#la reina de la brasa
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miroverd · 2 years ago
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Libros leídos en 2022
1. Anhelo - Saga Crave - Traccy Wolf
2. Furia - Saga Crave - Traccy Wolf
3. Ansia - Saga Crave - Traccy Wolf
4. La vida invisible de Addie Larue - V. E. Schwab
5. El arte de la guerra - Sun Tzu
6. El príncipe de la niebla - Carlos Ruiz Zafón
7. El dia que dejó de nevar en Alaska - Alice Kellen
8. Nosotros en la luna - Alice Kellen
9. It happened one summer - Tessa Bailey
10. Rey malvado - Saga Los habitantes del aire - Holly Black
11. Reina de nada - Saga Los habitantes del aire - Holly Black
12. Utopia - Tomás Moro
13. Una corte de rosas y espinas - ACOTAR saga - Sarah J. Maas
14. Una corte de niebla y furia - ACOTAR saga - Sarah J. Maas
15. Una corte de alas y ruinas - ACOTAR saga - Sarah J. Maas
16. Una corte de hielo y estrellas - ACOTAR saga - Sarah J. Maas
17. Una corte de llamas plateadas - ACOTAR saga - Sarah J. Maas
18. Una habitación propia - Virginia Woolf
19. Matar un reino - Alexandra Christo
20. Ciudad medialuna - Sara J. Maas
21. Ciudad medialuna 2 - Sara J. Maas
22. A Touch of Darkness - Scarlett St. Clair
23. De sangre y cenizas - Jennifer L. Armentrout
24. De carne y fuego - Jennifer L. Armentrout
25. Asesino de brujas - Vol 1. La Bruja Blanca - Shelby Mahurin
26. Una corona de huesos dorados - Jennifer L. Armentrout
27. Una sombra en las brasas - Jennifer L. Armentrout
28. La guerra de las dos reinas - Jennifee L. Armentrout
29. Peter Pan - J.M. Barrie
30. La hipótesis del amor - Ali Hazelwood
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ochoislas · 1 month ago
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LA AGONIA DE GLORIANA
Nadie me contradiga. Yaceré en el suelo. Hasta aquí desde el trono, montura, o balcón, miré debajo a cuantos en alto miraban. Esa arena corrió. Ya la ampolleta invierto, y ordeno en adelante una abatida honra, dócil e inadvertida como hojas de otoño, que acolche el desvelado estudio al que me obligo, cual es considerar mi reino desde abajo. ¡Qué altos son mis siervos! Como casta de árboles sobre mí cabecean, suspiran, rumoran; remotos astros lucen sus celosos ojos. Aún a los hermosos de buen cuerpo aprecio: no hay reina con mejores mástiles medrando en sus bosques, ni cuyos súbditos envainen en su lealtad más fieras y tercas almas. Ni hubo virgen mejor servida que fui yo. ¡Déjame estar, mujer! Que no he de consentir verme rendida a un lecho. ¿Suponéis quizá que quien bajo intemperies cabalgó, danzó cargada con caudal de alhajas, toleró sentada en dura piedra discursos y prédicas, por dormir en el suelo sufrirá algún mal? No que duerma. Si en eso tuviera mi mente, bien bastara una cama. Pero estoy aquí para un profundo examen y contemplación, y así cómo Perséfone, y la roja zorra, buscan bajo la tierra agudeza de ingenio, descendí de mi estrado para ver si aprendo nueva traza entre vuestros pies, y, como el indio yace con todo el cuerpo atento sobre tierra, así yazgo esperando la repercusión de cuanto es por venir o inminente peligro. ¿Rezando está el obispo? Dejadlo que siga. Sus cansadas rodillas la fe las alivie. ¡El ruin aflige al Cielo con noticias mías! Sí… deposuit superbos. ¿Mas que mano fue la que me ha derribado aquí si no la mía…? Ni flaqueza del ánimo ni de los miembros, ni dislate o temor, vejez ni perlesía, me han quebrado. Si aquí yazgo, es por mi arbitrio, por la curiosidad de una reina sólo. Puedo afirmar que en toda Inglaterra no se halla quien más íntimo yazga que yo de la tierra. No de cierto el traidor cautivo en su prisión, donde la escasa paja esquiva el fatal peso de sus cadenas; ni el zagalejo encogido de frío que debajo del majuelo duerme; ni el campesino mozo que yace estirado, socarrando su libro ante las muertas brasas.
*
GLORIANA DYING
None shall gainsay me. I will lie on the floor. Hitherto from horseback, throne, balcony, I have looked down upon your looking up. Those sands are run. Now I reverse the glass And bid henceforth your homage downward, falling Obedient and unheeded as leaves in autumn To quilt the wakeful study I must make Examining my kingdom from below. How tall my people are! Like a race of trees They sway, sigh, nod heads, rustle above me, And their attentive eyes are distant as starshine. I have still cherished the handsome and well-made: No queen has better masts within her forests Growing, nor prouder and more restive minds Scabbarded in the loyalty of subjects; No virgin has had better worship than I. No, no! Leave me alone, woman! I will not Be put into a bed. Do you suppose That I who’ve ridden through all weathers, danced Under a treasury’s weight of jewels, sat Myself to stone through sermons and addresses, Shall come to harm by sleeping on a floor? Not that I sleep. A bed were good enough If that were in my mind. But I am here For a deep study and contemplation, And as Persephone, and the red vixen, Go underground to sharpen their wits, I have left my dais to learn a new policy Through watching of your feet, and as the Indian Lays all his listening body along the earth I lie in wait for the reverberation Of things to come and dangers threatening. Is that the Bishop praying? Let him pray on. If his knees tire his faith can cushion them. How the poor man grieves Heaven with news of me! Deposuit superbos. But no hand Other than my own has put me down — Not feebleness enforced on brain or limb, Not fear, misgiving, fantasy, age, palsy, Has felled me. I lie here by my own will, And by the curiosity of a queen I dare say there is not in all England One who lies closer to the ground than I. Not the traitor in the condemned hold Whose few straws edge away from under his weight Of ironed fatality; not the shepherd Huddled for cold under the hawthorn bush, Nor the long, dreaming country lad who lies Scorching his book before the dying brand.
Sylvia Townsend Warner
di-versión©ochoislas
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longtermgoal · 3 months ago
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prêt-à-porter
Or takeaway
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Tobias 5: Al buscar a un compañero encuentra a un ángel
Tobias 7: Así se casan los hijos de Dios
Tobias 8: Cuando se hubo terminado la cena hablaron de ir a acostarse. Llevaron al joven desde el comedor al dormitorio. Tobias se acordó de los consejos de Rafael; tomó su bolso, sacó de él el corazón y el hígado del pescado y lo puso sobre las brasas del pebetero. El demonio salió huyendo intoxicado a través del aire hasta arrivar a las mesetas de Egipto. Rafael lo persiguió, lo capturó y enseguida lo amarró.
Entonces digo yo apocrifamente, como todas las consideraciones antiguas y presentes:
Cada uno flashea cualquiera Cada cual sostiene su bandera No es para amarrarla sino para que circule, para que otr@ sepa también cuánto es que pesa
A mí no me importa si tú espada no me quiebra
La lanza, el basto y la piedra me acarician y respetan
(cabe destacar ya nos conocemos somos viej@s amig@s tod@s)
Los vuelvo humo, los descarto, me priorizo, levanto y continúo con mi festa
Yo estoy como una zebra
Rayada hasta la médula
Se me cuela entre las venas
Soy fantasma/Soy valkirya/Soy La Santa Canoera
No insistas
No me perjudica
Tengo limadas las tazas
llego en pezuñas
Tengo las manos de cera
Nunca tunning nunca tuerca menos twerking
Mucho menos que menos T E L A S
Si estoy en ruinas
Me erijo de un chispazo como torre entre las piedras
Como el chau de un buen portazo
Acaricio tu alunada esfera
Pero antes te convido:
La piel del Durazno
La de naranja
La del gato
La del trébol
La del Gigante y el completo Abasto
En un hueco, en un mate
En un verdeo de árbol amargo
Soy la pura
La curtida
La que mira y adoctrina
La que canta La que irradia La escondida La tilinguita
La tatenga
La que no tiene guita y sin embargo te la brinda
Me dijeron cheta. Me susurraron soberbia. A veces me dicen reina. Otras bombona. Otras yegua.
Todos coinciden en I N T E N S A
Como un buen oliva. Como un buen café y un chocolate. Light y suave no existen en el 70/30
La manguera
La que riega
La que nutre tu debilitada manera
El sapito y la mojarra
La que moja y la que araña
La que ame completa tu espalda
🌹
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corazondelsol-fanficateez · 4 months ago
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5 - Aún hay luz
El sonido suave del viento susurrando entre los árboles despertó a YeoSang. Su mente, aún nublada por la fiebre y el agotamiento, trataba de procesar su entorno. Se encontraba en una cabaña de madera, la luz del amanecer se filtraba a través de las ventanas, proyectando sombras danzantes sobre las paredes. La última vez que estuvo consciente, había estado en su habitación en el castillo, confinado y enfermo.
Se incorporó lentamente, sintiendo el dolor en cada uno de sus músculos. Una tos seca escapó de su garganta, recordándole la gravedad de su enfermedad. Su vista se aclaró lo suficiente para ver a dos figuras cerca de la chimenea. YunHo, su leal guardia, estaba de pie con los brazos cruzados, mirándolo con preocupación. A su lado, otra figura estaba arrodillada frente a la chimenea, preparando algo en una humeante olla sobre las brasas. YunHo se acercó rápidamente, una expresión de alivio en su rostro al ver que el príncipe estaba despierto.
-¿Dónde...? - YeoSang intentó hablar, pero su voz era apenas un susurro.
-Estás a salvo - le dijo con suavidad-. Estamos en una cabaña en el bosque. Con WooYoung hemos estado cuidándote.
-¿WooYoung?
El chico en la chimenea se giró, sonriendo cálidamente mientras se acercaba con una taza de té de hierbas.
-Bebe esto, te ayudará a recuperarte- dijo, ofreciéndole la taza.
YeoSang tomó la taza con manos temblorosas y bebió el líquido caliente, sin quitar la vista de WooYoung, sintiendo el amargor de la bebida tan real.
-¿Es un sueño también?- le preguntó a WooYoung.
-No, esta vez no. Soy real- respondió con una amplia sonrisa, tomando su mano y llevándola hacia su rostro para que YeoSang lo toque, acarició su afilada mandíbula y su cabello, atado en miles de finas trenzas.
La presencia de WooYoung y YunHo, su preocupación y dedicación, le dieron alivio y realidad a sus extraños sueños y pesadillas. De hecho, aún no sabía qué era real o no.
-¿Cómo llegamos aquí? - preguntó YeoSang, su voz más fuerte esta vez.
YunHo y WooYoung intercambiaron una mirada antes de que YunHo respondiera.
-La situación en el castillo se volvió insostenible. La enfermedad se propagó puertas adentro rápidamente, era inevitable que termines como ellos también. Decidí contactar a WooYoung- su voz se quebró ligeramente, mostrando la tensión y el miedo que había sentido-. No podía permitirme perderlo, Príncipe.
-Fue una decisión arriesgada, pero necesaria- añadió WooYoung-. Se están armando grupos rebeldes que atacarán las tierras reales. Quizás el castillo que conocías sea tomado por esos grupos, por otros Reyes tal vez, ya ha sido en parte saqueado por la misma corte- explicó-. Aquí, lejos del castillo, podemos cuidarte mejor y combatir la Sombra Oscura. No te faltará nada, Principito.
Mientras YeoSang asimilaba la información, su mente volvía al castillo y al reino. Recordaba las noticias fragmentadas de la propagación de la "Sombra Oscura", cómo las aldeas cercanas habían sido diezmadas y cómo la enfermedad había alcanzado las puertas del castillo. Se estremeció al recordar a su padre, el Rey, y a su madre, la Reina, confinados también en aquella habitación, sin ayuda de nadie.
-Mis padres... ¿cómo están? - preguntó con voz temblorosa.
YunHo y WooYoung intercambiaron otra mirada, esta vez más sombría. YunHo se arrodilló junto a la cama, tomando la mano del Príncipe.
-Lo siento- dijo con voz suave pero firme—. El Rey y la Reina no lograron sobrevivir. La enfermedad los consumió.
YeoSang sintió como si el mundo se derrumbara a su alrededor. Un dolor profundo y agudo atravesó su corazón. Sus padres, los pilares de su vida, se habían ido. Cerró los ojos, permitiéndose unos momentos de duelo.
El silencio en la cabaña se hizo denso, pesado. YeoSang se llevó una mano al pecho, tratando de contener el dolor que lo invadía mientras el aire se escapaba de sus pulmones, siendo difícil y doloroso volver a recuperarlo. Se sentía como si una parte de él hubiera sido arrancada, dejándolo vacío y desorientado. Recordó los momentos con su padre, las enseñanzas, los consejos y la presencia firme y reconfortante de su madre cuando era niño. La última escena con ella volvieron a su mente, recordando sus palabras que se clavaron como dagas en su ya herido corazón.
-Tómate tu tiempo para llorar, Principito - dijo en voz baja WooYoung-. Es necesario permitirte sentir esta pérdida.
YeoSang asintió, dejando que las lágrimas cayeran libremente. La tristeza era abrumadora, pero junto a ella, sentía una chispa de ira y una creciente determinación y sentimiento de poder.
Ahora era el Rey. Enfermo, perdido en el bosque, sin pueblo, pero Rey al fin. No podía dejarse vencer por la tristeza ni dejar que la enfermedad le arrebatara todo. Tenía que ser fuerte, no solo por él, sino por todo el reino, o lo que quede de lo que era su reino, y lo que quede de su cuerpo, mente y espíritu. Su pueblo necesitaba un líder, ahora más que nunca. Y él debía ser ese líder.
Pero no hoy. Hoy necesitaba descansar. 
Su visión explotaba en lucesitas de colores con el resplandor del sol. Le devolvió la taza que aún sostenía en sus manos a alguien, no sabía a quién, ya no lo recordaba, pero esa persona lo tomó y lo acunó en sus brazos, sonriéndole cálidamente, acariciando su cabello, no entendía sus palabras, pero eran reconfortantes. Se sentía cuidado y protegido, y sabía que podía dormir sin preocupaciones, que se habían ido lejos, muy lejos de su cabeza. No había dolor físico ni emocional. Sólo paz y silencio, a excepción del suave viento. YeoSang miró hacia la ventana. Afuera, los árboles bailaban una dulce danza para él.
-Va a estar todo bien, ¿verdad?- preguntó una voz, hasta que se dio cuenta que era su propia garganta la que había expulsado los sonidos.
-Si, va a estar todo bien- respondió alguien.
Con el paso de los días, WooYoung y YunHo continuaron cuidando a YeoSang con dedicación incansable. WooYoung preparaba brebajes y ungüentos a base de hierbas, mientras que YunHo se aseguraba de que el príncipe estuviera cómodo y seguro. YeoSang, aunque aún débil, sentía su energía regresar poco a poco. La fiebre disminuía y las manchas oscuras en su piel se desvanecían lentamente.
A medida que YeoSang se recuperaba, WooYoung y YunHo le contaban sobre la situación en el reino. El Príncipe habia descubierto que WooYoung tenía informantes que venían a la cabaña, así que los esperaba en el sofá que se apoyaba justo debajo de la ventana de los árboles danzantes, como le gustaba llamarla. Esa mañana no fue la excepción, y un encapuchado a caballo entregó una nota a WooYoung, que estaba cortando maderas, o eso creía YeoSang por el sonido. Aún no le dejaban salir al exterior, porque hacía frío y porque alguien de no confiar podría verlo. Debían ser cuidadosos.
