#Los Bollos
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Hola!
Dilema filosófico de semana santa (no importa si eres creyente o no) ¿cuál es el mejor platillo de tu pueblo para estas fechas? Justifica tu respuesta
Lo mejor de la gastronomía de Semana Santa en Asturias sin lugar a dudas es el Bollo. El bollo es una especie de tarta que tradicionalmente regalan los padrinos a los ahijados el domingo de Pascua.
El más habitual es muy parecido al roscón de Reyes, de hojaldre y relleno de almendra, siempre de varios pisos:
Y que no intenten engañarte los fashionistas modernos de la pastelería. Las plumitas para decorar son un must.
Pero en mi ciudad tenemos una versión propia y exclusiva. El bollo de Avilés, que incluso tiene su propia fiesta de interés turístico nacional.
Es un mantecado con glaseado de azúcar glas y siempre con forma de trébol de 4 hojas.
¿Justificar por qué es el mejor? Las llambiotadas se justifican en si mismas.
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por supuesto que el ÚNICO día que no me pongo protecciones es el día que me meto tremenda hostia
#haciendo la cosa más tonta del mundo además porque por qué no humillarse hasta el final#tengo un bollo en la rodilla el codo quemado y la dignidad en el suelo 😢 @ diosito si me odias simplemente dímelo no hace falta todo esto#por suerte el peor parado de todo esto ha sido muy orgullo porque ya lo que me faltaba con todo lo que llevo es encima lesionarme#zai.ez
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Pensé que capáz podía reutilizar mi idea inicial aun si era parecida a otra escena para la parte de mozzarella del animatic pero acabo de ver el storyboard y NO HAY NADA. MARS DEL PASADO TE VOY A RECAGAR A PIÑAS
#*mirandome al espejo* AL FIN ENCONTRÉ AL FORRO QUE ME SIGUE CAGANDO LA VIDA#llorando estoy re cerca de terminar la fase de lineart pero no tengo NADA para eso#(estoy usando la cancion de pizzeria michi por cierto)#lo unico q se me ocurrio es capaz dibujar unos bollos de mozzarella y q uno sea un gatito blanco en modo pan durmiendo#lo peor es q se q hace unos dias tuve una idea pedorra para zafar PERO POR SUPUESTO EL SUSODICHO NO ANOTÓ NADA Y SE FUE A DORMIR#no no voy a poner una jojoreferencia no cai tan bajo aun. aun#haunted.txt
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🌺𝑀𝑒𝓂𝑜𝓇𝒾𝑒𝓈 𝑜𝒻 𝒢𝓇𝒶𝒸𝒾𝒹𝑒𝒶🌺 Pokemon Legends Arceus post game AU Capitulo 3 - Realidad Parte 3
🎇ENGLISH: @elieliart
MIERCOLES DE GRACIDEA! YEY Ay... Creo que esta semana estuve leyendo demasiado shoujo (⁄ ⁄•⁄ω⁄•⁄ ⁄)⁄
No saben CUANTO pense el peinado de Eirin, hasta que decidi volver a los bollos que usaba cuando jugaba Paldea haha.
#au#pokemon au#art#oc#oc x canon#oc art#oc x cc#pokemon#pokemon arceus#pokemon manga#artists on tumblr#my art#pokemon art#digital art#artwork#pokemon oc#pkmn#pokemon legends arceus#pokemon legends za
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I'm the same person with the earlier hair question. I have textured hair so I wanted to ask if the terms in English correlate with any universal words between the Spanish dialects. Are there terms for textured styles?
Box braids, afros, hair twists, braided buns, protective styles etc.?
Yes, though I'm not the expert so I'll share what I know
Typically, hair texture is divided into these categories that I know of:
liso/a = smooth lacio/a = smooth / straight
fino/a = fine
rizado/a = curly
ondulado/a = wavy
crespo = frizzy / curly
When it comes to more textured hair, you're usually seeing rizado/a, ondulado/a, or crespo/a used - for reference though rizado/a "curly" can also imply using a curling iron and creating ringlets or waves, and ondulado/a is just "wavy" or "in waves" but not necessarily curly, while crespo/a is sometimes more common for natural African hair where to me crespo/a implies texture and volume - and el afro is "the afro" hairstyle
[in other contexts, afro- is the prefix for "African" like afrolatino/a "Afro-Latino/a" as an ethnicity, or la literatura afroamericana "African-American literature" as a category]
As far as textured styles the default term you see is la trenza africana "African braid" which is an umbrella term but sometimes there aren't specific words (that I know of)
French uses vanilles for "twists" which means "vanilla" but I think it also means "pods" or "vanilla pods"
In Spanish I've seen la torzada and los twists - like un peinado con twists "a hairstyle with twists"
[It's not a standard word that I know of but la torzada shows up a lot with hair; I think it's related to torcer "to twist", but I've seen hair tutorials use torzar like a verb - so just be aware of that; the verb for "to braid" is trenzar]
The other basic word is la trenza "braid", so that's where you'll see la trenza de caja "box braid", or el moño trenzado "braided bun"
Note: The other word for "bun" is el bollo which is related to "bun" in a bakery - I've also seen it called el rodete which is related to the word "round" or "wheel" but to me that's like you braided the hair then wrapped it up like a bun in a wheel, but I could be wrong
There is also la trenza cosida which is more like a French braid, it's literally "knit braid" or "sewn braid", but that's like one strand over the other and back again not super tight but in case it comes up - but la trenza africana cosida is another word for "cornrow", though again la trenza africana is sometimes used for that
Oh! And the word for "dreadlock" is la rasta which I'm almost positive is related to Rastafarian like Jamaican
As for "protective style" I think it's el peinado protector as el peinado is "hairstyle" [lit. el peinado comes from peinar "to brush" but it's "hairdo" or "hairstyle"]
Sometimes it helps to look at Wikipedia entries on hairstyles as sometimes they give more detailed info and related terms
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Mimatocolors: Day 3/Blue
Se acercaba el día del mar en Japón y Mimi le había pedido a Yamato ir a celebrarlo pero vestidos de marinos, algo que Yamato ya no pudo objetar.
Su "cita" era en el Parque Marino de Odaiba, una vez que se encontraron fueron a dar un paseo por todo el parque, viendo las decoraciones que armaron ese día, después fueron por unos bollos dulces.
