#cosquilleo
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Duele más no sentir.
-kusti
#sentir#dolor#realidad#deseo#represion#acúmulo#cosquilleo#interno#desprender#exteriorizar#libertad#soledad#poesia#amor propio#kusti#oesed
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Tuve una certeza entonces: esa sensación, ese cosquilleo que me recorrió entera cuando Alejandro llegó allí no era resultado de una premonición que indicaba que sería importante para mí, sino la certeza de que había llegado el momento de volver a volar, de ilusionarme, de dejar de castigarme, de querer volver a ser humana.
Elísabet Benavent
Mi isla
#Elísabet Benavent#Mi isla#Amor#Citas de amor#Libros de amor#Amor en español#Desamor#Citas de desamor#Desamor en español#Libros de desamor#Libros#libro#libro es español#letras en español#libros en español#español#certeza#sensación#cosquilleo#volar#ilusionarme#ser#castigarme
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tengo dormido del huesito dulce hasta la lumbar/espalda baja. ayuda
#mucho tiempo sentado hoy#siento el cosquilleo ese y me duelen las rodillas por andar de piernas cruzadas o sentado como L deathnote#nero habla
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Diego Ojeda ft. Rayden - COSQUILLEO
Tengo mariposas en el cuerpo una copia de tu cicatriz ganas si es contigo hasta de huir.
Y perdernos hasta que la gente nos eche de menos desnudarnos con el alma en modo vuelo declararnos enemigos del invierno y esperarte cada beso como si fuera el primero encontrarte en mis cuadernos, no olvidarnos de ser eso que siempre quisimos ser.
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Rum on a Fire - Enzo Vogrincic
+18! Dom!Enzo, biting, choking, creampie, dacrifilia, daddy kink, dirty talk, face sitting, fingering, sexo oral, sexo sin protección, size kink/size difference, spanking (sólo una vez), edades no especificadas. Uso de español rioplatense.
El aroma del café persiste en la habitación, pero Enzo sólo percibe la fragancia de tu perfume y la sensación de tus dedos en su cabello. No tiene idea de cuánto tiempo lleva recostado en tu regazo, sólo sabe que está agotado y disfruta demasiado de tus caricias como para abandonar su lugar.
-¿De dónde sacaste las flores?
-De una maceta- contestás, como si no fuera más que obvio.
Emite un sonido de desaprobación y recordás la charla sobre no cortar flores ajenas, pero no dice nada más. Cuando cierra los ojos te deleitás con la imagen de sus pestañas oscuras y largas rozando su piel, la curva de su nariz y sus labios, que probablemente conservan el sabor del café y de su alfajor favorito.
Tus dedos comienzan a descender, delinean el puente de su nariz y la definida línea de su mandíbula para luego capturar su mentón con tu mano y acariciar su labio inferior con tu pulgar. Hace amague de morderte y el sonido que acompaña el gesto es enternecedor, pero sus movimientos letárgicos te permiten reaccionar a tiempo y escapar del juego que tanto adora.
Planta un beso en tu muslo, su mejilla reposando sobre este, y sentís la forma en que su mano acaricia tu piel con un toque casi imperceptible. Las yemas de sus dedos te provocan escalofríos y Enzo disfruta sentir que te estremecés, incluso si su intención sólo era mimarte para retribuir un poco de la atención que le brindás.
-Te extrañé- otro beso-. Mucho.
-Yo también te extrañé mucho.
Te dirige una mirada un tanto ambigua, en sus ojos una mezcla de timidez y algo más... Es algo oscuro, para nada inocente y con implicaciones que conocés a la perfección. Sus dedos se acercan más y más al interior sensible de tu muslo mientras deposita besos húmedos sobre tu pierna, sus dientes te rozan como una sutil amenaza y sus p��rpados se cierran por cuenta propia cuando comienza a sentirse embriagado de tu ser.
-¿Mucho…?- arquea una ceja. Contestás con un suspiro y sonríe contra tu piel.
Cada vez más desesperado, Enzo deja que sus dulces mimos se conviertan en un enérgico masaje y te provoca frotando tu ropa interior de manera superficial. Siente tu respiración acelerándose y la creciente inquietud que te generan sus acciones le fascina, pero no tanto como los gemidos que escapan de tu boca una vez que captura tu piel entre sus dientes y muerde con fuerza suficiente para dejar una huella.
Vuelve a besarte con suavidad, como si eso aliviara de alguna forma el incendio que provocó, y esta vez sus dedos presionan contra la tela ya humedecida que cubre tu intimidad. Suspira y alza la vista para encontrarse con que estás mordiéndote el labio y tus ojos están cerrados en un vano intento de contenerte, el control sobre tu cuerpo desvaneciéndose cada vez que su respiración cálida te golpea.
Enzo adora verte en tal estado, pero adora más saber que él es el único responsable.
Se reincorpora y te deja sobre su regazo sin esfuerzo alguno, la sorpresa robándote un pequeño grito y una risa. Sus manos encuentran su lugar debajo de la camiseta que tenés puesta para masajear tu cadera, tu cintura y tus costillas, donde dejan una sensación de cosquilleo. Te retorcés por el nerviosismo, al igual que cada vez que Enzo decide hacerte cosquillas, pero el movimiento sólo hace que tu centro entre en contacto con el bulto que deja ver su ropa interior.
Suspira y sus dedos se cierran sobre tu muñeca.
-Mirá cómo me ponés- coloca tu mano sobre su miembro cubierto, haciéndote gemir-. ¿Te gusta…?
-Mucho- confesás, tus dedos tirando de la cintura elástica de la prenda con anhelo.
-Mostrame entonces.
No perdés tiempo y liberás su miembro ardiente, tus dedos rozándolo con delicadeza antes de cerrarse sobre su extensión y comenzar a masturbarlo; Enzo inspira profundamente y cuando echa la cabeza hacia atrás un sonido gutural llega a tus oídos, acompañado por la imagen de una gota de líquido preseminal brillando en su punta y sus uñas casi enterrándose en tu cadera.
Continuás con los mismos movimientos, acariciás la punta con tu pulgar y te deleitás con las expresiones que se apoderan de su rostro y los sonidos involuntarios que emite ante tus caricias. Sentís sus manos sobre todo tu cuerpo, ansioso por más, por lo que decidís recostarte entre sus piernas y besar sus muslos y su cadera mientras trabajás para llevarlo hacia el borde del orgasmo.
Tu lengua recorre su miembro desde la base hasta su punta goteante y roja, tus labios cerrándose sobre esta mientras mantenés contacto visual con Enzo para poder ver la forma en que su rostro se transforma. Se muerde el labio y frunce el ceño, casi como si estuviera enojado, pero sus pupilas dilatadas y el brillo en sus ojos hacen que sus emociones sean más que evidentes para vos.
Una vez que comenzás a moverte, sus caderas reaccionan de manera automática y Enzo toma el control inconscientemente. Tus ojos se llenan de lágrimas debido a los reiterados golpes en el interior de tu boca y sus dedos tirando de tu cabello, uno que otro gemido dejándolo al ver la dificultad con que tomás sólo la mitad de su miembro en tu boca y cuán pequeña te ves entre sus piernas. Sólo cuando sus músculos se tensan decide liberarte, el hilo de saliva manchando tu mentón haciendo que se replantee su decisión.
Se deshace de su ropa y palmea su pecho tonificado con la clara intención de hacerte saber lo que quiere, pero te negás a causa de la vergüenza. Acorta la distancia entre ambos, una expresión preocupada en su rostro, y limpia con sus dedos el rastro de una lágrima.
-¿No querés...?
-Sí, quiero, pero…- tu voz se desvanece, pero Enzo ya sabe lo que ibas a decir.
Es consciente de lo mucho que te avergüenza tal posición, pero sabe que se debe más a la vulnerabilidad en la que te pondría dicha situación y no a la forma en que puedas verte ante sus ojos... También sabe que te encanta estar completamente a su merced, sometida a sus deseos y cediendo el control hasta ser un mar de lágrimas y súplicas.
-¿Color?- sus nudillos acarician tu mandíbula.
-Verde.
Te dedica una sonrisa antes de quitarte la ropa interior y moverte con facilidad para posicionarte sobre su rostro, sus manos acariciando tu cadera y sus labios depositando pequeños besos que alternan con mordidas inofensivas en tus piernas. Tomás aire y dejás caer un poco de tu peso, la calidez de su boca envolviéndote de inmediato y haciéndote gemir.
Estás completamente mojada y Enzo adora sentir tu esencia manchando sus labios y su lengua, que acaricia tus pliegues de manera experta hasta hacerte lloriquear. Disfruta la forma en que tus muslos suaves lo arropan y siente que podría morir al ver que tus dedos se cierran sobre tus pezones, notorios debido al color y la tela de tu camiseta. Sus labios se cierran sobre tu clítoris y succiona con fuerza, ganándose un grito ahogado de tu parte y confirmando que adoraría morir de esta forma.
Sus manos encuentran tu cadera y te fuerza a dejar caer todo tu peso sobre él, sus dientes rozando peligrosamente tu centro mientras continúa asaltándote con su lengua. Tus gemidos aumentan en volúmen, cada vez más constantes, y un hilo de palabras sin sentido surge de tus labios; logra distinguir su nombre y varias súplicas, pero el resto es un confuso producto de lo que el placer provoca en tu mente.
Te lleva al orgasmo sólo con su lengua y los sonidos obscenos que esta produce en contacto con tus pliegues y la humedad provocada por tu excitación. Recobrás un poco de fuerzas y te separás de su boca -un tanto sobre estimulada por sus labios que continúan besándote en todos los lugares posibles-, el brillo de tu liberación adornando su piel y una mueca de satisfacción u orgullo apoderándose de su rostro.
-Me encantás- da un beso a tu muslo-. ¿Puedo seguir...?
Te ayuda a recostarte y te sentís en trance al ver cómo pasa una mano por su cabello despeinado, tus ojos vidriosos siguiendo cada uno de sus movimientos hasta que se posiciona a tu lado y captura tus labios. El beso se torna intenso y su mano cerrándose sobre tu cuello no ayuda a calmar la sensación ardiente entre tus piernas, que sólo empeora cuando su lengua se cola en tu boca y sus dedos comienzan a ejercer presión.
No estás segura de qué provoca el leve aturdimiento que nubla tu mente, si es la restricción de oxígeno o la fuerza con la que Enzo te está besando, pero sus acciones se detienen antes de que pienses en advertirle. No tenés mucho tiempo para recuperarte antes de sentir sus dedos haciendo un glissando en dirección a tu centro, sus yemas deslizándose por tus pliegues y rodeando tu entrada, deleitándose al sentir que estás goteando.
