#isidor ducasse
Explore tagged Tumblr posts
Photo
Isidor Ducasse Comte de Lautréamont Poésies
1 note
·
View note
Text
The unexpected, the forbidden, the mysterious, vulture-like [...] peculiarities.
— Comte de Lautréamont (Isidore Ducasse), Maldoror and Poems, transl by Paul Knight, (1988)
163 notes
·
View notes
Text
Man Ray
L’énigme d’Isidore Ducasse, 1920
Enigma II, 1935
20 notes
·
View notes
Text
“The perturbations, anxieties, depravations, deaths, exceptions in the physical or moral order, spirit of negation, brutishness, hallucinations fostered by the will, torments, destruction, confusion, tears, insatiabilities, servitudes, delving imaginations, novels, the unexpected, the forbidden, the chemical singularities of the mysterious vulture which lies in wait for the carrion of some dead illusion, precocious & abortive experiences, the darkness of the mailed bug, the terrible monomania of pride, the inoculation of deep stupor, funeral orations, desires, betrayals, tyrannies, impieties, irritations, acrimonies, aggressive insults, madness, temper, reasoned terrors, strange inquietudes which the reader would prefer not to experience , cants, nervous disorders, bleeding ordeals that drive logic at bay, exaggerations, the absence of sincerity, bores, platitudes, the somber, the lugubrious, childbirths worse than murders, passions, romancers at the Courts of Assize, tragedies,-odes, melodramas, extremes forever presented, reason hissed at with impunity, odor of hens steeped in water, nausea, frogs, devilfish, sharks, simoon of the deserts, that which is somnambulistic, squint-eyed, nocturnal, somniferous, noctambulistic, viscous, equivocal, consumptive, spasmodic, aphrodisiac, anemic, one-eyed, hermaphroditic, bastard, albino, pederast, phenomena of the aquarium, & the bearded woman, hours surfeited with gloomy discouragement, fantasies, acrimonies, monsters, demoralizing syllogisms, ordure, that which does not think like a child, desolation, the intellectual manchineel trees, perfumed cankers, stalks of the camellias, the guilt of a writer rolling down the slope of nothingness & scorning himself with joyous cries, that grind one in their imperceptible gearing, the serious spittles on inviolate maxims, vermin & their insinuating titillations, stupid prefaces like those of Cromwell, Mademoiselle de Maupin & Dumas fils, decaying, helplessness, blasphemies, suffocation, stifling, mania,--before these unclean charnel houses, which I blush to name, it is at last time to react against whatever disgusts us & bows us down.”― Lautréamont, Chants de Maldoror
#Comte de Lautréamont#Isidore Lucien Ducasse#Isidore Ducasse#quote#quotes#quotations#book quote#book#books#book quotes#quote of the night#quoteoftheday#quote of today#literature#french literature#french
9 notes
·
View notes
Text
Maldororian Poetry: A recent communiqué from Bruno Jacobs. And while on the topic, the London Review of Books ran a fascinating piece on the life and work of the French film-maker Sarah Maldoror, who while not a Surrealist took revolutionary inspiration from Isidore Ducasse in her work with African liberation movements from the late 1950s on.
9 notes
·
View notes
Text
Isidore Lucien Ducasse, conde de Lautréamont
Cantos de Maldoror.
