#Didactismo
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cmatain · 13 days ago
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«La expósita» (1929), novela de Mariano Arrasate Jurico: narrador, personajes y estilo
Como vimos en la entrada anterior, La expósita[1] es un relato un tanto almibarado, con grandes dosis de candidez e ingenuidad en su desarrollo argumental, lo que se corresponde, en otro plano, con la sencillez de sus técnicas narrativas: el narrador es de lo más convencional, y realiza apelaciones continuas al lector, de forma que no se pierda cuando hay un salto temporal que rompe el orden…
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soledad-arcos · 2 years ago
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En 1972, un joven poeta, Arturo Carrera (1948), presenta su primer libro, "Escrito con un nictógrafo", en el Centro de Arte y Comunicación de Buenos Aires. Su amiga Alejandra Pizarnik (1936-1972) lee un fragmento en la oscuridad. Éste es el único registro sonoro de la poeta.
ESCRITO CON UN NICTÓGRAFO (fragmento)
El escriba ha desaparecido
Señalo el sitio vacío
donde los muertos se divierten
La noche penetrando
y el glande inflado de tinta, penetrando
hacen el mismo ruido
que la muerte penetrando
Asisto a su duración en lo instantáneo
SILENCIO DESORBITADO
su fiesta en lo opaco, en lo pleno, en lo plano
la atención lleva un blanco en la frente
lleva una capa de lirones
despiertos
es la época en que la muerte entra muda
Mudo mi cuerpo
Yo me impongo en tu muerte
Yo guarezco tu muda
tiempo de atenuación
tiempo de purificación
tiempo de lluvias constantes
lo insensible vibra
lo insensible soporta la noche
brota flores en mitad de la noche
en mitad de la página
sobre la panza de la muerte
la orfandad lleva un blanco en la frente
E L P O E M A S E A B R E
esa es tu fuerza
la orfandad es fascinada
comandada, subida a la barca
invadida, hundida de muertos
yo en la PROsA de tu libro
en el Barco de los Muertos
entre volúmenes huecos
mi cuerpo/grafía
a otro páramo
descargando letras
huesos HUECOS
El poema se abre
esa es tu fuerza
El poema toma contacto
se desliza con brazos extendidos
por las dos orillas
esa es tu fuerza
–Me hablabas de una trampa del lenguaje
el poema se abre
SALTAN TUS MUERTOS
C L O W N S
D A N Z A S
interferencia de danzas
palimpsesto de danzas
en lo oscuro
la oscuridad polarizada
Y danzas
como las danzas de las abejas
invariables
te atraen con sus movimientos mociosos
para extenuar un lugar
para desocultar otro lugar
para fingir invadir para informar
DANZAS
voces tácitas didactismos
espacios acopiados sismos
estos muertos son míos
(señalando las palabras)
estos muertos son míos.
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hilo-play · 11 months ago
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La Cabaña_
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Hola familias:)
Desde Hiloplay, queremos seguir abriendo espacios de vida conscientes y comprometidos con l+s más pequeñ+s, dónde se potencie la creatividad, la imaginación y el trabajo colaborativo a través de las artes, la educación y la creación artística. Queremos seguir activando espacios seguros, respetuosos y afectivos con el objetivo de facilitar la conciliación sin comprometer el bienestar de los/as niños/as.
Por estos motivos, hemos ideado La Cabaña, un refugio urbano que se proyecta como un espacio de libertad dónde pueda brotar la creatividad y dónde seguir practicando una de las formas más genuinas de aprendizaje, el juego.
Este espacio de verano que imaginamos tiene como base un acompañamiento respetuoso; las ideas, intereses y necesidades de l+s niñ+s son atendidas, potenciando su capacidad de autogestión. Por otro lado, huimos del didactismo (fichas, modelos esteriotipados) de la sobre-estimulación y nos centramos más en los procesos que en los resultados.
Vamos a proponer cada semana un centro de interés (casas, criaturas fantásticas, flores y pájaros, río) y a través de diferentes lenguajes artísticos iremos tirando del hilo con la intención de reflexionar y conocer nuestro entorno más cercano.
Estructura del día:
Bienvenida +yoga+ movimiento creativo
Almuerzo + salida+ juego libre
Taller- laboratorio (tema semana)
Juego libre + despedida
ESCULTURA/BARRO/ YOGA/ DANZA /ARTES PLÁSTICAS/DIBUJO COLABORATIVO/ CONSTRUCCIONES / / JUEGO/ SALIDAS EXTERIOR/
SEMANA 1 // CASAS// 24-28
SEMANA 2 // CRIATURAS FANTÁSTICAS// 1-5
SEMANA 3 // FLORES Y PÁJAROS // 8-12
SEMANA 4 // RÍO // 15-19
INFORMACIÓN PRÁCTICA
Días: Del 24 de Junio al 19 de Julio.
Horario: 9.00 a 13.30h
Plazas: 6
Sede Hilo de diamante. C/ Hernán Cortés 22
telf: 603737775
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polarhoid · 2 years ago
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Los colmillos de un homínido apuntan al cielo
Me gustó Nope, difruté viéndola y considero que es una película que destaca sobre todo por sus atmósferas que detonan la extrañeza y por su ritmo acompasado e inquietante. Sí, su puesta en escena es exagerada y artificial, pero se corresponde con su tono ambiguo* y con un marcado abuso del anticlímax, porque su director, Jordan Peele, pretende romper ciertas inercias de los géneros cinematográficos [como cuando el protagonista hace lo que ningún otro personaje de películas de terror debería hacer: le da la espalda al monstruo y evita los jump-scares] y quiere que nosotros, los espectadores, siempre “recordemos” que estamos viendo una película y que nuestras emociones son manipuladas por un espectáculo, por un freak-show.
