#socialismo revolucionario
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«He ahí dos métodos diferentes. Los comunistas creen deber organizar las fuerzas obreras para posesionarse de la potencia política de los Estados; los socialistas revolucionarios se organizan teniendo en cuenta la destrucción, o, si se quiere una palabra más cortés, teniendo en cuenta la liquidación de los Estados. Los comunistas son partidarios del principio y de la práctica de la autoridad; los socialistas revolucionarios sólo tienen confianza en la libertad. Partidarios unos y otros de la ciencia que debe matar la fe, los primeros quisieran imponerla; los otros se esforzarán por propagarla, a fin de que los grupos humanos, convencidos, se organicen y se federen espontáneamente, libremente, de abajo arriba: por su movimiento propio, y conforme a sus intereses reales, pero nunca según un plan trazado de antemano e impuesto a las masas ignorantes por algunas inteligencias superiores.»
Mijaíl Bakunin: «La Comuna de Paris y la noción del Estado», en Obras completas, Volumen 2. Las Ediciones de la Piqueta, pág. 166. Madrid, 1977.
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La «reforma estructural» y el problema de la estrategia de la izquierda ante el fin de una época
Por Ed Rooksby Investigador, profesor en la universidad de York (Reino Unido) y escritor socialista (1975-2021). Ver semblanza de Jacobin en su memoria. A pesar de sus muchas diferencias, las formaciones de izquierda que han avanzado políticamente en Europa en los últimos años –Syriza, Podemos, el Bloque de Izquierda portugués, el movimiento que se ha cohesionado en torno a Jeremy…
#Alexis Tsipras#André Gorz#Austeridad#Capitalismo#Grecia#Izquierda#Movilización#Nicos Poulantzas#Radical#Reformismo#Revolucionario#Socialdemocratas#Socialismo#Syriza#Transición#Yanis Varoufakis
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idea: Milei va a China a mendigar por los yuanes swap, pero siendo inestable y FÁCILMENTE INFILTRABLE, al ver los rascacielos de Shanghai descubre las ideas de Mao Tse-Tung, Deng Xiaoping y las fuerzas productivas al servicio del crecimiento nacional en el marco de un gobierno marxista revolucionario, implementa el Pensamiento Mileísta y el Socialismo con Características Argentinas.
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Por: Equipo Editorial Sitio Fidel Soldado de las Ideas Un líder, un iluminado, un revolucionario, un curioso de la vida, humanista, intelectual, guerrillero, gran escritor, de una fortaleza verdaderamente excepcional. Estas son algunas de las cualidades con las que definieron a Fidel Castro Ruz tres hombres que tuvieron la oportunidad de conocerlo: Frei Betto, Roberto Fernández Retamar y Miguel Barnet. En vísperas de conmemorar el 98 Aniversario de su Natalicio el próximo 13 de agosto, Cubadebate y el Sitio Fidel Soldado de las Ideas rendirán tributo al Comandante a través de los testimonios de aquellos que compartieron momentos con él. Un iluminado Fidel era un hombre con una gran curiosidad en la vida, sobre todo por la historia. Él leía una novela y, por muy buena que fuera la dramaturgia o la psicología de las personas, lo que más le interesaba era el trasfondo histórico, por eso admiró tanto a los escritores Alejo Carpentier, Ernest Hemingway y Gabriel García Márquez. Fue un fanático de las biografías, leyó las de María Antonieta, Napoleón y Alejandro Magno. Era un conocedor cabal de la historia antigua. Fíjate que cuando estuvo preso en Isla de Pinos, tras el asalto al Moncada, le decía a su hermana Lidia que no le mandara ropas ni corbatas, sino libros. Era además un humanista que rechazaba la politiquería. En aquellos años en que se inició en la lucha, la política en Cuba era politiquería. Muy pocos eran los hombres dignos en los años cuarenta y cincuenta, con excepción de don Fernando Ortiz, Raúl Roa, Jorge Mañach, el rector Clemente Inclán y unos cuantos profesores universitarios, pero ellos vivían encerrados en sus casas o haciendo su obra personal. Sin embargo, Fidel salió a las emisoras de radio, a las calles, a los campos. Fidel era, por sobre todas las cosas, un iluminado con una vocación humanista, y ese humanismo lo llevó inexorablemente a la política, pues donde lo podía practicar no era en una escuelita, sino en la vida pública; y como él tenía esa vocación y una mente tan ecuménica, con un calado tan hondo y una visión planetaria, tenía que entrar a la política. Allí se iba a sentir cómodo, pues encontraría herramientas con qué solucionar los problemas sociales. En los años finales de su vida, Fidel pudo satisfacer una de sus grandes vocaciones: ser escritor. Sus reflexiones son verdaderos ensayos políticos en los que se aprecia un gran conocimiento de la realidad, una prosa limpia, siempre aguda. No le encuentras nada que sobre, tampoco que falte, todo está cincelado, como lo hubiera hecho un gran escritor. Si él no hubiera tenido ese poderoso impulso y deseo de ayudar a los demás, de identificarse con los pobres de la tierra, como dijo José Martí, hubiera sido un escritor de gabinete, un escritor de novelas históricas. Pero no nos perdimos un escritor, ganamos un iluminado, un gran político, el hombre que cambió el destino de América Latina en el siglo xx. No hay otro. Él fue el primero. Un fragmento de las palabras de Miguel Barnet durante una entrevista concedida a Wilmer Rodríguez en noviembre del 2020. El don revolucionario de Fidel Con el Comandante en Jefe murió el último gran líder político del siglo xx, con la excepción de que es el único que sobrevivió 57 años a su propia obra: la Revolución Cubana. Pero se debe distinguir que no fue Fidel quien hizo la Revolución, sino el pueblo. Él dio las orientaciones básicas, fue punto de referencia, pero un hombre solo no hace una revolución, las revoluciones las hacen los pueblos. Ahí está la responsabilidad de los cubanos a partir de ahora. Un legado que Fidel dejó, sobre todo a los jóvenes, es mantener el socialismo como una sociedad de libertad, justicia y paz, donde se comparten bienes materiales y espirituales. De ninguna manera podemos mirar en Fidel un ser del pasado, sino del porvenir, así mismo él miraba a Martí. Cuando murió hice una oración agradeciéndole a Dios el don de la vida revolucionaria de Fidel. Un fragmento de las ...
