We've all heard of Rudolph and his shiny nose. And we all know Frosty whose made out of snow. But all of those stories seem kind of... gay. Cuz we all know who brightens up our holiday!
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Para Dashi
Título: You don’t love me.
Autor: Mizzu.
Personaje/pareja(s): Stan Marsh & Kenny McCormick (Stenny).
Rating: T (13+)
Extensión: 1.650 palabras (4 páginas de Word).
Resumen: A veces morir de vez en cuando no estaba tan mal
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Trey Parker y Matt Stone.
Advertencias: Suicidios.
Notas: Fanfic extraño, ¿Supongo? El resultado me agradó, also, espero que tengas un buen, feliz año nuevo.
“Porque todo lo que queremos es ser amados”
Y eso era así. Kenny solo deseaba ser amado ¿Era tan difícil encontrar a alguien que le quisiera? Que mirase más allá de lo que mostraba, de su personalidad y carácter dulce y pacífico, de la perversión que parecía ser inacabable en él. ¿Era complicado hallar quién tuviera los cojones de arriesgarse? Él prometía fidelidad, o intento de la misma, prometía cariño. Prometía todo, incluso si pudiera, prometería la luna.
Pero siendo sinceros ¿Quién querría a una puta para ser pareja? ¿Qué se podía esperar de algo así? Nadie iba a arriesgarse por nada, por algo incierto. Nadie iba a amar a alguien que había pasado por la cama de más personas que la abuela misma, sin haber siquiera acabado la secundaria. Kenny bufó, acurrucándose más en su pupitre. Tener ese tipo de pensamientos siempre le lograba hacer sentir mal.
¡Bravo, Kenneth! Deberías ganarte un Grammy por tan buen don para destruirte a ti mismo, pensó, esbozando una agria sonrisa. ¿Cómo iba a evitar pensar en esas cosas? Sí, a fin de cuentas, había sido él quien desde niño marcó esa mala reputación. Sacudió su cabeza, buscando desplazar esos pensamientos y concentrarse mejor en la clase de castellano, tan aburrida como siempre y con una profesora tan fea, que solo de verla sus pupilas pedían a gritos salir corriendo.
Y allí iba de nuevo con sus estereotipos. Fealdad, belleza… También quizá por eso estaba tan solo, tan hundido y tan triste siempre. Siempre rechazó a quienes le querían de verdad, solo por su estatura, o ser hombres. Es entonces cuando se retuerce por dentro, recordando a Stan. ¡Stanley! Uno de sus mejores amigos, y amante. Amante. Porque eso fue en su momento, amigos y también amantes. Pero, ¿ahora qué eran? Solamente dos tristes conocidos que apenas y cruzaban un par de palabras por educación.
Extrañaba a Stan.
Ahora se daba cuenta de su error, ahora se daba cuenta de que le quería pero seguramente ya Marsh no a él. ¡Menuda suerte de mierda! ¿No, McCormick? Suelta una leve risa que sacude el salón prácticamente y la profesora no lo deja pasar, dándose la vuelta mientras sus orbes se clavan en el rubio de parca naranja.
“McCormick, a la oficina del prefecto.” Ordena con una voz chillona y demandante. Kenny agradecido coge sus cosas y las guarda, echándose el morral al hombro. Da una rápida mirada a todo el anexo y sus ojos no evitan dar con una cabeza de gorrito azul, una particular cabeza de gorrito azul con bordes rojizos.
Nuevamente siente como toda su mierda se le viene abajo, y, con la cabeza gacha, acaba por irse del salón dirección a la oficina de Mackey. Aún se preguntaba a veces porque no se había jubilado.
Dentro de aquella oficina pasa lo de siempre: regaños, discursos, habladurías sobre el futuro. ¡A él no le importaba en lo más mínimo el futuro, joder! ¿Para qué quería uno un inmortal? Para alguien que no podía morir, su vida valía muy poco. “Kenneth debes tener presente que no siempre tendrás dieciséis, ¿Mkay?” “No siempre tendrás a tus padres y no siempre tendrás a tus amigos contigo.”
Oh, pero señor Mackey ¿Cuántas veces daba en el clavo? Y lo daba sin siquiera fijarse. El rubio esboza una imperceptible sonrisa y se levanta, harto de escuchar siempre lo mismo. ¿O es qué ahora no quería enfrentarse a la realidad?
Estaba solo. Desamparado. Ni sus padres estaban con él.
Sale de la habitación mientras escucha gritos histéricos, molesto, Kenny les ignora. No ve que valga la pena seguir escuchando tanta payasada que, al fin y al cabo, solo lo destruye más por dentro. ¡Ah! Pero es que el mundo era idiota, y no se fijaba de aquello. ¡Idiota, en definitiva! Ciego y sordo también era el mundo, ciego ante el dolor ajeno que provocaba y sordo ante sus propias palabras. Palabras hirientes, dagas que se disfrazaban de palabras y se clavaban en su interior.
Suspiró en el trayecto a la salida, que se desvió hasta el baño de varones. Ahí nadie iba, nadie se acercaba siquiera. Eso era factible en esos momentos para Kenny, quien al acomodarse en uno de los cubículos sacó una navaja de su bolso, filosa, brillante. Recién adquirida. Si él moría y revivía al día siguiente, no iba a importar si se cortaba, ni a él ni a nadie.
Tomando firme la filosa navaja la colocó contra su piel y presionó, soltando un gemido de gusto y dolor al mismo tiempo, la sangre no tardó en fluir, primero de a poco, simples gotas hasta convertirse en chorro, una llave de paso mal cerrada que comenzaba a derramar su líquido.
El dolor se escurría en su piel, el dolor invadía cada parte del cuerpo propio y le dejaba asimismo una sensación de liberación, de calma y paz.
Se recostó de la pared y cerró los ojos, dejando que, como siempre antes de cada muerte, los recuerdos le invadieran.
"¡Kenny!" Llamó con una sonrisa en labios, era extraño verlo sonreír con tanta calma y tan alegre, pero a Kenny eso le gustaba. ¿Cómo no? Su mundo se iluminaba con la sonrisa de Marsh.
"Stanley." Le devolvió el saludo, pasivo.
Tendrían al menos diez u once años en ese entonces, aún cargaban la inocencia típica de un pequeño infante. Esa dulzura latente en su interior, la visión libre de maldad de un mundo mejor.
"Kenny." Se acomodó a su lado y suspiró, el clima estaba frío y a él le molestaba aquello, Kenneth en cambio parecía ni siquiera inmutarse, una razón por la cual Stan le envidiaba de cierto modo. Él no quería sentir frío tampoco, infló las mejillas y lo abrazó, dándose cuenta de que el rubio estaba bastante tibio. "Carajo Ken, ¿Cómo logras estar siempre así?"
"¿Así?"
Stan asintió.
"Siempre cálido, tibio..."
McCormick entreabre los ojos y sonríe a la nada, aquél recuerdo de su niñez era simplemente mágico y dulce, cuando aún él y Stan eran amigos. O siquiera conocidos ¿Qué eran ahora? Simplemente dos desconocidos que en su momento llegaron a conocerse a la perfección. Suspira, dirige su mirada al corte y ve como aún brota sangre, observa luego a su alrededor y ya está cubierto por una fina capa de líquido rojizo.
Quien fuera compasivo con su alma, su pobre y asquerosa alma herida, deseaba morir definitivamente. Deseaba ser simplemente un fantasma para notar quienes sufrirían por su partida, si siquiera Stan le pensaría un poco.
Pero eran deseos idiotas.
Él seguiría siendo un "”inmortal”, seguiría muriendo y reviviendo al día siguiente.
Todo seguiría su rumbo común, a nadie le importaría si se iba o no, nadie recordaría si moría o si vivía. Nadie. Sin excepciones. Era un poco bastante frustrante aquel hecho pero en los años que tenía de vida había podido sobrellevarlo ¿Por qué ahora no? ¿Por qué ahora sería diferente si nadie recordaba que había muerto?
Stan.
Claro, él era la diferencia de aquello. Él ¿Por qué? Una sencilla razón, McCormick le amaba y le había costado un poco darse cuenta de ello, le había costado el alejamiento de Stanley para finalmente reparar en el hecho de que su corazón le pertenecía. Stan a pesar de no fijarse de las muertes de Kenny seguía ahí con él, haciéndole sonreír y reír, haciéndole feliz pero ahora que no estaba nadie más le podría hacer eso, nadie más le haría olvidar la penumbra de su miserable existencia.
Ya de a poco se va quedando sin aíre, parece que ha estado divagando todo el rato en que se ha estado desangrando, pero para él eso está bien, no se había percatado del dolor intenso de la sangre al brotar, del charco que ya cubría parte de su brazo y su trasero, tampoco reparaba en el hecho de que se sentía mareado. Oh ¿Qué era esa sensación? Era el de la muerte acercándose, acechándole para agarrarle en el momento preciso.
Sin embargo algo se sale de lo común en los planes de McCormick pues una figura preocupada se detiene frente al cubículo en donde se encuentra, dando un gritillo de sorpresa al encontrarle ahí. También se aparta, y aún en sus moribundos segundos de vida Kenny nota como vomita, dándole una pequeña esperanza de que aquél fuera Stan.
¿Lo siguiente? Oscuridad, y calma. Mucha calma.
Escucha unos sonidos, y dos personas que al parecer están hablando, Kenny entreabre sus ojos y se sorprende al verse en un hospital, acostado. Su sorpresa es más cuando mira quienes son los que conversan, Stan y el médico, bueno, suponiendo que ese con bata blanca fuera médico.
Se remueve algo y el de gorrito azul lo capta, acercándose lo suficiente a Kenny como para mirarle severo, pero de cierto modo feliz.
“…” No menciona nada, Kenny tampoco lo hace pero es más que nada porque se ve incapaz de hacerlo, estaba demasiado cansado como para abrir su boca. Stan niega. “No digas nada, idiota. Joder, menudo susto de muerte que me haz metido. Para la próxima búscate un mejor sitio para tratar de suicidarte.” Las lágrimas se le acumulan en los ojos y el rubio dificultoso alza la mano, para secar las mismas.
“S-shh…” Trata de hablar, carraspeando la garganta. “Lo siento, Stan. Demonios, si lo siento es solo que- Mierda- Yo- Stan te amo.” Es corto, y muy preciso con esas palabras lo cual al de hebras oscuras deja petrificado, más le saca posteriormente una sonrisa.
“¿Por qué no me lo habías dicho antes?”
“No sé.” Kenny se encoge de hombros, más calmado, tal vez las cosas fueran mejor de ahí en adelante.
“Eres un capullo ¿Lo sabes?” El rubio asiente con una sonrisa también y Stan se ve en la obligación de besarle los labios, suave, procurando no recostarse sobre él o lastimarlo.
Al final, quizá, morir de vez en cuando pudiera traer sus beneficios.
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Para joxem
Título: Amor Cristoudaista, más allá de la peste.
Autor: Cereixa.
Personaje/pareja(s): Stan Marsh & Kyle Broflovski (Style).
Rating: K (5+)
Disclaimer: Todos los personajes presentes en este dibujo pertenecen a Matt Stone y Trey Parker. Este dibujo no tine fines de lucro.
Advertencias: Miradas amorosas de parte de Stan.
Notas: --
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Para Lintu Asakura
Título: Histeria en 2 Actos.
Autor: Dú.
Personaje/pareja(s): Tweek Tweak, Damien Thorn, Kenny McCormick, Butters Stotch & Satan (Twemien).
Rating: T (13+)
Extensión: 1.642 palabras (6 páginas de Word).
Resumen: Cuando Kyle recibe una nota romántica firmada por Cartman, cree que es otra de sus fastidiosas bromas. Sin embargo, hay mucho más detrás de todo el asunto.
Disclaimer: Ni South Park ni ninguno de sus personajes es de mi autoría, todos pertenecen a Matt Stone y Trey Parker, sólo los tome prestados para deformar sus vidas a un nivel insospechado sin ningún fin de lucro.
Advertencias: Historia contada a través de varios actos. Las incoherencias abundan en cada uno de ellos. Comedia, romance.
Notas: No sé qué me fumé para escribir esto ni qué estilo narrativo use... sólo espero que te guste :'D
PRÓLOGO
‘Si no cambias tu conducta te iras al infierno, donde te torturaran día y noche para hacerte pagar tus pecados. En cambio, si te arrepientes y te vuelves una buena persona iras al cielo donde todo te será recompensado.’
Puras y simples patrañas, en palabras de Kenny McCormick el cielo era una tortura aun peor que el infierno, ángeles con buenas tetas cubiertas con sotanas y llenas de esa maldita porquería que llaman ‘pudor’ ¿Qué tiene de bueno el infierno mas que fuentes de la mierda que quieras beber y una fabrica de misiles disfrazada de chocolatería?
Absolutamente nada.
Las mejores cosas pasaban en el infierno, donde Satanás estaba demasiado ocupado con su última relación homosexual para preocuparse de minoradas como torturar a la gente, ya podían matarse entre ellos.
Fiestas para cada día, actividades, chicas sin pudor. Claro, uno que otro hijo de puta por todo el lugar, pero vamos ¡Que nada es perfecto pero esto se acerca mucho!
Hay millones de historias provenientes del infierno gracias al enorme descuido del emocional Lucifer, como la de su único hijo, quien esta obsesionado con una simple cosa.
Hacerle la vida imposible al hijo de los Tweak.
‘¿A quien quieres engañar? Es obvio que te molesta eso, cuando quieres destruir a alguien necesitas que solo piense en ti’
Kenny McCormick el chico pobre del pueblo tenía una grandiosa habilidad, que nadie podía recordar pero que con los años, el chico había aprendido a sacarle provecho.
Inmortalidad.
Si bien, era una puta maldición, a la larga…tenía sus cosas buenas, si omitimos el inmenso dolor que era el morir una y otra vez, ver todo lo que pasaba entre el cielo, infierno y la tierra era una enorme comedia, pero sin duda lo mejor de eso era su ‘programa favorito’
‘Molestemos al adicto a la cafeína’
Una extraña obsesión había nacido en el anticristo desde su primera visita a la tierra. El sujeto de su problema era un blanco simple para todo demonio o diablillo que lo tuviera al alcance, Tweek Tweak, ese chico tan bajo de cabellos en punta de un rubio sumamente maltratado pedía a grito ser molestado y claro, Damien estaba allí para cumplir sus deseos.
¿¡Cómo poder resistirse a un blanco tan fácil!?
Sus medios de tortura para este chico fueron creciendo junto con él. Si bien en un principio era tan simple como mover sus calzoncillos de un lugar a otro, aunque los gnomos le robaron este gusto-, o soltar a su pequeño cachorro demoniaco en su cuarto para que danzara entre las sombras de la pared, comenzó a encontrar placer en realizar el mismo estas actividades.
Para mala suerte de Damien, Tweek comenzó a hacerse de algunos amigos que lograban controlar sus paranoias, al menos para que no temblara todo el tiempo como un ratón asustado, y entre estos amigos estaba él…Craig Tucker ¿Quién diría que un simple humano podría hacerle competencia a el? ¿¡El hijo de lo siniestro!?
Ese chico lograba poner al rubio tenso en un simple segundo, lo asustaba como el mismo jamás lo había logrado todo con las cosas más sencillas, un simple gesto con su dedo o la insinuación de que todos acabarían por aburrirse de él. ¿Era acaso que había enfocado mal su forma de atacarlo?
La única forma de averiguarlo era pasarse a ese mundo que tenía más CO2 en el aire que el mismo infierno. Fue así como para sexto año Damien volvió al salón más famoso, por sus desastres, de la Escuela Elemental de South Park.
Sin Pip en ese lugar, para ayudarlo a acercarse al rubio, unirse a su grupo fue sencillamente imposible, no soportaba a ninguna de las personas allí, pero parecía tener un cierto ‘parecido’ con alguien del salón. ¿Alguien recuerda a Eric T. Cartman? Ese chico parecía directamente salido del infierno. Así que si a alguien le parece extraño que estos dos se hayan hecho amigos, que vergüenza… ¡Que vergüenza!
Volvamos al tema.
Como decía, las formas de torturar a Tweek iban cambiando a medida que todos crecían. De robar calzoncillos y jugar con las sombras, paso a cambiarle la sal por el azúcar, romper la tinta de sus lápices, cortar los cinturones de su armario, abrochar en cruce los cordones de su calzado. Bromas tan torpes y funcionales que sorprendían al mismo anti cristo, después de todo, él quería molestarlo de todo modo posible, pero si se llegaba a pasar de la raya, seguramente acabaría matándolo. Y no era la idea. Al menos no aun.
Estando ya en el mismo salón de su victima no solo se dio cuenta de que este tenia mas amigos que lo ayudaban de lo que el desearía, si no también uno que otro acosador temporal. Toqueteos en la fila del almuerzo, coqueteos en la cafetería, miradas deseosas y ese tipo de cosas estaban comenzando a joder de sobremanera al anti cristo, pero sobre todo, lo que mas le jodía sin duda era la relación tan cercana entre el chico seña y el rubio espástico.
¿Pero por qué le interesaba? El solo quería volverle la vida imposible, quería verlo sufrir de modos inimaginables y hacer que desease la muerte como un alivio.
No le importaba que ellos estuvieran cerca o que muchas personas le tocasen en el bus…ni nada de eso. Solo estorbaban en sus planes.
-¿A quien quieres engañar? Es obvio que te molesta eso, cuando quieres destruir a alguien necesitas que solo piense en ti-
-No entiendo que tiene que ver eso con hacer su vida un infierno-
-¿Cómo que no? Piénsalo Damien… si logras que cada vez que te mire este aterrado…será la prueba de que lograste volverlo miserable, para hacer a una persona completamente deplorable, debes hacerlo desear lo que mas le aterra…-
-Eso es lo que haces con el pelirojo ¿Verdad?
-¿Qué? Como se te ocurre, tengo planes distintos para él-
-Uhum…-
-Solo te estaba dando un consejo, tu eliges si seguirlo o no-
-Suponiendo que lo tomara… ¿Cómo se supone que debería iniciarlo…?
-No esperaras que te lo diga gratis-
-¿Qué quieres?-
-Que tal ayuda financiera para efectos futuros-
-Supongo sabes en que consiste hacer un trato con el demonio ¿No?-
-¿Mi alma?-
-Antes se cobrara eso, pero ahora se exige otra cosa-
-¿El qué?-
-Lo que mas aprecie sea persona u objeto-
-…-
ACTO II
Ser amable, no era lo suyo. He dicho.
Muy contra lo que deseaba el rubio estaba ahora aun mas asustado que antes del pelinegro, esto estaba comenzando a joderlo seriamente, así que opto por una de las últimas opciones de la lista de Eric.
-Bienvenidos a la terapia conductual del Centro medico de Denver, como todos saben esta semana comenzaremos con ejercicios de confianza, pero antes que eso quiero presentarles a un nuevo compañero, el señor Damien…-
-Solo Damien-
-Oh, esta bien, tome asiento por allá, junto a Tweek. Bueno entonces.
‘Si no logras que confié en ti en las clases de terapia conductual eres una basura como anticristo’
Ya veremos eso gordito.
-Ahora, tomen a su compañero por la cintura y ustedes suelten su peso, que sus compañeros les sostengan ¡Ven! Eso es confianza-
Las clases parecían ser hechas para retrasados mentales…nada muy lejos de lo que parecían esos chicos, no le extrañaba que sus bobos esfuerzos por joderlo funcionaran, con ese tipo de ejercicios para imbéciles…pero no era el caso. Su vista se fijaba una y otra ves en el chico castaño que estaba junto a Tweek sujetándole la cintura mientras este cerraba los ojos con fuerza intentando alejarse del momento, consiente de que dependía solo de los brazos de su compañero.
-Damien ¿Estas bien? –
-Si ¿Por qué?-
-Porque tu compañero esta en el suelo-
-Oh-
Bien poco le importaba que su propio compañero se quejara de dolor en el suelo, porque en ese preciso momento el castaño que tenía a Tweek bajo sus manos por su espalda hasta cogerle el trasero ¿Simple coincidencia? No importaba
En menos de un segundo Damien quedo junto al chico y le asesto un golpe en la mandíbula, tirándolo al suelo pero alcanzando a agarrar al aterrado Tweek que se agarró de él rápidamente.
-¡SEÑOR DAMIEN, FUERA DE ESTE CURSO!-
-G-gracias…por eso-
-No hay de que-
-Ah…-
En un silencio incomodo iban ambos chico de vuelta a South Park en el bus de Denver, era increíble como algo tan sencillo como una paliza hubiera bastado para acercar a ambos chicos o quizá las golpizas extras que Damien le atesto a varias personas que sin querer tocaron a Tweek en el bus y de camino a casa hubiera influido; todo lo que importaba era que para el lunes siguiente, Tweek echaba miradas efímeras hacia donde Damien estaba mientras el pelinegro fingía no estar interesado en nada, parte del plan de Eric.
Gordo endemoniado, a su padre le caería muy bien.
-¿¡Estoy loco!?
-Bueno...no sé que mas puedo decirte si no puedes dejar de ver a Damien digo…Él es el anticristo-
-Pero…no es una mala persona-
Butters miraba a su amigo con un deje de preocupación mientras almorzaban, a la vez que el rubio echaba miradas hacia la mesa donde Damien estaba sentado.
-Es bastante guapo, supongo que no debería sorprenderme-
-¿Eh?-
-Digo, primero Craig…ahora Damien, te gustan los chicos malos-
- ¿¡Q-que!? ¡y-o no!
-Sabes que tengo razón-
-…Oh dios-
El rubio se volteo a ver al pelinegro por sobre su hombro y entonces sus miradas se chocaron, fue como electricidad en el aire y la banca donde Damien estaba se comenzó a quemar.
-¡¡CORRAN ES UN INCENDIO!!-
¡¡Estúpidos poderes demoníacos!!
-…H-Hola-
-Ah…Hola-
-¿E-estas bien…?-
-Claro, el fuego no puede lastimarme-
-A-ah…claro-
-…-
-Oye yo…ehm…-
-¿Qué?-
-S-sé que ya no puedes ir…p-pero ¿podrías…acompañarme a…-
-¿Terapia?-
-Si bueno, n-no quiero que…-
-¿Te toquen de nuevo?-
-Con una condición-
-¿Cuál?-
-… Sal conmigo-
-Yo…ah… c-creo…estar lo suficientemente loco… para decir que sí-
#Para Lintu Asakura#Dú#South Park Secret Hankey#South Park#Tweek Tweak#Damien Thorn#Kenny McCormick#Butters Stotch#Satan#Twemien
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Para Cereixa
Título: It's Butters!
Autor: yaahoooo.
Personaje/pareja(s): Leopold ‘Butters’ Stotch.
Rating: K (5+)
Disclaimer: El personaje le pertenece a Trey Parker y Matt Stone.
Advertencias: --
Notas: Tenía que dibujar a Butters en uno de sus trajecitos, pero llevada por mi permanente indecisión para todo lo convertí en perchero de todo un popurrí de sus más monos trajes. Podría escribir una interminable lista de las cosas que he incluido pero prefiero que juguéis a encontrar todos los personajes!
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Para Franz
Título: Anónimo Falso.
Autor: Vanilla Conkei.
Personaje/pareja(s): Eric Cartman, Kyle Broflovski, Stan Marsh, Kenny McCormick, Clyde Donovan & Token Black (Kyman, Style frustrado, Stenny indirecto y mención de Tyde).
Rating: M (16+)
Extensión: 3.153 palabras (8 páginas de Word).
Resumen: Cuando Kyle recibe una nota romántica firmada por Cartman, cree que es otra de sus fastidiosas bromas. Sin embargo, hay mucho más detrás de todo el asunto.
Disclaimer: Trey Parker y Matt Stone son los autores de South Park.
Advertencias: Lenguaje vulgar, por supuesto. Cierto angst.
Notas: --
Esta vez, la obsesión de Cartman había llegado demasiado lejos. ¿Qué era esa maldita propuesta? ¿De un día para otro se había hecho marica o qué? Kyle no sabía si reírse o asustarse, la segunda opción le pareció la más indicada.
Revisó el cuarto entero, no, la casa entera tratando de encontrar a ése gordo imbécil, pero no halló nada más que no fuera lo habitual. Sí, debía parecerle muy gracioso.
Kyle releyó el recado que encontró sobre su cama. Seguía sin comprender por qué Eric Cartman escribiría Seguía sin comprender por qué Eric Cartman escribiría algo cómo eso. Estaba desvariando más de lo acostumbrado, seguramente.
Reclamarle, olvidar el problema o golpearlo, he allí el dilema. De todas formas, optó por lo primero, y de ser necesario, ejercería violencia. Así es, era la última vez que Cartman le hacía ése tipo de bromas. ¿Cómo podía ser tan inmaduro teniendo ya diecisiete años?
