#bonten arc
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catcoffeen · 7 months ago
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Vivienne westwood galore 🌸🪐💫
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iadoremik3y · 5 months ago
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You added them by mistake, thinking they where your cat sitter.
Including, koko, Mikey and ran.
BONTEN
Part 1 part 2
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mochiswifey · 11 months ago
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TOKYO REV GAG
TAKEOMI: Do you have LINE?
Y/N: No, but you certainly have LINES. On your forehead.
TAKEOMI:
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doramai · 7 months ago
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THEY'RE SO DORAMAI CODED (BONTEN ARC) I'M CRYING
Manga by Yuno Ichika (Twitter)
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rubimoon45 · 24 days ago
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DELICIOUS TEMPTATION ON A COLD HEART
-Ran Haitani x fem!reader
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/ You can traslate to your lenguage if you want to dead it /
Words: 16,3 k
Synopsis: the Haitani´s Empire is wealthy and powerwful over all Roppongi. Bonten is dangerous than ever.
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Ran Haitani era su prometido a los veintidós años.
A Hope Wägner le gustaba la pintura. Le gustaba retratar la realidad a través de sus ojos, aunque fuera en paisajes angustiosos y espacios abarrotados, que era como se sentía cuando las emociones la inundaban y sumían en una profunda tristeza. Su familia vivía en una residencia japonesa tradicional, descendientes de unos inmigrantes alemanes durante la Segunda Guerra Mundial que se instalaron ahí para hacer fortuna evitando directamente el conflicto; nadie les dijo que poco más tarde las dos bombas atómicas golpearían las islas vecinas, pero ellos se asentaban en la capital, en la isla grande, entonces no tuvieron problemas. Aunque de juntaron con nativos y legitimaron su presencia en diferentes generaciones, los Wägner no seguían la cultura y costumbres japonesas. Lo único a lo que eran cercanos era a la comida con palillos, las tradiciones más conservadoras para algunos casos y la lengua; lo demás, era pura fachada. Eso sí, dejaron de hablar alemán cuando su bisabuelo, el fundador, decidió que era una pérdida de tiempo cuando el inglés ya estaba asentado y Alemania ya no era más que una potencia mundial dentro del continente europeo.
Fuera lo que fuese, les gustaba recordarle a los demás quiénes eran. Aunque vivieran en una residencia con toda la organización al estilo japonés, con tatami y todo, solo seguían las costumbres para momentos muy específicos. Celebraciones de aniversarios, acontecimientos,... Todo lo que envolviera a la entrada de otras personas en el hogar. Su hermana pequeña y ella habían recibido una estricta educación, conservadora y muy rígida en cuanto a sus responsabilidades para el futuro.
Una vez estuvo comprometida con un hombre más anciano que ella, pero el compromiso fue rechazado por la otra parte por conflicto de intereses. Podría decirse que su hermana siempre había sido la favorita, y cuando llegó enseguida una propuesta de matrimonio para ella, pronto la aceptaron. Ella estuvo radiante en su boda, con su kimono tradicional y el intercambio de alianzas y presentes, a pesar de la sonrisa burlona que le estuvo lanzando durante todo el proceso. Hope estaba acostumbrada a eso, a que su hermana se burlase en silencio de ella cuando había gente y a la cara cuando estaban solas, sabiendo que no respondería porque siempre tenía las de ganar. Pero lo que Hope supo en esa celebración es que su hermana no quería casarse, pero no le quedaba opción porque, ya con el rechazo de la propuesta de matrimonio a Hope y el enfado de su padre, no le quedaban muchas opciones. Era eso, o casarse directamente con el antiguo prometido de Hope, lo cual era clara ofensa a su orgullo.
En esa boda también conoció a varias personas. No muy interesantes, pero algunos divertidos. En el fondo, esperaba que sufriera lo que ella se había guardado desde que su madre la abandonó en esa cárcel.
Al año siguiente, le llegó a ella una propuesta. Esta vez, de una persona a quien su padre conocía estrechamente por los negocios que llevaban en la capital y la costa norte del país. No sabía el qué, pero dudaba de que su madrastra supiera sus planes por la cara que puso cuando el hombre se presentó en la residencia familiar. Resultó ser la primera opción a prometido de su hermana... Con lo cual las cosas ya empezaban mal. ¿Por qué un primer hijo querría casarse ahora con la segunda hermana, aunque fuera la mayor, y encima la bastarda? El destino era cruel, y cuando Hope tenía la oportunidad de vivir su vida sin estar atada a otro hombre, su mano quedaba entregada a otro. Lo único que le dijo cuando la vio, en el jardín interior, fue que se lavase las manos cuando él estuviera cerca; en ese momento, las tenía manchadas de pintura seca por los dedos y las palmas.
Hope supo que lo odiaría
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Se convirtió en su marido al año siguiente.
Los preparativos de la boda fueron rápidos. Muy rápidos. Una diseñadora le tomó las medidas y ese mismo día tenía el vestido listo, de estilo occidental en vez de tradicional; más tarde se enteraría que era un vestido de alquiler. Por supuesto, su madrastra no iba a gastarse el mismo dinero en ella que en su hija biológica, que estuvo radiante en su boda, la primera de las dos hermanas, y su hermana bastarda no iba a arruinarlo todo por ser ahora la segunda opción de aquel hombre.
Su padre le explicó que el matrimonio era un contrato un día en su despacho, sin andarse con rodeos, y le contó que era de sumancia importancia que no se divorciara. Más bien, la amenazó: si rompía el matrimonio, si él proponía el divorcio, se iban a encargar personalmente de ella y moldearla para su siguiente marido. También le habló de la importancia de que tuviera un hijo que uniera a los Wägner indefinidamente con la familia Haitani, pero de eso escuchó poco más que lo importante.
Sabía que su familia la odiaba, pero no se imaginaba que tanto como para matarla a palos y casarla con el primer hombre que la viera mínimamente atractiva. Claro, que la educación que ellas siempre tuvieron fue conservadora y enfocada en la reproducción del linaje. Al final, los Wägner tenían como descendientes directos dos mujeres; no les quedaba otra que extenderse a las familias más importantes. Los Haitani debían de ser dioses para que incluso su padre agachara la cabeza al ver a su prometido en la boda.
No hubo noche de bodas. Ran lo dejó claro cuando entró en la habitación y la miró, sentada en la cama con el vestido de novia aún puesto y los ojos clavados en el suelo. Hubo un momento, muy corto, que ella lo miró por voluntad, y fue para verlo quitarse la chaqueta del traje... No mentiría al decir que tuvo miedo de lo que podía hacerle. De lo que podía pasar en esa habitación con ellos dos solos... Pero Ran solo la cogió de la barbilla, forzándola a mirarle, y le examinó la cara el tiempo suficiente como para que ella supiera que las segundas opciones eran válidas, pero no suficientes. Después de eso, la soltó, le dijo cuatro palabras, y se marchó cerrando la puerta.
Su primera noche como casada, entonces, fue ella durmiendo sola.
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Ran Haitani le daba miedo.
A los dos años de matrimonio, supuso que la visión de su padre sobre ella debía de ser meramente satisfactoria de no ser por el hecho de que todavía no habían noticias de un embarazo. De cualquier forma, no intentó ponerse en contacto con ella desde la boda... Y si lo hizo, sus guardaespaldas, pagados por Ran, hacían un buen trabajo protegiéndola aunque fuera de una persona que estaba atada a ella por sangre.
La habitación de Ran siempre estaba cerrada, como si no quisiera enseñarle al mundo lo que había detrás de esa puerta de madera pintada y pulida de blanco. La realidad era distinta. No quería enseñarle a ella lo que había al otro lado. ¿Por qué iba a esforzarse sino a evitarla por completo? Una forma de decirle que no husmease ni en su despacho en su dormitorio; traducido a que nunca tendría la necesidad de verlo.
Lo único bueno de ese matrimonio eran dos cosas:
La primera, es que tenía su propio estudio de arte en la casa, en la planta de abajo del apartamento. Ahí guardaba todo el material de estudio que necesitaba, desde libros de arte hasta sus cuadros y pinturas. Un regalo de bodas, le dijo una vez Ran al poco tiempo de casarse. En una de sus pocas conversaciones.
Y segundo, no veía a su marido tan a menudo. Al parecer, su trabajo le obligaba a estar fuera el tiempo suficiente como para que ella viviera su vida y él la suya. Tal vez fuera lo mejor, dado que tampoco se esforzaba en llamarla o en hacer que alguien del servicio le informase de sus movimientos, por lo que tenía entendido.
Pero lo que realmente le daba miedo de Ran Haitani era su imprevisibilidad. Siempre aparecía cuando ella pensaba que iba a estar en otro lado más tiempo. Pareciera como si quisiera sorprenderla hasta el punto de provocarle un infarto. Una vez, ella se había dormido en el sofá del apartamento, que no tenía más paredes que las necesarias y todo estaba abierto y conectado, y él la había despertado pensando que iba a estar solo y casi aplastado. Hope casi lo mató. Otras veces simplemente aparecía y la ignoraba tanto como una persona cortante podía hacer, pasando por el lado de ella sin decirle nada y marchándose. Tal vez también fuera lo mejor, para no encariñarse con alguien que no se esforzaba por su parte en hacer que aquello funcionara.
Aparte de que la ignoraba, no la trataba mal con su vacío y su apenas interés sobre ella. Se olvidaba de que existía y vivían en la misma casa. No sería la primera vez que escuchaba una conversación entre dos guardaespaldas que pensaban que estaban solos, pero ella estaba escondida en alguna zona para alcanzarlos, sobre los horarios de ambos y que iban a chocar por un malentendido entre sus protectores. Desde el primer momento en el que se casó, le dejaron claro que el trabajo de Ran era más importante que aquel juego de familias.
Él lo demostró con esplendor el resto de su matrimonio.
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Ran Haitani una vez le regaló un ramo de rosas... Pero porque se equivocó de dirección.
A Hope le gustaba sentarse por las mañanas en la mesa del comedor a desayunar y a leer las noticias del mundo del arte y la restauración. Más que una asignatura de sus estudios, era ya una costumbre.
También solía ser una costumbre que lo hiciera todo sola. Desde la hora en la que se levantaba, se arreglaba para ir a continuar sus estudios en la universidad acompañada de la seguridad que la protegía y regresaba para cenar hasta acostarse. Todo muy mecánico. En dos años de matrimonio, en ningún momento había compartido nada con su marido. Y por alguna razón, el grito de la criada prominente de la cocina la sorprendió.
-¡Señora, mire!
Tontamente se acercó, y las examinó. Eran rosas rosas, que por la apariencia parecían recién recogidas por la brillantez de sus pétalos. ¿Habían floristerías especializadas en eso? ¿Cómo era posible que pudieran cuidarse las flores y mantenerlas en ese estado? Hope ne ese entonces se hacía muchas preguntas. Era lo que se llamaba una chica muy inocente a la hora de captar las cosas; vivir encerrada la mayor parte de su infancia y adolescencia era lo que generaba que se comportase de esa forma. Por eso, su corazón y su cabeza se unieron pensando que alguien como Ran Haitani podía estar interesado en alguien como ella. Hasta que se acercó y vio la pequeña nota escrita a mano entre las rosas, entre sus pétalos sangrientos. Hope tuvo el error de leerlo en alto; la dedicatoria y la firma, y el mensaje final en el dorso de la nota.
-Es muy romántico -le dijo la criada sonriendo, y mirando a las rosas con un brillo en los ojos. Y lo hubiera sido de no ser por un pequeño detalle.
Ella no tenía ningún apodo, de hecho, lo único cariñoso entre muchas comillas que le habían llamado era por su color de pelo pelirrojo y era su madrastra de forma despectivamente. La criada tuvo que adivinarlo por la expresión que pasó a estar en su cara, y a apretar desde dentro su corazón.
-Lo siento, señora, yo no lo sabía. Yo...
Hope negó con la cabeza, dejando la carta en la encimera a su lado y mirándola con una suave sonrisa. Puede que su corazón doliera, pero ella seguía teniendo -necesitaba, mejor dicho- que ser fuerte para el futuro. Para que cosas de ese estilo no la pillaran por sorpresa como aquello, que incluso a la hora de recordarlo, dolía.
-No importa -le respondió, y volvió a dejar la nota entre los pétalos-. Llévalo al despacho de Ran.
Lo supo, entonces. La realidad de aquello. Los verdaderos motivos del por qué apenas le prestaba atención y cuando la veía pasaba por su lado como si nada estuviera con él en la casa. Había otra persona en medio, si es que en algún momento hubo un algo entre los dos; lo dudaba, por supuesto.
No volvió a cometer el mismo error dos veces.
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Ran Haitani nunca se fijaría en una chica fea como ella. Era lo que su madrastra le dijo en sus preparativos de boda. Nunca se fijaría en una cara pecosa e imperfecta, en un pelo naranja y tan rizado que le ocultaba la cara y menos en un cuerpo esmirriado como el suyo.
Dos años.
Llevaba dos años con la misma rutina aburrida que empezaba a ser ya algo automático en su cerebro. Levantarse, ponerse decente y salir un mínimo de tiempo, si es que ese día podía, y actuar con la misma personalidad con la que le dijeron que actuase por su bien.
Lo peor era que, de haberse negado a vivir un horario simple y repetitivo, sin nada de emoción que pudiera hacerla sentir viva de nueva en su vida, aún larga, podría haberlo hecho. Pero lo que peor podría haber hecho hubiera sido negarse y seguir viviendo su vida como si nada, soportando las consecuencias de sus actos y las falsas miradas que recaerían sobre ella por actuar como una niña.
Las gotas de agua golpeaban el cristal de la habitación de la casa en la que estaba. Ahí fuera diluviaba como si el mundo estuviera llorando. Los carteles neón del centro del distrito jugaban con la imaginación y el ángulo de cómo alguien, si se asomaba ahora por la ventana, desde los pisos más alto, podría reconocer un local glamuroso o de mala fama. No había ni un alma fuera, por lo menos que se viera. Donde ella estaba era una de las plantas más altas del edificio, probablemente del rascacielos más temido e importante del distrito. El vidrio que hacía contacto con el exterior estaba opacado por dentro, vaho que con un manotazo se esfumaba y te dejaba la extremidad chorreando. Seguramente había gente paseando por las calles, sin preocupaciones más que llegar a sus casas intactos y porque el paraguas no saliera volando a la mínima ráfaga de corriente.
