#había olvidado lo vello que era ese
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QUE BELLO PERO BIENVENIDO A MÉXICO, HERMOSO, QUE ESTE ES TU SEGUNDO HOGAR VIVA MÉXICO, VIVA LOUIS TOMLINSON
Louis via instagram stories - 29.03
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"Déjame cuidar de ti, amor"
Hello amixes! Este es mi pequeño aporte (de 600 palabras más o menos) para el reto que de mi amada Cali @the-californicationist. Hace mucho tiempo que no escribo ficción, o algo que no sea de trabajo, así que puedo estar un poco oxidada.
Aproveché que me he sentido muy estresada y solo quiero que uno de los chicos de COD me cuide. ¡Espero que les guste! Va con mucho amor.
_________________
Era un viernes por la noche cuando llegaste del trabajo, tu cabello húmedo y la ropa goteando porque ¡sorpresa! Comenzó a llover, no habías llevado un paraguas y tuviste que correr por todo el estacionamiento, usando unos lindos pero incómodos zapatos de tacón. Tu semblante era tan feroz como el clima, un ceño fruncido que provocaría un dolor de cabeza más tarde y los labios torcidos en una mueca que no aflojó al oler esa rica loción después del afeitado que tu hombre usaba, las notas de un perfume ahumado embriagaron tus sentidos y condujeron tus pasos hacia el pequeño balcón, donde podías atisbar la poderosa fisionomía del susodicho.
Cuando escuchó el golpeteo de los pies en el suelo de madera pulida se volteó, dejando caer el vaso sobre la mesa de cristal y atrayendo toda su atención. Sus ojos, tan profundos e intensos, bebían el contorno de tu figura mientras te quitabas la ropa mojada, dejándola en el suelo sin importarte que parecieras desesperada.
— ¿Algo que te esté molestando, amor? —preguntó, alisando su regazo y tendiéndote la mano para que pudieras sentarse a horcajadas sobre él.
Suspiraste, dejándote caer sobre su cuerpo robusto y cálido, presionando tu rostro en la deliciosa curva de su cuello. Llevaste las manos a su pecho descubierto por la camisa blanca desabrochada, acariciando los pectorales cubierto de vellos que escondían tiernas pecas y cicatrices tenebrosas por toda su piel tostada luego de haber combatido en numerosas guerras.
—Es esa perra en el trabajo de nuevo, no deja de molestar y mis jefes no hacen nada para detenerla —murmuraste, subiendo los delicados dedos para acariciar el contorno de su mandíbula fuerte.
—Amor, solo tienes que decir la palabra y está hecho. No tienes que seguir trabajando cuando soy más que capaz de cuidar de ti y darte todo lo que necesitas —contestó el mayor, su mano izquierda amasando la carne desnuda de sus muslos, mientras que la otra sujetaba tu cuello y te instaba a mantener el contacto visual.
Como un depredador que acecha a su presa, se inclinó y a su vez te acercó por el agarre en tu cuello, para delinear tus labios con su traviesa lengua antes de devorarte en un beso que inició un incendio forestal desde tu pecho hasta tu vientre. La boca del hombre te bebía como el líquido que yacía olvidado a su lado, mordiendo los labios, chupando sensualmente la lengua y comiéndote con abandono, consumido por la pasión reprimida entre tu estresante trabajo y la pila de informes que le esperaba después de cada despliegue.
—No quiero ser una carga para ti… —afirmaste entre besos, enterrando las uñas en su pecho y acariciando la piel lastimada por la fuerza con la que te sujetabas.
Para ese momento, sus manos callosas y experimentadas dirigían los movimientos de tu cuerpo en su regazo, permitiéndote sentir la fuerza de su virilidad que se presionaba deliciosamente contra tu clítoris vestido. La ropa interior húmeda se pegaba a ese lugar que ardía de deseo por tu hombre, que estaba muy ocupado en convencerte para que fueras una buena ama de casa para él y dejarás de sufrir tanto a manos de un trabajo donde no te valoraban.
—Dame la oportunidad y te daré el mundo eterno, amor.
Sus palabras se escucharon como un ronroneo seductor para tus oídos, acompañado de sus manos tirando de las pocas prendas que tenías para desnudarte a sus ojos y hacerte suya nuevamente, esta vez para siempre, mientras planeaba un futuro donde estuvieras llena con sus bebés regordetes y lo esperaras con los brazos abiertos al retirarse.
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Rejuvenecimiento Pt. 1
Soy Jeen, ha mis 30 años he tenido dos partos, mis partos han sido naturales aún que en ambos he tenido severas complicaciones debido a la mis problemas con mi presión arterial, en ellos tuve dos infartos y tuvieron que operarme para no tener más hijos.
en los últimos años he notado que he dejado de sentir muchas cosas en mi vagina, mis problemas con la sensibilidad han llegado a causar mi divorcio, mi esposo se ha quedado con la custodia de mis hijos y yo decidí hacer una nueva vida sexual, por lo que, he decidido hacerme un rejuvenecimiento vaginal.
la ginecóloga me ha comentado que no soy una buena candidata debido a mi hipertensión y a tengo el piso pélvico muy bajo, ha dicho que aún que la cirugía funcione, el riesgo de sufrir un infarto nuevamente o secuelas como la incontinencia es muy alto, por no decirme que es lo que iba a suceder.
sin embargo, no me importó y en este momento me encuentro internada en el hospital en espera de mi próxima cirugía.
una enfermera entra sonriente con un par de cosas en la mano que deja en la mesa de metal a lado de mi cama y se acerca a mi.
"hola jean, un gusto tenerte aquí, voy a explicarte lo que voy a hacer ¿bien?"
asentí con la cabeza estaba algo nerviosa e inquieta, pero era por la emoción que mi cirugía me generaba.
"muy bien, lo primero que haré es alzar el respaldo de la camilla para que tengas una posición en "L" asi la cirugía será más fácil"
la enfermera inclinó mi camilla dejandola en "L" simunaldo que yo estaba sentada, después bajó una parte de esta haciendo que mis rodillas se flexionaran hacia abajo y movió los retenedores hacia adelante.
"ahora voy a quitarte la bata y ponerte ésta gorra, es para que tu cabello no vuele a la hora de la operación"
la enfermera quito mi bata dejando mis senos copa "C" y mi abdomen plano al descubierto, después tomó mi cabello en un chongo y coloco la gorra en mi cabeza.
"listo, pondré está sábana desechable debajo de ti, mira, es una sábana con material de pañal, es por si llegas a orinar durante la cirugía, si eso sucede, no te preocupes, es muy normal"
la enfermera tomo mis piernas y las subió a los retenedores haciendo que quedarán abiertas y mi vagina estaba expuesta, levanté mi pelvis y ella acomodo debajo de mi la sábana desechable.
"veo que has olvidado rasurarte, pero no hay problema, puedo ayudarte con eso"
sentí como la enfermera colocaba sobre mi vagina crema de afeitar y con un rastrillo cuidadosamente comenzaba a retirar todo el vello púbico que había en mi pelvis, mi vagina y parte de mi ano.
después conecto un par de cables y agujas a mi pecho y mi pelvis, haciendo que diversas máquinas comenzarán a sonar con pitidos que zumbaban en todo el quirófano.
"ahora colocaré ésta máscara en tu nariz para dormirte y contarás del 10 al 1 ¿de acuerdo"
ella puso la mascarilla sobre mi rostro y al sentirla comencé a contar"
"diez, nueve, och-o sie-e-e-..." finalmente caí sedada.
la enfermera retiró la máscara y procedió a encintar mis ojos con una gasa y cinta médica, después pude sentir como un tubo era introducido por mi boca, una vez que fui intubada, la enfermera salió a avisar a la ginecóloga que estaba lista para la operación.
"listo doctora, la paciente ya está rasurada, acomodada, conectada, intubada y sedada, puede comenzar ya con la cirugía"
desconozco todo lo que la ginecóloga ha hecho en mi vagina pues la anestesia no ha dejado que sienta nada.
al salir de la cirugía, paso más o menos una hora para que la anestesia dejara de hacer efecto en mi y pudiera despertar.
lo primero que vi, fue a la ginecóloga entrar por la puerta de mi habitación y pararse a un lado de mi camilla.
"hola jean, bueno, tengo malas noticias para ti"
la doctora retiro la sábana de mi cuerpo dejandolo expuesto, pero solo podía ver mis senos y los pezones erizados por la ráfaga de aire, después se puso atrás de mi camilla y la acomodó en 'L" una vez sentada, pude ver lo que mis senos me impedían, mi pelvis era cubierta por un enorme pero cómodo pañal blanco de adulto, y de el salía un catéter que pude sentir estaba conectado a mi vagina.
"cómo te advertí, tu piso pélvico es muy bajo, por lo que las complicaciones fueron inevitables, ahora tienes una vagina pequeña y sensible como querías, sin embargo, te ha costado padecer incontinencia, pérdidas de orina al reírse, toser o hacer ejercicio, necesidad urgente o frecuente de orinar y no controlarlo, dolor al orinar, Pérdidas de materia fecal y dificultad para controlar los gases, por lo que tendrás que usar pañales por el resto de tu vida"
mi mano tocó el pañal haciéndolo sonar en toda la habitación, mi vagina sintió el tacto del material grueso del pañal y se erizo, por lo que no me desagradaba, al contrario, estaba muy emocionada por volver a sentir placer sexual y no me importaba tener que usar estos enorme pañales ni tener incontinencia o perdida de control en mis funciones fecales por lo que me restara de vida.
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Antes de la primera llamada
Eddie estaba convencido que acabaría pillando tortícolis durmiendo con la cabeza apoyada contra la ventana. El motor del autobús hacía vibrar el cristal y le daba dolor de cabeza. Estaba cansado de ver como todos los coche los adelantaban.
“El hombre de la esquina nos viene siguiendo desde que cambiamos de autobús en San Bernardino.” Vee susurró dentro de su cabeza.
–¿Crees que trabaja para los mismos que asaltaron nuestro apartamento?– Eddie lo observó a través del reflejo en la ventana. Llevaba un buen rato hablando por teléfono.
“Podría ser. Aunque puede ser que haya más gente interesada en matarnos” Eddie notó la sonrisa socarrona de Vee ante la idea de más cerebros que paladear.
–¡No necesitamos más problemas!– Eddie espetó intentando mantener su voz en un susurro. –Podríamos haber muerto.
El hombre colgó el teléfono y se los quedó mirando. Sabía que lo habían descubierto. Eddie no pudo evitar que se le erizara todo el vello del cuerpo cuando vio la sonrisa sádica dibujándose en el rostro de aquel extraño.
***
Eddie se levantó de su asiento, colgándose la mochila al hombro. No fue el único que bajó del autobús en Denver. Eddie saludó al extraño con un leve gesto de cabeza y hundió las manos en sus bolsillos. Respiró hondo, notando sus nervios a flor de piel pero el hombre siguió allí sentado. Quizá sólo era su paranoia haciéndole ver amenazas donde no las había.
Eddie seguía de pie en la estación de autobuses cuando el vehículo volvió a arrancar, el ruido del motor quejándose como un viejo asmático. El autobús había desaparecido al final de la calle cuando Eddie se dejó caer en un banco, exhausto. Todo resultaba demasiado extraño.
–Creo que me estoy volviendo loco– suspiró sin dejar de mirarse las manos.
“No es cierto” la masa viscosa de Ve jugueteó enrollándose entre sus dedos. “A nosotros tampoco nos daba buena espina. Nos lo podríamos haber merendado”.
–¿Y que sigan el rastro de muertos y desaparecidos?– Eddie gruñó alejándose de la estación de autobuses.
“Pues unos M&M’s” Ve lo arrastró al interior de un Super 24 horas.
–A veces creo que sólo eres un inmenso estómago– Eddie murmuró exasperado. Se le seguía haciendo extraño cuando Ve controlaba su cuerpo sin que fueran Venom pero no podía evitar que el cariño lo embargara cuando aquellos pequeños gestos nacían de la confianza en el vínculo que los unía.
***
Eddie se probó las gafas, unas aviador con efecto espejo. Quizá no eran mala idea. Las dejó en el mostrador con la bolsa XXL de M&M’s y un par de sandwiches vegetales de atún. No tenía ni idea de cómo iban a llegar a Nueva York pero ya pensaría en algo.
��Te falta la chupa de cuero” Ve lo envolvió como había hecho el día que habían visitado a su padre.
Eddie no pudo evitar que el pánico lo controlara el segundo que tardó en darse cuenta que estaban completamente solos en medio de la calle.
“¿Está bien, así?” Ve preguntó dubitativo.
–¿Por qué no iba a estar bien?– Eddie se acarició el brazo, allí donde Ve brillaba en un negro azabache.
***
Sus botas estaban cubiertas de la arena argilosa que se levantaba a cada paso. A las afueras de Denver era como si el mundo hubiese olvidado lo que era la civilización. Con la mochila haciéndole rozaduras contra sus hombros y con la botella de agua medio vacía, era como haber aterrizado en el mundo de Fallout.
Anne debía estar preocupada y el mensaje de “este teléfono está apagado o fuera de cobertura” no debía ayudar demasiado a tranquilizarla. De estar en el lugar de Anne, estaba convencido que habría roto unos cuantos teléfonos.
“Llámala” gruñó Ve.
–Es muy fácil decirlo cuando no va a ser a ti a quién le corte los huevos– Eddie levantó las manos exasperado.
“Lo hará aunque no la llames” El simbionte contestó chistoso.
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EL JAZMINERO.
En mi huída, salí sin rumbo con la sola compañía de mi pequeña mochila y un puñado de ilusiones sin nombre. Aunque, ahora que lo pienso, había algo dentro de mí que me decía, "ve hacia el mar, a algún lugar cerca de la costa", así que me orienté por la puesta de sol. Iba con tanta energía que caminé hasta bien entrada la madrugada. Los caminos secundarios parecen peligrosos por la noche, y lo son. Un par de veces tuve que tirarme a la cuneta porque dos desgraciados quisieron jugar conmigo a ver quién aguantaba más sin torcer la marcha. No me atropellaron de milagro.
Cansado de patear sin descanso y magullado por evitar una muerte tan absurda como injusta, llegué hasta lo que parecía un cortijo en medio de la nada.
Estaba adornado con guirnaldas de bombillas de colores. Para ser junio era algo muy extraño. No era un puticlub la ornamentación era más típica de diciembre.
Me acerqué con cautela hasta una de las ventanas por la que tintineaba una luz que cambiaba de color. Mi sopresa fue cuando lo que vi allí dentro era un gran árbol de Navidad con todo tipo de adornos, a cuál más extravagante. No se veía a nadie en aquel gran salón. Era muy moderno, nada que ver con lo que uno espera de un olvidado cortijo de secano. Desde la ventana podía ver la chimenea, un gran sofá con chaise longue, una mesa de comedor y una gran escalera de madera que subía a la planta de arriba.
De repente, un ruido rompió el sonido de la noche. Se escuchó como si fuera un portazo, pero no vi a nadie. Luego volví a escuchar de fondo el timbre de las cigarras que recobraron su protagonismo. Entonces, la sombra de una silueta fue creciendo contra la pared hasta que apareció nítidamente la persona que seguramente dió aquel portazo. Era un chico que andaba desnudo por la casa. Llevaba una bandeja con fruta fresca y vino espumoso. No solo llamaba la atención por su sonrisa, de la que ignoraba el motivo, sino por su hermoso cuerpo de piel blanca y lisa. Hubo un momento en el que me asusté porque pensé que me había visto. Se dirigió a la ventana pero antes de llegar, se dió la vuelta y se agachó para dejar la bandeja sobre la chaise longue. Su culazo hermosísimo se abrió ante mis ojos. Las voluminosas y tersas nalgas de aquel muchacho se abrieron mínimamente para mostrar un pequeño hilo de vello moreno que perfilaba su rica raja. A pesar de que tenía los muslos torneados, la inclinación de su cuerpo me permitió ver también un par de pelotas redondas y rasuradas, preciosas. Mi espuritu de vouyer estaba encantado y ya no notaba el cansancio, sino cómo me empezaba a gotear el nabo mojando mis calzoncillos. El muchacho dejó allí la bandeja, muy cerca de la ventana y se fue por detrás del sofá para sentarse al otro lado. Se acostó frente a una chimenea con falso fuego y empezó a tocarse su hermoso cuerpo. Pasaba los dedos por su pecho con delicadeza, hacía circulitos en cada pezón, los pellizcaba y los humedecía con saliva. Bajó por sus abdominales hasta el pubis y se entretuvo acariciándose el vello con una mano mientras que con la otra se sobada los cojones y el rabo, que ya lo tenía morcillón. Gastaba el muchacho un buen prepucio que subía y bajaba suavemente. Yo ya no podía más y cuando iba a sacarme la polla para liberarla de mis pantalones y hacerme un buen pajote, escuché el ladrido de un perro que se acercaba. Me acojoné por unos instantes. Pronto se hizo audible también la voz del que sería su dueño, que intentaba tranquilizarlo para que dejase de ladrar. Pero no lo conseguía. Iba a descubrirme, seguro. Cada vez estaban más cerca y yo procuré no moverme. El jazminero que se enredaba por la reja de la ventana me daba suficiente cobijo, pero seguro que el can estaba detectando mi olor. De repente, vi que el muchacho erotizado en el sofá, dejó de tocarse al escuchar lo ladridos, pero su actitud no fue de vergüenza, sino que esbozó una de sus ilusionantes sonrisas. Estaba claro que esperaba aquella visita. El hombre que venía con el perro, Sansón lo llamaba repetidamente, tiraba con fuerza de la correa para evitar que se le escapara. Portaba en el hombro contrario lo que parecía una escopeta de caza. Me acojoné más todavía. Imagínense, yo, un puto vouyer empalmado y chorreando por el nabo acribillado a balazos por mirar al cachondo de su novio o lo que fuera.
Sansón sabía que allí había un extraño, pero por suerte, aquel hombre se fue directo a la puerta de la casa y llamó con tres golpes rotundos.
El muchacho del cortijo desapareció de mi vista y fue abrir la puerta. No sabía que estaba pasando, solo imaginé lo que sería aquel encuentro. Un cazador de buena envergadura, sudoroso y cansado recibido por un bello muchacho deseoso de servirle todo lo que se le pudiera ofrecer.