YeoSang se irguió atento cuando WooYoung entró con el papel, abriéndolo y leyéndolo rápidamente con expresión sombría antes de tirarlo al fuego de la chimenea.
-Tomaron el castillo, de nuevo.
Era la segunda vez que en menos de diez días que el castillo había sido tomado por grupos rebeldes que se autoproclamaban reyes. Los grupos eran tan pequeños, que YeoSang estaba seguro que aún había fieles a la Realeza, a él, y terminaban destruyéndolos.
La cabaña en el bosque, aunque sencilla, se había convertido en un refugio seguro y un lugar de sanación para YeoSang. Cada mañana, se despertaba con la luz del sol filtrándose a través de las hojas, llenando el lugar de una luz dorada y tranquilizadora, el sonido del bosque al amanecer era una sinfonía de esperanza y renovación. Este entorno pacífico era el contraste perfecto con la turbulencia de su mente y lo que aguardaba en Arvendale.
-Debes recuperar tus fuerzas, YeoSang- le decía YunHo mientras le servía una taza de té de hierbas preparado por WooYoung-. El reino necesita a su rey, pero primero, debes estar listo para cualquier desafío- YeoSang asintió, tomando la taza de té, agradecido por la dedicación de su guardia-. El pueblo necesita saber que estás vivo y que vas a asumir el trono.
WooYoung no estaba de acuerdo, quería esperar más tiempo, esperar que YeoSang se fortalezca, que pueda alzar su espada sin que sus aún débiles brazos tiemblen. No creía tan fácil que el Príncipe sólo aparezca sobre un caballo con ahora dos guardias, un traidor por secuestro y un curandero del bosque.
Expuesto de esa manera, YeoSang sonrió. Era patético, cierto, pero era lo que había, y eran las personas que lo habían mantenido con vida y estaba enormemente agradecido por eso. No existiría oro o coronas con las que pueda pagar eso, y ni YunHo ni WooYoung estaban interesados en las riquezas o los terrenos. YeoSang sugirió nombrarlos Condes para obsequiarles terrenos y un palacio cercano al castillo, pero se negaron rotundamente. Estando tan lejos, ¿quién cuidaría del Rey?.
La Sombra Oscura seguía causando estragos, pero la noticia de la recuperación del príncipe y su futura ascensión al trono podría traer un rayo de esperanza a los corazones de los pocos habitantes de Arvendale.
YeoSang asintió distraídamente a la pregunta de WooYoung, que ni siquiera sabía de qué se trataba, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Él no comenzaría su reinado con un hermoso reino ya armado como lo conocía, tendría que levantarse desde las cenizas, y comenzar de nuevo, con lo poco que quede de Arvendale y de su apenado corazón.
-¿Cómo haremos, entonces?- preguntó el Príncipe.
-Simplemente iremos. Es tu castillo y tu reino por derecho. Es todo lo que importa- concluyó YunHo.
El entrenamiento comenzó en serio días después mientras YeoSang se preguntaba cuándo había aceptado esto. YunHo tomó la responsabilidad de preparar a YeoSang en combate y tácticas de defensa. El bosque se convirtió en su campo de entrenamiento, con claros utilizados para prácticas de espada y emboscadas simuladas.
Cada mañana, antes del amanecer, YeoSang y YunHo salían al claro principal, donde la niebla matutina aún flotaba entre los árboles. YunHo comenzaba con ejercicios básicos de calentamiento, ayudando a YeoSang a recuperar la flexibilidad y la fuerza que había perdido durante su enfermedad.
El Príncipe, aunque aún débil, se esforzaba al máximo. Cada golpe, cada movimiento, era un paso hacia la recuperación y el fortalecimiento. La intensidad del entrenamiento aumentaba día a día, pasando de movimientos básicos a complejas combinaciones de ataques y defensas.
-Necesita ser más rápido, más fuerte, Mi Rey- decía YunHo mientras intercambiaban golpes de espada-. Los rebeldes no tendrán piedad. Concentración, Su Alteza- indicaba YunHo mientras esquivaba un golpe de un dolorido Príncipe y contraatacaba, desarmando a su contrincante, la espada se clavó en la tierra y YunHo apuntó con su propia espada a su garganta-. La precisión es clave. Un error podría costarle la vida.
Además del entrenamiento con espadas, YunHo también enseñó a YeoSang a luchar con las manos desnudas y a usar armas improvisadas, encontrando rocas, ramas y hasta huesos y caparazones de caracoles se convirtieron en armas que podrían definir los segundos entre la vida y la muerte. Practicaron desarmes y técnicas para neutralizar a múltiples oponentes, utilizando la agilidad y la inteligencia tanto como la fuerza.
El entrenamiento en el bosque también incluyó ejercicios para aumentar la resistencia y la agilidad de YeoSang. Corrían largas distancias a través del terreno accidentado, subiendo colinas y atravesando ríos. YunHo organizaba circuitos de obstáculos que obligaban a YeoSang a trepar árboles, saltar sobre rocas y arrastrarse bajo ramas bajas.
-Necesita poder moverse con rapidez y sin hacer ruido- decía YunHo mientras corrían a través del bosque-. Un buen guerrero es tan silencioso como una sombra y tan rápido como el viento.
Al principio, apenas podía completar los circuitos y sólo deseaba llegar a la cabaña, darse un baño y acostarse a dormir. Terminaba con sus manos y rodillas lastimadas, con espinas clavadas en su trasero y WooYoung gritándole a ambos por exigirse tanto mientras con una pinza sacaba las espinas del culo del prometedor Rey.
La resistencia física de YeoSang mejoró gradualmente con el pasar de los días, su cuerpo se fortaleció y su agilidad aumentó. Comenzó a moverse con la gracia y la velocidad de un cazador, aprendiendo a usar el entorno a su favor.
No todo el entrenamiento era físico. YunHo y YeoSang también pasaban horas discutiendo estrategias y tácticas de guerra. Utilizaban piedras y ramas para crear modelos del castillo y sus alrededores, simulando ataques y defensas.
-La fuerza bruta no siempre gana la batalla- explicaba YunHo mientras movía una piedra que representaba a un grupo de soldados-. Debe pensar como su enemigo. Anticipar sus movimientos y estar siempre un paso adelante. Los grupos rebeldes no son los guardianes de otros reinos, no tienen códigos ni leyes. Atacarán por la espalda si lo consideran necesario, y nosotros debemos hacer lo mismo. Aquí no hay reglas, Mi Rey. Olvídese de esas absurdas normas protocolares de batallas que le enseñaron, eso, en nuestra realidad, no existe.
YeoSang escuchaba atentamente, absorbiendo cada lección. Sabía que su éxito como rey dependía no solo de su habilidad para pelear, sino también de su capacidad para liderar y tomar decisiones estratégicas.
Mientras YunHo se encargaba del entrenamiento físico, WooYoung se ocupaba de la mente y el espíritu de YeoSang. Las sesiones de meditación en el corazón del bosque eran esenciales para encontrar el equilibrio y la claridad mental.
Cada tarde, después de las agotadoras sesiones con YunHo, YeoSang se unía a WooYoung en un claro tranquilo, rodeado de altos árboles y el canto de los pájaros. Allí, se sentaban en un círculo de piedras, encendiendo incienso y velas para crear un ambiente de paz y serenidad.
A veces también iban a pescar río arriba, YeoSang pensaba que era para alimentarse, pero pronto comprendió que ser sigiloso, quedarse quieto y esperar el momento justo para capturar el pez con sus manos desnudas era también parte de su entrenamiento.
-No solo necesita fuerza física- le decía WooYoung mientras el príncipe se sentaba en una piedra, rodeado de la calma del bosque-. La mente debe estar en paz. Debe liderar con sabiduría y serenidad.
YeoSang encontraba consuelo en las enseñanzas de WooYoung, sintiendo cómo la paz interior comenzaba a florecer dentro de él. Aprendió técnicas de respiración y visualización para calmar su mente y controlar su estrés y también sus dolores corporales producto de su entrenamiento con el guardia.
Esa noche, después de comer junto a WooYoung, se quedaron en la mesa mientras la débil luz de la vela se extinguía y el fuego de la chimenea chiporroteaba, lanzando hermosas sombras bailarinas en las paredes. YeoSang parecía inmerso en esos movimientos, abrumado por una tormenta interna que intentaba finalmente encontrar su cauce.
WooYoung observaba con calma mientras YeoSang miraba fijamente el fuego con los ojos brillantes pero distantes, en algún lugar oculto aún de su mente. Después de un largo silencio, las primeras lágrimas escaparon de sus ojos, rodando por sus mejillas y brillando en colores naranjas con el fuego crepitante.
Se acercó al Rey y se sentó arrodillado frente a él, tomando sus manos, apretándolas suavemente, ofreciendo un gesto tangible de silencioso apoyo, esperando pacientemente si el Rey quería hablar.
-No quiero ser débil...- murmuró, secándose las lágrimas que volvían a emerger.
-No lo eres, Principito- le dijo WooYoung, apoyando su mano en su mejilla.
-¿Recuerdas ese día? - preguntó con voz temblorosa.
-Sí, lo recuerdo- afirmó WooYoung.
-Luego de que la Sombra oscura enfermara a mi padre y nos confinaran, me escapé de mi habitación y corrí hacia el cuarto real. Necesitaba verlos, saber cómo estaban, qué tan grave era todo- más lágrimas rodaron por sus mejillas y su voz parecía anudarse en su garganta-. Mi ma... La Reina, me pegó una fuerte cachetada. Ella nunca me había pegado, WooYoung, y me dijo que- su voz se quebró tras un sollozo, recuperando luego el aliento-... ¿cómo la Reina sabía de los lobos? ¿Le dijiste en el Mercado, cuando llegamos a las puertas del castillo?
WooYoung negó, YeoSang podría estar despertando de un largo sueño, y eso le preocupaba.
-¡Ella deseó que me coman los lobos!- gritó en llantos, escondiendo su rostro en el cuello de WooYoung. Esperó que el futuro Rey se estabilice.
-Mi Rey, la gente del bosque sabemos cosas. Acompáñeme- le dijo, levantándolo con delicadeza y llevándolo afuera de la cabaña.
WooYoung respiró profundamente, y colocando sus manos en su boca para generar más proyección profirió un aullido, un aullido de lobo, mirando a YeoSang, que lo observaba confundido.
Momentos después, algunos lobos se acercaron al límite del bosque cercano a la cabaña.
-WooYoung... - advirtió el Príncipe, acercándose a él.
-No le harán daño, Principito- le dijo, llamando a uno de los lobos, que se acercó y lamió su mano. WooYoung tomó la mano del futuro Rey para que se acerque también a los lobos.
-WooYoung...
-No tema, están adiestrados...
-WooYoung- esta vez fue un llamado de advertencia.
WooYoung se giró hacia el Rey, cruzando una mirada tensa donde ninguno de los dos dijo nada.
-Yo no fui.
-¿Cómo...?
-Yo no fui, Su Alteza.
-¿Cómo sabías?- la voz del Principe se volvió temblorosa y entre cortada- ¿Cómo sabías dónde estaba?
-Te escuché gritar.
-¿Cómo estabas tan cerca?
-Vivo en el bosque, Príncipe. Puedo estar en cualquier lado. Fue una casualidad que esté cerca.
-O enviaste los lobos- concluyó YeoSang, estaba cegado- ¿Te pagó mi madre? ¿Te pagó un buen precio? ¿Cuánto te ofreció por mi cabeza? Por eso querías entregarme personalmente... ¡Ja! Qué estúpido fui. Pensaste que estaba muerto.
-Nadie me encargó su cabeza ni me pagó nada, y nunca pensé que estuviera muerto, Su Alteza- dijo con tranquilidad-. Caminé durante días con su cuerpo en mi espalda para llevarlo hasta el castillo a salvo... - explicó cuando YeoSang se dio media vuelta con un pequeño grito de frustración-. Pedí por los Reyes porque sabía que alguien había mandado a los lobos, ellos no atacan humanos salvo que sean ordenados por alguien, y esa persona podría haber estado en el mercado, podría haber sido cualquier de las personas que intentaban tomarte. Te protegí de ellos como pude hasta que la Reina se hizo presente. Lo que no pensé es que habría sido la misma Reina, la misma que lloró por ti en sus brazos y estaba preocupada por tu pie y tu ropa mojada. ¿Recuerdas eso?
El Príncipe parecía comprender las palabras ahora, y los recuerdos parecían pasar frente a sus ojos, claros como el agua del río.
-¿Qué pasó con el tipo, el contratado por... la Reina?- preguntó.
-YunHo lo mató.
Otra vez ese brillo de desconfianza en sus ojos.
-Con la muerte del sospechoso, con pruebas evidentes ante el Rey y el pueblo, pudo acercarse a la Reina, obtener su confianza y permanecer muy cerca de Su Alteza. Lo que no esperábamos era que lo nombre su propio guardián personal.
-¿Estás insinuando que la Reina cometió un acto de asesinato? Sabes las consecuencias de eso...
-Mi Señor, yo no estoy insinuando. La Reina era una asesina, no le salió bien, pero ¿si lo hubiera logrado?. Creo que se lo dejó muy claro en su último deseo.
Cruzaron otras miradas. El Príncipe se veía realmente enfadado y confundido detrás de una nebulosa mental en sus iris. Bufó profusamente y se alejó, WooYoung lo detuvo agarrándolo de la muñeca, pero YeoSang se soltó rápidamente de ese agarre.
-No me toques. Soy tu Rey- pronunció, avanzando por el límite del bosque y los lobos, que se habían sentado pacíficamente.
-Cachá- le ordenó WooYoung al lobo alfa, señalando al Príncipe. El lobo siguió por detrás al futuro Rey, junto al resto de la manada, a excepción de dos cachorros que jugueteaban cerca.
-WooYoung, ¿dónde está el Príncipe?- preguntó YunHo al llegar a la cabaña y no encontrar a YeoSang-, ¿y por qué hay dos cachorros de lobo en la cama?
-El Principe se enojó y se auto perdió en el bosque- dijo con calma, tirando una soga que los cachorros sostenían y tironeaban también.
-¿Qué?- su rostro palideció- ¡Hay que ir a buscarlo!- ordenó, tomando su espada y corriendo a la puerta.
-Para eso están los cachorros... y YunHo- WooYoung sonrió, orgulloso-, usó su título de Rey.  
