#Anillos de promesa
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Anillos de promesa para parejas; conoce su significado
Como piezas que destacan por su belleza, sencillez y sobre todo significado, es necesario conocer todo lo que existe detrás de los anillos de promesa para parejas. Piezas de joyería que han dejado de ser exclusivas para parejas románticas, ahora se pueden regalar entre pares de amigos o incluso familiares.
El motivo principal para estas piezas es la promesa de continuar unidos, se regala con la intención de formalizar esa promesa. No existen reglas tácitas para su uso, aunque para las parejas se dice que se debe utilizar en el dedo anular izquierdo en la espera de que sea remplazado por un anillo de compromiso.
¿Qué son los anillos de promesa?
Se puede afirmar que los anillos de promesa para parejas son un símbolo, que representa la intención que tienen de formalizar un lazo, para consolidar metas de un futuro juntos, se identifican mayormente para reflejar que la otra persona es el amor de tu vida; la antesala del compromiso para una unión matrimonial.
La tradición que existe para los anillos de promesa para parejas se comenzó en Londres hace muchos años, esto porque existían muchos hombres que no contaban con la economía suficiente para formar un hogar, por lo que demostraban un interés genuino con el regalo de una joya prometiendo que en el futuro consolidarían una familia juntos.
Como mejor cualidad de los anillos de promesa para parejas se considera el hecho de que no resulta necesario que todos se regalen bajo el mismo motivo, depende de cada persona el simbolismo que ese le pretenda dar, no se debe confundir el hecho de que de forma genérica si existe un simbolismo para este tipo de joyería, pero no es una regla irrompible, se puede poner una etiqueta personal al motivo mediante el cual se obsequie un anillo de promesa.
Generalidades de los anillos de promesa para parejas
Es un error constante el considerar que los anillos de promesa para parejas tienen exactamente el mismo significado que los que se otorgan con motivo de compromiso, pues aunque sea un hecho que ambos se entregan para demostrar la intención de consolidar una unión, no funcionan de la misma manera.
El anillo de compromiso se traduce como el hecho de que en un futuro próximo la pareja se casará y como se mencionó antes, los anillos de promesa para parejas pueden adquirir distintos significados.
Además, como otra diferencia entre ambos, pero esta vez de carácter físico; se considera la construcción que tiene cada uno. Generalmente, los anillos de promesa para parejas son más discretos y sencillos, ni siquiera resulta necesario que cuenten con una deslumbrante piedra en el centro.
Otro factor que siempre se pone en disyuntiva al mencionar el uso de anillos de promesa para parejas, es la interrogante sobre donde deben ser colocados. La respuesta es simple, no existe una regla para este factor, cada persona es libre de tomar la decisión que considere como la opción ideal, aunque si se debe destacar que lo más común es que se coloque en el dedo anular izquierdo representando que este será remplazado por uno de compromiso.
También se piensa mucho en las palabras que son adecuadas para el momento en el que se regalan anillos de promesa para parejas, el mejor consejo que se puede otorgar en este aspecto es que solo se diga lo que salga del corazón, es una técnica infalible para volver el instante en uno digno de recordar.
Aunque en la mayoría de los casos son los hombres quienes entregan los anillos de promesa para parejas, no es algo estricto. Son cada vez más los casos de mujeres que se atreven a colocar estas joyas en los dedos de su novio, solo basta estar seguros del sentimiento y atreverse a dar el paso.
La mejor manera de entregarlos
Como un gesto romántico en donde se deban usar las palabras adecuadas, lo mejor es agregar un mensaje especial, vivir el momento en donde se sienta adecuado para la pareja. Se pueden incluir aspectos o ideas como fotografías o recuerdos.
Al no ser la entrega de un anillo de compromiso puede ser un instante completamente privado, grabarlo puede ser útil si se desea incluir como parte del recuerdo que se compartirá al entregar el anillo de compromiso. Actualmente, se usan como aliados el poder incluir un gesto artístico como crear una pieza musical o incluir acertijos y juegos para que la otra persona deba descifrarlos.
Son muchos los recuerdos que dos personas que se quieren pueden generar con motivo de su amor, entre los que puede destacar la entrega de anillos de promesa para parejas. No importa el tipo de relación de la que se trate, lo crucial es contar con los elementos necesarios para mejor el instante que se está viviendo.
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Los anillos de promesa me parecen demasiado lindos, me voy a comprar uno y me voy a prometer cumplir todos mis sueños.
#nostalgia#insomnio#café#frases en español#notas cortas#notas sinceras#notas de vida#anillos#promesas#lindos#mis sueños#cumplir
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I want to sleep, but when I close my eyes I am be attacked by visions…
#Visions= escenas lucalex que mi cerebro visualiza pero que también se niega a escribir#Necesito escribir sobre los anillos las promesas el compromiso sin ningún pensamiento sobre una boda#Los perros LOS PERROS#uni roomies au#← Quizás cuando despierte pueda hacer que se vuelva coherente#(dice. Como si no tuviera 15 planillas que actualizar y doce cursos de archivo que cargar)
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Viene a mi mente aquella conversación tan profunda que tuvimos, en donde hablamos sobre distintas cosas de la vida, entre ellas, el significado de los anillos que se entregaban en el transcurso de una relación...
Hay algo increíblemente tierno, genuino y humano en la sensación que me ronda por dentro estos días. A veces todo se puede resumir en un simple: lo estamos haciendo bien, la vida me está devolviendo todo lo que en algún momento perdí, incluso se siente multiplicando.
Hace un par de meses jamás me hubiera imagino estar así, aquí, contigo, pero agradezco infinitamente al destino, a la casualidad o a lo que sea que haga que se junten las personas, que nos haya juntado.
Estoy tan segura de querer tenerte conmigo y me gustaría poder demostrarlo de una manera tangible, ya que con palabras no podría siquiera expresar éste sentir. Quiero entregarte éste anillo como una promesa, como muestra de todo mi sentir, todas mis esperanzas y toda mi certeza de que avanzaremos juntas. Te quiero conmigo, a mi lado, en las malas, en las más malas y claro que en las mejores también; quiero estar contigo bajo cualquier circunstancia que se presente, apoyándote, escuchándote y diciéndote las palabras que necesites en todo momento.Eres mi amor bonito y quisiera tenerte por muchísimo más tiempo conmigo.
Solo queda esperar a que la vida diga si estoy en lo cierto, si mi vida va de la mano de la tuya. De momento, tenerte conmigo, es suficiente.
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Te he extrañado...
Ese fue tú último mensaje.
Y ¿qué le digo a mi corazón?
Así que decidí ponerme ese perfume tuyo qué dejaste en la mesa de noche.
Cerré los ojos y una película completa de recuerdos pasaron por aquí.
Se qué no debo escribir...
Fueron las primeras palabras que pusiste en ese mensaje.
Y yo queriendo gritarte qué por favor lo hicieras, me escribieras, me llamarás.
Solías volar a mi alrededor y me querías tanto. Y vuelvo a buscarte preguntando ¿Cuándo regresarás?
Sé qué yo tuve la culpa, afrontó cada amanecer reprimiendo todo lo que siento... No te he soltado. Aún te llevo en ese anillo qué dejaste, en ese pingüino qué compre en el aeropuerto para ti. Creyendo que seríamos "Por y para siempre".
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Viene a mi mente aquella conversación tan profunda que tuvimos, en donde hablamos sobre distintas cosas de la vida, entre ellas, el significado de los anillos que se entregaban en el transcurso de una relación...
Hay algo increíblemente tierno, genuino y humano en la sensación que me ronda por dentro estos días. A veces todo se puede resumir en un simple: lo estamos haciendo bien, la vida me está devolviendo todo lo que en algún momento perdí, incluso se siente multiplicado.
Hace un par de meses jamás me hubiera imagino estar así, aquí, contigo, pero agradezco infinitamente al destino, a la casualidad o a lo que sea que haga que se junten las personas, que nos haya juntado.
Estoy tan segura de querer tenerte conmigo y me gustaría poder demostrarlo de una manera tangible, ya que con palabras no podría siquiera expresar éste sentir. Quiero entregarte éste anillo como muestra de todo mi sentir, todas mis esperanzas y toda mi certeza de que avanzaremos juntas. Te quiero conmigo, a mi lado, en las malas, en las más malas y claro que en las mejores también; quiero estar contigo bajo cualquier circunstancia que se presente, apoyándote, escuchándote y diciéndote las palabras que necesites en todo momento.
Eres mi amor bonito y quisiera tenerte por muchísimo más tiempo conmigo. Solo queda esperar a que la vida diga si estoy en lo cierto. De momento, tenerte conmigo, es suficiente.
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#Los Sims 4#los sims 4 gameplay#los sims 4 historias#los sims 4 era de la magia#los sims 4 generations#los sims 4 cc#los sims 4 era de la magia legacy#anillo de promesa#Era Legacy los sims 4 GEN 1
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Reputation Part 2, Alexia Putellas
You didn't ever anticipate playing against your sister. But here you were, currently flying from Barcalona to London for the first leg of the Champion's League Quarter Final. There were 7 teams that you could've faced but it had to be Arsenal. But facing Arsenal meant multiple things; not only were you facing your childhood club, you also had to face your past - you had to face Katie again.
These past few months had been better than you could've ever imagined. You grew up at Arsenal: you held such a love for the club and nothing would ever change that. But Barcalona gave you a different sense of belonging, like you were a piece of their jigsaw. Like they cherished you for you and not for being Leah Williamson's little sister.
Barcalona were currently sat at the top of the league as well as being in the quarter finals of the Champions League, you wanted to retain both of those titles with the club.
In terms of your personal career: you were improving everyday and your hard work was paying off. At 24, you had just placed 2nd in the rankings for the Ballon D'or. Your club teammate, Aitana Bonmatí had took the top spot.
And then there was Alexia.
She was a dream. She continued to impress you day by day, the world had tossed you the most beautiful, kind and caring soul you could've ever imagined. You didn't know what you did to deserve her.
Since that conversation at the club, you and Alexia had gone on so many different dates. Ranging from movie night on the sofa to picnics on the beach to resturant dinners. You spent weeks trying to prove that you only wanted her, you only needed her.
So, you asked her to be your girlfriend on New years eve.
Flashback……. 31st December 2023
You and Alexia had been apart over the christmas week. Her staying in spain with her mum and sister and you going back to England to be with your family.
Your flight had landed quite late in the afternoon, and Alexia was none the wiser that you were back in Barcalona.
The plan you had to ask Alexia to be your girlfriend was all ready to go.
Mapi had got Alexia to the beach just as you had asked. And now you had just go to said beach. You could see her on the beach just looking at the sunset and the sea. You had gotten Alexia a promise ring whilst back in England and it was currently sat in the back pocket of your jeans.
You headed towards where Alexia was stood and wrapped your arms around her waist, causing her to jump at your touch, clearly not expecting it.
As soon as she turned around, she jumped into your hold; wrapping her legs around your waist and her arms around your neck.
"Tu espalda, te extrañé." (Your back, I missed you.)
"Yo también te extrañé, amor." You said whilst placing her back down on the ground. (I missed you too, love.)
"¿Por qué estamos en la playa?" She asked, confused. (Why are we on the beach?)
"Bueno, quería sorprenderte en algún lugar que ambos amáramos." (Well, I wanted to suprise you somewhere we both loved.)
And it's true, you and Alexia loved the beach. It was one of your favourite places to be together other than the football pitch. Obviously.
"Y quería preguntarte algo." You continued. (And I wanted to ask you something.)
"¿Pregúntame qué?" (Ask me what.)
You took a step back from Alexia and got down on one knee whilst grabbing the promise ring from your back pocket.
"¿No crees que es un poco pronto para esto?" Alexia laughed slightly. (Don't you think it's a bit early for this?)
"No te lo voy a proponer, todavía no." It was only then you realised what it look liked you were going to do. (I'm not proposing, not yet.)
"Oh."
"Es un anillo de promesa. No puedo prometer que no tendremos discusiones ni consecuencias. No puedo prometer que seré perfecto porque ha pasado mucho tiempo desde que hice todo esto. Pero puedo prometerte que siempre estaré a tu lado, siempre te respaldaré y trataré de protegerte. Quiero que seamos tú y yo contra el mundo. Quiero estar contigo y solo contigo. Entonces Alexia, ¿serás mi novia?" (It's a promise ring. I can't promise that we won't have arguements, or fallouts. I can't promise that i'll be perfect because it's a long time since i've done all this. But I can promise that i'll always be by your side, i'll always back you up and try to protect you. I want it to be me and you against the world. I want to be with you and only you. So Alexia, will you be my girlfriend?)
By this point, you were both shedding tears. But Alexia quickly nodded and put her hand out so you could put her promise ring on. She pulled you up and soon attached her lip to yours whilst wrapping her arms around your neck, yours going to her hips pulling her closer to you.
"Te amo." She told you, resting her forehead on yours. (I love you.)
"Yo tambien te amo hermosa" (I love you too, beautiful.)
Flashback Over.
And here you were now, heading towards the tunnel of the Emirates stadium to play your former team.
Your former teammates were already stood in the tunnel, as were some of your current teammates, waiting to head out onto the pitch. Before joining your own sqaud, you quickly went to the front of the Arsenal squad where your sister was stood.
Leah soon wrapped her arms around you, wishing you good luck and telling you that she would speak to you after the game, also letting you know that your mum and brother were in the crowd watching the pair of you.
Alexia was stood on the opposite side to Leah, as they were both captains. You gave her hand a squeeze before heading to the back of the Barcalona squad.
As you were heading back to your spot, you realised that Katie was the person opposite you on the Arsenal side.
It just had to be her didn't it.
"Long time, no see, Y/N" Katie said, with that stupid little smirk on her face.
"Fuck off, McCabe!" You snapped back at her before you were pulled away by Mapi who was stood in front of you.
As soon as you were in sight. The stadium was filled with boo's, the Arsenal fans clearly stating that they felt the betrayal of you leaving. You had expected it though: being there since you were little and then leaving, you knew not everyone would agree with that. Especially the fans.
You had to shut it all out, your focus needed to be on the game.
Arsenal's Starting 11:
GK - M. Zinsberger LB - S. Catley CB - L. Williamson (C) CB - L. Wubben-Moy RB - K. McCabe CDM - L. Walti CM - K. Little CM - F. Maanum LW - C. Foord ST - A. Russo RW - B. Mead
Barcalona Starting 11:
GK - S. Panos LB - O. Batlle CB - I. Paredes CB - M. Leon RB - L. Bronze CDM - K. Walsh CM - P. Guijarro CM - A. Bonmati LW - A. Putellas ST - Y/N Williamson RW - C. G. Hansen
In all honesty, Barcalona were all over Arsenal during the first half, managing to get two goals past the. You and Patri being the two goal scorers, Alexia assisting them both.
However, in the second half, the Arsenal players started to become a lot more reckless. Late challenges, shirt grabs, harsh elbows and pushes was becoming incredibly frequent. You and Alexia seemed to be on the recieving end of most of them.
You managed to contain your fustration, that was until Katie tackled Alexia in the box. It was a high tackle from behind, Katie's studs going straight into the back of Alexia's calf, sending her straight to the ground.
Most of your teammates quickly ran over to where Alexia was laying on the ground. But you went rushing over to where Katie was stood and gave her a harsh push.
"What was that?" You shouted, causing you and Katie to go face to face.
"Proteceting your flavour of the month, how sweet." Katie laughed, her irish voice appearing sarcastic.
"I don't blame you, though. She seems like the desperate type." She continued.
By this point, you had Katie by her collar. Your hands clamped on Katie's shirt. Members of both teams trying to pull the pair of you.
Leah managed to get inbetween you both, her body blocking you from getting to Katie.
"You need to drop it, Y/N." Her sister voice coming out, trying to calm you down.
It wasn't until you heard someone else's voice that you were pulled away.
"Oye mirarme. No estoy herido, ella sólo está intentando llegar a ti." Alexia told you calmly, her hand grabbing yours to walk off. (Hey, look at me. I'm not hurt, she's just trying to get to you.)
Alexia scored the penalty that was awarded for Katie's challenged. The rest of the game went all Barcalona's way.
It finished 4-0 with you managing to get yourself a brace. After speaking to some of you former teammates, you went to find Alexia. Your eyes softened when you saw where she was, her and Leah were talking and laughing about something. Two of your favourite peopel, that sight would never get old.
Over the few months you known Alexia, you had managed to teach her some English. She asked you teach her so she could talk to your family.
You headed over to where they were stood talking. You went up behind Alexia and wrapped your arms around her waist, before kissing her cheek. You felt her lean back into your hold, her hands resting over yours.
"Where's mum?" You asked, directing your question to Leah.
She pointed to just next to the Arsenal benches, you looked towards where she was pointing to see your Mum and brother.
You took yourself away from holding Alexia before grabbing her hand pulling her in the direction of your Mum and brother.
"¿A dónde vamos?" She questioned you hesitantly. (Where are we going?)
"Es hora de usar tu inglés, amor." (Time to use your english, love)
"¡Qué! Eliges después de un partido completo para que yo los conozca adecuadamente." (What! You pick after a full match for me to properly meet them.)
"Sí, ahora vamos." (Yeah, now come on.)
When you eventually got to your Mum and Jacob, you gave them both a hug before introducting Alexia.
"Mum, Jacob. This is Alexia, she's my girlfriend."
The three of them were extemely fast to jump into conversation. Alexia's english was better than you thought it was. Was there anything this girl couldn't do?
You left them to talk, as you and Leah went around the stadium together.
"You love her, don't you." She asked you, the look on her face telling she already knew what the answer was going to be.
"I really do, Le." Your gaze followed straight to where Alexia was still talking to your Mum and brother.
"I'm sure there's worse sister in laws in the world." She chuckled to herself.
"I'm gonna marry her." You told her confidently.
"You down that bad, huh."
"She's my person, Leah."
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Delicious temptation on a cold heart
-Ran Haitani x fem!reader
/ You can traslate to your lenguage if you want to dead it /
Words: 12,7k
Synopsis: the Haitani´s Empire is wealthy and powerwful over all Roppongi. Bonten is dangerous than ever.
First chapter, second chapter, thrid chapter, fourth chapter, fifht chapter _masterlist_
Lo cierto era que Ran Haitani la aterrorizaba.
Esa noche apenas pudo dormir. Sus pensamientos se resumían en la vergüenza que había pasado cuando Ran la abandonó en el ascensor y en lo confusión que le siguió después. Desde las razones por las que pudo haberla besado, y ella respondido como si la vida de ellos fuera la de una pareja felizmente casada, hasta el punto en el que él había cambiado de idea.
La respuesta fue una posible bipolaridad, un transtorno serio. O que fuera un sádico que disfrutase con torturar a sus víctimas. Bueno, al menos eso tendría sentido. Porque la odiaba.
Terminó por levantarse porque era ridículo quedarse en la cama por algo que ya estaba perdido y llorarlo, en vez de enfrentarse a ello. Se dio una ducha para quitarse la mala sensación de los dedos de Ran apretando su piel y el olor de la pintura y la colonia mezcladas. Apestaba. El anillo que había recogido del estudio poco después de llegar al ático decoraba su mano diestra en una promesa silenciosa y forzada. Una cadena. Los recuerdos de ayer eran borrosos y confusos. Si tenía que defenderse por sus acciones, diría que era culpa del alcohol haber actuado de esa forma antes de perder el orgullo. Qué era perder una poca de dignidad por algo que podría haber ocurrido con el orgullo del que su tía siempre se había esforzado en generar en ella.
Lo primero que hizo fue ponerse el pijama. Hoy no iría a clase porque su única asignatura importante era asistir a la última del día. Anabella una vez le dijo que la asignatura de Historia del Arte Contemporáneo era difícil cuando no la llevabas al día y al final acababas perdiendo el sentido de todo el eje cronológico faltando solamente una vez. Al final, resultó siendo cierto. El resto del día eran todo asignaturas de práctica que ya tenía adelantadas. Además, de que podía adelantar un poco más del Trabajo Final para no perder el ritmo. Una vez vestida volvió al baño únicamente para echarse la crema de la cara y desenredarse el pelo mojado. En ningún momento se lo secó.
Salió de la habitación a sabiendas de lo que se encontraría abajo. Una repetición del día anterior, y del pasado también. Habrían servido el desayuno en la mesa del comedor y corrido las cortinas para que al bajar no se sorprendiera de ver todo oscuro. En invierno, habrían encendido la calefacción a primera hora de la mañana, pero como aún no hacía frío de verdad no lo estaba. En verano, el termostato se encendería por la tarde que eran las horas más calurosas y que de verdad se notaban. Normalmente lo hacían, menos cuando ella pedía un cambio, siguiendo las instrucciones del día antetior. No se encontró en el camino con la criada, que correría a la habitación nada más verla y para sorprenderse de que ya habría dejado la cama hecha y colocada, y casi la alivió porque se le había olvidado con todo arremolinándose en recuerdos y sensaciones.
-Podría haberse puesto en peligro mientras tú esperabas fuera -una voz sonaba a lo largo del pasillo. Hope entrecerró los ojos-. Trabajas para mí, no para nadie más, y tu trabajo es protegerla en cualquier momento.
