#puertas blancas
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neotattooart · 1 year ago
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Family Room Open in Barcelona Mid-sized trendy open concept concrete floor family room photo with white walls, no fireplace and no tv
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biggsunko · 1 year ago
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Scandinavian Home Office - Built-In
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An illustration of a study room with a mid-sized Danish built-in desk, a medium-tone wood floor, beige walls, and no fireplace.
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natesmithcomedy · 2 years ago
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Barcelona Family Room Enclosed Inspiration for a mid-sized contemporary enclosed light wood floor family room remodel with white walls, no fireplace and no tv
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tsvbavsa · 2 months ago
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☽ Ojos se abren de par en par ante respuesta, pues aún más extraño que se dirigiera a ella en una ocasión era que ocurriera en una segunda. Casi suelta una carcajada cuando pide apellido pues ella carecía de uno, sin embargo, se contiene porque la situación es por demás extraña, algo no estaba funcionando de manera correcta ❝ Ah. . . ❞ la muletilla sale como si esta le fuera dar tiempo suficiente para pensar ❝ No. . . No. . . Estoy invitada, no soy. . . Invitada. no. . . ❞ sonríe, debía guardar compostura, seguía siendo un guardián, su guardián, huir ni siquiera debía estar en una de las opciones a realizar, su labor era permanecer en un rango cercano ❝ Soy. . . Soy. . . ❞ mirada se encuentra con un mesero tras el vidrio de las ventanas que dirigen a la sala, sonríe una vez más ❝ Soy una mesera. . . Llegué tarde, estoy intentando ocultarme del capit��n para tomar mis deberes sin que lo note. . . Pero creo que es peor que me encontraras túUSTED. . . Usted. ❞ fuerza una sonrisa una vez más ❝ ¿Aún falta mucho para que se acabe la fiesta? ❞
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⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Trata de darle su espacio a la contraria, no hacer que se sienta acorralada y trate de huir, aunque su actuar ya es bastante sospechoso decide hacerlo a su manera, lo cierto es que con un movimiento podría hacer que los hombres de vigilancia vinieran por ella en un abrir y cerrar de ojos, claro que eso sería arruinar el ambiente tranquilo de la fiesta y no quiere buscarse problemas innecesarios con su abuelo  ❛ ¿Con quien más? No veo a nadie más ¿y tú? —  cuestiona como si fuera absurdo, ya que no hay nadie más alrededor, solo ellos dos  ❛ Recuerdo haber revisado la lista de invitados, conozco a todos de apellido y rostro, dime el tuyo, porque honestamente no logro reconocerte por tu cara —  se cruza de brazos, frustrándole un poco la situación, sintiendo que algún detalle se le ha podido escapar y esa sensación no le agrada para nada.
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walker-skull · 3 months ago
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Testigo en el gimnasio
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La sombra apareció en el rabillo del ojo mientras estaba cambiandome. Verás, probablemente no debería haberla seguido, ya que probablemente era solo mi sexy compañero de gimnasio en los lockers, pero fui tras el de todos modos. Mi curiosidad no pudo.
—¿Hola? —dije en el pasillo, otro posible error de película de terror. Si esa cosa no quería que la vieran, ahora sabía que la había visto de reojo. Tomé una mancuerna antes de escabullirme en el pasillo para continuar con mi investigación. La puerta del baño estaba entreabierta y parte del vapor de la ducha de mi compañero de gimaniso se disipaba en el piso de madera. Con la mancuerna en la mano, empujé la puerta lentamente. Lo primero que escuché fue un gruñido y empujé la puerta hasta el final para asegurarme de que no se estuviera muriendo.
No se estaba muriendo. No lo creo. Lo que parecía una criatura peluda de seis brazos tenía la cabeza metida dentro de su espalda, la toalla alrededor de su cintura apenas se mantenía envuelta. Cuanto más empujaba, más se hundía. Parecía que se estaba fusionando con él. Podía ver hacia dónde tiraba la criatura para entrar porque las manos huesudas aparecieron debajo, presionando hacia afuera. La cola, que se movía por el baño, tirando botellas de colonia y productos viejos para el cabello, fue lo último en entrar. Se dobló debajo de sus piernas y se fusionó con su torso, sus abdominales se hincharon y luego se convirtieron en el cuerpo ligeramente firme que tenía antes. Ahora, no pude evitar mirar, trofeo todavía en mano, mientras tropezaba por el baño, tratando de evitar caerse. Las piernas que esta criatura tenía antes no se parecían en nada a las piernas humanas con las que estaba tratando de equilibrarse ahora.
Entonces me vio. Mi primer instinto fue correr, pero me quedé allí quieta, viéndolo levantarse finalmente y mirarme con miedo.
—Oh, lo siento, solo necesitaba un lugar donde quedarme... —dijo con voz temblorosa.
—No voy a hacerte daño. —Dejé el trofeo en el pequeño armario que había junto a la puerta, lo que pareció calmarlo un poco.
—Sé que esto puede parecer extraño, pero tu compañero de cuarto no está herido. Yo solo soy un pasajero. —Movió las manos por su cuerpo. Pude ver un pequeño bulto donde la punta de su cola creó un bulto y deslizó la mano sobre él, alisándolo nuevamente.
—¿Puedo tocarte? —pregunté, acercándome un paso más. Él inclinó la cabeza.
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—Sí —estaba confundido. Extendí la mano hacia adelante y las yemas de mis dedos tocaron su pecho, lo que hizo que se le pusiera la piel de gallina mientras la deslizaba lentamente por su cuerpo. Sus abdominales se contrajeron y tracé las hendiduras hacia su toalla.
—Él nunca me dejaría hacer esto —dije en voz baja, mientras una erección crecía en mis pantalones. Lo que me sorprendió fue el hecho de que sus manos me rodearon, acercándome más a él. Rápidamente me quité la camisa, dejándola caer al suelo y sonreí mientras lo besaba. Sus abdominales se tensaron contra mí y terminé de empujar su toalla fuera de él. Estaba erecto y su pene presionaba contra el mío.
—Esto se siente bien —susurró en mi oído mientras yo me agachaba y comenzaba a acariciar su miembro. Gruñó en mi oído, el sonido de algo inhumano saliendo de él, y con una especie de adrenalina lujuriosa me dio la vuelta y se embistió dentro de mí.
—¡Mierda! —grité de placer. Su manera de tocarme me excitó aún más.
—Te voy a follar muy fuerte —dijo, empujando sus caderas dentro de mí. Me acercó más, levantando mi cuerpo para poder besarme el cuello. Gruñí con cada embestida, agarrando mi polla y masturbándola, sintiendo el placer hormiguear por todo mi cuerpo. Me corrí antes que él, gritando mientras chorros de pegajosidad blanca salían disparados de mí y caían sobre las baldosas. Mi compañero de habitación, por otro lado, embistió tan fuerte que tuve que agarrarme de algo cuando sus embestidas finales casi me hicieron caer en la ducha, gritando mientras me llenaba con sus propios jugos. En el espejo, podía ver su piel mientras la criatura se movía, el placer hacía que casi se viera obligado a salir de su anfitrión.
—Ya lo has hecho antes. —Me giré para mirarlo; su cuerpo brillaba.
—Está todo aquí. —Se dio un golpecito en la frente y luego tocó mi pecho, sintiendo los latidos de mi corazón.
—Era un matón. No tengo ningún problema con que te quedes dentro de él todo el tiempo que necesites. —Me acerqué para tocarle el pecho y luego me moví hacia el lugar donde sobresalía la punta de su cola. La sentí contra mi palma y sonreí.
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“Lo sé. Como dije antes, todo está aquí”, me dijo.
—Bueno, gracias por no intentar atacarme —me reí entre dientes.
—No, gracias. —Me besó de nuevo y no pude evitar sonreír, sintiendo que su polla de repente se ponía dura, lista para otra ronda
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smuttysblog · 24 days ago
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"My Satisfaction" - Yujin
"Unnie! Solo ve allí y descúbrelo tu misma, tu sueño se hará realidad ~"
"¿En un café..? No tiene nada de especial..?"
Yujin: Disculpe.. ¿Dónde está el baño?
El camarero le dió las indicaciones del baño, Yujin se dirigío hacia allí y al entrar noto algo extraño..
"¿Un agujero? Es enorme.. puedo pasar por aquí.."
Yujin por curiosidad paso la mitad superior de su cuerpo por el agujero, el cual estaba cubierto con una espuma suave
"Esto es extraño.. ¿Porque una cafetería tendrá algo así? ¿Es para las madres con sus bebés?"
En cuanto ella quiso retroceder el agujero se apretó contra su cintura, dejando su cuerpo separado a la perfección, con sus pechos y cara de un lado, mientras su gran trasero estaba del otro con sus piernas sosteniendola
"¿Que? ¿Que pasó?"
Yujin: ¡Ayudaaaa! ¡Estoy atrapada!
La puerta detrás de ella se abrió y Yujin pensó que la ayudarían, pero estaba equivocada..
Una mano rozo sus muslos y un escalofrío recorrío su columna haciendo temblar sus piernas..
???: Me saque la lotería.. Hoy hay una perra con un lindo trasero
Yujin: ¡N-no me toques!
???: ¿Porque? ¿No estás aquí para esto..?
El hombre le dió una fuerte nalgada, asombrandose con la carne de gran calidad rebotando frente a el
???: Mierda cariño.. tienes un culo especial
Yujin: Si me tocas te denunciaré e irás preso t-tu.. bastardo!
???: ¿Y que dirás..? "Estuve en un Glory Hole, con desconocido me follo y no me gustó ~' Ja! Zorra estupida
Yujin: C-callate! Te daré lo que quieras pero vete.. No me toques!
???: Lo que yo quiero es..
Sus manos pasaron por su trasero, masajeando su grandes nalgas.. Subiendo ambas manos hasta su pantalón corto de mezclilla, desabrochandolo y bajandolo hasta dejarla solo en sus lindas bragas de encaje blancas
El se arrodilló frente a ella, quien movía sus piernas intentando cubrir su entrepierna pero sin éxito alguno, sintiendo la respiración de el contra su coño.. La nariz del hombre rozando su intimidad cubierta por las bragas
Yujin jadeaba levemente y retenía sus gemidos, cada toque en su cuerpo era una sensación nueva para ella.. Ningún juguete la había echo sentir así y solo era su nariz..
No podía evitar pensar como se sentiría tener su pene en su interior.. Un pensamiento que rápidamente saco de su cabeza, recordando que ella era una idol y el un desconocido que podía hacerle lo que quería ahí mismo
Y eso haría.. Sus bragas se hicieron a un lado exponiendo su raja húmeda, ligeramente mojada, el hombre lamio y chupo su coño saboreando el coño perfecto de la sexy Idol
Su lengua iba de arriba a abajo, con una mano sobre su trasero, masajeando su trasero, con su otra mano libre jugando con el clítoris de la chica
Lamio y jugo con su cuerpo por unos minutos hasta que Yujin llegó al orgasmo empapando su rostro en fluidos
Yujin: Aaaah~ a-aah..
???: Mmmh~ Delicioso
Las piernas de Yujin temblaban ante el mejor orgasmo de su vida, hasta ahora..
El bajo su pantalón y boxer dejando al descubierto su larga, gruesa y venosa polla, golpee el trasero y coño de la Idol con su polla sacándole pequeños gemidos
Acercó la punta de su polla en la entrada de la Idol y empujó lentamente dentro de ella, con solo la punta en su interior ella gimio, cuando el le dió una nalgada ella se retorció y.. De golpe tenía un pene enorme en su interior, el apretado coño de Yujin era estirado por un desconocido
El apretado y virgen coño de Yujin.. Un grito brutal salío de su boca recordando que era virgen, un pene enorme tocando lugares que nunca pensó que alguien tocaría, podía sentir la punta de su polla golpear contra la entrada en su útero, pidiendo permiso para entrar
A el no le importo nada más que su placer, embistió con fuerza el ardiente interior de la chica apretando con fuerza sus caderas
Yujin: P-para! D-detene.. U-un.. Momento! Por favor ~
???: Cállate perra! No.. parare.. hasta correrme!
Durante cinco minutos Yujin era embestida con fuerza, su coño ya no dolía tanto, era un placer ardiente que la hacía gemir y llorar, de su boca salió un fuerte gemido, sus piernas temblaron y otro chorro salió de su coño empujando la enorme polla que la follaba
Sin dejarla terminar, el volvió a entrar en ella, prolongando su orgasmo, Yujin estaba con la boca abierta gimiendo
???: E-eso.. es.. perra! Estoy.. tan cerca..
Luego de varias embestidas más el disparo su semilla directo a su útero, con cada chorro de su semilla embestia a la idol una vez más.. lentamente salió de ella viendo el desastre entre sus piernas
???: Mierda.. *jadeo* Joder.. *jadeo*
Yujin: M-mas.. Dame más..
???: Repitelo
Yujin: Quiero más sexo.. Follame.. Porfavor, Daddy ~
???: Todas las putas son iguales, siempre terminan igual
Con esas palabras el se acercó a ella de nuevo masturbandose hasta ponerse erecto una vez más, está vez quería intentar otra cosa.. Rompió sus bragas y apunto su enorme polla al ano de Yujin
???: Está mierda ya molestaba, ¿Lista cariño?
Yujin: N-no! Espera! Por ahí n-
Sin dejarla terminar el empujó sin dificultad su polla en el trasero de Yujin, una vez más sentía como su enorme polla desgarraba su interior.. Las lágrimas volvian a salir de sus ojos y está vez era distinto.. Cada embestida era más fuerte que cuando follo su coño
Yujin gritaba de dolor, sus cuerdas vocales podrían romperse con los fuertes gritos.. Podría asegurar que las paredes está vez no cubrirían sus gritos de dolor
Podía sentir sus entrañas revólverse, pensaba que luego debería ir al medico para ver qué tuviera todo en su lugar.. Cada vez que el salía de su trasero sentía como lo estiraba
El salió por completo de ella.. Admirado su trasero abierto, escupió en su agujero y volvió a entrar en ella, golpeando sus nalgas con ambas manos, cada golpe más fuerte que el otro, sus manos quedando marcadas en su trasero adolorido tanto como por fuera como por dentro
El está vez eyaculo más rápido que antes en el apretado culo de Yujin, llenando ambos agujeros de la Idol..
???: Mierda.. *jadeo* No puedo parar.. Necesito seguir hasta que mi pene no se pare más..
45 minutos después ~
Durante este tiempo Yujin se corrió una y otra vez, cada orgasmo más fuerte que el otro, su mente estaba en blanco, sus agujeros llenos hasta el borde de semen, su espalda y piernas cubiertas de los fluidos del desconocido
Mientras que el hombre estaba sentado en el suelo, con su celular en la mano admirando las fotos y videos que había tomado en estos minutos
El luego de recuperarse un poco iba a liberar a Yujin cuando escucho que alguien abrió del otro lado.. donde estaba la cara de la Idol
???: Unnie.. ¿Te gustó mi sopresa?
Yujin levanto la cabeza, parpadeo varias veces y.. Abrió los ojos en shock al ver quién le hablaba
Yujin: L-leeseo.. ¿Q-que.. haces aquí?
Leeseo: Le pedí a Wonyoung Unnie que te mandé aquí, sabía que te terminaría gustando ~
Yujin: ¿Cómo.. *jadeo* Conoces este lugar?
Leeseo: Escuché a Gaeul hablando de este lugar junto a Liz..
Yujin: Y-yo.. T-tu.. Sácame de aquí primero
Leeseo: Claro, Oppa! Liberala!
Yujin estaba más confundida aún, sintiendo su cuerpo ser libre y tirándose hacia atrás viendo al hombre que la había llevado hasta el infierno para hacerle conocer el cielo
Yujin: ¿Oppa? ¿Quien eres..?
Leeseo entro en ese cuarto, viendo el desastre que había allí dentro y frunciendo la nariz ante el fuerte olor
Leeseo: Oppa.. Vístete, no quiero ver tu polla
Dijo la pequeña cubriéndose el rostro
Yujin: Leeseo.. necesito explicaciónes
Leeseo: Bueno.. El es mi hermano perdido.. Por parte de mi madre en esa aventura con el extranjero
???: Debería presentarme.. Mucho gusto, soy Lee T/N..
Yujin: Tu hermano.. ¿¡ME TRAJISTE AQUI PARA QUE TU HERMANO ME VIOLE!?
T/N: Estabas gritando por más..
Yujin: T-tu! Cállate bastardo!
Leeseo: Unnie.. Te mostré fotos de el..
Yujin: Su polla destrozó mis agujeros, imposible que mi cerebro lo recuerde
Leeseo: Bueno.. Súbete el pantalón y vamos con las chicas.. Quiero que lo conozcan
Tiempo después..
