#LA CIUDAD DE LOS DEMONIOS
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el-fantasma-de-la-muerte · 6 days ago
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Aveces cuando nos encontramos con lad puertas que nos llevan al pasado nós damos cuenta de la capacidad e inteligencia del Ser racional no tiene límites cuando se trata de contemplacion naturaleza y ciencia, solo que nos olvidamos que también socialmente avanzamos desde hace más de 100 años que socialmente no caminamos la muestra está en qué todavía nos matamos entre hermanos
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chiquititamia · 7 months ago
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Calmar tu sed pt.2
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Mis queridaaaas, les vengo con una segunda parte del fic que tantó le gustó (gracias por hacérmelo saber)
Mucho más desvergonzada que la primera, quedan advertidas.
probablemente el banner más feo que he hecho jamás, perdón
💕Sub!Blas Polidori x f!reader
❤️‍🔥+18 sexo explícito, blas es aún más insaciable, masturbación, sexo oral, mommy kink
Después de una mañana intensa de trabajo por fin podías relajarte en casa. Bendito horario de verano; la jornada empezaba antes y tenías que madrugar bastante más, pero el paseo hasta la estación al comienzo del amanecer con la brisa de la mañana te daba una tregua respecto al calor sofocante de la ciudad.
Hoy habías picado algo con tus compañeras, así que al llegar a casa ni siquiera tenías que pensar en qué comer. Después de una más que necesaria ducha fría te vestiste únicamente con una fina camiseta de tirantes y unas bragas de encaje, asegurándote de que todo fuera lo más fresco posible.
Recordaste al pasar por delante de la mesa del comedor que tenías que leer un manuscrito antes de que llegase el fin de semana. Habías prometido corregir la gramática del texto para una amiga que estaba iniciando sus andanzas en la escritura, y ya que tú habías hecho una carrera de letras, disfrutabas con ello.
Sin más, te recogiste el pelo aún húmedo por la ducha con una pinza de plástico y amontonaste unos cojines en el cabecero de la cama para leer recostada pero no totalmente tumbada.
La camiseta, además de ser de tirantes era bastante suelta e incluso un poco grande para ti, así que tus pechos amenazaban con fugarse de la tela y las tiras se caían de tus hombros constantemente, pero no le diste demasiada importancia, total, era tu casa.
El sonido de la puerta de la calla abriéndose y cerrándose.
¿Blas había llegado tan pronto?
-¿Amor? – preguntaste alzando la voz
-Sí, mi vida, llegué.
En realidad, habías reconocido el sonido de la forma particular que Blas tenía para entrar, y después, el sonido de sus llaves cayendo sobre el platito de cerámica que teníais junto a la puerta.
A continuación, sus pasos pesados por el pasillo. A Blas le afectaba el calor todavía más que a ti, le agotaba.
Cuando asomó por la puerta quitándose la mochila de la espalda ya te hizo reír con su expresión de sorpresa y su sonrisa.
-Pensaba que los bombones se guardaban en la heladera en verano, che.
Tú reíste ante su comentario-intento-de-chiste.
-¿Qué tal el día, bebé?
-Tch, tch, tch – te quiso silenciar de forma humorística, y, con exageración se pellizcó el puente de la nariz y cerró los ojos a la vez que levantó el índice de forma dramática – no vas a fingir que no te estoy viendo hasta el carnet de conducir desde aquí.
Riendo te tapaste un poco los pechos subiendo tu camiseta, pero uno de los tirantes se deslizó por tu hombro otra vez, dejándote claro que esa prenda ya no servía demasiado para cubrirte, quizás deberías reutilizarla para trapos.
-Y, hace un calor de mil demonios, nene, ¿qué querés?
-Bueno, si me preguntás… - dijo él con media sonrisa sentándose en el borde de la cama y acariciando tu pierna suave.
La verdad es que estaba tan guapo con la camiseta blanca que llevaba…
-Nah, nah, nah – le quitaste la mano de tu pierna como si fuera una mosca de las que molestan en esa época – quietito ahí que nos conocemos y tengo que leer esto, amor.
Blas hizo caso omiso a lo que le dijiste y empezó a juguetear con el elástico de tu ropa interior, pasando el dedo por debajo tentado de bajarlo.
-Blaaaas, sólo dame un par de horas que acabe de leer esto y soy tuya ¿sí? – pediste en tono de súplica.
-¿¡Dos horas!? ¡Pero…!
-Blas – dijiste intentando ponerte seria. En realidad, te estaba costando mucho no reírte ante las pataletas de tu novio. Este se cruzó de brazos y te miró enfurruñado resoplando.
Fingiste no mirar por encima de la pila de folios que sostenías, haciendo como si ya hubieses vuelto sin problema a tu momento de concentración en la lectura. Viste cómo tu novio se acomodaba un poco el pantalón, probablemente ya tenía una incómoda erección; eso te aceleró el pulso. No es que no quisieras, pero estabas muy ocupada y no ibas a adelantar trabajo si te la pasabas en la cama con ese pendejo toda la tarde. Este chico…
Cuando se levantó asumiendo su derrota e iba rumbo a la ducha le paraste.
-Blas, amor.
-¿Sí? – dijo con un tono menos lastimero que antes; a veces tenía que asumir que los adultos con responsabilidades hacían otras cosas a parte de coger, se dijo.
-Podés comer, pero… dejáme leer, ¿ta?
Blas te miró con los ojos muy abiertos como si le hubieses dicho que le esperaba su comida favorita después de estar toda la mañana pasando hambre. Bueno, en realidad, así era.
No perdió tiempo y se quitó la camiseta, dejándote ver ese torso delgado que a ti tanto te encantaba.
Si fuera un dibujo animado ahora mismo se estaría anudando una servilleta al cuello, pensaste divertida.
Se tumbó entre tus piernas poniéndose cómodo. La gran estatura de Blas os había obligado a comprar una cama de gran tamaño para que ambos pudieseis caber en ella.
Como si se tratase de un bombón exquisito, así como te había dicho nada más entrar en la habitación, comenzó a deshacerse de tus braguitas de encaje como si fuera el papel plateado que envolvía su dulce preferido. Las tiró a un costado ganándose una mirada reprobatoria de tu parte, la cual mitigó rápidamente con esa media sonrisa de nene que no ha roto un plato en su vida y por la cual se libraba de todas las veces que querías reprenderle.
Al retirarlas se había dado cuenta de cierta húmeda mancha, pero decidió no decir nada tal y como le habías pedido. Esta vez iba a ser obediente.
Tuviste que hacer uso de toda tu concentración para no gemir cuando sus dedos apenas comenzaron a rozar el interior de tus muslos. Y un carajo ibas a leer tú.
Escondiste tu rostro detrás de los papeles y cerraste los ojos con fuerza. Era un gemido profundo lo que querías dejar salir cuando su lengua caliente dio una primera pasada de cortesía por encima de tu sexo. Sin embargo, sólo te permitiste soltar un suspiro, que esperabas quedase ahogado por el sonido del ventilador del techo sobre vosotros.
Él hizo un ruido de placer al besar y lamer ya sin titubeos tus otros labios.
-Mmmmhhh…
Con una mano, sujetabas la pila de folios, pero con la otra decidiste ordenar los rizos de la cabeza de tu novio, no para marcar el ritmo ni nada de eso, qué va.
La sensación de su lengua era deliciosa, tan húmeda que cualquiera diría que había bebido agua justo antes, aunque que tú supieras, no lo había hecho.
Se introducía en ti con el músculo de su boca, con una fuerza y destreza que te hacía ver las estrellas. No creías engañar a nadie fingiendo leer a estas alturas, pero creíste que era necesario no romper la magia del juego y seguir sin mirar a tu novio.
-¿Está rico, nene?
Blas, que parecía temer que se agotase la fuente de su placer, lamía con auténtica sed entre tus piernas. Pero salió para tomar aire y responder, con los labios  y la barbilla húmedos de su propia saliva y tu excitación.
-Sí, mami…
Dios, cómo querías tirar los documentos al mismo sitio donde Blas había tirado tu ropa interior. Doblaste tus rodillas y abriste más las piernas para darle aún mejor acceso.
Notaste - aunque intentabas mirar lo mínimo por si subía la vista hacia ti – como sus caderas se movían, probablemente de forma involuntaria, contra el colchón. Pobrecito.
-¿Y ya estabas muy cachondo? – preguntaste intentando fingir desinterés y casualidad.
Blas asintió con la cabeza, provocando con ese movimiento un pequeño gemido de tu parte.
- Y sí, mami, ya me iba a hacer una paja en la ducha, sabés – dijo rápidamente antes de continuar con su festín, así como uno sale del agua para tomar aire y vuelve a sumergirse.
-Pobrecito… - dijiste en tono de compasión, pasando una página que obviamente no habías leído del manuscrito, habrá que disimular, ¿no?- Pero ya hemos dicho que eso no, mi nene… mami te da lo que vos necesitás, ¿verdad?
Asintió de manera más enérgica y comenzó a dar estocadas en el colchón ya de forma voluntaria, de forma salvaje. Se estaba follando vuestra cama. Gemiste al imaginar como su ropa interior y sus jeans, que no le había dado tiempo a quitarse, se estarían humedeciendo bajo él, eso siempre te había parecido de alguna manera adorable. Soltaba pequeños gemidos mientras se agarraba a tus dos muslos como si su vida dependiese de ello.
-Blasito… la tenés muy dura? – preguntaste como si no lo supieras.
-Sí… - lloriqueó.
-Podés tocarte si querés…
Él te dedicó una mirada rápida como teniendo cuidado de no hacer que te replanteases tu decisión. Después se levantó de un salto y comenzó a bajarse el cierre del pantalón.
Cuando se bajó el bóxer intentaste concentrarte en las palabras escritas que tenías delante, pero fallaste miserablemente. Era un pecado no ver semejante obra de arte de la naturaleza.
Con la mano derecha agarró su miembro y, usando el líquido preseminal que llevaba un rato manchando su ropa, lubricó su punta con alivio, comenzando a masturbarse mientras te observaba aún a los pies de la cama.
Cuando volvió en sí, retornó a su posición, tumbado entre tus piernas, sin embargo, esta vez no lo hizo boca abajo, si no que se recostó de lado, para dar espacio a lo que tenía entre manos.
Aún así no había olvidado su cometido, y apoyó la mejilla en tu muslo, lo suficientemente cerca para poder seguir lamiendo cómodamente mientras conseguía aliviarse con su mano.
-¿Cómo decías vos? Estos adolescentes siempre con la pija dura, ¿no? – dijo con la respiración entrecortada entre lamida y lamida – ¿y que querés mamita? No podés poner a dieta a alguien y después prepararle tremendo dulce…
-Vos ya no sos ningún adolescente, Blasito …tenés- Ahhh!! … un… problema – gemiste sin poder evitarlo.
Él no hizo caso a tu comentario y siguió bebiendo de ti mientras se masturbaba desesperadamente.
Te agarrabas con fuerza a los papeles con una mano y a la almohada debajo de tu cabeza con la otra, no podías más del placer. Si seguía así un par de minutos, ya fue, pensaste.
-¿Puedo, mami? – dijo con voz ronca. No te dijó qué, pero la forma rápida y errática en la que movía su mano y su lengua te dio una idea de qué era lo que quería hacer.
-Sí…. ¡Sí! – gemiste casi gritando.
En un movimiento que ni viste, Blas se incorporó y se colocó entre tus piernas para penetrarte. La exagerada humedad que te había provocado hizo que no tuviese que prepararte primero con sus largos dedos. Antes de que pudieras darte cuenta ya se estaba moviendo dentro de ti, llegando muy profundo y haciendo sonidos que sonaban casi a una queja. Pareciese que no podía ir tan rápido como su miembro necesitaba.
-Mami….!!!
-Venite, mi niño…venite dentro de mami,…todo dentro….
-¡Mami, no puedo más! – gimió y encontró un patrón de embestidas más rápido todavía. Parecía un conejito desesperado entre tus piernas.
Notaste tu orgasmo arrasar dentro de ti, haciendo que te aferrases a su espalda clavándole las uñas.
Un buen grito salió de tu garganta, barriendo consigo todas las tensiones acumuladas de ese día con cada pulsación de tu sexo.
Blas te miró y abrió la boca, como si no pudiese creer lo mucho que le estabas apretando mientras te sostenía entre sus brazos.
-Me vengo, nena… me vengo… - cerró los ojos con fuerza y dejó salir un sonido casi gutural de su pecho.
Después de eso, solo pudiste notar como la corrida que llevaba guardando para ti desde… ¿anoche? ¿no hacía ni doce horas que habían cogido? Llenaba tu interior con fuerza.
Gimió mientras se venía, hundiendo su cara en tu pelo, desparramado por la almohada.
Os tomó un buen rato recuperar el aliento. Ahora ambos estabais empapados en sudor y hechos un completo desastre.
No hacían falta palabras, cuando intercambiasteis la mirada supisteis lo que queríais decir: a la ducha.
Te levantaste con esfuerzo de la cama, como quien se levanta de un viaje muy loco en los toros mecánicos; despeinada, con la ropa movida y sin aliento. Tuviste cuidado de no derramar lo que tu novio había derramado en ti antes de llegar al baño, aunque un poco escapó inevitablemente por tus piernas.
Ya desde la ducha gritaste para que te escuchase en la habitación.
-Si aún querés más vení a la ducha por que luego me tengo que poner a leer sí o sí, ¿ta?
Blas sonrió mientras recogía tus bragas del suelo
-¡Voy!
Agradezco mucho sus comentarios 💕
tags: @madame-fear @deepinsideyourbeing @loveinsprings @lunitt
@lastflowrr @iamjustadoll (como siempre, diganme si quieren que las incluya en la taglist o las borre <3)
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mondosalamone · 1 year ago
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Es invierno en Azul, pero el sol brilla y los arquitectos, los fans y los aficionados de Francisco Salamone andan correteando entre el Teatro Español, el hotel y los bares. Son las primeras Jornadas Salamone y, claro, se hacen en esta ciudad, donde el arquitecto dejó la más desmesurada de sus obras: una portada de 22 metros de altura para el cementerio. El cuerpo central tiene las letras RIP en gigantes placas de mármol negro y, delante, el brutal ángel de hormigón, su escultura más famosa, obra maestra del art déco y presencia maldita. En Azul la llaman «El Ángel Exterminador» o «El Ángel Vengador». Dicen que, cuando Salamone se la presentó al intendente, en los años treinta, el pobre funcionario murmuró que parecía algo maligno, una obra del Demonio. Eso parece. En cualquier caso, el Ángel no da ninguna idea tranquilizadora sobre la muerte, no es una imagen de alivio ni de pasaje, sino un juez severo, como una deidad egipcia dispuesta a arrancar y pesar un corazón. La escultura es enorme y cambia según la luz el sol: sus alas facetadas, sus ángulos, producen sombras que dan una ilusión de metamorfosis. Aparece tan de repente, además, al doblar la esquina en esta ciudad de casas bajas, muchas lujosas, en plena rica pampa húmeda. Es una aparición inesperada que no tiene nada que ver con el barrio, que no se anuncia, que parece depositada ahí, abandonada, como un artefacto de otro mundo.
📖Alguien camina sobre tu tumba · Mariana Enríquez 📷 2021
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alyslmk · 7 months ago
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The Fall of an Immortal
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Retained loneliness Au
Chapter 1
Some time has passed since the events of Lbd and since then lately Wukong has felt an emptiness inside him, "what is this I feel...?" It was something that he always asked himself when he felt that, he tried to do his daily things but he couldn't, there was simply that emptiness, to alleviate that pain he sat down to meditate but when he meditated, memories of his friends, his teacher... his great love and that made him suddenly come out of his meditation and cough a little while crying, something was wrong and he knew that but he didn't know the cause of why that discomfort.
One day they were fighting one of the demons that always attacked the city to get Monkey Kid's attention, Wukong joined in to help but something was wrong and everyone noticed, he was slower and more distracted, his thoughts wouldn't leave him alone. When he suddenly felt a blow that sent him crashing against a wall, he only fell to the ground and remained silent without moving, beginning to cry after many centuries without doing so, blood came out of his mouth, "MONKEY KING!" Mk shouted, worried when he saw the weak state of his teacher, the named one only limited himself to crying, whispering "I miss them..." that's right, loneliness was slowly eating him up, he had no one, although Mk considered him son, he didn't spend much time quality with him, he was alone on his mountain alone with his disciples but that void in his heart was there, was there no one who could fill that void? We'll see later
Spanish
Capítulo 1
A pasado un tiempo desde los acontecimientos de Lbd el cual desde entonces últimamente wukong se a sentido un vacío en su interior, "que es esto que siento..?" Era algo que siempre se preguntaba al sentir aquello trataba de hacer sus cosas del día a día pero no podía simplemente estaba ese vacío, para aliviar aquel dolor se sentaba a meditar pero al meditar venían recuerdos de sus amigos, su maestro.. su gran amor y eso lo hacía salir de golpe de su meditación y toser un poco mientras lloraba, algo estaba mal y eso el lo sabía pero no sabia la causa de por qué aquel malestar.
Un día estaban peleando contra uno de los demonios que siempre atacaban la ciudad para llamar la atención de Monkey kid, Wukong se unio para ayudar pero algo estaba mal y todos los notaron, estaba más lento y más distraído, sus pensamientos no lo dejaban en paz, cuando derrepente sintio un golpe que lo mando a estrellarse contra una pared solo cayó al suelo y se quedó callado sin moverse comenzando a llorar después de muchos siglos sin hacerlo de su boca salía sangre, "MONKEY KING!" grito Mk preocupado al ver el estado tan débil de su maestro, el nombrado solo se limitaba a llorar susurrando "los extraño.. " así es la soledad lo estaba comiendo lentamente, no tenía a nadie aunque Mk lo consideraba su hijo no pasaba mucho tiempo de calidad con el, solo estaba en su montaña solo con sus discípulos pero ese vacío de su corazón estaba hay, no había nadie que pudiera cubrir aquel vacío? Eso lo veremos más adelante..
This is part of an Au that I created, the rights for me
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goldenfurevamp · 5 months ago
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(Basado en "La Historia de Daniel, el Favorito del Diablo". 5to Capitulo del libro "La Reina de los Condenados" . Crónicas Vampíricas de Anne Rice)
No, no hay tregua. Desde el inicio de todo , con tus ojazos en esa celda y mis botas hechas circulo maniaco, no hubo tregua. No hay tregua para regresar a horas profundas y tampoco para besarte dormido en las madrugadas. Esa adictivo hábito mío de recorrerte a olfato de sabueso amaestrado , recorriendo cada musculo vivo de tu cuerpo, sorprendido por el despertar de tus vellos, respondiendo en estremecimiento a su amo. No hay tregua. Son 4 dias que no te veo. La ciudad clama por mi justicia, tanto o menos como me reclama tu cama con sus llanuras y dunas que se remueven lentamente mientras roncas. Todo en ti merece NO TREGUA. Me has acostumbrado a los espejos y ventanas cerradas, a tus peliculas independientes de los 70s que tengo que interpretar como un arqueólogo que apenas recuerda los mitos y las formas. Grabandome en la memoria los cantantes y nuevos videos de MTV o la afición nueva hacia los Levis clasicos y abrigos de piel. Eres tú, Daniel. Abres el mundo al infierno, dejas que el demonio observe cómo lees el.periodico mientras el jugo de naranja se suspende en tu diestra, y me has acostumbrado tambien a ese intercambio de miradas raro cuando se que me pides que te bese lento lo que sea que se me ocurre con tal de darte de comer de mí. Impaciente mío. Mis ausencias son obligatorias, por ti..todo por ti. Me aprendo con disciplina y memoria magistral a repetir a Becquer y los dialogos de Ernesto de Oscar Wilde. Repaso los guiones de Tarantino y anoto las frases de fuego de esa salsa latina que tanto me has forzado a oir. Tampoco tienes treguas, Daniel. Tus exigencias y peticiones son gruñidos y puños apretados en la pared. Tus iras ...me has acostumbrado a ellas con sus deliciosas sin razones e " Hijos de Perra"que me excitan. Me excitas. Mucho. Desvias mi piedad hacia el mismo abismo, mis noches lejanas las atas a tu muslo derecho , para regresar como un lobo enloquecido a tomar tu carne en el festin del alma que se devora a si misma, a ti, a mi. Esperame. La ausencia es corta y hago lo mejor que pueda con el tiempo. Llevo comida, a Tolstoi en su primera edición y 4 chaquetas de piel nuevas para que me las pierdas, las huelas y las consagres a tu piel que mas tarde he de saborear. Tú tampoco me das tregua, Daniel. Abre la puerta, estoy afuera.
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leiderprincipe · 8 months ago
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Hello, I remind you that I only write small One shots of ships that I like, I am not the artist of these beautiful arts that I find ✨💚
All my writings are in Spanish, so I apologize if I don't have them in English 🥲 I'm not very good at the language.
Batstantine: Encuentro en las Sombras
El eco de los pasos de Batman resonaba en el callejón oscuro mientras se acercaba sigilosamente a la figura solitaria que fumaba un cigarrillo. John Constantine, con su característica chaqueta y mirada desafiante, levantó la vista al sentir la presencia del Caballero Oscuro.
— ¿Constantine? —llamó Batman, su voz apenas un susurro entre las sombras.
— ¿Batman? —respondió Constantine, arqueando una ceja—. Qué sorpresa verte por aquí. ¿Has venido a pedirme un consejo sobre cómo lidiar con tus demonios internos?
— No estoy aquí por juegos, Constantine. Gotham está siendo asediada por fuerzas que no puedo explicar. Necesito tu ayuda.
— Ah, así que necesitas un poco de magia en tu vida después de todo —dijo Constantine, apagando su cigarrillo con indiferencia—. Bien, supongo que puedo hacer una excepción por ti, Bats. Pero prepárate para sumergirte en lo profundo, donde la luz no alcanza.
Ambos hombres intercambiaron miradas intensas, cada uno evaluando al otro con cautela. A medida que trabajaban juntos para resolver el misterio que envolvía a la ciudad, surgía una extraña camaradería entre ellos. A pesar de sus diferencias, compartían un sentido de propósito y determinación.
