#que alguien me pare porfa
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#yo: no cojas más de un pj que luego no tienes tiempo y menos a dos semanas de los finales#yo también: y si traigo a andy samberg#que alguien me pare porfa#& ooc.#tbd.
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愛してる
Despertarme antes los fines de semana para poder escucharte se ha convertido en una parte muy arraigada de mi rutina. Cuento los minutos y las horas que me quedan para verte hasta que me duermo y vuelvo a despertar esas noches, que son transición del viernes al sábado, para continuar durmiendo, pero por lo menos esta vez a tu lado.
Anoche me acosté a la 1a.m., después de haber pensado que podríamos hablar, que podríamos vernos; pero no fue así y pensé: "Si mañana madrugo, podré estar con él, eso haré". Ayer me sentí hermosa, vestía el mismo vestido con el que me presenté a tu madre, la única diferencia es que ya hacía tiempo de camisa en vez de jersey.
A lo largo del día le saqué fotos al cielo, muchas más de las que te suelo mostrar. Mi madre me vio y me dijo que quizás podíamos hacer un mural de ellas en la pared, porque ninguno de nosotros llega al techo, pero para eso aún me quedan muchos días para poder hacer tantas fotos de las nubes de Madrid como para poder llenar mi pared. Quiero pensar que con cada foto que saco, estoy más cerca de ti, pero puede que sea otro de mis desvaríos.
Hoy me levanté a las 6a.m. y me estabas esperando con todo listo: en la cama, con los audífonos y las luces apagadas y te marqué. Hablamos un poco de las cosas que habían estado pasando: tu hermano te preguntó por mí, pensé en ti... Comenzaste a tener sueño y te dije:
- Vamos a dormir Toto, hoy ha sido un día largo, toca descansar. - Pero en el fondo, hablarte en este estado era un sinónimo descarado de hablarle a la nada, pues ya te encontrabas en un lugar al cual yo no podía entrar.
Todo estaba totalmente en silencio, y de repente dijiste:
- Porfa, no te vayas. No me dejes solo.
En ese instante, comencé a preguntar por dentro quién te había hecho tanto daño como para que tuvieras miedo a que me marchara mientras dormías.
"No, vida mía" - pensé. - "Sería ridículo marcharme ahora que he encontrado a algo que me hace tan feliz. Ningún poeta en su sano juicio deja escapar al arte y a todos sus poemas de amor más sincero una vez se han hecho carne. Y es que la idea de perderte marchita los nomeolvides de mi corazón. No quiero que temas, no quiero desprenderme de tu lado, y si lo hago, que sea para encontrarnos en otro tiempo o en otra vida"
Mientras que todo eso sonaba en mi cabeza, caí rendida de nuevo sobre mi almohada y volvimos a dormir juntos otra vez más hasta que me volví a despertar. Pero decidí quedarme contigo un ratito más mientras dormías, porque no quería dejarte solo, porque quería que recibieras mis abrazos y mis más sinceros besos.
Al cabo de un rato colgué, para comenzar mi vida aquí, para vestirme, limpiar, comer y hacer deberes. Cuando despertaste te conté lo que ocurrió y me dijiste que lo que me habías dicho mientras dormías debió de salir de lo más hondo de tu corazón. Volví a preguntarte sin qué me oyeras, quién había sido tan cruel de llenar de temores tales, a alguien tan bueno como tú.
Me has dado las gracias por quererte, por estar contigo, por no dejarte solo; en otras palabras: me diste las gracias por todo. Yo te pregunté si hacía falta que te dijera que te amaba en japonés para que lo entendieras por una vez en 6 meses que llevábamos juntos.
Tú directamente me respondiste con los caracteres que resolvían mi duda: 愛してる. Así, tan tranquilo, me dijiste: <<Así es como se escribe>>. Se me hizo bonito, tierno, como cualquier cosa que sale de ti.
Ahora, observando esos cuatro caracteres en mi pantalla, sigo sin entender como terminamos dónde estamos. No entiendo como terminé con alguien que comprende mis chillidos y conoce casi todos mis cambios. Eres la persona que se sabe el cambio de mis cejas cuando me enojo, y cuantas notas baja mi voz cuando tengo sueño. Eres la única persona que me ha visto con las mejillas más rojas que las acuarelas de mi mesa, y la que ha conseguido escuchar mi voz como nadie más me ha podido oír.
Soy incapaz de barajar la idea de perderte, si lo único que me viene a la cabeza en cuanto pienso en ti, son todos los lugares que vamos a visitar a medida que nos hagamos mayores. Me resulta inevitable no pensar en nuestra casa, en nuestros gatos, en los platos de nuestra tierra que le enseñaremos y las miles de vueltas que daremos al mundo gracias a un avión, o sin irnos muy lejos, también con un colchón.
Si algún día entras y ves esto, quiero que sepas que esta propuesta siempre será para ti, Salvatore. Que sepas, que no me iré a ningún lado, que te acompañaré hasta donde nos alcance la imaginación. Porque los grandes amores, son compañeros, y un compañero no abandona al otro.
愛してる Salvatore Di Vita.
María I.
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Clases de Seducción, parte 29: Empatía
Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4, Parte 5, Parte 6, Parte 7, Parte 8, Parte 9, Parte 10, Parte 11, Parte 12, Parte 13, Parte 14, Parte 15, Parte 16, Parte 17, Parte 18, Parte 19, Parte 20, Parte 21, Parte 22, Parte 23, Parte 24, Parte 25, Parte 26; Parte 27, Parte 28.
Rubén se devolvió a su habitación y se tiró sobre la cama, con la cara hundida en la almohada.
¿Había sido muy poco razonable?, ¿acaso Felipe tenía razón y estaba actuando de forma tóxica?
No sentía que su punto de vista era descabellado, e incluso, de alguna forma se sintió orgulloso de al fin decir lo que realmente sentía, pero al pasar los minutos, y mientras más vueltas le daba a la discusión en su mente, las dudas comenzaron a surgir.
“Quizás no debí insistir en que dejara de ver a Alan”, pensó. “Igual es una actitud tóxica decirle con quién debe juntarse y con quien no”.
“Al menos va a dejar de verlo, aunque diga que no es por mi”.
Estuvo por al menos una hora recostado, pensando, hasta que por fin se levantó solamente para salir a la cocina a buscar el teléfono fijo. Marcó el celular de Catalina (ya que él no tenía saldo en su celular), y se devolvió a su cama, estirando al máximo el cable del auricular.
—¿Crees que tiene razón en lo que dice? —le preguntó Rubén a su amiga después de contarle los pormenores de la discusión.
—Sí, igual tiene algo de razón Felipe —respondió Catalina después de pensarlo unos segundos—. Está feo eso de que le digas con quienes puede o no puede juntarse…
—Pero Cata, ¡es su ex! —insistió Rubén.
—Si sé, Rube, pero aunque sea su ex, sigue siendo su amigo de la infancia, y creo que no corresponde que le exijas que no lo vea nunca más. Yo entiendo que te den celos —agregó rápidamente, al escuchar que Rubén tomaba aire para responder—. Te entiendo, y sé que te duele que le siga teniendo aprecio, a pesar de que ya no son pareja, pero no por eso tienes que ponerte así. Yo sé que es difícil, sobre todo para ti, que es tu primera relación de pareja, y con el Felipe más encima, que se nota que tiene un poco más clara la película.
—O sea, yo soy el ahueonao…
—No es eso, Rube. Mira, creo que es bueno que le hayas expresado cómo te sentías realmente, pero creo también que es necesario que se sienten a conversar con calma, y que se escuchen, porque me da la impresión, por lo que me contaste, que no lograron conversar bien, no lograste que él entendiera cómo realmente te sentías, y tú tampoco lo entendiste a él.
Rubén se quedó en silencio por varios segundos, analizando las palabras de su amiga.
—¿Crees que la cagué y ya no quiera nada conmigo? —Rubén sintió cierta preocupación, al darse cuenta que probablemente había metido la pata.
—No creo —lo tranquilizó Catalina—. Según tú, dijo que hablarían cuando estuvieras más tranquilo, ¿o no?
—Más maduro —la corrigió—, si, algo así dijo.
—¿Viste?, no te preocupes por eso, Rube. Date el tiempo de conversar con él, con calma. Que ambos se pongan en los zapatos del otro. Al final eso creo yo que es el propósito de una relación.
Rubén se quedó nuevamente en silencio, asimilando las palabras de su amiga.
—¿Crees que deba ir a su casa ahora a conversar con él? —le preguntó Rubén.
—No lo sé, eso lo decides tú. Si quieres puedes venir conmigo y Marco al museo, para que te distraigas.
—¿Ahora? —Rubén no tenía muchas ganas de salir. Sentía que la discusión lo había agotado físicamente.
—Si, ahora —respondió Catalina, con una risita.
Rubén miró la hora en el reloj despertador que tenía en el velador.
—Pero Cata, son las seis y media, ¿crees que esté abierto cuando lleguen?
—Obviamente va a estar cerrado —se rió ella—, pero según Marco él siempre va al museo a esta hora.
—Es tan mentiroso ese hueón —murmuró Rubén, riendo internamente—. Lo dijo solo para impresionarte.
Catalina soltó una carcajada.
—Lo sé. Quiero ver su cara cuando vea que está cerrado —comentó ella.
—Sácale una foto —le pidió Rubén—. ¿Y qué harán entonces?
—No sé, lo que se nos ocurra. Ven, lo pasaremos bien.
—No, no quiero tocar el violín, menos ahora —respondió simplemente Rubén.
—¿Seguro? —insistió Catalina.
—Si, vayan ustedes nomas. Eso si, me avisas cualquier cosa, ¿ya?
—Obvio, Rube —lo tranquilizó ella, sabiendo a qué se refería.
—Y oye, no hagas sufrir mucho a Marco. No te aproveches de su inocencia —bromeó Rubén.
—Eso jamás —se rió Catalina, y luego de despedirse, colgó la llamada.
Rubén se levantó nuevamente de la cama y devolvió el teléfono a la cocina, justo cuando su padre volvía a la casa, acompañado de Sebastian, quien le ayudaba a cargar una caja con herramientas.
—¿Acaso saqueaste el taller? —le preguntó Rubén en broma a su padre.
—No, solo se las pedí prestadas a mi jefe para poder hacerle unos arreglos al Aska —respondió su padre—. Me encontré con el Seba cuando venía llegando y se ofreció a ayudarme.
Rubén ya estaba saludando a su mejor amigo con un choque de puños.
—Genial —dijo Rubén con una sonrisa en el rostro—. ¿Vas a quedarte a tomar once? —le ofreció a su amigo.
—Mi viejo quería mostrarme algo del servicio ahora —contestó Sebastian.
—Porfa —insistió Rubén—, quédate.
Rubén miró a los ojos a su amigo, y éste simplemente respondió con su hermosa sonrisa.
—Solo si te sacas un partido en el Fifa —Sebastian puso sus condiciones.
—Trato hecho —aceptó Rubén.
—Muy bien muchachos, vayan a jugar mientras preparo la once —les indicó el padre de Rubén, y los dos amigos se fueron al dormitorio.
Sebastián se sentó en la mitad de la cama, con la espalda apoyada en la pared mientras Rubén encendía la consola.
—¿Qué pasó Rube?, ¿por qué tanta urgencia con que me quede? —le preguntó Sebastian.
Rubén puso el disco del videojuego en la consola, y se sentó al lado de su amigo, entregándole un joystick. Ambos estaban apoyados en la pared, lado a lado. Rubén miraba a la pantalla del televisor, pero estaba seguro que Sebastian lo estaba mirando a él.
—No sé, no quería estar solo —respondió simplemente, haciéndose el tonto.
—¿Hablaste con Felipe? —adivinó Sebastian.
Rubén simplemente asintió, mientras escogía el uniforme de su equipo. Luego fue el turno de Sebastian.
—¿Y en qué quedaron? —inquirió.
Rubén le contó toda la discusión con Felipe, sin pausar en ningún momento el juego. Sabía que no estaba concentrado al cien porciento, pero aun así, Sebastian no se aprovechaba de eso (al parecer él tampoco estaba muy enfocado en el juego).
Por alguna razón, sentía que esa era la forma menos incómoda de contarle a su amigo cualquier cosa relacionada con Felipe, casi como cuando en las películas veía que en las citas con el psicólogo el paciente se recostaba y hablaba mirando el techo. Como si hablarle a la “nada” fuera más fácil que abrir tu corazón mirando a alguien a los ojos.
—La Cata me dijo hace un rato que tenía que volver a hablar con él, pero con más calma —concluyó Rubén—, ¿qué crees tu?
—La Cata es una mina inteligente, deberías hacerle caso —respondió Sebastian.
—Si sé que es inteligente, pero quiero saber qué opinas tu —Rubén le puso pausa al juego y miró a su amigo a los ojos.
Sebastian soltó una risita nerviosa, como si la mirada de Rubén lo hubiese desnudado.
