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EL BAILE DE LA HORCA
Al cadalso negro y manco van campeones a la baila, flacos campeones del Malo, saladinos en carcasa.
Maese Belcebú de la corbata jala sus negros fantochitos, que hacen muecas al cielo, y, plantando en sus frentes los reveses de un púgil, ¡los pone a bailar todos un rancio retornelo!
Y topan los fantoches, y se dan el bracete, y sus pechos desnudos, como órganos negros, que abrazaran antaño las nobles hijasdalgo, se chocan sin parar en amores horrendos.
¡Hala! ¡qué alegres bailan sin que estorbe la tripa! ¡Brincos y zapatetas, que el tablado es bien ancho! ¡Ale, que no se entienda si andan en baile o gresca! ¡Rascuña sus violines Belcebú enajenado!
¡Tienen talones duros, nunca gastan sandalia! ¡Ya se sacaron todos la camisa de cuero! El resto no molesta, tampoco ofende a nadie. La nieve en sus calacas pone un blanco sombrero.
El cuervo es el copete de sus crismas quebradas; tiembla un cacho de carne del canijo mentón… dijéranse girando, confundidas las sombras, caballeros muy tiesos con su arnés de cartón.
¡Ole! ¡el aquilón chifla, bailan las notomías! ¡Muge el negro cadalso como armonio de yerro! La réplica da el lobo desde la selva cárdena, el cielo en el confín tiñe un rojo de infierno…
¡Que siga el zarandeo de fúnebres caudillos que desgranan cazurros con falanges partidas un rosario de amor en su blanco espinazo! ¡Ya los rezos dejad… que estáis en mejor vida!
¡Cata que en el furor de la macabra danza bota en el rojo cielo cierta carcasa loca que arrebata su brío como jaco empinado: y sintiendo el dogal que le aprieta la gola
hinca sus finos dedos en un fémur que chasca, y chillando parece que rompe en mil denuestos, y, como un saltimbanqui se planta en la barraca, torna de un bote al baile entre el chinar de huesos!
Al cadalso negro y manco van campeones a la baila, flacos campeones del Malo, saladinos en carcasa.
*
BAL DES PENDUS
Au gibet noir, manchot aimable, Dansent, dansent les paladins, Les maigres paladins du diable, Les squelettes de Saladins.
Messire Belzébuth tire par la cravate Ses petits pantins noirs grimaçant sur le ciel, Et, leur claquant au front un revers de savate, Les fait danser, danser aux sons d'un vieux Noël !
Et les pantins choqués enlacent leurs bras grêles : Comme des orgues noirs, les poitrines à jour Que serraient autrefois les gentes damoiselles, Se heurtent longuement dans un hideux amour.
Hurrah ! les gais danseurs, qui n'avez plus de panse ! On peut cabrioler, les tréteaux sont si longs ! Hop ! qu'on ne sache plus si c'est bataille ou danse ! Belzébuth enragé racle ses violons !
Ô durs talons, jamais on n'use sa sandale ! Presque tous ont quitté la chemise de peau : Le reste est peu gênant et se voit sans scandale. Sur les crânes, la neige applique un blanc chapeau :
Le corbeau fait panache à ces têtes fêlées, Un morceau de chair tremble à leur maigre menton : On dirait, tournoyant dans les sombres mêlées, Des preux, raides, heurtant armures de carton.
Hurrah ! la bise siffle au grand bal des squelettes ! Le gibet noir mugit comme un orgue de fer ! Les loups vont répondant des forêts violettes : À l'horizon, le ciel est d'un rouge d'enfer…
Holà, secouez-moi ces capitans funèbres Qui défilent, sournois, de leurs gros doigts cassés Un chapelet d'amour sur leur pâles vertèbres : Ce n'est pas un moustier ici, les trépassés !
Oh ! voilà qu'au milieu de la danse macabre Bondit dans le ciel rouge un grand squelette fou Emporté par l'élan, comme un cheval se cabre : Et, se sentant encor la corde raide au cou,
Crispe ses petits doigts sur son fémur qui craque Avec des cris pareils à des ricanements, Et, comme un baladin rentre dans la baraque, Rebondit dans le bal au chant des ossements.
Au gibet noir, manchot aimable, Dansent, dansent les paladins, Les maigres paladins du diable, Les squelettes de Saladins.
Arthur Rimbaud
di-versión©ochoislas
#Arthur Rimbaud#literatura francesa#poesía simbolista#cadalso#ahorcados#danza macabra#sarcasmo#impudicia#di-versiones©ochoislas
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El terror / The horror.
Mientras usted lee este texto, la impudicia es un televisado programa de gastronomía en la casa del hambre. —— As you read this text, shamelessness is a gastronomy tv show in the house of hunger.
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" E L I D I O T A "
"Nada es más fácil para la gente vulgar de inteligencia limitada que suponerse excepcionales y originales y vivir en esta ilusión sin el más leve desengaño. A algunas señoritas les basta cortarse el cabello, ponerse gafas azules y calificarse de nihilistas para suponer, en el acto, que han adquirido «convicciones» propias. A ciertos hombres les basta percibir en su alma el más tenue rayo de amabilidad hacia sus semejantes y de emoción para persuadirse definitivamente de que nadie siente como ellos y que figuran en la cúspide de la emocionalidad y la ilustración humanas. A algunos les basta oír alguna idea ajena o leer una página determinada para convencerse de que lo oído o leído es su propia opinión, espontáneamente brotada de su cerebro. La impudicia de esta ingenuidad, si cabe expresarse así, es sorprendente en casos de este orden. Por increíble que parezca, tales casos se encuentran muy a menudo. Esta impudicia de la ingenuidad, esta firme confianza del hombre estúpido en sí mismo y en sus talentos..."
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“Cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro”
Diógenes el Cínico
Diogenes también llamado Diógenes el cínico, fue un filósofo griego nacido en la colonia jonia de Sinope en el año 323 a.C., perteneciente a la escuela cínica.
Primeros años
Nada se sabe acerca de su infancia excepto de que era hijo de un banquero llamado Hicesias, y que ambos fueron desterrados por haber fabricado una moneda falsa.
Diógenes se vanagloriaba de haber sido cómplice de su padre y este suceso de alguna forma configuró su pensamiento filosófico.
Diógenes y su padre salieron a Atenas, y se dice que fue un esclavo llamado Manes, quien lo abandonó mas tarde.
Diogenes se burlaba de la relación de extrema dependencia entre las personas. Le llamó la atención el maestro ascético Antístenes un discípulo de Sócrates que, según Platón había presenciado su muerte.
Historia
Diógenes superó a su maestro Antístenes en tanto en austeridad como en modo de vivir, y vivió evitando los placeres terrenales, poniendo en evidencia las actitudes banales de la vida como la vanidad, el fingimiento social, el autoengaño y la artificiosidad de la conducta humana.
Platón lo llamaba “Diógenes delirante”, caminaba descalzo durante todas las estaciones del año, dormía en los pórticos de los templos, tenía un bastón para caminar, un manto para cubrirse y una tinaja para comer y beber.
Diógenes criticó la teoría de las ideas de Platón optando por oponer la materialidad de los entes particulares.
Según una leyenda creada por Menipo de Gadara, en un viaje a Engina, fue capturado por piratas y vendido como esclavo, Su comprador, un tal Jeníades de Corinto quien le devolvió su libertad y lo convirtió en tutor de sus dos hijos.
