#FUE TREMENDO
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latinotiktok · 5 months ago
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coronangelic1 · 3 months ago
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the Its A Sin cover by ghost has such a different feeling compared to the original im not even going to try to explain it in english it feels like im disrespecting it by even thinking about it
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elbiotipo · 1 year ago
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viste la entrevista de milei anoche? Fue un chique de trenes el tipo esta completamente desequilibrado.
Para los que no vieron:
Dijo lo siguiente de Patricia Bullrich: "hay un salame o tres salames opinando desde una computadora, ¿sabes qué? Mientras que esos miran a la señorita por Internet, yo estoy en el medio de sus sábanas"
Empezó a gritar que había mucho bullicio y gente balbuceando sobre él (el estudio donde estaba estaba totalmente vacío)
Dijo que Fátima (su novia) capaz se estaba equivocando con él
Se puso a llorar porque le dicen nazi
Basureó a los radicales, les dijo que son traidores, que arruinaron el país, que Alfonsín fue el peor presidente de la historia, y muchísimo más
fue un desastre
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sudaca-swag · 11 months ago
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igual perdonenme pero yo no puedo creer que se hayan dado cuenta de la situación de palestina recién en 2023, cuando el pendejo pelotudo de la idf hacia covers de kpop con sus amigos soldados en tiktok en 2020 ya no sabía ni como explicarles a los boludos que su fav era parte de una máquina de matar inocentes
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vonlipvig · 20 days ago
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hoy vi un tiktok de esos de la hear me out cake donde le clavan los palitos con todos los gustos raros y culposos, y alguien había puesto a--agarrate de tu vieja--FEINMANN. primera vez que me dejan boquiabierta.
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mantecol · 1 year ago
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me molesta que el radicalismo no tenga representación como se debe. gerardo morales es el presidente de la UCR y hasta él es un mamarracho. no se merece ese puesto
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manaosdeuwu · 1 year ago
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cagué. me volvió a rebloguear latinotiktok
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multishipper-baby · 1 year ago
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Hoy estuve pensando en todos mis headcanons que tengo para Red y Fox, lo cual me llevo a la conclusión de que Fox probablemente nunca imagino que su hermano llegaría a tener una familia- mucho menos una feliz.
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saturnismo · 2 years ago
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JSHDJSJDLF CUANDO VAN A ENTENDER LOS GRINGOS DE NO OPINAR DE ARGENTINA !!!!!! MENOS HACER UN ANÁLISIS DEL PAÍS DESPUÉS DE LEER UN (1) ARTÍCULO DE WIKIPEDIA !!!!!!!
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wosoandstuff · 5 months ago
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MI REINA KAROL G
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chris-spacehere · 1 year ago
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literally screaming and kicking my feet I have been waiting for this moment FOR SO. LONG
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elbiotipo · 1 year ago
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The first time I saw an entire Supernatural scene was with the confession thing, and I thought all the dramatic music and sounds and overacting/underacting was edited but no. That's the way it is. It's the closest thing Usamericans ever got to make a telenovela.
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vonlipvig · 9 months ago
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qué paja el lolla. encima ni va cristian castro.
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sambuchito · 1 year ago
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funan profesores machistas tienen la interna de los quilombos de catedras reportan violencia de genero o maltratos de profesores
te encuentran objetos perdidos
comparten programas crackeados
te pasan particulares te dicen donde encontrar las bibliografias te dan un drive organizado de todos los apuntes de la carrera
denuncian a los fachos de las agrupaciones los acomodos de la facutad y defienden el plan de estudios accesible para todos
hacen match de tinder entre alumnos
tambien suben memes buenisimos
la pagina de memes de mi facultad hace mas por los estudiantes que los centros y el rectorado..,
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deepinsideyourbeing · 6 months ago
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No te alejes tanto de mí - Enzo Vogrincic
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+18! Dom!Enzo. (Alusión a) Breeding kink, creampie, dirty talk, dry humping, face slapping, fingering, sexo oral, sexo sin protección, edades no especificadas. Uso de español rioplatense (y mucho diálogo otra vez).