—Yo creo que deberías hacer lo que tu corazón te diga —respondió muy lentamente Sebastian, como intentando escoger cuidadosamente sus palabras.
—¿Qué se supone que significa eso? —Rubén se rió, y Sebastian se sonrojó por un momento.
—A lo que me refiero es que, debes hacer lo que sientas que te haga feliz —respondió su amigo—. ¿Sientes que eres feliz estando con Felipe?
Rubén desvió la mirada hacia sus audífonos que estaban hechos un enredo de cables sobre el velador y respondió de inmediato:
—Si —volvió a mirar a los ojos a Sebastian un segundo después de responder, y luego volvió a desviar la mirada.
Un silencio incómodo se instaló entre los dos por unos segundos.
—Entonces si —dijo finalmente Sebastian—, creo que debes hacerle caso a la Cata y hablar con él. Si estar con él realmente te hace feliz. O sino después te vas a arrepentir de haber dejado pasar esa oportunidad de arreglar las cosas.
—Tienes razón —coincidió Rubén, y volvió a darle play al juego.
Se acomodó un poco sobre la cama y apoyó su cabeza en el hombro de su amigo. Luego Sebastian apoyó la suya en la cabeza de Rubén, y siguieron jugando por largo rato hasta que la once estuvo lista.
El día lunes durante la tarde Rubén fue a la casa de Roberto para poder conversar con Felipe, ya más calmadamente.
En todo ese tiempo, no volvieron a hablar, ni por teléfono, ni por MSN, y mucho menos en persona.
Rubén estaba nervioso, pensando incluso en que Felipe no iba a querer hablar con él, y que no lo dejaría incluso entrar a la casa.
Se bajó de la micro y caminó por la vereda hasta llegar a la casa de Roberto. Gritó “Aló” para hacer notar su presencia, y el dueño de casa salió a abrirle la reja.
—Hola Rube —lo saludó Roberto, con su amabilidad característica, y le dio un fuerte abrazo—, ¿Cómo estás?
—Bien, ¿y tú? —Rubén estaba aliviado por el buen recibimiento.
—Bien, cagao de calor nomas —respondió Roberto, sacudiéndose la musculosa para ventilar su torso—. Pasa —le indicó, para que entrara a la casa.
Rubén saludó a los padres y el hermano pequeño de Roberto, que estaban sentados en el living viendo una película de Disney.
—El Pipe está en el patio, por si acaso —le informó Roberto.
Rubén se puso nervioso al escuchar a Roberto nombrar a su pololo, como si hubiera sido sorprendido en las reales intenciones de su visita, como si no fuera obvio desde el inicio.
—¿Quieres algo para tomar? —le ofreció Roberto, dirigiéndose a la cocina.
—No, gracias, voy a —Rubén hizo un gesto indicando que iría a hablar con Felipe en el patio, y Roberto entendió sin agregar nada más.
Rubén salió al patio por la puerta de la cocina, y vio a Felipe que golpeaba el saco de boxeo con fuerza. Estaba solo con un short negro y una gorra azul con la visera hacia atrás. Cuando vio que Rubén se acercaba, le dio dos golpes finales al saco, y luego tomó su polera, que estaba sobre una silla cercana, y la usó para secarse el sudor de la cara.
—¿Cómo estás, Rubén? —le preguntó con seriedad Felipe, mirándolo a los ojos.
—Bien, yo —respondió Rubén, nervioso y atropellando las palabras en su boca—, venía a conversar…
Felipe se quedó mirándolo, esperando que comenzara a hablar. Respiraba agitadamente, y con las manos apoyadas en la cintura. A Rubén le parecía intimidante su actitud.
—Estoy así porque estoy cansado —aclaró Felipe, casi como si leyera la mente de Rubén—, no porque te quiera intimidar.
Rubén sonrió aliviado, y notó un esbozo de sonrisa en el rostro serio de Felipe.
—Quería conversar por lo del otro día —comenzó a decir Rubén, acercándose lentamente a Felipe—, quería pedirte perdón por ser tan inmaduro…
—No creo que seas inmaduro —lo interrumpió Felipe con su voz ronca, mientras tomaba su celular y una botella con agua de la mesita de terraza—. Vamos a conversar arriba —le indicó a Rubén, dejando en pausa la conversación.
Rubén le hizo caso, y lo siguió escaleras arriba, mirando atentamente su ancha espalda sudada.
—Tú me dijiste que era inmaduro, el otro día —le recordó Rubén, retomando la conversación, una vez Felipe cerró la puerta del dormitorio.
Felipe le indicó a Rubén que se sentara en su cama, mientras él acercó la silla del escritorio y se sentó en ella, frente a él.
—Si, lo sé. Y si, encuentro que fuiste inmaduro ese día —reconoció Felipe—. Lo que quiero decir, es que no creo que la inmadurez sea el problema. O sea, somos pendejos, apenas somos adultos. Yo tengo 18, tu ni siquiera eres mayor de edad aún. Somos inmaduros porque no sabemos nada de la vida.
¿Eso era una disculpa por parte de Felipe?
—¿O sea que tampoco crees que soy tóxico? —quiso aclarar Rubén, confundido.
—Eso es otra cosa, Rubén. Sí fuiste tóxico —recalcó Felipe, y Rubén bajó la mirada avergonzado—. Pero oye, creo que va de la mano con lo que dije recién —le dio un golpecito en la rodilla—. Somos pendejos, y sobre todo tu, estás recién experimentando lo que es estar en una relación de pareja. Estás recién aprendiendo lo que está bien dar y pedir de tu pareja. Y esa es una de las tantas cosas que me gustan de ti, que eres inocente en ese sentido, no estás “contaminado” por decirlo de alguna forma.
Los ojos de Rubén se le llenaron de lágrimas, y se sintió estúpido por eso. Levantó la vista, y aunque borrosa, pudo ver la sonrisa inclinada hacia la izquierda de Felipe.
—No digo que yo sea alguien tan experimentado, o algo por el estilo —aclaró Felipe—, pero sí he pasado por más cosas que tú, y quizás eso me da otra perspectiva de ver las cosas, no sé.
Felipe extendió su mano para tomar la de Rubén, y entrelazó sus dedos con los de él.
—Te ofrezco disculpas por haberte lastimado con mis actitudes —buscó la mirada de Rubén—, y por no haber sido más empático contigo. Parezco disco rayado, pidiendo perdón tan seguido, creo que no es una buena señal en una relación que está recién empezando —bromeó—. Entiendo lo mucho que te dolió toda la situación con Alan, y bueno, ya te dije que no lo volveré a ver —Rubén mantenía la mirada gacha—. A veces no me doy cuenta cuánto puede llegar a afectar a los demás mis actitudes. Y lo peor es ver que te afectan, y cómo te afectan a ti, que eres la persona que más me importa en este momento.
—Yo igual te quería pedir perdón, Felipe, por lo del otro día —dijo Rubén por fin, después de escuchar casi en completo silencio lo que decía su pololo—. No te lo voy a negar, aún siento celos cuando recuerdo todo lo que pasó con Alan, incluso ahora que lo nombraste sentí… algo. No sé qué, pero no te voy a mentir y decir que está superado —Rubén miraba a Felipe a los ojos, quien lo escuchaba atento y asentía cada par de segundos—. Quizás el hecho que me hayas dicho el otro día que ya no lo verías más me dejó algo más tranquilo, e incluso me hizo sentir algo de culpa…
—Ya te dije que no —lo interrumpió Felipe, con calma.
—Si sé. No me refería a esa culpa, sino a que quizás fui muy duro contigo.
—No fuiste duro conmigo, Rubén.
Rubén dio un suspiro.
—A lo que me refiero es que, independiente la razón, el hecho de que me hayas dicho que no lo verías más, quizás me hizo llegar a esta calma más rápido. No sé, solo estoy suponiendo, nunca había pasado por esto —Rubén bajó la mirada y notó que sus manos temblaban. Dio un largo suspiro para ordenar sus ideas en la mente, y luego continuó—. A pesar de que aún siento celos hacia él, y estaba furioso porque no me entendías ese día, creo que me equivoqué el otro día al exigirte que dejaras de verlo.
—Te entiendo, Rubén —confirmó Felipe—. El otro día igual creo que te entendí, pero me puse a la defensiva al verte tan… afectado, y por eso no llegamos a buen puerto.
—Estaba enojado —dijo Rubén, soltando un par de lágrimas.
—Me di cuenta —se rió Felipe, secándole las lágrimas de las mejillas con sus pulgares.
—No quiero excusarme en que es mi primera relación, y que hay muchas cosas que no sé, porque creo que hay cosas que sí debería saberlas…
—No, Rubén —lo interrumpió Felipe nuevamente—. Son cosas que vamos aprendiendo a medida que vamos creciendo. Ahora ya aprendiste esto, y no lo vas a volver a repetir a futuro; así como yo aprendí que no puedo pretender que mantener una amistad con mi ex no va a afectarte a ti o a nuestra relación.
Rubén asintió, sonriendo tímidamente, frente a Felipe que lo miraba serio, pero con un brillo especial en sus ojos.
—Ahora, ¿te puedo besar para sellar nuestra reconciliación? —le preguntó Felipe, sonriendo al fin, y Rubén simplemente asintió.
Felipe no esperó mayor respuesta y se abalanzó sobre Rubén para darle un largo beso apasionado, demostrando todos los días que llevaba esperando hacerlo. Rubén casi perdió el equilibrio y puso su brazo izquierdo en la espalda de Felipe, que seguía húmeda, y luego lo rodeó con ambos brazos, mientras su pololo lo acomodaba para recostarlo en la cama.
Felipe apoyó sus manos sobre la cama, a cada lado de los hombros de Rubén, y lo miró sonriendo, recorriendo con su mirada cada centímetro de su rostro, como si fuera lo más bello que había visto en su vida. Rubén le sonrió de vuelta, encantado de poder ver nuevamente de esa forma a su pololo.
—Extrañé esto —comentó Rubén.
—Yo también —coincidió Felipe—. Te extrañé.
Felipe se acercó nuevamente a besar a Rubén en los labios, pero esta vez lo hizo con aún mayor pasión que la vez anterior, y comenzó a mover su cuerpo, frotando su pelvis contra la de Rubén, quien como acto reflejo deslizó sus manos por debajo del short de Felipe, sintiendo el calor y la humedad de su cuerpo recién entrenado.
Rubén le quitó el short y la ropa interior a Felipe, y éste hizo lo mismo con Rubén, quedando ambos completamente desnudos. Acto seguido, Felipe recorrió con su boca cada centímetro del cuerpo de Rubén, y luego le hizo el amor con una mezcla exquisita de fuerza, delicadeza y pasión.
Ambos se recostaron en la cama, agotados después de largos minutos de intensidad. Se miraban frente a frente, completamente desnudos.
—¿Qué pasa si alguien entra? —le preguntó Rubén a Felipe, volteándose a mirar la puerta para asegurarse que tuviera puesto el seguro, aunque no recordaba hacia qué lado tenía que estar orientada la línea del pestillo.
—Que entren, da lo mismo —respondió con displicencia Felipe.
—Claro, como a ti no te van a ver el culo —respondió Rubén, riéndose.
—Déjalos que lo vean —insistió Felipe—. Que el mundo vea ese poto hermoso que tienes —le dijo a la vez que le daba un apretón al glúteo derecho de Rubén con su mano izquierda.
Rubén se sonrojó con las palabras de Felipe. A veces sentía que como era su pololo, era esperable que dijera esos comentarios, pero aun así, aumentaba mucho su seguridad y autoestima. Le gustaba sentirse lindo y atractivo.
—Aunque bueno, si insistes tanto —continuó Felipe, acercando su cuerpo al de Rubén, y luego lo tomó entre sus brazos para cambiar de posiciones.
Ahora Felipe le daba la espalda a la puerta, y Rubén quedó mirando la pared, siendo abrazado por Felipe.
—Que fome tener que estar preocupado de que no entre nadie a la pieza —comentó Rubén, acomodándose entre los brazos de Felipe—. No poder sentirnos cien porciento cómodos cuando lo hacemos.
—Yo me siento cómodo, ¿tu no? —Felipe frunció el ceño.
—No es eso, sabes que no me refiero a eso —Rubén acarició el brazo de su pololo.
—Igual podríamos ir a un motel algún día —ofreció Felipe.
—¿Y me dejarán entrar siendo menor de edad?
—Buen punto —Felipe se quedó pensando.
—Bueno, por ahora esto me parece bien —concluyó Rubén, volteándose para ver a Felipe a la cara—. Igual le da un toque de adrenalina el peligro a que nos pillen.
Felipe se rió.
—Bueno, cuando seamos adultos, los dos profesionales, tendremos nuestra casa para poder tirar donde queramos, sin preocuparnos que nos vaya a ver alguien.
—¿Tanto te proyectas conmigo? —Rubén se sonrojó.
