#Balcón de la mirada
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deepinsideyourbeing · 8 days ago
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Creep - Enzo Vogrincic
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+18! Dark/Non-Con. Stalker!Enzo. Age Gap, anal fingering, biting, (mentions of) blood, breeding kink, choking, creampie, dacrifilia, dirty talk, fingering, (muy fugaz) foot fetish, knife play, masturbation, sexo oral, sexo sin protección, subspace, uso no consensuado de somníferos. Aftercare. Español rioplatense.
12/11/2024
El jarrón cayó con la suavidad de una tragedia anunciada.
El estrépito de la cerámica quebrándose y el caos de los fragmentos dispersándose llenó la habitación, como un grito mudo, interrumpiendo el silencio de la noche. Las flores que contrastaban con el color oscuro de la madera llamaron tu atención –sólo por un microsegundo- mientras el eco del impacto aún resonaba entre las paredes.
Y  luego un silencio inquietante se instaló en la habitación, como si el aire mismo estuviera esperando, suspendido por el momento de tensión. Mientras intentabas regular tu respiración observaste tus manos vacías, todavía en la posición de sostener el jarrón, antes de dirigirle una mirada a Enzo. Un escalofrío te recorrió.
Corriste en dirección a la puerta, con las piernas débiles y la sensación de ser ingrávida, pero el aire repentinamente espeso y viscoso dificultaba tus movimientos. Por un segundo pensaste que estabas nadando en éter, esforzándote hasta el límite en cada brazada, divisando la línea de meta pero incapaz de poder alcanzarla.
Un sonido débil dejó tu garganta cuando sentiste sus dedos cerrándose sobre tu muñeca con precisión, justo como la mandíbula de una serpiente capturando una pequeña presa malherida, permitiéndole sentir el calor de su veneno y prolongando cada segundo de agonía hasta la muerte.
La fuerza de su agarre movió tu cuerpo como un látigo y tropezaste, pero antes de caer o poder recuperar el equilibrio su cuerpo te embistió contra la pared más cercana. Golpeaste el muro con un sonido seco y te quedaste inmóvil, aturdida, desorientada, intentando procesar la situación mientras tus ojos se llenaban de lágrimas. Su mano sobre tu boca parecía un veredicto y sentiste el sabor amargo de la desesperación en la lengua.
-No te voy a lastimar- juró Enzo, con una expresión de profundo dolor y lágrimas colmando sus ojos, antes de rozar tu brazo con un objeto frío-. No grites, por favor, no grites. Vos sabés que no te voy a hacer nada.
Te preguntaste –y no por primera vez- cómo terminaste en una situación así.
20/6, 23:47 h.
Enzo sólo quería fumar en silencio.
Cuando buscó refugio en el balcón te encontró sola, sumida en tus pensamientos, con una expresión que oscilaba entre el aburrimiento y la molestia. Desde un rincón observabas las luces de la ciudad, los autos, la avenida, estirándote sobre la fría barandilla de metal, ignorando su presencia hasta que borró esa distancia que los separaba.
Carraspeó y tu postura, que sugería hasta entonces una evidente desconexión con el entorno, se tornó rígida por un breve instante. Te mostraste sorprendida, como si no esperaras que alguien te acompañara allí, sobre todo por la temperatura y las esporádicas ráfagas de viento helado.
En un involuntario gesto de complicidad le sonreíste y él no pudo evitar devolverte la sonrisa.
-Mucho ruido, ¿no?- preguntó mientras señalaba las puertas cerradas.
-Y mucha gente.
Tu voz, más que hacer una observación, sonaba como un lamento.
Enzo notó que estabas temblando, rodeándote con tus brazos en un intento de protegerte del frío, pero esto no parecía ser razón para regresar a la fiesta. Se preguntó qué motivo te llevó a esconderte de la multitud, de la música, de las luces, el alcohol y las drogas -que parecían ser los principales atractivos de la velada-. Tomó un cigarrillo del paquete.
-¿Te molesta…?- preguntó mientras buscaba su encendedor. Luego de que negaras encendió el cigarrillo lentamente para permitir (consciente de que estabas mirándolo fijo) que la llama iluminara su rostro, todavía analizando la situación, pensando cómo proceder-. ¿Estabas aburrida?
-No- te encogiste de hombros. Indiferente-. Bueno, en realidad sí, es que no soy de venir a estos lugares.
-Yo tampoco.
 -��Sos amigo de…?
Hizo una pausa para inhalar profundamente, saboreando el tabaco y también el tiempo que le otorgó esa simple acción, para luego exhalar y esperar que el humo se desvaneciera con el viento. Seguiste la espiral con la mirada, casi en trance, antes de volver a mirarlo.
-No, me invitaron unos compañeros de teatro… ¿La verdad? No sé ni quién vive acá.
Soltaste una pequeña risa tímida y volviste la vista hacia el horizonte.
-¿Sos actor?
-Entre otras cosas, sí.
-Siempre me pareció interesante el teatro- dijiste repentinamente. Cuando ocupó el lugar a tu lado, imitándote e inclinándose sobre la barandilla, lo miraste de reojo y no hiciste un esfuerzo por poner distancia con él. Continuaste:- Nunca intenté.
-¿Por qué?
-Me da vergüenza.
-Es una buena manera de sacarse la vergüenza- susurró-. No tenés otra opción.
Arrugaste la nariz y el gesto le pareció extremadamente tierno.
Enzo intentó fingir que la serenidad del balcón y el suave resplandor de la luna llamaban su atención más que la manera en que jugabas con tus manos, cómoda pero sin desprenderte de esa timidez que parecía caracterizarte; permitió que el silencio ocupara el espacio entre sus cuerpos, temeroso de abrumarte con más palabras de las necesarias, pero consciente de que aún podían hallar una conexión en el tiempo compartido en quietud.
Minutos más tarde apagó el cigarrillo en el metal y juntos contemplaron la espiral de humo extinguiéndose. No intentó tirar la colilla por el balcón, convencido de que ese sería un gesto que le reprocharías o desaprobarías, y también fingió que no buscaba una maceta para deshacerse de los vestigios de su adicción.
-Bueno- suspiró sonoramente para que lo oyeras, como si la despedida le pesara horrores, extendiendo una mano en tu dirección-. Fue un gusto.
Dudaste sólo un segundo antes de sonreír y estrechar su mano. El contraste entre su temperatura corporal y la tuya, producto de tu tiempo en el balcón, le pareció divino. Tentador.
Una provocación.
-Igualmente.
No preguntaste su nombre, no lo seguiste con la mirada mientras dejaba el reducido espacio que compartieron, sólo volteaste para seguir con tu meditación. Eso no impidió que notara cómo tu cuerpo permanecía en ese ángulo que habías adoptado mientras hablaban. Dejó el balcón, la fiesta y los desconocidos en ella, sin detenerse.
Bajó once pisos por las escaleras, estrechas y oscuras, esforzándose por respirar y reprochándose por ser incapaz de dejar el horrible hábito de fumar. Cuando lo recibió el exterior, mucho más frío e imposiblemente más oscuro que cuando llegó, no le pareció que esperar en esas condiciones fuera un sacrificio y –justo como tenía planeado- cruzó para poder esconderse del otro lado de la calle.
Oculto en la penumbra de un callejón se recostó contra una pared y se llevó ambas manos hacia el rostro. Sonreía como un maniático y sentía su sangre corriendo fervientemente, pulsando en sus muñecas y en su cuello, llenando su erección hasta que su ropa en tensión le generó dolor.
Llevaba semanas esperando para poder hablarte. Años. Toda una vida.
Consideró reprimir el deseo y la necesidad, ignorar el dolor, pero ya no podía seguir esperando: liberó su miembro, completamente erecto y goteando, sin importarle el frío o la posibilidad de ser visto. Unos escasos y vergonzosos minutos más tarde tuvo que morder con fuerza su bufanda para no gemir cuando salpicó sus botas, su ropa y su mano.
Esperó en el mismo lugar hasta verte salir.
22/10, 18:45 h.
La tarde se terminaba, entre sombras largas y los tonos naranjas en el cielo, cuando Enzo escuchó tu puerta. Observó por la mirilla la forma en que caminabas, con ritmo ligero y una expresión de emoción, con tus tacones resonando por el corredor. Repasó de memoria todas las fechas de tu calendario, todos los eventos importantes y cumpleaños, sin comprender hacia dónde te dirigías.
Siempre hablabas con él sobre tus actividades. Sobre todo. Siempre. ¿Por qué ese día no?
Pensó en la manera en que la blusa de seda brillaba bajo los últimos rayos del sol, el movimiento del pantalón de lino que resaltaba la curva de tu cadera, las uñas de tus pies pintadas con tu color favorito, tu cabello perfectamente peinado y el sutil maquillaje. Pensar en la probabilidad de que estuvieras camino a una cita lo molestó, incluso sabiendo que no tenía derecho alguno, porque… ¿Y si tu cita era con alguien peligroso?
La falta de información en tus redes sociales lo escandalizó todavía más y cuando chequeó –con ese perfil que creó específicamente para seguir a tus conocidos más cercanos- los perfiles de tus amigas, justo como temía, no había en ellos nada que considerara útil. Intentó concentrarse en su lectura, sus ojos viajando por las páginas del libro que sostenía cuando escuchó tu puerta, pero no podía evitar tomar su teléfono cada cinco minutos y refrescar tu perfil.
Observó fijamente la ventana durante un muy largo rato, mientras los últimos vestigios de la tarde se desvanecían, experimentando la sensación de un algo que lo invadía lentamente. Enzo no podía precisar qué le molestaba más: ¿era el hecho de que no compartiste con él ningún detalle sobre la velada o la posibilidad de que fueras a regresar acompañada y tener que presenciarlo?
“¿Y si no volvías?” pensó repentinamente. Conociéndote, era poco probable, porque no saldrías con un desconocido y permitirías que te lleve a su casa en la primera cita, ¿no? ¿No…? Fue en ese instante –con la misma pregunta parpadeando, con luces de neón, en cada recoveco de su mente- que decidió, sin pensar, que tenía que hacer lo necesario para saber en dónde y en compañía de quién estabas. Quería estar seguro de que no corrías peligro.
Lo necesitaba.
No tenía un plan concreto, sólo sabía que necesitaba entrar en tu casa, hacerse con tu computadora o con esa libreta que vio en tu habitación cuando lo invitaste hace unas semanas. Recordaba todas las notas, algunas con letra desastrosa y otras más cuidadas, que encontró allí: tus compromisos, las fechas en que te reunirías con amigos, citas médicas. Todo.
Mantuvo una mano sobre su pecho mientras regaba las plantas del corredor, intentando calmar sus pulsaciones, repitiéndose como un mantra que era imposible que los vecinos sospecharan que tenía dobles intenciones mientras regaba las plantas en tu entrada. Estaban mucho mejor, sobre todo por sus cuidados secretos, pero aún así quería felicitarte por tu trabajo.
Tomó de su bolsillo la copia de tu llave (que tomó del escritorio del encargo sólo por precaución) antes de voltear una última vez y corroborar que nadie estuviera vigilando. En un rápido y ágil movimiento, mientras contenía la respiración, se coló en el interior de tu hogar y cerró la puerta con cuidado.
Escuchaba el latir de su corazón en sus oídos, irritante, molesto, opacando el resto de los sonidos: esperaba oír una alarma, una respiración, lo que fuera. Nada. Dejó salir todo el aire en sus pulmones antes de inspirar profundamente.
El espacio estaba plagado con tu esencia, un pequeño detalle que no contempló lo suficiente la primera vez que lo invitaste, ya que estaba muy concentrado en vos y en todo lo que hacías para él. Por él. La libertad lo consumió como un fuego, voraz e incontenible, cuando entendió que podía hacer lo que deseara.
Recorrió lentamente la sala de estar y deslizó sus dedos sobre el terciopelo del sofá, inspeccionó todos los libros sobre la reluciente mesa de cristal y los de tu estantería, jugó con ese extraño colgante musical que tenías en el ventanal que llevaba a tu balcón. Se maravilló con esos infinitos detalles que no había notado, como el cuenco de cerámica con accesorios.
Tomó un objeto extraño, de seda, impregnado con el aroma de tu cabello.
En la mesa de la cocina se encontró con fotografías tuyas, de tus amigas, de tu familia, de personas que no conocía, pero también recibos de diversas tiendas con múltiples anotaciones incomprensibles en una letra que no era la tuya. Tomó sólo uno, ya que los globos seguramente eran insignificantes y pasaría desapercibido, preguntándose si realmente le serviría.
Se dirigió hacia tu habitación. Estaba nervioso.
Tu cama estaba tendida pero con un enorme caos, imposible de ignorar, sobre el edredón. Enzo tomó el dobladillo de una camisa entre sus dedos y se permitió sentir la suavidad del material antes de llevarse la prenda hacia el rostro para poder sentir el aroma de tu perfume, el de la crema corporal que te gustaba, el suavizante de telas que utilizabas en tu ropa. Suspiró.
Entre blusas, faldas y pantalones, divisó un conjunto de lencería rojo. Intentó ignorarlo.
Tomó una de tus almohadas y estaba por enterrar su rostro en ella cuando un sonido seco llamó su atención. Un objeto rodó sobre la alfombra y en su desesperación lo tomó, ignorando durante unos pocos segundos que era un pequeño vibrador, con la intención de devolverlo a su lugar. No podía darse el lujo de…
Se detuvo en cuanto comprendió de qué se trataba y tuvo que esforzarse, con el objeto aún en su palma, para no deshacerse de su ropa en ese mismo instante. Masajeó su creciente erección por sobre sus prendas, irritado por no poder liberarse, recordándose el único objetivo de su visita.
Examinó el contenido de tu mesita de noche. Allí estaba la libreta.
La abrió rápidamente y comenzó a hojear las páginas: recibos, notas sin mucha importancia, alguna lista de cosas que tenías pendientes y luego, entre las últimas páginas desnudas, algo que lo sorprendió: era el pétalo de una flor. Él lo reconocía a la perfección, ya que era una de las flores en sus macetas, pero… ¿En qué momento lo tomaste? ¿Por qué lo conservabas? La inesperada y grata sorpresa hizo palpitar su miembro.
No. No podía.
Sonriente, devolvió el pétalo a su lugar entre las páginas, pero su expresión cambió en cuanto escuchó el sonido de las llaves y la puerta de entrada. Presa del pánico, miró su reloj y se preguntó en qué momento había pasado más de una hora; regresó la libreta y pensó, desesperadamente y con el cuerpo en llamas, dónde esconderse.
El único lugar –un tanto estrecho y sofocante, comprobó- era bajo tu cama.
Se arrojó contra la pared y esperó mientras cubría su boca con ambas manos. Empezó a rezar. La posición era incómoda y él respiraba con dificultad, reprochándose mentalmente por perder la noción del tiempo, por dejarse llevar, por estar tan obsesionado y por ser incapaz de calmarse. Respiró. Escuchó. Esperó. Respiró nuevamente.
Enzo no necesitaba ver tu rostro para saber que estabas molesta. El sonido de tus pasos y tus resoplidos, junto con la fuerza y la violencia empleada para deshacerte de tus zapatos en la penumbra del corredor, era suficiente. No esperaba que los lanzaras como un misil en su dirección y que estuvieras a punto de golpear su rostro.
Cerró los ojos y sólo volvió a abrirlos cuando escuchó el agua de la ducha. Empujó el zapato lejos, para que no estuviera bajo la cama y mucho menos cerca de su persona, porque lo último que necesitaba era que lo encontraras a él mientras buscabas otra cosa.
Esperó unos minutos, sólo para estar seguro, antes de reunir fuerzas y tomar impulso para salir de su escondite. Movió su cuerpo con cuidado, evitando quejarse o hacer cualquier sonido que lo delatara, pero en el intento de reincorporarse el espacio estrecho y la fuerza de sus movimientos terminaron jugándole en contra.
Un dolor punzante lo desorientó y se mordió la lengua para no gritar.
Fue incapaz de reprimir un gruñido y sólo pudo pensar en morder su mano para guardar silencio. No estaba seguro de si la razón de sus ojos nublados era el pánico, las lágrimas o el golpe, pero no podía permitirse ser descubierto sólo por no saber controlarse en una situación de estrés. Tenía que recomponerse y huir antes de…
El cuarto se oscureció todavía más. Enzo juró que la temperatura de la habitación cambió. Podía sentir que todo giraba y se preguntó cómo era posible. Sólo era una golpe en la ceja, ¿no? Era ilógico que fuera más grave que el pequeño corte sangrante. No podía ser algo muy serio.
Colocó sus pálidas y temblorosas manos sobre la alfombra y logró concentrarse por un breve instante. Aún tenía la vista borrosa, pero sus oídos captaron el silencio, absoluto y escalofriante. Respiró hondo, luchando para no perder la cordura, cuando escuchó tus pasos; en un principio pensó que era el eco de sus latidos, pero luego comprendió que regresabas a tu habitación.
Hacia él.
Enzo, paralizado, comprendió que ya no tenía tiempo. Sólo restaba esperar.
Te llevó unos minutos ordenar el desastre que habías dejado antes de marcharte y mientras lo hacías te escuchó maldecir múltiples veces. Sospechaba que algo había salido mal durante tu cita, que el hombre en cuestión no cumplía con tus expectativas, pero no podía negar que en lugar de sentir lástima sentía alivio. Sabía que sólo él podía darte todo lo que merecías.
Sólo tenía que esperar. Y tenía tiempo de sobra para hacerlo.
Cuando por fin te arrojaste sobre el colchón te escuchó moviéndote en busca de una posición más cómoda. Suspiraste incontables veces mientras lo hacías. Luego el sonido de tu teléfono, irritante para su condición actual, llegó a sus oídos junto con tu risa. Imaginó cómo te veías, imaginó que mordías tu labio mientras reías, imaginó que reías pensando en algún recuerdo divertido sobre su persona.
Con extremo cuidado, procurando que sus movimientos resultaran menos torpes de lo que sospechaba, desbloqueó su teléfono. Era difícil leer y comprender los números en la pantalla. ¿Cuánto tiempo llevaba en tu casa? ¿Cuánto tiempo llevaba bajo tu cama? Llevó sus dedos hacia su ceja y descubrió la zona hinchada, sangrando, sensible.
Esperó oír tu respiración ralentizarse mientras él mismo batallaba contra el sueño, más que probablemente producto del golpe, esforzándose para no dejarse ir… Y en su lugar escuchó un suspiro, agudo y prolongado, seguido por el sonido de tu ropa y las sábanas.
No, pensó horrorizado, no me hagas esto. Oculto bajo tu cama, con una erección que se negaba a desaparecer desde que encontró tu vibrador, comprendió que estabas más que dispuesta a empeorar su estado. Era imposible que hicieras esto sólo porque sí. Intentabas provocarlo.
Y él siempre fue débil.
Metió la mano en el bolsillo de su pantalón y capturó el encaje rojo entre sus dedos, pensando en qué tan terrible sería masturbarse bajo tu cama, manchar esa delicada prenda que te había robado, impulsado únicamente por el sonido de tu voz y tu evidente humedad, imaginando cómo te verías bajo su cuerpo y bajo su control.
Bajó la cremallera de su pantalón y liberó su miembro, desesperadamente duro y mojado con la absurda cantidad de líquido brotando de su punta, de los confines de su ropa interior. Sostuvo la prenda robada entre sus dientes para silenciar hasta el mínimo suspiro, gemido o jadeo, pero sólo porque quería escucharte sin interrupción alguna. Tus gemidos en aumento eran una bendición para sus oídos. No podía detener sus caricias.
-Enzo…
Frenó en seco. Cerró los ojos.
El orgasmo lo golpeó y se cubrió la boca, luego de retirar tu ropa interior, para silenciar sus sollozos y su respiración temblorosa. Llevó la prenda hacia su miembro y su liberación manchó el rojo hasta oscurecer por completo el encaje; continuó moviendo su mano, jugando con su erección cada vez más débil, hasta que la sobre estimulación lo obligó a detenerse. Sonrió.
Pensabas en él.
27/06/2024, 08:39 h.
“Es el fin del mundo” es lo primero que viene a tu mente cuando despertás. El retumbar constante de la tormenta, el repiqueteo de las gotas sobre las ventanas y el viento aullando en cada ráfaga te hacen sentirte inquieta, pero aún así cerrás los ojos con la esperanza de poder dormir nuevamente. No sucede.
Cambiás de posición varias veces antes de llegar a la conclusión de que es en vano, sobre todo porque esa sensación de estar olvidando algo persiste, y es así como terminás sentada sobre el colchón mientras estudiás tu nueva habitación. Todo está donde debe estar, exceptuando las cosas que permanecen en sus cajas, rogándote que termines de desempacar de una vez.
Las luces apagadas no te permiten ver todos los detalles de este nuevo lugar, un espacio que todavía no sentís como propio y (para tu horror) mucho menos como un hogar, pero reconocés todos los objetos que llegaron con vos. Los cuadros sobre la cómoda, la lámpara, ese móvil que colocaste en tu ventana aunque la ubicación no te convence, los libros y…
Las plantas.
Saltás de la cama, deslizándote con rápidez –y tropezando con las varias cajas desperdigadas por la sala en el proceso- hacia la puerta principal. El sonido de la tormenta es ensordecedor y cuando cruzás el umbral el exterior te recibe con gotas de lluvia salpicando tu rostro y el viento, gritando con violencia, colándose entre tus prendas hasta hacerte temblar.
