#demasiados cambios para una señora como yo
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—Mmh —muge, pensativo. Su lenguaje corporal indica lo mismo: dubitación, toda una actuación. El asunto no es no darle la razón a Cam, porque eso es algo que hace gustoso; el asunto es entrar en su juego. La rodea suavemente con los hombros —. Solo pienso que tu novio debe ser un hombre muy afortunado.
"¿Por qué me miras así? ¿Acaso te gusto?" A pesar del tono serio en su voz, fácilmente puede notarse cómo las comisuras de sus labios tiemblan, en un intento por evitar echarse a reír con su propio y muy mal chiste. ╱ ( @tigerblccd )
#⸺ ◟♡◞ stage : arlo kang#no recuerdo qué extensión de xkit debería tener para los reblogs; para que no se vean raros#demasiados cambios para una señora como yo#grccve
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Los preparativos de la boda, mínimo, tomaron un mes para realizar una celebración digna a la familia. La casa de campo fue reformada para que la joven pareja se mudase allí en cuanto se completaran las nupcias, y el traspaso de bienes de parte del señor Leroy, ya se había firmado, al igual que los de la vieja Agnes.
-La verdad es que es muy bello el vestido, señorita.- decía Penny mientras terminaba de acomodar el velo, las joyas y los botones del vestido. -¿Tu vestido era igual de hermoso, Penny?.- indago la joven Ethel. La verdad era que estaba a punto de cumplir 18, y ya le esperaba una vida de casada. -Era hermoso, sin dudas. Pero no tan lujoso como el de usted. Después de todo, lo que importa es que usted este feliz y complacida.
Byron estaba preparándose en su dormitorio privado, el, al igual que su futura esposa, estaba algo nervioso. No solo por la boda, la verdad era, que en los años venideros, todo lo que había sido de su abuelo, ahora le pertenecía, y una gran responsabilidad nació de eso. No quería defraudar a nadie, mucho menos a su esposa.
-Penny, dime algo... -Claro, pregunte sin tapujos. -Dígame, ¿Tiene algún secreto para hacer feliz a un hombre?, usted y su esposo tienen muchos años de casados. Una carcajada resonó en la habitación, la risa como de cuervo de Penny, era muy distintiva. -Señora, eso no algo que usted deba preguntarme a mi, no es apropiado. -Vaaaaaamos, me has cuidado desde que tenias 18 y yo 10, por favor, nadie me ah hablado de esto. -Esta bien, después de la boda. Le daré algunos consejos. De todos modos iré con usted a su nueva casa, la señora Agnes así lo indico.
Las carcajadas entre ambas duraron algún tiempo mas, hasta que Ethel ya estuvo preparada en alma y mente para caminar hacia el altar. El auto llevo a la familia hasta la iglesia. Una iglesia grande, prestigiosa, solo las grandes familias podían casarse ahí.
La boda fue tranquila, la pareja intercambio votos de amor profundo, y para cuando el atardecer llego, todos volvían a sus casas luego de un buen banquete y baile. Convirtiéndose finalmente en el señor y la señora Fenton.
La pareja tenia ya todo empacado y preparado para su mudanza, Byron había accedido a dejarle al señor Leroy, la mansión gigantesca donde ahora Vivian, no tenia demasiado buenos recuerdos ahí, por lo que le vendría mejor empezar de nuevo en un lugar mas lejano. De todos modos, todo lo importante, de valor, ahora estaba en sus manos.
Ethel, por otro lado, fue impactada por la noticia de que su tía Agnes, se quedaria en Clrumplebottom state. No le agradaba mucha la idea, pero Agnes ya estaba algo anciana, y un viaje no le sentaría bien, por lo que una despedida apropiada fue lo único que se dieron, y fue entonces cuando empezaron su partida.
El invierno había llegado a la ciudad de Windenburg, y la nieve comenzaba a acumularse en ciertas partes del terreno, el frio era de temperaturas bajo cero y era un terreno frio al que se habían mudado. La casa había sido reformada para las necesidades de los recién casados.
La llegada fue algo atareada, las nausees de Ethel estaban en vigencia luego de aquel viaje tumultuoso en auto, entre subidas y bajadas de colinas. Por lo que rápidamente se instalaron, dejando a Penny con todo el equipaje.
Los meses pasaban, y las cosas parecían ir bien para toda la familia. El embarazó de Ethel prosperaba adecuadamente según la opinión del medico y, como si fuera poco, ahora ya tenia barriga. Algo que Byron amaba mucho, pues se pasaba todo el día acariciando su futuro hijo. Realmente estaba muy emocionado, tenia planes de tener una familia grande, una como la que el nunca pudo tener.
En cambio, en la casa Hartley, el pequeño de la familia crecía rápido. El amor entre Augustus y su segunda esposa, Diana, iba en crecimiento y cada vez era mas profundo. La tristeza de la muerte de su hija no había desaparecido, sin embargo, ahora mismo ya podría vivir con eso.
Varios meses después, la nieve cubrirá por completo el suelo de todos los lugares. Mientras que en la casa Hartley, los jóvenes disfrutaban la nieve y el frio, en la residencia Fenton, Ethel llegaba con ansias al final de su embarazo. Ya quería quitárselo de dentro, tenia muchas ganas de conocer a su futuro hijo. Tenia algunos miedos encontrados, la charla con Penny sobre el parto logro crear algunos de estos, y los intensificaron luego de que, Penny comentara la muerte de su hijo neonato. No quería que eso le sucediera. Pero Penny había asegurado que, a pesar de que ella lo había perdido a penas nacer, el embarazo de Ethel había sido muy deferente al de ella, y que probablemente todo saldría bien.
Y por fin, la navidad había llegado. Ambos esposos, se habían propuesto celebrarla a lo grande. Y determinaron, que ya era hora de que Byron conociera a la familia de su esposa. Estaba segura de que lo amarían.
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16 Cartas.
Javiera:
En momentos como estos me alegra haber estudiado con los jesuitas, me enseñaron a leer y escribir, y gracias a ello puedo seguir manteniendo comunicaciones contigo. Vea, aunque me hayan botado de la hacienda, me imagino porque su señora madre supo de lo nuestro, tenga por seguro que esto no acabará aquí. Por eso, corazón, extiendo mis saberes para ti por medio de estas cartas que le estaré enviando de a poquito, y en cambio, quiero que usted haga lo mismo para conmigo. Ponga su carta, por favor, en el mismo lugar donde yo deposito las mías, así cuando pase por las noches podré tomarlas y leerlas y después enviarles mis respuestas.
No las fecho porque, ya sabe, por la clandestinidad de esto.
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Javiera:
Me complace que me hayas hecho caso. Cuando pasé por la noche cerca de la ventana de su habitación y ahí vi la carta, debo de admitir que el aliento se me escapó. Más se me escapó cuando lo leí justo ahí. Lo sé, qué imprudencia la mía, pero las emociones me pudieron más. Su mensaje fue corto ¿es por el miedo a esto? Le comprendo, estoy igual. Pero mire, habrá sido corto pero igual me hizo sentir cosas. Y cuando llegué al final del mensaje, cuando me pedías que me cuidase, que comiera y durmiera bien, se me ha escapado la sonrisa boba. ¿Cómo lo haces, mujer? ¿Esto de hacerme sonreír con tan poco? Usted parece bruja ¿Qué maleficio me ha echado? Pero no importa, me gusta.
Usted que me deseó tantas buenas cosas, yo le deseo eso y algo más: sueña con los angelitos.
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Javiera:
Comprendo que queme las cartas por su seguridad. Yo las tuyas las tengo guardadas, me puedo dar ese lujo, usted no. No importa ¿sabe por qué? Porque usted tiene un gran corazón, el cual dicen que alberga todo esto a lo que llamamos sentimientos y sé que aunque queme mis escritos, ahí donde tiene el corazón, ahí está mi tinta como recuerdo. Creo en esto. Sabes, mi madre también tenía un gran corazón, uno demasiado grande, y era así. Daba igual cuánto pasara, recordaba a pie juntillas todas las veces que le dije “te amo”, y mi corazonada dice justo eso, que usted recuerda todo lo que le he escrito y lo recita como mantra, tal como yo, en mi trabajo, recito el suyo, porque esto que nos escribimos es un “te amo” aunque la frase no haga presencia.
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Javiera:
Hoy fui a misa, el Padre en su sermón dijo “todos los caminos llevan a Roma”. No me pregunte por el sermón, no presté atención, sabe cómo soy. En eso que iba para mi casa me topo con esta división de caminos. Uno va para mi hogar, el otro para el suyo. Ahí exclamé “¡oh!” porque justo me vino de nuevo esa frase cuando vi el camino. Yo digo que tú eres mi Roma, y sí, todos los caminos siempre me conducen a usted. Estoy seguro que puedo irme a la montaña más alta de por aquí, vivir ahí una temporada, y cuando baje, aun sin conocer el camino, sin duda terminaría frente a su hacienda porque eres Roma. La altiva, la recia y la necia. Esa Roma es usted.
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Javiera:
¿Cómo puede decir que se le ha olvidado montar a caballo? Tanto que me costó enseñarle; eso nunca se olvida, cariño. Creo que me estás mintiendo. Cuando leas esto dirás “¿cómo?” pero no se haga. Es una trampa. Quieres que vaya allá y nos veamos, eso quiere. Se hace la tonta, pues, para vernos una vez más las caras. Sí, sí. Estate atenta la próxima semana y tendrá que estar en vela, iré allá y me verá, aún en la oscuridad de la noche, pero me verá.
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Muchachita:
¿Te puede decir así? Verá, ayer soñé contigo y te volví a ver y caí en cuenta que eres bastante bajita. Me reí al verla. Le llevo una cabeza de alto, quizás una y media. Entonces para burlarme de usted le puse mi codo en su cabeza y apoyé ahí mi peso. Se enojó. Yo me reí, porque así mismo es usted en vida real.
A veces siento que mis sueños son realidades, que la usted de ahí es verdadera. Debe imaginarse mi decepción cuando me despierto y no es así. ¿Usted sueña conmigo también? Porque si es así, quizás sea cierto lo que me dijo el indio aquel, que a veces los sueños son realidades y estas se dan cuando dos personas sueñan con ellas al unísono. Si ayer soñó conmigo. . . Tengo el corazón en la garganta, mujer. Solo de pensar esa posibilidad.
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Javiera querida, muchachita mía:
No se preocupe por mí, le aseguro que el accidente no fue tan malo como lo describí en mi anterior carta. Creo que me entró la vena dramática y por eso lo redacté como tal. Pero no te enojes tampoco, por favor, que desde acá siento cuando estás hecha un huracán. Me quedó solamente una cicatriz en la frente, un tanto prominente pero nada catastrófico. Le juro que sigo siendo guapo, mujer, que no me volví el feo del pueblo. Tan así que le pedí a mi hermano Francisco que me retratara, ya sabe, él dibuja bonito, y ahí verá. Y después con ese retrato lo puede guardar o quemar, lo que mejor le convenga, pero yo insto a lo primero ¿sí? Temo a veces que se olvide de cómo me veo.
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Mi corazoncito:
Vea, anteayer andaba por la plaza del pueblo y por ahí había un artesano vendiendo sus cosas. No tenía absolutamente planeado comprarle algo pero vi una cuestión que me llamó la atención. Había una muñeca de porcelana y era igualita a ti, pero es que igualita se queda corto. Era tu viva imagen. Solo le faltaba un poco de rosa en los mofletes y eras tú. Se hizo el día el artesano conmigo. Ahí lo tengo bien guardado en una cajita para dártelo, no sé cómo porque las cartas pasan bien entre las ranuras de la ventana, no así una caja, pero usted lo tendrá más pronto que tarde y podrá confirmar lo que le dije.
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Muchachita:
Usted no sabe cuánto me complace saber que le ha gustado el regalo ¿vio que se parece a ti? Su comentario me hizo sonrojar, Dios mío, tenía los cachetes a candela viva. ¿Me da permiso para sonrojarme? Le pregunto porque dicen que esto de sonrojarse no es cosa de varones, y que ustedes las mujeres odian eso de nosotros, pero también dicen que pedirle permiso a una mujer es incorrecto, pero yo digo que sí quiero estar con usted, que lo nuestro trascienda, debo saber lo que piensas y lo que quieres, y cumplir (juntos) esos deseos.
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Javiera, corazón:
Sé que he tardado mucho en escribirle. No piense que me he olvidado de ti. Antes muerto que eso. Mire, me salió un trabajo a un pueblo más alejado de donde estás y por eso ha costado poder enviarle mis escritos. Calma, sí, es un trabajo temporal así que no se asuste, cuando vuelva a donde estaba seguiremos la correspondencia con la misma frecuencia de siempre. En esto que he estado más lejos de ti hice introspección sobre cuánto te amo. ¿Sabe a qué tan lejos estamos? Los cálculos que saqué fueron de 10 leguas. Entonces puedo decirte una cosa: mi amor por ti es tan grande como 10 leguas de distancia.