Se detuvo en las escaleras. Las voces, concretamente una, venían de la sala oeste del ático. La parte que conectaba directamente con la primera planta y que llevaba por una puerta al despacho de Ran y la sala de juegos. La zona de la cocina abierta.
Asomó la cabeza un poco a través de la barandilla metálica y dorada, aún muy cerca del suelo de la segunda planta. La luz natural entraba por la cristalera de la sala, iluminando el piano y la mesa del comedor al otro lado, separado de la cocina por un panel de barras verticales con algunas más pequeñas horizontales con objetos; decoración minimalista, por supuesto. El resto de la casa estaba iluminado de igual manera, pero solitario.
Ran estaba ahí, lo que la sorprendió, con nada más que una camisa blanca remangada por los codos y unos pantalones negros. En frente de él, con las manos agarradas en la espalda y una postura erguida, Hayakawa. Tenía el pelo echado hacia atrás, pero sin gomina, y algunos mechones le caían por la frente despreocupadamente.
¿Iba a pasar algo si se quedaba ahí y escuchaba?
-Ella ordenó que me quedara fuera, señor.
-¿Y tú vas y lo haces? No lo haces cuando te metes con ella en sus clases, pero sí en un bar de poca monda donde un borracho podría haberla amenazado o secuestrado.
¿Estaban hablando de ella? Tal y como parecía, de su seguridad en concreto. No quería perderse ningún detalle de una conversación en la que se mencionaba su nombre, y menos sus acciones, así que se sentó en una zona de la escalera donde podía escuchar y ver y, sobre todo, no ser vista desde el otro lado. Pasaba tanto tiempo en aquella casa que al final se las sabía todas.
-Te puse al servicio de mi esposa para que la protegieras, no para que jugases con ella a las familias y la obedecieras a la primera decisión que podía ser errónea.
La sorpresa volvió a tomarla. ¿Estaba hablando de que se ponía en peligro a ella misma con cada dicisión? No parecía decir lo mismo anoche cuando la estaba besando y le correspondió. Eso la enfadó, un poco de más de lo que ya estaba si recordaba lo ocurrido en el ascensor y los labios de su marido sobre su cuello.
-No pensé en que eso pudiera dañarla, señor.
-Obviamente no lo pensaste. Te pago para algo más que mantenerla a salvo de amenazados que puedan hacerle daño, pero al parecer, tu trabajo va más allá -Ran se enderezó y colocó mejor las mangas. El rostro serio ocultaba una sombra que por el ángulo en el que estaba no podía ver. Ni siquiera inclinándose para poder ver mejor lo que hacían. Tenían algo en la mesa-. ¿Quién te paga porque hagas tu trabajo, ella o yo?
-Usted, señor.
-Entonces entenderás que quiero un horario completo de ahora en adelante y como te separes de ella un solo segundo -algo hizo clic en el eco del ático que erizó la piel de Hope cuando lo distinguió- te pegaré un tiro cuando te vea.
El aire de Hope se quedó atascado en los pulmones. No porque estuvieran jugando con su libertad sin preguntárselo, sino por lo que ahora podía distinguir que estaba en la mesa.
La boca se le secó mientras repasaba una y otra vez la mesa en la que las dos armas estaban depositadas como si nada. En la mesa de su casa. En su hogar. ¿Qué diablos estaban haciendo esas armas ahí? ¿Cómo podían ellos tenerlas como si nada? ¿Y cómo habían entrado en la casa en la que ella siempre estaba sin saberlo? Tantas preguntas la agotaron y agobiaron por partes iguales. Ninguna respuesta tenía sentido sino rebuscabas en lo macabro y morboso. La peor combinación para relacionar con una persona cuyos propósitos siempre habían sido desconocidos.
¿Ran participaba en el comercio de armas? ¿Comerciaba con armamento ilegal por alguna casualidad y que favorecía a su familia? Un momento. Hope no le vio sentido a eso. La familia que le había dado el apellido no tenía nada que ver con las armas, sino con algo más que el comercio ilegal. Solo eran una familia rica y de renombre con varias propiedades a su nombre y servicio. No con eso. ¿Sabían eso? ¿Sabía con quién la habían casado? Una parte de ella se burló afirmándolo; para qué iban a casarla con una buena persona, como a su hermana, cuando podían seguir haciéndola sufrir sin estar controlándola.
-Ahora recoge todo antes de que ella se despierte -ordenó, dándose la vuelta, con una mano en la cintura y la otra en el pelo-. Lo último que me faltaba es que viera todo esto.
Hayakawa se movió rápido, como un camarero atendiendo las mesas de los comensales. Con el traje podría parecerlo, pero cuando se guardó una de ellas en la parte de atrás del pantalón como si nada y la tapó con la chaqueta no le dio la misma impresión. Se preguntó si también la llevaba cuando estaba con ella, cuando entraban en la universidad o cuando simplemente caminaba por el ático esperando alguna orden de ella.
Las manos de Ran se pasaron por su pelo varias veces, pero no para colocarlo, alejándose de la mesa del comedor. Fue caminando lentamente a su lado izquierdo, donde estaba el piano con algo apoyado en la silla que lo acompañaba. El look despeinado que no le había visto en la vida, pues siempre lo llevaba pulcro y engominado hacia atrás en sintonía con su estilo, le daba un aire despreocupado y de recién levantado. Le quedaba bien, con sus rasgos acentuados acorde a la luz del ventanal. Parpados caídos que profundizaban aún más el amatista de sus ojos, con unos pómulos altos y marcados que acentuaban la fuerza de su mandíbula cuando la tensaba. Pareciera que no hubiera terminado de arreglarse porque alguien lo interrumpió en el proceso. Pero no era la misma hora a la que se iba. Normalmente se iba mucho antes que ella y se despertaba sola en la cama, lo mismo cuando se acostaba.
Las manos de Hope se tensaron alrededor de los barrotes de la barandilla. ¿Había estado tan ciega que no se había dado cuenta de lo obvio? ¿Desde cuándo la había considerado tan tonta como para darle órdenes al guardaespaldas con el que pasaba más tiempo que con nadie, que él?
-Hayakawa.
-¿Señor? -se dio la vuelta hacia él volviendo a ponerse recto y al servicio del hombre al que aparentemente tenía que servir con lealtad.
Los párpados de Ran cayeron varias veces en lo que tardó en colocarse la chaqueta a juego con el pantalón sobre los hombros y meter los brazos. Mientras se ajustaba adecuadamente los gemelos, los cuales pudo ver que podrían haber sido uno de los regalos de ella antes de la boda, empezó a decir con aire despreocupado:
-¿Qué opinas de mi mujer?
Hope se tensó de pies a cabeza. Solo estaba jugando con él a uno de sus juegos macabros. Porque un sádico siempre jugaba con sus presas antes de lanzarse directas a su cuello; ¿aquello era el juego o estaba atacando después de las amenazas? Peor que una pesadilla. Hablar de ella era una cosa, pero ahora preguntar por algo tan personal resultaba incómodo. Sin embargo, Hayakawa
-Es... Es una buena mujer, señor, muy ocupada en su trabajo y que pasa tiempo con su familia.
-No te estoy preguntando acerca de su historial, sino acerca de ella y tu opinión. ¿Te parece amable, una buena persona y humilde como parece? ¿O una mujer infiel que desobedece a su esposo cuando puede?
Si era una manera de provocar algo en él, la ofendida fue Hope. Él no tenía derecho, ninguno, a recriminarle algo cuando podría haber estado con más amantes de los que ella habría tenido en la vida esos dos años. Y contando para atrás. No con el historial de infidelidades que podía demostrar; las flores, las notas... Y todo lo que hubiese en ese despacho si tuviera el valor de entrar. Saber qué hacía cuando no estaba en casa para molestarla o ignorarla. Volvió a apretar la barra, hasta que los nudillos se pusieron blancos.
-Es una mujer fiel, señor, siempre lo ha sido.
Una risa seca salió de su garganta. Hope volvió a mirarlo. Ya se había colocado el traje a medida y ahora mantenía las manos guardadas en los bolsillos del pantalón. Tenía las piernas abiertas en una posición domianante, escuchando al guardaespaldas hablar y una mirada gélida que jamás se habría pensando ver en un rostro tan sereno como el suyo.
-Podría preguntar si has intentado algo con ella, sobrepasarte o permitirte el lujo de intentar algo insignificante, como meterte entre sus piernas para lograr algo -fue específico en lo que decía, sin dejar de mirarle. Le pareció que no pestañeaba, que no quería perderse ningún detalle de la reacción del otro-. ¿Debería preocuparme eso?
Un jadeo salió de la garganta de Hayakawa. Otro quiso salir de la de Hope por la mera insinuación de una infidelidad. Se estaba atreviendo a cuestionarla, a intentar humillarla... ¿Para qué? ¿Para lograr un objetivo oculto? Sus cejas se alzaron cuando la insinuación que ahora ella estaba empezando a plantearse pudiera ser cierta. Pero era algo ridículo, no tendría sentido. Si Hayakawa pasaba más tiempo con ella, era por las órdenes de él. No porque ella lo pidiera. ¿Ran pensaba que era el guardaespaldas con quien se acostaba? ¿Cómo podía tener ese valor después de todos los desplantes?
-La señora es muy amable y muy guapa, señor, pero alguien como yo jamás se atrevería a ponerle las manos encima.
-Pero sí a dejar que ella te las pusiera -comentó, como una sugerencia de lo más placentera en su mente-. Imagínate, una fantasía viniendo de alguien tan guapa como ella. Tenerla para ti, pensar que eres el hombre más importante para ella, llevarte su imagen a casa como regalo porque ella comparte cama con otro... Una bendición para muchos.
O una farsa cuando eso jamás había ocurrido.
-La señora jamás haría eso -se defendió, entre avergonzado y incómodo.
-Entonces ayúdame a comprender por qué le guardas más fidelidad que al hombre que te paga. Los hombre son tan básicos que ver algo que les llama la atención les es imposible de olvidar. Quizás las piernas de mi esposa sean igual de inolvidables.
Ya era suficiente. Eso era una tortura, tanto para ella como para un hombre que no tenía culpa de nada. Hope se levantó de un salto de la escalera, con el corazón bombeando sangre a toda leche e intentando que el rojo de su cara se marchase cuanto antes, pues la situación lo requería, y buscó en su garganta el tono más despistado y creíble que pudiera tener pese a que la actuación no fuera lo suyo.
-¿Hayakawa? -exclamó, y contó los segundos para empezar a bajar las escaleras e ir a la primera planta-. ¿Con quién hablas? -fingió estar sorprendida mientras se acercaba, incluso disimuló algo de más cuando se detuvo y los miró a ambos con la pregunta en la cara-Estáis los dos aquí.
Ran descruzó los brazos y suavizó la expresión, viéndola acercarse hasta donde estaba con un rostro más sereno del que le estaba dando a Hayakawa segundo antes. Aún llevaba puesto el pijama, pero al menos era largo y la cubría donde tenía que hacerlo. No estaba medio desnuda ni nada como las esposas de los millonarios de las películas americanas. Se fijó en que también llevaba el anillo, en el mismo lugar donde ayer se lo había enseñado. Aquello le hizo preguntarse si era cierto que jamás se lo quitaba o que solo fue un comentario para provocarla.
Debía de ser morboso acostarse con una persona casada, aunque la relación fuera fría y distante. Completamente inexistente a pesar de ese papel firmado y esa alianza.
-No -le dijo, pero con un tono diferente a la expresión que le estaba dando. Esta vez que más frío y grave que las anteriores respuestas que le daba, lo que la sorprendió en partes-. Estábamos hablando.
-Espero que de nada importante.
Lo miró a los ojos. Quería ver si le mentía con la mirada o si actuaba tan bien para mirarla y engañarla. Para ver si realmente tenía que estar atenta a cualquier cosa que le dijera para desconfiar de él. Ran le devolvió la mirada, pero a los segundos cambió de sitio y se dio la vuelta
-A partir de ahora Hayakawa estará contigo en todo momento. Se acabó decirle que se tome descansos y se separe de ti.
-¿Por qué?
-No necesitas una respuesta -respondió, rápido y tranquilo. La expresión no le cambió cuando Hope separó los labios con sorpresa-. Estaré en mi despacho.
Hope dio un paso hacia delante.
-¿No la necesito? Bueno, pues quiero tenerla, dado que es mi vida.
-Suficiente.
-Suficiente cuando yo lo diga.
Ran la miró fijamente, como si las palabras lo hubieran golpeado en un lugar que no esperaba. Su mandíbula se tensó, pero en lugar de contestar de inmediato, se giró hacia la ventana, frotándose el cuello con una mano.
-Lo único que necitas sabes es eso.
Ran se dio la vuelta. En otra situación, Hope se habría detenido y callado para no provocarle y ella para no recibir. Hope sintió que su corazón latía rápido y algo se rompía dentro de ella, como si algo despertara. Las palizas de su padre aún se lo advertían en recuerdos silenciosos, en dolores invisibles de huesos o cada vez que cerraba los ojos después de un largo día que la agotaba. Pero hacía tiempo que no vivía con él y que no tenía que callarse las cosas para dar su opinión al respecto.
Si Ran iba a ser de esos hombres con los que planeaban comprometerla, que al menos tuviera conciencia de que ella no era una marioneta que podía escuchar las burlas y acusaciones infundadas sin decir nada a cambio y con una sonrisa.
-Eres mi esposa, es suficiente razón.
-Entonces podrías empezar a comportarte como uno -le retó. La mandíbula de Ran se tensó, masticando la respuesta mientras volvía darse la vuelta y se acercaba al ventanal para mirar por él.
Hope ignoró su rabieta de niño pequeño y se volvió hacia Hayawaka. Este había intentado hacerse al margen para no intervenir en la discusión de ambos a su manera.
-Hoy no iré a clase, solo a la última por la tarde -dijo, con un tono más amable-. Quiero estar más concentrada en otras cosas. Te avisaré cuando ya esté lista para irnos.
-Por supuesto.
Hayawaka se fue por el camino que conectaba la sala de juegos con la otra salida más cercana al ascensor rápidamente. Los ojos de Hope lo vieron perderse en la habitación con las cortinas echadas y algo en ella se alivió. Al menos, se había librado de un castigo injustificado que lo agobiaba y que no tenía sentido. Por otro lado, ahora le tocaba a ella sufrir las consecuencias de la interrupción.
¿Iba también a interrogarla por una aventura con su guardaespaldas? ¿Se atrevería tanto a eso? Al menos, no tenía que pillarla sorprendida cuando se lo dijera.
-¿Qué haces aquí?
-Es mi casa también, que yo recuerde. Sigo pagando las facturas.
-Me refiero a que deberías estar trabajando.
Se dio la vuelta hacia ella lentamente. Los ojos de Ran la miraron por encima de las pestañas sorprendido por el detalle, rubias como sus cejas. ¿Le sorprendía que se supiera su horario, o que se preocupaba por él?
-Alguien me está sustituyendo. No es mi parte la que me tocaba hacer hoy.
-Entiendo -comentó ella por encima, sin darle mucha importancia-. ¿Vas a estar todo el día aquí o luego vas a salir?
Se encogió de hombros.
-Estaré en el despacho -repitió, guardándose las manos en los bolsillos del pantalón. Seguía sin responder a la segunda pregunta.
Una pausa.
-¿Te molesta?
-No me molesta. ¿A ti sí?
Otra pausa. Esta vez un poco más larga y que le hizo darse cuenta de que no estaba en un debate o en un seminario de preparación a la defensa con los estudiantes de derecho. Normalmente no era así, ¿por qué de repente con él sí lo hacía? ¿Era por eso que la gente se alejaba de ella, porque era demasiado cruel?
-No eres virgen.
-¿Qué?
-¿Cuándo...? Da igual -movió la cabeza hacia el ventanal con la ciudad de fondo-. Es una tontería preguntarlo a estas alturas.
Los dedos de Hope se crisparon.
-¿Y qué si no lo soy? -quiso saber, apretando los puños. Cómo lo podía haber adivinado, lo desconocía. Pero algo le decía que ese comportamiento hacia su guardaespaldas tenía algo que ver con que ahora estuviera sacando el tema tan directo a ella.
-No me molesta. Pero sí me impresiona.
La rabia de Hope no hizo más que ascender. ¿A qué venía esa conversación ahora?
-¿Entonces por qué diablos te molesta tanto el tema? No es como si te hubiera mentido a la cara, puesto que nunca me preguntaste si había tenido otros hombres. Oh, no, espera, nunca me has preguntado nada.
Con las pupilas dilatadas, Ran estiró el brazo para agarrarla y tiró de ella por la muñeca. Hope gritó por haber sido pillada por sorpresa tan de repente.
-¿Con otro hombre que no fuera tu esposo? Si hubiera sabido que ibas a ponerme los cuernos a la primera oportunidad que tuvieras jamás no te habría dado tu espacio ni dejado salir con tanta facilidad.
Su tono está cargado de veneno, una acusación oculta que no necesita ser explicada. Se sintió como si el aire se volviera más pesado, y algo en su estómago se revolvió. No es solo que esté molesto; está sospechando de ella, algo que nunca había sucedido antes de manera tan abierta. Peor.
La estaba acusando de infidelidad. ¡A ella!
Quiso gritarle tantas cosas a la cara, sentirse liberada de la presión que le oprimía los pulmones y el pecho, que Hope se quedó paralizada devolviéndole una mirada ardiente y plagada de ira descontrolada.
-¿En serio estás sugiriendo esto? ¡Yo jamás te he mentido ni puesto los cuernos! -le gritó con tanta fuerza que le dolieron las cuerdas vocales-. ¡Y no eres nadie para prohibirme cosas!
-Soy tu esposo, me debes lealtad.
Le enseñó los dientes plantándole cara. Podía sentir su agitada respiración en la cara de lo cerca que estaban, ambos rojos y dispuestos a destruir el mundo. Ran no retrocede, su expresión sigue siendo dura, pero en sus ojos hay algo más, una sombra de algo que ella no había visto antes: vulnerabilidad disfrazada de ira. Él, el imperturbable Ran Haitani, está sintiendo miedo.
Cobarde.
-¿La misma lealtad que tienes tú cuando no vuelves a casa ni me hablas? ¿La misma que has estado estos dos años sin hablarme? ¿La misma que nos juramos y que ninguno ha cumplido porque no nos vemos? Eres un egoísta -gruñía-. Si quieres a alguien para follar, vete con una puta, pero no me hables como si fueras el más traicionado en esta farsa.
Hope dio un tirón tan fuerte con el brazo que las uñas de Ran se clavaron en su piel al salir. La marca de su mano cerrada alrededor se quedó grabada en la piel blanca y llena de pecas. La zona dolió y escoció, pero nada la detuvo a salir casi corriendo de una sala donde no dejaba de ser juzgada. Sin embargo, camino a las escaleras para poder dar zanjado el tema e irse de una vez. Pensaba en irse al hospital y estar con su tía, pasar el resto del día con ella hablando y decirle todo, con tal de estar fuera de ese sitio.
Incluso, si se atrevía y le duraba el enfado, le pediría las llaves de su antiguo apartamento y pasaría la noche ahí.
Solo subió dos escalones cuando algo la agarró del brazo que se sujetaba a la barandilla y al equilibró e intentó cogerla en el aire. Intentó defenderse, pero de nada sirvió cuando al darse la vuelta por acto reflejo otro mano la sujetó. Al momento de hacerlo se vio en el hombro de un hombre que la sujetaba con tanta fuerza que la habría matado.
-Suéltame. ¡No! ¡Suéltame!
Si iba a matarla a palos, al menos sería en la intimidad en vez de con público. Se habían, porque también imaginaba que Ran también, olvidado que tanto Hayakawa y las criadas estaban en la cocina haciendo lo que hiciesen ahí y que podrían haber escuchado todo el intercambio de palabras. Golpeó y pateó a Ran como pudo desde su complicada situación, pero en vez de torcerse de dolor o de soltarla simplemente, la llevó escaleras arriba.
En cuestión de segundos pasaron a la segunda planta, recorrió a zancadas el largo pasillo con Hope sobre el hombros intentando defenderse y entrar en la habitación principal. Las cortinas aún estaban echadas y apenas había luz que pudiera apoyarla. Antes de poder decir algo, lo que fuera, Ran se la quitó de encima con rabia y la lanzó con fuerza sobre la cama. Allí rebotó y le faltó el aire por el susto de haber aterrizado en la mitad aún deshecha. Ran se pasó la mano por el pelo para echárselo hacia atrás y la señaló con la barbilla, el rostro completamente serio, envuelto en sombradas.
-Siéntate -le ordenó.
Hope se enderezó con las fuerza de sus codos y le devolvió una respuesta.
-¿O qué? ¿Vas a violarme para demostrar que eres un hombre? ¡No solucionará nada!
-Cállate.
El silencio entre los dos se extendió por la habitación como una nube espesa. Ran permaneció de pie, inmóvil, su expresión dura, pero sus ojos relevaban una lucha interna que nunca antes había mostrado. La tensión en su mandíbula y la rigidez de su postura lo delataban; es un hombre acostumbrado a manejar el control, la fuerza y la intimidación, pero no a lidiar con este tipo de personas. Hope podía verlo.