El departamento que compartís con Enzo es, sin lugar a dudas, el lugar más tranquilo que conociste en tu vida. La armonía y serenidad son pilares fundamentales en su relación, así como la buena comunicación, y esto se ve reflejado en el espacio que ambos llaman hogar.
Enzo es silencio y calma y durante la madrugada se desliza fuera de la cama sin despertarte, siempre cierra las puertas con delicadeza y sus movimientos a tu alrededor son protectores. Siempre sabe qué decir y qué no, qué hacer y qué no, también sabe cuándo acompañarte y cuándo darte espacio, y vos podés presumir de saber hacer lo mismo por él.
La vida con Enzo es estar en constante sintonía, dos cuerpos y mentes diferentes siempre en la misma órbita.
O eso creías...
Las peleas comenzaron hace semanas, volviéndose cada vez más frecuentes y alejándolos de lo que solían ser. Enzo no parece comprender cuánto te hiere sentir que se distanció y jura que tal cosa no sucedió, pero luego prueba que tus palabras son ciertas cuando un pequeño desacuerdo provoca que se aísle y no deja lugar para una conversación sobre lo ocurrido.
Normalmente es fácil de ignorar cuando se trata de nimiedades como los platos sucios, ropa sin lavar o la cama deshecha, pero con todas esas pequeñas faltas acumuladas fue difícil contenerte cuando remarcó de la peor manera tu falta de cuidado con la maqueta de su actual proyecto.
-Si ordenás un poco entonces no me voy a chocar tus cosas cada vez que entre...- contestaste, arrojando sobre su escritorio un trozo de la maqueta.
-¿Qué tengo que ordenar? Si nunca estoy, el desorden es tuyo.
Fingió no notar tu expresión, una nueva costumbre suya para evitar disculparse o hacerse cargo de algo. El que te culpara del caos no fue la principal causa de tu disgusto, no... Te molestó que reconociera no estar lo suficiente en su propio hogar, recordar que en lugar de pasar unos días a tu lado escogiera marcharse a Bariloche con un amigo y que al regresar pasara horas encerrado.
Abandonaste la pequeña habitación donde organizó su oficina y pronto sus pasos sonaron a tus espaldas junto con su voz que no dejaba de pedir tu ayuda. Cerraste la puerta con fuerza y te sentaste sobre la cama, furiosa, percibiendo cómo la ira crecía y consumía tus entrañas.
Cuando Enzo abrió la puerta te dedicó una mueca de disgusto que pretendía comunicar algo, pero si alguna vez logró hablarte sólo con la mirada eso ahora parecía ser un recuerdo lejano que decidiste ignorar. Permaneciste en la misma posición, tus brazos y piernas cruzados, inconscientemente mostrando rechazo mientras él te observaba.
-Ayudame- arqueaste una ceja-. Vos lo rompiste.
-¿Qué somos? ¿Unos nenes chiquitos…?
-Parece que sí, porque si fueras un adulto responsable te disculparías y me ayudarías.
Soltaste una risa de frustración y apretaste los labios esperando así poder contener la ira y todas las palabras que deseaban escapar de tu boca, pero cuando te señaló con un dedo acusador tus deseos de mantener la calma se evaporaron. Haciendo alarde de su excelente comportamiento comenzó a enumerar las recientes faltas que tuviste con él.
La diplomacia pareció extinguirse cuando lo interrumpiste.
-Andá a cagar.
-¿Cómo…?
-¿Ahora además de ser tremendo fantasma también sos sordo, pelotudo?
-Fijate cómo me hablás porque yo jamás te traté así- señaló-. No sé qué mierda te pasa.
-¿A mí? ¿Vos no sabés lo que me pasa a mí?- gritaste, poniéndote de pie para acercarte a él-. ¿Y no se te ocurrió preguntarme? Porque por ahí tiene que ver con que no me hablás, no me mirás, no me cogés, no me preguntas ni cómo estoy.
-No podés estar así porque no cogimos en unos días.
Tu expresión podría haberse catalogado como un poema o como el relato más aterrador. Retrocediste un par de pasos, confundida y levemente aturdida por su capacidad de desentenderse de tal manera de la situación, esperando ver en su rostro un algo.
