Tumgik
#AeternaNive
aeternanive · 6 years
Text
Imagina Una Noche
Julio, un fanfic basado en una imagen. La verdad es que aproveché la oportunidad para que este fuera también un regalo, así que aquí va la dedicatoria.
Para mi gran amiga NaranjaMorada.
Te admiro un montón, mujer, en serio. Y te quiero todavía más. Eres un ejemplo de fuerza, empatía y perseverancia, además de ser súper talentosa. Perdóname por no decírtelo más seguido, pero ten por seguro que siempre te recuerdo, siempre hay una parte de ti en mis letras y en mi esfuerzo. Gracias por tanto a pesar de la distancia.
Esto es para ti, porque no podré hacer muchas cosas, pero nada me priva de agradecer tu existencia.
Con mucho, muchísimo cariño y todos los apapachos de mi corazón.
¡FELIZ CUMPLEAÑOS!
Sin más por el momento, por favor, disfruten su lectura.
Disclaimer: los personajes de Free! Iwatobi Swim Club, pertenecen a su creador original, Kōji Ōji.
Tumblr media
—Imagina que una noche… resuena un silbido en un pasillo vacío, y una voz llama ¡Todos al tren!. No hace falta billete para viajar a un lugar que nadie conoce—leyó una mujer, con tono y mirada dulces.
La voz de alguien imitando el sonido de un tren resonó en la entrada de la casa.
—¿Estás listo? Debemos darnos prisa o perderemos el tren—dijo la mujer de cabello oscuro.
El pequeño a su lado esbozó una sonrisa amplia, tomó la mano de su madre y corrió a su lado. Al llegar a la puerta, sus ojos verdes se clavaron en el hombre con gorra de maquinista.
—¡Pasajeros del último tren nocturno, favor de abordar!—anunció el hombre.
—¡Vamos!—el infante se aferró con más fuerza a su madre y retomó el paso.
—¿Cuál es su nombre, distinguido señor?
—Tachibana Makoto—respondió él, con mucha formalidad.
El hombre, de cabello también castaño, revisó una hoja entre sus manos.
—¡Ah, nuestro pasajero VIP! Por favor, tome asiento—le invitó, estirando el brazo izquierdo en un ademán de cortesía.
Los dos pasajeros entraron en una caja de cartón pintada por el exterior y la sujetaron a sus hombros con un par de tirantes, ajustados a la particular estatura de cada uno.
—En este momento el tren parte hacia su último recorrido-anunció el conductor—. ¡Chu chu!
—¡Chu chu!—imitó el pequeño.
Todos avanzaron al mismo tiempo, siguiendo el ritmo del hombre mayor.
—Si miran a su derecha, encontrarán la estación de los alimentos—explicó el maquinista, al llegar a la cocina—. Abrirá sus servicios mañana, antes del inicio de clases, con un variado y delicioso menú.
Makoto miró a su madre con una gran sonrisa que verificaba la información. Ella le acarició la mejilla y le animó a seguir el paso con un gesto.
Continuaron su camino hasta el segundo piso de la casa. Cruzaron entonces el dormitorio principal, el salón de juegos (abierto sólo después de hacer la tarea, según el guía), un cuarto vacío y el área de la ducha.
—Señores pasajeros, estamos arribando a nuestro destino. Por favor, mantengan sus pies dentro del vehículo hasta que se detenga completamente.
Disminuyeron la velocidad de sus pasos conforme entraban en la última recámara, hasta detenerse completamente.
—Esperamos que el recorrido haya sido de su agrado. Ahora pueden bajar y disfrutar del área de descanso.
El señor Tachibana tomó al niño entre sus manos y lo elevó en el aire, trasladándolo así hasta su cama, donde ambos padres lo arroparon amorosamente. Su hijo sonrió con inmensa ternura, mientras ambos lo besaban en la frente.
—No puedo esperar a que estés aquí para que viajes en el tren también-dijo el pequeño, acariciando el vientre ligeramente abultado de su madre.
—Oh, se movió—respondió ella, acariciándolo igual que Makoto—. Creo que también está esperando jugar contigo.
Las mejillas del futuro hermano se colorearon de rosa alegría.
—Muy bien, es hora de que todos vayamos a dormir. Buenas noches, Makoto—su padre le revolvió el cabello.
—Buenas noches, cariño—su madre le dio unas palmaditas en el pecho y luego lo cubrió completamente con la frazada.
—Buenas noches, papá, mamá—respondió él, bostezando.
Encendieron la lamparita en la mesa de noche y apagaron la iluminación de la habitación, velando el sueño de su pequeño. A su lado, un libro de pasta azul y letras blancas reposaba, esperando una nueva noche de aventuras.
Siete años pasaron para la familia Tachibana, como si de un pestañeo se tratara.
—¡Hermano!—ambos pequeños corrieron hasta el castaño apenas cruzó la puerta.
—Estoy en casa—anunció, encontrándose en la sala de estar con toda su familia.
—Bienvenido—le recibió su madre.
—¿El entrenamiento estuvo bien?¿Gou-chan fue muy exigente con ustedes?—preguntó su padre
Makoto asintió.
—¡Queremos volar!—exclamó la niña a su lado, estirando los brazos tanto como pudo hacia el techo.
—¿Están seguros?—cuestionó él, agachándose un poco para estar a su altura.
—¡Sí!—los ojos de ambos infantes brillaron, llenos de entusiasmo.
Makoto extendió ambos brazos hacia los costados, para que cada hermano sujetara uno con fuerza.
—¿Están listos?
Ambos asintieron, emocionados.
—Muy bien, señores pasajeros, por favor abrochen sus cinturones. El vuelo está a punto de despegar.
Lentamente se irguió, levantó sus codos al nivel de sus hombros y los dobló hacia el techo, formando un ángulo recto entre sus antebrazos y sus bíceps.
—¡Será mejor que se sostengan!
Comenzó entonces a girar, con los pies de Ren y Ran suspendidos sobre el suelo, como si en verdad estuvieran volando.
Muchas noches habían transcurrido en esos siete años, el viejo libro se había desgastado y la familia había crecido, pero el amor siempre inspiraría nuevas risas y aventuras para cada uno de sus integrantes.
2 notes · View notes
kitkore · 2 years
Text
SUFFIXS (ones ive coined + general important ones)
cant find if the ones i coined are already things or not but lmk if they are!!
-cherric: a suffix related to cherries ! (coined by horror system)
-booklex: a suffix for books/stuff in books/book series/etc. (coined by horror system)
-zombeon: suffix related to zombies !! (coined by horror system)
-deadan: suffix related to dead objects/people/animals/etc. (coined by horror system)
-aeternan: suffix for undead, forever living, unmortal, eternal (taken from latin "vita aeterna" or "aetrerna" which means "eternal life" and "eternal") (coined by horror system)
-----------------------------------------------------
-ic/-ick /-inal/-ine/-iyn/-na/-nic: of or pertaining to !
-tix: neurogenders !!!
-stimmic/-stimmian: related to stimming, stim toys, stim boards, etc.
-hypic: related to hyperfixations
-fascic/-spinny/-spinnic: related to special interests
-ideric genders experienced because one’s alterhuman/nonhuman identity experiences that term
-kinic: related to a kin identity
-theric: related to a therian identity
-homum: related to a nonhuman identity
check out here for more!
24 notes · View notes
myrcella · 4 years
Note
Omg this is the anon from before that asked about Enderal. Pleaseee keep us updated when you play. I've literally been obsessed with it and I would love to know your thoughts/see your character c:
aaaaah i’m so happy you’re so interested in what i think! 🤍🥺
okay, i only played for 40 mins because it crashed (dw, i’ll return once i do some shit on eso), but it’s already an amazingly atmospheric experience. i didn’t expect a lot from something free... but once again modders are setting standards! damn! the voice acting is better than some AAA games lmfao. i’m really intrigued to continue and see what the protagonist’s backstory is 👁🔥 the first quest had me immersed. we love some creepy nightmares
my character is half-aeternan, and she’s called cairnera (entirely subject to change). i thought a name with ‘cairn’ in it was fitting :-)
2 notes · View notes
aeternanive · 6 years
Text
Detrás De Un Sueño
Este corresponde al reto fanfiction del mes de mayo: un fanfic basado en una idea que tenías de niñx. Cuando era niña, yo solía pensar que las personas podían encontrarse en sueños y luego convertir eso en un momento real, así que hoy les traigo un mega cursi fanfic de Special A.
Espero que disfruten la lectura.
Disclaimer: los personajes de Special A pertenecen a su creadora original, Maki Minami, yo los utilicé con meros fines recreativos de fangirl.
Tumblr media
Créditos de la imagen a su respectivo artista: Makeyo Kirishame
Cuando el avión comenzó su descenso y el panorama de la ciudad apareció bajo ellos, el corazón de Kei Takishima empezó a palpitar como loco.
Por fin. Finalmente podría verla, estrecharla entre sus brazos.
Tamborileó los dedos contra el maletín sobre sus piernas. El aterrizaje pareció durar una eternidad, igual que el proceso de trámites con el departamento de migración. La ansiedad se agolpaba en su pecho mientras recorría, con grandes zancadas, los pasillos del aeropuerto, sus ojos escrutando con rapidez los rostros en la sala de espera.
¿Dónde? ¿Dónde?
No estaba. Buscó en cada uno de los presentes, pero no encontró a Hikari. ¿Lo habría olvidado? Tal vez no había recibido el mensaje o…
—¡Takishima!
Esa voz.
—¡Ta-ki-shi-ma!
Cruzando la entrada de la sala a toda velocidad, agitando la mano en alto y esbozando una gran sonrisa, estaba ella.
Hikari.
Algo en su interior sonrió ampliamente.
—Santo cielo—dijo, cuando por fin estuvo cara a cara con la chica—. ¿Viniste hasta aquí corriendo?
—¡Por supuesto!—asintió ella, levantando el puño derecho en señal de victoria—. Es parte de mi entrenamiento.
—Realmente sigues siendo la misma—soltó el castaño, cerrando los ojos mientras los recuerdos le inundaban.
—Takishima—llamó ella
Él abrió los ojos, despacio.
Frente a él, la aeromoza anunciaba el próximo aterrizaje.
Un sueño.
Miró por la ventanilla: ahí estaba la ciudad. Se llevó una mano al pecho con nostalgia, mientras respiraba hondo.
Durante el resto de descenso y la entrevista de reingreso al país, no pudo apartar de su mente aquel sueño.
