#palabras sin sentido
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Face. Autor desconocido
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Tus acciones han demostrado lo que ni has dicho con palabras y eso es hermoso.
25/05/24 🌷🌻
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1794- La ausencia de alguien que te importa, puede quitarte las ganas de todo.
#frases#textos#palabras#textos nocturnos#culture#books & libraries#pensamientos#vida#escritos de amor#amor#ausencia#letras#soledad#tristeza#dolor#desamor#desahogo#olvido#notas tristes#despedida#sin sentido#sin ganas
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Solo abrázame hasta adormecerme
ResS.
#letras#escritos#escritos de un alma rota#corazon vacio#lo que escribo#frases#caos de pensamientos#nostalgia#escribir#amor#caostalgia#caos mentales#caos emocional#susurros del corazón#mente rota#sobre pensar#sentimientos#noches de desvelo#escritos de noche#desastre#escritos de alguien roto#escribiendo en soledad#cosas que escribo#escape#palabras#lo que siento#sin sentido#desde el alma#fyp#fypage
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Carta informal
Hurlingham, conur, 17 de octubre del 2024.
Hola, quién:
Preparate que lo que sigue no tiene sentido sino que siente lo que sigue y no prepara nada.
Me incendia el agua y dentro mío el fuego suda. Me pica el dulzor de tu boca salada y mis oídos no ven dónde se saborea tu risa. Como oscurece la luz y se vacía la luna llena, se deslizan inertes, inmóviles y movilizadas, apolíticas e inescrupulosas palabras de amor y mora. Esta es la mermelada salada de dulce lágrima, con teclas cletas y chancletas que zapatean. Es que la razón vacila mentirosa verdadera pero pupitre vacío no escribe ni piensa, no.
El conocimiento es de la experiencia, la ignorancia no se queda quieta.
Poesía de arte que es ciencia sin técnica y patrimonio político de nuestra izquierda; y nuestra mano derecha en el corazón y aún late que delata sin sonar, pero ¡cuánto ruido hace! En silencio cómplice del populismo violento y la aporía fundamental dijo Castel alguna vez, o eso no creo.
Un fuerte abrazo, te dije que no ibas a entender, y –sigo– sé qué nada sabe el que cree que no cree en cada cosa que sostiene insostenibles conclusiones sin argumentos. Y es que empty está la papelera no desechaste ni una idea. Genuino transparente opaco y falso el expediente. Quién pudiera documentar el pasado si pisadas las cabezas y enterrados los cuerpos desaparecen sin poder despedir ni saludar la vejez, la descendencia. Ascenso social, educación popular, nutrición, poesía, paloma de la libertad que picotea el ojo del león tramposo, cultura, política, salud emocional, aprender a gestionar el Cuerpo y el Estado. Se me olvida inolvidable, siempre la música, nunca silencio, porque y es que, tus palabras y tus slaps pulsan el beat de este heart. Don't stop me now, ya lo sabemos todos tenemos un poco de miedo –Europa y tu simiente de choreo y de muerte– yo te quiero querer vos te hacis de rogar y en la hermosa noche de plenilunio, sentado en la esquina pensando cómo fui tan gil, ah. El pollito pío y la calesita me dan vueltas en la cabeza porque nunca vas a olvidar dónde tomás el mate cuando sos feliz. Me rescatarán tus dedos en el resorte de mi pelo y el impulso nos hará volar como paloma en el aire.
La colorada situada y chillona de comunicación, arte y filosofía.
#hurlingham#argentina#buenos aires#escritora joven#escritora#política#cultura#arte#historia#música#amor#dulce#palabras#letras#referencias#paloma#volar#comunicación#filosofía#siendofilo#educación#desfinanciamiento universitario#pensamiento situado#pensar#sin sentido#sentimientos#problema social#sociología#academia#poesía
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@vixy-ki
#hola vengo a fangirlear en los tags#y a inmortalizar este pedacito de rol#porque auspicia siempre piensa que es lo peor del mundo y la mujer más terrible por tener un par de fantasías#nunca habiendo hecho nada malo de verdad y se azota a si misma como si fuera una pecadora horrible#mientras tanto Ezekiel es literalmente un asesino que de verdad ha hecho cosas malas y mantiene eso bajo control *relativamente*#y es capaz de ver a auspicia por lo que es: una niña jugando#que le tiene una envidia brutal a aleria#cuando Ezekiel se cosifica yo gritooo#y auspicia ve a ezekiel y ve literalmente a un servidor super ejemplo a seguir sin saber la verdad#de que auspicia se ve a si misma como lo que ezekiel es el realidad#las capas de la cebolla#no puedo#no cordino mis palabras en mi mente tiene sentido adiós#(also auspicia obsesionada con los hombres de aleria? calmate mujer)#pero la historia de aleria esta llena de adulterio e infidelidades so...#f: kaelkoth#🪦
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solo estoy pensando ignorame si quieres
#vi un frase en un juego que he esperado por uno o dos años#y me pegó algo fuerte y no he podido pensar en nada más#el juego es venba. y sigue un familia tamil que movieron a canada o#*para empezar de nuevo.#pero el hijo de los padres. kavin. crece sin querer ser asociado con la cultura tamil#hace años y años que puede empezar disfrutar la cultura. y cuando regrese a india con su madre dice esto#“siento como fraude. todo mi vida he tenido vergüenza ser tamil pero ya cuando me conviene tengo orgullo ser tamil?”#no tengo ni idea de esa cultura (pero encantaría aprender) pero ese experiencia es tan universal#que me Pego. casi lloré#es algo que nunca podía poner en palabras. intenté pero nunca podía. pero lo puedo entender ese sentido totalmente#ni puedo entender mi familia que tienen mi edad. no se el slang que todos mi edad usan#y nunca hablo español en mi vida cotidiana. lo olvidé por dos años#tambien siento fraudulento#augh. ok. estoy en trabajo necesito regresar#pero tenía ganas de hablar de esto. aunque hablo como viejito#rambles
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Sin ti... Sólo quedo yo... Y eso no tiene sentido
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XLIII
Hay también otros ídolos provenientes, por decirlo así, del pacto y asociación del género humano entre sí, a los cuales llamo yo ídolos del foro a causa del comercio y consorcio de los hombres. Ahora bien, los hombres se asocian mediante la palabra, y como las palabras están impuestas según la concepción del vulgo, de ahí que esta falsa e impropia imposición de las palabras viene a destruir de mil maneras el entendimiento, y las definiciones y explicaciones, con las que los sabios acostumbran a veces a defenderse y resguardarse, no vuelven las cosas a su lugar, ni mucho menos. Ahora bien, las palabras fuerzan el entendimiento y lo perturban todo, y llevan por ende a los hombres a mil controversias y fantasías sin contenido alguno.
