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Omella Grabados ofrece servicios de grabado láser que pueden ser aplicados a una variedad de superficies, incluyendo relojes.
El grabado láser proporciona un alto nivel de detalle y precisión, ideal para personalizar relojes con nombres, fechas, mensajes especiales o diseños intricados.
Los grabados realizados con láser son duraderos y resistentes al desgaste, manteniendo su calidad y legibilidad a lo largo del tiempo.
Puedes optar por grabar cualquier tipo de texto o diseño en la parte trasera del reloj, en el bisel, o incluso en la correa, dependiendo del tipo de material y el diseño del reloj.
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El hombre ha hecho de la Tierra un infierno para los animales. (Arthur Schopenhauer)
CARTA DE UN TRABAJADOR DE CENTRO ANTIRRÁBICO (2013)
Estimados:
Creo que nuestra sociedad necesita una llamada de atención.
Como responsable de una perrera, voy a compartir algo con ustedes… una mirada desde “dentro” si me lo permiten;
Antes que nada, todos los que son vendedores/criadores de animales deberían al menos trabajar un día en una perrera. Tal vez si ven la mirada triste, perdida, los ojos confusos, los harían cambiar de opinión sobre criar y luego vender a personas que ni siquiera conocen. Ese cachorro que acabas de vender terminará posiblemente en mi perrera cuando deje de ser un perrito lindo.
Entonces, ¿cómo te sentirías si supieras que hay una probabilidad del 90% de que ese perro nunca salga de la perrera si es que llega a parar allí? Sea de raza o no. El 50% de los perros que entran en mi centro, abandonados o callejeros, son de raza pura.
Las excusas más comunes que escucho son:
“Nos mudamos y no podemos llevarnos a nuestro perro/gato”.
¿En serio? ¿A dónde te mudas que no te permiten tener mascotas y por qué has elegido ese lugar en vez de otro donde sí puedas tenerla?
“El perro se hizo más grande de lo que creíamos”. ¡¿Y cuanto te pensabas que crecía un pastor alemán?!
“No tengo tiempo para ella”. ¿De veras? Yo trabajo 10 o 12 horas al día y aun así tengo tiempo para mis 6 perros.
“Está destrozándonos el patio”. ¿Y porque no lo tienes adentro con nosotros?
Siempre me dicen: “No queremos insistirte en que le busques un hogar, porque sabemos que lo adoptarán, es un buen perro”.
Lo triste es que tu mascota NO será adoptada y ¿sabes lo estresante que es una perrera? Bueno, pues déjame que te cuente:
Tu mascota tiene 72 horas para encontrar una nueva familia desde el momento en que la dejes. A veces un poco más si la perrera no está llena y consigue ingeniarselas para mantenerse completamente sano. Si se resfría, se muere.
Los gatos no se libran de una muerte segura.
Tu mascota estará confinada en una pequeña jaula, rodeada de ladridos y llantos de otros 25 animales.
Estará deprimido y llorará constantemente por la familia que lo ha abandonado. Si tiene suerte, y cuento con suficientes voluntarios, quizá podrán sacarlo de paseo ocasionalmente.
Si no, tu mascota no recibirá ninguna atención, aparte de un plato de comida deslizado bajo la puerta de la jaula y manguerazos de agua.
Si tu perro es grande, negro o cualquier raza “bull” (pit bull, mastín…) lo has conducido a la muerte desde el momento que cruzó la puerta. Esos perros no suelen ser adoptados. No importa lo “dulce” que sea o lo “amaestrado” que esté.
Si tu perro no es adoptado en las 72 horas desde su entrada y el refugio está lleno, será sacrificado.
Si el albergue no está lleno y tu perro es suficientemente bueno y de una raza atractiva, es posible que se pueda retrasar su ejecución, aunque no por mucho tiempo.
La mayoría de los perros se ponen en jaulas de protección y se les sacrifica si muestran agresividad.
Incluso el perro más tranquilo, es capaz de cambiar en este entorno.
Si tu mascota se contagia de la tos de las perreras (traqueobronquitis infecciosa canina) o cualquier otra infección respiratoria, será sacrificado de inmediato, simplemente porque en las perreras no tenemos recursos para pagar tratamientos.
Esta en nuestra mano que esto no vuelva a repetirse.
Y he aquí algo sobre la muerte para aquellos que nunca han sido testigos de cómo un animal, perfectamente sano, será sacrificado:
* En primer lugar, lo sacarán de la jaula con una correa. Los perros siempre piensan que van a dar un paseo, salen felices, moviendo la cola….
* Hasta que llegan a “la habitación”, allí todos frenan en seco. Deben oler o captar la muerte o sentir las almas tristes que se quedaron allí. Es extraño, pero sucede con todos y cada uno de ellos.
* Tu perro o gato se verá sujeto por 1 o 2 técnicos veterinarios, dependiendo del tamaño y de lo nervioso que este. A continuación, se le introduce un electrodo por el año y otro en el hocico, para ser electrocutados aullando de dolor
Esperemos que tu mascota no se asuste al sentirse presa. . Todos no “duermen” inmediatamente. A veces sufren espasmos durante un rato, se ahogan y se defecan encima.
* Cuando ha terminado, el cadáver de tu mascota será apilado como un leño, en un gran congelador trasero, con todos los otros animales, a la espera de ser recogidos como basura.
* ¿Qué sucede después? ¿Será incinerado? ¿Lo llevan al vertedero? ¿Lo convertirán en comida para mascotas? Nunca lo sabrás y probablemente nunca te lo plantearás. Solo era un animal y siempre puedes comprar otro, ¿no?
Espero que si has leído hasta aquí, se te hayan empañado los ojos y no puedas sacarlos de la cabeza, las imágenes que ocupan mi mente todos los días cuando vuelvo a casa desde el trabajo. Odio mi trabajo, odio que exista y odio saber que siempre existirá ....a menos que , la gente, cambie y se de cuenta de las vidas que perjudican son muchas más, aparte de la que dejas en la perrera.
Entre 9 y 11 millones de animales mueren a diario en las perreras y solo tú puedes parar esto. Yo hago todo lo posible por salvar todas las vidas que puedo, pero los refugios (protectoras) siempre están llenos y cada día hay más animales que entran que los que salen.
NO CRÍES O COMPRES MIENTRAS HAYA PERROS MURIENDO EN LAS PERRERAS.
Ódiame si quieres. La verdad duele y la realidad es lo que es. Sólo espero que con esto alguna persona haya cambiado de idea acerca de la cría, de abandonar su mascota en una perrera o de comprar un perro. Ojalá alguien entre alguien en mi trabajo y me diga “he leído esto y quiero adoptar”. Eso haría que mereciese la pena.
Por favor, si quieres que esto cambie, difunde esta carta.
ANÓNIMO DE UN TRABAJADOR DE ANTIRRÁBICO
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Solo nosotros (Gwayne Hightower x lectora)
Masterlist de mi autoría
Sinopsis: pese a las negativas de sus padres, el caballero y la princesa harían lo que sea para estar juntos, incluso si eso implicaba fugarse en plena guerra de dragones.
"No puedes formar lazos con la familia de ese idiota"
El par de jóvenes amantes había sentido que su vida se derrumbaba cuando sus respectivos padres se negaron a comprometerlos.
Daemon odiaba a Otto,
Otto odiaba a Daemon.
Y por consecuencia, nunca permitirían que su hija mayor y su único hijo varón se comprometieran. Esa negativa tampoco fue tan determinante.
Ellos siguieron viéndose a escondidas por años, y su amor no hizo más que crecer. Soñaban con una vida juntos, lejos de todas las limitaciones de la realeza. Pero solo eso eran. Sueños. Porque ambos estaban demasiado apresados por sus familias.
—Bienvenido, hermano.—Alicent recibió a Gwayne aquella mañana, feliz de poder volver a ver a alguien de su familia.
—¿Ella ya está aquí?—
La sonrisa de la mujer se desvaneció, dando lugar a un ceño fruncido.
—He perdido la cuenta de cuántas veces se te ha dicho que dejaras de insistir con esa mujer, Gwayne.—el colorado sonrió con cierta picardía, molestando a su hermana mayor.
—Pues sigan insistiendo, no la dejaré... ¿Llegó o no?—
—No, Gwayne. No llegó.—
—Bien, esperaré.—
Alicent negó con cierta decepción al ver que su hermano le entregaba su caballo a unos sirvientes y se perdía por las calles de King's Landing de nuevo.
—Mirame, niña. Llegas y te- niña...—Daemon miró con cierto cansancio como su hija le sonreía ampliamente, terminando de ajustar las correas de Silverwing.
—¿Si, papá?—
—Compórtate hoy ¿Me escuchaste?—
—Siempre me porto bien, papá.—
—Hablo de ese idiota, hijo de ese otro idiota.—
—¿Qué tiene que ver un joven atractivo con portarme bien?—
—... ¿Quieres que te ordene quedarte en Dragonstone?—____ rió con aquello, abrazando a su padre por el cuello y dejando un beso en su mejilla.
—Prometo no hablar con él cuando lleguemos a la fortaleza, padre... ¿Bien?—
—Bien... Termina de alistarte, salimos en unos minutos.—
El príncipe se alejó, y ____ terminó de alistar a su dragón.
—En la fortaleza no, Silver... ¿Y qué hay del camino desde la fosa a la fortaleza?—el dragón rugió bajito al ver a su jinete sonreír con cierta burla.
Cuando ____ llegó a King's Landing, Gwayne la esperó en la entrada de la fosa. Al verlo de pie en el lugar, la mujer sonrió. Siguiéndolo al verlo desaparecer por algunas calles del lugar. Siguió su silueta, terminando en unos callejones lejanos a la ruta principal. Unos brazos ansiosos no tardaron en atraparla, y los labios desesperados del caballero devoraron los de la princesa.
—Salúdame al menos ¿No te parece?—____ sonrió contra sus labios, siendo besada otra vez.
—Buenas tardes, princesa mía...—apoyó su frente sobre la ajena, reafirmando su agarre sobre su cintura—. Que alegría verla después de tanto tiempo.—
—Buen caballero, la alegría es mutua.—Ambos rieron por lo bajo, aún brindándose caricias mutuas—. ¿Las cosas están muy tensas en la fortaleza?—
—No sé, apenas llegué vine a esperarte... Pero he escuchado que quieren sacar a Luke como heredero.—
—Rodarán cabezas.—
—Mientras no sean nuestras...—____ miró al hombre, acunando sus mejillas con un amor infinito—. Aún podemos irnos lejos, ____... Lejos de tu familia, la mía... Responsabilidades.—Gwayne miraba con completa súplica a la mujer, quien decayó un poco.
—No puedo irme sabiendo que mi familia esta en riesgo. Luke debe asegurarse como heredero de Driftmark... Rhaenyra debe reafirmarse como legítima heredera de la corona... solo entonces podría irme en paz contigo.—
El hombre se alejó un poco herido, ____ notó su decepción.
—Yo dejaría todo ahora... Solo por ti, ____.—
—Tu hermana es reina, tu padre es mano del rey. No tienen ningun tipo de riesgo, Gwayne. No es lo mismo.—
—Aún si no lo fueran... Nadie es más importante para mi que tú.—____ volvió a atrapar sus mejillas, mirándolo con cierta súplica.
—... Después de lo que suceda hoy, nos iremos ¿Si?—
—¿De verdad?—Gwayne se reanimó con eso.
—Ellos estarán bien, supongo.—
Gwayne la abrazó con fuerzas, emocionado por la idea de finalmente poder alejarse de todo aquello.
Esa noche, tras dejarle una carta a su padre, ____ se escabulló de sus aposentos faltando a la cena. Gwayne la esperó a las afueras de la fortaleza y juntos fueron por Silverwing. La ausencia del par de amantes solo hizo que el delicado estado de salud de Viserys empeorara, y mientras él moría en su cama a medianoche, ____ se entregaba a Gwayne en una pequeña posada en las afueras de King's Landing.
Algunos días habían pasado desde que ____ y Gwayne se alejaron completamente de cualquier ciudad o aldea.
Con algo de oro lograron hacerse con una casita lejos de todo, donde Silverwing pudiera volar sin llamar mucho la atención. Era una vida tranquila, una donde solo existían ellos dos.
Se casaron en secreto, siendo el dragón su único testigo. Y en esa misma noche de bodas, la semilla de Gwayne se implantó en la mujer. Todo era dicha para la pareja, pero cuando los suministros comenzaron a escasear y tuvieron que bajar a la ciudad más cercana para reabasterce, la noticia del pleito entre Rhaenyra y Aegon les cayó como un baldazo de agua fría.
—Ni pienses en ir.—
Gwayne miró a la mujer, quien caminaba nerviosa de un lado a otro en la sala.
—Tu sobrino no puede ser rey... No puede ser nada, es un imbécil.—____ miró al hombre preocupada—. Ensucian la voluntad de mi tío, la legitimidad de Rhaenyra... No puedo solo quedarme aquí y-
—Cargas a nuestro hijo ahora, ____.—Gwayne llevó su mano al vientre apenas sobresaliente de la mujer—. No puedo permitir que te metas en un enfrentamiento asi.—
—Mi familia me necesita.—
—Nos casamos, ____... Yo soy tu familia. Yo y éste niño.—una de sus manos viajó a la mejilla ajena—. Entiendo tu preocupación pero entiende... Debes poner prioridades ¿Lo es Aegon y Rhaenyra? ¿O lo es nuestro bebé?—
____ cubrió la mano en su mejilla, presionándola apenas.
Una Rhaenyra totalmente agotada estaba en la punta de la mesa, mirando el mapa iluminado algo distraída. Fue así hasta que un guardia apareció exaltado.
—Majestad... Ha llegado un barco. El principe ya ha ido a investigar pero... debería ir usted.—
Por la expresión del hombre, la reina supo que era urgente. Y lo confirmó al ver a la hija de Daemon acercarse por el camino que venia de la costa.
—... Al fin decides volver. Agradece que no esta Daemon, o te hubiese dado un discurso.—____ sonrió apenas.
—La verdad siempre te vi a ti como autoridad. Papá no tanto.—Rhaenyra la abrazó emocionada, la habia extrañado en todos esos meses—. Perdón por haber tardado tanto en volver, no pude hacerlo antes.—
—¿Por qué motivo?—
—Motivos, en realidad.—____ volteó hacia el camino, donde Gwayne se acercaba cargando un bebé. Y Jace otro—. Jace se acercó imponente pero al ver a sus sobrinos se ablandó enseguida.—____ sonrió al ver a su hermano cargar al bebé con cuidado.
—Majestad.—Gwayne hizo una leve reverencia—. Espero que no haya resentimientos.—
—¿Crees en el reclamo de Aegon?—
—Nadie con dos dedos de frente debería hacerlo.—Rhaenyra asintió vagamente, enfocándose en los bebés. Traían el cabello tan rojo como las llamas del dragón—. Esta señorita es Rhaenys...—Gwayne presentó a la bebé frente a Rhaenyra, quien miró de inmediato a la madre. Sabía lo importante que fue la princesa Targaryen para ____.
—Nacieron unos días después de enterarme lo de Rhaenys...—____ hizo un esfuerzo por no llorar—. Así tendré un pedacito de ella siempre conmigo.—
—Es hermosa, ____.—Rhaenyra sonrió—. ¿Y el otro bebé? ¿Niña o niño?—Jace aún se aferraba al bebé al mirar a su madre.
—Lucerys.—La reina se rompió un poquito con eso.
Desde que llegaron a Dragonstone, ____ no tardó mucho en ponerse al corriente y ayudar en lo que pudiera.
Fue ella en persona a enfrentar a su rebelde padre, quien por alguna razón pensó que ella era una alucinación.
Y cuando un ejército de verdes amenazó la tierra de los ríos, ____ los redujo a cenizas, reafirmando el apoyo de las casas principales.
—¿Puedes quedarte quieta dos minutos? Los niños quieren comer... Y yo también agradecería un poco de atención.—____ miró a Gwayne con una leve sonrisa, cargando al bebé que le era entregado.
—¿Quieres leche de pecho?—
—Pecho sí, pero con tocar estoy bien. No quiero quitarle alimento a mis hijos.—
—Que idiota...—La mujer se acomodó en una silla junto al fuego, acomodando al bebé para que bebiera de su leche—. Entiendo la frustración de Jace... Rhaenyra no parece despertar del todo. No acciona nada.—llamó la atención de su esposo—. Hay mucho que hacer... Mucho en lo que ayudar.—
—No cargues con todo tú sola, querida. No te arriesgues tanto.—
—Lo sé, es solo que... Si Rhaenyra cae, mis hermanos seguirán. Mi padre, yo... Todos.—frunció el ceño levemente—. Hay que sacar a Aegon como sea... A Aemond.—
—Y lo haremos, no te preocupes por eso.—Gwayne tomó la mano de la mujer, estrechándola con cariño—. Estamos juntos, con eso es más que suficiente, princesa mía...—
#español#hotd#house of the dragon#hotd fandom#gwayne x reader#gwayne hightower#gwayne x you#la casa del dragón
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DRAGÓN X Lectora
(boceto)
Contiene: Dragón X Lectora!Femenina, Romance con Monstruos, Slow Burn, SFW(Por ahora).
Viajas a través de un portal, A una era Medieval estereotipo a de fantasía con todo tipo de criaturas mágicas y de mitologías distintas, solo mitos en tu vida anterior. Monstruos maravillosos a tus ojos.
Pero debes seguir trabajando incluso aquí, cómo ayudante de un duende boticario que te ofreció trabajo, enviándote en busca de ingredientes donde te cruzas con tu próxima oportunidad de explorar nuevos lugares. Un dragón.
English!Versión
— Solo consigue estás plantas, el mapa está en tu bolsa, y ahí tienes el transporte de siempre.
Murmuró aquel duende malhumorado con poca paciencia, señalando el grifo que estaba a unos pocos metros de ustedes dos. Aveces- te preguntas cómo ese cuerpo tan pequeño de tu 'jefe', puede contener tanta ira y amargura sin explotar en serpentinas y papeles de colores brillantes.
— Entendido,....
Tarareaste, con tu jefe en la palma de tu mano le dejaste suavemente sobre el marco de la ventana de su tienda. Abriendo el bolso que colgaba de tu costado, sacando el pedazo de papel, dibujos de las hierbas que necesitabas encontrar con sus nombres escritos sin cuidado en una lengua de la que conocías muy poco aún ahora, tu pronunciación era horrible.
Miraste todo de reojo sin darle muchas vueltas junto al mapa<<montañas nevadas>> lograste descifrar, tu ceño se frunció ligeramente.
— ¿Comet llegará a esas alturas?
Preguntaste con vacilación, mirando de reojo al grifo que fácil te sacaba dos veces tu altura., nates de regresar a tu jefe que tenia un ceño fruncido bien marcado.
— Lo hará si tiene un buen jinete.
Siseó, antes de darse la vuelta y brincar fuera del marco, dentro de la choza. Definitivamente esperabas que explotará en brillos de arcoiris algún día.
Solyaste un resoplido volando entre divertido y frustrado. Guardando el mapa y la lista en el bolso de nuevo, ajustando la correa para que no saliera volando.
— Bien muchacho...supongo que somos tu y yo contra este mundo.
Susurraste, haciendo un torpe intento por subir a su montura. Todo sería como cualquier otro día de recolección. Solo ir y venir, seguir indicaciones sin imprevistos. Tirando de las correas del grifo desplegando sus enormes alas, volando en dirección al norte.
— Ella no regresará.
Murmuró la esposa de tu jefe, una pequeña duende de cabello dorado y nariz puntiaguda con preocupación en su voz.
— Si es digna de vivir lo hará, si no lo hace, es un peso menos para nosotros, el invierno está cerca.
Murmuró con frialdad.
— Pudiste darle el trabajo a otro más capacitado.
— Nadie aceptó, son inteligentes.
— Ella también lo es.
— Pero ella confío en nosotros.
Si, un error, o un pequeño empujón a una historia diferente..
— Oh Mierda!
Siseas, cayendo hacia un lado de la montura del grifo al intentar girar como si fueras a huir corriendo.
Todo estaba bien, A excepción de los tortuosos vientos de otoño que azotaban las montañas nevadas (sin nieve con fuerza.
Era casi medio día, había un sol abrazador que no lograba penetrar los fuertes vientos del todo. Aunque tenías ropa adecuada, un suéter de piel , botas y pantalones para soportar los fríos el viento casi te saca volando más de una vez fuera del camino.
Peor gracias a Comer tu enorme grito que rompía el trayecto de las ventiscas lo grabas escabullirte debajo de él y recolectar esas hierbas que necesitabas, demasiado impresionada con lo resistentes que eran, escondidas entre las piedras para no salir volando.
Pero. Un ventarrón mucho más fuerte que el resto hizo flanquear la postura de tu gemido mientras lo subías para despegar de regreso.
Estabas en el suelo, con los ojos muy abiertos.... viéndolo, a él un jodido Dragón de más de cuatro metros de altura, todo el paquete completo de escamas, dientes alas garras y ojos penetrantes que parecían carcomer tu alma.
Tu grifo inmediatamente bajó la cabeza en la presencia del dragón, como un pequeño cachorro regañado. Tu no.....no podías moverte e inclinarte.
Desde que llegaste a este mundo preguntaste primero por dragones, recibiendo burlas o miradas acusatorias de los demás en tu dirección. Todos decían que nunca salían de sus territorios. Cuevas o como tú les llames. Siendo extremadamente territoriales, para ti, una pequeña humana sería mejor estar lejos.
Y ahora? Entendías porque.
Tan solo estirar tu cabeza hacia atrás de manera dolorosa solo para mirarlo....o mirarla directamente a los ojos era incómodo.
Observas sus rasgos...siempre tuviste algo por los dragones en particular, quizás una réversion o fascinación por esas criaturas tan elegantemente aterradoras y letales.
El Dragón. Te.obsrrvo desde toda su altura, no sabías lo que pensaba, probablemente era como los demás y debatía si eras un enano, una cría deforme de gigante o un hada sin orejas puntiagudas
Y no era incorrecto tu suponer, Proque en su cabeza, El debatía genuinamente para descubrir tu raza y si eras muy estúpida para entender que debías bajar la cabeza en su presencia. O muy muy estúpida para saber que no eras intimidante con...esos enormes ojos.... Mirándolo fijamente.
<<Que clase de criatura eres?>>
Se preguntó a si mismo ladrando la cabeza, inclinado más cerca.
Inmediatamente Comete se interpuso entre ambos, colocando su cuerpo más pequeño que el del grafin pero más grande que el tuyo encima de ti, aún con la cabeza gacha. Pero sin poder estar tranquilo sin intentar protegerte, el único jinete que le ha tenido consideración.
— Quítate.
Gruñó el enorme Dragón. Moveidno su enorme pata blindada hacia Comet, rodeandolo con firmeza y arrancando lo de encima de ti. Lanzando lo por el borde de la montaña.
— Comet!
Gritaste entrecortadamente. Finalmente consciente de tu situación, ver a tu transporte ser lanzado como si no fuera nada te revolvió el estómago.
Y escuchar el gruñido del Dragón envío su cantidad considerable de descargas eléctricas en ti.
Dirigió su mirada inmediatamente a ti cuando te escuchó hablar, completamente intrigado proel sonido más suave y chillón de tu voz en comparación suya.
Rápidamente te quedaste muda sins.aber que hacer. Devolviendo tu atención al enorme dragón con la garganta seca.
El Dragón tenía tanta ansiedad como tú, encontrar a una criatura diferente vagando en su territorio ameritaría la muerte con incineración, pero tú eras osada y no bajabas la mirada por más fijo que te mire....es interesante.
Hasta que tú rompes el silencio,
Comenzando con una presentación rápida de tu nombre, haciendo una pequeña reverencia en la lengua madre de ese reino.
— vengo en paz
Agregaste con la mandíbula tensa. Levantando las manos en señal de rendición.
<<….., pequeña, Extranjera con terrible acento>>
Tarareó en su cabeza, acercándose un poco más a ti, solo unos centímetros.
Cuando Comet regresa aleteando con dificultad contra la corriente de viento que no te afecta por el enorme cuerpo del dragón y su calor corporal que repele el viento. Haciéndote sentir vapor en su lugar.
— Estás con vida..... Comet!
Susurras con emoción, casi de manera cómica, dando un brinquito en su dirección.
El dragón en su lugar suelta una nube de vapor en tu dirección para que cerraras la boca. Fulminando con la mirada al grifo nuevamente, quien se mantuvo con una compostura firme, dispuesto a protegerte (intentar).
No sabías que podías ser devorada Proque si Haci fuera el dragón lo habría echo desde el minuto uno.
Un pequeño escalofrío te recorrió cuando regresaste tu mirada a él y él a ti.
El gruñido que salió de lo más profundo de su pecho e hizo vibrar sus escamas y el suelo te llenó por completo, dejándote sin poder dejar de mirarlo de nuevo.
Lo dejaste cautivado con tu mirada amenazante.