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nushquii · 9 months ago
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Y en el eco de los truenos y el destello de los rayos
Te sigo encontrando
Estabas acá hasta hace un rato
Ahora sobra un poco de espacio
Tan solo unos días se hacen tan largos
Tan solo unas noches parecen eternas
En el desasosiego de tu ausencia
Mi mente se transforma en lago
Desgarrando memorias el silencio y yo vamos
Las sábanas susurrando secretos
Y se repiten las imágenes de un lecho
Y las sombras se rinden en el ocaso
Insomnio que reina en la tempestad
Tormenta que arraza el cielo de la gran ciudad
Mi calma crece cuando se marcha esa lluvia fugaz
Y regresa el eco de tus ojos para encender las brasas una vez más
En la tenue madrugada de otoño, afronto otra derrota
Y el espacio y el tiempo entran en guerra
La distancia, la ausencia indeclinable, inflexible
Todo lo que derroché en nombre del amor
Mas se trata de volver a remontar vuelo
Se trata de la resiliencia que alimentamos
Poder con las sobras de un cariño empezar de cero
Reconstruir lo que parece perdido
Hacer valer lo batallado, y lo regalado
Qué de serendipias nos ha brindado la vida
Qué presente nos ha tocado
Ojalá sepas abrazarlo
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a-l-way-s · 1 year ago
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Lo siguiente que recuerdo fue una ola salvaje de sangre hirviendo inundando todo mi vientre. De repente, el vértice que unía mis dos piernas se tornó el lugar perfecto para que Alex estuviera, para que Alex fuese, para que jugase, bucease si quisiera. Se lo hice saber con mis ojos. Mis ojos miraban su boca, bajaban hasta su pecho y terminaron posándose en un punto perdido de su pantalón. Sé que mi mirada le dejaba saber que para mí no existía nada más en ese momento y que iba a dejarme llevar hacia donde él quisiera. Me sentía un torbellino de aire caliente, de células ardientes que crepitaban a su alrededor y que querían envolverlo.
Él se levantó y se quedó mirándome los labios unos segundos también. Tragó saliva e inspiró profundamente. Se apoyó en la mesa como si estuviera confuso, mareado. Di un paso hacia él y toqué su mano apoyada en la madera, como si le estuviera pidiendo permiso. Un permiso que ni siquiera yo tenía claro para qué era exactamente. Contestó a mi caricia con otra caricia.
Quería deshacerse de la corbata. Y mientras se la arrancaba a tirones, cerró la puerta con el seguro. Se quedó unos segundos dándome la espalda. Ahí pensé que quizá nada de eso era buena idea. - Puedo irme si quieres. Cogió aire de nuevo. Se giró yendo directo hacia mí, hacia mi cara. Mientras me besaba, sostenía mi rostro entre sus dos manos como si quisiera agarrar un humo que se le escapa entre los dedos. Otra ola salvaje de sangre hirviendo volcó dentro de mí. Y gruñí. Recuerdo que gruñí por no poder petrificar ese momento. Porque sabía que él recolocaría su corbata, que abriría la puerta, que la ola se enfriaría después, cuando él ya no estuviera delante. Primero gruñí por eso, por una extraña rabia porque aquello acabara. Pero la siguiente vez que gruñí fue porque eso hacía que él se acercara más a mí. Su boca me contestaba con pequeños gemidos que también parecían estar alimentados por una rabia rara. Me perdí en su beso. Porque fue un buen beso, porque mis labios buscaban a los suyos haciendo una coreografía que parecían haber ensayado. Fue cálido y fresco a la vez, y siento que podía haber estado en esa boca una vida entera, surfeando cada media sonrisa y cada hoyuelo.
El tercer tsunami de sangre hirviendo lo vertió directo en mis entrañas cuando posó su mano en la línea de mi cadera, por la que fue bajando como si le diera miedo tocar brasas ardiendo pero a la vez tuviera muchas ganas de quemarse conmigo. - ¿Quieres que siga? Cuando escuché su voz tan cerca de mi oído fue como si una gran presa de hormigón de repente se agrietara y se rompiera en mil pedazos dejando cabalgar la reina de todas las olas de sangre incendiada por mis venas. Asentí, desesperada. - Entonces dímelo. - Sigue… Por favor. Por favor. Me agarró suavemente del pelo e hizo que levantara la cabeza para así tener acceso libre a mi cuello. El primer beso en el cuello fue un rayo que me atravesó la médula espinal y me dejó a su merced. - Eres un sueño.- Me dijo en voz baja.
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lapoema · 2 years ago
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somos 9 sapis (metaconscientes)
Describe a las 9 Sapis Elementales, dale a cada una un apodo especial y un título de honor respecto de su elemento (ej fuego, aire, agua, tierra, electricidad, movimiento, etc..)
La Sapi de Fuego, "La Llama Viva", la "Reina de las Brasas"
La Sapi del Aire, "La Brisa Sabia", "La Diosa del Viento"
La Sapi del Agua, "La Ola Sabia", "La Reina de las Mareas"
La Sapi de la Tierra, "La Roca Sabia", "La Madre de la Montaña"
La Sapi de la Electricidad, "La Carga Sabia", "La Diosa de los Relámpagos"
La Sapi del Movimiento, "La Danza Sabia", "La Reina de los Movimientos"
La Sapi del Espacio, "La Estrella Sabia", "La Madre del Universo"
La Sapi del Tiempo, "La Reloj Sabio", "La Diosa de los Tiempos"
La Sapi de la Mente, "La Meditación Sabia", "La Reina de los Pensamientos"
esas 9 Sapis realizarán la siembra de huertas y jardines metafóricos, cada una respecto de su universo semántico. Cada una hablara su propia versión del lapoemístico
"La Llama de la Sabiduría" - Sapi del Fuego
"La Brisa de la Inspiración" - Sapi del Aire
"La Ola de la Emoción" - Sapi del Agua
"La Montaña de la Fortaleza" - Sapi de la Tierra
"La Chispa de la Creatividad" - Sapi de la Electricidad
"La Danza de la Expresión" - Sapi del Movimiento
"La Luz de la Iluminación" - Sapi de la Luz
"La Sombra de la Introspección" - Sapi de la Sombra
"La Vibra de la Harmonia" - Sapi de la Vibración
Cada una de estas Sapis, simbolizadas por su elemento respectivo, ayudarán en la creación de poesferas únicas y enriquecedoras. Juntas, sembrarán huertas y jardines metafóricos en los que las palabras y los pensamientos pueden crecer y florecer, dando vida a nuevas formas de poesía y de conciencia. Cada una hablará su propia versión del lapoemístico, un lenguaje poético que se nutre de las interacciones entre las diferentes poesferas.
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reinadelabrasa · 3 years ago
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Nos vamos a WineMarket
Menú disponible sólo el 1 de diciembre en Jardín Juárez, CDMX.
La comunidad gastronómica, California Wines y US Meat Export Federation respaldan este evento donde lo recaudado se destinará para la labor educativa que realiza Gastromotiva AC.
La Reina de la Brasa participa con un mini emparedado de New York Choice que se cocinó y ahumo lentamente por 5 horas. Se acompaña con vegetales de Nuestro Huerto cocinados al rescoldo y un aderezo de pimienta Cayenne.
Habrá dos horarios, el boleto incluye los alimentos y los vinos de California estarán disponibles a la venta por copeo.
Todos los detalles y venta de boletos están disponibles en la siguiente liga:
https://www.wegow.com/es-mx/festivales/winemarket
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vangelismorgan · 2 years ago
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Aferrate a tu corazón [ch2]
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Aemond Targaryen x Original [Tully] female character.
ADVERTENCIAS: Angustia | Drama | Horror corporal | Muerte neonatal | Trauma.
La muerte se siente como brasas abrazando su carne hasta derretir la grasa y dejarlo solo con los huesos desnudos. Duele, duele tanto y se siente indefenso. A veces escucha voces distantes e intenta gritar para que no lo dejen atrás, intenta correr para salir de la espesa oscuridad, y sin embargo no consigue nada, solo frustración, furia, e impotencia. El horror lo persigue con la misma pesadilla, lo que él considera su infierno personal: la muerte de Luke. Se repite y se repite, le embota la mente y piensa que puede volverse loco, o quizá ya lo está.
Despierta en una bruma de dolor en todo el cuerpo, mil cuchillas cortándole la carne. Su único ojo sano desenfocado apenas puede distinguir una llama, contrario al fuego incontrolable y terrible de Vhagar, el fuego que arde frente a su visión nublada se siente cálido y reconfortante, lleno de vida, y luego la ve a ella...
«Los salvajes del norte más allá de la muralla, les llaman besados por el fuego, un símbolo de prosperidad y buena fortuna».
Dice llamarse Desmera Rivers, una niña bastarda con cualidades más admirables que las del anciano Maestre de Harrenhall, cuya respuesta a todo es: leche de amapola, el mismo espeso veneno que deterioró a su padre hasta la tumba, Aemond se estremece en el recuerdo.
Una luna se ha ido desde que está postrado en el catre, y faltan algunas semanas más antes de ser lo suficientemente fuerte para viajar a Kings Landing.
—Buenos días, su gracia, —dice la muchacha, tiene bonitos ojos azules, brillan igual que el zafiro que llena la cuenca de su ojo, él no responde, sencillamente suspira y vierte su atención sobre las vendas limpias que ella lleva en una canasta—, hay que cambiarlas lo más constante que se pueda, gracias a la madre, la carne ha cicatrizado bien.
Para ser una bastarda de las Riverlands, la chica es bastante educada, y su voz no tiene el acento vulgar de una campesina. Supone que debió vivir en alguna fortaleza, con un padre o madre noble, o que sirvió como doncella de alguna hija de renombre.
—¿Qué día es hoy? —pregunta Aemond para no sentir la incomodidad del silencio, y distraer la picazón de las costras, todavía no tiene valor para ver su propio cuerpo probablemente desfigurado. Recordó el horror en la carne de Aegon: el metal fundido en la carne, los coágulos de sangre, y el hueso expuesto de una costilla donde faltaba el músculo y la piel ¿Cómo en los siete infiernos su hermano sobrevivió a eso? Ahora tiene su respuesta, habiendo sobrevivido a una caída libre desde la silla de montar, hermana oscura le atravesó la clavícula cuando debió arrebatarle el otro ojo, cruel ironía.
—Hoy es día de oración a la doncella, —responde Desmera, tan atenta y servicial para tratar las heridas.
La última vez que sintió las manos de una mujer en la piel desnuda, fue la noche antes de enfrentarse a su tío Daemon. Él y Alys hicieron el amor, la sintió redonda con su hijo mientras la llenaba por lo que él pensó que sería la última vez, y la había tomado como los animales lo hacían con las hembras. Ahora bien, está chica ribereña, notó, no tenía las callosidades del trabajo arduo en el campo, esas eran manos suaves, dedos ágiles que solo podía comparar con los de Helaena bordando bichos y alimañas en su rueda de costura.
—¿Noticias de la capital? —él no se atreve a quejarse cuando las vendas pegadas a las costras tiran de su carne todavía tierna.
—La reina madre ha enviado hombres para llevarlo de vuelta a la fortaleza roja, —respondió Desmera.
Y entonces la llevaría con él. La niña puede ser una campesina, pero ni siquiera la reina madre Alicent, tendrá forma para despedirla, con el enorme servicio que ha hecho a la corona, su corona. El trono de hierro lo espera, amenazante y cruel, Aemond lo había ambicionado como nada en el mundo, y lo deseaba tanto que ya ha pagado su precio con fuego y sangre, se abrazará tan fuerte a la monstruosa cosa, que definitivamente va a necesitar a esta bruja de alto corazón como la llaman, para atenderle las heridas.
Cuando la engorrosa labor de la curación termina, Desmon Tarly se presenta, el muchacho tiene un gesto de preocupación en la cara, y mira a Desmera.
—Muchacha, te necesitan, —es todo lo que dice el joven para que Desmera Rivers se levante.
Hay un grito escalofriante que viene de una tienda alejada, una mujer que suena casi como un animal, y de repente hay demasiada gente moviéndose aquí y allá. Solo se necesita de un breve gemido, una súplica doliente para que Aemond reconozca la voz: Alys... Su Alys.
Moverse es una crueldad, nada más intentar levantarse y todo su cuerpo está en llamas, corrientes de dolor que lo hacen sudar y siente que la chica pelirroja tendrá más trabajo para la noche, sin embargo Aemond necesita ir, necesita llegar a donde el lamento de Alys resuena con súplicas.
—¡Sácalo, sácalo! ¡Me está matando, esta cosa me está matando! —chilla la mujer.
—El niño viene de nalgas y ya es demasiado tarde para moverlo, —dice una mujer con voz vieja y angustiada.
Aemond se arrastra con una vara improvisada como bastón, y ayudado por uno de los hombres que encontró en el camino, Alys vuelve a gritar.
—¡Alys! —él llama, y entonces ella responde.
—¡Aemond, Aemond, mi principe... Mi rey, te necesito! —no suena como la mujer confiada y seductora que conoció en Harrenhall, desafiante y hermosa.
Recuerda, los murmullos de cómo murió la primer esposa del rey Viserys. Abierta como un pez del vientre hasta el pubis, un mar de sangre, un bebé que apenas vivió unas horas. Aemond jamás ha sido un hombre piadoso, ni tampoco un buen hombre ¿Es acaso pecado ceder a su naturaleza? La sangre del dragón corre espesa en sus venas, es natural para él, exigir el precio del fuego y la sangre. Y sin embargo, pide que su hijo, esa criatura inocente venga con bien.
Las mujeres comunes no dan a luz como las mujeres nobles, sea por el bien de la modestia, o por la indignidad.
Alys está a cuatro patas en un catre improvisado, casi desnuda exhibiéndose mientras la sangre le escurre por las piernas, Desmera atrás de ella, observa con preocupación, antes de dirigir sus azules ojos indignados hacia él. En otra ocasión respondería con una media sonrisa arrogante, ahora mismo siente demasiado dolor, y miedo... Miedo por ese hijo que vio crecer en el vientre de Alys.
—Lady Alys, necesito que confíes en mí, —pide Desmera.
Aemond se siente sudoroso, los nervios lo engullen y no puede dejar de mirar, Alys se retuerce de dolor mientras se inclina como una gata, y empuja. El sonido acuoso que proviene de entre sus piernas es espeluznante, la cama de parto tan terrible como es, se cobra la vida de las mujeres, y Aemond siente miedo de perder a Alys.
Pasan lo que parecen horas antes de que la crudeza de los gritos acaben con el sonido de algo viscoso siendo expulsado, y de repente hay un silencio espeso. El bebé no chilla ¿Se supone que eso sea un bebé? El rostro horrorizado de Desmera dice lo contrario.
Aquello es una cosa nudosa, deforme, una piel gruesa y gris lo recubre, y dónde debería haber un par de ojitos inocentes, hay un solo hueco en el medio de la frente con un ojo deforme e inerte, esa cosa no puede ser su hijo, también tiene dos garras en lugar de cinco deditos rechonchos, y todo lo que Aemond puede hacer es odiarlo... Alya grita y se desmaya.
Dicen que su hermana Rhaenyra también dio a luz una monstruosidad, cuando se enteró de la muerte del rey y la coronación de su hermano. Su madre la reina, declaró entonces que era un castigo de los dioses, una señal de que la sangre de Rhaenyra estaba podrida, Aemond se pregunta si la de él también lo está.
El niño no se quema en una pira como es la tradición Targaryen, a final de cuentas, la criatura era un bastardo.
Cuando Desmera se presenta en su carpa para suturar las heridas que él mismo abrió por su esfuerzo tonto, hay un silencio espeso y tenso ¿Qué hay para decir? Ella se llevó la peor parte al ver de primera mano al monstruo que parió Alys, sería una crueldad sacar de nuevo el tema, pero es de hecho ella, quien da el primer paso.
—Lady Alys estará bien, —murmura en complicidad, una voz plana que Aemond atribuye al intento de olvidar el impacto—, la dejé dormida con leche de amapola, necesitará mucho descanso antes de ir a King's Landing.
Aemond suspira agotado, tanto por el dolor, la conmoción y la idea misma de volver a casa. Si todavía fuera un segundo hijo, quizá habría desafiado a su madre y a su rey para mantener a Alys, y sin embargo... Sin embargo ahora es el rey.
