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Adam Rainer: il mistero clinico dell’unico uomo nella storia sia nano che gigante. La straordinaria vita di Adam Rainer, un caso unico nella medicina, tra anomalie genetiche e incredibili cambiamenti fisici
Adam Rainer, nato nel 1899 a Graz, in Austria, è conosciuto come l’unico uomo nella storia ad essere stato sia classificato come nano che come gigante
Un caso unico nella storia della medicina.Adam Rainer, nato nel 1899 a Graz, in Austria, è conosciuto come l’unico uomo nella storia ad essere stato sia classificato come nano che come gigante. Questa incredibile transizione, che lo ha reso un caso di studio unico per la comunità medica, continua a suscitare grande interesse e speculazioni. La sua storia non solo rappresenta una rarità biologica,…
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En relación al post del mes pasado sobre Paul McCartney, Emitt Rhodes y Timothy White, hemos vuelto al huevo de Sir Macca sin especiales sorpresas o novedades. Pienso exactamente lo mismo que la última vez que lo escuché. La cara A contiene un notable pop rock adulto asimilado a la nueva ola en una línea parecida al “Glass Houses” de Billy Joel. La “sunny side up” es satisfactoria, sobre todo “Getting Closer”, “Spin It On”, “Arrow Through Me” y “Again Again & Again”, y continúa en forma hasta las dos primeras canciones de la cara B, a la que el ex beatle denominó “over easy” (“clara sin cuajar”).
Y eso es exactamente lo que pasa, que no cuaja. Es tan disipada, inconexa y absurda que no hay por donde cogerla. Mac une casi sin ton ni son cosas de las más diversa procedencia en un propio e intransferible Frankenstein, un mostolito muy raro. Abre la cara con el gigantismo sonoro de “Rockestra Theme” y la popi “To You”, y cuando todo iba bien en el LP, a veces hasta muy bien, nos encaloma a traición un par de medleys lentos que no sólo se hacen largos y dicen poca cosa, sino que no tienen nada que ver con el espíritu del resto del álbum. La chispa y brío agonizan en el recitado “The Broadcast”.
En “Glad To See You Here” el moribundo disco recupera repentinamente el pulso, pero ya es un poco tarde. Lo único que rechina en la canción es la puta manía de Macca de hacer su “reprise” de turno (¿para dar ��coherencia conceptual” al asunto? es un truco efectista usado y abusado por él) en este caso de “We´re Open Tonight”. El final “Baby´s Request” está bien, aunque hay que decir que a esas alturas, 1979, el consabido numerito retro años 30 era un tanto innecesario, por no decir totalmente innecesario. Es una pena porque con los dos primeros cortes más “Goodnight Tonight” y “Daytime Nightime Suffering”, es decir, el single previo al LP, en lugar de esos tres interminables temas centrales, y “Glad” y “Request” (ok, pasa) le habría quedado un sólido y robusto LP de “adult oriented new wave”. J.V.
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Old School: cómo es un tatuaje clásico
La cultura del tatuaje se ha expandido tanto que todos los días aparecen nuevos estilos de arte y trabajo. Diseños, colores, técnicas y creaciones van mutando gracias a la creatividad y talentos de los artistas tatuadores y a las mentes arriesgadas de quienes ponen su piel para que el mundo del tattoo siga expandiéndose. Pero, como en todos los órdenes de la vida, siempre existe un principio. Un nacimiento. Y, tal vez de una manera algo caprichosa, podría situarse que todo comenzó con lo que ahora esta catalogado como tatuajes de la vieja escuela, más conocido como el estilo Old School.
Tatuarse: una (antiguamente) mala tradición americana
Para hablar sobre lo que actualmente se conoce como la vieja escuela, primero hay que remontarse al tradicional tatuaje americano. Sabido es que desde hace 20 años hacia atrás, el tatuaje no estaba tan aceptado en la sociedad como ocurre ahora. Tatuarse no era popular. Todo lo contrario. Estar tatuado era signo de pertenencia a algún sector social de baja estima, generalmente reñido con la ley y con poco apego a las tradiciones aceptadas por la mayoría. Esa mala fama en Estados Unidos comenzó en el siglo XIX, cuando por todo el país viajaban las ferias itinerantes. En estas ferias, los espectáculos más convocantes eran los shows de fenómenos o “freaks”. Estos carnavales y circos presentaban como espectáculos a personas con problemas físicos o mentales para que la gente considerada “promedio” en aquella época pagara dólares para ver seres humanos considerados raros o extraños. Personas con malformaciones, enanismo, gigantismo, siameses, mujeres barbudas, hombres que soportaban dolores inhumanos a través de pincharse con agujas o recibir golpes eran las principales atracciones de estas ferias que pululaban por todo el territorio estadounidense. Fue así que, lamentablemente, la cultura del tatuaje de aquellos lejanos tiempos quedó ligada a una imagen negativa para la mayoría. Debido a que la tecnología todavía no había evolucionado, la técnica para tatuar en esos tiempos era mucho más rudimentaria. Pensemos que recién en 1891 se patentó la primera máquina para tatuajes moderna. Por eso, las principales características de este estilo americano es que sus piezas son sólidas, limpias y sencillas.
tatuajes Old School Las líneas exteriores de los diseños se realizan en negro y con un grosor considerable. La paleta de colores es bastante acotada: negro, rojo, amarillo, verde y marrón. Es que tampoco era fácil conseguir las tintas y no había tanta variedad en los pedidos de quienes se animaban a tatuarse.