—Si po, si no me sintiera cómodo proyectándome no te habría pedido pololeo —respondió con seguridad Felipe—. Aparte si no es como pareja, podemos vivir juntos como amigos.
—¿O sea seré tu Alan? —bromeó Rubén sin pensarlo, y temió que Felipe se lo tomara a mal.
—No, tonto —Felipe se rió. Rubén respiró aliviado—. Serás mi Rubén. Siempre serás mi Rubén.
—¿Y si terminas conmigo y conoces a otro Rubén?
—Serás “Rubén Primero”.
—Qué impersonal —Rubén fingió sentirse ofendido.
—Bueno, entonces serás “Rubén el guapo”.
—¿Y si el nuevo es más guapo que yo?
—Imposible —respondió hábilmente Felipe.
—¡No es imposible! —se rió Rubén—, debe haber miles de Rubén realmente hermosos.
—Lo dudo —insistió Felipe—. Aunque en ese caso, serías Rubén el simpático, o el inteligente, o el que se tapa la boca para reírse porque no sabe que su sonrisa es lo más bello que hay, o el que susurra mi nombre con tanta dulzura cuando estamos teniendo sexo que hace que me derrita…
Rubén se sonrojó con las palabras de Felipe, y éste se acercó a besarlo en los labios.
—No te conocía esa faceta tan cursi —le dijo Rubén, provocando que Felipe se sonrojara esta vez.
—Son cosas que siento, pero que normalmente no digo por lo mismo —contestó Felipe—. Roberto me dijo que fuera más expresivo contigo, que era muy frío y eso se veía feo después de lo de Alan —admitió.
Rubén se rió.
—Me gustas como eres —le dijo a Felipe, mirándolo a los ojos.
—¿Así?, ¿poco expresivo y todo? —preguntó Felipe sorprendido.
—Si —respondió de inmediato Rubén—. Así te conocí, así me conquistaste —se sonrojó al decir la última frase.
—¿Incluso después de lo que pasó en Hornitos? —Rubén pudo ver que Felipe se avergonzaba de mencionar el paseo.
—Sí, o sea, sí sentí que me dejaste de lado, pero creo que no tiene nada que ver con que seas más expresivo o no… —Rubén se dio cuenta que Felipe bajó la mirada, y hacía circulitos con el dedo índice en su pecho, como si se sintiera culpable por algo—. ¿Qué pasa?
—Es que aún me siento mal por haber dejado que te fueras solo esa noche —le dijo Felipe, arrepentido.
—Ya está, ya fue —lo tranquilizó Rubén.
—¿Y si te hubiera pasado algo? —insistió Felipe.
—Pero no me pasó nada, estoy bien —Rubén le acarició el corto cabello en la nuca para darle confort—. Ya está todo arreglado, ya estamos bien.
Ambos se quedaron recostados por un buen rato, besándose, acariciándose, disfrutando su compañía, sin necesidad de conversar mucho más, hasta que Felipe se levantó y comenzó a vestirse.
—Voy a terminar el entreno, ¿te quieres sumar? —le ofreció mientras se ponía el short.
—Paso —respondió Rubén con una risita tonta—. Dudo que tenga la fuerza para hacer algo correctamente ahora después de… bueno.
—Al parecer hago bien las cosas —Felipe se llenó de orgullo.
—Yo diría que es por la falta de actividad física de la última semana —Rubén lo trajo a tierra.
—Bueno, eso lo cambiaremos en poco tiempo —respondió Felipe con confianza.
Rubén se tuvo que ir sin bañarse, ya que la familia de Roberto seguía en la casa, y no quiso delatarse de forma tan evidente. Se despidió de Felipe con un largo beso, y luego se despidió de la familia anfitriona con un gesto de la mano a la distancia, para no acercarse mucho a ellos (sentía que tendrían la capacidad de oler que había tenido sexo con Felipe).
De todas maneras, Roberto se acercó y se despidió con un abrazo, pero no dijo mayor cosa.
Rubén se fue muy contento a su casa. Tomó la micro, y se fue todo el camino pensando en que ya se había arreglado con Felipe y que las cosas volverían a ser como antes.
Apenas llegó a su casa, tomó una ducha y luego llamó a Catalina y le contó todos los detalles de su reconciliación.
—¿Y cómo te sientes con todo eso? —le preguntó su amiga, después de escucharlo.
—Bien, estoy muy feliz —respondió él, aún entusiasmado.
—Si así te escucho —se rió Catalina—, pero me refiero a si te sientes tranquilo con cómo resolvieron todo, si sientes que él entendió tu punto de vista, y si tú entendiste los de él.
—Si, siento que nos pudimos poner en el lugar del otro —confirmó Rubén—. Me siento tranquilo y feliz por eso.
—Creo que eso es lo más importante Rube, que hayan logrado ese punto común de entendimiento —le dijo Catalina desde el otro lado de la línea—. Me alegra mucho escucharte así de feliz.
—A mi igual me alegra volver a estar bien —confirmó Rubén—. Oye, a propósito de relaciones de pareja, ¿cómo te fue el otro día con Marco?
Catalina se rió con la pregunta.
—Se me había olvidado contarte —dijo ella entre risas—. Estuvo buena la salida. Como te había dicho, era obvio que iba a estar cerrado el museo, así que nos fuimos al Pizza Pizza a comer. Me dijo que no entendía por qué habían cerrado tan temprano si siempre iba a esa hora y estaba abierto —se rió nuevamente—. Pero mientras comíamos pizza fue muy entretenido, conversamos mucho y, creo que me está cayendo bien tu amigo.
—“Cayendo bien” —repitió Rubén, burlándose—. ¿Sólo te cae bien?
—Sí, me cae bien —confirmó ella—. No diré nada más, hasta que no pase nada más.
—¿Volverás a salir con él? —quiso saber Rubén.
—Si él me invita y tengo tiempo, sí. Está garantizado que la pasaré bien —respondió Catalina, y Rubén sintió en su voz que al igual que él, estaba muy entusiasmada por la situación.
Al día siguiente, Sebastian le pidió a Rubén que lo acompañara a comprar un par de zapatillas al mall, y en la ocasión, Rubén aprovechó de contarle de su reconciliación con Felipe.
—Me alegro que te hayas reconciliado con tu pololo, Rube —le dijo Sebastian, mientras ambos caminaban a lo largo de las terrazas del centro comercial, camino al faro del puerto.
Sebastian cargaba una bolsa con las zapatillas recién compradas, mientras que Rubén cargaba una bolsa de papel con un combo de hamburguesa, bebida y papitas fritas para cada uno.
Rubén notó que el tono de voz de su amigo no coincidía exactamente con la alegría que decía sentir. No pudo evaluar su mirada porque tenía puestos los lentes de sol.
—¿Seguro? —le preguntó a modo de broma.
—Si po, o sea, no —Sebastian se rió al ser pillado en su mentira—. Me alegra verte feliz, eso es lo que me importa —le dijo mirándolo a los ojos, a través de las gafas, mientras se sentaba en una banca cercana al faro—. No me gusta que hayas perdonado a ese hueón después de lo que te hizo —Sebastian se puso serio—, pero si eso te hace feliz, realmente feliz, yo me alegro por ti.
El par de amigos se repartió la comida en la banca y comenzaron a comer.
—¿Crees que sea un estúpido por haberme reconciliado con él? —le preguntó Rubén, sintiendo algo de inseguridad.
—No creo que seas estúpido. Creo que eres un imbécil de marca mayor —respondió en broma, provocando que Rubén le diera un empujón que le hizo derramar la mitad del vaso de bebida que estaba tomando.
—Ahuenoao —le dijo Rubén, riéndose.
Sebastian sacudió las manos y luego se limpió lo que pudo con una servilleta.
—Hoy me llamaron para decirme cuándo me voy al servicio —le informó Sebastian de repente.
—¿Cuándo te vas? —Rubén sintió un vacío en el estómago, como si le acabaran de decir que se iba a morir en cinco minutos.
—En un mes, el 13 de marzo —le informó Sebastian, y Rubén por alguna razón sintió que toda la alegría que tenía hasta ese momento había desaparecido.
Había estado tan absorto en sus propios dilemas y problemas personales que no había pensado en que faltaba tan poco tiempo para que su mejor amigo se marchara. Y ahora que conocía la fecha exacta de su partida, sentía que era aún más real la situación, como si recién ahora se diera cuenta que realmente su amigo se marcharía.
—No queda nada —comentó Rubén, ya sin apetito.
—Nada casi —coincidió Sebastian, notando el cambio de humor entre ambos—. Me van a mandar a Arica —le comunicó.
—¿Qué?, ¿por qué tan lejos?, ¿por qué no acá? —preguntó Rubén sorprendido.
—Porque acá no tenían más cupos. Como siempre, el ahueonao a última hora haciendo todo —contestó Sebastian cabizbajo—. Igual mi viejo me dijo que Arica igual era más entretenido. No sé por qué, pero tendré que creerle.
Rubén recordó por enésima vez el odio que le tenía al padre de Sebastian.
—No quiero que te vayas —le dijo Rubén, poniéndose de pie para darle un abrazo a su mejor amigo.
Sebastian se puso de pie también y lo abrazó con fuerza. Temblaba de pies a cabeza y comenzó a sollozar.
—Yo tampoco me quiero ir —respondió él con la voz temblorosa.
Rubén sintió como si con ese abrazo Sebastian por fin pudo liberar todo lo que sentía, toda la angustia acumulada por meses, que él, como su mejor amigo, había sido incapaz de verla.
No lo soltó, y lo abrazó aún más fuerte, como si así evitaría que se marchara en un mes más. Los dos amigos se mantuvieron abrazados por largos minutos, bajo el resplandor dorado típico de los atardeceres de febrero.
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Cumpleaños
El ambiente en casa se hacía insoportable, las paredes me ahogaban y el ruido del tránsito llenaba el silencio entre nosotros, como una vez lo hizo la conversación y la risa. Pero ahora no quería conversar, no quería arreglar nuestros problemas ni agachar el moño. Había explicado mi caso, di mis razones y expliqué mis actos y emociones, pero fue como hablar con una pared. Me había agotado, necesitaba respirar, me subí al auto y raudo manejé al parque más cercano.
Era un día soleado de septiembre, los árboles comenzaban a llenarse de verde, las mantas de picnic abundaban y las marcas de incontables bicicletas surcaban los senderos, mientras que la risa de familias y amigos, las arengas de grupos de personas haciendo deporte y el beat de algún parlante lejano, le daban música al aire primaveral.
Me senté bajo la sombra de un árbol, esperando que la frustración se disipara con el humo de mi caño, el cual se colaban entre las ramas del jaracandá que me servía de refugio. Me recosté apoyando la cabeza en su base, expulsé otra bocanada de humo, vi las olas grises surfeando en cámara lenta por el aire, tosí ligeramente. Me acompañé de mis audífonos y ritmos en lo-fi para serenar mis pensamientos.
Treinta minutos después de haber meditado acerca de mis problemas bajo el meloso sopor del cannabis: luego de deconstruir los discursos de ambos lados, armar la escena, desarmarla, armarla de otra forma, el resultado era el mismo. Sólo quedaba volver y tratar nuevamente de solucionar las cosas. Miré mi celular, tenía mensajes de él:
Tengo que ir a trabajar Lo más probable es que esté hasta tarde No quiero que estemos enojados Tal vez hay cosas que debo cambiar Hablémoslo a la noche, besitos Tqm
Parece que mis palabras llegaron a sus oídos y había luz en el túnel. Cuando iba a responderle en el mismo tono cariñoso, entró otro mensaje. Esta vez era de mi amigo Pedro:
Hola amiguita, buen día Esto es de súper última hora Le celebraré el cumpleaños al gordo Un asado, así que trae a tu gordo Lleguen a partir de las 14 horas, porfa Te quiero!
Eran las 12.30, tendría que ir sólo a un cumpleaños donde suelen ir muchos osos, algunos conocidos y otros por conocer. El universo me estaba dando las señales: pelea con resultado favorable para mí, libertad por el resto del día, coincidentemente me había duchado, perfumado y vestido bonito; era cosa de pasar por una caja de chocolates a una gasolinera y estaba listo para un cumpleaños. Pero tenía que resolver mi cabo suelto. Le respondí a mi gordo:
Hablemos tranquilos a la noche Yo también tqm Pedro me invitó al cumpleaños de Miguel Estaré allá Besos
Súper Páselo bien y me saluda a los chiquillos Tqm
Dos horas después, me estacionaba frente a la casa de mi amigo. Me bajé, chocolates en una mano y botella de vino en la otra. Pedro me esperaba afuera. Me abrazó y besó ligeramente en los labios, podía sentir el olor a humo de carbón en su delantal parrillero y el aroma de humo de mariguana en su bigote. Entramos a su casa de dos pisos, sus muebles la mayoría restaurados de la casa de sus abuelos, con colores caoba, esmeralda, terracota, vainilla, aguamarina, burdeos, cuadros antiguos, papel tapiz con diseños rococó y grandes fotografías de retratos en blanco y negro. Siempre me sentido dentro de una película de Almodóvar cuando estoy ahí y me encanta.
