#lh mexico del norte
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sonlosnomeolvides · 1 year ago
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Luna llena (Argenmex; AU)
Esto no estaba planeado, pero forma parte del mismo AU de hombres lobo que Balas de plata y Transformación, así que recomiendo leer esos dos primero.
Luna llena
Ser un hombre lobo es algo muy diferente a lo que Martín esperaba. Había imaginado que los cambios sólo se notarían en su resistencia física y en sus sentidos más agudos, o en la transformación que ocurría cada luna llena, pero iba más allá. Estaba preparado para descubrir qué tan distintos serían los aromas, los sonidos y los colores, o para correr a gran velocidad o tener una fuerza sobrehumana. Pero nada, absolutamente nada, lo había preparado para sentir el poder que la luna ejercía sobre él. 
Es incapaz de describir lo que siente en ese momento. Es una mezcla de dolor y temor: dolor porque su cuerpo intenta adoptar otra forma, y sus músculos se reacomodan de manera dolorosa pero sin llegar a completar del todo el cambio. Siente que su cuerpo es demasiado pequeño para sí mismo y quiere correr, alejarse lo más que pueda, llegar a un lugar abandonado y solo aullar, aullar, aullar. 
Tiene miedo. 
Las sensaciones son distintas a cualquier cosa que haya experimentado antes y teme a lo que está por ocurrir: su primera transformación completa en un lobo. Ha practicado su transformación parcial, aquella en la que solo sus dientes se hacen más largos, sus uñas se convierten en garras y sus ojos brillan en tonalidades doradas, pero desde que Pedro lo mordió, esta es su primera transformación total. 
El resto de la manada le habló al respecto. Itzel y Pancho le dijeron que solo se dejara llevar; Miguel, Coco y Blanca que sus propios instintos le dirían qué hacer llegado el momento. Gregorio le recomendó que no comiera nada pesado el día de su primera transformación porque podría vomitar del dolor, lo cual no le ayudó demasiado. Y Pedro le aseguró que lo acompañaría en todo momento.
Martín sabe que está rodeado de las personas que lo aprecian, que estando su manada ahí no hay nada malo que pueda ocurrirle, pero lo desconocido le aterra… y por eso su transformación no se puede completar, porque su mente sigue aferrada a pensar como humano y no a dejar que sus instintos lobunos hagan su trabajo. 
—Respira profundamente —dice Pedro mientras acaricia su espalda en círculos—. Necesito que respires e intentes relajarte. 
—Eso… intento —responde Martín entre dientes. 
—Yo sé —agrega el otro—, pero lo estás pensando demasiado. Solo deja que todo pase. 
Martín gime por lo bajo cuando el dolor aumenta y apenas es consciente de que Pedro lo abraza. 
—Déjate llevar. Yo estoy aquí. 
—Tengo miedo.
—Es normal, pero todo estará bien. 
Tincho cierra los ojos y decide concentrarse en algo que está ahí desde el inicio, presente y constante: el latido del corazón de Pedro. Se enfoca en eso y continúa respirando lentamente, inhalando, exhalando, inhalando, exhalando, hasta que logra relajarse un poco. No sabe exactamente cuánto tiempo pasa, pero después de un rato el dolor cesa y siente que hay algo distinto en él. Abre los ojos y todo se ve diferente: más brillante aún, más nítido a pesar de que es de noche. Cuando mira a su lado, ve que Pedro le sonríe. 
—Lo lograste —dice, y algo en su voz le transmite ese amor que sabe que Pedro siente por él. 
En esta forma lobuna no es capaz de hablar, pero acerca el morro al rostro de su novio, a quien escucha reír. 
—Muy bien. ¿Estás listo para correr?
Antes de que Martín-lobo pueda responder de alguna manera, Pedro comienza a quitarse la ropa y al estar completamente desnudo se transforma también: su pelaje es gris y su cuerpo es esbelto, pero fuerte. Es un poco más grande que Martín, contrario a como ocurre con sus estaturas humanas, lo cual probablemente se deba a que es el líder de la manada. 
Pedro-lobo alza el rostro al aire y emite un aullido fuerte, que resuena hasta en los huesos de Martín-lobo, quien siente la necesidad de responder, por lo que así lo hace. Casi al instante, los aullidos del resto de la manada se unen a ellos en un coro que resuena por todo su territorio Entonces Pedro comienza a correr y Martín lo sigue. Casi de inmediato otros lobos se unen a ellos y juntos (Pedro, Martín, Itzel, Miguel, Coco, Blanca, Pancho y Gregorio), bajo la luz de la luna llena, dejan a sus instintos fluir.
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lhargmexweek · 5 years ago
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¿Por qué hacer una semana dedicada al ArgMéx?
La verdadera pregunta es, ¿por qué no?
¡Hola a todos! Hoy estamos aquí para hablar sobre nuestra primera semana temática de la ship de Argentina/México en Latin Hetalia. La idea de esta semana ArgMéx (en cualquiera de sus combinaciones), ha estado presente desde hace unos años, posiblemente desde que se empezó a popularizar el asunto de hacer semanas temáticas en los fandoms, pero solo hace unos meses el tema se puso sobre la mesa.
Aunque somos pocas las personas que shippeamos esta pareja, aquí estamos. Esta primera semana ArgMéx de Latin Hetalia se llevará a cabo del 15 al 21 de septiembre, en todas y cada una de las plataformas en las que LH tiene presencia, y también aquellas en las que no. ¡Están invitados a participar!
Cabe aclarar que ésta no es una actividad oficial de la comunidad de Latin Hetalia; es decir, la administración no organiza esto. Solo somos un grupo de fans que queríamos tener, al fin, nuestra semanita temática.
Previo a la fecha de inicio, iremos compartiendo información respecto a esta actividad, en especial los prompts con los que podrán participar. Por lo pronto, pueden leer las reglas de esta actividad y dejar sus dudas y comentarios.
Y no olviden seguirnos también en Twitter y Facebook :D
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iamyourfavouritefrog · 6 years ago
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Modo steampunk (ArgMex)
(prompt steampunk)
Pareja/personajes: ArgMex/MexArg Palabras: 766 Rating: K+ Resumen: A Pedro le molesta cuando Martín se pone en modo steampunk. Nota: Lo siento tanto por esto (mentira, me cagué de risa). Dedicado a @saru034 porque todos mis Argmex son para ti, preciosa<3
Pedro acomodó otro poco mejor los cojines y recostó la cabeza allí, a la vez que estiraba las piernas y atrapaba las frazadas debajo de sus pies.
Era una tranquila y cálida tarde de domingo, tenues rayos de luz se colaban por las cortinas de la sala de estar y alumbraban el pequeño departamento. Solamente se escuchaba el ruido de la televisión encendida, donde estaban dando una película vieja que Pedro realmente no estaba viendo, y un lejano ruido de las teclas de la computadora siendo presionadas velozmente y casi a un ritmo sincronizado. Martín estaba encerrado en la habitación, probablemente recostado en la cama con la notebook en la barriga y una almohada en su nuca. Pedro lo sabía porque esa era la rutina que tenían los domingos, ambos se la pasaban echados en el sofá o en la cama viendo tele o películas por internet (internet, porque plata para Netflix no hay), a veces los dos acurrucados junto al otro o a veces cada uno en una habitación diferente, eso dependía de qué tan cansados los hubiese dejado la semana.
Una sonrisa suave y perezosa se formó en los labios de Pedro cuando se acurrucó en el sofá de la sala y cerró los ojos, listo para dormir una merecida siesta de domingo.
—¡GORDOOOOO! —Lo interrumpieron. El mexicano gruñó y escondió la mitad de su rostro debajo de las frazadas.
—¿Hmm…? —murmuró como única respuesta, negándose a abrir los ojos y renunciar a su siesta. ¡Se merecía una siesta, había estado una semana entera viendo puras series! Sus ojos estaban claramente cansados.
—¿Pagaste la luz? —La respuesta llegó a sus oídos casi al instante, esta vez en un tono de voz meloso y dulce. Pero eso no quitaba que Martín estuviera hablando a los gritos.
—Sí, gordo…
—¿Pagaste el agua? Mirá que si después nos cortan el agua mientras me estoy haciendo el tratamiento del cuero cabelludo, como pasó el mes pasado, te mato.
—La pagué…
—¿Y el gas?
—Hmm…
—¿La hipoteca?
—Hmmmm…
—¿Tu seguro de vida?
Y ahí, el deseo de dormir una siesta de cuatro horas y despertarse con el olor de pizza recién hecha se fue a la mierda. Pedro abrió los ojos de golpe y despegó el rostro de entre los mullidos cojines (mentira, eran cojines duros y de paso le dejaron la mejilla derecha con marcas rojas).
—¿Qué? —fue todo lo que dijo, desconcertado. Esperaba, por lo menos, que su novio se tomara la molestia de amablemente venir a explicarle qué chingadas significaba eso. Pero no, Martín se quedó tan cómodo hablándole desde la habitación.
