#Balcón colonial
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El extenso balcón corrido de la esquina de Carrera y Judíos es uno de los más largos del Centro Histórico de Lima. #lima #igerslima #peru #igersperu #virreinato #virreinal #colonial #arquitectura #archilife #architettura #architecture #architecturephotography #archilovers #patrimonio #heritage #patrimoniocultural #worldheritage #worldheritagesite #balcón #balcony (en Historic Centre of Lima) https://www.instagram.com/p/Coh42i4LBbJ/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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Gazcue, 30 de marzo, Alquiler apartamento sin amueblar de 1 habitacion.
2do nivel.
Próximo al palacio presidencial, Zona Colonial, telemicro canal 5, claro y viva de la 30 de marzo y parque independencia.
RD$14,900 Rebajado
Gascue, Santo Domingo, Distrito Nacional, República Dominicana.
Fácil acceso a Unibe, UCE, Apec, Metro, Ave. Bolivar, Ave. Independencia, Zona Universitaria, Uasd, Utesa, Don Bosco, Miraflores, Zona Colonial, Ciudad Nueva, El Vergel, La esperilla, Malecón, Gascue
WA.me/18099132700
No incluye la luz, ni servicios. Incluye agua.
Consta de una habitación amplia, baño privado, sala-comedor-cocina.
lugar muy seguro y tranquilo.
No parqueo ni balcón
RD$15,900 Llama ya cel-WS +1 809-913-2700 +1 809-303-0785 MBaez
Santo Domingo, República Dominicana
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El Balcón y otras HACIENDAS de Palmillas, Tamaulipas
Jaime Alberto Rodríguez SánchezCronista independiente de Ciudad Victoria, Tamps.Contacto: 834-223-82-17 La historia de las haciendas en Palmillas data de la época colonial de finales del siglo XVIII. Las porciones reales o lotes de tierra de los Autos de la General Visita de 1768 dieron origen a las propiedades en el municipio antes villa. Posteriormente, esos lotes o solares fueron objeto de…
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Había que perder la guerra
No había que ganar la guerra de Malvinas porque ello significaría la derrota moral y política del pueblo argentino. Decir esto en plena ebullición patriótica, mientras la Junta Militar vitoreaba el «Estamos ganando» y la intelectualidad crítica se disolvía en un apoyo a la guerra, era por lo menos osado. León Rozitchner escribía poseído el libro «Las Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia». Era necesario disputar sentido mientras se consumaba otra tragedia social que vendría con una guerra imposible de ganar al mando de una Dictadura que antes había masacrado a los jóvenes en la tortura y que ahora llamaba a esos mismos jóvenes a morir por la «Patria». Hoy Malvinas sigue incomodando. Cuando se cumplieron 25 años de la guerra, Rozitchner escribió una nota titulada «Una complicidad de muerte que se mantiene en silencio». En ella preguntaba: “¿algún día los argentinos asumirán la responsabilidad que la inocencia hipócrita y dolorosa encubre?”. A 40 años, conversamos con Diego Sztulwark sobre la relevancia de aquel texto. Colgada en el garaje de casa había una foto de la guerra, amarillenta, enmarcada en un pedazo de madera. Era una imagen de la revista Gente y mostraba a un comando argentino llevando prisioneros a la guardia del gobernador de las Falkland. El soldado recio, camuflado, protegido con chaleco y un arma de asalto contrastaba con las imágenes que circularon tras la derrota: soldados tiritando de frío, mal alimentados. Apenas aferrados a un fusil. Las conversaciones familiares que se daban sobre Malvinas también chocaban con esa imagen de robustez. «Milicos de mierda, mandaron a los pibes al muere». En una de esas charlas, mis viejos confesaron haber ido extasiados a la Plaza de Mayo cuando Galtieri habló desde el mítico balcón de la Rosada a ocho días del desembarco. Me decían, como justificándose, que muchos en el barrio habían ido en una algarabía que parecía futbolera. Siempre hubo una incomodidad en tratar el tema cuando salíamos de las simples anécdotas. Ese recuerdo revivió cuando leí el prólogo de Los Pichiciegos, del escritor Rodolfo Fogwill. Hay una anécdota que cuenta sobre la madre, ante el hundimiento del buque Sheffield, que luego lo impulsó a escribir la novela: «Ni la imagen de decenas de ingleses violetas flotando congelados, que de alguna manera me alegraba, pudo atenuar el espanto que me provocaba el veneno medi��tico inoculado a mi familia. Entonces subí a mi pocilga, escribí la frase ‘mamá hoy hundió un barco’ cargué una nueva hoja en la máquina de escribir y doce horas después empezó a amanecer, y había completado la mitad del relato». Estas historias familiares se repiten y cuesta encontrar excepciones en aquellos días de iniciado el conflicto. Es difícil imaginar en aquellos tiempos pronunciarse en contra de semejante triunfalismo arrasador. Fogwill escribió compulsivamente su novela en esta atmósfera, asfixiante por cierto. No había lugar para desertores escondidos, esperando que termine aquella guerra inimaginable al mando de una Junta Militar que había aterrorizado a la sociedad y que hasta ayer había masacrado en los