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Marx y el lumpenproletariado
Por Joakim Andersen
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Es una tradición del 1 de mayo escribir un texto sobre el movimiento obrero y el socialismo que a menudo esté relacionado con Karl Marx y Friedrich Engels. El texto de este año tratará de las opiniones de estos dos caballeros barbudos sobre el llamado lumpenproletariado. En los primeros tiempos del movimiento obrero hubo un fuerte debate sobre el potencial revolucionario de esta clase social. El anarquista Bakunin se refirió a ellos como «la flor del proletariado», «la chusma que casi no había sido tocada por la civilización burguesa», y consideraba que su potencial revolucionario era gigantesco. Detrás de semejante valoración por parte de Bakunin se intuyen elementos de su propia psicología y personalidad, además de algunos aspectos que reaparecieron de forma trivializada en relación con la izquierda de 1968.
Frente a Bakunin, uno se siente tentado a añadir la figura de Karl Marx, a quien Bakunin describió como lo peor de ambos mundos, es decir, como judío y alemán. Aquí había un elemento de confusión conceptual, ya que Bakunin y Marx parecen haber estado hablando de grupos sociales diferentes cuando se referían al lumpenproletariado. En cualquier caso, para Marx el lumpenproletariado no era en absoluto una flor, sino una masa de desechos morales y socialmente degenerados. En su habitual lenguaje gótico, Marx dice en el Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte que el lumpemproletariado estaba compuesto por «junto a roués arruinados, con equívocos medios de vida y de equívoca procedencia, junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa, licenciados de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, lazzaroni, carteristas y rateros, jugadores, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos, en una palabra, toda es masa informe, difusa y errante que los franceses llaman la bohème».En este contexto, es interesante señalar la afinidad social y mental esbozada por Marx entre los “canallas” del lumpenproletariado y los “canallas” que Napoleón III y los capitalistas financieros, los parásitos, suelen tener los unos por los otros. Esto también debería ser relevante a la hora de analizar las clases medias altas y bajas del «Transferiat» y la alianza entre «brahmanes, helotas y dalits».
La definición de Marx del lumpenproletariado varía según el texto. A veces se refería a los restos de las clases precapitalistas, a veces a las clases moralmente inferiores de «criminales, vagabundos y prostitutas», a veces era un término colectivo para grupos fundamentalmente muy diferentes. Paradójicamente, compartía la opinión de la burguesía de que el lumpenproletariado era una clase peligrosa, classes dangereuses. Esto tiene que ver, en parte, con su antropología y la atención que en ella se presta a la capacidad de lucha disciplinada. También tiene que ver con sus ideas sobre la realidad material del lumpenproletariado, sus «condiciones de vida». Estaban acostumbrados a que las autoridades se ocuparan de ellos de una forma u otra. Por lo tanto, el lumpenproletariado podía a veces dejarse arrastrar por un movimiento revolucionario, pero también podía dejarse comprar por la reacción. También hay que mencionar aquí el conflicto latente entre la clase obrera y los numerosos desarrapados que la parasitaban de facto (véase la categoría de bandidos asociales de Hobsbawm).
Engels también trazó una clara línea divisoria entre la clase obrera y el lumpenproletariado y advirtió en contra de las alianzas con estos últimos. De hecho, escribió de una forma menos políticamente correcta que Marx que «el lumpemproletariado, esa escoria integrada por los elementos desmoralizados de todas las capas sociales y concentrada principalmente en las grandes ciudades, es el peor de los aliados posibles. Ese desecho es absolutamente venal y de lo más molesto. Cuando los obreros franceses escribían en los muros de las casas durante cada una de las revoluciones: «Mort aux voleurs!» ¡Muerte a los ladrones!, y en efecto fusilaban a más de uno, no lo hacían en un arrebato de entusiasmo por la propiedad, sino plenamente conscientes de que ante todo era preciso desembarazarse de esta banda».
Las advertencias de Marx y Engels fueron tomadas en serio durante mucho tiempo por el movimiento obrero, que a menudo llegó a esterilizarse antes que aliarse con el lumpenproletariado. Sin embargo, en relación con las tendencias de 1968, puede reconocerse un cambio, aunque la fascinación por los «elementos en descomposición» de diversa índole puede remontarse al menos a las vanguardias del periodo de entreguerras. Un exponente de la nueva visión del lumpenproletariado fue Herbert Marcuse y también Frantz Fanon (aunque la definición de este último del lumpenproletariado es más parecida a la de Bakunin).
Fanon es menos interesante aquí que Marcuse y la nueva izquierda con la que se le asocia; ya que la nueva izquierda esta compuesta por estratos que no son ellos mismos trabajadores y que no pueden distinguir entre «pobres» y «clase obrera». También se puede reconocer una tendencia a asociar los propios estratos psicológicos primitivos con estratos sociales supuestamente primitivos, sobre todo en el contexto de 1968. Al mismo tiempo, sin embargo, también hubo enfoques menos patológicos; Debord y Becker-Ho, por ejemplo, identificaron la vida precapitalista y los ideales guerreros con el «argot» (jerga).
Lo que prevaleció, sin embargo, era que las clases y los individuos con una psique desequilibrada idealizaban las clases sociales a las que atribuían esperanzas poco realistas. En nuestra época, esto se ha convertido en algo diferente del ingenuo «liberad a los presos, son como nosotros» de los años 70, porque ahora se ha añadido una dimensión étnica. La anémica burguesía romantiza y proyecta sus propios impulsos no sólo sobre pequeños grupos de vagabundos y «ladrones» locales, sino también sobre importantes sectores de las poblaciones que no tienen ascendencia europea. El lumpenproletariado de Marx se solapa hoy en gran medida con sus fuidhirs.
Podemos ver que la «izquierda» establecida le ha dado la vuelta a Marx. Se trata de clases medias, incluidos los burócratas, que rara vez son ellos mismos clase trabajadora y, por lo tanto, no pueden reconocer la diferencia entre «pobres» y «clase trabajadora». Al mismo tiempo, son las clases medias las que se encuentran en conflicto con la clase obrera nativa en el sentido más amplio, por lo que resulta tentador aliarse con sus otros rivales, tanto simbólicos como reales. Las tendencias psíquicas infantiles y primitivas que podemos reconocer en Marcuse siguen prevaleciendo en estas clases medias, lo que significa que se proyectan fácilmente sobre las clases etnosociales. En definitiva, se trata de un potente cóctel que, por un lado, baraja las cartas y defiende a los estratos del lumpenproletariado como «clase obrera» y, por el otro, silencia o legitima los comportamientos lumpenproletarios. Al mismo tiempo, la subclase indígena y sus problemas son invisibilizados; no encajan en las nuevas narrativas.