—Ah, no… ese lo pagué yo —Escuchó que Martín murmuró para sí y Pedro pestañeó, sin salirse de su sorpresa.
—¿M-Me pusiste un seguro de vida…? —balbuceó, incrédulo.
—¡Gordo, ¿y mi cuenta de steam?!
Pedro se sentó sobre el sofá y refregó sus ojos. Sabía que Martín no dejaría de gritar y la siesta tendría que esperar (uff, ¿vieron esa rima?).
—¿Tu cuenta de qué?
—¡Mi cuenta de steam, esa para jugar!
—Oh —Pedro asintió—. Uh, esa no la pagué. Lo olvidé, perdón.
El ruido del teclado pronto dejó de escucharse y, cuando todo fue silencio, Pedro alcanzó a escuchar un gasp in argentine que pudo jurar casi abrió un agujero negro. Lo siguiente que se oyó fueron pasos fuertes y rápidos acercándose hacia él y luego la puerta de la habitación fue abierta de una patada.
—¡PEDRO! —Martín hizo acto de presencia (por fin), junto con su ceño fruncido y sus labios torcidos en una mueca molesta. Llevaba puesto un vestido color negro que le llegaba hasta arriba de las rodillas y que estaba adornado con calaveras blancas y púas alrededor del listón en su cintura, acompañado de una gargantilla negra y con púas rodeando su cuello. Debajo de sus ojos esmeralda traía un intenso delineador negro y, para rematar, los mechones de su flequillo estaban teñidos de rojo—. ¿Y AHORA CÓMO VOY A JUGAR “SOY UN PAN” SI NO TENGO MI CUENTA, PEDRO?
Pedro arrugó la nariz, recorriendo el cuerpo de su novio desde los pies hasta la cabeza, fijándose en sus piernas depiladas y en las enormes plataformas que llevaba puestas. Debía admitir que le quedaba bastante bonito y que se veía adorable, pero eso no era lo importante ahora.
—Oh no —murmuró Pedro, dejando escapar un suspiro cansado—. ¿Otra vez te has puesto tu ropa punk para jugar a steam? ¿Tu vestuario steampunk?
Martín se cruzó de brazos, ofendido.
—No, imbécil. Es mi vestuario punksteam.
N/A: EL PROMPT DECÍA STEAMPUNK, NO DECÍA STEAMPUNK AU. JOKES ON YOU.
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saru034 · 5 years ago
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 Mi headcanon es que Martín publica cualquier cosa en cualquier red social SIN IMPORTAR si esas redes ya no son tan populares u.u
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a-pair-of-iris · 6 years ago
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Día 11 promptaton - Omegaverse
Aris dejó este prompt totalmente en mis manos porque estos fics son uno de mis tantos placeres culpables y sus sensibilidades tradicionales (?) no pueden con el mundo ABO xD
(Aunque lo hice super extra inocente así que igual lo puedes leer hermana jajaja)
Mellizos México. UsaMex
 ¡ES MI HERMANO AL QUE ESTÁS MIRANDO!
 Por un tiempo Itzel pensó que con su hermano terminarían siendo de la misma designación, eran mellizos después de todo. En serio contaba con eso, si era totalmente franca, no le habría gustado nada que su hermanito terminara siendo un alfa y se creyera su jefe si es que ella resultaba ser una beta. Así que, el plan original siempre fue quedarse en la misma jerarquía. Unos años más tarde, cuando ya estaba claro quién terminaba siendo el jefe en casi todas sus escapadas, Itzel fue sospechando que sería de una asignación un poco más alta que Pedro. No le importó mucho, ya llevaba encargándose de su hermano todos esos años, no le molestaría ser el alfa de la familia, su hermanito podía seguir siendo su mano derecha como beta.
Pues resultó que, en efecto, era una alfa. “Lo vimos venir”, dijeron sus padres cuando su designación se presentó. Fue en la escuela, y lo determinó la enfermera después de que Itzel agarró a puñetazos y mordidas a otro estudiante después de que este le hiciera una broma a Pedro.  
Dicen que tardaron media hora en calmarla lo suficiente para que sus ojos dejaran de verse rojos, pero Itzel apenas recordaba ese día.
Así que, sí, Itzel resultó ser lo que todos esperaban, el que dio la sorpresa, y como siempre dando problemas, fue PEDRO.
- ¡Hey! ¡¿Qué están mirando, cabrones?! -Itzel soltó un gruñido en la dirección de los jugadores del equipo de futbol, y miró con orgullo cómo estos se empujaban unos a otros para salir corriendo.
- Hermana, por favor, para -Pedro se llevó una mano a la cara, cubriendo la mitad de su sonrojo.
- ¡Esas sabandijas tienen que saber que alguien te cuida! -Respondió, aún con un leve gruñido en la voz. Pedro la tomó del brazo y los hizo avanzar por el pasillo.
- Toda la escuela ya lo sabe, hermana.
- ¡Entonces deberían dejar de mirar! -Exclamó la chica, y le soltó otro gruñido a dos betas que estaban pestañeando mucho en la dirección de su hermano. Las pobres chicas se pegaron a la pared y se cubrieron el rostro con sus libros.
Pedro suspiró, esperando que el instinto protector le bajara pronto, pero ya iba un mes desde su primer celo e Itzel todavía no dejaba que casi nadie se le acercara.
Pedro no fue un beta como todos estaban esperando, sino que de un día para otro su olor cambió a uno mucho más dulce, y al día siguiente tuvo su primer celo. Itzel se volvió loca, se quedó de guardia frente a la puerta del cuarto de su hermano, gruñéndole hasta a su padre cuando este subía con comida para su mellizo. Y en la escuela era mucho peor, ya habían pasado cuatro semanas y el olor de Pedro se había estabilizado en uno un poquito menos atractivo del que tenía durante esos primeros días, pero muchos alfas seguían acercándose y le lanzaban miradas demasiado intensas para el gusto de la chica.  
Para cuando su hermana noqueó al pobre alfa que se atrevió a tocarle el trasero, el asunto ya había dejado de ser divertido.
- Algún día vas a tener que dejar a otro alfa acercarse, ¿Cómo se supone que consiga novio contigo gruñéndoles todo el tiempo?
- Papá está de acuerdo en que puedes aguantar hasta la universidad.
- ¡¿La universidad?! ¡Itzel! ¡Eso no es justo!
Ninguno de los dos hermanos iba atento a su alrededor, más preocupados discutiendo uno con el otro. Por eso Itzel no pudo evitar que Pedro chocara de lleno con el joven que venía en dirección opuesta, pegado a su teléfono. Los dos chicos se fueron al suelo, mientras Itzel soltaba un pequeño grito al ver a su hermanito estrellándose con el piso.
- ¡Pedro! -Se agachó de inmediato, y mientras lo ayudaba a sentarse, comenzó a sacudirle la ropa y la mochila.
- ¡Ya! -Pedro la hizo a un lado y miró al otro adolescente con el que había colisionado. El muchacho era un rubio de ojos azules que pestañeaba y achicaba los ojos mientras tocaba el suelo con ambas manos. Pedro encontró lo que estaba buscando a unos pasos, y estiró la mano para recoger los lentes con cuidado.
- ¡Híjole! ¡Perdón! -Comenzó a decir al mismo tiempo que inspeccionaba los cristales- ¡No se rompieron! ¡Aquí están! ¡Perdón! -Ignorando las manos de Itzel que intentaban levantarlo, le colocó los lentes al chico con movimientos nerviosos. Las gafas quedaron un tanto ladeadas en la cara del rubio, pero este al menos ya no estaba tan ciego. Los ojos azules parpadearon un par de veces antes de enfocar la cara de Pedro, y cuando lo hicieron, el rubio le dedicó una radiante sonrisa.
Itzel notó el preciso instante en el que rubio aspiraba el olor de su hermano y se daba cuenta de que era un omega. Sus músculos se tensaron de inmediato y comenzó a producir un leve rugido con su garganta. Los dos chicos en el piso la ignoraron completamente.
- ¡Hi!... digo, ¡Hola! -Comenzó el rubio, con un acento tan marcado que enseguida lo delató como extranjero.
- Ho-hola… -Respondió Pedro con la voz temblorosa y un sonrojo más marcado con cada segundo que continuaba mirando esos ojos azules.
- ¡Soy Alfred! ¿And you are? -Alfred finalmente se levantó del piso, ayudando a Pedro a hacer lo mismo con ambas manos tomando delicadamente las del moreno.
- Uhm… -Pedro sentía temblar sus rodillas, y su lengua no estaba en mejores condiciones. Abrió la boca para contestar, pero sintió un tirón en su mochila antes de poder hacerlo.
- ¡Nos vamos, Pedro! -Itzel comenzó a arrastrarlo con una mano sujetando firmemente su bolso. Mientras se alejaban, le lanzó una mirada asesina al rubio, mirada que solo lo dejó confundido.