Salimos al jardín trasero y en el quincho estaba el cumpleañero con su acostumbrada sonrisa picarona al verme (hemos hecho travesuras en el pasado); a su lado un par de amigos los que reconocía de carretes previos, todos me resultaban bastante simpáticos; y un gordo, que estaba sentado dándome la espalda, pero que al escuchar el “¡Miren quién llegó!” de Pedro, se puso de pie. El gordo, un oso venezolano de mi altura (178), grande, moreno, panzón, con amplia espalda y pechos que se apegaban a su polera; piernas y culo gordos, propios de los caribeños, que casi hacían reventar la tela de sus shorts azules. Me saludó con familiaridad, me abrazó y apegó a su tremenda y cálida anatomía. Intenté disimular el hecho que no recordaba quién era. Su voz sí se me hacía conocida, las palabras al salir de sus gruesos labios tenían una melodía que antes había escuchado. Me apartó de él, pero sujetándome de los brazos, muy servilmente me dijo “¿Le traigo algo, gordito: cerveza, vino, champán, bebida, agua?” ¡ya sabía quién era! Alejandro. Había engordado desde “la cita” en que nos conocimos. Nos ubicamos por Growlr y, una hora después, había llegado a mi departamento. Aquella vez fácilmente pudo habernos interrumpido mi conserje pensando que estaban matando a alguien, y la verdad es que casi lo hace. Por cerca de tres horas Alejandro me recorrió el cuerpo con su boca, me comió el culo en 5 posiciones diferentes, me folló con la fuerza de un gorila del Congo y su verga gigante me dejó inhabilitado por toda una semana. Días después, me compré un dildo y lo bauticé con su nombre. Aunque siempre he pensado que no le hace honor.
Estático en los brazos del Alejandro de carne y hueso, en presencia de mis amigos, me congelé por cinco segundos y dije efusivo “¡Shampán!”. “Sale una champán heladita, con hielo”, le dio unas palmadas a mis brazos, frotándolos ligeramente con sus pulgares y me guiñó el ojo. Al retirarse, Pedro puso su brazo en mis hombros y dijo “Yo sé cómo va a terminar esto…” y rió picaronamente mientras nos sentábamos en uno de los sillones del quincho. Alejandro llegó con una copa grande se espumante con hielo.
Los invitados comenzaron a llegar: parejas, amigos que llegaban solos como yo, otros conocidos recurrentes en los almuerzos y carretes de Pedro y Miguel, y el heterosexual de todo carrete gay, en este caso un compañero de colegio del cumpleañero y la hija de 14 años de su pareja, Isidora. Hermosa y sociable con todos sus tíos gais. Educada, conversadora y sonriente, de esa clase de niñas que eran amigas de todos en el colegio. La conversación se amenizaba en la medida que la comida y los caños aparecían. Ceviche y cannabis son una excelente combinación para esperar un asado. Todos fumaban salvo Isidora que se reía de las conversaciones de sus tíos volados.
Dos copas más de SHAMPÁN con hielo después y no podía quitar los ojos del bulto en entre las piernas regordetas de Alejandro. Su panza descansaba sobre ellas, a veces se la acariciaba sabiendo que lo estaba mirando. Me tenía hipnotizado la viruta de vello negro que se asomaba por sobre el escote y su cuello grueso y moreno. De repente me lo topaba con los ojos y me guiñaba, me ruborizaba y no sabía si era por mi deseo al oso caribeño o por el alcohol, que de a poco nublaba mi juicio. Sentía la risa de los invitados difusa entre nubes de espumante y cannabis. De pronto Alejandro refregó su cara con ambas manos, movió la cabeza expulsando aire por sus labios como si saliera bajo el agua y dijo “Estos muy ebrio y vola’o… iré a estacionarme un ratico”, sin que nadie le diera atención. Se puso de pie y enfiló hacia la casa. Refugiado en mis lentes de sol, lo seguí con la mirada hasta que entró por la puerta de la cocina. Conté hasta diez y me puse de pie, queriendo ser invisible, fuera de la atención del cumpleaños. Nadie dejó de conversar y me alejé de la algarabía logrando pasar desapercibido.
Al entrar por la cocina escuché la puerta del estudio de Pedro abrirse. Crucé la cocina, el cuarto de estar y comedor, en una vorágine de candelabros de lágrimas, papel tapiz con diseños tripofóbicos y muebles con manillas de bronce dorado, un túnel por la decoración almodovariana de mi amigo; hasta llegar al estudio, decorado con papel tapiz azul con patrón de flores de elís doradas; un espejo gigante de marco de roble oscuro con tallados a mano en los bordes que cubría gran parte de la pared del fondo, en la cual también descansaba un seccional marrón. En el pequeño corredor desde la puerta al estudio, estaba la puerta a un baño privado, con ducha incluida. El estudio también tiene acceso al exterior a través de una ventana que da a un pequeño jardín aislado, con una fuente de piedra de un niño gordo que orinaba el agua. Desde ese jardín, por un camino de piedras y un pequeño parrón se llega al jardín principal, donde está el quincho y al cumpleaños. El jardín pequeño era un refugio cubierto de enredaderas, mosnteras, mantos de Eva y flores de buganvilias.
Cerré la puerta del estudio y avancé entre los tambaleos del espumante, Alejandro orinaba en el baño, pero notó mi presencial. Me dejé caer en sofá, entre los cojines y mantas que lo decoraban. Alejandro salió del baño refregando sus manos por la barba, sonrió mientras caminaba y dijo “Hola gordito”, con la ternura de su acento caribeño y desplomó a mi lado. Acercó sus labios carnosos con los ojos cerrados y devoró mi boca. Sus manos estrecharon mi cuerpo, apegándolo a su torso, enterrando sus enormes dedos en mi espalda y mi culo. Bajó sus fauces a mi cuello, mordiéndolo suavemente, enterrando sus colmillos en mi garganta, succionando mi piel. Se puso sobre mí y con sus ojos entrecerrados me volvió a besar, intensamente, quitándome la respiración, abriendo mis piernas con las suyas; rodeé su cintura con mis piernas y enganché mis pies para no soltarlo. Tomó mi polera, la sacó de golpe y quitó la suya. Su cuerpo enorme cubierto en pelo me cubría por completo, la gravedad de su peso me cortaba la respiración, su piel cálida, firme, dura y áspera era la de un macho que buscaba alimentarse de mí. Mis manos buscaban ansiosas por su verga que pujaba dura por sobre su short. Metí la mano bajo su slip para sentirla, larga y gruesa como la recordaba, pero me la sacó y susurró “No, yo lo llevo”. Con su fuerza de gorila me hizo girar y me dejó boca abajo, enterrado en los cojines. De un solo tirón bajó pantalón, bóxer y zapatillas, me vi completamente desnudo y a su merced. Tomó mi culo con ambas manos, lo levantó, hizo temblar mis nalgas y con dos fuertes palmadas lo abrió y enterró su cara en él. Una descargar eléctrica sacudió todo mi cuerpo mientras su lengua alcanzaba los más profundo de mí, golpeando mis cavidades, humedeciendo y dilatando mi interior. Sus manos gigantes desgarraban mi culo, su lengua mojaba mi carne, sus dientes se enterraban en mis glúteos peludos, sus labios succionaban mi ano como si quisiera absorber el aire en mi interior, mientras que mis gritos los ahogaba en los cojines del seccional.
Sin dejar de devorar mi culo, sus manos se deslizaron bajo mi cuerpo, apretó mis tetillas y agarró con sus palmas mis pechos, su estimulación aumentaba mi deseo porque me invadiera. Levanté el culo para su lengua su lengua completa dentro mío, pero con un impulso se levantó a mi altura, puso su panza sobre mi espalda y deslizó el tronco de verga entre mis nalgas. Comenzó a embestirme suavemente jugando con su verga en mi culo mojado con su saliva. El morbo me consumía mientras pensaba en que había un cumpleaños afuera, por más que las puertas y ventanas estuvieran cerradas.
Se puso de pie y dejó caer su ropa. Caminó al otro lado del sofá, donde estaba mi cabeza y acarició mi nuca. Levanté la vista, su verga me miraba, erecta, enorme, mojada. Me tomó del cabello, me empujó el mentón hacia abajo con un pulgar y metió lentamente su carne en mi boca. Sentí cada centímetro de piel, cada vena sobre mi lengua y entre mis dientes, hasta que su glande tocó el fondo de mi garganta. Me ahogué y con una arcada quise expulsarla, pero dijo “No, entera” y la metió nuevamente hasta que mi nariz se enterró en su pubis y mi frente en su panza. Sentí golpeaba mis amígdalas mientras una lágrima caía con orgullo por mi mejilla. Me volví a ahogar, más sonoro, como si fuera a vomitar, pero sólo me la alejé un poco, para volvérmela a tragar. Repetí varias veces ese movimiento entre sus gemidos. Estaba deliciosa. Me la saqué entera de la boca y vi como un hilo de baba mantenía conectada mi lengua con su verga morena. Lo miré hacia arriba con los ojos llenos de agua, él tenía sus ojos entrecerrados y los labios estirados, “Muy bien gordito”, me felicitó. Chupe su cabeza sin dejar de mirarlo, eso lo hizo gemir y gruñir con más furor. Una vez más me tomó del cabello y me abrió la boca sosteniendo el mentón, rápidamente movió su pelvis y me cogió la boca, yo se la recibí sin oponerme, disfrutando que usara mi cabeza como objeto masturbatorio. Cada vez metía más profunda su verga en mi garganta, sentía el olor de su pubis invadiendo mi nariz y su bolas chocando con mi mentón. Alejandro movía la cabeza de un lado a otro,maravillado con mis habilidades orales, gimiendo con los labios estirados, extasiado por el placer que le daba mi boca.
Se volvió a poner detrás mío, esta vez arrodillado en el sofá y con la verga en 90 grados. Levantó mi torso y lo apegó al suyo, me estrujó los pechos y mordió mi cuello; yo le movía el culo jugando con su verga, le acariciaba el cabello con una mano y con la otra apretaba el grueso brazo con el que me abrazaba. Presionó su carne en mi ano mojado de su saliva, ansioso por entrar en mí. De un golpe me empujó y me tiró en cuatro de vuelta al sofá. Me tomó de la cintura con ambas manos y empezó a penetrarme acercando mi cuerpo hacia él; no era que él estaba entrando en mí, era que él estaba usando mi cuerpo como funda para su pene. La presión era abrumadora y exquisita, Mi carne se abría a su paso sin que pudiera detenerlo, sentía que la cadera se me iba a separar, que se me iban a salir los ojos. Llegó hasta el fondo, su pelvis estaba pegada a mis nalgas, aguanté quejidos y gritos, con ojos y dientes apretados, el dolor y el placer se conjugaban en forma exquisita, todos los vellos de mi cuerpo estaban erizados. Me había abierto a su voluntad y sin que pudiera oponerme. Traté de separarme, pero no me dejó, me jaló más hacía él y caí sentado en sus piernas sin despegarme, era suyo y no podía escapar. Me abrazó la panza, besó mis hombros mientras sostenía mi cuello con su otra mano, como si en cualquier momento pudiese estrangularme, pero manteniéndome muy cerca al calor de su cuerpo. Ya no me dolía, mi anillo abrazaba su verga y mi culo gozaba al sentirse relleno por el gorila.
De pronto me embistió con fuerza y volví a caer en cuatro en el sofá. Su cuerpo comenzó a arremeterse contra el mío: sus piernas gruesas chocaban contra mí, sus bolas golpeteaban mi pirineo, me sujetaba de los hombros con fuerza y me decía con la respiración agitada “Gordo ricoooo…”. El placer se incrementaba, mi ano lo recibía sin oponer resistencia, dejándolo entrar con toda su fuerza. Me aferré al sofá, presionando mis rodillas en él para aumentar mi resistencia, eso provocó al macho que impulsaba su cadera como si quisiera dividirme. Agarró mi cabello, empujó mi columna hacia abajo con una mano para que mi culo estuviera aún más levantado y me dio con un ritmo distinto, más rápido, más duro y sacando casi toda su verga para volverla a meter ¡que delicia! Mi cuerpo se estremcía cada vez que chocaba con él, yo sentía como bombardeaba mi próstata, le apretaba el culo y él gozaba, me daba más duro y yo me estremecía.
Me miraba en el reflejo del espejo: mi cuerpo peludo y acalorado, la espalda doblada y el culo levantado para soportar a la bestia que me follaba, 130 kilos de macho caliente, peludo, carnoso, tetón, que se saboreaba cada vez enterraba su verga en mi culo. Yo me ponía duro, firme, y más duro me follaba, le pedía que alimentara mi culo con su carne, que le diera fuerte a mi próstata para electrocutar mi cuerpo.
