#porcelana fría
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dizzzyingclay · 2 years ago
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Hoje é aniversário dessa coisa linda e eu fiz uma coisa linda pra comemorar!
Sim, tava com medo de não ficar pronto a tempo, mas ficou! 🥹
Vou postar umas fotos melhores mais tarde.
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cande2oo6 · 1 year ago
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"Tomorrow will be another day"
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I made this silly 😊
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apotipoy · 2 years ago
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He estado haciendo figuritas de porcelana fría
🐧👌
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mariatenorio · 3 months ago
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Apuntes para hacer aritos de cerámica fría
Estoy haciendo aritos de cerámica fría o pasta de modelar. Aquí cuento los pasos que sigo y algunos trucos.
Para hacer aritos con cerámica fría, elegí la pasta para modelar marca Das y uno de los diseños más repetidos en mi Gineceo: los corazones con llamas, milagritos o sagrados corazones, aunque también resucité las matrioskas y las calaveras mexicanas. Lo primero es dibujar los diseños en el tamaño deseado y pasarlos a cartulina (la de tarjetas de presentación o la de empaques de cereal suele…
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deepinsideyourbeing · 5 months ago
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Delirio de Condenados
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Cap I. Cap II. Cap III. +18! MeanDom!Mati, SoftDom!Enzo, Sub!Santi & Sub! Reader. Age gap, begging, biting, choking, degradation, face slapping, fingering, penetración doble, (hints of) Possessive!Mati, sexo anal, sexo oral, sexo con/sin protección, (alusión a) subspace. Uso de español rioplatense.
Matías coloca el plato de medialunas frente al rostro de Santiago y juega con sus rulos dorados para molestarlo. No podés precisar si el movimiento que percibís es producto de los dedos de tu novio tirando del cabello del rubio o si este último persigue el contacto físico.
-Dale, agarrá que no estás comiendo nada.
-Matías- decís entre dientes-. Santi, ¿querés otra cosa? Te puedo preparar…
-No- dice rápidamente-. No, está bien, gracias.
Matías hace una mueca a sus espaldas y deja el plato sobre la mesa. Toma asiento junto a Santiago –en su rostro una sonrisa para nada inocente que no se molesta en ocultar- y cuando enciende la televisión comienza a cambiar de canal con rapidez, bebiendo de su taza y fingiendo no notar el nerviosismo de su amigo.
Intentás concentrarte en tu propio desayuno e ignorás las miradas furtivas que te dirige Santiago o la forma en que Matías se aclara la garganta cada cinco minutos, consciente de que el sonido sólo empeora la tensión en el aire. Ignorás también los pasos de Enzo y el ritmo dubitativo de estos cuando llega a la habitación y contempla el panorama que le espera.
-Buen día- dice con voz ronca, sentándose en la silla ubicada junto a la tuya.
Los secretos son un peligro, ¿no? Enzo escondiéndose detrás del árbol, el semen de tu novio escapando de tu interior cuando ambos regresaron al jardín, el intento de ambos hombres por calmarte cuando llorabas desconsolada en las cerámicas frías del baño, con la mente alterada por las endorfinas y la adrenalina y angustiada luego de saber que Santiago los había visto.
Una sucesión de imágenes de la noche previa cruza tu mente y un escalofrío sacude tu cuerpo con fuerza; tus dedos se vuelven débiles y la pequeña taza de porcelana que sostenías cae sobre la mesa, rompiéndose y permitiendo que el líquido caliente en su interior se escape. Tu cerebro tarda en procesar la situación y tu reacción parece desarrollarse casi en cámara lenta.
-La concha de la lora.
-La boca- advierte tu novio cuando se pone de pie, molesto por tu lenguaje-. No lo agarres con la mano, boluda, ¿te querés volver a cortar…?
-Matías- interrumpe Enzo-. Traeme algo para limpiar la mesa, por favor… ¿Vos estás bien?
Intentás ignorar la mirada en los ojos de Matías cuando abandona la habitación y observás los labios del mayor cuando repite esa pregunta que no estás segura de comprender. ¿Habla de la taza, de la noche que compartieron, de Santiago, de Matías corrigiéndote frente a ellos? ¿No preguntó lo mismo hace menos de ocho horas, cuando se quedaron solos unos minutos?
-Estoy bien.
Tus palabras no son convincentes y aunque Enzo sabe que hay algo molestándote, también sabe que no sería correcto cuestionarte o dirigirse a Matías –porque él debería saber cómo y cuándo actuar si sus sospechas son ciertas, ¿no?- para tratar el asunto. Decide centrarse en Santiago, quien jamás le devolvió el saludo y no se atreve a mirarlo, sólo para encontrarlo inmóvil.
-Maleducado- bromea para sacarlo de su trance-. No me dijiste ni hola y ahora no ayudás.
Santiago ríe  y ese simple gesto basta para cortar la tensión. Coloca el resto de tazas y la comida en el extremo opuesto de la mesa, ayudándose de unas servilletas de papel para tomar los trozos de porcelana rota y ofreciéndote –todavía sin hacer contacto visual- un par de las mismas para que puedas contener el líquido que amenaza con caer de la mesa.
Matías regresa y te aleja del desastre.
-Buscate otra taza- señala la puerta como si desconocieras el camino y, para mayor humillación, agrega:- Y no la rompas.
Tu rostro se transforma en cuanto volteás -sólo porque sabés que no puede verte- y te dirigís hacia la cocina en silencio para encontrar allí la cafetera de nuevo encendida y esperándote. Tu taza, esa que Matías te regaló cuando te mudaste con él, está aún sepultada bajo tantas otras en el fregadero: permanecen allí desde la tarde del día anterior y creés recordar cuál utilizó Rafael y cuál peligró en manos de Felipe, así como tantos otros detalles de la velada.
Tomás otra taza que jamás habías visto, completamente negra por fuera y blanca por dentro, y esperás que el café esté listo para servirte más. Mientras oís la conversación que llega desde el comedor y la carcajada estrepitosa de Enzo, provocada por algún chiste que no captaste, el líquido caliente ayuda a revelar la imagen oculta en la taza. ¿Es una foto? ¿Es lo que creés?
Te mordés el labio, molesta por pensar que Matías todavía conserva un objeto relacionado con su ex y también molesta por sentirte celosa por algo tan insignificante. Es sólo una taza, ¿no? Beber de ella no debería generarte tanto conflicto, repetís una y otra vez para convencerte, aunque de todas formas tomás otra del fregadero para llenarla con tu bebida.
Unas gotas queman tu mano y en un movimiento más que calculado dejás caer la taza con la foto al suelo, deshaciéndote de la imagen en ella. No debería tener importancia, ¿no? Quién sabe cuántos años tenía y nadie la habría encontrado de no ser porque no había más opciones secas.
Los pasos de tu novio y de los invitados no tardan en llegar a tus oídos y por un momento planeás fingir que fue otro accidente, pero en cuanto los ojos de Matías encuentran los tuyos tomás un sorbo de café y alzás ambas cejas. Sus ojos van de tu rostro hacia el desastre en las cerámicas y su mandíbula se tensa tanto o más que sus labios apretados.
-Arriba. Ya.
-Todavía no desayuné.
-No te lo voy a decir dos veces.
Cuando pasás a su lado no esquivás su cuerpo y lo golpeás, molesta y sin importarte las miradas que los otros presentes en la habitación te dirigen. Te gustaría fingir que tu enojo es más grande que el temor que sentís y que tu cuerpo no se sacude cuando cerrás la puerta de la habitación.
Ignorás qué explicaciones estarán oyendo los invitados y no estás segura de querer saber, solamente pensás en cómo vas a disfrazar tus gritos cuando tu castigo tenga lugar.
Esperás a Matías de pie junto a la cama con tus manos entrelazas en tu espalda y cuando abre la puerta te sobresaltás más que cuando la cierra de un golpe. Tu mirada permanece fija en el suelo mientras se acerca a tu figura inquieta y tus ojos arden cuando comienza a estudiarte; una única lágrima cae por tu mejilla cuando se agacha para quedar a la altura de tu rostro.
-¿Me vas a decir qué pasó?
-Fue un accidente.
-Ayer, seguro- toma tu mandíbula entre sus dedos-. Y en la mesa fue un descuido, ¿pero esto último…?
-No sé por qué lo hice.
-No sabés…- repite y te suelta de manera brusca, haciéndote retroceder un par de pasos-. ¿Estás segura?
-Sí.
-Cuidadito con mentirme.