Los comentarios sociales, muy presentes en la obra de Peele, son evidentes y un tanto obvios: la defensa de lo análogo sobre lo digital [la pérdida de la condición aurática del cine]; la domesticación “forzada” del arte y del acto creativo** que emprenden los estudios, productoras, medios e internet; y pues una clara y abierta puya contra lo que Debord explica como la “sociedad del espectáculo��. Es en estos comentarios reiterativos, machacones y demasiado expuestos donde la película pierde su potencia, su fuerza destructora. Peele comete el error de no confiar en sus propios espectadores y cae en un didactismo excesivo que ordena y aplana ese perfecto caos al que Nope aspira, pero que finalmente no se atreve a desplegar***.
Aún así la película es muy disfrutable, entretenida y está repleta de secuencias buenísimas y hallazgos que, pese a su falta de cohesión y unidad argumental, funcionan por sí mismos. Me recordó mucho a una de mis películas favoritas de “terror”: The Cabin in the Woods [2012, Drew Goddard], pues ambos filmes ponen en práctica desmontajes de los géneros del terror y la fantasía. Aunque The Cabin…, lo ejecuta diez mil veces mejor y, si la menciono, es sólo para contrastar y señalarla como el caso ejemplar de un filme [modo serie-b] que, sí, al igual que Nope, disecciona las estructuras intestinas de la ficción, y que incluso posiciona un comentario social [y filosófico] en torno al cine, pero que confía en el ojo sensible [que no devorador] de su público y, por eso mismo, no sobre-expone ni desambigua sus subtextos.
Jordan Peele sin duda es un director muy interesante que, si deja de lado ese afán binario y catequizador, podría consolidarse como autor. Todavía no lo es –humilde opinión–, pero hay que ver y disfrutar de Nope porque de pronto [y entre parpadeos] nos deja ver los asomos de brillantez y la fuerza anárquica y creativa de un artista en ciernes. _ _ _ _ _ _ _
*Es un post-western, es una comedia, es ciencia ficción y también horror "elevado"; pero al final no se concreta en ningún género.
**Y que, a ojos de Pelee, es imposible ya que el resultado de tal domesticación resulta más bien en la aniquilación y des-naturalización del acto creativo.
***No desmontas la maquinaria para enseñar los hilos y engranes que la hacen funcionar, para de inmediato remarcarlo: ¡miren!, estos son los hilos y los engranes detrás de la gran máquina de Oz. Con la pura revelación es suficiente, y, de hecho, la sobre-explicación arruina y vulgariza la revelación del "secreto".
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miguelmarias · 3 years ago
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EN BUSCA DEL ARCA PERDIDA. Steven Spielberg
Ardua empresa, sin duda, la acometida por Steven Spielberg (director), George Lucas (productor y argumentista), Lawrence Kasdan (guionista) y Philip Kaufman (colaborador en la historia), y nada desdeñable. Pocos proyectos me inspiran tanta simpatía como este intento de recobrar el espíritu del viejo cine de aventuras, de volver al festivo dinamismo que iluminó tantas tardes de nuestra infancia, de darle a los que hoy son niños la ocasión de descansar un poco de la sandez televisiva y dar rienda suelta a su imaginación y a su afán de misterio, intriga y aventura gracias al mágico trampolín de las imágenes en movimiento. En nombre de mis hijos, a quienes sin duda ha de encantarles su película, agradezco a esos cuatro directores que hayan hecho En busca del arca perdida. Sin embargo, creo necesario confesar mi relativa decepción: la búsqueda, de momento, me parece infructuosa. Tal vez se trate de una misión imposible, quizá sea preciso abandonar la nostalgia de las películas que tanto nos cautivaron o limitarse, arriesgándose al desencanto, a volver a verlas por televisión, en la filmoteca o cuando se repongan, pero el caso es que, al contrario de lo que sucedía —y sigue ocurriendo cuando las veo de nuevo— con El halcón y la flecha, El temible burlón, Scaramouche, El prisionero de Zenda,  El hidalgo de los mares, Los gavilanes del estrecho, El mundo en sus manos, La mujer pirata, Robinson Crusoe, Harry Black y el tigre, Fuego escondido, Robín de los Bosques, Ave del paraíso, El cisne negro, Pacto de honor, Los inconquistables, Piratas del mar Caribe, Cuando ruge la marabunta, Todos los hermanos eran valientes, La casa de los siete halcones, Luchas submarinas, Las minas del rey Salomón, Mogambo, Fuego verde, Llanura roja, La carga de la Brigada Ligera, Tres lanceros bengalíes, Espía por mandato, El submarino fantasma, La casa grande de Jamaica, Garras de codicia y otras muchas que vi entre los cinco y los quince años, casi nada de lo que pasa en Raiders of the Lost Ark me parece espontáneo, libre, divertido, despreocupado o sincero, sino forzado —a veces, esforzadamente conseguido—, imitativo, muy de segunda o tercera mano y, sobre todo, planteado, más que con humor o ingenuidad, con ironía, con lo que los americanos llaman tongue-in-cheek, es decir, sin creérselo, sin convicción, queriendo cubrirse las espaldas ante posibles acusaciones de infantilismo. Es muy posible que las películas que antaño rodaban Walsh, Dwan, Cromwell, King, Tourneur, Thorpe, Ludwig, Seiler, Selander, Hathaway, Douglas y compañía tuviesen por primordiales —aunque no únicos— destinatarios a los menores de quince años, pero les trataban sin condescendencia, sin pensar que eran unos retrasados mentales, sin pretender confinarles a un estrecho territorio imaginado por los mayores como el más adecuado para su edad, sino intentando, por el contrario, abrirles nuevos horizontes de agitación y aventura, atizando el fuego de su fantasía, proponiendo sin didactismo ejemplos de honestidad, valor y heroísmo tal vez utópicos pero irrenunciables, sin espacio para el cinismo o la carencia de ideales y ambiciones. Por eso aquellas películas, probablemente infantiles, no tienen hoy nada de pueriles, no caen en el infantilismo y pueden divertir y entusiasmar