Cegado por el morbo del momento, me volví a admirar en el espejo, recibiendo el placer que el macho me daba y en el reflejo, parado junto a la puerta del estudio estaba Miguel, el cumpleañero, pantalones abajo masturbándose con el espectáculo que tenía para el solo. Se acercó con su verga erecta y no dudé en comérmela ¡estaba en la gloria! Tenía una verga en la boca mientras otra me rompía el culo. Miguel sacó su miembro, se lo frotó duro mientras yo le mordía y chupaba las tetillas, aumentó la velocidad hasta ahogar un grito y tirar su leche directo en mi barba y pecho. Le lamí el semen de la verga mientras el gorila me seguía cogiendo. Miguel se retiró al baño para limpiarse y el macho nunca se detuvo. Ya limpio, Miguel siguió viendo como Alejandro me daba, pero de pronto entró de golpe al baño. Alejandro se detuvo sin sacar su verga. Voces se escucharon por la ventana al jardín, hasta que la figura de Isidora y su padrastro aparecieron en el estudio. Entraron mirando la puerta del estudio hacia la casa, por lo que por un segundo no nos vieron, hasta que Isidora da vuelta su cara para vernos como dos perros montados en el jardín de su casa y gritó ¡tomé una de las mantas del sofá y grité PERDÓN! su padrastro le tapó los ojos y de un tirón, salieron del estudio.
¡Era la vergüenza más grande que había tenido en mi vida! Alejandro trataba de calmarme, sin salir de mí y Miguel, que trataba de aguantar el ataque de risa, decía “no se preocupen, iré a ver”. Me tomaba la frente con las manos, avergonzado de haber montado tal show en la casa de mi amigo. Eso no pareció afectarle a Alejandro que de a poco siguió embistiéndome. “No se preocupe gordito, no se preocupe” me decía mientras acariciaba con su verga mis interiores. La vergüenza pasaba, el placer volvía. Las manos de Alejandro agarraban mis pechos mientras su verga me pegaba fuerte por dentro. Se separó de mí, me volvió a dar vuelta, esta vez boca arriba, y sujetó mis piernas en el aire para penetrarme. Su panza masiva chocaba entre mis muslos y mi cuerpo rebotaba con cada ola que su empuje daba. Algunos eran suaves, otros eran duros y me hacían morder los labios para no gritar.
Erguí mi torso y lo empujé contra el sofá. Tomé su verga con una mano y me senté en ella. Alejandro agarró mis pechos mientras yo lo cabalgaba. Movía mi cadera rápido y corto, sintiendo el placer de su carne llenando mi culo. Miguel volvió a aparecer por la puerta “Sigan no más, todo está controlado”. Le guiñé uno ojo y se retiró. Giré dándole la espalda sin separarme del macho, apoyé mis piernas en el piso y le di sentones en su cuerpo gigante. De un golde se puso de pie conmigo, mis manos se apoyaron en la pared que tenía en frente y Alejandro se tomó de mis caderas para follarme duro, más duro que en toda nuestra deliciosa sesión. Mis gemidos se intensificaban, sus gemidos se convertían en un alarido, enterró sus dedos en mi culo, su verga se sentía gruesa y caliente, yo mantenía resistencia sin ceder, su verga penetraba duro y con fuerza, sentía que me iba a desgarrar, empezó a gritar y yo a sentir su leche llenando mi culo, su verga engrosada botaba semen, el sudor de su frente me caía en la espalda, su embiste se detuvo pero su cuerpo convulsionaba, su verga no se rendía y buscaba ir profundo dentro de mí.
Me erguí sin separarme de él, me abrazó y nos caímos al sofá. Se despegó y se acostó a mi lado. Llevó su boca a una tetilla y una mano a mi culo, metió sus dedos en mi ano para sentir su leche. “Gordito rico, rico, rico” decía mientras mordía mis tetillas. Yo tenía mi verga erecta y mojada. Me corrí mientras sentía sus dedos jugaban con la viscosidad en mi ano, sus dientes mordiendo mi pecho, su cuerpo sudado pegado al mío. La leche saltó al cojín en el que tenía la cabeza y cayó a la altura de mi ojo, otro disparo llegó a mi barba, pecho y panza, donde cayó la mayoría del semen.
Ambos respirábamos profundo, tirados en un mar de pelos, sudor y semen. Lo besé entre respiros. El sonido del cumpleaños se hacía cada vez más presente en la medida que el momento de calentura pasaba. Me acordé ¡tengo que verle la cara a esa gente nuevamente!
Luego de ducharse Alejandro se vestía en silencio y sonriente. Yo aún cubierto en vergüenza y fluidos corporales, me flagelaba mentalmente e ideaba la forma de salir a mi auto y volver a mi casa sin que nadie me escuchara, pero era imposible. “Gordito dúchese y nos vemos arriba” dijo el gorila antes de besarme rápidamente y desaparecer por la ventana del estudio.
Agradecí el que mi amigo tuviese una ducha a mano y con toallas a limpias a disposición. Quise imaginar cuántos más se habrán duchado aquí en la misma situación, pero el morbo del follón con un oso vergón, la cara de Isidora gritando, la cara de Miguel mirando caliente, la dulce leche de Alejandro escurriendo de mi cuerpo, la cara que pondrán los demás invitados cuando me vean llegar ¿estará enojado mi amigo? Dejé que la ducha fría enjuagara esos pensamientos y refrescaran mi piel. Me vestí con calma, ordené el seccionar, respiré hondo y salí al jardín.
Todos seguían en el quincho. El asado ya estaba servido y varios platos vacíos o con restos se apilaban en la mesa central. La conversación nunca se detuvo, con copas de vino fueron incontables, caras de satisfechos, ebrios y drogados en los comensales dara como resultado un triunfo del asado. Alejandro se acercó, plato con trozos de carne y ensalada de papas en mano, me lo entregó con cubiertos y me guiñó el ojo. Nadie salía de su conversación, nadie parecía notar mi ausencia. Isidora y su padrastro me miraban sonrientes como si no me hubiesen visto recibiendo verga hace 30 minutos atrás. Miguel puso su brazo en mi hombro y me susurró al oído “No te preocupes, no alcanzaron a ver nada”, me dio un beso en la mejilla y se sentó junto a ellos. Pedro, de pie junto a la parilla, con los ojos fatigados, rojos y un dejo violeta oscuro en sus labios, me miraba con las manos en la cintura meneando su cabeza de un lado a otro, pero sin dejar de sonreír. Me acerqué y le dije “hola amiguita”, mientras comía un poco de ensalada de papas y fingía casualidad. “¿Qué te digo poh amiguita?”, rió con ganas y me abrazó “No sé si te conté, pero una vez tuve a travestis que se prostituyen en Valparaíso de visita ¡y ellos se portaron mejor que tu!”.
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Mis Amigos
Como contar esto, bueno contextualicemos un poco. En la oficina nos permitieron teletrabajar así que llevo un tiempo contestando correos, evitando salir. Fuera de todo pronóstico ha sido una carga brutal junto que a mi pareja lo veo mucho menos dado que el sigue trabajando debo lidiar con todas las cosas domésticas. El estrés me tiene mal, pero de la nada me llego una invitación de mi mejor amiga. Por whatsapp me dice que les habían instalado una tinaja en su campo y si me tinca ir con ellos para relajarnos, también irían otros conocidos así que me pareció una idea genial. Mi pareja no se interesó dado que no se lleva muy bien con ellos así que tengo chipe libre para ir. Con mis amigos siempre ha habido mucha confianza, pero nada que me hiciera pensar algo raro de ellos. Llego el día así que pasaron a eso de las 19 horas por mí. Tras una hora de viaje llegamos a la cabaña, un entorno genial entre bosque medio nativos y pinos dan una gran atmosfera. Descargamos las cosas del auto y mi amiga me invita a cambiarnos, vamos a una de las habitaciones y mi amiga se quita todo, nos hemos visto mil veces sin ropa así que procedo al mismo menester, ella grita ¡¡Cristian no vengas…!! Que estamos en pelotas, nos reímos y partimos corriendo en traje de baño a la tinaja que ya habíamos encendido al llegar, el agua esta muy genial. Nos quedamos un rato copuchando y llega su marido, trae una tablita con queso jamón y otras cositas ricas y unas copas de espumante. Una delicia todo. – Gracias- le digo, a lo que el responde – de nada Javi gracias por acompañarnos, yo por mi reina hago todo para complacerla- nos reímos todos.
-Y no iba a venir mas gente? Les pregunto
- Se echaron todos pa atrás con el miedo a contagiarse- respondió Cris – pero no te preocupes que yo las voy a atender muy bien-
Transcurrió la noche, seguimos bebiendo y jugando al típico yo nunca nunca, que se fue poniendo más calentón en medida que avanzaba el juego. Terminamos hablando de nuestras fantasías y me preguntaron si estaría dispuesta a hacer un trio a lo que respondí que sí, siempre que encontrara a las personas indicadas pero que no estaba en mis fantasías hoy por hoy. Ellos por su parte me contaron que un tiempo lo buscaron, pero no se atrevieron. El tema quedo ahí. Ya las copas se habían pasado y nos fuimos a dormir como pudimos me metí a la cama con mi amiga y ahí nos quedamos ambas en ropa interior dormidas, recuerdo que nos acariciamos algo mientras nos reíamos presas del alcohol. Al día siguiente el panorama no vario mucho. Salimos a recorrer el campo recolectamos algunos hongos de la temporada y al regresar preparamos comida y continuamos bebiendo. Creo que la borrachera de la noche anterior apenas se iba, pero qué más da, quería pasarla bien. Nuevamente fuimos a la tinaja esta vez los tres. Poco a poco el juego se fue tornando más riesgoso, con mi amiga empezamos a seducirlo con un jueguito lésbico algo inocente, toqueteándonos entre el calor del agua todo era muy excitante. En un momento Barbi, mi amiga, se puso de pie y se salió de la tina dejándome a solas con Cristian. Yo no se cuál era la intención de ella en ese momento y creo que el tampoco ya que la conversación se entrecorto y se puso nerviosa. De todos modos, no perdió momento de decirme que cualquier hombre estaría feliz de ver lo que el vio entre su mujer y yo. Solo me reí y le dije somos amigos ¿igual podemos jugar no? – Claro que si me respondió. Pasaron unos minutos y mi amiga lo llama, se para y se va. Queda sola y veo que pasan los minutos, no sé cuántos porque estaba algo mareada, pero varios según yo y no tengo señales de ellos, pienso. ¿estarán peleando o tirando? Trato de escuchar, pero no logro oír lo uno ni lo otro. Mi juicio medio nublado me hace pensar igual seria rico estar sin nada aquí. Sin pensarlo mucho me quito la parte de debajo del bikini el agua se siente agradable fluyendo por mis partes, miro a todos lados y me quito la parte de arriba. Ya esta cayendo la noche así que el riesgo de alguien mirando es mínimo. Mi relajo es total mis manos se dedican a recorrer mis partes centrándose en mi clítoris y pezones erectos por el frio ambiente pero abrigados por el agua tan temperada. Miro de reojo no vaya a ser cosa que me sorprendan y continúo haciéndolo suave. Analizo mi entorno y me fijo que las toallas están lejos, casi a la entrada de la cabaña tras un rato me levanto desnuda y voy a saltitos por una de ellas, no hay nadie y comienzo a secarme poniendo una pierna sobre el borde del barandal de la terraza, estoy tan relajada y todo se quiebra de golpe. Siento las manos calientes de Cristian cogerme por las caderas me estremezco, he intento voltearme
- Shhhhh! Tranquila, no te hare nada malo
- ¡Pero Cris no, esta mal!
- La Barbi esta dormida- Me abraza y puedo sentir que esta completamente desnudo, su pene se acomoda entre mis nalgas con gran calor. No es muy grande, Cris es rellenito pero un sujeto muy varonil y agradable. Me dejo llevar, siempre de espaldas a él. Sus manos me recorren con un deseo loco, como si siempre hubiese querido hacerlo, no opongo resistencia mi cuerpo también lo desea. Paso una mano entre el espacio que queda entre nuestros cuerpos y comienzo a acariciar su pene, masturbándolo lentamente. El responde colando sus gruesos dedos entre los labios de mi húmeda vulva, me muevo contorneando las caderas anhelando que sus dedos entren mas en mí. Mi cola frota su pene, me empuja dejándome apoyada en la baranda quedando toda a su merced, se separa y agacha, siento su boca besar mi cola, y lentamente su lengua caliente recorrer mi ano, infructuosamente intenta llegar a mi vagina por lo que se queda lamiendo mi culito, el agua contribuye a la dilatación de mis partes y puedo sentir como su lengua da pequeños empujones queriendo entrar, mientras el lo hace yo me dispongo a frotar mi vagina, estoy gimiendo despacio, lo miro de reojo nos reímos con morbo.
