#la roca lisa
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Ezoitz
(...continúa)
No era así como planeaba conocer los canales de La Seda. El barrio de los telares, uno de los primeros núcleos económicos de Asima en el pasado, famoso por sus sedas, sus brocados y sus finísimos rasos. El tiempo y la afluencia de burgueses vividores convirtió paulatinamente los talleres en tabernas, las tabernas en burdeles. Con el tiempo casi cada construcción en el barrio ha llegado a alojar una mancebía de mejor o peor reputación. Las fachadas otrora orgullosas de las sedes gremiales lucen ante ellas faroles de cristal rojo. Al barrio sólo le queda el nombre, La Seda. El nombre y los canales.
Mirando la rica arquitectura de los antiguos talleres y los puentes sobre los canales, Ezoitz entiende perfectamente por qué es uno de los recorridos más habituales de las plechas. Las tranquilas aguas y las bellas vistas suelen atraer a los mercaderes presuntuosos. La profusión de burdeles sin duda también ayuda a cerrar más de un trato. Así es como ella esperaba conocer el barrio. León iba a alquilar una de las barcas jardín. Iban a pasar una tarde encantadora.
-Baja la vista -la voz de Yusuf es suave, melodiosa, pero su tono no deja lugar a réplica-, no podemos arriesgarnos a que te vean.
Ezoitz agacha la cabeza obedientemente y se cala un poco más la amplia capucha que la cubre. Deja de ver las fachadas. Centra su vista en los pies de su acompañante y camina tras él. No era así como planeaba conocer los canales de La Seda, pero así es como han salido las cosas. El plan de La Fortuna, cuando se lo planteó, le pareció una locura, pero llegados a este punto es imposible negar que ha dado el resultado esperado. La joven aprieta los dientes y traga saliva. ¿Acaso el fin no justifica los medios?
Los pies de Yusuf se detienen y Ezoitz frena tras él. Están ante una puerta de madera entreabierta. Sobre ella una ménsula tallada como un sátiro sobresale de la pared. Un buen trabajo de talla en madera, con esmaltes de vivos colores. Sostiene un farol de metal dorado con un millar de cristales rojos al final de su brazo extendido. La luz se proyecta contra el suelo formando un patrón geométrico incluso a la luz del día. Yusuf abre la puerta lo suficiente para dejarla pasar y queda vigilando tras ella. Cuando se cerciora de que nadie los ha visto entrar, cierra a su espalda.
La primera hora de la tarde no es, desde luego, el momento más animado en un lupanar como El Sátiro. Un rápido vistazo revela que Yusuf es el único hombre en la sala. Ezoitz esboza una sonrisa tratando de no dejar que su cara refleje sus verdaderos sentimientos. La mayoría de las muchachas allí no tienen más edad que ella misma, con la excepción de la mujer de unos cuarenta años que descansa tras la barra y la fibrosa matona que afila un puñal recostada en una silla junto a la puerta. Su repaso rápido a las caras confirma lo que temía, esas muchachas están ahí voluntariamente. Charlan y bromean mientras comen. ¿Qué han vivido para elegir esto de forma voluntaria? Una conocida oleada de rechazo recorre las entrañas de Ezoitz. La matrona atrae su mirada de odio. Parece tensa mientras habla con Yusuf. Ambos dirigen miradas hacia el otro extremo de la sala.
Su vista se detiene en el rostro de Kara Dornik. La enana está allí, sentada en un rincón. Tan derecha sobre un taburete que parece haber crecido. Ambas se miran. Kara parece enfadada, no molesta o sorprendida sino sólo enfadada. No hay ira, no hay pasión en su enfado. Es un enfado sobrio, profundo. Es la cara de alguien a quien han metido en este plan sin preguntar. Es la misma cara que había puesto Yusuf horas antes cuando había ido a recogerla en su habitación del taller de Estabio Fuegoscuro. Es la cara que ella misma habría podido poner en varios momentos de los últimos dos días si no supiese controlar su expresión mejor que ellos. Es la cara que parece provocar el plan de La Fortuna.
-Hola -Ezoitz esgrime su mejor sonrisa para la ocasión, algo tímida, algo sumisa, mientras se acerca hacia la enana-. Siento que te hayan metido en esto.
-Korh’t son-kak -gruñe en burnkhar mientras aparta la mirada. Tarda un par de segundos en descongestionar su cara antes de volver a mirarla y relajar la expresión-. Acabemos con esto cuanto antes.
Sin mediar más palabras Kara se dirige hacia una pequeña habitación contigua y baja unas escaleras. Una lámpara de aceite espera a su llegada. La enana lleva suficiente tiempo aquí como para haberse preparado. Si no estaba suficientemente enfadada con participar en esto, el tiempo de espera seguramente haya terminado por agriarle el carácter. Yusuf se despide con un leve ademán de la mano desde lejos cuando Ezoitz baja las escaleras tras su nueva acompañante. Una puerta de metal chirría al revelar ante ellas un pasillo excavado en la húmeda roca caliza. El olor a moho invade la nariz de Ezoitz. El frío se cuela por sus articulaciones. Kara cierra de nuevo la puerta sin encender la linterna. El chirrido acaba en un golpe seco de metal contra metal. La oscuridad es absoluta.
-¿A dónde vamos? -Ezoitz trata de entablar conversación tras unos minutos caminando a ciegas agarrada al hombro de Kara.
-Hasta el final de este túnel.
-¿Puedes encender la luz? -pregunta tímidamente.
Kara para en seco. Ezoitz choca contra ella, es como chocar contra un muro. Tras un leve resoplido de descontento, una chispa prende en la oscuridad. El reconfortante olor del aceite al quemar sirve de anuncio a la luz que viene después. Kara gradúa la lampara para emitir un brillo tenue. Los ojos de Ezoitz tardan unos segundos en acostumbrarse. Están en un cruce de caminos, la tierra y la roca se sustentan con unos contrafuertes de madera que forman una cúpula a tres varas del suelo. Un brasero de hierro preside la estancia, apagado y vacío, maltratado por el tiempo y la humedad.
-¿Hacia dónde vamos? -pregunta Ezoitz tratando de mitigar el mal humor de Kara con su tono.
-¿Qué forkeg sé? -resopla Kara mirando alternativamente los distintos caminos- Como soy burnkhar todo el mundo supone que sé todo lo que pasa bajo tierra.
