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#memorias de la casa blanca
yurnu · 3 months
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hola de que trata el nuevo au con el diseño adam angel?
Está es una idea que se me ocurrió mientras que escuchaba música:
Cuando aún no existía el concepto del cielo y del planeta Tierra, antes de la creación de los ángeles y su trinidad. Dios estaba practicando la creación con las estrellas, agarrandolas y moldeandolas a su gusto, pero jamás estaba sastifecho, la mayoría siempre eran seres aberrantes y horribles que las dejaba de lado para que vagaran en el cosmo.
Decidió crear algo a su imagen y semejanza. Lo moldeo con la estrella más brillante del lugar en el que estaba y se concentro mucho en esta creación, fallar no era una opción.
Cuando terminó quedó cautivado. La criatura era muy parecido a él, solamente que su cabello era castaño que descendía en un degrade dorado brillante. Alas doradas y enormes con franjas blancas al final, tenía tres halos que se unían hacia el centro con un ojo que se alojaba ahí, y hablando de ojos, en su rostro se albergaban cinco de ellos y uno de posaba en el centro de su cuello.
Su piel era pálida y su cuerpo era esbelto.
Era divino en un termino extraño, perfectamente hermoso y defectuoso, pero no en el mal sentido. La belleza siempre se aloja en las pequeñas imperfecciones, y Dios estaba cautivado con esta pequeña creación, con su pequeña perfecta creación imperfecta, con su hijo.
Y le dió la vida con su aliento.
En el momento que Adam abrió los ojos todo fue color para su existencia solitaria. Adam era un alma enérgica y curiosa, no le importaba meterse en un agujero negro solamente por el mero hecho de querer saber que podría haber en el otro lado. O ver las aberraciones creadas por Dios cuando se topaba con una de ella en sus vuelos por el universo con Dios.
Se emociono mucho más cuando Dios comenzó a crear más seres de vida, lo que él llamó como "ángeles" y Adam tuvo el honor de nombrar sus razas, siendo así la creación de los Serafínes, Querubines, Thronos, etc.
Todos ellos respetaban a Dios y a Adam.
Y luego llegó Luzbel. La encarnación de la perfección para los demás, pero la aberración para Dios.
Luzbel y Adam se llevaban muy bien, Adam escuchaba todas las cosas que Luzbel tenía que decir (aunque mayormente eran sobre su perfección, siendo bastante narcisista y arrogante en ese aspecto)
Dios observo esto y suspiro, tal vez Luzbel se encaminaria bajo la guía de Adam. Así que una vez le confío a Luzbel y a Adam lo que tenía planeado hacer, lo que él llamó como la "Creación"
Ambos tuvieron diferentes reacciones. Adam estaba feliz de una nueva creación sin poderes, tenía curiosidad como se manejarían, pero aún así estaba dolido por lo que les iba esperar en el futuro.
Luzbel, en cambio, estaba indignado ¿Porque Dios crearía tales criaturas inferiores? ¿Para alabarlo? ¿Para que lo adoren en su ignorancia? Él no estaba de acuerdo con eso.
Fue así como se reveló con el fin de gobernar el cielo (y por extención tener a Adam como su reina) Se levantó con otros ángeles, pero al final todo fue una pelea perdida cuando Adam se paró frente a ellos con una forma completamente nueva y con un simple movimiento de su mano estampó a los ángeles rebeldes en contra el marmolado suelo de la casa de Dios.
Fue una batalla perdida apenas que empezó.
El juicio de Dios comenzó, los ángeles rebeldes fueron desterrados hacia donde el sol no brilla y el fuego es eterno. Pero para el castigo de Luzbel fue diferente, fue Adam quién lo dictó.
Luzbel fue sentenciado a que todas sus memorias fueran borradas. Esto principalmente para que su carácter pudiera ser moldeado de otra forma.
Ese día Luzbel cerró los ojos y nació Lucifer, el portador de la alegría.
Y Adam paso a ser su mejor amigo a un mentor. Tomando como deber llevar a Lucifer por el camino de la rectitud, para evitar que cayera en las garras de su propia arrogancia.
Luego de que Dios creará la Tierra y sus componentes, y luego de que creará el hombre y la mujer se fue a dormir, dándole su cargo a Adam hasta que despierte de nuevo.
La carga de los deberes de Adam fue bastante pesada, haciéndolo un poco gruñón debido al estrés y tampoco ayudaba de que Lucifer se metiera a cada rato en problemas con sus bromas hacia sus hermanos. Por suerte tenía a Sera como su mano derecha
Pero la gota que derramó el vaso fue cuando Lucifer junto a Lilith alimentaron con el fruto prohibido a Eva, la segunda esposa de Steve, el primer hombre. Desatando el mal sobre la Tierra
Tal vez Lucifer no tenía salvación, al parecer su amable guía no fue suficiente.
Lucifer tenía que ser desterrado.
Fue así que con un rostro petreo y carente de emociones se presento ante esos dos bajo el manzano.
Lucifer estaba asustado, jamás había visto a Adam tan... Vacío.
Adam levantó una mano y abrió un portal debajo de esos dos tortolos, setenciandolos al eterno infierno y sin manera de volver al cielo.
Y así Lucifer y Lilith cayeron al Averno, en dónde estaban sus antiguos hermanos rebeldes.
Después para su dolor tuvo que hechar a Eva y a Steve del Edén para que parecieran (o prosperaban ) fuera del jardín.
Ser el líder del cielo es bastante cansador, ahora entiende porque su padre se fue a dormir por tanto tiempo.
Lo que no sabía fue que milenios después Lucifer recuperaría sus memorias de sus épocas como Luzbel.
🥀🥀🥀🥀🥀🥀
Pero como yo no voy a desarrollar este AU, cualquiera tiene el derecho de tomar este concepto y desarrollarlo mejor o hacer un fanfic de esta cosa que se me ocurrió en tres minutos :D
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smileflowcr · 28 days
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Joselito mi cielo, ¿Cuál es la memoria que con más cariño recuerdas acerca de Sooan? algo que solo tu y él hayan vivido
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El nombre de su amado se repite una y otra vez en su cabeza y la imagen de su radiante sonrisa, aquella que podría tocar el corazón de cualquier individuo, aparece entre sus recuerdos junto a un dolor en su pecho, indicándole que aún duele no poder estar a su lado. “Cuando éramos jóvenes y entramos a una simulación, solos, Haneul estaba… ocupado.” Dice como una forma de no especificar que, en ese momento, se encontraba siendo un conejillo de indias. “Había un montón de ambientes que visitar, pero Sooan y yo decidimos ir a un lugar en el bosque, donde un río fluía con calma y una bonita casa descansaba a la orilla de este, rodeada de cientos de flores que dejaron de existir en el mundo real hace años.” Lo que alguna vez fue una tierra próspera y llena de colores ahora luce apagada, oscura, solitaria y cruel. Entiende porqué muchos miembros de su familia preferían evadir la triste realidad hasta la hora de dormir o ser llevados a la habitación blanca que tanto temía pero que eventualmente se acostumbraron. “Sooan siempre anheló encontrar un lugar así en la actualidad, creía ciegamente que la tierra renacería entre las cenizas y volvería a brillar como en el pasado.” Evita demostrar sentimientos para no generar vínculos con otros humanos, pero es incapaz de controlar una ligera risita al recordar cómo los ojos del contrario eran iluminados por la esperanza. “Hicimos una promesa, tomados de la manos y sentados en medio del campo floral, de viajar por el mundo hasta dar con el Oasis de sus sueños y vivir juntos en una cabaña que construiría para él… hasta que nuestros cuerpos comiencen a fallar y nuestras almas asciendan a una vida libre de dolor.” Bulyeong ha dejado de ‘vivir’ desde que sus caminos se separaron, pero en el fondo, sabe que continúa vagando por las ciudades en búsqueda del preciado hogar que le prometió. Tal vez así su corazón roto sanaría y el ansiado descanso que merece, después de cientos de años, llegaría.
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llenadeestrellas · 5 months
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Ahora que ya no estás
Me gustaba el cielo azul de aquel día, evocaba las primaveras donde fue feliz, pero ahora yacía perdido en los laberintos de la vida añeja de su tez.
Al final del jardín de aquel gran baldío verdeante estaba un árbol, sus hojas bailaban al son del viento, mientras las flores blancas se abrían de par en par, como si fuera joven otra vez. Pero los años que pasaron por su corteza no pueden ser borradas, sus ramas temblorosas sacudían su corazón marchito, así como el mío.
El sonido esclarecedor del viento que azota el atardecer golpeaba su mente cansada con una agresiva caricia, y yo, que me acuno en su pecho para perseguir los latidos de su corazón, contemplo en medio del silencio su aspecto absorto en pensamientos que desconozco.
Jamás olvidaré el rico sazón que nutre mis huesos al sentir su calor ni la serena esencia que saboreo en mi lengua cada vez que sonrío cuando mis ojos la encuentran.
Y las semillas bajo el césped crecieron formando maleza y la hiedra se extendió por las paredes de la casa, avejentando su aspecto. Las fotos pegadas a la pared y el tapiz colorido que mis ojos infantes grabaron se han desteñido poco a poco.
Pero ella continúa meciéndose al final de la habitación solitaria en la que el sol alumbra cada mañana, nacen gardenias en verano y llueve en otoño, justo a lado de la ventana donde el mundo parece girar en pequeñas porciones. Será un árbol de cenizas y estrella al que podré abonar tierra nueva, ahí volverán los canarios brillantes a hacer sus nidos.
A veces puedo sentir los ingredientes cremosos de su amor invisible resbalando por mi paladar. Ahora, después de tanto tiempo ahogada en recuerdos rancios, deseo limpiar mi polvorienta memoria.
En su cuerpo habita una soledad inmensa que acalla en el transcurrir de los minutos marcado por las manecillas, el tiempo es cómplice y yo solo una espectadora más. Mirando con insistencia recolecté pequeños puntos de luz que resplandecen sobre los tejados, era ahí donde estaba toda mi Fe.
Hija de la tierra y del aire, tu mirada arrugada y tus manos débiles han traído la dicha a este mundo del que me debo sentir dichosa por haberte conocido; tu voz es humo y tus gestos algodón. Hoy cayó muerta el último girasol sobre la encimera, una muerte rápida y letal que alcanzó hasta el gramo más diminuto de mí.
A través de mis pupilas dilatadas vislumbro ese lugar lejano donde mi sombra pasea por el pasillo, cuartos vacíos y suelos fríos, nostalgia antigua y tristeza amarga. El espeso oxígeno me acongoja y me hace dudar de la existencia de tu figura que parece irreal.
Abrí los ojos y observé fijamente la llegada del amanecer, pero el llanto de un niño a media noche brotó de mis labios cerrados.
Es tan doloroso saber que ya no estás, déjame llorar…
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boletosxfavor · 1 year
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Hindenburg es el nombre del dirigible alemán más famoso. Una especie de barco volador, un aerostato que, por efecto del principio de Arquímedes, se mantiene en vuelo. Hay algo más liviano que el aire, el Hidrógeno, por ejemplo, que sirve para que un globo se mantenga a flote. El famoso dirigible tenía 250 metros de largo, podía cruzar los océanos a 500 metros sobre el agua, navegando el aire a 135 km por hora, llevando ciento cincuenta pasajeros repartidos entre camarotes, cubiertas y salas de mando.
El nombre de ese majestuoso dirigible fue en honor a Paul von Hindenburg, presidente del Imperio Alemán desde 1925. Aunque se oponía a las ideas del nacionalsocialismo, disolvió el parlamento y accedió a nombrar jefe de gobierno al dirigente de la fuerza política que había ganado las elecciones parlamentarias: Adolf Hitler. Hindenburg muere, a los 86, y Hitler asume el poder como jefe de estado. Era 1934. Ese mismo año, un jovencísimo Albert Speer era nombrado primer arquitecto del Imperio Alemán. Speer, como Von Braun, también provenía de una familia de aristócratas y seguía, con la arquitectura, los pasos de su padre y de su abuelo.
“Solo tenía veintiocho años —dice Speer en sus memorias— y me sentía lleno de ganas de trabajar”. El joven arquitecto se veía a sí mismo como el protagonista de la novela de Goethe, como Fausto, él también habría vendido su alma por cumplir el sueño de construir un gran edificio, Speer decía que había encontrado en Hitler a su Mefistófeles.
De los muchos proyectos de remodelaciones y construcciones que Albert Speer llevó adelante, hubo uno en particular, inacabado, que es la mostración de una época megalómana: el nuevo proyecto —cuya conclusión estaba prevista para 1950— no se podría comparar ni siquiera con el legendario Palacio de Nerón. Al majestuoso palacio imperial se ingresaría desde el parque, ubicado en el centro Berlín y a través de un gran portal al Patio de Honor que mediría una hectárea. Desde ese patio, que comunicaba con otros dos, rodeados de columnas, se llegaba a las salas de recepción, que se abrían a una serie de estancias alineadas a lo largo de un cuarto de kilómetro hasta llegar a la sala de la Cancillería. El emperador podría ofrecer así unos cuantos metros de caminata: recorrido y reflexión a los diplomáticos extranjeros que lo visitaran. La sala de recepción de la Casa Blanca de Washington tiene unos 5oo m2, el Palacio que Speer proyectó para el Imperio Alemán medía 21.000. En el comedor habrían podido sentarse a la mesa dos mil comensales. La residencia ocuparía dos millones de metros cuadrados.
Seis meses después de la derrota del Equipo del Eje y luego de que el Equipo de los Aliados pulverizara a 246 mil personas en Hiroshima y Nagasaki, el arquitecto de Hitler —como se lo conoció a Albert Speer— fue llevado a juicio por un Tribunal Militar del Equipo de los Aliados. Según Wikipedia, las imputaciones a los jerarcas nazis pueden clasificarse en crímenes contra la paz (dirección, preparación, desencadenamiento y desarrollo de una guerra de agresión o de una guerra en violación de los acuerdos internacionales); crímenes de guerra (el asesinato, los malos tratos o la deportación para trabajos forzados, o cualquier otro fin, de poblaciones civiles de los territorios ocupados, el asesinato o malos tratos a prisioneros de guerra o náufragos, la ejecución de rehenes, el saqueo de bienes públicos o privados, la destrucción innecesaria de ciudades, o la devastación no justificada por exigencias militares); crímenes contra la humanidad (el asesinato, el exterminio, la reducción a la esclavitud, la deportación y todos los demás actos inhumanos cometidos contra poblaciones civiles, antes o durante la guerra, o las persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos).
Escrito, grabado y editado en la cocina de mi casa. Sepan disculpar y gracias por la escucha.
Este episodio cuenta con la colaboración de Gabriela. quien puso su voz a la lectura de los crímenes inventariados en los juicios de Nuremberg.
Cada sábado un nuevo episodio de La Luna de Wernher.
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deeverset · 1 year
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Hoja en blanco 📄
Temas: Final alternativo Mizumono / Post caída
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Créditos de la ilustración @aleabstract
Cambios repentinos de presión. Burbujas y olas audibles, luego ya no.
El cuerpo dolía, aunque nada adicional a lo precedente; señal de que acertó en sus cálculos respecto a la erosión.
Al igual que una ola golpeando las rocas, su mente y músculos reaccionaron. Algo desapareció, mejor dicho, alguien.
—¡Will! ¡Will! —Poco faltó para que las cuerdas vocales de Hannibal se desgarraran.
Las gotas que escurrían de su cabello, pestañas y piel, le nublaban la vista. Chapoteaba, como si tal acción ayudará a encontrarlo. La desesperación y el miedo de perderlo de nuevo, bloquearon su raciocinio.
El cansancio ganó.
Un aroma herbal lo despabiló.
La estancia era blanca, justo como algunos describieron el cielo al que llegas después de morir. Incoherente, pues Abigail ocupaba la cocina, preparando una infusión.
—A diario me pregunto si te fabricaron con hierro —bromeó, vaciando suficiente té en una taza—. Un disparo no es cualquier cosa.
—No eres fuerte, ¿cómo me trajiste aquí? —Intentó sentarse en el suave sillón beige donde reposaba, sin embargo, fracasó. En la vida se sintió tan destruido físicamente.
—Chiyoh, también los curó; no tan impecable como lo efectuarías. Aprendió bien —Le entregó la vasija de porcelana y se acomodó en la mesita delante de Lecter—. Testarudo, planeaste todo. Muy seguro de que el agente accedería a fugarse contigo.
—Necesitas refrescarle la memoria con la historia verdadera.
Graham estaba ahí, apoyado en uno de los muros de la casa de seguridad que se convertiría en su refugio mientras podían ir más lejos.
Jack descubrió que el psiquiatra pasaba la noche en una propiedad a orillas de un acantilado. El escenario perfecto para arrestarlo o asesinarlo. Imbécil, como de costumbre, al enviar al resto del equipo a Wolf Trap. Un aviso que el ojigarzo no supo manejar hasta escuchar la voz del castaño al otro extremo de la línea telefónica.
Condujo saltándose varios altos e ignorando límites de velocidad. La oportunidad definitiva para reescribir el futuro.
“¡Vamos, muchacho, hazlo!”
Un engaño magisterial en el que su jefe, e incluso él mismo, cayó. El arma apuntaba en medio de Jack y el doctor, a quien le quedaba oxígeno limitado debido al estrujar en su garganta. Seguro Crawford creyó que en aquel instante deliberó su decisión, no obstante, el veredicto se escogió desde un principio.
“No sabes de qué lado estoy”.
Lo último que su superior presenció fueron las palabras y la imagen de su fiel perfilador traicionándolo. La parte sencilla, puesto que recuperar la confianza de Hannibal fue sumamente complicado.
El argumento de la aceptación de su oscuridad no funcionó del todo. ¡Jesús, acababa de fusilar a su maldito caudillo!
Los roces “inconscientes” del cirujano en su oficina. Esa táctica surtiría efecto.
“La moral me tiene exhausto, al igual que la compasión por los que me usaron con propósito de realizar lo que no se atrevían.
Elegiste una mala manera para orillarme a mi verdadero yo, mas era la única. La diferencia reside en que siempre me consideraste potencial y no herramienta.
Me permitiste verte y conocerte, no supe lidiar con un privilegio tan grande, pero quiero enmendarlo.
Concédeme aprender de ti, acompañarte”.
Por vez primera, el rizado tomó la cara de Lecter entre sus manos y se sinceró completamente.
Un abrazo demostró que el monstruo poseía un corazón cálido que se aceleraba ante él.
Chiyoh siguió las órdenes del mayor: salvar a Graham antes que a él.
Si existía castigo idóneo, era abandonarlo en un mundo donde la única persona que lo entendía no sobreviviera y cargara con la culpa. No llegaría a Hobbs. Jamás vería su regalo.
Un obsequio previo, entreoír la vulnerabilidad del psiquiatra, buscándolo.
Despertó y vio a la jovencita al pie de la cama. Sorpresa, paz e integridad.
Ambos lloraron. La emoción desbordante del agente y el temor a la reacción de este al enterarse de que, antes de abandonar la mansión Lecter y dirigirse a su vida inédita, la adolescente dejó, probablemente, paralítica a Alana. Si la mujer hubiera seguido a Jack, ella no se habría encargado de eso. Tenía que defender su nueva hoja en blanco.
Poco le importó al ojigarzo. Principalmente, pensaba que lo merecían y la misericordia era apenas perceptible. Ese era él.
Concluido el relato, Abigail les dio privacidad.
El rizado desarrolló una insólita obsesión con tocar al castaño, al igual que él lo hizo durante años. Sentirlo era imprescindible a fin de percibirse seguro y comprobar que no alucinaba.
—¿Qué sigue ahora? —preguntó el perfilador, arreglando los enmarañados mechones del doctor.
—Sudamérica es el sitio más seguro. Allí podremos recomenzar, donde nadie nos conozca y escaso interés le pongan a mi “trabajo”.
—Querrás decir: “nuestro”.
Hannibal se sintió complementado tras pasar casi toda la vida vacío, posterior a Mischa.
—Si deseas besarme, puedes —Imposible no percatarse de la mirada del muchacho recorriendo cada centímetro de su rostro, deteniéndose en sus labios. Un déjà vu.
Besó una de las heridas en su frente.
—Paso a paso, estimado psiquiatra. Disponemos de una eternidad para llegar a ello.
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dabna · 8 months
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localidad: shibuya, tokio. piso número seis.  espacio temporal: noche del 9 de enero de 2024.  tw: mención de sangre, crisis de angustia, pensamientos oscuros.
extracto entrada del 7 de enero de 2024 — registro de memorias en la computadora. 
“ resulta fácil, ¿no? desaparecer del rastro de las personas. no contestar los mensajes del maldito teléfono, perderse en series de animación que no tienen real relevancia en mi vida. es fácil, ¿no? la soledad. es fácil. es sencilla y liberadora. mira el lado positivo, no necesitas maquillaje para estar en pijama. tu cabello puede estar algo desastroso, sí, y esta camiseta gigante creo que no la usaba hace mil años. es fácil vivir así, ¿no es así? y no pesa. te sientes tan ligera como una partícula de oxígeno que vuela fuera de la atmósfera. 
no lo extraño ni un poquito. imbécil. estoy mejor así, sin tener que aguantar nada ni a nadie. ” 
________________
es tan fácil para la tremere inventarse realidades, circunstancias y consecuencias. teje mentiras como si se tratase de una experta, una tras otra, estaba acostumbrada de aquella vida que llevaba cuando aún respiraba: 
“estoy bien así”
“no necesito nada”
“me gusta lo que tenemos”
“esto es lo único que necesito”
suele creerse el cuento, sólo cuando es ella quien lo está inventando. ¿no era acaso ella la narradora de su propia realidad? claro que sí. 
la copa con vitae descansa entre sus dedos, la mueve en círculos dejando que el hielo choque con las esquinas del vaso, una y dos veces. su cabello está atado en una coleta despreocupada, sobre sus hombros cuelga la misma camiseta blanca y ancha que llevaba hace dos días. el maquillaje no se encuentra sobre su piel y sus uñas están destrozadas de tanto que las ha mordisqueado. se dice que es la tensión de la serie que la atrapó las últimas vueltas del reloj, pero sabe ( en lo profundo de su ser ) que no es así. 
sus labios lucirían descascarados de ser humana, se ha sacado cada pellejo que encuentra hasta sentir su propia sangre colándose en su boca. y se regenera. una y otra vez. no se cansa. las palmas de sus manos han sido víctimas de los que fue el fantasma de sus uñas, enterrándose allí más veces de la que siquiera se preocupó o pudo contar. 
— estúpido anciano de mierda — pronuncia en lengua natal, con molestia y un chasquido final de su lengua. roman tenía razón, la soledad era miserable. su espalda se acomoda contra los grandes ventanales de su apartamento, antes de arrastrarse nuevamente al interior. necesitaba un poco más de vitae. 
¿su teléfono? apagado desde que arribó esa noche a casa. no quería saber de nada ni de nadie. podrían estarse muriendo todos y poco le iba a interesar. quizás si era lo mejor desprenderse de esa molesta humanidad, mataría un par de personas por allí sin sentir la culpa de mierda corriendo por sus venas putrefactas. 
se detiene frente a su refrigerador, aquel gigante que se lleva el protagonismo en cocina que le resulta inútil y tira con fuerza de la puerta. un bostezo se escapa de su boca, y su mano corre rápido a taparla. ¡estúpida! no había nadie en aquel lugar, por qué mantiene esos modales robóticos que es incapaz de soltar. se inclina para tomar una bolsa al final de una de las baldas llenas de suministros y la mira por un instante mientras la mueve de arriba a abajo, para cerciorarse que esté lo suficientemente líquida. 
se voltea, el sonido del refrigerador al cerrarse es más ruidoso que de costumbre. está molesta y no se percata de la fuerza que emplea. toma nuevamente el cristal, lo llena hasta el borde y toma un nuevo sorbo. se queda allí, parada frente al mesón y, por un instante, jura que puede ver la sonrisa de su hermano al otro lado de la mesa. 
toma un nuevo sorbo y se borra. ahora es leo quien le sonríe y la mira con esa cara de imbécil que siempre pone, que le hace creer que quizás todo mañana estará bien. que no importa que no conozca un final cercano, es más fácil todo porque está ahí. 
— ¿qué me ves? — le acusa, con un nuevo trago cruzando por su garganta. la sed ha bajado, pero aquel constante griterío en su cabeza no se calla con nada. 
— no entiendo qué te da tanta risa, ¿sabes? no sé qué haces aquí tampoco — aprieta el tallo de la copa con su mano. 
ella no valía la pena. no le interesaba nadie más que ella misma. era egoísta, igual que los demás que podían vivir tranquilos cuando alguien de los suyos había desaparecido del mapa. su mano sube hasta el caliz para volver a tomar un nuevo sorbo del brebaje. 
— te dije que no quería volver a verte — y lo aprieta más. lo suficiente para que el cristal se reviente entre sus manos y caiga líquido sobre el mesón. — ¿ves lo que haces? — le vuelve a dar la espalda, enojada. furiosa. quería matarlo con sus propias manos, porque no podía verla así. destruída. 
mete su mano bajo la llave y abre el agua para limpiar sangre propia y ajena. su izquierda la pasa una y otra vez por la zona. y sigue viendo más y más sangre. no sabe si es real o es mentira. no sufre estas pérdidas de razón desde que era una humana. continúa. más fuerte. más rápido. más desesperada. y quiere gritarle a leo que la ayude, que lo necesita para poder parar toda la sangre que está amenazando con terminar su existencia. 
mira hacia atrás, por sobre su hombro, un instante y no está. esa sonrisa que había visto hace un momento, esas profundidades oscuras que sólo transmiten calidez. no estaba. no estaba leo ahí para ella, como siempre. y vuelve a mirar la llave. no hay nada. ni sangre ni heridas sobre su piel. 
no es hasta que se voltea para limpiar los pedazos de vidrio, cuando se percata que la copa está intacta. vacía a un lado de la bolsa con vitae. me estoy volviendo loca. 
sus pies la llevan hasta el baño. quizás necesitaba relajarse, quitar las tensiones de su cuerpo. y mientras quita el amarre de su cabello y enciende la luz a tientas, se observa en el espejo. ¿estaba llorando? ¿cuándo empezó a llorar? su diestra sube hasta su mejilla y elimina el recorrido de una de las cascadas salinas. sigue nuevamente. y no para de caer. 
su pecho se aprieta. lo hace lo suficiente para que sienta que el aire se escapa de sus pulmones y su torso comienza a doler. ambas manos atrapan el borde del lavamanos, se entierran allí mientras intenta regular su respiración, pero no puede. y no puede parar de llorar tampoco. el sollozo se hace insoportable de sostener y se ve obligada a llevar ambas manos a sus orejas, mientras cae contra el suelo del baño entre llantos incontrolables. 
dana siempre había abrazado su humanidad. aquellas experiencias que vivió en el pretérito, y no quería volver a repetir. bajo ninguna circunstancia, pero al mismo tiempo — la volvía tan humana. tan vulnerable. llora. llora como si el mundo se fuese a acabar. 
no puede respirar. tampoco ver a través de las lágrimas que caen como torrentes por sus mejillas. 
y está allí. en el piso de su baño.
sola. 
completamente sola. 
mientras que en su cabeza sólo resuena: si lo que buscas es soledad, tenla. es cómoda y parece inofensiva, ¡pero también cruel! te estrangula lentamente y sólo te das cuenta cuando es demasiado tarde. 
es tarde. 
ya es tarde.
