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D'Annunzio guardián del desorden
Por Giovanni Sessa
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Un ensayo de Claudio Siniscalchi: la «obra total» de D'Annunzio puede ser una herramienta para liberar la imaginación contemporánea de la colonización mercantilista lograda por la ahora dominante Forma-Capital.
Claudio Siniscalchi, historiador del cine y ensayista siempre atento a la cultura de los inconformistas del siglo XX, con su última obra llama la atención de los lectores sobre la figura de Gabriele D'Annunzio, protagonista indiscutible de la historia italiana y europea, así como de la patria de las letras. Nos referimos al volumen, D'Annunzio custode del disordine (D'Annunzio guardián del desorden), publicado por Oaks editrice. El libro es delgado, pero como reconoce Marcello Veneziani en el prefacio, es «incisivo» con respecto al tema tratado. La intención declarada de estas páginas es rastrear, no sólo el mundo-valor del poeta-viajero, sino incluso su experiencia, el humus existencial, intelectual y político del grupo de autores que dieron vida a la «ideología italiana» (definición de Bobbio), con sus rasgos «revolucionarios-conservadores». Al final de la lectura, se puede afirmar que Siniscalchi ha realizado, de manera increíble, las intenciones hermenéuticas explícitas en su libro.
Para comprender el significado y la intención de la revolución conservadora italiana que, cabe señalar, fue un momento de la europea, es preciso contextualizar histórica y teóricamente este fenómeno. Para ello, el autor recuerda las posiciones de Ernst Nolte y, sobre todo, de Augusto Del Noce. Este último entendía que la historia del siglo XX sólo podía interpretarse desde un enfoque transpolítico, ya que en ella es la filosofía moderna, resultado de la inmanentisación del fin cristiano de la historia, la que se convierte en mundo. Los revolucionarios-conservadores, basándose en las lecciones de Armin Mohler y Giorgio Locchi, dieron origen a un «contramovimiento» cultural y político, antiigualitario, destinado a captar los límites de la democracia parlamentaria y a superarla, sin nostalgias por el pasado. Al contrario, la superación del presente debería partir de la misma modernidad, incluso de su aceleración. La vida y la obra de D'Annunzio, su originalidad y su centralidad, sólo pueden comprenderse en el contexto de este panorama intelectual oximorónico y muy actual. El título del volumen alude al escrito de Malaparte, I custodi del disordine (Los guardianes del desorden): «Una definición que se adapta bien al “D'Annunzio político”. Un 'guardián' ('conservador') del 'desorden' ('revolucionario')» (p. 25).
Siniscalchi reconstruye los acontecimientos biográficos en los que se vio envuelto el poeta-guerrero con gran agudeza metodológica, a través de una vasta y significativa masa documental y sobre la base de su conocimiento de la bibliografía crítica más significativa sobre el tema (como debería hacer cualquier historiador serio). Desde sus estudios en Roma hasta sus comienzos en el mundo periodístico de la capital. Presenta y analiza los conocidos intelectuales y políticos de D'Annunzio y habla de sus numerosos enlaces sentimentales. Eso sí, Siniscalchi no se ocupa, sic et simpliciter, del momento político de D'Annunzio sino que aborda, en los capítulos en que se divide el libro, con pertinencia argumentativa y acentos persuasivos, la producción literaria, la tensión hacia la acción del «esteta decadente» y, posteriormente, del «poeta director» durante la aventura fiumana, para llegar a convertirse en el «Vate de los italianos». El D'Annunzio literario, a partir de Il piacere, resulta ser, junto con Giovanni Verga, el iniciador de la literatura italiana del siglo XX: «La contribución de D'Annunzio se manifiesta en varias direcciones: el simbolismo narrativo; el uso innovador del espacio y del tiempo; la representación de los personajes» (p. 32). La fuente en la que se inspiró predominantemente el escritor fue la cultura francesa. De ella extrajo la enseñanza, específica de Drieu, de que escribir sobre uno mismo y su propia época, enferma y decadente, implica no sólo el uso de la tinta, sino de la «sangre», pathos existencial vivo. En Las vírgenes de las rocas D'Annunzio puso en escena: «todo el desprecio por la democracia representativa» (p. 37) que le llevó, al igual que a Wagner, a buscar «una obra de arte total», destinada a la afirmación de una nueva clase dominante de «héroes» de perfil carlyleano.
Para D'Annunzio, quien estaba motivado por esta concepción, la confrontación con la realidad sociopolítica era desalentadora. De ahí la necesidad de actuar. Fue elegido diputado en las filas de la derecha, pero pronto se pasó a la izquierda. Se fue, según él, «hacia la vida» (46), animado por la búsqueda del coincidentia oppositorum en política. Protagonizó las «jornadas radiantes» del intervencionismo de mayo, que vieron en la misma barricada a nacionalistas, socialistas maximalistas y sindicalistas revolucionarios y, al final del conflicto, dio vida a la empresa Fiume en respuesta a la «victoria mutilada». Era el 12 de septiembre de 1919. En la ciudad de Istria, D'Annunzio realizó la «obra de arte total». La imaginación, en aquellos días de torbellino, llegó realmente al poder. Se prohibieron todas las restricciones: religiosas, sexuales, políticas. Se celebraba la «fiesta» de la Revolución: Guido Keller y Giovanni Comisso animaban el grupo de esotérico del Fiume conocido como Yoga, mientras que: «Harukichi Shimoi era el “Samurai de Rijeka”». Con la «Navidad sangrienta» y el fin de la Regencia, la parábola política de D'Annunzio llegó a su fin.
Desde los meses anteriores, Mussolini, estratega político, realista escéptico y no puro poietes como D'Annunzio, se erigía en nuevo punto de encuentro de quienes se proponían construir una nueva Italia, frente a la Italia giolittiana que, paradójicamente, parecía poder resurgir de los escombros del conflicto. Tras la Marcha sobre Roma, el Vate vivió en la «prisión dorada» de la Vittoriale, venerada por el nuevo régimen. Mussolini, recuerda Siniscalchi, le hizo una visita. La última parte del ensayo trata de la relación entre ambos. A este respecto, Veneziani comenta: «no se trata de establecer si D'Annunzio fue o no fascista, sino de reconocer que el fascismo fue de D'Annunzio» (p. 9). El mayor mérito de, D'Annunzio custodio del desorden, se encuentra en la exégesis de los hechos y las obras de un gran italiano, de un modo diferente a la vulgata historiográfica que se difundió al final de la Segunda Guerra Mundial, que decretó para D'Annunzio la condena ad escludendum reservada a todas las «inteligencias inconvenientes» del siglo XX.