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Amor mío:
Quiero hacerte una pregunta retórica ¿Sabes cuántos llevamos en esto de las correspondencias? Nunca feché mis cartas, usted hizo lo mismo, pero recuerdo vívidamente el día en que escribí mi primera carta a usted. 16 de enero de 1871. No hay en absoluto nada especial en esas fechas, hasta ahora; ya dos años de eso es prueba suficiente como para decirte que el 16 de enero es de mis días favoritos porque recuerdo esto que hemos mantenido con tanto receloso entre ambos y es especial por ello. Mis hermanos se burlaron de mí la primera vez que les conté sobre estas correspondencias. Me dijeron “¡eso no va a funcionar!” y yo les dije que se mordieran la lengua los tres. Lo que más me llena es que justo no parece perecer este ejercicio, seguimos en lo mismo, con una frecuencia envidiable, eso me dice que aún no se ha aburrido de mí y ya sabe, yo no me he aburrido de usted.
Pero también otro pensamiento me ha invadido la cabeza. Eso que hemos durado me parece casi que inverosímil. Lo que le quiero decir es que nunca me consideré buen hombre. Usted si estuviera cara a cara conmigo me habría dicho que lo contrario, lo sé, pero me explicaré. No me considero buen hombre porque no lo soy. Para entrar a trabajar en su hacienda me valí de tretas para sacar del paso a uno que poseía más experiencias que yo. Antes de eso, con Ángel hacíamos cuatrerismo por ahí y de hecho, casi me meto a bandolero en una vuelta, sino fuera que Rodrigo me sapeo sobre que ustedes buscaban un caporal y que era mejor eso que acabar colgado de un árbol. Yo solo estaba ahí para ganar dinero, hasta que la conocí. Después de eso no he sido el mismo.
A usted le debo de agradecer muchas cosas; primero, su amistad; segundo, su amor; tercero, mi salvación por usted. Porque verá, cuando comenzó nuestras andadas me dije que cambiaría porque usted se merece algo mejor que ese diablillo que llegó ahí por puras artimañas y que quería seguir en esas sendas. Me dije que no se merecía eso. Por eso cambiaba, más buena gente quería ser, y sí vino de corazón, si no, no hubiera llegado hasta donde estoy. Y como un acto de esos, de buena gente, yo le confieso esto sobre mí a sabiendas que puede cambiar su percepción de mí, pero como la amo mucho mucho y sé que es lo correcto, no tengo más opción que hacer esta prueba de fuego y esperar su respuesta.
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Javiera:
Mi pregunta para ti es: ¿estás loca? He demorado en contestarle porque he estado analizando su propuesta. Es bastante osado. Si falla estaré yo colgado en algún árbol de la zona, lanceado por alguien de su escuadra o bien, muerto a hierro. Pero lo que más temo es por ti, lo que te pueda suceder. Pero si es así, habrá que irse lejos, muy lejos de estas montañas ¿Aguantarás el calor de las llanuras? Porque solo yendo para allá o lugares así estaremos a salvo.
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Javiera:
He logrado convencer a mis hermanos para raptarte, porque por más que lo quieras vender de otra forma, lo que haremos es un rapto. “Convencer”, bueno, no será la palaba correcta porque solo se los comenté y aceptaron de una vez. Ahora los quiero mucho. Pero en fin. Estate atenta en esta luna menguante que viene por ahí se hará esto. Ten a mano solo lo necesario. Eso es lo único que te recomiendo.
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Moreno. 1 de agosto 1888.
Muchachita mía:
Lastimosamente ha de esperar más. Este señor que no es más que un desgraciado aún no me paga las reses, así que le dije “aquí estaré” y heme aquí, día a día yéndole a cobrar. Pero pese a ello me puse a pensar en ti y me volvió a salir la risa boba. ¿Sabes qué recuerdo? Pues mire. Oficialmente me llamo Juan Jáuregui y usted Manuela del Cid, pero yo la conocí por Javiera Gonzáles y usted a mí por Andrés Gómez. Por cosas de la vida acá me han apodado André, que no Andrés, y he sonreído tan grande porque hacía tiempo que alguien que no fuese cercano mío se refiriese por mi nombre, o en este caso, algo cercano a mi nombre. Ahora que lo pienso, y es que ni gente cercana. Esos chiquillos endiablados tuyos me dicen “papá Juan”, pero me gustaría que me dijeran “papá Andrés” pero no se puede. ¿A usted le gustaría que le dijeran “mamá Javiera”? Me temo que sí, por los nombres eran necesarios para disipar cualquier persecución.
Nos casamos como Juan Jáuregui y Manuela del Cid, pero para mí siempre serás Javiera y es el nombre con el cual te llamo sea aquí, en tinta, o allá, con voz. Cuando canto es el nombre que sale, cuando pienso en ti pienso es en Javiera. Mi vida la estoy edificando con Javiera Gonzáles. Por eso a veces cuando andamos en público me enerva no poder decir tu nombre a la otra persona, porque quiero decirles “sí, ella es mi esposa Javiera” y no eso de Manuela. Se me pasó por la cabeza rápido proponerte usar nuestros verdaderos nombres, pero caí en cuenta que ya ha pasado mucho tiempo y todos nos conocen por Juan y Manuela, solo nos queda ese nombre para nosotros, y mis hermanos supongo, y unos que otros amigos tuyos. Pero ya le digo y le repito que para mí eres Javiera. La altiva, la recia y la necia. Mi Roma. Mi bruja. La de muy gran corazón.
—Andrés Gómez.
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La Espiga. 16 de enero de 1920.
Amor mío:
Vieras lo que me pasó. Acá esperando a que el señor arregle la muñequita de porcelana me vino una niñita muy parecida a uno de los chiquillitos de tus endiablados chiquillos. Me dijo “¡qué pelo más blanco tiene, señor!” y yo me he reído y sonreído. Cómo pasa el tiempo, tanto que uno de mis hermanos ya no está con nosotros y cada tanto tengo que hacer un recuento de cuántos nietos llevamos porque siento que cada año salen dos más. El tiempo pasa muy deprisa y ahí me imaginé tu rostro y se me magulló el corazón. Estás como yo, con el pelo muy blanquito pero al menos mis cejas siguen siendo oscuras, las tuyas no. Y tu rostro, muy arrugado, como el mío también. Mas me alegra que podamos seguir caminando a la par; me gusta ir contigo a la plaza y sentarnos ahí a ver la gente pasar. Gracias a eso volvió a latir mi corazón, porque aún sigues conmigo a mi lado. Se me pudo haber magullado un poco el corazón pero siempre se recupera gracias a ti.
—Andrés Gómez.
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20 de octubre de 1926.
Mi querido:
De todo lo que vivimos tengo una queja, quizás la única queja que te pueda tener: me consentiste mucho, demasiado. Como no estás espero paciente tus cartas, como siempre has hecho cuando no estamos juntos, pero no llegan. Creo que mis “endiablados” chiquillos se han dado cuenta de mi tristeza, sino no se explica que me haya visitado uno de tus hermanos. Hablamos un poco. Hablamos de ti. Me reí mucho con sus cuentos y sonreí bastante gracias a esas tertulias. Aún recuerdo cómo me hiciste “incivilizarme” (tus palabras, no las mías) solo para que calzara entre el campesinado porque según tú andaba muy de fina. No te mentiré, sí me costó, me costó pasar de mi casa de adobe a tu rancho de pencas que suelo de tierra poseía; me costó trabajar lo suyo el campo, me costó entender a las bestias y domarlas. Te maldecí una vez. Pero a las finales te lo agradezco. Sé más gracias a estar contigo a lo que sabría si me hubiera quedado allá. Gracias a ti puedo tocar la guitarra, y cantar algo, ¿recuerdas cuando canté para el cumpleaños número treinta de Ángel? Se me salieron los gallos pero no me dijiste nada, solo me sonreíste, pero no por gracia, sino por orgullo.
Dijiste que tengo un muy gran corazón. Creo que ahora me está siendo contraproducente. Sí cariño, recuerdo todas esas cartas quemadas en la chimenea. Las releía muchas veces, tantas que me sabía línea por línea lo que decía. En efecto, eran “te amos” no puestos. Pero ahora ese gran corazón lo siento un poco quebrado. Cuando me despierto siento un peso en el otro lado de la cama y me volteó rápido pensando que eres tú. Mi decepción es mayúscula cuando no te veo. Quiero que estés aquí conmigo, pero eso sería muy egoísta ¿no? Porque me imagino que allá donde estés andarás muy feliz con tu madre y cantando con tu hermano. Aún me queda tiempo aquí. A veces quiero que sea poco y otras no, porque si no ¿quién cuidará de tus endiablados chiquillos y sus chiquillitos?
Así que heme aquí, escribiéndote aunque sé que no tendré respuestas, pero lo seguiré haciendo Andrés, ¿sabes por qué? Porque este ejercicio que llevamos haciendo más de cinco décadas solo puede morir cuando los dos ya no estemos aquí. Por tanto aquí estaré llenando esa cajita de madera con estas cartas mías y las tuyas, las que ahora sí guardé, ahí al ladito de la muñeca de porcelana.
—Javiera Gonzáles.
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@animeluci-98thpg Aprovechando que aún poseía un ápice de inspiración y que a la vez estoy desempleada así que tiempo tengo, le hice esto para emendar la trapeada que le he hecho a su OTP porque donde aparezca la Javiera es para andar de loca o tener más cuernos que un vena’o. Así que algo más feliz.
Eso no quita que es mucho más entretenido pensar a Javiera con más cacho que un toro o que los poderes sobrenaturales de Diomedes sean tal que pueda volver cuck a Andrés. Por lo menos acá nos podemos reír un poco que los hermanos hayan dicho «hell yeah, raptemos a la cuñada» sin pensarlo dos veces.
Más tarde subo esto a AO3 para mejor lectura.
Editado
Para mejor lectura »aquí«.
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Rojo, blanco y sangre azul
✨Alerta spoilers porque me emocioné✨
Tiene como dos años que conocí el libro y al principio creo que como a muchos la parte política se me hizo pesada de a madres; ya luego le agarre el ritmo y el libro se transformó en uno de mis favoritos.
Alex y Henry; no describiría esto como un enemy's to lovers porque Henry solo no sabía cómo actuar con su crush y Alex no sabía que era bisexual, (Alex tu y yo somos uno mismo uooo). Pero tremenda pareja que son, ternura, peleas, dramas, darse como cajón que no entra; precioso. Pero me voy uno a uno
Alex mi niño, tu y yo somos uno mismo uooo; solo debía ir a mantener relaciones con el Reino Unido y Zas que se queda con el príncipe, podrán cuestionar los métodos pero no el resultado. Honestamente me gusta mucho como va descubriendo su ser y aquí debo decirlo, amo mucho más como se destapa con su mamá en la película que en los libros, porque en los libros me caga la señora; o sea wey no, su hijo le dijo que tiene novio y ella lo pone a decidir si si es en serio, señora su hijo es un bebé (22 sigue siendo un bebé, fin). Que igual si yo fuera Zara ya hubiera renunciado, imagínate cuidar al hijo de la presidenta que termina cogiendo con el príncipe de Inglaterra, nombre no duró en el trabajó.
Pero ay mi niño, lo quiero mucho, entiendo demasiado porque no le dice a su hermana, sus agallas para volar a Londres y buscar el porque del príncipe; después volver a viajar para estar con él cuando todo se destapa; el entender que Rafael no era el malo y sobre todo su dilema de vida. Perder el interés en el plan inicial bueno, mi niño tenía 22, seguía chiquito honestamente, por lo que también hay un bonito mensaje de que no siempre debemos seguir nuestros planes originarios.
Pero pasamos con mi otro bebé, mi protegido, mi niño, mi príncipe. Henry, wey no, pobrecito; imagínense que su abuela les dice que les vale lo que sea pero nadie puede saber y luego te das cuenta que no era un ojete solo no sabe actuar frente a su crush y eso es más que válido. Miren, yo sí llore cuando le dijo a Alex que lo puede desear y aún así no desear esa vida (una prisión por otra) porque aún así si se quedaba con Alex siempre iba a estar este pedo de ocultarse hasta que se pueda. Lamentablemente sucede lo que sucede y sale todo de golpe y pos bueno, la gente me caga.
Pero Henry es un personaje que sufre mucho, pasa por una depresión después de la muerte de su padre y luego todo el estrés que vive por ocultar que es. Yo solo quería abrazarlo y decirle que todo iba a estar bien ysitodoestabienporquesecasaconsuamorverdaderoyyamo
Y es que no solo los protagonistas, sino también los demás personajes tiene su juguito; empezando con Pez y Bea; que claramente son un gran apoyo para Alex, y Nora y June que wey, esas dos iban a acabar juntas y yo necesito esa historia. Los padres son otro pedo porque entiendo todo el desmadre político por la campaña, pero aún así me cayó muy mal la mamá cuando lo hace firmar mil papeles y lo mete en esta especie de dictamen para saber si lo suyo con Henry es para siempre; el papá pos, existe jajajaja.
La mamá de Henry pues mira, ganas de vivir no tenía pero a como la quise cuando puso orden con su madre y la reina ay como me cae mal; que igual entiendo porque pusieron un rey en la película o sea recordemos que tecnicamente la abuela de Henry es una especie de inspiración en la reina Isabel y pos se nos fue el santo al cielo; por lo que hay que adaptarnos. Pero jija de la chingada me cae muy mal.
Zara y Shane, well, mis respetos por aguantar tanto a dos jotos dramáticos.