- Uhm, ¿Bye? -Alfred agitó una mano en señal de despedida, todavía sin entender por qué la chica lo miraba con tanto odio.
- Adiós… -Pedro también se despidió con la mano, dando un suspiro derrotado mientras su hermana lo seguía arrastrando por el pasillo.
- ¿Y ese quién diablos era? ¡Ush! ¡Odio a los nuevos! -Dijo Itzel entre dientes, todavía irritada por el alfa que se atrevió a estar tan cerca de su hermanito.
“Mi futuro novio”, Pedro lo pensó, pero no era tan tonto como para decirlo en voz alta, menos delante de su hermana. De alguna forma averiguaría cómo encontrarse de nuevo con aquel joven.
De preferencia donde no pudiera verlos su hermana.
FIN
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marhaya · 6 years ago
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Pedro Sánchez© Rowein 
Un poco de steampunk en borrador. Algún día los colorizare ALV!!
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d-epreka · 6 years ago
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Alguien se acuerda del evento del Amigo invisible que hicimos por el aniversario el año pasado durante este tiempo?
Bueno a mí me había tocado una persona que la verdad es muy importante para mí por que fue la que secretamente me hizo quedar en el fandom y eso, básicamente de lo que hice me quede con ganas de más y termine creando un AU completo, que sinceramente nunca llegue a escribir de, pero al pasar el año decido filtrar todo lo que hice, tal vez en un futuro empiece una historia, pero por ahora no creo que lo haga, o también para que escriban de el si quieren(?
ADVERTENCIA: ESTO SERA RIDÍCULAMENTE LARGO!!!!!!!!
Au de alados:
Un mundo donde las personas que por algún tipo de mutación (o más bien evolución) desarrollan alas. El siguiente se compone de esta forma:
Alas:
son únicas para cada uno, por más iguales que se vean todas tienen una diferencia.
Plumaje:
se puede esparcir de maneras diferentes en algunos casos llega algo más allá de lo normal (ejemplo: frente, rodillas, manos, codos) aunque normalmente se esparcen en estas zonas: nuca, codos, espalda baja y muslos.
Tamaño:
el tamaño de las alas no siempre es proporcional al cuerpo de la persona, las alas pueden ser (a veces) muy grandes o algo pequeñas; estás pueden llegar a dificultar el vuelo o comodidad de quién porte alas como esas.
Volar:
pueden haber personas que no puedan volar, o simplemente no quieran hacerlo (porque al final esto no es obligatorio) para esto hay aceras y en los cielos se tienen mucho cuidado para que no choquen entre sí.
Velocidad:
a las personas con un rápido tiempo de velocidad se les toma en cuenta para ser mensajeros, está es una de las ocupaciones más admiradas.
Sentimientos
las alas reaccionan a los sentimientos, como se sienta la persona las alas podrían reaccionar, tal es el caso de:
Enojo:
las plumas se esponjarán.
Tristeza:
las alas se decaen y las plumas pierden su brillo.
Felicidad:
las plumas se puntearán y tomarán más brillo de lo usual.
Ansiedad:
las alas se encogerán y las plumas se esponjarán aunque sea en lo más mínimo.
Aunque las alas la mayor parte del tiempo se quedarán tranquilas. (Especialmente cuando no se esté sintiendo nada)
Historia detrás de las alas
En las primeras generaciones de personas con alas, las tenían idénticas a las aves que se encontraban alrededor, las mutaciones había ocurrido sin explicación aparente, sólo se sabe que las primeras personas desarrollaron huesos de más sobre sus espaldas, al principio, algunos, no todos, desarrollaron algunas plumas blanquecinas, pero aún así, no podían levantar vuelo.
A esto le llamaron “Alas de gallina”
Obviamente con el tiempo fueron evolucionando a unas alas más fuertes y estables, los colores de estás originalmente blanquecinas, empezaron a tener los colores de alguna de las aves, para que después empezaran a tener su propia pigmentación y volverse únicas de cada uno.
Las naciones se tuvieron que acomodar sus leyes para esa nueva vida. Y acomodarse a la nueva forma de vida que estaba apareciendo. En los casos aparte estos cambios fueron más que beneficiosos para el planeta tierra, al haber personas con la capacidad de volar empezaron a desaparecer los autos o al menos la necesidad de usarlos, las personas que todavía no habían generado alas de ninguna forma, se sintieron ofendidos y desearon acabar con los “alados” se lanzaron contra ellos y les negaban las entradas a las estancias.
Al final los “Alados” ganaron la riña pues tuvieron de su lado en todo momento a los grandes mandatarios (como los presidentes y los guías religiosos).
Enfermedades
Lamentablemente la magia de tener alas sin ningún problemas no iba a durar para siempre. Enfermedades como el Gigantismo y Enanismo que afectan de manera directa las alas, también enfermedades del organismo pueden afectar las mismas ( ejemplos: Hemofilia, anemia, etc.)
Estas son las formas en las que podemos ver las alas en los individuos.
Clasificación de grupos
Voladores:
Estos son los que que tienen alas con parecido a los de cualquier ave voladora, suena ridiculo, pero no lo es, estas personas tienen en sus alas una fuerza impresionante.
Corredores:
Aquí se encuentran la mayoría de personas que, aunque no puedan volar con sus alas, tienen una capacidad sorpresiva para la carrera a pie. (Hay también voladores corredoras.)
Rapaces (rapiños):
Son tomados aveces como problemáticos y de cero fiar, pero al ser tratados como personas de caza son más que útiles y tienen un talento natural a la hora de hacer trabajos de investigación, búsqueda y rastreo.
(Llegue a hacer varias alas a algunos personajes, le gustarían verlas? Por si acaso no llegaron a entender bien ese punto) y si por alguna razón quieren escribir sobre este AU y tienen dudas, siempre podrán venir hacia donde mi y preguntarme lo que quieran <333
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latinhetaliaoficial · 7 years ago
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Regalo para Lobo Negro (da clic en el enlace)
Título: Cuando llora un hombre ciego Personaje/pareja(s): Argenmex Rating: Adolescentes y adultos Resumen: A Martín siempre le gustó observar a los demás. Era algo suyo, algo que hacía para comprender más al ser humano y crear personajes más reales. Un día, Martín se encuentra con un guitarrista ciego en un parque. La curiosidad hace que se acerque a hablar con él; el tiempo, hace que su relación cambie poco a poco de una manera que ninguno de los dos esperaba. Nota: Lobo, sé que posiblemente esta historia no se ciñe mucho a lo que pediste en el intercambio. En mi defensa, diré que la historia cobró vida propia y no pude detener su camino; pero confío en que tenga suficiente drama dentro de un AU como para que te guste. Por cierto, esto tiene un final feliz. 
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sonlosnomeolvides · 1 year ago
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Películas de terror (México N)
Pedro no soportaba las películas de terror. Cuando salía una nueva película de miedo optaba por ignorarla hasta que el hype de la misma hubiera pasado, o simplemente buscaba algún resumen en internet para tener algo de qué hablar si alguien le preguntaba. Algunos de sus amigos más cercanos sabían que películas de terror y Pedro no podían ir juntos en la misma oración, y por lo mismo, la mayor parte del tiempo no lo invitaban si iban al cine o planeaban alguna maratón de películas por Halloween. A veces se reían un poco de él; pero, en general, solían tomar bastante bien cuando se negaba a ver esas películas. 
—No tiene sentido —le decían a veces—. Tienes el Día de muertos y a la Catrina y te dan miedo las películas de horror. 
Pedro les había dicho muchas veces que no era igual. Que la Muerte no le daba miedo, que era más el asunto de los efectos especiales o los sonidos estridentes lo que lograba asustarlo, pero la verdad es que ni él lo entendía. De vez en cuando incluso se iba con Itzel a pasar las noches del 1 y 2 de noviembre en algún cementerio y ahí no sentía miedo. Solo paz y serenidad, nostalgia y melancolía; pero miedo, no. Era raro. 
Sin embargo, aunque le daban miedo ese tipo de películas, ella tarde de aquel 30 de octubre no pudo evitar decir que sí cuando los mismos amigos de siempre le invitaron a ver algunas películas de terror, por las fechas y todo eso. Al principio se negó, como era su costumbre, pero cuando supo que alguien especial iría, al final sí aceptó. No importó lo mucho que odiara las películas, ni que mantuviera cerrados los ojos durante la mayor parte del tiempo o que se sobresaltara cuando alguno de los personajes gritaba, porque esos eran los pretextos perfectos para sujetar la mano de Martín. 
El problema real vino por la noche, cuando ya estaba en casa intentando dormir. Había logrado conciliar un sueño intranquilo por unos cuantos minutos, aunque pronto las pesadillas no se hicieron esperar. Intentó volver a dormir, pero con solo cerrar los ojos imaginaba mil y un cosas de las que habían pasado en la pantalla. Después de media hora de dar vueltas y vueltas en la cama, decidió optar por su último recurso. Se armó de valor y atravesó el pasillo a toda velocidad antes de abrir una puerta con mucho cuidado y entrar a otra habitación. 