centros de tortura. https://www.youtube.com/watch?v=QFp5X1KzPGU&t=2s Hubo voces que repudiaron el «Proceso» pero se entusiasmaron con la recuperación de las islas. Solo un puñado se animó a hablar en contra cuando todavía no había un desenlace claro de la aventura militar. Este fue el caso de León Rozitchner, quien desde el exilio observó conmovido como aquella marea no solo arrastraba a las masas sino también a sus propios colegas. Casi todo el espectro de la izquierda alentó la «recuperación» de las islas en «manos del imperialismo». Dominaba la ilusión que la guerra se desenvolviera en un aspecto anti-colonial. Por ello, el escrito de Rozitchner –«Las Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia»– fue una botella lanzada a las turbulencias del mar que apenas dejaba ver. El filósofo estaba en contra de la guerra y situaba a la Junta Militar como el enemigo principal. ¿Qué consecuencias puede traer un eventual éxito militar de una dictadura que ensaya su soberanía saliendo a «recuperar las islas» mientras entrega la patria, el territorio, los cuerpos?, se preguntaba. Como dice el título, la guerra «limpia» de Malvinas fue la prolongación de la guerra interior «sucia». Guerra contra «los obreros, contra los estudiantes», que ahora convocaba Galtieri en la Plaza para luchar contra el invasor. Ambas guerras tuvieron la misma lógica de impunidad. Comprender el proceso político y tomar posición adelantará la tragedia social. Rozitchner explicaba que una victoria militar (a pesar de su imposibilidad predecible) significaba la salvación de la Junta Militar y detrás de ello la derrota «del poder moral, político y económico del pueblo argentino». Años después, en una nota para Página 12, León recordará que el mismo abril que la Junta desembarcaba en Malvinas, el ministro de Obras y Servicios públicos, el ingeniero Sergio Martín, elevaba a la Presidencia de la Nación los proyectos para privatizar todas las empresas dependientes de su cartera: «YPF, Gas del Estado, Yacimientos Carboníferos Fiscales, Química Río Tercero, Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTel), Ferrocarriles Argentinos, Aerolíneas Argentinas, Empresa Nacional de Correos y Telégrafos, Obras Sanitarias de la Nación, Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires (Segba), Agua y Energía Eléctrica, ATC Argentina Televisora Color Canal 7, Hidroeléctrica Nordpatagónica (Hidronor S.A.)». Rozitchner escribía: «Somos argentinos porque nuestro cuerpo colectivo abarca la materia viva de lo que llamamos patria. La común pertenencia a su geografía define nuestro ser argentinos. Pero la tierra es nuestra y al mismo tiempo no es nuestra: esta contradicción define a la Nación y a la Patria. Simbólicamente todos somos argentinos mientras nos reconocemos en la bandera, el escudo, en el himno, en sus héroes o en sus leyes. Pero ¿qué pasa con la geografía, cuya materialidad viva fue convertida en propiedad privada de ellos, pero sólo en nuestra cuando sus dueños nos mandan a morir por la patria? A la tierra patria sólo se la recupera muriendo, no compartiéndola. Y así en las Malvinas. Los argentinos aceptaron mandar a sus hijos a morir por una patria en el momento mismo en que la entregaban: cuando recordando las islas idealizadas de la escuela primaria alcanzaron la posesión terrenal alucinada más tonta, fetichista y abstracta». En el escrito de Rozitchner resuena la incomodidad actual para volver a un análisis que permanece detenido en el tiempo. El autor se preguntaba: «¿Algún día los argentinos asumirán la responsabilidad que la inocencia hipócrita y dolorosa encubre? Esta Argentina despojada, que relojea el mundo mientras cree que está viva, poblada de almas muertas y de cuerpos difuntos, es el resultado de aquella unidad siniestra, pacto mortal que todavía no pudo ser desanudado entre nosotros». Para abordar la relevancia del texto de Rozitchner en esos momentos convulsionados, conversamos con un conocedor de su obra, el politólogo Diego Sztulwark, quien actualmente se encuentra elaborando un libro sobre el autor y ha realizado varios textos incluyendo una serie de entrevistas a León muy recomendables. Diego Sztulwark: Lo primero que tenemos que tener en cuenta es el momento en el que es escrito este libro que es entre el 2 abril y el 10 de junio de 1982. Está escrito cuando todavía no sabemos los resultados de los hechos. Entonces, tiene una intensidad muy especial. Me han contado personas que compartieron el exilio en Caracas con León sobre el estado de posesión con el que escribía. Es un libro escrito intenso, escrito en pocos días. En esto es similar a Los Pichiciegos también escrito durante la guerra. Son libros que tienen un tipo de interioridad con la coyuntura. Una conexión con lo que está ocurriendo que los distingue con estudios posteriores con respecto a algo que es un hecho histórico ya acabado con el fin de la guerra. Es un ensayo vivo que busca incidir, no sobre el resultado de la guerra, claro, sino en el sentido de producir un sentido. Es un libro que impugna, que denuncia, que quiere pensar a fondo la