La guerra, un motor para los tatuajes
Con la llegada del siglo XX, y con Estados Unidos ya convertido en un país industrial y potencia mundial, sus Fuerzas Armadas comenzaron a participar en diferentes conflictos bélicos alrededor del mundo. Una manera que encontraron los soldados para recordar las batallas ganadas, o los lugares que habían visitado con las tropas, fue hacerse tatuajes. Fue así, entonces, que el mundo del tatuaje se extendió entre quienes habían servido a su país. Especialmente, los más adeptos a los tattoos fueron los marineros (como también ocurría en el siglo anterior). Entonces, en este estilo tradicional comenzaron a ser muy comunes los motivos marinos, o elementos como anclas o navíos, que llegan hasta lo que en el siglo XXI conocemos como tatuajes Old School. Sin embargo, su popularidad entre los soldados no ayudó a la difusión del tatuaje. Es que, justamente, muchas personas que habían tenido problemas con la ley se enrolaban en la marina para internarse en alta mar y olvidarse por un rato largo de la tierra en la que la habían pasado mal.
Tatuajes Old School: todo cambia tras la Segunda Guerra Mundial
El amor el patriotismo, la lucha, la nostalgia por el país o una persona, y hasta los vicios que ayudaban a pasar las calamidades de la muerte en la guerra eran algunos de los temas más recurrentes de quienes se tatuaban hasta la década del ’50. Los soldados que lograron regresar vivos de la guerra comenzaron a vivir nuevamente entre la sociedad. Muchos se lanzaron a las nuevas rutas construidas en Estados Unidos. Montando motocicletas. Nacen así los grupos, clubes o pandillas de motociclistas. En estas asociaciones era común estamparse en la piel algunos símbolos que los hermanara e identificara como parte de una misma filosofía de vida. La cultura del tatuaje comenzaba a expandirse lentamente.
El estilo Old School en la actualidad
El tatuaje tradicional se expandió por todo el mundo y mutó su nombre a tatuaje Old School o “vieja escuela”, pero manteniendo las características de trazos firmes, gruesos y diseños sencillos. La ventaja es que ahora mejoraron la calidad de los tattoos gracias a la mejora tecnológica aplicada a las herramientas y tintas con las que cuenta un tatuador profesional.
tatuajes Old School Es común ver a alguien con un ancla, unas cartas de póker o unas golondrinas tatuadas bajo las características del estilo Old School. También se destacan motivos románticos, chicas pin-ups y animales feroces, que transmitan fuerza y energía.
La prehistoria de la vieja escuela
En este artículo repasamos rápidamente la evolución de este estilo desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. Pero no hay que olvidar que la historia del tatuaje tiene muchos capítulos anteriores. El tatuaje es una cultura milenaria. Para graficar con un ejemplo: las herramientas para realizar tatuajes más antiguas de la humanidad tienen alrededor 3.000 años y fueron utilizadas por los hombres en el Antiguo Egipto. En la ciudad de Abydos se encontraron restos arqueológicos que incluían una punta afilada de madera que servía para realizar pequeñas incisiones en la piel. Allí, en esa mínima herida, se aplicaban los pigmentos para dejar marcas en el cuerpo de las personas. En el mismo yacimiento arqueólogico también encontraron las que están consideradas como las primeras agujas de bronce utilizadas para tatuar. Se estima que tenían unos 1.500 años de antigüedad. Read the full article
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Nova Direita Conservadora X Pensamento Politicamente Correto
Laura Greenhalgh (Valor, 15/02/19) escreveu longa reportagem sobre a nova direita. Seu “espantalho” é o pensamento politicamente correto.
“Era o Carnaval de 1942. O jornalista e compositor David Nasser, então com 25 anos, cujo estilo irreverente já se fazia notar no Rio, lançou “Nêga do Cabelo Duro”, sucesso do grupo vocal Anjos do Inferno. Os temas capilares estiveram em alta nas marchinhas daquele ano: foi também a temporada de “Nós, os Carecas” e de “Os Cabeleiras”. Em samba com cadência marcada, Nasser e o parceiro Rubens Soares indagavam qual era o pente usado por uma mulher negra, cuja “misampli a ferro e fogo não desmancha nem na areia”. Outros artistas vieram a gravar a música, inclusive Elis Regina, numa interpretação memorável em que esses versos não aparecem.