La primera maceta está volcada y las hojas de una suculenta, que ya parecía estar en sus últimos minutos de vida la noche previa, regadas por el suelo de la galería. Rescatás la improvisada maceta con ramas de un jazmín, cortesía de una vecina de la primera planta, y la abrazás fuertemente mientras te estirás para tomar el cactus. Tenía una flor hace unas horas.
Tenía.
La puerta cerrándose de un golpe hace que te sobresaltes y una espina traicionera se hunde en tu piel. El dolor te roba un grito y las macetas en tus manos caen en cámara lenta; el recipiente con el jazmín (que podría haber sido en un futuro, en una realidad paralela, pero ya no será) cae en el suelo con un ruido sordo y el agua del mismo salpica tu pijama, mientras que el cactus impacta escandalosamente en las cerámicas.
Los restos de la maceta viajan como estrellas fugaces.
Intentás ignorar el elefante en la habitación. Imposible. Pensás en cómo se supone que vas a comunicarte con el encargado del edificio mientras contemplás el desastre: estás en pijama, sin sostén, despeinada, descalzada, no podés dirigirte hacia el vestíbulo en estas condiciones, pero considerando que tu teléfono todavía está en tu habitación… ¿Qué otra opción tenés?
Un sonido y el movimiento de la puerta contigua llaman tu atención. Es…
El vecino, hasta ahora desconocido, te observa desde su puerta con una expresión de confusión. Probablemente escuchó el escándalo y salió en busca de una explicación, seguro no esperaba ver a la vecina recién mudada encerrada fuera de su hogar, empapada y sucia con tierra, presionando con fuerza una herida superficial en su dedo.
“Tragame, tierra” se repite en tu mente.
-¿Todo bien?- pregunta sólo para romper el hielo. Mientras recorre la distancia que separa su puerta de la tuya, cubriéndose el rostro para no mojarse, no podés evitar fijarte en cómo el viento mueve su cabello mientras la lluvia salpica su camiseta.
Intentás explicar, entre balbuceos producto de la conmoción del momento, el problema de las plantas y la puerta. Escucha con atención, su cabello y su ropa mojándose cada vez más, pero permanece en calma. Inamovible. Sereno. Lucía igual cuando lo conociste en ese otro balcón.
¿Es esta la manera en que están destinados a encontrarse?
-Te ayudo- dice con expresión amable-. Puedo ir a hablar con el encargado y ver si tiene una copia de la llave, ¿querés?
Una mezcla de pánico y vergüenza te recorre mientras jugás con el dobladillo de tu camisa, cada vez más húmeda y próximamente traslúcida, pero sabés que no tenés muchas más opciones y… No lo conocés, no te conoce, sólo hablaron cinco minutos, pero quiere ayudarte. Seguramente poco le importa tu estado y estás segura de que el resto de los vecinos también lo ignoraría.
-Te lo agradecería mucho- respondés con un suspiro-. Mi teléfono está en mi cuarto y no sé qué hacer.
-No hay problema- señala su puerta-. ¿Te parece si…? Y podemos llamar.
La intensidad en sus ojos oscuros te hace desviar la mirada.
Tus ojos recorren las macetas restantes hasta que encontrás una ilesa. En el rincón más lejano, protegida por el techo, está esa planta cuyo nombre desconocés pero que tiene hojas que te fascinan: un verde oscuro en el borde, con el centro más claro y un patrón llamativo. La sostenés con firmeza contra tu pecho mientras seguís a Enzo.
Caminan por el pasillo en silencio y cuando entran en su hogar notás que deja la puerta entreabierta unos pocos centímetros. No estás segura de qué motivos tiene para hacerlo, si pretende hacerte sentir menos vulnerable o si es que con suerte no tardarán lo suficiente, pero aún así agradecés el gesto. Te señala el sofá y desaparece.
Tu ropa mojada te hace dudar y permanecés de pie. Esperás no arruinar la duela.
-Sentate- insiste cuando regresa-. No pasa nada.
-Nunca nos presentamos.
Levanta la mirada de la pantalla de su teléfono.
-¿Qué…?
-Nunca nos presentamos- extendés tu mano, susurrando tu nombre, temblando por el frío y por los nervios-. ¿Vos sos…?
El calor de su mano es reconfortante. Su sonrisa también.
-Enzo.
-Gracias, Enzo.
-No, por favor- contesta con una mueca de vergüenza mientras intenta ocultar una sonrisa. Segundos más tarde, todavía mirándote a los ojos y con el teléfono contra la oreja, frunce el ceño-. Qué raro. No contesta.
-¿Estará dormido?
-Le mando un mensaje- decide-. Lo verá cuando se levante, no sé, es raro que…
El resto de la oración muere en sus labios mientras su mirada te recorre. Reafirmás el agarre en la maceta, más nerviosa que antes y sin saber exactamente cómo sentirte, pero no pronunciás palabra alguna hasta que lo ves separar los labios nuevamente.
-¿Qué?
-Estás toda mojada.
Suspirás, entre resignada y derrotada, ignorando el escalofrío que te recorre.
-No importa- mirás tus pies-. Seguro que en unos minutos ya…
-Te podés resfriar- insiste-. ¿Te parece si te presto ropa? Sé que puede ser raro porque no nos conocemos, pero…
Esperás que el calor quemando tu rostro no sea obvio.
-Está bien.
Vuelve a desaparecer. El silencio en la habitación es palpable.
Observás desde tu lugar las fotografías en la pared, los incontables vinilos, el proyector, las plantas bien cuidadas, la caja de cigarrillos a medio terminar esperando sobre la mesita de cristal. El cuaderno con un extraño patrón de colores y los lápices de colores te resultan llamativos. No estás segura de querer preguntar. No querés invadirlo todavía más.
Enzo no parece poseer muchas pertenencias triviales y todo en su hogar parece tener una ubicación exacta, un propósito, una razón lógica. Lo único que parece fuera de lugar, pensás luego de un rato de contemplar el espacio, sos vos. Sos una extraña en la casa de un extraño. Un extraño muy amable, muy comprensivo, muy…
-Esto seguro te va a quedar bien… Y es re cómodo- sonríe, como si intentara convencerte para que no vuelvas a negarte, antes de entregarte la ropa-. Y acá tenés un par de medias para que no te me mueras de hipotermia- señala el corredor-. ¿Te ofrezco un té? ¿Café? ¿Agua?
Te mordés el labio.
-No, gracias, no es necesario. Ya hiciste mucho por mí.
Finge indignación y sólo borra la expresión de su rostro luego de oírte reír.
El baño es justo como esperabas, porque parece que todas las unidades de este edificio son iguales, pero tiene pequeños detalles que delatan quién es el dueño. Aún no lo conocés, claro, pero te parece que tiene todo el sentido que  Enzo tenga un jazmín junto a su perfume. También hallás una colonia y loción, de la misma marca, cuando examinás el estante del espejo.
Mientras te vestís, permitiéndote sentir el algodón bajo tus yemas, notás en la ducha el shampoo y el acondicionador. Era obvio, te decís, porque es imposible que una persona tenga el cabello así de majestuoso sin el cuidado básico –ese que la mayoría de los hombres no sabe ejercer-.
Doblás cuidadosamente tu pijama mientras pensás en si utilizará algo más o si sólo es genética.
Cuando volvés a la sala Enzo te ofrece una taza de té.
-Perdón- susurra. Es obvio que no está en lo absoluto arrepentido-. No quiero que te enfermes.
-Gracias, Enzo, de verdad- aceptás la taza y te sentás junto a él-. Sos un ángel.
La tormenta, cada vez más intensa, opaca el sonido de su risa cuando sorbe de su propia taza. Permanecen en silencio durante unos minutos en los que jugás con el asa de la taza caliente en tus manos, preguntándote cuándo comenzará a sentirse cansado de tu presencia y cuánto tiempo le llevará decidir que tenés que marcharte, sin importar que tengas que esperar en la lluvia.
Su voz grave te saca de tus cavilaciones.
-¿Hace cuánto te mudaste?
-¿Dos semanas? ¿Tres…?- intentás recordar la fecha-. Dejémoslo en tres.
Gira sobre el sofá – su brazo izquierdo descansa sobre el respaldo, estirado en tu dirección, y por un breve instante te perdés en las venas que resaltan en su piel bronceada- para poder verte de frente. No oculta su curiosidad y te sorprende la fugacidad con la que sus ojos, magnéticos y llenos de un algo que te genera intriga, dejaron de hacerte sentir incómoda.
Lo imitás y sonríe.
-¿Cómo es que no te había cruzado antes de…?
-Raro, ¿no?
-¿Te gusta el té?- pregunta luego de verte probar la bebida.
-Sí, es rico, ¿qué tiene?
Con los dedos, enumera:
-Canela, cardamomo, jengibre y… más cosas con nombres complejos que no recuerdo- confiesa-. Es la primera vez que lo pruebo.
-Y yo arruinándote la experiencia.
-Nada que ver.
-Seguro estabas dormido y te desperté con el quilombo que armé.
-Estaba despierto- insiste-. Imposible dormir con semejante tormenta, ¿no…?
-Y…
Suelta una carcajada estrepitosa cuando comprende el significado de tu expresión. Hacés un esfuerzo por no mirar fijamente, hipnotizada por la manera en que sus ojos se cierran cuando ríe, pero de todas formas terminás siguiendo con la mirada la línea fuerte de su mandíbula, el movimiento de su cabello y la tensión en su cuello.
-Perdón.
-No, está bien, me lo merezco- le concedés-. Fue estúpido de mi parte.
-¿Te gustan mucho las plantas? Porque para salir a buscarlas con esta lluvia…
-Las odio- contestás rápidamente, recordando el dolor provocado por la espina del cactus, y ante su confusión agregás:- Quería intentar.
-Te puedo enseñar- ofrece en voz baja-. Es bastante fácil.
-Ya maté un cactus, Enzo.
-Vamos lento, ¿sí?- propone mientras contiene la risa. Deja la taza sobre la mesa y señala la planta que trajiste-. ¿Esta que tenés acá? Es de interior. Cero sol, ¿está…? ¿Tenés mascotas?
-No, ¿por?
-Es tóxica.
-Oh.
-Y purifica el aire.
-¿Cómo puede ser?- preguntas con la voz teñida de escepticismo.
4/11/2024, 20:11 h.
El golpe en tu puerta te hace resoplar.
Tuviste un día horrible y lo último que necesitás son visitas inesperadas. Te dirigís hacia la entrada con pasos pesados, sin molestarte en cambiar tu expresión mientras tomás las llaves, pero ver a la persona en el corredor es suficiente para que tus músculos se relajen. Le sonreís.
-¿Molesto?- pregunta Enzo, con una sonrisa que intenta ocultar, dejándose caer contra la barandilla y cruzándose de brazos-. ¿Mal día?
-Sí… No- te corregís cuando recordás su primera pregunta-. Tuve un mal día, sí. No molestás.
Su rostro comprensivo y su evidente preocupación hacen que tu corazón palpite con fuerza.
Desde que lo conociste Enzo muestra un genuino interés por tu bienestar. No tenés idea de cómo, por qué o en qué momento exacto sucedió, pero desarrollaron una amistad que parece destinada a ser. Siempre te preguntás si la conexión entre ambos comenzó a gestarse el día de la fiesta, durante la tormenta o cuando comenzó a dejarte notas sobre el cuidado de tus plantas.
Enzo es una buena persona y un excelente amigo, siempre te lo repetís, sobre todo cuando intentás ser mejor con él de lo que es con vos. Intentaste retribuir los consejos sobre plantas con café de especialidad, consciente de lo mucho que le gusta esta bebida, pero entonces te ayudó desinteresadamente con la instalación de unas lámparas y te sentiste en deuda nuevamente.
“No, de verdad, no es nada” insiste cada vez que le agradecés por otro inmenso favor. Luego finge molestarse cuando dejás un pequeño presente en su puerta, en sus manos, oculto entre sus plantas, esperando en su buzón en la planta baja… Y de alguna forma vuelve a superarte: invitaciones a museos o para obras de teatro (jamás en las que actúa él), este libro que extrañamente le recordó una conversación que tuvieron, esta canción, esta película.
Enzo es especial. Y es imposible no enamorarse de alguien como él.
Puede que comenzaras a verlo bajo una luz diferente luego de esa primera obra de teatro, cuando caminaban en busca de un bar, escuchándolo hablar sobre lo que lo llevó a refugiarse en la actuación y la comodidad que sentía en el escenario. Quizás ocurrió cuando recordó, tiempo después de la conversación en cuestión, ese gramo de información que le regalaste.
¿Qué fue lo que dijo? ¿”Obvio que lo recuerdo”? Y cuando vio tu expresión estupefacta, incrédula, desconcertada, se esforzó para convencerte de que nadie en el mundo podría olvidar nada de lo que dijeras. Nadie que merezca escucharte dijo mientras te servía más té, cambiando el tema de conversación cuando comprendió que estabas ligeramente abrumada, cuidándote como siempre.
-Sentite con completa libertad de rechazarme- comienza con cautela-, pero…
-¿Sí…?
La anticipación hace que descanses todo tu peso sobre las puntas de tus pies. Es un extraño reflejo del que sólo tomaste consciencia luego de conocerlo y no estás segura de si se originó a causa de su persona o si sólo se volvió más recurrente, más común, más evidente. Siempre tenés que corregir tu postura para no tropezar y caer sobre su pecho.
Te sentís como un girasol persiguiendo el sol.
-¿Noche de películas?- pregunta con expresión de ilusión, sus cejas arqueadas en ese particular ángulo y sus dientes capturando su labio inferior. Ante tu silencio agrega:- Mis amigos me cancelaron a último momento y yo ya tenía todo listo. Se me ocurrió que, no sé, si no es incómodo para vos, podríamos… Y no es que seas mi segunda opción, pero…
-Está bien.
La sorpresa transforma su rostro. Te resultaría ofensivo de no ser porque se ve tierno.
-No esperabas que dijera que sí, ¿no?- soltás una risa-. ¿Tan antisocial te parezco?
-No, para nada, pero…- se encoge de hombros-. Pensé que era muy atrevido de mi parte.
-Nada que ver.
-Bueno, entonces…
-¿Llevo algo?
-No, nada, está todo. En serio- te señala con una expresión seria-. ¿Pizza para cenar te parece bien?
-Perfecto.
-Buenísimo. Era el menú original- comenta con tono divertido-. ¿Te espero o…?
-Dame cinco minutos, ¿sí? Termino con algo acá y voy.
-Dale.
Utilizás los cinco minutos para respirar y mentalizarte. No querés hacer el ridículo.
Cuando cruzás el corredor, temblando con anticipación, te encontrás con su puerta abierta. El lugar parece sumido en el silencio y la quietud, sólo interrumpida por tus pasos sobre la duela, es tangible. Cerrás la puerta y sólo entonces te percatás de su figura cerca del sofá.
-¿Todo bien?- preguntás luego de quitarte los zapatos y dejarlos en la entrada.
Justo como le gusta.
-Sí, se me cayó un… ¡No, cuidado!
Es tarde. El punzante dolor en tu pie te hace gritar y terminás cayendo de espaldas sobre el sofá. Enzo se arroja sobre vos para inspeccionar tu herida: la cercanía con él no es incómoda pero sí es extraña, con su figura cubriéndote y el cabello suelto arrojando una sombra sobre su rostro. Se ve intimidante, pensás, aunque la herida ardiente no te deja pensar mucho tiempo en eso.
-Perdón, no…
-Sh, sh, sh- ordena-. Está bien. Dejame ver.
-Me duele.
-Quedate sentada. Ya vengo.
Mientras esperás su regreso observás el desastre: era un jarrón, sin lugar a dudas, porque con los restos del mismo hay flores y agua por todo el lugar. Enzo regresa, ocupa el extremo opuesto del sofá y lentamente, con todo el cuidado del mundo, toma tu pierna y la coloca sobre su regazo para examinar tu pie.
-¿Por qué siempre estás descalza?- pregunta, entre molesto y frustrado, inspeccionando la profundidad de la herida. Sin mediar palabra retira el cristal y gemís de dolor. Da un apretón a tu tobillo-. Qué costumbre horrible.
-Vos no sos muy diferente, Enzo.
-No, tenés razón- admite con una pequeña risa-. Te va a arder.
Antes de poder procesar sus palabras sentís el líquido frío corriendo por tu piel y el insufrible ardor de la herida. Sujetás su brazo con fuerza, clavando tus uñas en la prenda de algodón que lleva –la misma que te prestó el día de la tormenta-, intentando reprimir tus quejidos y el llanto. Masajea tu tobillo para consolarte.
-Ya está, ya está- susurra. Sus cálidos dedos descansan sobre tu pierna-. Te voy a vendar.
-¿Hace falta?
-Sí.
La delicadeza de sus manos es imposible de ignorar. Está más que concentrado, con los labios apretados y el ceño fruncido, el cabello le cae sobre el rostro y tenés que luchar con todas tus fuerzas contra el deseo de estirarte y acomodar esos mechones rebeldes. Todavía sujetás su brazo –sentís sus músculos cada vez que se mueve- con fuerza y eso no parece importarle.
-¿Qué película vamos a ver?
-La que quieras.
-No sé- arrugás la nariz-. ¿Qué tenías en mente vos?
-No sé, ¿terror?- propone. Levantás la pierna para permitirle ponerse de pie-. Quieta, ¿sí? Junto esto y…
Te dirige una única mirada de advertencia antes de ponerse en cuclillas para limpiar el desastre, ignorando que el movimiento provoca que su camiseta se levante y revele una franja de su espalda, donde una larga y sin lugar a dudas profunda cicatriz recorre su piel.
-¿Cómo te hiciste esa cicatriz?
-Ah, ¿no te conté? Fue con uno de los taburetes que…
-La de la ceja no- lo interrumpís-. En la espalda.
Cuando voltea percibís en su semblante una oscuridad que jamás habías visto en él. Está molesto, terriblemente molesto, la mandíbula tensa mientras captura el interior de su mejilla con sus dientes. Te reincorporás, preparada para disculparte, cuando contesta:
-Un accidente cuando era chico.
-Perdón, no quería incomodarte, es que…
-Sí, ya sé, es fea.
-¡No! No es eso- negás-. Pregunté porque parece muy profunda y… ¿Dolió mucho?
-Muchísimo.
-¿Cuántos años tenías?
-¿Siete? ¿Ocho? No estoy seguro.
Por su expresión, la edad en que haya sucedido –aunque sospechás que fue algo grave- le resulta insignificante, pero cuando desaparece en dirección a la cocina sin ofrecer más explicaciones sabés que es su forma de dar por finalizada la conversación.
Esperás en tu lugar mientras el remordimiento y la vergüenza por tu falta de tacto hacen un hueco en tu pecho. Su voz te saca de tus cavilaciones. Deja sobre la mesa varios snacks.
-¿Ya decidiste?
-No. Elegí vos- le sonreís y bajás la pierna del sofá para permitirle sentarse-. Seguro tenés mejor gusto que yo.
El silencio, incómodo y tenso, impide que te muevas y hables. Enzo hojea las diversas opciones disponibles en diferentes plataformas, mirándote de reojo, puede que en busca de aprobación o alguna sugerencia. O esperando que le ofrezcas una disculpa.
Cuando voltea cerrás los ojos.
-No me molesta, ¿sabés?
-¿Qué…?
-No me molesta que preguntes- y mientras te sostiene la mirada toma tu pierna para volverla a colocar sobre su regazo-. Y estás más cómoda así, ¿no?
-Sí.
Sonríe.
-¿Me vas a ayudar?- señala el televisor con un movimiento de su cabeza-. No soy bueno eligiendo bajo presión. Me da miedo decepcionarte.
-¿Cómo me vas a decepcionar?
Ignora la pregunta. Suponés que es más inseguro de lo que pensaste.
Tomás el vaso que te ofrece y cuando señala la lata de refresco asentís. El sonido del gas es escandaloso y Enzo chequea, mientras sirve la bebida, que ninguna gota rebelde escape y manche tu ropa. Ocultás tu sonrisa con tu mano. Sabés que incluso así sos muy obvia.
-Podemos ver una serie- sugerís luego de ver los resultados en la pantalla-. Hacemos una mini maratón, ¿qué decís?
-¿Tenés algo en mente…?
5/11, 00:06 h.
En cuanto tu respiración lenta y profunda llega a sus oídos Enzo deja de ver la película -comenzó hace unos veinte minutos y esta es una de las mejores escenas- porque no puede concentrarse en nada que no sea la necesidad que corre por sus venas. El pantalón gris que está usando hace poco y nada para ocultar su erección. La tela ya está húmeda con su excitación.
No importa, por supuesto, porque estás dormida. No vas a despertar. No vas a asustarte.
Acaricia tus pies durante un largo rato, luego tus tobillos y tus piernas, mordiéndose el labio en un inútil intento de controlar sus impulsos. No puede evitar deslizar una mano sobre la venda, manchada con tu sangre, recordando tu expresión de vulnerabilidad y la total confianza que tuviste en él cuando se ocupó de tu herida.
Controla tus pulsaciones. Tiene tiempo.
Desliza una mano bajo su ropa interior y comienza a masturbarse lentamente. Juega distraídamente con los dedos de tus pies mientras contempla tus uñas, pintadas de manera prolija con tu color favorito, imaginando cómo se sentiría tu suave y cuidada piel si lo tocaras. Un débil y patético gemido escapa de sus labios cuando te imagina sorprendiéndote por su orgasmo salpicándote.