Tu interior no opone resistencia alguna cuando introduce uno de sus dedos, la lentitud y profundidad de sus movimientos haciendo que tu respiración se entrecorte en un segundo. Cometés el error de mirar justo cuando su pulgar encuentra tu clítoris y comienza a masajearlo con círculos, el placer arrancando de tu garganta un gemido que borda lo pornográfico… Pero para Enzo no es suficiente, así que introduce otro dedo y acelera el ritmo.
El placer te desborda y los sonidos húmedos que llegan a tus oídos son tan indecentes como tus gemidos, que sólo actúan como fuel para las acciones de Enzo. Le encanta llevarte al borde, dejar que te pierdas por completo en las sensaciones mientras él se encarga del placer de ambos, saber que tu mente es una especie de boceto que él desdibuja hasta dejar en blanco.
-Papi…
Tu voz es poco más que un susurro, pero es suficiente para que te escuche. Sus dedos siguen asaltando tu interior mientras besa tu mejilla y repite palabras de aliento en tu oído, haciendo un esfuerzo inhumano por no frotar su miembro contra tu pierna cuando ve en tus ojos el reflejo de la desesperación y necesidad que sentís. Se lamenta cuando ve tus párpados caer, indicio de tu orgasmo desatándose, pero la imagen de tus pestañas brillantes por las lágrimas y tus dientes torturando tu labio le resulta celestial.
La tensión en tus músculos se disipa y tu cuerpo frágil reposa contra el suyo. Rodea tu cintura con su brazo y te atrae hacia su cuerpo aún más; tu espalda contra su pecho te permite sentir su respiración todavía acelerada y el calor que irradia su piel, pero este no se compara con el calor de su miembro aprisionado contra tu muslo, donde deja un rastro húmedo.
El particular sonido del lubricante llama tu atención y te preguntás en qué momento y de dónde lo sacó, pero sus dedos con producto frío en tu entrada hacen que te sobresaltes y te distraigas. Se disculpa y su voz ronca provoca un cosquilleo entre tus piernas, besa tu hombro mientras su punta acaricia tus pliegues y tu entrada antes de comenzar a introducirse en tu calidez.
-Papi- llorás, sensible ante el inevitable ardor de la penetración inicial.
-Ya sé, bebé, ya sé- dice en un intento de calmarte, regalándote un beso-. Estás muy apretada.
Sus movimientos son lentos y muerde tu hombro una vez que se adentra por completo, conteniendo sus deseos de forzarte a tomar sin protestar todo lo que él te ofrezca. Te da unos segundos para acostumbrarte a la intrusión, su mano acariciando tu cadera y luego dirigiéndose hacia tu clítoris, el contacto provocando que te contraigas alrededor de su miembro.
Comienza a acelerar su ritmo y no hay forma de que reprimas tus gemidos, tu cuerpo reaccionando por cuenta propia cuando sentís cada vena y surco de su miembro rozando tu interior mientras su punta abusa de tu cérvix reiteradamente. Su ataque sobre tu clítoris no se detiene, su lengua se desliza sobre la piel sensible de tu cuello y posteriormente sus dientes apresan el lóbulo de tu oreja. Llegás al clímax ahogando un grito en la almohada.
Te arrastra hacia el borde de la cama y te deja sobre tus rodillas, las sábanas revueltas en tu rostro amortiguando tus jadeos cuando su palma impacta contra tu piel al volver a penetrarte. El sonido de su piel colisionando con la tuya inunda la habitación y las palabras que te dirige se pierden en algún punto en el aire antes de llegar a tus oídos, que parecen estar cubiertos con algodón.
Sus estocadas son profundas y frenéticas, pero cuando siente su orgasmo aproximándose se detiene. Retira su miembro hasta dejar sólo la punta dentro y acaricia con su pulgar el borde de tu entrada, embelesado por la forma en que la fricción enrojece tu piel. Escucha tus súplicas por más, lo llamás papi una y otra vez en un intento de convencerlo por continuar, pero no cede.
-Estás desesperada, ¿no?- pregunta. Ya sea que negás o asentís, se inclina sobre tu cuerpo para poder tirar de tu cabello y continúa:- ¿Querés más, princesa?
Te aleja del colchón y encuentra una respuesta en el hilo de saliva que cae de tus labios, acompañado por las lágrimas que recorren tus mejillas antes de humedecer las sábanas. Abandona tu interior y te oye protestar, pero te calmás cuando te deja sobre tu espalda y posiciona su cuerpo sobre el tuyo.
Te obliga a ver la forma en que su miembro acaricia tus pliegues, enrojecidos y más que húmedos, pero apartás la vista para ver su rostro cuando vuelve a hundirse en tu interior: sus ojos están cerrados y sus labios entreabiertos dejan salir un sonido casi animal, su cabello despeinado enmarcando sus rasgos a la perfección.
Lleva tus piernas a sus hombros y utiliza un brazo para aprisionar tus muslos contra su abdomen, su otra mano ubicándose en tu abdomen bajo y ejerciendo presión para sentir cómo tu interior se amolda a él, la forma en que tu cuerpo lo recibe cada vez. La sensación es abrumadora y tus manos se mueven en todos los sentidos buscando aferrarse a algo -lo que sea- para poder sobrellevar el placer que te invade, pero sólo encontrás las margaritas desperdigadas en el espacio entre la almohada de Enzo y la tuya.
-Papi, por favor, ¿puedo…?
Asiente mientras besa tu tobillo, sus ojos abriéndose de inmediato para poder presenciar el espectáculo que le ofrecés cada vez que acabás. Masajeás tus pechos y pellizcás tus pezones, justo como él suele hacerlo, y cuando el orgasmo te golpea repetís su nombre entre balbuceos. El movimiento de sus caderas no cesa ni por un segundo y tu rostro se contrae en una mueca de algo similar al dolor, pero que Enzo reconoce como la prolongación tortuosa de tu orgasmo.
Estás a punto de rogarle, pero sus jadeos te interrumpen y la repentina brutalidad en sus embestidas hace imposible formular palabra alguna. Su cabello brilla bajo la luz y cubre parte de su rostro cuando sus dientes se cierran sobre tu pierna. Sentís el palpitar de su miembro en tu interior y recuperás la voz.
-Adentro, por favor.
-¿Sí? ¿Querés que te llene la conchita…?- cerrás los ojos, casi avergonzada por lo mucho que disfrutás oírlo expresarse de esa forma-. Dios…
Sentís el calor de su liberación salpicando tu interior y suspirás satisfecha, tus brazos separándose instintivamente para abrazarlo cuando se desmorona sobre tu cuerpo y su rostro busca refugio en el espacio de tu clavícula. Masajeás su espalda mientras su respiración vuelve a la normalidad y estás casi segura de que percibís los latidos de su corazón.
-Extrañaba tanto esto- comenta, alejándose para mirarte a los ojos-. No te das una idea.
-Yo también lo extrañaba- sonreís-. Pero…, ¿no tenías sueño vos?
Suelta una carcajada pero no responde, en su lugar se estira para tomar una margarita y colocarla sobre tu oreja. Besa tus ojos, tu nariz, y por último envuelve tus labios en un apasionado beso que te deja sin aire.
-Gracias por el café- apoya su frente sobre la tuya-. Me ayudó bastante.
Sabés que no se refiere al café.
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Cregan Stark x Targaryen!reader
Querer amar a Aemond era agotador.
Como única hija de Rhaenyra, la noche en la que tu tío Aemond pierde el ojo, recordando los momentos en los que ambos compartían una silenciosa compañía en la biblioteca rodeados de libros sobre cuentos valyrios, le hablaste a tu querido abuelo a espaldas de tu madre sobre un matrimonio como forma de afianzar vínculos; todo porque, alguna vez, durante tus días de dulce infancia, creíste que una muestra de amabilidad podría cambiarlo todo, que palabras dulces y buenas intenciones eran suficientes para curar el corazón de las personas y salvarlos de la amargura. Un golpe duro fue para tu alma sensible descubrir que en el proceso, sacrificarse a uno mismo para rescatar a alguien que ni siquiera hace el esfuerzo de aceptarlo es desesperante.
Las promesas a tu madre a la despedida en Driftmark sobre estar bien en tu nueva vida como pupila del rey hasta que tuvieras edad para ser esposa fueron un eco en tu mente durante los días que le siguieron a tu llegada a Kings Landing. La Red Keep jamás se había sentido como un hogar, pero sin la presencia protectora de tu madre se había tornado un completo infierno. Sin importar cuanta amabilidad y predisposición intentaste mostrar, todo lo que obtuviste a cambio fue terrible, sobre todo luego de tu primera sangre.
Los acercamientos promiscuos de Aegon y la forma en la que Alicent gozaba de abusar del poder que la invalidez de su esposo le daba (avergonzandote frente a sus damas o imposibilitando que te comuniques con Dragonstone de alguna forma) incluso las palabras denigrantes de tu esposo a tus oídos, desde acusaciones de ilegitimidad hasta la vez en la que durante la noche, apareció en tus aposentos durante una noche, apretandose con fuerza contra tu cuerpo mientras presionaba la hoja de una daga contra tu ojo, diciéndote cómo podría reclamar la deuda que le deben y nadie podría decirle nada, siendo tu deber como su mujer el complacerlo.
Aquellos años se sintieron tan eternos, que el cosquilleo de esperanza que sentiste cuando tu abuela Rhaenys y uno de los guardias gemelos lograron sacarte de la Red Keep, hacia parecer que todo era irreal. Los brazos de tu madre jamás se habían sentido tan cálidos como cuando te rodearon frente a la mesa de piedra de Dragonstone, incluso con Daemon acariciando tu cabeza en un incómodo intento de expresar su cariño.
Por desgracia, incluso con tu familia allí, tu verdadera familia, Dragonstone tampoco se sentía como un hogar, teniendo un ambiente familiar demasiado íntimo al que no podías acoplarte correctamente después de tantos años, así que cuando llega la hora de pactar las alianzas, mientras Lucerys va a Stromlands y Jacaerys al Valle, te ofreces para tomar el viaje a las tierras norteñas para pactar con los Stark.
Y quizás la Red Keep y Dragonstone no se sintieron como un hogar, pero Cregan Stark lo hizo.
El gran joven lobo que no fue más que amable desde tu llegada, guardando cautela sobre los temas a discutir sin dejar de ser nada más que hospitalario contigo. El norte era frío, pero los corazones de sus habitaciones era cálido, todos compartieron una extraña camaradería a la que no te costó integrarte, disfrutando de las cenas ruidosas e informales en las que abundaron las carcajadas y un tipo de amabilidad y transparencia que jamás se había presentado en el sur.