- Tienes un poco de migajas en la cara - dijo Yamato a Mimi y por instinto quito la migaja sin darce cuenta que roso la comisura de los labios de la castaña.
Mimi al darce cuenta de la reacción que tuvo Yamato hacia ella, se puso nerviosa y no sabía porqué - Gra...gracias - apenas pudo pronunciar una palabra.
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No estaba muerta, andaba de.... trabajo XD
Me vale madres si tardo una eternidad con el reto, siempre va a valer para mi persona favorita @blake.m0nd y con una colab con la besty @noixdraw 🤩💖
Lineart de Mimi: @noixdraw
Linear de Yamato y pintado: @avazans
#mimato #yamamimi #mimatocolors #Mimatochallenge #mimitachikawa #太刀川ミミ #やまみみ #ヤマト/ミミ
#yamatoishida #石田ヤマト #digimon
#デジモンアドベンチャー #digimonadventure02 #digimontri #digimonkizuna #digimon2020 #digimonthebeginning #animefanart
#fanart#anime#digimon reboot#digimon adventure#digimon#yamato x mimi#matt x mimi#mimi tachikawa#yamato ishida#matt ishida#crack ship#mimato#yamimi#mimato colors
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last year i went to albacete with my family and my grandma told me that her father planted one of the first trees in this park next to her sister's house. now i'm reading his memoirs and he just talked about that event !!!
this is the only picture i took of the park that day (i'm obsessed with the albacete themed garbage containers btw)
and here's his description of the whole thing <3
Estos edificios los hacían de tres y cuatro pisos y que en pocos años se llegó la calle hasta la que es ahora la Plaza de Don Gabriel Lodares que al final se empezó a hacer el parque que se llamó de Canalejas y después otro nombre que no recuerdo y que al final de la Guerra Civil los de Franco le pusieron de los Mártires porque en él fusilaron los rojos a varios señores de los más superiores de la sociedad del pueblo. Hoy se llama de don Abelardo Sánchez, de los primeros árboles que se pusieron yo ayudé a poner uno pues fue un día de Jueves Lardero que nos convidó el Ayuntamiento, dándonos de merienda una bolsa de papel con un bollo, un huevo y una onza de chocolate y una naranja, así que de esto hará ya setenta y seis años.
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se encuentra contra la pared, arrancando pedacitos del papel tapiz para hacerlos un bollo y aventarlos por la habitación. a diferencia de la mayoría, ni siquiera tiene intención de rebuscar entre las habitación y supuestos tesoros, da por hecho que nada le será de utilidad, por lo que busca otro tipo de entretenimiento. carcajada se le escapa cuando otre se atraviesa y bollito que acaba de lanzar con la intención de embocarlo en un agujero le da en la cabeza al ser en cuestión. sin embargo, risa se corta al ver seriedad en facciones ajenas. "¿ups?" sonrisita brilla mientras alza uno de sus hombros en aparente inocencia.
#dejo esto y me voy a dormir#si mañana quedan st en el blog#sigo respondiendo!#warning: va a hacerse la linda#* diálogo.
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Si quieres podemos culpar al ron, al tequila y las cervezas, hijo; podemos decir que los mariscos que comimos eran afrodisíacos; podemos poner cualquier excusa que se te ocurra, mi amor. Pero no puedes negar que tenerte dentro de mí y sentir tu "crema de bebé" en mi "bollo" fue el mejor regalo de día de las madres que he tenido y me gustaría repetirlo mientras sigo en mis días fértiles. Tal vez en Junio pueda festejarte el día del padre también; y el próximo año también el día del niño con nuestro bebé endogámico fruto de nuestro amor filial.
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Ancora sugli imbecilli
Abbiamo bisogno di voialtri. Voi siete le vittime del nostro piacere e il sottosuolo della nostra grandezza. Siete affondati perché possiamo emergere; vi abbassate perché possiamo salire. Permettetemi di pregare per l'anima vostra, imbecilli convinti e innumerabili. Quando vi contemplo seduti alla tavola di un ben illuminato caffè — le vostre facce hanno bisogno di molto luce — quando vi guardo per le strade e per i teatri, nelle botteghe e nei tranvai, una grande e invincibile tenerezza mi assale e duro fatica a reprimere la tentazione di buttarvi le braccia al collo e di baciarvi le mani. In quei momenti la mia pietà è realmente infinita e debbo nasconderla sotto la più brutale durezza per non umiliarvi più del bisogno. Quando penso a quel che vi manca e vi mancherò per tutto la vita; quante emozioni non sentite; quanti aspetti delle cose non scorgete; quante verità non alienate; quanto bellezza vi sfugge e quanto coraggio vi fa difetto, io, che non ho le lacrime facili, avrei sul serio voglio di piangere. Io so che passate attraverso il mondo senza intuirlo nella sua diversità e solidità; senza fermarvi a contemplare quelle minime cose che son le più grandi nell'emisfero della poesia; senza penetrare né l’anima delle vostre donne né quelle de' vostri compagni e neppure la vostra, la vostra infinitamente piccola anima. Io so che il genio può passarvi accanto, vivo, in carne ed ossa, in parole e in ispirito, e che voi non lo vedete, non siete capaci di vederlo, di avvicinarvi, di parlargli, di andare con lui, di lasciar padre e madre e ogni trascurabile bene per seguirlo all'interno dei suoi proibiti piaceri. Io so che quattro, cinque, dieci idee vi bastano per tutta la vita, vi servono per tutti gli usi quotidiani, per il giorno e per la notte, per l'amante e per il parrucchiere, per parlare e per scrivere, per alzarvi la mattina e per andare a letto la sera e che nel vostro cervello, senza finestre dalla parte del cielo, non hanno diritto d’ingresso che le verità diventate luoghi comuni e l'idee che a forza d'uso son fatte imbecillità. Io so, e lo so con matematica certezza, che pensate coll’altrui pensiero, che vedete cogli occhi degli altri, che giudicate col giudizio degli estranei e che le vostre ammirazioni e i vostri entusiasmi vanno soltanto a quelle cose che qualcuno di voi timbrò ripetutamente col sudicio bollo della fama più infame. Io so tutto questo — ed altro ancora che non dico per dignità — e non dovrei commiserarvi sinceramente dal profondo del cuore? Non crediate ch'io sia cattivo o che mi eserciti nel sarcasmo. Vi amo perché siete il contrappeso necessario dei pochi e la mia pietà è senza nessun sottinteso. E vi amo, vigliaccamente, anche perché ho paura della vostra vicinanza. […] Permettetemi dunque di pregare anche per voi, imbecilli preziosi e desiderabili, almeno una volta. Io non so quali sono le parole che posson farvi piacere e le grazie che ricercate ma lodo e celebro il Signore perché vi dia quel che domandate e perché tutti i vostri desideri siano speditamente esauditi.