-No te…
Te interrumpen sus dedos cerrándose sobre tu garganta y presionando para privarte del oxígeno. Tomás su muñeca y tirás de su brazo para que te libere pero no cede, como era de esperarse, porque espera sacarte la verdad y es así como lo logra cuando es necesario. Mirás la puerta, todavía cerrada y sin rastros de oyentes del otro lado, y sabés que no tenés salida.
-Tenías una foto con…- tosés-. ¿Por qué la tenías?
-No sabía que estaba ahí.
-¿Te pensás que soy boluda?
-¿Y vos te pensás que porque hay gente no voy a hacer nada?- su rostro está a milímetros del tuyo y sus ojos son más oscuros de lo usual-. ¿Te pensás que podés romper todo y que no te voy a hacer nada?
-Ah, entonces te importaba…
-No, pelotuda- con su otra mano golpea tu mejilla-. ¿Qué te pasa?
Sólo cuando lo empujás te deja ir y permite que te recuperes un poco. Espera oír cualquier explicación que tengas para ofrecerle y ruega porque la palabra que le permita comprender tu comportamiento no sea celos, porque eso significaría que es él quien merece un castigo por hacerte sentir insegura.
-Te fuiste a la mierda- reclamás- Me trataste como una pelotuda en frente de…
-Si necesitás usar una palabra de seguridad lo vas a hacer ahora- cruza sus brazos-. Porque ya sabés lo que va a pasar si esto es un berrinche, ¿no?
Tus labios permanecen sellados y cuando Matías deshace la distancia entre ambos el pánico se apodera de tu cuerpo e intentás retroceder, aterrada, pero él es mucho más rápido que vos y te atrapa sujetando tu cabello.
Tira de tu ropa y te esforzás por permanecer quieta, respirando lenta y profundamente mientras sus dedos se adentran en tu ropa interior para acariciarte. Sentís las yemas de sus dedos deslizándose entre tus pliegues húmedos y evitás sus ojos cuando escanean tu rostro.
-Matías, no…
-Yo sabía- te empuja contra la cama-. ¿Cómo era eso que dijiste anoche? ¿Qué no querías que Santiago piense que hiciste algo malo?
Rebusca en los cajones de la cómoda y te preguntás cuál será el objeto que escogerá para tu castigo: pueden ser las cuerdas, con suerte alguna mordaza, tal vez utilice el vibrador que detestás por la intensidad y los patrones que siguen las vibraciones o el pesado cepillo de madera.
Cuando por fin voltea, revelando nada más que el lubricante en su mano, arrugás las sábanas entre tus palmas.
Ocupa el espacio libre en la cama y con un gesto señala su regazo para indicarte que te recuestes. Obedecés inmediatamente, ya que lo último que querés es empeorar las consecuencias de tu mal comportamiento, pero cuando acomodarte sobre sus piernas se te dificulta sus dedos se enredan en tu cabello para facilitarte el trabajo.
-Ya sé que hablamos muy poco de esto- se deshace de tu ropa y acaricia la parte posterior de tus muslos-, así que si tenés miedo podemos hacer otra cosa.
-¿Va a doler?
-Es un castigo.
-No me digas.
Te sacude por el cabello.
-No va a doler más de lo necesario- promete-. ¿Confiás en mí?
-Sí, pero…- volteás a verlo-. Van a escuchar.
Presiona tu rostro contra el colchón y escuchás el sonido del lubricante cuando lo abre.
-Sí- deja caer el producto frío sobre tu piel y temblás cuando cae hasta tus pliegues-. Ese va a ser tu castigo.
Te llevás una mano a la boca cuando sentís sus caricias sobre tu intimidad, mezclando tu excitación con el lubricante y manchando también tus muslos. Convencida de que Matías va a ser compasivo suspirás, entre aliviada y agradecida, cuando traza círculos sobre tu clítoris y posiciona su pulgar sobre tu entrada, pero el alivio y placer duran sólo unos segundos.
Deja atrás tu centro y se dirige hacia tu otra entrada sin vacilación, rodeándola delicadamente y ejerciendo una presión casi inexistente con su pulgar. Suspirás, recordando aquella conversación que tuvieron hace tiempo y en la cual recalcó la importancia de estar relajada en este preciso momento, pero resulta más sencillo decirlo que hacerlo.
Confiás en tu novio, por supuesto que sí, porque sabés que ya conoce tu cuerpo mejor que vos. Sabe cuando detenerse en caso de que seas incapaz de comunicarlo, sabe cuánto dolor podés soportar y jamás toma el riesgo de cruzar esa línea, es consciente de hasta qué punto puede humillarte, con qué hacerlo, y también sabe cómo cuidarte para evitar que esas hirientes palabras no permanezcan en tu cerebro más de lo necesario.
Su pulgar juega sobre tu pequeño agujero mientras sus dedos medio y anular se deslizan entre tus pliegues, sin otorgarte alivio y mucho menos placer. Intentás mover tu cadera en busca de más contacto y sólo comprendés que es un error cuando su otra mano golpea tu piel con fuerza, haciéndote ahogar un grito en la palma de tu mano.
Continúa con su juego durante largo rato y aumenta la presión sobre tu entrada de manera progresiva, entreteniéndose con tus suspiros y tu cuerpo tembloroso, deleitándose también cuando baja un poco más la mirada y ve tus pliegues brillando más y más. Tus músculos comienzan a relajarse luego de muchos minutos y es entonces que susurra:
-Respirá.
Tomás aire hasta que continuar haciéndolo te es imposible y cuando exhalás la punta de su pulgar logra penetrar en tu interior sin mucha dificultad. La ausencia de dolor te sorprende y volteás a verlo con una pequeña sonrisa de satisfacción, contenta por estar recibiendo tu castigo con tanta facilidad. Cuando Matías imita tu expresión no parece compartir del todo tu entusiasmo y creés que le molesta tu falta de lágrimas.
-No duele- decís sólo para restregar tu victoria en su rostro.
No habla pero aún así su voz resuena en tu cabeza (“Vos no aprendés nunca, ¿no?”) cuando en un arrebato introduce el resto del dígito entre tus músculos, tensos por la incertidumbre que provocó su súbita acción. La sensación es extraña, ligeramente incómoda, pero aún no hay indicio de dolor y de tus labios escapa un gran suspiro de alivio.
Mueve su pulgar con lentitud mientras ambos fingen que su erección no golpea tu costado y cuando un particular sonido resuena en tu garganta en su rostro se dibuja una sonrisa. No es exactamente un gemido y vos no estás segura de sentir placer, pero… ¿Por qué de repente necesitás descansar tu frente en tus brazos y cerrar los ojos? ¿Y qué es eso que está deslizándose más allá de tus pliegues y mojando tu piel? Seguro es sólo el lubricante.
-Así, ¿no?
Tu respuesta es un sí debilitado por las reacciones involuntarias de tu cuerpo, las cuales empeoran cuando Matías decide ocupar tu otra entrada –que resplandece con tu excitación- con sus largos dedos. Tu gemido es escandaloso y sentís tu rostro en llamas por la vergüenza que te genera pensar que Enzo o Santiago, sobre todo Santiago, pudieron haberlo oído.
Mordés tu brazo para evitar que los sonidos de tu boca sean todavía más evidentes que los sonidos de tu cuerpo y a tu novio parece no agradarle del todo: tira de tu cabello hasta que tu espalda se arquea en un ángulo doloroso y se inclina sobre vos lo suficiente para poder ver todas las expresiones que transforman tu rostro. El placer y la vergüenza que encuentra en tus facciones, combinados con el pánico, no hacen más que empeorar su erección.
Sus dedos comienzan a atacarte con mucha menos suavidad que antes, en movimientos rápidos y cortos que te roban la respiración y amenazan con hacerte gritar. Matías te suelta y caés sobre el colchón de manera brusca, quejándote y luego jadeando con fuerza. Te aferrás a las sábanas en un intento de contenerte pero, Dios, ¿cómo podrías cuando todo tu interior quema?
-Es mucho.
-¿Color?- pregunta sin dejar de abusar de tu cuerpo.
-Verde, pero…
-Callate entonces.
Tu lamento se mezcla con un gemido y cuando este último se prolonga como resultado de las acciones de Matías, morder tu brazo vuelve a ser tu única opción para apagar tus gritos… pero es inútil, porque no hay nada que pueda amortiguar todos esos sonidos indecentes que surgen en tu boca y tampoco detener la saliva que corre por tu piel.
Tu respiración agitada es ruidosa y tu cuerpo se mueve en busca de más, ignorando que tu cerebro parece rehusarse a tolerar tanto placer y que tu mente quiere obligarte a batallar con el autor del mismo: en algún lugar de tu ser todavía hay algún pequeño remanente de coherencia y te permite saber que estás hecha un desastre, completamente a merced de Matías, pero tu orgullo aún no te permite admitirlo.