Después de horas de investigación y enfrentamientos con criaturas sobrenaturales, encontraron una pista crucial que los llevó a un antiguo cementerio en las afueras de la ciudad. Mientras exploraban las tumbas en busca de respuestas, se encontraron acorralados por una oscuridad abrumadora.
— Estamos rodeados, Constantine. ¿Algún truco bajo la manga? —preguntó Batman, su voz resonando con autoridad en la noche.
— Oh, siempre tengo un as bajo la manga, Bats —respondió Constantine, con una sonrisa desafiante—. Pero esta vez, necesitaremos un poco de trabajo en equipo.
Con un gesto rápido, Constantine invocó un hechizo que envió a las criaturas de vuelta a las sombras. En el silencio que siguió, se encontraron cara a cara, el brillo de la luna iluminando sus rostros.
— ¿Qué te parece, Bats? ¿Te he convencido de que la magia tiene su lugar en tu mundo? —bromeó Constantine, con un destello travieso en sus ojos.
— Tal vez haya algo de verdad en lo que dices, Constantine. Gracias por tu ayuda —admitió Batman, con una nota de agradecimiento en su voz.
Un momento de complicidad pasó entre ellos, cargado de tensión y algo más. En un impulso inesperado, Batman se inclinó hacia adelante y sus labios se encontraron en un beso fugaz pero lleno de significado. El tiempo pareció detenerse mientras el mundo se desvanecía a su alrededor.
— Parece que la noche aún tiene algunas sorpresas guardadas para nosotros, Bats —dijo Constantine, con una sonrisa enigmática.
Con el corazón latiendo con fuerza en sus pechos, ambos hombres se separaron y se prepararon para enfrentar lo que la noche aún les deparaba.
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kaos-literario · 9 months ago
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¡No te acerques a ella!
De ojos brillosos, mirada risueña, un demonio en piel de un ángel celestial, mírala, le sonríe a todos... es obvio que contigo lo haría igual, y no le importa nadie en realidad, escucha, hazme caso, esa mujer es una pesadilla, ¡No te acerques a ella!
De labios perfectos, ni gruesos, ni finos, el tamaño perfecto para perderse en ellos por toda la eternidad, pero es de verdad; ¡No te acerques a ella!
Parece que te va amar, parece que tiene intensiones buenas, pero no puede detener su naturaleza, es una destructora del propio caos, se arranca las alas ella sola, grita como si alguien la hubiera traicionado...
Es que yo lo aprendí a las malas, eres joven, todavía no te ha mirado con sus ojos mieles, todavía no tiene interés en ti, escapa... es una pica flor, esta contigo y con otros ángeles más, hazme caso, no te acerques a esa mujer.
Se que parece un ángel, se que su cabello es brillante, su piel tan limpia, su aroma un hechizo, sus ojos, hermosos, no la mires, por favor... yo puedo correr el riesgo de dejar que me mire y que tu te salves, puedo soportar una vez más perderme en ella, lo hago de corazón, desde el hueco de mi pecho, pero entiéndeme; ¡Estoy enamorado!
De esa mujer con la belleza celestial, de sus manos tan suaves, de su tono de voz tan clásico de una fumadora, de sus alas, rotas, pero hermosas, ¿habías visto un blanco tan perfecto? ¿habías conocido a una mujer tan indescifrable como ella?
Lo sé, es difícil, parece inhumana, es fría y tiene calidez, es feliz y carga tristeza, es hermosa y peca de diabólica, tiene amores, pero ninguno se queda, tiene silencios y dice mucha verdad, ¡Hazme caso!
Déjala ir, ella no te mirará... ya tiene sus ojos en mi, puedo soportar la amargura de su amor, de su indiferencia, de su ausencia, y de su aroma tan extraño, pero encantador, ¡No te acerques a ella!
Te lo prohíbo, es mía, para siempre vive en mi corazón, se que yo habito en el suyo, pero no me la vayas a robar, estoy cansado de pelear con los ángeles que bajan a buscarla, es una anomalía, quieren saber de que grado y la admiran caminar por las calles de la ciudad, la observan... algunos se enamoran. Algunos llegan a tocar su corazón, pero ninguno se queda.
¡Yo he sido el único! ¡No me pienso marchar! así que por favor extraño, te pido, te suplico piedad, y no te acerques a ella más...
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cassandra-baker · 8 months ago
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It's not a phase (Hazbin Hotel GuitarPrincess one-shot +18)
Por fin había conseguido zafarse de sus guardaespaldas perpetuos. Serán pequeños, pero eran prácticamente implacables a la hora de vigilar sus movimientos. Protegerla era el único propósito por el que habían sido creados y seguir las órdenes de Lucifer era lo único a lo que dedicaban su vida.
Y esa actitud sobreprotectora era agotadora. Ya no era una niña y no soportaba lo protegida en exceso que la tenía su padre de forma constantemente agobiante. ¡Era la maldita princesa del infierno y debería poder hacer lo que quisiera! Todavía se acordaba de cómo su padre la regañó hace unos meses por teñirse el flequillo de negro a juego con su estridente maquillaje oscuro. Era una decisión que había tomado por probar algo nuevo, pero que decidió dejarlo cuando vio que había conseguido hacer rabiar a su padre.
Se sentía ahogada en su casa a pesar de pasar mucho tiempo sola. Sus obligaciones como princesa eran mínimas y sus padres estaban tan ocupados con sus propios deberes que casi nunca estaban juntos y menos pasaban tiempo con ella. Y las pocas veces que coincidía con alguno de sus progenitores, solo le recriminaban su actitud que ellos tildan de demasiado rebelde para ser una princesa. Menuda hipocresía viniendo de las personas que desafiaron al mismísimo Cielo.
¡Ni que ella hubiera decidido ser princesa! Dada la situación, prefería haber nacido como un demonio cualquiera. Así seguro que podía ir por ahí sin ninguna restricción y podía hacer lo que quisiera con quien quisiera y cuando quisiera.
Lo que Charlie tenía claro era que no iba a dejar que su posición le impidiera divertirse. Es por eso por lo que, como muchas otras veces, había conseguido despistar a Razzle y Dazzle para infiltrarse en la ciudad en busca de algún sitio en el que pasarlo bien.
Tampoco era la primera vez que lo hacía, pero siempre tenía que ser muy cuidadosa en los momentos en los que elegía su momentos de escape.
En aquella ocasión decidió pasar la noche en un bar que le gustaba mucho y en el que había bastante ambiente. Todo tipo de demonios abarrotaban el lugar en busca de diversión mientras el alcohol corría y la música rock retumbaba en sus oídos. A Charlie le gustaba mucho ese bar desde que empezó a aficionarse al rock hacía unos años cuando entró en la que sus padres llamaban una fase rebelde.
Normalmente la música del bar era pregrabada y los camareros aceptaban peticiones de los clientes, pero aquel día Charlie había tenido suerte. En ocasiones muy concretas algunos grupos de rock de la ciudad actuaban en aquel local y aquel fue uno de esos días.
La princesa se quedó fascinada viendo al hombre que tocaba en el centro del escenario. No le parecía nada un demonio: llevaban ropa de cuero con tachuelas y pinchos, la piel blanca que brillaba con el sudor y el pelo castaño cenizo totalmente despeinado y unos ojos dorados a juego con sus alas y su brillante guitarra. Si no estuviera en el infierno, Charlie juraría que lo que tenía delante era un ángel como integrante principal de un grupo de rock, pero era imposible. La princesa se rio de su propia idea y se centró en disfrutar del concierto.
Aunque el concierto era increíble, Charlie no podía apartar la vista del vocalista y notó que él también había empezado a fijar su dorada mirada en ella. Era todo un macarra que le encantaba gustar y sus ojos no pudieron evitar fijarse en aquella rubia con el flequillo negro que estaba disfrutando de su concierto como nadie. Le guiñó el ojo y ella le respondió con una sonrisa pícara. Se había creado una especie de conexión invisible y el resto del concierto transcurrió como si solo estuvieran ellos dos en el local. La atracción estaba empezando a surgir a pesar de la distancia entre ambos, a pesar de no haber intercambiado una sola palabra.
El concierto terminó y la banda se retiró a disfrutar de un merecido descanso. Cuando estaban celebrando otro concierto exitoso, escucharon a alguien llamando a la puerta. El batería abrió para ver a la rubia que había llamado la atención del vocalista.
—Ha sido un gran concierto —dijo ella con una amplia sonrisa.
—Gracias, muñeca. Veo que lo has disfrutado —respondió el vocalista esbozando una sonrisa socarrona.
Charlie entró en el camerino con seguridad y desafió al hombre con la mirada. Era increíble lo bien que se entendían dos desconocidos simplemente por las miradas.
—Chicos, salid a tomar algo, voy a hablar más personalmente con mi fan.
El resto de integrantes de la banda se marcharon lanzando vítores y silbidos. No era la primera vez que el vocalista aprovechaba el camerino para pasar un buen rato con una fan después del concierto.
—Nunca te había visto por aquí —comentó el hombre sentado en el sofá del camerino.
—Bueno, me tienen muy controlada en casa. Pero a veces me escapo.
—Me gustan las chicas traviesas.
El hombre sonrió, se levantó del sofá para acercarse a la chica.
—¿Ah, sí?
Ella le sonrió con picardía y se acercó a él. Puso las manos en el pecho del hombre y disminuyó la distancia que los separaba. El hombre podía ver las mejillas sonrojadas de la chica. Parecía que había estado bebiendo pero no era nadie para decirle nada. Él también se había pasado de copas y su mente no tenía ganas de pensar. Quería disfrutar de un buen rato con aquella rubia.
Y ella parecía pensar lo mismo cuando rodeó su cuello para lanzarse a sus labios. Él correspondió el beso con la misma voracidad que le estaba ofreciendo ella.
Aunque la chica era alta, para él se sentía muy pequeña en el momento en el que la rodeó con los brazos para profundizar aquel beso. Podía notar cómo la totalidad de su cuerpo la podía abrazar completamente. Con esa idea en mente y mientras sus lenguas empezaban una danza llena de necesidad para llevar el liderazgo en ese beso, él agarró el trasero de la chica para levantarla y acercarla todavía más a él. La princesa de forma instintiva rodeó las caderas del hombre con sus piernas para no caerse. Lo rodeaba llena de necesidad por la embriagadora violencia con la que se estaban besando. Él los llevó a los dos hasta un tocador que había en el camerino. La sentó en el mueble para seguir besándola con ferocidad.
El impacto de la chica contra el mueble había hecho caer todo lo que había encima, pero a ninguno les importó mientras sus lenguas se enfrascaban en una violenta pelea por conquistar la boca del otro.
Se vieron obligados a separarse por falta de aire y, por primera vez, se miraron a los ojos mientras intentaban controlar su respiración. Los de él brillaban con lujuria al igual que los de ellas que estaban enmarcados en un coqueto sonrojo.
Charlie se relamió los labios y empezó a desabrocharse el vestido. Ya no tenía suficiente con unos simples besos por muy apasionados que fueran. El hombre silbó sorprendido por la tenacidad de la chica. Así que, para igualar las condiciones, se quitó la chaqueta y la camiseta.
—Si quieres que me quite algo más te lo tienes que ganar preciosa —la retó el hombre.
Ella sonrió con picardía antes de volver a devorar los labios del hombre más que dispuesta a aceptar el desafío con el objetivo de conseguir la jugosa recompensa. Sin descuidar los labios de la chica, el hombre empezó a bajarle el vestido. Ella se levantó lo suficiente como para conseguir que la prenda tocara finalmente el suelo.
El hombre se relamió al ver aquel cuerpo esbelto completamente a su disposición. Iba a pasárselo muy bien esa noche. No tardó mucho en quitarle el sujetador mientras ella empezaba a tantear de forma juguetona la cremallera de sus pantalones.
Mientras él empezaba a pasar su lengua traviesa por los pezones de la chica, ella desabrochó finalmente la cremallera hasta liberar el miembro del hombre que reclamaba algo de atención.
Ambos estaban hambrientos del otro. No hacían falta las palabras, en la habitación solo se escuchaban los pesados suspiros de él y los contenidos gemidos de ella que intentaba hacerse la difícil ante los precisos toques de aquel hombre sobre su pecho.
Intentando que la situación se igualara, ella empezó a acariciar aquella polla que tantas ganas tenía de tener dentro.
El hombre gruñó de placer ante el tacto de las cálidas y delicadas manos de la chica envolviendo su miembro. Sonrió sin dejar de morder los pechos de la chica y, mientras ella disfrutaba de masajear su pene. El hombre se cansó de juguetear con los pechos de la chica, quería más de ella así que apartó las bragas de ella a un lado y empezó a masajear su intimidad con la misma intensidad con la que ella seguía acariciando su miembro. Sonrió satisfecho, no tendría que hacer mucho, ella ya estaba bastante húmeda.
Acarició muy travieso el clítoris de ella e hizo que diera un pequeño salgo en el mueble. Era muy sensible, le encantaba. Como estaba ya tan mojada, introdujo dos dedos en el interior de la chica que entraron sin ningún problema. Su acción obtuvo como respuesta un pequeño gemido junto a la sensación de que la chica se contraía de placer. Estaba claro que ella se estaba esforzando por centrarse en el trabajo manual que le estaba haciendo, pero los dedos del hombre dentro de ella la hacían perder el control.
Él sonrió. Estaba más que lista y estaba claro que él también.
—¿Estás lista para probar la primera polla de todas, muñeca?
Charlie levantó la ceja.
—Así es, preciosa —dijo orgulloso e hizo aparecer sobre su cabeza un halo brillante—. Vas a tener el privilegio de follarte a Adam, el primer hombre.
La sonrisa de ella no hizo más que ampliarse con aquella información. Siempre le había gustado hacer rabiar a su padre por intentar controlarla. Sabía que por haberse escapado al concierto y haberse acostado con un escondido desataría la ira del rey del Infierno pero si ese desconocido era el primer hombre, solo haría la situación más interesante. ¡Jódete, Lucifer!
—¿Por qué te ríes, preciosa? Ya sé que tiene que ser una impresión saber que estás con la mejor alma del Cielo. Pero créeme que es verdad. A veces bajo a este estercolero con mi banda porque aquí se aprecia más mi arte. —Se pavoneaba haciendo pequeños círculos con los dedos dentro de la princesa.
—No sabes quien soy, ¿verdad? —dijo ella con una risita pícara mientras que, en ningún momento, había separado su mano de la entrepierna del hombre.
—¿Debería?
Adam alzó la ceja. Normalmente cuando revelaba quién era, las chicas se volvían locas. Pero en aquel caso no había tenido la reacción que esperaba. ¿Qué le pasaba a esa rubita?
—Creo que sí —comentó ella—. Mis padres son los que llevan todo esto.
—¿Son los dueños del bar?
Guapo pero no muy listo.
—De todo esto —contestó con una sonrisa—. Del Infierno.
El hombre se quedó en silencio mientras ella sonreía y no dejaba de bombear la primera polla de la historia.
—¿Eres la hija de Lilith?
—Sip —la sonrisa traviesa de la princesa no dejaba de ampliarse.
La sonrisa de Adam se ensanchó igualmente. Aquella era una forma deliciosa de vengarse al fin de Lucifer. Y estaba claro que su niñita estaba más que dispuesta a complacerlo.
—¿Estás segura de esto, nena? Tu papi se va a enfadar.
—Eso espero.
Una chica rebelde. Eso le gustaba todavía más.
Con determinación, apartó la mano de la chica y, sin que diera tiempo a que pudiera reaccionar, adentró su miembro dentro de la princesa que se abrazó a su cuello de forma instantánea.
Las embestidas salvajes de Adam hacían que el mueble en el que estaba sentada la princesa golpeara la pared de forma frenética. Pensaba que podría destrozarla y la pared también y eso le encantaba.
Aquello parecía un sueño. Por muchas mujeres con las que se hubiera acostado nunca había sentido una conexión así con nadie. La princesa había empezado a seguir su ritmo de forma perfecta sin necesidad de palabras entre ellos. La notaba jodidamente tan apretada y tan húmeda que era una delicia.
Ella jadeaba agotada sin bajar el ritmo de sus caderas que no hacían más que anhelar sentir al hombre cada vez más dentro de ella.
—Estás muy apretada, princesa —comentó él con la voz jadeante.
—¿Acaso es un problema? —Ella rodeó su cuello para robarle un beso necesitado aprovechando ese apoyo para intensificar el salvaje movimiento de sus caderas.
—Para nada —dijo él después del beso—. Eres deliciosa, hija de Lucifer.
El primer hombre empezó a repartir mordiscos esporádicos por el cuello de la princesa que empezaba a gritar de placer mientras sus caderas se sacudían más violentamente. Adam bajó las manos hasta las caderas de la chica para aumentar más la profundidad de los embistes.
Aquella chica era deliciosa, notaba como su coño envolvía perfectamente su polla y lo volvía loco. Ninguna otra mujer había conseguía envolver su miembro de una forma tan perfecta. Se sentía al límite, no iba a aguantar mucho más y, cuando ella empezó arañar su espalda y notaba como su interior apretaba con necesidad su miembro, él no tardó mucho en correrse también.
Los dos habían asumido que aquello sería un polvo de una noche así que, tras el orgasmo, ambos se adelantaron antes de despedirse. Charlie no podía llegar demasiado tarde si quería salir airosa de su pequeña escapada y Adam sabía que Lute y Vaggie no lo podían cubrir mucho más tiempo.
—No ha estado mal, princesa —se despidió él antes de volver a entrar en el bar.
—Lo mismo digo, primer hombre —contestó ella encaminádose a la salida trasera del local.
El tiempo pasó y, junto a la resaca del día siguiente, ambos olvidaron por completo aquel apasionado incidente. Ni siquiera cuando se reunieron para negociar los exterminios fueron capaces de reconocerse mutuamente.
La memoria de aquella noche parecía haberse esfumado del recuerdo de la princesa y el primer hombre. Pero lo que siempre les acompañaría convirtiéndose en un problema común era el herpes que el primer hombre le contagió a la princesa por no haber tenido cuidado.
One-shot dentro de la antología Tanto en el Cielo como en el Infierno.
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hikariyami1 · 11 months ago
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Se anuncia la serie DC Black Label 'The Boy Wonder' de Juni Ba
Como Robin, el joven Damian descubrió de repente que no era más que uno de varios príncipes, precedidos en el papel por sus "hermanos" Nightwing, Red Hood y Red Robin...
DC Comics ha anunciado un nuevo libro de DC Black Label a partir del 7 de mayo llamado The Boy Wonder . Escrita y dibujada por Juni Ba con colores de Chris O'Halloran y letras de Aditya Bidikar, la serie sintetiza la compleja historia de los personajes en un cuento de hadas accesible y desgarrador. Es una serie de cinco números.
"En Robin hay algo esencialmente divertido y superheroico", dice Ba. “Para mí, él es el epítome de la aventura y el asombro infantil. Viniendo de la generación de fanáticos que amaban Batman: The Animated Series, quiero que The Boy Wonder capture la diversión de la aventura episódica y los personajes convincentes en un libro accesible que cualquiera pueda disfrutar independientemente de su historia anterior”, continúa Ba. “Y elegí hacer esto con mi pequeño duendecillo favorito Damian, porque ¿quién mejor para enseñarnos sobre el heroísmo y la familia que alguien que, en el fondo, teme no ser una persona lo suficientemente buena como para merecer ninguna de las dos cosas? La historia será divertida, pero también te tocará la fibra sensible”.
Entonces, ¿de qué se trata The Boy Wonder ?
