#auto flores
Explore tagged Tumblr posts
Text
#auto flores#autoflores#Jakarta#Indonesia#TravelPhotography#CityLife#UrbanExploration#StreetPhotography#Cityscape#ExploreJakarta#DiscoverIndonesia#LensCulture#NatGeoTravel#TravelGram#Wanderlust#Adventure#Culture#LocalLife#HiddenGems#CityLights#CityVibes#CityPhotography#MobilePhotography#Dashboard#CarJourney#RoadTrip#OnTheRoad#TravelDiaries#TravelStories#VisualStorytelling
1 note
·
View note
Text
I just think he's cool,grinning characters will always be in my heart fr.The background I was just doing stuff,idk where I was going with it-
The pilot was really good,besides I wanna see more Kinger and Jax bc I really like them.
Definitely making my own oc for this ngl
#drawing I did while a major migraine was happening#I seriously just listened to Liana Flores the entire time I drew this#Brain went on auto pilot fr#Jax#jax digital circus#Digital circus#Fanart#the amazing digital circus
140 notes
·
View notes
Text
#ethnoplants#jardin#jardinage#graines#autos#plante#impatiensniamniamensis#impatiens#fleurs#blumen#flower#flores
2 notes
·
View notes
Text
#instafotos#carros#car#audi r8 v10#Audi#flores#flowers#voiture#auto#coche#carr#audi r8#photo#rosa#pink#beautiful
24 notes
·
View notes
Text
American Auto Trail-Choctaw Trail (Antlers to Nashoba OK)
American Auto Trail-Choctaw Trail (Antlers to Nashoba OK) https://youtu.be/LxU71mbEpZI This American auto trail follows the previous route of the Choctaw Trail auto trail, from Antlers to Nashoba, Oklahoma, on U.S. Highway 271 and Oklahoma Highway 144.
![Tumblr media](https://64.media.tumblr.com/1ebbe777e2ef13b8ed721f8501bf2ef0/8fed186b55aab040-9d/s540x810/a08190ac71f44cd9dce86009ac903bf1476affc9.jpg)
View On WordPress
#4K#american history#Auto trail#chickasaw#choctaw#driving video#Le Flore#Little River#Nashoba#Octavia#oklahoma#Pushmataha#road travel#slow travel
0 notes
Text
Creep - Enzo Vogrincic
+18! Dark/Non-Con. Stalker!Enzo. Age Gap, anal fingering, biting, (mentions of) blood, breeding kink, choking, creampie, dacrifilia, dirty talk, fingering, (muy fugaz) foot fetish, knife play, masturbation, sexo oral, sexo sin protección, subspace, uso no consensuado de somníferos. Aftercare. Español rioplatense.
12/11/2024
El jarrón cayó con la suavidad de una tragedia anunciada.
El estrépito de la cerámica quebrándose y el caos de los fragmentos dispersándose llenó la habitación, como un grito mudo, interrumpiendo el silencio de la noche. Las flores que contrastaban con el color oscuro de la madera llamaron tu atención –sólo por un microsegundo- mientras el eco del impacto aún resonaba entre las paredes.
Y luego un silencio inquietante se instaló en la habitación, como si el aire mismo estuviera esperando, suspendido por el momento de tensión. Mientras intentabas regular tu respiración observaste tus manos vacías, todavía en la posición de sostener el jarrón, antes de dirigirle una mirada a Enzo. Un escalofrío te recorrió.
Corriste en dirección a la puerta, con las piernas débiles y la sensación de ser ingrávida, pero el aire repentinamente espeso y viscoso dificultaba tus movimientos. Por un segundo pensaste que estabas nadando en éter, esforzándote hasta el límite en cada brazada, divisando la línea de meta pero incapaz de poder alcanzarla.
Un sonido débil dejó tu garganta cuando sentiste sus dedos cerrándose sobre tu muñeca con precisión, justo como la mandíbula de una serpiente capturando una pequeña presa malherida, permitiéndole sentir el calor de su veneno y prolongando cada segundo de agonía hasta la muerte.
La fuerza de su agarre movió tu cuerpo como un látigo y tropezaste, pero antes de caer o poder recuperar el equilibrio su cuerpo te embistió contra la pared más cercana. Golpeaste el muro con un sonido seco y te quedaste inmóvil, aturdida, desorientada, intentando procesar la situación mientras tus ojos se llenaban de lágrimas. Su mano sobre tu boca parecía un veredicto y sentiste el sabor amargo de la desesperación en la lengua.
-No te voy a lastimar- juró Enzo, con una expresión de profundo dolor y lágrimas colmando sus ojos, antes de rozar tu brazo con un objeto frío-. No grites, por favor, no grites. Vos sabés que no te voy a hacer nada.
Te preguntaste –y no por primera vez- cómo terminaste en una situación así.
20/6, 23:47 h.
Enzo sólo quería fumar en silencio.
Cuando buscó refugio en el balcón te encontró sola, sumida en tus pensamientos, con una expresión que oscilaba entre el aburrimiento y la molestia. Desde un rincón observabas las luces de la ciudad, los autos, la avenida, estirándote sobre la fría barandilla de metal, ignorando su presencia hasta que borró esa distancia que los separaba.
Carraspeó y tu postura, que sugería hasta entonces una evidente desconexión con el entorno, se tornó rígida por un breve instante. Te mostraste sorprendida, como si no esperaras que alguien te acompañara allí, sobre todo por la temperatura y las esporádicas ráfagas de viento helado.
En un involuntario gesto de complicidad le sonreíste y él no pudo evitar devolverte la sonrisa.
-Mucho ruido, ¿no?- preguntó mientras señalaba las puertas cerradas.
-Y mucha gente.
Tu voz, más que hacer una observación, sonaba como un lamento.
Enzo notó que estabas temblando, rodeándote con tus brazos en un intento de protegerte del frío, pero esto no parecía ser razón para regresar a la fiesta. Se preguntó qué motivo te llevó a esconderte de la multitud, de la música, de las luces, el alcohol y las drogas -que parecían ser los principales atractivos de la velada-. Tomó un cigarrillo del paquete.
-¿Te molesta…?- preguntó mientras buscaba su encendedor. Luego de que negaras encendió el cigarrillo lentamente para permitir (consciente de que estabas mirándolo fijo) que la llama iluminara su rostro, todavía analizando la situación, pensando cómo proceder-. ¿Estabas aburrida?
-No- te encogiste de hombros. Indiferente-. Bueno, en realidad sí, es que no soy de venir a estos lugares.
-Yo tampoco.
-¿Sos amigo de…?
Hizo una pausa para inhalar profundamente, saboreando el tabaco y también el tiempo que le otorgó esa simple acción, para luego exhalar y esperar que el humo se desvaneciera con el viento. Seguiste la espiral con la mirada, casi en trance, antes de volver a mirarlo.
-No, me invitaron unos compañeros de teatro… ¿La verdad? No sé ni quién vive acá.
Soltaste una pequeña risa tímida y volviste la vista hacia el horizonte.
-¿Sos actor?
-Entre otras cosas, sí.