Cuando su pulgar se libera de tu interior la sensación de vacío te hace suspirar y te esforzás por recuperarte mientras podés. Sólo un par de pulsaciones más tarde tu novio decide conducir sus otros dedos, que hasta entonces habían permanecido enterrados en tus paredes imposiblemente húmedas, hacia tu entrada.
Esta vez sí duele y aunque intentás disimular para no darle la satisfacción, tu cuerpo tensándose te delata.
El sonido de la puerta los distrae a ambos.
-¿Quién es?- pregunta Matías.
Es innecesario oír la voz del otro lado para saber de quién se trata y pronto te encontrás sacudiendo la cabeza en negación, volteando para ver a Matías y hacerle saber que estás en contra de que alguien te observe en este catastrófico estado. Su sonrisa de satisfacción, ya sea por tu vulnerabilidad o por la imagen que le regalás, te hace temblar más que la confirmación de tus miedos cuando oís:
-Enzo.
Matías está dándole la espalda a la ventana y es por eso que no encontrás explicación a la luz que ilumina sus ojos, resaltando el color miel en ellos y también la malicia que oculta su mirada cuando mueve los labios –junto con sus dedos- para contestar.
-Pasá.
Evita que abandones tu posición y cuando Enzo abre la puerta ocultás tu rostro entre tus brazos, avergonzada por los sollozos y los espasmos que recorren tu cuerpo cuando tu novio logra que tu entrada ceda para dar más lugar a sus dedos. Pateás el colchón cuando continúa presionando, deteniéndose sólo cuando sus segundas falanges están por desaparecer dentro tuyo.
-¿Qué querés?
-Santiago…- es lo único que contesta el otro.
Ante la mención del rubio dejás tu escondite y centrás tu visión nublada en Enzo. No parece sorprendido en lo absoluto por la escena que lo recibió cuando abrió la puerta, aunque sí se ve afectado, pero es un detalle que ignorás para concentrarte en su palma, la cual mantiene extendida hacia Matías para permitirle apreciar lo-que-sea que brilla en ella.
-Qué pibe- reniega tu novio- Andá, decile.
Está a punto de marcharse para comunicar quién-sabe-qué al cordobés, pero se detiene antes de cerrar la puerta.
-¿Y acá cómo estamos?- pregunta, deslizándose dentro de la habitación y acercándose a la cama. Se arrodilla para quedar cerca de tu rostro y toma tu brazo cuando nota las marcas de tus dientes, acariciándolas con su pulgar para calmar la irritación-. Mirá cómo te marcaste.
-No fue mi culpa, no…- te interrumpen tus propios gemidos-. Enzo, no fue…
-¿Por qué rompiste la taza? ¿Y si te lastimabas otra vez?
-Tenía una foto…- otro gemido y la brutalidad de los dedos de Matías entorpecen tus palabras-. Por favor, Enzo.
-¿Qué querés? ¿Qué necesitás?
-¿Me besás?
Antes de que tenga oportunidad de tocarte Matías te aleja de él, arrojándote sobre tu espalda contra las almohadas y posicionándose entre tus piernas: sus labios se adhieren a tu piel y sus dedos regresan a su lugar para continuar preparando tu entrada. Se deslizan en tu interior, ignorando la resistencia de tus músculos y haciéndote gritar.
Tus lágrimas caen libremente mientras Matías curva sus dígitos y muerde tus muslos sin piedad. Ante tu desesperación Enzo decide recostarse a tu lado y te entretiene rozando tu labio inferior con su pulgar, tirando suavemente hasta que permitís que lo introduzca en tu boca y lo deslice sobre tu lengua. Notás un sabor particular y lo mirás, entre confundida y curiosa.
-De Santi- explica.
Tu gemido oscila entre la excitación y la sorpresa. Succionás con entusiasmo y tu lengua acaricia descaradamente su yema poder probar mejor la esencia del otro, pero esto molesta a Matías y vuelve a morderte con más fuerza que antes, sin limitarse a un solo lugar para hundir sus dientes: tus muslos tiemblan por el dolor y cuando se contraen son tus pliegues los que se transforman en el blanco de sus mordidas.
-Duele.
-No pasa nada- intenta convencerte Enzo. Te ofrece su palma aún manchada por la excitación de Santiago y no hace comentarios cuando tus manos aprisionan su muñeca o cuando tu lengua humedece aún más su piel-. ¿Qué decís? ¿Querés que él también suba?
-Sí, sí, sí.
Otra mordida, otra falange y otro grito.
Los contornos de tu mente se desdibujan más y más y tu sensibilidad en aumento, combinación de todas tus terminaciones nerviosas encendiéndose gracias a tu novio, te lleva a buscar consuelo en el mayor: sostiene tu mano con firmeza y besa tu frente para contrarrestar el agresivo ataque de Matías.
Tu piel sufre con otra mordida y cuando te quejás notás en el rostro de Enzo una mueca de hartazgo, breve pero lo suficiente obvia para que aún en tu alterado estado te preguntes: “¿Es por vos?” y “¿Le molesta que grites?”. Tus ojos se llenan de lágrimas y no estás muy segura de cuál es el motivo que hace que acompañes tu renaciente llanto con un puchero en tus labios.
Cerrás los ojos con fuerza cuando Enzo toma tu rostro y te sorprenden sus labios rozando los tuyos con algo muy similar al cariño antes de besarte, las palabras que susurra para calmarte y el calor de su piel cuando descansa su frente sobre la tuya. Acomoda tu cabello despeinado y acaricia tus mejillas ardientes con sus nudillos una y otra vez para distraerte del dolor.
-Tranquila- dice sin dejar de mirarte a los ojos-. Ya va a terminar, ¿sí?
La risa del otro presente en la habitación llama la atención de ambos y voltean a verlo. Como si no fueran suficientes la burla y la mirada en sus ojos para dejar en claro lo que Matías quiere comunicarles, se asegura de acentuar sus intenciones mordiendo peligrosamente cerca de tu clítoris.
Negás y el miedo en tus ojos es la única motivación que le hace falta para arrojarse sobre tu punto más sensible, sin dejar de mover sus dedos con rapidez. El sonido que deja tu garganta es indescriptible.
Entrás en pánico cuando las manos que te ofrecían contención abandonan tu cuerpo y llorás con fuerza cuando Enzo se aleja de vos, pero tu inquietud no tarda en disiparse una vez que entendés el motivo por el cual se dirige hacia Matias. Lo aleja de tu centro tirando de su cabello, acerca su rostro al suyo y tu novio, sin palabras, lo mira a los ojos con una actitud desafiante.
-¿No te cansás de ser tan forro, pendejo?- pregunta Enzo.
-¿No te dije que traigas a Santiago?
La insolencia de Matías es retribuida con un golpe en la mejilla que resuena por toda la habitación y hace arder tu piel por pura simpatía. Te llevás una mano a la boca y mordés tus uñas, confundida y también ansiosa por la escena desarrollándose frente a vos.
-¿Y yo no te dije que seas más delicado, pelotudito? Mirá como la tenés.
-Para que aprenda.
Otro golpe, esta vez más fuerte. Matías masajea su mejilla adolorida.
-Vos tenés que aprender- asegura Enzo-. Voy a ir a buscar a Santiago y cuando vuelva no te quiero ver haciéndola llorar, ¿está?
-Seh, andá.
-Contestame bien- ordena tomándolo del cuello-. ¿Estamos?
-Sí, Enzo.
La puerta se cierra a espaldas del mayor y soltás una risa nerviosa que se desvanece en el aire cuando Matías fija sus ojos en tu rostro, sus cejas arqueadas mientras espera otra reacción de tu parte y sus dientes capturando el interior de sus mejillas como señal de ira reprimida. Temblás y estás a punto de disculparte, ofrecer alguna explicación, pero sus movimientos no lo permiten.
Intentás escapar pero es más rápido que vos y sus dedos capturan tus tobillos: te arrastra sobre el colchón y aprisiona tu cuerpo con el propio, dirigiendo sus dedos nuevamente hacia tu entrada para continuar con su trabajo. Tus gritos no son producto del dolor pero sí del sorpresivo y abrumador placer que logra cegar el resto de tus sentidos por unos instantes.
Matías muerde con fuerza tu hombro y esta vez tu grito es agudo, propio de una presa.
-Duele.
-Callate- ordena-. Esto no es nada comparado con lo que te voy a hacer cuando estemos solos otra vez.
-No es mi culpa que...