Cuando llegó a su casa, no tocó, más bien pateó la puerta para que fuera atendido rápidamente. Su insistencia dio frutos: Eric le abrió con brusquedad.
─ ¡¿Qué mierdas te pasa?! ¿Estás en tus días o qué? ─replicó.
─ ¡¿Por qué sigues molestándome con tus homosexuales bromas?! –protestó y le enseñó el trozo de papel.
─ ¿Eh? ¿De qué estás hablando? –le arrebató el papel de la mano y lo leyó, quedando asqueado a medida que leía─. ¡EW! ¿Quién hizo esto? ¿Una niñita?
─Fuiste tú, culón, ¡deja de mentir! –le espetó Kyle, preparado para soltar el primer golpe.
─Judío estúpido –ofendió Cartman, analizando el recado─, sé que te la pasas diciéndome marica, pero eso no significa que lo sea.
Después, arrugó la evidencia y la lanzó a la nieve.
Si bien Cartman hacía cosas horribles por razones insignificantes, ¿de verdad sería tan idiota como para mandarle un anticuado mensaje poético? No, a juzgar por el temor que sentía por ser rechazado socialmente, no se atrevería.
Al meditar esto, Kyle bajó los brazos ─que inconscientemente había alzado para la pelea que desataría. Antes de darse media vuelta para irse, miró con desconfianza al chico frente a él.
─ ¡AGH! –se guardó la furia y se fue de allí.
Eric rió pasados unos segundos, estando aún parado en el umbral.
─Sigue así de inocente Kyle, sigue así…
~
─ ¿Qué hiciste qué? ─Stan pidió una repetición, creyó haberse quedado sordo.
Kenny, quien no comprendía aún la situación, arqueó las dos cejas.
─… Pensé que sería más divertido si le poníamos el nombre de Cartman al final –se encogió de hombros, restándole importancia al asunto─, así la broma no sería tan aburrida.
El pelinegro se pasó una mano por el rostro, sintiéndose la persona más miserable del mundo. El propósito inicial no era burlarse de su mejor amigo, en sí, era confesarle sus sentimientos. Pero, por algún motivo, Kenny pensaba que todo era una jugarreta. ¿Por qué? A saber.
Para no comenzar una discusión con su compañero, intentó actuar como lo hacía normalmente, aunque con cierta molestia que se le desbordaba en sus actos.
─Está… Bien. Las clases ya van a empezar, tengo que irme –se acomodó la mochila sobre el hombro y pronto le dio la espalda al rubio, dirigiéndose hacia su aula.
Se mordió el labio inferior cuando se aseguró de que Stan no estuviese a la vista. Kenny, con el ceño fruncido, se fue hacia la dirección contraria.
─Hey, Wendy, ¿viste? ─le preguntó Bebe a su mejor amiga, quien sacaba sus libros de su casillero.
─ ¿Qué? ─cuestionó la chica cuando hubo terminado.
─Parece como si hubieran tenido una pelea ─decía mientras observaba a Kenny desaparecer en una esquina del pasillo.
─ ¿Y? Los chicos a veces se molestan.
─Sé que no te importa mucho de lo que hace Stan desde que te terminó, pero debes admitir que es extraño verlos enojados de verdad.
Wendy suspiró. Hasta cierto punto, intuía la razón por la cual los chicos estaban así de… ¿Tensos? Últimamente no se les veía juntos como antes.
─Olvídalo, ya sabes cómo son ellos ─y distrajo su atención con otros asuntos─. No encuentro mi libro de Matemáticas, ¿me prestarías el tuyo?
~
─… Y después dijo que no era marica, pero… ¡Hey, Stan! ¿Estás escuchándome?
Kyle, colocándose frente a su mejor amigo, llamó su atención para que éste despertara del trance. Iban caminando de regreso a sus respectivos hogares, pero cuando Kyle notó que su interlocutor no comentaba nada sobre el tema, supo que algo andaba mal.
─ ¿Q-qué? ─levantó la mirada, parpadeando repetidas veces, desconcertado por haber regresado a la realidad.
─Agh, gracias por prestarme atención ─bufó el pelirrojo, quitándose de en medio.
─Te estaba escu…
─ ¡Chicos! ─Cartman interrumpió, llegando improvistamente por detrás, comenzando una charla por demás, incómoda─. ¿Y bien? ¿Kyle ya encontró a su puta secreta?
─Se suponía que esa “puta secreta” eras tú, imbécil ─Kyle, estando a la defensiva, aceleró el paso.
─ ¿Sabes? –le alcanzó, y con ello, dejaron a Stan atrás─, creo que alguien está conspirando en nuestra contra.
Esto fue suficiente para que Kyle se detuviera, todos le imitaron, hasta Stan, que comenzaba a adoptar una expresión de desagrado.
─ ¿Qué quieres decir?
─Ah, vamos judío, es como lo que le hicieron a Clyde y a Token. Alguien se hizo pasar por Token y le dejó un mensaje privado en Facebook a Clyde, en donde según dice, le confesaba sus sentimientos. Token negó haber enviado el mensaje, pero aun así, aceptó estar enamorado de Clyde desde hace años ─hizo una pausa, en su rostro, se denotaba una preocupación exagerada.
Seguramente Butters había hecho circular la historia, él era casi el encargado de transmitir las novedades que rondaban la escuela. Cartman era el que se las ingeniaba para distorsionarlas.
─Es cierto ─dijo Stan, queriendo quitarle esas ideas absurdas a su amigo de que el gordo le había enviado ese recado. Por lo menos, estaba bien si pensaba eso hasta que pudiera arreglar las cosas─, apuesto a que alguien está detrás de todo esto.
─ ¿Y quién? ─interrogó Kyle, mirando a sus dos amigos.
─Déjamelo a mí ─se postuló Eric─, quien quiera que sea, voy a cortarle las bolas por desprestigiarme.
─… Ah, cómo sea, no es tan importante ─el chico retomó su camino─. Qué más da.
─ ¡P-pero Kyleeee! ─insistió Cartman─, ¿qué tal si quiere convertir a todos los chicos de la escuela en maricas? ¿O al pueblo? ¿O al mundo entero?
─Que lo haga, entonces ─fueron sus últimas palabras antes de marcharse.
─Deberías dejarlo así, Cartman. De cualquier forma, los dos saben que todo lo que estaba escrito, no es verdad ─Stan, con toda la paciencia del mundo, trató de dialogar con aquél monstruo prepotente.
─ ¡No lo entiendes! ─se volvió hacia él─. ¿Qué tal si te hicieran lo mismo con Kenny? ¿Ah?
─… No me lo tomaría tan enserio ─mintió.
─ ¡Pfft! Si me disculpas…
Eric, frustrado, cruzó la calle. Era inútil discutir con él, además, era mejor gastar energía en encontrar al responsable de todo ese lío, que por cierto, tuvo en sus narices.
Stan se metió las manos a los bolsillos de la sudadera. Sí, debió haber sido directo en lugar de mandar recados estúpidos.
~
Los días transcurrieron con cierta normalidad. Kyle le era indiferente a cualquier comentario que incluyera aquél dichoso problema. Tenía muchas más cosas en las que ocuparse, como estudiar para los exámenes finales o… Simplemente no quería hablar del tema. Stan estaba preocupado por su mejor amigo, ya no hablaban como antes ni salían a cualquier lado como solían hacerlo. Ése recado lo había cambiado casi todo, excepto a Cartman, quien seguía siendo el mismo culo gordo de siempre.
Esa tarde, se aburrió de estudiar. Kyle cerró su libro de historia y recargó los codos sobre éste. No se sentía de ánimos para nada más, extrañamente desde el incidente, sus energías se disminuían muy rápidamente. ¿Por qué? ¿Acaso odiarlo tanto lo agotaba?
Divagaba en torno a estas cuestiones cuando escuchó que alguien tocaba la puerta. Sus padres no estaban y Ike había ido a estudiar con unos compañeros, por lo que se vio obligado a salir de la tranquilidad de su cuarto para ir a abrirle a quien sea que fuera.
─Ya sé quién lo hizo ─masculló Eric una vez que se encontró cara a cara con el pelirrojo. Y aunque no se le concedió el permiso de entrar a la casa, igual lo hizo, tan típico de él.
─ ¿Quién hizo qué? ─se abstuvo a seguirle la corriente, y por el contrario, aparentó confusión.
─ ¡Ya sabes a lo que me refiero! ─exclamó Cartman con cierta irritación, quedándose de pie cerca de las escaleras
Kyle cerró la puerta y respiró hondo, ¿por qué insistir? ¿Por qué no podían quedar las cosas así?
─Muy bien, hablemos ─dijo, guardando la calma y preparándose mentalmente para alegar con su némesis diaria─, sé que esa carta resultó de mal gusto para los dos, pero no significa que tengamos que estar pensando todo el tiempo en ella. Quien la envió sólo quería jodernos y ya, quizá ya se olvidó y hasta…
─Fue Stan ─interrumpió Eric.
─Oye, ¡te estoy diciendo que no continúes con…!
─ ¡Fue Stan! Kenny me lo dijo. Ha estado enamorado de ti desde que teníamos nueve años, a Wendy sólo la utilizaba para provocarte celos ─insistió.
─ ¿Qué carajos estás diciendo? ─soltó, perdiendo la tolerancia de la que se había armado desde el principio, pero que le duró casi nada. Era un nuevo récord.
─ ¡Estoy diciendo que tu mejor amigo quiere cogerte! ─gritó, por si no le había quedado claro─. Pero, ¿sabes algo? ─sonrió con un deje de picardía mientras caminaba alrededor de su paralizado compañero─, que Stan haya firmado con mi nombre, no me perjudicó en lo absoluto…
Se giró de golpe, haló la camisa del chico y lo azotó contra la pared.
─Basta ya, Cartman ─le observaba de hito en hito, arrugándole la ropa. Decir que Stan había sido el responsable significaba algo para Kyle; una justificación que no se tragaría, no ahora─. ¿Por qué no admites que fuiste tú? ¡Mierda! Te quieres llevar la atención de todos para seguir alimentando tu maldito ego. ¡Déjanos en paz! Ocúpate de tus propios asuntos. Porque, incluso si fuese cierto que Stan escribió ese recado, yo…
─ ¿Tú qué, Kyle? ─alzó las cejas, no puso ninguna resistencia por la brusquedad del contrario.
No se detuvo por no saber qué más decir, fue porque recién había caído en cuenta de un detalle. Sí, ser impulsivo no le permitía pensar exactamente bien.
─… ¿Por qué dices que no te perjudicó? ─suavizó sus movimientos y se alejó de a poco, pero sin quitarle los ojos de encima, en espera de su respuesta. ¿Cómo no perjudicarle el que le llamaran “Gay”?
─Eres tan retrasado ─fastidiado, correspondió la mirada e incluso la intensificó─. ¡¿Hasta cuándo te darás cuenta, ah?! Sé que he querido matarte un par de veces, que siempre peleamos y que me la paso insultándote, pero dime ¿quién crees que ha estado celoso por todas las personas a las que prefieres en lugar de a mí? ¿Quién busca tu puta atención cada que tiene oportunidad? ¿Quién se mete en tu camino? ¿Quién busca toda forma existente para joderte? ¡YO, YO, YO, YO!
Se agitó por hablar tan rápido, jamás pensó revelar aquél secreto, prefería mil veces llevárselo a la tumba. Eric Cartman era el tipo de personas que siempre conseguía lo que quería, de uno u otro modo lo obtenía: “El fin justifica los medios”, claro. Pero Kyle era un caso especial, no le importaba llamarle “masoquismo” a todas sus vivencias con él. No, porque nunca le daría el gusto a esa rata judía de confesarle el porqué de su adicción enfermiza, aunque le mandase un sinfín de indirectas que hasta se podían clasificar como “directas”. Además, el título de “marica” sólo reafirmaba su postura de callarse cualquier sentimiento hacía Kyle, excepto el de odio y desagrado, obviamente; incluso podrían ser sus mejores escudos para repeler sus efímeros momentos de debilidad.
Se miraron por largo rato sin decir nada. Kyle parecía víctima de un shock y Cartman dudaba de si debía matarlo allí mismo para terminar con el problema o llevárselo lejos y tenerlo para él solo, sin que Stan se entrometiera ahora que había confesado sus sentimientos hacía quien se suponía era su mejor amigo.
Un celular sonó, como si la llamada estuviera planeada desde el principio para que la tensión no se alargara. Kyle contestó, era Stan.
─ ¿H-hola? –respondió desviando por fin su vista hacia otro punto, el que sea, sólo para evitar el contacto visual.
─ ¿Dónde estás? ─escuchó Eric gracias al altavoz que Kyle no se molestó en desactivar anteriormente.
─Estoy… Estoy en mi casa ─el nerviosismo no le ayudaba para nada. Sabía exactamente por qué Stan quería saber su ubicación, aunque podría estar equivocado… Sí.
─Bien, voy para allá.
No dijo nada más, el pelirrojo estaba a punto de colgar, pero Cartman se lo impidió intempestivamente, arrebatándole el teléfono.
─Escúchame bien, hijo de puta, Kyle me pertenece. No voy a dejar que te quedes con él, así que ni siquiera te molestes en venir porque ya no estaremos ─después, apagó el móvil y lo tiró lejos.
─ ¡¿Qué mierda…?! ─protestó, pero no le dio tiempo de terminar, para entonces ya estaba siendo jalado fuera de su casa en dirección a quien sabe dónde.
─ ¡No abras la puta boca! ─amenazó el castaño, extrayendo su navaja de uno de los bolsillos de la chamarra─, de lo contrario, juro por mi cabrona vida que te mato.
Conocer durante tantos años a ese culo de manteca le había enseñado unas cuantas lecciones, como saber que iba enserio si atentaba con tu vida o con la de otros, aun cuando de su madre se tratara.
Furioso, se dejó guiar por el otro. Y, en cierto modo, cuando vio la casa ─si es que así se le podía llamar─ de Kenny en la siguiente calle, se sintió aliviado. Él no permitiría que Cartman se saliera con la suya.
─ ¡Ábreme, pedazo de mierda! Te dije que dejaras la puerta abierta ─bufaba, atravesando repetidas veces la cuchilla en la madera de la puerta.
Quien los recibió fue Stan, Kenny estaba tras de él.
─ ¡Chicos! ─Kyle, sorprendido al igual que Cartman, esperó recibir ayuda.
─ ¡Kyle, amigo! Lo siento, yo no quise provocar esto, pensé que sería más fácil escribírtelo en una hoja de papel que decírtelo, pero con el revuelo de Token y Clyde creí…
─ ¡Haha! Demasiado tarde ─rió con altanería, apuntando ahora la navaja a los otros dos─. Para tu información, Clyde se lo dijo personalmente a Token, nadie intervino ni envió mensajes ni un carajo. Sólo cree ese rumor para burlarme de ellos y que toda la escuela se enterara de que salían juntos, ya que querían mantenerlo en secreto. El supuesto anónimo era un toque extra ─explicó con naturalidad.
Tanto Kyle, como Stan y Kenny, no se lo esperaban. De nuevo, Cartman los había engañado por completo, no sólo a ellos, a la escuela entera.
─Y bien, Kenny, ¿tú no tienes algo que confesar? ─preguntó Eric con burla.
Todas las miradas se posaron en el rubio, quien tenía el ceño fruncido y los puños apretados. Pasados unos segundos, finalmente exclamó:
─ ¡No lo soporto! ¿Por qué siempre tiene que ser Kyle? Ninguno de los dos se da cuenta de su maldito alrededor. Yo firmé con el nombre de Cartman y se lo dije para que Stan no consiguiera nada y pudiéramos aprovecharnos de esto. ¿Contentos?
─Agh, ¿por qué de repente esto parece una película para chicas? –se quejó Kyle.
─Eso significa que…
─Que el idiota de Kenny, al igual que yo, no quiere que te quedes con este judío, Stan.
─Es ridículo ─espetó el pelinegro─. ¿Quiénes son ustedes para decirme qué o no sentir? ¡BASTA! –pasó de largo a Cartman y tomó a su mejor amigo del brazo que tenía libre─. Vámonos de aquí.
─ ¡Hey! ¿Quién te crees que eres? ─Eric no dudó ni un segundo en acuchillarle enseguida, pero…
─No, Stan ─contestó, serio.
─ ¿Q-qué? ─titubeó, esperando a que cediera de una vez.
─Yo… Creo que deberías fijarte en Kenny ─ ¿Qué estaba diciendo? Disparates, bastante de ellos. De ninguna manera se imaginaba siendo la pareja de Stan porque… Porque no. No se acostumbraría, siendo él con quien ha compartido un millón de cosas, simplemente la relación se arruinaría. En lo que no sabía si estaba bien, era en decirle que se fuera con Kenny. Estar tantos años juntos les había afectado, enamorándose unos de otros. ¿Era algún tipo de síndrome?
Al escucharlo, Kenny colocó una mano en el hombro de Stan, palmeándolo.
─Pero, Kyle… ─musitó.
─Ya lo escuchaste. ¡Hahahahahaha ñañañañañaña! ─festejaba Cartman, bajando el arma punzocortante y apretándole todavía más la muñeca a su prisionero.
─Y tú, culón imbécil, suéltame antes de que te rompa la cara.
─ ¡Uh! Al parecer todavía sigues en tus dí… ¡AAHH!
Le pateó los bajos con tal fuerza que terminó en el suelo. Kyle se preguntó por qué no hizo eso desde antes. Ahora que estaba libre y con la muñeca punzándole por el violento agarre del gordo, miró a Stan, quien seguía plantado en el mismo lugar, con Kenny a su lado.
─ ¿Te imaginas lo que Shelly nos diría si se enterara de que somos novios? ─preguntó, queriendo animar a su amigo.
Sonrió levemente al imaginarse la escena, Stan asintió.
─Creo que jamás me dejaría en paz.
Mientras Cartman se retorcía de dolor en el piso, alcanzó a pronunciar unas palabras.
─Me las van a pagar, imbéciles…
─Sí, claro ─se burló Kyle. Stan y Kenny le patearon un par de veces en los costados, sólo para continuar con el juego.
~
Revisó el cuarto entero, no, la casa entera tratando de encontrar a ése gordo imbécil, pero no halló nada más que no fuera lo habitual. Sí, debía parecerle muy gracioso.
Kyle releyó el recado que encontró sobre su cama. Seguía sin comprender por qué Eric Cartman estaba citándolo una hora antes de clases. ¿Qué planeaba ahora?
Recordó todo lo que había dicho hace unos días, y pensándolo bien, algo tenía de verdad. Pero no se sabía con ese bastardo, quizá era otra de sus bromas pesadas o una venganza.
Aun así iría, sólo porque no se quedaría con la duda. De todas formas, si terminaba siendo una mentira, le daría por fin la golpiza que le tenía guardada. No saldría perdiendo en ningún sentido, Cartman por el contrario, terminaría con el orgullo pisoteado o en el hospital, aunque a Kyle le agradaba más la primera.
#Para Franz#Vanilla Conkei#South Park Secret Hankey#South Park#Eric Cartman#Kyle Broflovski#Stan Marsh#Kenny McCormick#Clyde Donovan#Token Black#Kyman#Style#Stenny#Tyde
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Para yaahoooo
Título: Rumbo a v354 Cephei 2.0
Autor: joxem.
Personaje/pareja(s): Craig Tucker & Leopold 'Butters' Stotch (spaceman!Craig & mechanic!Butters).
Rating: K (5+)
Disclaimer: Los personajes pertenecen a Trey Parker, Matt Stone y Comedy Central.
Advertencias: --
Notas: "A pesar de formar un equipo para viajar al espacio, tanto Craig como Butters toma las cosas de distinta manera. El astronauta Craig por un lado, se inquieta al tener a esa gigantesca estrella tan cerca suyo. Además, los extraños ruidos que ha estado escuchando en el motor de su nave, hace que sea un momento algo tenso para él por lo que decide tomar algo de distancia. Por el contrario, el gran mecánico espacial Butters, parece disfrutar de la grandiosa vista. Ni se preocupa por los pequeños detalles técnicos ya que él mismo se encargó de ellos por lo que le asegura a su compañero, que todo saldrá bien y que regresarán a casa esa misma noche." Primera vez que dibujo a estos dos juntos y la verdad, fue bastante divertido así que agradezco a mi amigo secreto por haber escogido dicha temática y espero que quede conforme con el regalo :)
#Para yaahoooo#joxem#South Park Secret Hankey#South Park#Craig Tucker#Butters Stotch#spaceman!Craig#mechanic!Butters
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Para El Pájaro de Fuego
Título: A Tale of Revenge.
Autor: Silenciosa.
Personaje/pareja(s): Kenny McCormick/Mysterion, Karen McCormick.
Rating: M (16+)
Extensión: 6.864 palabras (14 páginas de Word).
Resumen: Dave Flynn es un ejecutivo de una discográfica de Denver enganchado a las drogas duras. Unas noches antes de Navidad conocerá en un bar a un joven que sacará a la luz su sórdido y truculento pasado… en contra de su voluntad.
Disclaimer: South Park le pertenece a Trey Parker y Matt Stone.
Advertencias: Escenas violentas. Lenguaje obsceno. Uso alcohol, drogas duras y tabaco. Lenguaje sexual leve.
Notas: No sé quién ha sido la persona que me ha tocado pero espero, de todo corazón, que le guste mi regalo. ¡Felices Fiestas! :)
* * *
Dave Flynn, de treinta y cuatro años, estaba en el salón de su amplio y lujoso apartamento viendo una película mala de terror en su televisor de plasma. En una de sus manos tenía un revólver descargado. Hacía malabarismos estilo vaquero del oeste mientras miraba fijamente la pantalla del televisor, cuya parpadeante luz azulada era lo único que iluminaba el interior. El cargador descansaba en la mesita, al lado del sofá, cerca de un whiskey apurado hasta la mitad y un paquete de tabaco vacío. Restos de los efectos de la cocaína aún estaba presentes en su organismo: por su mente vagaban imágenes violentas, visiones de desiertos y coros de ángeles con alas cercenadas. La sobriedad comenzaba a agudizar su consciente y eso le hacía estar irritable. Su cuerpo pedía endorfinas a gritos. Cansado de jugar con el revólver, lo dejó en un brazo del sofá de una plaza, se bebió de un sólo trago el whiskey restante y fue a la cocina. Al abrir la puerta de la nevera salió un hedor a alimentos podridos que su sentido del olfato atrofiado por la coca no percibió. Abrió una lata de cerveza y regresó al sofá. Nada más sentarse y aflojarse el nudo de la corbata escuchó el hilo musical que daba el inicio del boletín de noticias de las nueve.
La televisión mostró varios planos del lugar del crimen siendo acordonado por un equipo de policías y del contenedor en el que habían encontrado el cuerpo inerte de la niña. La voz del periodista siguió como una voz en off mientras saltaban a diferentes secuencias de imágenes:
“Familiares y amigos de la fallecida organizaron ayer una marcha de protesta para reclamar la lenta acción policial y de investigación al no tener ninguna prueba que conduzca al culpable del homicidio. Este mediodía, miembros del departamento policial de Denver han realizado una conferencia de prensa donde se esclarecieron las faltas de pruebas que competen al caso. Los últimos testigos la vieron salir del instituto del pueblo para regresar a su casa. Lo que sí parece probable es que ella debía de conocer a su asesino, ya que tuvo que haberlo acompañado hasta Denver por algún motivo. Este caso recuerda al de las jóvenes Lindsay Savannah y Samantha Douglas, las dos pertenecientes a un barrio de Five Points de Denver, que también aparecieron asesinadas en unas oscuras circunstancias y cuyo homicida todavía se desconoce. Ambas jóvenes habían sido encontradas a diferencia de escasas semanas de una muerte a otra en unas condiciones de agresión muy parecidas a las de Karen McCormick y no se descarta la posibilidad de que el autor de los hechos haya podido ser la misma persona.”
Tras veinte minutos de noticias comenzó el corte de publicidad. Dave se dio cuenta de que eran vísperas de navidad por el número considerable de anuncios de perfumes y juguetes que se anunciaban. El Iphone, situado en la mesita, comenzó a sonar sin ser esperado. Miró la pantalla y vio que era su novia quien lo llamaba. Suspirando condescendiente, con muy pocas ganas de hablar con ella, lo dejó de nuevo en la mesilla. Siguió sonando durante un buen rato, en constantes intentos, hasta que al cabo de un rato volvió a quedar todo sumido en silencio.
Aunque buscara relajarse de manera forzada, terminándose la cerveza a base de tragos largos, Dave se sentía más ansioso e irritado por momentos: tenía los ojos llorosos y sus manos temblaban ligeramente. Los inexorables síntomas de la abstinencia se avecinaban bajo una tortura angustiosa. Necesitaba con urgencia caballo y cocaína. No le quedaban reservas y su camello no cogía el teléfono. La inquietud y malestar lo acribillaban, así que, cogiendo las llaves de su imponente Audi y poniéndose la chaqueta de ejecutivo importante, un abrigo y una bufanda, Dave salió escopetado del apartamento situado en la calle más concurrida de Cherry Creek. Pasó justamente por delante del contenedor en el que habían encontrado a la chica muerta de South Park.
