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Instant Pot Cuban Rabo Encendido
#food#recipe#dinner#rabo encendido#oxtail#beef#pimento#bell pepper#peppers#olives#onions#tomatoes#garlic#raisins#stew#wine#rice#gluten free#dairy free#cuban
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Rabo Encendido Cuban Oxtail Stew Recipe In this recipe for Rabo Encendido, a hearty Cuban dish, oxtail is simmered in a savory tomato-based stew until it is falling off the bone tender. 1 cup diced carrots, 1.5 cups vino seco, 3 cups chicken broth, 1/4 cup olive oil, 6 cloves garlic coarsely chopped, 1/4 cup green olives pitted and halved, 2 potatoes peeled and quartered, 2 tablespoons olive oil divided, 1/2 teaspoon allspice, 1/2 packet sazon seasoning, 2 teaspoons Miami-style sazon seasoning, 4 pounds beef oxtails, 1 teaspoon salt, 1/2 teaspoon salt, 3 bay leaves, 2 cans tomato sauce, 2 cups diced onion
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Rabo Encendido (Braised Oxtail)
One of my signature recipes and the one most requested by family and friends. The consistency of oxtail renders just the right amount of fat to make a great tasting burgundy colored sauce. This is the type of recipe that I live for, and would die for too!
Just brown the 5 pounds of oxtail in olive oil and add the green peppers, onions, and garlic. Sprinkle with salt and ground black pepper, leaf oregano, Sazon Goya con cilantro y achiote spice, a few bay leaves, 1 cup of tomato sauce, 1 medium can of diced tomatoes, and a small jar of olive and pimento salad (drained) while stirring at high heat. Add at least one bottle red wine to almost cover the pieces of oxtail. Merlot or Cabernet are both excellent, cover and simmer at medium low heat for 1 1/2 hours. At this time add 1 cup of water to cut down some of the acidity from the wine, then cover and cook for another hour. . You will know when the oxtail is cooked to perfection as the meat must come off the bone with ease by using a fork. If the wine reduces too much, you may add as much as needed to maintain the sauce.
When cooked, the color of the stew is a deep dark brown almost black, but when you pull the meat off the gelatinous bone, it will show a beautiful red color full of goodness, enjoy!
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Rabo Encendido Cuban Oxtail Stew Oxtail is simmered in a savory tomato-based stew until it is falling off the bone in this recipe for Rabo Encendido, a hearty Cuban dish.
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Rabo Encendido Cuban Oxtail Stew In this recipe for Rabo Encendido, a hearty Cuban dish, oxtail is simmered in a savory tomato-based stew until it is falling off the bone tender.
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BEBER EL FUEGO
Os festejos de Beltane (ES)
Tomado de: Lúcida Embriaguez (Curso Sensorium, Iniciação ao erotismo místico.
Las hogueras de Beltane, se levantan en mayo o en octubre, tiempo del durazno y de la mies. Las mujeres están desnudas, huelen a néctar de rosas y a trigo. Los hombres cantan con voces de animal, murmuran raíces, tocan la música de los ciervos y las antiguas lenguas del bosque.
El éxtasis del vino sagrado trae las caricias, los danzantes se entregan a los juegos del amor, a los besos, a la lengua que se hunde y se entrelaza en sencillos movimientos. Se han desvestido, y ahora son olas que comparten el agua y el deseo. Sus cuerpos parecen mamíferos, traen el amor sensual de los troncos, los cortejos de los gatos, el ardor de las cobras.
Beltane fertiliza el tiempo, le pide al sol que siga dando sus incontables vueltas, tan redondas, tan llenas de frutos, de polen y de peces.
A la media noche los danzantes ya tienen cuernos y ojos encendidos, tienen manos con cascos y rabos de animal. Galopan y juegan a saltar, a ser potros y conejos, a recuperar la genuina gracia de las selvas. Han suspendido también su humanidad, parecen pedazos de cometas, parecen colinas y faunos. El fuego seminal invoca las cosechas, y la intensidad de los retoños frescos pobla toda la tierra.
Desde arriba los pájaros nocturnos observan los cuerpos, tomados por el frenesí de Beltane, en las vueltas infinitas que dan sobre el pasto, unos encima de otros sin forma ni tiempo.
En algún momento de la noche, sucede por fin el romance con el sensual espíritu del monte. Al comienzo de los juegos, los danzantes eran animales o hierbas, pero ahora, se han convertido en olas, en un vacío que se asemeja a la oración. Son un puro y silencioso deleite que juega y celebra, en el murmullo intacto de la oscuridad.