La poética revolucionaria-conservadora del poeta de Pescara es un legado que vale la penar rescatar en un momento histórico en el que, además de la guerra bélica, se recrudece en Europa la guerra estética, como captó el filósofo Stiegler. La «obra total» de D'Annunzio puede ser un instrumento para liberar la imaginación contemporánea de la colonización mercantilista llevada a cabo por la Forma-Capital, hoy dominante.
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[A destra di Sodoma][Marco Fraquelli]
[A destra di Sodoma][Marco Fraquelli]
«Meglio fascista che frocio». Parola di Alessandra Mussolini. Cosa succede quando le due condizioni coincidono? È quanto ha voluto indagare Marco Fraquelli che, a quattordici anni dalla pubblicazione di Omosessuali di destra (2007), ripropone, in una nuova edizione, ampliata e arricchita, oltreché aggiornata, il suo intrigante excursus storico alla scoperta di personalità omosessuali appartenenti…
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#2021#A destra di Sodoma#Alessandra Mussolini#fascismo#Italia#Marco Fraquelli#nonfiction#Oaks Editrice#Omosessuali di destra#Saggistica
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Sta tornando Fairy Oaks...Cosa state aspettando?
Sta tornando Fairy Oaks…Cosa state aspettando?
In autunno nuovo romanzo della saga bestseller Fairy Oakdi Elisabetta Gnone Milano, 26 luglio 2021 – La casa editrice Adriano Salani Editore (GeMS – Gruppo editoriale Mauri Spagnol) è lieta di annunciare che il prossimo autunno pubblicherà un nuovo romanzo, il nono, della serie di Fairy Oak, il bestseller internazionale di Elisabetta Gnone. La saga di Fairy Oak è uscita per la prima volta in…
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Recensione - "RED OAK" Non ti conoscevo più #2 di Dawn Blackridge
Una storia delicata che esprimere la profondità di un sentimento unico e totalizzante raccontatoci con delicata magia. Dawn Blackridge ❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤❤
Titolo: Red OakSerie: Non ti conoscevo più #2Autore: Dawn BlackridgeGenere: ContemporaneoCasa Editrice: Self PublishingLunghezza: 117 paginePrezzo: Ebook € 2,99 – Cartaceo €8,84 – Anche in KUData di pubblicazione: 15 Gennaio 2021 ACQUISTA SINOSSI Red Oak è il nome di una tenuta nel lontano Oregon, lontanissima dalla Florida.Jake e Frank. Un amore lungo anni. Un amore mai rivelato. Un amore che…
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Fairy Oak - NUOVO ROMANZO della saga bestseller di Elisabetta Gnone in autunno
#FairyOak - NUOVO ROMANZO della saga bestseller di #ElisabettaGnone in autunno Amazon -> https://amzn.to/2X0Kb0h
La casa editrice Adriano Salani Editore (GeMS – Gruppo editoriale Mauri Spagnol) è lieta di annunciare che il prossimo autunno pubblicherà, in occasione del 15° anniversario, un nuovo romanzo della serie di Fairy Oak, il bestseller internazionale di Elisabetta Gnone.
A distanza di dieci anni dalla pubblicazione dell’ultimo romanzo, arriva in libreria una nuova storia. La saga di Fairy Oak,…
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Generazione Erasmus? Chiamiamola generazione della vacanza permanente. Intervista a Paolo Borgognone sui “cortigiani della società del capitale”
La voce è pacata e appassionata al contempo. Si percepisce che ciò che fa non lo fa in modo frivolo, o superficiale. La parlantina è serrata. Ha palesemente tutto ben chiaro nella testa e lo squaderna senza tentennamenti. Paolo Borgognone è uno storico indipendente dal piglio filosofico. O, forse, meglio sarebbe dire un filosofo che rilegge la storia. Alieno alle facili dicotomie da militante (destra/sinistra, fascista/antifascista), egli è piuttosto un entomologo. Osserva e, successivamente, trae le debite conclusioni. Legge libri e giornali, senza sosta. Cataloga ogni informazione. È attento. Non trascura di decifrare tra le righe. Quando decide di trattare un argomento, dal fenomeno Trump alla Russia di Putin, ne riscrive sempre la storia evitando di ricadere nelle narrazioni mainstream ufficiali. I suoi interessi ruotano intorno a eventi a noi prossimi e alle varie declinazioni concrete assunte dal neoliberismo. In questo filone si inserisce Generazione Erasmus, Oaks Editrice, 2017, il cui sottotitolo non lascia adito a dubbi in merito alla sua valutazione del fenomeno: I cortigiani della società del capitale e la «guerra di classe» del XXI secolo. Siamo andati a intervistarlo per comprendere meglio cosa ci sia di paradigmatico in questa generazione, tanto da poterla prendere a pretesto per un libro.
Come definiresti, in breve, la generazione Erasmus a cui hai dedicato questo lungo e intenso volume?
La definirei l’esito politico-antropologico del modo di produzione postmoderno (flessibile). La categoria è chiaramente apologetica e forgiata ad hoc dal circo giornalistico mainstream, al fine di glorificare i processi di sradicamento e precarizzazione di massa. Nel libro io li descrivo come teenager globalizzati, il cui orizzonte di vita principale sembra essere quello della vacanza permanente, del divertimento inteso come adesione sic et simpliciter alle mode liberal americane in fatto di stili di vita, consumo e disincanto generalizzato. E direi che la narrativa imperante, tesa alla loro strenua difesa, è una strategia delle classi dominanti volta a conferire legittimità simbolica al regime del capitalismo liberale e della cosiddetta “società aperta”.
Qual è lo spartiacque? Quando ha inizio la generazione Erasmus?