Detestaba que alguien lo desobedeciera.
No iba a seguirle el juego ni a hablar de aquel hombre tan a la ligera si realmente iba a hacerlo. Habría sido más fácil tumbarla boca abajo y forzarla de esa manera, que pudiera ahogarse y no defenderse, en vez de boca arriba y él... Alejándose. Se estaba alejando. ¿Qué hacía yendo al armario en vez de ocuparse de ella? Al poco rato, salió de él con el ceño fruncido y la oscuridad inundando los ojos que una vez le parecieron bonitos, y entre sus manos llevaba algo que hizo palidecer a Hope.
-Extiende las manos.
-No -se defendió.
-Extiéndelas o lo haré yo.
El primer vacile. Tardó en responder.
-No -repitió, cortante.
-Hope.
-¡Que te den!
Harto, se alejó del armario y se movió con la rapidez sorprendente a por ella. En un movimiento rápido, él tomó por las muñecas, tirando con brusquedad. Ella jadeó, sorprendida por la fuerza de su agarre, y siente que sus manos empiezan a temblar. Él no la miraba a los ojos mientras envuelve un trozo de tela alrededor de sus muñecas, atándola con una precisión casi mecánica, como si su única misión en ese momento fuera hacerla sentir el peso de su ira.
-No... No... -repetía y otra vez. Empezó a trabajar con una corbata alrededor de sus muñecas, pasando varias veces por ellas y uniendo las partes a modo de amarre improvisado.
Ella intentaba resistirse, pero la fuerza de Ran era demasiado, y la tela apretaba más y más alrededor de sus muñecas. La sensación contra su piel es demasiado, una señal física de lo que está pasando. Sus pensamientos empezaron a agolparse, su respiración se aceleró aún más, y algo dentro de ella se descontroló.
El pánico empezó a invadirla, la sensibilidad de sus piernas desapareciendo y pronto reapareciendo para tensarlas cuando notaba el tacto de la tela sobre ellas. Iba a hacerlo. Iba a atreverse hacer lo que ella le había dicho y de la peor manera que podría ocurrírsele. Estaba demasiado consumido por su propia tormenta que siempre ha siempre ha sido su refugio. La tela seguía aprteando, y cada uno era peor.
De cara e indefensa como las lecciones de educación que le daban en su antiguo hogar con una vara y la piel descubierta. Cada cuenta mal hecha, cada párrafo olvidado, cada mala traducción... Todo error significaba un pequeño castigo que luego el mayor respondería. La imperfección no iba a ser toleraba. Ella no iba a ser tolerada, nunca; era lo que su madrastra se encargó de enseñarle con una vara y un trapo mojado.
-Suéltame... No, no, por favor.
A modo de intentar soltarse, daba tirones con una poca de la fuerza que le quedaba que era detenida con la tensión en dirección contraria hacia él. Las palabras suenan distantes para ella. Todo a su alrededor empieza a difuminarse. El cuarto parece encogerse, las paredes acercándose lentamente mientras su corazón late desbocado. De repente, el aire se vuelve insuficiente, como si algo invisible la estuviera sofocando. Su pecho se contrae, su visión se nubla, y una sensación de pánico la envuelve por completo.
El pecho le empezó a doler y los pulmones se sintieron vacíos con el aire que entraba y salía a toda velocidad por ellos. Su mente empezó a hacer cosas raras, como recordar las pocas razones por las que la castigaban de pequeña y la escusa que siempre ponían: «tu hermana nunca haría eso»; o «aprende de tu hermana y no tendré que volver a hacerlo»; o el clásico «extiende las manos, que yo las vea, y que esto quede entre tú y yo: me duele más que a ti».
¿Iba a poner él la misma escusa para hacerlo? ¿Iba a castigarla para que aprendiera, como cuando era niña y necesitaba ser «domesticada» de las ideas que la hacían imperfecta? Pero no lo hizo. En vez de eso, elevó la mirada, el rostro envuelto en sombras y luz dividido, y se encontró con el rostro desesperado y cubierto por lágrimas de súplica como sus palabras. Sentía la calidez húmeda de estas deslizándose por sus mejillas, bailando en la barbilla y cayendo por el cuello.
La respiración agitada de Hope, entrecortada y acelerada, que le oprimía el pecho aún más, le hizo detenerse y dejar de atar la tela y sus manos. Las manos le temblaban como si estuviera a metros bajo tierra, y el cuerpo se le había helado.
-Hope -llamaron-. Hope.
-Por favor, no lo hagas. Por favor, por favor,... -sollozaba envueltas en lágrimas y tan sonrojada que no parecía un color sano. Le ardía la cara y el cuerpo para el frío que sentía. Movía las muñecas aprovechando que habían dejado de trabajar en ellas, pero la fricción de la tela solo conseguía apretarse más a su alrededor y asustarla.
Dos manos le sujetaron el rostro congestionado en un intento de llamar su atención. Dos ojos, también, la miraron transparentes y ella buscó alguna pizca de luz en ellos. Algo que pudiera tranquilizarla y devolverla a la realidad poco a poco. La presión en su pecho fue disminuyendo a un ritmo que ella apenas notó, pero que pudo consolarla cuando tardó en reaccionar al cambio. La oscuridad, la apenas luz que entraba por las cortinas, las emociones... Todo la hacían sentirse pequeña en aquel lugar.
Una parte de ella se arrepentía de que aquel hombre la vieran llorar, y otra muy compleja la advertía de que no era otra prueba más para que el verdadero dolor iniciara.
Hubo un momento extraño en el que dejó de ver, de escuchar -solo un profundo pitido instalado en sus oídos-, por cual no pudo saber lo que iba a pasar. Cuando ese momento pasó, estaba envuelta en temblores en las extremidades y en unos brazos ajenos que le presionaban el rostro contra el torso. Unos dedos moviéndose sobre la fría ropa que cubría porciones de su piel.
-Hope, mi Hope, respira.
Se arrodilló rápidamente frente a ella, sus manos temblorosas mientras desataba las corbata con torpeza, desesperado por liberar sus muñecas. La corbata cayó al suelo, arrugada, y él la toma de los brazos, sin saber qué hacer, cómo ayudarla.
Ella no puede escucharle del todo. Está demasiado atrapada en su propio ataque de pánico, luchando por cada respiración. Sus manos libres tiemblan, y todo su cuerpo está rígido, como si estuviera lista para romperse.
Lo hizo, no porque todo su orgullo apenas se mantuviera, sino porque sabía que era lo correcto. La parte racional que la seguía protegiendo después de estar alejada de las amenazas que hace años le causaban tanto dolor y fracturaban hasta lo más diminuto de su ser. En algún momento que pasaba eso, que las manos de aquel hombre se ocupaban de limpiarla las lágrimas y desatarla, se encontró tumbada boca arriba en la cama con las piernas en el mismo sitio.
A Ran Haitani no le gustaba decorar ni presionar. Solo presionar.
Cuando Hope se durmió, abrazada con fuerza contra la espalda de la misma persona que le había generado tantos dolores de cabeza, la cabeza le latía con fuerza y el pecho le dolía como si una decena de elefantes la hubieran arrollado. Su cuerpo se sentía rígido bajo la ligera sábana que la cubría. Pero cuando se despertó, ese dolor se había convertido en una presencia invisible.
Abrió los ojos lentamente, parpadeando suavemente y la poca luz que entraba a través de las cortinas irritando sus pupilas. Gruñó contra la almohada, pero se esforzó en levantarse con el fuerte latido atravesando la parte trasera de su cabeza. Le recordaba a las veces que se olvidaba de comer y dormir cuando tenía que entregar un trabajo.
Los recuerdos le bailaban alterados unos con otros, desde el más pasado hasta el más reciente, sin detenerse en el contexto de desarrollo a cómo has llegado a estar las cosas. Un huracán de memorias desorganizadas. Tardó en levantarse de la cama, y cuando lo hizo fue como recordar las razónes por las que estaba en una habitación que realmente no tenía nada que ver con ella y esa sensación se instauró en su pecho. Los recuerdos, aún desordenados, volvieron a ella con más fuerza; un dolor notable que recorrió sus muñecas y le hizo marearse. La habitación estaba como cuando se hubo acostado; cortinas echadas, cama revuelta y espacio desordenado.
Salió de la habitación frotándose los ojos y llegó a las escaleras. Todo seguía igual. Mismo espacio limpio, vacío e iluminado por la luz de los enormes ventanales que rodeaban toda la cara oeste del ático. Siempre era así, un apartando vacío de emociones y vivencias que detonasen la presencia de una persona más que el servicio que se encargaba de mantenerlo todo limpio. La luz, a diferencia de por la mañana, bañada de un tono anaranjado suave los muebles blancos y las paredes allá a donde llegaba.
Sí era cierto que la zona del salón, donde estaban el sofá, la chimenea y todo lo correspondiente para un área de descanso a doble altura, era una parte en la que no entraba toda la luz por su distribución, una pequeña parte quedaba iluminada y la hacía más reconfortante a la vista y...a ella le daba tranquilidad. Dentro de un límite; ahí solía estudiar y ver películas, sola, y a veces comer para no tener que sentarse en la rigidez de la mesa. Como para ser capaz de pintarlo y plasmar su realidad en un bonito cuadro con su marca de agua.
Todo el apartamento estaba abierto. Lo que hicieras en una zona, iba a ser visto. Menos la zona de juego y el despacho de Ran, con paredes detrás de las escaleras.
Hayakawa apareció de repente en el salón, saliendo por el comedor y caminando a zancadas hacia la cocina. Le sorprendió verlo de esa manera, tan alerta, pues en lo que llevaba cuidando de ella jamás le había visto en esas condiciones. Cuando se dio cuenta de que había una persona más en la sala, observando desde lo alto de las escaleras, Hayakawa se detuvo y pegó un brinco de sorprenda al verla ahí parada y en silencio. Pronto recobró la compostura, como si nada de aquello hubiese pasado.
-Buenas tardes, señora, espero que haya dormido bien.
Estaba segura de que de alguna manera, tanto él como las criadas en habían escuchado los gritos y la conversación. Aquello la avergonzaba, pues la hacía ver como una persona sin capacidad de contención emocional o...algo así. Pero también le daba pena. Ellos no tendrían que haberlo escuchado. No tenían nada que ver con la discusión.
-¿Ran...se ha ido?
Hayakawa sacudió la cabeza.
-El señor se ha encerrado en su despacho y no ha hablado con nadie. No ha comido nada.
Cómo no, querer aclarar sus ideas y desaparecer del mundo era una buena opción. Ella también lo habría hecho. La diferencia estaba en que lo que había ocurrido allí arriba, no solo cuando Hayakawa se fue y empezaron a discutir, estaba lejos de olvidar o pasar desapercibido. Y que él ya estaba acostumbrado a hacerlo de serie con ella, cuando no la estaba ignorando. ¿Cabía la posibilidad de que pudiera estar buscando una forma de explicar su comportamiento?
Entonces, dijo algo que la sorprendió.
-Antes de entrar me dijo que le informarse que fuera a hablar con él -comentó él-. No ha salido desde que usted volvió a la cama.
Hope le respondió con un asentimiento y lo vio desaparecer de camino a la cocina. No se escuchaba tampoco nada de allí, pero sí que estaban las luces encendidas. Luego de un rato pensando en qué hacer, decidió que tendría sentido ir a hablar con él en vez de evitarlo. Al final, la conversación tendría que salir en algún momento, y no evitarla. A no ser que quisieran odiarse más todavía; uno tenía que tomar cartas en el asunto y ser el adulto. Por una vez. Bajó al comedor directamente, en vez de torcer e ir a tumbarse al sofá, y cruzó el arco desnudo de la sala de juegos.
La sala de juegos estaba igual, con la diferencia de que en ese sitio tenía sentido que cada cosa estuviera en su sitio guardado y ordenado para no perder nada. La enorme mesa de billar relucía por la luz natural, dándole ese ambiente juerguista que muchos esperarían de un antro. La puerta al despacho estaba a mano izquierda, así que el jugador que se pusiera en esa esquina tendría que actuar con seriedad cada vez que la puerta se abriera a varios metros de distancia de él. El puzle deslumbraba de lo limpio que estaba, con cada figurilla guardada en dos cajas diferentes a mano derecha e izquierda de cada jugador. Lo miró demasiado tiempo; pareciera que nadie lo tocaba desde mucho.
Cerró los dedos en un puño y, tras un minuto de pensar en si estaba bien hacer lo que estaba haciendo, golpeó dos veces la madera de la puerta, uno tras otros. No recibió una respuesta inmediata, aunque sabía que había una persona ahí dentro. Volvió a mirar el puzle a medio hacer. La curiosidad la llamaba a intentarlo.
Después de un rato, presionó el picaporte y empujó para abrir la puerta. Los hombros de Hope sintieron una presión sobre ellos. Ya estaba. Estaba en la habitación que, al igual que su estudio, nadie podía entrar sin permiso. Y no era para nada lo que se esperaba. Lo cierto era que era un cuarto grande, pero no demasiado, lo suficiente para poder tener un entorno de trabajo adecuado.
Los muebles eran oscuros, pero las paredes claras y decoradas con cuadros tanto de pinturas barrocas como de títulos o pósters antiguos, de deportes o de series, enmarcados. Algunos los reconoció, esperando que fueran réplicas exactas que las originales; La Asunción de la Virgen, de Lanfranco, El Juicio de París, de Rubens, El Rapto de Proserpina, de Poussin... Entre muchos otros. Había un escritorio de madera oscura repleto de objetos al fondo del cuarto, frente a dos sillones de cuero acolchado.
Dos gruesas estanterías repletas de libros y otros objetos se pegaban a la pared izquierda con cajones y armarios en la parte inferior. Al lado de la puerta estaba una cómoda con apenas decoración pero sí para complementar unos cuadros de más. La parte derecha solo tenia estanterías intercaladas pegadas a la pared con objetos personales que por la poca iluminación apenas distinguió. En medio del cuarto, una mesa auxiliar rectangular y un sofá del mismo material que el resto del mobiliario iban sobre una larga y gruesa alfombra blanca.
Ran estaba sentado en la silla detrás del escritorio, los codos apoyados sobre la superficie plana y un ordenador abierto y encendido (por las luces) al que atendía. Su cabeza se disparó hacia arriba cuando la puerta se cerró a espaldas de Hope, con ayuda de una mano que la empujaba.
-¿Has dormido bien?
-¿Eh? Sí -apartó la mirada de los cuadros, de los conocimientos que adquirió en las clases de Arte Moderno y cómo les habían enseñado a distinguir la técnica de cada uno de los pintores. No pudo evitarlo.
Los dedos de Ran pasaron varias veces por el pelo revuelto y al natural, echándolo hacia atrás y luego colocándolo como podía. Lo tenía bastante largo a comparación de las veces que lo veía con la gomina, lo que le delató enseguida. Se preguntó si realmente era pereza a cortárselo o si quería batir un record de longuitud.
-¿Por qué me has dejado dormir hasta tarde?
-Estabas cansada, preferí dejarte dormir.
-Tenía cosas que hacer. Clases a las que ir -se defendió.
Ran levantó la mirada suavemente hacia ella.
-No iba a despertar a mi esposa cuando estaba cansada y le debía horas a la cama.
Mentiroso. Era un jodido mentiroso.
Se mordió el labio. El dolor de garganta persistía y cada vez le recordaba más a las lecciones de canto que habían intentado inculcarle sin éxito para que al menos supiera entonar. El resultado fueron varias afonías, revisiones al médico por el desgaste de las cuerdas y problemas para hablar durante días. Claro que para su familia eso fue una alegría; significaba no prestarle atención ni escucharla. Mandaban al servicio a que la cuidaran, y no iban ni a verla cuando la fiebre le subía.
-No lo hagas -le pidió en voz baja.
-¿El qué?
-Compadecerte de mí después de lo que ha pasado -explicó en un tono más o menos orgulloso, decente, digno-. Si quieres decir algo, dilo, puedo soportarlo.
Levantó la barbilla mirando al frente. Ran se alejó de la mesa y se dejó caer en el respaldo con lentitud. El cuero sonó a cada movimiento. La escrutó con la mirada en un silencio extraño que solo fue evitado por el constante ruido de las manecillas del reloj sobre la cómoda de roble a la izquierda del escritorio.
-¿Qué te hicieron para que sufrieras un ataque de ansiedad?
Hope le devolvió la mirada. Una pequeña tirantez en su corazón la hizo conmoverse por la confesión tan a la ligera que le estaba dando. Fue como si le hubieran agarrado el corazón y luego soltado de repente.
-Ya, bueno, eso no significa nada en mi caso, ¿no? -se defendió de nuevo, sin evitar el veneno que desprendían sus palabras-. No a todos nos pasa lo mismo.
Ahora era el turno de ella ser una mentirosa. ¿Qué más podía hacer? Su padre la había amenazado con que si decía algo de su vida en la casa familiar se iba a arrepentir. No podía arriesgarse tampoco a demostrar su fragilidad a una persona que la había atado para castigarla, y en consecuencia, sufrido un ataque de ansiedad.
-¿Me estás mintiendo?
-No.
-Mentirosa.
A Hope casi se le escapó la risa; no pudo ocultar la sonrisa traidora que se le dibujó en los labios y que conseguido levantar la pesadez de la conversación.
-¿Tanta importancia tenía antes para ti que ahora quieres hacerme creer lo contrario?
-Pensaba... -tardó en encontrar las palabras-. Pensaba que te habías acostado con alguien más en el matrimonio que no fuera yo, y supongo que fue eso lo que me hizo reaccionar de esa manera. Normalmente esas cosas no me detienen, pero me afectó.
Hope quería escupirle.
-Y culpaste a Hayakawa de eso -finalizó por decir. Si le sorprendió que supiese una información clasificada entre su guardaespaldas y él, apenas lo mostró cuando la caída de sus ojos cayó sobre ella perezosamente-. Nunca he sido infiel. Ni lo haría. No tienes ni idea de lo que me afecta a mí.
-No te daría una paliza ni te encerraría en la vida por eso, Hope.
Simplemente se limitó a cerrar los ojos, intentando alejar los recuerdos de hace unas horas para no volver a sentir que el mundo se derrumbaba sobre sus hombros.
-Antes no parecías decir lo contrario.
-No es el mejor día para retarme -casi rió, y dejó caer la cabeza contra el respaldo-. Lo último que me faltaba hoy era tener que enfrentar a la fiera de mi esposa que ya me ha demostrado que puede defenderse sola -una pequeña pausa en un silencio cómodo entre los dos-. Si hubiera sabido eso, no te habría puesto un guardaespaldas.
Involuntariamente, la comisuras de Hope se elevaron en una divertida sonrisa. Se acariciaba los dedos con nerviosismo, pero al menos ya no le latía el pecho con fuerza y le generaba esa ansiedad que antes la había llevado al límite.
Se pasó las manos por la cara en un intenso de despejarse. Los ojos le dolían y pestañear le parecía algo casi complicado que le suponía un reto. Era como enfrentarse a algo que te perjudicaba pero que no sabías resolver, como los médicos en la Edad Media cuando pensaban que el cáncer se solucionaba introduciendo carne sana en las extremidades afectadas.
-¿Te duele algo?
-No duermo mucho -respondió cruzando los brazos, la tensión de los músculos de debajo presionando contra la tela-. Supongo que ya lo sabes.
-Podrías cambiar tu horario o algo, así no... -le hubiese gustado decir algo más que una simple recomendación o un consejo, algo referido a pasar tiempo con ella o pasar más tiempo en casa, o algo así, pero no se atrevió-. Podrías dormir más, ya sabes.
La cabeza de Ran se volvió hacia ella y se quedó un rato en silencio. Tic, tac, se escuchaba. Los dedos de Hope se movían contra ellos y se frotaban contra la piel contra la carne y las uñas, raspando los pequeños restos de pintura que podrían haber quedado ahí de las prácticas de ayer. Un acto nervioso que la señalarían de enferma mental pero que en realidad era un reflejo por manías tomadas del pasado. Cuando la encerraron en su habitación, después de la paliza, se acostumbró a dañarse a sí misma pensando que sería mejor que alguna de las personas que estaban al otro lado de la puerta lo hicieran a su manera.
Se apartó el pelo de la cara, pero un mechón rebelde se salió del agarre y le bailó frente a los ojos. Hope se irritó intentando colocárselo.
-Las cosas a veces no son como queremos. Mi parte del trabajo es mayormente nocturno, pero estos días es diferente. Podría decirse que son unas pequeñas vacaciones.
Inspiró y exhaló.
-No son vacaciones si no puedes descansar -contestó de vuelta-. Tienes mala cara, y sigues trabajando.
-Como he dicho, a veces no tenemos lo que queremos siempre.
Cabeceó en modo de respuesta. Quizás tuviera razón. Toda su vida había consistido en tener cosas que no quería y en respuestas secas que no tuvieran sentido más que «por y para la familia».
Si su padre había sido una mujer cualquiera para su progenitor, no tenía sentido haberla dejado con él si tenía más familia con la que vivir. Pero nunca había preguntado el motivo porque significaría tener un castigo como respuesta.
