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En una pequeña ciudad, perdida en medio de un bosque, se encontraba una antigua mansión. Se decía que en ese lugar, durante la época de la Inquisición, se llevaban a cabo terribles torturas y ejecuciones.

Un grupo de amigos decidieron explorar la mansión abandonada una noche. Al entrar, sintieron una presencia oscura y escalofriante. Mientras exploraban las habitaciones, encontraron viejos documentos que revelaban los horrores que allí habían ocurrido.

De repente, comenzaron a escuchar voces susurrantes y pasos arrastrándose por el suelo. Las sombras se agitaban en las paredes mientras los amigos intentaban huir. Pero algo los detuvo: una figura siniestra y encapuchada emergió de las sombras.

Era el fantasma de un antiguo inquisidor sediento de venganza. Los amigos se encontraron atrapados en un juego mortal, perseguidos por el espectro que conocía cada rincón de la mansión. Mientras escapaban, se encontraron con las almas atormentadas de las víctimas del pasado, cuyos lamentos llenaban el aire.

Finalmente, lograron encontrar una salida y corrieron lejos de la mansión maldita. Pero el terror no terminó ahí. A partir de esa noche, cada uno de ellos comenzó a tener pesadillas horripilantes y extrañas apariciones en sus sueños.

El cuento nos recuerda que los sucesos históricos pueden dejar una huella oscura en el presente y que a veces es mejor dejar que los fantasmas del pasado descansen en paz.