-Señora.
Otra rutina. 
Estar sola y que de repente alguien la interrumpiera en su soledad para decirle algo. De normal podía ser alguna de las sirvientas que hubieran acabado sus qué haceres y se preocupasen por lo que ella estuviera haciendo. Ella simplemente las despedía con amabilidad y les deseaba una buena noche y que si necesitaban algo llamaran al número que el señor les había dado para emergencias. A veces incluso les pedía que la llamaran cuando llegasen a casa, solo por seguridad o si era uno de esos días en los que las calles del distrito de Roppongi estaban llenas.
Luego estaban los hombres que se encargaban de la vigilancias, pero esos apenas intervenían en la vida de ella lo suficiente como para nombrarlos. Era más fácil llamarlos por teléfono o decir el nombre de alguno para tenerlos delante y dispuestos a todo. Estaba segura de que si les pedía que se pegaran un tiro en la cabeza, ellos simplemente lo harían por fidelidad.
Esta vez, era una de las criadas. Una señora bajita y regordeta, de pelo oscuro tirando a canoso siempre tenso en un moño tras su cabeza. Era quien solía ayudarla con el desayuno y el resto de comidas y quien cambiaba las sábanas. Veía más a esa mujer que al resto de personal de la casa. Aunque eso tampoco era extraño. Normalmente se quedaban en la cocina o aparecían cuando se les necesitaba para algo en concreto. Había algunos momentos en los que estando sola tenía que llamar a alguno, aunque solo fuera para un capricho puntual, para recordar que realmente no estaba sola en aquel enorme y lujoso apartamento. Solo por sus decisiones.
-Han llamado de la oficina -continuó hablando incluso sin que la mujer a la que se lo decía estuviera atendiendo-. Han surgido unos inconvenientes. Seguramente se retrase.
-¿Ha dicho algo acerca de eso?
-No, señora.
Era como siempre, entonces. 
Cenar y acostarse sola, quizás leyendo algún libro con el que despertaría a la mañana siguiente cerrado y marcado en la mesita de noche y las gafas de lectura sobre este, osadamente. Otra costumbre más. Se llevó la mano hacia el pecho y acarició suavemente la zona, sintiendo el tacto del jersey gris bajo sus dedos y parte de la melena que caía sobre sus hombros y más abajo.
Se dio la vuelta, muy lentamente, y sonrió tensando los labios con un asentimiento. Tenía la mano sobre el cuello.
-Gracias.
-También le han llamado algunas de sus amigas, señora -dijo-. Preguntaban si le apetecería salir esta noche a dar una vuelta.
Ella se extrañó suavemente.
-¿Cuáles?
-Solo dijeron que eran conocidas de la universidad.
Suspiró.
Sus nervios se relajaron.
Claro, que cuando seguía las mismas rutinas tenía consecuencias. Y la gente lo notaba. Cuando no era la perfecta y hermosa esposa de un hombre que apenas pasaba tiempo en su casa y se atrevía a plantarle cara, estaba en la universidad continuando los estudios a los que por suerte le habían permitido seguir accediendo en su posición. Siempre y cuando llevase a los escoltas para ahorrar los disgustos que pudiera generar su desaparición, aunque eso solo complicaba algunas cosas. No era la primera vez que entraba en la biblioteca del campus y tenía que ordenar a los guardaespaldas que se desplegaran y actuaran con normalidad solo para no llamar la atención.
A la gente no le gustaba ser vigilada cuando no estaba haciendo nada ilegal. Ella era la primera que deseaba no ser controlada por unos hombres que más caso le hacían a su marido que a ella, pero eso no estaba en disposición de ser discutido. Porque, como ya se había dicho y estaba acostumbrada, Hope nunca veía a su esposo como un esposo completo. De hecho, estaba muy lejos de ser uno de esos maridos afables y cariñosos cuando pasaba más tiempo en su trabajo que con ella, hablando por teléfono y apenas diciendo algo bonito o interesante las pocas veces que se veían en el ático. Podría haber sido peor, le habían dicho, porque podría haberle tocado el marido abusador y temeroso que muchas películas del cine extranjero retrataban con la realidad tóxica del siglo más avanzado en sociedad.
Ella agradecía eso en silencio, pero tampoco la llenaba de satisfacción. No era la primera vez que Hope se levantaba y veía su lado de la cama intacto, o la mitad de su ropa desaparecida del armario durante una semana; normalmente solo estaba una semana fuera, porque cuando se levantaba al inicio de la siguiente el armario volvía a estar lleno de ropa y a veces, aunque muy rara vez, con una caja negra y un lazo blanco de seda en el hueco de la estantería que correspondía a sus collares. También llevaba una tarjeta, firmada a mano, que ponía «UN REGALO DE MI ÚLTIMO VIAJE». Podía variar, pero en lo general solía ser ropa que quedaba en el olvido dentro del enorme armario dividido.
Probablemente recordara el incidente de las rosas y quería que le perdonase... Pero eso era el pasado, y no era algo que un orgulloso hombre de negocios haría. Sonaba más a cuento de princesas. Tampoco tenía derecho a quejarse. Por lo menos le permitía tener una cuenta separada de la suya, mantener su vida privada en eso, privada, y su apellido aunque a regañadientes.
Y seguir estudiando.
-¿Algo más?
-Sí -la escuchó titubear sobre la información que debía soltar. Hope la miró con tranquilidad, esperando en silencio a que la señora en edad hablara sin miedo. Se mordía el labio, con el sudor cubriendo su frente-. Ha llamado alguien de su familia, señora.
Hope inspiró con fuerza. La lluvia no parecía querer detenerse. Otra noche, al parecer, sola en aquel enorme ático.
Hubiera sido más fácil decir que no.
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Ran Haitani hacía unas entradas de cine, según planeaba su cabeza.
Hope no había heredado nada de su familia. 
La única persona a la que podía tenerle más o menos cariño después de aquella encerrona hacían ya dos años era una de sus tías, y que había insistido mediante llamadas y continuas invitaciones a tomar té después de la universidad en hablar y contarle todos sus problemas respecto al matrimonio. Era una mujer fuerte, de carácter, que recientemente había caído enferma y estaba en el hospital debido a su condición. Pero eso no le quitaba fuerza. Lo cierto era que, y lo decía muy sorprendida, su matrimonio era bastante cómodo. No tenía que preocuparse por aniversarios porque la otra persona nunca estaba en casa, y lo poco que se decían era mediante mensajes, indirectos o directos, cartas o regalos sutiles que a veces se encontraban.
Ya era una costumbre para ella encontrarse algún regalo en el enorme armario de la habitación compartida, como una especie de disculpa a todos esos días sin haber hablado, y que ella le dejara algo más en los cajones donde guardaba las corbatas... Pero a más que eso no llegaban. Su tía apenas le insistía, a diferencia de los pocos que llegaban a saber de su matrimonio ya fuera por fuentes directas y cercanas, en que intentase algún movimiento con un hombre que apenas pasaba tiempo en casa. Que estaba en su total derecho de manifestar su opinión cuando la casa también estaba de ella; las escrituras del ático en realidad eran propiedad de él, y lo sabía, pero el discurso feminista siempre quedaba bien en ella y su perseverancia. 
Aquel era uno de esos días en lo que habría salido de la universidad y antes de entrar al coche con sus guardaespaldas se habría encontrado con su sonriente y elegante tía esperándola en su propio coche. Ella también tenía guardaespaldas, pero siempre los despachaba a otros lugares para que no la molestaran. Ojalá Hope pudiera hacer eso y no tener consecuencias luego; aunque nunca había probado a decírselo a él.
Su tía era una de esas mujeres elegantes e intocables que había ganado fama en su mundillo de la moda gracias a dos cosas: la influencia de su familia, pues un buen nombre contaba más en las altas esferas que uno cualquiera entre la gente media, y unas ideas innovadoras que consiguieron mejorar un campo que hasta su llegada había estado lleno de buitres y no se aprovechaban bien las relaciones entre conocidos poderosos. 
Sin embargo, no estaba allí donde siempre la esperaba. Ni más allá. Pese a ser uno de esos días en los que la lluvia era una preocupación pero no el tema del momento, Hope sabía que debía tener cuidado con los charcos de barro en el suelo para no ensuciar la alfombrilla del coche; que ella no limpiaba, pero siempre era de ayuda. Directamente no estaba, y eso se le hacía difícil de tragar. Ahora era cuando le tocaba tomar aire y darles la orden de llevarla al hospital.
Y así lo hizo.
En poco menos de veinte minutos llegaron al hospital donde su tía estaba hospitalizada. Sobre todo era difícil cuando uno de los guardaespaldas se acercaba por sus espaldas y le preguntaba si algo iba mal. Era obvio que algo iba mal. La persona a la que mínimamente podía haber querido más en aquel mundo estaba hospitalizada y aún no se sabía qué le pasaba. Todo comenzó hacía nueve meses, cuando le detectaron un simple bulto en pecho después de pasarse semanas y semanas tosiendo y quejándose por fatiga. Fue a la primera a quien se lo dijo, y después al resto de la familia, que por motivos personales siempre estaban ocupados con sus trabajos o asistiendo a Dios sabía qué en el extranjero o reuniéndose con qué tipo de personas.
Su cuarto estaba lleno de flores, todas blancas o de colores claros y dulces, a juego con las paredes blancas enfermizas y las baldosas verdes azuladas. Hope odiaba esos colores. Siempre la estresaban, y sabía que de estar en el cuerpo de su tía jamás hubiera permitido una decoración como esa para la habitación en la que me estaría sometiendo a más de diez pruebas semanales. Ella estaba ahí, recostada, frunciendo el ceño cuando entró y criticando el estilo de algún conjunto que su secretario le habría enviado por correo para supervisarlo. Instantáneamente cuando la vio dejó de fruncir el ceño, mientras Hope dejaba lo que había traído con ella en una cómoda de madera con un florero blanca y vacío y se acercaba a ella para darle un beso en la mano libre. 
   Los hombres se quedaron fuera vigilando quién entraba y quién salía. Cuando la llamada cesó, su tía miró con la ceja arqueada a los hombres que custodiaban la entrada como perros falderos.
-Son perritos falderos -comentó haciéndoles un gesto despectivo con la mano, cerrando la tapa de la carcasa sobre la pantalla del móvil con fuerza-. A ver cuándo les pierdes de vista un poco. Así no se puede hablar.
-No es tan fácil -le respondió, soltando una pequeña risita nasal-. Casi ni los noto.
Era mentira, pero apenas con hechos creíbles. Lo cierto era que su presencia solo salía a la luz cuando era necesaria, y que le intentaban hacer la vida lo más cómoda posible a como debió de ser antes de su compromiso.
Cuando estaba en casa, ya estuviera en la planta de arriba trabajando o abajo haciendo cualquier otra cosa, lo más cercano al contacto con alguien de su misma especie que podía tener era cuando la criada que solía limpiar lo que ella ordenaba le preguntaba si estaba bien lo que hacía o lo que repasaba, o alguna vez la cocinera cuando le preguntaba si había algún plato en especial que quisiera almorzar. El único contacto que tenía con los guardaespaldas nada más se casaron era cuando salía a la calle o hacía el amago que hacerlo. Llevaba dos años con esos dos hombres que la seguían a todos lados y apenas le hablaban directamente.
La primera vez que había escuchado sus voces fue por casualidad. En el coche, cuando el conductor del vehículo que llevaba siempre su marido le preguntó dónde podía aparcar mejor porque ese día había coincidido con un mal reparto de los horarios. No volvió a escuchar a su guardaespaldas hablar con el otro tipo desde ese día. Poniéndose en lo mejor, ese hombre estaba despedido y buscando empleo fuera a lo que se dedicara; en el peor, estaba perdido y se le buscaba tras una orden de detención.
Quién sabía.
Nadie le contaba nada y su esposo tenía tan poco interés en ella que las pocas veces que se veían en el ático hablaban o se quedaban en la misma habitación; él porque tenía cosas que hacer y ella porque aún tenía la dignidad suficiente como para no arrastrarse a sus pies y se marchaba al estudio.
El poco pelo de las cejas oscuras de su tía se movieron e hicieron una curva de preocupación. De entre todas las personas que Hope conocía, esa mujer era de las pocas que conocían cuándo mentía o cuando estaba hablando enserio. Desgraciadamente nunca hacían mención a eso y lo dejaban estar, para no preocuparla más de lo que ya debía estar, y tragaban y tragaban a Hope soportando sus pensamientos y tomándola por idiota al seguir encerrada en esa jaula de plata.
-Podrías por lo menos pedirles que se queden al lado del ascensor. No es como si fueras a saltar las cinco plantas y escaparte.
-No temen eso, tía -respondió Hope mirándola con una suave sonrisa burlona-. Pensarán que me puedo escapar.
Su tía bufó.
-Ese hombre tuyo... Ese hombre tendría que hacerte justicia. Un mujer como tú así tratada. No eres un trofeo, Hope. Deberías decírselo, y al necio de tu padre. Que Dios me perdone por hablar así de mi hermano, cariño, pero es la realidad.
Hope evitó poner los ojos en blanco ante esa mención.
Un esposo comprensivo era lo último que esperaba en aquella oferta, pero también estaba bien que no fuera un anciano o un hombre adulto que le duplicara la edad y la encerrase en casa. Alguien que no la obligará a tirarse con él en la misma cama o la avisará hasta los límites que, por fortuna, no estaba obligada a cumplir hoy en día.
Porque su esposo parecía tener gustos elegantes y que no se relacionaban con ella. Ya se lo había imaginado, mucho antes de que aquellos papeles hubieran dictado sentencia y Hope estuviera atada por matrimonio a él y según la ley y la sociedad que la miraría con malos ojos de no llegar pronto a hacerlo. Días antes, le habían enseñado una foto de cómo era él y al día siguiente lo había conocido, sin siquiera nadie tener en cuenta de más su opinión. No había mucho que decir respecto a cómo era él y el aspecto elegante que arrastraba a sus espaldas, de la belleza que su hermana se había perdido y de la oportunidad que estarían echándole en cara durante el resto de su vida... Esa belleza la perseguía allá por donde iba. Las fotos familiares -de las pocas que tenían- juntos o separados, del retrato que tenía en la mesita de noche y al que apenas le prestaban atención, o sino la misma que él a la suya... Todos ellos representaban una belleza elegante y seria en una persona que apenas cumplía los treinta años pero que ya tenía un imperio bajo sus pies. De esas personas que con solo dar una orden conseguía lo que quería.