#dragon x human#monster fucker#monster x human#size k!nk#size difference#big dragon#headcanons#protective dragon#strange love#slow burn#dragón x lectora
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¿Qué es una jaula para el pene?
Una jaula para el pene es un dispositivo de castidad para hombres que tiene como objetivo prevenir la masturbación y la penetración. Este debe estar perfectamente ajustado a las dimensiones de tu miembro para bloquear la expansión del pene cuando empiece a tener una erección.
Una jaula para el pene se compone de dos partes, por un lado el tubo que rodea el pene, por el otro el anillo principal (o cockring) colocado en la base del escroto, que abarca tanto los testículos como la base del pene. El anillo está conectado al tubo mediante un candado o pasador y un candado. Una vez colocado, el espacio entre el tubo y el anillo no es suficiente para permitir que los testículos escapen, por lo que la jaula es inviolable.
Guía de compra de jaulas para el pene
¿Qué material elegir?
Las jaulas para el pene están fabricadas con diferentes materiales, más o menos ligeras y más o menos sólidas. Las más populares son las jaulas de metal, pero hay muchas otras, incluidas las de plástico (policarbonato), silicona e incluso cuero.
Las jaulas de metal, aunque pesadas, son apreciadas por su resistencia y su naturaleza higiénica, lo que las convierte en la jaula ideal para un uso prolongado. Están fabricados en acero inoxidable por lo que no se oxidan, los hombres que los lleven podrán ducharse con ellos sin miedo. El tubo de la jaula generalmente está formado por barras suficientemente espaciadas para permitir una buena ventilación del pene y evitar la sudoración. El metal es inodoro, no absorberá posibles olores del sudor.
Las jaulas de plástico, ligeras y cómodas, son ideales para hombres deportistas que no quieren que su pene se balancee durante sus actividades. Estas jaulas suelen consistir en un tubo sólido con un único respiradero en el extremo para el drenaje de la orina. Según el modelo, el anillo es de metal o de plástico. Este tipo de jaula se recomienda para uso temporal debido a su falta de ventilación.
Las jaulas de silicona, flexibles y discretas, se utilizan a menudo en entornos profesionales o en el transporte público. Su ergonomía y flexibilidad la convierten en una de las jaulas más discretas. Es imperceptible debajo de los pantalones. La elasticidad de la silicona la hace muy confortable y antiirritaciones.
El anillo principal es de metal y el tubo está moldeado en silicona.
Las jaulas de cuero, suaves y originales, se pueden utilizar casi exclusivamente en el contexto BDSM. Suelen tener una anilla para sujetar una correa y humillar al sumiso. El tubo está formado por anillos de metal unidos entre sí mediante correas de cuero. El anillo (cockring) es una pequeña correa ajustable.
¿Anillos articulados o anillo fijo?
Hay diferentes tipos de anillos para el pene, anillos que se pueden abrir y anillos fijos, cada uno de los cuales tiene sus ventajas y desventajas.
Los anillos que se pueden abrir tienen una bisagra en el medio, deben colocarse en la base del pene e incluyen las bolsas y el escroto, deben colocarse en su lugar después de colocar el tubo para que se puedan mantener cerrados directamente con cerradura o alfiler. Este tipo de jaula puede pellizcarte la piel si utilizas el ángulo equivocado. Así que tenga paciencia y compruebe cuidadosamente la ubicación de la bisagra antes de cerrarla.
Los anillos fijos no pueden abrirse, deben colocarse antes de roscar el tubo. Primero deberá pasar los testículos uno tras otro y luego pasar el pene doblándolo hacia abajo. Muchas personas prefieren este tipo de anillos porque pueden colocar el anillo más fácilmente sin que el armazón de la jaula estorbe, este tipo de anillos también evita el riesgo de pellizcos. Sin embargo, te resultará más difícil ponértelo si tienes bolsas grandes o un pene grande.
¿Transpirable o no?
Las jaulas transpirables son aquellas cuyo tubo está hecho de barras de metal o plástico; son las preferidas si se desea un uso prolongado. Gracias a las numerosas ranuras de ventilación, su pene no sudará o sudará muy poco. Al lavarte por la mañana podrás acceder fácilmente a tu pene para limpiarlo. Si eres fanático de los juegos traviesos, tu amante estará encantada de hacerte cosquillas en la punta del glande a través de los barrotes con sus largas uñas.
Las jaulas para el pene sin aberturas son adecuadas para la castidad temporal durante un máximo de unas horas. Rápidamente sudará por el glande, lo que puede disgustar a su superior.
¿Cerradura o candado?
Existen 2 sistemas de cierre de las jaulas, la cerradura y el candado. La elección dependerá principalmente del tipo de uso de tu jaula de castidad.
La cerradura es sin duda el sistema de cierre más discreto visual y auditivamente, no sobresale ninguna forma, puedes llevar pantalones ajustados sin miedo. La ausencia de candado evita cualquier riesgo de golpe y balanceo al correr o saltar. Este tipo de cierre es recomendable si eres dinámica o si usas pantalones ajustados. Las desventajas son que a menudo es difícil insertarlo cuando el anillo no encaja bien con el tubo de la jaula. Es recomendable lubricar la cerradura de vez en cuando para su correcto funcionamiento.
El candado es el sistema más básico pero también el más duradero. Encaja en un pasador que conecta el anillo principal y el tubo. A diferencia de la cerradura, esta última se coloca muy rápidamente y no es probable que se atasque. Además, cuando cierre, te emocionará mucho escuchar el “clic” que simboliza el inicio de la abstinencia. Uno de sus fallos es que puede hacer ruido al rozar contra la jaula.
¿Qué dimensiones elegir?
La jaula para el pene ideal debe reproducir las dimensiones exactas de tu sexo, tanto en largo como en ancho.
De largo, será equivalente a la distancia entre la parte inferior de tu abdomen y el final de tu glande. La punta del glande debe estar contra la hendidura uretral del tubo de la jaula. Si el tubo es demasiado largo tendrá dificultades para orinar "directo", si es demasiado corto corre el riesgo de irritación del glande.
De ancho será equivalente al diámetro de tu pene, si el tubo está demasiado apretado tendrás muchas dificultades para ponértelo (incluso con la técnica del calcetín) y la circulación sanguínea se verá perjudicada. Si el tubo es demasiado ancho, tu pene no tendrá soporte y todo el peso de la jaula recaerá sobre el anillo principal.
El diámetro del anillo principal también es importante, si está demasiado apretado la sangre tendrá dificultades para circular en tu pene, incluso en reposo, esto puede causar dolor en el escroto y será muy incómodo. Si es demasiado ancha, la jaula tenderá a caer hacia abajo y tirar de los testículos.
Para los más nuevos pondremos un artículo de como “Medir tu pene para una jaula de castidad”
¿Por qué tu cornudo debe usar una jaula para el pene?
El uso de un dispositivo de castidad se puede realizar por motivos físicos o psicológicos.
Las razones físicas son mucho más obvias. La jaula para el pene le impide jugar o tocar su pene. Sin acceso a la jaula, te resultará prácticamente imposible llegar al orgasmo, dejándote a merced de tu poseedor de llaves.
Psicológicamente, existen muchos otros aspectos del uso de una jaula para el pene. Puede usar una jaula de castidad durante las relaciones sexuales, que puede servir para varios propósitos.
Esté más tranquilo: asegúrese de que su pareja no utilice su pene con fines sexuales
Establecer un escenario de dominación/sumisión: la mujer toma el control de su hombre.
Satisfacer una profunda fantasía de abstinencia.
Si no tienes pareja, aún es posible llevar una jaula de castidad sin tener las llaves. Simplemente confíe las llaves a un servicio de custodia de llaves o a un amigo cercano.
¡Pero tal vez solo tengas curiosidad! Has oído hablar de las jaulas de castidad y te has preguntado cómo sería usar una. Eso también es genial, y una razón tan buena como cualquier otra para usar uno.
¿Qué sensaciones proporciona una jaula para el pene?
Aprender cómo ponerse una jaula para el pene y por qué la gente la usa está muy bien, pero ¿cómo se siente realmente?
Una de las primeras cosas que notarás es que hay algo en tu pene. Esto parece obvio, pero te sorprendería lo notorio que será. No sólo su pene será más pesado, sino que simplemente será más voluminoso y ocupará más espacio en sus pantalones.
Pero esto no durará para siempre y cuanto más uses tu caja, más te acostumbrarás. De hecho, algunos hombres se acostumbran tanto a llevar una jaula que afirman sentirse desnudos sin ella.
Una vez que superas los sentimientos iniciales y te acostumbras a la jaula, algunos hombres experimentan lo que a menudo se describe como un "abrazo bondage". Al usar la jaula se siente como si alguien estuviera tocando o acariciando su pene, lo que puede ser muy excitante. Esto puede hacer que las primeras semanas de uso de una jaula sean bastante difíciles, ya que tienes que adaptarte a tu estilo de vida casto mientras te enfrentas constantemente a mucha emoción.
Otra cosa que mi cornudo nota es que cuando usa una jaula por más tiempo y no se toca el pene, otras partes de su cuerpo se vuelven mucho más sensibles. Es como los ciegos o los sordos, cuyos otros sentidos se vuelven más fuertes para compensar. Es posible que descubra que tocar o acariciar otras partes de su cuerpo, como el cuello, la espalda, los muslos y el estómago, comience a resultarle extremadamente placentero y excitante.
Estos son sólo algunos ejemplos de cómo se siente mi hombre cuando usa la jaula de castidad. Hay innumerables historias en línea y cada hombre es diferente, lo que le permite experimentar sentimientos diferentes.
¿La jaula para el pene previene las erecciones?
Puede parecer obvio que una jaula que encierra permanentemente su pene detiene las erecciones, pero las cosas no son tan simples.
Si ha encontrado la jaula de castidad adecuada y la ha medido correctamente, debería ser un poco más grande que su pene. Esto le da espacio para moverse dentro de la jaula.
Cuando empieces a tener una erección, descubrirás que llenas mucho más tu jaula (por eso te recomendamos comprar una más grande). La erección tiende a alejar la jaula de la parte inferior del abdomen y empujar los testículos hacia adelante. Para evitar este fenómeno recomendamos tener un tubo un poco más largo y un anillo adaptado a tu forma corporal. Los hombres que afirman tener erecciones dolorosas suelen tener una jaula demasiado pequeña.
¿Cuánto tiempo puedes usar una jaula para el pene?
Las jaulas de castidad, a diferencia de muchos otros juguetes sexuales, se pueden usar durante períodos de tiempo mucho más largos. A algunos hombres incluso les gusta usarlos "permanentemente" durante varios años.
Contrariamente a la creencia popular, incluso durante el uso prolongado, debes quitar la jaula de vez en cuando para limpiarla e inspeccionarla en busca de posibles enrojecimiento e irritación. Además de estas precauciones, ¡puedes conservarlo todo el tiempo que quieras!
¿Es doloroso usar jaulas para el pene?
Una preocupación muy común para los hombres que están considerando usar una jaula de castidad es si será doloroso o no. Una vez más, no existe una respuesta única y clara a esta pregunta.
Dolor durante la erección:
A medida que el pene se endurece, llena la jaula hasta el punto de sobresalir contra el cuerpo. Esto puede ser muy doloroso. Cuando esto sucede, generalmente significa que su jaula es demasiado pequeña. Al tener un tubo un poco más largo, tu pene tendrá espacio para crecer, pero seguirá contenido en la jaula ya que el ancho del tubo no es ampliable.
Esto puede ser particularmente malo durante la noche, cuando los hombres tienen mucho menos control sobre sus erecciones. Aunque puedes salirte con la tuya con una colocación cuidadosa, muchos hombres simplemente retiran la jaula por la noche.
De todos modos, no hará nada con su pene mientras duerme, y quitar la jaula le permite eliminar el riesgo de una erección dolorosa (o incluso darse la vuelta y terminar en una posición dolorosa). Por la mañana puedes volver a colocar la jaula en su lugar.
Dolor por fricción:
Este problema ocurre cuando el anillo de la jaula (cockring) es demasiado ancho. Cuando te mueves durante el día, este se mueve rozando tu piel, esto provoca irritación de la piel y fricción en el lugar donde se encuentra el anillo.
Una solución fácil a este problema es el lubricante. Al agregar regularmente una pequeña cantidad donde el anillo toca tu piel, permitirás que se mueva mucho más libremente sin fricción, reduciendo la irritación que causa. Algunas personas incluso prefieren usar una crema hidratante, ya que trata la piel debajo y permite que el anillo se mueva.
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Invasión interrumpida
Capitulo 2 ¿Nuevo hogar?
Las pisadas de zim retumbaban el vacío vecindario que recorría por la oscura noche, mientras tanto, G.I.R es arrastrado por una pesada correa brillante, junto a pequeños murmullos de risa que expresaba el pequeño robot. Durante el camino, zim iba de puerta en puerta gritando como un maniaco, esto con la única razón de buscar un hogar para infiltrarse y vivir desapercibido, en respuesta, casi siempre le daban gritos, insultos, escupidas, o incluso hasta amenaza de arma de fuego, sin embargo, una persona si le dio una respuesta. - ¡Hey!, niño quieres trabajar aquí o algo por el estilo, ¿Eso es lo que buscas, no es así?- una voz femenina se escuchaba, era terca y seca. Zim asintió esperando su respuesta. -Bien, entonces pásale niño, junto a tu… bueno tu perro Entro a la gran casa que seria su nuevo hogar “no me importa si trabajo con este sucio humano” pensó. -Entonces… esta será tu nueva casa, aquí vivirás y tendrás mucha comida, tu cuarto será allá arriba, junto a mi hijo Keef -Keef? - exclamo zim - Ya lo conocerás, ahora ve arriba Zim afirmo y se fue hacia arriba, mientras tanto, esa misteriosa mujer lo guiaba hacia una habitación, la mujer abrió la puerta y dio a conocer el curioso cuarto. Curiosamente todo en él se veía limpio y pulcro, a simple vista había un niño jugando con un tren de juguete, pero su rostro parecía todo lo contrario a diversión. -Dime mama que es lo que- keef se quedo perplejo- p-pero si es-es… - Así es amor te eh traído un amigo- su voz a cambiado por completo, de un momento a otro su voz es dulce y suave. - ¡WOW! ¿Enserio? ¡No me lo puedo creer, dime por favor que no me estas mintiendo mami! - Claro que no mi vida- empujo a zim por completo al cuarto- ahora, vallan a divertirse un rato ¡Y recuerden no desvelarse! Sin previo aviso la señora serró de golpe la habitación, dejando a zim y keef juntos, en una muy incómoda situación. Keef se levantó, se veía claramente su emoción en su rostro. - Y bien... que quieres hacer nuevo amigo? - Yo, hum… - No importa mucho- keef le agarro la mano a zim- mira te voy a mostrar mi habitación - Bueno si tu quiere- Keef lo jaloneo y lo movió de un lugar a otro, explicándole cada mínimo detalle sobre su para nada feo cuarto -wow! Y que es ese perrito - NO LO TOQUES - Oh, bueno esta bien- keef se acojono por unos instantes, pero luego recobro su alegría- ahhhmg, creo que ya hay que dormir - ¿y en donde yo voy a dormir? - hummm, no pensé en eso, ya se!- agarro algunas sabanas y las coloco sobre el piso- Esta será tu nueva cama!- exclamo - Ya veo…. - s-si quieres puedes dormir en la mía no hay problema… ¡ya se! Hay que crear una casa fuerte solo para los dos así dormir juntos Y así zim y keef pasaron la noche.
A la mañana siguiente zim es despertado por la dichosa señora -uhm?!- apenas se dio cuenta que keef no estaba La señora lo levanto de su placido sueño y le dio un trapo de limpieza “Ponte a limpiar antes de que el venga.” Y así fue su rutina por muchas semanas.
#artists on tumblr#invader zim#zim invader zim#zim iz#triller#fanfic#iz fanfiction#soft gore#fanfiction
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" Te diré algo, pudimos tener una buena vida juntos. Realmente una buena vida. Tendríamos un lugar propio... Pero tú no quisiste eso, . Así que todo lo que tenemos ahora es la Montaña Brokeback… Todo depende de esto. Esto es todo lo que tenemos, muchacho, ¡todo esto! Así que espero que sepas eso, incluso si nunca conoces el resto . Cuenta las pocas veces que hemos estado juntos en casi veinte años y me has mantenido la correa corta, y entonces pregúntame sobre México y dime que acabarás conmigo por necesitar algo que a duras penas nunca consigo... No tienes idea de cuan malo es esto. Yo no soy como tú. No puedo… conformarme con un par de relaciones en las alturas una o dos veces al año... Eres demasiado para mí Ennis… Desearía saber como abandonarte."
( Brokeback Mountain, Ang Lee )
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Sabía que Asmodeus y Fizz estaban juntos desde lo de Ozzie porque esos dos no eran nada sutiles.
De hecho se da a entender que Fizz y Asmodeus podrían o no estar juntos como pareja desde hace AÑOS en el episodio de Mammon, ya que Ozzie menciona que es "el décimo año seguido que se inscribe a ese concurso" por lo que, mínimo, se conocen desde ese tiempo.
Y si, completamente de acuerdo, estos dos idiotas no son PARA NADA sutiles ¡Incluso en el capítulo de Ozzie's! ¿Se suponía que teníamos que creer que solo eran Fuck Buddies cuando literalmente Ozzie quedó con lágrimas en los ojos cuando Fizz se lastimo?¿O cuando se ABRAZARON AMOROSAMENTE? Esos abrazos no mentian.
Ellos APESTABAN ocultandolo🤣 y lo hicieron por AÑOS.
Hay gente que se molestó porque nadie se Shockeo o mínimo se sorprendió de esto(por todo el tema de la hipocresía del Infierno cuando algún miembro de la realeza sale con alguien de "bajo nivel") pero creo que no vieron que el punto era justamente eso, ERA EL SECRETO PEOR GUARDADO DEL INFIERNO, Ozzie tiene una foto gigante de ambos en su OFICINA, SU PANTALLA DE BLOCKEO DE CELULAR ES EL Y FIZZ HACIENDO UN CORAZON, Y LA CORREA DE LOS PERROS DE FIZZ TIENE "DE OZZIE CON❤️"....Y ESPERABAN QUE LA GENTE SE SORPRENDIERA???(todo eso sin contar las páginas de chismes que los atrapaban EN CAMARA siendo amorosos) Las personas del infierno son cuestionables, no estúpidas.
En general, me encanta la pareja, son el Stolitz no tóxico, sano y que deberíamos romantizar en vez del verdadero STOLYTZ.
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In fact, it is implied that Fizz and Asmodeus may or may not have been together as a couple for YEARS in the Mammon episode🤓, since Ozzie mentions that it is "the tenth year in a row that he has entered that contest" so, at least, they have known each other since that time.
And yes, I completely agree, these two idiots are not subtle AT ALL. Even in the Ozzie's episode! Were we supposed to believe they were just Fuck Buddies when Ozzie was literally left in tears when Fizz got hurt? OR when they HUGGED LOVINGLY? Those hugs didn't lie.
They fucking SUCK at hiding it🤣 and did it for YEARS.
There are people who were upset because no one was shocked or at least surprised by this (because of the whole issue of the hypocrisy of Hell when a member of royalty dates someone of "low level") but I think they didn't see that the point was exactly That, IT WAS THE WORST KEPT SECRET IN HELL, Ozzie has a giant photo of both of them in his OFFICE, HIS CELL PHONE LOCK SCREEN IS HIM AND FIZZ MAKING A HEART, AND FIZZ'S DOGS LEASH HAS "OZZIE WITH❤️" ....AND THEY EXPECTED PEOPLE TO BE SURPRISED???(all that's not counting the gossip pages that caught them ON CAMERA being amorous) The people of hell are questionable, not stupid.
Overall, I love the pair, they are the non-toxic, healthy Stolitz that we should romanticize instead of the real STOLYTZ.
#headcanons#helluva boss theory#helluva boss#helluva boss fizzarolli#helluva boss fandom#helluva boss fizz x ozzie#helluva boss fizzmodeus#anti stolitz#spanish#español
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La resurrección de Cristo de Correa de Vivar, Juan (Mascaraque (Toledo, España), 1510 - Toledo (España), 1566) Segundo tercio del siglo XVI. Témpera sobre tabla de pino.
Cristo volvió a la vida, triunfante junto al sarcófago que sostuvo su cuerpo durante tres días después de su muerte el Gólgota, fue un tema frecuente en la obra de Correa. El retablo para el convento de la Pobres Clarisas en Griñón (Madrid), fechada hacia 1532-1534, configuró su estructura compositiva esencial, con Cristo en el centro, sobre una escalera de piedra que lleva el sarcófago y flanqueada por soldados que custodian la tumba. Como era habitual en esta escena, el pintor representa las variadas reacciones estereotipadas de los soldados, que duermen despreocupados, parecen asombrados o huyen. Este esquema aparece inalterado en la versión para el retablo mayor del monasterio de San Martín de Valdeiglesias, hoy en el Museo del Prado, aunque el tema se enriquece con una representación de los resucitados Jesús' encuentro con María Magdalena. Esta otra versión es algo posterior y de mayor tamaño, y debe haber sido hecha para un retablo de las estaciones del vía crucis, probablemente empotrado en una pared. Eso explicaría la erosión y el daño visible alrededor de los bordes. Correa adaptó el modelo inicial para reforzar el aire clasicista del tema, siguiendo un esquema triangular que enlazaría con la Resurrección de Rafael en el Museos Vaticanos, y más aún con la lectura personal de esta asignatura propuesta por el maestro de Correa, Juan de Borgoña. Los murales de Borgoña para la sala capitular de la catedral de Toledo (1509-1511) incluyen una Resurrección que Correa debe haber tenido en mente toda su versión, pero especialmente la actual. Esta pieza repite la marcada presentación frontal y la colocación de la figura de Cristo por parte de Borgoña, incluyendo el dibujo ondulado de sus túnicas moradas; la concepción de la cueva cercana al costado de la obra, donde contrasta con el paisaje luminoso bañado por una lírica luz del amanecer; la inclusión de un encuadre vegetal rico en matices y detalles, y la representación de los soldados que completan la escena. Todos estos elementos están extraídos directamente de Borgoña, al igual que la Soldados romanos con corazas y picas, e incluso el yelmo que descansaba sobre los escalones cerca de los pies de Cristo. El soldado sentado de perfil en el plano central, con la cabeza apoyada en la mano izquierda, recuerda uno que aparece en el grabado de Durero de la misma escena, que forma parte de la Pequeña Pasión (1509-1511) (Texto extraído de Ruiz, L.: Juan Correa de Vivar, c. 1510-1566. Maestro del Renacimiento español, 2010).
Información e imagen de la web del Museo del Prado.
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Todo lo que debes saber sobre el nuevo seguro obligatorio para perros🐕🦺🐩🦮
-Consejos para propietarios de perros
Bien, pues… estás de suerte. Hemos recopilado toda la información y te contamos detalladamente en qué consiste este seguro obligatorio para perros, qué debes tener en cuenta a la hora de contratarlo y ¡mucho más!
- Seguro obligatorio para perros
Si tienes la suerte de compartir tu vida con un perro, debes saber que a partir de finales de este mes de septiembre, algunas cosas van a cambiar.
Cuando se aprobó esta Ley, el pasado mes de marzo, te contamos los puntos más relevantes de este proyecto legislativo. Es una realidad. Todos los perros quedan cubiertos y protegidos bajo un marco legal. ¡Por fin!
Las 3 claves de este nuevo seguro obligatorio para perros son:
Se trata de un seguro de responsabilidad civil de carácter obligatorio para todas las personas responsables de un perro.
El seguro deberá contratarse y mantenerse en vigor durante toda la vida del animal.
La póliza debe ser por un importe suficiente para sufragar todos los posibles gastos derivados.
Cabe destacar que este tipo de seguro era antes obligatorio únicamente para aquellas razas clasificadas como potencialmente peligrosas. Sin embargo, con la entrada en vigor de la nueva Ley, desaparece esta determinación y el seguro se convierte obligatorio para cualquier persona responsable de un perro. Asimismo, este tipo de póliza es solo de carácter obligatorio para los responsables de perros. Quedan fuera los responsables de gatos u otros animales domésticos.
¿Qué es realmente un seguro de responsabilidad civil?
Un seguro de responsabilidad civil consiste en una póliza que cubre el daño eventual que pueda provocar el perro. Este tipo de daño puede ser bien material o bien físico. Un ejemplo de daño material sería si el perro destroza parte de la cerca del jardín del vecino. Y de daño físico si el perro muerde a un niño durante el paseo o, incluso, a otro perro.
Es importante recalcar que la póliza surtirá efecto siempre que no se demuestre que ha habido negligencia por parte de la persona responsable del perro. Por ejemplo, que el perro fuera sin correa en un lugar obligatorio para ello.
Si tengo perro, ¿Qué seguro debo contratar y qué debe cubrir?
Antes de todo, te recomendamos revisar el seguro de tu hogar, incluso ponerte en contacto con tu aseguradora. Sí, has leído bien. Y es que muchas pólizas de hogar incluyen este tipo de coberturas. Si no lo tienes contratado, quizá baste con añadir un extra a tu actual seguro para que cubra también a tu perro. Lo dicho, revísalo.