Escapa con cuidado de su lugar en el sofá y luego de manipular tu figura, recostándote por completo y colocando tu cabeza sobre un cojín para lograr ese ángulo perfecto, se posiciona sobre tu cuerpo. Entre sus piernas, presa de su voluntad y soñando quién sabe qué, parecés un ángel. Pura y perfecta.
Derrama cantidades absurdas de líquido preseminal sobre tus labios hasta hacerlos brillar. Utiliza su glande, muy caliente y sensible, para esparcir su humedad por tus mejillas, tu mentón y tu mandíbula, antes de empujarlo hacia tus labios entreabiertos. Es sólo un centímetro pero la sensación basta para hacerlo gemir.
Te sujeta con delicadeza mientras el calor de tu respiración lo golpea. Realiza pequeños movimientos con su cadera, imperceptibles pero suficientes para que él pueda sentir tu calidez, maravillándose cuando separás los labios en busca de más.
Logra introducirse hasta sentir tu lengua.
¿Cuántas veces imaginó esto? ¿Cuántos orgasmos tuvo pensando en cómo te verías tomándolo en tu boca y llorando por no poder con su tamaño? No está seguro y no le importa; ninguna fantasía puede compararse con tenerte en su poder, aceptando que le pertenecés, inconscientemente suplicándole por más.
Golpea tus labios una, dos, tres veces con su miembro, grabándose la imagen en la memoria y pensando en todas las fotos que podría tomarte. Intenta contenerse pero la situación lo desborda y no puede detener el frenético movimiento de su mano. Derrama unas pocas gotas en tu boca antes de deslizarse fuera, recordándose los límites, manchando tu rostro con su restante liberación.
El placer es intolerable. Quiere llorar.
Respira con dificultad mientras las últimas gotas caen en cámara lenta sobre tu labio inferior y sonríe, en trance, perdido en tu belleza. Imagina que en otro momento le suplicarías para que te permita probarlo, que le rogarías que marque todo tu cuerpo, sin importar la humillación o todos los posibles efectos. Limpia con su pulgar un poco de semen de tus pestañas.
Se pregunta cuánto te llevaría quedar embarazada.
Un suspiro tembloroso resuena por toda la habitación.
Evita mirar su reflejo en el espejo del baño cuando busca una toalla para limpiarte y una vez que desaparece sus rastros –con un cuidado extremo, porque teme irritar tu piel y despertarte, un riesgo que no puede correr- de tu rostro roza tus labios con las yemas de sus dedos. Arrastra dos dígitos hacia tu cuello para controlar tus pulsaciones y espera.
Era la dosis correcta, se felicita mentalmente. Espera tener tiempo para...
-¿Enzo?- sujetás su muñeca con fuerza y él se deja caer-. ¿Qué hacés?
-Perdón- susurra mientras te observa reincorporándote como un rayo. Teme que sus latidos descontrolados lleguen a tus oídos-. Te dormiste y quería sacarte el maquillaje.
-¿Qué maquillaje?- soltás una risa encantadora, pero sólo dura unos segundos y él comienza a preocuparse, porque inmediatamente fruncís el ceño y te llevás una mano a la cabeza-. ¿Qué…?
-¿Qué pasa? ¿Qué tenés?
-Se me parte la cabeza.
El pánico hace temblar sus labios y titubea. No tenía idea sobre posibles efectos adversos.
-¿Querés un…?
-Por favor- te escucha murmurar cuando ya está buscando un comprimido de Paracetamol. Te observa de reojo mientras sirve agua helada en un vaso y se pregunta si su actitud fue muy sospechosa-. Perdón.
-¿Por qué?
-Por quedarme dormida. Qué vergüenza.
Aceptás el comprimido sin comprobar de qué se trata y bebés desesperadamente.
Una mueca de disgusto -no, de confusión, estás confundida- transforma tu rostro y cuando relamés tus labios Enzo sabe que el motivo son esas gotas de semen que derramó en tu boca. Muerde su lengua para combatir la angustia que le provoca verte en este estado, pagando las consecuencias de sus acciones, ignorando lo sucedido.
-No me molesta.
Suspirás. Su miembro palpita.
-¿Ya te dije que sos un ángel?
-Callate- suplica mientras se cubre el rostro con una mano. Siempre finge no ser capaz de tolerar tus cumplidos-. ¿Querés terminar de ver la película?
-Es tarde- lamentás-. No puedo seguir molestándote.
-Molestame todo lo que quieras.
Es tu turno de ocultar tu rostro entre tus manos y él suelta una carcajada. Comparten un momento de silencio mientras contempla la hipnótica sonrisa que le dirigís, mordiéndote el labio de manera tentadora, sin esforzarte en esconder el efecto que sus palabras tienen en vos.
-Gracias por la invitación- decís cuando se despiden en su puerta-. Lo necesitaba.
-Cuando quieras repetimos- ofrece mientras te ve caminar por el oscuro corredor-. De verdad.
Le regalás una última sonrisa y un tímido pero prometedor gesto antes de cerrar tu puerta.
De regreso en la sala su sonrisa desaparece y deja caer sus hombros. Derrotado y con los músculos aún cargados de tensión se encarga de ordenar, recogiendo los paquetes de snacks (ya sabe con exactitud cuáles son tus favoritos) y las latas de refresco vacías.
Estudia el fondo de tu vaso reviviendo en su mente la imagen del somnífero, incoloro pero de una consistencia espesa, reposando en ese mismo lugar. La próxima va a tener que doblar la dosis.
Minutos más tarde se refugia en la seguridad de su habitación. Embiste contra el colchón mientras reproduce infinitamente el video donde desliza su pulgar por tus labios, manchándolos de blanco, para luego repetir el proceso con su miembro; muerde su brazo para silenciar sus patéticos gemidos cuando el orgasmo lo desborda. Repite tu nombre un centenar de veces.
Guarda el video en una carpeta segura. Y las fotografías también.
12/11/2024, 00:01 h.
Evitás todo contacto con Enzo hace días.
Silenciaste sus historias, ignorás sus mensajes, esperás pacientemente hasta que se marcha (últimamente parece salir más tarde y no sabés si es intencional o si sólo es pura coincidencia) cada mañana para no tener que hablar con él. Después de todos estos meses conocés su rutina de memoria y sabes qué hacer para evitarlo.
El recuerdo te invade, sin importar dónde o con quién estés, volviéndose más y más insoportable, torturándote. Cada vez que pensás en eso sentís que todo en tu interior se hunde, la cabeza te da vueltas, tropezás con tus palabras, un sudor frío corre por tu espalda, paralizándote como ningún otro recuerdo lo hizo jamás.
Tenés miedo. Y vergüenza. Muchísima vergüenza.
Nunca habías tenido un sueño húmedo, ¿por qué tenía que suceder justo en su sofá? ¿Y por qué tenías que despertarte y asustarlo con tu exagerada reacción producto de la culpa que el sueño te provocó? Todavía recordás el pánico en su mirada desconcertada.
Cada vez que lo recordás esperás… no, suplicás no haber hecho ningún ruido o haber pronunciado palabra alguna mientras sucedía. Enzo te odiaría de saber lo que soñaste, con él sentado a unos pocos centímetros, cuando amablemente te dejó dormir durante lo que se suponía debía ser una corta pero divertida noche de películas.
El ardor en tus ojos es cada vez más recurrente.
El dolor de tener que evitarlo no se compara con el dolor de saber que probablemente se siente herido por la falta de explicaciones y el desconsiderado trato que estás teniendo con él. No merece tu silencio sólo porque no controlás tus palabras, lo sabés, pero enfrentarlo significaría terminar confensándole todo.
Dejar un regalo en su puerta luego de medianoche, ocultándote como un criminal y confiando en que no va a destrozarlo en cuanto salga de su casa mañana por la mañana, no es suficiente para reparar tu error. Sin embargo, repetís mientras seleccionás las flores, eso es todo lo que podés hacer de momento para ganar tiempo.
Es todo, sí, hasta reunir el valor necesario para confesarle todo (y perder su amistad) o hasta que tus sentimientos por él se evaporen.
Y también es la única manera que tenés para comprobar que su puerta esté bien cerrada. Cuando regresaste hace un par de horas, y aunque corriste para no regalarle la oportunidad de interceptarte en el corredor (es una costumbre suya que te fascina), juraste que su puerta estaba entreabierta. Las luces estaban apagadas.
Mantuviste tus propias luces apagadas desde que llegaste, como hiciste durante la última semana, para que en cuanto regresara no tuviera forma de saber que estabas en casa. Todavía ignorándolo, completa tu mente. Parcialmente, decís para librarte de cargas.
La tenue luz de la lámpara siempre arroja largas sombras extrañas y cuando volteás, lista para comenzar con tu misión de redención, un movimiento en la puerta de tu habitación llama tu atención. No parece ser tu sombra. No parece ser una sombra.
Es una persona. Es...
El jarrón cae con la suavidad de una tragedia anunciada. El estrépito de la cerámica quebrándose y el caos de los fragmentos dispersándose llena por completo la habitación, como un grito mudo, interrumpiendo el silencio de la noche. Las flores, contrastando con el color oscuro de la madera, llaman tu atención –sólo por un microsegundo- mientras el eco del impacto aún resuena entre las paredes.
Un silencio inquietante se instala en la habitación, como si el aire mismo estuviera esperando, suspendido por el momento de tensión. Mientras intentás regular tu respiración mirás tus manos vacías, todavía en la posición de sostener el jarrón, antes de dirigirle una mirada a Enzo. Un escalofrío te recorre.
Corrés en dirección a la puerta, con las piernas débiles y la sensación de ser ingrávida, pero el aire es espeso y viscoso y dificulta tus movimientos. Por un segundo pensás que estás nadando en éter, esforzándote en cada brazada, divisando la línea de meta pero incapaz de alcanzarla.
Un sonido débil deja tu garganta cuando sentís sus dedos cerrándose sobre tu muñeca, justo como la mandíbula de una serpiente capturando una pequeña presa malherida, permitiéndole sentir el calor de su veneno y prolongando cada segundo de agonía hasta la muerte.
La fuerza de su agarre sacude tu cuerpo como un látigo y tropezás, pero antes de caer o poder recuperar el equilibrio Enzo te empuja contra la pared más cercana. Golpeás el muro con un sonido seco y quedás inmóvil, desorientada, intentando procesar la situación. Su mano en tu boca parece un veredicto y sentís el sabor amargo de la desesperación en la lengua.
-No te voy a lastimar- jura Enzo, con una expresión de profundo dolor y lágrimas colmando sus ojos, antes de rozar tu brazo con un objeto frío-. No grites, por favor, no grites. Vos sabés que no te voy a hacer nada.
Bajás la mirada y en la penumbra divisás el brillo del objeto que sostiene Enzo. Es un cuchillo. Gritás contra su palma y forcejéas, pero él ejerce más presión, ignorando el dolor que te provoca, suplicándote con la mirada para que guardes silencio.
Luce horrorizado.
-No, no, no- niega frenéticamente-. No te voy a lastimar. Tranquila.
Alzás ambas cejas y las lágrimas caen de tus ojos. Mira el cuchillo, vuelve a mirarte, mira el cuchillo nuevamente y sólo entonces los engranajes de su mente parecen comprender tu predicamento.
Deja caer el cuchillo y este impacta de punta en el suelo.
-No es mío- jura como si fuera explicación o consuelo suficiente-. No grites, ¿sí? Prometeme que no vas a gritar cuando te suelte.
Intentás asentir pero la fuerza con la que te sujeta contra la pared dificulta cualquier movimiento. Parpadeás dos veces y comprende automáticamente.
-No grites- ordena con voz letal-. ¿Está bien?
Tomás una respiración, profunda y temblorosa, cuando te libera. Balbucéas incoherencias hasta que el pánico y el horror te permiten recordar cómo hablar, escoger tus palabras, pensar cuidadosamente qué decir y cómo. No querés que se enoje. No sabés qué podría hacerte.
Tu voz te traiciona.
-¿Qué hacés acá? ¿Cómo entraste?- preguntás casi en un susurro-. ¿Por qué…?
-No entendés- presiona su cuerpo todavía más contra el tuyo-. Todavía no entendés.
Y entonces lo sentís. Duro. Caliente. Palpitando. Húmedo. Temblás.
-¿Qué es lo que no entiendo?
-Quiero cuidarte- jura-. Quiero que estés bien. Feliz. Segura. Sólo eso.
Parpadéas con fuerza y sin reparar en tus acciones sujetás su muñeca cuando toma tu mejilla. Roza tu pómulo con su pulgar en una caricia extrañamente íntima, suave, delicada, con su boca peligrosamente cerca de la tuya; evitás moverte y te convencés de que el motivo es el pánico que sentís. No sabés cómo podría reaccionar. No sabés qué podría hacerte si se enoja.
-Esta no es la forma, Enzo, está mal.
Frunce el ceño. La cicatriz en su ceja derecha reclama tu atención.
-¿Por qué?
-¿Cómo te hiciste eso?- preguntás-. No fue con el taburete, ¿no? ¿Qué hiciste?
-Contestame- dice entre dientes-. ¿Por qué está mal? No hice nada malo.
-Esto está mal, ¿no te das cuenta?- clavás tus uñas en su piel-. No estoy feliz. No estoy segura.
-¿Cómo qué no? ¿Qué te pensás?- acerca su rostro aún más. Sentís el tabaco en su respiración-. ¿Vos pensás que te voy a lastimar?
-¡No!
-¡Callate!- ordena-. Silencio.
-Perdón, perdón, es que…
 -No entendés nada- reniega-. Todo lo que hago es por vos.
Las náuseas invaden tu cuerpo. Recordás haber oído esa misma frase en la película de terror que viste en su sala, con tus piernas sobre su regazo, compartiendo snacks y fingiendo que el repetitivo contacto con su mano era sólo un accidente… Y ya conocés las implicaciones de esa perturbadora línea. Las consecuencias.
-¿Qué es todo, Enzo?- preguntás entre lágrimas. El calor de su erección contra tu cuerpo hace que tus mejillas quemen y relamés tus labios en busca de las palabras correctas-. ¿Qué hiciste?
-Nada malo.
-¿Qué hiciste?
-Nada. Todo- niega, confundido-. Desde la primera vez que te vi, cuando te estabas por mudar, yo…
-¿Cuando me mudé…?
La cabeza te da vueltas. De repente todo tiene sentido.
En realidad no tenías posibilidad alguna de mudarte a este sitio.
La inmobiliaria sólo te enseñó el edificio porque la cita estaba pactada con anterioridad, pero se suponía que alguien más estaba por cerrar el contrato, que estaban por hacer el depósito, pero… Lo que sea que haya hecho Enzo, porque esa es la única explicación posible, posibilitó que te llamaran en el último momento.
-Después de que te mudaste- intenta corregirse-. Durante la tormenta.
-No me mientas- suplicás-. Cuando nos conocimos, ¿vos ya sabías que yo vivía acá?
-No.
-Sí. Lo sabías- forcejéas y vuelve a empujarte. Parece que quiere dejarte claro que no estás en condiciones de luchar y, considerando el doloroso pálpito martillando en tu cabeza, puede que esté en lo correcto. Entrecerrás los ojos para ver con más claridad su rostro-. ¿Quién te invitó a la fiesta? Decime la verdad, Enzo.
-Un amigo.
-¡Dijiste que fueron tus compañeros de teatro!- se lleva un dedo a los labios-. ¿Me seguiste?
-No, yo…
La expresión de vulnerabilidad en su rostro no se corresponde con el control que tiene sobre la situación. Sobre vos. Sus ojos entrecerrados y brillantes por las lágrimas, sus cejas en un ángulo de angustia pura y desgarradora, los labios entreabiertos como si respirar le fuera difícil.
Sus hombros caen en señal de derrota.
-¿Fuiste vos?- sollozás cuando recordás los pequeños objetos faltantes en tu hogar y el mensaje del encargado del edificio-. ¿La llave que desapareció de...?
-Sí.
-¿Por qué?
-Porque tenía que ser así- dice como si fuera obvio-. No entendés, ¿no? Vos sos mía.
-No, Enzo, no. Estás confundido.
-Y yo soy tuyo.
Temblás violentamente. Tragás saliva.
-¿Estoy confundido?- pregunta, escéptico-. ¿De verdad?
-Sí.
-Entonces no tenés problema con que lo compruebe, ¿no?
Un gemido de desesperación deja tus labios cuando sentís su mano recorriendo tu cuerpo.
Desabotona tu pantalón de un tirón, baja la cremallera igual de rápido, deslizando sus uñas sobre tu piel antes de dirigir sus dedos hacia tu centro húmedo y caliente: en cuanto sentís sus dígitos rozándote arrojás la cabeza hacia atrás y cerrás los ojos. Reprimís un suspiro, profundo y potencialmente delator, sin comprender por qué disfrutás el contacto.
-Mirá cómo estás- te enseña sus dedos brillantes con tu excitación antes de llevarse sólo uno a la boca-. Y me decís que estoy confundido.
-Porque lo estás- insistís-. No está…
Te interrumpe deslizando sus dígitos húmedos entre tus labios. Sentís el sabor de tu esencia invadiendo tus papilas gustativas y mientras le sostenés la mirada, aunque con el ceño fruncido en una clara señal de ira, no podés evitar el gemido que nace en tu garganta. Tus muslos se contraen con fuerza y él mueve su pierna para estimular tu centro.
Succionás. La oscuridad de sus pupilas consume sus ojos.
-¿Qué dijiste?- pregunta con tono burlón. Besa tu mejilla-. Vos querés esto tanto como yo.
Negás, incapaz de pronunciar palabra con sus dedos aún sobre tu lengua, pero te ignora. Continúa rozándote con su pierna, ejerciendo cada vez más presión, sujetándote por la cintura con su otra mano para obligarte a descansar todo tu peso sobre su muslo. Entierra sus dedos cada vez más profundo, provocándote una que otra arcada, deteniéndose sólo cuando tirás insistentemente de su muñeca.
-Enzo- tu voz es una mezcla entre una súplica y una orden. Tus manos están acalambradas y la extraña sensación en tu estómago no te permite pensar coherentemente-. No.
-No seas así- dice contra tu boca-. Mirá cómo me tenés.
Lleva tu mano hacia su bulto cada vez más prominente, caliente y palpitante, obligándote a sentirlo en todo su esplendor. Observás la tela de su pantalón oscurecida por su excitación y la forma en que tu mano parece encajar justo sobre su erección. En sus ojos hay un fuego que sólo se compara con el que sentís entre las piernas y bajo la palma de tu mano.
-Te gusta, ¿no?- negás y él sonríe con arrogancia-. Sí, te gusta. Te encanta.
-No…
-Te vuelve loca saber lo que me hacés, ¿no?- roza tus labios-. ¿Querés que te muestre?
-No- esquivás el beso y mantenés los ojos cerrados para no ver su reacción-. Basta, Enzo.
-Mirá, dale. Es toda tuya.
Obedecés. ¿Por qué obedecés?
Bajás la mirada y tu respiración se corta. De alguna escalofriante manera predice tus pensamientos y te sostiene por el cabello, evitando con relativa facilidad que te muevas, forzándote a ver cómo masajea lentamente su miembro mientras gotea sobre tu ropa. Cuando negás frenéticamente para zafar de su agarre tu cuero cabelludo quema.
-Basta, Enzo, por favor.
-¿Por qué? ¿No te gusta?
Humedecés tus labios. Querés contestar pero en lugar de hacerlo permanecés en silencio.
Vuelve a tomar tu mano para guiarla hacia su miembro y jadeás cuando lo sentís entre tus dedos. Comenzás a masturbarlo con movimientos tímidos, procurando seguir el ritmo que él mantenía, evitando moverte más de lo necesario para no delatar tu necesidad o los irrefrenables pensamientos revoloteando en tu mente. Enzo suspira.
-Muy bien, bebé, seguí así- toma tu mejilla para llamar tu atención y te roba un corto beso que te hace desear más. Desliza sus dedos por tu cabello mientras pregunta:- ¿Me vas a dejar cogerte toda? ¿Sí…?
Cerrás los ojos.
-No, mirame- ordena rápidamente-. Mirame. Contestá.
-Sí, Enzo.
-Sí, ¿qué?
Una lágrima se desliza por tu mejilla y él moja sus labios con ella.
-Cogeme.
-Arrodillate.
Te dejás caer sobre tus rodillas, presa entre su cuerpo y la pared, sin romper el contacto visual. Enzo guía su miembro hacia tu boca y separás los labios para recibirlo en cuanto sentís el calor que irradia, ganándote una sonrisa de satisfacción de su parte, sujetándote de sus muslos mientras su pulgar desaparece el rastro de cada nueva lágrima que escapa.
Es justo como en tu sueño, pensás mientras separás los labios todavía más para poder tomar su glande. El sabor del líquido preseminal te hace suspirar y de su pecho surge un eco –tentador, muy grave y prolongado- de tu suspiro, provocado por la sensación de tu respiración en su miembro. Cerrás los ojos y comenzás a succionar con suavidad.
-Dios…- dice en un gemido-. ¿Te gusta?
Respondés con un sonido débil, roto y agudo, pero es suficiente. Enzo realiza pequeños movimientos con su cadera hasta que la mitad de su miembro desaparece entre tus labios, ignorando tus protestas y el brillo en tus ojos, desesperado por utilizar tu boca hasta dejarte hecha un incoherente desastre.
El cuchillo no está muy lejos de sus pies. Evitás mirarlo.
