#costa sirena
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Lock me in officer
Autor: multyeverything
TW: Abuso de autoridad, soborno, menciones de uso de sustancias, incumplimiento de la ley, mencion de muert*, abus* y tortur*, uso de insultos y groserías.
Rating: 18+
Sinopsis: Cuando la fuerza de la ley cae desprevenida sobre mí, no hay otra manera más que adaptarse a la situación y buscar la supervivencia a cualquier costo.
Au: Police officer X Criminal female
Emparejando: Choi San X Female reader
Conteo de palabras: 6K
━━━━━━━━━━━━✧❂✧━━━━━━━━━
Todas mis malas decisiones en la vida me han llevado hasta este momento.
El momento donde todo termina.
Con mi rostro siendo fuertemente apretujado contra la cajuela de la patrulla, lloro sin control alguno. Mis quejidos son casi inaudibles por el estruendoso volumen de la sirena y los gritos de las autoridades.
¡Levanta las putas manos y túmbate al suelo!
Suena como una orquesta del mal. Desafinada... dolorosa para los oídos...
Todo esto pudo ser evitable. Me amedentro con ese pensamiento una y otra vez. Todo esto era tan prevenible que la vergüenza y frustración se mezclan con el miedo de mi llanto.
No meterme con las personas equivocadas habría salvado mi pellejo en esta ocasión por lo menos. Todos los inútiles de mis "cómplices", como llamarán a aquellos que también están contra el vehículo policial; ya están soltando la sopa, hablando de sobornos o jurando inocencia con tal de salvarse de la justicia. Soy yo contra el mundo ahora mismo.
A pesar de no oponer resistencia alguna, la fuerza con que presionan mi pecho contra el frío metal es insoportable. Hay poco o nada de oxígeno en mis pulmones y en la piel tengo una sensación de ser quemada ante la bajísima temperatura. Es un día helado a pesar de encontrarnos en verano en la costa. Un pobre vestido de playa no hace mucho por mantenerme cubierta ante las adversidades, me siento más desnuda que nunca ante el convoy de hombres que nos acorralan.
La posibilidad de huir es tan pequeña como inexistente. Dentro del callejón fuera de la casa de playa que habian alquilado, donde nos han pescado, las únicas salidas han sido bloqueadas por más patrullas. Puerta principal, trasera y patio están rodeados. Hombres armados hasta los dientes. La bahía frente a nosotros podría ser la única esperanza ahora, pero correr en sandalias con pesada arena en los pies no juega a mi favor. La distancia no es tan corta para poder zambullirme en las aguas. Además, si existe orden de aprehensión y fuerza física, existe orden de uso de armas de ser necesario. Y no pienso morir ahora mismo. No quiero.
Tras gritarnos el discurso, que bien conocemos, nos comienzan a repartir en vehículos separados. Golpes y bastonazos son repartidos a diestra y siniestra.
No puedo ver el rostro de mi custodio, solo sentir sus enormes y fuertes manos sujetando mis muñecas ya esposadas y como va clavando sus dedos dolorosamente en mi carne. Su agarre despiadado genera un poco de calor en las zonas de contacto.
- Cuidado. - Me empuja a subir a la parte trasera, también enrejada en cada esquina. Las olas a la distancia son apenas visibles con tanta oscuridad, imagino el sonido de su vaivén para tratar de contener el llanto. Buscar algo de calma en todo esto.
No pasa mucho entre que comienza nuestro viaje. O tal vez si, no estoy pensado claramente. Es el golpeteo del camino lo que saca de mi trance.
Vamos en la parte trasera de la caravana de arrestos, ligeramente distanciados del resto por protocolo de la Guardia Nacional. ¿Que cómo lo sé? Es mi deber, aunque nunca lo había vivido en carne propia.
Reúno toda mi fuerza mental para pensar en el futuro. Crear un plan o algo por el estilo. Convencerme que mis cargos son impunables y saldré en libertad en cuanto inicie un juicio. Algo de resignación aminora mi tormento. Pero para eso, necesito una sentencia, necesito que alguien revise el caso. Necesito en primero lugar que alguien me quiera libre... viva por lo menos.
Calma calma calma...
- Probablemente no pases más de tres meses la cárcel. O ni siquiera pases más de unas horas detenida, ¿Pero sabes lo que le hacen a la bonitas como tu en la Procuraduría? - escupe con notable superioridad hacia mi, mi situación. Sabiendo que toda mi vida está a su disposición. Pudiendo hacer su trabajo, matarme aquí, aprovecharse de mí aquí, o dejarme ir. El gran hijo de puta disfruta de mi tormento.
Si lo sé...
- Las de cara bonita siempre son las más peleadas por los que trabajamos ahí... Siempre ponen los gestos más bonitos cuando las tocan. Cuando son compartidas entre varios, a la vez. -
Si mi llanto había cesado ligeramente, sus palabras me hacen romper de nuevo. Pesadas gotas de frustración escurriendo por mi rostro. Algo parecido a una risa se escucha delante, una burla.
El maldito ruido de la radio de comunicaciones me parece insoportable y no hace nada más que disparar mi ansiedad. Parece que todo juega en mi contra para quebrantar mi espíritu.
- Por favor... Yo no tengo nada que ver con lo que ellos hacen. Ayúdeme. - apesar del limitado espacio, puedo moverme para acercarme a la reja entre ambos. Doy unas cuantas suplicas en forma de susurros en su respaldo.
Es por primera vez que capturo su mirada en el retrovisor. Fría y apatica. Sin un solo trazo de compasión. Regreso rápidamente al lugar original. En otras circunstancias habría pensado lo bellos que son sus ojos rasgados o lo amielada que es su voz. Tal vez debajo de la poca visibilidad del retrovisor, se esconde un hombre atractivo. Pero no, ahora solo existe la versión de él que petrifica tal medusa. Sin palabras me hace entender perfectamente que no obtendré eso de su parte.
Piedad...
¿Y yo la merecía siquiera?
A pesar de lidiar con la basura de la sociedad, nunca formé parte de sus actividades delictivas como tal. Jamás sostuve un solo gramo de su producto, o un arma en mi mano, tampoco lo distribuí ni mucho menos lo consumí. Jamás obligué a nadie a volverse adicto a su porquería, ni en las reuniones con demás colegas. Siendo tal fácil inducir la adicción en ellos, pero no. Jamás vacile en mis convicciones.
Me consideraba enormemente superior a todos a ellos en todos los aspectos por eso mismo. Ya que no había hecho ninguna de las anteriores, y más importante, no había atentado con la vida de alguien. Por lo menos no directamente. Solamente me dediqué a hacer mi trabajo y sacar a estos idiotas de la cárcel o darles condenas mucho menores.
Mi reunión el día de hoy con ellos fue exactamente para esto. Reunir todas las declaraciones de mis "clientes" para preparar una estrategia para el siguiente juicio. Así es, soy una de las varias profesionales de las leyes que trabajamos a disposición de los carteles que disputan el territorio. Tampoco llegué aquí por decisión propia, no había más opción que cooperar o morir. Y me he dedicado todos los días de mi vida desde entonces en no morir.
Evidentemente fue una sorpresa para todos los presentes que las fuerzas especiales y policía se presentaran a tomarnos todos cautivos. Nadie esperaba que tras unos meses sin tiroteos o toma de rehenes con finales espeluznantes, consiguieran las ordenes de aprehensión. Un encubierto estoy casi segura.
- ¿Cómo podría ayudarte? ¿Esperas que te deje libre así como así? ¿Qué borre evidencia tuya de haber estado con esa bola de mierdas? -
- Por favor oficial, ayúdeme. No saldré viva de ahí, no sobreviviré una noche siquiera. Si no son los oficiales, serán la gente de dentro del patrón. NO TENGO OPORTUNIDAD. -
- Eres un nombre importante en la investigación, ¿Sabes lo que sería capturar a la maldita zorra que he sacado a todos y cada uno de los criminales buscados? -
- ¡ME VAN A MATAR ANTES DE QUE PUEDA COOPERAR CON USTEDES! -
- Y puede que torturen antes, tienes razón. -
- Oficial le suplico que me ayude, ¡POR FAVOR! -
- ¡Deja de gritar puta madre! No le levantes la voz a la autoridad, muchos menos a quien tiene tu vida en sus manos. -
- Le suplico que me ayude. - lucho por terminar mi sulica, son mis lágrimas las que me ahogan para hablar. Se deslizan fuera de mis ojos y hacia mi boca en enormes cantidades. Berreo tal bebé recién nacido.
- Aunque quisiera, es imposible. Un compañero mío ya te registró en su computador del auto. -
¿Aunque quisiera?
¿Ya existe algo de duda en él?
¿Es esta mi oportunidad?
- Tengo tanto maldito dinero, puedo pagarle a ambos todo el sueldo de un año, solo necesito su ayuda. -
- ¿Crees que dejaré libre a quien puede otorgarme mi insignia y un segurísimo aumento de puesto? Parece que haz olvidado quien eres para ellos. Eres la gran hija de puta que ha sacado sin cargos a los altos casillas del cartel. Por ti existe la guerra del narcotráfico. No hay dinero que puedas darme que supere el entregarte yo mismo a la justicia. -
- No habrá justicia, estaré muerta antes de poder dar una declaración. Si no son los infiltrados, serán los pervertidos de tu equipo. -
- ¿No eres la mejor abogada? Convencelos de no hacerlo, o mejor... ofrecerles pagarles un año de su sueldo. Tal vez acepten tu soborno. Hmmm ahora que lo pienso, un cargo más para ti... Soborno. -
- Tenga piedad, soy una mujer en la garras de la policía y el narcotráfico. No tengo opciones. Nunca las tuve. No quiero morir, mucho menos ir tras las rejas... le daré la cantidad que me pida. Por más exorbitante que sea. Solo ayúdeme. -
- ¿Eres sorda? No es tu dinero lo que quiero zorra. -
- Si no es dinero lo que quiere, dígame. Haré lo que sea le daré lo que sea. -
- No tomes a la ligera tus palabras, ¿Tienes idea de lo que estás ofreciéndome? -
- Sí. Juro ante dios que haré lo que sea. -
Toma la radio instalada en su cabina de controles. Presiona el botón lateral varias veces y espera respuesta. El corazón me late y se detiene con cada vez que su dedo hace presión en el aparato.
- Adelante, compañero Choi. -
- Adelante Ramirez, hay un error. La rata nos dio mal la información. -
- ¿A que te refieres? Choi. -
- La presente, no es la abogada. Es una prostituta. -
- ¿Estas seguro? -
- Completamente, tengo aquí sus credenciales. -
- ¿Alguien más lo sabe? -
- No, todos son rangos menores, no saben por quien venimos. -
- Suéltala, dale algo de dinero para que se calle, o haz con ella lo que quieras. Yo me encargo de los otros pendejos. - voltea tras terminar de hablar el dichoso Ramirez. Susurra "grita, YA" apenas audible por el andar del vehículo. Casi únicamente moviendo los labios. Y es eso lo que hago, desgarro mis cuerdas vocales en el grito más estrepitoso de mi existencia, saco de manera vocal todos los sentimientos de horror que estoy viviendo. Más que una indicación, es un permiso para externar lo que tanto he contenido.
- Copiado, ¿Debo regresar con ustedes al cuartel? -
- No, ni siquiera notarán que no estás. Yo les diré el incidente con la puta de ser necesario. Vete a casa despues de dejar la patrulla. -
Para esto último, estoy casi terminando de expulsar cada partícula de oxígeno de mis pulmones. Grito y pataleo a sus espaldas para ya que me encuentro desinhibida. Siento miedo de escuchar su respuesta tan natural y sin remordimiento o preocupación ante un error tan garrafal, o la opción desconocida de deshacerse del cabo suelto.
Ha tomado otro camino. Llegamos en un santiamén a lo que parece una estación vieja y abandonada; pero la gran variedad de patrullas indica lo contrario. Estaciona antes de la reja, en el punto ciego de la cámara de seguridad, baja del vehículo y da la vuelta hasta llegar al lado. Por fin retira las jodidas esposas.
- Iré a dejar la patrulla. Tu me esperarás justo fuera del estacionamiento, aquí. Si intentas hacer algo, juro que te reviento los sesos. Entregaré tu cadáver a los peritos y seguiré ganando. Piensa en tu bien. -
Asiento frenéticamente y sin control. Con la misma fuerza que me lanzó dentro de la patrulla, me jala de la muñeca para que salga de ella. Es policía, supongo debe tener un cuerpo fuerte, no atlético tal vez, pero seguramente fortalecido. No pude recorrerlo ni un solo milímetro cuando luchaba por soltarme y ahora me arrastra tal muñeca de trapo. Sin duda podría aplastar mis huesos manualmente si me atrapase, pero no puedo evitar pensar en huir ahora mismo. Al fin me ha dejado sola aquí, donde puedo correr hacia cualquier dirección y con suerte escapar. Tampoco puedo evitar pensar en pedirle al patrón que lo 'despache' si tengo la oportunidad de irme. Son muchas mis ganas de escapar pero nulos mis movimientos. Estoy congelada (literal y figurativamente) en el sitio hasta que lo veo acercarse. Una gran camioneta Ford es nuestro nuevo medio de transporte; diría que acorde a lo poco que conozco de él: Grande, imponente, fuerte, de color negro ligeramente percudido en las salpicaderas de las llantas. Evidentemente no me abre la puerta ni espera a que me ponga el cinturón cuando ya ha pisado el acelerador. 0 a 100 es un promesa cumplida por la marca del monstruo con motor que nos transporta. Apaga la radio portatil en su cinturón y retira para guardar en la guantera.
Conduce sin cruzar palabras conmigo. No me toca ni me mira cuando comienza el recorrido. Agradezco ello para tranquilizarme lo más posible. Sin sus comentarios amenazadores o destinos terribles. Por fin algo de paz en todo este infierno. Cierro los ojos para concentrarme en mi respiración y así calmar mi acelerado corazón; que estaba a nada de rendirse a la taquicardia extensa desde el arresto. Ni un motor de una tonelada o la terrible conducción del oficial perturban mi paz momentánea. Todo ese movimiento es amortiguado por los comodísimos asientos... o el agotamiento. Lo que debería tomar menos de un minuto se convierte en tiempo incalculable.
Mi confusión es notoria cuando me despierta para avisar la llegada. Que tenga los ojos lagañosos e hinchados son prueba de que estaba dormida profundamente. No tengo la menor idea de nuestra ubicación o la hora. Tampoco si todo lo ocurrido ha sido producto de mi imaginación o una pesadilla del peor tipo... De las realistas.
Como sea, el no espera a que entre en conciencia, una vez más hace una demostración de sus capacidades físicas al levantarme en hombros como costal de papas y llevarnos al interior de su casa (??). No luce muy hogareño o cálido el lugar al que entramos. Carece de todo tipo de fotografías o cuadros a excepción de un diploma por la conclusión de los estudios básicos que cuelga encima de la mesita para las llaves. Curiosamente al lado de un espejo, único en su tipo aquí al parecer.
- Puedo ofrecerte dos maneras para que puedas salir de aquí sana y salva. No me apetece matarte el día de hoy especialmente. - dice mientras me deja caer en el sofá - No me supliques más, que no hay otras opciones. ¿Entiendes? -
- Si. -
- No te escuché. -
- Si señor, entiendo. - existe un atisbo de logro y autosuficiencia en su mirada. También una ligera sonrisa de lado se asoma en su semblante de acero.
- Bien. Me darás todos los nombres de tus infiltrados en la guardia, algo que los relacione y tu laptop con todos tus archivos. Iremos a juicio bajo mi protección y entrarás al programa de testigo protegido. Si tienes algo de información útil para no extraditar a las cucarachas del cartel, también la necesitaré. -
Su petición me deja muda. Todo lo que me pide está fuera de mi control y acceso. Vaya que ni yo conozco todo de lo que me está hablando. Son áreas que no nos dejan conocer por situaciones como ésta.
- Señor... yo no puedo darle lo que me pide. Es que... yo no sé sus nombres. -
- Dije que no quería matarte, más no que no quería lastimarte. Comienza a hablar hija de... - levanta su puño preparado para impactar, en consecuencia me achico en la esquina del sofá para protegerme.
