#cosquilleo
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kustineitor · 1 year ago
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Duele más no sentir.
-kusti
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mil-veces · 1 year ago
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Tuve una certeza entonces: esa sensación, ese cosquilleo que me recorrió entera cuando Alejandro llegó allí no era resultado de una premonición que indicaba que sería importante para mí, sino la certeza de que había llegado el momento de volver a volar, de ilusionarme, de dejar de castigarme, de querer volver a ser humana.
Elísabet Benavent
Mi isla
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manaosdeuwu · 1 year ago
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tengo dormido del huesito dulce hasta la lumbar/espalda baja. ayuda
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diegomansomartin · 1 year ago
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Diego Ojeda ft. Rayden - COSQUILLEO
Tengo mariposas en el cuerpo una copia de tu cicatriz ganas si es contigo hasta de huir.
Y perdernos hasta que la gente nos eche de menos desnudarnos con el alma en modo vuelo declararnos enemigos del invierno y esperarte cada beso como si fuera el primero encontrarte en mis cuadernos, no olvidarnos de ser eso que siempre quisimos ser.
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deepinsideyourbeing · 8 months ago
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Rum on a Fire - Enzo Vogrincic
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+18! Dom!Enzo, biting, choking, creampie, dacrifilia, daddy kink, dirty talk, face sitting, fingering, sexo oral, sexo sin protección, size kink/size difference, spanking (sólo una vez), edades no especificadas. Uso de español rioplatense.
El aroma del café persiste en la habitación, pero Enzo sólo percibe la fragancia de tu perfume y la sensación de tus dedos en su cabello. No tiene idea de cuánto tiempo lleva recostado en tu regazo, sólo sabe que está agotado y disfruta demasiado de tus caricias como para abandonar su lugar.
-¿De dónde sacaste las flores?
-De una maceta- contestás, como si no fuera más que obvio.
Emite un sonido de desaprobación y recordás la charla sobre no cortar flores ajenas, pero no dice nada más. Cuando cierra los ojos te deleitás con la imagen de sus pestañas oscuras y largas rozando su piel, la curva de su nariz y sus labios, que probablemente conservan el sabor del café y de su alfajor favorito.
Tus dedos comienzan a descender, delinean el puente de su nariz y la definida línea de su mandíbula para luego capturar su mentón con tu mano y acariciar su labio inferior con tu pulgar. Hace amague de morderte y el sonido que acompaña el gesto es enternecedor, pero sus movimientos letárgicos te permiten reaccionar a tiempo y escapar del juego que tanto adora.
Planta un beso en tu muslo, su mejilla reposando sobre este, y sentís la forma en que su mano acaricia tu piel con un toque casi imperceptible. Las yemas de sus dedos te provocan escalofríos y Enzo disfruta sentir que te estremecés, incluso si su intención sólo era mimarte para retribuir un poco de la atención que le brindás.
-Te extrañé- otro beso-. Mucho.
-Yo también te extrañé mucho.
Te dirige una mirada un tanto ambigua, en sus ojos una mezcla de timidez y algo más... Es algo oscuro, para nada inocente y con implicaciones que conocés a la perfección. Sus dedos se acercan más y más al interior sensible de tu muslo mientras deposita besos húmedos sobre tu pierna, sus dientes te rozan como una sutil amenaza y sus párpados se cierran por cuenta propia cuando comienza a sentirse embriagado de tu ser.
-¿Mucho…?- arquea una ceja. Contestás con un suspiro y sonríe contra tu piel.
Cada vez más desesperado, Enzo deja que sus dulces mimos se conviertan en un enérgico masaje y te provoca frotando tu ropa interior de manera superficial. Siente tu respiración acelerándose y la creciente inquietud que te generan sus acciones le fascina, pero no tanto como los gemidos que escapan de tu boca una vez que captura tu piel entre sus dientes y muerde con fuerza suficiente para dejar una huella.
Vuelve a besarte con suavidad, como si eso aliviara de alguna forma el incendio que provocó, y esta vez sus dedos presionan contra la tela ya humedecida que cubre tu intimidad. Suspira y alza la vista para encontrarse con que estás mordiéndote el labio y tus ojos están cerrados en un vano intento de contenerte, el control sobre tu cuerpo desvaneciéndose cada vez que su respiración cálida te golpea.
Enzo adora verte en tal estado, pero adora más saber que él es el único responsable.
Se reincorpora y te deja sobre su regazo sin esfuerzo alguno, la sorpresa robándote un pequeño grito y una risa. Sus manos encuentran su lugar debajo de la camiseta que tenés puesta para masajear tu cadera, tu cintura y tus costillas, donde dejan una sensación de cosquilleo. Te retorcés por el nerviosismo, al igual que cada vez que Enzo decide hacerte cosquillas, pero el movimiento sólo hace que tu centro entre en contacto con el bulto que deja ver su ropa interior.
 Suspira y sus dedos se cierran sobre tu muñeca.
-Mirá cómo me ponés- coloca tu mano sobre su miembro cubierto, haciéndote gemir-. ¿Te gusta…?
-Mucho- confesás, tus dedos tirando de la cintura elástica de la prenda con anhelo.
-Mostrame entonces.
No perdés tiempo y liberás su miembro ardiente, tus dedos rozándolo con delicadeza antes de cerrarse sobre su extensión y comenzar a masturbarlo; Enzo inspira profundamente y cuando echa la cabeza hacia atrás un sonido gutural llega a tus oídos, acompañado por la imagen de una gota de líquido preseminal brillando en su punta y sus uñas casi enterrándose en tu cadera.
Continuás con los mismos movimientos, acariciás la punta con tu pulgar y te deleitás con las expresiones que se apoderan de su rostro y los sonidos involuntarios que emite ante tus caricias. Sentís sus manos sobre todo tu cuerpo, ansioso por más, por lo que decidís recostarte entre sus piernas y besar sus muslos y su cadera mientras trabajás para llevarlo hacia el borde del orgasmo.
Tu lengua recorre su miembro desde la base hasta su punta goteante y roja, tus labios cerrándose sobre esta mientras mantenés contacto visual con Enzo para poder ver la forma en que su rostro se transforma. Se muerde el labio y frunce el ceño, casi como si estuviera enojado, pero sus pupilas dilatadas y el brillo en sus ojos hacen que sus emociones sean más que evidentes para vos.
Una vez que comenzás a moverte, sus caderas reaccionan de manera automática y Enzo toma el control inconscientemente. Tus ojos se llenan de lágrimas debido a los reiterados golpes en el interior de tu boca y sus dedos tirando de tu cabello, uno que otro gemido dejándolo al ver la dificultad con que tomás sólo la mitad de su miembro en tu boca y cuán pequeña te ves entre sus piernas. Sólo cuando sus músculos se tensan decide liberarte, el hilo de saliva manchando tu mentón haciendo que se replantee su decisión.
Se deshace de su ropa y palmea su pecho tonificado con la clara intención de hacerte saber lo que quiere, pero te negás a causa de la vergüenza. Acorta la distancia entre ambos, una expresión preocupada en su rostro, y limpia con sus dedos el rastro de una lágrima.
-¿No querés...?                                                              
-Sí, quiero, pero…- tu voz se desvanece, pero Enzo ya sabe lo que ibas a decir.
Es consciente de lo mucho que te avergüenza tal posición, pero sabe que se debe más a la vulnerabilidad en la que te pondría dicha situación y no a la forma en que puedas verte ante sus ojos... También sabe que te encanta estar completamente a su merced, sometida a sus deseos y cediendo el control hasta ser un mar de lágrimas y súplicas.
