Tumgik
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Corazón del Sol
YeoSang debe demostrar su valía como futuro Rey obteniendo las astas de un enigmático ciervo blanco que habita en los bosques cercanos a su reino. Mientras tanto, una misteriosa enfermedad se extiende por los reinos vecinos, diezmando a la población; Arvendale no es la excepción y se sumerge en la oscuridad. Entre traiciones y conflictos internos y externos, YeoSang deberá enfrentar sus propios demonios, restaurar el orden en el reino y convertirse en el rey que su pueblo necesita.
Advertencia: Escenas de violencia, traiciones, luchas y batallas, enfermedades mortales, descripción de heridas, dolor/consuelo, mención de violaciones, infancias comprometidas, enfermedades mentales, etc.
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Extra: Siete monedas
7 eran las monedas de oro con las que YunHo jugueteaba en el bolsillo de su pantalón. Los metales tintinearon en sus manos dentro de una hermosa bolsa de cuero grabado con el sello del ciervo de Luna de Arvendale.
Quitándose la capucha de su capa, entró a una vieja y olvidada taberna, conocida por sus personajes sombríos y de aspecto peligroso, YunHo sabía que tenía que actuar con cuidado y discreción.
El humo de habanos y alcohol inundaron sus pulmones, al igual que la triste música de una banda llegó a sus oídos. Se sentó en una de las mesas del fondo, lejos de las luces de las farolas, y solicitó a uno de los mozos dos jarras de cervezas, observando prudentemente a la gente que lo rodeaba. Al llegar el mozo con las jarras, dejó una frente a él y bebió un largo sorbo de la suya, golpeando tres veces la mesa con la misma jarra. Un código con alguien en ese lugar, alguien a quién jamás había visto.
Un hombre corpulento y con una enorme cicatriz en su rostro se sentó frente a él, agarrando la jarra de cerveza, y respondiendo con la jarra de la misma manera mientras sus miradas se encontraban.
-Sé que ya has arreglado un trato con Su Alteza- susurró-, pero aparte de pagarte lo acordado, vengo a hacerte otra propuesta- el hombre no respondió, su gesto en desacuerdo hizo que la cicatriz se arrugue y el tipo movió la mandíbula, indicándole a YunHo que prosiga-. Te pagaré el doble si lo dejas vivir. Que sea solo un susto- los ojos del hombre brillaron, YunHo conocía muy bien el valor del dinero, y la oferta era tentadora-. Te pagaré el nuevo acuerdo como quedaron con Su Alteza- susurró, tirando sobre la mesa la bolsa de cuero con las 7 monedas de oro.
El tipo las agarró, contándolas una por una, mordiéndolas y asegurándose que no eran falsas.
-Si este nuevo plan falla y él muere- susurró, estirándose sobre la mesa para estar más cerca del hombre, YunHo arrugó la nariz ante el olor acre de su piel-, me encargaré de cortar cada falange de tus dedos con una sierra hasta que te desangres y se los enviaré a tu esposa y a tus niñas- amenazó.
YunHo no estaba seguro, pero por un momento creyó ver miedo en los ojos del delincuente, su expresión neutra le decía muy poco para saber cómo avanzar, pero tenía que demostrar su ferocidad, había una vida muy importante en juego, y YunHo debía preservarla más que a la propia.
El hombre que tenía en frente sólo se despidió con un movimiento de cabeza y desapareció de la vista de YunHo, que se relajó sobre la silla, casi derritiéndose, recordando poco después que aún seguía en una taberna de gente peligrosa. Se levantó con un suspiro, tirando dos monedas de cobre sobre la mesa por las cervezas y se salió del espantoso lugar tan rápido como sus piernas podían caminar, montando su caballo y volviendo rápidamente al castillo.
Los días pasaron lentamente mientras la ansiedad y preocupación de YunHo se elevaban cada noche dentro de las paredes del castillo.
-Hoy mi hijo fue a cazar al Ciervo de Luna- dijo la Reina a los cuatro guardias que la custodiaban durante la cena, incluido YunHo.
Hoy era, esta noche, ahora mismo, tal vez. El corazón del guardia se aceleró, la ansiedad lo invadió y su respiración se volvió agitada debajo de su pesada armadura.
-El Príncipe es fuerte, saldrá todo bien, Su Alteza- dijo otro de los guardias-. Volverá en la madrugada con las astas.
Pero la madrugada llegó, así como la mañana y el mediodía, mientras YunHo se inquietaba con cada hora que pasaba, la Reina se veía en total serenidad.
Cerca de la tarde, el cuerno del castillo avisó la llegada del Rey. YunHo respiró aliviado, habían vuelto. Siguió rápidamente a la Reina a recibir a su marido y a su hijo. Pero cuando llegó a las puertas principales del castillo y el séquito real que había salido la noche anterior se aproximaba, YunHo observó que el Rey se acercaba con enorme pesar. Bajó rápidamente de su caballo y abrazó a su mujer, diciéndole algo al oído. La Reina se deshizo en llantos y gritos, que YunHo dudaba que sean reales, sostenido por su esposo, el Rey, a quien YunHo veía llorar en silencio por primera vez. Algunas doncellas se ocuparon de la Reina, llevándola a su habitación, mientras el Rey intentaba retomar su compostura.
-Perdimos al Príncipe. Fue un accidente, buscamos toda la noche y todo el día, pero no pudimos encontrarlo- explicó, con la voz temblando-. El séquito está exhausto por la búsqueda, enviaremos otra exploración mañana a primera hora- le dijo a YunHo.
-Si, Su Alteza.
YunHo envió a los mejores exploradores junto a perros sabuesos para que encontraran al Príncipe. Deseaba con todas sus fuerzas ir él mismo y ocuparse del asunto, pero no podía abandonar su lugar como Guardián personal de la Reina.
El Guardia Real envió expedición tras expedición de búsqueda, y su insistencia fue constante hacia la Reina pidiéndole dejarlo ir al bosque a buscarlo personalmente, aunque sabía que lo que menos quería era que encuentren a su hijo.
Los rumores se extendieron en el pueblo, aludiendo a la muerte del Príncipe, mientras los Consejeros del Rey hacían llamado a un duelo público sin cuerpo. El pesar del Rey se sintió negativamente, abandonando sus tareas al segundo día, tratando mal a todos y llorando por los rincones del castillo, sin esperanza alguna. Un viaje de negocios programado hizo que el Rey tenga que atender sus asuntos. Los médicos le aconsejaron ir para mantener los tratados de Arvendale y para respirar otros aires, despejar la cabeza y volver con energías renovadas.
Dentro del castillo se sentía la energía lúgubre de todos los trabajadores, la Reina no había salido de su habitación desde la noticia y el Rey se había ido. El Consejo armó por su propia cuenta el duelo público, sin consultar a los indispuestos Reyes. Las banderas moradas con el escudo de los Kang, el Ciervo de Luna, fue cambiado por banderines negros y todos los miembros pertenecientes al castillo vistieron del mismo color.
YunHo se sentía devastado. Su plan había fallado, y no sólo el Príncipe había muerto, sino que además debía ir en busca del asesino para torturarlo. No podía negar que su sangre hervía por no haber cumplido con el trato, pero sentía que con eso podría saciar su hambre de venganza, y luego mataría a la Reina aunque le corten la cabeza por traidor.
Días después, mientras el reino seguía en duelo, hubo un ajetreo cercano a las puertas principales del castillo. Por prevención a algún reclamo por parte del pueblo y la muerte del Príncipe, algunos guardias fueron enviados a la entrada para protegerla. Luego otra oleada de gente de la corte entró corriendo, directamente a la habitación de la Reina, que YunHo estaba custodiando, con noticias del Príncipe.
-Su Alteza, ¡es el Príncipe! En la puerta del castillo, ¡Está vivo!- lloriqueó una doncella, apoyada por otras damas y Guardias.
La Reina salió inmediatamente de su habitación, inmaculada como siempre. No parecía estar atravesando el duelo de su hijo, y YunHo no vio un gramo de culpa o dolor en su rostro, por el contrario, parecía desagradablemente sorprendida.
Corrió por los pasillos, seguida por los cuatro guardias personales de la Reina, hacia las puertas, que estaban abiertas de par en par, donde un montón de gente se había conglomerado en un único punto. Los gritos se hacían más fuertes a medida que YunHo se acercaba, preguntándose si el Príncipe, o su cuerpo sin vida, estarían debajo de todas esas personas.
-¡Suéltalo! ¡Rata!
-¿Cómo te atreves a tocar al Príncipe?
-¡Llamen a los Reyes!
Cuando la Reina hizo acto de presencia en otro actuado acto de gritos y llantos, la gente se dispersó rápidamente, haciendo reverencias y pidiendo disculpas aunque ella no parecía escucharlos.
YunHo pudo ver el cuerpo del Príncipe en el suelo y sobre él, de forma protectora, otro muchacho que podría tener la edad del heredero. Por su piel y su ropa podía intuir que era un habitante de la zona de los bosques.
La Reina abrazó y acunó a su hijo, que le murmuraba algo, que la Reina no escuchó.
Los médicos mencionaron a la Reina que el pie de su hijo estaba fracturado, pero que no sería de gravedad, mientras, la monarca intentaba deshacerse de las manos que el chico del bosque aún sostenía de su heredero, aunque YunHo creyó ver que quién sostenía las manos del joven era el mismo Príncipe.
La Reina indicó en una orden a YunHo que levante el cuerpo del Príncipe, que aún no se soltaba de la mano del muchacho que lo había traído, mientras le pedía que se quede con él.
YunHo lo levantó con cuidado, como si fuera de cristal. Su cuerpo pesaba muy poco, y supuso que no había comido durante esos días.
-Ven conmigo- murmuraba el joven Príncipe, a quién el muchacho del bosque no le daba respuesta, mientras los guardias ingresaban por las puertas del castillo. La Reina había impedido su ingreso rotundamente-. ¿Cómo te llamas?
-WooYoung- respondió antes de que las puertas se cierren crujiendo bajo el pesa de la madera y coloquen una gran tranquera.
-WooYoung, se llama, Su Alteza- le repitió YunHo cuando la cabeza del Príncipe cayó peligrosamente hacia atrás-. Ya llegaremos a su cuarto, curarán su pie y podrá descansar, no se desmaye- le habló todo el camino hasta su habitación para mantenerlo consciente, hasta que lo acomodaron en su cama, entre mantas y almohadas para dejar que los médicos lo atiendan.
A medida que pasaban los días, la condición del Príncipe empeoraba, a pesar que habían acomodado los huesos de su tobillo y se había desinflamado y las heridas que tenía eran superficiales y habían sanado, la fiebre y los delirios lo habían invadido.
-Es de nuevo esa enfermedad, Su Alteza. Aquella que tenía cuando el Príncipe era pequeño- escuchó YunHo desde la puerta que dijo uno de los médicos-. Sabe que para esto no tenemos tratamiento.
La Reina no quiso alejarse de su lado, pero por insistencia de los médicos reales, se sugirió el aislamiento del heredero, por si tenía alguna enfermedad del bosque y pudiera contagiar a la Reina, pero ella se negó rotundamente, aludiendo arriesgar su vida si era necesario.
-Quiere hablar contigo- dijo la Reina, mirando al frente al salir de la habitación una de las tantas noches. Luego simplemente se retiró, caminando lentamente por los pasillos, bajo la tenue luz de la luna, parecía un fantasma.
YunHo entró al cuarto del Príncipe. Estaba acostado, su cabello húmedo por el sudor se pegaba a su frente, su respiración era superficial, las mejillas se coloreaban cálidamente en su pálida piel y había perdido más peso del que YunHo recordaba cuando lo entraron al castillo. Al su lado, un plato de carne y verduras aún humeaba y no había sido tocado.
-¿Su Alteza?- murmuró, acercándose al Príncipe, que lo miró e intentó levantarse, YunHo lo detuvo.
-¿Cuál es tu nombre, guardia?- preguntó con la voz agitada.
-YunHo, mi Príncipe- su condición era peor de lo que YunHo esperaba, se veía realmente terrible, más cerca de la muerte que de la vida.
-YunHo, quiero que te ocupes de mis comidas, de retirarlas de la cocina y traérmelas sin otra mano de por medio, si alguien más las toca, tíralas inmediatamente, y mientras esté comiendo, que permanezcas conmigo y la Reina.
El guardia pensó que era una petición extraña, pero obedecería al futuro Rey.
-Mi Señor, si la Reina no me lo permite...
-No comeré si no estás- amenazó.
YunHo se preguntó qué estaría pasando entre madre e hijo para que el Príncipe ordene compañía cuando están comiendo juntos.
-Sí, Mi Príncipe.
-Ahora- dijo cambiando el tono de voz- ¿puedes cambiar este plato?- preguntó con timidez-. Realmente tengo hambre.
-¿No le gustó el menú, Príncipe?- se extrañó porque no era un joven caprichoso con la comida y los menús lujosos. Le daba lo mismo una carne a la plancha que unas pastas con aceite.
-Sólo cámbialo. Que éste lo tiren, incluso la vajilla, que tiren todo y que nadie lo coma.
Las dudas de YunHo aumentaron, pero quizás el Príncipe sólo estaba viendo algo, estaba delirando.
-Si, Su Alteza. Volveré enseguida- dijo, tomando el plato y dirigiéndose a la puerta.
-Gracias, YunHo- susurró.
Su corazón dio un vuelco al escuchar las sinceras palabras. En toda su vida de guardia ninguno de los Reyes había agradecido su servicio. Quizás su corazón no le mentía, y éste era un Príncipe por quién morir valía la pena.
-Tengo órdenes del Príncipe- anunció con algo de vergüenza y el plato en sus manos dentro de la cocina. Las jóvenes cocineras se levantaron de sus asientos, ya que su turno había terminado con la cena de la corte-. Tirar este menú completo, incluida la vajilla, y cocinar otro.
Las cocineras se miraron extrañadas, pero rápidamente hicieron lo que YunHo les dijo, sacando ollas y sartenes nuevamente, colocando un trozo de carne a cocinar y pelando y cortando verduras apresuradas. YunHo esperaría en el marco de la puerta, observando cómo y qué cocinaban por si algún día necesitara cocinarle al heredero.
-¿Vomitó de nuevo el Príncipe?- preguntó una de ellas mientras pelaba una cebolla.
-No, no quiso comer en todo el día, pero volvió a pedir el mismo menú. Además, vendré personalmente a buscar su comida- anunció, recordando el pedido.
Las cocineras intercambiaron miradas nuevamente.
-¿Qué está pasando, guardia? ¿Nos acusan de algo?- preguntó la más joven.
-No, por ahora- dijo con duda-. Si llegara a tener información, les avisaré.
Entró nuevamente en la recámara del Príncipe con un humeante plato de comida. La vela aún estaba alumbrando el cuerpo moribundo.
-Su Alteza, disculpe, traje su comida- susurró.
El Príncipe se despertó con pesadez, intentando erguirse con algunas quejas de dolor. YunHo pidió permiso para ayudarlo, tomándolo por debajo de las axilas y tirando hacia arriba con más fuerza de la que necesitaba el frágil cuerpo del heredero. Colocó el plato de comida en su regazo, viendo que el heredero intentaba cortar la carne con sus débiles manos.
-Si me permite...- le dijo YunHo, a lo que el Príncipe aceptó. YunHo se sentó en la cama para cortar la carne. Una vez que terminó de cortar, dejó el plato nuevamente sobre el regazo del futuro Rey y se levantó para retirarse.
-¿Terminó tu horario?- preguntó el Príncipe.
-Si se refiere al horario con la Reina, sí, ha terminado, mi Señor.
-¿Puedes acompañarme, entonces?- preguntó con timidez y un trozo de carne colgando de su tenedor.
A la mañana siguiente se levantó más temprano de lo acostumbrado y fue a buscar el desayuno del Príncipe: una taza de leche caliente con miel con rebanadas de pan, mermeladas y quesos, y un plato lleno de frutas variadas, muy diferentes al simple té que le llevaba la Reina.
-¿Qué hace YunHo adentro?- preguntó Su Alteza mientras el Príncipe desayunaba su increíble bandeja con entusiasmo. Su madre, como siempre, le había llevado un té que su hijo rechazó.
-Le di la orden de que se quede conmigo mientras como, además él buscará mi comida- dijo con la boca llena-. No hace falta que traigas ese té ni las sopas. Quiero comida de verdad.
YunHo no sabía si era impresión de él, pero lo veía mejor que la noche anterior.
-YeoSang, no puedes comer esto- le dijo la reina, retirando con brusquedad la bandeja de desayuno-. Debes comer comida liviana.
-Anoche comí la carne, no vomité. YunHo me vio comer.
La Reina miró al guardia, buscando una respuesta. El corazón de YunHo latió rápidamente, afirmando con seguridad.
-Toma el té ahora- lo obligó la Reina.
-¿Por qué no me dejas terminar mi desayuno, y tu tomas el té, mamá?
-Porque es especialmente preparado para ti- dijo con calma la Reina, dándole una muestra de cariño a su hijo.
-No lo quiero.
-¡Si no lo tomas tú se lo daré a YunHo!
El cuerpo de YunHo se puso en tensión y alerta, si el Príncipe no quería ese té, y además lo estaba vomitando, ¿qué contenía la infusión? Respiró superficialmente, esperando no ser el sujeto de pruebas de algo.
El Príncipe iba a tomar la taza cuando se deslizó de sus débiles manos y cayó al suelo, explotando en pedazos y bebida caliente sobre el piso.
-Lo siento, se me resbaló- dijo el heredero, ¿su tono fue algo burlón?
-No te preocupes, llamaré a las criadas para que limpien- dijo la Reina con calma.
YunHo suspiró aliviado, viendo a la Reina salir lentamente de la habitación.
-Mi Príncipe, ¿se le resbaló a propósito?- preguntó YunHo con curiosidad, acercándole nuevamente la bandeja del desayuno.
-Por supuesto que si- sonrió, colocando su dedo índice sobre sus labios en un gesto de silencio.
YunHo jamás diría nada al respecto.
Como el Príncipe había ordenado, YunHo se quedaba siempre a comer con él. Había tenido algunos calurosos intercambios con la Reina en la habitación del heredero, cuestiones de horarios y cuándo le correspondía estar a su servicio o al servicio del Príncipe.
-En mí horario como Guardia Real, Su Alteza puede darme órdenes, y yo las cumpliré. En mis horarios libres, haré mí voluntad, y si cuido al Príncipe, entonces será la voluntad del Príncipe. Así que con todo respeto, Mi Reina, le solicito que se retire de los aposentos del heredero- indicó YunHo con total respeto, abriendo la puerta de la habitación, invitándola a retirarse con un gesto de la mano.
Los días siguientes la Reina empezó a darle recados y trabajos en donde a veces tenía que viajar un día completo. Siempre intentaba volver rápidamente, porque sabía que el Príncipe no comía nada esos días.
Por la noche era cuando más deseaba quedarse, ya que el Príncipe gritaba en sus delirios, y si no había nadie, entraba a la habitación para hablarle, darle unas caricias y calmarlo, hasta que la mañana llegaba, la fiebre bajaba y el Príncipe podía descansar y alimentarse.
Lentamente y sin que los médicos puedan dar explicaciones ni tratamiento, el joven comenzó a mejorar, sus colores de porcelana estaban volviendo a su rostro y pudo sentarse solo en la cama y comer.