- No es como piensa. Si esto hubiera pasado hace dos semanas, no le miento, habría dado hasta el nombre de su perro. Pero los soplones del patrón fueron "despachados". Habían desertado de su servicio, iban a quedarse con ustedes, llevaban mucho tiempo incomunicados y eso solo significa una cosa. Traición y deserción. Se los "echaron" ya, a ellos y la cuadrilla entera donde venían. -
- ¿Tienes pruebas para respaldarlo que valgan la pena?-
- Tengo los videos de... eso. Admiten ser ratas. Si... -
- No es suficiente. Necesito mensajes, llamadas, líneas. No esto. -
- Es lo que tengo, en mi computadora no tengo mucho, tómela. Pero no encontrará nada que sea suficiente, solo algunas declaraciones que se terminan contradiciendo entre sí, tal vez nombres de los halcones que espían las rutas de las patrullas. Yo no soy parte de ellos, solo soy la estúpida a la que llaman cuando necesitan sacar a alguien. Ni siquiera es magia mía, es el poder de las conexiones y el dinero. La DEA ya está coludida en ciertos estados.-
- ¿Sabes quienes son? -
- Algunos apellidos y otros apodos solamente. -
- Me cuesta creer que digas toda la verdad. ¿Sabes que te consideran en el tercer eslabón debajo del patrón? Es tan decepcionante esto. No puedo armar un caso. -
- Esta bien, esta bien. Tal vez haya cosas que este olvidando, por dios, me estoy muriendo de miedo oficial. Solo necesito tiempo. -
- ¿Algunas horas en prisión preventiva ayudarán? -
- ¡POR DIOS ESPERE! LLÉVESE MI TELÉFONO E INTERCEPTE EL NUMERO DEL PATRÓN MIENTRAS TANTO. -
- No me vengas con esa leyenda por favor, muchos lengua suelta nos han prometido la misma cosa. -
- Pero ninguno les dio el numero real, el personal. -
- ¿Por qué debería creerte a ti? De entre tantos que he conocido. Es bien sabido que siempre cambia de número telefónico por lo menos cada 3 meses para no ser detectado. Números de México, EEUU, Canada, incluso del maldito Salvador. -
- Lo hace, están en lo correcto. Para hablar con los vendedores de puntos o para planes de venta. Pero deben saber que el cartel lo formó con amigos y compadres, nunca ha cambiado su número para ellos, son creencias de criminales de las primeras generaciones. -
- ¿Por qué tendrías ese tu? Si se supone dices la verdad, no eres ninguna allegada a él. -
- No lo sé, supongo que me llamó por accidente o no sé dio cuenta. Pero es lo más cercano a él que he estado. Es lo único con que podrían saber su ubicación cuando sale de su pueblo, siempre está rodeado de guardias. Es imposible acercarse a él, la única vez que estuve en su presencia fue cuando me reclutó. -
Lo recuerdo tan claro como el agua. Era apenas una egresada de la facultad. Derecho penal, quería ayudar a la gente del pueblo donde crecí a hacerse propietarios de las tierras que trabajaron toda su vida. Hacerse de lo que era suyo por derecho y no de las grandes empresas que destruían el medio ambiente donde vivíamos. Era alguien tan llena de vida y veracidad... diferente a quién me convertí. Una tarde una van negra me levantó de la calle de camino a casa, dentro unos encapuchados me amenazaban con armas y navajas, cubrieron mi cabeza con una toalla y encima una bolsa de plástico negra para que no viera nada. Estuve así por todo el tiempo que me tuvieron cautiva hasta que Don Alberto me dijo que trabajaría para él cuando me necesitara o terminaría como ellos, y procedió a vaciar una calibre 50 a un puñado de desconocidos. Justo al lado mío, haciendo que perdiera la audición unos buenos días. También ocasionando un trauma que jamás podría olvidar. Los videos de sus allegados y las cosas que eran capaces de hacer no tardaron en llegar a mis manos, VHS con sinfín de atrocidades llegaban a la puerta de mi casa como si del periódico se tratara.
- ¿Es lo mejor que tienes? -
- Si. -
- Sigue sin ser suficiente. -
- Le juro que es lo único que tengo. Por favor. -
- No es suficiente por el momento... pero puedes serme de gran ayuda. Puedes trabajar para mi, darme toda la información que valga la pena. TODO, TODO lo que esos pequeños ojos negros y esas orejas capten, incluso, toda la información que consigas de cualquier forma. -
- No puedo hacerlo sola, ¿No escuchó lo que dije? Son unos despiadados a la primera sospecha, y ya dudarán de mi por el hecho de haber escapado del arresto. -
- Eres una mujer... yo soy un hombre. No es difícil de creer que me hayas sobornado con algo más que dinero. -
- Aun así, necesito algo de protección. Respaldo ante cualquier situación. Sino, encontrarán mis restos cualquier de estos días. -
- Puedo ayudarte, pero debes saber que soy impaciente. No doy nada sin recibir a cambio. -
- Haré lo mejor que pueda, pero no puedo prometer que será rápido. -
- Te diré un secreto, ya existe una redada para encerrar a algunos de tus 'clientes' - escupe con notable desprecio - Así que habrá grandes cambios para ti y tu negocio. No me preocuparía por falta de material, solo dame el correcto, el que pocos conocen y tiene gran peso. -
- Lo haré señor, pero necesito su palabra. Protéjame. -
- Puedo protegerte a ti y solo a ti, no me vengas con que eres madre o tienes una familia... -
- No, no me queda nadie más en este mundo. Solo le pido seguridad para mi, nadie más. - calla tras revelación
- Bien, es un trato. -
- Es un trato señor. -
Arrebata mi mano de debajo de mi pierna para forzar un apretón. No pierde contacto visual en todo este proceso.
La venta de mi alma al diablo una vez más...
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"Vuelvo al mar"
De tanto amarte
de tanto extrañarte
de tanto imaginar tu olas
bañando mi cuerpo...
"Me he convertido en sirena
anhelando tus sales
chapoteando en la orilla
de tu playa y tu puerto"
De tanto soñarte
con tanta ilusión
de este tierno amor
del que tú eres parte...
"Me he convertido en gaviota"
Gaviota de Luna
que se alza y vuela
a tu hermosa costa
donde tus palmeras
resguardan mi cuna.
¡Y vuelvo al mar!
Al Mar Caribe
su orilla en Borinquen
el sur..., su rincón.
Conjunto perfecto
de olas, palmeras
de agua salada
rumor y canción.
Tus celestes aguas
del cielo, coronan
el favor que otorgas
a mi alma poeta...
que en ti deposita
mi camino errado
"¡Bautismal eterno
de mi redención!"
Loy
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La heredera del Infierno
Avisos: La información sobre los dioses Hermes y Hécate se puede encontrar en Wikipedia, pero para corroborar si es verídico los encontré aquí y aquí. Mientras que la información de Hela la encontré acá.
Los lugares y ciudades de España son verídicos y pueden buscarlos.
Costas imperiales
Adelina podía verse así misma de pequeña, escondida debajo de la cama de sus padres. La habían ordenado esconderse cuando golpeaban con fuerza. Escuchaba cómo se rompía, los gritos de su madre y las maldiciones de su padre y Adelina miraba hacia la entrada esperando que no viniera nadie. Las sombras de las figuras peleaban con las de sus padres empuñando armas y apuntándolas hacia ellos.
–¡Dame todo, flaco! –vociferaba una voz desconocida.
–No tenemos nada –decía su padre.
Oía los platos y muebles romperse y el llanto de su madre. Los gruñidos y golpes se hacían más fuertes y Adelina se mantenía inmóvil debajo de la cama. Temblaba sin control y rezaba para que no la descubrieran…
Un disparo había sonado por toda la casa.
Su madre gritaba, su lloriqueo se desvanecía en exhalaciones agitadas y... nada. La pequeña Adelina corría hacia el armario y cerraba la puerta lo más cuidadosamente posible. Las lágrimas se derramaban por sus mejillas pequeñas y pecosas, trataba de contener sus moqueos y su llanto, su espalda chocaba contra la madera embarnizada y las piernas le dolían por estrujarlas contra su pecho.
–La nena –dijo otra voz–. Hacela salir.
Adelina contenía su aliento y escuchaba el chirrido de la madera de las escaleras. Su corazón bombeaba con fuerza y deseaba que no la descubrieran los ladrones. Cada puerta rechinaba, la niña temblaba cuando el ruido se volvía más cercano.
–¿Dónde está?
Adelina observaba desde una pequeña abertura, su padre se lanzaba hacia uno de los ladrones e intentaba quitarle el arma rompiendo vasijas de porcelana. Entre gruñidos e insultos, un ladrón golpeaba en las costillas de su padre mientras el otro se recomponía del golpe en la cabeza por la vasija. El padre lograba sacarle el arma lanzándola por los aires y le asestaba puñetazos una y otra vez.
El ladrón le daba un cabezazo y se arrastraba hacia el arma al igual que su padre entre tambaleos. Ambos luchaban para llegar hacia ella dándose patadas y zancadas, pero el otro ladrón se levantaba apuntando el arma y…
Disparo.
La sangre salía de la cabeza de su padre manchando todo el suelo, la pequeña Adelina trataba de contener el grito de su garganta y se tapaba la boca. Las lágrimas se acumulaban en sus mejillas y se derramaban por su ropa. El ladrón soltaba respiraciones fuertes, mientras se ponía de pie con el arma en mano. Inmediatamente, la niña se alejaba de la abertura tratando de mantener el silencio.
Las sirenas sonaban de lejos, los ladrones salían de la habitación gritándose entre ellos, mientras rompían muebles y desbarataban cada pertenencia. Adelina no se atrevía a salir ni a hacer un movimiento brusco. Las sirenas se acercaban más y más a la casa.
–¡Dale nos vamos! –dijo un ladrón–. Que se cague el tipo.
–Después la matamos en cuanto la encontremos.
Escuchaba la puerta abrirse con las voces de los policías. Dejaba de escuchar a los ladrones y se aproximaba a la abertura. No había nadie a la vista, pero algo le llamaba la atención debajo de la cama. Dos resplandores verdes como el bosque se aproximaban, le daban forma a la figura cadavérica de Hela y se arrastraba con los huesos crujiendo.
La madera del armario se pudría, la pequeña Adelina quedaba completamente asustada y tocaba el mueble sin parar. Sus dedos sentían algo arrugado, Hela abría las puertas y el resplandor de los ojos iluminaba lo que Adelina tocaba. Eran sus amigos muertos. La piel de Mariano y Daniela se descomponía dejándolos con las bocas abiertas y las cuencas vacías como la noche. Empezaban a rugir y Adelina gritaba.
La sostenían con fuerza, la pequeña trataba de soltarse y púas y enredaderas de hierro destrozaban el mueble, el aire se sentía helado y el vaho salía de la boca de la pequeña. Las lágrimas caían y gritaba sin parar.
–Ayúdame, heredera y elegida –decía Hela.
–Los ladrones pagarán con sus vidas y las abominaciones serán exterminadas –susurraban los cadáveres de Mariano y Daniela.
–Malditos sean los que usen mi poder para alterar la balanza de los justos –proclamaba la diosa en su estado cadavérico–. El miedo es el arma definitiva…
Hela fue expulsada gritando sin cesar, mientras la sometían a un sarcófago y golpeaba la tapa de piedra con toda su fuerza divina fragmentándola. Unas cadenas verdes y naranjas como el fuego emergían atándola y su agonía continuaba entre lamentos y gritos.
–¡Todos pagarán por el pecado! ¡Corrompieron el orden y morirán!
Adelina despertó exaltada, el sudor recorrió por su nuca y rostro y se frotó los ojos con fuerza. Acercó sus armas y bolsos a su cuerpo, el motor de la avioneta le quitó el poco sueño que le quedaba y observó momentáneamente al piloto. Luego, se fijó en su celular, faltaba poco para llegar a Argentina y mantuvo su mirada fija en los objetos que había.
Volvió a vigilar al piloto, no quería que la enviase a otro sitio, pero verla con armas y con el dinero suficiente pareció cumplir con su petición. Unas lágrimas recorrieron las mejillas de Adelina, se las quitó y miró la hora. El invento de Mariano para cargar su celular, sí le sirvió, durante las pocas horas que había dormido y sonrió ante el recuerdo. Trató de usar la radio para llamarlo, pero solo hubo interferencia y la apagó.
Se le había dificultado bajar de Arctika, pero logró llegar a un pueblo cercano para comer y descansar. Durante la noche y en la oscuridad de la habitación en la posada, había llorado por la última charla con Tomas, los intentos de mejorar su mediocre criomancia y el miedo a morir. Se sentía como una fracasada e inútil.
A la mañana, los párpados le pesaban como si fueran piedras, tenía bostezos continuos y podía ver ojeras en su reflejo del espejo. Había encontrado al piloto y con un poco de dinero, lograba conseguir un pasaje a Argentina. Sus nervios se calmaban al estar en los cielos. El lugar se volvía diminuto cuanto más se alejaban de China y pasaban al otro continente.
Se mantuvo despierta el resto del viaje, revisó los vendajes que se había hecho y volvió desinfectarse las heridas del rostro. El ardor recorrió cada herida, contuvo un quejido y el impulso de gritar por todo y siguió limpiándose. El piloto le informó que debía prepararse para el aterrizaje, las náuseas la invadieron al bajar a tierra, pero hubiera sido peor si Mariano era quién manejaba la avioneta.
Por la ventanilla, pudo ver Argentina y el alivió la inundó. A las pocas horas, Buenos Aires se fue formando, la pista de aterrizaje estuvo a la vista y, con el corazón bombeándole fuertemente, llegó a casa. Salió de la avioneta respirando el aire de su ciudad, sonrió con alegría y tristeza sintiendo el viento elevar su cabello suelto y cargó con sus bolsos y armas. Tras dejarle algo de dinero extra al piloto, se marchó despacio del aeropuerto escuchando y observando los aviones despegar y aterrizar.
Le había costado ocultar sus armas, pero usó el poco espacio que tenía de sus bolsos. Tomó tres colectivos para llegar a Bajo Flores, escuchó música todo el trayecto, calmó sus emociones y logró dormir un poco más. Le alegró ver cada detalle de Buenos Aires y sentirse en casa, un pedacito de ella se llenó. Aunque fuera solo por poco tiempo.
Los árboles, casas y locales pasaron rápidamente por la vista de Adelina. Llegó a su edificio con el cansancio pesándole en los hombros, subió por el ascensor y abrió la puerta de su departamento tan familiar. Tiró todas sus cosas en la entrada y se sentó en el sillón suspirando aliviada. Estaba en casa. Observó cada detalle del comedor con familiaridad. El cansancio le pesó en los hombros y el sueño la tomó por completo.
Se despertó al anochecer, la posición en la que había dormido le cobró factura. Sus piernas y un brazo se entumecieron, se levantó trastabillando y caminó hacia la cocina. Preparó lo necesario para cenar escuchando música, puso a calentar el agua y sacó un par de milanesas.
Entre canción y canción, Adelina hirvió los fideos y calentó la sartén llena de aceite. Mientras esperaba, trató de volver a comunicarse con Mariano y Daniela, pero solo hubía interferencia y apagó la radio frustrada. Volvió a enfocarse en su cena, metió una milanesa en el aceite y chisporroteó con fuerza, mientras que la pequeña olla burbujeaba con los fideos y los dejó en un plato hondo con pedazos de queso.
Comió emocionada sintiendo la crujiente milanesa y los fideos con queso en su boca y dejó limpio los platos. Se fue a bañar, el agua caliente recorrió su cuerpo adolorido por las largas horas de viaje y una sensación de presión se le acumuló en el pecho. Se puso un pijama y se acostó en su cama. Observó su habitación, cada detalle y objeto. La ventana con cortinas celeste claro, la biblioteca repleta de libros desde su adolescencia, el joyero desde su infancia, posters de bandas y películas y la mesita de luz con algunos libros pendientes.
Su mente la llevó a Tomas. El cabello grisáceo, la cicatriz sobre su ceja, los ojos como la neblina, las manos repletas de callos por años de entrenamientos, los brazos y pecho cálidos y reconfortantes. Las lágrimas se derramaron por sus mejillas cayendo a su almohada y el llanto que guardó por todo el viaje y en la estadía en Arctika tomó su garganta. Lloró hasta que el sueño la tomó.
Adelina veía interacciones de Kolbein con la camarera que lo había atendido en la taberna, Lena. Pasaban charlas íntimas, besos y risas compartidas y paseos en medio de la noche. Momentos en los que Kolbein dejaba su rostro serio y sanguinario para ser una persona totalmente diferente y buscaba el cariño de Lena.
Un recuerdo mostraba el rostro del hijo de Hela con una expresión preocupada. Caminaba de un lado al otro alrededor del árbol en el que dormía y miraba el camino de tierra de vez en cuando. La figura de Lena se formaba, llevaba en sus manos una canasta con comida y una sonrisa adornaba su rostro. La mirada seria de Kolbein desaparecía y se contagiaba con la alegría de su amada.
–¿Qué pasa, Kolbein? –preguntaba Lena sosteniendo la canasta–. ¿Está todo bien?
–Sí –respondía con una leve sonrisa–. Solo quiero hablarte de algo.