Es ridículo pensó, mientras avanzaba por el pasillo. Y lo era.
Habían pasado ya cuatro años desde su partida al extranjero para prepararse profesionalmente. Al comienzo las cosas funcionaban bien, ambos se mantenían en contacto frecuente a través de video llamadas y Kei viajaba para verla tres o cuatro veces por mes. Sin embargo, hacia el último año de su carrera, las cosas se complicaron, la carga de trabajo aumentó, el tiempo libre escaseó y Kei comenzó a notar cómo ella había creado nuevas relaciones en las que no quería interponerse; pensaba que su relación a distancia podía estar limitando las posibilidades de Hikari al restringir su tiempo, se preguntaba si sería mejor para ella tener la libertad de conocer a otras personas, pero también sentía sus sentimientos por ella hasta desear una vida entera juntos y se inquietaba ante la posibilidad de perderla. Así, finalmente le había pedido a la morena un tiempo libre bajo el argumento de una excesiva carga académica y, aunque no pretendía alejarla, su decisión había creado una distancia entre ambos que pronto no supo acortar.
Una punzada vibró en su pecho. La misma que había sentido durante dos años: el dolor de la ausencia.
Miró por última vez la sala. En momentos así, solía arrepentirse de esas inseguridades personales que le habían separado (por segunda vez) de la mujer a quien amaba.
Fue sólo un sueño se recordó a sí mismo, arrastrando con ese pensamiento la idea de que el amor significa pensar en el otro antes que en ti mismo, porque era lo único que lo hacía sentir mejor. Es imposible que esté aquí.
Giró sobre sus talones y emprendió el camino.
Afuera ya lo esperaba un automóvil negro con un par de hombres listos para llevarlo a la vieja mansión donde había crecido. Saludó cordialmente antes de introducir la mitad de su cuerpo en la parte trasera del coche.
—¡Takishima!
Se detuvo por un segundo. No, seguro era su mente jugándole malas pasadas. Se sentó en el mullido asiento con un suspiro.
—¡Ta-ki-shi-ma!
Su mano se sostuvo involuntariamente del filo de la puerta. ¿Podría ser real?
Salió lentamente, irguiéndose con los ojos muy abiertos.
—¿Hi…kari?
—Menos mal—suspiró ella, alcanzándolo—. Pensé que no llegaría a tiempo.
La chica se agachó, apoyando ambas manos sobre sus rodillas para recuperar el aliento.
—¿Cómo es que…?—no pudo terminar la oración, estaba simplemente anonadado
—Ah, es una historia muy extraña—explicó ella, con la naturalidad e inocencia de siempre—. Hace un rato soñé contigo, bajabas de un avión y nos encontrábamos justo en el medio del aeropuerto. Estabas realmente conmovido—añadió, con picardía—. Cuando desperté, seguía sintiéndolo tan real que se lo conté a Akira y ella lo confirmó a través de la empresa de su padre.
—Espera un segundo—la detuvo—. ¿Así que soñaste con todo esto?
—¡Hm!—asintió ella—. Sólo que en mi sueño, tú sabías que estaría aquí porque me enviabas un mensaje avisándome de tu regreso.
El castaño rió abiertamente por primera vez en un año. Ella reaccionó con un puchero de inconformidad.
—¿Por qué no me llamaste? A pesar de que he esperado todo este tiempo… ¿No será que te arrepentiste…'
Instintivamente, Kei se abalanzó sobre ella en un abrazo. Cerró sus ojos, lleno de alivio y felicidad; no podía creer cuán noble, cuán sincero era el corazón de esa chica, quien se había encargado de franquear todas las distancias (físicas y abstractas) entre ambos al ir detrás de un sueño.
—¿Takishima?—llamó ella.
Él abrió los ojos lentamente.
—Bienvenido a casa.
2 notes · View notes
aeternanive · 6 years
Text
En Tus Manos
Este fic corresponde al reto de abril (del reto fanfiction 2018), un fanfic inspirado por otro fanfic. Hay muchísimas historias que me encantan en la red, pero elegí una de mis favoritas en el mundo mundial: Gomonogatari, escrito por la fabulosa NaranjaMorada, a quien dedico esto con gran cariño (perdona por no pedirte permiso antes de publicarlo, quería que fuera una sorpresa. Espero no arruinar mucho tu hermoso trabajo). Si no lo han leído, les dejo el enlace, para que puedan entender esta historia después:
https://www.fanfiction.net/s/11260072/1/Gomonogatari
Sin hacerlo más largo, les dejo con la lectura. Espero que la disfruten.
Disclaimer:
Los personajes de Free! Iwatobi Swim Club pertenecen a su creador original, Koji Oji.
La idea original pertenece al fanfic de NaranjaMorada (Gomonogatari), yo sólo me inspiré en ella para dar continuación.
-----------------------------------------------------
Tumblr media
Frunció el ceño y gruñó bajito. Tenía los codos sobre la mesa, el rostro sobre las manos y la mirada clavada en algún lugar de la pizarra.
Habían pasado dos semanas desde el incidente con el Aoandaon y, aunque nadie lo había mencionado, las cosas no iban bien. Gou escuchaba susurros por las noches, una voz gutural, burbujeante e ininteligible. Aunque estaba tan cansada que apenas si podía mantenerse en pie, tenía aún la suficiente lucidez para notar cómo a Haru no le iba mejor; sus ojos se habían hundido en dos bolsas oscuras, tenía el rostro demacrado, le costaba trabajo prestar atención y manifestaba una necesidad de estar dentro del agua que, incluso para él, resultaba descomunal. Makoto y Nagisa habían mostrado síntomas similares, sin embargo, luego de un par de días habían regresado a la normalidad.
Parecía obvio relacionarlo todo con aquel juego de otro mundo, no obstante, ningún integrante del equipo parecía tener el valor de sacar el tema a colación, como si hacerlo pudiera llevarlos automáticamente a través de la puerta del inframundo. No estaba segura sobre los demás, pero Gou no había recibido ninguna clase de amenaza explícita, simplemente algo en sus nervios se paralizaba cuando intentaba pronunciar palabra al respecto. Se preguntó por enésima vez si los demás habían experimentado lo mismo, si Makoto y Nagisa habían encontrado una forma de ahuyentar a los espíritus o si estos simplemente habrían desaparecido con el tiempo; se preguntó también si Haru estaría bien pasando tanto tiempo solo, en casa (ella al menos tenía la compañía de su madre, quien no sabía nada, pero era un consuelo por sí misma); incluso llegó a cuestionarse si era buena idea asistir con un terapeuta.
Y gruñó de nuevo. Era inútil. Sin importar cuánto lo pensara, no podía llegar a una conclusión razonable.
Ese día, igual que los anteriores, el equipo entrenó hasta tarde, en el único lugar que aún parecía seguro: la piscina, pero incluso si lo deseaban, no podían quedarse dentro del agua por siempre, la escuela debía cerrar y ellos debían regresar a casa, por lo que se deslizaron cual seres inanimados por todo el recorrido hasta la puerta principal de la escuela.
La pelirroja bostezó. Estaba tan agotada como preocupada. Arrastraba los pies al caminar, los ojos le lagrimeaban y sus párpados se cerraban involuntariamente.
—Gou-san, ¿está todo bien?—preguntó Rei, consternado. Él era el único que no había dado señales de pasar un mal rato, pero, por supuesto, no entendía el por qué. Probablemente él tampoco entendía el malestar del resto.
—Sólo estoy cansada—respondió, con otro bostezo.
—No deberías pasar tanto tiempo leyendo mangas por la noche—alegó, pensando que era la única explicación lógica.
Una vena saltó en la frente de Gou.
Por lo menos podrían pensar que estoy así porque estudio hasta tarde pensó, antes de limitarse a sonreír tensamente.
Makoto y Nagisa la miraron con pena.
La pelirroja se esforzaba por mantener el ritmo de la caminata cuando su rostro se estrelló contra algo.
—¿Haruka… senpai?
Nanase se había detenido de golpe frente a ella, haciendo que chocara contra su espalda.
—¿Haru-chan, qué pasa?
El resto del equipo lo miró con intriga. El cuerpo de Haru se estremeció ligeramente, luego giró despacio y levantó el rostro con una expresión hueca que resultaba aterradora en conjunto con su aspecto demacrado.
—¿H-Haru?— llamó Makoto, nervioso.
El aludido abrió los labios sin emitir sonido alguno durante un segundo.
—Volveré…—dijo al fin, con una larga pausa de por medio— a la piscina.
Comenzó a caminar, aletargado como Gou, al tiempo que desabotonaba su camisa.
—¡Haru-chan!
Makoto y Nagisa se lanzaron sobre él, evitando que se desnudara en medio de la calle.
—Vamos, Haru, la escuela ya cerró, no puedes irrumpir así—argumentó Tachibana, sosteniéndolo por la espalda.
El delfín parecía no escuchar razones. Era como una abeja respondiendo al llamado de su reina, incapaz de actuar bajo otra voluntad.
Gou lo miró con una mezcla de compasión y asombro. Nunca se imaginó ver a Haruka así de afectado por nada, lo que le hacía preguntarse cuán mal lo estaría pasando.
—Haruka-senpai—se acercó sin que nadie lo notara y se sujetó con fuerza al brazo de su compañero. Habló con voz baja, muy suave para su tono habitual—. Vamos a casa.
El moreno la miró sin pestañear y luego simplemente liberó la tensión en su cuerpo, dejándose llevar esta vez por la voluntad de la pelirroja.
—Nosotros nos adelantaremos—anunció ella, sin apartarse de Nanase—. Los veremos mañana.
—Gou-chan…
—Estaremos bien—declaró con una sonrisa tranquilizadora, antes de emprender el camino.
Los demás se quedaron ahí, incapaces de hacer algo por sus afligidos amigos.
—Deberíamos decirles—sugirió Makoto, en un susurro.
—Mako-chan, no podemos hacer eso. Ellos fueron muy claros, ¿recuerdas?— tajó Nagisa, también en voz baja para evitar que Rei los escuchara.
Se pasaron todo el camino en silencio. La pequeña Matsuoka miraba de soslayo a su compañero cada tanto, sólo para asegurarse de que seguía ahí, aunque no soltó su brazo en ningún momento; él tampoco intentó alejarse de ella, tal vez porque ambos sentían que el otro entendía su malestar.