Para empezar, todas ellas mostraban el poder de un hombre alto y delgado, pero fuerte, que sabía lo que era y lo demostraba con todo lo que llevaba; trajes caros de diseñador, relojes de marca, un ático en el centro del distrito más cotizado de todo Tokio. Todo ello costaba más de lo que Hope ganaría al graduarse en lo que estaba preparándose para el futuro.
-¿Cuándo son tus exámenes finales?
-A finales de mes. En unos días -le respondió amablemente, apoyando la cabeza en la mano y observando desde el pequeño sofá de la entrada cómo su adorada tía asentía-. Por eso se llaman exámenes finales. Luego ya entraré en período de preparación para la entrada del trabajo final, en unos meses.
-Y supongo que no tienes planes para tus vacaciones.
Hope sacudió la cabeza.
Lo cierto era que solían invitarla a salir varias veces. Tanto sus amigos de la secundaria con los que a veces se hablaba o caía alguna conversación o los nuevos en la Facultad de Bellas Artes y que se acercaban a ella para integrarla.
-Deberías salir -refunfuñó-. Siempre dices que te quedas en casa y nunca hace nada. Salir de casa, irte a la playa con tus amigos... Lo que daría yo por salir de este sitio. ¡Eres joven!
-No es tan sencillo -le dijo, sonriéndole con cierta picardía familiar-. Podrías ir por mí.
-Pero yo tengo la escusa de ser una mujer atareada que puede perder todo lo que tiene a la mínima diferencia que el mercado pone como reglas.
Su tía era una persona ocupada. Pero aún así siempre había estado ahí, para ella y para todos los que la necesitaban y que en ella confiaban. Hope era la primera persona en la que confiaba, por supuesto, y sin querer intereses a cambio. Odiaba perder el control de todo lo que la rodeaba porque había invertido sueños, dinero y esfuerzo en un pequeño proyecto que había crecido a escala nacional. Cualquier interferencia la ponía de los nervios, cualquier descuido que podía hacer que su trabajo, al cual había invertido demasiadas esperanzas, se tambalease por no saber sobrellevar ambas cosas.
En ese sentido, Hope se culpaba a sí mismo por tener ese mismo miedo. Tenía miedo de que cualquier distracción volviese contra ella de la peor manera, dejando que todos sus esfuerzos por conseguir algo con lo que llevaba lidiando tres años se esfumase a la mínima. Era su peor pesadilla. Perderlo todo.
Y no poder recuperarlo.
-¿Vas a poder venir a la graduación? -preguntó de paso. Cruzó una pierna sobre la otra observando cómo su tía, que normalmente se movía con facilidad sobre aquella camilla cargada de papeles y una vía intravenosa clavada en su antebrazo, le devolvía la mirada bajo la montura de las gafas.
-Tendrán que hacerme unas pruebas y que el doctor me lo permita. Si todo va bien, sí, por supuesto que lo haré -se defendió, sin embargo no parecía tan segura por el leve temblor en su labio inferior. Hope se mordió el suyo y no añadió nada más-. ¿Te darán el título?
Hope asintió.
-¿Sin un trabajo final?
-Aún es pronto para entregarlo -respondió-. Estoy trabajando en él, pero tendría que preguntar si la nota final te da alguna oportunidad si haces trabajos extra.
-¿Aún no lo has hecho? -se quitó las gafas, que quedaron colgando de la cuerda con las que se las sujetaba a la cabeza-. Hope...
-Ya lo sé.
-Tendrías que preguntarle a...
Descruzó rápidamente las piernas. De repente se sentía la mujer más atareada del mundo incluso si aquella mañana no tenía mucho que hacer.
Lo último en sus planes era que su tía le echara la bronca por algo que tendría que haber hecho el primer día que decidió matricularse en la Facultad de Bellas Artes y seguir dibujando. Prácticamente llevaba dibujando desde que descubrió que era la mejor forma de alejarse de la realidad, no como placer oculto. Lo cierto era que sus padres habrían preferido que se dedicara a algo como eso que ganar más fama de la que su hermana tendría asegurada tras su matrimonio y enlaces... No eran gente muy amable.
Cuando alguien vivía rodeado de lujos y no se le permitía recibir un «no» como respuesta la gente se convertía en lo peor del ser humano y la sociedad. Hope había vivido con esa clase de gente desde que nació, pero no con esa clase de privilegios. Era irónico. La hipocresía de las clases sociales y su estatus en la sociedad. Por eso la habían sacado de juego, pero a regañadientes.
Sabían que era un peligro para quien realmente debería de haber heredado todo lo posible y más. Y habían decidido sacarle del campo a la mínima, pero perdiendo la mejor oportunidad que se les presentaba en bandeja. Su matrimonio fue repentino y, aunque ella hubiera dado su última palabra, sabía que incluso recibir un no estaba prohibido para ella. Cuando la crisis amenazaba el estatus y jerarquía de alguien otra persona tenía que hacerse cargo antes de que todo se desmoronase. Así de rápido fue todo. Aunque no tan bien para ellos, sí en parte para sus cuentas y bien para ella. Por lo menos no estaba rodeada de toda esa gente y podía hablar con aquellas personas que mínimamente le importaban. No muchas, pero sí más que todos ellos.
Su tía la miró sorprendida por debajo de aquellas gafas para ver de cerca y frunció el entrecejo al verla levantarse y alisarse la ropa. Quería irse de allí para encerrarse en su casa y perder a la sociedad de vista un rato. Aunque fuera ínfimo...y casi imposible con medio ejército de guardaespaldas tras ella.
-Me tengo que ir -declaró y se levantó. Hope hizo una reverencia a su tía antes de acercarse a ella, besar su frente y sonreírle-. Mañana te traeré un boceto de lo que te hablé ayer.
-Por favor -comentó señalando con su dedo huesudo y decorado con dos finos anillos de oro puro, rastro de que su primer matrimonio aún le era importante pese a las consecuencias-, que no sea ese arte occidental que nadie entiende.
Hope se lo pensó mientras recogía su bolso. Le había prometido un boceto de lo que iba a entregar la próxima semana como tarea semanal nada más se lo devolvieran... Pero nunca de qué se trataba.
-Ya veremos.
Hope estaba saliendo de la habitación, organizando algunas cosas del bolso y en busca del móvil que no había dejado de sonar en vibración, cuando el leve ajetreo del pasillo la sorprendió. La puerta del ascensor de la planta sonó y se abrió. Los guardaespaldas seguían allí, pegados a los marcos de la pared esperando a que ella saliera. Su tía la despidió con un gruñido que ella entendió que significaba que volviese cuando quisiera. 
Hope se detuvo de golpe. No le pasó desapercibido que los dos guardaespaldas que la acompañaban siempre a todos los sitios volvieran con ella la cabeza y de repente pusieran tensos. Sus posturas se enderezaron, si es que podían más, hasta estar completamente pegados al marco de la puerta y fusionarse como estatuas medievales. Hope inspiró suavemente, intentando contener el nerviosismo que llevaba por consumirla desde que se despertó aquella mañana. Una de las enfermeras que pasaba con un carrito se detuvo para observar solo a lo que ellos atentamente atendían. Era joven y lozana, vestida de punta en blanco por el uniforme, no más mayor de lo que Hope sería; una auxiliar en prácticas, tal vez, era su puesto.
-¿Qué haces aquí? -preguntó en voz alta, con un tono más agudo del que pensaba que saldría. Pero le sorprendía verle en un mismo espacio con ella y que no la ignorase.
-¿No está claro con solo verme? -repitió la pregunta, muy condescendiente. A Hope no le sorprendió ese tono con esas apariencias-. Estoy visitando a la familia de mi esposa -se paró frente a ella estirando los brazos y colocándose el cuello de la camisa elegantemente; luego, se inclinó sobre su propia altura, que no era poca, y acarició con los labios la mejilla diestra de Hope-. ¿Cómo está?
¿Ahora se preocupaba por ella? Aquello pilló desprevenida a Hope, que se había quedado estática en el sitio mientras él parecía tomarle el pelo. Hope inspiró hondo y no tardó en recuperarse para cuando él se separó. Por lo menos había sido rápido o indoloro. Había castigos peores. Olía a colonia de la cara; exactamente el mismo olor que quedaba en el cuarto de baño del cuarto principal y que se iba hasta la mañana siguiente.
-Pensaba que estarías trabajando -se defendió ella relajando el tono. Las perfectas cejas rubias de su esposo apenas se movieron con sorpresa cuando la escuchó.
-Tenía cosas de las que encargarme antes y ya las hecho -comentó-. Ahora estoy libre -y alegó-:¿No te alegras?
-Mi tía no está para visitas -alegó ella-. Tiene que hacerse unas pruebas ahora.
-Mmm...
Hope frunció suavemente el ceño.
-No es una broma.
-No he dicho nada -le respondió él vagamente. Tenía los párpados caídos, como la última vez que lo había visto, y no sabía si era por su excesivo trabajo y las horas que se pasaba fuera de casa o por si aquella situación lo aburría.
Pero a ella no le transmitía eso. Le daban ganas de decirle cuatro cosas, pero no era el lugar ni el momento. Ni ella estaba tan desesperada por su atención. Siempre había sabido, desde que le propusieron aquel matrimonio, que sus vidas estarías juntas pero nunca intercambiarían gustos. Sólo cara al público. Dudaba mucho que en el hospital hubiese gente interesada en los detalles de su matrimonio.
-Me voy -dijo, pero dudaba que alguien le hiciera caso.
Sorprendentemente, mientras recogía por fin el móvil del bolso y se lo llevaba a la cara con la llamada a la espera, la figura alta y delgada la siguió con un movimiento elegante en el pequeño recorrido que le dio tiempo a hacer. Los guardaespaldas que la acompañaban se mantuvieron donde estaban cuando la mano del hombre que les pagaba rodeado el antebrazo de su mujer.
Hope sintió un escalofrío recorrerlo la espalda.
-¿Qué haces?
-Voy a hablar con tu tía. Tenemos que discutir unas cosas -le empezó a decir, pausada y suavemente. No se sorprendió. Siempre hablaba así. O siempre lo había conocido así. En su boda llegó preguntarse si alguna vez alzaba el tono o sabía cambiar de expresiones-. Cuando termine con ella me voy a casa. ¿Quieres esperarme y vamos juntos?
Eso la sorprendió, pero no sé atrevió a decir nada. Cualquier cosa que dijera podía tomársela mal. Como la vez que le había preguntado a dónde iba tanto tiempo por la noches como para no aparecer hasta la madrugada y él le había respondido con una mirada seca y el silencio de su presencia en el comedor.
Desde el día en el que supo que iba a casarse con Ran Haitani, Hope había sabido cuál iba su lugar -esposa de un importante magnate adinerado- y posición -la encargada principal de darle hijos- a base de un adiestramiento rápido por su padre y una charla. Y puede que algún comentario que otro de la persona que había protegido con su libertad y que ahora se lo hacía pagar con murmullos.
Aún así, Ran Haitani no había tenido el valor ni de pedirle algo en todos aquellos años que la había dejado sola. Debía de creerse que el amor o el respeto, mucho más apropiado a su estado, se compraba con joyas y vestidos caros. Todos ellos olvidados en el armario que preferiría quemar a ponerse. Con ramos de hermosas floras que iban enseguida a la basura, de cartitas que siempre se le olvidaba abrir en la encimera de su estudio pero de las que sabía que eras meras palabras y sacadas del ordenador. De regalos a su amante enviados por error a casa en el papeleo de la tienda; ni en eso era original.
Quizás disfrutase de la compañía de una amante, y casi que mejor. Ojalá ella le diera un hijo y le evitase a Hope algo como eso.
-¿Por qué? -preguntó, con cierta sorpresa en el tono-. Tengo un trabajo y mi tía ha dicho que me vaya.
-Voy a terminar pronto -explicó rápido-. Sólo es una idea.
-Tengo un trabajo de la universidad -repitió ella, apretando los dientes.
Los ojos amatista de Ran, que una vez pudieron parecerle atractivos, brillaron cuando la diminuta mano de Hope se posó sobre la suya. Era cálida y suave,que y era algo. La manos de una persona que siempre había tenido todo a su antojo.
Estuvieron unos segundos así hasta que ella decidió quitársela. Era la mano que una vez había sujetado durante la boda, mientras intercambiaban votos y su padre le taladraba la nuca con la mirada. La misma que le había puesto la alianza en su casa, si es que alguna vez había podido llamarla así, y la que se la había quitado para ponerle un anillo de oro.
Apartó rápidamente ese recuerdo antes de que le revolviese el estómago.
Seguido de eso, Hope ya estaba marchándose con los guardaespaldas y abandonaba el primer lugar en el que había intercambiado palabras con su marido después de semanas, o meses, sin verse.
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Odiaba que Ran Haitani fuera imprevisible.
El estudio de trabajo de Hope era una de las habitaciones de la planta de arriba que más misterio tenían. No por lo que hubiese dentro, sino porque nadie entraba excepto ella. La entrada de las sirvientas que cocinaban y limpiaban la casa estaba prohibida, y las pocas veces que esa norma se rompía era porque Hope pedía que le dieran un repaso por encima.
Se trataba de una habitación que en su momento era un dormitorio, amplia y con cuarto de baño propio y una puerta doble que tendría que haber sido un armario. La única diferencia que había entre ella y el cuarto principal era que no tenía balcón. Cuando Hope llegó a la casa y Ran le dio permiso para hacer lo que quisiera en ella excepto venderla, lo primero que hizo fue darse una vuelta por el ático de dos plantas y cotillear. No era como si se hubiese esperado encontrar un cuarto de juegos o algo que hiciera más extraño a su marido, pero sí que le daba curiosidad saber en qué entorno iba a vivir.
Lo más interesante estaba arriba. Allí estaban el cuarto principal y habitaciones dedicadas al descanso. Aunque todo el ático era privado, desde el ascensor cuya llave te llevaba directamente a tu apartamento hasta los enormes ventanales que rodeaban el inmueble. Una de esas habitaciones se convirtió en su estudio. Realmente, no porque ella lo necesitara expresamente, porque la universidad dejaba a los estudiantes trabajar en el edificio, sino porque lo necesitaba para cuando estaba en esa casa. Era insoportable estar ahí, sola, con gente que no hablaba o no se esforzaba en llevarse bien con ella porque conocían su lugar, y encima sin hacer nada. Si la idea era mantenerla ocupada limpiando o haciendo la cena como mandaba la tradición, en aquel ático todo era diferente.