- De verdad lo quieres hacer? Le pregunto.
- Claro sería un placer
- Por mi trasero?
- Se puede?
- Vamos inténtalo, le respondí, acto seguido saqué de mi boca un chorro de saliva embadurnando su pene para facilitar su inserción. Poco a poco fuerza y me penetra.
- Cris, despacio porfa, le digo. Estoy en eso cuando siento una mano fina guiando su pene en mi culo. Es la Barbi que esta mirando como su marido me da una deliciosa culiada. La miro y solo atina a reír, se sienta y nos mira mientras se toca. Cris lo hace muy delicioso, su pene es preciso, alterna sus empujones entre mi vagina y mi culo, me tiembla las piernas, pero no quiero que pare
- Dale fuerte! le pido a lo que no tarda en responder penetrándome con toda fuerza, apenas si logro sujetarme de la fría madera, mientras veo que la Barbi esta grabando con su móvil. Ahora entiendo que todo esto es un plan, pero que más da, me lo estoy pasando genial. Siento que ya no puedo mas y me suelto en un orgasmo rico que le moja todas las piernas a Cris, no se detiene. Siento su pene cada vez mas duro se que va a acabar en cualquier momento.
- Cris, acaba en mi cola que no me estoy cuidando
- Ya lo sé preciosa, no te preocupes.
La Barbi esta a un lado arrodillada mirando como me penetra su hombre, Cris se agita y me aprieta se sale de golpe y mi concha lanza un chorro. Me volteo y veo como su descarga va directo a la boca de la Barbi, es realmente generosa, ella no me quita los ojos mientras recibe toda esa leche. Algo escurrida por sus labios se acerca a mi y me besa compartiendo el caliente semen de su hombre, no lo trago, pero lo dejo escurrir. El beso es tan caliente y apasionado dura varios segundos y tomo la toalla y me voy en silencio al baño. No puedo creer lo que acaba de pasar. Al salir ambos están en la cama y me invitan, riendo nos tomamos unas botellas de espumante más��y quizás les cuente el resto en otro relato.
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Nos convertimos en lo que juramos destruir :,,,v ya no puedo dejar en paz el 🇬🇹 x 🇲🇽. Ósea tengo tanto que preguntar y que quiero saber qué hay que ya necesito saber ¿Mexico hasta donde ha llegado hablando de abuso físico? Ósea en estado de ebriedad o con la sangre bien caliente ¿Guatemala no le ha afectado el autoestima? Mira, Guatemala es conocido por su gente, en su mayoría, amable pues eso se va ligado a que es un país muy sumiso, no es malo ser amable pero pueden ser pisados más fácil.
Jaja, sí ;;u;;
Pero hhhh Hasta donde voy aquí, ya mencioné que no veo a México como un golpeador, además que bebe para tener excusa para hacerse pendejo, en realidad sabe controlarse con el alcohol. También, México también es un país conocido por su amabilidad y su calidez, pero uno de mis mayores headcanons es que México tiene mala autoestima, muy mala.
Creo que ya lo he mencionado antes, pero él mismo, su gente y todos valoran muy poco lo que es y lo que logra, se considera a sí mismo como “un país de paso” (no sé si ustedes han escuchado, pero a México así se le llama, tanto en noticieros como por su gente, porque lo único para lo que está, es para llegar a Estados Unidos), de paso de inmigrantes, de paso de turistas, de paso de drogas.
Sí llega a abusar más de Guatemala, dios, es obvio. Pero no va a ser quien tire el primer golpe.
AJUA(¿
Las relaciones son de dos.
Y Guatemala no ha ladrado mucho hasta ahora.
.
.
.
Guatemala se rompió, fue el primer pensamiento de México al abrir los ojos por la tarde, recostado en la cama, con un punzante dolor en su mandíbula y en su nuca.
La boca le sabía a sangre y corrupción, por suerte aún tenía la lengua completa. Había tenido suerte de haber recibido el golpe mientras Guatemala hablaba.
Salió de la habitación tambaleando un poco, el mundo giraba lentamente a su alrededor y sentía que podía caer en cualquier momento, así que avanzaba afianzándose de una pared, siguiendo el olor dulce de los “chiquiadores”, como su pareja les llamaba. A México le encantaban, Guatemala solía preparárselos al inicio de su relación porque sabía que le gustan mucho las cosas dulces.
Llegó a la cocina, donde Guatemala revolvía distraídamente algo que parecía atole. Los dulces que lo habían atraído se enfriaban en la mesa aún manchada de harina y en cuando sus miradas se encontraron, México se quedó en blanco.
¿Qué había pasado?
Frunció el ceño un poco cuando notó los ojos de su pareja desviándose de su propia mirada, mirando algo más en su rostro. El tricolor no sabía que tenía el bicolor, quien había palidecido ligeramente.
El más bajo, por su parte, prefirió rápidamente servir un poco de atole de elote en una taza y se lo dio a México, quien tomó asiento en el sillón.
Le preocupaba demasiado la mirada desenfocada de su novio, fue velozmente por algo frío. Tomó un filete de pescado congelado, lo envolvió en un trapo y regresó con México, quien palpaba ligeramente el lado izquierdo de su quijada, haciendo muecas.
México bebió ausentemente de su taza, cuidadoso de no quemarse y dejó que Guatemala pusiera la frialdad contra la zona adolorida de su cara, esperaba que el moretón no fuera demasiado grave. Las heridas en él eran absolutamente repugnantes, los moretones solían pintarse de negro por la corrupción y las heridas abiertas sangraban la misma sustancia desagradable. Lo hacían ver como si se estuviera pudriendo… Que no era del todo mentira.
¿Qué había pasado?
Vio la expresión angustiada de Guatemala, quien le acarició el rostro mientras el dolor se entumía lentamente.
—Perdón —tartamudeó un poco antes que la palabra lograra salir de su boca.
¿De qué?
México volvió a mirar perdido a la taza entre sus manos, tratando de pensar. Por alguna razón se sentía lento o tal vez el mundo se movía demasiado rápido para él.
Recordó ligeramente que se había enojado en la mañana, porque escuchó a Guatemala hablando por teléfono, diciendo que había ido con Salvador a atender unos asuntos personales y él no sabía eso.
Le había molestado no saber eso.
Recordó que lo confrontó, le preguntó y Guatemala lo retó, diciéndole que lo obligara a contarle todo.
Recordó borrosamente haberle gritado, exigido respuestas, diciéndole que era un desconsiderado y un mentiroso por ocultarle cosas.
Recordó perfectamente como Guatemala apretó los dientes y lo miró con un salvajismo desconocido, como un animal. Empezó a gritar completamente fuera de sí que quería que le diera espacio para respirar, que dejara de ser tan odiosamente entrometido con asuntos que no tienen nada que ver con él y antes que México pudiera gritarle de vuelta, un dolor atronador le hizo chocar los dientes, morderse la mejilla y perder la dirección de su cuerpo.
Recuerda difícilmente el sonido lejano de su propia cabeza rebotando contra el librero de madera que debió estar en ese momento a sus espaldas y luego el ruido sordo de su cuerpo colapsando en el suelo.
Recuerda la imagen de Guatemala mirando su mano derecha con horror mientras su visión se torna negra, llena de estrellas.
…
Levanta la cara, mirando a Guatemala quien simplemente parece esperar una respuesta.
No está sorprendido. No es la primera vez que Guatemala le pega, ya había pasado antes. Pero… Generalmente no pasaba de golpes con la base de la mano, en la espalda, el pecho o los brazos, también le dio una cachetada la primera vez que intentó llevarlo a la cama. Pero ahora… Ahora Guatemala lo había dejado inconsciente de un golpe.
Que fuerte, pensó distraídamente. Él era un país grande, él no era débil. Él realmente era bueno en el boxeo, la lucha libre mexicana era su orgullo, él sabía recibir un golpe. Simplemente llegó de la nada.
—Me pegaste —dijo, pero sonó como una pregunta hecha por un niño, tembloroso, casi inocente. —Nunca me habías pegado así.
Pareció como si a Guatemala le hubieran sacado el aire. Se le revolvió el estómago cuando los ojos de México se llenaron de lágrimas.
Desesperadamente dejó el trapo caer al sillón y tomó con sus manos frías el rostro del norteamericano, intentando darle consuelo-
Pero sus manos estaban frías, incluso contra el lado entumecido de la boca de México, los dedos de Guatemala eran fríos.
Y esa frialdad junto a la frialdad que México sentía en su trato con él todo el tiempo le dolió. Las lágrimas se desbordaron rápidamente de sus ojos. —Me pegaste —repitió y ésta vez fue una afirmación. Guatemala parecía tan profundamente apenado, tan angustiado, realmente se había desconocido a sí mismo. Ni si quiera tenía idea de dónde había salido el impulso para darle un golpe a México tan fuerte de la nada.
—Perdón —respondió, ¿qué más podía decir? ¿Que México lo había sacado de sus casillas? ¿Que su cuerpo se había movido por su cuenta? ¿Cómo podría decirle algo así después de haberlo dañado como un salvaje? México ya estaba llorando, ¿iba a hacerle más daño echándole la culpa? ¿Sabiendo lo sensible que era el tricolor? Ni si quiera para sus adentros quería admitir lo extrañamente bien que se había sentido.
—Me lastimaste. Me lastimaste de verdad —sollozó. Las lágrimas a cada gota abandonaban su calidad cristalina para volverse pegajosas y negras. Guatemala quitó las manos con miedo de contaminarse y México rompió a lágrima viva. —¡Y te sigues alejando de mí! ¡¿Te das cuenta?! ¡¡Siempre eres tú!!
¿Su culpa? ¿De Guatemala? México estaba seguro que sí. Desde el inicio de su relación siempre había dejado que Guatemala le diera permiso de dar el siguiente paso, fue él quien inició el cortejo, fue él quien se propuso, fue él quien lo invitó a vivir juntos, es él quien se ha esforzado en mejorar la relación entre ambos países, ¡¿Y qué hace Guatemala?! ¡No lo toca, no le dice lo que va a hacer, no le cuenta a quienes ve! ¡Lo rechaza, lo aleja, lo ignora, le oculta cosas!
No perdió tiempo en sollozar cada pensamiento que cruzaba por su cabeza, notando con cierto sadismo como a cada palabra el centroamericano parecía más y más culpable, como bajaba los hombros como si sus acusaciones le pesaran.
Siéntete culpable, arrepiéntete. Págame con lágrimas la humillación que me acabas de dar.
México se llenó de satisfacción, incluso cuando seguía llorando, eso quería, eso, eso, eso. A Guatemala mirándolo como un cachorro asustado, rogando por su perdón, prometiéndole la luna y las estrellas para hacerlo feliz, demostrándole que lo necesitaba tanto como él necesitaba de su pareja. No podía satisfacerlo en la cama, pero podía embriagarlo con la sensación de poder, podría cederle el control de su mente a México y eso sería suficiente, México no era tonto para no elegir otros compañeros sexuales que pudieran atender a sus necesidades, al final que era más excitante sabiendo que no debía dejar rastros de sus fechorías y ya lo había engañado una vez, podía hacerlo de nuevo, tres, cuatro, mil veces. No importaba.
Pero ahora sólo le importaba que Guatemala lo necesitara tanto como México lo necesitaba a él.
Mientras Guatemala apretaba los puños, aceptando cada regaño como la verdad absoluta. Acariciando sus nudillos con el pulgar, negando para sus adentros que se había sentido bien.
.
.
.
Banda, no se me aloquen con ésto. No es bueno ni deseable de ninguna manera estar en una relación tóxica, se los digo por experiencia.
Nótese, porfa, que México es un manipulador, es un maltratador, pero no es agresivo físicamente, en cambio, está rompiendo la mente de Guatemala. Y la gente rota, daña, como el cristal. México está dañando a Guatemala y Guatemala va a terminar haciéndole daño también, ninguno está bien emocionalmente y si alguien se identifica en lo más mínimo, busque un psicólogo, neta. Ésto no es romántico, es enfermo.
También nótese que México no le está recriminando por pegarle realmente, se dio cuenta que puede sacarle ventaja a Guatemala así, México no tiene miedo de ser golpeado, tiene experiencia y sabe soportar el dolor, controlarlo. No le importa dañarse en el camino, ya está dañado(?
México es sumiso físicamente, Guatemala lo es emocionalmente.
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Chapter 2.
¿Qué aún sigue aquí? ¿Cómo es posible? ¿Debería llamar a la policia? ¿Debería llamar a Moonbyul?
Mi cabeza se llenaba de preguntas sin respuestas. Empecé a mirar por toda la casa. A lo mejor había algo más. Volví a la carta. Era vieja, pero ¿Por qué no la había encontrado hasta ahora? ¿Qué significa todo esto?
*flashback*
Venga, bebamos soju y comamos pollo hasta el amanecer ~decía Minhyuk~ es algo que hecho de menos de Corea. Quizás lo único. Venga porfa.