Francis Bacon: Novum Organum. Editorial Losada, pág. 88. Buenos Aires, 2003
TGO
@bocadosdefilosofia
@dias-de-la-ira-1
#francis bacon#bacon#novum organum#método científico#metodología científica#ciencia#filosofía de la ciencia#ídolos del foro#ídolos de la plaza pública#prejuicio#prejuicios#palabra#vulgo#controversia#sin sentido#idoia fiori#comercio humano#pacto#asociación#teo gómez otero#chaplin#oakie#daniell#el gran dictador
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putita. — franco colapinto x lectora.
sin piedad dejás atrás un séquito de vana idolatría. / sos tan espectacular que no podés ser mía nada más. / (tenés que ser de todos.)
sinopsis: entre tu compañero de equipo, franco, y tu, hay muchas cosas sin decir.
wc: 4.1k
warnings: nsfw (18+), bratty teammate!reader, celoso & mean dom!franco. como esto es un regalo, les dejo el resto como una sorpresa ;)
A/N: FELIZ NAVIDAD MI GENTE LATINO!!! no crean que me olvidé de ustedes con esa pequeña investigación de mercado que hice hace casi un mes. consideren esto un regalo navideño de mi para ustedes. rompí mi récord personal de palabras escritas (3.7k) hehe pero creo que es pq la canción me dio la oportunidad de ponerle mucho trasfondo. mención especial a @deepinsideyourbeing pq aunque no lo sepa ha sido una súper ayuda e inspiración en esta travesía mía de volver a escribir en español. tqm niñita <3
now playing . . . putita por babasonicos
“¿Todo bien?”
Tu voz consternada sacó a Franco rápidamente del trance accidental en el que se encontraba, ojos fijos en tu posición frente a él en las mesas compartidas de trabajo, cuando se supone que debería estar concentrado en la pantalla explanando gráficas y estadísticas que su mente al parecer faltaba de ganas para comprender.
Por fin se acababa la montaña rusa que había sido la temporada 2024. Definitivamente las últimas carreras no fueron las mejores fechas para el equipo, pero el optimismo seguía predominando el ambiente desde el día que llegó alguien con un carisma para competir con el tuyo.
“¿Eh? Si, si; sólo me distraje, tranqui.” Explicó rápidamente, pupilas volviendo al enfoque que debió tener desde un principio. Permanecieron ahí mirando el contraste que hacían las líneas en un potente azul contra su fondo gris— casi negro— y nada le hacía sentido. No cuando ocupabas cada esquina de su mente, e inevitablemente su mirada empezó a trazar cada centímetro de tu rostro como si fuera a olvidarlo todo en cuestión de un par de horas.
Pero él simplemente no podía evitarlo.
Espectacular era un adjetivo relativamente acertado para describirte. Para los chicos (y chicas) de categorías inferiores eras como una leyenda urbana. Franco te había visto antes en las ocasiones que la Fórmula Dos tenía sus feature races en la misma pista que la máxima categoría de los deportes de motor.
Era impresionante la manera en la que todo el mundo volteaba a verte al pasar, como si de una figura mítica que flotaba en vez de caminar a paso firme se trataba. Solo los más valientes y quizás elegidos por el universo— en otras palabras, los que te conocían— tenían la osadía de retornar tu cálido saludo.
Ya para cuando recibió la noticia de su entrada al equipo, eras un espejismo que habitaba en la parte de atrás de su mente, completamente inalcanzable. Seguía con la misma mentalidad de pertenecer a una categoría inferior, quizás ibas a ignorarlo en el momento de las introducciones de equipo.
Realmente, nunca olvidará el abrazo que le diste. Cálido, podía oler tu perfume a la perfección, mezclado con el aroma de tus productos para el cabello.
Aún no se lo creía, ni cuando te veía todos los días.