Pero mi imaginación se tornó realidad cuando ambos aparecieron en escena. El muchacho enganchado con sus piernas rodeando la cintura del cazador y comiéndoselo a besos. Aún llevaba el perro cogido con la correa y la escopeta al hombro. Era una verdadera gozada observar aquel encuentro. Yo ya me sentía a salvo e hice lo propio con mi polla. Me la saqué y comencé a masturbarme con mucho gusto. El cazador se dirigió hacia el gran sofá y tiró al muchacho que cayó a plomo quedando tumbado a merced de aquel macho. Soltó a Sansón que se dirigió a un comedero que había junto al árbol de Navidad, y dejó la escopeta con cuidado sobre la mesa de comedor. Entonces, subió una bota al sofá y el muchacho lo entendió perfectamente. Empezó a desvestirlo. Primero una bota y el calcetín, luego la otra bota, y cuando ya estaba descalzo, se sentó en un sillón de madera y le ofreció los pies para que se los lamiera, y así lo hizo, con mucha dedicación, mientras el cazador se encendía un cigarro.
Cuando acabó con los pies, el muchacho se arrodilló frente a su hombre y le abrió la bragueta. El tío ya estaba empalmado, pues se le veía un bulto bastante grande. Abrió las solapas del pantalón y los calzoncillos, y salió un pedazo de rabo descomunal. ¡Joder, menudo pollón! Estaba descapullao y además de grueso tenía una cabeza gorda y roja que el muchacho no tardó en lamer como si fuera un helado que se derrite, aunque aquel nardo seguro que estaba incandescente, no como la falsa lumbre de la chimenea. Yo, de forma instintiva, aceleré el ritmo de mi pajote mientras el muchacho engullía aquel pollón con gusto y tesón. A pesar de lo grande que era, se lo intentaba meter hasta los cojones. Grandes cojones de toro, por cierto. El cazador daba caladas gustosamente a su cigarro con una mano mientras que con la otra orientaba y presionaba la cabeza del muchacho si veía que se despistaba entreteniéndose en lamerle los huevos.
Desde mi perspectiva no podía ver la raja abierta del mamón pero la redondez de su culo me tenía loco. Me entraron unas ganas de petarle el culo mientras mamaba, uffffff.
Una vez satisfecho el cazador, apartó la cabeza del muchacho de su polla agarrándolo por el tupé y se le quedó mirando con la boca abierta, momento que aprovechó para acercarse a su cara y echarle un buen lapo en el careto. El muchacho se relamió, y seguranente bajo las órdenes del cazador, se tumbó sobre el sofá sin menearse. El machote se desvistió por completo y se tumbó sobre su amado para lamerle el pecho, la cara, meterle los dedos en la boca, comerle los pezones, uffff. Ese monento fue de lo más erótico. Y encima, con las luces del puto árbol de Navidad de fondo. Otra vez aceleré la marcha de mi pajazo.
El cazador, cogió al muchacho por lo tobillos, asió ambos con una sola mano y se los colocó en el hombro derecho. Se ensalivó su tremendo rabaco y se lo metió sin más dilación. El muchacho echó la cabeza hacia atrás en un gesto de dolor que sin embargo no fue coherente con la reacción de su polla, de la que empezó a manar un hilo transparente que le llegó sin romperse hasta el abdomen. En seguida, su gesto de dolor desapareció para dejarae llevar por la petada que cada vez era más tosca. Así, colgado por los pies del hombro de su hombre, parecía un muñeco de trapo. El cazador lo embestía cada vez con más fuerza. Le abrió las piernas y se tumbó sobre él para besarlo y lamerle la cara. Luego se la sacó, se arrodilló sobre el muchacho y le metió la polla en la boca para follársela con un ritmo muy similar al de la petada. El muchacho derramaba ríos de saliva por la comisura de los labios y daba alguna que otra arcada, pero tenía aguante, porque aquello era para que hubiese potado.
Cuando se hartó de follarle la boca, lo puso a cuatro patas y le dió otras cuantas folladas mientras lo agarraba de los brazos. Parecía un potrillo el día de su doma. Mi nabo ya estaba que explotaba, iba a correrme si no dejaba de tocarme.
El cazador la sacó de aquel culo tragón y se acostó en el sofá con las piernas abiertas frente a mí. Podía ver con claridad sus potentes muslazos, sus cojones gordos y su rabo tieso hacia arriba. Bien me hubiera gustado cabalgarlo en ese momento, pero no, claro está que no fui yo. Me contenté con ver al muchacho ponerse de pie sobre él con las piernas abiertas y bajar en cuclillas hasta que se clavó en el rabo sin tocarlo. Entró a la primera. Aquel abierto y jugoso ojetazo era muy intuitivo al tacto de un buen pollón, estaba claro. Gozoso y chillando como un buen perraco, brincaba sobre la polla del cazador metiéndosela hasta los cojones y sándola casi entera. Aquél bombón de culo era una puta máquina. Mi mano aceleró sin remedio y sin marcha atrás, tenía la polla que me iba a reventar. Pensaba que el festival acabaría pronto, pero estuvo saltando un buen rato. Ni corto ni perezoso, se dió la vuelta y se volvió a clavar. Ahora lo tenía frente a mí. Podía ver, no solo la clavada sino también sus huevos chocando con los del cazador, su rabo tieso dando bandazos a diestro y siniestro y su cara de inmeso placer que era lo que más me excitaba.
Sus alaridos traspasaban el cristal de la ventana, lo escuchaba perfectamente. Sentí cómo iban en aumento hasta que vi cómo sin tocarse, el muchacho empezó a soltar chorros de rica lefa que se esparcían por todas partes como si fuera un aspersor de césped. ¡Impresionante! Menuda corrida. Pero el tío no paró, continuó saltando hasta que vi como los cojones del cazador se contrajeron rítmicamente y sus muslos se tensaron. Claramente estaba rellenándole el culito de deliciosa lefa de macho al muchacho. Este se detuvo unos segundos. Se levantó, se dió la vuelta y se puso a cuatro patas frente a la ventana. El cazador se incorporó y se vino detrás de él para mirarle el culo con detenimiento. Me imaginé lo que iba a suceder y terminé por machacarme la polla de tal manera que mis chorros de leche se estrellaron contra la pared del cortijo y regué de paso el puto jazminero. No pude evitar gemir mientras me corría al ver como el mucho tiraba por su jodido y húmedo ojete, la lefa recién exprimida del rabo del cazador, que muy gustoso recogió en la mano para ofrecérsela al muchacho en la boca y restregársela por la cara. Algo que agradeció con otra de sus preciosas sonrisas.
Todo había sido una puta gozada cuando el miedo volvió a apoderarse de mí. Pasé de ver aquella morbosa y cerdaka escena a tener las fauces de Sansón pegadas al cristal de la ventana, ladrando como si fuera a comerme. Mis gemidos me delataron y la reacción de Sansón alertó al cazador que se giró y me sorprendió paralizado.
.....CONTINUARÁ....
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El Traspaso
José se había prometido nunca más volver a trabajar un sábado, lo hizo durante los primeros 10 años de su vida laboral. Pero ahora era el Gerente de Administración y Finanzas en una nueva compañía y los horarios de CFO’s no son para mortales: sus cabezas funcionan en todo momento, 24/7, vacaciones y feriados. Seguro se vendrían más sábados de trabajo, pero éste sería especial: el gerente anterior le haría entrega de su cargo. Toda la semana trabajaron en dejar el hand-overde la gerencia, quedándose hasta tarde con todos en el área, de corrido y sin almorzar. El viernes en la mañana, los gerentes antiguo y nuevo, decidieron trabajar ese sábado para arreglar los últimos detalles, sin complicarse mayormente. José pensaba en el lado positivo: estaría sólo con Gabriel.
Gabriel era de esos hombres que encantan con su personalidad. Su forma de hablar, de sonreír con los ojos, su buena educación y sentido del humor, hacían que cualquiera se sintiera especial en su presencia, como le pasaba a José. Desde la primera entrevista que tuvo con él hasta ese sábado, el ángel de Gabriel lo había hecho sentir que toda la experiencia, por agotadora que fue, resultara gratificante.
José llegó primero, la oficina se encontraba desocupada así que aprovechó de sentarse en su nueva silla, de alto respaldo, cómodas reposeras para los brazos, aroma a cuero y gran capacidad de inclinación para admirar la majestuosa cordillera que se lucía en su ventanal. “Te queda bien la silla” dijo Gabriel apoyado en la entrada de la oficina, sorprendiéndolo y provocando que tambaleara en ella del susto. A pesar de ser sábado, ambos vestían trajes y corbatas, acordaron que sería un buen detalle tomarse una foto haciendo el cambio de mando para las noticias corporativas. Gabriel tomó asiento frente a él y bromeó simulando ser un pasante que llegaba a una entrevista de trabajo, rieron relajados en la compañía del otro.
José lo observó toda la semana: corpulento pero con panza, la que hacía tensar los botones de su camisa al sentarse y se le ajustaban en el pecho, brazos y espalda; peludo como un oso, con vellos que se le escapaban de los puños y por sobre la corbata; su barba tupida y brillante con manchones canosos, combinaban con el tono gris de su cabello. Trató de disimular la forma en que lo examinó toda esa semana, pero varias veces tuvo la impresión de que Gabriel también se le quedaba mirando, pero al verlo de vuelta siempre estaba leyendo un informe, buscando un taxi en la calle o mirando a otra persona que después saludaba. Pero ahora estaban los dos solos, probablemente no se verían fuera de un contexto como algún seminario o congreso, por ende, la ocasión era propicia para conversar más relajadamente y poder conocerlo un poco más.
¿Estás casado Gabriel?
Lo estuve, hace mucho tiempo – miró por la ventana – éramos muy jóvenes ¡estábamos en la U!
¡Ah! Fuiste precoz – con un dejo de picardía en su tono
¡Bastante!Lo mejor que obtuve de serlo fue mi hija.
¿Qué edad tiene?
La suficiente para dejar a que su viejo tenga más… libertades.
¿Libertades? – trató de no mirarlo a los ojos y de que su tono fuese lo más casual posible.
Poder salir los sábados en la noche, por ejemplo: no salía desde que mi ex me dijo que estaba embarazada hasta que la guatona chica cumplió 13, eso fue hace cinco años, ahora sólo quiere al papá para estudiar, llevarla al mall los sábados y después de la once me da un besito y me despacha... después de eso, papá sus fechorías” – rio picaronamente aflojando su corbata y moviendo su cuello, que de grueso impedía abotonar la camisa hasta arriba, estiró los brazos y el pecho, haciendo que éste sobresaliera increíblemente a los ojos de José y tomó una postura más cómoda.
José sentía mucha curiosidad, la confianza con la que le contaba sobre de su vida hacía que quisiera saber más pero ¿sería prudente actuar así o había un propósito para ello? Parecía casi obvio. “¿Qué tipo de fechorías haces?” le dijo mientras se soltaba la corbata y el primer botón de la camisa. Gabriel lo miró cerrando levemente los ojos, como si ya hubiese descifrado sus intenciones, se sentó derecho, juntó sus manos y las estiró en el escritorio “¿Esto significa que dentro de mis labores habrán tareas de carácter sexual?” dijo simulando un tono inocente mientras ladeaba su cabeza. José se sonrojó y rió nerviosamente. “¡Es broma!” y ambos rieron. Se mantuvieron el silencio mientras se miraban a los ojos hasta que el celular de Gabriel los sacó del momento. “Salvado por la campana” le dijo antes de ponerse de pie y salir hablando de la oficina. José se acaloró de los nervios, no sabía qué tanto se había expuesto, qué tan evidente había sido. Sin embargo, se detuvo en el actuar de Gabriel porque no reflejó sorpresa de que haber descubierto que él fuera gay, sino de que José descubrió su atracción por él.
Podía verlo por la pared de vidrio en su oficina que hablaba sin moverse de su lugar. La curiosidad de José seguía en aumento y lo hacía estar con la vista clavado en el oso mientras se preguntaba ¿es posible que fuera gay también? Le daba la espalda sin moverse hasta que de pronto, se da vuelta, mira a José y le guiña un ojo ¿sería gay? Y de ser así ¿qué clase de hombres le gustarían, estaría él entre ellos? JOSÉ también lucía barba, azabache y brillante como su cabello, cuerpo macizo pero delgado, con porte atlético; en su fuero era interno, era un cazador y osos como Gabriel eran su trofeo.
Siempre tuvo un trato muy afectivo con él, José pensaba que era cortesía profesional. No podía negar la atracción que sentía por él, una parte vibraba cada vez que Gabriel lo miraba al hablarle o cuando entraba a la oficina, impregnado a perfume que lo hacía pensar en su piel después de la ducha y la fragancia a madera cayendo despacio entre su pecho y los pelos que lo cubren.
Entró a la oficina mientras se despedía por el teléfono y cortaba la llamada. El Gerente General lo llamaba para decirle que le había enviado una checklistel cual debían completar y firmar para finiquitar el traspaso. Revisaron las preguntas durante dos horas y completaron cada respuesta. Discutieron sobre algunos temas, llegaron a ciertos consensos y terminaron exitosamente el formulario. Estaban conformes con el trabajo realizado y José confiaba que recibía una compañía en buena forma de parte de Gabriel. “Sólo queda imprimir y firmar” dijo José, presionando un botón del teclado que inició la sinfonía de engranes moviéndose y hojas apilándose, hasta que el histérico bip de la impresora y una luz roja en ella interrumpieron el concierto. José se puso de pie para revisar la impresora.
Papel atascado.
Ojalá te acostumbres, tiene una maña y había olvidado comentarte. – dijoGabriel al pararse de la silla y ubicándose junto a José.
Trató de abrir una de las bandejas de papel mientras José miraba la impresora por arriba. La bandeja se resistió hasta que cedió súbitamente, provocando que Gabriel perdiera el equilibrio y cayera sobre José, que lo detuvo afirmando sus brazos, quedando con su cara pegada a la espalda del oso. Se quedaron inmóviles y con el bip de la impresora interrumpiendo el silencio. José no soltaba los brazos concentrando toda sensación en las yemas de sus dedos, pasaron casi 30 segundos hasta Gabriel empujó hacia adentro la bandeja y el papel comenzó a salir nuevamente. José bajó sus manos sin moverse, Gabriel se dio vuelta y lo miró a los ojos como no lo había hecho antes. “Estás muy rico” le dijo. José no pestañeaba, sentía toda la sangre en su cara y un leve temblar en sus rodillas. Gabriel se acercó despacio hacía él, cerrando los ojos hasta hacer contacto con los labios inmóviles de José, que mantenía la vista fija, casi asustado. Podía sentir el olor de su cabello y la firmeza de sus labios, el bigote lo acariciaba suave y de a poco la lengua fue penetrando su boca, invadiéndolo. Tomó la corbata que colgaba del cuello del oso para acercarlo más, se besaron con intensidad y como si quisieran devorarse. Gabriel le abrazó la cintura levantándolo a su altura apoyándolo en su pecho. El aroma de José lo intoxicaba, la firmeza de su torso pegado al suyo, la calidez en su interior que provocaba sacarle la ropa y tocarle su piel, el sabor a café de la saliva que bañaba su lengua, la respiración que atravesaba su barba, todo hacía desearlo como la primera vez que estrechó su mano.
Gabriel retrocedió sin despegar sus labios y se dejó caer en su antigua silla, sus manos viajaron desde la cintura hasta la barba de José. Tocó su torso, sentía su pulso y respiración acelerados, lo presionó más a su cara devorándole la boca. Le dobló la cabeza con la mano y como un vampiro se fue al cuello, lamiéndolo, mordiéndolo intensamente, el sabor en su piel le pareció delicioso. José gimió, su piel se erizó, la ropa lo sofocaba, se sacó la chaqueta y se desabotonó la camisa. Gabriel deslizó sus manos bajo la tela, sentía las costillas del cazador hinchándose por la respiración, el calor en su piel, la suavidad del pelo de su pecho. Apretó sus tetillas suavemente, José se quitó la camisa, dejando la corbata puesta, y el oso lo abrazó de la cintura para acariciarle el pecho con su rostro, sentir la suavidad y olor de su piel, además de comerse sus tetillas sin poder saciarse de ellas. José lo apretaba fuerte contra su cuerpo, enredando sus dedos entre sus cabellos, sintiendo la caricia de su barba y sus dientes y lengua jugando en sus pezones.
José lo empujó hacia el respaldo de la silla y le besó el cuello. Le abrió la camisa para revelar el bosque de vellos negros y canosos que imaginó toda la semana, enterró su cara entre ellos sintiendo su suavidad y el perfume a madera que aún permanecía en él. Con sus manos juntó ambos pechos para que le apretasen la cara, como si quisiera sofocarse entre ellos. Bajó hasta su panza acariciando su cara con la alfombra que la cubría, la sujetó firme, agarró el cinturón y lo soltó, desabotonó el pantalón y bajó el cierre, quedó de frente al bulto que tenía un pequeño círculo en el bóxer formado por la humedad. Con la punta se su lengua tocó el círculo y con la boca se devoró el bulto. Gabriel pujaba dentro de la boca de José, hasta que bajó la pretina y tuvo la verga sólo para él. Lamió la cabeza causando la tensión en el cuerpo de Gabriel, la chupó con su boca, bajó por el tronco lentamente para que el oso sintiera la presión de sus labios en su carne. José se extasiaba al mamarlo, la verga en su mano estaba firme y se mojaba, el oso gruñía cuando se la tragaba entera, verlo a los ojos cuando la tomaba y la golpeaba con su lengua, restregándosela por la cara, le estaba dando placer y eso lo excitaba aún más.
Gabriel puso sus manos bajo las axilas de José y se levantaron juntos mientras se besaban, panza peluda y torso firme, vellos encadenándose al otro como el velcro. Gabriel se quitó la camisa y lo agarró de la corbata, le dio una vuelta a su puño y lo acercó con rudeza hacia su cuerpo, mirándolo con sus ojos entrecerrados. Las riendas de José estaban tensas y él disfrutaba en darle su control para el placer, sería la víctima y disfrutaría cada momento. Soltó el cinturón y bajó bóxers y pantalón juntos. Sus vergas se tocaban, se mojaban una a la otra. Agarraron la del otro y se masturbaron suavemente, mirándose a los ojos, sensibles al tacto de los dedos mojados del otro, jugando en el frenillo, desplazando el prepucio, tocando con el centro la palma el glande que ardía en deseo.