G. Papini, Gli imbecilli [1913-1951], Viterbo, Millelire, 2007
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Del cuaderno... (XI)
VIRTUDES REDENTORAS
Tengo ciertas virtudes redentoras. Una de ellas, tal vez la más útil, me ha venido muy bien a lo largo de los años, y se halla en mí desde la más temprana infancia: la capacidad de convertir aquello que me causa tribulaciones, o que deseo y que me falta, en nutritivo condumio para el alma. El amor fati nietzscheano, por decirlo «en culto». Más en vulgar, una especie de variación sobre el famoso dicho de que «lo que no mata engorda». Yo convierto, en la medida de lo posible, en néctar el veneno. Es muy curioso. Nos salvamos, una y otra vez, por una razón bien simple: porque no tenemos más remedio. Así vamos viviendo; y así moriremos. La cosa no tiene nada de particular, y al mismo tiempo es un milagro.
[16/03/24]
MÚSICA PARA DETECTIVES
Hay títulos en internet ante los que tiene que quitarse uno el sombrero. Este es el de una selección de «música relajante para detectives» en la plataforma YouTube (a la que precisamente por sus magníficos contenidos de ambient y diversas «músicas tristes» estoy suscrito): Sherlock y el misterio del corazón. ¿Qué hubiera hecho con eso el inefable Arthur Conan Doyle? Goza uno pensándolo; antes de sentirlo, bastante profundamente; porque nunca lo sabremos.
[17/03/24]
TIEMPO DE SEMANA SANTA
Siempre me sorprendo en el mes de marzo mirando por la ventana a la caída de la tarde, olisqueando el aire preprimaveral y elevando un íntimo rezo —una íntima plegaria— en petición de lluvia. Marzo es uno de mis meses favoritos; aunque todos los meses me gusten. En la meseta castellana puede virar de invernal puro —con nieve incluso, y con fuertes vientos— a delicia típica de lo que yo llamo «tiempo de Semana Santa».
Pascua este año cae en la última semana de marzo, que casualmente es la que viene. Volveré a ser feliz, recordando —por enésima vez— la «mona» que en esos días, de niños, nos llevábamos de merienda al campo: el bollo de pan de yema (el brioche francés), con un huevo cocido coronando su cima, que se come en Levante en Semana Santa y se llama «mona de Pascua». Pierdo la cuenta de los fragmentos y poemas que a este dulce asunto le he dedicado (en mi libro Pasos en el corredor se recoge una pieza, titulada “Pottering About”, que es de las más recientes que recuerdo haber consagrado, parcialmente al menos, a la materia).
Este año no saldré al campo a comer la mona. Eso es algo que no hago desde hace por lo menos medio siglo. Pero es muy posible que saque la bicicleta —me lo está pidiendo el cuerpo a gritos— y baje por el Manzanares, y por Legazpi y Embajadores, y de ahí me vaya rodando en vasta vuelta hasta el parque forestal de Entrevías, para subir luego otra vez hacia Madrid en Cercanías, desde el Pozo del Tío Raimundo. Esa es buena gira; verdaderamente estupenda. No habrá tanta gente en la ciudad. En fechas festivas todos huyen, y eso —muchas veces me pregunto si hay alguna cosa, buena o mala o regular, que no se preste a ser convertida en alegría— me hará sentirme tan feliz como cuando de pequeño salía al campo de merienda.
Solo hará falta, para que mi dicha sea completa, que entre escapadas ciclistas (habrá más de una) nos visite la lluvia.
[18/03/24]
PLEGARIAS QUE ENCUENTRAN ECO
Mis plegarias de la semana pasada no cayeron en saco roto: mañana es Jueves Santo y llevamos dos días de regreso al invierno, con frías temperaturas y abundante lluvia, que parece que va a continuar en las próximas jornadas. Ni que decir tiene que eso me alegra mucho.
Dedico esta breve temporada de calma absoluta a seguir adelante con mis numerosas tareas creativas: el presente cuaderno en marcha, que no cesa en su avance; el «megalibro» de ensayo-ficción (edición faraónica y total de mis notas y fragmentos de los tres primeros lustros de este siglo); y los diversos otros proyectos que yacían en dique seco, aguardando su definitiva puesta a punto y su reflotamiento. Todo llega, y a cada cosa le llegará su momento.
No he sacado la bici. Tal vez debería buscar un hueco de unas horas entre mis quehaceres, aunque la lluvia dificulte ahora posibles salidas. También puedo quedarme aquí, viendo la lluvia caer —en intensos chaparrones intermitentes— desde mi ventana.
Ayer hubo fuertes chubascos. Llegó a caer incluso una violenta descarga de pedrisco, que a mí me pilló a la intemperie y en tránsito. Volvía yo a última hora de solicitar unos análisis de rutina en el hospital de Sanchinarro y regresaba a pie desde La Paz, donde me había dejado el autobús, en forcejeo tenaz con los elementos y con mi propio paraguas plegable, que en las Cuatro Torres había sido vuelto varias veces del revés por las gélidas ráfagas de viento. Eran las nueve de la tarde-noche y ya había oscurecido; el aire en los alrededores de La Paz soplaba con polar ferocidad. Tras cruzar dando tumbos el Parque Norte, llegué a casa más o menos empapado, y con las manos como carámbanos de hielo. Pero traía conmigo un pan exquisito, con trozos de chocolate y fragmentos de monda de naranja, que había comprado horas antes en el barrio de Salamanca y custodiado heroicamente, en las entrañas de mi abrigo, durante mis largas deambulaciones urbanas y hospitalarias.
