lentamente, escuchando a lo lejos la música estruendosa de su amigo. Siguieron charlando hasta la hora de la cena y antes de que la joven fuera al gran comedor, el anillo comenzó a darle calor en su dedo. En frente de los ojos de la joven, una nueva carta de Shang Tsung apareció. Desplegó el papel y leyó las palabras del hechicero.
Querida Daniela:
Me alegro que hayas aceptado mi propuesta y tengo intenciones de conocerte más. Me resulta positivo que puedas tener tiempo libre durante tus entrenamientos y mejores tus talentos.
Estuve tan ajetreado que no me enfoqué en mis pasatiempos. Quisiera hacerlo, pero mis labores me agobian. Son muchas cosas las que tengo que hacer y cada vez que termino una, aparece una nueva. No tienen fin, pero los hago con gusto. Cada tarea que me comprometo, la cumplo de forma meticulosa y me tomo mi tiempo.
Aun así, al leer tu carta sentí que pude tener un pequeño pasatiempo, aunque sea algo insignificante, para mí, significa mucho.
Espero con ansias tu respuesta,
Shang Tsung.
Daniela sonrió y comenzó a escribir emocionada las cosas que sentía hacia el hechicero. Sus mejillas se tiñeron de rojo como su cabello y notó un mechón pequeño se colaba en su vista. Se enfocó en el papel y su mano guio la pluma.
Querido Shang Tsung:
Espero que logres completar todas tus tareas. Si sientes que no puedes con todo, está bien sentirlo, es necesario que descanses y busques algo con lo que distraerte, aparte de escribirme cartas. No me molesta que me escribas, leo con gusto lo que me envíes, pero también busca otras cosas y experimenta.
Mi consejo es que limpies, a veces hacerlo es una gran forma de distraerte y hasta pensar en el siguiente paso. Otras cosas que pueden ayudarte son: cocinar, dormir, meditación, entre otras muchas.
Algunas veces, es necesario dejar algunas tareas para el día siguiente. Escribir, leer y hasta cocinar (no siempre me sale bien) son algunas de mis formas de descansar mi mente. Incluso salir a caminar me ayuda y espero que te sirvan a ti también.
Confío en que mis consejos te ayuden,
Daniela.
El papel se esfumó entre llamas. Tuvo la esperanza de que Shang Tsung leyera en poco tiempo su carta y volvieran a escribirse. De repente, Daniela escuchó gritos.
–¡Dani! ¡Ya es hora de comer!
–¡Ahí voy, Mariano!
Salió de su cuarto y corrió hacia donde estaban sus compañeros para unírseles. Caminaron, iluminados por los faroles anaranjados y las hojas secas y pétalos adornaban los caminos de piedras, llegando al gran comedor.
Luego de la cena, Daniela se aseó y fue hacia sus aposentos. Frente a su puerta, la luz de las velas de la habitación de su amigo seguía encendida y sonrió por sus maldiciones. Entró a su habitación y se sumergió en las vastas colchas de su futón.
Pasaron los días y Daniela siguió entrenando junto al resto de sus amigos y escribiendo cartas a Shang Tsung. Lo que sí le preocupaba a la muchacha fue la falta de noticias de Adelina, seguramente los entrenamientos en Arctika la agobiaban. Incluso, Raiden, Kung Lao, Kenshi y Johnny preguntaban por las noticias de ella hasta que esas dudas se apaciguaron un día después del almuerzo.
Previo a eso, luego de terminar los aparatos para cargar celulares, Mariano encontró en pueblos cercanos partes de torres de radio y comenzó a comprarlas para construirla. Ante eso, Daniela le propuso que lo hablara con Liu Kang para evitar cualquier inconveniente. El joven salió rápidamente hacia donde estaba el dios y le resultó difícil convencerlo para que le diera luz verde.
Fue poco tiempo, tras algunos discursos Liu Kang se lo permitió y Mariano dio comienzo a su construcción, haciendo que suenen chispazos y pequeños incendios en su habitación. Él y Kung Lao, a veces, salían por el humo y Daniela los ayudaba a recuperarse para que volvieran a meterse y seguir trabajando con la torre de radio.
El día que había llegado la carta de Adelina, tanto los demás luchadores como los profesores tuvieron que detener a Johnny y Kenshi por una riña por la espada Sento. Ambos se separaron, tomando diferentes caminos para bajar los aires de pelea, dejando a Mariano, Raiden, Kung Lao y Daniela en el recinto de estudiantes. Mientras esperaban a que los dos luchadores volvieran, un maestro llegó con una carta de Adelina.
Emocionados, Daniela y Mariano la leyeron y luego la joven preparó la respuesta. No mencionó las cartas que tenía con Shang Tsung hasta tener más confianza con él y poder hablarlo con sus amigos. Por ahora, sería algo que mantendría en privado.
Tras terminar la carta, un maestro los guio hacia el palomar y le dieron el papel con el invento de Mariano a un ave. La soltaron y la vieron perderse en el cielo. Regresaron al recinto con tranquilidad y Mariano se recogió el cabello rubio haciéndose una cola de caballo. Los dos entraron a sus respectivos cuartos y Daniela se enfocó en escribir la opinión de un libro de la biblioteca. Los faroles y velas le proporcionaban una gran luminosidad a su cuarto y la canción que reproducía de su celular la hacía olvidar el alrededor. Hasta que hubo otra explosión en la habitación de Mariano y Daniela, alarmada, salió a ver qué ocurría.
–¡Ay! ¡La concha de la lora! –maldijo el muchacho, sacudiendo su mano–. Putos cables de mierda.
–¿Qué pasó, Mariano?
–Estamos bien, Daniela –calmó Kung Lao–. Solo fue un cortocircuito.
–Me costó muchísimo pagar por todo esto –dijo Mariano enfocado en la maraña de cables y metal–. Más vale que me rinda la plata para hacer una pequeña torre de radio.
–¿Le preguntaste a Liu Kang sobre hacer esto? –cuestionó el granjero–. Me resulta difícil de creer que te haya permitido hacer esta locura.
–Me costó convencerlo, pero lo logré.