Ahí estaba otra vez esa muralla invencible, compleja e imposible de derribar si no se abría por el otro lado. Había descubierto en ese tiempo, y en lo poco que lo conocía, que la personalidad y vida de Ran eran diferentes una de otra, y que la parte más personal de él pocas veces se dejaba ver porque una pared los separaba. Una pared gruesa que separaba los intentos de Hope de poder comprenderlo, más allá de lo que ya veía, y que quizás era un modo de defensa de protegerse de los más ajenos a su confianza. ¿Eso era ella, una extraña que podría amenazarlo en el futuro? Acababa de confesar que le daban palizas dobles por defender a su hermano -lo que la sorprendió, porque no recordaba haberlo visto en la boda ni en ningún momento-, no muy alejado de la vida que ella había tenido por cometer el más mínimo descontento.
-¿Vas a hacer algo ahora que estás despierta? Tienes que comer algo.
Recostado en el asiento y diciendo eso, le recordó a la actitud de un padre preocupado por su hijo pero sin querer mantener más contacto que esa actitud protectora.
-Lo haré -respondió-. Haz tú lo mismo.
Otro asentimiento sin emoción.
-Lo haré.
Pero Hope no estaba tan segura para cuando se levantó de donde estaba y se acercó a la puerta. De todas formas, no era como si se hubieran preocupado alguna vez el uno por el otro y ahora las cosas hubiesen cambiado. La diferencia estaba siempre ahí. Nunca iban a ser una pareja, menos una familia, y no iban a recuperar el tiempo perdido ahora.
Sin embargo, algo la empujó al borde de preguntarse la razón por la que realmente había ido al despacho al que nunca entraba por una orden que bien en otra situación habría desobedecido. No le habría hecho caso, o quizás sí, pero no con la misma actitud que estaba mostrando ahora; abierta y capacitada para una conversación sincera.
Si las cosas iban a ser siempre así, por lo menos uno de los dos lo había intentando a su manera y lo habían demostrado. El divorcio no era una opción en algo que Hope no sabía bien cómo llevar, y tampoco es que tuviera algún lugar más al que ir después de aquello. ¿Con sus amigos? Demasiados problemas tenían ellos. ¿Con su tía? Era una casa enorme en la que se sentiría incómoda y que jamás podría pagar. Suficiente tenía con pagar la matrícula de la universidad cada año más lo que conllevaba ser un estudiante de Bellas Artes y la inversación en material propio, decente.
-Hope -llamaron, y Hope tuvo un momento de lucidez en el que recordó la forma en la que la había llamado antes de dormirse en sus brazos.
«Hope, mi Hope, respira», le dijo.
En ese momento no se dio cuenta, pero ahora lo hizo. Cayó en la forma suave de llamarla en medio del ataque que su propio cuerpo liberaba contra ella. En la rapidez con la que había reaccionado para quitarle los nudos de las manos y deshacerse de la corbata, tirándola a cualquier lado de la habitación. En cómo sus brazos no la aprisionaron contra la cama, sino que en todo momento se concentró en dejarle el rostro alejado de él para darle su propio espacio...
En cómo, después de irse, la había metido en la cama mientras ella dormía y encargado de taparla y apagar todas las luces para no molestar. De alguna forma, había sabido en todo momento lo que le estaba pasando y lo que le habría gustado que hicieran para cuando se despertase. Solo le faltaba haber preparado su plato favorito, pero dudaba que lo supiera o que alguna vez hubiera escuchado de él.
-Jamás te haría algo que no te gustase.
Aguantó la respiración. Y ella le creyó, aún así. Quería hacerlo. Ignorando todas las alertas que tenía esa oración después de lo ocurrido. Al poco rato, salió del despacho con la cabeza confundida.
Marchó a la cocina obedeciendo la recomendación de su marido ignorando la negativa de su estómago a consumir algo. Aún no lo demostraba, pero si no comía algo ahora estaba segura de que por la noche se levantaría a hacerlo y el horario de comida tendría que cambiar. Mejor hacerlo ahora que tener problemas de alimentación en un futuro, de nuevo. Cuando entró en la cocina, Hayakawa no estaba, pero sí la cocinera revolviendo algo en la encimera y la criada ordenando...algo en un armario de rodillas en el suelo, varios productos de limpieza a su alrededor.
-¿Queda algo de comer? -preguntó, sorprendiendo a ambas.
La cocinera giró el cuerpo hacia ella y le señaló con el mentón hacia la nevera.
-El señor dijo que se hiciera algo de comer para cuando usted despertara. Lo hemos guardado para que se conserve.
Hope asintió y fue a la nevera. Tuvo cuidado de no tropezar con lo que la criada hacía y liarla sin querer. Ya había tenido suficiente con aquella mañana. El estómago le advirtió que no quería nada para digerir, pero hizo casi omiso a su opinión y abrió la nevera de todas formas. La diferencia de temperatura la saludó. Estaba hasta arriba de comida, pero un plato envuelto en papel de film le llamó la atención sobre todas las cosas.
Su plato favorito.
Cada día entendía menos a Ran Haitani.
Pasaron varios días de esa conversación. Hope no volvió a encontrarse con Ran en todo ese tiempo. Lo que hizo en ese período fue volver al ciclo de la universidad, casa, hospital y trabajos de clase.
Su tía esos días había estado mejor. El tratamiento no había sido tan duro como el de la última vez y resultado exitoso en una pequeña parte, tampoco la había dejado tan agotada y permitido pasar más tiempo con ella hablando. Lo ocurrido en casa fue el único tema del que no habló, pero sí se encargó de mencionar que Ran y ella habían hablado y aclarado algunas cosas; su tía le aplaudió el éxito, pero la felicidad no llegó a invadir a Hope como se esperaba. Mintió.
Después de clases, iba a verla, no tan seguido, un día sí y un día no, y le llevaba orquídeas. Las flores se quedaban en la cocina. Cuando regresaba a casa, se concentraba en los trabajos de las asignaturas que más le costaban un rato y al otro se ocupaba de pasar los apuntes a limpio, tomando referencias de libros que había ido a coger a la biblioteca del campus para apoyarse. Con ellos, también pudo buscar información sobre el trabajo final que añadió en la bibliografía cada vez que hacía una mención a uno y a su autor. Al menos no podrían decirle que no estaba haciendo un buen trabajo. Análisis, boceto, trabajo bien redactado... Los exámenes finales eran una tontería al lado de aquella obra con la que también estaba aprendiendo. Lo complicado sería salir al mundo laboral, como decían sus profesores. Quizás en el extranjero...
De vez en cuando rompía el ciclo, pero muy poco. Una vez limpió el estudio.
No volvió a hacerlo cuando se dio cuenta de que era una tontería porque todo volvería a estar sucio y tirado en cada esquina. Algo de lo que se dio cuenta fue de que su habitación era apenas su habitación. Tenía el mismo tono minimalista que el resto del ático, como si en realidad quien viviera allí fuera la inmobiliaria que revisaba el piso y lo mostraba al público. La única parte que podría tener su toque, como se refería ella a algo que tuviera su esencia, era su estudio de trabajo, y quizás el baño compartido del cuarto principal.
Decidió anotar en una hoja de su libreta de ideas todos los objetos que eran suyos, y se dio cuenta de que no tenía tantos como la casa demostraba, y que su mente efectivamente estaba jugándole malas pasadas de nuevo. En su otra casa, lo único suyo era una habitación más parecida a la de un castillo de época por su sobriedad que el de una adolescente como lo fue en su momento.
El cuarto día empezó a hacer un boceto de la habitación y de la casa a como le parecía, a una escala reducida en su cuaderno de dibujo. Cuando llegaba a una asignatura que no le resultaría difícil aprobar o se marchaba a la biblioteca a repasar los contenidos del día, añadía objetos que quizás sí le dieran su esencia personal a una casa que en ese tiempo no había mostrado interés por cambiar. Terminó encargando el marco de un cuadro.
Al parecer, reponer el material de clase y de casa no estaba disponible esos días en el mercado para enviar a casa, así que para hacer la compra tuvo que dejar que el pedido se hiciera en la tienda y acordar que ella fuese cuando le mandasen el código. Hope no entendió bien esa política al cliente hasta que, en un impulso de hacer algo nuevo, encendió la televisión y vio las noticias.
Lo que Anabella había contado de las mafias y los yakuzas y los policías en el bar dejó de parecerle una tontería cuando la primera noticia que sonó fue la muerte de una banda resonada en las calles que había resultado, no solo en el exterminio de todo un clan, sino en el asesinato de los civiles que pasaban por ahí a manos de la organización que más aparecía en las noticias y de la que los policías solo conocían el nombre y apenas tenían imágenes de los integrantes y el líder. Empezaba a sospecharse que tuvieran uno, sino varios, debido a la diversidad de acciones que ejecutaban en aquellos últimos meses. Hope miró ensimismada, sentada en el sofá de la primera planta, cómo la reportera lo contaba, con tanta frivolidad en los rasgos y preocupación en el tono, alternándose con los vídeos recopilados en redes sociales y oficiales de la cadena de televisión.
Una nueva potencia, decían, que pronto controlaría todo el continente asiático. Seriamente, no parecía algo al azar. Ahora, en lo personal, desconocía cómo funcionaban.
Resultaba curioso cómo las noticias contaban de primera mano la situación y la policía colaboraba. Normalmente, cuando colaboraban juntos, era porque algo grabe estaba sucediendo, como un secuestro o algo que afectase a la población. De nuevo, la imagen del jefe de comisaría salió en pantalla recomendando no salir hasta altas horas de la noche y evitar quedar en barrios con tendencia a los conflictos. A su vez, advertían a las mujeres y a las madres evitar acercarse con hijos a ciertos lugares que pronto olvidó o quedarse solas. Le prestó gran atención a ese detalle. «No quedarse solas», habían dicho. Las mujeres solían ser el centro de muchos problemas, sobre todo en la población resentida, pero ahora imaginaba que no valdría arriesgarse sin tener un motivo importante. Tampoco es que ella pudiera hacerlo.
Desde la advertencia de Ran, Hayakawa se quedaba todo el rato con ella y se alejaba apenas unos metros cuando estaba en casa. Si su intención era cortarle la respiración ahora que no estaba con ella, por ahora lo estaba consiguiendo.
Por ahora, repetía. Porque un día de estos iba a despistarlo y perderlo para poder vivir sin alguien que caminara a sus espaldas o que, al mínimo intento de amenaza de su espacio, interfirieran en su camino. Anabella y Joshua seguían sin preguntar sobre el extraño hombre que había aparecido en el bar a recogerla, y casi que mejor. ¿Qué iba a decirles, que era su esposo, quien nunca estaba con ella, el que había ido a por ella porque no le cogía una llamada? Sonaría tóxico y rídiculo. Y una excusa. Por otro lado, su amigo con familia propia había faltado a clase más días de los que había dicho. Hope pensó en ir a hacerle una visita.
Hayakawa estaba en el comedor mirando por el ventanal al otro edificio cuando Hope lo encontró. Lo había buscado en la planta de arriba pensando que quizás estaría distraído en alguna de las habitaciones sobrantes del apartamento. Se había vestido con unos vaqueros, una camiseta clara con un encaje sofisticado en la parte del escote y una chaqueta abierta de punto marrón. Llevaba los zapatos en la mano y un bolso.
-Señora -hizo una reverencia.
-Tengo que recoger unos paquetes a mi nombre para hoy. Pensaba salir ya antes de que se hiciera tarde y perder la oportunidad.
Asintió con la cabeza.
-Avisaré al conductor.
-¿Puede ser solo contigo? Tengo que ir rápido antes de que cierren y luego hacer otras cosas -le preguntó directamente-. No tardaremos mucho.
Hayakawa se dobló por la mitad accediendo. Hope asintió, satisfecha de haberlo conseguido.
-Como diga.
Las puertas del ascensor se abrieron, solo para descubrir que ya había alguien dentro. Normalmente no era una forma de encontrarse con los vecinos. En el tiempo que había vivido allí, los vecinos se reunían en el garaje para conocerse, no yendo a los apartamentos de los otros porque hacía falta una llave para acceder a cada planta.
Hayawaka reaccionó más rápido, poniendo el brazo entre las puertas que se abrían y el cuerpo de Hope, una mano en la espalda que señalaba que ese día estaba usando el arma -¿la llevaba siempre?-, para que al acabar el recorrido fuera una realidad completamente diferente. La persona que estaba en el ascensor estaba al final de este, en la zona del espejo, apoyando la espalda contra la superficie y la cabeza echada hacia abajo. Los brazos se abrían a cada lado del cuerpo, los músculos marcados en la camisa remangada, sujetándose a la barra de apoyo, las largas piernas cruzadas. Varios mechones de pelo le bailaban en el rostro paliducho y afilado.
La posición de Hayakawa se relajó al reconocerlo. Con la camisa por fuera del pantalón, los tirantes de cuero que le recordaban a los que la policía utilizaba para guardar el arma, pero sin arma esta vez, y el chaleco colgando de la mano, en otro momento no lo habría reconocido. Habría pensando que por un momento el sistema de protección estaba averiado. La postura agotada lo distinguía.
No era más que una realidad contraria que jugaba con ella a su antojo.
-Hola -saludó.
Se quedaron como dos tontos ahí. Por primera en mucho tiempo, el pecho de Hope se infló y sintió más ligero. Tanta tensión para absolutamente nada.
-¿Vas a algún lado? -preguntó en voz baja, dejando la chaqueta que se había quitado antes de entrar en casa sobre la superficie del sofá.
-Tengo que recoger un pedido.
Arqueó una ceja.
-¿Tan complicado es que te traigan una caja de...? -no acabó la oración. Hope se dio cuenta de que no sabía a lo que se dedicaba mientras él no estaba. Una parte de ella crujió.
-Pinturas y cosas -acabó ella, viendo que desconocía lo que iba a buscar o lo habían omitido-, ya sabes, de arte.
Su vocación. Su amor por la pintura. Y él ni siquiera sabía a lo que se dedicaba, en lo que trabajaría cuando acabase los estudios. ¿Sabía acaso que estaba en la universidad?
-Cosas de arte -se frotó el ceño con una mano y cerró los ojos; cuando los abrió, un suspiro escapó de sus labios e hizo el amago de buscar algo en sus pantalones-. Dame un momento. Encargaré a alguien para que te las recoja.
Hope lo siguió con la mirada mientras empezaba a caminar hacia, posiblemente, su despacho por la puerta de atrás. La mano que lo agarró por el antebrazo lo detuvo de intentar huir de nuevo, de dejarla sola ahí y sin poder defenderse. Ran la miró por encima del hombro, como si la molestia que lo hubiera alterado con su respuesta hubiese cambiado y fuera alguien.
-Voy a salir porque tengo más cosas que hacer -le dijo-. No encargues nada.
-¿Ibas a volver a salir? -preguntó lentamente, mirándola de pies a cabeza. No iba con ropa de fiesta, ni de nada, pero la última vez había salido con lo primero visto en el armario y probablemente estuviese preguntándose si iba a volver a hacerlo-. ¿A otro bar?
Las mejillas se le colorearon, aunque intentó que no se notase. Hope frunció el ceño, claramente irritada. Se cruzó de brazos y, con un tono más serio le respondió:
-¿Qué? No. Son cosas de clase, y porque quiero ver a un amigo.
-Demasiadas preguntas para respuestas tan vacías. ¿Necesito saber el nombre de tu amigo o quien sea que vayas a ver? -dijo, en un tono más fuerte.
-No, pero...
Antes de poder acabar, Ran dio un fuerte tirón del brazo, saliendo del agarre que ella aún mantenía sobre él, pillándola por sorpresa, y se alejó a zancadas aún más rápidas de donde habían estado.
Lo siguiente que vio y escuchó, fueron la puerta cerrándose de un portazo y el clic de un pestillo.
Ran Haitani no la llamó.
La fiebre de Elsa disminuyó poco después de cenar. Hope había ido a casa de su amigo después de acabar sus compras y encontrado a la niña sudando y con fiebre alta. Se quedó con ellos toda la noche. Ran no la llamó de vuelta cuando le dio el mensaje a su guardaespaldas de avisarle.
Kai fue capaz de respirar por sí solo después de eso, y en un momento llegó a quedarse dormido con la niña aún en brazos empezando a cabecear. Por el otro lado, Hope estaba llena aún de energía y recogió la casa de forma que quedase medianamente decente para un padre soltero con una hija de un año que empezaba a llevarse cualquier cosa a la boca. En total llenó dos bolsas de basura hasta arriba, y le ordenó a Hayakawa que las fuera a tirar mientras ella se quedaba en la casa ordenando. Hayakawa no puso mucha queja.
Se encargó dejar los apuntes limpios y cuidados en un sitio donde pudiera verlos y no destrozarlos; la encimera de la cocina, pegados al borde y con un soporte duro para que no volasen por cualquier corriente tonta de aire. Hizo todo como pudo y con cuidado, mientras que la niña la observaba desde su corral de juegos pegado a la esquina del salón y se divertía tirando juguetes al suelo. Hubo cierto momento en el que deseó pegarla a la pared para que dejase de molestar. Cuando tuvo todo recogido y el orden, fue a la habitación y cerró la ventana abierta para ventilar y volvió al salón a por Elsa. Esta lanzó un quejido lastimero y se frotó el ojo con su puñito cerrado a la vez que escondía el rostro en su cuello; Hope se quedó petrificado por el gesto.
¿Desde cuándo le caía bien a los niños? ¿Desde cuándo Elsa se vendía a la primera de cambio? Tapó a Yuta con el edredón de la cama en el suelo, poniendo una almohada al lado de su cabeza para que la próxima vez que se moviera, estuviera sobre una superficie blandita, y le recordó a la pequeña bebé que tenía en brazos que ninguna mujer tenía que hacer eso gratis por otra persona. En especial, un hombre.
Elsa sollozó una vez más, y entonces se fue a la cuna de cabeza. Acarició su cabeza un par de veces hasta que sus enormes ojos empezaron a cerrarse, producto del sueño y el agotamiento de un posible resfriado infantil. Al hacerlo recordó que era lo mismo que había visto hacer a su niñera con su hermana hasta que se dormía a causa de los terrores nocturnos que la acechaban.
De pequeña, solía tenerlos con mucha frecuencia y corría a su habitación a decírselo. Solía despertarse porque sentía su mano moverla, o su voz llamándola, con el rostro pálido y abrazando un enorme peluche suplicaba que la ayudase con el monstruo que dormía en su armario. Al final Hope la dejaba durmiendo con ella hasta que se despertaba antes que su hermana y la llevaba en brazos a su habitación evitando al personal del servicio que se preparaba para despertar a las niñas.
El viaje de vuelta a casa fue silencioso. Las calles estaban oscuras y no había ni un alma que pudiera tranquilizarla. Solo estaban abiertos los establecimientos veinticuatro horas de comida rápida y gasolineras. No debían de ser más de las doce, tal vez, cuando llegó al edificio. Hayakawa fue con ella todo el rato. Solo se separaron cuando tuvo que aparcar el coche, pero ella esperó pacientemente en el cubículo del ascensor hasta que apareció y pudieron subir.
Supuso que Ran estaría en casa, esperando, a que ella llegase para pedirle explicaciones. O no. Tal vez lo dejara correr como siempre, pero con la llamada y el teléfono apagado...lo dudaba mucho. Lo había intentado llamar y dejado varios mensajes. Nada funcionó.
-¿Te ha llamado?
-Sí, señora.
-¿Le dijiste lo que te ordené?
Un asentimiento.
Hope notó los tensos rígidos, pero al menos ya no pesados y dolorosos. Se tocó la frente y pasó los dedos por el pelo. No había dormido mucho la noche anterior, y el sueño empezaba a acumularse. Lo último que quería era discutir a lo tonto; añoraba su cama y la sensación de relajación cuando se tumbaba en ella, o cuando se levantaba sin miedo a las acciones que pudiera haber hecho hace día.
-Cuando lleguemos a casa -comenzó a decir, guardando el móvil de nuevo en el bolso-, déjame a mí hablar, ¿vale?
-Por supuesto.
No hablaron más. Pero no estaba tan segura. Ran iría por la opción fácil, pensaba, que era preguntarle al hombre que pagaba por protegerla y llevarla a todos lados dónde había estado. En vez de a ella. Por lo menos era lo que su padre hacía cada vez que salían. Una relación basada en la desconfianza y en las infidelidades que, al parecer, solo podían darse en el caso masculino. Y acabarían discutiendo porque ella no iba a pensar en quedarse callada, esperando ser el trofeo de alguien.
La otra opción, era que no estuviese en casa. ¿Podría suceder? No parecía imposible. Aunque para eso tendría que haber llamado a Hayakawa para avisarla, ¿no? Y Hayakawa acababa de decirle que había hablado con él. Sería de tontos marcharse teniendo una oportunidad como aquella.