Yujin: ¡Tu maldito bastardo! ¡Me dejaste embarazada!
Todas las integrantes de IVE miraban sorprendidas.. Sabian de lo que pasó ese día pero no esperaban esto..
Wony: Oppa! Traidor!
Gaeul miraba amenazante a Yujin murmurando "Perra roba hombres.."
Leeseo: Felicidades! Seré tía! Yeeeeeih!!
Yujin: Ahora tendremos que casarnos..
T/N: Mierda.. Joder, no es mi culpa que no tomarás una puta pastilla
Yujin: No podia caminar! Apenas si podía pensar!
T/N: Bien! Tendremos ese estúpido bebé.. Cariño~
Yujin: Imbécil..
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myillicitaffair · 11 months ago
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You are in love | Esteban Kukuriczka.
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sumario: noches de pizza con tu amigo… claro, amigo.
advertencias: sexo explícito (+18) , penetración, sexo sin protección, consumo de alcohol.
créditos: las fotos del collage fueron extraídas de pinterest, más las edite yo. la canción cuya letra utilice es You Are In love (Taylor’s Version) de Taylor Swift.
notas: honestamente, no estoy muy contenta con el resultado final pero espero que puedan disfrutarlo de todas maneras xx.
No hay pruebas, no fue demasiado, pero yo vi suficiente.
Paciente, fuera de su recibidor, me encuentro parada, esperándolo con una botella de vino bajo la axila. Aliso los pliegues de mi falda varias veces con las manos, un hábito al que recurro para evitar sucumbir a la ansiedad que me atormenta. Con la cámara de mi celular, observo mi reflejo, comprobando que mi maquillaje permanezca en su lugar, que mi cabello siga viéndose inmaculado.
No recuerdo un tiempo en el que Kuku haya sido simplemente un amigo, siempre fue más; mi confidente, el protagonista de mis fantasías, quien roba mis suspiros y miradas, de quien terminé enamorándome.
Las pisadas sobre las baldosas delatan su presencia apropincuándose, luego el traqueteo de las llaves en la cerradura, las bisagras girando en su eje para revelarlo frente a mí.
La alegría tiñe su rostro al verme, redondeando sus angulosos pómulos y centrando mi atención en la mueca en sus labios. Condenadamente cerca de mí y a la vez tan inalcanzables.
Su voz dándome la bienvenida me sacude de mi subrepticia quimera, trayéndome de un zarpazo de vuelta a la realidad. Me estrecha contra su torso, con las muñecas serpenteándose por mi cintura para atraerme más cerca.
“Traje vino, Kuku”- pronuncio, a modo de saludo, mientras lo abrazo estrechamente.
“¡Gracias, ángel! Entrá que está por llegar la comida”- informa, de manera tan casual y ligera que siento mi corazón escurrirse hasta tocar el suelo.
“Ángel” me dijo, jodiéndome para siempre. ¿Cómo seré alguna vez capaz de recuperarme de tal agravio a mi integridad? Decido asentir y adentrarme a su hogar.
Me recibe una sala de estar cálidamente iluminada, las paredes blancas cubiertas de cuadros y fotos, un aterciopelado sofá rojo situado en medio de la habitación.
Me acerco a una repisa de madera, donde reposa un retrato recientemente seleccionado… todo el elenco de La Sociedad De La Nieve posando bajo el lente de su cámara, sonrisas reflejadas en nuestros rostros enmarcados.
“Esa la tomé el último día de rodaje”- me recuerda, apareciendo por detrás mío, con una mano en mi espalda baja.
No hay pruebas, un toque singular, pero yo sentí suficiente.
Mis vellos corporales se erizan ante el contacto, un escalofrío recorriéndome cargado de anticipación por lo que jamás sucederá. Asiento torpemente, deseosa de fundirme en el calor de su silueta.
Pienso en esos mismos dedos, acorralando mi piel a su paso, incendiando su sendero. Acariciando mis mejillas con ternura, colándose por mis labios, desvistiéndome con precisión.
El timbre retumbando en la sala me despierta, desarraigándome de mis maquinaciones pecaminosas. El hombre a mi lado da largas zancadas, con un caminar tímido y garbado, hasta alcanzar la puerta de madera y ojear la mirilla. Luego de cerciorarse de la identidad del intruso, le permite ingresar para que deposite el delivery entre sus brazos, marchándose luego de recibir su pago.
Sobre la mesa del comedor se halla mi bolso, el cual rebusco hasta toparme con la billetera y separar varios billetes para pagar una porción del importe de la cena.
“Dividamos los costos de la comida entre los dos, ¿te parece?”- debato, tendiéndole el dinero para así compensar la mitad de su perdida.
“Pero no, nena, ¡guarda eso! Te invito yo”- rechaza tajante al ignorar mi ofrenda, con juguetona indignación en sus facciones.
Más allá de mi recurrente insistencia, rechaza contundentemente todos mis intentos de devolverle la plata, escudándose en excusas absurdas. Una cálida sensación se apodera de mí ante su caballeroso gesto, traduciéndose en atontados vistazos en su dirección, mientras sigo cada uno de sus movimientos al sacar el par de copas de una alacena.
“Pedí pizza de ese bar que te gusta”- comienza a explicar, aun movilizándose para descorchar el vino- “la de pepperoni sigue siendo tu favorita, ¿verdad?”
Un solo paso, no fue demasiado, pero dijo suficiente.
Silencio. Silencio desgarrador y sepulcral a mi alrededor, petrificando el aire a su paso.
“¿Te acordaste?”- asevero con un hilo de voz, aunque suena más a una pregunta, reflejando mi propia inseguridad.
Mis extremidades tramitan un cosquilleo colectivo, despertándome de la anestesia que se había apoderado de mí.
“Si, obvio”- le resta importancia, sirviendo la bebida y entregándome mi copa.
Y yo entiendo lo tonto que debe sonar, pero, por un momento, me permito sentirme importante e incluso un tanto sustancial en su existencia. “Me escuchó” medito, atónita por la revelación, revolucionando todas mis ternuras dirigidas hacia él.
Mis ojos se obsesionan con su él, simplemente él y su aura dorada coronándolo como si de un halo se tratara. ¿Cómo logré tener tanta suerte?
“No me mires así, nena”- pide al devolver mi mirada, su entrecejo fruncido en concentración- “Vas a hacerme creer que los chicos tenían razón…”
Mi mueca se tiñe de confusión, no sabiendo con exactitud si se refiere a lo que yo supongo. Intento decodificar sus palabras, pero, tal vez por el prospecto de ver mi entusiasmo destrozado, me limito a repreguntar.
“¿De qué hablas, Kuku?”- atrapo mi labio inferior entre mis dientes para así detener los temblores que lo acosan.
“Ya sabes…”- se encoge de hombros, pero, al ver mi perplejidad se resigna a continuar- “Fran y Juani siempre nos cargaban con que… em, con que debíamos salir.”
Siento un hondazo envestirme de lleno y un deseo irremediable de que el mismo continúe hasta hacerme perder la conciencia.
“Ah, eso”- murmuro en voz baja, de repente completamente drenada de seguridad. Trato de difuminar mis conflictuadas preocupaciones con una risotada punzante, delatando la rigidez de mis hombros estáticos y la incomodidad en mi gesto.
¡Qué estúpida! ¿Cómo me permití alguna vez pensar que el podría sentir lo mismo que yo? Deseo tirarme al suelo y revolcarme en el bochorno que me arrima, lo suficiente para olvidarlo a él con sus grandes ojos fijos y perder la cordura a manos de la vergüenza.
“Era un chiste nada más, no deseaba hacerte sentir mal”- aclara cálidamente, rodeando la mesa hasta rozar nuestros hombros.
Es absurda la cantidad irremediables de terminaciones nerviosas que logra incendiar con solo oprimir su marco con el mío. ¡Debo frenar esta locura antes de que se me vaya de las manos!
“Claro…”- suspiro, forzando una sonrisa al tomar asiento en la silla que abuso bajo mis pálidos nudillos.
Tomando la copa entre mis palmas, la balanceo hasta verter el liquido más allá de mis labios, rezando para que el espirituoso proveniente de uva disipe su comentario furtivo.
El mayor, aún parado a mi lado, hinca sus rodillas para arrodillarse y así quedar a la altura de mis ojos.
“Ángel, lo siento si te ofendí. No era mi intención”- se disculpa, escurriendo sus dígitos entre mi cabello para plegarme un mechón tras mi oreja.
“Ya sé, Kuku… y lo prometo, ¡estoy bien!”- miento descaradamente en su cara, con las comisuras adheridas a mis tensas mejillas.
Por unos prolongados segundos- que se sienten como una eternidad- nos miramos firmemente, tratando de descifrar los pensamientos cabalgando en la cabeza opuesta. Con un afectado suspiro, se levanta del suelo para luego posicionarse en la silla contigua a la mía.
Una vez asentado en su sitio, levanta el rostro para enfrentarme y toma mis temblorosas manos entre las suyas. Inmediatamente noto su calor corporal, las asperezas desperdigadas por sus palmas, sus anillos colisionando con los míos.
“Ahora entiendo cómo mi comentario pudo haber sonado y te pido perdón por ello”- alega mientras me observa, pausando en cada pequeño lunar e imperfección.
Inhibida y un tanto cohibida ante su escrutinio, desvío mis ojos hacia un costado y muerdo mi labio inferior, aprisionándolo entre mis paletas.
“No quería hacerte mal…”- confiesa, con sus orbes ahora clavados en mis labios mordisqueándose- “Sos mi mejor amiga.”
una mueca extraña en su rostro. Pausa, luego dice “sos mi mejor amiga.” Y yo supe a que se refería, está enamorado.
Una fuerza gravitacional me empuja aún más cerca suyo; envalentonada gracias a su fijación por mi boca, empiezo a disparar la ajena sin dudarlo. Deslizo una mano por su cachete, acariciando la incipiente barba creciendo allí mientras le robo un breve pico.
Al separarme, escaneo al hombre que acabo de besar, desesperada por hallar una reacción. La confusión tiñe su cara, tiene la mandíbula presionada con fuerza y un furioso sonrojo trepando hasta su nariz. Sin perder un solo minuto más. Vuelve a unir nuestras figuras en un beso, uno real esta vez.
Sus labios en contacto con los míos consienten un hambre que venía cultivando hace meses, acelerando mi deseo de conseguir más. Mi corazón late con una velocidad alarmante, saltando implacablemente contra mi caja torácica, y agravando los temblores en todo mi cuerpo.
Una danza desenfrenada se desenlaza, dando rápido paso a una intrépida batalla por apropiarse de la ventaja que implica dominarnos mutuamente. Una de sus manos se enreda en mi melena, tirándola hacia atrás mientras su lengua se apresura en inmiscuirse en mi cavidad bucal, cepillando la propia y paseándose por toda su extensión.
El aire comienza a escasear y el ardor en nuestros pulmones nos fuerzan a dividirnos, aprovecho el breve impase para deslizar mis extremidades por sus piernas y así, sentarme a horcajadas sobre su regazo.
“¿Sabes hace cuánto deseo hacer esto?”- cuestiona, entrelazando sus dígitos por mis curvas y asentándome sobre la junción de su torso y piernas.
Bajo mío, noto un bulto que comienza a alzarse, punzando mi centro deliciosamente. Sin siquiera razonarlo, muelo mis caderas contra él, percibiendo un curso de placer recorrerme entera ante la fricción contra sus pantalones.
En un arrojo de valentía, me deshago de la blusa que flamea en mis costados, arrojándola lejos nuestro. Como si de un arreglo tácito se tratara, el argentino adjunta sus labios con mi pecho y comienza a succionar mi piel con fiereza, yo me limito a atraerlo contra mí mediante su cabellera.
“Tantas veces fantasee con esto…”- admito, sin poder evitarlo, mientras él libera mi busto del corpiño.
Levito hacia su remera, forcejeando con ella hasta deshacerla hacia las baldosas y revelar su tórax al descubierto. Recubierto de pecas difuminándose en su blancura, dudo alguna vez haber visto una imagen más hermosa.
Sosteniéndose de mis muslos, se irgue y tropieza hasta toparse con el sillón, descargándome sobre el terciopelo con una impredecible agilidad. Allí, acostada en medio de su sala de estar, centro mi atención a sus dedos desenlazando mi falda con ternura, para luego despojarme por completo de mis confinamientos.
Imitando sus movimientos, aviento mis brazos hacia su entrepierna para desabrocharlo y librarlo de sus prendas. Aceleradamente, lo desvisto hasta que nuestras desnudeces son lo único que prevalece.
“Sos hermosa”- me halaga, recorriendo cada centímetro de mi piel con delicadeza, intentando memorizarlo para siempre.
Respondo con mi agarre volando hasta su palpitante erección y acariciándola juguetonamente, con constancia hasta donde me lo permite.
“Necesito sentirte adentro mío, Kuku…”- pido, sin sentir un ápice de vergüenza ante mi explicitación.
Un gruñido escapa su garganta ante mi directiva, deshaciéndose de mi toque para posicionar su polla entre los pliegues de mi coño y comenzar a adentrarse. Sollozos son lanzados en su dirección, animándolo a ir más allá, a continuar.
“Dios, estás tan apretada”- pronuncia cuando la cabeza de su pene logra tocar mi fondo, disfrutando los espasmos que mi canal le proporcionan.
En un frenesí ocasionado por la sensibilidad que su miembro me genera, embisto mis caderas para acercar nuestros centros aún más y luego retirarme, provocando un extasiante vaivén. Los gemidos retumban en el silencio del salón, con la danza que nuestros sexos lideran al fusionarse.
“Estoy enamorado de vos, ángel, desde la primera vez que te vi”- dice al observarme con atención, aun penetrándome hacia la culminación.
Sorprendida por lo inaudito de la situación, una lagrima se cuela por mis ojos y rueda en su sendero por mi mejilla ante su confesión, una que aguardo hace meses.
Esteban la recoge, interrumpiendo su trayecto hacia mi cuello para besarme nuevamente, con renovada emoción.
Y ahora comprendes por qué perdieron la cabeza y pelearon sus batallas, y por qué yo he pasado toda mi vida tratando de ponerlo en palabras.
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dreaming-star20 · 8 months ago
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Aniversario
Una soleada tarde de primavera, una leve brisa entraba por las ventanas abiertas del apartamento de Michael. El hombre yacía boca arriba sobre su cama destendida, con nada más que un suspensorio puesto. El cuerpo de Michael estaba bañado en sudor, resultado de su rutina de ejercicio matinal y el calor de la tarde. La luz de la habitación hacía los músculos de Michael resaltar aún más.
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La habitación estaba bastante ordenada, a excepción de un poco de ropa sucia desperdigada por el suelo. El aroma masculino de Michael era perceptible en toda la habitación. Era el resultado de la mezcla de colonia, desodorante y sudor. A la mayoría le hubiera parecido un olor demasiado intenso, a algunos incluso repugnante, pero a Ernesto le encantaba ese olor. Lo único que Ernesto amaba más que el olor de Michael, era usar el cuerpo de Michael.
En la habitación contigua al cuarto, Ernesto se daba un baño refrescante. Por más que amara utilizar a Michael, el calor del ambiente hacía sofocante estar dentro de él por mucho tiempo. Para poder regular su temperatura, Ernesto tenía que salir un par de veces al día del interior de su anfitrión para darse un respiro. El agua tibia resbalaba por su rostro redondo y de barba desaliñada, hasta llegar a su abdomen globoso, y luego a sus piernas regordetas. La luz del sol que entraba al baño hacía relucir la pálida piel de Ernesto, haciéndole ver algo fantasmal.
Ernesto cerró la regadera y secó rápidamente su piel con la toalla de Michael. Michael estaba comenzando a despertar. Estaba desorientado, su memoria era muy nubosa. Lo último que recordaba era estar en una fiesta y tomar un par de cervezas, pero ahora estaba en su apartamento. Aunque, a decir verdad, de no ser por los muebles que reconocía a la perfección, no habría sabido en donde estaba. Todo el lugar estaba organizado de una manera diferente. Desde su closet, que ahora estaba empotrado al muro, hasta su cama, que antes estaba junto a la pared. Pero ahora estaba justo en el centro de la habitación, debajo de una extraña estructura de metal que seguramente serviría para sostener algo.
Aun tratando de entender el cambio en la habitación, Michael notó un cambio aún más importante. Recordaba perfectamente haberse afeitado el día anterior. A las chicas siempre les gustaba más su rostro limpio y cuerpo liso. Pero de alguna manera, todo su cuerpo se había cubierto de vello de la noche a la mañana. Había pelo por todos lados, incluso en sus axilas y entrepierna. Siempre había odiado tener un cuerpo tan peludo. Ahora tendría que salir a comprar crema para afeitar y varios rastrillos para poder eliminar todo el desastre que había sobre su piel.