a los niños de hoy que no estén irremediablemente contaminados por el bacilo televisivo. En este sentido, la película dirigida por Spielberg parece, más que un soplo de aire fresco, nuevo o renovado, algo así como una vacuna: inyecta ya el germen, aunque en pequeñas dosis y con distintos ingredientes y excipiente, de la artificiosa y resabiada actitud con que en todas partes se hace cine para niños. Incluso dudo que se dirija principalmente a los actuales, sino más bien a los que fuimos niños, como sus artífices, hace quince o veinte años, y nos nutrimos en los libros, las películas y los tebeos o historietas (en mis tiempos no se les llamaba comics más que en América) que constituyen el origen, un tanto manido ya, de En busca del arca perdida. Walsh y compañía se inspiraban en Stevenson, Melville, Conrad, Salgari, Sabatini, London o Dana, en su propia experiencia de vaqueros, vagabundos y marinos, en los relatos orales —verídicos o legendarios— de sus padres y abuelos; Spielberg y los suyos se basan, sobre todo, en sus recuerdos —temo que más bien vagos, no puestos a prueba, no revividos— de aquellas ficciones primigenias, y, sospecho que más de la cuenta, en ciertos «comics» ahora muy de moda, pasto de todo género de «expertos» en la «comunicación de masas» y sociólogos de la «subcultura», que se reeditan a precios exorbitantes, convertidos en objetos de lujo y de regalo y que leen, sobre todo, los que nunca de niños se «rebajaron» a hacerlo. De hecho, los sistemas imperantes en la actual producción hollywoodense, cada vez más inclinados a propiciar el absentismo del director y a dejar la elección de ángulos, encuadres y composiciones en manos de directores de fotografía, «production designers», montadores y hasta computadoras, lo facilitan enormemente: vivimos en el reino del «story-board», de los guiones más dibujados que escritos o pensados.
Hay así en Raiders of the Lost Ark, como en otras películas recientes de parecido enfoque y aspiraciones paralelas, algunas imágenes notables, llamativas en extremo, que evocan el recuerdo, más que del cine de antaño, de ciertos tebeos. Hay un recurso a la elipsis, más espacial que temporal, que tiene idéntico origen, y del que con frecuencia se aprovechan los cineastas para ahorrarse rodar escenas difíciles, caras o complicadas, desdeñando la verosimilitud con algo que nada tiene de libre y sí mucho de cómodo y de falta de respeto al público. Los personajes no existen, son meras siluetas de papel (o de celuloide), lo que hace innecesarios a los actores (basta con ponerle un sombrero a Harrison Ford y hacer que le crezca barba en un cambio de plano) u obliga a desaprovecharlos (la prometedora Karen Allen). Tal vez por eso no hay nunca verdadero dramatismo, ni surge la emoción, ni se tiende la historia con la tensión del suspense. Puede ser divertido, pero es insuficiente.
Publicado en el nº 10 de Casablanca (octubre de 1981)
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coldca3 · 5 years ago
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Poe
Poe elaboró su propia teoría de la literatura, que aparece diseñada en su obra crítica y en ensayos como "El principio poético". Esta obra constituye un manifiesto esteticista radical: Un instinto inmortal, profundamente enraizado en el espíritu del hombre, es de este modo, dicho sin rodeos, un sentido de lo Bello. Esto es lo que administra para su deleite en las múltiples formas, sonidos y olores en los que existe. E igual que el lirio se refleja en el lago, o los ojos de Amarilis en el espejo, así la mera repetición oral o escrita de estas formas, sonidos, colores, olores y sentimientos, es una duplicada fuente de deleite.
El autor dio siempre pruebas de aborrecer el didactismo y, pese a que varias de sus obras utilizan este recurso, la alegoría. Creía que el sentido en literatura discurre bajo la superficie expresa. Las obras con un sentido demasiado obvio, escribió, dejan de ser arte.
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1001soundtracks · 4 years ago
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Tangos - El Exilio de Gardel (1985) Roberto Goyeneche Fernando “Pino” Solanas, que murió ayer en París, y que a fines de la década del 60 se había erigido como uno de los pilares del documental político latinoamericano con su mítica “La hora de los hornos” (cumbre del agit-prop), a mediados de los 80s regresó al cine después de una década con su musical surrealista. Un grupo de argentinos exiliados en París, que han huido de la sangrienta dictadura cívico militar argentina, intentan poner en escena una tanguedia (tango + tragedia + comedia). Entre la nostalgia por lo que cada uno dejó o perdió en Buenos Aires, las dudas entre volver o quedarse, las posibilidades que se abren en el extranjero a los que crecieron allí porque llegaron muy chicos se combinan con una fabulosa partitura de Astor Piazzolla, letras de Castiñeira de Dios y una coreografía espectacular para los números de baile. Tangos, el exilio de Gardel tiene la forma de un mosaico en el que las secuencias se suceden presentando al espectador diferentes facetas del drama de los exiliados mediante la trayectoria personal de un conjunto de personajes, entre los cuales destacan Juan Uno y Juan Dos. Pero Solanas no se contenta con tratar el tema del exilio: le brinda al espectador su propia representación de la dictadura argentina y en particular de sus aspectos más represivos y violentos. Dolorosa, pero también con muchos gags cómicos, reforzada por una increíble fotografía de Félix Monti (decididamente gloriosa en las escenas rodadas al alba o al anochecer). Lejos del didactismo y la propaganda política, repleta de hallazgos estéticos, con grandes actuaciones de Marie Laforêt, Miguel Ángel Solá, Philippe Leotard, Marina Vlady y Gabriela Toscano, y claro, con ese tono profundamente melancólico de Piazzolla. Gran Premio de Venecia, César a la Mejor Banda de Sonido y cantidad de premios más.