Mariano se calló y siguió enfocado en su trabajo con la ayuda de Kung Lao, algunas indicaciones se escuchaban cuando Daniela volvía a su cuarto. Al cerrar la puerta, oía la canción de Graveyard de Halsey y se centró en su crítica hasta el anuncio de la cena.
Pasaron los días y entre carta y carta la relación entre Daniela y Shang Tsung se amplió. Hablaron sobre los pasatiempos de cada uno y algunos libros que leían. A veces, le llegaban mensajes antes de ir a dormir y los respondía lo más rápido posible con una sonrisa adornada en el rostro.
También, recibían cartas de Adelina y se alegraban de tener noticias de ella. Le molesta un poco que su amiga no se arriesgara un poco, pero era entendible. La extrañaba, nunca habían estado tanto tiempo separados los tres, pero tendrían que esperarla. Quería hablar cara a cara con Adelina y pasar junto a Mariano los entrenamientos. Era extraño no tenerla al lado.
Mariano seguía enfocado en poder instalar la torre de radio, pero entre explosiones y maldiciones, parecía que no tenía resultados positivos. Hasta Kenshi y Johnny creían que era imposible que lo lograra, pero no les hacía caso y seguía manteniendo su convicción. Raiden y Kung Lao no soportaban la música de Mariano, pero mantuvo el volumen bajo para mantenerlos contentos.
Un día, en los aposentos recibió una carta de Shang Tsung y comenzó a leerla. Su sonrisa se acrecentaba con cada palabra escrita por el hechicero del Mundo Exterior.
Querida Daniela:
Me alegro que en estos días hayas podido seguir entrenando y haciendo tus tan mencionadas críticas literarias. En algún momento, me gustaría poder leerlas a tu lado y compartirnos nuestros gustos por los libros. Espero que hayas podido terminar el libro que estabas leyendo.
También, me causa mucha curiosidad los tantos alimentos de tu amada patria, sus nombres me resultan curiosos y deliciosos. Me gustaría probarlos algún día. Por ahora, me conformaré con mi imaginación. Tu patria parece bastante maravillosa por cómo me la cuentas, pero quizás verla en persona sería más hermosa.
Ansío tu respuesta,
Shang Tsung.
Daniela salió inmediatamente hacia las cocinas de la Academia Wu Shi y luego de conseguir todos los ingredientes empezó hacer unos cañones rellenos de crema pastelera y de dulce de leche. Los cocineros le dejaron un pequeño espacio para hacerlos.
Preparó la masa con harina, manteca de cerdo y leche. Mezcló con tranquilidad y al compás de los ruidos de los cocineros yendo de un lado para el otro para la cena. Poco a poco, la masa de los cañones se iba despegando del bol, Daniela amasó con fuerza el alimento, comenzó a formar bolitas pequeñas para aplastarlas y después enroscarlas.
Mientras las cocinaba, preparó la crema pastelera con maicena, azúcar, yemas de huevos, leche y canela. Colocó la crema y el dulce de leche en las masas hechas y los cocineros comieron unos pocos para volver a sus asuntos. Daniela llevó una gran cantidad para los demás luchadores y celebraron el pequeño gesto junto a los mates de Mariano. La joven guardó en una pequeña caja para Shang Tsung en su habitación y siguió compartiendo el momento con sus amigos.
Antes de que sonara el gong, Daniela fue a su cuarto y le escribió una carta para el hechicero. Se sentió una cursi haciendo el postre, pero esperaba que le gustara el gesto.
Querido Shang Tsung:
Me encantaría mostrarte todas mis críticas que he hecho, pero por ahora las tengo en borrador y quiero mejorarlas para que las puedas leer. Estoy terminando el libro y me siento muy emocionada por ver cómo termina. Escribirlo no es lo mismo que decirlo con palabras.
Lo único que puedo darte son cañones de crema pastelera y dulce de leche. Son uno de las tantas facturas que hacemos en Argentina. Si no llegan con la magia que hiciste, pido perdón. Me las comeré luego para que tengas antojo y envidia.
Espero que te gusten.
Daniela.
En cuanto terminó la carta, la puso junto a la caja de madera y ambas ardieron hasta desaparecer. La joven tuvo la esperanza de que los haya recibido y no se quemaran en el proceso. También, uno de los maestros llegó con una nueva carta de Adelina y se apresuró a contestarla.
Querida Daniela:
Espero que te encuentres bien y que Mariano haya avanzado con la torre de radio. No sé por qué pienso que va a tener todo el cabello para arriba como si fuera Dragon Ball. Me rio con la imagen de la cabeza que tengo.
Todos los días tengo entrenamiento a la mañana entrenamiento con Bi Han y no puedo despertar mi criomancia. Después sigo mis clases con sus hermanos y otros maestros. Aprendo manejo de armas (siento que es un poco atrasado usar una puta espada, pero bueno qué puedo hacer), sigilo, combate, etc. Al mediodía, es la hora del almuerzo y soporto las miradas hostiles de los demás principiantes (es una porquería, pero ni siquiera sé por qué lo hacen y no tengo intenciones de saberlo). Después sigo haciendo entrenamiento y limpieza.
Termino hecha mierda, me da ganas de tirarme en la cama y dormir por un año. Me cuesta poder encontrar un tiempo para averiguar las ruinas con todas las tareas que me asignan, apenas logré hallar el palomar.
Los extraño mucho y quisiera hablar con ustedes en persona. Me siento un poco sola, pero a veces hablo con Tomas, no es mucho lo que hablamos, pero me hace sentir comprometida… eso creo. No me molesta hablar con él, es solo que parezco buscar algo más de él y no es así. Cuando aparece un extraño intentamos ser lo más formales… me hace sentir una tonta.
Además, mis mejillas se calientan y me gustan sus ojos. Me hacen recordar a portadas de libros y mañanas nubladas.
Espero tu respuesta,
Adelina.
Daniela tomó un papel y la pluma comenzó a escribir.
Querida Adelina:
Te extrañamos también y queremos verte lo más pronto posible. Para tu decepción, Mariano no tiene el cabello parado ni sé si avanzó o no con su torre de radio. Sinceramente, pienso que avanza de a poco, aunque cada explosión y maldiciones me hace sentir lo contrario.