Pero sus labios no temblaban como solían hacerlo cuando contenía la risa y sus cejas no se curvaron en ese particular ángulo que adoptaban cuando esperaba ver tu reacción luego de contarte uno de sus pésimos chistes o anécdotas.
-Tomátelas.
-¿Eh?
-¡Tomátelas! No te quiero ver.
-No me podés echar de mi casa.
-Ah…- mordiste tu lengua-. Tenés razón, como es tu casa me voy yo.
Intentaste huir de la habitación pero él fue más rápido y lo impidió tomándote del brazo.
-Yo no dije eso- intentaste zafarte de su agarre pero no lo permitió-. Esta es tu casa, vos vivís acá también.
-Pero parece que vos no- reclamaste-. Soltame, Enzo.
-No, tenemos que hablar.
-¿Ahora querés hablar?
Su expresión pareció volverse más dura y juraste ver una arruga que antes no estaba allí.
-No podemos estar así.
-Yo no puedo estar así. Vos estás perfecto.
-¿Por qué todo es mi culpa?- gritó con voz entrecortada, soltándote de manera brusca-. Vos nunca hacés nada, ¿no? Siempre soy yo el responsable.
-Y sí papito, si…
El diminutivo y tu tono colmaron su paciencia.
-Cerrá el orto- se alejó de tu figura como si estar en tu presencia quemara-. Querías que me vaya, ¿eso querías?
-Sí.
-Perfecto entonces- abrió la puerta-. Porque me voy a ir bien a la mierda para no tener que verte.
Arrancaste tu anillo de compromiso de tu dedo y lo arrojaste a sus espaldas con la esperanza de golpearlo, pero –y luego agradeciste por ello- fue la puerta ya cerrada la que recibió el impacto y Enzo se marchó, completamente ajeno a tus acciones. Ignoraste las lágrimas que rodaron por tus mejillas cuando corriste para recoger la alianza.
Una hora más tarde notaste que olvidó su teléfono y su billetera, también sus llaves y el abrigo que lo habría protegido de las bajas temperaturas o el viento nocturno. Te preguntaste si estaría refugiándose en algún sitio con calefacción y por un breve instante consideraste buscarlo en el estacionamiento del edificio, pero descartaste la idea por puro orgullo.
-La concha de mi madre…- decís entre dientes.
Tus dedos están adheridos por el pegamento y tirar para despegarlos duele. Llevás un largo rato intentando reparar algunas partes de la maqueta y parece ser una tarea imposible: suspirás, te quejás, golpeás tu frente frustrada y ansiosa, pero continuás tu misión de unir los restos para evitar que tus manos vuelvan a jugar con el anillo en tu dedo. La mesa es un completo desastre.
Y Enzo aún no regresa.
Dejás caer tus hombros luego de ver el reloj, sin saber si es peor sentirte derrotada o sentir que te rendís. Reprimís todos esos pensamientos horribles y sin sentido que corren por tu mente y chocan con los muros de tu parte lógica y racional: se fue, está con alguien más, ya no va a volver, tuvo un accidente, lo acorralaron en La Rambla, se perdió caminando por ahí…
Desbloqueás tu teléfono esperando encontrar algún mensaje o llamadas perdidas y mantenés el suyo cerca sólo por si acaso, decepcionada cuando ambos permanecen en completo silencio. Tu oído escoge centrarse en el tictac del reloj y el sonido del adorno que golpea la puerta del balcón cada vez que el viento sopla. Siempre temés que esos pequeños golpes destrocen el cristal.
Y es que siempre son pequeñas las cosas que desatan el caos: la grieta que apareció mágicamente en tu taza, el pequeño agujero que terminó por deshacer el suéter favorito de Enzo, la alarma que postergaste estando aún dormida y lo hizo perder un vuelo, la comida quemada que intentó solucionar ordenando pizza, el abrazo que no correspondiste cuando regresó de los premios Goya, su falta de entusiasmo ante la usual noche de películas…
Evitás preguntarte qué sucederá porque la respuesta que ronda tu cabeza hace que tu respiración se entrecorte y te asfixia. No querés ser extremista, no sos una persona que se dé por vencida así como así y una pelea –incluso esta pelea, probablemente la peor que recordás haber tenido con Enzo- no te parece motivo para arrojar todo por la borda, pero… Las relaciones son de a dos, ¿no? Y no tenés idea de qué pensará o cuáles son los planes del otro lado.