De hecho, las pocas veces que entraba en la cocina era para coger alguna que otra herramienta de los cajones y preguntar qué iba a hacerse de comer y cenar. Era como volver a vivir con tus padres, con la diferencia de que la cocinera no te sonreía y se burlaba de ti.
Nadie entraba en su estudio. Era su norma.
Cuando había comenzado a decorarlo y a llevar todo el material de trabajo allí, había dicho que nadie entrase sin permiso o cuando ella estaba fuera. No le gustaba que la gente se metiese en sus asuntos, y menos después de lo sucedido con su familia y cómo pensaban que iba a ser su estilo de vida. Las sirvientas respetaban sus órdenes, e incluso algunas se preocupaban por si el estudio estaba demasiado desordenado las pocas veces que pasaban por delante de la puerta y esta estaba abierta.
Las paredes no estaban manchadas, pero el suelo sí. Había comprado hace poco un plástico para cubrir la tarima, pero siempre se le olvidaba extenderlo. Al contrario, las paredes estaban decoradas con algún cuadro suyo fabuloso o maquetas de borradores de cuando se inspiraba y rellenaba su cuaderno de bocetos y le gustaban lo suficiente para pegarlos. El cuadro falso de Olimpia en tamaño mediano estaba al lado de la puerta. No era un cuadro que le gustase especialmente, pero nunca estaba de mal tener un cuadro contemporáneo en el estudio de un artista, ¿no? O por lo menos era lo que siempre le decían su tía y su profesor de retrato al desnudo.
-Señora -llamaron. Hope tarareo un asentimiento para que continuase, sin darse la vuelta porque reconocía la voz y la presencia-, el señor está al teléfono.
Las pinceladas se detuvieron nada más lo dijo. Qué raro, pensó al momento. Estaba trabajando en su trabajo de fin de curso. Su esposo nunca llamaba, ni siquiera se había puesto en contacto con ella en esos dos años, y ahora quería tener una charla con ella. Esperó, mientras se limpiaba las manos sin mucho cuidado, que no fuera por la escena de ayer en el hospital.
Ayer había vuelto sola a casa. Su tía le había dicho que la conversación con su marido había sido mejor de lo que esperaba, y que se estuviese tranquila por si temía que algo le pasara, en una llamada rápida cargada de angustia tan pronto como supo que Ran se había marchado del hospital. Para nada porque le hubiese dejado tres llamadas perdidas en el buzón de llamada preguntándole si estaba bien o si había pasado algo. Después de eso, ni siquiera pudo trabajar en el cuadro o concentrarse en otra cosa. Comer fue una obligación que se puso incluso sin muchas ganas. Solo recordaba haberse acostado y poco después dormirse.
-¿Sí?
-¿Estás ocupada?
Hope se dio la vuelta de nuevo hacia el cuadro y lo examinó. Se preguntó si era muy grosero por su parte decir que trabajar en su futuro era mejor que hablar con él. Aún si lo era, tardó en responder. La mujer que le había dado el teléfono se retiró y Hope la escuchó bajar las escaleras.
-Estaba trabajando.
-Yo también lo estaba -Hope se dio cuenta de aquel tiempo verbal y sopesó lo que estuviera a punto decirle-. Y sigo estándolo, pero había pensado en dar una vuelta. Quizás llegue tarde.
Intentó sorprenderse, pero no le salía nada.
Para qué sorprenderse de algo que a esas alturas le daba igual.
-¿Quieres venir?
-Estoy trabajando -repitió. No era borde, pero si no se había interesado por ella en todos esos años no era momento de intentar hacerlo a aquellas alturas.
Los dos podían sobrevivir sin el otro. Y eso era una realidad.
-Podrías tomarte un descanso.
-No -dijo rotundamente-. Iba a salir de todas formas con unos compañeros en un rato.
No estaba mintiendo.
Unos pocos compañeros con los que se llevaba bien del curso y que podía hablar con ellos aunque fuese solo de temas como los problemas estudiantiles le habían mandado un mensaje preguntando si estaba ocupada. Ella les había dicho que quería adelantar algo del cuadro, pero llevaba un rato pensando si ir o no. Quizás ahora podría decirles que sí...
El silencio que dejó después de eso le sentó de la misma forma que ella le debía estar haciendo con su negativa. Hope recogió la paleta del mueble de trabajo y se fue con ella al baño del estudio. Era igual que el de su habitación, con bañera y todo, pero manchado y con la bombilla pidiendo ayuda para que la cambiasen.
-¿Con quien?
Ese tono no le gustó, grave y serio. No le quedaba con la cara atractiva que tenía y la forma en la que se vestía. En general, Ran Haitani no parecía el típico hombre que se enfadaba y se tomaba todo a la ligera.
Por lo menos, así llevaba haciendo desde que lo conocía.
-Unos compañeros -repitió. Abrió el grifo y dejó que la pintura cayera por el desagüe. Restos de pintura seca cayeron con la pintura aún húmeda en su piel.
-¿Los conozco?
Hope hizo una mueca y cerró el grifo del baño del estudio. Estaba manchado con pintura seca o manchas de la paleta aún recientes.
-Lo dudo mucho.
Con las manos mojadas y aún sucias, se separó el teléfono de la oreja y puso el manos libres sobre la encimera del baño. Tuvo que hacer un esfuerzo para no echarse encima de él, pero después de dos respiraciones hondas y un silencio por parte de él consiguió decidirse por una respuesta. Apoyada sobre la encimera, remangada y sucia hasta los dedos de los pies, Hope se miró en el espejo.
Seguía siendo joven, obviamente, pero el matrimonio le había apagado el brillo de los ojos. Seguía teniendo el mar de pecas por la cara. Antes tenía el pelo más largo, aunque seguía estando brillante y bien cuidado, pero por decisión propia se lo había cortado y siempre se lo recogía en un moño por el trabajo. Era normal verla con un desordenado moño pelirrojo trabajando en su estudio y polulando por la casa. Había pasado de tener el estilo sofisticado que le obligaban a llevar incluso en casa por si les sorprendía con visitas sorpresas a uno sencillo y que consistía en pantalones, camisetas anchas y la mitad de las veces, descalza.
Quizás ese era el mejor.
Por lo menos no tenía que llevar un vestido incómodo y el pelo siempre suelto, metiéndosele en los ojos y siempre cubierto por capas y capas de laca para controlarlo, que ningún pelo estuviese fuera de su sitio. Su madrastra siempre le decía que era una pena que no hubiese heredado el pelo sumiso de su hermana, siempre perfecto y con todo en su lugar, incluso si ella era la mayor.
Lo único bueno de aquel matrimonio era que, aunque Hope no pudiera disfrutar de su vida como ella tenía planeado cuando acabase la carrera, de poder enamorarse de quien su corazón le indicara, era que había salido de ese infierno que tenía por casa. Si es que podía considerarse casa. Hope siempre había tenido un desapego emocional por ese lugar que aún le traía pesadillas. Tanto por los muros que parecían rejas y la limitaban como por las miradas de desprecio que sentía sobre su nuca cuando se daba la vuelta.
Hope le devolvió la mirada a su reflejo y suspiró. Le dolía el pecho y las manos le temblaban pero no de miedo o ira. Supuso que era la sensación de hablar con Ran Haitani después de mucho tiempo.
-Lo siento -consiguió decir, con el corazón latiendo con fuerza y doliendo como mil puñadas-, quizás otro día.
-Cuando quieras -le respondió casi al momento. Había vuelto a cambiar su tono a uno más distante pero al mismo tiempo, presente en el momento-. ¿Ibas a salir ahora?
Hope asintió incluso si él no podía verla. Pero ella así misma sí.
-En un rato. Esa era la idea -añadió. Aunque fuera mentira podría decírselo. De todas formas, no es como si fuera a volver a casa en aquellos momentos solo para detenerla. Porque sí, sonaba serio.
-Tengo que asistir a un evento. Pensaba que querrías venir, pero ahora veo que no.
-Supones bien -murmuró. Con las manos ya secas, dejó el dispositivo sobre la encimera y empezó a recogerse el pelo. Mechones pelirrojos bailaron sobre su rostro cuando empezó a hacerle forma a la coleta.
Escuchó un pitido en la otra línea, seguramente del silbato de algún controlador de tráfico. Hope frunció el ceño. ¿Qué hacía fuera de la oficina o donde trabajase? Sabía que era un empresario, y de los más importantes si podía permitirse un edificio como aquel en el centro del mayor eje comercial de la capital, pero nada más. 
Era cierto que le había dicho que estaba en una especie de descanso mientras seguía trabajando, pero no se hubiera imaginado que estuviera en la calle en medio. Quizás fuera parte de su trabajo. Quizás habría ido a otro lado, a negociar a otras empresas en sus sucursales, a pactar acuerdos... Los recuerdos borrosos de cómo había sido su primer encuentro emergieron de un profundo lago dormido. La cara empezando a arrugarse de su padre, sentado en el sofá de la sala de estar para los invitados, en la casa familiar a las afueras de la capital, con su madre al lado cogidos de la mano y su hermana y ella a cada lado. El olor del café, el sonido olvidado de la naturaleza, su vestido y delantal cubiertos de pintura...
-¿No estás en la oficina? -preguntó con cuidado.
Un suspiro.
-Tenía que arreglar un desastre desde hacía días y hoy he encontrado el momento y la manera de hacerlo. Nada importante.
Hope pestañeó antes de quitarse los colores azul y amarillo primarios de la cara y salir del cuartito. También salió del estudio, aún hablando con su marido. Los pasillos monótonos la saludaron. Qué cambió le vendría a la casa... Pero tendría que hablar con el ama de llaves para planear un buen cambio y le daba pereza, y aún no tenía el tiempo necesario para hacerlo. Los exámenes se acercaban y la entrega del cuadro estaban al caer.
No podía permitirse el lujo de querer cambiar algo que jamás la alegraría.
En la planta de abajo, la criada terminaba de preparar la comida cuando ella bajó descalza y con la ropa de estar por casa puesta. No la saludó, pero sí que le hizo un gesto con la mano al ver que estaba hablando por teléfono. Aún. Debía de ser un tiempo récord comparado con todo el tiempo que habían gastado el uno en el otro.
-Suena importante. ¿Lo has hecho bien?
-Podría hacerse mejor si ciertos grupos no intentasen compararse con nosotros o imitar nuestra imagen.
-¿Y te toca a ti resolver ese problema? -preguntó, ahora con cierta curiosidad-. ¿De qué trabajas por cierto?
-Nunca antes habías preguntado por eso.
Hope frunció suavemente el ceño.
-Bueno, nunca antes habíamos hablado. Y ahora, lo hacemos por teléfono. Supongo que hay primeras veces para todo, ¿no?
Otro silencio. 
-Un avance, ¿no? Te acabo de invitar a una fiesta de mi organización. Eso no siempre es así.
«Porque ya tienes a tus putas para hacerlo», le quiso añadir, pero era pasarse de confianzas. Unas que nos tenían. Y él en el fondo no le había dicho nada que pudiera herirla.
Se preguntó si realmente un comentario tan mordaz y fuera de moral podría dañarlo como a ella le causaría de ser él y escucharlo.
-Voy a salir con unos amigos, pero ahora me lo estoy pensando.
-¿Vendrás? -se le escuchó animado. Eso fue extraño.
-No me gustan las fiestas.
-Ibas a ir a una hace unos cinco segundos. ¿Tanta diferencia hay?
Que sus amigos eran gente tranquila de artes, que iban por su propio camino trazado y no se metían con nadie, y quizás las fiestas de Ran eran todo lo contrario a lo que pensaba si se iba con sus amigos. Además, de que seguro que sería un sitio elegante y ostentoso como él y no se podría poner lo primero que tuviera en el armario. Si es que le daba por cambiarse. Con ponerse una chaqueta por encima, un gorro por el frío y la bufanda sería suficiente para ocultar las manchas improvisadas de pintura.
-No me gustan las fiestas -repitió.
-Eso ya lo veremos.
Y sin más misterio, fue el primero en colgar.
Hope se quedó un rato pensativa en sus palabras, con el teléfono aún en la oreja, cuando recordó a la hora que debía estar preparada para irse. Qué rabia le daba que Ran se comportase de aquella manera con ella, como si fuera una niña pequeña a la que ningunear cuando quisiera. Tendría que haberle colgado primero, solo por demostrar quién tenía más derecho a estar enfadado de los dos. 
Finalmente se levantó, dejando el teléfono en el primer sitio que vio, y caminó hacia la cocina. Una vez ahí vio cómo la cocinera y la ama de llaves conversaban mientras se ayudaban la una a la otra. Un sentimiento extraño la atacó. Estaba acostumbrada a las criadas, pero no a ese sentimiento de vacío. Ella no era una inútil, podía trabajar por sí misma.
-¿Qué hay de cenar?
-Mero con berenjenas.
-Ran... -se negó a invocar su nombre-. El señor no vendrá, como siempre, y yo llegaré tarde. Tengo que hacer unas cosas. ¿Podrías dejarla en la nevera antes de marcharte?
La cocina asintió, y luego preguntó.
-¿Le gustaría algo más?
-No -sacudió la cabeza, y luego pensó en sus horarios-. Podéis comeros lo que no he comido hoy si queréis, o llevároslo. O dejarlo para mañana, y así no tenéis que madrugar. Lo que sobre de cena hoy también. 
Imaginaba que Ran no vendría a cenar precisamente si tenía tantas cosas que hacer, o sino pillaría algo por allí antes de regresar al ático. También pensaba regresar antes de que él lo hiciera y tener la oportunidad de intercambiar palabra. 
-Muchas gracias, señora.
Hope asintió.
-Voy a prepararme para salir -miró a la criada, que se levantó de donde estaba enseguida como si hubiese estado practicándolo. Hope sonrió sin saber muy bien que expresarle con ello-. ¿Puedes decirle a Hayakawa que prepare el coche y esté listo para irnos?
Se refería a su guardaespaldas.
Lo había conocido al poco de mudarse al ático como un regalo a su seguridad; ella le había regalado un reloj de alta gama, el recién salido al mercado, para enorgullecer su ego. Su madrasta decía que los hombres felices en la cama funcionaban mejor.