–Está bien –decía Lena sentándose en la hierba y Kolbein la imitaba.
–Es algo… relacionado a mi familia –decía el muchacho moviendo los dedos de sus manos–. Es complicado.
Lena asentía con la cabeza. Kolbein le relataba sobre su madre, Hela, la venganza que buscaba y los dones que poseía. Para demostrarlo, una de sus manos se extendía mostrando llamas verdes, se apagaban y luego, unas enredaderas de hierro surgían de la cabeza de Lena formando una corona. La joven se sorprendía por la decoración y observaba el objeto tocándolo como una reliquia.
–Entiendo si consideras que este don es oscuro –empezaba el muchacho levantándose–. Y comprendo si no quieres verme.
La mano de Lena tomaba la del hijo de Hela y lo miraba fijamente. Sus ojos mostraban sorpresa y se quedaba quieto.
–No quiero que te vayas –decía Lena–. Y tú magia es increíble. No es maldito.
–Para muchos, lo es.
–No para mí.
La muchacha lo tiraba hacia abajo y sus labios chocaban en un beso apasionado.
El recuerdo cambiaba a el del día de la boda de Kolbein y Lena. Las sonrisas compartidas, la ceremonia secreta, la entrada de la novia y la pequeña celebración. Rápidamente, el recuerdo era reemplazado por otro, el día en que Lena daba a luz. La joven lloraba y gritaba por los dolores de parto y Kolbein la alentaba en dar su último esfuerzo. La partera ayudaba a Lena entre todo el griterío, daba luz a una niña y se escuchaba llorar por la cabaña. La partera la sostenía, limpiaba a la recién nacida y la cubría con mantas.
–Siriana –decía Lena cargando al bebe.
–Es preciosa.
Kolbein miraba a su hija con fascinación y Lena se la entregaba. El muchacho la cargaba como si fuera un objeto de porcelana, la mirada detenidamente, la arrullaba y la acunaba en los fuertes brazos. Poseía el cabello castaño de su padre y no heredaba su heterocromía, pero sí el color chocolate de su madre.
–Te cuidaré, pequeña Siriana –soltaba Kolbein–. Llevarás con gloria el título de nuestra familia y seré el mejor padre para ti. Te lo prometo.
El recuerdo cambiaba a otro completamente diferente. No estaba Kolbein ni su esposa e hija, sino Hela. Encadenada y amordazada. Los demonios la vigilaban y ella solo caminaba a rastras, mientras una figura tiraba de sus cadenas como si fuera un perro. Los demonios la escupían y apedreaban. La diosa no mostraba ningún ápice de emoción y continuaba mirando fijamente el camino que tenía por delante. A veces, tironeaba de sus cadenas, pero los demonios la golpeaban haciéndola caer y le dificultaba volver a levantarse.
–No se preocupe, diosa de mierda. Su creación dejará frutos para nuestra benefactora –exclamaba alegre la figura–. No lo verá, pero lo sentirá en sus asquerosos huesos. Vamos, oh, "todopoderosa Reina del Infierno", será un tormento digno de un ser tan divino como usted.
Hela seguía luchando contra sus ataduras en vano y Adelina veía nuevamente como la encerraban en un sarcófago. Se lograba quitar el trapo de la boca y vociferaba:
–Sufrirán el dolor más inhumano y desconocido de todos los reinos, donde el tiempo pasa con lentitud –exclamaba–. Y solo cuando sus ojos carezcan de vitalidad, haré arder sus asquerosas almas.
–Lo dudo mucho, diosa de mierda.
–Ella salió de Arctika –dijo un hombre–. La vi cerca de la casa de un piloto.
–Está bien –afirmó la voz del otro lado del celular.
–¿Y si vuelve con Liu Kang? –preguntó el hombre.
–Vino por portal –respondió la voz–. No debería saber dónde está la Academia Wu Shi.
El hombre miró por la ventana iluminada de la posada, la sombra de la chica se movía por la habitación acomodándose el cabello y preparándose para dormir. Lo poco que vio su forma, le despertó su interés y preguntó:
–¿Cuándo nos la llevamos?
–Cuando tengamos el artefacto de Hela –respondió la voz enojada–. Ella tiene la ubicación. Shang Tsung y Quan Chi la necesitan, al igual que nuestra benefactora. Sigue vigilándola y si ocurre algo extraño, llámame.
El hombre cortó la llamada y observó a la silueta de la joven. Sacó una fotografía de sus pertenencias y se maravilló con su apariencia. Tuvo que controlar su necesidad de llevársela de la posada y entregársela a los hechiceros para ver qué hacían con ella. La idea lo entretenía… por ahora.
Luego de desayunar un matecocido con galletitas, Adelina llamó a Agustín, el que la había contratado, y le atendió la llamada. Conservó la esperanza de que no haya elegido a otra persona para el trabajo, aunque era del todo justificable, dado por los meses que no había dado respuesta alguna.
–Señorita Acosta, buenos días –dijo Agustín desde el otro lado del celular–. Espero que los meses desconectada le ayudaran con la investigación.
–Perdone la ausencia –empezó la chica–. Estuve en zonas de países nórdicos que no dejaban usar tecnología y tuve que hacer como era antes de la Internet.
–Entonces espero que hayas dado con buenos resultados –dijo Agustín.
–Eh, sí los encontré.
Adelina le mintió contando de libros que hablaban de leyendas de que Hela tuvo un hijo semidios y del mapa que ubicaba otras ruinas en las costas de España y Francia. Decidió no hablar de la daga para evitar un futuro desastre.
–Los trabajos generan sus frutos –soltó Agustín–. Creí que Pablo me estafó con vos.
–Las apariencias son engañosas –argumentó Adelina en una risa falsa.
–Esa frase no pudo tener más razón –coincidió Agustín–. ¿Necesita ayuda con el viaje a España?
–Sí, mi amigo se le descompuso su avioneta y la está arreglando –mintió.
–También, vas a tener un compañero.
–¿Qué? –temió que su tono hubiera sido agresivo.
La afirmación la tomó desprevenida. Se sintió insultada por tener que hacer el trabajo con alguien más. Prefería hacerlo todo sola y no quería meterlo con el asunto de los tatuajes. Atraería más problemas que soluciones.
–Sí –respondió Agustín–. Agradezco tu trabajo y vas a recibir el pago acordado.
–Puedo hacerlo sola –dijo Adelina con calma–. Trabajo más rápido
–Necesito estar más actualizado sobre estas ruinas. Sino mi jefe me mata.
–¿Cómo se llama mi compañero? ¿Dónde lo llamo? –preguntó la muchacha rindiéndose a pelear.
–Mateo Thorsen. Es igual de bueno que vos en la mitología y en las armas. Ha encontrado varias reliquias y artefactos por Europa y parte de África –contestó con calma–. Lo vas a ver en España en el hotel que te vas a hospedar.
–Está bien –dijo Adelina–. ¿Cuándo tengo que viajar?
–En dos días.
Le agradeció y se despidió finalizando la llamada. La joven fue hacia su habitación, se vistió usando un short jean negro, remera blanca decorada con rosas negras y sandalias de tacón bajo y salió del departamento. El aire del barrio invadió su nariz. El olor a alcantarillas, la comida de los departamentos y el combustible de los autos y colectivos. Los ruidos tan familiares de la ciudad abundaron sus oídos.
Se tomó el colectivo, colocó los auriculares en sus orejas y disfrutó del viaje. Entre canción y canción, la mente de Adelina se desconectó de todo, mientras leía su libro. Las melodías la hicieron perderse en el mundo que leía y tuvo que contener el impulso de cantar en voz alta.
Bajó en Avenida Corrientes. El sol abrasador la azotó y el aire se volvió pesado y sofocante. Caminó entre la gente que iba de una dirección a otra, los carteles de funciones teatrales invadieron su visión y escuchó a los turistas hablar en diferentes idiomas en los locales y restaurantes. El olor a pizza inundó su nariz y oyó la música de los artistas callejeros y el barullo de un pequeño grupo de protestantes.
Entró a librerías y observó cada estante. El aroma del papel nuevo impregnó su nariz y tomó cada libro que llamaba su atención. Luego, fue hacia los locales de mangas y los hojeó tranquilamente. Siguió caminando hasta que las plantas de sus pies dolieron y se refugió en las sombras de los locales. Tomó un poco de agua, compró algo para apaciguar su hambre y luego, de pasar el obelisco, llegó a la calle Florida.
Llegó a casa con la mente calmada y la tranquilidad en cada parte de ella. Soltó un gran suspiro al cerrar la puerta, se dirigió a su habitación y preparó todo para el viaje. Dobló mejor su ropa, cargó con sus armas y buscó dinero extra. Revisó en el hueco donde tenía las réplicas del mapa y la daga, pero no encontró nada y lo halló en los muebles de la cocina.
Cuando cayó la noche, Adelina se hizo la cena entre la música y volvió a tratar de comunicarse con Mariano y Daniela. Escuchó voces distorsionadas por la interferencia y otro ruido, la muchacha volvió apagar la radio maldiciendo y continuó preparándose la cena. Tras terminar la cena, se buscó todo lo necesario para irse a bañar, mientras el agua caliente recorría su cuerpo, su mente trajo la última charla que Adelina tuvo con Tomas. Deseó poder hablar más con él, las lágrimas invadieron sus mejillas y se mezclaron con el agua.
Se acostó en su cama y puso música en volumen bajo. Continuó llorando escuchando Failure de Seether una y otra vez hasta que sus párpados le pesaron y se sumergió en un sueño profundo.
“…Saw my face in the mirror/And I am, I believe a trembling monstrosity/I live my life like a broken-hearted failure/I'm trying to shed some light on the scars left by the razors…”
Los dos días pasaron en un parpadeo para Adelina. Paseó por sus lugares favoritos y se puso en forma para el viaje. Practicó sus técnicas de combate, manejo del cuchillo, escalada y correr en una plaza cercana a su departamento. Sus heridas por las peleas de Bi Han no sanaron del todo, pero no le molestaron en sus ejercicios ni salidas.
La mañana de su viaje, Agustín la llamó informándole que un auto la llevaría al aeropuerto y que le había preparado un avión. Dejó extrañada a Adelina viajar en un auto lujoso, siempre lo hacía con la camioneta repleta de stickers de Mariano. El chofer la trató bien ayudándola a cargar sus pertenencias y la llevó al aeropuerto. Bostezó por el sueño y miró el paisaje.
El sol estaba saliendo y dando leves sombras a los árboles, personas y edificios. Había cola de trabajadores para tomarse los colectivos y autos en las avenidas que tocaban las bocinas entre gritos y maldiciones. No quería irse tan pronto, pero debía dar fin a sus pesadillas y tormentos. Quizás más adelante, volvería a verse con sus amigos y Liu Kang.
Llegó al aeropuerto y el chofer la ayudó a cargar sus cosas en el avión. Le sorprendió que le otorgaran el privilegio de ir en uno privado. Un mozo le atendió preguntando qué quería desayunar y ella se negó amablemente con una sonrisa. El avión se deslizó por la pista y desplegó vuelo con leves turbulencias. El aeropuerto se volvió un punto diminuto entre toda la masa gris de Buenos Aires y desapareció completamente.
La joven tomó uno de los libros que cargaba en su mochila, los auriculares y puso la música. Se perdió entre las palabras y el mundo que el libro le otorgaba. Imaginó a cada personaje, mientras las melodías inundaron sus oídos calmando sus inquietudes y cada página se volvía más atrapante que la anterior.
El mozo la atendió nuevamente para ofrecerle el almuerzo y aceptó. Comió mientras revisaba sus anotaciones y grabaciones sobre Hela y las ruinas de Arctika. Trató de buscar algo nuevo desde una pequeña runa que no había visto hasta una estatua diminuta, pero nada. Incluso, escarbó en su memoria cuando había ido con Tomas, pero no recordó ningún objeto fuera de lo común. Continuó revisando hasta que sus ojos le ardieron por revisar fijamente las imágenes. Cansada, leyó la página en la que había dejado su libro acomodándose mejor en el asiento de cuero y se quedó dormida con los auricalares puestos.
Adelina estaba en una cabaña, diferente a la de la infancia de Kolbein. Lo veía dormir con su esposa abrazándola y al lado, había una pequeña cuna con mantas y pieles de animales cubriendo a su hija, Siriana. Las armas del hijo de Hela se encontraban cerca de su lado de la cama y una muda de ropa colgaba en uno de los extremos del sencillo mueble.
Una figura encapuchada se acercaba a Adelina quedando a su lado, pero no se volteaba a verla. Con sigilo, caminaba hacia el lecho de la pareja desenvainando una espada. La muchacha quería intervenir tratando de sujetar el brazo de la figura y al hacerlo, su mano traspasaba el cuerpo. Intentaba gritar al hijo de Hela y a su esposa, Lena, pero seguían dormidos.
Kolbein abría los ojos abruptamente y lanzaba una púa de hielo sobre el intruso. Lena despertaba, salía de la cama con su camisón y corría hacia la cuna de Siriana. Mientras, Kolbein usando una camisa blanca y pantalones holgados se posicionaba a la defensiva y miraba fijamente al intruso. Su rostro estaba cubierto por una máscara, solo podía verse sus ojos y parte de su cabello y alzaba la espada.
–Llévatela de aquí, Lena –exclamaba Kolbein–. ¡Ahora!
El intruso se preparaba para lanzar una estocada…
Adelina despertó por una turbulencia y el piloto anunció su descenso hacia la pista de aterrizaje. Se abrochó el cinturón bostezando y tratando de procesar lo que había soñado y se frotó los ojos cansados. Vio por la ventanilla, se sorprendió que era de noche y revisó su celular que marcaba las ocho de la noche. Las luces de otros aviones despegando y aterrizando y los de la pista iluminaron el lugar.
–¿Está bien, señorita Acosta? –preguntó el mozo frente a ella.
–Sí –respondió la chica con una sonrisa falsa–. Solo que no pensé dormir tanto tiempo ¿Dónde estamos?
–Cerca de Gijón, es una ciudad costera de España –contestó el mozo–. Está al norte de Madrid.
–Hacía tiempo que no iba a Europa –soltó Adelina.
–Espero que le guste su visita.
Adelina asintió quedando en silencio. El avión descendió y pudo ver mejor los edificios iluminados. Los pocos tripulantes se marcharon y Adelina le dejó la propina al mozo. Al bajar, un chofer la recibió, la ayudó a cargar sus pertenencias al auto y se metió. En el viaje, Agustín la llamó indicándole que Mateo Thorsen estaría frente a su habitación de hotel. Adelina agradeció y cortó la llamada.
Las calles estaban iluminadas con faroles antiguos, los locales se preparaban para cerrar y los restaurantes atendían a los turistas. Otros caminaban alegres por las calles empedradas en diferentes direcciones llevando en sus brazos bolsas de compras y sostenían bebidas. La arquitectura de siglos pasados, sofisticada y bien cuidada se combinada con la de edificios modernos.
El chofer dejó a la muchacha a las puertas del hotel y esperó a que la atendieran en la recepción. Un par de minutos después, le dieron las llaves de su habitación, le informaron cuándo estaría la cena y la joven caminó al ascensor. En el pasillo vio la habitación frente a la suya, tocó la puerta y esperó a ver si Mateo Thorsen le respondía. Intentó una vez más, pero nada y se encerró en su cuarto. Tiró sus bolsos en la cama, desempacó sus libros y dejó en la mesa de luz el mapa y la daga.
Antes de guardarla en el cajón, desenfundó el arma sin titubear y se observó en el reflejo de la hoja. Sus ojos heterocromáticos chocaron con la mirada penetrante de Kolbein. Adelina volteó la cabeza, pero no encontró nada y enfundó la daga.
Se puso una ropa más cómoda y recorrió con tranquilidad la calle donde se encontraba el hotel. El aire fresco y con un ligero olor a salado azotó su rostro elevando su cabello negro. El sonido de las olas y las risas se escucharon en medio de la noche, observó los productos y maniquíes con ropa que ofrecían los locales cerrados, mientras caminaba.
Al percatarse de la hora, apresuró el paso hacia el hotel escuchando el eco de sus pisadas por toda la calle y se frotó los brazos fríos. Un mozo la atendió guiándola hacia una mesa y se sentó admirando los detalles del lugar. Las cortinas blancas como la nieve, pinturas y fotografías viejas, los candelabros sofisticados y los asientos lujosos y vacíos.
Miró su celular y una incomodidad recorrió cada centímetro de su cuerpo. Alguien la observaba. Sacó un cuchillo de su bota, mientras sus ojos recorrían con cuidado cada detalle del restaurante hasta encontrar a un muchacho que la miraba fijamente con sus ojos color avellana y comenzó acercarse a ella.