𝑬𝒍 𝒋𝒐𝒗𝒆𝒏 𝒑𝒓í𝒏𝒄𝒊𝒑𝒆 𝑫𝒂𝒎𝒊𝒂𝒏 𝑾𝒂𝒚𝒏𝒆 𝒇𝒖𝒆 𝒄𝒓𝒊𝒂𝒅𝒐 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒔𝒆𝒓 𝒆𝒍 𝒉𝒆𝒓𝒆𝒅𝒆𝒓𝒐 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒕𝒆𝒎𝒊𝒃𝒍𝒆 𝑳𝒊𝒈𝒂 𝒅𝒆 𝑨𝒔𝒆𝒔𝒊𝒏𝒐𝒔, 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒔𝒆𝒈𝒖𝒊𝒓 𝒍𝒐𝒔 𝒑𝒂𝒔𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒔𝒖 𝒍𝒆𝒕𝒂𝒍 𝒎𝒂𝒅𝒓𝒆, 𝑻𝒂𝒍𝒊𝒂, 𝒚 𝒅𝒆𝒍 𝒎𝒊𝒔𝒎í𝒔𝒊𝒎𝒐 𝑫𝒆𝒎𝒐𝒏'𝒔 𝑯𝒆𝒂𝒅, 𝒔𝒖 𝒂𝒃𝒖𝒆𝒍𝒐 𝑹𝒂'𝒔 𝒂𝒍 𝑮𝒉𝒖𝒍. 𝑷𝒆𝒓𝒐 𝒕𝒐𝒅𝒐 𝒄𝒂𝒎𝒃𝒊ó 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒔𝒖 𝒑𝒂𝒅𝒓𝒆, 𝑩𝒂𝒕𝒎𝒂𝒏, 𝒍𝒐 𝒓𝒆𝒄𝒍𝒂𝒎ó 𝒚 𝒍𝒐 𝒕𝒓𝒂𝒋𝒐 𝒅𝒆 𝒓𝒆𝒈𝒓𝒆𝒔𝒐 𝒂 𝑮𝒐𝒕𝒉𝒂𝒎 𝑪𝒊𝒕𝒚. 𝑪𝒐𝒎𝒐 𝑹𝒐𝒃𝒊𝒏, 𝒆𝒍 𝒋𝒐𝒗𝒆𝒏 𝑫𝒂𝒎𝒊𝒂𝒏 𝒅𝒆 𝒓𝒆𝒑𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒅𝒆𝒔𝒄𝒖𝒃𝒓𝒊ó 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒓𝒂 𝒔𝒊𝒎𝒑𝒍𝒆𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒖𝒏𝒐 𝒅𝒆 𝒗𝒂𝒓𝒊𝒐𝒔 𝒑𝒓í𝒏𝒄𝒊𝒑𝒆𝒔, 𝒑𝒓𝒆𝒄𝒆𝒅𝒊𝒅𝒐𝒔 𝒆𝒏 𝒆𝒍 𝒑𝒂𝒑𝒆𝒍 𝒑𝒐𝒓 𝒔𝒖𝒔 "𝒉𝒆𝒓𝒎𝒂𝒏𝒐𝒔" 𝑵𝒊𝒈𝒉𝒕𝒘𝒊𝒏𝒈, 𝑹𝒆𝒅 𝑯𝒐𝒐𝒅 𝒚 𝑹𝒆𝒅 𝑹𝒐𝒃𝒊𝒏... 𝒚 𝒂 𝑫𝒂𝒎𝒊𝒂𝒏 𝒏𝒐 𝒍𝒆 𝒊𝒎𝒑𝒐𝒓𝒕𝒂 𝒔𝒆𝒓 "𝒔𝒊𝒎𝒑𝒍𝒆𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆" 𝒄𝒖𝒂𝒍𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓 𝒄𝒐𝒔𝒂. 𝑷𝒆𝒓𝒐 𝒄𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒔𝒖 𝒑𝒂𝒅𝒓𝒆 𝒔𝒆 𝒗𝒆 𝒐𝒃𝒍𝒊𝒈𝒂𝒅𝒐 𝒂 𝒂𝒃𝒂𝒏𝒅𝒐𝒏𝒂𝒓 𝒍𝒂 𝒄𝒊𝒖𝒅𝒂𝒅 𝒑𝒐𝒓 𝒂𝒔𝒖𝒏𝒕𝒐𝒔 𝒖𝒓𝒈𝒆𝒏𝒕𝒆𝒔, 𝒚 𝒖𝒏𝒂 𝒔𝒆𝒓𝒊𝒆 𝒅𝒆 𝒔𝒆𝒄𝒖𝒆𝒔𝒕𝒓𝒐𝒔 𝒗𝒂𝒏 𝒂𝒄𝒐𝒎𝒑𝒂ñ𝒂𝒅𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒔𝒖𝒔𝒖𝒓𝒓𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝒖𝒏 𝒅𝒆𝒎𝒐𝒏𝒊𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒂𝒄𝒆𝒄𝒉𝒂 𝒆𝒏 𝒍𝒐𝒔 𝒄𝒂𝒍𝒍𝒆𝒋𝒐𝒏𝒆𝒔 𝒐𝒔𝒄𝒖𝒓𝒐𝒔 𝒅𝒆 𝑮𝒐𝒕𝒉𝒂𝒎, 𝑫𝒂𝒎𝒊𝒂𝒏 𝒔𝒆 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒓á 𝒍𝒖𝒄𝒉𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒋𝒖𝒏𝒕𝒐 𝒂 𝒔𝒖𝒔 𝒉𝒆𝒓𝒎𝒂𝒏𝒐𝒔 𝒂𝒅𝒐𝒑𝒕𝒊𝒗𝒐𝒔 𝒚, 𝒆𝒏 𝒆𝒍 𝒑𝒓𝒐𝒄𝒆𝒔𝒐, 𝒂𝒑𝒓𝒆𝒏𝒅𝒊𝒆𝒏𝒅𝒐 𝒄𝒖á𝒍 𝒆𝒔 𝒆𝒍 𝒎𝒂𝒏𝒕𝒐. 𝒅𝒆 𝑹𝒐𝒃𝒊𝒏 𝒓𝒆𝒂𝒍𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒔𝒊𝒈𝒏𝒊𝒇𝒊𝒄𝒂!
En esta serie de cinco números, el visionario escritor y artista Juni Ba deja su huella en la eterna historia de Batman y Robin, sintetizando la compleja historia de los personajes en un cuento de hadas accesible y desgarrador. El número debut también presenta colores de Chris O'Halloran, con letras de Aditya Bidikar.
El joven príncipe Damian Wayne fue criado para ser el heredero de la temible Liga de Asesinos, para seguir los pasos de su letal madre, Talia, y del mismísimo Demon's Head, su abuelo Ra's al Ghul
Pero todo cambió cuando su padre, Batman, lo reclamó y lo trajo de regreso a Gotham City. Como Robin, el joven Damian de repente descubrió que era simplemente uno de varios príncipes, precedidos en el papel por sus "hermanos" Nightwing, Red Hood y Red Robin... y a Damian no le importa ser "simplemente" cualquier cosa. Pero cuando su padre se ve obligado a abandonar la ciudad por asuntos urgentes, y una serie de secuestros van acompañados de susurros de un demonio que acecha en los callejones oscuros de Gotham, Damian se encontrará luchando junto a sus hermanos adoptivos y, en el proceso, aprendiendo cuál es el manto. de Robin realmente significa!
"En Robin hay algo esencialmente divertido y superheroico", dice Ba. “Para mí, él es el epítome de la aventura y el asombro infantil. Viniendo de la generación de fanáticos que amaban Batman: La serie animada, quiero que The Boy Wonder capture la diversión de la aventura episódica y los personajes convincentes en un libro accesible que cualquiera pueda disfrutar independientemente de su historia anterior”, continúa Ba. “Y elegí hacer esto con mi pequeño duendecillo favorito Damian, porque ¿quién mejor para enseñarnos sobre el heroísmo y la familia que alguien que, en el fondo, teme no ser una persona lo suficientemente buena como para merecer ninguna de las dos cosas? La historia será divertida, pero también te tocará la fibra sensible”.
Además de la historia y el arte, Ba también proporciona la portada principal de este número debut, con una portada variante adicional de Cliff Chiang. The Boy Wonder #1 llega a las tiendas de cómics participantes el martes 7 de mayo y está disponible para pedidos por adelantado el viernes 16 de febrero.
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rubimoon45 · 1 month ago
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Bonten´s influence
-Sanzu Haruchiyo x fem!reader
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/ If you want to read it, you can translate it into English or another language /
Words: 13,1 k
Synopsis: She is Mikey's girlfriend. It's not the best situation, but it's still better than being alone, right? In the end, the best option is to stay with the strongest and the one who loves you... Is that true?
First chapter, second chapter, three chapter, four chapter
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Sanzu Haruchiyo era un demonio... Y lo odiaba de todas las formas posibles.
El segundo dia volvio a pensar en él. Y a pensar en todas las maneras que había de matar a alguien. No sólo la había abofeteado por decirle la verdad, cruelmente, pero era la realidad de su vida, que era la menor de sus preocupaciones. Sino que la había abandonado en la carretera como si nada. La puerta del apartamento se había cerrado en seco tras ella, con el cuerpo adolorido en un espacio tenuemente iluminando en una esquina. Se había apoyado en la madera, pensando en Sanzu y lo que había pasado.
El odio la guiaba y la mantuvo despierta las dos horas que tardó en volver a su casa. Una persona la había acercado a la ciudad, donde pudo tomar el tren y luego el autobús a casa con una pierna cojeando y las lágrimas ya secas en un rostro hinchado. Lo último que recordaba fue haberse dejado caer al suelo y llorado con la cara enterrada en las piernas.
No lo odio con todo su ser hasta ese día. Lo odiaba por haberla humillado, haberla hecho pensar cosas que no tendría que habérselo pasado por la cabeza y menos en el momento en el que estuvo después de una ruptura de ese nivel, pero sobre todo lo odiaba por ser un insensible. Porque la había arrastrado con él al abismo de volverse loca y luego dejado caer.
El silencio se hacia más espeso a casa día que pasaba. Las sombras se arremolinaban esa noche sobre ella tomando la forma de sus mayores temores. Se había cambiado la ropa empapada por una muda limpia, pero había vuelto a mancharla con un nuevo terror que la aprisionaba contra el colchón y fundía con ella. Se despertó una vez más con la almohada y la mitad de la cama empapada en sudores y lágrimas. De vez en cuando, algún ruido distante de ciudad llegaba hasta ella, pero es como si todo estuviera en otro mundo. Fuera, llovía, golpeando las gotas contra los cristales que sonaban en la casa. La mente le jugaba una mala pasada tumbada en esa cama sin memoria.
Las pesadillas volvieron el resto de la semana, pero ninguna fue tan fuerte como aquella. Que la perseguía presionando su garganta hasta quitarle el aire y arrancarle el pecho.
Se puso en pie, caminando vacilante hacia la ventana del dormitorio. El agujero para respirar de la pared que conectaba con el exterior estaba abierto. Miró el reflejo de la luna en el cristal, con vaho en la superficie por el contraste térmico. Quería dormir, lo necesitaba para estar bien, pero en el fondo sabía que si volvía a cerrar los ojos las pesadillas y la sensación de ahogarse regresaría.
La mañana llegó lenta, con un cielo gris que presionaba el horizonte. No durmió en toda la noche, de nuevo, pero sintiendo el cansancio del cuerpo apenas se notó los días siguientes en los que fue a trabajar de forma mecánica.
Así hasta que pasó la primera semana.
Y luego, la segunda.
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Sanzu Haruchiyo no tenía amigos. Tenía aliados y enemigos. Pero ninguno se consideraba más allá de esos dos títulos. Manjiro era el único con un título superior, de respeto, aunque no fuera mutuo.
Probablemente eso explicase el por qué siempre estaba solo. O las veces que lo conocía de haber estado con Mikey en el apartamento, siempre andaba solo o mirando por encima del hombro a los demás. Mikey no podría considerarse amigo si solo una de las partes mostraba interés. Una vez le había bromeado con la idea de que salieran juntos. Dudaba que el interior de Bonten las cosas fueran diferentes, a excepción de la cercanía entre los Haitani y el carácter tranquilo de Kakucho para con todos.
Ver que la persona con la que uno de los Haitani pasaba el tiempo sabe Dios cómo estaba delante de su puerta le puso los pelos de punta. Estaba sola en el apartamento, limpiando lo que su mala gestión del espacio había generado en el salón, cuando llamaron al timbre. Se sorprendió, ya que no esperaba visita y conocía a tan poca gente que no tuviera que ganarse la vida. Lo primero que vio al asomarse por la mirilla fue un rostro blanco envuelto en pecas y una melena naranja peinada hacia delante, alardeando de una buena genética sin enseñar sus análisis de sangre. Se lamentó al darse cuenta de quién era y lo que significaba aquello...
La habían encontrado. Sabían dónde estaba y ahora podían sorprenderla a cualquier hora con uno de los regalos envueltos en veneno de Bonten. Él sabía dónde estaba. ¿Qué debía hacer? ¿Debía llamar a la policía por algo que ni sería considerado un asalto a su propiedad? No, se recordó. La policía investigaba a veces por su cuenta. Aunque Bonten pudiera comprar a muchos de los policías, siempre había eslabones perdidos que acababan dónde nadie quería... Y acababan dando con miembros indirectos de Bonten a los que culpaba de colaboración. Hope apretó la mano sobre el pomo.
Podría ir a la cárcel.
Y a nadie le importaría que acabase en una celda porque ya no era nadie. Se encontró pensando en Sanzu, en la chaqueta que guardaba en una cesta de la ropa sucia aunque no fuera a lavarla y menos a entregársela. Podría sacar algo bueno por ella si lo hacía. Venderla por alguna página y sacar beneficio de una tela tan cara y de marca. Al menos sabía que no se andaba con pelos en la lengua ni iba flojo de dinero con todo aquello.
Decidió abrir la puerta con el corazón en la garganta y la otra mano sujetando algo por detrás. Los ojos de la pelirroja se levantaron del suelo para mirarla, y fue como si la luz del sol entrase directamente en su apartamento cuando sonrió.
-Sabía que estaríais en casa.
Eso solo consiguió que apretase con más fuerza el bate de béisbol al otro lado de la puerta. La conocía, pero a ella también de haberla visto con Ran Haitani. La examinó muy bien con la mirada.
-¿Quién eres?
-Oh, claro, no me conoces. Perdona -se disculpó, y extendió la mano. En ese momento se dio cuenta de que era una mujer más despreocupada que la persona con la que andaba por la calle-. Hope Haitani.
Haitani.
En primer lugar pensó en una posible hermana, pero no tenía sentido. Parecía tener la misma edad que ella, por lo que sería de la edad del hermano menor de los Haitani y ninguno de los dos se parecía. Ni en la forma de la cara, los rasgos, el color de ojos ni mucho menos el color de pelo. Parecía un pelirrojo natural, además, no como el tinte morado y negro que esos dos usaban... Solo se le pasó por ka cabeza que pudiera ser algo más formal y legal cuando vio en la mano un anillo plateado, más delgado pero similar al que había visto a Ran Haitani llevar en la mano izquierda muchas veces.
-Perdón por presentarme así, pero quería conocer por fin a la persona de la que Rindou me hablaba. Dijo que te habías mudado... Así que te he investigado a través del bolso que vendías.
No podía decir que era una mentirosa si iba con la verdad por delante. Al menos Bonten sabía que ya no vivía en ese antiguo lugar.
-¿Cómo sabes lo de...?
-¡Fui yo! -confesó, con las mejillas sonrojadas por el viento frío y la vergüenza de decirlo en voz alta. Se había puesto igual que su pelo-. Lo he mandado reparar Estaba un poco...destrozado.
Destrozado era quedarse corto de palabras. Lo hubiese quemado de no haber salido una persona a comprarlo. Al menos eso explicaba cómo una persona pudo haber comprado un objeto en tal estado.
-¿Cómo...?
-Tengo mis medios. Ran no sabe nada, lo juro.
No supo si confiar en ella. Le estaba diciendo tantas cosas a la vez que la estaban confundiendo cada vez más, sumado al dolor en su parte baja y las medicinas que tardaban en hacer efecto. Fue el turno de la mujer de ponerse sería, extendiendo a la vez una bolsa de plástico que llevaba en la mano.
-Frutas y compresas para los dolores.
-¿Cómo...?
Se preguntó si Sanzu se sintió así cuando la vio aparecer por sorpresa en su edificio, sin dar explicaciones y además diciéndole que estaba horrible por algo en lo que ella había colaborado indirectamente. Supuso que no podía compararse.
-Uno de mis guardaespaldas te vio entrar en casa con muchas medicinas -dijo, encogiendose de hombros. Una parte de ella se preguntó si realmente sabía lo que le pasó-. Solo venía a darte esto. No conozco a todos los integrantes de Bonten para no estar metida en sus asuntos... Pero creo que entre nosotras podríamos llevarnos bien. Mi número está dentro.
Iba vestida con una larga gabardina ceñida a la cintura con suavidad y por debajo unas medias oscuras y botas que asomaban. Además de eso, lucia como si hubiera salido de un barrio pijo y poderoso. Los Haitani controlaban Roppongi. Debía de vivir allí con su marido.
El pitido de una alarma las sorprendió a ambas.
-Tengo que irme ya. Rindou se ha quedado con su sobrino y ya va siendo hora de que el vaya a recoger. El muy tonto se queja, pero le gusta pasar tiempo con Kei antes que estar solo en su casa.
Ella lo contaba riéndose, pero sonaba demasiado extraño para ella que los Haitani fueran buenos con más personas aparte de ellos. Sabía por Mikey que trabajaban solos en el control de Roppongi y las ordenes que les daban, pero colaboraban por el bien general de Bonten. Aún así, sabía muy poco de ellos. Como la mujer que tenía delante y estaba casada con el hermano mayor
Ya no sabía qué esperar.
Manjiro recién casado. Ran Haitani casado y con un hijo. ¿Quién iba a ser el siguiente?
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Estuvo tres semanas sin ver a nadie de Bonten, mucho menos Sanzu Haruchiyo era muchas cosas. Ninguna buena.
Decidió ir a ver a Hope Haitani a mitad de semana, después de haber mirado su tarjeta y su número durante veinte minutos en silencio y con la radio puesta por si escuchaba algo interesante. Cuando la llamo, lo primero que le dio aparte de la dirección al apartamento fue un recordatorio con la ropa de frío. Aquella mujer era una madre sin saberlo.
Resultaba que los Haitani vivían en un buen lugar dentro de Roppongi. Imaginaba que Rindou no andaría lejos en cuanto a vivienda, pero nunca lo llegó a preguntar cuando vio que las puertas del ascensor se abrían y el guardaespaldas de Hope la llevaba al apartamento. Hope Haitani la esperaba dentro con un vestido de flores y un niño rubio de unos dos años en su cadera con una cara sucia de comer pastel. Pronto se fueron al salón a hablar.
La forma en la que Hope miraba a su hijo era el reflejo del amor maternal, supuso. La forma en la que una madre tendría que mirar a sus hijos. Kei, el primer hijo del mayor de los Haitani, jugaba felizmente en el suelo del salón abierto, con los juguetes rodeándole. Otra casa sin paredes, abierta a todos lados. Parecía una obsesión que todo Bonten compartía.
-Ran no se fía de las guarderías. He intentado convencerle, pero supongo que es algo en lo que no puedo influir -explicó, con la sombra de una sonrisa asomando. La taza con té caliente humeaba en sus manos. Hasta la postura que tenía era elegante, aunque eso era común en cada cosa que hiciera-. De todas formas, me alegra estar cerca de él.
Ella no dijo nada. Al final, ¿qué iba a decir ella? Había abandonado a sus padres siguiendo sus sueños. Y la única posibilidad que tuvo de tener un hijo ya era inexistente a no ser que revertiera el proceso y se buscase un donante. Lo cual, no iba a hacer. Si había decidido abortar al primero, el segundo solo sería un recordatorio de lo más reciente. Independientemente de eso, a Hope no parecía molestarle nada de lo que sabía de ella; lo que esa rata de Ran le habría contado de ella.
Cuando le preguntó si podía beber ese té, la respuesta fue que era una receta transmitida en la familia Haitani para las embarazadas. Lo que no le preguntó fue si iba a heredar la personalidad de su padre y su tío con ello. La casa estaba tan bien decorada que parecía que un decorador personal había pasado por allí, metiendo mano en los aspectos más personales de la familia. En la mesilla a su lado, se fijó al sentarse, estaba una foto familiar; era la primera vez que veía la sonrisa sincera de Ran Haitani, aunque no fuera en persona. La risa del niño inundaba el apartamento entero, sentado en el suelo de la sala de estar rodeado de juguetes y con una mujer -la niñera, supuso- arrodillada frente a él.
Al sentarse las dos a charlas en la sala de estar Hope le pidió a la mujer que se fuera, con amabilidad, y que cogiera el trozo de pastel que sobraba de la cocina. Se le hacía difícil imaginarse el cómo una mujer tan buena y sincera como ella podía haber acabado con alguien como un Haitani, el mayor en concreto. El hermano pequeño al menos tenía su gracia.
-Tenía muchas ganas de conocer a la persona que le ha plantado cara a Mikey -le dijo, rellenando la taza de nuevo sin apartar la mirada de ella Se sentía estudiaba como una especie en el zoológico.
-¿Cómo sabes eso? -quiso saber, en un tono relajado pero que ocultaba el nerviosismo. Si ella sabía eso, entonces todos los de Bonten sabían lo que hizo. Lo que se traducía en la humillación pública de Mikey-. Además de que tampoco ha sido eso.
-Ran me lo contó hace ya unas semanas, se estuvo riendo toda la noche desde que Rindou le llamó para contárselo -le explicó, pero le dio la sensación de que no era a Ran solamente quien le hacía gracia. Hope sonrió cuando Kei se levantó, con cierta dificultad, y se acercó a ellas tambaleante-. Al menos tuvo una buena excusa para no bañar a Kei.
Fue el turno de ella de abrir los ojos. Lo último que se imaginaba en una persona tan aparentemente remilgada como Ran era quien se encargaba de un niño tan pequeño. Uno al que Hope le había tenido que limpiar la boca dos veces en una tarde porque le encantaba comer pastel.
-Quería que vinieras no solo para hablar. Esta casa es tan grande que me siento sola y no todo el mundo se atreve a venir hasta aquí -suspiró, dejando la taza en la mesa auxiliar, decorada con algunas revistas y una pieza de porcelana azul-. Rindou se ha ido de viaje a Manila y Ran se ha quedado solo hasta que vuelva.
-¿Qué hace en Manila?
-Negocios, como siempre. Ya sabes.
Lo sabía. Demasiado. Y también le recordaba a Izana. Era como una sombra que se cernía sobre todos ellos, invisible, tanto los involucrados como los apartados. Los viajes eran una excusa para controlar a las bandas de otros países que podían extenderse a Japón y comenzar un negocio; ante eso, Bonten se apresuraba a echar sus raíces.
-Ran se ha quedado, pero no cree que sea suficiente -una de sus manos se posó sobre el pequeño vientre-. Creo que piensa que está demasiado distraído con el embarazo como para concentrarse en Bonten. Apenas duerme y tengo que insistirle en la que coma cuando se queda en casa. En el primero perdimos a uno de los gemelos -murmuró, su voz convirtiéndose un susurro, aunque con un tono firme. Su mirada se pasó de la cara de esa chica hasta el vientre hinchado. Debía de tener unos meses por delante-. Eran gemelos.
Si a ella se le había hecho difícil tomar la mejor decisión para ella y su futuro, no quería imaginarse la pérdida involuntaria de uno de sus hijos. Su mirada se volvió a posar en el alegre niño que balbuceaba para sí mismo, en los rasgos infantiles pero que empezaban a parecerse a los de sus padres en una mezcla aún por desarrollar. No era pelirrojo, sino rubio, lo que delataba el verdadero color de su parte Haitani. Pero se parecía sobre todo a Hope en la forma de sonreír y en la forma de sus ojos.
-Me sorprende que Rindou no viva con vosotros.
Aunque sonaba más como apunte, Hope se lo tomó como una broma y se rio.
-Ya tengo a dos Haitani en casa y son suficientes. Pronto serán tres... Su tío no va a dar a basto.
Hope sonrió con cierta malicia, ocultándose detrás de la taza de porcelana.
-Así que... ¿La conociste en persona? Vaya coraje.
-Los Haitani me enviaron la invitación a la boda. Tampoco tenía nada que hacer en mi casa.