Michael comenzó a frotar su cuerpo, notando aún más cambios. Su cuerpo parecía un poco más grande de lo que recordaba. Sus pectorales se habían vuelto más voluminosos. Sus piernas se notaban un poco más gruesas. Las venas de sus brazos eran más visibles de lo que recordaba. Era el avance de meses de ejercicio, pero de alguna manera lo había logrado de un día para otro. Como cereza del pastel, Michael vio dos enormes tatuajes, cada uno en un brazo diferente. El nunca marcaría su piel de manera permanente. Por alguna razón, los tatuajes no se veían recién hechos, por el contrario, cualquiera diría que les hacía falta un retoque.
Michael se bajaba de la cama cuando escuchó el ruido de la puerta del baño al abrirse. “Seguramente mi nena de ayer sigue aquí. Ya que no recuerdo nada de anoche, creo que una ronda matutina no estaría mal”, pensó Michael, emocionándose un poco. Su pene había comenzado a llenarse de sangre. El hombre abrió sus ojos como dos platos cuando del baño no salió una chica joven y sexy, sino una bola de grasa desnuda, bajita y muy blanca, parada despreocupadamente frente a él.
"Veo que estás despierto”, Dijo Ernesto en voz alta. “Bueno, disfrútalo. No volverá a ocurrir en mucho tiempo". Antes de que Michael pudiera reaccionar, Ernesto se lanzó contra él y lo tacleo, haciéndolo caer de nuevo a la cama. Michael trató de luchar, pero aún en su condición física, Ernesto era mucho más fuerte y ágil. Ernesto se levantó y tomó las piernas de Michael con sus manos. En un solo movimiento, el cuerpo musculoso de Michael quedó boca abajo. Las redondas y peludas nalgas de Michael estaban apuntando al techo, totalmente expuestas ante el pervertido hombre detrás de él.
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“Esta pelea ha hecho que me emocione”, Dijo Ernesto mientras acariciaba su creciente miembro con una mano. Ernesto jaló a Michael al borde de la cama y se lanzó sobre su ancha espalda, usando su barriga para aprisionarlo contra el colchón. Aún contra tanto músculo, Ernesto no tuvo problemas para someter a Michael gracias a su peso. Ernesto alineó su pene ya erecto con el ano sudoroso de Michael, e inmediatamente comenzó a presionar hacia adentro. El agujero de Michael solo había sido utilizado por Ernesto, aún si el primero no lo sabía. Para Ernesto fue muy fácil abrirse paso por la estrecha entrada, introduciendo todo su miembro de un solo golpe.
Un gemido de dolor y placer se escapó de los labios de Michael. Ernesto movió sus caderas de adelante hacía atrás. Su pene por debajo del promedio casi se sale del ano de Michael en más de una ocasión. Michael se sentía asfixiado por el peso de Ernesto sobre él. Ernesto lograba tocar el punto G de Michael en algunos momentos, y de vez en cuando un leve gemido salía de los labios de Michael. Antes de que Michael siquiera se diera cuenta, las piernas de Ernesto ya se habían fusionado con las suyas. Solo las tonificadas y peludas piernas de Michael quedaron apoyadas en el piso a un lado de la cama.
Ernesto siguió empujando su cadera, y de un momento a otro, su pelvis se perdió en la de Michael. Ahora la cadera que se movía era la de Michael, y el placer que sentía se había incrementado exponencialmente. Su verga, hasta ahora flácida, había comenzado a levantarse dentro del suspensorio, y liberaba hilos de líquido preseminal en la tela. Michael ya no controlaba la mitad inferior de su cuerpo, pero podía sentir cada movimiento que esta hacía bajo el mando de Ernesto. En lo más profundo de su mente, una débil y familiar voz comenzó a resonar, le decía que este era su papel en el mundo, y que no le quedaba más que disfrutarlo.
El roce de las suaves sábanas de la cama estimulaba a Ernesto y Michael por igual. Ernesto bufó como toro al sentir la potencia del poderoso miembro que ahora controlaba. El pene de Michael era lindo, a Ernesto le gustaba verlo desde afuera, pero le encantaba poder sentir placer con él. A la vez que los bufidos de Ernesto se hacían más intensos, los gemidos de Michael también aumentaban en volumen y frecuencia. La cabeza de Michael era un desastre. Los instintos más básicos de su mente le decían que debía liberarse y correr. Al mismo tiempo la voz se hacía más y más intensa. La voz le repetía a Michael una y otra vez que debía dejarse llevar por el placer, que era su deber entregarse totalmente al desconocido.
Con un solo movimiento, Ernesto fusionó su gran vientre con el firme torso de Michael. La gran barriga de Ernesto se hundió dentro de Michael como si nunca hubiese existido. Ernesto empujó un poco más y logró dejarse caer completamente sobre los anchos hombros de Michael, y al hacerlo, también logró controlar sus brazos y sus manos en un solo movimiento. Ernesto usó los grandes y fuertes brazos de Michael para levantarse de la cama. Ahora el cuerpo de Michael tenía dos cabezas, por un lado estaba su cabeza original, y del otro estaba la del ladrón de cuerpos. Michael podía ver y sentir cómo su cuerpo se movía bajo la voluntad de Ernesto.
Ernesto caminó usando sus nuevas piernas gruesas para dirigirse hasta el espejo de cuerpo completo que tenía en el cuarto. Se paró frente a él y admiró su adquisición. Sin duda Michael había sido la mejor opción de todas las que tenía disponibles. Casi todas las partes del viril cuerpo de Michael estaban bajo el control de Ernesto, quien comenzó a flexionar sus brazos y a apretar sus pectorales peludos, enmarcando aún más la masa magra que ahora poseía.
La cabeza de Michael estaba inmóvil, pero con los ojos bien clavados en su reflejo. De vez en cuando, un gemido de placer salía de su garganta. En el interior, la conciencia de Michael no podía concentrarse en otra cosa que no fuera la voz. Era su propia voz hablándole en el interior. Decía que estaba siendo un buen contenedor para el amo. Decía que su deber era servir a su maestro sin importar qué. Decía que su cuerpo ahora era única y exclusivamente propiedad de su maestro. Michael ya no luchó más. Solo podía pensar en complacer a su raptor.
"Gracias por darme este gran cuerpo. Hoy es un día especial, así que te dejaré estar consciente. Así podrás ver cómo me hago cargo de él jeje", las bocas de Ernesto y Michael dijeron al unísono. Ernesto bajó las manos de Michael por todo su cuerpo. Una vez en sus caderas, tomó el elástico del suspensorio y lo dejó caer hasta sus tobillos. Con toda su gloria masculina al descubierto, Ernesto comenzó a masturbar su verga, que estaba tan firme como un mástil. Ambas cabezas comienzan a gemir y bufar a la vez. La mente de Michael aún era semi independiente, pero el resto de su cuerpo ya había sucumbido al control del ladrón.
“Hora del gran final", dicen Ernesto y Michael a la vez. Aún frente al espejo, Ernesto continuó masturbándose, usando su verga robada. El sudor salía de cada poro de la piel de Michael, y escurría por todas partes, funcionando como lubricante. Después de un par de frotamientos más, Ernesto pudo sentir que estaba a punto de correrse, y antes de soltar su carga, empujó su cabeza contra la de Michael, tomando el control total al mismo tiempo que dejaba su leche caliente y espesa por todo el espejo. Ernesto se dejó caer de rodillas y usó la lengua de Michael para limpiar hasta la última gota de semen del espejo. "Delicioso", dijo en voz alta para sí mismo.
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El cuerpo de Michael estaba bañado en sudor. Ernesto se levantó del piso, tomó la toalla que había usado para secarse previamente y se quitó el exceso de sudor de la piel. Rápidamente se vistió con un conjunto que tenía preseleccionado. Este era el comienzo de un gran día, un día de celebración. Después de todo, justo hace un año, Ernesto había dejado su trabajo como conserje y había robado el cuerpo y la vida del adinerado Michael, el DILF del edificio en el que trabajaba. Casi nadie notó la ausencia del conserje latino del edificio, y a los pocos días contrataron uno nuevo. Ernesto ya no tenía que preocuparse nunca por el dinero o tener un trabajo que involucrara esfuerzo físico. Sin duda, robar el cuerpo y vida de Michael fue la mejor idea que pudo haber tenido.
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deepinsideyourbeing · 16 days ago
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Until the Ribbon Breaks - Enzo Vogrincic
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+18! CNC (E.R). Dom!Enzo. Age gap (implícito), biting, creampie, dacrifilia, (fugaz) degradation, dirty talk, fingering, (menciones de) sangre, sexo oral, sexo sin protección, Virgin!Reader. Aftercare. Español rioplatense.
La desolada sala de espera te hace preguntarte si realmente hay más personas en el edificio: llevás quién-sabe-cuánto hecha un manojo de nervios mientras esperás para realizarte una ecografía y desde que te sentaste no viste pasar enfermeros, doctores, personal de limpieza o personas en lo absoluto.
Y en todo este tiempo la puerta del consultorio permaneció cerrada.
Las luces blancas del corredor son tan brillantes como para provocar dolor de cabeza y permanecés con la cabeza gacha, concentrada en tu teléfono y en la hoja que te entregó la recepcionista, donde se leen tus datos y los inquietantes detalles sobre los estudios a realizarte.
La peor parte es probablemente la recomendación de utilizar falda para mayor comodidad. No hay forma de estar cómoda en una situación como la que te espera. Simplemente no la hay.   
El apellido de la persona encargada es interesante y no podés evitar sentir curiosidad sobre el origen del mismo. Parece bastante difícil de pronunciar y practicás cómo decirlo un par de veces hasta sentirte más segura. Los nervios persisten pero descubrís que es mejor concentrarte en algo que no sean los posibles desastrosos desenlaces de la consulta.
Hay una máquina expendedora en el extremo opuesto de la sala. Dejás tus pertenencias sobre la fría silla de metal y caminás casi en puntas de pie, muy lentamente, para no perturbar el extraño silencio del lugar. Estudiás las opciones durante largo rato y luego presionás los botones (el pitido que emiten resulta ensordecedor) para seleccionar un simple…
Un ruido proveniente del consultorio llama tu atención. Volteás y fijás la mirada en la aburrida puerta blanca, pero todavía está cerrada y el ruido no se repite, por lo que suponés que se trata de algún objeto sin importancia. Regresás la vista hacia la máquina expendedora y esta vez seleccionás una opción diferente.
El golpe cuando el producto cae evita que escuches el crujir de la puerta.
-¿Para ecografías…?- pregunta una voz grave a tus espaldas-. Sos la última, ¿no? Vení.
Obvio que sos la última, pensás mientras recogés tus cosas para dirigirte hacia el consultorio, ¿tiene idea de cuánto tiempo estuviste esperando? Pasaste milenios en la recepción y varios siglos en ese corredor, completamente sola y en pánico, temblando no sólo por las bajas temperaturas producto del aire acondicionado. 
El contraste entre la penumbra del consultorio y las luces fluorescentes del corredor es doloroso.
El consultorio está desprovisto de personalidad y las paredes, pintadas de un tono gris-depresión, sólo están iluminadas por una lámpara de escritorio que proyecta largas sombras irregulares hacia toda la habitación. En la pared opuesta a la puerta hay una camilla cubierta con papel blanco, impoluto, esperando por vos. Hacés un esfuerzo para no fijarte en la computadora y en los instrumentos conectados a la máquina.
-¿Es la primera vez que te hacés este estudio?- pregunta el doctor. Está mirando la pantalla de la computadora, los músculos de su espalda son evidentes bajo la impecable bata blanca y su largo cabello oscuro se mueve como seda cuando voltea para poder verte de frente-. Sacate la ropa y recostate.
Sus ojos te estudian con una intensidad que no sabés cómo interpretar y en tu estómago bajo se instala esa molesta, pesada e incómoda sensación, reflejando el pánico y el terror que llenan los recovecos de tu mente. Dirigís una mirada hacia la estantería ubicada en una esquina, llena con lo que parece ser batas descartables, pero él no se muestra consciente de ese detalle y no estás segura de poder pedirlas.
Hay un perchero donde dejás tu pequeño bolso y una silla que ocupás para retirar tu calzado. Deslizás tu falda por tus piernas mientras maldecís internamente porque… ¿No se suponía que la falda se quedaba durante la ecografía? ¿No era ese el motivo de la sugerencia? Te retirás la blusa y el sostén y cruzás un brazo sobre tu estómago. Insegura e híper-consciente.
Voltea. La manera en que sus ojos recorren tu cuerpo te hace temblar y no estás muy segura del motivo.
-Recostate en la camilla por favor.
Permanecés en tu lugar, inmóvil por unos largos segundos, intentando controlar el ritmo de tu respiración y tus nervios, para luego caminar con movimientos mecánicos hacia la camilla. Te ayudás del pequeño escalón para sentarte y cuando te recostás mantenés la vista fija en el techo del consultorio; presionás las yemas de tus dedos sobre el cuero de la camilla con la intención de concentrarte en algo que no sea tu cuerpo desnudo y la estresante situación.
El gel frío cayendo sobre tus pechos hace que te sobresaltes.
Girás la cabeza hacia la pantalla, donde esas incomprensibles imágenes en blanco y negro comienzan a aparecer, pero terminás perdiéndote inevitablemente en el perfil del doctor. La línea de su mandíbula, la manera en que muerde su labio en señal de concentración, su nariz y su ceño fruncido. ¿Deberías preocuparte? ¿Hay algo extraño o…?
Cuando sus ojos se cruzan con los tuyos creés ver algo más en ellos: un destello de interés que va más allá de lo estrictamente profesional. Sus pupilas dilatadas detrás de los cristales y sus largas pestañas negras reclaman toda tu atención y olvidás la inquietud que te generó su expresión desconcertada. Humedece sus labios e inconscientemente imitás el gesto.
-Permiso- dice sin romper el contacto visual. Sus manos están cubiertas por los guantes de látex pero igualmente percibís el calor que emana de ellas cuando mueve tu brazo para exponer mejor el área. La firmeza de sus manos es reconfortante-. ¿Podés…? Sí, eso.
El transductor, más pequeño y mucho más extraño de lo que imaginabas, es un dispositivo de plástico y metal que él sostiene con una destreza inquietante entre sus largos dedos. Mientras lo desliza por la curva de tu pecho derecho, con movimientos lentos y circulares, la placentera sensación de presión te hace temblar. Un suspiro escapa de tus labios.
-¿Muy frío?
Es sólo un segundo pero es suficiente para captar la mirada hambrienta que dirige hacia tus pechos. Tus pezones están erectos por la temperatura del gel y el contacto con el transductor –con el que está rozándolos de una forma que pretende ser accidental- sólo empeora la situación. Repite la acción y fingís que tu cuerpo no lo persigue en busca de más.
-Un poco.
El transductor desciende lentamente hacia tu costado, siempre deteniéndose en puntos específicos y permitiéndote sentir el peso de cada pausa, hasta ubicarse sobre una sección más sensible. El calor de la cercanía opaca la sensación fría del gel y cuando su mano roza de manera imperceptible tu brazo otro escalofrío recorre tu espalda.
-Relajate- ordena luego de verte reaccionar. Hay un deje de un algo extraño en su tono y te preguntás si es consciente del cosquilleo que provoca en el costado de tu pecho. Se estira sobre tu cuerpo y reposa parcialmente el peso de su brazo sobre tus costillas mientras repite el procedimiento en tu pecho izquierdo.
Tu respiración se vuelve más lenta. Más profunda. Percibís cada pequeño detalle, desde el leve crujido del papel bajo tu cuerpo hasta el zumbido distante de la máquina y su propia respiración, sincronizándose con el murmullo de tus exhalaciones. Cuando murmura algo entre dientes te perdés en el movimiento de sus labios y no podés descifrar sus palabras.
El sonido de las toallas de papel interrumpe la quietud y sin permitirte procesar la situación comienza a limpiarte. Retira el producto con movimientos expertos y cuidadosos, sutilmente ejerciendo más presión de la necesaria, mientras te dirige alguna que otra mirada y esa sonrisa sugerente que tira de sus labios. La delicadeza de sus manos es cautivadora.
El pánico se instala en tu estómago bajo y en tu estado nervioso rasgás el papel que recubre la camilla. El sonido lo obliga a voltear y en cuanto ve tus ojos vidriosos sus cejas se curvan en un ángulo de compasión. Se inclina sobre tu cuerpo para poder verte mejor. 
-¿Estás bien?- pregunta en un susurro-. ¿Es la primera vez que te hacés este estudio?
-¿Va a doler?