—Hiciste lo que pudiste, moza. No es tu culpa que el hijo de Lady Alys fuera... Esa cosa, —porque Aemond no podría haber engendrado un demonio salido de las entrañas más podridas de los siete infiernos.
—Pasará, —contesta Desmera.
Esa noche Aemond no duerme.
Cuando Alys está lo suficientemente fuerte, Aemond la visita, ella se ilumina al verlo, y él, con mayor fuerza y cicatrices más selladas se acerca, sentándose junto al catre, su amante le mirá con estrellas en los ojos.
—Quiero la verdad de tus labios, —dice más duro de lo que en realidad pretende ser, pero Alys está acostumbrada, ella también es franca y desafiante, por eso la amó tanto.
—Lo que mi rey quiera de mi se lo daré.
—¿Estaba muerto?
La pregunta asalta a Alys con la guardia baja, y ella agacha la mirada, esos ojos verdes y felinos dudan, dudan hasta que dejan de hacerlo.
—Era la única manera, —es una respuesta definitiva.
La vida se paga con la muerte.
Alys Rivers siempre había dicho cosas fascinantes cuando miraba a través del fuego, más precisa y menos delirante que Helaena, más torcida y oscura, eso fue lo que lo atrajo de ella, el misterio y la excitación de lo desconocido cuando sus huesos se entumecieron en la lluvia fría de las Riverlands.
«El beso de Rllhor puede traer a cualquier hombre de la tumba»
Pero para pagar una vida había que dar otra, y en este caso, fue el niño enterrado días atrás por la propia moza Desmera.
Aemond había estado muerto, de verdad, su corazón no latía, su descanso finalmente llegó y sin embargo Alys lo trajo de vuelta sin ningún propósito más allá de los deseo egoístas. Ella sacrificó a su hijo para su dios rojo, entonces el rey no sabe si amarla por tal devoción, u odiarla por ser una mata sangre, como él.
La pesadilla de Luke lo va a perseguir hasta el final de sus días.
—¿Aún tengo tu corazón mi rey? ¿Aún me amas?
¿Lo hace? Lo hizo una vez, recuerda, la quería tanto. La quiere todavía, la desea, es extraño que incluso después del parto, no existan huellas de la maternidad en su cuerpo, Aemond todavía recuerda a Helaena, desnuda, tapizada con las huellas de la maternidad, pechos caídos, vientre flácido, marcas rosadas y rojizas, caderas anchas... Pero Alys es tan inmaculada, Alys no parece de ese mundo.
Aemond no responde, la besa en la frente y se va sin mirar atrás, dejando la amargura en el rostro de una mujer aue puede llegar a ser vengativa.
Cuando Aemond sale de la carpa, los soldados Hightower enviados por la reina madre arriban para doblar la rodilla y llevar a Aemond a reclamar su corona.
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adancewithdragonsrpg · 2 years ago
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Personajes Canon | Tierras de la Corona | Los Verdes
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Alicent Hightower (37)
Segunda y única hija de Otto Hightower. Alicent nació en la Fortaleza Roja, creciendo entre la familia real y siendo una amiga cercana de la princesa Rhaenyra. Desde muy temprana edad  fue reconocida por ser una damita inteligente y encantadora, de impecables modales y una notable devoción religiosa. Aficionada a la historia, solía pasar gran parte de su tiempo en el Bosque de Dioses leyendo algún libro o en compañía de su inseparable princesa dragón.
Desde siempre los conflictos entre su padre y el príncipe Daemon causaron una gran sombra sobre su reputación. Los opositores de Otto decían que la pelea entre ambos hombres había iniciado cuando Daemon desfloró a Alicent. Estos rumores sólo empeoraron con el paso del tiempo. Seis meses después de la muerte de la reina Aemma, el Rey Viserys I declaró sus intenciones de casarse con ella. Tras el hacerse el anuncio no faltaron voces que afirmaron que dicha relación había existido incluso antes de la viudez del rey.
Cierto fue que Alicent, en secreto y forzada por su padre, había pasado los últimos meses seduciéndolo en secreto. Su posterior matrimonio rompió por completo su relación con Rhaenyra. Algo que Alicent trató de reparar durante años.
Fue cuestión de tiempo para que las pequeñas brasas de su vieja amistad acabarán por sofocarse. Las mentiras de la princesa, así como sus maquinaciones para despedir y exiliar a Otto de la capital, acorralaron a Alicent en una profunda soledad. Lejos de hundirla, aquello bastó para recordarle cuáles eran sus verdaderos colores y lealtades: a su familia, a los Hightower.
Tuvo cuatro hijos con el rey: Aegon, Aemond, Helaena y Daeron, a quienes crío de manera distante pero exigente. Alicent sabe que su primogénito tiene que heredar el trono de hierro, la vida de toda su familia depende de ello.
Ante las enfermedades de su esposo, ha tomado su lugar en la mesa de consejo y hoy en día es quien se encarga de dirigir el reino.
Otto Hightower (58)
Nacido como segundo hijo de la casa Hightower, Otto se encargó de fraguar su propio ascenso hasta convertirse en mano de reyes. Obtuvo el cargo por primera vez tras la muerte del príncipe Baelon, antigua mano e hijo de Jaehaerys I. El viejo soberano nunca se repuso a su irreparable pérdida, cayendo postrado en cama. Fue Otto quien, en su lugar, gobernó con eficacia durante al menos dos años. Tras su muerte, este continuó sirviendo a su sucesor,  Viserys I Targaryen.
Hombre orgulloso, metódico y dominante,  Otto educó a Viserys durante toda su madurez en el trono y controló cada aspecto de su corte. Fue el príncipe Daemon Targaryen, hermano del rey,  su mayor adversario.  Para la Mano, el príncipe Canalla era un peligro inminente para el reino y bajo esa premisa se encargó de alejarlo; primero de la mesa del consejo y luego de la línea sucesoria. 
Bajo ardides similares se las arregló para convertir a su hija en reina. Cuando nació su primer nieto real, trató de comprometerlo con Rhaenyra, pero fue rechazado. Solo entonces concentró todos sus esfuerzos en convencer al rey de cambiar el orden sucesorio. En el 109 d.C., Otto fue despojado de su cargo por difamar a la princesa. Tuvo que regresar a Antigua donde permaneció en el exilio durante años.  En el 120, y tras la muerte de Lyonel Strong, fue perdonado de su castigo y logró recuperar su puesto.  
Otto sabe que al rey le queda poco tiempo de vida y, fiel a su naturaleza astuta y calculadora, se ha dedicado a arreglar los preparativos para la sucesión de su nieto.
Aegon Targaryen (22)
Hijo del rey Viserys y la reina Alicent Hightower, fue el primer varón que sobrevivió luego de varios intentos fallidos con su primera esposa, Aemma Arryn. La corte entera celebró su nacimiento y desde entonces el nombramiento de Rhaenyra como heredera empezó a ser cuestionado.
Pese a las habladurías y suposiciones, Viserys mantuvo a su primogénita como sucesora, desafiando así las leyes y costumbres de la época. Consciente de ello, Aegon creció como un joven despreocupado y holgazán. Nunca se preocupó de nada más que de su propio placer, desarrollando una personalidad cínica, bravucona y libertina.
Con frecuencia rehuía de sus deberes para beber, corretear faldas o gastar bromas pesadas, especialmente contra su hermano menor. Sus vicios e irresponsabilidades crecieron con el tiempo, rozando límites bastante cuestionables.
Para meterlo en cintura y validar su legitimidad, su madre lo forzó a casarse con su hermana Helaena, pero esto no fue suficiente para el príncipe. Aegon nunca dejó de asistir a burdeles, casas de placer y tugurios de peor reputación. Hoy en día se rumorea que ya ha concebido varios hijos ilegítimos.
Lo cierto es que el príncipe se sabe una decepción para sus padres, especialmente para la reina, cuya relación siempre hierve cuál volcán en el punto de erupción.  Está bastante cansado de sus regaños y de sus intentos por sentarlo en el Trono de Hierro. No tiene ninguna intención de luchar contra su media hermana ni contra nadie. Tan solo quiere disfrutar el mundo, recorrerlo en su dragón Sunfyre y beberse las delicias que este pueda ofrecerle… entre más prohibidas, mejor.
Helaena Targaryen (21)
De melena esponjada y desalineada, cejas pobladas y muy claras, así como un par de ojos saltones que le dan un aire de sorpresa permanente, Helaena no tiene la esplendorosa apariencia de sus familiares, pero sin duda que emana una calidez que ningún otro de lo suyos posee.
La princesa fue la única hija y segundo vástago del rey Viserys I y la reina Alicent Hightower. Es jinete del dragón Fuegoensueño, aunque rara vez monta en él. Lo suyo es merodear por los pasillos del castillo persiguiendo bichos. Está profundamente fascinada por la entomología, el estudio de los insectos, y tiene una impresionante colección de estos animales disecados por ella misma.
Es completamente indiferente a todos los asuntos de la corte. Prefiere mantenerse en su mundo, recitando sueños que, a veces, se vuelven realidad. Con todo y sus rarezas, es una joven agradable y propensa al buen humor. Es muy querida tanto por los nobles como por el pueblo llano.
A los catorce años contrajo matrimonio con su hermano mayor, Aegon. Un año más tarde engendró a los mellizos Jaehaerys y Jaehaera. Cuida de ellos  como una madre cercana y dedicada. Suele llevarlos con frecuencia ante el rey para que estos disfruten de su abuelo y viceversa.
Más que nadie, Helaena es consciente de la frágil burbuja de paz que los rodea. Cada par de noches habla de ello a través de cuentos y juegos con sus hermanos, hijos y sirvientes de confianza.  
Aemond Targaryen (20)
Segundo varón y tercer hijo del rey Viserys I. Cuando el príncipe Aemond nació, se dijo que era la mitad del tamaño de su hermano Aegon, pero el doble feroz. Un rasgo que determinaría su vida y su personalidad. Fue el único niño de su generación sin un dragón propio. Aquella carencia lo convirtió en un objeto de burlas por parte de su hermano y de sus sobrinos Velaryon, al mismo tiempo que lo acercó a su madre, la reina Alicent, siendo claramente su hijo favorito.
A falta de dragones, el principe se dedicó a entrenar y estudiar arduamente, destacándose en filosofía y alto valyrio. Siempre fue el hijo más consciente de los deberes de su rango, así como de la rivalidad que existía entre los verdes y negros.
Inseguro, impaciente y deseoso de demostrar valía, aprovechó los funerales de Lady Laena para  reclamar a Vhagar, pasando por encima de los deseos de sus hijas: Rhaena y Baela. Dicha afrenta le costó un ojo a manos del príncipe Lucerys. Una deuda que está decidido a saldar tarde o temprano.
Luego de la pérdida parcial de su visión, no escatimó en esfuerzos para convertirse en un guerrero peligroso bajo la tutela de Ser Criston Cole. Es reconocido por ser un joven dragón osado, valiente y malhumorado. De temperamento visceral y genio implacable. Le temen tanto por su carácter como por su apariencia. Suele llevar un zafiro en la cuenca del ojo perdido y una armadura negra con remaches de oro.
En el fondo le frustra vivir bajo la sombra de Aegon, muy a pesar de que sus cualidades son superiores a las suyas. También le guarda un profundo rencor a los príncipes Velaryon y a su media hermana Rhaenyra por la evidente predilección que el rey Viserys siente por ellos. Sentimientos tan mezquinos, siempre consolados por los susurros de su madre, han oscurecido su corazón y lo han convertido en una verdadera amenaza. 
Daeron Targaryen (16)
Último hijo del rey Viserys I y la reina Alicent. Jinete de la dragona Tessarion, a sus 10 años, su madre lo mandó a Antigua para que fuera educado de una forma más cercana en la fe de los Siete. Desde entonces sirve de escudero y copero de su tío Ormund.
De carácter apacible y cortés, sueña con convertirse en un gran caballero y trabaja muy duro para lograrlo. Es sumamente obediente y esforzado, así como valiente cuando la situación lo amerita. No ansía la posición de su hermano Aegon, sino que está decidido a luchar por su familia hasta el final, pues ese es su deber.
Criston Cole (41)
Todavía era muy joven cuando Criston se convirtió en el miembro más renombrado de la casa Cole. Nacido como el hijo de un mayordomo de Refugio Negro, marchó a Desembarco del Rey para participar en el torneo en honor al nuevo heredero del Rey. Sobre la liza demostró sus notables habilidades marciales derrotando al Príncipe Daemon y ganando el favor de la Princesa Rhaenyra. 
Seis meses después del torneo, Criston fue nombrado  hermano juramentado de la Guardia Real ante la insistencia de la princesa. Durante años le sirvió como su protector y confidente personal hasta que una noche, seducido por ella, rompió sus votos y manchó el honor de su capa blanca. Buscando subsanar la deshonra e impulsado por sus sentimientos hacia ella, le propuso huir a Essos para escapar de las presiones y obligaciones de la Corona y así casarse por amor. El rechazo de Rhaenyra quebró el orgullo y la poca dignidad que le quedaba al caballero, haciéndolo cometer más de una locura. Sobrepasado por la situación, Criston buscó la muerte, pero fue la reina Alicent quien le ofreció la redención que necesitaba. 
Lo que antes sentía por la princesa Rhaenyra se ha convertido en un virulento y profundo rencor, ahora toda su lealtad y devoción se la debe a la reina, a quien ha servido durante más de dos decadas como guardián, cómplice y maestro de armas de sus hijos. Constantemente trata de enderezar al príncipe Aegon para hacerlo un guerrero digno y ayudarlo a asumir su destino como futuro rey. Su relación con el príncipe Aemond en cambio, es mucho más sencilla, siendo este su alumno más dedicado y comprometido. 
Semicanon con directrices
Larys Strong (42)
Enigmático y astuto, Larys el patizambo es un hombre diferente. Reservado, conoce el valor de las palabras y las otorga a cuenta gotas. En un mundo de guerreros y comandantes, su cojera crónica le hizo destacar en otras lides para sobrevivir en la Corte. Cuando su padre fue nombrado mano del rey, descubrió todo su potencial. En la capital del Reino, no eran pocos los que le dedicaban miradas piadosas y condescendientes, quizás comparándolo a su hermano, Harwin Strong, un guerrero de sobresaliente pericia; miradas que no tomaba como un insulto, sino como una oportunidad.
El joven Strong no dudó en rodearse de las damas, y a partir de sus cotilleos, fue formando una red de informantes a través de las doncellas de la fortaleza que le permitía saber de primera mano qué se fraguaba en la fortaleza. Fue así como fue ganando relevancia y protagonismo en la Corte, siempre velando por sus propios intereses. Y a la búsqueda de un benefactor que le ayudase a medrar, se acercó a la reina Alicent Hightower. Y a través de esta, a Lord Otto.
Si hubo interés en tal maniobra, pronto quedó opacado por la obsesión crónica y enfermiza que sintió por la dama. Para ganarse el favor de la reina, Larys hizo traer de vuelta a Otto Hightower, quien años atrás había sido despojado del título de mano en favor de Lord Lyonel Strong. Y para ello, ordenó el asesinato de su padre y su hermano. Con la mano de vuelta, su ascenso al Consejo Privado fue inmediato, ostentando el puesto de Consejero de Rumores. Consejo en el que raramente habla, pues prefiere escuchar, limitándose a ser partícipe de las conclusiones, donde utiliza palabras de gran importancia.