Llegó con el coche a Five Points. Lo aparcó a varios metros de distancia de un ruidoso bar con la música prendida a un alto volumen de decibelios. El ambiente de la calle olía a basura quemada y era ruidoso no sólo por el tránsito de personas sino por estar próximo al rugir de motores provenientes de la autopista metropolitana. Gente entraba y salía del bar a mansalva. Dave, en cambio, entró por uno de los callejones anexos al edificio del bar y miró ansiosamente mientras avanzaba por él. Se topó con un ejecutivo tan bien vestido como él, agachado contra una pared inyectándose coca en un tobillo.
—¡Jeff! ¡Jeff! —llamó en un indisoluble estado histriónico.
¿Dónde estará metido ese pedazo de mierda yonqui? ¡Joder! Dave creía que se moriría. La ansiedad se multiplicaba por mil en su organismo. En ese momento apareció el camello a sus espaldas, produciéndole un susto de muerte.
—¡Maldito cabrón! —se quejó Dave amenazante mientras tomaba aire para recuperarse mientras se deshacía con repugnancia de la mano que le sujetaba por el brazo y tocaba su pulcra chaqueta con sus sucias manos— ¿Dónde coño has estado metido? Te he estado llamando, ¿sabes? ¡Si me sigues tocando los cojones te juro por Dios que cambio de camello!
Jeff hizo un ademán encogiendo los hombros y suspiró. Su voz sonaba aletargada y perdida en otro mundo:
—¿Lo de siempre? ¿Dos de caballo y cuatro de coca?
Dave asintió presa del nerviosismo crónico: los ojos le lloraban, la nariz le moqueaba y la incontinencia le escocía. El otro sacó dos bolsitas de plástico ya preparadas y pesadas.
—Te he puesto una puntita más de caballo; regalo de la casa.
—Gracias —dijo Dave rencorosamente mientras cogía su pedido y con la otra mano tendía un puñado de billetes.
—Ey, creo que tengo algo de papel de plata. ¿Quieres?
—No. Ya tengo yo en el coche.
—Como quieras —el chaval comenzó a alejarse de su afilada mirada verdosa—. Guárdalo todo bien que esta noche andan por aquí los secretas. Desde el asesinato de esas chicas en la zona la cosa está más jodida para vender: hay mucho poli vestido de paisano. Así que ten cuidado en donde te vayas a meter la mierda.
Haciendo caso omiso al camello, Dave corrió como poseído por el frenesí de la locura complacida hasta llegar al coche y se encerró en él con los pestillos automáticos puestos. Luego, sin encender ninguna luz para no llamar la atención, sacó papel de aluminio de la guantera. Hizo como pudo un tubito con él, llenándolo con una tira de un cuarto de gramo de heroína. Fumó compulsivamente una bocanada tras otras; dejando calmar sus manos temblorosas. Unos minutos más tarde se sentía como nuevo, como dios renacido. Por su parte, podría suicidarse toda la raza humana que le importaría una mierda. Guardó el contenido en unos frasquitos y los guardó cuidadosamente en lo más profundo de la guantera. Se ajustó la corbata y volvió a tener pinta de un tipo importante y con dinero. Mientras lo hacía, escuchó un hilo musical muy pegadizo que había escuchado antes en alguna parte y que provenía del interior del bar. Tras el inicio de la canción, escuchó una agradable y joven voz masculina cantando las primeras estrofas.
Un nuevo y jovencísimo cantante estaba en el escenario del bar. Sólo con una guitarra acompañando su voz. Cantaba Banks of the Ohio en una versión de Johnny Cash; empleando un tono más agudo y juvenil frente a la profunda y grave voz de Johnny. Había bastante público escuchándole, disperso entre grupos de mesas y la barra. Dave también se quedó escuchándolo nada más entrar, casi hipnotizado por la voz del chico. La media de edad del bar posiblemente no alcanzara la treintena; habían muchos grupos jóvenes, sobretodo, jovencitas que miraban embelesadas al cantante. El escenario parecía de juguete; y el cantante, un hermoso muñeco mecánico que adornaba el conjunto a ojos pletóricos, imbuidos por la droga, de Dave.
Era rubio, poseedor de un espeso y alborotado pelo que caía hasta los hombros en puro hábito de desorden armonioso. Llevaba una abrigadísima parka naranja puesta y unos vaqueros. Tenía la impresión de no alcanzar la mayoría de edad y, muchos menos, el no conseguirla en varios años. Sobre los dieciséis, diría Dave. Sus ojos azules eran un poco saltones y grandes para su cara afilada por la delgadez, pero quedaba resultón ante los focos que lo alumbraban; profiriendo una varonil estampa de joven adolescente.
Dave pidió en la barra un whiskey doble on the rocks, pagó la consumición y sorbió traguitos mientras observaba atento al rubio cantar. Llegó un momento en que sus miradas conectaron y Dave quedó en una especie de sopor narcotizante que esta vez no supo si echarle la culpa a la heroína que había fumado o por la belleza de aquel joven. En cualquier caso, un deseo furtivo de mirarlo intensamente creció cuando el chico se fijó en él y le picó el ojo en la parte que cantaba oh, love, don’t murder me/ I’m not prepare for eternity. Podría habérselo imaginado que se dirigía a él ese picar de ojo tan descarado, pero enseguida Dave supo que no cuando, en respuesta, le envió una sonrisa y el joven se la devolvió enseguida. A Dave no le iban las relaciones homosexuales, era hetero, pero sintió que el cantante podría ser una posible excepción si se llegaba a dar el caso.
Al terminar, el rubiales bajó del escenario siendo aplaudido de forma progresiva por el público. No tardó en que otro cantante, esta vez una joven, fuera al escenario a cantar su tema. Dave recordó que la temática de los jueves en aquel bar era la participación de cantantes anónimos que tendrían la oportunidad de cantar, eso sí: sin cobrar ni un duro por ello. Dave, que trabajaba en una discográfica, solía pasarse por aquel sórdido bar para escuchar voces nuevas y, si había suerte, firmar el contrato con alguna que fuera interesante como para querer explotarla en el frívolo y consumista mercado musical de hoy en día. Observó atentamente al rubio llegar a la barra y colocarse a dos butacas vacías de distancia. Dejó la guitarra apoyada en las patas de la butaca en la que se había sentado y, después de ser felicitado por la camarera tras la barra, pidió una coca-cola. Ahora Dave sí que tenía claro que el chico no tenía dieciocho al no pedir alcohol; como venía siendo normal entre la clientela adulta. Lo escuchó hablar con la camarera de cosas sin interés. Lo que sí pudo saber Dave fue que el cantante se llamaba Kenny. Cuando Kenny dejó de hablar con la camarera, en algún momento después, lo miró de reojo y Dave se dio cuenta. Dave alzó la vista del whiskey y la dirigió hacia Kenny, sin aspavientos a pesar de estar de droga hasta las cejas, como de casualidad. Sus ojos se encontraron y el rubio sonrió como si no pasara nada. Entonces Kenny volvió a mirar hacia delante, contemplando el paisaje urbano alumbrado por farolas tras las ventanas.
Dave tuvo la sensación de que no tardaría en que el chico lo abordase. Esperó pacientemente con los dedos tamborileando ansiosamente sobre la barra. Ante la poca decisión del joven y la poca pasividad de Dave, decidió que sería él quien daría el primer paso:
—Bonita guitarra —le dijo.
El rubio sonrió. Después lo miró fijamente a los ojos y borró dicha expresión de su cara.
—Ah, gracias —dijo—. Bueno… en realidad no es mía.
—¿Ah, no?
—No. Es de un amigo; me la ha prestado.
—¿Y qué le ha pasado a la tuya? —preguntó como si en verdad le preocupase.
Esta vez le envió a Dave una demoledora mirada fija. Dave deseó tener aquel par de ojos azules rodando dentro de la palma de sus manos. Literalmente.
—La tiene mi hermana.
—En cualquier caso, déjame decirte que cantas muy bien —dijo Dave—. He escuchado que te llamabas Kenny.
—Sí, me llamo Kenny. Asi que… escuchando mi conversación con la camarera, ¿eh?
Dijo Kenny, sin apartarle aún la mirada, muy cómico pero bajo un magnetismo difícil de repeler.
Dave esbozó una atrevida sonrisa. —Tal vez.
Fue entonces cuando Kenny se deslizó dos asientos y se sentó junto a Dave, quien disfrutó la osadía de éste pero sin que se le notara en el gesto. Ambos se estrecharon las manos.
—¿Y tú? ¿Cómo te llamas?
—Dave.
—Encantado, Dave —dijo Kenny en tono desinhibido. Dave no sabía que su nombre podía sonar tan tentador en los labios de aquel chico.
No tardó en darse cuenta de que Kenny le estaba enviando todas las indirectas posibles y Dave no era un idiota, así que iba a darle toda la cancha que quisiera.
—Suelo visitar mucho este bar y nunca te había visto por aquí. Me imagino que no eres del barrio…
Kenny disintió negando con la cabeza.
—No. Soy universitario. Me estoy quedando en el campus.
Dave frunció el ceño y lo miró como si examinase una hipoteca.
—Perdona, pero me parece que me estás mintiendo. No tienes pinta de tener dieciocho ni de lejos.
Kenny carcajeó y suspiró condescendiente. —¡Está bien! ¡Me has pillado! Tengo dieciséis y soy estudiante de instituto. ¿Te molesta eso?
—No, en absoluto. ¿Te molesta a ti serlo?
El chico negó de nuevo con la cabeza, enérgico, mientras deslizaba ligeramente un dedo por el borde del vaso.
—Yo también debería sospechar de ti —le dijo Kenny de repente, divertido—. No tienes pinta de ser de este barrio…
Dave sonrió cortésmente. Estaba claro que no. —Vivo en Cherry Creek. He terminado de trabajar hoy y me apetecía tomarme una copa.
Los ojos azules de Kenny se abrieron como platos y brillaron extrañamente. Luego frunció los labios en unas décimas de segundo que casi pasó desapercibido para Dave, quien se sirvió otro trago de whiskey sin decir nada. El chico volvió en sí, parpadeó y bajó la mirada.
—Oh, perdona si me he quedado pasmado pero es que me da la impresión de que debes currar en un trabajo importante. ¿A qué te dedicas? ¿Eres abogado?
<<Puede que del diablo>>, pensó Dave. Pero sólo sonrió enseñando levemente sus dientes perfectos, sin llegar a decirlo, por supuesto. En vez de eso respondió:
—No. El Derecho no tiene que ver con mi trabajo.
—¿Arquitecto, médico, profesor…?
—No.
—Entonces me rindo. No tengo ni puta idea.
El rubio resopló cómicamente mientras Dave examinaba su cuerpo con naturalidad. Parecía que el chico no parecía incómodo de que lo hiciera. Dave se permitió entonces acercarse un poco más al rostro juvenil de Kenny.
—Trabajo para una discográfica importante. Soy un cazatalentos.
—Bingo...
Susurró Kenny casi como si hablara para sí.
—¿Qué? ¿Has dicho algo?
—Ah, no es nada —ronroneó con la voz—. Así que esa es la razón por la que estás aquí…
<<Por eso y porque el gilipollas de mi camello trabaja en esta zona>>, pensó de nuevo. Dave asintió. Luego echó el último trago de whiskey. Los grandes trozos de hielo tintinearon débilmente en el interior del vaso de caña alta. El muchacho volvió a quedar pensativo, sumamente interesado en sus palabras.
—Me pediré otro whiskey, ¿quieres tú uno?
Kenny negó y se acercó más a él, independientemente de las miradas de terceros. La heroína consumida en Dave tampoco le dio importancia al resto de seres humanos que pudiesen estarlos observando. <<Que se vayan todos a la mierda. A este crío me lo follo yo hoy y luego veremos si es capaz de soportar el filo de un cuchillo arrancándole de las cuencas esos bonitos ojos que tiene.>>
—No sólo flirteas con un menor de edad sino que también le invitas a beber alcohol —chasqueó con la lengua cínicamente Kenny, dejando varios centímetros de separación con sus labios—. Eso está muy mal, señor Dave. ¿Y qué será lo siguiente? ¿Me invitará a su casa a una última copa para luego darme por el culo?
Dave carcajeó sutilmente, dejándose llevar por el morboso juego que le invitaba a participar aquel chiquillo imprudente. —Eso lo decides tú, Kenny.
—Decido a que pagues esa maldita copa y me lleves ahora mismo a tu casa.
Era medianoche. La botella de gin tonic se había terminado. Dave arrastró a Kenny al dormitorio, besándose los dos en profundidad y deshaciéndose de la ropa por el camino hasta quedar en boxers. Kenny lo empujó contra la cama y se subió a horcajadas sobre él.
—Así que eres un chiquillo perverso, ¿eh? —le dijo Dave con la respiración aleteando.
—Tú todavía no me conoces bien.
La voz del rubio perdió todo el encanto y picardía de repente, cambiando el tono de voz de tal forma que a Dave le resultó cómico. Rió con sorna; sabiendo cuál sería el final de aquel rubiales en cuanto terminase de follárselo.
—Qué miedo —soltó burlonamente Dave. Realmente disfrutaba con la osadía de ese crío.
—Deberías tenerme miedo —balbuceó contra su rostro seriamente bajo el mismo tono de voz que había empleado antes—. Pero de momento… te ataré. Te prometo que será muy divertido.
Kenny cogió varias corbatas del armario de Dave y las empleó a modo de cuerdas. Mientras se besaban, el chico se las apañó para atarle las muñecas en los tubitos forjados que componían el cabecero de la cama. Apretó los nudos con mucha fuerza, hecho que hizo gemir de dolor y también de excitación a Dave. Luego Kenny se apartó bruscamente, casi con una repugnancia que parecía vislumbrarse claramente poco a poco en el rostro y bajó para atarle los tobillos al cabecero inferior, también de hierro forjado, de la cama.
Luego se apartó de él y lo miró fijamente, el rostro de Kenny ahora parecía otro. No había indulgencia. Eso le excitó aún más. El rollo sado estaba siendo bien interpretado por aquel chico. Quién lo diría… con lo santurrón que parecía cantando con su guitarrita.
—Oye, sé que te lo estás tomando muy en serio —dijo Dave—, pero, ¿podrías aflojar un poco los nudos? Me aprietan una mierda.
El rubio rió con ganas, produciendo un carcajeo siniestro, como si hubiese dicho un disparate o un chiste.
—No, Dave; no lo haré. A partir de ahora se han acabado tus deseos. Bienvenido al país en donde no se cumplen los deseos de nadie, en donde hay que hacer justicia con mano propia. Al país de la venganza.
Dave echó la culpa a la heroína. Creyó estar delirando… pero no. La sonrisa de Dave quedó borrada igual que su doliente erección. Luego Dave comenzó a reír como llevado por algún tipo de histeria.
—Vamos, déjate de jueguecitos y desátame.
Kenny no apartaba la mirada ni menguaba la frialdad de sus ojos. Eso lo alarmó y comenzó a sudar copiosamente.
—Esto ha dejado de ser un juego, Dave.
—La policía verá tus huellas por todo el apartamento, cabrón.
Kenny fue hasta él y le enseñó las manos.
—No tengo huellas dactilares. Nací sin ellas. Mi código genético tampoco está en la base de datos de ningún hospital o el de la policía. Cambia cada vez que desaparezco del mapa. De todos modos… no te contaré mucho más porque es una larga historia. Lo que sí te puedo asegurar es que no darán conmigo.
Un silencio atronador acudió a los tímpanos del más mayor. Dave se movió bruscamente para deshacerse de los nudos pero no consiguió que estos se deshicieran. Gruñó enfurecido cuando cayó en la cuenta de que se había convertido en la víctima del que iba a ser su siguiente víctima. Escuchó tararear la misma canción, Banks of the Ohio, en la voz del chico mientras se vestía lentamente ante sus desesperados intentos de zafarse sin llegar a conseguirlo. Tras vestirse, Kenny quedó de pie, firme y estático cual estatua.
El tarareó paró de repente:
—Dime, Dave, ¿qué se siente estando en la piel de tus víctimas? ¿Te resulta divertido sentirte indefenso ante alguien que puede quitarte la vida sin que puedas luchar por ella?
Hubo otro silencio espeso como un manto de niebla. Los sentidos de Dave comenzaron a sentirse confusos y enfermos, alterados y asustados como nunca lo había sentido antes en la vida.
—Vamos, dime, Dave. ¿Te parece divertido esto?
—¡Vete a la mierda, hijo de puta! ¡No sé de qué coño me hablas!
Kenny fue furioso contra él y le arremetió un puñetazo en toda la cara, partiéndole la nariz. Dave comenzó a sangrar abundantemente. Un charco rojizo comenzaba a teñir el algodonoso edredón blanco. Se sintió desorientado debido al golpe. La sangre le ensuciaba la boca y bajaba por el cuello como un cauce salvaje. Dave se desmayó perdiendo la consciencia poco después.
Kenny volvió a cerciorarse de que los nudos estuviesen bien atados. Finalmente apagó la luz y se fue de la habitación, arrebatándole a Dave todo derecho de libertad.
No tardó mucho tiempo en encontrar de entre todas las dependencias de aquel amplio apartamento las pruebas que Kenny necesitaba. Las encontró en el estudio de Dave. En uno de los cajones del escritorio encontró fotografías de una serie de jóvenes. No había nada provocativas en ellas, cosa que Kenny agradeció aliviado. Las chicas sonreían ante la cámara. Las fotos de las otras dos jóvenes fallecidas, tanto de Lindsay Savannah y Samantha Douglas, también se contaban entre las demás. ¿Qué habría pasado con las chicas que aparecían en el resto de fotografías? ¿Dónde estarían esas jóvenes plasmadas en el número sobrante de fotos?
Entre ellas encontró una que le era familiar. La apretó fuertemente contra el pecho. Nacieron gruesas lágrimas en sus ojos, las cuales secó rápidamente con la manga de la parka. Ese no era el momento. Tenía que llegar hasta el final. Tenía que...
Su cuerpo tembló y se vino de rodillas al suelo.
—Karen…
Susurró mientras en su interior nacía un pesar fuerte y doloroso que sólo podía ser abatido con venganza.
—¡Es la oportunidad que necesitaba para convertirme en cantante, Kenny! —le gritó su hermana Karen, persiguiéndolo por el pasillo— ¡Quiero ir a Denver!
Kenny suspiró condescendiente y se volvió hacia su hermana pequeña de catorce años. Él entendía que estaba en una edad en donde las ilusiones son una parte trascendental de la vida.
—Ya te he dicho que no. Mamá y papá te han dicho lo mismo. No pienso ir, no pienso acompañarte mañana a eso y, claro está, no voy a dejar que vayas tú… y mucho menos vas a ir sola a Denver.
Karen cruzó los brazos sintiéndose entre furiosa y triste.
—¡Pensé que te importaba! ¡Pensé que tú sí me ayudarías! Si no quieres venir conmigo, al menos déjame que vaya yo y… y si no se lo podría decir a alguna amiga, a Ruby por ejemplo. Ella podría acompañarme; así no iría sola.
—¡No, Karen! ¡Sabes que no es buena idea! —le espetó de nuevo intentando hacerla entrar en razón— ¿Cómo puedes creer a un tipo que has conocido de Internet diciéndote que es empresario de una discográfica y que quiere llevarte a una prueba de voz para un casting? ¿Estás loca? Sé cuáles son tus sueños, maldita sea, y no hay nadie en el mundo que quiera tanto como yo que se te cumplan. Pero, vamos, sé un poco racional y piensa que el mundo está lleno de gente horrible que hace daño. Y no me fío de eso en lo que te estás queriendo involucrar.
Karen renegó con la cabeza y suspiró lentamente. —No seas melodramático, por favor, Kenny. ¡Es sólo un maldito casting! Me ha dicho que incluso podría cantar en un bar que hay en el barrio de Five Points. Allí suele ir la gente a cantar, como en plan karaoke pero sin karaoke, ya sabes, en plan a capella con tu guitarra y eso. ¡Sería tan genial…! ¡Por favor, Ken! ¡Déjame ir!
—Por última vez te digo que no, Karen. ¡Y no insistas! Lo que deberías hacer es estudiar para el examen que tienes mañana. Eso sí que es importante.
—¡Quiero que sepas que te odio! —le gritó mientras huía a su habitación entre lágrimas.
Él volvió a caminar por el pasillo sobrante para bajar por el peldaño estropeado de escaleras que llevaban hacia la planta baja. Creyó que el asunto había quedado zanjado y que su hermana finalmente lo entendería y dejaría de estar enfadada con él. Lo que nunca pensó fue en que Karen le desobedecería.
Dave se despertó sobre una hora más tarde. Lo primero que notó es que ya no estaba acostado en la cama. Sintió alivio. Todo había sido una terrible pesadilla. Dave abriría los ojos y se encontraría a sí mismo tumbado en el sofá, frente a su enorme y querida televisión de plasma. Sí, todo sólo había sido un sueño. Una pesadilla. Nada más. Nada más…
Y abrió los ojos para confirmarlo.
Un terrorífico signo de sorpresa estalló con estridencia ante sus ojos. Seguía atado; esta vez, en una silla frente al televisor de plasma. También estaba amordazada su boca con una gruesa cinta adhesiva de color marrón. El sofá había sido rodado a una esquina del salón. Allí, justamente, se encontraba sentado, con una rodilla descansando sobre la otra, aquel endemoniado rubio que había salido del mismísimo infierno. Posiblemente del mismo lugar del que había salido Dave. No le cabía ninguna duda.
—Hola, dormilón —le soltó en desaire cínico desde el sofá. Llevaba la capucha de su parka naranja puesta, ocultando así su dorada cabeza.
El adulto intentó gritar con todas sus fuerzas durante quince minutos con cortos descansos. Fue un esfuerzo inútil: nadie le escucharía al tener la boca sellada. Kenny lo observaba sonriente, en silencio, con las manos entrelazadas sobre su regazo. Dave gritó hasta quedarse sin voz. La mancha de sangre se había quedado pegada y seca en la cara. Tenía una apariencia deplorable, muy lejos a la imagen que solía dar.
—Ey, Dave, deberías guardas tus energías. Esto no ha hecho más que empezar. Aún nos queda mucha diversión por delante.
Kenny se levantó y se acercó a él, a paso lento, parsimonioso, empleando una frívola crueldad digna de su contradictoria apariencia física núbil e indefensa.
—Es medianoche y empieza tu nueva vida, Dave —le dijo en voz alta—. Empieza tu nueva, dolorosa y corta vida. ¡Ah…! ¡Por cierto! Le he enviado un mensaje a tu novia haciéndome pasar por ti. Le he dicho que te has ido a Aspen por temas de trabajo de última hora. Fíjate que te quiere tanto que no ha puesto pega ninguna y me ha respondido con otro mensaje que no pasaba nada y que te esperaba para dentro de dos días, es decir, el día de Navidad. Nadie te vendrá a buscar o se preocupará por tu ausencia; de eso ya me he encargado yo. ¿Sabes? Fíjate lo bueno que soy que, sin conocer a tu novia, le haré el mejor regalo de Navidad que le hayan hecho en su vida: dejarla libre de semejante enfermo que tiene como novio. Porque… claro, supongo que ella no sabe nada sobre tu interés por niñitas adolescentes…. ¿verdad?
Dave calló; sin embargo, Kenny añadió duramente:
—O por un niñito como yo… —refiriéndose, claramente, a sí mismo.
Dave deseó con todas sus ganas darle una paliza y arrancarle la piel a tiras. ¿Cómo demonios sabía tanto de él? ¿Acaso su encuentro había estado siendo planeado? ¿Y por qué razón? ¿Qué razón le llevaba a hacer todo eso?
—Me imagino que te están pasando mil preguntas por tu mente repugnante —intercedió Kenny de nuevo—. Pero no te preocupes, tiempo al tiempo, Dave. Lo sabrás todo y luego te irás a arder al infierno. Que es donde tienes que estar.
Dave se quedó en silencio observando cómo el rubito encendía la televisión de plasma e introdujo un DVD en el reproductor. Antes de darle al play, Kenny se había quitado la capucha y vuelto hacia él; su pelo dorado caía en pleno desorden en torno a su rostro y reposando en sus hombros poco desarrollados.
—He estado fisgoneando tus cosas. Ya sabes…. Tenía miedo de equivocarme de persona pero… ¡qué va! Nada más verte entrar en el bar sabía que eras tú el tipo que estaba buscando. Que sepas que llevo una jodida semana viniendo a ese bar de mala muerte con la esperanza de que volvieras a actuar por allí en busca de alguna nueva víctima. Llegué a pensar que, si fueras un tío más inteligente, no volverías a pasarte por allí ni de coña. Pero lo hiciste y yo te encontré. Ahora eres mío y voy a hacer contigo lo que me plazca; lo mismo que has hecho tú con todas esas niñas —hubo un premeditado silencio—. Vas a pagar por todo lo que has hecho. Te lo juro por Dios y aunque me lleve la vida en ello que lo vas a pagar.