-Puede ser incómodo- contesta-. Pero vamos a hacer lo posible para que no duela nada, ¿sí?
-Tengo miedo.
Limpia una lágrima con su pulgar y te sonríe.
-Yo me encargo- intenta calmarte mientras toma los elementos necesarios para continuar. El transductor vaginal es mucho más intimidante de lo que esperabas y cuando ve tu expresión deja de lado el condón y el gel-. Respirá profundo. Flexioná las piernas.
Obedecés sin cuestionar. Captura tu pierna entre su brazo y su cuerpo, seguramente para mantenerte en posición, pero más allá del profesionalismo y su comportamiento metódico la proximidad hace que te resulte imposible ignorar su temperatura corporal o el bulto golpeando tu pierna. Te esforzás por controlar el ritmo de tu respiración.
Desliza el infernal objeto entre tus pliegues y luego presiona sobre tu entrada.
-¿Doctor…?
-Enzo- dice sin más-. Podés decirme Enzo.
-Enzo- repetís sólo para sentir su nombre entre tus labios. Jurás que los músculos de su brazo se contraen-. ¿Podrías hacerlo muy, muy lento? Es que…
-¿Qué?
Entrelazás tus manos sobre tu estómago en un gesto nervioso y cerrás los ojos cuando sentís su cálida mano desnuda en tu muslo. ¿En qué momento sus guantes desaparecieron? No, eso no importa, tenés que decirle que necesitás que sea cuidadoso porque de lo contrario podría…
-Es que… Yo no…
-Me imaginaba- su tono es condescendiente y no tenés idea de cómo se lo imaginaba. Da un apretón a tu pierna y agrega:- ¿Me dejás prepararte?
Parpadeás.
-¿Qué?
-¿Puedo prepararte para hacerte la ecografía?
-¿Prepararme?- preguntás con voz trémula-. Pensé que…
El fantasma de sus dedos sobre tu centro te corta la respiración.
-Estás muy mojada.
Recorre tus pliegues con caricias imperceptibles antes de separarlos y contemplar tu pequeña entrada brillante. Desliza un dígito de arriba abajo antes de llevarlo hacia tu entrada y ejercer sólo un poco de presión, aún sosteniendo tu pierna, frotándose contra tu costado. Suspira.
-No- negás mientras clavás tus uñas en el cuero de la camilla-. ¿Puede ser por el gel…?
El fugaz pero punzante dolor de su dedo colándose en tu interior te hace tensarte y jadear. Terminamos, pensás, liberando todo el aire en tus pulmones mientras tus músculos por fin se relajan. Querés preguntarle qué es lo siguiente, cómo funciona exactamente el gel (llevás toda la eternidad preguntándolo), cuánto tardarán en entregarte los resultados.
No podés hacerlo porque sus movimientos te roban la capacidad del habla. 
-No es el gel, no- mueve la cabeza en un lento gesto negativo mientras retira el dígito y vuelve a introducirlo por completo. Cuando roza algo en tu interior, un punto que te hace temblar, cerrás los párpados con fuerza y te reprende pellizcando tu pezón-. Fue por esto, ¿no? ¿Tenés las tetitas sensibles?
Golpeás su mano para que te suelte. En lugar de liberarte tira hasta hacerte gritar.
-Sh, sh, sh- ordena inclinándose sobre tu cuerpo. Su rostro bloquea tu campo visual y cuando habla no sabés si mirar sus ojos o su boca-. Calladita, ¿sí…? Total nadie te va a escuchar.
Reclama tus labios en un beso, muy húmedo y muy desesperado, que correspondés sin pensarlo. Cuando sentís su lengua colándose entre tus labios gemís y le concedés el permiso: explora el interior de tu boca sin controlarse, profundizando el beso hasta que no hay más distancia que llenar, bebiendo de tus suspiros y protestas cuando comienza a mover el dedo en tu interior.    
Deslizás tus dedos entre su cabello largo y sedoso, no muy segura de si buscás un ancla o si sólo querés sentirlo, mientras tirás de la bata blanca que lleva sobre el uniforme azul. Enzo no deja de penetrarte una y otra vez con su dedo, curvándolo hacia arriba y presionando ese punto dentro tuyo que te hace jadear, provocando sonidos húmedos con cada movimiento.
Clavás tus uñas en su brazo cuando sentís un segundo dígito posicionándose contra tu entrada y rompés el beso. El hilo de saliva que te conecta con él se rompe cuando hablás:
-No, no, no- lloriqueás-. Me va a doler.
-Tranquila- besa tu frente-. Tengo que hacerlo, princesa, ¿o cómo te voy a hacer el estudio?
El estudio.
¿En qué estabas pensando? Es tu doctor y está preparándote para un examen, ¿por qué lo besaste? ¿Por qué te dejaste llevar por sus caricias? ¿Y por qué te pellizcó como si disfrutara verte retorciéndote? Tus paredes se contraen con el recuerdo y escuchás una pequeña risa de su parte mientras tu mente grita que nada de esto tiene sentido.
Deja caer unas gotas del gel sobre tus pliegues y observa cómo caen hasta tu entrada. Intentás no ceder el control a tu irrefrenable curiosidad pero de todas formas terminás reincorporándote para ver con claridad qué es tan interesante, qué es lo que está haciendo, qué es lo que provoca que muerda su labio mientras lleva su otra mano hacia su bulto para tocarse.
Desliza otro dedo en tu interior y mordés tus nudillos para no gritar por el dolor.
-Qué conchita más linda tenés- y para remarcar sus palabras su pulgar comienza a jugar con tu clítoris mientras sus dedos medio y anular continúan masajeando tu interior. Observás el débil brillo de sus anillos mientras los músculos de tu abdomen se contraen por la sensación-. ¿Te puedo preguntar una cosa?
Fruncís el ceño y levantás la vista.
-¿Tenés novio?
-Sí.
-¿Y nunca te tocó acá?
Sí.
-No.
Tu respuesta parece ser la correcta porque te recompensa ejerciendo más presión sobre tu clítoris. Millones de veces te tocaste pero jamás lo habías hecho con algo en tu interior y el hecho de que sean sus dedos, visiblemente más largos y grandes, te hace delirar. Es un placer nuevo, diferente e intenso, que termina robándose tus fuerzas y haciéndote desplomarte nuevamente sobre la camilla.
-¿Alguna vez se la chupaste?
Intentás contestar pero lo único que deja tu boca son gemidos. Tus mejillas queman.
-Un par de veces- contestás con voz entrecortada luego de un largo rato. El ritmo de sus movimientos crece y la sensación de presión en tu estómago bajo se vuelve intolerable, peligrosa, recordándote que lo que están haciendo está mal-. Basta, no… No puedo…
Deja de tocarte cuando te removés y el gemido que surge en tu garganta, mezcla de reticencia y angustia, lucha por hacerse oír. Intentás empujarlo pero toma tus muñecas con una mano mientras dirige su miembro a tu boca: admirás, inmóvil, su generoso tamaño, la gota brotando en su punta roja y brillante, el hilo que se forma cuando esta cae en la camilla.
Humedecés tus labios y tu lengua se desliza entre ellos instintivamente, con un deje delator de desesperación, esperando lo-que-sea que él esté por ofrecerte. Cuando baña tu lengua con su excitación suspirás y tu respiración –junto con tus ojos todavía fijos en los suyos y la vulnerabilidad en tu mirada- sobre su glande sensible lo hace gemir.
Empuja lentamente hasta introducir varios centímetros que hacen doler las comisuras de tu boca. Tus ojos se llenan de lágrimas pero eso no impide que continúe empujando, utilizando tu cavidad húmeda y caliente sin importarle nada que no sea su placer.
Intentás succionar y Enzo tiene que luchar para no cerrar los ojos, pero es más difícil de lo que él esperaba y cuando el placer lo supera pierde el control, arroja la cabeza hacia atrás y mueve sus caderas. Golpea tu garganta una, dos, tres veces, cesando sus embestidas sólo cuando escucha tus arcadas. Forcejéas inútilmente para liberarte de su agarre.
Se desliza fuera de tu boca para permitirte respirar y delinea tus labios –tu labial dejó un anillo de color en su piel pero tus labios aún brillan por la mezcla de tu saliva y el líquido preseminal- hasta que te considera recuperada. Vuelve a reclamar tu boca, hundiéndose más y más con cada estocada, golpeando tu garganta hasta que un río de lágrimas corre por tus mejillas.
Tus pulmones queman por la falta de oxígeno y tus muñecas duelen. No importa. De alguna extraña y retorcida manera disfrutás que esté utilizándote, haciendo lo que quiere con tu cuerpo, demostrándote su fuerza, el poder que tiene sobre vos y su deseo de poseerte.
El indecente sonido de su asalto crece junto con sus gruñidos y gemidos, cada vez más profundos y sonoros, aunque tu mente no registra nada que no sea la expresión de placer en su rostro y el calor de sus palmas cuando toma tu rostro entre sus manos. Golpea tu garganta una última vez antes de tirar de tu cabello.
Mancha tus mejillas, tus labios, tu mentón y tu cuello con incontables hilos de semen caliente que te marcan como suya. Las últimas gotas caen sobre tu lengua y su pulgar roza tu pómulo cuando dice:
-Tragá.
Obedecés.
El repentino silencio es extraño y evitás mirarlo o dirigirle la palabra mientras limpia sus restos de tu piel. Masajea tus muñecas y después de ayudarte a reincorporarte masajea tus piernas, donde el contacto de sus manos y sus pulgares colándose entre tus muslos despiertan un hormigueo.
Te perdés contemplando las venas que recorren el dorso de sus manos y entonces…
-¿Qué pasa?
Separás las piernas. Tus muslos están manchados con el mismo rojo que decoran sus dedos y cuando levantás la vista, reclamándole con los ojos llenos de lágrimas, su expresión está libre de remordimiento.
-No pasa nada, mi vida- busca tu boca y deposita un corto beso en tus labios-. ¿Seguimos?
-¿Qué?
-Necesito terminar de prepararte.
-No quiero- negás frenéticamente-. No necesito…
Los besos en tu cuello bastan para hacerte callar y no objetás cuando te sujeta por las rodillas para dejarte peligrosamente cerca del borde de la camilla. Lo sentís golpeando tu estómago con su erección, otra vez llena gracias a la imagen entre tus piernas y tu reacción, y gemís por la sensación de placer que su calor envía directo a tu centro.
Te obliga a mirar mientras se desliza entre tus pliegues manchados -con tu humedad y sangre y ahora con líquido preseminal- y temblás de miedo cuando lo sentís presionar contra tu entrada. No pensó en ponerse un condón pero por lo menos tuvo la gentileza de bañar su extensión con el frío gel incoloro. Respirás profundamente, tus manos en su pecho, mientras esperás.
-Mirame- ordena con voz ronca.
Cuando tu mirada encuentra la oscuridad de sus ojos, abrasadora y peligrosa, Enzo captura tus labios en un beso voraz, desesperado, todavía empujándose contra tu pequeña entrada palpitante.
No duele es lo primero que pensás, pero la presión es tanta que por un segundo sentís que te vas a desmayar en sus brazos, desnuda y portando en tus piernas la evidencia de lo sucedido en la consulta.
Realiza pequeños movimientos con su cadera, todos y cada uno de ellos generándote una incómoda sensación punzante, como si fueras una muñeca de trapo y estuviera llenándote de agujas y alfileres. Te esforzás por inhalar y exhalar lentamente para no desvanecerte.
Buscás refugio en su cuello cuando la incomodidad se convierte en un dolor desgarrador y te mordés los labios para no gritar. Su cadera choca con tu centro y gemís.
No estás segura de que el motivo sea sólo el dolor.
-Estás muy apretada- besa tu cabello mientras masajea tu espalda. Ignora que desde tu reconfortante escondite podés ver el hilo rojo en la base de su miembro cuando retrocede unos centímetros. Esta vez se introduce lentamente y repite el movimiento incontables veces hasta que sólo su punta se mantiene en tu interior-. Dios…
Vuelve a penetrarte de una sola estocada y el gemido quebradizo que deja tus labios llama su atención. Te empuja para poder ver tu rostro y tenés que descansar tu peso en tus manos para no caer; la posición le brinda la vista perfecta de tus pechos moviéndose con cada una de sus embestida y le permite ver cómo su miembro te dilata.
Enzo está perdido en tu fragilidad, en tu estado indefenso y en la abstracta delicadeza de este momento, y se deleita con el sinfín de lágrimas que hacen brillar tus pestañas e irritan tus párpados. Lleva una mano a tu pecho y luego de sostenerlo, como si contemplara la manera en que tu cuerpo encaja entre sus manos, comienza a masajearlo hasta que te escucha suspirar y jadear.
Tus paredes se contraen y dificultan sus movimientos.
-¿Sí…? ¿Te gusta?
-Sí, sí, sí- repetís compulsivamente. Un hilo de saliva cae de tu boca y mancha tu mentón-. No pares.
Luego de pellizcar tu pezón lleva sus dedos a tu boca. Observa tu expresión de lujuria cuando succionás y la manera en que rodeás los dígitos con la lengua hace que pierda el ritmo de sus estocadas. Te quejás por la nula estimulación y en un gesto de coraje abrazás su cadera con tus piernas.
Cuando vuelve a hundirse en tu cuerpo su punta besa tu cérvix con un doloroso pero placentero golpe que arranca un gemido desde las profundidades de tu pecho. Enzo sonríe, complacido, estúpido por tu reacción y por la manera en que tus músculos se contraen exquisitamente sobre su extensión.
Llevás una mano a tu abdomen bajo, donde jurás que podés sentirlo llenándote, pero él la reemplaza con la suya. Balbucéas incoherencias y él no deja de embestir con fuerza, sin importarle la desesperación y la confusión en tu rostro, motivado por los obscenos sonidos húmedos y el golpe rítmico de su cadera contra tus muslos.
El placer que recorre tu cuerpo hace que tus ojos se nublen.
-Enzo- intentás advertirle-. Basta, no. Voy a…
-Sí, sí- se arroja sobre vos y muerde tu cuello-. Dale, putita, yo sé que querés.
La línea entre el dolor y el placer se evapora y cuando el calor de tu orgasmo te golpea -con una brutalidad que hasta hoy no conocías y te hace gritar su nombre-, los violentos espasmos que te sacuden no impiden que Enzo continúe abusando de tu cuerpo. Los músculos de tus piernas queman y tus uñas colándose bajo el cuello de su uniforme dejan marcas de fuego en su cuello y espalda.
Las últimas oleadas de placer son imposibles de disfrutar porque Enzo, desesperado y sin medir su fuerza, tira de tus piernas hasta que tus pies tocan el suelo. Permanecés presa entre su cuerpo y la camilla, débil y desorientada, mientras se deshace de su ropa hasta revelar del todo sus brazos musculosos, su pecho y su abdomen tonificados, sus tentadoras piernas.
Toma tus hombros y te obliga a voltear (golpeás tu cadera en el proceso y finge no oír tus quejidos) para luego empujarte, con su pesada mano entre tus omóplatos, hasta que tu mejilla impacta con la camilla. Captura una de tus muñecas y la sostiene contra tu espalda baja como un recordatorio de su poder.
El metal frío de la camilla y el calor que su cuerpo irradia instalan una placentera sensación en tu centro y temblás por la anticipación. Cuando Enzo se desliza entre tus pliegues llorás y suplicás, batallando con su agarre hasta que decide tomar tu mano.
Dirige su miembro hacia tu pequeña entrada brillante y se introduce con un rápido movimiento en tu interior caliente, donde tus paredes imposiblemente estrechas no dejan de succionarlo con hambre, tu cuerpo recibiéndolo y suplicándole.
Contempla con pupilas dilatadas cómo lo recibís, una y otra vez, reclamándole entre lágrimas por el escozor que provoca su tamaño en tu entrada para nada habituada a este maltrato. Los músculos de su abdomen se tensan cuando descubre tu excitación goteando y manchando el suelo del consultorio.
-Te voy a llenar toda- promete-. ¿Querés eso? ¿Querés que te llene toda la conchita?
Entre tus agudos gemidos rotos repetís un hilo de palabras incomprensibles e inconexas que no logra descifrar. Escucha su nombre cayendo de tus labios como un mantra, una súplica o una protesta, empujándolo cada vez más cerca de su orgasmo.
Libera tu muñeca y el calor de su pecho en tu espalda, protector y reconfortante, provoca una fuerte contracción en tu interior. Tus piernas luchan por cerrarse y todas las fuerzas en tu cuerpo se evaporan... pero no importa, porque Enzo te sostiene.
Te cuida.
-Por favor, Enzo- decís luego de tomar una profunda respiración. Estirás tu brazo y tomás su cabello entre tus dedos, tirando fuerte para provocarlo, buscando desesperadamente que cumpla con lo que prometió. Muerde tu hombro para silenciar sus gemidos-. Quiero...