-Siempre me pareció interesante el teatro- dijiste repentinamente. Cuando ocupó el lugar a tu lado, imitándote e inclinándose sobre la barandilla, lo miraste de reojo y no hiciste un esfuerzo por poner distancia con él. Continuaste:- Nunca intenté.
-¿Por qué?
-Me da vergüenza.
-Es una buena manera de sacarse la vergüenza- susurró-. No tenés otra opción.
Arrugaste la nariz y el gesto le pareció extremadamente tierno.
Enzo intentó fingir que la serenidad del balcón y el suave resplandor de la luna llamaban su atención más que la manera en que jugabas con tus manos, cómoda pero sin desprenderte de esa timidez que parecía caracterizarte; permitió que el silencio ocupara el espacio entre sus cuerpos, temeroso de abrumarte con más palabras de las necesarias, pero consciente de que aún podían hallar una conexión en el tiempo compartido en quietud.
Minutos más tarde apagó el cigarrillo en el metal y juntos contemplaron la espiral de humo extinguiéndose. No intentó tirar la colilla por el balcón, convencido de que ese sería un gesto que le reprocharías o desaprobarías, y también fingió que no buscaba una maceta para deshacerse de los vestigios de su adicción.
-Bueno- suspiró sonoramente para que lo oyeras, como si la despedida le pesara horrores, extendiendo una mano en tu dirección-. Fue un gusto.
Dudaste sólo un segundo antes de sonreír y estrechar su mano. El contraste entre su temperatura corporal y la tuya, producto de tu tiempo en el balcón, le pareció divino. Tentador.
Una provocación.
-Igualmente.
No preguntaste su nombre, no lo seguiste con la mirada mientras dejaba el reducido espacio que compartieron, sólo volteaste para seguir con tu meditación. Eso no impidió que notara cómo tu cuerpo permanecía en ese ángulo que habías adoptado mientras hablaban. Dejó el balcón, la fiesta y los desconocidos en ella, sin detenerse.
Bajó once pisos por las escaleras, estrechas y oscuras, esforzándose por respirar y reprochándose por ser incapaz de dejar el horrible hábito de fumar. Cuando lo recibió el exterior, mucho más frío e imposiblemente más oscuro que cuando llegó, no le pareció que esperar en esas condiciones fuera un sacrificio y –justo como tenía planeado- cruzó para poder esconderse del otro lado de la calle.
Oculto en la penumbra de un callejón se recostó contra una pared y se llevó ambas manos hacia el rostro. Sonreía como un maniático y sentía su sangre corriendo fervientemente, pulsando en sus muñecas y en su cuello, llenando su erección hasta que su ropa en tensión le generó dolor.
Llevaba semanas esperando para poder hablarte. Años. Toda una vida.
Consideró reprimir el deseo y la necesidad, ignorar el dolor, pero ya no podía seguir esperando: liberó su miembro, completamente erecto y goteando, sin importarle el frío o la posibilidad de ser visto. Unos escasos y vergonzosos minutos más tarde tuvo que morder con fuerza su bufanda para no gemir cuando salpicó sus botas, su ropa y su mano.
Esperó en el mismo lugar hasta verte salir.
22/10, 18:45 h.
La tarde se terminaba, entre sombras largas y los tonos naranjas en el cielo, cuando Enzo escuchó tu puerta. Observó por la mirilla la forma en que caminabas, con ritmo ligero y una expresión de emoción, con tus tacones resonando por el corredor. Repasó de memoria todas las fechas de tu calendario, todos los eventos importantes y cumpleaños, sin comprender hacia dónde te dirigías.
Siempre hablabas con él sobre tus actividades. Sobre todo. Siempre. ¿Por qué ese día no?
Pensó en la manera en que la blusa de seda brillaba bajo los últimos rayos del sol, el movimiento del pantalón de lino que resaltaba la curva de tu cadera, las uñas de tus pies pintadas con tu color favorito, tu cabello perfectamente peinado y el sutil maquillaje. Pensar en la probabilidad de que estuvieras camino a una cita lo molestó, incluso sabiendo que no tenía derecho alguno, porque… ¿Y si tu cita era con alguien peligroso?
La falta de información en tus redes sociales lo escandalizó todavía más y cuando chequeó –con ese perfil que creó específicamente para seguir a tus conocidos más cercanos- los perfiles de tus amigas, justo como temía, no había en ellos nada que considerara útil. Intentó concentrarse en su lectura, sus ojos viajando por las páginas del libro que sostenía cuando escuchó tu puerta, pero no podía evitar tomar su teléfono cada cinco minutos y refrescar tu perfil.
Observó fijamente la ventana durante un muy largo rato, mientras los últimos vestigios de la tarde se desvanecían, experimentando la sensación de un algo que lo invadía lentamente. Enzo no podía precisar qué le molestaba más: ¿era el hecho de que no compartiste con él ningún detalle sobre la velada o la posibilidad de que fueras a regresar acompañada y tener que presenciarlo?
“¿Y si no volvías?” pensó repentinamente. Conociéndote, era poco probable, porque no saldrías con un desconocido y permitirías que te lleve a su casa en la primera cita, ¿no? ¿No…? Fue en ese instante –con la misma pregunta parpadeando, con luces de neón, en cada recoveco de su mente- que decidió, sin pensar, que tenía que hacer lo necesario para saber en dónde y en compañía de quién estabas. Quería estar seguro de que no corrías peligro.
Lo necesitaba.
No tenía un plan concreto, sólo sabía que necesitaba entrar en tu casa, hacerse con tu computadora o con esa libreta que vio en tu habitación cuando lo invitaste hace unas semanas. Recordaba todas las notas, algunas con letra desastrosa y otras más cuidadas, que encontró allí: tus compromisos, las fechas en que te reunirías con amigos, citas médicas. Todo.
Mantuvo una mano sobre su pecho mientras regaba las plantas del corredor, intentando calmar sus pulsaciones, repitiéndose como un mantra que era imposible que los vecinos sospecharan que tenía dobles intenciones mientras regaba las plantas en tu entrada. Estaban mucho mejor, sobre todo por sus cuidados secretos, pero aún así quería felicitarte por tu trabajo.
Tomó de su bolsillo la copia de tu llave (que tomó del escritorio del encargo sólo por precaución) antes de voltear una última vez y corroborar que nadie estuviera vigilando. En un rápido y ágil movimiento, mientras contenía la respiración, se coló en el interior de tu hogar y cerró la puerta con cuidado.
Escuchaba el latir de su corazón en sus oídos, irritante, molesto, opacando el resto de los sonidos: esperaba oír una alarma, una respiración, lo que fuera. Nada. Dejó salir todo el aire en sus pulmones antes de inspirar profundamente.
El espacio estaba plagado con tu esencia, un pequeño detalle que no contempló lo suficiente la primera vez que lo invitaste, ya que estaba muy concentrado en vos y en todo lo que hacías para él. Por él. La libertad lo consumió como un fuego, voraz e incontenible, cuando entendió que podía hacer lo que deseara.