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México: una explosión de color y paisajes idílicos – Segunda parte
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San Cristobal de las Casas
San Cristóbal de las Casas es otro de los 100 pueblos mágicos que existen en México. Ubicado en el estado de Chiapas, tiene unas calles empedradas adornadas con banderines de muchos colores, que contrastan con las fachadas coloridas de sus casas, iglesias de varias épocas y cafés y restaurantes. 
Esta ciudad se encuentra llena de rincones que se quisieran atesorar en la memoria, por el colorido que ofrece en sus edificios coloniales, mercados de artesanías y sus miradores que regalan un excelente atardecer con el entorno montañoso que lo rodea.
Hierve el agua
Son unas cascadas naturales muy particulares que se formaron hace miles de años, y es un lugar mágico que resulta impostergable de visitar. Lo peculiar de esta serie de saltos de agua es que al contener un altísimo contenido de minerales están fosilizadas y petrificadas, por lo que presentan un color blanquecino.
Se encuentran en el estado de Oaxaca, envueltas por una naturaleza verdaderamente imponente. Pero Hierve el Agua no se trata solo de observar estas cascadas inusuales, sino que está permitido zambullirse en las piletas naturales de agua templada que se formaron en la parte superior, mientras uno se deleita con la belleza del lugar entre montañas.
Teotihuacan
“La ciudad de los dioses” se encuentra a tan solo 50 kms. de la Ciudad de México y es una de las zonas arqueológicas más importantes de este país.
Este enorme recinto cuenta con varios edificios entre los que se pueden mencionar a la Pirámide del Sol, que resulta una de las más grandes del mundo, la Pirámide de la Luna, la Calzada de los Muertos, el Palacio de Quetzalcóatl y el Palacio de los Jaguares como sus edificios más emblemáticos. 
Declarada Patrimonio de la Humanidad aun hoy en día es material de estudio ya que esta antigua ciudad maya conserva varios interrogantes todavía sin responder sobre la vida de sus ciudadanos. 
Isla mujeres
Una de las excursiones más frecuentadas desde Cancún, además de visitar la isla de Cozumel, es subirse a bordo de un barco para conocer la famosa Isla Mujeres.
La fama de ambas islas se debe al paraíso que representan con sus playas de arena blanca y aguas cristalinas de color turquesa, y con un fondo marino mágico repleto de arrecifes de coral, y fauna marina como estrellas de mar y peces tropicales de colores, que las convierten en el deseo de todo amante del buceo y snorkel.
En Isla Mujeres, luego de la actividad acuática, es posible alquilar una bici o un carro de golf para dirigirse a Playa Norte, la playa más linda de la isla, aunque la más concurrida también.
México DF
Como capital mexicana, la Ciudad de México es una enorme ciudad que debe visitarse durante el paso por este país.
Es muy rica en cuanto a su patrimonio histórico por lo que resulta sumamente cautivador tomarse un día al menos para recorrer su antiguo casco histórico y conocer sus atractivos turísticos más reconocidos como el Zócalo, el barrio de Coyoacán, el barrio de San Ángel y el bosque de Chapultepec.
Además, hay numerosos centros de arte, entre museos y galerías como, por ejemplo, el de Frida Kahlo, y una oferta gastronómica exquisita, donde se deben probar los tacos mientras se disfruta de la animada música que producen los mariachis.
Oaxaca
Gracias a sus ancestrales tradiciones y a su centro histórico deslumbrante, el cual es considerado Patrimonio de la Humanidad, es una de las ciudades más recomendadas para visitar.
Presenta edificios coloniales realizados de piedra volcánica que destilan una gran belleza, siendo el más característico el Templo de Santo Domingo de Guzmán. 
Es una de las ciudades que mantiene las tradiciones indígenas, por lo que visitarla durante la festividad mexicana del Día de los Muertos, es una experiencia que seguramente resultará inolvidable.
Puebla
Es otra de las ciudades coloniales con edificios de gran colorido y un casco histórico con importantes edificios que se encuentran en un muy buen estado de conservación. 
El centro neurálgico de Puebla es el Zócalo, desde donde se puede partir para conocer la arquitectura de la ciudad con edificios como la Catedral, la Biblioteca Palafoxiana, el Barrio del Artista, el Templo de San Francisco y la Capilla del Rosario.
Es un paseo que se puede realizar en un día e incluir también a la localidad de Cholula, que se ubica a tan solo 7 kms. de allí, para ver la Gran Pirámide y la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, con el volcán Popocatépetl coronando el lugar.
Guanajuato
Pasear sin rumbo por esta ciudad pintoresca es una excelente idea para descubrir sus coloridas casas y su centro histórico repleto de edificios coloniales, como el Templo de San Francisco, el Teatro Juárez y la Basílica Colegiata, además de conocer su interesante historia minera.
Posee un fantástico clima estudiantil, con una Universidad con fachada renacentista que también vale la pena conocer por ser uno de los íconos de la ciudad.
Y para obtener una perspectiva diferente de la ciudad se recomienda subir en el funicular a una de las montañas cercanas para obtener una panorámica espectacular desde el mirador del Pípila. 
Originally published at on https://estilosviajes.com/April 21, 2023.
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paulacorinna · 1 year
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Columna: LA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL NORTE Y LOS 50 AÑOS DEL GOLPE MILITAR EN CHILE
Por Paula Corina Hernández.
El 3 de noviembre de 1970 Salvador Allende Gossens, se convirtió en el primer presidente socialista del mundo por vía electoral. El triunfo, se llevó a cabo en paralelo a los hitos históricos de la Guerra Fría, que perduraron desde 1947 a 1991, donde prevalecía una fuerte intolerancia frente a las diferencias ideológicas y políticas del Bloque Capitalista y el Bloque Comunista. 
Como era de esperarse, el triunfo de Allende en Chile, disipó en el Bloque Capitalista -liderado por Estados Unidos- una gran preocupación, que se manifestó en acciones antidemocráticas encubiertas de sus organismos de inteligencia en Chile y, posteriormente, el 11 de septiembre de 1973 en una violenta intervención militar al Palacio de la Moneda. Donde el presidente Allende se resistió y luego, según la dictadura, se suicidó. Pese a que su último discurso fue: 
“Mis palabras no tienen amargura, sino decepción y serán ellas el castigo moral para los que han traicionado el juramento principal. Ante los hechos, sólo me queda decirles a los trabajadores, que yo no voy a renunciar y pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”.
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Salvador Allende (1908-1973)
Es ahora, a 50 años del Golpe de Estado, que recordamos la responsabilidad de los países involucrados en el genocidio y que vemos la necesidad de su pronunciamiento con las disculpas pertinentes. Recordemos que el libro “Pinochet Desclasificado” de Peter Kornbluh, revela los documentos desclasificados por Estados Unidos que “muestran el rol que jugó el dueño del Mercurio, Agustín Edwards, en la preparación del Golpe, tras la reunión con el expresidente de EE.UU Nixon y con oficiales de la CIA en la Casa Blanca el 15 de septiembre de 1970, en la que informó las exigencias de militares chilenos dispuestos a participar en el complot”.  
Es por todo lo anterior, que el miércoles 6 de septiembre de 2023, se llevó a cabo la Ruta de la Memoria “Caminando Fui lo que Fui” en la Universidad Católica del Norte (UCN). Suceso que se enmarca en el sentimiento que suscitaron los hitos que marcaron la historia personal y social de la comunidad UCN en medio del Golpe de Estado y durante la dictadura.
A sólo instantes del encuentro, ya se daban intensas señales de los duros momentos vividos tras la intervención y depuración que ejerció la dictadura militar en las diferentes casas de Estudios Superiores (ES) en el país, pero en este escrito, rememoramos lo vivido en la UCN. 
Recordemos que la UCN nació en Antofagasta en 1956, con la latente necesidad de un ambiente propicio para la Educación Superior (ES) en la región. Fue el rector del Colegio San Luis, el Padre Gustavo Arteaga, quién lideró y materializó los diversos esfuerzos para este fin, en una ciudad marcada fuertemente por la tradición minera. Precisa la doctora en Antropología, Jimena Silva Segovia, que “Antofagasta como zona de sacrificios por el extractivismo, desierto y memoria remitía la sed de saber, que tuvo su ciclo de oro, donde de tanta precariedad del vivir mirando al fondo de la mina se pensaba que no saldría nada, pero que aun así en 1960 hasta 1973 tuvo una época donde todo parecía germinar: la educación, la plástica, la música y poesía”; el mismo avance que fue entorpecido por la barbarie de la dictadura. 
El régimen autoritario afectó radicalmente al país, a los chilenos y a las casas de ES. Erika Tello, Directora General de Pastoral UCN afirma que “fue clausurada la manera de decidir en el ejercicio de la ciudadanía en la que se pudiese dibujar el Estado y de buscar la sociedad, la UCN perdió de facto su autonomía con la designación de los rectores delegados y el diseño de carreras fue delineado por las preferencia del mercado”.
Entre tanto, los estudiantes, en palabras de la ex-integrante de la Federación de Estudiantes (FEUCN), Marcela Mercado, pasaron de ser niños y luego adolescentes durante la represión, donde los padres los protegían con el silencio antes que compartir el horror de una dictadura que “fue demasiado larga como para dar el tiempo de crecer y entender lo sucedido, pero que no duró tanto para poder combatir al real enemigo”. 
Precisamente, una de las carreras más afectadas por la dictadura en la UCN fue Periodismo, donde muchos docentes dejaron forzosamente las aulas y donde se dispuso su cierre en el año 1986, pero que tardíamente daría su reapertura en 1990. La misma carrera que nació en 1967, con sus periodistas fundadores Nicolás Velasco y Rodolfo Gambetti, y que fue encaminada por emblemáticos maestros como el escritor Andrés Sabella, que bajo su gran sensibilidad describió mediante la poesía la templanza característica del norte de Chile y que dejó, según la actual Directora de la Escuela de Periodismo, María Constanza Castro “anonadados a sus estudiantes por su singular forma de hacer clases”. 
Sin duda, uno de los sucesos más lamentables fue la cruda ejecución por parte de soldados del Regimiento de Antofagasta de los estudiantes de Periodismo, Nesko Teodorovic (24), su esposa Elizabeth Cabrera (23) y Luis Alaniz (24) mientras eran trasladados a la Base Aérea de Cerro Moreno.
Es por ello, que los 50 años del Golpe Militar nos recuerda el rol activo que debemos ejercer en la vigilancia, protección y fortalecimiento de nuestra democracia. La Ruta de la Memoria, como las diversas actividades de conmemoración de los 50 años, dan cuenta de la necesidad a nivel país de una real reconciliación, de la que cada uno de nosotros debemos ser parte. 
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Memorias, entre el pasado y el presente (I) en Amor filial
1
Tom y Cathy exploraban su nueva casa, había multitud de habitaciones en las dos plantas de la mansión e incluso un sótano donde se apilaban sin orden ni concierto muebles viejos y cachivaches de todo tipo, todo cubierto de polvo y en el mejor de los casos, protegido por sábanas blancas que por el paso de los años se habían vuelto grises por la capa de polvo acumulada, quedando la tela amarillenta y quebradiza por el paso del tiempo.
Sin duda estaban excitados ante su nueva casa, habían estado correteando por los pasillos adelantándose a sus padres, viendo todas las habitaciones, y habían acabado finalmente en aquel oscuro sótano, que se mostraba misterioso, lóbrego y tenebroso, recordando a las pelis de “gore” donde la chica rubia y guapa bajaba en la oscuridad sin sospechar que el psicópata de turno la aguardaba entre las sombras para degollarla.
Bajaron a tientas y se adentraron en la oscuridad. De repente sus gritos y carcajadas habían cesado y el silencio se abría camino delante suyo. Tom que iba detrás de su hermana intentó asustarla gruñéndole en la oreja, pero ésta no se dio por aludida e intrigada buscó en la pared algún interruptor que encendiera la luz.
Por las rendijas de las ventanas tapadas con maderas por fuera, se colaban haces de luz, que a modo de láseres se proyectaban en el suelo, haciendo brillar multitud de partículas de polvo en suspensión. Cuando sus ojos se acostumbraron a la penumbra, Tom vio una luz que colgaba en el centro de la estancia, se acercó y observó que de ella caía un cordón así que con algo de asco lo cogió y tiró de él.
Inmediatamente la luz se hizo, una luz amarillenta y mortecina, atenuada por la capa de polvo que cubría la bombilla, iluminó con luz espectral aquel sótano, iluminando la estancia para ellos.
Allí había un baúl, de madera con remaches de chapa metálicos en las esquinas y tiras metálicas circundándolo para darle mayor firmeza. Estaba colocado en el suelo, junto a una pila de otros objetos y muebles tapados con sábanas, pero a diferencia de éstos, no estaba cubierto.
Cathy fue quien primero reparó en él y acercándose intentó levantar la tapa sin éxito. Tom se acercó a ayudarla y poniéndose en cuclillas concluyó:
— Está cerrado Cathy, debería haber una llave en algún sitio que lo abra —dijo con cierta desilusión.
— ¿Qué contendrá, no sientes curiosidad por saberlo? —preguntó Cathy excitada ante la idea de los secretos que contendría.
— No sé, podemos buscar la llave a ver si está por alguna estantería o repisa —propuso Tom.
— ¡Perfecto, hagámoslo ahora mismo! —exclamó Cathy ilusionada ante la aventura que se presentaba.
Revolvieron por todos lados, provocando que parte del polvo pasase a estar en suspensión y poco a poco una neblina gris se fue formando en aquel lóbrego lugar y tras mucho buscar y rebuscar no hallaron indicios de la supuesta llave que abría el cofre, el cofre del tesoro, como ya lo habían bautizado durante su búsqueda.
Una voz se oyó, venía desde arriba, era su madre, quien los llamaba anunciándoles que iban a a comer. Así que abandonaron la búsqueda y subieron las escaleras de piedra hasta la primera planta de la casa.
Cuando su madre los vio aparecer una expresión de horror cubrió su cara.
— ¡Pero chicos, qué habéis estado haciendo! —exclamó exaltada.
— Nada mamá, sólo estábamos viendo el sótano —contestó Cathy con su voz dulce y aterciopelada.
— ¡Pero mirad vuestras ropas y vuestras caras, si tenéis hasta el pelo blanco! ¡Por dios bendito parecéis almas en pena! —añadió su madre.
— ¿Pasa algo Karen? —preguntó su padre acercándose desde la puerta principal.
Al verlos su padre no pudo evitar que una carcajada saliese de su boca ante el aspecto que tenían sus dos hijos. Karen se lo reprochó, pues para ella no tenía ninguna gracia. En ese momento Cathy se acercó a un espejo que había junto a las escaleras que subían a la segunda planta y entonces se contemplo con extrañeza, a los pocos segundos se unió a las risas de su padre...
— ¡Es verdad, mira Tom, parecemos fantasmas! Fantasmas salidos de ultratumba, ¡buh! —explicó volviéndose a su hermano y poniendo sus manos en forma de garras amenazantes.
Finalmente su crispada madre terminó por relajarse y se unió a las risas de todos. No tuvieron más remedio que cambiarse y asearse como pudieron pues la mudanza aún estaba sin hacer y sólo tenían pequeños equipajes que habían traído consigo.
Los días pasaron, sus muebles y enseres llegaron y tras una limpieza a fondo de la casa, ayudados por gente del pueblo cercano a la que contrataron, terminaron de adecentar aquella vieja mansión. El resultado final fue altamente satisfactorio, la casa lucia un aspecto victoriano esplendoroso al terminar de limpiar la fachada de la enredadera que crecía desde una esquina y que la había cubierto casi por completo.
Y así comenzó su vida en aquel apartado lugar, sin duda un cambio brutal desde la superpoblada New York a aquel pueblecito perdido en el condado de Kansas, cerca de Wichita, la ciudad más cercana a ellos. Pero, ¿cómo habían terminado allí, en un lugar tan apartado, tras vivir en la cosmopolita New York?
Richard, que así se llamaba su padre, antes era broker en New York, trabajaba 12 horas diarias y apenas veía a su mujer y a su familia. Únicamente se reservaba los fines de semana para ellos y en alguna ocasión ni eso. Trabajó de este modo durante años, perdiéndose muchos momentos familiares y gran parte de la infancia de sus hijos, hasta que un día casi llegó su hora. Un ataque al corazón, mientras trabajaba estuvo a punto de llevárselo por delante. Terminó postrado en un hospital durante semanas.
Cuando salió su cardiólogo le recomendó encarecidamente que cambiase de estilo de vida, de lo contrario no sobreviviría a un segundo ataque. Y así lo hizo, se despidió de su empresa, invirtió sus ahorros y guardó parte de ellos para trasladarse a vivir al campo. Desde allí pensaba seguir invirtiendo, pero a más bajo nivel su propio dinero, para poder continuar con su vida, pero ahora de una manera completamente distinta, intentando recuperar el tiempo perdido con su añorada familia.
De modo ahora dedicaba algunas horas del día a informarse y mirar la bolsa, cambiar algunas acciones, comprar o vender, pero sin agobios ni presiones. El resto de la jornada lo empleaba en la granja que había comprado y que estaba decidido a cultivar para ocupar el resto de su tiempo y compartirlo con su familia, pues todo aquello le había hecho apreciar el verdadero valor del tiempo.
Karen tenía un trabajo menos estresante que el de su esposo en la ciudad, era secretaria en la empresa donde Richard trabajaba, allí se conocieron y se casaron. Así que cuando le ocurrió el incidente a su marido no dudó en apoyarlo y dejar su trabajo también. De manera que pasó a ser ama de casa y a estar mucho más tiempo con su marido y sus hijos. En el fondo agradeció profundamente este cambio pues su relación de pareja se estaba resintiendo, debido al poco tiempo que pasaban juntos y a las tensiones que esto les provocaba y que les había distanciado tanto que ya apenas tenían relaciones.
En cuanto a sus hijos, Tom y Cathy, eran adolescentes, se llevaban algo menos de dos años y desde pequeños estaban bastante unidos, peleaban con frecuencia pero en el fondo se querían y siempre hacían las paces tras un enfado. Iban al instituto así que con el cambio perdieron sus antiguos amigos y tuvieron que volver a empezar, ahora irían al instituto del pueblo más cercano, pero todavía les quedaban las vacaciones de verano por delante antes de volver a las clases.
Así que, sin otra cosa que hacer, se dedicaban a holgazanear, explorar los alrededores de la finca y a bañarse en pequeño lago cercano, donde había un embarcadero hecho de madera que se adentraba en el agua y que, sin duda sería su diversión preferida en el caluroso verano que ya estaba aquí. Aunque ellos también habían acusado el cambio, en cierta medida el haber vivido siempre en una ciudad y ahora verse rodeados por campos hasta donde alcanzaba la vista, no les desagradaba como se podría pensar, sino todo lo contrario, les gustaba su nuevo hogar.
Trascurridas dos semanas desde su llegada, una calurosa noche en la que Tom no podía dormir, oyó un ruido, como un lamento, o bien un quejido. Curioso, pensó en que alguna ventana al moverse lo habría provocado, pero no corría ni una gota de aire. Entonces volvió a repetirse y esta vez lo identificó como un sonido “humano” de mujer. Pensando en que fuese su hermana que dormía en la habitación contigua, se levantó y se asomó a la puerta que las dividía. Estas habitaciones tenían esa particularidad, aparte de las puertas que daban al pasillo, tenían una puerta que las comunicaba así que la usaban para pasar de una habitación a otra a veces, sin tener que salir al pasillo.
El sonido de su respiración profunda le hizo deducir que su hermana dormía. Estando junto a la cama de su hermana volvió a oír el quejido, con más curiosidad decidió despertar a su hermana y contárselo a ver si ella también lo oía o era solo él que se estaba volviendo loco.
Efectivamente ella lo oyó igualmente cuando al poco éste se repitió. Así que ambos decidieron investigar, lanzándose al pasillo de madera descalzos. Avanzaron por él hacia el fondo y cuando hubieron avanzado unos metros lo oyeron con más claridad. Sin duda procedía del final, justo donde estaba el cuarto de sus padres.
Pensando en que alguno se encontrase mal, se acercaron y como sus habitaciones encontraron la puerta abierta con la esperanza de que alguna racha de aire refrescara las habitaciones. Allí, junto a la puerta lo oyeron con más claridad, el sonido procedía del interior y parecía que era su madre quien emitía aquellos “misteriosos” quejidos, por lo que el misterio, en parte, había quedado resuelto, aunque no saciada la curiosidad de sus hijos.
Tom quiso asomarse al marco de la puerta y ver lo que hacían. Tal vez sospechaba ya que pasaba, su hermana en cambio le tiraba del brazo y le indicaba que se fuesen, en cierto modo sintiéndose avergonzada por lo que iba a contemplar su hermano. Después de todo ella era casi dos años mayor que él, más avanzada en su pubertad y por tanto en conocimientos sobre relaciones humanas. Pero no hubo manera, Tom se asomó y allí contemplo el panorama...
De espaldas a la puerta, su madre estaba sentada sobre las piernas de su padre, que permanecía tumbado sobre la cama, viendo únicamente sus pies bajo el peso del cuerpo de su madre. La claridad provocada por la luna llena que lucía en aquella calurosa noche de verano y que se colaba por el ventanal del dormitorio marital, iluminaba sus cuerpos desnudos con sus rayos plateados, ella estaba de espaldas a su posición.
Su cabellera rubia y rizada era sujetada por sus brazos, llevados a su nuca, mientras ella, con acompasados movimientos, subía y bajaba flexionando sus rodillas y caderas, cabalgando dulcemente a su esposo, con gran placer por su parte. Giraba su cabeza de un lado a otro y la pegaba a sus brazos mientras se sujetaba el pelo, luego se inclinó hacia adelante y cayó sobre el pecho de su hombre, apoyando las manos sobre las sábanas y levantando más su culo, pasó a follarlo con suaves movimientos de cintura.
Tom, estaba anonadado, el culo de su madre, iluminado a la luz de la luna se mostraba esplendoroso, junto a su espalda bien formada, con las costillas y todos los huesos de la misma marcados. Pero su culo, ¡ay su culo!, le llamó especialmente la atención por cómo este reflejaba los rayos lunares... Aquello era otro cantar, en la posición actual, ligeramente inclinada hacia adelante, cuando subía se le venía con mayor claridad, ¡tan redondo, tan perfecto, tan sensual! Que Tom sintió nacer su excitación en sus clanzoncillos.
Cathy mientras tanto estaba detrás suyo, asomada por encima de su hombro. Vencida por la curiosidad al verlo a él mirar el espectáculo, contemplandolo con una mezcla de estupor y curiosidad, cómo sus padres hacían el amor.
Tom intentaba fijar la vista en la parte oscura bajo el culo de su madre, donde sin duda su vagina era atravesada por el falo paterno y en los juegos de luces y sombras creía adivinar las formas, aunque en realidad aquí su imaginación ponía más de su parte que la visión real, pues lo que no estaba iluminado directamente por los rayos lunares se convertía en una mancha negra informe. Cuando su madre subía el trasero, especialmente se marcaba la unión de sus cachetes, para acto seguido volver a caer sobre la verga erécta clavándosela hasta lo más íntimo, enfundándola en su vagina como el sable entra en su vaina..
Cathy tampoco dejó de mirar la escena, aunque se sentía avergonzada por espiar aquel acto de intimidad suprema entre sus padres. Ella era ya toda una mujer, hacía años que tenía el periodo y había empezado a explorar su sexo, especialmente en los momentos húmedos de la ducha, usando la alcachofa y jugueteando con las presiones del agua sobre su clítoris, había conseguido orgasmos deliciosos. Y ahora que contemplaba un acto sexual pleno, tan solo a unos metros de ella, y aunque pensar que eran sus padres quienes lo hacían le causaba bochorno, en su entrepierna sintió la humedad de su sexo comenzó y la excitación le subió hasta la boca. Ella lo notaba, casi podía olerlo, pues conocía bien el olor de su sexo cuando la calentura que subía desde sus bragas hasta su pituitaria.
Mientras ambos contemplaban el acto, extasiados, la acción comenzó a acelerarse, como si le hubiesen dado al avance rápido de vídeo. Su padre agarró por la cintura a su madre y sujetándola con firmeza, empezó a darle fuertes embestidas desde debajo suyo, provocando sonoras palmadas cuando sus muslos chocaban contra su culo, clavándosela con gran rapidez y fuerza.
A partir de ahí, su madre gimió más fuerte y comenzó a girar la cabeza de nuevo, lanzando su larga melena rubia hacia adelante y hacia atrás, en una explosión de placer supremo. Para finalmente caer abatida y sudorosa de nuevo sobre el pecho de su marido.
Ahora todo era como a cámara lenta, mientras sus caderas y su culo seguían moviéndose despacio, aún con la verga clavada en lo más intimo de su ser, parecían disfrutar de los momentos finales del acto que ya termnaba, recuperando la respiración tranquila y profunda tras las penetraciones despedidas de hacía apenas unos instantes.
Cathy, al ver que todo había acabado ya, tiró con fuerza del brazo a su hermano y se lo llevó de allí. Ambos volvieron, silenciosamente como gatos en la noche por el pasillo, en dirección hacia sus dormitorios.
— ¿Has visto lo que hacían? ¡Qué polvo han echado!, ¿no? —exclamó exultante Tom nada más entrar al cuarto de su hermana. Cathy le ordenó silencio, temerosa de que los oyesen.
— No hemos visto nada, ¿me oyes? No se te vaya a escapar delante de ellos —le advirtió.
— ¡Si claro, es que es la primera vez que veo follar en directo! —exclamó Tom con sinceridad apabullante.
— No seas guarro Tom, anda y acuéstate, ¿vale? —le apremió empujándole a través de la puerta intermedia hacia su cuarto y cerrándola cuando consiguió hacerlo pasar al otro lado.
Ambos se echaron en sus camas, sin duda rememoraron las sensuales escenas contempladas y a su manera, cada uno las disfrutó. Cathy se acarició su chochito sintiendo especial goce al hacerlo, hundiendo sus dedos en su surco tan húmedo y lubricado, que estos apenas econtraban resistencia, ¡fue delicioso!