Gabriel agarró con ambas manos el culo mientras le besaba el cuello, sintió la firmeza otorgada por las subidas al San Cristóbal en bicicleta, colmando sus palmas en carne y pelos. Lo besó con pasión, anhelando estar dentro de él. Con uno de sus dedos tocó su ano que se contrajo al sentirlo. Escupió la yema de su índice y lo llevó al culo, José comenzaba a gemir suavemente en la medida que se dilataba a su tacto. El oso enterró sus manos en los glúteos y apegó el cuerpo de su amante al suyo. José sentía que era abrazado por un gigante y quería entregarse a él. Se dio vuelta y apoyó su espalda en el pecho de Gabriel, que lo abrazó lamiendo su oreja y cuello.
El oso comenzó a bajar desde la nuca, hinchando sus dientes en piel y músculos, jugando con su lengua en zigzag por el surco central que dividía la espalda triangular de José, hasta llegar a sus nalgas redondas, peludas, morenas y firmes. Arrodillado en el piso, amasó con fuerza la carne, las abrió y se sumergió entre ellas, el sabor de su culo era exquisito, la fragancia propia de él lo volvió loco, las mordió fuerte, lo escupió, lo penetraba con su lengua, parecía un león devorando su presa, embarrando su cara su propia saliva que estaba perfumada a José. Respiró profundo y entró fuerte para comer. José, apoyado con las manos en el escritorio, levantaba su cola resistiendo el ímpetu voraz de Gabriel, consumido por el morbo de la barba raspándole, los golpes a sus nalgas, la baba que lo humectaba y la lengua que llegaba cada vez más adentro.
Gabriel se puso de pie y con su verga entre las nalgas de José frotó rápidamente apretando sus nalgas con ganas de destrozarlo. Escupió en su mano abundante saliva y la esparció en movimientos circulares con su verga. La tenía durísima, caliente, hambrienta. José arqueó su espalda, dejándolo a la altura del glande de su amante invitándolo al placer. Comenzó a entrar lentamente, ocultando su espada en las carnes de su víctima, dándole vida con cada centímetro que desaparecía entre las curvas peludas de su culo. El placer aumentó de golpe hasta convertirse en dolor, agudo e insoportable. Se despegaron, José respiró en alivió pero en su cuerpo el hambre persistía. Gabriel bajó para meterle la lengua y escupirlo nuevamente. José gemía al sentir al oso como una babosa que bailaba en su ano, preparándolo. El oso se incorporó entrando más en él, afirmándose de su cadera, sintiendo la calidez interior, excitándose por la presión de tan delicioso culo.
José aguantó la respiración para dejar que la carne avanzara dentro de él hasta llenarlo, hasta que el dolor volvió al placer, hasta que la panza del oso se apoyó en su espalda invadiéndolo en todos sus sentidos. Lo tomó de los hombros ejerciendo presión con sus manos y su pelvis, comprimiéndolo, “Bien adentro” le dijo al oído y José no daba más, sentía que su culo se agrandaba con el bombeo de la sangre, ahogó un grito y presionó sus glúteos contra las piernas del oso que gozaba en su interior.
Gabriel se separó lentamente, José sintió alivio el que terminó cuando Gabriel volvió a embestirlo y sin poder restringir los alaridos de placer, sentía la verga dura y caliente soltando jugo dentro de él, lubricándolo, dándole más velocidad al entrar y cada vez más duro. Lo tenía de la cintura y lo nalgueaba cuando sentía el escalofrío de la sensibilidad en su glande al contacto de las carnes de José, que gemía con desenfreno, acalorado por el ritmo de Gabriel y su peso chocando contra él. Su piel erizada se mojaba con el sudor que caía del cuerpo del oso, agua perfumada por sus pelos.
Gabriel lo tomó del mentón, le abrió la boca y escupió dentro de ella, le metió la lengua y lo besó mordiendo su barbar y mentón, le tiró el cabello y aumentó la fuerza de sus embistes. José cerró los ojos dejando que su cuerpo se abriera para que el oso lo follara duro. Se mojaba, sentía como el jugo salía de su verga y quedaba sobre el escritorio, esparcido por él mismo cuando el oso lo cogía. Otra nalgada y los movimientos de Gabriel se hicieron más cortos e intensos, José apretó para sentir el pene del oso entrar con más fuerza, pasó su brazo frente al pecho para acercarlo a su cuerpo que estilaba sudor, le mordió la oreja, se la quería arrancar del éxtasis. Sentía como su verga se hacía más gruesa, como el culo de José lo apretaba para hacerlo acabar. Se vio en el reflejo de la ventana pegado al cazador y las cosquillas subieron desde las bolas, por el tronco, hasta la cabeza, liberando leche que hizo gritar a José. Gabriel tiritaba sin despegarse, arremetiendo contra el culo asegurándose que hasta la última gota, hasta que el último orgasmo saliera de su cuerpo y quedara dentro de su sucesor en la gerencia.
La verga salió aun erecta, un poco de leche se escurrió al piso. José sentía que le dolía todo, pero se dio vuelta para ver a Gabriel, transpirado entero, tratando de mantener los ojos abierto y respirando bocanadas de aire. Lo abrazó y apoyó su cabeza entre los pechos del oso, que aún trataba de retomar la respiración. La gravedad en é comenzó a hacer efecto, lo que tenía adentro comenzaba a moverse y se apuró para ir al baño.
José volvió a la oficina y Gabriel miraba su celular sin ponerse aún la camisa. Se veía muy bien, aún conservaba el brillo del sudor en su piel, el cabello lo tenía húmedo y desordenado y se había colgado la corbata al cuello, José tomó una foto mental de ese momento. No dudó en acercarse y darle un pequeño beso en los labios. “Estuvo muy rico” le dijo sin obtener una respuesta. El oso lo miró fijo como si no entendiera y asustándolo con su reacción, ante eso Gabriel sonrió, lo tomó de la cintura y lo acercó a su cuerpo que aún olía a sexo, juntó su frente a la de su cazador: “Estuvo maravilloso… y espero que se repita”.El corazón de José se aceleró sin poder decir nada, sólo asintió.
La foto salió perfecta, el antiguo CFO entregaba el mando a un sonriente sucesor con la vista de Sanhattan de fondo en un soleado sábado de marzo.
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Me encamino hasta la puerta para ver quién era la persona que había importunado mi casa a esta hora y que tanto había hecho molestar a mi padre. No entendía porqué mi pecho parecía que iba a estallar a cada paso que daba. Tal vez es algo así como cuando uno tiene un presentimiento, así sentía el cuerpo; un escalofrío por la espina dorsal, los vellos erizados, sintiendo cómo el sudor sale por cada uno de mis poros. Paso pesadamente saliva a través de mi garganta antes de llegar a la puerta y mirar a mi padre de espaldas a mí discutiendo con alguien.
Sentí una punzada en el pecho mientras me aproximaba a tocar el hombro de mi padre para que se diera la vuelta. Seguía sin entender qué me estaba pasando, pero todo quedó claro en el momento que mis ojos se encontraron con la persona que estaba parada frente mí. Me quedé muda. Mi padre me decía algo, pero la verdad es que tampoco podía escucharlo. Parpadeo un par de veces tratando de salir del shock, pero siento que todo se mueve en cámara lenta, que estoy dentro de un maldito sueño y en cualquier momento voy a despertar. Pero esto es real, es muy real.
¿Es él? Por supuesto que es él. Está exactamente igual que la última vez que lo vi.
“Déjalo, papá” logré decir en el momento en que pude salir de la conmoción.
“Pero, hija...” trató de hacerme entender.
“Esta bien. Yo me encargo” digo con una fortaleza que no sé de dónde salió. Mi padre asiente, y sin querer irse, nos deja solos.
Cierro la puerta y lo encaro después de 3 años. No sé en verdad de dónde he conseguido la fuerza para hacerlo. Sigo anonadada, pero estudio cada centímetro de su rostro para comprobar que todo esto en verdad está sucediendo y siento tantas emociones revolviéndose en mi interior; tristeza, alegría, enojo. Desvío la mirada porque siento que mis ojos comienzan a picar.
“Sé que estás confundida”,comienza diciendo, “ o tal vez hasta molesta de que me aparezca aquí después de tanto tiempo”.
No digo nada. Sólo dejo que siga con lo que tiene que decir.
“Estoy aquí porque... “ Baja la cabeza y suelta un suspiro nervioso para liberarse de la tensión que le hace temblar la voz. “Estoy aquí porque quiero pedirte perdón por todo lo mal que hice en su momento. Sé que te lastimé. No te merecías nada de eso. Pero yo... no sé, no quería darme cuenta de lo que hacía mal, no quería cambiar porque estaba muy acostumbrado a ser así. No sé. Simplemente estaba cegado por mí mismo”.
“Gracias” me limité a decir. Quería decir más, pero el nudo que se estaba formando en mi garganta no me dejaba hablar.
“Lamento que me haya tomado mucho tiempo el venir hasta aquí sólo para decirte eso... Yo... no sabía cómo acercarme, cómo volver sin incomodarte o lastimarte. La verdad es que tenía miedo. Fui cobarde en ese entonces cuando te lastimé y no hice nada al respecto y lo fui durante estos tres años, pero ya no quiero serlo más... No sabes cómo me arrepentí en ese entonces por dejarte ir”
Lo miré con ojos cristalinos. No sabía qué pensar o qué sentir de todo lo que estaba escuchando. Sufrí mucho durante estos 3 años. Sí, mi mentalidad siguió cambiando a algo más positivo, crecí como persona, crecí en lo profesional. Intenté seguir con mi vida en el ámbito emocional pero no pude y no pude porque... porque lo cierto era que todavía le quería, pero estaba muy molesta porque él no quiso hacer las cosas que debía hacer en su momento y por eso nos separamos tanto tiempo, desperdiciamos tanto tiempo. Ahora yo tenía 25 y él 32. El tiempo no ha pasado en vano, nadie nos regresa ese tiempo perdido. Nadie...
“Lo cierto es que...” continuó interrumpiendo mis pensamientos, “No vine sólo a disculparme. Vine también porque quiero decirte que no te he olvidado un sólo día desde que nos separamos, que en verdad creo que eres el amor de mi vida y que me gustaría que me dieras una segunda oportunidad para demostrarte que he cambiado muchas actitudes y muchas costumbres que tenía que dejar para avanzar, que no soy el mismo inseguro de antes que te celaba y desconfiaba de ti cuando lo único que siempre vi de ti fue cariño y amor, que no soy aquel inmaduro con el que no podías hablar y te gritaba, te decía cosas para herirte o te chantajeaba. He cambiado, me he tratado y sigo en tratamiento porque quiero ser mejor persona y quiero ser mejor persona para ti también, porque es lo que te mereces, alguien que luche por ti; alguien que te pueda ofrecer apoyo y felicidad”, su voz se escucha cortada y tiene que detenerse un momento. Las lágrimas empiezan a hacer una carrera en sus mejillas mientras él continúa hablando.
“Entiendo si no quieres. Ese era el riesgo por haberte lastimado y no actuar en su momento y también era el riesgo por haber dejado pasar tanto tiempo. Pero ya no tengo nada más que perder.
Te he extrañado tanto y te amo tanto. Me arrepiento muchísimo de los errores que cometí. Dejé ir al amor de mi vida por necio y cobarde, por miedo al cambio; un cambio que sabía era bueno para mí, que era sano para estar bien no sólo contigo sino con la demás gente que me rodea. Pero era más fácil quedarme en lo que ya conocía y fui mediocre al justificarme diciendo que había nacido con algo que me impedía cambiar y ser diferente. Sí, la única cosa que me frenaba era yo mismo. Mi miedo a sacrificar cosas a las que estaba acostumbrado pero que no eran necesariamente buenas para mí, a mi falta de voluntad, a mi falta de fuerza.
Tuve que perder todo para darme cuenta de que las cosas que hacía, que la persona que había sido durante más de 15 años no me hacía bien, que necesitaba cambiar y que podía hacerlo, sólo se trataba de ganas de salir adelante, de mejorar. Te perdí a ti, alejé a mi familia, perdí mi trabajo, mis aspiraciones. Me sentí solo por primera vez en mi vida y entendí que me estaba haciendo mal a mí mismo desde hace más de 15 años, pero no hacía nada bueno por mí; sólo aceptaba gente que me perjudicaba y no me hacía bien y hacía cosas que tampoco me ayudaban a crecer ni a sentirme mejor, más que momentáneamente”.
Sentí el viento golpear mis mejillas húmedas por el llanto. No podía creer nada de lo que estaba escuchando. ¿En verdad había entendido por fin? ¿En verdad había cambiado para bien? ¿Al fin se había dado cuenta de que la forma en la que era sólo le hacía mal a él y a los demás? No puede ser.
“Ahora sigo yendo a terapias y me siento mucho mejor, me he reconciliado con mi familia y estamos mejor que nunca, me dedico de lleno a la música y ya abrimos la casa productora hace como un año”.
“Sí, eso escuché. Muchas felicidades y me da mucho gusto escuchar todo lo demás” dije secándome las lágrimas e intentando dibujar una sonrisa.
“Gracias. Me hubiera gustado que estuvieras para compartir ese y muchos momentos más”, me devolvió una sonrisa nostálgica, “Todo eso ha sido importante y me hace feliz, pero me haces falta tú para serlo completamente.
Sé que no merezco otra oportunidad después de cómo te traté cuando sólo querías ayudarme a darme cuenta que me estaba lastimando y también cuando me diste muchas oportunidades para cambiar y no lo hice. No tenías que haber esperado tanto. Me arrepiento mucho por eso y por todos estos años, pero si aún no es tarde en tu corazón...¿me darías la oportunidad de demostrarlo?...”
Silencio. Mis ojos, abiertos de par en par, lo miraban sin poder creer nada de lo que había escuchado. ¿Qué debía hacer en este momento? Era algo muy repentino e inesperado después de tanto tiempo, después de convencerme que aunque cambiara él no volvería. Necesitaba procesar todo.
“Entiendo que esto está siendo difícil. Puedes pensarlo si quieres y luego darme una repuesta”.
“Sí, voy a pensarlo. Hay cosas que debo analizar y pensar”.
“Eso es suficiente para mí” me sonrió y los ojos le brillaron; después de tantos años de no ver esa expresión de niño emocionado que tanto me gustaba, la veía otra vez frente a mí y no en recuerdos. Mi corazón dio un vuelco.
“Espero no te incomode pero... ¿puedo darte un abrazo?” dijo de pronto.
Lo dudé un segundo, pero la verdad es que quería saber qué sentía al abrazarlo por primera vez en tanto tiempo. Asentí con lentitud y poco a poco me acerqué a él para rodear mis brazos en su cintura.
“Era justo como lo recordaba” dijo contra mi cabello.
Las lágrimas volvieron a salir, pero más rebeldes y un dolor en mi pecho se agudizó. Esto no era como se había sentido hace 3 años cuando las cosas estaban mal. Por primera vez, volvía a sentir tranquilidad y paz al estar cerca de él.
No lo dije, pero tal vez éste era el mejor regalo de navidad que pude haber recibido.
#escritosdemedianoche#como si estas cosas pasaran#Desahogo#despedida#Tristeza#relaciones rotas#relaciones tóxicas#dolor#lagrimas#depresion#nostalgia
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-Tu dulce sonrisa es también un regalo. Yo la contemplo, como si fuera parte de mi Nueva York, la que tú me regalas desde el Empire State Building, con esa emoción en los ojos. No me sueltas, como si temieras que me voy a caer o me voy a despertar. Pero si esta realidad es más sueño que cualquiera de mis sueños, ¿cómo voy a despertarme? Miras a tu alrededor pero yo te miro a ti porque es precioso ver la emoción en ti, sobre esta ciudad, la tuya, que ahora es mía.- Es el regalo más maravilloso que me han hecho nunca... -Respondo y miro más allá, a la gran ciudad, una a la que todo el mundo quiere ir... La he visto en miles de películas, en miles de fotos, en tu Instagram, desde tu ventana... Pero verla contigo, agarrada a ti y desde uno de los edificios más emblemáticos del mundo, es increíble.- Eres un milagro, Richard Murphy... -Te miro. Sí... he dejado que sea... Y me has enamorado.-
-Nunca me había sentido más de Nueva York que hoy. Esta ciudad de rascacielos, de romances cinematográficos en Otoño, de Woody Allen y Alicia Keys, este Nueva York de Scorsese, de Desayuno con Diamantes, el Nueva York rescatado por Spiderman y Superman, el Nueva York desolado de Soy Leyenda... Hoy es más Nueva York que nunca contigo entre mis brazos, en la terraza del Empire State, a tantos metros del suelo y del cielo, en un punto intermedio entre el cielo y la tierra. Me pongo detrás de ti, rodeándote con mis brazos, acercándome para mirarte a la izquierda de tu rostro, sonriendo.- ¿Un milagro? -te aprieto suavemente, contra mi.- El milagro es tenerte entre mis brazos mientras duermes en Reino Unido... -sonrío.- Todavía no me explico como nadie ha escrito todavía una canción para ti...
-A mis pies, Nueva York. Sobre mí, el cielo, enfrente, un abismo de luces bajo el anochecer, a mi espalda, tú. Tú abrazándome. Tú, vivo, aquí a mi lado aunque yo esté a tantos kilómetros de aquí, a tantas horas de distancia, aunque esté viviendo horas de más, en tu presente, mientras en el mío ya han pasado estas horas que vivo contigo. Abrazo con mis brazos los tuyos, acariciando con mi mano tu piel, y pudiendo sentir los finos vellos de esta en la la palma, despacio porque quiero apreciar la sensación de erizarlos, aunque sea a propósito, hasta que busco enlazar mis dedos entre los tuyos, mientras te miro, viendo tu hermoso perfil, con las lágrimas aún en mis rostro.- Un milagro... -Afirmo abrazándote a mí cuando te abrazas a mí. Lo último que dices, me provoca un escalofrío.- Todavía no me explico cómo alguien me ha regalado una ciudad a mí...