Por lo que entiendo de los Lin Kuei, cuando estábamos teniendo las clases teóricas, son nuestro ejército. Así que sí, te tocará el entrenamiento más fuerte, aunque admito que deberían darse unos descansos, pero ese es mi pensamiento. Por otro lado, también me resulta anticuado el uso de armas, pero son sus costumbres, no podés hacer mucho.
Me enoja que te traten diferente, me recuerda al orfanato, pero no busques pelea con ellos y evita cualquier provocación. Además, me alegra que puedas hablar con Tomas, no te agobies la cabeza con esos pensamientos, mientras no busques algún privilegio usando sus sentimientos, no hay problema. Te conozco y no lo harías, así que deja atormentarte.
Con cariño,
Daniela.
La muchacha preparó la carta, fue hacia el palomar y soltó el ave. Voló perdiéndose en la oscuridad de la noche y escuchó el sonido del gong anunciando la cena. Bajó de la torre y corrió hacia el gran comedor, alcanzando a sus amigos.
Las risas y barullo se acrecentaron en las cuatro paredes cuando los platos se sirvieron. Todos comieron y agradecieron con júbilo la habilidad de los cocineros. Las charlas continuaron hasta que los maestros anunciaron la hora de dormir.
Daniela se bañó y se preparó para sumergirse en las vastas colchas del futón. Tomó el libro que tenía al lado y lo abrió. Las palabras fueron atrapándola y la metió en el mundo de la trama, perdiendo la noción del tiempo. Con cada página, los párpados le pesaron y le costaba mantener la coherencia de lo que leía. Cerró el libro y se tapó con las colchas, esperando un mejor día y posiblemente alguna carta de Shang Tsung.
Los entrenamientos siguían todos los días, Daniela lograba seguir a sus amigos, pero a veces tenía dificultades. Las clases en equilibrio y meditación eran las más complicadas, ya que la joven tambaleaba en los postes y perdía el equilibrio constantemente generándose varios moretones. Mariano se reía de cada caída, una y otra vez para luego ayudarla levantarse. Por el lado de la meditación, su mente siempre fue acelerada y encontrar la calma le resultaba complicado. Lo que le parecía media hora, en realidad, eran segundos o minutos.
Le frustraba a Daniela, pero se esfumaban por las cartas de Shang Tsung y preparar algunas facturas o picada para los luchadores y el hechicero. Entre carta y carta la relación entre ellos se fue abriendo más y más. Se actualizaban de los días y hablaban de sus gustos. Se expresaban mucho las ganas de verse en persona y seguir con sus divagaciones.
En una de las tantas cartas, Daniela se emocionó por su contenido y un cosquilleo invadió su estómago.
Querida Daniela:
El papel no logra expresar mis ganas de hablarte en persona. Quisiera escuchar tu voz que hace tiempo mi memoria no le hace justicia. Mi petición es que podamos hacer un encuentro y vernos. Si estás de acuerdo, por favor envíame una respuesta.
Shang Tsung.
Daniela no supo contener su alegría y le escribió una respuesta inmediatamente.
Querido Shang Tsung:
Me encantaría. Veámonos en dos días a la medianoche, afuera de la Academia Wu Shi. Te esperaré con algunas cosas para comer juntos.
Daniela.
La carta se esfumó entre las llamas y los nervios la carcomieron, esperando la respuesta del hechicero. Su mente divagó a su sonrisa encantadora de hace semanas atrás, en su estadía en el Mundo Exterior. Sus ojos marrones que le recordaban a las tortas negras.
Luego de cenar y asearse, Daniela se quedó despierta por un tiempo más, con la esperanza de que Shang Tsung le mandara una respuesta a su propuesta. La ansiedad la mantuvo caminando en círculos por su habitación por varios minutos hasta que el cansancio le pesaba. Se acostó en el futón y se envolvió con las colchas. Antes que sus ojos se cerraran, llegó una nueva carta con la respuesta afirmativa del hechicero. Se durmió con una sonrisa en su rostro y pensando en qué hacer de comida para Shang Tsung.
Los dos días fueron eternos, haciendo que las ansiedades de Daniela se acrecentaran y lo único que la despejaba eran los entrenamientos. Preparó más cañones de crema pastelera y dulce de leche, junto a algunas medialunas y galletitas. Compartió parte de sus facturas a sus amigos y a veces le entregaba a Mariano cuando se enfocaba en hacer la torre de radio.
Raiden y Kung Lao seguían en la habitación de su amigo para evitar que le explotara algo nuevamente. La música estruendosa de Mariano se podía escuchar al pasar cerca de su habitación, junto con el vocabulario vulgar y miles de maldiciones cada vez que ocurría un cortocircuito.
Johnny y Kenshi seguían peleados por la espada Sento y Daniela estaba hartándose de escuchar sus idas y vueltas. Después del primer conflicto, se mantenían al margen, pero se tiraban comentarios mordaces.
Cuando llegó el día de ver al hechicero, los nervios carcomían a Daniela y se tocó constantemente el cabello rojizo. Algunos mechones enrulados y cortos se metían en sus ojos y se los apartaba para calmarse. Estuvo todo el día con el estómago revuelto y se acrecentaron cuando terminó la cena.
Cuando todas las velas del complejo de estudiantes se apagaron y los faroles iluminaban los caminos. Daniela salió sigilosamente y caminó hacia las grandes puertas de la Academia Wu Shi. Las abrió con cuidado y se sumergió entre las plantas del vasto bosque, chocándose con varias y algunas hojas se metían en su boca.
Llegó hacia unas colinas donde había un árbol con flores y a lo lejos se veían las columnas de la Academia Wu Shi. Se sentó en la roca y dejó al lado una canasta pequeña con las facturas que había traído para el encuentro. Estiró las piernas y se quedó esperando a la llegada del hechicero.
Los nervios la carcomían por dentro y se mordió la uña del pulgar. Los segundos parecieron minutos y sintió que sus esperanzas para la reunión se apagaban. La chica admiró el paisajismo y el cielo estrellado. El viento sopló suavemente, haciendo que algunos mechones rojizos se elevaran.
De repente, un destello blanco apareció enfrente a sus ojos. Poco a poco, se reveló la figura de Shang Tsung y el corazón de Daniela dio un vuelco. Los ojos del hechicero la vieron y de su rostro adornaba una pequeña sonrisa.