Para concluir, señalaremos que el término «lumpenproletariado» es en realidad un concepto del siglo XIX. Puede haber sido útil para captar las tendencias y los escollos del joven movimiento obrero, pero hoy la situación es muy diferente. Sin olvidar la «reacción» a la que Marx y Engels temían que se vendieran los lazzarones en lugar de defender violentamente el papado, la subclase etnificada de hoy cambia ciudadanías por votos con la socialdemocracia. El factor étnico, que aparece en Marx en diversos contextos como elemento primordial en relación con la clase, significa también que estamos ante un nuevo fenómeno. En cualquier caso, quienes lo deseen pueden recurrir a Marx y Engels para contrarrestar los recurrentes intentos de equiparar a la «clase obrera» con elementos puramente lumpenproletarios. Su perspectiva sigue siendo un punto de partida fructífero para comprender la relación entre la subclase etnificada y ciertas clases medias. Un complemento útil es la distinción que hace Evola entre dos tendencias antiburguesas. Una aspira a ser algo superior a lo burgués, la otra a ser algo inferior.
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El otro día un amigo me comentaba que, a diferencia de los católicos, que se arrastran por la tierra tratando de ganarse el paraíso y su ética se trata de erradicar el pecado original, los protestantes andan por la vida como si ya se hubieran ganado el cielo y su ética se basa en performar la versión de sí mismos que habitaría el paraíso.
Sea así o no, el contraste sirve para pensar las distintas éticas que habitan en la izquierda anticapitalista. Por un lado, estarían los revolucionarios "milenaristas", que priorizan construcción de una fuerza que consiga hacer la revolución, desdeñando las contradicciones morales que implica existir bajo la sociedad capitalista. Esto implicaría una ética materialista, en el sentido que explica que las conductas humanas están sobredeterminadas por las relaciones materiales de producción (en términos macro) y la capacidad de intervención individual moral es magra, "no cambia nada".
Por otro lado nos encontramos los "prefigurados", que creen en la prefiguración del socialismo/comunismo/anarquismo hic et nunc, en tren de construir las relaciones sociales que se volverían hegemónicas bajo el socialismo. Aquellos que abogan por esta prefiguración suelen discutir o relativizar la influencia de las condiciones materiales de producción social y embanderan la autodeterminación de los individuos o colectivos políticos en términos éticos.
Es decir, mientras unos ponen el foco en las condiciones objetivas como determinantes una ética social, y luchan por transformarlas para, de esa manera, transformar esa ética, los otros ubican la atención en las condiciones subjetivas como determinantes. Por supuesto, estas dos versiones son abstractos polares, no imágenes puras, y en la mayoría de los individuos de izquierda encontramos expresiones intermedias dentro de ese espectro. Pero sí dan para pensar en una ética que se configure desde una dialéctica más crítica entre las condiciones objetivas y las condiciones subjetivas.
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Ciudad de Umvir
La cuna de la escuela malteísta de Umvir; donde las ideologías más importantes de Dharmim eclosionaron y crecieron para ejercer su poder sobre el resto de la nación. Umvir, si bien es una ciudad bastante pequeña en relación a los grandes del más cálido centro nenúnico, ha sido de gran influencia en el estallido y desarrollo de las revoluciones darminas que culminaron en la actual dictadura del proletariado. Vimghe Aumdhirhem, el político, economista y filósofo precursor del materialismo histórico y del socialismo científico en Terenar, nació en un pueblo cercano a Umvir llamado Aumdhir y diseminó sus ideas por múltiples partes de la república y las naciones aledañas, volviéndose la cabeza del vingeísmo.
La vieja Umvir fue, décadas atrás, una bulliciosa metrópoli envuelta en el humo de las múltiples fábricas que se erguían en los derredores de sus centros comerciales y residenciales. Fue hogar de muchos inversionistas predominantemente ravneses, hasta que, luego de las Revoluciones Rojas, el creciente partido socialista expropiara sus edificios, capital y medios de producción sin ningún tipo de compensación.
Hoy en día, Umvir es la capital del Estado Federal-Socialista de Marovem, el cual es parte a su vez de la República Socialista Federativa de Damvar-Marovem.
La ciudad se yergue con altos edificios a través de la bruma y las constantes tormentas de nieve en la meseta darmina. Desde lo lejos se observa como un titán de concreto compitiendo con las montañas y los casquetes glaciares por alcanzar el cielo, al lado de la calma de un gélido y silencioso lago que se doblega a su autoridad. Sus fábricas siguen utilizando gases de efecto invernadero, pero a menor medida que en los tiempos pre-revolucionarios, pues la producción se hace de acuerdo a las necesidades del pueblo y no al simple incremento del capital. A causa de esto, algunas veces nubes negruzcas se mezclan con la lívida neblina del panorama, en lo que parece ser una fotografía en blanco y negro a lo lejos.
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Felicidades a quienes nos muestran el camino desde las aulas
A quienes nos muestran un nuevo mundo con cada enseñanza
A quienes tienen la vocación de educar al pueblo
A quienes saben que la educación es importante pero solo si es para emancipar
Por la Escuela del Rayo y el Socialismo, que enseño a los primeros socialistas mexicanos la necesidad de la revolución
Por Arturo Gamiz, quien dió un paso al frente para detener la violencia y explotación de los caciques y entendió que solo el socialismo y la vía revolucionaria, cambiarían la situación concreta de los oprimidos mediante la constitución del Grupo Popular Guerrillero
Por Genaro Vazquez, profesor normalista quien vio en las armas la vía para emancipar al pueblo, máximo líder de la Asociación Civica Nacional Revolucionaria
Por Lucio Cabañas, profesor normalista, héroe y comandante de todo el pueblo pobre de nuestra nación. Comandante y maestro del Partido de los Pobres.