Todos los fuegos han venido a sentir esos cuerpos libres, bendecidos por la inocencia del amor. Las aguas han oído del festejo, y enviaron las espumas y las orillas a celebrarlo. El viento y las raíces, los recónditos pasadizos de montaña, todo aquello que pulsa y siente, ha venido también a amar, ha tomado forma de pie, de diente, de ojo incendiado. Hay una pulsión única y entrañable, un fulgor primordial.
El juego divino se hace pasto y fruto, y así se anuncia el amanecer, no hay vergüenza ni temblor. La tierra ha sido saciada con la semilla, que a las piedras cubre de suavidad y a los árboles de un tenue resplandor.
Ante la aurora, los cuerpos están tendidos sobre los pastizales, el sol de la primavera hace brillar en sus primeros rayos el dorado de la espiga y del grano. Los humores de Beltane se confunden con el pan, que sale del horno en todas las cocinas de la aldea. Los danzantes duermen renovados y sueñan, sueñan que han amado, sin poseer.
Puede ahora florecer el verano, los días van a llover inmensos sobre los desiertos, y colmar los cántaros de agua y cebada.
[1] Beltane é uma antiga festa pagã dos povos ligados a espiritualidade da Deusa. Acontece na metade da primavera, e é celebrada a fertilidade, o fogo e o namoro sagrado ente o Deus e a Deusa.
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Exploring the Flavors of Rabo Encendido: A Guide to this Traditional Caribbean Dish http://dlvr.it/T6Vmk5
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Chef Sebastián Ramírez y el Festival Gastronómico Caribeño
La pasión por la cocina ha llevado al joven chef Sebastián Ramírez, a estudiar, explorar, conocer los secretos ancestrales de las abuelas y llevar a manteles lo mejor de las recetas espectaculares que este mes de abril 2024 podrán disfrutar en el restaurante Spezia -cocina evolución- del hotel San Fernando Plaza, del Festival Gastronómico Caribeño, donde se brinda el Abrebocas con Jaiba de la Ciénaga del Río de La Magdalena; con una entrada de Ceviche de pesca fresca y pulpo en chips de arracacha; continuar con plato fuerte Rabo Encendido Cubano, estofado en su jugo acompañado de arroz Basmati y salvaje, para rematar con el Postre Cocoloco con cremoso de Coco, Gel de Vodka, Ron y Limón, servido en la tradicional coca del coco.... Aquí el propio chef Sebastián Ramírez, explica las delicias que tiene para esta temporada con el Festival Gastronómico Caribeño, que irá hasta el próximo 30 de abril.
https://youtu.be/idSJfFH4nKk
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Recipe for Rabo Encendido Cuban Oxtail Stew
In this recipe for Rabo Encendido, a hearty Cuban dish, oxtail is simmered in a savory tomato-based stew until it is falling off the bone tender.
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A Comer Rabo Encendido MAS MUSICA
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Rabo Encendido
#recipe#recipes#food#savoury#meat#red meat#oxtail#cuban#white wine#tomato#onion#peppers#carrot#potato#garlic#nutmeg#cayenne#chilli flakes#chilli#rabo encendido#mine
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LA SECUOYA ROJA segunda parte
Pajarillos cantando, solo escuchaba eso, a varios pajarillos piando en la más absoluta oscuridad. No había diferencia entre tener los ojos abiertos o cerrados. También sentía el colchón húmedo y mi cuerpo pringoso, la cara, todo. Atusé mi pelo, me restregué los ojos y me levanté. Parecía que me había pasado un camión por encima, me dolían todos los músculos del cuerpo. Fui palpando las paredes del cuartucho para encontrar la puerta. No sabía si era de noche o de día. Encontré la manivela, y al abrirla, la claridad entró en el habitáculo. Tuve que guiñar los ojos porque a pesar de su suavidad, me dañaba la vista. Saqué la cabeza e intuí que estaba amaneciendo, la espesura del bosque de secuoyas tampoco dejaba entrar la luz abiertamente. Miré hacia dentro y vi que junto al colchón, había tiradas una cantimplora de metal y una vasija de barro rota que el día anterior no estaban allí, además de cierto desorden. Todo era muy extraño.
Salí y observé mi cuerpo, lo tenía lleno de rasguños, de arañazos, como si me hubiese peleado con un tigre. Me senté en una piedra a los pies de la majestuosa secuoya roja y reposé la espalda sobre su tronco. Estaba desnudo y hambriento. Era inútil buscar alimento en mi mochila, no me quedaba nada. Lo que hubiera dado en ese momento por una tostada con aceite de oliva y un café amargo. Sin embargo, en mi petate solo encontraría licores, el de Tiburcio y el tequila de los padres del pequeño Arizona, nada recomendable para empezar el día con aquella extraña resaca.