Pasó el resto de su vida en Corinto en donde se dedicó de lleno a predicar doctrinas de virtud y autocontrol.
A Diógenes se le atribuye la famosa anécdota en la cual conoció a Alejandro Magno, quien intrigado por la fama del filósofo quiso conocer, hallándolo en a las afueras de Corinto. Durante el encuentro, Alejandro Magno se presentó y con gran magnanimidad y poderío le dijo “pídeme lo que quieras”, a lo que Diógenes le contestó; “Quítate de donde estás por que me tapas el sol”.
Carlo Magno le contestó; “No me temes?” A lo que Diógenes le preguntó; “Te consideras un buen o un mal hombre?”; “Me considero un hombre bueno” contesto Alejandro. A lo que Diógenes respondió; “Entonces…por que habría de temerte?”.
Muerte
Sobre la muerte de Diógenes se cuentan diversas versiones, que van desde la muerte por comer un pulpo vivo hasta la de haber caído de un caballo. Otra versión apunta a que murió por su propia voluntad reteniendo su propia respiración, versión que suena imposible.
Epicteto lo recordaba como un modelo sabiduría y los corintios erigieron una columna en mármol con la figura de un perro, pues de Diógenes hablaban de su comportamiento parecido a la de un perro, y quienes comenzaron a apodarlo como “el perro” con la intención de ofenderlo, hallaron en Diógenes un apodo muy apropiado del cual se enorgullecía.
Los motivos por los que se le relacionaba lo cínico con lo canino eran la indiferencia en la forma de vivir, la impudicia a la hora de hablar o actuar en publico, las cualidades de un buen guardian para defender su filosofía y la facultad que tenía para distinguir a amigos de enemigos.
Fuente: Wikipedia
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IMPUDICIAS PUBLICITARIAS
Por Alejandro Bovino Maciel). Hartos de la T.V. de aire que nos mortificaba con publicidades reiterativas y cansinas, nos abonamos al cable. Craso error. Resulta que el cable, por el que pagamos una suma excesiva, se ha convertido en el refugio de la publicidad que antes orneaba por la televisión abierta. La propaganda de “fulana pagó 20 dólares y su amiga pagó 16” de los hoteles y “queridos 20 te voy a contar un poco sobre los 30” ya me han convencido de jamás usar esa plataforma hotelera ni la marca de automotores del león de Francia.
Si tienen tan poca imaginación para ofrecerme el producto, éste no ha de ser muy bueno. Pero lo más irritante es la insistencia machacona con la que una y mil veces interrumpen el documental para volver a repetir esas estupideces publicitarias. Y después, la gente de cable se pregunta, alarmada, ¿por qué baja sin parar el prendido de la señal?
Pues, señores, ¡porque son más aburridos que leer la Tabla de Logaritmos!
Aunque debemos reconocer que el tono general de la publicidad se ha vuelto más desfachatado. Ya hay gente (y hasta dos mellizos) comentando que les arde el ano, otro se queja del dolor anal que no le deja pedalear su bicicleta, una tercera que le da vergüenza el prurito por tener que rascarse en cualquier sitio frente a sus amistades; y todo para recomendar una crema hemorroidal que, según el anuncio, es la panacea anal.
En otra, una ronda de señoritas confiesa —como hablando entre amigas, pero frente a cámaras— que tiene ardor y escozor en la vagina. Todas parecen coincidir en que las trichomonas atacaron en forma de pandemia todos los genitales femeninos a tiro y, menos mal, una de ellas, más experta, extrae un óvulo o un spray que combate eficazmente las causas de flujo, fermentos, picazones y demás molestias pelvianas. Ni hablar de la comercialización de toallas íntimas —con o sin orejas protectoras— tampones, desodorantes con perfume a gardenias... la lista es virtualmente tan larga como las góndolas de las modernas farmacias-supermercados dedicadas al rubro. Tampoco olvidemos las hierbas para dormir, los compuestos para la dificultad miccional masculina, las cremas de todo tipo para rejuvenecer, quitar manchas, quitar verrugas, arrugas y sumar brillo. Las píldoras digestivas, colagogas, antiácidas.
Toda esta farmacopea clandestina evita lo más importante: consultar con un médico sobre los problemas. El síntoma, la molestia, muchas veces es la primera y única señal de alarma para advertir enfermedades —como el cáncer— potencialmente letales. Con estas recomendaciones publicitarias solamente conseguiremos adormecer el síntoma o la molestia sin curar la verdadera causa, y de este modo, tal vez, por qué no, quién sabe, perderemos la única oportunidad de reconocer el verdadero mal para atacarlo a tiempo.
BUENOS AIRES, ENERO 2024
*www.alejandrobovinomaciel.webador.es
#alejandrobovino#ALEJANDRO BOVINO MACIEL#PUBLICIDAD SIGLO XXI#PROPAGANDAS CANSADORAS#TELEVISION Y CABLE
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Las palabras fluyen de mi pluma como un río impetuoso, llevando consigo los suspiros y anhelos que han nacido en el silencio de esta noche. Debo confesarte un sueño que ha invadido mi mente con la pasión de un fuego ardiente. Este sueño ha prendido en mi corazón y me ha dejado con el deseo abrumador de expresarlo.
En la penumbra de la noche, nuestros cuerpos se encontraron en un abrazo que el universo mismo conspiró para unirnos. Tu piel suave y cálida se fundió con la mía en un éxtasis que solo puedo describir como divino. Cada caricia, cada beso, era una revuelta de emociones que nos envolvía y nos sumergía en un mar de sensaciones intensas.
Mis manos exploraban cada rincón de tu ser con la delicadeza de un poeta acariciando las palabras en un papel, guiadas por la pasión que ardía en mi pecho, explorando cada contorno de tu cuerpo con reverencia y anhelo. Mis dedos trazaban senderos a lo largo de tu espalda, dibujando curvas y suspiros que se perdían en la noche. Tu piel era un lienzo en blanco esperando ser tocado por el pincel de mi deseo. Cada caricia que compartimos fue como una melodía sin fin, un manojo de suspiros y gemidos que se entrelazaron con el suave murmullo de la brisa nocturna. Mi mano tembló con la urgencia de tocar cada centímetro de tu piel, de sentirte cerca como nunca antes. Y mientras nuestros labios se encontraban en un beso apasionado, el tiempo se detuvo, dejándonos atrapados en un momento eterno.
El susurro de tu aliento en mi oído era el placer que me guiaba hacia el orgasmo, y mis manos se movían con un propósito firme y decidido. Cada gemido que escapaba de tus labios me envolvía, y el universo entero parecía detenerse para admirar la pasión que compartíamos. Nuestros cuerpos se movían al compás de un deseo que parecía haber estado esperando toda una eternidad para manifestarse. Cada estocada estaba cargado de una intensidad que solo puede ser expresada en respiraciones entrecortados y miradas cómplices.
Y mientras los gemidos de placer se entrelazaban con los suspiros de amor, sentía que estábamos unidos en cuerpo, mente y alma. Cada latido de tu corazón resonaba en el mío, creando una sinfonía única que solo podía ser creada por nosotros dos.