—Itzel —murmuró, sin obtener respuesta—. Itzeeeeeel —repitió. 
—¿Hm?
—Hazte para allá.
Su hermana abrió un ojo, y más dormida que despierta, preguntó:
—¿Por qué? 
—Oh, tú hazte para allá. 
Hubo un momento de silencio durante el cual él no se movió y su hermana siguió mirándolo con solo un ojo abierto. 
—Otra vez aceptaste ir a ver películas de miedo solo porque estuvo Martín, ¿verdad?
Pedro no contestó de inmediato y después de unos segundos Itzel le hizo espacio junto a ella en la cama. 
—Te toca invitar el desayuno. 
—Sí, ya solo hazte para allá. 
—De nada —murmuró ella antes de darle la espalda y quedarse dormida una vez más. 
Pedro no respondió pero poco a poco sintió como el sueño lo vencía mientras escuchaba la respiración serena de su hermana a un lado. Al menos esa noche, las pesadillas lo dejaron en paz. 
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lhargmexweek · 5 years ago
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¡Ya llegaron, ya están aquí! Esta es la lista de prompts que usaremos para nuestra semana Argméx:
FECHAS
Del 15 al 21 de septiembre
PROMPTS
15 de septiembre: Ángeles y demonios
16 de septiembre: Relación a distancia
17 de septiembre: Tatuajes
18 de septiembre: Paranormal/sobrenatural
19 de septiembre: Soulmates
20 de septiembre: Súper héroes
21 de septiembre: Fantasía y magia
Además de estos prompts, los participantes tendrán derecho a usar un comodín. Esto significa que, si no les gusta el prompt del día o no les inspira a crear, pueden cambiarlo por otra cosa de temática libre, siempre y cuando el tema no esté incluido en la lista de prompts.
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iamyourfavouritefrog · 6 years ago
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Supermercado (ArgMex)
(comodín)
Pareja/personajes: ArgMex/MexArg (mención de muchos muchos latinos y de Alfred) Palabras: 5177 Rating: T por vocabulario y menciones de sexo, drogas y alcohol (+13) Resúmen: (Human AU) Un Martín tacaño y obsesionado por su dieta contra un Pedro goloso y tragón que quiere meter comida chatarra dentro del carrito del supermercado. Almendras vs chocolate ¿quién ganará?  Nota: Un prompt mio mezclado con que mi papá compró demasiada comida luego del descuento del 50%. Regalo para la hermosa @saru034 que amo con todo mi corazón uvu <3
Martín entrecerró los ojos y arrugó la nariz. Acerco más el pequeño trozo de hoja rosa que sostenía en manos, el papel le rozó la nariz y Martín cerró los ojos con fuerza cuando la punta de la hoja se le metió en el ojo y este comenzó a lagrimear; dejó escapar un “¡Ay la concha de mi hermana!” mientras apartaba el maldito pedazo de papel y se refregaba el ojo con su mano libre.
—Pedro —le llamó en un chillido lastimero, alargando la última letra—, Pedro ¿me podés leer? No te entiendo la letra y no me puse los lentes de contacto… —dijo con pena, aunque se notaba lo caprichudo en su voz.
Martín entreabrió un poco su ojo no herido y logró ver la pequeña hoja rosa, arrancada de una libreta, y que tenía escrito la lista de compras en tinta negra. Vio las letras todas borrosas e distorsionadas y a pesar de que su ojo aún le dolía, se permitió sonreír un poco.
Martín sabía que estaba haciendo capricho.
Porque llevaban ya bastante tiempo siendo pareja y viviendo juntos, y porque antes de eso ya se conocían hace muchísimos años; Martín podía entender perfectamente la letra de Pedro. Quizás por tanta práctica o por el enamoramiento que le hacía ver todo las características de su amado como perfectas. O habían sido todos esos años de lanzarse papelitos en clases a escondidas del profesor (que, para mala suerte de Martín, si éste llegaba a descubrirlos y tomar el papelito con el que habían tenido una especie de chat, las únicas letras que se podían leer eran las que Martín había escrito… que casi siempre eran las más vergonzosas y comprometedoras). O había sido esa curiosidad e ilusión que llevó a un Martín adolescente a leer los borradores de las canciones que Pedro escribía y luego fingía sorpresa cuando días más tarde Pedro le pedía una opinión sobre su nueva canción. O habían sido esos apuntes apresurados que Martín tenía que entender durante los trabajos grupales de la universidad o cuando no asistía a clases y Pedro le pasaba foto de sus anotaciones.
Pedro estaba al tanto de que Martín entendía su letra y que probablemente era el único que podía hacerlo además de su madre. A pesar de poco legible e inentendible, la letra de Pedro era bonita. Las letras parecían garabatos confusos que a veces se salían de los renglones y otras tantas veces volaban por sobre este. Era una cursiva desprolija pero bonita. Todo lo contrario a la imprenta grande y clara de Martín, aunque ambas igual de desprolijas y apresuradas.
Martín bien sabía que la letra de Pedro no era el problema ni tampoco el hecho de que había olvidado ponerse sus lentes de contacto porque había tenido la inocente y egocéntrica idea de que iba a poder recordar la lista de compras sin la necesidad de releerla otra vez. No, ese no era el problema. Porque Martín tenía también lentes. Lentes de marco grueso y negro que solamente usaba cuando estaba en casa, en su estudio o recostado en la cama con su computadora o cuando leía un libro acurrucado en el sofá. Y los odiaba con todo su ser. Odiaba cómo el peso de estos le hacía doler el puente de su nariz y cómo le despeinaban cada vez que algunos cabellos se enredaban al quitarse los lentes para limpiar el vidrio. Y, aunque Pedro se pusiera rojito y se le quedara mirando en silencio cada vez que Martín se ponía los lentes y le decía que lucía adorable y que combinaba muy bonito con las pecas de sus mejillas, a Martín no le gustaba cómo le quedaban los lentes.
Tanto él como Pedro sabían perfectamente que Martín siempre cargaba en su bolso de mano el par de lentes. A Martín simplemente le daba vergüenza ponérselos en público.
Ese era su capricho y por ello quería que su prometido le hablara con voz infantil en un “Ow cariño, te dije que te pusieras los lentes de contacto” y le diera un beso en la mejilla, tomara la hoja con la lista de compras y la leyera en voz alta para él.
Eso sería lo que normalmente ocurriría o lo que al menos generalmente ocurría cuando Martín olvidaba sus lentes de contacto y se rehusaba a colocarse los lentes. Y el hecho de que habían pasado ya diez minutos y eso aún no ocurriera, hizo que su burbuja imaginaria se rompiera. Porque sólo podía significar una cosa…
—¡Pedro! —gritó, saliendo de su pequeña burbuja de niño enamorado  y alzando la cabeza, ahora enfadado.
Martín empujó el carrito del supermercado con molestia y comenzó a buscar a su novio por los pasillos del supermercado. Con el ceño fruncido, las manos apretando el carrito que a penas y tenía unos cinco productos de los que debía comprar y soltando una maldición cada vez que las ruedas un poco oxidadas del carrito se trababan en las baldosas y hacían que el carrito diera un brinco y desordenara las cosas allí dentro… Martín se encamina hasta un pasillo en específico del supermercado.
La sección de dulces y chucherías.
—¡No, dejá eso! —chilló Martín apenas vio a su novio.
Pedro dio un respingo en su lugar, casi tirando una barra de chocolate que traía en manos (unas de las tantas golosinas y snacks que tenía, además de dos pan dulce, un par de bolsas de papas fritas y uh ¿un huevo de pascua? Oh, ¿estaba en oferta? Bueno, te lo permitimos).
Martín se apresuró en rodar el carrito hacia él y Pedro soltó un chillido asustado cuando la punta el carro le golpeó el estómago, aunque aprovechó para esconder una barra de chocolate debajo de la bolsa de harina integral que estaba dentro del carrito.
—¡Sólo uno, cariño!
—¡Nada de “cariño”, estúpido!  —gruñó furioso, quitándole toda la comida grasosa y llena de calorías. Oh no, calorías. La perdición de Martín ahora que ya no podía costearse las clases de gimnasia—. ¡No vamos a comprar toda esta basura!
—¡¿Por qué eres así?! —lloriqueó.
—¡Nada de esto alimenta, solamente es grasa que engorda! —le regañó mientras devolvía cada paquete a su lugar. En el proceso, alcanzó a ver un estante que tenía grandes carteles amarillos, en los cuales con letras rojas y grandes decía “Oferta”. Martín sonrió, tomó un par de paquetes y los tiró dentro del carrito. Pedro sólo observó el contenido con asco—. Tomá, comé almendras cuando tengas hambre. Son más sanas y… están en rebaja que es lo más importante.