Canto primero. (parte II)
Viejo océano, los hombres, pese a la excelencia de sus métodos, todavía no han logrado, con ayuda de los procedimientos de investigación de la ciencia, medir la profundidad vertiginosa de tus abismos, algunos de los cuales hasta las sondas más largas y pesadas han reconocido inaccesibles. A los peces… le está permitido; no a los hombres. Muchas veces me he preguntado si será más fácil de reconocer la profundidad del océano que la profundidad del corazón humano. A menudo, con la mano apoyada en la frente, de pie sobre los barcos, en tanto que la luna se balanceaba entre los mástiles en forma irregular, me he sorprendido mientras hacía a un lado todo aquello que no era el fin que yo perseguía, esforzándome por resolver ese difícil problema. Sí, ¿cuál es más profundo, más impenetrable de los dos: el océano o el corazón humano? Si treinta años de experiencia de la vida pueden, hasta cierto punto, inclinar la balanza hacia una u otra solución, me estará permitido decir que, pese a lo profundo del océano, no podrá igualarse, en lo que respecta a dicha propiedad, con lo profundo del corazón humano. Estuve en contacto con hombres que fueron virtuosos. Morían a los sesenta años y nadie dejaba de exclamar: "Han practicado el bien en este mundo, lo que quiere decir que han sido caritativos: eso es todo; no hay en ello picardía alguna y cualquiera puede hacer otro tanto." ¿Quién comprenderá por qué dos amantes que se idolatraban la víspera, se separan por una palabra mal interpretada, uno hacia oriente, otro hacia occidente, con los aguijones del odio, de la venganza, del amor y de los remordimientos, y no se vuelven a ver nunca más, embozado cada uno en su altanería solitaria? Es un milagro que, aunque se renueva diariamente, no deja por eso de ser menos milagroso. ¿Quién comprenderá por qué se saborean, no sólo las desgracias generales de los semejantes, sino también las particulares de los amigos más queridos, aunque al mismo tiempo se sufra la aflicción? Un ejemplo irrebatible para cerrar la serie: el hombre dice hipócritamente sí y piensa no. Por esta razón los jabatos de la humanidad confían tanto los unos en los otros, y no son egoístas. Todavía le queda a la psicología mucho camino por andar. ¡Te saludo, viejo océano!
Viejo océano, tu poder es extraordinario y los hombres han aprendido a conocerlo a sus expensas. Por más que empleen todos los recursos de su genio, son incapaces de dominarte. Han encontrado a su maestro. Debo agregar que han encontrado algo más fuerte que ellos. Ese algo tiene un nombre. Ese nombre es: ¡océano! El miedo que les inspiras ha hecho que te respeten. Con todo, haces danzar sus máquinas más pesadas con gracia, elegancia y facilidad. Les haces ejecutar saltos gimnásticos hasta el cielo y admirables zambullidas hasta el fondo de tus dominios que despertarían la envidia de un saltimbanqui. Bienaventurados aquellos que no llegas a envolver definitivamente con tus pliegues burbujeantes, para ir a ver, sin ferrocarril, en tus entrañas acuosas, cómo lo pasan los peces, y sobre todo, cómo lo pasan ellos mismos. El hombre dice: Yo soy más inteligente que el océano. Es posible; quizás hasta sea cierto; pero más miedo le tiene el hombre al océano, que el que éste le tiene al hombre: lo cual no necesita demostración. Ese patriarca observador, contemporáneo de las primeras épocas de nuestro globo suspendido, sonríe compasivo cuando asiste a los combates navales de las naciones. Ahí tenéis un centenar de leviatanes salidos de las manos de la humanidad. Las órdenes enfáticas de los superiores, los gritos de los heridos, el estruendo de los cañones, constituyen una barahúnda apropiada para aniquilar a unos pocos segundos. Pareciera que el drama ha concluido y que el océano lo ha tragado todo en su vientre. Las fauces son formidables. ¡Qué inmenso debe de ser hacia abajo, en la dirección de lo desconocido! Como remate de la estúpida comedia, que ni siquiera despierta interés, se ve en medio de los aires alguna cigüeña retrasada por la fatiga, que se pone a gritar sin disminuir el empuje de su vuelo: ¡Vaya!… ¡no me gusta nada! Había allá abajo unos puntos negros; cerré los ojos y ya no están más. ¡Te saludo, viejo océano!