Hope dejó de beber para mirarla con cierta sorpresa; luego, su expresión cambió a un ceño fruncido. El grito divertido de Kei rompió el silencio extraño entre ellas, pero ninguna le prestó atención; por el rabillo del ojo le vio agitar los brazos en el aire.
-Sí, ellos son así. Los dos.
-Lo sé.
-Si lo hubiera sabido, les habría detenido. Lo juro. Parece que solo quieren causar problemas allá a donde van -bebió, pero tensó el rostro y apartó la taza-. Volviendo al tema de antes... ¿Qué opinas de ella? Sinceramente.
Lo decía con la mirada clavada en el niño que se había levantado y caminaba con su juguete a otro lado de la alfombra, soltando frases incoherentes. El recuerdo de la esposa de Mikey surgió tan pronto como la mencionaron. ¿Qué podía decir de ella? Tantas cosas. Extrañamente se vio hablando de ella con la mano en el pecho, sin embargo. A pesar de todas las desgracias que había generado indirectamente su presencia en su vida.
-Parecía buena persona -se vio diciendo en coz alta, y no en el lío de pensamientos y emociones que pasaban por su interior-. Y es muy guapa. Parece el tipo de chica que ha tenido muchos pretendientes. ¿Tú la has visto?
-Si, una vez. En un evento benéfico... Por entonces eran todavía prometidos. Sabe hablar italiano, y pensó que yo lo hablaba -el recuerdo le provocó una risita, pero no una mala o despectiva-. No la odio, pero tampoco me cae muy bien. Es extraño. Supongo que me pasa con todos... Pero entiendo que tu sí lo hagas, y puede que sea lo mejor no pensar en ella, pero... Sé por experiencia que te vuelve loca.
No dio más detalles acerca de esa experiencia suya, sino que quedó en el silencio.
-Siempre somos nosotras las que pagamos las consecuencias de ellos. Incluso si no es nuestra culpa -explicó, llevándose una mano al vientre, como si lo estuviera protegiendo-. Me aterraba la idea de que fuera niña porque significaba que había una oportunidad de que ella sufriera lo mismo, independientemente de si salía a su padre o a mi. No soportaría verla sufrir de esa manera. Cada vez, el peso es más pesado, no solo la barriga y los dolores: el pensar que cualquiera puede hacerle daño. Ya tenía una lista de cosas que decirle por si acaso.
Con eso dejaba claro indirectamente que no iban a tener más hijos... Decidió ignorarlo. Pero pensó en sus palabras. Mientras Hope bebía té y el pequeño Kei le enseñaba su recién cogido coche de madera de una pila de bloques, ella tuvo el tiempo suficiente para pensar en todo lo ocurrido hacía semanas... Y años atrás. Cómo ha ia conocido a Mikey, cómo habían vivido los dos juntos la vida teniendo personalidades distintas y chocante... Se había preguntado tantas veces cómo Mikey podía dormir por las noches a pierna suelta que nunca pudo preguntarse lo más importante.
Cómo podía ella hacerlo teniendo las manos sucias de sangre con todo lo que conocía.
De repente, las puertas del ascensor se abrieron, revelando las presencias de dos hombres. Ran y un hombre con gafas vestido de negro, un guardaespaldas con probabilidad. El hombre se marchó a cualquier lado de la casa, pero Ran se quedó con una de sus sonrisas perezosas siempre en la cara. No pareció percatarse de la presencia de ella, y si lo hizo, la ignoró con una habilidad asombrosa habiendo pasado por su lado. Hacia el niño que ahora se reía en sus brazos y se revolvía. Se quedó muy quieta, viendo esa escena.
¿Mikey hubiese sido buen padre? Estaba claro que Sanzu le había mentido para hacerle daño donde más le dolía. Pero todavía estaba esa pregunta. ¿Qué pasaría con ese niño si llegaba al mundo? A esas alturas, temía la respuesta como los peces a quedarse sin aire. Porque la conocía demasiado bien, en el fondo de ella. Siempre lo había sabido, y aún así, pensaba que el problema era ella. Manjiro Sano no podía cuidarse a sí mismo. Nunca sería un buen padre. El haberse casado solo era una excusa para poder seguir liderando Bonten sin problemas... La luna de miel en el extranjero, empezando por la casa. Cómo ella se había ocupado de absolutamente todo porque se veía absurda esperando que algo saliese mal en silencio, que quería ayudar de alguna manera en vez de hacer una escena ridícula... Y se dio cuenta de eso en ese mismo instante, con ese pequeño momento.
Esa mujer nunca serie feliz al lado de un hombre que le quitaría toda esa luz que tenía cuando la vio esas veces en la boda y en el gimnasio. Era incapaz de cuidar de sí mismo. Era incapaz de cuidar de otros sin depender de otro. Manjiro Sano solo era el reflejo de lo que él mismo había gestado con sus decisiones. Si hasta Ran Haitani podía hacer reír a un niño solo con que lo viera, hacer reír a una mujer que todavía brillaba por sí misma solo con preguntarle cómo se estaba portando el embarazo, significaba que no todo estaba perdido para algunas persona... Pero Mikey se había buscado la ruina él solo hacía mucho tiempo.
Desde el día en el que murió su hermano, que la oscuridad empezó a consumirlo por no saber manejar sus emociones, hasta alejar a las personas que más le amaban y habían estado con él en lo peor... Incluida ella.
Y ahora estaba arrastrando a otra persona inocente con él.
Los sudores fríos que le corrían por la espalda no se debían a eso, sin embargo. La realidad era impactante... Pero lo que había delante de ella era mejor aún. Ese futuro. Esa esperanza.
Hope volvió a posar la mirada en ella, apartandola de la escena padre e hijo; Ran discutía con su hijo sobre cómo construir una casa decente con bloques de madera más grandes que su mano. El niño, resoplando y en su propia idioma, ya apuntaba maneras a ser peor que su padre pero con la valentía de su madre.
-¿Qué hubieras dicho?
La mirada de Hope fue como la de un depredador acechando a su presa, debajo de esas pestañas pelirrojas que brillaban con la luz y esas pecas.
-Muerde.
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Manjiro Sano era un idiota.
Había tardado diez años en darse cuenta y con ayuda de la esposa de Ran Haitani. Definitivamente tenían que darle el precio a la persona más ciega del mundo.
Estuvo unos días con las palabras de Hope en la cabeza. El trabajo la tenía agobiada en el sentido de que pasaba demasiadas horas en la oficina más que pensando en sí misma, pero por ese lado al menos no tenía que tiempo. Consiguió el tiempo suficiente, por otro lado, para asistir a la revisión del médico programada después de la intervención. Era algo común, al parecer, que pudieran haber problemas después de la intervención. Infecciones, una mala práxis, cualquier cosa. Afortunadamente ella no sufría de nada de eso; más allá de los malestares que la larga caminata le produjeron los primeros días y el cansancio que sentía por tantas medicinas. Victoria le dijo que era lo más normal, pero que se lo tomara con calma y no pasara tantas horas en el trabajo.
Tal vez tuviera sentido. Pero ella necesitaba estar distraída. Si se quedaba en casa, el silencio la volvería loca; y si encendía cualquier dispositivo, acababa en el programa de las noticias escuchando los accidentes que le eran tan familiares. Quedarse trabajando o haciendo alguna hora extra la salvaba de aquello. La volvía loca e el sentido de estar sentada todo el rato, pero el esfuerzo valía la pena.
El sonido de sus pasos resonaba en el silencio de la calle recta e iluminaba con farolas, un eco que parecía más pesado que el de cualquier otra persona que pasara por allí. Acababa de salir del trabajo y regresaba a casa, pero pensaba pasarse antes por una tienda de conveniencia a recoger algo rápido que comer. No tenía la cabeza para ponerse a cocinar esa hora, no una decente. El aire de la calle era fresco, aunque la sensación de estar atrapada, de estar aún dentro de ese mismo ciclo, la envolvía a cada paso.
La noche estaba tranquila, pero el murmullo de la ciudad seguía vibrando en sus oídos, recordándole que no había escapatoria a todo lo que veía en las noticias. Bonten era bueno organizando asociaciones bajo su mando, pero siempre quedaban lagunas. Esas lagunas iban a por los más débiles primero y luego a por el poder. Salir a la calle sabiendo que eran una presa era el recordatorio de una mujer; pero si eras la antigua mujer del antiguo líder... No. No podía pensar en eso. Tenía que pensar en otra cosa que no fuera eso; no podía pensar cada vez que salía a la calle que irían a por ella.
Siguió caminando, sus pensamientos mezclándose con la sensación de la fría brisa sobre su rostro, como si eso pudiera borrarlo todo: Manjiro, su pasado, la cara de la mujer que ahora podía considerarse su "amiga"... Para distraerse había investigado dónde podría estar su familia. La de sangre. Tenía muchas dudas de si continuar o rendirse. ¿Qué iba a decir si los encontraba? ¿Qué iba a hacer si descubría que algo podría haberles pasado...?
Ya estaba cerca de su casa. Le quedaban dos cruces, y meterse en la tienda de conveniencia. Entonces podría cenar algo y acostarse. Pero una sombra la alcanzó antes de que pudiera llegar al final de la calle.
-No es tan fácil, ¿verdad? -una voz en frente de ella la hizo detenerse en seco. La misma voz que había escuchado en su cabeza durante días, la misma que la había acompañado en cada momento de incertidumbre desde que tomó la decisión de dejar a Manjiro y con la que había tenido pesadillas varias noches seguidas.
Ella no giró la cabeza, no quiso enfrentarse a él de nuevo, pero la energía de su presencia la obligaba a escuchar. Era como si el aire a su alrededor se hubiera espesado, y ahora no pudiera moverse con libertad.
—¿Qué quieres, Sanzu? —su voz sonó más cansada de lo que había imaginado. Como si en verdad ya no le quedara fuerza para seguir jugando a sus juegos. Porque no le quedaban; no después de la última vez.
Él avanzó hasta quedar justo a unos centímetros de ella, tan cerca que podía sentir la calidez de su cuerpo a poca distancia. Sobre el hombro colgaba una bolsa grande de tela negra. «La katana -se dijo para sí-. La llevaba consigo cuando iba a casa de Mikey». A pesar de que sus palabras siempre iban cargadas de sarcasmo y desprecio, en ese momento, había algo diferente en él. Una calma inquietante dentro de un cuerpo que necesitaba emociones constantes.
-¿Tú crees que puedes simplemente alejarte y que todo se olvide? -preguntó, casi en un susurro, como si no estuviera buscando una respuesta, sino provocando una reacción en ella. De alguna manera lo consiguió, porque ella se quedó sin palabras-. Te crees que eres fuerte, pero no eres más que una niña asustada.
Lo último flotó en el aire como una amenaza tácita, como si de alguna manera él también estuviera presente, observando cada uno de sus movimientos desde la distancia. Le dieron ganas de burlarse. Él podría observar desde la distancia, pero nunca acercarse más de lo debido porque, en el fondo, sabía que a Mikey podía seguir importándole todo lo que le pasase. O eso es lo que pensaba ella hasta hacía poco. Hasta que habló con Hope.
Que pasase lo que pasara. Si Sanzu estaba ahí para matarla, con ese arma, que lo hiciera ya.
Unos segundos de silencio se alargaron entre ellos. Ella apretó los dientes, mordiendo su labio inferior con fuerza, luchando por no ceder a la urgencia de volverse a enfrentar a él. ¿De qué iba a valer? Pero, por algún motivo, lo que más le dolía no era el desprecio de Sanzu ni la mirada fría de Manjiro. Era saber que, de alguna manera, todavía quedaba algo de ella atrapado en esa historia.
-Te fuiste porque no pudiste soportarlo, ¿verdad? -Sanzu no esperaba respuesta, pero le dio un paso más cerca, como si quisiera deshacer los últimos hilos de su resistencia-. Del lado de Mikey. Porque lo conoces mejor que todos, ¿no?
Ella levantó la cabeza finalmente, los ojos fijos en él, aunque vacíos de todo lo que alguna vez había sido amor o rabia. Sanzu la observaba con intensidad, esa mirada envenenada que tanto la perturbaba.
-No lo entenderías. Yo no me fui porque Mi... -se corrigió-... Manjiro me destruyera -dijo, las palabras escapando de su boca con una frialdad que la sorprendió a ella misma. Era como si el dolor ya no tuviera poder sobre ella. Como si, de alguna manera, todo lo que había hecho y vivido la había convertido en alguien diferente. Alguien que ya no temía enfrentar ni a él, ni a la sombra de su pasado-. Me fui porque lo que teníamos ya no tenía sentido. Puedes intentar conocerlo, como pensaba que yo lo hacía, pero en el fondo sabes que está podrido. Porque lo que hacía Manjiro… ya no me pertenecía. Nada de lo que hiciera le haría más feliz de lo que fue en el pasado.
Sanzu la observó por un momento, como si estuviera calibrando su respuesta. Parecía divertido, pero también había algo oscuro detrás de su sonrisa, algo que la hacía sentir vulnerable, expuesta, como si en cada palabra suya estuviera desnudando algo dentro de ella que ella no quería ver.
-Te crees tan fuerte… -dijo Sanzu, casi burlándose, pero la mirada que le lanzó lo decía todo-. Tienes miedo de ser débil. Eres demasiado transparente. Tu miedo es lo que le habría vuelto loco, y lo sabes. Pero en realidad… ¿quién te engaña más? ¿Nosotros o tú misma?
La pregunta flotó en el aire, densa y punzante. La mujer no sabía qué responder. No sabía cómo volver a luchar contra un espectro de su propia creación. Todo lo que le quedaba eran recuerdos rotos y las piezas dispersas de algo que alguna vez había sido más que una simple historia.
-Sigue corriendo, si quieres -dijo Sanzu, dando un paso atrás. Pero su sonrisa no desapareció, y su mirada seguía tan afilada como siempre-. Pero al final…siempre regresas. Nadie puede dejar a Mikey como tú lo has hecho. Y no vas a ser la primera, y lo sabes. Tienes pesadillas con eso, lo entiendo, pero es tu realidad. ¿De verdad pensabas que ibas a conseguir algo?
Y por un instante, cuando la sombra de Sanzu se movió entre la luz de las farolas, se quedó allí, en pie, mirando lo silenciosa que se había quedado la calle por ellos, preguntándose si, tal vez, Sanzu tenía razón. ¿Realmente podría escapar de todo lo que había sido? ¿O estaba condenada a regresar una y otra vez?
Por su parte era una tontería decir que no estaba asustada. Sabía que nadie dejaba a Manjiro Sano como si nada y sobrevivía para contarlo. Así era Bonten. Pero una parte de ella quería pensar que ella pudiera ser una excepción a la norma, por el amor que se habían tenido una vez y su empeño por continuar siendo conocidos pese a eso. hora veía que eso era imposible. Y que Sanzu no estaba solo ahí para explicárselo como a una niña, sino para ejecutar la orden.
Por alguna razón, ella no intentó huir.
Porque así trabajaba el Perro Loco de Bonten.
Ella apretó los puños. Ya no había huida posible. Ya no quedaba nada de lo que ella pensaba que era. Solo quedaba la mujer que estaba frente a un hombre que la había advertido todo este tiempo, con la verdad sobre su espalda. Literalmente. La katana que debía de llevar años esperando usar sobre ella.
-¿Vas a mirarme, o vas a seguir con esa actitud de siempre? —la voz de Sanzu cortó el aire, arrogante, con ese tono tan suyo que siempre la hacía sentir como si estuviera siendo medida, analizada.
Ella suspiró, lentamente girando en su asiento para enfrentarle. No había sonrisas, ni siquiera la distancia amigable de otros tiempos. Solo un vacío entre ellos, tan denso como la niebla.
-¿Serviría de algo? -su voz, casi un susurro, estaba cargada de una mezcla de cansancio y algo más, algo que ella preferiría no reconocer.
Se limpió la nariz con la manga de la chaqueta, que empezaba a gotear por el frio. Quería cerrar los ojos y que sucediera rápido, indoloro, que no se diera cuenta de que ya estaba en el frío suelo y sola.
El silencio le respondió.
La mujer lo miró fijamente, y por un momento, pensó en dejarlo ir, en cerrar los ojos y olvidar que él estaba ahí, que todo lo que había pasado no era más que un mal sueño. Pero la verdad era otra: las piezas de su vida nunca encajaron de nuevo después de ese día, después de la ruptura con Manjiro, después de todas las decisiones equivocadas. Desde el momento en el que le dijo que ya no tenía sentido verse más si iba a formar parte de una mentira a su futura esposa hasta el día que se olvidó de despedirse de su familia como mandaba. Se preguntó que estarían haciendo, tal vez por desesperación.
-¿Ha sido idea suya o actúas a su espalda?
Conocía la respuesta. Pero quería escucharla de él, de sus labios. Escuchar la cruda realidad a la que siempre estuvo sometida. «Mikey nunca me ha amado. Mikey siempre me ha temido».
Sanzu no movió un solo músculo. Ningún gesto que indicara que estaba listo para actuar, ninguna amenaza implícita en su postura. La bolsa todavía colgaba de su hombro, y su rostro carecía de expresión. Solo la observaba, con esos ojos azules oscuros y profundos como una laguna, como si estuviera leyendo cada uno de los pensamientos que se deslizaban por su mente, cada una de las grietas que ella intentaba ocultar.
Ella, por su parte, mantenía la distancia. Pero la tensión en su pecho, el dolor que no podía disimular, la estaba quemando por dentro. Estaba perdiendo el control, y lo sabía. Cada palabra que Sanzu decía parecía ser una aguja clavada en su herida abierta, cada silencio suyo un recordatorio de todo lo que había dejado atrás. Por mucho que intentase fingir, ya no quedaba nada de resistencia sobre ella.
Él no hacía un solo movimiento hacia ella. No sacaba la katana ni siquiera cuando sus ojos se encontraron en la oscuridad. No había esa amenaza inmediata que tanto había esperado. En lugar de eso, su mirada se suavizó ligeramente, pero no dejó de observarla con esa intensidad abrumadora. Como si estuviera esperando que fuera ella quien rompiera el silencio.
-Lo sabes, ¿verdad? -dijo Sanzu finalmente. La dureza había desaparecido, pero ahora había algo en ella que la ponía aún más nerviosa. Como si supiera que lo peor no era la amenaza, sino lo que él veía en su interior-. Llorar no va a hacer que lo recuperes.
Ella apretó los dientes, la rabia comenzando a subir a su garganta. No podía permitir que él la viera tan vulnerable. No podía dejar que él desnudara sus inseguridades, sus dudas más profundas, porque eso sería lo mismo que ceder. Sería admitir que todo lo que había hecho, todo lo que había decidido, no había sido más que un intento fallido de salir de una prisión de la que no podía escapar.
-¡Cállate! -le gritó, casi sin pensar. La voz cortó el aire como la hoja de ese arma enfundada haría con ella ante el mínimo movimiento. Las palabras que había estado guardando en el fondo de su ser durante semanas salieron de golpe, como una avalancha que podía detener-. ¡No sabes nada, absolutamente nada, de mí! ¡Ya no puedes salvar a Mikey, Sanzu! -en ese momento, poco le importó darse cuenta de que lo llamaba así en vez de "perro". Sonaba desesperada, al borde del precipicio-. Y cuando no aguanté más... No iba a quedarme a verlo destruirse. A ver lo que dejaba atrás como si nada.
Muerte. Destrucción. Caos. Eso era lo que realmente Manjiro Sano dejaba a su paso. Nadie podía salvarlo a esas alturas. Ni siquiera las figuras más cercanas a él. Porque Mikey era un problema que afectaba a la vida de todos, como el aleteo de una mariposa al alterar el destino.
Un brillo extraño pasó por los ojos, en ese momento oscurecidos, de él. Sus puños estaban tensos, a pesar de la compostura que intentaba mantener.
-¡Tu única tarea -murmuró entre dientes, comenzando a reprimir el veneno - era mantenerlo contento!
-¡Mikey, Mikey, Mikey! ¡Siempre es él, pero nunca los demás! ¡Siempre tiene que ser él por encima de todos, como si los demás no fuéramos nadie! -chilló finalmente, con las lágrimas mojando sus ojos y el frío congelando su garganta al bajarse ligeramente la bufanda- . ¿No tengo derecho a elegir? ¿Tenía que continuar una vida humillante al lado de la persona que amaba mientras él ocultaba la verdad a una mujer que no se merece nada de eso? ¡Quiérete a ti mismo de una vez, joder! ¿O es que solo puedes pensar en él y que sus pies te pisoteen!
Él se quedó allí, observándola con una mezcla de indiferencia y compasión cruel. Ella sintió el peso de sus palabras, la frialdad de su juicio. Lo que había dicho. No podía mover un solo músculo. Algo dentro de ella se quebró de nuevo, como si una parte de su alma hubiera dado un paso hacia el abismo.
-¿Sabes qué es lo que no entiendes? -dijo después de un rato, con el pecho subiendo y bajando en pocos segundos-. Que todo lo que haces, cada vez que tomas una decisión, cada vez que crees que te alejas de nosotros… en realidad, solo te estás acercando más a la verdad. Tú misma te lo estás buscando.
Ella no supo qué responder. Las palabras de Sanzu le golpeaban el pecho con una fuerza inesperada. Él tenía razón, lo sabía. La verdad, esa que había estado negando todo este tiempo, estaba frente a ella. La sensación de que no podía huir de lo que había sido, de lo que había hecho… y lo peor, de lo que aún quedaba dentro de ella.
Sanzu dio un paso atrás, pero su presencia seguía siendo insoportablemente cercana, como una sombra que no la dejaba en paz.
-No te voy a matar. No hoy. -su voz, a pesar de lo que acababa de decir, sonaba casi condescendiente, como si no fuera necesario sacar su katana para acabar con ella-. Cada vez que intentas huir de ti misma, cada vez que crees que el pasado no te persigue. Pero la diferencia entre tú y yo, es que yo sé cómo manejar la desesperación.
La rabia le subió de nuevo, pero de otra manera. La desesperación iba de su mano. Le tembló la voz al volver a hablar:
-¿Drogándote hasta que te tienen que lavar el estómago por una sobredosis? -preguntó, atrevida-. ¿Crees que no escuchaba las llamadas de los demás? Tienes que pensar que soy muy estúpida para no saberlo. Al final no eres mejor que yo si necesitas eso para aguantar que sigas vivo.