En caso de preferirlo, puedes contratar un seguro específico de animales de compañía. Estos suelen cubrir, además de responsabilidad civil, asistencia veterinaria y otro tipo de coberturas como jurídica e indemnización por pérdida o robo.
Sobre el precio de este tipo de seguros, aunque varía en función de la compañía, la cobertura de responsabilidad civil el costo es de $25-$30. No obstante, hay muchos seguros que incluyen, cobertura veterinaria, seguro de accidentes u otro tipo de coberturas. Por lo que nuestra recomendación es que antes de contratar un único seguro de responsabilidad civil, evalúe las alternativas y las distintas coberturas.
Si deseas mi numero para mas información sobre el nuevo seguro de los animales. 0982811935
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Cumpleaños - [ CutiGarnaLicha ]
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Palabras: 16.8k
Género: Smut
ღ La selección argentina se junta para celebrar el cumpleaños de Lisandro.
O donde Alejandro quiere hacerle un regalo a Licha pero no sabe qué, así que le pide ayuda a Cristian, sin saber que él también estaría incluido en el pack del regalo. ღ
Era 17 de enero.
Mañana era el cumpleaños de Lisandro y no sabía qué regalarle. Había estado hace una semana con ese tema en la cabeza y no se había podido decidir por algo.
Había hablado con el mejor amigo del argentino, Cuti, en busca de ayuda, pero realmente no había esperado tener esa conversación con el chico. A veces cuestionaba lo sin filtro que podían llegar a ser los argentinos.
—Deja que él te coja, estoy seguro de que eso le va a encantar —le había dicho el cordobés, pero Alejandro no supo si aceptarlo.
Quería darle algo que pudiera atesorar y fuera algo especial, no sabía si una cogida llegaba a ese nivel.
Una parte suya quiso indagar sobre cómo el defensor sabía que ellos dos estaban juntos, pero temió por su integridad mental. ¿Cuántas cosas más sabría? Entendía que fuera el mejor amigo de Lisandro, pero el castaño no tenía que contarle todo, ¿o sí?
Le parecía un poco invasivo, pero pronto Cristian le demostró que era alguien de confiar y no iba a ir por ahí contando sus intimidades.
Así el cordobés se enteró que también tenía un collar y que Lisandro se lo había regalado. Probablemente incluso sabía todas las cosas que hicieron a partir de ese momento.
Al final, terminó convenciéndolo con su descabellada idea porque tampoco era como que se le hubiera ocurrido algo más.
—¿A dónde vamos? —preguntó mientras era arrastrado por el cordobés que, si era sincero, apenas conocía.
De la selección mayor, además de Licha, Cristian era con el que más había tenido contacto porque era con quien más hablaba el gualeyo. Varias veces ya había estado en una misma habitación con él porque básicamente no le gustaba separarse de Lisandro cuando se trataba de los argentinos, lo intimidaban un poco. Pero cuando tuvo la oportunidad de hablar con él, le cayó bien y no pareció tener ningún problema con él.
A excepción de que había tenido algo con Lisandro.
No sabía cómo definir ese algo, porque tampoco sabía lo que habían hecho, y tampoco quería saberlo—al menos no de la boca de Cristian, porque lo conocía lo suficiente como para saber que lo haría en un tono burlesco para molestarlo por esa otra faceta que él no conocía del número 6 del United—. Solo era consciente de que habían tenido sexo, porque eso es lo que le había dicho su ahora novio, pero no estaba del todo seguro si era una relación que seguían manteniendo esporádicamente o no.
Todavía no terminaba de entender cómo era que Lisandro experimentaba sus sentimientos porque él recién estaba viviendo su primera relación amorosa y sexual. Era todo muy nuevo para sí mismo.
—Es una sorpresa —respondió, provocando que el rubio rodeara los ojos, molesto porque el mayor no fuera directo—. No me hagas los ojos así, ¿o le tengo que decir a Licha que te castigue porque te estás portando mal?
Lo miró mal por unos segundos antes de desviar la mirada y ocultarle su rostro al ajeno por la vergüenza que sintió por su comentario. Cristian lo había mirado con burla, claramente mofándose por cómo había reaccionado y Alejandro se quiso golpear por actuar de esa manera.
Además, había un pequeño brillo en sus ojos que no quería averiguar su significado.
A su mente llegó la imagen del defensor agarrando la correa mientras golpeaba su piel hasta que estuviera roja y el cordobés mirándolos. Sintió su rostro caliente y se tuvo que morder la mejilla interna para provocar algún tipo de dolor que lo sacara de su fantasía, donde estaba descubriendo que tal vez no le parecía tan mala idea que alguien más los mirara.
—Ya llegamos —anunció el argentino, deteniéndose en una tienda peculiar que había encontrado en Mánchester hace unos meses, donde había ayudado al entrerriano a elegir el collar.
Si antes Alejandro se había avergonzado por un comentario de ese calibre, ahora su rostro se asemejaba más a un tomate al ver el tipo de lugar en donde estaban parados.
—No voy a entrar ahí —dijo con rapidez, retrocediendo unos pasos para huir de ahí.
Pero el cordobés agarró su brazo con fuerza antes de que pudiera irse.
—Dale, boludo, ¿no le querés hacer un buen regalo a Licha?
Garnacho no sabía dónde meterse para no morirse de la vergüenza. Ahora se arrepentía de haberle hecho caso al cordobés, tal vez podría haberle solamente regalado un reloj o algo así y ya, en lugar de meterse en eso.
Era 18 de enero.
Varios de la selección ya habían empezado a llegar, por lo que Licha iba de un lado a otro para darles la bienvenida y que se sintieran cómodos en su casa, a pesar de que Muri ya le había dicho varias veces que le dejara ese trabajo a ella y que él solo disfrutara.
Alejandro, por su parte, estaba sentado en uno de los sillones con Cristian a su lado, pasando su brazo por detrás de su cuerpo sobre el respaldar del sillón, tal vez con demasiada libertad. El cordobés frunció el rostro al ver a su mejor amigo sin poder quedarse quieto, por lo que se vio obligado a levantarse para ir a buscarlo.
Arrastrándolo, lo trajo de los hombros hacia donde estaban ellos dos, sentándolo en el medio.
—Te quedas quieto acá, la puta madre —le recriminó y Lisandro se sintió ofendido, por lo que lo miró mal.
Aunque su mueca desapareció totalmente al mirar en dirección al menor, quien había preferido estar en silencio porque tampoco sabía qué decir, los nervios lo carcomían por dentro.
—¿Cómo estás, solcito? —dijo, llevando una de sus manos hasta su cintura por detrás de su espalda, apretando la zona ligeramente mientras lo miraba con una pequeña sonrisa al notarlo un poco distante.
Ante el apodo, el delantero se removió en el lugar para acomodarse, algo apenado porque lo llamara de esa forma en público y al lado de su mejor amigo. Desde que se había teñido el pelo, Lisandro no había dejado de ponerle apodos de absolutamente cualquier cosa que fuera de color amarillo y no era algo que le molestara, solo le avergonzaba que el resto supiera que estaban juntos.
—Bien —respondió con una sonrisa, sin impedir el contacto físico—. Yo debería preguntarte eso más bien, eres el cumpleañero —agregó, animándose a llevar una de sus manos hasta la mano ajena para tomarla con gentileza y acariciarla.
Licha sonrió por el contacto, mirando sus manos unidas para después volver sus ojos al rostro del menor.
—Estoy bien, solo estoy nervioso porque es la primera vez que me festejo el cumpleaños en Mánchester y quiero que todos estén bien —respondió, pegando nuevamente su espalda al respaldar del sillón, donde el cordobés había vuelto a poner su brazo.
—Nos divertimos pateando una pelotita, ¿qué te hace pensar que no podemos divertirnos con cualquier cosa? —comentó Cristian, llevando a sus labios el borde del vaso que había abandonado en la mesa cuando fue a buscar al entrerriano.
Probablemente fernet, pensó Alejandro, viendo el líquido negro que estaba tomando el central. Además en la mesa había una botella del alcohol y varias de coca cola.
Lisandro iba a contestarle pero se quedó callado al mirar lo que estaba tomando, o más bien en qué.
—Qué puto, cómo vas a tomar fernet en un vaso así —se medio burló, parándose para buscar un copón.
—Cuál hay, los otros están muy lejos como para tomar con ellos y mansa paja buscar algo más —se quejó por el insulto gratuito que le dio el cumpleañero, viéndolo volver con un vaso que se parecía más a una jarra que a un vaso.
El chico le arrebató el vaso y echó lo que quedaba en él dentro del copón para luego inclinarse hasta la botella de fernet.
Alejandro vio fascinado cómo preparaba el trago, resultándole casi hipnótico como parecía saber a la perfección lo que estaba haciendo. Se notaba que ya había preparado muchas veces el trago.
Después de ponerle el alcohol puro y amargo, se movió de nuevo para buscar hielo y terminó por preparar la bebida.
—Qué hijo de puta, ¿no te vas a quedar quieto? —Cristian volvió a agarrarlo del brazo sin levantarse para tirar de su cuerpo y que se volviera a sentar—. Te voy a robar el collar de Ale y te lo voy a poner a vos a ver si así te quedas en un solo lugar —le "amenazó", viendo con una sonrisa cómo su cuerpo reaccionaba a su comentario, casi de forma inconsciente.
El madrileño miró a su alrededor, un poco preocupado de qué alguien hubiera escuchado eso, obteniendo una carcajada de parte del cordobés al ver que también le había afectado lo que había dicho.
Capaz le empezaba a gustar demasiado eso.
Lisandro solo se quedó en silencio, dándole un trago largo al fernet que acababa de preparar, intentando ignorar lo que había dicho Cristian. Sintió que su cuerpo se calentaba y tuvo que morderse la lengua en un intento de no llevar a más los pensamientos que habían surgido en él por culpa del otro central.
La mano del argentino bajó del respaldar, hasta llegar a su espalda baja, aplicando una ligera presión solo para que recordara su presencia y de cierta forma, supiera cuál era su lugar. Tal vez Alejandro no lo sabía, pero Lisandro conocía muy bien cómo actuaba Cristian y qué significaban cada uno de sus movimientos.
Ese, por ejemplo, significaba que quería dominarlo de alguna forma.
El español se quedó quieto mirando lo que hacía el cordobés, sintiendo un pequeño hormigueo en su pecho y su estómago revolviéndose ligeramente en una sensación que no sabía si le gustaba o no.
Tal vez sí siguen teniendo algún tipo de relación más allá que amistad, pensó. Inmediatamente después de eso, se sintió celoso y un poco fuera de lugar, porque no sabía cómo incluirse en la situación. Cristian sabía perfectamente qué hacer y él apenas tenía experiencia en eso por lo que Lisandro le había enseñado.
Ellos dos se conocían de hace mucho más tiempo de lo que él conocía a Lisandro y sentía que eso lo ponía en desventaja de alguna forma. Pero él era su pareja actual, ¿no? ¿Estaba bien que actuara para proteger lo "suyo"? Sabía de sobra que Cristian no intentaba robárselo ni nada por el estilo porque se lo había dicho explícitamente en la extensa charla que habían tenido el día anterior, pero esa inseguridad dentro suyo no dejaba que viviera la situación en paz.
—¿Ves lo fácil que es volverlo sumiso, Ale? —soltó el cordobés, llamando la atención del chico de doble nacionalidad.
—Dejá de decir pelotudeces —respondió el gualeyo, logrando salir de ese trance en el que se había metido por unos cortos minutos. Agarró la mano de Cristian con la suya y la separó de su espalda, dejándola sobre las piernas del mismo.
Cuti solo sonrió y le sacó el vaso con fernet para imitarlo y tomar el alcohol después de sentir la boca seca por la sed que tenía—o por el alcohol que había tomado antes—.
—¿Querés? —consultó el central a su novio, llevando una de sus manos hasta el muslo ajeno al notar lo distraído que parecía estar.
—Bueno.
A pesar de que aceptó, no estaba del todo seguro de si quería tomar o no, lo aceptó principalmente porque no le gustaba negarle nada a nadie. Por un lado, no era fanático del fernet porque era bastante más amargo a lo que estaba acostumbrado a tomar; y por otro lado, el alcohol solía pegarle rápido y no quería estar inconsciente para más tarde, sabía que eso iba a preocupar a Lisandro y un disgusto era lo que menos quería que viviera cuando era su cumpleaños.
Además de esa parte enterrada dentro suyo que quería recordar cada una de las expresiones del mayor cuando viera su sorpresa.
Hizo una mueca de desagrado por el amargo sabor bajando por su garganta debido al largo trago que le pegó y rápidamente le devolvió el vaso al entrerriano, quien rió por su expresión.
—¿Todavía muy amargo para vos? —mencionó el más bajito de los tres, Alejandro asintió con la cabeza. Cristian le arrebató el copón—. Le pondría más coca pero hay un psicópata que me dejaría sin hijos por hacerlo.
—Eh, qué bardeas —se quejó Cuti, dándole un suave empujón con su mano libre—. No es mi culpa que sean unas mamis, no voy a insultar a mi patrimonio terrenal por ustedes —soltó, con más dramatismo que normalmente, porque así se ponía Cristian cuando se trataba de la provincia en donde había crecido.
Alejandro rió levemente por su comentario, un poco más relajado al respecto. Capaz ya le había hecho efecto el alcohol. Sí, así de rápido era su organismo.
—Se dice natal, no terrenal, pelotudo.
Alejandro miró la pelea de los dos mejores amigos con gracia, sonriendo mientras pasaba una mano por la espalda del defensor hasta llegar a su cintura.
Lisandro cortó lo que iba a decir ante la acción, sorprendido por el repentino movimiento. Normalmente, el madrileño no solía ser de contacto físico, o al menos no ser quien daba el primer paso, por eso cuando sintió que lo abrazaba y apoyaba su rostro en su hombro, su cuerpo se tensó y se puso nervioso.
—¿Qué hacés? —preguntó mientras le dirigía una mirada a su novio, aunque sin poder conectar sus ojos por la posición.
La respiración del menor contra su cuello hizo que se le erizara la piel y Lisandro culpó a Cristian por haberlo descolocado hace unos minutos, porque ahora apenas podía controlar su cuerpo para no parecer un adolescente hormonal de 15 años.
—¿No puedo abrazar a mi novio? —respondió y a Licha se le secó la boca por el tono ligeramente grave que había usado.
Ahora que tenía alcohol en su sistema, no pensaba demasiado en si estaba bien o no hacer eso, simplemente lo hacía. Y en ese momento solo quería dejarle en claro a Cristian que él era el novio de Lisandro para que no se tomara tantas libertades que no tenía, según el menor.
—Ohh, ya veo por qué te gusta tanto, aprende rápido —los interrumpió el cordobés, sonriendo al leer el lenguaje corporal del gualeyo.
—Soy su cachorrito obediente… —murmuró sobre su cuello, cerrando los ojos mientras aspiraba el perfume dulce que se había puesto el defensor.
Lisandro solo se mordió el labio inferior, sintiendo una sensación electrizante recorrer su columna vertebral hasta terminar en su entrepierna, puteando en su mente por estar en esa situación con las dos personas a las que era débil.
Tal vez con Alejandro era aún más débil porque estaba enamorado de él, pero de cierta forma sabía que si Cristian le ordenaba que se arrodillara en medio de la sala, su cuerpo no se iba a oponer ni le iba a importar que estuvieran sus compañeros de selección ahí.
—Te pegó fuerte el fernet, me parece —comentó, intentando calmarse y fingir que ese comentario no lo había puesto duro debajo de sus pantalones.
Una cosa era que él llamara con esos apodos al madrileño y muy distinto era que el menor lo admitiera como si todo ese juego fuera realmente de verdad.
Con gentileza, agarró las manos del delantero que seguían presionándolo contra su cuerpo, para poder separarlas de él con la ilusa esperanza de que no volviera a hacer un movimiento así de nuevo.
—Voy a buscar más comida —informó el entrerriano, levantándose del sillón y dejando el espacio vacío entre ellos dos.
Cristian y Alejandro lo miraron alejarse hasta la cocina.
El cordobés fue el primero en moverse, ocupando el espacio entre ambos mientras pasaba su brazo por los hombros del chico para atraerlo hasta su cuerpo.
—Si se pone así por un par de comentarios, imaginate cómo se va a poner cuando te vea babeando y abierto para él… —murmuró cerca suyo, sin ánimos de que alguno de los argentinos lo escuchara.
Alejandro no pudo evitar soltar un pequeño jadeo, sintiendo una mezcla de nervios, ansias y gusto por aquello.
Había empezado a gustarle, tal vez demasiado, el efecto que tenía en el cuerpo del entrerriano con cualquier cosa que hiciera.
Cuando entró a la cocina, se encontró con Emiliano y Otamendi charlando con una botella de birra cada uno. Se distrajo hablando con ellos por un rato, casi olvidándose de que venía a buscar comida para Alejandro y Cristian, aunque le sirvió para calmar su cuerpo y su mente de lo que habían estado diciéndole su mejor amigo y su novio.
Después de un rato, agarró un plato y lo llenó de sanguchitos de miga para llevarles a los dos chicos. Al salir de la cocina, varios de sus amigos se acercaron a él para despedirse puesto que ya habían pasado varias horas desde que empezó la fiesta y varios tenían que volver a sus respectivos clubes.
Les agradeció por haber venido y los acompañó a la salida, despidiéndolos con un medio abrazo por lo que seguía cargando el plato de comida con una mano.
Después de eso, volvió a donde habían estado los tres sentados y frunció el ceño ligeramente al ver que solo estaba Cuti ahí.
—¿Y Ale? —consultó, sentándose a su lado mientras le ofrecía los sanguchitos.
El cordobés se quedó callado, con una sonrisa que ni siquiera pudo esconder atrás del pedazo de sanguche que se llevó a la boca. Lisandro lo miró atentamente, notando lo dilatadas que estaban las pupilas de su amigo y, que él supiera, no podía deberse por ninguna droga porque les había prohibido meter esas cosas a su casa.
Así que solo quedaba una opción.
—Cristian, ¿dónde está Alejandro? —volvió a insistir, dejando el plato con comida en la mesa, para así poder mirarlo con seriedad. Siempre que el chico de los Spurs actuaba así, era porque estaba escondiendo algo.
Y en ese caso, algo que lo extasiaba.
—Calmate un toque, está bien —le aseguró, llevando su mano libre de comida hasta el muslo del número 6 del United, apretándolo ligeramente—. Está preparando algo… Cuando se vayan todos te llevo a donde está.
Casi en ese instante, Lisandro miró a su alrededor, un poco ansioso de que las tres personas que quedaban se fueran para ver qué estaban tramando esos dos.
A veces quería arrepentirse por haber hecho que se conocieran, porque Cuti era una mala influencia, y no por tomar mucho alcohol o fumar. Tal vez una mala influencia que sólo él conocía.
Pasaron alrededor de treinta minutos en los que Emiliano, Otamendi y Muri se sentaron junto a ellos, conversando de cosas triviales a las que Licha no pudo prestarle atención por lo concentrado que estaba pensando en qué tanto estaba haciendo Alejandro y lo bien que se sentía la mano grande del cordobés apretando su pierna para mantenerlo en la realidad.
Muri fue la primera en levantarse y los otros dos chicos la imitaron después de que quedaran en que ella los iba a dejar de pasada en los hoteles donde se hospedaba.
Nicolás miró a Cristian.
—¿Y vos?
—Me voy a quedar un rato más con Licha, después me tomo un taxi —respondió con una sonrisa que probablemente ninguno tomaría como algo malo.
Pero el gualeyo lo conocía muy bien cómo para saber las intenciones detrás de sus palabras y de sus gestos.
Los tres asintieron y se despidieron de ambos, con Lisandro agradeciéndoles por haber venido. La puerta se cerr�� y se giró directamente hacia el cordobés.
—¿Me vas a decir ahora por qué tanto misterio? —mencionó mientras se acercaba al menor, que se hacía el pelotudo fingiendo elegir un sanguche.
—Ale te quería hacer un regalo especial, así que lo ayudé un poco —respondió, dejando de lado su tarea, para simplemente girarse hacia el entrerriano.
A paso lento se acercó a él hasta poder agarrarlo de la muñeca. Lisandro lo miró confundido y desconfiando de él, le llegaba a haber hecho algo a Alejandro y era capaz de no hablarle por meses porque Cristian acostumbraba a hacer cosas descabelladas sin pensar en las consecuencias.
Caminaron por el pasillo de su casa hasta que llegaron a su pieza y el cordobés abrió la puerta para que entrara.
Apenas dio unos dos pasos dentro y se quedó estático, mirando la escena enfrente suyo. Cristian cerró la puerta detrás de ambos y se dio cuenta que la puerta nunca había estado trabada. Cualquiera había podido entrar y ver eso.
Las manos del cordobés terminaron en su cintura, pegando su pecho a su espalda y metiendo sus manos por debajo de su remera ligeramente, acariciando su piel caliente.
—¿Te gusta tu regalo? —La boca se le secó y tuvo que relamerse los labios mientras sentía los labios del central en su cuello.
Frente a ellos, estaba Alejandro de rodillas en el piso sin dejar ni una mínima porción de su piel cubierta con alguna prenda de ropa, a excepción de su cuello, el cuál estaba cubierto con el collar que le había regalado al rubio mientras que la correa caía sobre su pecho, el cual bajaba y subía por la agitada respiración que tenía el chico.
Su piel brillaba por el sudor y por la baba que caía por su mandíbula al no poder contenerla debido al pedazo de plástico en forma de bola que tenía en la boca, ajustada detrás de su cabeza con dos cintas de cuero, similar al formato del collar. El pigmentado color rojo del plástico combinaba con el lazo rojo en forma de moño que tenía el madrileño en la argolla donde estaba enganchada la correa, como si realmente fuera un regalo.
La puta madre.
Vio los brazos del chico detrás de su espalda y asumió que estaba atado de alguna forma, indicándole que de ninguna manera Alejandro había hecho eso solo.
—Ese es su regalo —mencionó el chico contra su oído, provocando que su piel se erizara por lo grave que sonaba su voz, más de lo normal—. Este es el mío. —Una de las manos del cordobés se separó de su cintura para ir al bolsillo tomando un pequeño aparato que terminó entregándole.
Lisandro observó el pequeño control que constaba de una pantalla digital que mostraba un "02" junto a una lucecita de color verde. Debajo de esta solo habían dos teclas rectangulares en un costado, con un relieve en forma de una flecha que apuntaba hacia arriba y otra hacia abajo; y en el otro costado, dos botones más, pero esta vez en forma circular. Si lo observaba bien, encima de uno de ellos podía leer la inscripción "rhythm".
—Se usa así —le indicó, acompañando su mano para oprimir el botón con la flecha hacia arriba, provocando que el número de la pantalla cambiara a "03".
El efecto fue casi inmediato. Alejandro gimió contra el plástico en su boca y su cuerpo se contrajo por la deliciosa sensación vibrante que aumentó en su interior, golpeando insistentemente contra su próstata. Lisandro se tuvo que morder el labio inferior al observar cómo el miembro duro del menor se contraía y expulsaba el característico líquido transparente que había visto muchas veces antes. Sus ojitos, llorosos, lo miraron como si quisiera decirle algo con la mirada.
—Tiene doce niveles y diferentes vibraciones —siguió con su explicación hablándole con la misma normalidad con la que le hablaría si estuviera explicándole cómo hacer un pase en la cancha.
Pero de normal no tenía nada, porque podía sentir el miembro del cordobés presionando contra su espalda y el fuerte agarre en su cintura que probablemente dejaría una marca por cómo clavaba sus dedos en su piel.
Licha miró el aparato en su mano por unos segundos, volviendo a sentir los labios del menor en su cuello, esta vez siendo acompañado por sus dientes.
La mano del número 17 del Tottenham terminó en su mandíbula, levantando su mentón mientras sus labios subían hasta su oído, obligándolo a ver fijamente al rubio, quien no parecía poder quedarse quieto o dejar de soltar pequeños gemidos que terminaban sonando ahogados.
—Si se pone así con el nivel tres, imaginate con el doce. —La idea se plantó en su mente y no pudo dejar de pensar en cómo Alejandro gemiría fuerte por lo que le producía aquello en su cuerpo—. Podrías hacer que se corra una y otra vez sin tocarlo hasta que ya no salga nada de él.
El menor no pudo evitar llorar por el placer en conjunto que terminó agregándole esas palabras del cordobés. No estaban demasiado lejos de él, y Cristian tampoco planeaba que no lo escuchara.
—¿Hace cuánto está así? —se animó a hablar, haciendo un esfuerzo para que no le tiemble la voz por lo débil que se sentía por toda esa situación.
De cierta forma, sabía que Cristian estaba intentando dominar también a su novio, probablemente porque el español quisiera dejarle en claro quién era su novio. Y esa tonta pelea lo calentaba a mil, sabiendo que se peleaban por él.