Ya en la cocina de mi domicilio, después de secarme, reponerme de los estragos de la granizada y cambiarme de ropa, me preparé un sabroso emparedado de jamón, acompañado de una reparadora taza de té, y sentí que poco a poco volvía a la vida. ¡Siempre son las pequeñas cosas las que acuden en nuestro auxilio! Nos rescatan; nos sumergen de nuevo en lo que Bertolt Brecht llamaba (en un poema titulado «El que duda», en este cuaderno incluido) «el flujo del acontecer».
Esta mañana —nubes y claros, rachas intensas de lluvia y viento en el barrio— me sumerjo en ese flujo, que es el que me redime.
[27/03/24]
ROGER WOLFE
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ya sé que algunos, espero que la mayoría, lo dicen de joda, pero cortenla rápido si ven que hay tarados siguiéndoles el juego pero hablando en serio de que Uruguay es legítimamente e históricamente de arg/brasil porque están sonando como ya saben quiénes y el horno no está para bollos en la politica en este momento
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Capítulo XXVI: Poción de elocuencia
Despertó al mediodía. Habría seguido durmiendo si no fuera porque algo, una caricia persistente que recorría su brazo de arriba a abajo, la sacó del sueño. Alicent entreabrió los ojos, aturdida. Los rayos de Magnus caían sobre su rostro, cegándola. Cerró los ojos y giró sobre sí, convencida de que estaba en su casa a pesar de que su cama nunca antes se había sentido tan cómoda. Se estaba a punto de volver a dormir cuando una nueva caricia la ató a la vigilia. Aunque intentó pedir cinco minutos más, solo salió un gruñido de su boca. Tenía demasiada sed.
—Nunca imaginé que durmieras tanto —dijo Seth—. Estás muy bonita durmiendo, hasta cuando babeas —comentó con una risa suave.
Alicent parpadeo un par de veces, desconcertada. ¿Qué hace Seth en mi habitación? Se removió en la cama y estiró el brazo, buscando su manta de piel para cubrirse, avergonzada de que él la estuviera viendo así. Tanteó la tela mientras volvía en sí hasta que se dio cuenta de que estaba tocando la manta, pero no su manta. Se parecía más a las que Idgrod y Joric tenían en sus habitaciones. Extrañada y medio despierta volvió a girar sobre sí, hacia la luz, hacia la voz de Seth, dispuesta a descubrir lo que estaba pasando. Fue durante el giro que terminó de despertar, y los recuerdos de la última noche la atravesaron como el rayo la atravesó en el pasado: sintió su cuerpo entumecido paralizarse, y sus brazos empezaron a temblar tanto que parecía estar convulsionando. Incluso podía sentir el escozor justo en la zona por la que había entrado.
Alicent se aferró a las sábanas. Eran más finas y ligeras que ninguna otra sábana que hubiera usado nunca, tanto que ondeaban un poco por el tembleque de sus manos, haciendo cosquillas sobre su piel. Seguía desnuda, tal y como Seth la dejó en la cama después de… después de…
Abrió los ojos de par en par. Seth estaba de pie frente a ella, sonriendo como si nada. Como si acabara de regresar del Cerro tras un día normal y todo estuviera bien. Alicent se incorporó despacio sin apartar la vista de él, sin apenas parpadear, aferrada a las sábanas con ambas manos bajo la barbilla, ocultando su desnudez. Sintió la tentación de taparse hasta la cabeza como hacía por las noches, cuando se quería ocultar de los monstruos. Pero ahora vivía en una torre llena de monstruos, de vampiros. Y luego estaba Seth. En aquel momento Seth también le parecía un monstruo, aunque fuera humano.
—Te he traído esto, supuse que tendrías hambre.
Seth dejó una bandeja de madera redonda junto a ella. Tenía un vaso con zumo, un par de bollos dulces, un trozo de empanada de carne y una jarra con agua. Alicent se lanzó a por el agua y bebió varios vasos con desesperación; la última vez que había comido y bebido había sido en Morthal, en su casa. Miró hacia la comida, pero tenía el estómago revuelto. En realidad, sentía un malestar general por todo el cuerpo que crecía junto a su tensión, como alimentado por los nervios.
—No tengo hambre —murmuró, mientras alzaba la mirada despacio, desde la bandeja hasta sus ojos.
—Entiendo —dijo él—. Prefieres que hablemos antes. Imagino que tendrás muchas preguntas.
Seth no parecía sorprendido. Ni siquiera parecía sentirse ni un poco culpable. Le mantuvo la mirada sin problema e incluso suspiró con pesadez, como si le molestara su actitud. Aquello la enfadó. La enfadó tanto que el malestar y las ganas de llorar se convirtieron en coraje.
—Tampoco quiero hablar contigo —espetó.
Seth apretó los labios y la miró con advertencia. Su madre siempre la miraba así cuando seguía pidiendo algo que ya le había denegado, como cuando insistió en ir a Soledad junto a sus amigos hacía un par de años, la primera y única vez que la jarl la había invitado a un viaje. Sabía lo que significaba aquella mirada: “Sigue así y te ganarás un castigo”. Seth se sentó a su lado y apoyó una mano en su hombro. Alicent no se atrevió a apartarla de un empujón, amedrentada por su mirada, pero el tacto de su piel era algo insoportable y vertiginoso, tanto que se tuvo que mover.
—Aléjate de mí —dijo casi en un grito, con la voz llena de desesperación.
Prácticamente, saltó al otro extremo de la cama. Lo hizo de una manera tan brusca que, sin querer, tiró la bandeja. El pastel y los bollitos salieron volando, el zumo se desparramó por la cama y por el suelo, donde tanto el vaso, la jarra, como el resto de la vajilla cayeron, armando un estruendo. Seth se levantó a tiempo de esquivar el zumo y se quedó de pie desde el extremo de la cama. Alicent lo miró, aunque no lo quería ver; se sentía más segura si podía vigilarlo.
—¿Pero se puede saber qué te pasa? —preguntó Seth con sorpresa, mirando el desastre que había hecho en el suelo— ¿Te has vuelto loca?
—¿Cómo que qué me pasa? Me pegaste —acusó con la voz crispada, incrédula, sin poder creer que tuviera que justificar su actitud—. Seth, me trajiste a un nido de vampiros. Y luego… luego… —Alicent apretó los ojos con fuerza y se le escaparon las lágrimas ante el doloroso recuerdo del abuso—. ¿Cómo pudiste hacerme eso…?