Mientras tanto, en le dormitorio anexo, Tom, que tenía su pene treméndamente duro y se lo acariciaba suavemente rememorando el acto que acababan de contemplar. Finalmente abandonó sus caricias, pues aún no llegaba hasta el final de la masturbación, y echado con los brazos hacia atrás, su mente se recreó en cada detalle, en cada momento, en cada sonido, memorizándolos como si temiera no recordarlos mañana y que todo hubiese sido un sueño. Con el tiempo sin duda, así sería, pero hoy era real, ¡y el recuerdo estaba fresco aún en su memoria!
2
Al día siguiente Tom bajó al sótano. Ahora estaba bastante más limpio que cuando bajaron allí la primera vez. Habían estado quitando las sábanas polvorientas y añejas que cubrían los muebles que allí estaban, barrieron el suelo repleto de polvo y limpiaron los cachivaches antiguos que se amontonaban por las estanterías. Muchos de estos enseres los recuperaron para usarlos en la casa como adornos pues a su madre le encantó su aspecto antiguo y vetusto.
Tom se hallaba dormitando en una mecedora, mientras se mecía apaciblemente en ella y echaba la siesta, huyendo del calor del medio día, pues resultó que era una de las habitaciones más “fresquitas” de la casa, ya que estaba bajo el suelo. De modo que cuando se despertó, siguió meciéndose en ella mientras adormecido, reparó en el misterioso baúl que seguía guardando sus secretos.
Así que hizo un esfuerzo por desperezarse de su apacible descanso y se incorporó acercándose al él una vez más para intentar abrirlo sin éxito. Y maldijo frustrado por no poder averiguar su contenido. Era todo un fastidio, pensó en usar una palanca pero eso rompería la madera y le pareció demasiado bonito para hacer esa salvajada y su madre tampoco se lo permitiría si se llegaba a enterar.
De modo que se dedicó a buscar por las estanterías a ver si localizaba la llave milagrosa que abriera su misterio. Como si de una aventura se tratase escudriñó cada centímetro cuadrado, abrió y ojeó cada botella o jarrón, los zarandeó, los puso boca abajo, pero tras una intensa búsqueda, la escurridiza llave tampoco apareció por ningún sitio.
Finalmente se rindió, desplomándose sobre la mecedora comenzó a balancearse parsimoniosamente de nuevo en ella. Ensimismado, ahora miraba la pared de ladrillos de en frente, con sus hileras regulares de ladrillo rojo compacto, que con el movimiento de la mecedora creaban un efecto hipnótico en quien los contemplaba.
En la regularidad de la pared, detectó una leve anomalía, nada de particular, pero aburrido y asqueado como estaba, decidió acercarse para observarla mejor. Solo entonces se percató de que el ladrillo que no seguía la perfecta regularidad del resto, estaba un poco salido y torcido respecto a los demás. Tras una observación detenida lo empujó y ¡oh dios mio! El ladrillo se movió hacia dentro de la pared, ¡estaba suelto! De repente tuvo una intuición, ¿y si la llave se escondía tras él? ¿Y si el ladrillo era el escondite secreto de la llave? Como los felpudos o las plantas junto a un portal, ¡sí aquello tenía una lógica aplastante!
Tiró de él con fuerza pero el ladrillo no llegó a salir, se quedó tal como lo encontró, ligeramente girado con respecto a la pared y sacado hacia afuera. Trató de sacarlo por todos los medios, empujándolo y tirando de él, pero éste a penas se movía y no parecía que fuese a salir con facilidad.
Tras vanos intentos de extraerlo, desesperado se separó de la pared y miró a su alrededor buscando algo con lo que hacer palanca. Finalmente reparó en la gran hebilla de su cinturón y decidió probar. Se la quitó y con el hierro que se usaba para coger los agujeros rascó los bordes de argamasa que sujetaban el díscolo ladrillo, soplando de vez en cuando para ver cómo iba. Cuando hubo rascado un rato, metió la hebilla metálica en el hueco e hizo palanca con ella.
¡Por fin! El ladrillo se había soltado un poco más y había salido unos centímetros extra. Ahora pudo agarrarlo mejor y tiró de él con fuerza, agitándolo en todas direcciones, tiró tan fuerte que de repente el ladrillo cedió, provocando que perdiera el equilibro y cayó de culo en el suelo, ladrillo en mano incluido.
Rió ante tanta torpeza y con el corazón en un puño se levantó para mirar en el hueco que había quedado, había mucha arena y polvo así que lo limpió con los dedos y mientras lo hacía entre ellos apareció algo metálico y frío al fondo. Al rescatarlo lo miró y descubrió que, era una cajita metálica y verdosa, probablemente de bronce, pues no había óxido en ella.
Metiendo las uñas de sus dedos tiró de la tapa y de nuevo tuvo que esforzarse por superar el nuevo obstáculo, pero esta vez no fue tan difícil, la tapa cedió y tanto la parte de arriba como la de abajo volaron por los aires impactando después contra el suelo y provocando un tintineo metálico al chocar. Pero allí apareció un tercer objeto, en el momento en que cayó al suelo, este brillo débilmente. Tom se agachó para verlo mejor en el poco iluminado sótano y: ¡era la llave!
— ¡Sí! ¡Eureka, la encontré! —gritó como un poseso dando brincos sin parar.
Feliz como una lombriz fue a abrir el baúl, pero pensó que a su hermana le gustaría verlo también así que fue a buscarla y se guardó la llave en el bolsillo.
Ella estaba echando la siesta en su habitación. Tom entró y la vio con su camisón de seda semitransparente. Observó cómo se traslucían sus pechos, pues no llevaba sujetador, eran pequeños, en forma de copa de champán. Por unos momentos se sintió atraído por ellos y quiso tocarlos, pero no, finalmente se arrepintió. Decidió despertarla, moviéndole suavemente el hombro, mientras le susurraba muy excitado...
— ¡La encontré! ¡Es la llave! —gritó eufórico—. ¿Bienes ha abrirlo? —le preguntó con voz temblorosa por la excitación, con la respiración entrecortada.
Su hermana, medio adormilada no reaccionó al principio, se incorporó levemente, apoyándose sobre los codos y miró a su hermano, observó lo que le mostraba en su mano. Como volviendo en sí, al ser consciente de lo trataba de decirle, le sonrió picaronamente.
— ¿Estás seguro? —se limitó a preguntar.
— Si, estaba oculta tras un ladrillo en la pared del sótano, ¡vamos! —dijo tirándole del hombro y sacándola de la cama.
Pasaron por el cuarto de sus padres que también dormían, en silencio para no despertarlos, bajaron las escaleras hacia la primera planta y luego fueron al sótano.
Allí se arrodillaron ante el baúl, Tom sacó su llave del bolsillo, su mano temblorosa acercó la llave a la vieja cerradura de bronce, reverdecida por los años. Apenas consiguió introducirla por la ranura debido al tembleque que sentía, pero una vez insertada la giró suavemente... no se abrió.
— No se abre... —dijo desilusionado.
— ¡Anda déjame a mi! —le espetó Cathy arrancándola de sus manos y obligándolo a echarse a un lado.
Mas decidida Cathy la cogió y la giró con fuerza, el mecanismo crujió y rechinó metal contra metal, la llave giró con mucha dificultad y al final se oyó un cloc sordo, lo que era buena señal: ¡El cofre estaba abierto! Ambos se miraron, la mar de sonrientes y excitados, de nuevo Cathy colocó sus manos a ambos lados del cofre y levantó su tapa suavemente hasta abrirlo por completo. Casi inmediatamente su hermano se zambulló en su interior... en busca del tesoro, pues en su mente: ¿qué otra cosa podía guardar alguien bajo llave y tan secretamente oculta?
Allí había cachivaches varios: una pipa, un quinqué viejo, pinceles o lo que creyeron que eran pinceles, que más bien resultaron ser plumas para escribir, una cajita metálica...
Fueron sacando los objetos y poniéndolos a su alrededor. En la caja metálica resultó que había fotos, fotos muy antiguas que apenas eran manchas en blanco y negro, donde se intuían añejos rostros de tal vez antiguos ocupantes de la casa.
Al final en el cofre había un saco de lino gris, al tocarlo descubrieron que en realidad envolvía algo más duro. Lo sacaron y Cathy extrajo de su interior lo que tan cuidadosamente había sido envuelto en la tela... ¡era un libro, con sus tapas gordas de cuero! Extrañada y curiosa al mismo tiempo abrió sus páginas, amarillentas, de un papel grueso como no habían visto antes, habían resistido el paso del tiempo, guardadas en aquel baúl, en aquél fresco sótano, ¡y se habían conservado bien!
Comenzó a leer lo que parecía un título, escrito a mano con una caligrafía bonita, como cuando ellos empezaban ha escribir las cartillas de la escuela, aunque las líneas denotaban un leve temblor de manos de su autor:
— “Memorias” —leyó el título, hizo una pausa y siguió leyendo...
«En estos días aciagos, cuando me doy cuenta de que la vejez me ha alcanzado irremisiblemente y ya apenas salgo al campo porque mi cuerpo se niega a responderme, he decidido echar la mirada atrás y recordar los viejos tiempos. Tiempos pasados que siempre fueron mejores. Y por algún motivo la memoria siempre me lleva a un sitio, es curioso porque sería como el polo opuesto a mi situación actual, ella me lleva a mi juventud, concretamente a mi pubertad y más concretamente aún a un verano, un verano muy especial. El verano en el que desperté a esa secreta e íntima parte de nuestras vidas, cuando descubrimos que estar aquí, en este mundo, también tiene sus momentos dulces, momentos en los que el placer nos eleva, separándonos de lo cotidiano y nos traslada al éxtasis, en esos breves momentos, cuando en solitario o compartido, decidimos explorar ese maravilloso universo del sexo. Empecemos pues por ahí, a ver hasta donde es capaz de alcanzar mi maltrecha memoria.
En aquellos días el calor comenzaba ya a sentirse con fuerza, y la cosecha del algodón, una de las principales plantaciones de la explotación de mi padre comenzaba a realizarse de sol a sol. En aquellos tiempos teníamos esclavos que se encargaban del arduo trabajo, fue antes de la abolición del esclavitud por Abraham Lincoln.
Era la hora de la siesta, mi amigo y vecino Albert y yo, dormitábamos en el granero de la finca, entre el heno que se apilaba en la segunda planta, cuando un ruido nos despertó. Fue una discusión a las puertas del mismo. Casi de inmediato reconocí la voz de mi padre, tan autoritario, tan rudo como sonaba siempre. Y la otra era sin duda, una voz de mujer, una mujer asustada que suplicaba: “¡No señor, por favor, déjeme ir!”. Aquello nos erizó el bello a ambos.
Seguidamente la mujer entró al granero, bueno más bien fue lanzada dentro y aterrizó en el suelo. Asustada miró a la puerta por donde mi padre apareció, con terror se arrastró hasta llegar a la pared de en frente, donde unas balas de paja detuvieron su avance. Allí se giró y siguió mirando a mi padre, con su figura inconfundible: sombrero de ala ancha, botas altas, gran bigote y látigo en la mano. Cuando se trataba con esclavos había que llevarlo siempre, según él.
La siguió, dando grandes pasos, con las manos asidas al cinturón con los pulgares hacia abajo. Yo me temí lo peor y pensé que aquella pobre desgraciada habría hecho algo para irritarlo y ahora iba a sufrir su castigo, como en otras ocasiones lo sufrían otros esclavos o yo mismo, pues el hecho de ser su hijo no me libraba de su ira.
Efectivamente, cuando estuvo cerca de ella, alzó la mano y el látigo ondeó en ella, la chica se volvió horrorizada, éste bajó con fuerza y la azotó en la espalda. La pobre chica, llena de pavor chillo antes incluso de sentir su contacto.
— ¡Vamos levántate las enaguas! —le ordenó.
— ¡Pero señor, por favor, no lo haga, aún no he estado con ningún otro hombre!
— ¡Qué te las levantes! —le reiteró, pero ya no esperó respuesta, esta vez se agachó y cogió el menudo cuerpo de la mujer y lo levantó echándolo contra una bala de paja sin apenas esfuerzo, quedando la chica sobre ella de espaldas a mi padre.
Con violencia, mi padre se acercó a su culo y levantó el viejo vestido de la mujer, descubriendo sus negras piernas y un taparrabos de tela blanca que llevaban los esclavos para cubrir sus partes íntimas anudado a su cintura. Ésta prenda fue desenlazada y arrancada con violencia por él, descubriendo un culo redondo, tan negro o más que sus muslos.
A estas alturas mi compañero de siesta y yo estábamos con los ojos abiertos como platos, agazapados entre el heno de la segunda planta del granero, mirando con expectación la escena que se representaba apenas a unos metros.
Abajo, la chica sollozaba y sumisamente permanecía quieta mientras mi padre se bajaba los pantalones y sus calzoncillos de fino algodón, como le permitía su estatus social.
Acercándose a la desdichada, le dio una fuerte palmada en el trasero, provocándole más gritos, pero esta vez menos fuertes que antes, pues aunque eran sonoras, seguramente no las lanzaba con excesiva fuerza. A esta siguieron otras, mientras mi padre sonreía socarronamente.
— ¡Ya estás madura! —fanfarroneaba—. Es tiempo de cosecharte mujer —añadió.
Yo nunca había visto una mujer desnuda y supongo que Albert tampoco, por eso estábamos exaltados ante al imagen de aquella muchacha, con su trasero y muslos ofreciéndonos una vista lateral y en suave picado desde atrás impresionante. Su culo era más negro por la parte del ano y bajo él, un pelo negro, esponjoso y acaracolado, cubría su raja ocultándola. Era el primer chocho que veíamos también, así que tratábamos de no perder detalle de lo que observábamos.
Mi padre asió con su gruesa mano aquella pelambre y lo magreó con gusto, creo recordar que hasta su dedo gordo entró en aquella espesura, sin duda atravesando su raja, lo que provocó más gritos de dolor en la chica.
Yo la conocía de vista, era una joven que rondaba la pubertad como mi amigo Albert y yo, era hija de esclavos y ya había empezado a trabajar como recolectora en la plantación aquel año. Pues hasta entonces, las chicas de menor edad, se limitaban a llevar agua y comida a los hombres y mujeres que trabajaban.
Si la chica dijo la verdad, respecto a lo de que era virgen, en cierta medida las poco delicadas caricias de mi padre en aquellos momentos tuvieron que terminar con ese estado. Mientras tanto él seguía azotándola en el trasero, hasta que cogió su verga, blanca como la leche, en comparación a aquella piel color azabache, curtida por el sol, la acercó a aquel chocho virginal y paseó su punta por él con deleite.
— ¡Oh, qué chocho tan exquisito que tienes! Te pienso follar todos los días hasta curtírtelo con mi preciosa verga, hasta te liberaré de trabajar en el campo, así tus manos no se endurecerán —le dijo mi padre babeando de placer a su espalda.
La chica lejos de consolarse lloraba, sollozando a cada momento, lo cual no parecía importar en absoluto a mi padre, que seguía a lo suyo. Poco a poco fue metiendo su miembro en aquella virgen, mientras la chica se quejaba del dolor que le producía, aferrándose con fuerza a la bala de paja sobre la que estaba echada.
Hasta que mi padre paró, entonces se la sacó y la rodeo hasta llegar a su cara y poniéndosela delante dijo: “¡Vamos chupa!”. La orden fue tajante y ante la negativa de ella enterrando su cara entre la paja, el látigo actuó sobre su culo y espalda, haciéndola gritar de nuevo. Sin duda esto la llevó a obedecer ciegamente y la verga entró en su boca ante la presión ejercida por mi padre sujetándo su cabeza.
— ¡Oh sin duda tu boca también es virgen! —dijo soltando una carcajada.
La chica siguió chupando, ante las embestidas nada delicadas de mi padre parecieron darle arcadas y éste la sacó momentáneamente de su boca para volverla a meter acto seguido sin apenas darle un respiro.
Cuando se hartó, volvió a su culo y la penetró de nuevo sin compasión, su mienbro viril desapareió dentro de ella. La chica gritó igual que las otras veces, pero implasible ante sus súplicas, mi padre siguió follándola ímpetu desmedido aferrándose con fuerza a sus estrechas caderas.
Yo nunca había visto follar a nadie, era una palabra prohibida que sólo nos susurrábamos mi amigo y yo cuando hablábamos de mujeres, pero que nunca se me hubiese ocurrido pronunciar estando mi padre cerca, pues me hubiese corrido a latigazos. Los dos nos mirábamos un momento mientras la escena seguía produciéndose, yo ya tenía el pito tieso y sin duda él también lo debía de tener, así que sin decirnos nada volvimos la cabeza y seguimos mirando.
Allí abajo la chica seguía gritando con cada embestida, mi padre se aferraba a calzón bajado a su culo y empujaba con ganas, aunque éstas embestidas creo duraron realmente poco y tras quizás un par de minutos mi padre rugió levantando su cara hacia el techo del granero y siguió con sus embestidas pero más despacio, fue parando poco a poco, hasta quedarse quieto, aún con su verga dentro.
— ¡Oh, ha sido fantástico Arel! —pues así parecía llamarse la chica—. Mañana volveremos aquí para continuar con tu adiestramiento.
Y dicho esto se la sacó y se subió los pantalones como si allí no hubiese pasado nada. Acto seguido salió por la puerta sin mirar atrás, dejando allí a la desdichada.
La negra, durante largo rato estuvo quieta como petrificada, tal vez esperando a que su violador se hubiese alejado lo suficiente. Ya no lloraba, aunque fuese extraño. Finalmente se levantó y quedó sentada sobre la paja, se limpió los mocos y lágrimas en la manga de la camisa, recogió sus harapos y su taparrabos y se disposo a vestirse.
Cuando se levantó y con cierto horror pareció descubrir algo y se agachó. Albert y yo no supimos lo que era, pero al remangarse el vestido, vimos con claridad su chocho, incluso creo recordar que vimos lo sonrosado que era por dentro y esto nos llamó poderosamente la atención, ¡cómo era posible que siendo negros por fuesen blancas por dentro! El caso es que vimos como de él salía un líquido entre blanco y rosado, que nos llamó poderosamente la atención. En aquel momento no lo sabíamos, pero con el tiempo descubriríamos que era la leche de mi padre mezclada con la sangre fruto de desvirgar a la muchacha en su primera vez.
En ese momento mi amigo se movió y un tablón del suelo donde estábamos crujió, entonces la chica miró hacia arriba, tan horrorizada como había estado antes y me vio. Entonces pude ver el pánico en sus ojos negros, el miedo e inmediatamente salió de allí como alma que lleva el diablo. En aquel momento dudaba si nos había reconocido, con el tiempo supe que si, que sabía que yo era el hijo del amo.»
Cathy no había parado de leer aquel relato, escrito en inglés arcaico cuya letra caligráfica le había costado entender al principio, pero a la que ya se había acostumbrado. Mientras lo leía hizo algunas pausas y miró a su hermano, intentando convencerlo para no seguir leyendo ante lo escabroso del tema, pero éste insistió todo el tiempo en que siguiese y siguiese. Lo cierto es que ella misma se sentía atraída por aquella historia y por eso tal vez accedió y siguió hasta el punto en el que estaban. Después de esto, la página quedó en blanco y e la siguiente comenzaba al parecer otro episodio, pero hizo una pausa para descansar.
— ¡Jo Cathy, vaya historia, no! —exclamó Tom muy excitado. Había permanecido en el suelo casi todo el tiempo, junto a su hermana, que estaba sentada sobre con las piernas cruzadas y el libro apoyado sobre sus muslos.
— Si, un poco fuerte, ¿no crees? —preguntó ella sintiéndose avergonzada por haber leído algo así.
— Bueno si, pornográfica diría yo, pero excitante, ¿no?
— Pues si... bastante guarra diría yo, apuesto a que sigue contando cosas de este estilo durante todo el libro.
— Oye, Cathy, ¿te puedo preguntar algo? —le inquirió Tom desde el suelo.
— Si claro tonto, no te pongas tan serio —rió ella nerviosa, tal vez intuyendo que su pregunta sería comprometida.
— ¿Tú eres virgen? —interpeló finalmente.
Cathy rió ante la pregunta, fue una risa nerviosa provocada por su vergüenza ante ella, pero después se serenó e intentó pensar la respuesta.
— Si, claro que soy virgen, como tú, ¿no? — concluyó tras unos segundos.
— ¡Oh si claro! Yo soy menor que tú. ¿Sabes? Se me ha puesto dura, como al protagonista —dijo mientras se sentaba y un bulto, como una puntilla estiró la tela de sus pantalones cortos.
Cathy se llevó la mano a al boca y sonrió de nuevo avergonzada, su hermano era un descarado sin remedio.
— ¡Eres un guarro! —dijo cerrando el libro y amenazando con golpearlo con él.
De pronto oyeron ruidos en la planta de arriba, alguien bajaba las escaleras, así que alertados decidieron volver a guardar todo en el baúl. Los pasos siguieron avanzando y bajaron hacia el sótano donde estaban.
— ¡Ah estáis aquí! —dijo su madre inclinándose en las escaleras a la altura del techo, observándolos desde arriba.
— ¿Os apetece tomar una limonada fresquita?
— ¡Oh si claro dijo Tom ahora subimos mamá! Estábamos jugando.
— ¿Jugando, a qué juego, no veo ningún tablero?
— ¡Oh, pues es que era piedra—papel—tijera! —intervino Cathy dándole un codazo a su tierno hermanito.
— ¡Ya veo! En fin, subid cuando terminéis con lo que estabais haciendo —dijo su madre girándose y volviendo tras sus pasos.
En aquel momento hicieron un pacto, un pacto de hermanos, en el que acordaron no revelar nada a sus padres de aquel libro, sería su secreto. Pero también acordaron leerlo siempre juntos, pues entre otras cosas Tom no entendía bien aquella letra ni aquel inglés arcaico. Cerraron el cofre y volvieron a dejar la llave escondida tras el ladrillo de la pared, que ahora se movía con facilidad.
3
Por la noche hizo tanto calor como por el día, y Tom no podía dormir, seguía aún recordando la lectura del libro y excitado con el relato de aquel desconocido. Se levantó y se acercó a la puerta separadora del cuarto de su hermana, tocó suavemente, casi imperceptiblemente y oyó pasos al otro lado. Su hermana, abrió al puerta muy despacio.
— ¿Qué quieres? —preguntó.
— Es que no puedo dormir, hace mucho calor —asintió el muchacho que únicamente vestía unos calzoncillos tipo bóxer de licra ajustados a su fino cuerpo.
— Yo tampoco, hace un calor infernal —dijo su hermana, que a diferencia de él, llevaba un pequeño top que cubría sus jóvenes pechos y unas braguitas.
— Oye, ¿por qué no nos bajamos al sótano y echamos unas esterillas en el suelo? Allí se está más fresquito.
— Bueno vale, aunque espero que no haya bichos...
Ambos bajaron al sótano, caminaron en silencio, con las luces apagadas por el pasillo para no ser oídos, pasaron junto a la habitación de sus padres, de puntillas, como gatos por los tejados y bajaron las escaleras.
Efectivamente en el sótano la temperatura era más fresca. Cogieron unas esterillas de sacos de dormir, de cuando iban de campamentos y las echaron en el suelo. Tom vio su mochila y cogió su linterna para alumbrarse. Al encenderla, la luz que iluminó la oscura habitación con un haz en forma de cono. Justo en ese momento una idea surgió en su mente, como la bombilla que se enciende en los dibujos animados sobre la cabeza de piolín mientras este pone cara malévola.
— Oye, ¿por qué no me lees otro capítulo del libro? —propuso a su hermana.
— ¿Ahora?
— Por qué no, te alumbraré con mi linterna —le dijo enfocándola a la cara con su haz concentrado deslumbrándola.
— ¡Vale, vale, pesado! De todas formas se me ha pasado el sueño.
— ¡Bien! —gesticuló el joven Tom excitado ante la idea.
Buscaron la llave en su escondite secreto, abrieron el baúl y con sumo cuidado extrajeron el libraco de aspecto ancestral. Se tumbaron sobre las esterillas, uno junto al otro y alumbrados por la linterna de Tom buscaron la hoja por donde lo dejaron, allí, con su suave voz, como un susurro entre el canto de los grillos en la noche, Cathy continuó leyendo...
«Después de lo que presenciamos Albert y yo aquella tarde, estuvimos hablando sobre el asunto, comentando más que nada lo excitante que fue, aunque a mi también me dio pena la chica negra, pero en pleno crecimiento hormonal lo cierto es que esa pesadumbre dio paso rápidamente a la excitación por el acto sexual presenciado: brutal, explícito y para nosotros, simplemente maravilloso.
Según Albert, se masturbaría aquella misma noche recordando el incidente, y lo haría varias veces agregó él. Yo aún no sabía lo que era aquello, aún era puro y casto de espíritu, así que le pregunté cómo se hacía. Él al oírmelo preguntar, fanfarroneó y me dijo que si yo no sabía hacerlo es que era retrasado o algo por el estilo. Aún así accedió a explicarme que tenía que cogerme la punta del pito con los dedos y moverla adelante y atrás sobre la piel.
Seguí preguntándole que qué se sentía y el me confesó que aquello era lo mejor que existía en la vida, yo le insistí que si era mejor que comerse una tarta entera de chocolate y el me dijo que por supuesto, aquello no tenía parangón.
Habíamos estado paseando por el campo mientras comentábamos lo sucedido y hasta nos dimos un baño desnudos en la charca de la finca. Al hacerlo no pude evitar fijarme en sus partes y compararlas con las mías, supongo que eran manías de adolescencia, que si su pito era más o menos grande que el mío o que si él ya tenía abundante bello en crecimiento y yo la tenía barbilampiña. Sin duda Albert era un buen amigo, se portaba bien conmigo y siempre me enseñaba cosas nuevas. Él era un par de años mayor que yo. Así que un tanto escéptico, en cuanto a lo que me había dicho sobre la masturbación, me despedí de él al caer la tarde y me fui a cenar a casa.
Tras la cena, como era mi costumbre, me di un buen baño, después del calor del día y todo el polvo de mis ropas era muy relajante meterte en una bañera de agua fresca y lavarte a fondo. Y como no, allí estaba mi querida Dora, mamá Dora, como la llamábamos en casa toda la familia. Nuestra niñera y ama de llaves en la casa. Para nosotros era como una segunda madre, aunque decirlo así, dada su condición de negra, era un sacrilegio en aquellos tiempos, pero yo no podía evitar sentir un gran amor por ella, mi hermana, aunque más remilgada y altiva, en el fondo la quería igual que yo, aunque lo negase.
El caso es que aquella noche, como de costumbre, Dora me preparó el baño, yo me desnudé y me metí en la bañera. Hacía calor aún y Dora también lo acusaba, así que llevaba únicamente puesta una bata blanca que contrastaba con el tono cobrizo de su piel. Bajo ella se le transparentaba su taparrabos. Hoy, tal vez por lo vivido durante la tarde, me fijé en ella y vi su cuerpo de “otra manera”.