–Buenas noches, Daniela.
–Hola, Shang Tsung –saludó la muchacha y un sonrojo invadió sus mejillas que rivalizaron con su cabello corto–… Eh… traje más facturas para comer juntos. Espero que no te moleste.
–Está bien –dijo el hechicero y se acercó a Daniela–. Extrañaba tus delicias ¿Quieres sentarte?
–Sí, gracias.
Se sentaron en el pasto y abrió el canasto con las facturas. Desvió sus ojos del hechicero y se enfocó en el hermoso cielo. Hacía tiempo que no veía las estrellas, eran pocas las que se distinguían en capital y las veces que las vio fue cuando pasó noches con el Viejo Mario en la provincia de Buenos Aires.
Tomó un cañón de dulce de leche y comenzó a comerlo tranquilamente. Vislumbró al hechicero e imitó la misma acción que ella. Su corazón le latió con fuerza y el estómago le cosquilleaba.
–Es bonita la noche –soltó Daniela después de tragar la factura–. Hace tiempo que no veía las estrellas.
–Tienes razón, es encantadora –coincidió Shang Tsung con la vista enfocada en el cielo–. Es extraño ver solamente estrellas. En el Mundo Exterior, hay días o semanas que veo diferentes colores en los cielos hasta incluso galaxias.
–¿De enserio?
–Sí, es maravilloso –respondió el hechicero y la miró–. Al igual que tus delicias.
–Gracias y espero que mis consejos te hayan ayudado.
–Sí, me ayudaron… –dijo Shang Tsung y le sonrió tímidamente–… pero lo que más me favoreció fue escribirte.
Las mejillas de Daniela se calentaron y se cautivó por los ojos chocolate del hechicero. Le recordaban las tortas negras y caramelos de dulce leche. Tomó otra factura y la mordió. La delicia de la masa y la crema pastelera invadió sus papilas gustativas.
Tras terminarla, su mano fue hacia la canasta para tomar otra, pero chocó con la de Shang Tsung y la tomó con delicadeza, como una flor. Daniela se sonrojó más, pero dejó que tocara su mano, parecía fascinado con ella.
–Son suaves –exclamó el hechicero hipnotizado–. A pesar de tus entrenamientos, siguen siendo delicadas.
–Gracias, Shang Tsung.
Sus dedos se entrelazaron y Daniela sintió que encajaban perfectamente, cual piezas de rompecabezas. Sus pulgares chocaron y el calor de su fuerte mano le pareció confortante. Una electricidad recorrió todo su cuerpo y sus mejillas se calentaron mucho más.
Daniela no quiso zafarse de su tacto. No llevaba los guantes que recordaba verlos puestos en la estadía en el Mundo Exterior y agradeció ver la complexión de su mano. La muchacha desvió la mirada hacia el cielo nocturno por unos minutos más, pero sentía los ojos del hechicero.
Volvió a mirarlo y hubo un silencio. Las hojas se levantaron por el viento leve y el cabello rojizo de Daniela se elevó suavemente. Dejó de lado el cielo y cualquier tema de conversación y se acercó dudosa a Shang Tsung. La imitó y el estómago comenzaba a revolotear.
Daniela apartó lentamente la canasta y se aproximó más. La mano del hechicero tocó su rostro, como si fuera porcelana y la acercó hasta ver mejor su reflejo en los ojos de Shang Tsung. Sus respiraciones se unieron y ya no hubo espacio entre ellos. Los labios de ambos se juntaron y el corazón de Daniela explotó. Fue suave, pequeño y tímido.
Se alejó del muchacho lentamente y volvió a mirarlo. Sus ojos chocolate la recibieron y quedó hipnotizada por ellos. No se percató que los labios del hechicero capturaron los de ella nuevamente, dudoso y Daniela lo siguió. La mano que ahuecaba su rostro se encaminó al cabello pelirrojo de Daniela, enredándose en sus rulos.
Daniela chocó con el cuerpo de Shang Tsung y continuó besándola con suavidad. El corazón bombeaba con intensidad y buscó aire para respirar. Se alejaron un momento y las puntas de las narices de ambos chocaron. Shang Tsung volvió acercarla y la besó con más pasión, tomando a Daniela desprevenida. Las manos de la chica se enredaron en el cuello del chico, pegada a sus labios. La otra mano de Shang Tsung se posó en su cintura acercándola con más pasión.
Daniela se separó y buscó aire desesperadamente. Las mejillas las sintió acaloradas y el brujo la observó con fascinación. Poco a poco, la mano que se había enredado en su cabello pelirrojo se zafó lentamente y se apartó.
–Eres hermosa –soltó el hechicero.
–Gracias, Shang Tsung.
El silencio perduró por más tiempo. Ambos se miraban, entrelazaban sus manos y sus pulgares recorrían las complexiones. La comida fue olvidada y se besaban delicadamente de vez en cuando. Pero poco a poco, el sueño invadía a Daniela, haciendo que cabeceara.
Shang Tsung se percató y la ayudó a levantarse para irse a la Academia Wu Shi. Recogió la canasta y caminó con tranquilidad a las profundidades del bosque. Antes de sumergirse, despidió a Shang Tsung con un delicado beso y lo vio esfumarse en el resplandor blanco. Daniela sonrió y se metió en el frondoso bosque.
Llegó a las puertas de la academia y entró sigilosamente, evitando los faroles que iluminaban los caminos de piedra y ramas de árboles con sus hojas anaranjadas. Daniela ingresó al complejo de estudiantes con cuidado hasta su habitación. Se sumergió en el futón, se tocó los labios y sonrió, como una niña pequeña enamorada por un famoso. Repitió los sucesos de esa maravillosa noche hasta quedarse dormida.
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Finney: Llegue a un punto en que ni siquiera estoy sorprendido por esto.
Bruce: *a su lado asintiendo mientas suspira con cansancio*.
Finney/Bruce: *Ven a Vance y Robin magullados con los nudillos rotos y sangre en sus ropas*.
Robin/Vance:* Cabizbajos tratando de evitar las miradas desopobrativas de sus respectivos novios*.
Bruce: Sé que me arrepentire por preguntar pero ¿porque?