Apretó los labios, pero no se quedó solamente en decir eso. En ese momento, le daba igual lo que le pasara. ¡Completamente! Era absurdo seguir jugando a algo que siempre la había mantenido atada y sujeta a un hombre que jamás quiso aquello. Y ahora que lo tenia, no había nada que solucionara el problema que tenía sobre los hombros.
-¿No te da miedo morir? Claro que no -escupió en su cara, a metros de él-. Porque tampoco es como tuvieras a nadie que llorase en tu funeral, ¿no?
Se limpió la nariz de nuevo, con más fuerza de lo que pensaba. Sintió una punzada de dolor y un leve crujido, pero no había nada roto, más que su mente enferma y desesperada por hundir todo aquello que la continuaba uniendo a esa vida criminal.
-No eres mejor que yo -le repitió, haciendo un gran esfuerzo en contener las lágrimas y no humillarse más frente a esa persona-. Si quieres matarme, hazlo. Ya no tengo nada que perder, ¿no? Ni al bastardo a Mikey.
El silencio entre ellos fue estremecedor para lo poco que duro.
-Cada uno consigue lo que genera -dijo sin más, y sin importarle en mantener las apariencias, se dio la vuelta.
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Sanzu Haruchiyo le daba pánico, pero nunca lo demostró hasta ese momento.
-Tienes muy mala cara -le señaló Hope, desde su asiento en el banco a la sombra. Estaba sentada junto a ella, con una chaqueta sobre los hombros.
Kei jugaba en el suelo del parque. La niñera estaba sentada a su lado, ayudándole a construir. De vez en cuando, en un gesto frustrado, el niño recogía la pala con la arena él mismo y golpeaba la tapa del cubo boca abajo y se reía. Llevaba un rato observándolo sin disimulo. Era increíble lo mucho que se parecía ese niño a su padre y lo diferentes que eran; Kei reía con alegría y solloza a cuando su madre se alejaba, como si pensase que lo iba a dejar ahí, y se comportaba igual que Ran las pocas veces que lo había observado, por otro lado. Como cuando se las arreglaba para conseguir algo sin mucho esfuerzo y sonreía con esa sonrisita malvada.
-No he dormido mucho estos días.
Cualquiera podía dormirse con una amenaza de muerte encima. En el momento en el que cerraba los ojos, las pesadillas volvían y se despertaba con el corazón a mil pensando que habían pasado horas y cualquiera podría haber entrado. La realidad era la contraria. Seguía sola, en esa casa vacía de recuerdos y a oscuras.
-¿Algo en concreto? Imagino que el trabajo.
-Sí -mintió, pero mejor eso que explicarle la verdadera razón.
Hope asintió, acariciandose el vientre con una mueca.
-¿Ocurre algo?
-Lleva días nervioso -le respondió, englobando al vientre redondeado pero no del todo por desarrollar por debajo del vestido de lana gris que resaltaba el color de su pelo y sus mejillas sonrosadas.
Iba a juego con su hijo. A pesar de no ser pelirrojo el rubio también destacaba con ese color oscuro. El niño jugaba feliz ahora en brazos de la niñera, ayudándole a subirse al columpio infantil.
-Puedes quedarte a dormir en nuestra casa si es por los vecinos -le dijo de repente Hope, pillándola por sorpresa. ¿Era posible que supiera algo? Ran hablaba con ella, así que suponía que sabía algo de la caza que Sanzu tenía contra ella.
Pero sacudió la cabeza. No quería involucrarla a ella y a su familia en sus problemas. Además, dudaba de que Ran Haitani la quisiera cerca. Nunca habían hablado, pero sí mirado un par de veces de lejos. Una vez criticaron en silencio a una persona, pero por lo demás, eran completos desconocidos. Hope la miró unos segundos en silencio antes de asentir.
-Ran me ha dicho lo que ocurre. Lo que le han ordenado a Sanzu -comentó, dejando la chaqueta tamaño infantil a un lado de su regazo-. No sé si es verdad o eso le temerá un problema ahora que te lo cuento.
-No debería -respondió ella-. Sanzu me lo dijo a la cara.
-Pero lo hace -recalcó, sin apartar la mirada de ella.
Se sentía juzgaba incluso sin tener razones.
-No le tengo miedo.
-Yo tampoco hasta que una vez me apuntó con un arma a la cabeza. Fue hace mucho, sí, pero se siente como ese día -comenzó diciendo-. Yo tuve a Rindou de mi lado y a otra persona cuando lo hizo. No creo que a estas alturas tengas a nadie.
Odiaba tener que escuchar la verdad y vivir en la que ella quería. No tener a nadie significaba estar sola. Significaba estar muerta. En ese mundo, o tenías una alianza o estabas muerto.
-Son órdenes de Mikey -fue lo único que dijo.
-¡A la mierda sus órdenes! -exclamó de repente, y varias cabezas en el parque se volvieron a ella con curiosidad. Vio de reojo cómo uno de los guardaespaldas de movía incómodo en el sitio. Hope le ignoró-. Incluso si no es dentro, entiendo que hay más gente que pueden hacerle frente a alguien como él. Le llaman Perro Loco, ¿no? -asintió-. Un perro no se detiene hasta que hablas con su dueño o lo vence e su territorio.
Tambien se decía que si matabas al perro acababas con la rabia. La única persona que podría detener a Mikey a esas alturas era... Nadie. Pensaba en sus amigos de la infancia, pero sí había conseguido derrotar a tres de ellos él solo y sin sus impulsos completamente activos, poca esperanza le quedaba.
Cuando el tiempo empezó a oscurecerse y el viento a levantarse, decidieron que era hora de marcharse de allí. Los hombres que protegían Hope las siguieron de cerda hacia el aparcamiento. Le resultaba extraño vivir de esa manera, con gente siempre a su alrededor y sin apartar la vista de ella ante cualquier amenaza que surgiera. Recordaba que cuando salía con Mikey los hombres a su servicio mantenían una distancia hasta que entraban en un local. La niñera, joven para el trabajoj que desempeñaba pero con una profesionalidad que asustaba, se acercó a otro coche que las esperaba con la puerta abierta. Kei balbuceó algo cuando su madre le dio un beso de despedida en la cabeza y le susurró alguna palabra bonita que le hizo reír.
-¿No viene con nosotras?
Hope negó, recogiendo la falda del vestido y metiendo la primera pierna en el coche. No podía imaginarse la sensación de cargar un barriga de tres meses y además moverse.
-Su guardería está aquí al lado. Uno de mis guardaespaldas la acompañara y se quedará con ella hasta que vuelvan a casa.
-Pensaba que a Ran no le gustaban las guarderías para su hijo.
Hope se rio.
-Las odia de un día para otro. Si fuera por él, la educación de su hijo dependería de un lobo antes que de una persona -comentó, dejando el bolso a sus pies-. Las cosas cambian, supongo.
Tenía sentido.
También pensaba que Ran nunca tendría esposa ni hijos por cómo era y allí estaban Hope y Kei. Supuso que las cosas cambiaban. Volvió a mirar a Hope, que se colocaba el cinturón alrededor de la cintura al otro lado del coche.
-¿Seguro que no prefieres que te lleve?
Vaciló.
Un miedo instalado a ella, en lo profundo, le instaba a aprovechar eso en vez de caminar de vuelta a su casa. Sola. Donde cualquiera podría haber estado esperándola... Su pesadilla más recurrente esos últimos días empezaba así, volviendo a casa y encontrándose a su asesino sentando en una esquina del apartamento esperando por ella. Recordaba el frío de la habitación, el miedo que recorría su cuerpo como una segunda capa mucho más interna. El asesino le sonreía directamente, y le decía: «Te dije que estaría aquí cuando menos te lo esperases», con la voz y el timbre de Sanzu.
Desde ese momento dormía abrazada a un cuchillo debajo de la almohada, con las ventanas cerradas, todo bloqueado, y cascabeles en los picaportes de las puertas. Cualquiera que entrase en su casa debería pensar que estaba loca, que se estaba volviendo loca.
-No quiero molestar -se sinceró, en parte mentira en parte verdad. Si Hope tenía cosas que hacer no iba a interferir en su casa solo para que la llevaran a casa.
-Tonterías. No tengo que entregar la obra hasta dentro de una semana. Un paseo un poco más largo no me hará mal
Ella vaciló, otra vez, pero la mirada insistente de Hope y el golpeteo tímido de los dedos del guardaespaldas en la puerta del coche la forzaron a entrar. El cuero del asiento era suave y se hundía con su peso. El interior olía a coche recién comprado, pero las tímidas manchas de tierra en el respaldo de un asiento le indicaron que Kei ya habría probado ese coche varias veces antes que ella.
El coche se puso en marcha. El suave ronroneo apenas era perceptible. Debía de ser de esos coches eléctricos de lujo que veía anunciarse por la televisión. El móvil de Hope empezó a sonar, una melodía suave rebotando en las paredes de ese espacio.
-Es Ran. ¿Puedo...?
-Por supuesto -le asintió, apartando mirada al exterior del vehículo en marcha como si así pudiera darle un margen de privacidad.
La voz de Hope cambió nada más descolgó. Seguía siendo amable, pero con un cambio en el timbre de la voz que no pudo vitara hacerla sonreír. Ella también solía cambiar el tono cuando hablaba con alguien que me gustaba. De hecho, estaba fundamentado que todos lo hacían como una llamada de apareamiento a la otra especie.
El tráfico estaba despejado, más allá de un par de coches que daban guerra delante de ellas, con un cielo oscuro sobre todos amenazando con la caída de algunas gotas que cayeron sobre el parabrisas. La calefacción estaba encendida, y ella se acurrucaba en el asiento como una niña la noche antes de Navidad al lado de la chimenea esperando a Papa Noel.
La voz de su amiga sonaba de fondo, acompañada de una rápida respuesta al otro lado de la línea que la hacía sonreír y brillar el rostro. Victoria tenía razón, se dijo. Si estuviera embarazada de una niña, le habría quitado toda la belleza poco a poco. Esperaban un niño; segun Hope, uno que ya sabia luchar. No tenian nombre elegido, pero podia imaginarse que cualquier nombre le quedaria bien a un niño cuyo apellido fuera Haitani. Algo le decía que incluso estando de una niña, la belleza de Hope solo deslumbraria más mientras hablase de esa forma tan íntima con su esposo sin tenerlo presente. Hope le estaba hablando de las nauseas de aquella mañana cuando una mueca le cruzó el rostro.
-¿Qué...? Qué raro. No escucho nada -comentó, lo que le llamó la atención y se volvió a mirarla. El guardaespaldas en el asiento de delante se giró en dirección a ellas antes de que Hope pudiera decir algo más-. ¿En esta calle hay obras? La llamada se ha colgado.
El guardaespaldas abrió la boca, pero no le salió ninguna respuesta por el ruido externo.
-Debe de ser la tormenta, señora
Un trueno distante, que iluminó el horizonte durante unos segundos. Hope se estremeció, llevándose una mano protectora al vientre. La alianza brilló. Si hubiese sabido que haberse quedado con ese detalle sería su perdición... Se hubiera quedado en casa encerrada.
Todo pasó en cuestión de segundos.
Un golpe seco y un crujido ensordecedor atravesaron el aire cuando el costado del coche chocó contra guardarrail de la carretera. Todo a su alrededor parecía moverse a cámara lenta. Un gritó sonó, pero no supo si de ella o de los otros tres integrantes del coche. Después, nada. Las ventanas explotaron en una lluvia de cristales, el coche giró sobre sí mismo antes de detenerse con un segundo impacto, más sordo, que sacudió todo su cuerpo. Mentiría si su vida no pasó por delante. Desde sus preocupaciones infantiles hasta el dichoso día que decidió dejar de formar parte de la banda criminal que la perseguía hasta el final.
El mundo se quedó en silencio.
Salvo por un leve tamborilero de la lluvia sobre los restos del coche y el exterior. No sabría decir si fuera también sonaba algo más. Un pitido sonaba en su oído izquierdo cuando volvió a recobrar la consciencia. Lo primero que notó fue el olor a gasolina y a metal. Adoraba ese olor. En algún momento de su vida, se volvió un compañero.
El hermano de Mikey era mecánico.
Delante de ella, uno de los asientos estaba vacío. No se veía al conductor. El otro guardaespaldas luchaba por arrancarse el cinturón que lo mantenían aún con esas protegido. Desde donde estaba podía ver el goteo de una herida sangrante en su oído, interna con muchas probabilidades. El intento de girar el cuello fue doloroso en las dos ocasiones que quiso comprobar el estado de Hope. Lo único que sabía de ella era los pequeños gemidos que soltaba y la sombra vista de reojo de una melena naranja moviéndose lentamente.
Al segundo intento lo consiguió. Y también quitarse el cinturón y arrastrarse hacia donde estaba Hope. «El bebé», se repetía. Si algo le pasaba a Hope, estaría en su consciencia, pero si además algo le pasaba al niño... Hope tenia la cara manchada, estaba despeinada y una parte de su vestido estaba roto.
De lo demás apenas fue consciente cuando el dolor le inundó el cuerpo, empezando por su cabeza hasta su brazo. Hope la miró con la mirada perdida en algún punto, pero ni ella pudo decir nada. Tenía toda la cara cubierta de sangre, pero ningún arañazo que pudiera delatar alguna herida.
Hasta que la escuchó gritar.
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Los ojos de Sanzu Haruchiyo eran más azules que verdes.
Nunca se había dado cuenta de ese detalle, si lo pensaba bien. Fue el primer color que se le vino a la mente al recobrar la consciencia. Más azules, de ese azul tropical de las playas veraniegas de las islas vacacionales que el verde de sus praderas. En su cultura, el tener mucha agua en la mirada significaba un carácter apropiado para el tipo de vida que llevaba.
Era la unica parte de su cuerpo que veia cuando se ponia la mascara esa que utilizaba para cubrirse las cicatrices.
Había tenido pesadillas con ese azul días y días y días... Hasta que veía ese color en todos lados. Pero nunca le dio más importancia que el darse cuenta de que muchos colores en cuadros jamás encontrarían esa gama. Pareciera como si Sanzu Haruchiyo fuera único en su especie.
Fue lo primero en lo que pensó al despertarse en esa sala blanca que apestaba a antiséptico y desinfectante. Recordaba poco más que haber perdido la consciencia, ver mucha sangre y cristales rotos clavándose en ella. También haberse sentido volando, desorientada, fuera de lugar. Hope. Su bebé. Ellos necesitaban auxilio, dónde estaban... Pero no tenía fuerzas para decir nada. Solo para ser una inútil. No podía levantarse, tampoco, sintiéndose en una nube, mullida que la envolvía por completo.
Volvió a perder la conciencia.
Y la siguiente vez que se despertó, en vez de despertarse en la sala blanca y borrosa de la primera vez, estaba en otro lado. Que no reconocía a primeras ni lucia como un hospital. Ni olia a hospital; ni nada parecido.
La habitación es extrañamente silenciosa. Las paredes, de un blanco casi clínico, contrastan con los rayos tenues de luz que se cuelan a través de las cortinas. Su cuerpo seguía adolorido, y la última memoria clara que tiene es el accidente de coche. El sonido de las ruedas en el pavimento, sabía, le perseguiría en otras pesadillas. Aún no estando en el hospital, se sentía en una nube. Con los ojos entrecerrados, sin acostumbrarse a la luz, vio que además de estar tapada con una sábana apenas perceptible un tubo de goma serpenteaba fuera de la cama. Estaba conectada a una bolsa de líquido transparente.
Miró a su alrededor, buscando pistas, pero la habitación no le resulta familiar. Ni siquiera lo que apenas asomaba por la ventana, con las cortinas verticales apenas recogidas. En la mesita de noche, la más cercana, aparte de estar la bolsa a la que el tubo la conectaba había algo más. Un bote pequeño, con pastillas blancas, a la mitad. Su respiración se aceleró. ¿Qué sería? Pero su mente no estaba clara, se sentía confundida y aún ligera. Intentó mover las piernas, per lo único que consiguió fue el cosquilleo de sus pies al doblarlos. Se le escapó un quejido, cuando su cuerpo reaccionó a al darle la orden de mover los brazos. Estaba en manga larga, con una camiseta del doble de su tamaño, cuyas mangas se doblaban al mover las extremidades, y podía ver los arañazos tratados con una crema que olía extraño. No había rastro de ella en la mesita.
Apretó los puños, con la vaga sensación de que no estaba haciendo fuerza. Era extraño sentirse viva pero a la vez un fantasma. Sentirse en una nube y tan viva. ¿Por qué seguía viva? ¿No tendría que estar muerta después de aquello? La sangre, los gritos, la lluvia,... Tuvo que recopilar todas sus fuerzas para enderezarse, pese al chillido de sus músculos al hacerlo y las lagrimas que amenazaban con derramarse. Una vez incorporada, la vista era más diferente. En una esquina había una chaqueta tirada en el suelo, y no muy lejos una bolsa de plástico tirada con algunas cosas dentro. No muy lejos de ella había un trapo con sangre.
La cabeza le dio vueltas. Su atención volvió a centrarse en la mesita. En ese bote que no podía desencajar tanto. Mientras sus dedos se extienden hacia el frasco, pero justo cuando va a alcanzarlo, ya envuelto en su mano, escuchó un sonido cercano. Un golpe.
-Deja de husmear donde no te llaman -le dijo una voz, que reconocía, tan pronto como la puerta se abrió.
Flexionó los dedos, dejando caer la mano y el brazo en completo. De hecho, su cuerpo se lo agradeció. Las fuerzas le iban y venían de tanto en tanto. El silencio entre ellos regresó, como siempre había sido costumbre, mientras ella clavaba los ojos en él, envuelto en un albornoz blanco y con nubes de vapor a sus espaldas arremolinados. Volvió a dejar caer el brazo.
Un escalofrío helado recorrió su espalda, y el vaso de agua que estaba al lado y del que no había tenido constancia hasta ahora se deslizó de su mano temblorosa, estrellándose contra el suelo. El ruido del vidrio rompiéndose resonó en la habitación, pero Sanzu no apartó los ojos de ella, su mirada fija y devoradora.
-¿Qué es?
- X -le respondió sin mucha importancia, dándole la espalda para husmear en el armario. La luz del armario se encendió cuando las puertas correderas se arrastraron. No vio el interior, pero se hacia una idea de todo lo que habría dentro-. Una nueva mezcla.
Inspiró, sintiendo la presión en el pecho que no se marchaba. Se miró la vía intravenosa, todavía conectada a ella por una aguja en su mano diestra.
Apartó la mirada, desesperada por encontrar alguna salida, alguna señal de que esto no era real. Pero todo lo que vio a su alrededor solo incrementó su angustia. Las sombras que antes parecían moverse en las paredes ahora tomaban formas más definidas. Supuso que era una habitación en su casa. O en un piso franco. Los asesinos actuaban de aquella manera.
El miedo era tan intenso que casi le nublaba la razón, pero el dolor en su cuerpo y la realidad de su situación la mantenían despierta, forzándola a enfrentarse al horror de donde estaba. «Suero - se dijo, mirando a la bolsa a la que estaba conectada-. Es suero».
Sanzu no reaccionó al sonido del cristal roto, simplemente se inclinó lentamente hacia ella, como una sombra que se arrastra sin hacer ruido. Su presencia llenaba el espacio, invadiendo el aire alrededor de ella, tan cerca que podía ver el rastro de gotas que aún caían de su cabello sobre el suelo. La especie de mullet le favorecía los rasgos de la cara, con las gotas resbalando del pelo rosa y acabando en el albornoz que mostraba una parte de su pecho. Era alto, pero no muy ancho; no significaba que fuera menos fuerte.
-¿Me has arrastrado aquí para matarme?
-No eres tan especial. Órdenes.
No necesito saber más pese a lo desconcertante que era. Un día iba a matarla y al otro la llevaba a su casa por órdenes de su jefe. Él. Quería gritarle el sin sentido que era aquello y los mareos que le daban esos dos. Pero de repente pensó en Hope, en su hijo, en el grito que había escuchado y que le recorrió hasta los huesos al recordarlo.
-Hope. Ella... ¿Sabes si ella y su hijo están bien?
-Oh, el bastardo de Haitani, sí, sigue vivo -respondió todavía dándole la espalda, pero con un tono sorprendentemente suave para lo que decía-. Seguirán en el hospital haciéndoles pruebas, yo qué sé.
Sus pensamientos estaban fragmentados, saltando de una idea a otra sin poder asentarse. Sanzu hablaba como si todo esto fuera un detalle insignificante, como si ella no fuera más que una pieza en un juego que él ya había ganado.
«Están bien -se respondió-. Es lo que importa».
-¿Por qué...? - su voz salió quebrada, como si el mero acto de hablar le costara una eternidad-. ¿Por qué estoy aquí?
Sanzu soltó una pequeña risa, un sonido seco y vacío. Se dio la vuelta, la luz del armario apagándose. Solo vio el destello de los piercing reflejando con la luz que entraba por la ventana.
-Porque dije que te mataría -respondió simplemente, su sonrisa reapareciendo, pero esta vez más oscura, más retorcida-. En el hospital hubiese sido difícil. Con tantos cables y tantas cosas. Mikey me dijo que trajese así.
Intentó moverse nuevamente, pero el dolor le recorrió las costillas, recordándole que su cuerpo no estaba en condiciones de luchar. Y menos de levantarse. El suero la mantenía erguida y con fueras. Sin embargo, la adrenalina que comenzaba a correr por sus venas le dio una chispa de claridad.
Los ojos de Sanzu se entrecerraron ligeramente cuando notó su lucha interna.
-No hay necesidad de que sufras por nada. Luchar es inútil. Por eso no te he atado - sus dedos se movieron hacia el borde de la cama, rozando la tela de las sábanas con un gesto lento y casi afectuoso. Siguió todos los movimientos en silencio-. No puedo matarte. Aún.