-¿Color?- sus nudillos acarician tu mandíbula.
-Verde.
Te dedica una sonrisa antes de quitarte la ropa interior y moverte con facilidad para posicionarte sobre su rostro, sus manos acariciando tu cadera y sus labios depositando pequeños besos que alternan con mordidas inofensivas en tus piernas. Tomás aire y dejás caer un poco de tu peso, la calidez de su boca envolviéndote de inmediato y haciéndote gemir.
Estás completamente mojada y Enzo adora sentir tu esencia manchando sus labios y su lengua, que acaricia tus pliegues de manera experta hasta hacerte lloriquear. Disfruta la forma en que tus muslos suaves lo arropan y siente que podría morir al ver que tus dedos se cierran sobre tus pezones, notorios debido al color y la tela de tu camiseta. Sus labios se cierran sobre tu clítoris y succiona con fuerza, ganándose un grito ahogado de tu parte y confirmando que adoraría morir de esta forma.
Sus manos encuentran tu cadera y te fuerza a dejar caer todo tu peso sobre él, sus dientes rozando peligrosamente tu centro mientras continúa asaltándote con su lengua. Tus gemidos aumentan en volúmen, cada vez más constantes, y un hilo de palabras sin sentido surge de tus labios; logra distinguir su nombre y varias súplicas, pero el resto es un confuso producto de lo que el placer provoca en tu mente.
Te lleva al orgasmo sólo con su lengua y los sonidos obscenos que esta produce en contacto con tus pliegues y la humedad provocada por tu excitación. Recobrás un poco de fuerzas y te separás de su boca -un tanto sobre estimulada por sus labios que continúan besándote en todos los lugares posibles-, el brillo de tu liberación adornando su piel y una mueca de satisfacción u orgullo apoderándose de su rostro.
-Me encantás- da un beso a tu muslo-. ¿Puedo seguir...?
Te ayuda a recostarte y te sentís en trance al ver cómo pasa una mano por su cabello despeinado, tus ojos vidriosos siguiendo cada uno de sus movimientos hasta que se posiciona a tu lado y captura tus labios. El beso se torna intenso y su mano cerrándose sobre tu cuello no ayuda a calmar la sensación ardiente entre tus piernas, que sólo empeora cuando su lengua se cola en tu boca y sus dedos comienzan a ejercer presión.
No estás segura de qué provoca el leve aturdimiento que nubla tu mente, si es la restricción de oxígeno o la fuerza con la que Enzo te está besando, pero sus acciones se detienen antes de que pienses en advertirle. No tenés mucho tiempo para recuperarte antes de sentir sus dedos haciendo un glissando en dirección a tu centro, sus yemas deslizándose por tus pliegues y rodeando tu entrada, deleitándose al sentir que estás goteando.
Tu interior no opone resistencia alguna cuando introduce uno de sus dedos, la lentitud y profundidad de sus movimientos haciendo que tu respiración se entrecorte en un segundo. Cometés el error de mirar justo cuando su pulgar encuentra tu clítoris y comienza a masajearlo con círculos, el placer arrancando de tu garganta un gemido que borda lo pornográfico… Pero para Enzo no es suficiente, así que introduce otro dedo y acelera el ritmo.
El placer te desborda y los sonidos húmedos que llegan a tus oídos son tan indecentes como tus gemidos, que sólo actúan como fuel para las acciones de Enzo. Le encanta llevarte al borde, dejar que te pierdas por completo en las sensaciones mientras él se encarga del placer de ambos, saber que tu mente es una especie de boceto que él desdibuja hasta dejar en blanco.
-Papi…
Tu voz es poco más que un susurro, pero es suficiente para que te escuche. Sus dedos siguen asaltando tu interior mientras besa tu mejilla y repite palabras de aliento en tu oído, haciendo un esfuerzo inhumano por no frotar su miembro contra tu pierna cuando ve en tus ojos el reflejo de la desesperación y necesidad que sentís. Se lamenta cuando ve tus párpados caer, indicio de tu orgasmo desatándose, pero la imagen de tus pestañas brillantes por las lágrimas y tus dientes torturando tu labio le resulta celestial.
La tensión en tus músculos se disipa y tu cuerpo frágil reposa contra el suyo. Rodea tu cintura con su brazo y te atrae hacia su cuerpo aún más; tu espalda contra su pecho te permite sentir su respiración todavía acelerada y el calor que irradia su piel, pero este no se compara con el calor de su miembro aprisionado contra tu muslo, donde deja un rastro húmedo.
El particular sonido del lubricante llama tu atención y te preguntás en qué momento y de dónde lo sacó, pero sus dedos con producto frío en tu entrada hacen que te sobresaltes y te distraigas. Se disculpa y su voz ronca provoca un cosquilleo entre tus piernas, besa tu hombro mientras su punta acaricia tus pliegues y tu entrada antes de comenzar a introducirse en tu calidez.
-Papi- llorás, sensible ante el inevitable ardor de la penetración inicial.
-Ya sé, bebé, ya sé- dice en un intento de calmarte, regalándote un beso-. Estás muy apretada.
Sus movimientos son lentos y muerde tu hombro una vez que se adentra por completo, conteniendo sus deseos de forzarte a tomar sin protestar todo lo que él te ofrezca. Te da unos segundos para acostumbrarte a la intrusión, su mano acariciando tu cadera y luego dirigiéndose hacia tu clítoris, el contacto provocando que te contraigas alrededor de su miembro.
Comienza a acelerar su ritmo y no hay forma de que reprimas tus gemidos, tu cuerpo reaccionando por cuenta propia cuando sentís cada vena y surco de su miembro rozando tu interior mientras su punta abusa de tu cérvix reiteradamente. Su ataque sobre tu clítoris no se detiene, su lengua se desliza sobre la piel sensible de tu cuello y posteriormente sus dientes apresan el lóbulo de tu oreja. Llegás al clímax ahogando un grito en la almohada.
Te arrastra hacia el borde de la cama y te deja sobre tus rodillas, las sábanas revueltas en tu rostro amortiguando tus jadeos cuando su palma impacta contra tu piel al volver a penetrarte. El sonido de su piel colisionando con la tuya inunda la habitación y las palabras que te dirige se pierden en algún punto en el aire antes de llegar a tus oídos, que parecen estar cubiertos con algodón.
Sus estocadas son profundas y frenéticas, pero cuando siente su orgasmo aproximándose se detiene. Retira su miembro hasta dejar sólo la punta dentro y acaricia con su pulgar el borde de tu entrada, embelesado por la forma en que la fricción enrojece tu piel. Escucha tus súplicas por más, lo llamás papi una y otra vez en un intento de convencerlo por continuar, pero no cede.
-Estás desesperada, ¿no?- pregunta. Ya sea que negás o asentís, se inclina sobre tu cuerpo para poder tirar de tu cabello y continúa:- ¿Querés más, princesa?
Te aleja del colchón y encuentra una respuesta en el hilo de saliva que cae de tus labios, acompañado por las lágrimas que recorren tus mejillas antes de humedecer las sábanas. Abandona tu interior y te oye protestar, pero te calmás cuando te deja sobre tu espalda y posiciona su cuerpo sobre el tuyo.