-Siento tus manos en mis brazos, y mi vello se eriza aún más. No es por el viento de este atardecer neoyorquino... Es por ti. Por tus ojos mirándome como si no hubiera nada que pudiera compararse contigo, y es que nada puede compararse contigo. A ti parece que te extrañe ser un milagro, y en cambio te reafirmas en que yo lo soy. Y yo soy solo un humano más, un habitante más entre los 8.622 habitantes de Nueva York. Tú todavía no te explicas que te hayan regalado una ciudad, y yo sigo sin explicarme que no haya una palabra que defina todo lo que eres.- Y yo no entiendo que no tengas canción... -susurro, apretándote aún un poco más, antes de mirar hacia Nueva York, hacia el sur de Manhattan, los rascacielos del Distrito Financiero en que mi padre perdió la vida en los Atentados del 11S, el beso eterno del Hudson y el East River al encontrarte, la Estatua de la Libertad, que parece un pequeño juguete de plomo en su isla, y los rascacielos del Hudson Yards. Es entonces cuando me pregunto porque debo esperar a que alguien escriba una canción, para que tú tengas la tuya, por lo que con una sonrisa.- It's a little bit funny this feeling inside
I'm not one of those who can easily hide
I don't have much money but boy if I did I'd buy a big house where we both could live...
-Acabas de ponerme una corona en la cabeza haciéndome reina del trono del Empire State Building. Nueva York es mía cuando ni siquiera soy americana y ahora te preguntas cómo es que nadie me ha escrito nunca una canción. Lo primero que me regalaste, fue tu numero de teléfono, ahora, tu ciudad y, cuando me miras a los ojos de esa manera para decirme que no entiendes que no tenga canción, siento que me caigo por un precipicio, que dejo de estar con los pies en este lugar tan alto porque caigo abajo. Pero se está tan bien entre tus brazos... Llevo un vestido y los zapatos que tú me has regalado. Estoy entre tus brazos... Pero, cuando tu voz me llega a los oídos en forma de canción, sin un piano como melodía pero con el ruido de la ciudad como fondo, todo mi tiempo se detiene, como mi corazón. La letra de la canción parece hablarme directamente de ti... Reconozco Your Song, de Elton John, y mis lágrimas caen sin que pueda hacer nada por controlarlas mientras mi cuerpo me invita a moverme con suavidad, meciéndome en tus brazos, mientras te escucho, hipnotizada y feliz...-
-Veo las lágrimas en tu rostro. Me arrepiento de haber empezado a cantar esa canción que tan mágica me parece, que tanto le gustaba a mi abuela... Ella me decía que tenía talento para cantar, pero, ¿qué abuela no le dice eso a su nieto? Luego me doy cuenta de que tus lágrimas son de pura emoción, y que te mereces emocionarte, por eso, cuando te meces, apoyo mi mentón en tu hombro y sigo cantando:- If I was a sculptor, but then again, no,
Or a man who makes potions in a travelling show
I know it's not much but it's the best I can do
My gift is my song and this one's for you -cojo tu mano y retrocedo un paso haciendo que gires sobre ti misma hacia mí, sonriendo mientras te llevo hacía mí, teniéndote de frente.- And you can tell everybody this is your song
It may be quite simple but now that it's done
I hope you don't mind I hope you don't mind that I put down in words
How wonderful life is while you're in the world -sonrío, mientras te miro, retrocediendo para tirar de ti por la terraza del Empire State.-
-Creo ver que te preocupan mis lágrimas. Pero siempre se trata de descubrir de qué se llora y no solo ver que se está llorando. Entonces pareces quedarte tranquilo y, cuando apoyas tu barbilla en mi hombro, hecho la cabeza hacia atrás hasta dar con mi cabeza en tu hombro y así poder rozar con suavidad mi mejilla con tu mejilla mientras escucho tu voz tan cerca de mi oído, con los ojos cerrados por segundos.- No necesitas ser escultor, ni hacer pociones... Tu regalo es tu canción, que pones en palabras y en tu voz para mí, sobre Nueva York. Abro los ojos para verte cantar esa hermosa "How wonderful life is while you're in the world" que a mí me parece hecha para ti. Me sonríes y yo te sonrío también y, cuando tiras de mí para llevarme contigo, me dejo llevar, escuchando los acelerados latidos de mi corazón, que parece la música que le falta a tu canción, mi canción.-
-Camino hacia atrás mientras tengo a mi alrededor mi ciudad, y en mi mano, el mundo. Te miro a los ojos y sonrio, emocionado:- I sat on the roof and I kicked off the moss Well,
a few of the verses Well, they've got me quite cross
But the sun's been quite
kind While I wrote this song
It's for people like you that I keep it turned on -sonrío y me detengo en una de las esquinas, en otra de las partes de la terraza, desde donde puedo ver Bryant Park, diminuto entre los rascacielos de Midtown, y más allá de la 5ta Avenida, la Aguja de la Catedral de Saint Patrick, y más allá, Central Park. Yo te guío hacia allí, y suelto tu mano para rodearte por detrás mientras sigo cantando, pero sin dejar de mirarte.- So excuse me forgetting
but these things I do You see I've forgotten if they're green or they're blue Anyway the thing is what I really mean
Yours are the sweetest eyes I've ever seen...
-Caminas hacia detrás y yo hacia delante, en silencio porque quiero escucharte por encima de Nueva York, que no sé si era tan silenciosa antes desde aquí arriba pero que ahora me parece que se ha quedado dormida escuchándote cantar, como si fuera una nana para dormir a la ciudad mientras nosotros seguimos despiertos... O solo tú. Miro a un lado, moviéndome sobre la ciudad, mientras tú me cantas como si fueras el escritor real de esta canción que ya es mía. Me acerco a esa esquina cuando me sueltas. Tú te detienes y yo contemplo desde ahí arriba todos esos lugares que tienen nombre para ti, pero no para mí, pues no sé bien qué lugares son todos los que ven mis ojos, pero sí creo ver Central Park, una catedral y el cielo recortando su aguja, que parece atravesar el cielo mientras tú me rodeas de nuevo, haciéndome sentir a salvo, aunque no puedo evitar volverme a mirarte cuando cantas que te has olvidado si mis ojos son verdes o azules, con el ceño fruncido, aunque sonriendo, con las lágrimas cayéndome por la cara porque has convertido mi sueño en Mouling Rouge... Has convertido este momento en un musical... Y ya no existe La La Land porque, mi ciudad de las estrellas, es Nueva York.-
-Miro hacia Nueva York. Mi Nueva York más que nunca, contigo, y te miro sonriendo, abriendo suavemente los brazos hacia esa ciudad que es el resto del mundo.- You can tell everybody this is your song
It may be quite simple but now that it's done
I hope you don't mind I hope you don't mind that I put down in words
How wonderful life is while you're in the world... -canto, y entonces te miro. rodeándote hasta ponerme frente a ti. Sonrío, colocando mi mano derecha entre tu mejilla y tu cuello, mirándote a los ojos, esos que sí sé que son verdes. Se lo puedes contar a todo el mundo, esta es tu canción, y espero que no te importe que lo ponga en palabras, por eso, termino la canción mientras que sonrío, acercando mi rostro al tuyo, dejándolo a centímetros escasos de este.- I hope you don't mind... I hope you don't mind that I put down in words...
How wonderful life is while you're in the world... -susurro, acabando la canción antes de cerrar los ojos para aproximar lentamente mis labios a los tuyos, y sintiendo que los rozo mientras un escalofrío recorre mi espalda en el anochecer de Nueva York.-
-Miras a Nueva York como si fuera lo que más amas en el mundo, con devoción, admiración, emoción... Y me la acabas de regalar. No sé si me caben en los brazos tantas cosas... No sé si podré llevarme esta gran ciudad conmigo, con su Empire State, su Central Park, su Estatua de la Libertad, tu canción y, sobre todo, contigo. Pero tú sí me cabes entre los brazos... A ti sí puedo abrazarte. Ahora tú pareces la libertad en persona, con los brazos abiertos, cantando como si no le pertenecieras al mundo, como si fueras un ángel caído a la tierra, un milagro que nació para salvarme. Me encanta tu voz, lo bien que cantas, la manera que tienes de pronunciar las palabras y sentirlas. "Qué maravillosa es la vida mientras tú estás en el mundo." Sí... maravillosa, pero porque estás tú en el mío. Y entonces, mientras yo no dejo de seguirte con la mirada, caminas rodeándome hasta detenerte frente a mí. Te miro a los ojos, viendo cómo sonríes y siento un escalofrío por la espalda cuando posas mi mano entre mi mejilla y mi cuello, pudiéndola sentir bajo mi mandíbula. El calor de tu piel contra mi piel y los últimos versos de "Your Song", que ahora es mía, escapándose entre tus labios. "Se lo puedo contar a todo el mundo, esta es mi canción". Y tengo a centímetros de mis labios los tuyos pero cierras los ojos acercándote a mí y yo solo los cierro cuando puedo sentir que tus labios rozan los míos y yo los abro, cogiendo tu mano con la mía.-
-Emily y Richard
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Conversándome
Corro con la mala (o buena) suerte de ser una persona demasiado detallista, perfeccionista y obsesiva.
Digo que la suerte es mala, porque aunque muchas veces eso me ayude a ser mejor, otras tantas (la mayoría), me lastima y me hace doler.
Y no es algo de ahora. He sido así toda mi vida. Me gusta tener las cosas bajo mi control, me molesta lo que no cabe dentro de lo que está bien para mi y siempre estoy atenta a las personas que me rodean: lo que dicen, piensan, hacen o son.
He querido en cantidades enormes al resto de la gente y me he olvidado (desde muy temprana edad) de quererme a mi un poco (por lo menos).
No voy a hablar de enfermedades psicológicas (o como sea que se les llame) porque no sé nada del tema y nunca fui a terapia. Pero si voy a hablar de lo que yo he vivido y el trabajo enorme que lleva manejar una cabeza como la mía.
La auto-exigencia ayuda pero también destruye. Y las críticas sólo envenenan; y aún más si se reciben en la niñez y desde familiares.
Honestamente no recuerdo momento alguno en mi vida en el cual yo no me haya desagradado o no haya tenido problemas con la comida. He sido consciente desde siempre sobre lo que como, lo que no, si tengo hambre, o si no, si como demasiado rápido o demoro mucho y me pongo ansiosa.
Todavía no sé lo que es aceptarse. Creo que es de los procesos más difíciles por los que tenemos que pasar quienes buscamos vivir la vida de una manera más agradable y en paz con el corazón.
Desde niña me he comparado y me han comparado: con amigas, con primas, con compañeras de escuela. Que si eran más altas, que si eran flacas, que si mis piernas eran más gruesas, que si tenía panza, que si mi pelo era gigante, que si pesaba más que mis amigas, que si en verano quedaba negra porque amaba ir a la playa (y dejaba de ser blanca).
Las críticas me quitaron el amor por la playa, el verano y el sol. Me quitaron la paz de disfrutar de un plato de comida. Me quitaron el amor que pude tenerle a la melena que hoy defiendo a muerte.
No, ser persona en este mundo no es fácil. Y ser mujer, lo es menos.
Nunca fui muy extrovertida pero me fui apagando con el paso de los años, siempre un poco más. Empecé a callarme y ser cada vez más tímida. Y eso fue comiendo poco a poco cada ámbito en el que me movía.
Era buena en natación (por no decir de las mejores) y dejé porque usar malla adelante de otros me daba vergüenza. Tendría no sé...8 o 9 años como mucho. No es cruel eso? Era una niña.
Me fue bien en Karate pero me daba vergüenza pelear y enfrentarme a los compañeros; vaya a uno a saber por qué motivo.
Jamás tomé una clase de danza y ese es el dolor más grande con el que tengo que lidiar.
Amo el candombe pero jamás me pondría un traje (hermoso) de los que usan para desfilar. Porque he escuchado lo que la gente dice de las bailarinas (que tanto admiro y que son lo único que me gusta del carnaval).
Mientras escribo, lloro. Porque todavía duele. Y al aceptar que aún duele, lloro más. Porque soy dramática antes que persona.
Retomando...me comparé con mis compañeras de clase, porque llevaban ropas más lindas que las mías a la escuela y mis padres no tenían para comprarme la ropa que yo quería. Me comparé con mis amigas de siempre porque sus padres todavía estaban juntos y los míos no. Me comparé con todos los pares con los que pude compartir algo. Porque así fue aprendida mi cabeza, no sé. Algún psicólogo sabrá el por qué.
Pero con esas torturas fui creciendo y me fui moviendo en el mundo.
Me daba vergüenza hablar con los varones, ir a las clases de gimnasia, pasar al frente del salón, levantar la mano y participar en clase.
Empecé a tener problemas para hablar y decir lo que siento. Me cuesta horrores hablar desde el corazón sin llorar. Me cuesta decirle a mis padres que los amo, y a mis amigas más cercanas también. Me cuesta decirle a la gente lo que siento cuando el sentimiento es tan grande, porque vivo con miedo, creo yo.
Ya no hablo de querer encajar, o de “ser yo misma” en el mundo de los iguales. Sino simplemente de la lucha constante por conseguir la paz entre mi yo y yo.
Me fue difícil entrar en el mundo sexual. Viví en la inocencia por mucho más tiempo que el promedio de mi generación, por el simple de hecho de no sentirme segura, de no sentirme linda o atractiva.
Empecé a hacer ejercicio sólo para adelgazar como una loca. Lo hacía por un tiempo, de manera obsesiva. Y así iba dejando de comer también. Pasé días enteros sin comer más que una manzana al día y beber litros y litros de agua.
Hacía ejercicio para ser flaca. Para ser como las demás.
Porque mi cuerpo había cambiado en el momento en que me desarrollé y yo no me hallaba en él. Estaba crecido por todos lados, y habían aparecido las estrías y celulitis. Y eso no estaba bien. Era horrible tener 14/15 años y tener (lo que para mi en ese momento eran) problemas de una mujer de 50 años.
Era cruel, con las demás y conmigo.
Seguro todas lo hemos vivido. Cada una a su manera. Por ser de piel más oscura, por no poder engordar, por no tener un “buen” culo, por ser una “tabla”, por tener el pelo demasiado lacio, por tenerlo gigante (como el mío), porque no sos rubia, o por no tener labios carnosos, por tener granos, o el vello corporal muy oscuro y la piel clara, por tener los ojos “saltones”, o la nariz muy grande (o diminuta y de chancho como la mía).
Puedo seguir, porque yo lidiaba (y lidio) con un millón de cosas que me han sido mostradas para que no pueda quererme.
Y es difícil señores. Sé que muchas de las situaciones mencionadas son parte de la edad, de la adolescencia. Pero no deberían serlo. Creo que el ser adolescente y el estar descubriéndose y descubriendo lo ruda que es la vida ya es lo suficientemente cruel como para que nuestras estupideces sumen más problemas a las cabezas de esos seres.
Porque no es fácil salir de eso. No es fácil entender que el cuerpo te fue dado para sentir todo tipo de sensaciones y emociones que la vida terrenal tiene para ofrecer. No es fácil ver que ese cuerpo es lo que sos, y que hay que quererlo y cuidarlo tanto (o más) como queremos y admiramos al otro. Al de al lado.
No es fácil mirarse al espejo sin ver defectos. Porque no los hay, esa es la verdad. No existen los defectos físicos. Porque no existen dos cuerpos en el mundo que sean iguales y tampoco existe un cuerpo en el mundo que sea el que se supone debemos tener. Qué es eso?
Es un segundo de lucidez lo que se requiere para mirar alrededor y darse cuenta de lo diferentes que somos uno del otro.
Y llego al día de hoy...a las cualidades que he adquirido por equivocarme y aprender. Y al montón de cosas horribles que he numerado en una lista y que tengo que aprender a cambiar y manejar. Soy maleducada, superficial, prejuiciosa, caprichosa, materialista, posesiva, plástica, antipática, egoísta, maniática, histérica, insoportable, y obsesiva. Por hacerles una pequeña lista de las actitudes que tengo a veces y que no me hacen sentir orgullosa en lo más mínimo (sin hablar de las que todavía no puedo ver).
Todavía me cuesta sentarme frente a la comida sin pensar que me va a engordar o que si son papas fritas me comería tres platos. Porque no hay punto medio cuando de comida se trata. Y si, ya sé que tengo que ir a terapia.
Me cuesta no volverme adicta al gimnasio ahora que empecé. Porque el objetivo no tiene que ser el verme bien y ser flaca. El objetivo tiene que ser el de cuidar del cuerpo que me permite moverme, respirar y querer con la intensidad que lo hago.
Me cuesta no hacer caso a las miradas y a los comentarios. Y me enferma cuando alguien no me dice que me veo bien, o más linda que antes.
Ni hablar si en algún momento llego a recibir un comentario negativo.
Vengo sanando la parte del habla. Porque me había convertido en una bolsa de llanto y seguramente iba a terminar muda en poco tiempo. Trato de decir lo que siento, lo que quiero, lo que me gusta, lo que no tolero, lo que me da bronca y lo que me parece injusto.
Pero las inseguridades siguen ahí. No olvidemos que me prohibí, por mucho tiempo,disfrutar mi sexualidad por no gustarme, por odiar como me veía. Y me escondía bajo el discurso de que acostarse con cualquiera era asqueroso por las pestes que andaban en la vuelta y porque Maldonado es chiquito y todos se conocen, y yo no quería pasar a ser “de esas”. Como me dijeron una vez por subir una foto en ropa interior.
Hablemos de esos demonios, Cecilia. Qué clase de persona estabas construyendo? No sé que era peor, si verme horrible frente al espejo; o esconderme atrás de ese discurso machista y asqueroso.
Jesus! (Favor de leerlo en inglés porque en español sounds feo).
Ustedes también se asombran de lo rota que pueden tener la psiquis? Se dan cuenta de lo retorcidos que pueden ser sus pensamientos?
No creo ser la única demente. Ni creo ser la única que ha hablado (o escrito) de esto consigo misma.
No escribo bien, hago lo mejor que puedo. Porque trato de ordenar las ideas en mi cabeza y por más que sea una maestra del orden, a veces las palabras no se encuentran y las ideas se mezclan. Pero el cometido se cumple: plasmar los pensamientos en algún lado, para que no pesen tanto en la cabeza (que ya de por sí y sumando a los (no) defectos, la mía es enorme), y alivianar un poco lo áspero de tener que seguir vivo.
PD: en cinco días cumplo 22 .
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Dean: -Me dices que gusta el color morado y miro tus dedos cuando me hablas de tus uñas-. A mi hermana también. -Respondo y cuando coges tu smartphone, y lo guardas, cojo mi botella y mi vaso cuando me lo das-. Gracias. -Digo y empiezo a caminar por El Rincón, parándome al llegar a una mesa vacía donde me paro. Dejo el vaso y la botella, y después me descuelgo tu mochila, para con cuidado dejarla en una de las sillas vacías. Te miro sonriendo y tomo asiento, empezando después a echar la coca-cola en el vaso-. A mí me encanta el color azul.