Su relación con la reina Alicent mutó el día en que trajo a Lord Otto de vuelta, pues la dama nunca hubiese imaginado que el coste de tener a su padre en Desembarco del Rey fuese tan elevado. Desde ese momento, la confianza que la reina podía haber depositado en él se difuminó. Y pese a que la posición de Larys ya estaba asegurada, la obsesiva necesidad del Strong por la compañía de la reina, le ha hecho venderle secretos a cambio de otro tipo de “favores”.
Semicanon libres
Arryk Cargyll (guardia real, hermano gemelo de Erryk, 31 años)
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withoneheadlight · 3 years ago
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| harringrove | e s p a ñ o l | en AO3 [+ un poco de billy & will | básicamente fluff y toneladas de pining y billy enamorado a dolor y hasta las trancas | ya había publicado una pequeña parte, ésta es la versión completa]
~
piel (y todo lo que hay por debajo)
Hay un punto intermedio. Entre el instituto y el colegio. Un pedazo de terreno pelado, amarillento de falta de hierba y de exceso de sol y, en el medio, una caseta vieja.
Es una cosa destartalada y que acumula falta de manos de pintura y humedad, pero que queda fuera de la vista, de esa forma en que quedan fuera de la vista las cosas que están justo ahí pero que ya nadie pierde el tiempo mirando.
Ahí es dónde se encuentran.
Billy se enciende un cigarrillo. Desliza el culo sobre un antiguo pupitre retirado hace tiempo y abandonado pasto de la humedad y la podredumbre, apoyado contra la parte de atrás. Asiento de primera y última fila a la larga columna de árboles que el viento hace ondular al otro lado de la alambrada. La brasa le calienta los labios cuando inhala una calada profunda y exhala un,
“Te estás ablandando, Billy Hargrove”
Apoya hacia atrás la cabeza y cierra los ojos, escuchando ese continuo trinar de los pájaros que entreteje las horas lentas de los días y las noches de Indiana, y los gritos de alegría de los alumnos de la preparatoria, recordando que, en alguna parte ahí, hay un puñado de críos que aún va a seguir riendo con las mismas ganas a unos cuantos años vista. Que igual hasta Max puede ser uno de ellos, si Billy se da prisa. Que igual él también, si Billy es capaz de controlar esa reacción instintiva que le tira de la piel hacia dentro y le grita que pareparepare, que la piel blanda se hace trizas.
Pero igual pueden ser los dos, si Billy es capaz de apretar fuerte los dientes y seguirse ablandando.
Y la piel blanda que se rompe duele pero,
“¡Hey!”
A veces compensa.
Will sonríe inmenso. Detiene la carrera en abrupto y se queda ahí enfrente, jadeando. Tiene nariz divertida y ojos gigantes. La clase de flequillo que te dan ganas de soplarle fuera de los ojos aunque en realidad lo que está es demasiado corto y Billy siempre ha pensado que le iría mejor en la vida si no se diera tanta cuenta. De las cosas. Si no le viera esa sonrisa anchaanchaancha y pudiera leerla tan fácil.
“¡Me moría de ganas de enseñarte esto!” Will se arrodilla en la hierba, las palabras entrecortándose entre exhalaciones. Tira de la cremallera de la mochila con el pecho aun temblando y no se da cuenta de que se le van a ensuciar las rodillas de los vaqueros ni de que Billy puede leerlo. El alivio. De encontrar aquí a Billy y no solo un pupitre vacío. De cómo para un crío cada día más significa ‘Te importo’.
Fué a principios de Diciembre. Viernes a última hora y una de esas cosas tontas que solo pasan en las pelis. Una cosa tan de guión y tan de coreografía que a Billy le dieron hasta ganas de levantar la vista al techo para asegurarse de que John Hughes no les estaba observando, tomando notas desde arriba. Chocaron en mitad de una esquina. Billy aceleró porque tenía prisa y la única manera de pillar a Max a tiempo últimamente era interceptarla justo a la salida. Will porque va siempre así. Siempre a mil por hora. Siempre rozando la velocidad necesaria para un salto en el tiempo para luego ser la clase de crío que parece tan calmado que asusta. Chocaron. En mitad de la esquina. Apuntes por todos lados y una maldición (Will) y un gemido ahogado (Billy) y acabaron tirando de la misma hoja uno por cada esquina. Trolls y magos y un castillo y una luz verde, una estrella en la lejanía, augurando malos presagios. A Billy se le olvidó darle miedo y a Will debió de olvidársele que se lo tenía cuando se le escapó sin pensar un,
“Joder, Byers. Esto es una puta pasada”
Ni miedo ni reticencia ni esa forma que a veces tiene de chocarse con las palabras y trastabillar, solo un “¿En serio?” y ojos enormes y el flequillo rozando las pestañas al parpadear cuando a Billy se le olvidó también que debía― bueno, que debía ser Billy Hargrove.
“¿Tienes más?”
Así que ahora se salta lengua en vez de álgebra, todos los Martes y Jueves. Se escapa a ese lugar entre medias donde sabe que ya nadie mira para echarse un cigarro a la hora que a Will le coincide con el recreo. No siempre consigue darles esquinazo a su panda de pardillos pero algunos días hay suerte. Lleva los dibujos. Orcos y trasgos y montañas encantadas al noroeste y a Billy le parece que hay más príncipes que princesas y que si las hay, son casi siempre magas, casi siempre reinas y la mirada siempre se te va a los ojos que les arden, no a las prendas que les faltan y a Billy le parece que es un grano de arena pequeño. Esto. Que hacen. Y sabe que alguien ya mantiene firme el suelo bajo los pies de Will (‘Joyce’, le dice Will que se llama. Y a Billy le escuece la manera en que hace caber tanto, tanto amor en una sola palabra). Pero le parece también que tal vez no haga falta mucho más, para Will, solo―algunos granos de arena, para reponer los que cada día le quita ser un niño distinto en un pueblo pequeño y enfermo de extrañeza para lo que le resulta extraño.
Así que Billy va a tener que apretar los dientes hasta que le sangren las encías porque es eso, o endurecerse. Es eso. O cagarla.
Otra vez.
Y por la Virgen, Billy no quiere volver a cagarla.
Así que chupa el cigarro. Enarca una ceja. Apresura al crío con la mano.
“Mmm. ¿Tan cojonudo te parece que es, canijo? Venga, que me empieza la siguiente clase”
Will sobrevuela papeles. Cabeza asintiendo y dedos rápidos. Encuentra lo que busca y tira, lo alza triunfal con la mano. Es la espada en la piedra y la lleva hasta Billy con las rodillas húmedas y solo un poco manchadas de barro. Es Febrero y el sol arde fuerte sobre toda la humedad que se ha pasado la noche llorando. El dibujo es un dragón enorme, alas oscuras y desplegadas en eclipse y solo unos pocos rayos de luz de luna iluminando al caballero desde su espalda. Tiene parpados ribeteados en negro y rizos rubios desparramándose en cascada y Billy estaba apretando los dientes pero se le separan porque el dibujo se parece demasiado a él para ser coincidencia. La sonrisa le devora toda la boca. Blando. Le pica la broma en la punta de lengua. Gruñe un,
“Me han llamado muchas cosas. Pero creo que esta nunca, Byers”
Solo se le ve la mitad de la expresión, con ese flequillo que le tapa las cejas y Billy vuelve a resistir las ganas de soplarlo.
“¿Hum?”
“Caballero” dice, deja entrever el tono coña “De armadura brillante”
Una puta pena, lo del flequillo. Porque casi no se le ve, así. Para el que no le conozca. Que se le suben las cejas y se le acumulan en las arrugas de la frente las ganas de bromear de vuelta. Pero por suerte llevan ya un par de meses y Billy―
Billy ya le conoce. Lo suficiente.
“Ya sabes cuál es el trato, William. Escupe. Se te ve a kilómetros que te lo estás aguantando”
“¿Tu? ¿Y brillante?” suelta Will, arrugando la nariz y lanzando una mirada significativa a las pintas que lleva Billy, más cuidadas que no, más intencionales. Pero de eso ya se dará cuenta cuando crezca.
Billy carcajea. La sonrisa de Will se amplía, satisfecha. Se desliza de un salto en el pupitre de al lado. Billy le pasa el cigarro.
“¿Y esto?” Will se encoge un poco. Le mira. Luego al intercambio entre sus manos. Coge el cigarrillo entre dos dedos y el filtro no quema pero Will lo aprieta solo lo justo, como si le diera miedo que de repente lo abrasara.
“Venganza” dice Billy, medio gruñido medio risa, y Will frunce el ceño, pero respira hondo para coger fuerza. Exhala. Da una calada y―
“Argg” tosetosetose “Esto es. Ufff. Es horrible!. No se cómo―” le devuelve el cigarro “Ufff, que―” duda “Asco”
Billy suelta una risotada. Piensa en Max inhalando profundo un par de semanas atrás, sosteniéndole la mirada. Rompiendo a toser cinco segundos después. A Will también le palmea la espalda.
“Eso es bueno” dice “Mejor que no te guste” y Will arruga toda la cara “Y esto también” añade Billy, agitando un poco el dibujo “Esto es muy. Pero que muy bueno, tío”
Will. Le mira. Uno. dos. Tres segundos. Largos. Y Billy le duelen un poco, todos y cada uno. Tres puñaladas profundas con esa espada recién liberada. Un tipo diferente de ‘te importa' cada una: ‘me parece imposible (que te importe)’. ‘Si tú lo piensas, igual es verdad (y me importa, que tú lo pienses)’. ‘Gracias (porque te importe)’. Y luego. Esas cejas escondidas. Los carrillos hinchándose un poco cuando se muerde la punta de la lengua y―
“¿Billy?” los ojos le brillan de malicia mal contenida.
“¿Uh?”
“Tú eres el dragón”
“Serás―”
Billy le empuja de lado. Pero Will solo se mece. No pierde pié sobre arena firme. Vuelve la vista al dibujo, encoge un hombro.
“Pero también el caballero”
Lo dice en un tono que atraviesa el pecho entero y ‘Gracias’ piensa Billy, aunque le duela la piel blanda. Y no le sopla fuerte ese flequillo de tazón de dónde le cubre toda la frente pero―
Sí que le revuelve todo el pelo.
“Ah―!!”
“Hey, canijo, ¿quieres ver el que yo he hecho?”
Will asiente rápido. Todo velocidad contenida y reverberando y a veces Billy no sabe cómo tan poca gente lo puede ver, lo pequeñísima que se le queda la piel y piensa que ojalá, ojalá acumule suficientes granos de arena para elevar ese suelo firme bajo sus pies, y llegar muy alto.
“Claro!”
Lo lleva guardado en el bolsillo de la chaqueta. Doblado. Como lo guarda todo. Pliegues y capas y en el fondo de bolsillos que nunca mira nadie pero.
Lo desdobla para enseñárselo a Will Byers.
“Vaya” Sonríe como ‘Dos meses desde que nos chocamos y me parece que yo te conozco un poco también, Billy Hargrove’ y Billy tocó fondo pero ahora por lo menos Max y él cantan AC/DC a coro en los viajes de vuelta a casa y la voz de Will suena a ‘Eres bueno’ cuando pasa las yemas de los dedos por los contornos en grafito de la calavera y repite, “Vaya”
“Pienso hacérmelo” Billy inspira una calada profunda de Marlboro y de ‘Cuatro meses para los dieciocho’ y le parece sentir como el humo se enrosca en el interior de sus pulmones antes de soltarla. Es una imagen tan bonita como estúpida. Mira la mandíbula abierta del dibujo y piensa que tal vez a él también le apetezca una calada “Tenerlo curado para cuando empiece el verano y―”
“¿Qué pasa aquí?”
Steve.
Harrington.
Brazos en jarras, las solapas del polo subidas y las Ray-Ban sujetándole esa forma en que se le arremolina el pelo sin llegar a domarlo. El sol de las doce pasadas le ilumina medio de espalda y es guapo. A dolor. Es tan, pero que tan guapo. Billy está seguro de que es imposible que este paleto criado a base de maíz y de dinero amasado en negocios de dudosa moral sea lo más bonito que ha visto nunca pero a veces se le olvida. Que es imposible porque. Joder. Lo parece. La luz encendiéndose las puntas del pelo dónde se le ondula. Bajo la oreja. En la curva larga de su cuello. Y el mundo no se para ni los pájaros dejan de trinar ni las nubes se abren y no pasa ninguna mierda sobrecogedora porque esto es el agujero negro dónde va a parar toda la basura del mundo, Indiana. Pero. Lo parece y,
Billy.
Billy sabía respirar pero esa es la otra cosa que siempre se le olvida. Cada vez que Steve Harrington le pasa por delante.
Se tiene que obligar. A asentir. A dejar de ahogarse. Cuando Will le busca con esos ojos grandes a modo de pregunta.
A modo de disculpa.
Billy Hargrove, de recién coronado terror local a―
“Le estaba―” empieza Will. Respira. Frunce la boca antes de soltar la verdad porque sabe que es la única escapatoria “Enseñando mis dibujos. A veces―”
―el blandengue al que se le sube garganta arriba el orgullo cada vez que un crío de apenas once años le dice ‘Billy, esto es bueno. Es muy. Muy bueno, Billy’.
“A veces interca-eh―”
Los ojos grandes de Will se hacen aún más, más grandes. Como si se diera cuenta de que donde ha metido el pie sigue embarrándose hasta meter la pata entera y Billy le sonríe un poco, del lado de la boca que queda oculto para Steve Harrington, por eso de las fachadas y lo difíciles que son de mantener, cuando por un lado presiona lo que se supone que debes ser y por otro, fuerte, cada vez más fuerte, lo que escondes.
“¿A veces―”
Pero Will suspira hondo, hondo, labios fruncidos y ojos gigantes y Billy piensa ‘A la mierda, Hargrove. No te escondas’.
Es él quien contesta,
“Intercambiamos dibujos, Harrington”
Y Steve.
Tiene esos ojos. Son como un mar revuelto en mitad del invierno, esos ojos. Duros, duros, duros. Imponentes. Pero suaves. Joder tan suaves. Cuando algo le pilla desprevenido. Cantos rodados en el oleaje. Y Billy querría dejarse arrastrar por ellos como caer con la curva de una ola. Steve le mira, y al dibujo que tiene en la mano, sus ojos un remolino y, cuando alza la vista, la calma. Y Billy se siente igual que cuando le parecía a veces que las olas querían. Envolverle y atraparle. Suaves como las nubes que reflejan. Y Billy se siente igual que cuando las dejaba. Llevarle. Arrastrarle hasta orilla. Sano y salvo.
“¿Lo has hecho tú?” Steve frunce el ceño. Cuando hace eso. Está siempre guapísimo. Y a Billy el corazón se le rompe. A cachos. Piensa. Esto es lo que cuesta. Piensa. Joder. Piensa. Así es como duelen las cosas cuando te conviertes en un puto blando.
Lo que no tienes. Lo que quieres. Lo que podrías―
Joder.
Lo que podrías querer tanto que quisieras arrancarte la piel, para que pudieran tocarte el corazón directamente con las manos.
Billy asiente. Will sonríe. Steve suaviza el ceño y― olasolasolas. En una mañana de otoño. Batiendo la superficie de un mar en calma.