El ascensor se detuvo y Hope tuvo un momento para recomponerse antes de que las puertas se abrieran. Hayakawa se hizo a un lado para dejarla pasar. Se pasó una mano por la cara, para despertarse, que de poco sirvió. Necesitaba una ducha, tumbarse en la cama... En cuanto salió, unos brazos agarraron los de Hope y tiraron con fuerza de ella. Antes de poder emitir cualquier sonido, Hayakawa se giró hacia ella por reflejo, seguramente al no poder verla avanzar en su campo de visión. Intentó revolverse sin éxito de la persona que la agarraba, solo para encontrarse con la sorpresa de que no era Ran.
Hope se sobresaltó y empezó a luchar para liberarse, pera la persona la mantenía agarrada, sus ojos fríos y calculadores. Ran estaba delante de ella, con la misma ropa de ayer, el pelo echado hacia atrás y una mirada que dejaría seco a cualquiera que se atreviese a mirarlo directamente a los ojos.
-¡No!
El puño de Ran golpeó contra el rostro de Hayakawa sin importarle que llevase las gafas y pudieran tener un accidente. Los dos; él en la mano y el otro en la cara. El sonido rebotó en el eco del ático como el chasquido de un látigo. Hayakawa se tambaleó por la sorpresa y cayó al suelo como si nada. ¿Cuánta fuerza tenía?
-¡Ran!
Pero él no le devolvió la mirada ni hizo nada para ir con ella en ningún momento. Hope intentó patear a la persona que tenía detrás, pero solo consiguió apretar el agarre que tenían sobre ella. El cinismo que reflejaba le estremeció hasta los huesos.
Una de las manos agarró la parte de atrás del uniforme de su guardaespaldas y tiró de él. Lo arrastró por toda la primera planta, aprovechando su estado de semi-inconsciencia, mientras Hope le gritaba que se detuviera, que era suficiente. Al igual que antes, la ignoró y marchó con el cuerpo de Hayakawa a la terraza. Lo único que consiguió fue dejarse la garganta entre voz y orden que no fueron cumplidos por su posición. Tuvo el «detalle» de cerrar la puerta de la terraza a sus espaldas cuando salió, el viento golpeando con fuerza ambos cuerpos.
La persona a sus espaldas no daba de sí. Su fuerza doblaba la suya por encima de todo. Desde allí, podía ver lo que sucedía con el cuerpo de Hayakawa y las manos de Ran sobre él cuando lo dejó caer contra el suelo de cemento.
-¡Para! ¡Para! ¡No ha hecho nada! ¡Suéltame, joder!
No la escuchaba. Y si pudiera, no lo haría de cualquier forma. Un tirón hacia atrás con más fuerza la movió de donde estaba. Sus pies se enredaron y tropezó, pero en ningún momento apartó la vista de su descontrolado marido y el cuerpo inconsciente de Hayakawa. El primer golpe fue una larga pero profunda patada que torció el cuello del guardaespaldas y provocó un jadeó en Hope. La sangre salió de su boca y manchó el cristal.
Hope se quedó mirando esas gotitas de sangre, cómo seguían su camino en descendente hacia el suelo. Sin poder siquiera reaccionar, vino el otro; agarrándolo del cuello de la corbata, un puñetazo en la cara. Y luego otro, y otro, y otro, en el mismo sitio. Su mandíbula empezó a golpear, un rostro sangrantes que chorreaba a cada golpe y reacción.
Y de la nada, un ruido que rompió todos los esquemas de Hope, que luchaba contra la otra persona sin resultados.
Todo se detuvo.
El corazón de Hope dejó de latir para luego regresar con una fuerte subida de energía que descendió hacia sus piernas. Los brazos de la tercera persona, un extraño para ella que miraba la escena sin reacción, la dejó libre y ella salió a la carrera. Tiró con tanta fuerza de la puerta de cristal que temió que con ella cayera todo el complejo, pero aún así no se detuvo. Fue corriendo hacia las dos personas que había visto matarse, una más que otra, y se congeló cuando vio lo que efectivamente era una escena grotesca. No supo cuándo había empezado a temblar, pero se descubrió a sí misma pálida y sin saber qué hacer.
-¿Qué has hecho? -preguntó en un murmullo. Hope se llevó las manos a la cara, examinando lo que tenía delante. De cerca era peor que de lejos, cuando apenas podía ver y escuchar nada más que unos gritos y unos sonidos opacados-. ¿Qué has hecho?
Hope lo miró, en shock, sin saber qué más decir. Su mirada era dura, aunque había algo en sus ojos que no podía adivinar. Se quedó en donde estaba con el cuerpo rígido y... La sangre.
-Aléjate de él.
-¿Qué has hecho? -preguntó de nuevo. La mano cayó de su rostro cuando se volvió a mirarle, a enfrentarle. Su respiración pesada sacudía el pecho cubierto por una camisa blanca inmaculada que, de alguna manera, dejaba unas transparencias negras de fondo que llamaron la atención de Hope.
Lo había matado.
Había matado a la persona que cuidaba de ella, que había estado con ella esos dos años y que jamás le había sido desleal. La misma persona que hacía unos días casi la forzaba en contra de su voluntad y le ordenó permanecer pegada a ella para no ponerla en peligro. Había obedecido. Se había quedado con ella todo ese tiempo como el perro fiel que era. Entonces, ¿por qué hacer eso? ¿Por qué hacer eso con ella delante, en su casa, en el sitio donde ella pasaba más tiempo y que no podría volver a ver?
-Ven aquí.
-¡No me toques! -su voz era fine, el tono cortante y lleno de dolor, reflejando la furia y el miedo que le corría por dentro-. ¡Ni se te ocurra tocarme!
De un momento a otro, Hope ya estaba encima suya golpeando con fuerza contra su pecho. Ran permaneció inmóvil en todo ese tiempo, con la cabeza mirando al frente y sin levantarle la mano como habría esperado de una persona que acabase de matar a alguien en frente de otra.
Golpeó, pateó y gritó («te odio», «eres un asesino», «eres un monstruo sin sentimientos», «deberías haber sido tú», un sin fin de palabras que salieron de su boca sin filtro) todo lo que pudo hasta quedarse a gusto, pero de nada sirvió. Parecía una estatua, inmovible e indolora, después de todo aquello.
De repente, se dio cuenta de que estaba llorando y se alejó de él. La respiración agitada que la sacudía se volvió irregular de nuevo. Los restos de sangre en la ropa de Ran, ahora pegada a la suya, la hicieron marearse. El estómago se sacudió y sintió como si se hubiese subido a una montaña rusa de emociones. La rabia a flor de piel le hacía cosquillas en las manos, aunque quizás eso se debiera a los golpes continuos en el pecho de Ran. Poco le importaba a qué debiera.
Se las miró, y se sorprendió al verlas manchadas de sangre fresca, aún goteante y escurridiza, y temblorosas. Picaba. Mucho. ¿Cómo iba a dibujar ahora? ¿Cómo iba a terminar el trabajo, la carrera que iba a acabar en unos meses? Ran no solo le había amargado la vida durante dos años, sino destrozado su sueño. Su vida. Haciendo que los dos ahora fueran culpables; él por asesinar y ella por ser cómplice.
-Ran, es tarde, ¿te ocupas o me encargo yo? -sonó una voz distorsionada. Era la tercera persona, el chico joven que la había estado sujetando mientras sucedía todo aquello en la terraza. Su mirada gélida le recordaba a la de Ran.
-Ocúpate de este -«este», se repitió. Aún tenía el orgullo de referirse así a la persona que cuidó de Hope durante todo el tiempo que él no estaba-. Yo me encargo del resto.
Antes de que pudieran hacer algo, Hope se tiró al suelo de rodillas al lado del cuerpo moribundo de Hayakawa y los fulminó con la mirada. Ahora que se fijaba, vestían un estilo bastante similar en cuanto al traje y el tono con el que hablaban, tan confiado y seguro en sus acciones. Sus ojos...la forma de mirarla era también idéntico.
-Hope -dijo Ran, con voz grave y con una cara que le dejó claro que no estaba para juegos-, aparta.
Al ver su expresión, se sintió aún más angustiada. Su pecho subía y bajaba con rapidez y, aunque deseaba confrontarlo, no podía evitar sentirse abrumada por la situación.
-Lo has matado -el tono con el que lo dijo fue más grave del esperado, y penoso por el dolor que aún se instalaba en su garganta después de los gritos-. Has matado.
Se acercó a ella de una zancada y estiró el brazo. Como la última vez que discutió con ella, Ran fue a agarrarla del brazo para llevársela con él. A diferencia de ese día, Hope hizo fuerza con su tronco inferior en sentido contrario, cruzando los pies bajo su cuerpo. Escuchó a Ran bufar al darse cuenta de lo que estaba haciendo. Llegó a utilizar el otro brazo en un momento, pero al ver que tampoco conseguía levantarla del todo se puso a su altura.
El olor a sangre y colonia que se mezcló en el aire la aturdió en el momento que abrió los ojos para encontrarse con los de Ran. Mientras los suyos seguían empapados en lágrimas e hinchados y ridículos en su punto de vista, los de su esposo irradiaban ese hielo característico de la soberbia y una llama por atreverse a desobedecerlo. Pudo verse reflejada en ellos: pelo revuelto y ropa descolocada. Una apariencia ridícula acorde a lo que estaba haciendo.
De fondo podía escucharse la suave risa de la tercera persona, como si se estuviera divirtiendo con la cómica escena de matrimonio digno de una sitcom.
-Ho...
Hope y Ran giraron la cabeza al mismo tiempo. La mirada del otro chico se levantó de suelo y miró con cierta sorpresa en el rostro lo que sucedía. La cara destrozada y ensangrentada de Hayakawa le devolvían una mirada lastimosa y moribunda. Hope nunca había visto un muerto, pero los estudiantes de medicina forense decían que era como ver el estado humano más alejado de la vida en todos los sentidos. Lo descubrían como una experiencia inolvidable y única, y quizás tuviera razón.
Hope nunca olvidaría lo que estaba viendo.
Tenía dos orificios de bala a quema ropa en dos lugares diferentes, el hombro derecho y el vientre. Desconocía los puntos sensibles y más cercanos a la muerte de un humano, pero estaba seguro de que esos dos eran uno de ellos. Un charco de sangre espesa y caliente en el que Hope estaba sentada de rodillas lo rodeaba. Las piernas estiradas de vez en cuando soltaban un tic nervioso que le recordó al de un animal herido de gravedad. Pero él respiraba. Pesada y lentamente, pero respiraba. Hope se estiró para limpiarle la cara de toda la sangre y los golpes que había recibido. Tenía que hacerlo.
Intentar salvarlo aunque fuera una tontería y estuviese condenado. Los rasgos quedaron más o menos distinguibles pese a sus intentos de dejarlo claro. Él...no tenía ningún lunar debajo del ojo.
-Hop...e -repitió, ahora más lento, saboreando el nombre y todo lo que conllevaba. El frío se instaló en sus brazos, y ahí donde Ran agarraba con fuerza para tirar de ella.
En un momento de debilidad, el cuerpo de Hope permitió que lo levantaran de donde estaba. Las dos manos de Ran agarraron sus muñecas y las mantuvieron descubiertas para él. Tenía las palmas manchadas, las muñecas con rastros de sangre. Entonces se dio cuenta. Estaban en problemas. Él por asesinato y ella por complicidad; le daba igual la tercera persona. Iban a ir a la cárcel. Irían a por ellos. Si nadie los había visto, alguien tendría que haber escuchado los disparos en la madrugada. No un vecino madrugador ni el que tuviera problemas para dormir, pero sí uno que estuviera cerca de ellos.
Y llamaría a la policía, y verían aquella escena y los meterían en la cárcel sin necesidad de juicio porque el cadaver estaba ahí y las huellas estaban en la pistola. Miró hacia la pistola, guardada en el pantalón de Ran de forma que la chaqueta pudiera ocultarla.
El mundo empezó a girar en sus ojos. Dejó de sentir los dedos de las manos en el momento que se dio cuenta que estaba helada y que el aire frío que corría por la terraza del ático, en la planta más alta de todas, golpeaba con fuerza.
-Vas a ir a la cárcel -empezó a decir. Ran le devolvió una mirada extraña que no supo interpretar, pero que podría haberse acercado más al interés que a la frialdad de un psicópata-. Has matado a alguien. En casa. Aquí. En nuestra casa.
-No voy a ir a la cárcel.
-Nos van a detener y nos pudriremos en la cárcel por asesinato. Vendrán... Van a venir.
Empezó a murmurar más cosas para sí misma que para las dos personas que estaban ahí. El chico se había puesto de cuclillas al lado del cuerpo de...esa persona que no se parecía a Hayakawa. Las manos de Ran se pusieron sobre sus mejillas y le giraron la cabeza hacia él.
-Es resistente.
-No vamos a ir a la cárcel porque nadie más que nosotros tres lo sabemos y no saldrá de aquí -declaró. Le sustuvo la mirada hasta el punto en el que solo podía ver el amatista de sus iris y sentir su respiración contra ella. Hope solo sentía la aspereza de la sangre contra su piel y los dedos de él moviéndose sobre sus mejillas para apartarle las lágrimas torpemente-. Está vivo, Hope, apenas respira.
Sus ojos se suavizaron por un segundo, como si por un momento entendiera lo que ella estaba sintiendo. Pero la lucha interna era evidente.
-Voy a sacarle información -anunció el chico, con un tono animado y adecuado a la situación-. Tendré que conseguir bolsas de sangre para una transfusión.
Ran desplazó los ojos hacia él tras acariciarle las mejillas una vez más a su esposa. Inhaló un par de veces, hasta que se dio cuenta de que los rastros de colonia habían desaparecido.
-Pregúntale qué le ha hecho a Hayakawa.
Hope reprimió un sollozo. Si ese no era Hayakawa, ese hombre era otra persona. Y había estado con ella...¿desde cuándo? ¿Desde que habían salido? ¿Desde qué momento? ¿Significaba que había estado todo el rato con ella y no se había ni dado cuenta de que no era Hayakawa?
-Le partiré de paso algún que otro dedo hasta que confiese para quién trabaja y qué pretendía hacer.
-Avisa a los demás para que tomen responsabilidad de sus propios agentes y lo tengan en cuenta -propuso de seguido Ran. Hope se quedó de piedra mientras los escuchaba hablar con tanta intimidad y profesionalidad.
El chico suspiró.
-La próxima vez que vuelva ocurrir hazlo en otro lado. Sacar un muerto de un edificio público es más complicado -se rascó la nuca incorporándose en la totalidad de su altura. Era alto, per más lo era Ran y aún así a ella le costaba adivinar cuánto podría medir. Sus complexiones eran similares, así como sus facciones, pero se diferenciaban en la forma de actuar. Mientras uno se tomaba las cosas con calma y se quejaba en voz alta, el otro era imperativo y disfrutaba de dar órdenes para que las cumplieran-. Mikey ya tiene suficiente con lo suyo como para que nosotros molestemos.
-¿Quién es Mikey? -se atrevió a preguntar.
Los dos hombres volvieron la cabeza hacia ella sorprendidos. Llevaban hablando entre ellos todo el rato, con ella escuchando, y no habían recordado que estaban en presencia de una civil que podía interferir en sus planes. Sin intercambiar palabras, actuaron cada uno a su manera. El chico de traje azul, pero un azul ni claro ni oscuro, intermedio, buscó en sus bolsillos y de estos salió un móvil de pantalla plana que empezó a utilizar. Por el otro lado, uno de los brazos de Ran bajaron hasta su cintura y la impulsaron a caminar con él hasta abandonar la terraza.
No sabía cómo estaba caminando cuando apenas podía sentir las piernas. Le temblaba todo el cuerpo, pero el agarre de Ran le impedía desmoronarse como un trapo. Fueron al despacho cruzando el comedor y la sala de juegos, donde se encerraron. Las luz de la lámpara de pie estaba encendida e iluminaba una esquina del cuarto. Entonces, Ran la soltó y ella pudo ser libre de responder a sí misma.
Pero, ¿qué debía hacer? ¿Gritar? No le quedaban fuerzas para hacerlo y la situación, al parecer, estaba mejor controlada de lo que pensaba al principio. ¿Empezar a gritarle a Ran que era su culpa? Ya lo había hecho, y no tuvo sentido porque también tenía las cosas controladas. La mirada que le dio a Hope en respuesta a sus acusaciones fue suficiente para darse cuenta de que poco le importaban las consecuencias mientras sus deseos se cumplieran. ¿Ponerse a llorar? También hecho. Y seguían cayendo aunque fuera incapaz de reaccionar a cualquier otra cosa. La conmoción de los disparos, del golpe de Ran cuando menos se lo esperaba, su mirada fría y la risa divertida de ese chico...
Hope fue a sentarse al sofá y se dejó caer sobre él. ¿Qué estaba haciendo? Podría haber salido corriendo en cualquier momento, aunque fuese por la salida de emergencia y enfrentarse a las escaleras, y llamar a la policía. ¿Cuándo había tocado techo? Ella no era una criminal. Se suponía que no estaba casada con un asesino temerario. Hope sollozó. ¿Cómo había olvidado el pequeño, gran, detalle de que llevaba una piscina y Hayakawa podía tener órdenes de disparar a todos aquellos que se acercaran demasiado a ella? ¿Cómo no se había dado cuenta en ese tiempo de que, en secreto, aquel despacho podría ser parte de una organización criminal como la que hablaban en la televisión?
Entonces eso la convertiría en una socia indirecta, ¿no? O en una cómplice. Y al ático, al sitio que había empezado a considerar su hogar, la sede de donde salían muchas de las órdenes. ¿Por qué todo estaba torciéndose? ¿Por qué? ¿Por qué tenía la necesidad constante de arruinar todo?
Ran se sentó a su lado y le extendió la mano hacia la mejilla. Sin embargo, Hope se la golpeó y alejó de él todo lo que pudo en ese caro sofá. Sus ojos se oscurecieron.
-¿Quién eres?
El miedo, la rabia y la tristeza la impulsaban a moverse con cuidado, pero también un profundo deseo de querer saber la verdad. La verdad.
Tenía manchas de sangre en la cara, la mandíbula tensa y unos ojos oscuros que le devolvían una mirada seria y casi reverente, pero sin alejarse de...una pizca de preocupación. Una calidez que buscaba en la suya a toda costa y que estaba lejos de devolvérsela. Había intentado tocarla con la mano manchada también de sangre y los nudillos, ahora que se fijaba, rotos por los golpes continuos en la cara. El intento de tragar le costó una barbaridad. Tenía la piel levantada, rasgada y aún sangrante en una sola mano. La otra, estaba roja por la sangre que le salpicó el rostro y la ropa.
Tuvo ganas de vomitar. Lo sintió, pero nunca le salió el impulso. Solo sentía las nauseas y el revoltijo en el interior de la barriga que la estremecía y recordaba: «no te acerques a él. No te fíes de él. Te hará lo mismo». No dudó en esa teoría. Había intentado atarla y someterla en un momento, y luego le recordó que nunca le haría lo mismo para días después, ahora, ir con el cuento de que la protegería de todo. ¿Qué persona era Ran que hacía todo sin preguntar a los demás? ¿Le daban...siempre la razón todo o qué diablos pasaba?
La puerta estaba cerrada. La opción de huir no podría ser, entonces. Aunque tampoco es que pudiera. Con lo que escuchó ahí fuera, dudaba que el ático estuviera libre en un tiempo como para poder moverse con libertad. Y Ran...no tenía cara de soportar juegos como el gato y el ratón de nuevo. Por primera vez, Hope le devolvió la mirada retándolo a que le respondiera a la pregunta. Pudo advertir cada uno de sus gestos y rasgos más profundos de los que nunca se había percatado. Ni en el beso que compartieron en el ascensor hace días.
Su piel era blanca y parecía de esa clase de «sensible a cualquier producto», bien cuidada y brillante sin necesidad de cremas de rejuvenecimiento. Aún era joven, ambos lo eran, pero él tenía esa belleza etérea y extraña. Sus pómulos eran altos, marcados, y una mandíbula bien marcada que sujetaban unos rasgos atractivos y maduros. Sus labios, uno más grande que otro -el inferior sobre el superior-, le parecieron sensuales la primera vez que lo conoció y habló con un tono desafiante a las normas (lo que probablemente le llamó la atención) y diplomático.
Debajo de todo eso, se escondía un ser que no conocía y con el que llevaba durmiendo dos años. ¿Qué tipo de cosas podría haberle hecho mientras dormía?
-Soy el hombre con el que te comprometiste.
-A él tampoco lo conocía porque apareció un día y al siguiente ya estábamos comprometidos -una lágrima rebelde estuvo a punto de caerle por la cara, pero fue más rápida y disimuló el gesto de quitársela con limpiarse la sangre. Sangre de humano. Volvió a temblar-. Has matado a alguien y no estás temblando -dijo, frotándose la costra de la sangre seca que empezaba a formarse en los dedos-. ¿Cómo quieres que confíe en ti si has hecho eso?
Ran inspiró con profundidad. Se pasó la mano por la cara para despejarse y se tomó un momento para aclararse. En ese tiempo, Hope lo observó moverse por el despacho. Si bien el traje era el mismo con el que se había presentado en casa hacía unas horas antes de irse, la diferencia estaba en que la chaqueta estaba perdida y tenía el pelo despeinado por la agitación. El fuerte mentón marcado estaba tenso y los músculos del cuello lo mismo.