-¿No? ¿Y de quién es?- pregunta mientras deja caer más y más lubricante. Contenés la respiración cuando sentís tres dedos entrar en tu cuerpo y tus párpados se cierran con fuerza por el ardor-. Ya vas a ver cuando se vayan.
Lo mirás por un segundo y sabés muy en lo profundo de tu ser que tu siguiente acción sólo va a empeorar la situación. Los invitados se marcharán y tendrás que enfrentarte a uno, dos o tres mil castigos para compensar la humillación que vivió tu novio a manos del uruguayo, pero hasta entonces tenés un protector y no hay motivo para desaprovecharlo.
-¡Enzo!
Es una tormenta de emociones la que cruza los ojos de Matías.
-Qué puta que sos- se posiciona sobre tu cuerpo y escupe entre tus glúteos sólo para humillarte. La lubricación extra le permite alcanzar más profundidad en tu interior y ahogás un grito contra las sábanas arrugadas-. Dale, llamalo ahora.
Todo lo que lográs es balbucear un hilo de palabras rotas e inconexas que sólo interrumpís cuando la puerta vuelve a abrirse. Enzo arrastra a Santiago dentro de la habitación y el rubio, con las mejillas rojas y una mancha de humedad en los pantalones, no suelta su mano en ningún momento. Gemís por todo y por nada a la vez y ocultás tu rostro, pero Matías tira de tu cabello para evitar que te escondas.
-Andá- ordena Enzo antes de conducir a Santiago hacia la cama y hacer un gesto en tu dirección. Luego toma a Matías por la ropa y sin dar importancia a sus protestas agrega:- Vení vos, serví para algo.
Contemplás, en extremo aturdida, la nula dificultad con que maneja su cuerpo y lo deja sobre sus rodillas mientras se deshace de su cinturón para arrojarlo no muy lejos. Matías permanece en el suelo, para sorpresa de todos, y cuando Enzo toma su mentón entre sus dedos lo mira fijamente y sin hacer ningún comentario.
Buscás apoyo en Santiago y sujetás con fuerza su mano mientras tu novio acepta que el otro guíe su erección a sus labios, golpeándolos y delinéandolos con su punta goteante y desesperada por atención hasta hacerlos brillar bajo las luces de la habitación. Matías no parece sorprenderse por las acciones de Enzo y tampoco muestra duda alguna cuando lo recibe en su boca, ambos aún sosteniéndose la mirada.
Santiago tira de tu brazo para llamar tu atención y, cuando por fin apartás la mirada del espectáculo protagonizado por los otros dos hombres, te encontrás con su sonrisa casi pícara y sus ojos resplandecientes. Acariciás su mejilla y él imita tu acción, explorándote de manera tímida y temerosa.
Te ayuda a recostarte sobre las almohadas y aún sin mediar palabra se arroja sobre el colchón para situarse entre tus piernas, separándolas de manera delicada y tomando una muy profunda respiración cuando divisa  tu intimidad brillante. Te mira provocativamente y cuando su lengua entra en contacto con tu clítoris gemís, permitiéndole ver una de las muchas expresiones que también presenció desde su escondite durante la madrugada.
Tus dedos se pierden entre sus rulos dorados y sin ser consciente de ello comenzás a tirar de su cabello para obtener más contacto con su boca, que pronto cubre por completo tu centro: sus gemidos desesperados, que son una mezcla entre placer y el dolor provocado por tus manos, estimulan aún más tus nervios y en pocos minutos ya estás jadeando.
Santiago se ve y también es un ángel, estás segura desde que lo conociste, pero lo confirmás luego de sentir que uno de sus dedos recorriéndote suavemente para luego deslizarse por tu entrada húmeda. Estudia tus reacciones y cuando tus labios se separan para dar paso a un suspiro sonríe contra tus pliegues, feliz de poder complacerte con tanta facilidad.
En algún lugar de la habitación la boca de tu novio está aún ocupada y sólo lo recordás cuando  una voz grave resuena entre las cuatro paredes. Matías parece perdido en su tarea, con su saliva corriendo por su mentón y sus pestañas brillando con lágrimas que sólo pueden ser resultado de la humillación que siente o del ardor que los dedos del mayor generan en su cuero cabelludo.
-¿Por qué vos no te portás así con tu novia?- pregunta Enzo-. ¿Por qué siempre la hacés llorar?
Mueve sus caderas sin consideración, golpeando repetidamente con la punta de su miembro la garganta de Matías, ignorando cuando este araña sus muslos para rogarle que se detenga y su piel enrojeciéndose por la falta de oxigeno. Jamás habías visto a tu novio tan indefenso y vulnerable, pero mentirías si dijeras que no te excita verlo doblegarse ante Enzo.
Regresás tu atención al cordobés entre tus piernas y él te premia con otro de sus dedos. Su lengua dibuja figuras rápidas en tu clítoris y sus yemas acarician tu interior con movimientos circulares, rozando una y otra vez el punto que te hace arquear la espalda y sacudir la cabeza por lo intolerable del placer, magnificado por la espera y la tortura previa.
-¿Mati…?
-Sí- contesta Enzo en su lugar-, podés.
Esperar otro segundo o buscar en el rostro de tu novio más confirmación te resulta imposible. No estás segura de cuál es la última imagen que te empuja hacia tu orgasmo: los ojos azules de Santiago y su devoción hacia tu cuerpo evidente en sus embestidas contra el colchón o Enzo apartando los cabellos del rostro de Matías y las lágrimas de sus ojos mientras aún está utilizando su boca despiadadamente.
Tu visión se nubla por el placer y Santiago, en un intento de prolongar tu orgasmo, te inmoviliza rodeando tu pierna con un brazo: sus movimientos no fallan ni por un segundo y sólo se da el lujo de bajar el ritmo una vez que tus uñas arañan sus hombros en señal de advertencia. Está tentado a continuar y Dios, adoraría hacerlo sólo para verte luchar contra el placer, pero conoce a la perfección lo desesperante que es la sobre estimulación y no quiere someterte a algo así.
Cuando las últimas lágrimas que inundaban tus ojos caen, humedeciendo tus mejillas y todo lo que encuentran en su camino, te permitís respirar lentamente para calmar tus pulsaciones. Te llevás una mano al pecho y por unos instantes jurás que en lugar de sentir tus latidos los oís, pero se trata del sonido rítmico producido por otro cuerpo.
Otros, mejor dicho.
Matías golpea las piernas de su amigo hasta que este se detiene para permitirle respirar y cuando lo libera ambos permanecen conectado por varios hilos de saliva. En un gesto casi dramático, ante el cual el otro pone los ojos en blanco, tu novio se deja caer y se lleva ambas manos al cuello mientras tose y respira de manera agitada.
Preocupada y también menos coherente de lo que te gustaría admitir saltás de la cama para auxiliar a Matías. Tus piernas carecen de la fuerza necesaria y cuando caes a su lado él te atrapa entre sus brazos, permitiendo (y disfrutando, aunque no va a decirlo en voz alta) que tus manos recorran su rostro para asegurarte de que se encuentra bien.
-No pasa nada- intenta calmarte e ignorar el sonido de las prendas ajenas cayendo sobre el suelo-. Andá a la cama, dale.
-Pero…
-Estoy bien, de verdad.
Creerle es difícil porque su respiración todavía suena rápida y superficial, pero cuando Enzo te toma por los brazos y te lleva de nuevo hacia la cama no tenés más opción que permanecer allí. Regresa por Matías y su trato más es delicado cuando lo ayuda a ponerse de pie, sosteniéndolo por la cintura e ignorando todos los fluidos en su ropa cuando la retira para descubrir su cuerpo.
Una extraña sensación de celos te ataca cuando observás que se toma el atrevimiento de tocar a tu novio, llenando su cuello de besos húmedos y masajeando su miembro con una lentitud que hace temblar sus rodillas. Matías se muerde los labios para contener algún que otro suspiro, aferrándose a los hombros del más alto para no desmoronarse y permitiéndole continuar su recorrido hasta que este último decide que es suficiente.
El hormigueo entre tus piernas se reaviva con la escena y también tu excitación manchando tus muslos. Las manos de Santiago se aventuran nuevamente sobre tu figura, acariciando tus pechos sobre tu camiseta mientras frota su bulto contra tu espalda baja y sus dientes rozan tu oreja, sacándote un gemido que llama la atención de tu novio.
Cuando se separan Matías sonríe, estúpido por la situación, y se dirige hacia la mesita de luz para buscar algo. Es un momento que Enzo decide aprovechar mimándote, besando tus labios hasta que ambos se quedan sin oxígeno, acariciando tus mejillas y peinando tu cabello como si intentara así recomponer tu apariencia desaliñada. Luego juega con los rulos de Santiago y le regala, sumados  a unos besos en la mejilla, varios cumplidos sobre su buen comportamiento.