-Dile a las cocineras que hagan dos menús.
-¿Dos?- exclamó YunHo-. Hoy tiene hambre en serio... -suspiró.
-No, uno es para ti. Comamos juntos.
-Mi Señor, yo no puedo permitirme...
-Es una orden- exclamó el Príncipe, señalando la puerta de salida.
Así por la noche comenzaron a comer juntos, el Príncipe le preguntaba cosas de su aburridísima vida de guardia, y tenía interés por su infancia, de la cual no tenía muchas cosas buenas que contar, y no quería deprimir al Príncipe, si es que sentía empatía por él.
Una vez que el heredero recuperó su peso y sus fuerzas, empezó a caminar con muletas, primero por la habitación y luego dando unos pasos por el pasillo.
YunHo lo seguía de cerca siempre, por si el Príncipe daba un mal paso y caía, pero nunca sucedió. Estaba realmente decidido a mejorar, y le había contado al guardia que debía hacerlo antes del regreso de su padre, el Rey. YunHo admiró su fuerza y valor, sabiendo que solo estaría demostrando que podía ser fuerte, porque sabía la vergüenza que sentía el heredero al no haber vuelto con la cornamenta del Ciervo de Luna.
Semanas después del accidente y con la esperanza de la recuperación del Príncipe, YunHo se encontraba nuevamente en la taberna de mala muerte en la que había encontrado al asesino antes. Simplemente entró, tiró la bolsa de cuero con 23 monedas de oro sobre la mesa donde el tipo de la cicatriz se encontraba, haciéndola sonar ruidosamente, y se retiró, desapareciendo como un fantasma. Detrás de él escuchó mesas y sillas moverse ruidosamente, gritos, golpes y una clara pelea por unas monedas. Habría muertos, y esperaba que el asesino sea uno de ellos.
Pero él no lo había matado, claro que no. Él había cumplido con la Reina, y había pagado lo que debía pagar, el dinero entre estas personas era siempre una cuestión de vida o muerte, y es posible que YunHo haya movido un par de engranajes para que las cosas salieran casualmente de esta manera.
Obviamente, la Reina no estaba satisfecha con el asesino, aunque le había pagado su parte porque, al final, los lobos habían hecho su trabajo. El joven del bosque era lo que le quitaba el sueño, se notaba intensa y nerviosa desde que YeoSang había llegado a las puertas del castillo con su vida pendiendo de un hermoso hilo dorado. Su Alteza había mandado a hacer retratos del salvador del Príncipe y pegarlos por todo el pueblo, con una promesa de recompensa para el joven y, para quien lo traiga con vida, obtendría algunos beneficios también
YunHo tomó uno de los carteles que se habían pegado en el mercado, según recordaba, WooYoung, el habitante del bosque, no tenía tanta nariz, y su mandíbula era perfectamente afilada, a diferencia del dibujo, que se veía más hinchada. El Guardia consideró que tendría tiempo, porque el retrato no se parecía en nada al muchacho.
Obviamente YunHo sabía las segundas intenciones de la Reina, y no permitiría que dañen al chico que le había salvado la vida al joven heredero. Pero antes, debía realizar una corta misión más.
Salió temprano en la mañana con su caballo, pasando por la taberna de los asesinos, hablando con el dueño con la excusa de una misión de la Realeza, logró que el hombre, desinteresadamente, le diga quiénes habían muerto aquella noche. Incluso él, al limpiar la taberna, había encontrado una de las monedas olvidadas debajo de la mesa. Luego, satisfecho y tranquilo con esa información, se encaminó hacia los campos que limitaban Arvendale, dirigiéndose a un poblado agrícola, en una de esas casas, vivía una mujer con dos pequeñas niñas. YunHo golpeó la puerta, y la mujer lo atendió, asustada, detrás de ellas, las niñas agarraban su larga falda.
El Guardia le explicó que su marido había muerto sirviendo a la Corona con orgullo y honor en una misión secreta, la mujer rompió en llanto, al igual que las niñas que estaban detrás de ellas. YunHo intentó consolarla con palabras de aliento, y le entregó tres monedas de plata en recompensa. Le hubiese gustado darle más, le hubiera dado las 30 monedas de oro que gastó en el miserable asesino, pero no quería poner en riesgo la vida de esa mujer y las dos pequeñas. La mujer le entregó una pieza de pan y agua, agradeciéndole por las monedas.
Desde el campo volvió bordeando el bosque a paso lento, aun la luz se filtraba entre los árboles, y podía ver entre ellos y cómo se volvía frondoso a medida que su vista intentaba llegar más lejos. Se preguntó cómo podría encontrar a WooYoung, primero para agradecerle por salvar a su Príncipe, y segundo porque el Príncipe lo seguía mencionando, cada vez menos, pero a veces lo hacía en sus charlas con su madre.
Cuando el Príncipe estuvo completamente curado de su pie, YunHo descubrió que por las noches, no sólo andaba descalzo y sigiloso por los pasillos, sino que además, ahora se escapaba a los establos, tomaba un caballo y paseaba por los límites del boque.
YunHo lo siguió de lejos todas las veces sin que el Príncipe se diera cuenta, y por si llegaba a pasar algo, el guardia estaría ahí para ayudarlo. Por suerte para YunHo, el joven heredero siempre fue prudente, y sólo recorría un pequeño camino, cuando llegaba a un límite donde no era seguro, volvía hacia el castillo, dejaba su caballo, y quitándose las botas para no hacer sonar sus tacos por el pasillo se dirigía a su cuarto. El Guardia suspiraba con alivio cuando el Príncipe llegaba sano y salvo a su habitación.
Sin embargo, una de esas noches, mientras veía a lo lejos al Príncipe regresar hacia el castillo, una sombra llamó su atención arriba de los árboles, su caballo se inquietó también, algo se movía entre la arboleda, algo grande, no sólo un búho o lechuza. YunHo colocó su mano sobre el mango de su espada, listo para atacar.
-¿Quién eres?- preguntó una voz encima de él, aunque YunHo no encontraba de dónde venía, el follaje y la oscuridad no le permitían ver.
-¿Quién eres tú?- indagó el guardia, no hubo respuesta-. En nombre del Rey, responde con tu identidad- dijo con voz de mando.
Un cuerpo encapuchado cayó delante de él, su caballo bufó y retrocedió asustado.
-No obedezco al Rey- dijo, quitándose la capucha-. Pero conozco al Príncipe- agregó, avanzando hacia el caballo, tocando su hocico y calmándolo inmediatamente.
-WooYoung- murmuró YunHo, bajándose del animal-. Te estaba buscando.
-¿Para qué?- preguntó reacio, bajando las manos del caballo. YunHo respiró hondo.
-Para compensarte por salvar al Príncipe, para saber qué pasó esos días, para pedirte ayuda.
-No necesito recompensa, y en ese caso, debería ser de parte de los Reyes. Vi los carteles en el pueblo, sé que me están buscando para recompensarme, pero no me interesa.
-No exactamente, WooYoung- advirtió YunHo, acercándose más al habitante del bosque, a modo de advertencia.
-¿Qué quieren entonces? No trabajaré en el castillo limpiando la mierda real por un plato de comida que tengo gratis de la tierra. Sin menospreciar, señor guardia- dijo burlonamente, haciendo una reverencia.
-Quieren tu cabeza, señor del bosque- advirtió, tomándolo por el codo para que no se aleje-, y si no hacemos algo pronto, tendrán tres cabezas estacadas como decoración en las puertas principales, la mía, la tuya, y la del Príncipe.
-¿La del Príncipe?- dijo con un hilo de voz- ¿Quién se atrevería a tocar el heredero? Estaría loco.
Claro que la Reina estaba loca, loca y desquiciada, sedienta de tanto poder que era capaz de matar a su hijo.
-¿Qué hacías arriba de los árboles, justo y casualmente en el camino del heredero?
WooYoung bajó la vista.
-Lo estoy viendo hace varias noches, sé que viene a los límites del bosque con regularidad, también te he visto seguirlo siempre. Lo estás protegiendo.
-Lo hago, soy su guardia.
-No lo eres- rio-. Eres el perro faldero de la Reina. Me acuerdo de ti, tomaste en brazos al Príncipe cuando lo llevé al castillo.
-Soy el perro faldero, es cierto, pero puedo morder a mi dueño- amenazó. WooYoung contuvo el aliento-. ¿Por qué observas al Príncipe cuando viene a los límites?
-¿Por qué lo haces tu?- preguntó desafiante, elevando su barbilla.
YunHo observó verdadero interés en los ojos de WooYoung, además de que no podía ver maldad o malas intenciones en su mirada.
-Él no es solo un Príncipe- suspiró, soltándolo-. Es un joven noble y justo, destinado a ser un gran Rey. He visto su bondad y su coraje. El reino necesita a alguien como él, y estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para protegerlo.
-Interesante, guardia. Quizás tengamos los mismos intereses.
-Hay una amenaza para el Príncipe, soy el único que lo sabe, pero no puedo sólo con esto. Necesito ayuda para protegerlo, llevarlo lejos si es necesario.
-¿Estás buscando un aliado?- preguntó, levantando una ceja.
-Un amigo...
Las miradas de ambos se cruzaron. YunHo entendió que estaban haciendo un silencioso pacto, su corazón, que hasta ahora había latido con velocidad, empezó a calmarse. WooYoung parecía tener ese poder, como lo hizo con el caballo.
-Vete, guardia. El Príncipe se ha alejado mucho- le dijo.
YunHo levantó la vista hacia el castillo, era cierto que ya no veía al heredero, y su corazón volvió a galopar, nervioso.
-¿Cuándo puedo...?- al volver la vista hacia WooYoung, se había esfumado como una sombra y ni siquiera lo había escuchado irse.
Habían pasado varias noches antes de que YunHo vuelva a encontrarse con WooYoung. Esa vez el guardia preguntó sobre lo que había pasado la noche del ataque de los lobos. WooYoung remarcó que los lobos no atacan si no son ordenados por alguien, y que debía conocer los sonidos y palabras con la que los canes estaban adiestrados, por ende, debía ser alguien que había convivido o vivido en el bosque, aunque WooYoung no lo reconoció cuando YunHo se lo describió.
-¿Por qué la Reina querría matar a su propio hijo? Si el heredero le da prestigio y su lugar como Reina al lado del Rey- preguntó WooYoung.
-No lo sé, pero esto va a terminar mal si ella logra finalizar su propósito.
-Eres su guardia de confianza, sabes todo de ella.
-No todo. Hay reuniones secretas en el castillo.
-Quizás debas salir de ese lugar.
-No voy a abandonar a mi Príncipe- renegó.
-No me refiero a abandonarlo, pero ¿qué tal ser su guardia personal? Él no tiene.
-No, sus guardias van rotando. La Reina no permitirá que yo me vaya de su lado. Me tiene demasiada confianza.
-Aprovecha eso entonces y acércate al Príncipe- concluyó, guiñándole el ojo antes de adentrarse en el bosque mientras YunHo montaba su caballo-. Guardia- lo llamó-, hay algo oscuro gestándose muy lejos... No le quites los ojos al Príncipe.
-Tu tampoco- le dijo YunHo desde arriba del caballo, hincando sus pies para comenzar el trote.
-Mañana habrá una celebración- comenzó la Reina en el desayuno, solo YunHo se encontraba detrás de ella-. Irán a cazar a ese estúpido ciervo de nuevo. Quiero que estés cerca de YeoSang.
-¿Mi Señora?- preguntó YunHo incrédulo ¿le estaba pidiendo la custodia personal del Príncipe?
-Conozco a mi hijo- continuó, sorbiendo de su taza de té-, en algún momento querrá irse de la fiesta y escapará como casi todas las noches. Sé que lo sigues, YunHo.
YunHo sintió que la sangre se escapaba de su cuerpo, sus manos comenzaron a temblar y transpirar.
-Me he ocupado personalmente de la seguridad del Príncipe en sus paseos nocturnos, Su Alteza- respondió.
-¡No me trates de ignorante!- le dijo con voz severa, apoyando fuertemente la taza en el plato-. Sé a dónde va. No lo va a encontrar, jamás. Ese tipo del bosque está muerto hace meses.
YunHo apretó los labios. Hacía pocas noches se había visto con WooYoung, estaba muy vivo y saludable. ¿A quién había matado la Reina?
-YeoSang mantiene la esperanza de encontrarlo de nuevo, pobrecito- siguió, más tranquila-. Te acercarás a él, hablarán, seguirás su travesura. Lo hundirás en lo profundo del bosque y lo matarás- las rodillas del guardia flaquearon-. No me importa el método, puedes cortarle la cabeza, ahogarlo en el río o quemarlo en una hoguera. Te lo llevarás y lo matarás. ¿Entendiste?- YunHo debía responder, quedarse en silencio no era una respuesta- ¿Entendiste, YunHo?- repitió la Reina.
-Si, Su Alteza- dijo con seguridad y una reverencia, aunque la mujer no lo vería.
Durante el resto del día, YunHo no pudo pensar con claridad, y cometió varios errores en su trabajo de los registros diarios y en el horario de entrenamiento varios de sus colegas pudieron tocarlo con las espadas de madera con las que practicaban, profiriendo risas y burlas, que muy poco le importaban a YunHo.
Por la noche esperó a ver si el heredero decidía salir con su caballo, pero en su horario habitual de salida, se encontraba durmiendo en su habitación. Dos guardias de confianza custodiaban la puerta, así que decidió salir a un encuentro con WooYoung, aunque no sabía si esta vez lo encontraría, porque siempre era el otro el que se acercaba a él.
Galopó con su caballo lo más rápido que sus patas podían y se metió en el bosque, aunque no sabía a dónde iba. Dejó que el caballo guíe su camino, recostándose en el lomo, viendo las copas de los árboles alzarse en la noche hasta que el caballo frenó su marcha.
-Estaba yendo al límite, guardia- la voz de WooYoung.
YunHo se irguió rápidamente en su montura y bajó rápidamente.
-Hoy no viene, está durmiendo.
-¿Y lo dejaste solo?- exclamó.
-Está custodiado, todo el maldito castillo está custodiado todo el tiempo- le dijo, enojado.
-Oye, tranquilo...
-¡No estoy tranquilo!- gritó, haciendo que algunas aves que estaban durmiendo en las ramas se vuelen, incluso su caballo, acostumbrado a recibir sus órdenes, coceó sus patas delanteras con un relincho suave. YunHo se arrodilló en la tierra, sentía que a pesar del aire fresco, se estaba ahogando. WooYoung se agachó a su lado, esperando alguna respuesta de parte del guardia-. La Reina me encargó matarlo- los ojos de WooYoung se agrandaron-. Mañana por la noche, YeoSang escapará, debo seguirlo, traerlo al bosque. El método que use no le interesa a la Reina.
-Excelente- dijo WooYoung, YunHo lo miró incrédulo-. Es el mejor momento para secuestrarlo.
-No es opción, tendré que llevar algo de él para demostrar mi misión cumplida. No podemos cortarle un dedo, WooYoung.
-¡Ash!- WooYoung se levantó, dando unos pasos sobre el lugar, YunHo por fin pudo darle la orden a sus músculos para que se levanten del suelo- ¿De qué se trata esa estúpida fiesta?- preguntó WooYoung.
-Es la celebración previa a la cacería del Ciervo de Luna, para augurarle buena suerte y éxito. Saldrán a la noche siguiente, junto al eclipse de luna.
-¿El Ciervo de nuevo? El Príncipe no desea matar a ese animal.
-Lo sé, si va es por su deber, para mostrar su valor.
-¿Qué hacen con la cornamenta?- preguntó WooYoung.
-En el castillo hay un salón circular, donde están colgados los Reyes Kang anteriores, todos ellos mataron un Ciervo de Luna y colgaron sus cornamentas junto a un cuadro al óleo. Es el momento en que la realeza lo acepta como futuro Rey.
-¡Qué estupidez! - se quejó el joven del bosque-. ¿No le corresponde por derecho?
-Si, y no. Tiene que matar al Ciervo... ¿por qué estamos hablando de esto? ¿Cuál es el método más rápido para matarlo?.... Espera, y si muero yo... ¿cuál es la forma más rápida de morir?
-Veneno, pero no lo vas a necesitar, tengo una idea.
WooYoung tomó las riendas de su caballo y lo montó, el caballo no se quejó de su nuevo jinete, y éste extendió la mano a YunHo para que suba detrás de él.
-Registra el camino, no tenemos tiempo de hacerlo de nuevo- le indicó mientras comenzaban un trote suave.
YunHo no sabía qué registrar, no veía nada entre tantos árboles, y todo le parecía igual. Hasta que llegaron a un claro, donde escuchaba correr el río y el arena blanca se extendía frente a ellos. Sobre ésta, vio un rejunte de astas de Ciervo de Luna.
-¿Qué es esto, WooYoung?- preguntó, acercándose a las astas blancas.
-Son astas- rio.
YunHo tomó una en sus manos. No podía ser posible que haya astas amontonadas.
-¿Hay tantos ciervos? ¿Quién las junta?
WooYoung rio de nuevo.
-Es madera, guardia. Son ramas que caen de los árboles, y después de un tiempo en éste lugar, no sabemos por qué, se vuelven blancas como las astas del Ciervo de Luna.
YunHo miró a WooYoung, entendiendo lo que significaba lo que el habitante del bosque le estaba enseñando.
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6 - Luna Nueva
La noche sin luna sumía el bosque en una oscuridad profunda y envolvente como YeoSang, abrumado por la confusión y el enojo hacia WooYoung y los dolorosos recuerdos de su madre, decidió que necesitaba un escape, y antes que se dé cuenta, estaba caminando sobre los senderos que conocía perfectamente por el entrenamiento con YunHo. Caminaba con pasos decididos y apresurados, pero su mente era un torbellino. Las palabras de su madre y las acciones de WooYoung giraban en su cabeza, haciendo que su corazón latiera con una mezcla de rabia y desesperación.
El bosque nocturno era un lugar de sombras y susurros. A pesar de la oscuridad, YeoSang avanzaba con confianza, recordando cada curva y cada árbol. Escuchó el suave crujido de las hojas bajo sus pies y los sonidos lejanos de los animales nocturnos. Escucho pasos a su alrededor, ramitas que se quebraban, su respiración se aceleró, pero al observar, vio a los lobos que WooYoung había convocado antes, sumisos, tranquilos. Por algún motivo le dio cierta tranquilidad saber que estaba sido custodiado por los guardianes del bosque.
A medida que se adentraba más en el bosque, una tenue luz apareció a lo lejos. Una fogata tal vez. Impulsado por la curiosidad, se acercó sigilosamente detrás de una gran roca, viendo que los lobos aún lo seguían y estaban agazapados como él, como si supieran lo que estaba haciendo.
Al acercarse más, distinguió un grupo de hombres alrededor de una hoguera. Estos reían y golpeaban sus jarras, seguramente con cerveza, comiendo grotescamente algún animal estacado sobre las llamas. Claramente no eran habitantes del bosque.
Rebeldes.
YeoSang olvidó todo su enojo, caminando hacia atrás, alejándose de su escondite. Las ramas crujían bajo sus pies, un silencioso sonido, que esperaba que los rebeldes, en su jocosa reunión no lo escucharan. Sin embargo, los lobos hicieron lo contrario a él, y ahora los más cercanos estaban en posición de ataque hacia los rebeldes, rugiendo en tono bajo, pero audible.