Viejo océano, oh gran célibe; cuando recorres la solemne soledad de tus reinos flemáticos, te enorgulleces con justicia de tu magnificencia natural y de la merecida alabanza que me apresuro a dedicarte. Voluptuosamente mecida por los tiernos efluvios de tu lentitud majestuosa —atributo, el más grandioso entre aquellos con que el soberano te ha favorecido—, tú haces rodar, en medio de un sombrío misterio, por toda tu superficie sublime, las olas incomparables, con el sentimiento sereno de tu eterno poder. Ellas desfilan paralelamente, separadas por cortos intervalos. Apenas una disminuye, otra que crece va a su encuentro, acompañada del rumor melancólico de la espuma que se deshace para advertimos que todo es sólo espuma. (Así los seres humanos, esas olas vivientes, perecen uno tras otro, de un modo monótono, sin producir siquiera un rumor espumoso.) El ave de paso reposa sobre ellas confiada, dejándose llevar por sus movimientos llenos de gracia arrogante, hasta que el armazón de sus alas haya recobrado el vigor normal para continuar su aérea peregrinación. Quisiera que la majestad humana fuera por lo menos la encarnación del reflejo de la tuya. Pido demasiado, y este deseo sincero te glorifica. Tu grandeza moral, imagen del infinito, es inmensa como la reflexión del filósofo, como el amor de la mujer, como la belleza divina del ave, como la meditación del poeta. Eres más bello que la noche. Contéstame, océano: ¿quieres ser mi hermano? Muévete impetuosamente… más… todavía más, si aspiras a que te compare con la venganza de Dios; alarga tus garras lívidas fraguándote un camino en tu propio seno… está bien. Haz rodar tus olas espantosas, océano horrible que sólo yo comprendo, y ante el cual caigo prosternado. La majestad del hombre es prestada; no se me impone; tú, sí. Oh, cuando avanzas con la cresta alta y terrible, rodeado por tus repliegues tortuosos como por un séquito, magnético y salvaje, haciendo rodar tus ondas unas sobre otras, con la conciencia de lo que eres, en tanto que lanzas desde las profundidades de tu pecho, como abrumado por un intenso remordimiento que no puedo descubrir, ese sordo bramido perpetuo que tanto atemoriza a los hombres, hasta cuando te contemplan trémulos desde la seguridad de la costa; entonces comprendo que no poseo el insigne derecho de proclamarme tu igual. Por eso, frente a tu superioridad, te entregaría todo mi amor (y nadie conoce la cantidad de amor contenida en mis aspiraciones hacia lo bello) si no me recordaras dolorosamente a mis semejantes, que forman contigo el más irónico contraste, la antítesis más grotesca que jamás se haya visto en la creación: no puedo amarte, te aborrezco. ¿Por qué entonces vuelvo a ti, por milésima vez, hacia tus manos amigas que se disponen a acariciar mi frente ardorosa, cuya fiebre desaparece a tu contacto? No conozco tu destino secreto, todo lo que te concierne me interesa. Dime, entonces, si eres la morada del príncipe de las tinieblas. Dímelo… dímelo, océano (solamente a mí para no entristecer a aquellos que hasta ahora sólo han conocido ilusiones), y si el soplo de Satán crea las tempestades que levantan tus aguas saladas hasta las nubes. Es preciso que me lo digas porque me alegraría saber que el infierno está tan cerca del hombre. Quiero que ésta sea la última estrofa de mi invocación. Por lo tanto, quiero saludarte una vez más y presentarte mi adiós. Viejo océano de ondas de cristal… abundantes lágrimas humedecen mis ojos, y me faltan fuerzas para proseguir, pues siento que ha llegado el momento de retornar con los hombres de aspecto brutal; pero… ¡ánimo! Hagamos un gran esfuerzo y cumplamos, con el sentimiento del deber, nuestro destino sobre esta tierra. ¡Te saludo, viejo océano!
Conde de Lautréamont, Cantos de Maldoror. Canto primero. (parte I)
https://www.tumblr.com/quandmeme/768691049778626560/el-24-de-noviembre-muri%C3%B3-isidore-lucien-ducasse?source=share
2 notes
·
View notes
Text
La mia poesia consisterà soltanto nell'attaccare con ogni mezzo l'uomo, questa bestia feroce, e il Creatore, che non avrebbe dovuto generare gentaglia simile. I volumi si ammucchieranno sui volumi, fino alla fine della mia vita, eppure in essi si vedrà soltanto quest'idea, sempre presente alla mia coscienza!