–¿Acosta? ¿Adelina Acosta? –preguntó con una sonrisa tímida.
–Sí, ¿vos sos Mateo?
–Sí, Thorsen –respondió–. Mateo Thorsen ¿me puedo sentar?
Adelina asintió y el muchacho sonrió sentándose frente a ella. Sus ojos reflejaron calidez y una sensación de incomodidad inundó a la joven. Una de las manos de Mateo se pasó por el cabello castaño claro y corto, se acomodó la remera blanca manga corta y quedó un silencio.
–Mi jefe me comentó lo que estuviste averiguando –dijo el muchacho–. Me sorprendió el hallazgo. No me lo creí cuando me lo dijo.
–Sí, es muy raro, pero podemos trabajar con lo que tenemos –explicó Adelina.
–¿Qué encontraste en tu viaje a países nórdicos?
–Un mapa –respondió la muchacha–. No tiene coordenadas, pero sé que donde hay que buscar es por la costa de este país o de Francia.
–¿Me dejas verlo? –preguntó Mateo.
–Está en mi habitación. Luego, te lo muestro.
–Me parece bien –dijo Mateo sonriente–. Tengo un hambre horrible.
Adelina lo imitó y vio al mozo cargar con sus platos humeantes de rabo de toro y paella. El sabor de la carne inundó el paladar de Adelina y devoró su plato hasta dejarlo limpio. Mateo la miró sorprendido, mientras él estaba a mitad del plato. Luego de comer, fueron a la habitación de la joven a continuar con el trabajo. Ocultó la daga Sultin entre las chucherías que había del cajón y sacó el mapa.
–Soy bueno en la cartografía –dijo Mateo observándolo–. No sé cómo se logró mantener por tanto tiempo.
–Sí, es un milagro.
–Runas nórdicas –soltó el chico–. Hace tiempo que no las leo, pero eso te lo dejo a vos. Tenías razón de que podían estar cerca de aquí. Puede que estén dentro del Golfo de Vizcaya, pero es raro. No hay islas ahí.
–¿Seguro?
–Segurísimo –afirmó Mateo–. Desde que le preguntaba a mi papá, me decía que no había ninguna isla.
–¿Hay mapas viejos sobre el Golfo de Vizcaya?
–Todos los mapas que se cartografiaron, están en las bibliotecas –respondió Mateo–. Mañana busquemos en cada una de Asturias y sino, nos va a tocar recorrer todo el golfo.
–Esperemos conseguir todo con la primera opción.
–Sí, yo también –dijo Mateo–. No quiero gastar tanto combustible en la lancha que nos dio Agustín para el viaje.
–Ah, también lo conocés –soltó Adelina.
–Hice trabajos para su jefe y nos volvimos amigos.
–Qué bueno.
El silencio entre ambos se hizo presente y Adelina desvió su mirada de la de Mateo. Notó su fijación hacia su brazo marcado.
–Está muy bueno tu tatuaje –dijo señalando la extremidad–. ¿Hace cuánto te lo hiciste?
–Fue hace mucho –mintió Adelina con una sonrisa falsa.
–¿Dónde fue? –preguntó Mateo dejando de lado el mapa–. Tengo ganas de hacerme uno y el tuyo es bueno.
–Ya no me acuerdo –dijo entre risas–. Me lo hice porque perdí una apuesta con un amigo y solo aguanté el brazo.
–¿Te gusta la fantasía? –preguntó Mateo tomando el libro de la mesa de luz.
–Eh, sí –respondió–. Es mi género favorito.
–¿Leíste Seis de Cuervos de Leigh Bardugo? –los ojos del muchacho se iluminaron de curiosidad.
–Solo leí La Novena Casa –respondió con una pequeña sonrisa–. Me pareció bueno y voy a comprarme la segunda parte. En algún momento, veo si leo Seis de Cuervos.
–Esa bilogía es la mejor, para mí –dijo–. Te puede gustar y creo que también, los de Brandon Sanderson.
–Ese autor es un laberinto de sagas –soltó Adelina–. No sé por dónde empezar a leerlo.
–Cuando quieras te doy una guía completa.
–Gracias –dijo Adelina y miró la hora en su celular–. Ay, que tarde es. Mejor nos vamos a dormir, sino mañana no nos levantamos.
Mateo caminó hacia la puerta, la observó por unos minutos y la saludó. Al escuchar el clic de la puerta de enfrente, Adelina cerró la suya y le puso seguro. Cerró las cortinas y se puso un pijama cómodo. Se recostó entre las colchas y empezó a leer. Entre página y página, los párpados le pesaron y su visión se volvió borrosa. Adelina dejó el libro en la mesa, apagó la lámpara y se entregó al sueño.
Las alarmas sonaron una y otra vez despertando a Adelina. Sacó la mano de las profundidades de las colchas buscando el celular entre quejidos y apagó la alarma. Tuvo que hacer un esfuerzo titánico para abrir los ojos, sus manos taparon la luz que atravesaba las cortinas y se levantó.
Fue al baño frotándose los ojos, abrió la canilla del agua y se enjuagó la cara sintiendo el agua fría le quitaba el sueño. Adelina se enfrentó su reflejo, las heridas de su rostro casi desaparecieron al igual que las ojeras y parte del cabello negro como la tinta cubrió sus ojos. Se lo quitó entre quejidos y se preparó para el día. Salió de la habitación usando un short jean, remera roja con kanjis y zapatillas blancas. No esperó encontrarse de frente a Mateo y chocó contra su pecho usando una camisa blanca con cactus esparcidos. Se apartó de él.
–¡Perdón! –soltó con una sonrisa adornada en su rostro triangulado–. No quise asustarte, Adelina.
–Está bien. No hay problema.
–Bueno –dijo Mateo sonriente–. Vamos a desayunar. Agustín me dijo que nos dejó todo pagado.
Bajaron al restaurante, Mateo le ofreció el asiento amablemente y dijo:
–Estuve buscando y creo que deberíamos ir a la Biblioteca Ramón Peréz Ayala. Es la más importante de Asturias, quizás ahí estén los mapas.
–Sos muy activo en las mañanas, ¿verdad?
–Mamá dice que siempre hay que enfrentar el día con el pecho alto –respondió entre risas.
–Debe ser muy sabia.
–Los padres son sabios –argumentó el joven–. Cada uno a su manera, obviamente.
Luego de desayunar, le dejaron propina al mozo. Salieron del hotel y tomaron un taxi. Los turistas se apelotonaron en las calles hablando en sus idiomas, los autos sonaron sus bocinas y el sol irradió su calor. Los árboles y algunas nubes hicieron sombra durante el viaje, pero ese capricho no duraba.
El taxi los dejó en la esquina donde estaba la biblioteca y la bibliotecaria los atendió guiándolos entre los grandes estantes de libros. Adelina vio a un par de personas revisando libros y otros estuvieron haciendo anotaciones en sus cuadernos. La bibliotecaria dejó a Adelina y Mateo en la zona de mapas y se fue perdiéndose entre los pasillos a continuar su trabajo.
–Bueno –soltó Mateo–. Toca leer.
–Te aviso si encuentro algo.
Adelina leyó cada hoja revisando si coincidía con lo que mostraba su mapa. Se sentó al lado de Mateo, que ya había avanzado en su lectura, mientras sus dedos golpeteaban sus jeans azules y Adelina continuó con la suya. El sonido de las hojas al pasar continuó por varias horas, los libros se acumularon en la mesa y las personas pasaron cerca del dúo.
Adelina perdió la cuenta de cuántos había dejado acumulados o en su sitio, cerró los ojos frustrada y apartó el libro que tenía. Lo devolvió a su sitio junto con los otros libros de la mesa tratando de despejar su mente y buscando otro que los ayudara. Su estómago rugió con desesperación, revisó la hora en su celular y se sorprendió de que ya era pasado el mediodía.
–¿Encontraste algo? –preguntó Mateo.
–Nada –respondió Adelina–. Todos los mapas del Golfo de Vizcaya son de mitad del siglo XX.
–Bueno sigamos con lo que queda de estante y vayamos a otra biblioteca.
–Está bien.
No encontraron ningún mapa que pudiera ayudarlos. Salieron del edificio a la hora de la merienda y se dispusieron a almorzar. En la espera, eligieron la siguiente biblioteca a la que revisar y una camarera les trajo sus pedidos, gazpacho y cocido madrileño. Adelina devoró su plato con entusiasmo notando la mirada penetrante de Mateo y preguntó:
–¿Qué? ¿Tengo algo en la cara?
–Me sorprende tu velocidad de comer.
–No viste a mis amigos comer. Son un agujero sin fin.
–¿De enserio? –preguntó Mateo.
–Sí –respondió Adelina–. Se comen más de una docena de empanadas y luego, piden el postre.
Después de irse del restaurante, pidieron un taxi hacia la siguiente biblioteca. Fue un viaje corto que no le permitió calmar sus inquietudes. Las siguientes horas, Adelina y Mateo estuvieron revisando cada libro que mostrase un mapa, sin encontrar nada que los ayudara y enloqueció a la joven. Se marcharon de la biblioteca y fueron a la siguiente de Asturias sin tener buenos resultados.
Viajaron a otra y a otra hasta que la noche tomó la ciudad. La luna y las estrellas iluminaron el cielo, algunos aviones volaron sobre la ciudad y las calles estuvieron atestadas de turistas. Adelina y Mateo llegaron al hotel cansados, cenaron juntos tratando de ver qué otra biblioteca de la ciudad visitar y se despidieron en las puertas de sus habitaciones. Adelina se encerró, se metió a la ducha y el agua fría calmó sus inquietudes. Se puso el pijama de la noche anterior y se metió a la cama.
Su mente la llevó a Tomas. Buscó entre sus pertenencias la radio e intentó comunicarse con el Lin Kuei. La interferencia inundó las cuatro paredes, trató varias veces comunicarse y no le importó la hora que era. Las lágrimas de impotencia inundaron su visión y apagó la radio frustrada. Lloró hasta quedarse dormida pensando en volver a ver a Tomas.
Pasaron un par de días en los que Adelina y Mateo buscaron en cada biblioteca recóndita de Asturias y no encontraron ningún mapa que los ayudara. Recorrieron cada rincón de la ciudad buscando respuestas y revisaron varias veces el mapa antiguo para ver si había alguna equivocación con la ubicación. Luego de otro día sin éxito, se sentaron en el restaurante con el cansancio pesándole en los hombros, Adelina creyó enloquecer por la cantidad de libros que había hojeado y Mateo dijo con voz pesada:
–No sé en qué estamos fallando.
–Quizás debemos expandir nuestro rango de búsqueda –teorizó Adelina.
–Eso nos llevaría una eternidad y creo que Agustín tendría un brote psicótico al escucharlo.
–Probemos con ir a las más importantes del país –propuso la muchacha–. Sino nos va a tocar recorrer todo el golfo.
–Con la biblioteca que podríamos empezar es de la Universidad de Salamanca –empezó Mateo–. Es la más antigua e importante de Europa, también. A veces, iba para las investigaciones que hice por el continente.
Se pidieron algo liviano para cenar y charlaron de asuntos insignificantes, pero siempre se retomaba las quejas por el trabajo. La muchacha comió con tranquilidad tratando de disfrutar su cena y desviar cualquier otro pensamiento sobre el mapa y en Tomas. Antes de dormir, lo llamaba con la radio por varias horas al igual que a Daniela y Mariano, pero solo había interferencias frustrando a la muchacha. Volvió a la realidad y se percató de que había terminado su cena. Le sonrió amablemente a Mateo y dijo:
–Mañana a la madrugada nos vamos para Salamanca. Me voy que sino me duermo en medio de la mesa
–Buenas noches, Adelina –soltó el chico entre risas.
–Descansa, Mateo.
Adelina cerró la puerta, su espalda chocó la madera y se frotó los ojos cansados. Le puso cerrojo y se preparó para dormir pensando en su compañero Mateo.
Parecía agradable y una buena persona. Había creído que sería más complicado tener a alguien más trabajando al lado suyo, pero no desataba conflictos ni buscaba apartarla y eso, le traía calma. Mateo poseía bastante conocimiento de lo que hacía y otros aspectos que Adelina no abarcaba del todo. Esperaba que los ayudaran en la búsqueda de la isla dentro del Golfo de Vizcaya.
Dejó su libro en la mesa de luz junto al mapa, se acomodó mejor en la cama dejando que el sueño la tomara y sus ojos comenzaron cerrarse paulatinamente.
Adelina presenciaba el mismo recuerdo. Kolbein lanzaba su púa de hielo hacia la figura encapuchada y Lena cargaba a Siriana, mientras el hijo de Hela se posicionaba a la defensiva y tomaba la espada. Le ordenaba a su esposa que se marchara lo más lejos posible y el extraño se preparaba para lanzar una estocada hacia donde estaba Lena.
La espada de Kolbein chocaba con la del enemigo, mostraba los dientes y gruñía. Adelina veía que del suelo surgía hierro y escarcha y formaban púas. Los combatientes se alejaban posicionándose a la defensiva, Kolbein lanzaba una llamarada verde y parte de las ropas del extraño se quemaban. La voz de Kolbein salía amenazante y destilaba odio.
–No te acerques a ellas, extraño. ¡Corre, Lena!
La puerta se abría, Adelina podía ver a la esposa de Kolbein desvanecerse entre el camino con la bebé en sus brazos y un leve llanto se perdía entre el alboroto. El hijo de Hela volvía a lanzar una llamarada verde y la figura lo bloqueaba. Disparaba una púa de hielo, pero el extraño se lanzaba hacia a él con una estocada y el muchacho esquivaba el ataque chocando la hoja de su espada con la del encapuchado.
La velocidad del enemigo era atemorizante, atacaba una y otra vez con todas sus fuerzas y Kolbein desviaba y bloqueaba con su poder maldiciéndolo de mil y un formas posibles. Usaba desde hielo hasta púas de hierro para terminar con el atacante e incluso trataba de acercarse a él tratando de desenmascara su rostro. Las espadas chocaban una y otra vez y Kolbein recibía pequeños cortes.
En una maniobra, el desconocido le quitaba la espada al hijo de Hela y empezaba a buscar la daga Sultin. La tomaba posicionándose a la defensiva y se lanzaba a la yugular del enemigo forcejando en asestar la hoja afilada. Arrojaba a Kolbein hacia el otro extremo de la cabaña rompiendo platos y la mesa rústica. El enemigo arremetía hacia Kolbein que intentaba levantarse, pero sus manos detenían la hoja de la espada, empezaban a sangrar y temblaban para desviar el arma...
El recuerdo había cambiado a otro. Una familia preparaba un altar. El padre juntaba las manos hacia su esposa e hijo y recitaban algo inentendible para Adelina. Un humo verde surgía alrededor de la tierra y llamas del mismo color surgían formando una figura femenina. La familia se alejaba de la mujer y se arrodillaban desesperados.
–Vargamor –decía la madre–. Vargamor, diosa de la noche, los muertos y lobos. Por favor ayúdenos.
–¿Por qué me han llamado, mortales? –preguntaba la diosa y Adelina se sorprendía por ver a Hela.
–Por favor, ayúdenos, mi diosa –decía el padre–. Queremos que ayude a nuestro hijo. Se lo suplicamos.
El hermano sostenía un cadáver en sábanas y se arrodillaba frente a Hela. Sus ojos se desviaban de los de la diosa y los padres la miraban con desesperación
–Revívalo –pedía el hermano–. Le daremos nuestras almas y posesiones, con tal de que mi hermano esté de vuelta. Por favor, diosa Vargamor.
El silencio inundaba el lugar y la voz de Hela se hacía presente.
–No.
–Por favor, mi señora –suplicaba la madre entre lágrimas–. Le daremos lo que sea, por favor.
–No quiero nada de ustedes –decía la diosa–. No reviviré a su hijo. Toda vida tiene un fin. Nadie posee el privilegio de volver.
–Por favor –suplicaba el muchacho sosteniendo el cadáver–. Es mi hermano.
–Cada vida tiene un fin y debe ser así –reafirmaba Hela–. Su alma será juzgada en la balanza. Si alguien pide un privilegio, todos los demás también. Nadie puede volver.
La familia suplicaba y la diosa se desvanecía dejando los gritos de angustia escucharse en todo el lugar.
Adelina despertó con un grito ahogado, el sudor corrió por su cuerpo y el corazón le bombeó con fuerza. Caminó al baño y se lavó la cara varias veces en agua fría. Se la pasó por los brazos y la nuca, se enfrentó a su reflejo quitándose los mechones lacios y negros y su mano marcada le recordó todo lo que podía perder. Un escalofrío recorrió su cuerpo, salió del baño y se sorprendió de la hora que era. Eran cerca de la tres de la madrugada.