Ho collocato questo spartiacque simbolico agli albori della movida spagnola. Era l’epoca della transizione dal regime franchista a una democrazia basata inequivocabilmente su formule ideologiche e contenuti politici riconducibili al capitalismo liberale. Ciò che ne è scaturito è una nuova categoria antropologica, degli “integrati” nell’ambito dei modelli economici e culturali generati dal processo di accumulazione postmoderno. Il regime capitalistico contemporaneo, parafrasando Costanzo Preve, «è di destra in economia (potere del denaro), di centro in politica (potere del consenso) e di sinistra nella cultura (potere dell’innovazione del costume). Lo smantellamento (di sinistra) delle vecchie forme di vita tradizionali, borghesi e proletarie, fatto in nome della modernizzazione nichilisticamente permanente, è funzionale a un allargamento globale del mercato e del connesso potere del denaro che questo comporta (di destra)». I teenager della Generazione Erasmus sono infatti, prevalentemente, di sinistra nella cultura (aderiscono all’ideologia della liberalizzazione dei costumi borghesi), di centro in politica (laddove il “centro” è, per definizione, il luogo d’incontro e mediazione degli interessi propri delle classi medie ideologicamente fedeli allo status quo) e di destra, cioè liberisti, in economia.
Vorrei chiederti, che cosa seduce un giovane, a livello psicologico, inducendolo a entrare nel circuito perverso della generazione Erasmus? Qual è la promessa che spera di vedere attesa?
Coloro i quali aderiscono alla filosofia di vita centrata sul dogma del disincanto permanente desiderano più che altro divenire oggetto di processi di integrazione nell’ambito della cosiddetta “società aperta”. Indico con questo termine una sorta di feticcio ideologico delle classi dominanti liberali, lo strumento di potere volto ad attuare giganteschi trasferimenti di risorse dai ceti dipendenti in direzione delle classi manageriali e ricche. I giovani liberal sono a mio avviso letteralmente sedotti dalla possibilità, veicolata loro dal modello della pubblicità e del consenso mainstream, di diventare ipso facto degli “integrati”, ossia dei mediocri, omologandosi a determinati codici culturali simbolici di adattamento allo status quo stabilito dal regime del capitalismo liberale e della società di mercato. Il filosofo canadese Alain Deneault ha descritto i mediocri del XXI secolo come coloro i quali dispongono di competenze ed esperienza necessarie a ricoprire ruoli e mansioni, anche di livello “alto”, nel mondo delle nuove professioni del lavoro cosiddetto biopolitico ma che, per dovere di fedeltà nei confronti del regime che li ha forgiati e istruiti, non si azzardano a porre in discussione i fondamenti ideologici del sistema.
Credo che, sempre parlando a livello psicologico, il giovane aspiri a uscire da una dimensione provincialistica. Tu cosa ne pensi?
La categoria di provincialismo è, oggi, completamente rovesciata di significato. Provincialismo significa, infatti, grettezza e imperizia, ossia incapacità (o assenza di volontà), da parte delle classi “politicamente attive”, di costruire un pensiero autonomo e critico nei confronti dell’esistente. I fautori liberal della “società aperta” hanno invece, in maniera del tutto fuorviante, preso a definire il provincialismo come una sorta di rifiuto, da parte dei ceti popolari e periferici, di omologarsi ai processi di globalizzazione fondati sulla prevalenza, nella cultura, dell’ideologia della liberalizzazione dei costumi e, in economia, sulla dinamica del trasferimento di risorse dai ceti dipendenti in direzione delle classi agiate, rentiers e proprietarie. L’adesione di massa a tale visione, in realtà, non determina una fuoriuscita da qualsivoglia dimensione “provincialistica”. L’ideologia della mobilità postmoderna esaspera invece il provincialismo inteso come assenza di creatività, di perizia, di abilità dei giovani a formarsi un pensiero critico e autonomo. La generazione Erasmus, in particolare, risulta del tutto impossibilitata a costruirsi una capacità strategica di immaginare un futuro diverso rispetto a quello dell’eterno presente consumistico che viene proposto e, in qualche modo, imposto.
Il giovane, aderendo a questo progetto, spera di diventare un cittadino del mondo?
Il cittadino del mondo di cui biascica l’utopia cosmopolita è stato descritto dal sociologo Carlo Formenti come «un’astrazione priva di consistenza reale». Il concetto di cittadinanza, infatti, prosegue Formenti, ha una sua ragion d’essere «nella misura in cui si condivide un progetto comune in un determinato territorio, a prescindere dal fatto che vi si parli la stessa lingua o […] che si appartenga allo stesso gruppo etnico o religioso». In altri termini, «cittadini si è se si appartiene a una comunità solidale che stabilisce come distribuire la ricchezza prodotta in quel territorio». Il concetto di cittadinanza è strettamente legato a quello di territorio ed è incompatibile con l’ideologia dei flussi. Anzi, oggi assistiamo a un vero e proprio conflitto culturale e di classe incardinato sulla linea di faglia che divide flussi e territori. Il “cittadino globale” è nient’altro che parte dell’esercito industriale di riserva del capitale transnazionale e viene disciplinato a tale ruolo mediante il ricorso a processi di socializzazione conformistica generalizzata (il progetto Erasmus, ad esempio, è uno degli strumenti a disposizione delle élite liberali per indurre le nuove generazioni alla socializzazione conformistica generalizzata). Di fatto i giovani che si autopercepiscono come “alla moda”, soprattutto i più ideologizzati, credono veramente che “libertà” sia sinonimo di liberazione dalle appartenenze pregresse e dai vincoli comunitari d’origine. Di più: molti giovani hanno ormai mandato a mente l’assunto secondo cui libertà e liberalismo sarebbero sinonimi. Libertà significa invece, innanzitutto, sovranità ed emancipazione dai meccanismi odierni di condizionamento, ossia dai paradigmi ideologici propri della “società aperta”, mentre il liberalismo è l’autogoverno dei ceti ricchi. Il mainstream invita infatti le giovani generazioni a “mettersi in gioco”. Tuttavia, “mettersi in gioco”, nel lessico postmoderno, significa “giocare” al “gioco” che decidono, per tutti, le élite al potere. E chi “non gioca”, cioè rifiuta di fare il criceto che corre sulla ruota per compiacere il padroncino che sta fuori e guarda divertito, viene immediatamente tacciato di essere una sorta di asociale e pavido. Il ceto professional di servizio alle caste capitalistiche odierne è l’accozzaglia perfetta dei mediocri del tempo presente, quelli che, disciplinatamente, “giocano il gioco” disposto ad arte dai padroni del discorso e dell’economia globale. In realtà sono dei conformisti, degli yes men più o meno remunerati del regime dell’utilitarismo e dell’idolatria del mercato liberalizzato (cioè adattato alle esigenze e ai desiderata dei ceti ricchi).