-Por supuesto.
-Gracias.
Hope salió de la cocina con una sensación extraña recorriéndole el cuerpo, como una niña emocionada preparándose para abrir los regalos la mañana de Navidad. 
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Ran Haitani era un ser insoportable.
Y se aprovechaba de ello.
-Solo digo que la técnica del collage ya no sirve -comentó por segunda vez en la noche. Miraba por encima de sus gafas rectangulares y daba una corta bebida a su refresco antes de opinar. Hope ya tenía memorizado ese curioso patrón, y la hacía reír-. No con esa mujer.
Era uno de los alumnos de intercambio, pero siempre parecía saberse la organización mejor que ninguno en clase. Joshua, un estudiante del sur de Francia que se había mudado a la capital para estudiar en la mejor universidad del país, hablaba por los codos y pronunciaba algunas palabras de forma que quedasen lo más pomposo posible. Se habían conocido en una clase de escultura del primer año en un trabajo grupal, y de ahí habían empezado a hablar de más cosas que no fueran clase, asignaturas y exámenes finales... Se llamaban bien. 
-Os dije que meteros en la clase de esa mujer os traería problemas si no sabíais utilizar los ejemplos modernos de los que os amenazaron los del año pasado. Pero, como siempre, el mundo ignora a los inteligentes.
-El mundo ignora a los pesados que no advirtieron de las prácticas de fotografía de Expresión Gráfica.
Anabella, repetidora de cuarto año en dos asignaturas, puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos. El pendiente que le colgaba de la oreja brilló con las luces del local cuando movió la cabeza en su dirección. Hope intentó esconderse detrás de su segunda cerveza.
-Lo que vosotros digáis. Hope -cambió de tema-, ¿te han servido de algo los apuntes que te pasé? A veces creo que soy la única que los entiende y que por eso repetí.
-Los veo más actualizados que el resto de asignaturas de este año, de hecho.
-¿Enserio? Joderos todos.
Hope reprimió una sonrisa. 
De lo poco que conocía a Anabella, le caía bien por ese espíritu salvaje de nunca deprimirse por cosas banales. Era cierto que a veces dejaba mucho que desear en cuanto al trato con otras personas, pero por algo se llevaban bien y apenas habían discutido en lo poco que se conocían. Las dos eran igual de frívolas internamente.
Dio un sorbo más a su cerveza. No era de las mejores que había probado, pero era el local más barato que habían encontrado para poder permitírselo. Aunque ella pudiera permitirse cualquier cosa, tenía que recordarse que el resto no tenían los mismos recursos.
Joshua puso los ojos en blanco al ver los dos dedos corazón de Anabelle señalarlo. Algo le dijo que no estaba acostumbrado a esas barbaridades tan directas. Los ojos rasgados y bien delineados con maquillaje de Anabelle se movieron de nuevo, pero esta vez hacia su teléfono.
-¿Sabemos algo de nuestro querido amigo el padre de familia? Estoy empezado a pensarme que lo de no poder quedar es una excusa para no enfrentarse a los exámenes.
-Solo tú podrías decir eso -se quejó Joshua revolviendo los hielos de su bebida-. Esta semana le tocaba llevar a la niña con su madre. Habrá apagado el móvil para que no le molestásemos mientras discutían o sabe Dios.
-Es muy buen padre -afirmó Hope, defendiéndolo.
Su amigo levantó la mirada y se encogió de hombros.
-O un calzonazos que no termina de enfrentarse a su ex por la custodia completa que se merece.
Hope suspiró, y le tocó poner los ojos en blanco. 
Anabelle tenía razón. Si pidiera la custidia completa, que se merecía, en vez de aceptar la compartida con la ex que le había puesto los cuernos en su propia casa en vez de alimentar su hija como le había prometido nada de aquello estaría pasando. Pero no todo tenía por qué salir bien en la vida de alguien. Kai había elegido la custodia compartida para no ponerse más peso encima del necesario mientras terminaba los estudios y por el bien de la niña que tenían en común, como un buen padre. Podría no haberlo hecho y tener un futuro diferente, haber tocado la fibra de su antigua pareja con eso o haberla amenazado con llevarse a su hija lejos de ella. O no haber aceptado a la hija como legítima; lo que era imposible porque padre e hija eran iguales. A veces se preguntaba si podría hablar con sinceridad con Kai y decirle que sus vidas eran similares y que compartían desgracias.
Al final, a él lo habían engañado para aceptar algo y a Hope la habían retenido toda su vida para jugar con ella y venderla al mejor postor. La vida estaba llena de sorpresas, en su mayoría desgracias. Por lo menos no la habían vendido a un prostíbulo.
-No me lo creo.
-¿Qué? ¿Has vuelto a suspender Pintura? -se rió Joshua solo.
-No. Mirad -enseñó el móvil. La pantalla estaba congelada en las noticias de la noche. Una presentadora rubia y con traje gris presentaba la noticia de un asesinato múltiple en un barrio residencia-. Dicen que puede ser cosa de la mafia.
-No estamos en Italia, burra, aquí no hay mafia.
Hope le dio una pequeña patada en la pierna para que no lo gritase. Varias cabezas se habían girado hacia ellos por ese comentario, pero vuelto a sus asuntos en cuestión de segundos. Se tenía que tener cuidado con ciertos locales en los que hablar por las relaciones que pudieran tener con agencias externas. Y aquel sitio cumplía todas las papeletas para evitar el tema de conversación o su simple mención.
-Y no estamos en Europa que todo es bonito y florido para ti -contestó-. Si vosotros tenéis la mafia, nosotros tenemos a la heredera. 
Joshua pestañeó.
-¿Qué me estás contando?
Otra patada.
Joshua se encogió cuando Anabella fue a darle una colleja. El móvil acabó boca abajo en la mesa. Le susurró algo al oído que consiguió despertarlo de su sueño exótico y experimental.
-Como vuelvas a gritar te castro, imbécil, si no lo hacen por mí.
-No lo sabía, joder. -dijo algo más en francés que no entendieron pero al que le dieron poca importancia-. ¿De verdad podrían ser los yakuza?
Anabella se miró las uñas.
-Solo es una suposición. Las noticias hacen eso para mantener a la población alerta. Pero lo más posible es que se trate de alguien más en colaboración con ellos.
-Tampoco es como si no dejasen pruebas. Investigan las relaciones de la familia o de un solo miembro y pueden sacar pistas con ello. O lo intentan -se encogió de hombros-. La verdad que es antes era peor. Si nos quejamos ahora, entonces no hubiésemos sabido qué hacer con toda la policía corrupta que tenían detrás apoyándoles. Al menos ahora el gobierno mueve el culo bien.
Joshua se colocó las gafas y miró por la ventana del local. La calle oscura meramente iluminada por las luces de los locales y de las farolas. Hope había elegido un sitio antes al mismo precio y mejor ubicado que en el que estaban, pero la curiosidad extranjera de Joshua se empeñó en encontrar el peor de todos. Al menos no habían acabado en el Barrio Rojo de Shibuya.
-He oído que ahora están de capa caída.
-Lleva tiempo de capa caída, pero ahora mucho más. Dicen que hay organización que incluso los controla, incluso a las familias más influyentes -se miró las uñas, pintadas de un color extravagante y decoradas con pequeñas joyitas-. Pero son solo rumores.
-Vaya mundo -soltó Hope, y apuró el último trago a bebida. 
Era cierto que desde hacía tiempo las noticias hablaban de muchas bandas que seguían el mismo patrón de acción y la policía alertaba de que cualquier asociación con ellas estaba destinado a un castigo bajo la ley del país. No era un juego como muchos pensaban. La gente desaparecía, Hope había visto carteles de búsqueda en la universidad siempre que entraba y siempre que salía. Una vez más en la noche, le sorprendió el brillo de la pantalla encendiéndose solo. Hope miró hacia ella mientras sus dos amigos y compañeros de universidad se enfrascaban en una discusión sobre régimenes políticos y cómo las sociedades deberían de estructurarse. Casi se atragantó al ver de quien era. 
Las últimas llamadas eran de Hayakawa, su guardaespaldas, pero se imaginaba que era para preguntarle si iban a tardar mucho en regresar a casa o alguna cosa de esas, así que le había estado mandando mensajes diciéndole que a una hora en concreto volverían; Hope nunca faltaba a sus promesas. Pero estaba lejos de ser la suya, y una de las primeras. Las últimas tres llamadas, que habían pasado completamente desapercibidas, eran del número que su padre le obligó a registrar en la agenda de contactos para el futuro.
Antes de que pudiera cogerla por si se tratara de una urgencia, dejó de vibrar y la pantalla saltó con la notificación de alerta de llamada perdida. «Mierda», se dijo para sí misma. ¿Y si hubiera pasado algo? ¿Y si era tan importante? Hope solo podía pensar en si mandarle un mensaje disculpándose y pidiéndole explicaciones sería suficiente. ¿Y si estaba en urgencias y no podían desbloquear el dispositivo sin consentimiento del paciente? 
«Mierda», se volvió a repetir, esta vez más fuerte.
-Hope, ¿me estás prestando atención o qué?
-Lo siento -murmuró sin apartar la mirada de su móvil-, pero es que...
-¿Habéis visto a ese? Está cañón.
Hope miró a Joshua, ignorando cómo su amiga abría la boca y dejaba de atenderles.
-¿Qué me habías preguntado?
-¿Las diferencias entre un patriotismo y un sentimiento de vanagloria nacional? Sigo sin entenderlo...
-Léete los libros de Historia que nos han mandado para diferenciarlos y pon un ejemplo en los cuadros. Yo he puesto La libertad guiando al pueblo de Delacroix y...
Anabella abrió la boca y dijo algo, pero Hope la ignoró. No fue hasta que algo se posó sobre su hombro que se dio cuenta del por qué su reacción, y por qué las cejas de Joshua casi se rozaban con su raíz del pelo mirando a lo alto. Hope se dio la vuelta, sentada aún, y tuvo que alzar la cabeza para mirar a la persona que con tanta confianza la habría tocado. De haber estado su guardaespaldas con ella, eso jamás habría sucedido o la habría avisado antes de tocarla. Se sentía raro, pero al menos la seguía manteniendo con los pies en la realidad. El contacto...
Cuando vio su extraña sonrisa, el contacto de su mano contra ella aún, le dieron ganas de zafarse de su agarre. ¿La razón por la que no lo hizo? 
-¿Qué haces aquí?
No lo sabía.
-He venido a por ti -dijo él, como si nada ni nadie estuviera ahí-. Tenemos que hablar.
¿De dónde había salido? ¿Cómo la había localizado? Como no tuviera un GPS instalado en secreto en el móvil, no tendría sentido... La mirada de Hope se movió sobre la oculta de Hayakawa que esperaba erguido al lado del coche en el que había venido. Cómo no. Tener guardaespaldas aseguraba el control de una de la pareja sobre otra; esta vez, le había tocado a ella. Por alguna razón, se sintió traicionada y dolida.
Hope se levantó de la silla bajo la mirada de Joshua y Anabella. Los ojos de Anabella deslumbraban como nunca había visto, ni con los desnudos a lo largo del arte en los cuadros de mujeres y sus significados. Joshua... Él miraba la situación por encima de las gafas algo confundido y con sus ojos redondos clavados en el ostentoso traje fuera de lugar que llevaba. Un traje hecho a medida, de un tono mezclado entre lila y rosa que resaltaban su piel blanca. La camiseta medio abierta por el cuello le daban un toque de ridícula arrogancia.
Seguía tocándola, con los largos dedos alrededor de su hombro como las garras de una máquina. Sus ojos lilas la miradan con un brillo extraño que no habría reconocido ni en el primer día de su matrimonio.
-¿Qué quieres?
-Hablar contigo te estoy diciendo.
-¿Es tu ex? -habló Joshua por primera vez.
Hope los miró a ambos y a sus reacciones. Nadie en la universidad ni sus compañeros sabían que estaba casada. No era un tema del que alguien presumiera ni que ella disfrutase de hablar, más que nada porque a nadie le importaba lo que hiciese con su vida. Tampoco es que él le hubiera preguntado en la boda si era algo que pudieran decir o no cada vez que preguntasen por su estado civil o no.
-¿Lo soy?
Entonces, cuando Ran la miró a ella sin la sonrisa y una ceja enarcada tuvo que maldecirse en silencio, más con cierta curiosidad de lo que diría. 
-Eso no importa. Sí, lo conozco -terminó diciendo-. Tengo que irme. Vamos.
Cogió el bolso del respaldo de su silla, dejó el dinero suficiente de sus consumiciones -sin esperar la vuelta- y agarró el brazo de Ran para llevárselo consigo. Anabella y Joshua apenas pudieron despedirse de ella, cosa que le dio bastante pena y vergúenza, porque ella ya estaba saliendo del humilde establecimiento. La noche bailaba sobre sus cabezas y los establecimientos abiertos a su alrededor tenían las puertas cerradas para evitar que el calor se fuera. 
Justo cuando Hope iba a acercarse al coche negro blindado con el que había venido, una mano la agarró por el codo y la recondujo. Ella apenas pudo reaccionar. Había un coche deportivo también negro aparcado al lado. Su guardaespaldas hizo una reverencia sobre su cintura cuando pasaron por su lado casi en cuestión de segundos. Incluso en la noche, también llevaba unas gafas oscuras que ocultaban parte de su rostro blanco. Se fijó más en Ran que en el simple uniforme negro con camisa blanca de su guardaespaldas. Los dos desencajaban en ese sitio más que sus coches, que ya era decir.
Ropa con cara -un traje similar al que siempre veía en su parte del armario, pero decorado con los gemelos dorados en las muñecas y una corbata-, una colonia que habría valido cifras de tres o cuatro números que siempre dejaba el baño inundado en la fragancia, un peinado de adulto que jamás se vería por aquellos sitios si no fuera para cometer adulterio... Era el que más desencajaba de todos. 
Y al lado ella, con los primeros vaqueros que había visto en el armario, un jersey por encima de una camiseta de tirantes que ni se hubo cambiado mientras se vestía y unas botas con un pequeño tacón, la colonia de siempre y una trenza con mechones saliendo del agarre. Dos mundos completamente diferentes. 
-Iremos en mi coche -advirtió Ran-. Conduciremos delante, así que no nos pierdas. 
Hayakawa asintió rápidamente y desapareció, junto con sus pasos. 