—Mhmm, no sé, ¿una hora tal vez? —Su respuesta lo sacudió por completo, pensando en que hace una hora había estado con Dibu y Ota. Desde que los dejó solos.
No necesitaba mirar a Cuti para saber que tenía una sonrisa en su rostro, porque su tono burlesco lo delataba. Claramente era su forma de mostrarle poder a Alejandro, como si estuviera castigándolo por haberse creído más listo que él.
Con sutileza se separó del cordobés, algo preocupado porque el menor hubiera estado en esa posición por tanto tiempo, probablemente sus extremidades estaban entumecidas y después dolerían más que por cualquier otro ejercicio que hubiera hecho el rubio en el gimnasio.
Una vez a su lado se agachó junto a él, llevando sus manos hasta la hebilla de la mordaza, desajustándola para que Alejandro pudiera hablar.
—L-licha… —fue lo primero que soltó y su voz temblando lo puso peor. No podía ponerse así por algo tan simple, por dios, solo era su voz—. Necesito… —murmuró entre jadeos sin poder terminar su petición, ansiando un contacto por más mínimo que fuera.
Su mano libre fue hasta la mejilla del chico, quien gimió por el sutil tacto. Su piel estaba caliente y, de no ser por la situación, pensaría que estaba enfermo y tenía fiebre.
—¿Qué necesitas, mi amor? —La pregunta estaba de más, lo sabía. Sabía qué quería pero algo dentro suyo necesitaba que lo dijera en voz alta, casi como queriendo demostrarle a alguien el efecto que podía tener en otra persona.
Tal vez ese alguien era Cristian, o tal vez solamente era para sí mismo. No lo sabía exactamente.
El cuerpo del chico se recargó sobre su cuerpo, buscando un abrazo que terminó aceptando. El cuerpo del rubio temblaba y sabía que no era producto del frío clima de Mánchester. Algo en la forma en la que se retorcía lo llamaba, invitándolo a sumergirse en esa oscura fantasía que le ofrecían los dos chicos.
—Tócame, por favor —le pidió con un hilo de voz, conteniéndose para no gemir mientras hablaba.
Sus hebras plateadas chocaron contra su cuello una vez que el menor apoyó su cabeza contra su hombro y le produjo leves cosquillas. Una parte dentro de él estaba preocupado por el estado en el que se encontraba el chico, no parecía ser él y se preguntó qué había hecho Cristian para que terminara de esa forma.
Bajó su mano libre desde su mejilla hasta el miembro ajeno, sintiéndolo contraerse en su mano apenas lo tocó. El cuerpo del chico se volvió a mover, algo brusco, teniendo un espasmo por el placer que recorrió todo su cuerpo, sin poder evitar el gemido que terminó ahogando contra las prendas de ropa del entrerriano.
—¿Así? —consultó con un tono de voz más bajo que lo normal, queriendo que fuera algo más íntimo para que se sintiera seguro, que dejara ir cualquier pensamiento y principalmente dejara de luchar contra esa fuerza que tenía nombre y apellido.
Alejandro solo pudo asentir con la cabeza, deshaciéndose en sus brazos como si fuera un líquido.
Lisandro era consciente de que estaba ensuciando toda su ropa con los líquidos corporales del chico, pero realmente no pudo importarle menos cuando tenía a Alejandro de esa forma. Tan frágil.
Las piernas del cordobés aparecieron en su campo de visión y lo vio sentarse a un lado en la cama que había detrás del madrileño. Casi por instinto su cuerpo se acurrucó contra su cuerpo, como si quisiera escapar de algo. O alguien.
Ahí comenzó a conectar varios puntos.
El peso del control que tenía en su mano lo trajo a la realidad, deteniendo un poco sus movimientos en el miembro ajeno para poder bajar el nivel de vibraciones. Alejandro gimió por la reducción del ritmo y se removió, casi llorando de nuevo por la pérdida de estimulación.
—¿Qué le dijiste, Cristian? —Habló con firmeza, mirando con seriedad al cordobés.
Supuso que su tono había salido más duro de lo que pensaba, porque el cuerpo del menor se removió, asustado.
—¿De qué?
El argentino no parecía tomar el tema con la misma seriedad que él, a pesar de que era algo que sabía perfectamente que podía ocurrir.
Todo cambió cuando su mirada se topó con la fija y molesta mirada del más bajito. Una mirada amenazante que solo le dedicaba a otras personas mientras estaba en la cancha y querían pasarle por encima.
—Solo le dije que fuera un buen chico para vos —se sinceró. Cristian no creía que hubiera sido algo tan grave, pero tal vez era porque no conocía de verdad a Alejandro y cómo funcionaba su mente.
Lisandro tomó sus palabras e intentó no enojarse más de lo que ya estaba.
No había querido que todo terminara ahí, pero él no podía disfrutar con el español en ese estado cuando nunca antes lo había hablado con él. Se sentía como un abuso—tal vez porque en cierta medida sí lo era.
—No vuelvas a darle órdenes a Ale —le pidió, volviendo su atención al control en su mano, optando por apagarlo por completo—. Él no es como yo.
Cristian sintió que iba a llorar en ese momento y se tuvo que morder el labio inferior para no hacerlo.
Se sintió regañado y con ganas de vomitar por esa faceta que estaba viendo del mayor con cosas que él le había enseñado. Una parte suya se sentía orgulloso por cómo actuaba pero la otra parte suya quería abrazarlo y pedirle perdón por arruinar su cumpleaños.
—Pero yo quería… —escuchó el leve murmullo del rubio junto al tintineo metálico de las esposas que aprisionaban sus brazos en su espalda, queriendo desesperadamente abrazarlo porque sentía que en cualquier momento su novio se iba a separar y lo iba a dejar ahí.
La dependencia emocional que se creaba en ese estado era algo que ya había vivido una vez con Alejandro, un día que tuvieron relaciones después de un partido en el que perdieron. Al principio, le impactó ver sus ojos llorosos de un momento a otro, lágrimas que no eran de placer y se debían a haberse deslizado demasiado.
Ese día terminaron los dos abrazados mientras Lisandro dejaba besos cortitos en su cara hasta que el chico puso salir de ese estado en el que sus inseguridades lo hacían actuar sin pensar en su propia salud, tanto física como mental.
—Y-yo quiero ser bueno —habló entre sollozos y en ese momento se dio cuenta que el chico estaba llorando sobre su hombro.
Se apresuró a quitarle las ataduras, sacándole el cuero de sus muñecas para dejarlos sobre la cama, haciendo lo mismo con la correa del collar y el control en sus manos.
—Ya sos bueno, Ale —le aseguró, acariciando su cabello rubio para calmarlo. No le gustaba verlo temblar de tristeza.
Dejó un recorrido de besos sobre su hombro y su cuello, hasta llegar a su rostro, donde siguió con su camino hasta sus labios, manteniendo el contacto por unos segundos más mientras sentía el débil agarre del chico, buscando su cuerpo para acercarlo a él.
—Pero ahora tenemos que parar, ¿si?
Ante sus palabras, el chico empezó a negar con su cabeza, con una expresión que le rompió el corazón al ver lo desesperado que estaba por hacerlo sentir bien.
—No, por favor… Estoy bien, soy bueno —rogó.
—Alejandro —lo llamó esta vez con un tono más serio. Sabía que su tono de voz podía alterarlo más, pero intentó mantenerse sereno para no asustarlo—. Ya hablamos de esto, no necesitas pensar en nada ahora mismo, yo me voy a hacer cargo.
De reojo miró al cordobés, quien parecía estar con la mirada fija en algún punto, con los ojos vacíos solo reflejando los sentimientos negativos que lo habían invadido.
Tal vez Alejandro no era el único que se había deslizado.
La gente que optaba por el rol dominante también podía deslizarse de más y estaba completamente bien.
—Cuti —lo llamó y el chico se sobresaltó por la voz que lo sacó de su burbuja—. ¿Podés traer algo para comer y para tomar? —consultó, con la esperanza de que pudiera mantener su cabeza ocupada en otra cosa mientras cuidaba al madrileño.
El cordobés solo asintió con su cabeza, levantándose para salir de la pieza lo antes posible.
Cuando Cristian regresó con el tupper de sanguchitos que habían sobrado, tres vasos y una botella de agua, lo primero que vio fue a Lisandro sentado en el borde de la cama, acariciando gentilmente el cabello del menor, quien sonreía por el lindo tacto mientras miraba a su novio con un brillo en los ojos.
Habían vuelto a brillar, de buena forma.
Su pelo se veía húmedo, así que supuso que se había bañado antes de acostarse. En su cuello todavía tenía puesto el collar sin la correa, tal vez porque le generaba seguridad usarlo.
—Perdón —fue lo que le salió decir, se sentía para la mierda pensando en que había lastimado, no solo a Alejandro, sino también a su mejor amigo—. No quería hacerles daño… —Su voz salió en un hilo y temió por sí mismo, dudando en si iba a poder controlar sus lágrimas o no.
—Vení acá —lo llamó el entrerriano, palmeando el lugar al lado de ellos dos.
Alejandro, aún acostado, se movió sobre la cama para dejarle un espacio, cubriendo su cuerpo con la sábana encima suyo porque en esos momentos le daba vergüenza que lo vieran desnudo, aunque se hubiera puesto un bóxer.
A Cristian no le quedó otra que hacerle caso, dejando las cosas en la mesa de noche.
Los brazos de su mejor amigo lo recibieron y no pudo seguir conteniéndose, sintiendo que solo podía sacar esa presión en su pecho llorando.
—Está bien, Cris, no te disculpés —lo consoló, acariciando su espalda para que se calmara—. No lo sabías, tampoco tenías cómo saberlo.
—Podría haberme dado cuenta antes de dejarlo. —Alejandro sintió cierta responsabilidad de esa situación también, así que se removió en la cama, dejando de lado su vergüenza para poder unirse al abrazo.
—Perdón por asustarte, ya estoy bien bien, ¿sí? —le prometió el menor y Cristian se separó ligeramente para mirarlo.
Casi de inmediato una ligera sonrisa adornó su rostro al ver que el moñito rojo seguía enganchado en su cuello.
Lisandro los miró con cariño, más calmado porque pudieran hablar bien sobre ese tema. Definitivamente no era su estilo no charlar las cosas antes y menos cuando sabía lo que podía pasarle a Garnacho.
—Primera regla —empezó a hablar, ganándose la mirada de los dos—. Siempre hablar ante cualquier cosa.
Cristian asintió ligeramente con su cabeza, un poco intimidado porque parecía ser una indirecta demasiado directa para él. Pero Lisandro no lo decía específicamente por Cuti, era algo para ambos.
Necesitaba saber qué era lo que pasaba por la mente de los dos con antelación porque sino podían pasar ese tipo de situaciones que prefería evitar por el bien de los tres.
—Segunda regla, no darle órdenes a Ale que puedan malinterpretarse. —Esta vez sí habló directamente al cordobés porque no quería que volviera a inducirlo a ese estado—. Tercera regla, respetar los límites del resto.
—¿Y cómo sé qué puede malinterpretar? —agregó el otro central.
Alejandro solo se quedó en silencio mientras los escuchaba, pensando que tal vez Lisandro sabría explicar ese tema mejor que él, después de todo, el defensor lo conocía más que lo que él mismo hacía.
—Es el arte de dominar, deberías saberlo —bromeó, más tranquilo porque estuvieran mejor entre ellos—. Simplemente no le hagas comentarios como el de antes, podés halagarlo si él quiere, pero no con comentarios que puedan provocarle algún tipo de dependencia. —Cristian asintió y sintió que el peso en su pecho desaparecía al ver al gualeyo sonriendo.
Licha dirigió su mirada hasta el rubio, quien lo miró de vuelta con la vergüenza plasmada en sus mejillas por ser el único que estaba desnudo.
—¿Te gustaría que Cuti te halagara? —Alejandro se quedó en blanco por su pregunta, sintiendo que su rostro se calentaba más de lo que ya estaba.
Ya había hablado antes sobre algunas cosas con el cordobés y se había muerto de la vergüenza, tener que volver a hacerlo lo apenaba más aunque sabía que era necesario.
—No me molesta… —respondió, jugando con sus manos mientras tapaba sus piernas desnudas con la sábana.
—No es lo que pregunté, Ale —mencionó, provocando que el español lo mirara, sin entender del todo sus palabras—. ¿Te gustaría o no? —insistió.
Licha vio la inseguridad en sus ojos y pudo suponer por qué, por lo que llevó una mano a su mejilla para acariciarlo, sin querer que cambiara su respuesta por él.
Sabía lo mucho que a Alejandro le costaba aceptar que le gustaba algo de todo eso, por lo que quería hacerlo sentir cómodo para que se sincerase y pudiera expresarse con libertad, sin ese miedo constante de lo que dirían.
—Sí… —murmuró tan bajo que, de no ser porque era de noche y los únicos allí, no podrían escucharlo.
El gualeyo sonrió y Cristian no pudo evitar imitarlo, llevando una mano hasta el cuello del menor para enganchar su dedo en la argolla, tirando de esta hacia su lado para que lo mirara.
—Qué lindo sos —soltó, sonriendo mientras lamía sus labios y observaba la vergüenza y lo tímido que se puso el chico con esa simple acción—. Si no fueras el novio de Licha, te robaría —siguió hablando—, serías un buen sumiso, siguiendo todas las órdenes que te dé.
Alejandro se preguntó qué curso de oratoria había hecho para hablar de esa forma y producirle tantas cosas en su cuerpo, como si lo conociera desde hace años.
—No te vayas de tema, Cris —le recriminó el otro central, porque no había terminado de hablar con su novio como para sentirse del todo cómodo con esa situación.
El de piel morena hizo un suave puchero y soltó su agarre en el collar, como diciéndole que siguiera hablando.
—¿Qué no te gustaría que hiciéramos Cuti o yo?
—Que se besen. —Respondió casi al instante y Lisandro solo pudo sonreír por lo rápido que había contestado cuando se trataba de él.
No había querido referirse a eso, pero igual tomó en cuenta sus palabras, sin separar su mano de la mejilla ajena.
—¿Cómo querés que no nos besemos?
—En la boca, no quiero que te bese en la boca, ni a mí —respondió, notablemente más cómodo hablando sobre eso.
Cristian lo miró con esa mirada y Lisandro supo que estaba tramando algo, que tampoco llevó mucho tiempo en descubrir qué era.
Los labios del moreno se pegaron a su cuello después de que se inclinará hacia él y sintió que un escalofrío recorría su cuerpo, erizándole ligeramente la piel al sentir su respiración tan cerca.
—¿Lo puedo besar así, entonces? —El mayor notó su tono de voz y terminó por confirmar que al cordobés le encantaba sacar de quicio al rubio por la cercanía que tenían los dos.
El mayor de los tres no pudo evitar soltar un leve quejido en forma de gemido al sentir los dientes del de piel morena clavarse en su cuello. Probablemente dejaría una marca bastante grande porque empezó a mordisquear también los alrededores.
Su mirada se conectó con la del rubio y esa vez no supo descifrar qué pasaba por la mente del chico. Había un brillo en sus ojos que no había visto nunca antes, pero no creía que fuera algo malo en sí.
—Apuesto a que le encantaría ver cómo te cojo —agregó el cordobés y Licha pudo ver la mirada inquieta del menor, nervioso.
—Te hicieron una pregunta, Ale —le recordó y el chico cayó en cuenta que no había hablado en esos minutos donde parecía más interesante ver cómo la lengua y los dientes del defensor hacían contacto con el cuello de su novio.
Lisandro llevó sus manos hasta los brazos del capitalino, aplicando cierta presión para que se separara de su cuerpo. Cristian sonrió al ver cómo la zona que había estado mordiendo se volvía rojiza de a poco. No había cosa que disfrutara más que ver la piel del otro central de color roja—o morada a veces— por las marcas que le dejaba.
—Sí, así si puedes… —le respondió al cordobés y el número 6 del United sonrió por lo sincero que estaba logrando ser el menor.
Sintió que tenía que darle un premio o algo que le calmara ese pensamiento que sabía que tenía sobre si estaba haciendo las cosas bien o no, por lo que terminó acercándose a él para besarlo.
Llevó sus manos hasta la cintura desnuda del chico y el contrario soltó un pequeño gemido contra sus labios por el agarre firme que aplicó en la zona.
Los labios del menor eran suaves y carnosos, tanto que se había vuelto una adicción para él besarlos, lamerlos y morderlos. Le encantaba el color rojizo que tomaban después de un beso intenso, casi imitando el color de sus mejillas cuando se avergonzaba y, si se esmeraba un poco, casi llegaba a parecerse al color de sus camisetas del Manchester United.
Y los soniditos que el rubio soltaba cada vez que se besaban lo volvían loco, recordándole constantemente lo bien que se sentía el chico estando con él. Lo bien que lo hacía sentir.
Sintió una mano colarse por debajo de la sábana y Alejandro gimió contra sus labios por el contacto que hizo la mano del cordobés con uno de sus muslos.
—¿A vos también te puedo besar como a Licha? —mencionó mientras la pareja seguía besándose.
Lisandro abrió ligeramente sus ojos, pudiendo observar de reojo al otro central dejando pequeños besos en el hombro del español para después bajar a su clavícula.
El entrerriano cortó el beso y separó una de sus manos de la cintura del rubio para darle un empujón al cordobés antes de que hiciera algo.
—No —respondió por el chico de doble nacionalidad—, ni se te ocurra dejarle alguna marca —lo amenazó mirándolo serio.
Cristian sonrió con una mueca burlona, con gracia por la actitud posesiva que tenía en esos momentos su mejor amigo, principalmente porque ni siquiera con él era así y tampoco creía que alguna vez hubiera sido así con Muri.
Alejandro lo miró con ternura por la forma en la que estaba protegiéndolo, así que no pudo evitar agarrar al mayor del mentón para que volviera a mirarlo y poder dejar un corto beso en sus labios. Casi en un segundo, Lisandro sonrió y se olvidó por completo lo que acababa de querer hacer el cordobés.
Genuinamente pensaba que el madrileño era como un solcito porque lograba alegrarlo con pequeñas cosas.
—Ahora, ¿qué cosas no querés que nosotros te hagamos a vos? —siguió con su cuestionario mientras se levantaba de la cama para agarrar un poco de agua y servirse en un vaso.
El rubio los miró en silencio por un momento, pensando en qué cosas no le gustaban. O al menos en qué cosas no quería de parte de Cristian, porque la confianza que tenía con Licha era diferente.
—Sangre —soltó casi sin pensar demasiado lingüísticamente—, no quiero nada que provoque sangre, ni a mí ni a Lisi.
El cordobés sonrió por el apodo que le puso al entrerriano y no pudo evitar pensar que el chico era bastante tierno, a pesar de que su mandíbula marcada y sus facciones serias a veces podían intimidar a alguien si no lo conocías lo suficiente.
Solo hacían falta un par de conversaciones para darse cuenta que, en realidad, Garnacho era un niño en el cuerpo de un joven adulto.
Lisandro le sonrió y lo miró con una expresión que se traducía en "¿qué más?". Simultáneamente, estiró su mano hasta donde había dejado todos los regalos, agarrando la correa.
—Tampoco quiero que me digan cuándo correrme —agregó, tal vez con la leve esperanza de que no se lo negaran después de la libertad que le estaba dando el chico con reflejos rubios.
Cristian soltó una pequeña risita al ser incluido en la petición, siendo casi como algo normal que él también estuviera involucrado. Tal vez era algo a lo que podía acostumbrarse.
Licha lo miró por unos segundos y después soltó una pequeña risita, enganchando de nuevo la correa a su collar. Su mano se envolvió en las cadenas conectadas al gancho y tiró de estas, provocándole un jadeo al rubio por la presión en su cuello.
—Eso no lo decidís vos, lindo —respondió, mirando el puchero y el ceño fruncido que puso el menor por no haber conseguido convencerlo—. Por ahora solo vamos a usar el collar y la correa. Y solo yo puedo sostenerla —agregó mientras soltaba las cadenas para agarrar la correa desde la manija de cuero.
Ante su comentario, Cristian chistó con la lengua, no muy de acuerdo con lo que estaba diciendo el defensor del United.
—Qué aburrido sos.
Alejandro no pudo evitar sonreír para sus adentros por lo protector que estaba siendo con él, lo hacía sentir seguro y mucho más en ese ambiente en el que tal vez no sería tan abierto y confiado de no ser por Lisandro.
—Mi novio, mis reglas —respondió, haciéndole una mueca de burla al cordobés para después mirar al rubio.
Se encontró con el chico divagando con su mirada en la cama y agitó ligeramente las cadenas de la correa para llamar su atención después de lo perdido que se veía en sus pensamientos.
Le daba miedo que volviera a caer en ese trance por lo reciente que había sido la experiencia.
Cuando sus ojos se volvieron a encontrar, vio un brillo diferente en su mirada, un brillo de deseo pero también de inseguridad.
—¿Qué pasa, Ale? —Su mano libre acarició la mejilla del menor, intentando motivarlo a que le dijera qué pasaba por su cabeza.
—Me da vergüenza decirlo… —murmuró, inclinando su cuerpo hacia él para abrazarlo y encontrar algún tipo de protección física en su cuerpo, por lo vulnerable que se sentía al pensar aquello.
Lisandro rió con ternura y acarició su cabello dorado.
—Podés decirnos cualquier cosa, no te vamos a juzgar —lo animó, dejando un pequeño beso detrás de su oreja.
Pasaron unos cortos minutos y Alejandro logró separarse de él, tomando la valentía para separarse de sus brazos.
—¿Puedo usar… las esposas? —El chico no fue capaz de mirarlo a los ojos pero el central dejó que fuera así porque no quería obligarlo a nada.
Perfectamente podía pedirle que lo pidiera bien o que le preguntara a los dos solo para ver sus mejillas volverse rojas por la vergüenza, pero lo evitó porque en esos momentos solo quería que Alejandro se sintiera bien.
—Bueno —respondió con simpleza, sonriéndole e inclinándose para agarrar las esposas y cumplirle el capricho porque tampoco era fuerte como para negarle algo al menor cuando se ponía así de tímido.
—Lo consentís demasiado, yo ya le hubiera metido la pija hasta el fondo para que se calle. —Lisandro vio el efecto que tuvo sus palabras en el cuerpo del rubio y sonrió sutilmente, sintiéndose tranquilo porque a Alejandro le gustara Cristian.
—Y hacelo, tanto que hablás —respondió mientras se levantaba de la cama, agarrando las esposas con sus manos.
Se quedó parado a un lado de los dos chicos, mirándolos porque necesitaba asegurarse antes que todo estuviera bien entre los tres. Sabía que Alejandro haría lo que él quisiera, así que era una preocupación menos al saber cuándo detener todo.
—Ale, hacenos el favor de arrodillarte en el piso enfrente de Cuti —le pidió, sonriendo al ver lo rápido que le obedeció.
Cristian lo miró con las pupilas dilatadas y la típica expresión que ponía en la cancha cuando estaba concentrado. Lisandro sabía perfectamente cómo se ponía el cordobés cuando estaba excitado y era algo que en el fondo quería ver. Ver cómo otra persona también podía sentir placer gracias a su novio era algo que nunca esperó que fuera a gustarle. Pero era agradable y lo hacía sentir orgulloso, porque al final, Alejandro era solo suyo y él le había enseñado todo eso.
—Entonces… ¿Puedo hacerle lo que quiera mientras no incluya besos, marcas y sangre? —mencionó mientras miraba al mayor, intentando asegurarse de que tenía completamente el permiso del entrerriano para tocar al menor.
Lisandro solo afirmó a su pregunta con una sonrisa en su cara y se acercó al menor, quien se había ubicado entre las piernas del cordobés y luchaba por encontrar un lugar donde fijar su mirada para que no fuera incómodo o vergonzoso.
—Te tengo una buena noticia, Cris —empezó a hablar, agachándose a un lado del chico para poder tomar sus brazos y colocarle las esposas en sus muñecas—. A mi juguetito le encanta que le tiren el pelo —agregó y sonrió al escuchar el jadeo que soltó el rubio por el apodo.
Cuando enganchó entre sí las dos argollas de las esposas, tiró ligeramente de estas para verificar la movilidad que tenía el menor y se quedó conforme con que pudiera mover sus brazos pero no separarlos.
—Vamos a ver entonces qué cosas le has enseñado —mencionó el cordobés, envolviendo sus dedos en las hebras doradas del chico y tirando de estas con fuerza.
Alejandro gimió por el trato brusco y se vio obligado a acercarse más al central, arrastrando sus rodillas y causando fricción en estas al ser su único soporte para mantener el equilibrio. Esta vez, su mirada se mantuvo en Cristian, viendo la sonrisa engreída que tenía en su rostro al ver su expresión de gusto.
—Dale, putita, desnudame —le ordenó y el madrileño se sintió nervioso por la situación, sabiendo que estaba haciéndolo a propósito porque no podía usar sus manos.
Lisandro apoyó su mano en la espalda baja del chico para intentar calmarlo de alguna forma, obteniendo una mirada de parte del rubio. La sonrisa del gualeyo logró calmarlo un poco y solo hizo falta un movimiento de cabeza para indicarle que lo hiciera, como si estuviera dándole permiso.