Vance/Robin: *hablando al mismo tiempo*
Vance: ¡Ese idiota dijo que eras patético para el béisbol!
Robin: ¡Estaban burlándose de tu ultimo cohete a escala Finn!
Robin/Vance: ¡Estaba defendiendo tu honor Bruce/Finn!
____________________________________
Finney: I've gotten to a point where I'm not even surprised by this.
Bruce: *at his side nodding while he sighs tiredly*.
Finney/Bruce: *They see Vance and Robin bruised with broken knuckles and blood on their clothes*.
Robin/Vance:* Head down trying to avoid the dismal looks of their respective boyfriends*.
Bruce: I know I'll regret asking but why?
Vance/Robin: *speaking at the same time*
Vance: That idiot said you were pathetic for baseball!
Robin: They were making fun of your latest Finn-scale rocket!
Robin/Vance: I was defending your honor Bruce/Finn!
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Craig después del Arroyo: La leyenda de los Maslany (Clip #01)
"Estoy en serios problemas" (Del capítulo/episodio "Quesito y Macaroni")
En casa de Xavier, Craig lee la nota que Xavier recibió. Por otro lado, Xavier trata de tranquilizarse; quien le envió la nota, quería ajustar cuentas con él. O eso parecía.
—¿Y bien? ¿Alguna pista?—le preguntó Xavier a Craig—.La recibo justo después de que terminó ese asunto con el Corazón del Bosque.
—No lo sé, Xavier. Quizás te confundieron con alguien más—respondió Craig sonriendo, y le muestra el sello bajo la nota—.Si te muestro quién la firmó, tal vez...
Pero cuando Xavier ve el sello, además de reconocerlo inmediatamente, se asusta. Sabe quién es el remitente.
—No, él no, él no. ¿Por qué ese niño tuvo que aparecer justo ahora?—dijo Xavier nervioso—.Definitivamente estoy frito. Él y sus hermanos...¡vienen por mí!😨
—No sé de qué hablas. ¿Ellos? ¿Podrías explicarme quiénes son?—inquirió Craig confundido—.Y por favor cálmate, ni siquiera es tan serio.
—¿Ni siquiera es tan serio? Ni siquiera sabes a quién me refiero—respondió Xavier un poco molesto, y respira profundo para calmarse—.En mis días como "el rey", digamos que hice enojar a alguien mucho más poderoso que yo...
Craig escucha atentamente.
—...cuando me derrotaste en la guerra de Captura la Bandera, ellos ganaron su libertad y ahora están furiosos—terminó Xavier—.¡Son como un cobrador de renta al que no le pagaron!😨
—¿Estás diciéndome que yo indirectamente liberé a esos niños que se enfurecieron contigo?—preguntó Craig.
—No, no lo veas de ese modo. No querían interferir en tu pelea conmigo—respondió Xavier—.Esos niños de los que hablo...tienen el apellido Maslany.
—¿Maslany? Suena como una famosa actriz de cine—dijo Craig—.No entiendo por qué les temes tanto.
—No tienes idea. Escucha Craig, esa familia es más adinerada que la mía, tienen toneladas de dinero—le dijo Xavier a Craig, para luego ponerse cabizbajo—.Si ese niño Maslany fue quien mandó esa nota, estoy en serios problemas. De haber sabido esto antes, nunca los habría hecho enojar. Es mi culpa, yo causé esto.😔
(Fin del clip #01)
(Párrafo en inglés)
Craig after the Creek: The legend of the Maslanys (Clip #01)
"I'm in serious trouble" (From the chapter/episode "Cheesesticks and Macaroni")
At Xavier's house, Craig reads the note that Xavier received. On the other hand, Xavier tries to calm down; whoever sent him the note wanted to settle scores with him. Or so it seemed.
"Well? Any clue?" Xavier asked Craig. "I received it right after that thing with the Heart of the Forest ended".
"I don't know, Xavier. Maybe they mistook you with someone else." Craig replied smiling, and showed him the stamp under the note. "If I show you who signed it, maybe—"
But when Xavier sees the stamp, in addition to immediately recognizing it, he freaks out. He knows who the sender is.
"No, not him. Not..him. Why did that kid have to show up just now?" Xavier said nervously. "I'm definitely screwed up. He and his siblings - they're coming for me!😨
"I don't know what you're talking about. Them? Can you explain me who they are?" Craig asked. "And please calm down, it's not even that serious".
"It's not even that serious? You don't even know who I'm talking about." Xavier replied, a little annoyed, and takes a deep breath to calm down. "In my days as 'the king', let's just say I pissed off someone much more powerful than me..."
Craig was listening attentively.
"...when you defeated me in the Capture the Flag war, they won their freedom and now, they're furious. They're like a rent collector who didn't get paid!😨
"Are you telling me that I indirectly freed those kids who got angry at you?" Craig asked.
"No, don't look at it that way. They didn't want to interfere in your fight with me." Xavier replied. "Those kids I'm talking about...they have the last name Maslany.
"Maslany? Sounds like a famous movie actress." Craig says. "I don't understand why you're so afraid of them."
"You have no idea. Listen Craig, that family is wealthier than mine, they have tons of money." Xavier told Craig, then looked crestfallen. "If that Maslany kid was the one who sent that note, I'm in serious trouble. If I'd known this before, I would never have made them angry. It's my fault, I caused this.😔
(End of clip #01)
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Y camino cabizbajo por las mismas calles donde te besé
#aullandote noches de luna llena#hens#canalla#frases#frases de amor#citas#fragmentos#ella#dolor#frases tristes#amor#tristeza
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LLANTO POR UN POETA
(Un relato sobre el asesinato de García Lorca)
“Esto no es para mí”, murmuré mientras me alejaba de la fosa recién excavada. El fusil apuntaba al suelo y la mano palpitaba levemente. Hacia las tres de la madrugada, el calor de julio se hace tolerable, incluso en Granada. Nunca pensé que ser el mejor tirador de mi compañía me convertiría en un matarife. Siempre he sido un hombre de orden. Cuando cayó la Monarquía, pronostiqué que las calamidades comenzarían enseguida. No me equivoqué. Cataluña intentó romper la unidad de España, turbas de criminales incendiaron iglesias y conventos, los mineros se sublevaron en Asturias, unos desalmados asesinaron Calvo Sotelo. Cuando se alzaron los militares, experimenté una mezcla de alivio y euforia. Sin pensarlo dos veces, me uní a los rebeldes. Participé en los combates del Albaicín, peleando calle por calle. Un teniente observó mi puntería y consideró que se aprovecharía mejor en un pelotón de fusilamiento. “No lo entiendo, mi teniente”, dije. “No hace falta mucha puntería para fusilar a un hombre”. “Es cierto, pero algunos intentan huir y entonces sí que hace falta puntería. Un pelotón de fusilamiento siempre necesita un buen tirador”. He perdido la cuenta de los hombres a los que he matado. Ninguno intentó huir. Casi todos eran obreros o campesinos, pero a veces han caído maestros, alcaldes, oficiales leales a la República. Jamás pasó por mi mente que fusilaría a un poeta.