-Soy Ran Haitani y tú eres Hope Wägner, la mujer con la que estoy casado y a la que prometí proteger de todo peligro.
Recordaba sus votos matrimoniales. «En salud y en la enfermedad. En la pobreza y en la riqueza. Por y para siempre, yo, Ran Haitani, prometo serte fiel y protegerte hasta que la muerte nos separe». Ahora solo parecían un chiste mal contado por el realismo que tenían.
-¿Por qué has matado a Hayakawa?
-Ese no era Hayakawa.
-Entonces dime por qué estaba conmigo.
-Hayakawa está muerto de verdad, Hope -soltó de repente-. Me llamaron hace dos horas para decirme que habían encontrado su cuerpo en un callejón de Shibuya.
Hope se agarró el pecho. Todo lo que podría haber dicho se le quedó atascado en la garganta y dejó de pensar. Volvió a pasarse las manos de la cara, quitándose el pelo oscuro de la cara e intentando no fijarse en el leve temblor que la sacudían de pies a cabeza.
En cuanto se las quitó, los dedos de Ran empezaron a tamborilear contra el pantalón. Eso la puso aún más nerviosa.
-¿Por qué? -la voz se le atascó en la garganta y sonó como un quejido lastimero de un animal moribundo.
-Cuanto menos sepas, es mejor para ti -sonó como una recomendación pero le dio más sensación de advertencia que de lo otro. Hope negó con la cabeza.
Se negaba a pensar que Hayakawa estuviera muerto y que todo aquello fuera por nada.
-Quiero saberlo -dijo de golpe-. Todo.
-Si te contase todo, no me creerías o preferirías no hacerlo. Serías cómplice y te volverías loca.
Apretó los puños contra la tela de su ropa. Solo fue ahí cuando se dio cuenta de que tenía las uñas manchadas de sangre seca y las cutículas sucias. Una sensación fría recorrió tanto la espalda como los costados de Hope invocando una rabia.
-¡Intentalo! -exclamó-. Tengo el derecho de saber lo que está haciendo mi marido cuando no está en casa, con quién está y en qué problemas anda metido como para que mi guardaespaldas esté muerto.
Invadida por la ira, se levantó de un salto y fue a por él.
-No puedes hacerme esto. ¡No puedes! No puedes simplemente callarte cuando hay un hombre muerto en nuestra terraza y que resulta que había estado conmigo todo el tiempo -exclamó, apretando los dedos-. ¡No tienes derecho a nada ahora! ¡No tienes ese derecho a decidir lo que es mejor para mí cuando podría haberme matado!
-No habría dejado que te matasen -respondió de golpe, volviendo la cabeza hacia ella en el momento que escuchó la palabra muerte salir de sus labios. Tenía los ojos tan abiertos como podía y la piel pálida cubierta de restos secos de sangre, el cuello igual-. Te llamé para preguntar dónde estabas. Pensaba que te había pasado algo.
Eso le sentó como una bofetada en la cara. Peor de lo que él había pensado que pasaría.
-¿Me estás culpando de lo que ha pasado?
-No he dicho eso.
-Pero piensas que es mi culpa no haberte respondido. Como todo -no necesitó una respuesta ni una mirada más allá de la que le estaba dando para saber su opinión. Las piernas de Hope se descongelaron-. No puedo con esto.
Sin nada más que decir, fue caminando a la puerta, la cual abrió de un tirón. No había nadie en el ático cuando salió. Seguirían trabajando en la terraza, si es que había alguien más que ese chico de confianza para su esposo. Hope tecleó los botones del ascensor, pero no se movió. Recordó como una tonta que necesitaba la llave para activarlo.
-¿A dónde crees que vas?
Los pasos de Ran sonaron a sus espaldas acercándose en un corto tramo de tiempo.
-A la casa de mi tía. No puedo seguir aquí más tiempo -agarró el bolso y empezó a buscar en él la llave del ascensor apresuradamente. Encontró un paquete de chicles vacío, las llaves del estudio, incluso un juguete de Elsa, pero no las llaves-. ¿Dónde...?
El bolso le fue arrebatado y confiscado. Ran lo lanzó al otro lado de la casa antes de acercarse a ella y ponerse a centímetros. Pegaron sus frentes empapadas en sudor. Los ojos de Hope volvieron a arder por la oleada de emociones que estaba sintiendo y viviendo en un corto periodo de tiempo. Dejó que sus manos se subieran a sus mejillas y la acariciaran como un padre a una niña. Podría haber sido un gesto tierno de no estar en esa situación, algo que ella habría correspondido.
-No vas a irte. No vas a dejarme, Hope, nunca dejaré que hagas eso -señaló enfatizando en la pertenencia y posesividad. Sin embargo, habló en voz baja para no asustarla.
-Entonces explícame por qué mi marido es un asesino -suplicó, también en voz baja, lágrimas finalmente saliendo de sus ojos y empapando los dedos de su esposo.
La mirada de Ran se suavizó aún más al verlas.
-No te va a pasar nada -le repitió-. No irán a por ti de nuevo, Hope.
-Por favor -suplicó entre lágrimas de tristeza, dolor y conmoción. ¿Qué más podía decirle? ¿Qué podía decirle para hacerle entender que no quería esa vida, que no era lo suyo? ¿Por dónde empezaba a hablar? Sacudió la cabeza de nuevo-. Quiero irme de aquí -sollozó finalmente. Estiró los brazos y los puso en sus hombros para abrazarlo. Le correspondió enseguida e hizo lo mismo en sus caderas, apoyando la cabeza en el hueco de su cuello-. Quiero irme de aquí, Ran.
-¿Quieres irte de aquí?
No tardó mucho en pensar una respuesta. Asintió con la cabeza sin dejarle tiempo a procesar la información. Los ojos de Ran brillaron donde la oscuridad se había instalado. No supo reconocer qué tipo de reacción era esa, o qué se le pasaba por la mente, pero tenía que ser algo bueno para poder mirarla de esa forma, ¿no? Los pulgares no dejaron de frotarse en sus pómulos y en dejar suaves caricias en ella.
-No iremos, ¿vale? El tiempo que sea necesario, y tú... -propuso, pero no finalizó la oración porque algo lo detuvo de seguir-. Haremos justamente eso.
De acuerdo o no, Hope no tuvo otra que asentir con la cabeza y darle la razón. Estaba tan débil y confusa, y todos sus pensamientos volvían a hacerse una bola a cada momento que pasaba y adquiría más. Ran estiró la mano y le colocó el mismo mechón de pelo rebelde que siempre le daba dolores de cabeza tras la oreja. El cuerpo entero se estremeció cuando dejó esa misma mano caer sobre su hombro.
-Nos iremos. Te juro que todo se arreglará.
Y una parte de Hope le creyó.
Quiso creerle.
Ran Haitani era un asesino.
Una de las pesadillas más recurrentes que atormentaban a Hope por las noches era la siguiente: ella estaba en un bosque, por la noche, la luna en lo más alto y el frío calándole los huesos. De la nada, se escuchaba un aullido y ella salía corriendo. El lobo, de pelaje blanco y ojos negros como la noche, la perseguía sin sentido y jugaba con su mente ocultando sus pisadas. El final siempre era el mismo. Una pared invisible le impedía seguir huyendo y el lobo la miraba con burla y una sonrisilla descarada. Y cuando acababa sobre ella, fauces abiertas listas para desgarrarla... El sueño se acababa. Y dejaba a una Hope empapada en sudores fríos sobre una cama casi desnuda por las patadas a las sábanas.
Sin embargo, aquella vez fue diferente. No tuvo ningún sueño y pudo dormir bien.
La luz clara del cielo despejado la saludaron. Sus ojos ardieron al primer contacto, por lo que los cerró y dejó que el dolor desapareciera mientras se iba despertando poco a poco. Una vez pudo hacerlo, lo que se esperaba era totalmente diferente. Un cielo despejado, claro y azul como el color primario que tantas veces había utilizado a lo largo de su vida, mezclado con otros para darle tenebrosidad o claridez. Apenas había nubes, pero las existentes eran tan pequeñas que parecían manchitas en el manto. A lo lejos, montañas picudas atravesaban el cielo con las puntas cubiertas de blanco, como si alguien hubiera derramado un vaso de leche gigante sobre ellas.
El aire era caliente porque estaba en un coche. Uno en marcha que ronroneaba con el movimiento en carretera y cuyo motor no sonaba a diferencia de otros más estridentes. El aire caliente le golpeaba la cara, y se dio cuenta de que era culpa de la calefacción. Sus piernas estaban tapadas con una manta como si fuera una niña.
-¿Dónde estamos? -preguntó, apacible y ronca.
Ran conducía con tranquilidad, una mano en el volante y otra sobre la palanca de cambio, la mirada al frente. Cuando la escuchó, su cuello pareció tensarse por la sorpresa, pero su voz salió acogedora y para nada indiferente. Esperaba ver un rostro con manchas de sangre seca aún y ropa de igual manera, pero se desconcertó al ver un rostro limpio y bien cuidado y ropa en perfecto estado. La camisa blanca seguía remangada, una especie de corsé abrazado a su espalda y con el que los policías se aseguraban el arma, por los codos. Varios ríos de tinta oscura recorrían el brazo sobre el volante -el izquierdo- y la luz natural los resaltaba como faros. Tenía los mechones lilas y negros echados hacia atrás, alguno que otro cayendo sobre su frente lisa.
-Acabamos de salir de Osaka. Había un desfile en la carretera que te has perdido.
-¿Te gustan esas cosas?
Hizo algo raro con la garganta y una media sonrisa asomando.
-Algo así. Soy más de irme a la cama antes y dejar que la vida siga fluyendo. Pero de pequeño solía ir a verlo.
Supuso que se debería a alguna de sus anécdotas de la infancia donde no le daban las palizas. Hope se encogió en el asiento y miró por el retrovisor. Un coche negro, igualito al que solía recogerla, iba tras ellos dejando rastros de nieve y agua salpicando la carretera. Los cristales estaban polarizados, así que se imaginó que los de aquel coche también lo estarían.
-Gente de confianza -respondió antes de que ella tuviera oportunidad-. No iba a irme fuera de la ciudad sin gente que supiera con seguridad dónde estábamos o en el caso de que nos siguieran.
«¿Seguirlos? -se preguntó-. ¿Tan importantes somos ahora que medio ejército está tras ellos?» Intentó tomarse con humor ese pensamiento, pero nada más allá de la realidad. Alguien tendría que haber escuchado los disparos incluso si Ran se confiaba de que nadie iría tras ellos. Un vecino, o las criadas de la casa, que no habían aparecido ni cuando lo escucharon. O alguien de la calle...metros de distancia abajo.
-Tengo una casa rural en Osaka a la que llevo tiempo sin ir. Mi hermano y yo solíamos ir con nuestros padres, pero cuando crecimos la abandonamos y al final quedó a mi nombre. Suelo dejársela a mi hermano cuando quiere salir de la ciudad para descansar y esas cosas.
Hope pensó en la Osaka rural como el típico sitio donde alguien se escondería y como destino turístico de los extranjeros para comprender la cultura tradicional del país. No sabía por qué, pero también sonaba como destino al que la gente rica iría para huir del estrés de la ciudad.
-¿Has...conducido toda la noche? -preguntó en un tono que bien podría haber sido clasificado de emotivo, de no ser porque aún estaba confundida por los acontecimientos y su mente hecho un ovillo de conversaciones.
Ran siguió mirando al frente. Los nudillos sobre el volante no respondían a ninguna emoción, pero sí la fina tensión que dibujaba su mandíbula al apretarse. La piel del cuello estaba roja, seguramente de haberse frotado la sangre hasta limpiársela.
-He hecho alguna parada.
-¿Te ha visto alguien?
-Solo la suficiente -respondió tranquilo-. No he matado a nadie, si es lo que te preguntas.
-No me lo estaba preguntado -se defendió esta vez-. No sabía que tenías una casa en Osaka, pensaba.
Ran torció el cuello hacia un lado para crujírselo. Una suave risa brotó de sus labios. Una que casi le pareció real y divertida.
-Hay muchas cosas de mí que no sabes.
-Lo sé.
Como que había disparado a un hombre en terraza. Como que se había enterado de que ese mismo hombre no era su guardaespaldas y sorprendido a su esposa en medio de un brote de ansiedad. Ese tipo de cosas. Lo que a una le gustaría escuchar cada vez que pudiese de forma repentina y por medio de la violencia. Hope apoyó la cabeza contra el cristal viendo el paisaje nevado pasar. Lo cierto era que tenía una belleza natural y peculiar.
-Tu familia dijo que tenían una casa también por Osaka pero que nunca la utilizaban porque les parecía un desperdicio cuando tenían todo en la capital o en la ciudad -mencionó en un tono neutral, como si no estuviera seguro que de fuera su familia o un comentario que hubo escuchado por otro lado-. Me parece curioso que no nos encontrásemos.
Recordaba esa casa. Era el único lugar donde podía salir sin que alguien la sujetara del brazo y luego la llevaran a dar explicaciones. Las pocas veces que había ido, lo recordaba como la época bonita.
-Apenas íbamos, y cuando lo hacíamos mi hermana y yo siempre nos quedábamos en casa con la familia y esas cosas. Una vez me escapé y tardaron en darse cuenta doce horas después, cuando volví empapada por la lluvia. Me había protegido de un árbol toda la noche -un escalofrió le recorrió el cuerpo al recordar el momento en el que pensaba que iba a morir por las inundaciones, pero eso no lo mencionó. Era un detalle demasiado privado-. De todas formas, seguro que no compartíamos pueblo.
-¿Seguro? -inquirió, interesado-. Dime su nombre.
Hope rebuscó su nombre en su cabeza. Dijo su nombre en alto, y le resultó extraño dado el tiempo que llevaba sin ir.
-No me suena.
Dijo en voz alta el suyo. Hope torció el gesto.
-Tampoco me suena.
De alguna forma, eso consiguió animarle el ánimo y distraerla de lo que realmente le preocupaba. Pensar en la pequeña posibilidad que había de que pudieran haberse encontrado cuando eran pequeños le pareció gracioso. ¿Habrían visto sus padres un potencial futuro partido en él para su hermana, y actuado como convenía? Si se hubieran conocido desde pequeños las cosas no serían las mismas. Quien estaría en ese asiente acolchado y cómodo sería su hermana, la favorita de todos y la delicia de la familia, la criatura más pura del universo como así la llamaba su madrastra. Y Hope estaría en otro lado, seguramente casada con otro hombre, mejor o peor, que Ran, haciendo cosas diferentes a esas.
Sería su hermana la que tendría las manos llenas de sangre, probablemente. La que estuviera en su lugar cargando con el peso de un marido delictivo y que cumplía, al menos, su palabra a la hora de permitir que se marcharan del ático a la primera de cambio y sin ropa. Tras prometerle eso, Hope propuso hacer las maletas e irse, pero Ran en vez de eso se fue, advirtió de sus acciones al chico que trabajaba en la terraza, y volvió con una chaqueta en las manos con la que pudiera cubrirse. Ahora, la chaqueta estaba en los asientos de atrás y ella tapada con una manta que no había visto en su vida pero que le calentaba lo suficiente.
-¿Vamos a...parar a comer o algo?
-He comprado algo mientras dormías. Mira en los asientos de atrás.
Lo hizo. Estiró los brazos con cuidado de no salir del cinturón ni de hacerse daño y dio con una bolsa de plástico que, por su peso, debía de tener una gran variedad de objetos. La pasó a los asientos de delante, también con cuidado, y la posó sobre su regazo. Puso una piernas sobre el asiento en busca de comodidad, revolviendo entre la infinidad de cosas que había en esa bolsa. Desde chocolatinas hasta bolsas de comida rápida que necesitarían una...botella de agua que también estaba al fondo de la bolsa. Hope resopló una risotada.
-Guau, un peligro para los subidones de azúcar y de colesterol -proclamó en voz alta enseñando lo que tenía en la mano-. Podría sobrevivir con esto unos...tres días, tal vez.
-Te sorprenda o no, solía comer de eso cada vez que podía después de salir de clase o cuando mi hermano y yo salíamos a dar una vuelta. Lo que teníamos o lo gastábamos en eso o en comida normal, pero no nos llamaba tanto la atención.
-No sabía que tenías un hermano -indicó. Tiró del envoltorio de una chocolatina para abrirla y le dio un mordisco. El chocolate se derritió en su boca-. Hablas mucho de él pero nunca ha venido a casa.
Ran tarareó una respuesta. Miró por el retrovisor interior algo y volvió la mirada al frente. La sonrisita empezaba a asomar en respuesta a lo que hablaban. Mordió otra vez la chocolatina.
-Ya lo conociste -Hope lo miró sin gracia. Al final, esa cara fue la que consiguió sacarle una carcajada auténtica y que le encendió las mejillas-. Estuvo conmigo cuando nos prometimos, pero no vino a la boda porque tenía cosas que hacer. Tampoco es que le gustasen los formalismos. Mi teoría es que se quedó en casa jugando a los DJ's -dejó de reír para seguir mirando al frente con una sonrisa traviesa-. Le caíste mal, pero creo que ahora te tolera.
Siguió masticando y escuchando al mismo tiempo. Lo cierto era que le llamaba la atención toda esa información que no se había molestado en preguntar hasta ahora. Que su esposo tenía un hermano, su cuñado, y que lo conocía, y que ahora al parecer debía de caerle bien por lo que fuese. Y ella abriéndose poco a poco contando su pasado, como no había hecho con nadie, de una manera tan natural mientras él hacía lo mismo.
-Tu hermana también le cayó mal.
-Eso me consuela -dijo sin pensar.
-¿Enserio?
Pero no le dio una explicación al por qué. Lo que sí hizo fue ofrecerle una chocolatina, para descubrir que en un abrir y cerrar de ojos le había quitado la suya y se la estaba comiendo. Hope fue a buscar otra y empezó a comérsela enfurruñada.
-Eso no es justo.
El resto del viaje fue silencioso, pero al menos cómodo. De vez en cuando se hacían alguna pregunta tonta el uno al otro («podría ser alérgica a las avellanas», y en respuesta una risa algo repelente que le hizo odiarlo, solo un poquito; «¿por qué nunca me dejas entrar en tu estudio?», y una risa socarrona y distante que le hizo poner los ojos en blanco), y se sacaban los colores. Aunque mejor dicho era que él le sacaba los colores.
Le pidió que abriera una bolsa de esas de patatas porque él por obvios motivos no podía, y mientras lo hacía Hope, aprovechó para ponerle una mano encima del muslo y acariciarlo. Prefirió pensar que lo hacía sin darse cuenta, no a propósito para sacarle los colores y ponerla nerviosa. Y lo consiguió, ponerla nerviosa y roja. Fue como volver a ser una adolescente y que un chico la tocase por primera vez, con la diferencia de que con ese hombre ya se había besado y estaban casados.
A medida que avanzaban, las montañas se hacían más cercanas y la nieve cubría la carretera y el resto del paisaje. Mientras que la carretera de atrás era el trayecto vigilado por las autoridades para viajar desde la Osaka urbana hasta la rural, una vez cruzabas las señales que la diferenciaban se notaba en el paisaje. La nieve cubría las carreteras, más pequeñas y con más baches por el trayecto. Los humedales se congelaban y cuando los mirabas no te imaginabas que fuera una zona donde los animales descansasen y tomaran su comida en su época correspondiente. Un paisaje invernal completo, no como la capital demostraba con tanto movimiento y cuidado por el turismo.
Supieron que se acercaban al pueblo cuando vieron pequeñas viviendas cercanas entre ellas pero con montones de nieve apartados de la carretera hacia las aceras. Ran hizo una broma sobre algo que Hope no escuchó porque estaba más atenta al exterior; alguna tontería, supuso. Gente que se movía entre la nieve, con atuendos de invierno profundo que la dejaban pensando en qué tipo de clima estaban como para ver a tanta gente abrigada. A medida que se acercaban más a casas cada vez más juntas, Hope pensó en que el pueblo al que ella iba no era así y que todas las casas se movían alrededor de una única edificación; un monumento en honor a los dioses antiguos. Ese era todo lo contrario en cuanto a organización urbanísitica.
Un par de giros más y llegaron a lo que parecía la residencia familiar de la familia Haitani. La vivienda de Ran y su hermano, supuso, y que había adquirido en herencia. Se preguntó cuánto podría tener ella de poder sobre los bienes de Ran ahora que estaba descubriendo tantas cosas, y se entristeció al recordar el ático que había abandonado a la primera discusión y problemas. El lugar que ya consideraba un hogar. El coche frenó frente a lo que parecía un muro de piedra cubierto y rodeado de nieve y vegetación seca.
-Ya estamos -anunció apagando el motor. Hope se pasó las manos por la cara para despejarse. Mentiría si no dijese que en se estaba quedando dormida con el calor y la comodidad.