Dave tuvo la necesidad de preguntarle por qué lo hacía, qué era lo que le movía a actuar contra él. Podría pagarle una enorme suma de dinero por su silencio. Podría darle todo lo que quisiera a cambio de permanecer vivo; no obstante, una parte de él sabía que, con Kenny, los tratos no tenían valor ninguno: había algo más fuerte que lo movía a hacer todo aquello. Y sabía también que no tardaría demasiado tiempo en saberlo.
—Escucha —le llamó la atención—: he entrado en ese estudio que me imagino que tendrás como despacho o lo que sea. He visto las fotos de muchas jóvenes. Entre ellas, las dos que han muerto en Five Points y la última chica que murió y que encontraron en un contenedor justamente en este barrio, en Cherry Creek. ¡Pero qué sorpresa…! ¡Justamente en donde vives! Mira lo que he encontrado, Dave. Me he tomado la molestia de grabarlo en un DVD.
Fue entonces cuando Kenny cogió el mando y le dio al play…
La televisión emitió una imagen, amplia y cara, de una adolescente de cabello castaño largo. Éste lo llevaba suelto y tenía algunos mechones trenzados. Llevaba un vestido blanco, plisado y una fina rebeca de color café. Aparecía sentada en una butaca alta con una guitarra abrigada en su regazo. Al fondo se veía una cama. Era la habitación de la chica: con paredes decoradas con pósters y dibujos, peluches viejos y libros regados por el suelo.
—Hola, Dave, soy Karen McCormick —dijo la bonita chiquilla saludando con la mano—. Me habías dicho que la discográfica necesitaba de un video mío en el que me grabase cantando y así poder participar en ese casting. Pues, bueno, aquí está. Voy a cantar una canción popular que se llama Banks of the Ohio. Hay una versión que he escuchado cantar a Johnny Cash, muy famosa, pero yo he decidido cantar otra versión, no sé si la conocerás. Como sabes tanto de música me imagino que sí. La versión que haré es la que hace Olivia Newton-John de esta canción. ¡En fin! —tomó aire— ¡Vamos allá…!
Y la chica comenzó a cantar. Su voz angelical y dulce nació de los altavoces que habían desplegados por el perímetro del salón. Cuando terminó de cantar, sonrió a la cámara, Kenny congeló la imagen y se volvió hacia él. Dave se sorprendió al encontrar los ojos azules de aquel chico empañados en lágrimas.
—Ésa que ves es mi hermana, hijo de la gran puta —dijo con dolor palpable en la voz—. Y tú… tú pedazo de cerdo repugnante, ¡tú la has matado!
Kenny le propinó otro golpe en la cara. Luego de un duro tirón le deshizo de la cinta adhesiva que tenía pegada a la boca.
—¡Ahora quiero que me digas la verdad! ¡Dime que has sido tú el que la has matado! ¡Dime que también has matado a las demás chicas y puede que sea más indulgente con tu muerte! ¡Morirás sí o sí, Dave! ¡Ahora dejo en tus manos cómo quieres desear morir!
De repente Dave comenzó a vomitar sobre su barriga trabajada intensamente en un gimnasio: sólo era alcohol, ya que no había cenado. Su ropa cara quedó húmeda y maloliente.
—No te sulfures. Mira, dejaré que recapacites y que te lo pienses muy bien. Te dejaré atado aquí, frente a la tele, escuchando a tus chicas favoritas sin que nadie te moleste. Podrás ver tranquilo cómo has destrozado la vida y los sueños de todas ellas; porque eso es lo que has hecho.
Kenny le dio al play y salía otra de las chicas muertas.
—¡Hola, Dave! ¿Cómo estás? ¡Soy Lindsay! Yo voy a cantarte…
Y la grabación seguía. Después de Lindsay apareció la otra joven asesinada en Five Points. Kenny volvió a mirarle, con desprecio y asco. Volvió a colocarle una nueva tira adhesiva sobre la boca y la pegó bien fuerte.
—Vendré cuando menos te lo esperes y tendrás que decirme lo que quieres hacer. Morir por las buenas o morir por las malas. Ah, y una cosa más: la grabación cuando se acabe, se repetirá desde el principio. Una y otra vez. Hasta luego y que te diviertas.
Kenny salió por la puerta del apartamento y cerró con llave.
Pasaron dos largos días. Era Navidad. Había nevado en Denver y hacía un frío esquilmado bajo cero. Las calles estaban vestidas con luces de colores y se oían cancioncillas alegres en cada esquina. Al entrar Kenny por la puerta del apartamento y cerrarla rápidamente tras de sí, un olor muy desagradable pernoctó en su nariz como un duro golpe en la cara. Los altavoces seguían apuntando la voz de una de las chicas asesinadas que cantaba. El hombre estaba despierto, atado en su asiento, con la vista perdida, distorsionada. La silla no estaba en pie, sino que había caído de lado con el hombre atado a ella. Kenny supuso que había intentado escapar. Idiota…
Dave temblaba espasmódicamente a causa de la ansiedad de llevar dos días sin chutarse droga al cuerpo. Debía de tener los músculos engarrotados del dolor. Asimismo, se había visto obligado a mear y defecar encima. Su cara estaba demacrada y se notaba que había perdido varios kilos. Esta vez se mantuvo callado, sin decir nada, mientras Kenny erguía la silla de nuevo y lo levantaba del suelo.
—¡Feliz Navidad, Dave! ¿Qué tal te ha ido en casita? ¡Veo que muy bien! —dijo con una falsa sonrisa.
Dave siguió mirando a Kenny, con ojos de locura y odio, sin decir nada. Le quitó la cinta de la boca.
—¿Tienes sed?
—Vete… —tosió Dave— vete al infierno… jodido loco.
—¡Vaya! Así que yo soy el loco. No, gilipollas, te equivocas. Sólo soy alguien que ha perdido a su hermana y sólo quiere vengarse. ¿No te parece lógico?
Kenny acercó una botella pequeña de agua ante los pies de Dave. Al estar atado, no podía moverse, por lo que la visión de Dave, ansioso de calmar su doliente sed, se había convertido en una imagen macabra. Kenny tomó la botella y le dio de beber. Las chicas muertas seguían cantando, una por una, en el televisor. Dave se sintió más calmado y bebió agua atropelladamente hasta acabarse la botella.
—Es agua con sal. ¿Lo has notado? —Kenny rió— Quedarás deshidratado en un par de horas y te secarás como una puta pasa.
Luego Kenny se encendió un cigarrillo y fumó durante un rato frente a su cara. El instinto de Dave se alteró. Necesitaba aplacar el mono que cargaba encima desde hacía dos días; el período de abstinencia más largo que había experimentado en la vida. Lo peor de todo es que tenía los frasquitos de caballo y coca en los bolsillos de la chaqueta que estaba tirada en el suelo, a un par de pasos de dónde esta él. Comenzó a agitarse frenético en la silla para deshacerse de las ataduras y poder estrangular a Kenny. Dave quería vivir. No quería morir. No quería morir así…
—No quiero morir así… —balbuceó inconscientemente y Kenny lo oyó. Otra risa pobló su boca.
Kenny apagó el reproductor de DVD y las chicas finalmente descansaron.
—Muy bien, Dave. Lo comprendo. Así que… vamos a terminar con esto, ¿quieres?
Dave asintió cual niño pequeño tras una reprimenda. Kenny, en respuesta asintió y puso frente a él una cámara de video casera que le pertenecía y que, posiblemente, el rubio la había cogido de donde la tenía guardada.
—Antes de encenderla voy a decirte lo que tienes que hacer y, cuando acabes, todo terminará rápido para ti.
Dave asintió sumiso completamente. El rubio sonrió ante este hecho.
—Vas a contarle a esta cámara lo que has hecho. ¿Preparado?
Volvió a asentir. La luz roja de grabación se encendió y Kenny lo observaba tras la cámara, con los brazos cruzados delante del pecho y sus ojos azules clavados como dos afiladas agujas en su rostro.
Y Dave comenzó a soltar por su boquita todas las atrocidades que hizo mirando a la cámara.
Un día más tarde un cuerpo de policía llegó ante la puerta del apartamento de Dave. Junto a ellos estaba la guapa y ricachona novia, quien lo había estado esperando todo el día de Navidad y no había tenido ninguna noticia de él. El hedor a podrido hizo que los policías y la mujer necesitasen mascarilla para poder entrar y no vomitar. Llegaron al salón y allí lo encontraron: atado en una silla y respirando costosamente. Como si alguien lo hubiera dejado morir en ese estado.
La novia corrió hasta él, abrazándolo y gritando desesperada.
—¡Dave! ¡Oh, Dave! ¿Qué te ha pasado? ¡Oh, cariño!
—No estoy…. No estoy preparado para la eternidad —susurró delirante Dave; en una voz deshecha y ronca.
El rico ejecutivo que trabajaba para una discográfica musical miró a su novia por última vez, entre compungido y deteriorado, y exhaló un último suspiro. Un policía en ese momento había encendido la cámara que tenía delante y se comenzó a escuchar:
“Soy Dave Flynn. Tengo treinta y cuatro años. Yo he matado a Karen McCormick, Lindsay Savannah y Samantha Douglas. Así como las desaparecidas Meredith Johnes, Gloria Fernández, Katia Buzinski y Clarice McGhee, cuyos cadáveres aún no han sido encontrados y que yo mismo enterré en … —dijo los lugares uno por uno, pausadamente—. Mantenía contacto con ellas a través de chats en Internet y las convencía de que las convertiría en cantantes. A todas ellas les mentí: les dije que harían un casting de prueba en Denver. Quedaba con ellas, normalmente se escapaban de casa y no se lo contaban a sus padres, por lo que eso me ayudaba mucho para hacer con ellas lo que quería. Las llevaba hasta este apartamento —el hombre calló y tragó costosamente saliva—: aquí las violaba, las torturaba y luego las enterraba lejos. Eso es todo.”
La noticia del hallazgo del asesino muerto se propagó como la pólvora por las noticias. Kenny sonrió. Ahora sentía algo más de paz en su alma. Después de haber grabado la declaración de Dave, lo había dejado morir allí. El hombre pegó alaridos de súplica para que lo ayudase, o que al menos, lo matase de un tiro de bala.
—Yo ya no tengo nada que hacer aquí —le soltó antes de desaparecer por la puerta—. Ahora que Dios se encargue de ti. Yo por fin podré llorar por la pérdida de mi hermana.
Tanto sus padres como Kenny pudieron sentirse aliviados de que el asesino había pagado por sus actos y que ya estuviese bajo tierra. Kenny nunca contó a nadie lo que había ocurrido con Dave.
Todo terminó como tenía que terminar.
El mismo día de Navidad en que Dave se declaró, ya llegada la noche, Kenny había llegado a South Park después de dos largas horas de trayecto en bus desde Denver. Antes de ir a casa, pasó por el cementerio. Vagabundeó por entre lápidas blancas cubiertas de nieve hasta dar con la que buscaba. Quitó la nieve que anegaba la lápida de su querida hermana. A su lado, hizo un pequeño hueco en la tierra escarbando con sus manos enguantadas. El hueco no era profundo: sólo de pocos centímetros y no era más grande que una pelota de béisbol.
Kenny besó una pulsera de plata y la enterró. De la pulsera colgaba una niña pequeña con una corona en la cabeza. Ésta iba de la mano con un muñeco mayor, disfrazado como un superhéroe, con capa negra y un uniforme morado con unos gayumbos blancos por encima. Los había hecho Kenny con pasta de vidrio y los había añadido a una pulsera.
—Feliz Navidad, princesita.
Por fin, el ángel de la guarda de la princesita muerta pudo llorar en paz.
FIN
#Para El Pájaro de Fuego#Silenciosa#South Park Secret Hankey#South Park#Kenny McCormick#Mysterion#Karen McCormick
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Para Caro-chan
Título: He's mine!
Autores: Sakurarichan. Como Kickass Hankeys por deserción del Secret Hankey original.
Personaje/pareja(s): Stan Marsh, Kyle Broflovski & Craig Tucker (Styleig).
Rating: K (5+)
Disclaimer: Ni South Park ni sus personajes me pertenecen por mucho que les quiera. Trey Parker & Matt Stone.
Advertencias: --
Notas: ¡No tengo nada que añadir! ; v ; )/
#Para Caro-chan#Sakurarichan#South Park Secret Hankey#South Park#Stan Marsh#Kyle Broflovski#Craig Tucker#Styleig
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Para Maria-Maestropiedra
Título: Mi Lugar Siempre Será Junto A Ti.
Autor: Creekparadise.
Personaje/pareja(s): Craig Tucker & Tweek Tweak (Creek).
Rating: T (13+)
Extensión: 2.610 palabras (5 páginas de Word).
Resumen: Porque tuve que afrontar lo peor que pude haber imaginado, PERDERTE.
Disclaimer: South Park y todos sus personajes les pertenece a Trey Parker y Matt Stone (Comedy Central).
Advertencias: Muerte de un personaje. Angst/Drama.
Notas: --
No siempre había mirado a la rubia-Un nuevo día empezaba, lo poca luz que se colaba por mi ventana lo indicaba... además de los gritos que daba mi madre para que me despertase. Me levanté pesadamente y me vestí. Nada especial: Unos pantalones de mezclilla negros, una sudadera azul, converse negras y mi fiel chullo azul.
Bajé las escaleras sin muchas ganas que digamos y me senté en la mesa dispuesto a desayunar, ignorando la molesta presencia de mi hermana. Ella parloteaba quien sabe que cosas a mi madre, mientras yo tomaba una tostada... ¡MIERDA! Mi mente se iluminó por un momento ¿CÓMO PUDE OLVIDARLO? ¡TWEEK! Le había prometido llegar temprano a recogerlo.
Corría cuanto mis piernas podían, incluso más... Podía divisar a lo lejos la casa de los Tweak, y una pequeña silueta sentada en el borde de la acera, haciéndome sonreír al distinguir de quien se trataba. A medida que me acercaba, notaba más su expresión. Ceño fruncido, sin duda me había estado esperando. La vista perdida en sus zapatos. Al llegar a su lado, todavía no había notado mi presencia; me aclaré la garganta, llamándole la atención, haciéndole pegar un salto. A pesar de su enojo, pude notar una chispa de felicidad al verme ahí.
–¡GAH! L-Llegas tarde –Dijo, mientras se ponía de pie.
–Lo sé – Respondí restándole importancia... Aunque, por dentro, realmente me disculpaba.
Empezó a caminar, y, casi automáticamente, lo seguí.
Llevábamos ya la mitad del camino a la escuela, caminando, gracias a unas paranoias de Tweek sobre la conductora del autobús y su supuesta relación desconocida con el gobierno. Todo iba perfecto, yo caminaba en silencio, mientras él me contaba, entre temblores y tics, su nueva experiencia con los gnomos.
Un auto se apareció a nuestro costado, acercándose a la acera mientras bajaba la velocidad. Lo observé sospechoso al momento que pasaba mi brazo por los hombros del rubio, notando como su cuerpo se tensaba.
En ese momento, uno de los ocupantes del automóvil se asomó por la ventanilla del transporte. Lo reconocí enseguida, el tipo era parte de una banda con la que había tenido un encontronazo hace unos días atrás.
La noche reinaba, las calles estaban letalmente vacías y el frío aumentaba conforme pasaba la noche. Yo caminaba a paso muy rápido, se nos había echo tarde en casa de Token y los Tucker vivimos bastante lejos de los Black. (Mi amigo había insistido en llevarme hasta mi casa, pero yo me negué rotundamente, ¿Por qué? No lo recuerdo muy bien).
–¡He! ¡Tú! ¡¿NO SABES QUE ESTAS EN NUESTRO TERRITORIO?! –Gritó una molesta y nasal voz. En la acera de enfrente logré divisar un grupo de personas, no más de cinco integrantes. Simplemente decidí no prestarles atención y seguir mi camino, lo que menos necesitaba ahora eran problemas.
Ante mi falta de atención, supongo, se cruzaron de acera, quedando atrás mío.
–¡Vamos! ¿Quién demonios te crees, basura? –Dijo la misma voz. Cerré los puños con fuerza, conteniéndome las ganas de asesinarlo en ese momento.
–Oh, ¿La nenita se enojó? ¿Qué harás? ¿Llamarás a papi a que te venga a ayudar?... Marica. –Sí, esa fue la gota que desbordó el vaso. Me di vuelta, atinándole un fuerte golpe en la nariz, rompiéndosela. Y, como un genial agregado, haciéndole caer al suelo– ¡MALDITO PENDEJO!- Sus perritos falderos estaban por tirarse sobre mí, pero él los detuvo. –Ya me vengaré de ti, te daré donde más te duela –Dicho esto, se levantó con ayuda de uno de los tipos que lo acompañaba. Se comenzaron a alejar, diciendo cosas respecto a mí, a mi madre y sobre la "hermosa", ahora dañada, cara del que parecía ser su líder.
El recuerdo de esa noche pasó en un segundo por mi cabeza, casi tan rápido como lo que estaba por suceder, mientras caía en cuenta de lo que pasaba.
¿Dónde más me duele?... ¡TWEEK! Iba a sacarlo de ahí, ¡COMO SEA!... Tarde. El tiempo le había arrojado un pedrusco de hormigón. El breve recorrido en el aire que éste había hecho se me hizo eterno, el objeto golpeó de lleno en la cabeza de mi paranoico amigo. El auto salió como alma que se la lleva el Diablo.
Con el brazo, rodee la cintura de Tweek fuertemente, mientas él se recargaba en mi pecho. Lo recosté cuidadosamente en el suelo, me saqué mi chaqueta y la presioné contra la herida en su cabello.
Él apretaba mi brazo con fuerza, mientras de sus ojos no paraban de salir cristalinas lágrimas. Con todo el cuidado del mundo, lo estreché contra mí, mientras, con mi mano libre, presionaba la tela contra su cabeza. La sangre no dejaba de brotar de la herida, empapando toda la chaqueta.
No podía moverme, no podía hacer más que eso.
–A-... ¡AMBULANCIA! ¡¡LLAMEN A UN AMBULANCIA!! –Dijo una voz, sacándome del shock. Un grupo de personas se había formado a nuestro al rededor, expresiones de preocupación y horror grabadas en su rostro.
Mi amigo aún lloraba a cántaros, pero ya no me miraba. Su vista estaba perdida en el cielo. Yo todavía presionaba la, totalmente mojada, chaqueta
La ambulancia llegó, arrancándolo de mis brazos, metiéndolo en su interior recostado en una camilla, cerrando sus puertas tras de sí.
–.. ¡YO..! ¡YO IRÉ CON ÉL! ¡POR FAVOR! –Le grité desesperadamente a un enfermero, mientras lo tomaba del cuello de la ropa, zarandeándolo un poco.
Sin emitir ninguna palabra, el tipo abrió la puerta del vehículo, dejándome el paso para que entrara; me coloqué a su lado, con los nervios a flor de piel. Vi su mano caída de la camilla y sin dudarlo la tomé, y la acaricié dibujando círculos imaginarios en ella...
...
Estaba caminado de un lado para el otro, totalmente nervioso y preocupado; tal como Tweek cuando buscaba los calzoncillos que los gnomos le "robaban" por las noches.
Trasladaron a mi amigo al hospital sin inconvenientes... además del que ya tenía, claro. Apenas llegamos, todo se volvió un descontrol, con las enfermeras corriendo de un lado para el otro y constantes llamadas a los doctores por el altavoz. Hasta que lo metieron a una habitación y ya no lo volví a ver.
La puerta de su habitación se abrió, dejando salir al doctor. La misma se cerró tan rápido que no logré divisar nada en su interior. Levanté la vista, encontrándome con el rostro del profesional que, sin duda, no reflejaba nada bueno...
–¿Cómo está? –Dije con un hilo de voz, temeroso por su respuesta.
El hombre suspiró y luego habló. –Lo siento, no hay nada que podamos hacer, perdió mucha sangre... –No sé qué más dijo, mi mente viajó; Se transportó a los viejos tiempos, todos aquellos buenos momentos vividos con Tweek. Todas esas cosas que me encantó vivir junto a él, todos esos pequeños detalles. Mi vida con él, NUESTRA vida...
Mis pies se despegaron del piso y entré rápidamente a la habitación. Las enfermeras que estaban rodeando la cama del rubio estaban por replicar, pero el hombre detrás mio les ordenó que nos dejaran solos, y así fue..
Me acerqué hasta él y contemplé su rostro pálido, más de lo normal, ojeras bien marcadas y sus ojos... Sus verdes ojos ya no tenían ese brillo que tanto me enloquecía, ahora este era remplazado por dolor y tristeza...
–Lo siento, amigo... yo... –Susurré.
–Tranq-... Tranquilo, Craig... Nhg... No fue tu culpa... –Me brindó una cálida sonrisa, cual respondí melancólicamente.
Era el final. Estaba cerca, él lo sabía y yo también. Ya no había vuelta atrás. Quería echarme sobre él y rogarle que sea fuerte, que resista y que se quede para siempre conmigo.
Podía sentir como La Muerte se iba haciendo presente, dejando una helada brisa y una sensación de vacío a su paso. La sentía, tan oscura y maligna, acomodarse paciente en el respaldar de la cama de mi amigo. Expectante del momento preciso de cumplir su tarea. ¡NO LA QUERÍA AHÍ! Quería echarla y hacerle entender que no debía volver en MUCHO tiempo.
Sin dudas, todo fue inútil. Solo... Solo quería compartir ese momento con Tweek, acompañados de un buen par de cafés y charlas ocurrentes, nada más que eso era posible ahora. Pensaba en fugarnos como sea del hospital y correr lejos de él, pero, solo serviría para empeorar las cosas, además de que no cargaba con las fuerzas necesarias para lograrlo, no, hoy no...
...
Tweek Tweak falleció esa misma tarde. Nos abandonó aquí a todos, dejándonos sin su hermosa sonrisa, sin sus grandes ojos verdes y sin su melodiosa voz. Solo con recuerdos muertos que alguna vez tuvieron vida gracias a él. No podía creerlo, NO QUERÍA creerlo. Quería pensar que el rubio entraría por la puerta diciendo que todo había sido una broma de mal gusto, llenando así el vacío que se había formado en mi pecho.
No pude alejarme de aquél cajón donde descansaría eternamente, con una expresión de paz grabada en su rostro. No dejaba de acariciar sus cabellos y mejillas. Su madre estaba como yo, solo que ella lloraba a sus pies, aferrada a su marido para no caer al suelo y conseguir, además, algo de consuelo y apoyo en él.
Todos los allí presentes tenían gotas saladas corriendo por sus mejillas, algunos cataratas y otros con algunas lágrimas traicioneras, todos. Sin embargo, yo no podía. Mis ojos estaban secos y mi rostro neutral, como siempre; no podía, simplemente. ¿Por no creer que se había ido? ¿Por qué aún lo sentía conmigo? ¿Por no querer demostrar mi debilidad? Ummm, tal vez.
Los señores Tweak me odiaban, me hacían responsable. No los juzgué, yo pensaba lo mismo.
Token, que estaba tratando de calmar un poco a Clyde, quien no paraba de llorar, se acercó hasta mí, pasándome un brazo por los hombros.-Vamos amigo, tomemos un poco de aire –Me dijo en un susurro. Negué levemente con la cabeza, sin despegar mi vacía mirada de Tweek.
Haciendo caso omiso, Black me condujo por los pasillos del lugar hasta el patio trasero, soltándome recién al llegar.
–Yo... Todo esto es mi culpa –Murmuré, pasándome una mano por el cabello.
–No es cierto. No fue tu culpa, fue la de esos... Esos malditos –Levanté el rostro por primera vez, encontrándome con sus ojos rojos e hinchados. Sin dudas, él también estuvo llorando.
–Yo... Yo lo quería... -–Bajé la vista a mis pies nuevamente.
–Todos le querían...-
–¡TÚ NO ENTIENDES! ¡YO LO AMO! ¡JAMÁS SE LO DIJE Y JAMÁS LO SABRÁ! ¡SOY UN COMPLETO IDIOTA! –Grité, interrumpiéndole; mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.
Él comprendió y me abrazó con todas sus fuerzas, mientras yo rompía en llanto. Al fin pude llorarle, ahora dudo que me detenga.
...
Los días pasaron, junto con el recuerdo de mi amigo, ¡¿Acaso todos le olvidaron?! ¡¿Por qué mierda estaba todo tan normal?! ¿Cómo podían seguir sonriendo?
Lo único que hacía era venir a clases, volver a casa y encerrarme a llorar y a recordar los momentos con mi rubio.