—Pensaba explicártelo ahora, pero… —Seth se pausó un momento y frunció el ceño, como si acabara de caer en la cuenta de algo—. Espera, ¿qué se supone que te he hecho?
Alicent parpadeó un par de veces, mirándolo. Seth la miró de vuelta con una expresión tan desconcertada que Alicent se la creyó. Tanto que, por un momento, se preguntó si en vez de cruel no sería estúpido. Alicent apretó los puños bajo la barbilla, todavía aferrada a la sábana.
—Te aprovechaste de mí. Me… Me… —violaste. Esa era la palabra, pero Alicent fue incapaz de decirla en voz alta. Intentó buscar otra forma de llamar a lo que había pasado la noche anterior, pero no la encontró—. Yo no quería, y tú me…
—¿Yo, qué? —la cortó Seth, con ambas cejas levantadas y una mirada desafiante.
Alicent se encogió en el sitio, pero no se dejó amedrentar.
—Me usaste como a una muñeca y me metiste… me metiste eso. Me obligaste a…
—Yo no te obligó a nada.
Seth la cortó de nuevo. Alicent abrió la boca con indignación e intentó defenderse, pero Seth levantó la mano, haciéndola callar.
—No, déjame hablar a mí, Alicent.
Apretó los labios, mirándolo. No le interesaba nada de lo que él tuviera que decir, no había excusa en el mundo que justificara sus actos, pero no tenía otra opción. En aquel momento dependía de Seth para poder volver a Morthal. Dependía de él incluso para abrir la maldita puerta del cuarto. Así que asintió, se cruzó de brazos con cuidado de no soltar la sábana y lo miró en silencio, haciéndo saber que lo escuchaba.
—Tú elegiste venir, yo no te obligué. ¿No es verdad? —Alicent apretó los labios y asintió—. Y anoche te di muchas oportunidades para parar, pero no hiciste nada, ¿o me equivoco? —Aunque en esa ocasión Alicent no hizo ni dijo nada, Seth se tomó su silencio como una confirmación—. ¿Ves? Tú querías hacerlo tanto como yo, Alicent, no sé cómo puedes acusarme de algo así.
Alicent quedó atónita, sin palabras. ¿Era posible que Seth creyera de verdad que ella había querido? Su boca se torció en un mohín disgustado y bajó la cabeza. Aunque no podía recordar todo con exactitud, era cierto que él le había dado la opción de bañarse sola y que ella no se había negado a su ayuda. ¿Había sido su culpa? Quizá si se hubiera esforzado un poco más podría haber hecho o dicho algo y nada de aquello hubiera pasado.
Seth pareció darse cuenta de que estaba bastante confundida, porque su mirada adquirió un matiz comprensivo. Rodeó la cama y se volvió a sentar junta a ella, con el cuerpo girado en su dirección. En esa ocasión no la intentó tocar, cosa que ella agradeció internamente.
—Alicent, lo que pasó fue porque tú quisiste. Porque sientes algo por mí, al igual que yo lo siento por ti. Entiendo que… —miró hacia abajo, hacia su vientre cubierto por la sábana. Alicent se aferró más a la sábana y él subió los ojos a los suyos—. Es normal que te duela, ¿vale? Y se te pasará. Siempre ocurre la primera vez. Pero no es justo que me acuses de algo así solo porque no ha sido como sea que te hayas imaginado. Es que no, Alicent. ¿No te das cuenta de lo horrible que es lo que insinúas? Haces que parezca… que me sienta un monstruo.
Alicent agachó la mirada, sintiendo una punzada de culpa. Intentó ponerse en su lugar y pensar en cómo se sentiría ella en su situación. Por más vueltas que le dio, no se veía capaz de hacerle daño de manera voluntaria. No se veía capaz de dañar a un extraño, mucho menos a alguien a quien quería. Era imposible. Y como Seth la quería, debía ser lo mismo para él.
—No sabía lo que estaba pasando —reconoció en un hilo de voz, bajando la mirada—. Estaba tan asustada que ni siquiera me podía mover. ¿Cómo…?¿Cómo pudiste pensar que quería hacer… eso, después de todo lo que acababa de pasar? —lo miró, con lágrimas en los ojos. No solo quería que él la entendiera, sino que también lo quería entender ella misma—. Creía que… Después de lo que pasó en el Cerro… Me prometiste que esperarías —acusó al fin antes de romper en llanto, sintiéndose traicionada al recordar la promesa rota.
Seth parpadeó un par de veces y luego la miró de esa manera que hacía que se sintiera tonta, como si hubiera dicho una estupidez.
—Y he esperado. He esperado a que estemos juntos, a que vivamos juntos. Estamos comprometidos, por Mol… —Seth se cortó y respiró hondo, su nariz aleteó un par de veces y la miró con frustración—. Por Los Ocho, Alicent. ¿Cuánto más querías que esperara? ¿A después de la boda? Ya no estamos en la Segunda Era.
Molag. Casi jura por Molag.
Seth apoyó una mano en su pierna y Alicent se levantó de la cama sin soltar la sábana, de nuevo atemorizada. Lo poco que sabía de Molag Bal bastaba para saber que jurar por él era algo malo. Muy malo. Quería apartarse más de él, de la cama, pero el cuerpo de Seth tenía atrapada la sábana contra el colchón y Alicent no tenía más ropa con la que cubrirse.
—¡No me toques! —pidió con la voz rota. Se sorbió la nariz, sintiendo como las lágrimas resbalaban por sus mejillas—. No me toques —repitió más bajo, susurrando.
Seth se tensó y el enfado brilló en su mirada. Al hablar, su voz sonó mucho más fría que antes, sin ningún rastro ya de comprensión ni paciencia.
—Lo diré una sola vez. Si quieres vivir aquí, tendrás que empezar a portarte como una adulta. Ya eres una mujer, Alicent —le recordó—. Y yo soy un hombre, y no tengo por qué aguantar esto.