—¿Senpai?—llamó, cuando por fin se encontraron frente a la puerta de la vieja casa Nanase. Se mordió el interior de la mejilla, esperando no sonar demasiado inapropiada con su siguiente frase—. ¿Quieres ir a casa conmigo? Creo que a mamá le gustaría verte, y puedes usar la habitación de mi hermano para dormir.
El moreno se quedó inmóvil brevemente, dándole así una respuesta.
—Está bien—habló nuevamente—, otro día será. Ten cuidado, ¿sí?
Lentamente dejó ir su brazo. Él cruzó la puerta con precaución, hasta desaparecer en la oscuridad.
Esperó unos cuantos minutos antes de girar sobre sus talones para regresar. Mientras caminaba con parsimonia, preguntándose por qué él parecía ser el más afectado, recibió una llamada; le llevó un par de segundos atender, pues estaba tan ensimismada que apenas logró escuchar el sonido y, cuando por fin lo hizo, entró en pánico: era su madre, avisándole que haría un breve viaje del que regresaría un día después. Estaría sola en casa toda la noche.
Sola con las voces.
Se quedó quieta luego de colgar. ¿Qué se suponía que debía hacer? La compañía de su madre era lo único reconfortante entre tanta ansiedad, lo único que ahuyentaba las voces, ¿cómo enfrentaría todo por sí misma? En ese momento, un nuevo pensamiento la asaltó.
Haru.
Volvió sobre sus pasos casi trotando. No estaba muy lejos.
—¿Senpai?—le llamó en voz alta.
Había tocado un par de veces sin respuesta, por lo que finalmente decidió entrar. Lo buscó en cada habitación, sin suerte nuevamente. Comenzaba a preocuparse cuando lo vio: agua en la bañera. Se acercó despacio, inquieta, temerosa y, cuando estaba a punto de llegar, el estruendo de algo cayendo en la cocina la hizo gritar al mismo tiempo que brincaba. Entonces, como si de una película de terror se tratara, una mano emergió del agua para sujetarla; sintió la sangre descender hasta sus pies y su corazón saltarle hasta la garganta, se echó hacia atrás, pero la mano se negó a liberarla. Estaba a punto de llorar cuando ese par de bonitos ojos azules asomó por la superficie. Y sus pulmones se llenaron de aire por primera vez desde que entró a la casa.
—Haruka-senpai—quería decir tantas cosas que las palabras se atoraban en su lengua, luchando por salir primero.
Él la atrajo con un movimiento repentino, hasta hacerla entrar en la bañera.
—¿Senpai?—balbuceó la pelirroja, sintiendo el agua fría empaparla hasta el cabello.
Haru le hizo una seña para que dejara de hacer ruido.
—Aguanta la respiración—le advirtió
—¿Qué…?
Sin darle más tiempo, la abrazó contra su pecho y ambos se sumergieron. La bañera era pequeña para dos personas. Gou podía sentir la piel erizada del moreno y los brazos de él rodeándola firmemente, sosteniéndola tan cerca de su pecho que podía escuchar su corazón latir con fuerza; si no hubiera estado luchando contra el pánico, seguro hubiera disfrutado mucho de ese sonido.
Se quedaron ahí un momento. Cuando el agua terminó de caer por los bordes, producto de la brusquedad y el exceso de volumen, pudieron escucharlo: la puerta chilló despacio, anunciando la llegada de alguien más. La pelirroja estuvo a punto de soltar el aire a causa del miedo, sin embargo, Haru aferró sus manos, una al cuello y otra a la espalda de ella, en gesto protector, haciéndola sentir (increíblemente) más segura. Un par de segundos después, la puerta anunció la salida de su visitante.
De nuevo Nanase los impulsó hacia la superficie. Gou tomó grandes bocanadas de aire, intentando estabilizar su frecuencia respiratoria.
—¿Qué fue eso?—preguntó entre pausas.
—Es la única forma—explicó él, sin dar más detalles. Ella entendió a la perfección, recordando su historia de aquella noche.
—¿Pasas toda la noche en la a bañera?—cuestionó.
Él negó con la cabeza. Salió del agua, dejándola ahí, sentada, con la mirada fija en su rostro húmedo, luego le extendió la mano y la ayudó a salir también.
El aire frío golpeando contra su cuerpo resaltó lo inevitable: tenía la ropa empapada, adherida al cuerpo. Intentó separarla, logrando sólo sentir que se congelaba. El delfín la miró de reojo antes de salir del cuarto. Ella lo siguió instintivamente.
Haruka la guió hasta su recámara, donde le dio un par de prendas para que pudiera cambiarse. La pequeña Matsuoka no podía dejar de repasar cada uno de los recientes acontecimientos en su cabeza: la noche del Aoandaon, las voces, el deterioro físico de Haru, la bañera, la actitud instintivamente protectora del chico y… el miedo. No imaginaba cómo había sido para él soportarlo todo solo.
Claro. Solo.
Por eso había corrido hasta él. Luego de la llamada de su madre, había entendido que probablemente él era el más vulnerable de todos porque no había nadie que pudiera hacerle sentir protegido en su casa, así que había regresado con la intención de hacerle saber que no debía enfrentarlo todo por sí mismo… pero las cosas habían resultado al revés.
—Es tarde—dijo él, al verla aparecer en el pasillo. El pantalón deportivo y la camiseta le quedaban holgados, pero pensó que aún así le sentaban bien, pues se veía cómoda.
Ella asintió.
—¿Senpai?
La miró con su clásica expresión neutra.
—¿Podría… quedarme aquí por hoy?—habló con timidez, esperando –de nuevo- no sonar fuera de lugar.
Él no cambió su expresión, guardó silencio un par de segundos y luego asintió.
Luego de eso ambos se sentaron en la sala de estar a comer algo. No sabían por qué, pero parecía correcto volver al lugar donde la pesadilla había comenzado, como si eso pudiera darles una pista o hacer desaparecer sus miedos.
Comieron en total silencio. Gou intentó hablar del tema inútilmente, sus músculos faciales se paralizaron sin remedio, evitándole pronunciar palabra alguna. Por suerte, las voces no parecían estar cerca.
A pesar de todo, era increíble cómo ambos podían entenderse tan naturalmente, sin necesidad de dar demasiadas explicaciones. Luego de tanto, ese simple detalle les resultaba curiosamente reconfortante.
—¿Crees que tendrás que pasar muchas noches más en la bañera?
—No lo sé—admitió él—. Aún no lo entiendo.
Gou abrazó sus propias rodillas, desalentada.
—Con que es así.
La habitación se llenó de silencio otra vez. Les resultaba inevitable pensar en cómo sería la vida si "ellos" nunca se marcharan y no pudieran volver a hablar sin palabras claves que apenas si decían algo.
Un rato después, sin darse cuenta, ambos cedieron al sueño. Con su cabeza apoyada sobre el hombro de Gou, Haru escuchó (entre sueños) la misma voz de antes, excepto que esta vez estaba despidiéndose: "ya no estás solo, Haru" dijo antes de marcharse, y esa frase hizo eco en su mente mientras abría los ojos, encontrándose con la chica que, incluso en sueños, sostenía su mano.
Gracias.
Una semana después, la vida había regresado a la normalidad para todos los integrantes del club de natación.
—¿Por qué crees que sólo nosotros los escuchamos durante tanto tiempo? —preguntó ella, caminando al lado del moreno.
—Supongo que el resto no tenía un propósito claro—respondió él, luego de meditarlo—. El espíritu que seguía a Makoto sólo va tras los niños…
—Ah, pero sus hermanos ya han crecido bastante.
Él asintió.
—La familia de Nagisa mantiene amuletos de protección cerca desde el incidente con la muñeca, y Rei…—meditó un par de segundos, con incomodidad.
—Creo que él simplemente está demasiado lejos del mundo sobrenatural—terminó la pelirroja.
Luego de su pequeña aventura, hablar de aquel tema en voz alta resultaba casi cómico, como si estuvieran narrando una película.
—Me pregunto cuál sería el propósito de los seres que nos seguían...—pareció meditarlo sin demasiada preocupación—. ¿Senpai?—Gou hizo una breve pausa, pensando cuidadosamente su siguiente pregunta—. Aquel día… ¿por qué simplemente te dejaste arrastrar de vuelta a casa cuando te lo pedí? Es decir, unos segundos antes parecías no escuchar a Makoto-senpai, y luego simplemente…
—Se sentían seguras—respondió él, entendiendo perfectamente a qué se refería su compañera.
—¿Seguras?—lo miró, todavía sin entender.
—Tus manos
La pelirroja se quedó pasmada durante un par de segundos, incapaz de procesar correctamente lo que acababa de escuchar. Para cuando reaccionó, Haruka se había alejado unas cuantas calles.
4 notes · View notes
aeternanive · 7 years
Text
La Noche Más Cálida
¡Hola, pedacitos de amor!
Espero que estén muy bien y que aún no me odien por mis prolongadas ausencias. Para aquellos que me lean por primera vez (porque espero que los haya), sean bienvenidos a esta cuenta creada para ustedes, espero que encuentren material de su agrado.
Hoy vengo con un one-shot de un anime que marcó la infancia de más personas de las que alguna vez podremos contar: Dragon Ball. Este fanfic está dedicado a todas esas personas que, como yo, sienten una nostalgia y un cariño inmenso al escuchar canciones como “mi corazón encantado”.
Espero que disfruten la lectura.
Disclaimer: los personajes de esta historia pertenecen a su autor original, Akira Toriyama, yo sólo los uso con fines recreativos. Por y para fans.
 --------------------------------------------------------------
Tumblr media
LA NOCHE MÁS CÁLIDA
Cuando tomó su mano por primera vez, supo que todo había terminado.
El príncipe Saiyajin salió de su cápsula de entrenamiento y la encontró ahí, durmiendo sobre una mesa, con un par de vendas listas para atender sus heridas. Como antes. Como siempre.
¿Cómo siempre? Bueno, al menos eso parecía. Cada día desde que había comenzado a entrenar para salvar la Tierra, ella se había empeñado en enviarlo con el cuerpo médico para asegurarse de que se recuperara bien y, al negarse rotundamente, comenzó a atenderlo ella misma. Nunca aceptaba un “no” por respuesta, era como una piedra en la vesícula.
Intentó seguir su camino, pero pronto dio media vuelta, sintiendo la incómoda necesidad de sacarla de ese lugar, ya frío por el anochecer.
La miró un momento.
¿Cómo?