Tenía que largarme de allí pero no tenía fuerzas ni ganas. Necesitaba asearme, desprenderme de esa capa pegajosa que envolvía mi cuerpo. Miré hacia la copa del árbol y me quedé pensando. De repente, los pajarillos cesaron su canto y se oyó un tumulto a lo lejos. Bajé la cabeza y entre los sucesivos troncos rojizos, adiviné una nube de polvo que se dirigía hacia mí. Seguía sin fuerzas para moverme, así que me quedé como estaba. Poco a poco, la nube se fue haciendo más nítida y vi que lo que se acercaba era un puto rebaño de cabras y ovejas guiado por un pastor. Cuando aquel ejército estaba a tres metros de mí, se detuvo y su capitán se me quedó mirando en silencio, como esperando una respuesta. Yo solo podía ofrecerle mi sucia desnudez.
-Buenos días —dijo el pastor que mordía una ramita—. Te veo más repuesto, aunque estás hecho una mierda.
Me pregunté quién coño sería aquel tío que me hablaba como si me conociera.
-Toma, te he traído agua y jabón para que te limpies, y algo de comer —dijo acercándose—. Ah, y aquí tienes tu ropa, estaba empapada y ahí dentro no iba a secarse nunca.
-¿Quién eres? —pregunté—. No te recuerdo.
—No me extraña —dijo esgrimiendo una tierna sonrisa—. Anda, aséate y come algo.
Con un trapo de algodón fui limpiando mi cuerpo bajo la atenta observación de su mirada. El pastor no me quitaba ojo de encima mientras extendía un manta gigante en el suelo y abría una cesta de la que sacó un termo de café, una hogaza de pan, aceite, miel, jamón y fruta.
-¿Cuál es tu nombre? —pregunté mientras me lavaba las ingles.
-Eso es lo de menos.
-Yo me llamo Matt —dije intentando forzar empatía.
-Soy un simple pastor —dijo sirviéndome una taza de café—.
No conseguí que me dijera su nombre pero me daba igual. Me sentía bien compartiendo manta con aquel atractivo pastor de brazos peludos, y devorando su generoso desayuno.
Se quitó el sombrero de paja y descubrió un pelo a mechones grandes y desordenados. Tenía los ojos muy grandes, algo achinados y negros. Y su rostro estaba salpicado de una interesante barba poco poblada como la de un adolescente descuidado, pero el pastor tendría unos 30 años, como mínimo. Llevaba un pañuelo al cuello y vestía una camisa de cuadros rojos sin mangas y unos vaqueros desgastados. Me dieron morbo sus botas de cuero cubiertas de barro, claro que siendo pastor, no podía ser de otra manera. Yo, simplemente estaba sentado frente a él completamente desnudo, muy a gusto.
Cerré los ojos y aquel café amargo me supo a gloria, lo sentí correr por mi esófago, me dio la vida. Comí de todo lo que me trajo. Hasta me llamó la atención para que no me atragantase, estaba muerto de hambre.
-¿Te encuentras mejor? —me preguntó amablemente, y yo asentí con la boca llena—. Esta secuoya sí tiene nombre, se llama "La Torre de California" —quiso amenizarme el desayuno con una curiosa historia—. Un hacendado americano emigró a estas tierras y se trajo varios ejemplares hace ya 200 años. Habrás visto que no hay mucha más vida por aquí cerca. El tipo quiso recrear los bosques de su de California natal que tanto iba a extrañar, pues no pensaba volver por allí nunca más. Por lo visto huía de un mal de amores. Un puto cobarde de los que piensan que alejándose de los problemas le van a doler menos.
-¿Y qué fue de él? —me entró la curiosidad.
-Dicen que a pesar de sus riquezas, se hizo ermitaño y se construyó esta humilde casita donde enloqueció. Acabó colgado de la primera rama que ves.
-Claramente no le sirvió de nada huir de su frustración —añadí yo mirando hacia arriba.
—Dicen que este lugar está maldito, que se aparece los días de tormenta y que es justiciero con aquellos que ofenden al amor verdadero.
-¡Joder! Entonces, no vendrá nadie por aquí, aunque veo que tú no le tienes miedo.
-Son leyendas para adolescentes. Un día me decidí romper el misterio y me encontré con este maravilloso cuartucho. No le dije nada a nadie, pero me lo apropié por mis cojones. Mi granja no queda cerca y me viene bien como refugio cuando estoy de trashumancia.
-Veo que no tienes miedo a nada —dije admirando su actitud ante la vida.
-A algunas cosas sí, pero no seré tan torpe de desnudar mis debilidades, para desnudez ya tenemos la tuya —dijo mirándone el nabo.