Estaba atrapada bajo su mirada, sintiendo el peso de sus ojos como si la perforaran, pero había algo más en ellos ahora. Algo que ardía debajo de esa frialdad habitual. Odio, sí, pero también un rastro de algo más profundo, algo que iba más allá del simple deseo de matarla.
-Si no vas a matarme... - se atrevió a preguntar, aunque su voz temblorosa-, entonces, ¿qué quieres de mí?
Sanzu no respondió de inmediato. Caminó de un lado a otro, sus pasos resonando suavemente sobre las tablas de madera. Se detuvo frente a la ventana, aunque las cortinas bloqueaban cualquier vista exterior por su altura, y miró hacia abajo, como si estuviera reuniendo sus pensamientos.
Hubo un largo rato de silencio. Ninguno de los dos lo rompió. La respiración de ella estaba acelerada, con el corazón a mi por cualquier cosa que pudiera pasar en ese lugar que nadie, nadie, iría en su ayuda. Podía gritar, pero nadie la escucharía. Sanzu no la miraba a ella. Miraba al otro lado de la pared, al exterior, a la tormenta que caía fuera mientras ellos estaban en ese sitio.
Volvió a mirar a la bolsa de suero; se preguntó si era la primera que le ponía. No podía llevar mucho tiempo ahí... ¿No? ¿Cuánto tiempo llevaba dormida?
-Mikey debería matarte él mismo. Por todo lo que has hecho -rompió el silencio él, hablando más consigo mismo que con ella, con un tono calmado y reflexivo-. Tu único trabajo era continuar con él.
Si, ya había escuchado eso. De él, de hecho, la vez que la amenazó en la calle hace relativamente poco. Él y su obsesión por aparecer de la nada. Tiró del tubo hacia ella, recogiendo la bolsa. Cuando tiró de aguja, sintió la pesadez de toda su masa muscular acabar con ella. Lo dejó todo sobre la cama.
-No va a hacerlo... Te dejará libre como siempre cuando vea esos ojos de cordero inocentes, y me mandará comprobar que sigues viva.
Le costó estirarse en la cama. Las piernas golpearon el suelo con un golpe sordo, pero que no llamó su atención. El suelo estaba frío, y de lo único que sirvió fue para espabilarla. La camiseta se estiró, tensandose en la zona de la cadera y la cintura. Con seguridad le quedaba grande, no más que una camiseta de dormir ancha. Algunos botones estaban aflojados en la parte del escote.
-Le dejaste delante de todos, le humillaste... Y no te matará...
Se tocó la zona. Estaba húmeda, ligeramente. ¿Sudor? ¿Agua? No podía beber si ya estaba conectada al suero. Hasta él lo sabría. Pensó en la opción más lógica: el sudor de la fiebre o el mal olor del cuerpo. «Me ha lavado», pensó, subiendo la mano al cuello. Algunos mechones estaban pegados.
-Seguirás siendo el número dos incluso si yo no muero. No puedes pensar que Mikey te apartará solo por...
-¡Cállate!
Se calló. Más por sorpresa que por miedo.
El aire se llenó de un pesado silencio tras él, como si las mismas paredes de la habitación estuvieran procesando lo ocurrido. Ella se quedó allí parada, con los ojos fijos en él, sin saber cómo responder.
Sanzu permaneció en pie, un par de pasos alejados de ella, pero su cuerpo tenso como una cuerda a punto de romperse. La intensidad de su mirada era tal que no podía apartar los ojos de él, como si esperara que le diera una explicación o, quizás, una respuesta que ni él mismo tenía.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Sanzu dio un paso hacia ella. Su rostro estaba marcado por una mezcla de ira y frustración, como si estuviera peleando con un monstruo interno al que nunca había enfrentado. La vulnerabilidad que había evitado demostrar comenzaba a emerger como un tronco en el agua.
-No tienes ni idea de cómo me siento. ¿Me escuchas? Solo eres el juguete de Mikey. Nada más -le recordó, pero sabía que por mucho que la insultase de la misma forma, menos fuerza iba teniendo su discurso.
Y ella también lo sabia. Porque llevaba semanas enteras preguntándose por qué Sanzu la odiaría si nunca hizo nada contra él.
El dolor físico de las heridas que aún le martillaban el cuerpo parecía menor comparado con el dolor emocional que la amarraba a ese mundo. No sabía si podía calmar la tormenta en los ojos de Sanzu, si siquiera podría hacerlo sin destruirlo aún más.
-Yo también quiero sentir -le confesó, en voz baja, casi en un murmullo imperceptible.
La tensión entre ellos, siempre latente, se convirtió en algo tangible, casi eléctrico, en el momento que ella estiró la mano y las puntas de sus dedos se acercaron a su casa. No supo por qué lo hizo ni por qué quería morir de una forma tan ridícula a esa... Pero ella ya estaba tocando una de las cicatrices de sus comisuras, ásperas bajo ella, con la rugosidad hasta la parte baja de su boca. Sanzu la miraba con los ojos entrecerrados, su pecho subiendo y bajando con una respiración irregular. El odio seguía ahí, ardiendo en su mirada, pero debajo de esa furia abrasadora, había algo más. Algo más profundo, más oscuro, una conexión que ni ella misma podía negar.
Ambos sabían que lo que los unía no era solo el rencor, sino también una historia compartida, una relación que, por mucho que intentaran negar, ardía en las sombras de otra que les afectaba personalmente. Un vínculo que se había formado en medio de la violencia y el caos, y que ahora amenazaba con consumirlos a ambos.
Sanzu dio un paso adelante, inclinándose sobre ella, su rostro demasiado cerca, tanto que podía sentir el calor de su cuerpo. Ella no se movió, atrapada entre el miedo y una extraña sensación de inevitabilidad. Sus ojos se encontraron, y en ese momento, las palabras se hicieron innecesarias. Lo que sucedió después fue instintivo, como si hubiera sido predestinado por todo lo que habían vivido juntos.
De repente, Sanzu la había tomado por la nuca con una mano, y sus labios se estrellaron contra los de ella en un beso feroz, cargado de rabia y deseo. Fue un choque violento al principio, sus bocas encontrándose con una mezcla de furia contenida y pasión descontrolada. Elena sintió su cuerpo reaccionar de inmediato, primero queriendo alejarse, abandonar esa locura... Pero acabó haciendo todo lo contrario, respondiendo a la intensidad del momento, a pesar de todo el dolor, el miedo y la confusión.
El beso fue largo, y de alguna manera agresivo. Muy diferente a los que ella había recibido con anterioridad. Le recordaba a sus antiguas parejas que no sabían besar, y practicaban con su mano hasta que pensaban que lo hacía bien y llegaba el momento. ¿Sanzu Haruchiyo había besado a alguien en su vida? La vida en Bonten le había dado privilegios en su vida, pero no fortuna con nadie que se conociera. Tal vez tuviera a alguien... Lo apartó enseguida. Ese hombre no podía amar.
Un pero que no sabía besar y la estaba besando a la ex de su amo. Todo eran ironías.
Era un beso que dolía, que quemaba, y que, sin embargo, estaba impregnado de algo que ambos sabían que no podían ignorar. El calor de sus labios contrataba con los del otro, ligeramente ásperos, y cada segundo parecía extenderse en una eternidad. Las manos de Sanzu, fuertes pero temblorosas, se enredaron en su cabello, tirando de ella, atrayéndola hacia él como si no pudiera soportar la distancia que los separaba. Y ella, incapaz de resistir, se rindió a ese torbellino de emociones.
No había ternura en ese contacto, solo una necesidad desesperada, casi salvaje. Era una batalla en sí misma, como si cada beso fuera una forma de luchar por el control, por el poder que ambos querían mantener. Pero detrás de cada toque había más que odio.
«Mikey le mataría. Si me viese así... Nos mataría a los dos: a mi por serle infiel, y a él por tocarme», se recordó, en el momento que se dio cuenta de que todo aquello era real. Pero ya no estaban juntos... Daba igual. Se corrigió. «Nos mataría a los dos. A él por desobedecer y a mi por atreverme a jugar con su segundo al mando».
Una de las manos de él se aventuró por el cuello de ella. Desde su costado hasta su cintura, cubierta todavía por la camisa, su camisa, deteniendose al final de esta por la mitad del muslo. Las mejillas de ella ya se sentían ardiendo por el calor de aquella habitación, la calefacción encendida, pero la intensidad de ese momento se sentía irreal. Él la odiaba. Ella le detestaba. Y, aún con esas, se estaban besando y tocando como amantes prohibidos. Las manos de ellas se aventuraron poco, subiendo al cuello de su albornoz y tocándole la parte de piel expuesta.
Por un instante, ambos olvidaron dónde estaban, olvidaron la oscuridad de la habitación, las sombras que acechaban en las esquinas, y el peligro que siempre había estado presente. En ese beso, se encontraron de nuevo, en otra versión de ellos y otra vida, aunque solo fuera por unos segundos.
Pero entonces, como si ambos se dieran cuenta al mismo tiempo de la imposibilidad de lo que estaban haciendo, se separaron bruscamente. El sonido de su respiración pesada llenaba la habitación, y durante un momento, solo se quedaron mirándose, jadeando, los labios aún ardiendo por el contacto. Sanzu tenía los ojos muy abierto, más que nunca le vio, igual que los labios separados viéndola como si fuera una extraña.
Era una mezcla de algo retorcido y la realidad a la que se enfrentaba. Al choque psicológico que suponía para él hacer eso, hacerle eso a él.
-Esto es un error.
El silencio que siguió a las palabras de Sanzu era sofocante. Ambos permanecieron quietos, como si el peso de lo que acababa de suceder los mantuviera anclados en ese lugar. Por su parte, intentó apartar la mirada, pero los ojos de Sanzu, oscuros y llenos de una mezcla de emociones que no podía descifrar del todo, la mantenían prisionera. Era como si ese beso, lleno de pasión y odio, hubiera abierto una nueva herida que nunca podría cerrarse del todo.
Respiraba con dificultad, tratando de calmarse, pero las emociones que palpitaban en su pecho eran incontrolables. Todo en ella gritaba que debía alejarse, que debía mantener la distancia, pero había una parte más profunda, una que siempre había estado ahí, que la mantenía conectada a Sanzu. Esa parte sabía que, por mucho que intentara negar lo que había entre ellos, algo los unía de manera irrompible, incluso si eso los estaba destruyendo lentamente.
Sanzu no se movió, sus manos aún aferrándose a ella, como si no quisiera dejarla ir. Era un tipo de vulnerabilidad que no le había visto nunca; en general, nunca lo había visto débil. La alejaba pero la mantenía cerca.
-¿De verdad me odias tanto...? ¿Por qué fui y soy una distracción para Mikey...? -preguntó finalmente, en un tono roto y confuso.
La pregunta quedó flotando en el aire, pesada y llena de verdades incómodas. Sanzu apretó la mandíbula, como si luchara contra las palabras que quería decir. Sus manos se aflojaron un poco, pero no la soltaron del todo. Sintió un nudo en el estómago.
Sabía a qué se refería, pero escuchar esas palabras era como un golpe directo al corazón. Ella lo había dejado, sí. Había decidido apartarse de esa vida, de la violencia y del caos que rodeaba a Mikey y su pandilla, y en el proceso, había dejado atrás a Sanzu también. Ahora se daba cuenta de eso. De la forma indirecta en la que él la habka buscado todo el rato, pese al veneno que se soltaban el uno al otro para culparla de lo que hacía. De lo que le hacia. Pero nunca había imaginado que su ausencia podría haberle dolido tanto.
Porque él la necesitaba a ella tanto como ella había necesitado a Manjiro.
-Amé a Mikey -dejó escapar un suspiro entrecortado, con el miedo inundando una parte de su cuerpo que no sabía que existía-. Pero no puedo volver con él.
Los ojos de Sanzu, normalmente fríos, se entrecerraron ante sus palabras, pero no la apartó. Había algo roto en él, algo que ya no podía esconder bajo la capa de odio que había construido alrededor de sí mismo.
-¿De verdad Mikey quiere matarme?
Podía imaginar que sí. La conversación con Hope le dejaba claro que había algo de verdad en esa declaración. Pero necesitaba escucharlo de Sanzu. Esta vez, otra vez. Después de lo que habían hecho, de ese pecado que se los llevaría a los dos de saberse.
Los labios de Sanzu aún ardían tras el beso, un beso lleno de pasión e ira. Con el corazón latiendo violentamente, trataba de mantener la calma, pero sentía que cada respiración se hacía más difícil, más profunda. Sus costillas aún dolían por el accidente, pero ahora el dolor físico parecía desvanecerse frente a la tormenta emocional que la envolvía. Necesita escucharlo, necesitaba que él...
La respuesta nunca llegó.
De repente, el sonido de un golpe fuerte resonó en la casa, interrumpiendo el silencio opresivo. Dio un respingo, sus ojos se abrieron de golpe y su cuerpo, aún debilitado por las heridas, se tensó. Sanzu también se giró bruscamente hacia la puerta, su expresión cambiando de inmediato, de vulnerable a alerta.
-Quieta aquí.
No una solicitud o petición. Una orden.
Elena trató avanzar, pero una punzada aguda en el costado la obligó a detenerse, doblandola por la mitad. Todavía estaba demasiado débil, sus heridas recientes eran una carga que no podía ignorar. Aun así, su instinto le gritaba que no se quedara quieta. Algo no estaba bien. Había una sensación en el aire, una energía que le erizaba la piel.
Escuchó los pasos de Sanzu hacia la puerta, lentos pero firmes. Se podía imaginar su postura rígida. Apretó los dientes y se aferró al borde de la puerta del dormitorio, tratando de calmar su respiración y el miedo que comenzaba a instalarse en su pecho. La casa estaba dispuesta de forma práctica y apenas devorada. Ni un cuadro ni una decoración básica.
Eso sí, la katana estaba sobre un expositor hecho para el arma sobre una mesa. El reflejo le devolvía una imagen burlona de lo que era ella
Cuando Sanzu abrió la puerta, no lo vio directamente. A la persona que llamaba a esas horas y con tanta prisa. Se quedó en el sitio, apoyada en el marco de la puerta, con un brazo rodeandose intento no caer al suelo por la debilidad de su cuerpo. Tal vez el suero no hubiese sido una mala idea.
-¿Dónde está...? -preguntó la persona. La voz, el timbre, el tono, lo que fuera...
De pie bajo el marco de la puerta, el jefe de todos, el mismo hombre que consumía la lealtad de Sanzu hasta lo más profundo, permanecía inmóvil, su expresión indescifrable. Mikey no dijo nada al principio, pero sus ojos, oscuros y penetrantes, lo observaban todo. Era imposible saber lo que pensaba, pero su presencia llenaba el umbral como una sombra omnipresente.
Ella dio un paso hacia la entrada, apoyándose en las paredes mientras avanzaba, su cuerpo resentido por cada movimiento. El dolor en sus costillas y la cabeza la mareaba, pero no iba a quedarse atrás. Cuando llegó al pasillo, cojeando en la pierna herida, vio las espaldas de Sanzu y la silueta de Mikey en la puerta, ambos demasiado cerca, la tensión palpable.
-Sé que está aquí.
Sanzu no respondió de inmediato, y ella sintió que el aire se volvía cada vez más denso. Cada palabra que Mikey pronunciaba era una amenaza velada, como si supiera exactamente qué cuerdas tocar para desgarrar la frágil lealtad de Sanzu.
«No lo sabe».
En ese preciso instante, se inclinó hacia la pared para apoyarse, pero sus movimientos eran más torpes de lo que pensaba, y accidentalmente empujó una lámpara, que cayó con un estruendo. El ruido resonó por toda la habitación. Mikey se puso alerta de inmediato, sus ojos fríos se fijaron en ella. La tensión en el aire se volvió más intensa, como un cable a punto de romperse.
«Mierda».
-No es lo que piensas… - comenzó Sanzu, pero antes de que pudiera terminar, Mikey dio un paso más hacia dentro.
La ropa de Mikey, que continuaba siendo holgada pese a la posición social que tenía, encajaba con la escasa decoración y muebles de esa casa. De hecho, era probable que encajara en todas las casas de ricos que estuvo. A diferencia de otras veces, esa vez se veía completamente al margen de lo que ella conocía. Sus ojos se posaron en ella, más fijamente, y abierto como no recordaba haberlos visto desde hacía mucho tiempo; esa oscuridad que solo reconocía de hace unos años. Unos ojos como esos jamás la habrían mirado. Siempre se había esforzado en evitarlo.
Pero eso era fácil de responder. Porque no estaban delante de Mikey. Su Mikey. El hombre que la había hecho feliz durante diez años hasta cumplir su deber.
Estaban con Mikey.
La casa de repente se convirtió en un espacio angustioso. Y terrorífico. Estaban encerrados con el Mikey que se movía por sus impulsos oscuros, el que más miedo daba, el que no vacilaba y alejaba sus emociones. El verdadero líder. El silencio que lo acompañaba era doblemente peor a descubrir quién realmente estaba ocupando ese cuerpo. Porque nadie sabía cómo iba a reaccionar.
Supo, en parte, lo que estaba pasando por su cabeza en el momento que vio cómo esa mirada gélida y terrible se movía desde ella hacia Sanzu, que miraba todo con indiferencia como si nada fuera con él. Apenas pudo respirar al percatarse del pequeño detalle de lo que ella estaba llevando; una camisa que no era suya, en una casa que no le pertenecía y con heridas en el cuerpo que no eran de una situación normal.
-Estás malinterpretando todo -se apresuró a decir, dando un paso hacia delante que la hizo soltar un aullido. La pierna se le debilitó y tuvo que apoyarse en la pared.
Ella lo conocía demasiado bien. Vio cómo la furia en sus ojos crecía, alimentada por la traición imaginaria que su mente ideaba distorsionada. Porque los impulsos oscuros de Mikey solo conseguían lo contrario. El pecho oprimido se sentía demasiado en ese espacio.
-Mikey, no es...
Todo sucedió demasiado rápido. Antes de que pudiera reaccionar, Mikey ya se había lanzado hacia delante...hacia donde estaba Sanzu. Lo siguiente que escuchó fue el sonido y el eco en el apartamento de los golpes reverberando en la habitación como truenos. No sopo cómo reaccionar, qué hacer... No era ella quien solía ver esa reacción en él, menos saber cómo pararla.
-¡Mikey, para! -gritó con todas sus fuerzas, temblorosa mientras intentaba ponerse erguida y caminar hacia ellos. Sus heridas protestaron, su cuerpo se resintió, pero el pánico en su pecho era mayor que el dolor. Intentó avanzar, pero su cuerpo la traicionaba. A cada paso, el dolor la retenía en el sitio como una cadena aprisionándola contra la pared.
Pero tenía que hacerlo. Intentarlo. Detener aquello... Detener a Mikey en ese estado. Mikey estaba completamente perdido, en esa oscuridad que siempre lo consumía pero en ese momento todavía más. Dudaba que pudiera ver lo que realmente estaba haciendo. Sanzu, por su parte, boca arriba en el suelo intenta esquivar algunos golpes, pero no lograba contener la fuerza destructiva que su jefe le echaba sentado encima de él. A pesar de eso, se estaba riendo, aunque herido y con sangre disparada sobre el suelo, pero sabía que eso no iba a empeorar las cosas.
-¡Mikey, basta, por favor! -su grito fue desesperado, y finalmente logró acercarse lo suficiente. Se acercó a ambos, cojeando de una pierna, como una inútil y la responsable de aquello.
De ese malentendido. De lo que ella era responsable.
En medio de ese forcejeo en el suelo, Mikey lanzó un golpe que desvió el aire a su alrededor. Ella no pudo reaccionar a tiempo, y lo siguiente que vio fue la madera del suelo de cerca. El puño de Mikey, fuerte como el acero, la golpeó en la cabeza al intentar detenerlos, con tanta fuerza que vio las estrellas por un segundo. Su cuerpo se dobló por el dolor y agotamiento, y cayó al suelo, apenas consciente del dolor agudo que atravesaba. Fue solo un instante, un golpe que Mikey jamás había pretendido darle. Pero el daño ya estaba hecho.
Al principio no escuchaba nada, con un oído pitándole; la sensación extraña de que ese momento lo vivió con anterioridad pero no de esa manera. Las manos le temblaban moviéndose instintivamente hacia donde le dolía, tirada en el suelo como un trapo. Vio algo moverse por el rabillo del ojo. Aún con los puños en alto y agitado, se quedó congelado con los ojos clavados en ella. La rabia pareció desvanecerse momentáneamente.
Los segundos se sintieron eternos. Ella, aún en el suelo, levantó la mirada hacia Mikey, que la observaba con los ojos todavía muy abiertos como un gato curioso. Quería decir algo, hacer algo, se le veía... Pero todos ahí sabían que la oscuridad en la que estaba atrapado lo había empujado a aquello. La katana, con una empuñadura de cuero y decorada exquisitamente, a su lado. Se habría caído en medio de la pelea, del forcejeo. La mesa donde la había visto expuesta estaba destrozada, no muy lejos de donde era su lugar original. El acero deslumbraba, brillando y atrayendo miradas, y la tentación de usarla, de romper con todo, era abrumadora.
-No hagas nada estúpido -dijo Sanzu en voz baja y seria, aunque su típica arrogancia continuaba así, de otra manera. Más explícita-. No la toques.
Tuvo que notar su mirada sobre el arma, la duda en su interior, porque consiguió apartar a Mikey de encima de él para incorporarse. Un aullido salió de él, pero lo ignoró. Todo lo que había ocurrido en los últimos minutos pasó frente a sus ojos como un borrón: el caos, la tristeza, la furia de Mikey, su dolor... Y el golpe.
En el suelo, con su respiración irregular, ella sintió una mezcla de emociones devastadoras. El golpe había sido accidental, pero la herida emocional era mucho más profunda que la física. Ver a Mikey en ese estado, la violencia que lo había transformado en alguien irreconocible… ¿cómo podía seguir adelante después de esto?
Sus dedos temblorosos rozaron la empuñadura del arma, mientras su mente luchaba entre el dolor, la confusión y la ira. No había sido solo el golpe, sino todo lo que él había destruido en el proceso; los muebles, la casa, a Sanzu, a ella desde el inicio... Sanzu, viendo el panorama desde el suelo, trató de hacerla entrar en razón.