Se fue de la habitación para aclarar sus pensamientos, no pensó chocar con una figura y antes de que pudiera disculparse, los ojos de color avellana de Mateo se posaron en ella. Llevaba una remera manga corta blanca, pantalones cortos y holgados y sandalias. La sostuvo antes de caerse sintiendo sus manos cálidas y una sensación extraña la invadió. Le resultaron incómodas y ajenas, se apartó lentamente y le dedicó una sonrisa amable.
–¿Estás bien, Adelina? –preguntó Mateo.
–Sí, solo… no podía dormir –respondió desviando la mirada.
–Le pasa a cualquiera –dijo Mateo con una sonrisa sincera–. Incluso a mí.
–No te quería levantar, perdón.
–No fuiste vos –dijo Adelina–. Solo fueron pesadillas.
–¿Querés hablar de ellas?
–No.
–¿Querés ir arriba para despejarte?
La muchacha asintió y Mateo la llevó al ascensor con lentitud. El movimiento le causó mareo, salió tan rápido como pudo sintiendo el aire salado invadir sus pulmones y sus pensamientos se calmaron. Se sentó en el frío cemento mirando a la nada, las imágenes de pesadilla se apropiaron de su mente y su respiración se volvió más agitada.
–¿Qué te hacen sentir las pesadillas que tenes? –preguntó Mateo sentándose al lado de ella.
Impotente y sin respuestas, quiso responder. Cada una le parecía un acertijo imposible de resolver y las odiaba con toda su alma. Anormal y nerviosa. Algunas veces, se quedaba hasta tarde para evitar recordarlas tan vívidamente y deseaba no recordarlas. Maldecida y desconectada. Su criomancia no era un regalo sino un castigo de Hela, extrañaba a sus amigos y… a Tomas.
Siempre había algo que lo recordaba a él. Los libros que había visto en la Avenida Corrientes, el boceto no terminado, la comida que preparaba, las canciones que escuchaba. Su mente remoraba la textura callosa y reconfortante de sus manos recorriendo su piel, la cicatriz sobre su ceja que tenía ganas de tocar, los labios que besaban cada parte de su rostro y su aroma a té chino y humo. Quería volver a verlo y solucionar todo.
–Me hacen sentir maldita –respondió Adelina–. Quiero olvidarlas.
–¿Maldita?
–Sí, todo el puto rato –soltó la joven–. Me siento pérdida, como caminar en círculos.
–Las pesadillas siempre nos hacen sentir eso, en las noches –dijo Mateo con una sonrisa tranquilizadora–. A veces también, me siento maldito. No por pesadillas, sino en general.
–¿Por qué?
–Las cosas que pasan alrededor me hacen sentir eso, a veces.
–Sí, eso no te lo voy a negar.
–Parece que cada cosa quiere pegarte, para que caigas –soltó Mateo en un susurro.
–Lo importante es saber cómo levantarse y seguir –explicó Adelina–. A pesar de sentirse maldito.
–Algunos ni si quieran saben si pueden volver a ponerse de pie.
El silencio inundó el lugar. El viento sopló levemente, las olas del mar se escucharon a lo lejos, el olor a agua salada impregnó su nariz y vio a la luna en punto más alto en el cielo. Adelina y Mateo se quedaron así por varios minutos disfrutando de la noche. Paulatinamente, el sueño se apoderó de ella y decidió irse a su habitación. Mañana sería un día bastante largo y agotador y no quería estar con la mitad de su cabeza sin descansar. Antes de despedirse, Mateo le dijo:
–Quizás lo de sentirse maldito es una prueba, Adelina. Pare ver si podemos pasarlo y encontrar algo mejor.
–Es posible.
Le sonrió amablemente y se encerró en su cuarto. Se acomodó en la cama soltando un suspiro y pensando en Tomas, Daniela y Mariano. Trató de llamarlos con la radio, la interferencia se escuchó en cada ocasión y lo dejó en la mesa de luz. Dio un par de vueltas, antes de caer dormida.
Le costó levantarse de la cama, a pesar de escuchar las alarmas y los golpes en la puerta de Mateo. Salieron a las corridas del hotel y tomaron el tren hacia Salamanca. Fue un viaje corto, por suerte para Adelina. El resto del trayecto hacia la Universidad de Salamanca lo hicieron en taxi y le permitió a la joven pensar en lo que había ocurrido en la noche. No quería darle el mensaje incorrecto a Mateo. Quizás era un mal entendido de ella y…
–Ya llegamos –la voz del chico interrumpió sus divagaciones.
Adelina quedó boquiabierta por el tamaño de la universidad. Parecía un castillo sacado de un cuento de hadas. El ladrillo amarillo por los años construía una arquitectura sofisticada y delicada de laureles y rostros y en la entrada, se encontraba la estatua de un fraile. Los estudiantes se apelotonaban de un lado al otro, reían y las conversaciones variaban en cada grupo.
Con la ayuda de los directivos, llegaron a la biblioteca y Adelina quedó boquiabierta nuevamente por el tamaño. Estantes repletos de libros y varios globos terráqueos se encontraron aquí y allá de la biblioteca, mesas con estudiantes enfocados en sus lecturas y la madera crujió con cada paso que hacían.
–Es la biblioteca más grande que vi –soltó Adelina.
–Creí que la biblioteca-teatro lo era –argumentó Mateo.
–No es una biblioteca –dijo la muchacha entre risas–. Es una librería. En mi colegio, la biblioteca era chiquita. Me sorprende ver una de este tamaño.
–Buenos, mejor pongámonos a buscar.
Adelina perdió la cuenta de los libros que revisaba, tuvo la intención de revolear el que estaba leyendo y los ojos se le irritaron de ver las mismas imágenes dejando de ver las diferencias entre un mapa y otro. Las esperanzas se fueron apagando cuando llegó a la mitad del sector y continuó con la lectura que tenía. En cuánto terminó el estante, se frotó los ojos cansados y contuvo un grito de frustración. Tomó el libro de otro estante y empezó a hojear sentándose en la mesa de madera. Tenía que encontrar algo en este lugar.
El estómago de Adelina rugió con fuerza y miró la hora en su celular. Ya era pasado el mediodía. No encontraron nada, Adelina se frotó las cienes varias veces para relajarse y le ofreció a Mateo tomarse un descanso. Su mente explotaría si no se lo tomaba.
Almorzaron en la cafetería de la universidad, le alegró a Adelina tomar sol luego de varias horas de encierro y, a veces, observó a Mateo disfrutar su comida. Con la excusa de ir al baño, trató de volver a contactarse con Tomas, Mariano y Daniela sin éxito. La interferencia se escuchó por el baño y Adelina la apagó inmediatamente. Se lavó las manos al igual que un poco rostro y salió hacia donde estaba Mateo.
Siguieron buscando en los estantes restantes, la frustración de Adelina creció con cada tanda de libros regresaba a su sitio original y su esperanza se esfumó al terminar todo su sector. Todos los mapas eran de mediados del siglo XX.
–¡Adelina! –gritó silenciosamente Mateo–. Creo que lo encontré.
El entusiasmo de la muchacha se avivó y se acercó a él dejando su lectura en la mesa. Vio un mapa amarillento con las principales ciudades costeras en formación, diferentes símbolos de cartografía y los países limítrofes. En medio de los colores amarillentos, observó unas pequeñas islas tan pequeñas como migajas desperdigadas de un lado al otro.
–¿Me mostras el mapa?
–Sí –respondió Adelina buscándolo en la mesa–. ¿Estás seguro de que es el correcto?
–Re seguro –soltó Mateo–. Mira esta parte –el dedo del muchacho rodeó una porción de tierra del mapa viejo–. Son poblados que se estaban urbanizando según el libro. Es extraño que los más nuevos no tengan las islas.
–Bueno, veamos la ubicación específica –dijo Adelina–. El mapa no muestra coordenadas.
–Está al noroeste –soltó Mateo mirando fijamente los papeles–. Es esta.
Su dedo rodeó una pequeña isla en medio del Golfo de Vizcaya y a unos kilómetros de otra isla cercana a la costa de Asturias. Adelina soltó una sonrisa genuina.
–¡Vamos a celebrar!
El chico la abrazó dejando paralizada a Adelina. Le palmeó la espalda suavemente y trató de alejarse. Le sacaron fotocopia a la hoja y se marcharon de la universidad cerca del atardecer. El cielo se pintó de naranjas y rosas cálidos, algunas nubes cubrieron los rayos del sol y el ambiente refrescó.
Llegaron al hotel cerca de la hora cena, los turistas salieron a disfrutar de la vida nocturna de Gijón y otros se apelotonaron en restaurantes y locales cercanos. La melodía de los músicos callejeros se escuchó por cada cuadra, las linternas iluminaron las calles de piedra y el olor a comida se esparció mezclándose con aroma a mar en el aire.
Antes de que poder encerrarse en su habitación, Adelina notó que Mateo le sonreía, sus ojos avellana destellaron de emoción y preguntó:
–¿Qué querés comer para celebrar?
–No sé, pero quiero cenar temprano para mañana –contestó Adelina.
Le avisó que lo vería unos minutos en el restaurante del hotel. Se bañó aclarando sus pensamientos y se vistió usando una remera manga corta negra con un logo de Seether, jeans azules decorados con rosas y borcegos negros. No esperó chocarse con Mateo llevando una remera manga corta azul marino, jeans negros y zapatillas blancas. Su rostro triangulado mostró una sonrisa y hubo un destello en sus ojos avellana.
–Hay que tener cuidado. Ya me preocupa que nos choquemos siempre.
–Sí –dijo Adelina riendo.
Bajaron hacia el restaurante, Mateo le ofreció el asiento y le agradeció. El silencio permaneció por varios minutos, Adelina bebió de su vaso continuamente y se acomodó el cabello negro. Miró hacia cualquier lugar, menos el rostro de Mateo.
–Contame algo de vos –pidió el muchacho.
–No tengo mucho que contar –dijo Adelina ajustándose la remera negra.
–¿Alguien importante? –la mano de Mateo quiso tocar la de ella y la alejó ocultándola en su regazo.
–Si te referís a pareja –empezó Adelina con una sonrisa amable–. Ya tengo.
–¿Dónde está?
–De viaje –mintió Adelina. No iba revelar mucho de Tomas.
–Es un afortunado.
–Sí, eso creo –coincidió Adelina.
Un mozo les tomó su pedido y se quedaron en silencio. La muchacha se volvió acomodar el cabello negro y miró los ojos color avellana de Mateo.
–¿Tu familia vive acá? –preguntó Adelina.
–Viven en Argentina –respondió el muchacho–. Mis padres ya son jubilados y mi hermano trabaja de cocinero ¿Los tuyos, Adelina?
–Murieron en Rosario –respondió.
–Lamento tu pérdida.
–Fue hace mucho –dijo Adelina–. Ya es algo del pasado.
Minutos después, el mozo les trajo sus pedidos, pulpo a la gallega y fabada asturiana, y empezaron a comer. El sabor de la panceta y el chorizo del guiso inundó su boca y con cada bocado la tentó a pedir otra porción, pero tuvo que controlarse. Luego de ver las islas, celebraría cuánto quisiera y comería hasta hartarse.
–Por nuestro éxito –dijo Mateo alzando su copa–. Y también, por las ruinas.
–Por las ruinas –repitió Adelina sonriente.
Las copas chocaron y bebieron. Tuvieron una pequeña charla, pero Adelina prefirió no revelar mucho a Mateo y continuó comiendo. Cerca de las diez, la muchacha se despidió amablemente de Mateo y se encerró en su habitación. Se pusó un pijama cómdo y preparó su mochila con lo necesario para la isla. Cargó su rifle y pistolas, guardó el mapa, la daga Sultin entre trapos y anudado en cintas, cuchillos, un cuaderno y un conjunto de puerta. Dejó su mochila en su mesa de luz y se sumergió en las colchas.
Adelina y Mateo llegaron al puerto de Gijón cerca de las nueve de la mañana. Su compañero le informó que Agustín les había dejado una lancha con el suficiente combustible para ir a la isla. Antes de subirse, Adelina tomó una pastilla para las náuseas. Detestaba viajar en barcos, prefería viajar en la avioneta de Mariano. El aroma a agua salada se impregnó en su nariz, las gaviotas revoletearon alrededor del puerto y las olas chocaron contra la piedra.
–No te preocupes –dijo Mateo apoyando una mano en el hombro de Adelina. Su tacto le causó incomodidad y fingió su mejor sonrisa–. Voy a tratar de que no te marees. Soy bueno manejando la lancha.
Adelina asintió y se acomodó mejor la musculosa blanca de tirantes y su camisa de camuflaje verde con la bandera de Argentina del lado derecho remendada. Los mareos la invadieron cuando la lancha empezaba a moverse entre las olas, todo le dio vueltas y su respiración se volvió pesada e irregular. Su mirada se posó en sus botas militares y los pantalones de camuflaje y luego, en el vasto mar.
Gijón era irreconocible, un punto entre todo el azul cristalino. Adelina pudo ver algunos peces moviéndose cerca de la lancha, algas entre las rocas sumergidas se balancearon de un lado al otro y su propio reflejo la enfrentó. Las gaviotas volaron sobre el sol abrasador tapado por pequeñas nubes y el olor a agua salada impregnó su nariz.
–¿Estás bien?
–Lo voy a estar cuando estemos en la isla –respondió Adelina mirando el cielo.
Intentó pensar en otras cosas, pero el balanceo de la lancha se lo dificultó y contuvo sus ganas de vomitar.
–¿Cuánto falta?
–Quince o veinte minutos.
Adelina maldijo en voz baja y se levantó de su asiento yendo hacia donde estaba Mateo. Su remera manga corta negra revoloteó por el fuerte viento al igual que su pantalón holgado marrón oscuro y parte de su cabello castaño claro se movió fuertemente. La altura de la ubicación del timón le dio vueltas la cabeza y el estómago y sus ganas de vomitar aumentaron. Visualizó la isla, el pequeño montón de tierra fue haciéndose más grande y, algunas rocas alrededor, se interpusieron en el camino de la lancha.
–Como me encanta acertar en mi sentido de orientación –soltó Mateo esquivando las rocas.
–Felicidades –dijo Adelina quitándose el sudor de la frente.
La isla tenía columnas de piedra repletas de verdín, flores de diferentes colores y hongos, lianas colgaban de los bordes y las aves revoloteaban en la cima. Las olas chocaban con todas sus fuerzas contra las rocas y los peces se movían de un lado al otro. Adelina podía vislumbrar un par de columnas de la antigua Roma y algunas piedras caían desde lo más alto de la isla.
–Es muy alto –exclamó Adelina preparándose su mochila–. ¿Cómo vamos a subir?
–Escalando –respondió Mateo sonriente.
–Mira que me tocó escalar montañas, pero esto…
–Se va a poder –cortó Mateo apagando la lancha–. Tengo un buen material de escalada.
Adelina lo ayudó a tirar el ancla, se prepararon para escalar ajustándose el equipo de sogas y arneses. La muchacha se ató el cabello negro en una cola de caballo y se aproximaron hacia una pequeña plataforma de tierra cercana a las columnas de rocas. Mateo fue el primero en subir y Adelina lo siguió cuando parte de la soga empezaba a estirarse.
La piedra fue lo suficientemente firme y resistente para soportar el peso de ambos. Lentamente, lograron llegar a la mitad de la cima de la isla, el sudor corrió por el cuerpo de la muchacha y parte del cabello negro se le pegó al rostro mojado. El pie de la joven casi dio un paso en falso, pedazos de piedra cayeron y los escuchó chocar contra las fuertes olas. Se agarró con fuerza de la roca y continuó escalando. Polvo y tierra fueron cayendo en la cabeza y nariz de Adelina y no pudo contener un estornudo. Su mano se posó en una roca, pero resquebrajó y gritó tratando de agarrarse desesperadamente a una piedra firme. El tirón de la cuerda le dio un vuelco al corazón.
–¡Adelina! –gritó Mateo mirando hacia abajo–. ¿Estás bien?
–Sí –respondió–. Creo que puedo llegar a la roca.
–Voy a mover la soga.
Adelina se balanceó con fuerza hacia la piedra una y otra vez. Sus dedos lograron tocarla, se aferró desesperadamente, alzó el pulgar y siguió con la subida. Olfateó el aroma de las flores coloridas incrustadas en la roca y el musgo le dificultó el dónde apoyar sus extremidades. Al acercarse, las lianas comenzaron a molestarle su visión y nariz, a Mateo, también, por los gruñidos y maldiciones que soltaba y escuchó cómo las arrancaba.