Pero la parte lógica de su cabeza le recordaba que todo no podía ser glamoroso. Eras admirada y codiciada por tu belleza, no por tus logros a tu corta edad y en un monoplaza que— y seamos honestos— era tremenda mierda. Un auto volátil como una bestia indomable, que lograbas tranquilizar con magia negra, quizás. El todavía no estaba claro de cómo hacerlo una constante, y prefería teorizar una explicación lógica a lo inexplicable.
“Muy interesante la data del año, ¿hm?” Ahí estaba de nuevo, tu dulce voz ahora complementada por los remanentes de tu perfume, sacándolo de otro trance frente a la pantalla.
Lentamente, levantó la vista, encontrándose primero con tu torso antes de escalar por tu cuello para llegar a la sonrisa un poquito burlona; sabías muy bien que estaba distraído.
“Nos podemos ir.” Indicaste, observando cómo se quitaba los audífonos y los ponía en su lugar antes de log out de la sesión, cerrando todos los documentos antes de.
Tus ojos seguían cada uno de sus movimientos con cautela, evitando hundirte en tu propia locura sobre la atracción que sentías por él desde el día uno, pero evitabas con fervor dar algún indicio.
Cómo cambian las cosas.
“Vení,” El turno de sacar al otro de sus pensamientos fue de Franco, su mano tomando tu muñeca para prácticamente arrástrate fuera del motorhome, cerrando la etapa de un fin de semana tan… tétrico.
“Quiero dormir catorce horas,” Bostezaste mientras el auto que los llevaría al edificio donde la gran mayoría de pilotos se hospedaban al estar cerca de la fábrica, estirando tus extremidades de una manera intencionalmente inapropiada, tomando todo el espacio en el vehículo para hacerlo.
Sabías— de manera acertada— que luego de su retiro en Abu Dhabi Franco estaba un poco fuera de serie, y no hay nada que no harías para animar a quien ha sido tu compañero de equipo favorito hasta ahora.
¿Cierto?
“Pará,” Su risa rellenó el silencio cómodo que antes ocupaba el espacio, sus manos envolviéndose nuevamente en tus muñecas en un intento de devolverlas a los límites de tu espacio personal.
Completamente contraproducente, el hombre desconociendo el efecto que tenía la presión que su cuerpo contra el tuyo ejercía, tu risa debilitándose en ciertos momentos quizás podía ser un indicio del ardor suave que se esparcía por tu abdomen.
“¡Tú primero!” Te quejaste, tirando de tus manos para liberarlas, intentando olvidar lo suave que eran sus dedos contra tu piel. Quizás, si Franco se concentraba, podía sentir tu pulso acelerado contra la fina capa en el reverso de tu muñeca.
“¡Vos empezaste!” De la manera más infantil y tierna te sacó la lengua, su cara lo suficientemente cerca de la tuya para que pudiera notar la manera en la que lo miraste.
¿Mirabas a todo el mundo así igual? A todo el que te adulaba, buscando una de tus características sonrisas pícaras, buscando una reacción de ti. ¿Los mirabas con las pupilas dilatadas igual que como lo mirabas a él en ese momento?
“Bandera blanca; ya.” Reíste, completamente ignorante a la manera en la que él te miró en ese microsegundo, logrando zafarte con éxito de su agarre.
Al llegar al lugar de su estadía Franco te abrió la puerta del vehículo, esperando pacientemente a que tomaras tu cartera para salir.
“Ay qué caballeroso,” Tu voz salió como un gratificante arrullo, acercando tu mano para pellizcar sus mejillas, ignorando la cara de traviesa que se cargaba.
Grave error, concluiste cuando Franco intentó morderte.
“Hijo de tu puta—“ Ni te dejó completar la oración, cerrando la puerta rápidamente y caminando a paso rápido hacia las puertas deslizantes, corriendo al ver tu expresión de sorpresa.
Hay veces que simplemente no podías descifrarlo, por más que quisieras. Saltaba con cosas así, coqueto y carismático, buscando sacar cada nota musical que componía la sinfonía de tu risa. Pero otras veces, te miraba embelesado, y tú simplemente no tenías idea por qué.
Sea lo que sea, igualabas su actitud, sus vibras. ¿Por qué no lo harías, si al final del día, el vibraba tan bonito?
Tampoco era muy difícil convencerte.
Todo esto para entender que claramente corriste detrás de él, pidiendo permisos a los pocos residentes que te cruzaste, maldiciendo— porque Franco siempre empujaba tus límites a nuevas alturas que desconocías, de la mejor manera posible.
Viste como se cerraba la puerta al elevador en tu cara, la suya con esa sonrisa que en cualquier otra situación te haría derretir. Ahora, simplemente querías borrarla de su cara.
Tus pies te guiaron por las escaleras, efectivamente llegando a uno de los pisos reservados para el equipo, esperándolo frente al ascensor con los brazos cruzados. Su sorpresa por tu rapidez era evidente, y sus pasos hacia ti, cautelosos.
“Pendejo,” Simplemente le diste un ligero golpe vertical a la parte de atrás de su nuca, su risa haciendo eco en el pasillo desértico.
“¿Querés agua? Estás rojita,” Ahí estaba ese tono coqueto de nuevo, pero decidiste ignorarlo y dejar de lado el pequeño desacuerdo para asentir, viendo como sus manos exploraban lo desconocido del bolsillo interior de su chaqueta para sacar las llaves antes de quitarse esa prenda.
El pequeño departamento era parecido al tuyo en cuanto a estructura; una pequeña sala de estar con algunos muebles, el angosto pasillo que dirigía hacía la única habitación, la cocina que parecía que nadie había preparado un solo platillo, y la ventana que guiaba hacia un pequeño balcón.