Stai dicendo che l’Erasmus è sostanzialmente un progetto di condizionamento delle menti?
Le nuove classi dominanti, “colte” e apolidi, che istituiscono la cultura della mobilità come dogma religioso postmoderno, coltivano un progetto molto specifico di manipolazione e riconfigurazione dell’immaginario collettivo. Una riconfigurazione che va poi a delinearsi in un nuovo tipo di mentalità, conforme a quelle che sono le istanze del capitalismo cognitivo-finanziario e del lavoro biopolitico, creando i nuovi sfruttati e alienati del futuro. La società odierna è infatti basata sull’accoglimento generalizzato di funzioni “tecniche” (meramente operative) cui non può corrispondere alcuna arte o perizia, perché il pensiero critico e innovativo potrebbe, in qualche modo, costituire un ostacolo al dispiegarsi incontrastato del regime tecno-mercantile. Le classi dominanti del capitalismo cognitivo-finanziario riescono, attraverso il Politicamente Corretto, a imporre una nuova morale di massa che sostituisce la precedente morale tradizionale. La prima è infatti prevalentemente fondata sull’esistenza commerciale. È ciò che si chiama oggi Politicamente Corretto, ossia il versante ideologico del regime di sfruttamento capitalistico. Il capitalismo contemporaneo, finanziarizzato e digitalizzato, si riproduce, nella cultura, attraverso questo strumento di potere. Il sociologo Carlo Formenti fa infatti aperto riferimento «alla solerzia con la quale imprese come Google, Apple e Facebook si fanno promotrici dei principi del politicamente corretto, esaltando le pari opportunità di carriera che vengono offerte ai propri dipendenti e collaboratori a prescindere dalle appartenenze etniche, di genere, preferenza sessuale, ecc. e sanzionando duramente l’uso di linguaggi “inappropriati” al proprio interno». Chi, infatti, si azzarda a criticare tali fondamenti ideologici viene ipso facto considerato, dalla narrativa che le classi emergenti veicolano al fine di legittimare lo stato di cose presenti, estraneo e nemico rispetto ai processi di integrazione nel perimetro della cosiddetta “società civile” (laddove, con il termine “società civile”, intendo quella frazione di ceto medio maggiormente interna al perimetro ideologico del Politicamente Corretto).
Ma com’è che nessuno di questi giovani che hanno vissuto l’Erasmus e poi, di conseguenza, lo sradicamento e la precarizzazione, apre gli occhi? Penso sia una domanda che ci poniamo in molti: come può accadere tutto ciò? È possibile che la propaganda arrivi fino a questo punto?
Il sociologo Alain Deneault ha scritto che, oggi, per lavorare «bisogna saper far funzionare un determinato software, riempire un modulo senza storcere il naso, fare propria con naturalezza l’espressione “alti standard di qualità nella governance di società nel rispetto dei valori di eccellenza” e salutare opportunamente le persone giuste. Non serve altro. Non va fatto nient’altro». Io credo che i ragazzi della generazione Erasmus, istruiti ad hoc presso le costose business school private che frequentano, siano perfettamente a conoscenza di ciò. Accettano il compromesso neoliberale postmoderno (sei mesi di vacanza-studio all’estero, tra svago e “divertimenti”, in cambio del futuro adeguamento al regime disciplinare di precarizzazione permanente) in perfetta malafede. Questa è una categoria da non trascurare o sottovalutare, quando si effettua una critica dei nuovi ceti medi emergenti. D’altronde, soltanto chi è profondamente in malafede o si trova nella condizione di dover tutelare propri interessi economici o politici di ingente consistenza, può prestar credito alla retorica antifascista in palese assenza di fascismo, per legittimare il regime russofobico dell’Unione europea, della Nato, dell’Euro e degli accoliti politici, giornalistici e accademici di codesti organi del capitalismo cognitivo-finanziario. Una categoria, come quella dell’antifascismo, che in passato può forse aver avuto un ruolo storico in qualche modo rispettabile e legittimo, oggi viene utilizzata dal mainstream, previo rovesciamento palmare del suo significato originario, per cercare di marchiare con lo stigma d’infamia i nemici della “società aperta”. L’attacco furibondo che i liberal indirizzano contro di loro, ossia contro i democratici in senso forte (laddove per democrazia si intende il ripristino delle categorie storiche di sovranità popolare e di dignità nazionale dei popoli), è propedeutico esclusivamente al tentativo, disperato, che i manutengoli del regime pongono in essere per legittimare l’oligarchia finanziaria contemporanea. Ciò avviene attraverso la sistematica demonizzazione del XX secolo, ovvero il secolo in cui la politica ha cercato, per molti aspetti fallendo, di stabilire il proprio primato nei confronti dell’economia. La generazione Erasmus è, in questo senso, quella frazione di ceto medio globale che si presta, volontariamente, al tentativo delle classi dirigenti di giustificare, attraverso la demonizzazione del passato europeo (fascista e comunista), l’attuale regime centrato sul dominio dispotico dell’economia finanziarizzata e del cosiddetto “libero commercio” (ma sarebbe meglio dire del commercio liberalizzato, ossia adattato alle esigenze e ai desiderata dei ceti ricchi). Viviamo in un mondo, almeno quello cosiddetto occidentale, grottesco, dove le tragedie storiche (dicotomia fascismo/antifascismo) vengono oggi riproposte in chiave integralmente farsesca (per motivi di mera opportunità ideologica contingente e tattica elettorale, dal PD e dai suoi alleati).
Oggi, in Europa, abbiamo sostanzialmente due fronti, direi: da una parte, c’è una generazione che aspira a una mobilità infinita; sull’altro versante, da sud, arrivano i migranti. Secondo te c’è un intrinseco legame tra la mobilità della generazione Erasmus e quella del migrante, economico o meno che sia?