En todo caso amo demasiado este libro, ya me vi un chingo de veces la película y los bloopers preciosos. Me encantó la adaptación, incluso los cambios que hicieron desde la desaparición de June o no enfocarse tanto en lo politico, siento que está bien para una película, la química de Taylor y Nick es maravillosa y miren a mí me dieron min escena de los pavos e Instagram's de los personajes así que yo feliz
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Para los parques y sus secretos
Salgo a caminar casi todos los días. Si no puedo hacerlo, mis pensamientos se empiezan a apelmazar, se llenan de nudos, se vuelven demasiado duros o demasiado flexibles. Camino por cualquier parte, sin un rumbo determinado; elijo la calle que más me llama la atención o la que más me gusta y avanzo. Antes, cuando vivía cerca del río, era muy fácil. Un río es un imán, casi siempre terminaba yendo a mirar el agua, los barcos, las islas que depende de la hora son manchas verdes o lilas o grises. Lo hacía sin tener que decidir nada, salía y caminaba y de repente estaba ahí.
Pero ahora que me mudé y ya no estoy cerca, me llevó bastante más tiempo del que esperaba volver a encontrar una ruta con la que estuviera contenta, o en la que no tuviera que pensar de antemano qué camino seguir. Supongo que es porque nunca antes había vivido frente a un parque. Una calle recta despeja dudas, una va hacia adelante y no se pregunta mucho más. En cambio, el parque Independencia tiene un rosedal, un lago, una montaña, un bosquecito de eucaliptos, una isla con patos dentro del lago, varios puentes, dos canchas de fútbol, tres museos, un hipódromo. Me resultó demasiado. Una lucha de decisiones constantes que no me dejaba bajar la guardia. Lo intenté un par de veces y desistí, me dije a mí misma que lo mejor era caminar por las calles aledañas y tomarlo como una oportunidad para conocer el barrio.
No estuvo mal, no me quejo, pero descubrí que a su manera, un parque también es un imán. Se siente raro estar tan cerca, orbitando, y a la vez nunca estar adentro. Como si todo el tiempo estuvieras caminando en un embudo, o contra la corriente. Además, con cada persona con la que hablaba y le contaba dónde me había mudado, era igual: abrían los ojos, sonreían, me decían que era un lujo estar tan cerca de ese parque. Y veía a la gente habitándolo, usándolo para encontrarse o evadirse o para cualquier cosa, el parque parecía tener algo especial para darle a todo aquel que quisiera ir, menos a mí. A mí solo me tocaba mirarlos de lejos, con asombro y un poco de envidia.
Yo solo una vez había tenido una relación así con un parque. Fue con el parque General San Martín, en Mendoza. Lo conocí porque había ido de vacaciones mi novio, pero duramos solo dos días haciendo turismo. Es decir, subiéndonos a combis para hacer excursiones, etc. Hay que tener cierto tipo de convicción y de personalidad para sostener charlas con desconocidos y maravillarse con paisajes durante cinco minutos que rápidamente descubrimos que no
teníamos. La segunda tarde fuimos a andar en bici por unos viñedos y estuvimos a pocos segundos de ver cómo a una adolecente porteña la atropellaba un camión. Se salvó por un grito del guía. Nunca me hubiera imaginado que esas excursiones eran por la ruta. Me dio risa y miedo a la vez, a la adolecente también, después del casi accidente paró a tomar agua y se cayó a una acequia.
Esa tarde, cuando volvimos al hotel, cancelamos todas las excursiones que ya teníamos compradas. Apenas bajó el sol fuimos a conocer al parque para caminar y despejarnos, y desde ese momento no logramos volver a juntar la voluntad para ser buenos turistas, para conocer, para aprovechar el tiempo al máximo. Todavía teníamos tres días por delante y ningún plan a la vista más que manta, libro, mate, parque. Y fue hermoso.
Nos pasamos gran parte del viaje ahí, tirados en el pasto, a la sombra de un árbol. Vimos perros nadando en el agua, felices. Vimos fuentes preciosas y nos asombramos cuando supimos que, alguna vez, en vez de agua tuvieron vino. Vimos muchas quinceañeras sacándose fotos, vimos personas remando, aguas danzantes. Cientos de nenes y nenas aprendiendo a andar en bici. Un museo de ciencias naturales, pájaros, árboles enormes, abejas empecinadas en tomar café, señoras comiendo bizcochos. Gente leyendo libros inverosímiles. A un hombre que no se vestía de acuerdo al clima y le pedía cigarrillos a todo el mundo, a un vendedor de algodones de azúcar con pésimo equilibrio. También muchísimas familias en reposeras, caminantes solitarios, deportistas. Compramos sandwiches, helados, galletitas, jugos de frutas recién exprimidas, imanes que decían MENDOZA (así, en mayúsculas). Cuando volvimos, mi mamá se quejó de que no le habíamos sacado ni una foto a una montaña y nos habíamos olvidado de comprar vino. Fue culpa del parque, que nos recibió tan bien, tan acorde a nosotros.
Así que hace un par de semanas, quizás por el recuerdo de ese hermoso parque, cedí. Empecé a ir a caminar al Independencia. Aunque no me gustaba atravesarlo o salirme de los senderos, daba vueltas por las calles que lo limitan, armando rutas imaginarias. Fui entrando de a poco, como al agua cuando está fría y hay que acostumbrarse. Hasta que unos días atrás, ya bastante tarde, iba caminando por ahí y escuché música. No era de una radio o parlante, era música en vivo. Venía de la cancha de fútbol para no videntes que está cerca del centro del parque, yo estaba a más de una cuadra de distancia pero veía gente y movimiento.
Para cortar camino me metí entre los eucaliptos, sus troncos blancos y sus cortezas enormes desparramadas por el pasto. Mientras me acercaba, fui barajando opciones: una murga, una juntada de adolescentes de quinto año, una banda. Pero cuando estuve ahí, descubrí que era una especie de ensayo. Había chicas vestidas con faldas largas, que parecían ser parte de un
traje o vestimenta típica boliviana, pero llenas de brillos. Ellas bailaban en ronda, y un grupo de chicos tocaban alrededor. Tenían instrumentos de percusión y también algo que sonaba como una flauta. La coreografía se basaba, me pareció, en armar y desarmar círculos de distintos tamaños, unos dentro de otros, como un engranaje que no servía para ningún otro fin. Solo estaba ahí, hecho de faldas brillantes y saltitos. Era hipnótico. Me quedé más de media hora mirándolos, en mi cabeza eran un elenco de danza contemporánea recién nacido ensayando para su primera presentación un poco experimental.
Cuando volví a casa, tuve la sensación de haber encontrado una especie de sueño o secreto del parque. De que por fin el Independencia se estaba acostumbrando a mí, al igual que su primo lejano y mendocino. Ya no era simplemente una turista de paso, una recién llegada al barrio. Ahora me conocía lo suficiente como para mostrarme de a poco su cara verdadera. Quizás esta sea otra forma de caminar y no pensar. Me pregunto qué otras cosas tendrá para rebelarme.
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El sábado pasado fue mi tercer campaña de rol y la verdad es que me sigue gustando mucho.
Ahora si ya hice un dibujo de Lala y la verdad me quedé muy satisfecha como quedo.
Lo curioso es que lo hice casi a oscuras antes de dormir porque no tenía sueño y necesitaba hacer algo.
Me da miedo entintarla, suelo arruinar las cosas 😖
Siento que ella es muy alta y fuerte. De esas que si te van a defender se atraviesa y ella recibe el golpe. Yo elegí el escudo, no sé por qué decidí ponerle el arco y la flecha si no los usa 🤣
A lo mejor no es alguien muy culta (porque siento que no es tonta, quizá algo boba a veces cuando está en confianza XD), pero es muy leal y no le da miedo entrar en la batalla.
Quiero pensar que aguanta bien el licor, pero los drinking games del juego son a base de dados y no siempre me va bien 😅
Siempre viste así y como dije cuando hablé de Aika, a la señora samurái le preocupa que ella ande con tan poca ropa por la vida, incluso cuando hace frío, pero ella está acostumbrada a cambios de clima y no le afecta mucho eso (excepto en lugares demasiado fríos)
Usa el parche pero en realidad no lo necesita (no tiene de otra, eso le salió XD).
En Jargono ella se agarraba a golpes con gatos gigantes así que por eso no le saca a agarrarse a puñetazos con cualquier cosa. Sabe seguir rastros y encontrar plantas comestibles, es orientada y tiene buena percepción para darse cuenta de las cosas aunque no entienda lo que la gente dice (por eso digo que no es tonta), pero como no sabe usar tecnologías, ni leer, ni manejar el fuego... Se puede pensar que es una simple salvaje, pero no.
La gente de su aldea le aprecia porque es una excelente cazadora y siempre comparte lo que encuentra en la jungla. Además de siempre enseñar y defender a los más débiles.
Aika ha intentado enseñarle a leer y escribir el japonés y "lengua común", pero a Lala le ha costado aprender japonés y se hace bolas con la lectura, así que Lala acaba más confundida y por eso habla poco.
Quiero desarrollarlas más, pero con el tiempo. Tengo muchas ganas de subirle el nivel a Aika porque si necesito que esté más fuerte, eventualmente también quiero fortalecer a Lala.
Si algo más se me ocurre de ella, lo escribiré después.
Es todo por hoy terrícolas. Gracias por leer 😘❤️✨
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Disfrutan familias neolaredenses de renovados parques Viveros y Narciso Mendoza
NUEVO LAREDO, TAM.- Una gran afluencia por parte de la ciudadanía han tenido los parques Viveros y Narciso Mendoza desde que fueron completamente remodelados por parte del Gobierno Municipal en el que los vecinos gozan de nuevas y mejores instalaciones. Ahora las familias de Nuevo Laredo disfrutan de nuevos juegos infantiles, aparatos ejercitadores, asadores, áreas verdes, alumbrado público y caminos a los que se les colocó adoquín para mayor seguridad al caminar. “La verdad está muy bonito para los niños, ya estaba muy descuidado, me gustó que hay iluminación porque no había nada todo estaba muy oscuro y ya para las seis todos nos íbamos, la primera vez que vine tenía como 5 años y estaba igual, que bueno que pusieron ya algo bueno a los niños”, mencionó Ruby Villarreal quien asistió al Parque Mendoza. Por su parte Juan Antonio Mondragón quien vive en la colonia Infonavit, visitó el parque Narciso Mendoza y dijo que desde hace 25 años lo conoce pero ahora luce diferente porque no había juegos y los baños estaban feos. “Es la primera vez que venimos después de tantos años y si cambió demasiado, me gustaron los juegos que están con mayor protección para que se conserven, la resbaladera (volcán) los colores que tiene están muy bonitos. Yo les digo a la familia que no son de aquí, si vienen a Nuevo Laredo no lo van a conocer, esta transformación es muy buena”, opinó Antonio Mondragón, ciudadano. Rosa Elena Ruiz Federico destacó que fue una buena decisión por parte del gobierno municipal el haber invertido en la remodelación del parque Narciso Mendoza quien recordó que el recinto se encontraba en el olvido y con juegos deteriorados. “Ahorita se ve bien alegre, los colores que les pusieron a los juegos se mira muy bonito la verdad, está muy bien para que los niños se diviertan, pasamos un domingo familiar conviviendo y después a degustar un elotito o un chicharrón”, indicó la señora Ruiz Federico.