—¡No tengo hambre de almendras! ¡Tengo hambre de chocolate!
—¡El problema es que ese “hambre de chocolate” lo tenés unas tres veces al día, Pedro! ¡Es un permitido por semana!
—No quiero hacer tu dieta —balbuceó bajito, haciendo un pucherito con su labio inferior y agachando la cabeza con desgano. Con el mayor disimulo que pudo, se colocó adelante del carro, tapando la esquina izquierda de este con su chaqueta de cuero, y metió dentro del carrito una bolsita de gominolas con forma de ositos.
—Cuando te vuelvas un cantante millonario y seas mi sugar daddy, ahí vas a poder elegir qué comida entra a la casa. Pero mientras tanto, oh, ¿quién gana más? Ah, sí. Yo. Mi dinero, mi elección. Y elijo que haremos la maldita dieta.
Martín terminó de acomodar las bolsas de comida chatarra en sus respectivos lugares y se giró hacia su pareja. Soltó un largo suspiro al verlo con las manos escondidas detrás de la espalda y la cabeza gacha, viéndole de reojo con ojitos de cachorro abandonado. Y es que Martín era muy débil a las rabietas de Pedro y a Pedro en general, pero la crisis económica estaba pegando fuerte últimamente en la Argentina. Y el sueldo de ambos no alcanzaba para gastar más de lo necesario.
Eso incluía, reducir los gastos de: a) hobbies (el gimnasio para Martín y las clases de piano para Pedro), b) la cantidad de ropa y artículos de belleza que se compraban al mes (uh, aquí sólo sufría Martín. Pedro aún se sentía cómodo en la vieja chaqueta de cuero que venía usando desde los dieciocho y que a día de hoy todavía seguía diciendo que lo hacía lucir como un “macho depredador”), c) la cantidad de veces que mandaban a arreglar la guitarra (porque Pedro era torpe y algo bruto, y las cuerdas se rompían muy seguido. Aquí, Pedro literalmente lloraba) y, claro, d) la cantidad de gustos que se daban con la comida. Eran menos salidas a comer y más comidas caceras, eran menos asados y menos bolsas de comida chatarra, era buscar las rebajas en el supermercado y correr cada vez que había un descuento especial (Oh dios, Martín casi se murió con el descuento del 50%, literalmente llenó la nevera y la alacena de comida luego de ese día).
Y por eso, aunque le dolía ver la carita de tristeza (fingida, pero efectiva) de Pedro, se acercó a él y le quitó el carrito de las manos, dándole la lista de compras en su lugar.
—No, el carrito lo llevo yo —dijo, mirándole con advertencia.
—Eres malo —acusó Pedro.
—Re malo —Sonrió—. Léeme lo que falta. Leche, huevos, harina y aceite ya agarré… mmh agua agarré un pack de seis porque había promoción y… —murmuró mientras revisaba el carrito. Pedro comenzaba a ponerse nervioso—, y ¿chocolate…? Yo no… —detuvo sus palabras de golpe, lentamente girándose hacia su novio con el chocolate en manos. Pedro se encogió de hombros y le sonrió con nervios y fingida inocencia. Martín simplemente suspiró y dejó el chocolate en el estante junto a los demás antes de continuar caminando con el carrito, saliendo del pasillo de dulces. Pedro le siguió al instante, caminando cerca del carrito para planear su próxima estrategia.  
—¿Podemos al menos llevar coca en vez de agua? De seguro también hay promoción.
—No. La coca engorda y da gases. Eso no se discute. Ahora lee.
El castaño soltó un largo bufido y alzó la hoja de papel para poder leer.
—Un kilo de pan francés, medio kilo de carne de res, queso… —leyo despacio, mirando de reojo cómo Martín se detenía en la sección de lácteos del supermercado. Hizo una mueca de reproche cuando Martín coge el queso dietético pero no dice nada, ya encontrará la forma de colar un queso cheddar y algo de muzzarella—, yogurt, galletas de arroz, tomat- ¡ay no, ¿también yogurt dietético?! —chilló exaltado cuando su novio tomaba unos potecitos de yogurt “Ser”.
—Sí, pero son para mí —aclaró con calma, inclinándose sobre la gran nevera para tomar dos potecitos de flan—. Estos son para vos…
Pedro cerró la boca. Las mejillas se le colorearon de un tenue rosado y desvió la mirada. Se sentía un poco culpable de que, a pesar de estar llevando una dieta restrictiva y de estar preocupado por llegar a fin de mes, Martín también pensaba en complacerlo. Y él pensaba en colocar cosas caras en el carrito a sus espaldas…
Sólo por eso, no va a meter el queso cheddar (que sabía era el más caro) y escondería solamente la muzzarella. Pero su empatía no llegaría más lejos que eso porque su hambre era mayor.
—Sis in glitin, tini que dijar di comir tinti —Pedro repetía las palabras de su pareja en un tono de voz agudo y burlesco (bastante infantil de su parte pero, oh vamos, Pedro nunca había sido maduro)—. Se va a quedar sin culo con tanta dieta y después va a querer comprar vitaminas el menso.
Pedro mascullaba insultos por lo bajo mientras caminaba solito por los pasillos del supermercado, con una canasta de plástico roja en sus manos y el ceño fruncido, mantenía la cabeza gacha y arrastraba los pies con cansancio.
—Andá a la verdulería, Pedro —repitió, con un muy forzado y exagerado acento argentino—. Comprá tomate, lechuga, zanahoria y cebolla que haré ensalada para cenar, Pedro. No escondás golosinas entre las verduras porque las voy a encontrar, Pedro. Y no me mirés así, Pedro. Ya estás grande para estas cosas, Pedro. Si no cambiás esa cara de culo entonces comprá también un pepino grande porque ya no te voy a atender, Pedro.
El mexicano se detuvo de golpe. Su voz gruñona y caprichosa dejó de hacer eco en el pasillo de pastas del gran supermercado. Y es que el supermercado donde estaban era bastante grande y… acababa de perderse. No lo juzguen, no es que tuviera mala memoria o algo así. Era sólo que, cada sábado o lunes que él y Martín iban juntos a hacer las compras (porque las compras se hacían entre los dos o entonces no se hacían), Pedro no prestaba atención de dónde estaba. Era una persona despistada ya de por sí y, además, en el supermercado se quedaba (literalmente) embobado mirando las golosinas y los panes y… toda la comida, en realidad. Y si no estaba mirando la comida entonces estaba mirando cómo Martín leía con el ceño fruncido la tabla nutricional de los paquetes de galletitas y Pedro pensaba que Martín se veía adorable a pesar de sus dietas estúpidas.
Era Martín quien siempre le tomaba de la mano o del brazo y lo guiaba por los pasillos del supermercado. Y, también, era Martín quien conocía esos enormes supermercados a los que solían ir. “Supers grandes, descuentos grandes” solía decir el rubio y al principio Pedro creía que era una broma. Pero jaja, no. No lo era.
El supermercado de esta semana tenía tres pisos y lo único que Pedro sabía era que estaba en el tercero y que la verdulería debería estar también en el tercer piso, sólo que no sabía exactamente dónde…
Pedro alzó la cabeza, dejando de mirar los paquetes de pastas de los estantes y fijándose en lo que había a su derecha. Pasillos largos, estantes más altos que él y que no le permitían ver lo que había del otro lado, baldosas blancas perfectamente limpias y… nadie. No había nadie en ese pasillo y aunque en el fondo parecía haber una salida que daba hacia ¿la carnicería? ¿la pescadería? Pedro no la sabía ni tampoco le importaba saber, no iba a caminar hasta allá para perderse más de lo que ya estaba. Se volteó hacia la izquierda, ahora ya desesperándose un poco, y se encontró con lo mismo: más pasillos vacíos y con estanterías llenas.
El castaño tragó saliva, comenzando a considerar la posibilidad de estar dentro de uno de esos sueños raros donde tocinos gigantes lo perseguían en la oscuridad mientras Pedro corría hacia la única luz del lugar. Solamente para encontrarse con un trono hecho de hamburguesas y, sentado en la cima de este, había un rubio despeinado con lentes y bebiendo un enorme vaso de gaseosa con popote, haciendo un insoportable ruido porque ya se había agotado la bebida dentro pero Alfred seguía insistiendo. Ah ¿no había dicho que era Aldred? Bueno, ahora ya lo saben: Pedro tiene pesadillas con él. “¡Matadlo!” gritaba Alfred con un muy mal acento español y los tocinos acorralaban a Pedro. De la nada un Martín siempre aparecía en el sueño y derrotaba a los tocinos usando su nariz como espada (que en los sueños de Pedro solía ser mucho más larga que en la realidad).
Oh no, esperen. No se suponía que ustedes supieran de las pesadillas bizarras, gays y ridículamente cómicas de Pedro.
Uh. Perdón, Pedro.