Te interrumpen sus dedos jugando con tu clítoris sensible y el gemido ronco que nace en tu garganta irritada. En cada una de sus profundas y expertas estocadas su miembro roza tu punto dulce y no estás segura de que la sobre estimulación sea el motivo que hace que tu capacidad del habla se esfume.
Volteás para poder verlo y bajo la supervisión de sus ojos te dejás ir. Gemís escandalosamente y te retorcés bajo su cuerpo, sufriendo el constante roce de tus pezones con el cuero de la camilla, rogando con un hilo de voz por más, más, más.
Terminás llorando y Enzo besa tus mejillas cubiertas de lágrimas mientras golpea tu interior de manera salvaje una, dos, tres veces. El palpitar de su miembro y su liberación salpicando tu interior de blanco, llenándote como prometió, prolonga tu orgasmo dolorosamente.
Quema de una manera deliciosa.
-Ya está, ya está- repite en tu oído luego de besar tu hombro, tu cuello y tu espalda-. Ya está, mi vida, ya terminamos.
Dejás escapar un suspiro.
-¿Lo hice bien?
Sentís su sonrisa cuando contesta:
-Lo hiciste muy bien- besa tu cabello mientras masajea tu espalda con movimientos circulares-. Respirá profundo... Eso, sí, muy bien... ¿Estás bien, bebé?
-Sí.
-La voy a sacar, ¿sabés?
Te quejás por la incómoda sensación de vacío y cuando su liberación escapa de tu entrada gemís. Es un gemido de placer, de sorpresa y de incomodidad, pero Enzo intenta concentrarse sólo en la última.
Toma rápidamente unas toallas de papel y se arroja sobre sus rodillas, limpiándote con cuidado, evitando tocar directamente tu centro sensible. Besa tu cadera y tus piernas temblorosas mientras limpia el desastre provocado por la unión de los fluidos de ambos.
Tu voz es un susurro cuando preguntás:
-No te pueden sacar la matrícula por esto, ¿no?
Suelta una carcajada hermosa y escandalosa y te mira sólo para perderse en tus brillantes ojos de párpados pesados. Espera que no sea muy evidente lo mucho que te quiere, la devoción y reverencia que siente por tu persona, lo orgulloso que está de vos.
-Sabías que sos hermosa, ¿no?- pregunta luego de ponerse de pie y besar tu mejilla. Busca la botella de agua olvidada junto a tu ropa y regresa rápidamente a tu lado-. Lo hiciste espectacular, princesa.
Tu mirada está fija en su miembro flácido y cuando lo rozás con tus dedos intenta no saltar por el susto que le provoca tu inesperada acción. Trazás lentamente el halo rojo que rodea su base.
-Es como un regalo- susurrás mientras intentás contener una risa nerviosa-. Este es el moño, ¿no?
Desliza una mano por tu estómago para hacerte cosquillas y cuando intentás huir te detiene con una mano en tu cintura. Tus piernas todavía tiemblan y te indica que te sientes en la camilla.
Se posiciona entre tus piernas.
-El mejor regalo- contesta con genuina sinceridad mientras te ofrece la botella de agua-. ¿Te gustó?
Cerrás los ojos mientras bebés.
-Muchísimo- admitís luego de reunir el valor-. Pensé que...
-¿Qué?
-Pensé que no iba a poder- arrugás la nariz-. Pensé que en cualquier momento iba a empezar a gritar rojo, rojo, rojo.
Frunce el ceño en señal de preocupación.
-¿Necesitabas hacerlo?
-No- negás con simpleza-. Tenía miedo de tener que hacerlo.
-No tenés que tener miedo- une su frente con la tuya-. Si en algún momento la necesitás, cuando sea, usás la palabra de seguridad y paramos. Sin esperar y sin preguntas, ¿está...?
-Sí, Enzo.
Rodeás su cuello con tus brazos y él captura tus labios en un lento beso que hace que tu corazón palpite con fuerza.
-¿Nos vestimos y vamos a casa?- propone luego de unos minutos en silencio.
-Sí... ¿Enzo?
-¿Qué pasa, princesa?
-Te quiero.
Repite te quiero contra tus labios. Un sinfín de veces.
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possession-swapbody · 10 months ago
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Ser de la familia de un amigo
Estaba caminando en compañía de mi amigo Axel, cuando vimos un caja tirada en medio de la calle, nos acercamos para ver y no tenía direcciones, ni tampoco nombres que indicaran algún dueño o destinatario por lo que decidimos quedárnoslo, al llegar a casa de Alex lo abrimos y solo venía un extraño tipo de control, con una roca blanca dentro de el pero que se dejaba ver, venía con un manual y una carta que decía:
Bienvenido al mundo de las vidas de otros, si quizás se pregunte a que se refiere, bueno antes de eso déjeme explicarle algo aun más importante, lo que usted tiene en este momento es algo que debe guardar en secreto, ya que cualquier dato público ocasionaría un caos, ahora bien, usted a sido bendecido con una de las únicas 5 rocas de almas del mundo, para poder usarla con mayor comodidad se hizo el control remoto que canaliza la energía para más precisión, con este control puede escoger entre cambiar de cuerpo con alguien, poseerlo o controlarlo, solo presione el botón y agarre el mando con su mano de manera que apunte al cuerpo objetivo, recuerde que cualquier daño que ocasione estará comprometiendo a alguien más, si usted no quiere arriesgarse a ocupar la vida de alguien o no le interesa favor de meter el control con esta nota e instrucciones en la caja en que encontró, sellar lo mejor que pueda y dejar en un punto poco frecuentado.
Alex se río, dijo que que esa era una de las bromas anónimas más patéticas del mundo, yo pensaba lo mismo pero en un momento el tomo el control y presiono controlar mientras se apuntaba a sí mismo, una especie de estela de luz salio del mando y lo dejo paralizado, el estaba quieto como un robot, entonces creyendo que seguía bromeando le dije que se desnudarte pata mi, sorprendentemente lo hizo, eso me hizo creer que quizá el mando decía la verdad, lo tome y vi un botón que decía revertir debajo de cada función, entonces pensé en presionarlo pero la curiosidad me ganó, le dije que fuera al baño de la habitación y se masturbara pero que antes de que terminará abriera la puerta, y hasta lo hizo en el momento que la puerta se habría presione poseer y mi visión se volvió oscura por un segundo solo para ser recibido por mi cuerpo viéndome de frente congelado y una gran presión que pronto termino en mi en el cuerpo de Alex corriendo me por todo su baño, no lo podía creer, el control si funcionaba y ahora estaba en el cuerpo de Alex sintiendo la paja más sensible de mi vida, tras terminar me hacer que al control y presione revertir posesión, regrese a mi cuerpo y vi a Alex volver al estado en el que sigue las órdenes de todo lo que le diga, así que le dije que se vistiera y limpiara el desastre.
Ya había terminado de limpiar cuándo la puerta de la casa se habría era Jhon el padre de Alex quien llego y aun tenia a Alex bajo control, pero justo antes de que el papa de Alex abriera la puerta le ordene actuar como si nada pasará.
Jhon: hey chicos como están?
Alex: bien papá
Jhon: oye Sam crees que puedas ayudarme a mi y a Alex a mover un mueble del garaje, normalmente se lo pediría a Leo pero de mis 2 hijos pareciera que solo Alex vive aquí.
Samuel: claro, no hay problema.
Cuando salí del cuarto junto con Alex ayudamos a su padre pero en eso el vio el control y preguntó sobre qué era, le dije que era un juguete mio de pequeño que me encontré y que lo traje nada más para enseñárselo a Alex. Cuando se dio la vuelta presione en controlar y el se quedó quieto, le ordene no moverse y que olvidara el control, luego presione revertir control y aparentemente funcionó ya que no me pregunto nada más.
Tras mover el mueble le dije a Alex que supiéramos a su cuarto, al llegar le ordene olvidar todo lo relacionado a el desanudándose y a mi usando el control, entonces presione revertir control, el despertó y solo recordó como luego de quedar bajo control su padre llegó y nos pidió mover un mueble, así que mi secreto quedó a salvo.
Alex quería ver si el control funcionaba con las otras funciones así que le propuse que cambiáramos, el se emociono, así que tomó el control y presiono cambiar, duramos toda la tarde en el cuerpo del otro, se hacia tarde así que le dije que volviéramos a la normalidad pero el quería estar en mi cuerpo un poco más, le dije que estaba bien y acordamos cambiar por la mañana, ya sabía para que quería mi cuerpo, lo vi mirando mi entrepierna varias veces así que asumí que quería masturbarse en mi, al inicio la idea me había enojar pero pensaba en que yo hice algo similar así que pensé que sería saldar cuentas.
Luego de que Alex se fuera a mi casa yo me quedé en su cuarto pensé en que podría hacer cuando me llego un mensaje del hermano de Alex, decía que no llegaría a casa porque lo invitaron a una fiesta, que le avisara a "papá".
Cuando baje para decirle que Leo no llegaría pareció molestarle un poco pero no dijo nada, el estaba preparándose para ducharse lo que me llamó un poco la atención, una idea cruzo mi mente pero me cuestionaba si estaría bien, así que al llegar al cuarto de Alex tome valor nuevamente y tome el controlador, y presione poseer mientras apuntaba al cuerpo del papá de Alex, el todavía no se metía a bañar, así que primero estuve un rato observando y explorando su cuerpo.
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Era extrañamente fascinante, nunca pensé que ser un señor divorciado de 42 años fuera tan exigente, no pude resistirme y jugué con su polla que era más grande que la mía y la de Alex, no era de extrañar que se sintiera tan bien, no había terminado cuando entré a la ducha y prendí el agua mientras seguía mi acto, el agua caliente tocando mi piel hizo que se sintiera mejor aun y termine por correrme, aproveche el lugar para que la misma agua limpiara las evidencias de lo que acababa de hacer, al salir me vestí, y tome el control presione la opción de controlar apuntando al cuerpo vacío de Alex y le ordene actuar como si fuera Alex y fuera a dormir, yo por otro lado fui a comer algo y después vi una película, aparentemente el cuerpo del padre de Alex cedió al cansancio ya que me despertó el sonido de la puerta principal abriéndose, era Leo, quien entró me saludo, aparentemente no había dormido ya que se veía muy cansado, al darme cuenta que Alex regresaría a cambiar a la normalidad me di prisa y revertir todo, dejé al papá de Alex acostado en su cama, y presionando controlar le ordene que olvidara lo que se que vio anoche y cambiará esos recuerdos por el bañándose, cenando y quedándose dormido viendo una película, si es lo que pasó pero sin que recuerde la parte de cuando se masturbo o todo lo que hice en el y no puedo contar.
Cuando Alex llegó, le dije que si estaba listo para regresar a su cuerpo, el dijo que no, aparentemente le gustó mi cuerpo y quería estar en el un poco más, me propuso quedarnos así un día más, sabiendo que insistiría hasta que aceptara no me negué, pero le dije que quería probar otro cuerpo, así que cuando su padre se fue a trabajar me asome al cuarto de Leo quien estaba profundamente dormido, me acerque y presione poseer, perdí la conciencia y tuve lo que pareció ser un sueño, al despertar eran las 2 de la tarde, me levante y me miré en el espejo, no estaba el control ni mi cuerpo por ninguna parte de la casa, vi a Alex quien estaba viendo una película, lo salude y no parecía consiente del cambio, entonces regrese al cuarto de Leo y vi una nota
Hey Sam, mira cuando poseíste a Leo te quedaste dormido, creo que fue porque su cuerpo estaba muy cansado, trate de despertarte pero estabas muy cansado, puse mi cuerpo en piloto automático con el control, pero tu puedes darle ordenes le deje la indicación que te haga caso a todo y que no mencione nada a papá, perdón por lo que te voy a decir, pero, pensé que lo mejor sería quedarnos así una semana, y se que quizá te enojes conmigo, ayer tu primo invito a tu familia a su cumpleaños y como son vacaciones acordaron que sería un viaje a la playa para festejar, regresamos en una semana, por cierto el control lo escondí, esta ni en tu casa no me podía arriesgar a que papá lo encontrara en la mía, en fin disfruta tu semana como Leo y por favor perdóname, te prometo que regresaremos a la normalidad cuando regrese.
Cuando termine de leer la nota, al inicio me enoje pero después comencé a ver el lado positivo, el padre de Alex trabaja de lunes a sábado y ya que el no está solo tengo que ordenarle a su cuerpo que se "quedé inactivo" y técnicamente tendría la casa para mi solo, ese pensamiento estaba haciendo que me pusiera duro así que me quite los pantalones y me vi en el espejo para después pensar en lo divertida y placentera que será esta semana.
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vamossainz55 · 1 year ago
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always - carlos sainz jr
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summary (5.5k words): inspired by always by daniel caesar and requested by one of my favorite people @scuderiasundays. or the one where you and carlos find your way back to each other. warnings: mentions and hints of s*x (no explicit writing), hints towards cheating. a lot of longing, tension, and a disgusting amount of use of the word always. sorry it had to be done.
“feliz año nuevo!” 
carlos smiles when his mother comes close, stamping a kiss to his cheek. he wraps his arm around her, hugging her close as the sound of fireworks erupt through the city. 
he can hear the cheers from the other houses and the sound of the tv still playing. la puerta de sol is on the screen, a new number he needs to remember for the year splashed on top of it with a nicely written font. 
“terminaste todas las uvas?” did you finish all of your grapes? reyes asks, ruffling her son’s hair fondly. carlos scrunches his face slightly but leans into her touch anyways. only two people in the world were allowed to touch his hair, his mother’s just lucky she’s one of them. 
“si las terminé,” as he moves to pull his phone can feel the slight rumble in his stomach as proof, along with the ache of his jaw from chewing so quickly. 
“y pediste un deseo?” carlos blinks, mind flashing to mere seconds ago after he had chewed down the twelve grapes. he smiles. 
“claro mamá” he says before his attention is taken up by his father, who pulls him into a hug. hugging his father turns into hugging blanca, and hugging blanca turns into hugging caco, and that turns into hugging the rest of the group. 
soon hugs turned into cheering with champagne. then shotting tequila. and then one or two bottles of beer.
in between all the drinks and laughs his mind frequently goes back to the wish he had made as the clock rang 12. 
he really wonders if his wish would come true, the reminder prompting him to take out his phone. 
it’s only when he’s looking at the lit up screen that he feels it. the quick movement of his eyes but the slow motion of his vision. the alcohol was surely taking effect and he was definitely starting to feel the consequences.
he unlocks his phone anyways, goes to open whatsapp with one name in his mind. as he clicks on the logo he sees the notification come in. your name sits nicely at the top of the list of conversations. 
‘happy new years! i know this will be your year, go get em x’ 
he smiles, and against his better judgement types in ‘what if its our year?’ it’s cheesy, but in the moment it seems great to him. his thumb hovers over the send button as he tries his best not to think too much about it. 
is this too much? he hesitates pressing send, thinking. god. i can still taste the tequila in my mouth. his lips purse and he smacks his lips against each other. why is my mouth so dry? i should go get water. he gives his train of thoughts an approval, nodding to himself before pocketing his phone. 
don’t get distracted carlos. he tries his best to make it to the kitchen, but his resolve breaks when another shot glass is being handed to him. he smells it. vodka hm, at least it isnt tequila. he thinks before downing the contents of the glass. 
he figures water can wait for later.
its later that night (or maybe he should say morning?) that he climbs up the stairs, more blurry eyed than before with a bottle of water in his hand. he almost misses a few steps, letting out a winded breath when he reaches the top. he finds piñon laying by the railing, head tucked on his legs.
his eyes look up at carlos, clearly having expected him to come sooner. “sorry piñon, tenemos que festejar un poco no?” we need to party a little bit no? carlos asks, crouching down to pet the top of his head.
he watches the way piñon leans into his touch, puppy dog eyes as big as ever and in that moment he remembers his wish. “no te muevas, que estas muy mono,” don’t move, you look adorable he says before fishing his phone out of his pocket. 
the battery widget flashes red, a notification announcing he has less than 10% left making an appearance. he dismisses it quickly, swiping to open up his camera app instead. 
click. 
he smiles at the photo on his screen. he can barely hold himself up though so he gets up on his feet, legs wobbling a bit in the process. he pockets his phone again, he figures he can send the photo later, his bed already calling out his name. he stumbles into it face first, bottle still in his hand. 
he dreams of his wish and the text he’ll receive when he wakes up. 
but when he opens his phone the next morning to realise his text is still half written without being sent, he’s too embarrassed to even look at it. he deletes the whole text, and doesn’t send you anything altogether. 