-La parroquia está al norte -comenta Ezoitz.
-¿Y tú sabes dónde está el norte?
Kara mira fijamente a Ezoitz esperando una respuesta. Su mirada es dura como la roca. La turnalduna mira hacia el suelo y niega con la cabeza. La enana deja salir todo el aire de sus pulmones en un largo suspiro y da un paso hacia ella, entrando en su campo de visión.
-Mira, no estoy enfadada contigo. Sólo estoy enfadada.
Ezoitz se fuerza a sonreír. Más que eso, muestra una sonrisa que parece forzada. Una sonrisa más natural sería más fácil, la tiene más ensayada, pero podría parecer petulante en esta situación. Kara esboza una sonrisa franca en respuesta.
-Yusuf y esa insufrible amiga de Isto me apartaron antes en El León Agazapado -comienza a narrar la enana mientras se decide por un túnel y camina hacia él-. Jeff y yo hemos acabado con Mtomba esta mañana.
» La ciudad está intratable, dije a Jeff que corriese a encontrarse con los demás… Iba a haber un oficio especial a medio día, algo raro había planeado Chielde. No sé -Kara corta su relato, tratando de ordenar sus pensamientos sin dejar de caminar-. El caso es que volví a la taberna y allí estaban sólo León, Yusuf, Laisel y la maldita Fortuna. Es cuando me apartaron y me contaron que todo era mentira, un plan, dicen. Hemos matado a la maldita guardaespaldas de Chielde por una mentira que tramasteis La Fortuna y tú.
-Lo… lo siento -Ezoitz no necesita fingir nada esta vez, está realmente afectada.
Kara hace un gesto con la mano, sin girarse siquiera. Parece como si quitase peso al asunto.
-Lo siento de verdad -añade en el silencio posterior-. La Fortuna ideó el plan, yo llevaba dos días siguiendo a Sura Mtomba y no encontrábamos otra manera de acabar con esto.
-¿Cómo lo hicisteis? -pregunta Kara al fin- El tal Draco, el tipo que iba contigo, juró que Mtomba lo había atacado. León tiene contactos en la ciudad, joder, ellos también la vieron salir del callejón.
Ezoitz trata de ordenar sus pensamientos. ¿Cuánto debería revelar? ¿Hasta qué punto puede sincerarse con Kara? Si la enana supiese la verdad, toda la verdad, ¿sería comprensiva y se pondría de su lado o la miraría como un monstruo? Recuerda el cosquilleo en los dedos, en la mano. La sensación de un fogonazo recorriéndole la columna vertebral; la sensación de doblar la realidad. El brillo del acero inunda su mente, apartando las sensaciones placenteras. Ya sólo recuerda la sangre, caliente y espesa. La carrera por los callejones dejando atrás los gemidos de dolor de Draco. Kara estaría loca si no la mirase como un monstruo.
-Ahí delante hay una puerta -la voz de la enana la saca de sus pensamientos.
Ezoitz trata de contener un suspiro de alivio. Por mucho que se fija no consigue ver nada, está más allá del alcance de la linterna. Una hoja de madera carcomida, de no más de tres codos de altura, se revela a la luz cuando se acercan un poco más, en absoluto silencio. Sin mediar palabra, Kara saca una daga fina de su cinturón y la desliza por el hueco entre el batiente y el cerco buscando concienzudamente. Un sordo chasquido revela que ha encontrado su objetivo. La puerta se cierra por un simple pasador de madera. Una giro brusco de la daga provoca un crujido, el pasador se astilla liberando la hoja y permitiendo el paso, una pequeña pieza cae al suelo, repiqueteando. Kara y Ezoitz se quedan unos instantes más en silencio, tratando de averiguar si alguien más ha podido oír el ruido.
La tensión comienza a disiparse, nadie parece haber notado su presencia. Con cuidado abren la puerta y se deslizan en su interior. Una pequeña bodega, mal provista y peor cuidada les da la bienvenida. No parece en absoluto las catacumbas de una parroquia. Kara deja escapar una maldición en burnkhar entre los dientes. El barullo de una taberna abarrotada se filtra por le hueco de la escalera junto con el olor a guiso y pan recién hecho.
-Al menos voy a averiguar dónde estamos -murmura mientras se dirige con cautela hacia el piso superior.
Ezoitz revisa la puerta, el pasador está completamente roto. Mientras espera arrastra algunas cajas hacia la salida, quizá pueda usarlas para disimular el estropicio durante el tiempo suficiente como para alejarse de allí. Kara vuelve a bajar rápidamente, sin el cuidado ni el silencio con el que había subido.
-“La Roca Lisa” una tabernucha -anuncia la enana.
-Está al oeste del canal, cerca del camino de Carnala -Ezoitz trata de reordenar su mente-, algunos de los seguidores de Chielde pasan por aquí.
-He sobornado al pinche para que se esté callado -Kara se dirige directamente hacia la puerta-. Aún así…
Ezoitz asiente. Cuanto menos tiempo pasen allí menos riesgo correrán. Arrastra las cajas hacia la puerta, tapando en la medida de lo posible el pasador roto. Se alejan de allí a paso raudo y sin cruzar ninguna otra palabra. Apenas han recorrido la mitad del camino de vuelta a la sala del brasero cuando el crujido de la puerta recorre el pasadizo. Las inteligibles palabras de voces lejanas dejan claro que les siguen. El muchacho de la cocina ha tardado poco en dar la voz de alarma.
-Si venimos del oeste, debería ser ese túnel -señala Kara al llegar al cruce. Tiende la lámpara hacia Ezoitz- Cógela y adelántate.
La turnalduna aprieta el paso, alejándose de Kara y de las voces. No ha recorrido apenas cien pasos cuando llegan hasta ella voces de alarma. La enana viene corriendo por el túnel. Un distinguible brillo anaranjado invade el fondo del pasillo. Los gritos de sus perseguidores no dejan lugar a duda, hay fuego. La maniobra de la enana para entorpecerlos es arriesgada al quemar la madera que sustenta los pasadizos, pero resulta efectiva. Continúan avanzando a buen paso hacia el norte. Una sonrisa de satisfacción asoma a los labios de Kara.