Contrario a lo que habías conocido, querer amar a Cregan se sentía revitalizante. Sus charlas fluían sin esfuerzo hasta que los anhelos de cualquier simple roce llegaron sin dificultad junto con las miradas de sutil de deseo. Las cacerías a las que te dejó unirte daban paso a los comentarios bromistas sobre como podías montar una enorme bestia en los aires sin ningún problema mientras que necesitabas un banquito y algo de ayuda para subirte a un simple caballo, aferrándote a las riendas con temor. Incluso las tardes donde Rickon pataleaba, en un poco usual berrinche, para que seas tu quien lo lleves a su hora de la siesta, disfrutando de las canciones valyrias que tenías para él. Acciones que no pasaron inadvertidas para Cregan, quien además de ser un hombre con deseos, seguía teniendo las preocupaciones de un padre para su único hijo de apenas dos años.
No habías pasado más de tres lunas en Winterfell cuando Cregan decidió que moriría si no te tenía en su hogar, a su lado como su esposa y la dama de Winterfell, a lo que aceptaste sin prisa, ambos de acuerdo en disfrazar la repentina unión como una especie de acuerdo para dar sus hombres a favor de la reina negra. Ambos bajo el arciano del bosque de dioses, sellando sus votos luego de que el pusiera su capa en tus hombros, pocos días después de que un maestre avalara la anulación de tu matrimonio con Aemond, puesto que había sido en el Sept bajo la luz de los siete y no en una tradicional boda valyria, fue algo simple de hacer.
Tu primera boda había sido un calvario, pero la celebración de la segunda fue la cosa más hermosa que jamás hayas tenido, incluso teniendo a tu pequeño hijastro cantando una, terriblemente tierna y mal pronunciada canción de las que te había escuchado cantarle a la que aplaudiste con todo el cariño del mundo.
Las bromas crueles a costa tuya ahora fueron chistes bien intencionados de los que era fácil reír y que eran cómodos de compartir.
El miedo y el dolor de las noches en las que Aemond te tomaba, cambiaron al ardiente deseo y placer que quema por donde sea que Cregan te acariciara, ambos casi arrancandose las capas de ropa cada vez, compartiendo pequeñas risitas cada que los pesados abrigos y múltiples correas de tu esposo eran más trabajosos de quitar para ti.
Los recuerdos de los empujones duros de tu anterior esposo mientras te tomaba de espaldas fueron borrados por el cuerpo de Cregan alzándose sobre el tuyo mientras te mantenía de frente a él a la hora de hacerte el amor, siempre dejándote tener un cierto grado de control para que te sintieras cómoda. Siempre murmurando frases dulces en medio de los besos que compartían sin importar el ritmo que llevarán.
Y las sabanas de fría seda fueron reemplazadas por pieles calientes en las que ya no estabas sola durante las noches en las que tenías el cuerpo de tu señor marido protegiendo el tuyo entre sus fuertes brazos durante las horas de sueño.
Aún había que notificarle a tu madre sobre todo el asunto del matrimonio y avisar que Cregan había dado un gran número de hombres para sus filas, sabiendo que ahora tienes un deber hacia ella como reina detrás del hecho de ser su hija...pero te preocupara por eso solo un poco más tarde.
ya sé que esas fotitos que hago me quedan bien cuyeyas, humildemente enfoquense en el o.s nomas 😭
(recuerdo haber reblogueado a la cuenta que creo el separador que estoy usando, pero si se saben el user para que la pueda mencionar se los agradecería)
#cregan stark x y/n#cregan stark smut#cregan stark x reader#cregan stark#cregan x you#cregan stark imagine#aemond x you#lord cregan stark#house of the dragon#house of the dragon fanfic#team black#aemond targaryen
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No te conformes con sentir cosquilleos, busca quien desate tormentas en tu corazón.
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Para ti, estrella brillante:
Creo que por fin voy a poder decir que esta es la última vez que te escribiré con dolor. No la última vez que te escribiré, porque eso sería mentirme a mi y mentirle al mundo.
Nunca dejaría de escribirle a la persona que me enseñó que el amor es bonito, a la persona que me enseñó que todo en mi está bien, que valgo la pena, que brillo y que hago arte con las letras. Nunca dejaría de escribirte Andrés.
Pero si que voy a dejar de hacerlo con dolor, aunque todavía te extrañe. No a nuestra relación, sino a la persona que eras, a tu risa y a tus audios a horas imposibles. A tus datos sobre dinosaurios, a tus historias terribles, a tu sarcasmo. A tu dolor, porque era tan parte de ti que también terminé enamorada de ese pedazo de ti. Pero ya no, ya no pienso en ti de esa forma.
Ahora estoy bien, ya no me duele el corazón al pensar en ti. Ahora cuando pienso en todo lo que fuiste y en lo mucho que nos quisimos solo puedo sonreír. Aunque ya no sea capaz de llorar desde que te fuiste, porque las lágrimas si que te las quedaste todas cariño. Están en el mismo rincón del firmamento que tú, porque sé que estás por ahí, observando la vida de todas las personas que te quisimos. Observandome a mí.
Y ojalá pudieras conocerle, es tan distinto a ti que creo que sería inevitable que te cayera bien. Está tan vivo y tan lleno de cosas bonitas. Creo que todo se resume en lo bonito que es, no por fuera, sino ahí dentro, en ese corazón que empieza a latir por mí.
Y creo que esta vez es la buena, lo siento aquí dentro. Siento que el corazón está cerrando todas esas cicatrices que en algún momento quedaron mal curadas, siento que su sonrisa es el único lugar donde desearía quedarme todo el tiempo posible.
Creo que por fin he entendido la diferencia entre "amor de mi vida" y "alma gemela". Tú fuiste el amor de mi vida, pero no íbamos a conseguirlo, nunca. Porque nos queríamos si, pero no lo hacíamos lo suficientemente bien. Aunque en su momento no quisiera aceptarlo, aunque hasta hace poco todavía gritara de agonía por no tenerte más. Él, sin embargo; creo que es mi alma gemela, mi otra mitad, mi destino. Porque siento que lo conozco de toda la vida, que siempre ha estado ahí.
Y no sé si saldrá bien, porque ya sabes que sentir me aterra, pero esta vez quiero darme la oportunidad. Darnosla a ambos. Esta vez no es algo pasajero, porque pensar en despertar sin sus mensajes me causa dolor. A mí, que llevo tiempo huyendo de la constancia; a mí, que cuando siento que voy a querer a alguien me alejo; a mí, que había dejado de creer en las casualidades y en el destino. A mí, que desde que te fuiste había dejado de sentir cosquilleos por todo el cuerpo, de esos que sabes que traerán sentimientos con el tiempo.
Y creo que él, en algún momento, merecerá todas esas canciones que nunca dediqué, esas que siempre dije que no se pueden dedicar. Y eso es lo más verdadero que se puede sentir por alguien, la certeza de que las canciones especiales llevarán su nombre.
Te quiero Andrés, no dejaré de hacerlo nunca. Pero ya no te quiero de esa forma arrolladora que no dejaba hueco a nada más, ya no es un amor romántico lo que siento por ti. Ahora solo estás ahí, en un pedacito de mi corazón, bien resguardado y con unas flores burdeos entre los recuerdos que me quedan de ti. Y esto no es un adiós cariño, solo es un nuevo enfoque hacia la vida. Una oportunidad hacia algo que presiento me hará feliz.
Espero que haya un hueco para mí en ese rincón del firmamento, porque algún día pasaré a hacerte una visita antes de ir al mío propio. Y espero que esto te dé paz, porque por fin conseguiré seguir. Porque por fin soy capaz de superar nuestro amor fallido y tu marcha. Porque ya no dueles.
Katastrophal
#notas#frases#citas#escritos#caostalgia#textos#pensamientos#amor#katastrophal#despedidas#cartas#quererte#seguir
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Sex on the Beach - Fran/Francisco Romero x Reader
Pairing: Fran Romero
Advertencias: smut, cunnilingus, fingering, ¿Public sex?
El sol de verano calentaba el agua del mar, la piel y la arena de la playa. Tu te abanicabas con tu mano incluso dentro del agua. Metiste la cabeza dentro del mar. Cuando volviste a la superficie, miraste a Fran, que se bronceaba junto con las toallas y el bolso. Llevaba unas gafas de sol de colores que le quedaban preciosas con su tono de piel mas bronceada. Además, sus bañadores azules se veían desde la distancia.
Decidiste ir hasta allá. Fran vio como Venus surgió del mar. Tu caminabas a paso seguro mientras el agua te lamia el cuerpo y resbalaba sobre tu piel, dejando atrás gotas. ¡Que mujer!, pensó Fran. ¡Vaya vistas! Se tuvo que levantar un poco, apoyandose en sus codos y quitarse las gafas porque eras todo un espejismo. Tu pelo mojado, tu sonrisa, las gotas bajando por tu cuello a tus pechos a tu cintura y caderas hasta la arena. Se sintió afortunado, como lo había hecho muchas veces más.
Te sentaste sobre tu toalla y lo miraste con esos ojos que le expresaban ternura.
- ¡Que buena esta el agua! - dijiste - Metete si quieres, yo guardo el bolso.
Pero Fran tenia otras intenciones. Lo volvías loco y lo hacías actuar fuera de si. Queria recorrerte la piel con la punta de sus dedos.
- No, gracias. Estoy bien así. - te respondió.
Quizás si debía meterse en el agua, porque estaba empezando a sentir un cosquilleo dentro del estomago que solo podía significar una cosa: te quería allí mismo.
Él también estaba irresistible, con su piel morena, la arena pegada al cuerpo en pequeños granos y el cuerpo reluciente por el aceite corporal. De sus labios colgaba una sonrisa misteriosa y picara. Como si ya estuviera maquinando su siguiente movimiento. Su pelo al sol relucía tanto que parecía Apolo. Y olía a after-shave y a aceite de playa.
Te acercaste a él y juntaste tus labios con los suyos. Sabía a la macedonia que habías comprado de camino. Su lengua era suave, dulce y cariñosa. Por como profundizaba el beso, sabías que estaba necesitado. De ti. Sin separar los labios, te tumbaste a su lado. Un brazo voló a agarrarte de la cintura. Por suerte, habíais colocado en un lugar un poco remoto de la gente, en una pequeña cala a solas.