Las risas y gritos de los rebeldes se detuvieron abruptamente, mientras YeoSang seguía retrocediendo, escuchaba que los hombres se levantaban con palabras de alerta y los lobos se acercaban más a ellos, listos para lanzarse en cuanto salgan detrás de la enorme roca.
Una mano tomó firmemente su cintura mientras la otra tapó su boca. YeoSang intentó escapar y gritar, pero el agarre era seguro, fuerte, y lo obligaba a seguir retrocediendo.
-Shh, shh. Soy YunHo, Príncipe- susurró el guardia, aún sin soltarlo. YeoSang se relajó un poco y YunHo lo soltaba lentamente- haciendo un gesto de sigilo con su dedo índice y agarrando su muñeca para indicarle el camino a seguir.
En la distancia escuchó un aullido, pero no era de lobo.
-¡WooYoung!- gritó YeoSang, intentando detener al guardia.
-Está muy lejos, dándole órdenes a los lobos.
YeoSang se dio cuenta que estaban volviendo a la cabaña. YunHo entró velozmente, juntando algunas cosas en un bolso. Algo de ropa, unas mantas y unos pocos alimentos.
-Nos iremos de aquí- dijo el guardia con prisa-. Tomaremos el castillo.
-YunHo... - quería disculparse, había sido imprudente y había puesto en riesgo a todos por sus emociones desbordadas, de nuevo. Y aunque YunHo lo había salvado, de nuevo también, se veía molesto y enojado.
-No quiero escucharlo, Su Alteza- dijo frente a él, YeoSang creyó que el guardia se había vuelto más alto-. No quiero escuchar ni una palabra de sus labios. Es la tercera vez que pone en peligro su vida por sus emociones descontroladas... Si tantas ganas tiene de aventuras, iremos por la aventura correcta- dijo, abriendo la puerta de la cabaña para dejar pasar a YeoSang-. Algún día, Príncipe- susurró debajo del marco-, no estaremos para ir a rescatar su Culo Real.
YeoSang sintió que se le hacía un nudo en la garganta. Al salir afuera, expulsó todo el aire que estaba conteniendo, pero no pudo volver a recuperarlo. WooYoung los esperaba a ambos con dos caballos, estaba evidentemente preocupado y suspiró cuando vio al Príncipe, YeoSang pudo notar su alivio, pero WooYoung no dijo nada.
El joven le entregó uno de los caballos, al cual YeoSang montó. YunHo subió al otro caballo, tomando bruscamente las riendas del caballo de YeoSang y las ató la montura debajo de él, impidiendo que el caballo escapara bajo el mando del Príncipe.
WooYoung se quedó en el suelo, avanzando y haciéndole sonidos a los caballos para que lo sigan. La cabalgata era tranquila en la noche, pero la tensión entre ellos era palpable. YunHo había dejado claro que no quería escuchar nada de YeoSang, y eso significaba que tampoco podía hablar con WooYoung, que cada tanto le lanzaba miradas que YeoSang no comprendía si eran de pena, disculpa, tristeza, desilusión.
Algunos lobos aparecían a lo largo del camino, saludando a su manera a WooYoung y asustando un poco a los caballos, que rebuznaban y se alejaban, hasta que finalmente se acostumbraron a la compañía de los adiestrados canes hasta que abandonaron la seguridad del bosque y encontraron las orillas de un río.
YeoSang sintió la humedad y el frío que hacía fuera de la protección del bosque, el vapor se elevaba sobre el río a pesar de que tenía una corriente constante, y se derramaba sobre la orilla, por donde ellos seguían su camino. Sintió lágrimas calientes en sus mejillas heladas, aunque no sabía si estaba llorando o era el mismo frío el que estaba haciéndole lloriquear.
Vio que YunHo y WooYoung se colocaron capas de sus bolsos, pero él no tenía, no tuvo tiempo de prepararse para el viaje, lo pensaron entre ellos, y el enojo de YunHo hizo que no se diera cuenta de que él también tenía que llevar cosas. Un escalofrío asaltó su cuerpo, sorbió los mocos que caían de su nariz, exhalando un sollozo. Estaba llorando, de nuevo, qué molestas que eran esas lágrimas.
-YunHo... - dijo WooYoung, haciendo parar los caballos, buscando algo en la bolsa del guardia, soltando la rienda del caballo de YeoSang y montando el caballo detrás de él, colocando la capa y la capucha sobre la espalda del Príncipe, que se envolvió en esta para obtener calor. WooYoung pasó las manos por debajo de los brazos de YeoSang, tomando las riendas y acercando su cuerpo a su espalda, indicándole a los caballos que retomen la cabalgata-. Que estemos enojados no significa que lo dejaremos morir de frío, Su Alteza- susurró WooYoung-
-Realmente lo lamento- susurró-. Estoy tan confundido... ¿Cómo confiaré en las persona si mi propia madre me ha traicionado?
-Es una gran pregunta, Mi Rey, y creo que no hay respuesta para ello. Sólo queda confiar hasta que se demuestre lo contrario.
-¿Me has traicionado?
-No.
-¿Lo harás?
WooYoung se tomó un momento para pensar. YeoSang giró su cabeza para encontrarse con la mirada al frente del jinete.
-No tengo motivos, realmente. Pero no puedo asegurar que algún día no los tenga. Somos débiles a los lujos, y podemos equivocarnos en nuestras acciones y decisiones. Me disculpo de ante mano si eso ocurre y aceptaré el castigo que considere que me merezca.
YeoSang tembló ante la idea de una traición de parte de WooYoung y la imagen de ver rodando su cabeza. Ya había sido desesperante momentos antes cuando supuso erróneamente que WooYoung lo había atacado con los lobos.
El nuevo Rey quería cambiar esos castigos absurdos, encontrar otras maneras, otras formas menos dolorosas para ambas partes, donde puedan encontrar el perdón y la negociación. Un negocio, eso era la vida de la Realeza.
-¿Cuánto valgo?
-¿Señor?
-Cuánto le pagó mi madre...
WooYoung no respondió.
-15 monedas de oro- dijo YunHo en tono lúgubre, acercando su caballo a ellos-. 7 antes de comenzar el trabajo y el resto le pagaría con pruebas del cuerpo.
-¿15 monedas?- preguntó YeoSang, recordando que en las reuniones de Consejo se hablaban de miles y miles de monedas en pagos de impuestos a la realeza y de las compras que se realizaban en el castillo. Miles de monedas pasaban día a día por las manos de los Reyes, tenían gente contando y haciendo pilas métricas de monedas en las bóvedas reales- ¿cuánto valen 15 monedas?- su voz tembló.
YunHo y WooYoung intercambiaron miradas.
-Oh, mi Rey- exclamó WooYoung apenado-. Para nosotros, el valor del dinero no es el mismo que para ustedes. Con 15 monedas podemos darnos el lujo de comprar algunas buenas prendas y mejorar nuestra alimentación unos meses, un año quizás, si se cuida bien. Alguien que esté un poco mejor quizás podría comprar algunas gallinas a buen precio y vender sus huevos en el mercado.
-¿Eso valgo? ¿Unas pocas gallinas?- su garganta colapsó al final.
-Eso valía para la Reina, Mí Rey- intento consolarlo WooYoung-, para nosotros y para muchos de Arvendale vale más que todos los reinos.
YeoSang meditó esas palabras unos momentos, esperaba que fueran reales y que al llegar a Arvendale su pueblo, lo que quede de él, lo reciba orgulloso, también tenía miedo, aunque no lo confesaría, de ser rechazado. Había pasado mucho tiempo, tres meses en constantes represalias contra Arvendale sin un líder fijo, y sin que YeoSang asome la cabeza para dar aviso de que seguía vivo, y ahora aparecía de la nada diciendo con voz grave y potente "aquí estoy, vengo a tomar mi trono".
-¿Qué hiciste con él?- le preguntó a YunHo, el sueño lo estaba venciendo. WooYoung le había dicho que lo había matado, pero quería más detalles.
-La reina me dio información confidencial sobre quién era, desconozco como la Reina tenía ese contacto. Investigué un tiempo sobre él, qué hacía, dónde vivía, si tenía familia... Frecuentaba una taberna, donde hablamos del "negocio"- YeoSang se irguió sobre el caballo, sintiendo la mano de WooYoung sobre su estómago, sabía que el jinete podía sentir su cuerpo en tensión-. Yo no podía incumplir la tarea que me había dado la Reina, pero podía modificar el trato- YunHo hizo una pausa con pesar-. Le dije que irían por el Ciervo de Luna, aunque yo no tenía exactamente la fecha, ya que se mantuvo en secreto por si...
-Por si yo fallaba... - concluyó YeoSang. YunHo afirmó.
-El nuevo trato eran las 15 monedas de la Reina más 15 monedas mías, 30 monedas en total, por un susto con los lobos, luego diría que el plan falló, y me daría tiempo a pensar otro plan. Todo se salió de control porque se suponía que el Príncipe debía permanecer con el séquito y no deambular sólo por el bosque -objetó-. El tipo aprovechó ese momento, y los lobos se alteraron por la flecha del Príncipe.
-¿Le pagaste?
-Claro que sí. Lo busqué semanas después en la misma taberna, como habíamos acordado, y le pagué.
-WooYoung dijo que lo mataste...
YunHo envió una mirada de reprobación hacía el jinete detrás de YeoSang, a pesar de la oscuridad, el Príncipe vio su mirada severa.
-No exactamente, aunque indirectamente podría haber sido mí intención, porque al final, era un asesino pago. Quizás ese día no, pero otro día podría haber sido otro encargo de la Reina.
-¿Qué pasó entonces?
-Esa noche la taberna estaba muy concurrida, hice tintinear fuertemente las monedas en su bolsa de cuero con el sello de la Realeza, y las dejé sobre la mesa en la que el hombre estaba y me fui. Detrás mío escuché cómo comenzaron una pelea, los gritos y el ruido de las monedas cayendo al piso... Días después me enteré que muchos habían muerto esa noche, entre ellos el asesino pago. Busqué a su familia, una casita humilde cerca del campo, una mujer y dos niñas vivían allí. Le dije a la mujer que su marido había muerto sirviendo al Rey en asuntos secretos, motivos por los cuales ella tampoco conocía, y le entregué tres monedas de plata, sé que no es mucho, pero no quería generar problemas si alguien se enteraba que ella tenía dinero.
YeoSang sintió que su corazón comenzaba a calentarse, a pesar de las historias que había escuchado, YunHo era un hombre de corazón, servicial, atento y sobre todo compasivo.
-¿Fuiste con nosotros por el Ciervo de Luna?- preguntó YeoSang.
-No, la Reina se negó rotundamente, aludió que tenía miedo de quedarse sola en el castillo, sin su Rey, su Príncipe y los mejores caballeros. Pero fui uno de los guardias que lo levantó cuando WooYoung apareció en el mercado con su cuerpo helado. Vi como lo protegió de todos, incluso de la Reina, y la preocupación que tenía por su estado.
-Ash, no fue para tanto- dijo WooYoung avergonzado detrás de YeoSang.
-Cuando estuvo seguro en su habitación salí al mercado a buscar al joven WooYoung, pero había desaparecido. Tardé meses en encontrarlo. Hablamos, nos llevamos bien, y acordamos su protección, yo interna, y WooYoung fuera del castillo. Ha sido mi informante desde entonces. Supe de la Sombra Oscura antes de que lleguen las palomas a Arvendale, mientras WooYoung trabajaba en una cura, y la seguridad del castillo aumentaba y nos confinaban.
-¿Una cura? Los brebajes...
-Eran míos- finalizó WooYoung.
-Me dijiste que eran de los médicos- se quejó YeoSang.
-Lo siento, Príncipe. Temía que si le decía que eran de otra persona no los tome. Los médicos estaban ocupados muriendo en algún lugar del castillo, no podía arriesgarme con ellos. Jamás los llamé a su habitación.
-¿Podrías haber salvado a mi padre?- preguntó el Príncipe, casi en un ruego.
-El Rey fue uno de los primeros en contagiarse- aclaró WooYoung-, la Sombra Oscura ya estaba muy avanzada, quizás podría haber prolongado sus días de sufrimiento un poco más, pero al final, moriría de todas maneras- suspiró-. La verdad es que no tenía la seguridad de que funcione, pero ante no hacer nada, preferíamos hacer algo. YunHo me avisó de sus primeros síntomas y salí de inmediato con los brebajes. Llegar a su habitación fue fácil, no había nadie, y los pocos que estaban con vida estaban enfermos.
-¿Mi habitación?
-Fui un par de noches antes de que salgamos del castillo. Posiblemente no lo recuerde...
-¡Sí lo recuerdo! Te vi muchas veces en mis sueños, me hablabas, pero nunca podía oírte. Esa vez fue diferente. Pude oír tus palabras, me dijiste que estaba delirando, que era solo un sueño que estés ahí, y luego hablamos algo de unos elefantes- YunHo y WooYoung rieron-... Espera, quizás si era un sueño. ¿Por qué hablaríamos de elefantes? - preguntó con el ceño fruncido, intentando recordar-. También vi los Jardines Oeste, había montañas de muertos de la Sombra Oscura, y yo era uno de ellos, el olor era horrible, y alguien sostuvo mis manos, me dijo que todo estaría bien. Vi a YunHo pelear, cortándole la garganta a uno de los guardias.
-Era sólo un sueño- dijo WooYoung-. Pronto va amanecer, y el viaje es largo, Mi Rey. Intente dormir, no habrá peligro por estos lugares.
YeoSang cruzó una pierna sobre la montura del caballo, apoyándose sobre el pecho de WooYoung, cubriéndose mejor con su capa y con la del propio jinete. YunHo sonrió a la par en el caballo de al lado, y YeoSang supo que ahora todo estaba bien entre ellos. Eran sus dudas estúpidas las que provocaban resentimientos en su pecho y lo hacía actuar de maneras extrañas.
Vio un brillo cerca, una cadena en el cuello de WooYoung que estaba seguro que antes no la había visto. Una pequeñísima y fina botella de cristal transparente se asomaba por la apertura de su blusa.
-¿Qué es?- preguntó YeoSang, tomando la botellita en sus manos.
WooYoung se lo quitó inmediatamente, haciendo un bufido de reprobación. Esperó un largo rato para responder.
-Veneno. Prefiero morir antes que ser capturado y torturado para brindar información- murmuró. YeoSang miró hacia YunHo, que alzaba en sus manos la cadena con la botellita, casi orgulloso.
-¿Por qué yo no tengo?- WooYoung rio ante la pregunta.
-Usted no puede morir, Príncipe.
-Pueden capturarme y torturarme, también quisiera morir antes que eso.
-Llegaremos antes de que le corten una uña- bromeó WooYoung.
-YunHo dijo que algún día no llegarán para salvar mi Culo Real- dijo, apoyándose nuevamente en el pecho de WooYoung.
-Usted lleva su Culo Real donde no debe- murmuró el jinete a su lado, sintiendo el temblor de la risa.
-¿Y dónde debo llevarlo?- preguntó YeoSang, adormilado.
-Esta conversación se está poniendo extraña- dijo YunHo.
YeoSang corría por los pasillos del castillo. Sabía que estaba llegando tarde y estaba ansioso y preocupado por eso, se acomodó su blusa, sus pantalones y el cinto mientras corría, aún descalzo porque no había llegado a colocarse los zapatos. Los guardias abrieron la puerta del comedor mientras él jadeaba e intentaba calmar su agitado corazón con una mano en su pecho.
-Llegas tarde, de nuevo- sentenció la Reina con voz dura y enfadada.
-Lo siento, Madre. No volverá a ocurrir- se disculpó, haciendo una reverencia.
-Ayer dijiste lo mismo- respondió la mujer. Su ceñido vestido hacía que se vea más alta y esbelta. YeoSang creía que su madre era una mujer hermosa, la más hermosa del reino.
-Es un niño SoonHo- dijo el Rey, sonriente, apoyando la travesura de su hijo.
-Es un niño, pero tiene deberes que cumplir- alegó rudamente, tomando una rebanada de pan.
La puerta del gran comedor resonó, interrumpiendo el desayuno.
-Mi Rey, lo llaman al Consejo, es urgente.
-Estoy desayunando con mi familia, en un momento iré- dijo el Rey.
-Su Majestad, insisto, es urgente- reiteró el guardia.
El Rey se levantó con cierta molestia y fue escoltado por los guardias.
La Reina y YeoSang seguían con su desayuno. El niño observó cómo su madre colocaba unas gotitas transparentes en su té. YeoSang amaba esa pequeña botellita transparente que brillaba tanto con el sol que entraba por los enormes ventanales, formando pequeños arco iris sobre su rebanada de pan.
YeoSang tenía calor y sentía su ropa pegada a su cuerpo. Estaba en su habitación recostado sobre el pecho cálido de su madre. Había otras personas, muchas personas, pero no podía distinguir quiénes eran.
-¿Va a sobrevivir?- escuchó a su madre decir.
-Me temo que no, Su Alteza, es la segunda vez que cae enfermo. Desconocemos el motivo, es un niño muy débil- dijo un hombre a su lado.
-¡Hagan algo entonces!- gritó la Reina entre llantos -¡Es su Príncipe el que está delirando! ¡Mi hijo se está muriendo!
-Lo siento Alteza, ya no sabemos qué hacer...- habló el hombre con temor.
-¡Fuera! ¡Afuera todos! - exclamó la Reina, dejando a YeoSang en la cama- Pasaré mis últimos momentos al lado de mi hijo- gritó, acercándose a las puertas para cerrarlas cuando todo el personal se fue.
Se dirigió nuevamente hacia YeoSang, que observó cómo sacaba la botellita entre sus senos, y colocaba las gotitas en una taza que humeaba sobre la mesa de luz al lado de la cama.
-Toma esto, te hará sentir mejor- le dijo dulcemente, ofreciéndole la taza.
El niño se llevó la taza a los labios cuando escuchó la voz de WooYoung.
-Es veneno.
La taza cayó de sus manos, mojando con el líquido la cama que se movía constantemente.
-¡WooYoung!
YeoSang se despertó de un sobresalto. La mañana lo recibió con un aire fresco, aun montando a caballo y acunado por WooYoung, sentía en la punta de sus dedos el fantasma de la taza caliente aunque sus manos apretaban la tela de las prendas del jinete. Su respiración era agitada y sintió una leve humedad en su cuerpo.
-¿Una pesadilla?- preguntó WooYoung.
-Un recuerdo- aclaró YeoSang, llevando su mano hacia la cadena de YeoSang, la botellita hizo el mismo efecto de arco iris con el sol, reflejándose sobre el pecho del jinete-. Cuando era niño me enfermaba mucho, los médicos decían que era débil y por eso contraía enfermedades, incluso advirtieron a los Reyes que debían tener otro bebé, otro heredero, en caso de que yo muriera. No sabían qué era la enfermedad, nunca podían curarla, iba y venía. Cuando acompañaba al Rey en sus viajes de negocios, estaba saludable, cuando volvía caía en cama, ardiendo en fiebre durante días. En mi adolescencia desapareció, los médicos lo consideraron un extraño milagro.
-¿Qué fue lo diferente?