Dora era una mujer oronda, le encantaba comer y lo que más le gustaba era el chocolate, pero mi madre, que no podía consentir que algo tan caro fuese a parar a las manos de una sirvienta, lo guardaba bajo llave. Como no yo sabía donde conseguirla y en alguna ocasión le traía un par de onzas que Dora agradecía abrazándome y llenándome de besos como a su niño preferido.
Bueno, el caso es que Dora aquella noche se mojaba con un trapo el cuello y los brazos mientras yo me bañaba, para refrescarse. Y poco a poco se fue mojando la tela de su vestido y sus pechos empezaron dibujarse exuberantes bajo la tela, con unos pezones gordos y duros que traslucían el blanco hilo de algodón. Yo empecé a pensar en su trasero, en cómo sería su raja, si sería tan negra como la de aquella esclava que había violado tan salvajemente mi padre. Pensé que si Dora lo tenía todo tan grande, en su raja cabría mi puño, incluso mi “cabeza”. Ahora no puedo evitar reírme al recordar mis pensamientos de entonces.
El caso es que para cuando salí del baño y ella me pasó los paños para secarme, mi pito estaba duro como un clavo, Dora lo vio y sonrió...
— Vaya, el señorito está contento hoy —dijo mientras sonreía con sus dientes blancos en contraste con el color de su piel y sus labios negros.
— ¡Oh bueno si, no se debe ser el calor! —me justifiqué yo.
— ¡Claro que si, el calor es muy malo en este tiempo!
Ella me ayudaba a secarme, lo había hecho desde que era pequeño y aún lo hacía, por supuesto que yo era perfectamente capaz de hacerlo sólo pero a ella le gustaba servirme y a mi dejarla hacerlo. El caso es que al tenerla tan cerca, casi abrazada a mi, no pude evitar pegar la minga a sus suaves carnes y en mi mente me imaginé metiéndola en su raja negra, aquella donde yo pensaba que mi puño podría entrar.
Los pensamientos me turbaron de tal manera que me así a su cintura y trate de rodearla y llegar a su culo, cogiéndola por sus anchas caderas. El tacto de su piel era tan esponjoso, tan suave, que fue una delicia sentirlo. Ahora también recuerdo que sus pechos, sin duda tuvieron que chocar contra mi torso desnudo y aquella esponjosidad también me turbó sobre manera.
Dora debió notarlo, pero tampoco lo recriminó, ella sería incapaz de hacer una cosa así conmigo: su niño.
— Vaya, el señorito está muy cariñoso hoy con Dora, ¿verdad? —se limitó a asentir.
— ¡Oh Dora es que tienes una piel tan suave... —le confesé yo mientras nos separábamos de nuestro fraternal abrazo.
Ella se quedó mirándome y yo a ella, vi como miraba mi pene erecto y con el corazón acelerado tomé su mano y la coloqué sobre él.
— ¿Podrías acariciarme aquí? —me limité a pedirle.
Dora no supo qué decir, y durante unos segundos pareció algo desconcertada, pero con la serenidad que la caracterizaba, no debió darle mucha importancia.
— ¡Oh señorito! Bueno lo secaré un poco más —dijo y cogió el paño y me lo pasó por mi pito y mis bolas que ya comenzaban a tener cierta pelusilla.
Sus caricias, aunque me gustaron no era lo que yo buscaba, quería que me masturbase, como Albert me había dicho que se hacía, así que insistí.
— ¡Así no, sólo con la mano! —le rogué.
Dora se detuvo, dudó un poco y finalmente puso su mano desnuda sobre mi pito erecto, acariciándomelo y tocándome también las bolas bajo él.
— ¡Oh señorito, qué joven tan guapo va a ser! Todas las chicas se fijarán en usted —afirmó ella mientras me acariciaba.
Yo deseé tocar sus pechos y así lo hice, por encima de la tela. Ella me dejó hacer, palpé sus pezones y vi cómo éstos, a medida que los acariciaba y los intentaba coger con los dedos se endurecían y ponían aún más gordos, abultando sobre el fino y blanco algodón.
— ¡Señor, esto que hacemos no está bien! Si su madre se enterase, me darían cuarenta latigazos, usted lo sabe, ¿verdad? —me advirtió con preocupación.
— No te preocupes Dora, yo no diré nada —asentí con tal de que continuase.
— Lo sé, pero pueden descubrirnos, dejémoslo por hoy... —protestó nerviosa amenazando con dejar a medias lo que había empezado.
— Está bien Dora, como desees —dije yo algo desilusionado.
Aquella noche, en mi cama no pude dormir, entre el calor y mi mente recordando una y otra vez la caliente escena de la tarde, conciliar el sueño era una ironía. Las imágenes de aquel cuerpo negro desnudo me atormentaban, aquella raja goteando aquel líquido, todo era tan nuevo, tan desconocido y tan llamativo para mi joven mente en aquel entonces, que me estuve mortificando toda la noche sumergiéndome en mis ensoñaciones.
Intenté tocarme el pito, como mi amigo Albert me había dicho y ciertamente era algo placentero, pero vamos ni mucho menos lo que él me había prometido sentir. Por eso tal vez pensé que aquello no era a lo que él se refería y concluí en que no sabía hacerlo.
Al día siguiente volví a ver a Albert e insistí en que me enseñase el método de masturbación que él seguía. Por la tarde nos fuimos al granero y allí, desenfundamos nuestros pitos y comenzó la clase... Él era mayor que yo y tenía ya mucho pelo en sus partes, según él yo parecía un recién nacido, pues aún no tenía casi pelos, aunque ya alguno había pero no era comparable a lo suyo.
El se cogía su punta y me explicaba como menear los dedos, yo lo seguía con atención y lo imitaba con mi pilila. Incluso creo que llegué a pedirle que me lo hiciera él a ver si es que yo lo hacía mal, pero él montó en cólera y me dijo que “de ninguna manera, los hombres no se tocan entre ellos, eso está prohibido” —me aseguró. No entendí el porqué de su reacción, así que seguí con mis prácticas.
En aquellos menesteres estábamos cuando la puerta crujió y nos alertó, ambos nos volvimos y expectantes esperamos a que alguien entrase por aquella puerta...
Mi padre traía cogida del brazo a la muchacha del día anterior, ésta no se resistía tanto como ayer, pero tampoco entraba gustosa al lugar.
— ¡Vamos zorra, hoy te follaré otra vez! —le espetó—. ¿Entendido? Y espero que me complazcas, si no, ¡probarás el sabor de mi látigo! —agregó él sin mostrar piedad.
— Lo que el señor diga, pero por favor... ¡no me pegue! —suplicó la desventurada joven.
Mi padre la puso de rodillas hoy y ante la atónita mirada de la muchacha extrajo su verga, ésta aún no estaba dura.
— Vamos, ¡chupa con tu boca hasta que se ponga bien dura! —ordenó.
La joven, temerosa de la reacción del hombre la cogió con remilgo y de igual manera abrió su boca y la chupó suavemente una vez. Luego miró a mi padre quien complacido le sonrió.
— Muy bien, ahora sigue, estoy seguro de que aprendes rápido —rugió.
La chica volvió a abrir su boca y a meterse aquella verga que ya comenzaba a agrandarse, y así siguió con ella metida en la boca, chupándola muy despacio. Mi padre parece que se cansó de tanta parsimonia y la cogió por la cabeza de repente...
— ¡Vamos, más brío mujer! ¡Que se me va a bajar! —gritó mientras sujetaba su cabeza y la empujaba con fuerza hacia su garganta, clavándole la verga hasta las amígdalas.
Durante unos segundos la forzó brutalmente hasta que a la chica le entraron arcadas y tuvo que separarse para intentar vomitar, cayendo de bruces contra el suelo.
— ¡Bueno, vale ya, vamos a follar! —espetó con su voz de sargento.
Puso a la muchacha sobre las balas de paja, a cuatro patas, como el día anterior, y le levantó las enaguas como en aquella ocasión arrancándole el taparrabos. Nada más ver su culo le dio una fuerte palmada y vociferó triunfante, alardeando el buen culo que tenía y lo buena que estaba.
— ¡Te voy a follar todos los días! —añadió volviendo a palmear su culo.
Sin más miramientos tomó su verga en la mano y apuntándola hacia la chica, que permanecía aferrada a la paja, la cogió por el culo y se la clavó. Esto la hizo gritar, con el tiempo descubriría que la precipitación y poca delicadeza de mi padre eran los que habían provocado este “dolor” en la chica, el no esperar a que ella se sintiese predispuesta, pero claro mi padre follaba como un animal y no aceptaba un no por respuesta.
Las primeras embestidas fueron dolorosas para la muchacha. Mi padre pareció comprender y sacándola se acercó a aquel chocho joven y negro y le escupió un par de veces, luego le metió los dedos esparciendo su saliva por todo él y tras esto la penetró de nuevo. Esta vez la chica ya no gritó como antes, aunque no dejó de quejarse con menos intensidad. Mi padre siguió follándola como una bestia, embistiéndola y dándole azotes en el culo.
Fue curioso porque los quejidos de la chica cambiaron de tono, por momentos nos pareció que en vez de quejarse le estaba gustando, aunque tampoco acertábamos a distinguir un gemido “de queja” de uno “de placer” en aquellos tiempos. Mi amigo y yo nos miramos, entonces vi como Albert se tocaba su mienbro erecto entre la paja y yo lo imité, supongo que por probar tampoco perdía nada.
Más abajo a escena se precipitó y mi padre aulló como un coyote y sujetando con fuerza su culo, continuó embistiéndola salvajemente hasta que se quedó parado, con movimientos espasmódicos la metía y la sacaba, al tiempo que gemía y vociferaba: “¡Uh! ¡Uh!”; mientras la esclava ahora también daba unos pequeños gritos.
La escena se detuvo y mi padre extrajo finalmente su minga del coño negro del la chica. Como orgulloso del lo que había hecho se subió los calzoncillos y los pantalones y se ajustó el cinturón. La chica permaneció inmóvil, tal vez con miedo a que si hacía algo o se volvía recibiría un castigo.
— ¡Vaya jovencita, cada vez me gusta más tu chocho! ¿A que hoy te ha gustado? —le preguntó mientras se vestía.
La esclava no contestó, se quedó quieta y permaneció impasible. Era difícil creer que los rudos modales de aquel viejo gustasen a ninguna fémina.
— ¡Contesta! —le dijo dándole un azote—. ¿Te ha gustado?
— ¡Si... si señor, me ha gustado! —exclamó la chica aterrorizada.
— ¡Eso es mujer, me gusta que seas agradecida! ¡Qué calor hace, anda ve a tu casa y mañana te quiero ver aquí a esta misma hora! ¿Entendido?
— ¡Si... si señor! —respondió la chica atreviéndose a girarse para ver a mi padre.
Albert y yo seguíamos petrificados allí arriba, hoy no hicimos ningún ruido así que la escena no se interrumpió. La chica se vistió y se marchó y Albert y yo nos quedamos allí haciéndonos la “paja”. Unos segundos tras su marcha Albert gruñó y aceleró su mano tras haberse girado y puesto boca arriba. Luego me dijo que se había corrido y me enseñó el líquido transparente en un hoyo formado con su pulgar y puño cerrados, según él fue lo que vimos el día anterior, aunque en su caso fueron apenas unas gotas blancuzcas. Yo sólo conseguí ponerme roja la piel del pito y que me picara así que le dije que también me había corrido aunque aún no me salía la leche. Él rió y dijo: claro, aún eres joven, ya te saldrá...»
Cathy hizo una pausa y carraspeó, pidió agua a Tom, éste subió a la cocina y le bajó un baso, al bajar Cathy se fijó que estaba empalmado y se lo echó en cara.
— Vaya hermanito, ¿tú también te empalmas, como el prota, ¿eh?
— ¡Oh si, bueno, es inevitable! Oye, yo nunca me he hecho una “paja”, tengo que probar ha hacerlo —le aseguró Tom dicharachero.
— ¡Claro, ya sabes, como aquí lo explica! —rió su hermana.
— ¡Si, pero se ve que no es fácil, mira las dificultades que tuvo el chico! ¿Por qué no me echas una mano tú hermanita? Como su niñera, una mano amiga, ¿eh? —rió ahora él.
— ¡Ni hablar mocoso eso es una guarrada! —se negó ella moviendo su cabeza y proyectando sus larga melena rubia y rizada volviéndole la cara y llamándolo mocoso como solía hacer cuando eran más pequeños.
— Y vosotras hermana, ¿no os hacéis pajas? ¿Metiéndoos un dedo en el chocho o algo así? —le preguntó Tom en su tono jovial acostumbrado.
— ¡Eso lo hacen las guarras! Yo soy una chica formal... —se excusó Cathy sintiéndose tal vez algo ruborizada.
— ¡Claro, tú no! ¿Eh? —le dijo impertinentemente su hermano dándole con el codo en las costillas—. Bueno sigue leyendo, que estaba interesante.
— ¡Vale vale, ya sigo!
«Aquella noche estaba dispuesto a que Dora me hiciera una paja, para eso cogí nada más y nada menos que cuatro onzas de chocolate de la alacena y las guardé para “sobornarla”. Tras el baño cuando procedió a secarme tenía el pito tan duro como la noche anterior. Ella, viendo mi estaca se sonrió y me la secó a conciencia.
— ¡Veo señorito que sigue usted tan “contento” como anoche! —sonrió.
Yo la dejé terminar y fui a coger el chocolate que le había traído, aún desudo por la habitación.
— ¡Dora hoy te he traído chocolate! —exclamé abriendo la servilleta de tela donde lo había envuelto.
— ¡Oh señorito, qué generoso es usted! —me dijo llenándome de besos las mejillas.
— Pero Dora, te lo doy con condiciones, a cambio tienes que hacerme algún favor, ¿vale?
— Bueno señorito, lo que usted quiera, yo soy muy servicial ya lo sabe.
Le di una onza que Dora introdujo en su boca de labios carnosos y marrones, dejando que se derritiera sobre su lengua, y entonces pensé en qué podía pedirle.
— ¡Dora quiero ver tu culo! —le espeté.
— ¡Uy señorito, qué cosas tiene! ¿Para qué iba a querer ver el culo de una vieja como yo? —preguntó ella escurriendo el bulto.
— ¡Vamos Dora prometiste satisfacerme, sino no te daré más chocolate!
— Está bien señorito, Dora estará siempre a su servicio para lo que usted guste —afirmó con su parsimonia habitual.
Dora se echó en una mesa cercana de mi cuarto y con su bata blanca se me ofreció para que yo descubriese su culo. Creo que me temblaban las manos cuando las posé sobre sus nalgas, suaves y ligeramente esponjosas.
Luego le subí la tela y descubrí su culo a la luz de una lámpara de queroseno que teníamos encendida, su tono era marrón, más claro que el del chocolate. Con emoción mal contenida lo palpé mientras ella se dejaba hacer. Estaba con su taparrabos blanco, que lo tenía pasado por entre las piernas y atado a la cintura que la circundaba.
Su culo era enorme, pues como dije antes Dora era de buen comer y yo apenas ocupaba la mitad de él con mi famélico cuerpo blanquecino y desnudo tras ella.
— ¿Señor, no me daría otra onza de chocolate? —preguntó ella mientras seguía echada sobre la mesa.
Automáticamente cogí la onza y se la di, introduciéndolo yo personalmente en su boca, ella chupó mis dedos dulcemente, este detalle inesperado me gustó, me imaginé que me chupaba el pito...
— ¡Dora quiero ver tus pechos! —le dije si pensarlo, al verla echada en al mesa con su escote ofreciéndomelos.
— ¡Bueno, el señorito me pide unas cosas muy raras hoy pero Dora lo complacerá, siempre lo hace!, ¿verdad? —dijo servicial.
Se levantó el liviano vestido blanco y sus enormes pechos, caídos se ofrecieron a mi como inmensas montañas, tan grandes como las ubres de una vaca. Cuando me acerqué ella me tomó las manos, como intuyendo mis intenciones y me las puso sobre sus pezones negros, apretándomelas contra ellos. Estaba más blandas que su culo pero a la vez duras y pesaban una barbaridad, se las levanté mientras ella se sonreía, haciendo como si fuese un forzudo.
— Señorito, le cuento un secreto, ¿sabe que de pequeño usted mamó de estos pechos? —me confesó—, su madre no tenía suficiente leche y Dora lo alimentaba cuando ella no podía. Venga chupe de ellos para recordar viejos tiempos —me dijo cogiéndome amorosamente mi pequeña cabeza y acercándola a sus grueso pezón.
En mi boca aquel pezón creció y se endureció, su sabor era ligeramente salado, tal vez por el sudor de Dora pero a mi me supo a gloria en aquel momento. Luego me pasé al otro e igualmente o chupé hasta ponerlo duro, incluso lo mordisqueé suavemente aunque bajo las advertencias de su poseedora, que me dijo que ni se me ocurriera morderlos.
— Dora, ¡ahora quiero que me hagas una paja! —le espeté ya sin remilgos.
— ¿Una paja señorito? ¿Y eso qué es? —preguntó ella extrañada.
— Una paja, en el pito... —aclaré yo cogiéndolo y moviéndolo como ejemplo.
— ¡Ah claro ahora comprendo! Bueno, como le dije ayer, por esto me azotarían así que lo único que le pido aparte del chocolate es que sea discreto en cuanto a estos favores que Dora le hace.
— De acuerdo Dora, puedes confiar en mi —aseguré yo.
Dora me llevó a mi cama y allí se sentó a mi lado, tan desnuda como yo salvo por su taparrabos. Allí tomó mi pito con sus manos regordetas y suaves y lo manoseó con suavidad, tomando con sus dedos delicadamente a la altura del glande, comenzando a moverlo como Albert me había explicado y yo le había visto hacer aquella tarde.
Al principio estaba más bien escéptico ante aquellas caricias, no es que no me gustasen, pero lo había intentado ya tantas veces que hasta pensaba que yo era anormal y no conseguiría nada. Pero la dejé hacer.
Mientras ella lo hacía, me dejó seguir tocándole sus pechos, abrazado a ella y pellizcarle los pezones, cuando iba a chupárselos apenas mis labios rozaron sus negros pezones, tan negros como el tizón, sentí unas ganas incontenibles de hacer piss. Me alarmé pensando que me lo hacía encima y me eché para atrás horrorizado.
— ¡Me meo! —grité con espanto.
Dora siseó Dora tapándome la boca mientras sus mano seguía moviéndome la piel entorno a la punta de mi pito.
— ¡Cállese señorito, no es pis lo que va a salir de ahí! —añadió.
Lo que vino a continuación no lo recuerdo bien, pero la vista se me nubló, las piernas me temblaron y la sensación de que me meaba encima siguió aunque no vi el líquido salir, en cambio, cuando se me aclaró la visión, sí que vi la leche que había soltado mi pito al correrse, como la de Albert aquella tarde, Dora tenía los dedos manchados con ella y mi vientre también había recibido los impactos al caer esta tras ser lanzada al aíre.
En aquellos momentos sentí una gran satisfacción, aquello era un orgasmo y yo era normal, tan normal como Albert al menos, pues era capaz de alcanzarlos y eyacular como él. Dora me mostró el fruto de mi masturbación y ante mi atónita mirada: ¡se chupó los dedos!
— ¡Oh señorito, qué suave leche ha salido de su pito, tan pequeño y joven! —dijo mientras lamía unas gotas que habían quedado en su mano.
Tremendamente satisfecho me fui a la cama, complacido, le di a Dora el resto del chocolate, que devoró con gozo incomparable, chupándose también los dedos. Me dio un beso de buenas noches y salió de la habitación apagando la llama del quinqué que la iluminaba.»
Tom suspiró y Cathy se giró cansada ya de leer, su hermano también se volvió, quedando ambos mirando al techo.
— ¡Jo Cathy, qué historia! —exclamó el joven Tom.
— ¡Ya te digo, una guarrada! —dijo jocosamente Cathy.
— Si es tan guarra, ¿por qué me la lees entonces? —preguntó el chico curioso.
— Pues para pervertirte, porque eres tan inocente que eres como el prota un: a normal —rió mofándose de el.
— ¡Yo no soy un anormal! ¡Soy tan normal como el prota, si me hicieras una paja como Dora verías mi leche salir! —protestó Tom, girándose para ofrecerle la espalda a su hermana y apagando la linterna, visiblemente ofuscado.
Ciertamente el comentario de su hermana le había dolido profundamente, había herido su amor propio. Así que se propuso intentar masturbarse, como el prota, con la diferencia de que él si lo lograría.
En la oscuridad Cathy sintió que le había hecho daño y se arrepintió, como tantas otras veces, lo sabía y se sintió culpable por aquello, así que buscó su hombro en la oscuridad y le puso la mano en él, acercándose se incorporó y con un dulce beso en su mejilla le pidió perdón.
— No te enfades hermanito, claro que eres normal, eres como el prota un chico adolescente y todo llegará, ya lo verás —le susurró al oído.
A oscuras, con el fresco que daban las paredes de ladrillo de aquel sótano, ambos se quedaron dormidos y no despertaron hasta que los rayos del sol entraron por la pequeña ventana que daba al éste deslumbrándolos.
4
Al día siguiente Tom y Cathy fueron a bañarse al lago junto con sus padres, para mitigar el calor. Allí estuvieron zambulléndose desde el pequeño embarcadero de madera oscurecida por el paso del tiempo, aunque aún se mantenía estable en buena medida así que podían aprovecharla tanto para tirarse desde el final como para tumbarse con las toallas al sol y si sombra era lo que querían, unos fresnos crecían fuertes y altivos en la orilla, donde se podían cobijar para huir del sofocante calor y descansar en su fresca sombra.
Todos se bañaron en familia y jugaron en el agua a váter polo en un día sabático, en el que su padre dejó su trabajo y únicamente se encargó de los quehaceres diarios de la granja.
A la hora del almuerzo volvieron a casa, donde su madre había dejado ya comida preparada, algo fresco para reponer fuerzas, luego se echaron la siesta y en ella Tom estuvo entretenido acariciándose su pene en la cama, rememorando las historias leídas en aquel legajo ancestral mientras se masturbaba, aunque, como el personaje de los mismos, no consiguió más que excitarse. Ciertamente se le ponía durísimo y era agradable juguetear con él, pero no lograba el tan ansiado placer que cabría esperar con sus juegos.
Así que Tom, harto ya de manosearse, se levantó y abrió la puerta que comuncicaba su dormitorio con el de Cathy subitamente. Esta al verlo se sobresaltó y se tapó con la sábana, pues únicamente vestía sus braguitas, lo que provocó una impulsiva reacción de su hermana que le gritó que se marchase y que nunca más entrase sin llamar antes a la puerta.
El muchacho quedó atónito ante la visión de sus blancos y nacarados pechos, de areolas sonrosadas y pequeñas con sus pezoncillos tiesos y puntiagudos. De manera que casi balbuceando, intentó disculparse.
— Bueno Cathy, sólo quería preguntarte si vendrías a bañarte conmigo al lago, ¡ya estoy cansado de dormir y hace mucho calor aquí!
Cathy, malhumorada, no contestó, así que Tom cerró la puerta y se lanzó sobre su catre como si fuese un atlético saltador de altura participando en unas olimpiadas. Se quedó mirando al blanco techo y en blanco se quedó su mente en aquel instante.
Al poco un suave 'toc-toc' en la puerta lo sacó de su ensimismamiento, así que se levantó como activado por un resorte oculto en la cama y fue a abrir. Era su querida hermanita, quien tras habérsele pasado el momentáneo enfado, se había puesto un bikini amarillo limón, a tono con su blanca figura.
— ¡Qué haces ahí aún sin el bañador puesto! —le increpó.
— Pero hermanita, ¿tú no estabas enfadada?
Ni corto ni perezoso se giró y se bajó los slips que llevaba puestos, enseñando su blanco culito a su hermana, quien horrorizada, como si fuese una visión indecente la que le presentaba se tapó los ojos rápidamente.
— ¡Eres un guarro Tom! ¿Lo sabías?
— ¿En serio hermanita? Pensé que tan sólo por un culo blanco y flacucho como el mío no sentirías nada —afirmó fanfarroneando el muchacho—, si quieres me doy la vuelta para que veas algo realmente escandaloso —se jactó amenazando con hacerlo.
— ¡No por favor, no quiero ver nada “chiquitito” como lo que tienes ahí! —le salió al trapo hábilmente su hermana, quien no desaprovechaba una ocasión en la guerra dialéctica que cada día libraba con su ocurrente hermano.
Finalmente Tom no cumplió su amenaza, se puso su bañador y cogió su toalla volviendose hacia la puerta listo para partir. Cogieron unas bebidas y salieron de la casa dejando una nota en el frigorífico de la cocina para que cuando sus padres se despertasen de la siesta supiesen donde habían ido.
El agua estaba fría al entrar, pero después del intenso calor se agradecía su frescor, el mismo que provocó que los pezones de su hermana se pusieran duros y puntiagudos, destacando tremendamente en su bikini, provocando la atención de su querido hermano, que junto a ella se bañaba.
— Vaya hermanita, el agua provoca un efecto inesperado en tu fisionomía... —se rió Tom refiriéndose a sus pezones.
Cathy se quedó tan cortada en esta ocasión, que no supo qué decir ante tan incisivo comentario, así que optó por un ataque directo y se abrazó a él intentando darle una “ahogadilla”. Sus pieles entraron en contacto cuando sus cuerpos se fundieron en la pelea.
Tom, con los roces no pudo evitar pensar que su pene estuvo cerca y rozó ampliamente su muslo, muy cerca del pubis de su hermana de sangre, estos pensamientos lo turbaron y aún con el agua fría el durmiente despertó. La pelea siguió y sin poder evitarlo el durmiente atacó clavándose cerca de las ingles de su hermana. Tom consiguió esquivarla y la agarró por la espalda, sujetándola por la cintura.
— ¡Qué hermanita! ¿Te rindes?, ¡yo soy el más fuerte ja ja! —dijo victorioso.
— ¡Está bien, ya estaba cansada! —admitió su hermana.
— ¡Oye!, ahora que ten tengo a mi merced, ¿qué pasaría si te pellizco esos pezoncillos tan tiesos que tienes? —preguntó su hermano sin soltar su presa.
El muchacho, con su hermana inmovilizada, lanzó una suave caricia que apenas rozó con las yemas de los dedos los pezones de ambos senos cogiéndolos también con sus palmas por los costados.
— ¡No te pases Tom! —protestó ella zafándose de su abrazo.
— ¡Está bien mujer, cómo te pones, sólo era una broma! —dijo el excusándose.
Aunque lo cierto es que lo hizo por puro morbo y sin duda consiguió su objetivo, pues palpó la suave textura acolchada de sus jóvenes pechos.
Volvieron a la orilla, donde cansados se tumbaron en sus toallas uno junto al otro. Cathy, no pudo evitar fijarse en la protuberancia, que, cual pequeña estaca, levantaba el bañador de su hermano, como si de una tienda india se tratase.