Mi prepucio redundante brillaba como de costumbre. Que aquel pastor buenorro me estuviera alimentando y observando con tanto interés, había estimulado mi glándula seminal sin ni siquiera empalmarme. Un descarado gotarrón me asomaba por el pellejo. Ni corto ni perezoso, acerqué la taza a mi nabo, escurrí la gota de mi prepucio en su interior y mirándolo fíjamente a sus enormes ojos negros, apuré el último sorbo de café amargo enriquecido con mi esencia.
-No olvides limpiarte por detrás —dijo el pastor recomponiéndose el paquete.
El cabrón, como no había dejado de observarme en ningún momento, llevaba la cuenta de cada uno de mis movimientos, y efectivamente, yo no había podido asearme por detrás. Los brazos y la espalda no me daban de sí. Las contracturas eran tremendas, y él se dio cuenta de mi torpeza.
-Trae, déjame que te ayude —dijo ofreciéndose.
Le di el trapo de algodón y me tumbé boca abajo sobre la manta. Con suma delicadeza, limpió mis heridas y me sacó aquella mugre pegajosa de la espalda. Cuando bajó a las lumbares, sentí una gran excitación y se me abrieron las piernas de forma instintiva. Como al acostarme me puse la polla y los huevos para abajo para no aplastármelos, sabía que al abrir las piernas, el cabrón del pastor lo tendría todo a mano.
Continuó con la limpieza de mi agradecido culo. Las pasadas eran más fuertes que las que me dio en la espalda. Yo sentía como mi rabo crecía y la punta del prepucio me humedecía uno de los muslos al rozarse con él. Pero el pastor estaba dedicado a mi culo, no me la tocó. Continuó lavándome la raja. Me la abrió con una mano y pasó el trapo delicadamente , de abajo a arriba. Lo enjuagaba y volvía a pasarlo. Aquello me hizo chorrear más todavía, me estaba dando en mi punto débil y mi rabo se empalmó por completo. Era una señal evidente de mi rápida recuperación. El cabrón tenía mi polla dura y goteante a mano pero seguía sin hacerle ni puto caso. Deseaba tanto que me la tocara que estuve a punto de decírselo, pero no me atreví. Su actitud era tan directiva, tan segura y tan sensual que no quise estropear sus eróticas caricias con mi necesidad instintiva genital. Lo dejé hacer sin más. Eso sí, mi erección, mi goteo y mis tímidos gemidos me delataban y sabía que en cualquier momento pasaría a una mayor intensidad.
Pero no fue el asunto tan rápido. El puto pastor dejó en paz la raja de mi culo y se tumbó junto a mí. El pelo me tapaba la cara y él, delicadamente me lo retiró para que pudiese verlo.
-Ahora sí estás completamente limpio —dijo en un tono de voz tan suave como las caricias de sus manos.
-Gracias —dije agradecido, aunque con el fuego encendido entre mis piernas—. Muchas gracias por todo.
Mi cara expresaba paz y gratitud con una inocente sonrisa, pero no quería que aquello acabase así, joder.
-Tienes la piel muy castigada —me decía mientras pasaba un dedo dibujando algo lentamente sobre mi espalda—. Tus músculos están agarrotados, necesitas cuidarte un poco más.
En el fondo, tenía razón, de alguna manera estaba descuidando mi cuerpo a la suerte de lo que quisieran hacer con él. Sentí una especie de pena por mí mismo.
El pastor se incorporó, se quitó el pañuelo que llevaba al cuello y lo abrió.
-Déjame darte lo que necesitas —y cubrió mi cabeza con su pañuelo rojo.
En verdad, sentía que toda mi sangre circulaba como un tornado entre mi ombligo y mis muslos, no tenía fuerzas para mover ninguna otra parte de mi cuerpo, así que, bajo la única visión de un cielo completamente encarnado, dejé que mis sentidos del tacto y el oído fueran mis únicos receptores del placer.
Escuché cómo su camisa caía al suelo y el sonido metálico de la hebilla del cinturón. También adiviné que desabrochaba los botones de sus pantalones, que se descalzaba sus sucias y morbosas botas y cómo el pantalón resbalaba por su velludas piernas. Se había desnudado y mi nabo volvió a secretar otra untuosa gotita de vida. De repente, sentí cómo se sentaba encima de mí con las piernas abiertas, sus muslos peludos aprisionaban a los míos. Y entonces, note su aliento en mi nuca. Era cálido, suave.
-Voy a darte más besos en este momento que todos los que te han dado en tu vida —me susurró al oído.
Produje más líquido preseminal con esa frase que con el mejor masaje prostático que me habían hecho nunca. Tenía el muslo izquierdo completamente empapado, ufff.