Su boca bajó de tus labios a tu cuello, donde dio un lametón caliente y sentiste un escalofrío. Suspiraste. Fran se puso sobre ti y poco a poco fue besando tu cuerpo, lamiendo y mordiendo. Cuando llegó a tu braga, beso sobre el forro de esta y sin previo aviso, metió la mano suavemente. Se tumbó a tu altura y siguió besándote con lengua. De momento solo sujetaba tus partes intimas como si lo reclamara, pero tu te sentía tensa, impaciente.
Un dedo hizo camino a tu agujero y se mojó ligeramente para poder acariciar tu punto más sensible, tu clitoris. Con la primera caricia, soltaste un gemido sutil. Fran se comió este al posar su boca sobre la tuya para hacerte callar. Te tapaste la boca después de que te besara y le concediste paso a tu cuello, donde dejaba marcas y besaba con pasión. La combinación de los besos húmedos y calientes con la euforia que sentías por como te tocaba te hacía mojarte más.
La rena de su cuerpo y el agua del tuyo se mezclaban creando una fricción que aunque te irritaba la piel también causaba sensaciones placenteras. El olor a Fran, a playa y el sol que calentaba, todo te traía a un trance del que no eras consciente. Tan profundamente estabas en ese trance que no notaste cuando Fran despego sus labios de tu cuello y fue dejando un camino de os labios de tu cuello y fue dejando un camino de besos hacia tu entrepierna. Hizo a un lado la tela y empezó a lamer. Tu tensabas tus músculos al gemir y no podías ya negar que te gustaba estar así en un lugar medio publico.
Fran te lamia con dulzura, con largos lametones de arriba abajo. Tú levantabas las caderas presa de las sensaciones. Tu cuerpo pedía más y formaba un nudo en la base de tu estomago. Se sentía tan bien que agarraste a tu novio del pelo, por lo que empezó a hacer vibrar su lengua y a lamer en círculos tu nudo más sensible. Justo cuando pensabas que no podías más, te introdujo un dedo, después de que lo aceptaras con facilidad, fueron dos, hasta que fueron tres. Sin parar de dar atención a ese punto donde los nervios de tus genitales se juntaban.
En unos minutos más te derretiste sobre sus dedos. Ambos jadeabais, tu casi perdiendo el conocimiento de tal climax y él asombrado por como habías estado.
- Che, no sabia que podías hacer eso. - se rió.
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Sos ese recuerdo que vuelve constantemente a mi mente, las fotos vacías sin tu presencia, esas risas conjuntas, ese cosquilleo en las manos que solo podía provocar tu mirada, mi brazo solo por la calle y mi mirada sin tu mirada, los planes que quedaron inconclusos, sos todo lo que pudo ser y no fue, esos recuerdos en la mente caminando por la calle, mi vida sin todos los hermosos detalles, y la tristeza que no logro que se vaya, ni que se calle.
Efímera Lunar Intertemporal
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~leonina
#citas#frases#notas#fragmentos adolescentes#firma#escritos#amor#textos#citas en español#fragmentos#pensamientos#leonina#margaritasdeleonina#efimera lunar intemporal#viejosamores
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Flicker.
Logan (2017) x female reader.
Summary: Sumido en la monotonía y el enfado, sentía que ya no vivía, solo existía. Pero un día la vió, y por primera vez en mucho tiempo, encontró algo bonito y esperanzador en su vida. A pesar de sentir que no lo merece, no puede dejar de ignorarlo, actuando como un viejo amargado.
Category: Angst, Slow Burn, Forbidden Love, Emotional Struggle, Healing, Self-Discovery {TW}: Age Gap, Internal Struggle, Self-Doubt, Mentions of Violence, Isolation, Toxic Behavior, Unresolved Trauma
El sol apenas se filtraba por las grietas oxidadas de la persiana, bañando la habitación con un resplandor apagado, como si el mundo también estuviera cansado. Logan se levantó del sillón con un gruñido bajo, sintiendo cómo sus huesos protestaban con cada movimiento. No era nada nuevo. El dolor siempre estaba ahí, constante, un recordatorio de que su cuerpo seguía vivo aunque su espíritu no. Ese día no tenía nada planeado, como siempre. La rutina era una niebla pesada que lo envolvía, y Logan se había rendido a ella hacía mucho tiempo.
Había aprendido a no esperar nada de los días. Era más fácil así. Cada jornada se deslizaba como arena entre los dedos, insignificante, olvidable. Pero ese día fue distinto. Logan lo sintió primero en el aire, en cómo el viento se colaba entre las grietas de la vieja puerta del motel, trayendo consigo un aroma que no reconocía. Levantó la cabeza, frunciendo el ceño. Había algo ahí, algo diferente, como un leve cosquilleo en el borde de su conciencia. Era irritante. Molesto. Y, aun así, no pudo ignorarlo.
El motor de la vieja limusina rugió débilmente cuando Logan giró la llave. Era uno de esos días en los que su paciencia ya estaba agotada antes de siquiera empezar. Salió del motel sin mirar atrás, pero al girar hacia el estrecho estacionamiento, algo captó su atención. Ella apareció como un fantasma entre las sombras del edificio, cerrando la puerta de una habitación apenas iluminada. Llevaba un uniforme de mesera, algo arrugado, como si el día hubiese sido tan largo como el suyo. Su cabello desordenado caía sobre su rostro cansado, pero no ocultaba del todo esa belleza que parecía hecha para destacar incluso en un lugar tan miserable como aquel.
Logan se detuvo sin darse cuenta. Ella alzó la vista, y por un instante, sus miradas se encontraron. Había algo en sus ojos, una intensidad que lo atravesó. No supo si era curiosidad, desafío, o simplemente un rayo de humanidad en el lugar más inesperado. Entonces, ella sonrió, apenas un gesto, pero lo suficiente para hacer que él apartara la mirada y apretara el volante con más fuerza de la necesaria.
El plan inicial de Logan era quedarse solo unos días, lo suficiente para cumplir con los encargos de su jefe y seguir adelante. Pero las semanas comenzaron a alargarse, y la limusina se convirtió en su excusa perfecta para no pensar demasiado en el próximo paso. Aquella noche, regresó al motel tarde, cansado y con las manos aún oliendo a cuero y cigarrillos viejos. El estacionamiento estaba casi vacío, y el aire frío lo envolvió mientras se dirigía a su habitación.
Fue entonces cuando la vio de nuevo. Subía las escaleras con una bandeja en las manos, equilibrando cuidadosamente un par de platos cubiertos. Su cabello, ahora recogido, dejaba ver el cansancio en su rostro, pero también ese brillo natural que Logan había notado antes. La observó desaparecer en una de las puertas del pasillo, y algo en su interior, algo que llevaba años apagado, se agitó débilmente.
Se encerró en su habitación y dejó caer el cuerpo sobre la cama. El silencio era pesado, roto solo por el zumbido del ventilador. Sus ojos se clavaron en el teléfono de la mesita. Podría llamar a recepción, pedir algo, lo que fuera. No tenía hambre, pero quería verla otra vez, aunque fuera por unos segundos. Se frotó el rostro con las manos, sintiéndose ridículo. "Eres un viejo imbécil", murmuró para sí mismo, pero sus dedos ya estaban marcando el número.
El teléfono sonó un par de veces antes de que alguien atendiera. Logan pidió algo simple, casi al azar, solo para llenar el silencio. "Un café. Negro." Su voz salió más áspera de lo usual, como si hasta eso lo delatara. Colgó antes de arrepentirse, mirando su reflejo en el espejo del baño. Su cabello estaba enmarañado, las canas en su barba más prominentes que nunca. Soltó un bufido. "Ridículo..."
Abrió el grifo y se echó agua fría en el rostro, dejando que las gotas recorrieran su piel cansada. El frío lo despertó un poco, pero no lo suficiente para sacarlo de ese extraño nerviosismo que se había instalado en su pecho. Tomó la vieja afeitadora de su neceser, pensando que al menos podía intentar domar el caos en su barba.
Estaba terminando de arreglarse cuando un golpe seco en la puerta lo sobresaltó. Su mano tembló apenas un segundo, pero fue suficiente para que la cuchilla rozara su piel. "Mierda", murmuró entre dientes, viendo la fina línea de sangre que empezaba a formarse en su mejilla. Otro golpe, más insistente, lo hizo apresurarse. Se enjuagó rápidamente, ignorando el ardor, y salió del baño con una toalla en la mano, listo para abrir.
Logan abrió la puerta sin mucha ceremonia, todavía secándose la cara con la toalla. Ahí estaba ella, sosteniendo la bandeja con el café que había pedido, su expresión entre neutra y amable, aunque había un leve brillo de curiosidad en sus ojos al verlo. Su mirada bajó un segundo al pequeño corte en su mejilla, y luego volvió a encontrarse con la de él.
—Aquí está su café. —dijo, su voz calmada pero con un toque de cansancio que no lograba opacar lo natural de su tono.
Logan asintió, tomando la bandeja de sus manos con una torpeza que lo irritó consigo mismo. Había pasado mucho tiempo desde que alguien lo había hecho sentir así, tan expuesto.
—Gracias —murmuró, su voz más baja de lo habitual. Se detuvo un momento, buscando algo más que decir, pero las palabras no llegaban. Ella, sin embargo, no parecía apresurada por irse.
—¿Se cortó? —preguntó, señalando con un leve gesto su mejilla.
Logan llevó los dedos al corte, sintiendo el escozor. Bufó, una mezcla de vergüenza y frustración.
—Nada grave —respondió, encogiéndose de hombros.
Ella esbozó una sonrisa, una de esas que parecían a la vez ligeras y sinceras. Había algo en esa expresión que hizo que Logan desviara la mirada, incómodo con la intensidad que crecía entre ambos en ese pequeño espacio de tiempo.
—Bueno, espero que disfrute su café —añadió ella antes de dar un paso atrás, como si esperara su permiso para irse.
Pero Logan, por primera vez en años, sintió que no quería que se marchara tan pronto.
Por un momento, ninguno de los dos dijo nada. Logan seguía sosteniendo la puerta abierta, sus ojos oscuros fijos en ella, intentando descifrar qué era lo que lo tenía tan inquieto. La chica se quedó inmóvil, como si estuviera esperando algo, y luego su mirada se posó nuevamente en su mejilla. La sangre comenzaba a deslizarse lentamente hacia su mandíbula, un contraste llamativo contra su piel curtida.
Sin pensarlo demasiado, ella dio un paso adelante. —Si me deja, puedo curarlo. Podría infectarse. —Su tono era suave, pero había algo decidido en sus palabras.
Logan frunció el ceño. —No es necesario. —Su voz salió más brusca de lo que pretendía, casi un gruñido. Al instante notó cómo ella se tensaba, su incomodidad evidente en el ligero cambio de postura. Logan apretó los dientes, odiándose por su reacción.