Enreda sus dedos en tu cabello para mantenerte firme y comienza a golpear tu garganta despiadadamente sin importarle tus arcadas, tus manos golpeando sus piernas para suplicarle que se detenga, tus uñas rasgando el material de su pantalón y clavándose en su piel. La mezcla entre tu saliva y sus fluidos produce en cada cruel embestida un sonido obsceno que causa estragos en tu interior.
Llevás una mano a tu centro en busca de alivio y comenzás a jugar con tu clítoris.
-¿Sabés cuántas veces so��é con tenerte así?- negás y una estocada particularmente fuerte hace que tu cabeza impacte con la pared; cuando te quejás Enzo se disculpa en voz baja, utilizando su mano para protegerte de más daño, pero jamás deja de abusar de tu boca-. Perdón, mi amor.
Un hilo brillante une tus labios con su miembro cuando te libera para dejarte respirar. Exasperación es lo que se lee en su expresión cuando te llevás las manos a la garganta, padeciendo cada profunda respiración, intentando recuperar minutos de oxígeno robado mientras sentís la huella que su asalto dejó en toda tu boca.
Retrocede un par de pasos y en cuestión de milisegundos recupera el cuchillo. Te señala.
-¿Te pensás que soy pelotudo?- pregunta con una ceja arqueada. Comenzás a negar, intentando prevenir la confrontación y sus posibles desenlaces –que se suceden en tu mente como ráfagas-, pero Enzo no te permite explicar antes de arrojarse sobre sus rodillas y posicionar el cuchillo contra tu cuello-. No querés que te lastime, ¿no…?
Te golpea su miembro -pulsando violentamente con deseo- cuando ve el pánico en tus ojos.
-Vos no me lastimarías. Lo sé.
-¿Estás segura?
No.
-Sí.
Presiona la punta de la hoja sobre tu pecho mientras sus labios recorren tu cuello y tus clavículas. El calor de sus labios y sus dedos en tu cintura son el único consuelo que recibís mientras la presión aumenta, obligándote a permanecer inmóvil y sin respirar, completamente a su merced mientras se frota contra tu estómago.
-Enzo.
Jadea. Un sollozo sacude tu cuerpo.
-¿Qué pasa, mi vida?
-No me vas a lastimar, ¿no?
-Obvio que no.
Es mentira, descubrís un parpadeo más tarde, cuando en un fugaz movimiento rasga tu blusa, simultáneamente dejando una línea de fuego que llega hasta tu ombligo. Observás horrorizada la herida y balbuceás, con labios temblorosos, más lágrimas cayendo en cascada por tus mejillas.
-Dejate de joder- reniega mientras te posiciona sobre su regazo-. Eso no es nada.
-Dijiste que…
-¡Callate!- grita justo en tu oído-. Y quedate quieta.
Te despoja de tus prendas y sentís que traza tu columna con los dedos antes de llevarlos hacia tu centro. Explora tus pliegues, vergonzosamente húmedos y muy calientes, mientras masajea tu espalda en un intento de consolarte y frenar los espasmos de angustia que sacuden tu cuerpo.
Presiona sobre tu entrada y gemís. Repite el movimiento hasta que dejás de llorar.
.¿Querés más?
-Sí- confesás con un hilo de voz-. Más, Enzo, por favor.
Desliza un único dígito en tu interior y una protesta desesperada deja tus labios. Los dedos de Enzo son más largos y más grandes y no estás familiarizada con la sensación de plenitud que te brinda, pero aún así el ardor en tu entrada es exquisito y empujás contra su mano para suplicarle por más. Tira de tu cabello para poder ver tu rostro.
-Estás muy apretada- dice en un falso lamento-. ¿Cómo te la voy a meter? No va a entrar.
Tus paredes se tensan y Enzo introduce un segundo dedo. El lastimero gemido que surge en tu garganta se prolonga cuando roza tu punto dulce expertamente, ignorando la bruma en tus ojos y el imparable temblor de tus labios. Lo sentís pulsando contra tu costado cada vez que un escalofrío te hace contraerte sobre sus dedos.
Te suelta bruscamente y colocás tus manos en la alfombra para frenar el impacto. El sonido de tu abundante humedad y el constante movimiento de sus dedos explorando tu interior, llegando a los lugares más profundos de tu cuerpo y rozando todos los puntos justos, te hacen delirar; balbucéas un sinfín de palabras incoherentes, entre ellas su nombre, alguna que otra súplica desesperada, suspirando que se siente muy bien.
-¿Sí? ¿Te gusta?- asentís-. Yo sabía que eras una putita.
Te llevás una mano a la boca para que no escuche tu reacción. Es en vano.
-Sos una putita, ¿no?- y para dejar en claro que lo sos, quieras o no, te escupe-. Sos mi putita.
Un dedo húmedo –con su saliva o tu excitación, no estás segura, no importa- presiona sobre tu otra entrada y te sobresaltás. Es extraño, ligeramente incómodo, pero Enzo parece disfrutarlo porque luego de unos segundos sentís que salpica tu cuerpo con su liberación. El calor de su semen te empuja hacia tu propio orgasmo y sus respiraciones se sincronizan por un instante.
-Así, muy bien, sí- continúa torturándote con sus dedos hasta que te quejás por la sensibilidad y cuando los retira, brillantes por tu liberación, los dirige hacia tu otro agujero-. Me vas a dejar, ¿no? Porque sos mía.
Introduce la primer falange y cuando te escucha gemir, entre excitada y horrorizada, su erección vuelve a llenarse. Juega con tu diminuta entrada y vos te refugiás en tus brazos, ocultándote de su mirada hambrienta y de la vergüenza que sentís, mordiéndote los labios para no delatar lo mucho que te fascina sentirlo explorando tu cuerpo. Sentís tu excitación goteando sin parar.
-¿Va a doler?
-Sí.
Emitís un sonido de pura angustia y su expresión se suaviza.
-Hoy no- dice en un intento de consolarte-. Otro día, ¿sí?
Te recuesta sobre la alfombra. Pensás que es el fin hasta que se sienta sobre tus muslos.
-Tenés una conchita tan linda- comenta mientras recorre tus pliegues con su punta-. Y es toda mía, ¿no…? ¿De quién es esta conchita? Decime, dale.
-Tuya, Enzo.
Deja caer su cuerpo sobre el tuyo y el calor de su pecho desnudo contra tu espalda te roba un suspiro. Te sentís protegida y segura, contenida por su figura mientras desliza su miembro entre tus pliegues, estimulando tu clítoris y presionando sobre tu pequeña entrada antes de empujar y llenar tu estrecho interior. Tu cuerpo no tiene más opción que hacer lugar para él.
Mordés tu brazo para silenciar tus gritos. Enzo muerde tu hombro hasta dejar una marca.
-Dios- recuesta su frente en tu espalda y comienza a mover sus caderas lentamente. Jurás que cada vez que retrocede y vuelve a enterrarse sentís cada centímetro de su miembro y cada vena rozando dolorosamente tus sensibles paredes, pero el dolor te resulta exquisito cuando comienza a confundirse con el placer-. ¿En esto pensabas cuando te tocabas?
-¿Qué…?
-Cuando te tocaste pensando en mí, ¿pensabas en esto?- repite y muerde tu oreja.
No, querés decir, preguntándote cómo sabe que te tocaste pensando en él. La respuesta es obvia. Querés decirle que pensabas en él besándote, mordiendo tus labios y obligándote a probar los restos de tu esencia en su lengua, que imaginaste que se detendría para memorizar cada insignificante detalle de tu cuerpo, pero...
En su lugar besa tus párpados para beber de tus lágrimas y muerde tu mejilla hasta verte golpear el suelo con tu palma, ignorando que tus uñas duelen por enterrarlas en su brazo cuando rodea tu cuello para inmovilizarte y que la posición hace difícil el respirar. El ritmo de sus movimientos crece, el impacto de su cuerpo y el tuyo reverbera por toda la sala, su punta empuja tu cérvix mientras gritás porque el placer es intolerable.
El roce de tu mejilla y tus pezones sobre la alfombra es horrible.
-No, no, no- golpea tu mejilla para llamar tu atención-. Respirá.
Llorás cuando sentís tu interior vacío y Enzo te toma en brazos para llevarte hacia el sofá. Recorre tu espalda con sus cálidas manos, guiándote para que respires lenta y profundamente, indicándote cuándo y cómo exhalar. Toma tu mejilla en su palma (no te molestás en fingir que la manera en que te toca no es reconfortante) y su pulgar juega con tu labio inferior.
Tus pulmones queman por el esfuerzo y en un intento de hacerte comprender Enzo toma tus manos para colocarlas sobre su pecho. Está cubierto de sudor y te gustaría besarlo. Podés sentir sus latidos descontrolados y sospechás que tus pulsaciones, que él controla con sus dedos en tu cuello y en tu muñeca, siguen el mismo ritmo que las suyas.
Tus párpados pesan y tus pestañas brillan por tu llanto. Tu visión es borrosa.
-¿Mejor?- pregunta mientras acomoda un mechón de cabello. Besa tu nariz-. ¿Te sentís mejor?
-Mejor.
Reclamás sus labios, sujetándolo con una mano en su cuello y otra en su cabello, en un beso húmedo y voraz que refleja la necesidad que te invade. Enzo gruñe contra tu boca cuando lo guías hacia tu entrada y muerde tu labio cuando te dejás caer sobre su miembro; el sabor metálico de la sangre te es fácil de ignorar cuando sus pupilas dilatadas te hipnotizan.
La profundidad de la penetración te hace gemir de una manera que Enzo sólo puede describir como pornográfica y sus músculos se tensan cuando ve el hilo de saliva cayendo por tu mentón. Controla el ritmo de tus movimientos y sabe, por tu expresión de éxtasis y por la tortuosa contracción de tus paredes, que el ángulo estimula tu clítoris justo como te gusta.
Toma tus pechos entre sus manos y los masajea, pellizca, golpea con su palma hasta verte rehuir del contacto. Siempre imaginó cómo se sentiría tenerlos en la boca, dejar marcas permanentes, morderte  hasta hacerte llorar y suplicarle que te deje en paz. Sos consciente de todas sus fantasías con sólo ver cómo te mira, con posesividad y locura, todavía tocándote.   
-Enzo- repetís su nombre como un mantra. Es lo único que distingue junto con lo que suena como llena y profundo, cuando comenzás a hablarle, prácticamente delirando entre sus brazos. Buscás refugio en su cuello y cuando te rodea con sus brazos temblás por la sensación de entrega que el abrazo parece transmitir-. Más, más, más.
El ritmo de sus movimientos se torna brutal y cuando ya nada es suficiente opta por cambiar la posición. Te recuesta sobre el sofá, ignorando tus reproches y tu insoportable llanto por sentirte vacía, llevando tus piernas hacia tu pecho hasta dejarte por completo expuesta. Vulnerable. A su merced. Sólo para él.
Cuando se desliza en tu interior te llevás las manos a la boca para no gritar. Fracasás miserablemente.
El placer es indescriptible y la sensación en tu abdomen bajo, intolerable. Llevás una mano hacia el sitio donde sentís cada una de sus estocadas y Enzo la reemplaza, ejerciendo presión sin importarle las posibles consecuencias, respirando deficientemente (sus jadeos son lo único que lográs escuchar junto con el resto de sonidos obscenos) por lo irreal de la situación pero sin ocultar su sonrisa arrogante.
-Acá estoy- susurra-. ¿Te gusta?
-Sí- contestás con voz entrecortada. La promesa de un orgasmo se intensifica bajo la intensidad de su mirada expectante-. Sí, mucho.
-¿Querés que te llene?
Fruncís el ceño. Ya estás llena.
-No…- negás en cuanto comprendés-. No, Enzo, no puedo… Yo...
Te ignora.
Recuesta su frente sobre la tuya y la cercanía te permite contemplar el largo de sus pestañas. Buscás sus labios y él silencia tus gritos con un beso cuando comienza a embestirte de manera frenética, con movimientos descontrolados que bordan lo errático, profundizando imposiblemente la penetración hasta que corta tu respiración.
No. Sus dedos cerrándose en torno a tu garganta son los que no te dejan respirar.
Y vos lo permitís. Dejás que te utilice.
Tu cuerpo se sacude por la fuerza de sus estocadas y él se pierde en el movimiento de tus pechos, en la saliva que moja tu mentón luego de romperse el hilo que conectaba su boca con la tuya, en las lágrimas que hacen brillar tus pestañas como si de cristales se tratasen, en tus pupilas lejanas, en tus nudillos volviéndose blancos cuando sujetás su muñeca.
Cuando te libera te reincorporás y descansás tu peso sobre tus codos para ver la imagen entre tus piernas. Una aflicción ínfima e imperceptible hace nido en tu mente cuando notás que la línea que recorre tu torso –resultado del cuchillo- es del mismo color que el hilo rojo en la base de su miembro. Mentirías si dijeras que no te encanta saber que Enzo es muy grande para vos.
No obtenés más advertencia que un gemido ronco antes de sentir sus dedos en tu boca y los hilos de semen caliente salpicando tu interior. Tus paredes se contraen con el rítmico pulsar de su miembro y un orgasmo, más débil y más corto, te hace gemir con sus dedos todavía entre tus labios. Succionás involuntariamente y él te observa, con los párpados caídos y la boca semiabierta, disfrutando el espectáculo.
Cuando abandona tu interior continúa derramando su liberación sobre tus pliegues y el sofá.
-Sos mía- sentencia con sus ojos fijos en tu entrada y en su semen escapando de ella con cada contracción de tus músculos-. Y me vas a dejar cuidarte, ¿no?
-Estoy bien.
-No, no estás…- acaricia tus piernas-. Dejame cuidarte.
Tu respiración es irregular, tus extremidades duelen, un río de lágrimas nace en tus ojos y no podés dejar de temblar. Enzo te toma por debajo de los brazos para que te reincorpores y hacés una mueca de incomodidad cuando el terciopelo del sofá -siempre suave pero en este momento irritante para tus terminaciones nerviosas todavía sensibles- entra en contacto con tu centro.
El resto de sus palabras jamás llegan a tus oídos y cuando cubrís tus orejas con tus manos, convencida de que hay algo dificultando tu audición, Enzo sólo sonríe de manera estúpida y toma tus muñecas. Masajea tus manos, tus brazos, tu cadera y tu cintura –sobre todo los rincones que sus manos maltrataron- antes de guiarte hacia el baño.
-¿Te duele algo?- pregunta mientras comprueba la temperatura del agua. Su expresión preocupada y la delicadeza con la que te empuja hacia la ducha te provocan náuseas.
Todo, querés decir. Negás porque no tenés voz.
Intentás vigilar sus movimientos pero tu cerebro procesa sus acciones y el significado de sus palabras tarde. Muy tarde.
Es imposible negarte a la minuciosa inspección que realiza -en busca de más heridas de su autoría- palpando cada centímetro de tu cuerpo hasta el cansancio y, cuando escoge tu ropa para dormir, no estás segura del motivo por el cual esta no incluye ropa interior o un pantalón para abrigarte.
Aún así no te resistís cuando desliza una vieja y desgastada camiseta de Radiohead sobre tu figura. ¿Es tuya? ¿Cuándo la compraste? ¿Cuántas veces la utilizaste para desgastarla de esta manera? Las preguntas se arremolinan en tu cabeza mientras Enzo masajea tus piernas desnudas.
-¿Tenés sueño?
-Mucho.
-Ah, ¿sabés hablar?- pregunta con tono burlón-. Vamos a dormir.
Dejás que se escurra bajo las mantas para acompañarte y cuando rodea tu cintura con un brazo, dejándote sin más opción que descansar tu espalda sobre su pecho expuesto, no objetás. La oscuridad y tu estado mental no son buena combinación, suponés, cuando en lugar de concentrarte en su respiración terminás pensando en cómo escaparte de sus garras.
Estás segura de que la puerta no tiene seguro.
Sólo tenés que esperar. Y tenés tiempo.
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la-cafeina-de-tus-ojos · 9 months ago
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Pude ver en tus ojos
el reflejo de los recuerdos
que asomaban
detrás del mañana.
Había en ti un pasadizo
a la nostalgia.
Tenías en la mirada
un peaje a pagar
por la felicidad que jugaba
en tu presente.
En ellos se podía ver
al destino jugando
con la tinta de tus pestañas.
Era un balcón en primavera
con vistas a un horizonte
lleno de versos recostados
sobre las hojas de tu cuerpo,
en ellas,
empecé a leer poesía,
y te quedaste pegada
a mi boca,
como ahora se me pega
la espuma de este café
que me rima
con el sabor de tu risa.
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themasterreader69 · 9 months ago
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INTERLUDIO
Enzo Vogrincic x Reader
Enzo Vogrincic protagoniza "Romeo y Julieta" en el teatro El Galpón con su ex, Sofia Lara. La narradora vive un interludio íntimo, desafiando la dualidad entre escenario y realidad.
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Esa noche de verano la compartimos en el teatro El Galpón. Él que se encontraba trabajando actualmente en "Romeo y Julieta" una reversión del clásico pero dirigida por Marcos un director de mala muerte que insistía en la participación estelar de Enzo —quien se había convertido en su actor fetiche— como Romeo. Ahora ¿quién fue la mismísima Julieta? evidentemente no podría serlo yo, de teatro lo único que sé es contar las butacas. El aclamado papel lo cumplió ni más ni menos que Sofia Lara, ex de Enzo. Marcos conocía —como todo el mundo actualmente— muy bien su historia y la química de ambos en el escenario era inigualable. 
     Puntos para ella, pensé yo.
Enzo estuvo durante todo el día, ansioso. Él me había confesado sus pensamientos y yo había querido calmarlo pero nada fue suficiente, hoy era distinto, era especial, la última función —al menos hasta la próxima temporada—
     No es como si le fuera a ir mal, lo había hecho muchas veces ya, ensayado más de mil quinientas. Por unos meses incluso, en cada cita que teníamos incorporaba diálogos de la obra, quizá para algunos eso sería agotador de experimentar pero para mí eso sólo indicaba su compromiso artístico, digno de su talento.
Él había insistido en que fuera a verlo —lo cual era algo inusual para mí— para darle mi apoyo. Estar juntos públicamente era arriesgado, no queríamos —ninguno de los dos— terminar en ningún programa de farándula y acordamos desde el principio hacer de nuestros encuentros nuestro pequeño mundo, aislado, privado... Nuestro.
«Pasa a buscarme cuando comience el interludio ¿si?» fueron sus últimas palabras antes de subir al escenario. Intrigada, intenté descifrar su significado, pero la confusión me impidió formular preguntas. Cuando logré procesar la situación, ya se había sumergido en la actuación.
Enzo se sumergió en la escena del balcón con una emotividad arrebatadora. Su expresión reflejaba el anhelo y la desesperación del amor prohibido.
 Cada palabra resonaba con un amor apasionado, y su mirada ardiente iluminaba el escenario. La química con la Julieta en el papel de Sofia Lara era palpable; eso a mí me generaba una tormenta de emociones. Cada gesto, cada mirada compartida, evocaba un vínculo que, aunque ficticio, despertaba sentimientos latentes. 
     La conexión palpable entre ellos se volvía un espejo de lo que había compartido con Enzo. Verlo entregarse a la escena con tal intensidad despertaba una mezcla de admiración y celos, recordándome que en el escenario, aunque actúen un amor efímero, la realidad de su historia compartida previamente se volvía más aguda y compleja. 
Salí de mi asiento con apuro, el bullicio no me dejaba pensar pero me moví abriéndome paso entre la gente hasta llegar a unos baños que Enzo me había indicado previamente.
«Amor, estuviste excelente» Habría soltado con emoción al verlo, si no fuera porque me interrumpió silenciándome con su mano mientras hacía una mueca apoyando su dedo índice sobre sus labios. Entramos al baño.
El interludio había llegado.
La puerta se cerró detrás nuestro y el susurro de esa cerradura vieja fue como un telón que caía, marcando inicio de nuestro propio acto privado.
En la penumbra del baño, la energía de la función aún vibraba en el aire. Enzo me guío hacia ese espacio íntimo, donde las luces tenues y los murmullos distantes creaban una atmósfera cargada de anticipación, me rodeó con la intensidad de su deseo sin mediar palabras sus labios encontraron los tuyos en un beso que evocaba la pasión contenida durante la actuación. 
     ¿Será este el amor prohibido que su expresión anhelaba desesperadamente?
—Estás realmente hermoso— Le susurré al oído tan pronto como pude hablar y le dí una lamida juguetona en su oreja. 
      Su boca, buscaba la mía con hambre, como si quisiera devorar cada beso como si fuera el último. El perfume de madera que Enzo llevaba consigo se mezclaba con el olor a sudor, como debe ser en un hombre. Era un aroma que me enloquecía, que me sumergía en la vorágine de la pasión.
—No me podía concentrar, no dejaba de pensar en vos— Me decía con una voz ronca y agitada, mientras sus manos, hábiles y decididas, recorrieron mi cuerpo como si quisiera cartografiar cada rincón de él.
     Me decidí por seguirlo y pronto logré su ritmo, en esa intimidad podría jurar que había sentido su pálpito. El encuentro se desarrolló como una sinfonía de jadeos y nuestra conexión alcanzaba un crescendo incontenible.
     El aroma a maquillaje se mezclaba con el calor creciente, era como un juego de contrastes, intensificando la experiencia visceral. Nuestra conexión era como una danza salvaje, pero yo lo sentía tan suave al mismo tiempo. 
     El baño del teatro se volvía el escenario de un encuentro donde la pasión se expresaba sin restricciones, como un río desbordado que no conocía límites.