pretensión de que no habría una razón necesaria entre el terrorismo de Estado y una guerra que se presenta como anti-colonial. Hay que recordar que no solo fue la explosión de apoyo a la guerra sino que muchos sectores del pensamiento crítico, intelectuales y también de izquierda llamaron a apoyar la guerra con distintos matices y argumentos, anunciando que esa guerra podía desencadenar mecánicas internas positivas. Sobre todo hay un documento escrito por el Grupo de Discusión de México -firmado por notables intelectuales de izquierda, como el admirado José Aricó, otros como Portantiero y García Canclini- que da un aval y Rozitchner discute contra esa manera de pensar y de ahí surge la frase escandalosa del libro: «Deseo que las Fuerzas Armadas Argentinas sean derrotadas en esta guerra», que no debe ser confundido con ningún tipo de deseo a favor de los ingleses sino que es una frase que surge a partir de que el enemigo principal es la Junta Militar. La segunda pertinencia es el método de pensamiento que lo podemos ver en vivo y que es un modo de pensar la guerra sobre la relación de la política y la guerra, que es uno de los grandes temas que estudia Rozitchner. Como ambas se prolongan, una de la otra a partir del pensamiento de Clausewitz que León estudió en el exilio y ahí es donde puede decir a sus colegas intelectuales críticos que avalan la guerra que están suprimiendo su propio deseo, están suprimiendo el hecho que esta guerra está desarrollada por sus propios enemigos que los asesinaron. Este es un punto fundamental. –¿Qué idea contrapone Rozitchner a lo que llaman «Patria»? -Rozitchner habla de Nación que es una diferencia muy importante. León pensaba (y esto quizá tendría que ir en la respuesta anterior) que escribir durante el lapso de la guerra tiene suma importancia, porque durante la guerra y en la medida en que las personas ponen en juego la vida y su sobrevivencia son momentos privilegiados para verificar cómo piensan realmente los cuerpos, las personas, las clases sociales, los grupos humanos. Entonces poder ver allí cómo se piensa y poner en juego el propio pensamiento para León tiene un valor cognitivo especial. La guerra sería aquella practica más exigente para discursos epistemológicos. Es decir, cuando vos das una clase en una cátedra, ¿qué se pone en juego? La cantidad de alumnos que tenés. Pero cuando haces un discurso político en una situación de guerra se pone en juego la sobrevivencia. Entonces la exigencia sobre el pensamiento es mayor. Esto es fundamental para entender el concepto de Nación que no es una discusión sencilla. Esta discusión involucra a las clases dominantes, a las derechas, a la Junta Militar y lo que plantea es una especie de coherencia espiritual y material que se daría en el hecho que en la Nación o la Patria se confirman las actuales relaciones de propiedad y producción. Entonces, toda la estructura colonial, la estructura imperial que se apropió de la tierra, de los bienes y de lo producido por la acaparación de los cuerpos, todo eso está bajo la forma de un sistema de expropiación llamado Patria. Rozitchner cuestiona todo pensamiento que no se haga cargo de que el contenido material, real, histórico de la Nación es justamente aquel que articula a las personas con la naturaleza, la tierra y las personas con sus capacidades productivas. Acá hay una discusión muy importante: ¿Qué se pone en juego en Malvinas? Cuando las Juntas desembarcan en Malvinas y producen un acto de declarar la guerra a una potencia como Inglaterra, Rozitchner dice: «entonces qué pasa con las propiedades británicas, europeas y norteamericanas en este territorio». Si hubiera expropiación de esas tierras y bienes al servicio de una resistencia popular esa guerra, hubiera sido más creíble. Entonces es una guerra que respeta toda estructura de propiedad. Es una guerra que nunca puede ser anti-colonial. Rozitchner dice que no puede ser una guerra anti-colonial si los pibes y las pibas que son más sensibles a las batallas emancipatorias, sus cuerpos estén siendo destruidos en la ESMA y en Campo de Mayo. Entonces con la tierra y con los cuerpos sucede lo mismo: se está destruyendo, privatizando y enajenando y esa materialidad (cuerpo y territorio) es el único fundamento para una soberanía diferente. León va a decir: al principio de soberanía de las FFAA hay que oponerle a las Madres de Plaza de Mayo que son la fuerza que dentro del territorio argentino expresan este principio de soberanía fundada en el cuidado de los cuerpos. Esta idea no tiene ni punto de comparación con el patrioterismo de los militares ni con los que llaman a consensos vacíos de «unidad nacional» sin cuestionar las estructuras de explotación. –¿Cómo ves este «pacto siniestro» de «complicidad» del que habla León sobre el apoyo social a la guerra de Malvinas? Y, ¿cómo ves hoy la vinculación con el surgimiento de los nacionalismos, agitado con la actual guerra en Ucrania? Hay que tener en cuenta aquí el punto ciego de la crítica y entender por teoría critica a la intelectualidad de izquierda en el sentido más amplio