Abrió la boca para despertarla de la única manera que conocía: “despierta, mujer, necesito que mejores la cápsula de entrenamiento”, pensaba gritar, pero luego recapacitó y supuso que seguramente ella le espetaría cuán maleducado era por tratar así a una chica, y lo haría callar.
Giró su cabeza abruptamente, como quien intenta dar por terminada una discusión. En ese caso, podía quedarse ahí, congelándose. Le daba igual…. Abrió un ojo y la miró de soslayo.
O tal vez no.
Era una noche realmente fría, y una terrícola débil como ella seguro terminaría enfermándose… lo cual no le importaba, por supuesto, pero la necesitaban sana para seguir con su entrenamiento y sus viajes al exterior de la Tierra. Su cerebro era invaluable.
—Pero qué mujer tan molesta—gruñó en voz baja
—Con que aquí estaban— la voz a su espalda pertenecía a la madre de la peliazul—. ¡Oh, Bulma!
Vegeta la vio suspirar mientras se acercaba para corroborar el estado de su hija.
—Debe estar realmente agotada—meditó, y luego hacia el moreno, quien dio un respingo involuntario—. ¿Podrías llevarla a su habitación? Ha estado trabajando hasta tarde cada día, y no quiero interrumpir su sueño.
El gesto del aludido se torció en una mezcla de incomodidad, inconformidad y vergüenza.
La mujer, por su parte, lo miró con la expresión de quien entiende todo, porque puede leer a las personas como si de libros abiertos se tratara. Su sonrisa sólo lo empeoraba.
Vegeta resopló.
Con la mirada desviada, se acercó a la chica, flexionó sus rodillas, deslizó sus manos debajo de las piernas y detrás de la espalda de ella, para luego alzarla en brazos; producto de la ley de gravedad, la cabeza de cabellera azul cayó sobre el pecho del orgulloso príncipe.
—Perfecto. Sólo llévala adentro, creo que conoces el camino—indicó la madre, justo antes de abandonarlos.
—¡¿Eh?!—exclamó, pero calló de inmediato para no despertar a Bulma.
Chasqueó la lengua. ¿Desde cuándo le importaba si alguien dormía o si sus gritos lo despertaban? Supuso que su preocupación era producto de la incómoda situación en que se encontraba, después de todo, sería sumamente vergonzoso que ella abriera los ojos en un momento así. Y seguro lo golpearía. Sí, debía ser eso.
Finalmente emprendió su camino, refunfuñando mentalmente.
Cuando por fin llegó, no presto demasiada atención a los detalles, se acercó a la cama, tratando de decidir cómo bajarla sin arruinar las cosas.
—Eres más pesada de lo que parece—dijo en un susurro, sonriendo al imaginar la cara que ella pondría si pudiese escucharlo y todo lo que le escupiría. En realidad, ella tenía la costumbre de gritarle todo el tiempo.
<<Tal vez>> pensó. Tal vez ese mal carácter que la mujer le había demostrado desde el primer día, había sido la razón de que él, el príncipe Saiyajin, decidiera quedarse en su casa, y llevarla en brazos a su habitación en lugar de abandonarla a su suerte.
Se inclinó hacia el frente, poniéndola sobre la mullida cama. Notó entonces que aún aferraba una de las vendas que llevaba antes. Resignado, abrió su mano y sacó la venda; se quedó ahí un microsegundo, sosteniéndola, pequeña, serena, cálida.
O tal vez había sido esa ternura escondida detrás de cada grito de preocupación por él.
Tal vez.
En cualquier caso, supo en ese momento (incluso si nunca llegó a reconocerlo), que aquello había sido todo para el solitario Vegeta.
¡Pachan! ¿Qué les pareció? ¿Les gustó? Espero no haberme pasado de cursi, intenté -como siempre- mantener la personalidad de nuestro protagonista hasta el final de la historia, pero no podía dejar de lado esa parte del inicio, el momento en el que todo se decidió para ellos dos.
Si les gustó, por favor no olviden dejar sus comentarios por aquí. Y si no, también háganme saber qué podría mejorar.
Reanudé ya mi trabajo en los longfics que tengo pendientes de terminar, no crean que me olvido de eso.
Hasta la próxima vez que nos leamos, les deseo las mejores sorpresas de la vida y les mando toda mi buena vibra. Mil gracias por leer.
¡Besos y apapachos!
6 notes · View notes
aeternanive · 6 years
Text
Antes De La Muerte
El reto para el mes de junio era escribir un fanfic de un género que nunca antes hubiera escrito. Esta es la historia de Alma Karma y Kanda Yu, narrada desde la perspectiva de Alma, el día en que descubrió su verdadera identidad.
Les recomiendo leer mientras escuchan "Desolation", pieza tocada en piano por DYATHON.
Sin más aclaraciones, espero que disfruten mucho su lectura.
Disclaimer: los personajes de -man, pertenecen a su creador original, Katsura Hoshino.
Tumblr media
Créditos de la imagen a su artista: Hirisson
Enlace original a la cuenta del artista: https://www.deviantart.com/hirisson/art/D-Gray-Man-Kanda-et-Alma-625327520
I loved and I loved… and I lost you.
Antes.
Antes de la puesta de sol.
Antes de las flores marchitas.
Antes de las cicatrices.
Antes del dolor agudo.
Antes del sabor a sangre.
Antes del olor a muerte.
Sí, antes de ellos.
Antes había vivido.
Lo supo en el momento en que lo vio: las vendas se habían corrido, dejando al descubierto el cuerpo translúcido; los mechones de cabello rubio caían descuidados, tenía los ojos abiertos, cubiertos por un velo blanquecino y la piel estaba resquebrajada, igual a la tierra en tiempos de sequía. Apestaba a fármacos y muerte. SU MUERTE.
Una punzada en la cabeza hizo que todo cobrara sentido por fin.
—¿Sabes qué flor es esta? Una flor de loto. Florecen del lodo hacia el cielo y hacen que este mundo huela bien. Nosotros somos como esta flor. Es como nosotros, los exorcistas… ¿Envejecerás conmigo para verlas florecer?
Realmente le había amado hasta el final. Había compartido con él cada instante de sus días, desde el momento en que se conocieron en la orden, incluso durante los momentos más difíciles.
—¡A un lado! ¡Traigan al equipo médico!— el ruido a su alrededor sólo empeoraba el dolor.
<<Por favor>>.
—Necesitamos una intervención inmediata
—¿Es un exorcista?
—¿Perdió contra el akuma?
<<Por favor>>.
No podía hablar. Sentía la sangre brotar de su cuerpo desmesuradamente, el dolor de aquellas cuchillas de acero destrozándole la piel, y la cabeza a punto de explotar.
<<Por favor>>.
Quería que todo se apagara. No más ruido. No más sufrimiento.
<<Por favor>>.
De pronto, una suave presión sobre su mano. Y esa voz.
—No te vayas—dijo, y pareció que lo hubiera susurrado justo en el centro de su corazón, haciéndolo latir de nuevo.
Claro. No podía darse por vencida, tenían que envejecer hasta verla florecer juntos.
Pasaron semanas hasta su recuperación total. La primera vez que abrió los ojos luego de la intervención médica, él estaba ahí, sin pestañear, sosteniéndola con dulzura.
Sí, se habían amado total y plenamente, unidos siempre por la promesa de la flor de loto… incluso después del final.
Habían terminado separándose. La actividad akuma se había disparado en todo el globo y los exorcistas debían trabajar por cuenta propia para compensarlo. Su misión había sido ardua, pero exitosa, todos los akumas exterminados, sin bajas para La Orden Negra. Entonces enviaron un mensaje a través del buscador que le acompañaba, apremiándole a regresar a la base.
—¡NOOO!—los lamentos resonaron por todo el edificio, igual que el alarido de un ser sobrenatural y, a la vez, tan humano. El dolor en su voz daba la impresión de desgarrarle la garganta hasta llegar a sus entrañas y consumirle el corazón, excepto que una persona sin corazón no puede gritar, y los gritos de ella no cesaban. Durante horas, una lluvia torrencial secundó los estremecedores lamentos de la mujer, como si el cielo mismo llorara a su lado.
Se quedó ahí, de rodillas sobre el piso, con la cara hinchada y los dedos sangrando por su inútil esfuerzo de abrir el ataúd. No podía. Ni siquiera le habían permitido ver su rostro por última vez o susurrarle cuánto lo amaría…
<<Para siempre.>>
Sus nuevas órdenes llegaron unas horas después. Ahí, sumergida en la tristeza, escuchó cómo le era asignado eliminar al mismo akuma que asesinó a su amado. Asintió con la mirada vacía. Luego arrebataron la caja funeraria de su lado, pues debían seguir el protocolo básico e incinerarla. Ella caminó a su lado hasta llegar al exterior, donde los vio desaparecer con los restos de él.
<<Para siempre. >>
Preparó sus cosas, dejando inmediatamente La Orden para cumplir con su misión. Parecía cruel enviarla al mismo campo, justo después de perderlo… pero era justo por eso; probablemente los oficiales pensaban usar su rencor hacia el akuma como una garantía de la victoria.
No le costó demasiado trabajo encontrarlo. Eliminarlo fue otra cosa. Su coraza era muy dura, él mucho más ágil de lo que aparentaba. Cuando por fin pudo atravesarlo, el filo de su arma hizo chillar el cuerpo metálico de forma espeluznante. No le importó. Estaba terminado… para ambos.
Se arrastró sobre su vientre, alcanzando el lugar donde él había muerto; lo reconoció porque su sangre aún empapaba la hierba alta.
En un campo lejano, en medio del lodo, una cruz se alzaba. No tenía letras grabadas, no obstante, descansaban a su alrededor pequeños brotes rosas, esperando el momento de florecer. Incluso si su cuerpo no podía descansar ahí, sus almas lo harían, juntas, como habían jurado.
—Llévenla a la rama asiática para el proyecto de segundos exorcistas—fue lo último que escuchó.
Recuperó el sentido de sí mismo con una bocanada de aire.
Así que ellos simplemente la habían... ¿modificado y trasplantado en un nuevo cuerpo? ¿Como si se tratara de una muñeca humana? ¿Por qué? ¿Para que pudiera seguir peleando sin detenerse... nunca?
Su mirada se dirigió en cámara lenta hacia el segundo cuerpo: ahí estaba, era él, su amado. Ah, también él había sido utilizado.
Se recordó aquella tarde, llorando la vida frente una caja vacía y sintió náuseas. Su rostro se humedeció con lágrimas involuntarias. Se llevó ambas manos a la cabeza, incapaz de tolerar la verdad.