Sin embargo, amada Galia, este sueño no es como un acto de impudicia, sino una expresión honesta de la pasión que siento por ti. Cada pensamiento, cada deseo, es una prueba de la profundidad de mi amor y el anhelo de estar juntos una vez más. No pretende ser una transgresión de nuestra intimidad, sino una manera de compartir el eco de un sueño que me ha dejado con el corazón palpitante y el alma en llamas. Sé que este sueño es solo un reflejo de los sentimientos que comparto, y anhelo el día en que podamos hacerlo realidad.
Espero que recibas estas palabras con la misma delicadeza con la que las escribo, y que entiendas que mi deseo es tan solo un reflejo del amor inquebrantable que siento hacía ti.
Con todo mi amor y anhelo,
Timothy.
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Nos preguntan los poetas de aterradores bigotes,
los académicos polvorientos, afines de las arañas,
los nuevos escritores asalariados,
que suspiran porque la metafísica de los caracoles
les cubra la impudicia:
¿Qué hacéis vosotros de nuestra poesía azucarada y virgen?
¿Qué, del suspiro atroz y los cisnes purísimos?
¿Qué, de la rosa solitaria, del abstracto viento?
¿En qué grupo os clasificaremos?
¿En qué lugar os encasillaremos?
(…)
Ay, poetas que os olvidasteis del hombre,
que os olvidasteis
de lo que duelen los calcetines rotos,
que os olvidasteis
del final de los meses de los inquilinos,
que os olvidasteis
del proletario que se quedó en una esquina
con un bostezo eterno inacabado,
lleno de balas y sin sangre
lleno de hormigas y definitivamente sin pan,
(…)
Estamos con el pueblo
porque antes muchísimo antes que cotorros alimentados
somos pueblos.
¡Estamos con una rosa roja entre las manos
arrancada del pecho para ofrecerla al Pueblo!
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Buen viaje
Hace ya unos meses me fui de viaje. Volé como nunca imaginé. Estuvo intenso, casi hasta lo insoportable. Cuando te visitamos aquella vez ¿recuerdas que te habíamos hablado de nuestra curiosidad de sexo con weed ? También recordarás que te habías ofrecido a guiarme. Era hora de cobrarte la palabra.
Bien surtida de una aromática mota y una bella pipa, fui en busca de ti. Sola esta vez.
Me enseñaste los beneficios de moler el capullo, esa vez usaste tu molinillo (sabrás que ya tengo el mío propio), la conveniencia de limpiar escrupulosamente la pipa y el uso del pequeño filtro de malla, ése que nos dio la bocanada profunda y sustanciosa que nos hizo volar.
Y volamos lejos, tan lejos que desde tan allá me lamías con tus ojos achinados, me hablabas en estéreo, nos mirábamos inmóviles esperando eternamente la hora de follar. No había pudor en ese mirar, había descaro.
Me hablaste de la conveniencia de tener koyaks a mano para contrarestar la sequedad bucal y yo sólo imaginaba el koyak que quería chupar. Tu verga. Te acercaste sigilosamente por mi espalda, mordisqueaste mi cuello alabando los beneficios de mi nuevo corte de pelo (orgullosa porque lo notaste) y me invitaste a tu cama. Y tus labios murmuraban algo que no podía oir, algo así como “qué belleza, qué buena que estás…”
Algo así, mientras abrías mi blusa y masajeabas mis tetas.
Sentí la sequedad de mi vulva y me contrarié, quería tanto darte de beber que me sentí algo perturbada. Pero tomaste una buen trago de agua y me lamiste tan profundo, pero tan profundo, que esa agua no pudo sino tornar melosa mi humedad contenida; con tus labios mi vulva volvía a brotar.
Y así estuvimos horas de horas (que en relidad fueron sólo minutos) frotando nuestros sexos sobre nuestras fauces. Quería tragarte hasta la impudicia mientras tú balbuceabas obscenidades hablándole a mi concha, diciéndole cuánto la amas.
Los minutos se fueron con locura, ya era tarde y debía regresar. Con rapidez calcé mis tacones, acomodé ese bello body que apuesto a que ni miraste y apenas cerré un par de botones de mi blusa cuando ya estaba en el pasillo llamando al ascensor. No recuerdo si nos despedimos, estaba tan atrasada!
Una vez dentro me veo al espejo, caliente, babeada, mis labios rojos e inflamados, mis mejillas encendidas de ardor y mi blusa vergonzosamente mal abotonada. Y nada me importó, porque de ese viaje voy a querer alguno más, quizás…
C
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DIOS NO DEBE VER NINGUNA COSA INDECENTE EN SU CAMPAMENTO - DEUTERONOMIO 23:14.
¿Que significa la palabra indecencia?- Falta de decencia o de modestia, grosería, sinvergüenza, obscenidades, impudicia, deshonestidad, inmoralidad, impureza. En el campamento no debía de hacer nada de indecencia.
Ahora Dios habita en su iglesia. I Corintios 3:16-17. ¿Habitará Dios en un templo donde haya algo indecente?
La vestimenta puede llegar a ser indecente delante de Dios. I Timoteo 2:9; I Pedro 3:3-4.
Nuestro hablar puede llegar indecente delante de Dios. Efesios 5:4; 4:29.
Las relaciones entre hombre y hombre, mujer con mujer son indecentes delante de Dios. Romanos 1:26-27.
Cuando la mujer enseña en la iglesia públicamente es indecente delante de Dios. I Corintios 14:34-35; I Timoteo 2:11-15.
Para que Dios pueda habitar en su templo la iglesia. I Timoteo 3:15. Debemos limpiarnos de toda inmundicia. Santiago 1:21.
¿Quien habitará en tu santo templo? Salmos 15:1-5.
Respetemos y reverenciemos a Dios siempre. Hebreos 12:28.
Callemos delante de El. Habacuc 2:20. Dios nos ayude para estar limpio siempre delante de El. Hebreos 10:22.
POR: MARIO JAVIER MORENO.
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Lección dolorosa en relación con una terapeuta - Segunda parte
Cecilia aspira también a adquirir un automóvil de precio elevado, rinde culto a las máquinas y al automotor —una de las manifestaciones más representativas de la necrofilia, el amor a la muerte, y al mismo tiempo del neoliberalismo que no produce ciudadanos, sino consumidores— intentando tal vez superar sus sentimientos de inadecuación por hacerse tanto daño a sí misma, cuya señal más evidente es el daño a su salud física, muy visible en su deformidad anatómica, la obesidad que la aqueja y daña su salud lenta e inexorablemente conduciéndola a una pérdida muy severa en su calidad de vida y a una tumba prematura.
Cuando esa asociación civil (de falsa filantropía) me fue útil, sentí gratitud y afecto (algo natural, correcto) por las psicólogas que me atendieron. Ahora que he descubierto que esa y otras muchas asociaciones civiles son una farsa, simulación, que no pretenden ayudar a nadie y en cambio su objetivo es lavar la reputación de sus dueños (magnates que se opone con toda su energía a que se combata la injusticia y la desigualdad social por creer que a ellos les favorece) y muchas de las mujeres que integran esas asociaciones civiles son Whitexicans, el afecto y la gratitud que una vez sentí se han convertido en profundo desprecio.
En las imágenes que publican en diferentes espacios en la red (como en la red social Instagram), aparecen mujeres de fisonomía Whitexican, todas de piel muy blanca (no aparecen personas de piel oscura, morena en sus diferentes tonalidades), todas llevan el pelo teñido (a menos que de manera natural su color sea castaño o incluso rubio) y visten prendas de moda, como pantalones muy ceñidos al cuerpo (tipo malla) y zapatos deportivos, algo aberrante e idiota, pues el trabajo en oficina no implica actividad deportiva y es simplemente una de esas modas que siguen las personas de mentalidad cordero descerebrado.