-Mi padre decidió que a pesar de mi debilidad tenía que estudiar para orientar mi intelecto hacia las negociaciones y los tratados. Empecé a desayunar solo para estudiar antes de que lleguen los tutores, y con el tiempo, mi cuerpo recuperó fuerzas y no volví a enfermarme, a excepción de alguna gripe o alergia pasajera. El Rey entonces elaboró un entrenamiento suave para mí y consideró que mi mejor arma podría ser el arco. Los almuerzos y cenas con mis padres eran muy escasos, y si había, eran muy cortos y permanecíamos los tres juntos.
-¿Por qué destacas las comidas?- preguntó YunHo.
-La Reina siempre tenía una botellita igual a esta- dijo, levantando la cadena de WooYoung, YeoSang sintió cómo el jinete tensó su cuerpo, viendo cómo su mandíbula se apretó-. Mi madre me estaba envenenando.
-¡Qué hija de p...!
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5 - Aún hay luz
El sonido suave del viento susurrando entre los árboles despertó a YeoSang. Su mente, aún nublada por la fiebre y el agotamiento, trataba de procesar su entorno. Se encontraba en una cabaña de madera, la luz del amanecer se filtraba a través de las ventanas, proyectando sombras danzantes sobre las paredes. La última vez que estuvo consciente, había estado en su habitación en el castillo, confinado y enfermo.
Se incorporó lentamente, sintiendo el dolor en cada uno de sus músculos. Una tos seca escapó de su garganta, recordándole la gravedad de su enfermedad. Su vista se aclaró lo suficiente para ver a dos figuras cerca de la chimenea. YunHo, su leal guardia, estaba de pie con los brazos cruzados, mirándolo con preocupación. A su lado, otra figura estaba arrodillada frente a la chimenea, preparando algo en una humeante olla sobre las brasas. YunHo se acercó rápidamente, una expresión de alivio en su rostro al ver que el príncipe estaba despierto.
-¿Dónde...? - YeoSang intentó hablar, pero su voz era apenas un susurro.
-Estás a salvo - le dijo con suavidad-. Estamos en una cabaña en el bosque. Con WooYoung hemos estado cuidándote.
-¿WooYoung?
El chico en la chimenea se giró, sonriendo cálidamente mientras se acercaba con una taza de té de hierbas.
-Bebe esto, te ayudará a recuperarte- dijo, ofreciéndole la taza.
YeoSang tomó la taza con manos temblorosas y bebió el líquido caliente, sin quitar la vista de WooYoung, sintiendo el amargor de la bebida tan real.
-¿Es un sueño también?- le preguntó a WooYoung.
-No, esta vez no. Soy real- respondió con una amplia sonrisa, tomando su mano y llevándola hacia su rostro para que YeoSang lo toque, acarició su afilada mandíbula y su cabello, atado en miles de finas trenzas.
La presencia de WooYoung y YunHo, su preocupación y dedicación, le dieron alivio y realidad a sus extraños sueños y pesadillas. De hecho, aún no sabía qué era real o no.
-¿Cómo llegamos aquí? - preguntó YeoSang, su voz más fuerte esta vez.
YunHo y WooYoung intercambiaron una mirada antes de que YunHo respondiera.
-La situación en el castillo se volvió insostenible. La enfermedad se propagó puertas adentro rápidamente, era inevitable que termines como ellos también. Decidí contactar a WooYoung- su voz se quebró ligeramente, mostrando la tensión y el miedo que había sentido-. No podía permitirme perderlo, Príncipe.
-Fue una decisión arriesgada, pero necesaria- añadió WooYoung-. Se están armando grupos rebeldes que atacarán las tierras reales. Quizás el castillo que conocías sea tomado por esos grupos, por otros Reyes tal vez, ya ha sido en parte saqueado por la misma corte- explicó-. Aquí, lejos del castillo, podemos cuidarte mejor y combatir la Sombra Oscura. No te faltará nada, Principito.
Mientras YeoSang asimilaba la información, su mente volvía al castillo y al reino. Recordaba las noticias fragmentadas de la propagación de la "Sombra Oscura", cómo las aldeas cercanas habían sido diezmadas y cómo la enfermedad había alcanzado las puertas del castillo. Se estremeció al recordar a su padre, el Rey, y a su madre, la Reina, confinados también en aquella habitación, sin ayuda de nadie.
-Mis padres... ¿cómo están? - preguntó con voz temblorosa.
YunHo y WooYoung intercambiaron otra mirada, esta vez más sombría. YunHo se arrodilló junto a la cama, tomando la mano del Príncipe.
-Lo siento- dijo con voz suave pero firme—. El Rey y la Reina no lograron sobrevivir. La enfermedad los consumió.
YeoSang sintió como si el mundo se derrumbara a su alrededor. Un dolor profundo y agudo atravesó su corazón. Sus padres, los pilares de su vida, se habían ido. Cerró los ojos, permitiéndose unos momentos de duelo.
El silencio en la cabaña se hizo denso, pesado. YeoSang se llevó una mano al pecho, tratando de contener el dolor que lo invadía mientras el aire se escapaba de sus pulmones, siendo difícil y doloroso volver a recuperarlo. Se sentía como si una parte de él hubiera sido arrancada, dejándolo vacío y desorientado. Recordó los momentos con su padre, las enseñanzas, los consejos y la presencia firme y reconfortante de su madre cuando era niño. La última escena con ella volvieron a su mente, recordando sus palabras que se clavaron como dagas en su ya herido corazón.
-Tómate tu tiempo para llorar, Principito - dijo en voz baja WooYoung-. Es necesario permitirte sentir esta pérdida.
YeoSang asintió, dejando que las lágrimas cayeran libremente. La tristeza era abrumadora, pero junto a ella, sentía una chispa de ira y una creciente determinación y sentimiento de poder.
Ahora era el Rey. Enfermo, perdido en el bosque, sin pueblo, pero Rey al fin. No podía dejarse vencer por la tristeza ni dejar que la enfermedad le arrebatara todo. Tenía que ser fuerte, no solo por él, sino por todo el reino, o lo que quede de lo que era su reino, y lo que quede de su cuerpo, mente y espíritu. Su pueblo necesitaba un líder, ahora más que nunca. Y él debía ser ese líder.
Pero no hoy. Hoy necesitaba descansar. 
Su visión explotaba en lucesitas de colores con el resplandor del sol. Le devolvió la taza que aún sostenía en sus manos a alguien, no sabía a quién, ya no lo recordaba, pero esa persona lo tomó y lo acunó en sus brazos, sonriéndole cálidamente, acariciando su cabello, no entendía sus palabras, pero eran reconfortantes. Se sentía cuidado y protegido, y sabía que podía dormir sin preocupaciones, que se habían ido lejos, muy lejos de su cabeza. No había dolor físico ni emocional. Sólo paz y silencio, a excepción del suave viento. YeoSang miró hacia la ventana. Afuera, los árboles bailaban una dulce danza para él.
-Va a estar todo bien, ¿verdad?- preguntó una voz, hasta que se dio cuenta que era su propia garganta la que había expulsado los sonidos.
-Si, va a estar todo bien- respondió alguien.
Con el paso de los días, WooYoung y YunHo continuaron cuidando a YeoSang con dedicación incansable. WooYoung preparaba brebajes y ungüentos a base de hierbas, mientras que YunHo se aseguraba de que el príncipe estuviera cómodo y seguro. YeoSang, aunque aún débil, sentía su energía regresar poco a poco. La fiebre disminuía y las manchas oscuras en su piel se desvanecían lentamente.
A medida que YeoSang se recuperaba, WooYoung y YunHo le contaban sobre la situación en el reino. El Príncipe habia descubierto que WooYoung tenía informantes que venían a la cabaña, así que los esperaba en el sofá que se apoyaba justo debajo de la ventana de los árboles danzantes, como le gustaba llamarla. Esa mañana no fue la excepción, y un encapuchado a caballo entregó una nota a WooYoung, que estaba cortando maderas, o eso creía YeoSang por el sonido. Aún no le dejaban salir al exterior, porque hacía frío y porque alguien de no confiar podría verlo. Debían ser cuidadosos.
YeoSang se irguió atento cuando WooYoung entró con el papel, abriéndolo y leyéndolo rápidamente con expresión sombría antes de tirarlo al fuego de la chimenea.
-Tomaron el castillo, de nuevo.
Era la segunda vez que en menos de diez días que el castillo había sido tomado por grupos rebeldes que se autoproclamaban reyes. Los grupos eran tan pequeños, que YeoSang estaba seguro que aún había fieles a la Realeza, a él, y terminaban destruyéndolos.
La cabaña en el bosque, aunque sencilla, se había convertido en un refugio seguro y un lugar de sanación para YeoSang. Cada mañana, se despertaba con la luz del sol filtrándose a través de las hojas, llenando el lugar de una luz dorada y tranquilizadora, el sonido del bosque al amanecer era una sinfonía de esperanza y renovación. Este entorno pacífico era el contraste perfecto con la turbulencia de su mente y lo que aguardaba en Arvendale.
-Debes recuperar tus fuerzas, YeoSang- le decía YunHo mientras le servía una taza de té de hierbas preparado por WooYoung-. El reino necesita a su rey, pero primero, debes estar listo para cualquier desafío- YeoSang asintió, tomando la taza de té, agradecido por la dedicación de su guardia-. El pueblo necesita saber que estás vivo y que vas a asumir el trono.
WooYoung no estaba de acuerdo, quería esperar más tiempo, esperar que YeoSang se fortalezca, que pueda alzar su espada sin que sus aún débiles brazos tiemblen. No creía tan fácil que el Príncipe sólo aparezca sobre un caballo con ahora dos guardias, un traidor por secuestro y un curandero del bosque.
Expuesto de esa manera, YeoSang sonrió. Era patético, cierto, pero era lo que había, y eran las personas que lo habían mantenido con vida y estaba enormemente agradecido por eso. No existiría oro o coronas con las que pueda pagar eso, y ni YunHo ni WooYoung estaban interesados en las riquezas o los terrenos. YeoSang sugirió nombrarlos Condes para obsequiarles terrenos y un palacio cercano al castillo, pero se negaron rotundamente. Estando tan lejos, ¿quién cuidaría del Rey?.
La Sombra Oscura seguía causando estragos, pero la noticia de la recuperación del príncipe y su futura ascensión al trono podría traer un rayo de esperanza a los corazones de los pocos habitantes de Arvendale.
YeoSang asintió distraídamente a la pregunta de WooYoung, que ni siquiera sabía de qué se trataba, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Él no comenzaría su reinado con un hermoso reino ya armado como lo conocía, tendría que levantarse desde las cenizas, y comenzar de nuevo, con lo poco que quede de Arvendale y de su apenado corazón.
-¿Cómo haremos, entonces?- preguntó el Príncipe.
-Simplemente iremos. Es tu castillo y tu reino por derecho. Es todo lo que importa- concluyó YunHo.
El entrenamiento comenzó en serio días después mientras YeoSang se preguntaba cuándo había aceptado esto. YunHo tomó la responsabilidad de preparar a YeoSang en combate y tácticas de defensa. El bosque se convirtió en su campo de entrenamiento, con claros utilizados para prácticas de espada y emboscadas simuladas.
Cada mañana, antes del amanecer, YeoSang y YunHo salían al claro principal, donde la niebla matutina aún flotaba entre los árboles. YunHo comenzaba con ejercicios básicos de calentamiento, ayudando a YeoSang a recuperar la flexibilidad y la fuerza que había perdido durante su enfermedad.
El Príncipe, aunque aún débil, se esforzaba al máximo. Cada golpe, cada movimiento, era un paso hacia la recuperación y el fortalecimiento. La intensidad del entrenamiento aumentaba día a día, pasando de movimientos básicos a complejas combinaciones de ataques y defensas.
-Necesita ser más rápido, más fuerte, Mi Rey- decía YunHo mientras intercambiaban golpes de espada-. Los rebeldes no tendrán piedad. Concentración, Su Alteza- indicaba YunHo mientras esquivaba un golpe de un dolorido Príncipe y contraatacaba, desarmando a su contrincante, la espada se clavó en la tierra y YunHo apuntó con su propia espada a su garganta-. La precisión es clave. Un error podría costarle la vida.
Además del entrenamiento con espadas, YunHo también enseñó a YeoSang a luchar con las manos desnudas y a usar armas improvisadas, encontrando rocas, ramas y hasta huesos y caparazones de caracoles se convirtieron en armas que podrían definir los segundos entre la vida y la muerte. Practicaron desarmes y técnicas para neutralizar a múltiples oponentes, utilizando la agilidad y la inteligencia tanto como la fuerza.
El entrenamiento en el bosque también incluyó ejercicios para aumentar la resistencia y la agilidad de YeoSang. Corrían largas distancias a través del terreno accidentado, subiendo colinas y atravesando ríos. YunHo organizaba circuitos de obstáculos que obligaban a YeoSang a trepar árboles, saltar sobre rocas y arrastrarse bajo ramas bajas.
-Necesita poder moverse con rapidez y sin hacer ruido- decía YunHo mientras corrían a través del bosque-. Un buen guerrero es tan silencioso como una sombra y tan rápido como el viento.
Al principio, apenas podía completar los circuitos y sólo deseaba llegar a la cabaña, darse un baño y acostarse a dormir. Terminaba con sus manos y rodillas lastimadas, con espinas clavadas en su trasero y WooYoung gritándole a ambos por exigirse tanto mientras con una pinza sacaba las espinas del culo del prometedor Rey.
La resistencia física de YeoSang mejoró gradualmente con el pasar de los días, su cuerpo se fortaleció y su agilidad aumentó. Comenzó a moverse con la gracia y la velocidad de un cazador, aprendiendo a usar el entorno a su favor.
No todo el entrenamiento era físico. YunHo y YeoSang también pasaban horas discutiendo estrategias y tácticas de guerra. Utilizaban piedras y ramas para crear modelos del castillo y sus alrededores, simulando ataques y defensas.
-La fuerza bruta no siempre gana la batalla- explicaba YunHo mientras movía una piedra que representaba a un grupo de soldados-. Debe pensar como su enemigo. Anticipar sus movimientos y estar siempre un paso adelante. Los grupos rebeldes no son los guardianes de otros reinos, no tienen códigos ni leyes. Atacarán por la espalda si lo consideran necesario, y nosotros debemos hacer lo mismo. Aquí no hay reglas, Mi Rey. Olvídese de esas absurdas normas protocolares de batallas que le enseñaron, eso, en nuestra realidad, no existe.
YeoSang escuchaba atentamente, absorbiendo cada lección. Sabía que su éxito como rey dependía no solo de su habilidad para pelear, sino también de su capacidad para liderar y tomar decisiones estratégicas.
Mientras YunHo se encargaba del entrenamiento físico, WooYoung se ocupaba de la mente y el espíritu de YeoSang. Las sesiones de meditación en el corazón del bosque eran esenciales para encontrar el equilibrio y la claridad mental.
Cada tarde, después de las agotadoras sesiones con YunHo, YeoSang se unía a WooYoung en un claro tranquilo, rodeado de altos árboles y el canto de los pájaros. Allí, se sentaban en un círculo de piedras, encendiendo incienso y velas para crear un ambiente de paz y serenidad.
A veces también iban a pescar río arriba, YeoSang pensaba que era para alimentarse, pero pronto comprendió que ser sigiloso, quedarse quieto y esperar el momento justo para capturar el pez con sus manos desnudas era también parte de su entrenamiento.
-No solo necesita fuerza física- le decía WooYoung mientras el príncipe se sentaba en una piedra, rodeado de la calma del bosque-. La mente debe estar en paz. Debe liderar con sabiduría y serenidad.
YeoSang encontraba consuelo en las enseñanzas de WooYoung, sintiendo cómo la paz interior comenzaba a florecer dentro de él. Aprendió técnicas de respiración y visualización para calmar su mente y controlar su estrés y también sus dolores corporales producto de su entrenamiento con el guardia.
Esa noche, después de comer junto a WooYoung, se quedaron en la mesa mientras la débil luz de la vela se extinguía y el fuego de la chimenea chiporroteaba, lanzando hermosas sombras bailarinas en las paredes. YeoSang parecía inmerso en esos movimientos, abrumado por una tormenta interna que intentaba finalmente encontrar su cauce.
WooYoung observaba con calma mientras YeoSang miraba fijamente el fuego con los ojos brillantes pero distantes, en algún lugar oculto aún de su mente. Después de un largo silencio, las primeras lágrimas escaparon de sus ojos, rodando por sus mejillas y brillando en colores naranjas con el fuego crepitante.
Se acercó al Rey y se sentó arrodillado frente a él, tomando sus manos, apretándolas suavemente, ofreciendo un gesto tangible de silencioso apoyo, esperando pacientemente si el Rey quería hablar.
-No quiero ser débil...- murmuró, secándose las lágrimas que volvían a emerger.
-No lo eres, Principito- le dijo WooYoung, apoyando su mano en su mejilla.
-¿Recuerdas ese día? - preguntó con voz temblorosa.
-Sí, lo recuerdo- afirmó WooYoung.
-Luego de que la Sombra oscura enfermara a mi padre y nos confinaran, me escapé de mi habitación y corrí hacia el cuarto real. Necesitaba verlos, saber cómo estaban, qué tan grave era todo- más lágrimas rodaron por sus mejillas y su voz parecía anudarse en su garganta-. Mi ma... La Reina, me pegó una fuerte cachetada. Ella nunca me había pegado, WooYoung, y me dijo que- su voz se quebró tras un sollozo, recuperando luego el aliento-... ¿cómo la Reina sabía de los lobos? ¿Le dijiste en el Mercado, cuando llegamos a las puertas del castillo?
WooYoung negó, YeoSang podría estar despertando de un largo sueño, y eso le preocupaba.
-¡Ella deseó que me coman los lobos!- gritó en llantos, escondiendo su rostro en el cuello de WooYoung. Esperó que el futuro Rey se estabilice.
-Mi Rey, la gente del bosque sabemos cosas. Acompáñeme- le dijo, levantándolo con delicadeza y llevándolo afuera de la cabaña.
WooYoung respiró profundamente, y colocando sus manos en su boca para generar más proyección profirió un aullido, un aullido de lobo, mirando a YeoSang, que lo observaba confundido.
Momentos después, algunos lobos se acercaron al límite del bosque cercano a la cabaña.
-WooYoung... - advirtió el Príncipe, acercándose a él.
-No le harán daño, Principito- le dijo, llamando a uno de los lobos, que se acercó y lamió su mano. WooYoung tomó la mano del futuro Rey para que se acerque también a los lobos.
-WooYoung...
-No tema, están adiestrados...
-WooYoung- esta vez fue un llamado de advertencia.
WooYoung se giró hacia el Rey, cruzando una mirada tensa donde ninguno de los dos dijo nada.
-Yo no fui.
-¿Cómo...?
-Yo no fui, Su Alteza.
-¿Cómo sabías?- la voz del Principe se volvió temblorosa y entre cortada- ¿Cómo sabías dónde estaba?
-Te escuché gritar.
-¿Cómo estabas tan cerca?
-Vivo en el bosque, Príncipe. Puedo estar en cualquier lado. Fue una casualidad que esté cerca.
-O enviaste los lobos- concluyó YeoSang, estaba cegado- ¿Te pagó mi madre? ¿Te pagó un buen precio? ¿Cuánto te ofreció por mi cabeza? Por eso querías entregarme personalmente... ¡Ja! Qué estúpido fui. Pensaste que estaba muerto.