Era ella. Su nombre no era Alma.
Era él. Su nombre no era Yu.
Entonces ocurrió.
Incentivada por los recuerdos y las intensas emociones, la inocencia se sincronizó con su nuevo cuerpo.
Cuando lo encontraron, era demasiado tarde.
No se suponía que terminara así.
Uno, dos…
¿Por qué? ¿Por qué? ¿POR QUÉ?
Tres, cuatro, cinco…
¿Quién les dio el derecho a decidir así sobre el destino de los demás?
Seis, siete, ocho, nueve…
Uno por uno los alcanzó y les arrebató la vida. Sintió los músculos de todo el personal ser despedazados por su inocencia, mientras gritaban aterrados. No se inmutó. Había experimentado ya el infierno en carne propia, lo sentía quemar su pecho, destruyéndolo desde el interior, desde las cadenas que ataban a su espíritu con aquel cuerpo artificial, desde los recuerdos de su vida con…
Yu.
Él lo había descubierto, pero no entendía todo. No debía hacerlo. ¿Qué podría cambiar después? Debía prevenirle el sufrimiento de una búsqueda sin final.
Transmitió en cada muerte la presión agolpada en su pecho. Dolía. Dolía infinitamente. Dolía tanto que quería extirparse el alma con sus propias manos. Pero debía soportarlo.
Por favor.
Sólo un poco más.
Cuando Yu apareció, la ira se convirtió en alivio. Al final, había podido encontrarse con él una vez más, como dos almas destinadas a la eternidad. Luego la tristeza carcomió sus esperanzas y bloqueó sus deseos más profundos. Debía terminar aquello, por el bien de ambos… por su amor. No imaginó que ese mismo amor se volvería en su contra, suspendiéndole en la bruma por tantos años, antes de darle la paz buscada, acogida en los brazos del hombre al que amaba.
Por última vez.
1 note · View note
aeternanive · 7 years
Text
El Camino De La Serpiente
Si ustedes también sienten un cariño especial por Dragon Ball (y todas sus sagas), los invito a leer este drabble que escribí como parte del reto del camino de la serpiente, lanzado a los usuarios del fandom por la página de Facebook “Dragon Ball Fanfics”. El objetivo de este reto es fomentar el desarrollo de la creatividad de los escritores, así como la experimentación con nuevas tramas (y creo que me ha venido como anillo al dedo).
Así que aquí les va el primer capítulo, dedicado a Milk, Goku y Goten, y a la gratitud que de pronto se nos olvida tener.
Por favor, disfruten su lectura.
Disclaimer: los personajes de Dragon Ball pertenecen a su autor original, Akira Toriyama.
-------------------------------------------------
CAPÍTULO 1: EL LUGAR MÁS IMPORTANTE
Tumblr media
“Creo que mamá es la persona más fuerte.” Cuando su hijo le confesó aquello, Goku no pudo estar más de acuerdo; sólo hacía falta ver todo lo que había logrado por sí misma para entender que no había una mujer más audaz, determinada y fuerte que su esposa.
Tal vez por eso lo olvidaba.
Milk era tan fuerte, tan capaz, que a veces olvidaba que también era increíblemente frágil; así, en más de una ocasión (muchas de ellas sin intención) llegó a herirla. La miró ahí, durmiendo a su lado, y no pudo evitar pensar en cuánto tiempo había pasado desde la última vez en que había sentido aquella paz.
Pasó luego una mano por la cabeza de Goten, que dormía sobre su pecho, empeñado en quedarse a su lado todo el tiempo. Cuán pequeño y vulnerable le pareció en ese momento.
Y pensó también en Gohan, ya convertido en un increíble hombre, disfrutando del amor de su propia familia.
Gracias.
—Papá—murmuró el niño, entre sueños, antes de acurrucarse sobre la seguridad que le transmitía la respiración de su padre.
—Estoy aquí— susurró con una sonrisa, antes de cerrar los ojos y volver a dormir.
Porque incluso el hombre más fuerte de la Tierra, entendía que no hay lugar más cálido, más seguro y reconfortante que el hogar donde te espera una familia.
-------------------------------------------------
¿Qué tal? ¿Les gustó? Es cortito y no tiene sangre ni gritos ni muertes, pero es que en la vida los momentos de paz y autorreflexión son importantes también.
Espero que disfrutaran este pequeño regalo, dedicado a todos aquellos que agradecen estar rodeados de personas que les quieren.
Hasta el próximo capítulo, les mando un montón de apapachos.
¡Nos leemos pronto!
1 note · View note
aeternanive · 9 years
Text
IX.
Una postura perfecta y su rostro angelical la convertían en la modelo perfecta... Excepto que no podía mirarse en el espejo. Nadie entendía por qué. Nadie podía ver a la mujer al otro lado del cristal, con el rostro destrozado, las manos ensangrentadas y la rabia clavada en la mirada.
1 note · View note
aeternanive · 9 years
Text
Tumblr media
"Se desconoce su paradero."
Nunca deja de doler.
2 notes · View notes
aeternanive · 9 years
Text
Era yo. Fue apenas un destello, pero el rostro en el espejo era mío. Los surcos rojos sobre la piel arrugada, marcados por unas uñas doloridas, y la mirada llena de horror que me dirigió, fueron suficientes para entenderlo. Sí. Es cuestión de tiempo, pero pasará, me convertiré en ella.
1 note · View note
aeternanive · 9 years
Text
Cuando respondí el teléfono, pensé que era una broma de mal gusto, pero su voz era tan familiar, tan auténtica... igual que su llanto. Así que fui a su encuentro. No sé qué esperaba encontrar, pero definitivamente no la esperaba a ella, de pie, con las mejillas sonrosadas y el vestido pulcro.
Hoy está en casa, ¿cómo no traerla? Es mi madre, estoy seguro… excepto por su sonrisa, una curva hueca.
No es la única del pueblo, por cierto. Deberíamos huir inmediatamente, pero nadie puede negar el llamado de la sangre... incluso si esa sangre dejó de correr tiempo atrás.
1 note · View note
aeternanive · 9 years
Text
Sakura
Tumblr media
El reflejo de sus ojos violáceos en el agua del sereno estanque, se distorsionó con las ondas crecientes. Tomó delicadamente el recién caído pétalo y sonrió con nostalgia.
Cerezos.
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o
En aquella época, Byakuya aún era un miembro más de su escuadrón. No importaba su linaje, tenía que esforzarse y ganarse su puesto: por el honor de su familia y el orgullo propio. En realidad, no le resultaba muy difícil sobresalir; a pesar de su corta edad, su talento como shinigami era natural, y su disciplina no hacía más que resaltar sus habilidades.
Siempre hubo celos, por supuesto, pero en general sus compañeros de escuadrón lo admiraban, confiaban en él. Fue principalmente eso lo que le hizo digno del puesto de capitán.
Marzo llegaba a su final, y los cerezos terminaban de florecer alrededor cuando se llevó a cabo su nombramiento. Byakuya Kuchiki, capitán de la sexta división del Gotei 13. Fue también cuando los cerezos florecieron que la conoció.
Era su primera misión liderando al escuadrón; un hollow desconocido había causado problemas en el Rukongai, así que enviaron a la sexta división para solucionar el problema. Byakuya supuso que se trataba también de una prueba, una forma de evidenciar sus capacidades.
Había ordenado a sus hombres dispersarse por el distrito en busca de cualquier pista. Habían seguido el rastro de destrucción por horas, pero el hollow parecía desvanecerse cada vez que se acercaban. Llegó a un callejón donde el mal olor y la oscuridad parecían inundarle todos los sentidos. Aquel lugar era peor de lo que cualquiera podría describir; la miseria a su alrededor se volvía nauseabunda en poco tiempo, y las miradas de los habitantes… parecía insoslayable la mirada de los niños, con apenas una pizca de esperanza en el rostro.
Un crujido lo alertó. Era el hollow, estaba seguro. Se lanzó contra él, pero el monstruo era hábil, tuvo que seguirlo hacia el pueblo haciendo uso de todas sus capacidades para no perderlo. Los brazos y piernas del hueco parecían ondear, como si de tentáculos se tratara, y su máscara tenía manchas rojizas que asemejaban ser sangre seca. A su paso, destruyeron un par de casas. Daños colaterales, pensó el capitán, poniendo su atención en cumplir la misión que le había sido encomendada.
El hueco giró bruscamente, adentrándose en una casa tan pequeña y descuidada, que Byakuya nunca pensó encontrar a alguien más… pero ahí estaba. Tendida en el piso, una mujer menuda de cabellos oscuros y piel pálida los miraba con la expresión de quien lleva sobre sus hombros un peso enorme. El heredero de la familia Kuchiki conocía esa expresión, era la misma que veía en el espejo cada día. Tal vez había sido eso, o tal vez había sido la vulnerabilidad con que la desconocida se había quedado ahí, incapaz de moverse para escapar, lo que la había convertido en algo más que un posible daño colateral. Cuando el hollow se lanzó contra ella, su cuerpo reaccionó por cuenta propia, interponiéndose justo en el medio; aunque recibió una pequeña herida, pudo, a su vez, herir al hueco que escapó otra vez, dejando un rastro de sangre. Miró de soslayo por un microsegundo a la chica, antes de emprender la persecución.
Al final, su misión fue un éxito. El escuadrón acorraló al hueco en un claro, a las afueras del Rukongai, y lo purificaron como habían hecho con tantos otros. Regresaron a casa con la frente en alto, orgullosos de su desempeño, listos para seguir con nuevas misiones; a pesar de que sus heridas no eran mortales, Byakuya recibió la recomendación de descansar un par de días antes de volver al trabajo. Y así lo hizo… más o menos. Se sentaba en el jardín y observaba como, en el agua del estanque, se reflejaban un par de ojos oscuros, llenos de culpa y responsabilidad. No podía entender la razón, pero le era imposible sacarse la imagen de esa mujer de la mente. No dejaba de preguntarse por qué estaba en aquellas condiciones, o cuál era su historia. Era absurdo, en su familia siempre había sido claro que lo único importante son tus logros, no tus penas. Pero él quería conocer la razón del dolor de aquella extraña. Tal vez era sólo curiosidad por un mundo recién descubierto, o tal vez era que, algo en ella, le recordaba su propio ser. En cualquier caso, no pudo soportar la incertidumbre.