Alejandro se sintió motivado, así que se giró de vuelta hacia el cordobés. Con timidez acercó su boca al pantalón del capitalino, agarrando con sus dientes la parte superior del pedazo de tela con el agujero enganchado en el botón. Tiró de esta con algo de fuerza pero frunció el ceño al no poder mover la tela mucho más que unos centímetros.
Un pequeño sonidito que se asimilaba a una carcajada ahogada llamó su atención y pronto su vista se encontró con la del mejor amigo de su novio, quien lo estaba mirando con una sonrisa burlesca. En el fondo sabía que solo estaba provocándolo porque le gustaba mostrarle, de cierta forma, que él también podía "dominarlo" como Lisandro, pero de todas formas no podía evitar caer en su truquito.
Le molestaba mucho la actitud engreída que tenía Cristian con él, solo quería mostrarle que sólo se sometía—si es que podía llamarlo así— a Licha y que no le afectaba su trato, aunque fuera mentira.
Retomó su tarea y esa vez aplicó más fuerza para desabotonar por fin el jean del cordobés, llevando sus dientes ahora hasta el cierre de sus pantalones para poder bajarlo.
Una parte suya estaba ansioso por lo que fuese a hacer el contrario, pero en ese momento se dedicó a admirar lo fuerte que parecía el cordobés. Antes había visto fotos suyas desnudo y con esos shorts que dejaban ver los músculos de sus piernas cuando regresaron a Argentina después de ganar la copa del mundo, pero definitivamente tenerlo enfrente suyo, aunque estuviera vestido, era muy diferente.
Si así era su cuerpo, no quería imaginar cómo sería su miembro.
—¿Vas a hacer algo más o…? —sugirió con impaciencia. El cordobés había estado jodiendo con que iba a hacerle esto y aquello, y ahora le molestaba que hubiera sido puro palabrerío.
—Cuidá tu tono, Alejandro —le advirtió el entrerriano y el menor frunció el ceño porque lo regañara a él y no a Cuti por estar burlándose—. Si querés algo, pedilo bien —comentó, sin poder separar sus manos del cuerpo ajeno, o más bien, sin querer hacerlo porque se sentiría inseguro dejándolo solo con alguien más.
—Si, Ale, pedime lo que querés —le siguió Cristian, dándole una mirada que terminó por calentar su cuerpo y producirle un hormigueo en su piel.
Alejandro no sabía qué odiaba más, lo engreído y soberbio que era Cristian, o que de verdad le gustara que lo tratase así.
—¿Puedo… —se cortó a sí mismo, sintiendo la vergüenza y la pena invadir su cuerpo.
Era humillante pedirle eso al cordobés porque sentía que mandaría a la mierda el poco orgullo que le quedaba en ese momento. Pero al fin y al cabo era lo que quería y había estado deseando desde que Cristian se lo insinuó.
—¿Puedo chupártela? —terminó soltando.
Una parte suya quiso voltearse hacia su novio para asegurarse que estuviera bien, para que le dijera que realmente podía hacer eso sin hacerlo sentir mal pero la guerra de miradas que estaba teniendo con el central parecía ser más importante en esos momentos porque estaba su orgullo en juego.
—¿Chuparme qué? —se burló Cristian, llevando una mano hacia el cabello del chico, entreteniéndose con lo suave que era.
—La polla.
El cordobés estuvo a punto de seguir jodiéndolo de no ser porque su mirada se conectó con la del entrerriano, quien había decidido empezar a repartir pequeños besos y mordiscos por la piel desnuda del menor, queriendo dejar marcas en su cuerpo que le recordaran a quién pertenecía, sin importar con cuántas personas estuviera.
La mirada oscura, con las pupilas dilatadas, del mayor lo miraron atentamente, casi como una advertencia no dicha de que no siguiera molestándolo si quería que él lo dejara estar con Alejandro.
Cristian, lejos de admitir que se sintió intimidado por Lisandro, simplemente le sonrió al madrileño, soltando su cabello para poder terminar de quitarse los pantalones y luego el bóxer, deleitándose con los ojitos brillosos del rubio mientras miraba su cuerpo.
Alejandro se relamió los labios y Cuti no supo si era por deseo o por deshidratación. Ciertamente era una mezcla de ambas, porque el español sintió que se le secó la boca al pensar en cómo se sentiría tenerlo dentro suyo, llenándolo y ahogándolo a su antojo.
—Chupame, entonces —le ordenó, agarrando los mechones de su cabello para acercarlo a su miembro, mientras que con su otra mano acariciaba la base.
Con un poco de vergüenza, el chico de doble nacionalidad sacó la lengua para hacer contacto con la piel sensible del capitalino, jadeando al sentir el gusto salado en sus papilas gustativas. Probó un poco el terreno con su lengua, intentando mantener la mirada fija en Cristian, quien estaba luchando por no gemir por lo bien que se sentía el contacto de su lengua.
Alejandro sabía que de él dependía lo que fuera a decir el cordobés de Lisandro y no planeaba dejar mal a su novio después de esos meses donde había adquirido experiencia.
Conectó sus labios al glande y succionó mientras jugaba con su lengua con la punta, enganchando ésta en el orificio mientras tragaba el líquido preseminal que dejaba salir el de piel morena. Se sintió orgulloso al ver que el contrario cerraba los ojos con una mueca de placer y aplicaba más fuerza sosteniendo su cabello.
Eso lo motivó lo suficiente como para meter más el miembro del cordobés en su boca, teniendo que hacerlo de a poco para acostumbrarse a la longitud. Era similar a Licha pero definitivamente era más largo y tal vez si no iba de a poco se iba a ahogar.
Hablando del rey de Roma.
Alejandro sintió las manos del defensor en sus caderas y pronto sus rodillas dejaron de tener contacto con el suelo por unos segundos en lo que Lisandro las levantaba y tiraba de ellas hacia atrás para que quedara en cuatro patas—de no ser porque sus brazos estaban atados en su espalda—.
Su cuerpo no soportó mantener el equilibrio y se dejó caer hacia adelante, provocando que el miembro de Cristian tocara su garganta, llenándolo por completo y sacándole un gemido que hizo temblar al cordobés por el efecto que tuvo la vibración en él.
—¿Te estás divirtiendo, mi vida? —se burló esta vez el entrerriano, agarrando la tela del bóxer para quitárselo, mientras el rubio se removía intentando volver a su posición donde pudiera sostenerse—. Yo también me quiero divertir, no te muevas, Cuti —agregó con una sonrisa, observando al capitalino morderse el labio para contenerse y seguir su pedido.
Sus manos acariciaron la pálida piel de los glúteos del chico y se quedó admirando cómo contrastaba el color de piel más oscuro de sus manos con la tez del menor.
—¿Puedo abrir mi regalo? —habló mirando directamente al cordobés, sin poder evitar sentirse bien al ver cómo estaba luchando contra las reacciones propias de su cuerpo al tener al rubio de esa forma.
Cristian abrió los ojos y miró las pupilas dilatadas del entrerriano, jadeando por el doble sentido que había usado en sus palabras. Era una faceta de Lisandro que nunca antes había visto y le gustaba demasiado, si se ponía así cuando estaba con Alejandro, entonces iba a empezar a ayudarlo más seguido.
—S-sí —respondió, mordiendo su labio inferior para contenerse a sí mismo por culpa de los soniditos y movimientos que estaba haciendo el rubio—. Quédate quieto, la puta madre —le ordenó y solo obtuvo un lloriqueó ahogado que lo hizo gemir y aumentar sus ganas de embestir la garganta del menor.
Lisandro llevó una de sus manos hasta la cadera del chico, usando la otra para guiar la mano libre que le quedaba al menor de ese lado, para que así pudiera envolver sus dedos en su muñeca.
—Sabés qué hacer si querés que paremos, bebé —Le recordó, habiendo hablado con anterioridad sobre qué iban a hacer si Alejandro no podía hablar como para pedirles que parasen.
No fue algo que consideró específicamente que tuviera que compartir con Cristian porque justamente no era su novio. Él conocía al madrileño más que nadie—incluso se atrevía a decir que más que sus padres—, así que sabría cuándo detenerse y jamás lo dejaría solo como para no poder ayudarlo.
Aunque el menor se quedó quieto—o eso intentó— por orden del cordobés, no pudo evitar gemir al sentir dos dedos de su novio presionando contra su entrada, literalmente abriéndolo de a poco y con cuidado que terminó agradeciendo porque sino le dolería.
Los dedos de sus pies se curvaron cuando sintió la punta de las falanges ajenas rozar esa zona sensible dentro suyo y no pudo hacer nada más que quedarse ahí para que los dos defensores lo usaran como quisieran.
Le encantaba que Lisandro conociera tan bien su cuerpo como si fuera el suyo propio, porque eso solo le demostraba lo importante que era para él, recordando cada una de las cosas que provocaban que se derritiera del placer.
Solo hizo falta ese toque para que Alejandro volviera a gemir con fuerza, queriendo desesperadamente perseguir esa sensación por más tiempo. Su cuerpo hormigueaba y se sentía completo, a pesar de que su novio solo estaba embistiendo su entrada con sus dedos.
—¿Se siente bien? —preguntó al cordobés, quien estaba con la mirada perdida en algún punto, siendo más importante lo que sentía que lo que veía.
La garganta del menor se contraía y se relajaba en lo que intentaba tragar inútilmente su saliva que envolvía el miembro ajeno, sintiendo cómo se deslizaba de a poco por la longitud hasta acumularse en los comisuras de sus labios. Cristian estaba fascinado con la idea de mantener al rubio de esa forma por un tiempo.
Le encantaba cómo su boca parecía amoldarse a su pene y se preguntó si Lisandro había hecho eso antes como para que Alejandro fuera capaz de no ahogarse por estar tanto tiempo en esa situación.
—Si… Está muy apretado —comentó, seguido soltando un gemido por cómo se sentía que su miembro literalmente vibrara por los sonidos que emitía el madrileño—. Parece como si estuviera hecho para esto.
—Bueno, entrené bien a mi cachorrito, ¿no es cierto? —respondió el entrerriano, curvando sus dedos dentro del menor y provocando que el agarre en su muñeca se afianzara a la vez que le sacaba un gemido al chico.
No esperaba una respuesta en sí porque claramente Alejandro no podría contestarle con palabras, pero quería que Cristian viera que era capaz de deshacerlo por el placer que le causaban todas las sensaciones.
—Supongo que yo también te entrené bien —soltó, descolocando un poco al mayor y Cuti sonrió por eso.
Licha podía dominar a alguien pero jamás se iba a olvidar lo que era ser dominado por otra persona.
No dijo nada y solo se concentró en darle placer al madrileño porque si el chico la pasaba bien, entonces él también. Y definitivamente sentir las paredes del menor apretándose contra sus dedos a la vez que rasguñaba la piel de su muñeca le producía cosas.
Su burbuja de lujuria se quebró un poco al sentir los pequeños toques que le daba el medio argentino en su muñeca.
—Pará, Cris —le indicó al cordobés, sacando sus dedos del interior ajeno, tal vez un poco más brusco de lo que hubiera preferido pero se alarmó un poco porque Alejandro hubiera usado su seña de seguridad.
Limpió sus dedos en su propia remera y los llevó hasta el collar del chico, metiendo estos entre su cuello y el cuero para así poder aplicar fuerza para levantarlo, junto con su otra mano sosteniendo sus hombros por enfrente de su cuerpo para no ahogarlo.
Cuando el español pudo apoyar su espalda contra el pecho vestido de su novio y recargar su cuerpo contra él, Lisandro quitó su mano del agarre en el collar y llevó esta hasta la cintura del chico para poder acariciarla con cariño.
—¿Estás bien? —preguntó con preocupación en su tono de voz, tenía mucho miedo de que volviera a entrar en ese trance por lo reciente que había sido la experiencia.
Y se puso peor al no obtener una respuesta.
—Alejandro —lo llamó, a punto de voltearlo para mirarlo a los ojos.
—Si, si… Estoy bien, perdón —respondió el rubio con la voz algo ronca, al ver que había preocupado a Lisandro más de lo que había querido.
Solo había estado intentando acostumbrarse a no tener nada en su boca después de lo intenso que había sido eso, y ni hablar de lo agitado y lleno de baba que había quedado. Cristian lo miró con cierta gracia, pero igual acercó sus manos a él para limpiar los restos de saliva que no había podido tragar y se habían escapado por sus comisuras.
—Le acabo de abrir la garganta es lógico que no responda al toque, calmate un poco, Licha —le pidió el cordobés a su amigo, llevando su pulgar hasta los labios hinchados de Alejandro, simplemente apoyándolo encima de su labio inferior mientras el menor tenía la boca entreabierta al intentar regular su respiración.
—¿Por qué usaste tu seña de seguridad, Ale? —insistió casi ignorando a Cristian, solo porque no podía no preocuparse por eso así sin más.
Estaba a cargo de la integridad tanto física como mental de su novio, no podía no darle importancia. Aunque tal vez estuviera dándole demasiada.
Licha vio la acción del contrario y solo le manoteó la mano para que no distrajera al rubio de su pregunta, cosa que pareció molestar al cordobés porque lo vio fruncir el ceño mientras lo miraba.
Cuti se inclinó ligeramente hacia adelante con su cuerpo solamente para alcanzar el mentón del entrerriano, apretándolo entre sus dedos para aplicar una fuerza que lo trajera a la realidad y le permitiera mirarlo. Cristian ya había visto cómo era el brillo en los ojos de Alejandro cuando entraba en ese estado y definitivamente ahora no lo veía.
—Te vas a calmar, Lisandro —le ordenó y el gualeyo se sintió como las primeras veces en las que experimentaron cosas juntos—. Alejandro está bien —le aseguró a la vez que lo miraba fijamente para darle algún tipo de seguridad.
El gualeyo asintió suavemente para luego bajar la mirada, intentando calmar esa ansiedad que le producía la situación.
Sus manos terminaron en las esposas del menor y simplemente las destrabó, provocando que los brazos del rubio cayeran a sus costados casi en un peso muerto. Dejó las esposas en el piso y masajeó sutilmente los brazos ajenos porque seguro estaban un poco entumecidos.
Alejandro se escapó con suavidad de su agarre y se volteó hacia él, pasando sus manos por encima de sus hombros para acercarlo a él.
—Estoy bien, Lisi —le aseguró, inclinándose hacia el entrerriano para dejar un corto beso en sus labios en lo que el mayor llevaba sus manos hasta su cintura.
El gentil contacto en su cuerpo lo relajó.
—Si algo te molestó, necesito que me lo digas.
—No, no fue nada de eso —respondió rápidamente, sintiendo su rostro calentarse porque no sabía cómo decírselo y que Cristian no lo escuchara porque le avergonzaba. La expresión de Lisandro era un claro "¿Y entonces?" por la que se vio obligado a contarle aunque se muriera de vergüenza.
Con suavidad terminó de envolver sus brazos alrededor de su novio y apoyó su rostro en la curvatura de su cuello, inspirando el aroma de la colonia del mayor con la esperanza de que eso le diera la fuerza suficiente como para hablar.
No quería decirlo porque lo avergonzaba, y tampoco quería que fuera algo que Cuti usara después para burlarse, era un miedo que tenía que enfrentar porque una parte suya sabía que el cordobés no iba a decir nada, pero tampoco lo conocía del todo como para asegurarlo al cien por ciento.
—Solo… No me quería venir así —murmuró contra su cuello, sintiendo la mano de Lisandro acariciar los mechones de su cabello rubio en una caricia bastante suave y gentil, mientras la otra seguía en su cintura.
—¿Cómo querés hacerlo entonces? —consultó bajando su volumen de voz por lo cerca que estaban ahora el uno del otro, sentía que si hablaba más fuerte iba a perturbar el ambiente.
—Elígelo tú, es tu cumpleaños, yo solo soy tu regalo —le ofreció y Licha rió suavemente con ternura por sus palabras.
—No, también sos mi novio —respondió en cambio, llevando una mano hasta la mejilla del chico para sostenerlo y poder atraerlo hacia sus labios, conectándolos en un beso un poco húmedo, pero sin dejar de mostrarle lo mucho que lo quería.
En esos momentos ya no le importaba ese juego que estaban jugando, solo quería hacer sentir bien al rubio porque eso le daba placer a sí mismo. Aunque siempre se lo dijera, quería mostrarle al menor lo valioso que era y lo bien que estaba pasándola en su cumpleaños gracias a él y al cordobés.
Cuando se separó del rubio, miró por unos segundos a Cristian, quien no había dejado de mirarlos en ningún momento mientras se besaban. Solo le dirigió una suave sonrisa, con la esperanza que entendiera lo que estaba diciéndole en silencio, antes de volver su atención a su novio.
Lisandro se levantó del piso y agarró la correa de la parte de cadenas para tirar de esta e indicarle a Alejandro que se parara, amando la sensación de ahogar al madrileño con un acto tan simple como ese.
—Levantate —le ordenó, viendo al chico obedecerle con rapidez y sonriendo por eso. Estaba fascinado con lo poderoso que se sentía en ese momento y con el hecho de que Alejandro confiara tanto en él como para dejar que tuviera ese poder.
Lisandro soltó la correa y lo acercó hasta su cuerpo, rodeando su cadera con sus manos mientras llevaba sus labios hasta su hombro, empezando a dejar suaves besos en su piel.
Su mirada se cruzó con la del cordobés y no pudo evitar sonreír con emoción por la idea que había surgido en su cabeza.
—Cuti, ¿podrías ayudarme a prepararlo? —le pidió con los ojos brillándoles por lo mucho que quería ver al menor gimiendo por el placer que le daba el contrario.
—Con gusto —respondió en broma, acomodándose detrás del madrileño aún sentado en la cama, dejando de acariciar su miembro para llevar sus manos hasta los glúteos del rubio y abrirlos, dejando a la vista su entrada—. ¿Cuántos dedos? —consultó, tentado a lamer su esfínter.
Tampoco se privó de hacerlo. Nunca le dijeron que no podía hacer eso.
Lisandro tuvo que mirar por encima del hombro de Alejandro para ver por qué el chico había gemido y la verdad es que le encantó ver al español retorciéndose al sentir la lengua del cordobés abriendo sus paredes y lamiendo lo que podía.
—Cuatro están bien. —Su respuesta llamó la atención del rubio, quien lo miró con confusión y algo de sorpresa.
Normalmente Licha lo preparaba con dos porque le encantaba sentir el ardor en sus paredes cuando lo embestía hasta que no tuviera otra opción que amoldarse al miembro del entrerriano. Por eso, en esos momentos se preguntó qué pasaba por la cabeza del mayor como para pedirle eso.
De todas formas, no fue algo en lo que se concentró demasiado porque simplemente no pudo hacerlo al sentir cómo dos dedos del cordobés abrían su interior mientras su lengua aún seguía lamiendo la zona erógena, aprovechando para meterla más ahora que con sus dedos estaba abriéndolo como si fueran tijeras.
Alejandro no pudo quedarse quieto, escondiendo su rostro en el cuello de su novio porque le daba vergüenza que viera cómo disfrutaba que otra persona lo tocara. Todavía no sabía cómo iba a aguantar no correrse antes de siquiera poder sentir a alguno de los dos dentro suyo.
Alguno de los dos…
Ese pensamiento hizo que su cuerpo temblara ante el escenario que se imaginó en su cabeza y no pudo sacárselo. Un escenario donde él estaba entre los dos centrales y Cristian embestía su garganta, ahogándolo con su pija, mientras su novio se lo cogía, sin poder hacer otra cosa más que someterse a lo que quisieran hacerle los dos argentinos.
Cristian separó su boca del interior del madrileño y, en su lugar, llevó su boca hasta sus glúteos, mordiendo la suave y pálida piel solo porque quería ver cómo su tez se volvía roja por la fuerza que había aplicado con sus dientes
Lisandro solo sonrió al ver lo mucho que parecía estar disfrutando por los pequeños temblores que tenía su cuerpo y los gemidos que ahogaba contra su hombro, pero pronto su sonrisa desapareció al ver por qué.
—Te dije que nada de marcas, Cristian —lo "retó", aunque el cordobés solo lo miró con una sonrisa, sin despegar su mirada de él mientras volvía a morder la piel del chico sin dejar de mover sus dedos dentro suyo.
—¿Quién más va a ver su orto, además de vos? —soltó como si fuera lo más normal del mundo.
En realidad, Lisandro no quería que le dejara marcas porque era posesivo y celoso con su novio cuando quería, y en esos momentos no le gustaba que su piel tuviera marcas de otras personas.
Pero tampoco supo qué responder porque ciertamente Cristian tenía razón, nadie más además de él lo vería de esa forma. Tampoco era que le enojaba tanto que el cordobés lo hubiera hecho porque bueno, Cuti era Cuti, y a Alejandro no parecía haberle disgustado.
Podía hacer una excepción por esa vez.
—¿Querés que lo prepare solamente? —cuestionó Cristian y Lisandro lo miró por encima del hombro, al no entender a qué se estaba refiriendo el defensor. Le dio un poco de desconfianza aceptar porque aún seguía en su modo "no hieras a mi pichón o te cago a piñas"—. Vos sabés cuál es la mejor posición para esto –soltó por fin, separando sus manos del menor y obteniendo un quejido por la pérdida de contacto.
Licha no dijo nada y solo soltó la correa del collar para que Cristian pudiera hacer lo que quisiera.
El rubio lo miró a los ojos suavemente con cierto brillo que identificó como miedo, por lo que sus manos acariciaron sus mejillas antes de darle un corto pico en los labios y dedicarle una sonrisa.
—No necesitas pensar en nada, Ale. Yo te cuido —mencionó mientras acariciaba su mejilla.
El mitad argentino lo miró por unos segundos antes de asentir con la cabeza ligeramente, aún un poco tenso por la situación.
Pero fue muy distinto cuando Lisandro le pidió que se subiera a la cama y apoyara sus manos y sus rodillas en esta. Licha se sentó cerca del respaldar para así poder apoyar su espalda contra esta. En ningún momento soltó la correa y aprovechó el momento para aplicar presión y hacer que Alejandro se inclinará hacia adelante, apoyando su mejilla en la cama.
Vio la expresión de vergüenza en el rostro del chico, por lo que llevó su mano a sus mechones para consolarlo. El madrileño, de igual manera, se removió en el lugar, queriendo escapar de esa posición tan humillante.
La mano que antes era una caricia gentil, ahora aplico presión hacia abajo, reteniendo al menor en el lugar.
—No, te vas a quedar así hasta que Cris termine de prepararte —le ordenó y el cordobés no se hizo de rogar, acercándose a la cama nuevamente para sentarse en el espacio entre las piernas del chico.
Alejandro soltó un pequeño gemido de vergüenza e intentó mover su cara para esconderla y que ninguno de los dos viera su expresión en esos momentos, pero su novio lo retuvo en el lugar, sin dejarle otra opción más que enfrentarse a esa humillación.
Cuando volvió a sentir la intromisión de los dedos del morocho, no pudo evitar gemir fuerte porque esta vez había metido tres directamente y su interior ardió por la repentina apertura. Cristian se lamió los labios al ver cómo el cuerpo del menor reaccionaba cuando no había hecho nada siquiera.
—Parece que estás tan acostumbrado a que te cojan que tu cuerpo se dilata solo —comentó el cordobés, demasiado atraído por la vista que tenía enfrente suyo. Empezaba a considerar decirle a Lisandro que lo invitara más seguido.
Alejandro no se pudo callar cuando sintió sus dedos llegar hasta ese punto que, gracias a la posición, era mucho más accesible. Los dedos de sus pies se curvaron y jadeo al volver a sentir repetidamente, sintiendo su cuerpo llenarse de pequeñas corrientes eléctricas que recorrían todo su cuerpo.
El rubio solo pudo agarrar las sábanas debajo suyo con sus manos, intentando liberar el placer de otra forma que no sea gimiendo porque le daba vergüenza cómo sonaba su voz, rota y más aguda que de costumbre.
—Dejame cogerlo, Licha —pidió el cordobés, mirando al mencionado mientras seguía moviendo sus dedos dentro y fuera del esfínter, curvándolos y de a poco dilatándolo para lo que harían—. Te prometo que lo voy a hacer disfrutar, le voy a romper el orto hasta que llore y me ruegue que deje de llenarlo de leche.
Lisandro solo pudo jadear ante el comentario de su amigo, habiéndose olvidado de lo mal hablado que era.
Pero la imagen de Alejandro llorando de placer, con el espeso líquido blanco bajando por sus muslos, hizo que su miembro se pusiera más duro de lo que estaba, por lo que optó por soltar al rubio y desabrochar su pantalón para poder liberar su miembro de su ropa. A esas alturas ya empezaba a dolerle que estuviera bajo la apretada tela de su ropa interior.
—N-no… —intentó hablar el contrario, balbuceando mientras su espalda se arqueaba. Sentía que se iba a correr pronto si Cristian seguía presionando esa bolita de nervios—. Necesito-
El chico se trabó con sus palabras, sintiendo su cuerpo temblar por el placer que estaba sintiendo.