Te obliga a ver la forma en que su miembro acaricia tus pliegues, enrojecidos y más que húmedos, pero apartás la vista para ver su rostro cuando vuelve a hundirse en tu interior: sus ojos están cerrados y sus labios entreabiertos dejan salir un sonido casi animal, su cabello despeinado enmarcando sus rasgos a la perfección.
Lleva tus piernas a sus hombros y utiliza un brazo para aprisionar tus muslos contra su abdomen, su otra mano ubicándose en tu abdomen bajo y ejerciendo presión para sentir cómo tu interior se amolda a él, la forma en que tu cuerpo lo recibe cada vez. La sensación es abrumadora y tus manos se mueven en todos los sentidos buscando aferrarse a algo -lo que sea- para poder sobrellevar el placer que te invade, pero sólo encontrás las margaritas desperdigadas en el espacio entre la almohada de Enzo y la tuya.
-Papi, por favor, ¿puedo…?
Asiente mientras besa tu tobillo, sus ojos abriéndose de inmediato para poder presenciar el espectáculo que le ofrecés cada vez que acabás. Masajeás tus pechos y pellizcás tus pezones, justo como él suele hacerlo, y cuando el orgasmo te golpea repetís su nombre entre balbuceos. El movimiento de sus caderas no cesa ni por un segundo y tu rostro se contrae en una mueca de algo similar al dolor, pero que Enzo reconoce como la prolongación tortuosa de tu orgasmo.
Estás a punto de rogarle, pero sus jadeos te interrumpen y la repentina brutalidad en sus embestidas hace imposible formular palabra alguna. Su cabello brilla bajo la luz y cubre parte de su rostro cuando sus dientes se cierran sobre tu pierna. Sentís el palpitar de su miembro en tu interior y recuperás la voz.
-Adentro, por favor.
-¿Sí? ¿Querés que te llene la conchita…?- cerrás los ojos, casi avergonzada por lo mucho que disfrutás oírlo expresarse de esa forma-. Dios…
Sentís el calor de su liberación salpicando tu interior y suspirás satisfecha, tus brazos separándose instintivamente para abrazarlo cuando se desmorona sobre tu cuerpo y su rostro busca refugio en el espacio de tu clavícula. Masajeás su espalda mientras su respiración vuelve a la normalidad y estás casi segura de que percibís los latidos de su corazón.
-Extrañaba tanto esto- comenta, alejándose para mirarte a los ojos-. No te das una idea.
-Yo también lo extrañaba- sonreís-. Pero…, ¿no tenías sueño vos?
Suelta una carcajada pero no responde, en su lugar se estira para tomar una margarita y colocarla sobre tu oreja. Besa tus ojos, tu nariz, y por último envuelve tus labios en un apasionado beso que te deja sin aire.
-Gracias por el café- apoya su frente sobre la tuya-. Me ayudó bastante.
Sabés que no se refiere al café.
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nebulamorada · 4 months ago
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Cregan Stark x Targaryen!reader
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Querer amar a Aemond era agotador.
Como única hija de Rhaenyra, la noche en la que tu tío Aemond pierde el ojo, recordando los momentos en los que ambos compartían una silenciosa compañía en la biblioteca rodeados de libros sobre cuentos valyrios, le hablaste a tu querido abuelo a espaldas de tu madre sobre un matrimonio como forma de afianzar vínculos; todo porque, alguna vez, durante tus días de dulce infancia, creíste que una muestra de amabilidad podría cambiarlo todo, que palabras dulces y buenas intenciones eran suficientes para curar el corazón de las personas y salvarlos de la amargura. Un golpe duro fue para tu alma sensible descubrir que en el proceso, sacrificarse a uno mismo para rescatar a alguien que ni siquiera hace el esfuerzo de aceptarlo es desesperante.
Las promesas a tu madre a la despedida en Driftmark sobre estar bien en tu nueva vida como pupila del rey hasta que tuvieras edad para ser esposa fueron un eco en tu mente durante los días que le siguieron a tu llegada a Kings Landing. La Red Keep jamás se había sentido como un hogar, pero sin la presencia protectora de tu madre se había tornado un completo infierno. Sin importar cuanta amabilidad y predisposición intentaste mostrar, todo lo que obtuviste a cambio fue terrible, sobre todo luego de tu primera sangre.
Los acercamientos promiscuos de Aegon y la forma en la que Alicent gozaba de abusar del poder que la invalidez de su esposo le daba (avergonzandote frente a sus damas o imposibilitando que te comuniques con Dragonstone de alguna forma) incluso las palabras denigrantes de tu esposo a tus oídos, desde acusaciones de ilegitimidad hasta la vez en la que durante la noche, apareció en tus aposentos durante una noche, apretandose con fuerza contra tu cuerpo mientras presionaba la hoja de una daga contra tu ojo, diciéndote cómo podría reclamar la deuda que le deben y nadie podría decirle nada, siendo tu deber como su mujer el complacerlo.
Aquellos años se sintieron tan eternos, que el cosquilleo de esperanza que sentiste cuando tu abuela Rhaenys y uno de los guardias gemelos lograron sacarte de la Red Keep, hacia parecer que todo era irreal. Los brazos de tu madre jamás se habían sentido tan cálidos como cuando te rodearon frente a la mesa de piedra de Dragonstone, incluso con Daemon acariciando tu cabeza en un incómodo intento de expresar su cariño.
Por desgracia, incluso con tu familia allí, tu verdadera familia, Dragonstone tampoco se sentía como un hogar, teniendo un ambiente familiar demasiado íntimo al que no podías acoplarte correctamente después de tantos años, así que cuando llega la hora de pactar las alianzas, mientras Lucerys va a Stromlands y Jacaerys al Valle, te ofreces para tomar el viaje a las tierras norteñas para pactar con los Stark.
Y quizás la Red Keep y Dragonstone no se sintieron como un hogar, pero Cregan Stark lo hizo.
El gran joven lobo que no fue más que amable desde tu llegada, guardando cautela sobre los temas a discutir sin dejar de ser nada más que hospitalario contigo. El norte era frío, pero los corazones de sus habitaciones era cálido, todos compartieron una extraña camaradería a la que no te costó integrarte, disfrutando de las cenas ruidosas e informales en las que abundaron las carcajadas y un tipo de amabilidad y transparencia que jamás se había presentado en el sur.
Contrario a lo que habías conocido, querer amar a Cregan se sentía revitalizante. Sus charlas fluían sin esfuerzo hasta que los anhelos de cualquier simple roce llegaron sin dificultad junto con las miradas de sutil de deseo. Las cacerías a las que te dejó unirte daban paso a los comentarios bromistas sobre como podías montar una enorme bestia en los aires sin ningún problema mientras que necesitabas un banquito y algo de ayuda para subirte a un simple caballo, aferrándote a las riendas con temor. Incluso las tardes donde Rickon pataleaba, en un poco usual berrinche, para que seas tu quien lo lleves a su hora de la siesta, disfrutando de las canciones valyrias que tenías para él. Acciones que no pasaron inadvertidas para Cregan, quien además de ser un hombre con deseos, seguía teniendo las preocupaciones de un padre para su único hijo de apenas dos años.
No habías pasado más de tres lunas en Winterfell cuando Cregan decidió que moriría si no te tenía en su hogar, a su lado como su esposa y la dama de Winterfell, a lo que aceptaste sin prisa, ambos de acuerdo en disfrazar la repentina unión como una especie de acuerdo para dar sus hombres a favor de la reina negra. Ambos bajo el arciano del bosque de dioses, sellando sus votos luego de que el pusiera su capa en tus hombros, pocos días después de que un maestre avalara la anulación de tu matrimonio con Aemond, puesto que había sido en el Sept bajo la luz de los siete y no en una tradicional boda valyria, fue algo simple de hacer.