-¿Has traído tu coche? -preguntó, algo sorprendida.
-¿Cómo crees que he llegado? -ni la miró cuando se lo dijo. Eso ya volvía a ser el Ran que conocía. Hope sabía del garaje debajo del edificio, pero apenas lo exploraba porque su rutina era bajar en ascensor, salir de él y montarse en el coche e ir directa a donde quisiera.
Si Ran aparcaba ahí, sorpresa. Él podía conducir lo que quisiera. Hope fue llevada por su marido al deportivo aún agarrada del brazo, como una correa. Si hubiera tenido fuerzas, tampoco hubiese podido quitárselo de encima con su fuerza normal.
Abrió la puerta y la metió dentro teniendo cuidado de que no se golpeara la cabeza. El tiempo pasó tan rápido en su cabeza que en poco tiempo Ran ya estaba en el asiento del piloto encendiendo el coche y conduciéndolo. ¿Había llegado a ponerse el cinturón? Lo habría hecho, pero su mundo daba tantas vueltas que en ese momento que lo había olvidado. Las luces solo conseguían empeorarlo. Se palpó la cintura para comprobar si ella había hecho lo mismo, y suspiró cuando notó la tensión de la tela sobre ella y su pecho. Ya era algo.
   Lo peor serían los mensajes de mañana, si es que recibía alguno, preguntando por el hombre que había ido a recogerla sin dar explicaciones. Solo de pensarlo se mareaba aún más. La resaca, por lo menos, sería leve para lo que había bebido. No estaba acostumbrada a beber y eso la limitaba mucho. Pero dos cervezas...no tendrían que haberle hecho tanto si hace unos minutos estaba contenta hablando con sus compañeros de clase.
-¿Dónde está tu anillo?
Hope frunció el ceño, pero al mirarse la mano en la que siempre lo llevaba cuando no pintaba se dio cuenta. El anillo de boda, que nunca se quitaba cuando salía de casa y llevaba en el dedo índice para no comprometerse -literalmente a sus intenciones-, no estaba. Hizo un barrido rápido en sus recuerdos, y encontró el momento en el que se lo había quitado, pero no vuelto a poner. Con suerte seguiría en el mismo sitio.
-Esta tarde estuve lavando las paletas y el lavabo. Se me habrá olvidado ponérmelo -respondió, sin muchas ganas pero apurada-. Yo no te pregunto nunca por el tuyo, por cierto.
-Curiosamente nunca me lo quito cuando hago tareas que no son mías -le puso la mano en la cara y la abrió. El anillo negro con inscripción en plata relució como el primer día, como el día de la boda. Había sido ella quien se lo había colocado.
-¿Y de quién van a ser? ¿De Hayakawa? Son mis cosas.
-Tuyas, no -afirmó dejando de sonreír-. Para algo están las criadas.
El coche giró un par de veces en poco tiempo. Las luces de la calle iluminaban una carretera estrecha pero por la que se podía ir en los dos sentidos sin accidentes. Detrás de ellos, por los retrovisores, podía verse el coche negro que la había sacado de casa conducido por su guardaespaldas y un poco más por detrás otros coches ajenos a ellos. Al lado contrario, los coches pasaban y desaparecían en cuestión de segundos.
Hope apoyó la cabeza en la ventanilla y se estremeció con el frío que desprendía. 
-¿Te lo has pasado bien?
-No soy una niña para que me preguntes eso -expresó en su defensa, sin mirarle-. Pero sí.
-Nunca he dicho que seas una niña. De hecho, una niña no tendría que beber tanto -le respondió él, sin apartar los ojos de la carretera y con esa expresión tan insufriblemente desinteresada. ¿Alguna vez expresaba sus emociones? ¿Alguna vez algo le habría emocionado? Supuso que eso lo sabría mejor su amante-. Si lo fueras te estaría regañando y creo que estoy siendo bastante amable contigo ahora mismo.
Lo estaba siendo. Tenía que admitirlo, pero nunca necesariamente en voz alta. Y para lo poco que había bebido y lo mal que le había sentado, no tenía la necesidad de agradecerle nada de lo que estaba haciendo más que haberla sacado de ahí. ¿Estaba siendo demasiado orgullosa consigo misma como para tratarlo así?
Por lo menos no se había presentado como su amante ni como su esposo, que habría causado mayor revuelo, y la había respetado. Podría haber sido peor.
-No bebo siempre. Solo han sido dos copas.
-Que podrían haber sido más de no saber contratarte. ¿Te aplaudo por tus buenos modales?
-¿Te aplaudo yo por ser un capullo?
Ran pisó el freno. Hope estiró las mangas del jersey con los dedos.
La luz roja del semáforo permitió a los pocos peatones que seguían en la calle pasar. Adolescentes aún con uniforme, oficinistas que volvían a casa o acabasen de salir del metro más cercano... Hope los observó a todos, intentando analizar cómo debían ser sus vidas y lo diferentes que eran cada uno de ellos. Unos con trabajo, otros son responsabilidades... Todos igual de jodidos por un sistema.
-No soy un capullo. No me considero uno; no uno de los peores, diría yo -dijo con cierta soltura. Empezó a mover los dedos sobre el volante al ritmo de una canción que poco se importó en identificar. Dedos largos y delgados que un pianista habría apreciado-. Solo cuando tú no miras.
-Qué amable -se burló.
-Mira el lado bueno. Si no fueras mi esposa, a la que debo cuidar en la salud y en la enfermedad, y uno de mis trabajadores, no habría sido así. No te habría acompañado al coche y llevado a casa como un caballero -su mirada se oscureció. La luz del cambio de semáforo golpeándolo en el lado derecho de la cara-. Te habría dado una paliza y recordado cuál era tu lugar delante de todos.
Hope casi se atragantó. Lo decía tan enserio que le costó no creer que a alguien le habría ocurrido. ¿A uno de sus trabajadores? ¿A alguien que le hubiese ensuciado la ropa, molestado el día? ¿A alguna de las mujeres anteriores a ella en su vida, si es que llegaba a ser algo en ella?
-Habrían llamado a la policía -se atragantó diciendo.
-Cuando hay dinero de por medio, nada importa. La policía hace la mirada gorda e incluso te ayuda a cambio de un poco más. 
-No... -se atragantó con sus propias palabras, dándose cuenta de que la había pillado por completo-. No soy un negocio con el que se pueda jugar.
O lo pensaba. Porque su familia la había vendido a cambio y ahorrado el disgusto de deshacerse de la hija favorita. Había sido una tontería decirlo de aquella manera y en esa situación donde claramente lo estaba dejando claro.
Ran estiró la mano hacia ella y le acarició la mejilla. Tenía los dedos fríos, pero no parecía tenerlo, y le colocó el famoso mechón rebelde. Ella no hizo nada por detenerlo. No con semejante shock encima del que recuperarse. Luego, estiró el cuello y le dio un beso en la frente con suavidad y se volvió a colocar. El cuero del coche sonó. El coche siguió funcionando, pero ellos no hablaron el resto del camino. Se sintió imbécil.
-¿Cómo sabías donde estaba?
-Te he llamado y no lo cogías. A la segunda he llamado a Hayakawa y él, por el contrario, sí que lo ha hecho.
Touché. Entonces sí que la tenía controlada de esa manera. Ahora sí podía sentirse traicionada...si tuviera tiempo para eso. Hope apoyó la cabeza en el cristal, mirando a través de este a la carretera nacional y las farolas que la iluminaban. Las luces del coche también estaban encendidas.
El peso del beso que Ran le había dejado en la frente seguía ahí. 
-No tenías porqué haber venido. Iba a volver -y añadió de más:- Estabas trabajando.
-Quería comprobar por mí mismo dónde estaba mi mujer a estas horas y si era verdad que había salido con sus amigos. Ahora lo es. Y parece que esperábais a...¿cómo lo ha llamado? ¿A tú ex? Parece que me he adelantado.
-Eso no tiene nada que ver porque halla salido. Quería hacerlo, y punto. Tú ibas a salir, ¿no?
Se revolvió en el asiento.
-Tampoco tiene nada que ver. Ya hemos llegado.
Era cierto. 
Habían entrado por el garaje y aparcado en la plaza que aparentemente era la suya. Hope miró bien por la ventana, intentando reconocer algún lugar que se le hubiera pasado por alto. El cubículo donde estaban ascensor y la pequeña sala de espera con cristales de plástico no estaban muy alejado. Desde ese lugar, con el coche en el que siempre iban, era imposible ver la plaza de aparcamiento ocupada o vacía.
Las manos de Hope estaban heladas para cuando se bajó del coche. Ran la siguió por detrás después de agarrar unas cosas de la parte de atrás y cerrar el coche. No veía el coche de Hayakawa que siempre la llevaba, así que supuso que se había quedado fuera aparcándalo y directamente yéndose a casa. Solía irse cuando ella lo avisaba o cuando recibía una llamada de algún superior y se marchaba del apartamento, pero solía quedarse un poco más en el garaje hasta comprobar que ya nadie en el edificio pudiese ser una amenaza. El tema de la seguridad...era algo en lo que no fallaba.
Jamás.
A Hope se le encendió la bombilla una vez las puertas se cerraron y la pequeña vibración del ascensor le indicó que estaban subiendo. Ellos vivían en la última planta, la más alta del edifico y superando a muchos de los edificios que rodeaban el barrio... La convivencia en ese pequeño espacio iba a ser muy incómodo.
-¿De qué querías hablar? -empezó ella, sin apartar la mirada del frente.
Ran no dijo nada, y Hope se sintió idiota por decirlo. Una profunda respiración la sorprendió, acompañada de un estremecimiento eléctrico que recorrió su columna como una corriente. Los pelos de su nuca se erizaron con el contacto de la caricia fría.
-¿Puedo saber quién es tu antigua pareja?
-¿Pregunto yo por las tuyas?
-Podrías.
Era cierto, podía. Pero poco le interesaba algo tan banal como el pasado y una relación en la que ya no estaba. Y si estaba, pensó enfadada, que fuese ella quien pareriera al jodido heredero que todos querían y por lo que había sido intercambiada. Sus antiguas parejas eran eso, tan antiguas que era pasado y no influían en sus acciones a día de hoy.
¿Qué importaba que hubiera besado a otro, tenido sexo con otro que no era su marido y nadie más lo supiese? Poco importaba si ya estaba hecho y jamás le hubieran preguntado por ello.
-No quiero.
-¿No quieres -el hueso de la base de su columna se estremeció de nuevo, allí donde el dedo helado de él acarició y empezó a descender abriéndose paso en el cuello de su jersey. La respiración de Hope se alteró cuando empezó a subir y a bajar como una sensual caricia- o no puedes?
-Eso es una tontería -le respondió, casi como un susurro lamentable-. No quiero y punto.
Los dedos le cosquillearon. La caricia del frío tacto fueron sustituidos por la caricia de una suave y templada respiración sobre su nuca, un par de dedos jugando con los suyos y mandándole descargar eléctricos que...de alguna manera consiguieron sonrojarla y alejarla del malestar que sintió en el camino a casa.
Hope tensó la mandíbula cuanto pudo para evitar hacer algo inapropiado... En su antigua casa, decían que ese tipo de reacciones eran el comportamiento y trabajo de una fulana. Claro, que no esperaba cualquier otra respuesta de una mujer que había sido educada por una institutriz en Alemania y mudado a Japón como si nada para casarse por otro matrimonio forzado.
La diferencia entre ellas era la siguiente: mientras que el padre biológico de Hope era un ser sin corazón que después de haber tenido dos hijas, una de ellas con una aventura en el pasado, había elegido lo mejor para familia y el nombre en vez de para ellas, el esposo de Hope era joven, apuesto, y nada de lo esperado que en un principio le tenían propuesto. Hope dejó de ser virgen a los diecinueve con un chico del pasado con el que pensaba pasar su vida...hasta que conoció a otra y la abandonó. No fue un golpe fuerte, no uno igual al de su padre cuando se enteró de ello y casi la mató a patadas. Al parecer, la virginidad para los hombres era un concepto aún estipulado en los matrimonios en pleno siglo XXI. Había perdido su valor como persona ese día, y su madrastra habló de buscarle un hombre cualquiera que la acogiera a la desesperada y beneficiase a la familia Wägner de cualquier manera.
Sin embargo, en vez de hacerlo así, cubrieron el escándalo con el mismo dinero que presumía Ran y su valor siguió en pie...a diferencia del suyo para ellos. Hope ya estaba prometido con un señor de la misma edad que su padre con el que se esperaba que perdiera a parte de la «doncellez» (cómo decía su madrastra con cierta burla cada vez que podía para hacerla, o al menos intentar, sentir mal con ella misma. Nunca le funcionó. Ni una), le diera un heredero para seguir con los negocios en alza. Era de una familia reciente e influyente, habiendo llegado tarde a poder competir con muchas otras organizaciones o familias, pero que necesitaba urgentemente un sucesor por la falta de uno. Al final, lo único que se esperaba de ella era que abriera las piernas para que la preñaran, cuantas veces fuesen necesarias, y pariera.
Todo cambió el día que Ran Haitani entró en la casa y, en vez de sentarse con su hermana a charlar y a negociar con sus padres, se acercó a ella y le dijo que la gama de colores que estaba utilizando en el cuadro (porque le gustaba pintar, pero aún no estaba en la universidad oficialmente, y el jardín trasero era el único lugar donde la dejaban para que no molestase) era demasiado fría para un tiempo soleado. Hope le dijo que estaba en lo cierto, pero que no tenía sentido hacerlo cuando lo veía así. Luego, la dejó donde estaba y desapareció entre las tres personas que los miraban asombrados y enfurecidos. Cuando el sirviente fue a buscarla, se enteró que estaba prometida de nuevo y la necesitaban en el salón. La mandaron sentarse en el mismo sitio donde había estado su hermana esperando, inmaculada como siempre y con los rizos en orden, al lado del hombre que pronto sería su marido. Recordaba la conversación como si fuera ayer.
-Quiero casarme con ella. Lo haré si no tiene inconvenientes -dijo Ran, con las manos en las rodillas y una mirada relajada. El hombre que estaba detrás de ellos miraba al frente y aburrido por toda la situación.
-No, señor Haitani, claro que... -pero en vez de dejarle hablar a su padre, Ran lo mandó callar de una mirada. Su padre odiaba que lo interrumpieran, y que lo molestasen aún más, pensando que fuera tonto, así que Hope fue la primera en darse cuenta de su molestia cuando tensó la mandíbula y observó cómo la mano de Ran se apoyaba en su rodilla.