El muchacho llegó primero y le tendió la mano a Adelina agradeciéndole en un susurro. Mateo se revolvió el cabello castaño claro repleto de mugre, mientras recogía el equipo de escalada y Adelina acomodó sus pertenencias. Se ajustó la cola de caballo quitándose los mechones sueltos de su rostro pecoso y tomó un poco de agua.
Quedó sorprendida por lo que sus ojos le regalaban de vista. Árboles gigantes con lianas y aves de todos los colores decoraban cada segmento de tierra, troncos se esparcían sobre la hierba elevada dejando que los insectos volaran de un lado al otro y detrás, grandes estatuas y columnas sostenían un gran templo invadido de verde.
–Es increíble –soltó Mateo–. Vamos a ganar bien con estas ruinas.
–Van a valer la pena.
Adelina y Mateo empezaron a caminar sobre la hierba alta, los insectos revolotearon cerca del rostro de Adelina y los ahuyentó dando manotazos. Las aves emitieron su canto en la cima de las ruinas, le pareció ver ardillas corretear entre las ramas de los árboles esconderse y liebres correr hacia las madrigueras y el sol se alzó en su punto más alto. Adelina quedó boquiabierta ante las vistas.
Un templo de la antigua Roma se imponía, dos estatuas de hombres se ubicaban a los lados de la entrada y las columnas sostenían la estructura. El verdín y el musgo cubrían parte de las ruinas, lianas colgaban desde las alturas de las columnas, pedazos de roca caían desde lo alto y parte de las estatuas y había antorchas apagadas en la entrada del templo.
Las estatuas portaban espadas repletas de hierba y musgos, los escombros caían deteriorando la estructura y una escritura en latín se hallaba sobre las cabezas de las estatuas. Aves de todos los colores estaban en las empuñaduras de las armas, en los gigantes hombros y cabezas. Sus rostros eran cubiertos por los cascos de piedra y miraban hacia el basto mar.
–¿Qué dice arriba? –preguntó Mateo–. No logro entenderlo.
–¿Tenes binoculares? –repreguntó Adelina.
–Sí.
Mateo buscó entre sus pertenencias y se los dio. Los colocó en sus ojos ajustando la visión y pudo entender el significado en latín:
“Fundant quadriviis victoriis et damnis. Noli respicere post tergum."
–¿Qué dice? –volvió a preguntar Mateo sacándole una foto a la inscripción.
–“La encrucijada abunda en victorias y pérdidas. No mires atrás.”
–¿De qué viaje habla?
–No sé –mintió la chica.
La muchacha abrió una de las gigantes puertas de madera destrozadas y Mateo la ayudó con la otra revelando el interior del templo. Los rayos del sol pasaron iluminando todo el interior, el eco de las pisadas se escuchó en cada rincón al igual que la caída de los escombros y el polvo se elevó con el leve viento dejando el aroma salado del océano.
Dos estatuas del tamaño de rascacielos se enfrentaban, una era una mujer y la otra de un hombre y frente a ellos había una inscripción. La estatua femenina tenía tres cabezas con coronas de laureles, sus manos sostenían un puñal sobre su pecho y portaba una vestimenta griega. Mientras, la estatua del hombre llevaba una vara alada, vestía con túnicas griegas, un cinturón sostenía una gigantesca bolsa de cuero, poseía sandalias con alas y en su cabeza había un petasos. Debajo de los pies de ambas estatuas, se hallaban inscripciones en latín.
–Son Hermes y Hécate –afirmó Adelina–. ¿Dónde están el resto de los dioses olímpicos?
–Es extraño –dijo Mateo–. Pero Hécate no era parte del panteón del Olimpo ¿Las inscripciones en sus estatuas pueden ayudarnos?
–Mira arriba. También hay algo escrito en latín –señaló la muchacha.
Le sacó una foto en la cámara y la puso en la pantalla permitiendo ver la inscripción con mayor claridad.
Semita augurium et terminus.
–“El camino de encantamientos y la frontera” –leyó Mateo y Adelina sintió su respiración caliente cerca de su rostro. Su incomodidad volvió aparecer–. Seguramente debe ser hacia El Hades, el infierno para los griegos.
Se aproximaron hacia la estatua de Hécate y limpiaron mejor la inscripción en latín.
–“Magus benedicit electos suos” –recitó Adelina–. “La hechicería bendice a sus elegidos”.
Le sacó foto y luego, se enfocó en la estatua de Hermes.
–“Clavem est ingenii” –leyó Mateo alejándose de la estructura–. “El ingenio es la clave”. No nos ayudan en nada.
–Hay que buscar más.
Adelina se quedó examinando la gran estatua del dios Hermes desde sus sandalias aladas hasta cada palabra de la inscripción. Luego, empezó a trepar las piernas del dios buscando algo fuerza de lugar, pasó por la tela de piedra llegando al cinturón y trató de abrir la tela gigante, pero no pudo. Continuó escalando hasta llegar al rostro del dios.
La mirada imperturbable de piedra parecía juzgarla y Adelina les prestó atención a los ojos de piedra. Su dedo tocó el iris izquierdo del dios y el contacto de la piedra reveló una abertura redonda tan pequeña que podía entrar su pulgar sin problemas. Adelina se dirigió hacia el otro ojo de Hermes y pudo ver la misma abertura.
–¡Mateo! –llamó–. Encontré algo.
–Yo también –gritó y el eco rebotó por todo el lugar–. Hay runas nórdicas.
–Ya bajo.
Fue un descenso veloz y corrió hacia donde estaba Mateo. Permitió que Adelina pasara y viera las runas. Su mano tocó las inscripciones con delicadeza.
–Pertenece al futhark anglosajón.
–¿Qué dice?
Adelina observó por varios minutos las runas. Iniciaban y terminaban con la runa Ear, símbolo de Hela.
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ᛏᛖᛗᛈᛏᚪᛏᛡᚾᛋ ᚪᚱᛖ ᚦᛖ ᛒᚪᛏᛏᛚᛖ ᛏᚩᚹᚪᚱᛞᛋ ᛄᚢᛞᚷᛗᛖᚾᛏ . ᛋᛏᚪᚱᛏ ᚪᚠᛏᛖᚱ ᚪᚾᛋᚹᛖᚱᛁᛝ ᛏᚱᚢᚦᚠᚢᛚᛚᛁ
ᛠ
–“Temptations are the battle towards judgment. Start after answering honestly” –recitó Adelina–. “Las tentaciones son la batalla hacia el juicio. Empieza tras responder con la verdad.” Sería la traducción más aproximada.
–¿Sabés a que se refieren?
–Quizás los nórdicos seguían el mismo camino que hacían los griegos para ir al Infierno.
–¿Los libros de países nórdicos no ayudaron? –volvió a preguntar Mateo
–No dieron mucha información –mintió Adelina–. No había mucha explicación de cómo llegar al Infierno.
El único atisbo de ayuda era el llamado Camino de los Muertos del libro que encontró en la biblioteca de los Lin Kuei.
–¿Qué encontraste en la estatua de Hermes?
–Dos aberturas en los ojos –respondió Adelina–. Como si algo debía entrar.
–Debe estar en la bolsa gigante –dedujo Mateo mirando hacia la estatua.
Tomó una de las pistolas de Adelina y apuntó hacia el cinturón. El disparo se escuchó por todo el templo y la bolsa cayó en un ruido sordo seguido de un tintineo metálico. La abrieron revelando un montón de oro y bronce y las piezas se conectaron en la mente de Adelina.
–Hay una entrada secreta –soltó y señaló las estatuas–. Hay que usar las monedas del bolso. Hécate da la encrucijada, Hermes es el que guía y las runas nos dicen lo que vamos a encontrar.
–Tardaríamos bastante…–un silencio quedó en la voz de Mateo–. No… solo hay que buscar dos o tres de plata.
–Dos para los ojos y una para la boca de Hermes –dijo Adelina sonriente y se sentó cerca de la montaña de monedas.
Las horas pasaron escarbando la montaña de monedas, ver tanto oro y bronce enloqueció a la muchacha. El atardecer llegó, Adelina dejó apartadas un montón de monedas y cantó victoriosa al encontrar una de plata. Minutos después, Mateo encontró otra moneda y la muchacha halló la última entre las que quedaban del pedazo gigante de cuero.
La muchacha subió por las piernas de piedra de Hermes llegando hacia la boca. Sus ojos buscaron ansiosamente una abertura, la alegría la inundó al verla en el medio del labio inferior del dios. Colocó una de las monedas de plata, el mecanismo empezó a trabajar ocultando el metal y Adelina escaló hacia los ojos de piedra. Puso las monedas en las aberturas de los ojos, la maquinaria sonó por todo el templo y Adelina miró cada rincón.
–¡Lo encontramos! –exclamó Mateo entre saltos.
Unas escaleras dieron paso hacia una oscuridad en medio de las estatuas. Adelina bajó de la estatua de Hermes, Mateo le chocó los cinco y el tacto le fue extraño. Trató de conservar su sonrisa, mientras bajaba las escaleras y las telarañas chocaron con el rostro de Adelina. Encendió la linterna entre toda la oscuridad y la roca.
Formaba un pasadizo estrecho por dónde el dúo caminó y la muchacha se dio algún que otro raspón en los brazos. Pudo visualizar con la luz de la linterna un pequeño camino de piedra y huecos con antorchas apagadas, se apresuró tomando distancia de Mateo y salió del pasadizo entre respiraciones pesadas quitándose el sudor de la frente.
El camino de piedra era más estrecho que el pasadizo, guiaba hacia una entrada gigantesca custodiada por un par de lobos de piedra y sobre sus cabezas había calaveras. A los lados del camino, no había más que una negrura infinita, se escuchaba desde lo más profundo el ruido de las olas y la roca se elevaba hasta una vista imposible. Las pisadas y ruidos insignificantes hacían un eco atronador repitiéndose una y otra vez hasta esfumarse. Donde se paraba Adelina, a su derecha una estatua de una mujer se imponía y era más pequeña que la de los lobos.
La estatua mostraba un aspecto casi esquelético, sus manos se posaban sobre su regazo y la mirada de piedra se fijaba sobre Adelina como si tratase de descubrir sus secretos más profundos. Sobre su cabeza había una inscripción de runas nórdicas, todavía leíble entre tanta oscuridad.
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ᚳᚾᛖᛖᛚ, ᚻᛖᛁᚱ, ᛒᛖᚠᚩᚱᛖ ᛗᚩᛞᚷᚢᛞ ᚪᚾᛞ ᚠᚪᚳᛖ ᚦᛖ ᛏᚱᚢᚦ
ᛠ
–“Kneel, heir, before Modgud and face the truth” –recitó Adelina sacándole una foto–. “Arrodíllate, heredero, ante Modgud y enfrenta la verdad.”
–¿Hay que arrodillarse ante la estatua? –preguntó Mateo mirando la estatua–. ¿Qué heredero?
–En lo que encontré en países nórdicos, Hela tuvo un hijo –respondió Adelina–. Creo que todo esto, se levantó en su nombre.
Se alejaron de la mirada de piedra de Modgud y avanzó junto a Mateo en el estrecho caminó de piedra. Las pisadas se escucharon por toda la caverna, una corriente de aire se levantó azotando el cuerpo de Adelina y susurros inentendibles invadieron cada rincón de la caverna cobrando fuerza. Le costó poder avanzar y volteó para ver cómo estaba Mateo que trataba de acercarse a paso lento.
¡Intruso! ¡Abominación! ¡Nadie entrará!
¡Invasor! ¡Ladrón! ¡Nuestra señora se vengará!
Todo la caverna tembló, pedazos gigantes de roca cayeron sobre el camino, los susurros se volvieron más fuertes en los oídos de Adelina repitiendo las mismas palabras una y otras y miró a Mateo que tenía una mirada determinada y sus ojos color avellana brillaron. Corrieron sintiendo los escombros sobre su cabeza, el polvo invadió su visión, esquivó las rocas que caían frente suyo y escuchó cómo el camino se resquebrajaba como escarcha perdiéndose en la oscuridad.
Adelina saltó con un grito hacia el otro lado de la caverna sosteniéndose desesperadamente en la pared de roca entre gruñidos y apretó los dientes. Ocultó su rostro con los brazos y se quedó quieta esperando a que el derrumbe terminara. El ruido de los cascotes de piedra se detuvo, todo volvió a quedar inmóvil como al principio y la joven observó lo que quedaba del sitio.
El camino de piedra estaba completamente destrozado por el derrumbe y podía ver a Mateo tratando de subir a los restos del inicio. El muchacho se dio la vuelta quitándose el polvo del cabello castaño, le remera negra y el pantalón marrón oscuro. Adelina trató de escalar, pero su mano la piedra se fragmentó y casi cae al vacío, se sostuvo gracias a una roca firme y apoyó los pies con cuidado.
–¿¡Estás bien, Adelina!? –preguntó Mateo acercándose al borde de los restos del puente.
–Estoy bien –gritó–. ¿¡Vos!?
–Sí –respondió el muchacho–. No sé si puedo llegar hasta allá.
–Puede haber una salida –dijo Adelina–. ¿Podrías buscar alrededor del templo y la isla?
–¿Segura? –preguntó Mateo–. Voy a traer mis cosas.
–No, busca si hay una salida y si no encontras nada, nos reunimos acá –dijo Adelina–. Luego, vemos que hacemos.
–Está bien.
Adelina trepó hasta llegar a la entrada y alzó el pulgar hacia Mateo. Le dedicó una sonrisa pequeña, se dio la vuelta y Adelina pudo ver sus botas marrones oscura perdiéndose en la negrura de las ruinas. La muchacha entró a la cueva, la linterna iluminó cada punta rocosa y un escalofrío recorrió su columna vertebral. Se quitó el polvo del cabello y la ropa, su camisa de camuflaje quedó repleta de tierra y la musculosa bañada en sudor. Se ajustó la cola de caballo y siguió caminando por varios minutos.
El camino fue ampliándose con cada paso que hacia hasta revelar una especie de sala. En los lados, había estatuas de lobos y enredaderas de hierro las decoraban alrededor. Frente a Adelina, la entrada de un templo se imponía e inscripciones nórdicas se ubicaban sobre la cima. Algunas piedras caían alrededor haciendo un eco leve, mientras la muchacha les sacaba una foto a las escrituras facilitándole leerlas.
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ᚠᚩᛚᛚᚩᚹ ᚦᛖ ᛋᚩᛝᛋ ᚩᚠ ᚦᛖ ᚹᚩᛚᚠᛖᛋ ᚩᚠ ᚪᚱᛗᛖᚾᛡ ᚪᚾᛞ ᚦᛖ ᚠᚪᛁᚦᚠᚢᛚ
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“Follow the songs of the wolves of Armenia and the faithful”
“Sigue los cantos de los lobos de Armenia y los fieles”
“Lobos de Armenia”, la guardia personal de Hela. Adelina siguió aproximándose al templo, mientras escuchaba nuevamente los susurros. Una sensación extraña recorrió su columna y el miedo la inundó en cada fibra de su cuerpo. Su tatuaje en la mano derecha le empezó a picar y su corazón bombeó con fuerza con cada tramo que hacía. La mochila le pesó más por la daga, recordó el ardor al tocarla por primera vez y el estómago le dio un vuelco.
–¿Adelina? –preguntó Mateo desde la radio.
–Acá estoy –respondió Adelina sacando la radio del cinturón.
–Estuve viendo desde el interior del templo y no hay otra forma de entrar –dijo Mateo con respiraciones pesadas–. Voy a buscar afuera. Si no está acá, debe estar en la parte de atrás.
–Bueno, Mateo –dijo Adelina–. Suerte.
–A vos, también –la voz del muchacho salió distorsionada en la radio–. ¿Encontraste algo?
–Hay estatuas de lobos –respondió–. Y hay runas que hablan de seguir a sus aullidos.
–¿Nada más?
Adelina dudó si decirle o no sobre el templo. No le traía un buen augurio hablarlo, acercarse le revolvió el estómago y el impulso de dar la vuelta invadió su mente.
–¿Adelina? –preguntó Mateo entre las interferencias de la radio–. ¿Estás ahí?
–Sí, perdón –respondió la joven–. Hay un templo subterráneo.
–Eso es bueno –dijo Mateo emocionado–. Sacale foto a lo que veas. Si encuentro otra entrada o una salida, te aviso.
–Está bien.
Adelina guardo su radió, su corazón latió con fuerza y su respiración se volvió agitada. La entrada grande e imponente detuvo a la muchacha, el miedo la detuvo, pero si no se adentraba sus alucinaciones y pesadillas la perseguirían hasta en su lecho de muerte y tomó valor re. Pasó la entrada oscura y la linterna le iluminó el lugar. Los susurros se volvieron más fuertes, avanzó entre las paredes que le daban algún que otro raspón en los brazos, una leve ventisca invadió el sitio dejando un aire frío y llegó a un gran santuario.