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vladichzg · 7 years ago
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La Fábula de la lechera (Doña Thruana)
           El relato de lo que le aconteció a doña Thruana, es una obra de Don Juan Manuel, parte del didactismo en la literatura medieval, donde el personaje Petronio presenta al joven Conde Lucanor, un consejo sabio y prudente.  El Conde Lucanor representa en la fábula, los valores del hombre que es humilde en reconocer que la grandeza no está en la riqueza o el estatus, sino en la sabiduría.  Con la historia de doña Truhana, Petronio intenta mostrar, con un ejemplo, que no es correcto poner sus esperanzas de riqueza en las fantasías.  Sin embargo esta fábula también contiene un antivalor.  
            Aplicando estos valores propuestos en nuestra vida, implicaría ser humilde en escuchar consejo y no caer en hacer castillos en el aire, sino abrazar la sensatez de siempre mirar la realidad.
            Las intenciones de los valores de Don Juan Manuel al proponer este relato y concluir con este verso:   “En realidades ciertas os podéis confiar, mas de las fantasías os debéis alejar”, podrían equivocarse en algo como valor propuesto, y es que el tema de soñar y hacer planes son el combustible del progreso.  El temor a no cumplir los sueños, para no experimentar  frustración, es los que nos corta las alas de volar y el deseo de superar una realidad, como el de doña Truhana, de escasez.  Sin darse cuenta, Petronio insta al Conde Lucanor a mantenerse en una “zona de confort”, apostando en sus pensamientos siempre por lo seguro y no arrojarse a los retos.  Doña Truhana hizo bien en soñar, en proyectarse al progreso y diseñar en su mente el camino a seguir para alcanzarlo.  Tropezar y derramar la miel, que era el producto génesis para su plan es normal en toda historia de emprendimiento y superación; quedarse  lamentando,es el error.  No podemos enseñar a desistir frente a la primera caída,o pensar que la olla de miel que se perdió es la única que tendré en toda mi vida y nunca más volveré a tener una olla de miel para volver a empezar.  
            No tener sueños de progreso en la vida es caer en la falta de optimismo como antivalor, y renunciar a los sueños que me propongo cuando enfrento en el primer percance me indica otro antivalor que es la cobardía, falta de fe y perseverancia.
 Julio, 2014
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ungramodelocura · 3 years ago
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Domingos de cine
La vida a todo color - Life in Colour
(Esta reseña ha sido publicada en: filmaffinity la vida a todo color romulo)
Acabo de ver una maravilla. Porque “La vida a todo color”, es eso, una aut��ntica maravilla. Se trata de un documental de tres episodios coproducido por Reino Unido y Australia.
El científico británico David Attenborough, famoso por ser uno de los naturalistas que más ha contribuido a divulgar sus conocimientos a través de la televisión, se convierte aquí en el narrador de la serie. Es, además, un pionero en documentales sobre la naturaleza. En el trancurso de los años ha sido guionista y presentador de multitud de producciones en los que cubre cualquier aspecto de la fauna en la Tierra.
La ciencia y la tecnología han hecho posibles prodigios que no hace tantos años parecían inalcanzables. Y las nuevas técnicas fotográficas forman parte de estos avances, lo que facilita observar con mayor nitidez y precisión el comportamiento de los animales para así comprender mejor sus capacidades de adaptación, la interacción entre ellos, con su entorno y la multitud de increíbles ardides que utilizan estos extraordinarios funambulistas para garantizar su supervivencia.
Attenborough, con su proverbial didactismo e indiscutible autoridad avalada por sus cuantiosas investigaciones, nos desgrana, paso a apaso, algunos de estos prodigios. Su narración resulta fascinante y me asombra la cantidad de fenómenos, casi sobrenaturales, que se producen en este desconcertante universo.
A través de una tecnología nunca antes empleada, podremos ver tonalidades que nos son invisibles, pero no para algunas especies. De esta forma, nos descubre la importancia del color en la mayoría de los animales que pueblan la Tierra, especialmente en las aves, insectos y fauna marina.
En algunos casos, los machos, en una escenificación portentosa, despliegan un abanico de vivos colores para llamar la atención de la hembra con la finalidad de aparearse. En otros, esa misma habilidad es empleada como un aviso para auyentar a sus enemigos e, incluso, a molestos visitantes de la misma especie.
Los hay, como el tigre de bengala, en el que el pigmento de su piel se confunde con la naturaleza ante la mirada de los mamíferos que conforman su dieta al no poder éstos apreciar las franjas de color naranja. O las de la cebra, que al movilizarse en grupo, producen un efecto óptico que desorienta a sus depredadores incapacitados para fijar su atención en un sólo individuo. Curiosamente, y por la misma razón, se libran también de las moscas, uno de los azotes más incómodos que sufre la mayoría de los mamíferos.