Quizás, el tuyo un poco más desorganizado, tu intento de seguir a la moda a pesar del frío podría ser el culpable del tremendo desastre que habías dejado y seguías fielmente ignorando hasta el momento de empacar para el siguiente destino. Podías divisar a la lejanía las tenues luces de otros edificios y casas de familia. Woking era como cualquier otra ciudad no turística de Inglaterra; fría, nublada. Muchas casas pequeñas y un público poco emocionante.
“Para vos, señorita.” El tour que te estabas dando de su living quedó en el olvido— absteniéndote de tocar lo que sea— tomando la botella de agua mineral antes de beber largos sorbos, Franco tomando asiento en el sillón que pertenecía a la pequeña sala de estar.
“¿Te puedo hacer una pregunta?” Las palabras escaparon sus labios. Levantaste las cejas, acabando la botella de agua para ponerla en la basura antes de sentarte a su lado.
“Hasta tres,” Para él, tu sonrisa competía con las luces de la ciudad donde se encontraban, de tanto que deslumbraba.
“¿Te gusta alguien?”
La pregunta colgó en el aire por unos escasos segundos, tu expresión curiosa cambiando a una de confusión. Te moviste más cerca, como para descifrar con lo que te cuestionaba.
“Si, me gusta todo el mundo. Bueno… la mayoría de gente que conozco, si.” Una respuesta digna de una Miss Universo, pero no era nada cercano a lo que te preguntaba.
“No, no.” Franco sacudió su cabeza de lado a lado, acercándose más. Su rodilla chocaba con la tuya.
“¿Te gusta alguien? Como… más que amigos.” Notó rápidamente como tu expresión cambió a una que no reconocía exactamente bien. No sabría decirle a alguien más que pasaba por tu cabeza, pero era tristemente común; no sabía leerte.
“¿Por qué preguntas?” Evadiste su pregunta de manera exitosa dejando de lado la botella mitad llena, esforzándote para que la fachada que habías construido con el tiempo se mantuviera de pie frente a lo que considerabas un ataque. ¿Sabía? ¿Franco sabía lo mucho que le gustabas?
“Parece que estás enamorada de todo el mundo.” Su comportamiento calmado te estaba sacando de serie, te estaba dando ganas de trepar las paredes de la desesperación. Lo que desconocías es la furia que la idea de que esa fuera la realidad le daba a Franco.
¿Por qué tenías que ser de todos, y menos de él, a su parecer?
“¿O estás enamorada de la atención?” Su tono te sorprendió, al igual que la agitación que te estaba provocando le sorprendió. Eras la definición de perfección, hasta en momentos exasperantes asumías una calma impresionante.
“¿Qué pasa si lo estoy?” Observaste la manera en la que sus cejas se levantaron por tu tono; desafiante, grosero.
La cercanía repentina entre sus cuerpos fue algo que pudo notar, pero no podía dejar de mirarte a los ojos. Era como si hubiera volcado un switch en ti. Una sonrisa un tanto burlona se escondía detrás de tus labios. El aire que flotaba en frente de ustedes se sentía espeso, y por un momento, se quedaron mirándose uno al otro. No pudieron haber pasado más de medio minuto, pero se sintió como una eternidad.
Era como si Franco por fin había descifrado el código de la caja fuerte donde escondías tu actitud sincera, tu vulnerabilidad donde no eras tan inocente ni agradable de lo que parecías.
“Te comportás lindo con todo el mundo para que te den atención, por qué te encanta que te miren.” No le importó externar sus hallazgos; sus palabras eran como una pieza que acababa de encajar tanto para ti, como para el.
Pero no obtuvo ninguna reacción vocal de tu parte, solamente tus ojos fijos en él, siguiendo cada movimiento que ejercitaba.
“¿O estoy en lo equivocado?” Franco retó, buscando una respuesta explícita de tu parte, su mano posicionándose en tu muslo, el círculo deforme que trazaba con su índice dejaba piel de gallina a su paso que la ropa apenas lograba esconder.
“No, pero si me vas a juzgar, creo que es suficiente por hoy.” Intentaste extender tus piernas, pero sus reflejos fueron lo suficientemente rápidos para tomar tu mano y devolverte a la posición anterior.
“Yo nunca te juzgaría, preciosa.” Su tono de voz era algo que desconocías. Dulce, callado; íntimo. Tiernamente, acarició tu mejilla con el dorso de su mano antes de que sus dedos aprisionaran tu quijada.
“Sos una putita; eso no es nada.” Pudiste captar brevemente sus palabras detrás del latido ensordecedor de tu corazón, tu cara todavía no le brindaba una respuesta implícita a lo que necesitaba.
Por otro lado, ¿tus labios? Una historia completamente diferente.
Los anexaste a los suyos como si de una necesidad primaria se tratara, tus manos empuñaron la tela del team kit, y te aferrabas con una desesperación que gritaba más, más, más.
Franco simplemente ya no podía resistirse.
Desde el momento que entró en realización de que todo lo que pasaba era real, sus manos siguieron el camino para poder reposar más arriba de tus muslos, con suficiente fuerza para casi arrastrarte a sentarte en su regazo.