— ¡Vaya, qué gracioso! —exclamó ella y ni corta ni perezosa lanzó su mano al aire impactando suavemente con la estaca que se balanceó ligeramente antes de estabilizarse de nuevo.
— ¡Oye! ¿A qué ha venido eso? —protestó Tom sin esperar tal atrevimiento de parte de su hermana.
— ¿Qué te pasa hermanito, tú me has tocado las tetas, no? —dijo una bella sonrisa.
— Pues si, se me ha puesto dura, ahora la tengo así muchas veces al día, ¡qué pasa! —le espetó Tom zalamero.
— ¡Nada nada hombre! Es que ha resultado gracioso, eso es todo.
— ¿Oye, qué duros siguen tus pezones? —observó Tom delatandolos con su dedo índice las dos pequeñas protuberancias que abultaban bajo el bikini color limón.
— ¡El agua estaba fresquita! —dijo sin dar más explicaciones.
— ¿Eso no implica que estés excitada ni nada? —preguntó él curioso.
— Claro que no hermanito, es sólo eso, el agua. No sabes nada de mujeres, ¿verdad?
— Claro que no hermanita, tú que si sabes, me podrías dar lecciones, ¿no?
— ¿Qué querría saber un enano como tú de mujeres? —se jactó ella.
— Bueno, ¿qué os pone cachondas? —preguntó alzando el tono de voz, mostrando su excitación mal contenida.
— Lo mismo que a ti, por ejemplo los relatos del libro me ponen muy cachonda hermanito —le confesó Cathy sincerándose.
— ¿De verdad? —preguntó, como si no lo pudiese creer.
— De verdad, me pongo muy cachonda y noto como la vagina se me humedece, igual que a ti se te pone el pito duro.
— ¿En serio? ¿Y vosotras también os masturbáis? —continuó Tom con su sensual interrogatorio.
— ¡Claro! Pero no como vosotros, yo a veces en la ducha uso la presión del agua sobre mi vagina y me la voy pasando sobre ella en círculos, buscando que los chorritos me den placer, ¡es una delicia! —declaró convencida.
— ¡Vaya! ¿Y no te metes los dedos o algo así? Yo pensaba que eso era lo que hacíais.
— Bueno, a veces sí lo hago con los dedos, pero sólo me penetro un poquito, lo que más me excita es acariciarme por fuera, por dentro tampoco es que sienta nada especial que digamos, aparte que me da como repelús —explicó gráficamente Cathy.
— Yo pensaba que eso era lo que os gustaba, una vez en casa de Richard, nos puso a los amigos una peli porno y salía una tía y un tío follando en plan bestia, el tenía un pollón enorme y cuando se la metía todo lo larga que era, ella parecía disfrutar mucho —aseveró Tom, que se había levantado y tenía sus manos apoyadas hacia atrás manteniéndose medio erguido.
— ¿Has visto porno? Yo nunca lo he visto, como mucho las escenas de cama en las películas, pero ahí nunca se ve nada explícito. Entonces, ¿ese tío tenía la po... bueno el pene muy grande? —preguntó Cathy recatadamente.
— ¡Claro, no veas el pollón que tenía, pero ella también tenía un coño enorme! —exclamó Tom mucho más escatológico que su hermana.
— ¿Y llegaron hasta el final? —dijo Cathy intrigada.
— Bueno, no pudimos ver más que unos minutos, porque al poco llegó su madre y mi amigo lo quitó rápidamente —se lamentó Tom—. Pero lo que vimos fue muy caliente.
— ¡Buff, me lo imagino hermanito! Por cierto, ¿te has corrido ya masturbándote?
— ¡Qué va, me pasa lo mismo que al prota! Se me pone dura y me gusta pero me canso y al final se me irrita, me pica termino dejándolo.
— Eso es que no lo haces bien —aseveró su hermana sin dudarlo.
— Lo sé, en fin, a lo mejor tú podrías ayudarme como Dora hizo con él prota —le propuso Tom con marcando un tono de voz neutro, intentando no mostrar ningún interés especial.
— ¡Ni hablar hermanito! Eso son cosas tuyas, a mi a veces también me cuesta, me lo hago con la ducha y con los dedos también pero a veces nolo consigo. Hay que practicar —le recomendó.
— Bueno, pues seguiré intentándolo.
Se quedaron allí tumbados un buen rato, bajo aquellos álamos, que con el viento de la tarde se zarandeaban, sus hojas temblaban y entrechocaban unas con otras produciendo leves crujidos, siendo casi el único sonido que oían.
El viento cálido recorría sus cuerpos tumbados a la sombra y la sensación era tan agradable, allí había tanta paz, que se quedaron dormidos y tardaron un buen rato en despertarse. Cuando lo hizo Tom, se giró esperando ver a su hermana y descubrió que estaba sólo, lo había dejado allí tirado aunque no le importó demasiado. Se incorporó, dio un estirón y abrió la boca como el león de “la metro” en las películas antiguas y se desperezó. Finalmente se levantó y volvió a casa. El sol, ya estaba acercándose a la cima de los cerros cercanos, ya no tardaría mucho en desaparecer tras ellos, como engullido por la tierra.
Por la noche, siguió haciendo calor, aunque tal vez menos que en noches pasadas, aún así Tom quedó con su hermana Cathy para bajar al sótano a seguir leyendo la apasionante historia escrita en aquel legajo...
«Tras descubrir el placer de la masturbación todo mi mundo cambió, a todas horas pensaba en ello y el día siguiente se me tremendamente largo. Por la tarde fui sólo al granero pues mi amigo Albert, no vino a verme aquél día, su padre o su madre lo requirieron para hacer algo, no recuerdo de qué se trataba.
El caso es que estuve esperando en el granero y oí llegar a la chica negra sola, cuando entró yo me escondí detrás de un montón de heno en el techo del granero y escarbando en él hice un agujero por el que pude espiarla.
Ella recorrió con la mirada toda la estancia, sentada en las balas de paja donde todos los días mi padre abusaba de ella, así que sentí que me descubriría y me asusté un poco, no por el simple hecho de que ella me viera, sino por la reacción de mi padre si ella se lo decía, pues bien podía ganarme una buena “tunda”, por hacer algo así.
El tiempo pasó, yo la observaba, con su vestido viejo y remendado por todos sitios, ella era muy guapa y yo, tras conseguir calmar mi psicosis pensando que me descubriría, la tenía ya dura pensando en su cuerpo desnudo y hasta me había sacado y empezaba a tocármela suavemente como Dora me hacía. Ya había aprendido el truco y aquello funcionaba mejor.
La espera se hizo larga y la chica se levantó y empezó a caminar de un lado para otro, mirando hacia la puerta, tal vez dudando si vendría su amo, y temiendo marcharse y que él llegase y no la encontrara. Al final se marchó y yo lamenté tanto el hecho que no quise seguir tocándome solo, así que bajé de allí y también me marché.
El segundo intento de aplacar mis apetitos sexuales, sería esta noche, durante el baño. Así que la tarde se me hizo larga sin nada que hacer. Recorrí el campo y vi a los esclavos, regresando tras un largo día de recolección, cantando como siempre hacían.
Tras la cena aquella noche le dije a Dora que quería acostarme temprano así que me preparase el baño pronto, en un intento de acelerar el tiempo y acercar el momento en que Dora volviese a deleitarme con sus caricias.
Como cada noche, ella me preparó el baño, yo estaba con el pito tieso mientras lo hacía y ella sin duda me veía y sonreía.
— El señorito esta noche está nervioso por algo... —me decía.
— ¡Oh Dora! Bueno, yo me preguntaba si tu podrías acariciarme como hiciste anoche, mira en la mesa, te he traído un trozo de tarta si quieres comértelo.
— ¡Qué amable es el señorito con Dora, yo también lo quiero mucho y seré buena con él! —creo recordar que me dijo ella, llenándome de ilusión.
Cuando me desnudé, ella me observó de abajo arriba y complacida me ayudó a meterme en la bañera. Allí, como si fuese pequeño me enjabonó y me lavó con delicadeza. Cuando llegó a mis partes me hizo levantarme, y con mucha espuma hizo desaparecer mis bolas y mi pito en ella, para luego dejar la esponja y con sus negras manos frotarme con el jabón.
Aquello fue el no va más, yo tenía que sujetarme a su hombro pues de la excitación temía caerme pues hasta las piernas me temblaban, qué tiempos aquellos en los que se descubren estos placeres, no hay nada igual.
Dora hizo un excelente trabajo, me encantó y consiguió que me corriese por todo lo alto, sujetándome a su enorme cuerpo mientras me rodeaba la cintura con una mano y con la otra me masturbaba suavemente. Yo aproveché y le palpé aquellos senos tan enormes y tan jugosos, le pellizqué sus enormes y gordos pezones negros llenándolos de espuma y mojando su vestido de algodón blanco.
Pero lo que más delicioso fue, es que le subí su vestido y agarré su culo, redondo y suave, más enorme que sus pechos. Incluso llegué a meter mi mano bajo su taparrabos y este se aflojó y cayó al suelo.
— ¡El señor está siendo muy malo esta noche! Eso no está nada bien... —me decía mientras me sonreía.
— ¡Oh Dora, qué buena eres conmigo! —exclamaba yo mientras mis manos seguían explorando aquel cuerpo maravilloso y tremendamente sensual.
Hasta hoy me estremezco al recordar aquellas curvas, aquellas formas y aquel calor. Creo que no llegué a palpar su sexo, o no lo recuerdo bien, pues nublada tenía la mente en aquellos momentos, sí se que recorrí ambos cachetes y parte de sus muslos por la cara interior, así que igual lo rocé desde atrás.
Al final me corrí como ya he dicho antes. Dora, tan afectuosamente como en todo momento, me dejó caer en la bañera y reposar allí. Luego, cuando me repuse me aclaró con agua limpia y me ayudó a secarme.
Al terminar de hacerlo le dije que quería verla desnuda y ella sonrió como siempre y se resistió.
— Pero señor, qué va a querer ver usted, ya estoy muy mayor —me dijo para negarse a mis pretensiones aunque lo cierto es que no era tan mayor, pero debía rondar la treintena, nada más.
— ¡Qué dices Dora, eres maravillosa! Anda desnúdate para mi, ¿vale?
— Bueno señor, espero que esto nunca llegue a oídos de nadie o nos separarán y no volverá a verme —me advirtió una vez más.
Allí la vi, majestuosa, madre de media docena de hijos, con sus carnes suaves y del color característico de piel marrón que tenía, pues Dora tal vez era hija de algún blanco, cosa nada infrecuente en aquellos tiempos, pues los amos, como cuento aquí, además del trabajo requerían otros servicios de sus esclavas.
Me encantó, lo que más me impactó fue ver un raja de cerca, una raja como el de Dora, con bello corto y enmarañado en torno a su raja, sin llegar a taparla por completo, dejando ver su forma, aquellos labios verticales, con su rosado interior. Quedé tan impresionado que le pedí que se sentase en la cama para verlo mejor. Me acerqué extasiado y me arrodillé, ella estaba tam tranquila y ni se inmutó por mi atrevimiento.
— ¿Qué le parece señorito, le gusta mirar mi cuerpo? —preguntó ella sorprendida por mi curiosidad.
— ¡Eres preciosa Dora! —le dije extasiado ante la visión de su sexo.
Tenía su gran chocho al alcance de mi mano y la tentación de tocarlo era tan fuerte que no pude resistirme, extendí la mano y dudé, miré entonces a Dora, sentada en mi cama con las piernas abiertas y como si ella intuyera mis dudas, tomó mi mano con la suya y la llevó allí donde yo no me atreví a llegar.
Acaricié su chocho, mejor dicho su maravilloso chocho, el primer chocho femenino que tocaba con mis manos. Recorrí su bello, esponjoso y enraizado, recorrí su raja, suave y carnosa, hasta llegué a meter un dedo en ella viendo como Dora parecía disfrutar enormemente con mis exploraciones y sin duda así era.
Luego me pidió que le metiese dos y también tres y al final terminé con mis cuatro dedos dentro de su raja, ella me decía que los moviese y eso hacía yo. También me pidió que le chupara los pechos, aquellos pezones negros y duros como garbanzos lechosos, y me los comí con pasión mientras sentía mi mano caliente y húmeda moviéndose en su interior y una emoción sin par invadió mi cuerpo. Por mi cabeza pasó una idea, una idea que fue más bien un arrebato.
La empujé suavemente y la hice tumbarse, ella replegó sus enormes muslos e intuyendo lo que pasaba por mi cabecita me echó los brazos para que me pusiese encima de ella. Obedecí de inmediato y agarrándome afectuosamente me colocó cerca de su raja, encima de sus pechos, sentí el contacto húmedo y caliente de su piel, pues hacía calor y ella no se había duchado. Sentí su olor, un olor empalagoso aunque no llegó a importarme.
Ella llevó sus manos a mi pito y con la otra me agarró del culo, empujándome hacia ella lo condujo hasta la entrada con maestría. La entrada al paraíso en la Tierra, o al menos eso me pareció a mi cuando aquel fuego abrasador me envolvió al notar como atravesaba su raja y entraba dentro de su cuerpo. Sentí que me meaba dentro de ella y temí hacerlo de verdad, pero esto no ocurrió, ella siguió con sus abrazo tierno y aferrándose a mi culo fue quien hizo todo, me estrujaba contra su cuerpo y hacía que mi pito se introdujera en su jugoso chocho y luego hacia atrás, lo sacaba y otra vez adelante.
Yo estaba embelesado, como en otro tiempo y lugar. Apenas era consciente de nada y a al a vez de todo, pues el torrente de sensaciones se echó sobre mi cuando sentí que casi literalmente me meaba dentro de aquel lugar de perdición, tuve unos cuantos y fuertes espasmos y luego caí rendido en sus brazos, mientras mi cuerpo temblaba y mi pene parecía que iba a explotar cuando las contracciones cesaron pero seguía moviéndose en su cálido interior.
Con un bufido caí sobre sus pechos, tan suaves y esponjosos como siempre, soportaron el peso de mi cabecita e hicieron de cómoda almohada. Ella colocó su mano sobre mi y casi como acurrucándome esperó a que se me pasaran los efectos de aquel maravilloso éxtasis que me había proporcionado su caliente cuerpo, mientras yo permanecía aún dentro de ella.
Fue mi primera relación sexual, la primera de muchas otras, pero la recuerdo con especial cariño ahora que siento que los días se me hacen más cortos y el tiempo corre tan aprisa que no tengo tiempo prácticamente de nada y estoy tan cansado que apenas hago nada, salvo escribir y descansar, descansar más y seguir escribiendo mis memorias.»
Cathy, con su voz dulce, susurrando cada palabra había terminado de leer unas cuantas páginas del libro, dejándolo en aquel punto, donde la hoja ya había quedado en blanco, dando por terminado aquella parte del relato de aquel personaje, que había empezado a despertar en sus mentes un halo de misterio, ¿quién era, cómo se llamaba y cuánto tiempo hacía que había escrito aquellas palabras? Tras comenzar a leer sus memorias se habían encariñado con él, para ellos era ya como parte de la familia: el tío misterioso.
Se sintió un poco mal por leer algo tan íntimo pero a la vez, era tan emocionante y la excitaba tanto que no quería parar de leerlo. Tom estaba ya dormido, hoy habían nadado y bregado mucho en el agua así que estaba muy cansado, ella también de modo que apagó la linterna y se acomodó a su lado.
Estaban sobre las esterillas, y sus sacos de dormir enlazados para que cupiesen los dos dentro. Cathy ya oía el resoplar de la respiración acompasada de Tom, lo que indicaba que se encontraba ya en sueño profundo, pero ella no se había dormido aún, así que sintió la llamada de la naturaleza y la siguió.
Cuando su dedo entró en su sexo, sus labios lo arroparon y la humedad lo cubrió, como al pito del prota cuando se la metió a Dora. No pudo evitar pensar en que el prota debía tener más o menos la misma edad que su hermano adolescente, ella era un par de años mayor que él, tal vez como la esclava del relato.
En ese momento un pensamiento se coló en su mente, pensó en que el dedo era en realidad el del prota, que la estaba acariciando como había leído en el relato y que ella era Dora la mujer madura con quien gozó del sexo en su primera vez, una esclava negra.
Después pensó que su pequeño pito se introducía en su sexo virgen y que era a ella a quien follaba, con su pequeño y joven coñito, sin duda más ajustad que el de Dora.
La excitación corría por sus venas y era tal, que desvariaba a ratos, y en otros sentía gran rechazo por sus obscenos pensamientos. Y en este dilema estaba mientras sus dedos exploraban su sexo y pulsaban su botón secreto, lo que respondía provocaba intensas sensaciones a su joven cuerpo. Siguió y siguió frotándose íntimamente y cuando más excitada estaba, tuvo que parar pues su hermano se movió y giró quedando tumbado boca arriba.
Unos segundos más tarde volvió a oír sus resoplidos, y continuó con lo suyo. Pero un pensamiento se cruzó por su mente, un pensamiento que la escandalizó, una idea que la excitaba y horrorizaba al mismo tiempo.
En un acto de irresponsabilidad, Cathy sucumbió a la tentación y se dejó llevar por la irracionalidad del morbo. Su mano izquierda se posó en los calzoncillos de su hermano, palpó a través de la tela y jugueteó con el pene flácido de su hermano, sin embargo poco a poco éste despertó, y se transformó en una pequeña estaca bajo los slips elásticos.
No paraba de tragar saliva, hasta que llegó un momento en que no la halló ya en su boca, ésta se había quedado seca de excitación. Con el corazón latiendo con fuerza bajo su pecho, amenazando con salírsele por la boca, Cathy seguía frotando su clítoris y con sus finos dedos tocando el pene erecto de su hermano a través del calzoncillo, con caricias tan suaves que no lo despertaban a su propietario.
Al final la polla de su hermano estaba tan dura y tiesa que casi se salía por encima de la goma de la cintura, aprisionada por el slip y él seguía durmiendo, ajeno a los tocamientos a los que lo sometía su hermana. Bien le hubiese gustado despertarse en aquel momento, pero esto no llegó a ocurrir.
Cathy, para más inri, notó la humedad en la tela, cerca de la punta del pene. Sin duda estaba lubricando igual que ella, excitado como ella, tras sus tocamientos. Esto le gustó, es como si se sintiera orgullosa de haberlo provocado y siguió martirizando su vagina y palpándolo. ¡Qué gorda se le había puesto y qué larga!
Finalmente aceleró sus frotes con sus dedos encima de su clítoris, sin soltar la pollita de su hermano y presionando cada vez más fuerte se precipitó al orgasmo más intenso que había tenido. Su espalda se arqueó tanto que su culo despegó del suelo para acto seguido estrellarse contra él, sus talones temblaron y golpearon el duro suelo de piedra del sótano y sus dientes se apretaron al máximo mientras su respiración luchaba por coger aire con cada oleada de placer.
Extenuada, Cathy olió sus dedos, le pareció una guarrada, pero le gustaba hacerlo al terminar de masturbarse, olía profundamente a ella, a su sexo. Aquel maravilloso orgasmo lo recordaría durante mucho tiempo, tal vez por su obsceno atrevimiento al tocar el pene erecto de su hermano, se despidió de él con una suave caricia y se giró para dormir.
5
Cathy y su padre fueron al pueblo por la mañana, a comprar provisiones, así que Tom andaba aburrido sin saber qué hacer. Lo cierto es que desde que llegaron, él y su hermana se habían vuelto casi inseparables, pues allí no había nadie más y eso los había unido mucho, a pesar de las peleas que mantenían en la ciudad, donde cada uno iba por libre, con sus propios amigos y cuando regresaban a casa, comenzaban con las típicas disputas de adolescentes, que volvían loca a su pobre padre, eran el pan nuestro de cada día.
En cambio allí en el campo, sólo se tenían el uno al otro para pasar el rato. Aunque Tom era un chico de acción que siempre quería estar haciendo algo físico como explorar la finca e ir de aquí para allá y Cathy era más de sus libros y consultar sus perfiles en facebook y tweeter, para conocer cómo les iba a las amigas que había dejado atrás. Sorprendentemente descubrió lo fácil que se olvida la gente de ti en la distancia. Así que los astros se alinearon y los que antes aparentemente se odiaban a muerte, terminaron haciéndolo casi todo juntos. Especialmente leer las memorias escritas en aquel legajo que habían encontrado en el sótano y que mantenían como: “secreto de estado”.
Por eso hoy tal vez Tom estaba tan desanimado. Sintió ganas de sacar el libro y ponerse a leer, pero sabía que no sería lo mismo, ya que él no entendería ni jota de aquella letra temblorosa y aquel lenguaje antiguo, y su hermana lo hacía tan bien que, definitivamente, no sería igual sin ella. Así que, sin rumbo fijo, terminó en el establo, donde su padre tenía cuatro caballos que había comprado a un anciano granjero vecino para dar paseos por el campo, uno para cada miembro de la familia.
Al entrar en el establo oyó un relincho, ésto no le llamó la atención pero luego una voz femenina que trataba de tranquilizarlo, ¡sí que lo dejó petrificado!
— So caballito bueno, qué precioso eres... —oyó Tom acercándose a las cuadras donde estaban los caballos.
No cabía duda era la voz de su madre, —¿pero qué hacía allí? —se preguntó mientras intrigado se acercaba a hurtadillas, pues normalmente era su padre quien se ocupaba de los animales.
Con cautela se aproximó a la cuadra de donde venían los ruidos y sin ser visto asomó su cabeza por encima de la mitad inferior de una puerta de madera que estaba partida por la mitad, de forma que ambas partes se abrían y cerraban independientemente, lo que permitía que los caballos asomaran la cabeza de las cuadras, pero no pudiesen salir de ellas.
Entonces vio a su madre junto al caballo, estaba acariciándolo por sus cuartos traseros. Le llamó la atención que el animal estaba muy excitado y su enorme tranca apuntaba hacia el suelo y le caía hasta la mitad de sus patas. Más intrigado aún por lo que podría hacer su madre allí se escondió bajo la vieja puerta de madera y la observó por entre las rendijas de las tablas que la componían, al igual que el prota de las memorias había espiado a su madre mientras ésta estaba con el joven negro en la cuadra.
Su madre no paraba de acariciar al caballo y le decía cosas como: “caballito bonito” y por el estilo, pasando sus manos por su lomo y sus patas traseras. Se la notaba nerviosa, Tom podía ver como le acariciaba la panza, muy cerca de aquello aquello que tan escandalosamente colgaba entre sus patas.
Estaba anonadado y más aún lo estuvo, cuando su madre tras mucho dudar se atrevió a coger el grueso y negro miembro del animal. Tomando precauciones se separó del cuerpo, por si este reaccionaba violentamente, pero no lo hizo. Entonces comenzó a acariciársela, desde su base hasta su punta.
— Caballito, ¡pero qué hermosura tienes aquí! —dijo para escándalo de su hijo que la espiaba detrás de la puerta.
Su madre cogió confianza y se puso en cuclillas bajo el animal, cogiéndole la inmensa cosa con ambas manos y moviéndosela ante sus ojos. Más tranquila, parecía disfrutar tocándosela y contemplanla en sus manos, mientras el caballo relinchaba y se mostraba cada vez más excitando con sus manoseos.
A continuación, Tom vio como se quitaba el vestido y su cuerpo blanco como el nácar quedaba desnudo. Bueno aún le quedaban las braguitas y su sujetador, pero también se desprendió de éstas prendas y quedó completamente desnuda delante suyo y del animal.
Desconcertado, admiró el maravilloso cuerpo desnudo de su madre, tan rubia, con su blanca piel, con sus grandes pechos ligeramente caídos, de areolas grandes y sonrosadas y pezones gordos y redondos. También vio su pubis, delicadamente depilado, donde nacía el surco de lo que partían sus labios vaginales. El muchacho pestañeó varias veces, sin poder creer en lo que veía.
Entonces su madre se abrazó al animal, pegando sus pechos desnudos y todo su cuerpo a su pelaje blanco, y echándole una mano por el lomo y la otra bajándola para seguir acariciándole el miembro, mientras su cuerpo desnudo seguía pegado a su pelaje.
Luego decidió montarlo y para ello acercó un banco de madera al caballo y se subió en él para luego montar a pelo al animal. Al hacerlo Tom la vio levantar sus piernas blancas y en medio de ellas contempló maravillado su raja sonrosada y depilada.
Con su vulva pegada al lomo del animal, se echó sobre todo él y lo acarició mientras su cuerpo seguía en íntimo contacto con su pelo. Entonces el caballo comenzó a moverse y a girarse, tiró el banco que había usado para subirse mientras su madre trataba de calmarlo. De forma que ahora quedó de espaldas a Tom, mostrándole la visión de su bonito culo sobre el caballo, sin duda todo un espectáculo.
Luego observó como su madre, ya muy excitada movía sus caderas encima del animal, rozándose con su pelo, sin duda frotándose su sexo contra él mientras se acariciaba ya suavemente los pechos y se pellizcaba los pezones.
Volvió a echarse sobre el animal y siguió restregándose ahora de cuerpo entero y como este seguía girándose Tom contempló el sexo de su madre desde atrás con sus muslos y culo desnudos, sin duda una visión tan caliente que sus calzoncillos le iban a estallar.
— ¡Oh caballito, qué suave eres! —gimió su madre mientras lo abrazaba.
Nunca hubiese imaginado que su madre fuera capaz de hacer algo así, pero allí estaba tan excitada como él, probablemente sintiéndose como una amazona salvaje y desnuda encima de su macho equino.
Bajó y tomó de nuevo entre sus manos la tremenda herramienta del animal, ahora la cogió con naturalidad, sin miedo, sacándola por un lado. Y colocándose frente a ella trató de que esta alcanzara su vulva y con dificultad frotó su sexo con ella. Tom la veía de culo y veía como capturaba aquella polla negra entre sus muslos, colocándola justo bajo su coño y frotándose con ella. Incluso hacía vanos intentos de meterla en su vagina sin conseguirlo, pues su diámetro estaba fuera de su capacidad.
Aquello era tremendamente excitante, ver a su propia madre montándoselo con un caballo no es algo que hubiese podido imaginar antes de ese día, así que Tom no se perdía detalle de la escena que frete a él acontecía. Se la sacó de los pantalones y sentado junto a la valla, mientras miraba por sus rendijas comenzó a acariciarse cogiendola con dos de sus dedos y oponiendo el pulgar, subiéndola y bajándola suavemente.
Para su asombro, el animal comenzó a soltar chorros de un líquido translúcido y éstos corrieron por los muslos de su madre resbalando y cayendo a sus pies, ¡pensó que ya se estaba corriendo! Y lo mismo debió pensar su madre así que cesó en sus juegos unos segundos.
— ¡Oh no caballito aún no te corras, que quiero jugar más! —dijo en voz alta.