Isidore Lautréamont Ducasse, Tr. Lanfranco Binni, I canti di Maldoror, Poesie, Lettere.
3 notes
·
View notes
Text
A stack of Maldorors.
The Songs of Maldoror by Le Comte de Lautreamont (English translation by R J Dent) published by Infinity Land Press.
3 notes
·
View notes
Text
No es bueno que todo el mundo lea las páginas que siguen; sólo algunos saborearán sin peligro ese fruto amargo. Por lo tanto, alma tímida, antes de adentrarte más por semejantes landas inexploradas, dirige hacia atrás tus pasos y no hacia delante. Escucha bien lo que te digo: dirige hacia atrás tus pasos y no hacia adelante
Los cantos de Maldoror de Isidore Ducasse
1 note
·
View note
Link
#pearl#sanantonio#businessnews#communitynews#culinarynews#foodienews#emmerandryehospitalitygroup#fifeandfarro#isidore ducasse#mezquite#nicosi#pullmanmarket
0 notes
Quote
From Georges Sadoul Paris, 14 May 1953 My dear Luis, I don’t know if you’ve been told about the muted response your latest film, This Strange Passion, received at Cannes. I’m sure you will know that some press announcements implied you would attend the Festival to present the film to the public. I certainly thought you would be there and was expecting you, so I was enormously disappointed. The Jury, as you know, was chaired by Jean Cocteau. He saw the film before the public. And before the screening he kept saying, in so many words: ‘I’ve witnessed a suicide. Buñuel wrote saying he cared greatly (or somewhat) for This Strange Passion. But all I can see is a regrettable, commercial film. Shocking.’ I do think, in fact, that he was expressing his sincere opinion and was not motivated by any ill-will. Just as a Bordeaux wine loses its bitterness over time, with age, Cocteau has become a model of benevolence and indulgence. In general, he has been an excellent president of the Cannes’ Jury. Except in the case of This Strange Passion. Of course, his comments were reproduced, and a number of critics absented themselves from the Festival on the afternoon the film was screened, because the Mexican gala evening had been set aside for La red, that far-fetched, vulgar fabrication by Emilio Fernández. The absences were even more noticeable because Susana had been screened six months ago in Paris, with a lot of publicity around your name, and the critics hadn’t much appreciated a film that I, personally, enjoyed (unless I’m mistaken?) as a commercial product in that zarzuela style you worked in, pseudonymously, some years ago in Madrid. Although I certainly didn’t recognize ‘my Buñuel’, except in one or two images. Before This Strange Passion, they screened a horrible, chauvinistic French film called Vie passionée de Clémenceau, the Ministry of War had ‘packed the house’ with a hundred or so veterans from 1914 to 1918, whose job it was to applaud, loudly, all the vengeful statements, shots of Marshall Foch, and battle scenes. This select audience stayed on to watch your film. So, it was hardly surprising that certain sequences were met with shouts and whistles, just as in the days of The Golden Age. As for me, I barely heard the shouts and whistles. I was ‘captivated’ from the opening scenes. Transported twenty years back to our youth. Where Cocteau saw a banal commercial film, I saw extraordinary fidelity to the motifs of The Golden Age and the rage of an acerbic and destructive humour that destroys, with Arturo de Córdova, all the commercialism of Mexican cinema, attacking it with its own weapons. But what most excited me was the fact that the recuperation (often forcefully highlighted) of the motifs of The Golden Age went hand-in-hand with their critique. The abject monster of This Strange Passion seemed to me the image, the double, the brother of the hero embodied by Modot, but reviled, destroyed, torn to shreds, rather than, as in The Golden Age exalted, glorified and placed on a pedestal. Francisco the sanctimonious, perverse, feudal, the unjust tyrant, both in the bell tower scene and in the encounter with his servant, seemed to me to be turned by your vision into an unprecedented condemnation of all the new incarnations of Fantômas or of Maldoror, who tormented some of us in the days of surrealism. To use an (overly solemn) analogy, if The Golden Age was your Maldoror, I see This Strange Passion as your