Cecilia se ha vinculado además con instituciones educativas (universidades privadas) donde los muy acaudalados mandan a estudiar a sus hijos. Una de ellas es creación de uno de los canallas más grandes en la historia de la iglesia católica, un psicópata pederasta de nombre Marcial Maciel (al que Bernardo Barranco se ha referido a lo largo de muchos años, lo menciona en su libro “Depredadores Sagrados”) que abusó sexualmente y violó a decenas de niños y fue protegido por el Vaticano —institución delincuencial por derecho propio desde el s. XI, es decir, hace prácticamente mil años—.
La otra institución de ese tipo es el Instituto Tecnológico Autónomo de México, ITAM, que en gobiernos federales pasados recibió mucho dinero del erario y donde da cátedra una mujer atroz de nombre Denise Dresser, que se ha dedicado a exhibirse con la mayor impudicia y depravación de que ha sido capaz, destruyéndose a sí misma. En este momento esa mujer tiene un pie y medio en la locura y un final trágico podría estar muy cerca ante el buen desempeño del mejor gobierno que ha tenido este país en toda su historia, al que ella se dedicó a atacar con toda su energía y al fracasar (como sería de esperar) se arruinó a sí misma, algo que resulta natural e inevitable.
Sentí mucho afecto y gratitud por Celia Bucay, si bien me llamó la atención y me preocupó su vinculación con el genocida estado de Israel —a quienes he dado por llamar modernos nazis de Sion— y ahora que he descubierto que esa persona no existe, y a quién está detrás de esa identidad apócrifa, siento una profunda decepción y tristeza, pues pese a todo, percibo en Cecilia Bocanegra Mendiola a un ser humano con un gran potencial, que ha equivocado el camino, pero no parece llevar consigo ruindad ni el deseo consciente de lastimar a nadie, ni siquiera a sí misma.
Deseo de todo corazón que sea capaz de identificar todo lo que no es congruente con su filosofía de vida y modificarlo, pues solamente así será posible que evite acabar de destruirse a sí misma, dañando a otras personas en el proceso.
Ojalá lo haga
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Quiero enfatizar la idea básica que debemos formular, así: Los grandes fascinadores de la lubricidad y de la impudicia pertenecen más bien al tipo Casanova que al famoso don Juan Tenorio.
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LA FLAUTA
Era una ciudad del sur. Lo que primero sorprendía era su olor a caballos. Un olor bueno, que no tardaba en mezclarse con otros más suaves a barro, a sol, a yerbabuena. Todas las calles desembocaban en la plaza, una plaza tan grande como el mundo. Allí la vida bullía, sobre todo cuando la tarde ya declinaba. Feria, mercado, bazar, todo eso a la vez era la plaza. Allí se vendía todo, desde el pan dorado a las lindas pipas de kif; y granadas, brazaletes, cajas esmaltadas, pieles curtidas, correas trenzadas, pájaros, túnicas, sonrisas, hierbas medicinales, collares de ámbar, dátiles, cuerpos tiznados, todo se vendía allí, sin pudor ni impudicia, con la naturalidad que sólo tienen los pobres más pobres. Pero los ojos de quienes llegaban de otras tierras se veían atraídos sobre todo por el circo que también era la plaza: encantadores de serpientes, narradores de historias, prestidigitadores, equilibristas, monos amaestrados; o bien por la mirada de los chavales, que nos escrutaban sin descanso, buscando sorprender el albear del deseo. Por todo esto, aquella ciudad a las puertas del desierto, donde la luz reventaba más viva en la flacura de los cuerpos, asentaba allí su alma. «Monsieur, mon ami, si vous êtes pressé vous êtes déjà mort», nos decían los mozos casi al oído. «Cinco dirhams, por cinco dirhams estoy a su disposición.» Era difícil esquivarlos, tanta era su tenacidad, y nada más se rendía uno, otro se acercaba: «Mon ami, cinco nada más…» Que no, que no, decía yo, que no quería ver el mercado beréber, ni quería ver la casba, que sólo quería zambullirme por completo en aquella ola de gestos y de voces, perderme en aquel ardor que no sabía si subía de la tierra seca y lisa y polvorienta o bajaba de un cielo implacablemente despejado. Y me inclinaba sobre un cesto de pequeñas flautas. Tomando una de bambú, traté torpemente de sacarle algunas notas. Con delicadeza, el joven vendedor me coge la mano, me quita la flauta, se la lleva a la boca, mirándome fijo a los ojos igual que los encantadores de serpientes, y toda el agua negra de sus pupilas se iba derramando en las mías según tañía. «¿Cómo te llamas?» «Ben Azzi Mohamed.» «¿Qué vale la flauta?» «Diez dírhams, pero para ti son cinco.» «Gracias, te doy diez.» «¿No quieres venir a mi casa a tomar el té?» «No, gracias, sólo quiero la flauta.»
Era una ciudad del sur, con palmas altas y muros de un ocre casi rosado. Queda de ella una pequeña flauta, poco más. Ahora está junto a los libros, en la mesa baja de la sala. Y hay en torno un silencio enorme.
1984
*
A FLAUTA
Era uma cidade ao sul. O que primeiro surpreendia era o seu cheiro a cavalos. Um cheiro bom, que não tardava a misturar-se com outros mais leves a barro, a sol, a hortelã. As ruas desembocavam todas na praça, uma praça do tamanho do mundo. A vida ali fervia, sobretudo quando a tarde começava a minguar. Feira, mercado, bazar, a praça era tudo isso. Aqui vendia-se tudo, desde o pão doirado aos deliciosos cachimbos de haxixe; e romãs, pulseiras, caixas esmaltadas, peles curtidas, cintos entrançados, aves, túnicas, sorrisos, ervas medicinais, colares de âmbar, tâmaras, corpos tisnados, tudo aqui se vendia, sem pudor nem impudor, com aquela naturalidade que só os pobres muito pobres têm. Mas para quem chegava doutras terras, os olhos eram mais atraídos para o circo que a praça também era: encantadores de serpentes, contadores de histórias, prestidigitadores, equilibristas, macacos amestrados; ou então para o olhar dos rapazes, que nos fixavam sem tréguas, tentando surpreender o dealbar do desejo. Por tudo isto, aquela cidade às portas do deserto, onde a luz explodia mais intensa na magreza dos corpos, tinha naquele lugar a sua alma. — Monsieur, mon ami, si vous êtes pressé vous êtes déjà mort, diziam os moços quase ao nosso ouvido. — Cinco dirhams, por cinco dirhams estou ao seu dispor. Era difícil fugir-lhes, tal a persistência, e mal um desistia, logo outro se aproximava: — Mon ami, apenas cinco… Não, não, dizia eu, não queria ver o mercado berbere, não queria ver o kasbah, só queria mergulhar inteiro naquela ondulação de gestos e de vozes, perder-me naquele ardor que não sabia bem se subia da terra seca e rasa e poeirenta ou descia de um céu implacavelmente sem nuvens. E inclinava-me para um cesto de pequenas flautas. Pego numa de bambu, experimento de maneira torpe levantar algumas notas. Com delicadeza, o jovem vendedor pega-me na mão, tira-me a flauta, leva-a à boca fitando-me nos olhos à semelhança dos encantadores de serpentes, e toda a água negra das suas pupilas se derramava nas minhas enquanto ia tocando. — Como te chamas? — Ben Azzi Mohamed. — Quanto custa a flauta? — Dez dirhams, mas para ti são só cinco. — Obrigado, dou-te dez. — Não queres vir tomar chá a minha casa? — Não, obrigado, só quero a flauta.