A horcajadas comenzó a frotarse su sexo mientras con la otra mano masturbaba la inmensa verga negra del caballo, hasta que decidió que era hora de volver a ponerla en contacto con su vagina y se la acercó de nuevo.
Ahora no la veía de espaldas sino de frene, pues el caballo seguía girándose y así pudo contemplar sus piernas abiertas y su sexo siendo frotado por la verga del animal. Sin duda un espectáculo de lo más obsceno, pero también de lo más excitante para él.
Poniéndose en cuclillas, su madre siguió acariciándose su sexo, y Tom, presenciándolo justo de frente, vió como la verga animal tomaba contacto con sus pechos mientras ella la paseaba de uno a otro, frotándolos con su punta y moviéndola de cuando en cuando. Al poco Tom advirtió como más líquido blanco comenzó a brotar de nuevo de ella, derramándose por sus tetas,  goteando por su barriga, por sus ingles, hasta caer al suelo.
— ¡Oh si caballito, correte! ¡Cuanta lechecita tienes ahí dentro! —dijo su madre frotándose frenéticamente su sexo sin importarle lo que por su piel resbalaba.
Los gemidos de su madre entonces se acrecentaron y sus piernas temblaron, teniendo que apoyarse con una mano hacia atrás, para no caerse de culo en el suelo. Al soltar la verga del animal, ésta que quedó suspendida mientras seguía goteando su caldo blanco.
Tras este primer orgasmo, Karen, se serenó un poco, se levantó y se limpió con el heno del pesebre su blanca piel.
— Muy bien caballito, ¡te has portado genial! —dijo mientras le acariciaba de nuevo el lomo.
Luego se volvió a poner en cuclillas y comenzó a hacer un potente pis sobre la paja del suelo. Tom vió salir el líquido de su sexo, mientras ella se abría los labios vaginales y esta visión le impactó, pues nunca había visto antes hacerlo a una mujer y menos con aquella fuerza.
— ¡Mami quiere seguir jugando un ratito más! —exclamó mientras se incorporaba y se nuevo agarraba el grueso miembro para volver a frotarlo con su sexo.
El caballo no paraba de echar líquido blanco de cuando en cuando, este corría por las piernas de su madre, hasta caer al suelo. Karen lo frotaba contra su vagina abierta y trataba de metérsela, aunque sólo conseguí hacer entrar parcialmente su inmensa punta en forma de capuchón.
— ¡Joder mierda caballito, la tienes tan gorda que no entra! —exclamó con rabia.
En aquellos momentos el chico sintió verdaderos deseos de levantarse y ofrecerle su ayuda a su madre, pero sabía que el susto sería morrocotudo, aparte del disgusto de saber que él la había visto en tan embarazoso y obsceno acto, así que se olvió de la absurda idea y siguió contemplando la escena.
Sus gemidos siguieron y la escena pareció repetirse, sus piernas temblaron de nuevo y chorreando su sexo comenzó a expulsar el semen que le había estado entrando mientras lo frotaba frenéticamente con la verga en su entrada, abriéndos sus labios e intentado hacerla entrar sin conseguirlo.
Finalmente la agitación terminó y su madre cayo de rodillas ante el caballo. Con las piernas abiertas frente a su hijo, este vio sus labios vaginales tremendamente abiertos, más rojos e hinchados que al principio.
Entonces Karen tomó la verga del animal y como si de una manguera se tratase se frotó los pechos con ella y se pasó la mano por toda su delantera. Sin duda el espectáculo de ver a su madre literalmente regada por semen de caballo sería difícil que Tom pudiese olvidarlo en mucho tiempo. Pero allí seguía él, sin poder dejar de mirar, preguntándose cuando acabaría todo.
Karen se incorporó y viendo su aspecto pareció sentir asco de si misma tras el frenesí, cogió más heno y se limpió con él, sus pechos, muslos y barriga. Luego para su sexo su sexo tomó sus braguitas y lo secó con ellas a conciencia. Cuando hubo terminado de nuevo Tom la vio ponerse en cuclillas y contemplo como hacía pis de nuevo, otro pis con el que se deleitó de tan curioso y oculto acto para los hombres, igual que al contarrio para ellas. Mientras lo hacía, su madre se abría los labios con sus dedos índice y corazón, con lo que el chorrito salía perfectamente y caía al suelo de la cuadra describiendo una pequeña parábola, además de proporcionar a Tom una vista perfecta de una vagina femenina.
Luego se dispuso a vestirse y en ese momento Tom buscó otro escondite para no ser visto a la salida. Finalmente la vio marcharse por el pasillo del establo con las bragas manchadas en la mano.
Tras esto, Tom espero prudente unos minutos, luego salió de su escondite y se encaminó a la casa. Ya era tarde y tenía hambre, al igual seguramente que ella. Mientras iba de camino pensó en lo que hablarían durante el almuerzo, pensó que ella lo sabría con tan solo miralo a los ojos y sintió miedo de que lo hubiese descubierto, pues él también se sentiría tanto o más avergonzado que ella. Así que pensó que sin duda aquel era un secreto que debía guardar bien.
— ¡Mamá, estoy en casa! —dijo nada más entrar.
— Muy bien cariño, ¡voy a ducharme! En seguida bajo a preparar la comida. Por cierto, tu padre y Cathy han llamado, se les ha hecho tarde y se van a quedar a comer en el pueblo, así que comeremos solos —le dijo desde la segunda planta.
Efectivamente, Tom pensó que le hacía falta una ducha, mientras venían a su mente las vividas imágenes de ella arrodillada ante el caballo siendo regada por su leche. Como decía Boody Allen: "El sexo si es bueno, es sucio…".
Durante el íntimo almuerzo, ni su madre ni él hablaron mucho. Sintiéndose incómoda, decidió sacar algo de conversación.
— Oye Tom, ¿te apetecería que fuésemos esta tarde al lago a bañarnos? —le preguntó su madre mientras terminaban.
— ¡Oh claro, aunque me gustaría dormir un rato, estoy cansado!
— ¡Por supuesto, yo lo decía para después de la siesta! —aclaró su madre.
— Ok —contestó Tom.
Tras la siesta Tom se despertó bañado en sudor, el calor apretaba en aquel día de verano y concluyó que era imposible dormir en aquellas circunstancias, así que se acordó del ofrecimiento de su madre y fue a buscarla a su dormitorio.
Tom se acercó y como la puerta estaba abierta pensó que tal vez su madre ya había bajado al salón y entró. Al hacerlo vio a su madre tendida en la cama con los pechos fuera y en braguitas. Ella al verlo se sobresaltó y se tapó instintivamente sus senos.
— ¡Oh Tom, eres tú! Me has asustado —gruñó desperezándose de la siesta.
— ¡Oh lo siento mamá, creí que ya habías bajado! —se excusó Tom manteniendo su mirada sin querer en sus hermosas tetas—. ¿Vamos a bañarnos?
— ¡Vale, me pongo el bañador y nos vamos! —dijo ella saltando de la cama.
— Te dejo sola —dijo Tom volviéndose.
— ¡Oh no pasa nada hijo, tardo un segundo en ponerme el bañador! Es que hace tanto calor que es imposible dormir con camisón —se excusó Karen pensando en lo avergonzado que estaría su hijo por la situación.
— ¡Pues si! —dijo él, soltando un 'je je' arquetípico.
De espaldas, Tom trataba de mirar por el rabillo del ojo disimulando, pues la curiosidad era superior a él. Mientras se vestía miró discretamente y contempló a su madre desnuda de espaldas, vió como sus pechos se asomaban por los costados mientras se ponía el bikini, y luego, tras quitarse las braguitas, contempló su hermosos culo blanco y redondo, subiendo una pierna y luego la otra, se puso la parte de abajo del bikini mientras él la observaba durante el proceso. A la mente del muchacho entonces llegaron recuerdos de ella en el establo cubierta de semen animal y se excitó otra véz.
Para ponerse la parte de arriba y tuvo dificultades para cerrar el broche, así que le pidió ayuda. Él se seguiró, se acercó tímidamente y trató de engarzar el broche con sus manos, lo cual no le fue sencillo pues no sabía como iba el mecanismo, mientras lo hacía reparó en el sudor de su piel y en su olor.
Como si adivinase sus pensamientos la madre lo comentó anticipándose a ellos.
— ¡Uf, qué sudada estoy hijo! ¡Sin duda oleré a rayos! —exclamó riendo.
— ¡No hueles mal mamá! —dijo sin pensarlo.
— ¡Oh gracias! ¡Eres un sol! —dijo ella volviéndose con su generoso busto enfundado ya en su bikini.
Entonces reparó en el bulto que Tom presentaba en su bañador y al verlo lo miró y le sonrió. 
— ¿Y eso Tom?
— ¡Oh, no se, será el calor! —exclamó sonrojándose.
Su madre rió, lo tomó de la mano y lo sacó de la habitación.
El sol de la tarde aún caía con fuerza, pero ya venida a menos. Caminaban alegremente codigos del brazo, en dirección al lago. Nada más llegar, Karen se lanzó al agua para refrescarse, Tom la siguió y estuvieron nadando un poco.
El agua fresca de montaña les hizo empezar a sentir frío, así que salieron a secarse y se se sentaron en las tablas del embarcadero, mientras seguían remojándose los pies, agitándolos distraídamente en el agua mientras el sol rojizo les cubría de naranjas y amarillos.
El silencio se apropió del ambiente y sólo la brisa moviendo las miles de hojas de los álamos encima de sus cabezas, provocaba el crujir de miles de ellas entrechocando a la vez.
— ¡Qué paz se respira aquí! ¿Verdad hijo ? —preguntó su madre tras una inspiración profunda.
Tom la miró y se percató de sus pezones terriblemente abultados y puntiagudos, ella se percató del hecho y le sonrió sin darle mayor importancia.
— ¡Es el agua hijo! ¡Me los pone así el frío! —rió ella desinhibida.
— ¡Oh si, perdona! Yo no quería mirarte... —rió nervioso Tom.
— No pasa nada hijo, es normal a tu edad y por aquí no hay muchas chicas, ¿eh? —le dijo pellizcándole el brazo.
— Pues no, la verdad es que no —asintió Tom.
— ¿Sabes qué? Me encanta ver que os lleváis tan bien tú y Cathy.
— ¡Oh bueno, pues si! Yo también estoy sorprendido de que me trate tan bien.
— ¿Es que tú no la tratas bien? —le preguntó sonriendo.
— ¡Claro, claro que lo hago!
Dejaron pasar el tiempo simplemente oyendo el viento que seguía meciendo los álamos tras ellos.
— Oye, he observado que últimamente pasáis mucho tiempo en el sótano, incluso dormís allí —dijo Karen.
— ¡Oh si! —dijo Tom nervioso—. Es que allí hace más fresco y estamos simplemente durmiendo o pasando el rato.
— ¡Si es un lugar muy acogedor! Entonces, ¿estás contento de que hayamos venido a este sitio?
— Si mamá, me alegra ver que papá esté mejor. A ti también se te ve más guapa en este lugar.
— ¡Eres un encanto! —dijo su madre abrazándolo y cubriéndolo de besos.
Entonces Tom sintió el contacto de sus pechos, fríos por el agua pero a la vez tersos y suaves y sintió escalofríos.
— ¡Uy qué fríos están tus pechos! —protestó él al contacto.
— ¡Oh si, tengo frío! Creo que los pezones se me van a congelar —añadió riendo—. Me voy a quitar la parte de arriba y me envolveré con la toalla liada, ¿me ayudas? —dijo girándose y ofreciéndole la espalda.
— ¡Claro! —exclamó Tom solícito abriendo el cierre del bikini.
Karen se lió la toalla al cuerpo y se giró tras hacerlo, su escote se juntó en un sugerente canalillo y sus pechos se calentaron bajo la toalla. Tras esto se tumbaron en el embarcadero y quedaron mirando al cielo que empezaba a oscurecerse.
— Oye, mamá, ¿cómo es un orgasmo? —se decidió a preguntarle Tom de repente.
— ¿Cómo dices? —preguntó su madre sorprendida por tan insólita pregunta—. ¿Ah un orgasmo? Pues es, como, una explosión, no se como explicaro, es algo grandioso hijo. ¿Tu aún no lo has experimentado?
— ¿Yo, te refieres a masturbádome? Pues la verdad es que no, a veces lo intento, pero aún no lo he conseguido creo —confesó Tom.
— ¡Oh pues sólo tienes que mover tu cosita adelante y atrás! ¡Es muy sencillo! —rió ella desinhibida.
— ¡Si mamá sé lo que dices, lo he probado y me gusta pero aún no se si lo he conseguido! —exclamó Tom un poco avergonzado.
— Pues entonces es que no lo has conseguido, ¡te lo dice tu madre! —rió de nuevo.
Karen dejó entonces la mirada fija en el infinito, en alguna parte indeterminada del cielo con escasas nubes que los cubría.
— ¿Te puedo hacer una pregunta íntima mamá? —le preguntó con educación.
— Espera, ¿sobre sexo, verdad? —se jactó ella sonriente—. A ver, ¿qué quieres saber?
— Si, bueno... cuando se practica sexo con una mujer, supongo que a ella le gustará que él aguante mucho haciéndolo, ¿no?
— ¡Oh claro hijo! El hombre debe aguantar un poco para que ella pueda excitarse y alcanzar el orgasmo —le explicó su madre con naturalidad.
— Y, ¿papá aguanta mucho? —se atrevió a preguntar.
— Si, bastante —dijo ella.
— ¿Y siempre lo hace con condón? —continuó preguntando.
— Pues casi siempre —contestó empezando a sentirse incómoda con la pregunta—. Bueno alguna vez lo hacemos sin él, pero luego... bueno hijo jugamos pero no queremos tener más hijos así que se lo pone para hacerlo —sentención sin querer entrar en más detalles.
— ¿Me darías uno para probármelo? —preguntó finalmente.
— ¡Claro, claro, te daré unos cuantos! Si quieres te puedes masturabar con ellos, así verás tu semen después —rió de nuevo.
Tom recordó entonces a su madre bajo su padre, mientras él la embestía con pasión y ella levangaba las pineras para recibirlo. Se imaginó como éste se corría en su interior y cómo tras terminar su semen salía hacia fuera mientras ella se frotaba para alcanzar su orgasmo. El pensamiento le excitó tanto que, a pesar de tenerla sentada a su lado, no quiso abortarlo y se recreó en su imaginación con dichos pensamientos, sintiendo como su excitación crecía entre sus piernas de nuevo.
— ¡El sexo debe ser fantástico mamá! —se atrevió a confesarle.
— Tienes toda la razón hijo, y más ahora para ti que estás empezando a disfrutarlo. Me gustaría que me contases tus experiencia, pregúntame lo que quieras, creo qu puedo ayudarte. Sabes que puedes confiar en mi, ¿de acuerdo? —le propuso su madre algo emocionada por el momento de intimidad que disfrutaba con su hijo.
El chico se fijó en los pechos de su madre, los que justo antes había visto desnudos y se excitó observándolos de nuevo.
— Gracias mamá, te mantendré informada de mis avances —dijo jocosamente—. ¡Uf mamá, tanto hablar de sexo hace que por aquí abajo esto se despierte! —exclamó mientras señalaba el bulto que se adivinaba ya en su bañador—. Tú no podrías ayudarme un poco con eso de la masturbación —le propuso en tono de broma.
— ¡Pero Tom, que soy tu madre! —protestó riendo, pero observó con agrado la erección de su hijo y sintió una estraña  sensación de satisfacción al hacerlo.
El sol hacía rato que les había dejado, ya casi había anochecido, así que se levantaron y deshicieron el camino de vuelta a la granja, donde su padre y su hermana ya habían vuelto de las compras. El día había sido redondo —pensó Tom mientras se cogían de la mano, aunque ya fuese mayor para eso, a su madre no le importó.
6
Esa misma noche Tom y Cathy volvieron a juntarse en el sótano, buscando el frescor del subsuelo para tumbarse y disfrutar de otro capítulo más de aquellas memorias, que se habían convertido en su secreto más preciado.
Vestidos con apenas, unos slips él y un pequeño top y braguitas ella, iluminados por la pequeña linterna en medio de la total oscuridad, mientras la melosa voz de Cathy se superponía a los sonidos de la noche, fueron leyendo un nuevo capítulo, tanto más excitante que los anteriores.
«¡Oh, el sexo! ¡Qué gran descubrimiento y qué gran entretenimiento! Sobre todo cuando se está en la pubertad y el mar de hormonas que remueven tu cuerpo te hacen buscarlo en cualquier momento del día.
Desde aquella ansiada iniciación con Dora, cuando mi pequeño pito se perdió en la suavidad y tersura de su flor rosada, amaneciendo al placer del coito, éramos como conejos. No había noche que Dora no me duchara y luego me permitiera gozar de sus carnes, haciéndoselo despacio unas veces y rápido otras, hasta caer rendido en sus brazos o encima de sus enormes pechos, escurriendo las gotitas translúcidas que en aquellos momentos mi miembro adolescente expulsaba entre espasmos de placer.
Durante el día a veces nos quedábamos solos en la casa y Dora me ocultaba en su cuarto, en el sótano y volvíamos a gozar de unos instantes de sexo, aprovechábamos cualquier descuido o salida de mis padres para juntarnos en alguna parte y practicar el coito. Dora estaba siempre tan sonriente y dispuesta, que exultaba felicidad con su amplia sonrisa de dientes blancos entre sus carnosos labios negros. Nada más pensar, que nos podíamos quedar solos en cualquier momento, levantarle las enaguas y metérsela para gozar de un orgasmo más, hacía que prácticamente todo el día estuviésemos en tensión, cuando nos cruzábamos por los pasillos o buscándonos mientras disimulábamos ante los otros criados.
Había días que perdía la cuenta de las veces que lo hacíamos y en las calurosas noches del verano, a veces repetíamos nuestras fornicaciones tras un ligero descanso entre acto y acto.
Luego estos encuentros los relataba a Albert cuando lo veía, fanfarroneando un poco, todo hay que decirlo. Y él no podía contener cierta envidia por mi suerte, por poder gozar de aquella manera con mi niñera, e insistía en que lo invitase algún día, para gozar los dos juntos de sus encantos. Y aunque ciertamente la idea me excitaba, por otro lado me provocaba intensos celos en mi interior, pues, ¡Dora era mía, y no quería compartirla con nadie! La sola imaginación de Albert detras de sus nalgas, empujándola con su vara dentro, ¡me horrorizaba!
Mi padre mientras tanto seguía gozando de Arel y yo seguía acudiendo a sus citas en el granero para verlos follar. Es curioso pero la esclava fue evolucionando y cada vez protestaba menos cuando mi padre la follaba y parecía disfrutar más de sus encuentros, sin duda las hormonas en su joven cuerpo también hervían como las del mío. Mientras los veía fornicar, me imaginaba yo con ella, pues aunque Dora me colmaba de placer, empecé a desear el joven cuerpo de Arel desde el primer día en que la vi desnudada, tan salvajemente tratada por mi padre. Sin duda yo la trataría mucho mejor que él, sí, conmigo sabría lo que era gozar, ¡de verdad! ¡Y por supuesto yo con ella!
Una tarde que me disponía a acudir a la cita con mi padre y Arel, para espiarlos, me llamó la atención que mi madre también saliese de la casa y se encaminara al establo anexo al granero. Allí sólo estaban los caballos y ella, tan remilgada y pulcra nunca entraba en aquel lugar, del que aseguraba salía un hedor insoportable, incluso martirizaba a mi padre pidiéndole que lo derrumbara y trasladara a un lugar más alejado de la mansión familiar.
Decidí seguirla a prudencial distancia. Cuando entré en el granero me oculté de cuadra en cuadra y fui buscándola. Al entrar había desparecido, pensé que estar en cualquiera de ellas, así que me dispuse a inspeccionarlas con cautela para no ser descubierto. A aquellas horas los caballos estaban todos fuera, en manos de los capataces que vigilaban a los esclavos, pero mi duda era la misma: ¿qué hacía allí ella?
Unas voces apagadas me alertaron y prudentemente me acerqué hasta el final del pasillo, la última cuadra se destinaba a guardar el grano para los caballos. Lo que allí pasó sería otro recuerdo que quedó impreso en mi memoria de por vida, aun hoy sigue fresco en ella, pues en absoluto me lo esperaba y menos de mi santa madre, tan altiva y orgullosa mujer.
La puerta de madera estaba cerrada, era una puerta partida por la mitad, donde a veces se abría sólo la parte de arriba para que los caballos se asomaran. En aquella ocasión la habían cerrado completamente, aunque a través de las rendijas de los tablones y en la parte donde ambas hojas se juntaban, se podía ver lo que ocurría en el interior.
Mi madre estaba junto a Waldo, un mozo negro adolescente cuyo trabajo consistía en limpiar las cuadras y cuidar a los caballos. A aquellas horas ya había terminado su trabajo, por lo que seguramente sesteaba entre los sacos de grano. Lo saludó cariñosamente y éste se levantó de donde estaba sentado.
— Buenas tardes señora, ¿qué se le ofrece? —la saludó haciendo una reverencia.
— Buenas Waldo, espero que no estés muy cansado hoy —le preguntó con un tono nada habitual en ella cuando se dirigía a un negro, pues en casa mostraba siempre una actitud distante con ellos.
— ¡Oh no señora, yo siempre estoy dispuesto a servirla! Ya me conoce —respondió el joven al instante.
— Pues nada hijo, he aprovechado que la casa estaba tranquila para venir a verte... y... bueno yo —mi madre parecía indecisa y permanecía de pie junto al muchacho.
— ¡Oh señora, ya entiendo, me alegra que pase a visitarme, siempre estoy a su servicio, ya lo sabe! Puede tomar asiento por aquí si lo desea.
— ¡Oh bueno, prefiero estar de pie, ahí podría manchar mi vestido! —se apresuró a indicar ella, tan remilgada como de costumbre.
Mi madre ciertamente gustaba de llevar un atuendo que llamaba la atención, con vestidos recargados, completados a veces con un sombrero que cubría sus cabellos recogidos en la nuca.
— Lo comprendo señora, esta estancia no está a su altura, pero nada puedo hacer yo al respecto —aclaró servicialmente el joven negro, sin acercarse a ella.
Entonces vi como ella se acercaba a él y le daba una vuelta mientras lo observaba y finalmente se paraba delante de él.
— ¡Bueno qué tal si me enseñas al Sr. Jhonson! —exclamó ella tan tranquila.
— ¡Claro señora, ordéneme lo que desea y la complaceré! —se apresuró a decir él y quitándose los pantalones raídos y despojándose del taparrabos su minga quedó apuntando al suelo.
Aquel joven esclavo tenía un buen rabo, de aquello no cabía duda, quedé asombrado al verlo al igual que mi madre. No podía creer lo que le había pedido y tampoco que ahora estuviese mirándola con tanta admiración.
— ¡Oh, eres un semental Waldo! —exclamó mi madre complacida.
Para mi extrañeza mi madre se cogió el vestido de gasa, abultado por un corpiño que le daba forma y lo levantó ante el joven Waldo. Exaltado contemplé las blancas piernas de mi madre, frente al negro chico de pelo corto y enmarañado con su cabeza redonda y labios gruesos. Al final de sus piernas, un culote blanco con encaje en los extremos que le llegaba casi hasta las rodillas cubría sus partes íntimas.
— ¡Vamos acércate y ya sabes lo que me gusta que hagas!
El chico se agachó y gateando de rodillas se le acercó, mientras mi madre sujetaba su delicado vestido.
— Si usted me da permiso le descubriré su joya para poder complacerla en sus deseos —dijo Waldo.
Al oír estas palabras mi corazón se aceleró, ante lo que le estaba proponiendo aquel chico negro.
—¡Oh claro Waldo, adelante, pero no mires mucho! ¿Eh? ¡Por dios qué vergüenza! —exclamó puritanamente ella a continuación.
Tremendamente asombrado por lo que estaba contemplando, vi como el chico delicadamente cogía su culote y lo bajaba muy despacio, hasta las rodillas. Descubriendo un mostacho de bello negro y esponjoso, más abultado que el de Dora, bajo el cual se escondía su raja. Pero a diferencia de ella, mi madre tenía la piel extremadamente blanca en torno al mostacho de pelos negros.
El muchacho pareció extasiado ante la visión de su señora desnuda frente a él, ella lo apremió para que dejase de mirarla ante su sonrojo.
— ¡Vamos, no mires tanto y come, come ya! —le dijo impaciente.
— ¡Oh si señora, ahora mismo se lo hago!
La cara del joven negro se acercó hasta chocar con la nariz en aquel mostacho de pelos, entonces su lengua se clavó entre la maraña y sin duda hizo contacto con su raja, abriéndola con la lengua de par en par. Al momento mi madre exhaló y desvió su mirada al techo, cerrando los ojos mientras el chico seguía degustando su joya, como la había llamado antes.
Vi como las manos negras del muchacho escrutaban los muslos de mi madre y se aferraban a su culo mientras le comía su raja. Ella resoplaba mientras permanecía de pie y se tambaleaba un poco ante los enérgicos envites de la lengua del esclavo. Así estuvieron un rato que no pude determinar, pues tan excitado estaba que el tiempo parecía haberse detenido para mi.»
Cathy, al leer este último párrafo hizo una pausa, escandalizada por el relato que estaba leyendo con su hermano.
— ¡Jó que fuerte no! —exclamó Cathy tras dar un suspiro.
— Ya te digo, ¡es una historia muy fuerte! ¿Verdad? —asintió él igualmente escandalizado.
— ¡Vaya mamá más guarra tenía el prota! —afirmó Cathy.
— ¿Te imaginas que nuestra madre lo hiciera con un chico negro en el establo como lo relata el libro? —dijo Tom dejando volar su imaginación.
— ¡Sería impensable, mamá nunca haría una cosa así! Ella y papá se quieren mucho, ya los viste la otra noche —explicó Cathy negando categóricamente tal posibilidad.
— La verdad es que me imagino siendo yo en que la viese y creo que sería muy excitante.
— ¡Vamos Tom eso son fantasías muy guarras! —le regañó Cathy golpeándole en el hombro.
— Pues qué quieres que te diga, la idea me excita, bueno, ¡sigue leyendo que estoy en ascuas!
La joven volvió a leer susurrando como de costumbre y automáticamente los dos volvieron a trasladarse a aquel tiempo en aquel lugar, tal vez en aquella misma casa, donde habían encontrado las memorias manuscritas. Todo contribuía para que conectaba aún más con el relato.
«En un momento mi madre se mostró cansada y decidió sentarse en un saco y reclinarse, entonces, pude observar mejor su raja, que ya sobresalía por entre los pelillos negros tras ser lamida y abierta por el muchacho con su lengua. Era sonrosada y sus grandes destacaban abiertos de par en par. La visión me turbó, más tarde pensaría en ella cuando viese la de Dora en nuestro ya habitual encuentro nocturno y la compararía.