Te acomoda sobre su regazo y su erección más que húmeda roza tu centro, sensible por tu interminable necesidad y por la estimulación que recibió hasta hace algunos minutos: gemís y él sonríe, luciendo calmado e inamovible como siempre, mientras una de sus manos acaricia tu cadera y la otra el bulto de Santiago, que comienza a gemir con la primera caricia.
El colchón se hunde con el peso de Matías, que se posiciona a tus espaldas y besa tu hombro mientras le arroja –entre divertido y un poco molesto por tener que compartirte otra vez- los preservativos a los otros dos.
-Acordate- dice contra tu piel:- si tenés que parar, paramos.
-Y vos acordate también- tocás el envoltorio sobre su palma-. Soy tuya y de nadie más.
Su erección palpitante te golpea y es la única orden que necesitás para dejarte caer sobre Enzo. Buscás apoyo en su pecho mientras él sostiene tu cintura y guía su miembro hacia tu centro, su punta jugando con tu clitorís y deslizándose repetidamente entre tus pliegues antes de hallar su lugar definitivo en tu entrada. Su tamaño te hace gemir y arañar su piel.
Santiago se acerca a tu rostro, tocando la comisura de tus labios y dejando un rastro tráslucido de líquido preseminal en tu mejilla, y estás a punto de recibirlo en tu boca cuando la mano del mayor los detiene a ambos.
-No querés que te muerda, ¿no? Aguantá un poco.
Santiago suelta una risa tan encantadora como su expresión y pronto Enzo también comienza a reírse. Por su parte Matías, que está aislado de los otros dos pero siempre en contacto con vos, intenta contenerse al ver la forma en que tu entrada trasera se contrae sobre la nada misma con cada nuevo centímetro de Enzo que tu interior acepta. No comprende cómo puede encantarle tanto verte de esta manera con su amigo, pero…
-Respirá.
Masajea tu cadera con una mano mientras con la otra conduce su erección desnuda hacia tu entrada. Sentís su glande ardiendo contra tu piel y te esforzás por dejar de lado el terror y los nervios que desestabilizan tu cuerpo y tu respiración, pero el arduo trabajo deja de ser necesario cuando los primeros centímetros son muy bien recibidos y te relajás.
Luego de unos segundos la figura temblando bajo la tuya llama tu atención y abrís los ojos: Enzo se muerde el labio con fuerza, tiene los párpados cerrados y su expresión cuando arroja la cabeza hacia atrás parece ser ocasionada por un dolor inexplicable. Estás a punto de gritarle a Matías para que se detenga pero te interrumpe un gemido gutural y grave, claramente de placer.
Un par de centímetros más y en tu cuerpo también se desata un tremor incontrolable. Matías es cuidadoso y los movimientos de su cadera son lentos, prácticamente imperceptibles, pero eso no evita que te estremezcas violentamente cuando la mezcla de placer y dolor comienza a superarte. Tus dedos comienzan a jugar con tu clítoris para aliviar tu desesperación.
Matías jadea a tus espaldas y arranca el mismo sonido de tu boca cuando arroja más lubricante sobre su miembro, permitiendo con sus embestidas que el producto se deslice por tu entrada y hacia las profundidades de tu cuerpo. Tus labios se separan para dar paso a una infinidad de sonidos y también al hilo de saliva que cae por tu mentón hasta llegar al pecho de Enzo.
Santiago, que hasta entonces esperaba pacientemente y recibía las ocasionales caricias del Enzo como una bendición, emite un sonido de protesta para llamar la atención de quien sea que esté dispuesto a escucharlo. Lo mirás sin dejar de gemir y resulta ser un error, ya que toma tu mentón y penetra tu última entrada disponible.
Un río de lágrimas corre por tu piel y la esencia de Santiago por tu boca, sus ojos se mantienen firmes sobre los tuyos y no comprendes el origen de la sonrisa que adorna sus labios. ¿Disfruta verte en esta posición, con tu cuerpo a merced de todos ellos y tu consciencia resquebrajándose? ¿Es un tierno intento de calmarte, pretende transmitirte un poco de su usual serenidad? No podés saberlo.
Es una locura. Todo esto es una completa locura, todos están locos, pero eso no detiene a ninguno de tus acompañantes. Tampoco a vos.
Santiago utiliza tu boca, deleitándose cuando tus gemidos vibran en torno a su extensión y sosteniéndote por la mejilla para mantenerte firme en tu lugar; Matías continúa empujándose hacia tus profundidades, llenándote hasta que jurás no poder tomar más, y volviendo loco a Enzo en el proceso, cuyas uñas dibujan formas en tu cadera.
Para cuando tu novio se detiene, regalándote un momento para permitirte acostumbrarte a la sensación, ya es tarde: no podés controlar los gemidos que mueren en tu boca y estos provocan que te ahogues con el miembro de Santiago, tu garganta contrayéndose sobre él hasta que lo llevás imposiblemente cerca de su orgasmo.
Tus músculos se contraen con tu clímax, arrancando maldiciones de todo tipo de los labios ajenos y especialmente de los de Matías, para quien tu entrada hasta ahora desconocida e imposiblemente apretada resultaba ya demasiado. Intenta darte el tiempo y la quietud que necesitás para disfrutar de tu inesperado orgasmo, de verdad lo intenta, pero su cuerpo lo traiciona.
El primero en ordenarle detenerse es Enzo, abrumado por el placer que siente cada vez que Matías se desliza en tu interior, y cuando te separás de Santiago también se suman tus gritos, mezclados con gemidos rotos y sollozos desesperados. Matías los ignora se y ríe, disfrutando utilizar tu cuerpo y también de poder vengarse de ambos.
Tus brazos pierden la fuerza y te derrumbás: el nuevo ángulo, muy lejos de traer alivio para tu cuerpo o para tu mente cada vez más nublada, provoca que ambos te penetren con mayor profundidad y rocen todos los puntos necesarios para hacerte delirar.
Gritás con los movimientos de Enzo, que siguen un ritmo opuesto a los de Matías, y llorás sobre su pecho mientras él besa tu frente. Sus palabras pueden ser tranquilizadoras o alentadoras, no lo sabés ya que jamás llegan a tus oídos y todo lo que percibís es tu llanto descontrolado junto con los quejidos de Santiago.
Cuando estirás tu brazo para consolarlo cierra la boca, satisfecho, pero es un silencio efímero. Lo masturbás con movimientos rítmicos y girás tu muñeca de vez en cuando, no tenés dudas de que le brindás el placer que merece, pero lo que en realidad logra hacerlo suspirar y gemir es la mano de Enzo ubicada entre sus piernas, más específicamente su dedo medio deslizándose dentro y fuera de su entrada.
Te girás para poder observar a Matías y la visión que encontrás te deslumbra: está luchando para no dejar caer sus párpados, pesados por el placer que lo ahoga, porque no quiere perderse ni un segundo del show que estás protagonizando. No sos consciente de cómo se ven tus pequeños agujeros, brillantes y en extremo dilatados, tampoco de cómo se ven en esta posición los ángulos y las curvas de tu cuerpo, así que sólo te dedicás a tomar lo que te ofrecen.
No cree que haya una palabra para describir cuánto ama poder verte de esta manera, completamente ida y presa del placer, la coherencia abandonando tu mirada y tu cuerpo entregándose más y más a la condena que te fue impuesta.
Sin dejar de mirarte lleva su pulgar a sus labios y lo humedece con su lengua para luego acercarlo a tu entrada en un gesto amenazante.
-Sos una putita, ¿no?
Tu respuesta es un gemido, patético y desesperado, propio del porno.
-Decilo.
-No…
Ejerce presión con su pulgar y gritás, aterrada; sabés que da igual si tu cuerpo no resiste más, Matías va a encontrar la forma de hacer que eso que él desea suceda de todas formas.
-Decilo- te sorprende la voz de Enzo y su respiración golpeando tu piel-. Decí que sos una putita.
Escondés tu rostro en su pecho, empapado con tu saliva y tus lágrimas, y cumplís con lo que te piden. Tu voz es apenas audible y estás segura de que Matías -tan sádico como siempre- te ordenará que lo repitas, pero en su lugar hace otra pregunta que acentúa con una fuerte embestida:
-¿De quién sos?
-Tuya.
-¿Sí?- y golpea tus entrañas.
-Sí, tuya y de nadie más- asentís-. Por favor, amor, por favor.