Recorrió lentamente la sala de estar y deslizó sus dedos sobre el terciopelo del sofá, inspeccionó todos los libros sobre la reluciente mesa de cristal y los de tu estantería, jugó con ese extraño colgante musical que tenías en el ventanal que llevaba a tu balcón. Se maravilló con esos infinitos detalles que no había notado, como el cuenco de cerámica con accesorios.
Tomó un objeto extraño, de seda, impregnado con el aroma de tu cabello.
En la mesa de la cocina se encontró con fotografías tuyas, de tus amigas, de tu familia, de personas que no conocía, pero también recibos de diversas tiendas con múltiples anotaciones incomprensibles en una letra que no era la tuya. Tomó sólo uno, ya que los globos seguramente eran insignificantes y pasaría desapercibido, preguntándose si realmente le serviría.
Se dirigió hacia tu habitación. Estaba nervioso.
Tu cama estaba tendida pero con un enorme caos, imposible de ignorar, sobre el edredón. Enzo tomó el dobladillo de una camisa entre sus dedos y se permitió sentir la suavidad del material antes de llevarse la prenda hacia el rostro para poder sentir el aroma de tu perfume, el de la crema corporal que te gustaba, el suavizante de telas que utilizabas en tu ropa. Suspiró.
Entre blusas, faldas y pantalones, divisó un conjunto de lencería rojo. Intentó ignorarlo.
Tomó una de tus almohadas y estaba por enterrar su rostro en ella cuando un sonido seco llamó su atención. Un objeto rodó sobre la alfombra y en su desesperación lo tomó, ignorando durante unos pocos segundos que era un pequeño vibrador, con la intención de devolverlo a su lugar. No podía darse el lujo de…
Se detuvo en cuanto comprendió de qué se trataba y tuvo que esforzarse, con el objeto aún en su palma, para no deshacerse de su ropa en ese mismo instante. Masajeó su creciente erección por sobre sus prendas, irritado por no poder liberarse, recordándose el único objetivo de su visita.
Examinó el contenido de tu mesita de noche. Allí estaba la libreta.
La abrió rápidamente y comenzó a hojear las páginas: recibos, notas sin mucha importancia, alguna lista de cosas que tenías pendientes y luego, entre las últimas páginas desnudas, algo que lo sorprendió: era el pétalo de una flor. Él lo reconocía a la perfección, ya que era una de las flores en sus macetas, pero… ¿En qué momento lo tomaste? ¿Por qué lo conservabas? La inesperada y grata sorpresa hizo palpitar su miembro.
No. No podía.
Sonriente, devolvió el pétalo a su lugar entre las páginas, pero su expresión cambió en cuanto escuchó el sonido de las llaves y la puerta de entrada. Presa del pánico, miró su reloj y se preguntó en qué momento había pasado más de una hora; regresó la libreta y pensó, desesperadamente y con el cuerpo en llamas, dónde esconderse.
El único lugar –un tanto estrecho y sofocante, comprobó- era bajo tu cama.
Se arrojó contra la pared y esperó mientras cubría su boca con ambas manos. Empezó a rezar. La posición era incómoda y él respiraba con dificultad, reprochándose mentalmente por perder la noción del tiempo, por dejarse llevar, por estar tan obsesionado y por ser incapaz de calmarse. Respiró. Escuchó. Esperó. Respiró nuevamente.
Enzo no necesitaba ver tu rostro para saber que estabas molesta. El sonido de tus pasos y tus resoplidos, junto con la fuerza y la violencia empleada para deshacerte de tus zapatos en la penumbra del corredor, era suficiente. No esperaba que los lanzaras como un misil en su dirección y que estuvieras a punto de golpear su rostro.
Cerró los ojos y sólo volvió a abrirlos cuando escuchó el agua de la ducha. Empujó el zapato lejos, para que no estuviera bajo la cama y mucho menos cerca de su persona, porque lo último que necesitaba era que lo encontraras a él mientras buscabas otra cosa.
Esperó unos minutos, sólo para estar seguro, antes de reunir fuerzas y tomar impulso para salir de su escondite. Movió su cuerpo con cuidado, evitando quejarse o hacer cualquier sonido que lo delatara, pero en el intento de reincorporarse el espacio estrecho y la fuerza de sus movimientos terminaron jugándole en contra.
Un dolor punzante lo desorientó y se mordió la lengua para no gritar.
Fue incapaz de reprimir un gruñido y sólo pudo pensar en morder su mano para guardar silencio. No estaba seguro de si la razón de sus ojos nublados era el pánico, las lágrimas o el golpe, pero no podía permitirse ser descubierto sólo por no saber controlarse en una situación de estrés. Tenía que recomponerse y huir antes de…
El cuarto se oscureció todavía más. Enzo juró que la temperatura de la habitación cambió. Podía sentir que todo giraba y se preguntó cómo era posible. Sólo era una golpe en la ceja, ¿no? Era ilógico que fuera más grave que el pequeño corte sangrante. No podía ser algo muy serio.
Colocó sus pálidas y temblorosas manos sobre la alfombra y logró concentrarse por un breve instante. Aún tenía la vista borrosa, pero sus oídos captaron el silencio, absoluto y escalofriante. Respiró hondo, luchando para no perder la cordura, cuando escuchó tus pasos; en un principio pensó que era el eco de sus latidos, pero luego comprendió que regresabas a tu habitación.
Hacia él.
Enzo, paralizado, comprendió que ya no tenía tiempo. Sólo restaba esperar.
Te llevó unos minutos ordenar el desastre que habías dejado antes de marcharte y mientras lo hacías te escuchó maldecir múltiples veces. Sospechaba que algo había salido mal durante tu cita, que el hombre en cuestión no cumplía con tus expectativas, pero no podía negar que en lugar de sentir lástima sentía alivio. Sabía que sólo él podía darte todo lo que merecías.
Sólo tenía que esperar. Y tenía tiempo de sobra para hacerlo.
Cuando por fin te arrojaste sobre el colchón te escuchó moviéndote en busca de una posición más cómoda. Suspiraste incontables veces mientras lo hacías. Luego el sonido de tu teléfono, irritante para su condición actual, llegó a sus oídos junto con tu risa. Imaginó cómo te veías, imaginó que mordías tu labio mientras reías, imaginó que reías pensando en algún recuerdo divertido sobre su persona.
Con extremo cuidado, procurando que sus movimientos resultaran menos torpes de lo que sospechaba, desbloqueó su teléfono. Era difícil leer y comprender los números en la pantalla. ¿Cuánto tiempo llevaba en tu casa? ¿Cuánto tiempo llevaba bajo tu cama? Llevó sus dedos hacia su ceja y descubrió la zona hinchada, sangrando, sensible.
Esperó oír tu respiración ralentizarse mientras él mismo batallaba contra el sueño, más que probablemente producto del golpe, esforzándose para no dejarse ir… Y en su lugar escuchó un suspiro, agudo y prolongado, seguido por el sonido de tu ropa y las sábanas.
No, pensó horrorizado, no me hagas esto. Oculto bajo tu cama, con una erección que se negaba a desaparecer desde que encontró tu vibrador, comprendió que estabas más que dispuesta a empeorar su estado. Era imposible que hicieras esto sólo porque sí. Intentabas provocarlo.