-No va para ti. Va para ella. Su opinión es la única que me importa. Si dice que sí, mire que bien que tendré una prometida y dentro de poco una hermosa esposa que además sabe distinguir un buen cuadro. Y si dice que no, me conformaré con su segunda hija. Pero será ella quien decida en vez de usted cuando es su futuro y el mío.
¿Y qué iba a hacer Hope? ¿Callarse cuando todos la estaban mirando, y su hermana pequeña la miraba por primera vez con atención y le suplicaba con la mirada que dijese que no para que ella pudiera decir que sí? ¿Ser una mala hermana? En la vida le habían preguntado lo que quería hacer, a lo que le gustaría dedicarse o el control de su vida en sí. Estaba destinada desde el momento que la llevaron a esa jaula dorada a esperar su primer periodo y que la vendieran al mejor postor. ¿Iba a perder una oportunidad de salir de ahí, de ser libre, a cambio de contentar a la mimada de su hermana pequeña, que había tenido todo servido en bandeja de plata, y que jamás se había preocupado por ella? Aún así, Hope tardó un buen rato en responder. 
Tenía dos opciones: aceptar o negarse. La primera conllevaba casarse con un hombre más cercano a su edad y con mejores modales que la mayoría de hombres que había conocido, elegante y que pidiera su opinión. Lo tenía todo, al parecer. O la segunda, en la que conllevaba tener que acostarse en una cama con un hombre poco deseado, entrado en edad y repulsivo que cada vez que la veía intentaba tocarla más allá de lo que Ran jamás se había aventurado en aquellos dos años. Si de algo se enorgullecía Hope, era de ser inteligente y capaz de distinguir una ventaja cuando la tenía delante. Ran aún estaba en la flor de la vida, así que, según su lógica, poco iba a esperar de tener un heredero tan pronto. Él no iba a lanzarse a la cama con ella, levantarle el vestido en la primera noche con ella y correrse en ella en ¿cuánto? el minuto que tardarse en conseguirlo si es que su cuerpo se lo permitía. Al menos, no era lo que parecía. Así que aceptó y, por primera vez, la gente le hizo caso.
Al igual que ese día: podía aceptar ser algo que ella misma había elegido o negarse a algo que, entre las sombras, llevaba anhelando más tiempo del que diría.
-Puedes preguntarme lo que quieras. Con cuántas he estado, con cuántos, qué les he hecho, o quién me ha llamado más la atención... Lo que tú quieras. Te responderé con total sinceridad -el tacto de sus labios contra la piel desnuda y erizada de su nuca la estremeció de nuevo, y pilló por completa sorpresa. Otro fue depositado al lado de su oreja derecha, su respiración tranquila distinguida contra la suya acelerada- y devoción.
¿Estaba haciendo eso? ¿Intentar seducirla cuando no lo necesitaba, porque desde el primer momento que lo había visto sabía que no le iba a hacer falta, y llevarla a la cama por un calentón? Lo pensó. ¿Era eso? ¿Un calentón?
El día de su compromiso había renunciado a la herencia de su padre, fuese cual fuera, con el pretexto de que no necesitaría más de ellos aparte del contacto con una pequeña parte de la familia que sí era considerada como tal. Pero también había renunciado a una serie de libertades que como esposa jamás podría recibir. El mero hecho de pensar en el adulterio o en tener una aventura con otro hombre le ponía los pelos de punto porque no era su estilo ni uno acción que le fuera a encontrar felicidad en algo que...realmente podría estar disfrutando.
Pero jamás le había preguntado a él qué opinaba de aquello. De la razón por la que había cambiado de opinión respecto al matrimonio, del por qué le importaba tanto su opinión si al final iba a abandonarla a la primera oportunidad que tuviera por el trabajo... Tampoco es que hubiese tenido muchas oportunidades para hacerlo.
Y las que sí tuvo, prefirió callarse y guardar silencio.
Otro escalofrío, esta vez que recorrió la boca de su estómago y le dejó un mal sabor de boca. Justo como le habían dicho que hiciera. Lo que le habían ordenado que hiciera y, si podía también, darle un hijo tan pronto como pudiera para ser útil.
-No sería apropiado.
-¿Y qué si no lo es? 
Una buena pregunta.
-Dejaría de serlo.
¿Qué importaba si no era apropiado? Él era su esposo y ella su mujer, como habían jurado en sus votos de matrimonio. En la salud y en la enfermedad, en pobreza y en la riqueza; algo irónico, porque su cuenta bancaria debía de superar el billón fácilmente. Pero él nunca se había quitado el anillo. Decía que nunca se lo quitaba, y que guardaba fidelidad a su matrimonio como juró en su momento...mientras que ella se comportaba como una niña cuando él intentaba acercarse a ella.
Mentiroso. Ran Haitani era un sucio mentiroso.
Estaban en un ascensor. Lejos de ser pequeño era enorme para la poca gente que podía permitirse ese edificio o la capacidad de alojamiento de los apartamentos. Para fiestas, quizás, fuera útil. Para dos personas, sin embargo, era asfixiantes el poco espacio que podía haber en su mente. Allí, con Ran besando su cuello, agarrando su mano y acariciándola como si fueran íntimos, parecían dos amantes esperando a llegar a la casa del otro para dar rienda a su amor y lujuria. Pero no lo eran. Ese no era el caso porque no eran amantes que se veían a las sombras del cónyuge del otro y que rivalizaba en sentimientos. 
¿Por qué hacía las cosas más difíciles de las que ya eran?
Compromiso. Lealtad. Juramento. Era a lo que estaba sometida desde el la quinta semana de verano en la que había cambiado su futuro por uno que estaba lejos de contentarla o satisfacerla. En su familia, la lealtad era un juramento que hacías nada más naces o te metes en ella por un compromiso. Todo se relacionaba. «Y las mujeres eran un mero objeto para seguir el transcurso de esa barbarie, tradicional y misógina cultura de la violación».
Hope hizo un ademán para alejarse y poder discutir lo que estaban haciendo. Si estaba mal, si estaba bien, si era mejor hacerlo en otro lugar. Lo que fuera. Pero poder hablarlo con tranquilidad. Antes de poder reaccionar, Ran ya la había girado hacia él, cara a cara pese a la diferencia de altura, y le había agarrado la cara con ambas manos, inclinándose hacia delante.
Se quedó en blanco cuando la besó.
En los labios. 
Se quedó congelada en su lugar cuando comenzó a besarla. Y no como su amante en el pasado había hecho, suavemente y paciente. Sino con ganas. Ganas de verdad. Lejos de la primera vez que lo hicieron en el altar. Como si él hubiera estado conteniéndose también en ese momento, y ahora tuviera la oportunidad de dearse llevar. La fragancia de su colonia la invadió e inundó sus fosas nasales, un cosquilleo que le recorrió y le hizo lagrimear. Hope dio un traspié hacia atrás por la impresión y su espalda chocó contra la superficie plana del ascensor. Su mano se clavó al lado de su cabeza mientras se acercaba más a ella, pegando su pecho al suyo y el la espalda de espalda presionando con más fuerza contra la pared. 
Allí, en el ascensor, donde estaban ellos solos, probablemente de las pocas veces que habían compartido un espacio solos. Cuando no era sus padres, era con los guardaespaldas que velaban por la seguridad de ella más que por la de él. La decencia, la lealtad, la fidelidad... Todos los valores que le habían enseñado e instalado en su mente para que pensara siempre en ellos podrían haberse roto por una aventura cualquiera que la distrajera de la vida de ricos que le esperaba al llegar a casa después de la universidad. La nariz de él se presionó contra la suya cuando cambió el lado de su cabeza para poder acercarse más a ella, una de sus manos tirando de su cadera hacia él sin vergüenza. 
Había tardado en darse cuenta de que ya no estaba atada a esas cadenas asfixiantes, las palizas y las miradas por encima del hombre de forma disciplinaria. Que ahora era libre. Así que, cuando Ran se alejó lo suficiente -unos escasos centímetros de ella para dejarlos respirar-, pudo corresponder como mandaba. Hope no tardó en responderle con ganas. Su cuerpo contra el suyo, caliente y cubierto por ropas tan diferentes como ellos. Se puso de puntillas para profundizarlo. Él, en respuesta nuevamente, le agarro el pelo en un puño y la apretó contra la pared. 
«Por favor».
-Ran.
-Hope.
Juntaron sus frentes antes de volver a compartir un beso, ahora más relajado y que jamás habría pensado en repetir, cuando la espalda de ella empezó a tensarse. El escozor y la presión en sus omóplatos, que debía de haber estado ahí desde el primer momento, empezó a molestarle y se arqueó.
Ran besó su nariz para volver a esconderse en el hueco entre su cuello y hombro. Lo sintió respirar un par de veces con profundidad, haciéndola estremecerse por el contacto de su afilada nariz contra la piel desnuda.
-No vuelvas a retarme -empezó diciendo. Si ella dijo algo, no recordaba el qué. Las manos de él apretaron la piel que sujetaban-. Jamás.
Esa respuesta la sorprendió. Tuvo ganas de preguntarle a qué se refería, a qué venía algo como aquello, cuando el timbre del ascensor sonó y los sorprendió. Hope subió un brazo para alejarlo...cuando Ran se alejó y salió escopetado al poco tiempo de la puertas.
Las luces del ático estaban encendidas cuando la figura alta y delgada de Ran desapareció escaleras arriba. Una de las criadas estaba ahí limpiando cuando los vio llegar y, sorprendida, solo le dio tiempo a mirarla a ella. 
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koffeenoe · 6 months ago
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SO YOU’RE TELLING ME THAT WE’LL SEE BONTEN ARC AND THAT HEARBREAKING SCENE BETWEEN TAKEMIKEY 😭😭😭 and when take thinks of mikey when seeing hina omg can’t wait!!!!!
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movedtolilmouzee · 2 years ago
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hihii i reallyyy love ur writing!! can i request for bonten!mikey, ran and timeskip!hanma cheating on their wife with fem!reader. like maybe make the reader a villain in this fic. sorry if it's weird u can ignore it if u want. have a great day and make sure to drink water <33
ℑ𝔱 𝔞𝔩𝔩 𝔠𝔬𝔪𝔢𝔰 𝔠𝔯𝔞𝔰𝔥𝔦𝔫𝔤 𝔡𝔬𝔴𝔫 𝔢𝔳𝔢𝔫𝔱𝔲𝔞𝔩𝔩𝔶...
𝘊𝘩𝘦𝘢𝘵𝘪𝘯𝘨, 𝘈𝘭𝘤𝘰𝘩𝘰𝘭, 𝘔𝘦𝘯𝘵𝘪𝘰𝘯 𝘰𝘧 𝘥𝘦𝘢𝘵𝘩, 𝘈𝘯𝘨𝘴𝘵, 𝘛𝘰𝘹𝘪𝘤 𝘳𝘦𝘭𝘢𝘵𝘪𝘰𝘯𝘴𝘩𝘪𝘱𝘴, 𝘙𝘢𝘯 𝘢𝘯𝘥 𝘏𝘢𝘯𝘮𝘢 𝘴𝘩𝘰𝘸𝘪𝘯𝘨 𝘯𝘰 𝘳𝘦𝘮𝘰𝘳𝘴𝘦, 𝘙𝘦𝘢𝘭𝘭𝘺 𝘯𝘰 𝘩𝘢𝘱𝘱𝘺 𝘦𝘯𝘥𝘪𝘯𝘨𝘴.
(𝘡𝘦𝘦'𝘴 𝘯𝘰𝘵𝘦- 𝘏𝘦𝘭𝘭𝘰, 𝘮𝘺 𝘭𝘰𝘷𝘦𝘭𝘺 𝘢𝘯𝘰𝘯. 𝘚𝘰 𝘨𝘭𝘢𝘥 𝘵𝘰 𝘬𝘯𝘰𝘸 𝘺𝘰𝘶 𝘭𝘪𝘬𝘦 𝘮𝘺 𝘸𝘳𝘪𝘵𝘪𝘯𝘨𝘴, 𝘐 𝘩𝘰𝘱𝘦 𝘺𝘰𝘶 𝘦𝘯𝘫𝘰𝘺 𝘵𝘩𝘪𝘴 𝘰𝘯𝘦 𝘢𝘴 𝘸𝘦𝘭𝘭! 𝘐 𝘸𝘢𝘯𝘵𝘦𝘥 𝘵𝘰 𝘮𝘢𝘬𝘦 𝘵𝘩𝘪𝘴 𝘦𝘹𝘵𝘳𝘢 𝘱𝘢𝘪𝘯𝘧𝘶𝘭, 𝘴𝘰 𝘐 𝘩𝘰𝘱𝘦 𝘺𝘰𝘶 𝘭𝘪𝘬𝘦 𝘪𝘵 𝘭𝘰𝘷𝘦 <3.)
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Nights of fighting, screaming at each other until one of you lost your voice, so much venom being spit at each other finally took its toll. Mikey finally found himself in bed with another woman, someone who didn't even bother to ask how his day was, didn't listen to him rant about himself, she wasn't you and never would be but Mikey couldn't stop. Something about her intoxicated him, made him continue coming back for more until you finally caught them. The look of utter disgust is what snatched Mikey back the the reality of what he'd done, he threw 2 years down the drain because of another argument that could of been worked through. This was the first time you'd seen Mikey show an emotion, it took the words "I hate your fucking guts, I hope you rot in hell" for him to break down crying fully understanding that he fucked up and fully lost you for good. Everything fell apart the moment you left, Mikey had finally been brought to his feet by you giving away his every plan to anyone who paid well enough. You were going to ruin his life just as he ruined yours.
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Saying you fell head over heels with Ran was an understatement, you fell for ran like a puppy finding its new owner. Everyone warned you it wasn't going to end pretty, even Rindou warned you but you always pushed the worries and anxiety filled nights to the side when Ran came home, giving you a kiss on the head before going to bed. The warnings from everyone quickly became your reality. Coming home early with a few friends to help you set up for your anniversary, everyone quickly got silent when all eyes landed on a random girl and ran naked in the livingroom. You couldn't even tell if seeing that Ran seemed to enjoy the look of hurt and sadness on your face or the fact that he didn't even care you saw and wanted to leave. Rans last words to you "I'm sad I marries her and not you."