Maldecís por lo bajo y esta vez es sin saber el motivo.
-No hace falta que lo arregles- dice una voz a tus espaldas-. Los materiales son una cagada.
Una sensación similar al pánico te recorre y volteás a verlo.
-Volviste.
Su rostro se tiñe de dolor y vergüenza por una fracción de segundo.
-¿Cómo no voy a volver?
-Dijiste…
-Ya sé lo que dije- se arrodilla a tu lado y toma tu mano-. No era verdad.
-Estás helado.
-Hace frío. Mucho.
-¿Querés un té?- intentás ponerte de pie y te detiene-. No cociné, pero si querés…
-Quiero que hablemos.
Suspirás.
-Sí, tenemos que hablar.
-¿Qué está pasando? Nosotros no somos así.
Limpiás las lágrimas que nublan tu vista y él se deja caer sobre las cerámicas frías, aún sosteniendo tu mano entre sus dedos y acariciando tus nudillos con su pulgar en un intento de ofrecerte un poco de consuelo. Espera pacientemente mientras te recuperás para poder contestar.
-Los últimos meses fueron muy raros.
-Es mi culpa- lamenta-. No sé cómo manejar… nada, todo, esto que está pasando.
-Y yo no sirvo como apoyo.
-No, no digas eso- toma tu mentón-. Siempre estás para mí, me cuidás y me ayud��s en todo... Pero creo que desde hace un tiempo no estoy tan presente como debería y no es recíproco.
-No entiendo por qué- descansás tu rostro sobre tu mano-. Creo que, no sé…, por ahí ahora que anduviste por todos lados ya estás cansado de mí.
-Nunca.
-Pero…
-Jamás me cansaría de vos.
-¿Y por qué hacés de todo menos estar conmigo?
-Tengo miedo de arruinar las cosas- contesta con simpleza-. Tengo miedo de todo lo que está pasando y tengo miedo de arrastrarte conmigo cuando… ¿Y si me olvido de mí?
-Eso es imposible.
-Ya no estoy tan seguro.
-Yo sí- lo obligás a mirarte-. Creo que te conozco lo suficiente para saberlo.
Permanecen en silencio unos momentos y sus ojos jamás dejan los tuyos.
-Perdón- susurra-. Sé que hay mucho de qué hablar, pero…
-Yo también estoy cansada… Vamos a la cama y mañana temprano vemos.
-Lo vamos a solucionar.
-Sé que sí- y dejás salir una risa nerviosa-. Pero hoy no estaba muy segura.
-Me hubiera gustado tener esa discusión antes.
-¿Por qué?
Su mirada oscura es terriblemente sincera, muy Enzo.
-Porque cuando me fui me di cuenta de cuánto te extrañaba.
Cuando tomás su rostro entre tus manos para poder besar su frente él busca tus labios. Te besa lenta y suavemente, pero es incapaz de ocultar la desesperación que guía sus acciones y pronto deja de lado los delicados roces para invadir tu boca con su lengua, robándote la respiración y  aferrándose a tus muslos con sus manos.
-Extrañaba tus besos- decís cuando te regala unos segundos para respirar-. Te extrañaba.
 -Me tenés acá, ahora y para siempre.
Acariciás su cabello y él te observa desde su posición sobre sus rodillas, sus manos aún en tus piernas y sus pulgares dibujando figuras sobre tu pantalón. Te sonríe y la imagen te toma por sorpresa, pero también te sorprende el significado oculto en su expresión y la facilidad con la que puede hacerte saber lo que quiere.
-¿No te duelen las rodillas?- suelta una carcajada y lo ayudás a ponerse de pie-. Dale, vamos.