Y él siempre fue débil.
Metió la mano en el bolsillo de su pantalón y capturó el encaje rojo entre sus dedos, pensando en qué tan terrible sería masturbarse bajo tu cama, manchar esa delicada prenda que te había robado, impulsado únicamente por el sonido de tu voz y tu evidente humedad, imaginando cómo te verías bajo su cuerpo y bajo su control.
Bajó la cremallera de su pantalón y liberó su miembro, desesperadamente duro y mojado con la absurda cantidad de líquido brotando de su punta, de los confines de su ropa interior. Sostuvo la prenda robada entre sus dientes para silenciar hasta el mínimo suspiro, gemido o jadeo, pero sólo porque quería escucharte sin interrupción alguna. Tus gemidos en aumento eran una bendición para sus oídos. No podía detener sus caricias.
-Enzo…
Frenó en seco. Cerró los ojos.
El orgasmo lo golpeó y se cubrió la boca, luego de retirar tu ropa interior, para silenciar sus sollozos y su respiración temblorosa. Llevó la prenda hacia su miembro y su liberación manchó el rojo hasta oscurecer por completo el encaje; continuó moviendo su mano, jugando con su erección cada vez más débil, hasta que la sobre estimulación lo obligó a detenerse. Sonrió.
Pensabas en él.
27/06/2024, 08:39 h.
“Es el fin del mundo” es lo primero que viene a tu mente cuando despertás. El retumbar constante de la tormenta, el repiqueteo de las gotas sobre las ventanas y el viento aullando en cada ráfaga te hacen sentirte inquieta, pero aún así cerrás los ojos con la esperanza de poder dormir nuevamente. No sucede.
Cambiás de posición varias veces antes de llegar a la conclusión de que es en vano, sobre todo porque esa sensación de estar olvidando algo persiste, y es así como terminás sentada sobre el colchón mientras estudiás tu nueva habitación. Todo está donde debe estar, exceptuando las cosas que permanecen en sus cajas, rogándote que termines de desempacar de una vez.
Las luces apagadas no te permiten ver todos los detalles de este nuevo lugar, un espacio que todavía no sentís como propio y (para tu horror) mucho menos como un hogar, pero reconocés todos los objetos que llegaron con vos. Los cuadros sobre la cómoda, la lámpara, ese móvil que colocaste en tu ventana aunque la ubicación no te convence, los libros y…
Las plantas.
Saltás de la cama, deslizándote con rápidez –y tropezando con las varias cajas desperdigadas por la sala en el proceso- hacia la puerta principal. El sonido de la tormenta es ensordecedor y cuando cruzás el umbral el exterior te recibe con gotas de lluvia salpicando tu rostro y el viento, gritando con violencia, colándose entre tus prendas hasta hacerte temblar.
La primera maceta está volcada y las hojas de una suculenta, que ya parecía estar en sus últimos minutos de vida la noche previa, regadas por el suelo de la galería. Rescatás la improvisada maceta con ramas de un jazmín, cortesía de una vecina de la primera planta, y la abrazás fuertemente mientras te estirás para tomar el cactus. Tenía una flor hace unas horas.
Tenía.
La puerta cerrándose de un golpe hace que te sobresaltes y una espina traicionera se hunde en tu piel. El dolor te roba un grito y las macetas en tus manos caen en cámara lenta; el recipiente con el jazmín (que podría haber sido en un futuro, en una realidad paralela, pero ya no será) cae en el suelo con un ruido sordo y el agua del mismo salpica tu pijama, mientras que el cactus impacta escandalosamente en las cerámicas.
Los restos de la maceta viajan como estrellas fugaces.
Intentás ignorar el elefante en la habitación. Imposible. Pensás en cómo se supone que vas a comunicarte con el encargado del edificio mientras contemplás el desastre: estás en pijama, sin sostén, despeinada, descalzada, no podés dirigirte hacia el vestíbulo en estas condiciones, pero considerando que tu teléfono todavía está en tu habitación… ¿Qué otra opción tenés?
Un sonido y el movimiento de la puerta contigua llaman tu atención. Es…
El vecino, hasta ahora desconocido, te observa desde su puerta con una expresión de confusión. Probablemente escuchó el escándalo y salió en busca de una explicación, seguro no esperaba ver a la vecina recién mudada encerrada fuera de su hogar, empapada y sucia con tierra, presionando con fuerza una herida superficial en su dedo.
“Tragame, tierra” se repite en tu mente.
-¿Todo bien?- pregunta sólo para romper el hielo. Mientras recorre la distancia que separa su puerta de la tuya, cubriéndose el rostro para no mojarse, no podés evitar fijarte en cómo el viento mueve su cabello mientras la lluvia salpica su camiseta.
Intentás explicar, entre balbuceos producto de la conmoción del momento, el problema de las plantas y la puerta. Escucha con atención, su cabello y su ropa mojándose cada vez más, pero permanece en calma. Inamovible. Sereno. Lucía igual cuando lo conociste en ese otro balcón.
¿Es esta la manera en que están destinados a encontrarse?
-Te ayudo- dice con expresión amable-. Puedo ir a hablar con el encargado y ver si tiene una copia de la llave, ¿querés?
Una mezcla de pánico y vergüenza te recorre mientras jugás con el dobladillo de tu camisa, cada vez más húmeda y próximamente traslúcida, pero sabés que no tenés muchas más opciones y… No lo conocés, no te conoce, sólo hablaron cinco minutos, pero quiere ayudarte. Seguramente poco le importa tu estado y estás segura de que el resto de los vecinos también lo ignoraría.
-Te lo agradecería mucho- respondés con un suspiro-. Mi teléfono está en mi cuarto y no sé qué hacer.
-No hay problema- señala su puerta-. ¿Te parece si…? Y podemos llamar.
La intensidad en sus ojos oscuros te hace desviar la mirada.
Tus ojos recorren las macetas restantes hasta que encontrás una ilesa. En el rincón más lejano, protegida por el techo, está esa planta cuyo nombre desconocés pero que tiene hojas que te fascinan: un verde oscuro en el borde, con el centro más claro y un patrón llamativo. La sostenés con firmeza contra tu pecho mientras seguís a Enzo.
Caminan por el pasillo en silencio y cuando entran en su hogar notás que deja la puerta entreabierta unos pocos centímetros. No estás segura de qué motivos tiene para hacerlo, si pretende hacerte sentir menos vulnerable o si es que con suerte no tardarán lo suficiente, pero aún así agradecés el gesto. Te señala el sofá y desaparece.
Tu ropa mojada te hace dudar y permanecés de pie. Esperás no arruinar la duela.
-Sentate- insiste cuando regresa-. No pasa nada.
-Nunca nos presentamos.
Levanta la mirada de la pantalla de su teléfono.
-¿Qué…?
-Nunca nos presentamos- extendés tu mano, susurrando tu nombre, temblando por el frío y por los nervios-. ¿Vos sos…?
El calor de su mano es reconfortante. Su sonrisa también.