-Nadie me encargó su cabeza ni me pagó nada, y nunca pensé que estuviera muerto, Su Alteza- dijo con tranquilidad-. Caminé durante días con su cuerpo en mi espalda para llevarlo hasta el castillo a salvo... - explicó cuando YeoSang se dio media vuelta con un pequeño grito de frustración-. Pedí por los Reyes porque sabía que alguien había mandado a los lobos, ellos no atacan humanos salvo que sean ordenados por alguien, y esa persona podría haber estado en el mercado, podría haber sido cualquier de las personas que intentaban tomarte. Te protegí de ellos como pude hasta que la Reina se hizo presente. Lo que no pensé es que habría sido la misma Reina, la misma que lloró por ti en sus brazos y estaba preocupada por tu pie y tu ropa mojada. ¿Recuerdas eso?
El Príncipe parecía comprender las palabras ahora, y los recuerdos parecían pasar frente a sus ojos, claros como el agua del río.
-¿Qué pasó con el tipo, el contratado por... la Reina?- preguntó.
-YunHo lo mató.
Otra vez ese brillo de desconfianza en sus ojos.
-Con la muerte del sospechoso, con pruebas evidentes ante el Rey y el pueblo, pudo acercarse a la Reina, obtener su confianza y permanecer muy cerca de Su Alteza. Lo que no esperábamos era que lo nombre su propio guardián personal.
-¿Estás insinuando que la Reina cometió un acto de asesinato? Sabes las consecuencias de eso...
-Mi Señor, yo no estoy insinuando. La Reina era una asesina, no le salió bien, pero ¿si lo hubiera logrado?. Creo que se lo dejó muy claro en su último deseo.
Cruzaron otras miradas. El Príncipe se veía realmente enfadado y confundido detrás de una nebulosa mental en sus iris. Bufó profusamente y se alejó, WooYoung lo detuvo agarrándolo de la muñeca, pero YeoSang se soltó rápidamente de ese agarre.
-No me toques. Soy tu Rey- pronunció, avanzando por el límite del bosque y los lobos, que se habían sentado pacíficamente.
-Cachá- le ordenó WooYoung al lobo alfa, señalando al Príncipe. El lobo siguió por detrás al futuro Rey, junto al resto de la manada, a excepción de dos cachorros que jugueteaban cerca.
-WooYoung, ¿dónde está el Príncipe?- preguntó YunHo al llegar a la cabaña y no encontrar a YeoSang-, ¿y por qué hay dos cachorros de lobo en la cama?
-El Principe se enojó y se auto perdió en el bosque- dijo con calma, tirando una soga que los cachorros sostenían y tironeaban también.
-¿Qué?- su rostro palideció- ¡Hay que ir a buscarlo!- ordenó, tomando su espada y corriendo a la puerta.
-Para eso están los cachorros... y YunHo- WooYoung sonrió, orgulloso-, usó su título de Rey.  
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4 - Eclipse solar
Tres días después de la visita a la habitación de su madre, YeoSang había comenzado con síntomas de la Sombra oscura. 
YunHo había sospechado algo la noche anterior, cuando el Príncipe no quiso comer, y al despertar en la mañana, estaba sumido en una intensa y delirante fiebre y la fatiga extrema lo debilitó hasta el punto de apenas poder moverse en la cama.
La preocupación y el miedo envolvieron al guardia, no estaba pendiente de su salud al estar al lado del enfermo príncipe, sino de que éste muera en sus brazos cuando quizás la cura estaba al alcance de sus manos.
Por la noche, después de ocuparse que su Príncipe esté cómodo entre las almohadas y las frazadas, salió directo al palomar. Al lado de éste, guardaban también los búhos y lechuzas, pero había una en particular que estaba buscando. Una pequeña lechuza con motas blancas y marrones que hacía nido en la tierra. Nadie sospecharía que esa lechuza estaba allí, ya que sus hábitos eran principalmente diurnos, a diferencia del resto.
Tomó a la pequeñita, atando a su anilla un diminuto papel enroscado escrito en un código que sólo él y otra persona conocían.
-Ve rápido- le susurró al animal, como si la rapaz pudiera comprenderlo, abriendo sus manos y dejando que extienda sus alas y levante vuelo.
La lechucita se perdió en la oscuridad y YunHo respiró aliviado, en pocas horas, la ayuda estaría en camino. El otro se ocuparía de ver cómo entrar en la habitación del heredero, ese ya no era su problema.
Volvió a los aposentos del Príncipe, esperando escuchar alguna noticia sin acercarse demasiado a nadie. Poca información pudo recibir, más casos de contagio, otros pueblos también habían sido afectados, y que estaban apilando los muertos en los jardines traseros del palacio. YunHo no quería ver eso, ni siquiera intentó imaginárselo.
Al llegar a la habitación, YeoSang había cambiado su posición y ahora estaba de costado, jadeando por la fiebre, se había destapado completamente y su cabeza colgaba del colchón. YunHo lo tomó en sus brazos, esperando que eso sea algún tipo de alivio. El Príncipe lo miró unos breves momentos, y luego dejó caer la cabeza hacia atrás.
-Mamá- jadeó-. No me siento bien- susurró, aferrándose débilmente a la ropa del guardia.
-Lo sé, ya vendrá la ayuda, aguanta un poco más- le dijo YunHo, peinando hacia atrás sus cabellos húmedos por el sudor.
Cuando el Príncipe se durmió, aún en delirios que YunHo no comprendía, el guardia se recostó con él, abrazándolo por su espalda para darle calor a su tembloroso cuerpo, aunque el Príncipe se quejaba de a momentos de tener calor, y por momentos estar congelándose, así que se acercaba o se alejaba según las necesidades del Príncipe. También luchaba por hacer que se quede quieto para mantener una toalla fría en su frente, pero era una misión imposible entre tantos delirios y movimientos, ¿es que acaso no se quedaría quieto nunca? Aunque por otro lado, se aliviaba de que Su Alteza aún conserve un poco de su energía, así sea en los delirantes sueños.
Un golpe en la puerta del balcón hizo que se pusiera en guardia, aunque sabía de quién se trataba.
-¿Estás loco? ¿Cómo permitiste esto?- le dijo el visitante, acercándose a la cama del Príncipe y sentándose sobre esta- Está hirviendo... YunHo, ¡era tu responsabilidad!
-Lo sé, se escapó. No pude detenerlo antes de que llegue a la habitación del Rey, la madre le dio una tremenda cachetada, y a mi casi me cortan la cabeza para empalarla en el jardín de los guardias estúpidos- aludió YunHo.
-Y tu pene deberían dárselo a los elefantes. ¡YunHo! ¡Es un niño!
-No, no lo es. Y tiene una fuerza increíble... Y la Reina, ufff... la Reina hizo que casi sea giratorio su cuello... Espera... ¿Comen pene los elefantes?- preguntó preocupado el guardia, colocándose las manos en su entrepierna-. Mi vida es una amenaza constante desde que pisé la primer roca de este castillo- dijo en modo trágico mientras el visitante sacaba unos frascos de su bolsa de pieles.
-Hola, Principito- lo saludó, pasando su mano por su rostro.
-¿Dejarás que te vea?- preguntó YunHo preocupado.
-¿Puedes tomar esto? Te hará bien- le dijo suavemente, colocando uno de los frascos en sus labios. YeoSang obedeció-. Está delirando, todo será parte de un sueño. No me recordará- aseguró.
-WooYoung... - suspiró el Príncipe.
-Principito, ¿recuerdas mi nombre?- le dijo con cariño.
-Te busqué... te busqué en el bosque este tiempo- le dijo, intentado elevarse sobre sus codos, WooYoung lo detuvo.
-Lo sé, te veía en la distancia...
-¿Qué haces en mi habitación?- preguntó, un poco más consciente.
-Es un sueño, estás delirando, Príncipe- se apresuró a decir WooYoung.
-¿Por eso YunHo se sostiene su entrepierna con cara de sufrimiento?- murmuró, preocupado, con el ceño fruncido.
-Se la cortaron y se la dieron de comer a los elefantes porque se portó mal- dijo WooYoung divertido, esperando ver qué decía YeoSang.
-Ah... a los elefantes... Necesitarán muchos penes de YunHo para llenarse...
WooYoung hizo sonar una fuerte carcajada. YeoSang también rio débilmente.
-Con uno solo alcanza- dijo YunHo ofendidísimo detrás de WooYoung.
-Duerme Príncipe, mañana estarás mejor- le dijo WooYoung, acariciando su mejilla.
-Pero, ¿no estoy durmiendo?- preguntó YeoSang confundido.
-Sigue durmiendo entonces... - concluyó WooYoung, sonriendo, usando sus dedos para cerrar los ojos de Yeosang.
-¿Volveré a verte... en mis sueños? ¿Dónde puedo encontrarte? Iré a buscarte- preguntó, abriendo los ojos de nuevo.
-Mañana nos veremos. Ten paciencia.
WooYoung se levantó de la cama cuando YeoSang por fin se durmió bajo los efectos del brebaje.
-Dormirá varias horas, no te preocupes ahora- le dijo a YunHo, buscando otros frascos-. Estos son para él, el morado cuando se despierte y el verde por la tarde. Este es para ti -le dijo, entregándole un frasco negro-, es un preventivo, no evitará que te enfermes, pero la pasarás mejor, tómalo ahora- explicó.
YunHo destapó el corcho del frasco y bebió el amargo brebaje, haciendo cara de asco.
-¿Qué pensabas que era? ¿Vino? - río WooYoung-. YunHo - lo llamó, seriamente, mirando al Príncipe-, sé que no has salido de la habitación, pero tienes que saber lo que pasa afuera -suspiró-. El pueblo es un desastre, hay cuerpos tirados por todos lados, muertos y medio muertos. El castillo está prácticamente abandonado. No hay guardias, no hay seguridad en ningún lado. Entré por el jardín Oeste, están acumulando los cuerpos ahí, nadie los está quemando ni enterrando y no dudo que haya alguno que aún no esté del todo muerto.
YunHo sintió un escalofrío recorrer su espalda.
-¿Qué pasa con la comida en el castillo?
-Hay reservas- dijo YunHo-, pero no sé cuánto pueden durar, ni quien cocinaría.
-Les traeré comida. No serán los manjares del castillo, pero podrán sobrevivir. El mercado está abandonado, las frutas y verduras están podridas en los cajones... llegara un momento que no habrá a quien comprar nada.
WooYoung se dirigió al balcón.
-¿Ya te irás?- preguntó YunHo.
-Tengo gente que atender, Yuyu. Volveré cuando baje el sol.
WooYoung desapareció en la oscuridad como la lechuza que había enviado antes.
YunHo volvió al lado de YeoSang, acostándose junto a él. Su temperatura había bajado considerablemente y parecía dormir de forma placentera.
A la mañana siguiente YunHo despertó con los rayos del sol prácticamente en la cara. Era más de media mañana, según el sol, y YeoSang lo miraba fijamente.
-Su Alteza, está despierto...
-Estabas babeando- dijo el Príncipe, divertido, aunque aún parecía cansado.
-Parece que está mejor- señaló, colocando su mano en su frente.
-Soñé con el chico del bosque- le contó, cerrando los ojos al tacto del guardia-. Era como el sol, tan cálido y brillante. Me dio de tomar algo, que me hizo sentir mejor.
-Estaba delirando, Mí Príncipe. Vinieron los médicos anoche- mintió, odiaba mentirle a YeoSang-. Me dejaron su medicación, tiene que tomar esta ahora. Prepararé la tina en tanto, así se baña.
Cuando volvió a la cama, el Príncipe no estaba en ella. Se había levantado y estaba apoyado sobre el marco de la puerta que daba al balcón, mirando en dirección a la entrada principal del castillo con tristeza y curiosidad.
Bendecidos, asquerosos y milagrosos brebajes de WooYoung que permitían que el Príncipe pueda levantarse. El sol iluminaba su piel pálida, casi verdosa, pero no le quitaba su increíble poder y belleza.
-No se escucha nada- susurró-. No hay gritos, ni reclamos. ¿Qué pasó? ¿Qué pasó con el Rey, YunHo?
-Aún no hay noticias de los reyes, Príncipe.
YunHo lo tomó delicadamente de la mano, dirigiéndolo al baño, ayudándolo a sacarse el camisón de algodón, observando con pesadez que en su espalda habían aparecido las características manchas negras de la Sombra oscura. Al giraralo y sostenerlo para meterse al agua, vio que en sus muslos y abdomen también habían aparecido.
-Está bien- dijo YeoSang, ante la mirada preocupada del guardia-. Me curaré con la medicación- suspiró, apoyando la cabeza sobre el borde de la tina.
YunHo humedeció y masajeó su cabello con jabones y aceites.
- ¿A mis padres también le están dando?
El corazón de YunHo colapsó, deteniendo brevemente su masaje.
-Lo siento, Mí Señor. Sólo al Príncipe.
-¿Por qué a ellos no?- preguntó YeoSang, girandose hacía el guardia, aún con espuma en su cabeza.
-La enfermedad de los Reyes ya está muy avanzada- mintió de nuevo-, la medicación no haría efecto. Es muy difícil conseguir los ingredientes y prepararla. Ahora, nuestra prioridad es usted.
Mientras YeoSang se colocaba un camisón limpio, YunHo cambiaba las sábanas de la cama.
-Tengo hambre, YunHo- le comunicó cuando estuvo debajo de las mantas - ¿No vino el desayuno?
-No, no vinieron. Iré a ver qué puedo conseguir.
El guardia salió con cuidado de la habitación, cerrando con llave la puerta. No quería que ningún mal intencionado que deseara la muerte del Príncipe aproveche la situación.
Se dirigió a las cocinas. El espacio era un caos, había alimentos y bandejas tiradas por todos lados. Las puertas de ingreso de insumos estaban abiertas de par en par, moviéndose suavemente con el viento. El lugar parecía saqueado, claramente. Buscó en las alacenas y en los depósitos, ni siquiera en la pequeña y personal bodega de los reyes habían quedado sus delicados vinos.
Salió afuera, sabía que detrás había un depósito donde guardaban harinas, legumbres y otros alimentos.
Era una pequeña habitación, con una puerta de madera que estaba cerrada también, YunHo no dudó en buscar algo que le sirva de palanca, sacando la puerta por el lado de las bisagras.
Las ratas corrieron debajo de él cuando la puerta se abrió. Encontró algunas naranjas y manzanas que estaban en buen estado, tomó una de las canastas de paja que se encontraban allí y eligió las mejores.
Recordó también que había un gallinero, y que nadie estaría alimentando a las pobres gallinas. Tomó una gran cantidad de granos de maíz en otra canasta y se acercó a las jaulas, tirándole los granos a las aves. Éstas se amontonaron desesperadas por comida, mientras YunHo entraba al granero y en la misma cesta que trajo el maíz colocó todos los huevos que pudo. Quizás a WooYoung también le servirían.
Su curiosidad hizo que recordara que estaba cerca del jardín Oeste, aunque no estaba seguro si quería ver lo que WooYoung le había comentado. ¿O si?
Ascendió una pequeña colina, donde la vista principal eran aquellos hermosos jardines que ahora estaban repletos de...
Montañas de cadáveres.
YunHo pudo sentir el olor desde su posición, y estaba muy lejos.
Los cuerpos aún tenían sus hermosas y lujosas vestimentas. Las joyas brillaban con el sol, pero la piel era negra en la mayoría de ellos, o azul, en otros. Se apilaban unos sobre otros, dejando caer sus piernas y brazos en posiciones extrañas.
Las rodillas de YunHo temblaron y cayeron al suelo. ¿Que estaba viendo? Vio cuerpos de guardias también, las fundas de sus espadas con piedras engarzadas brillaban, la gente de la corte, sacerdotes, todos estaban allí, en montañas de cuerpos donde no importaba cuánta riquezas tenías.
Volvió a la cocina temblando, prendió más de una hornalla para calentarse, aunque no era frío lo que sentía, y colocando una sartén, cascó y cocinó los huevos. Sería todo para el Príncipe, pero no permitiría que YeoSang sea parte de esas montañas, no mientras YunHo esté respirando, aunque la enfermedad lo consuma y lo haga volar de fiebre, seguiría cuidando a su Príncipe. Las lágrimas cayeron por sus mejillas mientras los huevos explotaban en burbujas en la sartén.
Los colocó en un plato junto a un par de cubiertos y se dirigió a la habitación con las canastas con frutas y huevos, y los huevos cocidos. Entró sigilosamente, pensando que YeoSang estaba dormido, pero estaba nuevamente en el balcón, esta vez sentado, abrazando un poco sus rodillas, vestido con ropas simples.
-Mi Príncipe, no tome frío en el balcón- le dijo, dejando los alimentos arriba de la mesa-. Vamos a comer.
-Demoraste mucho y me encerrarse con llave- se quejó, sentándose en la silla.
-Lo siento, no quería que nadie aproveche que estaría solo. Demoré porque tuve que buscar los huevos en el gallinero y cocinarlos - no le diría nada de los muertos del jardín-. No hay nadie en la cocina, Príncipe- dijo con vos lúgubre-. Han saqueado todo. Pude encontrar esto en el depósito, pero no hay nada más.
El Príncipe comió dos huevos sin asco alguno, una manzana y una naranja que él mismo peló y cortó. YunHo se alegró de que pueda, aún, hacer actos simples por si sólo.
-Me recostaré- dijo después de un largo rato sentado en la mesa mirando perdidamente las cáscaras de las frutas, levantándose pesadamente.
YunHo lo sostuvo por si se caía hasta llegar a la cama, donde lo arropó, sentándose a su lado. La medicación de WooYoung hacía que la fiebre se mantenga a raya, pero no evitaba que las manchas negras aparecieran. YunHo vió otra oscuridad que se asomaba por el escote de su blusa, tomando parte de su cuello.
Cuando YeoSang se durmió se acostó a su lado, dejando que el Príncipe se acerque a él para abrazarlo.
Se dejó vencer por el sueño hasta que el sol empezó a dar paso al atardecer, cuando escuchó campanadas en la lejanía. Tapó los oídos del Príncipe, esperando que no las escuche.
-Por favor, que no sean tres, que no sean tres... - susurró.
Efectivamente sonaron tres campanadas, y luego tres más.
Los Reyes habían muerto.
-¡YunHo!- alguien lo sacudía- ¡Despierta! ¡Despierta! ¡Tenemos que irnos!
-Estoy despierto- dijo con voz ronca, sentándose en la cama.
-Están afuera, YunHo. Armaron una rebelión para tomar derrocar al Rey.
-El Rey está muerto- susurró YunHo, asegurándose que YeoSang seguía dormido.
-No ese Rey, este Rey- señaló WooYoung al Príncipe-. Nos iremos- dijo, colocándo al nuevo Rey dormido sobre la espalda de YunHo.
-Esto es secuestro. Nos cortarán la cabeza por traición.
-¿Quien? No queda casi nadie en el castillo, están todos pudriéndose en los jardines. ¿Dónde esta tu espada?- preguntó, mirando la cintura del alto, que ahora sostenía a YeoSang en la espalda. YunHo hizo una mirada debajo de la cama, donde WooYoung encontró la espada y prendió el cinto a su cintura. Luego le colocó una capa a YeoSang, con capucha-. Estará todo bien, Principito, nosotros nos ocuparemos- le dijo, antes de bajar la tela sobre su rostro.