—Perdón —murmuró, su tono más relajado ahora—. Si quieres, adelante. Pero no voy a pagarte por eso.
Ella soltó una pequeña risa, que sonó más sincera de lo que él esperaba. —No se preocupe, no voy a cobrarle. Será rápido.
Antes de que pudiera decir algo más, ella dejó la bandeja a un lado y sacó de su bolsillo un pequeño botiquín, una de esas cosas que probablemente llevaba consigo por costumbre. Logan observó cómo lo abría con movimientos precisos, y por un segundo, el silencio que se creó entre ellos no se sintió incómodo, sino extraño... casi íntimo.
Logan se sentó en el borde de la cama, sintiendo el colchón ceder bajo su peso. Ella se colocó frente a él, sacando un pequeño frasco de desinfectante y un algodón. La cercanía le resultaba extraña, incómoda y, al mismo tiempo, imposible de ignorar. Cuando el algodón presionó suavemente sobre el corte, un leve ardor lo hizo fruncir el ceño.
—¿Cómo sabes hacer esto? —preguntó, su voz ronca y algo cortante, aunque más por costumbre que por intención real.
—Estudié enfermería un par de años —respondió ella sin levantar la vista, concentrada en limpiar la herida. Sus movimientos eran meticulosos, casi profesionales, como si el tiempo no hubiera desgastado lo que había aprendido.
Logan soltó un leve bufido, más para sí mismo que para ella. — Es solo un rasguño. Ni siquiera deberías molestarte.
Ella levantó la mirada un momento, con una expresión entre curiosa y divertida. — Bueno si me molestara no te hubiera dicho de hacerlo.
El comentario lo golpeó con una especie de dulzura y ternura, y algo en su interior se revolvió. Mientras ella volvía a concentrarse en su trabajo, Logan dejó que su mirada vagara por su figura. El uniforme de mesera, a pesar de su simplicidad, se ajustaba perfectamente a su cuerpo, realzando curvas que no había notado antes.
Trató de apartar la vista, de distraerse, pero sus ojos volvían a ella casi por voluntad propia. Se maldijo en silencio por mirarla de esa manera. No era correcto, no debería hacerlo, pero había algo en ella que lo atrapaba. Una belleza natural, casi etérea, que contrastaba con el cansancio reflejado en su rostro.
Logan apretó los dientes, buscando controlar sus pensamientos. Ella no merecía ser objeto de su mirada, mucho menos de los pensamientos que empezaban a rondar en su mente.
Cuando ella terminó de limpiar y desinfectar la herida, guardó el algodón y el desinfectante con calma, sin prisa. Alzó la mirada nuevamente y, por primera vez, se permitió observarlo de cerca. La distancia entre ambos era mínima, apenas unos pasos, y eso le dio la oportunidad de notar cosas que antes no había percibido.
Las facciones de Logan hablaban de su historia. La edad era evidente en las arrugas que surcaban su frente y el contorno de sus ojos, pero había algo en esa imperfección que no resultaba desagradable. Era un rostro descuidado, sí, marcado por el tiempo, pero eso le daba un atractivo particular, casi crudo, como si llevara consigo la esencia de alguien que había vivido más de lo que deseaba.
Y luego estaban sus ojos. De un tono verdoso ya casi cafés, pero profundamente expresivos, como un reflejo de todo aquello que no se atrevía a decir. Era fácil perderse en ellos, y por un instante, ella lo hizo. Se dio cuenta de que estaba mirándolo más de la cuenta y sonrió, un gesto pequeño, casi tímido, como si intentara disimular su distracción.
Logan, que había estado evitando fijar la mirada en ella, notó el cambio. Ese pequeño gesto, esa sonrisa, lo dejó inquieto. No sabía qué significaba, pero podía sentir cómo el ambiente entre ellos se volvía más pesado, más difícil de ignorar.
—Listo —dijo ella, su voz suave, como si no quisiera romper del todo el momento—. Eso debería bastar, pero si siente que molesta más tarde, avíseme.
Sin darse cuenta, su mirada volvió a encontrarse con la de él, y ambos quedaron atrapados en ese intercambio silencioso, donde las palabras no eran necesarias.
Ella se giró hacia el pequeño cesto de basura junto a la cama para tirar los restos del algodón y el envoltorio del desinfectante. Al inclinarse un poco, algo captó su atención: una placa metálica sobresalía entre los desperdicios. Estaba sucia y algo desgastada, pero claramente visible. Al mirarla con más detalle, pudo leer un nombre grabado en ella: Logan.
Se enderezó lentamente, sosteniendo la placa entre sus dedos. Había algo en ese objeto, en su peso y en la frialdad del metal, que parecía contar una historia. Giró hacia él, levantándola apenas para que la viera.
—¿Es suya? —preguntó con curiosidad, sus ojos fijos en los de él.
Logan la miró, y algo en su expresión cambió. No era exactamente enojo, pero había una dureza en su rostro, como si esa pequeña placa desenterrara algo que prefería mantener enterrado. Se puso de pie, acercándose para tomarla de su mano con cuidado, casi con reverencia.
—Sí —respondió después de un momento, su voz baja y áspera. Guardó la placa en el bolsillo de su chaqueta sin añadir nada más, como si eso bastara para cerrar el tema.
Ella lo observó en silencio, notando cómo apretaba los labios, claramente incómodo con la situación. No quería insistir, pero la curiosidad seguía latiendo en su interior. Había algo en él, algo más allá de lo que dejaba ver.
—Es un bonito nombre —dijo finalmente, rompiendo el silencio.
Logan dejó escapar un leve bufido, más una reacción automática que algo genuino. —Bonito, tal vez. Pero eso no significa nada.
El peso de sus palabras cayó entre ellos como una barrera, pero ella no retrocedió. En cambio, volvió a esbozar esa pequeña sonrisa que, por alguna razón, comenzaba a desarmarlo.
Ella observó la taza de café sobre la mesita de noche, ahora casi fría, con una ligera mueca de desaprobación. Se acercó a la mesa y la señaló suavemente.
—Seguro ya se enfrió, pero... cuando quiera, puedo traerle otro. —El tono de su voz, aunque casual, llevaba algo más. Un leve matiz que parecía sugerir que, tal vez, habría un segundo reencuentro, algo más que una simple visita ocasional.
Logan la miró en silencio, sin saber si debía responder o simplemente dejar que esas palabras se quedaran en el aire. Pero antes de que pudiera decidir qué hacer, ella ya estaba de pie, recogiendo sus cosas con movimientos tranquilos.
—Bueno, ya me voy. —Su voz, ahora más suave, apenas un susurro, se despidió con una ligera sonrisa antes de dar un paso atrás, dejando el espacio entre ellos aún más palpable.
Logan la observó irse, el sonido de sus pasos desapareciendo en el pasillo, pero algo en la atmósfera había cambiado. Él se quedó allí, sentado en la cama, con la mente revuelta por esa última frase, por la insinuación que ella había dejado flotando entre ellos.
No estaba seguro de lo que realmente había querido decir, pero algo en su interior le decía que no era algo que pudiera ignorar tan fácilmente.
Con un suspiro, miró la taza de café y luego, sin darse cuenta, pasó su mano por su barba canosa, reflexionando en silencio sobre todo lo que había sucedido.
Los días transcurrieron lentamente para Logan. A veces, mientras caminaba hacia su trabajo o cuando estaba de regreso en el motel, veía a la chica pasar. Él la reconocía al instante, por su paso ligero, por esa sonrisa que le dirigía cada vez que sus miradas se cruzaban, una sonrisa que él no sabía si correspondía a un simple gesto o a algo más. A veces, cuando la veía, se debatía con la idea de llamarla de nuevo, de romper el silencio que se había interpuesto entre ellos después de su última conversación. Pero siempre, al final, se mantenía firme, alejándose del impulso.
Se decía a sí mismo que ya estaba demasiado grande para estos juegos, para las complicaciones emocionales que una chica como ella podría traer. Se sentía como si estuviera demasiado lejos de ese mundo, como si los años que había vivido lo hubieran colocado en un sitio donde las cosas simples, las sonrisas y los reencuentros, ya no tenían cabida. Y, sin embargo, había algo en ella que lo llamaba, algo que le hacía dudar, que lo hacía sentirse vulnerable de una manera que no quería aceptar.
Cada vez que ella le sonreía desde lejos, él desviaba la mirada y apretaba los dientes, como si esa pequeña muestra de amabilidad fuera una tentación demasiado peligrosa. La idea de acercarse a ella lo incomodaba, pero la atracción que sentía hacia ella seguía ahí, oculta bajo capas de indiferencia y autocompasión.
Logan suspiraba, sintiendo el peso de su indecisión. Si bien su mente le decía que lo mejor era seguir ignorándola, algo dentro de él comenzaba a desear lo contrario. Pero esa lucha interna no parecía tener fin.
Una noche, después de un largo día de trabajo al volante, Logan decidió entrar al pequeño restaurante del motel. No era su primera opción para cenar, pero el hambre y el cansancio lo convencieron de que no había tiempo para buscar algo mejor. El lugar era modesto, con mesas de madera gastada y una iluminación cálida, pero tenue. Apenas cruzó la puerta, sus ojos la encontraron.
Allí estaba ella, moviéndose con soltura entre las mesas, una bandeja en equilibrio sobre una mano mientras entregaba pedidos con una sonrisa tan natural como desarmante. Llevaba el mismo uniforme de mesera que había notado días atrás, ceñido a su figura de manera sencilla pero que lograba llamar su atención sin esfuerzo.
Logan pensó en girarse y salir, pero antes de que pudiera reaccionar, ella lo vio. Su mirada se encontró con la de él, y esa sonrisa que tanto intentaba ignorar apareció de nuevo, iluminando su rostro.
—¡Bienvenido, Log! —dijo con una entonación juguetona y carismática, haciendo que su nombre sonara más familiar de lo que a él le gustaría.
Logan arqueó una ceja, cruzando los brazos mientras ella pasaba a su lado con la bandeja en alto. Esa informalidad lo tomó por sorpresa, pero algo en su tono, en la forma despreocupada en que lo dijo, lo desarmó más de lo que quería admitir.
—¿Así me llaman ahora? —respondió, su voz más áspera de lo que pretendía, aunque con un leve atisbo de humor.
Ella se detuvo por un momento, girándose hacia él con una sonrisa aún más amplia. —¿Prefiere que le diga "señor Logan"? —preguntó, inclinando la cabeza con un toque de ironía.
Él negó con la cabeza, soltando un suspiro y acercándose a una mesa vacía. —No me llames nada, solo haz tu trabajo.