Por Misael Nuñez Acosta, organizador popular, dirigente indiscutible del proletariado, maestro de las masas y revolucionario. Militante del PROCUP.
Por los 43 camaradas que no han podido llegar a las aulas.
Por ellos, educar, movilizar y organizar al pueblo son las tareas.
Por ellos, lucharemos hasta vencer.
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VALENTINE SCHLEGEL & IRIS MURDOCH
La metrópoli local era la sobrenatural y augusta St. Louis, junto al viajero Mississippi. La ciudad de T. S. Eliot. Henry aborrecía Nueva York pero amaba St. Louis. Y si Sperriton era diminuta y solitaria, St. Louis era vasta y solitaria, y el perdido Henry se deleitaba en medio de aquella soledad acosada. Amaba sus abandonados esplendores, las inmensas mansiones ornamentadas y descuidadas, testigos mudos de una burguesía desaparecida, el elevadísimo e inútil arco de acero desde el que los ciudadanos podían contemplar los raídos depósitos y las estaciones de mercancías de la costa de Illinois. Los palacios vacíos junto al gigantesco río eterno: qué poderosa imagen de la defunción del capitalismo. (Henry odiaba el capitalismo. Odiaba también el socialismo.) Russell y Bella iban a los conciertos. (Prácticamente no había teatro.) Henry no se preocupaba por ninguna de esas cosas. Vagaba por ahí simplemente en busca de una identidad. En un momento determinado se enganchó al tren de Max Beckmann, a quien un destino todavía más raro si cabe que el de Henry había desterrado a St. Louis en los últimos años. El jefe de su departamento le había dicho que debía escribir un libro, cualquier libro, daba igual. Y él decidió escribir sobre Beckmann. El libro de Henry no aparecería pronto precisamente. Russ y Bella se burlaban de él.
Efectivamente, tras haber enseñado durante cierto tiempo los cincuenta grandes cuadros, comenzó a odiar el arte. O quizá lo que odiaba era solo la vieja y pomposamente embrollada tradición europea. Era la producción en masa antes de que aparecieran las fábricas. Había demasiados trastos sueltos por el mundo. El hombre inventó el Tiempo y Dios inventó el Espacio, decía Beckmann. Henry quería volver al espacio. Eso, por extraño que pareciera, era lo que hacía Max, aunque atiborrase ansiosamente sus lienzos con aquellas atormentadas imágenes. Lo único pacífico en el arte de Max era el propio Max. Cómo envidiaba Henry su enorme seguridad, su feliz e imperativo egoísmo. Qué maravilla poder mirarse al espejo y convertirse en algo tan permanente, tan significante y monumental: un dirigente revolucionario, un héroe épico, un navegante, un roué, un payaso, un rey. Otra cosa eran las mujeres abrazándose en forma de pez. Pero aquella rotunda faz en calma era una verdadera luz en la vida de Henry. Beckmann, que se había casado dos veces, se aventuraría por unas sendas de misticismo masculino que enlazaban a Signorelli con Grünewald, a Rembrandt con Cézanne. Algún día registraría todo eso, pero, entregado al amor y a la envidia, iba aplazando el momento.
- Iris Murdoch, Henry y Cato. Edit. Impedimenta. Trad. Luis Lasse.
Valentine en Sète 1959. Foto: Suzanne Fournier
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«Ciertamente, ya no es posible, en mi opinión, llamarse a sí mismo anarquista sin añadir un adjetivo calificativo que lo distinga de los anarquistas personales. Como mínimo, el anarquismo social está radicalmente en desacuerdo con el anarquismo centrado en un estilo de vida, la invocación neosituacionista del éxtasis y la soberanía del ego pequeñoburgués cada vez más marchito. Los dos divergen completamente en los principios que los definen: socialismo o individualismo. Entre un cuerpo revolucionario comprometido de ideas y práctica, por una parte, y el anhelo deambulante de placer y autorrealización personal, por otra, no puede haber ningún punto en común. La mera oposición al Estado podría muy bien unir al lumpen fascista con el lumpen stirneriano, un fenómeno que no carecería de precedentes históricos.»
Murray Bookchin: Anarquismo social o anarquismo personal, un abismo insuperable. Virus Editorial, pág. 102. Barcelona, 2012.
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Una paloma blanca
Ayer escribí una redacción sobre el miedo. En realidad, solo escribo para practicar la escritura. Incluso en mis cuentos invento situaciones que jamás existieron.
Por otro lado, quiero aclarar sobre lo que pienso, que puede ser contradictorio, pero no lo es. Yo tengo un sentimiento muy de derecha, para nada de izquierda. Sin embargo, considero que la verdadera derecha política siempre estuvo interesada en ayudar a los más humildes. De hecho, los comedores populares, las ayudas en los centros religiosos, los planes sociales, las universidades públicas, todo eso, es sustentado por personas de poder. ¡Y claro! Siempre que te dan algo ese algo alguien lo paga. Y eso de que nuestros impuestos pagan todo eso es como un cuento de hadas, imaginario. No obstante, durante la historia de la humanidad hubo muchas revoluciones populares que se aliaron al terrorismo y al secuestro de personas, y pienso que ese fue el motivo por el cual la derecha dejó de asistir a los más humildes y nos metió a todos en la misma bolsa.
Por otra parte, cabe destacar que yo siempre viví confundida, porque pensé que todos los pobres eran como yo. Es decir, yo soy una persona que trabajó toda su vida, que no conspiré contra nadie ni mandé informes de nadie ni tampoco investigué a ninguna persona. Yo nunca me involucré en seguir a individuos por la calle ni tampoco me uní a movimientos terroristas ni envidié lo que el otro tiene. Por eso, yo siempre defendí al pobre pensando que el pobre era igual que yo. Pero lamentablemente, no todos los pobres son como yo. Por supuesto que no los incluyo a todos en esto.