Tu primera boda había sido un calvario, pero la celebración de la segunda fue la cosa más hermosa que jamás hayas tenido, incluso teniendo a tu pequeño hijastro cantando una, terriblemente tierna y mal pronunciada canción de las que te había escuchado cantarle a la que aplaudiste con todo el cariño del mundo.
Las bromas crueles a costa tuya ahora fueron chistes bien intencionados de los que era fácil reír y que eran cómodos de compartir.
El miedo y el dolor de las noches en las que Aemond te tomaba, cambiaron al ardiente deseo y placer que quema por donde sea que Cregan te acariciara, ambos casi arrancandose las capas de ropa cada vez, compartiendo pequeñas risitas cada que los pesados abrigos y múltiples correas de tu esposo eran más trabajosos de quitar para ti.
Los recuerdos de los empujones duros de tu anterior esposo mientras te tomaba de espaldas fueron borrados por el cuerpo de Cregan alzándose sobre el tuyo mientras te mantenía de frente a él a la hora de hacerte el amor, siempre dejándote tener un cierto grado de control para que te sintieras cómoda. Siempre murmurando frases dulces en medio de los besos que compartían sin importar el ritmo que llevarán.
Y las sabanas de fría seda fueron reemplazadas por pieles calientes en las que ya no estabas sola durante las noches en las que tenías el cuerpo de tu señor marido protegiendo el tuyo entre sus fuertes brazos durante las horas de sueño.
Aún había que notificarle a tu madre sobre todo el asunto del matrimonio y avisar que Cregan había dado un gran número de hombres para sus filas, sabiendo que ahora tienes un deber hacia ella como reina detrás del hecho de ser su hija...pero te preocupara por eso solo un poco más tarde.
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ya sé que esas fotitos que hago me quedan bien cuyeyas, humildemente enfoquense en el o.s nomas 😭
(recuerdo haber reblogueado a la cuenta que creo el separador que estoy usando, pero si se saben el user para que la pueda mencionar se los agradecería)
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dariann-garcia · 5 months ago
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No te conformes con sentir cosquilleos, busca quien desate tormentas en tu corazón.
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caostalgia · 1 year ago
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Para ti, estrella brillante:
Creo que por fin voy a poder decir que esta es la última vez que te escribiré con dolor. No la última vez que te escribiré, porque eso sería mentirme a mi y mentirle al mundo.
Nunca dejaría de escribirle a la persona que me enseñó que el amor es bonito, a la persona que me enseñó que todo en mi está bien, que valgo la pena, que brillo y que hago arte con las letras. Nunca dejaría de escribirte Andrés.
Pero si que voy a dejar de hacerlo con dolor, aunque todavía te extrañe. No a nuestra relación, sino a la persona que eras, a tu risa y a tus audios a horas imposibles. A tus datos sobre dinosaurios, a tus historias terribles, a tu sarcasmo. A tu dolor, porque era tan parte de ti que también terminé enamorada de ese pedazo de ti. Pero ya no, ya no pienso en ti de esa forma.
Ahora estoy bien, ya no me duele el corazón al pensar en ti. Ahora cuando pienso en todo lo que fuiste y en lo mucho que nos quisimos solo puedo sonreír. Aunque ya no sea capaz de llorar desde que te fuiste, porque las lágrimas si que te las quedaste todas cariño. Están en el mismo rincón del firmamento que tú, porque sé que estás por ahí, observando la vida de todas las personas que te quisimos. Observandome a mí.
Y ojalá pudieras conocerle, es tan distinto a ti que creo que sería inevitable que te cayera bien. Está tan vivo y tan lleno de cosas bonitas. Creo que todo se resume en lo bonito que es, no por fuera, sino ahí dentro, en ese corazón que empieza a latir por mí.
Y creo que esta vez es la buena, lo siento aquí dentro. Siento que el corazón está cerrando todas esas cicatrices que en algún momento quedaron mal curadas, siento que su sonrisa es el único lugar donde desearía quedarme todo el tiempo posible.
Creo que por fin he entendido la diferencia entre "amor de mi vida" y "alma gemela". Tú fuiste el amor de mi vida, pero no íbamos a conseguirlo, nunca. Porque nos queríamos si, pero no lo hacíamos lo suficientemente bien. Aunque en su momento no quisiera aceptarlo, aunque hasta hace poco todavía gritara de agonía por no tenerte más. Él, sin embargo; creo que es mi alma gemela, mi otra mitad, mi destino. Porque siento que lo conozco de toda la vida, que siempre ha estado ahí.
Y no sé si saldrá bien, porque ya sabes que sentir me aterra, pero esta vez quiero darme la oportunidad. Darnosla a ambos. Esta vez no es algo pasajero, porque pensar en despertar sin sus mensajes me causa dolor. A mí, que llevo tiempo huyendo de la constancia; a mí, que cuando siento que voy a querer a alguien me alejo; a mí, que había dejado de creer en las casualidades y en el destino. A mí, que desde que te fuiste había dejado de sentir cosquilleos por todo el cuerpo, de esos que sabes que traerán sentimientos con el tiempo.
Y creo que él, en algún momento, merecerá todas esas canciones que nunca dediqué, esas que siempre dije que no se pueden dedicar. Y eso es lo más verdadero que se puede sentir por alguien, la certeza de que las canciones especiales llevarán su nombre.
Te quiero Andrés, no dejaré de hacerlo nunca. Pero ya no te quiero de esa forma arrolladora que no dejaba hueco a nada más, ya no es un amor romántico lo que siento por ti. Ahora solo estás ahí, en un pedacito de mi corazón, bien resguardado y con unas flores burdeos entre los recuerdos que me quedan de ti. Y esto no es un adiós cariño, solo es un nuevo enfoque hacia la vida. Una oportunidad hacia algo que presiento me hará feliz.
Espero que haya un hueco para mí en ese rincón del firmamento, porque algún día pasaré a hacerte una visita antes de ir al mío propio. Y espero que esto te dé paz, porque por fin conseguiré seguir. Porque por fin soy capaz de superar nuestro amor fallido y tu marcha. Porque ya no dueles.
Katastrophal
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miskhalie · 9 months ago
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Sex on the Beach - Fran/Francisco Romero x Reader
Pairing: Fran Romero
Advertencias: smut, cunnilingus, fingering, ¿Public sex?
El sol de verano calentaba el agua del mar, la piel y la arena de la playa. Tu te abanicabas con tu mano incluso dentro del agua. Metiste la cabeza dentro del mar. Cuando volviste a la superficie, miraste a Fran, que se bronceaba junto con las toallas y el bolso. Llevaba unas gafas de sol de colores que le quedaban preciosas con su tono de piel mas bronceada. Además, sus bañadores azules se veían desde la distancia.
Decidiste ir hasta allá. Fran vio como Venus surgió del mar. Tu caminabas a paso seguro mientras el agua te lamia el cuerpo y resbalaba sobre tu piel, dejando atrás gotas. ¡Que mujer!, pensó Fran. ¡Vaya vistas! Se tuvo que levantar un poco, apoyandose en sus codos y quitarse las gafas porque eras todo un espejismo. Tu pelo mojado, tu sonrisa, las gotas bajando por tu cuello a tus pechos a tu cintura y caderas hasta la arena. Se sintió afortunado, como lo había hecho muchas veces más.