Certamente. Infatti, questi sono migranti economici e culturali, che perlopiù appartengono al ceto medio dei paesi di provenienza. Personalmente, considero i fenomeni migratori di massa odierni come una sorta di tratta degli schiavi del tempo presente. A mio modo di vedere, la figura del migrante economico e culturale è una categoria del capitalismo e della società liquido-moderna e, come tale, è criticabile. Inoltre, i migranti attuali non sono degli immigrati ma, appunto, dei migranti. Non partono da un territorio dato per insediarsi stabilmente in un altro, contribuendo al suo sviluppo economico e culturale. I migranti si spostano continuamente da un luogo all’altro, consumando (o cercando di farlo) voracemente tutto ciò che un determinato territorio può offrire loro. E questo a prescindere dal colore della loro pelle o dalla estrazione di censo di ciascuno. Il migrante, per definizione, vuole fare soldi per sé stesso, non migliorare la condizione economica e culturale della comunità da cui proviene o della comunità in cui, provvisoriamente, tende a insediarsi.
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Quando la rapina è un’arte, ma la vita è meglio
Quando la rapina è un’arte, ma la vita è meglio
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Ogni cosa va fatta per bene. Tutto. Sennò si è dei dilettanti. Ogni cosa va fatta per bene; anche una rapina. Altrimenti viene fuori un parapiglia e l’arresto è assicurato. E quel che è peggio poi è che magari ci scappa il morto. Anche una rapina può essere fatta ad arte. La casa editrice Oaks lo ha già dimostrato con il primo titolo pubblicato, Le fogne del Paradiso. Nizza 1976:…
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Piero Visani: "Storia della guerra nel XX secolo"
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Piero Visani: "Storia della guerra nel XX secolo"
Ho appena consegnato il mio ultimo libro, Storia della guerra nel XX secolo, all’editore, Luca Gallesi di OAKS Editrice, Milano, che mi ha confermato che intende metterlo subito in lavorazione. Quando uscirà, venendo dopo a Storia della guerra dall’antichità al Novecento (OAKS Editrice, Milano 2018), questa sintetica cavalcata storica dalle guerre dell’antichità greca a quelle odierne, con qualche anticipazione su quelle del futuro, sarà infine completata, come mi ero ripromesso di fare nel 2017. Ora si tratterà di capire a quali temi dedicare i miei prossimi lavori: c’è un progetto su una biografia del generale americano Douglas MacArthur e il mio sogno di fare uno studio ad ampio spettro sulla guerra ibrida, ma ancora, in merito a quest’ultimo, non ho preso una decisione definitiva.
Quel che è certo è che, mentre ruit inreparabile tempus, si accresce l’urgenza di lasciare qualche testimonianza dietro di me. “L’uno vale uno”, in questi campi, è frutto più della capacità di scrittura del singolo Autore che dell’analfabetismo di ritorno (e anche di andata…) di un pubblico distratto.
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Piero Visani: "Storia della guerra nel XX secolo"
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Piero Visani: "Storia della guerra nel XX secolo"
Ho appena consegnato il mio ultimo libro, Storia della guerra nel XX secolo, all’editore, Luca Gallesi di OAKS Editrice, Milano, che mi ha confermato che intende metterlo subito in lavorazione. Quando uscirà, venendo dopo a Storia della guerra dall’antichità al Novecento (OAKS Editrice, Milano 2018), questa sintetica cavalcata storica dalle guerre dell’antichità greca a quelle odierne, con qualche anticipazione su quelle del futuro, sarà infine completata, come mi ero ripromesso di fare nel 2017. Ora si tratterà di capire a quali temi dedicare i miei prossimi lavori: c’è un progetto su una biografia del generale americano Douglas MacArthur e il mio sogno di fare uno studio ad ampio spettro sulla guerra ibrida, ma ancora, in merito a quest’ultimo, non ho preso una decisione definitiva.
Quel che è certo è che, mentre ruit inreparabile tempus, si accresce l’urgenza di lasciare qualche testimonianza dietro di me. “L’uno vale uno”, in questi campi, è frutto più della capacità di scrittura del singolo Autore che dell’analfabetismo di ritorno (e anche di andata…) di un pubblico distratto.
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Storia della guerra dall'Antichità al Novecento", Oaks Editrice, Milano 2018
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Storia della guerra dall'Antichità al Novecento", Oaks Editrice, Milano 2018
Uscirà ai primi di aprile, per i tipi di Oaks Editrice, Milano, il volume I del mio saggio Storia della guerra dall’Antichità ad oggi, il cui titolo è “Storia della guerra dall’Antichità ad oggi”. Ad esso farà seguito il volume II, il cui titolo sarà “Storia della guerra nel XX secolo”. Questo secondo volume è attualmente in fase di stesura.
Il libro sarà una storia sintetica ma non superficiale del fenomeno “guerra” dall’antichità ai giorni nostri. Qui di seguito viene riportata la copertina del vol. I.
Editore:Oaks Editrice
Data di Pubblicazione:aprile 2018
EAN:9788894807257
ISBN:8894807258
Pagine:300
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Storia della guerra dall'Antichità al Novecento", Oaks Editrice, Milano 2018
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Coincidenze/convergenze
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Coincidenze/convergenze
Nel mentre stavo scrivendo il capitolo 11 (incentrato sull’attacco americano all’Iraq del 2003 e la guerra asimmetrica) del mio nuovo libro, dedicato alla Storia della guerra nel XX secolo (Oaks Editrice, Milano), di prossima pubblicazione, mi sono imbattuto in una frase del generale dei Marines James Mattis, ex-segretario alla Difesa dell’amministrazione Trump. L’avevo già letta da qualche parte, ma me l’ero dimenticata. La frase suona così:
“Be polite, be professional, but have a plan to kill everybody you meet“.
Questo è quanto egli insegnava ai suoi Marines, ma devo dire che, come principio, non è male in assoluto. Non è aggressivo, non è offensivo, semmai è rigorosamente difensivo. Non nega la possibilità di istituire legami di vario genere con il prossimo, ma sottolinea l’estrema importanza, nel mondo contemporaneo, di stare in guardia, di essere pronti a difendere se stessi e i propri spazi, in forma auspicabilmente risolutiva.