Existen caracoles, que aun perteneciendo a una misma especie, presentan cada uno caparazones de colores distintos; ranas, crustáceos y otras criaturas cuyos pigmentos son ocasionados por las sustancias químicas que extraen de su alimentación; pequeñas alimañas se visten del color de determinadas flores para atrapar a las presas que se nutren de su néctar; liebres, lobos, renos o zorros de un blanco purísimo se mimetizan con el paisaje en las regiones árticas. La mayoría de ellos se hallan en peligro de extinción debido al cambio climático ya que, al fundirse la nieve por un aumento de la temperatura, quedan al descubierto y a merced de sus voraces adversarios.
En fin, todo un mundo de indescriptible belleza -pero al mismo toempo de descarnada crudeza- desfila ante nuestros atónitos ojos. Y a este cronista le ha sido imposible no rendirse ante tan formidable espectáculo. De forma que, emulando a Blaise Pascal, termino con una de sus brillantes ironías: “… y si he escrito una reseña tan larga, ha sido porque no he tenido tiempo de hacerla más corta.”
Emilio Castelló Barreneche (Barcelona, domingo, 2 de enero de 2022)
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cmatain · 20 days ago
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«La expósita» (1929), novela de Mariano Arrasate Jurico: argumento
Vimos en una entrada anterior que son dos las novelas escritas por Mariano Arrasate Jurico, La expósita y Macario. Ambas fueron publicadas en Pamplona, en 1929 y 1932, respectivamente, y ambas reflejan significativamente en sus subtítulos que son novelas de tipos y costumbres de Navarra. Las examinaremos brevemente, comenzando por La expósita[1]. Ya el mero título nos hace sospechar que esta…
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librospdfgratismundoepub · 3 years ago
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Como lágrimas en la lluvia - Jordi Sierra i Fabra (2021)
PREMIO LAZARILLO 2019 «Una obra para jóvenes con una descripción minuciosa sobre el mundo de los músicos, su lenguaje y las relaciones entre personas, con un estilo impecable, diálogos vivos y reflexiones potentes alejadas del didactismo».Del fallo del jurado Como lágrimas en la lluvia, la nueva novela de Jordi Sierra i Fabra, nos habla de la condición humana, del fracaso y el éxito, de la paz y…
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jererm · 7 years ago
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Sobre separar al artista de su obra
Escrito por Lorena G. Maldonado el 24 de Octubre de 2017 para theobjective.com
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El viernes estaba en redacción y pensaba que la vida es una mierda: qué se puede esperar de un mundo en el que los sobres contra el resfriado saben a coca-cola (eso tan de capitalismo triste, de hedonismo amargo), joder que me estoy muriendo, cread medicinas que no parezcan cubatas, y qué frío, que diluvie ya o pase algo, y encima se muere Federico Luppi, qué tarde he nacido para tantas cosas que hubiese amado, como charlar con él en un bar de Madrid sobre que el futuro es un cachondeo, no más que una trampa del sistema para que agachemos la cabeza y nos convirtamos en esclavos.
Yo recordaba a Luppi con ternura entretejida, ahí el señor larguísimo, cano y más bien sombrío dando speeches filosóficos en el cine moderno, con lo mal que andan el didactismo y la divulgación. Lo recordaba hablando del “invento” de la patria, de que si la izquierda ya no es más una amenaza revolucionaria, sino un pin; lo recordaba enzarzado en debates neoliberales, todo digno y austero, contando en una película y en otra que el trabajo ni dignifica ni hostias, que lo único que nos salva de la rueda es hacer algo que nos guste, aunque nos vayan a explotar igual.
En realidad el bueno aquí era -es- Aristarain, pero el espectador es emocional y se confía al cuerpo que emite el discurso antes que al discurso en sí, como tantas veces. Nos mola Luppi, cómo no. Tal vez porque nos pasamos la vida peleando el ¿merecer? que hablen de nosotros -cuando no estamos delante- como hablaba su personaje en Lugares comunes de Lily, su esposa, después de un leve jugueteo dialéctico con la bibliotecaria Tutti Tudela. “Ninguna de las mujeres que conocí después de Lily le puede ganar. Las miro, las puedo admirar (…) pero no hay caso. Lily gana. Lily gana siempre”, cerraba el tío. A este lado todo el mundo acojonado, claro, aplaudiendo por dentro esa integridad inédita. No sirve de nada el amor si no es rotundo.
Pues oigan: no. Todo mentira. O ficción, vale. Se ha tenido que morir Federico Luppi para que yo me enterase de que al colega no lo podían ni ver en Argentina: la que fue su mujer durante diez años, Haydée Padilla, le acusó públicamente de malos tratos -“el problema es que antes te decían: bueno, está bien, aguántatela”, contó ella-; al hijo que tuvo con Brenda Accinelli, Leonardo, no lo quiso conocer jamás -“no tengo interés”, dijo él mismo- y en los últimos años dejó de pasarle la cuota alimentaria. Insultó y abofeteó a periodistas -hay vídeos en Youtube- y se encaró con todo Cristo, hasta con Darín. Un dulce. Ahora se ha liado la polvareda con el caso de Harvey Weinstein, el productor acosador, y nos llevamos las manos a la cabeza. Incluso hay algún crack que levanta la ceja y dice que es “sospechoso” que las mujeres no lo denunciaran antes. ¿Hace falta explicar por qué? Por los chantajes, por el miedo, por la vergüenza, por la cultura del silencio. Si en 2017 sigue siendo una travesía de dolor denunciar -si es humano tener pánico a las consecuencias-, ¿qué esperaban que sucediera hace años, y, además, enfrentándose a hombres tan poderosos y avalados socialmente?