Sara Analy Ruiz Martínez habitante de Valles de Anáhuac agradeció a la alcaldesa Carmen Lilia Canturosas Villarreal por realizar una transformación en Nuevo Laredo con mejores opciones para el esparcimiento. “Quedó muy bonito el parque, la verdad se le agradece a la presidenta, se ve un cambio en la ciudad, lo que no hubo anteriormente, ahorita vemos muchos cambios con ella, este parque estaba en el olvido, ya casi la gente no venía porque no era el mismo, ahorita ya se ve más alumbrado, los juegos quedaron espectaculares, es una hermosura de parque, fue un gran logro, hay demasiada gente ahorita y eso que es de noche, vemos la sonrisa de cada niño, hasta a uno porque recordamos cuando éramos niños”, señaló Ruiz Martínez quien asistió al parque Viveros. La vecina Dora Patricia Ramírez de Las Alazanas se acordó de cómo se encontraban antes las instalaciones del parque Viveros en el que el camino estaba feo y no había tantas opciones para que los niños se distrajeran. “Estoy encantada porque está muy mejorado el parque Viveros, los jueguitos, los niños andan en las bicicletas fascinados, todo me gustó porque hasta las lonas en las mesas, antes solo eran de láminas, sin sombra, caminos feos y de piedras que uno no podía ni caminar, ahora súper mejorado todo, ahorita todavía hay gente”, citó Ramírez, vecina de la colonia las Alazanas. La señora Olivia Muñoz Rivera acudió al parque Viveros con su familia quienes disfrutaron de una carne asada en los nuevos asadores que colocó la administración municipal. “Esta toda la familia, es un esparcimiento muy bonito, excelente la presidenta municipal considero que se llevó un 100 en la remodelación, en los juegos, todo está muy bien, recuerdo al parque muy deprimente, ahorita está muy bien, veo más familias, gracias a las presidenta Carmen Lilia”, manifestó Muñoz Rivera, vecina de la colonia Viveros. Además en el parque Viveros la población goza de un lugar integral en el que también tienen la oportunidad de acudir al Zoológico para conocer a los ejemplares con los que se cuenta. Así como al Acuario en el que hay diversas especies marinas. Read the full article
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‘ ¿no aprendiste nada de la última vez? ’ chasqueó su lengua contra su paladar, más de una vez, como muestra de una desaprobación que realmente no siente. era fácil distraerse con ella, a veces sentía que hasta lo hacía un poco a propósito. la idea provocó una serie de arrugas al borde de sus ojos, producto de una sonrisa que nació con demasiada naturalidad para su propio bien. ‘ ajá, también soy de tocar a las personas, en nada me tendrás abrazándote. ’ no mentía, pero ella sí lo hacía de alguna forma. los actos de servicios del belga eran transversales, porque de esa forma había sido criado, pero ella no lo sabe. era un dar sin esperar nada a cambio. dar y dar hasta que sus manos no diesen más y sus músculos cayesen rendidos sobre su cama. para eso nació, ¿no era así? no. y aunque ya lo sabe, le costaba sacar esas viejas costumbres de su sistema. sacó su mano entre un par de risas cuando la vio mover sus brazos en el aire. ‘ ¡señora no me pegue! ’ exclamó con melodías jocosas bañando cada una de las sílabas que se deslizaron por sus cuerdas vocales, con total libertad. ‘ uh, no soy bueno describiendo personas ’ y era real, a veces ponía demasiado ojo a los detalles, al punto que se le hacía casi imposible mover sus palabras en una sola dirección. ‘ no jodas, no eres mayor que yo tú también ’ y con eso se refiere a la sorpresa que lo atacó saber que sukja era mayor que él, ¡¿qué les estaban dando de comer?! él se sentía destruido en comparación. cuando lo empuja hacia adelante, temió golpearla al ir hacia atrás con tanta fuerza y saltó del columpio, primero cayó bien, hasta que su pie se dobló un poco y terminó en el suelo. una serie de carcajadas comenzaron a escapar por su garganta, una tras otra. fue una explosión de emociones, tanto negativas como positivas. ‘ ¡lo siento! perdí, tiempo ’ levantó su diestra y su izquierda, haciendo una forma de t para indicarle que se detuviera. entonces se acomodó en su lugar, primero apoyó sus codos y luego comenzó a erguir su espalda lentamente. ‘ esto califica como intento de homicidio ’
——— ★ sabe ha tirado de la soga lo suficiente, por lo que no insiste más al respecto. eran adultos, no era quién para estar corriendo detrás de nadie y cada uno lidiaba con las cosas como uno podía. si llegase a necesitarle en algún momento, quiere creer le ha dejado claro que allí está ella. lo mejor que puede ofrecerle entonces, es un poco de humor y distracción. “ hm, una de las chicas preparó pasta con atún. el sol me está matando y creo soy más criatura nocturna de lo que creia... ” comenta sobre estadía en el parque. “ he estado pensando también lo mucho que quiero treparme a uno de estos árboles. ya sabes, poner realmente a prueba mi recién mejorada agilidad. cada día más cerca de ser lara croft ” juega a lo tonto. más allá de la tontería, sí se preocupa por contrario gracias a especie de amistad forjad. ” y sólo bromeaba ” debe dejar en claro una vez más pese a que se percata debe ser obvio para ambas partes. “ pero que gusto saber te traigo loco, ahora tiene sentido la cantidad de comida me guardas. tiene sentido, los actos de servicio tu lenguaje del amor. aunque no recomiendo creer en ellos, son basura romantizada ” pone la mirada en blanco ante acciones ajenas, agitando sus brazos en el aire como si quisiera sacárselo de encima y procede a ponerse de pie, ambas manos descansando en su cadera al tiempo que le mira, poco a poco posicionándose a sus espaldas. “ uh, no tengo idea de quién es esa kirsten ” reprime una corta risa. círculo social propio claramente más limitado que el ajeno. ” ¡y más respeto a tus mayores! ” ¿lo era siquiera? nunca preguntó. “ o comerás tierra ” de todos modos, finalmente risa le traiciona cuando le empuja con fuerza hacia delante para que se columpiase con más ímpetu.
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Jueves 11 de enero 2024 - Cracovia - Otra juntada con couchsurfers
Otro día en el que no tengo mucho planeado, lo único que necesito hacer es o bien cargar crédito en mi teléfono o comprar otro chip. Había pensado que sería mejor tener un chip con número polaco para obtener el PESEL que es el número de identificación fiscal de Polonia así que voy a hacer eso en cuanto pueda. Aún tengo que terminar trabajo pendiente que tengo de Elizabeth pero nunca encuentro la motivación ni el momento de hacerlo. Así que finalmente salgo para el centro, todo sigue lleno de nieve en la calle obviamente. Un frío como siempre. Voy para T-mobile, me tomo el 4 desde cerca de casa y me bajo. En el camino desde el tranvía veo que hay una panadería que parece vender unas bolas de fraile muy ricas, así que seguramente pare ahí cuando vuelva. Me bajo del tranvía y está medio cayendo aguanieve. Veo que en la dirección que marca que está el T-mobile hay un shopping así que me meto porque probablemente adentro esté el local. Entro y siento el alivio de la calefacción. Caminando por dentro encuentro a un pibe y una piba con camperas negras y creo que son de seguridad de ahi dentro y les pregunto si trabajan ahí y para mi sorpresa me dicen que no, al parecer después vi que la campera del pibe tenía un parche pero sólo decía "Toronto". Así que mala mía. Sigo caminando y veo un puesto de información y le pregunto a la señora por el T-mobile y me dice que baje la escalera y a mi derecha está el puesto. Voy hasta el lugar y pregunto por un plan de datos para un número polaco. Me pregunta si es por mucho tiempo o por poco y le dije por un mes. Me dice que hay un plan que son 40zl por 40 gb y le digo perfecto. Se va y vuelve con un chip, me pide el pasaporte, me hace firmar una hoja y me dice que le dé el celular para colocar el chip. Lo coloca y lo activa en el momento así que ya me voy con el celular con mi número polaco luego de 10 minutos. Bastante satisfecho con haberlo logrado, pero un poco pensante en lo frío y lento de la atención de la señora, fue todo muy mecánico y aburrido pero ya tengo mi número. Hasta le tuve que preguntar cómo hacer para cargarle más crédito luego del mes y me indicó la aplicación para hacerlo, pero era como que yo tenía que preguntar todo.
Antes de volverme paso por un local de fotografía donde hay un montón de cámaras hermosas y no puedo evitar quedarme mirándolas y comparando los precios, le saco foto con el celu a algunas para luego ver cuánto salen en dólares. Al salir del shopping veo una casa de cambio y cambio 50 dólares a zlotis. Me va a dar 196 zl por 50 dólares y le digo al hombre si le puedo dar 4 zlotis así me da 200 y accede. Me subo al tranvía para volver pero con la idea de bajarme a comprar esas bolas de fraile que vi antes. Tengo que ir hasta la estación de Teatro Bagatella. Me bajo ahí y veo una señora que vende guantes en la calle y le compro un par por 20 zlotis. Cruzo la calle y paso por la panadería que me vende 2 bolas de fraile o como se llamen acá, una con pistacho y otra con chocolate, por 17 zlotis. Por lo visto todo tiene precios parecidos acá. Finalmente me subo de nuevo al tranvía para llegar a mi destino de nuevo.
Me bajo del tranvía y paso por un café que está a 1 cuadra de mi departamento y entro a pedir un chocolate caliente. La mujer se tarda fácil unos 15 minutos preparándolo, mientras otra señora justo llega y se queda esperando a ser atendida. La gente acá es demasiado relajada para mi gusto. Agarro mi chocolate, le pongo azúcar mascabo y me voy finalmente para mi casa. Me pongo a merendar, a ver los guantes, a comer las bolas de fraile y luego a tomar unos mates. A la tarde nuevamente por Couchsurfing me habla una piba de Polonia llamada Rosa y me dice de quedar conmigo. La agrego y me dice que van a ir a un bar con un amigo y que estoy invitado. Le digo que más o menos en media hora puedo ir, así que me preparo así nomás, me afeito y voy.
Llego al lugar y nuevamente el problema de tener que encontrar a esta gente. Siempre siento que cuando hago eso parezco un loquito que va a matar a todos, porque entro y nadie me detiene ni me dice hola y sólo miro para todos lados, medio como Terminator en la primera peli. Igual el local está vacío pero hay como 2 sectores, a la derecha hay un escenario con mesitas donde están tocando, hay una parejita en una mesa que me mira y en otra mesa hay 3 chicos y una chica rubia. Asumo que esa es la mesa de couchsurfing y les pregunto. No me entienden, les vuelvo a decir más fuerte y la chica me dice que no me escucha. Así que les digo "no, i dont think you are the people im looking for". La gente no conoce el término couchsurfing y es raro ver un chabón preguntando aleatoriamente si son la gente que busco, así que obviamente asumo que no son ellos. Luego me dirijo al otro sector, en esa parte todo está vacío, la única mesa está ocupada por 2 chicos y una chica rubia, y apenas me acerco la chica mueve la mano y me saluda. Ahora sí son ellos y enseguida les digo que estaba buscandolos en la otra parte del bar y les pregunté a unos random con la misma disposición que ellos si eran los de CS. Enseguida charlo con ellos, les pregunto los nombres, les digo el mío, lo típico. Pero esta vez me siento más cómodo con estar ahí, probablemente porque son 3 nomás y la mesa es pequeña, pero es como que inmediatamente estoy ya metido en la charla con ellos. Les cuento de mi trabajo, de mi viaje, etc y noto que son copados. Un chico es de India, estudia medicina en Ucrania y está viviendo ahí, pero ahora está paseando por Polonia. El otro es peruano y vive hace rato en Cracovia, 2 años y medio, y conoce a Rosa, quien es la que me invitó. Tanto ella como el chico de Perú son embajadores de Couchsurfing, que es como un badge que les dan a los que usan mucho la aplicación. Lo bueno es que se los nota relajados y charlatanes, así que pasé un buen momento. Rosa por su parte es obviamente educada como todos los polacos y bastante polite, pero también es suelta y amable. Ella es de Cracovia pero vivió de chica en Italia desde los 4 años, sabe hablar italiano y español e hizo una tesis sobre Buenos Aires. Todos me caen bastante bien, son gente interesante y que me puede guiar en esto de intentar quedarme en Europa. Con su información un poco siento que me pueden ayudar. Les pregunto como hicieron para quedarse a vivir en Europa, sobre todo al chico de Perú, ellos a su vez están interesados en saber cómo es viajar y trabajar a la vez. Todos parece que siempre estamos interesados en tener un poco de la vida que tiene el otro, es algo bastante habitual en las personas por lo que veo. Me hacen sentir que la manera de trabajar y viajar que tengo no es tan mala después de todo, a pesar de que yo resalto bastante el tema de la incertidumbre que genera no tener un sueldo fijo. Me pido una cerveza negra y luego otra kolsch con unos maníes que comparto con la mesa. Está bastante interesante la charla, luego Rosa me pasa su número para quedar en contacto y me pasa información de Polonia. Se la nota bastante suelta, cuenta que estuvo casada con un chico de México de quien ahora se separó pero que él tiene la ciudadanía gracias a ella. Entre todos hablamos de couchsurfing, de vivir afuera, de viajar, de la situación en Ucrania, el indio habló de los matrimonios en la India, de las culturas diferentes de los países, de trabajar y viajar, de cómo es la universidad en Ucrania, Rosa habló de cómo es vivir en Polonia, el peruano trabaja en finanzas y habló sobre eso, también hizo un máster en España. Es interesante todo el intercambio cultural. También luego hablamos que en CS hay que tener cuidado con quien hospedas y donde te hospedas cuando viajas, de experiencias negativas (el peruano dijo que una vez una chica llevó a alguien que conoció en un bar a quedarse en su casa), de tener malas referencias en CS, etc. También Rosa en un momento me muestra una aplicación para viajar dentro de Polonia y comprar los boletos online.
Al final nos vamos todos a la vez, yo me doy cuenta que tengo que ir para el mismo lado que Rosa así que viajamos juntos en el bus 11. Es muy amistosa y hablamos de cómo es vivir en Polonia, si le gusta, etc. Cuando bajo me dice que mañana van a festejar un cumpleaños de alguien de CS en otro bar y me dice que estoy invitado. Ya lo había mencionado antes igual también, cuando estábamos todos en la mesa. Le digo que tal vez vaya y que la vea mañana. Nos saludamos con un abrazo en la Plaza Inwalidow y nos vamos cada uno a nuestro lugar.
Cuando llego estoy bastante cansado y un poco con sueño por la cerveza, así que me tiro directamente a dormir luego de lavarme los dientes.
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Palitroque y la caravana mágica
Palitroque y la caravana mágica
En la casa del viejo roble, la abuela Sarmiento se levantó una mañana con un terrible resfriado.
-¡Pali... Pali... tro... Achís! -estornudó.
Palitroque y la caravana mágica
-¿Qué te ocurre? -preguntó Palitroque, entrando en el dormitorio.
-He pescado un horrible resfriado -se lamentó-. Tráeme el pañuelo. Está colgado detrás de la puerta.
-¿Esta cosa? Pensé que era una sábana -se burló Palitroque mientras descolgaba el enorme pañuelo.
-No seas descarado -le riñó la abuela- Hoy irás por mí al mercado. Estoy demasiado enferma. Mira, he escrito la lista de la compra.
-Dámela -dijo Palitroque orgullosísimo, mientras se ponía su sombrero (donde vivía Petronila, la araña mágica).
Cuando ambos se marchaban, la abuela Sarmiento estornudó con su enorme nariz y todos los árboles del bosque embrollado se agitaron.