—¡Martín! —lloriqueó el mexicano, comenzando a correr desesperado por los pasillos del supermercado. De verdad creía en la posibilidad de estar en una pesadilla, ¡hasta casi podía escuchar los pasos de los tocinos gigantes detrás suyo!—. ¡Martín, ¿dónde estás?! ¡Gordito, vuelve! ¡Prometo comer las almendras…!
Pedro se detuvo, otra vez, cuando llegó a un pasillo en específico y se dio cuenta de que no estaba en una pesadilla y que en realidad estaba en el paraíso.
Neveras llenas y repletas a reventar de cervezas, cerveza, cerveza y solamente cerveza.
—¿Y esta rosa? —balbuceó Pedro, con los ojitos brillando de emoción antes de correr hacia las neveras y literalmente tirar todas las latas dentro de su canasta.
Martín empujó el carrito con algo de dificultad, teniendo que hacer fuerza con sus brazos ya para entonces cansados. Y es que el carrito estaba demasiado lleno, probablemente por la cantidad de paquetes de polenta y lentejas que había metido dentro porque había un descuento muy grande y Martín era débil a los descuentos y a las cosas grandes. Ahí, intentando encontrar el pasillo de las especias  y preguntándose si debería usar un segundo carrito, Martín lloriqueó el ya no ser tan fuerte como cuando iba regularmente al gimnasio.
—Macri gato —maldijo a los segundos después en un murmullo enojado y bajito.
Y casi automáticamente, como si el presidente se hubiera ofendido por el ataque y hubiera querido darle de su propia medicina, los ojos color esmeralda se detuvieron en un producto en específico que estaba sobre un estante y Martín se apresuó en tomarlo en sus manos. Sus ojos literalmente brillaron y una sonrisa tonta y un poco exagerada se formó en sus labios al leer el nombre del producto y su slogan “Porque vos lo vales”. ¡Lo había visto en la publicidad! ¡Era el nuevo producto de Pantenne que hace tanto quería!
—Yo lo valgo —susurró para sí y lentamente alzó la cabeza para revisar que Pedro no estuviera cerca.
Y luego escondió unas cuatro botellitas debajo de las lentejas. Crema de peinar, jabón para prevenir granos, crema para arrugas y crema hidratante para piel seca (porque Martín tiene piel seca pero dios mío, jamás se lo mencionen, por favor).
Sabía que había caído bajo. Regañando a Pedro por querer meter cosas de más en el carrito y él ahí, colando productos de belleza caros porque si no podía mantener su figura al menos quería mantener su pelo y su piel bonitos (que en realidad estaban bonitos así y Pedro se lo decía seguido, pero Martín siempre será Martín).
—¡Gordito! —Escuchó un gritito alegre que lo llamaba y Martín literalmente dio un brinco en su lugar.
—Pedro… —balbuceó, volteándose para recibir a su pareja con una sonrisa nerviosa.
—Ya compré las frutas y verduras de la lista… —anunció el mexicano, caminando hacia Martín con una lentitud sospecha pero que Martín no notó por estar demasiado ocupado en revisar que las lentejas cumplieran su función y que los productos de belleza no se alcanzaran a ver.
Pedro le extendió las bolsas a Martín y éste se apresuró en colocarlas dentro del carrito con nervios. En otro momento (unos diez minutos atrás, probablemente) hubiera revisado que Pedro no haya escondido golosinas entre las bolsas de plástico de la verdulería, pero ya se sentía bastante culpable de lo que había hecho y, aunque sabía con certeza que mínimo una barra de chocolate estaría ahí escondida, no iba a revisar las bolsas y simplemente dejaría a su novio ser feliz.
Y Pedro borró la sonrisa de su rostro y comenzó a sudar. Porque realmente esperaba que Martín revisara las bolsas y por ello había escondido las latas de cerveza en su chaqueta en vez de en las bolsas.
Oh no.
—Amor —le llamó Martín con una sonrisa amable y empleando un tono de voz dulzón y meloso, ese que siempre usaba cuando ambos se acurrucaban en la cama en una noche de invierno y se hacían mimos y se decían “te amo” antes de caer dormidos en los brazos contrarios—, mirá. Tenías razón, sí había promoción para la Coca-Cola, así que uhm… llevé un pack también, serán para vos. Y decidí cambiar las almendras por esto que encontré, mirá, son uhm… —Tomó del carrito un par de paquetes violeta—, son almendras bañadas en chocolate. Supongo que son un intermedio para ambos ¿no? Vos soportarías la almendra y yo el chocolate… Y, eh, te compré un par de papitas picantes, de esas que te gustan…
El rostro de Pedro ardía.
OH NO.
—Martín… —balbuceó.
Martín dejó escapar un largo suspiro y por fin se animó a ver a su novio. Se acercó a él y le tomó de las manos.
—Gordito, ¿hacemos las paces? —Y le sonrió. Le dedicó una de esas sonrisas radiantes y cariñosas, un poco tímidas pero sinceras, esas sonrisas que mataban a Pedro.
OH NoOooOooO.
LA CULPA.
—Oh, Martín —dijo en un susurro bastante bajo y por fin le correspondió al agarre en sus manos—. Lamento haber sido tan egoísta contigo, sé que tú también tienes tus gustos diferentes y no tienes por qué comer lo mismo que yo y…
—Ya no peleemos por estas tonterías ¿dale?
Pedro asintió casi al instante, despacito y sonriéndole también. Y esa sonrisa también mató a Martín, porque las sonrisas de Pedro en público eran nerviosas y disimuladas, pequeñas y temerosas. Pero esta sonrisa era de esas sonrisas dulces y suaves que sólo veía cuando ambos estaban solos y ninguno de los dos sentía ojos ajenos sobre sí.
—Encontraremos la forma para que ambos estemos conformes con la comida —dijo luego.
—Trato.
Martín subió uno de sus brazos y rodeo el brazo de Pedro con éste, comenzando a empujar el carrito con su brazo libre (y con ayuda de su pie, tampoco era tan fuerte). Y ahí Pedro comenzó a ponerse nervioso de nuevo.
—Vamos a la caja, ya agarré todo —le explicó Martín porque sintió los ligeros temblores de su pareja—. No estés nervioso, sé que pusiste algunas golosinas por ahí. Las compraremos también.
No, Martín. No seas tan amable con él que le haces sentir demasiada culpa.
—P-Pero… —murmuraba nervioso mientras era arrastrado a la caja registradora en la cual, para su desgracia, no había cola. Martín detuvo el carrito y comenzó a sacar producto por producto, colocando cada uno en la cinta. La chica con expresión cansada y aburrida que atendía, tomaba cada producto para ver su precio. Y conforme quedaban menos productos en el carrito, Pedro comenzaba a hiperventilar—. Martín, espera, tengo que decirte algo, yo…
—Shh, está bien, bebé —murmuró meloso, aún concentrado en todos los productos que tomaba y colocaba en la caja, para luego agacharse y repetir el proceso. Pensó que quizás eso le serviría de ejercicio suficiente para mantener un poco la fuerza en los brazos—. ¿Por qué no vas poniendo los productos en las bolsas así los llevamos, gordito? Yo me encargo de esto.
Pedro tembló.
—N-No, yo, ah, no creo sea buena idea…
Martín dejó escapar una suave risita y empujó a su novio al otro extremo de la caja. Pedro ni siquiera hizo a tiempo a reaccionar cuando la alarma comenzó a sonar y la chica de la caja alzó la mirada para verle. Pedro levantó ambos brazos asustado, todas las latas de cerveza escondidas en su chaqueta de cuero cayeron al suelo y se desparramó todo el contenido por el suelo.
—¡Iba a pagarlas, lo prometo…! —chilló. La empleada continuó masticando su goma de mascar con calma mientras llamaba a servicio de limpieza para que arreglara todo el desastre que Pedro había dejado.
Pedro miró a su novio. Martín le miraba con expresión seria y monótona, casi sin emociones. De no ser porque sus ojos reflejaban una mezcla aterradora entre decepción y furia y un “Ya vas a ver cuando lleguemos a casa” que Pedro puede jurar que le asustaba menos verlo en ojos de su madre.
—Señor —le llamó la chica, señalando con la cabeza las únicos productos que quedaban en el carrito—, ¿también va a comprar esos?
Pedro arqueó una ceja y estiró su cuello para alcanzar a ver. Martín comenzó a reír nervioso e intentó tapar el carrito con su cuerpo pero Pedro alcanzó a ver los productos de belleza que estaban allí. Ahora los ojos de Martín reflejaban nerviosismo y pena, una pizca de inocencia y arrepentimiento muy probablemente fingidos, y ahora era Pedro quien tenía el enojo en sus ojos chocolate.
Y luego ambos se preguntaban por qué no les sobraba dinero para comprar dildos nuevos.
Pero Pedro había comprado el pepino grande, así que no había nada de qué preocuparse.