Me repugna la impunidad. Me repugna pensar en tantísimos hombres que se han pirado al otro barrio sin pagar por lo que han hecho en éste. Me repugnan los tibios, los conchabados, los que se han callado conociendo el percal, como Tarantino. Y me repugna más la actitud conciliadora del público cuando los acosadores, los maltratadores, los violadores o los pederastas son figuras artísticas aclamadas por las masas, de Hitchcock a Polanski pasando por Pablo Neruda y con la mirada puesta en Woody Allen. Aquí la cultura como neutralizador de delitos. Nos cambia la mirada. Nos vuelve cómplices.
No se trata de dejar de disfrutar de sus obras -el arte es arte y hay que consumirlo sin firmas, sin sentirnos culpables: es absurdo calibrar si nuestro libro favorito lo ha escrito una buena persona-, pero sí de evitar que la belleza de sus trabajos dulcifique nuestra concepción del autor, tanto que nuestra conciencia clemente se salte la propia legalidad. “Ya, pero es que vaya peliculón…”. No. Vamos a quitarnos la idea de que estos tipos nos representan intelectualmente. Vamos a sacudirnos la admiración personal para sobrellevar la artística. Vamos a dejar de hacer de sus opiniones faros guía, porque no son más que burdos delincuentes.
Es culpa -también- del poco peso social que tienen este tipo de delitos, los de género. Les lanzo una pregunta y ya me voy: ¿creen que las películas de Polanski seguirían siendo rentables en nuestro país si en vez de polaco y violador fuese, por ejemplo, español y etarra? ¿Pondría un político como Pablo Iglesias un emotivo tuit de despedida llamando a Luppi “maestro” si hubiese sido acusado, no sé, de pertenecer a una banda neonazi? Ah. Pues eso.
KILL YOUR IDOLS!
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allthatchernobyl · 4 years ago
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Esta semana (hace dos días para ser preciso) se cumplieron 60 años de la grabación del díptico Sunday at the Village Vanguard y Waltz for Debby, último material del que probablemente sea el mejor y más breve trío de la historia del jazz (dos años, dos discos de estudio, dos discos en vivo), el que supuso la reconstrucción definitiva del género que, por antonomasia, vivía en una constante deconstrucción. Once días más tarde, el destino hacía una de sus maniobras bruscas y Scott LaFaro moría, a los 25 años, en un accidente de tráfico. El jazz, que tragedias tiene de a cientos y de todos los colores, no se recuperó nunca de esta, porque la llegada meteórica de La Faro a este mundo de la mano de Bill Evans (sin desestimar los trabajos previos de LaFaro, que son todas joyas) sigue representando, todavía hoy, la última gran renovación del género en los términos clásicos, no solo de ejecución, sino de didactismo y entendimiento. Por aquel entonces, y es bueno recordarlo en este punto, también Booker Little se moría con tan solo 23 años. Ese camino en busca de la belleza que el trío de Evans-LaFaro-Motian inauguran juntos en Portrait in Jazz, desarrollan con infinita contundencia en Explorations -que tiene su reverso indispensable en el homónimo de Booker Little, ya que lo nombramos- y que se termina acá, cerca del cielo, supone una autonomía estética inhallable en las vastas obras que existieron, principalemnte, en las décadas del 50 y del 60. Ni el hard-bop ni el free jazz, aun con todas sus virtudes y genialidades, logran continuar o profundizar la anómala conversación melódica y armónica de estas tres bestias en estado de gracia. La sinergia del trío es inigualable no solo por las decisiones que lo constituyen sino por su capacidad de encajar a la libertad en las formas clásicas. Bill Evans decía de sí mismo que no era tan talentoso como muchos creían pero que aquello lo había obligado a una visión más esforzada y analítica de su música por lo que, a la hora de desarmar los standards o de construir algunos nuevos, su disección era tan precisa como emocionante. Y es que si algo confirma la obra de Evans es que lo quirúrgico no invalida a la pasión primitiva cuando se tiene el corazón de ese tamaño. Una posible explicación, al margen del talento, lo milagroso del azar y demás, radica en el cambio de paradigma en el cambio de siglo. La tradición modal (como las artes pretendidamente nobles) que en siglos anteriores le pertenecía a ese puñado constituido por las clases altas, en el S.XX se hace carne plebeya gracias a una mayor accesibilidad y a los profundos cambios de orden político y social en los periodos que le siguieron a los furiosos años 20, con sus dos guerras mundiales y otras tantas cosas que algún historiador desarrollara mejor. Hoy, y desde hace rato, una de las consideraciones más erradas respecto al jazz es que es música para la elite o digna de los snobs. Con solo revisar la superficie de su historia alcanza para saber que fue una de las expresiones populares más grandes del S.XX y, ergo, una de las mayores revoluciones estéticas del periodo, abriendo un camino de libertad inusitado para un pueblo verdaderamente oprimido como lo fueron los afro-descendiente en los Estados Unidos. Un mundo bastante ajeno a ese mal que es la guita (me refiero a su apartado netamente musical: mientras los productores y corporativos se llenaban de guita, los músicos generalmente laburaban de otra cosa para sobrevivir) y con un sentido de pertenencia que lo impulsaba a expandirse sin reventar. En esta lógica, las