Atty: -Sonrío por la casualidad de que a tu hermana le guste también el color morado.- A ver si le veo un día por aquí, ¿no? -Digo preguntándome si ya me la habré cruzado y no me he dado cuenta. Cojo mi botella y mi vaso, siguiéndote a la mesa mientras me pregunto algo.- ¿Dónde vives? -Pregunto dejando mi botella y mi vaso en la mesa. Me descuelgo la guitarra, que dejo en el suelo y la otra mochila que dejo en la silla al lado, porque elijo sentarme frente a ti, para no dejar de ver esos hermosos ojos que tienes.- El azul. -Asiento.- Es bonito. Adoro el rojo y el negro. -Te digo sonriendo.- Y también el nude. Parece que vas desnudo. -Bromeo levantando las cejas mientras me echo la Coca-Cola en el vaso.-
Dean: -Estoy sonriendo pero siento un golpe en mi sonrisa, un golpe mortal que la asesina, cuando escucho tus palabras, las cuales me erizan el vello de la piel. Trago saliva con tanta fuerza que me hago daño en la garganta, y niego con la cabeza-. No vas a verla. -Digo tratando de sonreír pero creo que no puedo, por lo que cojo mi vaso para beber un trago de coca-cola cherry . Lo dejo después en la mesa, y asiento con la cabeza-. Lo es… -Digo y sonrío de nuevo al escucharte-. Son todos muy bonitos. -Digo sobre los colores que me cuentas, recordando las veces que he visto a mi madre vestir de negro. Río por lo que dices y asiento con la cabeza sintiendo arder mis mejillas-. Eso es verdad. -Digo y me muerdo el labio inferior ligeramente soltándolo después-. Vivo en la posada. -Te respondo dándome cuenta de que me había olvidado de responderte-. Pero solo estoy de paso así que vivo en Ivybridge, aunque nací en Wells. -Te digo porque no quiero que pienses mal de mí cuando veas ese “Un chico de Wells más” de mi biografía de Instagram. Te dije que era de Ibybridge, pero podía ser por vivir allí.
Atty: -Tu sonrisa se apaga. Creo que es por mi culpa y, cuando me dices que no voy a ver a tu hermana así de esa manera, siento que se me para el corazón por un segundo y me quedo mirándote mientras escucho el sonido de la Coca-Cola cayendo contra los hielos y removiendo estos. Me pregunto por qué pero, la forma que has tenido de decirlo, me deja sin habla. Sonrío, sobre todo porque tú vuelves a hacerlo.
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El hombre del Barrio del Alto.
Bajo la bruma que vestía a las calles de una atmósfera grisácea, la silueta de aquel hombre daba la apariencia de ser un espectro. Durante el trayecto del aparcamiento a su trabajo, se sumió en algunos de esos fragmentos de su vida, encapsulados en su cerebro para nunca ser olvidados, y trató de descifrar por qué, estos, lo condenaban a vivir de ellos. Su realidad retornó cuando se topó con el imponente y antiguo portón de madera: el único atractivo que tenía el edificio corroído en el que trabajaba. Los primeros rayos del sol caían como hilos dorados cuando se adentró en la penumbra de aquel lugar que olía a moho, polvo, pergamino y café. Inmerso en las sombras de aquella construcción del siglo XVII, que le daba para vivir cómodamente y sostener a su familia, los días se le escabullían como a la vida la justicia. Se suponía que debía de sentirse orgulloso porque tenía a su cargo la jefatura de recursos humanos de La Secretaría de Hacienda y Crédito Público del Estado. Se suponía que podía mirar por encima del hombro a todos sus compañeros de generación y presumirles ese logro prematuro, que solo ocupaban los veteranos del gobierno. Sin embargo, la vanidad, en esas circunstancias, era un lujo extinto para él.
Su despacho estaba situado en el segundo piso. Subió con pesadez las escaleras que lo conducían al mismo corredor de siempre, iluminado por una tenue luz amarillenta. Caminó sobre el largo pasillo flanqueado de vigas y puertas de madera apolilladas, separadas por paredes enfermas de salitre. Como era de esperarse, todavía no había rastros de vida humana. Nadie, excepto él, tenía la costumbre de llegar temprano. Se puso frente a la puerta número trece, introdujo la llave en la cerradura y forcejó unos segundos hasta que hizo girar el cerrojo. Cuando abrió, una bocanada de aire frío le dio la bienvenida. Se apresuró a cerrar la ventanilla con vista hacia la calle, que había olvidado cerrar la tarde anterior. Llevó sus manos a la boca vaciando su aliento en ellas para entrar en calor, y se dirigió al baño para enfrentar el rostro que el espejo le devolvería. Lo que vio no le gustó; así que, comenzó con la faena de todas las mañanas. Se acomodó con los dedos el peinado que se hacía con suficiente goma para que ni los vientos de Oklahoma pudieran estropearlo. Su cabello quebrado, castaño ahumado, un color bastante falso pero que le cubría perfectamente bien el plateado de los años adultos; siempre acomodado a la derecha, porque a la derecha le crecía. Después siguió con la cara. Hizo varios guiños para afinar sus facciones: levantó sus cejas pobladas, se acercó al espejo para contemplar el color almendrado de su iris, y después arrugó la nariz y verificó que ningún vello se asomara de sus fosas nasales. Se acomodó el cuello de la camisa, volvió a mirarse la cara; se regaló varias sonrisas y deslizó la lengua por sus labios, para darles un toque de vida. Se irguió levantando el pecho, ocultando el peso de la vida clavándose en sus hombros. Por último, se planchó la ropa con ambas manos, se giró, esbozando su mejor sonrisa, previamente ensayada, y con su inconfundible y lento andar caminó de vuelta a su despacho.
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Querida Gatita 14/02/2016
Era un jueves por la mañana un 23 de febrero, el día era soleado, hasta donde recuerdo pero sé que ese mes fue un mes de lluvias en gran parte del país, aunque no fue así en la ciudad según recuerdo.
La verdad no recuerdo que traías puesto ese día pero creo que era una blusa azul, definitivamente tus jeans y zapatos bajos, porque eso marcaba el calendario de uniformes de la Oficina, en si no recuerdo ni que traía yo puesto, supongo algo azul también, solo puedo recordar lo que sentí en el momento en que te vi, fue una sensación que no había experimentado antes.
Tu entraste y saludaste, fuiste un momento a tu escritorio y atreves del cristal vi tu silueta, sentí el dulce olor de tu perfume entonces te dijeron que iban a presentarnos, escuche tus pasos acercarse hasta que quedamos de frente, me miraste un segundo con esos ojos verdes claros y cristalinos, todo se quedó en total silencio en mi mente, sentía la sangre correr por todo mi cuerpo, mi corazón se aceleraba y detenía, un sentimiento extraño, era esa sensación de que ella era la razón,” nos presentaron y no entendió tu nombre ni ninguna palabra solo vi que me tendías la mano y como reflejo en espejo imite el movimiento, mi cara de sorpresa te inquieto me miraste con algo de sorpresa y desagrado, fue un saludo frío y seco. Me quedó sin palabras y sin poder hacer más que mirarte hasta que desapareciste detrás del escritorio de enfrente. En conclusión estaba impresionad aporque sentía que era la primera vez que miraba algo.
Recuerdo que ese día y los tres días siguientes prestaba más atención a ti que a todo lo demás, el día no empezaba hasta que te veía llegar, y es que solo un cristal nos separaba y por esa pequeña ranura a veces podía verte y si tenía suerte tu mirada y la mía se encontraban, pero los momentos en que el sonido de la impresora eran la música del cielo, dejaba todo lo de la capacitación por girarme tomar tus hojas y estirarme para entregártelas, ese pequeño gesto y tu frio Gracias , era lo único que podía hacer para lograr hacerte sonreír.
Realmente en ese momento no sabía lo que sentía por ti, es decir no tenía idea de por qué tenía esas reacciones y pase todo el tiempo del 2012 tratando de acercarme a ti, de conocerte y que me conocieras, averiguar que había en ti que me había impresionado tanto, porque cuando estabas cerca me sentía atraída como un imán a un metal.
Te parecerá gracioso las ocasiones que no podía hablar o mi cerebro se quedaba en blanco cuando te acercabas, incluso cuando empezamos a llevarnos más y ponías tus manos frías sobre mi brazo, jalabas mis vellos, me arañabas suavemente o jalabas mi ropa cuando pasabas a mi lado, yo terminaba toda cohibida sin entender porque.
Teníamos tanta química que pronto se creó una gran conexión y complicidad, comenzamos a contarnos todo, conozco todas las historia importantes de tu vida, desde el día que naciste, tu pasión por el ballet, las competencias de bádminton, la historia de tu familia, conozco tus cicatrices, algunos de tus lunares, se tu color favorito, que no te gusta tu segundo nombre y nunca lo escribes aunque te lo pidan en un trámite, que tu padre es tu héroe, eres muy friolenta, amas la nutella, no te gusta desayunar porque en la mañana no te da hambre pero en la cena comes un mucho, no te gusta la canela, amas una taza de café al despertar, eres una niña pequeña traviesa, conozco tus más grandes sueños, tus miedos ; tú me conoces igual de bien, sabes cómo hacerme reír aun cuando no quiero, hacerme enojar en un segundo, sabes calmarme, consolarme y casi podría jurar que lees mi mente con tan solo mirarme a los ojos, tienes una manera muy distintiva de decir mi nombre, aunque me llamas por mil apodos, conoces todos mis miedos y secretos.
No puedo negar que comencé a sentir algo por ti más allá de esa atracción física, cuando te veía sentada dibujando, ese semblante de concentración, tu perseverancia, y descubrí tu generosidad para con la gente necesitada, tu amabilidad con los perritos callejeros, incluso rescatando gatitos, tu bobo y a un poco cruel sentido del humor, tu ridícula forma de cantar, poco a poco fui descubriendo tu ternura, tu inteligencia tu gran capacidad de amar incluso cuando solo se trataba de un conejito de peluche al que le hacías cariñitos y dabas besitos, tu paciencia con migo, con la gente y contigo misma, tu determinación para lograr todo lo que te proponías, tu terquedad, ese lado juguetón y necio, tu arrogancia, y ese orgullo, pero lo que me robo el corazón fue cuando sin pedírtelo empezaste a querer pasar tiempo conmigo, que te esperara, te quedabas a esperarme y me llevabas a casa, tenías detalles conmigo en la misma medida que los que tenía contigo, como darnos dulces o escribirnos notitas, cuando te sentías mal en cualquier sentido venias a sentarte junto a mí, te quedabas a mi lado en silencio, cuando yo me sentía fatal me abrazabas por la espalda con todas tus fuerzas, adoraba que me hablaras y mensajearas durante todo el día todos los días en ocasiones hasta me mandabas fotos de lo que hacías, de tus dibujos y planos de tarea, tus maquetas o cuando te cortabas un dedo al cocinar algo, yo era la primer persona a la que llamabas cuando pasaba algo; rompiste un paradigma enorme, odias compartir plato, vaso y cubiertos, pero conmigo lo empezaste hacer, comíamos crepas y pasta juntas siempre que te quedabas conmigo. Cuando tenías que irte, no sé bien porque, me dabas dinero para comprar algo para comer incluso me acompañabas medio camino del restaurante, o me traías kibis. Compartíamos cereal y lo guardábamos en tu cajón, y hasta en mi ipod te fuiste a colar, bajando música, aplicaciones… bueno teníamos una aplicación solo para mensajearnos y hablar exclusivamente.
Una vez fuiste a rescatarme de una cata de vinos donde las 6 copas se me subieron a pesar de haber cenado, no me regañaste pero si te reíste y me preguntaste si tan siquiera aprendí algo de vinos. Y sin importar cuan ocupada estuvieras ni la hora siempre te hacías unos minutos para mí, para escucharme, sentarte conmigo en silencio, aconsejarme, mimarme un poco y animarme. Es verdad que nunca me decías palabras tiernas o cariñosas, más bien todo lo contrario, pero tus acciones eran más importantes para mí, sabía que podía contar contigo y eso me hacía sentir que ya no estaba tan sola.
Teníamos nuestros chistes privados, nuestras palabras, señales, pero también teníamos peleas por tus chistes crueles, tus desplantes conmigo cuando estábamos con otras personas o en lugares públicos, por el choque de nuestra terquedad, a veces pasábamos días enteros sin hablarnos, intentabas acercarte pero entre mi orgullo y la herida abierta te lo hacía difícil, y sin embargo al final eso también nos unió más, aprendimos a hablar y dialogar. Salimos pocas ocasiones pero jamás a solas, por alguna razón nunca querías estar a solas conmigo fuera de nuestra oficina, y así conviví con tu familia entera, con tus amigas porque siempre que te invitaba tenías que llevar alguno, incluso con tu novio, no sé si tenías miedo a que me propasara contigo, si supieras que yo te tenía más miedo que tú a mí.
Me termine de enamorar cuando en mi cumpleaños sin razón tuviste un gran detalle organizando a todos en la oficina y entraste con una rebanada de tiramisú a modo de sorpresa, aunque te comiste la mitad, era la primera vez en años que alguien me festejaba, ya había olvidado lo que se sentía, y ese día toda la tarde mientras estabas en casa de tu abuela, platicábamos por mensajes, aun después de que por la travesura de tu prima terminaste con un dedo del pie fisurado.
Y el coqueteo se volvió más intenso y no niego que tú sabías desde el inicio lo que sentía por ti, aunque nunca te lo dije o insinué directamente, no podría ni sabía cómo, y por ello te burlabas y me rechazabas a modo de broma cada vez que podías, pero también eras tú quien lo iniciamos y propiciabas; un día admito, se me pasó la mano, una broma que de un abrazo termino en otra cosa, pero no me detuviste, mis manos recorrieron gran parte de la geografía de tu cuerpo, y al poco tiempo empezaste con la bromita de darnos un beso solo para saber qué se siente, te me acercabas tanto cada que lo decías para disfrutar verme nerviosa, hacerme huir y tropezarme con todo; aceptó que debí haberlo hecho, pero me moría de miedo, era la primera vez que sentía tantas cosas por alguien, no lo entendía, además tu tenías novio, aunque viviera en otra ciudad, y yo sabía que para ti esto era solo un juego, uno que yo no sabía jugar y perdí al enamorarme profundamente de ti.
El día en que intente decírtelo, de la manera más torpe que pude haberlo hecho, con las ideas totalmente desordenadas con más gruñidos que palabras, te di una flor, no dijiste nada solo te sonrojaste, me miraste en silencio unos segundos y saliste corriendo, tanto que al poco tiempo de verdad te fuiste de la oficina, casi sin despedirte de mí.
Sé que siempre tendré debilidad por tus ojos verdes, pero también sé que aunque me diste mucho, llenabas mis carencias de afecto y atención, no fue justo debido a que yo te quería sinceramente y tú solo jugabas, te divertías y sacabas ventaja de mí para satisfacer tu curiosidad por estar con una mujer y yo te lo permití esperando que me quisieras, aun sabiendo que era un juego y nada más, me cegué por mis sentimientos; hoy entendí que si me tenías un poco de afecto y que muchas de tus malas actitudes y palabras crueles no eran realmente por mí, tenían más que ver contigo, que también te fastidie mucho, pero trate de darte lo mejor de mí a mi manera.
Te fuiste el 23 de febrero del año siguiente a las 3:00pm aproximadamente, ibas a irte sin despedirte, esa mañana me evitaste casi todo el tiempo y desde el baño cuando te escondiste allí para llorar, me enviaste un mensaje diciendo “Ya estarás feliz, estoy llorando, si tengo sentimientos”, ese mensaje me devastó, porque la única vez que te vi llorar fue por un regaño muy fuerte que nuestra jefa te dio, me sentía muy triste por tu partida pero al saber que estabas llorando ese sentimiento se incrementó, cuando saliste entraste a junta para entregar tus proyectos y firmar los últimos papeles, yo estaba en mi hora de comida pero no quería irme sin antes despedirme, y terminé saliendo a hurtadillas hasta el estacionamiento, no vi tu coche y di la vuelta a la manzana y allí estaba debajo del árbol donde muchas veces lo dejabas, me senté junto al árbol a esperarte, no sé cuánto tiempo paso antes de que aparecieras en la esquina y sorprendida me dijeras ¿qué hacia allí?, empecé a llorar me diste un abrazo, cosa que no te gustaba hacer, me soltaste un segundo y me dijiste “no llores nos seguiremos viendo” me diste un segundo abrazo y al soltarme te despediste, por primera vez aun pude sentir tu corazón en esos dos abrazos de despedida y en tu mano quitando una lágrima de mi mejilla, subiste al coche y te fuiste.
He pasado los siguientes días, meses y años esperando por volver a verte, pero solo hemos tenido conversaciones por mensajes esporádicas, te volviste un sueño, el deseo de un minuto más contigo, eras el ideal de chica que yo quería, el modelo de comparación con cualquier persona que pudiera interesarme y la razón por la cual no funcionaba ninguna relación porque seguía esperando por ti.
En 2015 cuando por un pretexto para preguntarte sobre unas cortinas debido que tu especialidad es el diseño interior y recordándote que yo aún tenía tu iPod quedamos de acuerdo para por fin vernos para que pudiera devolvértelo, me dijiste de vernos a las 2:30pm en un parque cerca de mi casa, me apresuré a salir de mi oficina y caminar hasta allí, te envié un mensaje para avisarte que te estaba esperando y me respondiste que se te había olvidado pero que irías enseguida, me senté en una banca algo nerviosa, habían pasado dos años sin verte.
Dijiste que volveríamos a vernos, pero por largo tiempo me ignoraste, aun después de terminar con tu novio, solo por tu ipod que se me quedo llamaste, tan pronto lo recuperaste me volviste a ignorar, y hoy justo que pensaba en ti, apareciste en el periódico con tu nuevo novio, sin esperarlo al entrar al súper de la nada estabas caminando frente a mí sonriente, al final no podía moverme me quede allí caminando de frente a ti viéndote sonreírme, sin decirme nada, fingí no verte hasta que te detuviste a mi lado, fingiendo ver unas cajas de galletas o algo así en medio del pasillo que estaban promocionando, nos quedamos unos segundos de pie una junto a la otra sin mirarnos, sin decirnos nada, y lo supe que si no corría volvería a caer en el juego, créeme que enserio te quise como no había querido a nadie, que seguramente te seguiré queriendo siempre, pero que si no me elegiste antes, ahora menos, y no quiero este juego, no contigo, porque contigo quise todo, intente ser lo que querías que fuera y me perdí a mi misma en el proceso.