Poésies by Isidore Ducasse. I said all of this (or something similar) in Cannes where, with the exception of five or six critics, This Strange Passion was condemned for a surface meaning so poorly understood it might have taken first prize at Catholic central for its ‘perfectly edifying’ denouement. And so it went on. 48 hours later, André Bazin, who initially shared the general incomprehension, published a defence of your film in the Festival bulletin, Rendez-vous de Cannes, published by Cinématographie française. Cocteau was no longer quite so insistent about his earlier opinion, although when I said: ‘It is The Golden Age’ his answer was ‘No, it’s The Monetary Age’ (with malice, this time, doubled or tripled). I am, though, convinced that if This Strange Passion is screened in Paris, it will definitely attract fans and lengthy eulogies in journals like Cahiers du cinéma. That said, I think your film will be difficult to defend, because it will be misunderstood by mass audiences (of whatever kind) who will only see (at best) its sadism, rather than its critique of sadism. Your intentions (or at least those I attribute to you) will be understood by a hundred initiates at most, that is, by men of our generation and experience, or the subtle aesthetes of Saint Germain des Prés. And to repeat a slogan from The Golden Age, ‘poetry should be written by everyone’ (in other words, for everyone), beginning with cinema. I shall try to explain your film when it premieres in Paris. I doubt these explanations will succeed in convincing anyone beyond a small (and reprehensible) circle of initiates… And now for a change of topic. I’m negotiating with Fondo de Cultura Económica and Arnaldo Orfilo Reynal a Mexican edition of my new book La Vie Charlot (I sent you a copy in November, did you get it?). However, the editors, who published my little book El cine and have just issued a new edition, are not offering very favourable terms. Do you know of any Mexican publisher who might be interested? A serious publishing house, of course, that would be undeterred by competition from Francisco Pina’s Charles Chaplin (and prepared to produce an initial run of 1,000 copies)? I would be very grateful if you could write back to me about this soon. And I would also like you to tell me about This Strange Passion, and whether I was correct in the intentions I attribute to you. But that can wait for another letter. When, finally, will you return to France? What does your Robinson Crusoe mean for you? We spoke of you at great length yesterday with Dominique Éluard and Eli Lotar. Most cordially, Georges Sadoul
Jo Evans & Breixo Viejo, Luis Buñuel: A Life in Letters
#jo evans#breixo viejo#luis bunuel: a life in letters#luis bunuel#georges sadoul#el#jean cocteau#emilio fernandez#gilbert prouteau#isidore ducasse#andre bazin
1 note
·
View note
Text
Your mind is perpetually unhinged, lured into, and trapped inside the darknesses created by the crude art of egoism and amour-propre.
— Comte de Lautréamont (Isidore Ducasse), Maldoror and Poems, transl by Paul Knight, (1988)
103 notes
·
View notes
Text
THE FRIDAY PIC is a 1977 shot (two, actually) by Alen MacWeeney, from the exhibition of his subway photos now at the New York Public Library. I published a few words about his show in today's New York Times (text is below), but there was one detail, or question, I didn't have room to discuss: Is the figure at right, in the white coat and hat, possibly cross-dressed or transgendered? If so, there's a fascinating parallel between the collision of two codes implied in that figure and the collision of two images that is at stake in all the subway works by MacWeeney, which, as I explained in the Times, are in fact secret diptychs.
Here's my Times review:
Has there been another exhibition whose venue so perfectly suits its art? In one of the slender halls on the third floor of the New York Public Library’s Fifth Avenue headquarters, a civic landmark, hang photos shot in the slender cars of the New York subway, another symbol of the city. Walk down the hall at N.Y.P.L., and you might be on a platform looking into a stopped train: In one car, a weary-looking straphanger scowls while a rider in a head scarf and coat looks beatific; in another, a young woman ogles a dandy.