-¿Está despierto?- preguntó YunHo.
-Para nada. ¡Vamos!
Atravesaron los pasillos vacíos, aunque con cuidado y en estado de alerta. WooYoung lo condujo por el castillo como si fuera propio, hasta que llegaron a los jardines del Oeste, donde se acumulaban los muertos.
YunHo tuvo que contener el aliento mientras atravesaban por lo que antes eran los senderos del jardín.
-¡Alto!- gritó alguien atrás de ellos.
-¡Es un guardia!- grito WooYoung. Ambos deteniéndose.
-¡Alto en nombre del Rey!
YunHo arqueó una ceja cuando se giró hacia el colega. El guardia mantuvo una distancia prudente.
-No te acerques más- le dijo YunHo-. Estoy contagiado- amenazó.
-No puedes tirarlo solamente- le dijo, señalando al cuerpo encapuchado que llevaba atrás-. Hay una lista de las personas que mueren. Debes registrarlo y debe haber al menos dos testigos que acrediten su identidad.
-Es solo un pobre hombre, trabajaba en las cocinas. No sé su nombre. Sólo lo dejaremos aquí- dijo YunHo, bajando el cuerpo del Príncipe y asegurándose que estaba bien cubierto lo apoyó en una de las montañas de muertos, con una horrible sensación.
WooYoung agarró las manos del Príncipe, simulando una despedida.
-¿Él quién es?- preguntó el guardia, señalando a WooYoung.
-Es su compañero, trabajaban juntos... -dijo sin darle importancia, volviendo su vista al guardia-. Nosotros nos estamos yendo, te sugiero que tomes a tus colegas y amigos y te vayas del castillo. Va a haber problemas cuando se enteren que el Príncipe ha muerto en sus aposentos.
-¿El Príncipe?- exclamó sorprendido-. No han avisado.
-Nadie irá, poca gente queda en el castillo y cada uno se está ocupando de lo suyo. Su Guardia también murió. Ve a avisarle a alguien, pero no entres en la habitación. Deja que otros se ocupen.
El guardia dio una última mirada con desconfianza antes de alejarse lentamente por el sendero.
-No nos creerá, YunHo- susurró WooYoung, aún con las manos del Príncipe entre las suyas.
-No mires, deja que se vaya... A la cuenta de tres nos levantaremos y simularemos irnos.
-YeoSang...
-Volveremos por él en unos minutos... uno... dos... levantate y camina tranquilo.
Ambos se levantaron, dejando al Príncipe entre las montañas de muertos, y avanzaron lentamente por el sendero, alejándose de YeoSang.
WooYoung simuló mirar el cuerpo, mirando a la vez hacia las escaleras del castillo.
-Está hablando con otro guardia, nos están mirando- dijo con tensión-. Vienen aquí, ¡YeoSang!
La distancia que había era casi la misma, dependía de la velocidad en la que corrieran quién llegaría antes al cuerpo del Príncipe. Claro que eso no era un problema para WooYoung, que se había criado en la naturaleza, corriendo a la misma velocidad que los zorros de las praderas.
Antes de que WooYoung toque el cuerpo de YeoSang para alzarlo, YunHo había lanzado una pequeña daga, que se clavó en el muslo de uno de los guardias, haciéndolo caer, y desenvainando su espada cuando llegó hasta WooYoung, que se colocó detrás de él con el cuerpo de YeoSang en brazos.
-No hagamos esto peor de lo que ya es- dijo amenazante.
-El Príncipe no puede abandonar el castillo, mucho menos ahora- dijo el otro guardia, con la espada en alto también.
-Soy su Guardia Personal, haré lo que crea conveniente por el bienestar de nuestro Rey.
-Esto es traición. ¡Traidor! ¡Traidor en el castillo! ¡Se lleva al Príncipe!
YunHo suspiró mientras el guardia gritaba, antes de hacer un giro con su espada y cortar la garganta del guardia. Haciéndole un gesto de silencio con su dedo al otro guardia, que yacía en el suelo, recuperando groseramente su daga sin importarle el dolor del otro, robándole además la espada al guardia muerto.
-Te dejaré la tuya, quizás la necesites para salir de este infierno- le susurró-. De mí y el Príncipe no sabes nada. Si me llegan rumores, sabré que eres tú, y te buscaré hasta matarte. Tienes la desgracia de que nunca olvido un rostro- le guiñó un ojo con una suave sonrisa y se levantó para alcanzar a WooYoung que ya se había adelantado un largo trecho.
-¡Le cortaste la garganta!- reclamó WooYoung, mientras ambos corrían a la par.
-¿Qué iba a hacer? ¿Darle un besito?
-Por eso el reinado se extingue.
-Por los besos también procrea.
-Ashh...
-Oh, espera- dijo YunHo, apoyándose en un árbol-. Voy a vomitar-. Advirtió mientras lo poco que había comido y sus jugos gástricos calientes y ácidos subían por su esófago, golpeando la tierra.
-¡YunHo!- exclamó WooYoung, preocupado.
-No es nada. Es el olor... me estaba conteniendo por los guardias- dijo, limpiándose la boca con el reverso de su manga-. ¡Sigamos!
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3 - Sombra Oscura
Las astas del Ciervo de Luna, colgadas en el gran salón del castillo, eran un símbolo de honor y valentía. Bajo ellas, un retrato al óleo de YeoSang con una capa violeta, el color de la familia Kang y el escudo del ciervo, recordaba su logro, capturando su imagen con una nobleza que inspiraba a todos en Arvendale. Su cuadro se ubicaba a la derecha de otros 6 en el salón circular, y aún quedaba espacio para su descendencia, si es que la tenía. Aunque su idea era deshacerse de esa estúpida tradición, y que su hijo, si lo tuviera, fuera Rey después de una extensa preparación, que se case si quería y con quién quería y que al morir él, deje el mejor Rey que Arvendale haya tenido, sin esa malditas astas.
El Príncipe no podía dejar de pensar que aquellas ramas simplemente habían pasado como las astas del ciervo. Nadie había preguntado cómo las astas habían aparecido en el salón, junto al Príncipe, fresco como como una lechuga en la madrugada siguiente al Eclipse. Había mentido, obviamente, había mentido descaradamente y sentía una terrible culpa.
Su padre lo abrazó, orgulloso, incluso podría haber jurado que derramó una lágrima, y su madre simplemente se echó a llorar sin consuelo alguno. Eran lágrimas de alegría y orgullo, YeoSang lo sabía.
Había logrado encontrar al Ciervo de Luna sólo en la noche del eclipse lunar. Bueno, sólo no, lo había acompañado YunHo, y lo había remarcado muchas veces, mientras el guardián sonreía y aprobaba todo lo que YeoSang decía. Ahora debía recordar esa historia improvisada que inventaron mientras volvían del bosque con un asta cada uno sobre sus regazos, por si algún día, alguna vez, a alguien, se le ocurría preguntar nuevamente cómo había sido la hazaña.
El día que YeoSang haga bajar esos cuadros y queme sus astas, descubrirían que no era más que madera de árbol. YunHo le había explicado que, según él, la madera se había teñido de blanco por la sal que traía el río. Aunque YeoSang, según sus libros de estudio, no podía creer en esa teoría, no pensaba chupar la madera para confirmarlo, y ¿qué pasaba si algún día algún guardia, explorador, o el mismísimo Rey encontraban las mismas maderas sobre la orilla del río?
Eran muchas las dudas sin respuestas que tenía YeoSang, y sin embargo estaba ahí, en medio del salón, observando su vergonzoso acto colgando en algo que no era. Sólo YunHo y él lo sabían.
-Si te sirve de consuelo- dijo el guardia a su lado-, eres el más hermoso de todos.
-Soy un fraude, YunHo- susurró.
-Bueno, si alguna vez lo desea, lo acompañaré a matar al majestuoso Ciervo de Luna, traeremos su cuerpo y lo comeremos con el pueblo, y colgaremos las reales durante la noche- susurró-. Nadie se dará cuenta.
-Eres perverso, YunHo.
-Señor- dijo un guardia detrás de él, YeoSang y YunHo se dieron vuelta-, lo llaman a reunión con los consejeros y el Rey, Su Alteza. Es urgente.
Príncipe y Guardia se miraron, intrigados. Lo más urgente que podría existir era la maldita madera colgada a sus espaldas.
Al llegar al salón de reuniones, el ambiente se sentía pesado y triste. Algo peor que las astas pasaba. YeoSang tomó su lugar al lado de los Reyes, mientras que YunHo se ubicó detrás de su asiento, parado, apoyando su mano en su espada atada a su cintura en señal de respeto.
-Hay rumores, Su Alteza- dijo uno de los viejos consejeros, dirigiéndose al Rey-, de los pueblos vecinos. Nos llegó esta carta- anunció, entregando un pergamino enrulado sobre sí mismo, había sido abierto, ya que su sello de cera estaba roto.
El Rey palideció cuando leyó la nota.
-Cierren el pueblo, que nadie salga ni entre a la ciudad, y menos al castillo. Que los mejores médicos se queden dentro. No queremos que ninguno de nosotros muera. Nos aislaremos completamente del exterior.
-Sí, Mi Rey- dijeron los consejeros.
Los chismes de una peste se esparcieron como fuego en un campo seco.
Los primeros rumores sobre la enfermedad, llamada "Sombra oscura" llegaron desde los pueblos fronterizos. Los aldeanos hablaban de una enfermedad que surgía sin previo aviso, atacando sin piedad, comenzando con una fiebre intensa que sumía a los afectados en un estado de delirio. Las manchas oscuras aparecían en la piel, expandiéndose rápidamente y causando un dolor punzante que hacía gritar a los enfermos. Los cuerpos se debilitaban hasta que ya no podían sostenerse, y muchos sucumbían en cuestión de días.
Las palomas mensajeras iban y venían de su palomar con diminutas notas en sus patas con noticias de aldeas enteras siendo diezmadas, en las aldeas de Eldrath y Mevrin, los síntomas aparecieron de la noche a la mañana. Las familias, desesperadas por encontrar una cura, recurrían a remedios caseros y curanderos locales, pero nada parecía funcionar. Los relatos hablaban de aldeanos muriendo en las calles, sus cuerpos descompuestos y cubiertos de manchas negras. El olor de la muerte impregnaba el aire y las casas se convertían en tumbas silenciosas para quienes no podían escapar.
Los curanderos, impotentes ante la magnitud de la peste, comenzaron a huir, dejando a las aldeas sin esperanza. Los que quedaban intentaban quemar los cuerpos infectados para evitar la propagación, pero los incendios solo añadían más dolor, desesperación y desolación.
Los primeros casos se registraron en las cercanías con los pueblos de Eldrath y Mevrin, como era de suponer por el éxodo de los pocos habitantes que quedaban, ya contagiados con o sin síntomas, exparciendo la peste a los habitantes locales, a pesar de las estrictas órdenes del Rey de mantener la frontera despejada, muchos eran amigos o familiares entre sí, y no podrían negar su ayuda. Así, entre gente que iba y venía, no pasó mucho tiempo antes de que la enfermedad llegara a las puertas de Arvendale.
El propio Rey se encargó personalmente de detener el avance de las personas que ahora querían ingresar al castillo en búsqueda de los médicos y curanderos para sanarse a sí mismo, a sus familiares y a sus hijos.
YeoSang podía escucharlos desde su habitación, los gritos, llantos y lamentos. Aislado del mundo exterior, odiaba que las noticias y la información sea escasa, deformada y segmentada. No sabía qué era verdad y qué no. No los veía, no veía a nadie, pero podía imaginar a las madres sosteniendo los cuerpos enfermos de sus hijos pequeños, muriendo a cada momento en sus brazos sin ninguna ayuda posible. Su corazón se llenaba de angustia cada vez que pensaba en su pueblo, en la gente del castillo, en YunHo, en sus padres...
-Esto no está bien- dijo YunHo a su lado con tono lúgubre. El guardia alto se había guarecido en su habitación para hacerle compañía y para asegurarse que nadie tenga un contacto demasiado cercano con el Príncipe, ya que aún no sabían cómo la enfermedad se transmitía tan rápidamente.
-¿Qué haremos YunHo?
-Si ingresan, mi deber es sacarlo de aquí, Príncipe. No puedo permitir que nadie se acerque a usted.
-Realmente quisiera poder ayudar. Ser inmune y poder estar con ellos, hacer algo...
-No sabemos si es inmune, Mi Príncipe, y no sugiero correr el riesgo para averiguarlo.
-¿Papá no volvió aún?
-No, Su Alteza.
El amanecer había llegado con las puertas balcón de la habitación de YeoSang abiertas, y el guardia alto apoyado en el marco, parado con los brazos cruzados, mirando hacia la puerta principal del castillo.
-YunHo, ¿no dormiste?- preguntó el Príncipe, desperezándose.
-Muy poco, tengo que velar por su seguridad- se acercó a él, pero se detuvo cuando recordó que tenía que mantener distancia.
-Iré a bañarme y cambiarme- dijo el Príncipe, dirigiéndose al baño a tomar una ducha.
Se estaba vistiendo cuando gritos llegaron desde el pasillo. YeoSang salió a medio vestir del baño, con los ojos presos del pánico, mientras que YunHo lo detuvo en la puerta extendiendo su brazo. Fue el guardia quién abrió apenas unos centímetros para ver qué pasaba afuera.
-¡El Rey! ¡El Rey!- gritaban los guardias y las doncellas, corriendo a un lado y otro.
-¿Qué pasa, YunHo? ¿Qué pasa con papá? ¿Volvió? ¿Por qué tanto alboroto?- preguntó el Príncipe, intentando asomarse por la puerta también, olvidando la distancia que debía tomar con su guardia.
-Quédese aquí, Príncipe, iré a ver qué sucede. Pero si alguien me toca o me habla cerca, no entraré más. ¿Entendió?
-No vayas, entonces. Me quedaré sólo.
-Permaneceré detrás de la puerta en todo momento si eso ocurre.
YeoSang terminó de vestirse y esperó por YunHo lo que parecieron siglos. Caminó por su enorme habitación, que ahora parecía que las paredes lo apresaban y encerraban, se sentó en la cama, se levantó de nuevo. La ansiedad lo estaba consumiendo, hasta que golpearon la puerta.
-¿YunHo?- preguntó, acercándose a la puerta de madera.
-Está bien, puedo pasar.
YeoSang le abrió, alejándose de todas maneras, esperando que YunHo le diga qué estaba pasando en el castillo. Observó que el más alto cerró la puerta con llave, y la guardó en su bolsillo.
-¿Qué pasa? ¿Por qué...?
-Es el Rey, está enfermo, Su Alteza.
YeoSang sintió que sus piernas se debilitaban, cayendo al piso. Vio que YunHo se acercó, pero no demasiado.
-Tengo que ir... tengo que ir con papá- murmuró, avanzando hacia la puerta.
-Tengo órdenes de la Reina, Príncipe. No puede abandonar la habitación. En estos momentos, conservar su salud es la prioridad para todo el reino.
-¿Mi madre está con él? Se va a contagiar también- dijo débilmente, apoyándose en la puerta y dejándose caer, aferrando su cabeza con sus manos-. Los voy a perder a los dos, YunHo.
-Lo siento mucho, Su Alteza. Pero no olvidemos que están con los mejores médicos. Estarán bien, aún hay esperanza para la gente del castillo- dijo a unos metros de distancia. Demasiado lejos para sentir algún tipo de consuelo en sus palabras.
YeoSang se abrazó las rodillas y se mecía solo en alguna forma de consuelo. ¿Qué haría sin sus padres? ¿Cómo gobernaría bien en tal evento catastrófico? ¿Y si él también moría? Ningún libro lo había preparado para esto, YunHo le había enseñado a pescar y hacer fogatas, pero tampoco le servía.
-Abrázame- susurró el Príncipe.
-¿Cómo, Mi Señor?- pregunto YunHo, algo confundido.
-Abrázame- dijo con seguridad, abriendo los brazos hacia el guardia.
-Lo haría, pero tengo que mantener distan...- YeoSang había corrido hacia él aprisionándolo con fuerza. Su pequeño pero no débil cuerpo temblaba como una hoja en una tormenta y su respiración se había vuelto errática.
El guardia mantuvo silencio mientras lo envolvía en un abrazo cálido, más cálido de lo que YeoSang había sentido hacía mucho tiempo, acariciando su espalda y murmurando palabras de aliento hasta que el Príncipe pudo respirar nuevamente. YunHo lo condujo hasta la cama, no sabía si tenía sueño o no, pero lo arropó y se quedó a su lado sentado en el borde del colchón hasta que se durmió.
YeoSang despertó cuando escuchó el carrito de la comida, estos días, les entregaban la comida de esa manera. La mucama dejaba el carrito afuera, se alejaba, YunHo retiraba las fuentes con comida, y una vez cerrada la puerta, la chica seguía su camino. Sólo tenía que esperar a que YunHo abra la puerta mientras pensaba que YeoSang estaba profundamente dormido.
En el momento en que YunHo tomó con ambas manos las dos enormes bandejas de alimentos, YeoSang lo empujó hacia adelante, haciéndolo chocar con el carro, y salió disparado hacia la habitación de los Reyes.
-¡Príncipe!- escuchó que gritó el guardia- ¡Deténganlo, va a la habitación del Rey!- ordenó a los guardias que estaban apostados en los pilares de las columnas, pero ninguno se movió. También tenían órdenes de no dejar sus puestos, y no acercarse a nadie, mucho menos a la familia real.
YunHo corrió rápidamente, agarrando a YeoSang por la cintura cuando abrió de par en par la habitación de los reyes.
-¡Papá! ¡Papá!- gritó, forcejeando con el más alto, que no lo dejaba entrar en el cuarto.
La Reina apareció en su campo de visión, levantándose del lado de su padre.
-Te di órdenes estrictas, YunHo- exclamó a unos metros de distancia, sus ojos abiertos enormemente ante la sorpresa y el enojo-. Cuando esto termine, me ocuparé de tu cabeza- sentenció.
-No... No... - gritó YeoSang, aun forcejeando. El guardia aun luchaba contra la enorme fuerza que tenía el Príncipe-. No es su culpa, yo me escapé. Quiero saber... Quiero verlo, quiero verte, mamá.
La Reina se acercó a una corta distancia a YeoSang, que se calmó un poco, cruzando miradas, la mujer le dio una cachetada que hasta el guardia sintió el envión del cuerpo de YeoSang hacia su derecha.
-Te estamos protegiendo, Príncipe desobediente y desagradecido- dijo entre dientes, con evidente enojo-. No vuelvas a llamarme mamá, niño caprichoso, ojalá te hubieran comido los lobos. ¡Suéltalo!
-¿Mi Reina...?- dudó YunHo.
-¡Suéltalo, dije!
YunHo soltó lentamente al príncipe, temiendo que pase algo si dejaba de rodearlo con sus brazos.
YeoSang pasó el umbral de la puerta hacia la habitación mientras la Reina hizo un gesto y los guardias cercanos tomaron el cuerpo de YunHo, colocando sus espadas sobre su cuello.
-Uno de los dos va a morir, ¿a quién elijes, YeoSang?- sentenció la Reina.