Mi sono appuntato la frase, se non altro perché detesto il “buonismo” e amo invece il realismo politico/militare.
Considerato un intellettuale, proprietario e avido lettore di una biblioteca di studi militari composta da parecchie migliaia di libri, “Mad Dog” Mattis ha ai miei occhi un altro grande merito: considera le presentazioni in “Power Point” (di cui molti ambienti, non solo quello militare, vanno pazzi) una colossale stupidata, superficiale e scioccamente prona alle esigenze della cultura visiva, che non consente – in quanto tale – di approfondire niente e di capire meno. So che piace a molti, in molti ambienti, e la cosa non mi sorprende, visto il livello complessivo…
#amministrazione Trump#Coincidenze#convergenze#generale dei Marines#James Mattis#Power Point#Storia della guerra nel XX secolo
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Un'idea per le prossime festività
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Un'idea per le prossime festività
L’ignoranza è certamente una delle merci più diffuse in Italia, nonché una su cui l’imposizione fiscale è minore, perché – nel caso fosse applicata – dimezzeremmo in fretta il debito pubblico.
Dilagano invece il tronfio “unovaleunismo” degli stolti, le rivendicazioni soddisfatte del “non ho mai letto un libro!” (guarda che non c’è bisogno che tu lo dica, si vede chiaramente…); le scuole frequentate alla mitica “università della vita”; le lauree prese su Internet (e si vedono anche quelle…).
I risultati sono sotto gli occhi di tutti: politici (ed elettori…) fermi alla pre-alfabetizzazione arrogante; ponti e case che crollano; argini che non reggono; livello di formazione scolastica e universitaria da Quarto Mondo. Gli unici “ponti” che reggono ancora sono quelli per allungare i fine settimana e penso che quelli reggeranno saldamente anche in futuro, se non reggeranno anche di più, visto che i livelli di produttività continuano a scendere, nel soddisfacimento collettivo. Aziende intere vengono tenute in piedi anche se fallite, per evitare guai peggiori.
Sicuramente, su questo sfondo, “l’anno che verrà” è sempre peggiore del precedente, ma ci dicono che sarà migliore, visto che il nostro è il Paese “delle profezie che si auto-avverano”, ovviamente a condizione che non vengano messe alla prova…
Avendo scelto, fin dai miei anni universitari, di voler fare deliberatamente il paria (l’Italia è un Paese che ha più caste dell’India, nel caso non ve ne foste accorti…), ho passato buona parte della mia vita a vivere di espedienti, grandi o piccoli che fossero, non potendo vantare uno status��rispettato e conclamato. Mi è sempre piaciuto fare il “maverick”, vale a dire la bestia non marchiata, al di fuori dei branchi (e delle greggi…), e così sono rimasto bestia, ma senza marchio. Non ci tenevo ad averlo, anche se me ne hanno appiccicati tanti.
Ho scritto alcuni libri, altri sono in cantiere, altri ancora in progetto, perché ho deciso che trascorrerò quest’ultima parte della mia vita a scrivere. Mi permetto perciò “un consiglio per gli acquisti” natalizi. Una copia del mio libro “Storia della guerra dall’antichità al Novecento” (Oaks Editrice, Milano 1998, 195 pagine, prezzo 18 euro, ma lo si trova anche a 15…).
Opera scritta da un non appartenente all’Accademia, ergo consustanzialmente “giornalistica” e amatoriale, “priva di apporti significativi” come quelli che invece si trovano nei volumoni degli storici veri. Essendo stato tutta la vita un “bastardo senza gloria” (del resto, nel caso in cui l’avessi maturata, me l’avrebbero tolta d’autorità) e non essendo invitato alle trasmissioni televisive e/o radiofoniche intese a promuovere le vendite di libri, mi faccio un po’ di promozione da solo, anche se non è elegante. Ma faccio di necessità virtù.
Il libro che promuovo qui è una sinteticissima storia della guerra dall’antichità greca a subito prima della Grande Guerra, scritta in maniera piana per cercare di interessare il lettore. Spera di riuscire a farlo e mi sembra giusto mettere alla prova qualche vostro parente o amico ricordandogli che “la guerra è la madre di tutte le cose” e, più presto ce ne accorgiamo, più tardi diventeremo prede di chi vuole impadronirsi non tanto delle nostre terre, ma delle nostre menti e dei nostri cuori. E ci sta brillantemente riuscendo. Non a caso, mantenendo fede a questa impostazione pseudo-pedagogica, uno dei miei prossimi libri sarà sulla “guerra ibrida”.
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Un'idea per le prossime festività
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Un'idea per le prossime festività
L’ignoranza è certamente una delle merci più diffuse in Italia, nonché una su cui l’imposizione fiscale è minore, perché – nel caso fosse applicata – dimezzeremmo in fretta il debito pubblico.
Dilagano invece il tronfio “unovaleunismo” degli stolti, le rivendicazioni soddisfatte del “non ho mai letto un libro!” (guarda che non c’è bisogno che tu lo dica, si vede chiaramente…); le scuole frequentate alla mitica “università della vita”; le lauree prese su Internet (e si vedono anche quelle…).
I risultati sono sotto gli occhi di tutti: politici (ed elettori…) fermi alla pre-alfabetizzazione arrogante; ponti e case che crollano; argini che non reggono; livello di formazione scolastica e universitaria da Quarto Mondo. Gli unici “ponti” che reggono ancora sono quelli per allungare i fine settimana e penso che quelli reggeranno saldamente anche in futuro, se non reggeranno anche di più, visto che i livelli di produttività continuano a scendere, nel soddisfacimento collettivo. Aziende intere vengono tenute in piedi anche se fallite, per evitare guai peggiori.
Sicuramente, su questo sfondo, “l’anno che verrà” è sempre peggiore del precedente, ma ci dicono che sarà migliore, visto che il nostro è il Paese “delle profezie che si auto-avverano”, ovviamente a condizione che non vengano messe alla prova…
Avendo scelto, fin dai miei anni universitari, di voler fare deliberatamente il paria (l’Italia è un Paese che ha più caste dell’India, nel caso non ve ne foste accorti…), ho passato buona parte della mia vita a vivere di espedienti, grandi o piccoli che fossero, non potendo vantare uno status rispettato e conclamato. Mi è sempre piaciuto fare il “maverick”, vale a dire la bestia non marchiata, al di fuori dei branchi (e delle greggi…), e così sono rimasto bestia, ma senza marchio. Non ci tenevo ad averlo, anche se me ne hanno appiccicati tanti.