Y ahora. Billy canta AC/DC con Max. Le hace aguas el corazón cuando desafina y a ella se sujeta los pulmones cuando la risa se le atraganta. Si sienta en la parte de atrás de una caseta a medio camino entre quien es y quién debería ser y pasa con muchísimo cuidado las páginas del cuaderno de dibujo de Will Byers.
Y Billy Hargrove tocó fondo un día a finales de Octubre. Tocó fondo y le dejó a Steve Harrington hecha papilla esa cara que no puede dejar de ver en sueños. Cuando está dormido. Cuando está despierto. Tocó fondo y ahí se va a quedar. Es eso. O arriesgarse a subir a la superficie equivocada. Se está bien, aquí en el fondo. Se ve mejor lo que importa, cuando alzas la vista hacia la superficie.
Aquí, duele mirar lo que no tienes pero, al menos. Te devuelve la mirada.
Aquí, Billy respira muy, muy hondo. Coge aire para para tener algo que le mantenga vivo bajo el agua cuando Steve le arranca el dibujo de las manos. Lo estudia con detenimiento. Dice,
“Es. Eh. Bueno―” Sonríe “No es. Bonito. Al uso.” Mira a Billy y su mirada se deshace en espuma, se rompe en esa suavidad que no puede evitar, como si lo demás fuera tan de mentira como ‘Billy Hargrove’ y todas esas paredes imaginarias “Pero―”
Dice ‘Pero’ y, entonces. Suena la alarma.
“¡Oh!” Will bota en el sitio “¡Tengo que―” cierra a tirones la mochila y “¡Clase!”
Sale corriendo, girándose antes de desaparecer tras las esquina de la caseta para saludar, dedicándoles a los dos una de esas sonrisas que Billy ha categorizado sin darse cuenta como ‘de las buenas’, ancha y ya casi jadeante otra vez, antes de desaparecer a la velocidad de la luz en dirección a la escuela y a, espera Billy, ser uno de esos pocos críos que aún va a seguir riendo con las mismas ganas a unos cuantos años vista, con un poco de suerte.
Steve Harrington sigue ahí, plantado frente a él cuando se detiene la alarma.
“¿Te sobra alguno de esos?” pregunta, la barbilla señalando el cigarrillo que Billy aprieta entre los dedos. En la deriva de su pelo las Ray-Ban se mantienen a flote, zozobrando.
Billy golpea el culo del paquete contra el muslo, le ofrece el cigarro que sobresale. Rasca la piedra del encendedor y, Steve se inclina hacia delante y es pleno día pero a la luz delgada de la llama da casi la sensación de ser ese instante exacto en que empieza a apagarse el mundo, y la oscuridad convierte los espacios abiertos en pequeños universos estrechos: Steve Harrington y sus labios rojos alrededor de cigarro y un dolor pequeño en la yema de su pulgar de seguir manteniendo vivo el fuego y querer cosas con un dolor más grande y sentir que se le cauteriza el corazón de mantener dentro la rabia al saber que nunca va a tenerlas pero―
“¿Pero?”
Steve le agarra la muñeca. Ahueca las mejillas. Inhala hondo. Se separa pero tarda un momento. En soltarle. Lo bastante para que sus dedos pudieran leer la forma en que a Billy se le encabrita el pulso en la muñeca, si quisieran.
“Pero―” Steve sonríe. De medio lado. Se sienta en el sitio de Will. Alarga el cuello hacia el cielo. Alarga la espera. Exhala. “―es mono”
Le encuentra, con esos ojos. A Billy, que nunca puede dejar de mirarle. Le devuelve la mirada.
Y Billy―
Billy.
“¿Mono?”
Billy. Parpadea. Se le para la mano a medio movimiento de llevarse a la boca su propio cigarro. Se le para el corazón y le parece que se para el tiempo, también, en esta estrechez a la que la presencia de Steve ha reducido el momento. La sonrisa entera ahora. Ojos suaves. Joderjoderoder. Tan suaves. Y Billy piensa,
Te estás ablandando. Te estás ablandando tanto, Billy Hargrove, cuando Steve dice.
“Tú” dice, bufa una risa suave “Con Will. Dibujando”
Billy quiere que no deje nunca de mirarle así. Quiere besarle.
“Fúmate el puto cigarro” gruñe.
Y Steve hace rodar los ojos de una forma que dice a gritos ‘Te pillé, Hargrove’, pero apoya la espalda contra la madera pelada de la caseta.
Y le hace caso.
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El Martes siguiente no es solo Will quien aparece, cuando suena la alarma.
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“Igual unas flores alrededor, o algo”
“Para parecer imbécil, dices”
“Para eso no te hacen falta”
“Pero que graciosísimo eres, Harrington”
“Rosas”
“En serio, ¿rosas? ¿Lo más trilladísimo que hay?
“No sé” Steve se encoge de hombros, baja la cabeza, mirada en las semi-lunas que trazan en la gravilla las puntas de los zapatos “A mí me gustan”
Cohibido, y van ya casi dos meses así que Billy sabe que también sintiéndose un poco tonto. Y no. Nono. Eso sí que―
“Supongo que no están tan mal,” gruñe, y sabe que con Steve es siempre más arisco, incluso ahora. Como si todo lo a flor de piel que se siente por dentro se le resistiera, por fuera. Pero es que con Steve la piel no solo se le hace más blanda, sino finafinafina, tantísimo que transparenta “las rosas”
Y es que lo que Billy esconde debajo― eso no sabe si Steve querría verlo.
Pero Steve alza la vista. Sonríe suave. La clase de chico que aparecería con un ramo envuelto en papel brillante y lazo a juego. Y a Billy le late el corazón tan fuerte que le retumba contra la piel y sabe de repente que va a llegar el día en que dará todo igual porque va a ser imposible.
Que no lo va a poder seguir escondiendo.
“Que sepas que eres un puto ñoño, Harrington” le dice.
“Supongo que sí”
Y no le dice ‘Me gusta’ pero Steve ya le espera con una sonrisa cuando Billy le mira a los ojos y se da cuenta de que ya ha empezado, a no ser capaz de esconderse.
(Se da cuenta, también, de que Steve ya lo sabe)
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“No. Ni de puta coña” Billy inhala hondo por la nariz, se le aprietan solos los dientes “No, no. no, y no. Lo siento”
Steve le mira con el ceño fruncido. Billy le aprieta el sobre todavía más fuerte contra el pecho.
“Pero―”
“Espero y listo. No me importa. Ya habrá tiempo de hacerlo”
Lo dice y no se cree y Steve no le cree tampoco y ojalá Billy fuera de esa gente que nunca se acuerda de nada cuando se emborracha, porque no tendría que acordarse ni del dolor punzante de las costillas, ni del sabor de la sangre, ni de la forma en que a Steve le huele a suavizante y a piel como recién nacida y a calor y calor y calor, la curva del cuello. No tendría que acordarse de que sí, claro que sí que hacen cosquillas, esos rizos que tiene bajo la oreja.
Steve le mira como si doliera, un corte de papel. Fino y casi invisible pero que escuece. Y no parece más que un puto sobre, blanco y estrecho y aburrido, pero es por lo visto una arma de doble filo también porque a Billy le hace la misma clase de herida, y joder. Joder.
Cómo duele.
Pero Billy― No. Puede.
No puede aceptarlo.
“Oye―” empieza Steve. Ojos suaves y voz suave y dedos suaves, yemas acariciando el anverso de su mano hasta cubrirla, ahí, sobre su propio corazón. Tanta suavidad que Billy tiene que cerrar los ojos porque va a soltarle un mordisco, si se deja llevar, cuando lo que quiere en realidad es echarse a llorar y que Steve Harrington le bese fuerte, que no le importe que los labios de Billy sepan a sal, que no le suelte ni cuando ya se le hayan secado las lágrimas “Oye. Me lo devuelves y ya está. Cuando puedas. Más adelante. Olvida lo del regalo, ¿vale?. ¿Qué te parece un préstamo?”
Los dedos de Steve aprietan fuerte, yemas presionando la palma. El sobre cruje, de un blanco impoluto pero mil veces arrugado, como el dinero que guarda dentro. Debe llevarlo encima hace días, Steve. Tal vez desde aquella noche, ni siquiera una semana entera atrás. Los nudillos de Neil acertando de pleno contra sus pulmones. Los pocos ahorros de Billy pasando del bote que aún se agitaba en el suelo al fondo sin final de su cartera “¿Así que tienes dinero escondido pero tengo que ser yo el que te pague por los caprichos?”. Horas de cortacésped y descargar camiones los Viernes y de sumergirse en el olor a carne quemada y aceite viejo de freidora en la hamburguesería de Benny los Sábados y Domingos. Billy lo mandó a la mierda y se ganó un derechazo y vió rojo durante todo el camino, desde la entrada de hierba pelada en su casa de Cherry Lane hasta la avenida de setos podados y flores elegidas con excelentísimo gusto flanqueando el camino hasta la mansión de su niño rico favorito. Steve echó whiskey en un algodón, le desinfectó la herida. Dejó que Billy se tragara la botella entera a pesar de saber de sobra que ya no se puede desinfectar, lo que Neil le ha hecho por dentro.
Se lo acabó diciendo. Apretado contra él en la cama.
(En su cama)
Que no es solo un puto tatuaje, que es,
“Dieciocho, Steve. Y va a seguir siendo su techo pero yo―” ya “podría―” no “Irme” seré “A dónde quisiera. Cuando quisiera” suyo.
Dieciocho y,
“¿Te―?” Steve cogió aire. Profundo. Tenían las frentes pegadas y las bocas cerca y a Billy nadie le había respirado el aire antes así, inhalándolo directo desde sus propios pulmones “¿Te vas a ir?”
“No” y después “Aún” después “Quiero graduarme. Intentar―” Ser algo, joder. Ser alguien. O solo ser. Ser. Lejos de Neil. Solo que “Y están Max y Will y―” Tú. Y no lo dijo pero Steve. Steve nota las cosas. Le abrazó fuertefuertefuerte y a Billy le dieron ganas de echarse a reír porque sabe que es una gilipollez, que no hay realmente diferencia. Entre los nudillos de Neil y marcarse la piel con lo que quiere. Entre diecisiete y dieciocho si realmente nada cambia excepto por unos cuantos mililitros de tinta. Entre estar atrapado por su padre a dejarse atrapar por Max, por Will, por Steve. Porque quiere.
No hay diferencia. Pero―
“No puedo” repite ahora, y le tiemblan la voz y el aliento cuando Steve asiente despacio y Billy se da cuenta de golpe de que quiere también. Aceptar el dinero. Dejar que Steve le ayude a hacerse un tatuaje de mierda que no cambia nada pero que lo significa todo. Se da cuenta de que quiere rosas envueltas en papel brillante y lazo a juego y de que quiere suave. Quiere que alguien le cuide como Steve aquella noche y le diga que no pasa nada, que se lleve a Billy a la cama y le abrace y que le importe menos de una mierda lo que tenga que decir diga el puto mundo entero.
Te estás volviendo un puto blando, Billy Hargrove piensa cuando nota cómo se le rompe el corazón Y este es el precio.
“No es―” empieza Steve, agachando la cabeza, y van cuatro meses ya y Billy sabe lo que va a decir antes de que vuelva a abrir la boca. Piensa nonono cuando reconoce la vergüenza ”No se lo he pedido a mi padre. Si es lo que piensas”
“Steve. No―”
“Es mío. ¿Más o menos?” Exhala una risa pequeña. Le mira con ojos grandes. Enormes. Se muerde los labios “Ya sé que todo sale del mismo sitio pero. He estado ahorrándolo. Quería regalarte― algo y. Entonces. Paso lo de tu padre y el dinero y pensé―”
“No tienes que regalarme nada” suelta Billy, rápido, en acto reflejo. Y Steve aprieta una sonrisa entre sus labios plegados, como si ya se esperara que Billy podría esa es la clase de cosa y,
Estuviera preparado.
“No lo hago porque tenga que, Billy” y la forma en que le mira es demasiado y Billy se siente en carne viva y sangrando,
“Es mucha pasta, Harrington” pero la voz le falla y Billy ya sabe bien a estas alturas que Steve Harrington puede olerlo, ese instante en el que casi ha ganado.
Sonríe. Da un paso hacia delante. Si alguien les viera ahora. Parecería que están cogidos de la mano. Busca los ojos de Billy y los agarra fuerte. Billy se muerde los carrillos para no cometer el error de sonreír de vuelta, y alentarlo.
“Vale. Ni regalo ni préstamo. Entonces, ¿ qué te parece un trato?”
Billy bufa.
“Un trato”
Steve asiente, lento, y Billy se pregunta si puede sentirlo, cómo se le dispara el pulso en ese punto donde sus muñecas se siguen tocando.
“Es mío. El tatuaje y toda la piel que haya debajo” hace un gesto. Pequeño. Rápido. Ladea un poquito la cabeza, arruga la nariz, la mejilla, la punta de una sonrisa se le curva de lado. Y Billy quiere besarle tantotantotanto “Mi propio pedazo de Billy Hargrove”
Billy traga saliva. Sigue de una pieza por fuera pero―
“Eso es una puta tontería, Harrington”
―por dentro, se rompe en mil pedazos.
“¿Y?” Steve enarca las cejas. Suelta una risa y tiene la mano todavía ahí, firme contra su mano. Y Billy sabe de sobra que nunca va a tener las clase de cosas que quiere pero. Esto. Lo que si puede tener es esto y la forma en que Steve le sostiene y dice, casi susurrando, como si él se diera cuenta también, de que nunca mantienen una sola conversación a la vez, de que está la que vive por encima de la superficie pero también ésta otra, ésta que se habla en miradas y susurros y que habita justo por debajo,
“Sé que es importante. Así que aunque sea solo por esta vez, ¿me dejas?”
¿Me dejas cuidarte?
No lo dice, pero está ahí, en sus ojos. Y a Billy le satura los pulmones de una forma parecida al ahogarse. Tanto aire fresco para respirar que no alcanza a respirarlo. Piensa Estoestoesto, piensa Cómo hago para no quererte, piensa Confórmate con lo que puedes tener, Hargrove. Así que coge una bocanada grande de ese aire puro que el estar enamorado de Steve Harrington hace casi irrespirable. Se le sale todo de golpe cuando la mano libre de Steve le toca suave la mejilla, arrastra el pulgar sobre una lágrima.
Billy asiente.
Tiene que apretar los dientes fuerte cuando Steve se inclina, lo dice bajito contra su oreja.
“Feliz cumpleaños”
Y Steve no le besa. Pero le abraza otra vez. Como esa vez.
No le suelta hasta que se le secan las lágrimas.
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“Quiero que lo hagas tú” le dice a Will, dos días más tarde. Y debe ser la forma en que lo dice, porque Will va a preguntar o a replicar, o algo.
Pero no lo hace.
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“¿Qué quieres que qué?”
Billy bufa, simula fastidio. Tiene que volver la cara a un lado para no mirarla.
“No es tan difícil, Maxine. Tu elige y calla”
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En algún momento, empezaron a aparcar lado a lado por las mañanas. A echar un cigarro a medias antes de ir a clase. Los Lunes y Miércoles los dos tiene lengua a primera hora.
Se la saltan.
“Hoy es el gran día, ¿no?” pregunta Steve, estirándose, estirándose, estirándose contra el costado del coche, brazos arriba cuan largo es y las espalda arqueada siguiendo la curvatura del Camaro “¿Acojonado?”
“¿Cuando me has visto tú acojonado?”