Le costó un poco de trabajo escabullirse hacia el Rukongai, sintiéndose como un adolescente que intenta escapar de casa. Él nunca había tenido ese tipo de adolescencia, por supuesto, siempre fue un joven disciplinado. Todavía lo era.
Avanzó discreto, prácticamente desapercibido entre las personas, hasta llegar a la vieja casa del día anterior. Tenía la mitad del techo destruido por su batalla con el hueco, lo que la hacía lucir aún más deprimente que antes. No sabía si debía llamar o no y, si debía hacerlo, no sabía exactamente qué decir. Sin embargo, la puerta estaba semi abierta, así que se aventuró hacia el interior con el chirrido de la madera bajo sus pies.
Ella estaba ahí, tumbada sobre una vieja y maltratada manta, con la respiración irregular. No reaccionó a su presencia, ni siquiera a su tacto. Apenas le hizo falta meditarlo un segundo. Puso a la mujer sobre algo más abrigador y se apresuró a cubrir el techo, a sabiendas de que, si bien probablemente tenía ya mucho tiempo enferma, su condición había empeorado en aquellas circunstancias. ¿Cómo no iba a hacerlo?
Cuando ella despertó, no había nadie más en la casa. Todo parecía más cálido, pero no era sólo por la falta de corrientes de aire. No había ninguna nota, pero supo inmediatamente a quién debía agradecerle: bajo ella, reconfortándola, estaba el haori distintivo de los capitanes del Gotei 13. Tenía marcado el mismo número que había visto un día antes, cuando el hollow irrumpió en su lecho. El número seis.
Los siguientes fueron días de paz en la sociedad de almas. Apenas unos trámites de papelería para las divisiones del Gotei 13 y la usual rutina para los habitantes del Rukongai. En medio de esa monotonía, Byakuya Kuchiki visitaba esporádicamente la casa en el distrito 78, para asegurarse en secreto de que la salud de aquella mujer no empeorara; se aseguraba de que estuviera cómoda en su lecho, reparaba imperfecciones de la casa y hasta ponía compresas frías en su frente para disminuir la temperatura que la asaltaba de pronto. Ella siempre estaba durmiendo, como si su cuerpo se esforzara por resguardar las pocas energías que le quedaban.
Nadie más sabía de sus expediciones, por supuesto, aunque suponía que, de seguir escabulléndose así, pronto lo descubrirían. Había decidido por esa misma razón, que aquella sería su última visita. No tenía sentido seguir procurando a una desconocida, aunque no se sintiera más como si tal (no había una razón para eso, creía él, era simplemente la costumbre de verla ahí, indefensa). No obstante, algo cambió. Cuando cruzó la puerta, ella no estaba en el piso, durmiendo sobre su haori, como siempre. En realidad, no parecía estar por ningún lado.
—Sabía que era usted— dijo, al verlo cruzar la puerta trasera, buscándola. Esa fue la primera vez que escuchó su voz, tersa y dulce como su sonrisa. Llevaba el haori cuidadosamente doblado entre sus pequeñas manos.
No supo qué decir. Se quedó ahí, mirándola como si de un fantasma se tratara. Su salud no parecía haber mejorado, la palidez de su piel y la debilidad de su postura eran muy notorias, pero su sonrisa era sincera y, ese simple gesto, fue suficiente.
—Gracias— continuó, en voz gentil, extendiéndole la prenda blanca al tiempo que hacía una pequeña reverencia. Él tomó el haori e inclinó la cabeza suavemente, a forma de respuesta.
—¿Su salud… está mejor? —cuestionó, sabiendo de antemano la respuesta.
—Lo está— asintió ella—. Gracias a sus cuidados
—Está bien, entonces— respondió, dando un paso atrás para marcharse.
—Me gustaría— se apresuró a decir ella—… me gustaría, si usted tiene tiempo, agradecer sus atenciones.
Accedió sin pensarlo mucho, después de todo, era su último día en ese lugar, quería saber por lo menos quién era esa misteriosa mujer. Ella sonrió en respuesta, y fue justo entonces, cuando supo que había hecho lo correcto.
Anduvieron un rato a paso lento —a ella parecía costarle un poco de trabajo, por lo que él aminoró su ritmo—, hasta llegar a un hermoso claro donde un enorme árbol de cerezos sobresalía. Curioso lugar para el Rukongai.
Se sentaron a la sombra del viejo árbol, cuyas flores lucían esplendorosas. Se quedaron en silencio por un largo rato, admirando el horizonte, disfrutando de la paz. Luego conversaron un poco. Se llamaba Hisana, estaba completamente sola en aquel peligroso lugar, y había encontrado refugio en la vieja cabaña, donde descansaba de los largos días luchando por sobrevivir. Él apenas si le contó sobre sí mismo, no quería convertirse en el heredero de una familia noble, cuando podía disfrutar de la sencillez que el anonimato le brindaba.
El momento de despedirse llegó junto al atardecer. Cuando le dio la espalda para emprender el camino de regreso, Byakuya estuvo seguro de que Hisana aún sonreía.
Pese a sus previas ideas, volvieron a encontrarse en el mismo lugar, no porque fuera inevitable, sino porque era lo que ambos querían así. Disfrutaban de la compañía del otro, de las charlas, incluso del silencio. Byakuya descubrió en ella un encanto que nunca antes había percibido en una persona; sus modales, sencillos pero corteses, la sinceridad de sus sonrisa, las historias de sus ojos. Con el tiempo, ella le confesó haber descubierto su identidad después de la primera visita, cuando reparó el techo de la cabaña, y él le contó sobre su familia. Hisana siempre lo escuchaba con ese semblante lleno de paz y, aunque había algo lleno de culpa en ella que aún no comprendía, se sentía pleno a su lado. Así, cuando menos lo pensó, había tomado una decisión.
—¿Está seguro? —inquirió, atónita—. ¿Qué hay de su familia?
—Me encargaré de ellos. Lo único que me importa ahora es tu respuesta.
Quería cuidarla. Quería estar con ella cada día, no sólo en encuentros efímeros debajo del cerezo. Quería casarse con ella. Un pétalo del cerezo cayó mientras Hisana, con esa cálida sonrisa, asentía.
No fue fácil enfrentar los juicios y oposiciones de su familia, pero finalmente lo logró. Desposó a la mujer que le había mostrado el significado de la libertad. Por cinco primaveras, se dedicó a amarla sin condiciones, pero su salud, víctima de la vida tan dura que llevó alguna vez, nunca pudo recuperarse y, durante el quinto año de su matrimonio, su cuerpo sucumbió a la enfermedad.
A pesar del dolor, él nunca se apartó de su lado. Sostuvo su mano con delicadeza, la besó con dulzura y escuchó con atención su petición de buscar a la hermana menor a la que había abandonado tiempo atrás.
—Lamento no tener tiempo para retribuir todo el amor que me ha dado, pero, Byakuya-sama, estos cinco años juntos han sido como un sueño para mí.
Eso era. La culpa que ella cargaba en el alma aún después de dejar el Rukongai...
—Los cerezos están floreciendo.
Byakuya había pedido sembrar aquel árbol para recordar el lugar en el que ambos solían reunirse antes de su matrimonio.
Miró los pétalos rosados y sonrió, mientras su vida se extinguía en manos de aquel maravilloso hombre.
-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o-o
Habían pasado ya un par de años desde entonces, pero aún, de vez en cuando, le gustaba sentarse a la sombra de aquel viejo árbol para mirar los pétalos dispersarse, como los años sin Hisana.
—También fue como un hermoso sueño para mí— murmuró, esperando que los pétalos del cerezo llevaran los pedazos de su corazón hacia ella. Y sonrió, porque, por un momento, pudo escuchar de nuevo su melodiosa voz.
Los cerezos están floreciendo.
7 notes · View notes
aeternanive · 9 years
Text
Sombras del último cuento sobre la Tierra (V)
El séptimo día del séptimo mes: la leyenda del tanabata.
—No hace falta que la noche caiga para ver las estrellas. Ellas están ahí, con ese brillo divino que no existe para ser admirado, sino para guiar, a través de la distancia, a aquellos cuyos deseos son la representación sincera del amor.
La última del grupo era una niña de 14 años. Tenía la piel pálida, el cabello oscuro y lacio, era menuda y sus ojos rasgados daban la impresión de estar siempre sonriendo.
“Mirai” decía  su abuela, “no olvides que el futuro es tuyo.”
Había crecido en la región de Tōhoku, en Honshū, con sus padres y abuela materna. A pesar de que la región conservó, a través de los años, el estigma de ser hostil, no sólo por su clima áspero, sino por las batallas a las que dio un espacio, Mirai estaba convencida de que sus cálidos pobladores y los impresionantes paisajes, terminarían forjándole una nueva reputación.
Japón comenzó a reconocerse como uno de los grandes países en materia de innovación años antes del nacimiento de Mirai. Sin embargo, el transcurrir del tiempo y los avances científicos no fueron motivo para el abandono de las tradiciones ancestrales, convirtiendo su cultura en un curioso contraste de tradicionalismo y contemporaneidad; entre los enormes edificios, sobrevivían las tradicionales casas familiares; al otro lado de las luces de neón, las personas vestían yukatas mientras veían los fuegos artificiales en festividades especiales.
A veces era difícil, por supuesto, las obvias brechas generacionales se hacían presentes incluso en los detalles más pequeños de la cotidianeidad. Mirai lo pensaba así cuando sus padres y su abuela peleaban por el tipo de educación que la única descendiente de la familia debía recibir. Además, ser el país número uno en innovación tecnológica no es sencillo. Requiere de mucho esfuerzo, presión reflejada sobre los niños, adolescentes y adultos de una sociedad donde, el suicidio, se había convertido en algo alarmante.
Había un lugar especial para ella, era una de las pocas zonas en la región conservadas de forma natural; desde ahí, podía apreciar la bruma marina acariciar a las rocas puntiagudas mientras la frondosa vegetación parecía pintarse de un verde más brillante. El mar era tan imponente, fiero un momento y gentil al siguiente. Iba ahí cuando se sentía abrumada o sobrecogida por su familia, por los deberes de la escuela, o porque la vida en el planeta no parecía funcionar de forma correcta. La naturaleza estaba azotando al mundo entero, y lo único que las personas hacían era construir más medios de protección: muros, alarmas, estructuras de acero que tarde o temprano cederían al daño del ser humano sobre el resto de las especies. Estando ahí, a veces sentía como si pudiera extender los brazos y volar, y eso calmaba sus ansias.