Era uma cidade ao sul, de palmeiras altas e muros ocres quase rosados. Dela resta apenas uma pequena flauta. Está agora ao lado dos livros, na mesa baixa da sala. E há um enorme silêncio à sua roda.
1984
Eugénio de Andrade
di-versión©ochoislas
#Eugénio de Andrade#literatura portuguesa#poesía en prosa#sur#Marrakech#microcosmos#deseo#flauta#silencio#di-versiones©ochoislas
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SANTIAGO BILBAO LAUCIRICA PRESIDENTE ACACIAS IV BENIDORM POR PUCHERAZO - VIDEO
Haciendo referencia al pucherazo de la junta del edificio Acacias iv de Benidorm, la Dra. Aramburu en su blog ha publicado un video en el que a ritmo de pasodoble hace un comentario sobre lo sucedido. Ya harta de tanto disparate y corrupción dice que a partir de ahora lo toma a cachondeo.
Aquí el video:
Y aquí en YouTube:
youtube
Estas son algunas de las personas a las que hace referencia, participantes del pucherazo y miembros de la camarilla.
Fe Martinez Fernandez
Concha Velazquez Alvarez
Flora Minguela
María Luisa Puente Gonzalez
Soledad Rico Rico
Pablo Bermejo Velazquez
Francisco Beltran Ciercoles Juan José Castrillo
Y alguno más
De resultas del pucherazo nombran Presidente de la Comunidad a Santiago Bilbao Leucerica
Asesorados por los abogados:
Adolfo Artigas Navarro
Juan Ramón Alcolea de la Hoz
Desde hace años se han apropiado del edificio cometiendo múltiples irregularidades en connivencia con los que administran la finca:
Eugenio Corral Moral de E&R Gestión
Emilio Martí Guerra de Fincas Costa Banca
Sin colegiar, sin estudios de ninguna clase y sin oficio reconocido.
Todo gracias a la ley Omnibus.
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Awakening
Nota 1: Regalo para Leto de Antenora, la matriarca de la secta dedicada a esta pareja. Esta historia ha nacido de un intento muy humilde de parte mía por expresar mi más sincero aprecio y respeto por alguien que es quizás la persona más dedicada a una pareja que ama, que yo conozco.
Nota 2: Basada en varios capítulos de episodio G, Shaka debía elevar su cosmos al máximo para sellar ciertas criaturas que han aparecido como consecuencia del despertar de los titanes; Aiolia debe proteger su vida, pues mientras esté meditando, Shaka estaría vulnerable ante cualquier ataque. Un titán intenta atacar a Shaka, por lo que se enfrenta a Aiolia, quien se ve forzado a usar una técnica prohibida por su hermano Aiolos. Está a punto de derrotar al titán cuando éste huye. Finalmente, Shaka interviene cuando dos gigantes están por atacar a un casi inconsciente Aiolia, salvándole la vida.
La figura en la cama se removió, envuelta en la oscuridad de la noche, haciendo que la delgada tela que le cubría crujiese continuamente. Su agitada respiración parecía apenas resquebrajar el pesado silencio de la habitación perdida en las profundidades de aquel templo. El cuerpo se erizó ligeramente antes de incorporarse intempestivamente.
El joven entreabrió los ojos tras haber fruncido el ceño, dejando que las gruesas gotas de salino sudor resbalasen con impudicia por su arrugada frente. Los orbes verdes se clavaron en un lugar fijo de la habitación, tratando de adivinar las figuras yacentes en las tinieblas con el único fin de expeler de su consciencia aquella pesadilla.
¿Cuántas veces le había visto? No pudo recordarlo, pero desde hacía más de seis años ese momento de su vida había quedado grabado en su alma y en su memoria para siempre. Los labios de aspecto agrietado debido a la sequedad, se entreabrieron dejando escapar un sonoro suspiro. Llevó ambas manos hasta su rostro, enjugando el sudor del mismo con descuido y cierto desdén. Una mano ligeramente trémula se paseó por su humedecida melena.
Se estiró, buscando que la tensión en su espalda disminuyera. Finalmente se incorporó, abandonando la cama después de una breve lucha con las húmedas sábanas que se enredaban alrededor de su portentoso y joven cuerpo. Caminó con desgarbo por la habitación, para finalmente colocar sus manos sobre una de las paredes. Entrecerró sus ojos y maldijo en voz baja, sin desear que los demás ocupantes del templo supiesen lo que le ocurría.
Se giró y vio con desgano la revuelta cama. No deseaba acostarse de nueva cuenta, y ello no se debía a aquel sueño que hubiese tenido desde la más tierna infancia, sino al presentimiento de que era casi ineludible tener aquel otro sueño. Era mucho más reciente, pero igualmente intrigante; en ocasiones era imposible volver a dormir para él, más aún cuando trataba de darle un significado.
Aiolia de Leo siempre había considerado que los otros Santos de Oro no eran más que unos asesinos. Nunca nadie podría hacerle creer lo contrario, su hermano era incapaz de traicionar a la diosa, y había sido un santo tan imponente que no había nadie que pudiera verle sin bajar la mirada humildemente. Por eso la sangre le hervía al recordar como ninguno de los otros dorados había sido capaz de alzar la voz a favor de Aiolos. Ni uno sólo de ellos había hecho algo al respecto; por el contrario, Shura y Shaka habían sido dos de los santos a los que hubiese considerado intachables; sin embargo, ambos habían aceptado la orden del patriarca de ir y buscar a Aiolos para matarlo.
Y si bien Shura era quien había asestado las mortales heridas, todos los santos dorados no eran más que asesinos, gente fría que no había dudado en increparle a Aiolia los supuestos errores y faltas de su hermano mayor. Toda su vida era una continua prueba para demostrar que era un hombre digno y honorable. Había jurado ser el más poderoso de los doce, y estaba seguro de que lo lograría tarde o temprano.
Una de las manos del pelirrojo se crispó en un puño, sus nudillos quedando de una tonalidad blanquecina debido a la fuerza ejercida. Deseaba gritar y deshacerse de toda la rabia que sentía, dejando de lado la fría máscara de indiferencia y desdén que portaba siempre frente a los otros Santos dorados. Pero era algo que nunca haría, nunca les daría el gusto de mostrarles cuánto le afectaban las silenciosas represalias de las que había sido víctima desde hacía tantos años. Incluso ahora, los otros dorados tenían sus reservas respecto a él, desconfiando y mirándole con apenas velada hostilidad.
Los labios del muchacho se curvearon en una sonrisa sarcástica, antes de entreabrirse y dejar brotar una risa seca y metálica, carente por completo de toda calidez o alegría. El sonido no tardó en ahogarse en su garganta, haciéndole compañía al nudo que se retorcía lastimosamente en aquella misma parte. Elevó su mirada, para después desempuñar su mano; la observó detenidamente, ponderando en silencio.