Yo solo suspiraba. Cuando noté sus labios sobre mi cuello, gemí un poco más fuerte producto del impacto. Fue como una corriente eléctrica. Y después de un beso húmedo y sonoro, vino otro, y otro, y otro. Me besó un hombro, la escápula, sentí especial sensibilidad en toda la zona del trapecio. Siguió besándome de izquierda a derecha, de arriba abajo. Disfruté de un beso en cada vértebra de mi columna. Yo me estaba deshaciendo de gusto por el capullo. Sentía toda la piel de su cuerpo erizada. El pastor se desplazó un poco más abajo y siguió besándome las costillas, las lumbares y los hoyuelos del sacro. Aquello me dio otra descarga brutal de endorfinas. Noté sus pies junto a los míos, se había bajado más para tener mejor acceso a mi culo. Entonces siguió besándome las nalgas por varios sitios. Sus labios estaban muy calientes, ufff. Con sus grandes y trabajadas manos, me abrió la raja y comenzó a besarla desde el sacro. Fue descendiendo por ella a golpe de labios ardientes. Me sorprendió que cuando llego al ojete, no me lo comió, se limitó a besarlo como me había besado el hombro o una vértebra. No le dedicó especial atención. Sus besos fueron bajando por mis muslos. Claramente evitó besarme la polla e incluso la mancha de chorreo en mi muslo izquierdo. Llegó hasta mis pies, que también besó con la misma calidez.
Yo tenía todo el cuerpo erotizado, el muy cabrón había conseguido que cualquier poro de mi piel tuviera la misma capacidad de transmitirme placer. Entonces volvió a subir a la posición de inicio. Ahora era el turno de su lengua. Siguió el mismo recorrido que con los besos, pero esta vez, la humedad y el calor eran mucho más evidentes. Me lamió de arriba abajo, la nuca, los hombros, recorrió mi columna enterita, cada centímetro de mis nalgas y cómo no, sentí también su lengua en mi raja peluda. Qué delicia, qué jugosidad. Escuché con mayor claridad que en ninguna otra zona el sonido de su saliva restregando mi vello anal. Sentí mi anillo blandito, se me abrió al ponerse tierno. Jugó con mis pliegues y me metió la lengua hasta la mitad, uffff. Siguió dándome lamidas por las piernas volviendo a evitar mi rabo hasta que me empapó los putos pies. Y vuelta a empezar. En esta ocasión usó sus labios y sus dientes como herramienta seductora, pero no hiriéndome, qué va. Sus mordiscos eran tan delicados como un beso y lo suficientemente fuertes como un tímido pellizco. Esa lenta elevación de la intensidad me estaba volviendo loco. Yo no paraba de jadear y de emitir quejidos como un perrito nostálgico. El tío pinzaba mi piel, la sostenía entre sus labios o sus dientes unos segundos y luego la soltaba. En mis nalgas fue donde más se entretuvo, por supuesto. Esos mordisquitos en el culo me sabían a gloria, me hacían chorrear más y más. El beso en el ojete ya fue un morreo, una comida en toda regla. Joder, qué labios, qué lengua. Me intentaba mordisquear los labios anales y yo se los ofrecía expulsándolos todo lo más que podía hacia afuera. Escuchaba la jugosidad del asunto y sus murmullos de disfrute al saborear mi ojete, algo que me excitaba todavía más. Y mi nabo, venga a soltar otro gotarrón, ufff. Cuando me mordió los gemelos y los dedos de los pies uno a uno, no sentí menos placer.
Y llegó lo que me imaginaba. Subió de nuevo a la posición inicial y me susurró al oído divinas palabras.
-Preparar el lienzo es imprescindible para que una pintura sea de calidad.
Entonces noté que se separaba de mí, ya no sentía ni la presión de su cuerpo ni el calor de su piel sobre la mía. Me tuvo desconcertado unos segundos, hasta que posó la punta de su nabo sobre mi nuca. Un puntero caliente y mojado que dibujaba dios sabe qué sobre mi piel. Me restregó la polla por cada centímetro. Podía sentir su miel en hilos que se conectaban, tejiendo sobre mi espalda una telaraña en la que me sentía deliciosamente atrapado. No le había visto la polla, pero debía tenerla con poco prepucio porque según el trazo que hiciese notaba unos roces lisos y otros rugosos. Eso sí, tenía el rabo durísimo porque, aunque intentaba rozarme con la mínima presión, a veces me pegaba un puntazo y la notaba con más contundencia, seguramente cuando perdía el equilibrio. Debía estar en paralelo con respecto a mi cuerpo, suspendido en el aire y apoyado únicamente con las manos abiertas, los pies de punta y manejando su pincel a golpe de cadera.