Luego regresaba a casa, para tomar lecciones especiales con su abuela. Solía hablar con ella de sus inquietudes, de cómo creía poder ver el resentimiento del mundo, de cómo aquello no podía terminar bien.
Y todo se volvió real.
Ocurrió al atardecer. El mundo avanzaba con su ritmo normal, cuando un brusco movimiento tectónico levantó una ola gigantesca. Normalmente los científicos podría prevenir los desastres, tenían complejos equipos capaces de predecir cambios naturales, pero nadie envió alertas ese día. El agua golpeó enfurecida contra la costa, arrastrando todo a su paso. Tsunamis consecutivos se levantaron por todo el país, produciendo los mismos resultados en cada región. En ese momento, no importó la alta tecnología con que se construyeron los edificios o los conocimientos de las personas, porque no quedó nada ni nadie… nadie excepto Mirai.
Su mirada oscura rodó por la sala, escrutando brevemente el panorama antes de volver a sus amigos.
“El futuro es tuyo, Mirai, recuérdalo siempre.”
Sí, lo recordaba claramente.
Cuando Waari le sujetó el hombro tranquilizadoramente, asintió.
—Esta es la historia de dos estrellas cuyo amor es capaz de cumplir deseos en la Tierra.
Existió, en el origen de los tiempos, un Dios llamado Tentei. El Dios habitaba en lo alto del cielo, desde donde podía apreciar la belleza del universo entero, y tenía una hija tan bella como las estrellas, llamada Orihime.
Además de ser increíblemente hermosa, Orihime era una excelente tejedora; con sus hábiles manos, podía elaborar las más divinas prendas, por esa razón fue elegida para confeccionar la vestimenta de todos los Dioses en el cielo.
La princesa se sentaba cada día desde el amanecer, al lado del río Amanogawa, donde las estrellas fluían a través del agua cristalina. Tejía sin descanso hasta el anochecer, usando una tejedora mágica que sólo ella poseía. Creaba hermosas telas de plumas, de nubes y de estrellas, con los colores del amanecer y del oro también.
Un día, su padre comenzó a preguntarse si acaso ella se sentía satisfecha viviendo así. Entendió que el gran esfuerzo de la princesa para mantener siempre listas las telas que él tanto adoraba, le hacían imposible conocer a alguien de quien enamorarse, y eso la entristecía en silencio. Así, luego de meditarlo cuidadosamente, decidió buscar a un hombre que la protegiera, cuidara, amara e hiciera realmente feliz. Concertó entonces el encuentro entre Orihime y Hikoboshi, un joven pastor, completamente dedicado al cuidado de su ganado.
Ambos se enamoraron casi inmediatamente. Para gozo de Tentei, los jóvenes se casaron poco tiempo después, en una ceremonia digna de su hija; ella vistió un hermoso vestido de plata blanca, las estrellas adornaron los alrededores y la luna cantó para todos.
El tiempo transcurrió, pero las cosas no resultaron como pensaban. El nuevo matrimonio pasaba tanto tiempo profesando su amor uno al otro, que comenzaron a descuidar sus labores. Los Dioses de quedaron sin telas, y el ganado se esparció por el cielo entero, causando problemas.
“¿Cómo es esto posible?” preguntó el Dios Celestial, enfurecido. “¿Cómo puede una de mis hijas haberse vuelto tan descuidada con sus obligaciones? Y el pastor, ha dejado a su ganado vagar por todos lados sin ninguna precaución.”
Incapaz de controlar su rabia, Tentei decidió castigar a los enamorados. Puso a Hikoboshi en el lado opuesto del río donde Orihime solía tejer cada mañana, para que así fueran incapaces de verse otra vez.
“Por favor, padre. Déjame verle una vez más” suplicó la princesa, desesperada por perder a su amor. Sus lágrimas conmovieron al Dios, que decidió hacer una excepción.
“Podrán verse una vez cada año, durante el séptimo día del séptimo mes��� concedió, “sólo si ambos han cumplido con su trabajo.”
El matrimonio hizo justo lo que se le pidió, hasta el día pactado. Sin embargo, cuando ambos se reunieron a orillas del río, se dieron cuenta de que no podían alcanzarse el uno al otro, pues no había puente alguno. Emocionadas por ellos, un grupo de urracas se acercó y formó un puente con sus alas, para permitir a los enamorados reunirse finalmente.
“Volveremos cada año en este día” prometieron. “Formaremos un puente para ustedes, siempre y cuando no llueva.”
Desde entonces ambos trabajan sin descanso, ella tejiendo, él pastoreando. A veces llueve, y las gotas se confunden con sus lágrimas, pues deben esperar un año más para estar al lado de su amor. Se dice que, durante su reunión, se extiende por el cielo tanta felicidad, que las estrellas conceden deseos a quienes los pidan.
----------------------------------------------------
Capítulo I. http://aeternanive.tumblr.com/post/128448298757/sombras-del-%C3%BAltimo-cuento-sobre-la-tierra-i
Capítulo II. http://aeternanive.tumblr.com/post/128530708672/sombras-del-%C3%BAltimo-cuento-sobre-la-tierra-ii
Capítulo III. http://aeternanive.tumblr.com/post/128958702492/sombras-del-%C3%BAltimo-cuento-sobre-la-tierra-iii
Capítulo IV. http://aeternanive.tumblr.com/post/129037709547/sombras-del-%C3%BAltimo-cuento-sobre-la-tierra-iv
3 notes · View notes
aeternanive · 9 years
Text
Sombras del último cuento sobre la Tierra (III)
Litulone
—El corazón de las personas no siempre está atado a sus cuerpos. A veces, sólo está esperando el momento correcto para desplegar las alas y partir.
El segundo niño, de piel oscura, se mantenía en cuclillas, con la mirada fija en la llama del centro. Su nombre era Waari, tenía 15 años, había nacido al sur de África y era descendiente de los Basotho,  una tribu con bastante historia en la región.
Jugaba con una pequeña vasija de cerámica cuya pequeña forma redonda asemejaba a una cebolla; era del color del barro, excepto por la figura roja de un animal (una especie de felino) que la adornaba. La vasija estaba resquebrajada, las múltiples grietas en su superficie eran notorias. Waari no la conservaba porque fuera un instrumento importante para su supervivencia, la mantenía a su lado porque era todo lo que le quedaba.
La familia entera de Waari se había establecido en QwaQwa. Cuando pensaba en su familia, no venían a su mente sólo sus padres y sus hermanos, también lo hacían el resto de las personas de la comunidad. Para ellos, el concepto de familia estaba más allá de la sangre, pues todos eran parte de un equipo donde el rol de cada miembro, incluso de los más pequeños, era indispensable para el bienestar del resto. Habían aprendido eso de sus antecesores, de la misma forma que habían aprendido el verdadero significado del valor.
Fue justamente así, con la templanza de un guerrero, que enfrentaron el desastre.
El suelo árido de África y la falta de vegetación causada por la actividad humana habían convertido las inundaciones en algo común después del 2007. Probablemente por esa razón nadie se alarmó demasiado al comienzo, pensando que se trataba sólo de una pequeña contingencia.
Luego la inundación creció, arrasando con todo y con todos, sin compasión alguna. Intentaron evitarlo, arrancarle al agua la vida de su gente, pero la naturaleza estaba decidida a restablecer su dominio.
Y todo se volvió silencio.
Waari había sido el único sobreviviente. No tuvo oportunidad de despedirse de nadie, ni siquiera de guardar algo parecido al luto; desastres como ese probablemente seguirían ocurriendo, así que debía alejarse. En su camino, sólo pudo recuperar una pequeña vasija que flotaba hacia él, una pieza elaborada por el único artesano de su comunidad.
Desde entonces, guardaba la pequeña y gastada esfera con recelo, envuelta cerca de su pecho, pues mantener viva la imagen sobre el barro era mantener vivo el corazón de su familia.
Clavó sus ojos color ónix en Olenka y sonrió con mucha suavidad. El corazón de un guerrero era noble, no seco, era eso lo que los hacía fuertes… era eso lo que lo había convertido en un líder. La niña sonrió en respuesta, dejando pasar la angustia agolpada en su pecho como consecuencia de los recuerdos en su historia.
—Hace mucho tiempo, cuando el fuego apenas había sido descubierto y los soldados aún se defendían con lanzas hechas de piedra, existió un terrible monstruo. Su nombre era Kamapa; nadie sabe en realidad cómo lucía, pero algunos dicen que podía cambiar su apariencia para atraer a su comida. El monstruo se alimentaba de seres humanos y cada vez que se comía a una persona cuyo corazón estaba nublado por el egoísmo o la intolerancia, su tamaño aumentaba, pues eran estos malos sentimientos los que lo habían creado y lo mantenían vivo.
Muchos intentaron acabar con él, pero terminaron siendo sus presas. Con el tiempo, Kamapa llegó a devorar a prácticamente todos los humanos, excepto por una joven mujer embarazada.
La única mujer sobre la Tierra se mantuvo oculta, tan alejada como pudo del monstruo, hasta que dio a luz a un varón. Su hijo, al que nombró Litulone en honor a los dioses, tenía la piel tan oscura y hermosa que reflejaba los rayos del sol, como si de oro negro se tratara; el niño recién nacido creció, convirtiéndose en un joven, fuerte y noble, en apenas 24 horas.
“¿Por qué no hay otras personas, madre?” preguntó un día, cansado de estar siempre solo.
Su madre no tuvo más remedio que contarle la verdad. ¿Cómo podía ocultarlo?
“Han sido devorados por Kamapa” dijo. “Sirvieron a él como alimento por el egoísmo y la intolerancia que los dominaban.”
Litulone se sintió tan indignado, que tomó su lanza de caza y, a pesar de las súplicas de su madre, salió en una misión para matar al monstruo. Lo encontró en una gran cueva, durmiendo plácidamente con la panza hacia arriba. Aunque intentó acercarse sigilosamente, igual que hacía cuando cazaba a un animal, Kamapa había escuchado llegar al valiente joven, por lo que le atacó; se desató así un feroz, prolongado combate entre la esperanza de la humanidad y el monstruo del egoísmo.
La pelea pareció durar años, pues ninguno de los dos estaba dispuesto a ceder en su objetivo, pero Litulone seguía siendo un humano, así que con el tiempo comenzó a sentirse agotado; cuando entendió que no tendría ningún resultado luchando cuerpo a cuerpo contra Kamapa, pues la diferencia de fuerza parecía ser abismal, el joven guerrero tomó una decisión: dejó caer los brazos a sus costados, esperando de pie para ser devorado por el enorme monstruo.