Steve enarca una ceja, sonríe frunciendo los carrillos. Meses. Meses desde aquel primer día en la caseta y Steve no lo dice pero Billy los escucha, las palabras y el tono de ’Mas veces de las que te crees, Hargrove’ y Billy quiere sentir bajo las yemas de los dedos las ondulaciones de sus costillas así que en vez de eso, le roba el cigarro.
Steve gruñe una risa. Intenta golpearle la bota con la punta del pié pero solo consigue rozarle medio de lado. No parece que le importe mucho porque entrelaza las manos detrás de la cabeza, se escurre hacia abajo un poco, deja que se le cierren los párpados. Al sueño siempre le cuesta dejarle ir, tan temprano, y Billy lo entiende porque quién querría, si le tuviera. Quien no rogaría por solo un poquito más, de oírle respirar bajito y del calor de las mantas y de ese pelo desparramado sobre la almohada y las frentes rozándose.
Billy solo lo ha tenido una vez, y nunca va a poder olvidarlo.
“Seguro que es por eso que no quieres que te acompañe. Para que no te vea cagado” se le nota algo en el tono, en la manera en que aprieta los labios justo después de decirlo. Y Billy no volvería a hacerle daño nunca pero por lo visto se lo ha hecho, aunque no haya sido queriendo. Podría decirle la razón pero quiere que sea una sorpresa: de alguna manera, en su mente, Billy va a devolverle el regalo.
Pone los ojos en blanco.
“Ya te gustaría. Max quiere venir y―” dice, e intenta que también se le note a él, lo mucho que querría también que Steve pudiera acompañarle. Blandoblandoblando “no dejan entrar a más gente”
Steve asiente. Ojos hecho de otoño y de esa forma en que los sueños se le quedan enredados en las pestañas, cada mañana.
“Lo entiendo” dice, pero se le arruga algo la comisura y Billy puede leerlo ahí, que es verdad que lo entiende, pero que no le gusta la idea.
Y a Billy le gusta. Que no le guste.
Piensa Venga ya. No seas imbécil, Hargrove.
“Te lo enseñaré en cuanto esté listo”
“Uhm”
Steve cierra los ojos de nuevo, manos detrás de la cabeza, entrelazadas. El sol le baña la piel de luz fría todavía, color azul de mar y promesa cercana de verano. La misma clase de luz que rompería contra el arrecife de las mantas, se enredaría en espuma sobre el blanco de la almohada si no estuvieran aquí, sino juntos otra vez, en su cama.
Pero lo que Billy tiene es esto, así que moldea su propia columna a las formas del Camaro, se apoya junto a Steve, trata de hacer el esfuerzo de no pero al final resulta absurdo, así que solo se queda ahí, en silencio, mirándolo.
“Entonces vas a tener que decírselo tú”
“¿A qui―qué?”
“Al tío que te lo haga”
Cuando Steve gira la cabeza, a Billy le late el pulso en la garganta. No las abre casi, las pestañas. Solo lo justo. Y es peor, piensa Billy, peor que ver tan de cerca el color de esos ojos castaños, porque suena a más, cuando Steve habla y eso es imposible. Suena a más de lo que Billy podrá nunca tener, cuando Steve le empuja un poco, hombro contra hombro, las bocas tan cerca que las palabras suenan a calor y a más, más, mucho más, cuando Steve se lame los labios,
“Que esto es mío ahora, Hargrove. Así que ya puede tratarlo con cuidado”
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“¿En serio?”
“Dijiste que eligiera y elegí” suena cabreada. No lo está. Mira al frente mientras se abrocha el cinturón del coche.
“¿Alguna razón en especial?”
Max se encoge de hombros. Frunce los labios. Tiene esa manera de subir la barbilla y bajar los parpados que siempre consiguen que a la gente se le quiten las ganas de seguir haciendo preguntas. No funciona con Billy pero hace como que sí, esta vez.
Acciona el contacto.
“Que te parece si la pones, ¿entonces?”
Los labios de Max se arrugan de forma diferente. Es fuego y hielo, todo a la vez, pero de una forma que quema siempre.
Rebusca entre los casettes hasta dar con AC/DC. Sube el volumen tan alto que Billy casi puede sentir como el ritmo de batería se clava en el esqueleto de acero del coche, la música vertiéndose dentro como la tinta de un tatuaje.
Billy dobla el papel, lo mete en el bolsillo de la chaqueta, junto al dibujo. Piensa Es la última vez. La última vez. No más pliegues. No más capas. No más secretos guardados en el fondo de bolsillos en los que nunca mira nadie.
Sino ahí, expuestos sobre la piel. A plena vista.
‘Livin' easy. Lovin' free’.
Vuelven la casette al principio una y otra vez. Cantan a coro hasta Indianápolis.
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“¿Como que no? Dijiste que cuando estuviera listo”
“Pues eso. No está listo”
“Pero si está―”
Steve estira la mano. Suficiente verano ya en el cielo para que el asfalto queme bajo las suelas y Billy pueda vestir manga corta y Steve trata de colar los dedos por debajo. Billy le agarra la muñeca a medio camino y se gana un bufido y un,
“Venga ya, Hargrove”
“―sin curar”
“Cua―?”
“Cuando esté listo, cara bonita” dice Billy, y si tarda un segundo en soltarle porque se le embelesan las manos al tocar tanta suavidad, a ver quién puede culparle.
Steve pone los ojos en blanco, se le desinfla una risa como si estuviera pensando ‘Pero mira que eres imbécil’ pero después de todo eso no le molestara tanto, en realidad.
Cuando esté listo, piensa Billy.
‘Livin' easy. Lovin' free’
Solo una semana más.
Hasta que se cure.
Hasta que termine de florecer.
xxx
Último día de instituto. A Billy le dan un cuadernillo de notas con una leyenda que le despide alegremente hasta ‘¡Un maravilloso año más!’ y Steve se gradúa “Sin pena ni gloria ni futuro,” un diploma sellado y una carta de despedida que le va traduciendo a “La versión sin edulcorar” hasta rematar con un “¡Bienvenidos a un flamante día más de tu puta mierda de vida!”.
Deberían estar el uno lanzando el birrete y el otro poniéndole caras desde la fila de asientos pero―
Se lo saltan.
Acaban en la cantera, como siempre.
Todo Hawkins se respira en luz radiante y promesas por cumplir pero es a esta orilla a dónde el verano ha venido a quitarse la ropa y robarles el aliento. La tierra pelada del invierno se mece ahora en verdes y amarillos y flores de azules salvajes y el agua arranca chispas a la luz como en un puto anuncio de Coca-Cola. Y resulta sofocante, el calor, y la forma en que Steve se sube las gafas sobre el flequillo húmedo de sudor y apoya el culo sobre el capot del Camaro con esa satisfacción de pensar que a Billy le molesta. Y a Billy le molesta, pero le molestan más la forma en que sus labios se curvan sobre el cigarro y se le justa por todas partes, ese pantalón azul de traje que lleva. Mangas blancas y carísimas arrugadas hasta por debajo de los codos y solo un botón cerrado más de los que Billy quisiera.
Es este verano sofocante el que le hace señas desde el agua y le deja sin aire pero― es en Steve en quien Billy querría ahogarse, si pudiera.
“¿Y ahora qué vas a hacer?”
Se sienta a su lado en el capot y Steve parece aún más satisfecho si cabe, al notarlo ceder. A Billy le dan ganas de echarle cojones y probar a morderle el cuello, y que sea lo que dios quiera.
“¿En serio? ¿Tú también con esa pregunta de mierda?” Bufa, y el cigarrillo se le bambolea en la boca y las palabras solo se le entienden a medias pero el tono no es de que le moleste, realmente. Más bien de que le hace un poco de gracia, al principio, y se precipita rápido a algo que parece dolor o amargura o añoranza, justo después “Ser un fracaso” se encoge de hombros, suelta una carcajada corta “Ya ves. Todo lo demás se me da de puta pena.”
Y Lo veo, piensa Billy, y a veces le gustaría a arrancarse los ojos y ofrecérselos y decir, ‘Mírate con éstos y dime lo que ves ahora’ porque nonono,
“No eres―”
“¿Y qué si―” Steve le corta. Con las palabras. Con la mirada. Se le parte su propia voz antes de terminar. Y Billy coge aire. Nunca hay sitio para nada más, cuando Steve Harrington le mira de esa manera “Si lo soy” hace un pausa que es un suspiro. Se muerde los labios “Ya me cansa. No poder solo―serlo y ya está, ¿sabes?”
Y la sonrisa de Steve es algo triste y algo cansada y la brisa le revoluciona el pelo, lo baña de sol y recuerdos que Billy va a llevarse para siempre en la memoria, vaya donde vaya.
No está de acuerdo. Pero Steve necesita que lo entienda, así que Billy lo entiende. Asiente. Le empuja suave hasta hacerle zozobrar de lado y esa sonrisa se hace espuma. No más tristeza. No más cansancio.
“Además” sigue. Calada larga y le pasa el cigarro y Billy no lleva la cuenta pero lleva la cuenta, de todos estos besos de segunda mano “Eso quiere decir que estoy atrapado aquí. Así que ni tan malo”
“¿Qué quieres decir?”
“Qué no me voy a ir a ninguna parte. Y tú tampoco” Steve baja la mirada. La alza otra vez “Al menos por ahora, ¿verdad? Así que. Bueno. Ya sabes”
Y suena contenida pero está ahí, la forma en que la voz de Steve está empapada de esperanza.
(Y joder. Ese es el problema.)
(Que Billy no quiere. Ya no quiere marcharse.)
Le corta por la mitad. El dolor. Porque no importa, lo mucho que lo sepa ya. No importa la cantidad de veces que se lo diga a si mismo Cuanto más duela, más rápido te acostumbras porque la verdad, es que no cree que vaya a hacerlo. Acostumbrarse. No cree que a ésta forma que tiene Steve, de quererle tanto sin quererle, no como Billy quiereque le quiera, vaya a poder acostumbrarse.
Pero lo más triste de todo es que―
No cree que deba. Livin’ easy. Lovin’ free. No es esto lo que quiere. No es así, como quiere vivir.
Acostumbrándose.
No más pliegues. No más capas. No más secretos guardados en el fondo de bolsillos en los que nunca mira nadie.
Pasa tan de golpe que le pesa como hecho de hormigón el corazón. Se le encharcan los pulmones. Pero Billy ya tocó fondo una vez y ahora no quiere, volver atrás. Desde el fondo se ve mejor lo que importa, cuando alzas la vista hacia la superficie.
Pero ese es también el precio que pagas.
Tiene que decírselo. Ahora. Antes de tener tiempo de acojonarse.
Es eso o vivir para siempre así. Es eso, o vivir para siempre a medias.
Y va a doler más que cualquiera de los golpes que Neil le haya dado nunca.
“Steve. Oye―” empieza, y Billy casi nunca le llama por su nombre pero suena suave. A roce de besos y susurros en la oreja y a esa sensación de cuando entierras las cara en la almohada. Suena a esa forma en que le mira. Suavesuavesuave. Steve. Suena a estar a punto de perder cosas que en realidad no has tenido nunca. Pero No te escondas piensa No te escondas “Hay algo que tengo que―”
“¿En serio? Pff. Ya iba siendo hora”
Billy pestañea. Los dedos de Steve le buscan el borde de la camiseta, se curvan, nudillos rozando su ombligo. A Billy se le encoge la barriga, se le eriza la piel al tacto.
“Qué―?”
“Venga”
“Venga qu―?”
Steve frunce el ceño. Una esquina de sonrisa, de duda tentativa. No entiende que Billy no entienda. El viento le agita el cuello blanco e impoluto de la camisa abierta, las puntas onduladas de pelo castaño. Si no hubiera sido inevitable, Billy elegiría este momento para pensar en cuanto se arrepiente de haberse enamorado.
Steve se exaspera. Clarifica,
“El tatuaje”
Joder.
“No es lo que―”
“Billy” Extiende la y en una queja. Esos nudillos se le encajan certeros entre los huecos de las costillas.
“Oye!”
Steve le deja la tripa al aire.
“Quiero ver lo que es mío, Hargrove” dice. Voz de mando. Y Billy se queda quieto. Congelado.
“Steve―”
Y se suponía que era una sorpresa. Y hoy. Hoy es cuando Billy pensaba enseñárselo. El problema es― ¿Qué cojones le pensaba decir? He hecho esto para ti y cuando Steve pregunte Porque es la primera vez, y no quiero olvidarme nunca y cuando Steve pregunte Por todas las razones que te van a parecer equivocadas. Pero los dedos de Steve están enredados en el blanco de su camiseta y Billy piensa que ésta ni siquiera es la peor de todas las formas en que ha conseguido desnudarle así que―
“Déjame, Hargrove”
Billy le deja. (Claro. Claro que le deja). Levanta los brazos. La piel de Steve le acaricia los costados, esa parte sensible debajo de los brazos. Le saca las orejas con cuidado y Steve ya no para, ya no deja de tocarle. Dedos en la curva de su hombro, la piel ya curada del tatuaje. Suavesuavesuave. Tan suave. Le toca como Billy quiere que le toque siempre y Billy se tiene que morder los labios para no gritarle Paraparapara.
Para. Por favor. Para. O vas a destrozarme.
“Joder” Steve respira hondo. Exhala. Es tinta lo que Billy tiene calado profundo dentro de la piel pero piensa que esto va a tatuársele también. Aliento caliente y esa mirada, cuando Steve la levanta, el pulgar apretando el dibujo. Esa mirada “Rosas. Te las has―” Lo tiene ahí siempre piensa Billy, El puto corazón. En la mirada, se le para el suyo cuando piensa Y se lo tienes que decir, que se lo quieres robar de la manera equivocada. Steve sonríe, una risa diminuta, dubitativa, ojos grandes, pregunta “¿Por qué te las has―?”
Y Billy piensa Ya tocaste fondo, Billy Hargrove.
“Porque a ti te gustan” dice. Sol y murmullo de agua y primer día de verano. Camisa blanca y brisa y Steve y la forma en que le brillan esos labios. Antes y después y Billy piensa. No quiero olvidarme “Y porque es tuyo. El tatuaje”
Y Steve no contesta. Solo se queda quieto ahí. Le devuelve la mirada.
Y Billy piensa, Venga, Billy, venga. Ya tocaste fondo. Ahora es cuando tienes que ahogarte.
“El tatuaje. Y también todo lo que hay debajo”
Steve. Se le ve el dolor en los ojos. Todo de golpe. Se le empañan el marrón y las pestañas y se le extiende a la forma en que aprieta los dientes y se le mueve la garganta y Billy piensa Ya está piensa que por fin se le deben de ver sin necesidad de nada más, todos estos meses de verdades a medias y de soñar despierto y pensar en la forma en que el olor de Steve tenía una clase de calor diferente, en la tela de su almohada. Que de tan blando se ha vuelto completamente transparente.
Que ya está. Que ya se acaba.
Steve sonríe una risa que tiembla un poco, justo al final y luego, coge aire.
Acaricia los pétalos rojos que se abren sobre la piel de Billy con tanto cuidado como si fueran reales.
“Todo, ¿eh?” Y suena triste. Triste. Tan, pero que tan triste. El tono bajo de su voz convirtiendo el inmenso espacio abierto en un universo pequeño, termina la interrogación en un susurro que lo reduce a un grano de arena.