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it’s a quiet day, different to the bustling life he’s used to. it’s something he barely imagined himself appreciating, a contrast to what he used to crave: busy schedules, back to back flights, speeding through tracks, or even streets, the thrill of it all.
madrid always helped him wind down, allow his two feet to settle back on the ground. it’s a nice reminder that there’s a life outside of it all: outside of hotels, outside of planes, outside of cars. 
which is why, neatly packed between meetings, trainings, catch-ups with friends, he always slots in quiet morning walks in the city. 
he soaks it all in, eyes tracing every window, every door, every crack in each tile he steps on. he’s in the city he calls home, where nothing really changes, but where nothing really stays the same. 
small droplets of rain pellet on his skin as he walks, going past the all too familiar park he practically grew up in. the see-saw looks the same, along with the black handles he used to grip whenever his friends would get off from the other side without warning.
he smiles at the memory. his own high pitched voice rings in his ears, letting out expletives that kids his age would more than get in trouble for. 
it’s the next step he takes that brings him back to reality. an unhinged tile that’s peaking unexpectedly high. 
he trips, shoulders raising slightly as he catches himself with his other foot. distracted, he doesn’t notice the person in front of him, not until he lets out a small but embarrassed breath of relief whilst looking up. 
“carlos?” his name rolling off your tongue sends goosebumps to his skin and his eyes grow slightly. “i didn’t know you were going to be home,” you come closer this time, hand going over his shoulder to grab behind his neck. your touch sends a shiver down his back. 
despite the buffer of his brain he moves naturally around you, body responding faster than his thoughts. his hands go to your waist just as your cheeks touch. right cheek first, left cheek second. he takes the moment to take it all in. he feels your fingertips at the nape of his neck, your hair gently brushing over his shoulder your perfume still smells the same, the flowery and sweet aroma invading his senses. 
he realises he misses it. 
he realises he misses you. 
“yeah, I just landed yesterday.” his thoughts are slowly prickling in again, and he remembers where he is, what he’s doing. “and you know me,” 
you smile, because you do. “always squeezing a walk in?” 
he nods, eyes going over you. you don’t have much on you, your phone in one hand and your bag slung over your shoulder.
“always,” he answers. 
there’s a moment of silence as you scan over him this time. you notice he doesn’t have anything on him either, just a phone peeking out of his pocket.
“are you-” you start.
“where-“ he laughs when he realises he interrupted you, sheepishly scratching the back of his head. 
“you go,“ its said simultaneously between the two of you, and this time you’re both laughing, rosy cheeked and crinkly eyed. 
“okay,” he raises his hand so you can’t cut him off this time. “ladies first,” his tongue is resting gently between his teeth as he patiently waits for you to go ahead. 
“i was asking if you are going anywhere,” he shakes his head to answer. there’s a second question on the tip of your tongue, but you go for a third one instead. “what were you going to ask?”
“where you are going,” he doesn’t say it like a question, because in that little moment he knows you’re both on the same page. “but, i’m changing it to- if you want to grab coffee with me?”
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one black coffee and one latte macchiato sit between you both. the smell of ground coffee floats in the air, mixed with the smell of freshly baked bread. 
it’s like the place misses you more than you miss it, the walls feel closer, warmer, asking you both to stay as long as possible. in reality though, you both don’t know how long this encounter would last. 
even maria, the older lady that owned the cafe, had welcomed you both with wide smiles and open arms, sneaking past the counter to hug you both. she still remembered your order by heart, shooing you both to sit down before any of you even ordered anything. 
it’s been a while since you’ve both sat together like this, scooted into the small table of the cafe, tucked into your corner. the table is as small as ever, and peaking right from under carlos’ drink you spot the little doodle on the wooden table from years ago. carlos spots it too. 
you remember the panicked voice carlos had that day. you had been coming back from the restroom just to find him leaning over the table with a far from innocent look. “i messed up,” he had whispered. at first he didn’t want to show you, and his dramatization of it all made you expect the worst. 
you were only met with a slight chip on the table, barely noticeable to the naked eye (or to whoever wasn’t looking for it). despite carlos’ demeanor you only laughed, grabbing a marker from your bag. you had made sure maria wasn’t looking before covering it in black. 
“it isn’t enough,” carlos murmurs, hunching over again to grab the pen to add more ink. 
you remember the gentle sound of the marker going back and forth. you give him a second, and then two, and then three, and by the fourth you nudge his foot. “carlos, i think we’re good.” but of course he shakes his head, an argument about needing the colors to blend. “it’s a marker on wood carlos, it isn’t going to blend,” but alas he doesn’t stop, not for a bit at least. 
you go for your phone, sighing softly with a shake of your head. you take a photo of him, writing the caption ‘this is literally your son right now’ and sending it to reyes when you notice the silence coming from the other side of the table. 
you glance back at carlos, finding him silently staring at the blob of black he had created. you can tell the moment he realises what he’s done, “... it’s way worse now isn’t it?” he asks, almost comically. 
“you’re really something else,” you bite your bottom lip, rolling your eyes as you hold back a laugh. “give,” you say, thanking him when he hands over the marker to you. “now go own up to maria, and i’ll at least try and make it cute.” 
he murmurs a sorry, cheeks going red as he lets you fix the problem he somehow made worse. he thanks you with several pecks though, whispering “you’re the best” into your ear. 
you end up covering the blob with a heart, and maria finds the whole thing too endearing to even get mad (she had apparently spotted carlos panicking even before you had come back from the restroom). 
you’d never admit it out loud, but you were grateful that a memory of you both was sealed somewhere. 
as always, your thumb taps at the glass of your coffee cup. you’re quiet, eyes scanning over the foam that’s collected at the top of your drink now. carlos watches you, the way you bring your cup to your lips before taking a sip of coffee. your tongue peaks out for a split second after to swipe at the cloudy texture left behind on your lips and he has to deny the urge to reach out with his thumb to wipe it away for you instead.
“thought you didn’t go anywhere without your red ferrari shirt,” you joke, the warmth of the drink calming your words. carlos only laughs, mirroring your actions to take a sip of his own cup. he places the cup next to the doodle this time, letting his hand rest on the table. his fingers tap over the fading ink, gently tracing the shape. 
“so you’re keeping up with my life hm?” carlos teases before sitting back into his chair, hands back at cupping his mug. 
“of course i do,” you answer, gently knocking your foot against his. he smiles at the revelation, as if you didn’t still like his photos, or left one-off replies to his stories. infact, you had wished him new years first. despite both of you deciding it was better to part ways, you both continued to put your best efforts in somehow remaining connected. 
carlos still wished you happy birthday every year, sent you a photo of piñon whenever he went home, and dropped a comment whenever he was on his instagram (he was glad you had your account on private). 
it’s not the same as it used to be though. you’re not really there, but it's enough for now.
“you never texted me back.” carlos looks at you, raising his brow slightly to feign confusion. he knows what you mean though because unfortunately, alcohol induced memory loss only existed prior to going to sleep. 
“i… forgot,” he lies, frowning small to himself because it's a bad excuse, a bit mean even. 
“mhm,” you give him a proper look before sighing. it was clear that you were frustrated, frustrated that you cared so much about it. 
“you know i didn’t mean to,” carlos murmurs, and it isn’t an apology. as much as he wanted to, he knew he didn't owe you one, and frankly, even though you wanted one you’d never accept it. 
“i know,” you murmur before taking a deep breath. carlos fights the urge to hold your hands, to tell you that it's fine. so instead, he pulls out his phone. 
“i do have a photo for you though, albeit a bit late” he says, unlocking his screen to open his gallery. you perk up at the mention of a picture and you sit up a bit, this time scooting closer. 
your knees touch just as carlos turns his phone to show you his screen. 
“he’s so cute,” you coo at the sight of piñon staring at you through the phone. slowly reaching to move the phone closer, your fingers go over his and carlos expects you to take his phone, but instead you let your touch linger. 
there’s a moment of silence before your eyes shift from the phone to carlos. there’s so much you want to say, but you know it isn’t fair to any of you. 
“i miss him,” carlos looks at you. the words feel heavier than they should. they hold more meaning and you both know it. he puts his hand down, fingers tracing over the doodle once more. 
“i know, he misses you too.” 
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some nights carlos stays up late, staring at the ceiling of whatever room he’s staying in for the night. he likes to draw images on the ceiling, imagine something he can’t have but ultimately wants.
he sometimes imagines crossing the finish line first, lifting the trophy, sitting on the top step of the podium. not only once but multiple times. sometimes he imagines lifting the wdc trophy, imagines his name carved into the list of legends in the sport. 
as much as he loves the sport, it’s exhausting most times. both physically and mentally. the traveling, although fun, taxes him mentally. 
the changing hotel rooms, living out of a suitcase almost every other week gets old pretty quickly when you’ve been doing it for years. friends and family are good company, but sometimes he craves more. a constant, a person to call his. 
so inbetween images of the top step of the podium, glimpses of you always seem to appear through his mind.
he let his ritual slip once when talking to lando. lando calls it manifesting, something he’d caught when scrolling through tiktok. and carlos isn’t one to believe in the energy of the universe, but for this he’ll make an exception. some things are meant to be wished for. 
and honestly carlos needs to thank lando, even give him a gift, because tonight is one of those nights, and one thing he didn’t expect is to be behind the wheel of his car after being tucked in bed almost two hours prior. 
the moment your name flashed across the screen he was already up on his feet.
so he parks in your driveway, just to see you sitting on the stairs of your doorstep. he takes off his seatbelt, lets the engine run for a second as he tries not to think about it too much. 
you only look up when he opens the car door, slowly getting up as he comes closer to you. that’s when he notices it, your wet cheeks and swollen eyes. “hey,” you murmur, voice shaky. he doesn’t say anything, just wraps his arms around you before pulling you close to his chest. 
and this is exactly why you both didn’t see eachother often. why distance was best for you both. because here he is, on your doorstep with your face tucked into his chest. 
he knows why you called, knows showing up isn’t making it easier for any of you, but he’s selfish, and you are too. it might not be the first time you’ve called, but every time it happens carlos is scared it’ll be the last.
it feels like a ritual, carlos climbing into your bed in his boxers and a shirt you had chucked at him from his previous late night visit. no matter how long ago you always kept it with you. 
the room is cold, your insistence of not turning on the heater during winter still prominent after all these years. he never minds though, not when your body presses against his under the sheets, not when his arms wrap around you to pull you close.
his lips press against your forehead, soft and careful. he feels you let out a small breath, feels the tip of your nose poking at the center of his chest. he moves to look down at you to find your eyes already on him. “you feel better?” he asks, carefully tucking a strand of hair behind your ear. he lets his fingers graze over your cheek, thumb slowly going under your chin. 
“i do, thank you for coming,” you murmur, eyes dropping to his lips. you both know you shouldn’t. 
you continue to lay in eachother’s company, letting the familiarity sink in. it’s the perfect moment to forget about it all, about why moments like these were worth the distance and the stress. it’s the perfect moment to think about the what if’s.
and the nights always start like this, with strong composure and innocent touches. but every single time the night fails to end how it starts.
your breath feels warm against his neck and his grip is strong on your waist. your lips always manage to press closer and his hands always manage to go lower. 
“carlos,” you murmur. it’s always soft and always so needy. 
and carlos should know better, does know better, but his hands are slipping under your shirt, and your fingers are already dipping into the waistband of his boxers.  
his teeth graze against the sweet spot on your neck and the sounds you let out spur him on further. 
he wants this moment with you.  
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you always awaken to an empty bed after, with no evidence of his presence apart from the marks on your skin. it never upsets you to wake up by yourself, as it was an easy way for you to run away from the reality of the previous night.
sometimes though you like to imagine what it would be like if he stayed one of the mornings.  whether you both would finally talk about everything, instead of tip-toeing around it all, but you never do. 
at the ene of the day the risk always seemed to outweigh the rewards. 
despite waking up with a certain sense of satisfaction, the feeling was always mixed with guilt, and often times regret. not for the choices made during the night but regret for letting things end in the first place. 
the risk of not being on the same page was definitely not worth the conversation. you were just as selfish as carlos. if turning your head towards another direction was all you needed to do then that is exactly what you’d choose. 
so life peruses normally, the seasons continue to change. the snow from winter melts as the spring flowers take their time to flourish. but every night when you close your eyes it’s like there’s something missing.
you never seem to shake it off, the only option is to dull it out, seeking comfort in others that don’t just quite make you feel the same way. carlos is no better though. 
you see the headlines on ‘hola’ magazine. the photos of carlos going home with a pretty brunette or blonde not far ahead. the girls change every other week and you can’t even bother to keep up, especially not when you have your own little distraction. 
this time it’s javi. a friend of a friend who funnily enough works in motorsport too. unlike carlos, he isn’t a driver, mainly arranging the different events that go through spain. 
you try to not mention carlos at all, especially when the formula 1 spanish gp gets brought up to the table one month into seeing each other. you just hoped your friend knew better, but unfortunately she doesn’t and you’re the only one to blame for it. 
“her ex is a ferrari driver now!” it’s innocent, your friend blissfully unaware of the way you tensed at the mention of carlos. in everyone else’s eyes you were both fine, some would even say great, the picture perfect image of healthy exes. 
“oh?” he asks. he senses the tension growing in your demeanor, the way you shift in your seat. your friend notices the questioning look he gives you. 
she laughs, genuine, and innocent. “it’s not like that, they’re on good terms. no funny business anywhere.” and it sounds so true that you almost believe it yourself.
the topic washes over the conversation, but your mind stays right there.
her words ring in your head. on good terms. no more funny business. you’d be lying if you said you no longer remember the way carlos’ lips traced your skin, or the way his hand wrapped around your neck. 
“so you’d be down to come with me to barcelona?” you snap out of your thoughts at the question, gaze coming up from the table. 
“sure, it’d be nice.” you answer, not finding the courage to even make an excuse. your fingers fiddle with the hem of your shirt during this. should you give carlos a heads up? 
you smile when you get a peck at your lips, nodding when being asked if you were excited. “very,” you say, wondering at the same time when you had gotten so good at lying when it came to carlos. 
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the sun is shining brightly over the city, no cloud in sight. you can’t complain about the heat though, not when you’re tucked inside the paddock’s hospitality area. your paddock pass hangs around your neck, special guest written in small fine print along with your name. 
you’re by yourself at your table, fingers fiddling with your phone’s strap as you wait for javi to get back to you. he had left over an hour ago for a catch up with the board of the track, and although you didn’t mind spending some time by yourself, the wait is becoming longer than you had initially expected. 
you’re not short on entertainment, deciding to walk to the balcony as the sound of the engines reverberate through the building. 
you watch the flurry of f2 cars pass, each car being pushed to its limit as the drivers attempt to qualify with the best lap possible. the crowd cheers as they watch a new name place itself in p1.
your mind wanders as you watch, thinking about the red badge you had tucked away in one of the zippers of your purse.
you had received it in your mailbox a week after telling carlos you were going to be at the race.  
he knew you were coming with javi, the only catch though was that you only received one pass. 
you entertain the idea, a quick drop-by wouldn’t hurt any of you. it’s carlos’ home race and it felt wrong to not wish him good luck. 
so when javi’s apology appears on your phone saying it would take him a few hours, you find yourself turning away from the track and slipping the tag off your neck as you make your way out. 
you shoot out a text, dropping by to say hi. 
you get your answer before you even get to ferrari’s building, the red pass now hanging around your neck instead and you find carlos standing idle by the entrance. 
the moment he spots you he eyes you over, gaze following down the black and red lanyard to see your tag. as childish as it is he finds himself smirking, well aware of who’s name you were carrying around with the badge. 
you’re let in easily, carlos pressing the button to open the doors from the inside. he gives you a hug, finding comfort in the way you tucked your chin over his shoulder. 
your badge is between his fingers when you pull away. he flips the badge over, reads over the text before letting it go. he does nothing more of it, simply asking you how you were before taking you upstairs to his room in search of more privacy.
the room is bright red, a contrast to the white walls you were used to during his time at toro rosso. you make no issue of making yourself comfortable though, sitting on one of the chairs that’s pressed against his table. 
“the whole country is rooting for you,” it’s merely an observation of your time so far, countless of 55 merch dispersed all around the crowd. “you nervous?” it’s supposed to be teasing, but carlos knows you enough to notice the place of concern in your question. 