Te sentaste sobre tu toalla y lo miraste con esos ojos que le expresaban ternura.
- ¡Que buena esta el agua! - dijiste - Metete si quieres, yo guardo el bolso.
Pero Fran tenia otras intenciones. Lo volvías loco y lo hacías actuar fuera de si. Queria recorrerte la piel con la punta de sus dedos.
- No, gracias. Estoy bien así. - te respondió.
Quizás si debía meterse en el agua, porque estaba empezando a sentir un cosquilleo dentro del estomago que solo podía significar una cosa: te quería allí mismo.
Él también estaba irresistible, con su piel morena, la arena pegada al cuerpo en pequeños granos y el cuerpo reluciente por el aceite corporal. De sus labios colgaba una sonrisa misteriosa y picara. Como si ya estuviera maquinando su siguiente movimiento. Su pelo al sol relucía tanto que parecía Apolo. Y olía a after-shave y a aceite de playa.
Te acercaste a él y juntaste tus labios con los suyos. Sabía a la macedonia que habías comprado de camino. Su lengua era suave, dulce y cariñosa. Por como profundizaba el beso, sabías que estaba necesitado. De ti. Sin separar los labios, te tumbaste a su lado. Un brazo voló a agarrarte de la cintura. Por suerte, habíais colocado en un lugar un poco remoto de la gente, en una pequeña cala a solas.
Su boca bajó de tus labios a tu cuello, donde dio un lametón caliente y sentiste un escalofrío. Suspiraste. Fran se puso sobre ti y poco a poco fue besando tu cuerpo, lamiendo y mordiendo. Cuando llegó a tu braga, beso sobre el forro de esta y sin previo aviso, metió la mano suavemente. Se tumbó a tu altura y siguió besándote con lengua. De momento solo sujetaba tus partes intimas como si lo reclamara, pero tu te sentía tensa, impaciente.
Un dedo hizo camino a tu agujero y se mojó ligeramente para poder acariciar tu punto más sensible, tu clitoris. Con la primera caricia, soltaste un gemido sutil. Fran se comió este al posar su boca sobre la tuya para hacerte callar. Te tapaste la boca después de que te besara y le concediste paso a tu cuello, donde dejaba marcas y besaba con pasión. La combinación de los besos húmedos y calientes con la euforia que sentías por como te tocaba te hacía mojarte más.
La rena de su cuerpo y el agua del tuyo se mezclaban creando una fricción que aunque te irritaba la piel también causaba sensaciones placenteras. El olor a Fran, a playa y el sol que calentaba, todo te traía a un trance del que no eras consciente. Tan profundamente estabas en ese trance que no notaste cuando Fran despego sus labios de tu cuello y fue dejando un camino de os labios de tu cuello y fue dejando un camino de besos hacia tu entrepierna. Hizo a un lado la tela y empezó a lamer. Tu tensabas tus músculos al gemir y no podías ya negar que te gustaba estar así en un lugar medio publico.
Fran te lamia con dulzura, con largos lametones de arriba abajo. Tú levantabas las caderas presa de las sensaciones. Tu cuerpo pedía más y formaba un nudo en la base de tu estomago. Se sentía tan bien que agarraste a tu novio del pelo, por lo que empezó a hacer vibrar su lengua y a lamer en círculos tu nudo más sensible. Justo cuando pensabas que no podías más, te introdujo un dedo, después de que lo aceptaras con facilidad, fueron dos, hasta que fueron tres. Sin parar de dar atención a ese punto donde los nervios de tus genitales se juntaban.
En unos minutos más te derretiste sobre sus dedos. Ambos jadeabais, tu casi perdiendo el conocimiento de tal climax y él asombrado por como habías estado.
- Che, no sabia que podías hacer eso. - se rió.
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walker-skull · 1 month ago
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El alien del baño
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No tenía intención de ayudar al monstruo, pero en cuanto vi que necesitaba ayuda, supe qué hacer. Mientras abría mi mochila, podía oler el extraño aroma de la criatura que había atrapado dentro. La viscosa criatura se deslizó por las baldosas y luego se escondió dentro de la ducha, entre las diversas botellas de champú que mi compañera de habitación había dejado allí perezosamente con el líquido limpiador goteando por los lados. Salí del baño en cuanto escuché el golpe.
—Vamos, hombre. Tengo que prepararme para ir a trabajar. Juca estaba en la puerta. Me apresuré a esconder mi bolso y luego tiré de la cadena para que pareciera que había estado usando el baño.
"Aquí tienes."
—Por fin, hombre. Pasó a toda prisa junto a mí y la puerta se cerró con un crujido. El agua empezó a correr y yo estaba esperando hasta que oí que la puerta corrediza de cristal se cerraba. Se oyó el crujido y entonces empujé la puerta para abrirla, esperando encontrar a mi compañero de habitación convulsionando en el suelo o algo así, pero en cambio estaba presionado contra el cristal de la puerta de la ducha. El vapor no había dificultado la visión a través de ella, así que todavía podía ver su polla y su cuerpo apretado. La viscosa criatura verde tenía una silueta entre sus piernas y cuanto más desaparecía dentro de él, más dura y larga se volvía la polla de mi compañero de habitación. La tensión en mis pantalones me hacía arrastrar los pies en mi lugar para ponerme más cómoda. El último baba verde se deslizó dentro de él y luego vi cómo se arrastraba justo debajo de su piel, apareciendo un bulto en su pecho y luego extendiéndose por todo su cuerpo. La ducha seguía funcionando y cuando se apartó del cristal continuó duchándose.
—¿Vas a entrar? —dijo, mientras el agua salpicaba sus hombros sobre la puerta. Me quité la ropa y dejé un rastro hasta la ducha, abrí la puerta y entré con mi compañero de cuarto. Casi de inmediato, me rodeó con sus brazos y me besó. Sus labios estaban suaves y húmedos por el simple hecho de estar debajo del agua corriente y podía sentir el cosquilleo de su bigote. Su lengua invadió mi boca mientras mis manos se deslizaban por su resbaladiza espalda y apretaban su apretado trasero. Su polla estaba presionando contra mí y podía sentir su palpitar mientras rogaba por placer. Me aparté y besé el cuerpo de mi compañero de cuarto hasta que estuve de rodillas con su miembro erecto en mis labios. Abrí lentamente la boca y rodeé la punta de su polla con mi lengua antes de llevármelo lentamente a la boca. Me moví y agarré su trasero para atraerlo más fuerte hasta que comenzó a empujarse. Lo acaricié mientras empujaba más rápido, su cabeza cayó hacia atrás para dejar escapar gemidos de esos labios húmedos. Antes de dejarlo explotar, me levanté y me giré contra el vidrio contra el que estaba presionado. Al principio dudó, pero luego sentí su polla deslizándose dentro de mí. Me estiré por encima de la puerta y me agarré de lo que pude hasta que el dolor se convirtió en puro placer, recorriendo mi cuerpo cada vez más a medida que él embestía dentro de mí. Podía sentirlo acumulando presión y tiré de mi propia erección hasta que me corrí, chorros blancos estallaron en el vidrio. Chase me estaba sujetando con todas sus fuerzas y luego, con grandes empujones finales, explotó dentro de mí. Sus jugos brotaron de mí mientras se retiraba. Me giré para mirarlo, notando el sonido de la ducha una vez más.