Hope abrió la puerta y salió por ella. El frío la saludó y le besó las mejillas, despeino la melena al parecer limpia de restos de sangre, y sus ojos se abrieron con semejante espectáculo. Lo que a Ran se le olvidó decir es que no solo tenía una casa rural, sino un chalet con apariencia de cabaña con recinto propio en el que su hermano y él habrían pasado más tiempo peleándose que jugando. Una casa de dos pisos se elevaba sobre ellos, con un enorme jardín de frente y una valla de madera pulida y bien cuidada, vigilada por dos arbustos poblados e inundados de nieve que los inclinaban hacia los lados. No podía verse más allá del recinto porque una larga berja de piedra tenía que rodear toda la vivienda para ser consideraba un recinto privado, así como la naturaleza.
Un auténtico palacio en un pueblo que apenas podía permitirse eso. ¿Las viviendas que habían dejado atrás tendrían al menos calefacción y agua caliente? Supuso que sí, porque tan atrasado no iban las zonas rurales del país. Aunque quizás tuvieran problemas para descongelar la caldera o conseguir gas alejados de las tecnologías de las ciudades. Notó la presencia de Ran a su lado mientras ella intentaba mirar por encima de la valla escuchando cómo el otro coche aparcaba detrás de ellos.
-Puedes entrar. Nadie te va a comer, ¿lo sabes, verdad? -bromeó. Unos brazos la rodearon desde los hombros hasta la cadera, como una serpiente capaz de atraparla y devorarla de un bocado mortal-. A no ser que quieras.
Las mejillas de Hope se volvieron rojas. Si las palabras causasen el mismo impacto que las acciones, entonces Hope estaría perdida. Algo en ella le dijo que le respondiera con el primer pensamiento llamativo que se le pasara por la mente a modo de broma, y la otra que se alejase de él para guardar el decoro. Él la había protegido incluso cuando le ordenó que no la tocase y que se alejara de ella -llamándolo monstruo y asesino-, y tranquilizado en medio de un ataque de ansiedad. Aunque no podía olvidar el momento del dormitorio y lo mal que lo pasó, la frialdad con la que la trató, también es verdad que se encargó de cuidarla después de eso y no se separó de ella hasta que se durmió y respiró bien.
¿Tendría que decirle algo? ¿Tendrían los dos que hablar de eso de una vez por todas y no cambiar de tema como en el despacho? Estuvo a punto de decirle algo, cuando una voz aguda la asustó y la obligó a alearse. La nieve crujió bajo sus pies.
-¡Señor Haitani! -habló una nueva voz. Hope y Ran siguieron la voz como uno solo atraídos por el sonido.
Una mujer alta, rubia y con gafas, se bajaba del coche que los seguía -que ya de por sí era sorprendente-, y avanzaba hacia ellos torpemente por los montones de nieve acumulados. Las botas de nieve negras iban a juego con el abrigo largo y los pantalones. Un bolso de cuero le colgaba del hombro y se movía con ella. Hope estuvo a punto de preguntar quién era cuando la tuvo a la misma altura y se dio cuenta de que eran muy similares. Ojos claros que resaltaban en una piel blanca pero melena oscura, cercano al castaño, no pelirroja, y una postura elegante y llamativa que resaltaba un cuerpo...¿ideal? ¿Adecuado a la sociedad? No supo cómo definirlo.
-Vaya locura de día -empezó a decir. Tenía las mejillas sonrosadas pese al poco tiempo que llevaba fuera y el flequillo revuelto por el aire-. Pensaba que iba a dormirme en el viaje, pero al final ha resultado inolvidable. Oh, ¿quién eres?
Miraba hacia Hope con una sonrisa amable y los ojos abiertos como platos, resaltados por una capa gruesa de rímel. Hope la miraba sin saber bien qué decir.
-Es mi mujer -anunció Ran, un tono neutro pero que sonó fuerte por la cercanía.
Su rostro pareció crisparse durante unos segundos, solo para ser sustituido por una sonrisa aún más grande y perfecta con sus dientes bien alineados.
-Oh, entonces usted es la señora Haitani -hizo una reverencia sobre la cintura perfecta, como cabría esperarse. Hope la miró con cierta consternación, pero asintió.
Aunque no estaba del todo claro, lo dijo bastante confiada. Habían acordado que en lo público seguiría teniendo el apellido de su familia, solo por tener algo que le perteneciera aunque no fuera de su agrado seguir apellidándose Wägner, y no adquirir el de su marido siguiendo la tradición.
-Mi esposa y yo vamos a quedarnos en la residencia de la familia durante las vacaciones. Usted -la miró, y ella saltó cuando sintió sus profundos ojos amatista sobre ella- podrá entrar cada vez que sea necesario para hablar del trabajo que los demás vayan necesitando. Ya sabe cómo actuar.
-Por supuesto, señor Haitani, es un honor.
Pero Ran no la escuchó. La mano en la espalda descendió hacia su cintura y le dio un suave impulso para que empezase a caminar. Hope le dio una última mirada a la mujer antes de cruzar el umbral del recinto familiar.
El jardín la sorprendió la igual que la residencia por fuera. Aunque todo estaba cubierto de nieve, se notaba que en verano y con el calor era un lugar perfecto para que los niños incapaces de estar quietos en un sitio corrieran y jugaran. Un camino de piedra despejado que llevaba al porche exterior sujeto por gruesos pilares de madera también pulida y cubierta en la base por una placa de metal para evitar accidentes. Escaleras que llevaban hacia él, con un centro de naturaleza que alguien tendría que haber cuidado cuando la casa se quedaba vacía. Había un pequeño agujero con agua a la derecha, con una de esas construcciones de bambú y piedras que sonaba cada vez que se llenaba de agua; ahora, estaba vacío y el pico del bambú se apoyaba contra la piedra inmóvil.
El acceso a la vivienda era una doble puerta con cristales octogonales decorando su superficie, bastante moderna y probablemente cercana al modernismo europeo en peculiaridad.
-¿Te gusta?
-Parece...relajante. En mi pueblo a penas estaba tan cuidado, solo lo necesario.
-Hice una reforma cuando vine por última vez. Estaba tan descuidada que algunas partes ya no tenían sentido, y las quite. El interior sigue igual.
Seguía teniendo el sabor amargo por la presencia de aquella mujer y sus miradas, en vez del dulce chocolate y pausada tranquilidad del viaje. Fue como si todo el estrés que llevase juntando esa semana se estuviera despertando poco a poco, y estuviera llegando a la mitad del camino.
-Es agradable saberlo -dijo simplemente, mirando la fachada y examinándola. Podría ser la inspiración occidental de una vivienda, aunque desconocía si Ran hubiera estado en Europa. La manta, que se había puesto alrededor del cuerpo para tapar cualquier rastro de sangre de ajenos curiosos que pudieran verla una vez fuera, se balanceó cuando empezó a caminar hacia el porche-. Estaré dentro. Me gustaría verla.
Dejó a Ran donde estaba y se metió de lleno en la boca del lobo. La madera de las escaleras crujió con su esposo mientras ascendía al porche. A diferencia del exterior, que podría tacharse de modernista y dedicado a una vida diferente, el interior era todo lo contrario.
Para empezar, la entrada estaba sujetada por dos columnas de madera y piedra a juego con las paredes que recordaban a la construcción clásica de viviendas y tenía el hueco tradicional para los zapatos. El techo era amplio, muy alto y con tablas de madera que soportaban el tejado allá donde la fachada quería crear una imagen de mayor amplitud. La sala de delante estaba decorada con toda clase de mobiliario elegante para cargar el espacio que no se iba a utilizar. Gruesos muros de piedra que separaban estancias de otras, decorados con cuadros familiares (uno de ellos mostraba una familia de cuatro individuos posando para una foto vestidos de blanco) o bien que podrían haber salido de una galería de arte estadounidense, y también de la mayor galería de arte asiática, tal vez. Debajo de uno, un jarrón de alguna antigua dinastía soportaba unas varas de madera con flores de plástico en las puntas. Hope se acercó y las tocó, solo para seguir caminando y hacerse con conocimiento de dónde estaba solo.
En el este había una cocina pequeña pero con buenas vistas a las montañas y, al parecer, lo que podría ser un lago congelado por el que algunas personas pasaban en su paseo diario. Curioso. Conectaba con una sala de bebidas, especial para adultos que esperaban pasar sus vacaciones allí disfrutando de la buena vida, y un salón de doble altura al que se accedía por escaleras de tres-cuatro escalones de aspecto subterráneo pero bien comunicado. Lo único destacable era el minimalismo, chimenea y la enorme pantalla.
En el área oeste, lo contrario. Un baño amplio y para las visitas, una amplia biblioteca con su mesa para las investigaciones y un ordenador que bien podría ser antiguo y un área parecida al hueco de la entrada por las columnas con grandes ventanales que daban al jardín delantero, con un sofá y una mesita auxiliar plagada de revistas de moda y decoración puestas en pilas. Se preguntó si la antigua señora Haitani disfrutaría de esas vistas y momentos mientras sus hijos se daban como el perro y el gato, o si el padre de Ran disfrutaba de un buen vaso de sake en la biblioteca.
«-Mi casa no era así -pensó para sí misma-. Esto parece un palacio». Quizás lo fuera, la residencia de alguna antigua familia noble que tuvo que venderla llegada la actualización de las jerarquías durante y después de la Segunda Guerra Mundial.
Subió a la segunda planta aún cautivada e hipnotizada por aquel lugar. Parecía el sueño de cualquier decorador de interiores y arquitecto con perspectivas de futuro. Le sorprendió ver el cambio rústico en las paredes a uno más simple y urbanizado en la segunda planta, con suelos de madera y zonas de piedra, pero mayoritariamente paredes de blanco con cuadros familiares e íntimos que ninguna persona pondría a vista de todos. Mientras que los de abajo era formales, adecuados a la vista de cualquier extraño, los de arriba mostraban la segunda cara. Rostros infantiles divirtiéndose, momentos únicos pero sin excederse. Se preguntó si esa cara de la familia era real o alguna imagen cogida de internet para recordar lo que la formalidad no podía ser; en su casa, era normal hacer eso. La única foto que tenían era una formal, con rostros serios de acuerdo a la rectitud que debían seguir, y era una estupidez de retrato familiar.
Había un total de seis puertas. Dos de ellas eran dos dormitorios de invitados, con sus baños propios; las otras un baño más pequeño con una curiosa cortina de peces en la bañera y tres dormitorios más. En dos de ellos no entró, pero le pareció curioso no hacerlo simplemente porque dos «R» marcasen cada puerta, una púrpura y otra azul. Tal vez le pareció algo demasiado íntimo como entrar en una casa que realmente no era suya, no a su nombre y no en derecho, y ponerse a investigar todo. Esas habitaciones podrían ser una excepción, algo que podría pasar por alto y tener en cuanta para más tarde pero sin invadir su espacio. Es por eso, que en vez de pararse en ellas, Hope pasó a la última habitación al final del pasillo y que dejaba de tener cuadros de llamativos colores a tener vacíos en las paredes.
El dormitorio principal era igual al del ático, con la diferencia de que en vez de cortinas de tela, eran mamparas, también de tela, que llegaban a tapar por completo la luz cuando amanecía. Casi que lo agradeció. Algo le decía que cuando saliese el sol por las mañana, con ese cielo despejado, la nieve reflejaría en su contra y molestaría a cualquiera. La cama estaba en el entro, también, con una alfombra y unas mesitas de madera...y una escalera que llevaba a otro sitio. Las subió con cuidado, teniendo en cuenta que aún podía resbalarse con la nieve en sus deportivas, solo para descubrir que llevaban a un despacho en alto con un ventanal al lado. Estanterías hasta el techo que cubrían las paredes de enfrente, y otra escalera por la que bajar. Aquello ya empezaba a complicarse. Parecía un laberinto. Y llevaba a las escaleras que había visto antes al subir, como un segundo acceso.
Recordaba haber visto un baño personal en la habitación, así que bajó las escaleras de nuevo hacia el cuarto principal. Se fue quitando los zapatos y los tiró en cualquier lado del cuarto, dejando la manta sobre un lado de la cama antes de cruzar el arco de la puerta y examinar lo que tenía delante. Un amplio baño, todo cubierto de marco blanco, con una enorme bañera pegada a la ventana, cuyas vistas eran extraordinarias a las montañas nevadas y a un pueblo con casas de maderas que dejaban rastros de humo en el aire por las activas chimeneas. También tenía una ducha, con una mampara transparente y fija que llevaba a un gran trozo de espacio con azulejos negros y un desagüe bajo el control. El resto del baño, estaba bien y lujoso al igual que los lujos del resto de la casa.
Sin pensarlo fue directa a la ducha. Había tantos botones para una simple ducha que resultaba complejo entender el por qué las tecnologías tenían que comprender el entorno de los humanos y facilitarles la vida. Sonaba ridículo pensando algo como eso mientras su vida estaba lleno de eso, pero también curioso. Era como el humano hubiera evolucionado tanto que necesitaba ser servido por sus propias creaciones. Hope gimió del placer al primer contacto contacto. Las gotas le golpearon el rostro, como una lluvia de rocío sobre sus mejillas, sus ojos cerrados, una sensual caricia que la hizo estremecerse al primer susurro sobre su piel. El agua filtrándose por su ropa, cargando la melena oscura que caía sobre sus espaldas y que notaba sucia y pesada.
Se frotó las manos con fuerza, viendo cómo la sangre seca se marchaba con el agua por el desagüe. El sentimiento de sentirse limpia apareció, de quitarse los restos de la razón por la que había acabado en aquella casa de una vez. El baño no tardó en llenarse de vapor y los pelos más finos de su cabellera en rizarse. En medio de todo eso se le escapó una risa, tonta y sin sentido, acompañada de lágrimas que tardaron en desaparecer seguidas del agua. Pero la sensación se quedó ahí. El querer llorar de nuevo, hasta que los ojos le ardieran de sequedaz y la tensión que llevaba sobre los hombros desapareciera.
Sentir la libertad en sus manos, de poder hacer lo que quisiera, de no tener que hacer siempre lo que la gente le ordenaba... Todo parecía un sueño. Lejos de aquella ciudad y el estrés, la universidad y los dichosos trabajos con los profesores que parecían empeñados en suspenderla. De todo.
Entonces se dio cuenta de que no estaba sola.
Una vez había pensado que los ojos de Ran eran dos témpanos de hielo, orgullosos y capaces de destruir vidas. Fue antes de casarse, en la capilla, mientras esperaba a que trajeran los anillos. No la miraba a ella, pero sí a todo lo demás, como si le resultase difícil de creer lo que estaba haciendo. En su momento, pensó que estaba siendo ridículo porque fue él quien le propuso matrimonio a ella en vez de a su hermana, y la dejó decidir a la espera de un sí -al parecer, su hermana no le parecía nada llamativa y le resultaba aburrida-, y quien había agarrado sus manos mientras el cura anunciaba la unión.
En el intercambio de votos, su voz fue diferente a lo que su mirada decía, pero Hope tuvo la sensación de que lo estaba pasando realmente mal con tanta gente. Cuando el cura anunció el beso, ella se propuso facilitarle las cosas: apartando el rostro con disimulo.
Ante otra persona, podría haberle costado una paliza de su padre o de su marido. Pero a Ran no pareció importarle cuando sus ojos se volvieron hacia la gente de la iglesia antes de que Hope pudiera ver su reacción. Pudo sentir la calidez del beso en la mejilla, pesado, durante todo el día. En las fotos familiares, su madrastra se encargó de pellizcarle la grasa que según ella tenía de más para enderezarla y espabilarla, pero no lo repitió cuando el brazo de Ran se posó sobre su cintura; simplemente se dignó a dirigirle miradas feroces que, para su sorpresa. .
Cada vez que esos dos ojos la miraban, se sentía como una niña pequeña siendo regañada. Algo mejor que la mirada juzgante que siempre recibía a la mínima que hacía algo, o que respiraba; o que vivía, en general. Ahí estaba él, haciendo lo que mejor se le daba desde el umbral de la puerta del baño y con una bolsa de lona negra colgando de un brazo. ¿De dónde la había sacado? Lo único que se habían llevado eran unos abrigos y nada más, aunque conociéndolo, podría haber ordenado que cogieran más cosas y se las llevaran con las prisas.
Ahora que se fijaba, se había cambiado la camisa en algún momento pero las manchas de sangre seguían ahí y los pantalones eran los mismos. Iba descalzo, pero estaba segura de que en la entrada estarían los mocasiones de cuero marrón que coleccionaba. Su mirada... Su mirada no era fría, todo lo contrario. Sin hielo de por medio, y con un cierto brillo que también podría deberse a la iluminación que envolvía toda la casa.
Hope extendió la mano a modo de llamada silenciosa. Las cejas de él se levantaron con sorpresa, como si no se lo esperara. Tal vez tuviera razón en eso. En dos años, no había mostrado el interés que tal vez hubiese necesitado por él. Lo ocurrido en el ascensor bien podría haber sido un error, pero estaba segura de que no era esos instintos bajos a los que siempre recurrían las protagonistas de series o películas cuando cometían un error. Pronto descubrió que sus órdenes sobre él eran absolutas en cuanto a lo que respectaba una ducha. Las pisadas a penas sonaron contra las baldosas al avanzar. Los calcetines de Hope chapotearon en el suelo empapado pero fue camuflado por la lluvia de la ducha.
Interrumpió el hilo de pensamiento cuando Ran tendió la mano hacia ella y le retiró un mechón más corto que otros, probablemente del flequillo ya lejos de ser clasificado como uno, desde fuera de la ducha, y se lo retiró de la mejilla. Hope dejó que lo hiciera, siguiendo el avance de sus dedos a través del hueco de su cuello hasta la mitad de este. Su corazón se aceleró. Se quedó ahí un buen rato, prestándole atención con movimientos de pulgar sobre la zona y luego sobre la contraria. En algún momento, le hizo mover el cuello para examinarla. La molestia de las gotas que discurrían por su rostro le complicaron ver su expresión. Sentirse indefensa no era lo suyo, pero por una vez, lo permitió.
Repitió el proceso unas tres veces en total y, a la última, no se tensó cuando Hope fue a acariciarle la mejilla con la mano empapada. No se estremeció ni la alejó como las veces que ella había hecho con él pidiendo espacio... Uno que él, a su manera, le había concedido. Con su permiso, arrastró los dedos por su mandíbula y bajó hacia su cuello, donde la sombra oscura de un tatuaje le llamó la atención. Líneas muy parecidas a las que adornaban su antebrazo izquierdo y los músculos que ahora se contraían a su toque.
Su dedo siguió el camino de curvas, tanto por músculos que ocultaba por debajo de la camisa como de la tinta negra, hacia su clavícula. Se detuvo ahí para que no volviera a alejarse, sintiendo la tensión bajo ellos. Hope alzó la mirada para comprobar si estaba bien, la respiración nerviosa.
Sin embargo, se inclinó hacia delante y lo besó suavemente en los labios. Le sorprendió ver que no se separaba de ella, sino al revés. La diferencia de altura volvía a ser un problema en ese momento, pero no había problema mientras pudiera ponerse de puntillas y llegara. Por la parte de Ran, sus ojos no la miraban como antes, sino que estaban clavados al frente. No la miraba. No la estaba mirando a ella, sino a otra cosa. El pecho de Hope se movió. No fue doloroso, pero sí incómodo. Hubiera sido mejor un rechazo. Al no saber cómo sentirse por eso, decidió tomar el camino rápido y ceder a la opción más viable.
Irse.
-Dejaré que te duches -anunció en voz baja, la mano sobre el pecho de Ran y cayendo a su costado.
-Espera...
Hope no se movió. No supo por qué, pero no lo hizo.
Él estiró el brazo de la misma zona que había acariciado y la envolvió en él por los hombros. Hope se vio entre un brazo fuerte y tenso que la sujetaba, pero que le parecía lo más cercano a una caricia, y un pecho aún más. Repitió el proceso de antes de acariciarle la mejilla, aunque esa vez en una postura más complicada.
Ahí se quedaron un rato, sin hablar, con la ducha encendida cayendo a espaldas de ella y empapando el brazo de él. Aunque ya debía de estar empapado por la propia Hope, no se estremeció por el contacto ni la apartó. Se quedó con ella.
No era de las personas que daban abrazos, pero tal vez pudiera hacer un esfuerzo. Solo esta vez. Solo...con él.
Ran Haitani no parecía mala persona con ella a solas ahí.
El resto del día se lo pasó investigando los secretos de la casa rural. Acabó duchándose sola cuando Ran se marchó, y él fue detrás de ella. El sonido de la ducha sonaba.
La bolsa de lana que Ran dejó sobre la cama antes de meterse en el baño la llamaba demasiado. Quizás porque una parte de ella aún desconfiaba de los asuntos que pudiera traerse entre manos. Y porque, realmente, estaba en su derecho (¿no?) de cotillear algo que había dejado a la vista de todos. Si estuviera en lo alto del despacho, que tuviera que subir escaleras, no lo habría mirado. Asegurándose de que Ran estaba concentrado en el baño y que tenía todo bajo control, Hope se acercó descalza a la cama. Gotitas de agua salpicaron la colcha limpia, pero poco le importo cuando tuvo a mano la bolsa de deporte. Era negra y parecía tener muchas cosas dentro, puesto que cuando se la puso sobre las rodillas pronto empezó a pesar. Hope la abrió.