-¿Qué querés?
-Llename toda.
No se molesta en ocultar el efecto que tienen en él tus palabras y tampoco oculta el sonido animal que brota de su pecho cuando se derrama en tu interior. Su miembro palpita con fuerza y su semen caliente que te marca, reclamando el último lugar intacto de tu cuerpo, te arroja hacia otro desgarrador orgasmo que llena tus ojos de cristales. Cubrís tu boca con tus manos, creyendo que servirá de algo, pero todos te oyen caer de ese precipicio.
Los espasmos de tu cuerpo son incontrolables, crueles e intensos, tan agresivos que provocan también el orgasmo de Enzo. Busca tus labios desesperado, los movimientos de sus caderas empujándote dificultándole el besarte, y cuando logra llegar a tu boca te muerde hasta que ambos saborean en sus lenguas tu sangre.
No se detiene hasta que tus paredes reclaman la última gota de su liberación ardiente… y luego se da el lujo de continuar abusando de tu entrada con movimientos lentos que sólo se extinguen cuando sus respiraciones se estabilizan.
-Nos olvidamos de un detallito, ¿no?- dice Matías, ya recuperado de su orgasmo, con un tono despiadado. Se posiciona detrás de Santiago, que no deja de tocarse con movimientos frenéticos y desacertados, y aparta su mano de un golpe para encargarse del rubio-. Te gustó ver a mi novia, ¿no? Te gustó que te la chupe y que te toque.
Santiago arroja la cabeza contra el hombro de Matías. Sus mejillas están rojas y muerde sus labios con fuerza, pero lo que más te impresiona es ver cómo entierra sus dedos en la carne de sus muslos para no desfallecer por el súbito placer que los movimientos expertos de tu novio le hacen sentir.
Estás rodeada por el cálido y reconfortante abrazo del uruguayo, tus músculos protestan y tu mente todavía le pertenece a alguien más, pero eso no impide que estires un brazo y dirijas tus dedos cuidadosamente hacia la entrada del rubio. Su gemido de sorpresa y sus ojos azules mirándote con una intensidad sofocante son tu recompensa.
Su entrada cálida no opone resistencia alguna y sospechás que la lubricación que encontrás allí son tus propios fluidos. Deslizás un único dígito en su interior para no abrumarlo o herirlo, sin saber hasta dónde llegó Enzo, y su reacción es inmediata. Tiembla entre los brazos de Matías antes de llevar sus dedos hacia su cabello.
Una mano bronceada toma tu muñeca y gira tu brazo.
-Así- explica Enzo-. Ahora con la punta del dedo hacé…
Santiago grita, incapaz de tolerar el placer que vos y tu novio provocan con sus manos, y en un parpadeo los hilos de semen que brotan de su punta caen sobre tu rostro y tu cabello. Continuás moviendo tu dedo contra su próstata hasta que se queja por la sobre estimulación y tus dedos lo abandonan junto con las manos de Matías.
-La próxima lo tenemos que tratar mejor, ¿no?- sugiere tu novio, plantando besos húmedos en el hombro del rubio y deslizando sus dedos por sus rulos despeinados. La carcajada de Enzo resuena entre las cuatro paredes y se lleva una mano al rostro-. No te rías, boludo, es verdad…
Abandonás tu lugar sobre el mayor y te sentás en el colchón, desorientada, con una expresión que hace sonar las alarmas en el cerebro de Matías. Toma asiento a tu lado y acaricia tus muslos con fuerza, estudiando tus reacciones.
-¿Qué pasa?- sigue tus movimientos cuando bajás la mirada, observando los fluidos que caen desde tus entradas y oscurecen las sábanas-. No pasa nada, ¿sí? Ahora nos bañamos y después limpiamos todo.
-Sí.
Matías le dirige una mirada a sus amigos, haciéndoles saber que necesita unos minutos sólo con vos, por lo que ambos abandonan la cama rápidamente y toman la ropa que arrojaron por ahí muchos minutos atrás. Santiago besa tu mejilla cariñosamente antes de dirigirse hacia la puerta.
Enzo intenta no entrometerse, sabe que no le corresponde, pero aún así no puede evitar tomar tu mentón y buscar tu mirada. Te sonríe y cuando le devolvés el gesto besa tu frente, susurrando:
-Lo hiciste bien.
Ambos abandonan la habitación y una vez en el pasillo el mayor arrastra a Santiago en dirección al baño, ignorando sus protestas y explicándole que tiene que asegurarse de que también se encuentra bien.
-Estás bien, ¿no?- pregunta Matías.
-Sí, tonto.
-Y Enzo tiene razón, ¿sabés?- besa tus labios-. Lo hiciste bien, muy bien.
-¿De verdad?
-De verdad.
Jugás con sus dedos y sonreís.
-No fue un castigo.
-No- te sonríe con dulzura-. Para castigarte voy a esperar a que no haya nadie que pueda ayudarte.
Me hace inmensamente feliz haber concluido la historia de esta forma y... nada, no sé qué decirles, vayan todas a la iglesia el domingo porque seguramente después de leer esta película porno lo necesitan más que nunca. Muchísimas gracias por leer este capítulo y también los otros si es que vienen siguiendo toda la historia, soy extremadamente feliz sabiendo que pude entretenerlas un ratito 🫶🏻❤️
Mención honorífica a @recaltiente porque sin ella no habría encontrado la hermosa foto de los chicos para la portada y además soportó leerme con mis millones de ideas para la historia y todos mis desvaríos. Te adoro infinitamente nena.
taglist: @madame-fear @creative-heart @chiquititamia @delusionalgirlplace @llorented @lastflowrr. Si alguien quiere que la agregue a la lista me avisa ♡
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the-yacket · 3 months ago
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DEADPOOL!!!
Hecho a mano con porcelana fría!!
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dollyartlea · 3 months ago
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Un pedido reciente que fue un buen reto: Inspirado en Candy Candy
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Nunca antes había hecho zapatos desde 0, aún hay cosas por mejorar pero considerando que en realidad no tengo mucha práctica modelando fue un buen trabajo💕
Fue una base de porcelana fría, forrada con tela elastizada y una suela de cuero.
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letra-vagabunda · 2 months ago
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Mantente conmigo, pequeña niña con sentimientos de seda. Busca el ojal que ayude a tejer tu abrigo en las frías noches de tormenta.
Mantente conmigo. Sé sorda ante las habladurías del mundo y siembra en mis versos un nuevo amanecer en el que tu corazón nuevamente sonría.
Pequeña niña, ojos de miel y alma de porcelana. Recuperemos la inocencia que el huracán de engaños se llevó cuando creíste en sus palabras.
Camina conmigo al corazón del bosque, pídele al fuego la liberación de las cadenas que te atan al hastío de tan ruidoso existir
Mantente conmigo, tendremos una reunión con la utopía en las llanuras de tus anhelos. Habrán canciones que celebren tu vida y poemas para todos tus consuelos.
Mantente conmigo, pequeña niña. Hoy estás creciendo, no dejes atrás tu alegría. Vuelve a mí, que yo te abrazo, busca en tus lágrimas el perdón hacia tus malos actos.
Quédate aquí, música de mis días. Camina conmigo en esta aventura, no renunciemos a esta travesía.
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jennxzzx · 3 months ago
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Headcanons:
Khun A.A, Bam, Blanco y Ha Jisung como pareja!
Khun Aguero Agnis
* Este hombre sería jodidamente leal. No sería capaz de hacerte daño intencionalmente. Se aseguraría de que estés a salvo en todo momento haciendo que, con su ingenio, siempre estés un paso adelante del peligro.
* Aunque su manera de actuar mostraría una faceta “fría”, él te ama con todo su corazón, solo que prioriza la lógica sobre las emociones en muchas situaciones.
* Por lo tanto sería reservado en cuanto afecto físico en público, pero créeme que cuando estén a puerta cerrada va a derramar todo su amor en ti.
* Debido a traiciones y experiencias en el pasado, Khun puede ser bastante posesivo y desconfiado, llevando a ser celoso con cualquier extraño que te hable.
* A pesar de sus defectos, cuando Khun se compromete con alguien, lo hace por completo. Sería un apoyo incondicional en los momentos difíciles y siempre estaría ahí para ti.
* En resumen, Khun sería completamente devoto, muy complejo pero te ama más que a si mismo y daría la vida por ti.
Vigésimo quinto Bam
* Bam está dispuesto a hacer cualquier cosa por las personas que ama y como pareja sería extremadamente protector. Es decir, este tipo tiene cientos de enemigos en la torre, te cuidaría como una muñeca de porcelana y rezo por quien te toque un pelo porque este hombre lo destruirá sin dudar.