EXTRA
Dos meses más tarde. Viernes por la noche. Las calles iluminadas de la capital de Buenos Aires estaban repletas de gritos eufóricos, bocinas ensordecedoras y de bebidas alcohólicas producto de adolescentes y jóvenes adultos que festejaban el comienzo del fin de semana y se encaminaban hacia alguna discoteca o fiesta.
Y por supuesto que Martín y Pedro no estaban entre ese grupo. No porque no disfrutaran de esas fiestas descontroladas en casa de Luciano (y es que esas fiestas siempre se hacían en casa de Luciano porque sí, porque era negro), donde Sebastián era quien conseguía la mariguana, René los alucinógenos caseros (o al menos eso decía que era), Julio y Manuel el alcohol y Daniel los condones. Gregorio traía a los invitados, y Miguel y Francisco traían… animales, nadie sabía por qué pero cuando todos despertaban en la mañana siguiente extrañamente siempre estaban rodeados de llamas o tortugas. Y siempre terminaba de misma forma para Martín y Pedro: alguno de los dos o ambos despertaban en el baño o en la mesa de la cocina con la ropa llena de vómito, o, si optaban por la mariguana en vez del alcohol y por ende no vomitaban, despertaban en una habitación. Los dos desnudos y con dolor de culo.
Pero había un buen motivo por el cual no estaban camino a una fiesta de esa clase. Primero porque esas fiestas se hacían cada dos o tres meses (porque literalmente la casa quedaba destruida y los cuerpos de todos ellos también luego del desastre que armaban), y, segundo, porque Martín y Pedro estaban en el supermercado, realizando las compras semanales.
El supermercado que habían escogido en esa ocasión no era tan grande como a los que normalmente acudían, este era un poco más pequeño a pedido de Pedro. Consistía en un local ubicado entre las tiendas de ropa y farmacias, pintoresco e iluminado, sin estacionamiento y con dos pisos: la planta baja con estantes llenos de paquetes y latas y una gran nevera donde se hallaban los lácteos y la carne, y el segundo piso donde estaban ubicada la verdulería, la pescadería y la panadería junto a unos pocos pasillos con más comida enlatada y botellas. En este último es donde el peculiar par de egocéntricos (uh cada uno a su manera) se encontraban.
Martín sostenía el carrito y Pedro cargaba una canasta. Ambos estaban quietos, parados frente a un estante repleto de bolsas de pasta, debatiéndose qué tipo de fideos llevar para cenar esa noche. En realidad, fingiendo debatirse entre qué fideos llevar, porque ya hace rato habían decidido que esa semana no comerían pasta. ¡Pero no saquen conclusiones precipitadas! Tenían un buen motivo para estar mirando una bolsa de fideos con tan exagerado interés, haciendo una pose pensativa, Martín con una mano en su barbilla y Pedro con ambos brazos sobre su cadera y el entrecejo fruncido por la “concentración”, los dos imbéciles soltando uno que otro “Oh, sí, sí, toda la razón” pronunciado en un tono tan serio que cualquiera que no supiera estaban hablando de fideos creería se trataba de algo importante.
Y el motivo era que estaban esperando a que la abuelita que llevaba bastón y una canasta llena de pan por fin llegara a la escalera eléctrica y se marchase de una vez. Porque la señora era demasiado lenta (al menos demasiado lenta para la pobre y minúscula paciencia que Martín y Pedro podían llegar a tener). Y porque la señora era la única cliente que estaba en el en el segundo piso además de ellos.
Eventualmente la señora llegó. Su bastón dejó de arrastrarse por el suelo y sus zapatos de tacón dejaron de hacer eco por el lugar. Martín y Pedro esperaron unos segundos en silencio hasta ya no ver la cabellera blanca recogida en un rodete.
Y luego Pedro se volteó hacia Martín. Con una sonrisa cómplice  y sus ojos brillando de pura emoción. Martín se volteó hacia él a los pocos segundos después y le devolvió la sonrisa, enseñando los dientes y frunciendo ligeramente el entrecejo con malicia. Los dos mirándose traviesos.
Cualquiera pensaría que estaban a punto de robar algo, o de ponerse a coger en el medio de los pasillos o que comenzarían a traficarse droga. Pero no.
—¡Ahora! —chilló Martín. La risita histérica y ruidosa de Pedro fue lo siguiente que resonó por los pasillos ya vacíos del supermercado.
Y al poco rato la tranquilidad y paz que inundaba el segundo piso del supermercado se vio interrumpida por el molesto ruido de las ruedas del carrito chirriar contra el piso pulido y los metales del carrito chocar entre sí cada vez que cruzaban una baldosa, junto a fuertes carcajadas y gritos dignos de dos niños de cinco años.
Pero no, todo ese alboroto era obra de dos hombres maduros de más de veintiocho años.
Pedro se había metido dentro del carrito. Se había sostenido de los hombros de Martín y había dado un brinco para meterse dentro, había apegado sus rodillas a su pecho y apoyado su culo y sus pies sobre las rejas de metal del carrito. Y Martín, riendo malévolo, había comenzado a empujar este.
—¡Más rápido! —gritó Pedro, con una sonrisa en el rostro.
—¡Agarrá el orégano! —ordenó con la misma emoción que su novio. Dejó escapar una risotada triunfal cuando Pedro logró tomar un paquete de orégano aún con el carrito en movimiento, sin lastimarse la mano ni tirar la estantería abajo—. ¡Esaaaaaaa, buena! —le festejó con euforia, quizás con mucha más euforia que con la que gritaba los goles de su selección.
—¡Te amo! —chilló Pedro, girando un poco la cabeza y viendo a Martín por el rabillo del ojo. Vio cómo la velocidad del carrito disminuía un poco luego de haber pronunciado aquellas dos palabras y cómo el rostro de Martín pasó de ser una expresión exaltada y divertida a una calmada y enternecida, cómo su boca se cerró para formar una sonrisa dulce y boba. Y cómo Martín agachaba un poco la cabeza para verle con ojos reflejando ese eterno amor que más de una vez había confesado sentía por Pedro.
—Te amo, Pedro —le contestó después. Y Pedro suspiró como idiota y se puso bastante colorado.  
Y el carrito se estrelló contra las canastas de pan.
Pd: Pedro se lastimó un poco con el choque del carrito y Martín le puso dos banditas con corazones en su codo y le dio un besito para que sanara<3
Pd2: me gusta mucho la idea de un Martín con lentes, perdón
Escenas literalmente eliminadas:
“Al lado del rubio, estaba Matthew, con una correa en el cuello y mirando enfadado a su hermano quien era el que sostenía la correa. Y junto detrás a Alfred estaba Francis y Arthur discutiendo. “Fallamos como padres”, decía uno y el otro insistía en que aún había solución.”
“…pero luego de que su novio lo arrastró una y otra vez a esos supermercados que tenían tres pisos y estacionamiento, Pedro empezó a tomárselo en serio (y por en serio me refiero a que Pedro le sugirió a su novio aprovechar el estacionamiento para ir al supermercado en su moto y Martín le jaló del pelo como única respuesta).”
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saru034 · 6 years ago
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Prompt 6: Soulmates
Desde ayer he estado intentando postearlo acá y Tumblr no me dejó :c 
Lo tuve que publicar en mis otras redes umu
Nuevamente agradezco a las nenas que me ayudaron a darme ideas uvu Les fallé(?) me fui por lo más clásico(?)
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a-pair-of-iris · 6 years ago
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Más dibujitos del AU!Super poderes
Nuestra versión de Salva al ciudadano: Captura la bandera. Es un ejercicio de entrenamiento, se separan en dos equipos de varios participantes con el objetivo de robar la bandera al contrario. Se requiere estrategia y cooperación para avanzar por el terreno e ir sacando del juego a los contrincantes.
1- Daniel tiene invisibilidad (y campo de fuerza), por lo que es importante encontrarlo rápido. Luciano tiene la capacidad de controlar el aire.
2- Julio es un demonio veloz y, al igual que Martín, disfruta desesperando a la gente. Seby lanza rayos láser por los ojos. 
3- Como dentro del campo el poder de Pancho no es de utilidad, es muy fácil sacarlo y, como hace años Manu tiene prohibido hacer de guardaespaldas, hace mucho tiempo que no llega en juego hasta el final... Pero todo cambió cuando la nación del fuego atacó xP
4- Pedro tiene telequinesis e Itzel es capaz de percibir las emociones de las personas y hasta algunos de sus pensamientos, sobretodo de su hermano. El poder de María es algo así como... Dermo-morfosis (?) cambia la estructura de su piel para asemejar otros materiales. 
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espejoobsidiana · 6 years ago
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Es verano en el desierte de Arizona-Sonora. Unos pajonales marrones y arboles raquíticos se apegan a la sombra de las casas para crecer. Solo las palmeras se paran orgullosas. Le parece absurdo que alguien puede montar una secta apocalíptica allí, cerca del desierto, la mejor prueba de que la vida sigue sin importarle nada.