Token y Clyde se pasaban de vez en cuando por mi casa para confirmar si seguía vivo o si me había ido tras mi amado... Sabía que se preocupaban, pero también se molestaban con mi aura negra y mi actitud pesimista, pero aún así no me a abandonaron. NO. No como ÉL. Debería de odiarlo por haberme dejado aquí, pero él no escogió, ni siquiera tuvo la oportunidad de pensarlo.
Sin él, todo estaba peor. Mi felicidad se fue con él, dejando en su lugar un corazón roto, un alma sin vida y un cuerpo vacío.
Los días pasaban, empeorando mi estado. Vivía metiéndome en pleitos, volví a fumar (vicio que había dejado gracias a las insistencias de Tweek), nunca me encontraba completamente sobrio, me enredé en varias malas adicciones.
Mi estado preocupaba demasiado a Black y hacía llorar a Donovan, quien se deprimía al verme así. ¿Aún éramos amigos? No tenía idea, y para ser honestos, ya poco me importaba...
...
El estado de mi habitación era deplorable, aunque, no tanto como el mio, y cada día empeoraba más. Botellas de alcohol vacías esparcidas por todo el piso, colillas de cigarrillos haciéndoles competencia, frascos de pastillas escondidos bajo mi cama.
De repente una hermosa imagen se atravesó por mi traicionera mente; allí estaba él, mi querido Tweek sonriéndome tal como hacía esa mañana. Por alguna extraña razón, me sentía contenido... Pero, no todo es color de rosa, no. La imagen de mi amigo se distorsionó terroríficamente. Su bella expresión, de un instante a otro, se transformó en una mueca de horror; sus verdes orbes estaban desorbitados y de su dorado cabello comenzaba a botar aquél líquido carmesí, bañando la mitad de su rostro.
No resistí más esa terrible imagen y bajé la vista a mis manos... ¡NO! ¡NO PODÍA SER POSIBLE! ¡¿POR QUÉ?! La sangre Tweak estaba regada en mis manos; como un cargo de conciencia, como una marca de culpabilidad, como el infinito recuerdo del peor momento de mi vida... Y la de Tweek.
Ya no lo soporté. Tenía que acabar con eso COMO SEA. Tomé una de las tantas pastillas que estaban fuera de sus frascos y me las tragué sin dudarlo ni un segundo. Cerré los ojos con fuerza, sintiendo como bajaban por mi garganta, raspándola a su paso. Contradecir dolor con más dolor, GRAVE ERROR.
Palpé un poco el piso, hasta que la encontré. La tomé y me la llevé a los labios. La botella estaba a medio terminar, la acabaré en este momento. Bebí todo el alcohol que quedaba en la botella, que ayudaba en el paso de las pastillas.
Me recosté en el piso a esperarla, con una macabra sonrisa dibujada en los labios. Una vez más estaba frente a esa perra, esa maldita que se llevó todo de mí. ¿Viene a refregarme los "geniales" resultados de su labor? O, para lo que la busqué, ¿Arrebatarme mi último y vacío latido del corazón? Se lo daré, ya no tenía ninguna razón para conservarlo... Sí, La Muerte me visitó otra vez.
–¡NO! –Abrí mis ojos en sobremanera, con la respiración acelerada. Lo único que veía era el techo de mi habitación. ¿Mi habitación? Pero si yo...
–Nhg... ¿Craig? –Bajé la mirada, y allí me encontré la imagen más hermosa del mundo. Allí estaba Tweek, recostado sobre mi pecho, vestido solamente con una de mis camisas viejas, refregándose uno de sus ojitos con la palma de su mano. –¿E-Estas bien? Ngh. ¿Te…Te hicieron algo los g-gnomos?-
Sonreí abiertamente, y lo estreché contra mi pecho. -Lo importante es que tú estás bien- dicho esto lo besé en los labios, como si fuera la primera vez que lo hiciera después de mucho tiempo, él me correspondió, tratando de seguir mi ritmo.-Es temprano, volvamos a dormir. Te amo, Tweek Tweak- Le besé nuevamente, y lo estreché más contra mí.
–Yo.. Yo también te amo, C-Craig –Se acomodó en mi pecho, cerrando los ojos.
Ahora que sé lo que es perderte, jamás dejaré de decirte lo mucho que te amo, lo que significas para mí. No solo en palabras, sino en actos. Besos, caricias, abrazos. Nunca te dejaré, ni te lastimaré. Porque, me di cuenta lo que eres para mi, lo que significas para mi. Me uní tanto a ti, que si te vas, una parte de mí estaría muerta. Nunca me dejes, yo nunca lo haré. Te amo, no me cansaré de decírtelo.
Besé su frente, y sonrío, mientras acomodaba mi rostro sobre su cabello. –Te amo. –Susurré, cerrando los ojos, y caí en los brazos de Morfeo.
#Para Maria-Maestropiedra#Creekparadise#South Park Secret Hankey#South Park#Craig Tucker#Tweek Tweak#Creek
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Para cisza5
Título: Christmas Creek.
Autor: Francisca Kiefner.
Personaje/pareja(s): Craig Tucker & Tweek Tweak (Creek).
Rating: T (13+)
Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son de Trey Parker & Matt Stone.
Advertencias: --
Notas: No sabía bien cómo expresar todas las cosas que te gustarían en el dibujo... pero espero que al menos sea de tu agrado y te saque una sonrisa porque está hecho con cariño c:
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Para Dú
Título: En un abrir y cerrar de ojos.
Autor: symphknot (Melodie C.).
Personaje/pareja(s): Eric Cartman & Kyle Broflovski (Kyman).
Rating: MA (18+)
Extensión: 4.639 palabras (12 páginas de Word).
Resumen: La rutina puede quebrarse en un solo momento, tal vez en un abrir y cerrar de ojos.
Disclaimer: South Park le pertenece a Trey Parker y Matt Stone, este fic está elaborado sin fines de lucro.
Advertencias: Slash.
Notas: --
Todos los días la relación entre ambos era lo mismo. Por las mañanas, en la parada del autobús, llegaba Kyle, Stan, Kenny y al último Cartman, se saludaban y Cartman hacia un comentario grosero que hacia enfadar a Kyle, este le devolvía la frase con más sarcasmo, o violencia, y entonces Cartman le seguía el juego hasta que sus amigos se aburrieran, se pusieran a pelear, o llegara el autobús. Siempre era lo mismo, una rutina, hasta que quedaban en el último curso de preparatoria, y un día toda la rutina se quebró ¿Cómo sucedió esto?
Pero los minutos pasaron y no llegó Stan. Kyle miraba el reloj de su bolsillo, se sentía extraño…quizás se enfermó, están en pleno invierno y las heladas en South Park son de temer. Pronto se acercaría una tormenta de nieve, y en consecuencia a las temperaturas, la gente enferma más. Sí, debió ser eso, Stan se enfermó.
Pero los minutos siguieron pasando, y tampoco llegó Kenny, esto a Kyle no le pareció muy extraño, ya que Kenny, como es conocido por cada uno de los habitantes de South Park, moría y revivía siempre por esa extraña maldición. Y bueno, Kenny no era el tipo más responsable que había, así que Kyle pensó que Kenny murió o se quedo en su casa durmiendo, eso debe ser.
Ahora Kyle esperaba la aparición de la siguiente persona, no muy de su agrado a decir verdad, esta persona con el paso de los años, había dejado de ser tan culón. Kyle nunca admitiría esto en voz alta, pero Eric Cartman había bajado realmente de peso en los últimos años, demasiado a decir verdad, ahora tenía hasta admiradoras… Para no creer, ante esto Kyle no pudo evitar soltar una risita, Eric Cartman el de huesos grandes y de culo enorme, elegido cuando niño el más feo de la clase, tenia admiradoras… Aún así Kyle pensaba que era justo, porque Eric Cartman ahora era un tipo caliente.
Y por supuesto Kyle jamás admitiría eso en voz alta.
–Qué tal judío –la voz de Cartman sacó rápidamente a Kyle de sus pensamientos– ¿y los chicos?
–Estás ciego culón, no han llegado.
–Cielos Kahl… ¿Qué te pasa hoy? –Cartman sonrió– ¿Tienes arena en tu vagina de nuevo?
Kyle abrió sus ojos muy grandes (como cada vez que este le decía lo mismo una y otra vez) –No tengo arena en mi vagina!... ni siquiera tengo vagina.
El autobús llegó y ambos rompieron parte de su inicial discusión de siempre, pero Eric antes de subir al autobús, le dijo a Kyle “Quisiera comprobarlo algún día Kahl…Algún día.”
Las rutinas nos llevan discretamente a un camino que parece ser derecho, todo esto lo creemos, hasta que inesperadamente, de forma casual, llegamos a un punto donde nos topamos con más direcciones. Y entonces, no sabemos cuál elegir.
Ya dentro del autobús, Kyle no sabía dónde sentarse. Bebé discretamente le guiñó un ojo, Token puso su mochila en el asiento de al lado, Craig le hizo su señal, y Cartman le dio una “agradable” sonrisa. Kyle sospecho que Bebe podría querer aprovecharse de él y agarrarle el culo como lo ha hecho antes (y delante de todos), así que obligadamente de sentó junto a Cartman. Él no pasó desapercibida la sonrisa descarada que Eric mantenía en sus labios…Kyle lo había notado…Cada vez que ambos estaban juntos, Eric no quitaba su sonrisa, no era la más agradable de las sonrisas, pero sí lograba hacer que Kyle olvidara todo el odio que decía tenerle a este, e incluso, secretamente después de cada jornada de estudios, al irse a la cama, lograba pensar en Cartman y su sonrisa boba… Se preguntaba si no se cansaba de tenerla cuando discutían, ya que lo hacían periódicamente y mucho tiempo, pero a Kyle esa sonrisa boba le producía, cada día unos escalofríos más notorios, como el que le estaba sacudiendo en estos instantes.
–Judío tienes frío verdad… apuesto que tu adorable y santa madre no pensó en las bajas temperaturas de afuera…Oh Kyle que zorra de madre tienes.
–Cállate Cartman… no sabes de que hablas –ahí de nuevo se acentúa la sonrisa de Eric– Siempre críticas a mi madre, pero no miras la que tienes tú culón.
–Cielos Kahl en realidad te levantaste con arena en la vagina hoy…a ver –agarra un brazo de Kyle y lo acerca sutilmente a su boca, su sonrisa se ensancha y acerca sus labios al oído de Kyle– ¿Te la sacaste ayer por la noche o necesitas que alguien limpie ese lugar judío?
Bruscamente suelta su agarre de Cartman, el maldito comenzó con el juego de acercarse más a Kyle de vez en cuando… Suele suceder cuando la atención de todos está en otras cosas, y Cartman parecía aprovecharse de esas situaciones y tirar del brazo de Kyle, hasta que (agachándose un poco para igualar estaturas) susurraba cosas al oído de Kyle. Este terminaba muy confundido y molesto, y también sonrojado muy a su pesar. Temía que Cartman se diera cuenta de su sonrojo, aunque al parecer ya era demasiado tarde.
La llegada a la escuela no tuvo mayores inconvenientes, Eric y Kyle no conversaron nada más durante el trayecto, solo Kyle le daba unas miraditas fugaces a Eric y este miraba de reojo todo el tiempo al pelirrojo, nota que para ambos no paso inadvertida en lo absoluto.
El día transcurrió tranquilo, las clases de geografía de Kyle estuvieron normales, el profesor preguntaba y ahí estaba él, un alumno estrella para responder. Ante cada respuesta correcta Cartman bufaba, ya que este se sentaba detrás de a Kyle, tampoco perdió tiempo para moverle la silla, o tirar de vez en cuando un rizo de su cabello.
Así el día pareció recobrar cierta rutina, pero todo podía cambiar en un par de segundos.
Cartman suavemente entró a la habitación del judío. Todo estaba tal cual como siempre, las cosas todas ordenadas, la ropa bien doblada, ni un rastro de basura en el suelo, y su judío favorito durmiendo profundamente con las sábanas hasta la mitad de su cuerpo. Oh sí, todo iba con normalidad.
Se apresuró a tomar la cámara y a despejar un poco “el panorama”.
Todos sabían lo desgraciado que podía llegar a ser él, especialmente con Kyle. Lo que no sabían era que este mismo era parte de sus secreto de hace tres años.
Si alguien entraba en al computadora de Eric, abría los archivos ocultos y se topaba con la carpeta de “Kyle”, estaba perdido…
Pero nadie lo iba a hacer, nadie sospechaba nada.
Eric guardaba una gran atracción hacia el chico pelirrojo que dormía plácidamente sin tener conciencia de ser desnudado poco a poco.
Quitando el flash y el sonido, se apresuró a tomar fotografías muy sugerentes. Algunas dejaban ver la cintura de Kyle, otras el pezón, las caderas, más y más abajo… La boca de Eric amenazando con probar de Kyle, en todos los sitios descubiertos por este.
Siempre era lo mismo para Eric en las noches, no podía evitarlo, sino no dormiría bien.
Pero esa noche las cosas no salieron como esperaba...
–¿Kyle? Qué demo-…???
–Cartman… Por favor….acércate a mí…no te haré nada.
Lentamente se acercó obedeciendo… Los ojos de Kyle eran distintos, se veían más oscuros, como si todo signo de bondad haya sido arrebatado por el nuevo Kyle que hace momentos dormía placenteramente (y al cual él aprovechaba para sus oscuros deseos).
Se acercó lo suficiente como para ver en detalle cada pequeña peca del judío, pero no tanto como para dejar que este se acercara a él.
O al menos eso creía.
Kyle se inclinó con sus pies hasta la altura de la cara de Cartman, se acercó colocando sus brazos alrededor del cuello de este, a lo cual Cartman reaccionó con un pequeño salto ¿Qué demonios le pasaba?, él creía que si algún día Kyle lo descubría en su pequeño pasatiempo, se enojaría, le darían los demonios y lo echaría a patadas de a casa. ¡Pero nunca imaginó que Kyle se despertaría suavemente en la sesión de fotos y le llamaría a acercarse a él para tirarse en sus brazos! Y más contando que este estaba semidesnudo por su causa… Y aún menos cuando suavemente comenzó a suspirar en su cuello, causándole unos infernales cosquillas de placer,
–Kyle ¿Qué dem-..?
–Shuush….déjate llevar…al final es lo que siempre has querido ¿no?
Espantado por la revelación alejó a Kyle con sus brazos, y casi sacudiéndolo le gritó –¿Qué demonios, judío? ¿Crees que caeré en tu trampa de engaño judío? ¿Qué pretendes?
El aludido soltó una pequeña sonrisita hasta que se convirtió en carcajada
–Jajajaja Cartman, Cartman Cartman eres un gallina.
Levantándose de la cama terminó de sacarse el bóxer ya corrido por las manos de Eric. Caminó lentamente hacia este, alargando más cada vez sus pasos debido a la distancia que Cartman tomaba cada vez que este se acercaba.
–Oh pequeño Eric, ven aquí.
–No…tú no eres Kyle ¡El judío no se comportaría así!
–Soy Kyle...y también no lo soy…vamos ven…
–No…
Terminando el trayecto de ambos en una esquina de la habitación, Kyle se acercó apretando cada fibra de su cuerpo en el ya incómodo Cartman, lo miró atentamente. Sus ojos castaños más abiertos de lo habitual, su boca levemente apretada y sus mejillas sonrosadas.
–Eric…
–Ah…qu..?
Este ya no tenia palabras en su boca. Menos cuando Kyle comenzó a refregarse en él, uniendo cada parte de su ser en un vaivén de placer al que poco a poco accedía. El impuro placer al que siempre se obligaba a soñar con los ojos abiertos en cada sección de baño..
–Sé que lo deseas también Eric... –susurró Kyle en el oído de este– Yo también lo he estado deseando…Ahora hazme tuyo…
Y poco a poco sintió los labios de Kyle, tan suaves y cálidos como lo imaginó un par de meses atrás.
Cuando aceptó su condición.
Y se sentían tan bien que a Eric se le olvidó el tiempo, el lugar, los días…
Parecía que pasaran años y así hasta la eternidad.
Apenas sintió un pequeño golpe, pero lo suficientemente fuerte como para hacerlo desaparecer del paraíso al cual estaba siendo sometido.
El sol se filtraba suavemente por las cortinas, dándole una pequeña sensación de calor. Quería abrir los ojos, pero se sintió repentinamente cansado, como si hubiese estado corriendo por un kilómetro sin parar. Quería mover las piernas, pero las tenía semi dormidas, tal cual sus párpados. Comenzó a tratar de recordar…algo le había provocado un calor infernal, pero este era placentero. Era algo que no pasó desapercibido para su ser, una persona que ha significado algo en su vida, un pelirrojo, su compañero, su enemigo-amigo… El calor de su cuerpo, ¿o era el calor del sol?, ya ni sabía. Se olvidó por un minuto de sus piernas cansadas, de sus párpados caídos, y se procuró sentir de nuevo la fantasía de la noche anterior, consiente de que pudo haberse tratado de un sueño (pues para que el judío que hiciera algo así..tendría que acabarse el mundo). Sintió nuevamente el deseo corriendo por sus venas, el acto impuro que Kyle había descubierto, fue el conducto que necesitaba para saber guiar sus acciones desde ahora en adelante. Pero había algo que no recordaba ¿Realmente Kyle y yo lo hicimos?... ¿fue un sueño?...
¿Qué fue lo que no me permite recordar?
Las clases del Sr Garrison se hacían cada vez más monótonas.
–Bien chicos pasaremos el último tema y se irán así que no quiero que se queden dormidos en mi clase… ¡KENNY!
–Uh? –comentó Kenny abriendo un ojo para mirar.
Todos en la clase estallaron a carcajadas, todos menos Cartman, se encontraba mirando el puesto del judío, quien faltó a clases misteriosamente.
A la salida de la escuela-
–Hey hippie!
–Cartman ¿qué quieres?
Eric conversó con Stan acerca del judío que nos e presentó, Stan no le quiso decir nada más que solo se encontraba cansado y se fue.
¿Cansado?, mm será mejor que valla a ver las cosas por mi mismo…esta noche nos encontraremos de nuevo mi pequeño judío.
La luna se hacía cada vez más brillante en la imperiosa oscuridad de las calles de South Park. Y mientras el pueblo dormía plácidamente a altas horas de la noche, un joven de aproximadamente 16 años de edad, se aproximaba en busca de respuestas (o algo más) a la casa del chico con el cual compartían una eterna relación de amor-odio. En verdad quería saber si lo de anoche fue solo un sueño, o si fue algo más, la verdad es que estaba bastante intrigado.
Los pasos cada vez eran más cautelosos.
Vamos Eric sin hacer ruido, vamos…
Un paso más…
–Sabía que no fallarías Eric.
–¿QUÉ?
–Eric…
Este se encontraba pasmado en la ventana por la cual acababa de entrar, Kyle estaba despierto y le hablaba… Otra vez, su mirada perdida como en el espacio, llevando una camisa blanca que le llegaba más allá de las rodillas, semi desabrochada, caminando con parsimonia hacia el asustado y cohibido Cartman que nunca se imaginó una situación como aquella. Solo se lo imaginó un par de veces en sus sueños…bueno, casi todas las noches, en cada momento… y siempre era él.
–Judío –dijo aún pegado a la pared– No sé qué demonios te pasa…Pero quería preguntarte ¿Qué te sucede?, digo, conozco al Kahl embustero, egoísta y manipulador, pero un judío que toma la venganza de este modo…
–Cartman eres tan gracioso.
Y lo hizo… Kyle Broflovski lo hizo.
Sonrió gatunamente a su interlocutor y dio el paso final, se tiró a sus brazos.
Le besó apasionadamente...
Ahí Eric Cartman supo que no podía ganar y dejó que la corriente llevase al agua.
Entre cada beso y caricia, Eric se preguntaba si iba a recordar cada cosa, o si en cualquier momento iba a despertar, pues todo parecía un sueño.
La piel de Kyle, sus besos, el sabor de él y su aroma, la manera en que sus cuerpos encajaron al quitarse ambos la ropa y unirse. En cada embestida, en cada jadeo, Eric pensaba que moriría en cualquier minuto. Había perdido una batalla, felizmente se había dejado ganar por esa noche…
–Espera… Eric. Ah... Ah…
–Qu… qué. Ahhh…
–¡Á-….ÁTAME!... O hazme lo que se te antoje…
Eric sintió un escalofrío recorres su columna hasta la base de su sexo…. ¿Qué había dicho Kyle?
Parando un poco con los golpes que propiciaban aquel acto de pasión lo miró a los ojos intensamente.
–Tenemos que hablar judío…pero primero ¿Qué has dicho?
–Eric…sé que es lo que deseas…vamos, hazme lo que quieras...
–No… o sea. Digo... esto debe ser un sueño...
–O tal vez una dulce pesadilla...
Y de nuevo sintió un golpe…esta vez más helado de lo habitual…
Lo que pasó luego pasó inadvertido…
La escuela fue rutinaria, y ya se acercaba la hora de salida, cuando Token se acercó a Cartman.
–Hey culón.
–Hey negro –se levantó para arreglar sus cosas.
–Cartman hoy con los chicos tendremos una pequeña actividad.
Cartman cogiendo su bolso miró a Token con curiosidad -¿una actividad? ¿de qué se trata esta vez Token?
–Bueno Kyle no quería que te invitáramos… Pero igual creo que mientras seamos más mucho mejor, es una fiesta, pero no como todas… Tendremos juegos, actividades, alcohol…ya sabes como son las fiestas en mi casa.
–Mmm ¿y quién más irá?
–Estará Craig, Bebe, Wendy, Stan, Kenny, Tweek, Clyde, Red, Kyle y yo.
–Muy bien Token lo pensaré… ya sabes tengo muchas cosas que hacer, soy una persona ocupada, entre todas las solicitudes… Solo espero que ese judío no se acerque demasiado a mí, ya ves, gérmenes judíos.
-Sí, ahm… Ok,ok, Cartman nos vemos el sábado es a las 10.
Lo cierto era que no tenia que hacer nada, las últimas horas estaba pensando en lo que había pasado con Kyle. No entendía si solo se trataban de sueños, o era real… De alguna forma lo parecía, pero no entendía absolutamente nada. Cartman sabía que tenia que llegar al meollo del asunto, si se trataba de magia judía, tenía que descubrirlo.
Pero a Eric no le molestaba absolutamente nada.
–Judío… –susurró suavemente mientras se dirigía caminado a casa– ¿Por qué me haces esto ahora?... no te basta con hacerme concentrar todos mis putos pensamientos en ti, tienes que tener toda la atención mía en ti, eres tan codicioso...
Ni se dio cuenta cuando Kenny sigilosamente los seguía desde atrás.
Y lo seguía con una cámara
Y con una foto en sus manos…
El sábado se presentó finalmente, las situaciones con Kyle no habían sucedido más, pues fue Cartman quien no visitó su casa últimamente. Estaba planeando algo, tenia que descubrir si lo que pasó con Kyle esas dos noches fue realidad o parte de su fantasía, y si fue real porque no recordaba desde un tiempo.
Para eso se reunió con Token mucho antes del comienzo de la fiesta.
Le propuso un juego para que “las chicas y chicos se fueran más que contentos a sus casas”…
Kyle llegó junto con Stan, quien iba acompañado de Wendy en su brazo.
Cartman se quedó pasmado cuando vio a Kyle con esa camisa negra apretada y unos pantalones de mezclilla que hacía lucir su trasero muy apetecible, y cuando fue a saludar a los chicos, se fijó cuidadosamente en el pelo rizado de Kyle. Estaba mucho más dominado que de costumbre, sus rizo caían muy bien por parte de su frente, estaban mucho más formados, y a medida que se acercaba… el olor de Kyle casi lo embriagó.
–Que tal judío, hippie y puta.
–No me digas puta Cartman –dijo Wendy con el ceño fruncido.
–Ok puta, vamos chicos pasen diviértanse, vamos Wendy, vallan por allá, justo ahí están los licores mas caros de la ciudad…ya saben como es Token.
–Qué demonios te pasa culón, porque nos invitas para allá.
–Oh Kyle ¿acaso no puedo ser cortes con mis amigos de infancia?
–Mmm está bien culón… Vamos Wendy, tomemos un trago antes de comenzar –dijo Stan más animado que de costumbre, ya es conocida su historia con el alcohol…
–Ok mi amor –ambos se fueron riendo y hablando hacia la sección de licores.
Dejaron a Kyle y Cartman solos, el último miró al pelirrojo con una sonrisita en la boca, Kyle levantó una ceja mientras miraba a Cartman.
–Hm, Kahl?
–Si culón -dijo mirando hacia otro lado.
–Vamos a tomarnos un trago, por lo menos hoy no pienso hacerte nada malo judío…Estoy en otro proyecto más interesante –dijo lo último con cierto sarcasmo.