La distancia desde la cocina hasta la habitación es interminable ahora que ambos desean llegar cuanto antes. Atraviesan el oscuro corredor tomados de la mano y cuando llegan a la habitación Enzo toma asiento en la cama, te posiciona entre sus piernas y abraza tu cintura con fuerza para poder admirarte; deposita besos sobre tu abdomen y entre tus pechos, frustrado por tu ropa interponiéndose entre sus labios y tu piel.
Cuando sus dedos se deslizan debajo de tu camiseta suspirás y arrojás la cabeza hacia atrás, abrumada por la intensidad del contacto y por el rastro de fuego que sus manos dibujan en tu cuerpo. Te ayuda a desvestirte y en cuestión de milisegundos sus labios capturan tu pezón izquierdo, succionando y permitiendo también que sus dientes y lengua jueguen con vos.
Tu creciente desesperación te lleva a abrazarlo en busca de más contacto y cuando sentís sus gemidos contra tu piel tus dedos se dirigen por cuenta propia hacia su cabello. Sus párpados se cierran en contra de su voluntad cuando tus manos hacen arder su cuero cabelludo, sensación que no hace más que empeorar la erección que oculta su pantalón.
Se separa de tu pecho luego de morderte con la fuerza suficiente para hacerte gritar y te despoja del resto de ropa que te cubre, asegurándose de no romper ninguna prenda con sus movimientos rápidos y ansiosos. Se arroja sobre las almohadas y te deja sobre su muslo, complacido por ver tus mejillas enrojecidas ante la implicación de la posición.
-Te hace falta una buena cogida, ¿no?
-¿Y de quién es la culpa?
Te toma por el cuello para acercarte a su rostro.
-Fijate bien lo que me decís- pellizca tu pezón y el dolor te hace gemir-. Y lo que hacés.
Comenzás a rozarte sobre su pierna, muy consciente del significado de sus palabras y la amenaza que las adorna, tus manos en su pecho en busca de estabilidad y tus ojos sobre los suyos. Toma tu cadera para guiar tus movimientos, dolorosamente lentos, y no deja espacio alguno entre tu centro y sus jeans que comienzan a mancharse con tus fluidos.
El cosquilleo entre tus piernas y el dolor de sus uñas marcando tu cadera es suficiente para orillarte hacia tu orgasmo en cuestión de minutos. Cerrás los ojos, masajeando tus pechos tal como él suele hacerlo, pero no es suficiente y cuando comprendés que necesitás de sus manos un patético sollozo deja tus labios.
-¿Qué pasa bebé? No podés solita, ¿no?
-Quiero…
-¿Qué querés? Decime y yo te lo doy.
-A vos.
Enzo no puede hacer más que contemplar la imagen frente a sí, tu delicado cuerpo rindiéndose nuevamente bajo sus manos y tus dientes torturando tus labios mientras su mirada te recorre. Hace unos días sólo podía soñar con tenerte de esta manera y complacerte, así que ahora se pregunta cuánto tendrá que contenerse para que el momento no acabe demasiado rápido y cuánto tardarás en suplicarle que se detenga o en caer agotada entre sus brazos.
-Entonces ya sabés lo que tenés que hacer.
En pocos segundos abandonás su regazo y te recostás entre sus piernas, esperando su confirmación para poder tocarlo y prácticamente arrancando la ropa de su cuerpo cuando la obtenés. Ya está duro, muy duro, su punta brilla con las gotas de líquido preseminal que de allí brotan y las venas que recorren su extensión parecen pedir tu atención a gritos.
Comenzás a masturbarlo lentamente e intentás seguir el ritmo con el que movía tu cuerpo sobre el suyo, tu pulgar acaricia su punta y cuando lo separás de esta podés apreciar el hilo traslúcido que brilla con la luz. Te llevás el dedo a la boca y gemís cuando sentís su sabor en tu lengua, calmándote y a la vez haciendo que lo desees todavía más.
Dejás besos húmedos sobre su miembro y sus gemidos sólo empeoran la situación entre tus piernas. Cuando tus labios se cierran sobre la punta sentís su cuerpo tensarse, sus párpados se cierran por un breve instante y sus dedos acarician la comisura de tus labios, que se estiran a más no poder para recibirlo en tu boca.