Palitroque y Petronila llegaron al final del bosque. Y allí, en un claro, estaba el mercado, lleno de gente extraña e interesante.
Palitroque pasó frente al mago de la fortuna, un adivino que hacía trucos con globos, y frente a una anciana que tricotaba vestidos de cuerda. El último carromato pertenecía al Doctor Hierbabuena, un curandero.
-¡Vengan, vengan! -gritaba-. Compren una botella del brebaje Pelón y su pelo crecerá tan recio como la hierba en los pastos. Es la octava maravilla del mundo. ¡Lo vendo barato, a mitad de precio!
-Perdóneme -dijo Palitroque-. Mi abuela ha pescado un resfriado espantoso. ¿Tendría usted algo para curárselo?
-Claro que lo tengo, mozalbete -mintió el Doctor Hierbabuena-. Tengo en mi tienda justo lo que necesitas.
Naturalmente, el Doctor Hierbabuena no tenía tal cosa, sino cientos y cientos de frascos del brebaje Pelón. Despegó una de las etiquetas y escribió una nueva: "CURA RAPIDA PARA RESFRIADOS."
Palitroque y la caravana mágica
-Ahora llévate esto a casa y haz que tu abuela lo huela. Pero en cualquier caso, muchacho, no dejes que lo beba o lo derrame sobre nada.
-De acuerdo. Muchísimas gracias -dijo Palitroque.
Puso el frasco debajo de su sombrero para conservarlo bien y entonces Petronila, que se había echado un rato para dormir en él, se despertó de repente.
"¿Qué es este olor espantoso?" pensó, oliendo la botellita del brebaje Pelón. "Tendré que hacerlo desaparecer con magia o nadie querrá visitarme." Y agitó su varita.
Dubidí, dubidá: como verás este sombrero está ocupado, así que te vas.
Pero el frasco permaneció donde estaba, y, en cambio, Palitroque salió despedido de su propio sombrero.
-¡Oh! Lo siento, Palitroque. Mis encantos siempre salen mal.
Palitroque se levantó y se puso de nuevo el sombrero.
-No importa -dijo- Mira, Petronila, podemos hacer aquí la compra.
Estaban frente a la caravana de las sorpresas del señor Malaspintas.
El interior del carromato era bastante más grande que lo que parecía desde fuera, y sus estanterías estaban repletas de cajas, botellas y cestas. El señor Malaspintas tenía de todo, desde un calcetín de elefante hasta el cepillo de dientes de un ratón. Palitroque paseaba asombrado entre las alfombras de piel de zorro, las alas de mariposa, los huesos de ballena y los barcos metidos en botellas. Había cintas de pelo para buitres, libros de canciones para ciervos, libros de ortografía para duendes y un mapa de senderos del fondo del mar. Había también un aparato de radio sin sonido y un retrato del hombre invisible.
Petronila quedó encantada cuando encontró un departamento sólo para arañas donde podía comprar moscas escabechadas y pijamas de ocho piernas.
Palitroque se asomó por encima del mostrador y allí estaba el señor Malaspintas.
-Pasa, pasa. Tú eres el pequeño nietecito de la señora Sarmiento, ¿no?
-Eso es -respondió Palitroque-. Ella no se encuentra muy bien. Así que hoy he venido yo a hacer la compra.
-Dime en qué puedo servirte.
Palitroque sacó su lista de la compra.
-Quisiera...
Se paró cuando vio que la abuela había olvidado escribir la cantidad que quería de cada cosa. Bueno, quizá él podría adivinar cuánto.
-Mmm, dos cestos de leche y un litro de nabos..., un saco de mantequilla y un pan de tocino.
El señor Malaspintas se rió entre dientes.
-¿En rebanadas? -dijo refiriéndose al tocino.
-Mm, rico y crujiente -dijo Palitroque-. Y media docena de coles y una jarra de pan, por favor.
-¿Blanco o moreno?
-Verde, por favor -dijo Palitroque-. Yo pensaba que todas las coles eran verdes.
-¿Esto es todo? -sonrió el señor Malaspintas, mientras depositaba la última mercancía en el mostrador.
-Sí, sólo me falta la carretilla.
-Una carretilla de guisantes, supongo -dijo con retintín.
-No sea tonto, señor Malaspintas. Una carretilla para llevarlo todo a casa.
Palitroque y Petronila volvieron al bosque embrollado. Los árboles temblaban; seguramente la abuela Sarmiento seguía estornudando.
-He vuelto -gritó Palitroque-. He hecho toda la compra.
La abuela Sarmiento miró la carretilla por encima de su enorme nariz roja y su gran pañuelo blanco.
-¿Algo no está bien, abuela?
-Desde luego -chilló ella-. ¿Qué es todo esto? Una jarra de pan, un saco de mantequilla, dos cestas de leche...
-Yo lo hice lo mejor que pude, ¿verdad, Petronila?
-Desde luego que sí -rechinó la araña, asomándose por la pequeña puerta verde en el sombrero de Palitroque.
-¡Tú no te metas en esto! -estalló la abuela.
Palitroque iba a darle a su abuela el remedio para los resfriados cuando llamaron a la puerta. Dejó el frasco sobre la mesa y fue a abrir.
Como era muy curiosa, la abuela abrió el frasco, hundió su nariz dentro del líquido y se puso a hacer burbujas...
El señor Malaspintas era quien llamaba. Había llevado algunas flores para la abuela, y la cesta de la compra que Palitroque debería haber traído a casa en realidad de acuerdo con la nota de la abuela.
-Sólo era una pequeña broma. Palitroque. No te has ofendido ¿verdad? -sonrió el tendero.
Justo en ese instante, un agudo chillido resonó en la cocina.
-¡Oh, Palitroque, ayúdame! ¡Ven rápido!
Palitroque y el señor Malaspintas entraron corriendo en la cocina... y se echaron a reír cuando vieron a la abuela Sarmiento. ¡Su nariz estaba cubierta de pelusa blanca!
-¡No os quedéis ahí parados! ¡Haced algo! -gritó.
El señor Malaspintas miró el frasco de la cura rápida para resfriados y reconoció al instante el famoso brebaje Pelón del Doctor Hierbabuena.
-No te preocupes. El crecepelo del Doctor Hierbabuena nunca funciona. Se te habrá quitado todo por la mañana.
En aquel momento, la pelusa de la nariz de la abuela era tan espesa que su resfriado se sintió calentito y desapareció.
Palitroque y la caravana magica
-¡Nunca lo hubiera creído! -dijo ella-. ¡Estoy curada! ¡Celebrémoslo con una buena tarta, bien pegajosa!
Así que se sentaron juntos a merendar. Incluso permitió que Petronila se uniera a la fiesta.
-Siempre y cuando -dijo la abuela Sarmiento- se limpie todas sus patas.
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| Tir |
Mi colectivo
Godofredo Suárez
En el año 1993 algo había empezado a cambiar en nuestra forma de viajar. Los colectiveros con superpoderes arácnidos ya habían empezaron a decaer.
Hasta ese momento, los choferes de micro tenían que levantar gente en las esquinas esquivando el tráfico, vender los boletos cortándolos para que quede un número en cada pedazo, dar el cambio exacto a cada pasajero y seguir el recorrido en el cronograma programado. Debían escuchar el timbre, acordarse de que alguien le había pedido por favor que le avisara al llegar al Club Abástense y respondían cualquier consulta de turismo. Iban charlando con los de la primera fila y hasta fumando. Definitivamente siempre fueron superhéroes muy infravalorados.
De un día para otro algo cambió. Ahora, al subir a los micros debíamos ir al primer asiento y pedirle a un chofer oficinista nuestro boleto. Este cambio no fue el más disruptivo de esos tiempos ya que aún podíamos seguir coleccionando los famosos boletos capicúa. Simplemente había un chofer más, un lugar menos para sentarse y eso era todo. Lo raro vino después, en 1994.
Era una época en donde aun siendo muy chicos caminábamos diez cuadras solos en plena madrugada y esperábamos en una parada sin techo ni refugio a que viniera el colectivo.
En el micro en que yo viajaba había gente que no conocía, pero si reconocía. El chofer era siempre el mismo y en el fondo siempre estaban Rodrigo y Javier, mis amigos de la vida.
Siempre nos sentábamos en los mismos asientos. Los reservaba Javier, porque era el que primero subía. Unas paradas después se sumaba Rodrigo, que se sentaba al lado. Y yo, cuando llegaba, me ponía en el asiento de adelante. Solíamos mirar los números de los boletos para ver si alguno era capicúa.
Ese día en particular, el hombre que vendía los boletos en el primer asiento ya no estaba. Desconcertado, le pregunté al chofer.
—Hola, ¿Cómo hago para sacar boleto?
—¿Escolar? —me preguntó, aunque con mi guardapolvo blanco era una obviedad.
Sin esperar respuesta, tocó un botón en una consola donde antes estaban los boletos y me dijo que pusiera las monedas en la máquina.
Ahí, donde me había señalado, se encontraba ahora un calefón digital con ranuras y cositos. Me quedé mirando eso sin saber qué hacer hasta que tuve que agarrarme de un pasamanos porque el colectivo arrancaba otra vez. Atiné a mirar a mis amigos para que me dieran una mano, pero solo reían desde allá atrás disfrutando el espectáculo.
Una señora de verde, que siempre estaba en el primer asiento se apiadó y decidió ayudarme. Tomó mi moneda, la puso en una especie de embudo en la parte de arriba y se escuchó un ruido a licuadora muy raro. El armatoste ese me dio un boleto impreso en un pedacito demasiado simétrico de papel y nada más. La señora se sentó y yo me quedé esperando.
—¿Y mi vuelto? —le estiré la mano a la de verde como pidiéndoselo a ella.
—¿Te tenía que dar vuelto? —me dijo asombrada.
—Sí, era escolar.
La señora, asumiendo su nueva labor de intermediaria, le transfirió mi pregunta al chofer.
—¿Cuánto pusiste, nene? —me dijo sin dejar de mirar la calle.
—10 centavos, me tiene que devolver 5 —le contesté.
—¿Y no te dio nada?
—No.
La señora, aunque ya no tenía nada más que hacer, fiscalizaba todo. Yo, de reojo podía ver a los chicos riéndose sin disimular.
El chofer se orilló en una calle cualquiera, se levantó de su asiento, se acercó a la maquina y la empezó a golpear. Le tiro un jab de derecha, un revés, un cortito y hasta un apercaut como si fuera una mezcla bizarra de boxeador y de técnico electrónico experto, hasta que sentenció:
—Se rompió la máquina, no hacemos más paradas. Tomá, nene, andá a sentarte —.
Me dio el vuelto de su bolsillo y me fui a sentar con los chicos que empezaron a echarme la culpa de haber roto la máquina, que era yeta y cosas así.
Hasta ayer teníamos los boletos más lindos y artísticos del mundo. Eran obras de arte únicas y hoy, un pedazo de chatarra nos da un papel en blanco y negro incoleccionable. Yo atesoraba todos los boletos capicúas o con números que llamaban mi atención; como fechas especiales o progresiones.
Coleccionaba de todo, cajitas de fósforo, almanaques, marquillas de cigarrillos y cosas así, pero esa mañana estaba siendo testigo de que ya no iba a poder coleccionar más boletos.
—Che, esto no tiene número — les dije mirando el ticket nuevo.
Los tres nos pusimos a mirar nuestros boletos, el de Rodrigo ya estaba hecho un bollito y, si bien tenía cosas escritas, lo único que diferenciaba un boleto de otro era la fecha y la hora exacta. El de ellos difería en pocos minutos, pero el mío era raro; se los mostré porque no figuraba ninguna fecha en donde el de ellos la tenía.
—¿A ver? —me dijo Rodri pidiéndomelo —. Acá debería estar, pero esto no es la fecha —me dijo sintiéndose ya un experto boletólogo.
—Dejame ver —me pidió Javier —Acá esta la fecha, es esta, dice claramente 26/03/2074 23:20.
—Ahhh, sacaste un boleto del futuro, Gus —me dijo Rodri, riéndose —. Por eso se rompió la máquina.
—Noventaidós años vamos a tener —se apuró a aclarar Javier habiendo hecho un cálculo muy rápido.
Nos quedamos pensando, seguramente los tres al mismo tiempo, que aún faltaban ochenta años. Era una eternidad. En ese momento me sentí mirando a un precipicio; fue una sensación extraña, como si delante de mí tuviera un abismo infinito y si daba un paso más, caería al vacío. Una frenada brusca nos sacó de nuestra abstracción.
—Yo seguro que llego impecable a los noventa, ustedes dos van a estar hechos mierda o cultivando flores desde abajo —les dije haciéndome el gracioso, pero ellos debieron haber estado haciendo sus propias cuentas también, porque la broma no fue tan festejada.
Seguimos en el colectivo sin pararle a nadie más en el trayecto, y llegamos demasiado rápido a la escuela. Al boleto lo guardé en mi billetera.
Ese año fuimos a Córdoba de viaje de egresados. Mis mejores amigos eran Rodri y Javi, pero en general entre todos conformábamos un grupo excelente y muy unido. A ese viaje lo vivimos como si todos los del curso fuéramos una gran banda de rock en su gira de despedida. Nos prometimos juntarnos una vez al año para no perder nunca nuestra amistad. Al final de ese verano me preparaba para empezar una nueva etapa: el secundario.