Su rabo recorrió ondeando sobre las apófisis espinosas de mi columna hasta llegar al nacimiento de mi raja. Allí se detuvo. Jugó a frotarse con mayor intensidad secretando más cantidad de líquido preseminal, me dejó un charco en la rabadilla. Luego volvió a sentarse sobre mis muslos y pasó a otro tipo de trazo. De repente noté que me dibujaba algo parecido a un corazón en cada nalga y después, empezó a darme sueves pollazos como si hubiera cambiado a un pincel de brocha gorda. Bufff. Qué puta maravilla, qué dureza de rabo. Estaba loco porque me la metiera, mi ojete estaba lubricando pura baba, pero no, no me la metió. Cesaron los tiernos pollazos y se encajó en mi raja para atravesarla sin meter nada. Solo se rozaba. Mi vello le hacia cosquillas y gemía de gusto. Cuando llegó al ojete, presionaba un poco pero no llegaba a entrar más que la puntita del glande, nada, y eso que yo lo abría para que se colara, pero el cabrón tenía muy controlada la presión que debía ejercer para no adelantar acontecimientos. Entonces, su polla siguió el camino hacia mis pies tejiendo su telaraña de miel por mis piernas. Se empeñó en lubricar mucho el hueco entre el dedo gordo y el segundo de mi pie derecho, y metió la polla en el agujero. Entraba y salía lentamente, me estaba follando el pie literalmente. Desde allí, posó sus grandes manos sobre mis gemelos y fue subiendo por mis muslos hasta que alcanzó mis mollas del culo. Las abrió y noté un hilo de saliva caer por toda mi raja hasta que se encajó en mi ojete superabierto. Los dedos de ambas manos reptaron hasta allí sin dejar de manosearme el culo, parecía que estuviese amasando pan. Entoces comenzó a urgar en mi ojete hambriento, ahora sí. Me lo volvía a ensalivar y metía más, un dedo, luego dos. Me lo abría horizontalmente y me lo besaba, joder, que manejo tenía el cabrón. Después fueron tres y luego cuatro, dos de cada mano, qué gustazo. Cada vez los metía más adentro y los movía en círculo, hacia los lados y rítmicamente hacia dentro y hacia fuera. Y llegó el momento clave. Me metió dos dedos de una mano y profundizó todo lo que pudo. Buscó mi punto gozoso y empezó a dar golpes repetidos y rapidísimos que me llevaron a un nivel sideral de placer. Joder, creí que me moría del gusto allí mismo, tirado en el suelo de un puto bosque de secuoyas, rodeado de cabras y ovejas que no paraban de balar y viendo un universo rojo, rojo como debía estar ya mi ojete a esas alturas. Sentí que mi cuerpo se diluía, como si no fuera mío. Mi polla, dura como una piedra, empezó a soltar un chorro largo de líquido, como si me estuviera meando sin control. Yo no podía parar de gemir, mis gritos se habían unido al tormentoso balido de las tiernas ovejillas.
El cabronazo del pastor me hizo aquello hasta tres veces seguidas con sus tres respectivos parones para mi recuperación y con mis tres respectivos chorros largos de líquido prostático. Sabía muy bien lo que hacía, sabía sacarle partido a mi culo como un verdadero maestro.
-Ahora quiero que te sientas libre, que hagas lo que quieras —me susurró con su aliento jadeante.
Yo no dije ni una palabra, no estaba dispuesto a estropear aquella maravilla. Mi silencio e inmovilidad eran una señal de permiso para seguir a su libre albedrío, y él supo interpretarlos enseguida.