—No te entiendo, Ale —se burló Lisandro ligeramente mientras acariciaba su miembro con una mano y con la otra despejaba la frente del rubio de sus mechones húmedos por el sudor.
—Quiero correrme, por favor —le rogó, empezando a babear contra la sábana al no poder cerrar la boca por su necesidad de sollozar.
—Mhmm… —dijo el entrerriano, fingiendo pensarlo por unos momentos—. No —respondió con una sonrisa.
Alejandro lloriqueó en el lugar ante la negación, sintiendo sus ojos cristalizarse por la mezcla de placer y frustración porque no sabía cuánto iba a soportar eso su cuerpo.
Después de unos minutos donde Cristian lo torturó con sus dedos, los sacó de su interior y el madrileño solo pudo gemir al sentirse nuevamente vacío, con su interior apretándose alrededor de la nada en busca de algo que lo llenara.
Antes de que pudiera hacer algo más, sintió el tirón en su cuello, recordándole que tenía puesto el collar y que Lisandro lo estaba agarrando.
Con los brazos temblándole por la falta de fuerza, se levantó para encontrarse con el mayor masturbándose enfrente suyo. Su mirada no pudo evitar dirigirse hacia su miembro duro, sintiendo un cosquilleo bajo su piel al pensar en la situación en la que se encontraba.
Estaba ansioso y desesperado por sentir al mayor dentro suyo.
—Vení acá —le indicó, dejando de tocarse para palmear su regazo, acomodándose en la cama para estar cómodo.
El chico no tardó más que unos segundos en cumplir su pedido, permitiéndose la libertad de empezar un beso con el entrerriano mientras se movía encima suyo, sintiendo el roce de sus miembros que provocó que gimiera contra su boca y cortara el beso.
—¿Ya estás desesperado? —mencionó mientras acariciaba su cintura. Alejandro solo asintió varias veces con la cabeza, queriendo demasiado que se lo cogiera—. Bueno, si tanto querés, hacé vos el trabajo —dijo, dedicándole una sonrisa media desafiante.
El madrileño se mordió el labio inferior con cierto nerviosismo pero igual se acomodó en sus piernas, queriendo encontrar una posición cómoda para hacer aquello.
Cuando la punta de su miembro se presionó contra la entrada del chico, jadeó por lo apretado que estaba a pesar de que Cristian lo había preparado. Se preguntó si iba a poder soportar lo que estaba planeando hacer con el otro defensor. Pero pronto dejó aquello en un segundo plano de su mente al sentir las calientes paredes ajenas aprisionar su pene.
Jamás se iba a cansar de ver a Alejandro en ese estado porque era demasiado atractivo ver cómo su cabello rubio se pegaba a su frente por el sudor, sus ojos cerrados por el placer que estaba sintiendo, la boca entreabierta mientras dejaba salir pequeños jadeos cada vez que se movía y sus mejillas con cierto tono rojizo por la vergüenza.
Terminó ayudándolo con sus movimientos, apoyando sus manos en su cintura para que pudiera continuar con la acción porque a veces se detenía al no poder soportar su propio peso y se quedaba quieto encima suyo.
Enroscó la correa en su mano y tiró de esta para abajo, solo para que cada vez que subiera sintiera la presión y se obligara a bajar con fuerza para no ahorcarse.
Su vista se enfocó detrás del chico y pronto sintió una de las manos del cordobés rozar la suya en la cintura del rubio, mientras la otra terminó en la espalda del menor, empujándolo hacia adelante e interrumpiendo su acción. Alejandro se removió con cierta molestia al sentir que casi ni se podía mover y el pene del entrerriano palpitando dentro suyo no ayudaba para nada.
—Me parece que no estás abriendo bien tu regalo —comentó Cristian, siguiendo con su juego de que Alejandro era el regalo de cumpleaños.
El madrileño lo miró de costado, algo alarmado por su comentario porque había entendido a dónde quería llegar el cordobés. Y él no sabía si estaba preparado para eso.
Ni siquiera tuvo tiempo de refutar algo cuando sintió el glande del miembro del morocho presionarse contra él, buscando abrir su interior para entrar también. El menor no supo qué hacer en ese momento, optando por esconderse en el cuello de su novio mientras gemía por el estiramiento.
Los dedos de Cristian se enredaron en los mechones rubios del chico y tiró de estos para despegarlo del cuerpo de Lisandro, provocando que usara sus manos para sostenerse.
—Dale, putita. Mostrale a Licha cómo te encanta que te rompan el orto. —El trato brusco lo hizo gemir y no pudo dejar de hacerlo mientras sentía que entraba cada vez más profundo.
El ardor se apoderó de su cuerpo y sus ojos se cristalizaron por el dolor que invadió su cuerpo en una sensación que no había experimentado nunca. La mezcla de sentimientos hizo que se apoyara con una mano en el pecho de su novio, mientras la otra la llevaba hasta su cintura, donde estaba la del cordobés.
—Duele… —murmuró casi sin aire, sintiendo que cualquier mínimo movimiento empeoraría la situación.
Más allá de eso, le gustaba. Le gustaba sentir cómo su interior se intentaba expandir para acomodarse a sus miembros, contrayéndose y dilatándose contra ambos, encerrándolos entre sus paredes calientes mientras buscaba aferrarse a algo.
Licha acarició su cintura esta vez queriendo distraerlo del dolor, indicándole con la mirada a Cristian que se quedara quieto y lo soltara hasta que se acostumbrara.
El gualeyo se inclinó apenas para poder conectar sus labios con el menor, buscando alguna forma de que se relajara para que no le doliera más. Cristian dejó unos pequeños besos en su cuello logrando que relajara su cuerpo.
Para cuando el cordobés empezó a moverse, Alejandro rompió el beso con su novio para poder jadear aunque le costara respirar correctamente. Solo pudo cerrar los ojos al pensar bien la situación en la que se encontraba.
Le daba vergüenza estar disfrutando de que dos hombres lo penetraran y lo trataran de esa forma. Su yo de hace meses se hubiera ido de Mánchester antes de siquiera pensar en esa posibilidad.
La mirada de Alejandro perdió cierto brillo y Lisandro supo que solo estaba intentando dejarse llevar en esa situación, pero también podía rozar ese punto frágil, así que se mantuvo atento a sus acciones.
Nadie le dijo que iba a ser tan difícil concentrarse en esa situación.
Los ojitos del madrileño llorosos, mirándolo con deseo mientras no hacía el mínimo esfuerzo para callar los sonidos que estaba soltando, sus manos apoyadas en sus hombros para no caer encima suyo y sus mejillas sonrojadas por la excitación y la vergüenza. Pero se sentía tan lejano que en el fondo le atemorizaba. Solo se podía concentrar en la vista en frente suyo y en el miembro de Cristian rozando el suyo constantemente por los movimientos que hacían sus caderas.
Llevó una mano hacia la muñeca del cordobés, agarrándola con la desesperación de que lo ayudara a no caer en ese fondo aunque su cuerpo le exigiera que apagara su cerebro y solo disfrutara.
Cristian disminuyó la velocidad de sus movimientos y observó al entrerriano, preocupado por el repentino contacto. No le hizo falta demasiado para entender por qué los ojitos del mayor lo buscaban desesperadamente.
—Si necesitas relajarte, hacelo, Licha —contestó, queriendo transmitirle confianza. Lisandro negó con la cabeza varias veces, sin querer entrar en ese estado porque le resultaba muy agotador después salir de él.
Lo que más le alarmaba es que no era como había experimentado varias veces, no lo era como cuando lo había experimentado con Cristian. Su necesidad por saber si Alejandro estaba bien y si la estaba pasando bien era mayor a cualquier cosa, pero también se sentía perdido. Se sentía en un limbo entre esa necesidad y querer que el cordobés se hiciera cargo de él para no pensar en nada más que en el placer.
Pero no podía, no se sentía seguro dejándose llevar y dejando al madrileño en ese estado. No porque no confiara en Cristian, sino porque era muy protector con el rubio y no quería que le pasara nada grave.
El cordobés se acercó hacia el delantero y le susurró algo que Lisandro no terminó de comprender.
Los ojitos de Alejandro lo miraron hasta que decidió inclinarse hacia él para darle un beso en los labios mientras acariciaba su piel como podía. Bajó sus besos por el cuello del mayor y Licha no pudo evitar gemir al sentir que chupaba, aprisionando su piel entre sus dientes.
—Ale… —lo llamó, en parte sorprendido por el repentino actuar del menor. Si bien Alejandro a veces era "territorial" con él, no solía ser de las personas que dejaran marcas.
—Estoy bien, quiero que hoy disfrutes —dijo, haciendo una pequeña mueca al sentir cómo Cuti salía de dentro suyo.
Las paredes del menor se apretaron alrededor de su miembro y gimió por lo bien que se sintió, llevando sus manos a los muslos ajenos para apretarlos, sosteniendo aún la correa de su collar con su mano izquierda.
—Levantate, Ale —le pidió el cordobés, dándole una pequeña palmada en la espalda baja. El rubio le hizo caso y se movió del lugar, sacándole otro gemido al entrerriano por la pérdida de ese calor que lo rodeaba.
Ahora con más espacio, Cuti pasó sus manos por debajo de las rodillas del entrerriano, tirando de estas para que se recostara en la cama. Su mente se nubló por unos segundos al sentir el agarre firme que lo transportó a recuerdos de los encuentros que habían tenido entre los dos.
El pelinegro hizo que sus piernas quedaran a los lados de su cintura y Lisandro apoyó sus manos en el pecho del cordobés cuando este se intentó inclinar hacia él.
Su mirada se encontró por varios segundos con la suya y Cristian pudo ver el temor reflejado en sus ojos, probablemente por lo mareado que se sentía. O más bien, que él, de alguna manera, lo había hecho sentir.
El cordobés se había hecho la idea de que no iba a poder dirigirle ese trato a él, porque lo abrumaría estar de los dos lados a la vez, por eso estuvo centrando su atención en Alejandro. Pero no estaba muy convencido de que Lisandro la estuviera pasando bien al cien porciento. Presentía que en el fondo tenía pensamientos que no dejaban que se relajara completamente y más por lo que había pasado hace un rato.
—¿Confiás en mí? —preguntó, aunque ya supiera su respuesta. Con una de sus manos acomodó los mechones que caían sobre la frente del mayor, queriendo de alguna forma transmitirle algún sentimiento positivo, queriendo que confiara en él para hacer eso.
—Sí, pero Ale… —murmuró Lisandro, desviando su mirada hacia el chico, quien se mantuvo de rodillas a un lado de ellos, mirándolos a los dos con curiosidad.
Lisandro lo conocía muy bien cómo para saber que no estaba del todo en sus cabales porque si no fuera así no estaría obedeciendo a todo lo que le dijera Cristian. No quería dejarlo solo en ese momento, temía mucho volver a ver esa mirada asustada y vacía que había visto antes.
—Yo lo voy a cuidar, no te preocupes por él —le prometió, acercándose a él con la esperanza de que no lo volviera a detener y poder hacer lo que tenía pensado desde un principio para calmarlo.
Fue directo a su cuello, dejando pequeños besos en su piel desnuda mientras que con sus manos agarraba el borde de su remera, cortando sus besos simplemente para poder desnudarlo por completo.
Bajó sus besos por sus hombros, por su pecho hasta que llegó a su abdomen y la posición le permitió hacerlo cómodamente. Acarició su cintura con sus manos y se acercó a él para rozar su miembro en su entrada. Lisandro dejó de pensar realmente cuando sintió al menor presionar contra su entrada, obligando a su cuerpo a recibirlo. El placer que le dio ese dolor le nubló los pensamientos y no pudo decir nada al respecto, dirigiendo su atención a lo mucho que intentaba su cuerpo relajarse.
Sus manos fueron a parar a los músculos de los brazos del cordobés, clavando sus uñas en su piel mientras se retorcía por cómo se sentía el contacto seco.
—Voy a hacer que te acostumbres de nuevo a tener el orto lleno —soltó el pelinegro, moviendo apenas sus caderas para tantear el "terreno" aunque terminó quedándose quieto al ver la expresión de dolor en el rostro del entrerriano.
Cristian acarició su cintura con suavidad, siendo paciente par que se acostumbrara a él porque era lógico que no lo pudiera soportar después de meses desde la última vez que hicieron algo juntos pero sabía que a Lisandro le gustaba cuando era áspero. En el fondo, era un masoquista de mierda.
Alejandro se acercó a su novio, inclinándose sobre él para poder besarlo y ayudarlo también de esa forma a relajarse. Licha no tardó en abrir su boca, recibiéndolo gustoso, uniendo sus lenguas mientras separaba una de sus manos del cuerpo del cordobés para así poder llevarla a la nuca del rubio, atrayéndolo más hacia él con algo de desesperación por tenerlo cerca suyo.
Cristian lo conocía lo suficiente como para saber que disfrutaba de ese trato aunque después requiriera muchos cuidados porque se sentía vulnerable.
A pesar de la insistencia en el beso, el gualeyo se vio obligado a interrumpirlo por un gemido al sentir al pelinegro moverse dentro suyo.
Alejandro se quedó mirando su expresión de cerca, con los ojos brillándoles al verlo de esa forma que nunca había visto en el mayor.
—¿Viste qué lindo que es, Ale? —comentó mientras sostenía con firmeza las piernas del entrerriano para embestirlo con fuerza. El madrileño asintió suavemente y sonrió con ligereza, llevando una mano a la mejilla de su novio para acariciarla.
La mirada de Licha estaba borrosa, no solo por las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos, sino porque no lograba enfocar su atención en ningún punto en específico. Su mente estaba borrosa y solo quería seguir sintiendo esa caricia por parte de Alejandro.
—Tal vez… —empezó a hablar, haciendo una leve pausa en sus palabras y en sus movimientos—. Tal vez debería enseñarte cómo ponerlo así de bonito. —Alejandro se volteó hacia él ante sus palabras, un poco sorprendido por lo que había dicho.
Cristian le devolvió la mirada y sonrió, retomando sus movimientos. No supo qué decir porque nunca había hablado sobre eso con su novio, y a él tampoco se le había pasado por la cabeza cambiar de "roles" alguna vez.
Pero la idea de que Lisandro estuviera de esa forma por algo que él hacía se plantó en su cabeza y no la pudo sacar de ahí.
—Aunque conociendo a Licha, probablemente seas vos el que llore, pero igual te va a encantar sentirlo en tu pija —acotó con una sonrisa, demasiado orgulloso de que solo con él fuera totalmente sumiso. Si era sincero, le subía el ego.
El entrerriano solo pudo abrir la boca en un intento de hablar y contradecirlo, pero solo terminó gimiendo por lo bien que ahora se sentía con su cuerpo habiéndose acostumbrado al menor abriéndolo.
Aún sentía cómo rozaba ásperamente sus paredes cada vez que se movía en su vaivén, pero se había acostumbrado al ardor y ahora estaba disfrutándolo, al punto de sentir su cuerpo hormiguear donde sea que lo tocaran. No podía pensar una frase coherente y mucho menos abrir la boca sin terminar gimiendo.
Soltó la correa de Alejandro y clavó sus manos en los hombros de Cristian al sentir cómo tocaba ese punto sensible dentro suyo. Cristian solo sonrió y continuó con los movimientos, sintiendo los espasmos que sufrían los músculos de sus piernas bajo su agarre.
—Cris… —logró decir el mayor, mirándolo con la boca entreabierta por lo agitado que estaba. El cordobés no necesitó más que eso para saber que estaba por correrse, así que soltó una de sus piernas y llevó su mano libre hasta el miembro ajeno.
Licha se retorció ante la sobreestimulación y se le terminó de nublar la vista cuando su semen empezó a manchar su abdomen.
Cristian hizo el esfuerzo para no correrse dentro del gualeyo, saliendo de su interior mientras obtenía un quejido por haberlo hecho tan rápido. Se acercó al mayor por un costado y le hizo una seña a Alejandro para que lo imitara, quedando ambos de rodillas a sus lados.
—Abrí la boca, lindo —le ordenó, golpeando ligeramente los labios del chico con el glande de su miembro.
En su momento de bajada del éxtasis, Lisandro le hizo caso, sacando la lengua mientras veía a Alejandro desde su posición, ansioso por sentir el líquido espeso de los dos en su boca.
El madrileño fue el primero en correrse, intentando no dejar caer nada fuera de la cavidad bucal del rubio teñido, y Cristian no pudo contenerse más al ver la imagen de Lisandro intentando no ahogarse con el esperma de su novio.
La mano izquierda del capitalino fue hasta la nuca del mayor, aplicando fuerza para intentar que enderezara un poco la cabeza hacia adelante.
—Cuidado, no te vayas a ahogar, Lisi —le comentó con un tono suave, mirando al chico tragar el líquido espeso como podía, agradeciendo la nueva posición por unos segundos aunque fuera incómoda mantenerla por sí mismo.
Cuando la respiración de los tres se calmó, el pelinegro se inclinó hacia el otro central, dejando un pequeño beso en su mejilla para después acariciar su cabello, moviendo los mechones que se habían pegado a su frente por el sudor.
Cristian sabía de sobra cómo se ponía después de coger, y más cuando entraba en ese estado, así que supuso que ahora que había ocurrido algo similar, Lisandro necesitaría de que lo trataran y le dijeran cosas lindas. La mirada de los dos centrales se conectaron y Cuti le sonrió con ternura, intentando pensar en cómo sacarlo de ese estado sin lastimarlo.
—Qué bonito sos, portándote bien —lo elogió y se sintió feliz al ver los ojitos ajenos recuperar el brillo.
Alejandro se acostó a su lado y lo abrazó, empezando a dejar besos en su hombro con cariño.
—Voy a ir a buscar algo para limpiarnos, ¿sí? Ale te va a cuidar por mientras —dijo, bajando su mano para acariciarle la mejilla. A pesar de que pudo ver cierto miedo en sus ojos, se obligó a separarse porque quería limpiarlos a los tres antes de dormirse.
El chico de doble nacionalidad lo miró con preocupación porque nunca había cuidado a alguien, siempre era Licha el que lo cuidaba, por eso le daba miedo hacer algo que lo lastimara. Pero de todas formas se armó de valor porque se trataba de su novio y por nada en la vida lo iba a dejar solo.
Cuando se encontró allí solo con el mayor, se inclinó hacia la mesa de noche para alcanzar el agua que había traído Cristian hace un rato.
—Tomá —le ofreció, sentándose a su lado.
Lisandro agarró la botella y se enderezó en la cama, antes de abrirla y beber un poco. Mientras, Alejandro se movió un poco para apoyar su cabeza en el hombro del chico, pasando sus manos por su torso para rodearlo y abrazarlo.
—¿Te gustó el regalo? —consultó con un poco de temor porque no había ocurrido como habían planeado las cosas y tal vez Licha no estuvo del todo cómodo con la situación.
El gualeyo le sonrió y asintió con la cabeza, apoyándola después sobre la suya con cariño.
—Gracias, bonito —comentó, pasando una mano por su espalda, abrazándolo con el brazo que no tenía ocupado.
—No sabía que te gustaba que te trataran así… —mencionó el madrileño, observando las marcas que había dejado el cordobés en su cuello, gustándole cómo la piel morena del chico se había tornado ligeramente morada.
Licha sintió su rostro calentarse por el comentario, sintiéndose tímido por la situación porque ciertamente esa era una faceta que nunca le había mostrado a Alejandro y le había tomado de improvisto. No estaba muy seguro de haber querido mostrárselo, pero en ese momento no lo pensó demasiado.
En el fondo, tenía miedo de que eso cambiara la forma de verlo.
—Son diferentes situaciones —respondió, intentando no pensar demasiado en eso.
—¿Yo también te puedo tratar así?
La pregunta lo tomó desprevenido y se quedó sin palabras por unos segundos, pensando en demasiados escenarios para el poco tiempo que pasó.
Dejó la botella de agua sobre la cama y usó su mano ahora libre para agarrar la correa que había soltado hace un rato. Tiró de esta, moviendo la cabeza del chico hacia abajo por unos centímetros, lo suficiente como para ahogarlo por unos segundos.
—No te desubiqués, cachorrito —dijo, soltando la correa para que se pudiera mover con libertad.
Alejandro se enderezó y lo miró con un puchero en sus labios y el ceño fruncido. Lisandro solo pudo sonreír por la ternura que le dio el gesto y se inclinó hacia él para conectar sus labios por unos segundos.
Cuando se separó, vio de reojo a Cristian regresar a la pieza con dos toallas húmedas y él aparentemente ya limpio.
—Después lo hablamos —le prometió, sin descartar la idea por completo porque no le desagradaba pensar en alguna vez dejar que se lo cogiera, aunque probablemente fuera como insinuó el cordobés porque con él tenía un trato especial, no era capaz de experimentar lo mismo con otra persona.
El morocho se acercó a ellos con una ligera sonrisa al ver que Lisandro ya estaba mejor, por lo que al llegar a su lado lo primero que hizo fue besar su hombro desnudo.
—¿Ya estás mejor? —consultó y el más bajito asintió con la cabeza, dejando que limpiara su cuerpo con una de las toallas no sin antes entregarle la otra a Alejandro para que se limpiara también.
Licha ayudó al menor a asearse y después se levantó para buscar su ropa y la de los dos chicos, sentándose nuevamente en la cama. Él se puso un bóxer y una camiseta, siendo imitado por su novio y Cristian, de no ser porque el pelinegro empezó a ponerse las medias y su pantalón.
Lisandro tiró de su brazo para llamar su atención.
—Ya es tarde, ni en pedo voy a dejar que te vayas a esta hora —le comentó, ganándose una sonrisa de parte del chico, aunque era una sonrisa un poco insegura—. No me molesta que te quedes.
—¿Y a tu novio? —preguntó, ganándose la mirada del medio español, con quien conectó miradas y Lisandro terminó uniéndose en las miradas.
Alejandro se sintió un poco intimidado y avergonzado porque repentinamente estuvieran mirándolo los dos, pero solo negó con la cabeza, dándole permiso a quedarse.
Cristian intentó levantarse nuevamente para ir al living a dormir pero Lisandro lo retuvo en la cama, a lo que respondió con una mueca confundida.
—Podés dormir con nosotros —ofreció, un poco tímido porque definitivamente no todos los días dormías con tu mejor amigo y tu novio después de haber cogido.
—¿Qué querés, que mañana te despierte cogiéndote? —bromeó, volviendo a la cama y acomodándose en la cama para acostarse al lado de los dos chicos.
Lisandro se puso colorado pero igual se rió ligeramente, capaz por los nervios.
—Tal vez —respondió, siguiéndole la broma, observando a Alejandro mirarlos con ciertos ojos de recelo.
El menor lo rodeó con los brazos y lo atrajo a su cuerpo, apoyando su mentón en el hombro del teñido.
—Basta, solo te lo presté esta vez —comentó, afianzando el agarre solo porque no quería que Cristian lo volviera a tocar.
El cordobés solo se rió de su actitud, mirándolo con una ceja levantada y una mueca burlesca.
—¿No querés entonces que me lo coga mientras vos lo ahogas y lo hacés llorar? —soltó, sin ningún tipo de filtro.
Ahora era Alejandro el que estaba rojo por la vergüenza.
Lisandro solo pudo pensar que tal vez podía acostumbrarse a esos encuentros y a esa nueva faceta que no conocía de su novio.
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¿Cuántas mitologías hacen una vida?
Presentación del libro De Perséfone a Pussycat. Voz e identidad en la poesía de Margaret Atwood, de Claudia Lucotti
Irene Artigas (de 2014)
Orfeo (1)
Margaret Atwood
Caminabas frente a mí,
llevándome de regreso
a la luz verde que alguna vez
sacó los colmillos y me mató.
Fui obediente, aunque
insensible, como un brazo
dormido; regresar
al tiempo no fue elección mía.
Ya estaba acostumbrada al silencio.
Algo se desplegó entre nosotros
como un murmullo, como una cuerda:
mi nombre anterior,
estirado.
Tenías tu vieja correa
contigo, puedes llamarla amor,
y tu voz de carne.
Ante tus ojos sostenías con firmeza
la imagen de lo que querías
de mí: que viviera otra vez.
Esta esperanza tuya fue la que hizo que te siguiera.
Fui tu alucinación, escuchando
y floral, y me cantabas:
ya me crecía una nueva piel
en la mortaja de neblina luminosa
de mi otro cuerpo; ya
había fango en mis manos y tenía sed.
Sólo podía ver la silueta
de tu cabeza y hombros,
negros al contraluz de la boca de la cueva,
así que no pude mirar tu rostro
cuando te volviste
para llamarme porque ya
me habías perdido. Lo último
que distinguí de ti fue un óvalo oscuro.
Y, aunque supe que esta falla
te lastimaría, tuve que
replegarme como una polilla gris y dejarte ir.