Ao que se saiba, David Nasser foi tido como um atrevido rabo de saia naquele momento. Fosse hoje, não escaparia de uma condenação “politicamente correta”. Talvez o compositor tentasse se proteger das acusações de racismo valendo-se das promessas do presidente Jair Bolsonaro (PSL), que, em discurso de posse no Palácio do Planalto, celebrou “o dia em que o povo começou a se libertar do socialismo, da inversão de valores, do gigantismo estatal e do politicamente correto”.
Quem sabe a fala presidencial o ajudasse a driblar reações, e seguramente processos, em torno de um samba que parece vestir a fantasia carnavalesca da discriminação? Se Nasser teria êxito nessa linha de defesa hoje, eis uma outra história.
Mas, a rigor, o que o politicamente correto tem a ver com o tamanho do Estado? Ou com a libertação do socialismo, hoje um regime restrito no mundo e que jamais se estabeleceu no Brasil? E o que tem a ver com a inversão de valores, alusão um tanto quanto ambígua do presidente?
Há pouco mais de dois anos, americanos também se perguntaram por que um então aspirante à Casa Branca, o empresário, apresentador de “reality shows” e bilionário Donald Trump, disparava nas mídias sociais: “We will kill the politically correct in this country” (“Vamos matar o politicamente correto neste país”). A promessa, repetida à exaustão, parecia querer adicionar condimento ao slogan “America First” (Estados Unidos em primeiro lugar), do candidato republicano. Bolsonaro e Trump, também aqui, marcam suas semelhanças.
O fato é que, assim como o seu avesso, o politicamente correto já havia caído na boca do povo quando passou a funcionar como instrumento de retórica para os que se submetem às urnas. Do que se trata, afinal? Politicamente correto é um sintagma ou uma unidade de sentido, diriam os linguistas. Um quasímodo capaz de suscitar o melhor e o pior dos indivíduos. Um detonador de sensibilidades ressentidas ou recalcadas. Um grande clichê com alto poder de atração e geração de polêmica.
Politicamente correto ou incorreto, não se está sozinho nessa estrada. “Há tempos estamos assistindo no Brasil à importação de modelos críticos de fora, em especial dos Estados Unidos. São modelos muitas vezes vulgarizados, estranhos à nossa cultura, e demonstram como o poder se exerce através da linguagem”, diz Christian Dunker, psicanalista e professor do Instituto de Psicologia da USP.
Se o politicamente correto é visto por muitos como algo necessário para educar e prevenir abusos, ou como mordaça por regular ou tolher a liberdade de expressão, o politicamente incorreto, por sua vez, também se apresentou na mesma arena, tornando-se muitas vezes salvo-conduto para reiteração de preconceitos. Trava-se então complicado embate de forças, ainda mais diante do banquete de conceitos na moda nos últimos anos – globalismo, marxismo cultural, multiculturalismo, pós-estruturalismo, quarta onda feminista, ideologia de gênero, cotas, ações afirmativas…
São tantos os conceitos que a impressão é a de que, se nada houver de mais interessante a fazer, no campo das ideias, no Brasil, passaremos os próximos anos a reproduzir o que os americanos chamam de “cultural wars” (guerras culturais), e que estão em cartaz pelo menos desde os anos 90. Discutir correção e incorreção política tem se revelado uma prática contagiosa, não raro corrosiva, com descobertas relevantes pelo meio do caminho, porém perdidas num tsunami de verdades descartáveis – até porque, nesse campo conflagrado e frequentemente nebuloso, parece só haver espaço para “verdades”. Aos “fracos”, a dúvida. Não existe consenso sobre quando esse tipo de criticismo apareceu nos EUA.
Origens
O jornalista e escritor William Safire (1929-2009), que por mais de 30 anos assinou a coluna “On Language”, nas páginas da revista do “New York Times”, dizia que a primeira vez que se deparou com o termo (hoje largamente utilizado pelos americanos na sua forma abreviada, PC) foi nos anos 70, na antologia “The Black Woman”, da escritora, documentarista e ativista negra Toni Cade Bambara (1939-1995). “Um homem não pode ser, ao mesmo tempo, chauvinista e politicamente correto”, escreveu Toni. Há menções anteriores ao PC; contudo, parecem fracas como referência.