Las ejecuciones se realizan en la tapia del cementerio de Granada, un muro de algo más de dos metros. A veces, se llevan a cabo al amanecer, pero si se acumula el trabajo, se continúa por la noche, alumbrando con los faros de los coches. Casi todos los reos parecen resignados. Algunos lanzan vivas a la República, el socialismo o a la CNT. Otros mueren en silencio, cabizbajos, conscientes de su derrota, intentando no exteriorizar su miedo. Entre los condenados, hay mujeres, muchachos de dieciséis años, ancianos con problemas para mantenerse de pie. A menudo enlazan sus brazos, con un gesto que mezcla la fraternidad y la desesperación. Nadie ofrece resistencia, pero algunos no logran contener las lágrimas o los gemidos. Los anarquistas se muestran muy enteros. Nadie encara la muerte sin temor, pero las ideas ayudan a vencer el pánico. No puedo olvidar el rostro de una mujer embarazada, que nos miró a la cara y gritó: “¡Sois los verdugos del pueblo! ¡Vivan los pobres del mundo!”. El piquete respondió con rabia. Había doce personas esperando la descarga, pero sólo se desplomaron tres o cuatro. Casi todas las balas se cebaron con el vientre de la embarazada. Yo apunté al hombre que había a su lado, un campesino de unos sesenta años, que cayó limpiamente hacia atrás. Mis compañeros soltaron maldiciones. Algunos escupieron con desdén, mientras se preparaban para una segunda descarga. El oficial ordenó que hiciéramos fuego de nuevo y esta vez cayeron todos. Calculé que la embarazada estaba casi al final de la gestación, probablemente de siete u ocho meses.
-Esa zorra no estaba ni casada –exclamó un miembro del piquete-. Era la barragana de un maestro. El cura se ha negado a concederle la absolución.
-¿Y el maestro? –preguntó otro.
-Ya le hemos dado café. Hay que limpiar las escuelas de esa chusma. Envenenan la mente de los niños.
A veces, si los ánimos están exaltados, se remata a los fusilados a bayonetazos, pero no es lo habitual. Los legionarios y los regulares son muy aficionados a esa clase de barbaridades. Si no hay testigos, violan a las mujeres antes de fusilarlas, pero las ejecuciones casi siempre convocan a una multitud de curiosos, niños incluidos. Cada vez es más frecuente que se instale un puesto de churros y nunca falta un chico vendiendo gaseosas o periódicos. Los oficiales hablan animadamente, calculando cuántos “clientes” habrá la próxima vez. Los “clientes” son los condenados a muerte, casi siempre sin juicio previo, pues es suficiente la denuncia de una persona de orden. Los legionarios bromean sobre las violaciones. Les gusta repetir los chascarrillos radiofónicos de Queipo de Llano. “Son unas afortunadas. Por fin, saben lo que es un hombre de verdad. Los rojos son todos maricas”. Yo siento ganas de vomitar y unos vértigos que me provocan temblores. Gracias a que nos dan una copa de coñac antes de cada ejecución, puedo alegar que es por el alcohol. “Esto no es para mí”, me repito una y otra vez, fantaseando con un nuevo destino, pero mi costumbre de obedecer sin objetar nada me impide plantear a mis superiores que preferiría luchar en el frente.
Esta noche hemos fusilado a cuatro hombres: dos banderilleros anarquistas, un maestro ateo y un poeta. Los banderilleros estaban destrozados por los golpes que habían recibido en los calabozos. Se habían significado mucho y se la tenían jurada. El maestro era muy conocido por sus ideas socialistas. Le faltaba una pierna y se movía con una muleta. No estaba demasiado magullado. Le habían pegado con menos saña. Al igual que los banderilleros, sobrellevaba su desgracia con estoicismo. El poeta tenía el rostro blanco. Le habían detenido en pijama y no le habían permitido cambiarse de ropa. Parecía ausente, con la mente perdida en un lugar lejano. Estaba asustado, con los ojos hacia dentro, ensimismado. Antonio Benavides está loco. Disfruta con esto. No le conocía hasta que se incorporó voluntariamente a mi pelotón. Es primo lejano de García Lorca. Hay un viejo encono entre sus familias. No dejó de insultarlo durante todo el trayecto. Le llamaba maricón, rojo, escritorzuelo. De vez en cuando, le ponía el cañón de la pistola en la cara. “¡Pim, pam, pum, fuego!”, exclamaba Benavides y se reía como una hiena. El cabo Ajenjo sonreía, pero sin alterarse. Es un hombre muy frío. No le afectan las ejecuciones. No le han enviado al frente por su edad. Tiene algo más de 50 años. Alguna vez ha comentado que le gustaría batirse en la sierra o en campo abierto, pero le gusta repetir que las guerras también se ganan en la retaguardia. Es el jefe del pelotón y nunca ha titubeado. Hace su trabajo con enorme seguridad en sí mismo, sin plantearse menudencias.