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ᴀᴅɪᴇᴜ ᴍᴏɴ ʜᴏᴍᴍᴇ
𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏 (𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝟐)
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Apenas subió al edificio de departamentos, Adrien sacó el manojo de llaves y lo sostuvo entre sus dientes. El sabor metálico duró unos pocos segundos hasta que reposó ante la puerta consciente de que el siguiente movimiento que daba sería el decisivo.
Ya se lo venía pensando desde comienzos de año, de todos modos. Pero aquello no significaba que fuera fácil. De hecho, lo convertía en una fantasía. Después de tres años dentro de un carrusel de emociones y mentiras, la vida no se volvía más sencilla.
Y ya no tenía sentido ocultarlo por más tiempo, ¿cierto? Lo suyo nunca fue lo que él soñó. Fue alternativo. Pasional. Divertido. Cruel. Honesto.
No valía la pena darle más vueltas. Adrien tomó la decisión antes de ir a la casa de Eleanor esa misma noche. Se refugió en la seguridad, en el cariño estable que ella le brindaba. Ella no presentaba ningún problema al decírselo. Al gritarlo. Cuando lo abrazaba a la espera de que fuera Adrien el primero en corresponderle.
Bésala. Bésale el alma si así lo quieres. Pero cuando lo hagas, no pienses en mí.
Esa maldita voz.
Esa maldita seguridad.
A la mierda.
Adrien se introdujo en el departamento. Todo estaba como hace una semana atrás. La amplia sala de estar, el bar en la cocina que acaparaba un mayor espacio, la alfombra chocolate en la que...
No importaba.
Sin siquiera prestar atención a sus pensamientos, se dirigió a la recámara del centro. Sacó una maleta mediana en donde colocó las pertenecientes que le faltaban recoger. Eran prendas menores. Las apiló rápidamente. Hubiera deseado pensar que era más por la furia que por el miedo a arrepentirse a mitad de camino.
Él sentía la aceleración. Una adrenalina constante que lo alentaba a explotar a medida que cerraba la maleta y salía disparado hacia el vestíbulo. Era la hora final.
Decir que no se quedó estático frente a la puerta nuevamente, sería la mayor mentira de todas. ¿Qué esperaba? ¿Que él llegara de pronto para detenerlo?
Mañana no lo vería. Esta vez era de verdad. Adrien ya no era el niño que lo seguía en todo. No iría detrás de él.
No.
No eres nada para mí. Jamás te prometí nada.
¿No?
El cerrojo de la puerta giró.
La mano tambaleante de Adrien luchó...
Tu utópico amor no te llevará a ningún lado, corazón.
...por apretar su agarre en el asa de la maleta.
Entonces, él entró.
Y no mirarlo sería como intentar vivir sin respirar.
—Paganini, qué sorpresa verte por aquí. — dijo Jean al percatarse de su presencia en el centro del umbral. El hombre dejó caer el portafolio encima del piso de madera. Sus manos desataron el mundo de su corbata después de quitarse el saco gris de encima—¿No pudiste esperar a verme en tus sueños?
Adrien pasó por alto la risa socarrona de su amante.
Podía preguntarle por qué no se había quedado a pasar la noche en casa de su ex esposa, aunque la respuesta era obvia: Jean jamás se quedaría bajo el mismo techo de Eleanor a menos que fuera estrictamente necesario.
Sin embargo, también podía preguntarle sobre...
—Feliz cumpleaños atrasado, por cierto. Tu novia me dijo que tú hiciste el pastel. Te quedó muy bien.
Novia, pensó Adrien con malicia, pero aún así cayó.
Mientras tanto, Jean se ocupó de desnudarse del torso para arriba. Adrien sabía cuánto detestaba los estúpidos trajes cerrados hasta el cuello que no le dejaban respirar. Ahora era libre. Si es que eso era posible.
Él vislumbró el cuerpo dorado y fornido que lo había acogido durante su primera vez. Tan seguro. Latente. Sus brazos sosteniendo sus caderas. Simplemente todo.
Adrien dijo:
—Me voy.
Sin vacilación de por medio. Sin disculpas. Sin excusas. Sin arrepentimientos.
O eso hubiera querido.
—Pensé que ya lo habías hecho —Jean se dirigió al bar— Llévate todo lo que haga falta antes de que ponga el piso en venta.
—Ya lo recogí. La maleta está lista.
La espalda de Jean se apoyó en una columna de la cocina. Obsevó por el rabillo del ojo la maleta desordenada a la que Adrien se aferraba. Y este último fue lo suficientemete ingeniuo como para esperar si quiera una despedida decente.
—Suerte en tu boda —dijo Adrien en su lugar. El hombre moreno sonrió con descaro —. Será la cereza del pastel. Lo que tanto deseaste espera por ti a la vuelta de la esquina. Hasta me hubiera gustado verlo.
—¿Y por qué no lo haces? —Jean contraatacó.
El rubio solo se limitó a quedarse en su lugar. Pero si de él hubiera dependido, ya le habria tirado un buen golpe en la cara a Jean Fontaine.
—Eres tan cínico — escupió— ¿Sabes qué? Me encontré con Camille ayer. Estaba caminando por unas tiendas en la plaza y me acerqué a ella. Se veía hermosa.
—¿Tanto como tú?
Adrien ahogó una risa amarga y negó con la cabeza.
—¿Desde cuándo lo sabe? —exigió saber, porque si en todo caso estaba renunciando a su amante, por lo menos tenía que conocer cuál era la puta verdad.
Sin embargo, Jean no estaba dispuesto a colaborar.
Adrien sintió su cuerpo temblar cuando notó que el hombre se acercaba hacia él. Intentó alejarse cuando ambos brazos desnudos se posaron en sus hombros con tal de retenerlo. Los vellos de su nuca se erizaron en cuanto la boca de Jean trazó un camino desde su cuello hasta su oreja.
—Desde que te vio por primera vez —susurró con parsimonia—. En la fiesta de Mia después de que saliste del hospital. Tú me vomitaste encima y yo fingí molestarme hasta que la perra de Eleanor te recogió de tu miseria —Adrien lo recordaba porque esa fue la mejor noche que tuvo en mucho tiempo. Después de las pesadillas y de los rostros que tanto lo atormentaban, supo que siempre podía contar con Jean pese a todo. Lo que no supo es que él quisiera recordarlo. Nunca habian hablado del tema. Para Jean era como si no existiese y ahora de repente lo sacaba a colación.
—¿Ella nos vio? —preguntó el rubio con temor. Jean negó con la cabeza al mismo tiempo en que lo apegaba más hacia sí. Adrien se percató de que su torso estaba helado. Se sacó la bufanda delgada que colgaba de sus hombros. Sabía que no serviría de mucho, pero aun así...
Adrien envolvió la bufanda alrededor de la cintura de Jean cuando este confesó:
—Yo se lo dije.
La bufanda crema cayó al piso. Los labios de Adrien se hallaban entreabiertos a causa del asombro.
—¿Qué?
—¿Por qué todo el mundo reacciona siempre así? Es más fácil tragarte tus palabras y aceptarlo.
Pero Adrien no podía.
Jean Fontaine le estaba diciendo que su futura esposa conocía la relación que tenía con él. Y que esto fue por su propia voluntad. ¿Eso en que posición los dejaba?
—Tiene que haber un motivo. Dímelo.
El hombre prefirió recoger la bufanda para después colocarla nuevamente en el cuello de Adrien.
—Tenía que ser sincero desde el comienzo, ¿qué clase de matrimonio me esperaría entonces?
Y por supuesto que esa no era la verdad.
—Pero si Camille lo sabía, ¿cómo lo aceptó...
—Por Mía —lo interrumpió Jean—. Le dije que con la única persona con la que me comprometería sería con ella y todo se fue al carajo. Es difícil creerle a alguien que llora por otra persona.
Esa noche en la terraza de la casa de su amiga Bianca. Esa noche en la que Jean lo amó más que a cualquier otro ser en el universo. Esa noche en la que lo cubrió con su tacto y lo llenó.
Pero fue más que aquello, Adrien navegó en las lágrimas que su amante le dedicaba después de casi perderlo en esta vida.
—Vete ya —le ordenó Jean, después de acercase al él una vez más y solo sostenerlo enfrente suyo.
Adrien hasta se había olvidado de la maleta que aún agarraba con la mano buena que le quedaba. Habían recorrido tanto hasta este final. Él lo había arriesgado todo, pero ni siquiera podía culparlo porque también se sentía un cobarde. Si no fuera así no tendría que fingir más en su noviazgo con Eleanor. Aunque lo suyo fuera por cuestiones distintas.
El rubio no dijo adiós, simplemente se volteó sobre sus pies, recogió el estuche del violín y sus pasos resonaron en la estancia hasta llegar a la puerta. No tenía sentido decirle a Jean que mañana no lo vería. No lo vería nunca más.
—Gracias por cuidar de Mía —la voz de Jean se oyó a sus espaldas.
—Lo hice por ella.
—No me cabe la menor duda. —aclaró, y entonces con todo el coraje acumulado soltó: —Te odio.
Adrien no tuvo la necesidad de girarse para saber que un par de lágrimas surcaban las mejillas de Jean.
Así que se fue.
Jean no supo nada de su niño de cabellos dorados hasta después de dos años.
Aunque hubiera deseado no saberlo.
Hubiera deseado no saber de...
Todos nos convertiremos en polvo, corazón.
...su regreso.
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Capítulo 29 – Tercera Base
POV Jos.
No había sabido nada de Bryan ese día, ¿Con qué cara iba a llegar a casa de su madre y decirle que había huido su hijo?
-Jos, no te vayas.
-Se me hace tarde, tenemos tarea y los exámenes son dentro de 3 semanas.
-Te necesito, vamos hoy a mi casa.
-Mañana es Halloween y...
-Está bien, no te preocupes.
Veo a Alan marcharse al estacionamiento y abre la cajuela de la camioneta para meter su mochila. Tal vez una tarde/noche con él no sería malo, después de todo hace tiempo que no hemos estado juntos.
-¡Alan!
Grito. Sin duda, ahora está sonriente y no lo dudo, yo sé que también me extraña. Saco otra cadena de mi mochila y se la coloco a mi bicicleta, no me arriesgaría a perder otra cosa importante. Me levanto y doy media vuelta pero me encuentro con su cuerpo.
-Iré a hacerme unos tatuajes, ¿me acompañas?
-¿Me puedo hacer uno?
-Claro. ¿Me das tu mano?
No sabía que hacer, no había nadie que nos viera así que se la di. Juntos caminamos tomados de la mano hasta el estacionamiento, los callos de sus manos demostraban lo duro que el podía ser consigo mismo.
Recargo mi cabeza en su hombro y se detiene para darme un muy buen abrazo. Siento su entrepierna caliente y juraría que necesita de mi tanto como yo lo necesito.
POV Bryan
-¿Me aceptará?.
-Le caes bien, no creo que haya mucha diferencia.
-¿Pero si no está de acuerdo con todo lo que les compré?
-Lo tendrá que aceptar. Ya hay que bajar. Pero antes, prométeme que dejarás tu negocio.
-Es muy difícil, pero por ti haría hasta lo imposible.
Le doy un suave beso en la mejilla y ambos bajamos del carro con bolsas llenas de ropa de marca mientras dejamos en la acera cajas llenas de comestibles y abarrotes.
Veo a mi mamá salir de la casa y se acerca a nosotros.
-¿Qué es todo esto, Bryan?
-Es para ustedes, espero lo disfruten.
Dice Freddy, yo no digo nada pues prefiero que él diga todo. Mi hermano llega en ese momento del trabajo y nos ayuda a guardar las cosas. Entramos y nos sentamos a ver las cosas (bueno, ya sabía lo que había) junto con mi hermano y mi mamá.
Los ojos de ellas estaban brillosos pues nunca pensaron tener ropa y joyas de gran valor. Llevo las cajas a la mesa y les explico lo que había en ellas. Freddy se levanta y me asienta con la cabeza, ya estaba listo para decirle a mi madre sobre lo nuestro.
-Mamá, quiero decirte que... Freddy y yo somos novios.
Mi hermano se puso rojo de la emoción y tomó a mi mamá del brazo por cualquier cosa. Se levanta del sillón y se pone frente a nosotros para darnos un fuerte abrazo. Esa es la madre que todos deberían tener, que nos apoye en todo. Leeo los labios de mi hermano preguntándome que pasó con Jos y le digo entre lágrimas que me había engañado.
-Espero y les guste lo que les traje, es solo un pequeño detalle.
-Gracias, Freddy, ¿te gustaría cenar hoy con nosotros?
Le tomo la mano y le sonrío para que acepte la invitación de mi madre.
-Sería un placer.
POV Alan.
-No tardes.
Jos baja corriendo a su casa por ropa y a dejar su mochila. “Claro, tarea y estudiar”. Ya era hora de que le demostrara a Jos cuanto lo amaba, pero no estaba listo para gritarlo al mundo, las críticas serían difíciles y lo mucho que ha sufrido. El carro de enfrente se me hacia conocido, nunca había visto uno igual en la ciudad.
Bajo de la camioneta y sigilosamente toco y veo dentro del carro. Efectivamente, era el carro de Alfredo. Corro de nuevo a la camioneta y Jos sale de su casa con otra ropa y una pequeña maleta.
-Estoy listo. Vamos.
Enciendo el motor y lo veo golpear el depósito de refrescos al compás de la música salida de la radio. Un silencio incómodo llena los primeros 4 minutos de viaje hasta que decide hablar.
-Te odio, Alan.
-¿Por qué dices eso?
-Porque todo este tiempo que estuve sin ti sufrí demasiado... te extrañé.
-¿Así que quieres que vuelva a tu vida?
-No solo eso, sino quiero que aclares tus sentimientos.
-¿Sentimientos?
-Quiero que... me hagas el amor.
Un tremendo escalofrío llega a mi espina dorsal y no puedo evitar sonreír, ya tenia el consentimiento de Jos para demostrarle todo el amor y cariño que le tenía.
Llegamos a casa y bajamos corriendo casi dejando la camioneta abierta. Trato de abrir la puerta entre risas pues Jos me estaba besando el cuello.
Logro abrir la puerta y entramos casi cayéndonos, la pasión y lujuria se había apoderado de nuestros cuerpos. Nuestros ojos se encuentran y se piden permiso de besar nuestros labios. Siento sus hermosos y carnosos labios chocar con los míos y comienzo a quitarle la ropa, Jos me hace lo mismo.
Ambos quedamos solo con pantalones. Sus suaves manos empiezan a acariciar mi trasero y suelto varios gemidos en su boca. Lo detengo y comienzo a besar su cuello dejándole chupetones que serían muy difíciles de esconder, comienzo a jalar sus pezones con mis dientes y mis manos se ocupan de llegar hasta el botón de su pantalón, lo desabrocho.
Me tiro de rodillas y comienzo a besar su suave abdomen, lamo la línea de vello que llegaba hasta su ombligo y las yemas de mis dedos se colocan en el resorte de su bóxer negro. Poco a poco lo bajo dejando al descubierto su pene de al menos en completo estado de erección. Se extiende hasta enfrente y lo empiezo a masturbar mientras miro a sus ojos.
Lo tomo de la base y meto el glande previamente lubricado con saliva, respiro hondo y sigo haciendo lo mismo hasta que tengo todo su pene casi llegando a mi faringe sin perder el contacto con sus ojos casi llorosos.
Lo suelto y me levanto para darle un suave beso en los labios.
-¿Te sucede algo?
-Te mentí, Alan. Sigo siendo virgen. Tengo miedo, no sé si te guste.
-Jos, todo lo que me des me va a gustar, no seas así contigo mismo.
-Siento mucho haberte calentado. Ya había sucedido una vez pero no quiero que pase de nuevo.
-Te propongo algo, tengamos sexo con ropa.
Me agacho y le subo el boxer para poder explicarle bien mientras choco mi pene contra el suyo.
-¿Quieres darme y quieres que te dé?
-Me gustaría darte.
-Está bien. Mira, haremos como que tenemos sexo pero no habrá penetración, solo pasaremos nuestros miembros hasta eyacular.
-Me parece bien. Solo algo, el semen, no me gusta que eyaculen en mi boca.
-No haremos nada que no quieras.
Y en menos de un minuto, ya estábamos en mi cama. Jos se había despojado de su bóxer y yo seguía con el mío, azul. Estaba en cuatro y Jos separaba mis glúteos con su enorme pene protegido por la tela de la ropa interior. Juraría que rara vez dejo que me dominen, pero Jos era muy especial que haría todo por él.
Su pene comienza a pasar por encima y siento la fricción de la tela y su pene, estaba a punto de decirle que lo hiciéramos de verdad pero suelta un grito.
-¿Pasa algo?
-Quema.
-Me quitaré el bóxer, haremos lo mismo.
Y así fue, tenía el pene de Jos a punto de entrar todo en mí pero no era hora. Jos advertía que eyaculaba y le pido que lo haga en mi boca, siento su semen entrar en mi boca y lo tomo para darle un beso contra su voluntad, había olvidado lo tanto que detesta el sabor salado del semen.
-Mi turno.
Esta vez hice algo diferente, lo alzo de piernas y comienzo a lamer su entrada y a lamer su ano sin parar. Meto mi dedo medio y comienza a gemir de una manera impresionante. Se retuerce y eso me excitaba, pero luego noto que lo hace porque le dolía. Me acerco a él y le pido perdón.
-Creo que ya terminamos.
-No, debes venirte en mí. Te voy a hacer sexo oral, pero no te vengas en mi boca.
-Lo prometo.
4 minutos después, me vengo en su pecho y lo limpio todo con mi lengua. Nos acostamos de lado y hago la pregunta obvia.
-¿Te gustó?
-No, me lastimaste.
-Lo siento mucho, es por eso que no quiero volver contigo.
-¿No me amas?
-No es eso, pero tenemos que admitir que te hago mucho daño con todo lo que hago.
-No seas así contigo mismo, los dioses del Olimpo quieren verme sufrir.