Duas décadas mais tarde, em 1991, chamou atenção trecho de um discurso de paraninfo proferido pelo então presidente americano George H. W. Bush (1924-2018), numa formatura da Universidade de Michigan: “(…) A noção de politicamente correto acendeu controvérsias pelo país. E embora esse movimento desponte do desejo louvável de limpar o entulho de racismo, sexismo e ódio da nossa sociedade, ele insere velhos preconceitos entre os novos”. Meses antes dessa fala presidencial, o jornalista Richard Bernstein, também do “New York Times”, havia assinado um artigo cujo título era “A Hegemonia Crescente do Politicamente Correto”, alcançando enorme repercussão. Nele, Bernstein alertava que importantes universidades americanas estariam sendo afetadas “pelo avanço da intolerância, pela interdição do debate e pela pressão para o conformismo”.
Entre os anos 70 de Toni Bambara e os 90 de Bush pai, muita coisa se passou nos campi das universidades americanas de elite. Pode-se localizar no período o surgimento de inúmeros departamentos de estudos das mulheres, de afro-americanos e de gênero, entre outros, núcleos de reflexão e produção científica em torno de minorias sociais.
Sob o guarda-chuva da Nova Esquerda americana, florescente nesses campi, surgiram ainda grupos com propostas mais radicais, como as feministas da Lesbian Sex Mafia, que, em 1982, protestaram em Nova York contra a extrema correção das feministas politicamente corretas.
Também se espalhou, por esse mesmo universo cultural, aquela postura irônica entre aliados, expressa nas piadas contra o politicamente correto. Era gente com ideário “mais à esquerda” zombando de gente com “ideário mais à esquerda”. Ser PC parecia tão careta e reducionista quanto rezar pela cartilha doutrinária de Mao Tsé-tung. Seria preciso flexibilizar o discurso. E quando tudo parecia se acomodar por aí, com a anuência dos chamados liberais, veio o inesperado: a manifestação de uma nova direita conservadora, mais convicta, mais disposta à militância, que pegou de surpresa até os neoconservadores ao encampar a reação crítica ao PC e seus desdobramentos.
Essa direita conservadora logo se distinguiria da direita liberal americana, entre outros aspectos, por atribuir ao politicamente correto a importância de um plano de dominação ideológica de caráter marxista, desenhado em escala planetária, partindo de instituições acadêmicas e culturais dos EUA para depois se propagar pelo mundo.
Moira Weigel, pesquisadora de Harvard com interesse na formação dos novos autoritarismos, tem dito que essa reação conservadora pode ter surgido já nos anos 70, com os primeiros sinais de uma campanha orquestrada contra a universidade liberal. Ali se começa a ter notícia dos gordos financiamentos para pesquisa, edição de livros e formação de “think tanks”, oriundos de fundações de famílias ricas e igualmente conservadoras. Caso dos Koch, Scaife e Olin.
A ideia era formar uma contra-intelligentsia para fazer frente ao “perigo esquerdizante”, que, segundo os mesmos doadores, não fora neutralizado pelos liberais. “Desde o final dos anos 1980, esse movimento muito bem financiado passou a fazer parte da cultura oficial. Teve êxito ao propagar ideias através de livros que viraram best-sellers, com fartas críticas à educação superior nos Estados Unidos”, destaca a pesquisadora, em um artigo.
Em 1978, o então presidente da Fundação Olin, William Simon (1927-2000) – empresário de sucesso e ex-secretário do Departamento de Estado no governo Richard Nixon -, justificou com toda a clareza o investimento filantrópico em novos autores conservadores. “Eles precisam de dinheiro, dinheiro e mais dinheiro, para produzir livros, livros e mais livros.”
Foi o que fizeram. Em 1987, Allan Bloom, professor de filosofia da Universidade de Chicago, lançou “The Closing of the American Mind” (editado no Brasil como “O Declínio da Cultura Ocidental”, pela ed. Best-Seller), em que atacou duramente o relativismo cultural. Três anos depois, Roger Kimball, editor da revista conservadora “The New Criterion”, publicou “Radicais nas Universidades: Como a Política Corrompeu a Educação Superior nos EUA” (publicado no Brasil pela ed. Peixoto Neto). No início dos anos 90, foi a vez do comentarista político Dinesh D’Souza, jovem de origem indiana, lançar “Illiberal Education: The Politics of Race and Sex on Campus” (Educação Iliberal: A Política da Raça e do Sexo no Campus, sem edição brasileira).
São livros muito bem vendidos, golpeando uma certa elite acadêmica de perfil liberal que, de fato, ajudou a estabelecer normas de linguagem e padrões de conduta em torno de minorias sociais, diversidade de gênero, multiculturalismo. Esses autores justamente miraram a educação superior nos EUA e, em especial, o seleto circuito de universidades no qual esses debates fermentavam. Atacaram inicialmente os professores, depois os alunos e, por fim, passaram a tratar os millennials como uma geração de “narcisistas mimados”.
Já não estavam tão preocupados com o perigo comunista e a luta de classes, mas com a desconstrução das agendas identitárias.