—Como diga, señor. —Guiñó un ojo antes de girarse y seguir con su camino, dejando a Logan allí, sintiendo que algo en su interior se revolvía.
Logan comió en silencio, intentando ignorar las miradas furtivas que ella le lanzaba entre mesas mientras seguía atendiendo. El restaurante se fue vaciando poco a poco, y para cuando terminó su plato, el ambiente se había vuelto más tranquilo, casi íntimo. Se levantó de su asiento, llevando consigo el plato vacío hacia el mostrador, donde ella estaba ocupada anotando algo en una libreta.
—¿Todo bien con la comida? —preguntó ella, mirándolo con una sonrisa amable.
—Sí, estuvo bien. —Logan dejó el plato en la barra y sacó la billetera para pagar.
—¿Algo más para esta noche? —su voz tenía ese tono que empezaba a reconocer: ligero, despreocupado, pero con un trasfondo que lo hacía sentir bajo un reflector.
Logan titubeó un momento antes de decir: —Un café.
Ella asintió, girándose para prepararlo. —¿Lo quiere aquí o... prefiero llevárselo a su habitación? —El guiño que acompañó la pregunta era sutil, pero lo suficientemente evidente como para que él lo notara.
Se aclaró la garganta, desviando la mirada mientras sacaba un billete del bolsillo. —A la habitación, por favor.
—Como diga. —Ella tomó el dinero y se lo guardó con rapidez, mientras llenaba una taza humeante con café recién hecho. —Estará allí en un minuto.
Logan asintió y se dirigió hacia la salida del restaurante, sintiendo cómo su presencia lo seguía como una sombra cálida. Cada vez que interactuaban, la barrera que había intentado construir entre ellos parecía desmoronarse un poco más, y no estaba seguro de si debía resistirse o simplemente dejarse llevar.
Unos minutos después, el sonido de un golpe suave en la puerta lo sacó de sus pensamientos. Logan se levantó de la cama, ajustándose la camisa por puro reflejo antes de abrir. Allí estaba ella, con su sonrisa inconfundible y, para su sorpresa, sosteniendo no una, sino dos tazas de café en una pequeña bandeja.
—¿Dos cafés? —preguntó él, arqueando una ceja mientras sus ojos pasaban de las tazas a su rostro.
Ella le devolvió una mirada despreocupada, como si su elección fuera lo más natural del mundo. —Pensé que tal vez le vendría bien algo de compañía. —Levantó un poco la bandeja con una sonrisa ladeada.
Logan suspiró, cruzando los brazos mientras evaluaba la situación. No estaba acostumbrado a que alguien tomara ese tipo de iniciativas con él, y mucho menos de esa manera tan directa.
—¿Así de simple, eh? —murmuró, aunque no pudo evitar que un leve tono de curiosidad se filtrara en su voz.
—Así de simple. —Ella dio un paso al frente, dejando la bandeja sobre la mesita junto a la puerta, y luego se giró hacia él. —Pero si prefiere estar solo, puedo irme.
Logan negó lentamente con la cabeza, cerrando la puerta detrás de ella. —No es eso... Solo no estoy acostumbrado.
—Bueno, entonces será una experiencia nueva. —Le tendió una de las tazas antes de tomar la suya propia y darle un sorbo, manteniendo sus ojos en él con una mezcla de desafío y calidez.
El silencio que siguió no fue incómodo, sino denso, lleno de esa tensión inexplicable que parecía surgir cada vez que estaban cerca. Logan tomó su taza, sin apartar la mirada de ella, sintiendo que algo en su interior cedía poco a poco.
Tomó un sorbo de su café, dejando que el calor recorriera su garganta antes de fijar su mirada en ella. Había algo en su actitud, en su forma de moverse con tanta naturalidad, que lo descolocaba. Y esa sonrisa, siempre ahí, como si supiera algo que él no.
—¿No te molesta? —preguntó de pronto, rompiendo el silencio.
Ella frunció ligeramente el ceño, confundida. —¿Qué cosa?
Logan apoyó la taza en la mesita, cruzando los brazos mientras sus ojos vagaban por el suelo, buscando las palabras. —La diferencia de edad.
Ella lo miró, sus labios curvándose en una sonrisa suave. Se recargó en el marco de la ventana, sosteniendo su taza entre las manos.
—¿Por qué debería molestarme? —respondió con un tono despreocupado.
—No sé… —Logan se encogió de hombros, su voz grave cargada de una mezcla de inseguridad y escepticismo. —Podrías pensar que es raro. Que no tiene sentido.
Ella dejó la taza sobre el alféizar y lo miró directamente, con una intensidad que lo hizo sentir expuesto. —Creo que lo único raro sería que tú te lo creyeras.
Logan se quedó en silencio, sin saber qué responder. Había esperado una respuesta diferente, quizás algo m��s superficial o distante, pero sus palabras lo golpearon con una fuerza inesperada.
—Además —añadió ella, con un toque de diversión en su voz—, no es como si yo estuviera aquí preocupándome por lo que piensen los demás.
Él soltó una risa baja, seca, mientras sacudía la cabeza. —Tienes una manera de simplificar las cosas.
—A veces la vida es más simple de lo que queremos admitir, Log. —Su voz se suavizó al decir esto, y esa familiaridad al usar su nombre volvió a desarmarlo.
El silencio volvió a llenar la habitación, pero esta vez no era incómodo. Era como si cada palabra dicha antes hubiera dejado una marca en el aire. Ella dio un paso hacia él, su mirada clavada en la de Logan, llena de algo que él no supo interpretar del todo: curiosidad, ternura, quizá incluso desafío.
Sin pensarlo demasiado, ella levantó una mano y la posó suavemente sobre su mejilla. Sus dedos rozaron la barba áspera, canosa, deteniéndose apenas para sentir la textura.
—¿Siempre has sido tan terco? —preguntó, su voz apenas un susurro mientras lo miraba, como si quisiera desentrañar lo que se escondía detrás de esos ojos.
Logan no se movió al principio, su cuerpo rígido como una roca bajo el toque de ella. Su mirada bajó hacia la de ella, capturando cada detalle de su rostro: la curva de sus labios, el brillo en sus ojos, la calidez en su expresión. Algo dentro de él pareció tambalearse.
Pero entonces, con un leve movimiento, Logan se apartó. No fue brusco, pero sí lo suficiente para marcar una distancia.
—No deberías hacer eso. —Su voz sonó más dura de lo que había planeado, aunque el peso de sus propias palabras le cayó encima como una losa.
Ella bajó la mano lentamente, sin dejar de mirarlo. Había algo en su mirada, una mezcla de decepción y comprensión, que lo hizo sentirse peor.
—¿Por qué no? —preguntó, sin reproche, solo curiosidad genuina.
Logan negó con la cabeza, llevándose una mano a la nuca mientras se giraba ligeramente hacia la ventana. —Porque no soy alguien con quien debas involucrarte.
Ella dejó escapar una risa suave, como si esa respuesta no fuera suficiente para disuadirla. —Tal vez no me corresponde a ti decidir eso.
Él no respondió, permaneciendo con la mirada fija en la ventana. Había algo en su postura que parecía cargado de peso, como si llevara años arrastrando una batalla interna que no podía ganar.
—Bueno... —dijo ella después de un momento, retomando su tono ligero. — si necesitas algo más, ya sabes dónde encontrarme.
Cuando ella se giró para dirigirse hacia la puerta, Logan sintió un impulso que no pudo controlar. Dio un paso adelante y, con una mano firme pero cuidadosa, sujetó su brazo, deteniéndola en seco. Ella lo miró sorprendida, con los ojos amplios y curiosos.
—Espera. —Su voz sonó grave, cargada de algo que ni él mismo podía identificar del todo. Se quedó mirándola por un momento, como si buscara algo en su rostro, algo que pudiera explicar lo que estaba ocurriendo. — No lo entiendo, ¿si? ¿Qué ves en un viejo molesto y amargado como yo?
Ella parpadeó, el asombro suavizándose en una expresión de ternura que él no pudo entender. No había burla, ni lástima, ni duda en su mirada, solo una calidez que lo desarmaba por completo.
—Veo mucho más que eso, Logan. —Su voz era baja, sincera, cada palabra parecía elegida con cuidado.
Logan frunció el ceño, sin apartar los ojos de ella. —No entiendo.
Ella sonrió, ladeando la cabeza ligeramente mientras lo estudiaba. —Eso es porque tú mismo te has convencido de que no hay nada más en ti. Pero yo veo a alguien que, a pesar de todo, sigue adelante. Alguien que ha vivido más de lo que probablemente quiera admitir, y que, aunque intente esconderlo, todavía tiene algo bueno ahí dentro.
Logan se quedó callado, sus dedos aún aferrados a su brazo, aunque sin apretar. Sus palabras lo atravesaron como un golpe, porque no estaba acostumbrado a que alguien lo mirara de esa manera. Para él, su reflejo siempre había mostrado a alguien cansado, roto, un cascarón del hombre que alguna vez fue.
Ella, en cambio, lo miraba como si hubiera algo más, algo que él mismo había olvidado hacía tiempo.
—No soy ese tipo de hombre. —Su voz salió más suave, casi un susurro, como si estuviera admitiendo una derrota que llevaba tiempo evitando.
—Tal vez no lo eres para ti, pero eso no significa que no puedas serlo para alguien más. —Ella se inclinó un poco hacia él, sus ojos buscando los suyos con una determinación dulce y firme.
Por un segundo eterno, Logan no supo qué decir ni cómo moverse. Entonces, soltó su brazo lentamente, sus dedos dejando su piel con un cuidado que no se correspondía con la fuerza que él creía tener.
—Debería irme. —Ella rompió el momento con una sonrisa ligera, y aunque parecía que quería quedarse, dio un paso atrás hacia la puerta. Logan sintió una urgencia desconocida que lo hizo actuar antes de pensarlo.
—No. —La palabra salió de sus labios en un susurro áspero, como si cargara más peso del que él mismo entendía.
Ella se giró a mirarlo, sus ojos reflejando sorpresa y curiosidad, pero no tuvo tiempo de responder. Logan dejó que su mano se deslizara de su brazo hacia su cintura, con una firmeza que no era brusca, pero sí lo suficientemente decidida como para dejar claro que no quería que se fuera.
El contacto hizo que ella contuviera el aliento, no porque fuera incómodo, sino porque la diferencia en sus cuerpos era innegable. Su mano era grande y áspera, contrastando con su figura más delicada, y la manera en que la acercó hacia él la dejó momentáneamente sin palabras.
—¿Qué haces? —preguntó ella en un susurro, su voz quebrándose apenas al sentir la proximidad.