Está bien ~asentí~ ¿pero en donde?
Déjamelo a mi ~me dijo mientras se acercaba a mi~
Puso sus manos rodeando mi cintura y yo puse mis brazos al rededor de su cuello. Me miraba a los ojos mientras intentaba no sonreír. Notaba su pecho contra el mío, latía muy rapido.
Esta bien ~dije acercándome a sus labios~ te confio esta noche.
*fin del flashback*
Salí de casa, con la carta en la mano. Llamaba a Moonbyul pero comunicaba. Llámame ~escribí en un mensaje~ es importante.
No sabía a dónde me dirigía pero la adrenalina de mi cuerpo era tan fuerte que caminaba sin rumbo.
*flashback*
Minhyuk: podemos comer y beber aquí
Wow... ~dije~ esto es increíble. No sabía que desde la azotea del piso habían estas vistas.
Empezamos a comer, beber, besarnos, reírnos. Fue una noche genial. Me gustaba está con el. Demasiado. Y Minhyuk me quería muchísimo.
Tras dos horas sentados, a Minhyuk cada vez le subía más el alcohol.
Sabes ~dijo Minhyuk~ me alegro mucho de haber venido aquí. Al principio cuando mi hermana me dijo de quedarme con ustedes me negué, no quería vivir con ustedes, sentía que sobraba, aunque tampoco era nuevo... siempre sentí que sobraba aquí, que este mundo no era para mí.
Las palabras de Minhyuk me llegaron al corazón. Era muy buen niño y cualquiera estaría encantado de estar con él. La relación con su familia fue asquerosa y nunca antes había salido en serio con una chica, siempre tuvo miedo de hacerle daño a alguien y de que se lo hicieran.
*fin del flashback*
Me metí en mi móvil, Moonbyul aún no había respondido. Me metí en galería y empecé a ver las fotos de mi novio. O ex novio. O no sé cómo denominarlo.
*flashback*
Estaba preparándome para ir a la graduación cuando recibo un mensaje.
Déjame en paz, por favor ~pensé~ creo que será mejor que me cambie de número.
En ese momento alguien tocó a mi puerta.
¿Cómo me veo? ~dijo~
Wow. Me quede sin palabras. Minhyuk estaba más guapo de lo normal. Su traje se ajustaba perfectamente a su cuerpo. Parecía que lo habían diseñado para el.
Nada mal ~dije~
¿Solamente? ~dijo con una sonrisa pícara~
*fin del flashback*
No ~pensé~ no quiero saber nada de ese día. El peor día de mi vida. Por qué...
En ese momento me di cuenta de que, sin planearlo, me encontraba en frente de mi facultad. En seguida un miedo irreconocible se apoderó de mi. No ~decía para mi~ dije que desde mi graduación no volvería a este sitio.
En seguida me giré para irme de aquel lugar pero un ruido extraño hizo que me sobresaltara. Venía detrás de los arbustos. ¿Sería una ardilla? No ~dije para mi~ seguramente sea algo más grande, quizás un gato o un perro.
Nada más acercarme vi una caja, la cogí. ¿Alguien acababa de ponerla ahí? Miraba a mi alrededor pero no veía nada extraño. Me senté en el césped del campus y abrí la caja.
Mi corazón dio un vuelco. Eran fotos mías y de minhyuk. También había un móvil y una carta. El móvil estaba apagado, no tenía batería. Abrí la carta muy nerviosa, me temblaban mucho las manos. Solo había una frase con recortes de revista: “si reconoces este móvil, entonces podrás tener acceso a él”.
Y sí, claro que lo reconocía. Era el móvil de Minhyuk.
Salí corriendo de allí, pare un taxi y llegue a mi casa. Entré corriendo tirando el bolso al suelo. Abrí todos los cajones que había, de los dos cargadores que encontraba ninguno encajaba con el de Minhyuk.
Fui corriendo a la antigua habitación de Moonbyul con la esperanza de encontrar su cargador, que fuer algo de las pocas cosas que Moonbyul no se había llevado de su hermano.
Enseguida recordé que tenía un adaptador. Fui corriendo y empecé a cargar el móvil. Cuando ya tenía la batería suficiente para encenderlo no tenía las fuerzas necesarias para encenderlo. ¿Qué se supone que es todo esto? ¿Quien me sigue? ¿Quien me manda todo esto? Y lo peor.. ¿qué se supone que tengo que encontrar en el móvil de mi pareja?
Lo encendí, no tenía número pin. Ahora era todo mío. Ahora podía meterme en él buscando algo que no sé lo que es.
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Gárgolas
Ahí estaba yo sentado en un bar, escribiendo fragmentos al reverso de unos exámenes médicos que me habían entregado hace unas horas. Escribía sobre aquel lugar que se promocionaba virtualmente como “straight by day, gay by night”, escondido en una de las galerías de la avenida Nueva Providencia, antigua 11 de septiembre. Quedarme ahí, intentando plasmar cualquier cosa sobre papel, me servía como excusa para no retornar a casa. Un pelado musculoso y polera sin mangas atendía en la barra, haciendo una mueca idiota con su boca cada vez que le tocaba saludar a algún caballero. Le pedí un mojito y me dio dos, esa era la promoción permanente del local. En una de las mesas del fondo un grupo de hombres de camisa, corbata y zapatos lustrados cada cierto rato se reían explosivamente, recordando tal vez alguna antigua y repetida anécdota laboral. El ruido del choque de copas y vasos se mezclaba con antiguos hits de Depeche Mode, Erasure y Eurythmics. No pude escribir más que un par de líneas. Sólo pensaba en unos brazos grandes y velludos que me aprisionaran por la espalda, una respiración agitada en el cuello y pelos de barba rozándome los hombros, tal como me encontraba esa misma tarde con un masajista que vivía en el centro. Ya no deseaba escribir. Pagué y salí sin despedirme.
Caminé un tanto desorientado por la Costanera, a un lado de la ribera del río Mapocho. Sin detenerme, saqué mi pipa del bolsillo del pantalón y me puse a fumar. Sentados en alguna banca, apoyados sobre un árbol o afirmados en la reja que daba al cauce de excrementos, se encontraban los seres que deambulan por la ciudad cuando cae la noche, moviéndose sin rumbo fijo, alejándose siempre de los focos de luz. Pasé cerca de uno de ellos, retrasé un poco el paso y busqué su mirada. Me miró de reojo por un instante. Caminé unos metros y me di la vuelta. El individuo se había acercado a un árbol para orinar, mirándome mientras movía el pene de un lado a otro. Yo observaba concentrado sus maniobras y me mordía los labios. Me hizo un gesto con la mano, me acerqué y al segundo ya se lo estaba chupando. Estando ahí, sintiendo sus vellos sudados entre mis mejillas, me preguntaba por qué lo estaba haciendo. Me lo saqué de la boca y miré hacia arriba: vi un rostro desfigurado, con los ojos inyectados en sangre y la piel llena de cicatrices. Seguí mamando al monstruo, pero al poco rato me levanté y me despedí diciéndole que en realidad sólo andaba de paso por ahí. “No hueí, quiero tocarte, porfa”, expresó rompiendo el silencio con una voz que parecía de un niño, mientras una de sus manos intentaba directamente tocarme el ano. Le di un no rotundo y continué mi camino.
“No piense tanto, bonito”, me dijo el masajista luego de darme un último beso al salir de su departamento. Me había explicado que los dolores en mi espalda venían de la mente. “¿Tienes alguna enfermedad?”, me preguntó mientras pasaba sus manos por mis escuálidas piernas. “No lo sé”, le repliqué con sinceridad. Me pidió que me girara para darme la última parte del trato. Me empezó a masturbar. Yo quería tocarlo, lamer su cuerpo, pero eso no estaba incluido en el servicio. Era un poco menor que yo, tenía bonito físico pero unos ojos apagados, que igualmente me parecían atractivos. Como no lograba eyacular, empezó a respirar agitado en mi oído y besarme el cuello. A pesar del placer, no lograba acabar. En un momento nuestros labios estuvieron tan cerca que nos empezamos a besar. Él se subió a la camilla que había instalado en el living y me abrazó por detrás mientras hundía su nariz en mi nuca. Unos mensajes por Whatsapp interrumpieron la escena. Se incorporó a contestarlos y con eso ya se daba por terminado nuestro encuentro. Volví a recordar su beso de despedida cuando me di cuenta que había caminado hasta el Parque Forestal, cerca del sector de Bellas Artes.
Me senté en una banca, donde las señoras del barrio descansan por las tardes con sus perros enanos y las parejas jóvenes hacen una pausa con sus hijos comiendo cabritas y algodones de azúcar. Estaba frente al museo, al lado de una enorme escultura de seres alados. A mi lado se sentó un ser alto, de canas y severa expresión. Me preguntó en qué andaba. Le dije que simplemente caminaba. “Yo quiero que puro me chupen la corneta”, dijo de pronto. “Yo feliz, pero aquí no se puede”, le respondí. Propuso pasar por su casa que quedaba a la vuelta. Terminé aceptando. Era un inmueble antiguo y espacioso que quedaba al frente del cerro Santa Lucía. Llegamos a su pieza, se sacó la ropa, se acostó y se puso a buscar una caja de cigarrillos en la cómoda. Se puso a fumar y me miraba mientras pasaba mi lengua por todo su envejecido cuerpo.
“¿Le gusta hijo mío?”, expresó de pronto.
“Sí, me encanta”, le dije.
“¿Le gusta la pichula del papito?” “Sí”
“¿Sí qué?, señaló cortante.
“Sí, papá”, dije complaciente.
“Muy bien mi niño lindo, ¿quién manda en la casa?”
“Usted, papito”
“¿Está rico o no? Por ahí fue que lo engendré con su mamita”.
“Yo soy suyo, tóqueme”, le decía mientras me abría de piernas. “Te quiero, hijo mío”, me decía pegándome fuerte en las nalgas.
Seguí chupándoselo por un rato más hasta que su pene empezó a convertirse en una masa amorfa, cada vez más insignificante. Se había quedado dormido. Me quedé ahí un poco más, pero luego preferí vestirme. Pensé en robarle algo de su pieza, en compensación por no sé qué en realidad, pero sólo vi cuadros de caballos, cruces, libros cristianos y fotografías antiguas. Lo desperté para que me fuera a dejar abajo. No hablamos y nos despedimos de la mano.
Llegué hasta Miraflores con Moneda, donde un tipo venía atravesando la calle. Yo no me atreví porque los vehículos descienden de imprevisto por la curva. Pasó por mi lado y me tocó entre las piernas, diciéndome fugazmente que tenía que cruzar no más. Me di vuelta y lo observé. Joven, pelo negro peinado hacia arriba, buen cuerpo. Follable. Me preguntó con voz de ebrio si tenía un cigarro, pero le dije que no fumaba eso. Le ofrecí pitos y se emocionó. Fuimos a una parte más escondida del cerro y comenzamos a quemar. Se voló al instante elogiándome cada cierto tiempo por lo que le había convidado. Caminamos un poco más y le dije que me gustaba recompensar a la gente que me agradaba. Respondió que entonces también tendría que recompensarme de algún modo. Le miré con descaro el bulto del pantalón. Se dio cuenta y me sonrió. Le dije que pasáramos a un motel, que yo pagaba. Justo andaba con diez lucas en el bolsillo. Llegamos a McIver y entramos al Príncipe, en el cuarto piso de un edificio ubicado al lado de un café con piernas. En la última puerta se tocaba un timbre. El piso era imitación de mármol, una pequeña pileta se emplazaba en uno de los rincones y las paredes colgaban grandes espejos circulares con marcos dorados. El lugar era atendido por unas amables señoras, algunas ya muy ancianas, que se encargaban luego de limpiar las sábanas de los fluidos esparcidos por sus niñitos promiscuos.
Llegamos a la habitación y el sujeto se acostó tapándose los ojos con los brazos. “Estoy muy volao hermano, la cagó”, divagó. Apagué la luz y me encargué de desvestirlo lentamente. Mi boca se encargó de recorrerlo por completo. Subí por sus testículos y me tragué hasta el fondo su pedazo de carne. Sentí su mano que presionaba con fuerza mi nuca, llegando incluso a sentir ya ganas de vomitar, pero sin asco alguno. Cuesta un poco respirar. Me pregunta si me gusta, le digo que me encanta. Bajé y acerqué mi lengua a su culo, entrando de a poco entre sus paredes carnosas. Comenzó a gemir. Al rato me tomó de la cintura y me acercó para introducirme su pene erecto, acto que me sacó de la ensoñación en que me encontraba. Dolía, pero sentir su virilidad me hacía enloquecer de placer. Sentía su barba cálida cuando nos atrevimos a besarnos. Acabamos y me quedé en silencio. Lo abracé y cerré los ojos pensando en que en ese mismo lugar había estado con Vicente, un día en que después de culear lloramos ante la posibilidad de perdernos mutuamente (cosa que ocurrió finalmente). Recordé que era invierno y que sólo deseábamos abrazarnos y acariciarnos bajo de las usadas frazadas. Le prometí que nunca, nunca, lo olvidaría (eso sí lo cumplí, en parte). Me acosté en el pecho del desconocido y me cubrí en uno de sus brazos. Despertamos con el sonido del teléfono pegado a la pared, al lado de la cama. Una de las señoras nos avisaba que ya se habían cumplido las tres horas. Entré al baño y me lavé la cara. Me vi al espejo y reparé en lo delgado que me encontraba. Cuando salí el hombre ya se había ido. Bajé y volví a caminar hacia la Alameda, desviándome en dirección al cerro Santa Lucía.