     Más que en las nubes, estaba en Babilonia, hasta que lo arruinó cuando se despegó de mí para preguntar: ��Decime la verdad ¿no te pone mal verme actuar con Julieta en escena?»
Su mirada buscaba la mía con intensidad, mientras sus manos seguían explorando con deseo.
Que tipo que sabe arruinar un momento.
—No, porque ella no te tiene así como yo— Le dije agarrándolo del mentón y luego de morder sus labios continúe explicando.— No hay escenario, no hay público, no hay tal acting.  Sos mío en este momento. Cada suspiro que compartimos ahora nos pertenece, solo a nosotros— Respondí con una mirada que desafiaba cualquier sombra de celos.
     El encuentro era crudo y real, sin reservas ni formalidades, nos buscábamos y encontrábamos con ansias, sin inhibiciones.
     Era primitivo, de haber estado en su casa, él habría sido un caballero, me habría preparado... Pero esto no era su casa y en ese baño no había ningún hombre, ni caballero, tan sólo un animal.
     Todo era perfecto pero volví a caer de las nubes cuando separándose de mí, dijo: «Aunque este interludio haya sido una obra maestra, tengo que regresar al escenario» — Y me soltó.
Fin de interludio.
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flan-tasma · 1 year ago
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Visita nocturna (Wanderer x Reader)
💖~ This came to mind and I'm not going to let it go until I die. I hope this turned out well, it's the first time I write about wanderer
I like to think that Wanderer in love would be like the little boy who pulls your hair and hopes you understand that he loves you.
Warning: Nope now💖, In Spanish it's implied that Reader is a girl, but in English it's not | Google Translate sponsors me (it's a lie) If I made any mistakes in the english translation, I would be happy to read your comments! | Content in spanish and english
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Spanish:
Siempre había sido una persona complicada, cuando los emparejaron para un trabajo de investigación fue un total desastre tratar con él, siempre era grosero y se quejaba de tu falta de esfuerzo hasta el punto en que querías lanzarlo desde lo alto de la Akademiya. Recordarte que era ilegal siempre te mantenía mejor, pero nunca te esperarías lo que te traería el futuro.
El futuro, también conocido como tú presente, te tenía con los brazos cruzados viendo a Don Sombrero en carne y hueso frente a ti, en un inicio podría sonar muy normal si no hablamos que estabas en tu habitación y que dicho cuarto estaba en un segundo piso. El chico había hecho uso de su visión para verte de frente, ligeramente más arriba de ti, por lo que pensaste, una señal de superioridad.
"Bien. ¿Me recuerdas por qué estás aquí?" No era tu día libre, no tenías muchos de esos estudiando en un lugar tan riguroso, por lo que un extraordinario día que podía acabar sin responsabilidades a última hora y una larga noche sin dormir era bien recibido. ¿La visita de alguien tan molesto? No lo crees.
"Solo estaba de paso y vi tu... lugar. Diablos, si debes dormir aquí definitivamente entiendo tu falta de capacidades." Tan altivo como era él, deseaste que le cayera un rayo y que dejara de molestarte. Suspiraste e ibas a entrar a tu habitación, después de todo hacía frío y lo que menos necesitabas era un resfriado. Tus planes de huida no funcionaron por una brisa que se acercó a ti, la mano del chico te tomaba del brazo con fuerza, evitando que des otro paso. "¿A dónde crees que vas? No he terminado de hablar."
"Entonces date prisa, Don Sombrero. Quiero dormir." La mirada enfadada del chico se hizo más profunda y su brazo te obligó a darte la vuelta para que lo veas. Estabas a punto de quejarte hasta que su expresión flaqueó, una extraña mezcla de enfado y frustración se asomaba con sus mejillas sonrojadas. Extrañamente bonito, pensaste, viendo como escondía su rostro con su sombrero.
"Wanderer." Lo miraste extrañada, sintiendo que no estabas entendiendo algo importante, y tu rostro solo lo hizo enfadar más. "Me llamo Wanderer, por supuesto que tu no podrías saberlo porque no eres tan tonta, necesitas ayuda hasta para eso."
"El primer día te presentaron como Don Sombrero." Diste tu punto con los brazos cruzados, Wanderer soltó una risa burlona con las manos en su cintura.
"¿Creerías que alguien se llama así realmente?"
"Alguien con demonios como padres, tal vez." Tu indiferencia lo molestó, pero volvió a su postura de suficiencia una vez más, flotando más alto que tú para que lo vieras desde abajo como si fuera alguna clase de ser superior. Querías lanzarle tu florero, pero su rostro con un moretón sería un pecado con lo lindo que era.
"A partir de mañana me llamarás Wanderer." Ese parecía ser el objetivo final, el motivo de la visita era decirte su nombre y no te ibas a quejar cuando lo viste bajar desde el balcón hasta la calle vacía. Había esperado que todos los puestos cerraran, que las personas se fueran solo para decirte su nombre.
Por lo menos es mejor que Don Sombrero, no te ibas a quejar. Tal vez podrías molestarlo llamándolo así de ahora en adelante.
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English:
He had always been a difficult person, when you were paired together for a research work he was a total disaster to deal with, he was always rude and complained about your lack of effort to the point where you wanted to throw him off the top of the Akademiya. Reminding yourself that it was illegal always kept you better, but you would never expect what the future would bring.
The future, also known as your present, had you with your arms crossed seeing Hat Guy in the flesh in front of you, at first it could sound very normal if we did not mention that you were in your room and that said room was in a second floor. The guy had made use of his vision to see you from the front, slightly above you, for what you thought, a sign of superiority.
"Well. Remind me why you're here?" It wasn't your day off, you didn't have many of those studying in such a rigorous place, so an extraordinary day that could end with no responsibilities at the last minute and a long night without sleep was welcome. A visit from someone so annoying? Do not you believe it.
"I was just passing through and saw your... place. Geez, if you have to sleep here I definitely understand your lack of capabilities." As haughty as he was, you wished he would get struck by lightning and stop bothering you. You sighed and were going to enter your room, after all it was cold and the last thing you needed was a cold. Your escape plans did not work due to a breeze that approached you, the guy's hand held your arm tightly, preventing you from taking another step. "Where do you think you're going? I haven't finished talking."
"Then hurry up, Hat Guy. I want to sleep." The guy's angry gaze deepened and his arm forced you to turn around to face him. You were about to complain until his expression faltered, a strange mix of anger and frustration peeking through his flushed cheeks. Strangely pretty, you thought, watching as he hid his face with his hat.
"Wanderer." You looked at him strangely, feeling like you weren't understanding something important, and your face only made him angrier. "My name is Wanderer, of course you couldn't know that because you're that stupid, you need help even for that."
"The first day they introduce you as Hat Guy." You made your point with your arms crossed, Wanderer let out a mocking laugh with his hands on his waist.
"Would you believe someone's name is really that?"
"Someone with demons for parents, maybe." Your indifference bothered him, but he returned to his smug stance once more, floating higher than you so that you could see him from below as if he were some sort of superior being. You wanted to throw your vase at him, but having a bruise on his face would be a sin with how cute he was.
"Starting tomorrow you will call me Wanderer." That seemed to be the ultimate goal, the reason for the visit was to tell you his name and you weren't going to complain when you saw him descend from the balcony to the empty street. He had expected all the stalls to close, for people to leave just to tell you his name.
At least it's better than Hat Guy, you weren't going to complain. Maybe you could annoy him by calling him that from now on.
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kamas-corner · 9 months ago
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El universo literario de Borges es otro balcón desde el que contemplar la vida con otra mirada.
"Posesión del ayer" es un ejemplo:
Solo es nuestro lo que hemos perdido, escribió.
"No hay otros paraísos que los paraísos perdidos".
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follame-apolo · 4 months ago
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Hoy tuve una cita con mi yo del pasado, el mismo muchacho que llevaba en el mismo día de hoy una mochila amarilla a su espalda y que hoy cargo una riñonera negra en su lugar, mas pequeña, mas cómoda y con menos equipaje para el camino.
Quedé con el, en el mismo lugar en donde me encuentro ahora, y que igualmente, es el mismo sitio que ocupaba el año pasado por este día.
Ambos nos encontramos sentados en mi azotea, compartiendo un petardo y un rato de lectura, aunque nuestros libros difieren de estilo y narrativa.
Y fijándome bien en el, las portadas de nuestros libros no es lo único que ha cambiado.
Si me detengo a observar sus ojos, sus dulces ojos de enamorado, me doy cuenta de lo realmente triste que estaba el año pasado. Pues incluso en su mirada de amor, sigue habiendo connotaciones de tristeza en su iris. Algo que en mi mirada actual no se refleja.
Él es más tímido de lo que recordaba, mas inseguro con su aspecto y forma, con su propio valor. Si hasta tiembla cuando lo abrazo y escucho su pecho crujir de dolor, a pesar de que siempre se le dio demasiado bien fingir.
Su sonrisa es más blanquecina que la mía, pues un año de tabaquismos hace la diferencia en nuestras dentaduras, pero eso no quita que la sonrisa que cargo ahora es más bonita, y sobre todo, mas sincera.
Llevamos pasatiempos diferentes en nuestros horarios, en el mio existen diversas actividades y hobbies, incluso algunos que ya tenía abandonados y olvidados en un rincón del pasado.
Él ocupa todo su calendario con el nombre de un muchachito, y rompió todos los acuerdos que teníamos con nuestras versiones de antaño.
Dejó atrás las noches de lectura, la tapa de su cuaderno ya no se abría ni para escribir una misera frase. Descuido las plantas del balcón hasta que se marchitaron.
Si hasta las raíces oscura de su cabello llegaban asomarse entre su melena rubia, señal de lo mucho que descuidó su aspecto.
Sí soy sincero, no puedo reconocerlo, incluso aunque se trate de mi mismo, y yo haya vivido ya esa experiencia.
El joven que veo antes mis ojos es demasiado difuso, incluso para el mismo.
–Podrías ser tan solo una sombre del amor.– pronucio y el me mira extrañado. –Llevas mi nombre, pero sin embargo parece que se trata de otra persona.
Y es la pura verdad.
Pues el joven del que hablo es más el reflejo de su amante que del suyo propio. O por lo menos, solo quiere enzarzar las cualidades que son alabadas por su amor, aunque nunca existieran en el.
Yo tampoco soy la verdad imagen de nuestra joven, pero si soy la mas fiel a lo que quiero de mi persona, y a lo que esperaba de mi en un pasado.
–Solo llevas las cadenas y promesas que todos cargamos una vez, no eres tan diferente. –dice el enojado. –Como bien dijiste, yo solo soy la sombra de un mal amor. Y también soy el que sobrevivió a todo aquello y dejó paso a que seas quien eres hoy. Yo puse los primeros cimientos. –ambos reímos.
“Que extraño es el amor propio.”
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suzukis-posts · 8 months ago
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𝗛𝗲𝘁𝗲𝗿𝗼𝗰𝘂𝗿𝗶𝗼𝘀𝗶𝘁𝘆 - 𝗦𝗖𝗢𝗧𝗧 𝗣𝗜𝗟𝗚𝗥𝗜𝗠
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Heterocurious!Scott Pilgrim x Gay!Male!Reader
𝗔𝗗𝗩𝗘𝗥𝗧𝗘𝗡𝗖𝗜𝗔: Menciones y efectos de alcohol, masturbación mutua, sexo semi público, engaño, NSFW en general.
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Mientras los ritmos palpitantes de la música techno resonaban en la casa de Julie, Scott se encontró mirando al hermano mayor de Ramona. Scott estaba on la mirada fija en ti, estabas bebiendo un cóctel rojo brillante. Ligeramente borracho por demasiados brebajes alcohólicos estabas en un mar de hormonas alimentadas por la atmósfera de fiesta.
Scott sintió una atracción desconocida hacia ti, a pesar de ser heterosexual hasta este momento de su vida no podía evitar sentir cierta atracción curiosa hacía tu persona en general. Ramona no estaba a la vista alrededor de Scott, probablemente estaba bebiendo con Kim algo de tequila mexicano, así que no pasó mucho tiempo antes de que sus caminos se cruzaran mientras se abrían paso entre la multitud de personas las cuales estaban bailando música de la época.
── Hola. ── Murmuró Scott suavemente cerca de tu oído, esto debido al volumen de la música mientras se rozaban.
Un sutil olor a perfume barato mezclado con cuerpos sudorosos asaltó las fosas nasales de Scott al acercarse a tu cuerpo con la misma brusquedad. El olor pareció intensificar algún deseo secreto que había estado latente dentro de él. Dudó pero se lanzó hacia adelante de todos modos más cerca de tu cuerpo, aferrándose a una audacia que ni siquiera sabía que existía dentro de él.
── ¿Quieres tomar un poco de aire? Escuché que hay un balcón aquí. ── Un sonrojo apareció en tus mejillas al oír a Scott, la proximidad en la cuál estaba Scott causó cierto cosquilleo en ti.
Asientes vacilante, no sabiendo como sentirte en estos momentos debidos a los efectos del alcohol, sintiendo la inusual atracción de Scott y sin oponerse exactamente a la idea. Ambos subieron una escalera de caracol poco iluminada y adornada con unos pequeños grafitis hasta que finalmente llegaron al balcón donde el aire frío de la noche los recibió.
Los brillantes letreros de neón del centro de Toronto parpadeaban en su periferia mientras se apoyaban en la barandilla de hierro forjado, con los rostros apartados el uno del otro pero sus miradas atraídas hacia ella.
El corazón de Scott latía salvajemente dentro de su pecho como si lo instase a perseguir este anhelo secreto que había estado cargando dentro de su cuerpo. ── Tú... no quiero forzarte a nada, pero... ── Se detuvo sin estar seguro de hasta dónde había llegado. Estaba dispuesto a aventurarse por este curioso camino.
Un suave suspiro escapó de tus labios, ya suponías esta pequeña invitación, murmuras un suave ── Continúa. ── Alentado por esta ligera aceptación de insinuaciones que no deberían ocurrir entre él y tú, comparten un momento de borrachera en una de las fiestas infestadas de Julie, Scott se mostró más audaz.
── Yo simplemente... no puedo alejar mis pensamientos de tí... desde que te vi por primera vez sentí una especie de... sentimiento en mi cuerpo. ── Las palabras flotaron en el aire de la noche mientras Scott sentía que sus mejillas ardían más a cada segundo.
Se sentía realmente confundido, no sabía si debía sentirse bien, mal o aliviado con respecto a su confesión. Scott se consideraba heterosexual y realmente amaba a Ramona pero se sentía realmente extraño o curioso cada vez que te veía.
Se obligó a mirar en tu dirección y observa una mezcla de curiosidad, sorpresa y tal vez incluso emoción parpadeando dentro de tus ojos que parecían tan misteriosos en medio de la tenue iluminación.
Acortas ligeramente la distancia entre él hasta que sus cuerpos están a centímetros de distancia. ── Tal vez... deberíamos intentar algo. Si es que es así como te sientes. ── A pesar de que estabas borracho, ambos eran conscientes de lo electrizante que se sentía esta conexión física.
Scott sintiendo un entusiasmo arrastrándose en tu comportamiento, se acercó aún más hasta que sus labios finalmente se encontraron con tus labios en un suave beso, era suave, cálido y provocativo con la tentación suficiente para avivar aún más sus deseos.
Mientras te inclinabas más profundamente hacia el beso de Scott, una inesperada ola de necesidad lo invadió. Tus manos encontraron su camino alrededor del cuello de Scott y tiraron juguetonamente, una clara señal de que querías más de este extraño afecto cuya mera presencia había provocado hambre secreta en lo más profundo de tu cuerpo.
Sintiéndose envalentonado por la respuesta que estaba recibiendo Scott por tu parte, su pasión se hizo más feroz; sus propias manos se movieron hacia arriba para cubrir la parte posterior de tu cabeza mientras se presionaba más contra ti, vertiendo cada pedacito de deseo en su beso que gradualmente se volvió insaciablemente caliente.
Mientras se alejaban jadeando por respirar, compartieron una mirada rebosante con pensamientos no expresados, pensamientos que prometían mucho más que una simple conexión fugaz.
No sabías como sentirte al respecto, sabías que Scott estaba saliendo con tu hermana Ramona pero él sentía esta curiosidad por el deseo de experimentar contigo.
Querías más y él también.
La electricidad entre ambos se intensificó, dejándolos ansiosos por explorar más.
Sin ningún reconocimiento verbal, te inclinas más cerca del oído de Scott, tu aliento era cálido y embriagador mientras susurrabas sensualmente. ── Quiero mostrarte algo.
Llevas a Scott de la mano hacia una de las habitaciones vacías de Julie. La habitación estaba llena de cojines, débilmente iluminados por la luz parpadeante; era perfecto para lo que tenías en mente.
Te hundes sobre una pila de cojines de felpa antes de tirar de Scott a tu lado hasta que estuvieron muslo con muslo. Sus ojos se encontraron con los tuyos, rebosantes de lujuria cruda que ahora era inconfundible.
Los ojos de Scott recorrieron tu cuerpo, deteniéndose en la suave extensión de piel revelada por tu camiseta ligeramente desordenada. No pudo evitar sentir un anhelo tácito por lo que había debajo de esos jeans tuyos, un deseo que sabía que no debería existir entre tú y él.
Como si leyeras sus pensamientos, frotas suavemente el muslo de Scott; la caricia provocadora lo hizo estremecerse de deseo mientras enviaba una ráfaga de calor recorriendo sus venas. Scott gimió suavemente cuando tu mano se movió por encima de su muslo, el calor que irradiaba lo hizo desear más contacto. Se acercó y dudó por una fracción de segundo antes de pasar delicadamente sus dedos a lo largo de la suave curva de tu cadera de a través del material de mezclilla que la cubría, una tentadora vista previa de lo que realmente quería sentir contra su piel.
El corazón de Scott latía salvajemente mientras sus dedos se deslizaban hacia abajo, finalmente enganchándose debajo de la cintura de tus jeans. La sensación de tu cálida piel suave contra su palma lo hizo gemir profundamente, una acción que te llevó a inclinarte y besarlo apasionadamente mientras acercabas a Scott a tu brazo.
Tus manos comenzaron a vagar libremente sobre el cuerpo del otro con un hambre voraz que rayaba en la desesperación; La ropa se descartaba sin ningún cuidado real por la discreción, a medida que se perdían cada vez más en sus crecientes pasiones.
Scott se encontró deleitando con la vista de tu pecho, tus contornos brillando bajo la luz de la ligera luz que emitía la lámpara. Scott, sin mucho apuro, pasó sus dedos por tu hebras de cabello húmedo que cubrían tu ligero rostro sudado antes de arrastrar sus manos hacia tus abdominales que temblaban con cada respiración entrecortada.
Te acercas aún más a Scott, juntando sus cuerpos ligeramente desnudos. El intenso calor generado por la excitación de Scott era innegable ahora, prácticamente quemó el aire a su alrededor mientras Scott se apoyaba contra tu cuerpo. Como si estuvieran controlados por alguna fuerza invisible, sus dedos comenzaron a explorar más hacia abajo hasta que alcanzaron el objetivo final del deseo: tu erección ya endurecida que se liberó de tu prisión de mezclilla y se frotó con entusiasmo contra la propia longitud hinchada de Scott.
Con un gemido de placer que sonó casi de dolor, Scott bajó la cabeza para succionar uno de tus pezones tensos, su boca lo reclamaba con tal necesidad y urgencia que no pudo evitar imaginar cuánto mejor sabría.
Dejas escapar un suspiro tembloroso cuando la lengua de Scott pasó por tu pezón provocativamente antes de envolverlo por completo. Arqueas tu espalda ante el tacto, sintiendo una explosión de placer dispararse directamente a tu ingle, donde ambos miembros se frotaban entre sí en círculos rítmicos; cada frote iba acompañada de un gemido que escapaba desde lo más profundo del interior de Scott.
El olor a sudor mezclado con almizcle llenó el aire entre ambos mientras sus caderas se frotaban implacablemente una contra la otra buscando una fricción que acercara aún más ambos clímax. Scott no pudo resistir más: sus manos se movieron aún más abajo hasta que se envolvieron alrededor de tu duro eje, mientras su pulgar acariciaba la sensible hendidura en tu punta.
Un escalofrío recorrió tu espalda mientras echabas la cabeza hacia atrás con un jadeo de éxtasis, entregándote por completo a este acto salvaje de lujuria apasionada.
Tu propia mano encontró su camino hacia la palpitante longitud de Scott que pulsaba ansiosamente contra tí, tus dedos se entrelazaron y comenzaron a moverse juntos en un ritmo cada vez más frenético que reflejaba sus corazones acelerados.
A medida que se perdían más en este abrazo desinhibido, lleno sólo de un deseo puro por los cuerpos del otro, ambos pudieron sentir algo sorprendente creciendo en lo más profundo de ellos: una explosión esperando justo en el borde antes de derramarse como una fuerza incontrolable que ninguno de los dos había experimentado nunca en el exterior. Sus propias fantasías solitarias hasta esta noche bajo el techo de Julie, muy por encima de las luces de la ciudad de Toronto que parpadean muy por debajo de ellos.
Scott jadeó bruscamente cuando su orgasmo estalló repentinamente con tal ferocidad que amenazó con consumirlo por completo. Agarró tu eje con más fuerza, acercando tu erección contra él mientras chorros de esperma caliente estallaban en cuerdas que pintaban sus cuerpos y cojines a su alrededor, un testimonio de la cruda pasión que los había llevado a ambos al límite en un bruma de puro éxtasis.