Todos esos años los había odiado y despreciado, al igual que al Santuario. Pero nunca se había planteado la posibilidad de abandonar la Orden, por el contrario, había entrenado y trabajado encarecidamente con el único fin de hacer realidad su objetivo. Pero apenas unos días antes se había percatado de un cambio en él. Era algo apenas perceptible, un cambio nimio que no obstante, le había dejado perturbado.
El patriarca le había llamado y le había encomendado una tarea de suma importancia. Tendría que ir a la India y proteger a Shaka, uno de los asesinos de su hermano. No había dicho nada, mucho menos cuando se le había explicado que el guardián de Virgo estaría indefenso ante cualquier ataque debido al profundo estado de concentración que requería para poder hacer arder su cosmos al máximo y así, deshacerse de todas las criaturas malignas aparecidas debido al despertar de los titanes.
Aiolia partió sin más, llegó incluso antes que el mismo Shaka a aquel sitio en la India en el cual había muerto el llamado Buda. Lo vio llegar y no pudo evitar llenarse de amargura; tampoco de responder con cierto sarcasmo al comentario de Shaka cuando éste notó que había sido él quien tenía encomendado el proteger al rubio.
“¿Esta es tu gran oportunidad, no es así?”
Esas habían sido las palabras de Shaka, quien no se molestaba en ocultar su desconfianza; creía que Aiolia lo mataría, pero él era incapaz de hacerlo, el joven era un guerrero con honor, que sin importar lo que sucediera, nunca faltaría a uno de sus deberes. Sin embargo, algo oscuro en su interior lo había llevado a mirarle con fría seriedad.
“Así parece”
Su respuesta no era del todo sincera, con gusto lo hubiera matado, pero Leo sabía mejor que nadie que aquel no era el lugar ni las circunstancias; y quizás nunca lo haría. Pero había deseado soltar esas ponzoñosas palabras en busca de una oscura satisfacción.
“Aiolia, si lo deseas, puedes matarme bajo estos dos árboles, los sales gemelos. No daré oposición alguna”
“¿Quieres que tu vida se apague bajo los Sales gemelos?”
“Nada en la vida sucede por azar, todo tiene su razón de ser. Si muero en este lugar, es porque así estaba escrito en mi destino”. [1]
Aiolia se negaba a creer eso. El destino no era algo que estuviese escrito, cada uno forja su propio destino; o al menos eso era una certeza para él. Había cierta resignación en Shaka, pero al mismo tiempo el griego lo percibía como un desafío oculto dirigido a su persona. Shaka de Virgo no moriría ese día, al menos no mientras él fuera el encargado de protegerlo.
Cuando el joven ateniense vio al titán, no pudo evitar sentir cierta anticipación, una ansiedad por el inevitable encuentro. Cuando vio aquel ataque dirigirse hacia donde se encontraba meditando el otro dorado, no tuvo tiempo de pensar, su cuerpo se movió automáticamente para buscar interferir en el camino del mismo. Recibió aquellos impactos de lleno, teniendo únicamente su misión en mente: proteger a Shaka de Virgo.
Cuando su oponente le había preguntado si la razón de que deseara detenerlo era para poder matar con sus propias manos a uno de los asesinos de su hermano, Aiolia no había respondido. No deseaba explicar sus razones a ese ser que se llamaba a sí mismo Dios, además de que sus motivaciones no importaban en absoluto; lo único importante era evitar que el titán atacase al otro mientras éste estuviera meditando.
Su pulso aún se aceleraba al recordar aquel enfrentamiento, después de todo, había puesto su cuerpo hasta el límite de sus posibilidades. Había sentido su cosmos apagarse poco a poco, como si la vida le abandonara lentamente. Parecía como si hubiese estado dispuesto a morir ahí con tal de proteger al guardián de Virgo. Al inicio, había sido para cumplir la promesa que había hecho a Aiolos; pero en ese momento no se había cuestionado más allá. Su hermano le había hablado de sacrificarse por sus camaradas, amigos en quienes confiara. Se lo había dicho, y esas palabras habían resonado en su interior: “Todos merecen que arriesgues tu vida por ellos”.
Aiolia sabía muy bien que él no podía ser tan magnánimo como su hermano mayor, pero aquellas palabras eran algo en lo que deseaba creer. Por eso no había titubeado, dispuesto a hacer hasta lo imposible, incluso usando una técnica que el mismo Aiolos le había prohibido usar por ser tan peligrosa para sí mismo.
“¿Tanto deseas proteger al asesino de uno de tus seres queridos?”
Ante la pregunta, el griego no se había detenido a pensarlo, respondió lo que realmente sentía. No era sólo su misión, ni una promesa a Aiolos; pese a que ambas eran también parte del motivo. Era algo mucho más sencillo.
“Antes de ser un asesino, ¡Shaka es el Santo de Oro de la casa de Virgo! Alguien que está luchando por todos, sellando a los espíritus liberados por los dioses. Para proteger a la gente, los seres vivos de la tierra ¡y a Athena!”
Al recordar sus palabras, le era imposible saber por qué las había dicho, sólo estaba seguro de que eran la verdad. ¿Podía odiar a alguien así? ¿Incluso si había sido uno de los asesinos de su ser más querido? Las lágrimas se agolpaban aún es sus verdes ojos al recordar que esa técnica la había creado para proteger a Aiolos; incluso si al final no lo había logrado; inclusive si había terminado usándola para salvar la vida de un enemigo de su hermano. Pero realmente no estaba seguro de que alguien como Shaka pudiera ser un asesino frío. No deseaba admitirlo, pero quizás el Santo de Virgo podía llegar a ser un camarada. Era muy pronto aún, y su resentimiento aún era dolorosamente vívido como para considerar aquello posible; sin embargo, algo en su interior le decía que podía confiar en Shaka de Virgo, al menos tanto como lo haría un santo de oro en otro.
Aiolia se llevó ambas manos hasta la cabeza, emitiendo un apagado suspiro al mismo tiempo que sus dedos se enredaban en las húmedas hebras de color cobre. Dio unas cuantas vueltas más por su habitación antes de decidirse a salir. Caminó hasta la puerta, haciendo un intento por abrirla cuidadosamente, evitando así despertar a los demás.
Antes de que se diera cuenta, sus pasos ya le habían dejado fuera del quinto templo. Elevó su mirada y vio frente a sí el imponente templo de Virgo. Una delgada línea se dibujó en su entrecejo, mientras continuaba avanzando en silencio. Sus pies desnudos producían que un intenso estremecimiento recorriera su cuerpo ligeramente cubierto. Ascendió por las escaleras de Virgo, sin saber muy bien qué haría una vez que estuviera a la entrada de éste.
Lo más adecuado hubiera sido elevar su cosmos y solicitar permiso para penetrar en el sexto templo. Sin embargo, al considerar que Shaka estaría probablemente durmiendo, Aiolia había decidido sentarse en las escaleras del mismo. En ese instante sintió un cosmos cerca, puso atención, notando de inmediato que se trataba del cosmos del dueño de aquel templo. Eso significaba entonces que Shaka estaba despierto, y muy probablemente, meditando.