composiciones, los movimientos y las improvisaciones ejecutadas por este trío de Evans-LaFaro-Motian corresponden a un estilo sin nombre. Lo más cerca que podríamos estar de explicarlo es escribiendo sobre el límite entre el Hard Bop y el Free Jazz o el Avant Garde, y aun así estaríamos siendo imprecisos. Lo orgánico -aun en la distancia- de la conversación entre el piano y el contrabajo no tiene nada que ver con el hiperactivo y gritón Free Jazz y las coordenadas rítmicas en las que se mueven, despegan y establecen quedan fuera de la órbita del Hard Bop y su estructura por y para la cohesión. En fin... Estos dos discos son de los poquísimos que aún conservo en el rígido desde que el anterior se rompió, así que los voy a dejar subidos acá para quien guste. Del primero (Sunday at the Village Vanguard) comparto la versión en CD japonesa de 1997, remasterizada y en lossless, no muy diferente a otras que andan a las vueltas hasta donde mis oídos me permiten decir. Incluye, eso sí y aunque no de forma exclusiva, cinco bonus tracks que son básicamente re-takes de los temas ya contenidos en el original. En el caso del segundo (Waltz for Debby), subo la que considero es la mejor versión que existe del registro: la primera edición de CD que salió, también en Japón, el 21 de febrero de 1986. Lo interesante de esta edición es que, además de sonar maravillosamente, es la única que existe tomada del master original, por lo que es imposible un acercamiento más preciso al ambiente de aquel domingo por la tarde cuando nuestros amigos escribieron uno de los mejores capítulos de la historia de la música toda. El volumen del ambiente y de los instrumentos están igualados -el tintinear de las copas y los susurros se escuchan como en ninguna otra- y el trabajo de Joe Gastwirt en la producción definitiva del CD garantiza que todo está en su orden natural. En fin, vanguardia espiritual para las eternidades en las que nos es posible creer y todavía nos pertenecen.
Las imágenes son solo ilustrativas.
Sunday at the Village Vanguard
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Waltz for Debby
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polarhoid · 4 years ago
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El libro verde
Me gustó mucho Lovecraft Country [LC] sobre todo por los últimos 10 minutos del primer capítulo donde se suelta y ensaya un emocionante y desenfadado homenaje a la comedia oscura de terror onda Sam Raimi. Pero el inicio de la serie me parece un tanto farragosa -puesto que cae horriblemente en el territorio del 'tell-me'- cuando se pone la camiseta del alegato anti-racista; vaya, entiendo el objetivo pedagógico-didacto de LC y me parece super interesante que abran una ventana a ese mundo brutal que debió ser el Estados Unidos segregado de aquella época, pero, creo que en ocasiones abusan y los personajes a veces terminan contextualizando y dando clases sobre el "estado-actual de las cosas" [de la situación histórica que recrean], que mostrando personajes complejos y atmósferas que "muestren" en lugar de enunciar y explicar.
Demasiado didactismo arruina la ficción, la hace plana, aburrida, forzada y cuasi-panfletaria. Ahora bien, hay de panfletos a panfletos y basta con ver The Plot Against America o Watchmen [también de HBO] para constrastar cómo una obra, una serie, puede transmitir un mensaje político-ideológico poderoso sin caer en este pseudo-didactismo de lo políticamente correcto.
Me gustan más esas series y películas que son abiertas y que formulan preguntas, que aquellas que se conforman con la sentencia fácil y con mostrar sólo eso con lo que todos están conformes y de acuerdo. Seguiré viendo LC, le veo potencia y creo que puede mejorar...
Seguiremos informando.
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laesbilla · 7 years ago
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El justiciero (The Hangman), Michal Curtiz, 1959, EEUU
Reunión a destiempo de tres figuras del periodo clásico, Curtiz, Taylor y el guionista Dudley Nichols, en un western moral de bajo presupuesto. El adusto blanco y negro da cierta sensación de gravedad a su historia de un marshall empeñado en detener a un hombre a quien todo un pueblo se empeña en salvar. Una película blanda, envejecida, donde la sencillez de estilo de Curtiz y el aire escéptico del Taylor otoñal no pueden contra un guión que diluye sus intenciones reflexivas sobre la ley y la justicia  en el didactismo y la ñoñería. El género se había movido muy lejos de aquí en 1959.
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miguelmarias · 4 years ago
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The Island of Dr. Moreau (Don Taylor, 1977)
La corriente parece haber cambiado de sentido, y su reflujo devuelve a nuestras playas el cine de aventuras. No es que sean muy buenas, ni que el viento de la audacia o el misterio sople con fuerza en sus velas, pero lo cierto es que Abismo, El corsario escarlata, Montaña Rusa, Orca o La isla del Doctor Moreau tienen algo más de vitalidad que las películas taquilleras de hace dos o tres años, si exceptuamos algunas que —precisamente por su éxito comercial y popular— han sido vilipendiadas por la crítica, pese a su excelencia, como Tiburón. Hasta La espía que me amó parece contagiada, por momentos, del espíritu aventurero que preside El viento y el león, Missouri o El hombre que pudo reinar.