posible: militantes, escritores, dirigentes, partidos, sindicatos, etc. Cuando la izquierda apoya la guerra es un problema. Una cosa es cuando es el pueblo que la apoye, manipulado por el terror o por los medios, etc; podría ser comprendido. Pero los intelectuales de izquierda no. Porque al apoyar la guerra utilizan un aparato de argumentación y este es el que se demuestra inoperante y como un gran problema para la eficacia política. Entonces León dice que Malvinas al no poder pensarse críticamente y mostrarse que esta guerra «limpia» es la continuidad de la guerra «sucia» lo que queda es una legitimidad total y una complicidad del modo de pensar de las izquierdas que es carente de eficacia política. Es inapto para pensar la historicidad de los procesos sociales y transformarlos. Esto está de fondo cuando León dice que Malvinas quedó como algo congelado, como algo deshistorizado. Como la izquierda no supo pensar, queda disponible para el patrioterismo y que aquello que las izquierdas no saben pensar críticamente son los fragmentos de la historia sobre los que las derechas se hacen fuertes. Con respecto a lo que sucede hoy con los nacionalismos, podemos decir que los alineamientos que algunos están haciendo con respecto a Ucrania en el sentido que allí se juega alguna idea de libertad tipo occidental o, por el otro lado, quienes encuentran en Putin de Rusia algún eco de la vieja Unión Soviética y no ver que allí está más bien lo que liquidó a la Unión Soviética y lo que pudiera quedar en el horizonte socialista, están totalmente despojados del problema de la lucha de clases, de los planteos materiales y desigualdades. Este sería un momento de malvinización global donde la misma incapacidad, los argumentos de historia y los fragmentos humanos y territoriales a una compresión crítica. Hoy hay un problema con lo que podríamos llamar la potencia. La capacidad de hacer y pensar. Una capacidad de transformar sobre el cierre del ciclo de revoluciones del Siglo XX, sobre todo las socialistas y las anti-coloniales de liberación nacional. La idea que la acción colectiva puede transformar algo entró en una zona de desprestigios muy fuertes y toda la idea de acción pasó a ser reconstituida por el eje capitalista. Actuar significa actuar en el régimen de visibilidad del mercado. Entonces tengo la impresión que lo que estamos viendo como nuevos nacionalismos o heroísmos militares tienen que ver con una idea de un retorno del cuerpo, con un retorno a la acción, con un retorno a todas aquellas propiedades de las que hemos sido despiojados pero de una vuelta ultra-fascista y reaccionaria. Es como la aparición de los derrotados. Es una vuelta humillante. Son formas de poner el cuerpo abominables. Hay sectores del feminismos y DDHH y algunos sectores del trabajo y anti-racistas que buscan elaborar qué significa el cuerpo en estos momentos, que es la potencia de transformar. Cuestiones que hoy están muy agredidas y en donde la lucha de clases hoy pareciera pasar por ahí y esto también se lo preguntaba Rozitchner, que es la materialidad de los cuerpos y la tierra, que es un lugar donde la resistencia puede ser efectiva. :::Federico Hauscarriaga para ANRed::: Read the full article
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VILLA LUCERNA Villa espectacular lujosa, terminaciones de primera, todo renovado y nuevo totalmente amueblado Santo Domingo este República Dominicana. FACIL DE LLEGAR: 10 minutos Megacentro 5 minutos Supermercados 40 minutos del Aeropuerto de las Américas 30 minutos Zona Colonial 35 minutos CECILIP CARACTERÍSTICAS: Casa para 12 huéspedes 5 habitaciones 7 camas 6 baños ½ Baño de visita Patio Amplio Piscina Gazebo Sala doble comedor Cocina Cocina caliente Terraza Balcón Jacuzzi Calentador Cisterna Porton Electrico Inversor Planta electrica BBQ Estacionamientos Cámara de seguridad 595.76M2 construcción 1,196.99M2 terreno IDEAL PARA TU NEGOCIO DE AIRBNB Y RECOVERY HOME O SOLO PARA DISFRUTAR DE LA TRANQUILIDAD Y SUS ESPACIOS. PARA MAS INFORMACION: Nayrobis Acosta 484-239-8086 https://www.instagram.com/p/ClBP48Zu-9r/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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Casa Riva Agüero
Historia: El primer propietario del terreno sobre el que se construyo la Casa fue Juan Rodríguez de Vila Lobos, conquistador proveniente de las Cáceres en Extremadura, España, que inmediatamente después de la creación de la Ciudad de los Reyes el 18 de enero de 1535 obtuvo los terrenos. En el siglo XVI, el terreno fue comprado por el capitán Diego Maldonado, quien falleció en 1570, dejando a su…
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diciembre - 19
Era una gran columna de humo elevada hacia la tarde de Santa Lucía. El cielo, de un color luminoso, parecía ajeno a la desgracia, pero la chicharra de los bomberos retumbaba hasta el puerto de Castries. En el centro de la ciudad se quemaba lo que alguna vez fue un cine y ahora era un predio ocupado por una variedad de negocios (una tienda, un restaurante, una agencia de viajes). Desde el barco lo veía arder.