La decoración de enredaderas en las paredes se unía a siluetas de lobos y serpientes. Frente a Adelina, una gran estatua se imponía de Hela con las manos elevadas, una sostenía un corazón y la otra una calavera. Había una mesa de piedra donde un cofre repleto de polvo se posaba en el centro, estaba decorado con runas nórdicas y las telarañas flotaban por el leve viento. En el techo, había un retrato de Hela y su familia y runas se hallaban a los lados de la piedra tallada.
Adelina se acercó al cofre de piedra, su corazón latió con más fuerza y sus oídos fueron invadidos por los susurros. Abrió la caja con cuidado dejando de lado la tapa, reveló una bolsa de cuero intacta y cerrada… era la bolsa de runas de Kolbein y otro mapa. Tomó el mapa y vio la pequeña bolsa. El impulso de tocarla la invadió, los latidos de su corazón llegaron a sus oídos y su tatuaje le dolió. La mano de Adelina tocó la pequeña bolsa de cuero… Nada.
Soltó el suspiro que había contenido y la abrió cuidadosamente. Reveló piedras dibujadas con runas, destilaron un color verde iluminando la oscuridad y Adelina las tocó. El ardor recorrió el lado derecho de su cuerpo, escalofríos recorrieron cada centímetro de su cuerpo y gritó. Cayó al suelo sintiendo el calor del tatuaje extenderse por su torso, cuello y la mitad de su pierna y la sangre emanó manchando su musculosa blanca y la camisa de camuflaje.
No supo si se había quedado sin voz o no, el dolor la azotó una y otra vez y Adelina se paralizó al ver a los muertos acercándose junto a lobos y serpientes posando sus ojos verdes en ella. Las figuras esqueléticas soltaron chillidos y quejidos e intentaron tocar a Adelina. Se alejó entre gritos, llantos y quejidos y escuchó las palabras de los muertos.
“La balanza debe reconstruirse” “Las abominaciones deben ser exterminadas” “El poder conlleva el sacrificio” “Nuestro diosa y señora se alzará de sus cadenas” “La corona es el último paso”
Adelina tomó la bolsa de runas, se alejó de los muertos y su pierna estalló de dolor. Cayó nuevamente al suelo, su cabeza le dolió, la sangre salió de su frente y su visión se volvió borrosa al tratar de ponerse de levantarse.
Adelina veía el recuerdo de Kolbein. La figura encapuchada entraba a la cabaña del hijo de Hela, sacaba su espada y se acercaba a la cama donde Kolbein dormía con su esposa, Lena. El extraño alzaba el arma, Kolbein abría abruptamente los ojos y lanzaba una púa de hielo. Lena salía de la cama hacia la cuna de Siriana y la cargaba.
–Llévatela de aquí, Lena ¡Ahora!
La muchacha recobró el conocimiento, su pierna volvió a estallar en dolor y le costó avanzar por el pasadizo de piedra. Los tatuajes le ardieron, gritó nuevamente viendo a los muertos aparecer en su camino y quisieron tocarla con sus dedos podridos. Adelina dio manotazos, mientras se arrastraba por el suelo y trató de ponerse de pie.
Lena salía de la cabaña cargando a Siriana, mientras Kolbein tomaba su espada y chocaba contra la de la figura encapuchada. Mostraba los dientes, se alejaba en posición defensiva, Kolbein lanzaba una llamarada verde y la figura la bloqueaba. Disparaba otra púa de hielo, pero el extraño se avanzaba hacia él con una estocada y el muchacho esquivaba el ataque.
Adelina logró ver luz al final del camino y escuchó las olas chocar contra las rocas de la isla y las gaviotas revolotear y emitir chillidos. Vio que la roca estaba manchada con su sangre y su corazón bombeó con más fuerza. No iba a morir así.
Un sonido se hizo más fuerte en sus oídos. Rítmicos. El ruido de un motor. Un helicóptero o avioneta cerca. El dolor de sus tatuajes la hicieron caer y gritó. Se arrastró cómo pudo y notó que algo caía en su cabeza. Un pedazo de roca, luego otro y otro y Adelina se levantó sosteniendo la bolsa de runas con todas sus fuerzas.
El choque de espadas se volvía más intensos y los poderes de Kolbein contra el extraño eran bloqueados y esquivados. Maldecía una y otra vez y atacaba con todas sus fuerzas. La figura encapuchada tenía una velocidad y agilidad atemorizantes.
En una maniobra, le quitaba la espada a Kolbein e intentaba buscar la daga Sultin. Al conseguirla, Kolbein se lanzaba hacia la yugular del extraño, pero lo tiraba hacia la otra punta de la cabaña ocasionando que la mesa y los platos se rompieran. El extraño arremetía con todas sus fuerzas hacia el hijo de Hela, pero bloqueaba la embestida sosteniendo la hoja de la espada de la figura.
De sus manos salía sangre y trataba de usar su poder de hielo para congelar la hoja afilada. El encapuchado, con toda su fuerza, embestía el abdomen de Kolbein y el líquido carmesí salpicaba la ropa de ambos. Gritaba y de su boca emanaba sangre.
Las ruinas cayeron detrás de Adelina, otras sobre su cabeza y trató de esquivarlas. La cabeza le dio vueltas, el dolor se volvió insoportable y casi tropezó al sentir otro estallido de ardor en los tatuajes. Cada movimiento fue una tortura. Los rayos del sol iluminaron con más intensidad y el motor del helicóptero agobió sus oídos y su mente le azotó el dolor.
Kolbein intentaba levantarse con su herida del abdomen. Su boca seguía emanando sangre y usaba su poder para repeler al extraño lanzando ráfagas de hielo, llamas verdes y hierro. El encapuchado esquivaba cada ataque y arremetía con una estocada directo al corazón del hijo de Hela. Sus ojos se abrían de sorpresa, su boca emanaba más sangre y trataba de decir algo inentendible.
Adelina se acercaba para ver el rostro del culpable de la muerte de Kolbein. Moribundo, usaba lo que le quedaba de fuerza para quitarle la máscara revelando un rostro… el rostro de Mateo. Adelina presenciaba cómo el cuerpo del hijo de Hela quedaba inmóvil y sus ojos se apagaban completamente.
Adelina saltó al sentir los escombros cerca de ella, la hierba y la tierra tocaron su rostro. Pudo vislumbrar varios pares de pies y una figura acercándose, trató de alejarse y unas manos la dejaron boca arriba viendo el rostro de Mateo. Su visión se volvió negra.
En las profundidades del Infierno, el palacio en ruinas, Eliud, se imponía entre mares de hojas de cuchillos y sangre y chocaban contra la roca firme. Árboles de hierro se encontraban oxidados con el pasar de los años y se rompían con el más leve viento. Demonios caminaban como depredadores hambrientos de un lado al otro y las almas correteaban entre gritos y llantos. Se ahuyentaban al escuchar los alaridos de la estructura destruida.
Dentro del palacio Eliud, las decoraciones de hueso se caían de las paredes, las cortinas estaban hechas jirones por la rebelión de demonios y había espacios negros con cenizas debido a la quema de objetos. Telarañas y polvo se acumulaban en las esquinas, los cadáveres de demonios y lobos se pudrían destilando un olor a carne podrida mezclado con el moho.
Entre tantos cadáveres, tres mostraban signos de vida. Se retorcían de agonía entre llantos y gritos, soltaban gruñidos y rugidos trataban de arrastrarse entre el suelo mugriento. Se encontraban cerca de los aposentos de la antigua dueña y familia y podía escuchar los chillidos de lobos.
–Hermana… Gangleura –dijo uno de los cadáveres–. Nuestra diosa y señora sufre…
–Siento ese dolor, hermana Ganglate –coincidió el otro cadáver–. Su descendiente siente lo mismo…
–Hay que ayudarla, hermana –dijo–. Debemos…
–Falta poco… –calmó la hermana–. Pronto, este tormento terminará… y resurgiremos… Debemos esperar, hermana.
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El Eco del Gigante
Allá a lo lejos, en aquel recóndito faro, una densa niebla cubría el mar, engullendo el horizonte en misterio. Desde esas brumas emergió un ser vivo de proporciones inimaginables. No era una ballena ni criatura conocida, sino un vetusto ser bípedo, cubierto de vegetación marina que se aferraba a su cuerpo como si formara parte de él. Sus ojos, dos destellos profundos y vibrantes, reflejaban incluso la más tenue luz, iluminando la escena con un halo espectral. Al expandir sus largos brazos, su figura se tornaba imponente, desatando temor y fascinación a partes iguales.
El faro, carcomido por los embates del tiempo y las tormentas, se alzaba como un testigo silencioso de los relatos de un mar indómito. Las olas rompían contra las rocas circundantes, componiendo un canto melancólico que ahora se unía al lamento gutural del gigante. Su inmovilidad duró lo que parecieron horas, hasta que comenzó a emitir sonidos que se asemejaban a una lengua olvidada por el tiempo, un canto primigenio que reverberaba en el aire, como si llamara a los espíritus ocultos de las profundidades. Era un sonido irreconocible incluso para los oídos más curtidos de los marinos que habían navegado el mundo entero.
Cuando elevó sus brazos y extendió sus vastas manos, el mar respondió con furia. Aguas que antes estaban tranquilas comenzaron a agitarse; remolinos aparecieron de la nada, y olas descomunales se alzaron tras de él. Aquello era, sin lugar a dudas, un ritual desconocido para los humanos, una ceremonia que llenó de terror a los pescadores que observaban desde la costa. Muchos rezaban a sus dioses en busca de protección mientras el pánico se esparcía como una niebla invisible. El aire salado vibraba con tensión, cargado de una energía casi eléctrica.
La escena se volvió más inquietante cuando, de repente, cientos de peces saltaron fuera del agua, arrojándose al desierto de arena como si huyeran de un peligro inminente. Los observadores, atónitos, dirigieron su atención al gigante marino, cuya mirada ahora se clavaba en ellos con una intensidad devastadora. Bajó lentamente sus brazos y, con un suspiro profundo que parecía contener siglos de sabiduría y sufrimiento, extendió una de sus extremidades hacia la multitud. Su señal se posó en una joven de entre la muchedumbre.
De pronto, la voz de una niña, temblorosa y llena de asombro, rompió el silencio:
—¡Esto es un regalo para ustedes! En las profundidades del mar conocemos su condición y su escasez de alimento —dijo, mientras el trémulo sonido del gigante se fundía con sus palabras, como si fueran la misma voz—. También sabemos de sus graves faltas contra los hijos del agua; no respetan vida alguna. A pesar de nuestra nobleza e ingenuidad al acercarnos, ustedes responden con objetos de muerte.
Al terminar de hablar, el mar expulsó arpones, ballestas y redes, arrojándolos con desprecio hacia la playa. La escena era surrealista: las armas humanas yacían como ofrendas rechazadas ante la majestad del gigante. Luego, con una voz que resonaba tanto en el gigante como en la niña, pronunció:
—No estamos dispuestos a tolerarlo más. Mis hijos y yo les pedimos que frenen sus hostilidades.
En ese momento, decenas, quizá cientos, de cabezas comenzaron a asomarse entre las olas. Eran los seres míticos de los que hablaban los cuentos de viejos marineros: sirenas. Sus ojos, brillando con una mezcla de curiosidad y temor, observaban la escena desde la seguridad del agua.
El gigante continuó hablando a través de la niña:
—Por favor, déjennos en paz. Como muestra de nuestra petición, les ofrecemos este festín: el sacrificio de nuestros hermanos como un acto de buena voluntad.
La tensión en el aire era insoportable, pero de entre la multitud surgió una voz temblorosa, la de un viejo desgarbado:
—¡Tú no eres nadie para prohibirnos nada!
Otra voz, cargada de desdén, se unió:
—¡Lo que tú quieres es atemorizarnos!
Finalmente, una tercera, cargada de ira, gritó:
—¡Maldita bestia inmunda que se oculta tras frases venenosas! ¡Regresa al infierno donde perteneces!
Fue entonces cuando el gigante emitió un estruendo monumental que hizo temblar la tierra bajo sus pies. Era un grito de frustración y dolor, un trueno que resonó en todo el lugar. Sin decir más, comenzó a descender lentamente hacia las profundidades del mar junto con las sirenas, que lo siguieron en silencio. La niña volvió en sí, desorientada y sin recordar lo que había ocurrido. Sus ojos estaban llenos de lágrimas mientras corría hacia sus padres, abrazándose con fuerza a la falda de su madre. Entre sollozos, exclamó:
—No sé qué pasó... pero... ¡era bueno! ¡Él no quería hacernos daño! ¿Por qué le gritaron? ¡No tenían por qué tratarlo así!
Sus palabras, aunque fragmentadas e inconexas, resonaron como un reproche sincero, cargado de la pureza de quien apenas empieza a comprender el mundo. Pero el pueblo permaneció inmóvil, sus rostros endurecidos por el miedo y la negación.
Los pescadores, ajenos a lo que acababa de ocurrir, se apresuraron hacia los peces que yacían en la arena, un regalo de paz convertido en botín. Sus risas y gritos de victoria llenaron el aire como un eco siniestro. Los vi pelearse entre ellos, repartiéndose el producto de una generosidad que no habían merecido. Sus sonrisas me resultaron crueles, como las de demonios regocijándose en su propio triunfo mezquino.
Mientras los observaba, una sensación de náusea y desasosiego creció en mi interior. Aquel ser, capaz de arrasar con todo a su paso, había optado por la humildad y la humanidad, buscando una conexión que el pueblo rechazó con brutalidad. Mi mente no dejaba de volver al gigante, a su grito cargado de sufrimiento, y a la multitud, que se aferraba a su ignorancia con una violencia casi instintiva.
La vergüenza y la culpa me envolvieron como una marea oscura. No solo me sentía horrorizado por los demás, sino también por mi propia pasividad, por no haber dicho o hecho algo para detener aquel atropello. Con el corazón pesado y la rabia latiendo bajo mi piel, decidí alejarme.
Esa misma noche, sin mirar atrás, me hice al mar en un viejo bote que apenas se mantenía a flote. El aire salado y el vaivén de las olas parecían murmurar palabras de consuelo, como si las aguas quisieran acogerme en su seno. Con cada remo, me alejaba no solo de la costa, sino de la mezquindad que había presenciado.
Mientras avanzaba hacia el horizonte, una idea comenzaba a formarse en mi mente. Tal vez, en las profundidades del océano, encontraría seres llenos de bondad e inteligencia, seres capaces de darme la paz que la humanidad había sido incapaz de ofrecer. Y aunque el mar me recibía en su vastedad insondable, una parte de mí sabía que jamás podría olvidar la mirada del gigante ni el dolor que marcó su despedida.
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En el fondo del mar, cayó con fuerza la libertad.
La fauna abisal que se encontraba festejando junto con las algas, dejaron de bailar.
Las medusas se dispersaron ocultándose tras los corales y arrecifes con rapidez.
Los microorganismos gritaban con sus ojos haciendo que estos se desprendieran y rodearan sobre la arena.
Sin embargo, los seres vivos más grandes, la miraban con repudio.
Un largo y tenso silencio bombardeó el lugar.
Atada de pies y manos con una cinta en su boca, gemía de llanto, miedo y desesperación.
Intentaba zafarse.
Intentaba pedir auxilio.
Sus lágrimas comenzaron a brotar y escurrir por su rostro.
Cuidadosamente, las especies salieron con temor de sus escondites para verla.
No entendían lo que trataba de decir pero entre ellos murmuraban que había mucho dolor.
De pronto, un cardumen de diablos negros decidió acercarse siendo los más valientes de la fauna y le pidieron a Neptuno que la ayudara.
Rápidamente, la figura mitológica concedió sus plegarias y este les pidió que no saliera lastimada.
Luego de eso, la fauna se puso de acuerdo y entre todos comenzaron a desplazarse de un lado a otro.
Nadaron con fuerza creándose poco a poco un gran torbellino con una fuerza sobrenatural jamás antes vista.
“Esta es mi oportunidad de salir a flote”, murmuró la libertad.
En medio del huracán, se creó un enorme tsunami.
Todos juntos la empujaron y la arrastraron hacia arriba abandonando la zona abisal, pasando por la zona batial, la zona mesopelágica hasta finalmente llegar al piélago.
La libertad después de encontrarse aterrada por su traumática empiria se percató de que estos seres no querían hacerle daño sino que querían que fuese libre y feliz y que a pesar de sus horrorosas y espeluznantes apariencias, no eran tan malos como la gente decía.
Ella se despidió y les agradeció a todos ellos.
Emocionada y dichosa, el sol nuevamente le dio la oportunidad de abrazarla deslizando sus perlas y jugando con sus hermosos ojos verdes.