“a bit, shitting myself actually.” the confession comes out more serious than not and he simply tries to brush it off with a laugh. “but hey- can’t be worse than last year hm?” the joke falls flat between you both and there’s a silence that is almost suffocating. despite carlos’ good nature and strong spirit, you knew him well enough to know he was still letting past performances follow him.
the seconds feel like hours before you speak up, trying to determine what is best for you to say. you know carlos was one of the last people to want something sugar coated for him. “last year was.. something. but if anything- from what i saw today the crowd believes in you.” 
carlos lets out a lighthearted laugh, and you know what he thinks of your answer. “don’t just say that to make me feel better.” 
his eyes bore into you as you say the next words, and you let your eyes meet then. “you know, i say that because i believe in you too.” 
throughout all the years you’ve known him, one thing never failed to be true: you had always believed him from the beginning, and at the end of the day you’d always be rooting for him. 
“thought i’d get to meet your boyfriend today,” carlos says, resting on the edge of his table as he crosses his arms across his chest. you can’t tell if the remark is meant to be a jab, or whether it was something carlos wanted to do. “it’s serious?” 
he doesn’t look jealous, simply leaning his head to the side as he waits for you to answer. you could lie, say that it was serious and you wanted it to go somewhere, but you’d both know you wouldn’t be telling the truth. 
the choice you end up with is to not answer altogether, letting out a sigh instead. that’s all that carlos needs to know so he nods, taps his fingers over his arm. “how much time do you have?”
you watch him walk over to the door, and you pinch the end of your dress as your eyes trace his back. “i think i need company for the nerves.” he explains, “is it okay?” 
it isn’t okay, but javi wouldn’t be back for at least two hours. “i have as much time as you need me,”
you expect carlos to lock the door, for both of you to ignore the elephant in the room and just continue the cycle but the lock never clicks. 
instead he turns back around, a nervous expression on his face. you feel the energy of the room shift, and you watch carlos come closer. “actually… is it okay if we just talk?” he doesn’t mean just talking, the fiddling of his fingers giving it away. 
“about?” 
“you know about what,” carlos murmurs, “i just- i need to know where we’re both at. well, where you’re at.” 
you chew your bottom lip, take a deep breath as you tuck your hands under you. “but, what if,” you’re unsure on what to say next. what if you’re not on the same page? what if you realise it’s best to end things? “what if things change?” 
carlos smiles small, shakes his head before he speaks. “i’ll always be here, you know that right? even if we’re not on the same page right now.“
“i know.” you murmur as he sits down next to you.
it’s later that night that you break it off with javi with an apology and carlos’ hotel room card in your back pocket. 
you stay the night, the morning, and the night after that. 
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“feliz año nuevo!”
carlos smiles when his mother comes close, stamping a kiss to his cheek. he wraps his arm around her, hugging her close as the sound of fireworks slowly dwindle down. 
the cheers have already died down, and the tv is on silent, music playing through the stereo instead. 
“terminaste todas las uvas?” did you finish all of your grapes? reyes asks, gently reaching over to fix carlos’ hair. carlos rolls his eyes playfully, they weren’t even ten minutes into new years and two people had already touched his hair.
“no, no las terminé,” he looks away from reyes, unable to stop the smile that was forming on his lips and the warmth he felt spread through his chest. 
reyes smiles, follows carlos’ gaze. she doesn’t need to ask but does so anyways “y no pediste un deseo?” and you didn’t make a wish? carlos shakes his head. 
“el mio ya se cumplió,” mine already came true. 
it takes you a moment to catch carlos staring, and he holds back a laugh when your eyes go wide the moment you realise reyes is there with him. you’re quick to walk over, “reyes, happy new years.” you’re smiling ear to ear, blanca who had stolen you from carlos mere minutes ago trailing behind. 
as soon as you’re done hugging reyes he wraps his arms around you from behind, presses a kiss to your cheek before shifting to peck at your lips. 
“quit snogging. you didn’t even try finishing your grapes before.” blanca comments which gets her a pinch on her side from carlos but he backs off nonetheless as soon as he notices you getting flustered. 
it’s only later that morning, when he stumbles into the bed with you that he finds your lips again. you laugh between kisses, both of you tired and heavy limbed as you sneak under the blankets. 
it’s once you’re both settled that carlos speaks up. “happy new year,” he murmurs against your lips, smiles when you murmur it back before kissing him again. he savors the moment, can still taste the hint of mint from your mouthwash. once you pull away he smiles, looking you in the eyes. he can’t help himself, the words being at the tip of his tongue during the whole evening. “this year’s our year hm?” he finally asks. 
you smile softly and nod, coming closer before answering with a whisper of  promise. “this one and the next.” 
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chiquititamia · 7 months ago
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Calmar tu sed pt.2
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Mis queridaaaas, les vengo con una segunda parte del fic que tantó le gustó (gracias por hacérmelo saber)
Mucho más desvergonzada que la primera, quedan advertidas.
probablemente el banner más feo que he hecho jamás, perdón
💕Sub!Blas Polidori x f!reader
❤️‍🔥+18 sexo explícito, blas es aún más insaciable, masturbación, sexo oral, mommy kink
Después de una mañana intensa de trabajo por fin podías relajarte en casa. Bendito horario de verano; la jornada empezaba antes y tenías que madrugar bastante más, pero el paseo hasta la estación al comienzo del amanecer con la brisa de la mañana te daba una tregua respecto al calor sofocante de la ciudad.
Hoy habías picado algo con tus compañeras, así que al llegar a casa ni siquiera tenías que pensar en qué comer. Después de una más que necesaria ducha fría te vestiste únicamente con una fina camiseta de tirantes y unas bragas de encaje, asegurándote de que todo fuera lo más fresco posible.
Recordaste al pasar por delante de la mesa del comedor que tenías que leer un manuscrito antes de que llegase el fin de semana. Habías prometido corregir la gramática del texto para una amiga que estaba iniciando sus andanzas en la escritura, y ya que tú habías hecho una carrera de letras, disfrutabas con ello.
Sin más, te recogiste el pelo aún húmedo por la ducha con una pinza de plástico y amontonaste unos cojines en el cabecero de la cama para leer recostada pero no totalmente tumbada.
La camiseta, además de ser de tirantes era bastante suelta e incluso un poco grande para ti, así que tus pechos amenazaban con fugarse de la tela y las tiras se caían de tus hombros constantemente, pero no le diste demasiada importancia, total, era tu casa.
El sonido de la puerta de la calla abriéndose y cerrándose.
¿Blas había llegado tan pronto?
-¿Amor? – preguntaste alzando la voz
-Sí, mi vida, llegué.
En realidad, habías reconocido el sonido de la forma particular que Blas tenía para entrar, y después, el sonido de sus llaves cayendo sobre el platito de cerámica que teníais junto a la puerta.
A continuación, sus pasos pesados por el pasillo. A Blas le afectaba el calor todavía más que a ti, le agotaba.
Cuando asomó por la puerta quitándose la mochila de la espalda ya te hizo reír con su expresión de sorpresa y su sonrisa.
-Pensaba que los bombones se guardaban en la heladera en verano, che.
Tú reíste ante su comentario-intento-de-chiste.
-¿Qué tal el día, bebé?
-Tch, tch, tch – te quiso silenciar de forma humorística, y, con exageración se pellizcó el puente de la nariz y cerró los ojos a la vez que levantó el índice de forma dramática – no vas a fingir que no te estoy viendo hasta el carnet de conducir desde aquí.
Riendo te tapaste un poco los pechos subiendo tu camiseta, pero uno de los tirantes se deslizó por tu hombro otra vez, dejándote claro que esa prenda ya no servía demasiado para cubrirte, quizás deberías reutilizarla para trapos.
-Y, hace un calor de mil demonios, nene, ¿qué querés?
-Bueno, si me preguntás… - dijo él con media sonrisa sentándose en el borde de la cama y acariciando tu pierna suave.
La verdad es que estaba tan guapo con la camiseta blanca que llevaba…
-Nah, nah, nah – le quitaste la mano de tu pierna como si fuera una mosca de las que molestan en esa época – quietito ahí que nos conocemos y tengo que leer esto, amor.
Blas hizo caso omiso a lo que le dijiste y empezó a juguetear con el elástico de tu ropa interior, pasando el dedo por debajo tentado de bajarlo.
-Blaaaas, sólo dame un par de horas que acabe de leer esto y soy tuya ¿sí? – pediste en tono de súplica.
-¿¡Dos horas!? ¡Pero…!
-Blas – dijiste intentando ponerte seria. En realidad, te estaba costando mucho no reírte ante las pataletas de tu novio. Este se cruzó de brazos y te miró enfurruñado resoplando.
Fingiste no mirar por encima de la pila de folios que sostenías, haciendo como si ya hubieses vuelto sin problema a tu momento de concentración en la lectura. Viste cómo tu novio se acomodaba un poco el pantalón, probablemente ya tenía una incómoda erección; eso te aceleró el pulso. No es que no quisieras, pero estabas muy ocupada y no ibas a adelantar trabajo si te la pasabas en la cama con ese pendejo toda la tarde. Este chico…
Cuando se levantó asumiendo su derrota e iba rumbo a la ducha le paraste.
-Blas, amor.
-¿Sí? – dijo con un tono menos lastimero que antes; a veces tenía que asumir que los adultos con responsabilidades hacían otras cosas a parte de coger, se dijo.
-Podés comer, pero… dejáme leer, ¿ta?
Blas te miró con los ojos muy abiertos como si le hubieses dicho que le esperaba su comida favorita después de estar toda la mañana pasando hambre. Bueno, en realidad, así era.
No perdió tiempo y se quitó la camiseta, dejándote ver ese torso delgado que a ti tanto te encantaba.
Si fuera un dibujo animado ahora mismo se estaría anudando una servilleta al cuello, pensaste divertida.
Se tumbó entre tus piernas poniéndose cómodo. La gran estatura de Blas os había obligado a comprar una cama de gran tamaño para que ambos pudieseis caber en ella.
Como si se tratase de un bombón exquisito, así como te había dicho nada más entrar en la habitación, comenzó a deshacerse de tus braguitas de encaje como si fuera el papel plateado que envolvía su dulce preferido. Las tiró a un costado ganándose una mirada reprobatoria de tu parte, la cual mitigó rápidamente con esa media sonrisa de nene que no ha roto un plato en su vida y por la cual se libraba de todas las veces que querías reprenderle.
Al retirarlas se había dado cuenta de cierta húmeda mancha, pero decidió no decir nada tal y como le habías pedido. Esta vez iba a ser obediente.
Tuviste que hacer uso de toda tu concentración para no gemir cuando sus dedos apenas comenzaron a rozar el interior de tus muslos. Y un carajo ibas a leer tú.
Escondiste tu rostro detrás de los papeles y cerraste los ojos con fuerza. Era un gemido profundo lo que querías dejar salir cuando su lengua caliente dio una primera pasada de cortesía por encima de tu sexo. Sin embargo, sólo te permitiste soltar un suspiro, que esperabas quedase ahogado por el sonido del ventilador del techo sobre vosotros.
Él hizo un ruido de placer al besar y lamer ya sin titubeos tus otros labios.
-Mmmmhhh…
Con una mano, sujetabas la pila de folios, pero con la otra decidiste ordenar los rizos de la cabeza de tu novio, no para marcar el ritmo ni nada de eso, qué va.
La sensación de su lengua era deliciosa, tan húmeda que cualquiera diría que había bebido agua justo antes, aunque que tú supieras, no lo había hecho.
Se introducía en ti con el músculo de su boca, con una fuerza y destreza que te hacía ver las estrellas. No creías engañar a nadie fingiendo leer a estas alturas, pero creíste que era necesario no romper la magia del juego y seguir sin mirar a tu novio.
-¿Está rico, nene?
Blas, que parecía temer que se agotase la fuente de su placer, lamía con auténtica sed entre tus piernas. Pero salió para tomar aire y responder, con los labios  y la barbilla húmedos de su propia saliva y tu excitación.
-Sí, mami…
Dios, cómo querías tirar los documentos al mismo sitio donde Blas había tirado tu ropa interior. Doblaste tus rodillas y abriste más las piernas para darle aún mejor acceso.
Notaste - aunque intentabas mirar lo mínimo por si subía la vista hacia ti – como sus caderas se movían, probablemente de forma involuntaria, contra el colchón. Pobrecito.
-¿Y ya estabas muy cachondo? – preguntaste intentando fingir desinterés y casualidad.
Blas asintió con la cabeza, provocando con ese movimiento un pequeño gemido de tu parte.
- Y sí, mami, ya me iba a hacer una paja en la ducha, sabés – dijo rápidamente antes de continuar con su festín, así como uno sale del agua para tomar aire y vuelve a sumergirse.
-Pobrecito… - dijiste en tono de compasión, pasando una página que obviamente no habías leído del manuscrito, habrá que disimular, ¿no?- Pero ya hemos dicho que eso no, mi nene… mami te da lo que vos necesitás, ¿verdad?
Asintió de manera más enérgica y comenzó a dar estocadas en el colchón ya de forma voluntaria, de forma salvaje. Se estaba follando vuestra cama. Gemiste al imaginar como su ropa interior y sus jeans, que no le había dado tiempo a quitarse, se estarían humedeciendo bajo él, eso siempre te había parecido de alguna manera adorable. Soltaba pequeños gemidos mientras se agarraba a tus dos muslos como si su vida dependiese de ello.
-Blasito… la tenés muy dura? – preguntaste como si no lo supieras.
-Sí… - lloriqueó.
-Podés tocarte si querés…
Él te dedicó una mirada rápida como teniendo cuidado de no hacer que te replanteases tu decisión. Después se levantó de un salto y comenzó a bajarse el cierre del pantalón.
Cuando se bajó el bóxer intentaste concentrarte en las palabras escritas que tenías delante, pero fallaste miserablemente. Era un pecado no ver semejante obra de arte de la naturaleza.
Con la mano derecha agarró su miembro y, usando el líquido preseminal que llevaba un rato manchando su ropa, lubricó su punta con alivio, comenzando a masturbarse mientras te observaba aún a los pies de la cama.
Cuando volvió en sí, retornó a su posición, tumbado entre tus piernas, sin embargo, esta vez no lo hizo boca abajo, si no que se recostó de lado, para dar espacio a lo que tenía entre manos.
Aún así no había olvidado su cometido, y apoyó la mejilla en tu muslo, lo suficientemente cerca para poder seguir lamiendo cómodamente mientras conseguía aliviarse con su mano.
-¿Cómo decías vos? Estos adolescentes siempre con la pija dura, ¿no? – dijo con la respiración entrecortada entre lamida y lamida – ¿y que querés mamita? No podés poner a dieta a alguien y después prepararle tremendo dulce…
-Vos ya no sos ningún adolescente, Blasito …tenés- Ahhh!! … un… problema – gemiste sin poder evitarlo.
Él no hizo caso a tu comentario y siguió bebiendo de ti mientras se masturbaba desesperadamente.
Te agarrabas con fuerza a los papeles con una mano y a la almohada debajo de tu cabeza con la otra, no podías más del placer. Si seguía así un par de minutos, ya fue, pensaste.
-¿Puedo, mami? – dijo con voz ronca. No te dijó qué, pero la forma rápida y errática en la que movía su mano y su lengua te dio una idea de qué era lo que quería hacer.
-Sí…. ¡Sí! – gemiste casi gritando.
En un movimiento que ni viste, Blas se incorporó y se colocó entre tus piernas para penetrarte. La exagerada humedad que te había provocado hizo que no tuviese que prepararte primero con sus largos dedos. Antes de que pudieras darte cuenta ya se estaba moviendo dentro de ti, llegando muy profundo y haciendo sonidos que sonaban casi a una queja. Pareciese que no podía ir tan rápido como su miembro necesitaba.
-Mami….!!!
-Venite, mi niño…venite dentro de mami,…todo dentro….
-¡Mami, no puedo más! – gimió y encontró un patrón de embestidas más rápido todavía. Parecía un conejito desesperado entre tus piernas.
Notaste tu orgasmo arrasar dentro de ti, haciendo que te aferrases a su espalda clavándole las uñas.
Un buen grito salió de tu garganta, barriendo consigo todas las tensiones acumuladas de ese día con cada pulsación de tu sexo.
Blas te miró y abrió la boca, como si no pudiese creer lo mucho que le estabas apretando mientras te sostenía entre sus brazos.
-Me vengo, nena… me vengo… - cerró los ojos con fuerza y dejó salir un sonido casi gutural de su pecho.
Después de eso, solo pudiste notar como la corrida que llevaba guardando para ti desde… ¿anoche? ¿no hacía ni doce horas que habían cogido? Llenaba tu interior con fuerza.
Gimió mientras se venía, hundiendo su cara en tu pelo, desparramado por la almohada.
Os tomó un buen rato recuperar el aliento. Ahora ambos estabais empapados en sudor y hechos un completo desastre.
No hacían falta palabras, cuando intercambiasteis la mirada supisteis lo que queríais decir: a la ducha.