Unos pasos más allá, la tierra compactada y los contrafuertes de madera dejan paso a la obra de sillería. Grandes losas de granito cubren el suelo. El pasadizo escavado en el suelo se une a antiguos túneles subterráneos allí donde habían sido abandonados o cegados. La parroquia de San Iramel es una de las edificaciones más antiguas de la ciudad. Anterior a la propia ciudad, en realidad. Esos viejos túneles probablemente la unieron en el pasado con las fortalezas primitivas que custodiaban el paso del río.
Tras avanzar un poco más, una puerta de hierro con barrotes del grosor de un antebrazo deja ver tras ella las criptas. Han llegado a su destino. Ezoitz acerca la linterna mientras Kara examina minuciosamente la cerradura. Es de buena factura pero está vieja y oxidada. La enana maldice por haber dejado sus ganzúas en la posada. Tras valorar algunas opciones decide quitar el asa de alambre de la lámpara y tras enderezarlo con las manos comienza a hurgar en el ojo del cierre.
¡CLANK!
La puerta emite un sonoro crujido metálico. Sus gruesos barrotes vibran y resuenan como una campanada en el silencioso túnel y su sonido se extiende por las catacumbas. El rostro de Kara refleja una mezcla de sorpresa y fastidio cuando se vuelve buscando la mirada de Ezoitz. La enana niega levemente con la cabeza, indicando que a pesar del ruido, la puerta aún no está abierta. Antes de poder volver a intentarlo, un leve brillo al otro lado de la puerta se transforma rápidamente en un torrente de luz acompañado de unos pasos acelerados.
-¿Quién vive? -la hosca voz de Huderto Doscasas resuena en las catacumbas.
Doscasas y Grac Fragnon aparecen por una esquina empuñando una linterna sorda que proyecta un haz de luz por su ojo de buey. La luz ilumina la puerta en el instante justo en que Ezoitz y Kara consiguen esconderse tras unas columnas.
Los dos guardias caminan hasta la puerta, iluminando el túnel y comprobando que aún esté cerrada. Ezoitz contiene la respiración y mira al otro lado del pasillo. Kara está escondida en una de las columnas de la pared contraria, tiene los ojos cerrados y trata de aplanar su voluminosa figura. La luz ilumina uno de los pliegues de su ropa, perfectamente visible. La garganta de la turnalduna se seca, su pulso se dispara. Un golpeteo metálico en la puerta. “Nos han descubierto”.
-Está cerrada, cretino -la voz de Fragnon suena condescendiente.
Doscasas responde con un bufido de descontento y la luz abandona el túnel. El aire arde en la garganta de Ezoitz cuando se permite volver a respirar. Los dos guardianes se alejan de nuevo. Afina el oído hasta oírlos subir por los peldaños de piedra. Sus músculos se relajan de nuevo. Increíblemente no parecen haber visto la ropa de Kara que sobresalía de su escondite. Con suavidad se acerca a la enana y le hace un gesto para que vuelva a intentar abrir la puerta.
Con sumo cuidado, Kara vuelve a introducir su improvisada ganzúa en la cerradura. El proceso parece ahora mucho más fácil. Lo que fuese que hizo el sonido ya no está y la cerradura se abre con un leve chasquido. Se entrecruzan las miradas pero, sin tiempo para celebraciones, ambas oyen los lejanos gritos al fondo del túnel. Sus perseguidores parecen haber salvado el escollo del incendio y vuelven a acercarse.
-Si hacen tanto ruido, nos van a descubrir -Kara golpea con su ancha mano el muslo de Ezoitz a modo de despedida-. Voy a frenarlos antes de que se acerquen.
Ezoitz se queda unos instantes mirando cómo la enana se aleja por el túnel. Nada queda ya del caminar furtivo con el que la había guiado hasta aquí. Un paso rápido, amplio a pesar de sus cortas piernas, de corte marcial. No necesita siquiera desenvainar sus armas para resultar intimidante. Pronto la oscuridad engulle a Kara. Un lejano grito de guerra en burnkhar informa de su encuentro con sus perseguidores. No hay sonido de batalla.
Ezoitz abre la puerta apenas lo necesario para escurrir su cuerpo entre las dos hojas y las vuelve a cerrar con suavidad, evitando hacer ningún ruido. Se quita la amplia túnica de color crudo que la cubría y, conservando sólo la soga que ejercía de cinturón, la deja caer tras los barrotes, a la sombra de la propia puerta. Suspira. Sus ropas son finas y elegantes, fueron un regalo de León, uno de los primeros. Vuelve a suspirar y de un tirón seco rasga su blusa. Metódicamente daña las rodillas de su pantalón, despeina su pelo y se araña codos y manos contra las aristas de las paredes rocosas de la cripta.
No se permite esbozar ni una sola mueca de dolor. Tampoco de asco, miedo o incertidumbre. Su cara es una máscara de porcelana. Cada movimiento, cada pequeño detalle destinado a hacerla parecer una maltratada prisionera es un clavo más en el ataúd en el que ha enterrado su decencia, su relación con la verdad. Está engañando a todo su grupo, a las personas que quiere. Todo por un plan de La Fortuna. Todo por un supuesto bien mayor.
Con movimientos precisos se ata a sí misma las muñecas y los tobillos. El nudo es más que creíble y pasaría sin problemas un examen superficial. Nadie en su sano juicio se ataría a sí mismo, lo que sin duda ayuda a que sea creíble para cualquier observador. Ya atada se revuelca por el suelo un par de veces, tratando de acumular en su pelo, su ropa y la sangre de sus arañazos tanto polvo y tierra como sea posible. No falta detalle. Su aspecto es justo el aspecto que quiere, el aspecto que debe tener.
“Sí falta un detalle” -piensa- “. Si Sura apuñaló al mago para secuestrarte, no te habrías ido voluntariamente con ella”. Ezoitz mira a su alrededor. Siente cómo le palpitan las sienes, la tensión, la mentira, están pudiendo con su máscara. Su más que ensayado autocontrol le ha servido bien en muchas ocasiones, le ha permitido engañar a incautos y tomar ventaja en muchas situaciones. Pero hay algo que no está bien. “Son tu familia” -resuena en su cabeza- “. Estás engañando a tu familia.”