No creíste que fuera algo más que tu eco.[1]
Quise empezar esta presentación del libro De Perséfone a Pussycat. Voz e identidad en la poesía de Margaret Atwood, de Claudia Lucotti, con esta pregunta y este poema como ejemplos de los rumbos a los que volver a leerlo me llevó. Y es que no sólo se trata de un texto muy crítico, agudo y completo de la poesía de Margaret Atwood, una de las voces más importantes de la literatura canadiense contemporánea, sino que es una revisión meticulosa de nociones fundamentales de lo que es la poesía, de cómo entenderla, de qué debe ser, desde la perspectiva de mujer, lectora, profesora, investigadora, en México, a principios del siglo XXI, de Lucotti.
La historia de Orfeo en el poema de Atwood es la misma que ya sabemos, pero está contada desde Eurídice, desde otra parte y es esa otra parte del mito y su relación con la escritura una de todas las cosas que quedan subrayadas por el recorrido que hace Lucotti de las diferentes etapas de la poesía de la canadiense. Y es que De Perséfone a Pussycat… puede leerse como una revisión muy inteligente del papel que tienen el lugar y el mito en la escritura de esta poeta y en la configuración de identidades individuales y literarias. A partir de una primera contextualización biográfica, Lucotti lee a Atwood en su contingencia (Canadá, mediados y finales del siglo XX, mujer, escritora) y nos recuerda la importancia de nociones como las de voz, identidad y entorno para mapear su escritura y cuestionar qué es escribir desde un lugar.
Para Lucotti, “voz” es el “yo poético”, la “persona poética” que escuchamos en el poema y que identifica con la voz misma de Atwood, ya que, incluso en “los casos en que la poeta hace uso de personajes que aparentemente no tienen nada que ver con ella” (14), por regla general se está refiriendo, en mayor o menor medida, a ella misma. Así, Lucotti se coloca en ese espacio crítico que no acata el mandamiento tradicional que prohíbe confundir el yo del poeta con esa voz que suena en el poema. Por otra parte, la “identidad”, para ella, es “en primer lugar un serie de características específicas que marcan a un individuo o una comunidad” (14), lo cual no significa que “estas características deban ser en absoluto homogéneas, ya que muchas veces resultan discordantes, incluso opuestas, además de que bien pueden recombinarse así como transformarse a lo largo del tiempo”(14). Estos dos conceptos y su forma de colocarse frente a ellos son los ejes de una cartografía que traza un espacio de cuestionamiento y construcción de mundos, un libro que es un lugar para pensar universales y particulares.
Lucotti considera que en la poesía de Atwood puede encontrarse la huella irremediable de su entorno, de un lugar muy específico y de la conciencia de la importancia de la relación con el mismo. No por nada, por ejemplo, en el epígrafe al capítulo II (“The man came from nowhere/ and is going nowhere”) hace referencia a la importancia de venir de un lugar y de ir a otro, además de tener conciencia de ello (Los epígrafes de cada uno de las capítulos son verdaderas iluminaciones de lo que contienen). Lucotti nos explica cómo en los poemas de Atwood, el paisaje canadiense no es sólo un escenario, sino que la voz poética es una con él “y por lo tanto, el lago y el bosque no funcionan sólo como marco para una situación, sino que son parte central de esta voz poética. De hecho, el yo poético no podría ser sin el lago y el bosque, así como tampoco existiría el poema sin esta situación tan especial”(72). Esta aseveración surge de un conocimiento profundo del contexto de Atwood, de leer, por ejemplo a Northrop Frye y recuperar su idea de que a la “sensibilidad canadiense” le “causa menos perplejidad la pregunta ‘¿Quién soy’, que un acertijo del tipo de ‘¿Dónde es aquí?’”(81). Comprenderse en términos de un entorno no es caer en los clichés de que Canadá es sólo una hoja de maple, sino habitarlos cuestionándolos y modificándolos. “Margaret Atwood […] pone en práctica una nueva forma de ver y relacionarse con los espacios a partir de una visión que combina el reconocimiento del hecho de que pertenecemos a un orden colectivo con una tendencia paralela de querer cuestionar ese orden de modo más particular” (98).
Además de la revisión cuidadosa y recuperación de las otras voces sobre Atwood, y de la de la misma Atwood, de la traducción de todos los textos (en su mayoría hechas por Rocío Saucedo y la propia Lucotti), en este libro se encuentran momentos de franca y gozosa revelación. Por ejemplo, cuando se relata el momento en el cual a Atwood se le “avisa” que será escritora:
El día que me convertí en poeta fue un día soleado sin particular ominosidad. Iba caminando a través del campo de futbol, no debido a que estuviera interesada en los deportes o tuviera planes de fumar un cigarillo tras la caseta del campo –la única razón para ir ahí – sino porque era ésa mi ruta usual a casa desde la escuela. Me alejaba con mi usual estilo furtivo, sin sospechar nada malo, cuando un grande e invisible dedo pulgar descendió del cielo y presionó en la parte superior de mi cabeza. Se formó un poema. (26)
Gozosos son también el momento en el que Lucotti señala cómo Atwood subvierte la idea de que “escribir no es algo que se hace, sino que se es”, para decir que se es poeta por lo que se hace, y cuando, y aquí es donde me detendré un poco más porque es la parte que más me mueve del libro, reflexiona sobre el manejo del mito que hace Atwood, en el contexto de la literatura canadiense, y en el de la noción misma de poesía. Tomando en cuenta lo que Northrop Frye, James Reaney y Jay Macpherson elaboran en torno al mito, Lucotti analiza varias de las colecciones de Atwood y plantea un problema muy interesante de lo que puede ocurrir cuando éstos, los mitos, se reescriben. Sus ejemplos concretos son algunos de los poemas de Morning in the Burned House. Aquí presento uno para seguir con su argumentación y para compararlo con el de “Orfeo 1”, que es posterior.
“Crésida a Troilo: un obsequio”
Me obligaste a darte obsequios venenosos.
No puedo decirlo de otra manera.
Todo lo dado fue para deshacerme de ti
como si fueras un mendigo: Toma. Vete.
La primera vez, la primera oración incluso
fue en respuesta a tu reclamo silencioso
y no por amor, y por tanto no
un obsequio, sino para quitarte de encima,
para que ya no subieras las escaleras
y me acosaras furtivamente,
pues cada vez que volteaba, al regar
los narcisos, o al cepillarme los dientes,
ahí estabas, alcanzaba apenas a verte
de reojo. Periférico. Flotante. Nadie
jamás te dijo que la gula y el hambre
no son lo mismo.
¿Cómo comenzó todo esto?
Con Lástima, ese ángel livianito
con sus húmedos ojos rosados y alas resbalosas
de membrana mucosa.
Causa tantos problemas
Pero nada de lo que te di te venía bien;
era como el pan blanco para los peces de colores.
Tragan y tragan y eso los mata,
y flotan en la fuente, panza arriba,
con expresión de asombro
y haciéndonos sentir culpables
como si su tóxica glotonería
no fuera cosa de ellos.
Ahí sigues, afuera de la ventana,
todavía con las manos extendidas,
pálido y con ojos de pescado, comportándote
como un ingenuom, como un muerto de hambre.
Bien. Ten esto entonces. Toma más cuerpo.
Come y bebe.
Sólo lograrás enfermarte. Enfermarte más.
No tendrás cura.[2]
Lucotti considera que este poema “se construye a partir de la destrucción de mitos e ideologías que no permiten aprehender de manera acabada la realidad que nos ocupa, mostrando o recreando situaciones de manera irónica y por lo general exenta de trascendencia o de la presencia de un sentido único”(p.145). Para Claudia ésta es una salida poco satisfactoria que, aunque se justifica dentro de un marco feminista –lo cual no es poco, añadiría yo--, como poesía lleva a un punto en el cual la ironía, sin nada que la sustente más que la desarticulación de algún otro sistema, conduce al “reverso de la palabra, la no comunicación” (2002, 127). En estos textos, nos sentimos perdidos, incapaces de encontrar un lugar para nadie, de reconocer nada con claridad. Lucotti argumenta, siguiendo a Octavio Paz, que no es posible vivir sin correspondencias, sin sistemas que nos permitan “descifrar el universo para volver a cifrarlo”(130). De aquí, presenta lo que para ella debe hacer la poesía y lo que son la no poesía y la antipoesía en páginas realmente fascinantes que valoran y atesoran de manera muy justa las colecciones que siguieron a ésta de Atwood y en las que sí se logra volver a cifrar algo. Su lectura del poema “Not the moon” es sorprendente y resume muy bien lo que ella espera de un texto poético: “una luz … que ilumine…y deje flotando en el aire un cierto destello que podría incluso funcionar como representativo del rastro que deja tras de sí un poema que logra iluminar, que logra transmitir de modo íntegro, es decir, que logra ser poesía” (177). Y dicha iluminación se consigue conmoviendo al lector, “obligándolo a reposicionarse de entrada con respecto a lo que va a leer, y [poniendo] en funcionamiento no sólo el lado emotivo sino también el racional” (177).
Estas reflexiones de Lucotti en torno al mito, la poesía de Atwood, la poesía en general y el papel que tienen en nuestras vidas, la colocan junto a pensadores como Roberto Calasso para quienes las mitologías son fluctuantes. Porque el mito es una hoja que cae del árbol, es el pleamar y la tormenta y puede ser una tabla de quesos, el rostro de una diva, un niño jugando futbol, un mosquito que no te deja dormir, un búho y una gatita, reconfortados porque la luna sigue estando ahí. El mito puede ser una máquina de plumas, un corazón de obsidiana, una caja llena de esperanza, una profecía que no sabemos leer. Un laberinto en el que nos perdemos, una muralla que nos separa. Es, y aquí no puedo evitar recordar a Adrienne Rich, a quien Atwood leyó con pasión y de quién aprendió una perspectiva, un tesoro del naufragio. Una simulación de lo privado aislada en lo universal. Densidad camuflada en transparencia. El mito es una analogía que se sostiene y no por eso deja de cuestionar y conformar el mundo; una analogía que se constituye como una forma de llegar más allá de “nuestras actuales limitaciones mentales”.
Eso es lo que Lucotti encuentra en gran parte de la poesía de Atwood y la utilización del mito es sólo una manera de explicar su asombro ante el trabajo de esta escritora y de enseñarnos a leerla. Porque eso es lo que Lucotti hace en este libro: enseñarnos a leer: con profundidad, con respeto, con distancia crítica y con una ética consciente de que la literatura es una especie de terapia no sólo de los deseos sino de las visiones, de lo más individual y de lo colectivo.
Claudia Lucotti. 2013. Perséfone a Pussycat. Voz e identidad en la poesía de Margaret Atwood. México: Bonilla Artigas/ Facultad de Filosofía y Letras, UNAM.
[1] La traducción es mía. El poema en inglés fue tomado de Atwwod, Margaret. 1987. Selected Poems II. Poems Selected & New. Boston: Houghton Mifflin Company.
[2] La traducción es de Claudia Lucotti y se incluye en el libro que presentamos (144).
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Hijos del este
El libro Perdido
Capítulo 6: Las Jaulas Omegas
Por donde sea que Izuku mirara, estaba lleno de personas de todas las castas y razas. Sus rasgos son tan diversos y como únicos, formando un verdadero arcoíris de colores. Hay gente de piel oliva con cabello rubio, mujeres blancas de cabello crespo y azul cielo, ojos rasgados y miradas almendradas, hombres pequeños de rasgos extraños, jóvenes guerreros y soldados experimentados. Y lo único que comparten es su forma de vestir, un uniforme militar compuesto por camisas de diversos colores enfundada por un peto de cuero con correas, botas de batalla y brazaletes de metal.
Izuku intenta disimular su sorpresa cuando descubre rasgos que nunca ha visto, pero no puede evitar preguntarse qué tan lejos han llegado en sus viajes, o cuantos lugares en el mundo existen que ni siquiera sospecha o puede imaginar.
En su pueblo, todos se parecen entre sí, muchos de echo son primos o están conectados en alguna rama genealógica porque no viajan ni visitan otras regiones. Por lo mismo todos se conocen, al punto de saber hasta las rutinas de trabajo de cada uno, la única época del año en que se veía más diversidad, era durante la visita al templo, por los peregrinos de los pueblos vecinos, pero incluso entonces, no existían otros rasgos que no fueran la piel blanca y pelo negro o castaño.
Por su puesto, los Midoriya eran la excepción a la regla. Cuando Izuku nació siendo omega, con cabello y ojos verdes, su madre tuvo todo tipo de reparos para evitar que nadie tocara a su cachorro peculiar, pero al cabo de un año, el caluroso verano obligo a que Inko descubriera al bebé mientras estaba en él pueblo. Dos vecinas inmediatamente fueron a saludar, querían ver al receloso matrimonio y su bebé, pero tan pronto tuvieron al niño en frente jadearon y palidecieron antes de salir corriendo. Inko estaba furiosa, Hisashi también, así que ninguno dijo nada cuando todo mundo corrió al mercado a comprar hierbas y porotos negros para no contagiarse de viruela.
Hasta ahora, todo lo que saben ambos hermanos es lo que pueden llegar a recordar en las festividades por la guerra del exterminio. Su abuelo entonces se sentaba en la cabecera de la mesa para relatar las glorias del ejército y contar porque el imperio los había expulsado de los páramos…. “Son gente sin raíces propias, linaje o valores, esas bestias destruyen y saquean las mismas tierras que los alimentan ¡Peores que perros!” …
Los libros confirmaban las duras palabras del anciano, describían a cada tribu como verdaderos salvajes ignorantes, que no saben lo que es la justicia o un sistema de leyes, criaturas sin ningún tipo de respeto o civilidad…Alguna vez escuchó advertir que sólo un mal oscuro podría mantenerlos unidos tras tantos siglos de existencia. “Sangre maldita”, decía con dureza el abuelo mientras la abuela asintía agachando la cabeza.
Y hasta donde sabe y ha visto, parecer ser toda la verdad.
Pero los pueblos nómades son tribus hermanas unidas por: la creencia en el dios Aodht, las costumbres de guerra basadas en una poderosa caballería y una compleja sociedad cosmopolita que es capaz de absorber lo mejor de otras culturas, en especial si éstas significan una ventaja en batalla.
Cada tribu sólo se distingue por sus orígenes divinos. Donde el mito cuenta la fabulosa historia de como el dios Aodht se enamoró de un mortal y los sacrificios que hizo para dar vida a los tres hijos que engendró con ella, así mismo también se relata cómo estos semidioses dieron origen a los 3 pueblos nómadas y como compartieron los conocimientos para domesticar al caballo salvaje de los páramos.
Los nómades también viajan en grandes grupos compuestos a su vez por pequeñas manadas de guerreros que se hacen cargo de distintas funciones. Van a donde las tierras fértiles los cobijen, ya sea en la estepa, los oasis del desierto o las costas lejanas a las que ningún hombre del imperio de Dagoba a soñado con llegar. Por donde van, la gente hinca la rodilla al Kahn de la región y si acaso alguien se niega a jurar lealtad, no viven para contar la historia.
Sin embargo, la mayoría de las gentes del desierto y la estepa acepta sus formas, e incluso los esperan con ansias porque su presencia es suficiente para ahuyentar a enemigos mucho más difíciles de manejar, después de todo, a los nómadas solo deben soportarlos unos pocos meses, mientras que a un rey toda la vida.
En su mayoría, transitan por sus tierras sin tener que desenfundar la espada o disparar una flecha, salvo para cazar criaturas salvajes como lobos, Felinos de Manul, bestias nomu, osos y jabalíes, las cuales rondan los pueblos aislados de las estepas para alimentarse del ganado y los niños. Pero, aunque esto es conocido, muchos todavía los llaman salvajes.
Si lo tienen merecido o no, es difícil juzgar para quien sabe de historia, pues no tratan a sus enemigos peor a como fueron tratados ellos mismos. En su concepto de justicia cobran una vida por otra vida, comida por protección, una mano por un robo, latigazos por una calumnia, y una muerte deshonrosa para quien mate o robe un caballo de sus arcas. Ninguno de esos castigos es agradable a la vista, especialmente el último, pero ni siquiera la historia, o sus leyes severas generaron tanto desconcierto, recelo y escándalo, como la forma en que contraen matrimonio, el rapto.
Cada año, trazan una ruta nueva en sus bastos territorios, y cuando alguna caravana o pueblo nuevo se cruza en sus caminos con omegas o betas mujeres, les dan a escoger, un tributo o la vida. A esto lo llaman, guerra florida. El por qué o desde cuando lo hacen no es algo que compartan, pero se dice que la sangre nómada no produce omegas o los que nacen, difícilmente pueden ser considerados como uno. Sus portes no distan demasiado al de las otras castas, además, visten igual a como lo hacen las alfas o betas, cabalgan como ellos, usan la espada el arco o el hacha, pelean, beben y toman decisiones como el que más, ocupando los mismos cargos políticos.
Entonces sí, no tienen raíces que los aten a una sola tierra, sino un lazo de sangre y hierro con el que forman manadas para protegerse del mundo. Su amabilidad no se muestra con palabras sino con gestos, su justicia es firme y práctica, pero tienen un ideal de libertad e igualdad entre las castas que nadie más comparte. Mitsuki y Masaru Bakugo, son una prueba de ello, juntos no solo consiguieron imponerse como los lideres máximos entre las 3 tribus, sino que lograron convocarlos para cobrar justicia por la guerra del exterminio y así recuperar la soberanía sobre las tierras sagradas de Yuei.
Pese a todo lo que sabe y teme, todos los nómades que reparan en la presencia de los dos forasteros, se detienen para observarlos de pies a cabeza, tomando nota de la ropa sencilla, la juventud en el omega y la presencia del cachorro que los mira con un mohín enojado y ojos húmedos. Por su parte, los nómades no se molestan en ocultar sus emociones, pero prima la curiosidad antes que otra cosa, algunos incluso los siguen por el camino haciendo preguntas a Tokoyami y luego a Mina, cuando el macho rodó los ojos y los mandó a trabajar.
Izuku se hunde ante el tono duro. Tokoyami es un omega mayor que él, según puede adivinar en unos 5 o 7 años. Por otro lado, Izuku sospecha que este hombre debe ser alguien importante o cuanto menos reconocido, a juzgar por forma en que lo saludan los soldados.
No está seguro, porque el hombre emite una vibra misteriosa e inquietante por dónde camina, al punto que alfas y betas se apartan de su camino incluso sin haberlo visto…Ahora que las tinieblas del bosque no pueden disimular la presencia de Tokoyami, no le cabe duda de que las sombras al su alrededor se mueven de formas extrañas, acentúan sus facciones, envuelven los pasos por donde transita o se achican contra sus pies cuando un rayo de sol las sorprende. Es un portador de magia, pero al mismo tiempo es diferente a los alardes que hacen los charlatanes del pueblo y a la magia que enseñan en la capital.
Mientras tanto, Mina destaca como un ramo de flores en invierno, su apariencia y vestimentas vivas atrae miradas, su carácter amistoso y jovial hacen que sea fácil hablar con ella, los omegas sonríen cuando la ven y le hacen cumplidos como si fueran grandes amigos, entonces resulta difícil juzgar que rol ocupa ella.
Sin embargo, pese a la diferencia entre ambos, es claro que son respetados y reconocidos como superiores, y no puede evitar preguntarse qué hará falta para que alfas y betas te miren como los miran a ellos…
De pronto se detienen frente a una carpa de cuero ancha donde una alfa los recibe con una sonrisa. La mujer era alta y voluptuosa, portando casi como insignia la sonrisa coqueta delineada por un par de labios rojos, su cabello azabache cae sobre sus hombros delicadamente, cubriendo parte del pecho generoso, apenas cubierto por la camisa desabrochada. Izuku se cohíbe cuando nota el escote profundo sin el menor atisbo de un vendaje para sostener sus senos.
- Vaya, un niño besado por el sol…- susurra mientras rodea a los visitantes.
- Lo encontramos en nuestro viaje aquí- interrumpe Tokoyami tras saludarla con un árido asentimiento de cabeza. – revísalo para que podamos enviarlo a las jaulas
La mujer asiente sin abandonar la sonrisa para luego centrar sus ojos celestes en Izuku. El joven omega, se tensa tras notar que la carpa está llena de catres y mantas, su miedo vuelve con fuerza, sin que pueda evitar retroceder, sin embargo, la mujer no intenta invadirlo con preguntas o acercarse más allá de los dos metros que los separan, sino que le ofrecerle sentarse en uno de los tantos catres para luego darle la espalda.
Sorprendido Izuku observa cada movimiento, pero ella solo toma una jarra desde una de las mesas y sirve un poco de agua. En silencio, ella se acerca a Kota, quien se mantiene firme contra la cama con el ceño fruncido mientras tiembla ligeramente. Ella sonríe suavemente mientras se agacha a su altura antes de ofrecer el vaso al niño, inmediatamente kota abre los ojos y mira hacia Izuku.
-Preferiría beberlo yo antes. -dijo Izuku sin quitarle los ojos de encima a la mujer y ella asiente con un gesto extraño, como si tomara nota mental de la situación.
-Por su puesto cariño. Y, por cierto, mi nombre es Nemuri Kayama, soy una matrona y curandera. - informa tranquilamente.
Izuku recibe el vaso con un ligero asentimiento, y lo inspecciona, luego bebe apenas un sorbo en busca de cualquier sabor extraño, pero al no encontrar nada, le entrega el resto a Kota. Ella sigue observándolos profundamente, lo hace sentir como si estuviera en una exhibición, más guarda su incomodidad para sí mismo. – Yo, soy Izuku y él es Kota.
- ¿Puedo saber qué edad tienen?
-Diecinueve y cuatro años. – miente, dispuesto a seguir con la mentira aún si sabe que la mujer sabrá muy rápido que es virgen si lo inspecciona a fondo.
-No representas esa edad – admite la mujer mientras estrecha la mirada para observar mejor la fisionomía del omega- diría incluso que rondas los 15 años y poco más… ¿No es una bendición? - agrega encogiéndose de hombros- es una buena cualidad para cualquier omega, envidiable inclusive.
-No estoy tan seguro. -repuso Izuku, la mente trabajando rápido para sostener su mentira más tiempo- la gente me subestima, me asumen demasiado joven para cualquier responsabilidad- le cuenta con sinceridad oportuna, eso es con lo que ha lidiado toda su vida desde que se hizo cargo de Kota, nadie más podía hacerlo, pero todos hablaban de como lo hacía.
-De cualquier forma, te trajeron nada menos que los chicos de Katsuki, ¿A puesto que uso su voz para amedrentarte? Pobre criatura- dice con fingida preocupación al tiempo que rodea la cama para mirar todo el cuerpo de la omega. Memoriza cada marca de cortejo que encuentra visibles en su rostro y cuello, entonces una sonrisa astuta se escapa, no falta mucho tiempo más para que el celo de este chico llegue.
-Es …rudo, supongo- dice incomodo por el repentino silencio y la incapacidad de seguir los ojos escudriñadores de la mujer.
-Áspero en los bordes- concuerda ella y ahora su atención se fija en el niño- aunque muchos dirían que por dentro también, pero si te envió aquí, antes que, a las jaulas, significa que algo de amabilidad aprendió de su padre. – reflexiona, pero el omega guarda silencio sin confirmar nada.
La mujer entonces camina hasta una mesa y toma un estuche que alberga una pila de herramientas extrañas. Para alarma del ojiverde algunas se parecen a las herramientas de la matrona del pueblo. “No puedo dejar que me toque”, piensa alarmado, “solo dejaron vivir a Kota porque pensaron que era mi hijo…se lo llevará…No, ella es alta pero no tiene la constitución de los otros”. Entonces se desliza suavemente por el borde del catre, pero en la puerta y lejos de la vista, alguien ríe. Es la voz de Mina, lo que significa que están esperando que ella termine de revisarlo…
-Tranquilo, no estoy usando nada de esto…-susurra la mujer cuando se da vuelta y ve los ojos negros del omega- Solo necesito descartar que estes enfermo como dijeron - agrega la alfa mientras se lava las manos en una fuente con agua. - Miraré dentro de tu boca, revisare tu cuello, nada más…
Izuku la mira con sospecha, hundiéndose en el camastro, sintiéndose inútil. Aunque tuviera la habilidad para superar a esta mujer, otros están esperando a fuera en caso de que quiera escapar.
Nemuri sonríe y espera con calma a que el chico se relaje. Sabe que es mejor no presionar a un omega asustado. Cuando el joven por fin la deja acercarse, ella revisa su cabello, ojos y boca, que es lo menos amenazante, luego palpa la barbilla, la piel bajo sus orejas y desciende haciendo pequeñas presiones hasta encontrar los músculos del cuello. En todo momento evita acercarse demasiado a las glándulas de olor situadas en la parte posterior de su cuello.
-Necesito tocarlas un poco- advierte mientras envuelve su mano con un paño blanco.
Izuku toma un respiro antes de inclinarse ligeramente, la marea de nervios regresa, contiene el aire cuando siente una ligera presión sobre sus glándulas de olor, pero el toque es muy suave, tanto que siente un ligero cosquilleo cuando ella restriega un poco el pañuelo.