Sin embargo, eso no logró suceder, el beso terminó abruptamente. Te dejó persiguiendo sus labios mientras los suyos continuaban su camino a lo largo de tu cuello. El suspiro que salió de tus labios no fue lo suficiente para satisfacer esa sed que tenía por ti.
Tus manos se enredaban entre los rizos con highlights naturales, tu agarre apretándose el momento en el que sentiste un pequeño ardor particular cerca de tu clavícula. La marca producida por la combinación de sus dientes y sus labios logró su objetivo de sacar un gemido de tus labios.
Pero no era suficiente.
Sin recibir órdenes te quitaste el sweater de lana, y rápidamente Franco pudo comprobar que la piel de tu torso era mil veces más suave que la tela que te mantenía calientita… hasta ahora. Ya era su turno, después de infinitas horas de espera.
“¿Sabés algo?” Su voz era demandante, lo suficiente para sorprenderte justo como hiciste con él hace menos de veinte minutos. “Vos me gustás— no, me encantás. Pero siempre me tratás igual que todo el mundo.”
No encontrabas la voz para responder, atónita por la manera en la que ni se preocupó en quitarte el bra, simplemente rodando los straps hacia abajo para dejar que el aire acariciara la piel, endureciendo tus pezones casi instantáneamente.
La forma en la que se lamió los labios simplemente te hizo retorcer, algo similar a la electricidad recorrió tu cuerpo para detenerse entre tus piernas.
La excitación se mezcló con confusión en el momento que no se detuvo a darle atención a tus pechos, si no que siguió el camino con su boca luego de dejarte expuesta. La pausa al encontrarse con tus jeans fue suficiente indicación para que levantaras las caderas, dejando que remueva la pieza con más facilidad.
“Se me olvidó que eres friolenta.” Su risa fue un tanto sarcástica al encontrarse con un par de medias térmicas, casi arrancándote la pieza y llevándose tu ropa interior húmeda a su paso.
“Fran…” Ni sabías lo que ibas a decir, pero tu compañero tomó caso omiso a tus palabras, maravillado de la hermosa vista que tenía en frente de él.
“No sabés lo mucho que siempre he querido hacer esto.”
Fueron las últimas palabras que soltó antes de ocupar su boca en brindarte placer, su lengua trazando una línea que recogía el exceso de humedad que cubría cada centímetro de tu centro, el murmullo de aceptación chocó con el sonido del aire que tus pulmones exhalaron de repente por la sorpresa.
El sentimiento era inexplicable, la devoción y expertise con la que movía su lengua para estimular ese punto sensible era inexplicable. La timidez que tuviste por escasos momentos desvaneció, tus gemidos reemplazando el vacío que dejó en la habitación.
Elogios entre cortaron tus gemidos al momento en el que él encajó su índice más allá de tu entrada, la facilidad debido a la lubricación que ya empapaba su mentón. Muy en contra de su voluntad, Franco tuvo que separarse para tomar aire, pero se tomó la libertad para deslizar otro dedo.
Movía su mano con cierta lentitud, observando a detalle tus expresiones. Frunciste el ceño a la falta de estimulación, tu labio inferior destacándose en forma de protesta. Era una comunicación no verbal, la forma en la que rodó sus ojos indicó que entendía tu reclamo, aún más cuando empezaste a mover tus caderas para conseguir más fricción.
Franco sonrió para sí mismo antes de inclinar de nuevo la cabeza y volver con aún más ansias a probarte, los sonidos que producía al chupar suavemente eran obscenos. Cualquier queja o desagrado se desvaneció en el placer que sentías cuando posicionó sus dedos para acariciar ese punto dulce con una textura peculiar que te estaba haciendo retorcer, tus manos nuevamente apretando las hebras onduladas. El movimiento de caderas que mostraste en forma de protesta anteriormente se volvió a producir a causa de la creciente sensación en tu abdomen bajo.
Tú lo sabías. Franco lo sabía también.
Tu orgasmo llegó de manera repentina,— aunque no inesperada— haciendo temblar tus muslos que igual apretaban la cabeza de tu compañero de equipo que te devoraba con fervor.
“Que conchita tan rica,” El halago hizo que tu vista se dirigiera hacia donde provenía la voz, una sonrisa creciendo al momento que notaste la fina capa brillosa que cubría sus labios y mentón; se veía hermoso.
Casi haces que arrastre sus rodillas en la alfombra de la habitación cuando tiraste de su camiseta para otro beso, tus labios danzando en contra de los suyos con cierta desesperación en cada movimiento.
“Vamos a la cama,” Franco murmuró entre besos, aunque su petición fue ignorada al momento que le quitaste la pieza, tirándola a otro lado de la habitación antes de resumir la sesión de besos que compartían. No te importaba probarte a ti misma en su lengua; es más, te excitaba aún más.
“No, aquí y ahora.” Respondiste a su intento de levantarse, luego de regresar a su posición anterior, arrodillado enfrente tuyo. Tus dedos acariciaron delicadamente la cicatriz, como si la piel se volviera a romper. Franco tembló por la caricia, pero sus dientes hundiéndose en tu labio inferior superaron el breve momento de debilidad de su parte.
Un quejido salió de tus labios al sentir el tirar que producía su mano en tu cuero cabelludo, separándolos de beso. “Cuidá tu tono, putita.” Te advirtió, entrecerrando los ojos al ver la sonrisa burlona que produciste.