Así que se tumbó sobre mí todo lo largo que era. Juntó su pecho con mi espalda, sus piernas por dentro de las mías, y sus brazos solapados a mis brazos para cogerme las manos. Aún así, yo seguía siendo más largo que él todavía, y su boca jugaba con mi cuello, podía escuchar su sensual respiración. Ahora sí, no fue con sus manos, no con sus labios ni con su boca ni siquiera con sus dientes, pero si fue con su propio rabo con lo que rozó el mío. Noté su tronco duro entre mis muslos, como una espada que busca su estrecha funda. Lejos de sentirme aplastado, me sentía fundido con él a falta de un última conexión. Se quedó quieto durante unos minutos, la única parte que movía de su cuerpo durante aquellos instantes era su boca. Me besaba y me lamía el cuello con pasión mientras apretaba sus dedos entrelazados a los míos. Entonces, al escuchar mis murmullos de gozo, comenzó a moverse, solo meneaba sus caderas lentamente. Su rabo duro subió hasta mis cojones y se hundió en ellos, qué rica sensación. Como los tenía aplastados, la presión de los empujones de su capullo era aún más placentera. Una vez sorteados mis huevos hinchados, siguió subiendo con el meneo hasta que su glande se topó con mi jugoso y peludo ojete. Uff, estaba deseando que terminase de acoplarse. No hizo falta usar las manos para nada. Yo expulsé mi anillo carnoso hacia fuera, y con la presión de su propio cuerpo, su nabo entró en mi culo sin el mayor de los problemas. En pocos meneos de cadera ya lo tenía dentro. Se me abrieron las carnes, a pesar de estar encarcelado bajo su cuerpo. Se me erizó todo el vello. Apretó más fuerte mis manos y entró hasta el fondo. Yo solo emitía sonidos placenteros, no tenía más que decir, solo disfrutar de su manera de follarme. Sus caderas fueron tomando protagonismo incidiendo en golpearme bien por dentro. Sabía dónde hacerlo para darme el mayor de los placeres. Me petaba con suavidad pero con contundencia al final del empujón. Y otra vez consiguió que soltara un chorro continuo de líquido prostático que noté atravesar mi ardiente uretra. Joder, estaba en sus manos, mi orgasmo estaba muy cerca, no podía controlar la maestría de sus pollazos y sus consecuencias. El pastor no dejó de moverse, de petarme, de follarme y de gemir por el gustazo que le daba tenerme atrapado entre su cuerpo y la puta manta de picnic.
-Antes te he alimentado por la boca —me dijo entre gruñidos—, ahora te alimentaré el alma.
¡Joder! Era lo más bonito que me habían dicho follando. Comparar mi ojete con la entrada de mi alma fue la gota que colmó el vaso. Entre terribles temblores y contracciones anales se deslechó en mis entrañas al mismo tiempo que yo me deslechaba sobre sus muslos y su manta.
En un balar estruendoso nos convertimos en dos cabrones más del rebaño que nos rodeaba. El orgasmo parecía infinito, me sentía pleno de su rabo, preñado de su leche misteriosa, fundidos en uno.
Al disiparse el éxtasis, el pastor detuvo sus caderas y se quedó pegado a mí. Su cipote seguía erecto dentro de mi culo reventado. Pareciera que no quería salir de allí por nada de este mundo. Todavía estuvimos así unos minutos hasta que su nabo se puso morcillón y poco a poco fue saliendo de mi ojete. Era una puta gozada sentir como iba resbalando hacia fuera, parecía un pescado resbaladizo en la mano. Y por fin, salió del todo y el pastor cayó hacia un lado. Entonces, me destapó la cara y vio en mis ojos las consecuencias de su magnífica faena. Yo no podía más que mantener los ojos entornados. Se me caía la baba y mi respiración era muy pausada.
-¿Estás preparado para seguir tu camino?
Me confundieron sus palabras. Era la primera vez que uno de mis amantes del camino me animaba a largarme.
-Sí, creo que con tu alimento y cuidados tendré energía suficiente para continuar —dije sin mostrar mi confusión.
La puerta del cuartucho estaba a nuestros pies y el rebaño andaba esparcido por todas partes. Una de las cabras entró en la secuoya, su carácter no es ajeno a la curiosidad. El pastor y yo la mirábamos juguetear con todo lo que había revuelto por el suelo.
-Ayer, cuando entré al cuartucho estabas dormido. Al principio pensé que eras un vulgar ladronzuelo —dijo acariciando mi costado tumbado junto a mí—, pero me quedé observándote un rato, hasta que de repente, comenzaste a convulsionar de una forma enloquecida, dabas unos saltos increíbles y decías cosas rarísimas.
-Tengo lagunas. Sería una pesadilla —dije. Y de golpe, empecé a recordarlo todo.
-No, no fue un mal sueño. Tenías los ojos abiertos como platos y la cara endemoniada. Intenté sujetarte para que no te hicieses daño pero me fue imposible.
-¡Qué vergüenza!
-Con los brazos abiertos tiraste todas las herramientas que había colgadas, caíste sobre ellas y sinceramente, creo que yo también te hice algún que otro rasguño al inmovilizarte.
-Claro, todas estas heridas no las tenía ayer antes de entrar a la secuoya.
-Intenté darte leche de cabra recién ordeñada para calmarte, pero de un golpe, tiraste la vasija de barro al suelo.
-Así que la capa pringosa que tenía sobre el cuerpo era leche de cabra —deduje—. Entonces, ¿la cantimplora también es tuya?
-Sí, lo último que se me ocurrió fue regarte con agua para ver si se aplacaba del todo esa furia irracional, y funcionó. De ahí que estuvieras empapado.
-Lo siento tío, lo siento mucho.
-Tuvo que pasarte algo raro, algo que comiste, no sé. El caso es que, como vi que te volvías a dormir, te dejé descansar hasta esta mañana.