-Qué linda que sos cuando me la chupás.
Sus palabras te resultan tan humillantes como excitantes y por un segundo considerás deslizar una mano bajo tu cuerpo para calmar tu necesidad. Tu saliva mancha tu piel, tus dedos y corre bañando todo su miembro antes de deslizarse entre sus piernas y caer sobre las sábanas, pero aún así te es difícil tomar más que la mitad.
Tu frustración crece minuto a minuto pero para Enzo, que sabe cuánto te cuesta, la imagen es una bendición… Y también una tortura, por lo que no encuentra más solución que tirar de tu cabello para alejarte de su cuerpo y evitar un muy necesitado orgasmo.
-Ya está, ya está- responde a tus quejas-. Lo hiciste muy bien, pero…
-¿Pero?
-Me toca a mí.
Te arroja sobre el colchón para luego posicionarse sobre tu cuerpo y acorralarte, su intensa mirada de pupilas dilatadas haciéndote sentir como una presa. En su camino hacia tu centro su aliento golpea tu mejilla, tu mandíbula, tu cuello sensible y tus clavículas, pero él sólo piensa en una cosa y cuando separa tus piernas se dedica a apreciar tus pliegues y entrada brillantes.
Te acaricia de manera superficial y cuando te retorcés rodea tu cadera con un brazo para inmovilizarte. Su pulgar presiona sobre tu entrada, que gotea lo suficiente para manchar las sábanas, juega con la piel que la rodea y sólo se dirige hacia tu clítoris después de ver que te contraés desesperadamente en torno a la nada misma. Se muerde los labios, impaciente.
Suspirás cuando sentís su ataque y los círculos que su dígito traza con una lentitud insoportable, deteniéndose de cuando en cuando para acariciar también tus pliegues húmedos y tantear tu entrada con la intención de provocarte todavía más. Gemís su nombre una y otra vez para tentarlo y suplicás por más, pero te ignora y prolonga sus tortuosas acciones otro rato.
Dirige un dedo a tu entrada y lo introduce con delicadeza, siempre atento a la reacción de tu cuerpo: tus paredes no oponen resistencia y el placer cuando curva su dedo para acariciar tu punto dulce se intensifica gracias a su lengua deslizándose sobre tu clítoris. Un gemido casi animal deja tu garganta y ante esto él decide acelerar sus movimientos.
-¿Así te gusta?- pregunta cuando gemís aún más fuerte, como si la respuesta no fuera obvia. Aprovecha tu estado y tu abundante excitación para deslizar otro dedo, haciéndote sisear por el repentino ardor que trae consigo la dilatación-. ¿Qué pasa, no aguantás ni dos dedos?
Cubrís tu rostro ardiente con una mano y evitás hacer comentarios sobre quién es el responsable de tu estado actual; no recordás cuándo fue la última vez que jugó con tu cuerpo y tu forma de tolerar su ausencia fueron tus propios dedos, más delgados y cortos que los suyos e inútiles cuando se trataba de obtener placer.
-Más.
-¿Más...?- y succiona tu clítoris con fuerza para oírte gritar.
Enzo conoce tu cuerpo mejor que nadie y sabe exactamente qué hacer para volverte loca. Los movimientos de su lengua no se detienen y las formas que esta dibuja hacen que tus manos tiren de su cabello, arruguen las sábanas y masajeen tus pechos, aferrándose con desesperación a cualquier objeto que se interponga en su camino.
Sus dedos no dejan de abusar de tu sensibilidad y la combinación de sensaciones, que parece ser muchísimo más intensa gracias a las semanas sin contacto, comienza a ser casi demasiado para tu cuerpo. Te llevás una mano a la boca y cuando tu orgasmo te golpea mordés tus nudillos desmedidamente, ahogando tus gemidos y los gritos que amenazan con irritar tu garganta.