Seth se levantó de la cama y Alicent pudo retroceder hasta pegarse contra uno de los cuatro pilares que, junto al medio muro de piedra, delimitaban el área de la cama. Reprimió un respingo al sentir la piedra fría contra su piel desnuda. Seth hizo un gesto de desdén con la mano y le dio la espalda. Antes de salir de la habitación, un aura morada rodeó su mano y un lobo salvaje, también rodeado de un halo morado, apareció a los pies de la cama. Siempre que Seth invoca un animal, su magia es morada. Pero cuando no, es blanca. Aquel lobo la miró de una forma extraña, como si quisiera abalanzarse a ella, pero en lugar de eso rodeó la cama y empezó a comer y a lamer la comida y el líquido que habían caído al suelo.
Alicent se quedó mirando hacia el animal y no volvió a alzar la vista hasta que escuchó pasos acercándose. Seth había vuelto a la habitación y caminaba hacia ella, mientras terminaba de beber una poción. Alicent miró el frasco, opaco, amarillo y circular, sin ser capaz de reconocer qué poción era. Se pegó más contra la pared cuando Seth se detuvo, apenas a medio paso de ella. La miró con hartazgo.
—Bueno, ¿y qué vamos a hacer ahora? ¿Te vas o te quedas?—preguntó. Alicent lo miró con incertidumbre y sintió una punzada de esperanza—. Pero si te vas…, olvídate de volver nunca, porque…
—¿Me puedo ir? —interrumpió, mirando hacia la puerta de la habitación y luego a él—. ¿De verdad?
Seth la miró con una extrañeza que su expresión corporal reforzó.
—Pues claro que te puedes ir. ¿Pero tú has visto cómo me tratas? —reprochó—. Primero te meas encima y haces que te limpie yo. Luego me acusas de que he abusado de ti cuando eras tú la que estaba encima, y no contenta con eso tiras la comida que te he preparado. Que esa es otra —sonó extrañamente herido, como si aquel detalle lo molestara sobremanera—. La preparé yo, porque quería hacer algo especial por ti durante tu primer día aquí, y mira cómo me lo has pagado. Si así va a ser nuestra vida juntos, ¿crees que te quiero aquí? Vete cuando quieras, porque, ¿qué será lo próximo que digas si te intento hacer cambiar de opinión? ¿Que te tengo secuestrada?
Alicent abrió la boca, sorprendida, pero la cerró de inmediato con vergüenza, sintiéndose culpable por haberlo hecho sentir así. Aquella situación era agobiante y le costaba estar segura de nada. A veces parecía obvio que él no había hecho bien las cosas, pero después se mostraba frágil y, desde su perspectiva, ella tampoco se estaba comportando bien. Seth se giró, frustrado. Parecía al límite. A Alicent se le encogió el estómago al verlo resoplar mientras se pasaba una mano por el pelo hasta dejarlo revuelto, como si no supiera qué m��s hacer para que le entendiera. Ella se sentía exactamente igual. Odiaba aquello, el estar haciéndose daño así, mutuamente.
De golpe, Seth tuvo un arrebato. Gritó con frustración y lanzó el frasco que tenía en la mano contra una de las paredes exteriores. El frasco explotó y los fragmentos de cristal cayeron por la zona del escritorio bajo la mirada tensa de Alicent. Entonces un nuevo ruido estridente la sacó de sí; Seth acababa de patear la jarra de agua metálica. Se encogió de nuevo por el ruido, asustada, y lo miró con precaución. Seth respiraba de manera superficial, intentando tranquilizarse. Odiaba verlo así, tan afectado. Además, descubrir que él estaba dispuesto a dejarla ir la hizo sentir peor, más culpable.
—Seth, yo… Yo no quería que pasara nada de esto. Yo… —se intentó explicar.
Seth la cortó con un resoplido derrotado.
—No querías que pasara nada de esto, no querías que pasara lo de ayer… —replicó sin mirarla—. ¿Hay algo que quieras?
Alicent reprimió un sollozo, por el reproche. Aunque sabía lo que quería, no fue fácil decirlo, porque entendía las consecuencias. Seth lo había dejado claro, nunca volverían a estar juntos. Nunca la dejaría volver con él. Aún así, lo único que Alicent deseaba en aquel momento era volver a Morthal. Daba igual que Lami la fuera a castigar de por vida, porque tras regañarla la abrazaría y cuidaría de ella hasta ayudarla a olvidar todo lo que había pasado.
Tomó aire, cuando logró hacerse cargo de su decisión.
—Quiero irme a casa.
Seth la miró con una expresión indescifrable que le heló la sangre.
—Me temo que no puedes volver a tu casa —dijo Seth—, pero viendo lo visto quizá lo mejor sea que te vayas de aquí.
—Pero… Pero has dicho… ¿Por qué dices eso? —preguntó, confundida. ¿Cómo no iba a poder volver a su casa? Por muy enfadada que estuviera su madre, Alicent estaba segura de que la recibiría. Entonces su cara perdió el color—. Mi… ¿Mamá ha…? —dejó la pregunta en el aire.
Seth la miró en silencio, apretando los labios. Cuanto más tardaba en responder, más le dolía cada latido de su conrazón. Hasta las piernas le fallaron, y se empezó a escurrir lentamente hasta el suelo. No podía ser verdad. Su madre no podía estar muerta. Cuando ya estaba sentada sobre la fría piedra, Seth se agachó frente a ella.
—Lami está viva. Llegué justo a tiempo. —Seth apretó los labios unos segundos antes de seguir hablando—. Mira, Alicent, a pesar de que tú fuiste la primera en agredirme, te quiero pedir perdón por devolverte el golpe. No debí hacerlo, pero perdí los nervios. Venía justo de salvar a tu madre y a todo el pueblo, y lo primero que me encuentro es a ti encerrada en una celda por haber tratado mal a mis amigos. Y en cuanto te saco y te traigo aquí para que estés más tranquila y podamos hablar, vas y me dices que me odias. —Seth agachó la mirada hacia el suelo, hacia el espacio existente entre sus pies y sus rodillas—. No debí traerte aquí. Soy un idiota —musitó—. Está claro que lo haces. Desde que te traje, no dejas de demostrar que lo haces.
—Yo te quería, Seth —susurró, con la voz ahogada por las lágrimas.