–Mmm no sé si confiar en ti Cartman, siempre que me hablas de forma “normal” es porque terminas haciendo algo que me molesta –terminó diciendo mirando fijamente Cartman.
La mirada que le dio en ese momento hicieron lucir a Kyle más apetecible que de costumbre.
Y entonces Eric lo hizo, recordando las situaciones pasadas, tratando de buscar una respuesta a la maraña de preguntas que tenía en su cabeza, tomo la mano de Kyle, (cerciorándose antes de que nadie estuviera mirando) y lo empujó suavemente.
–Vamos judío, la fiesta de Token es para que nos divirtamos.
Pudo notar un leve sonrojo en Kyle... tan leve como el salto que pegó su corazón en el momento de tomar la mano de este.
–Está bien… sólo por esta vez culón… sólo por esta vez…
Pero la sensación de suavidad y el aceleramiento de su corazón casi se detuvo en el mismo instante que Kyle separó su mano de la suya.
Llegó el sábado, y la fiesta de Token pasó sin incidentes, luego de unos cuantos bailes, tragos, y pequeñas meriendas los chicos estaban reunidos en círculo, con una botella al medio que decidía el destino de los labios de uno en el otro. No había distinción de sexo ni objeciones, así pasó Bebe con Token, Red con Wendy (a quienes los chicos victorearon sorprendidos por la osadía de las chicas), Stan con Red, y Kenny con Butters.
Toda la fiesta iba en paz hasta que salió Kyle con Kenny.
Eric miró disgustado a Kenny, parecía estar muy feliz con esa sonrisita de pervertido en su boca… Claro, Kenny siempre ha sido el chico puta de los cuatro y no dejaría pasara la oportunidad de joder con nadie. Y bueno, para nadie era secreto que Kyle era muy guapo y tenía un culo muy sensual. Eric miró al judío que se encaminaba al centro de la sala para comprobar su punto, los pantalones hacían que ese culo se apegara a él y Eric babeo internamente.
–Joder culón deja de babear.
–¿Qué? –miró a su interlocutor– Craig marica no estoy mirando nada.
–Sí… cómo no –y el espectáculo siguió.
Kenny tomo a Kyle lentamente de la cintura, Eric sintió un revoltijo en el estómago, luego Kyle tomo a Kenny en respuesta por lo hombros, y luego cerraron sus ojos.
Y se besaron.
Kyle solo quería cumplir con su obligación en ese juego, así que apenas probó los labios del otro quería irse, pero Kenny, no lo dejó y lo tomó más fuerte, sacando un –Ahh…de parte de los chicos...
A esa altura Eric cambió su mirada y tragó sus lágrimas.
Pero tuvo que volver su mirada cuando Kyle pegó un pequeño grito.
–Kenny el juego no incluye tocar.
–Pero Kyleeee, es que tu culo es tan encantador –ronroneó Kenny acercándose más a él– además sé que te gusto.
Todos se dieron vuelta a ver quien había salido dando un portazo.
Era Eric Cartman quien faltaba…y Kenny sonrío imperceptiblemente.
Cartman… espera… CARTMAN.
Kyle siguió corriendo hacia él, quien se iba alejando cada vez más, hasta que tropezó bruscamente contra un peñasco en la acera. Ahí Cartman se dio cuenta de Kyle.
–Ahh... au-...–se levantaría, y buscaría al culón para saber porqué diablos salió corriendo como marica cuando pasó lo de Kenny. Quería ciertas respuestas, así que puso su mano en la acerca para darse impulso, pero una mano apareció en su campo de visión.
–Judío torpe –dijo Eric suavemente.
–Cartman –aceptó la mano de el que es su amienemigo con un poco de vergüenza ¿Ahora qué le diría?, todas las dudas y las interrogantes se fueron por la borda al estar frente a Cartman, pero cuando decidió hacerle frente, cara a cara se sorprendió de lo que vio.
–Cartman… –se acercó a él, a menos de medio metro de distancia. Empezó a sentir calor en su rostro– ¿Estás llorando?
Ahí él se dio cuenta de lo que decía Kyle era cierto...
Tocándose parte de la mejilla, se dio cuenta de que gruesas gotas de agua caían de sus ojos.
–Joder –se limpió bruscamente– No Kahl, solo me entró una basura en los ojos.
–¿Una basura? –se acercó más– ¿En los dos ojos?
Imprevistamente acercó su rostro al de Eric para examinarlo y ahí el grueso dolor de Eric, la confusión de los hechos anteriores y el deseo de eliminar todo rastro de Kenny se juntaron para crear una bomba que iba a estallar.
–Judío –lo tomó fuertemente de los hombros para evitar que arrancase, tal cual en sus pesadillas, tal cual como cuando Stan y él están juntos, tal cual como lo soñó– Eh, eh…yo…
Se miraron…más profundo que cualquier día. Los ojos dudosos de Kyle, pareciendo que quisiera entender todo de una buena vez, y el deseo de Eric, de ser correspondido al fin, no solo en esas fantasías que parecían realidad, también quería recordar.
Así que simplemente lo besó.
Pero no fue un beso cualquiera, ni siquiera se parecía al candente con Kenny en la noche de fiesta, era con brusquedad, con ganas, con deseos reprimidos de hace mucho, mucho tiempo. Eric probaba, comía los labios de Kyle como si quisiera arrancárselos de su boca, y este estaba totalmente ido, con su mirada perdida, tratando de conectar los cables para entender el porqué de la situación. Porqué Eric Cartman, el culón, lo besaba de esa manera… Al final terminó rindiéndose, y cuando lo hizo, comprendió que el accionar de él había dado mucho, muchos frutos.
Y se dejó llevar por la boca furiosa de Eric, por la brisa de la noche, el deseo oculto por él desde hace un tiempo. Cuando descubrió cuantas veces Cartman lo había salvado, para descubrir que sin él su vida sería totalmente aburrida, y que el odio que le tenía jurado era tan grande y equivalente a las fantasías que aguardaba para él al final de sus duchas.
La barrera del tiempo fue rota en ese instante, donde las lenguas comenzaban sus viajes, sus peleas abrasadoras, y las manos buscaban el toque que siempre soñaba con tener. Eric le acariciaba la espalda, cada vez en intervalos más largos, hasta rozar las nalgas de Kyle, quien en respuesta, solo se dejo llevar, y se frotó contra este, haciendo que el calor del momento se hiciera el triple.
Esa noche ninguno habló de más, solos en la casa de Eric, el único sonido eran gemidos y suspiros de tantas pasiones reprimidas, de tanto esperar...
Eric embestía a Kyle con tal fuerza, que este sufría de dolor, pero también de placer al hacer aquel acto tan prohibido con Eric...Ya habría tiempo de dar explicaciones, de pedir ciertas atribuciones, pero por el momento solo una palabra haría entender todo.
–Eric… Ah… –Kyle gimió cuando se acercaban al clímax.
Y Eric Cartman besó a Kyle hasta sacarle sangre, hasta hacer que el deseo de ambos no se consumiera hasta entrada la noche.
Y un espectador se quejaba de que sus palomitas se habían acabado.
–Oh sí chicos, son tan sexis juntos –sonrió.
Kenny disfrutaba del fruto de su esfuerzo. Él era el único que conocía el secreto de ambos, después de todo era observador, y todo cálculo salió a la perfección.
Sacó la foto de sus manos y la dejó en el borde la puerta con sigilo, mientras los dos amantes disfrutaban de otra sesión.
Y se retiro antes de que se dieran cuenta de su presencia.
A la mañana siguiente, ambos se despertaron muy cansados, apenas recordando lo acontecido, mirando hacia ambos lados para saber qué diablos había pasado… Pero al parecer no había sucedido nada. Ambos estaban acostados en sus piezas, la cama sí estaba desordenada, pero nada más, y ambos tenían humedad en su interior.
Se levantaron acongojados y adoloridos, y sobretodo con mucha confusión. Un nuevo día de escuela se presentaba, así que se vistieron y se apresuraban a salir de casa, pero cuando abrieron la puerta, pasaron sin tomar atención a una foto muy especial… La foto que Kenny les había dejado.
¿No fue un sueño esta vez?…
Los días pasaron tan raudos como un despertar, la relación entre Kyle y Cartman mejoraba día a día cuando estaban a solas. Ambos trataban de encontrar en el otro, las respuestas a todas las preguntas que tenían. Más preguntas que hablaban del sentimiento aún oculto del uno para el otro, pero ninguno de los dos sabía, si cuando despertaban luego de una noche de sexo, de pasión y amor, se trataba de un sueño, o parte de la realidad. Nunca llegaron a saberlo, solo lo vivieron…y la foto que confirmaba el hecho poco a poco fue olvidada. La foto donde estaba la verdad de los hechos, el beso que comenzó con toda la historia de ellos, y que Kenny había dejado aquel día con la esperanza de que alguna vez pudieran encontrarla.
#Para Dú#symphknot#Melodie C.#South Park Secret Hankey#South Park#Eric Cartman#Kyle Broflovski#Kyman
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Para esaweonallamadaviviana
Título: Snowy and Grumpy.
Autor: Marea Watson.
Personaje/pareja(s): Stanley Marsh.
Rating: K (5+)
Disclaimer: Trey Parker & Matt Stone.
Advertencias: Es fotografía 8'). Versión a mayor y menor exposición.
Notas: No pude scanearlo porque el dibujo es de una hoja doble carta, y no cabía en mi scaner :C. Me disculpo por eso, está hecho de pastel y lo entregué de tarea también ahahaha. La verdad me sorprendió que sólo pidiese algo de Stan, yo esperaba hacer una pareja, pero espero no haber hecho un trabajo tan ekis :,) ¡FELIZ NAVIDAD DESCONOCIDO!
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Para Prosecutions
Título: Friendzone.
Autor: Cubo. Como Kickass Hankey por deserción del Secret Hankey original.
Personaje/pareja(s): Clyde Donovan & Barbara ‘Bebe’ Stevens (Clybe).
Rating: K (5+)
Extensión: 2.511 palabras (5 páginas de Word).
Resumen: “Quizá ser simplemente amigos no esté tan mal. Por ahora”. Pensó Clyde Donovan luego de que Barbara Stevens hubiera colocado con suavidad sus labios sobre su mejilla.
Disclaimer: Los personajes de South Park aquí exhibidos no me pertenecen, le pertenecen a Comedy Central, específicamente a Trey Parker y Matt Stone.
Advertencias: --
Notas: Tomé como base una rara psicología que tengo de Clyde, espero que te guste. Los centré en una edad algo problemática (más de lo normal), que vendría siendo la transición de lo que denominamos “niñez” a la “adolescencia”. Probablemente no tengamos los mismos headcanon con respecto a estos dos, pero traté de apegarme lo más que pude a sus personalidades de 8 a 10 años.
No siempre había mirado a la rubia, de niños había salido alguna vez con ella pero la terrible verdad lo sumió en una depresión que lo obligó a encerrarse en su cuarto a llorar por semanas enteras. El simple hecho de que ella y las demás chicas sólo lo quisieran por la zapatería de su padre fue una situación con la que no podía lidiar. Tardó en reponerse pero cuando lo hizo fue bien recibido en la clase y parecía que todo había sido olvidado. Agradecía vivir en South Park, donde parecía que nada pasaba pero en realidad sucedía de todo. Entonces volvió a la realidad, ahí estaba la chica, con su melena perfectamente peinada y acomodada a un costado de su rostro, se fijó en la finura de su rostro y descubrió que sus labios brillaban, seguro había utilizado un poco de lipstick. Negó y miró al chico con el que estaba compartiendo asiento en el autobús, Tweek no paró de hablar en todo ese rato teniendo sus pequeños espasmos que lo hacían saltar de vez en vez de su asiento. Clyde no tenía idea de lo que le había dicho y se limitó a asentir con la cabeza cuando él preguntó su opinión.
Luego de que Clyde se calmara entró, había llegado quince minutos después de que el timbre sonara: se había levantado y encerrado en los baños, diciéndoles a sus amigos que estaría bien. Cuando estuvo en el baño pensó en cuan patético debía verse, terminar llorando por nimiedades como esa no podía cambiarlo; aunque fuera ya un preadolescente continuaba derramando lágrimas. Se acomodó en su asiento y evitó a toda costa hacer comentarios al respecto, garabateó en su cuaderno lo que el profesor ponía en el pizarrón. Aquella era una mañana cero productiva.
A la hora del almuerzo se separó del grupo con la excusa de que había olvidado algo en el salón, no era verdad, simplemente quería estar un momento a solas y volvería a ser el de siempre. Ya no estaría deprimido y disfrutaría de nuevo de esas cosas estúpidas que les envolvían, era lo malo de ser adolescente. Cruzó el umbral de la puerta y se encontró con la rubia, quien estaba buscando algo en su asiento, Clyde se puso un poco tenso y se quedó completamente inmóvil bajo el marco de la puerta.
—¡Oh! Hola Clyde — Saludó la chica con una sonrisa, sorprendida de encontrarse con él ahí —No esperaba encontrar a nadie, creí que todos estarían en el comedor. ¿Te encuentras bien? — Parecía preocupada.
—¿Eh? E-estoy bien — La chica no parecía convencida, así que no quitó la mirada de encima el castaño, Clyde se sintió algo culpable pero no dijo más. Logró moverse y caminar a su asiento para agarrar sus cosas y buscar algo inexistente —Sólo olvidé algo.
—Lloraste esta mañana, ¿cierto? — Murmuró la chica sentándose frente a Donovan y mirando lo que hacía.
—¿¡Qué!? — Su rostro se desfiguró por completo ante sus palabras. ¿Lo había visto? ¿Cómo? Él suponía que todos habían entrado ya. ¿O es que alguien lo vio y corrió el rumor? No sospechaba de ninguno de sus amigos, así que debía de ser alguien más. Sus ojos evitaron mirarla, le ponía nervioso y ahora aún más sabiendo que lo había visto. — F-fue un tropiezo, dolió bastante. — Intentó excusarse.
—No te preocupes — Esbozó una sonrisa enorme al ver como había reaccionado, incluso había tomado un color rojizo en sus mejillas. —No se lo diré a nadie si eso es lo que te preocupa, ustedes los hombres tienen un extraño sentido del honor. Tienen que ser más dulces y tiernos sí lo que quieren es conquistar a una chica. — Hizo una mueca al recordar que ellos eran tan descuidados cuando se trataba de entablar una relación con una chica, y no digamos lo que pasaba cuando era hacer un intercambio de palabras. —Tú no eres como ellos, Clyde. Por eso me gusta verte llorar.
Sus palabras hicieron eco en su mente, la imagen que proyectaba de sí mismo no le gustó pero tampoco le desagradó, era una dualidad con la que tenía que vivir. Bebe había dicho que le gustaba verlo llorar pero eso no quería decir que fuera sentimental, más bien lo tenía como algo que hacía su cuerpo sin preguntar a su cabeza antes. Incluso ahora había creído sentir a sus ojos llenarse de lágrimas sin embargo había sido un simple juego de su mente. Desvió la mirada y continuó hurgando en su mochila, esperando encontrar con algo y decir: ‘Oh, aquí esta lo que estaba buscando’, pero parecía que la buena suerte no estaba de su lado ese día.
—Pero no quiero decir que me guste que llores. Quiero decir que parece que tienes más sentimientos que ellos — Agregó luego de un incómodo silencio entre ambos.
—Creo que entendí. — Murmuró por lo bajo encontrando un papel mal doblado, lo sacó y lo guardó en su chaqueta. —Gracias. — Estaba apenado por las palabras de la rubia, normalmente no escuchaba halagos para su persona, de hecho sólo le decían el montón de cosas para las que no era bueno y no sabía como contestar a las palabras que de buena fe le decían.
El silencio volvió a reinar entre ambos, pero fue distinto. Dejaron de mirarse, Bebe recargó la cabeza en el respaldo de la silla mientras Donovan evitaba mirarla demasiado, sentía qusi se encontraba con sus ojos tendría que decir algo y no tenía nada inteligente que hablar. Incluso dejó de moverse para no hacer ruido, el reloj continuaba avanzando y probablemente el descanso terminaría y no habría podido probar alimento, aunque la verdad era que no quería dejar a la chica, se estaba bien ahí con ella.
—Lo siento, Clyde. Seguro te están esperando para almorzar — Se levantó y tomó una pequeña bolsa que había colocado en su butaca, seguramente una cosmetiquera. —Nos veremos después.
—N-no, espe… — Fue tarde su intento por detenerla. Había sido un acto impropio y suspiró pesado. La verdad era que esa banal plática le había tranquilizado y su humor de todos los días había regresado. Quizá había estado pensando de más, antes de ir con Craig y los otros se dirigió al baño para echarse un poco de agua y vio claramente como una sonrisa se dibujó en su rostro, se dio unos golpecillos en las mejillas y ya estaba listo para enfrentar a sus amigos.
Cuando llegó a sentarse con ellos ya habían terminado su almuerzo, lo molestaron un poco y el único hijo de John Donovan terminó sollozando, pero fue diferente que en la mañana. Esta vez no se fue molesto, sino que terminó riendo y frotando sus ojos con el dorso de su mano, las palabras de Bebe le habían hecho pensar de otro modo, aunque no hubiese utilizado unas profundas o metáforas con las que algunas veces los adultos querían hacer entender a los preadolescentes hijos. La campana sonó indicando el final del descanso, Clyde a penas logró terminar su almuerzo, se llenó la boca y tuvo que tragarlo.
De ahí en adelante no pasó nada relevante, sólo que el chico perdió un poco la cabeza ya que Barbara se sentaba delante de él. Su mirada embobada no la podía esconder, intentaba acercarse a ella pero los dos asientos que los separaban era una brecha enorme, antes de que terminaran las clases intentó llamarle pero Red fue más rápida y la invitó a lo que quiso suponer era ir de compras. Lo dejaría pasar por ese día e iría a divertirse con sus amigos, después de todo había estado esperando que el día se terminara expresamente para eso.
Jugó, sudó, rió e incluso volvió a llorar estando con los chicos; su tarde no se limitó a estar nada más con Craig, Tweek y Token, se habían juntado con los demás y habían echado un partido de basket como en los viejos tiempos. De pronto comenzó a disfrutar de ese tipo de cosas, como si le hubieran puesto una venda en los ojos y ahora se le hubiera caído, realmente no se había estado sintiendo él.
Se despidió de sus amigos y volvió a su casa, por lo menos eso fue lo que les dijo. No fue una mentira pero antes de llegar a su hogar se desvió a Taco Bell y poder comprar algo para la cena, su padre no era un excelente cocinero y ni hablemos de sus propias habilidades culinarias. Por esa razón decidió pasar a comprar tres órdenes de tacos, para su padre y para él mismo (obviamente), la verdad era que actuó inocentemente y no creyó que sucedería lo que, bueno, sucedió.
Cuando salió del Taco Bell tenía una cara brillante, no dejaba de olfatear la bolsa que sujetaba con ambas manos, ya quería llegar a su casa y comer mientras disfrutaba de una buena película. Y entonces Bebe apareció justo frente a sus ojos. Ambos se quedaron mirando algo anonadados y fue la chica quien rompió el silencio.
—¡Clyde! Me asustaste — Tenía una mano en el pecho, recuperando el aliento. Parecía que había corrido.
—L-lo siento — No sabía por qué se disculpaba si no había hecho nada.
—¡Has comprado ya! — Exclamó la chica algo triste mientras miraba la bolsa que cargaba el castaño, hizo un puchero y acomodó su cabello, alisando los costados. —Corrí lo más que pude pero parece que fuiste más rápido.
—¿D-de que hablas? — Había puesto un gesto de curiosidad. Bebe estaba comportándose de forma extraña y en realidad quería saber que estaba pasando antes de hacerse toda una historia en la cabeza.
—Es sólo que quería comprarte la cena. Como agradecimiento por la plática de la mañana — Contestó segura de sí misma y reincorporándose, dando un último respiro profundo.
—No tienes que hacerlo — Clyde estaba sorprendido, no entendía a la chica. Quien debía estar agradecido era él, después de todo fue él quien terminó siendo animado por ella.
—Pero quería — Le objetó y se cruzó de brazos —Ya que la has comprado entonces te acompañaré, debo volver a casa también.
Comenzaron a caminar, Bebe iba realmente cerca de Clyde y él no terminaba por comprender las acciones de Barbara. Ella actuaba de formas tan distintas que no estaba plenamente seguro de comprenderla. Bien le había advertido su padre: ‘Las mujeres son imposibles de comprender, sólo déjalo pasar y hazles creer que te interesa’. ¡Ah! Los sabios consejos de su padre.
Quería hablarle pero no tenía un tema de conversación, se puso nervioso de nuevo y sus piernas se tropezaban entre ellas. Tenía que madurar. La rubia reía al ver como intentaba aparentar que no pasaba nada, era tan dulce que se acercó a él y se colgó de su brazo, el castaño se detuvo y se sonrojó lo suficiente para parecer un tomate.
—¡Bebe! — Clyde no daba crédito a lo que estaba pasando. Había deseado que eso sucediera luego de que terminaran pero que sucediera en ese preciso momento era surreal.
—¡Clyde! — Le imitó y luego se soltó a reír —Relájate, ¿quieres? Estás tan tenso desde en la mañana. Y por supuesto que no iba a comprarte algo para la cena, pero supe que estabas aquí y quería venir contigo, no quería regresar sola a casa. Red se encontró con su mamá y me sentía un poco incómoda.
—Oh…así que eso pasó — Rió de forma estúpida. Era un poco decepcionante, por un momento en verdad creyó que podía tener una oportunidad con la chica y ahora todas sus esperanzas las comenzó a cargar sobre sus hombros.
Había perdido un poco de tiempo creyendo una ilusión. Era tan fácil crearle un mágico mundo al corazón y mucho más fácil destrozarlo. Aunque Bebe no había dicho o hecho nada realmente, suspiró y le dejó ahí…volvió a deprimirse por ser tan iluso. La chica comenzó a hablar de cómo fue su día pero Clyde había dejado de escuchar, sólo cuando sentía un tirón en el brazo y asentía mientras se disculpaba por haberse distraído.
Llegaron al punto donde debían separarse, Clyde esperaba que Bebe le soltara pero no lo hacía, y obviamente no quería ser él quien rompiera la magia. La rubia pareció leerlo y le soltó, agarrando fuerte sus bolsas y alejándose un poco.
—Clyde…eres un buen amigo — Sus palabras hicieron que el castaño se girara y se sintiera un poco mejor, parecía que después de todo sí existía para ella. —Y me gusta pasar tiempo contigo, sabes escuchar… — Acomodó un inexistente mechón detrás de su oreja y le sonrió de forma dulce — …eres como mi mejor amigo.
¡Oh, bendito dolor! Eso fue aún peor. Estaba mandándolo directamente a la friendzone, lo sabía pues muchos chicos estaban quejándose de eso. El término se había vuelto muy popular y ahora él era su presa. Sonrió de forma extraña y apretó la bolsa en su mano. ¿Y ahora cómo iba a escapar de esa?
—¡Oh! Debo irme, nos vemos mañana en la escuela — Ella sonreía como si no pasara nada, como si en verdad no supiera lo que el castaño había estado sintiendo en ese tiempo. Y de un pequeño salto llegó a colocarse a un lado de Clyde y sus pequeños labios se posaron en su mejilla, dejándolos impregnados debido al labial que se había puesto.
Tal vez ser amigos no sería tan malo, de todos modos aún tenían años por delante. Por ahora tendría que estar conforme con lo que había logrado sin esperarlo, desearlo o buscarlo. Estaba seguro de que Bebe lo tomaba en cuenta, lo veía y por supuesto lo buscaba. Su semblante volvió a cambiar, echó a andar a su casa con una plena sonrisa en los labios, ahora podría cenar a gusto y los días volverían a tener la misma iluminación de siempre. Todo gracias a algo tan pequeño y que a muchos los hacía entristecer, era lo bueno de ser él.
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Para Kroxkasane
Título: Dulces Sueños.
Autor: Lady Gloomy.
Personaje/pareja(s): Craig Tucker & Kenny McCormick (Crenny).
Rating: M (16+)
Disclaimer: Trey Parker & Matt Stone.
Advertencias: After sex effects.
Notas: --
#Para Kroxkasane#Lady Gloomy#South Park Secret Hankey#South Park#Craig Tucker#Kenny McCormick#Crenny
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Para DanNott23
Título: Better than nightmares.
Autor: Prosecutions.
Personaje/pareja(s): Eric Cartman & Clyde Donovan (Clyman).
Rating: MA (18+)
Extensión: 5.081 palabras (11 páginas de Word).
Resumen: Clyde y Eric deciden iniciar la mañana de la mejor manera posible.
Disclaimer: South Park y sus personajes pertenecen a Trey Parker y Matt Stone. No obtengo ningún beneficio al escribir esto más que el de entretenerme a mi, y con suerte, a otras personas.
Advertencias: Contenido sexual.