-Enzo.
-Gracias, Enzo.
-No, por favor- contesta con una mueca de vergüenza mientras intenta ocultar una sonrisa. Segundos más tarde, todavía mirándote a los ojos y con el teléfono contra la oreja, frunce el ceño-. Qué raro. No contesta.
-¿Estará dormido?
-Le mando un mensaje- decide-. Lo verá cuando se levante, no sé, es raro que…
El resto de la oración muere en sus labios mientras su mirada te recorre. Reafirmás el agarre en la maceta, más nerviosa que antes y sin saber exactamente cómo sentirte, pero no pronunciás palabra alguna hasta que lo ves separar los labios nuevamente.
-¿Qué?
-Estás toda mojada.
Suspirás, entre resignada y derrotada, ignorando el escalofrío que te recorre.
-No importa- mirás tus pies-. Seguro que en unos minutos ya…
-Te podés resfriar- insiste-. ¿Te parece si te presto ropa? Sé que puede ser raro porque no nos conocemos, pero…
Esperás que el calor quemando tu rostro no sea obvio.
-Está bien.
Vuelve a desaparecer. El silencio en la habitación es palpable.
Observás desde tu lugar las fotografías en la pared, los incontables vinilos, el proyector, las plantas bien cuidadas, la caja de cigarrillos a medio terminar esperando sobre la mesita de cristal. El cuaderno con un extraño patrón de colores y los lápices de colores te resultan llamativos. No estás segura de querer preguntar. No querés invadirlo todavía más.
Enzo no parece poseer muchas pertenencias triviales y todo en su hogar parece tener una ubicación exacta, un propósito, una razón lógica. Lo único que parece fuera de lugar, pensás luego de un rato de contemplar el espacio, sos vos. Sos una extraña en la casa de un extraño. Un extraño muy amable, muy comprensivo, muy…
-Esto seguro te va a quedar bien… Y es re cómodo- sonríe, como si intentara convencerte para que no vuelvas a negarte, antes de entregarte la ropa-. Y acá tenés un par de medias para que no te me mueras de hipotermia- señala el corredor-. ¿Te ofrezco un té? ¿Café? ¿Agua?
Te mordés el labio.
-No, gracias, no es necesario. Ya hiciste mucho por mí.
Finge indignación y sólo borra la expresión de su rostro luego de oírte reír.
El baño es justo como esperabas, porque parece que todas las unidades de este edificio son iguales, pero tiene pequeños detalles que delatan quién es el dueño. Aún no lo conocés, claro, pero te parece que tiene todo el sentido que Enzo tenga un jazmín junto a su perfume. También hallás una colonia y loción, de la misma marca, cuando examinás el estante del espejo.
Mientras te vestís, permitiéndote sentir el algodón bajo tus yemas, notás en la ducha el shampoo y el acondicionador. Era obvio, te decís, porque es imposible que una persona tenga el cabello así de majestuoso sin el cuidado básico –ese que la mayoría de los hombres no sabe ejercer-.
Doblás cuidadosamente tu pijama mientras pensás en si utilizará algo más o si sólo es genética.
Cuando volvés a la sala Enzo te ofrece una taza de té.
-Perdón- susurra. Es obvio que no está en lo absoluto arrepentido-. No quiero que te enfermes.
-Gracias, Enzo, de verdad- aceptás la taza y te sentás junto a él-. Sos un ángel.
La tormenta, cada vez más intensa, opaca el sonido de su risa cuando sorbe de su propia taza. Permanecen en silencio durante unos minutos en los que jugás con el asa de la taza caliente en tus manos, preguntándote cuándo comenzará a sentirse cansado de tu presencia y cuánto tiempo le llevará decidir que tenés que marcharte, sin importar que tengas que esperar en la lluvia.
Su voz grave te saca de tus cavilaciones.
-¿Hace cuánto te mudaste?
-¿Dos semanas? ¿Tres…?- intentás recordar la fecha-. Dejémoslo en tres.
Gira sobre el sofá – su brazo izquierdo descansa sobre el respaldo, estirado en tu dirección, y por un breve instante te perdés en las venas que resaltan en su piel bronceada- para poder verte de frente. No oculta su curiosidad y te sorprende la fugacidad con la que sus ojos, magnéticos y llenos de un algo que te genera intriga, dejaron de hacerte sentir incómoda.
Lo imitás y sonríe.
-¿Cómo es que no te había cruzado antes de…?
-Raro, ¿no?
-¿Te gusta el té?- pregunta luego de verte probar la bebida.
-Sí, es rico, ¿qué tiene?
Con los dedos, enumera:
-Canela, cardamomo, jengibre y… más cosas con nombres complejos que no recuerdo- confiesa-. Es la primera vez que lo pruebo.
-Y yo arruinándote la experiencia.
-Nada que ver.
-Seguro estabas dormido y te desperté con el quilombo que armé.
-Estaba despierto- insiste-. Imposible dormir con semejante tormenta, ¿no…?
-Y…
Suelta una carcajada estrepitosa cuando comprende el significado de tu expresión. Hacés un esfuerzo por no mirar fijamente, hipnotizada por la manera en que sus ojos se cierran cuando ríe, pero de todas formas terminás siguiendo con la mirada la línea fuerte de su mandíbula, el movimiento de su cabello y la tensión en su cuello.
-Perdón.
-No, está bien, me lo merezco- le concedés-. Fue estúpido de mi parte.
-¿Te gustan mucho las plantas? Porque para salir a buscarlas con esta lluvia…
-Las odio- contestás rápidamente, recordando el dolor provocado por la espina del cactus, y ante su confusión agregás:- Quería intentar.
-Te puedo enseñar- ofrece en voz baja-. Es bastante fácil.
-Ya maté un cactus, Enzo.
-Vamos lento, ¿sí?- propone mientras contiene la risa. Deja la taza sobre la mesa y señala la planta que trajiste-. ¿Esta que tenés acá? Es de interior. Cero sol, ¿está…? ¿Tenés mascotas?
-No, ¿por?
-Es tóxica.
-Oh.
-Y purifica el aire.
-¿Cómo puede ser?- preguntas con la voz teñida de escepticismo.
4/11/2024, 20:11 h.
El golpe en tu puerta te hace resoplar.
Tuviste un día horrible y lo último que necesitás son visitas inesperadas. Te dirigís hacia la entrada con pasos pesados, sin molestarte en cambiar tu expresión mientras tomás las llaves, pero ver a la persona en el corredor es suficiente para que tus músculos se relajen. Le sonreís.
-¿Molesto?- pregunta Enzo, con una sonrisa que intenta ocultar, dejándose caer contra la barandilla y cruzándose de brazos-. ¿Mal día?
-Sí… No- te corregís cuando recordás su primera pregunta-. Tuve un mal día, sí. No molestás.
Su rostro comprensivo y su evidente preocupación hacen que tu corazón palpite con fuerza.
Desde que lo conociste Enzo muestra un genuino interés por tu bienestar. No tenés idea de cómo, por qué o en qué momento exacto sucedió, pero desarrollaron una amistad que parece destinada a ser. Siempre te preguntás si la conexión entre ambos comenzó a gestarse el día de la fiesta, durante la tormenta o cuando comenzó a dejarte notas sobre el cuidado de tus plantas.