Ese día, hasta entonces, no me había inquietado el hecho obvio: que la vida periclita. Lo aceptaba como de costumbre, sin sobresaltos. Venía del otro lado de la isla, de sus montes verdes y humeantes, sus ensenadas pristinas, socavadas por las olas del vientre de la tierra. Había hundido mis pies en la arena volcánica de la bahía de Soufrière, a la sombra de los Pitones, cuyo verdor totémico se mostraba aún más profundo bajo la llovizna del mediodía. El mar tibio apenas se erizaba, y de las yolas de los pescadores colgaban nasas traslúcidas como la lluvia. A la vera de la playa yacía un cementerio. Era un terreno a cielo abierto, sus crucetas carcomidas por la salitre. Me pareció hermoso, tan o más hermoso que el cementerio Magdalena de Pazzís, encallado entre el agua y la muralla de San Juan. El mar más allá de las tumbas le quitaba toda dureza. Recordé unos versos de Walcott: “el amén de las aguas mansas, el amén de las aguas mansas, el amén de las aguas mansas”.
Llevaba una semana atravesando las Antillas Menores, reconociéndome en ritmos, resonancias, descubriendo un mundo que a medida se ensanchaba más sentía mío. Primero, por el oído. En el vértigo de los mercados, entre el patois y el creole y el papiamento, los pregones de vendedores dominicanos me devolvían la lengua materna como una fruta a ser rodada en mis labios. Las calles eran idénticas a las que yo conocía, pero con las claves cambiadas: de las ventanas de los carros brotaban dance-halls de Jamaica, zouks de Martinica, socas de Trinidad. De juma en una playa de Barbados, mi padre resolvió también pasear su temple. Encendió la bocina portátil y recorrió medio Bridgetown con sus tórridas bachatas, sus guitarras láseres relampagueando a todo volumen. No era un gesto desafiante. Era como si dijese: esto podría ser casa, esto igual lo conozco. Imaginé una cadena atando el archipiélago, imaginé la música como una marejada que venía y retrocedía a nuestros pies, a la orilla de las islas, una serpiente inmaterial zambulléndose en el aire, reventando en las caderas.
Ahora no era ruido, sino humo, lo que ataba al archipiélago en mi memoria. En el puerto de Castries, la gente se apelotonaba para ver el siniestro. Decenas de niños, recién salidos de la escuela, correteaban, comentaban el espectáculo. Pequeñas motas de ceniza caían del aire para manchar sus polos blancas, meticulosamente planchadas. Era evidente que el fuego había sido controlado: el predio fue evacuado, la calle acordonada. Las llamas no habrían de esparcirse. Pero el daño estaba hecho. Procuré la fecha: 22 de noviembre de 2019. Hace un año, en noviembre, bajo el mismo cielo luminoso, yo había salido al balcón de mi casa en Carolina, Puerto Rico, y vi con espanto cómo una enorme columna de humo se elevaba sobre los techos de mi urbanización.
El incendio no llegó a mayores, aunque ardió hasta el día siguiente. Una planta de reciclaje que cogió candela. Esa tarde salí a caminar. Hice muchas fotografías. Una en particular me pareció ominosa. Cielo azul, típica casa de urbanización, y aquella torre de humo negro en el fondo. En la acera, una nevera mohosa y dañada. Alguien había pintado encima de ella: “P.R. LIBRE.” Quedé perturbado. Aquella escena torva y banal reflejaba, para mí, el estado anímico de las cosas. La de los desastres acumulándose en el fondo hasta estallar de una forma que no puede ignorarse. La de un mundo vulnerado, un Estado descompuesto. La de mi realidad colonial. De pie en la popa del barco, mientras nos alejábamos de Santa Lucía, volví a tener la misma sensación. El Caribe era también eso: aquel simulacro, aquella torre de humo. Aquella certeza de que la vida es acechada.
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La historia del callejón del beso
Representación de Carmen y Luis expresándose su amor.
La trágica historia de amor del callejón del beso.
Bienvenidos a una nueva historia de terror amigos. En esta ocasión nos vamos a poner románticos para contarles una trágica historia de amor.
La oscura leyenda de dos enamorados que cubrió de muerte el rincón de una bella localidad en Latinoamérica. El callejón del beso, en la ciudad de Guanajuato.
Situada en el centro de México, a unos trescientos cincuenta kilómetros de la capital, es una villa tradicional llena de encanto, sobre todo en su centro histórico.
Cruzada por callejuelas empedradas y repleta de bellos edificios coloniales y escalinatas, el lugar es un auténtico laberinto.
Hay un famoso callejón que tiene la peculiaridad de medir solo sesenta y ocho centímetros de ancho y sus balcones están casi pegados. Allí las parejas siempre se detienen en el tercer escalón para darse un beso de amor.
La tradición dice que los que lo hagan, disfrutarán de su romance para toda la vida. Surge de una leyenda antigua, de la época colonial.
Cuenta que en ese mismo callejón vivía una bella muchacha, Doña Carmen, hija única de un hombre avaro e intransigente. No dejaba que ningún pretendiente se acercara a ella y la mantenía encerrada en casa, sin poder disfrutar de su juventud.
Algunos dicen que era porque en el pueblo vivían muchos mineros y no quería que su hija se enamorase de uno de ellos. Sólo cedería su mano a algún exitoso comerciante o cualquiera con riquezas. Pensar que podría juntarse con un simple aldeano sin recursos le llenaba de ansiedad.
Otras versiones cuentan que la mantenía alejada de otros hombres sólo para que se quedase en casa y cuidara de él en su vejez.