Comienzo a besar su espalda y me meto bajo las sábanas. Se acomoda, pues bien sabía lo que venia. Se abre de piernas y comienzo a masturbarlo ferozmente hasta que lo hago eyacular de nuevo sobre mi rostro y salgo de las sábanas.
Cuando me ve tiene un ataque de risas, pues era obvio que todo su semen estaba en mí y parecía una prostituta. Me limpio en su espalda y comenzamos a dormir, ¿Por qué todavía no estará listo?
Casi caigo rendido hasta que pienso “tal vez nunca tuve que haberle contado la historia de mi violación. Ha de pensar que el sexo es algo cruel y doloroso.”
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(Vineta #8) Abecedario NSFW: Zen
Advertencia: Desnudos + Depilación con cera (Así o mas gore?)
Palabras: 4.611
Letra de la viñeta: H - Hair (¿Cuán bien arreglado está, la “alfombra” coincide con las “cortinas”, etc.)
En verdad era un problema cuando tus conocimientos, tu trabajo y tu personalidad terminaban por chocar en algún momento. No era lo mismo la Soogsan que había hecho ese curso de marketing en la universidad mientras estudiaba derecho, la implacable manager de Zen y la que estaba enamorada de él…
“Pero todo sea por la publicidad.” Te habías dicho a ti misma en ese entonces, y recordaste con fastidio aquello antes de cambiar el canal en la TV, terminando por encontrarte con cierto programa de farándula que Zen y tú gustaban de ver de cuando en cuando. “… Todo sea por la publicidad…”
Para hacer la historia corta, Zen había estado estrenando su primer papel protagónico en una película musical de Hollywood y tu banda estaba anunciando una gira mundial, además de que ustedes dos estaban celebrando su primer aniversario de bodas justo cuando sus carreras habían alcanzado al fin, su tope más alto. Todo en un mismo mes.
Así que tu cerebro maquiavélico había tenido la grandiosa idea de aceptar uno de los cientos de ofertas que muchas revistas les habían ofrecido a ambos para aceptar una entrevista después de haberse casado, y al final habían decidido por irse por la más prestigiosa y la de la mejor paga, la cual les hizo saber que deseaban hacer un sesión de fotos de ustedes bastante más explícito de lo que tu habías planeado…
Pero, para tu desgracia… Zen estaba encantado con la idea.
-¡Será perfecto, Jagi!- El albino rodeó tu cintura con sus brazos, atrayéndote a él mientas te quitabas los lentes que utilizabas para poder leer el correo que los de Vogue te habían enviado esa mañana con las especificaciones del trabajo. -No entiendo como no puede gustarte la idea.-
-Ya sabes que odio las fotografías, así que mucho menos quiero que un tipo raro nos tome fotos desnudos…- Fue tu primera queja en el momento, mirando incomoda hacia la pantalla del celular en tu mano derecha. -Y además, todo el mundo nos va a poder ver de esa forma…-
Una tierna sonrisa recorrió el rostro de Zen tras unos instantes, subiendo una de sus manos para acariciar tu cabello suavemente y así ganarse tu atención. -Acabas de cometer un pequeño error ahí, preciosa. No vamos a tomarnos fotos desnudos… Solo la portada nos necesita así. Pero utilizaremos algunas cosas para cubrirnos un poco, y el resto será semidesnudos.-
-¿Y te parece poco?- Le respondiste al levantar una ceja, incapaz de comprender su corrección. -Ni siquiera me gusta usar bikini y me vas a decir que estar “semidesnudos” no es tan malo. Mi cuerpo no está para esa clase de cosas, Zen.-
-¿Pero que tiene tu cuerpo? ¡Es tan hermoso y sensual como el mío!- El albino te miró como si no pudiese comprender tus palabras para nada, sus manos acariciando las curvas de tu cintura distraídamente.
-Tengo grasa, vello y cicatrices por todas partes. ¿Debo recordarte que soy guitarrista de una banda de rock y no una modelo?- Corregiste rápidamente, pinchando con el índice una de las mejillas que él infló tras oírte, decepcionado. -Los genes y el ejercicio hicieron de ti un hombre perfecto de pies a cabeza, excelente para ese trabajo. Pero yo no corrí la misma suerte que tú.-
Aunque él pareció sorprenderse un poco al escucharte decir en voz alta que él era un hombre hermoso -y aunque en otras ocasiones hubiese comenzado a jactarse sobre eso-, esta vez pareció enviar eso al fondo de su cabeza cuando te sintió deslizarte de entre sus manos para alejarte hacia el balcón del bonito apartamento al que ambos se habían mudado después de casarse, dándole la espalda. Si él se ponía a hacer memoria… Había pasado un largo tiempo desde la última vez que te habías sentido nerviosa o incomoda por algo. Parecías tan feliz y radiante durante el último año que él casi había olvidado que habían muchas inseguridades ocultas detrás de esa serena expresión tuya.
-… Bueno.- Dijiste tras un instante, bufando al colocarte los lentes de lectura y volviendo la mirada al teléfono. -De todas maneras, estamos haciendo esto más que todo por la publicidad, así que, si en verdad te gusta la idea, podría pedirles que pongan una fotografía de nosotros bien vestidos en la portada y luego fotos tuyas en ropa interior o como prefieras dentro de la revista, y yo me encargaré de la parte de la entrevista. Lo importante es q-…-
Tus labios no pudieron continuar moviéndose cuando otro par se encargó de detenerlos con un beso justo cuando te girabas hacía atrás, tus ojos abriéndose de par en par al reconocer a tu esposo ahora frente a ti, volviendo a abrazar tu cintura para acercarte aún más a él. ¿En que momento había cruzado la sala y que tan rápido y silenciosamente lo había hecho?
-¿Zen…?- Le preguntaste confundida cuando se separó de ti, aquellos ojos rojos suavizándose al ver tu rostro.
-Supongo que es tiempo de un pequeño repaso de nuestro guion, ¿Si?- Sonriendo tontamente, el hombre comenzó a mecerse contigo aun entre sus brazos, tu peso y el suyo moviéndose de un pie a otro lentamente. -¿Quién es el hombre más hermoso que ha pisado la faz de la tierra?-
La confusión pasó al fastidio en tu cara en cuestión de segundos, y aunque por un momento pensaste en decirle que se dejase de estupideces, solo bastó con un par de besitos en tu cuello y una mirada expectante de parte de aquel despampanante hombre para que te rindieses y le siguieses el juego.
-… Tú.
-Correcto.- El actor canturreó, depositando un beso en tu mejilla antes de volver a enfrentarte, sus ojos brillando como un perro que juega con su amo. -Ahora, ¿Con quién se casó el hombre más hermoso de la faz de la tierra?-
No pudiste contener el movimiento de tus ojos que rodaron en sus cuencas, soltando un suave gruñido. -Conmigo.-
-¡Ah, de nuevo correcto, princesa! ¡Muah!- Tu esposo exclamó animado, volviendo a dejar un beso ahora en tu frente antes de volver a verte a los ojos. -¡Y ahora una última pregunta! Si te casaste con el hombre más hermoso de la tierra, ¿Eso te convierte en que, Señora Ryu?-
…
Sin importar los años, no podías imaginarte a ti misma como una mujer lo suficientemente hermosa como para poder compararte a la perfecta belleza del hombre frente a ti. No había un solo centímetro en él que no fuese hermoso, pues incluso dejando de lado su físico, lo que había en su interior, su corazón… Era tan bello y radiante que solo podía pertenecer a una estrella como él.
-… En la suertuda que se convirtió en la esposa del hombre más hermoso de la tierra.
Una sonrisa resignada recorrió tus labios al apartar la mirada lejos de él, tus hombros cayendo en derrota. No había forma en que una mujer poco agraciada y llena de defectos como tú pudiese brillar al lado de un hombre tan perfecto como él, pero nunca te había importado vivir bajo su sombra. Eras totalmente feliz cada día que él estaba a tu lado, viéndolo brillar cada día más entre las estrellas, tal y como él siempre había soñado. Recibir su amor era más de lo que alguna vez habrías imaginado que ocurriría en tu futuro… Así que ¿Por qué opacar su luz con tu opaca presencia?
-Zen, no…
-Estás equivocada.- Firmemente, su voz se elevó por encima de la tuya apenas comenzaste a hablar, haciendo que le mirases ligeramente sorprendida. Mas aun cuando notaste como la sonrisa en su rostro se había borrado y ahora te miraba tan intensamente que sentiste que tus piernas iban a fallar en cualquier momento, abrumada. -Si te casaste con el hombre más hermoso de la faz de la tierra… Eso te vuelve la mujer más hermosa de la faz de la tierra, Soogsan.-
Tu ceño se frunció sin comprender su lógica. -Eso no tiene sentido…-
-Por supuesto que lo tiene.- Espetó devuelta al subir una mano hacia tu cabello, acariciándolo lentamente desde tu cabeza y por toda su longitud sin dejar de observarte a los ojos ni por un instante, como intentando darle la mayor seriedad a sus palabras. -He pasado toda mi vida observando a este espectacular hombre que me mira desde el otro lado del espejo, y de pronto llegaste tú, una chica tan buena y hermosa que me hace amarla tanto, tanto… Que tuve que apartar la mirada del espejo para poder verte. ¿Cómo no podrías ser la mujer más hermosa de la tierra si no hay forma en que yo aparte mis ojos de ti?-
Ah… Él no tenía ni idea de lo que estaba hablando, ¿Verdad? -Me ves con ojos de amor, Zen. Y el amor distorsiona todo terriblemente.-
-No lo creo, Soogsan.- Él respondió al acercar su rostro, apoyando su frente contra la tuya suavemente. -Desde que supe que estaba enamorado de ti, comencé a verlo todo tan claramente que fue como si tú hubieses iluminado mi mundo. Así que, si yo te veo como la mujer más hermosa de todas, es porque lo eres; y aun si el resto del mundo no está de acuerdo conmigo… Entonces el mundo puede irse a la mierda.-
... Él en verdad era muy bueno en esto de hacerte sentir como la mujer más afortunada de todas. Tal vez por eso le amabas tanto. Tu rostro se relajó visiblemente en lo que él se alejó un poco de ti, sonriéndote dulce en lo que sus manos comenzaban a acariciar tus brazos.
-Quiero hacer esa sesión de fotos contigo. Quiero que el mundo vea lo felices que somos ahora, lo jodidamente sensual que te ves a través de mis ojos, lo hermosos que somos juntos, los dos… Y por sobre todo, quiero celebrar nuestro primer año como marido y mujer de la forma más escandalosa, estúpida y divertida que puede haber: Mostrándole nuestros sensuales traseros a un camarógrafo loco.
Para cuando terminó de hablar, una sonrisa brillante y unos ojos emocionados se clavaban en ti con la expectativa de un niño que pide que le den un dulce… ¿Y cómo podías tú decirle que no a ese rostro tan hermoso, o evitar contagiarte de esa risa suya?
-Tch… Consentido de mierda.
-Lo que mi princesa diga… Aunque, pensándolo bien, creo que se me ocurre algo mejor que un camarógrafo loco.
-¿Adolorida, Soogsan? ¿Era la primera vez que te hacías una depilación con cera? Creo que logré escuchar tus gritos desde la sala en donde yo estaba.
-No sé porque mierda dejé que me convencieras de esto…
-Wow, ese vocabulario no es el de una dama.
-Esta “dama” te pateará el maldito culo tan fuerte que vas a necesitar una puta cirugía para remover esta bota de mierda de tus intestinos.
-Dios… Acabo de recordar porque me casé contigo.
-Voy a matarte, Zen…
-Oh, tu pierna está roja… P-Pero no te preocupes, preciosa. La hinchazón se quitará para esta noche. Procura utilizar crema humectante y jabón exfoliante durante los próximos días para que los vellos no se enconen y tu piel se mantenga tersa por más tiempo.
-Me aterra que sepas más secretos de belleza que yo…
-Bueno, ya sabes que no es la primera vez que vengo a este sitio. El trabajo exige que sepa de estas cosas.
-Siempre vienes a depilarte aquí antes de una sesión de fotos o cuando vas a hacer un show en donde tienes que quitarte la camiseta o algo así.
-Bueno… Esta vez no me quitaré solo la camisa, así que la cita fue un poco más larga de lo normal.
-… En verdad no sé porque mierda dejé que me convencieras de hacer esto.
-Vamos, princesa. Todo estará bien. Ya conoces a Rui, hablamos con él durante la fiesta del año pasado. Sabes que es un buen tipo y que solo tomará las mejores fotografías...
-…
-… Además, te tengo una pequeña sorpresa para mañana. Así no te sentirás nerviosa mientras estamos en el estudio, ¿Ok?
-… ¿Qué clase de sorpresa?
-Hm~, no sería una sorpresa si te lo dijera.
-Ha pasado un tiempo, Rui. ¿Cómo estás?- Sonriendo tan encantadoramente como siempre, Zen saludó al fotógrafo de lentes con una inclinación de cabeza, apretando consoladoramente la mano que estaba entrelazada con la tuya cuando tú sujetaste la de él con más fuerza de la necesaria, nerviosa.
-Ah, Zen. Debo admitir que estoy emocionado.- El hombre con rostro simpático les sonrió ampliamente a ambos tras saludarlos de la misma manera, tus ojos recayendo en la enorme y reluciente cámara profesional que el hombre llevaba en su cuello y en sus manos. -Ha pasado un tiempo desde la última vez que pude tomarte unas fotografías… ¡Y mira nada más por qué nos hemos encontrado!-
-Je, ciertamente aun recibo muchas ofertas para modelo y sesiones de fotos, pero mi manager aquí creyó en lo mismo que yo, y preferimos enfocarnos en mi carrera como actor.- Respondió tu esposo al agitar un poco sus manos unidas, intentando no moverse demasiado para no entorpecer el trabajo de las maquillistas que estaban atendiéndolos a ambos desde que habían llegado al estudio.
-Synon, también ha pasado tiempo desde la última vez que te vi. Luces radiante.- Saludándote a tu vez, le devolviste la reverencia que hizo rápidamente para que las maquillistas continuasen con tu rostro, tu expresión luciendo extrañamente contrariada, nerviosa. -¿Zen me dijo que esta va a ser tu primera sesión de fotos?-
-M-Mm… Antes había estado en algunas con LENA y ahora con Phamtom Bullet… Pero siempre estábamos todos los integrantes… Y estábamos vestidos… Y yo me ponía en el fondo…- Tu voz delató tu nerviosismo al salir baja y temblorosa, moviendo la mirada de un sitio a otro constantemente mientras intentabas ignorar la pantalla gris que se encontraba al otro lado del estudio, esta rodeada de luces y pantallas para fotografía.
-Oh, querida. No hay de que sentirse nerviosa. Zen es exageradamente guapo y tú eres tan hermosa como él, así que esto va a ser un éxito asegurado.- El fotógrafo volvió a sonreír amablemente para ti, observando como las maquillistas terminaban de hacer los últimos arreglos antes de alejarse. -Prometo que haré que cada fotografía sea tan hermosa que la gente que compre la revista va a necesitar lentes de sol para poder leerla.-
Sin pensarlo, levantaste una ceja mientras Zen y Rui se carcajeaban ante aquel chiste, haciéndote preguntar si era este hombre uno de los culpables de ese terrible narcisismo en tu esposo… Bueno, era mejor no darle muchas vueltas a eso. Tus ojos volvieron a vagar hacia el set y sacudiste la cabeza en un intento de armarte de valor.
Luciendo un poco más serio, el de lentes se acercó a ti para utilizar su última carta de convencimiento. -…Yo creo que eres una chica muy fotogénica, Synon… Pero si de verdad no te sientes segura de como terminan algunas fotografías, siempre puedo entregarles las mejores a la edición de la revista y ellos se encargarían de aplicarle Photoshop. Si eso t-…-
-No. Nada de Photoshop.
La voz del actor sentado a tu lado se elevó firmemente por encima de la conversación entre Rui y tú, haciendo que ambos se girasen a verlo, sorprendidos. Él se levantó entonces de su silla y rodeó la tuya para pararse detrás de ella, mirando al caballero de la cámara con una expresión totalmente seria mientras colocaba sus manos en tus hombros.
-No me importa si ella no es como una de esas flacuchas modelos que Vogue contrata todo el tiempo: Synon es perfectamente hermosa así como es, tal y como yo soy hermoso sin necesidad de la edición. Si ellos no van a editar nada en mí, entonces tampoco van a editar absolutamente nada en el cuerpo o el rostro de mi esposa. ¿Entendido?
La expresión del fotógrafo se mantuvo ilegible por algunos instantes, paseando su mirada entre Zen y tú una y otra vez antes de que, tras soltar un largo suspiro, una sonrisa orgullosa recorriese su rostro, relajándose.
-Esto va a ser un trabajo duro… No sé si seré capaz de capturar este hermoso amor de ustedes tal y como V podría haberlo hecho… Pero definitivamente lo voy a intentar.
Ahora fue el turno de Zen para sonreír, inclinándose un poco para poder observarte cara a cara, a lo cual tus nervios parecieron comenzar a amainarse lentamente. -¿Está bien, Señora Ryu?-
Una sonrisa tímida pero dulce te recorrió el rostro en respuesta. -Si lo hacemos juntos… Entonces creo que no estará tan mal.-
-Bien. Ahora quítense las batas y acérquense al fondo gris de allá. Primero iremos con la foto de la portada y luego con las del interior. ¿Bien? Iré a preparar la cámara.
-Ah, Rui. Una última cosa- El albino se acercó y sacó del bolsillo de la bata que estaba utilizando, un pequeño pendrive que le entregó al fotógrafo. -Aquí hay algo de música. ¿Podrías ponerlo en tu equipo de sonido? Estoy seguro de que esto ayudará a Synon a relajarse durante la sesión.-
Aunque la gente creyera que Zen, al ser tan bello, era un hombre vano y vacío, la verdad era totalmente distinta. El hombre con el que te habías casado había demostrado tener un corazón de oro y la sabiduría que solo alguien que ha vivido una vida dura podía tener… Así que, si él afirmaba tanto que tú eras hermosa, no tenías otra opción más que creerle.
La música que comenzó a sonar te hizo levantar la mirada a las cornetas que se encontraban en el techo del estudio, tus ojos iluminándose. Eran las canciones de rock que siempre colocabas cuando estabas en casa, con las que bailabas y cantabas junto a Zen de vez en cuando, tomándose tontas selfies que luego él subía al chat de la R.F.A… Con solo escucharlas, inmediatamente te sentías en casa.