—Ustedes los humanos tienen un ritual de placer interesante —dijo. Era muy extraño oírlo hablar así.
- "Se llama sexo". Yo todavía estaba jadeando.
“Interesante. Será divertido aprender sobre la forma humana y todas sus capacidades”. Se miró a sí mismo, flexionó los pectorales y me hizo un pequeño espectáculo. Se me estaba poniendo un poco duro de nuevo.
“¿Ve algo de esto?”, pregunté.
—Él está despierto cuando yo estoy despierto, pero nuestras mentes se han unido y él siente lujuria por ti como yo ahora. —Me atrajo hacia él otra vez, su cuerpo goteando agua.
“Bueno, sigamos adelante para poder enseñar más sobre los humanos y tal vez más adelante pueda estar en la cima”.
“¿Qué significa eso?”, dijo.
—Tendrás que esperar y descubrirlo —le guiñé un ojo.
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chico--poetico · 4 months ago
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Extraño tus besos, que ocasionaban en mí un cosquilleo lindo y también eran excitantes.
Extraño tus abrazos, que ocasionaban en mí una seguridad y paz que anhelaba.
Extraño tus ojos, que cada vez que los miraba, quedaba más enamorado de ti.
Extraño tu aroma, el perfume que llevabas y tu esencia era lo mejor que yo haya olido.
Te extraño a ti, extraño todo de ti. Extraño que estés aquí, conmigo.
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mnsc-nikyy · 6 months ago
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Respiro
porque te sometí al exilio
de la existencia
si apenas al pensar
me tiemblan las ganas
de sacudirte la memoria
y explicarte
con ejemplos
el porqué el cosquilleo
entre lamerte
los miedos
y ser uno de tus deseos.
Y que al ser realidad
me des un suspiro
porque me ahogo entre
tu yo dichoso,
entre los versos a media noche
silenciosos
que apresurando al corazón,
a usted,
me estremecen la
cordura.
Respiro
porque te me convertiste en poesía.
-Mnsc
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flor-del-infierno · 6 months ago
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Un día desapareció el cosquilleo de ansiedad en el pecho, y el tiempo empezó a correr más lento. Los pensamientos cesaron; ahí murió todo. Dejé de sorprenderme, solo analizaba. Conocí todo lo que necesitaba, para darme cuenta que podía seguir aún si estaba sola.
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isacaosme · 8 months ago
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Cada vez que tú
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Es en tus ojos brillantes
donde deseo vagar,
en tu mirada excitante
donde yo anhelo morar,
el gesto más puro del clímax
en tus pupilas logras reflejar.
Cada vez que me miras...
Es tu carnosa boca
en consentimiento con la mía,
la humedad de fantasías,
que moja mis pensamientos,
un suspiro con descaro
exclamando su alegría.
Cada vez que me besas...
Son tus manos poderosas
donde guardas el perfume
de mis deseos más íntimos
los quejidos del placer
caricias con cariño repartidas
que atraviesan los sentidos
mil sensaciones vividas.
En las yemas de tus dedos
ahí estás con ese impulso,
cosquilleo que siento en la piel
es tu cuerpo desnudo,
el que mi alma estremece.
Cada vez que me tocas...
Isabel Fernández ®️
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deepinsideyourbeing · 2 months ago
Note
Puedo pedir a Fer Contigiani + daddy kink? Las cosas que le permitiría a ese hombre me haga harían llorar a mis viejos 🛐
Kinktober, Día 2: Daddy Kink
Regresar tarde luego de un ensayo o la presentación de una obra es una experiencia común para Fernando: está acostumbrado a caminar de regreso bajo la luz de la luna, recorriendo las calles vacías y silenciosas, pero realizar ese trayecto acompañado y sujetando tu mano es algo nuevo.
Cuando se deslizan bajo las mantas, en la que él cree es la séptima vez desde que comenzaron la relación hace tres meses, ninguno espera que la inocencia de sus besos se convierta en desesperación. Rompe el beso para respirar, sus nudillos rozando tu pómulo y tu mejilla mientras se recupera para volver a hablar.
-¿Qué querés?
Intentás sostener su mirada, siempre dulce e intensa, pero terminás dejándote vencer por la timidez y cerrás los ojos. Fernando siempre insiste con la comunicación y el contacto visual, repitiendo que es la forma en que puede comprender mejor tus deseos y tus reacciones, pero todavía no estás segura de poder tolerar -en el mejor sentido- la manera en que sus ojos te observan con atención y adoración.
Contestás rápidamente en voz baja y él ríe.
-¿Qué? No entendí- besa tu mejilla-. No tenemos que...
-Tocame.
Otro beso, esta vez en tu mandíbula, sus labios deslizándose sobre tu piel y su mano descendiendo lentamente por tu cuerpo. Cuando vuelve a hablar su voz suena más grave, más severa y casi desprovista de su encantador carácter, provocando un súbito cosquilleo entre tus piernas.
-Preguntame bien. Y mirame cuando lo hacés.
-Por favor, Fer, ¿me tocás?
-¿Dónde querés que te toque?- pregunta con una sonrisa. Mueve sus dedos en círculos sobre tu estómago, ahora expuesto porque la camiseta holgada que llevás puesta se arrugó, como si intentara hacerte cosquillas-. ¿Acá o...?
-Ahí- decís en un suspiro cuando roza tu centro por sobre tu ropa interior.
Perder el tiempo provocándote no está en sus planes y tira de la prenda para deslizarla por tus piernas hasta que esta termina rodeando tus tobillos. No esconde el hecho de que las puntas de sus dedos están ahora húmedas con tu excitación y cuando toca el interior de tus muslos para indicarte que separes las piernas, tu esencia deja una huella brillante en tu piel.
-Estás muy mojada, princesa, ¿por qué?
Ojalá no te torturara de esta manera, pensás mientras te mordés los labios en un intento de reprimir cualquier sonido, porque sus palabras sólo empeoran el fuego en tu interior. Preguntó lo mismo la primera vez que tuvieron sexo -antes de arrojar unas gotas de lubricante sobre tus pliegues y deslizarse entre ellos- y el simple hecho de escucharlo hablando de esa manera hizo que temblaras violentamente.
Esta vez sus palabras tienen el mismo efecto y como no espera una verdadera respuesta de tu parte, opta por introducir un dedo en tu calidez. Lo recibís sin mucha resistencia, contrayéndote una vez que desliza el dígito rítmicamente para acariciar tus paredes, el movimiento provocando en pocos minutos que el sonido de tu humedad se propague por toda la habitación.
Gira su muñeca y gemís con fuerza.
-¿Acá? ¿Sí...?- vuelve a abusar de tu sensibilidad y captura tus labios para silenciar tus sollozos de placer, pero también para ahogar el grito que dejás salir cuando introduce un segundo dedo. Curva ambos dígitos para consolarte-. Ya está, ya está.
Entre gemidos, y otros sonidos que le resultan adictivos desde el primer momento en que te escuchó, murmurás una palabra que no puede descifrar. Cuando ralentiza sus movimientos guardás silencio, por lo que comprende que no se trata de una palabra de seguridad o un pedido para que se detenga, pero te ve modular sin emitir sonido alguno cuando retoma la acción.
-¿Qué querés, bebé?- muerde tu mejilla sin mucha fuerza. Negás, liberándote de sus dientes, tus párpados cerrados con fuerza-. Decime, ¿qué es lo que querés?