Te lleva unos minutos regular tu respiración y dejar de temblar, minutos que transcurren con sus dedos aún enterrados en las profundidades de tu cuerpo mientras sus labios bañan tu centro y el interior de tus muslos con besos y alguna que otra pequeña marca producto de sus dientes. Bajo tu atenta mirada desliza sus dedos entre sus labios para no desperdiciar los restos de tu esencia.
Abandona la cama para deshacerse del resto de su ropa y cuando regresa vuelve a posicionarse sobre tu cuerpo para atacar tu boca con un beso hambriento. Tus piernas abrazan su cadera y cuando sentís su miembro caliente golpeándote no podés evitar gemir contra su lengua, tu mano buscándolo para poder masajearlo antes de guiarlo hacia tu entrada. Su punta te quema.
Toma tu rostro y te obliga a mirarlo.
-¿Querés que te la meta?
-Por favor.
Te quejás cuando comienza a penetrarte y aunque tus ojos arden jamás rompés el contacto visual. Enzo te distrae tirando de tu labio inferior con su pulgar y antes de notarlo estás succionando el dígito, con el cual parece imitar los movimientos de su cadera.
-Estás muy apretada.
-Es…- te interrumpís con un grito cuando introduce otro par de centímetros de manera súbita. Su pulgar manchado con tu saliva acaricia tu mejilla para calmarte-. No puedo.
-Sí, sí podés.
Sus labios abrazan los tuyos mientras realiza movimientos suaves y calculados que convierten tus quejas en gemidos y provocan que tus paredes se contraigan sobre su miembro. Suspira cuando por fin logra introducirse por completo en tu interior y besa tu cuello, tu perfume embriagador nublando sus sentidos y tus pequeños gemidos tentándolo a moverse.
Tus manos aferrándose a sus hombros son la única confirmación que necesita: te golpea con fuerza y tu grito es una mezcla de sorpresa y placer por el repentino ataque, el cual repite hasta convertirlo en un ritmo constante que resuena en toda la habitación y llena tus oídos. Sacude tu cuerpo con cada embestida y lo único que podés hacer es aceptar el placer, completamente a su merced.
Luego de una estocada particularmente profunda tus uñas se clavan en su piel y Enzo sólo lo sabe. Descansa su peso sobre sus piernas y sus manos en la parte posterior de tus muslos ejercen presión hasta que tus rodillas rozan tus pechos, el ángulo permitiéndole llegar hasta ese punto para abusar del mismo y convertirte en un completo e incoherente desastre.
Gritás su nombre y las palabras que le dedicás entre tus agudos gemidos son incomprensibles. Tu expresión es indecente y la vista entre tus piernas, donde su cuerpo se une con el tuyo y brilla con tus fluidos, lo es aún más… pero le encanta y no puede evitar jugar con vos, agregando otro estímulo que te hace cerrar los ojos con fuerza y sacudir la cabeza.
-Enzo- advertís-. Por favor.
El gesto es mínimo pero suficiente y en cuestión de segundos tus dedos se cierran sobre sus muñecas. Tu figura se sacude con la fuerza de sus embestidas y por los espasmos de tu orgasmo, el cual arquea tu espalda como si estuvieras presentándote ante él y hace que tus músculos se contraigan, dificultando sus movimientos y haciéndote llorar.
Jamás se detiene.
Lo mirás horrorizada, tu orgasmo prolongándose indefinidamente y haciendo del placer una sensación casi intolerable. Enzo continúa golpeando tu cérvix mientras su pulgar juega con tu clítoris y sus dedos presionan sobre tu abdomen bajo, forzándote a sentir cuán profundo llega su miembro y cómo estimula cada fibra de tu cálido y estrecho interior.
Te lleva al límite, pero antes de permitirte gozar de un segundo clímax se detiene.     
-No, no- protestás-. ¿Por qué? Quería…
Te interrumpe golpeando tu mejilla y cuando abandona tu interior mantenés la boca cerrada. Toma tus caderas y te obliga a voltear, dejándote sobre tu estómago y posicionándose sobre tu cuerpo para aprisionarte contra el colchón.