—Me querías… —repitió él, todavía sin mirarla. Suspiró de nuevo y se levantó. Alicent tuvo que alzar la barbilla para poder mirarlo a la cara. Parecía tan triste que su corazón, maltratado desde la noche anterior, se retorció un poco más en su pecho—. Pues ya está. Aquí se acaba todo. Voy a hablar con Movarth para ver qué hacemos contigo.
Alicent tardó unos segundos en adivinar quién era Movarth. Laelette había llamado así al vampiro que estaba dibujando los planos cuando ella entró a la sala.
—¿Cómo que qué vais a hacer conmigo? —preguntó con un hilo de voz, temiendo la respuesta.
—El clan de Movarth es como mi familia, Alicent. Pensaba que podía confiar en ti y compartirte nuestro secreto, pero… está claro que no puedo confiar en ti. —Alicent abrió los ojos sorprendida, aterrada, empezando a negar al entender lo que sugería— Seguro que vuelves a Morthal y le cuentas a todo el mundo sobre el clan o, peor, que te he violado. No puedo permitir eso, Alicent. No podemos.
Aquello solo podía significar una cosa. Voy a volver a la celda. Y no por solo unas horas. Empezó a temblar, tanto que la sábana se resbaló de sus manos, cayendo sobre sus piernas. En aquel momento tenía tanto miedo que ni siquiera pudo sentir vergüenza por quedar desnuda; se separó de la pared y quedó de rodillas ante él, se agarró a la tela de sus pantalones y alzó la barbilla para mirarlo, desesperada.
—N-No, Seth… Por favor… Yo… yo te quiero, no me…
Seth bufó con cinismo.
—¿Ahora sí me quieres?
—Te quiero, lo juro. Haré lo que sea para demostrarlo —ofreció en un acto de desesperación—. No quiero… Quiero estar contigo —aseguró, mientras se agarraba a sus piernas con fuerza, impidiendo que él pudiera alejarse—. Por favor, Seth —su llanto se hizo más fuerte—. Lo que sea —repitió—, para que me creas.
Seth la miró unos segundos antes de ladear un poco la cabeza y estrechar los ojos.
—Bien. Si dices la verdad, demuéstralo.
Alicent le devolvió la mirada, parpadeando un par de veces con rapidez para deshacerse de las lágrimas.
—¿C- cómo? —tartamudeó.
—Ya sabes cómo.
Alicent abrió mucho los ojos al comprender, y tuvo que morderse el labio inferior para contener el ruidoso llanto que quiso acompañar sus lágrimas. Quería que hicieran eso de nuevo.
—Si tan solo supieras lo difícil que es —dijo Seth, suspirando con pesadez—. ¿Crees que me gusta ver cómo lloras y te resistes? Ayer cuando estuvimos juntos, tú me diste permiso. Lo hiciste en el momento en el que no dijiste no. Te di la opción de parar, y tú te quedaste callada. Lo único que quiero es que me quieras tanto como yo te quiero a ti, Alicent, ¿por qué lo tienes que hacer tan difícil?
—Tienes razón —respondió con un tono apagado, pensando en la celda fría y oscura, rodeada de esclavos semidesnudos que servían de alimento y a saber de qué más a los vampiros. No quería volver allí por nada en el mundo—. Perdón por no haber sabido decir que no quería —añadió, soltando una de sus piernas para limpiarse las lágrimas con un nudillo—. La próxima vez… La próxima vez te lo diré. Lo prometo.
—No es lo que quería decir —dijo Seth, cansado—. Te quiero y, según tú, también me quieres. Vamos a estar juntos y a pasarlo bien, ¿vale? Nadie dice que tengas que hacer algo que no quieres, pero debes entender que yo no tengo por qué seguir esperando por ti. Si no queremos lo mismo, no tiene sentido que sigas conmigo.
Alicent tragó saliva, sintiendo que se le erizaba la piel. Había captado la amenaza.
Seth se inclinó y la ayudó a ponerse en pie. Aunque estaba completamente desnuda, él la miró a los ojos.
—Mira, Alicent, no quiero que te sientas obligada a nada. Solo entiende que tengo mis necesidades.
—Vale —aceptó, agotada. Si aquello tenía que pasar, quería que pasara cuanto antes.
Los ojos de Seth brillaron de una manera extraña, oscura. Dio un paso hacia ella y volvió a ladear la cabeza; ahora su expresión le recordó a la del lobo que había invocado.
—¿Vale? —preguntó. Alicent asintió, con el cuerpo cargado de tensión—. ¿Vale, qué?
Alicent agachó la mirada, muerta de vergüenza y de miedo, odiando que estuviera prolongando aquello, haciéndolo más humillante para ella.
—Que lo haré —masculló—. Lo haré por ti.
—¿Que lo harás por mí? —cuestionó Seth. El tono que usó la hizo saber que había dicho algo mal, aunque no entendió el qué hasta que él siguió hablando—. Y luego, la próxima vez que no sepas controlar tus emociones, ¿qué harás? ¿Volver a decir que te violé? No, Alicent. Pídemelo. Pídeme hacerlo y entonces, te creeré.
Seth acortó la distancia con ella y le levantó la barbilla, obligándola a mirarlo a los ojos.
—Pídelo, Alicent. O se acabó.
—Pero… —balbuceó—. Pero no sé cómo…
Seth suspiró. Su aliento caliente chocó contra su cara. Tenía un olor floral que Alicent reconoció. Olía a lengua de dragón y a cardo lanudo, los ingredientes base de las pociones de elocuencia. Alicent apretó los puños con rabia al comprender que él había hecho trampa, que la había manipulado. Pero optó por no decir nada, consciente de que la rebelión solo la llevaría a una celda.
—Dime que me quieres —ordenó Seth.
—Te quiero —dijo al instante, sin vacilar. No era mentira, le quería. Al menos a una parte de él, aunque esa no estaba presente en ese momento. Si es que existe.
Seth sonrió satisfecho, con amplitud. La seguía mirando como si fuera un lobo y, ella, su presa.
—Ahora di que quieres ser mía.
—Quiero… Quiero…
Las palabras no salieron de su boca. No podían. Seth tensó la mandíbula y sus dedos se tensaron, agarrando su mandíbula con más fuerza que antes.
—Dilo.
—Quiero… Quiero ser tuya —consiguió decir, con nuevas lágrimas resbalando por su cara.