—No lo sé. —La sinceridad en su respuesta la desarmó, y durante un segundo largo se quedaron así, mirándose tan cerca que cada respiración parecía compartida.
Ella no intentó alejarse, aunque su mente le decía que tal vez debería. Algo en la intensidad de sus ojos, en la vulnerabilidad que escondían, la mantuvo allí, atrapada en ese instante que parecía detener el tiempo.
Logan se inclinó un poco más, su mirada vagando entre sus ojos y sus labios, pero antes de que pudiera hacer algo más, una chispa de razón lo golpeó. Se apartó con un movimiento torpe, liberándola de su agarre y girándose hacia el costado, frotándose la nuca con una mezcla de frustración y autodesprecio.
—Lo siento. No debí... —murmuró, su voz más baja, como si hablara consigo mismo.
Ella se quedó quieta, su corazón latiendo con fuerza mientras lo miraba. Logan levantó la vista hacia ella, confundido por su dulzura, pero no dijo nada. Ella esbozó una pequeña sonrisa, inclinándose hacia la puerta para abrirla, aunque esta vez lo hizo con lentitud, como si le diera una última oportunidad de decir algo más.
Ella ya había dado un paso hacia la puerta, pero algo en su interior la hizo detenerse. Giró lentamente, y esta vez fue ella quien tomó la iniciativa. Con una suavidad inesperada, deslizó su mano sobre la de Logan, que aún estaba cerca, y la guió de nuevo hacia su cintura.
Él no se resistió, sorprendido por su gesto, y dejó que su mano descansara allí, sintiendo el calor de su cuerpo a través de la tela del uniforme. Ella se acercó un poco más, sus ojos clavados en los suyos con una intensidad que desarmaba cualquier argumento que Logan pudiera haber tenido para detener aquello.
—No pienses tanto. —Su voz fue apenas un susurro, casi una súplica, mientras mantenía su mirada fija en él.
Logan respiró hondo, luchando contra todas las barreras que había construido durante años, pero cuando ella se inclinó levemente hacia él, algo en su interior se rompió. No había nada más que aquel momento, y por primera vez en mucho tiempo, decidió ceder.
Se inclinó hacia ella, su rostro acercándose lentamente mientras su mano en su cintura la acercaba aún más. Cuando sus labios finalmente se encontraron, fue un roce suave al principio, una prueba tímida, como si ambos estuvieran descubriendo algo que no sabían que necesitaban.
Pero la presión aumentó, y el beso se volvió más decidido, más cargado de emociones que ninguno de los dos podía verbalizar. Las manos de ella subieron instintivamente hacia su rostro, acariciando su barba con ternura, mientras él la sostenía con firmeza, como si temiera que ella pudiera desvanecerse si la soltaba.
Cuando finalmente se separaron, sus respiraciones estaban entrecortadas, pero ninguno se apartó del todo. Sus frentes se apoyaron, sus miradas entrelazadas en el silencio que seguía cargado de significado.
Logan la observó en silencio durante un segundo eterno, como si estuviera buscando algo en sus ojos que le diera el permiso que, en realidad, ya le había dado. Finalmente, sin decir nada más, se inclinó de nuevo hacia ella, esta vez con más firmeza, dejando que sus manos descansaran completamente en su cintura, afianzando el contacto.
El beso llegó con una intensidad distinta, más segura pero aún contenida, como si estuviera tratando de equilibrar lo que sentía con lo que creía que debía hacer. Sus labios encontraron los de ella en un choque suave pero decidido, explorando con más tiempo, con más necesidad.
Ella correspondió al instante, sus manos subiendo otra vez hacia su rostro, acariciándolo mientras se entregaba al momento. Logan la sostuvo más cerca, sus dedos presionando ligeramente en su cintura, como si quisiera memorizar el tacto de su piel bajo sus manos.
Fue entonces cuando dejó que su lengua se deslizara, probando con cuidado, esperando alguna señal. Ella la dio al instante, abriéndose a él con la misma disposición, y el beso se volvió más profundo, más cargado de emociones que ambos habían intentado ignorar hasta ahora.
Su sabor era un contraste perfecto con la aspereza de la barba que rozaba sus labios, una mezcla que la hizo suspirar contra su boca, enviando una corriente por el cuerpo de Logan que lo llevó a intensificar el beso, pero sin dejar que se volviera apresurado o desesperado.
Sus manos en su cintura parecían anclarla, y cada movimiento de sus labios y su lengua era una mezcla perfecta de control y pasión. Cuando se separaron, fue apenas por segundos, solo para tomar aire antes de que sus frentes volvieran a juntarse.
Logan cerró los ojos, todavía sosteniéndola cerca, mientras su respiración entrecortada hablaba de todo lo que no se atrevía a decir en palabras. Ella sonrió suavemente, acariciando su mejilla con el pulgar, permitiéndose disfrutar de aquel momento que parecía suspendido fuera del tiempo.
—Esto no estaba en mis planes. —Su voz ronca rompió el silencio, pero no se alejó ni un centímetro de ella.
—A veces, lo mejor no necesita estarlo. —Ella respondió con una dulzura que él apenas podía comprender, dejando que sus palabras calaran profundo.
Ella lo miró con una mezcla de decisión y ternura, dejando que sus manos se apoyaran suavemente en su pecho. Luego, sin romper el contacto visual, lo empujó con suavidad hacia el borde de la cama. Logan, sorprendido, dejó que lo guiara hasta sentarse, el colchón cediendo bajo su peso mientras su mirada permanecía fija en ella, tratando de descifrar sus intenciones.
Antes de que pudiera procesarlo del todo, ella se colocó en su regazo con una confianza que lo desarmó, sus piernas descansando a ambos lados de las suyas. La cercanía lo envolvió por completo, y el calor de su cuerpo hizo que olvidara cualquier excusa que podría haber intentado plantear.
Logan tragó con dificultad, sus manos temblando por un momento antes de apoyarse en sus caderas, como si necesitara asegurarse de que aquello era real. Ella sonrió, una expresión suave que contrastaba con la intensidad del momento, y sus dedos encontraron su lugar nuevamente en su rostro, acariciando su barba con una dulzura que él no estaba acostumbrado a recibir.
—No pensé que te dejarías llevar tan fácil, viejo gruñón. —Su voz tenía un deje juguetón, pero también una calidez que lo hizo sentir algo más que vulnerable.
Logan soltó un resoplido, medio riéndose, medio intentando mantener su fachada de dureza, pero sus ojos delataban la tormenta de emociones que ella había desatado en él.
—Y yo no pensé que fueras tan atrevida. —Su voz era grave, más baja de lo habitual, mientras sus manos apretaban ligeramente sus caderas, explorando el peso de ella sobre él con una mezcla de necesidad y autocontrol.
Ella inclinó la cabeza, sus labios a apenas centímetros de los suyos, y el silencio que los envolvía era denso, cargado de una tensión que ninguno parecía dispuesto a romper.
—Tal vez solo necesitabas a alguien que te recordara cómo es vivir un poco. —La respuesta salió de sus labios con una suavidad que lo desarmó por completo, y antes de que pudiera responder, ella se inclinó para reclamar sus labios en un beso que esta vez fue lento pero profundamente apasionado.
Logan correspondió sin dudar, sus manos afianzándose en su cintura mientras la sostenía más cerca, como si temiera que pudiera desaparecer en cualquier momento. La intensidad del beso creció, sus movimientos coordinados en un vaivén que parecía borrar cualquier barrera entre ellos.
El aire se volvió pesado, cargado de emociones y deseos reprimidos durante demasiado tiempo. Y mientras sus bocas exploraban, Logan se dio cuenta de algo que lo asustó y lo reconfortó al mismo tiempo: hacía años que no sentía algo así.
Mientras sus cuerpos se movían al unísono, ella no pudo evitar moverse con un leve vaivén, un movimiento que se hizo más pronunciado sin que siquiera lo notara. Logan, al sentirlo, no pudo evitar dejarse llevar, sus manos deslizándose suavemente por su espalda, explorando la figura de ella con una delicadeza inesperada. El roce de sus dedos sobre su ropa era casi como una caricia, como si estuviera temeroso de hacer cualquier cosa que pudiera romper la atmósfera que se había creado entre ellos.
Logan comenzó a recorrer la línea de su cintura, siguiendo el contorno de su figura con cuidado, sintiendo la suavidad de su piel debajo de las telas. Cada movimiento de ella hacía que el deseo creciera, pero también que se diera cuenta de la vulnerabilidad en él, una que no quería reconocer, pero que estaba allí, palpable en el aire.
El contacto de sus manos era firme pero no posesivo, como si quisiera que ella entendiera que, aunque la atracción entre ellos fuera innegable, aún había algo más: respeto, paciencia. Cada vez que sus dedos pasaban cerca de su piel, él casi podía escuchar su respiraci��n entrecortada, y eso solo lo impulsaba a ser más suave, más consciente de su cuerpo sobre el suyo.
Ella cerró los ojos por un momento, disfrutando de la suavidad con que él la tocaba, pero también de la extraña mezcla de sensaciones que provocaba en ella. No podía dejar de pensar que aquello era tan real, tan auténtico, y no importaba cuánto tratara de resistirse, se sentía completamente conectada a él.
Logan se detuvo por un segundo, sus dedos rozando el costado de ella, casi como si estuviera preguntando si podía continuar, pero en lugar de palabras, fue el gesto de ella, una pequeña inclinación hacia él, lo que lo hizo seguir.
El roce de su mano subió por su espalda, a la base de su cuello, donde sus dedos se enredaron suavemente en algunos cabellos sueltos. Los ojos de Logan se encontraron con los de ella, y por un instante, todo lo que podían sentir era la conexión pura entre ambos. Sin decir una palabra, él la sostuvo un poco más fuerte, mientras sus labios se acercaban nuevamente, buscando el contacto que ambos sabían que no podían evitar más.
La sensación de sus cuerpos tan cerca, el calor de sus pieles y la suavidad de sus movimientos era todo lo que existía, todo lo que necesitaban. Y por fin, cuando sus labios se encontraron de nuevo, fue un beso que selló algo mucho más profundo que solo deseo: una conexión que, de alguna manera, ambos sabían que podría cambiar todo lo que habían conocido hasta ese momento.
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El alien del baño
No tenía intención de ayudar al monstruo, pero en cuanto vi que necesitaba ayuda, supe qué hacer. Mientras abría mi mochila, podía oler el extraño aroma de la criatura que había atrapado dentro. La viscosa criatura se deslizó por las baldosas y luego se escondió dentro de la ducha, entre las diversas botellas de champú que mi compañera de habitación había dejado allí perezosamente con el líquido limpiador goteando por los lados. Salí del baño en cuanto escuché el golpe.