La mujer inspecciona el retorno rápido del flujo de sangre en la piel, signo de un omega joven. Toma nota de la falta de cicatrices o raspaduras, lo que significa que nadie ha tocado esta parte en la intimidad, lo que aumenta aún más sus sospechas sobre él chico y el niño. Luego huele los aceites y sus cejas se unen ligeramente.
- ¿Puedo saber quién es el niño que te mira con tanto cariño? – pregunta tomando asiento frente a ellos.
-Es mi hijo
Nemuri guarda silencio un breve momento antes de asentir, con el gesto en blanco, clínico en realidad. Intuye que el chico miente, porque carece de muchas señales que las madres desarrollan tras un embarazo en sus glándulas de olor. Por otro lado, los aceites que logro desprender con el pañuelo son como los de un omega adulto y no alguien que está terminando su maduración…. Sin embargo, ahora que puede verlos de cerca, tal parece que existe algo que apremia más.
- ¿Qué es eso? - inquiere la mujer al descubrir la presencia de vendas bajo la ropa.
- Esta cauterizado- contesta Izuku, los sentidos reactivándose más rápido luego de permitir que ella tocara su cuello.
- Esos idiotas debieron empezar por ahí – espetó la mujer mientras se aleja para tomar botellas con diversos elixires, una venda nueva y otra jarra con agua cocida.
Izuku intenta convencerla de que está bien, pero la mujer lo recuesta en la cama y finalmente lo convence de quitarse la camisa sucia. Todo su torso queda desnudo, pero de alguna forma la exuberante mujer no lo intimida demasiado y al cabo de un tiempo se relaja ante sus hábiles manos.
Ella suspira cuando ve la fea cicatriz en el hombro rodeada por ampollas en los bordes. Si no trata eso, se infectará y el chico podría morir por una estupidez. Mientras se ocupa de eliminar el tejido muerto, aplicar aceites medicinales y una nueva compresa, observa lo último que necesitaba ver en el pecho de Izuku para reforzar sus sospechas.
-No imagino cuanto debió doler- susurra, pero no hablaba de la cauterización. Algo semejante a la simpatía se refleja en sus ojos negros mientras venda el hombro para proteger todo su trabajo. Luego sale de la carpa para advertirle a Mina, la única que todavía está esperando fuera, que el omega debe quedarse 4 días ahí o al menos una noche bajo supervisión para verificar la evolución de la quemadura y rehidratarlo.
-Katsuki me despellejará – se quejó Mina, sin embargo, ayuda a amarrar a Izuku al catre junto al cachorro antes de abandonar el lugar.
Nemuri la despide y luego se apresura a tomar notas en un pergamino sobre este paciente y la oportunidad de conocer de primera mano, un caso tan raro de maternidad subrogada. Ella no tuvo que olerlos dos veces para reconocer el fuerte lazo que los unía, pero si bien las feromonas decían que eran madre e hijo, la presencia de glándulas de olor tan pequeñas como esas eran signo de involución por desapego o ausencia de celo, luego confirmo sus sospechas cuando revisó su torso desnudo ausente de estrías y pezones sin madurar.
El joven solo era un omega en pleno florecimiento y el olor había madurado a la fuerza para solventar las necesidades del cachorro. Este lazo tan especial se creó tras la muerte de la madre de ambos y un duelo difícil en el padre…
Abstraída en las implicancias que envuelven este fenómeno, la mujer comenzó a liberar parte de su esencia somnífera. Sólo lo nota cuando ella misma bosteza tras terminar de tomar notas de los dos hermanos, y al darse la vuelta nota como Izuku navega los efectos de su perfume, negándose a perder la conciencia todavía.
La mujer se pregunta que estará pasando por la mente del hijo Bakugo, o que decidirá Masaru una vez sepa que estos dos fueron tomados como prisioneros…El hombre es amable, pero también ha demostrado ser fiel a las costumbres, los separará si hace falta.
Nemuri se acerca a Izuku y se arrodilla a su lado, mientras echa un rápido vistazo hacia la entrada. - Por qué no estoy segura de que sucederá con el niño, es que voy a dar esta advertencia- los ojos se Izuku se abren lentamente, poniendo toda su atención en la mujer que susurra cerca de su rostro- pase lo que pase, asegúrate de ser el último en salir de la jaula ¿Entendiste?
- sí… ¿ya lo sabe verdad?
- ¿Que es tu cachorro? Sí, eso es todo lo que necesitan saber.
Izuku se muerde los labios tras escucharla, no cree que pueda confiar en ella, pero no sabe que más pueda hacer para protegerlo. Con cuidado pasa una mano por la cabeza dormida de Kota, ordenando el cabello negro azabache y besando su frente. Nemuri cierra los ojos ante el gesto protector, deseándoles la mejor de las suertes.
Temprano esa mañana alguien se presenta a buscarlos. Izuku no reconoce al hombre castaño frente a él, pero tampoco es que importe. Justo antes de que este hombre llegara, Nemuri le explica al término de la guerra será emparejado con uno de las alfas...
Una sonrisa irónica se forma en sus labios, ante el recuerdo. Porque él había pedido por un alfa y de cierta forma, si se quedan aquí se cumplirán todos sus deseos…Si tan solo tuviera 19 años, tendría menos miedo puede que en realidad nunca estuvo listo para esto, él quería un cortejo largo como el que habían tenido sus padres, para conocerse y hacerse a la idea de que será una esposa y madre antes de que pueda disfrutar de su independencia y adultez.
Ahora se atará a un alfa que no conoce y que lo llevará tan lejos de su hogar que quizás nunca vuelva a ver su antigua casa…
O podría navegar en torno a estos conocimientos como ella dijo.
Se boca se seca cuando saborea las dos posibilidades que se presentaron: aparearse o escapar. Nemuri no había sido muy clara al respecto, pero si ella lo sugirió, entonces es porque puede hacer cualquiera de ambas. Solo que debe descubrir cómo.
Por el camino, intenta memorizar la disposición de las carpas, los nombres que logra escuchar a todo su alrededor, las insignias que podrían delatar cargos o posiciones militares, observan las armas que usan y sobre todo como ninguno de ellos piensa que pueda ser una amenaza. Algunos incluso los miran con lástima.
Su corazón se entristece al recordar la amenaza del alfa rubio, pues de ser cierto su pueblo será arrasado en poco tiempo o, en otras palabras, ya no le queda nada, salvo Kota. Sus pasos sin quererlo se volvieron lentos, nublados por las lágrimas que corrían por sus mejillas, pero no por perder a sus seres queridos, si no por la idea oscura que se cruza por su mente...
Un jadeo especialmente fuerte detiene los pasos del hombre castaño que conduce a las jaulas. El hombre mira por encima del hombro al prisionero que se cubre la boca con una mano mientras aprieta con la otra al niño que arrastra consigo.
La cuerda tira e Izuku se fuerza a caminar, su cabeza se sacude mientras empuja las lágrimas fuera de su rostro, muerde sus labios para callarse, y aunque Kota lo llama asustado por saber que le pasa esta vez, Izuku no puede mirarlo a los ojos después de haberse preguntado si acaso no habría sido mejor que lo dejara atrás en el bosque cuando tuvo la oportunidad.
Izuku logra calmarse tras un tiempo, convenciéndose que solo es su histeria omega hablando por él, entonces se distrae organizando las ideas y los fragmentos de información que logró recabar. La campaña está lista para partir en cualquier momento, la guerra ocurrirá y solo puede esperar a que pase.
Si pierden la guerra, Izuku tendrá que resignarse a su destino, porque si lograra escapar, no hay forma de que llegue al próximo castillo antes de que sean capturados de nuevo. Pero si ganan, los salvajes huirán y entonces…entonces el podrá regresar a casa. Hasta un campesino sin educación como él sabe que las jaulas de los prisioneros franquean el perímetro más externo para disuadir cualquier intento de ataque del enemigo, además los salvajes no serán tan estúpidos para secuestrarlos durante la retirada, los abandonarán ahí y deberá huir al bosque.
Mas temprano que tarde, las jaulas aparecen. Se ven como enormes trampas de ratones hechas de madera y metal, son vigiladas por beta. De cerca se ven incluso peor, tienen astillas sobresaliendo desde la madera y el olor que desprenden refleja el miedo de los pocos ocupantes que hay dentro.
Resultan ser 4 omegas de unos 17 a 20 años y tan pronto reparan en su presencia se alejan lo más que pueden de la puerta de acceso.
Una vez adentro, Izuku se espabila un poco más, planta los pies firmes por delante de Kota para tantear el carácter de los omegas extraños, mientras el cachorro se aferra a su ropa inquieto por el olor fuerte a ansiedad y angustia. Se miran fijamente, tazando su carácter, pero ninguno parece hostil o frenético, en cambio, tal parece que todos comparten la misma resignación.
- Nos dan dos comidas al día- soltó una omega de cabello verde oscuro de pronto - ya recibimos la primera, pero la otra es hasta la noche. - Advirtió a lo que Izuku contestó con un asentimiento.
- No hagan ruido - refunfuño un Beta grande y rubio pateando la jaula, pero nadie se inmuta. Ya todos saben porque están ahí y no temen que algo peor les ocurra.
Izuku se arrima contra una esquina y mete a Kota entre sus piernas. Allí el niño bosteza y se acurruca para dormir otro poco aprovechando que la mañana recién empieza. Izuku lo abraza oliendo su cabello de bebé grande y lo envuelve con feromonas maternales.
Sus miradas se cruzan e Izuku suspira contra su oído, tan silencioso como puede ser- soy mamá, ahora. -le recuerda y el niño asiente mientras un nudo se forma en su garganta…necesita decirle a Izuku que en realidad nunca pensó que fuera otra cosa.
De pronto se escucha un jadeo e Izuku levanta la cabeza para saber que sucede, pero todos están mirándolo a él, primero con asombro luego con desdén. Sin quererlo se ruboriza, ellos piensan que Kota es un hijo fuera del matrimonio, pero, así como esa emoción viene otra se sobrepone, sus cejas se fruncen en ira, la mirada dura hacia ellos, esperando, a ver si alguno se atreve a decir algo.
No es problema de nadie si Kota es su cría o no, nadie nunca preguntó si podía cuidarlo o si quería hacerlo, tampoco nunca pidió nada prestado para criarlo, entonces ahora nadie tiene derecho a juzgar como lo hace y porqué.
Su olor se arisca de golpe, Kota abre los ojos y se tensa, sorprendido porque casi nunca ha visto a Izuku enojado. Por un momento piensa que es por él, pero la mirada apunta hacia los otros omegas y eso si resulta un poco mas normal. Izuku tiene pocas fibras sensibles, pero cuando las tocan…parece hasta peligroso.
Los otros hacen una mueca en cuanto les llega el olor y retroceden ladeando un poco la cabeza. Izuku se sorprende, notando lo fuerte que es esencia territorial. Normalmente emitir esas feromonas es difícil para él, porque no ha madurado, o más bien porque siempre le han dicho que es un error muy grande que pueda liberar feromonas maternales.
Pero desde que le dijo al salvaje que es la madre Kota, se siente libre y menos sucio por haber adquirido esa habilidad. Quizás solo sea el hecho de que ahora la vida de Kota depende de esto, pero sospecha que también es el echo de que ahora no hay nadie que pueda reprenderlo por usarlas, a pesar de que no lo hace apropósito (no todo el tiempo), sino que solo salen y ya.
Ya entrada la noche, los otros todavía rechazan su presencia. Se apiñan juntos en la otra esquina para protegerse del frío, pero, aunque quisiera hacer lo mismo, Izuku intuye que no será bienvenido.
La misma chica de antes se aleja del grupo y pide permiso para dormir junto a ellos. Izuku se sorprende, pero acepta, así pueden poner a Kota al medio y protegerlo del frío.
- ¿No quieres saber cómo paso? – susurró Izuku compartiendo la capa entre los tres.
-Sé cómo paso…- dijo con el gesto en blanco- los demás harían bien en recordar que no hay omega que pueda imponer su voluntad a la de un alfa.
-Gracias…Yo soy Izuku ¿y tú?
-Mi nombre es Tsuyu- susurra e Izuku asiente, entre los dos abrazan a Kota para que no pase frío mientras pasan la noche.
Kota por su parte apega su rostro contra el pecho de Izuku para respirar su olor a leche, completamente ajeno a lo que pasaba por su culpa. El nudo en su garganta no se va, pero también hay una emoción nueva y cálida que lo hace apegarse más a su mamá “Ahora es mi mamá y ya no vamos volver a casa…” piensa mientras se duerme abrazando a Izuku.
Por la mañana, fueron despertados por fuertes golpes contra la jaula y los gritos de los betas que corrían de un lado a otro dando órdenes en un idioma extraño y gutural. Sin embargo, más allá de la planicie que los separa del campamento, todavía podían distinguir las figuras de los soldados que se apiñan en tandas de varios hombres para marchar hacia la fortaleza de Yukai.
Izuku se levantó y caminó hasta la pared de la jaula, mientras se concentraba en sentir el temblor de la tierra a medida que el ejército iniciaba la marcha hacia la guerra. Una beta le grita y amenaza con la espada para que retroceda, Izuku regresa a su posición frustrado.
- ¿Qué es eso? - pregunta Kota restregando un pie encima del otro mientras observa el ligero temblor en los barrotes de la jaula.
-Es el viento -miente Izuku tomándolo en brazos para que ya no tuviera que sentir las vibraciones. - es la gente que ha salido a pasear- insistió mientras las lágrimas de nueva cuenta amenazaban con caer.
- ¿Por qué lloras? ¿Sigues enfermo?
-No - susurró antes de forzar una sonrisa- estoy cansado porque no dejas de crecer bebé grande- le espeto y luego le hizo cosquillas.
Ese día el atardecer se tiño de rojo intenso con nubes de humo gris. El silencio apenas interrumpido por la brisa que acaricia los campos de pasto y las pisadas de las betas que siguen montando guardia, manteniendo una extraña forma de calma sin paz. Todos los omegas cautivos se sienten obstruidos con pensamientos funestos.
Ya casi llega la noche cuando lo ven, el humo negro en el cielo y al vigía que grita las noticias a viva voz en el idioma grueso y enfadado que sólo los nómades conocen. No lo entienden pero tampoco hace falta, los gritos son potentes y claros, las palabras se repiten sin cesar, hasta que terminan por aprenderlos, “¡bid daind yalsan!...bid daind yalsan”
Los vigías detienen la marcha, algunos corrieron hacia el campamento, otros se limpian las lágrimas silenciosas, unos pocos se llevan una mano al pecho en un largo suspiro, y los demás…Saltan de júbilo.
Izuku llora contra sus rodillas cuando los oye gritar y reír porque su peor pesadilla se ha cumplido, incluso si no ha logrado entender una palabra. Alguien lo empuja levemente, al levantar la vista Kota lo observa con los ojos igual de llorosos, pero él no sabe porque todos en la jaula están llorando, solo esta asustado de que Izuku tenga miedo y porque no soporta verlo triste. La otra omega se limpia las lágrimas y se sienta junto a Izuku para abrazarlo, luego ambos se reconfortan uniendo sus cabezas.
Aquella noche, se duermen todos juntos en la misma esquina.
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Bitácora #11
Semana 13
Esta semana fue el "Encuentro de ciudades a través de las artes" y asistí al taller del colectivo "TALEVEZ " el taller estaba enfocado en la escucha corporal para el diseño activo en improvisación para la escena. Me divertí demasiado bailando en este taller puede volver a sentir lo divertido que es improvisar y jugar con todas las herramientas que tenemos a disposición. Siento que muchas veces me encuentro en un estado constante de aprendizaje y los conocimientos adquiridos son tanto que las ideas pesan mucho y no me dejan fluir sin pensar en el futuro y en mi siguiente movimiento como algo calculado y pensado dentro de la técnica y la estética de lo que esté buscando en el momento.
Esta metodología que se usó en el taller fue creada bajo la dirección y la investigación de Marcela Correa, su estudio está enfocado en el movimiento autentico que surge desde la improvisación
La clase empezó por un calentamiento bastante activo en donde se hizo uso de formas conocidas del contemporáneo para calentar, pero se le incluyó el uso del voguing, esto me gustó mucho ya que fue un pequeño acercamiento a otras prácticas.
Durante la sesión de improvisación se usó primero el auto reconocerse, el reconocer al otro y el reconocer al espacio, todo esto como forma de ver lo impredecible dentro de todo lo que nos envuelve y rodea.
Al inicio recordaba mucho que cuando estudiamos CONTaCT IMPROVISATION se habla mucho de que puede suceder lo impredecible, pero este impredecible si sucede, pero dentro de algo predecible de la técnica y la atención que todos tenemos al saber conscientemente que estamos moviéndonos dentro de lo que consideramos Contact.
Pero lo impredecible que planteaba el colectivo Talvez iba desde el de verdad sorprender al compañero, e incluso esto incluían pequeños acuerdos de violencia que se podían dar, estos acuerdos hacían generar una atención mucho más detallada al otro, a nosotros y a nuestra espacialidad. Porque realmente era generar sorpresas hechas corporalidades, todo esto se convirtió en un juego de improvisaciones y cuerpos habitados de posibilidades, probabilidades e improbabilidades.
En somáticas se tuvo una exploración acerca del volver a nacer.
Describe la experiencia de la práctica realizada tomando en cuenta las sensaciones propioceptivas e interoceptivas, cualidades y velocidades del movimiento, lenguaje metafórico surgido, entre otros que pueda permitirte contar la experiencia.
En esta exploración mi cuerpo sintió placer, pude sentir ligereza en el movimiento y en el tono de este. Pensaba mucho en esta sensación de estar flotando en líquidos. Cuando empecé a querer levantarme en verdad no me quería mover o salir del piso, no me quería separar de ella tela porque sentía como esta se había convertido en mi zona de confort.
Cuando me empecé a movilizar a otros niveles, mi mirada fue lo que se movía más rápido y con más curiosidad, esta se movía en función de ser un escáner que reconocía formas, luces, sombras y cuerpos .
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ᅠᅠᅠᅠㅤᅠᅠᅠᅠ#SojuNeko “Mabel Gleeful” ✹ › 𓊈 𝐀𝐂𝐓𝐈𝐕𝐈𝐃𝐀𝐃 𝐂𝐎𝐒𝐌𝐈𝐂 𝐋𝐎𝐕𝐄 𓊉
﹙ ⌕ ﹚: 𝐓𝐀𝐆: #𝐃𝐑𝐈𝐍𝐊_𝐂𝐀𝐓𝟎𝟑
A veces se dice que existen los encuentros predestinados, sin embargo, ¿Eso era cierto? No lo podía garantizar, después de todo, resultaba cómico la idea de que el universo tuviera preparado algo como un encuentro para ella, después de todo, ella misma forjaba su camino en el mundo, ella misma era la que decidía y movía el tablero, ni siquiera el más estúpido de los dioses debían entrometerse en su camino.
Los gemelos Gleeful eran una marca, incluso fuera de Gravity Falls, por lo que no era sorpresa que gente de todas partes del mundo, fueran hasta Oregon solo para ver el espectáculo que ambos gemelos ofrecían, sin siquiera enterarse de que todo era una farsa maquinada para tener el control y el poder que tanto deseaban, después de todo, ellos movían el gobierno del pueblo, al igual de lugares aledaños, que poco a poco caían ante el carisma y encanto de ambos gemelos, todo era un negocio redondo.
Pero todo empezó a salir mucho mejor aquel día, el día en el que Mabel consiguió al fin invocar el demonio que tanto esmero había intentado atraer, al tener enfrente a aquel triángulo azulado, una sonrisa genuina apareció en su rostro, sintiendo el poder más cerca de ellos, sintiendo como pronto el destino de la humanidad lo poseería en la palma de sus manos tanto ella como su hermano.
Unas suaves palabras y un trato forjado fue lo que obligó a Will permanecer del lado de Mabel, una compañía que podía llegar a ser grata, de no ser porque lo tenía atado fuertemente, sin posibilidad de huir, ni siquiera con la ayuda de Dipper, quien lo humillaba de formas degradantes, al igual que su contratista, su querida Mabel.
Will podía tomar todas las formas que le pareciera, podía manipular al antojo de la castaña, pero nunca dejaría de ser un dios olvidado por la gente, un ente poderoso que podría cambiar el destino en un abrir y cerrar de ojos, sea en el multiverso o no, siempre habría una manera para alterar lo que su ama deseara.
El amor era un contrato, al menos para la señorita Gleeful, quien jalaba la correa de su esclavo sin piedad, mostrando actos de amor con palabras dulces pero filosas, con actos que solo podían ocurrir en privado, lejos de los ojos de sus tíos y de su hermano, besos, caricias, promesas de un mañana en donde ambos podrían tener el universo a sus pies.
Era extraño cómo funcionaba el amor, al igual que era extraño cómo era que Gleeful podía ver la belleza en un ente tan deprimente como lo era Cipher, pero eso funcionaba para ambos, a pesar de que ella tenía que guardar apariencias, a pesar de que tenía que procurar ser siempre sensual y mover las piezas de manera conveniente, después de todo, ese era su estilo, esa era su característica única que poseía.
Un incómodo y cósmico amor como ese no se podría repetir, solo en este universo, solo en este momento, la humana y el ente pueden disfrutar de su compañía, a pesar de las humillaciones y el maltrato que a veces ella solía aplicar, un amor duro es uno que debía prosperar a ojos de Mabel Gleeful.
ㅤㅤㅤ꒰⚘݄꒱₊ 539 palabras
ㅤㅤ꒰⚘݄꒱₊ 𝑺𝒆𝒈𝒖𝒏𝒅𝒐𝒔 𝒂 𝑮𝒂𝒏𝒂𝒓: 189 segundos + 111 segundos extras
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Risk Assesment and Extra Pics
Documental: Paseo por la Montaña con mi Hermana y su Chihuahua Api
1. ¿De qué se trata tu proyecto? Mi proyecto fotográfico busca documentar la conexión especial entre mi hermana y su chihuahua, Api, mientras realizan un paseo por la montaña en el sendero del Rucu Pichincha, accesible desde el Teleférico de Quito. La idea principal es capturar momentos espontáneos de interacción y la relación pura que comparten, mientras disfrutan de la naturaleza y el paisaje montañoso. Este recorrido tiene una duración aproximada de tres horas y ofrece un escenario perfecto para retratar emociones genuinas y la convivencia en un entorno natural.
2. ¿Qué riesgos asociados existen? Uno de los principales riesgos en este proyecto es el clima impredecible de la montaña, donde el frío puede generar incomodidad o incluso hipotermia, y el sol, debido a la altitud, puede causar quemaduras o deshidratación. Además, la altitud elevada representa un riesgo de mal de páramo (soroche), cuyos síntomas incluyen mareos, náuseas y fatiga. El terreno del sendero también presenta desafíos, como superficies resbalosas o inestables que podrían ocasionar caídas. Para Api, como es una perra pequeñita, existe el riesgo de fatiga o lesiones al caminar por terrenos irregulares. Por otro lado, mi equipo fotográfico podría estar expuesto a daños por caídas o condiciones húmedas. Finalmente, la falta de señal en ciertas áreas puede complicar la comunicación en caso de una emergencia.
3. ¿Cómo puedo manejar estos riesgos? Para enfrentar las condiciones climáticas, planeo llevar ropa adecuada en capas, incluyendo un impermeable y un gorro, así como protector solar de alta protección y gafas de sol. También llevaré suficiente agua para mantenernos hidratadas y snacks energéticos para prevenir el agotamiento. Para prevenir los efectos de la altitud, subiremos a un ritmo moderado para aclimatarnos, además de llevar pastillas para el soroche o té de coca como medida de precaución. En cuanto al terreno, usaré calzado de trekking con buen agarre y estaré atenta a las condiciones del sendero para evitar áreas peligrosas. También llevaremos una mochila pequeña para cargar a Api si se fatiga. Para proteger mi equipo fotográfico, lo transportaré en una mochila acolchada y resistente al agua, utilizando correas de seguridad mientras tomo las fotos. Finalmente, avisaré a un contacto de confianza (nuestra mamá) sobre el horario de inicio y finalización de la caminata, llevaré una batería externa para el celular, como respaldo ante la posible falta de señal.
Fotos Destacadas
(Me gustaron muchas)
Este proyecto me gustó porque me permitió explorar una relación tan genuina y tierna como la de mi hermana y su chihuahua, Api, en un entorno natural que resalta la conexión entre los seres vivos y la naturaleza. Normalmente, tiendo a trabajar en temas menos alegres o con tonos más introspectivos, por lo que este proyecto representó un cambio refrescante que me invitó a enfocarme en la alegría y la calidez de momentos simples pero significativos. El sendero del Rucu Pichincha ofreció un escenario majestuoso, con paisajes que reflejan calma y grandeza al mismo tiempo, haciendo que cada interacción entre ellos se sintiera aún más especial. Además, el reto de documentar emociones auténticas y momentos espontáneos me motivó a salir de mi zona de confort como fotógrafa, desafiándome a capturar no solo imágenes bonitas, sino también historias que transmiten optimismo y humanidad.
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