-¿Aun estás nerviosa, princesa?- Le escuchaste preguntarte con una sonrisa mientras ambos se acercaban al set, en donde una brillante guitarra y una máscara con la mitad alegre y la otra triste se encontraban a un lado, posiblemente para que ustedes las utilizaran.
-Un poco… Pero creo que estaré bien.- Le respondiste al devolverle tímidamente la sonrisa. -En verdad eres increíble… Muchas gracias, príncipe.-
La sorpresa que siempre llenaba el rostro de Zen al escucharte decirle “príncipe” volvió, tal y como recordabas, a asaltarlo. Sus mejillas tomando un bonito color rojo e incluso le escuchaste soltar un chillido contenido tras sus labios apretados, la mano que aun te sujetaba apretándose fuertemente.
-No puedo besarte o el maquillaje se arruinará. No puedo besarte o el maquillaje se arruinará. ¡Nopuedobesarteoelmaquillajesearruinará…!- Le escuchaste repetir varias veces antes de volverse a girar a ti, mortalmente serio. -… Te amo, Soogsan. ¡Cuando lleguemos a casa, te prometo que…!-
-¡Hyun!
-¡Ok, ok! ¡Necesito controlar a la bestia…!- Él hizo varias respiraciones profundas en lo que comenzaba a desatarse la bata, cerrando los ojos por algunos segundos antes de que volviese a abrirlos para verte, capturándote en el momento en que tu bata comenzaba a bajar por tu cuerpo, de nuevo tu rostro luciendo un poco nervioso mientras observabas la tela desparramada a tus pies. -… Ah, casi lo he olvidado… ¿Estás lista para tu sorpresa, preciosa?-
-¿Qué? ¿Te hiciste un tatuaje de Elizabeth 3era en el pecho?- Le preguntaste algo bruscamente en un intento de parecer relajada. Pero la sonrisa ladina que él te mandó te dio a entender que era algo mucho, mucho mejor.
…La tela de la bata alrededor del escultural cuerpo masculino se deslizó hasta caer al suelo, dejando aquella hermosa figura completamente desnuda para tu vista, la cual se paseó por el terreno conocido de sus hombros, pecho, brazos y abdomen… Hasta que…
La portada de aquella revista se podía ver en cada jodido sitio de internet, en cada valla publicitaria de cada ciudad, en cada quiosco de revistas y periódicos, en cada programa de farándula, en las manos de cada peatón. Era la revista más vendida en el país y estaba haciéndole la competencia en ventas a la fotografía de la boda del heredero de C&R C.A.
Tempest
La sesión de fotos y la entrevista exclusiva de
Zen & Synon
por Rui.
La primera edición impresa llegó a la puerta de su apartamento tan solo quince días después, y la verdad habías estado gratamente sorprendida.
En ella, la imagen a cuerpo completo de una despampanante mujer de largo cabello rojo se encontraba de pie y vestida solo con dos altos tacones negros. Una brillante guitarra roja y blanca que ella sujetaba a la altura de sus caderas mantenía oculta la intimidad de esta mujer, mientras que sus pechos desnudos eran cubiertos apenas por el largo y esculpido brazo pálido del sensual hombre que se encontraba detrás de ella, manteniendo a la chica abrazada contra él mientras su espectacular cuerpo permanecía parcialmente oculto detrás de ella, dejando ver solo el lado izquierdo de este. Observando con expresión seductora y de frente a la cámara por encima del hombro femenino, el joven hombre de largo cabello blanco sonreía ladinamente mientras sujetaba en su mano libre la máscara de teatro cuya mitad triste estaba pintada de negro, y la feliz de blanco, mientras que la chica, con expresión seria y casi hostil hacia la cámara, tenía una mano puesta sobre aquel brazo a su alrededor.
La salida de aquella revista había causado revuelo. Mas porque en las fotografías dentro de la revista, se podía notar más claramente las estrías y cicatrices que habías obtenido durante tu adolescencia con el aumento y pérdida de peso más algunos accidentes en el trabajo. Además era obvio que había más carne en tu cuerpo que lo que habría en una modelo común, pero…
-¡Pero yo creo que es un buen ejemplo de un cuerpo realista! Las mujeres en la calle no lucen todas como modelos de revista. Tienen más o menos carne, tienen desperfectos en la piel y son altas, bajitas… ¡Pero eso no significa que no sean hermosas! Quiero decir… Si esa mujer con todas sus imperfecciones lucía tan sensual en todas las fotos, ha logrado llegar tan lejos en el mundo de la música y además logró robarse el corazón de un hombre tan terriblemente guapo como Zen, ¿Por qué hacer tanto escandalo? ¿No creen que sería mejor hablar de la increíble química que hay entre ellos o de lo naturales que lucían en cada foto?
Apagaste la tv tras un instante, aburrida de escuchar los programas de farándula. Además, cada vez que veías esa fotografía en la portada, no era exactamente eso lo que te hacía recordar…
Una sonrisa divertida comenzó a formarse en tus labios mientras fijabas tu mirada en la cadera desnuda de Zen, la cual solo se podía observar parcialmente gracias a que él permanecía medio oculto detrás de ti. En las otras fotografías ambos habían estado vestidos con ropa interior o él con unos pantalones, así que nunca nadie podría saber, además de Rui, Zen y tú, sobre la sorpresa de la cual él te había hablado y que fue la responsable de esas sonrisas tan naturales que llevabas en las otras fotografías.
Tu sabías que él era diligente con su trabajo, y que cuando se le presentaba una oportunidad en donde debía aparecer sin camisa o semidesnudo, pedía una cita para depilar totalmente sus piernas, axilas y la delgadísima línea de vellos que bajaba desde su ombligo hasta su zona intima, la cual normalmente también estaba cubierta por vellos finos, lacios y blancos que él no se molestaba en eliminar en circunstancias normales (Y realmente a ti no te importaba si lo hacía o no a esas alturas, porque si él soportaba tener a su esposa con todo ese vello en las piernas durante los días flojos…)
Pero en este caso… Oculto de las miradas metiches, Zen había tenido la grandiosa idea de depilar su vello púbico hasta que este tomó la forma de un ridículo corazón por encima de su intimidad, haciendo que pasases el resto de aquella sesión de fotos partiéndote de risa por lo estúpido que se veía con ese pequeño corazón y sus esfuerzos -y los de Rui- porque no se llegase a ver ni un poco de él en las fotografías.
-Ahora ambos tenemos algo que no nos gusta en nuestros cuerpos… Pero seguiremos luciendo hermosos como estatuas griegas. Ya lo verás, Jagiya.
La puerta del apartamento se abrió y tu giraste la cabeza para ver por encima del sofá como tu querido esposo entraba a su hogar con expresión cansada, tirando a un lado la chaqueta de cuero que llevaba encima.
-Ugh… Los paparazzi se están poniendo cada vez más desesperados. ¡Incluso había uno encima del capó del auto!- Zen se quejó mientras cruzaba la amplia sala para llegar hasta tu lado, depositando un dulce beso en tu mejilla para luego desplomarse en el mueble junto a ti… Terminando por sentarse encima de la revista. -¡Huh! ¿Qué es…? ¿Eh? ¿Aun tienes esto dando vueltas por ahí?-
-Solo estaba recordando lo ridículo que te veías con ese corazón~.- Le respondiste con una sonrisa burlona, haciendo que tu esposo pusiese mala cara y apartase la mirada, avergonzado.
-Ya deja de burlarte. Ha pasado ya un año desde eso y tu sigues. Ugh… Lo hice porque quería que estuvieses tranquila y tú solo me lo sacas en cara.- Zen gruñó enfurruñado, mirándote tras un instante de reojo, admirando una de esas extrañas sonrisas relajadas que de cuando en cuando te atrevías a mostrar. -… Además, al final todo el mundo hablaba más de lo hermosa que lucías que de mí. Fui totalmente opacado.-
-Tú fuiste quien insistió en que lo hiciera.- Le respondiste sin dejar de sonreír maléficamente, haciendo que el puchero en el rostro de Zen aumentara de tamaño. -Ahora sufre las consecuencias de tus actos.-
-Buf… Tus fotos en todas partes, entrevistas, paparazzis en la puerta, ofrecimientos de agencias de modelaje, incluso tienes un club de fans lleno de hombres y hace un tiempo la revista playboy te ofreció una suma aterradora de dinero si aceptabas posar desnuda para ellos…- El albino negó lentamente con la cabeza antes de suspirar derrotado, pasando su brazo por encima de tus hombros para acurrucarse contigo en el sofá, inclinándose para dejar otro beso en tu mejilla. -Me siento un poco celoso a veces, ¿Sabes? Ahora que todos saben lo sexy que es mi esposa, muchos intentarán quitármela…-
La maldad en tu sonrisa se borró lentamente, siendo sustituida por ternura al girarte y enfrentar al hombre sentado a tu lado, observándose ambos largamente antes de compartir un casto beso para luego volver a separarse.
-Puede ser, pero… No creo que se sientan tan interesados en mi después de ver esta enorme panza que el “señor corazón” me dio. Y además, dudo que cualquier otro mortal pueda competir contra el actor más hermoso del universo o lo que sea.
Una sonrisa petulante recorrió el rostro de tu esposo, ignorando ese horrible sobrenombre que se había ganado un año atrás y concentrándose en los halagos que le estabas dando, su nariz frotándose suavemente contra la tuya mientras su mano acariciaba suavemente el abultado vientre que se ocultaba debajo de tu pijama.
-En el guion decía “El hombre más hermoso de la faz de la tierra”, pero lo que usted dijo no está tan mal, Señora Ryu. Ahora deje que el “señor corazón” le entregue los dos rollos de primavera que pidió a las tres de la mañana. No queremos que esos bebés se enfaden y armen una revuelta ahí adentro, después de todo.
Mira el Masterpost para mas contenido de mierda.
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La caza del Krakkenfar
Sentado en un sillón forrado de piel de yak, el capitán Barbatrueno jugaba con un pedazo de madera entre sus manos distraídamente. Se trataba de una punta con un remate esférico, tallada a semejanza de la concha de una tortuga: la extremidad de un timón. Un timón partido. El timón de una nave desaparecida, pero aún querida.
Alguien llamó a la puerta.
–Pasa –Ordenó Kong, con voz áspera.
Un jinyu de escamas azules entró y se cuadró frente a su capitán. Vestía una indumentaria tradicional, compuesta de telas de Pandaria y adornada de los huesos de una criatura de las profundidades.
–¿Qué ocurre, Sasshimi?
El pandaren guardó el trozo de timón en un cajón de su escritorio. Sobre él había repartidas numerosas cartas de navegación, instrumentos de medición y varias enciclopedias de zoología marina. El jinyu se acercó a él, con la mirada gacha. Su capitán pudo intuir al instante por qué había venido. Ahogó un suspiro y dirigió su mirada a una claraboya, en señal de aburrimiento.
–Capitán, lamento importunarte...
–Al parecer, no tanto como para disuadirte de hacerlo –apuntó el chamán, crispado.
–Llevamos meses surcando las aguas. La Isla Dragón ha abatido a media decena de leviatanes –expuso–. La Volva ha perdido a casi todas sus mascotas, capitán. ¿No te parece que ya es hora de que regresemos a casa?
Kong movió los dedos cual si estuviera rozando una delicada y estimada pieza de madera.
–Aún quedan más.
–Uno o dos, tal vez. En todo caso, no suponen una amenaza, capitán…
–Aún quedan más –repitió Kong, más alto. Sus palabras retumbaron con estruendo.
–Siempre hay más peces en el mar, capitán.
–Nosotros no pescamos peces, sino leviatanes –matizó–. Una labor mucho más heroica e importante. Las aguas de Pandaria no han vuelto a correr peligro gracias a nuestras acciones. El Krakkenfar no tiene dónde recalar, porque le andamos a la zaga. Es cuestión de tiempo que demos con él, y sin sus monstruos para defenderlo, sucumbirá.
Sasshimi resopló.
–Temía que me respondieras eso, capitán –repuso con tristeza–. Tú hiciste mucho por mí: yo era un jinyu de la casta más baja y cuando me rompieron el corazón, me ofreciste un hogar. Ahora es justo que te devuelva el favor…
Kong hizo rodar su único ojo hacia él. Lo cató con dureza, entornando el párpado.
–Capitán, la tripulación desea volver a casa. Ya. Y no es una petición… sino una exigencia.
–Insinúas que se está fraguando un motín –Afirmó el pandaren.
–El motín es una realidad –le confirmó Sasshimi–. Esta noche se apoderarán del barco. Pacíficamente, si todo sale bien, aunque no descartan recurrir a las armas.
El capitán Barbatrueno se hundió en su asiento y cerró el ojo. Cuando apagaba la vista, podía escuchar, ver y sentir la destrucción del Beso de Shen-zin Su. Recordaba cómo tuvo que incendiar su nave para darles una oportunidad para sobrevivir. Un poco más tarde, el Pacto del Doblón Dorado se unió para cazar al Krakkenfar y aun así, no sirvió de nada: la embarcación Kvaldir seguía surcando el océano y nutriendo su tripulación con las almas de los naufragados.
–Avisa a la tripulación. Que salgan a cubierta. ¡TODOS! –exclamó, aporreando la mesa. La madera bajo su puño se agrietó. El aire se había cargado de electricidad.
–Sí, mi capitán –Susurró Sasshimi antes de marcharse.
Kong se levantó con un leve balanceo. Caminó hacia su espejo y se arregló la barba, como siempre hacía, para que retuviese la forma de un relámpago en zigzag. Se cambió el parche del ojo por otro en el que habían estampado el rostro de un pandaren furibundo. Se ajustó varias piezas de armadura vrykul, decoradas con los huesos de los leviatanes a los que habían asesinado. Y cuando hubo finalizado de adecentarse, abandonó el camarote.
Salió al exterior del castillo de popa. Era de día, pero estaba nublado y en la distancia se oían truenos. Los marineros, ataviados con los restos de los seres a los que habían exterminado, ya se habían reunido en cubierta. Mientras la Isla Dragón proseguía su rumbo sin alteraciones, él bajaba despacio por las escaleras. Notó sus miradas desconfiadas atravesándole como alfanjes. Eran una colección de pandaren y de hozen procedentes de la Isla Errante, en su mayoría. Se les habían agregado un par de grúmel y de jinyu, y un yaungol. Se apartaron para permitirle el paso. En el centro, dirigiendo a la multitud, se encontraba su contramaestre: Koko Loko, que había perdido su pierna en uno de los ataques.
–Supongo que tú eres el instigador.
–Esperábamos que recapacitases, capitán –proclamó el hozen–. Los makakus están MUY enfadados. Creímos que Sasshimi lograría hacerte entrar en razón.
–Qué honrado de vuestra parte –Ironizó Kong, dibujando una sonrisa amarga–. Ron, por favor.
Koko Loko le alargó una botella a su capitán. Era su costumbre. Según él, el alcohol potenciaba sus facultades cognitivas. Kong mordió el tapón, lo escupió al suelo y le metió un buen tiento.
–Gracias.
–¿Y bien? ¿Continuarás adelante con tu alocada empresa, o has recobrado el juicio? –Le preguntó Koko Loko.
El capitán Barbatrueno extendió la mano, como para tocar un objeto inexistente, meditando.
–Aún recuerdo cuando construimos el Beso de Shen-zin Su, en la Isla Errante. Cuando la gran tortuga se despidió de nosotros soplándonos para que tuviéramos viento de popa –Sonrió con nostalgia–. Aún recuerdo a los que fueron devorados por el leviatán. Y tengo el presentimiento de que algunos de vosotros los habéis olvidado. A Lu Fan el Tuerto, a Xia'Mei con su gesto amable, a Nook Nook y sus chistes sin gracia, al viejo Cho Patapalo, a la iracunda Li Wan…
–Vives en el pasado, capitán –Lo acusó el hozen.
–Y tú eres un cobarde –le golpeó el pecho con el puño, restituyéndole el vidrio–. Pero no puedo permanecer sordo a vuestras protestas. ¿Queréis abandonar la cacería? Está bien. Echaremos el amarre en Pandaria en unos días y podréis quedaros en tierra.
–¿Y tú? –Preguntó Koko Loko–. Prométeme que tú también lo dejarás, Kong.
–Cada vez que cierro el ojo los veo... ¡Los oigo chillar! –Bramó, perdiendo por un segundo la compostura. La voz le temblaba y el vello de la barba se le había erizado–. No, yo no voy a dejar la caza… ¡No hasta que el Krakkenfar yazca en el fondo del lecho marino!
–Nos hemos mantenido a tu lado este año por ti, por el Beso de Shen-zin Su y por ellos. Pero tú nunca te rendirás –El contramaestre bufó–.Tú verás lo que te haces, capitán.
–¡LEVIATÁN! –anunció el oteador Primo Brazo Fornido–. ¡LEVIATÁN A ESTRIBOR!
La tripulación se inquietó. No sabían cómo actuar. Cambiaron miradas con Koko Loko y con el capitán Barbatrueno, que se había cruzado de brazos y estaba contando las nubes.
–¿No os habíais cansado de luchar? ¡Demos media vuelta! Toma el timón, Koko Loko.
–¡Se dirige hacia nosotros, capitán! –Advirtió el grúmel, frotando nerviosamente su grisgrís.
–Ya no matamos leviatanes, ¿no…? –Sonrió con sorna–. Salgamos de su alcance.
Koko Loko se encolerizó. Barbotó un montón de vocablos malsonantes en hozen, saltó al castillo de popa y se puso al timón.
–¡A LAS ARMAS, MIKOS! –Dictaminó–. ¡VAMOS A HACER KAKA DE PULPO! ¡APRETAD LOS KUKUS Y CONTENED LAS VEJIGAS!
El capitán lo siguió, paseando pausadamente, con su habitual contoneo alcohólico.
–Te has salido con la tuya, capitán… Esta vez –dijo, molesto, el hozen.
–La caza no terminará hasta que la Volva haya muerto –declaró el pandaren–. Ya es tarde para abandonarla: el Krakkenfar y sus esbirros nos perseguirán allá adonde vayamos. Así que será mejor que te mentalices, Koko Loko, porque tu siguiente motín lo harás nadando entre tiburones.
No intercambiaron más palabras aquel día. Y desde esa jornada, nadie volvió a cuestionar la autoridad del capitán Barbatrueno.
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