Sin pronunciar palabra, Seth rompió la distancia y se pegó a su cuerpo y la empezó a besar a la vez que dirigía su cuerpo hacia la cama. Alicent correspondió al beso con más empeño que nunca, desesperada por cumplir sus expectativas y evitar que la encerrara en el sótano. Se besaron sin pausa hasta que Seth se separó para coger aire. Él retrocedió un paso y la miró de pies a cabeza.
—Desvísteme —ordenó.
Alicent contuvo las ganas de negarse y empezó a hacerlo con torpeza. Le quitó primero la camisa, mientras él acariciaba su cuerpo desnudo. Tenía los pezones duros por culpa del frío y esto pareció satisfacer a Seth.
—En el fondo tú también quieres —comentó tras acariciarlos.
Alicent no replicó. Luego Seth metió la mano entre sus piernas, pero la sacó a los pocos segundos con un resoplido, mirando sus dedos. Alicent siguió su mirada y vio que estaban completamente secos. La miró con reproche, como si aquello fuera culpa suya, y después cogió una almohada y la tiró al suelo, frente a él.
—Ponte de rodillas, sobre la almohada.
Su voz sonó tan malhumorada que Alicent obedeció sin rechistar, pese a las dudas. Se arrodilló encima de la almohada, con el cuerpo orientado hacia él. Seth desanudó sus pantalones con parsimonia y los bajó, dejando libre su miembro. Era… pequeño. Alicent lo miró con atención. Por un momento se preguntó cómo era posible que esa cosa pequeña, flácida y rosa le hubiera hecho tanto daño la noche anterior.
Seth malinterpretó sus ojos sobre él, porque sonrió con orgullo. Se empezó a masajear el miembro y Alicent parpadeó confusa, viendo cómo se inflaba hasta que estuvo completamente duro. Ayer, en la bañera, habría jurado que era del tamaño de su antebrazo, pero, ahora que lo tenía enfrente, pudo apreciar que no era más grande que su mano.
—Bien. Ahora, abre la boca.
Alicent levantó la barbilla, sin entender para qué quería que hiciera eso.
—¿La boca?
—Hazme caso. Esto lo hago por ti, para que no tengas que hacer nada que te duela.
Aún confundida, le hizo caso y, para su horror, lo acercó a su boca. Alicent la cerró por un impulso, pero Seth empezó a restregar la punta contra sus labios y también los golpeó un par de veces, hasta que Alicent cedió y los separó de nuevo.
Lo sintió deslizarse por su lengua, caliente, palpitante, e infinitamente desagradable. Cerró los ojos, y aguantó como pudo las ganas de llorar y también de vomitar, mientras Seth se empezaba a mover su boca, agarrando su cabeza para llevar el ritmo, que fue creciendo de intensidad mientras Seth jadeaba. Llegado a un punto Seth gimió y apretó su cabeza contra su pubis. Alicent sintió varios chorros de líquido chocando contra la garganta y el paladar. En cuanto Seth la soltó escupió aterrorizada, temiendo que se hubiera meado, y empezó a toser entre arcadas. Para su confusión, aquello no era pis, sino un líquido blanco y espeso que poco a poco se iba impregnando contra la piedra del suelo.
Seth soltó una risa aguda, bastante desagradable, y se agachó frente a ella, besando su frente.
—Ahora eres mía de verdad.
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El tiempo no es lo mio.
Tengo que confesar que mi vida es un gran desorden, llego tarde a todos lados, no se calcular el tiempo para mí 10 minutos son 50 nunca lo organizo, ni se que es el tiempo algo que pasa? el ahora ? el después? esto se traslada a mi ropero bollos de ropa apiladas, música que va de un estilo a otro, y de un año a otro, siempre digo "mañana lo hago" pero creo que tampoco se cuando es mañana, quizás todo sea producto de mi cabeza que también está bastante desordenada, cada tanto intento ordenar todo en un mismo día (cómo si alcanzara) me gustaría mudarme y empezar de cero, y se que ese proceso va a durar un tiempo, a veces hago todo en un solo día y me pongo contento pero lo bueno dura poco dicen. En mi cabeza hay un par de remolinos que supongo son los que me retrasan para realizar cualquier tarea admiro mucho a quienes tienen toda la paciencia para realizar lo que se propongan, yo no la tengo, soy ansioso quiero todo ya y ese "YA" nunca se cuándo es, porque volvamos al principio no se calcular, pero creo que tampoco me gusta la idea de tener todo controlado es como cuando miras una película y ya sabes lo que va a pasar, me gusta improvisar.
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San Luis
En la playa de San Luis cuesta pasarla bien. Todo el viento que sentís al llegar te pincha como una lluvia de mosquitos que te pica y no te suelta. Meteoritos chiquitos que te acribillan como a Sony en el peaje. Arena sucia de restos de pescados, de algas como fideos que se estiran para no soltar tus dedos al pasar, conchillas que requieren zapatillas. El abuso de los niños locales, que saltan las olas corren con palos tiran la pelota lejos y patean arena en los ojos; criminales que apuntan (a la cara si pueden) de lejos y hacen bollos que pegan como toscazos con la porquería que trae el mar en el subibaja de sus olas. Pescadores que se mezclan con las sombrillas y dejan sus olores fétidos como botín de roncaderas y mantarayas. Anzuelos en el pelo, riles en las sillas, lombrices gusanitos carnada. Gritos a lo lejos, otro pelotazo y salir corriendo. - Acá vive el agujero de la capa de ozono - se jacta un tío con aliento a whiscola a las 10 de la mañana. Apodos raros de Uruguay y palabras que en casa son otra cosa. Menos mate que en otras familias que sudan al sol la cebada amarga que sólo se comparte entre conocidos por eso de las enfermedades de la boca. Las nenas que te miran se ríen y saludan desde lejos en realidad están saludando a otras nenas que de cerca que están hace que parezca que las otras te miran. Llegar hasta el agua que hoy está marrón, perder algo en la rompiente y sentir la picazón y el ardor del aguaviva que mañana estará muerta con más aguavivas en la orilla de la playa. Más ruido de conversaciones que se acercan conversaciones que pasan conversaciones que se van. Otras miradas que se acusan y se presionan por pasarla bien porque a la playa venimos a pasarla bien.
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