Pero en lugar de eso, ella dejó caer la mano al suelo, a su lado, dejando que sus dedos envolvieran la empuñadura de aquel arma tan poderosa. El dolor en su cabeza aún era punzante, pero la decisión ya estaba tomada.
-Mikey -murmuró finalmente, su voz en susurró que sonó extrañamente amenazador-. Aléjate.
Las palabras lo golpearon con más fuerza que cualquier golpe. Mikey, sin embargo, retrocedió, herido de una manera que ni siquiera las heridas físicas podrían describir. Tenía la camiseta manchada de sangre que salpicaba. Ella no lo estaba expulsando solo del cuarto; lo estaba alejando de ella. De todo. Esta vez, de verdad. Y en ese instante, comprendió que había perdido algo mucho más importante que la pelea: la confianza que una vez habían compartido.
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multiverse--wanderer · 1 month ago
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Spider Hunter | Eddie (Venom) x Peter Parker (MARVEL) [ESP]
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[One Shot basado en la OTP entre Eddie (Venom) y Peter Parker de MARVEL. AVISO: Este One Shot contiene narraciones explícitas de relaciones íntimas. ¿Te ha gustado este One Shot? Recuerda que puedes leer más como este en mi Patreon: https://www.patreon.com/MultiverseWanderer En la vasta y fría ciudad de Nueva York, dos almas en conflicto se encuentran atrapadas en un juego de deseo, poder y necesidad. Eddie Brock, un hombre desgarrado por sus propios demonios, y Venom, un simbionte que representa sus impulsos más oscuros, comparten un vínculo irrompible que se tambalea entre la fuerza bruta y la desesperación por pertenecer. Ambos con un mismo deseo insano: Peter Parker Lo que comienza como una persecución llena de tensión, pronto se convierte en un torbellino de emociones complejas y prohibidas. La obsesión de Venom por poseer a Peter y el conflicto interno de Eddie entre devorarlo o protegerlo se entrelazan en una danza peligrosa. Mientras tanto, Peter, luchando por encontrar sentido a su propia atracción hacia Eddie, se enfrenta a sentimientos que nunca imaginó experimentar.
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Nueva York es un vasto océano de luces y sombras por la noche invernal de aquellas épocas. Las calles están llenas de vida, con risas y conversaciones que se mezclan con el rumor de los coches y el tintineo constante de las campanas navideñas. Es diciembre, la ciudad vibra con un brillo festivo que la envuelve en un manto de colores cálidos y destellos dorados, mientras la nieve cae suavemente, cubriendo los adoquines con un manto blanco que cruje bajo los pies de los transeúntes.
Pero en las alturas, más allá de las luces y los sonidos, donde la luna parece una joya solitaria colgada en un cielo gélido, acecha algo más oscuro. Venom, el simbionte que ha hecho de Eddie Brock su huésped, juntos se mueven como una sinfonía oscura, una mezcla de músculos y tentáculos que se adhieren a las superficies heladas, avanzando como una mancha de petróleo en busca de su presa.
Y esta noche, esa presa tiene un nombre, un aroma, una esencia que ha vuelto locos tanto al simbionte como al hombre: Peter Parker.
Venom se deleita en el deseo, en una voracidad que se arrastra en su interior como un fuego imposible de apagar. Es una necesidad que no entiende, un hambre más allá del simple ansia de carne o la sed de destrucción. No, esta vez es más que eso. Es un deseo que le consume, una urgencia primitiva de envolver a Peter en sus extremidades, de lamer su piel, de probarle de una manera que ni él mismo logra comprender. Un ansia sexual, un impulso que le hace perder el control y resbalar por los tejados como una sombra desequilibrada. Lo quiere, lo desea como nunca. Es un sentimiento que ya no puede refrenar. Desea tocar su piel a través de los dedos de Eddie, desea olerle el pelo de la nuca, morderle los labios mullidos del científico y enredar su lengua con la ajena en un húmedo beso eterno. Quiere marcarle, quiere pasar su lengua por cada cicatriz del menor.
Quiere a su arañita para él.
Dentro de él, Eddie siente algo similar, pero sumamente distinto. No es solo el deseo físico, aunque ese está ahí, palpitando en su abdomen bajo con cada pensamiento que le lleva a imaginarse a Peter tan cerca que podría sentir su aliento. Para Eddie, es la mirada. Es ese modo en que los ojos de Peter se llenan de determinación y compasión al mismo tiempo, esa humanidad inquebrantable que lo hace parecer un faro en la oscuridad. Para alguien que ha pasado tanto tiempo en las sombras, el brillo de Peter es casi cegador, una tentación irresistible de redención y perdición a la vez.
Los años pasan y Eddie cada vez puede contenerse menos. Enemigo y amigo dependiendo de las circunstancias, recuerda los momentos compartidos donde solo eran ellos dos. Recuerda el momento exacto donde todo empezó a cobrar sentido, cuando viendo una película en su propio apartamento en una época donde podían considerarse más que aliados, veía a Peter con el cabello mojado por salir de una cálida ducha. 
Había batallado toda la noche y acabó rendido en su casa, con el traje roto y lleno de heridas. Eddie le dio un refugio mientras se recuperaba del dolor de costillas y espalda. Le curó las heridas del pecho, la del costado... acarició esa piel tan suave y virginal, tan cálida incluso en invierno del año pasado. Lo veía estremecerse y gemir de dolor, aunque su piel se erizaba bajo sus dedos, indicándole que hacía demasiado que nadie lo acariciaba. Sus manos lo tomaron de la cintura, él tumbado en el sofá. Veía como sus amplios dedos gruesos abrazaban su figura curvilínea. Veía como se dibujaba perfecto en su posesión y como se dejaba tomar como si se tratase de un gatito dócil.
Se le aceleró el pulso, Venom no dejaba de salivar dentro de él y quiso tomarlo sin permiso. Quiso romperle los pocos huesos sanos que le quedaban y tenerlo ahí para él.
Tómalo, susurró la voz en su mente, baja y persuasiva.
Es nuestro. Hazlo tuyo.
Eddie cerró los ojos, apretando los puños con fuerza mientras intentaba reprimir las palabras que resonaban en su mente como un eco persistente. No podía, no debía. Peter estaba roto, física y emocionalmente, y en ese momento se había entregado a su cuidado con una confianza que Eddie no merecía.
En lugar de ceder a sus impulsos, lo arropó con una manta cálida y le prestó ropa que le quedaba algo grande pero cómoda. Peter, medio dormido, se dejó llevar sin resistencia, confiando en el refugio que Eddie le ofrecía. La noche avanzó y ambos terminaron en el sofá, viendo una película navideña cuyo argumento Eddie no podía seguir. Su atención estaba completamente atrapada por el hombre que se acurrucaba contra él, buscando su calor como si fuera la única fuente de vida en un mundo frío.
La nieve caía silenciosa tras la ventana, cubriendo la ciudad con un manto blanco que contrastaba con el calor que se acumulaba bajo la manta compartida. Peter, con la cabeza apoyada en el hombro de Eddie, parecía más vulnerable de lo que jamás lo había visto. La camiseta gris que llevaba dejaba al descubierto su clavícula, un delicado trazo de hueso que se marcaba con cada respiración lenta y profunda. Su cabello, todavía húmedo, caía en mechones rebeldes que se pegaban a su frente y su nuca, dándole un aire de sumisión inconsciente, casi inocente.
Eddie no pudo resistirse. Se inclinó lentamente, apenas siendo consciente del movimiento, y aspiró el aroma del cabello de Peter. Era una mezcla de su propio jabón barato y algo que no podía identificar pero que le resultaba embriagador, único. Un gemido bajo escapó de sus labios antes de que pudiera detenerlo, un sonido cargado de deseo reprimido.
—Eddie... —Peter murmuró, apenas audible, con la voz arrastrada por el sueño. No era una protesta ni un reproche, sino un eco tenue que lo hizo temblar.
El monstruo dentro de él se removió con ansias. Sin pensarlo demasiado, Eddie deslizó una mano bajo la manta, encontrando la cintura de Peter, que era cálida, frágil y perfecta bajo su palma. Lo atrajo más cerca, ajustando la posición para que el peso del cuerpo adormilado descansara contra su pecho. Su otro brazo rodeó los hombros de Peter, como si intentara protegerlo del mundo, pero también como si quisiera asegurarse de que no se alejara.
Entonces, como si compartieran el mismo deseo, los tentáculos de Venom se deslizaron hacia fuera. Oscuros, brillantes y casi etéreos, rozaron la piel de Peter con un toque posesivo. El hombre dejó escapar un pequeño quejido, uno que se ahogó contra el pecho de Eddie. Fue un sonido tan dulce, tan delicado, que lo desarmó por completo.
El corazón de Eddie latía como un tambor desenfrenado, y su cuerpo reaccionó de maneras que no podía controlar ni disimular. Nunca antes había sentido una necesidad tan intensa, una mezcla de deseo físico y emocional que lo aterrorizaba tanto como lo enloquecía. Pero algo en la fragilidad de Peter, en la manera en que su cuerpo encajaba contra el suyo, lo obligó a contenerse. Ese maldito gemido... por qué había sonado de esa forma, maldita sea.
Su corazón se desbocó, su erección se marcó, y nunca antes había sentido tanto autocontrol.
...
CONTINÚA LEYENDO EL CAPÍTULO COMPLETO AQUÍ:
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victormalonso · 1 year ago
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la otra orilla | © víctor m. alonso
la ciudad está en llamas de lluvia; el aire gélido del invierno llega a la noche, noche de luna grande que supongo en esta soledad de lluvia sin fuego, en esta soledad de llamas que no veo; ando como un ciego aquí, tanteando el espacio hechizado del aire, y salto en el vacío de la noche buscando el mar, el mar que me comprende y me transforma, y que aísla mi soledad en el espacio de mi ausencia; me retiro a un ámbito donde nada me toque. la sal del aire que respiro ha curtido mi piel y el corazón por años de soledad; aquí estoy, y desafío a los demonios y a la noche; soy el hijo de la sal, el hermano marítimo del silencio; es el silencio lo único que me calma en esta soledad sin nadie, en esta imaginación mía sin nada.
victormalonso.com
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senig-fandom · 10 months ago
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El demonio y el Ángel caído.
Inspirado por @naomychan por su publicación sobre este mismo tema VwV
El demonio y el Ángel caído.
Este relato lo hice como puro entretenimiento, si no tiene sentido, es porque no le dedique algo tan complejo y solo lo hago por inspiración, así que espero y les guste esta sinopsis XD
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-Daniel, te declaramos culpable, por matar a Dios.
Mi mente estaba aturdida, no entendía lo que pasaba a mí alrededor, solo veía el suelo donde pisaba, viendo las cadenas blancas que sostenían mis manos y en mis manos, sangre, sangre roja cubría mis manos.
-Por favor, esto no tiene sentido, Daniel nunca haría algo así, es el ángel más leal que existe.-la voz femenina resuenan en mis tímpanos, alzo la cabeza para ver a mi hermana, quien lagrimea por mí.
Los susurros de los demás seres impregnan entre ecos del enorme edificio blanco del tribunal, y los jueces, hacen llamado al silencio.
-María, acaso quieres acompañar a tu hermano a su eterno castigo.-¿¿Acompañarme?? Es que acaso, no hay otra salida.
-Bueno yo…
-No…-Es lo mejor, si mi mente está rota, no puedo dejar que ella caiga conmigo, todos menos ella,- Lo acepto, Yo mate a Dios.
El mundo alzo sus voces ante mi declaración, mientras veía la tristeza en los ojos de mi querida hermana…Lo siento María, te quiero demasiado como para hacerte sufrirá ti también, aunque mi mente este perdida ahora, no quiero llevarte conmigo.
-Pues lo ha aceptado, y por tus acciones tu castigo será: vivir en el mundo humano, como otro humano más, pero sin poder pecar, cuando pecas, el dolor que sufrirás no tendrá medida, sentirás el cuerpo arder como las llamas del infierno, tu cabeza dolerá como mil picaduras, tú mismo te desgarraras la piel, y no tendrás cura a este dolor, por tu traición. Además, te quitaremos tus recuerdos del cielo, para que sufras este castigo como es debido.
Y fue así, como el bastón del ángel Miguel, dio por finalizada mi condena eterna, solo podía ver a mi hermana arrodillándose en lágrimas, en cuanto a mí, mis cadenas se volvieron pesadas, arrastrándome hacia el suelo, haciéndome caer, dejando de ver la luz del cielo, para envolverme en oscuridad, yo, estaba cayendo…cayendo del cielo.
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La noticia de que Dios había muerto, llego a todo el infierno, los demonios hablaban entre sí, preguntándose quien fue, quien era el asesino, como lo logro. Entre ellos había uno en particular que veía toda la notica a la distancia.
-No puedo creerlo…no puedo creer que sea él, el que lo haya hecho, es imposible…-mirando pergaminos con el contenido de la noticia, El cielo hizo su llamado al infierno para dar la trágica noticia, mostrando por fin al Ángel que traiciono ambos mundos.
Con ira el demonio envuelve y aplasta el pergamino, para arrojarlo al fuego azul que tenía a su alrededor.
-Él no puede haberlo hecho, esto es una tontería, necesito encontrarlo, todo esto ha sido a traición, pero no, el no….
El demonio veía a los otros abajo, que parecían maldecir el nombre de ese ángel, haciendo que el de un chirrido entre dientes y se aleje del lugar.
-Frederick, ¿a dónde vas?- aparecía una demonio de cabellos negros quien lo buscaba antes y ahora solo lo veía marcharse de nuevo.
-Voy al mundo humano…
-¿Por qué? Que tienes que hacer allí ahora, no vez el caos que está siendo en este momento, el cielo busca mantener la paz ahora que dios se ha ido, Lucifer quiere tomar el trono. Tenemos que prepararnos.
-Yo no voy a participar, yo tengo que encontrar a ese ángel.
-¿El Ángel?, Frederick es imposible, ese ángel ahora puede estar en cualquier lugar.
-Pues aunque me tome la eternidad, lo encontrare, no lo pienso abandonar.
Aunque tomaría 5 años encontrar al ángel, que tanto ama.
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En el basta ciudad de Clarel, hay un chico joven que no muestra muchos sentimientos, sus ojos vacíos y sin brillo muestran una humanidad apagada, las ojeras de sus ojos lo más probable es que no descansa bien, es delgado y débil, es como si Dios lo hubiera castigado. Pero no parece ser tan malo como su imagen melancólica, el joven ayuda a un bibliotecario, parece conocer bien cada libro de ese lugar, y su jefe lo alaba con buenas palabras sobre su persona.
Pero aun así, hubo momentos de verdadera tención, algunos pueblerinos, hablan de que el chico al principio no era así, pues atacaba, golpeaba y amendretraba a otras personas, lo más probable es que era un delincuente y solo el Bibliotecario le dio la oportunidad de cambiar.
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Este es la historia de Daniel, el ángel que mato a Dios, o por lo menos es lo que él cree, entre sus sueños intenta descifrar los fragmentos rotos de su memoria, pero cada vez que lo intenta siempre despierta y un dolores punzantes lastiman su cabeza, él está maldito por su castigo divino, donde no puede demostrar ninguna de los 7 pecados capitales, cuando lo hace, un dolor intenso como el fuego domina su cuerpo. Ahora debe vivir con esta maldición mientras vive como un humano normal.
No es hasta conocer a un conde que estudia la medicina de la mente, queriendo ayudarlo a él a descifrar lo que lo mantiene en un sufrimiento eterno.
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(jajaja Japón escribiendo historias y utilizándolos como imagen de la historia)
( También sin contar que le deben maquillar el cuerpo a Sur para ocultar el desmadre de cicatrices que tiene XD)
youtube
También en mi dedicación por dibujarlos únicamente, en una lista aleatoria que deje que sonara mientras dibujaba esto, apareció esta canción, que al chile, me mato y le dio mucho sentido como es y será la historia.
Que mi interpretación al final Daniel quiere acabar con el Cielo, pero al mismo tiempo se va enamorando y sintiendo acorralado por ese amor por Frederick.
Por lo de que ya no hay salvación, refiriéndose de que Daniel no dejara nadie vivo en el cielo y al mismo tiempo a la sensación de el amor que llevan los dos hasta el final, pues Frederick esta feliz de ayudarlo con su venganza. Aun que Daniel aun no se de cuenta de que es un amor genuino.
Así que, allí lo demás se les dejo como un AU mas para dibujar.
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Espero y les guste ❤️💛🖤
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mondosalamone · 10 months ago
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Es invierno en Azul, pero el sol brilla y los arquitectos, los fans y los aficionados de Francisco Salamone andan correteando entre el Teatro Español, el hotel y los bares. Son las primeras Jornadas Salamone y, claro, se hacen en esta ciudad, donde el arquitecto dejó la más desmesurada de sus obras: una portada de 22 metros de altura para el cementerio. El cuerpo central tiene las letras RIP en gigantes placas de mármol negro y, delante, el brutal ángel de hormigón, su escultura más famosa, obra maestra del art déco y presencia maldita. En Azul la llaman «El Ángel Exterminador» o «El Ángel Vengador». Dicen que, cuando Salamone se la presentó al intendente, en los años treinta, el pobre funcionario murmuró que parecía algo maligno, una obra del Demonio. Eso parece. En cualquier caso, el Ángel no da ninguna idea tranquilizadora sobre la muerte, no es una imagen de alivio ni de pasaje, sino un juez severo, como una deidad egipcia dispuesta a arrancar y pesar un corazón. La escultura es enorme y cambia según la luz el sol: sus alas facetadas, sus ángulos, producen sombras que dan una ilusión de metamorfosis. Aparece tan de repente, además, al doblar la esquina en esta ciudad de casas bajas, muchas lujosas, en plena rica pampa húmeda. Es una aparición inesperada que no tiene nada que ver con el barrio, que no se anuncia, que parece depositada ahí, abandonada, como un artefacto de otro mundo.
📖Alguien camina sobre tu tumba · Mariana Enríquez 📷 2021
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by-speaker · 3 months ago
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Cazando a alguien (ESP. VER)
prompts por @raven-cincaide-words
Philza, Techno y Tommy habían estado caminando por días, solo descansando un par de horas hasta llegar a la siguiente ciudad, estaban viajando de ciudad en ciudad para encontrar contratos, hasta que llegaron a Karmaland. 
Era un pueblo pequeño, cerca de un río y un bosque, con hermosos campos de girasoles y cultivos de maíz. Cocina peculiar y habitantes más peculiares, pero era un buen lugar para pasar el invierno, lejos de las frías murallas de L’Manburg. 
“Ah” dijo Tommy corriendo al arroyo, “Agua fresca” grito el adolescente agachándose para beber. 
“Si fuera tú no lo haría,” dijo una voz al otro lado del arroyo, “un poco más arriba, las lavanderas lavan la ropa.” 
Philza levanto su mirada para ver al hombre más bello que haya visto, su cabello era negro como ébano, su piel era pálida como la nieve, y sus ojos tan morados como las amatistas. 
Tommy se detuvo en seco a centímetros del agua, Techno, por costumbre y precaución tomo la empuñadura del mango de su espada.
“Gracias por la advertencia,” dijo Philza tomando a Tommy por el hombro, acercándolo a su lado, protegiéndolo del extraño, “Somos viajeros, desde L’Manburg ¿Sabes dónde puede haber una posada?” 
El hombre les sonrió, “Por supuesto, conozco un lugar. Síganme, el puente está unos metros más allá.” Dijo señalando hacia el oeste, “Soy Missa, Missa Sinfonía, por cierto, un placer.” 
“Soy Philza Minecraft, ellos son mis hijos, Technoblade y Tommy Innit.” Dijo Philza, tomando a Carl por las riendas y siguiendo al karmalience por la orilla del arroyo. 
Missa se rio, “¿No eres un poco joven para ser padre?”, preguntó el chico. 
Philza también se rio, “Bueno, yo digo que son mis hijos, pero más bien son unas pequeñas pestes que se me han pegado en el camino.” 
Ambos chicos se quejaron, “Ni siquiera es tan joven,” se quejó Tommy. 
“Es un viejo decrépito, ya hasta alucina, de hecho cree que tiene una esposa.” Dijo Techno, haciendo la seña de que Phil estaba loco. 
Philza rodó sus ojos, “Tengo una esposa, es una diosa, sí, pero es completamente real.” 
Missa los observaba con curiosidad y diversión, “Un etarian, un piglin, un cachorro y una diosa,” dijo para nadie en particular, “encajarán perfectamente en Karmaland.”
Cuando cruzaron el puente, Missa los guio rápidamente a una casa, tenía un establo fuera y un cartel que decía, ‘El chiringuito de Juan’, cuando Missa se detuvo, los tres se detuvieron en seco. 
“¡Illo!” Gritó Missa con todas sus fuerzas, “¡Te traje huéspedes tú!” 
Del interior salió un hombre, con una camisa rosa, un sombrero de paja, shorts blancos, sandalias y un puro entre los labios, “Missa, qué bueno hombre, pásenle, pásenle.” 
La noche cayó sobre Karmaland, el aire denso y cargado con el susurro del bosque. Philza, Techno y Tommy se acomodaron en el chiringuito, disfrutando de una comida decente después de días en el camino. Sin embargo, Philza no podía quitarse de la cabeza la conversación que había tenido con Juan, el dueño de la posada, sobre la "bestia" que habitaba los bosques cercanos.
“Dicen que es un demonio, una criatura que nunca ha sido vista, pero todos han sentido su presencia. Los aldeanos ni siquiera se atreven a acercarse a su territorio. Es más, algunos no regresan,” había advertido Juan, sus ojos fijos en Philza.
Philza, siendo cazador de monstruos, sabía que esto significaba un contrato suculento. Si lograba cazar a la bestia, no solo obtendría una buena paga, sino también el respeto del pueblo.
“Ese lobo de las leyendas... ¿Es real?”, preguntó Tommy, excitado por la idea de una nueva aventura.