Respira hondo, agacha levemente la cabeza y lentamente suelta el aire. Cierra ambos puños, haciendo una bola de nudillos al final de sus muñecas atadas. Vuelve a coger aire. “Nada de esto está bien”. Suelta todo el aire hasta que sus pulmones quedan totalmente vacíos. No puede permitirse gritar. Con un rápido movimiento dobla sus brazos con todas sus fuerzas. Sus propios nudillos se encuentran con su cara, justo bajo su ojo izquierdo. Oye un chasquido y un dolor punzante irradia desde el lugar en el que ha recibido el golpe, calentando su cara y nublando su mente.
Su cabeza golpea contra el suelo, sumiéndola en las nieblas del aturdimiento. “Mentirosa, te mereces esto y más”. Las lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas.
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El flipbook que necesito
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Tumbada boca abajo en una roca lisa y tibia, tengo un brazo colgando para acariciar los bordes pulidos de la piedra calentada por el sol y sentir sus curvas suaves. Despide un calor, una calidez tan intensa y agradable que me parece como si fuera un cuerpo humano. Es un calor muy intenso, que atraviesa la tela del bañador y se propaga por todo mi cuerpo mientras siento el dolor de los pechos contra la piedra dura y lisa. Un viento salino y húmedo sopla desordenándome el pelo, y en su espesor centellean los destellos azules del mar. El sol penetra en cada uno de mis poros y sacia todas mis fibras famélicas con una inmensa paz dorada. Tendida sobre la roca, con el cuerpo tenso al principio, luego relajado, he sentido que el sol me violaba dulcemente sobre aquel altar y que me llenaba del calor del dios impersonal y colosal de la naturaleza. Cálido y perverso era el cuerpo de mi amor debajo del mío, y el tacto de su carne esculpida era incomparable: ni blando, ni mullido, ni sudoroso, sino seco, duro, suave, limpio y puro. Y yo estaba encima, blanca como el marfil, porque había sido bañada por el mar, lavada, bautizada, purificada, y el sol me había secado dejándome limpia y tersa. Como las algas quebradizas, crispadas e impregnadas de un intenso olor, como las piedras erosionadas, pulidas, redondeadas, limpias, como la brisa acre y salina, así era el cuerpo de mi amado. Bastó este sacrificio orgiástico en el altar de la roca y el sol para que yo resurgiera resplandeciente, limpia, de los siglos de amor, saciada del fuego devorador de su deseo despreocupado y eterno.
Diarios Completos, Sylvia Plath. Alba Editorial, edición por Karen V. Kukil y traducida al español por Elisenda Julibert González1.
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recordemos la manera en que SUPUESTAMENTE falleció Esquilo: un águila que llevaba una tortuga en su pico ve algo brillante en el suelo, lo confunde con una roca y arroja la tortuga para matarla. Dicha roca brillante no era otra cosa que la lisa y brillante cabeza calva de Esquilo. Lo mata del totazo.
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“Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte”
Leonardo da Vinci
Fue un artista, botánico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, anatomista y urbanista florentino del Renacimiento italiano, nacido en abril de 1542.
Frecuentemente descrito como un arquetipo y símbolo del renacimiento, es considerado como uno de los más grandes pintores de todos los tiempos, y probablemente la persona con el mayor numero de talentos que haya existido en la tierra.
Fue descendiente de una rica familia de nobles italianos, fue hijo ilegítimo, su padre, un canciller florentino, dejó embarazada a su madre, una joven de 15 años de familia campesina, de quien se ha sospechado era una esclava del Oriente Medio.
Pasó los primeros cinco años de su vida en casa de su padre en Vinci, en donde fue tratado como un hijo ilegítimo. Su madre se casó cuando Leonardo tenia cinco años y su padre se casó con una joven proveniente de una familia rica de Florencia, la cual al no tener hijos, volcó su afecto en Leonardo, no obstante murió muy joven y su padre se casó 4 veces más procreando 10 hijos y 2 hijas.
El joven Leonardo, era un amante de la naturaleza dibujaba caricaturas y practicaba la escritura especular. Un dia, un amigo le mostró al pintor y escultor italiano Andrea de Verrocchio, unos dibujos y sorprendido por sus extraordinarios dones, lo invitó a trabajar en su taller. Es a Verrocchio a quien se le adjudica, parte de su excelente formación multidisciplinaria, aunque no se le conoce ninguna obra de esa época.
Leonardo también destacó como ingeniero, en 1478 a la edad de 26 años, se ofreció para elevar el baptisterio de San Juan, un edificio religioso en Florencia.
En 1483, Leonardo pinta la obra “La virgen de las rocas”, para la confraternidad de la inmaculada concepción, de cuya obra, surgió un prolongado conflicto legal y de la cual hubo dos versiones de la misma.
Hacia 1490, creó una academia y en 1494 pintó el fresco “La ultima cena”. Para un convento dominico y en uno de sus diarios, realizó uno de sus dibujos mas célebres denominado “El hombre del Vitruvio”.
En 1499 trabajó como arquitecto e ingeniero militar para los venecianos, elaborando sistemas de defensa naval contra los posibles ataques turcos, en donde entre sus inventos destaca una especie de escafandra submarina con una especie de casco rudimentario, así como un sistema de esclusas para proteger la ciudad.
En 1501, obtuvo la aprobación para la elaboración de la obra, “La virgen y el niño con Santa Ana y San Juan Bautista”, obra que causó gran admiración.
En 1505, se dedicó a estudiar el vuelo de los pájaros redactando un códice y dibujos sobre el tema.
Entre 1505 y 1506 trabaja en un pequeño retrato, “La Gioconda”, probablemente el cuadro más famoso de la pintura occidental. La obra representa a Lisa Gherardini, esposa de Francesco de Gioconda, un cuadro muy querido que Leonardo conservó hasta su muerte.
En abril de 1519, Leonardo enfermó, redactó su testamento, pidió recibir la extremaunción, y murió un mes después en mayo de 1519 a la edad de 67 años.
Fuente Wikipedia
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Patear piedras en el camino
Una de las grandes revelaciones de mi vida llegó el día en que aprendí que para patear una roca no debía apuntar precisamente a ella. En esa ocasión me topé por el camino con una piedrita no más grande que mi uña, pero se hallaba sobre una superficie lisa que parecía perfecta para ponerla a rodar. Siendo tan pequeña supe de inmediato que bastaría un puntapié arrastrado al suelo para golpearla; no imaginé que esta acción la enviaría varios metros en línea recta frente a mí. Nunca había conseguido algo así. Quise intentar entonces con una roca más grande. Busqué a los alrededores, la tomé con la mano y la puse con cuidado sobre el camino. El resultado al golpearla fue el mismo, acompañado por una pequeña nube de polvo que se desprendió de ella al impacto. Había descubierto el arte de patear guijarros.