“¿Y si no quiero, qué?” Moviste tus pestañitas para continuar con el acto de inocencia, sabiendo que era todo lo contrario a tus acciones y palabras en momentos anteriores.
“No estaba preguntando.” Soltó el agarre que tenía en tu cabello, parándose rápidamente. Con la separación, tomaste la oportunidad de quitarte el sostén, tomando en cuenta que estaba estorbando en tu torso inferior; era casi una falda. “Cama. Ya.”
Prácticamente te jaló hacia su habitación, dejando atrás la ropa despojada, pero seguiste a paso rápido con una pequeña risita. Los roles se habían invertido, considerando que ahora tenías una nueva fuente de dopamina al hacerlo molestar.
Sus labios volvieron a conectar con los tuyos por un breve instante antes de que prácticamente te empujara hacia a la cama con cierta brusquedad antes de posicionar su cuerpo sobre el tuyo y volver a besarte con frenesí.
Sentiste algo contra tu pierna, y en un acto de inocente malicia, doblaste tu rodilla ligeramente. En medio del beso, un quejido escapó de los labios del hombre encima tuyo, sintiendo la piel de tu suave muslo estimular su entrepierna aún cubierta por ese par de cargo pants que casi salían solos.
“Te gusta provocarme, ¿eh?” Era una pregunta retórica pero aún así asentiste con entusiasmo, su voz entrecortada por la respiración agitada causó que un escalofrío recorriera tu cuerpo.
Sin otra palabra más, se apartó de la cama y del calor de tu cuerpo para desabrocharse los pantalones, rápidamente quitándolos del paso junto con la ropa térmica y su ropa interior. No pudo evitar ver la forma en la que te lamiste los labios, observando cuidadosamente cada movimiento.
Franco posicionó su cuerpo entre tus piernas, y sentías ese mismo peso ahora reposando entre el interior de tu muslo mientras besaba tu cuello con lentitud y cuidado. Por un momento, dejaste de lado la desesperación por sentirlo adentro tuyo, y dejaste que te manoseara como si de una pieza de porcelana se trataba, mientras tu mano acariciaba sus sedosos rizos.
Pero la paz duró poco, tus párpados desplegándose extensivamente para mirarlo fijamente mientras rozaba su punta— ya goteante por la excitación— desde tu entrada hacia tu clítoris, todavía sensible por el trato que le brindó hace unos momentos.
“Fran…” Tus quejas cayeron en oídos sordos, retorciéndote contra su cuerpo, intentando desesperadamente encontrar ese alivio de tanta necedad reprimida en ti.
Lo necesitabas, y en ese preciso momento.
“¿Qué pasa?” La voz de Franco resonó con sarcasmo al ver tu angustia. “¿Querés que te lo meta?” Asentiste, sintiendo el calor subir a tu cara. “Di por favor.”
Lo miraste como si estuviera loco, pero demostró la seriedad de sus palabras al alinearse contra tu entrada empapada y empujando su glande suavemente para luego volver a estimular tu clítoris.
Exhalaste como si su petición era lo más complicado que alguien te hubiera pedido nunca antes, tomándote un momento para pensar solo para seguir molestando, antes de responder “Por favor, Franco.”
“¿Ves que no fue tan difícil?” Besó tu mejilla antes de volver a alinearse con tu entrada, resistiendo la invitación que le brindaba el calor de tu centro de que lo tomaras completo en ese instante.
Un quejido ruidoso salió de los labios de ambos, casi armonizado, en el momento que su miembro entró por completo. Cerraste los ojos, tu respiración agitada durante el proceso de adaptación a la intrusión dentro tuyo.
Franco, por otro lado, sentía que se podía morir.
Estabas tan… apretadita, calentita y mojada para el que se sentía como si estuviera en un sueño. La mujer que tantos hombres codiciaban estaba debajo de él, con sus piernas envueltas en su cintura y besando la cicatriz de su hombro entre exhalaciones superficiales.
Y si moría, moriría el hombre más feliz del mundo.
“¿Bien?” Preguntó después de un momento, tomando el corto movimiento de cabeza como confirmación para empezar a mover sus caderas.
Quién diría que esa chispa malcriada e insolente podía ser apagada de una sola manera. Ahora te tenía a su merced, gimiendo y disfrutando el placer que te brindaba su miembro tocando ese punto dulce una y otra y otra y otra vez. Tus uñas dibujaban patrones rojos en su espalda, hundiéndose más en la piel al momento que se concentraba en llegar lo más profundo posible.
“Abrí la boca,” Franco demandó entre gemidos, una de sus manos colocadas en tu quijada, pero quizás se vería mejor alrededor de tu cuello— se estaba emocionando demasiado.
“¿Para qué?” Preguntaste pícaramente, mirándolo con ese intento de inocencia, como si no estuvieras tomando cada centímetro que podía ofrecerte sin ninguna queja.
“Abrí.”
“No.”
“Putita.” La saliva cayó en tu pómulo en vez de tu lengua, donde él la quería en un principio, pero tú terquedad no lo iba a detener. No lo detuvo al momento que colocó tu pierna encima de su hombro, probando tu flexibilidad para poder dibujar círculos sobre ese núcleo sensible.
La estimulación hizo que tus ojos se cerraran de repente, tu boca formando una O para poder dejar salir los gemidos que salían desde la parte más profunda de tu garganta.