Leo siempre había sido alguien impulsivo, y con una cierta tendencia a ser rebelde, por lo tanto no era de extrañarse que terminara frente a la puerta de fino tallado en el sexto templo que le llevaría al jardín adyacente al mismo. Con un simple movimiento, la puerta cedió ante el peso de su cuerpo, crujiendo sonoramente al mismo tiempo. Aiolia maldijo en voz baja ante el ruido, seguro de que si bien Shaka probablemente le había sentido aproximarse, ahora estaba más que seguro de su presencia ahí, una presencia que él mismo no sabría explicar.
Asomó su cabeza pelirroja, para permitirse observar el vasto jardín de Virgo. Sus cejas se elevaron al notar cómo lo único que había ahí además del verde pasto, era un par de árboles, similares a aquellos que hubiese visto en la India. Se preguntó por un momento si Shaka tendría alguna fijación con esos árboles y su significado. ¿Pensaba acaso en el suicidio con frecuencia?
Por su parte, Shaka permanecía en la misma posición en la que había estado desde antes de que Aiolia llegara mientras esperaba silenciosamente a que el recién llegado se anunciara. Le había sentido aproximarse por las escaleras del sexto templo, y si bien su aspecto era sumamente sereno, por un instante su pulso se había acelerado de modo apenas perceptible. Shaka sabía bien que era anticipación, y aquello le sorprendió bastante; no sabía bien cuándo había sido la última vez que había experimentado aquella emoción.
Aiolia lo observaba en silencio, estudiando ese cosmos que emitía el guardián de Virgo. No podía explicar bien lo que esa energía le comunicaba, ni lo que evocaba en él. Era un cosmos cálido, sumamente poderoso pero en ese momento no había rastro alguno de hostilidad en él. Sin embargo, pese a la candidez, había algo distante en él; esa era la esencia del mismo Shaka. Sereno y poderoso, pero al mismo tiempo apartado de todo lo terrenal.
El joven Leo no notó que los instantes de silencio se habían prolongado, por lo que se sorprendió al escuchar la suave voz de Shaka irrumpiendo el silencio de aquel jardín.
—¿A qué debo el honor de tu visita, Aiolia?
Se quedó mirando a su interlocutor, mudo por un instante. Realmente no había pensando en qué motivo le daría a Shaka cuando éste lo viera ahí. Intentó pensar en alguna explicación creíble, incluso cuando él mismo no poseía una.
—Yo… —, titubeó, sintiendo en ese momento cierta molestia al observar como el otro permanecía calmosamente inmóvil, —vine aquí porque no tuve la oportunidad de agradecerte… por salvarme la vida.
El griego era orgulloso, pero era precisamente esa arrogancia lo que le llevaba a realizar aquel agradecimiento. Su deber había sido proteger a Shaka, y lo había cumplido, pero eso no significaba que el otro tuviera la obligación de ofrecerle ayuda; mucho menos de salvarle la vida. No sabía cómo sentirse al respecto, pero al estar ahí frente a Shaka había sentido el deseo de decir esas palabras.
Virgo entreabrió sus ojos, dejando que sus irises celestes se mostraran al chico frente a él, quien continuaba a varios metros de distancia. Por un momento Aiolia creyó ver una débil y efímera sonrisa dibujándose en los delgados labios del rubio. Éste ladeo la cabeza, antes de responder pausadamente.
—No es necesario que me agradezcas Aiolia, tú me salvaste la vida—, le miró fijamente, —pese a todo—, enfatizó aquellas palabras para proseguir de inmediato. —No podía hacer menos, además fue algo que hice por voluntad propia.
En ese momento Shaka sonrió abiertamente, de un modo sincero aunque discreto. Parpadeó unas cuantas veces, no creyendo aquella imagen que no había durado más que escasos segundos; por lo que Aiolia simplemente asintió a la par que un apagado gruñido abandonaba sus labios.
—No fue nada, solamente hice lo que me ordenó el Patriarca.
Shaka le observó un instante antes de entrecerrar sus ojos nuevamente. Permaneció inmóvil, de modo tal que el griego estuvo a punto de irse al creer que con ello daba por terminada la incómoda plática.
—Pero pudiste no hacerlo…
Se giró, y una de sus cejas se arqueó. Había llegado a pensar que había algo extraño en que fuera él a quien se le hubiese asignado esa misión. No estaba seguro si sólo se trataba de probar su lealtad. A veces pensaba que había algo oscuro en los designios de aquel hombre; pero era imposible creer que había sido enviado porque el patriarca esperara precisamente que Aiolia dejara morir a Shaka.
—Sabes que no es así.
Ambas cejas en la frente de Virgo se elevaron, antes de que éste asintiera al mismo tiempo que sus labios se curveaban débilmente. Era tan extraño ver a Shaka sonreír tantas veces en un mismo día.
—Entonces, déjame repetir las palabras que le pedí a tu escudero que te dijera—, se puso lentamente de pie, aproximándose al joven Leo hasta estar apenas a unos cuantos pies.
—Sin importar cuántas veces caíste, derramaste sangre, o perdiste la esperanza; cada vez que te levantaste, sentí el cosmos de alguien que luchó valientemente. Nunca olvidaré que quien resguardó mi vida ese día fue el León de Oro; por eso prometo resguardar tu vida sin importar las circunstancias.
La voz de Virgo era tersa y grave, carente de exaltación alguna, sin embargo, poseía cierta calidez que el otro no lograba explicarse. Había una emoción que no lograba identificar y que nunca hubiera creído poder relacionar al usualmente distante Shaka. Era una promesa que no podía tomarse con liviandad, y aquella comprensión hizo que Aiolia se sintiera repentinamente incómodo. Hizo un esfuerzo casi titánico para evitar que el calor que sentía ascender por su rostro se convirtiera en un bochornoso sonrojo.
—Yo… no sé qué decir Shaka—, pausó antes de mirarle con profunda seriedad. Pero su interlocutor prosiguió.
—También le dije, que la próxima vez que nos viéramos, deseaba que fuera como amigos.
Aiolia se quedó en silencio, ignorando cuál podría ser la respuesta más acertada. ¿Amistad? ¿Acaso era posible ser amigo del asesino de su hermano? Pero Shaka le había salvado, y le había demostrado su valor. Recordó en ese instante lo mucho que había admirado otrora a Virgo, y no pudo evitar sentir una punzada en su pecho. Alguna vez había considerado a Shaka un santo tan respetable como su hermano mayor.
—¿Por qué mataste a Aiolos?
La voz del griego era fría y estaba cargada de represalias. El blondo estaba consciente de que Aiolia sabía perfectamente bien que él no había matado, al menos no literalmente, a su hermano. Sin embargo había aceptado con serenidad el papel que se le había asignado por aquél, incluso él mismo se había llamado asesino ante Leo.
—¿Qué hubieras hecho en mi lugar?
La pregunta destanteó al aludido, quien levantó su mirada, hasta entonces gacha, para fijarla en un punto cualquiera del jardín. Se hizo la pregunta mentalmente, tratando, quizás por primera vez, de ponerse en el lugar de otro Santo dorado en aquellos momentos. Era difícil dejar de lado que Aiolos era su hermano, y todo lo que ello implicaba. Sus ojos se abrieron sobremanera al darse cuenta de que, de haber sido informado de la traición de otro dorado, probablemente hubiera hecho lo mismo que Shaka. Quizás era injusto pretender que Virgo supiera qué clase de hombre había sido su hermano mayor.
—Puedes leer los corazones de los hombres, ¿no es así, Shaka?
Éste lo observó, antes de asentir.