Desde entonces me resulta imposible ignorar una piedra en el camino. No importa si el camino es liso o accidentado, si la roca es grande o pequeña (hasta algún ladrillo he pateado), o si tengo zapatillas o mocasines; tengo que patear. Al hacerlo, a veces, me imagino como una estrella de fútbol o como un gigante que asedia una ciudad él solo; otras veces no imagino nada y prefiero concentrarme en la sensación que el impacto causa en mis pies, como una gota solitaria golpeando un dedo que viaja a toda velocidad. Luego, me gusta observar cómo vuela mi balón improvisado y rebota un par de veces sobre el asfalto antes de detenerse. Y claro, como le sucede a cualquier niño, si tengo la oportunidad haré de ella mi compañera durante un rato, concentrado en hacerla caminar conmigo tanto como sea posible.
Por supuesto, esto tiene alguna que otra consecuencia, como cualquier afición o vicio. Por ejemplo, a nadie debe sorprenderle que todos mis zapatos estén pelados en la punta, o que alguna vez me haya metido en problemas por golpear a alguien sin querer. ¿Cómo podría explicarle al lapidado esa inclinación irresistible por las piedras en el camino? Cosa compleja. Pero no importa. En el momento nada importa, más que el pie y la piedra. Para mí una patada también es forma de meditar.
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MARIA ANUNCIA A JOSÉ A MATERNIDADE DE ISABEL E CONFIA A DEUS A TAREFA DE JUSTIFICAR A SUA.
Dos Evangelhos de Maria Valtorta.
Começa a entardecer, porque as sombras invadem o ambiente de onde viera tanta luz do Paraíso.
Maria, de joelhos junto de sua pequena cama, está rezando com os braços cruzados sobre o peito, e com o rosto inclinado sobre a terra. Está ainda vestida como estava no momento da Anunciação. Tudo está como naquele dia. O ramo florido ainda está no vaso, e os móveis na mesma ordem. Somente a roca e o fuso estão encostados em um canto, a roca com sua estriga de linho, e o fuso com seu alvo fio enrolado.
Maria termina sua oração, e se levanta, com o rosto abrasado, como que em chamas. Sua boca sorri, mas o pranto deixa os seus olhos molhados. Ela pega a candeia e a acente, com a pederneira. Olha se tudo está em ordem em seu pequeno aposento. Acerta a coberta da cama, que tinha saído do lugar. Põe mais água no vaso do ramo florido, e o leva pra fora, a fim de que tome o frescor da noite. Depois torna a entrar. Toma o bordado que está dobrado sobre um móvel da prateleira com o candeeiro e sai, fechando a porta.
...Agora a luz da lareira está projetando-se alegre pela porta aberta, chegando até aqui dentro, e está produzindo uma dança de sombras nas paredes.
Algum tempo depois, Maria volta com um pãozinho escuro e uma tigela de leite quente. Ela se assenta, e vai molhando fatias de pão no leite, e come devagar. Depois, deixando a metada da tigela com leite, entra de novo na cozinha, voltando com as verduras sobre as quais derrama azeite, e as come com pão. Depois bebe o leite. Em seguida, apanha uma maçã e come. É uma ceia de menina.
Maria vai comendo e pensando, e tem algum pensamento que a está fazendo sorrir. Levanta-se, corre o olhar pelas paredes, parecendo querer comunicar a elas um segredo. Mas, de vez em quando, fica séria, quase triste. Contudo, logo em seguida volta o seu sorriso.
Ouve-se bater à porta. Maria se levanta e abre. José entra. Saúdam-se. José se assenta sobre um banco, em frente a Maria, do outro lado da mesa.
José é um belo homem, na plenitude dos seus trinta e cinco anos, quando muito. Seus cabelos castanhos-escuros, e também sua barba da mesma cor, emolduram o seu rosto bastante regular, com dois olhos de um castanho quase preto. Ele tem a fronte espaçosa e lisa, nariz fino levemente aquilino, faces um tanto arredonddas, de cor morena não oliváceas, mas um pouco rosadas no centro. Ele não é muito alto. Mas é robusto e bem feito de corpo.
Antes de sentar-se, tirou o manto que é uma peça inteira (é o primeiro que vejo feito assim), presa à altura da garganta por um alfinete, ou coisa semelhante, e tem um capuz, É de cor marrom clara, e parece ser de tecido impermeável, lã não trabalhada. Parece um daqueles mantos de montanheses, próprio para chuva.
Mas, antes mesmo de sentar-se, ele oferece a Maria dois ovos e um cacho de uvas, um pouco murchas, mas ainda bem conservadas, Ele sorri, dizendo:
- Trouxeram-me estas uvas de Caná. O centurião me deu os ovos, por um trabalho que eu fiz em seu carro. O carro estava com uma roda quebrada, e o carpinteiro dele está doente. Os ovos são frescos. Foram apanhados no ninho. Toma-os. Eles te farão bem.
- Amanhã os tomarei, José. Acabei de comer agora mesmo.
- Mas a uva podes chupar. É boa. Doce como mel. Eu a trouxe com cuidado para não estragá-la. Chupa-as. Eu ainda tenho mais. Eu as trarei amanhã em um cestinho. Esta tarde eu não podia, porque estou vindo diretamente da casa do centurião.
- Então, não ceaste ainda?
- Não, mas não tem importância.
Maria se levanta logo, e vai para a cozinha, e volta com leite, azeitonas e queijo.
- Não tenho outra coisa, ela diz. - Toma um ovo.
José não quer. Os ovos são para ela. Ele come com gosto o seu pão com queijo e bebe o leite, que ainda está morno. Depois aceita uma maçã. E termina a ceia.
Maria pega o seu bordado, depois de ter tirado as louças da mesa, e José a ajuda na cozinha, mesmo quando ela torna a sair, Estou ouvindo como ele se move, indo colocar cada coisa em seu lugar. Depois, atiça de novo o fogo, porque a noite vai ser fria. Quando volta, Maria lhe agradece.
Conversam um com o outro. José conta como passou aquele dia. Fala de seus pequenos sobrinhos. Interessa-se pelos trabalhos de Maria e suas flores. Promete trazer-lhe umas flores muito bonitas que o centurião lhe prometeu.