“Uy claro, niño,” dijo Illo soltando el humo de su cigarro, “¿Ustedes cazan monstruo’ verda’? Deberían hablar con Lolo, es el alcalde, ese bicho no’ ha estado molestando’ por meses.” 
Eso era suficiente para que Philza decidiera ir tras la bestia. 
(...) 
El hombre había traído un cachorro a la entrada del territorio de Missa, ese cachorro ahora era de Missa.
Ingenuamente, el cachorro había decidió salir a por la ‘bestia’ él solo. Y Missa sonrío al ver al rubio caminando hacia la entrada de su territorio. ¿Era el hombre tan descuidado para no cuidar a la parte más preciada de su clan?
La luz de la luna alumbraba el bosque, haciéndolo parecer algo menos tenebroso, mientras Tommy se adentraba más y más dentro del bosque, armado con una espada de hierro y su valentía, avanzaba entre los árboles susurrantes. Missa tenía claro que el cachorro se había adentrado a su bosque solo para probarle al resto de su equipo de que era valiente. 
Recordaba vagamente la conversación que el cachorro y su padre había tendió en la posada, como el rubio menor no estaba preparado  para casar él solo. 
Missa lo miraba curioso, sus ojos brillaban en un curioso color ámbar, sus patas tocaban la tierra de manera cuidadosa, siguiendo el olor del cachorro, un suave olor a manzana dulce, inocencia y menta, el último olor debía pertenecer a Philza, y lo marcaba como miembro de su manada. Los humanos eran sumamente descuidados con sus crías, dejándolos vagar por territorios desconocidos sin protección. Era una pena, pero si Philza no iba a cuidar del cachorro, Missa lo haría. 
El sonido de hojas crujiendo y una rama rompiéndose alerto al lobo y al cachorro, quien nervioso levantó su espada aún más alto. 
“Hey perra,” dijo el niño, “sal, no te tengo miedo.” 
Eso era una mentira, Missa podía oler lo nervioso que estaba el niño. Y bueno si el niño iba a ser tan maleducado, Missa le iba a dar una lección.
Un gruñido bajo y gutural resonó entre los árboles, haciendo que las hojas temblaran. Tommy giró sobre sí mismo, intentando ubicar el origen del sonido, pero el eco del bosque lo hacía imposible. El sudor frío comenzaba a bajar por su espalda, y su mano temblaba ligeramente mientras sostenía la espada.
Missa se movió entre las sombras, sus patas apenas rozando el suelo cubierto de hojas. Era mucho más grande en su forma de lobo, su pelaje negro como la noche se confundía con la oscuridad del bosque, solo sus ojos ámbares brillaban como faros en la penumbra. Decidió jugar un poco con su presa, después de todo, los cachorros necesitaban aprender modales.
Otro gruñido, esta vez más cerca, justo detrás de Tommy. El chico se giró bruscamente, pero solo encontró oscuridad.
“¿H-hola?” La voz de Tommy ya no sonaba tan valiente, “Mira, bestia estúpida, si no sales ahora mismo, yo…”
Un aullido cortó el aire, tan cerca que Tommy pudo sentir el aliento caliente en su nuca. Se congeló en el lugar, su corazón latiendo tan fuerte que podía escucharlo en sus oídos. Lentamente, muy lentamente, se dio la vuelta.
Allí, a menos de un metro de distancia, estaba la bestia. Un lobo gigantesco, más grande que cualquier animal que Tommy hubiera visto jamás, lo miraba fijamente con ojos que brillaban como el oro fundido. Sus colmillos, blancos y afilados como dagas, brillaban bajo la luz de la luna.
La espada resbaló de las manos temblorosas de Tommy, cayendo con un ruido sordo sobre las hojas secas.
“Oh, mierda,” susurró.
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pikynosabedibujar · 10 months ago
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❤️Fanfic de Vergil x madre de Nero. 💙
Holaa!! 😈
Como les comenté empecé a escribir un fanfic sobre Devil May Cry, especialmente sobre Vergil y la madre de Nero que, en mi caso la bauticé como “Aurelia” porque… bueno, me pareció un nombre bonito.
En el fanfic, voy a narrar sucesos que transcurre antes DMC 3, y obviamente se situará en la Isla Fortuna. También, he introducido la mayoría de los elementos, lugares y personajes de la cuarta entrega, sólo que modifique para favorecer a la historia con agregación de personajes propios y hablar sobre un tema que, en la saga no la trató tanto, la magia y los ángeles (aún lo estoy pensando ☝️🤓, ¿qué dicen ustedes?)
Cabe destacar que, si encuentran errores de ortografía, gramática o en narración, etc. Me disculpo, es la primera vez que escribo un fanfic. 😓
Ahora sí, espero que ustedes lo disfruten✨️, se entretengan y bueno, espero que no se aburran.
⚠️Importante⚠️: todos los derechos de la franquicia de Devil May Cry, le pertenecen a CAPCOM.
💖Agradecimientos💖.
@KalinaAnn por hacer videítos de Devil May Cry. Consumí una banda de videos y me sirvieron una bocha para escribir este fanfic. Espero que un día lo leas.
‼️Sinopsis.‼️
En Ciudad Fortuna llegan nuevos residentes, la familia Everhart. El padre, un empresario y miembro de Orden de Sparda. Una organización religiosa, devota a la figura mítica de Sparda, y dedicada a proteger la ciudad de los demonios manteniendo la paz...
Aurelia, hija mayor, es una joven y con grandes expectativas de su nuevo hogar, pero es desilusionada tras conocer el plan de su padre, quien la comprometió en un matrimonio sin su consentimiento. Al sentirse utilizada y busca consuelo en soledad, desgraciadamente, se ve envuelta en un encuentro de demonios. Y para su sorpresa, es recatada por un ser misterioso cuyas intensiones y origen son un enigma.
¿Qué deparara en el futuro de Aurelia? ¿Quién es este enigmático? ¿Qué oculta la Orden junto con su padre?
Capitulo 1 ⤵️
Capítulo 1: La Ciudad de Fortuna
En una isla aislada llamada La Ciudad de Fortuna, los contrastes eran evidentes. Era una ciudad próspera y vibrante, con una rica historia y cultura, pero también un lugar peligroso donde los demonios y el mal acechaban constantemente.
En este entorno, la familia Everhart se instalaba en su nueva casa. Albert, el padre, era un invitado importante de la Orden de Sparda. Esta orden religiosa estaba dedicada a proteger la ciudad de los demonios y rendía culto a Sparda, un antiguo emperador demonio que una vez gobernó esas tierras con mano de hierro.
Los caballeros de la Orden de Sparda eran fieles seguidores de esta figura legendaria, comprometidos a mantener la paz y la seguridad en la ciudad, enfrentándose valientemente a las fuerzas del mal que amenazaban su hogar.
Aurelia Everhart, en plena juventud a sus dieciocho años, se sentía emocionada y nerviosa por comenzar su nueva vida en la Ciudad de Fortuna. A diferencia de su hermana menor, Alice, quien mostraba una actitud más tranquila y despreocupada.
Desde que dejaron atrás su hogar en el otro lado de la isla, Aurelia había sentido la presión de cumplir con las expectativas de su familia. A pesar de su juventud, ya estaba preparada para enfrentar nuevas experiencias y desafíos, aunque a veces se sentía abrumada por la responsabilidad que pesaba sobre sus hombros.
Mientras se encontraban en la sala de estar de su nueva casa, Aurelia estaba absorta en la lectura de un libro, sumergida en sus pensamientos sobre el futuro que le aguardaba en esta nueva ciudad. Mientras tanto, Alice permanecía sentada junto a la ventana, observando perdidamente su nuevo jardín.
“¿Qué te sucede, Alice?” preguntó Aurelia, rompiendo el silencio que envolvía la sala. Sin embargo, la menor no respondió de inmediato, simplemente permaneció en silencio.
“Bueno… yo estoy un poco ansiosa. No sabemos qué planes tiene papá para nosotras”, continuó Aurelia, dejando a un lado su libro y dirigiendo su mirada hacia su hermana menor, quien se levantó con la ayuda de un bastón.
“Deja de preocuparte. Quién sabe lo que papá hace”, respondió Alice antes de salir de la sala.
Aurelia observó a su hermana alejarse, notando cómo se había vuelto más distante desde que enfermó. No sabía exactamente qué le sucedía a Alice, pero podía sentir su sufrimiento. Aunque intentaba mantener la calma, seguía sintiendo una leve intranquilidad debido al misterio que rodeaba a su padre. No siempre estaba segura de cuáles eran sus motivaciones.
En ese momento, el fiel sirviente de la familia, Gavin, llamó la atención de la joven.
"Buenos días, señorita Aurelia", saludó Gavin con respeto. "Debo informarle que el señor Everhart ha ordenado que se reúnan para asistir a una misa en la catedral." El hombre levantó un paquete rojo con un listón dorado.
"Bien. ¿Y esto es...?" preguntó Aurelia mientras tomaba el paquete y lo abría. Para su sorpresa, encontró un vestido rojo con una capucha blanca y el emblema de la Orden de Sparda.
"El señor Everhart dijo que deben vestirse de manera apropiada para la misa de hoy. El chofer vendrá en una hora", explicó Gavin antes de inclinarse y retirarse.
Aurelia observó el vestido con asombro. Era hermoso, pero también un poco intimidante. No estaba acostumbrada a ese tipo de ropa.
La joven se puso el vestido en su habitación; era un poco ajustado, pero le quedaba bien. También arregló su cabello oscuro en un rodete adornado con trenzas que rodeaban su cabeza como una vincha. Al mirarse en el espejo, sonrió satisfecha. Luego salió en busca de su hermana en su habitación.
"¿Qué haces con eso?" preguntó Alice.
"¿Qué haces tú tirada en la cama? ¿Acaso no escuchaste a papá?" respondió sorprendida la hermana mayor.
"Ah, en realidad no quiero ir", dijo Alice volviendo a fijar su mirada en el techo. "Y también me duele todo el cuerpo", agregó, claramente como una excusa.
A lo lejos se escuchó la bocina de un auto, señal de que era hora de partir. Aurelia suspiró profundamente.
“Bien, de todos modos, si te sientes muy mal, llama al doctor”, dijo, resignada. Ya no quería molestarla más. Viendo que Alice no estaba dispuesta a hablar, decidió alejarse por el momento.
Durante el camino, Aurelia observaba a través del cristal del coche los campos repletos de tomates con un rojo intenso. Mientras tanto, su sirviente comenzó a decirle que no debería estar nerviosa, ya que su padre estaría allí para acompañarla.
El sirviente continuó diciendo: “Además, debo recordarte que, dentro de unos días, debes asistir a unas clases para formar parte de la Orden, ya que la abandonaste desde que dejaste esta isla.”
“Parece que papá planea quedarse aquí por más tiempo. ¿Tienes alguna idea, Gavin?” cuestionó la joven.
“Me temo que no, señorita Aurelia,” respondió el sirviente.
Al final del trayecto, llegaron al centro de la Ciudad de Fortuna y luego se dirigieron hacia la catedral.
Allí, vio a su padre rodeado de caballeros de la orden. Antes de reunirse con él, echó un vistazo alrededor. La fachada de la catedral era una impresionante obra de arquitectura renacentista, con ladrillos grandes y oscuros, y picos altos que se alzaban hacia el cielo. Esta vista llenaba a la joven de cierta presión, pero a la vez, despertaba su curiosidad por la misa, aunque no fuera creyente.
Gavin se acercó a su padre para informarle de la llegada de la chica, pero este la miró de reojo, ignorándola por completo, antes de entrar al castillo acompañado de los Caballeros. Aurelia no comprendió esa reacción y se sintió desilusionada.
“Señorita Aurelia, ya puede entrar. La misa está por comenzar”, dijo el sirviente, y la chica asintió con la cabeza y siguió adelante.
Una vez dentro, la chica notó en el centro la enorme estatua esculpida en mármol que, al parecer, representaba al salvador, Sparda, dejando en claro que siempre sería una figura de admiración. No lograba verlo del todo debido a que aún estaba en proceso de construcción, cubierto con telas y maderas.
Ella tomó asiento en la parte trasera y observó a su padre sentado al frente junto con otros sacerdotes de túnicas blancas que estaban cuestionados por espadachines de uniformes claros. Minutos después, comenzó la misa.
Primero, una joven de la orden, vestida de blanco, se acercó al escenario y comenzó a cantar de manera hermosa. Luego, apareció el Vicario, el líder de la orden, quien pronunció palabras de bienvenida y agradecimiento. Vestía con la típica alba blanca y larga de un sacerdote, pero sobre ella llevaba una casulla roja con bordes dorados, así como una estola del mismo diseño, marcándolo como una figura de superioridad.
"Hace 2000 años, el caballero oscuro Sparda tomó la decisión de enfrentarse a sus hermanos demonios y blandir su espada en favor de la humanidad. "A pesar del coraje que demostró en nuestro nombre, temo que muchos olvidaran ese sacrificio", narró el Vicario. Continuó la misa relatando la grandiosa historia de su deidad, lo cual conmovía e inspiraba a muchas personas del pueblo, quienes rezaban con fervor.
Aurelia se fijó en las personas que vestían túnicas blancas cortas y capuchas adornadas con el mismo emblema.
Para concluir la misa, el líder inició un recitado que parecía un canto.
"Nuestro enemigo caerá," comenzó él.
"A medida que nosotros," continuó, y la gente siguió: "Tomamos conciencia."
"Para reclamar nuestro destino, ahora y siempre," las personas repetían en unísono. "Ahora y siempre, permaneceremos unidos. En amor y en odio," resonaban todas las voces en eco por toda la sala, hasta que un silencio final abrazó el último rezo.
Al concluir la ceremonia, Aurelia no perdió tiempo y se dirigió hacia donde estaba su padre, quien en ese momento recibía cordiales saludos de un hombre de avanzada edad ataviado con un uniforme blanco.
“Es un placer conocerlo, señor Everhart. Mi nombre es Sanctus, el General Supremo de los Caballeros. Nos honra enormemente recibirlo en nuestro catedral,” dijo, extendiendo su mano en señal de cortesía.
El padre de Aurelia, un hombre de mediana edad con cabello y vestimenta oscura correspondió el gesto con un firme apretón de manos.
"Gracias, General Sanctus, el honor es mío", respondió él con cortesía.
"Estoy al tanto de sus logros profesionales, y me han impresionado profundamente. Confío en que la colaboración entre nosotros será fructífera," añadió Sanctus, su tono adquiriendo un matiz ligeramente más intimidante. "Créame, encontraré la manera de serle de gran utilidad." Una sonrisa astuta se esbozó en sus labios.
"Será, sin duda, un placer trabajar juntos," concordó el padre de Aurelia, sellando así el inicio de una alianza que prometía ser tanto intrigante como potencialmente transformadora.
Albert Everhart, un hombre de negocios astuto y determinado heredó la empresa de explotación mineral "Everhart Industries" de su familia. Con una visión audaz y una determinación inflexible, Albert llevó la empresa a nuevas alturas, salvándola de una crisis que amenazaba con extinguirla por completo. Su enfoque frío y calculador le permitió tomar decisiones difíciles y estratégicas, ganándose así el respeto y la admiración de sus colegas y competidores por igual. Bajo su liderazgo, "Everhart Industries" se transformó en una de las compañías más potenciales en las afueras de las fronteras.
La estrecha relación de Albert con la Orden de Sparda no es solo una cuestión de negocios, sino también de creencias personales. Como miembro devoto del culto, Albert está profundamente comprometido con la misión y los objetivos de la Orden. La conexión personal fortalece los lazos entre la empresa y la Orden, proporcionando una base sólida para colaborar mutuamente beneficiosa.
El General Sanctus notó la presencia de la joven, Aurelia, y se dirigió a ella con cortesía.
"Oh, veo que es su hija. Encantado de conocerte, señorita Everhart."
"Igualmente, señor Sanctus", respondió Aurelia con respeto.
El General continuó, haciendo referencia a un regalo que Aurelia había recibido. "Veo que recibió su regalo de compromiso. Felicidades."
Aurelia se sorprendió ante el comentario. ¿Qué regalo de compromiso estaba mencionando el General? ¿Acaso se refería al vestido que había recibido? La joven se quedó pensativa mientras el General continuaba hablando.
"Es una gran oportunidad para que su hija se convierta en miembro de la Orden", añadió el General Sanctus, revelando una posibilidad que Aurelia no había considerado hasta ese momento.
"¿Novia?" volvió a mirar a su padre, y la mirada que recibió fue suficiente para que Aurelia contuviera sus preguntas.
"Exactamente", respondió Sanctus "La Orden necesita mujeres fuertes y capaces para servir a nuestro señor Sparda. Señorita Everhart, usted es joven y tiene el potencial de convertirse en una gran mujer para un caballero de la Orden."
Aurelia se sintió confundida ante la propuesta. "Yo... No sé qué decir", murmuró, mostrando una sonrisa incierta.
"No se avergüence, debería estar muy orgullosa", dijo el General Sanctus, volviendo su atención hacia el padre de Aurelia. "Si me disculpan, debo retirarme por ahora. Señor Everhart, realmente estoy interesado en su trabajo. Espero con ansias trabajar con usted."
"Por supuesto, podemos continuar con nuestro acuerdo más tarde", respondió el padre de Aurelia.
Con la partida del General Sanctus, padre e hija quedaron a solas. Aurelia sintió la necesidad de hablar, pero su padre se dirigió hacia la salida sin darle la oportunidad. La situación la preocupaba profundamente; le aterraba la idea de casarse, o incluso de ser utilizada para los asuntos de su padre con ese tal Sanctus, quien le generaba cierta desconfianza.
Aurelia lo siguió afuera, hasta los jardines que rodeaban la entrada de la catedral, donde una hermosa fuente de agua añadía serenidad al ambiente.
"Padre, tenemos que hablar", insistió ella.
"Ahora no, debo reunirme con el Vicario", respondió él mientras avanzaba a paso rápido.
"No, escúchame", insistió Aurelia, tratando de detenerlo. "¿Cómo es que todos lo sabían y yo no?"
Albert tomó aire y suspiró. "Tarde o temprano, esto pasaría. Pronto lo entenderás, Aurelia."
"¿Qué quieres decir? ¿Me utilizaste para tus amiguitos de la Orden?" Aurelia enfrentó a su padre con determinación. "¿Ni siquiera me diste la oportunidad de decidir mi propio futuro?"
El hombre la miró directamente, con una expresión seria en su rostro.
"Tuviste mucho tiempo para pensarlo", respondió en tono firme, antes de llamar al sirviente.
Aurelia, desorientada por las palabras de su padre, lo observó subirse a un automóvil después de su breve conversación con el sirviente. Sin prestarle más atención, se sintió molesta y en silencio se escabulló entre los pasillos de Ciudad Fortuna, sin ser notada por los demás.
Después de un tiempo, perdió de vista a su padre y al sirviente tras pasar al otro lado. Ahora sola, comenzó a recorrer el lugar apartado de la catedral y del centro. En sus pensamientos, añoraba los recuerdos que había compartido con su madre cuando era pequeña; paseos, comidas y charlas en esos mismos caminos durante días de ferias. A medida que pasaban los años, esos recuerdos parecían desvanecerse lentamente, como si se desvanecieran con el tiempo, lo que entristeció aún más a la joven. Paró en seco, luchando por contener sus lágrimas, y se dijo a sí misma: "No, debo encontrar una manera de convencer a papá".
En ese instante, escuchó un ruido extraño que la sacó de sus pensamientos. Se dio cuenta de que estaba totalmente sola y alejada. La joven se sintió perdida por completo e intentó encontrar a alguien, pero no había nadie a la vista.
El ruido era como el de una vibración molesta, parecía el zumbido de insectos. Aurelia se detuvo, con el corazón latiendo a toda velocidad, y su piel se volvió aun más pálida. Miró a su alrededor, pero no vio nada. El sonido volvió a sonar, esta vez más cerca. Sintió un escalofrío recorrerle la espalda.
De repente, se dio la vuelta y vio a los espantapájaros. Eran grotescos, con sacos llenos de escarabajos y sus extremidades equipadas con guadañas. La joven gritó y comenzó a correr.
Los espantapájaros la perseguían. Siguió corriendo tan rápido como pudo, pero parecía imposible escapar, lo que la hizo sentir cada vez más aterrorizada.
Entonces, de repente, vio una figura vestida con un manto oscuro parada en el camino. Aurelia se detuvo, sin saber qué hacer, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho.
Aurelia, desesperada, se acercó al hombre y tomó su brazo. Aunque su rostro estaba oculto por una capucha, sus ojos claros resaltaban en la penumbra, fijos en ella, en los iris púrpura que reflejan el miedo.
La joven, en un grito de súplica, le pidió ayuda al hombre, pero este permaneció inexpresivo, sin emitir palabra alguna. En ese momento, uno de los demonios saltó sobre ellos, y Aurelia, temiendo lo peor, cerró los ojos. Sin embargo, en lugar del ataque, escuchó un sonido metálico y, al abrir los ojos, vio al hombre desenvainando su katana con destreza. La espada era hermosa, con un mango blanco decorado con rombos oscuros y adornos dorados, y una hoja de acero pulido capaz de cortar cualquier cosa.
El extraño manejó la katana con delicadeza, pero con una velocidad increíble. En un movimiento fluido, tomó a Aurelia por la cintura y la apartó de su camino, al parecer, protegiéndola del ataque del demonio.
"Están perdiendo mi tiempo", dijo el hombre con un tono sereno y sofisticado.
Lanzó varios cortes en el aire dejando un rastro de luz, luego se sintió una brisa viento que venía de esa fuerza descomunal. Todos los espantapájaros cayeron como moscas para luego esfumarse como polvos.
El hombre guardó su espalda y se volvió para irse. Sin mirar atrás e ignorándola completamente.
Desconcertada y con el corazón aun latiendo con fuerza, Aurelia observó cómo el hombre desaparecía en la distancia sin siquiera mirar atrás. Se quedó allí, temblando, tratando de asimilar lo que acababa de presenciar. Antes de procesar completamente la situación, sintió un dolor en la cabeza que la hizo tambalearse y caer al suelo.
Fin de capitulo 1
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