Yo te cuento: yo tuve un amigo que nos distanciamos y que lo tengo en mis redes sociales. Yo recuerdo que ese amigo vivía hablando de política. A mí me fastidiaba eso. Me afirmaba que el estado debía asistir a las personas en situación de calle y mantenerlas. Y yo le daba la razón. Entonces, ahí dirás que yo era totalmente de izquierda. Empero, volvemos a lo mismo, en que si los pobres fueran como yo, el estado podría mantenerlos hasta que consigan un trabajo e ir descontándoles, una vez que lo consiguieron, todo el gasto que ocasionaron al estado. Pero hay pobres que se unen a grupos guerrilleros y terroristas. Este amigo me decía que debíamos investigar a las personas que usaban esos trenes carísimos, de lujo. Y yo le dije que yo no odiaba a los ricos y que no pensaba hacer eso. Entonces, dentro del socialismo o populismo existen personas aliadas al secuestro de personas, de niños, de fabricación de artefactos explosivos, etc. Además, los grupos de izquierda, por lo general, se unen a organizaciones inmorales como la defensa del aborto, el feminismo radical, los grupos LGTB, etc. Por eso, como yo estoy en contra de eso, me considero totalmente de derecha. Sin embargo, defiendo la ayuda a los pobres, porque considero de buena moral que la derecha ayude a los más humildes, pero a las personas como yo, que solo quiero trabajar y estudiar y que no conspiro en contra de nadie.
La confusión en mi cabeza siempre fue pensar que los movimientos sociales como los del Polo Obrero son tan inocentes como yo lo soy, que solo van a marchas para pedir un mejor salario o educación pública gratuita, sin hacer estallar a la gente por el aire. Pero no es así en una gran parte de la izquierda política. El socialismo, aliado al comunismo, busca quitarle el dinero por la fuerza al rico, lo odia hasta el punto de perseguirlo en investigarlo, produce atentados en su parte más extrema, etc. La izquierda destruye la ley porque la ley defiende al que más tiene y no a ellos. Por lo tanto, no es contradictorio mi pensamiento. Lo raro es que yo sea una persona tan de derecha metida entre gente de izquierda. Digamos que nací dentro de una familia de revolucionarios, que eran parte de una causa desconocida para mí, que vivían con falsas identidades, que escapaban de la policia, etc. Y yo funcionaba entre ellos como la paloma blanca que molestaba.
Entonces, para resumir: yo estoy a favor de la izquierda política si fuera como yo la veo, inocente, de reclamos salariales, de pedirle a los ricos más oportunidades, de trabajar dignamente, de estudiar una carrera, etc. Sin embargo, no estoy a favor de la izquierda actual: defensora del aborto, defensora de la destrucción del lenguaje, luchadora por robarle a los ricos, conspiradora para producir atentados; defensora de mantener privilegiados, tanto feministas como del grupo LGTB, etc.
¿Se entiende? ¿Y cómo voy a titular esta redacción? Pues «Una paloma blanca», porque eso fui entre esta gente, que los puedo comparar a los cuervos negros.
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IMAGENES Y DATOS INTERESANTES DEL 18 DE DICIEMBRE DE 2024
Día Internacional del Migrante, Día Nacional de la Esclerosis Múltiple, Año Internacional de los Camélidos.
San Auxencio, San Flavio y Virgen de la Macarena.
Tal día como hoy en el año 2022
Argentina gana el Mundial de Fútbol de Qatar, después de 36 años de espera. El equipo, capitaneado por Leo Messi, se declara campeón del mundo frente a Francia, la defensora del título, en la tanda de penalties
2011
Estados Unidos retira sus últimas tropas de Irak, lo que supone el fin de la Guerra de Irak, que había comenzado en 2003.
2010
Comienzan las protestas en Túnez contra el gobierno a raíz de que un joven se quemara a lo bonzo el día anterior (revolución tunecina), lo que marcará el comienzo de la Primavera Árabe.
2005
Al frente del "Movimiento al Socialismo" (MAS), el campesino indio Evo Morales da un vuelco a la historia de Bolivia, al conseguir un triunfo electoral sin precedentes (54 % de los votos) al final de un dificultoso año para su país, con la caída del presidente tras sucumbir en junio a una oleada de manifestaciones que recorrieron toda Bolivia, agravada por una amenaza golpista que finalmente quedó en nada. El presidente electo Morales, ha destrozado todos los pronósticos al vencer con rotundidad en las elecciones generales celebradas hoy al conservador Jorge Quiroga, lo que le permitirá ser el primer presidente indígena del país. En enero, en unos pocos días, Evo Morales recibirá el traspaso de poderes y tomará posesión del cargo de presidente constitucional de la República. (Hace 19 años)
1996
En Lima, capital de Perú, terroristas del MRTA (Movimiento Revolucionario Tupac Amaru) asaltan la residencia del embajador de Japón, provocando la muerte de dos policías y un magistrado mientras toman como rehenes a 72 personas que permanecerán secuestradas 126 días, durante los cuales el presidente peruano, Alberto Fujimori, rehusará a ceder a las peticiones de los guerrilleros. El 22 de abril de 1997, una sospechosa operación militar de rescate ordenada por el propio Fujimori, que hace frente en su país a una debilitada posición en las encuestas ya que su Gobierno padece una seria crisis política por los diversos escándalos que afloran a la luz pública, logra liberar a todos los rehenes, excepto a uno que perderá la vida, mientras las fuerzas especiales dan muerte a los 14 guerrilleros, muriendo por contra tan sólo un miembro del comando de rescate durante la operación. Considerando que la fase central de la operación está planificada para tener una duración máxima de 6 minutos y que la misma casi se triplicó en el tiempo, al durar 16 minutos, cabrá preguntarse si una suerte providencial cubrió la operación o si evidentemente los guerrilleros tuvieron tiempo de reaccionar contra los rehenes, a quienes optaron por no sacrificar, siendo ellos los ajusticiados impunemente por las fuerzas de asalto gubernamentales. (Hace 28 años)
1940
Adolf Hitler ordena a sus generales estudiar y preparar la invasión de la Unión Soviética en una operación que se conoce con el nombre clave de "Operación Barbarroja". Se llevará a cabo en junio de 1941. (Hace 84 años)
1916
Finaliza el combate más largo de la I Guerra Mundial, la Batalla de Verdun (Francia), después 10 meses de lucha constante y de un coste insoportable de vidas. En febrero de este mismo año, las fuerzas alemanas lanzaron una ofensiva contra Verdun, al este de París. Aunque al principio las fortalezas de Hardaumont y Douaumont cayeron rápidamente, los franceses no se rindieron y se agruparon bajo el mando del general Pétain. A mediados de diciembre, el general francés había recuperado casi todo el terreno perdido en los primeros días de la batalla. Al finalizar en este día la Batalla de Verdun 250.000 soldados de ambos bandos han muerto y 500.000 han resultado heridos. En esta batalla se han empleado gases venenosos y lanzallamas. (Hace 108 años)
1892
En el Teatro Mariinski de San Petersburgo, en Rusia, se estrena "El cascanueces", bello ballet en dos actos y tres escenas del brillante compositor Piotr Ilich Chaikovski. Elogiado y desaprobado a partes iguales por la crítica de la época, con el paso del tiempo será una de sus obras más conocidas. (Hace 132 años)
1856
En Argentina se aprueba mediante decreto el plano del trazado de la Ciudad del Libertador General Don José de San Martín, cabecera del partido homónimo, en la provincia de Buenos Aires. Éste lo lleva a cabo el agrimensor Juan Fernández. Este nuevo trazado ayudará a que una población mayor se afinque definitivamente. (Hace 168 años)
1273
En Potenza (Italia) un fuerte terremoto asuela la ciudad y obliga a los supervivientes a reubicarse en las colinas. (Hace 751 años)
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Lenin
Fue el principal dirigente bolchevique de la
Revolución de Octubre de 1917. Ya en el poder, Lenin procedió a aplicar distintas reformas que incluían la transferencia al Estado o a los trabajadores soviéticos del control de propiedades y tierras en manos de la aristocracia, la antigua corona o terratenientes.