- São flores que nós não temos por aqui. Trouxeram-lhe de Roma. Ele me prometeu mudas. E, quando a lua for boa, eu as plantarei para ti. Elas têm belas cores e um cheiro muito agradável. Eu as vi no verão passado, pois florescem no verão. Vão te perfumar toda a casa. Depois, quando a lua for boa, podarei as plantas. Logo é tempo para isso.
Maria sorri, e agradece. Ficam os dois em silÊncio. José olha pra a cabeça loira de Maria, que está inclinada para o bordado. É um olhar de amor angelical. Pois, certamente, se um anjo amasse uma mulher com amor de esposo, seria assim que a olharia.
Maria, como alguém que toma uma decisão, põe sobre os joelhos o bordado, e diz:
- José, eu também tenho uma coisa para te dizer: Nunca tenho nada, pois sabes como vivo retirada. Mas hoje tenho para ti uma notícia. Tive notícia de que nossa parenta Isabel, mulher de Zacarias, está para ter um filho...
José arregala os olhos, e diz:
- Naquela idade?
- Naquela idade, responde Maria, sorrindo. - O Senhor tudo pode. E agora quis dar esta alegria à nossa parenta.
- Como ficaste sabendo disso? É notícia certa?
- Veio até aqui um mensageiro. É um que não pode mentir. Eu gostaria de ir à casa de Isabel para ajudá-la e dizer-lhe que me congratulo com ela. Se me deres licensa...
- Maria, tu é a minha esposa, e eu sou o teu servo. Tudo o que fazes é bem feito. Quando gostarias de ir?
- Quanto antes. Mas ficarei fora alguns meses.
- E eu ficarei contando os dias, à tua espera. Vai tranquila. Cuidarei da casa e do pomar Encontrarás na volta as tuas flores tão bonitas, como se tivesse cuidado delas. Só uma coisa... espera. Eu preciso ir, antes da Páscoa, a Jerusalém, comprar alguns objetos para o meu trabalho. Se esperares um ou dois dias, te acompanharei na viagem. Não mais, porque eu preciso voltar logo. Mas, daqui até lá, podemos ir juntos. Eu fico mais tranquilo, quando sei que não está sozinha pelas estradas. Para a tua volta, me mandarás notícia, e irei te buscar.
- És tão bom, José. O Senhor te recompense com as suas bençãos, e mantenha a dor longe de ti. Peço isso sempre a Ele.
Os dois castos esposos sorriem angelicamente um para o outro. Faz-se silêncio por algum tempo.
Depois, José se levanta. Torna a colocar o manto, puxa o capuz sobre a cabeça. Saúda Maria, que também se levanta, e sai.
Maria o fica olhando, enquanto ele caminha, e dá com um suspiro, como de pena. Depois, eleva os olhos para o céu. Certamente, está rezando. Fecha a porta com cuidado. Dobra o bordado. Vai à cozinha. Apaga, ou cobre o fogo. Olha se tudo está em seu lugar. Toma o candeeiro, e sai, fechando a porta. Com a mão faz um anteparo de proteção para a chama do candeeiro, que está tremendo pelo vento frio da noite. Entra no aposento, e vai rezar ainda.
A visão termina assim.
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¿ustedes alguna vez se han sentido como una roca oxidada y lisa en donde el oleaje golpea y golpea sin parar, y por eso le dicen que es la más fuerte de todas y la más valiente, y a la vez protege a todos con el corazón y siempre quiere mantener la calma en la orilla, pero está a una ola más de romperse y dejar el caos reinar? ¿no? ¿alguien?
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Por dentro, me siento emocionalmente desgarrado. En el sentido de estar dividido hasta tal punto que no sabría cómo recomponerme, independiente de lo que suceda ahora en adelante.
Que no es necesariamente algo malo, pero es una situación no me deja estar bien.
Por fuera, parezco una roca poblada de musgo. Lleno de vida, sí. Pero una roca, al fin al cabo, de superficie lisa, dura y que aparenta (y esa es la clave, "aparenta") ser inquebrantable.
Pero las rocas se pueden romper si se lanzan con suficiente fuerza.
Entonces entrelazarán por fin el desgarro interno y el externo, ninguno siendo la causa del otro, pues se articularán, necesitándose mutuamente para abrirse y expresarse.
Y la posibilidad, casi la certeza diría yo, es romperse en mil pedazos. Pero también es una posibilidad, casi una certeza, que surjan mil existencias nuevas.
El mundo es un lugar triste, muchas veces feo.
Pero la vida y su capacidad de emerger en todas partes, hacen que valga la pena.
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El desierto blanco
Nada sabían los cuatro exploradores de lo que ocurriría unas horas más tarde mientras cruzaban aquel vasto desierto blanco. Ya habían abandonado sus vehículos, incapaces estos de avanzar por sobre el terreno engañoso, caminaban pesadamente por aquel yermo para instalar los sensores terrestres y así emprender el viaje de vuelta. Faltaban menos de 500 metros para llegar al destino ubicado en lo más profundo del continente antártico.
Nada sabían, muy lejos, en las ciudades, sobre cómo cambiaría la vida al llegar el día siguiente. Otro domingo había pasado condensando en su tarde tanto fatiga como violencia, tanto placer como duda y miedo, tanto muerte como vida nueva, pero sobre todo una tensión oculta bajo una aparente calma. Tal como algunos han sospechado, existen vectores que unen todos y cada uno de los elementos: los cuerpos celestes, los vientos solares, la materia oscura, el agua, la hierba, el carbono, la sangre, el pulso electromagnético, la sal de una lágrima, y quizás, todas las voluntades.
…
“La tana” Pozzi fue la primera en recuperarse de la caída. Todos sufrieron lesiones considerables, pero de inmediato aplicaron los protocolos correspondientes, y al cabo de casi una hora pudieron ponerse en marcha. Habían caído varios metros, el suelo habría cedido, pero no lo recordaban bien. Hicieron una lámpara de aceite ya que las linternas no respondían, y con ella, pudieron ver que estaban en una cueva de roca suave, como si la hubiera erosionado el agua, con paredes grises y lisas como hueso vivo. Iniciaron el avance con cierta resignación. No tenían motivos para quedarse quietos. Se perdieron entre pasillos y curvas por un lapso que ninguno fue capaz de medir. No había rastros de agua o nieve, de hecho, no hacía frío. Reinaba un silencio absoluto y aunque había gran espacio aéreo, ningún sonido reverberaba.