Y así sucedió.
Después de ser tragado por Kamapa, Litulone necesitó de un tiempo para habituarse al espacio, pero finalmente pudo usar su lanza para abrir al monstruo en dos, desde el interior.
Fue gracias a su hazaña que el resto de la humanidad, alguna vez devorada, fue liberada sobre este mundo de nuevo. Litulone fue reconocido como un gran héroe, era honrado y recibía constantes presentes en forma de agradecimiento. No obstante, la constante atención que se centraba en él despertó sentimientos de envidia y resentimiento en algunos hombres.
“Podemos sorprenderlo al amanecer, mientras esté solo” dijo alguien alrededor de la fogata.
Los hombres se habían reunido para idear una forma de matar al héroe. Cuando el grito de alguien hizo notar la presencia del mismo Litulone ahí, entre ellos, escuchando la conversación, todos levantaron la guardia.
“Ahora sabes que te mataremos, así que toma tu lanza y defiende tu vida, Litulone”, advirtieron, pero él no se movió de su lugar.
“Ustedes son mis hermanos, y no he de lastimarlos” respondió, alzando las manos en señal de paz. Entendía muy bien su destino, así que cerró los ojos, sintiendo cómo una lanza se clavaba en su pecho; la sangre se extendió, junto con la agonía física. Pero el alma de Litulone era tan libre como lo había sido su decisión de enfrentar a Kamapa o de no herir a sus hermanos, así que su pecho se abrió y su corazón escapó, convirtiéndose en una hermosa ave.
-----------------------------------------------------------
Capítulo I. http://aeternanive.tumblr.com/post/128448298757/sombras-del-%C3%BAltimo-cuento-sobre-la-tierra-i
Capítulo II. http://aeternanive.tumblr.com/post/128530708672/sombras-del-%C3%BAltimo-cuento-sobre-la-tierra-ii
Capítulo IV. http://aeternanive.tumblr.com/post/129037709547/sombras-del-%C3%BAltimo-cuento-sobre-la-tierra-iv
Capítulo V. http://aeternanive.tumblr.com/post/129037888757/sombras-del-%C3%BAltimo-cuento-sobre-la-tierra-v
1 note · View note
aeternanive · 9 years
Text
Sombras del último cuento sobre la Tierra (II)
Baba Yagá
—Imaginen esto: una noche fría, el blanco de la nieve cubre por completo el paisaje. Un niño camina por el bosque, de regreso a casa, cuando algo llama su atención, una especie de susurro que se distorsiona en la distancia. Al comienzo no está seguro, piensa que podría tratarse sólo del viento arreciando entre los árboles, pero luego escucha claramente: alguien lo llama.
Tenía unos 13 años, las mejillas sonrosadas y el cabello castaño claro. Sus ojos pasearon sobre el resto de los presentes, analizando sus reacciones. En su país de origen, Rusia, había muchas historias no escritas que sólo los más ancianos, quienes habían vivido antes de la gran guerra, conocían. Su bisabuelo era uno de ellos. Le había contado esa anécdota cuando ella tenía 6, y aún la recordaba tan claramente como el viento fresco de verano sobre su rostro, o el sabor ácido de la schi (sopa tradicional) que su madre preparaba con col, zanahoria, perejil, carne y crema agria. Recordaba también las fiestas, su favorita era el día de Rusia, simplemente porque le encantaba pasar el día escuchando los conciertos y bailando en las plazas de la ciudad; era probablemente lo único que se había conservado de las viejas tradiciones.
Luego la llegada de la catástrofe. Ningún lugar del mundo, ni siquiera Rusia, había soportado una helada como aquella alguna vez… la mayoría no lo hizo. Fue durante el verano, el clima ya estaba mal antes, pero nadie esperaba aquello; no hubo señales de precaución extrema, tampoco. Simplemente sucedió. Un día por la noche, la temperatura descendió a niveles insoportables para el ser humano.
Y todo se tornó negro.
Sus padres, su hermano, sus amigos y su bisabuelo. La vida en los ojos de todos se apagó, igual que las luces y los aparatos. Ella había estado jugando con leña, tratando de experimentar con las fogatas de las que su bisabuelo le contaba, así que había dormido muy de cerca al fuego real y no a la calefacción electrónica como los demás. A veces las cosas más simples hacen una gran diferencia… Al menos eso decía su abuelo.
—¿Olenka?
—Lo sé— asintió. Inspiró hondo antes de continuar—. Mi bisabuelo me contó esto: cuando era pequeño, el fuego era más que una imagen, realmente quemaba y podías sentir su calor si acercabas tus manos lo suficiente. Los niños solían jugar en los bosques, ocultándose entre los árboles, mientras los adultos cortaban leña, pedazos de tronco para para avivar las llamas.
Un día, un niño desapareció mientras jugaba con sus amigos; lo buscaron durante días, pero el bosque era demasiado grande, y no pudieron encontrar rastro de él. Comenzaban a darse por vencidos cuando él apareció: tenía grandes ojeras y los ojos redondos del miedo. Todos comenzaron a hacerle preguntas, querían saber dónde había estado, por qué se había marchado así, qué le había ocurrido durante ese tiempo, sin embargo, él sólo pudo responder con dos aterradoras palabras: Baba Yagá, también conocida como “pata de hueso”.
Mientras jugaba en el bosque, una extraña voz lo llamó. Al principio no estaba seguro, por lo que siguió el sonido, hasta encontrar frente a él a una mujer vieja con una pierna de hueso y la nariz azul. Tenía una escoba plateada en una mano y lo miraba con una sonrisa perversa que se reflejaba sólo en sus ojos, nunca en sus labios. A pesar de nunca antes haber creído en las leyendas que los ancianos les contaban, en ese momento supo exactamente a quién estaba mirando, así que intentó huir en vano, ella lo atrapó con su mano libre y lo arrastró bosque adentro, hasta su choza; el refugio de la bruja estaba construido con madera, tenía una cerca de cráneos brillantes a la que nadie se acercaría por voluntad, y una puerta que sólo podía abrirse a través de un conjuro especial. Una vez dentro, la puerta volvió a sellarse.
El interior de la choza era mucho más grande de lo que parecía por fuera, tenía unos cuantos muebles elaborados con madera y otros de huesos; no tenía ventanas, en su lugar había velas iluminando dentro de algunos cráneos, igual que en la valla. No obstante, lo más aterrador era la carne, había recipientes llenos de carne por todos lados, probablemente de otros niños a los que había capturado para comer.
Intentó gritar, patear y correr, pero todo fue inútil. Dos manos enormes salieron de la pared, tenían un color azulado, los dedos largos y parecían desvanecerse por momentos a la vista humana; las manos lo sujetaron con fuerza, evitando que intentara cualquier cosa mientras Baba Yagá preparaba sus utensilios de cocina. Había un olor particular, uno capaz de hacerlo sentir mareado: vino. Al lado de cada recipiente con carne, había grandes botellas de vino.
Baba Yagá pasó días y noches enteros alimentándose de la carne ya preparada, sin lastimar al chico. Tal vez quería mantener su carne fresca, o simplemente disfrutaba atemorizarlo, uno nunca puede estar seguro de estas cosas cuando se trata de una bruja. En cualquier caso, lo alimentaba y lo hacía beber vino diariamente, como si eso pudiera volverlo más suculento. No habló una sola vez durante ese tiempo, se limitaba a detenerse frente a él, acercar su rostro y sonreír con dos hileras de dientes puntiagudos y metálicos, como una promesa tenebrosa de su futuro.
Un día, mientras la bruja comía, una imagen vino a su mente. No podía recordar claramente, se sentía mareado la mayor parte del tiempo y las cosas eran difusas, pero algo le decía que era su única oportunidad.
“¿Eres Baba Yagá?” preguntó. El rostro de la vieja se contrajo mientras la piel se le arrugaba. Había acertado. Su abuelo estaba en lo correcto cuando le contó que, con cada pregunta que alguien le hacía, pata de hueso envejecía. Era su oportunidad.
“Tengo una rosa azul” aseguró, apostando al resto de sus recuerdos. Si la leyenda era correcta, la bruja necesitaba tomar té de rosas azules para rejuvenecer luego de su pregunta. “Te la entregaré si haces que estas… extrañas manos me liberen.”
Ella volvió a mostrar sus dientes, esta vez en un gesto inconforme, enfurecido.
“Lo haré, lo prometo.”
Finalmente, con un movimiento de su cabeza, las manos fantasmagóricas lo dejaron ir. Sentía las piernas débiles, casi incapaces de sostener su propio peso y la cabeza aún le dolía por el alcohol, pero sabía que no tenía tiempo. Haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, empujó a la bruja sobre la gran mesa rectangular sobre la cual preparaba sus alimentos, corrió hacia la puerta y repitió el conjuro que había escuchado aquel día, al llegar: “casita casita, da la espalda al bosque y voltea hacia mí”. Corrió por el bosque tan rápido como pudo, tratando de orientarse entre los grandes árboles. De pronto, detrás de él apareció a choza de Baba Yagá, sostenida por dos patas… patas de gallina tratando de alcanzarlo, pero un niño es más ligero que una gran choza de madera y cráneos, así que el chico logró llegar al pueblo antes de ser devorado.
Después de escuchar su historia, los adultos se organizaron para salir a cazar a la bruja, aunque no fueron capaces de encontrarla. Probablemente se marchó a un lugar seguro, furiosa por haber perdido su comida aquel amanecer.
El niño sobreviviente creció, formó una familia y trató de olvidar lo sucedido. Tal vez lo hizo, hasta que un día, exactamente en el vigésimo aniversario de su escape, su hijo menor desapareció en el bosque.
-------------------------------------------------------------------
Capítulo I. http://aeternanive.tumblr.com/post/128448298757/sombras-del-%C3%BAltimo-cuento-sobre-la-tierra-i
Capítulo III. http://aeternanive.tumblr.com/post/128958702492/sombras-del-%C3%BAltimo-cuento-sobre-la-tierra-iii
Capítulo IV. http://aeternanive.tumblr.com/post/129037709547/sombras-del-%C3%BAltimo-cuento-sobre-la-tierra-iv
Capítulo V. http://aeternanive.tumblr.com/post/129037888757/sombras-del-%C3%BAltimo-cuento-sobre-la-tierra-v
0 notes