Enzo es una buena persona y un excelente amigo, siempre te lo repetís, sobre todo cuando intentás ser mejor con él de lo que es con vos. Intentaste retribuir los consejos sobre plantas con café de especialidad, consciente de lo mucho que le gusta esta bebida, pero entonces te ayudó desinteresadamente con la instalación de unas lámparas y te sentiste en deuda nuevamente.
“No, de verdad, no es nada” insiste cada vez que le agradecés por otro inmenso favor. Luego finge molestarse cuando dejás un pequeño presente en su puerta, en sus manos, oculto entre sus plantas, esperando en su buzón en la planta baja… Y de alguna forma vuelve a superarte: invitaciones a museos o para obras de teatro (jamás en las que actúa él), este libro que extrañamente le recordó una conversación que tuvieron, esta canción, esta película.
Enzo es especial. Y es imposible no enamorarse de alguien como él.
Puede que comenzaras a verlo bajo una luz diferente luego de esa primera obra de teatro, cuando caminaban en busca de un bar, escuchándolo hablar sobre lo que lo llevó a refugiarse en la actuación y la comodidad que sentía en el escenario. Quizás ocurrió cuando recordó, tiempo después de la conversación en cuestión, ese gramo de información que le regalaste.
¿Qué fue lo que dijo? ¿”Obvio que lo recuerdo”? Y cuando vio tu expresión estupefacta, incrédula, desconcertada, se esforzó para convencerte de que nadie en el mundo podría olvidar nada de lo que dijeras. Nadie que merezca escucharte dijo mientras te servía más té, cambiando el tema de conversación cuando comprendió que estabas ligeramente abrumada, cuidándote como siempre.
-Sentite con completa libertad de rechazarme- comienza con cautela-, pero…
-¿Sí…?
La anticipación hace que descanses todo tu peso sobre las puntas de tus pies. Es un extraño reflejo del que sólo tomaste consciencia luego de conocerlo y no estás segura de si se originó a causa de su persona o si sólo se volvió más recurrente, más común, más evidente. Siempre tenés que corregir tu postura para no tropezar y caer sobre su pecho.
Te sentís como un girasol persiguiendo el sol.
-¿Noche de películas?- pregunta con expresión de ilusión, sus cejas arqueadas en ese particular ángulo y sus dientes capturando su labio inferior. Ante tu silencio agrega:- Mis amigos me cancelaron a último momento y yo ya tenía todo listo. Se me ocurrió que, no sé, si no es incómodo para vos, podríamos… Y no es que seas mi segunda opción, pero…
-Está bien.
La sorpresa transforma su rostro. Te resultaría ofensivo de no ser porque se ve tierno.
-No esperabas que dijera que sí, ¿no?- soltás una risa-. ¿Tan antisocial te parezco?
-No, para nada, pero…- se encoge de hombros-. Pensé que era muy atrevido de mi parte.
-Nada que ver.
-Bueno, entonces…
-¿Llevo algo?
-No, nada, está todo. En serio- te señala con una expresión seria-. ¿Pizza para cenar te parece bien?
-Perfecto.
-Buenísimo. Era el menú original- comenta con tono divertido-. ¿Te espero o…?
-Dame cinco minutos, ¿sí? Termino con algo acá y voy.
-Dale.
Utilizás los cinco minutos para respirar y mentalizarte. No querés hacer el ridículo.
Cuando cruzás el corredor, temblando con anticipación, te encontrás con su puerta abierta. El lugar parece sumido en el silencio y la quietud, sólo interrumpida por tus pasos sobre la duela, es tangible. Cerrás la puerta y sólo entonces te percatás de su figura cerca del sofá.
-¿Todo bien?- preguntás luego de quitarte los zapatos y dejarlos en la entrada.
Justo como le gusta.
-Sí, se me cayó un… ¡No, cuidado!
Es tarde. El punzante dolor en tu pie te hace gritar y terminás cayendo de espaldas sobre el sofá. Enzo se arroja sobre vos para inspeccionar tu herida: la cercanía con él no es incómoda pero sí es extraña, con su figura cubriéndote y el cabello suelto arrojando una sombra sobre su rostro. Se ve intimidante, pensás, aunque la herida ardiente no te deja pensar mucho tiempo en eso.
-Perdón, no…
-Sh, sh, sh- ordena-. Está bien. Dejame ver.
-Me duele.
-Quedate sentada. Ya vengo.
Mientras esperás su regreso observás el desastre: era un jarrón, sin lugar a dudas, porque con los restos del mismo hay flores y agua por todo el lugar. Enzo regresa, ocupa el extremo opuesto del sofá y lentamente, con todo el cuidado del mundo, toma tu pierna y la coloca sobre su regazo para examinar tu pie.
-¿Por qué siempre estás descalza?- pregunta, entre molesto y frustrado, inspeccionando la profundidad de la herida. Sin mediar palabra retira el cristal y gemís de dolor. Da un apretón a tu tobillo-. Qué costumbre horrible.
-Vos no sos muy diferente, Enzo.
-No, tenés razón- admite con una pequeña risa-. Te va a arder.
Antes de poder procesar sus palabras sentís el líquido frío corriendo por tu piel y el insufrible ardor de la herida. Sujetás su brazo con fuerza, clavando tus uñas en la prenda de algodón que lleva –la misma que te prestó el día de la tormenta-, intentando reprimir tus quejidos y el llanto. Masajea tu tobillo para consolarte.
-Ya está, ya está- susurra. Sus cálidos dedos descansan sobre tu pierna-. Te voy a vendar.
-¿Hace falta?
-Sí.
La delicadeza de sus manos es imposible de ignorar. Está más que concentrado, con los labios apretados y el ceño fruncido, el cabello le cae sobre el rostro y tenés que luchar con todas tus fuerzas contra el deseo de estirarte y acomodar esos mechones rebeldes. Todavía sujetás su brazo –sentís sus músculos cada vez que se mueve- con fuerza y eso no parece importarle.
-¿Qué película vamos a ver?
-La que quieras.
-No sé- arrugás la nariz-. ¿Qué tenías en mente vos?
-No sé, ¿terror?- propone. Levantás la pierna para permitirle ponerse de pie-. Quieta, ¿sí? Junto esto y…
Te dirige una única mirada de advertencia antes de ponerse en cuclillas para limpiar el desastre, ignorando que el movimiento provoca que su camiseta se levante y revele una franja de su espalda, donde una larga y sin lugar a dudas profunda cicatriz recorre su piel.
-¿Cómo te hiciste esa cicatriz?
-Ah, ¿no te conté? Fue con uno de los taburetes que…
-La de la ceja no- lo interrumpís-. En la espalda.
Cuando voltea percibís en su semblante una oscuridad que jamás habías visto en él. Está molesto, terriblemente molesto, la mandíbula tensa mientras captura el interior de su mejilla con sus dientes. Te reincorporás, preparada para disculparte, cuando contesta:
-Un accidente cuando era chico.