Día 5 | Fin del Mundo en AO3:  Los norteamericanos siendo un equipo, menciones de sectas apocalipiticas, política reciente y muerte. Menos dark de lo que parece.
Los mexicanos, Canadá, USA y una secta apocaliptica en Arizona
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animeluci-98thpg · 6 years ago
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declaro la temporada mundialista de intento de memes INAGURADA!!!
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sc-chappylandia · 10 years ago
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Si vas a dejarme (Latin Hetalia)
Nombre: Si vas a dejarme. Fandom: Latin Hetalia. Personajes: México N./Argentina/Chile [Juan Pedro/Martín/Manuel]. Mención de ArgChi, BraArg y Argenmex. Fecha: 7 de octubre de 2014.
Pedro no era precisamente el ser más despierto del planeta (como a su hermana Itzel le encantaba recordar) pero si había algo que sabía, perfectamente, es que esta cosa con Martín no iba a durar.
Pedro era distraído, si, incluso tonto, pero no era pendejo (como le encantaba aclarar) y sabía que su pequeña aventura con Martín iba a terminar en cualquier momento que el argentino se hartara y decidiera que cualquier otro podía ocupar su lugar en su cama (porque siempre estaba Luciano disponible para descargar el odio entre las sabanas, y además tenía pretendientes, claro que los tenía, porque a Pedro no se le escapaban las miraditas que se daba con Francis, y no podía más que rodar los ojos cuando lo veía coquetear con María, porque para coquetear con María había que tener agallas, especialmente cuando uno lo hace frente a Catalina), sin embargo, una parte muy adentro de Pedro estaba segura que Martín no iba a dejarlo hasta que consiguiera algo grande.
Y ese “algo grande”, era Manuel González.
Pedro y Manuel eran amigos (amigos cercanos, de esos con los que te puedes ir de borrachera y sabes que a la mañana siguiente aparecerán en la celda de una cárcel contigo, sin poder recordar nada de lo que hicieron la noche anterior), tenían muchas cosas en común, tal vez demasiadas. El gusto por los rubios era al parecer una de ellas.
-¿Te estas cogiendo a Martín?
-¿Vas a decirme porque te interesa?
Manuel mordió su labio inferior, evitando que la mirada de su amigo se clavara en la suya. Desde el inicio de año (o, más bien, desde que un Luciano muy, muy borracho había comentado por ahí de aquella noche en que los 3 se habían puesto borrachos en su habitación con dos botellas de vodka y una de tequila) Manuel no había dejado de hacerle la misma pregunta, y Pedro no había dejado de darle la misma respuesta. Pedro sabía perfectamente (porque no era pendejo) que a Manuel realmente le importaba si Martín se estaba acostando con él (con él y con cualquiera, Pedro no se había olvidado tampoco de la borrachera que Manuel se puso durante su primer año, cuando Julio encontró a Martín y Luciano haciéndolo en el aula de música), pero también sabía que el chileno había tenido algo con Arthur Kirkland (Arthur Kirkland, la principal razón por la que Martín y él se habían acercado en primer lugar) y sinceramente no estaba seguro de si quería contestarle esa pregunta.
Porque Manuel y Pero eran amigos, sí, pero cuando pasas tantas noches junto a una persona comienzas a sentir una especial lealtad hacia ella, y Pedro había pasado demasiadas noches con Martín como para arriesgarse a dejar que le partieran el corazón.
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Manuel estaba completamente seguro de que Pedro y Martín se habían estado cogiendo a sus espaldas (incluso antes de que Luciano abriera la boca y medio instituto se enterara que Martín de hecho lloriquea cuando te lo coges duro, o que si le muerdes el cuello a Pedro se volverá una gelatina maleable en tus brazos), lo único que quería era una confirmación. Y ni siquiera sabía porque quería una confirmación, si la simple idea de esos dos juntos en la cama hacía que su cuerpo hirviera en furia (hacia ambos, hacia Martín por ser un pervertido insaciable y hacia Pedro por prestarse al juego), simplemente sentía que tenía que saberlo.
Por otra parte, controlarse delante de Pedro era cada vez más difícil.
-Solo teni que decirlo, weón, de todos modos ya lo sé.
-Si ya lo sabes ¿Por qué chingados me preguntas?
-Ándate a la chucha, Pedro.
Y Manuel lo odia, porque sabe que Pedro conoce la respuesta (está completamente seguro que alguna vez se lo dijo, en la época en que Martín y Luciano sacaban sus frustraciones con “hate-sex” en cada esquina del instituto, pero como en tantas cosas, jamás hablaron del tema) y sabe que lo único que el mexicano quiere es que lo diga, pero no sabe porque.
-Solo tienes que decírmelo puto, no es como si se lo fuera a decir.
-¿Por qué wea te interesa tanto el argentino culia’o?
-¿Qué quieres que diga? Uno aprende a quererlo.
-Weón de mierda…
Pedro cruzó sus brazos y sonrió, victorioso, y Manuel apretó los puños, sonrojándose en señal de rendición. Ninguno de los dos sabía que pasaría cuando Manuel finalmente decidiera dejar salir sus verdaderos pensamientos alrededor del molesto argentino, pero no había forma de seguirlo ocultado.
Después de todo, después de esa escena de celos de Manuel a mitad de la clase de geografía era solo cuestión de tiempo antes de que las cosas llegarán a su punto final.
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Dos semanas. Solo dos semanas habían pasado del incidente del salón (y de aquella platica de la que Pedro y Manuel jamás volverían a hablar, aunque no pudieran culpar al alcohol esta vez) cuando Pedro vio entrar a Martín en su habitación con la sonrisa más grande que le había visto nunca al argentino. No pudo evitar una sonrisa, así como tampoco pudo evitar el malestar en el pecho al comprobar que, efectivamente, Martín iba a dejarlo por “algo grande”.
Aunque ¿Cómo podría Pedro culpar a Martín por dejarlo por el amor de su vida?
-Me dijo que si pelotudo… ¡Me dijo que si!
-Ya era hora, pendejo.
-¡No sabes Pedrito, no sabes! ¡Se sonrojo y todo! ¡Debiste verlo che, era divino!
-Manuel va a golpearte si te escucha diciéndole mariconadas de esas, no importa lo bien que te lo estés cogiendo.
-¡Tengo que decirle a Lu! ¡Y al Sebas! ¡Y a Daniel! ¡Tengo que…!
-Martín, si no te callas el hocico voy a partirte la madre, te lo advierto.
Pedro sonrió, viendo al argentino sonreír de esa manera tan suya que hacía que más de uno sintiera que le temblaban las piernas. En ese momento, el mexicano no pudo evitar pensar en lo mucho que iba a extrañar que Martín le sonriera así a él solo.
-Che, Pedrito, sobre lo de nosotros…
-Déjalo así.
-Pero che, yo…
-Vete a la verga Tincho, ya te dije que no soy marica ¿No tenías que irle a decir a todo el mundo que andas de novio con el Manuel? Deja de andar chingando.
Martín sonrió, consciente de que Pedro no estaba realmente enojado, y sorpresivamente abrazó a su compañero de cuarto (y de cama, y de sufrimiento, y de muchísimas cosas) por la espalda, mientras enterraba su rostro en el cuello del otro. Martín amaba a Manuel (lo amaba todo, completito, con todas las virtudes y defectos que el chileno tuviera), pero había algo en Pedro que lo atraía de una manera incontrolable (igual que había algo en Luciano que aún lo volvía completamente loco), y estaba seguro de que iba a extrañarlo.
-Voy a extrañarte, pelotudo-susurró, sus labios pegados al cuello de Pedro, saboreando una última vez esa piel- sabés que si no estuviera enamorado de mi flaco no te hubiera dejado escapar, vos sabés ¿no, nene?
-Eso le dijiste al pinche Luciano cuando lo dejaste.
-Y fui sincero cuando se lo dije a Luciano ¿viste? Y soy sincero cuando te lo digo a vos.
-Vete a la mierda, Martín.
-Decime ¿Vas a extrañarme, boludo?
-A huevo que sí, pendejo.
Pedro sintió como Martín depositaba un pequeño beso en su cuello antes de separarse por completo y volver a parlotear sobre su recién estrenada relación con Manuel, antes de salir corriendo de la habitación como el torbellino que Pedro sabía que era. El castaño suspiró pesadamente, ignorando el agujero en su interior para tomar el celular y teclear un rápido mensaje al número guardado bajo el nombre de “Luciano”.
Porque Pedro no era precisamente el ser más despierto del planeta (como a su hermana Itzel le encantaba recordar) pero sabía, perfectamente, que la cosa con Martín no iba a durar. Al igual que sabía, perfectamente, que no sería el único deprimido con la revelación de la nueva pareja. Solo esperaba que la cachaza de Luciano y su tequila fueran suficientes para sacarle de adentro la horrible sensación de abandono que había dejado Martín al marcharse (y que, Pedro estaba seguro, Luciano sentiría con la misma intensidad al enterarse de la noticia).
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