Un segundo después, sientes una rigidez en respuesta, gimiendo fuerte mientras derramabas tu propia semilla sobre la mano y el abdomen de Scott mientras enterrabas tu rostro profundamente en el cuello de Scott, jadeando pesadamente como si acabaras de correr una maratón.
Cuando su respiración comenzó a disminuir, Scott se acercó suavemente a tu cuerpo apoyándose cómodamente en una de tus extremidades sudorosas; Se sentía como si acabaran de compartir una experiencia mucho más intensa que la que cualquier simple acto físico podría ofrecer. Con un suspiro de satisfacción, Scott acarició con sus dedos tu cabello húmedos de tu cabeza, un pequeño gesto de afecto que parecía perfectamente adecuado para el tierno momento en el que se encontraban atrapados.
Mientras Scott miraba tu rostro sonrojado, no pudo evitar desear más. El deseo que se había desatado entre tú y él era ahora más fuerte que nunca; quería probar cada centímetro tu cuerpo desnudo y enterrarse profundamente dentro de él, reclamándolo de la manera más íntima posible. Tomando suavemente tu nuca, Scott bajó la cabeza y devoró tu boca en un beso ardiente lleno de hambre cruda; su lengua se hundió ansiosamente para explorar cada grieta hasta que ambos quedaron sin aliento.
Scott se apartó ligeramente del beso, mirándote a los ojos con una intensidad que no dejaba lugar a malas interpretaciones.
── Te necesito. ── Susurró Scott con voz ronca mientras sus manos comenzaban a recorrer tu cuerpo una vez más, esta vez trazando un camino hacia tus muslos extendidos ante él.
No pudo resistir más; Agachándose con cuidado sobre sus rodillas entre tus piernas, se inclinó hacia adelante para presionar un suave beso contra tu erección palpitante que todavía goteaba semen y deseo. Con una mano alrededor de él suavemente, Scott te mira través de párpados pesados llenos de intención lujuriosa mientras murmuraba seductoramente ── Déjame montarte...
Respiras hondo ante la petición de Scott, tus ojos brillaban de deseo mientras contemplabas la hermosa vista que se desarrollaba ante ti. Incapaz de resistir más, lentamente abres más las piernas mientras te levantabas ligeramente, una invitación que Scott no podía ignorar.
Subiendo suavemente a bordo, Scott se colocó entre tus muslos hasta que ambos miembros rozaban ligeramente; Por un momento vertiginoso, simplemente se miraron el uno al otro, perdidos en un intenso intercambio de deseo y anticipación antes de finalmente Scott se alineará, listo para montarte. Ambos suentan un gemido de satisfacción.
Cuando sus cuerpos se fusionaron, Scott comenzó a montarte a un ritmo lento que fue ganando velocidad constantemente a medida que sus caderas se movían más y más rápido. El placer fue abrumador: recorrió cada nervio con sensaciones exquisitas que nunca quiso que terminaran. Gimió profundamente mientras se hundía más en tu erección enterrada dentro de él; apretándolo con fuerza, queriendo más de lo que se sentía tan increíblemente bien.
Tus dedos se clavaron en la cintura de Scott mientras lo observas moverse encima de ti; su propio clímax ya se estaba construyendo constantemente. ── Mierda, sí... móntame más rápido... ── Jadeas y gruñes con voz ronca, tu voz estaba llena de deseo crudo que coincidía con cada movimiento de Scott.
Cada vez más cerca del borde del éxtasis, Scott comenzó a empujar aún más rápido hasta que su piel se unió húmedamente a la tuya en una embriagadora mezcla de sudor y arousal a su alrededor como una niebla sensual.
── A-Ah~ _______, mmm.. más r-rápido... ── El orgasmo de Scott se estrelló sobre él con tal fuerza que lo dejó momentáneamente sin aliento, cada músculo de su cuerpo se apretó con fuerza alrededor de ti, ordeñandolo con fuerza hasta que otra ola de placer lo invadió y estalló una vez más, cubriendo ambos.
El abdomen de Scott estaba cubierto por su propio esperma caliente. Perdido en esta neblina eufórica, Scott se desplomó sobre ti enterrando su rostro profundamente en el hueco de tu cuello mientras su corazón latía salvajemente al igual que el tuyo, conectados no solo por el deseo sino también por algo más profundo, más crudo; algo que desafiaba cualquier intento de explicación.
Aunque sabía que esto no era más que un fugaz encuentro en la fiesta de Julie y podría haber sido fruto de la lujuria alimentada por el alcohol, por ahora, ambos chicos estaban perdidos en esta burbuja donde los deseos habían chocado y entrelazado de manera tan inesperada.
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softaikiria · 10 months ago
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Ya no he vuelto a escribir, he encontrado tanta melancolía en la vida que ya no hayo forma de desahogar lo que siento, como si algo hubiera muerto dentro mío. Entonces, cuando me siento inspirada mi mirada se pierde en el balcón de mi solitaria casa y no encuentro las palabras para expresarlo. Como decirlo, me siento vacía, hueca, como un árbol viejo. Me sería más fácil irme lejos y gritar, pero no tengo fuerzas para sacar mi voz, me sería más fácil acostarme y llorar, pero todas mis lágrimas ya han sido derramadas. Si me siento en la ducha sabré que la lucha ha acabado y yo no he sido más que otra hija del todo misericordioso que ha sido derrotado.
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6iloan4 · 1 year ago
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"Rusia y México cansados de las charlas y saludos formales, salen al balcón a ver la vista, cada uno en lo suyo; México disfrutando de la paz y el aire, y Rusia observando cada detalle de aquella vista a la ciudad.
Una vista oscura, pero con pequeños toques de brillos provenientes a las luces de los hogares, trabajos, postes de luz y carros que hacian ver a la ciudad aún viva. El más alto ve algo de reojo que le llama la atención, el ángel de la independencia. Cuando voltea, su mirada en vez de enfocarse en aquel monumento, cae en algo que aunque no lo sabia, catalogaría como lo más hermoso de aquella ciudad... México.
Esa si que era una bonita vista..." ♡
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Hice un intento del angel de la independencia, lo siento jajsja. Pido perdón a todos los que viven en la ciudad de México 😭
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rubywolffxxx · 2 months ago
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Compañeros de batalla (Benjicot x lectora)
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Masterlist de mi autoría
Resumen: la relación entre el par de jóvenes empezó con el pie izquierdo. Se odiaron. Pero con el pasar del tiempo, y compartiendo batalla tras batalla, el par de guerreros no tardó en desarrollar sentimientos especiales por el otro
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• Hija bastarda de Corlys Velaryon, ____ Rivers fue aceptada hace no mucho como parte de la familia. Aún así, no quiso despegarse de su apellido asignado al nacer.
"Si no me quisieron dar el apellido Velaryon al nacer, que no lo hagan ahora. Mi identidad no depende de ello"
• Juró lealtad a su "cuñada" Rhaenyra, pues de verdad adoraba la idea de una mujer sentada en el trono de hierro.
• Ahora allí estaba, hincada en una rodilla frente a ella, jurando defenderla con su vida.
• Como primer misión designada, ____ fue enviada con un pequeño grupo de guerreros a reagruparse con una familia aliada. Debía confirmar su lealtad.
—¿Por qué enviaron una niña?—
—¿por qué TÚ eres un niño?—
Benjicot Blackwood recibió a aquella joven en su campamento, sorprendiéndose de que el enviado de la reina era una mujer de aspecto tan delicado.
—¿Me ofendes?—
—Usted lo hizo primero.—
—... ¿Cómo diablos te llamas?—
—____ Rivers, mensajera de la reina Rhaenyra.—hizo una vaga reverencia, ya desganada por la prepotencia.
—Rivers... ¿Bastarda?—
—Negada a reconocimiento, si. Los apellidos me importan un diablo ¿Piensa decirme su nombre?—
Benjicot sonrió, algo interesado por aquella mujer que lo miraba con cierta molestia.
• Esa tarde, ____ se dedicó a transmitirle a Ben la idea de la reina Rhaenyra. Quería dar un mensaje. Lo que pasaría con aquellos que fallaran a su juramento de lealtad cuando Viserys la nombró heredera.
—Antes de venir recorrí el pueblo, averigüé un poco del castillo.—la chica desplegó un mapa, y luego otro encima—. Yo creo que puedo infiltrarme y traer su cabeza.—Ben levantó la mirada del mapa, enarcando una ceja.
—¿Sola? ¿Tú?—
—¿me preparo para un comentario despectivo?—lo miró aburrida, haciéndolo reír.
—Tal vez no sea una casa grande pero sigue siendo un lord, van a matarte si te descubren.—
—¿Y si vuelvo con su cabeza?—
—Ganas mi respeto.—
—Me importa una mierda tu respeto...—volvió la atención al mapa—. No tienes nada que me interese.—
—Y si no vuelves, iré con mis hombres y los tuyos a incendiar el pueblo entero ¿Bien?—
—... Hay mujeres y niños, no puedes hacer eso.—
—Bien, solo hombres.—rodó los ojos—. Que aburrido... Mejor no mueras.—
• En ese primer día de conocerse, el par de jóvenes no conectó del todo. En realidad, no conectaron para nada.
• Pero cuando Ben fue despertado por su primo la mañana siguiente para avisar que la mujer había vuelto, algo empezó a cambiar.
• ____ estaba ahí parada, con la cabeza del lord en una mano y con una espada en otra. Estaba cubierta de sangre, y su respiración era algo agitada. Ben sonrió sin darse cuenta.
"Soy de barcos, no caballos... Se escapó el mio... ¿De qué te ríes?'"
• Después de ese día, el par de jóvenes fue a todos lados juntos.
• Tenían hombres a su cargo, pero habían encontrado cierto gusto a no llevarlos consigo. No los necesitaban.
• Causaban desastres a donde fueran, y Rhaenyra estaba más que complacida por la tétrica manera de manejarse que tenían.
• Al cabo de una treintena de días, ya eran inseparables.
• Fue cierta tarde cuando Ben fue emocionado a buscar a su compañera por una nueva cruzada, extrañándose al recibir una negativa.
—¿Cómo que no?—Ben miró indignado a la mujer sentada en aquel balcón, parecía algo distraída.
—Ahora no puedo, la próxima semana tal vez.—
—¡Hay que matarlo ahora!—
—Ve solo, puedes con eso —
—... Pero quiero ir contigo.—____ lo miró, notando lo frustrado que estaba.
—Te digo que ahora no puedo, estoy... Indispuesta.—
—¿Otra vez comiste marisco pasado?—
—No es ese tipo de...—suspiró avergonzada—. Es otra cosa.—
—¿Qué cosa? Dime. Buscamos una solución y vamos por las cabezas de esos tipos. Apúrate.—
—Eres exasperante...—lo vio alzar las cejas, sonriendo de forma extravagante—. Me llegó la madurez, Blackwood... La flor roja.—
—¿Qué diablos es eso?—
—Cosa de niñas, no de tu incumbencia.—
—¿Por qué diablos una flor te impediría ir conmigo a-
—Mis tripas escurren y por mi vagina salen chorros y chorros de sangre, estrujando mi estómago generándome un gran dolor...—lo miró algo molesta—. Eso es una flor roja.—
—... ¿Duele mucho?—
—No tanto como la puñalada del demente de la semana pasada. Es soportable.—
Aquello hizo que Ben se sintiera extraño.
Tal vez no sabía mucho del cuerpo femenino, pero estaba al tanto de que si eso comenzaba a pasarle a una mujer, lo más probable es que ya pueda engendrar hijos.
Y eso, en contexto de guerra, siendo hija de un Velaryon... Podría significar compromisos. Compromisos que Ben no quería para su compañera.
—Sé lo que piensas, y me temo que ya no podré salir contigo tanto como antes... Tal parece que Corlys quiere comprometerme.—
—¡No puede hacer eso!—a ____ le extrañó la molestia de su amigo—. Apenas estamos comenzando a hacernos un nombre en el campo de batalla, no puedes ser una... Una paridera de herederos.—
La mujer rió bajito, conmovida por la indignación del chico. Ella estaba igual.
—Falta para eso, no te preocupes... Ya te dije, si me esperas, vamos en unos días.—
—... Bien.—
• Ben esperó pacientemente la semana siguiente, alegrándose al ver a su amiga llegar cierta mañana a su hogar.
"¿Cortamos cabezas, Blackwood?"
• No era la primera vez que el par cometía una masacre, pero esa vez se sintió diferente.
• Ambos sentían que podía ser la última vez que coincidían como compañeros en sus matanzas de guerra. Estaban frustrados, y eso se transmitía a la brutalidad de sus ataques.
—¡Ben!—El chico estaba tan absorto en aquel escudero que apenas reaccionó cuando ____ gritó su nombre. Tenía un hombre a sus espaldas.
Su velocidad de respuesta no era suficiente para poder hacer algo, pero ____ ya estaba ahí, atravesando el pecho del enemigo. Su cuerpo inerte cayó frente a Ben.
—¡Llevo rato advirtiéndote!—____ sacó la espada del cuerpo y lo miró molesta—. ¿No me escuchas, idiota? Casi te matan.—
—Me salvaste...—
—¡Por supuesto que sí, soy mejor que tú!—
La molestia rápidamente se transformó en una sonrisa burlona, una que acompañada de salpicones de sangre y raspones en el rostro de la mujer, emocionaron a Ben.
La tomó de las mejillas con cierta rudeza, embarrando aún más esa sangre fresca. Y la besó. Se separó enseguida, notando el rostro confundido de la mujer. Pero ____ no tardó en besarlo de vuelta, con cierta desesperación.
—Te casarás conmigo.—la mujer sonrió algo agitada por el reciente beso ansioso.
—¿le pedirás mi mano a Corlys?—
Ben llevó sus manos al cuello de la mujer, masajeándolo vagamente.
—... no se la pediré a nadie.—la miró—. A ti, tal vez.—
____ tomó las mejillas del joven, presionándolas apenas. Miró sus labios por un segundo, haciendo que Ben perdiera la cabeza.
—¿Y si no te la quiero dar?—
—¿Luchamos por tu mano?—quiso volver a besarla. Ella retrocedió.
—Yo ganaría.—Ben rió apenas.
—¿Probamos?—
—¿Puños o espadas?—
—... Se me ocurren otras cosas.—
• Ben tenía razón con sus extraños sentimientos esa tarde.
• Aquella sería la última vez que combatirían codo a codo como compañeros.
• A partir del próximo encuentro, sería como esposo y esposa.
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deepinsideyourbeing · 3 months ago
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Tengo la regla y me duelen un montón los cólicos 😖 necesito a un Enzo cuidándome xfis🥹
Fluff ♡
Enzo fue el primero en despertar con ese incesante e irritante sonido que resonaba por toda la habitación. Luego de unos segundos se estiró y, procurando no descansar su peso sobre tu cuerpo, tocó la pantalla de tu teléfono para apagar la alarma. Te observó brevemente antes de -con pesar- tocar tu brazo para despertarte.
-Son las nueve- susurró después de besar tu mejilla. Cuando te escuchó quejarte evitó reír-. Yo hago el desayuno.
Te quejaste nuevamente cuando te sentaste y él tomó tu cintura, preguntando en silencio, pero sólo negaste para luego de abandonar la cama y dirigirte hacia el baño lentamente. No pudo evitar mirarte caminar y fue así como notó la mancha en tu ropa, comprendiendo a la vez el por qué de tus quejidos.
Decidió cambiar las sábanas una vez que escuchó el correr del agua y luego se encargó del desayuno. Cuando regresó a la habitación, con una bandeja entre las manos y cargando una almohadilla térmica en su hombro, te encontró bajo las mantas con una expresión de tormento.
-Después lavo las sábanas- dijiste en voz baja, aceptando el ibuprofeno y el vaso de agua que te ofrecía.
-Dejate de joder, nena- contestó con desaprobación, deseando como tantas otras veces que fueras un poco más indulgente con vos misma. Acomodó las almohadas detrás de tu espalda y con cuidado depositó la bandeja sobre tu regazo antes de entregarte la almohadilla-. Está caliente, cuidado.
-Imagino que estas flores no las cortaste de mi...
Obvio que las robó de tus macetas en el balcón pero, en su defensa, quería tener un pequeño detalle sin tener que abandonar el edificio. Hizo una nota mental para no dejar que la semana finalizara sin sumar otra planta a tu pequeña colección.
-No, por supuesto- mintió, escapando de tu mirada acusadora pero divertida-. ¿Querés ver una película? ¿Una serie?
Escogieron juntos un documental, interesante pero lento en extremo, con una duración de hora y media. Llevan recién unos cuarenta minutos y cuando una pelea entre dos leones y un cocodrilo tiene lugar, Enzo llega a la conclusión de que no fue la mejor opción.
Retira múltiples veces la mano con la que masajea tu abdomen (en un intento de mantener el calor y la presión luego de que las semillas de la almohadilla térmica se enfriaran) para limpiar sus lágrimas y se muerde los labios para no emitir sonido alguno.
-¿Estás llorando?- preguntás. Tu intento de ocultar la risa fracasa-. No les pasa nada, ¿no ves? Se escaparon...
-Sí, pero ahora están... Dejá de reírte.
-Perdón, es que...
-Si fuera un documental sobre leones vos también estarías llorando- reclama, pellizcando sin fuerza tu mejilla-. Me voy a preparar otro café, ¿vos querés algo más?
-No, gracias.
-¿Segura?
-Segura.
Antes de cruzar el umbral voltea, con una expresión de diversión, para encontrarte mirándolo de manera suplicante. Regresa con una sonrisa, inclinándose para besar tu frente y luego tus labios, sus manos cubriendo tus mejillas por completo. Su pulgar roza tu piel con delicadeza.
-Elegí una película antes de que vuelva- dice contra tus labios-. Y te voy a preparar otro té, ¿de qué lo querés?
Su cabello cayendo sobre tu rostro te hace cosquillas, pero cuando intentás huir de la sensación Enzo toma tu mentón para besarte otra vez.
PERDÓN por publicar esto siglos después de que lo mandaras, espero que lo disfrutes 🫶🏻
taglist: @madame-fear @creative-heart @recaltiente @llorented @delusionalgirlplace @chiquititamia ♡
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apocarus · 5 months ago
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El egoísmo me lleva a tu puerta, el amor no regresa, aunque le suplicamos, ya hemos cumplido su condena, mis lágrimas han secado el fuego, tu ignorancia ha llenado la biblioteca, estaremos bien. Mis pies están en tu alfombra, el silencio viene de la tumba, quiero decir lo que mis palabras atragantan, pero, alargamos los segundos, tan cambiados, extranjeros en las tierras de cada uno, la piel ha mutado. No veo mis labios en tus venas, tú no encuentras tus huellas en mis parpados, Dios, el tiempo nos ha mutilado, el té saca el calor de nuestras almas, hay un reloj, en la demencia, sonando los minutos, la partida está cerca, esto, fue una medianoche. El cansancio me llevo a buscar tu balcón, tuve que trepar las escaleras, no recordaba los escalones, no sabemos bien que nos trajo aquí, nuestros cuerpos imanes descompuestos, tus labios secos, mis brazos fríos, esto no es el baile conocido. Esperas sin paciencia, me callo sin silencio, está el cuerpo temblando, la jeringa sería más cómodo que esto, quieres preguntar, la respuesta la tienes, la pregunta la dejaste al entrar. Estamos en el pasillo, tu sentado en la mesa, yo apoyada en la silla, recuerdas la manera de la luz del televisor en mis ojos, tengo el sabor de tu cabeza reposada en mis hombros, esta, todo instante de la habitación, los fantasmas al borde de nosotros. El amor se nos retiró en primera escena, sin embargo, llegamos a tres actos, estamos acá luego de cortinas, las reverencias quebró nuestras espaldas, no decimos a que venimos, las rosas muertas entre nuestros puños. Nuestras miradas aún no se cruzan, aún atestiguamos cada pasado que nos roza, me hablas, distante, voz de una mentira, te escuchó, oídos tapados de un culpable, estamos buscando una charla, que sucedió antes de nosotros. Te ríes, gimo, esto está doliendo en alegría, te tapas en la mano, la que sostuve en pena, muerdo los labios los que rozaste en ira, esto, no tiene una gran manera de ser. Estamos en la ventana, tus piernas se balancean en la caída, mis manos sostienen todo, menos tu cintura, no nos miramos, la puerta está abierta. Jamás nosotros, el amor nos abandonó a primera hora, tu nombre no sabe el mío, mi apellido no acosa el tuyo, estamos, detenidos, contenidos, si retenemos, la obra no termina. Pero, pero, el final se aproxima, el punto nos acosa, y, miramos el atardecer, mis pasos dan tres atrás, los tuyos dan cinco atrás. Batalla de amanecer a la reversa, las pistolas bajas, la despedida perdida, nos miramos al reflejo, te ves joven, ligero, bello, no mío, me ves libre, feliz, suelta, no tuya. La puerta se cierra detrás de mí.
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viejospellejos · 10 months ago
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Agenda 2030: no tendrás nada y serás feliz (ojo a las miradas de traumados)
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“El salón de la casa es amplísimo y muy luminoso. A través de la extensa cristalera que da al balcón se tienen unas buenas vistas del skyline de Madrid desde el distrito de Puente de Vallecas, al sur de la capital”.