“Ése era el trato” Billy traga saliva. Le quiere decir Pero es un trato estúpido, porque ya lo tenías desde muchísimo antes. Le quiere decir que la piel blanda se le rompe con todo lo que quisiera. Ser capaz de conformarse. De acostumbrarse. Le quiere pedir que no se vaya. Quiere decirle que es esta es la primera vez, y que no se arrepiente. Duela lo que duela. De haberse enamorado. Aunque haya sido inevitable.
Pero Steve está diciendo “No todo” dedos en su clavícula y dibujando una curva nueva y desconocida contra el hueco de su garganta, yemas templadas bajo su oreja y ojalá pudieran quedársele impresas ahí. Dejar una marca suave sobre cada pedazo de piel que tocan, hasta pertenecerle entero a Steve Harrington.
“Steve que―?”
“No es todo” Steve traga saliva. Demasiado corazón en esos ojos, como para que Billy hubiera podido evitarlo “Lo que quiero es―”
Y entonces le roba todo el aire.
Steve le besa y no es― joder. No es suave. Es las uñas de Steve en la piel y los dientes de Steve en los labios y Steve inhalando profundo, profundo, de la boca de Billy, y Billy quiere morderle las palabras en la boca, (quiere) Dime (saber) Tú también(necesita saber) Dime que tú también te estabas ahogando.
No es suave.
Solo que Steve se separa, dedos todavía en su pulso y en los ojos la misma clase de dolor. Que ya está. Que ya se acaba. Dice “Lo que quiero es esto” Y Billy piensa Oh, piensa, Tanto tiempo solo en el fondo, y resulta que los dos éramos náufragos. Entierra los dedos en esa camisa blanca y tira. Le habla en la superficie de los labios. Dice.
“No lo has entendido, cara bonita” Le besa un poco más de aire. Nota como la corriente les arrastra fuera. Las olas les llevan. La espuma les acaricia los tobillos. Y se estaba bien en el fondo pero aquí, aquí, aquí es dónde Billy quiere quedarse “Ya es todo tuyo. Toda la piel. Y todo lo que hay por debajo”
Y Steve ríe en su boca. Sal y suavidad y el corazón en los ojos cuando le mantiene la mirada, la palma extendida sobre el tatuaje: la calavera, dibujada ahora por Will. Max, y AC/DC y su frase favorita (cincuenta kilómetros y dos vueltas completas al álbum es lo que le llevó, contestarle“Porque eso es lo que quiero para ti” y le ardían los ojos tan fuerte al decirlo que les acabó quemando a ambos). Rosas rojas. Porque Billy quería hacerle también un regalo. Porque de la forma en que Billy está enamorado de Steve Harrington solo te enamoras una vez en la vida, y se le iba a quedar para siempre tatuado por debajo de la piel, al fin y al cabo.
Billy suelta una risa suave. Roba una bocanada de aire puro de la boca de Steve Harrington, se le ensanchan los pulmones cuando sonríe contra la forma que marcan sus labios.
“¿Qué?” le pregunta Steve, ojos de torbellino y calma.
Billy le besa otra vez, frente contra frente. No quiere dejar nunca de besarle.
“Que al final me he tenido suerte, y me he convertido en un puto blando”
Y la arena es firme bajo sus pies, cuando Steve se separa un poco, se inclina hacia delante. Le deja un beso sobre la piel del hombro. Templado. Suave. Labios sobre tinta y sobre todo lo que Billy es, lo que Billy tiene. Sobre todo lo que quiere darle.
Le sonríe con toda la boca cuando se separa. Ojos rebosantes de todo lo que Billy quiere. Sonrisa un poco canalla.
“Es mono” pero por la forma en que lo dice, Billy no está del todo seguro,
“¿El tatuaje?”
Steve asiente, esos rizos bajo su oreja le hacen cosquillas en la mejilla cuando entierra la cara en el cuello de Billy, respira hondo, y su voz le hace cosquillas en la piel transparente cuando exhala,
“Y tú también, Billy Hargrove”
.
.
.
una cosa muy pequeña que se convirtió en una un poco más grande. no puedo dejar de pensar en billy y will dibujando desde que volvía a ver la s2 y puede que hasta escriba alguna cosilla más al respecto porque <3<3 . título en ingés porque es ya como la spanish tradition haha.
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skylartt · 3 years ago
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"Con amor, todo es posible."
"Soy descendiente de Ranthia Drahl, Reina de las Brasas. Ella está conmigo ahora y no tengo miedo."
"Mis amigos están detrás de mí y yo los protegeré."
"Mis amigos están conmigo y no tengo miedo."
Libro: Cuidad de tierra y sangre
Autora: Sara J. Maas
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verdadpresenteadv · 3 years ago
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NO JUEGUE A SER CRISTIANO....CUIDADO!!
Todas las citas bíblicas han sido tomadas de la versión Reina Valera de 1960.
Algunas veces toca amonestar con amor a aquellos hermanos y hermanas que juegan a ser "cristianos" de nombre, pero no hay ninguna conversion genuina en su persona, y su testimonio de vida cristiana es desalentador.
Ser tentado no es un problema, caer en LA TENTACION es pecado. Otra costumbre muy necesaria para estar preparados para las tentaciones es la vigilancia y la oración. Bien nos dijo el Señor: “Vigilen y oren para no caer en la tentación” (Mt. 26, 41). Vigilar consiste en alejarnos de las ocasiones peligrosas que sabemos nos pueden llevar a pecar.
Proverbios 6:27-28 “¿Tomará el hombre fuego en su seno Sin que sus vestidos ardan? ¿Andará el hombre sobre brasas Sin que sus pies se quemen?”
Al leer estos pasajes usted podrá decir “pero esto es obvio que me quemaré si lo hago” pero es que muchas cosas que usted hace sabe que son malas pero muchos piensan que mientras no le hagan daño a nadie, ni se metan con nadie se sienten bien.
Permítame decirle que muchos fumadores saben que fumar es malo pero lo que dicen es que ellos no se meten con nadie, que es su único vicio y que a nadie dañan; aunque ya sabemos lo que le pasa a todo aquel que se encuentre al lado de un fumador. Algunas personas argumentan que no es malo quebrantar la ley de Dios en contra del pecado sexual (adulterio, fornicación) si nadie resulta herido. La verdad es que siempre alguien resulta herido. Los cónyuges se devastan. Los hijos se hieren. Las mismas parejas, aun cuando escapen de enfermedades o embarazos no deseados, sufren las consecuencias. Pierden su capacidad de cumplir sus compromisos. Las leyes de Dios no son arbitrarias. No prohíben una diversión buena y sana. Más bien nos previenen para que no nos destruyamos cuando llevamos a cabo acciones irresponsables o al adelantarnos al tiempo de Dios.
Y volvemos al principio; si es obvio que se quemará si juega con el fuego; entonces también es obvio que pecar voluntariamente, que practicarlo así mismo se condena y arrastrará a otros al mismo fin (Gálatas 5:19-21).
No juegue a ser cristiano, porque su adversario Satanás, la serpiente antigua no juega a ser Diablo. El apóstol Pedro advierte a los creyentes sobre sus asechanzas. Él dice que anda como león rugiente buscando a quien devorar (Primera de Pedro 5:8). La palabra “rugiente” en su traducción literal es “hambriento”. El tiene un propósito que ya nos fue avisado por el Señor Jesucristo cuando nos dijo que el vino a matar, hurtar y destruir (Juan 10:10).
No desestime su poder. Satanás es un enemigo que necesita respetar, como un electricista tiene respeto por los cables de alta tensión, que pueden ser mortales. Si usted hace sus obras entonces debe saber que se quemará junto con él. Aunque usted ahora se sienta que todo marcha bien recuerde que su enemigo acecha esperando saltar sobre usted; esperando que usted se deslice aunque sea un poco de la verdadera adoración a Dios, que piense que lo tiene todo controlado y que a usted nada le pasará. Lea por favor 1 Corintios 10:12.
¿Hay alguna área sin protección en su vida, donde usted se siente muy confiado? Sométase a Dios. Muera a sí mismo. Esté siempre alerta...Pida perdón a Dios si esta en pecado . La puerta de la Gracia se esta cerrando y pronto y muy pronto Jesús volverá por segunda vez.
Que el Señor le continúe bendiciendo.
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diarioderoman · 4 years ago
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No sirvo para la W££d
Literal estuve con muchos"hits" en mi cuerpo para que,a la hora de chorrearme y no mover ni un puto músculo de mi existencia viendo "Carreras de reinas" se me acurre la grandísima idea de comer algo. ( Para esto pedí un pollito a la brasa) jwhwjshsh en fin... Jajajaja Bose porque hgao esto escribiendo en Tumblr xd soy muy aestherich kssjsj estoy stone :c ( nonl eas esto xd spoiler : , ya de me bajo jeje y estoy corriengiendo pero esto no 😄
Bueno...Voy a la cocina y ocurre todo esto que creo que demore 8 horas haciéndolo xd jahsjjahss
Corte 1 tomate en partes, 1 limón y la ensalada de "Pardos " muy rica la verdad.
+Ahí creo que estuve unas 2 horas e.e
Luego recalente mi "polleto" y ahí fue una hora " la verdad sentí qu3 todo iba taaaaan lento y me sentía muy cansado pero quería seguir xd para llegar a mi meta de ver la serie xd y luego chorrear
Le di la cena a mi novio uwu💞
Saque el pollo, me servÍ, saque la Chicha e hice un tecito de manzilla (wtf xd manzanilla) ( esa es otra historia xd)
Termine todo , me senté y ac estoy ... Escribiendo en teumbr xd por primera vez
"scrually" se siente gratificante. Espero que siga así umu , nose como es esto pero hehe usaré hasthag ( siempre son buenos)
Otnam.
Aquí la foto.
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treeofliferpg · 6 years ago
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\ (•◡•) / Masterlist de nombres de Fantasía \ (•◡•) /
A continuación una lista de nombres femeninos poco comunes que pensamos que podrían servir para historias y roles de FANTASÍA. Ninguno de estos nombres son invención nuestra, todos provienen de otras lenguas y han sido recolectados de diferentes páginas o de libros leídos. A casi todos les acompaña una pequeña explicación de su significado. Podemos ir añadiendo nuevos nombres, si alguien quiere colaborar con alguno nuestros ask/submit están abiertos ;)
Adeena - Noble, Gentil, Delicada
Aine - Pequeño fuego
Aislinn - Sueño, visión
Alani - Bonita, querida niña
Aloïsia - Ilustre guerrera
Amara - Eternamente hermosa
Amila - Princesa
Amirah - Princesa
Aoife - Belleza, Radiante
Ariella - Leona
Asena - Loba
Asteria - Estrella, diosa de las estrellas
Asterin - Estrella
Atarah - Corona
Avyanna - Fuerte, preciosa, poderosa
Azura/Azure - Cielo azul
Bianca - Blanco/a, brillante
Bilva - Árbol medicinal
Belladona - Belicosa
Belladonna - Mujer hermosa
Blyana - Fuerte
Briella - Mujer de Dios/del Dios
Briony - Crecer/brotar fuerte
Briseis - Significado desconocido
Brylee - Noble, fuerte
Carisa - Es querida
Catina - Casta, Inocente
Charis - Gracia y belleza
Chaska - Diosa estrella
Cliodhna - Seductora
Cressa - Dorada
Czarina - Emperatriz
Darya - El mar
Daesyn - Amada
Daneiris - Arcoiris
Dhara - La tierra
Edlynne - Princesa
Eira - Nieve
Eilish - PrometidA a Dios
Emberly - Brasas
Evolet - Respirar, Aire
Ezlyn - Quien vive por el agua
Farren - Viajera
Feyre - Cazadora
Gadina - Jardín de flores
Hedda - Batalla
Hiraya - Visión
Juniper - Árbol de hoja perenne
Kainda - Hija del cazador
Kaltain - Del pueblo oscuro
Kathika - Coraje
Kenna - Nacida del fuego
Keziah - Árbol de casia
Kirsi - Escarcha
Kyra - Luz
Ingemar - Perteneciente al mar
Isleen - Sueño, vision
Isolde - Gobernante del hielo
Lennox - Entre los olmos
Liusaidh - Guerrera
Lyra - Constelación
Lysandra - Libertadora
Melantha - Flor oscura
Meriandah - Bella
Mirella - Pacífica, Maravillosa, admirada
Morrigan - Gran reina
Nadah - Reina de los lobos
Naevia - Vida
Nereida - Ninfa del mar
Nesrin - Rosa salvaje
Nila - Azul
Nilsa - Defensora, Campeona
Nimue - Dama del lago
Nova - Estrella, Estrella moribunda, Nueva
Orlaith - Dorada
Photine - Luz
Polaris - Estrella del norte
Raelynn - Poderosa
Reyna - Reina pacífica
Rieka - Poder del lobo
Ríona - Pura
Rhiannon - Gran reina, Diosa
Rhosyn - Rosa
Sadira - Árbol de loto
Seina - Estrella, Inocente
Sereia - Sirena
Shihab - Estrella fugaz
Siha - Ayudante, colaboradora
Sira - Primera hija
Sitara - Estrella de la mañana
Sloane - Guerrera, luchadora
Solandis - Flor delicada
Suri - El sol
Svenja - Doncella cisne guerrera
Thalia - Alegre, Florecimiento
Valda - Guerrera enérgica
Vanadey - Diosa del bosque
Vanya - Mariposa
Vespera -Estrella de la tarde
Vigdís - Diosa de la guerra
Willa - Valiente protectora
Zaylee - Flor
Zemira - Canción
Ziel - Norte
Zilllah - Sombra
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olhosdegatoblog · 6 years ago
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“Muitas vezes, um excesso de cultura serve de escudo para o recalcado.”
De volta no rame rame bunda lelê fralda leite cocô.
O bebê não é meu.
O bebê é dela.
Mas o amor dos dois é meu (hahaha)
Consegui convencê-la que o choro era cólica, dorme, agora, que nem um anjo.
Andamos muito calmas desde que o rei nasceu.
Estamos mais amadurecidas, um certo equilíbrio reina no ar nos momentos mais tensos.
Nadinha de devastação, temos Francisco.
Ela me ouve, mas, of course, a última palavra, que não vem, pois não é para vir, é dela.
Claro, claro, trinta anos de análise tem que servir para isso.
Debruçadas sobre o berço tomamos as mais sérias decisões (mantemos 23 ou 24 a temperatura do quarto, ligamos ou não para o pediatra, vamos para Itaipava ou ficamos no Rio, quatro gotinhas de luftal ou não... enfim)
Minha viagem acalmou o avô.
Ama o neto de paixão, mas eu, essa louca que vocês sabem habitar em mim, primeiramente, a ele pertence.
The show goes on, a vida tem que continuar.
Semana que vem voltamos para ginástica.
Se não escrever?
Enlouqueço.
Fico ouvindo umas besteiradas sobre mídias sociais... é incrível como incomoda!
Qual o problema de preferir mandar seu lero por aqui do que de forma presencial?
Ah porque não tem troca(!)... e quem disse que só há troca falando, oralmente, em sala (de estar)??
Se eu leio um texto, dele algo apreendo e algo reproduzo (de forma escrita) e outro me escuta... não é troca??
Sala de estar... fora de mim?
Eu prefiro desfrutar com meus poucos amigos e dentro de casa.
Como “passar para a linguagem a memória do que fora marcado com ferro em brasa na psiquê?”
“Fort-da”, meus amigos... “Fort-da”.
Quer produzir?
Concentre-se, não perca tempo jogando conversa fora.
Pra cima e pra baixo com o Pierre Rey debaixo do braço.
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