Únicamente la dejaba salir los domingos para asistir a misa, acompañada de su nana Doña Brígida, una vieja señora que la amaba y cuidaba como si fuera su propia hija.
En una de estas salidas, fue cuando conoció a Don Luis, un galante pero humilde minero y se enamoraron al instante, Se veían en el templo, a escondidas del padre y con la complicidad de Doña Brígida.
Imagen dibujada del callejón del beso.
Pero un día en que el joven cortejaba a Doña Carmen, ofreciéndole agua bendita de sus manos, fueron descubiertos por el amargado anciano.
Éste la encerró en casa, asegurando que la mandaría a España a casarse con un viejo y rico noble, cuya fortuna sería una ayuda para el patrimonio cada vez menor de la familia.
La doncella aceptó sumisa su encierro, siempre en compañía de su fiel nana. Lloraba desde el balcón de su habitación y Doña Brígida le prometía que nunca permitiría que la llevasen a España en contra de su voluntad.
Don Luis se enteró de dónde vivía y acudía a escondidas de noche para dedicarle dulces serenatas que terminaron de enamorarla. También empezaron a intercambiar cartas en secreto, con la complicidad de la nana. Pero aún así era inútil. Estar separados se les hacía insoportable.
Un día, al pasar por el callejón, el enamorado pudo ver que el balcón de la habitación de Doña Carmen casi se rozaba con el de la residencia de enfrente, quedando a escasos centímetros de distancia. Se dio cuenta de que tenía la posibilidad de volver a estar cerca de su amada si compraba esa casa vecina.
Le hizo varias ofertas a su dueño para comprarla, pero recibió constantes negativas. Finalmente el precio fue tan alto que tuvo que dar el patrimonio de toda su vida a cambio.
Pero valió la pena cuando al salir al balcón y extender su mano, pudo tocar con los nudillos la ventana de enfrente.
La sorpresa de Doña Carmen fue enorme cuando al asomarse se vio a tan corta distancia del hombre de sus sueños. Allí mismo se juraron amor eterno y prometieron pasar cada noche juntos, sellando el pacto con un apasionado beso.
Con el paso de los días, el padre de la muchacha notó el cambio de actitud en ella y sospechó que algo pasaba. Decidió a espiarla de noche, cuando se fuese a dormir y así descubrió como salía al balcón y se rendía a los brazos de Don Luis.
Lleno de rabia, tomó un puñal afilado y se dirigió a su habitación. Tuvo que forcejear con Doña Brígida, que se jugó la vida por impedir que entrase, defendiendo a su prometida. Pero finalmente el anciano se deshizo de ella de un empujón, arrojándola contra la pared y fue directo al balcón.
Separó también a los dos enamorados y con furia clavó el puñal en el corazón de su propia hija, que lo observó con una mirada vacía. Emitió un alarido de dolor y se desplomó sobre el balcón.
Don Luis, que enmudeció de espanto, la agarró entre sus brazos y la notó fría e inerte. Con lágrimas en los ojos, se inclinó para besar por última vez sus pálidos y fríos labios. Después de aquello, no pudo soportar seguir viviendo y se arrojó a la boca del pozo más profundo que había en la Mina de la Valenciana, cerca de la ciudad.
Desde entonces, se cuenta que algunas noches se puede ver el espíritu de los dos enamorados, que regresan para reencontrarse y revivir su amor. Una pasión que sobrevive al paso del tiempo y a la muerte en el callejón del beso.
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Pisos enladrillados, zócalos de azulejos, balcones de celosía y puertas de madera. La esencia de la vivienda virreinal limeña. #lima #igerslima #peru #igersperu #barroco #barocco #baroque #barock #arquitectura #architettura #architecture #architecturephotography #archilovers #archilife #virreinato #virreinal #colonial #casa #house #balcón #balcony #azulejos (en Palacio de Torre Tagle) https://www.instagram.com/p/CXeL-W-lszZ/?utm_medium=tumblr
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GUANAJUATO CAPITAL, MÉXICO ¿CUÁLES SON SUS ATRACCIONES? En Guanajuato déjate llevar por su modelo colonial y sus bellas zonas turisticas como el museo de las momias, una exposición de pinturas de uno de los más grandes pintores mexicanos porsupuesto estamos hablando del esposo de Frida Kahlo Diego Rivera, del famoso balcón de los besos dónde las parejas pueden tomarse unas románticas fotos y junto a la estudiantil con su música de mariachi, risas de chistes y el recorrido por las calles iluminadas tendrás una increíble experiencia de noche con tu pareja por los caminos de la capital.
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Celebrated My Birthday In Mexico City
I celebrated my birthday in Mexico City on March 19th. We had a wonderful dinner at the famous El Balcón del Zócalo. The restaurant is situated atop a colonial edifice of the Zocalo Central Hotel where we were staying. Zócalo is in the heart of the city. The restaurant offers spectacular views of the Plaza de la Constitución and Metropolitan Cathedral. The food was excellent and the service was impeccable. It was a relaxing evening and we had a great time!
Gracias por mi pastel de cumpleaños.