Es un piso que Víctor Marín, un fisioterapeuta autónomo de 33 años, comparte con otras tres personas. @20minutos
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flan-tasma · 1 year ago
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Mil canciones para mil amores pt. 2
Algunos otros hombres de Genshin y sus pequeñas historias de amor según canciones que me gustan y son tremendos temazos, siseñor. Pero ahora más individual.
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Content: Neuvillette, Wriothesley, Tighnari | Google Translate sponsors me (it's a lie) If I made any mistakes in the english translation, I would be happy to read your comments! | Content in spanish and english
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Neuvillette
Todas las mañanas se levanta cansado y sin ganas de salir de la cama, mirándote fijamente y enamorándose de tu silueta tranquila que ronca contra su cuerpo. Te cubre con las sábanas y te abraza para darte más calor porque el mundo exterior es más frío cuando se alejan. Tiene que ir a trabajar, debe pasar un día completo y no podrá estar a tu lado por más de unas pocas horas y eso le desgarra el corazón, deseando que sus abrazos los conecten por arte de magia y así poder llevarte a donde sea y que tu lo guíes a donde gustes. Le dices que deben salir a trabajar y los cielos de Fontaine empiezan a nublarse para llorar en nombre del dragón Hidro quien ahora no quiere soltarte. "Pronto podremos descansar, no te dejaré" Tratas de que te suelte, pero su calor te seduce a dormir más sobre su pecho desnudo, sus manos crean figuras en tu espalda y el frío de afuera contrasta con la calidez que sienten al estar entre sus brazos y la manta. ¿Por qué te hacía tan difícil salir de la cama? Siempre te abrazaría y no te soltaría hasta realizar su berrinche silencioso diario. "Todo lo que hago lo hago por ti. Tu eres todo lo que quiero." Y ambos vuelven a cerrar los ojos para descansar unos minutos más.
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Every morning he wakes up tired and unwilling to get out of bed, staring at you and falling in love with your calm silhouette that snores against his body. He covers you with the blankets and hugs you to give you more warmth because the outside world is colder when they walk away. He has to go to work, he has to spend a full day and he won't be able to be by your side for more than a few hours and it tears his heart, wishing that his hugs would magically connect you so that he could take you anywhere and that you guide it wherever you like. You tell him that they must go out to work and the skies of Fontaine begin to cloud over to cry in the name of the Hydro dragon who now does not want to let you go. "Soon we will be able to rest, I won't leave you" You try to get him to let go of you, but his warmth seduces you to sleep more on his bare chest, his hands create figures on your back and the cold outside contrasts with the warmth you feel when being between his arms and blanket. Why did it make it so difficult for you to get out of bed? He would always hug you and not let go until he had his daily silent tantrum. "Everything I do I do for you. You are all I want." And they both close their eyes again to rest for a few more minutes.
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Wriothesley
Se encontraron por primera vez durante la búsqueda y captura de un criminal, Wriothesley estaba persiguiendo al culpable de un asesinato sin saber que tu también lo seguías por el otro lado de los callejones. No supo de tu presencia hasta que saltaste desde un balcón con un arma de fuego en brazos y disparaste una red a las piernas del prófugo que lo hizo tropezar y caer al suelo. El Alcaide del Fuerte Merópide y tu cruzaron miradas confusas sin importarles si el criminal trataba de escapar (spoiler, no podía), ahora solo importaba que le estabas apuntando a él y, con el corazón acelerado por las razones que fueran, alzó sus manos en signo de inocencia y sonrió, ambos estaban aquí por las mismas razones, y para evitar la posibilidad de que te lancen a la cárcel por apuntarle al señor, soltaste un rápido "Bang, bang, bang" a modo de broma, sin saber que, metafórica y emocionalmente, lanzaste tres redes al corazón del hombre y lo robaste sin querer aquella noche.
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You met for the first time during the search and capture of a criminal, Wriothesley was chasing the culprit of a murder without knowing that you were also following him on the other side of the alleys. He didn't know of your presence until you jumped from a balcony with a firearm in your arms and shot a net at the fugitive's legs, causing him to stumble and fall to the ground. The Warden of Fort Meropide and you exchanged confused glances without caring if the criminal tried to escape (spoiler, he couldn't), now it only mattered that you were aiming at him and, with his heart racing for whatever reasons, he raised his hands in sign of innocence and smiled, you were both here for the same reasons, and to avoid the possibility of being thrown in jail for targeting the gentleman, you let out a quick "Bang, bang, bang" as a joke, without knowing that, metaphorically and emotionally, you threw three nets into the man's heart and stole it unintentionally that night.
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Tighnari
Era doloroso para ti y era doloroso para Tighnari, quien siempre estaba contigo cuando tu novio basura te trataba mal o cuando tu cita nueva resultaba ser un desastre. Siempre siendo un hombro para llorar y la voz de la razón que te pedía que dejaras de buscar amor en lugares tan patéticos, pero no era más que un hipócrita. Ayudando a alguien que quería amor, mientras él desesperadamente se esforzaba por que lo mires de una manera diferente. Había veces en las que quería golpearte con una maceta, y en una noche en la que llorabas y él te consolaba las cosas simplemente sucedieron. Sus labios y los tuyos se fusionaron y fue el momento más glorioso de toda su vida, su garganta dejó escapar un gruñido de alivio y su lengua masajeaba la tuya con necesidad. No sabía si esto te haría sentir mejor, no sabía si cambiaría algo o si haría que dejaras de besar a cada persona que encontraras en el camino de tu vida, pero profundamente deseaba que tu atención fuera solo suya. "Puedes besar la piel de mis labios si eso te hace sentir mejor... Pero no estoy dispuesto a ser solo un romance que salió mal para ti. No seré un mal amorío."
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It was painful for you and it was painful for Tighnari, who was always there for you when your trash boyfriend treated you badly or when your new date turned out to be a disaster. Always being a shoulder to cry on and the voice of reason asking you to stop looking for love in such pathetic places, but he was nothing more than a hypocrite. Helping someone who wanted love, while he desperately tried to make you look at him in a different way. There were times when he wanted to hit you with a flower pot, and on a night when you were crying and he was comforting you things just happened. His lips and yours fused together and it was the most glorious moment of his entire life, his throat letting out a grunt of relief and his tongue massaging yours needily. He didn't know if this would make you feel better, he didn't know if it would change anything or if it would make you stop kissing every person you met in your life's path, but he deeply wanted your attention to be his alone. "You can kiss the skin of my lips if it makes you feel better... But I'm not willing to be just a romance gone wrong for you. I won't be a bad romance."
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belencha77 · 5 months ago
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CAPITULO 4 - ENCRUCIJADA DE ALMAS
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¿Sera que Max sepa algo? Sus palabras me hicieron vacilar por un instante, pero decidí mantenerme firme.
|| No, Max, no lo haré... Hoy fue demasiado para mí... Estoy demasiado cansada para ser sincera || respondí con determinación.
|| Pero, Riley... || intentó objetar, pero inmediatamente lo interrumpí.
|| Max, ya te dije que no... Esta noche fue difícil, y debo recuperar mis fuerzas porque todos estos malditos eventos van a ser así. Y verlo desfilar con esa loca me pone mal. Como te digo, no deseo buscar una angustia extracurricular esta noche... Solo quiero dormir || expliqué con frustración. Salí del baño y fui directo a mi cama, envolviéndome en mis cobijas || Te veré por la mañana ¿Ok? || agregué antes de cerrar los ojos para tratar de descansar.
La expresión de Maxwell se desvaneció al aceptar que no iba a ganar esta pelea. Con un simple "buenas noches", se retiró a su habitación.
Me sumergí entre las sábanas, buscando calmar mi mente para conciliar el sueño. Mis pensamientos se agolpaban y las lágrimas caían de mis ojos al repasar los acontecimientos de la noche una y otra vez. De repente, lo imaginé de pie en el balcón, esperándome. ¿Le dolería mi ausencia? Me preguntaba qué querría decirme. Sería deshonesto negar mi curiosidad por sus intenciones; ya que necesitaba respuestas. Absorta en estas reflexiones, y tras tantas lágrimas derramadas, perdí la noción del tiempo. Finalmente, logré vencer el insomnio y me sumí en un sueño inquieto.
**
Horas después, un golpe firme pero suave en mi puerta me despertó. Frotándome el sueño de los ojos, me levanté lentamente de la cama. Tomé mi bata y me la puse mientras me acercaba a la puerta "Qué insistente eres, Maxwell", murmuré para mí misma mientras ataba el nudo de la bata.
|| Maxwell, ya te dije que... || exclamé al abrir la puerta, pero fui interrumpida de inmediato. Mi respiración parecía detenerse cuando me encontré con unos ojos azules que me aguardaban al otro lado || Buenas noches, Su Majestad || murmuré rápidamente, componiendo mi rostro para ocultar mi sorpresa y, sobre todo, mi tristeza. Acto seguido, me sumergí en una reverencia formal. Era la primera vez que estábamos a solas desde su ascenso al trono, y me sentía incierta sobre cómo dirigirme a él.
<<Punto de vista de Liam>>
Observé a Riley durante un instante. A pesar de parecer recién despierta, irradiaba una belleza innegable. Sin embargo, tras su intento de mantener una expresión estoica, sus ojos delataban el dolor que intentaba ocultar. Verla así me partía el corazón.
|| Riley || dije, buscando su consentimiento || ¿Puedo? || Ella asintió y se apartó, permitiéndome entrar antes de cerrar la puerta tras de mí. Por un momento, nos quedamos en silencio, intercambiando miradas mientras intentábamos descifrar los pensamientos del otro || ¿Recibiste mi nota? || pregunté finalmente, rompiendo el silencio que nos envolvía. Honestamente, esperaba que negara haberla recibido junto con las flores, pero Riley asintió, hundiéndome el corazón.
|| Perdóneme, su Majestad || me dijo, haciendo que me estremeciera levemente. Esta era la tercera vez que usaba mi título. Echaba de menos la forma en que sonaba mi nombre cuando salía de sus labios || Recibí la nota, pero la reunión fue más agotadora de lo que esperaba, así que decidí descansar más temprano esta noche || dijo Riley, sin ni siquiera mirarme.
|| Riley || la llamé, buscando su mirada mientras me acercaba lentamente || Sabes que no hay necesidad de formalidades cuando estamos solos || expresé con un toque de ternura, extendiendo mi mano hacia ella, aunque la retiró con rapidez.
|| Estás comprometido, así que supongo que está mal visto que estés a solas con la prostituta de la corte || dijo con un tono cargado de rabia.
|| Por favor, Riley… || imploré, pero ella me interrumpió sin darme oportunidad de terminar.
|| Para eso estás aquí, ¿verdad? ¿Vas a regañarme y decirme cuánto te lastimé? ¿Vas a decirme cómo te arrepientes de todo lo que me dijiste esa noche? ¿De cómo te arrepientes de haber estado junto a mí? || Y diciendo esto, Riley me dio la espalda, y pude ver cómo secaba las lágrimas que se le habían escapado. Mis ojos se abrieron de par en par ante sus palabras. Durante todo este tiempo, había pensado que ella me estaba evitando porque estaba enojada conmigo por lo que pasó en la coronación. Nunca esperé que pensara que yo creía en las imágenes.
|| Riley, sé que no hiciste nada. ¿Tú y Tariq? Por supuesto que no. No necesito preguntarte para saber que fue una trampa... ||
|| Entonces… || Dijo Riley dándose parcialmente una vuelta, pero al hacerlo, noté cómo grandes lágrimas corrían por su rostro || ¿Sabes que fue una trampa? ||
|| Claro que lo sé || respondí con firmeza, acercándome a ella cuando se volvió completamente hacia mí. Tentativamente, levanté una mano para secarle las lágrimas || Riley, quise decir todo lo que te dije en mi coronación y me mantengo en eso. Nada de los momentos que he pasado contigo serán un arrepentimiento. El haberme entregado a ti esa noche fue lo mejor que me pasó. Lo único que lamento es haber elegido a Madeleine en vez de a ti ||
|| ¿Por qué la escogiste entonces? || Su dolor fue rápidamente reemplazado por ira y confusión mientras se alejaba nuevamente de mí.
|| ¿Podemos sentarnos? || pregunté, inclinando la cabeza hacia el banco que se encontraba al final de su cama. Riley asintió y nos sentamos uno al lado del otro, aunque mantuvo la mayor distancia posible entre ella y yo || Riley, alguien estaba decidido a evitar que te convirtieras en reina. Estaban dispuestos a hacer todo lo posible para tenderte una trampa y ponerte en una posición comprometedora, invadiendo tu privacidad. Drake me contó sobre lo que pasó con Tariq y el problema de la cerradura de tu puerta. Quienquiera que haya sido, estaba dispuesto a poner en riesgo tu seguridad y obviamente tiene recursos considerables y acceso a la corte || expliqué mientras respiraba hondo y apoyaba mi mano en su rodilla || Si esa noche te hubiera elegido a ti... A partir de ese momento, estarías en peligro ||
|| Pero te habría tenido a ti para protegerme. Sé que no dejarías que me pasara nada... Tú tienes guardias y todo eso || dijo con certeza y seguridad, pero también con confusión.
|| Lo sé, pero ya te fallé una vez en protegerte || Mi mirada cayó a mis pies, reprochándome internamente por no haber estado ahí para ella esa noche || Esa noche te fallé porque no estuve cerca para cuidarte. Ojalá pudiera decir que los guardias lo harían, pero la verdad es que tampoco se puede confiar en ellos; fallaron al no verificar la seguridad en tu puerta. Todo el lugar estaba destinado a ser seguro y mira lo que te pasó. Así que cuando pienso que alguien quiso hacerte daño y lastimarte, y sobre todo que fue capaz de manipular la situación tan meticulosamente... Me aterroriza pensar que quieran tenderte una trampa peor. Por eso, la única forma en que pude pensar para mantenerte a salvo fue elegir a Madeleine y hacerles creer que habían ganado || Hubo un breve silencio en la habitación, ambos dejando que la gravedad de la situación actual se asimilara || ¿Recuerdas cuando te hablé de mi madre? || Finalmente hablé, y Riley me miró con curiosidad.
|| Sí, dijiste que la perdiste cuando eras un niño || recordó Riley.
|| Así es, pero no te dije cómo... Y eso fue porque se mantuvo en secreto para el público || Mis ojos se encontraron con los de Riley, y no pude evitar que algunas lágrimas quisieran liberarse || Ella fue envenenada ||
|| Oh, Dios mío, Liam. Lo siento mucho || Riley puso una mano reconfortante en mi hombro. Aclaré mi garganta y me levanté de mi asiento.
|| Esa es exactamente la verdadera razón por la que no pude elegirte. Ella era la reina, pero había alguien que la quería fuera del camino y tenía los medios para hacerlo realidad || expliqué con pesar. Caminé hacia Riley y me arrodillé frente a ella, tomando sus manos || Sería fácil simplemente romper el compromiso, pero te pondría en peligro. Entonces, para que todo el plan de ellos funcionara, tenía que parecer que realmente creía en las fotos y que había roto lazos contigo. Es por eso que no podía tampoco buscarte... || Dentro de mí, sentía que me rompía y mis emociones me ganaban || Riley, si te hubiera perdido ||
<<Punto de vista de Riley>>
|| Riley, si te hubiera perdido, habría lamentado por el resto de mi vida la decisión de la Coronación porque te habría lastimado... Y lamento que haya sucedido como sucedió, pero en ese momento era lo que sabía que te podía poner a salvo... || Me miró y ambos nos quedamos perdidos en nuestras miradas. Estudié la expresión de Liam, notando el dolor y el miedo en sus ojos En ese momento, comprendí que realmente creía que esta era la decisión correcta, incluso si yo no estaba de acuerdo con ella. De repente, Liam continuó || ¿Por qué no me contaste lo que pasó en Applewood? ||
|| Porque ya tenías suficiente con qué lidiar, además, no pasó nada || le dije tratando de justificar mi silencio.
|| ¡Pero pudo haber sucedido, Riley! Y si me lo hubieras contado, Tariq habría tenido que pagar por… || Liam guardó silencio, apretando la mandíbula y los puños ante el mero pensamiento de lo que me pudo haber pasado esa noche || Habría tenido que responder por lo que intentó hacerte ||
|| Ya no importa, Liam. Lo hecho, hecho está... Pero, aunque no lo creas, ahora estoy entendiendo por qué lo hiciste || le dije con un tono tranquilo, pero cargado de emociones.
|| El hecho de que trates de entenderme me deja tranquilo, y ojalá hubiera habido otra manera || expresó Liam con pesar en su voz, mientras se acercaba a mí con la mirada llena de anhelo || Maldición, Riley, no imaginas cuánto te he echado de menos || Y con estas palabras Liam se inclinó para besarme, pero rápidamente lo detuve. Siento mucho dolor y lucho contra las lágrimas mientras la confusión y la duda se apoderan de mí.
|| Liam, yo también te he extrañado, pero… || Las palabras se atoraron en mi garganta mientras buscaba la manera de expresar lo que sentía. Es claro que Liam está sufriendo, y sé que siente desesperación por tocarme. Yo también anhelo su toque desesperadamente; sin embargo, debo alejarlo. Parte de mí siente que debe castigarlo por el dolor que siento || El problema aquí es que estás comprometido con Madeleine, incluso si no es lo que siente tu corazón… Así que no sé lo que significa esto para nosotros || continué con un nudo en la garganta. Él rápidamente tomó mi mano y, sin pensarlo, lo permití. Con suavidad, dio la vuelta mi mano y me besó la palma. Me estremecí de placer y emoción. Cerré mis ojos, sintiendo el dolor de ambos.
|| Mira, Madeleine y yo tenemos un trato. Ella sabe que no estoy enamorado de ella, y ella tampoco lo está de mí || explicó Liam, buscando mi comprensión.
|| ¡¿Ella no está enamorada de ti?! || pregunté confundida, recordando sus insinuaciones y melosidades || ¿Por qué se porta así contigo entonces? ||
|| Porque ella es inflexiblemente práctica y tan astuta como calculadora. Se comporta así porque debe aparentar ante los demás. No le importa no tener mi corazón, es por eso que la elegí. Sobre el papel, ella es la mejor opción || explicó Liam con resignación. Mi mirada bajó, pero Liam colocó su dedo debajo de mi barbilla, levantándola para mirarme a los ojos || Pero ella me ofreció un arreglo la noche antes de la Coronación ||
|| ¿Un arreglo? ¿Qué tipo de arreglo? || Pregunté con un ligero sollozo. Liam limpió otra lágrima perdida de mi mejilla antes de tomar mis manos entre las suyas.
|| Ella me dijo que era obvio que estaba enamorado de ti. Pero independientemente de mis sentimientos, ella sería la mejor Reina para Cordonia. Por lo tanto, si la elegía, ella nos permitiría continuar con nuestra relación y--- || Pero antes de que Liam terminara sus palabras, me levanté abruptamente, apartando mis manos de las suyas y poniendo los ojos en blanco.
|| ¡Qué increíblemente generoso de su parte, ¿no?! || Exclamé indignada. || ¿Cómo se atrevió a pedir tal cosa? ¿Acaso esa mujer no tiene sentimientos? Pero, sobre todo, me lleva a creer que Madeleine es la culpable de todo este engaño. ¿No te parece sospechoso, Liam? || Le dije y Liam se levantó para seguirme.
|| Si lo es, mi amor... pero hay poco que pueda hacer sin pruebas. Además, todo pasó tan rápido que lo único en lo que pensé en ese momento era encontrar una manera de mantenerte en mi vida... ||
|| ¿Entonces tu solución a todo esto es ser el buen rey, casarte con Madeleine y hacerme tu amante? || Retrocedí, poniendo mis manos en mis caderas || ¿Qué clase de vida es esa, Liam? ||
|| No serás mi amante, Riley || me aseguró || Porque no tengo intenciones de casarme con ella. Mi elección es simplemente una obra de teatro para ganar tiempo. Obviamente, para Madeleine, su esperanza es que nada cambie y termine casándome con ella || Dio un paso más cerca de mí, apartando un cabello suelto detrás de mi oreja || Pero mi esperanza es que seamos capaces de descubrir al traidor que conspira contra ti, aclarar todo este lío... || Levantó mi mano a sus labios, besándola suavemente.
|| ¿Y con eso tendremos nuestro 'felices por siempre'? || Suspiré, perdiéndome en la sensación de mi mano en la suya y el roce de sus labios contra mi piel. Liam sonrió mientras usaba sus manos aún unidas a las mías para acercarme más, envolviendo su brazo libre alrededor de mi cintura.
|| Precisamente || Liam hizo una pausa por un momento, disfrutando de la cercanía por la que había estado tan desesperado durante las últimas semanas || Pero tenemos que tener cuidado... mucho cuidado || Mantuve mis ojos fijos en los suyos mientras su expresión cambiaba a preocupación || Por tu seguridad, debe parecer que ya no estamos involucrados || Estas palabras me sacaron de mi aturdimiento y me recordaron mi situación actual.
|| Eso no debería ser un problema para ti || le dije al instante, apartándome de su abrazo || Ya no estamos involucrados, Liam || afirmé con firmeza.
|| Riley, tú sabes a lo que me refiero… Tienes que pensar en nuestro futuro… || exclamó Liam con angustia. Si bien Liam no ama a Madeleine, igual está comprometido y va a casarse. ¿Existe futuro para nosotros? Mi corazón se llena de rabia.