La limitación básica de aquellas películas —que no de estas últimas, más personales que genéricas— estriba en su carácter más o menos «sintético», artificial, «plastificado» y aséptico, del que no se libra ni siquiera la divertidísima La guerra de las galaxias, a pesar de la sinceridad y de las buenas intenciones de George Lucas. Más que contar una historia —por conocida que sea— por el gusto de contarla, tienden a aglutinar —a veces con tan poco rigor como en Abismo— elementos procedentes de diversos géneros, de films preexistentes (antiguos o recientes), de forma que se hace difícil considerarlas como verdaderas películas de aventuras —como la magistral Piratas del mar Caribe, de Cecil B. DeMille, que dieron por TV el mismo día que vi Abismo—, sino en las que, por algún motivo, se ha colado de rondón —a veces vergonzosamente, escudándose tras una superficial capa de ironía— la aventura. Hechas con medios más que suficientes, destinadas a un público amplio e indiscriminado, estas películas suelen ser excesivamente tímidas. Echo en falta desfachatez y descaro, un sentido del humor como el que resplandecía en El temible burlón o El halcón y la flecha, y que no tenía nada de condescendiente ni de precaucionista. Pero tampoco es cuestión de pedir que vuelva lo que no volverá, ni tiene por qué volver, sí aún perdura. Ya es bastante que llegue, de vez en cuando, alguna botella de náufrago, aunque el mensaje sea confuso, esté medio borrado o sea incompleto.
Dentro de las películas artesanales estrenadas últimamente, tal vez sea La isla del doctor Moreau la más satisfactoria, sin duda por ser la menos ambiciosa y la menos «original». De hecho, y a pesar de la excelente fotografía de Gerry Fisher, parece realizada hace quince o veinte años. No en vano el color Movielab recrea el sabor toscamente polícromo de Tambores lejanos o El hidalgo de los mares; la impronta de la American International Pictures es casi tan patente como en El amo del mundo (1961), del oscuro y prolífico William A. Witney, y le da un agradable tono de serie «B» que sin duda no cuadra con su presupuesto. La presencia —ya ilustre— de Burt Lancaster, y de su viejo cómplice acrobático Nick Cravat, como la de Nigel Davenport y Richard Basehart, contribuye no poco a darle la necesaria solera.
La película es, en líneas generales, una bastante fiel adaptación de la genial novela escrita en 1896 por H. G. Wells; si se quiere, más atenta a la acción que a la reflexión contenida en el original literario, pero sin que por ello dejen de plantearse, implícitamente, temas tan interesantes como las relaciones entre el creador y sus criaturas, o las existentes entre la división de la sociedad en clases, el poder y la ley, la religión y el temor. La única aportación de los guionistas —una leve trama sentimental— se ha materializado de la forma más positiva que cabe imaginar, gracias a la fascinante Bárbara Carrera, atractiva, sensual y misteriosa como pocas actrices recientes, con algo felino en sus movimientos que resulta —dado el tema de la película— particularmente inquietante, sobre todo por la «animalidad» que irradia su erótica seducción de Michael York.
Hay un punto en el que, naturalmente, el discreto Don Taylor —recuérdese su Huida del planeta de los simios, tercer capítulo del simpático serial iniciado memorablemente por Franklin J. Schaffner—, llevaba todas las de perder. Se trata de que es mucho más fácil sugerir con palabras —contando con la libre fantasía del lector— que materializar convincente y satisfactoriamente unos seres imaginarios, semihombres de diversa procedencia animal, criaturas fronterizas y ambiguas, en equilibrio inestable —y tendente a la regresión— entre el hombre y las más variadas bestias. Pese al excelente trabajo del maquillador John Chambers —que cuenta en su haber con El planeta de los simios y sus secuelas—, y a que los «semihombres» resultantes no son ridículos, Taylor abusa de los primeros planos, lo que hace difícil olvidar que lo que se está viendo son actores maquillados: eso invita a admirar el maquillaje, más que a asombrarse ante los extraños seres que encarnan los actores. Sin embargo, La isla del Doctor Moreau, en virtud de su dramaturgia, consigue —tras 2001: una odisea del espacio, la serie del Planeta de los simios y La guerra de las galaxias— asestar un nuevo golpe al antropomorfismo imperante en la ficción cinematográfica, ya que logra que el espectador se identifique —aunque menos totalmente que en las secuelas del film de Schaffner, sobre todo en la dirigida por Taylor— con los animales, y considere como peligrosos enemigos a los hombres. Este hecho, si tenemos en cuenta el funcionamiento de los mecanismos identificatorios —que, como han sabido ver Hitchcock y Truffaut, reposa más en los rostros que vemos más a menudo que en el empleo de planos subjetivos—, tiene un mérito loable, pues es bastante difícil remontar la resistencia del hombre a compartir los sentimientos de angustia de otras especies animales. En este sentido, son dignas de mención escenas como la del semihumano y la osa enjaulada, el sepelio —con pira funeraria marina, al estilo vikingo— del semihombre al que Michael York da muerte, por compasión; aquella —desde el punto de vista de las criaturas, asombradas al ver que el Dador de la Ley no cumple su propia Ley, y derrama sangre— en que Burt Lancaster asesina a Nigel Davenport; o todas las relacionadas con la rebelión de las criaturas contra su creador.
El espíritu del film es saludable, por lo menos en dos sentidos. Satisface la sed de fantasía con una historia de náufragos, islas que no figuran en los mapas, junglas intrincadas y exuberantes a lo Schoedsack, criaturas insólitas, fabulosas y agobiantes lianas, esbirros condenados al exilio que escuchan La flauta mágica, sabios locos y soberbios que desafían las leyes de la sociedad y de la naturaleza, muchachas de origen y motivaciones inciertas, peligros que parecen nacidos de una pesadilla (como cuando Burt Lancaster decide invertir el proceso y convertir a Michael York en un animal). Por otra parte, y sin caer en el didactismo, es un film implícitamente liberador, ya que permite apreciar el carácter cuasi-religioso de la Ley, y que la Ley —sobre todo la otorgada por una persona— suele ser un instrumento de dominio al servicio del Poder, que la impone y la mantiene mediante el temor al castigo.
Miguel Marías
Revista “Dirigido por…” nº 52, marzo-1978
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