Notas: Wow, nunca esperé escribir 5.000 palabras sobre la vida sexual de Eric y Clyde, haha. De todo corazón, espero que sea de tu agrado, que sea lo que esperabas, y que tengas unas muy felices fiestas. Abrazos.
Clyde regresó a la habitación, cerrando la puerta tras de sí, cuidando de no hacer ruido. De lo contrario, Eric podría despertarse, y ciertamente era demasiado pedir que, a las doce y cuarenta y cinco de la noche, no fuera a hacer un berrinche si su precioso sueño se veía interrumpido.
En plena conciencia de esto, Clyde avanzó hacia la cama en la que dormía el gordo, dando las pisadas más ligeras y silenciosas que sus pies –y el crujir de las tablas del piso– le permitían, para luego sentarse, acostarse, y arroparse al lado de Eric, cubriéndose con las mullidas cobijas, desarropando un poco sin querer al gordo al intentar acaparar más de las mantas, dejando al descubierto sus pijamas inmaculadas. Cerró los ojos dispuesto a dormir otra vez, después de todo, la única razón por la que se había levantado era para ir al baño y tomar un vaso de agua, nada demasiado importante. Después de todo, ya era bastante tarde, y ya que de alguna manera había logrado regresar a la habitación sin hacer mucha bulla, era tiempo de dormir otra vez.
Clyde tenía esa molesta costumbre –molesta, según el chico que dormía a su lado, claro- de levantarse a media noche a orinar.
Cada. Bendita. Noche.
Desde hacía unos años, el pobre parecía condenado a pasar la madrugada en vela, observando el techo, revolviéndose en la cama, enredándose en las cobijas; haciendo esfuerzos inútiles por volver a dormir, pero logrando nada más que estresarse. Todo eso mientras su no-tan-querido compañero sentimental dormía plácidamente en su cama con su frente bañada en el sudor que su propio calor corporal le provocaba, tumbado bajo su cubre-lecho, cobijas subiendo y bajando producto de su serena respiración, sus ojos cerrados con tranquilidad, su cabello alborotado por el roce de la almohada y el flequillo pegándose a su frente a causa del sudor de una manera algo… desagradable, pero para Clyde, bendita sea la ciega atracción adolescente, no era nada más que algo atractivo. Su rostro llevaba consigo una expresión de placer, roncando adormilado, sonriendo de gusto entre sueños.
—Injusto— gruñó Clyde para sí mismo. ¿Por qué el idiota que dormía tan plácidamente a su lado no podía compartir la agradable experiencia de dormir profundamente con él? Oh, ¡Cuánto daría por un poco de ese confort!
Pero, por desgracia, ahí estaba él. En la habitación de Eric Cartman, en la cama de Eric Cartman, al lado de Eric Cartman, queriendo pasar tiempo con Eric Cartman. Deseando hablar con Eric Cartman.
Por supuesto, eso sonaba muy, muy marica, y él nunca se atrevería a expresarlo en voz alta. Es verdad, Eric y él llevaban un buen tiempo durmiendo juntos, pasando noches en la casa del otro, teniendo sexo desenfrenado durante horas y horas, pero de alguna manera, entre esos encuentros íntimos y desenfrenados del mismo sexo y la necesidad de poner un amor en palabras, por alguna razón, era esto último lo que sonaba más marica.
Pero bien, para su vergüenza, y aunque nunca lo admitiría ante sus compañeros de clase, pensamientos de ese tipo eran de las únicas cosas que pasaban por su mente para ese entonces. Pensamientos íntimos, privados, sexuales involucrando a Eric Cartman. Deseos de susurrarle cosas, de despertarlo por la noche para tener a alguien con quien hablar. Y sin embargo, lo único que podía hacer era observar el techo, intentar encontrar figuras de animalitos en la pared, moverse un poco más, intentar una pose cómoda, maldecir y maldecir y maldecir, por que aquel condenado insomnio, ese aburrimiento, las ganas de hablar con una persona que a pesar de estar al lado suyo no estaba en condiciones de interactuar con él, no parecían querer dejarlo en paz.
Así que Clyde rodó sobre la cama.
Y tiró de las cobijas, para poder arroparse mejor.
Y dio algunas vueltas, tratando de encontrar una pose que lo incitara a dormir.
Y por fin, en el proceso de quedarse dormido, acabó por dar una patada involuntaria, de esas que nos despiertan cuando estamos en un estado de entre-dormidos entre-despiertos, y tuvo la mala suerte de golpear la pierna del gordo, que parecía dormir como un tronco.
Parecía.
En seguida refunfuñó en lo que parecía ser entre sueños, para luego abrir sus ojos con pesadez, molesto por lo que sea que lo hubiera golpeado... y volver a caer dormido, como si nada hubiera pasado.
Wow. Eso es algo que Clyde no esperaba. Lo cual no significaba que no lo apreciara infinitamente, claro está.
"Gracias, Dios" murmuró Clyde para sí mismo, aliviado. "Benditos sean los sueños pesados"
Con el cabello revuelto como resultado de la anterior noche de desvelo, Clyde levantó la cabeza de su almohada, sólo para encontrarse con un tan brillante como insufrible rayo de luz que había tenido el descaro de filtrarse por las cortinas para detenerse en su rostro. Gruñendo, irritado, volteó su rostro, intentando instintivamente evitar el molesto destello, para encontrarse con la figura de Eric aún adormilado, aún envuelto en cobijas y sudor.
Lo cual no duró mucho, por cierto. Gruñidos, bostezos, estiramiento de brazos. Cartman alzando los brazos de manera repentina para desperezándose... y casi rompiéndole los dientes a su compañero de cama en el proceso. Las cinco primeras veces habían sido más que suficientes para mejorar el sentido de la agilidad de Clyde.
Desde que había empezado a dormir con el gordo, su agilidad y paciencia habían parecido sufrir una inesperada, pero repentina mejora.
Hablaron un poco sobre el clima, un poco sobre gatos. El tema cambió rápidamente a una revista cuyo tema principal era el NASCAR, y más tarde al nuevo videojuego edición limitada para la Juegósfera.
Más gruñidos, una mirada rápida que parecía ser su propia manera de decir "Buenos días", una conversación incómoda de madrugada. Minutos después, ya hartos de juegos preliminares y conversaciones obligatorias, Eric acorralaba a Clyde contra el marco de la cabecera de la cama, besándolo con rabia, mordiendo sus labios con deseo. Lengua, labios –oh cielos, esa humedad tan excitante sobre una de las secciones más sensibles de su piel- y dientes chocando con torpeza a causa del frenético beso, una respiración agitada por parte de ambos y una mano curiosa abriéndose paso hacia la entrepierna del chico en ropa interior... Quien podría jurar que sus boxers podían sentirse más apretados.
Esto era una de las cosas buenas de pasar una noche con Eric Cartman. No solamente el desayuno era bastante mejor, pero el sucumbir a los deseos del cuerpo hacía parte de la rutina diaria.
Clyde retiró la cara, jadeando en busca de aire a la vez que Eric rozaba el frente de sus boxers rayados con la palma de su mano. A diferencia de él, quien dormía únicamente en ropa interior, Eric estaba abrigado por un pijama compuesto de un camisón blanco puro de algodón y por supuesto, su respectivo pantalón, igualmente blanco e impecable. ¿No le daría calor? Él ya podía sentirse algo sofocado, rodeado de cobijas y acorralado por su corpulento compañero, el cual, por cierto, ahora, sin avisos preliminares, ahora frotaba círculos lentos contra su creciente erección.
Si. Definitivamente su cuerpo se estaba tornando demasiado caliente, y no parecía que eso fuera a cambiar pronto. Clyde tragó saliva. Podía sentir sus mejillas ardiendo y su ropa interior cada vez más apretada.
De una manera casi silenciosa, casi como un murmullo, Eric rió y se inclinó hacia adelante para pasar su lengua sobre la manzana de Adán de su compañero, acariciar su garganta con sus dientes, y posteriormente, morder en la juntura de su cuello y hombro izquierdo, provocando un casi inaudible gemido como respuesta. Ouch. Eso podía dejar marca. Pero esto a Clyde no parecía causarle nada que no fuera placer; su lenguaje corporal y el hecho de no presentar ningún tipo de resistencia sólo indicaba aceptación y deseo de más y más contacto, cosa que Eric estaba más que feliz de concederle.
—Ooooh síiii... —Clyde siseó al oído de su compañero. Estaban lo bastante cerca como para él pudiera percibir el inesperado olor a sudor y a pasta dental de Eric.
Pero entonces, súbita e inesperadamente, aquella mano que hasta entonces había estad complaciéndolo se detuvo, provocando una sensación de confusión, frustración, y posteriormente, rabia.
Clyde esperó uno, dos, tres, cuatro segundos que, por más cliché que suene, parecieron durar una maldita eternidad.
Al quinto segundo, cualquier indicio de paciencia se había desvanecido sin dejar rastro.
—¿...Pero qué mierda crees que estás haciendo? —impaciente, levantó sus caderas, buscando un poco más de aquella deliciosa fricción que hace tan solo unos segundos había estado recibiendo, pero recibiendo en cambio solamente una ola de frustración, al percatarse de que sus esfuerzos por conseguir placer eran vanos— ¿Por qué carajos paraste?
Oh, ¡Pero cómo Eric parecía disfrutar del asunto! Desechó totalmente la pregunta de Clyde para fijarse en el cuerpo incitante de este. Había algo excitante en pensar que aquél compañero de escuela, el mismo que aparentaba ser un tipo duro al salir con sus amigos, estaba sobre su cama, piernas abiertas incitando al contacto, boca entreabierta intentando recobrar el aire que aquél beso frenético le había robado. Él estaba aún acorralado contra la cabecera de la cama, apretando los dientes y respirando fuerte, su abdomen bajando y subiendo como prueba física de lo nervioso y excitado que ahora estaba. Era evidente que su sangre bullía, lo cual se ponía en evidencia con echar un vistazo a sus mejillas sonrosadas.
—¿...Es que no tienes planeado seguir tocándome?
Eric rió entre los dientes. Vale, ese definitivamente no era el tipo de respuesta que el sexualmente frustrado castaño quería escuchar en ese momento.
—¿Eso es todo lo que vas a hacer? —Inquirió el gordo, a la vez que alargaba la última sílaba de la última palabra— ¿Sonrojarte como un marica y quejarte como una nena llorona en vez de decirme qué quieres? ¿Si, Clyde?
Y el aludido cerró sus manos en puños, apretó sus dientes, frunció el seño con rabia. Oh cielos. El orgullo se había ido volando por la ventana en ese instante, por que Clyde estaba aferrándose a los hombros de Eric con fuerza, tirando de él e iniciando un beso profundo. Al cabo de unos minutos en los que el oxígeno parecía hacerse más escaso, Eric empujó con las palmas de sus manos el pecho de Clyde, retirando su rostro a la misma vez, separándose de él. Lo que Clyde pensó que sería a causa de él no siendo bueno al besar (el escandaloso grito de “¡Que puto asco, Clyde! ¡Me has llenado la cara de saliva!” de Cartman en su primer beso aún resonaba en sus oídos) se transformó en más excitación cuando Eric, luego de unas cuantas bocanadas de aire, jadeó un suave “Quiero metértela.”
Wow. Quizá era demasiado esperar de él una aproximación menos grotesca, menos directa, pero al fin y al cabo, en apariencia dio el resultado que deseaba, ya que el más pequeño se había incorporado rápidamente y estaba procediendo con afán a despojarse de la única pieza de ropa que lo mantenía lejos de estar desnudo.
—Dime qué quieres —resopló Cartman—O te juro por dios que me levantaré ahora mismo, me bañaré en mi tina caliente, le diré a mi má que me haga un delicioso desayuno, y te dejaré para que te hagas cargo de esa erección tuya tú sólo. ¿Quieres eso, verdad?
Aunque lo más probable es que el desayuno ya estuviera servido, definitivamente no valía la pena arriesgarse, vamos, él había sido capaz de matar a más de una persona. ¿Habían muchos motivos para pensar que no cumpliría con su palabra de dejarlo sólo, empalmado y ansioso?
Clyde se acercó a Eric tomándolo por los hombros, enterrando sus uñas sobre el algodón blanco de su camisón, dibujando media-lunas en su piel.
—Tócame. —jadeó, hablando con dificultad—Ahora.
—Mierda —gruñó Eric—. Oh, sí…
Empujando al más pequeño sobre la cama y arrojando los molestos boxers de Clyde fuera de esta, dejándolos caer hacia el piso, Eric condujo su mano directamente a la firme erección que había estado torturando a Clyde hacía sólo unos momentos, tomándola entre sus manos y obteniendo como respuesta un resuello desbordante de placer. El chico gimió contra el cuello de Eric mientras este último apretaba y movía su mano en movimientos experimentales, sintiendo la humedad del líquido pre seminal sobre las yemas de sus dedos.
No importa cuanto tiempo había pasado desde la primera vez que decidieron experimentar con el cuerpo del otro, para Cartman, especialmente, aún era jodidamente raro. ¿Cuántas veces se había burlado de Kyle y Stan, acusándolos de ser homosexuales? Y entre ellos cuatro, Stanley, Kyle, Kenny y él, Cartman era el único que nunca había tenido ningún tipo de relación con alguna mujer hasta ahora. De Kenny no había duda, Stan no se callaba la boca acerca de Wendy, y algunos rumores de que la rata judía había besado a una tal Rebecca habían sido escuchados en más de una ocasión. Mierda.
En cambio, ahora mismo, Eric Cartman encontraba teniendo sexo. Sexo homosexual. Con su compañero de primaria. Y la peor parte es que, carajo, por más bizarro que le pareciera, sí que lo estaba disfrutando.
Definitivamente hay cosas a las que no todos nos acostumbramos a aceptar.
Eric se despojó rápidamente de su camisa color blanco puro, y se estiró hacia el cajón de la mesita de noche, revolviendo su contenido y posteriormente regresando a la cama con entre sus gruesas manos una pequeña botella de lubricante. Cuando se volvió a Clyde, se encontró con una mirada algo avergonzada, pero igualmente impaciente por lo que estaba por venir. Cada centímetro de su cuerpo estaba descubierto y era posible visualizar pequeñas cicatrices carentes de importancia, una que otra marca de nacimiento, y algunas raspaduras en sus rodillas producto de los entrenamientos de futbol a los que acudía con asiduidad.
Cartman tenía paciencia limitada y aunque la vista era muy buena, sólo podía conformarse con sólo mirar durante un periodo limitado de tiempo, prefiriendo tocar en su lugar. Sus manos recorrieron el abdomen del más pequeño, deslizando toscamente los dedos sobre su pecho antes de dirigirse hacia abajo y delinear los huesos sobresalientes de su cintura.
Eric, impaciente, sintió el impulso de avanzar a su entrepierna, pero juzgando la expresión Clyde, que estaba disfrutando demasiado de aquellas caricias, razonó que era mejor hacerlo esperar un poco, de lo contrario no le sería tan divertido.
—Voy a hacer que grites mi nombre —murmuró, besando a Clyde con fuerza, y destapando a tientas la botella de lubricante.
—Si, claro, ¿Y que tu mamá entre y vea a su hijo follando a un hombre? —Respondió irónicamente, una sonrisa curvándose sobre sus labios, más que complacido de dejarse besar—No gracias, Cartman.
Pero Clyde parecía olvidar que una de las características más sobresalientes del chico con el que estaba hablando, era la habilidad de salirse con la suya.
—Mi mamá está en el primer piso, haciéndome el desayuno o alguna cosa. No nos va a escuchar.
Y como si sus palabras estuvieran malditas, en el mismo momento en el que volvieron a besarse, enredando los dedos en el cabello del otro, sintiendo el calor y la humedad del aliento de su respectivo compañero, resonó el sonido de tacones sobre la madera, aumentando progresivamente de intensidad, haciendo sentir a los chicos en peligro, quienes se separaron al instante y se mantuvieron en silencio.
Excepto por Eric, quien no desperdició un segundo en maldecir su suerte.
—Mierda.
Se calló después de eso.
—¿Eric? —Por si quedaba alguna duda, la voz de su madre confirmó su presencia— ¿Cariño, estás en casa?
Ambos adolescentes permanecieron petrificados en silencio, después de que el aludido articulara un improperio.
—¿…Eric?
Sus miradas se encontraron por unos segundos, maldiciendo mentalmente y tratando de pensar en alguna respuesta. Eric pronunció lo primero que se le vino a la mente, volviéndose hacia la puerta. — ¡Estoy con Clyde, Má! — Estirando su brazo tanto como era permitido, tomó el mando del televisor de su mesita de noche y lo encendió tras errar tres veces al tratar de presionar el botón, el bullicio del ahora encendido aparato inundando la habitación. Probablemente una película o algo. —Estamos jugando videojuegos. No puedo salir.
—¿Clyde Donovan?
Eric giró los ojos.
—Si, mamá. ¿Podemos seguir jugando, o voy a tener que seguir respondiendo preguntas?
—Oh, bueno, Amorcito— respondió la voz femenina. —Es que, tu maestra está al teléfono y-
Cartman respondió con brusquedad, con un timbre de voz tedioso y reprochante, como si contradecirlo fuera algo terriblemente trágico y que nunca, nunca debía ocurrir.
—Ugh, ¡Pero Mamáaaa! ¿Qué parte de ‘No puedo salir’ no entendiste?
—Oh no no, no te preocupes, Cariño— respondió enseguida —Sólo le diré que llame más tarde.
Y a la vez que el sonido de los pasos de Lian disminuían a medida que se alejaba, el sonido frenético de movimientos sobre el colchón se hizo más notorio, Los brazos de Clyde rodeando la cintura de su compañero, dedos enterrándose en la tela suave de su camisa.
Lentamente, Eric empujó gradualmente al más chico hasta que su espalda estaba totalmente en contacto con la cabecera de la cama, y un nuevo beso dio inicio, esta vez de parte de Clyde, cuyos labios fueron cuidadosos al principio, probando la suave textura de los labios de Eric, mientras este jugaba su cabello por curiosidad pura, revolviéndolo, despeinándolo, tomando hebras entre sus dedos notablemente más gruesos, tirando de ellos ligeramente, y enmarañando su cabellera de nuevo con brusquedad.
Con un gruñido suave, Clyde abrazó la cintura del otro con más fuerza, sus labios apartándose para dar espacio a algunos jadeos de anticipación de lo que tanto deseaba que ocurriera. Quería más, más contacto, quería sentir mucho más de las manos del otro sobre sus caderas, sobre sus muslos, rodillas, piernas, tobillos, coxis, glúteos…
Aprovechando el gesto que Clyde había hecho, Cartman lo besó con fiereza, su lengua deslizándose sin ningún pudor contra el labio inferior de un Clyde que abría la boca con deseo, ansiando más de ese beso, más de ese contacto tan íntimo que ocasionaba que su corazón se acelerara peligrosamente.
Pero como cualquier otra cosa que involucrara al culón, todo se hacía y se desarrollaba a su paso. Y como con cualquier otra cosa que involucrara al gordo, escandaloso, egoísta, caprichoso —Y de alguna manera bizarra que aún no lograba comprender, pensó Clyde, atractivo— de Eric Cartman, la paciencia era una virtud que aunque parecía no hacer acto de presencia en este tipo de circunstancias, era totalmente necesaria.
Clyde suspiró, y decidió hacer uso de la escasa paciencia que habitaba su joven cuerpo.
Cartman, por su parte, rió un poco.
El muchacho Donovan no pudo evitar pensar que quizá él sabía lo que pasaba por su mente y se mofaba tan campante de él.
Algo ofendido por la risita burlona, Clyde rompió la casi nula distancia entre ambos acercando su rostro, lamiendo con cuidado el labio superior del contrario, y finalmente, encontrándose con lo que buscaba, ladeó la cabeza, deslizando su propia lengua en la boca de Cartman, rozando la de él. La sensación de cercanía y humedad, de los labios del otro tan cerca de si mismos daban un ambiente demasiado íntimo, placentero, y algo cliché. Pero, maldición si besos como esos no hacían que se hiciera evidente la concentración de sangre en las mejillas -y entrepiernas, todo sea dicho- de ambos muchachos.
Ninguno de los dos tenía demasiada experiencia al respecto, pero después de los dos, tres primeros encuentros sexuales que tuvieron luego de haber descubierto la llamémosle ‘química’ que tenían entre ambos, habían aprendido en qué partes se sentía mejor, de qué manera resultaba más placentero, donde rozar, besar, tocar (e igualmente importante, dónde no morder, pensaría Cartman, quien aún se llevaba las manos a su entrepierna al recordar un desagradable incidente en el que Clyde perdió los nervios y su mandíbula terminó cerrándose sobre el lugar más inesperado).
Cuando finalmente tuvo que retroceder para tomar aliento, Eric no pudo evitar soltar un “¿Aún estás seguro que no te haré gritar?”
—¿A-Ah? —Fue la respuesta de Clyde, corta de aliento, mientras intentaba tener algo de acceso a un poco más de oxígeno, tomando bocanadas de aire.
Una mano se deslizó por sobre el costado de el muchacho que recién parecía recobrar la compostura, sintiendo los contornos de su cuerpo bajo la fina tela de su camisa, trazando una línea con las yemas de sus dedos índice y anular a lo largo de un omóplato, finalmente descansando en la parte posterior de su cuello. Una pequeña fuerza hacia adelante con aquellos dedos que hasta ahora reposaban obligaron a Clyde a inclinar la cabeza hacia el frente, justo al lado de donde se encontraba ubicado el rostro de Eric, su aliento sobre su garganta, sintiendo la ausencia de su respiración por un segundo en el que Eric se movió para ubicar sus dientes de manera que rozaran el cuello de su compañero, sólo para después lamer suavemente y morder sobre su piel.
Eric Cartman estaba mordiendo su garganta, y mierda, era jodidamente sensual.
—Duro…
—¿…Qué?
Tragando saliva con dificultad y llevando sus manos hacia la cabeza de Eric, enredando sus dedos en su cabello, Clyde masculló entre dientes.
—Más duro. Hazlo más duro. No tengas… —tuvo que hacer una pausa para recobrar algo de aire—…No me importa si me lastimas, deja una marca, muérdeme-
La fuerza en sus piernas flaqueó un poco, era cosa buena que estuviera no sólo sentado sobre una cama, sino apoyado contra la cabecera de esta.
Pero era evidente que a Cartman pareció hacerle algo de gracia el pequeño detalle de “No me importa si me lastimas”. No es como si a él le hubiera importado demasiado en primer lugar si le dolía o no, vamos, estamos hablando de Eric Cartman. Aunque las condiciones eran diferentes, nada cambiaba el hecho de que este chico era la misma persona que no había parpadeado incrédulo ante la posibilidad de tomar dos vidas. Él iba a ser brusco si le parecía, y los chances de que “le pareciera” eran bastante altos.
Descomunales, cualquiera se atrevería a decir.
Perdidos en las sensaciones de cercanía; uno de los dos mordiendo y lamiendo sin reservas el cuello del otro y este tremendamente encendido a causa de las sensaciones que esto le provocaba, la vergüenza, si es que había alguna en primer lugar, comenzaba a desvanecerse en su totalidad, dando paso a aumentos de temperatura y sensaciones aún más placenteras. La mano de Eric tanteó la espalda de Clyde, bajando lentamente, recorriendo cada vértebra y tocando ligeramente varias costillas a su paso, para finalmente detenerse descaradamente en la curva de su nalga, haciéndolo brincar de sorpresa. Inicialmente la mano permaneció ahí mientras Eric se ocupaba del cuello del otro, lametazos abarcando cada vez un espacio más grande, pero la tentación era demasiada y sus grandes dedos se colaron entre sus glúteos, apretando su carne.
—¡Ah! —Clyde no creía poder esperar más. Esas manos sobre él, tocándolo, tentándolo, quería más más más más, pero Eric parecía disfrutar de torturarlo alargando la situación.
Pero como un regalo del cielo, el gordo por fin habló. O comandó, mejor dicho, mientras vertía el contenido del tubo de lubricante que había tomado de la mesita sobre sus dedos índice, corazón, y pulgar.
—Abre las piernas. — Y para hacer énfasis, agarró sus piernas e hizo algo de presión.
La reacción de Clyde no se hizo esperar, obedeciendo al instante a la vez que Eric se deshacía de su ropa; aunque era seguro decir que la vergüenza aún estaba presente, teniendo en cuenta que el rojizo de sus mejillas también lo estaba.
Por primera vez en todo el día, desde que empezaron a compartir contacto físico, Clyde se olvidó de lo mucho que ansiaba que este momento llegara y se concentró en disfrutar cada segundo de ese deseo por fin materializado; las manos de Eric tanteando su abdomen, pelvis, llegando a su miembro finalmente. Tomándolo entre sus manos, empezó gradualmente a acariciar con las yemas de los dedos, apretándolo con firmeza unos segundos más tarde, cosa que arrebató un suave gemido de sus labios.