Ho scritto alcuni libri, altri sono in cantiere, altri ancora in progetto, perché ho deciso che trascorrerò quest’ultima parte della mia vita a scrivere. Mi permetto perciò “un consiglio per gli acquisti” natalizi. Una copia del mio libro “Storia della guerra dall’antichità al Novecento” (Oaks Editrice, Milano 1998, 195 pagine, prezzo 18 euro, ma lo si trova anche a 15…).
Opera scritta da un non appartenente all’Accademia, ergo consustanzialmente “giornalistica” e amatoriale, “priva di apporti significativi” come quelli che invece si trovano nei volumoni degli storici veri. Essendo stato tutta la vita un “bastardo senza gloria” (del resto, nel caso in cui l’avessi maturata, me l’avrebbero tolta d’autorità) e non essendo invitato alle trasmissioni televisive e/o radiofoniche intese a promuovere le vendite di libri, mi faccio un po’ di promozione da solo, anche se non è elegante. Ma faccio di necessità virtù.
Il libro che promuovo qui è una sinteticissima storia della guerra dall’antichità greca a subito prima della Grande Guerra, scritta in maniera piana per cercare di interessare il lettore. Spera di riuscire a farlo e mi sembra giusto mettere alla prova qualche vostro parente o amico ricordandogli che “la guerra è la madre di tutte le cose” e, più presto ce ne accorgiamo, più tardi diventeremo prede di chi vuole impadronirsi non tanto delle nostre terre, ma delle nostre menti e dei nostri cuori. E ci sta brillantemente riuscendo. Non a caso, mantenendo fede a questa impostazione pseudo-pedagogica, uno dei miei prossimi libri sarà sulla “guerra ibrida”.
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L’ignoranza è certamente una delle merci più diffuse in Italia, nonché una su cui l’imposizione fiscale è minore, perché – nel caso fosse applicata – dimezzeremmo in fretta il debito pubblico.
Dilagano invece il tronfio “unovaleunismo” degli stolti, le rivendicazioni soddisfatte del “non ho mai letto un libro!” (guarda che non c’è bisogno che tu lo dica, si vede chiaramente…); le scuole frequentate alla mitica “università della vita”; le lauree prese su Internet (e si vedono anche quelle…).
I risultati sono sotto gli occhi di tutti: politici (ed elettori…) fermi alla pre-alfabetizzazione arrogante; ponti e case che crollano; argini che non reggono; livello di formazione scolastica e universitaria da Quarto Mondo. Gli unici “ponti” che reggono ancora sono quelli per allungare i fine settimana e penso che quelli reggeranno saldamente anche in futuro, se non reggeranno anche di più, visto che i livelli di produttività continuano a scendere, nel soddisfacimento collettivo. Aziende intere vengono tenute in piedi anche se fallite, per evitare guai peggiori.
Sicuramente, su questo sfondo, “l’anno che verrà” è sempre peggiore del precedente, ma ci dicono che sarà migliore, visto che il nostro è il Paese “delle profezie che si auto-avverano”, ovviamente a condizione che non vengano messe alla prova…
Avendo scelto, fin dai miei anni universitari, di voler fare deliberatamente il paria (l’Italia è un Paese che ha più caste dell’India, nel caso non ve ne foste accorti…), ho passato buona parte della mia vita a vivere di espedienti, grandi o piccoli che fossero, non potendo vantare uno status rispettato e conclamato. Mi è sempre piaciuto fare il “maverick”, vale a dire la bestia non marchiata, al di fuori dei branchi (e delle greggi…), e così sono rimasto bestia, ma senza marchio. Non ci tenevo ad averlo, anche se me ne hanno appiccicati tanti.
Ho scritto alcuni libri, altri sono in cantiere, altri ancora in progetto, perché ho deciso che trascorrerò quest’ultima parte della mia vita a scrivere. Mi permetto perciò “un consiglio per gli acquisti” natalizi. Una copia del mio libro “Storia della guerra dall’antichità al Novecento” (Oaks Editrice, Milano 1998, 195 pagine, prezzo 18 euro, ma lo si trova anche a 15…).
Opera scritta da un non appartenente all’Accademia, ergo consustanzialmente “giornalistica” e amatoriale, “priva di apporti significativi” come quelli che invece si trovano nei volumoni degli storici veri. Essendo stato tutta la vita un “bastardo senza gloria” (del resto, nel caso in cui l’avessi maturata, me l’avrebbero tolta d’autorità) e non essendo invitato alle trasmissioni televisive e/o radiofoniche intese a promuovere le vendite di libri, mi faccio un po’ di promozione da solo, anche se non è elegante. Ma faccio di necessità virtù.
Il libro che promuovo qui è una sinteticissima storia della guerra dall’antichità greca a subito prima della Grande Guerra, scritta in maniera piana per cercare di interessare il lettore. Spera di riuscire a farlo e mi sembra giusto mettere alla prova qualche vostro parente o amico ricordandogli che “la guerra è la madre di tutte le cose” e, più presto ce ne accorgiamo, più tardi diventeremo prede di chi vuole impadronirsi non tanto delle nostre terre, ma delle nostre menti e dei nostri cuori. E ci sta brillantemente riuscendo. Non a caso, mantenendo fede a questa impostazione pseudo-pedagogica, uno dei miei prossimi libri sarà sulla “guerra ibrida”.
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Teodoro Klitsche de la Grange, Recensione a Piero Visani, "Storia della guerra dall'antichità al Novecento"
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Teodoro Klitsche de la Grange, Recensione a Piero Visani, "Storia della guerra dall'antichità al Novecento"
Piero Visani, Storia della guerra dall’antichità al Novecento, OAKS Editrice, Milano 2018, pp. 190, € 18,00.