* Bam es muy empatico y entiende las emociones de los demás, él sería una persona que se preocupa genuinamente por tus sentimientos y siempre te pondría delante de todo y todos.
* Bam tiene una lealtad inquebrantable con sus amigos y mucho más contigo, su pareja. Es un novio fiel y te aseguro que no tendrás que preocuparte por dudar de su amor y devoción.
* Bam valora la confianza mutua, ya que para él una relación sólida se basa en la confianza y el respeto.
* Bam mantiene cierta inocencia y pureza en su corazón, lo que lo hace único en un millón. Tiene un corazón de oro que lo hace una pareja ideal teniendo una visión positiva sobre el amor y la vida.
Blanco
* Si Blanco fuera tu pareja… rezo por ti.
* Blanco es alguien obsesionado con el poder y el control.. con eso ya te digo todo. Como novio, necesita controlarte de alguna manera, ya sea con quien sales, con quien hablas, a quien miras.
* Blanco es, en efecto, una persona egoísta, pondría sus metas y deseos por delante de las suyas.
* Luego de todo esto, si Blanco REALMENTE quiere estar contigo más allá de la manipulación y posesividad, eres importante.
* El no sabría cómo demostrar amor, ya que nunca antes lo recibió así que tenle paciencia porque él no va a dejarte ir.
* Este hombre posee un carisma innegable. Su apariencia y forma de hablar pueden ser muy seductoras, pero es un arma de doble filo porque el podría usar este carisma para manipular a su compañero, haciéndolo sentir especial pero al mismo tiempo atrapado en una red de dependencia emocional.
* Si alguien lograra romper las barreras de su oscura naturaleza, podría despertar algo humano en él. Sin embargo, esta redención sería extremadamente difícil de alcanzar y probablemente sólo sucedería después de un largo proceso de confrontación con sus propios demonios.
Ha Jisung
* Jisung como pareja, sería profundamente devoto, dispuesto a sacrificar todo para protegerte.
* Serías la figura materna de Bam, claramente.
* Jisung adoptaría un rol protector en la relación y estaría siempre alerta para cuidarte.
* Es un consejero sabio luego de sus años de vida y experiencia.
* Jisung tiene un fuerte sentido del respeto y la empatía. Entiende la importancia de la comunicación entre iguales.
* Jisung ha pasado por mucho en su pasado por lo que esto podría hacer que sea un poco reservado y melancólico en momentos. Tendrías que ser paciente y hacerle saber que estás ahí para el.
* Jinsung no busca conflictos sin razón. Sin embargo, cuando su pareja o seres queridos están en peligro, se convierte en un protector feroz y dispuesto a todo para garantizar su seguridad.
* A pesar de sus propias heridas, siempre se esforzaría por ser una roca para su pareja, ofreciendo un hombro en el que apoyarse y una mano que sostener en los momentos difíciles.
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dizzzyingclay · 2 years ago
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A evolução da Athena pitica. De bebê jupiteriano do Chapolin a bebê fofinho. :)
Não, eu não tenho um Aiolos. Aceito de presente de quem reclamar do modelo!
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heredera264 · 8 months ago
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Me estaba enamorando de ti, pero desafortunadamente apareciste en el momento exacto donde me arranque el corazón y los sentimientos para colocarlos en aquella maceta de porcelana fría y arena de mares helados, y ahí están tan hermosos.
Vez aquella ramificacion era lo que sentía por vos, obviamente al enfrentarte a mi ya no había ese brillo en mis ojos, ni esa piel rojiza solo una piel palida, desconocer te fue tu daga y solo así logré alejarte, estás mejor así, yo y mi frío corazón, yo y mi hueco son remedio.
Hijaheredera
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poisonlove · 2 years ago
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—Eres Mia; Miércoles Addams
advertencias : obscenidad, sexo lésbico, sexo muy explícito.
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Puse mis manos sobre las mejillas de mi novia, uniendo nuestros labios en un dulce beso. Las manos frías de Miércoles agarran suavemente las mías, trenzando nuestros dedos durante el beso. Rompí el contacto entre nuestras bocas y miré fijamente las pupilas de Miércoles hacerse cada vez más grandes, mirándome con determinación.
Ella estaba muy excitada.
Sonreí engreída y moví mis besos a lo largo de su mandíbula, sintiendo cómo suspiraba bajo mis toques. Saqué la punta de la lengua, dibujando una línea hasta el cuello, dejando besos con la boca abierta en la piel expuesta.
Gimí cuando sentí la mano de Miércoles meterse debajo de mi camiseta, acariciando mi abdomen —hazme tuya- susurra a un soplo de mis labios, mirándome con las mejillas enrojecidas por la excitación.
Sentì una descarga eléctrica de placer desde la columna vertebral hasta el clítoris.
Me mordí el labio inferior, traviesa y puse mi mano en el muslo de Addams, dibujando con los dedos líneas distraídas a lo largo de sus medias —Quítate la camisa- dije mirándola seriamente.
Obedece sin decir una palabra.
La miré, piel blanca color porcelana resaltada por el sujetador negro que llevaba. Me lamí los labios y me acerqué peligrosamente a su cara. Miré fijamente los ojos de Miércoles, mirándome con una llama en los iris, viendo cómo me inclinaba hacia su pecho.
Le desabroché el sujetador e inmediatamente puse los labios alrededor del pezón, sintiendo cómo su pezón se ponía erecto por el contacto con mis labios, pasé la lengua sobre él, chupándolo con pasión. Mientras tanto, puse mi mano en el otro, cubriendo su pecho con toda la mano. Miércoles puso sus manos sobre mi cabeza, suspirando con fuerza.
Empecé a bajar por su estómago,  dejando besos y mordiscos de amor en el camino. Me detuve y levanté la cabeza, viendo cómo  miércoles me miraba apoyada en los codos. Le quité la falda, dejándola en íntimo. Seguí besándola y al llegar al monte de Venus me detuve.
Pude ver y oler su emoción.
Sonreí y dejé un beso sobre su intimidad,  sobre la tela de su ropa interior. Suelta un gruñido, molesta. Mientras tanto sigue levantando las caderas para animarme a continuar mi trabajo.
—Por favor- murmura entre los dientes y decidí complacerla.
Al menos al principio.
Le quité la braga y totalmente excitada admiré su humedad. Me lamo los labios hambrienta, mirando fijamente su coño brillante. Lentamente me incliné hacia ella, poniendo mis manos sobre sus muslos cubiertos por sus medias.
Abre mayormente las piernas.
Mi respiración se estrelló contra su intimidad y ella se estremeció instantáneamente.  Huelo de nuevo su deliciosa emoción, un olor acre pero no desagradable. Era fascinante ver lo excitada que estaba por mí, se podía ver... sus pequeños y grandes labios cubiertos y brillantes con sus fluidos.
Resopla exasperada y sonrío.
Me mordí los labios satisfecha con lo que veía. Le di un beso en los labios inferiores y empecé a lamerlos.  miércoles gimió... poniendo sus manos sobre mis hombros.
—Por favor, amor–murmura de nuevo.
Levanté la mirada y vi que Miércoles se había recostado nuevamente sobre los codos mirándome con súplica, sus ojos estaban encapuchados a causa de la excitación.  sus trenzas a los lados de sus hombros se movían debido a su respiración agitada. Sus labios eran entreabiertos.
Sin apartar la mirada, puse más presión en su intimidad y envolví mis labios alrededor de su clítoris.
Geme más.
Vi que se volvió a acostar.
Sus manos apretaban las sábanas con fuerza. Era jodidamente excitante.
—Sí...–susurra lentamente. Empecé a chupar su botón y los suspiros de miércoles aumentaron gradualmente. Cerré los ojos y seguí moviendo la lengua alrededor de su clítoris, tragando y saboreando su delicioso sabor. Le puse un dedo dentro para recoger más fluidos.
quería más.
"Sí... continúa", dijo mordiendo fuerte los labios. Me aferré más a sus muslos y metí mi lengua en su intimidad. " Mierda"  gime, mordiéndose el labio inferior, cerrando los ojos.
Sonreí y besé suavemente sus labios internos, soltando un chorro de saliva que la conecta con mi boca. Con una mano, hice movimientos rotatorios alrededor de su clítoris, causando que los suspiros de Addams se vuelvan más pesados. Mi mano estaba completamente cubierta de sus líquidos, me incliné y le dejé otro beso en el manojo de nervios.
Lamí con la lengua la excitación que tenía en mis labios.