El joven negro se arrodilló de nuevo y a petición suya le terminó de quitar el culotte que tenía por las rodillas, tras esto ella abrió más sus muslos y el muchacho se acomodó entre ellos, volviendo a hundir su lengua en la raja de mi madre, quien acarició su cabeza y la cogió por la nuca mientras él lamía con fruición. Sus gemidos se acrecentaron tras el cambio de postura y tuvo que taparse la boca con la mano en un vano intento de ahogar sus quejidos ante el temor de ser oída en el exterior.
A estas alturas yo tenía la minga en la mano y disfrutaba de aquella lasciva visión mientras me masturbaba y paraba antes de llegar al final para aguantar viendo a los amantes.
Entonces mi madre le ordenó que se levantase y ante mi contemplo de nuevo aquella tremenda herramienta negra que ya estaba erecta. Se atrevió a cogerla con sus blancas y delicadas manos, y comenzó a frotarla con suavidad.
— ¡Oh qué maravilla! —dijo extasiada ante la visión.
Mi madre la frotó con suavidad y ternura, inclinándose sobre ella, doblando su espalda la acercó a su boca y una vez más me vi sorprendido por una visión que quedaría grabada a fuego en mi memoria. Mi madre tragando aquella enorme herramienta de color, con su blanca tez sonrosada por los polvos que solía usar para maquillarse.
Con gran dificultad conseguía que el enorme capullo entrase en su boca, mientras el chico intentaba cogerla por la cabeza, pero con su sombrero apenas se atrevía a tocarla, sin duda para no enfadarla pues le debía molestar que estropease su tocado con sus negras manos.
Ella igualmente se chocaba con su sombrero sobre el vientre del chico, por lo que hizo una pausa para quitárselo y se lo dio para que lo colgase en un gancho de la pared evitando que se estropeara o arrugara. Ya liberada de él su pelo acaracolado sujetado con horquillas lució espléndido mientras se movía al son en que volvía a tragar aquella enorme verga mostrándose ante mi más claramente ahora sin enorme sombrero.
Me resultaba increíble que mi madre, siendo tan remilgada, fuese capaz de una cosa así, pero efectivamente mis ojos no me engañaban. El chico, con los ojos cerrados disfrutó de la boca chupadora de ella con gran deleite y satisfacción, hasta que esta se separó y empujándolo se reclinó sobre los sacos en que se había sentado y le ordenó que se acercara.
— Vamos métemela, pero si descubro que te corres dentro, te haré azotar hasta la muerte, ¿está claro? —le advirtió severamente levantando su dedo índice.
— ¡Como el agua señora! —dijo él con expresión de miedo en sus ojos.
Entonces este se colocó y apuntó a mi madre con la herramienta, paseándola por sus hinchados labios arriba y abajo. Ésta gimió al sentir su contacto y después gritó cuando la empezó a empujar para introducírsela dentro, la tenía tan larga que podía ver cómo entraba en su chocho desde mi posición, admirando el duro contraste entre el negro de su minga y la blancura del culo de mi madre.
El Joven muchacho comenzó entonces a moverla en su interior mientras mi madre se aferraba a sus hombros y este le abría las piernas levantándoselas y se la clavaba más y más adentro, mientras ellas seguía sentada en el saco.
Los alaridos de ella comenzaron a ser escandalosos mientras fornicaba con gusto con el joven semental negro. El chico se movía rítmicamente y su culo se contraía musculoso mientras daba inmenso placer a su señora.
De pronto el joven se separó de ella y apartando su verga la empuñó con gran fuerza y comenzó a moverla frenéticamente mientras esta empezaba a escupir andanadas de blanca leche, que describieron un largo arco, cayendo al suelo de la cuadra. Impresionada, mi madre contempló cómo el muchacho soltaba su blanca carga en el suelo.
— ¡Estúpido, no vales para nada, aún no he quedado satisfecha, vas a tener que seguir comiendo! —le dijo mientras tiraba de su pelo y acercaba su cara a su chocho furiosa.
El joven negro siguió comiendo su joya hasta que instantes después, soltó una larga serie de gemidos y levantando sus pies vi como estos temblaban en el aire mientras tiraba con fuerza de los cabellos enmarañados del negro hasta hacerle daño.
Tras recuperarse, separó al muchacho de su raja, éste que se mantuvo de rodillas en el suelo, se puso el culote ante él, tapando la joya que tan exquisitamente le había dado a probar y acercándose a la pared, recuperó su sombrero y la compostura, sacudiéndose el vestido con pulcritud. Waldo se levantó y la ayudó a eliminar alguna brizna de paja que había quedado adherida a los encajes y de nuevo estuvo lista para salir. Yo corrí a esconderme en la cuadra de al lado y al poco la vi alejarse por el pasillo al que daban las cuadras como si tal cosa. Waldo salió instantes después y entonces aproveché para desaparecer sin ser visto.»
Ambos hermanos estaban muy pegados, mientras Tom sujetaba la linterna, Cathy leía el manuscrito. Con tal cercanía que Tom podía oler el suave perfume que usaba y sentir sus largos cabellos rubios acariciarle los hombros. Se imaginó lo suave que sería su culito respingón y decidió, como quien no quiere la cosa, rodear su cintura con el brazo derecho con la excusa de que así estaría más cómodo, mientras con el izquierdo apuntaba al papel con su linterna de campamento.
Cathy no protestó por la acción, de esta manera sus cuerpos siguieron juntos mientras Tom apoyaba su mano en el costado de ella, muy cerca a sus caderas y glúteos.
«Aquella tarde me había perdido la escena de mi padre con Arel, pero a cambio había descubierto otra excitante relación entre mi madre y Waldo. Todo aquello me dio qué pensar, la manera en que ambos progenitores mantenían relaciones paralelas con los esclavos negros, aunque más o menos consentidas por ellos, sin duda más por Waldo que por Arel, pero como ya he comentado antes, últimamente ésta ya no se quejaba al ser follada por mi padre, a pesar de los pocos miramientos con que éste la trataba.
Aquella noche yo estaba echo un toro de rodeo y apenas esperé a que Dora me bañase para arrebatarle su bata blanca y desnudarla, indicándole que me ha chupara como preliminar a la penetración. Pero aquella noche también iba a ser especial, yo aún no podía sospechar cuanto.
Apenas Dora había comenzado a chupármela, estando sentada en la cama, tan desnuda como yo, ¡la puerta de mi dormitorio se abrió sin previo aviso!
Con el corazón en la boca, como a cámara lenta escruté quién podía entrar de aquella manera tan inoportuna en mi dormitorio, interrumpiendo tan íntima escena y palidecí cuando mi madre apareció al otro lado.
Con la boca tan abierta como debía estar la mía y la de Dora, que se giró al notar que alguien entraba, mi madre nos pilló en tan lasciva práctica sexual.
— ¡Pero Dora, qué... qué demonios haces con mi hijo! —gritó ella con estrépito.
Yo me quedé petrificado y sin saber cómo reaccioné corriendo, desnudo como un galgo por la habitación hasta llegar junto a mi madre y cerrar la puerta, pues no quería que el escándalo saliese de allí. Mi madre al verme apenas reparó en lo que hice y se adentró dispuesta a reprender a nuestra niñera, mi querida Dora.
Ella se puso de rodillas y tirandose al suelo imploró piedad nada más verla acercarse, quedando en aquella posición en su voluptuosa y negra desnudez.
— ¡Vamos zorra, levántate! Ahora probarás el látigo del señor de la casa cuando le cuente lo que estabas haciendo con mi joven hijo, ¡pervirtiéndolo en su inocencia! —exclamó ella levantando su mano como si tuviese el látigo de mi padre en ella para azotar a la sumisa Dora.
Entonces corrí a interponerme entre mi madre y Dora, para defenderla.
— ¡Vamos madre, tú no harás nada de eso! Y por favor deja de gritar o alertarás a toda la casa —le advertí sujetándola con mi mano apoyada en su vientre.
— ¡Apártate jovencito, esto es entre Dora y yo! —me gritó empujándome.
Entonces mi reacción fue tan violenta como inesperada, empujé a mi madre aplastando sus pechos con mis manos y la hice caer de culo sobre su precioso vestido. Una vez en el suelo, ante su estupor, la miré desafiante, resoplando, con la adrenalina corriendo por mis venas, con los nervios a flor de piel, apretando mis puños tomé aire y hablé con voz severa pero sin gritar para que no nos oyeran:
— ¡Tú no dirás a nadie lo que has visto, en primer lugar porque lo que has visto era algo correspondido entre Dora y yo! ¡Y en segundo lugar!, porque si se lo dices a padre, yo podría contarle que esta tarde Waldo disfrutó de cierta joya antes de que tú le pidieras que te mostrara al, cómo lo llamaste... ¿Sr. Jhonson? —pregunté con sorna.
Mi madre, allí tirada en el suelo, palideció al oír mis palabras, de nuevo su boca de piñón quedó abierta, mostrando su lengua sonrosada que contrastaba con su blanca tez.
— ¿Tú... no has visto...? —balbuceó.
— ¡Por supuesto que sí, lo he visto todo! —repliqué furioso.
Aquello fue como un choque brutal, como caer desde el tejado, ella quedó paralizada, sin saber qué decir ni qué hacer, allí tumbada en el suelo se debió sentir la mujer más desvalida del mundo en aquel instante.
Mientras tanto Dora, con lágrimas en sus mofletes negros ya se había incorporado, aunque seguía de rodillas, y olvidando su desnudez, miraba a mi madre tirada en el suelo como ella. En aquel momento reparé en que el cancán que llevaba debajo del vestido se lo había levantado y sus blancas piernas habían quedado al descubierto. Ella reparó en mi mirada y presionando con sus manos lo bajó para ocultarlas.
Tras unos segundos de tenso silencio, vi que hizo ademán de levantarse y decidí ayudarla ofreciéndole mi mano la rechazó y de forma poco grácil se levantó. Una vez estuvo de pie recuperó la compostura y su altivez. Entonces pensé en proponerle un trato, una tregua más bien.
— Bueno madre, ahora tienes que prometerme que no dirás una palabra de esto a padre ni a nadie y yo a cambio prometo tampoco diré una palabra de lo que he visto esta tarde en el establo, ¿de acuerdo? —dije con voz serena.
Ella me volvió a mirar, me recorrió de abajo a arriba, como si solo ahora reparase en mi desnudez, con mi pene ya flácido y blanquecino. Luego sus miradas fueron hacia Dora, tan desnuda como yo, de rodillas aún, con sus orondos encantos al aire. Y finalmente con su altivez contestó por fin a mi propuesta.
— ¡Está bien! No apruebo lo que hacéis, pero ya que ambos consentís, prometo guardar silencio y no decir nada, pero debéis ser más cautos en vuestros encuentros pues otros sirvientes o tu propia hermana, o tu padre, pueden descubriros tan impúdicamente como lo he hecho yo ahora —nos dijo con su tono distante habitual.
— ¡Lo mismo te digo madre! —objeté—. Waldo es muy buen mozo y me disgustaría si padre descubriera vuestra amistad —le recordé para sellar nuestro mutuo acuerdo de silencio.
— Por supuesto hijo, no volveré a tener ese desliz con Waldo, nunca más —advirtió y entonces supe que nunca más quería decir tal vez no de momento y sonreí para mis adentros...
Tras esto, se giró y se encaminó a la puerta sin decir nada más, la abrió con disimulo, observó si habíamos alertado a alguien de la casa y tras comprobar que no había nadie, salió cerrando suavemente tras ella, al menos tuvo esa cortesía.
Entonces me volví hacia Dora y la recogí del suelo con sus ojos llenos de lágrimas, ayudándola a levantarse. La abracé y le pedí que se tranquilizase, pues mi madre no se atrevería a revelar nuestro secreto ahora que yo conocía otro tan íntimo de ella. La consolé un rato más tras vestirnos y estuvimos sentados un rato en la cama.
Esa noche no hubo más sexo, pues nuestras ganas se fueron con mi madre cuando tan fríamente abandonó la habitación.»
Cathy estaba ensimismada en la lectura del relato, con las fuertes emociones que se traslucían de aquella impactante historia. Tanto era así que no advirtió que la mano de su hermano ya estaba posada en sus nalgas y este se permitía apretarle suavemente su culito. Entonces, fue como si despertara de su ensoñación y de esa mano impía estaba propasándose con ella.
— ¡Oye, qué haces hermanito! —protestó girándose y zafándose de su mano, que tan traviesamente se había posado en su culito.
— ¡Yo, nada hermanita! Qué suave tienes la piel por las nalgas, ¿lo sabías?
— ¿Si? ¿No estarías metiendo mano a tu hermanita, “o sea, a moi”, verdad? —preguntó con ironía.
— ¡Claro que no! Bueno tonta, tal vez un poco, ¿te ha gustado? —bromeó.
— ¡Capullo que soy tu hermana! —le gritó amenazando con golpearlo con el libraco de las memorias que acababa de cerrar.
— Tranquila hermanita, no te pongas nerviosa —dijo él protegiéndose con los brazos ante la amenazante Cathy que blandía el libraco como arma.
— ¿Se te ha puesto dura eh? —le preguntó ella de repente y sin tiempo a reaccionar le palpó el calzoncillo contactando con su dura estaca que empujaba la licra como si fuese el mástil de una tienda de campaña.
— ¡Oh si! ¿Quieres hacerme una pajilla? —preguntó Tom sin intentar apartarla la mano de sus calzoncillos.
— ¡Olvídame! —protestó separándose de él y arrastrando su esterilla hacia el otro extremo del sótano.
— ¡Bueno mujer, no te enfades, era sólo una broma!
— ¡Si claro, tú lo que pasa es que eres un cerdo y te quieres propasar con tu hermana! —se jactó ella.
— ¡Que no! Hay que ver cómo sois las mujeres, todas pensáis que los hombres estamos muertos por vuestros cuerpos.
— ¡Claro porque es así, ya os conocemos a todos! —dijo Cathy—. Bueno voy a dormir, más te vale no aproximarte o probarás mi puño sobre tus narices —le advirtió su hermana mostrándole su mano cerrada en alto.
— ¡Qué miedo, será mejor no provocarte! —rio él gesticulando con voz temblorosa.
7
Hoy su padre tenía que ir de nuevo al pueblo cercano e invitó a ir a la familia, aunque su convocatoria no tuvo mucho éxito. Karen se quejó de que tenía jaqueca y Tom dijo que prefería jugar a la vídeoconsola. De modo que volvieron a partir padre e hija solos, como ya hicieran la semana anterior.
En el fondo Tom pensaba en volver a espiar a su madre, por si ésta iba al granero otra vez a probar de nuevo el sexo con animales, pues desde la semana pasada no había tenido oportunidad de hacerlo con toda la familia en casa. De modo que se encerró en su cuarto cuando su padre y su hermana se marcharon, a ver si su madre salía para ir tras ella.
Pero el sorprendido fue él cuando su madre nada más ellos marcharse, entró en su habitación y se sentó a su lado en la cama para verlo jugar. En principio no le importó, pero conforme pasaban los minutos fue impacientándose. Ella le preguntaba por el juego de carreras de deportivos al que estaba jugando, como si fuese la primera vez que viese uno de aquellos juegos, incluso le pidió que la enseñara a jugar, tumbándose en la cama junto a él.
Con paciencia Tom lo intentó, le dejó el mando y le explicó cómo se jugaba. La verdad es que fue un desastre, no paraba de salirse de la pista y hacía trompos en las curvas, aunque todo esto parecía divertirle más que si lo hiciera bien y no paraba de reír escandalosamente. Entonces Tom le cogió el mando por encima de sus manos e intentó explicarle cómo se jugaba presionando el mando con sus dedos sobre los de ella.
Con sus brazos entrecruzados y apoyados sobre el mando, de repente se dio cuenta que sus tríceps estaban en íntimo contacto con sus senos. El contacto le erizó el bello y se excitó casi de inmediato, rememorando imágenes en su cabeza, donde su madre se lo montaba con el caballo. En esos momentos el coche se salió de la pista y dio vueltas de campana “virtuales”. Su madre ahora se rió de él y le preguntó qué le había pasado. El hijo, se puso colorado y sin dar muchas explicaciones volvió a las prácticas de conducción.
Tras aquel incidente, Tom se mostró más interesado por seguir enseñando a su madre y se olvidó de sus planes iniciales, pues en el fondo le gustaba tenerla allí, a su lado.
Al tenerla tan cerca también vinieron a su mente los recuerdos de la noche en que su hermana y él creían que un espíritu vagaba por la casa y resultó que los producía ella retozando encima de su padre, dando quejidos de placer. Este recuerdo le hizo sonreír y de nuevo su excitación creció bajo su calzoncillo. Su madre se interesó por el súbito humor que le sobrevino y él disimuló dando alguna excusa sobre lo mal que conducía en el juego. Al mismo tiempo disfrutó del fino perfume que usaba, llegando éste a saturar su pituitaria.
Tras un par de horas de juego conjunto, lo dejaron, su madre insistió en dar un paseo por el lago juntos, así que decidió complacerla y la acompañó. Allí estuvieron conversando sobre todo un poco, pero más que nada pasaron el rato, mientras lanzaban piedras al agua para practicar el salto de la rana.
Se hizo tarde y volvieron. Tom puso la mesa mientras su madre le preparaba huevos fritos, patatas y hamburguesa, su comida favorita, no muy saludable pero sin duda muy apetitosa. Ambos comieron hasta hartarse, y tras la copiosa comida vino la siesta. Tom cayó en un profundo sueño, del que tardó una hora en despertar. Sin duda su primer pensamiento fue para su miembro que yacía erecto en su calzoncillo, así que de un salto se incorporó y poniéndose bermudas y camiseta salió a hurtadillas para ver si su madre dormía aun la siesta, vestida sólo con sus braguitas como solía hacer. Pero al asomarse al dormitorio no la halló allí, de modo que pensó que podía estar en el establo y sintió cómo se le aceleraba el corazón con la sola idea de volver a espiarla en tal situación.
Mientras se dirigía hacia el establo recapacitó sobre la mañana, lo extrañamente cercana que había estado su madre, más que de costumbre, y se preguntó el porqué de tal actitud. Acaso podría estar preocupada por el cambio cambio de aires, por si no era de su agrado.
Entró sin hacer ruido y se acercó a las cuadras, pero… allí no había nadie, así que pensó dónde podía andar su madre y sólo se le ocurrió que podía haber ido a bañarse, pues a lo mejor ya había estado allí, así que se puso de nuevo en camino.
Efectivamente su madre estaba sentada al final del embarcadero, remojando sus pies en el agua. Pensó en acercarse sin que la oyera para darle un susto, pero las maderas del embarcadero lo delataron al primer paso. Su madre se giró y no pareció sorprenderse de verlo.
— ¡Hola cariño!, ¿ya te has levantado de la siesta? —le preguntó con una sonrisa cariñosa en sus labios.
— Si —dijo él sentándose a su lado.
Para su sorpresa su madre le echó el brazo por encima de los hombros y lo acercó hacia ella.
— ¡Oye!, ¿has estado e el establo? —le preguntó nada más tenerlo al lado.
— Bueno si, he pasado por allí... Me levanté de la siesta y no sabía donde estabas y andaba buscándote —le explicó Tom.
— ¿Y qué iba a hacer yo en el establo con este calor? —le preguntó su madre dejándolo sin respuesta.
— ¡Ah pues no se! —exclamó Tom algo nervioso.
Se hizo un pequeño silencio entre ambos, como si ninguno supiese cómo continuar la conversación.
— Por cierto mamá, tú también hueles a establo, ¿no decías que no habías estado allí? —dijo Tom de repente sorprendiendo ahora a su progenitora.
— ¡Ah pues si! Ahora que lo pienso, pasé a darles agua a los caballos antes de venirme para aquí —dijo su ella poniéndose colorada.
— Entonces, ¿has visto al macho, qué cosa tiene no? ¿No te dan ganas de cogérsela sólo para ver cómo se siente en las manos? —dijo Tom divertido.
— ¡Pero Tom, qué dices! -protestó Karen golpeando su hombro.
— Venga mamá, no pasa nada el caballo estaría agradecido de unas caricias tuyas —rió de nuevo.
— ¡Vasta de bromas Tom, yo no soy… así! -exclamó Karen mostrándose ofendida.
El muchacho decidió no acosar más a su madre, aunque sospechaba que ella había tenido de nuevo una sesión de pasión animal, ya que su olor corporal la delataba, el olor del a sexo sucio.
— ¿Mamá, cómo fueron tus primeras experiencias sexuales?
— ¡Oh, pues bueno...! —dijo Karen algo nerviosa y sorprendida por su atrevida e íntima pregunta—. Yo vivía con los abuelos a las afueras de la gran ciudad y la verdad es que no me relacioné con chicos hasta que fui bastante mayor.
— ¡Venga mamá, seguro que tuviste alguna relación antes! ¡Vamos, cuéntamela! Por favor.
— Pero es que... una señorita no habla de esas cosas hijo —dijo Karen intentando esquivar su curiosidad insana.
— Lo entiendo mamá, pero es que me gustaría que me hablases de esos inicios, no se, sería como una clase de educación sexual para mi, ¡venga cuéntame algo mamá, no seas una esnob!
La mujer madura, sonreía a su curioso hijo y le acarició el pelo mientras sopesaba qué contarle para entretenerlo y quedar bien con él. En el fondo era su preferido así que decidió contarle cosas de su juventud. Cosas que ya casi creía olvidadas, pero que en este preciso instante aparecieron frescas a su memoria.
— Bueno Tom, si te lo cuento debes prometerme no decirle nada a papá o a tu hermana, ¿vale? —le propuso ella finalmente.
— ¡Por supuesto mamá! ¡Cuenta, cuenta! —pidió él ansioso.
Karen comenzó a narrar alguna de sus primeras experiencias:
— Bueno Tom yo tenía un perro llamado Chap, era un macho, ¿sabes? Y siendo ya mayor comprendí lo que era el celo de los animales. En esa época, cuando Chap estaba en celo yo lo acariciaba por el vientre y el se quedaba “muy quieto”, seguía acariciándolo hasta que su pequeño pene sobresalía y como me hacía mucha gracia jugaba y se lo acariciaba con mis deditos, hasta que él se corría entre su pelo blanco y rizado.
— ¿Eso es todo mamá? —dijo Tom ansioso por escuchar historias más picantes.
— ¡Bueno déjame terminar hombre! —protestó ella—. Verás también lo ponía entre mis muslos y me rozaba con sus pelitos y con su pene, desde luego con aquello tan pequeño no tenía nada que hacer, pero me excitaba sentir su roce. El caso es que un día estaba tomando tostadas con miel y al darle de comer descubrí que me lamía el dedo, ¡esto me dió una idea! Así que me lo llevé en secreto a mi habitación y allí... me unté mi sexo con un poco de miel y se lo ofrecí a Chap. Él me lamió toda la miel con su larga lengua un buen rato y yo me excité un montón, y seguí untándome más miel y él lamiéndola y deborándola con ansia a medida que me untaba más y más, hasta que no pude aguantar más, ¡y tuve un orgasmo! —le confesó.
— Venga ya mamá, eso es una leyenda urbana, lo contaban los chicos en el colegio cuando vivíamos en la ciudad sobre tal o cual chica que lo había confesado a una amiga íntima—dijo Tom disgustado.
— ¡Que no hijo, te aseguro que yo lo hice muchas veces! —protestó Karen molesta por su incredulidad—. Me has preguntado por mis inicios sexuales y eso es lo que te estoy contando.
— ¿Y te corriste? —insistió Tom pidiendo más detalles escabrosos.
— Al cabo de un buen rato, me puse toda pringada de miel por ahí abajo y ayudándome con los dedos llegué al orgasmo y temblé de placer mientras creía que me iba a dar algo —sonrió sofocada—, creo que esos fueron mis primeros orgasmos.
— ¿Y lo hiciste más veces?
— Bueno al principio me dió mucha vergüenza llegar a hacer algo así, me asustaba mucho que el abuelo o la abuela o el tío me pillasen, pero al final lo hacía casi todos los días, me encerraba en mi cuarto con Chap con la excusa de estudiar o hacer mis deberes y Chap y yo teníamos nuestros ratos de placer. Gastronómico para él y sexual para mi —rió Karen tras aclararlo.
— ¿Y no tuviste nada con un chico, algún encuentro o algo así? — preguntó Tom buscando algo más morboso que lo que le había contado.
— ¡Vaya Tom qué cotilla eres! —protestó su madre, pero de muy buen humor dispuesta a contarle más—. Tenía unos primos, se llamaban Amanda y Jeremy, venían a vernos los veranos con mis tíos y jugábamos juntos. Un verano siendo ya adolescentes, nos quedamos solos en casa y convencimos a Jeremy para que nos enseñase su pene a su hermana y a mi. Él consintió siempre que nosotras nos desnudásemos también. El caso es que todos nos fuimos a la boardilla y allí lo hicimos. Así que nos quedamos los tres en bolas y nos dedicamos a miramos y a reímos un rato. Luego él se ofreció a que le tocásemos la pilila y nosotras lo hicimos entre juegos y risas mientras veíamos lo dura que la tenía. Él nos tocaba los pechos mientras tanto, pues ya estabamos desarrolladas y teníamos tetitas, yo mas que mi prima, así que a mi me las tocaba más —sonrió Karen con nostalgia.
— ¿Qué excitante mamá? ¿Y qué pasó luego?
— Pues que llegaron los abuelos y nos tuvimos que vestir a toda prisa para que no nos pillasen, allí acabó nuestra aventura —dijo Karen para desesperación de Tom.
— ¡Vaya mamá! Esa historia es más excitante que la otra mamá. ¿Y no lo volvisteis a hacer?
— Pues no, porque se fueron y pasaron unos días y no tuvimos oportunidad, más tarde me enteré que mi primo se echo novia —dijo Karen, aunque le mintió, pues no quería contarle aquella secreta historia de su adolescencia.
Tom se quedó extasiado ante la segunda confesión que le había sacado a su madre, tanto, que esta le sonrió y volviéndole a acariciar el pelo le preguntó...
— ¿Te ha gustado hijo?
— ¡Oh mucho mamá, ha sido muy bonito saber cómo fueron tus primeras veces!
— ¡Uf qué calor me ha entrado! ¿Nos bañamos un poco? —dijo Karen introduciéndose en las frescas aguas desde el embarcadero.
Nadaron juntos y jugaron en el agua, Tom la abrazaba en el agua y se rozaban con su cuerpo, con disimulo lo hizo desde atrás, pegando su pelvis a su culo, y luego desde delante apretándo su torso contra sus mullidos pechos.
Cansados de juegos, salieron del agua y se tumbaron sobre las toallas, a la sombra de aquellos álamos, cuyas hojas no paraban de crepitar mientras el viento mecía las ramas.
Tom estaba muy excitado tras el chapuzón, así que una vez que entró en calor su erección creció y abultó su bañador. Tanto que llamó inevitablemente la atención de su madre.