Otra negativa. Suspira.
Mueve sus caderas, para permitirte sentir su erección y también para obtener un mínimo alivio, robándote un gemido agudo y cargado de desesperación. Incrementa su tempo, con su pulgar moviéndose expertamente sobre tu clítoris, pero son sus dedos llegando aún más profundo los que te hacen delatarte.
-Ahí- le suplicás-. Papi...
Intenta detenerse, convencido de que su mente lo está engañando, pero repetís esa palabra como un mantra y le cuesta horrores controlar sus acciones. Quiere hablarte sobre lo que está sucediendo, preguntarte si en verdad querés llamarlo así, pero tu voz lo hace sentirse débil y no está seguro de poder pensar correctamente. Mucho menos con toda la sangre de su cuerpo concentrada en su miembro.
Esconde su rostro en tu cuello y su respiración te hace gritar.
-¿Querés que papi te coja toda? ¿Eso querés?
-Sí- contestás casi gritando-, por favor.
Sonríe contra tu piel. Retira sus dedos.
-Decilo.
- @madame-fear @chiquititamia @creative-heart @llorented @recaltiente @delusionalgirlplace ♡
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nagycyra · 6 months ago
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Pequeña esposa
Advertencia: Los menores no participan en la historia, diferencia de tamaño, contenido NSFW. Resumen: Miguel no siempre llegaba todas las noches, muchas veces estabas dormida o él estaba en misiones importantes, pero las noches en donde sus tiempos coinciden son utilizadas de muchas maneras.
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Las rutinas casi siempre son las mismas, al menos durante algunas noches, no era aburrido, tener algunos pasatiempos y algunos deberes dentro del hogar eran suficientes para mantenerte distraída. La cocina se había convertido en una buena manera de perder el tiempo y esa noche era exactamente lo que querías, perder el tiempo.
Habías estado siendo particularmente activa en el día a día, casi se completa una semana que no veías a Miguel, sabes que se encuentra bien, sigue respondiendo tus mensajes sin problema alguno, asegurando que finalmente podrá regresar a casa. Ahí la razón por la que estás tan inquieta cocinando, haciendo un pequeño postre para ambos y una cena completa, asegurándote de hacer una porción más grande por si tu esposo estaba hambriento.
No sabías la hora en que Miguel volvería, pero no querías ser tomada por sorpresa, tan concentrada estabas que ni siquiera pudiste escuchar el peculiar sonido causado por el portal.
Miguel pudo observar con facilidad desde el comedor la forma en que te movías con rapidez por la cocina, sazonando la comida, lavando los trastes e incluso limpiando un poco las manchas que quedaban, la ternura que invadió su corazón fue suficiente para hacer que sonriera mientras la máscara que cubría su rostro desaparecía.
Con pasos sigilosos se acercó a tu pequeño cuerpo, solo pudiste darte cuenta de su presencia cuando fuiste arrinconada por él.
Soltaste un pequeño chillido de sorpresa mientras te sobresaltas al sentir la imponente figura de tu esposo detrás de ti.
—Miguel, dios, no me asustes así — te quejaste con un ligero sonrojo en tus mejillas mientras te dabas la vuelta para enfrentar a tu esposo.
Pero él no te lo permitió, sujeto tus caderas con firmeza mientras pegaba su cuerpo al tuyo, haciendo que sintieras su fuerte torso contra tu espalda mientras él se inclinaba y deja suaves besos por el costado de tu cuello, sentías como sus colmillos rozaban con tanta suavidad tu piel, provocando que sintieras ligeros cosquilleos que apenas podías soportar.
—Basta, me haces cosquillas — dices entre pequeñas risitas mientras Miguel sigue besando con suavidad tu suave piel, acariciando con sus dedos suaves patrones sobre tu cadera. Él veía la forma en que te retorcías bajo su toque, sus atenciones, tan bonita, tan linda a sus ojos. Apenas podía contener el deseo que lo consumía como una intensa llama, calentando todo su cuerpo a fuego lento.
—Te extrañé — murmuró suavemente cerca de tu oído, haciendo que un escalofrío bajase por tu espalda mientras tus mejillas se adornaban con un lindo color rojo, podías sentir cómo una de las manos de Miguel subía lentamente hasta llegar a uno de tus costados, introduciendo su mano entre la tela de tu delantal hasta llegar al borde de tu suéter.
—¿Debería? — preguntó Miguel con una sonrisa engreída al ver como el nerviosismo empezaba a invadir tu cuerpo, la forma en que te estremeciste cuando su mano finalmente tocó la suavidad de tu piel.
—Miguel…
Él tarareo con satisfacción al ver cómo te desmoronabas ante sus caricias, parece ser que él no era el único afectado por la lejanía.
Miguel arqueó una ceja al notar que no llevabas puesto sostén, su mano subió hasta tu seno izquierdo, apretando con cierta suavidad mientras provocaba suaves jadeos de tu parte.
—Tan necesitada — arrulló mientras daba besos en el costado de tu cuello, pellizcando tu pezón hasta que arqueas suavemente tu espalda, frotando provocativamente tu trasero contra el bulto de Miguel.
Él sonríe satisfecho por tus acciones, sabiendo perfectamente lo que ambos necesitan, tan desesperados por el toque del otro, tú comportándote tan accesible a sus atenciones mientras él no hace más que provocarte para desmoronarte en sus brazos, siempre haciendo lo que a él más le gusta, mostrándote de una forma tan bonita para él, tan amada y deseada, solo para él.
Disfrutas el toque de tu esposo, sabe como provocar tu cuerpo, él sabe perfectamente los puntos más sensibles y cómo acceder para poder ser más estimulante de la mejor forma.
Miguel sacó su mano de tu ropa, estaba cansado de ser tan paciente, con una rapidez asombrosa, te dio la vuelta solo para levantarte en su hombro como si fueras un costal de papas.
—Miguel, la comida — chillaste con algo de sorpresa mientras una sonrisa divertida se dibujaba en tus labios — No es nada agradable ser follado por ti mientras un posible incendio ocurra en mi cocina.
Tus palabras fueron reemplazadas con un pequeño grito al sentir como Miguel te daba una bofetada en el trasero, provocando que tus mejillas se sonrojaran mientras él caminaba contigo directo a la habitación.
—No deberías preocuparte por eso ahora — contestó Miguel para después abrir la puerta con su mano libre. Risas salían de tus labios al ver cuan desesperado estaba por ti, como si fueras su mayor vicio.
—O´Hara, ¿acaso estás tan necesitado? — preguntaste con una sonrisa pícara mientras sentías como Miguel se adentraba con rapidez a la habitación y te dejaba sobre la cama.
Alzaste tu mirada para verlo, tu corazón dio un vuelco al ver el brillo depredador en los ojos de Miguel, un rojo tan intenso como un rubí, un deseo que era casi palpable, imposible de ignorar, oh, sabes perfectamente que tu esposo lo que menos necesita es escuchar tus burlas, pero, provocarlo muchas veces es lo mejor.
—Bebé, adoro escuchar tu voz — habló Miguel con un tono bajo, casi como un murmullo, su mano sostuvo con suavidad tu mentón para que no desviaras tu mirada de él — pero en estos momentos prefiero que uses esa linda boquita en otra cosa.
Tus mejillas se sonrojaron ante esas palabras, inconscientemente volviste a ver el bulto que sobresalía entre las piernas de Miguel, él no intentó detenerte, sabe perfectamente la forma en que tu cabecita trabaja, la forma de hacer que unas simples palabras confundan tus bromas hasta convertirlas en un innegable deseo.