“Fran… Franco—“ Jadeaste, tratando de recuperar un poco de compostura para la siguiente petición. “¿Puedo…”
“No.” Su respuesta interrumpió la pregunta, haciéndote fruncir el ceño. Sabía lo que ibas a pedir, por la manera en la que tus cálidas paredes internas estaban apretando su miembro de una manera tan deliciosa. “Si tan solo mi putita se portara bien…”
Un grito ahogado lleno de angustia rebotó por las paredes antes de que tu labio inferior resaltara, enseñando tu arrepentimiento justo cuando te convenía. “No, Fran, porfa.”
Oírte rogar trajo más satisfacción de lo que esperaba, pero aún así no tenía ninguna intención de doblegarse a tus exigencias. “No.” Insistió, moviendo sus caderas con más velocidad.
“¡Franco, no puedo!” Lloriqueaste, sintiendo el placer abrumador casi asfixiarte. Era demasiado; el peso de tu cuerpo sobre ti, el estiramiento que sentías en el músculo interior de tu muslo, como llenaba cada curva— cóncava y convexa— dentro de ti a la perfección, y la estimulación que te estaba volviendo loca.
“Ya.” Apretaste más el entrecejo en confusión a sus palabras. “Venite conmigo; ya.”
Fue un alivio para ambos, tu cara escondida en la coyuntura de su cuello y su hombro, gimiendo su nombre como si fuera un cántico para los dioses. Solo ahí, y subsecuentemente al ver tu centro goteando el líquido blancuzco mientras intentabas recuperar el aliento, Franco pudo confirmar que por más despampanante que eras, no podías ser de todos.
Tenías que ser solo de él.
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Últimamente no he hecho mucho por mejorar, la verdad es que algunos días la vida pierde completamente el sentido, las memorias duelen, el cuerpo pesa más de la cuenta, las palabras desaparecen entre labios sin dejar más rastros... No hay más por ahora, estoy en búsqueda de mi mismo y de lo que me trajo hasta aquí, quizá he llegado al punto más bajo... Quiero salir de este agujero.
Atlas
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2396- Nada tiene sentido si no mezclo en ello mi cuerpo y mi espíritu. No hay aventura si no me comprometo en ella.
(Antoine De Saint-Exupéry)
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Me escapo entre mares de letras y páginas desgastadas.
ResS.
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Cregan Stark x Targaryen!reader
Querer amar a Aemond era agotador.
Como única hija de Rhaenyra, la noche en la que tu tío Aemond pierde el ojo, recordando los momentos en los que ambos compartían una silenciosa compañía en la biblioteca rodeados de libros sobre cuentos valyrios, le hablaste a tu querido abuelo a espaldas de tu madre sobre un matrimonio como forma de afianzar vínculos; todo porque, alguna vez, durante tus días de dulce infancia, creíste que una muestra de amabilidad podría cambiarlo todo, que palabras dulces y buenas intenciones eran suficientes para curar el corazón de las personas y salvarlos de la amargura. Un golpe duro fue para tu alma sensible descubrir que en el proceso, sacrificarse a uno mismo para rescatar a alguien que ni siquiera hace el esfuerzo de aceptarlo es desesperante.
Las promesas a tu madre a la despedida en Driftmark sobre estar bien en tu nueva vida como pupila del rey hasta que tuvieras edad para ser esposa fueron un eco en tu mente durante los días que le siguieron a tu llegada a Kings Landing. La Red Keep jamás se había sentido como un hogar, pero sin la presencia protectora de tu madre se había tornado un completo infierno. Sin importar cuanta amabilidad y predisposición intentaste mostrar, todo lo que obtuviste a cambio fue terrible, sobre todo luego de tu primera sangre.
Los acercamientos promiscuos de Aegon y la forma en la que Alicent gozaba de abusar del poder que la invalidez de su esposo le daba (avergonzandote frente a sus damas o imposibilitando que te comuniques con Dragonstone de alguna forma) incluso las palabras denigrantes de tu esposo a tus oídos, desde acusaciones de ilegitimidad hasta la vez en la que durante la noche, apareció en tus aposentos durante una noche, apretandose con fuerza contra tu cuerpo mientras presionaba la hoja de una daga contra tu ojo, diciéndote cómo podría reclamar la deuda que le deben y nadie podría decirle nada, siendo tu deber como su mujer el complacerlo.
Aquellos años se sintieron tan eternos, que el cosquilleo de esperanza que sentiste cuando tu abuela Rhaenys y uno de los guardias gemelos lograron sacarte de la Red Keep, hacia parecer que todo era irreal. Los brazos de tu madre jamás se habían sentido tan cálidos como cuando te rodearon frente a la mesa de piedra de Dragonstone, incluso con Daemon acariciando tu cabeza en un incómodo intento de expresar su cariño.
Por desgracia, incluso con tu familia allí, tu verdadera familia, Dragonstone tampoco se sentía como un hogar, teniendo un ambiente familiar demasiado íntimo al que no podías acoplarte correctamente después de tantos años, así que cuando llega la hora de pactar las alianzas, mientras Lucerys va a Stromlands y Jacaerys al Valle, te ofreces para tomar el viaje a las tierras norteñas para pactar con los Stark.
Y quizás la Red Keep y Dragonstone no se sintieron como un hogar, pero Cregan Stark lo hizo.