El Buick rojo de color cereza que solemos utilizar en estos casos llevaba la capota abatida y el aire nos refrescaba mientras buscábamos la planicie de Fuente Grande. La acequia mantiene la tierra húmeda y facilita el trabajo de los enterradores. Suelen enviarlos al día siguiente, aunque a veces se demoran un poco más para dejar los cadáveres expuestos y que sirvan de ejemplo. Imagino que esta vez acudirán en seguida. En “La Colonia”, escuché algún comentario que cuestionaba la oportunidad de matar a un poeta tan conocido. No pude seguir la conversación. Sólo escuché palabras sueltas. El retumbar del molino enterraba las voces. Mientras circulaba el Buick, no cesaba de preguntarme en qué piensa un poeta cuando se aproxima a la muerte. No he leído sus libros y no creo que lo haga en un futuro. Imagino que los prohibirán. Ya se han quemado muchas bibliotecas. No me interesa la poesía, pero me gustan las coplas: “Ay, madre mía / ay, quién pudiera / ser luz del día / y al rayar la amanecida / sobre España renacer”. ¿Por qué no estoy con la columna que avanza hacia Madrid? Ahí también se fusila, pero hay combates, asaltos, tiroteos. Yo sólo empuño las armas para fusilar. Todas las noches. A veces pienso que voy a volverme loco. No me acostumbro a apuntar a la nuca y disparar. Es terrible acabar con la vida de un hombre de ese modo. Mis compañeros se familiarizaron enseguida con esta rutina. Algunos actúan con sadismo, pero la mayoría se comportan como si trabajara en un matadero. Tal vez no resulte agradable, pero entienden que es necesario. Estamos limpiando España de rojos y masones. Alguien tiene que hacerlo y nos ha tocado a nosotros. No faltan voluntarios, pero hay muchos guardias de Asalto a los que se nos ha impuesto la tarea sin ofrecernos la posibilidad de elegir.
Los banderilleros han ayudado al maestro a bajar del coche. García Lorca le ha acercado la muleta. Los hemos empujado con violencia. Nunca hablamos con los reos. Es más fácil matar cuando el otro solo es un desconocido. Antonio Benavides no dejaba de martirizar a García Lorca. “Te voy a pegar un tiro en el culo. O dos, so maricón”. El poeta no se atrevía a levantar la cabeza. Creo que lloraba, pero he preferido no saberlo con certeza. Era una zona escarpada, casi sin árboles, con una fuente y una acequia. He pensado en mi casa, siempre con alegría y bullicio, con su patio lleno de flores. De pequeño, insistía en preguntarle a mi madre qué era la muerte, si morir significaba dejar de existir del todo o si había algo más. “Vas al cielo o al infierno, hijo mío. Todo depende de lo que hayas hecho en este mundo. Hay que ser bueno para conocer el rostro de Dios”. Yo no creo que me condene por esto. Los rojos queman iglesias, matan a los curas, ocupan las tierras. En la guerra, se gana o se pierde y la victoria no se consigue sin derramar sangre. A veces mueren inocentes, pero esos hombres no eran inocentes. Los banderilleros lucharon en el Albaicín, el maestro no creía en Dios y García Lorca era partidario de la República.
Nuestra consigna es no malgastar balas. Normalmente, los condenados excavan su tumba, pero esta vez hemos desechado la idea. Los banderilleros no estaban en condiciones de manejar una pala. Los habían machacado a conciencia y respiraban con dificultad. El maestro sólo tenía una pierna y García Lorca era un señorito, poco aficionado al esfuerzo físico. Le hemos exigido que cavara un poco, pero enseguida ha comenzado a jadear. Benavides, de pequeña estatura, corpulento y con cara de paleto, le ha cogido las manos y nos las ha enseñado con aire de burla: “Este no ha trabajado nunca. Ni siquiera sabe coger la pala”. Benavides le ha empujado con desdén y ha comenzado a cavar con furia. El cabo Ajenjo nos ha indicado que le ayudáramos. No hemos profundizado mucho, apenas un metro. “Es suficiente. Los enterradores harán el resto mañana. Acabemos de una vez”. Los reos bajaron al hoyo mientras les apuntábamos. Algo rezagado, el maestro perdió el equilibrio y rodó por el suelo, dejando la muleta atrás. Benavides lo levantó de mala manera y lo arrojó a la fosa, propinándole una patada en un costado. Cayó de bruces, hundiendo la cara en la tierra. García Lorca le ayudó a incorporarse, con los ojos llenos de lágrimas. “¿Por qué hacéis esto?” –gritó con desgarro-. ¿Por qué nos tratáis así?”. Benavides fue el primero en disparar. Todos le imitamos. Los cuerpos se desplomaron como monigotes, amontonándose unos sobre otros. El cabo Ajenjo hizo una señal con la mano e interrumpimos el fuego. Benavides sacó su pistola Astra y solicitó dar los tiros de gracia. “Adelante”, dijo el cabo. Benavides saltó al hoyo y disparó dos tiros a García Lorca, reventándole el cráneo. A los demás, sólo les disparó una vez. Después, salió del hoyo, recogió la muleta y la arrojó sobre los cadáveres.
“Esto no es para mí, no”, pensé una vez más, cuando el Buick inició el camino de vuelta. Benavides estaba eufórico. “Os invito a un par de rondas. Luego, buscamos unas putas y las destrozamos”. “O nos destrozan ellas a nosotros”, replicó un compañero. Las risas histéricas de Benavides se mezclaron con risas fatigadas, pero sin una pizca de mala conciencia. Al llegar a Granada, nos separamos, pero antes el cabo Ajenjo se dirigió a mí: “No te gusta mucho esto, ¿verdad?”, “No, señor. No voy a mentir. Preferiría estar en el frente”. “¡Estamos en el frente! –atajó el cabo, encolerizado, pero sin perder los nervios-. No lo olvides. Tu actitud puede desmoralizar al grupo o interpretarse como traición. Yo también quisiera estar en primera línea, pero sé cuál es mi deber y mi deber es estar aquí. Además no sé de qué te quejas. Nos pagan 300 pesetas. No está mal por hacer un trabajo de limpieza. Estamos librando a España de gentuza. Los intelectuales a veces hacen más daño que las pistolas”. Asentí, prometiéndole que me corregiría.
Esta noche el sueño se demora. No es la primera vez. Estoy rodeado de quietud y silencio, pero no logro dormirme. Mi imaginación ha aprendido a repudiar las escenas de muerte, las caras de angustia, el sonido de los cuerpos al ser troceados por las balas. Estoy tumbado en la cama, con los brazos cruzados detrás de la cabeza y solo noto el duro aire estragando mis párpados. A veces creo que una rueda de molino gira lentamente sobre mis ojos, convirtiéndolos en polvo. No tengo remordimientos, pero sin duda esto no es para mí.