Mordiste con suavidad tu labio inferior mientras sentías como Miguel empezaba a deshacerse de tu ropa, de una forma tortuosamente lenta, deshaciendo el nudo de tu delantal solo para lanzarlo a algún lugar de la habitación, tu cuerpo se calentaba lentamente, casi volviendo desesperante la idea de esperar.
Sin dudarlo, te quitaste el suéter, dejándolo mientras Miguel te quitaba tus pantalones cortos junto con tus bragas, dejándote totalmente expuesta ante él. Jurarías que por un momento lo escuchaste gruñir, como si el solo hecho de verte en ese estado fuera suficiente para causar estragos en todo su cuerpo.
Miguel puso sus manos sobre tus rodillas, abriendo tus piernas mientras tu te acostabas y observabas la hambrienta mirada de tu esposo, tu corazón latía rápido mientras sentías el aliento de Miguel entre tus muslos, él se había agachado hasta poder dar suaves besos en tus muslos, subiendo lentamente hasta llegar a tu sensible coño, la humedad de tu excitación era evidente, algo que hizo sonreír a Miguel, mostrando sutilmente sus colmillos mientras subía su mano hasta acariciar tu sensible clítoris con su pulgar, haciendo movimientos de círculos sobre tu manojo de nervios.
Tus suaves gemidos inundaron el silencio de la habitación, sonabas tan bonita, solo para él.
—Miguel, deja de jugar — te quejaste, haciendo que tu esposo soltara una pequeña risa ante tus protestas.
Miguel deslizó dos dedos a través de tus húmedas paredes, chupando tu sensible clítoris, curvando sus dedos para tocar ese punto dulce que siempre te hacía enloquecer.
Pusiste los ojos en blanco al sentir como tu cuerpo empezaba a estremecerse a causa del placer, estabas tan cerca del clímax, sentiste la tensión en tu vientre como un nudo que estaba a punto de soltarse, hasta que Miguel se detuvo abruptamente, alejándose un poco mientras sonreía al ver ese lindo puchero en tus labios.
Solo pudiste escuchar el sonido de su traje desaparecer, su imponente figura sobre tu cuerpo, una de sus manos alineaba su dura longitud contra tu húmeda entrada, no tuviste tiempo de reprochar, sintiendo el estiramiento de tus paredes mientras su gruesa polla se hundía profundamente en tu interior. Tu calidez apretaba deliciosamente su polla, te sentías tan llena, tan sensible, corriendote sobre su polla mientras gimoteas, fue el único empuje que necesitas para que la tensión de tu vientre se suelte en un delicioso orgasmo.
Tu mente estaba aturdida, el placer provocaba los estragos que tu cuerpo necesita después de todos esos días sin verlo. Tus paredes apretaron maravillosamente la polla de Miguel, teniendo pequeños espasmos mientras tu orgasmo se prolongaba al sentir como Miguel empujaba, su punta golpeó ligeramente tu cuello uterino hasta que te aferraste a las sábanas bajo tus manos. Arqueando suavemente tu espalda mientras Miguel se inclinaba y deposita suaves besos sobre tu cuello, sintiendo los temblores de tu cuerpo.
—Aférrate a mi — arrullo suavemente cerca de tu oído mientras tomaba tus manos con suavidad para guiarlas a sus fuertes hombros.
Te aferraste a él mientras sentías como empezaba a bombear lentamente, dejando que tu interior se adaptara a su tamaño, era sorprendente cómo había pasado cerca de una semana y ya estabas tan apretada.
Miguel te arrullaba con suaves palabras, diciendo lo bien que lo estabas tomando, lo apretada que estas para él, la hermosa esposa que eres. Tu mente estaba aturdida ante las palabras de Miguel, sintiendo como el ritmo de sus embestidas aumentaba hasta hacer que tu cuerpo cediera completamente a Miguel.
Su dura polla estiraba tus paredes, tocando tus puntos sensibles, golpeando una y otra vez mientras tu arañas sus hombros, el golpeteo constante de la cabecera hace acompaña tus gemidos mientras Miguel suelta unas maldiciones al sentir como lo apretase.
—Eso es nena, lo haces tan bien, te sientes tan, tan bien
Su voz era profunda, llena de lujuria, jugando con tu mente nuevamente mientras volvías a arquear tu espalda y gemías su nombre, la tensión en tu vientre aumento con cada embestida de Miguel, tus gemidos se volvieron más agudos mientras cerrabas los ojos.
Tus paredes apretaban la polla de Miguel, tu orgasmo te golpeo con fuerza, haciéndote gemir, pero esta vez tus gemidos fueron silenciados con un apasionado beso de Miguel, sus lenguas danzaban en una desordenada competencia, pero estabas tan borracha del placer que Miguel pudo dominar con total facilidad. Las embestidas de Miguel se volvían cada vez más erráticas hasta que sentiste como tu interior era llenado con el cálido semen de Miguel.
La respiración de ambos se había vuelto superficial, tus mejillas estaban sonrojadas, sin poder evitar el desastre húmedo entre tus muslos. Miguel soltó un pequeño suspiro mientras salía de tu interior para después notar como su semen se desbordaba de tu entrada, causando una escena tan erótica para él.
—Eso, fue bueno —dijiste entre pequeños jadeos, ingenuamente creías que eso era suficiente para Miguel, pero tu esposo no se conformaba con solo eso.
Te sobresaltaste al sentir como Miguel tomaba tus caderas para girarte y hacer que tu cuerpo quedara acostado boca abajo, intentaste protestar, pero sentir como su dura polla se hundía sin piedad en tu interior te hizo gemir, tu cuerpo estaba tan sensible que tus balbuceos sonaban como placenteros gemidos, por suerte para tu aturdida condición, Miguel empezó a moverse con más lentitud, pero eso solo hacía que tus paredes lo apretaran deseosamente, como si quisieran ordeñarlo hasta la última gota.
Tus manos apretaban las sábanas, aceptando todo lo que te daba, tu cuerpo cediendo al placer hasta que en algún punto de la noche, no pudiste seguir el paso, quedando en un profundo sueño.
A la mañana siguiente, despertaste con pesadez, tu cuerpo estaba adolorido, no solo por los chupetones que Miguel había dejado por todo tu cuerpo, especialmente tus muslos y espalda, también porque no recordabas cuántas veces habías llegado al clímax.
La calidez de Miguel hizo que te sintieras reconfortada, acurrucándote sobre su pecho mientras él acariciaba suavemente tu cabello.
—Buenos días amor — saludó con una sonrisa en sus labios, ¿Cómo no iba a estar feliz después de todo lo que hicieron?
Tu mente divagaba entre esos recuerdos, provocando que el calor de tus mejillas aumentará, no querías decir nada extraño en la mañana, te dolía un poco la garganta después de haber gemido toda la noche, pero, había algo que no podías evitar pensar.
—Entonces — tus palabras fueron suaves, era un poco torpe pero simplemente no podías sacarlo de tu cabeza — ¿si apagaste la estufa?
Miguel soltó una carcajada al escuchar tu pregunta, acababan de verse después de varios días, fuiste reclamada sin piedad por él, ¿solo te preocupabas por eso?
—Si, apagado, por Dios — contestó Miguel con una sonrisa mientras te abrazaba con más firmeza, aferrándose a la calidez de tu cuerpo. 
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