YeoSang sintió sus mejillas humedecerse por las lágrimas. Miró hacia donde estaba su padre, a una gran distancia aún, vio su respiración agitada, los paños mojados que cubrían su delirante cabeza y las manchas negras en lo que se podía ver de su rostro y sus manos. Agachó la cabeza en una reverencia a la Reina y caminó nuevamente hacia YunHo, agarrando su ropa.
La Reina no tuvo que dar una orden más para que los guardias se alejen de YunHo, simplemente cerró las puertas de la habitación Real, ni siquiera dándole una mirada a YeoSang, que hubiera caído de rodillas si YunHo no lo sostenía.
-¡Oh, Dios! Estamos vivos. Estamos vivos- susurró YunHo, cayendo también con el Príncipe, aliviado de no ser comida para los perros-. ¿Príncipe?
YeoSang sentía que sus ojos se empañaban y su visión se apagaba, no había podido respirar correctamente desde hacía rato, y la falta de oxígeno le estaba afectando.
Despertó en su habitación, aunque no abrió los ojos, lo sabía por el perfume de sus almohadas, y también sabía que YunHo estaba con él, sosteniendo algo frío en la mejilla que su madre, la Reina, había abofeteado.
-Lo siento- murmuró, haciéndose ovillito entre las sábanas y mantas-. Fui un estúpido. Empeoré todo.
-No fue tan malo- lo consoló el guardia, colocando el paño frío en el agua y estrujándolo para volver a colocarlo en su mejilla-. Pero esa mujer pega bien fuerte, prefiero enfrentarme a un batallón que a ella.
YeoSang abrió los ojos, esperaba encontrarse con una mirada enojada y severa pero, ¿YunHo se estaba riendo?
-Las Reinas también son entrenadas para luchar- aclaró.
-Lo sabía, pero no pensé que de ésta manera.
-¿Cuánto tiempo pasó?- preguntó incorporándose en la cama.
-Despacio, no se esfuerce, que aún no sé por qué se desmayó- le dijo, recostándolo de nuevo.
-No estaba respirando.
-¿Cómo?
-Cuando tengo emociones muy fuertes, no puedo respirar bien- dijo, casi sin darle importancia, haciendo una pausa-. ¿El Rey...?
-Apenas pasaron un par de horas, sigue con vida, al menos no avisaron nada en el castillo. No hay gritos, ni movimientos. Creo que ahora tienen miedo a la Reina- sonrió, colocando nuevamente el paño frío.
-Realmente lo lamento, actué sin pensar. Casi te matan por mi culpa - hizo otra pausa, intentando sin éxito contener el llanto-. Mi madre... La Reina... prefiere que me coman los lobos- sollozó, agarrando las mantas para cubrirse el rostro.
-Eso no es verdad. La Reina lo ama, Su Alteza, pero está pasando por una situación difícil. Estoy seguro que no quería decir eso, Príncipe.
-Nadie dice algo que no quiere decir- aclaró debajo de las mantas, su grave y ronca voz ofuscada por las telas.
Se sentía herido. No sólo su madre la había dicho que hubiera deseado que aquella vez se lo coman los lobos, dejando en manifiesto que estaba también decepcionada de él, sino que además le quitó el derecho de llamarla mamá, la única conexión sincera e íntima que tenía con alguien fuera de los protocolos y los buenos modales reales.
-Me duele, YunHo.
-Mi Príncipe, ¿qué le duele? llamaré a los médicos- dijo, levantándose de la cama con urgencia.
YeoSang lo detuvo.
-Me duele el corazón, la boca del estómago, me duele el alma. Mi dolor no lo cura ningún médico. Si mi... la Reina muere, lo último que recordaré de ella es este momento, estas frases que me seguirán por el resto de mi existencia.
YunHo no supo qué decirle, sólo se limitó a acariciar su hombro sobre las apretadas mantas que mantenían a YeoSang en una especie de fortaleza de seguridad. 
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2 - Eclipse Lunar
Muchas habían sido las noches en que el Príncipe YeoSang se despertaba con un sudor frío recorriendo su cuerpo, incluso en las cálidas noches de verano, repitiendo miles de veces el mismo sueño. Viendo el Ciervo de Luna presentarse en su inconsciente, y a aquel joven parado en las puertas del castillo.
-WooYoung- le decía, él sabía su nombre, pero en el sueño no escuchaba su voz, quizás porque ya la había olvidado.
Había pasado unos meses desde aquel accidente, su tobillo se había recuperado lenta y perfectamente, y más de una vez le preguntó a la Reina si cuando él llegó había un joven con él, a lo que su madre muchas veces respondió que no lo recordaba, que había mucha gente alrededor, muchos jóvenes del pueblo.
Había insistido también en volver por el Ciervo de Luna con la excusa de la tradición y el ritual, pero su padre se había negado rotundamente. YeoSang no sabía si era por el miedo a perderlo de nuevo, o porque no se merecía la cornamenta para gobernar como Rey.
Casi todas las noches se escabullía del castillo a caballo y rodeaba las cercanías del bosque,  buscando señales de WooYoung, o al mismo WooYoung, que se había evaporado como los extraños y confusos recuerdos de aquella tarde que, aunque se esforzara cerrando fuertemente los ojos, casi no recordaba el color de su ropa o su piel, ni su voz, ni el color de su cabello. Recordaba el brillo de sus ojos al sol cuando despertó en el mercado y la forma protectora en que los sostuvo, el olor a mojado de sus prendas y el frío que a él lo invadía.
Cuando esos recuerdos no llegaban, y tampoco podía dormir, deambulaba por los pasillos del castillo, generalmente descalzo, para evitar el eco entre las paredes y ser delatado, aunque realmente no estaba haciendo nada malo.
Era en esos momentos cuando se enteraba que habían atacado al pueblo, o que algunos malhechores habían hecho de las suyas intentando entrar al castillo. YeoSang no se enteraba de esas cosas en las reuniones del Consejo, nunca se mencionaban. Siempre estaba todo perfecto y radiante.
También había visto cómo los guardias y las plebeyas se desnudaban dentro de cualquier habitación que encontraban y unían sus cuerpos de forma violenta entre gritos de parte de ambos. YeoSang no entendía cómo algo que los hacía gritar se volvía a realizar noche tras noche, y grande fue su sorpresa cuando una de esas noches, no fue un guardia real quien estaba con una plebeya, sino su propio padre, el Rey, introduciendo parte de su entrepierna entre las piernas de la plebeya que, gustosa, se abrió para recibirlo.
-Anoche no me sentía bien- mintió en el desayuno para comenzar una conversación con sus padres.
-Hijo, ¿qué pasó? ¿Por qué no fuiste a vernos?- dijo su madre preocupada.
-Fui, pero en el camino encontré una habitación abierta con un poco de luz, me asomé antes de entrar, y vi a un hombre y una mujer, desnudos uno sobre otro, gritando- no iba a decir que había sido el propio Rey el que estaba como su madre lo trajo al mundo.
Notó la tensión entre ambos.
-¿Quiénes eran?- preguntó el Rey, claramente enojado y ofendido-. Les daré exilio del castillo.
-No lo sé, no vi sus rostros. Podría haber sido cualquiera.
-Entonces "cualquiera" pagará las consecuencias- dijo, retirándose del salón.
-Mamá- dijo después de un largo silencio, sólo la llamaba así en la intimidad de estar ellos dos solos-. Era él.
La Reina suspiró pesadamente, tomando su mano y dándole un beso en el dorso.
-Lo sé, hijo. Lo sé. Pero nadie debe enterarse.
YeoSang no dijo más nada. Más tarde se enteraría que cualquier guardia real que se encargaba de cuidar el castillo, y cualquier plebeya que se ocupaba de limpiarlo y asegurarse que todo esté en orden, habían sido echados, aunque YeoSang siempre se quedaba con la duda en esos casos si realmente los exiliaban del castillo y el pueblo, o los mataban.
Luego de esa noche, y muchas otras, aprendió que no debía comentar nada de lo que veía u oía. Podría ser él mismo quién termine con su cabeza rodando por alguna tarima.
-Los astrónomos prevén un eclipse de luna mañana, quizás sea un buen momento para ir por el Ciervo nuevamente, comentó orgulloso su padre en una cena con los cortesanos-. La vez anterior lamentablemente tuvimos aquel accidente donde se derrumbó la barranca y el Príncipe cayó al río y tras una intensa búsqueda pudimos encontrarlo con vida, gracias a Dios.
El Rey miró con ojos vidriosos a su hijo. YeoSang había escuchado esa falsa historia innumerable veces, nunca se habló de los lobos ni del joven del bosque que lo ayudó, a quién el Príncipe pensaba que debía ser recompensado, aunque lo hubiera contado mil veces, era silenciado mil y una.. Era lo que justificaba que el Príncipe no hubiese logrado el cometido de matar al Ciervo de Luna y traer consigo la cornamenta para colgarla en el salón, tal como lo habían hecho sus antepasados.
-Iremos nuevamente, y esta vez nos aseguraremos que todo salga bien. Tendremos al futuro Rey listo y preparado para gobernarlos en caso de mi ausencia.
La corte aplaudió elegantemente con las manos arriba, mientras YeoSang se derretía en la silla de terciopelo violeta y giraba los ojos hacia atrás, buscando apoyo en su madre.
-¿Puedo retirarme?- le susurró.
-Por supuesto que no, falta el baile y el postre, YeoSang- dijo severamente-. Hay algunas princesas de reinos cercanos que están de visita, podrías ver de entablar alguna relación con ellas. YunHo estará siguiéndote si te escapas.
-¿YunHo? - preguntó YeoSang, algo enfadado de tener un niñero encima con sus ya 20 años cumplidos. La Reina señaló con la barbilla a su izquierda. El guardia estaba apoyado con la mano en su espada sobre una de las columnas del salón y se veía tan aburrido como el Príncipe.
-Mira, aquella princesa te está mirando desde temprano. Ve a hablarle.
YeoSang suspiró y se levantó de mala gana en dirección a la joven. Se pasó la lengua por los dientes, confirmando que no tenía ningún trozo de comida entre ellos, una lástima, porque lo que quería era dar una mala impresión, no le interesaba ninguna princesa.
Se acercó cortésmente, haciendo un saludo desde su cintura hacia la joven mujer, que sonrió sorprendida, mirando al resto de la mesa. La madre, o su dama de compañía, la alentó a pararse y saludar al príncipe tomando ridículamente su vestido por los costados y bajando un poco las rodillas, ladeando la cabeza, dejando ver su alargado y blanco cuello, donde sus rizos cayeron sutilmente. YeoSang suspiró, todo fríamente armado y calculado, todo actuado.
Por el costado del ojo vio que el guardia, YunHo, se había trasladado para quedar frente a YeoSang, nuevamente apoyado en las columnas, ahora parecía un poco más divertido por la escena que el Príncipe y la damisela estaban montando.
No tenía otra opción, ya estaba ahí. Extendió su mano hacia la dama, y ella la tomó, claramente emocionada. Luego la llevó al centro, a la pista de baile, escuchando los aplausos y las exclamaciones de sorpresa al elegir a la primer mujer en su vida, la cual había sido totalmente la elección de la Reina, nada fue su decisión. Cuando los músicos comenzaron a afinar sus instrumentos de cuerdas, YeoSang se giró con la dama en sus brazos para observar a YunHo, que se había erguido, expectante también. No sabía por qué, pero YeoSang le sonrió, y YunHo le devolvió la sonrisa, traviesos los dos. Ese tipo le agradaba.
Comenzó una música lenta, un baile perfecto para bailar en pareja, conversar, mirarse a los ojos y llevarse más de un suspiro de la damita que tenía en sus brazos, que lo miraba fascinada mientras YeoSang daba algunas vueltas en un perfecto y aprendido baile de salón.
-Es una hermosa velada, Príncipe- dijo ella, YeoSang asintió-. Estoy muy feliz de que pueda ir por el ciervo nuevamente. Lamentamos mucho el accidente en el río- comentó, algo nerviosa esta vez.
YeoSang solo la miraba y asentía. Sabía que la estaba poniendo muy nerviosa solo con mirarla y sonreírle. Sus pasos comenzaron a acelerarse, no podría continuar con aquella aburrida música y una charla tan vacía, los músicos también intentaban seguirlos, perdiendo el tempo entre ellos, mirándose asustados e intentando acomodarse musicalmente, mientras YeoSang y la damita seguían dando vueltas por el salón, en sus muy ensayados y rápidos pasos.
Ella no decía nada, pero su expresión podría haber sido de terror, mientras YeoSang solo podía sonreír como si nada pasara, la damita comenzó a trastabillar con sus propios pies, mientras YeoSang no hacía mucho por sostenerla cada vez que tropezaba con sus zapatos.
-Lo siento mucho, Su Alteza, creo que dejaré esta pieza. Estoy un poco mareada- le dijo, soltando sus manos y volviendo tambaleándose un poco de un lado a otro hasta llegar a su mesa, sosteniéndose hasta llegar a su silla. YeoSang sintió un poco de pena porque la joven se veía bastante pálida ahora.
En tanto, buscó la mirada de YunHo, encontrándolo en una expresión que le decía que estaba conteniendo la risa en sus apretados labios. Le hizo una señal disimulada con los ojos al guardia, y YeoSang salió del salón cuando la música comenzó a sonar de nuevo y otras parejas ocuparon la pista.
Salió por la gran puesta hacia las escaleras de mármol, sentándose en el último peldaño, de cara al enorme jardín que adornaba la entrada principal del ala Este del castillo.
-No te quedes ahí parado, sé que disfrutaste el espectáculo- dijo, sabía que YunHo estaba por detrás de él.
-Mi deber es cuidarlo, Su Alteza- dijo YunHo, su voz era tranquila y dulce.
-Ven, siéntate conmigo- le dijo, dando unas palmadas al lado de él, en el mismo escalón.
-Príncipe...
-Insisto, es una orden.
YunHo no tuvo opción, bajó los peldaños pero no se sentó a su lado. YeoSang suspiró, sería así entonces.
-Mañana debo ir por el ciervo.
-Lo sé- dijo YunHo.
-¿Estás en la formación real para acompañarnos?
-No, Señor. Sólo debo encargarme de su seguridad dentro del castillo.
-Excelente- dijo YeoSang, parándose. YunHo le llevaba por lo menos una cabeza, y eso que el Príncipe estaba usando zapatos con taco-. Harás lo que te diga y vendrás conmigo.
-¿Señor?- preguntó, levantando una ceja.
-No mataré al ciervo. Es demasiado hermoso para quitarle la vida, quizás esté muerto por otros motivos, enfermedades, lobos, quién sabe. Pero quiero encontrar a alguien que está en ese bosque, quién me salvó la vez anterior.
-Príncipe, me cortarán la cabeza si desobedezco...
-Seremos dos entonces. Pero si sólo te elijen a ti, haré lo imposible para que tu cabeza siga pegada a tu cuello.
YunHo lo miró, parecía buscar la sinceridad en sus palabras, que desde el lado de YeoSang, eran muy sinceras.
-Esto huele a peligro y a aventura- dijo con fingida preocupación, YeoSang lo sabía, el guardia estaba visiblemente emocionado-. ¿Cuándo salimos?
-Esta noche. Espérame en los establos. Hay dos corceles negros con estrellas en sus frentes, agarra esos. Son muy rápidos, y cúbrete- aunque YeoSang no consideró la enorme altura del guardia-. Saldremos por detrás del castillo- susurró cuando escuchó unos pasos detrás-.
Aunque estaba un poco nervioso por haber confiado semejante plan a uno de los guardias, y además elegido por la reina para su protección, YunHo lo esperó en los establos tal como lo habían acordado.
-¿Te vio alguien?- preguntó el alto al Príncipe, entregándole uno de los caballos.
-Pff... Estoy camuflado con la noche- expresó YeoSang con confianza mientras ambos montaban los corceles.
El cielo estaba despejado y las estrellas brillaban con una intensidad inusual cuando el Príncipe YeoSang y su guardia se acercaron al borde del bosque.
Habían pasado un par de meses desde aquel único encuentro con WooYoung, y aunque para YeoSang podría haber sido un encuentro como cualquier otro y haberlo olvidado como había olvidado a tanta gente en su corta vida, WooYoung se aseguraba de recordar su presencia en sus sueños. Aquel encuentro había dejado una huella profunda en YeoSang, y ahora regresaba al bosque una vez más para encontrar a aquel joven, aunque aún no sabía por qué, si era solo agradecerle, o aquella promesa de llevarlo al castillo, sin saber por qué había prometido eso, ¿WooYoung lo habría estado esperando? ¿Habría comprendido aquél mensaje del príncipe?
Algo en su corazón lo llamaba de regreso al bosque, siempre lo llamaba aunque solo lo bordeara con su caballo. Nunca pudo adentrarse más, hasta esta noche.
-¿Estás listo?- preguntó YeoSang a YunHo.
-Siempre estoy listo, Alteza. Aunque debo admitir que el bosque en la oscuridad es un poco escalofriante.
Se ajustaron a las monturas y se adentraron en el bosque, siguiendo los senderos ocultos que la naturaleza formaba. El aire estaba cargado con el aroma de la tierra húmeda y el susurro de las hojas movidas por una brisa suave. Los sonidos de la noche eran más intensos bajo las copas tupidas de los árboles, y ambos hombres se mantuvieron alerta, conscientes de los peligros que podrían acechar la oscuridad, prestando especial atención a los caballos, su instinto sabría qué hacer en caso de peligro.
-¿Qué pasó la vez anterior, Príncipe?- se atrevió a preguntar en un murmullo el guardia.
-Fue mi culpa- confesó-. Estaba aburrido de las estrategias y mapas, así que decidí alejarme un poco. Perdí el camino, estaba atardeciendo y pronto se hizo de noche entre que el sol se ocultaba y la espesura del bosque. Creí ver el ciervo a lo lejos, pero cuando se acercó era un enorme lobo blanco, mi caballo se asustó, me tiró de su lomo y huyó. Lo seguí, suponiendo que iría hacia el séquito real, pero lo perdí, era muy veloz. Los lobos me acorralaron, disparé a uno con la flecha, creo que tenía dos o tres, y eran, seguro, una jauría de 15 lobos.
YunHo se adelantó a su paso, mirándolo expectante.
-Alguien apareció delante de mí, con una antorcha y gritando, eso asustó un poco a los lobos, y nos hizo un camino para alejarnos de ellos. Corrimos con los lobos detrás, hasta que caímos al río, que estaba en crecida, no pude mantenerme a flote. Pero el chico me sacó y desperté a la orilla del río, con el Ciervo de Luna oliendo mi cuerpo y el de él. Luego se fue, se adentró tranquilo en el bosque, y cuando quise perseguirlo, me di cuenta que me tobillo se había lesionado, no podía pararme siquiera, y el chico me llevó hasta las puertas del castillo en su espalda.
-Suena a un héroe.
-Lo es.
-¿Sabes su nombre?
-Si, creo que sí. A veces siento que lo olvido, pero sueño con él, y me lo vuelve a decir, aunque no escucho su voz.
-Escuché otros rumores, historias muy muy diferentes. Hay vacíos en las historias.
-Por supuesto que hay vacíos- exclamó YeoSang-. Estaba asustado, no recuerdo cómo pude correr tanto, tampoco como salí del agua, ni cómo llegamos a las puertas del castillo, ni siquiera cuando me entraron al castillo, a excepción de preguntarle el nombre al joven. Sólo recuerdo haber despertado días después en mi habitación, con mi pie vendado y tener que hacer un largo reposo, y luego una larga rehabilitación mientras se esparcían miles de rumores por el reino. Esa parte ya la conoces.