—Entonces, si en ese momento hubieras sido tú el que hubiera encontrado a Aiolos, estoy seguro de que no lo habrías asesinado. Habrías visto en su corazón, toda la bondad, todo el valor y la grandeza de su alma.
Su voz parecía estar a punto de quebrarse, por lo que se había detenido, para después regresar su mirada verde a la figura del otro dorado frente a él.
—Dices que soy alguien que merece que protejas mi vida. Pero yo te diré una cosa más—, se detuvo, mirando con intensidad la figura frente a él, —yo no soy tan noble ni tengo tanto valor como mi hermano. Probablemente hubiera hecho lo mismo que tú, pero si eres la persona que creo, entonces habrías visto quién era realmente Aiolos.
Shaka no respondió inmediatamente, reflexionaba en silencio lo dicho por el griego. Lo analizaba con la misma tranquilidad con la que meditaba todo a su alrededor. Era algo que parecía tener sentido, y él mismo estaba consciente de que realmente nunca había conocido bien al guardián de Sagitario. Quizás el destino así lo había querido, por mucho que Aiolia proclamara que no había cosa tal.
Finalmente decidió acercarse aún más al joven pelirrojo, para después colocar su diestra sobre el hombro de éste en un gesto amistoso. Sintió en ese momento una profunda simpatía por Aiolia, deseando más que nunca poder acercarse a él. Había ofrecido su amistad, y eso era algo que raramente hacía Shaka de Virgo, pero estaba decidido. Siempre estaría ahí para Aiolia, incluso estaba dispuesto a arriesgar su vida para resguardar la de aquella persona que había derramado su sangre por él, incluso si no había sido por afecto.
Era una emoción desconocida, pero que Shaka comenzaba a atesorar. Quizás el griego no estaba consciente de ello, pero necesitaba a alguien que lo ayudara a encontrar de nuevo su camino. Respetaba profundamente a algunos de sus compañeros, pero Leo era el único al que respetaba lo suficiente como para considerar la posibilidad de apreciarle y de considerarle un amigo, incluso si no era algo mutuo.
—Te creo, Aiolia, y probablemente tengas razón. Así que dime ¿Aceptarás mi amistad?
Sintió la mirada y la confusión de éste, pero dejó que buscara la respuesta en su interior.
—Creo que podremos ser camaradas Shaka, y quizás pueda confiar en ti algún día.
Aiolia había sonreído sin haberse percatado, correspondiendo al gesto de Shaka con uno semejante. Tras presionar con suavidad el hombro del rubio, se apartó con un movimiento grácil y lento.
—Será mejor que me retire Shaka, descansa.
Levantaba su diestra a modo de despedida mientras comenzaba a salir de aquel jardín. Miles de preguntas asaltaban su mente. No sabía por qué, pero le causaba cierta alegría pensar que quizás había alguien más entre el escaso número de personas que creían en él.
—¿Un camarada y amigo en quien confiar, eh? Alguien que merezca, incluso más que otros, que arriesgue mi vida por él…
Levantó su mirada y vio su propio templo, inconsciente de que por primera vez en mucho tiempo, su ser entero se sentía más tranquilo, casi alegre; tal y como lo testimoniaba la sonrisa apenas perceptible que se pincelaba en sus labios.
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“Un amigo es un alma que permanece en dos cuerpos”
Diógenes el Cínico
Diogenes también llamado Diógenes el cínico, fue un filósofo griego nacido en la colonia jonia de Sinope en el año 323 a.C., perteneciente a la escuela cínica.
Primeros años
Nada se sabe acerca de su infancia excepto de que era hijo de un banquero llamado Hicesias, y que ambos fueron desterrados por haber fabricado una moneda falsa.
Diógenes se vanagloriaba de haber sido cómplice de su padre y este suceso de alguna forma configuró su pensamiento filosófico.
Diogenes y su padre salieron a Atenas, y se dice que fue un esclavo llamado Manes, quien lo abandonó mas tarde.
Diogenes se burlaba de la relación de extrema dependencia entre las personas. Le llamó la atención el maestro ascético Antístenes un discípulo de Sócrates que, según Platón había presenciado su muerte.
Historia
Diógenes superó a su maestro Antístenes en tanto en austeridad como en modo de vivir, y vivió evitando los placeres terrenales, poniendo en evidencia las actitudes banales de la vida como la vanidad, el fingimiento social, el autoengaño y la artificiosidad de la conducta humana.
Platón lo llamaba “Diógenes delirante”, caminaba descalzo durante todas las estaciones del año, dormía en los pórticos de los templos, tenía un bastón para caminar, un manto para cubrirse y una tinaja para comer y beber.
Diógenes criticó la teoría de las ideas de Platón optando por oponer la materialidad de los entes particulares.
Según una leyenda creada por Menipo de Gadara, en un viaje a Engina, fue capturado por piratas y vendido como esclavo, Su comprador, un tal Jeníades de Corinto quien le devolvió su libertad y lo convirtió en tutor de sus dos hijos.
Pasó el resto de su vida en Corinto en donde se dedico de lleno a predicar doctrinas de virtud y autocontrol.
A Diógenes se le atribuye la famosa anécdota en la cual conoció a Alejandro Magno, quien intrigado por la fama del filósofo quiso conocer, hallandolo en a las afueras de Corinto. Durante el encuentro Alejandro Magno se presentó y con gran magnanimidad y poderío le dijo “pídeme lo que quieras”, a lo que Diógenes le contestó; “Quítate de donde estás por que me tapas el sol”.
Carlo Magno le contestó; “No me temes?” A lo que Diógenes le preguntó; “Te consideras un buen o un mal hombre?”; “Me considero un hombre bueno” contesto Alejandro. A lo que Diógenes respondió; “Entonces…por que habría de temerte?”.
Muerte
Sobre la muerte de Diógenes se cuentan diversas versiones, que van desde la muerte por comer un pulpo vivo hasta la de haber caído de un caballo. Otra versión apunta a que murió por su propia voluntad reteniendo su propia respiración, version que suena imposible.
Epicteto lo recordaba como un modelo sabiduría y los corintios erigieron una columna en mármol con la figura de un perro, pues de Diógenes hablaban de su comportamiento parecido a la de un perro, y quienes comenzaron a apodarlo como “el perro” con la intención de ofenderlo, hallaron en Diógenes un apodo muy apropiado del cual se enorgullecía.
Los motivos por los que se le relacionaba lo cínico con lo canino eran la indiferencia en la forma de vivir, la impudicia a la hora de hablar o actuar en publico, las cualidades de un buen guardian para defender su filosofía y la facultad que tenía para distinguir a amigos de enemigos.
Fuente: Wikipedia
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Porque es ese afán insaciable de lucro que a todos nos infecta, es esa búsqueda desenfrenada del placer lo que nos esclaviza, más aún, nos arrastra hacia el abismo, cabría decir, como a una nave con toda su dotación. La avaricia es, ciertamente, un mal que envilece […]. Yo, en verdad, reflexionando sobre este punto, no sabría explicarme cómo puede resultar posible, que concediendo un valor tan grande, o por decir mejor, divinizando a la riqueza exagerada, no demos asimismo entrada en nuestras almas a los vicios que aquella arrastra consigo. […] Y si se permite a estos brotes de la riqueza progresar durante años, engendran en las almas unos tiranos implacables: la insolencia, la ilegalidad, la impudicia.
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