Una estrella anónima fue la última en aparecer ya bien caída esa madrugada desierta que cubría un pueblo perdido entre rutas. Un perro sin nombre bebía de un charco, un ave nocturna estaba al acecho, florecían libres unos jazmines blancos y, en los rincones profundos, el animal humano también ponía en práctica sus propios ritos. Este paisaje escondido, que ocurría en todo el mundo desfasadamente, estaba salpicado de eventos pequeños, saturados estos de vida y, al parecer, independientes.
…
De un momento a otro los muros se abrieron y ya no necesitaron la lámpara. La estancia tenía luz propia. Sin dudas no era un lugar formado por el azar natural, pero tampoco era obra de ingeniería humana. Se adentraron torpemente, con duda y temor en cada paso. El suelo podía subir o bajar con ondulaciones y distintas formas, había estructuras que llegaban hasta alturas incómodas y en cualquier lugar podía aparecer un quiebre abrupto por el cuál caer al olvido. Todo el espacio estaba ocupado por una interminable circuitería que no podían descifrar. No sabían aún que estaban frente a los huesos mismos del origen terrestre: quizás el cuarto de herramientas que un dios (así comprendemos lo inconmensurable) había dejado luego de construir un titán celeste. Hernandez, apodado “el jefe”, llevaba una venda pues se había lastimado los ojos. No pudo evitar tropezar y caer apoyando las manos sobre un objeto sensible. Era una esfera que parecía respirar, cimbraba con lentitud, era del todo impoluta pero oscura e insondable. Inmediatamente los otros lo ayudaron y al hacerlo se unieron a este circuito hasta entonces cerrado. La esfera se detuvo en seco. El lugar entero reaccionó como si se tratase de las entrañas de una criatura viva. Cuando ese proceso terminó supieron que ellos también se habían transformado.
…
Lentamente el mundo amaneció, cada parte a su respectivo tiempo, descubriendo que ya no era el mismo. Donde estuviera lloviendo, el agua se detuvo. Donde corriera un río, éste se halló seco. Toda nieve en una cordillera, monte o montaña, pasó a ser permanente e inalterable. Algunos días más tarde la experiencia de mirar las nubes se volvería inquietante: las que antes eran una reserva de humedad presente, serían ahora un adorno lejano, más bien el recordatorio de una jaula invisible en las que todos luchaban para sobrevivir. FIN
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ARA DEL BOSQUE, SEPTIEMBRE
¡El lustre de tus apesgados mantos de hojarasca! ¡Fragancia de muerte y cambio! Si es sólo la vida ahora, viviré la hora hasta el golpe fatal agazapada con el sapo rucio, mi desproporcionada talla humana de tanta consideración como una rama caída:
no a lo alto, buscando un cielo oculto por las frondas: miraré debajo al paraíso.
¡Tus jardines de musgo, las profundas constelaciones de verde, la estriada roca pilosa de esmeralda, leyendada de liquen de oro, de carmesí! ¡Tus lisas bellotas insertas en ásperas y netas cúpulas! ¡Tus negras cornucopias!
*
FOREST ALTAR, SEPTEMBER
The gleam of thy drenched floors of leaf-layers! Fragrance of death and change! If there is only now to live, I’ll live the hour till doomstroke crouched with the russet toad, my huge human size no more account than a bough fallen:
not upward, searching for branch-hidden sky: I'll look down into paradise.
Thy moss gardens, the deep constellations of green, the striate rock furred with emerald, inscribed with gold lichen, with scarlet! Thy smooth acorns in roughsurfaced precise cups! Thy black horns of plenty!
Denise Levertov
di-versión©ochoislas
#Denise Levertov#literatura estadounidense#poesía contemporánea#asimilación#otoño#transformación#fecundidad#descenso#di-versiones©ochoislas
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Extraño video de Gustavo CERATI queriendo que LISA mandara un BESO para felicitar el 15 cumpleaños de una tal MARIA..y hace BURLA y dice que NO ..y a GUSTAVO se le queda una CARA de VERGUENZA jaja
Por cierto..ese 10 de noviembre de 2002 corri la reveladora BEHOBIA_ SAN SEBASTIAN que organiza club deportivo FORTUNA y ahí amanecí día de mi último cumpleaños [HOTEL CONVENTO ZENITH SAN MARTIN cuya recepción es una Capilla con la VIRGEN camino de SAN JUAN DE LUZ y BIARRITZ donde subí al promontorio de su VIRGEN DE LA ROCA posandose un BUHO REAL en su cabeza]
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Están listos para más aventuras épicas… “Fraggle Rock: El Regreso · Temporada 2”
Tras grandes cambios que afectan a la Roca, los Fraggles, Doozers y Gorgs, deberán enfrentar su pasado y celebrar su interdependencia mientras atraviesan juntos distintos desafíos con esperanza, locuras y canciones nuevas, sin dejar de bailar para olvidar sus preocupaciones.
Estreno: 29 de marzo de 2024 en Apple TV+.
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La segunda temporada está producida por Chris Plourde y coproducida por Tim O’Brien. La producción ejecutiva corre a cargo de Lisa Henson, Halle Stanford, John Tartaglia, Matt Fusfeld y Alex Cuthbertson.
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Ginevra de’ Benci
Año: Pintado por Vinci en 1474
Tamaño: 38.2 x 36.7 cm
Ubicación actual: The National Gallery of Art, Washington, DC
Mona Lisa
Año: Pintado por Vinci en 1503-1507
Tamaño: 77 × 53 cm
Ubicación actual: El Museo del Louvre, París.
La Adoración de los Magos
Año: Pintado por Vinci en 1481-82
Tamaño: 246 x 243 cm
Ubicación actual: Los Uffizi, Florencia
Se utilizan ocre amarillo y tinta marrón en el panel
Dama con armiño
Año: Pintado por Vinci en 1483-90
Tamaño: 53.4 x 39.3 cm
Ubicación actual: Museo Czartoryski, Cracovia
Madonna Litta
Año: Pintado por Vinci en 1490-91
Tamaño: 42 x 33 cm
Ubicación actual: El Hermitage, San Petersburgo
La Última Cena
Año: Pintado por Vinci en 1498
Tamaño: 460 x 880 cm
Ubicación actual: El Convento de Santa Maria delle Grazie (Refectorio), Milán
La Virgen de las Rocas
Año: Pintado por Vinci en 1503-06
Tamaño: 189.5 x 120 cm
Ubicación actual: The National Gallery, Londres
Estas son solo algunas de las pinturas más famosas de Leonardo da Vinci. Su obra es vasta y ha dejado una huella imborrable en la historia del arte.