Y la emoción cayó en burla cuando vio el contenido. Ropa. Eso es lo que había dentro. Casi se decepcionó por ver desde camisas blancas hasta alguna que otra sudadera bien doblada, calzoncillos hasta la ropa interior que Hope tenía guardada en los cajones del armario. Era su ropa. Así que alguien sí que había ido a recoger lo necesario al ático; por órdenes de Ran, supuso. Se sintió de repente muy ridícula por haber sospechado. La suficiente como para poder sobrevivir una semana entre lavado y secado.
Se puso una de las sudaderas y pantalones ajustados de deporte, acompañado de unos calcetines y ropa interior limpia por debajo. La casa estaba caliente, así que ponerse algo más sería un desperdicio y una tontería. Miró la ropa sucia tirada en el suelo y por un momento se planteó quemarla, puesto que dudaba volver a ponérsela para no evocar el recuerdo que traían consigo. Cuando la ducha dejó de sonar en el baño, Hope se levantó de un salto y salió de la habitación para dejar algo de intimidad.
La casa estaba en un curioso silencio. Toda ella. Solo se escuchaban los ruidos del exterior, que de por sí eran pocos, e iban acompañados de algún fenómenos meteorológico. Desde su habitación había visto la suave capa de nieve que empezaba a crecer debido al clima, y cómo se iba agrandando a medida que nevaba. Aún no era un problema, pero algo le decía que Osaka apenas le estaba demostrando lo que era una buena nevada. La chimenea del salón estaba encendida cuando pasó, así que alguien la habría encendido. En la cocina no había nadie, así que no tendrían cocinero contratado. «Claro, porque nunca hay nadie en la casa», se fijó. Lo que sí estaba era la bolsa de comida rápida. Hope se convenció de que eso era mejor por ahora que morir en el intento de hacer la comida a estas alturas.
-Vamos a tener que buscarnos la vida, eh -murmuró empezando a rebuscar-. Bueno, por lo menos están ricas.
Se cogió otra chocolatina y la mordió. También de chocolate con avellanas. En ese momento de éxtasis gastronómico, recordó que su teléfono estaba apagado y que ahora dependía de él para todo. Si había salido de la ciudad, lo de ir a la universidad se iba a complicar un poco. Y lo de avanzar con el trabajo final también, y los trabajos, y los apuntes que obviamente estaban en el mismo sitio donde los había dejado al regresar el día anterior. Todo lo que necesitase esos días, iba a ser a través de su pequeño móvil. Pensó en el viejo ordenador alojado en la biblioteca, y si sería capaz de conectarse a internet. O al menos encenderse.
Varios mensajes aparecieron en la pantalla de bloqueo. Dos de Jushua por privado, seis por el grupo con Joshua, Yuta y Anabella, y tres de Anabella preguntándola dónde había comprado los pantalones de la última vez porque tenían ese estilo chic que a ella le gustaba. Hope intentó responder a todos; a Anabella le dijo que se los habían regalado. Le hubiera gustado ver su reacción al enterarse que con o sin rebajas, los pantalones iban a costar un riñón. Era de las pocas prendas cara que se ponía y le gustaban. Una alerta en el calendario recordándole tomar la pastilla y la entrega de un boceto para un futuro trabajo que ya había hecho hacía muchos días. El restode la agenda estaba vacía, así que se libraba de trabajas por una semana.
Le resultó extraño, mientras caminaba por la casa en busca de algo que la entretuviera, comiendo esa chocolatina, no escuchar los pasos de Hayakawa ni verlo aparecer de repente por una puerta. Un calor se instaló en su pecho y se extendió como un escalofrío a lo largo de su cuerpo recordando. Pensó en cómo había sido tan tonta como para no darse cuenta de que quien no estaba con ella horas atrás no era su guardaespaldas de confianza, sino un extraño que le habría hecho cualquier cosa. Ran había dicho que podría pertenecer a otra organización, así que se destacaba la presunta inocencia en el caso de haberla. Tenía que ser alguien contrario al trabajo de Ran y...lo que fuese que hicieran en él. Estaba segura de que si le preguntaba volverían a discutir o a quedarse en ese silencio incómodo que no beneficiaba a ninguno. ¿Qué tan importante era el silencio en ese caso que no podía decirlo? ¿De verdad su vida correría peligro si se veía rodeada por eso?
Pensó en el hermano de Ran. ¿Él también estaría envuelto? Cada vez que hablaba de él sus ojos se iluminaban y se notaba la diferencia de hablar de cualquier cosa a él. Tenía que quererlo mucho como para haber recibido palizas por él de pequeño, y aún así hablar de él con tanto cariño. Observó algunos de los cuadros familiares que estaban por la casa por curiosidad. Y porque quería comprender parte de la infancia de Ran y su trayectoria a través de las imágenes del pasado.
Las de la planta de abajo eran demasiado formales y demasiado escépticas como para poder ver alguna señal transparente de emociones. En todas salían vestidas de blanco, o de algún color a juego que no resaltase demasiado. Tenían la misma posee; los padres detrás, pegados y mirando al frente, y los dos niños, uno más alto que el otro (Ran y su hermano, imaginó con la información que tenía), también mirando al frente. Lo que sí podría decirse era la enorme diferencia de rasgos que tenían entre ellos. Mientras que el padre era alto, delgado y tenía el pelo negro, tanto la madre como los niños eran rubios; los ojos amatista lo compartían padre e hijos. Era como un tira y afloja de genes. Ran parecía haber heredado los rasgos faciales de su madre y la altura de su padre, mientras que el niño rubio con gafas de pasta al contrario.
El parecido era indudable. Tenían que ser hermanos biológicos, no como su hermana y ella. Los de la segunda planta ya se volvían retratos más familiares. Por alguna razón, dejaban de lado la presencia de sus padres y se centraban en el pasado de los dos hijos. ¿Soberbia, quizás? ¿Algún asunto sin resolver a día de hoy? En todas, Ran aparecía con el pelo largo y rubio, con algún prendedor que le sujetase unos mechones rebeldes a la cabeza en vez de caerle al rostro. Pero eso parecía darle igual si en todas las fotos acababa con su hermano en brazos o tirándolo al suelo. En una, parecía que lo había hecho de rabiar al tirarlo a un charco y sin evitarlo haber estallado de la risa; su hermano, llorando, y él, al borde de la risa.
-Se llama Rindou -anunció una voz a sus espaldas.
Hope pegó un bote en el sitio de tal magnitud que casi se le cayó el marco de las manos. Se giró en cuestión de segundos pegándoselo al pecho en una actitud protectora.
-Ahí tenía seis años y yo siete -señaló la imagen-. Solo le saco un año, pero parecen más por lo diferentes que somos.
Siguió con la mirada al cuadro que señalaba. Era uno donde estaban con el uniforme escolar; pantalones a cuadros cortos, camisa planchada y tirantes. Ya sabían para lo que se estaban preparando esos niños.
-¿De verdad lo he conocido?
-Los años cambian y estas fotos no son un ejemplo para buscarle -se fue a reír. Estiró la mano para coger el cuadro que tenía en la mano y volver a colocarlo sobre la cómoda. Lo hizo-. Juro que fue él quien se tropezó.
-Seguro que sí.
-Es muy torpe -insistió-. Y, sin embargo, siempre ha sido más flexible que yo. Supongo que es porque he sido un vago toda mi vida.
Las cejas de Hope se subieron por sorpresa.
La amatista de sus ojos se posaron sobre ella con suavidad. Al ponerse a su lado, la mayoría de cuadros quedaban por debajo de lo que él medía. Llevaba una camiseta de manga corta y un pantalón de deporte ancho. Como ella, iba descalza.
-Fue a clases de gimnasia de pequeño y en su momento podía abrirse de piernas sin calentar. Yo, por el contrario, me encargaba de otras cosas -explicó. Y por alguna razón, le dio la sensación de que estaba hablando de algo más que un simple hábito o clases extraescolares.
Posó el retrato donde estaba, sobre la cómoda y rodeado de otras fotos y un jarrón con flores de plástico. Orquídeas. Unas flores demasiado hermosas para ser arrancadas y puestas en un simple jarrón. Las recordaba de haber visto muchas veces en la cocina; «son las mejores que estuvo enviando hace poco, las que están aún en la cocina», pensó.
-Yo...iba a ballet. Me rompí algunos dedos mientras lo practicaba, pero también me gustó. Con el tiempo.
-Ahora parezco un vago al lado de vosotros -reflexionó frotándose el pelo húmedo, soltando algunas gotitas allá donde parasen al caer-. Un atleta y una bailarina. Quizá debería dedicarme a la música en vez de a los negocios.
Le fue difícil imaginarse la escena, pero aún así lo intentó. Una sonrisa empezó a asomar de sus labios, traicionándola. Le miró de reojo, esbozando esa pequeña sonrisa, un tanto arrogante pero con una pizca de sinceridad.
-No, por favor.
-¿Por qué? Soy bueno con las manos.
La miró a los ojos. Seriedad. Mierda. «Mierda», pensó en respuesta. Lo decía enserio. Hope no pudo reprimir la carcajada. La situación ya era surrealista, como para añadir era risa. Sin embargo, cuando levantó la cabeza, vio una perezosa sonrisa en los labios de su esposo. El estómago se le revolvió nervioso.
-A ti también te tengo -soltó-. En una foto. No la de la boda. Una normal. Me la envió tu padre cuando ofreció el matrimonio.
Volvió a repasar con la mirada la cómoda. Estaba mintiéndole. Hope casi hizo un puchero. La situación la abrumó, pero no tenía tiempo para discutirlo.
-No seas mentiroso. Lo estábamos pasando bien por una vez, y acabas de arruinarlo con ese comentario.
Ran sacudió la cabeza.
Se peinó descuidadamente mientras tarareaba una respuesta. Sus ojos perezosos la miraban desde su imponente altura, haciéndola parecer una niña.
#ran haitani bonten#ran haitani#ran haitani x you#tokyo revengers ran haitani#ran haitani x reader#tokyo revengers
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el amor después del amor
hace cuatro años, por primera vez, mi tintero, escribió sobre él,
hace cuatro años, el amor, la distancia y una historia digna de un cuento de hadas, me revolucionó,
no todo acaba mal, no todo es..
una espera perpetua,
entre..
monólogos,
vuelos,
continentes diferentes,
entre idas y venidas,
logramos tener el mismo huso horario y las barreras seguían,
una visita al duomo, una copa de vino, pasta y unas fotos que coleccionamos con amor,
me ilusionaron.
luego de dos años,
luego de tanta espera, una espera muy lenta, entre accidentes de autos, confusiones, amores pasajeros y operaciones,
estos días a su lado, fueron simplemente maravillosos, cuando lo vi,
fue tener el deja vú del dos mil veinte,
un amor a primera vista,
una continuación de nosotros,
después del pueblito que nos unió, seguidamente, lima, milán, ahora mi lugar favorito..madrid!
una continuación que nos debíamos,
como el cerezo de primavera que dejamos
sembrado en el jardín de mi casa,
como el mar que nos escuchó en nuestra primera cita,
el caballero que me rescató cuando tenía veintidós, volvió..
dejaste a una niña herida y encontraste a una mujer fuerte, independiente..
con todo esto,
¿cambiar?
nunca,
valerie sigue siendo la
misma niña tierna en los brazos correctos.
eres mi mayor prueba de amor sincero y mi mayor reto,
como todo tiene un final y las mejores historias no son fáciles,
solo me queda recordar como flotamos al bailar,
las comidas, las miradas,
palabras, besos que gritaban “te extrañé”
fotos perpetuas, conociendo otra ciudad en el mundo que por momentos es solo nuestra,
el caballero cambió la armadura pero al mirarlo, es el mismo..
tontos atontonados, michos enamorados, ilusionados,
los autosabotajes pudieron poco conmigo pero esta vez..lo reconocí.
tomo tus consejos como un tesoro,
toma mis patitos como señal de
promesa,
micho travieso, maduro, hombre, mío.
Y así te fuiste como el verano tardío,
con la brisa del viento de este y la lluvia de verano que representa la tristeza,
te fuiste con un video, resignado a no repetir patrones,
crecimos pero..estamos ahí,
barreras, pruebas y destino,
promesas al aire y anillos invisibles,
fijamos un nuevo destino, un mes nuevo por vivir, allá..
un beso de despedida y un sello que repito
“nos vemos,
pronto, amor.”
#madrid#poesía#poeta#relatos#frases#poema#amor#distancia#verano#amor y otras adicciones#escritos de amor#ex#cosas que pienso#felicidad#escritora#poema en español#amor a distancia#poemas de amor#notas de amor#el arte de amar
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Anillos de promesa significado, un símbolo de amor
Si lo que buscas es un símbolo de amor único, te contamos sobre los anillos de promesa significado, tal como su nombre lo indica, son piezas de joyería que se otorgan como muestra de amor en una unión más certera y duradera.
Aunque aún no es de compromiso, este tipo de anillos son una representación tangible de que la relación es seria y que se considera un largo futuro juntos.
No importa el tiempo que se tenga de relación, los anillos de promesa significado son el obsequio ideal cuando se está seguro del sentimiento que fluye entre esas dos personas.
Los anillos de promesa significado son una pieza de lealtad y que sirve para consolidar la escritura de una historia juntos.
En Joyería Fidanzza contamos con diferentes modelos en anillos de promesa.
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Ella no lo sabía, pero ya tenía su anillo de promesa…! -Bueno ni modo…!
#desamor#tristeza#amor#en tu orbita#notas#textos#escritos#notas de noche#soledad#matrimonial#para todos#para ti#fyp
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SIMPLE METAL
El anillo es una señal de pertenencia, en qué uno se aferra al otro.
Palabras en forma de metal envolviendo el anular y el medio, en ellas formando "te lo prometo... te quiero".
Pero cuando el dolor se vuelve más fuerte que el amor, que la decepción se convierte en lo predeterminado entre los dos. En lugar de promesa aquel anillo se convierte en una sentencia de color dorado.
Y al final nos dimos cuenta que la promesa de amarnos se rompió, y que el anillo era un simple metal envolviendo el medio y el anular.
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Capitulo 14: La boda.
Los meses pasaron rápidamente desde la vendimia y la propuesta. Así que, después de unos pocos preparativos llegó el día donde oficialmente Bella formaría su nueva (y merecida) familia.
Llegaron los invitados. Todos estaban ya listos para la ceremonia.
Como no podía ser de otra manera, la boda la ofició el padre William, Las hermanas de la iglesia vinieron también, fueron un apoyo clave para Bella durante sus primeros pasos como artista.
Hasta que finalmente aparece Bella.
Thomas no puede contener la emoción al verla vestida de novia.
Ahí estaba frente a él , la mujer de su vida, la que sin querer llegó para cambiarlo absolutamente todo.
"Y ahora, con el corazón lleno de amor y esperanza, invito a Bella y Thomas a compartir sus votos, promesas que reflejan el profundo compromiso que tienen el uno con el otro."
"Ahora, como símbolo de sus promesas y del amor eterno que se tienen, intercambien estos anillos. Que estos anillos sean un recordatorio constante de los votos que han hecho hoy y del amor que los une."
Toda la familia y amigos estallaron en vítores y aplausos, celebrando con alegría y entusiasmo el amor de la nueva pareja.
Y así Bella y Thomas iniciaron juntos una nueva etapa donde aun le venían muchas batallas que afrontar, pero con el apoyo de todos.
To be continued...
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PROLOGO
Jamás imaginé que, después de tener el corazón roto, llegaría alguien que cambiaría por completo mi vida y restauraría mi alma.
La vida de una mujer promedio se extiende hasta los 81 años, lo que equivale a aproximadamente 29,500 días. Cada día tiene 24 horas, 1,440 minutos, 86,400 segundos. ¿Cuántos de esos momentos son realmente memorables? ¿Cuántos días quedan grabados en nuestra memoria años después?
La mayoría de los instantes ordinarios parecen no tener impacto en nuestro destino y se desvanecen en la insignificancia. Al menos, eso es lo que siempre creí. Desde niña, mi corazón anhelaba esos grandes eventos que prometían cambiar mi vida: el primer beso, obtener mi licencia de conducir, graduarme, etc. Sin embargo, la muerte de mis padres me dejó marcada, sola en un mundo que parecía estar en mi contra. Tras mucho reflexionar, me mudé a la mejor ciudad que conocía, enfrentando días y noches agotadoras. Lo que antes me parecían momentos triviales eran solo el preludio de una vida mucho más grande que me esperaba fuera de mi hogar.
Esos instantes fugaces, incluso los que parecen insignificantes, podrían tener más importancia de lo que nunca imaginé. Cuatro hombres entrando al bar donde trabajaba no parecía extraordinario, ni que uno de ellos sería el hombre del que me enamoraría. Pero… ¿cómo distingues lo especial de lo ordinario?
¿Qué pasa si el día en que olvidé configurar la alarma y llegué tarde a una entrevista cambió mi futuro? ¿O cuando el ascensor se cerró demasiado rápido y perdí la oportunidad de viajar con el chico sexy del piso quince? ¿O cuando un taxista me bañó con agua lodosa y me obligó a volver a casa a cambiarme, perdiendo así el primer turno de trabajo? ¿Y si esos momentos fueron esenciales para llevarme hasta aquí?
Mirando atrás, me pregunto si todas esas piezas del rompecabezas se unieron para llevarme a él, a Liam. Cada evento, por insignificante que pareciera, debía haber ocurrido para que yo pudiera estar aquí, luciendo el hermoso anillo que adorna mi dedo. La idea me hace sonreír mientras pienso en las probabilidades. Sin embargo, sé con certeza que si Maxwell no hubiera elegido mi bar esa noche, mi anillo de compromiso no estaría en mi dedo. ¿Cómo habría conocido una simple camarera al futuro rey de Cordonia?
Cuando el avión despegó, supe que era el inicio de algo trascendental. En ese momento, no me di cuenta de que el viaje, que prometía ser solo una aventura divertida y un baño en el Mediterráneo, cambiaría mi vida de manera tan profunda.
Desde que llegué a Cordonia, todo cambió. Mis recuerdos están llenos de sonrisas y risas, pero también de lágrimas, miedo y preocupación. Cada día aprendí a valorar los pequeños momentos y las experiencias intermedias, como los llamó Drake una noche en Lythikos. Es más fácil apreciarlos y reconocer cuáles son verdaderamente significativos. A veces, se trata de una conversación o de encontrar una mano amiga; otras veces, de un beso y una promesa.
Después de tantas lágrimas, mentiras y sufrimiento, finalmente descubrí quién fue el responsable de mi dolor y de intentar manchar mi nombre. Ahora, libre para disfrutar del amor que ha renacido en mi vida, los problemas parecen no terminar. Un terrible intento de asesinato ocurrió ayer en el palacio, justo en el cumpleaños de Liam. Esa noche será una de las más aterradoras que jamás olvidaremos, guardada en lo más profundo de nuestras mentes.
¿Por qué? ¿Por qué simplemente no podemos ser felices? ¿Acaso este evento cambiará toda mi vida?
De repente, un golpe en la puerta me saca de mis pensamientos, llevándome de vuelta a la realidad.
|| Un momento… || Grito caminando hacia la puerta. Cuando la abro, encuentro a Liam, Hana, Maxwell, Sara y Bertrand parados fuera || Dios mío, están bien... ¡Todos están bien! ||
Por fin puedo tener alivio. Rápidamente busco sus ojos y él se acerca, atrayéndome. Su mirada es intensa. Y sin pensarlo me lanzo a sus brazos, llorando entre su cuello.
|| Mi amor estas últimas horas han sido una tortura para mí || me dice Liam dándome un gran beso en la boca || Perdóname, todo esto fue mi culpa ||
**
El atentado no solo puso en peligro la vida de Liam y la mía, sino que desató una serie de eventos que amenazan con destruir nuestra felicidad y la estabilidad de todo el Reino. La noche que debía ser de celebración se tornó en caos y desesperación, y ahora, el peligro acecha en las sombras.
Estamos al borde de una nueva batalla, donde cada pista puede desentrañar un misterio aún mayor. Debemos enfrentar nuestras mayores pruebas y desentrañar quiénes son los verdaderos enemigos de Cordonia. Solo así podremos reconstruir nuestras vidas y, finalmente, alcanzar ese ansiado "felices para siempre" que parece tan lejano.
La guerra por nuestro futuro apenas comienza.
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No soy mujer de flores ni chocolates, de anillos al dedo y promesas al viento Soy la hembra que pare, da vida y aliento Soy la madre de uno, de todos, de cientos Soy la niña que juega, la madre que espera Soy la amante que ama, la otra que yerra Soy mujer de risas de llantos, miradas directas labios abiertos De piel encendida, de abrazos honestos De amores presentes, intensos y ciertos Soy mujer de curvas llanuras extensas, calor, humedad ...rincones secretos, profundas cañadas...anchos desiertos, manantiales azules y bosques espesos Soy la pura la impura Soy la virgen la puta Soy la grande la chica, la joven la vieja Soy ángel soy diablo, el cielo y tu infierno
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