Te levantaste con esfuerzo de la cama, como quien se levanta de un viaje muy loco en los toros mecánicos; despeinada, con la ropa movida y sin aliento. Tuviste cuidado de no derramar lo que tu novio había derramado en ti antes de llegar al baño, aunque un poco escapó inevitablemente por tus piernas.
Ya desde la ducha gritaste para que te escuchase en la habitación.
-Si aún querés más vení a la ducha por que luego me tengo que poner a leer sí o sí, ¿ta?
Blas sonrió mientras recogía tus bragas del suelo
-¡Voy!
Agradezco mucho sus comentarios 💕
tags: @madame-fear @deepinsideyourbeing @loveinsprings @lunitt
@lastflowrr @iamjustadoll (como siempre, diganme si quieren que las incluya en la taglist o las borre <3)
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trevanian-rt · 5 months ago
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Desde nuestros asientos, y sin todavía arrancar el tren, ella y yo nos cruzamos ya las suficientes miradas como para decirle que se acercara. ‘Ven aquí’. Y con mi voz y mi gesto se levantó ligera y con una sonrisa que me dejaba adivinar que su fino cuerpo caminaba hacia mi con el coño empezando a mojarse.
Yo estaba sentado del lado del pasillo y la dejé pasar delante mía y ponerse en la ventana. Se notaba que tenía las piernas recién depiladas. Fue lo primero que le dije y al oírme se subió más la falda para que viera también sus muslos. Sonrió otra vez y me contestó ‘lo hice ayer, así que hoy es mi primer día oficial de falda’. La felicité de tan bonita. Le pregunté su nombre y me puse sobre un costado mirando hacia ella. La vi receptiva y acerqué mi mano a su mejilla. Entonces ya había caído en que era deliciosa. La acaricié y mientras nos fundíamos con las miradas pasaron 3, 5, 10 segundos ilimitados. La mano extendida en su cara de piel blanca, la estaba adorando y se dejaba, pero me empezaba a calentar, y cambié a mirar su boca, y pensé en cómo seria follarla. Ella lo interpretó bien y la abrió levemente, y entonces solo acerqué el pulgar para rozar sus labios y después su lengua, notarla babear como pidiéndome llevar ahora mis dos dedos grandes adentro suya, y éso fue, sus sonidos me excitaron, me empecé a poner muy cachondo, la incité ‘mójalos bien’ y para su sorpresa los bajé flotando hasta sus piernas, luego subiendo por su falda, y buscando el elástico de sus bragas hasta rebasarlo y meterme por dentro a la vez que ella contenía la respiración, y palpar su coño depilado y sin opción de que lo pidiese, hundir los dedos en su carnosa entrada y penetrarla mientras separaba los muslos y que abrumada y vencida sólo consiguiese gemir ‘qué cabrón eres’
me encantó observar a esa belleza estremecerse. Yo sólo la veía a ella pero notaba a los pasajeros transitar por el pasillo a mi espalda. Podía ver en su cara cómo luchaba por no ser descubierta. Bajé el ritmo de mi mano y consiguió volver a respirar con normalidad. Saqué la mano de entre sus piernas y nos comimos la boca. Me separé y le dije:
-quiero follarte. Vamos al baño. Te voy a agarrar la mano y me sigues. Estás demasiado rica y no puedo esperar. Quiero follarte y me quiero correr contigo.
-eres un puto cerdo. Pero… ten mi mano… cógeme.
Entonces nuestro cruce de miradas y sonrisas perversas. Justo el tren empezó a moverse. Nos fuimos al baño. Cerramos la puerta y estuvimos frente a frente unos segundos como planeando qué hacer. Nos besamos más, nos tocamos más, y la empujé hasta arrodillarse para tener mi polla frente a su cara, a su alcance. Tras exclamar un ‘joder’ y mostrar su expresión abriendo exageradamente los ojos por sorpresa al ver el tamaño, la puso en su boca con hambre, sin titubear. Le quise provocar y contestó que no, que no le daba ninguna vergüenza estársela comiendo desesperadamente a un desconocido en un tren. Tuve ganas de dejarla disfrutar hasta correrme pero deseaba a fondo sentir cóml sería follarla. La levanté y puse su ligero cuerpo de espaldas. Tenía el pene durísimo y sin dudar la forcé dentro de ella desde atrás, bajo su falda, deseando hacerla gemir bien alto. La usé y follé con intención de al final correrme en su preciosa boca. Empecé suave, y cuando me puse más animal metiéndosela mas profundo, sintiendo como la llenaba con todo mi grosor, la tuve que reducir sujetándola, y agarrándola por pelo y cuello. Me pegué a su cabeza, y teniéndola inmóvil y sometida así quería que me escuchara
-No grites porque te va a conocer todo el tren y van a querer encerrarse aquí contigo todos… Cállate y tómalo sin lloriqueos, tienes que aguantar todo ésto que te estoy haciendo… y veo que estás tan caliente que no vas a tardar en correrte, verdad? Te gusta que te follen así? Pues éso has de hacer, callar y dejar que te empuje fuerte por dentro, y la notes entera. Te gusta porque eres una pervertida, a que sí? y si quieres que incluso cuando yo termine avise a un hombre, dos o tres más porque lo necesitas, lo hago… ok? Pero yo quiero aun reventarte para que te vacíes sobre mi, te corras sobre mi y quitarte las ganas de ser la más puta del tren… quieres correrte ya? Espero? O es ya? Ya tienes permiso para hacerlo… vamos….
Tuve que abofetearla y ahogarla más para que se excitara lo suficiente, pero su desesperación cristalizada en un orgasmo mereció la pena. No quité la polla de dentro suya hasta que se relajó. Aún con temblores la agarré de la cara y la arrodillé para recibir mi corrida.
-mírame a los ojos una vez más. Y sí, así, saca la lengua… joder....
#es
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pricesugarwife · 4 months ago
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Por si quieres saber más, escuché esta canción mientras lo escribía.
Una pequeña obscenidad para rascar la picazón que me ha dejado este relato sobre John Price x Cali x Me (Gigi). Si quieres conocer a una de las mejores escritoras de COD puedes encontrarla como @the-californicationist y aunque ella no lo sepa, probablemente tengamos una relación a distancia.
Como siempre, mis obras son +18. Si no te gusta algo, por favor no lo leas.
Johnny estaba, para decir palabras menores, celoso de lo afortunado que era su Capitán. El mismo Capitán que se había deslizado de su asiento, con Cali apretada contra su cadera, en busca del pajarito que les había dado la nota. Y aunque el resto del 141 intentó ignorarlo, o cómo había dicho la mujer de cabello negro cuando la invitaron a sentarse en su mesa: “hacerse los locos”, porque era difícil evitar el elefante en la habitación. Sin embargo, la más joven que les comentó le decían Gigi, parecía esa cosita dulce que cualquier hombre quisiera tener en sus fauces. 
Ghost, al menos, podía sentirse aliviado de que Price se había llevado toda la atención. La amargura de sus celos mermaba al mismo ritmo en que Cali parecía derretirse, conversando animadamente, al igual que John pareció más relajado cuando la rubia le daba miradas de aprobación ante los avances de la desconocida. 
Y no, Johnny después se enteraría, para disgusto de Price, que no tuvieron sexo con ella esa misma noche, ni siquiera dos semanas  posteriores a ese encuentro. Les había tomado varias citas para comunicar claramente sus intenciones, límites y necesidades; Gigi estaba temerosa, esa servilleta la había enviado bajo los efectos de dos sangrías y quizás un gesto demasiado atrevido luego de admirar durante toda la noche a la pareja que se había refugiado en el lugar más cálido del bar.
Pero todo esa travesía había llevado a ese momento, una lujosa noche de viernes donde Cali había preparado pasta con su cremosa salsa alfredo, tarta como postre; y John sacó un delicioso vino para acompañar. La casa se había limpiado y acomodado, en la habitación principal se cambiaron las sabanas, se recogió el desorden de ropa sin planchar e incluso se encendieron velas aromáticas para que una débil fragancia a vainilla y coco impregnara la atmósfera. 
Las negociaciones se habían elaborado. Y antes de darle la bienvenida a una persona a su cama, le habían abierto las puertas de su corazón, compartiendo su amor con la dulce joven que los había cautivado hasta cada célula de su cuerpo. 
Tan arrollador y caótico como su espíritu. Se habían enamorado de sus sueños, luchas y aspiraciones. 
Y ella, una migrante que había cruzado la frontera para construir una vida mejor, sin intención de encontrar el amor, los conoció a ambos, quienes la salvarían. 
“¿Crees que me veo linda?” Cali se movía nerviosamente entre la sala de estar y la cocina, acomodando el escote de su llamativo vestido rojo que hacía resaltar el color de su piel, así como el lápiz labial que había aprendido, volvía loco a John. 
Él la miró de vuelta, enrollando las mangas de su camisa blanca, revisando si las chuletas de su barba habían quedado bien recortadas. “Amor, estoy segura de que podrías recibirla vistiendo solo una tanga o una bata de abuelita y saltaría sobre ti”
“Oh, es que no me sentía tan nerviosa desde que cogimos por primera vez” señaló la rubia, aplicando otra capa de gloss para que sus labios luzcan mucho más provocativos. 
“Sí, en la manera en cómo te arrodillaste por mí disimuló bastante esos nervios” bromeó John, agarrándola por la cintura y besándola hasta que escucharon el timbre. 
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Lo que parecía ser una balada en español camuflaba la cacofonía de jadeos, gemidos y sonidos que rebotaban en las paredes de la habitación donde Cali, Gigi y Price yacían acostados como protagonistas de un cuadro renacentista. Las luces de hada brillando sobre la cama derramando sombras sobre los cuerpos que se fundían en el amor, cautivados, embrujados por la neblina de la lujuria que elevaba la temperatura sobre las sábanas con aroma a rosas y vainilla. 
Cali acariciaba los pechos de Gigi, pellizcando los pezones y dejando besos en su boca que gemía de placer ante las ministraciones de John que devoraba su coño, presagiando el dulce ardor de la quemadura de barba con la que despertaría en la mañana. Gigi sujetaba con fuerza el cabello del capitán que observaba como sus dos chicas se divertían, riéndose cuando Cali se burlaba juguetonamente de la mujer más joven que habían descubierto era una princesa de almohada.
“¿Quieres que papi folle este coño, hmm, dulce?” susurró la rubia, compartiendo la misma sonrisa lobuna de John que empujaba los dedos índices y anular en su agujero de goteo. 
“Por favor, los necesito a ambos, necesito…” su línea de pensamiento se vio interrumpida por la cadena de gemidos sin aliento que liberaba de su pecho y revoloteaba sus ojos del más asfixiante placer.
“Tenemos una cosita muy codiciosa aquí, amor” dijo John, embistiendo su coño con sus gruesos dedos mientras levantaba su rostro, el resbaladizo untado por toda la boca, su barba y cuello. Cali lo empujó contra sus labios, dándole un beso con lengua y dientes para probar el picante sabor a excitación de Gigi que seguía poniéndose más mojada al ver a los objetos de su deseo compartir esa intimidad con ella. 
_____
John estaba extasiado, luego de haberle sacado un orgasmo a la mujer de cabello negro que yacía encima de Cali besándola y frotando su clítoris, mientras él follaba a la mujer de caderas más anchas, complaciéndola luego de que ambos decidieran entrenar a Gigi para que se volviera un desastre húmedo y desordenado, una gatita dispuesta a complacerlos a los dos. 
Su miembro estaba duro y cubierto por el resbaladizo de ambas, embistiendo con vehemencia hasta que su espalda se arqueaba a causa de la excitación. Los ojos brillantes, viciosos, los labios enrojecidos y el los colores de los lápices labiales esparcidos por su cuello, abdomen, y la base de sus bolas peludas, incluso se había transferido a los pechos de ambas mujeres que sonreían al ver la obra de arte que habían pintado. 
“¿Estás cerca, eh? Te ves tan deliciosa, cuando los vi no podía dejar de pensar lo bonita que serías con su polla enterrada en tu coño” las palabras más sucias se deslizaban de Gigi, que besaba y acariciaba la unión entre los dos mayores que gemían sin control. 
Cuánto se alegraba de que ella hubiese rechazado a MacTavish.
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rinconliterario · 7 months ago
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querido mío te recuerdo como la mejor canción esa apoteosis de gallos y estrellas que ya no eres que ya no soy que ya no seremos y sin embargo muy bien sabemos ambos que hablo por la boca pintada del silencio con agonía de mosca al final del verano y por todas las puertas mal cerradas conjurando o llamando ese viento alevoso de la memoria ese disco rayado antes de usarse teñido según el humor del tiempo y sus viejas enfermedades o de rojo o de negro
Blanca Varela.
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walker-skull · 3 months ago
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Nuevos inquilinos
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Las cajas se alineaban en el apartamento y diego estaba en la cocina preparando limonada para pablo, que estaba subiendo las escaleras con la última caja del camión de mudanzas. El vecino estaba en la puerta listo para recibirlos.
 
“Bienvenidos al edificio”, dijo con una sonrisa cálida pero inquietante. “Si tienen alguna pregunta, mi nombre es Alexander Park. Pueden llamarme Sr. Parker si quieren, pero si necesitan algo, no tengan miedo de gritar”. Finalmente dejó de hablar y nos dejó volver a trabajar en nuestro nuevo lugar. 
Pasaron el resto del día colocando sus muebles en los lugares apropiados, colgando cuadros y carteles, arreglando cables y enchufando televisores mientras disfrutaban de una limonada.
Diego cambió su camisa blanca deshilachada por una camiseta gris y cuando terminó se sentaron en la sala de estar, contemplando su nuevo entorno.
El vecino regresó y llamó a su puerta. 
“¿Estáis bien, chicos?”, preguntó.
“Lo estamos haciendo de maravilla”, respondió Pablo. “Pero tenemos una pregunta”. 
"¿Qué es?"
—¿Por qué este lugar se volvió tan barato? —preguntó Pablo.
“Bueno, no debería hablar de ello, pero aquí vivía una pareja de ancianos homosexuales. Éramos mejores amigos. Los encontré durmiendo felizmente juntos en su habitación después de ir a verlos. Ambos murieron mientras dormían.
—Oh —Diego se rascó la nuca—. Bueno, gracias por esa información.
-Espero que eso no te asuste. Ella sonrió.
—No te preocupes —dijo Pablo, dándole un puñetazo juguetón a Diego—. Bueno, gracias. Buenas noches, señor Parker. 
-Buenas noches-dijo y los dejó nuevamente.
Se trasladaron al comedor y se apoyaron en el mostrador.
—Es perfecto —dijo Diego, mirando a Pablo. Pablo se inclinó y lo besó, sonriendo después. 
Diego se inclinó hacia atrás y lo besó en represalia. Pablo se acercó y le quitó los pantalones a Diego, dejándolos caer y luego pateándolos cuando salió. Después de desabrocharse los suyos y empujarlos, se acercaron más, sus cuerpos calentándose por la excitación. 
Desde la esquina Pablo vio dos luces azules, cada una con forma de orbe.
Pablo detuvo a diego: “¿Ves eso?”, preguntó.
"¿Qué ves?" 
—¿Esos? —Le dio la vuelta y se le notó la erección—. ¿Qué son?
"No sé." 
Los dos orbes se quedaron allí suspendidos por un momento y se acercaron. Pablo se acercó y extendió la mano para tocarlos. 
Tan pronto como lo hizo, saltó y luego voló directamente hacia su pecho, donde fue enviado de regreso. Pablo se aferró al mantel y observó al otro mientras se acercaba a él. 
"¿Qué eres?", preguntó. El orbe pareció girar y luego moverse a su alrededor. Antes de que Pablo se diera la vuelta, se clavó en su espalda. 
Diego se estaba acomodando antes de mirar su pene. "Perfecto", dijo. Se acercó a Pablo, que estaba estirando sus propios músculos.
—El mío también lo es —dijo, mirándose a sí mismo. 
—Estos dos chicos están muy bien. —Diego movió su mano a lo largo de su pene erecto. 
Pablo terminó de estirarse y acercó a Diego, besándolo. 
“Ha pasado mucho tiempo desde que hicimos esto”, dijo Diego en un descanso.
 
—Iban a hacerlo de todas formas. Además, estos cuerpos son nuestros ahora. Nuevas vidas, nuevas relaciones. No puedo esperar para contárselo a la Sr. Parker. —Pablo sonrió.
Diego le devolvió la sonrisa y se quitó la camisa. —Bueno, entonces será mejor que nos pongamos manos a la obra. —Sonrió y corrió hacia el dormitorio. 
Pablo se quitó la camisa y la dejó caer al suelo. Flexionó los músculos y observó cómo su nueva polla se ponía rígida. "Joder, tienes un paquete estupendo". 
Se estiró una vez más y siguió a Diego hasta el dormitorio. 
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