El gran joven lobo que no fue más que amable desde tu llegada, guardando cautela sobre los temas a discutir sin dejar de ser nada más que hospitalario contigo. El norte era frío, pero los corazones de sus habitaciones era cálido, todos compartieron una extraña camaradería a la que no te costó integrarte, disfrutando de las cenas ruidosas e informales en las que abundaron las carcajadas y un tipo de amabilidad y transparencia que jamás se había presentado en el sur.
Contrario a lo que habías conocido, querer amar a Cregan se sentía revitalizante. Sus charlas fluían sin esfuerzo hasta que los anhelos de cualquier simple roce llegaron sin dificultad junto con las miradas de sutil de deseo. Las cacerías a las que te dejó unirte daban paso a los comentarios bromistas sobre como podías montar una enorme bestia en los aires sin ningún problema mientras que necesitabas un banquito y algo de ayuda para subirte a un simple caballo, aferrándote a las riendas con temor. Incluso las tardes donde Rickon pataleaba, en un poco usual berrinche, para que seas tu quien lo lleves a su hora de la siesta, disfrutando de las canciones valyrias que tenías para él. Acciones que no pasaron inadvertidas para Cregan, quien además de ser un hombre con deseos, seguía teniendo las preocupaciones de un padre para su único hijo de apenas dos años.
No habías pasado más de tres lunas en Winterfell cuando Cregan decidió que moriría si no te tenía en su hogar, a su lado como su esposa y la dama de Winterfell, a lo que aceptaste sin prisa, ambos de acuerdo en disfrazar la repentina unión como una especie de acuerdo para dar sus hombres a favor de la reina negra. Ambos bajo el arciano del bosque de dioses, sellando sus votos luego de que el pusiera su capa en tus hombros, pocos días después de que un maestre avalara la anulación de tu matrimonio con Aemond, puesto que había sido en el Sept bajo la luz de los siete y no en una tradicional boda valyria, fue algo simple de hacer.
Tu primera boda había sido un calvario, pero la celebración de la segunda fue la cosa más hermosa que jamás hayas tenido, incluso teniendo a tu pequeño hijastro cantando una, terriblemente tierna y mal pronunciada canción de las que te había escuchado cantarle a la que aplaudiste con todo el cariño del mundo.
Las bromas crueles a costa tuya ahora fueron chistes bien intencionados de los que era fácil reír y que eran cómodos de compartir.
El miedo y el dolor de las noches en las que Aemond te tomaba, cambiaron al ardiente deseo y placer que quema por donde sea que Cregan te acariciara, ambos casi arrancandose las capas de ropa cada vez, compartiendo pequeñas risitas cada que los pesados abrigos y múltiples correas de tu esposo eran más trabajosos de quitar para ti.
Los recuerdos de los empujones duros de tu anterior esposo mientras te tomaba de espaldas fueron borrados por el cuerpo de Cregan alzándose sobre el tuyo mientras te mantenía de frente a él a la hora de hacerte el amor, siempre dejándote tener un cierto grado de control para que te sintieras cómoda. Siempre murmurando frases dulces en medio de los besos que compartían sin importar el ritmo que llevarán.
Y las sabanas de fría seda fueron reemplazadas por pieles calientes en las que ya no estabas sola durante las noches en las que tenías el cuerpo de tu señor marido protegiendo el tuyo entre sus fuertes brazos durante las horas de sueño.
Aún había que notificarle a tu madre sobre todo el asunto del matrimonio y avisar que Cregan había dado un gran número de hombres para sus filas, sabiendo que ahora tienes un deber hacia ella como reina detrás del hecho de ser su hija...pero te preocupara por eso solo un poco más tarde.
ya sé que esas fotitos que hago me quedan bien cuyeyas, humildemente enfoquense en el o.s nomas 😭
(recuerdo haber reblogueado a la cuenta que creo el separador que estoy usando, pero si se saben el user para que la pueda mencionar se los agradecería)
#cregan stark x y/n#cregan stark smut#cregan stark x reader#cregan stark#cregan x you#cregan stark imagine#aemond x you#lord cregan stark#house of the dragon#house of the dragon fanfic#team black#aemond targaryen
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Antes de la tragedia de que te fuiste
tenía el corazón en el centro de mi poquito de un lado de toda mi ternura
se me callo de su lugar luego lo e sentido en la garganta cuando te llamo en ese mal sueño
luego está en mi estómago vacío
de tan tarde y sin comer yo creo que el sabe dónde está la comida y en la panza vacía se queda horas
ya no se donde lo encuentro luego
en veces que me acuerdo de cada olvidó se me cae en piecitos de agua que me bajan por la cara
pobre e tardado en juntarlo días y días
le digo que venga conmigo o me quedaré frío
e visto a las gentes quedarse sin el
y ya no hacen ruido
le tocó con dos manos donde supongo que está y le digo canta para mí esa canción tuya de tres letras
y lo hace es como un artesano de la piedra cincelando el día de mi muerte
de noche se acuesta entre mis palabras
lo puedo ver entre cada línea esconderse sin decir te quieros porque no hay nadie
se aburre la prosa y bosteza en el poema siguiente
entonces cierra la noche si único párpado azul
y amanece sin remedio
y canta el corazón otra vez y otra
ahora quien sabe dónde anda yo creo
que está por un oído o en el tic tac
ahora escribo escribo escribo
.
.
.
Péndulo sin sueño
Octubre de 2024
Patas de gato
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JORGE LUIS BORGES,
Tu ausencia.
©Mikio Watanabe
AUSENCIA
Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.
Jorge Luis Borges
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