Clyde estaba en el cielo.
Cartman apretó sus dedos, formando un puño alrededor de esa parte tan sensible del cuerpo de un Clyde que parecía tener algo de dificultad al contener sonidos embarazosos de escapar de su boca, y decidió moverla, aunque al principio era tan lento que joder, Clyde sintió la necesidad de golpearlo. ¿Cuál era el problema del gordo? ¿Por qué vacilaba tanto en darle lo que tanto esperaba?
Claro, todos esos pensamientos se desvanecieron cuando la fricción de aquella dotada mano se hizo demasiado al aumentar de velocidad, enviando olas de placer a través del cuerpo de Clyde, lo que parecían choques eléctricos desde su cuero cabelludo hasta la punta de sus dedos.
Cualquiera diría que semejante tipo de placer era de esperarse, después de todo, Clyde había estado esperando por esto, ¿Verdad? Pero de alguna manera, esa clase de goce seguía siendo demasiado repentino, demasiado inesperado, demasiado bueno como para que su memoria pudiera recordar en un cien por ciento que tan bueno había sido la última vez.
Y era por esto que, mierda, cada vez parecía ser mejor que la anterior. Ninguna cantidad de deseo podría prepararlo para la deliciosa sensación de tener a Eric tan cerca, sintiendo su aliento, el calor de su piel, el tacto de sus dedos, masturbándolo fuerte y viciosamente.
Los dedos de sus pies se curvaron, sus labios dieron paso a un jadeo sutil, casi imperceptible, disfrutando cada momento, cada segundo en el que los dedos de su compañero acariciaban su cuerpo en movimientos deliciosos, movimientos rítmicos.
—Más rápido— jadeó —Vamos…
Eric frunció el ceño, disgustándose un poco ante la idea de ser comandado, pero apresuró los movimientos de su puño de cualquier manera, encontrando entretenimiento y placer en las expresiones de deleite dibujadas en las facciones de su acompañante.
—Mierda— rió Cartman —Te dije que ibas a gritar mi nombre. —
A Clyde le tomó un poco volver a sus sentidos, demasiado perdido en aquella estimulación.
—En… ah… En primera, nunca he dicho tu nombre. Ni siquiera gritado n-nad- ahhhh…
—¿Y qué fue eso? — fue la respuesta del otro, totalmente descarada. — Eso sonó totalmente como un grito para mí.
Y como si no fuera suficiente hacer avergonzar a Clyde con tal comentario, añadió, mientras movía su mano con más fuerza, marcando un ritmo, haciendo al chico estremecer de placer…
—Me encanta escuchar esos lloriqueos maricas que siempre haces cuando hago esto. Ojalá pudiera oírlo claramente, sin la maldita película de fondo.
Clyde se sonrojó tan sólo un poco más, previamente ajeno a sus gemidos.
Unos cuantos minutos más y era evidente que los jadeos y sonidos de placer de este último eran ahora imposibles de contener, gimiendo ahora abiertamente sin cohibirse en absoluto y liberándose en las ahora húmedas manos de su compañero, suspirando en satisfacción. Unos segundos más tarde, Clyde aún temblaba un poco; su cuerpo aún no se acostumbraba a la gran cantidad de emociones que Eric le había provocado y la sensación de manos ajenas aun tocando su piel, temporal y notoriamente más sensible a causa del post-orgasmo.
Aún no había recuperado su aliento y sus dedos aún estaban tensionados, hendidos en las cobijas, pero Eric no había dudado un segundo en tomar a Clyde bruscamente de los hombros y acercarlo hacia sí mismo, besándolo con un poco más de delicadeza que las anteriores veces. Delicadeza casi imperceptible, pero, hey, para Eric esto ya era un gran logro.
Dos, tres minutos, y ambos se apartaron en busca de aire… Y Cartman, de un pañuelo.
Se limpió con considerable cuidado, arrugando la frente para denotar algo de asco (¿Sería “Fingir” una palabra más correcta? ¿Por qué iba Eric Cartman a hacer algo que le desagradara?) Al arrugar el papel y deshacerse de él en la cesta de basura convenientemente ubicada al lado de la cama.
Ambos se acostaron, uno al lado del otro, Clyde jadeando, ambos recapitulando lo que había ocurrido.
Wow, bueno, eso sin duda se había sentido bien.
Clyde se acercó en lo que parecía un intento de ser sigiloso. Tomó una bocanada de aire y se animó a decir lo que estaba en su mente en un arrebato de ¿Estupidez? ¿Sinceridad?
¿…Amor?
Si Eric pudiera leer los pensamientos, los de Clyde, al menos, probablemente hubiera tenido una arcada.
—T-Te… uh…
— ¿Ah? ¿Qué?
—…Que te quiero. — pronunció Clyde suavemente, con torpeza y poca claridad.
—¿…Que qué, Clyde?
—Lo que oíste.
Eric suspiró, fastidiado.
—No escuché nada.
—…Olvídalo.
La habitación poseía cierto ambiente de cansancio y sexo, el olor a semen invadiendo sus sentidos, y aunque Clyde ya había recibido la satisfacción que tanto necesitaba, bastaba tan sólo una mirada para notar que la erección Cartman aún necesitaba algo de atención.
—Uh… ¿Debería encargarme de eso? — señaló hacia el miembro de Eric con su dedo índice, sintiéndose algo incómodo por la acción.
—No. Estoy seguro de que mamá ya hizo el desayuno —dijo mientras recobraba la compostura y se vestía rápidamente, a la vez que se volvía hacia Clyde para añadir —Una cubeta de pollo de KFC es mejor que veinte horas de sexo. Contigo, por lo menos.
¿…KFC para el desayuno? ¿Había tenido sexo Eric con alguna otra persona? ¿Qué tipo de idiota comparaba sexo con comida? Y quizá igual de importante ¿A qué venía semejante comentario tan ridículo?
Clyde sacudió la cabeza, se dio la vuelta para continuar durmiendo y con algo de suerte, recobrar algo de esas horas de sueño que su inconveniente insomnio le había arrebatado, a la par que Eric organizaba sus pijamas, vestía sus pantuflas, y caminaba escaleras abajo para probar su preciado desayuno.
No es como si le molestara, pero quizá había cosas sobre Eric Cartman que quizá nunca sabría.
Y Clyde era feliz con eso.
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Para Nanami Fujoshi
Título: ¡Feliz Navidad!
Autor: Caro-chan.
Personaje/pareja(s): Stan Marsh & Kyle Broflovski (Style).
Rating: K (5+)
Disclaimer: Todos los derechos reservados a los creadores de South Park Trey Parker y Matt Stone.
Advertencias: --
Notas: Felices fiestas!
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Para Creekparadise
Título: Fantasías Extravagantes.
Autor: Gabi17.
Personaje/pareja(s): Craig & Tweek (Creek).
Rating: MA (18+)
Extensión: 3.010 palabras (6 páginas de Word).
Resumen: Craig no se detendrá ante nada hasta conseguir lo que quiere, y Tweek es lo que más quiere en el mundo. Despues de todo, el fin justifica los medios ¿cierto?
Disclaimer: South Park pertenece a Trey Parker y Matt Stone.
Advertencias: Rape (omfg).
Notas: SafeSexKids. Esto tiene que ser la cosa más difícil que he hecho en mi vida pero espero que sea exactamente lo que se me pidió. Por si no fue obvio: Tweek es realmente extraño y tiene fantasías sobre ser violado y como Craig lo ama mucho hace todo lo que el rubio quiere, fin. Además: la palabra clave para continuar era “por favor”. VEN LO QUE HICE? LO VEN? Es un rape consensual, así cumplo con lo pedido sin hacer sufrir a nadie BAM. Meireaesconderenunhuecoynuncasalir.
Craig piensa que no hay nada hermoso en el mundo que ver a Tweek llorando. En especial si las lágrimas son de dolor, ver sus ojos llenos de miedo y sus labios sangrando de tanto morderlos. Su pequeño cuerpo temblando mientras gime su nombre una y otra vez. Algunos piensan que Craig esta enfermo y por el bienestar de todos debería ser reubicado en el hospital psiquiátrico más cercano. En parte tienen razón, después de todo Craig no es normal, pero las razones son diferentes. Todos creen que es un psicópata.
Pero Craig solo está enamorado.
***
Pero Tweek no se daba cuenta de eso.
El rubio parecía no darse cuenta del ferviente amor de Craig, era como si ignorara los sentimientos del pelinegro. Y Craig se sentía sofocado, asfixiado por tener tanto amor dentro de él que no era correspondido, lo único que deseaba era poder liberar sus sentimientos. Pero no, Tweek simplemente estaba muy ocupado pensando en gnomos, aliens y el fin del mundo como para prestarle atención a Craig. Y no había nada que Tucker odiara tanto como ser ignorado. Pero también podía ser paciente; por lo que se juro así mismo conseguir el amor del rubio a toda costa.
El proceso en general tomó años; días de esfuerzos usados en conocer a Tweek, largas horas sentando junto al café adicto tratando de buscar su centro interior, meses y meses invertidos en simplemente ganarse la confianza del rubio. Deliberadamente hizo que Tweek dependiera de él y como cualquier proyecto bien cuidado, su relación con Tweek dio resultados. Su amigo era el proyecto. No fue muy difícil convencer a Tweek de que lo más necesita en ese mundo era Craig, jugar con su frágil mente para obedecer al pelinegro, hacerle ver que sí él también amaba a su amigo tanto como Craig lo amaba a él.
Y por un tiempo Craig era taaan feliz. El rubio era la personificación de todos sus deseos desde cuarto grado y por fin podía amarlo como había soñado tantas noches. Por fin podía abrazarlo y sentir sus pequeños huesos contra su pecho. Finalmente le era permitido besar sus suaves labios y su tibio cuello, recorrer sus manos entre sus cabellos y sostener su pequeña mano. Pero Tweek no le permitía ir más allá. Al principio a Craig no le importo, muy concentrado en el sentimiento de euforia al saber que Tweek era por fin suyo. Como sea, no tardo mucho para que la fea cabeza de su enfermedad apareciera. ¿Por qué el rubio no se entregaba por completo? ¿Es que el amor de Craig no era suficiente? ¿Es que Craig no era suficiente?
O tal vez, Tweek no lo amaba tanto como decía hacerlo. La simple idea enfurecía a Craig, saber que todo su esfuerzo no había servido de nada hacia que Tucker sintiera simple y primitiva ira. Pero estaba bien, no debía darle mucha importancia porque al final Craig se encargaría de que nada se entrometiera entre él y Tweek.
***
Cuando Tweek abrió los ojos su primer instinto fue gritar, lo que solo empeoró su dolor de cabeza. Sentía punzadas en su frente y no podía ver bien, sin contar que su cuerpo no respondía en lo absoluto. Por un segundo tuvo un ataque de pánico, creyendo que había muerto o quedado ciego, pero al segundo siguiente había recuperado todos sus sentidos. O casi todos. Lentamente se sentó sobre... ¿Una cama? Las sábanas era azules pero eso no podría ser correcto, él no tenía... Oh por el amor al café, ese no era su cuarto. Aterrorizado miró a su alrededor, tratando de recordar lo último que había hecho antes de llegar ahí, pero su memoria estaba en blanco. Recordaba la llamada de- de- Craig. Craig, lo último que recuerda es hablar con el pelinegro y luego, luego, ¿una pelea? Cielos, ¿Qué fue lo que paso? Prestó mas atención a su alrededor pero era endemoniadamente difícil; tras unos segundos reconoció estar en la habitación de… su pareja. Eso solo significa que sí había recibido una llamada de Craig, lo que no dejaba de ser bizarro.
Últimamente ambos habían estado peleando por la más mínima tontería, Tweek podía jurar que la mitad del tiempo no tenia idea sobre que discutían. Craig lo llamaba mentiroso una y otra vez; obviamente esto era demasiado estrés para el rubio quien no era ningún mentiroso. Tras su última pelea dejaron de hablar por unos días y aunque Tweek se sentía deprimido no podía negar que era un alivio no ver a Craig por un tiempo. Lo que lo traía a su situación actual; Tweek no comprendía que hacia ahí.
"Tweekers." Una voz ronroneó suavemente, como si estuviera complacido de que hubiera despertado. Tweek ahogó un grito de sorpresa y miró con temor a la persona que le hablaba. Craig. No entendía como no noto a Craig desde un principio, pero su cabeza seguía dando vueltas y no estaba en estado para asimilar pequeños detalles.
"¿C-Craig?" Tweek quería sentirse aliviado, en serio que si, después de todo estaba frente a alguien conocido ¿verdad? No recordaba los últimos minutos antes de perder el conocimiento, pero lo más probable es que el pelinegro lo haya encontrado y lo esté ayudando.
"Mmm." El rubio nunca antes había visto a Craig tan contento, como si estuviera haciendo un gran esfuerzo para controlar su emoción.
Tweek se estremeció al sentir su fría mirada sobre él, sus ojos azules parecían devorarlo lentamente y tenía una expresión casi salvaje. La mente del rubio corría a mil por hora, ¿Por qué lo miraba así? ¿Tenía algo en la cara? Cielos, si antes tenía miedo ahora estaba aterrorizado. No entendía que pasaba ni como había llegado a la casa de Craig y su mente no dejaba de crear miles de situaciones paranoicas.
"¿Qué sucedió ngh?" Craig simplemente se encogió de hombros, como si no importara que su cabeza estuviera tratando de matarlo ni de que no pudiera mover sus extremidades con fluidez. "Ah, bueno. Este… creo que debo irme gah."
Craig sonrió. Actualmente sonrió, mostrando todos sus dientes y el pequeño hoyuelo en su mejilla derecha.
"¿Tan pronto?" Su voz era un suave murmullo, tratando de convencer al rubio de quedarse. Tweek asintió torpemente y trato de pararse -rogando a los dioses que pudiera caminar- cuando se dio cuenta de un detalle escalofriante. Estaba completamente desnudo. Chilló asustado y retrocedió rápidamente, golpeándole contra la cabecera de la cama y logrando que su dolor de cabeza multiplicara. Llevó sus manos a su cabeza, enredando sus pequeños dedos entre sus cabellos y pegó sus piernas hacia su pecho instintivamente. ¿Por qué estaba desnudo? ¿Cómo no se dio cuenta tan pronto como despertó? Era como si… estuviera drogado. El rubio se mordió la lengua ante la estúpida idea.
"Shhh Tweekers, relájate."
En medio de su histeria no se había dado cuenta de los avances de Craig, quien se había acercado a la cama y ahora se encontraba junto al rubio. Sus manos cogieron las suyas con rudeza y las separó de su cabeza, sus ojos brillaban de una forma extraña y su respiración parecía desigual. Tweek se sonrojó ante la cercanía del otro, ¿es que no se daba cuenta que estaba desnudo? El café adicto decidió que había tenido suficientes confusiones por un día y quería volver a su casa lo más pronto posible. Buscó la única salida disponible e intento dirigirse ahí, no le importaba estar desnudo solo necesitaba salir. Las manos de Craig apretaron las suyas con fuerza, deteniendo sus movimientos; frunció el ceño mientras lo miraba enojado, sus labios tornados en una mueca de fastidio.
"No te puedes ir." Tweek gimoteó antes esas palabras, pánico desatándose en su cerebro mientras que Craig volvía a sonreír.
"¿Por qué?" El rubio uso todo su poder para formular la pregunta sin volver a desmayarse, en especial tras ver como Craig suspiraba complacido. Como sí acabará de hacer la pregunta que tanto esperaba.
"Verás Tweek..." Craig soltó sus muñecas y él mismo enredó sus manos en los cabellos rubios del otro y acercó sus labios a la oreja de Tweek, rozando suavemente su lóbulo. "Tenemos muchas cosas que hacer."
El rubio dejo de respirar, sin querer creer lo que esas palabras implicaban. Sólo era su imaginación ¿verdad? No había forma de que Craig- Lo estaba besando. Lamiendo y besando desde su oreja hasta la base de su cuello, subiendo y bajando. Tweek sintió como lágrimas se formaban en sus ojos y su respiración empezaba agitarse.
“C-Craig pppor favor no haa-agas esto ngh.” Tweek temblaba como nunca antes lo había hecho. Quería gritar, pedir ayuda, pero su voz a las justas si era audible. Ni pensar en huir, su cuerpo simplemente no podía responder. Sus grandes ojos avellana enmarcados por profundas ojeras moradas estaban llenos de miedo; puro y primitivo miedo.
“Shhh. No hables.” Craig susurró, aspirando ampliamente antes de pasar su cara por sus cabellos, inhalando su aroma como si quisiera grabarlo para siempre. “Shhh, todo va estar bien Tweek.”
"Crai-ig déjame ir. Por favor ngh por favor suéltame."
"¿Por qué te quejas tanto?" Las palabras del pelinegro eran duras, como si tratara de contener toda la frustración que sentía pero estuviera fallando. “No pareces querer irte.” Ante la mirada confusa del rubio, Craig bajó la mirada hacia su entrepierna donde –ante la profunda mortificación de Tweek- estaba ligeramente duro.
Tweek se sonrojó profundamente y con manos torpes trato de cubrirse, pero el pelinegro no se lo permitió. Apartó sus manos bruscamente y sin esperar un segundo tomó el miembro de Tweek entre manos. El rubio chilló sorprendido, sus manos empujaron al pelinegro por inercia pero no tenía sentido, Craig no se movió un solo centímetro. El agarre de Craig era fuerte y firme, como si hubiera estado planeando todo eso por mucho tiempo. Hey, tal vez así era. Observó el cuello pálido de Tweek y saltó sobre él, succionando su piel para marcarlo como suyo y para que todos se dieran cuenta. Su mano se movía con rapidez, tocando en lugares especiales que hacían al rubio gemir.
Tweek había desistido en tratar de escapar, sabiendo que no tenía posibilidad alguna. En cambio, pensó que si le daba a Craig lo que quería lo dejaría libre; claro, eso no significaba que su llanto haya cesado, al contrario solo se hizo más fuerte. El rubio se retorcía bajo el pelinegro, soltando pequeños "no" y "por favor" de cuando en cuando. Sus lágrimas no le permitían ver a Craig con claridad, pero no era como si quisiera hacerlo y si bien estaba empalmado, era solo porque no podía controlar su cuerpo. El pelinegro aumento el ritmo y Tweek solo podía tratar de igualar su respiración, convertido en un desastre caliente.
Antes de que el rubio pudiera llegar a su orgasmo, Craig lo soltó, retrocediendo un poco para admirar su trabajo. Tweek parecía ido, sus mejillas rojas cubiertas en lágrimas y sus ojos cerrados con fuerza. Su pecho subía y bajaba rápidamente y su boca estaba ligeramente abierta. Sus cabellos esparcidos en la almohada se pegaban a su frente debido al sudor y sus manos agarraban con fuerza las sábanas azules.
"Cielos Tweek, si tan solo pudieras verte. Eres tan hermoso." Suspiró el pelinegro a tiempo que lamía sus labios. El rubio se limitó a sollozar.
"N-no más Craig, por favor."
"Todo está bien Tweekers. Sólo relájate."
Craig tomó la cara del rubio entre sus manos suavemente, empujando su cabeza hacia su propia entrepierna. El rubio chilló asustado, levantando su mirada, cuestionando al otro.
"Hazlo." Tweek sintió más lágrimas llegar, sus labios temblando y su cuerpo vibrando de tanta presión. Negó con la cabeza, aún tenía algo de dignidad y planeaba en quedársela. Craig gruño molesto, sus ojos oscureciéndose y su agarre se hizo más fuerte. "Vamos Tweek sabes que te encanta, te mueres por hacerlo ¿no es así? Abre tu boca de una vez." Un vez más el rubio sacudió su cabeza, pequeños lloriqueos empezando a dejar sus labios. "HAZLO."
El rubio hizo lo que le exigía, separando sus delgados labios y tomando el miembro de Craig en su boca. El pelinegro gimió, empujando su cabeza contra su cuerpo
Tweek sintió que le faltaba el aire, el pelinegro era muy- le daba vergüenza admitirlo, pero- grande y no podía moverse en lo absoluto. Sus labios tiemblan mientras succiona con todas sus fuerzas. El pelinegro maldice entre dientes, gruñidos de placer dejando sus labios antes de separar al rubio y empujarlo sobre la cama una vez más. En un instante esta sobre él, separando los labios del rubio con su pulgar. Tweek lloriquea suavemente antes de que Craig meta su miembro en su boca una vez más, sus manos cogiendo el cabello del rubio. Mueve sus caderas en movimientos lentos y precisos, follando la boca del otro y Tweek separa sus labios lo más que puede, respirando por su nariz mientras se sujeta de las caderas del pelinegro.
Craig siente como una ola de calor se esparce en su vientre y jura que puede ver estrellas de tanto placer. Pero no puede venirse, no aún. Sin aviso alguno se separa del rubio -una vez más- pero ahora es su turno de tratar de calmar su respiración.
“Voltéate.”
“N-no.” Tweek no podía creer todo lo que estaba pasando, era como si estuviera desconectado de su cuerpo y no fuera él quien pasara por todo eso. Como sea las palabras de Craig lo hicieron estrellar contra la realidad de forma violenta. No pensó que el pelinegro quisiera ir todo el camino, como si lo ultimo no hubiera sido lo suficientemente humillante. “Por favor ack por favor no Craig. Ngh no hagas esto.” Ni siquiera el mismo podía entender sus palabras debido al llanto y sus temblores. Craig debate un segundo sobre lo que debería hacer, por un lado no quería traumatizar al rubio de por vida -muy tarde- pero por otro lado ya había llegado bastante lejos como para dejarlo ahí. Le da la vuelta con una mano mientras con la otra busca en el cajón de su buró, de donde extrae un condón y una pequeña botella de lubricante. El rubio chilló ante el repentino movimiento y trató de levantarse pero Craig se lo impidió, sosteniendo uno de sus hombros con su mano y esparciendo lubricante sobre su miembro con la otra. El pelinegro suspiró al ver a Tweek en esa posición y tras susurrar un "hermoso" cogió las caderas del rubio entre sus manos, inclinándolas ligeramente y metiéndose dentro del rubio sin ningún tipo de preparación. Los músculos del rubio apretaron su miembro y Tweek gritó de dolor, retorciéndose en el agarre de Craig y sujetando las sábanas con fuerza. "P-por favor."
Tweek se sentía tan bien alrededor de él, caliente, estrecho y perfecto. Craig toma ritmo, follando al rubio de forma brusca y rápida; tan concentrado que a las justas si puede escuchar los gemidos del rubio. Tweek está perdido, gimiendo y sollozando al mismo tiempo, revolviéndose contra las sábanas mientras jadeaba con fuerza; emitiendo sonidos que sólo Craig era capaz de hacerle emitir. El pelinegro se da cuenta del estado del otro, y aumenta el ritmo, sin importarle en lo más mínimo que tan brusco esta siendo con el perfecto trasero del rubio.
Lo único que le importaba era el hecho de que estaba con Tweek, de que lo sentía a su máxima capacidad, abrazando su cuerpo y llenando sus sentidos. Gimiendo, Craig se vino dentro del rubio, su cuerpo tembló con la liberación de todas sus emociones y verifico que Tweek había terminado segundo antes.
Craig se dejó caer sobre Tweek, su cuerpo aplastando al rubio. Las respiraciones de ambos agitadas y desiguales, sus cuerpos cubiertos en una fina capa de sudor y el olor a sexo presente en el aire. Tweek gimoteó suavemente y se removió incomodo; el pelinegro se separó al instante, preocupado de haberlo lastimado.
“¿Tweek? ¿Estás bien?” Sonaba realmente preocupado, sus labios en una fina línea de desaprobación y sus ojos brillando con intensidad. El rubio se limitó a acercase a su pareja, escondiendo su cabeza contra el cuello del pelinegro y suspirando encantado.
“Eso fue increíble.” Craig bufó exasperado, desviando la mirada para ocultar su obvio desacuerdo. “Gracias.”
“Sabes Tweek, creo que nunca podre entenderte. Es como si te obsesionaras con las cosas equivocadas y en cambio te apasiona lo que debería asustarte.” Sus palabras habían dejado cualquier rastro de emoción, pero sus ojos no dejaban de estudiar a Tweek atentamente. Sus manos trazaban torpes diseños en la espalda del rubio mientras besaba suavemente su frente.
El rubio sintió la atenta mirada de Craig y rodó los ojos, hastiado de su preocupación. Con un brazo se apoyó en la cama, y con su mano libre acaricio una mejilla del pelinegro. Se acercó y lo beso despacio, como si quisiera trasmitir todos sus sentimientos por medio de ese beso; separó sus labios y succionó el labio inferior de Craig antes de dejarlo ir. Era su primer beso desde que todo eso empezó, ya que Craig se negaba a besarlo en ese tipo de situaciones. “Cállate, quiero dormir.”
Y Craig obedeció.
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