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How you ended up with hanma seemed like it was straight out of a fairy tale. Taking him in after kisakis death, being the only person there for him and offering your home to him. You should of known that agreeing to date and even say yes to hanmas marriage proposal was a bad idea, you saw hanma go out with a new girl everynight and immediately ghost them after getting what he wanted, you had to lie for him when they showed up to your house. Even though hanma was a walking red flag, you simply ignored it and stayed with him only to end up hating yourself. Hanma wasn't husband material and finally it showed when hanma no showed on your dinner date, ignored your messages when all you wanted to know that he was ok, the icing on top was when hanma "accidentally" send you the other girls nudes and videos and got upset when you wanted to leave him. Four long hours of you both screaming at each other and your friends having to help you collect your things, hanma stopped caring his last words to you "You're just jealous, you weren't her in bed with me."
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marahuyomae · 2 years ago
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Lifeless Pleasure
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Feat. Bonten! Ran Haitani [CANON], Patient! FEM! Reader [INSERT]
Genre/s: Smut, Porn with Slight Plot, Oneshot, Hospital Au, Dark Content Fanfiction
Warning/s: Noncon, Somnophilia, Drugging (Use of Calla and Peace Lily), Assault, Menions of Pregnancy, Corruption Kink, Implied Necrophilia (but not really-), Manipulation (If you squint), Reader feels so uncomfortable around Ran, Hospitalisation, Misogyny, Poisoning, Virginity loss, and Death almost knocking at Reader's door. Let me know if I missed something.
DEAD DOVE: DO NOT EAT | NO BETA WE DIE LIKE MEN
Synopsis: Ran Haitani doesn't remember how all of this started, but he is ecstatic and delighted to have such an innocent lovely thing in his grasp-
OR Ran was tasked by the Emo Bonten Leader to retrieve a confidential medical record in a Hospital so he disguised himself as a doctor there... Only for him to get a free taste of a sweet patient's forbidden fruit.
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A smile was etched on Ran's face as he gazed at the little lamb before him; like a sacrifice to a ritual, she was splayed across the hospital bed as her pretty face began to show discomfort, "I have been checking up on you for a few days now, and you still feel uncomfortable with me..." Ran sighed at her in a twisted kind of adoration.
The young lady just shifted her gaze somewhere else trying to ignore his tone, his face, and anything else that had something to do with his presence in her hospital room. She knew that he is just a doctor, those check-ups are not anything that she is supposed to feel uncomfortable with- he is just doing his job after all.
But she can't help but feel like those eyes that boils like poisonous wisterias that are hidden in the depths of the dark forests- are as dark as those fantasies that probably was undressing her and making her feel so naked; intoxicating as his eyes are, she looks away not wanting his acid to melt her skin.
"Have you been taking your medicine?" He coos at her like that a mother to her child. With a meek nod, she fiddled with her hands nervously as she felt the air becoming suffocating every minute- like that of drowning in an underwater cave that you have no way out of as you struggle to go back to the surface to get air.
She nods her head and uttered a small 'I did' that can barely be heard, Ran smiles in satisfaction as he pats her head, "Aren't you a sweet doll? Taking your medicine like a brave big girl."
She did not have the courage to correct him that she is now a grown woman, she was too uncomfortable to tell him. Too uncomfortable to be near him too.
"If you keep on taking your medicine, maybe you would get better soon." He exclaimed with delight as he knew that this would be the last time she would intake her 'medicine'.
He smiled at her with a false sense of comfort as his heart danced a macabre due to how ecstatic he was that she was still believing and following him mindlessly, the Doctor proceeded to hold the cup towards the insomniac patient, delighting the way her sleepy eyes droops even more as she would now be unaware of her fate would now be on the hands of the wolf that would devour her alive.
Her eyes began to close as the taste of the medicine started overwhelming her senses as they take over her body, the sweet minty impact was no contrast to the needle-like piercing to her tongue was still painful as ever, she began to drool as her eyes rolled back, now knocked out cold as her heart started to slow down as slumber began to make her defenseless.
Ran smiled in victory as he pants at the sight before him, the young Lady was splayed like a meal all for him to eat. He went closer to her as his heart beats like the white rabbit running at such speed to avoid getting late as he jumped down the rabbit hole.
His head was fuzzy as a dark flustered expression decorated his face, he had her all to himself, all for him to eat and enjoy.
Playing Doctor was not so bad after all, it was definitely worth it.
He gets closer to her face as he placed an overly affectionate kiss on her dehydrated chapped lips, like one that woke Sleeping Beauty from her sleep- the only difference is there was no evil fairy that placed a curse; it was the Prince himself that put her to sleep.
His hands roamed all over her body as she flinched in his touch, a conscious part of her realizing that something was wrong- but was not able to find herself waking up.
She was way too far gone.
He placed his head on her neck as he inhaled her sweet cotton candy scent, the smell of Johnson's soap was all over her clothes and skin- like a tainted mark that marks territory.
His hands started moving again, his calloused palms brushing softly past her stomach as it got lower and lower until they arrived at her soft plump thighs, his breath hitched at the feeling of the soft skin in his hands.
His hands started growing closer to her curtained entrance as he hiked up the hospital dress up to her waist; and so between her legs, a digit teased along the partially clothed cunt.
'The sight of the pretty grey panty looked pretty decorated on her jeweled flower.' Ran thought as he starts to place the same finger that he eased her with- into her mouth.
"So Pretty and Vulnerable for me." he cooed at the unconscious patient.
He lifted the blue hospital gown higher and up to her pale stomach, her breathing was shallow in contrast to his own.
Despite being aware that the lamb on the sacrificial altar is now dreaming and dormant, the adrenaline of thinking that she would wake up is encouraging Ran to go deeper...
A little further.
Digging quite deeper.
His calloused fingers trailed up the length of her thigh, and with the ease of his force, he took off the gray silky panty off. The small gesture alarmed her body's senses, but just like before,
She can't make herself wake up.
The needle-like crystals of the Calla Lily were piercing the insides of her mouth as the needles created more small pores that made way for the Peace Lily's extract to force her to sleep.
She let out sharp breaths that sounded that of a little lamb panting as they ran out of breath from the wolf's chase that put them through, her mouth agape as she inhaled and exhaled.
Her legs were then opened wider as Ran held her knees to pull her closer to his lively body compared to the woman asleep.
Drool seeps out of the Patient's mouth as another side effect of the Calla Lily taking over.
Just a few more hours pass.
And poison will begin seeping by then.
He curled up his thumb at the base of her clitoris in a manner that made you feel like the warmth of the fire is overwhelming you as the patient's body jolts in response.
She is now barely breathing, Ran almost thought that she is dead. But he knew better, for he used this serum already on different occasions. It just so happened that due to the patient's Overactive Thyroid condition, her almost weightless body wasn't able to handle the normal dosage than average targets.
Despite that, in a very twisted way, Ran wouldn't mind even if the sweet darling little lamb could have been a corpse by then.
No screams.
No moans.
No cries.
No writhes.
No dispute.
Just the acceptance of her fate.
Just acceptance of Ran's ways.
"Can I fuck you, sweetheart? It would feel good for both of us..." he's aware that she can't reply. And even if she can answer a 'no', he would get his overwhelming craving to do it for him.
In other terms; he would fuck her anyways.
His slender fingers brushed over her naked cunt slightly parting her exposed lips. The sweet darling made no attempt to struggle still in a dream-like state, Ran let out a hum of satisfaction; continuing brushing his fingers inside the flesh.
His hunger grew for her pretty pussy was growing, left unsatisfied without even getting the taste of such forbidden sweet fruit. Even with the eagerness of gobbling her up, there was no greater starvation than his dick craving to be inside.
Uniting with what belongs to him in such a majestic way. Wanting to explore the deepest parts of such a beauty. A spark of intense feelings soars in a childish display, like that of a child that finally got to have a deluxe limited edition toy train.
A sudden impulse got the best of him, if someone tells him what he is doing is wrong; he'll blame Lucifer for controlling him like a puppet with strings.
He would cry out...
'It is not I who caused such wreckage, for the devil himself has taken a hold of me!'
But oh dear...
Oh, dear...
Silly Ran, we know full well you are Lucifer's very flesh and blood...
You are his offspring of such an impure sin that grows with the plagues.
He began to remove his white coat that strangled his biceps as he struggled to pull it out. Impatient he was, the faster he wants it; he groaned and threw off the coat to the ground.
The struggle was real, he can't believe he suffered so much, and it was too traumatizing to look back. (Dramatic little shit, you literally just took off a coat that was too tight for you.)
He brushed his hair up with his fingers as sweat formed on his forehead, pulling his pants down in a frantic manner.
His cock was suffocating in the safety of his boxers; aching painfully, craving for the warmth of the virgin cunt.
The Doctor grabbed her plump thighs and spread her wider than she was able. He fisted his cock and stroked it with his fingers curved. He slid his fist down to his base, starting to stroke himself.
Her pussy is now pale and in a light velvet, not as lively as it was supposed to be as the Lady was fighting herself to wake up from the poison's grasp. No fluid or liquid was pulsing through her body and no vibration coursing through her.
She was simply asleep.
Like a good little girl.
Unaware and Oblivious.
He spat a trail down his shaft and continued to massage it as he became wetter with an enzyme and mucus-formed alkaline fluid.
He kept silent with shallow moans bubbling down his throat and prepared himself for himself to enter his beloved princess's entrance.
She is now lifeless.
She would no longer wake up.
He kept telling himself.
The Doctor stretched her pale velvet walls, making his way inside the Patient's unaware state. Her walls swallowed him, gripping him too tight as if the body knows that she is being assaulted.
A deep moan escaped his smooth lips and was followed by a careful thrust from the medic, earning a muffled gurgle. She flinched in her comatose state as she let out a tight sob, the pain was felt- yet...
She can't even wake up.
Even if she forced herself to.
He wrapped his hands around her waist, holding her tight- too tight that it could leave a bruise the next day.
He does not have any worries if this could hurt her, his cock entering her to her deepest crevice, kissing her cervix. Sweat began to fall with each deep thrust.
Beneath him, the sweet angel lay motionless with a closed gaze.
He kept thrusting inside her, deeper and more feral with each thrust. Clasping her supple breast in his rough palms. An ache in his testes told him he was about to reach his high.
He flicked her nipple and swirled it with his two forefingers. The simple gesture made him groan in satisfaction as he came inside her. His semen oozed directly into her womb.
His goal wasn't to breed anyone, yet alone any lowlife whore. He was supposed to retrieve Bonten's medical records to wipe away evidence that they had been there; he already retrieved them 9 MONTHS AGO.
And yet, he got a vast fixation on his accidental patient. Such a sweet lamb with her big doe eyes staring at anything with curiosity and innocence. And that is where he got the obsession with his twisted fantasies of breeding his patient.
He sighed as he looked at the masterpiece he created, he observed his princess's bodily canvas feeling satisfied with his art.
It would be a shame if he was about to lose such a gem right?
He hurriedly injected the antidote into his beautiful wife.
Yes, he is now married to his lamb. Little Red was destined to marry the Big Bad Wolf.
He would make her bear his children he decided.
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Suddenly, an unspoken Doctor! Bonten Character x Patient! Reader smut collab happened between me and @wildartist 😭✨
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"Say my name" broke me again
I JUST REALIZED THE LYRICS OF THE NEW ENDING ARE TALKING ABOUT BONTEN T.T
Say my name I know you’re my savior Take my hand and show me the future Say my name Fight with you forever Hand in hand You are my hero and you cry I know I know I know I know We defeat everything I will stand for you No matter what I will never change in war for the future for my friends and for myself HOPELESS, HOPELESS Pray in my own prison for ONE CHANCE, ONE CHANCE I just want to see you again
Say my name I know you’re my savior Take my hand and show me the future Say my name Fight with you forever Hand in hand You are my hero and you cry I know I know I know I know We defeat everything
People, this is Bonten Mikey singing and I bring proof and pain:
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Do I even need to explain this?
Takemitchy says "MANJIRO" and that's when Mikey fucking reacts because his crybaby hero just said his name and fighted (again) for a good future for him.
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And here we have the hopeless Mikey that at the same time is still fighting his own war in the future for protectinc all his friends (except for Sanzu cofcof)
His hopeless and standing in his own prison until he thinks Takemitchy is death so there is no more reason to keep standing. Mikey who wasn't want Takemitchy to find him but at the same time, wanted to be saved, wanted this once chance.
Yeah, this ending is broking me in pieces in new ways.
What did I said about the trauma onion? So yeah, that T.T
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moss-c0uch · 10 months ago
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our favorite jellyfish
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catcoffeen · 4 months ago
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Eepy in the car🌃💤
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immanenteffigy · 11 months ago
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My piece for a 3 artists 1 base challenge that I did with some friends!
I've had a lot of Tokyo revengers emotions lately and the Bonten arc obliterated me
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nevermeyers · 2 years ago
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It's going to be 2023 and I'm still not over this
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mochiswifey · 1 year ago
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Teaser For Bonten Comedy Story
Y/N : Humanity is both black and white it's not just-
Sanzu: Wait, so we Asians don't exist then?
Y/N: What? I'm not talking about race you dumbass. I'm talking about humanity.
Sanzu: I don't get it.
Y/N: You know what? Fuck you. I was trying to create an epic quote shit and you ruin it. This is why nobody fucking likes you. You fucking dumbass.
Sanzu:*Still Dumb Founded* I still don't get what she's trying to say.
Kokonoi: She's trying to say Humanity is like Yin and Yang. Darkness and Light.
Sanzu: ??? So, like the poor neighbor hood and rich neighbor hood?
Kokonoi: I can't deal with you. Hope you die a horrible death.
Takeomi: So does everyone get why I hate him?
Sanzu: No one likes you either. Smelly ass, "OH! MY BACK!" old ass mother fucker.
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salvatoreren · 1 year ago
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the way we should study how much the bonten arc had the whole fandom in a chokehold, LIKE THE POWER AND INFLUENCE IT HAD, THERE WAS NOT A DAY WHERE I DIDNT SEE A BONTEN EDIT, A FANART, PLAYLIST OR A MENTION OF IT
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bread4innie · 2 years ago
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ANDDD.... 🥁🥁🥁
pretty boy rindou is the winner 🏆🧎‍♀️
(It's bby kaku for me 🤭 I'd say ran but i liked him better with long hair bc his neck looks too long w short hair)
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