Volví a poner mis labios alrededor de su clítoris y metí dos dedos dentro de ella. Con el rabillo del ojo vi los nudillos de Miércoles volverse totalmente blancos, apretando con necesidad las sábanas.
Los gemidos resonaban en la habitación.
Las paredes de la pequeña Addams se estrecharon alrededor de mis dedos y me di cuenta de que iba a venir.  Puso sus manos en mi cabello e hizo más presión hacia su intimidad. Seguí lamiendo y penetrando. Su espalda se arquea más.
—SI...–gime y arqueando los dedos encontré su punto G. Geme mayormente. — Joder–exclama. Sus caderas se movían más rápido y aumenté el ritmo de la lamida.
dejo de penetrarla, pongo los dedos en la boca, chupando su néctar.
—Mírame– exclamo. Dejando de lamer su deliciosa intimidad. Con dificultad apoyó el peso sobre los brazos y con excitación me miró.
Estaba cubierta de sudor y su labio inferior estaba atrapado entre sus dientes. Tomé sus piernas y la invité a apoyarlas en mis hombros, dándome más acceso a su intimidad. Sin apartar la mirada, volví a lamer y vi que  miércoles movió el peso sobre un brazo, el otro lo estiró y puso la mano entre mi cabello. 
Mueve las caderas otra vez, Gimiendo.
—¡Joder!. Sí...– susurra, Sus ojos se volvieron blancos por la excitación. Volvió a dirigir su atención hacia mí. "Y/N" exclama con dificultad. "Estoy.. para... " murmura con dificultad y ni siquiera termina de pronunciar la frase que siento su excitación vertiéndose en mi boca.
Me comí el exceso.
Miércoles, respirando irregularmente, apoya la espalda sobre el colchón. Mis manos siguieron en los muslos de Addy y con determinación seguí lamiendo su delicioso coño. Podía oír a la pelinegra encima de mi cuerpo quejarse entre los gemidos. –Y/N... para... para...no" susurra entre los gemidos, quejándose por el demasiado placer que estaba resultando molesto. Instintivamente aprieta las piernas alrededor de mi cabeza, casi tratando de bloquear mis movimientos en su zona delicada. Miércoles suspira de alivio, posando una mano en mi cabello.
Un gruñido salió de la profundidad de mi garganta y con un gesto decidido abro nuevamente las piernas de la pelinegra. Mis dedos tomaron su líquido y lo puse en mi boca, limpiándolo bien antes de agarrar la mano fría y delicada de Addams y sujetarla en su estómago.
 La miré maliciosamente y luego puse mi boca nuevamente alrededor del clítoris hinchado.  miércoles se rió nerviosamente, gimiendo.
—Amor...– suspira... —ven otra vez por mí– confesé aumentando el ritmo de la lamida, la pobre estaba a punto de llorar de excesivo placer.
—Dios mío...–exclama, mordiéndose fuerte el labio inferior, apretando fuerte mi mano.
—Mmmmmh...– tragué ruidosamente.
—Levántate–dije seriamente, separándome de su clítoris, lamiendo mis labios.
—¿Qué?" Dijo con tono estridente, sorprendida de mi repentina afirmación. —Levántate" la miré con ojos traviesos y me puse de rodillas.
La pelinegra inmediatamente se levanta en la cama, sus piernas ligeramente temblorosas mientras cubre sus senos con sus brazos. El cabello era mucho más rebelde ahora, sus trenzas estaban empezando a separse. Suspiré cuando vi que el orgasmo que había ocurrido se deslizaba por sus piernas. Lentamente gateé hacia ella y con ojos encapuchados  miércoles observa excitada y curiosa mis movimientos.  Puse mi cabeza contra la almohada y obtuve la visión perfecta de su delicioso coño.
—Montame la cara–dije con una sonrisa en los labios.
Miércoles no se lo hizo repetir dos veces, gracias también al hecho de que sus piernas no le permiten estar de pie durante mucho tiempo. Sus manos agarran la cabecera de la cama y finalmente obtuve lo que pedí. 
miércoles entre los gemidos comienza a mover las caderas, lentamente, ya que no tenía fuerzas y no podía soportar el doloroso y demasiado placer. Deslicé mi lengua dentro de su coño, sus paredes calientes para acoger mi lengua. Cierro los labios, chupando su manojo de nervios.
—Mi... Dios... sí. Se... siente... así... ah...– la pelinegra estaba dispuesta a montarme la cara y no lograba cumplir una frase de sentido completo, chupé de nuevo su clítoris, mis manos sosteniendo sus piernas. Mi novia se levanta bruscamente de mi cara y la miré mal cuando se sentó sobre mi estómago, pude sentir el calor de su excitación sobre mi piel.
La pelinegra se inclina a besarme y aparta una mano de la cabecera de la cama y la deslizó a lo largo de mi costado, sonrió contra mis labios y suspira a sentir su propio sabor en sus labios.  La mano de Addams se posa contra la mía y de repente Miércoles levanta ligeramente las caderas,  dirigiendo mi mano en medio de sus piernas.
Sonrío a la comprensión.
Entre un beso es otro, alinea mis dedos a la altura de su entrada y se sienta contra mi mano. Gimí por lo agradable que era el calor de sus paredes que acogían mis dedos. La pelinegra reposiciona su mano junto a la otra en la espaldera de la cama y comienza a subir y bajar sobre mis dedos, moviéndose lentamente. Con el pulgar le estimulaba el clítoris y me estiré para besar el seno derecho. Sus movimientos se hicieron cada vez más rápidos. Con ojos totalmente encapuchados observaba cómo los pechos de Miércoles se movían al ritmo de sus caderas, mirándome con la boca abierta mientras se mantenía el pelo alejado de la cara.
Suspiraba y murmuraba mi nombre en cada montar. Podía sentir las paredes de su vagina cerrarse alrededor de mis dedos y los movimientos de miércoles se estaban volviendo frenéticos.
Estaba muy cerca del clímax.
Se mordió el labio inferior conteniendo una sonrisa traviesa y se levantó bruscamente de mi mano, sentándose nuevamente sobre mi boca, sonreí débilmente por la confianza que estaba teniendo consigo misma la pelinegra.
—Tra... traga....– Suspiraba murmurando y una gran excitación se extendió por todo mi cuerpo por las palabras que pronunció,  mi clítoris pulsó para recibir atenciones .
Agarré sus muslos y moví rápidamente la boca, dependiendo de su delicioso sabor. 
Miércoles vuelve a quitar la mano de la Espaldera y la pone sobre mi cabeza, ayudándose con sus movimientos frenéticos de sus caderas a montarme.
—Y... Y/N– sus gemidos eran incontenibles.—Estoy... joder!... ni siquiera puede terminar la frase que con la boca abierta recibí sus deliciosos fluidos. Seguí lamiendo mientras trataba de respirar con más regularidad. 
Cuando ya no siente mi lengua trabajando alrededor de su clítoris se levanta de mi cara,  sentándose nuevamente contra mi estómago, besándome tiernamente. Con la lengua pedí entrar y ella sabrosa me lo concede, le hice probar de sí misma. Puso sus manos sobre mi espalda,  aumentando el ritmo del beso. Entre besos ardientes los movimientos de sus caderas, que hicieron presión sobre mi intimidad,  me hicieron extasiar.
—¿Qué tal otra ronda?– propone seductora en mi oído. Como respuesta la besé.
Autora: 🔥🔥
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grccve · 4 months ago
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Una mañana cubierta de niebla, un tanto fría, no provoca muchas ganas de salir de cama. Sin embargo, su hermana sugirió que el joven lobo podría tomar un respiro de las cuatro paredes donde reposa y sentarse en el porche de la cama, respirar aire fresco. "Buenos días". Susurra una tímida hada, con las manos cargadas de una bandeja repleta de cosas. "Pensé que algo de té podría venirte bien". La humeante tetera, una tacita de porcelana y algunas medicinas en forma brebajes en frascos de vidrio, forman parte del cuadro. ╱  ( @sxndglass )
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alas9 · 4 months ago
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#1 Paimon
Considero que esta terminado, porque si bien está lleno de fallas que a simple vista son corregibles tanto en la pintura como en el modelado, se que en el intento de arreglarlas voy a generar fallas nuevas. Entonces, hasta que no considere aumentar mis capacidades motrices y conseguir pinceles más chicos, va a quedar archivada.
Base de metal y espuma plast.
Porcelana fría.
Acrílicos, cola vinilica y sombras de ojos lol
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the-yacket · 4 months ago
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The EggDeath de Sonic 2!!!
Hecho con porcelana fría.
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agglex · 8 months ago
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Figura Sigma - Bungou Stray Dogs. Porcelana fría.
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