Mientras subía veía a hombres escondidos entre los árboles, detrás de las esculturas de piedra o de los basureros con el insigne logo de la municipalidad. Fijo la vista en un rincón y de pronto me imagino sentado con Vicente, observando su hermoso rostro al sonreír. Me vi besándolo con ternura, tomarle las manos y acariciarle el pelo. También siento como si hubiese sido ayer cuando Martín me confesó que tenía sida y que luego se puso a llorar en mi regazo, mientras yo sentía de verdad ganas de cuidarlo y amarlo. El sonido de cascada me hizo aterrizar. Estaba solo. Caminé a duras penas y llegué hasta la torre más alta, donde el viento comenzó a golpearme con violencia la cara. Desde allí arriba se veía todo. En las escalinatas de piedra, entre los matorrales, atrás de un negocio, hordas de hombres entregaban cada parte de sus cuerpos a algún solitario compañero en la penumbra. Uno de ellos se acercó, sigiloso pero decidido, con su miembro erecto. Me sumergí entre sus vellos sudorosos. Luego llegó otro, con el pene más grueso y húmedo, quien mientras me lo metía en la boca comenzó a besarse con el otro. Sentí que por detrás alguien me estaba bajando los pantalones, escupiendo en uno de sus dedos para introducirlo en mi ano. Después ya no tenía una de mis zapatillas porque otro hombre me estaba lamiendo los pies. Cada vez aparecían más y más penes, manos, culos y bocas por todo mi cuerpo. Pasaron los minutos y mientras cerraba los ojos escuchaba masculinos gemidos, para luego sentir chorros de semen caliente que caían sobre mí.
Lo último que recuerdo es haber esbozado una sonrisa antes de sentir cómo todos mis músculos comenzaron a apretarse con violencia. Las caricias se detuvieron. Escuché unos gritos previo a que sintiera que me daban vuelta con violencia, me despojaban de toda la ropa y me separaban las piernas. Sentí una lluvia de escupos, fecas y orina caliente sobre mi cuerpo. Entre confundido y extasiado, vi mi sombra en el reflejo del suelo formado por la luz de la luna. Me hicieron palanca en una de mis extremidades hasta que cedió, me arrojaron piedras por la espalda y marcaron mi desnudez con cigarrillos encendidos. Uno de los especímenes me atravesó el ano con un palo largo y afilado, repetidas veces mientras mis gritos eran apagados entre varias manos. El dolor esa insoportable. El placer era insoportable.
Me quedé ahí sintiendo que mi cuerpo emanaba sangre, que comenzó a descender rauda por las colinas hasta inundar las calles de la ciudad.
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qué hacer cuando se monotoniza el placer de vernos. cuando la costumbre atropella el consentimiento de nuestras ganas. flashamos que los límites son sinónimo de bardeo y ahora mi pared es un mosaico de tus figuritas repetidas.
sos un atardecer que miro con la cara pegada a la ventana temo que si me alejo un centímetro, desaparezcas ignorando que tus cambios minuto a minuto son ajenos a la piel que me tira contra el vidrio y al frío de éste que me quema. qué alguien porfa me facilite la vista preliminar para rescatarme de que lo inevitable también puede ser disfrutado.
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La fantasia de mi madre
hace tienpo confese el haver tenido sexo con mi madre incluso la llame prostituta cosa que me arrepiento, pero de lo que no nos arrepentimos es de tener sexo como dos amantes lujuriosos. en esta ocasion les compartire la fantasia que mi madre me propuso. hace dos semanas atra cuando vimos un video de un masaje oriental en el cual habia una ventana grande que se miraba toda la accion, quedamos con la boca abierta pues era algo grandioso, 4 dias mientras nos preparabamos para entrar en la cama para dormir dijo que queria decirme algo pero que no lo tomara a mal, que dijo con estas mismas palabras: CABE MENCIONAR QUE CUNDO PONGO MADRE O HIJO AL PRINCIPIO DE CADA CHARLA ME REFIERO A LE PERSONA QUE HABLA. -madre- oye te quiero proponer algo pero no lo tomes a mal, quizas espero no te moleste perooo.... -hijo- ¿pero que? dime no me pongas pretextos anda. -madre- esque me da pena. -HIJO- no empiezes sabes que no me gusta que te acuestes con otros hombres no quiero que que te quieran solo para tener sexo, tu lo sabes -MADRE- no no nooo no es eso solo quiero proponerte si me puedes cumplir un fantasia. -HIJO- ok dime. Hasta que escuche esas palabras yo me tranquilize pues en verdad odio que a mi madre la mires otros hombres y quiza este mal pero asi soy yo y a ella le gusta. fue entonces que me dijo. -MADRE- recuerdas el video que vimos hace dias -HIJO- ¿cual? mmmm no me acuerdo -MADRE-el del masaje orienta te acuerdas -HIJO- si dime ¿quieres que tengamos sexo como en el video? -MADRE- no... me gusta la ecena cuando tienen sexo frente a la ventana, con riengo de que los vean, me causa una sensacion de estaxis sexual, con el peligro de que nos pillen teniendo sexo entre nosotros, opues tu saves que no es normal, ami me paresio estupenda la idea y acepte aunque para serles cincero no sabia lo que me esperaba,nunca creei que esto seria una experiencia de depravacion y inmoralidad. ala siguiente noche nos preparamos eran las 6 de la tarde, nos metimos ala ducha y no preparamos para el acto. yo tenia la polla tan dura y parada que se salia de la bata de baño, y ella en una bata sin abotonar que se veia todo. mientras yo cerraba puertas y todo mi madre se encargaba de preparar la habitacion, que da ala calle no tiene una ventana grande pero es una ventana y sirve igual. cuando yo subo al cuarto me topo que no tenia cortinas y la cama estaba justo al pie de la ventana, (es una costumbre que tengamos las camas cerca de la ventana). yo me sorprendi, aunque no mucho pero me saco de onda, era un sabado imaginense la cantidad de gente pasando por la calle. y aunque es una privada havia gente todavia por fortuna la mayor parte de los hijos de los vecinos ya son mayores, -MADRE- ya estoy lista y ¿tu?. mira fijate bien aunque esto se trata de poner en peligro nuestra relacion dvemos de tener cuidado ¿ok? -HIJO- OK dime que hago. como le haremos :+) mi corazon saltaba como loco pues nunca hbia intentado esto ni cuando tenia novia. -MADRE- fijate tu te acostaras abajo siempre abajo tu vas estar y yo arriba esa es la regla . yo acepte pues entendi a lo que se referia ella, no queria que vieran quien era la persona con la que se estava rovolcando y cometiendo semejante varvaridad. epezamos lejos de la ventana besandonos de la manera mas deliciosa que se pueden imaginar yo tire su bata de baño son las manos dejandola caer asta sus brasos dejando al descubierto sus hombros y hermosos pechos aunque ya no presumo de sus tetas pues ya no las tiene como cando joven o cuando me empeze a acostar con ella, me alegra decir que son enormes y hermosos, aunque un poco caidos, no me gusta contar algo que en realidad no es. me gusta contar la verdad pues creeo que es mejor y mas exitante ustedes tienen la ultima palabra. yo besaba sus hombros mientras me quitava la bata, la tome de la cintura y la colge entre mis brazos mi pene auotomaticamente la penetrava pero ella se lo sacaba como que todavia no queria la penetracion me sente en la cama con ella encima de mi.mientras que con una mano me acarisiaba la espalda con la otra sostenia mi pene. para que no entrara un su linda y depilada vajina. -MADRE- besame besame en el cuello en el cuello exitame asi asi que rico todavia no la metas primero hasme sentir deseada haaaa mahaaa si asi hazle bien. entre mas escuchaba esas palabras mas me exitava que lla no me importaba nada y sin importar lo que me dijo la voltee sobre la cama... no me hacerque mucho a la ventana. solo la recoste y me baje todo hasta besar sus pies chuoanda y lamiendo sus dedo fui subiendo entre sus muslos hasta llegar asu vajina ella gemia tan rico, y eso era buena señal pues sin nesecidad de la penetracion ella se estaba exitando mucho. yego el momento ella me giro y yo aun con mi lengua en su vagina se feu deslizando hasta mi boca. nos seguimos besando y tocando nuestro cuerpo un rato mas hasta acomodarnos en la cama como ya se habia acordado. ella se sente encima de mi y se movia como cuado te montas en un caballo. -MADRE- HOOO SI HAAAA¡¡¡¡¡¡ el vesino de alado me esta viendo siiiii siiii dale mas duro fue entonces cuando entendi aun mas todo, ese era su plan que la vieran desnuda teniendo sexo por la ventana. aunque no la persona que ella queria un vesino de la casa de a lado que la ha estado acosando durante varios años. un tipo casado muy pervertido al que mi madre rechazo en una fiesta tras el intento de besarla i tocarle un ceno. cosa que me irrita tansolo recordarlo. mi madre queria vengarse en un pricipio intento contarselo a la esposa del tipo pero no lo hizo. y que mejor manera de vengarze mas que mostrandolo lo que el nunca tendra el privilegio de gozar. mi madre en su cama. ella se sento de ranita encima de mi cabesa con sus nalgas de cara a la ventana porfin el vecino indesado salio per ver la accion. ella se recargo en la ventana inpidiento la vista para dentro. yo me pare en la came e introdujo mi pene en su boca mamandomela, ella despego su espalda de la ventanu solo dejando ver que se la mamaba a alguien ovio sin mostrar mi rostro. -HIJO- haaaa sigue chupando chupa chupalo -MADRE- mmmmm que rico si si mintras yo sujetaba su cabesa acelerando sus movimientos. nos volvimos acostar otraves como antes. -MADRE- mira ya saco el celular el depravado ese, mmmmm haaaaaaaa asi asi que rico derrepente ella se para espontaneamente dejando salir un chorro de miel de si vajima cinceramente no se si se noto fuera de la ventana pero de que estaba a una altura adecuada para que el vecino lo viera si que lo estaba. ell se volvio a para sobre la cama y de pie doblo su cuerpo dejando expuesta su vajina por la ventana mientras chupaba mi pene, y haciendo movimientos en sentadillas me ponia su vajina en mi voca. ariba abajo ariba abajo -MADRE- jaja que le arde al maldito haverme faltado al respeto. te amo hijo te amo -HIJO- yo tambien madre te amo mmm eres la mujer que nunca soñe, te amo como mi madre pero mas como mi amante. se acomodo de manera de obtener la penetracion anal poco a poco entro mientras ponia gesto de dolor y satisfaccion. -MADRE- haaaa haaaa haaa gritaba y gemia mientras se mordia su labio y sosteniendo sus tetas con una mano mientras que con la otra se agarraba fuerte de la ca cama mientras yo metia uno de mis dedos por la parte de su vajina yegando a un grado de exitacion extremo... ¿ como? pues primero sexo entre madre he hijo, segundo espectaculo al publico, tercero miedo de que supieran nuestro secreto y porsupuesto tener que salir a la calle con las miradas en cima de ella y el que diran sin mensionar el deseo de los demas hombres que no podra tenerla. mientras teniamos sexo como locos ella se levanto se pego a la ventana estrellando sus nalgas sobre la misma, yo sugete sus piernas entre mis brazos penetrandola nuevamente, el golpeteo en la ventana la exitava mas -MADRE- si si echamelos adentro ya vente sisisisis hahahah correte en mi ha ahhahahahha asi hijo mio asi mi amor. hahaaaaa me corri demtro de mi madre para terminar completamente sudados y cansados despues de un gran espectaculo. quizas ustedes no entienden porque me acuaesto con mi madre. bueno es simple, me gusta la livertad si que una novia me diga que quiere hacer. si la enbarazo obio me tendria que casar y aun no quiero eso. comos una pareja de mente abierta nos complasemos uno al otro, aunque en ocaciones tuve miedo de decirle que me gustaba como mujer no solo como madre, me alegra que lo haya hecho. algunas personas no comprenden esto. pero no creo que deva ser motivo de repulcion. yo le hablo con todo mi corazon no critiquen mal a los demas porfavor. grasias. espero verlos pronto con otro relato. y porfas no tomen esto con morbo si no cono algo sano. grasias
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