El objetivo inmediato de los comunistas es el mismo que el de todos los demás partidos proletarios:
formación del proletariado en una clase, derrocamiento de la supremacía burguesa, conquista del poder político por el proletariado.
Una vez terminada su estada en Siberia en el año 1900, Lenin se exilió en Suiza para evitar nuevas penas de prisión relacionadas con su lucha obrera, una actividad cada vez más perseguida en el Imperio Ruso.
Lenin fundamentó las tareas y el modelo del partido comunista.
El leninismo (en ruso: Ленинизм, leninismo) es una ideología política desarrollada por el revolucionario marxista ruso Vladimir Lenin que propone el establecimiento de la dictadura del proletariado dirigida por un partido revolucionario de vanguardia como preludio político al establecimiento del comunismo.
Karl Marx, filósofo alemán principal desarrollador de la teoría comunista, además de importantes doctrinas filosóficas ligadas a este como el materialismo histórico. Friedrich Engels, filósofo alemán y compañero de Marx, coautor de varias de sus obras y teórico del socialismo científico.
El marxismo-leninismo sostiene que se necesita una revolución comunista en dos etapas para reemplazar al capitalismo. Un partido de vanguardia, organizado a través del centralismo democrático, tomaría el poder en nombre del proletariado y establecería un estado socialista de partido único, llamado la dictadura del proletariado.
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David Engels: La decadencia de Occidente no es un naufragio, sino una lenta puesta de sol
Por Eren Yeşilyurt
Resulta imposible no mencionar el nombre de Oswald Spengler cuando se estudia la historia de la revolución conservadora, siendo él una de las piedras angulares de este movimiento. La forma en que Spengler entendía la historia y sus predicciones sobre las diferentes civilizaciones siguen siendo objeto de debate hasta el día de hoy. Esta entrevista a David Engels, experto de renombre mundial en Spengler, es una introducción que puede interesar a los lectores que deseen comprender mejor las ideas de Spengler y su impacto en el mundo actual. En los últimos dos años diferentes editoriales turcas han publicado obras importantes de Oswald Spengler como El hombre y la técnica y La decadencia de Occidente. Sin embargo, otros libros como La hora decisiva, Prusianismo y socialismo y Discurso a la juventud alemana aún no han sido traducidas al turco y están esperando ser conocidos.
¿Cómo era la época en que vivió Spengler y qué lo llevó a convertirse en un «revolucionario conservador»?
Spengler es el típico hijo de la Alemania siglo XIX: su interés enciclopédico por las civilizaciones del pasado, además de la importancia que le daba a la tecnología y su fascinación por la construcción de enormes «sistemas» filosóficos e históricos dan buena cuenta de ello. Sin embargo, su principal momento de actividad se sitúa en la época de la República de Weimar, la cual nació de la abrupta y traumática deconstrucción del «viejo mundo» anterior a la guerra. El empeño de Spengler por mostrar la inevitabilidad de la decadencia y la fosilización de todas las grandes civilizaciones, incluido Occidente, fue recibida de forma entusiasta y ayudó a que mucha gente comprendiera lo que estaba ocurriendo, aunque muy a menudo los lectores redujeron las enormes perspectivas históricas de Spengler a algunos elementos muy coyunturales y pasaron por alto que, para Spengler, la lenta decadencia de Occidente era un proceso muy largo que únicamente culminaría a finales del siglo XXI.
Spengler es considerado a menudo como un «revolucionario conservador», pero dudo que fuera realmente tan «conservador» y «revolucionario» como lo etiquetan. De hecho, estaba a favor del determinismo histórico y consideraba que Occidente había entrado en una época donde la democracia liberal se transformaría primero en una oligarquía financiera para luego ser suplantada por una forma cesarismo, después vendría la guerra civil y la unificación imperial. En consecuencia, consideraba a Cecil Rhodes y a Mussolini como los primeros síntomas de una evolución que sólo culminaría, según él, en el siglo XXI. Esperaba que Alemania se sacudiera de la tutela de la República de Weimar y entrara a competir en la carrera por la construcción de un futuro Imperio paneuropeo. Detestaba al nacional-socialista y colisionó relativamente temprano con Hitler y su partido a causa de su doctrina racial, la cual rechazaba, estando convencido de la igualdad de todas las grandes civilizaciones. Por eso tampoco estoy seguro de que Spengler fuera realmente un «conservador», ya que estaba convencido de que el desvanecimiento del viejo mundo era una fatalidad que había que aceptar, aunque fuera a regañadientes, para abrazar la tecnología, el imperialismo y la modernidad.
La primera obra que viene a la mente cuando se menciona a Spengler es La decadencia de Occidente. ¿Qué quería decir con esa obra? ¿Acaso Occidente realmente se ha derrumbado o este proceso continúa hasta el día de hoy?