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A Day Trip To 𝕋𝕖𝕠𝕥𝕚𝕙𝕦𝕒𝕔á𝕟
Visiting 𝕋𝕖𝕞𝕡𝕝𝕠 𝕄𝕒𝕪𝕠𝕣
𝑳𝒂 𝑪𝒂𝒔𝒂 𝑨𝒛𝒖𝒍
Book you reservations here El Balcon de Zocalo Instagram Tripadvisor Reviews
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Fotografías, casas viejas y tinta esparcida.
Una fotografía evoca al pasado y es el reflejo fijo de lo que en otrora podría haber sido un campo de acacias que adormecían con dulzura en ausencia de luz y ahora es un conjunto inerte de estructuras grisáceas. Toda mi vida me he visto rodeado de fotografías, y en mi infancia me sentaba por horas a ver los álbumes familiares. Era casi un deber curioso poner una banca en la habitación de mis padres y trepar a su armario para tomar las fotografías que guardaban e ir a sentarme, pasando página por página, en la acera. Por esos días teníamos una casa en un pequeño pueblo de tierra templada y lloviznas frecuentes, que eran el pretexto perfecto para tardes de chocolate batido con buñuelo. Mis abuelos, siempre presentes, me explicaban que yo era esa masa amorfa y abultada que ellos sostenían con tanto amor y por la cual sus ojos aún se enternecían. Había una foto en particular en donde estaban casi todas las personas que he amado en mi vida y que en ese momento, así como en otros que me veía tentado a ver los álbumes de nuevo, sentí un tanto diferente. Reconocía el lugar, pasé toda mi infancia dando brincos y cantos justo ahí, pero sentía que había una variación notable en los rostros de las personas que se encontraban postrados en la memoria. Mi padre, que en la foto estaba cepillándose los dientes rozagante, se veía un poco más fatigado, con menos cabello y con sus facciones menos expresivas; mi madre, de apenas 19 años, bella como ninguna otra, denotaba una angustia causada por la existencia de un hijo, que de a poco quitaba brillo a sus facciones y añadía ojeras a sus párpados; mi abuela, dichosa de tenerme en sus brazos, aún enérgica entonces, era ahora v��ctima de una enfermedad que al final se la llevaría mutilada y sin recuerdos a la tumba; mi abuelo, fiel imagen de un hacendado en los tiempos que el ferrocarril recorría parte del Cauca, y nieto orgulloso, según él, de los unos de los últimos españoles que quedaron después de las guerras civiles, se veía ahora agobiado por el peso interminable que aumenta con los años y que no lo dejó sino hasta unos años después, muriendo solo, abandonado y en la pobreza. En ese momento no lo comprendía, sólo me sonreía y seguía pasando las fotos, a veces en compañía, a veces solo. Con el paso de los años perdí la curiosidad infantil y por lo mismo el interés por esas fotografías, que habré visto cientos de veces. Mis abuelos ya no estaban, y su casa, con el fogón de leña en donde hacíamos arepas y empanadas para diciembre, estaba ya en ruinas, y en ruinas sigue, a pesar que mi memoria insista en recordar su arquitectura colonial, que soy incapaz de concebir como un rastro olvidado y dejado a tientas del tiempo. En tierra templada, los malos negocios de mi padre lo obligarían a dejar atrás el cariño de una casa que se construyó de a poco y de manera colectiva, pensando que el ser humano es el amor a su tierra. Así llegó la ciudad. Pasó un buen tiempo hasta que tuviera en mis manos unas fotos que necesitaran ser reveladas de un negativo o que simplemente estuvieran en 'papel de foto', como bien podría decir mi abuela. Al principio dudé si dejarlas en mi habitación guardadas, pero resolví llevarlas conmigo a todos lados, pegándolas en un cuaderno que tengo para mis momentos intempestivos y en el que intento convencerme que tengo algún tipo de habilidad literaria, siendo esta una idea constante que descarto en cuanto desaparece la emoción. "Te amo y no me iré nunca de tu lado", estaba escrito en el pie de foto de una de las fotografías. Desde el primer momento temí que la tinta fuera a borrarse, y sucedió, entre traslados, leídas, releídas, lágrimas y hasta entre lluvias, así que al final quedó la tinta esparcida por toda la ciudad y yo me quedé con su imagen, un poco oscurecida por el flash y por la tristeza de tener que verla en fotografías. Su figura tenía sus ojos fijos en mí mientras estaba en el balcón de mi apartamento tomando cerveza, y relucieron cada uno de sus sentimientos: nadie, jamás, podría amarme con tanto candor como lo hacía en ese momento. Le dije que la amaba, que se veía hermosa, y aunque estaba encantado, abrumado y aturdido, me sentí amado después de muchas angustias. Sentí un amor maternal, aunque fugaz. Al final parece ser que tendré que recordarla por sus fotografías y todo quedará en resquicios, como la habitación de la casa de mis abuelos, que ahora estará destruida por la humedad, con su madera resquebrajada y la máquina de coser oxidada; como mi abuela misma.
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Marcelo Hidalgo Sola estaciona la moto en la casa mínima
En el corazón del barrio de San Telmo se encuentra la casa más pequeña de la ciudad de Buenos Aires. Un espacio urbano que nos remite a las épocas de la esclavitud y la vida de la colonia.