****
Me puse a guardar todo lo viejo en una caja. Guardapolvos, carpetas, banderines, el trofeo de una carrera que había ganado y algunos recuerdos, entre ellos el cuadrito con la foto del viaje de egresados.
También iba a empezar esta nueva etapa con una billetera de cuero más acorde a mi edad. Dejaría atrás la que tenía, que era muy colorida e infantil. Pero decidí revisarla bien antes de archivarla y ahí estaba: el boleto, el del futuro, en su inmaculado papel blanco simétrico con letras negras. Reflexioné en que ese boleto le pertenecía a alguien del futuro. Uno tan lejano que quizás, allí en ese futuro ya no serían necesarias las carreteras.
Contemplé el papel con cierta melancolía recordando los días de los colectiveros superhéroes y mis viajes al colegio con amigos. Decidí guardar el boleto detrás del cuadrito enganchándolo en una madera, ahí se iba a quedar. No clasificaba para guardarlo entre mi colección de boletos artesanales, aunque me daba cierta pena tirarlo.
El tiempo, como es de esperar, siguió pasando inexorablemente.
Con muchos compañeros del primario seguimos juntos en el secundario.
Nos graduamos casi todos los mismos que ingresamos, pero no todos. Analía, por ejemplo, se había mudado con la familia a Mercedes lo que hizo que nos distanciáramos un poco.
Durante esos cinco hermosos años continuamos haciendo asados y juntadas anualmente. Pero no con todos nos veíamos fuera de la escuela.
***
La facultad fue una hermosa época. Ingresamos juntos con Juliana, pero la perdí de vista al poco tiempo porque ella siguió otro camino. Con Rodrigo y Javier seguimos siendo inseparables y nos juntábamos a cenar todos los viernes.
Las carreras de cada uno, las nuevas amistades, las novias, los novios, las responsabilidades hicieron que en las cenas anuales fuésemos cada vez menos. Recuerdo que a una reunión vino Gisella diciendo que estaba embarazada. En esa época fue cuando empezó la etapa de los bebés, los pañales y los divorcios para algunos. Fueron tiempos en los que trabajábamos incansablemente, perdíamos pelo, hacíamos, rehacíamos o ensamblábamos familias y, de vez en cuando, nos juntábamos todos, o los que podíamos, que éramos cada vez menos.
Yo encontré el amor mucho más tarde que el resto y mi familia empezó a crecer cuando algunos ya eran abuelos. Nos fuimos riendo de nuestras panzas, de las arrugas y de los sueños cumplidos o que aún queríamos cumplir. Parecíamos estar muy distintos a cuando éramos chicos, pero cada vez que nos reuníamos nos dábamos cuenta de que nuestra esencia era la misma.
***
Nuestros hijos empezaron a ir al secundario y la facultad. Ellos tenían novias, novios, trabajos, hijos y responsabilidades.
Nosotros ya éramos jefes en nuestros trabajos y cada vez teníamos menos tiempo libre. Pero de vez en cuando volvíamos a juntarnos para charlar y ponernos al día.
Una noche, sin ser invitado, vino el cáncer a sentarse en nuestra mesa y nunca más dejó de asistir a nuestras reuniones. Nuestras familias se fueron reduciendo, algunos ya estaban solos, otros cuidando de sus nietos y los más suertudos aún acompañados.
A mí siempre me decían que era un afortunado por haber empezado tarde una familia, que mi casa siempre estaba viva y llena de colores. Siempre tuvieron razón, he sido una persona con mucha suerte. Hoy puedo decir que tuve a mi lado a una mujer de fierro, bella en todas sus formas y que fuimos muy felices.
***
Hoy vino a verme mi hijo, el más grande, con su esposa y mis dos nietos. Me trajeron una caja que encontraron en el garaje de casa, que se está por alquilar, y pensaron que, quizás, a esos recuerdos los quería tener acá, en el hogar, conmigo.
Son las 10 y media de la noche y hace días que las pastillas no me están haciendo efecto.
Revolviendo la vieja caja de vetustos recuerdos me encontré con ese cuadrito. El del viaje de egresados, con esa foto hermosa a la que hoy encuentro tan llena de juventud ausente. Cerré los ojos y los vi a todos, llenos de luz y saludándome. Reviví tantos momentos hermosos que no pude hacer más que sonreír. Me sentí en paz.
Una lágrima cayó sobre el cuadrito que aún sostenía entre mis manos y parecía estar iluminado del lado de atrás. Al darle vuelta vi un pedazo de papel, enganchado a una maderita. Era el boleto. El que una vez fue del futuro pero que esta noche sería puntual. Recordé hasta el perfume de la señora de verde que me había ayudado a poner mi moneda en esa máquina nueva. Y entendí que ese había sido siempre mi boleto. Y faltaban quince minutos para que pasara mi colectivo.
Me puse la bata, mis pantuflas más cómodas y me escapé. Caminé hasta la parada, la misma de siempre, en la que subía y me encontraba con mis amigos, los que me acompañaron toda mi vida. Llegué a esa esquina sin saber bien lo que estaba haciendo, pero seguro de que era ahí a donde tenía que estar. No había refugio ni lugar donde sentarse. Eran las 23:19 de un 26 de marzo del 2074, hacía poco que había cumplido mis 92 años. Miré el boleto nuevamente y ya brillaba con intensidad.
Me invadió una paz tan profunda que me hizo acordar al calor maternal justo antes de nacer.
La puerta se abrió y el chofer, sonriéndome, me invitó a subir.
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Cap. 3.3 - ENELQP5
La mayoría de los miembros del grupo de trabajo se trasladaron al condado de Epheria. A primera vista, el grupo de trabajo se disolvió, por lo que no hubo oposición ni protesta. Incluso si hubiera personas que notaran lo que estaba sucediendo en el interior, había una alta probabilidad de que cerraran la boca y los ojos si fueran tan ingeniosos. Ese sería el caso, ya que Su Majestad lo permitió y el Príncipe Siegfried procedió con la ayuda del Canciller Mord. Si te entrometes, podrías terminar quemándote, no terminaría con sólo chispas. Además de reorganizar y mantener el ex grupo de trabajo especial, ahora los Caballeros del Condado de Epheria, así como la propia familia del Conde, había muchos lugares que arreglar, por lo que los días ocupados continuaron por un tiempo. Por supuesto, yo no estaba muy ocupada y Sieg y Ortzen sufrían la mayor parte del tiempo. Como beneficio adicional, mi Julius se convirtió en Conde de Epheria. Aún así, todo encajó en otoño. El imperio, no sólo el condado de Epheria, también se liberó del caos, y la princesa Aranea consolidó su posición como la primera en la línea de sucesión al trono. La tragedia del príncipe heredero se olvidó rápidamente y el caso del antiguo rey demonio quedó completamente enterrado. No, parecía enterrado. En realidad, el emperador estaba buscando y castigando con entusiasmo a los nobles relacionados con el antiguo rey demonio. Los contratos fueron la prueba que Sieg entregó a cambio de hacerse cargo del grupo de trabajo. ¡Kagagak! Espadas y espadas chocaron, raspando fuertemente las hojas de cada una. Empujada por la fuerza, doblé una rodilla para soltar la punta de la espada que caía oblicuamente hacia mi hombro, saltando hacia atrás y corriendo. No recibí un golpe directamente, pero sentí mi muñeca entumecida. Me faltaron fuerzas. Miré a Julius, que apenas se movió de su primera posición. Tengo que poder hacer algo, entonces, ¿cómo puedo luchar contra él? Es desagradable. ¿Debo ir y traer el Calitus o la espada sagrada? Entonces supongo que debería intentarlo. "Julius." Golpeé el suelo con la espada que sostenía y me acerqué a él. Los ojos gris claro tenían una sonrisa indefensa. Sí, sí, eso es bueno. De pie justo frente a él, extendí mi mano y agarré su cuello, pero Julius aún no mostró ninguna resistencia. Porque tirarlo del cuello y besarlo era una rutina diaria. Pero ahora no era un beso. Después de fortalecer mi frente con mucho poder sagrado… ¡Perok! "¡Puaj!" Le di un cabezazo. Liberado de mi mano, mi marido tropezó y se puso la mano en la frente. Al ver eso, me sentí aliviada. Saqué mi espada del suelo y me volví hacia la mesa al lado del gimnasio. “¿Por qué siempre te dejas engañar?” "Pero…" Julius me siguió, frotándose la frente enrojecida. "No puedo moverme cuando Roel sonríe así." "No puedes hacerle eso a nadie más que a mí." "Por supuesto." Julius se sentó primero en la silla y yo me senté en su regazo como si fuera natural. Sophia, que estaba esperando en la mesa, se levantó y me sirvió una bebida fría. Aunque era otoño, todavía hacía bastante calor. Voy a beber esto y lavarme. Y me gustaría comer... "Hambrienta." Ante mis palabras, Sophia sacó una canasta de comida. Este dulce olor era… pastel de manzana. Sophia abrió la boca mientras dejaba una gran tarta de manzana sobre la mesa. “¿Sabías que últimamente dices que tienes hambre diez veces al día?” "Pero tengo hambre." ¿Qué me dices cuando tengo hambre? “Al principio, la señora no era del tipo que comía como un pájaro, pero últimamente has estado comiendo demasiado. Tu estómago-" Sophia dejó de hablar e hizo una expresión de ooh en su rostro. Perdida en sus pensamientos por un momento, volvió su extraña mirada hacia mí. "¿Estás... no estás embarazada?" "¿Eh? ¿Embarazo?" Incliné la cabeza y puse mi mano sobre mi estómago. No sería extraño si lo estuviera. Tanto Julius como yo somos jóvenes y saludables, he trabajado duro para tener hijos y había pasado bastante tiempo. Mmm. "Ahora que lo pienso, había algo así como un objeto extraño en mi estómago." "… ¿Sí?" No solo Sophia, sino también Ortzen, que había traído algunos papeles y los estaba mirando, me miraron con expresión perpleja. “¿Un objeto extraño?” “Literalmente materia extraña. ¿Qué era ? Pensé que el semen restante se estaba acumulando, pero ¿es esto un feto?” "Uh, ¿puedes sentirlo?" “Porque tengo poder divino.” No era difícil observar la condición de tu propio cuerpo. Ante mis palabras, Ortzen dejó escapar un largo suspiro. “Si crees que algo anda mal, tienes que decírmelo para que pueda examinarte. No, de todos modos no parece una enfermedad. Por favor dímelo. ¿Tuviste la menstruación el mes pasado?” "¿Menstruar?" ¿La tuve? Me volví hacia Sophia. “Parece que no lo tuviste. Aunque originalmente estabas en el lado irregular. El cuerpo de Lady Silla, quiero decir. Así que simplemente lo ignoraste…” Ciertamente no hubo menstruación durante los primeros dos meses después de entrar en este cuerpo. Originalmente, su cuerpo débil tuvo que permanecer acostado durante mucho tiempo, por lo que era algo de esperar. Aparecía una vez cada dos meses después de que mi cuerpo cambió, y luego no volvió a aparecer. ¿No ocurrió justo después de nuestra segunda boda? Giré la cabeza y miré a Julius. "¿Estoy embarazada?" "No lo sé..." Parpadeó desconcertado. Parecía que no sabía qué hacer. De todos modos, no tenía nada que hacer hasta que naciera el bebé. "Primero llamemos a un médico." Sieg apareció justo cuando Ortzen dijo eso y estaba a punto de irse. Un mayordomo autoproclamado, pero el poder de facto del Conde de Epheria, me sonrió. "Señorita." … Una vez más llamándome “señorita”, maldita sea. Sieg insistió en llamarme “señorita” incluso después de nuestra segunda boda. Ortzen y Clauen se mostraron reacios, y a mi marido y a mí no nos gustó, pero no había forma de detenerlo, entonces, ¿qué podía hacer? Incluso dentro y fuera de la familia del conde, era más fuerte la opinión de que no valía la pena luchar. La mujer que ama se había casado con otra persona, por lo que entendieron que no quería llamarla “señora”. "El Sumo Sacerdote ha solicitado una visita." "¿El abuelo?" "Sí. Te pidió que vinieras lo antes posible." Ahora que lo pienso, ha pasado bastante tiempo desde que no he estado en la Santa Iglesia. Otras personas podrían usar la excusa de que estaban ocupadas, pero yo estaba libre, así que me dolía un poco la conciencia. Asentí y me bajé del regazo de Julius. "Está bien. Lo haré de inmediato." Ortzen me interrumpió. “¿No deberías ver a un médico primero?” “El Sumo Sacerdote debería haber sentido que estaba embarazada, ¿verdad? Quizás por eso llamó." "Espera, ¿estás embarazada?" "Creo que estoy." Abrí los ojos entrecerradamente y miré a Sieg. “Entonces, ¿por qué no dejas de llamarme “señorita”? Tarde o temprano podría ser madre.” Sieg frunció levemente el ceño en lugar de responder. Dijo que iba a rendirse con moderación, pero siguió haciéndolo, por lo que mi Julius estaba intranquilo. Ojalá alguien se llevara a mi mayordomo con ellos. La Santa Iglesia, que no había visitado desde hacía mucho tiempo, seguía sin cambios. En primer lugar, nada cambiaría. Y tan pronto como vi al sumo sacerdote, empezó a quejarse de mi no visita. "¡No lo creo, Sir Roel!" "No, he