-¿Sabes cuál fue el peor de los rumores?- pregunto YunHo.
-Que no conseguí la cornamenta, por ende no estaba preparado para ser Rey- dijo YeoSang con cansancio.
-No, que el joven fue asesinado- dijo YunHo fríamente.
YeoSang detuvo su caballo.
-¿Cómo lo sabes?
-En el pueblo hablan, Príncipe. Hablaban de la rata que lo trajo, de sus ropas humildes, del interés que tenía en entregar su cuerpo personalmente a los Reyes para conseguir alguna recompensa.
-Eso no fue así. Él no... Él no pidió nada.
-¿Usted está seguro de eso?- el guardia giró su caballo para que sus miradas queden a la par- El chico existe, no sé por qué todos lo niegan- concluyó, dándole credibilidad a la narración de YeoSang.
-YunHo ¿cómo sabes? ¿lo has visto? - preguntó con curiosidad y entusiasmo. El guardia se mantuvo en silencio-. Entonces, tu no crees que esté aquí- concluyó-. Lo sabes desde el principio, ¿a qué viniste, YunHo?
-A mostrarle algo, Príncipe- dijo con el rostro sonriente.
YunHo lo condujo hasta un claro del bosque, donde hizo mirar hacia arriba. Los astrólogos se habían equivocado, esa noche era el eclipse, no la noche siguiente. Su padre estaría decepcionado nuevamente.
-Ven, le indicó, ayudándolo a bajar del caballo.
Lo llevó ahora por unos pequeños senderos, donde tenían que agacharse para no golpearse con las ramas bajas de los árboles, hasta que llegaron a la playa, el rugir del agua se escuchaba fuerte y clara, y sobre el arena, había un montón de ramas apiladas.
-¿Qué es eso?- preguntó YeoSang cuando YunHo se acercó a las ramas, satisfecho y sonriente.
-Son ramas, simples ramas- dijo, intentando sacar algunas.
-YunHo, ¿me trajiste hasta aquí a ver un eclipse y un montón de...? ¡¡¡ohhhh!!!
Ahora entendía todo. Las ramas eran idénticas a la cornamenta del ciervo. YunHo tomó dos de ellas y bailoteó por el arena sosteniendo las ramas como si fueran sus propias astas. YeoSang no pudo evitar reírse de semejante payasada.
-Se darán cuenta.
-No lo harán. ¿Quién va a investigar si son ramas o cuernos? Si los cortas son similares, y nadie cortará lo que el Príncipe logró con tanto esfuerzo.
-Esto es una locura, YunHo.
-Bueno, podemos dejarlas aquí y volver al castillo. Mañana vendrás por el Ciervo, eclipse o no, y tendrías que matarlo... o podemos cazar unos peces, poner un poco de sangre en las ramas, nos comemos el pez, y volvemos con tu compromiso de coronación.
-¿Cuándo...? ¿Cómo...?- YeoSang no sabía qué decir.
-No importa. Aquí están- dijo sonriente, presentando las ramas con un movimiento de sus manos-. Cazaré los peces, haz una pequeña fogata, solo para cocción, no queremos atraer depredadores- ordenó, dirigiéndose al río.
-Yo no...
-¿No sabes hacer fuego? Entonces ve por los peces, yo haré la fogata- dijo, volviendo sobre sus pasos.
-Tampoco sé pescar.
-¿Qué les enseñan a los Príncipes?
-Estrategias militares y diplomacia, y a manejar un arma de nuestra elección.
YunHo suspiró.
-No sales de los libros y apuntar a las latas inmóviles del castillo- murmuró, negando con la cabeza-. Por eso WooYoung debió ayudarte.
-¿Qué?
-¿Qué?
-¿Qué dijiste?
-Que por eso uno debe ayudarte.
-No dijiste eso. 
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1 - Ciervo de Luna
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Era el día más importante para el Príncipe YeoSang, acompañado por su padre, el Rey, en una cacería ceremonial junto con su séquito real. Montados en majestuosos caballos y seguidos por los guardas de relucientes armaduras y bajo los estandartes morados con el escudo de un ciervo, avanzaban con solemnidad a través del bosque que rodeaba el castillo de Arvendale.
Había sido estratégicamente planificado. YeoSang cumplía sus 18 años, ya estaba listo intelectual y militarmente para gobernar en caso de la ausencia de su padre, sólo debía mostrar su valía como futuro Rey en un ritual en que debía encontrar y cazar al Ciervo de Luna, un majestuoso animal que gobernaba el bosque, de color blanco platinado y una enorme cornamenta blanca que según la leyenda, se dejaba ver bajo la luz de la Luna, o en los eclipses lunares. De conseguir las astas, serían expuesta en el salón principal del castillo acompañado de un retrato al óleo de YeoSang, junto a sus antecesores.
Para el joven príncipe, sin embargo, la cacería era una tarea aburrida y tediosa. No entendía realmente la importancia del imponente ciervo y por qué debía cazarlo cuando podía dejarlo vivir y admirarlo en los bosques, si es que alguna vez llegaba a encontrarlo.
El sol había alcanzado su cenit cuando el Rey y la Guardia Real se detuvieron, bajando de sus caballos y observando un mapa de los alrededores de Arvendale. Su padre y los mejores cazadores del reino que los acompañaban debatían estrategias y señalaban y marcaban los lugares donde potencialmente podría estar el Ciervo de Luna. El joven príncipe se sentía más como un observador que como un participante activo. Anhelaba la libertad de explorar el bosque por su cuenta, lejos de las formalidades y las expectativas que pesaban sobre él como futuro rey.
Yeosang decidió aventurarse en el bosque, buscando un escape momentáneo de las responsabilidades principescas y la mirada orgullosa y tensa de su padre, un par de guardias lo siguieron a pie, pero su caballo era más rápido y pronto los perdió entre los árboles. Los troncos y las hojas bailaban bajo el sol del atardecer dejando pasar luces en colores naranjas y dorados, haciendo sus sombras más altas de lo que los árboles eran. YeoSang estaba maravillado, siempre era un nuevo descubrimiento salir del castillo y poder observar y admirar la naturaleza.
A medida que avanzaba, el bosque se sumía en una quietud expectante y cautelosa mientras el sol seguía descendiendo lentamente en el horizonte. YeoSang se sentía un poco tenso, había dejado de escuchar el bullicio de la guardia real y perdió el sendero, tanto por el que avanzaba, como por el cual debía volver. Estaba preparado con arco y flecha en mano, su arma favorita, y las riendas de su caballo tensas, el cual relinchaba en reprobación a los movimientos erráticos de YeoSang, con su corazón latiendo a mil con anticipación de lo que podría suceder. No tardarían mucho tiempo en darse cuenta que el príncipe se había perdido, y pronto comenzarían una búsqueda, eso lo tranquilizaba, a pesar del regaño posterior de su padre.
A lo lejos escuchó el cuerno real, era el momento, lo estaban buscando. Intentó volver, siguiendo el sonido del instrumento, que en la inmensidad y espesura de los árboles, no tenía certeza desde donde había sonado. Sentía que cada vez se alejaba más.
Por el rabillo del ojo pudo ver entre los árboles algo blanco que se movía, varios metros entrando el bosque. Miró hacia allí, aguzando la vista y el oído, algo blanco y enorme sólo podría ser el Ciervo de Luna. Su padre estaría orgulloso si lograba encontrarlo y matarlo por su propia cuenta.
Colocó una flecha en su arco y tensó su brazo apuntando entre los árboles.
-¿Dónde estás?- susurró, observando entre los troncos, conteniendo su respiración y esperando que su caballo no haga demasiado ruido. Entonces lo vio.
El Ciervo de Luna, majestuoso y sereno emergía entre los árboles como un fantasma plateado en la penumbra, sus ojos brillaban con una luz interior. A medida que se acercaba, era más pequeño de lo que YeoSang había imaginado, y cuando la luz de la Luna le permitió ver mejor...
-¡Lobo!- gritó, esperando alertar a la guardia real y que lo escuchen, disparando la flecha en dirección al enorme can, errando mientras su caballo también se asustó, levantando las dos patas delanteras y reculando, haciendo caer a su jinete y corriendo hacia cualquier dirección.
YeoSang se levantó inmediatamente y por instinto siguió al caballo, quizás sabía volver con la guardia, mientras escuchaba los aullidos detrás de él, adelante, a sus costados, estaban en todos lados.
Su respiración se hizo jadeante mientras perdía de vista al caballo, no podía preparar su flecha si estaba corriendo ni ver por dónde pisaba en el terreno lleno de troncos y raíces irregulares, escuchaba las pisadas de la jauría a su alrededor, como grandes cazadores que eran, lo estaban acorralando.
Enganchó su bota en una raíz extremadamente grande, cayendo nuevamente al suelo, de frente, girando rápidamente para ver cómo los lobos se acercaban a él entre los árboles con sus fauces abiertas y babeantes. Era el fín, la guardia real no parecía estar ni cerca y su caballo tampoco. Se levantó y preparó una flecha con manos temblorosas, si iba a morir, moriría luchando, así fuera contra una jauría de lobos, ¡qué poco heroico!
Sería conocido como el Príncipe Estúpido que se perdió y lo mataron unos perros gigantes, pero que luchó, luchó con las únicas dos o tres flechas que tenía a disposición en su carcaj.
Respiró agitadamente mientras sostenía su flecha en tensión, esperando que cualquiera de ellos se acercara para atacarlo.
Dios, que alguien lo ayude. Si YeoSang gritaba los lobos lo atacarían, si disparaba a uno lo atacarían ¿cuántos? Quince, veinte lobos. Sería picadillo de carne para el amanecer, quedaría su fina y delicada corona aferrada a su cráneo y sus huesos tirados en la tierra. Su padre no derramaría ni una lágrima, ofuscado en la decepción y su madre... su madre seguiría siendo una Reina al lado de su Rey hasta morir de dolor por la pérdida de su único y amado hijo.
YeoSang respiró hondo y disparó al lobo más cercano. El animal aulló ante la flecha clavada en su hombro, y alertó al resto a acercarse más, saltando desde las pequeñas colinas, claramente muy enojados.
Un alarido salvaje cayó delante de él, lo que parecía ser un humano con un manojo de telas atadas con una antorcha encendida, gritando y moviéndose en una posición semi agachada, gritando tanto o más que los lobos, moviendo la antorcha de un lado a otro. Los lobos se alejaron un poco, más no dejaban su posición de caza.
-¿Qué estás esperando? ¡Corre!- gritó.
YeoSang obedeció, corriendo en la dirección que la voz masculina le indicaba. Sabía que el hombre lo estaba siguiendo, porque podía ver su camino iluminado por la antorcha.
-¡Corre más rápido! ¡No te detengas!- exclamó la voz detrás de él.
La adrenalina lo invadía constantemente. Ahora podía ver el camino y saltar sobre las ramas. Hasta que llegó a una gran roca, y debajo de esta, la corriente amenazante del río. El hombre llegó a él, observando la corriente jadeando.
-Espero que sepas nadar- le dijo, tomándolo de la mano y obligándolo a caer por la roca.
El agua le pegó en su cuerpo mientras se hundía. Sabía que no era un río profundo, pero la corriente era fuerte, luchando por subir a la superficie, arrastrando por el río, vio la roca llena de los lobos que los seguían antes de hundirse en el agua nuevamente.
Algo tocaba extrañamente su cara, una piel peluda y húmeda.
-No te muevas- dijo alguien a su lado en un susurro.
Cuando YeoSang volvió a la conciencia y abrió los ojos, un hocico estaba toqueteando su rostro. Parecía cuando jugaba con los caballos, los labios del animal haciendo presión en su cabello y nariz juguetonamente, sin usar sus dientes.
El hocico era blanco, y al mirar un poco hacia atrás, vio unas pezuñas, blancas también. El animal se alejó de su rostro, husmeando entre sus ropas, y YeoSang pudo ver la enorme cornamenta. El Ciervo de Luna lo estaba olfateando, por intuición buscó su arco, pero ya no lo tenía. Lo había perdido en algún momento entre correr y nadar.
El ciervo se alejó de YeoSang para husmear a su acompañante, que estaba en cuclillas, aún cubierto por su capucha mojada. Luego bebió un poco de agua y se alejó, imponente en su andar, perdiéndose en la espesura del bosque.
YeoSang quiso levantarse para seguirlo, pero su tobillo falló y cayó de rodillas en la arena.
-Parece que no podrás caminar- dijo el hombre, quitándose la capucha. YeoSang vio que aún era joven, quizás de su edad o menos. El chico se acercó al príncipe, levantando su pantalón y quitando la bota. YeoSang ahogó un grito ante el dolor que ahora se hacía consciente y latía en su pie-. Uy, sí. Está inflamado- dijo tocando la zona del tobillo con suavidad. Vamos, te llevaré al castillo- le dijo, colocándose en posición para que YeoSang se suba a su espalda.
-¿Cómo sabes...?
-Perdiste tu arco pero no tu coronita, Principito- le dijo, algo burlón, mirando cómo la fina corona se ajustaba aún a su cabeza mientras YeoSang se subía a su espalda. Ambos estaban completamente mojados, chorreando agua y apenas estaba amaneciendo. El frio calaba los huesos de YeoSang, sin embargo, el joven no parecía tener problema con eso-. Es largo el camino- le dijo, acomodándolo-, puedes dormir si lo deseas.
-No lo haré.
Claro que eso había sido una mentira, en algún momento se quedó profundamente dormido, esperando olvidarse del dolor de su tobillo y el frío que sentía, quizás era el mismo frío el que le dio somnolencia.
Se despertó con cuchicheos alrededor.
-¡El Príncipe!
-¡Es el Príncipe!
-¡Llamen a los Reyes!
Cuando abrió los ojos vio formas y figuras extrañas a su alrededor y un lugar conocido. El mercado cercano al castillo se iba aclarando a la vez que el sueño se difuminaba y el dolor de su tobillo volvía a latir con fuerza. Alguien lo cargaba, mientras otras personas lo tocaban e incluso tiraban de sus ropas.
-¡Suéltalo, niño! ¿Cómo te atreves a tocarlo?- dijo un hombre.
-Alguien como tú, ¡rata!- gritó otro.
YeoSang sintió que alguien más grande que ellos lo tomaba por debajo de las axilas, intentando alejarlo del joven que lo cargaba en su espalda. Por reflejo apretó sus brazos alrededor del cuello del muchacho, quejándose en monosílabos, haciendo que ambos cayeran de espalda cuando el tipo siguió forcejeando.
El muchacho se dio vuelta rápidamente y lo acunó en sus brazos de forma protectora.
-¡Yo se lo entregaré a los Reyes!- gritó, ocultando a YeoSang bajo sus telas, como si eso fuera suficiente para protegerlo- ¡Aléjense!
-¿Qué quieres? ¿Recompensa?- gritó otro-. Deja al Príncipe y vete, ¡ladrón!- ese tipo se acercó a ellos y también intentó arrebatarle al Príncipe.
YeoSang quería decir algo, defenderse, defenderlos a ambos, pero el dolor lo estaba cegando, se desmayaría si seguía soportándolo.
-No lo toques- dijo el muchacho, tomando la muñeca del tipo fuertemente, mirándolo fijamente, hasta que el hombre empezó a gritar y se alejó de ellos, horrorizado, apretando su mano sobre su muñeca. La gente se alejó cuando vio ese acto-. ¡Llamen a los Reyes!
YeoSang no sabía cuánto tiempo pasó, entraba y salía de la inconsciencia, el joven le murmuraba palabras de aliento, pero el Príncipe esperaba entrar en sus sueños y no salir nunca más para no sentir dolor.
Hasta que los gritos y llantos de su madre lo despertaron por completo, ella lo acunó y besó mientras lloraba. Frente a él, la corona y las cadenas de oro que colgaban de la capa de su madre brillaban con la luz del sol. YeoSang no supo si estaba aliviada o decepcionada.
-Vi al ciervo- le dijo a su madre-. Es hermoso... - susurró, mirando el cielo y recordando el increíble animal.
-Está mojado, hay que entrarlo antes de que se enferme- dijo la mujer a alguien- ¿Es grave?
-Parece una fractura- dijo la voz de un mayor-, quizás hay que acomodar los huesos, un cabestrillo y reposo, tendrá que usar muletas un tiempo, pero sanará. Es joven- dijo el viejo, apretando el tobillo de YeoSang, que se quejó fuertemente, apretando la mano del joven que lo había salvado de los lobos y el río aún estaba allí, no se dio cuenta que no había soltado su mano en ningún momento.
-Vamos adentro, hijo- le dijo la Reina entre lágrimas-. Suelta al muchacho- le dijo a YeoSang, intentando soltar sus manos-. ¡Suelta al Príncipe!- ordenó al joven, cambiando su tono de voz.
-Yo no lo estoy agarrando- dijo el joven, intentando también soltar la mano de YeoSang, aunque él era más suave y delicado al tocarlo, no forcejeaba como su madre, que cuando más intentaba soltarlo, más se apretaba a la mano del otro.
-Ven conmigo- le dijo YeoSang.
-No puedo- dijo con pena-. Suélteme, Príncipe. Necesita ser tratado por su tobillo, darse un baño caliente y cambiarse la ropa para no enfermarse- le aclaró, siguiendo las palabras de la Reina.
-Tú también. Ven conmigo- insistió.
-Vamos, hijo. Él no puede entrar al castillo- la madre hizo una señal y uno de los guardias reales tomó al Príncipe en sus brazos con extrema cuidado. YeoSang no luchó contra él, pero mientras avanzaban hacia las puertas del castillo seguía sosteniendo al muchacho, que también los seguía, forcejeando un poco y tirando para alejarse.
-¿Cómo te llamas?- le preguntó antes de soltarlo.
-WooYoung- respondió el joven en un susurro, de pie frente al enorme castillo.
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La imagen de portada es creada con IA 👌
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LISTA DE CAPÍTULOS
1- Ciervo de Luna
2- Eclipse lunar
3- Sombra Oscura
4- Eclipse Solar
5- Aún hay luz
6-Luna Nueva
Extra: Siete monedas
Extra: Resaca
7- Amanecer
8- Hacia el sol
9- Sol Rojo
10- Eclipse anular
Extra: Secretos y sombras
11- Corazón del Sol
Despedida
ADVERTENCIA Escenas de violencia, traiciones, luchas y batallas, enfermedades mortales, descripción de heridas, dolor/consuelo, mención de violaciones, infancias comprometidas, enfermedades mentales, etc.
No shipeos, como para hacer algo diferente.
CONTEXTO
Esta historia fue un desafío personal: Escribir 12 capítulos en tiempo récord, y con esto me refiero a 7-10 días. Escribir algo así puede llevar un montón de errores, tanto ortográficos como narrativos y vacíos existenciales (?. Una vez publicada posiblemente tenga varias revisiones. Hay escenas que amé con todo mi corazón, y estoy orgullosa de eso :D. *Fueron 13 capítulos en 9 días. Déjenme alardear…
*Acá son más capítulos porque Tumblr solo permite 700 palabras, y vengo de Wattpad :P
Créditos a La hermosa imagen de YeoSang con coronita de la portada
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