Recorrer en moto Buenos Aires en modo cultural, permite prestar atención a los detalles, a las huellas que dejó el pasado en la ciudad. Y, el barrio de San Telmo tiene algunos lugares que nos permiten imaginar cómo fue la Buenos Aires colonial. Si avanzamos hasta el pasaje San Lorenzo, nos estacionaremos en las puertas de una verdadera reliquia urbana.
El pasaje San Lorenzo abarca apenas dos cuadras, desde Av. Paseo Colón hasta Defensa al 700, donde el tiempo parece no pasar ó al menos pasar más lentamente. El pavimento empedrado colabora a la ambientación y regula la velocidad de los pocos autos que pasan, transformando esos doscientos metros en un oasis de silencio. Sus edificios, a pesar de tener distintas alturas y estilos, mantienen una armonía general de conjunto. Una curiosa construcción de dos plantas y poco más de tres metros de frente, conocida como la “casa mínima”, “casa angosta” o “casa del esclavo” se destaca del resto de los edificios.
Está ubicada en el pasaje San Lorenzo nro 380, a metros de su intersección con la calle Defensa. La fachada tiene una puerta al medio y sobre ésta una ventana y un modesto balcón en el primer piso. La cornisa superior es su única ornamentación. Parece ser más angosta de lo que es, por el efecto que produce su ubicación respecto de las casas linderas, que tienen casi la misma altura a pesar de ser de una sola planta. Pero, la fama de la “casa mínima” nació a partir de una romántica leyenda-explica Marcelo Hidalgo Sola.
La cantidad de notas periodísticas y fotografías existentes de esta casa, indican que siempre llamó la atención de los porteños. Tanto es así, que en los archivos nacionales, existen fotografías desde por lo menos 1909 y el mismo Jorge Luis Borges se fotografió junto a ella.
La particularidad de esta casa es que a primeras vistas, parece imposible. Es decir que su existencia sea apenas un metraje que abarca 2,50 metros de ancho y 13 de profundidad. Ciertamente su existencia es única en Buenos Aires y se debe a los sucesivos loteajes y reformas que sufrió la manzana, dando a la edificación una existencia mínima. Lo que se ha podido constatar con certeza es que la edificación se remonta a la segunda década del siglo XIX, según fuentes arqueológicas.
La leyenda dice sin embargo, que la casa mínima es producto del trabajo de un esclavo liberto. Se sabe que el 25 de Mayo de 1812, el Triunvirato decretó la prohibición del comercio de esclavos dentro del territorio de las Provincias Unidas. Y gracias a este hecho trascendental, ocurrió un mayor: el 31 de enero de 1813 la Asamblea del Año XIII decretó la Ley de Libertad de Vientres. Esta ley permitía a que los esclavos accedieran a a la libertad cuando contrajeran matrimonio, o a la edad de 20 años los varones ó 16 las mujeres. El estado además se comprometía a proveer de los instrumentos indispensables de trabajo para que los esclavos libertos pudieran desempeñarse brindando algún servicio de utilidad en la ciudad.
La abolición de la esclavitud recién se declaró en la Constitución Nacional de 1853, pero en Buenos Aires no fue sino hasta 1861 que se instrumentó la ley, haciéndola plenamente vigente.
En definitiva ante esta nueva situación, todos los esclavos que quedaron libres, debieron buscar un lugar donde vivir y era muy frecuente que sus antiguos amos les proporcionaran pequeñas porciones de sus terrenos para que levantaran sus casas. Generalmente, con la muerte del esclavo liberto, estas parcelas volvían a sus anteriores dueños.
Las leyendas, por supuesto, carecen de referencias históricas, y han sido repetidas tanta veces que ya por ello, adquieren validez en el imaginario colectivo. Incluso, aparecen en diversos artículos de diarios y revistas, hecho que acrecienta su fuerza evocativa.
La fábula del esclavo liberto es el eje de los discursos de los guías de turismo y su contenido ha derivado en serias investigaciones históricas. Pero, su relevancia ha cobrado tal suerte que este efecto de estima popular sin precedentes en la arquitectura histórica de Buenos Aires, ha sido puntapié para que los vecinos de San Telmo se animaran a pedir a la Comisión Nacional de Monumentos que la incluyera dentro de la nómina de edificios históricos, para que se preservara a la Casa Mínima de una posible modificación y/o demolición.
Luego de exhaustivas investigaciones históricas no se han podido obtener pruebas suficientes para suponer que existieron viviendas pequeñas construidas específicamente por esclavos negros para su usufructo personal, ubicadas en el terreno de sus amos, pero la leyenda del esclavo liberto, da la pauta de la generosidad de algunos amos, que en tiempos en los que la renta urbana cotizaba muy bien, estos dueños de parcelas se las cedían a quienes los habían servido con verdadera lealtad y entrega. La leyenda al menos, en su categoría, brinda una mirada compasiva y contenedora de aquellos que dada su nueva situación legal, quedaban desprovistos de todo y sin empleo. La leyenda de la Casa Mínima y del esclavo liberto dan cuenta al menos de una hermandad nueva entre amo y esclavo en la ciudad de Buenos Aires, en los tiempos de la colonia.
Originally published at on https://viajeenmoto.com.ar September 14, 2022.
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