|| Liam, ¿qué futuro? Yo no veo futuro… ¿Qué pasa si Tariq nunca aparece? ¿Qué tal si mi nombre nunca se limpia? Si nada se arregla y realmente te llegas a casar con Madeleine, ¿has pensado en eso? || Pregunté derrotada, dejándolo sin palabras || Entonces, ¿qué se supone que debo hacer… sentarme y esperar las migajas de tiempo que puedas encontrar para mí? ¿Y cuándo debas tener hijos? Una farsa de compromiso es una cosa, pero esperar a que me siente y mire a esa... esa bruja... a Madeleine de todas las personas. ¿Concebir, cargar y criar a tus hijos? ¿Niños que tendría que haberte dado… ¿yo? ¿Mientras yo solo qué? ¿Pasar el rato en algún departamento en el que me tengas escondida? ¿Ser tu pequeño y sucio secreto? || Exclamé, llena de dolor, mientras lágrimas caían por mi rostro.
|| ¡Riley, no! Eso no es... || Sus hombros se hundieron y toda la luz se apagó de sus ojos || Eso no es lo que quiero en absoluto ||
|| ¿Sí? Bueno, no parece importar lo que quieras, ¿verdad? ¡Ni siquiera trataste de luchar por mí, por nosotros! ||
|| Eso no es verdad, esa noche hice todo lo que pude para garantizar tu seguridad y que te quedaras en Cordonia. Me aseguré de que los Beaumont fueran liberados y supieran dónde encontrarte. Abrí una investigación sobre el chantaje y hablé con Bertrand para emprender una búsqueda de Tariq. ¡Incluso Regina me dijo que iba a ayudarte a volver a la corte sin problemas! Como te dije, no te busqué por tu seguridad y para que crean que sigo su juego. Y el compromiso con Madeleine solo es para ganar tiempo y encontrar a los culpables || explicó con frustración, una emoción que rara vez mostraba; generalmente era tan bueno para controlar sus sentimientos. Sin embargo, no hizo nada para calmar su ira y frustración || Riley, antes de conocerte, mi mayor temor era decepcionar a Cordonia y a mi familia. Pero ahora... Mi mayor temor es que tú sufras algún daño por mi culpa. Haré todo lo que tenga en mi poder para evitar que algo te pase ||
|| ¿Y si mi nombre nunca se aclara? ¿Has pensado en eso? || Pregunté, llena de miedo.
|| ¡Claro que lo he pensado, mi amor! ¡Es en lo que más he pensado! ¡Ese pensamiento me ha atormentado todo el tiempo!... Solo te pido que me des tiempo… Que tratemos de encontrar al culpable para librarte de esa carga pesada ||
|| Esto es muy difícil, Liam… No sé si pueda resistir || le dije angustiada, mientras él se llenaba de preocupación.
|| Riley, esto lo hice para ganar tiempo y, sobre todo, resguardar tu seguridad… Por favor, dime que lo intentarás… Sinceramente, no creo que pueda vivir sin ti. No puedo hacerlo sin ti || su voz se quebró. Podía sentir su dolor. Liam se inclinó para besarme, pero levanté una mano para detenerlo.
|| Liam, entiendo que pensabas que estabas haciendo lo mejor para mí, pero… ||
|| Pero ¿qué? ||
|| Pero tomaste decisiones, las más importantes sobre mi vida, sin mi opinión. Tú y Madeleine tienen un arreglo. Pero es un arreglo al que no he accedido || Liam me miró lleno de confusión.
|| Es que, Riley, no hubo tiempo pa-- || Pero antes de que siguiera, lo interrumpí.
|| ¡Deberías haber hecho tiempo! || Y en ese momento me odiaba a mí misma por las lágrimas que brotaban de mis ojos y amenazaban con desbordarse. Me había prometido a mí misma que no iba a llorar.
|| ¡Riley, no lo entiendes! Estaba bajo presión, no te-- || y nuevamente lo interrumpí, limpiando mis lágrimas y tratando de contener mis emociones.
|| ¿Crees que no entiendo? || Le dije con rabia, pero esta vez controlé mejor mis emociones, colocando mi rostro más estoico || Liam, regresé solamente para limpiar mi nombre. Si tengo éxito en eso, entonces podemos tener una conversación sobre lo que eso significa para nosotros. Pero por ahora, estás comprometido. Puede ser político, y puede que no haya sentimientos involucrados, pero no me meto en el medio. Estoy tratando de detener los rumores, no darles más cosas para usar en mi contra || le dije tratando de controlar mis sentimientos.
|| Riley, por favor… ||
|| Liam ¿Qué diferencia hace ahora? || Exclamé.  
|| ¿Qué diferencia hace? ¿Cómo puedes preguntar eso? Hace toda la diferencia. ¿Acaso no lo ves? Hice lo que tenía que hacer para protegerte, mientras trabajaba entre bastidores para despejar el camino para tu regreso, para que pudieras volver conmigo. ¡Riley, te amo y no quiero nada más en este mundo que estar contigo! ||
|| ¿De verdad me amas? || Digo frustrada. Liam se quedó quieto por un largo momento, mirando a sus pies || Mira cómo nos está funcionando el poder estar juntos || Y cuando volvió a mirarme, vi lágrimas brillar en sus mejillas.
|| Riley, por favor… ¡Por favor, dame otra oportunidad! || Liam, que normalmente controlaba sus emociones, se arrodilló en el suelo, abrazando mi cintura con desesperación. El hombre fuerte sonaba roto. || Tú sabes que haría cualquier cosa por ti, cualquier cosa… Si tú me dejas, no creo que pueda soportarlo || El dolor y la desesperación resonaban en su voz como nunca antes || Necesito saber si me amas, Riley… Porque no soportaría el hecho de que no lo hagas || Al ver su rostro surcado de lágrimas y la angustia en sus ojos, toda la ira que sentía se desvaneció. Mi corazón parecía detenerse por un momento. Sentí cada gota de su dolor y no podía soportar verlo sufrir. Me arrodillé junto a él y con suavidad levanté su rostro, buscando sus ojos.
|| Por supuesto que te amo, Liam… || Le dije, mirándolo fijamente mientras también caían lágrimas de mi rostro || Si no lo hiciera, estaría en estos momentos en Nueva York… || Él me tomó entre sus brazos con fuerza.
|| Dime que me darás otra oportunidad… No puedo continuar sin ti || Me miró con angustia en sus ojos || Por favor… || Por un momento, el dolor se detuvo. Éramos las únicas dos personas que existían. Estaba en sus brazos de nuevo y todo parecía estar bien en el mundo. Inhalar su olor mientras enterraba mi rostro en su nuca envió una cascada de alivio a través de mi cuerpo. Lentamente asentí con la cabeza y él me abrazó con más fuerza || Gracias… Gracias por darme otra oportunidad || Sin darme cuenta, y sin ningún pensamiento consciente de mi parte, comenzamos a besarnos. Sus labios devoraban con avidez los míos. Luego nos separamos. Liam colocó su cabeza en mi frente y me miró con atención || ¿Sabes? Te escuché cantar en el bar… ||
|| ¿En serio? No noté que estabas ahí… ||
|| Esa noche salí con Drake porque me encontraba mal… Estaba desesperado por no saber de ti, entonces salimos y te oí cantar. Solo que cuando terminaste la canción fui al baño para tratar de reponerme. Escucharte ese día me rompió más de lo que ya estaba… La canción... fue para mí, ¿verdad? || Miré al suelo por un momento, luego volví a mirarlo a los ojos de nuevo.
|| Sí… || Dije en un susurro || Pero no esperaba que estuvieras ahí y me escucharas ||
|| Riley, ten presente que nunca, nunca quise lastimarte… || La voz de Liam estaba llena de tristeza y pesar, luego tomó mi rostro en sus manos. || Yo nunca me cansaré de ti || Me besó y sus manos recorrieron mi espalda, acercándome a él. Gimiendo su nombre, comenzamos a respirar un poco más fuerte || Te amo tanto ||
|| Yo también te amo || le dije, y sus ojos se oscurecieron con anhelo mientras me tomaba en sus brazos, su boca en mi piel mientras tiraba de mi ropa. Gimió mi nombre, la luz de la luna jugando a lo largo de los planos de mi pecho, mientras me besaba en la clavícula y hacia abajo.
|| Te extrañé desesperadamente... te deseo desesperadamente... || me susurra. Su mano acaricia mi muslo, enganchándolo alrededor de él, mientras me presiona suavemente contra la pared. Pero de repente escuchamos un grito de algunos nobles en la parte de afuera, haciendo que los dos nos sobresaltemos. Me alejo un poco de él y me acomodo mi bata desbaratada.
|| Lo mejor será que no te arriesgues más. El haber venido aquí fue demasiado. Será mejor que te vayas || exclamo, y de mala gana, me alejo. Liam con los ojos aún cerrados mientras descansa su frente contra la mía, toma mi mano, halándome hacia él, y me besa; sus labios permanecen en los míos hasta que me quedo sin aliento. Luego da un paso atrás, me mira y sonríe.
|| No me iré, esta noche es de los dos || me dijo con completa seguridad.
|| Pero, ¿y Madeleine? ¿Qué dirán los demás? || le digo con preocupación.
|| Pensar en este momento juntos ha consumido mis pensamientos durante todo el tiempo que estuvimos separados. No puedo estar más alejado de ti, así que no me importa lo que piensen los demás. Tenerte entre mis brazos es lo único que necesito || expreso.
|| Te amo, Liam || le dije mientras lo miraba con adoración a los ojos.
|| Te amo aún más || murmuró con pasión. Con fuerza, me alzó entre sus brazos y me condujo hacia la cama. En ese momento, nos sumergimos el uno en el otro, entregados a la intensidad del amor que compartíamos.
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A la mañana siguiente, un estruendo en la puerta me saca de mi sueño, sobresaltada. Me levanto con el corazón acelerado, pensando en Liam, pero noto que ya se ha ido. En su lugar, encuentro una hermosa rosa roja sobre su almohada. Una sonrisa tonta se dibuja en mi rostro al recordar la noche anterior, pero otro golpe en la puerta interrumpe mis pensamientos.
|| ¡Está bien, está bien! Ya voy, Maxwell, no hay necesidad de derribar la puerta || respondo con un tono gruñón. Me apresuro a salir de la cama y me dirijo hacia la puerta, esperando encontrarme con Maxwell, pero en lugar de él, veo a otra persona || ¿Qué haces aquí? ¡Pensé que no te volvería a ver! || exclamo con sorpresa.
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final-fantasy-xiii-fan · 2 months ago
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Les ruego una disculpa por el retraso, tuve varios inconvenientes y además una amiga me pidió que cambiara el rumbo del fic, en lo personal quería hacer una historia más inclinada hacia la aventura y las batallas, pero creo que la idea de Lyra no está tan mal. En fin espero que les guste y en especial a mi estimado seatrisa, espero de todo corazón que te guste este cambio. Aprovecharé también para aclarar algo, este fanfic ira subiendo de tono, me refiero a que tendrá una trama un poco mas cruda y explícita, aun así, procuraré no excederme ni ser demasiado explícita. Después de esto no queda mas que presentarles el siguiente capítulo.
Capitulo 4
Tras el largo camino de ida al castillo, Legend permaneció en silencio, incomodo con el atuendo que llevaba puesto, un traje elegante color lavanda, pomposo e innecesariamente incomodo.
La princesa Zelda de la época del capitán, también apodada Artemis, envió tres carruajes con caballos para recogerlos y llevarlos hasta donde sería el baile de otoño.
Cuando por fin se detuvieron, el castillo estaba lleno de personas, enormes mesas repartidas por el gran salón ofrecían comida extravagante, bocadillos, cerveza y licores exóticos traídos desde los diferentes puntos del continente y más allá.
Los músicos tocaban canciones sobre las hazañas del capitán en la guerra y alguno que otro chisme de los Zora para amenizar la velada, pues pronto la princesa aparecería para abrir el banquete y después bailar con su amado Link en la enorme pista,
Las luces tenues y los perfumes golpearon a Legend con mucha más fuerza que ese pequeño pingüino boxeador de Holodrum .
El grupo se pegó más los unos a los otros, se sentían observados, mujeres y hombres nobles los miraban con lujuria o desprecio y reían al toparse con sus miradas azules, verdes y violetas, "la cadena "como les apodo Wind, estaban nerviosos, excepto Wars, quien parecía estar en su elemento, vestido con un traje azul con bordados color plata, botas negras y una capa de terciopelo fino. Wars se internó en la fiesta, saludando con gracia a las personas que se le acercaban, hablando con ellos y comportándose a la altura del evento.
No lograron ni llegar hasta la mitad del salón, cuando una multitud los rodeó, pero en lugar de seres malditos, eran personas que buscaban charlar, conocerlos y quizás tener algo más.
Como era de esperarse, uno de los platillos predilectos de hombres y mujeres, fue Legend, no tardó ni cinco minutos cuando un grupo de mujeres lo abordaron, separándolo de sus hermanos, quienes igual que el, fueron alejándose unos de otros.
Camino un poco, pero de nuevo le cortaron el paso, esta vez fueron varios hombres, uno de ellos le ofreció una copa que también rechazó. Cumplidos, piropos, incluso flores eran ofrecidas ante los pies del veterano, pero el solo quería salir de ahí y rápido.
Luego de evadir a unas hijas de un coronel, se acercó a Hyrule, quien ya estaba rodeado de hombres y mujeres, varias manos traviesas le tomaban por el cuello de la túnica, bajando despacio hasta su pecho y su cinturón, las damas le pedían que les contara sobre las batallas que un joven de tal belleza pudo haber librado, el pobre chico estaba abrumado, no sabía qué contestar, pero por suerte, su héroe llegó para salvarlo y juntos, se escabulleron a un balcón, donde no había nadie.
Legend: maldito capitán, ya nos la pagará
Hyrule: no sabía que los bailes reales fueran así, creía que eran más…
Legend: todos son iguales, la misma mierda elitista en todos lados
Legend se sentó junto a él, en serio estaba asqueado y molesto. Paso una mano tensa por su frente, estaba mareado, otra vez le costaba respirar, pero por fortuna, no estaba solo.
??: Link! ¡Que alegría verte! Un chico vestido con una túnica purpura con bordes de oro, pantalones oscuros y una media capa negra, salió disparado para abrazar a Legend
Legend: ¿pero que mierda? Ravio? ¿Qué estás haciendo aquí?
Ravio: vine en misión diplomática, la princesa Hilda y yo venimos para mejorar las relaciones con otros reinos. ¡Pero… mírate nada más! ¡Que guapo te ves! ¡Incluso te cortaste el cabello! ¡Al fin dejaste que alguien que no fuera yo lo hiciera, te ves muy bien y tu hermano! Hola Hyrule!-el chico se lanzó a los brazos del otro.
Hyrule atrapado en el incomodó abrazo contesto: también me da gusto verte Ravio
Ravio: bueno porque no vamos adentro, los tragos están buenos, también hay alguien que quiere verte link- refiriéndose a Legend.
Legend aun aturdido, le contestó al mercader: lo siento Ravio, no tengo ánimos para hablar con nadie.
Ravio: ¡oh vamos! No te pongas difícil, además, tengo mucho que contarte
Legend molesto le respondió: escucha no tengo intensiones de estar en esa fiesta, si quieren entrar háganlo yo los espero aquí.
Ravio sabía que cuando Link se comportaba así, era imposible convencerlo, prefirió darle espacio y evitar una reacción peor: está bien, te veremos después. Vámonos Hyrule, están sirviendo unas bebidas muy buenas. Segundos después de que se fueran, Legend se asomó por el borde del balcón, estaban como a unos 40 metros de altura, ni con la vara de somaria lograría crear un punto seguro para escapar, vencido se dejó caer sobre la banca de mármol, furioso, incomodó y con una migraña épica. Se cruzó de brazos y miro hacia las estrellas…
Cuando de repente, alguien se sentó a su lado.
Legend: Ravio ya te dije que te fueras a la mier…
Fable: Hola Link, veo que sigues siendo el mismo de siempre
Como si le hubieran mordido la espalda, Legend se levantó, mirando sorprendido a su princesa, quien usaba un precioso vestido verde, la cintura era ceñida y el escote dejaba ver solo lo necesario, su largo cabello rubio estaba recogido en una trenza con listones y en la frente llevaba una tiara con una bonita esmeralda.
Legend: ¿qué hace aquí? No… no sabía… yo…
Fable: jeje también me da gusto verte querido, se suponía que era una sorpresa, solo tu compañero Wars, Artemis, Hilda y Ravio sabían que estaría aquí, pero mírate! Que guapo te ves, no recuerdo la última vez que te vi sin la túnica roja.
Legend no podía responder, se sentía avergonzado, feliz, furioso e incómodo al mismo tiempo y es que en serio le daba mucho gusto ver a su princesa otra vez, aunque la situación definitivamente no era la más cómoda para él.
Fable: me gusta tu nuevo peinado, te ves encantador- Fable extendió una mano y la paso por la melena de Legend, acomodándole los preciosos hilos dorados y rosas.
Legend: pero ¿qué haces aquí? ¿Qué?…
Fablé: nada, solo vine a buscar algo que le pertenece a nuestro reino, es… un tesoro muy preciado
Legend: ¿de que estas hablando?
Fable lo miraba extraño, aunque no era la primera vez que tenían conversaciones sobre recuperar artículos de la corona, había algo más, la forma en que ella sostuvo su mano y la cubrió con las suyas, el cómo sus ojos se llenaron de luz cuando se acercó a el… Legend ahora sí que estaba preocupado.
Legend: ¿Majestad, que está pasando?
Fable: me gustaría volver adentro, la fiesta es muy agradable...
Legend: espere no lo entiendo, alteza, por favor- el tono de voz le cambio, la duda lo estaba empezando a carcomer y su princesa simplemente no le dijo nada.
Fable: Link acompáñame, no podemos seguir aquí afuera, está empezando a hacer frío
Y como todo buen héroe, obedeció.
Fable por su parte, tomo del brazo a su guerrero y camino con el hacia el salón, donde fue conducido hacia el centro del lugar.
Legend vio que sus hermanos tenían copas en las manos y empezaban a relajarse, incluso el viejo, quien jamás se imaginó que se vería tan bien con esa ropa.
La fiesta estaba en su apogeo, las personas danzaban alegremente y Fable en ningún momento le soltó, luego Ravio y la princesa Hilda se acercaron, ella saludo a Link como si fuera de la realeza, haciendo una reverencia y refiriéndose a él como usted.
Legend no le prestó atención, solo quería que todo terminara, luego de un rato Artemis apareció sobre el escenario junto a Wars, quienes hicieron señas para que se acercaran, pero Legend se resistió, no subiría y era su respuesta final, Fable podría enojarse con él, pero ya era suficiente.
Hyrule por suerte se acercó a él, poniendo una mano sobre su hombro, tenía las mejillas rosadas y una copa llena de líquido dorado, estaba muy borracho.
Legend: ¿mierda que les pasa? En serio no soporto esto- pensó, mientras su princesa daba un discurso sobre los tiempos difíciles y la colaboración entre Lorule y los dos Hyrules, que traerían paz y prosperidad a la gente, y que al fin podría recuperar lo que una vez su padre y el consejo le arrebataron.
Legend:… de que está hablando?-Legend no estaba bien, seguía mareado y poco le faltaba para vomitar, cuando escucho a Fable decir:
Fable: gracias a mi querida Artemis y la bruja Lana, pudimos encontrarlos…
Legend quiso escuchar, pero no aguantaría mucho, necesitaba liberar su estomago
Fable …a mi hermano, Link Daphne Hyrule, príncipe heredero de la corona de Hyrule y héroe de las leyendas!
Los primeros segundos no escucho nada, el mundo se detuvo y sintió frio, luego como si de nuevo estuviera revolcándose en el mar, como cuando llego a Koholint. Hyrule volteo a verlo con una expresión indescriptible, mezcla de sorpresa, negación y tal vez demasiado alcohol, quito la mano de su hombro y dio un paso hacia atrás, Legend en respuesta se alejó de su protegido y vio a Wars sonriendo mientras levantaba un cáliz, las personas a su alrededor aplaudían y le vitoreaban, Wild puso cara como si hubiera matado a un cachorro y Twilight parecía estar ahogándose con su bebida, Time estaba pálido y el trago que tenía en la mano se estaba derramando, Wind estaba en el piso inconsciente y quien sabe en donde estaba el resto.
Ravio se le acercó para empujarlo hasta donde su hermana lo esperaba con los brazos abiertos.
Subió al escenario como pudo, pues ese traje no lo dejaba ni respirar y solo abrazo a Fable tan fuerte como pudo, estaba en shock, su cerebro no alcanzo a codificar lo que había escuchado, luego contra su voluntad, se separó de ella y una sirvienta le dio un cáliz de oro con alguna clase de licor, miro con terror al público y busco a Ravio con la mirada, pero no lo veía, las manos le temblaban, el corazón le latía extremadamente rápido y tras unos cuantos brindis, un chispazo en su cabeza lo hizo bajarse del escenario para buscar la salida, ni siquiera se detuvo cuando su nueva hermana le llamo, anduvo trotando por los pasillos, hasta que al fin llego a un jardín, ahí encontró un sendero hacia la ciudadela.
Camino sin detenerse, estaba fuera de control, su magia soltaba chispas y un fuerte aroma a azufre, pero no se detuvo, aunque ya estaba empezando a verse los primeros destellos de luz en el cielo nocturno, se perdió entre los bosques, sin detenerse, camino por horas, desde el alba hasta el ocaso y de nuevo, otra vez más, hasta que, para su suerte, encontró un portal, que lo llevaría lo suficientemente lejos de ahí.
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