The Irish photographer Alen MacWeeney, 84, took these 44 photos in 1977 after arriving in Manhattan to work for Richard Avedon. They nod to the subway shots of Walker Evans from four decades earlier, with one major difference: In most of them, MacWeeney cleverly enlarges two subway shots onto one sheet of photo paper; with no seam between them, they register as a continuous scene. That gives each print a subtle surrealism, as we absorb the breach in space and time across its two photos without recognizing that they began life separately: A woman rests her eyes in a car that, thanks to MacWeeney, appears to have expanded into a maze of graffitied walls; another car seems to show its inside and outside at once, like a Möbius strip.
“The chance encounter of a sewing machine and an umbrella on an operating table” — that phrase by Isidore Lucien Ducasse is supposed to capture surrealism’s signature weirdness. But what about the encounter of an umbrella with another moment in its own existence? That’s the more peculiar strangeness we find in MacWeeney’s subway.
13 notes
·
View notes
Text
I just started reading Maldoror by Comte de Lautreamont/Isidore Ducasse and it’s like exactly what I needed. Most of the stuff I’ve been reading lately (aside from the Mishima I just finished) has been fairly tame or if it’s weird/dark it’s in a more whimsical way. But this book is just straight up twisted and I’m so glad I’m reading it because I’ve been in the mood for fucked up shit lately and this book checks like most boxes so far and I’m barely past the first 20 pages. It’s also written in an interesting way using cool literary mechanisms so I’m having fun.
#there's more going on in terms of philosophy and literary criticism than 120 days of sodom so it's not quite on the level of de sade#but it's really good so far#the print is so. fucking. small. though#(also alexis lykiard clearly likes the sound of his own voice his translators' introduction is so long)
8 notes
·
View notes
Text
Henri Béhar's new study Lumières sur Maldoror explores the uses Berton, Soupault, Aragon, and Tzara made of Isidore Ducasse's work in their own poetry.
3 notes
·
View notes
Text
El 24 de noviembre murió Isidore Lucien Ducasse, conde de Lautréamont.
Cantos de Maldoror.
Canto primero (parte I)
Me propongo, sin estar emocionado, declamar con voz potente la estrofa seria y fría que vais a oír. Prestad atención a su contenido y no os dejéis llevar por la impresión penosa que al modo de una contusión ha de producir seguramente en vuestras imaginaciones alteradas. No creáis que yo esté a punto de morir, pues todavía no me he vuelto esquelético ni la vejez está marcada en mi frente. Descartemos, por lo tanto, toda idea de comparación con el cisne en el momento en que su existencia lo abandona, y no veáis ante vosotros sino un monstruo cuyo semblante me hace feliz que no podáis contemplar: si bien es menos horrible que su alma. Con todo, no soy un criminal…
Pero dejemos esto. No hace mucho tiempo que he vuelto a ver el mar y que he puesto los pies sobre los puentes de los barcos, y mis recuerdos son tan vivos como si lo hubiera dejado ayer. Tratad, con todo, de mantener la misma calma que yo en esta lectura que ya estoy arrepentido de ofreceros, y de no enrojecer ante la idea de lo que es el corazón humano. ¡Oh pulpo de mirada de seda!, tú, cuya alma es inseparable de la mía, tú, el más bello de los habitantes del globo terráqueo, que mandas sobre un serrallo de cuatrocientas ventosas, tú, en quien residen noblemente como en su morada natural, en perfecto acuerdo y unidas por lazos indestructibles, la dulce virtud comunicativa y las divinas gracias, ¿por qué razón no estás junto a mí, tu vientre de mercurio contra mi pecho de aluminio, ambos sentados sobre alguna roca de la costa, para contemplar ese espectáculo que idolatro? Viejo océano de ondas de cristal, te pareces, guardadas las proporciones, a esas marcas azuladas que se ven en el dorso magullado de los grumetes, eres una inmensa equimosis que se muestra sobre el cuerpo de la tierra: me encanta esta comparación.