Rafael Narbona
Relato incluido en mi libro de cuentos El sueño de Ares, publicado en 2015 por @minobitia
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En medio de la cacofonía de las animadas conversaciones que inundan a Main Vein y el barullo provocado por el exceso de licor, la repentina ausencia de Mira pasa casi desapercibida. Los pocos que se percatan de ello no le dan demasiada importancia, al menos no la necesaria como para que esta dé paso a una distracción mayor; la vampiresa siempre ha sido elusiva, al fin y al cabo, y los empleados del bar son tan buenos anfitriones como ella. Así, la tertulia continúa con su ritmo animado, las charlas vigorizadas por el suministro sinfín de bebida, comida y, por supuesto, Tru Blood. Sin embargo, el animado murmullo se detiene de golpe cuando Rafe hace su repentina aparición, con Mira llegando justo detrás de él. El hombre camina recto, con la cabeza en alto y sin un ápice de culpa en el rostro. Lo que es más, el socio de Lundevall va directo tras la barra y ocupa el mismo lugar de siempre. Más temprano que tarde una sonrisa ocupa sus rostro y el usual ritmo de Main Vein parece recuperarse. Aun así, los susurros y las especulaciones no se detienen — ¿tendrá algo que ver con los rumores en torno a Rafe? ¿ha sido una mera coincidencia? Nadie tiene tiempo para resolver la incógnita, porque de pronto se escucha un altercado afuera del bar y las sirenas de los móviles policiales enceguecen y ensordecen a la multitud dentro y fuera de Main Vein. No toma mucho para que Trahan y sus hombres entren de golpe al recinto: “La fiesta se acabó — todos a casa” anuncia, con una determinación poco usual para el alguacil arcadiano. Las protestas no faltan: algunos le recuerdan que el toque de queda todavía no comienza, o que se trata de un evento tranquilo y legal, mas Trahan se niega a escucharlo. Sin más, las luces del bar comienzan a encenderse y los concurrentes abandonan cabizbajos y entre murmullos el lugar. La tensión se hacía notar en el aire; incluso quienes habían asistido sólo por el mero acto de hacer presencia mascullaban por lo bajo lo injusto de la medida. ¿Desde cuándo en Arcadia Bay hay tanta dureza policial, en especial contra Main Vein?
INFORMACIÓN OOC
Como pueden ver, en medio de la velada Mira desapareció por un momento y regresó junto a Rafe, quien no tardó en volver a sus ánimos cordiales y festivos de siempre desde su lugar tras la barra. Sin embargo, pronto se escuchan y se ven las sirenas de los móviles del departamento de policía y el alguacil declara el fin de la fiesta.
Es importante aclarar que todavía queda una hora muerta antes de que empiece oficialmente el toque de queda.
Pueden incluir toda la intervención o parte de ella en sus conversaciones si así gustan.
También queríamos avisarles que estaremos publicando un task voluntario en lo que queda del día, para que estén atentes aquelles a quienes les gustaría participar.
Sin más, cualquier cosa estamos a un mensajito de distancia.
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⚘ 𝐓𝐄𝐑𝐑𝐀𝐙𝐀 ︧ izzak encuentra a jintao dormitando en la terraza ︡
@jintaov ∕ en ocasiones psiquis conducía a áreas adicionales de modo arbitrario. enclaustrando las voces compasivas de subconsciente, invitándolo a caminar en círculo. todavía no recibía respuestas, siquiera la pretensión de que pudo leerlos. era indiscutible que estaba enfurecido, revolcándolo en inquietantes sentimientos que pudieron salirse de control. reloj de muñeca marcó las tres de la madrugada; los pasillos de la residencia fueron de absoluto silencio, recorriéndolos cabizbajo. afortunadamente culminó otras de las revisiones con su viejo maestro en el tiempo acordado, dirigiéndose específicamente a la terraza por aire fresco. por dos días no había dormido, rompiendo nuevamente récord personal. pero desde que abandonaron francia, las cosas resultaron patas arribas. incluso no reconocía su reflejo en el espejo, preguntándose qué demonios pensaba. ¿para eso se inscribió? ¿una rebelión sin sustancia? ridículo, no quiso escuchar más del tópico, sobando antebrazos desnudos a causa del viento frío. mala idea no cubrirse lo suficiente, doblando de talones para regresar hasta que visión periférica recaía en silueta al fondo. por impulso se frotó hinchados párpados, abriéndolos y cerrándolos en busca de claridad. a la distancia pudo articular el nombre de figura aparentemente dormida, acudiendo a este con el menor ruido posible. era tardísimo, ¿por qué no iba a su habitación aún? muchas interrogantes pasaron como flashes detrás de mirada, arrodillándose para adecuada revisión. naturalmente sus carmines fueron tirados por adorable imagen, posando diestra en rodilla contraria. ‘ hey, jintao. no puedes dormir aquí. ‘ musitó, cuidadoso de asustarlo o incomodarlo, aunque como actuó los últimos días, apostaría que lo ignoraba a propósito. ‘ ¿estás bien? ¿por qué viniste aquí tan tarde? ‘
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Nunca creas lo que dicen de ti; presta atención:
Las palabras dulces, zalameras y virtuosas, funcionan cual estimulante del que dependerás y requerirás en mayores dosis. Cuando esas palabras de aprobación no se asomen, el camino se irá transformando en dudas.
Del lado contrario, las que son ásperas, rugosas y punzantes te mantendrán cabizbajo y apagado. Te hundirán y harán ceniza tu espíritu.
Deja que te invada el silencio.
Concentra y enfoca tu oído en percibir quién eres. Tu esencia. Precioso, sólo tú te conoces; eres el único que puede permitirse huracanes furiosos o días soleados (vos sabrás si hoy tienes piel de elefante o de alas de libélula para soportar lo que venga).
No te convenzas de lo que otros quieren de ti y para ti. Tu elección es irrenunciable, amor. A mí me gusta quién eres y no depende del grosor de la armadura que elijas llevar.
-Cinthyacabalga
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