O embate entre conservadores e liberais se arrasta nos EUA, sem prazo para terminar. E, o que é particularmente digno de observação, suas guerras culturais vão se replicando em outros países. Como disse o historiador britânico Eric Hobsbawm (1917-2002), os EUA podem até vir a perder as hegemonias econômica e militar num futuro não tão distante, mas ainda marcarão presença no mundo, por longo tempo, através do seu “soft power” – onde se abriga uma poderosa indústria cultural.
Pois a partir de 2001, após a derrubada das torres do World Trade Center, em Nova York, e pelos anos que se seguiram, intelligentsia e contra-intelligentsia americanas pareciam ter convergido para o tema da “guerra ao terror”, ou seja, como defender o país e sua população de radicais islâmicos em jihad contra o Ocidente. Foi uma trégua de duração limitada, em cuja vigência tratar do politicamente correto deixou de ser prioridade. Mas o embate seria retomado nos anos Obama, num clima cada vez mais tenso.
Grupos de extrema-direita passaram a atuar em público. Confrontações não tardariam. Em 2013, o assassinato de um jovem negro (Trayvon Martin) por um policial branco (George Zimmerman) foi o estopim para a formação do movimento Black Lives Matter (Vidas Negras Importam), com repercussão internacional. Finalmente, um candidato presidencial outsider passou a desafiar até as normas da civilidade em nome da sua repulsa ao politicamente correto, atacando não só mulheres, negros e gays, mas cidadãos mexicanos, ao chamá-los de “estupradores”.
Reação conservadora
“Não tenho dúvida de que muita gente votou no Trump porque ele demonstrou ser um sujeito que ‘fala o que pensa’. Uma boa parte da população americana percebe o politicamente correto como uma forma de controle do pensamento, por isso endossou o presidente. Mas nem por isso concorda com ele em construir um muro de fronteira separando Estados Unidos de México. São coisas diferentes”, argumenta o filósofo e escritor Luiz Felipe Pondé, que há anos ocupa papel central no Brasil nesse debate.
Em entrevista ao Valor, Pondé argumenta por que insiste na sua crítica ao politicamente correto. Alguns pontos: ele também enxerga a origem do fenômeno na Nova Esquerda americana, “que percebeu ser possível, através de uma consciência linguística, tocar as sensibilidades sociais”. Garante que se trata de uma invenção de intelectuais de elite, “a geração aparece”.
esquerda que no fundo quer um shopping center para chamar de seu”. Acha que o politicamente correto destrói o pensamento público, constrange a educação e pode virar censura, “sem falar no que ele tem de oportunista. Hoje é possível destruir da noite para o dia a carreira de um acadêmico que não comunga dessa cartilha”.
São argumentos que contrastam da análise de Christian Dunker, para quem o politicamente correto passou por um processo de distorção conceitual nas últimas décadas. “Ele nasceu como crítica ao sistema, depois foi convertido em imagem do poder, o que é falso.” E a quem interessa a distorção conceitual?
Para Dunker, a resposta está na ascensão dessa nova direita conservadora, atuante em vários países – inclusive no Brasil. “Conservadores vêm se organizando, não é de hoje”, diz. “Adotaram gurus ideológicos. Propagaram discursos. Foram conquistando espaço num debate público que depois descambou, deliberadamente, para o uso da linguagem agressiva e chula. Passaram a dar preferência à comunicação sem intermediação, por encontrar nas mídias sociais o suporte tecnodigital perfeito para ecoar sua estridência. Privilegiam a incultura. Desprezam as instituições. Fazem ligação direta entre comandante e comandado. Ora, sabemos como tudo isso é perigoso!”
Entre os gurus adotados, Dunker cita o médico e psiquiatra inglês Theodore Dalrymple (pseudônimo de Anthony Daniels), com vários livros editados no Brasil, entre eles, “Podres & Mimados – As Consequências do Sentimento Tóxico”, prefaciado por Luiz Felipe Pondé. Neste e em outros títulos, Dalrymple insiste na crítica ao que chama de valorização exagerada dos sentimentos no mundo contemporâneo. Responsabiliza o Estado de bem-estar social por supostamente construir sociedades acomodadas, preguiçosas, vitimizadas, “onde o indivíduo é sempre tratado como criança”. Pondé concorda com essa linha de pensamento: “O mundo contemporâneo é adolescente. A cada novo iPhone, tem-se a impressão de que uma nova
Na cruzada do antipoliticamente correto, alinhamentos ideológicos foram sendo feitos, levando à demarcação de territórios. “Vejo como algo assim: se você é contra a cota racial na universidade, também deve ser contra ações afirmativas nas empresas, igualdade de gênero na sociedade, reivindicações de grupos LGBT… e por aí vai”, afirma Dunker. Algo que lembraria, segundo ele, aquela estratégia de vendas dos sites de e-commerce – do tipo “se você comprou isto, então, pode se interessar por isso, mais isso, mais isso…”. “E é sobre esse tipo de coisa que hoje está se delimitando, politicamente, campos de direita e esquerda.”