El título «La decadencia de Occidente» garantizó el éxito duradero de Spengler, pero fue (y sigue siendo) motivo de muchos malentendidos. La tesis principal de Spengler es la idea de que todas las altas civilizaciones – Egipto, Mesopotamia, China, India, la Antigüedad clásica, Mesoamérica, el Cercano Oriente monoteísta, Occidente y probablemente también Rusia – no sólo son iguales entre sí, sino que evolucionan siguiendo etapas paralelas que se corresponden con las fases de desarrollo de un ser orgánico. Esta idea no era absolutamente nueva, por supuesto, pero Spengler fue el primero que intentó sistematizar esta hipótesis basándose en la investigación histórica moderna.
Además, Spengler quería demostrar que el Occidente moderno había alcanzado su fase final de desarrollo y estaba a punto de entrar en un periodo que se correspondía en general con la República Romana tardía, que él veía como el momento final de la Antigüedad Clásica antes de que el Principado de Augusto diera paso a su fosilización y petrificación definitivas. Esta idea tampoco era absolutamente nueva, ya que desde el siglo XIX la mayoría de los intelectuales europeos estaban influidos por una atmósfera de «fin de siècle», pero Spengler dio un sentido histórico mucho más amplio a esta impresión. Sin embargo, al elegir el título «Untergang» (literalmente «Hundimiento», no «Decadencia»), contribuyó a cierta incomprensión de su obra, ya que esta palabra no sólo se refiere, en lengua alemana, a un «naufragio» y, por lo tanto, a una catástrofe espectacular, sino también a la lenta puesta del sol. Spengler explicó más tarde que era este último sentido el que respaldaba y que también podría haber elegido el título de «Plenitud de Occidente» para su obra, pero, por supuesto, la interpretación más espectacular de «Untergang» como «colapso» fue la que el público en general retuvo hasta hoy. Esta es también la razón por la que este proceso, por supuesto, todavía está en marcha y continuará durante algunas generaciones, ya que Spengler ha demostrado claramente en su obra que la etapa final de un imperio europeo a la manera de «Augusto» no se alcanzará hasta el siglo XXI, mientras que la Civilización-Estado que emerja de esta transición perdurará potencialmente durante un par de siglos más, exactamente igual que sobrevivieron durante bastante tiempo el Imperio Romano, el Imperio Han o el Imperio Ramésida, aunque de forma cada vez más primitiva y petrificada.
¿Qué tipo de predicciones ofrece la comprensión cíclica de la historia de Spengler sobre los futuros grandes cambios en la política mundial? ¿Qué tipo de orden mundial podría surgir tras el colapso de la civilización occidental?
En primer lugar, permítanme insistir en que el pensamiento histórico de Spengler no es «cíclico» en sentido estricto, ya que el final de una civilización nunca va seguido de su renacimiento: su muerte es definitiva. Por supuesto, pueden surgir nuevas civilizaciones más tarde, pero rara vez en el mismo territorio y generalmente sólo muchos siglos después y basadas en paradigmas mentales totalmente diferentes. Por lo tanto, estas civilizaciones son mónadas, no elementos de una cadena.
En cuanto al futuro, el inminente establecimiento de un imperio de la civilización occidental probablemente vería un cierto retorno del imperialismo y la autoafirmación occidentales, ya que el universalismo posliberal y la diplomacia centrada en el Estado-nación tan típicos del siglo XX serían sustituidos por alguna forma de patriotismo civilizacional. Entraríamos así en una etapa de coexistencia entre varios Estados-civilización que competirían entre sí por el dominio de sus respectivas territorios y recursos estratégicos, pero que aceptarían, a grandes rasgos, sus limitaciones mutuas, exactamente igual que el Imperio Romano dejó de expandirse después de Augusto, coexistió pacíficamente con el Estado-civilización iraní y prefiriendo la defensa al ataque. Sin embargo, Occidente se fosilizará lentamente y perderá su capacidad de resistencia, el progreso tecnológico también se ralentizará y el mundo occidental empezará a parecerse a China y Japón en el siglo XVIII: una sociedad en gran medida cerrada sobre sí misma y cada vez más inmóvil. De este modo, Occidente se convertiría en el Estado-civilización más joven si lo comparamos con China, Japón e India, pero también el fragmentado mundo musulmán, que han alcanzado esta fase hace ya muchos siglos y sólo obtienen su energía actual del impulso de Occidente.
Entre estos restos fosilizados de civilizaciones anteriores probablemente surgirán dos nuevos espacios culturales. Por un lado, Rusia: Spengler estaba convencido, como yo también lo estoy a estas alturas, de que Rusia no es una parte del mundo occidental, sino una civilización autónoma, aunque probablemente se encuentre aún en periodo de gestación y necesite liberarse de la abrumadora influencia de Occidente para alcanzar su propio ciclo civilizatorio. Por otra parte, personalmente creo que en un par de siglos más o menos, África podría convertirse en la patria de una nueva civilización futura, aunque por supuesto esto entra en el campo de la especulación.
¿Cómo trasciende el concepto de «socialismo prusiano» de Spengler la tradicional división derecha-izquierda? ¿Cómo puede evaluarse este concepto en la actualidad?
Spengler creía que, en el siglo XX, los principales representantes de la civilización occidental, Francia, España y hasta cierto punto Italia, habían dejado de ser fuerzas activas, y que sólo Alemania, así como el mundo anglosajón, eran los últimos agentes que competían por la configuración del futuro Estado-civilización europeo. En su opinión, el mundo anglosajón representaba el principio del liberalismo, mientras que Alemania, liderada por Prusia, representaba el principio del colectivismo jerárquico, que se correspondía a grandes rasgos con la oposición entre Cartago y Roma durante los siglos III y II a.C. Personalmente, no estoy muy de acuerdo con esta clase de simplificación dualista, pero si la aceptamos como hipótesis de trabajo podríamos especular que el mundo anglosajón sustituyó al mundo prusiano durante la Segunda Guerra Mundial, pero la actual Unión Europea, cada vez más dominada por Alemania, blande un cierto ideal burocrático y un universalismo kantiano que se ha ido transformando en algo que Spengler podría haber reconocido como «prusiano» (al menos en su versión «ilustrada» del siglo XVIII), aunque se encuentre (por el momento) desprovisto de cualquier forma de patriotismo o militarismo.