Rodea tu cuello con su brazo y te penetra con desesperación. En cuestión de segundos su pelvis golpea tus muslos y tus glúteos con la fuerza suficiente para arruinar tu piel, causando también un sinfín de sonidos húmedos y obscenos que acompañan sus gruñidos y tus gemidos.
Buscar refugio contra en el colchón tiene como consecuencia que la fuerza de su asalto vaya en aumento y la única opción que encontrás para ahogar tus gritos es morder las sábanas, húmedas con las lágrimas que corren por tus mejillas. La solución sólo dura unos minutos gracias a que Enzo, que en este momento prefiere no ser el único que oye cuánto gritás por él, endereza su postura y tira de tu cabello para hacerte arquear la espalda.
El nuevo ángulo te permite verlo y por un instante parece buscar tus labios con la intención de besarte, pero en su lugar escupe sobre tus labios entreabiertos y observa cómo tu expresión se transforma con la humillación y excitación. Le encanta tratarte como un juguete y sabe que lo disfrutás tanto como él, sobre todo cuando te toma por sorpresa.
-Sos una putita, ¿no? Mirá como estás- y remarca sus palabras con una estocada que te hace temblar violentamente-. ¿Querés que te llene toda?
Tragás saliva –sin saber cuánta es suya- para contestar pero todo lo que sale de tu boca son patéticos sonidos sin sentido. Sonríe satisfecho y vuelve a escupirte, esta vez asegurándose de manchar aún más tu rostro para ver su saliva deslizándose por tu piel junto con tus lágrimas.
Te libera de manera brusca y tu rostro impacta con el colchón, las sábanas oscureciéndose cuando entran en contacto con los fluidos en tu rostro y arrugándose aún más cuando te aferrás a ellas con una mano acalambrada. Tu otra mano se entrelaza con la suya y lo guiás hacia tu abdomen bajo, ignorando cómo los músculos de su abdomen se tensan con tu acción.
-Ahí- suplicás entre gemidos-. Adentro.
Enzo sólo quiere obedecerte y unos minutos más tarde cumple tus deseos: su semen caliente salpica tu interior y mancha tus paredes de blanco mientras el palpitar de tu miembro te lleva a otro orgasmo, menos intenso pero más duradero. Tus músculos se aferran a él y lo mantienen dentro tuyo hasta que la última gota de su liberación te llena.
Su boca roza tu frente y tu mejilla antes de besar la comisura de tus labios.
-Te amo.
-Te amo.
Intenta peinarte y cuando fracasa se limita a masajear tu cuerpo cabelludo con la yema de sus dedos. Evita alejarse de tu cuerpo, consciente de lo mucho que ambos necesitan la cercanía en un momento como este, y sonríe cuando tus dedos vuelven a entrelazarse con los suyos.
-¿Querés ir al baño?
-No- negás rápidamente y besa tu mejilla para calmarte-. ¿Podemos estar así un rato?
-Obvio.
Admira tu perfil y tus párpados cayendo sobre tus ojos vidriosos.
-¿Sabes qué vamos a hacer mañana?
-¿Qué?
-Nos vamos a levantar bien temprano y vamos a ir a desayunar al lugar de siempre, ¿querés?- propone-. Después podemos ir a pasear un rato al mercado de artesanos… y elegís una taza nueva.
Soltás una risa encantadora y asentís.
El título y la historia están inspirados en esta canción de Spinetta. Tiene muchas interpretaciones pero en mi opinión es una muy buena metáfora sobre el cambio constante que atraviesan las personas y por ende también las relaciones :)
taglist: @madame-fear @creative-heart @llorented @recaltiente @delusionalgirlplace @chiquititamia @lastflowrr ♡
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latinotiktok · 5 months ago
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Reportaje desde Colombia: están tirando pólvora porque lo último que se pierde no es la esperanza sino las ganas de hacer desorden
Anyways fue un honor 🫡
ESOOOO ESOOOO QUÉ IMPORTA SI NO SE GANÓ? COLOMBIA LLEGÓ A UNA FINAL Y ME HICIERON CAGAR EN LAS PATAS
Son tremendos. Tienen con qué. Ahora ojos en el mundial, bebé
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