estado un poco ocupada últimamente..." "Sir Roel no debería haber estado ocupada, y sí las personas que la rodeaban ..." Él lo sabía bien. Pero no estaba haciendo nada en absoluto... ¿Qué hice...? ¿Hice un niño? ¿Tal vez? "Creo que estoy embarazada." Hablé a pesar de las quejas del sumo sacerdote. Si le dijera que tengo un hijo, ¿me cuidaría? Pues dicen que las mujeres embarazadas necesitan descansar. Ante mis palabras, el sumo sacerdote se aclaró la garganta. "Lo sé. La diosa me lo dijo." Oh. ¿No era esto real? Me preguntaba si realmente estaba embarazada. Cuando escuché que realmente iba a tener un hijo, me sentí un poco avergonzada. Aparte de comer mucho, no hubo ninguna diferencia con respecto a lo habitual. Y mi marido se sintió diez veces más avergonzado que yo y su rostro se puso pálido. Si alguien lo viera, pensaría que no es un embarazo, sino una enfermedad terminal. "Cálmate. Todos los demás lo están haciendo." “Ja, pero, Roel, escuché antes que debes cuidarte lo más posible durante el embarazo, pero hoy…” Julius me abrazó por detrás con lágrimas en los ojos. Eyyyyy, ¿puede pasar algo con solo blandir una espada? Mi cuerpo no estaba hecho de vidrio. Le di unas palmaditas en el brazo que rodeaba mi cuerpo. "No te preocupes, estaré bien. Y si el niño se parece a mí, será fuerte." Puede que no tenga mi cuerpo anterior, pero dijeron que algunas de mis cualidades aún pasarían al bebé, así que por supuesto nacerá sano. "Pero ten cuidado de ahora en adelante." "No." "¡Pero!" "Incluso si mamá se vuelve un poco salvaje, ella es fuerte, así que todo estará bien." "¡No puedes decirlo!" "Confía en el bebé." "Incluso si confío en él..." “Al ser padre, debes confiar en tus hijos.” "Sí, pero…" De todos modos, tenía muchas preocupaciones. Extendí mi mano detrás de él y acaricié suavemente su mejilla. Ortzen, que nos había estado observando, abrió levemente la boca. “Aun así, ten un poco de cuidado.” “No es como si fuera al campo de batalla.” "... Naturalmente." "Entonces es suficiente." Estos días, estaba bastante tranquilo en comparación con antes. Espera, ¿entonces no podré ir a cazar en invierno? ¿Cuánto falta para que nazca el niño? “¿Cuándo voy a dar a luz?” "Por lo general, son alrededor de diez meses, pero si crees que han pasado uno o dos meses, dentro de ocho o nueve meses a partir de ahora." Sieg respondió a mi pregunta. ¡Dios mío, ocho o nueve meses! "¡Demasiado! ¡Es el año que viene!" Si tuviera que dar a luz a otro niño, ¿no significaría eso que tendría que estar parada durante casi 2 años? Incluso mi estómago se agrandaría. Tener un bebé no es tan fácil como parece. “Vamos, Sir Roel. Comprobémoslo primero. Ven aquí." El sumo sacerdote sonrió y se acercó a mí. Este abuelo, su color de cabello y de ojos eran rosados. "El hijo de Sir Roel es-" Dejó de hablar y se quedó helado. La actitud del Sumo Sacerdote, que no podía hablar, hizo que la gente a mi alrededor, así como yo, nos preocuparamos disimuladamente. ¿Qué fue? ¿Podría ser que algo andaba mal con el niño debido al combate? ¿No es eso ser demasiado débil? "… ¿Sumo sacerdote?" “Ah, sí, eso… Son gemelos.” "¿Mellizos?" "Sí. Gemelos varones sanos que probablemente se parecen a Sir Roel." Está bien porque están sanos. Son gemelos, así que es bueno tener dos a la vez. "¿Son realmente gemelos?" "¿Ambos chicos también?" Por alguna razón, dijeron Orzen y Sieg desconcertados. Además, el sumo sacerdote también estaba preocupado. ¿No era bueno que estuvieran sanos? "Sí. Niños que se parecen a Sir Roel... Eso es todo. Realmente quiero que crezcan bien." “Con esa cara, pero siendo hombres…” Ortzen hablaba en serio. “Esos dos…” Sieg también asintió pesadamente. Qué demonios. “¿Por qué hablan de mi cara? ¿No era guapa? No había nadie más guapo que yo.” "Entonces, ese es el problema." "Ese es el problema." "Es difícil porque eras guapa, Sir Roel." ¿No era lindo ser guapo? También serán populares entre las mujeres. ¿Eso es un problema? “¿Crees que serán demasiado populares entre las mujeres? ¿Ese es el problema? Pero yo- uh, yo era un paladín y una mujer…” Terminé siendo popular. Pero si son hombres y no sacerdotes, uh, um. "... Puede que sea un poquito difícil." "No sólo un poquito, señorita." Sieg dejó escapar un profundo suspiro de experiencia. "Había tantas cosas molestas con las que lidiar cuando era con la señorita, pero dos hombres..." "Si no lo educas bien desde pequeño, podría meterse en problemas, Lord Siegfried." "Supongo que sí. Necesito obtener el título de duque lo antes posible. Y Calitus también.” "Ha habido una solicitud para devolverla, pero no puedo hacerlo a la ligera ahora que está así." "Hay dos niños, así que deberían ser dos." Sieg y Ortzen empezaron a murmurar juntos. Si son dos, ¿estaban hablando de las espadas sagradas Altaria y Calitus? ¿Nos han pedido que devolvamos a Calitus? Bueno, era natural ya que pertenecían al país y Julius ya ni siquiera era el jefe de los Caballeros Imperiales, pero era un desperdicio devolvérsela. En ese momento, Julius me abrazó aún más fuerte. “Roel.” "¿Eh?" “Criemos bien a nuestros hijos. No, los criaré bien.” ¿Por qué estaba cambiando sus palabras? ¿Pensó que no voy a criar adecuadamente a mis hijos? Puedo darles leche. Tal vez. Aun así, sería cómodo si no tuviera que criarlos. Creo que mi marido los cuidaría mejor que yo, y allí estaban dos y Sophia. Si doy a luz bien, no tendría que preocuparme demasiado por el cuidado de los niños. Me di vuelta, abracé a Julius y lo besé en la mejilla. "Está bien. Se parecerán a mí y serán niños, así que quiero que crezcan bien, así que por favor críalos bien." Y ocho meses después, entre primavera y verano, di a luz a niños gemelos sanos. Anterior Menú Siguiente Read the full article
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TUS ACCIONES - Mar García (#45)
Entra una chica a una de las carpas del circo, tenía un letrero brillante que dice “LECTURAS DIVINAS” y se encuentra a una señora vieja, con uñas demasiado largas y una bola de cristal en frente de ella.
AGATHA (con voz misteriosa): Entra niña, bienvenida a la casa de Madame Agatha.
CHICA (temerosa): Hola… eh vi la tienda y tengo algunas preguntas que hacerle.
AGATHA (intimidante): Todo el conocimiento tiene un precio.
CHICA: ah, claro, tengo dinero.
(Saca unos billetes de su bolsillo)
AGATHA (ríe): no me refería a “esa” clase de precio, me refiero a algo tuyo, personal, con valor…
(hace una pequeña pausa mientras la ve de pies a cabeza, se fija su mirada en una pulsera que tiene en su muñeca)
AGATHA: Emocional.
(La chica da un paso atrás, pero sus preguntas eran demasiado importantes para ella, no podía irse, toma la pulsera temerosa y se la da, las uñas de la señora la rasguñan un poco por la prisa en la que se la quita.)
CHICA (decidida): Listo, ahora dime lo que quiero saber.
(La chica se sienta con algo de brusquedad)
AGATHA: Tienes tres preguntas, no más, piénsalas bien.
(Agatha pone sus manos en la bola de cristal, mientras su mirada se pierde dentro de ella. Sonríe como si conociera algo que la chica no)
CHICA (con culpa): ¿Erika sufrió cuando murió?
(Agatha se inclina hacia la bola de cristal, esta empieza a cobrar brillo por si sola, la chica cree ver a su amiga en ella)
AGATHA: No, sintió tristeza y traición, pero no sufrió
(La chica aprieta los puños y se le llenan los ojos de lágrimas)
CHICA (le tiembla la voz): ¿Se… ella se sintió sola?
AGATHA: Puedo sentir lo que ella sufrió, pobre chica, se sentía abandonada, aislada. Su sufrimiento nace de un cambio en su vida de alguien muy cercano a ella.
(La chica se cubrió la boca en asombro del conocimiento de la anciana)
CHICA: No creo poder hacer la última pregunta, no quiero saber la respuesta.
AGATHA (indiferente): Es porque ya la conoces. Pensaste que escucharlo de una voz ajena perdería poder, haría que tu conciencia quedara en paz, pero sabes bien que eso jamás sucederá. La lastimaste a un grado irreparable.
CHICA (enfadada): ¡Yo no te pregunté nada! No puedes decirme todo eso como si nada, si te di la pulsera que ella me obsequió fue porque quería respuestas de lo que yo quisiese. Te pagué, haz tu trabajo nada más.
AGATHA (indiferente): Si fue tu culpa.
(La chica se para de golpe y tira la bola de cristal en el suelo, cuando se rompe el cuarto se llena de una luz azul.)
AGATHA: Ella no soporto tus maltratos, eras alguien en quien podía confiar y tu fuiste cruel. Eran niñas, lo entiendo, estaban en la escuela y se como la presión social puede hacerte querer sobresaltar, pero ¿tomar los defectos de tu mejor amiga en su contra para atraer la atención equivocada? La llevaste al borde.
CHICA (desesperada): Por favor para. Detente, ya no quiero escuchar esto.
(Paralizada por las palabras de la anciana cae de rodillas)
AGATHA: Ella no sufrió, cuando tomo esas pastillas solo se preguntaba “¿por qué?, ¿por qué me hiciste odiarme?”
(La chica gritó lo más que pudo)
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El caso Christie
En 1925, la señorita Nan O'Dea se infiltró en el acomodado y exclusivo mundo de la autora Agatha Christie y su marido, Archie. En todos los sentidos, pasó a formar parte de sus vidas; primero, de la de ambos; después, solo de la de Archie. Pronto, Nan se convirtió en su amante y lo atrajo lejos de su devota esposa, desesperada por casarse con él. La estratagema de Nan no comenzó el día en que conoció a Archie y a Agatha, sino que se remonta a décadas atrás, en Irlanda, cuando era apenas una niña. El hombre al que amaba y ella eran una pareja de enamorados que estaban destinados a estar juntos, hasta que la Gran Guerra, una pandemia y unos bochornosos secretos los separaron. Más tarde, una serie de actos de una crueldad indescriptible los mantuvieron distanciados. "Hace mucho tiempo, en otro país, estuve a punto de matar a una mujer. El impulso de asesinar es un sentimiento peculiar. Primero, sientes la rabia, más profunda que ninguna otra que hayas imaginado. Se apodera de tu cuerpo por completo, como una fuerza divina que toma el control de tu voluntad, tus extremidades, tu psique. Te transmite una fuerza que no sabías que poseías. Tus manos, hasta ahora inofensivas, se levantan para exprimir la vida de otra persona. Produce una cierta alegría. En retrospectiva es aterrador, pero me atrevo a decir que, en el momento, resulta dulce, como la justicia. Agatha Christie sentía fascinación por el asesinato, pero era una mujer de buen corazón. Nunca quiso matar a nadie. Ni por un momento. Ni siquiera a mí. —Llámeme Agatha —me decía siempre, mientras ofrecía una mano delgada. Pero nunca lo hice, no en aquellos primeros días, por muchos fines de semana que hubiera pasado en una de sus casas, por muchos momentos privados que hubiéramos compartido. La familiaridad no me parecía correcta, aunque la corrección ya empezaba a decaer en los años posteriores a la Gran Guerra. Agatha era una mujer elegante y pertenecía a la alta sociedad, pero estaba más que dispuesta a prescindir de los modales y de las convenciones sociales. En cambio, yo me había esforzado demasiado para aprender esos modales y convenciones como para abandonarlos sin más. Me gustaba. Por aquel entonces me negaba a tener una buena opinión acerca de sus escritos, pero siempre reconocí admirarla como persona. Todavía la admiro. Hace poco, cuando le confié esto a una de mis hermanas, me preguntó si me arrepentía de lo que había hecho y del dolor que había causado. —Por supuesto que sí —le dije sin dudar. Cualquiera que diga que no se arrepiente de nada es un psicópata o un mentiroso. Yo no soy ninguna de las dos cosas, solo soy experta en guardar secretos. En ese sentido, la primera señora Christie y la segunda se parecen mucho. Ambas sabemos que no es posible contar tu propia historia sin exponer la de otra persona. Durante toda su vida, Agatha se negó a responder a ninguna pregunta sobre los once días que estuvo desaparecida, y no fue solo para protegerse a sí misma. Si a alguien se le hubiera ocurrido preguntarme, también me habría negado a responder." Read the full article
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2. "Donde la luz no llega".
La casa en la que Lilian Jie residía era la última vivienda en un callejón sin nombre, marcado con el número 9; solitario, casi abandonado.
El sol rojo se derramaba sobre las crestas más elevadas de las montañas y el cielo ardía en su luz, lleno de color y vida. Una corriente de aire fresco barrió los pastizales altos y resecos que ondeaban como llamas doradas hacia los valles extensos.