En su crítica a la modernidad, Spengler veía en la tecnología un elemento de disolución de las culturas. ¿Cómo interpreta estas críticas de Spengler en el mundo digital actual?
Para Spengler la tecnología no es un elemento de disolución, sino más bien un síntoma de la fase tardía a la que llegan todas las civilizaciones. En efecto, el mundo helenístico en la Antigüedad clásica, los Estados Combatientes en China, el califato abasí en el mundo oriental y, por supuesto, Occidente durante los siglos XIX y XX, todos ellos se caracterizan por un progreso científico exponencial que se corresponde con una fase de expansión imperialista y colonialista, la difusión del materialismo y el advenimiento de un arte puramente expresionista y teatral. Por tanto, el progreso no es la razón de la «decadencia» (o de la «plenitud», como decíamos más arriba), sino sólo uno entre otros muchos síntomas. El siglo XXI es sin duda, como preveía Spengler, la cumbre de este progreso y probablemente también será su final.
Esto puede parecer algo sorprendente, ya que todos hemos estado acostumbrados a pensar en el progreso tecnológico como una especie de evolución lineal, interminable y exponencial, pero si comparamos Occidente con las demás civilizaciones, deberíamos esperar que, durante la próxima generación, no se produzcan verdaderos cambios de paradigma científico y que, aparte de algunas nuevas técnicas de aplicación, el «progreso», tal y como lo conocemos ahora, se detenga en gran medida. Si miramos a nuestro pasado reciente, el salto tecnológico que separa el principio del siglo XIX del principio del XX es, en efecto, mucho mayor que el que separa este último del siglo XXI. Además, muchas tecnologías ya están siendo deconstruidas ante nuestros ojos, especialmente en Europa: trenes de levitación magnética como el Transrapid, aviones de pasajeros ultrasónicos como el Concorde, tecnología de transporte como los aerodeslizadores, incluso los motores de combustión y la energía nuclear: todo esto se abandona o se rechaza conscientemente su uso ante nuestros propios ojos, mientras que absurdos anticientíficos como los estudios de género, el apocalipsis climático o la autodeconstrucción poscolonial son impulsados masivamente por las élites. Es sólo cuestión de tiempo que esta actitud antitécnica llegue a Estados Unidos, que es en muchos sentidos la «última nación fáustica».
En la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de París vimos el dominio del sistema mundial por parte de quienes desprecian lo sagrado y dominan la política mundial. Se discuten los roles de género, se esclaviza a la gente por medio de la tecnología y el interés. ¿Cree que a Occidente le queda algún valor al que aferrarse?
Muchos de los absurdos ideológicos de la modernidad fueron efectivamente previstos por Spengler, especialmente el ecologismo, la oikofobia occidental, el pacifismo cobarde y el autosabotaje de las ciencias, pero estoy convencido de que Spengler se escandalizaría si viera el grado de autodestrucción que está en marcha hoy en día. Sin embargo, para Spengler, la cuestión de los «valores» es puramente estética: Spengler era, en términos generales, ateo y veía los sistemas morales y filosóficos como síntomas puramente relativistas del crecimiento y decadencia de las civilizaciones, ciertamente deploraba el declive de los valores tradicionales como prueba de la decadencia de Occidente, pero no tenía fundamentos conceptuales desde los que condenarlos desde un punto de vista absoluto, excepto, por supuesto, su utilidad puramente pragmática para mantener unida a una sociedad. Aquí es donde yo difiero de Spengler, ya que creo en una verdad perenne y trascendente que está más allá de todas las civilizaciones y que se expresa no sólo a través del intelecto humano, sino también a través de la ley natural y que, en consecuencia, legitima un cierto conjunto de normas morales absolutas cuya perversión es, por tanto, no sólo un mero hecho histórico entre muchos otros, sino también una desviación concreta de los valores absolutos, aunque, por supuesto, esta desviación adopta formas diferentes para cada civilización en su última etapa.
¿Puede desarrollarse hoy una perspectiva «neo-spenglerista» que reinterprete el pensamiento de Spengler? ¿Es posible hacer una nueva lectura del mundo occidental contemporáneo a partir de las obras de Spengler?
Por supuesto: eso es lo que estoy haciendo desde hace al menos 20 años, centrándome principalmente en dos aspectos. Por un lado, los conocimientos históricos de Spengler eran amplios, sin embargo, eran a menudo producto del diletantismo y además condicionados por los límites de la historiografía de principios del siglo XX. Entretanto, sabemos mucho más sobre las civilizaciones que Spengler trató de forma muy marginal o incluso ignoró, como las sociedades mesoamericanas y andinas y el sudeste asiático. Además, estoy convencido de que tenemos que asumir que las civilizaciones clásicas sumeria y china fueron seguidas respectivamente por una civilización asirio-babilónica y una civilización sucesora tao-budista. Además, el antiguo Irán, que Spengler incluyó en el mundo monoteísta, debe considerarse definitivamente como una civilización aparte. Así pues, no sólo es posible, sino también necesario, adaptar las teorías de Spengler a los conocimientos actuales; una adaptación que, sin embargo, no contradice la tesis general de la morfología cultural.
Por otra parte, la filosofía de Spengler se basa en un vitalismo nietzscheano un tanto burdo y simplista, muy popular en su época, pero bastante insatisfactorio, ya que sólo da una respuesta estética a los grandes misterios de la existencia, se estanca en un relativismo filosófico y excluye la esfera de la trascendencia. Yo mismo desarrollé un apuntalamiento metafísico de la morfología cultural de Spengler que se basa más bien en un modelo dialéctico que vincula la evolución de cada civilización a la lógica interna de la autorrealización de diversas formas de trascendencia a través de las distintas civilizaciones y sus arquetipos específicos. De ahí que las civilizaciones no deban describirse mediante el modelo curvo de primavera-verano-otoño-invierno (o juventud, edad adulta, vejez y muerte), sino a través del proceso dialéctico de tesis (una sociedad holística basada en la trascendencia), antítesis (una sociedad materialista, humanista y progresista) y una síntesis final (consistente en un breve y concluyente retorno racional a la tradición antes de su fosilización).
Fuente: https://erenyesilyurt.com/index.php/2024/10/10/david-engels-the-decline-of-the-west-is-not-a-shipwreck-but-like-the-slow-setting-of-the-sun/
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