Pondé, por sua vez, adverte que o contrário de politicamente correto não é o politicamente incorreto, assim como, em sua opinião, o contrário da covardia não é a coragem, “pois há sempre que se levar em conta a avaliação de riscos”. Aceita que, num dado momento e até um certo ponto, o politicamente correto foi importante ao mostrar para as pessoas que há um jeito mais adequado de se referir a um deficiente físico do que chamá-lo de aleijado, “embora hoje eu tenha alunos gays que preferem ser tratados como ‘bicha’ ou ‘viado’, por ser mais autêntico, sem rodeios”.
Sendo ou não antípodas, o fato é que o politicamente incorreto, ele mesmo, transformou-se num apreciável filão editorial no Brasil – caso dos famosos “guias” lançados desde 2009. São livros de leitura rápida que se propõem a revelar verdades incômodas sobre personagens históricos, pensadores, economistas, escritores etc. Guias que viraram até série de TV, para a qual historiadores e pesquisadores conhecidos foram convidados a gravar depoimentos, sem terem sido informados de que se tratava quase que de um programa de humor.
Caso do escritor Lira Neto, autor da alentada biografia de Getúlio Vargas, para quem o entrevistador da série teria dito: “Nosso público-alvo é alguém com a inteligência do Homer Simpson. Responda como se estivesse falando para ele”.
Um dos títulos de maior sucesso dessa coleção de livros, o “Guia Politicamente Incorreto da Filosofia“, do próprio Pondé, ganhará um capítulo inédito em nova edição, tratando do politicamente correto no mundo corporativo. Pondé acredita que a crescente preocupação das empresas com “compliance” (termo derivado do inglês, “to comply“, que significa agir de acordo com regras ou instrução interna) não passaria de um desdobramento do PC. “O mundo corporativo, hoje, morre de medo das ações trabalhistas, queixas criminais, indenizações milionárias. Porque, de fato, o politicamente correto se transformou numa plataforma de alto risco para processos contra a empresa. Estão judicializando até o ar que se respira”, diz.
Compliance
Especialistas desse mundo ouvidos pelo Valor concordam que hoje as empresas estão mais expostas a queixas e processos vindos de funcionários que se sintam ofendidos ou passem por situação discriminatória. No entanto, e também por isso, não negam a importância dos códigos de ética e das normas de conduta no ambiente de trabalho.
“A empresa é um ecossistema onde pessoas de diferentes gerações, diferentes níveis de formação e distinta bagagem cultural convivem diariamente, muitas vezes passando mais tempo com os colegas na companhia do que com os familiares em casa. Por isso, o politicamente correto pode melhorar a convivência, sim”, afirma Rodrigo Vianna, CEO da Mappit, conhecida consultoria para recrutamento de profissionais em início de carreira. “Agora, ‘compliance’ é outra coisa: tem a ver com confidencialidade, ética, transparência, com o fato de que um funcionário não pode sair por aí levando informações sigilosas da empresa, por exemplo.”
“Não gosto desse rótulo – politicamente correto. É uma expressão que ajuda a atrapalhar”, afirma Maria José Tonelli, professora titular de Administração Geral e Recursos Humanos da FGV-SP. “Observo como muitas empresas estão mais avançadas do que a sociedade nesse campo, não porque desejam ser vistas como politicamente corretas, mas porque reconhecem o certo a ser feito.” E acrescenta: “Respeito à diversidade, cotas, ações afirmativas, enfim, são políticas de inclusão que hoje presidentes e vice-presidentes de empresas chamam para si. Eles nem delegam, querem implementar, eles próprios. E as inscrevem na estratégia da companhia”.
Eleita uma das 40 mulheres mais poderosas do Brasil, Rachel Maia, nova CEO da Lacoste, conhece bem esse universo. Negra, bela e muito carismática, há 20 anos atuando no segmento de luxo – foi também CEO das joalherias Tiffany e Pandora no país -, ela conta ao Valor como teve que redobrar esforços para provar capacidade como executiva. “Claro, precisei me esforçar muito mais. Tive que buscar minhas chancelas. Tive que convencer. Quando você faz parte da diversidade, no meu caso por ser uma mulher negra, o jogo é mais difícil.” Rachel avalia que o politicamente correto, no mundo corporativo brasileiro, ainda é uma necessidade. Lembra das vezes que teve de ser firme com chefes de departamento sob seu comando, que não aceitam bem a cota obrigatória para portadores de deficiências físicas. “Eles me dizem que o departamento está indo bem, então, para que introduzir essas pessoas? E eu sempre respondo: ‘Pois então, mude o seu departamento’.”