-Perdón, no quería incomodarte, es que…
-Sí, ya sé, es fea.
-¡No! No es eso- negás-. Pregunté porque parece muy profunda y… ¿Dolió mucho?
-Muchísimo.
-¿Cuántos años tenías?
-¿Siete? ¿Ocho? No estoy seguro.
Por su expresión, la edad en que haya sucedido –aunque sospechás que fue algo grave- le resulta insignificante, pero cuando desaparece en dirección a la cocina sin ofrecer más explicaciones sabés que es su forma de dar por finalizada la conversación.
Esperás en tu lugar mientras el remordimiento y la vergüenza por tu falta de tacto hacen un hueco en tu pecho. Su voz te saca de tus cavilaciones. Deja sobre la mesa varios snacks.
-¿Ya decidiste?
-No. Elegí vos- le sonreís y bajás la pierna del sofá para permitirle sentarse-. Seguro tenés mejor gusto que yo.
El silencio, incómodo y tenso, impide que te muevas y hables. Enzo hojea las diversas opciones disponibles en diferentes plataformas, mirándote de reojo, puede que en busca de aprobación o alguna sugerencia. O esperando que le ofrezcas una disculpa.
Cuando voltea cerrás los ojos.
-No me molesta, ¿sabés?
-¿Qué…?
-No me molesta que preguntes- y mientras te sostiene la mirada toma tu pierna para volverla a colocar sobre su regazo-. Y estás más cómoda así, ¿no?
-Sí.
Sonríe.
-¿Me vas a ayudar?- señala el televisor con un movimiento de su cabeza-. No soy bueno eligiendo bajo presión. Me da miedo decepcionarte.
-¿Cómo me vas a decepcionar?
Ignora la pregunta. Suponés que es más inseguro de lo que pensaste.
Tomás el vaso que te ofrece y cuando señala la lata de refresco asentís. El sonido del gas es escandaloso y Enzo chequea, mientras sirve la bebida, que ninguna gota rebelde escape y manche tu ropa. Ocultás tu sonrisa con tu mano. Sabés que incluso así sos muy obvia.
-Podemos ver una serie- sugerís luego de ver los resultados en la pantalla-. Hacemos una mini maratón, ¿qué decís?
-¿Tenés algo en mente…?
5/11, 00:06 h.
En cuanto tu respiración lenta y profunda llega a sus oídos Enzo deja de ver la película -comenzó hace unos veinte minutos y esta es una de las mejores escenas- porque no puede concentrarse en nada que no sea la necesidad que corre por sus venas. El pantalón gris que está usando hace poco y nada para ocultar su erección. La tela ya está húmeda con su excitación.
No importa, por supuesto, porque estás dormida. No vas a despertar. No vas a asustarte.
Acaricia tus pies durante un largo rato, luego tus tobillos y tus piernas, mordiéndose el labio en un inútil intento de controlar sus impulsos. No puede evitar deslizar una mano sobre la venda, manchada con tu sangre, recordando tu expresión de vulnerabilidad y la total confianza que tuviste en él cuando se ocupó de tu herida.
Controla tus pulsaciones. Tiene tiempo.
Desliza una mano bajo su ropa interior y comienza a masturbarse lentamente. Juega distraídamente con los dedos de tus pies mientras contempla tus uñas, pintadas de manera prolija con tu color favorito, imaginando cómo se sentiría tu suave y cuidada piel si lo tocaras. Un débil y patético gemido escapa de sus labios cuando te imagina sorprendiéndote por su orgasmo salpicándote.
Escapa con cuidado de su lugar en el sofá y luego de manipular tu figura, recostándote por completo y colocando tu cabeza sobre un cojín para lograr ese ángulo perfecto, se posiciona sobre tu cuerpo. Entre sus piernas, presa de su voluntad y soñando quién sabe qué, parecés un ángel. Pura y perfecta.
Derrama cantidades absurdas de líquido preseminal sobre tus labios hasta hacerlos brillar. Utiliza su glande, muy caliente y sensible, para esparcir su humedad por tus mejillas, tu mentón y tu mandíbula, antes de empujarlo hacia tus labios entreabiertos. Es sólo un centímetro pero la sensación basta para hacerlo gemir.
Te sujeta con delicadeza mientras el calor de tu respiración lo golpea. Realiza pequeños movimientos con su cadera, imperceptibles pero suficientes para que él pueda sentir tu calidez, maravillándose cuando separás los labios en busca de más.
Logra introducirse hasta sentir tu lengua.
¿Cuántas veces imaginó esto? ¿Cuántos orgasmos tuvo pensando en cómo te verías tomándolo en tu boca y llorando por no poder con su tamaño? No está seguro y no le importa; ninguna fantasía puede compararse con tenerte en su poder, aceptando que le pertenecés, inconscientemente suplicándole por más.
Golpea tus labios una, dos, tres veces con su miembro, grabándose la imagen en la memoria y pensando en todas las fotos que podría tomarte. Intenta contenerse pero la situación lo desborda y no puede detener el frenético movimiento de su mano. Derrama unas pocas gotas en tu boca antes de deslizarse fuera, recordándose los límites, manchando tu rostro con su restante liberación.
El placer es intolerable. Quiere llorar.
Respira con dificultad mientras las últimas gotas caen en cámara lenta sobre tu labio inferior y sonríe, en trance, perdido en tu belleza. Imagina que en otro momento le suplicarías para que te permita probarlo, que le rogarías que marque todo tu cuerpo, sin importar la humillación o todos los posibles efectos. Limpia con su pulgar un poco de semen de tus pestañas.
Se pregunta cuánto te llevaría quedar embarazada.
Un suspiro tembloroso resuena por toda la habitación.
Evita mirar su reflejo en el espejo del baño cuando busca una toalla para limpiarte y una vez que desaparece sus rastros –con un cuidado extremo, porque teme irritar tu piel y despertarte, un riesgo que no puede correr- de tu rostro roza tus labios con las yemas de sus dedos. Arrastra dos dígitos hacia tu cuello para controlar tus pulsaciones y espera.
Era la dosis correcta, se felicita mentalmente. Espera tener tiempo para...
-¿Enzo?- sujetás su muñeca con fuerza y él se deja caer-. ¿Qué hacés?
-Perdón- susurra mientras te observa reincorporándote como un rayo. Teme que sus latidos descontrolados lleguen a tus oídos-. Te dormiste y quería sacarte el maquillaje.
-¿Qué maquillaje?- soltás una risa encantadora, pero sólo dura unos segundos y él comienza a preocuparse, porque inmediatamente fruncís el ceño y te llevás una mano a la cabeza-. ¿Qué…?
-¿Qué pasa? ¿Qué tenés?
-Se me parte la cabeza.
El pánico hace temblar sus labios y titubea. No tenía idea sobre posibles efectos adversos.
-¿Querés un…?
-Por favor- te escucha murmurar cuando ya está buscando un comprimido de Paracetamol. Te observa de reojo mientras sirve agua helada en un vaso y se pregunta si su actitud fue muy sospechosa-. Perdón.