Así, al primer golpe de vista, un soplo prolongado de tristeza, que se tomaría por el murmullo de tu brisa suave, pasa, dejando rastros inefables sobre el alma profundamente sacudida, y recuerdas a la memoria de tus amantes, sin que ellos lo adviertan, los duros comienzos del hombre en los que inicia sus relaciones con el dolor, que no ha de abandonarlo nunca más. ¡Te saludo, viejo océano! Viejo océano, tu forma armoniosamente esférica, que regocija la cara grave de la geometría, me recuerda demasiado los ojos del hombre, parecidos por su pequeñez a los del jabalí, y a los de las aves nocturnas por la perfección circular del contorno. Sin embargo, en el transcurso de los siglos, el hombre no ha dejado nunca de creerse bello. Pero pienso que más bien cree en su belleza por amor propio, aunque en realidad no es bello y lo sospecha; si no, ¿por qué contempla el rostro de sus semejantes con tanto desprecio? ¡Te saludo, viejo océano!
Viejo océano, eres el símbolo de la identidad: siempre igual a ti mismo. No presentas cambios fundamentales, y si tus olas en alguna parte están encrespadas, más lejos, en otra zona, se encuentran en la más completa calma. No eres como el hombre que se detiene en la calle para ver cómo se toman por el cuello dos bull-dogs, pero que no se detiene cuando pasa un entierro; que por la mañana está afable y por la tarde malhumorado, que hoy ríe y mañana llora. ¡Te saludo, viejo océano!
Viejo océano, no sería del todo imposible que escondieras en tu seno futuros beneficios para el hombre. Ya le has dado la ballena. No dejas adivinar fácilmente a los ojos ávidos de las ciencias naturales los mil secretos de tu íntima estructura: eres modesto. El hombre se jacta continuamente, y sólo de minucias. ¡Te saludo, viejo océano!
Viejo océano, las especies diversas de peces que alimentas, no se han jurado fraternidad entre sí. Cada especie vive apartada. Los temperamentos y las conformaciones variables de una a otra, explican, de manera satisfactoria, lo que al comienzo sólo parece una anomalía. Lo mismo pasa con el hombre, que no tiene los mismos motivos de disculpa. Si un trozo de tierra está ocupado por treinta millones de seres humanos, éstos se creen obligados a no mezclarse en la existencia de sus vecinos, que han echado raíces en el trozo de tierra contiguo. Grande o pequeño, cada hombre vive como un salvaje en su guarida, y sale de ella muy poco para visitar a sus congéneres, acurrucados igualmente en otra guarida. La gran familia universal de los seres humanos es una utopía digna de la lógica más mediocre. Además, del espectáculo de tus Mamas fecundas se deduce la noción de ingratitud: pues se piensa inmediatamente en la multitud de padres tan ingratos hacia el Creador como para abandonar el fruto de su miserable unión. ¡Te saludo, viejo océano!
Viejo océano, tu grandeza material sólo puede medirse con la magnitud que uno se representa de la potencia activa que ha sido necesaria para engendrar la totalidad de tu masa. No se te puede abarcar de una ojeada. Para contemplarte es imprescindible que la vista haga girar su telescopio con movimiento continuo hacia los cuatro puntos del horizonte, del mismo modo que un matemático está obligado, para resolver una ecuación algebraica, a examinar por separado los distintos casos posibles, antes de superar la dificultad. El hombre ingiere sustancias nutritivas y realiza otros esfuerzos dignos de mejor suerte para dar idea de que es corpulento.. Que se hinche todo lo que quiera esa rana adorable. Quédate tranquilo, nunca igualará tu volumen; por lo menos ésa es mi opinión. ¡Te saludo, viejo océano!
Viejo océano, tus aguas son amargas. Tienen exactamente el mismo gusto que la hiel destilada por la crítica sobre las bellas artes, sobre las ciencias, sobre todo. Si alguien tiene genio, se lo hace pasar por idiota, si algún otro es corporalmente bello, resulta un horrible contrahecho. No hay duda de que el hombre debe sentir intensamente su imperfección, cuyas tres cuartas partes son, por lo demás, obra suya, para criticarla de tal modo. ¡Te saludo, viejo océano!
Conde de Lautréamont, Cantos de Maldoror. Canto primero (parte II)
https://www.tumblr.com/quandmeme/768692163362144256/isidore-lucien-ducasse-conde-de?source=share
2 notes
·
View notes