— ¿Y esto Tom? -dijo divertida señalándoselo.
— ¡Ah pues no se, es que se me ha levantado solo! —rió Tom complacido por que se hubiese dado cuenta, mostrando con orgullo su erección.
— Pues tendrás que hacer algo al respecto, ¿no?
— No se —dijo Tom tocándosela distraídamente por encima del bañador—, tal vez tú podrías ayudarme un poco con este problemita.
— ¿Yo? —le sonrió ella con sorpresa.
— No se mamá, tampoco es para tanto, ¿no? Sólo será un meneito rápido.
— ¿Te has vuelto loco Tom? —le preguntó ella intentando ponerse seria.
— Vamos mamá, será solo un momento, ¡venga! Lo mantendremos en secreto, como tus historias —la incitó.
— ¡Que te he dicho que no Tom! ¡No insistas! —replicó con voz firme para denotar su enfado.
Entonces Tom metió su mano en su bañador, empuñó su miembro y lo sacó del mismo, mostrando con cierto orgullo su palo erecto mientras lo sujetaba con la mano.
— Entonces tendré que hacerlo yo solo —concluyó, y a la vista de su madre comenzando a moverla despacio.
— ¡Oh Tom! ¿Pero qué haces? Definitivamente el calor te a afectado el cerebro —dijo, pero sin apartar la mirada de su miembro.
Karen se giró hacia él y de costado quedó observándolo y se hizo el silencio entre los dos.
— ¡Oh Tom, esto es muy inapropiado! ¿Lo sabes? Masturbarte delante de mi —le confesó ella en voz baja, como si alguien pudiese escucharlos allí en aquel apartado lugar.
Una burbuja invisible de intimidad los envolvió, sabían que aquello era ciertamente indecente, pero a pesar de ello lo hacían con connivencia entre ambos.
— ¡Oh Tom qué malo eres! ¿Lo sabes? Tienes un pene muy bonito —dijo ella admirando su forma, cómo su glande se mostraba y cubría con el movimiento y cómo nacía una buena base de pelillos en su base.
— ¿En serio que te gusta? —preguntó él un tanto incrédulo.
— ¡Es precioso! —afirmó ella mientras se apoyaba la cabeza en la mano y esta con el codo en el suelo.
Tom asintió sin decir nada. Entonces Karen deslizó su mano hacia su mástil tieso y duro y él apartó la suya para dejarle espacio.
— Bueno hijo, te ayudaré un poco, pero que conste que será la primera y la última vez que lo haga, ¿entendido?
— ¡Estupendo! —jaleó Tom.
Karen la empuñó desde abajo, a pesar de la frescura del agua, su miembro estaba ahora tremendamente caliente y suave, a diferencia de su mano que seguía helada. Al contacto Tom suspiró ante la diferencia de temperaturas.
— ¡Tienes las manos frías! —confesó.
— ¡Oh cariño lo siento, pero no tardarán en calentarse! —adelantó Karen.
Lo masturbó con suavidad y poco a poco fue acelerando el ritmo. Esto hizo que su bañador se convirtiera en un estorbo así que finalmente el indicó que se lo bajara. Y así brilló su estaca de carne expuesta a la luz de un rayo de sol que cruzaba encima de ellos. Karen la admiró y retomó su masturbación.
Siguió moviéndola con suavidad, recostada a su lado, con maestría podría incluso admitirse al verla ejecutar tal acción.
Tom no podía creerlo, viéndola allí a su lado se la imaginó de nuevo con el caballo y la recordó desnuda, también pasaron por su mente las tórridas escenas siendo follada por su padre, todo esto mientras ella, plácidamente lo masturbaba.
El orgasmo fue como una súbita explosión, Karen había tomado la técnica de acelerar y luego aflojar, y así sucesivamente, hasta que en una de estas, Tom estalló, su pene comenzó a expulsar su semen y él, de inmediato se sumergió en un torrente de sensaciones que le hicieron tensarse como un arco antes disparar la flecha a máxima potencia, convulsionó mientras soltaba chorros y más chorros de leche al aire, como una catapulta atacando el castillo enemigo.
Karen observó la corrida y siguió acelerádamente para luego ir cambiando el ritmo y hacerlo más suavemente, hasta apurar sus últimas gotas, estrujando a conciencia su glande y luego sacudiéndola graciosamente mientras la erección se manteía intacta.
Tras esto, tomó una toalla y limpió la pelvis y la fibrosa barriga de su hijo de los impacto de la corrida y luego se limpió el dorso de la mano y sus dedos, pues ella también había recibido su ración de néctar sobre su piel. Entonces, como si despertase de un ensueño, su hijo abrió los ojos y la vio sonrente y satisfecha a su lado.
— ¿Qué tal?
— ¡No tengo palabras! —dijo Tom, aún atontolinado.
— Me alegra que te haya gustado, pero recuerda: es muy inapropiado que una madre haga esto a un hijo, así que esto no ha pasado —le aclaró—, y lo más importante:  no debemos repetirlo —añadió.
Tom se quedó callado, intentando no responder ante la mirada inquisitorial de su madre mientras mantenía su dedo índice en alto a modo de severa advertencia.
— Pero, ¿nunca, nunca...?
— ¡Nunca jamás! —puntualizó ella.
Nota del autor:
Si te ha gustado esta serie y quieres leer más aventuras de Tom y Cathy o del misterioso protagonista de las memorias,  puedes adquirirla en cualquier web de amazon, https://amzn.eu/d/aZTCnpA
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potatoesandketchup · 1 year
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Probablemente mi ultimo post de tumblr
Incluso en esta situacion tengo que dejar lastimada a alguna persona, Jenn no fue tu culpa, mi situacion ya era delicada y tú apareciste en el peor momento pero igual, gracias por acompañarme y perdon por no corresponder a tus sentimientos
las cuatro paredes del hospital se ven mas blancas cuando estas debilitado
una sonda conectada a tu brazo, un rcp seguido de una cardioversion, mi respiracion fallando indica que mi limite de suerte para burlar la muerte llego a su fin
El sintetizador de voz funciona, escribo mediante mis debiles palabras que ni yo puedo escucharlas
y me trae un recuerdo
"Era de madrugada, las calles estaban vacias, podia echar alzar la vista a cualquier parte y no encontraria nada. Una pista extensa, casas vacias, arboles que se miran hasta el fondo. ¿Que hago aqui?
el sueño que tuve a las 14 años no parecia tener sentido hasta ahora"
¿Y si fragmentos de mis memorias viajaron a traves del tiempo hasta mi niñez? Quizas sea la razon por la cual puedo preveer algunas cosas que van a pasarme?¿ cosas que vivi?. Pero ¿por que? ¿Por que yo?
es curioso como se siente tanta paz, las voces se callaron, las cosas que veo se desintegraron, mis emociones ya no rozan lo indevido, la alegria se ve como ultima opcion a aparecer cuando las penas acumuladas salen despues de tanto tiempo
Tal vez no sea una buena forma de morir pero al menos espero que sea una forma
J no aparecio desde la noticia, me dijo que las cosas se volvieron inestables y que a estas alturas despues de todos los cambios que hice ya nada tenia arreglo y me cuesta no creer ello, vimos a una persona que estaba en un taxi y que estaba en el asiento delantero desaparecer como si nada.
Al fin comprendi que esta bien pedir ayuda y debi hacerlo en su momento, contar lo que me pasaba sin importar que, la razon era sacarlo, sacar todo y quizas pude haber cambiado las cosas para bien
Me siento agitado, no puedo mantener los ojos abiertos y cominzo a sentir heladas las sabanas
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elsecretoazteca · 2 years
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Rituales Para Olvidar A Un Amor
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Muchas veces cuando se rompe un corazón, la persona herida sufre innecesariamente y se culpa por lo sucedido. Lo primero que debes hacer es olvidarte de las personas no recompensadas en tu vida, si esto te está costando y tiene un impacto innecesario en tu vida, relaciones y entorno, entonces comienza con el ritual del olvido Comienza con alguien, un amante o el uno que te hirió.
Antes de comenzar el ritual, debes pensar que olvidarás a la persona que te entristeció. Ninguno de los amarres de amor Chicago será completamente efectivo si no tienes confianza en ti mismo, ya que ayudan a acelerar el proceso. Pero también tienes que distinguir las consecuencias del amarre, ya sea con magia blanca, endulzamiento ritual oscuro o del hechizo que estás a punto de lanzar.
Primer Ritual
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En cualquier botanica cerca de mi, para efectuar a la perfección este ritual de olvido necesitarás un vaso, una vela y una foto de la persona que te entristeció. Primero, llena una taza con agua y enciende una vela. Luego, toma la vela en tu mano y apágala con el agua del vaso. Cuando termines, debes recitar la siguiente frase: “Así como el agua apaga esta llama, así apaga la llama del amor y la pasión que he experimentado (y el nombre de tu desamor)” 3 veces.
Después de repetir esta frase 3 veces, mete la foto de esa persona en el agua hasta que se rompa (unos 5 minutos), luego mete la taza en el refrigerador. Cuando algo se congele en el vaso, retire el hielo y entiérrelo en cualquier lugar de la casa que no pueda ver, como un jardín en el patio. Una vez enterrado, no vuelvas a mirar ese lugar y no camines por él en todo el día.
Segundo Ritual
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Este ritual para que sea completamente efectivo y que funcione rápidamente y con efectos duraderos tienes que primero saber que hechizo es el adecuado. Para saberlo acude con un experto y con una lectura del tarot en Chicago, sabrás que ritual te conviene para olvidar ese amor. Por otro lado si lo quieres realizar tu mismo, coloca dos velas sobre la mesa de cristal, una blanca (que simboliza la curación) y una roja (que simboliza la fuerza) a la izquierda.
Abre el rojo, luego el blanco y escribe el nombre de la persona que quieres olvidar en un papel. Quema el papel con el fuego de dos velas mientras recitas la siguiente frase: “He quemado tu nombre (nombre de persona), por lo tanto te ordeno que abandones mi memoria, abandones mi reino. Fuera del límite de tiempo. Acepto esta lista. Ya lo tienes, ¡que así sea!, cuando recitas esta frase, no dejes de ver cómo el papel desaparece con el fuego.
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diarios-errantes · 2 years
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diciembre - 19
Era una gran columna de humo elevada hacia la tarde de Santa Lucía. El cielo, de un color luminoso, parecía ajeno a la desgracia, pero la chicharra de los bomberos retumbaba hasta el puerto de Castries. En el centro de la ciudad se quemaba lo que alguna vez fue un cine y ahora era un predio ocupado por una variedad de negocios (una tienda, un restaurante, una agencia de viajes). Desde el barco lo veía arder. 
Ese día, hasta entonces, no me había inquietado el hecho obvio: que la vida periclita. Lo aceptaba como de costumbre, sin sobresaltos. Venía del otro lado de la isla, de sus montes verdes y humeantes, sus ensenadas pristinas, socavadas por las olas del vientre de la tierra. Había hundido mis pies en la arena volcánica de la bahía de Soufrière, a la sombra de los Pitones, cuyo verdor totémico se mostraba aún más profundo bajo la llovizna del mediodía. El mar tibio apenas se erizaba, y de las yolas de los pescadores colgaban nasas traslúcidas como la lluvia. A la vera de la playa yacía un cementerio. Era un terreno a cielo abierto, sus crucetas carcomidas por la salitre. Me pareció hermoso, tan o más hermoso que el cementerio Magdalena de Pazzís, encallado entre el agua y la muralla de San Juan. El mar más allá de las tumbas le quitaba toda dureza. Recordé unos versos de Walcott: “el amén de las aguas mansas, el amén de las aguas mansas, el amén de las aguas mansas”.
Llevaba una semana atravesando las Antillas Menores, reconociéndome en ritmos, resonancias, descubriendo un mundo que a medida se ensanchaba más sentía mío. Primero, por el oído. En el vértigo de los mercados, entre el patois y el creole y el papiamento, los pregones de vendedores dominicanos me devolvían la lengua materna como una fruta a ser rodada en mis labios. Las calles eran idénticas a las que yo conocía, pero con las claves cambiadas: de las ventanas de los carros brotaban dance-halls de Jamaica, zouks de Martinica, socas de Trinidad. De juma en una playa de Barbados, mi padre resolvió también pasear su temple. Encendió la bocina portátil y recorrió medio Bridgetown con sus tórridas bachatas, sus guitarras láseres relampagueando a todo volumen. No era un gesto desafiante. Era como si dijese: esto podría ser casa, esto igual lo conozco. Imaginé una cadena atando el archipiélago, imaginé la música como una marejada que venía y retrocedía a nuestros pies, a la orilla de las islas, una serpiente inmaterial zambulléndose en el aire, reventando en las caderas.
Ahora no era ruido, sino humo, lo que ataba al archipiélago en mi memoria. En el puerto de Castries, la gente se apelotonaba para ver el siniestro. Decenas de niños, recién salidos de la escuela, correteaban, comentaban el espectáculo. Pequeñas motas de ceniza caían del aire para manchar sus polos blancas, meticulosamente planchadas. Era evidente que el fuego había sido controlado: el predio fue evacuado, la calle acordonada. Las llamas no habrían de esparcirse. Pero el daño estaba hecho. Procuré la fecha: 22 de noviembre de 2019. Hace un año, en noviembre, bajo el mismo cielo luminoso, yo había salido al balcón de mi casa en Carolina, Puerto Rico, y vi con espanto cómo una enorme columna de humo se elevaba sobre los techos de mi urbanización. 
El incendio no llegó a mayores, aunque ardió hasta el día siguiente. Una planta de reciclaje que cogió candela. Esa tarde salí a caminar. Hice muchas fotografías. Una en particular me pareció ominosa. Cielo azul, típica casa de urbanización, y aquella torre de humo negro en el fondo. En la acera, una nevera mohosa y dañada. Alguien había pintado encima de ella: “P.R. LIBRE.” Quedé perturbado. Aquella escena torva y banal reflejaba, para mí, el estado anímico de las cosas. La de los desastres acumulándose en el fondo hasta estallar de una forma que no puede ignorarse. La de un mundo vulnerado, un Estado descompuesto. La de mi realidad colonial. De pie en la popa del barco, mientras nos alejábamos de Santa Lucía, volví a tener la misma sensación. El Caribe era también eso: aquel simulacro, aquella torre de humo. Aquella certeza de que la vida es acechada. 
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polymathhh · 2 years
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Parece que todo está muerto. No me quedan amores, no me quedan talentos, no me quedan referencias. Todo está muerto. Lo supe cuando fui a Medellín y nos dimos besos afuera del bar rojo, con calor, con lluvia, y supe que no sentía esto hace meses, años, una temporada completa. Bogotá es fría, es quieta, es tiesa, es blanca, es gris, es estirada, es agresiva, es tan triste que nos deprime a todos sin que nos demos cuenta. Tengo solo un recuerdo efímero de los besos de esa noche porque durante dos semanas gasté el recuerdo pensándolo todos los días. Mi casa olía a viaje, a perfume, a regalos, a lluvia, sonaba a Medellín y al algoritmo tuyo, a tu oscuridad tropical, a tu camisa blanca hasta las rodillas y tus pantalones anchos que parecían una falda. Lo fascinante, el brillo, la escarcha y la música se apagó pronto pero me recordó que no siempre fui así. Que no siempre fui como soy hoy. Hoy casi todo, todo, está muerto a mi alrededor. No hay madre, no hay padre, no hay hijos, no hay amor, no hay arroces en bajo, no me interesan, se enfrían, los enfrío, no me calientan, no me pasa nada. No hay amores, todos están en el pasado, porque literalmente, han pasado más de 15 años desde uno, más de 16 desde otro, más de 4 desde ese que solo quise volver a besar y apretar y morder, y un par más de los últimos dos, que solo extraño como quien sabe que a esa planta le va mejor en otro ambiente, en un invernadero, o en un páramo, o en una terraza con sol. Aquí no creceremos juntos. Claro que es fácil fantasear con ellos, pero están muertos. Yo también estoy muerta para ellos, y tal vez sea ese mi mayor escape, la mejor liberación de culpas, la mejor salida. ¿A dónde vamos? ¿La memoria me va a empezar a fallar? Quiero botar todo y empezar de ceros. Quiero deshacerme de todo pero solo me queda el resguardo de mi hogar, de mi casa, mis polos a tierra, mis anclas. Sin poder mirar, de repente, a algo que tuve en mi vida anterior, no estaría hoy cuerda. Pero tampoco algo me ata. ¿Dónde estás, madre? Insúflame algo de vida, de amor, de alegría o de intención. No hay amor aquí. No hay amor. No quiero, tampoco, morir o matar. Pero no sé cómo vivir. 
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josempotter95 · 2 years
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¿Recuperar la rojigualda?
Los adolescentes de mi generación estábamos obsesionados con la bandera de Estados Unidos. La colgábamos en la pared, la llevábamos en camisetas y tintada en los cristales de las gafas de sol. Queríamos ser la gente cool que viajaba en descapotable por una gran avenida franqueada de sendas hileras de palmeras (permítanme que añada, ahora: qué mal gusto), pero pocos de mi edad pueden hoy disociar esa bandera de las consecuencias de un tiroteo en un colegio. De quiénes son los estadounidenses, en toda su heterogeneidad, como país. Sujetar una bandera nunca será por sí mismo moderno, ni elegante, ni conservador ni esperpento. Pero cualquier bandera sí será, siempre, por encima de todo, un mensaje.
En los difíciles tiempos de la pandemia, mientras paseaba por Ferrol tras el confinamiento, las calles se llenaron de gente que colgó la bandera española de sus balcones. Desde entonces, ha vestido con mayor frecuencia estadios, manifestaciones y caravanas de tractores. Las cintas rojigualdas rodean las muñecas de la gente que me cruzo. Cuando hoy he visto el vídeo #EresFacha, me he preguntado cómo pueden sentirse únicos, rebeldes y azotes del sistema, cuando besar nuestra bandera ha sido tan a menudo garantía de privilegios e impunidad, de indultos y perdones, de aplausos y de orgullo, desde que se alzó en nuestros barcos hasta hoy. Este asunto me recuerda a aquellas zapatillas rotas que Balenciaga puso a la venta por 1.000 euros para que los ricos jugasen por un día a vestir como pobres: por mucha épica que te vendan en un vídeo, vasallo, esta bandera nunca te hará antisistema mientras la sujete a tu lado un rey que metió la otra mano a escondidas en tu bolsillo.
Si bien en este Día de la Hispanidad hay quienes la cuelgan en sus perfiles para celebrarnos y honrar la tortilla de papas de nuestras madres, nuestro castellano y nuestras tardes al fresco, sin prestar atención a su dimensión histórica y social, otros parecen blandirla ante sus vecinos como si fuera un arma blanca. Cuando así la ondean, deja de parecerme un trapo al que aferrarme para caminar juntos y empieza a ser lo que otros quieren que sea: un escudo para no compartir el mismo rostro. Así, el símbolo de los españoles se envuelve en sí mismo y se avergüenza, porque lo que nació para aunarnos hoy nos aleja.
Me he preguntado a menudo en los últimos años: ¿quiénes son los responsables de esto? ¿Debo echármela sobre los hombros para recuperarla? ¿Es mía, esa bandera rojigualda? ¿Por qué la sacan para legislar controlando los cuerpos de las mujeres? ¿Por qué la muestran para cuestionar la visibilidad de los maricones como yo? ¿Por qué la utilizan para echar a las gentes sin recursos que se han atrincherado en las que han sido desde siempre sus casas? ¿Por qué la ondean contra el gobierno legítimo de su mismo país? ¿Por qué no crean sus propios símbolos como hacemos nosotros con nuestras ideas? ¿No denota cierta debilidad que deban resguardarse en nuestra bandera, la de todos, para vestir de gala esas opiniones conservadoras que otros españoles no compartimos? ¿Para intentar a la desesperada que sus ideas parezcan las de todos, las originales, las que tienen raíces en nuestro país? ¿Han olvidado que esta es tierra de acogida, y no solo de masacre, de otras culturas? ¿Que este país también es, a pesar de ellos, abierto, moderno y rupturista? ¿Que la tradición evoluciona? ¿Que la memoria es compartida?
No voy a manifestaciones feministas ni LGTBIQ+ ondeando una bandera rojigualda porque soy consciente de que hay personas españolas que no comparten mi visión del mundo. Es una cuestión de respeto hacia quienes son diferentes a mí, hacia las personas con las que comparto mi país y un mismo símbolo. Es una clave de convivencia, de tolerancia y de inclusión.
No voy a colgar nuestra bandera en mi ventana ni a llevarla en la muñeca porque entiendo las implicaciones de vestir un símbolo que muchos de mis compatriotas están utilizando contra mí. La rojigualda hoy, es innegable, tiene cargado un mensaje. Y no, no me corresponde a mí descargarla. Yo ya la alzo cuando nos está representando como país, sin complejos ni miedos. Sin esconder quién soy y qué pienso detrás de ella. Sin embargo, no es mi responsabilidad recordarles que no es suya, sino nuestra. Que una cosa es reconocerse como patriota, y otra es serlo. Eso deben aprenderlo ellos. Madurado se viene de casa.
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latato1108 · 2 years
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Una cita perfecta a mis 36 años …
Lo vi justo ahí parado al lado de su Mercedes.. Era más alto de lo que me imaginaba y su corte de pelo me gustó, tenía una camiseta blanca y unos jeans azules oscuros. Y olía muy muy rico. “Se arregló para verme”, pensé con una sonrisa mental.. Yo tuve el tiempo justo para arreglarme, toda la semana pensé cosas como: ¿ Qué me pongo? ¿ Cómo me arreglo el cabello? ¿ Y si le parezco muy bajita? ¿ Le gustarán las latinas? .. Pero después de un rato pensé: “Ay querida, dejá el drama. Ni que fuera el amor de tu vida… Nunca había oído su voz. No le había dado la mano. Nuestra amistad se basaba en mensajes de texto, likes en Instagram o DM, inbox y todas las formas de comunicación permitidas por las redes sociales. “¿Qué tal que le suden las manos?”, pensé.. Pues, es que de las amistades virtuales se puede esperar cualquier cosa” Me abrió la puerta de su Mercedes, su conversación se sentía tímida al lado de mi atropello de palabras nerviosas. Es increíble la cantidad de pendejadas que se pueden decir en un minuto cuando uno está acelerado. Pero la comodidad nos pudo y se estabilizaron las cargas. Me cogió de la mano con esa seguridad de que estás en el lugar correcto, nos dimos el primer beso, un beso para la memoria, un beso de esos que se hacen con respeto y con amor… y conversamos sin parar por horas, interrumpidos solamente por nuestras propias carcajadas. (La cita romántica más larga y fascinante de toda mi vida) Qué fácil era hablar con él, qué paz me daba mirarlo a los ojos, qué felicidad sentía al hacerlo reír. Todo lo tenía arreglado, planeado además le salió de maravilla “ los caballeros aún existen” pensé… Caminamos, nos mirábamos, nos dijimos tantas cosas con solo mirarnos.. Para terminar, nos colamos un concierto de esos de fans adolescentes ( El con 42 y yo con 36 en la mitad de niñitos gritando por su grupo favorito) sin pensar que también se convertiría en nuestro grupo favorito y ahí estábamos los dos, viviendo la emoción de nuestro primer encuentro, él no lo supo, pero hizo exactamente todo lo que yo me imaginaba para ese momento, es como si me hubiese leído la mente.. Lástima que no se haya detenido el tiempo porque al finalizar la noche sonó una canción de amor , lástima que ni nos hayamos casado esa primera y única vez que me enseñaron las monjas en el colegio, “ te casas con el primer amor que tengas conexión” porque hubiera sido linda la posibilidad de que fuera el amor de mi vida. De amores y desamores, de trabajos buenos e infelices, de los traumas del divorcio, de viajes soñados. Hablamos de todos los temas posibles sin ningún tipo de censura, acompañados de vino, comida gallega y piñas colada. Qué rico es conocerte, por fin…
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mysterious-atte-v · 1 month
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Quien eres, como te coincibes, como te puedes describir, no solo tu figura, que seguro es preciosa, pero "ahora sí que breve síntesis de ti" jajajajaja
Breve descripción de mi persona (cuarteto de nos referencia)
Físicamente: tez blanca con subtonos amarillos, de complexión delgada, 166, pecho grande, caderas medianas, hago ejercicio desde hace varios años, pero cumplí un año en el gym hace poco, estoy empezando en la calistenia así que estoy ligeramente marcada de los brazos, pelo chino café obscuro, ojos cafés, tengo muchos lunares.
Con respecto a lo profundo de la pregunta, llevo un año meditando, y varios en terapia así que mi perspectiva es muy mia, aprendí que soy mi conciencia, mi presente, mi ahora, no mi pasado, me formó, aprendí, pero no me define, no soy las cosas feas que me pasaron, soy lo que siento, pero no me controlan, pero no mis pensamientos, solo los escucho, algo soy y estoy, (el verbo to be, pésimo mi chiste) soy amor porque doy amor. (Medio hippy si, pero si me hace sentido)
Me describo como alguien, alegre, muy emocional, intensa, me gusta empujar mis límites de manera consciente y consensuada, me gusta notar las cosas, disfruto ir a museos, conciertos, eventos de arte o casas de moda, amo comer, y me gusta mucho el sexo, me gustan las series de suspenso, estoy aprendiendo a leer las cartas, se que tengo una neurodivergencia diagnosticada, pero no sé cómo se llama, desde que tengo memoria me gusta dibujar y crear cosas, escribir, cocinar, hacer detalles, me considero alguien detallista, tipo: "toma me acordé de ti", "oye vi una exposición de algo, quieres ir?", "toma te compre flores", "me dijiste que te gustaba así que toma", "te hice (inserte platillo)", etc, pero no soy buena entregando las cosas, es como si toma te traje algo, bye, amo los abrazos, los besitos en la frente, tiendo a abrumarme en espacio con mucha gente, cuando llueve y hay tormenta eléctrica, cuento los segundos desde que se ve el rayo hasta que se escucha el trueno, soy una persona un tanto reservada, pero hablo de más jajaja, tiendo a hablar en inglés en conversaciones normales, me gustan los peluches mucho, tiendo a desviarme del los temas, tengo mal manejo del tiempo (lo estoy corrigiendo), me gusta el chocolate en agua y semi amargo, las cosas muy dulces me empalagan, no considero que sea picky con la comida pero si con las texturas, el betabel lo odio, amo a los animales un poquito más que a las personas, amo a mi familia mucho, soy de un círculo muy pequeño, soy bastante desconfiada con las personas, mi color favorito es el rojo, el morado y el verde neón, soy escorpio ♏, mi gusto en música es muy variado, pero va de la clásica al metal, pasando por pop, mi banda favorita es Twenty one pilots (me ayudo su música cuando estaba en un momento turbio) y se que podría seguir otro rato, pero creo que es suficiente por ahora.
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