—Vamos, hombre. Tengo que prepararme para ir a trabajar. Juca estaba en la puerta. Me apresuré a esconder mi bolso y luego tiré de la cadena para que pareciera que había estado usando el baño.
"Aquí tienes."
—Por fin, hombre. Pasó a toda prisa junto a mí y la puerta se cerró con un crujido. El agua empezó a correr y yo estaba esperando hasta que oí que la puerta corrediza de cristal se cerraba. Se oyó el crujido y entonces empujé la puerta para abrirla, esperando encontrar a mi compañero de habitación convulsionando en el suelo o algo así, pero en cambio estaba presionado contra el cristal de la puerta de la ducha. El vapor no había dificultado la visión a través de ella, así que todavía podía ver su polla y su cuerpo apretado. La viscosa criatura verde tenía una silueta entre sus piernas y cuanto más desaparecía dentro de él, más dura y larga se volvía la polla de mi compañero de habitación. La tensión en mis pantalones me hacía arrastrar los pies en mi lugar para ponerme más cómoda. El último baba verde se deslizó dentro de él y luego vi cómo se arrastraba justo debajo de su piel, apareciendo un bulto en su pecho y luego extendiéndose por todo su cuerpo. La ducha seguía funcionando y cuando se apartó del cristal continuó duchándose.
—¿Vas a entrar? —dijo, mientras el agua salpicaba sus hombros sobre la puerta. Me quité la ropa y dejé un rastro hasta la ducha, abrí la puerta y entré con mi compañero de cuarto. Casi de inmediato, me rodeó con sus brazos y me besó. Sus labios estaban suaves y húmedos por el simple hecho de estar debajo del agua corriente y podía sentir el cosquilleo de su bigote. Su lengua invadió mi boca mientras mis manos se deslizaban por su resbaladiza espalda y apretaban su apretado trasero. Su polla estaba presionando contra mí y podía sentir su palpitar mientras rogaba por placer. Me apart�� y besé el cuerpo de mi compañero de cuarto hasta que estuve de rodillas con su miembro erecto en mis labios. Abrí lentamente la boca y rodeé la punta de su polla con mi lengua antes de llevármelo lentamente a la boca. Me moví y agarré su trasero para atraerlo más fuerte hasta que comenzó a empujarse. Lo acaricié mientras empujaba más rápido, su cabeza cayó hacia atrás para dejar escapar gemidos de esos labios húmedos. Antes de dejarlo explotar, me levanté y me giré contra el vidrio contra el que estaba presionado. Al principio dudó, pero luego sentí su polla deslizándose dentro de mí. Me estiré por encima de la puerta y me agarré de lo que pude hasta que el dolor se convirtió en puro placer, recorriendo mi cuerpo cada vez más a medida que él embestía dentro de mí. Podía sentirlo acumulando presión y tiré de mi propia erección hasta que me corrí, chorros blancos estallaron en el vidrio. Chase me estaba sujetando con todas sus fuerzas y luego, con grandes empujones finales, explotó dentro de mí. Sus jugos brotaron de mí mientras se retiraba. Me giré para mirarlo, notando el sonido de la ducha una vez más.
—Ustedes los humanos tienen un ritual de placer interesante —dijo. Era muy extraño oírlo hablar así.
- "Se llama sexo". Yo todavía estaba jadeando.
“Interesante. Será divertido aprender sobre la forma humana y todas sus capacidades”. Se miró a sí mismo, flexionó los pectorales y me hizo un pequeño espectáculo. Se me estaba poniendo un poco duro de nuevo.
“¿Ve algo de esto?”, pregunté.
—Él está despierto cuando yo estoy despierto, pero nuestras mentes se han unido y él siente lujuria por ti como yo ahora. —Me atrajo hacia él otra vez, su cuerpo goteando agua.
“Bueno, sigamos adelante para poder enseñar más sobre los humanos y tal vez más adelante pueda estar en la cima”.
“¿Qué significa eso?”, dijo.
—Tendrás que esperar y descubrirlo —le guiñé un ojo.
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Extraño tus besos, que ocasionaban en mí un cosquilleo lindo y también eran excitantes.
Extraño tus abrazos, que ocasionaban en mí una seguridad y paz que anhelaba.
Extraño tus ojos, que cada vez que los miraba, quedaba más enamorado de ti.
Extraño tu aroma, el perfume que llevabas y tu esencia era lo mejor que yo haya olido.
Te extraño a ti, extraño todo de ti. Extraño que estés aquí, conmigo.
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Los fósforos producen un chasquido idéntico al de la risa sofocada. Me gusta mucho, muchísimo, que a mi risa se le impida estallar. No poder liberar lo que tanto desearía escaparse produce un cosquilleo delicioso. Aprecio lo que no debe existir, lo que debe volver al interior. Lo no liberado se convierte en algo más penoso, pero a la vez más valioso. Sí, sí, confieso que me agrada sentirme oprimido. Es cierto. No, no siempre es cierto. Que el señor Cierto se vaya de paseo. Lo que quería decir es esto: no estar autorizado a hacer algo significa hacerlo doblemente en otro sitio.
—Robert Walser, Jakob von Gunten. Traducción de Juan José del Solar.
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Puedo pedir a Fer Contigiani + daddy kink? Las cosas que le permitiría a ese hombre me haga harían llorar a mis viejos 🛐
Kinktober, Día 2: Daddy Kink
Regresar tarde luego de un ensayo o la presentación de una obra es una experiencia común para Fernando: está acostumbrado a caminar de regreso bajo la luz de la luna, recorriendo las calles vacías y silenciosas, pero realizar ese trayecto acompañado y sujetando tu mano es algo nuevo.
Cuando se deslizan bajo las mantas, en la que él cree es la séptima vez desde que comenzaron la relación hace tres meses, ninguno espera que la inocencia de sus besos se convierta en desesperación. Rompe el beso para respirar, sus nudillos rozando tu pómulo y tu mejilla mientras se recupera para volver a hablar.
-¿Qué querés?
Intentás sostener su mirada, siempre dulce e intensa, pero terminás dejándote vencer por la timidez y cerrás los ojos. Fernando siempre insiste con la comunicación y el contacto visual, repitiendo que es la forma en que puede comprender mejor tus deseos y tus reacciones, pero todavía no estás segura de poder tolerar -en el mejor sentido- la manera en que sus ojos te observan con atención y adoración.
Contestás rápidamente en voz baja y él ríe.
-¿Qué? No entendí- besa tu mejilla-. No tenemos que...
-Tocame.
Otro beso, esta vez en tu mandíbula, sus labios deslizándose sobre tu piel y su mano descendiendo lentamente por tu cuerpo. Cuando vuelve a hablar su voz suena más grave, más severa y casi desprovista de su encantador carácter, provocando un súbito cosquilleo entre tus piernas.
-Preguntame bien. Y mirame cuando lo hacés.
-Por favor, Fer, ¿me tocás?
-¿Dónde querés que te toque?- pregunta con una sonrisa. Mueve sus dedos en círculos sobre tu estómago, ahora expuesto porque la camiseta holgada que llevás puesta se arrugó, como si intentara hacerte cosquillas-. ¿Acá o...?
-Ahí- decís en un suspiro cuando roza tu centro por sobre tu ropa interior.
Perder el tiempo provocándote no está en sus planes y tira de la prenda para deslizarla por tus piernas hasta que esta termina rodeando tus tobillos. No esconde el hecho de que las puntas de sus dedos están ahora húmedas con tu excitación y cuando toca el interior de tus muslos para indicarte que separes las piernas, tu esencia deja una huella brillante en tu piel.
-Estás muy mojada, princesa, ¿por qué?
Ojalá no te torturara de esta manera, pensás mientras te mordés los labios en un intento de reprimir cualquier sonido, porque sus palabras sólo empeoran el fuego en tu interior. Preguntó lo mismo la primera vez que tuvieron sexo -antes de arrojar unas gotas de lubricante sobre tus pliegues y deslizarse entre ellos- y el simple hecho de escucharlo hablando de esa manera hizo que temblaras violentamente.
Esta vez sus palabras tienen el mismo efecto y como no espera una verdadera respuesta de tu parte, opta por introducir un dedo en tu calidez. Lo recibís sin mucha resistencia, contrayéndote una vez que desliza el dígito rítmicamente para acariciar tus paredes, el movimiento provocando en pocos minutos que el sonido de tu humedad se propague por toda la habitación.
Gira su muñeca y gemís con fuerza.
-¿Acá? ¿Sí...?- vuelve a abusar de tu sensibilidad y captura tus labios para silenciar tus sollozos de placer, pero también para ahogar el grito que dejás salir cuando introduce un segundo dedo. Curva ambos dígitos para consolarte-. Ya está, ya está.
Entre gemidos, y otros sonidos que le resultan adictivos desde el primer momento en que te escuchó, murmurás una palabra que no puede descifrar. Cuando ralentiza sus movimientos guardás silencio, por lo que comprende que no se trata de una palabra de seguridad o un pedido para que se detenga, pero te ve modular sin emitir sonido alguno cuando retoma la acción.
-¿Qué querés, bebé?- muerde tu mejilla sin mucha fuerza. Negás, liberándote de sus dientes, tus párpados cerrados con fuerza-. Decime, ¿qué es lo que querés?
Otra negativa. Suspira.
Mueve sus caderas, para permitirte sentir su erección y también para obtener un mínimo alivio, robándote un gemido agudo y cargado de desesperación. Incrementa su tempo, con su pulgar moviéndose expertamente sobre tu clítoris, pero son sus dedos llegando aún más profundo los que te hacen delatarte.
-Ahí- le suplicás-. Papi...
Intenta detenerse, convencido de que su mente lo está engañando, pero repetís esa palabra como un mantra y le cuesta horrores controlar sus acciones. Quiere hablarte sobre lo que está sucediendo, preguntarte si en verdad querés llamarlo así, pero tu voz lo hace sentirse débil y no está seguro de poder pensar correctamente. Mucho menos con toda la sangre de su cuerpo concentrada en su miembro.
Esconde su rostro en tu cuello y su respiración te hace gritar.
-¿Querés que papi te coja toda? ¿Eso querés?
-Sí- contestás casi gritando-, por favor.
Sonríe contra tu piel. Retira sus dedos.
-Decilo.
- @madame-fear @chiquititamia @creative-heart @llorented @recaltiente @delusionalgirlplace ♡
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Mutuales si sienten un cosquilleo en el cuerpo soy yo haciéndoles esto por telepatía
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