Numa conferência internacional na USP sobre paz e arbitragem, Rachel foi interpelada por uma pessoa presente, que lamentava ouvi-la com um discurso tão moderado, “tão suave”. Provocou imediata reação da então embaixadora do México no Brasil, Beatriz Paredes, uma das participantes do encontro: “Rachel não precisa se explicar. Ela pode entrar e sair calada desta conferência, e o seu testemunho terá sido dado”. A CEO da marca francesa admite sentir os efeitos do politicamente correto, ou incorreto, na própria pele. “Mas não preciso adotar um discurso agressivo, porque ele não faz parte de mim. Procuro ver as pessoas de forma justa, solidária. E pratico, em posição de liderança, o que pratico em minha vida.”
O problema é que, numa escalada perigosa, a cultura da tolerância vem sendo substituída pela cultura da beligerância – basta conferir os dados vergonhosos de feminicídio e agressão a pessoas LGBT no Brasil, nos últimos anos. Parlamentar gay, o ex-deputado Jean Willys informou recentemente que deixaria o país pelas ameaças de morte que vem sofrendo – parte delas intensificada ao longo da investigação do assassinato da vereadora Marielle Franco, sua amiga e correligionária, parte em função dos muitos anos que viveu no Congresso Nacional sob constante ataque homofóbico. Pergunta-se: seria politicamente correto ou corretamente político exigir que todo cidadão brasileiro seja respeitado, independentemente de raça, etnia ou orientação sexual?
Politicamente incorreto
Jordan Peterson, psicólogo canadense e professor da Universidade de Toronto, tornou-se uma estrela entre os palestrantes antipoliticamente correto, inclusive pelo sonoro discurso contra o feminismo. “Ok, igualdade de gênero vale também em canteiro de obras?”, costuma provocar. Tem sido bem acolhido em círculos ultraconservadores, principalmente depois que decidiu desobedecer a Lei C-16, proposta e aprovada pelo governo do primeiro-ministro canadense, o liberal Justin Trudeau, sempre muito firme na defesa da comunidade LGBT. A C-16 estabelece que, em ambiente escolar ou profissional, aqueles que se recusarem a tratar um indivíduo transgênero por nome social ou pronomes pessoais com os quais ele
próprio se identifica estarão incorrendo em crime. Peterson acha a lei absurda e avisou que não vai se submeter a ela. O que a Justiça canadense pode fazer contra ele, não se sabe. Em compensação, seus seguidores em redes sociais contam-se aos milhões.
Semanas atrás, o governo francês, através do Alto Conselho de Igualdade entre Mulheres e Homens, decidiu pegar pesado contra o site Blague.Info – que deve vir a ter problemas com a Justiça. O site, grande acervo de anedotas sobre os temas mais variados, com uma audiência fabulosa, percebeu que ser politicamente incorreto com as mulheres faz disparar o número de acessos. Resultado: direcionou 1/3 das milhares de piadas só para elas. Ou, melhor, contra elas. Numa pesquisa encomendada pelo Conselho, fica-se sabendo não só das estatísticas do Blague.Info, mas de outras: a cada seis vídeos mais populares na internet, para o público francês, cinco colocam as mulheres em situação de inferioridade e/ou ridículo; 71% das crônicas matinais veiculadas pelas principais rádios francesas têm conteúdo sexista. E nos meios de comunicação, numa visão geral, as francesas estão dez vezes mais expostas que os homens.
A filósofa francesa Simone de Beauvoir (1908-1986), que afirmou “não se nasce mulher, torna-se mulher” no clássico “O Segundo Sexo”, certamente não acharia graça das piadas do site. Mas, talvez, em vez de reagir a piadas grosseiras, talvez Simone procurasse entender por que afirmações que fizera nos anos 50 hoje são repelidas em ofensivas antipoliticamente corretas – tendo ela própria vivido longe da chamada correção política. Afinal, o que teria dado errado? Seria um retrocesso ou um movimento pendular da história?
Ouçamos: “Todo feminismo, para não falar da ideologia de gênero, se baseia numa doença mental, num delírio de interpretação que suprime os fatos essenciais e se apega a detalhes laterais, inflando-os para lhes dar aparência de chaves explicativas”. Mais que uma definição, tem-se aqui um diagnóstico que pretende ser “antipoliticamente correto”, vindo de alguém que não é um profissional da psiquiatria. Trata-se do astrólogo, filósofo autodidata e escritor Olavo de Carvalho, tido como guru do atual presidente brasileiro, para o qual contribui, vale lembrar, oferecendo não só ideias, mas indicações ministeriais.”