Questo libro, che verrà presto seguito dalla storia della guerra dal Novecento ad oggi, è riuscito in un’impresa non facile: quella di cogliere le costanti e le differenze, (in rapporto alle epoche) del fenomeno bellico, in primo luogo la sua ineminabilità. Come scrive l’autore “Scrivere un abbozzo di storia della guerra dall’antichità ad oggi, sia pure senza pretese di esaustività e completezza scientifica, può sembrare un’operazione oziosa: la cultura dominante in quello che per convenzione definiamo il mondo occidentale, infatti, ha da tempo espunto dai suoi valori di riferimento il fenomeno bellico”. A dire il vero ha fatto di più: ha creduto di poter eliminare dalla realtà quello che Julien Freund chiamava uno dei “presupposti” del politico: l’amico-nemico, in particolare coltivando l’illusione che possano esistere comunità senza ostilità (e senza conflitti, almeno rilevanti) “i maîtres à penser della cultura dominante ci distillano gocce del loro illuminato pensiero spiegandoci che, in un’epoca evoluta(!) come l’attuale, i conflitti, anche quelli tra gli Stati, non sono più armati, non possiedono una dimensione militare, ma si svolgono a livello economico e finanziario. E naturalmente, pensando a questo, ci sentiamo tutti più tranquilli e anche fortunati, perché le nostre vite non sono distrutte dagli spari o dalle bombe, ma “soltanto” dall’impossibilità di avere un lavoro, o di averlo tale per cui sia decentemente remunerato, o esposto alle insidie di popoli più disgraziati del nostro, disposti ad accontentarsi di un pugno di riso per lavorare più e magari meglio di quanto non facciamo noi”.
Tanto per cominciare, la guerra (e il nemico) è eliminata dal vocabolario. Ma siccome i dissenzienti a tali visioni (sedicenti) ireniche, esistono e non intendono “pacificarsi”, verso questi “la violenza è ancora possibile e tuttora accettabile. Non è guerra – sia chiaro – perché non c’è nemico da affrontare; piuttosto, è un’operazione di polizia, nazionale o internazionale, da condurre a carico di quanti non si vogliono piegare, non si sa perché, alla logica razionale e razionalistica di chi ne sa più di loro, degli illuminati, degli ottimati, dei beati possidentes”. In realtà, sostiene Visani, “se la guerra non esiste più (e sappiamo fin troppo bene che non è vero), il conflitto gode di ottima salute – se così si può dire – e assume continuamente nuove dimensioni, che investono tutti i campi e tutte le attività umane, in una logica di privatizzazione dello scontro che rischia davvero di dare concretamente corpo ad uno dei peggiori incubi della storia umana: il bellum omnium contra omnes, di hobbesiana memoria”. D’altra parte conflitti e ostilità sono presupposti della guerra (intesa come violenza); la quale è in sé un mezzo della politica (Clausewitz) che può conseguire i propri scopi (anche e soprattutto di potenza) ora con la guerra ora con la pace (spesso finta). Qualche anno fa nel libro notissimo di due colonnelli cinesi, “Guerra senza limiti”, si mostrava come in un mondo che rifiuta la guerra classica, questa ripieghi in altre forme, spesso conosciute (come quella economico-finanziaria) o del tutto nuove, come le aggressioni informatiche, ma accomunate dallo scopo della guerra (Clausewitz e Giovanni Gentile) che è quello di far sì che il nemico (l’altro gruppo politico) faccia la nostra volontà, anche senza impiegare mezzi militari (cosa che Sun-Tzu elogiava già 25 secoli fa). L’obiettivo del libro è “sollecitare ad una riflessione sul fatto se una civiltà possa davvero fare a meno di possedere una “cultura del conflitto”. Non c’è niente di peggio che rifiutare di riconoscere alla guerra “l’esistenza a livello culturale, lasciando che l’opinione pubblica e soprattutto le giovani generazioni non conoscano o addirittura rifiutino di conoscere la dimensione conflittuale, con la conseguenza di risultare sempre più alla mercé, soprattutto per ignoranza, di chi – in forme sempre più evolute e subdole – le vuole solo aggredire, per farle oggetto di conquista dapprima sul piano intellettuale, poi su quello economico-materiale e infine su quello fisico”.
Così è ricordato da Visani il rapporto tra modo d’esistenza delle comunità (in particolare – ma non solo – la forma politica) e modo di combattere: altro è l’esercito di una democrazia politica, in cui tutti hanno il dovere di prendere le armi, altro quello di un’aristocrazia (è un diritto/dovere che compete a pochi), altro della monarchia.
Così la descrizione delle diverse epoche e forme di guerra occupa circa duecento pagine che sarebbe lungo esaminare: compito da lasciare al lettore. Ma una citazione la vogliamo fare: è quando l’autore commenta l’esito – pessimo sul piano militare ma buono sotto quello politico – della nostra Terza Guerra d’indipendenza “La Terza Guerra d’Indipendenza riveste un ruolo importante nella storia nazionale perché è la prima in cui si manifesta un modo italiano di fare la guerra che ha segnato in profondità la vicenda storica nazionale: una classe politico-militare incerta a tutto, per nulla convinta del modo con cui raggiungere i propri obiettivi politici e ancor meno disposta a sostenere le spese necessarie per dotarsi di uno strumento militare adeguato, sia terrestre sia navale… Si tratta di un modello comportamentale che tenderà a ripetersi con preoccupante frequenza e che segnerà nel peggiore dei modi la nostra storia unitaria, anche in tutti i conflitti successivi in cui il nostro Paerse sarà impegnato, Di questo modo italiano di fare la guerra non si è mai parlato granché e anche oggi su di esso si preferisce glissare, sia perché è assolutamente conforme al carattere nazionale sia perché, a partire dal secondo dopoguerra, ha cominciato ad intersecarsi con la retorica sull’inclinazione naturalmente pacifista (che non equivale a dire “naturalmente politica”, anzi…) degli italiani e delle loro stesse forze militari. I risultati di tale disposizione mentale sono sotto gli occhi di tutti e hanno accelerato la nostra progressione come Paese privo di sovranità reale e privo anche di una vera cultura militare”.
Nel complesso un libro interessante, cui può adattarsi in pieno il giudizio di Proudhon che la guerra “domina, regge con la religione, l’universalità dei rapporti sociali. Tutto nella storia della umanità, la suppone. Nulla si spiega senza di lei; nulla esiste senza di lei; chi sa la guerra, sa il tutto del genere umano”.
Teodoro Klitsche de la Grange
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