Los delfines y las gaviotas la acompañaron hasta las orillas de la playa.
Encantada y maravillada por el hermoso paisaje, la libertad desembarcó en las costas de Sicilia del mar mediterráneo.
Esta sacudió su cuerpo.
Estrujó su enorme cabellera y sentó sobre una roca.
Quienes la llamaban la libertad, era una hermosa sirena.
Autor: Valentina Neira Yáñez. ✅ Publicado bajo el Registro de Propiedad Intelectual. Todos los derechos reservados.
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Viatge a Almeria
Perquè?
· Té les millors platjes d’Espanya.
· Té molt bon ambeint.
· Tot és molt maco tant la ciutat com les platjes.
· Un ambient molt càlid.
· Menjar molt bó.
Què puc fer?
· Anar a la platja “de los muertos”.
· Anar a Cabo de Gato.
· Ana a la platja “ el arrecife de las sirenas”.
· Anar a la platja “ los genovesses”.
· Menjar una bona paella en algun restaurant.
- Anar a Roquetes de Mar.
Millors dates:
Tot l’estiu ja que té platjes molt maques.
Millors allotjaments:
Evenia Hotels Roquetas de Mar
Retamar costa de Almeria
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𝐂𝐈𝐄𝐑𝐑𝐄 𝐃𝐄 𝐀𝐂𝐓𝐈𝐕𝐈𝐃𝐀𝐃 ;
Desfile repugnante que al principio de días no pensarías que llegaría a su fin, poco a poco, avance de fase lunar tras fase lunar comienza a disiparse hasta que son contadas ratas que siguen escabulléndose. La vida nocturna vuelve a su rumbo una vez que el número ha descendido considerablemente luego de un inaudito esfuerzo conjunto, ¿pero realmente crees en la tranquilidad después de la sospechosa infestación? ¿Te has detenido a reflexionar sobre tu comportamiento? Las bestias inferiores te han acechado en cada esquina mientras creías tener la mano superior frente a ellas. No obstante, por primera vez lograron superarte y poner tus nervios de punta. Pequeñas criaturas no dejan de ser reflejo de tu endeble inmortalidad. ¿Creías que la manera en que trataste con las plagas no te afectaría? Hilo que te ata a los míseros restos de tu antigua vida, aquel que te detiene de ceder ante tu naturaleza depredadora no perdona ni el más sencillo dilema ético y podrías llegar a descubrirlo. Pero no tan rápido, tus pensamientos comienzan a divagar de vuelta a la pieza que dejaste inconclusa, al trato que no cerraste, al mejor sitio para festejar y tu próximo objetivo al que no respondiste un mensaje. Todo lo que tuviste que dejar de lado para servirle a la Camarilla. Mientras que los vástagos se regodean en las dificultades de la eternidad una madrugada más, los mortales que despiertan conviven con sus propios problemas y la constante amenaza del final de sus vidas. Realidades alejadas que dan la impresión de solo converger en momentos sombríos, vuelven a hacer de las suyas y ahí la noticia que concierne a ambos lados: La mañana comienza temprano para aquellos que se encargan de la pesca, viento frío del sur recordándoles que el otoño está a la vuelta de la esquina y que las jornadas de trabajo serán más duras. Aquellos que aún pueden disfrutar el calor de estrella magna contra su piel retoman su rutina sin prevenir el grito que podría confundirse con un llamado directo del infierno y que es alerta para cada ser habitando la zona. La llegada de sirenas que ensordecen, luces rojas y azules mezcladas con las tonalidades violáceas del amanecer más remarcable de los últimos años: ha aparecido un cuerpo no identificado en las costas del mar japonés. Ningún vástago podría pasar por alto las complicaciones que desafortunado escenario trae consigo para su existencia. El rompimiento de una de las Tradiciones, el atrevimiento de ejecutar diablerie y que sea la policía humana quien se encuentre en posesión del cuerpo. No hay mucho que contar en el reporte policial que empieza a transmitirse de medio en medio. Se desconoce la causa de muerte hasta el momento, no se cuentan con sospechosos ni posibles causas, tampoco han logrado identificar el cadáver extrañamente deteriorado. El silencio por parte del Príncipe luego de las noticias lleva a los miembros de diferentes clanes a comenzar a rumorar entre quien este dispuesto a conspirar, ¿es qué la Camarilla sabia que había algo extraño con la ausencia del Tremere? Ni una sola alma parece conseguir una respuesta concreta o por lo menos ninguna que justifique aquel comportamiento tan impropio de quienes se supone deberían de conducirlos por las Tinieblas.
𝐀𝐂𝐋𝐀𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒 𝐎𝐎𝐂.
⦾ Los sucesos narrados son de público conocimiento, pero solo pueden ser vividos a través de tercera persona para su personaje. Es decir, pueden enterarse de boca de otros o haberlo escuchado / visto por medios de comunicación como lo son: internet, radio, televisión y periódico.
⦾ El tiempo límite para cerrar toda interacción correspondiente a la actividad actual será hasta la publicación de la siguiente. La actividad tres comenzará el día de mañana, JUEVES 31 DE AGOSTO, a las 15 HRS GMT-6.
⦾ Durante las próximas horas estaremos publicando las intervenciones realizadas a lo largo de esta actividad. Queremos aprovechar este espacio para agradecer a los usuarios que nos han hecho llegar todas sus respuestas, valoramos muchísimo su esfuerzo y esperamos retribuir a sus personajes pronto.
⦾ Cualquier consulta, les recordamos que estamos a su disposición y a tan solo un mensaje de distancia. ¡Nos seguimos leyendo!
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MENSAJE DE UNA SIRENA - IRIS
Soy Iris. Soy una sirena. Mis palabras os llegan a través de un canal que yo he elegido para comunicarme con nuestros hermanos de superficie.
Me doy largos paseos por algunas de sus costas, para sentir el aire que vosotros respiráis entrando y saliendo por mis pulmones, tal como respiran normalmente. Nosotras podemos respirar aire, pero vosotros no podéis respirar bajo el mar.
Las sirenas somos capaces de estar un tiempo prolongado fuera de la seguridad de nuestros mares; pero cuando nuestra piel se reseca demasiado con el sol, podemos sufrir una peligrosa deshidratación, si no nos mojamos pronto nuestra piel. Por eso solemos pasear sobre las rocas y los acantilados de tierra firme durante las horas de la noche, cuando el sol no calienta y reseca nuestros cuerpos. Y así también pasamos más desapercibidas para todos, ya que a esas horas todos duermen.
Sabemos que muchos de vosotros, bueno, la inmensa mayoría, nos tratarían bien; pero aún algunos de su mundo de superficie nos capturarían para estudiar nuestros cuerpos físicos o para exhibirnos en acuarios, como hacen con muchas especies marinas y oceánicas. Seríamos un bicho raro por el que la gente pagaría por ir a ver. No les importaría que nosotras perdiéramos nuestra libertad, si nuestra cautividad supusiese satisfacer la curiosidad de sus científicos o proporcionar ganancias a sus acuarios.
La incomprensión y el interés egoísta de algunos entre vosotros, es lo que nos impide conocernos abiertamente y que las dos razas, la submarina y la terrestre sean amigas. Es exactamente la misma razón por la que nuestros Hermanos de otras Estrellas no han contactado aún con la humanidad de superficie.
Pero sí lo han hecho con nosotros; y, de hecho, los visitamos a menudo en sus bases intraoceánicas, cada vez que pasamos por sus emplazamientos “científicos”. Ellos son seres muy amorosos y nos reciben y atienden con mucho cariño, con profundo respeto y con mucha alegría. Nos abren sus enormes cúpulas para que podamos entrar y dialogar con Ellos. Son viajeros de otros mundos y hasta dimensiones, y están acostumbrados a contactar con seres de muy diversa índole.
El día en que su mundo cambie y se abran a la comunicación con seres diferentes, entonces podrán contactar con nuestros Hermanos del Espacio y también lo harán con nosotros.
Hasta entonces esperaremos ese momento. Mientras tanto tendremos que conformarnos con comunicarnos a través de algunos de entre vosotros con un talento precursor, que han nacido con la misión de hacer de intermediarios en un mundo aún hostil y desconfiado con los que no son como ellos.
Os rodeo con mi amor en unión fraternal y eterna.
Isabel Garcia Martinez 🤍
RELIGIÓN UNIVERSAL
NOS AMO🫂
NOS BENDIGO 🙏🏼
DIOS CON NOSOTR@S Y EN NOSOTR@S⚜️
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Photo
Fervor y espesura
Azul colosal
Aroma a sal,
El mar todo lo cura.
Sirenas surfeando
Por un vendaval
Enérgicas olas,
Amar todo lo cura.
Antier y Ayer
Que contraste,
Que valor
Impactante fulgor.
Punta herida,
Azotada,
Inundada,
Por agua enfurecida
Ahogándose en furor
Alborotada,
Trabada,
Rendida… Pero,
En remisión.
Cuerpo quemando de playa
Y el resto hormigueo
Cicatrices y moretones
En Zicatela fue su hito.
Cuantas historias
después de las cinco:
crepúsculo,
Remojón,
Zapateo,
Besuqueo,
Y casi cataclismo
A cada paso que dejo
Me percato
Estuve
En la costa del derroche
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caribbean circa 1600s pirate nonsense
the clothes are so fucking off but i really wanted to get this one done already cause i got excited on how it turned out lol
#fanart#aph spain#aph england#hetalia#my art#costa sirena#aph oc#hetalia oc#hws#hetalia spain#hetalia england
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Nuevo libro
Autor:@_bluemoon_Star
Título:Mar Azul
Tipo:romance, fantasía, sirenas,juvenil
Sinopsis:
Ariadna, una chica de alta sociedad vive en un pueblo costero es comprometida con un lord haciendo qué está saliese corriendo al muelle sin saber que una gran ola la undiria en el fondo siendo rescatada por un joven que no reconocio bien solo que tenía unos hermosos ojos azules. Despertó en la costa y este misterioso chico se presento ante ella como el príncipe del Mar, ella de inmediato tuvo una conexión inexplicable haciendo qué se comprometiera por un mal entendido estando está al medio de dos mundos siendo esposa de dos hombres.
#history#historias#romance#libros#wattpad#juvenile#libros juveniles#sirenas#king triton#ocean#ocean of love
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Sirenas en la mar
Una barca a la deriva, sin rumbo en este mar. Una sombra me vigila dispuesta a atacar.
Son las noches frías. Y muy largos los días. En las olas creo ver rostros, que me invitan a saltar. Las sirenas me prometen, acabar con la soledad.
Mas no puedo rendirme. No hasta llegar, a la costa donde los sueños, se hacen realidad.
Las tormentas me alcanzan, y cada vez cuesta más, resistirme a la llamada, de sirenas en la mar.
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La ikurriña de Mundaka
Mundaka, pueblo pequeño y vecino de Pedernales
seduce a cualquier surfista del mundo por sus playas
con unas olas furiosas tal cual Rincón y Waimea
excepto por el frío y la palidez de la costa cantábrica.
El viejo ayuntamiento con ciertos banderines rojiblancos
denota la fidelidad y la pasión por el Athletic Club,
los erzainas patrullan minuciosos, fumando a ratos,
yo miro y exploro echando a andar por las aceras.
En la lejanía sobresale el lomo pedregoso de Izaro,
el islote del convento franciscano, embrujado por las sirenas
que vienen y van por todo el Golfo de Vizcaya
que van de cacería furtiva, en busca de un amor de mar.
En el mismo centro de Mundaka ondea al viento la ikurriña,
flamea independiente y rebelde la bandera vasca,
la santa cruz de blanco, el aspa verde en fondo rojo
y su tela ruge en una galerna tranquila de tiempo bueno.
-Jomar, 12 de septiembre, 2023
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[CoS AU - SE AU] Namaris and Dodi
🦋Namaris (Nama), SE!Dodi, Sea encounters AU and Church of secrets AU belong to @imoonblaze 🦋Dodi from Olocoons Belong to Bimbo, Televisa
Esto lo debi de haber publicado hace dos meses pero bueno 😑 me disculpo por mi pesimo ingles 😅 Aqui un dibujo de las versiones de Nama y Dodi en los respectivos AUs de donde vendrian sus diseños.
Nama en el au de Church of secrets seria una aprendiz de monja que llegaria a la capilla junto a Edelweiss de intercambio (tomemos en cuenta que Edel es tanto un OC como un avatar…asi que…en mis AUs funciona mas como un OC)…pero que tiempo despues por accidente conoceria a Dodi un poco de tiempo despues de que se quedara ahi….Dodi en este AU seria como una clase de demonio o principe del infierno….solo que aqui su personalidad no cambio en mucho 😅
Mientras que Dodi en el au de Sea Encounters seria una sirena monstruo que estando herido y casi inconsciente terminaria varado en las costas de una playa de cerca de un faro sobre unos acantilados, para solo tiempo despues ser encontrado por Nama, una estudiante de preparatoria de intercambio que se mudo al pueblo a vivir en el faro junto a un familiar.
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Fauna y Flora de Yara: Marine Life
People come to Yara for its breathtaking beaches, but did you know that beneath those perfect waves, the waters are teeming with life from stunning blue tangs to stinging jellyfish. In this article, we will talk about marine life and ocean safety. Our golden safety rule when it comes to the ocean is ¡Mira antes de bucear! : ‘Look before you dive,’ and you will see why.
Why are there crunchy crabs everywhere?
When you get to the beach, one of the first things you might notice is the crabs. They’re huge and they’re everywhere so they are hard to miss. The good news is, you don’t have to worry about them. They’re harmless. They feed on dead fish and dead.. well they are good beach cleaners. Just try to avoid stepping on them. It's messy. Especially barefoot.
Red crabs. Serpentino Park, Costa del Mar, Madrugada.
Things that Aren’t Trying to Kill You
Contrary to popular belief, not everything in Yara’s waters is trying to kill you. I mean, a LOT of things in Yara’s waters are trying to kill you but let’s take a look at what isn't.
Squirrelfish - They’re edible so they don't eat you, you eat them!
We think these are Powder Blue Tangs which are not generally common in the Caribbean as opposed to Blue Tangs but hey, we are not Ictiólogos.
Flying fish! This author’s personal favourite non-deadly sea creatures in Yara.
¡Peligroso!
Back to Content Index
There is no way around it, yes, there are sharks and barracudas in Yara’s waters and lots of them. Sometimes, they do come quite close to the coast so swimmers will need to exercise caution. You may encounter signs that prohibit swimming in certain areas. Yes, more signs. Yara is big on warning signs, but do heed those ones. They are there for a reason.
¡Sharks!
There are two main species of sharks that frequent Yara’s coastal waters: Reef sharks and Bull sharks. Pay closer attention to Reef sharks as they are more aggressive and more likely to bite humans. You can find pamphlets at some local gasolinerías with precise locations where sharks are more frequent and avoid swimming in those areas.
A massive bull shark off the coast of Barrial, El Este.
A battle-scarred Reef shark, Sirena Bay, Aguas Lindas, Madrugada.
Barracudas
They are fast and they are nasty. Best to just stay away from them.
A mid-sized barracuda, Yara.
Lionfish
Lionfish, Aguas Lindas, Madrugada.
Now this thing won't eat you but its sting hurts like a puta and it hurts for a long time. You can generally see them swim in groups close to the surface as they feed. What did we say? 'Mira antes de bucear.' That's it. Don't jump on them and you won't bring back a raging red rash to your home country when you leave.
More Stinging Things
A staple sight in the Caribbean and Yara is no different; jellyfish abound. We have two main types and I am tired of Googling fish.
The long tentacled fuckers.
The short blobby fuckers.
Oh and they are also found in underwater caves for extra creepiness points. (I hate medusas. They hurt, just stay away from them.)
¡Mira antes de bucear!
Now that you are good and traumatized with everything lurking in the ocean, let us drive home the importance of paying attention to your surroundings.
You could be merrily swimming in the ocean, minding your own business..
When BAM! The barracuda strikes and now you are having a bad day.
Consider carrying a machete or a large hunting knife if you travel by boat further off the coast, to defend yourself should you fall in the water. Just make sure not to openly carry such items in cities where it is prohibited to do so. Don’t worry, we have signs for that too. ;)
All this being said, do not let all of this marine life deter you from enjoying Yara’s wonderful beaches and waters. With the right amount of precaution, you can enjoy the ocean safely and bring back memories not injuries.
As always, to learn more about activities, places, events, and all things Yara, come back and visit this page often. We try and post twice monthly.
Editor's Note:
Honorable mention to these little guys with a nasty bite. These are gars and were not included because they are mostly found inland in the rivers and not in the ocean. They are also delicious so eat them before they eat you! It’s you or them!
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