De repente, la cabra que había entrado en la secuoya, empezó a dar coces a todo lo que había por el suelo, embistió el colchón y lo destrozó. El pastor se alarmó bastante y ambos, desnudos, nos pusimos en pie mirando a la cabra loca.
-¿Qué le pasa? —pregunté—. Eso no es normal, ¿no?
-¿Tú qué crees? —dijo irónicamente—. Me recuerda a tu delirio de ayer.
-La leyenda, eso es la leyenda —dije ansioso—. La secuoya está maldita.
-¿Qué leyenda ni qué cojones?
El pastor entró en la secuoya, enganchó a la cabra como pudo y la inmovilizó.
-Rápido, échale agua.
Yo cogí el barreño que había usado para lavarme y se lo tiré por encima. Enseguida, la cabrita se calmó. El pastor observó aquel desastre mientras acariciaba a la cabra, y entre tanto trasto por el suelo, se quedó mirando el frasco de aceite de eucalipto macho que usé para calmar mis síntomas febriles y las rozaduras de mis piernas. Lo cogió, lo olió y me miró sorprendido.
-Esto es aceite esencial de eucalipto macho. Dime que lo diluiste antes de ponértelo.
Yo me quería morir. La cabra había chupado de aquel frasco y se había vuelto majareta. En aquel momento se me vinieron a la cabeza las palabras que me dijo Óscar cuando me lo regaló, "ten cuidado, aquí tienes un esquema con las diluciones, si te lo aplicas concentrado es neurotóxico".
-Ahora lo entiendo todo. No, no lo diluí.
-Tuviste un brote psicótico producto de la intoxicación —dijo sabiamente el pastor—. Sufriste una alucinación transitoria, seguramente muy amenazante, que te hizo desvariar.
Un poco avergonzado por lo ocurrido, propuse al pastor recoger la cabaña y adecentarla para dejarla tal y como la encontré. Así lo hice mientras él reagrupaba su rebaño.
Ya vestidos y con todo en orden, quise reiterarle mis disculpas y agradecerle sus cuidados.
-No puedo ofrecerte nada para compensarte, pastor —dije esperando su perdón.
-No espero nada de ti. No necesito nada de ti. Espero que recapacites sobre todo esto, te será útil.
El pastor me ató su pañuelo al cuello, y con una palmada en el culo, me dio permiso para marcharme. Él tomó el camino opuesto.
-Muchas gracias por todo, pastor —dije de espaldas, despidiéndome ya a unos cuantos metros.
-Por cierto, mi nombre es Eduardo —dijo gritando.
¡Joder! Eduardo. Cuando quise darme la vuelta, ya no había ni rastro de él ni del rebaño. Solo decenas de troncos de secuoyas rojas, y al fondo, la Torre de California, aquella que había dado cobijo a un delirio bastante cargado de verdad.
Ya solo quería salir de allí, dejar atrás el espeso sombraje del bosque de secuoyas rojas y dejar que un nuevo sol iluminase mi camino.
... CONTINUARÁ...
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Receta de rabo encendido al chipotle, del Chef Chile Mayor #recetasbelleza, #cosmeticosnaturales, #tintesnaturales, #recetasaludables, Nuestro querido chef Gustavo Chávez, el 'Chile Mayor', nos visitó para deleitarnos con esta receta súper mexicana. Cola de res, chile chipotle, zanahorias, ...
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Rabo Encendido (Dominican Spicy Oxtail)
Prep Time: 20 minutes
Cooking Time: 2 hours and 30 minutes
Serves 4 to 6 people
Dairy/Soy/Gluten Free
Yields 6 servings
Today, February 27, Dominicans all over the world celebrate “Independence Day”. The Dominican Republic turns 177 years old and although covid has forced people to skip the traditional “carnival”, Dominican kitchens will be preparing the most delicious meals to celebrate!
Dominican Rabo Encendido (Spicy Oxtail Stew) is one of those dishes that will be served at Dominican tables today... and it is delicious!!
"Rabo Encendido" means "tail on fire" in Spanish, and it refers to the heat level of this delicious traditional Dominican dish. Now... I don't claim is just a Dominican thing. You can find multiple versions of it in the Caribbean (Cuba, Puerto Rico, Jamaica, Haiti, The Lesser Antilles), Central America, South America, and Spain. Why? Because the original recipe came from Spain and into the "colonies" in the "New World". In Spain it is simply known as "Rabo de Toro (ox tail) and it is made with red wine and Jerez (Sherry). But I digress...
Learn how to make this spicy and succulent Dominican treat!
Link to recipe below:
https://www.joeandtheglutenfreelife.com/post/spicy-oxtail-stew-dominican-rabo-encendido
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