La tarde estaba por finalizar cuando el recién llegado se presentó frente al domicilio señalado con el número 15; presionó el timbre y esperó, mientras le dedicaba una mirada de pura curiosidad a la fachada de la propiedad. Era una vieja casa de dos pisos, construida en madera y velada por dos altos e imponentes árboles, cuya especie desconocía totalmente. Había flores y enredaderas por doquier, dejando entrever que la dueña era acérrima amante de la naturaleza.
Sus maletas descansaban en el suelo, mientras el chico intentaba hacer memoria de todo lo que había guardado en ellas (¿habría sido suficiente? No, pensó, dos maletas eran demasiado poco para una vida entera). De fondo sólo escuchaba el trino de los pájaros. Era extraño e impresionante cómo apenas hacía cuarenta y ocho horas se hallaba aturdido por el griterío de los automóviles de la ciudad, a punto de iniciar clases en la universidad y ahora estaba... allí, esperando que alguien le abriera la puerta hacia su nueva vida. Pero el aire de este nuevo lugar se sentía puro, fresco; era el cambio radical que necesitaba, quiso convencerse.
El portón viejo rechinó al abrirse, detrás se asomó una mata gris de cabello recogido y ojos marrones, bordeados por las evidencias de una larga vida. La sonrisa que lo recibió y le dio la bienvenida lo contagió, así que sonrió en respuesta.
—Señora Jie —el chico se inclinó hacia el frente con respeto—, soy Kazuki Matsumoto.
—Pude notarlo desde que olí ese perfume caro —mencionó ella, con toda amabilidad—. Te estaba esperando. Llegaste más tarde de lo que estimé —ella comenzó a alejarse de la entrada, con su andar pausado. Kazuki levantó sus valijas y las puso un momento de vuelta en el suelo para cerrar el portón, después continuó el camino.
—Tuve un… pequeño inconveniente —explicó, siguiendo a su guía—, estos caminos son confusos.
—Son confusos —confirmó ella, asintiendo—. El té está casi listo. Tu abuelo me dijo que te gusta el té de canela, ¿verdad? Pasa, pasa.
Kazuki volvió a sonreírle cuando sus miradas se encontraron. La gentil atención que le brindaba la mujer le producía sentimientos ambivalentes, colisionaban en su pecho y por un momento, más breve de lo que puede durar un suspiro, lo oprimió una sensación de sofoco.
—Siéntate, muchacho —Lilian estaba yendo a la cocina.
Matsumoto estaba quitándose el calzado y dejando sus pertenencias. Curioso, echó un rápido vistazo a la sala de estar; a primera instancia, lo que más llamó su atención fueron las escaleras y su sencillo diseño, de madera reluciente. Parecía que alguien acababa de pulir el barandal.
Silencio. Todo lo que escuchaba era el tic-tac del reloj que pendía de la pared, cerca de la puerta que conectaba con la cocina.
Lilian volvió, Kazuki ni siquiera se había sentado cuando la vio, así que apresuró el paso hacia ella, haciendo amago de tomar la bandeja que ella estaba cargando.
—No, no. Sé que estoyvieja, pero no tanto como para no cargar la bandeja del té —refunfuñó ella y el chico se disculpó inmediatamente con un “lo siento”, apenado.
—No quise ofenderla —agregó.
—Siéntate hijo, siéntate.
Él obedeció sin chistar. Se sentía algo cohibido, viéndola servir el té mientras él simplemente esperaba.
—Las galletas de mantequilla son mis preferidas —comentó, cuando estaba finalizando su labor—, yo misma las preparé; espero que te gusten.
El olor a canela del té, cuando finalmente tomó la taza y la acercó a sus labios, lo trasladó a las tardes nubladas de abril, en Busan, cuando compartía la merienda con sus primos. De eso ya hacía varios años.
—Así que… japonés —comenzó ella, Kazuki asintió—. Tu coreano es realmente bueno, muy bueno.
—En realidad, conozco muy poco de mi lugar de nacimiento. Ni siquiera puedo recordar si alguna vez pisé Japón antes de mis quince años —explicó y continuó, tras un sorbo de té—: Mi abuelo me contó que ustedes se conocieron en Hong Kong.
—Ese viejo Matsumoto siempre tuvo un espíritu aventurero —ella sonrió—, yo tenía apenas trece años cuando él llegó de vacaciones con su familia. Era apenas una campesina sin educación y él apareció con su porte de heredero millonario a alborotar a toda mi comunidad —mientras hablaba, hacía ademanes que concordaban con lo que estaba contando; estirando el cuello, irguiendo la espalda y moviendo las manos con gracia, para imitar el porte de aquel hombre del que hablaban—. Era y es un muy buen hombre, realmente buen hombre, tu abuelo —asintió, y se tomó un sorbo de té. Kazuki estaba sonriendo, embargado por un sentimiento de orgullo—. Después se marchó y por azares del destino, cuando mi familia se mudó a Busan, nos volvimos a encontrar. Ya estaba comprometido con una coreana bellísima, de apellido importante. Tu abuela y yo nos hicimos grandes amigas, a pesar de la diferencia de posiciones sociales. Conocí a tu madre cuando era una niña, con el tiempo, fuimos perdiendo comunicación, pues él era un hombre de ciudad, igual que toda su familia, y yo… Bueno, como ves, hijo, yo nunca dejé de ser una campesina.
— ¿Usted, uhm… no tuvo hijos? —la conversación se había tornado tan interesante que sentía curiosidad por todo. Bebió el té, comió un par de galletas, sin dejar de ver a su anfitriona.
— ¡Por supuesto! Un hijo único. Él trabaja nuestra granja, herencia de mis padres.
— ¿Vive aquí, con usted?
—Oh, no, no… Para nada. Él ya es un hombre mayor al que le gusta su independencia. Ha trabajado muy duro. Vive en la granja, no muy lejos de aquí. Pero viene a diario y tomamos el almuerzo, juntos. Lo conocerás pronto.
—Su casa es muy bonita, señora.
—Gracias, Kazuki —hubo una pausa, el chico se sintió repentinamente nervioso, pues ella lo observaba fijamente—. ¿Quieres contarme por qué estás aquí? El camino no es muy corto hasta este lugar y la ciudad es completamente distinta a todo esto. Cuando recibí la llamada de tu abuelo, me sorprendió muchísimo. No pude decirle que no al favor que me estaba pidiendo, esta siempre será su casa y la de su familia.
—Estaba… estaba cansado —murmuró, desviando la vista hacia sus propias manos—, la ciudad puede ser realmente agobiante. Necesitaba un cambio que fortaleciera mi salud, el estrés comenzaba a ser dañino.
—Espero que te adaptes pronto a Yeoryang-myeon. Es una localidad muy pequeña, un poco difícil de dominar cuando se viene de fuera, pero sabe abrir sus puertas a los que llegan.
—Me ha recibido muy bien hasta ahora —la sinceridad de sus palabras también se notó en su sonrisa.
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La madera crujió suavemente bajo sus pies a medida que subía, escalón por escalón. Su vista fija en la espalda de la anciana, que avanzaba hacia arriba cuidadosamente.
—No me molesta preparar el desayuno para todos. Me levanto muy temprano, así que no tienes que preocuparte por eso. Además, pocas cosas puedo hacer para mantenerme realmente activa, la vida de viejo es muy aburrida, así que me gusta ocuparme de la cocina.
— ¿Para todos?
— ¡Oh! No te lo comenté, ¿cierto? Tengo un inquilino. Él vive conmigo desde hace ya un par de años. Vivió por mucho tiempo en una comunidad cercana, pero decidió quedarse y hacer de este pueblo su hogar.
Cuando se dio cuenta, ya habían llegado al segundo piso. El pasillo estaba oscuro, así que Lilian presionó el interruptor y una tenue luz blanquecina iluminó el pequeño corredor. Había cuatro puertas.
—La casa es grande. Mi cuarto está abajo, la que antes fue la biblioteca de mi difunto esposo. Como comprenderás, una mujer de mi edad ya no puede darse el lujo de subir y bajar escaleras todo el día —ella rio, no sonaba como una anciana, como se empeñaba en recalcar, sino como una adolescente, risueña y jovial—, así que dos de estas habitaciones se usan como bodegas, sólo tienen muebles, libros y cosas muy viejas que no he querido desechar. Soy una vieja sentimental, hijo, aferrada a los recuerdos.
—Yo también, señora.
La segunda puerta del lado izquierdo fue abierta, Kazuki entró después de ella y se encontró con una habitación muy ordenada, tenía un olor fresco, la cama estaba recién hecha. Los muebles eran escasos, pero suficientes; una mesa, un librero, un sofá individual y un armario. Todo lo que alguien podría necesitar. La ventana era amplia, suponía que por las mañanas dejaría entrar una buena cantidad de luz. Le gustaba. No era a lo que estaba acostumbrado, pero de eso se trataba el viaje, ¿no? De salir de lo que conocía, de olvidarse del mundo en el que había vivido toda su vida y respirar otros aires.
—… Y aquí está el baño. Como ves, es pequeña, pero cómoda—ella se acercó al jovencito y tomó su mano, en cuya palma depositó un juego de llaves—. Estas son tuyas. Esta es del portón, esta de la puerta de entrada, la de tu habitación y la de la puerta trasera que da al jardín. La mayoría de la gente de Yeoryang-myeon cuenta con electricidad, pero aquí no tenemos tantos aparatos de esos que funcionan con corriente eléctrica. De vez en cuando, para ahorrar, usamos velas. También tengo una radio por ahí, puedo obsequiártela para que no te aburras tanto, sé que el cambio puede ser duro para ti.
—Es usted muy amable, señora. Gracias.
—Si necesitas algo, por favor, dímelo. Esta es tu casa, Kazuki.
Ella se marchó poco después y cuando la puerta se cerró, Kazuki sintió un peso caer sobre sus hombros. Era como cargar cemento. Era el peso de la soledad, del cambio. Tomó asiento en la orilla de la cama y observó a la nada, las líneas irregulares de la madera se asemejaban al laberinto que sentía era su vida.
Atrapado, sin salida.
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Intentó con todas sus fuerzas reprimir el llanto que amenazó con derramarse, después de que se asentara en su pecho una sensación de pesadez, de asfixia. ¿Había hecho lo correcto? Las dudas afloraron mientras su vista se perdía en la nada.
Atrás había quedado toda una vida. Él jamás se habría imaginado siendo capaz de tomar una decisión tan drástica como abandonar a sus amigos, conocidos y más importante, a su familia. Lo que era todavía peor, sin darles aviso de absolutamente nada. ¿Estaría comportándose como un imbécil sin consideración? Su abuelo le había asegurado que conversaría con sus padres, para hacerles saber que se encontraba bien, que sólo necesitaba unas breves vacaciones para reponerse. Kazuki le había pedido expresamente que no le dijera a nadie de su ubicación y el hombre le prometió que así sería.
Ahora estaba ahí, en medio de la nada, en lo que parecía un mundo totalmente opuesto a lo que le era conocido.
Observó a su alrededor, detallando con la mirada cada rinconcito de aquella habitación callada.
Se suponía que ese era un nuevo comienzo, su puerta hacia la libertad, pero sólo sentía que se había mudado de jaula.
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No ha sido el dia
Esta tarde, me ha sabido muy mal, ver llorar a una personita, que no conozco muy a fondo pero se le ve buena persona. Y es que los cambios son muy jodidos y mas si todos te llegan de golpe y yo no he sabido actuar asi que le he empezado a hablar de sus gatos. LOS GATOS SON LA SOLUCION A TODO. Pero es que no se como actuar porque no la conozco demasiado a esta personita. Pero cuando nos hemos despedido, estaba mucho mejor y le acompañaba alguien que le hace muy bien y la calma y le da paz, así que me he ido tranquila a casa.
PERO he llegado he estado con mi perro pensando en que coño voy a hacer mañana sola en una sala con un PC donde tengo vetado todo lo divertido y de golpe mi perro ha empezado a tener espasmos. ESPAMOS. LA PATA NO LA CONTROLABA, ESTABA ASUSTADO Y TEMBLABA Y NO SE PODIA PONER DE PIE. Yo como tampoco estoy bien, y menos si a mi perro le pasa algo, me he puesto a llorar y a calmarlo, me he quedado en estado de shock, me he sentido super inutil y pensaba que mi perro se me iba a morir. Ha tenido que venir mi señora hermana, porque no sabia como llevar la situacion, porque REAL que iba a llevar el perro corriendo, el calcetines y en pijama al veterinario de urgencia. Asi tal cual, es que ni me lo he pensando. UN PANORAMA. O coger el coche corriendo, cuandoo llevo mas de cinco años sin conducir, pero es que me la ha sudado todo, es que si tengo que arruinarme para salvar a mi perro, me arruino. Kero ya esta bien, se ha calmado y parece ser un ataque de epilepsia. Me da pena, que si es asi, quiere decir, que tengo que afrontar que mi perro ya es un poco mayor y que lleva 10 años conmigo, todos los dias de mi vida. Para todo, en todas las situaciones, con depresion, sin depresion, cuando lo tuve que dejar en Andorra para estudiar fuera, y que no conozca la palabra rencor. No se como mentalizarme de que mi perro no va a estar lo que me queda de vida conmigo. Y sigo llorando. VAYA DIA DE MIERDA
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