Nova Direita Conservadora X Pensamento Politicamente Correto publicado primeiro em https://fernandonogueiracosta.wordpress.com
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Diego Ricol Freyre recomienda:Diego Ricol recomienda: Fujifilm GFX 50R toma de contacto con sin espejo formato medio en Photokina 2018
La presente edición de Photokina está siendo bastante interesante en cuanto a producto y una de las marcas que más fuerte ha apostado por la feria alemana es Fujifilm. Así, tal y como hizo hace dos años, la firma ha elegido este marco para presentar sus novedades en su sistema GFX de cámaras sin espejo de formato medio. Entre ellas destaca sobremanera la nueva Fujifilm GFX 50R que hemos tenido la oportunidad de conocer en un breve encuentro.
Por cierto que la nueva cámara se ha desarrollado en respuesta a una idea que Fujifilm lanzó en la presentación de Colonia: “El mundo no cabe en el formato de 35 mm”. Por eso, en una feria en la que las palabras ‘full frame’ han estado omnipresentes, la firma se permitió la osadía de renombrar al formato medio como ‘super full frame’ e, incluso, de burlarse del resto de empresas que han decidido lanzarse el mercado de las sin espejo de formato completo.
Por contra, Fujifilm refuerza su apuesta por los dos formatos que ya viene desarrollando desde 2016 y con los que dicen haber obtenido muy buenos resultados (un crecimiento del 60% en sus líneas de cámaras y ópticas): el APS-C con las Serie X, y el formato medio con las GFX. Este último es el que menos se había desarrollado y el que recibe un importante empujón gracias a lo ahora presentado en Photokina.
En las manos
Pero vamos ya con las impresiones que nos ha producido la Fujifilm GFX 50R. Por cierto que es interesante saber que, a pesar de que acababa de desvelarse y no estará disponible hasta noviembre, en el stand de la marca había varias unidades disponibles para que todos los asistentes a la feria pudieran probarla. Nosotros lo hicimos en una charla exclusiva para prensa donde tuvimos también la oportunidad de compararla con su hermana para comprobar las diferencias de tamaño y peso.
Aunque lo cierto es que no son grandes (sobre todo en el peso) y que lo más destacable del diseño de una y otra es que la GFX 50S tiene un cuerpo mucho más irregular, sobre todo por las formas del visor y la empuñadura, mientras que la nueva es mucho más compacta. Su diseño está claramente inspirado (“copiado” podríamos decir) en la Fujifilm X-E3, con ese estilo de tipo telemétrico (que también lucen las X-Pro aunque éstas tienen visor híbrido) muy atractivo para la fotografía callejera.
El caso es que la cámara parece una X-E3 en grande (diríamos que el doble de grande), aunque el diseño nos resultó un pelín tosco. No por nada sino porque, al tener prácticamente los mismos controles que su hermana de sensor recortado, el aumento de tamaño hace que parezca sufrir de “gigantismo”. De todos modos, lo que realmente llama la atención es lo poco que pesa para el tamaño que tiene (estamos hablando de unos 775 gramos).
Éste era uno de los puntos clave del desarrollo de un modelo que han presentado como de reportaje y documental. Porque la idea es esa, ofrecer una cámara con unas dimensiones muy contenidas para sacar el formato medio del estudio fotográfico. Más o menos la misma idea que lanzó Hasselblad con la X1D pero a un precio bastante más asequible. Y es que hablamos de 4.500 euros, una cifra en principio alta pero muy ajustada para lo que se estila en este ámbito (la sueca cuesta casi el doble, y no es de los modelos más caros).
Y desde luego que la GFX 50R puede responder muy bien a esa intención de sacar un modelo de este tipo a la calle porque, ya decimos, pesa muy poco para lo grande que es. Eso sí, la casi total ausencia de empuñadura deja claro que no está pensada para utilizarse con ópticas de gran tamaño (para eso queda la GFX 50S o la futura GFX 100 Megapíxeles). Así, el Fujinon GF 50 mm ƒ3.5 LM WR que podéis ver en la foto de portada (aunque sólo era una maqueta no operativa) parece posicionarse como su compañero ideal haciendo un equilibrado conjunto de cuerpo más objetivo.
Asomados al visor, que es algo más modesto que el de la GFX 50S (entendemos que por aquello de ahorrar costes), no podemos ponerle pegas, aunque tuvimos muy poco tiempo como para sacar ningún tipo de conclusiones ni sobre esto ni sobre un AF que parecía responder correctamente aunque sin grandes alardes (lo que sería raro en una cámara de este tipo).
Tampoco podemos enseñaros fotos hechas con la cámara (era un modelo de preproducción), pero sí que hicimos una toma rápida para ver el resultado ampliado al 100% (ver foto arriba) y comprobar lo que ya nos imaginábamos: Que el detalle de la imagen alcanza un nivel muy muy alto, como no podía ser de otro modo hablando de un sensor de formato medio (recordemos que el captor es el mismo que su hermana mayor).
Más información | Fujifilm
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