(vía Famous paintings of Leonardo Da Vinci | World's Amazing News, Facts,Photos, Funny Pictures, Stories)
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“Los hombres geniales empiezan grandes obras, los hombres trabajadores las terminan”
Leonardo da Vinci
Fue un artista, botánico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, anatomista y urbanista florentino del Renacimiento italiano, nacido en abril de 1542,.
Frecuentemente descrito como un arquetipo y símbolo del renacimiento, es considerado como uno de los mas grandes pintores de todos los tiempos, y probablemente la persona con el mayor numero de talentos que haya existido en la tierra.
Fue descendiente de una rica familia de nobles italianos, fue hijo ilegitimo, su padre, un canciller florentino, dejó embarazada a su madre, una joven de 15 años de familia campesina, de quien se ha sospechado era una esclava del Oriente Medio.
Pasó los primeros cinco años de su vida en casa de su padre en Vinci, en donde fue tratado como un hijo ilegítimo. Su madre se casó cuando Leonardo tenia cinco años y su padre se casó con una joven proveniente de una familia rica de Florencia, la cual al no tener hijos, volcó su afecto en Leonardo, no obstante murió muy joven y su padre se caso 4 veces mas procreando 10 hijos y 2 hijas mas.
El joven Leonardo, era un amante de la naturaleza dibujaba caricaturas y practicaba la escritura especular. Un dia, un amigo le mostró al pintor y escultor italiano Andrea de Verrocchio, unos dibujos y sorprendido por sus extraordinarios dones, lo invitó a trabajar en su taller. Es a Verrocchio a quien se le adjudica, parte de su excelente formación multidisciplinaria, aunque no se le conoce ninguna obra de esa época.
Leonardo también destacó como ingeniero, en 1478 a la edad de 26 años, se ofreció para elevar el baptisterio de San Juan, un edificio religioso en Florencia.
En 1483, Leonardo pinta la obra “La virgen de las rocas”, para la confraternidad de la inmaculada concepción, de cuya obra, surgió un prolongado conflicto legal y de la cual hubo dos versiones de la misma.
Hacia 1490, creó una academia y en 1494 pintó el fresco “La ultima cena”. Para un convento dominico y en uno de sus diarios, realizó uno de sus dibujos mas célebres denominado “El hombre del Vitruvio”.
En 1499 trabajó como arquitecto e ingeniero militar para los venecianos, elaborando sistemas de defensa naval contra los posibles ataques turcos, en donde entre sus inventos destaca una especie de escafandra submarina con una especie de casco rudimentario, así como un sistema de esclusas para proteger la ciudad.
En 1501, obtuvo la aprobación para la elaboración de la obra, “La virgen y el niño con Santa Ana y San Juan Bautista”, obra que causó gran admiración.
En 1505, se dedicó a estudiar el vuelo de los pájaros redactando un códice y dibujos sobre el tema.
Entre 1505 y 1506 trabaja en un pequeño retrato, “La Gioconda”, probablemente el cuadro mas famoso de la pintura occidental, La obra representa a Lisa Gherardini, esposa de Francesco de Giocondo, un cuadro muy querido que Leonardo conservó hasta su muerte.
En abril de 1519, Leonardo enfermó, redactó su testamento, pidió recibir la extremaunción, y murió un mes después en mayo de 1519 a la edad de 67 años.
Fuente: Wikipedia
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HIJOS DEL DIOS DEL INFRAMUNDO Y LOS MUERTOS
Hijos de Hades
SOBRE ELLOS:
Hay muy pocos hijos de Hades, los tres grandes raramente tienen descendientes.
Son personas calladas, introvertidas y misteriosas. Pero si te ganas su confianza serán compañeros leales. Pueden resultar explosivos e impulsivos a veces, sobretodo si algo se opone a sus deseos. Les gusta estar constantemente en movimiento y no se sienten cómodos en el campamento mayoritariamente; algunos acaban codeándose mas con muertos que con los vivos. Su defecto fatídico mas usual es el rencor desmedido. No se llevan muy bien con los hijos de Zeus. Suelen recibir mucha presión por parte de su padre.
PODERES:
Geokinesis:
Control sobre la tierra y piedras. Pueden levantar escudos o paredes de roca.
Nigromancia:
El poder de alzar a los muertos y controlarlos, también puede dormirles. (Requiere mucha concentración y gasto de energía)
Sentir la muerte:
Capacidad de sentir cuando cualquier semidiós, criatura o mortal muere o esta al borde de la muerte.
Viajes Sombra:
Capacidad de trasportarse entre las sombras, convertirse en una de ellas y así viajar. (Requiere mucha concentración y gasto de energía)
Contacto con los fantasmas:
Capacidad de tocar a los fantasmas, también poder callaros con solo colocar el dedo en sus labios en señal de silencio.
ELEMENTOS ASOCIADOS:
Armas:
Los hijos de Hades prefieren batallar usando sus poderes, no son muy buenos con las armas, pero si deben usarlas tienden a utilizar espadas, son buenos en ataques lejanos y ofensivos.
Animales:
Los hijos de Hades no tienen gran afinidad con los animales, debido a que su padre ni siquiera tiene un animal representativo propio.
Cabaña:
La cabaña numero 13 esta construida con lisas paredes de obsidiana sólida, una calavera cuelga sobre la puerta y tanto dentro como fuera antorchas brillan con una luz verdosa en sus soportes. Dentro hay un par de mullidas camas con sabanas negras y ventanas pequeñas, esta diseñada para pocos campistas
EXTRAS:
✠ Son los únicos capaces de ir y volver al inframundo sin ningún inconveniente.
✠ Los espíritus suelen buscarles
✠ Tienen una visión privilegiada en la oscuridad, ven a la perfección con casi nula luminosidad, no ven en la oscuridad absoluta y total pues necesitan aunque sea un poco de luz.
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