-¿Por qué?
-Por quedarme dormida. Qué vergüenza.
Aceptás el comprimido sin comprobar de qué se trata y bebés desesperadamente.
Una mueca de disgusto -no, de confusión, estás confundida- transforma tu rostro y cuando relamés tus labios Enzo sabe que el motivo son esas gotas de semen que derramó en tu boca. Muerde su lengua para combatir la angustia que le provoca verte en este estado, pagando las consecuencias de sus acciones, ignorando lo sucedido.
-No me molesta.
Suspirás. Su miembro palpita.
-¿Ya te dije que sos un ángel?
-Callate- suplica mientras se cubre el rostro con una mano. Siempre finge no ser capaz de tolerar tus cumplidos-. ¿Querés terminar de ver la película?
-Es tarde- lamentás-. No puedo seguir molestándote.
-Molestame todo lo que quieras.
Es tu turno de ocultar tu rostro entre tus manos y él suelta una carcajada. Comparten un momento de silencio mientras contempla la hipnótica sonrisa que le dirigís, mordiéndote el labio de manera tentadora, sin esforzarte en esconder el efecto que sus palabras tienen en vos.
-Gracias por la invitación- decís cuando se despiden en su puerta-. Lo necesitaba.
-Cuando quieras repetimos- ofrece mientras te ve caminar por el oscuro corredor-. De verdad.
Le regalás una última sonrisa y un tímido pero prometedor gesto antes de cerrar tu puerta.
De regreso en la sala su sonrisa desaparece y deja caer sus hombros. Derrotado y con los músculos aún cargados de tensión se encarga de ordenar, recogiendo los paquetes de snacks (ya sabe con exactitud cuáles son tus favoritos) y las latas de refresco vacías.
Estudia el fondo de tu vaso reviviendo en su mente la imagen del somnífero, incoloro pero de una consistencia espesa, reposando en ese mismo lugar. La próxima va a tener que doblar la dosis.
Minutos más tarde se refugia en la seguridad de su habitación. Embiste contra el colchón mientras reproduce infinitamente el video donde desliza su pulgar por tus labios, manchándolos de blanco, para luego repetir el proceso con su miembro; muerde su brazo para silenciar sus patéticos gemidos cuando el orgasmo lo desborda. Repite tu nombre un centenar de veces.
Guarda el video en una carpeta segura. Y las fotografías también.
12/11/2024, 00:01 h.
Evitás todo contacto con Enzo hace días.
Silenciaste sus historias, ignorás sus mensajes, esperás pacientemente hasta que se marcha (últimamente parece salir más tarde y no sabés si es intencional o si sólo es pura coincidencia) cada mañana para no tener que hablar con él. Después de todos estos meses conocés su rutina de memoria y sabes qué hacer para evitarlo.
El recuerdo te invade, sin importar dónde o con quién estés, volviéndose más y más insoportable, torturándote. Cada vez que pensás en eso sentís que todo en tu interior se hunde, la cabeza te da vueltas, tropezás con tus palabras, un sudor frío corre por tu espalda, paralizándote como ningún otro recuerdo lo hizo jamás.
Tenés miedo. Y vergüenza. Muchísima vergüenza.
Nunca habías tenido un sueño húmedo, ¿por qué tenía que suceder justo en su sofá? ¿Y por qué tenías que despertarte y asustarlo con tu exagerada reacción producto de la culpa que el sueño te provocó? Todavía recordás el pánico en su mirada desconcertada.
Cada vez que lo recordás esperás… no, suplicás no haber hecho ningún ruido o haber pronunciado palabra alguna mientras sucedía. Enzo te odiaría de saber lo que soñaste, con él sentado a unos pocos centímetros, cuando amablemente te dejó dormir durante lo que se suponía debía ser una corta pero divertida noche de películas.
El ardor en tus ojos es cada vez más recurrente.
El dolor de tener que evitarlo no se compara con el dolor de saber que probablemente se siente herido por la falta de explicaciones y el desconsiderado trato que estás teniendo con él. No merece tu silencio sólo porque no controlás tus palabras, lo sabés, pero enfrentarlo significaría terminar confensándole todo.
Dejar un regalo en su puerta luego de medianoche, ocultándote como un criminal y confiando en que no va a destrozarlo en cuanto salga de su casa mañana por la mañana, no es suficiente para reparar tu error. Sin embargo, repetís mientras seleccionás las flores, eso es todo lo que podés hacer de momento para ganar tiempo.
Es todo, sí, hasta reunir el valor necesario para confesarle todo (y perder su amistad) o hasta que tus sentimientos por él se evaporen.
Y también es la única manera que tenés para comprobar que su puerta esté bien cerrada. Cuando regresaste hace un par de horas, y aunque corriste para no regalarle la oportunidad de interceptarte en el corredor (es una costumbre suya que te fascina), juraste que su puerta estaba entreabierta. Las luces estaban apagadas.
Mantuviste tus propias luces apagadas desde que llegaste, como hiciste durante la última semana, para que en cuanto regresara no tuviera forma de saber que estabas en casa. Todavía ignorándolo, completa tu mente. Parcialmente, decís para librarte de cargas.
La tenue luz de la lámpara siempre arroja largas sombras extrañas y cuando volteás, lista para comenzar con tu misión de redención, un movimiento en la puerta de tu habitación llama tu atención. No parece ser tu sombra. No parece ser una sombra.
Es una persona. Es...
El jarrón cae con la suavidad de una tragedia anunciada. El estrépito de la cerámica quebrándose y el caos de los fragmentos dispersándose llena por completo la habitación, como un grito mudo, interrumpiendo el silencio de la noche. Las flores, contrastando con el color oscuro de la madera, llaman tu atención –sólo por un microsegundo- mientras el eco del impacto aún resuena entre las paredes.
Un silencio inquietante se instala en la habitación, como si el aire mismo estuviera esperando, suspendido por el momento de tensión. Mientras intentás regular tu respiración mirás tus manos vacías, todavía en la posición de sostener el jarrón, antes de dirigirle una mirada a Enzo. Un escalofrío te recorre.
Corrés en dirección a la puerta, con las piernas débiles y la sensación de ser ingrávida, pero el aire es espeso y viscoso y dificulta tus movimientos. Por un segundo pensás que estás nadando en éter, esforzándote en cada brazada, divisando la línea de meta pero incapaz de alcanzarla.
Un sonido débil deja tu garganta cuando sentís sus dedos cerrándose sobre tu muñeca, justo como la mandíbula de una serpiente capturando una pequeña presa malherida, permitiéndole sentir el calor de su veneno y prolongando cada segundo de agonía hasta la muerte.
La fuerza de su agarre sacude tu cuerpo como un látigo y tropezás, pero antes de caer o poder recuperar el equilibrio Enzo te empuja contra la pared más cercana. Golpeás el muro con un sonido seco y quedás inmóvil, desorientada, intentando procesar la situación. Su mano en tu boca parece un veredicto y sentís el sabor amargo de la desesperación en la lengua.
-No te voy a lastimar- jura Enzo, con una expresión de profundo dolor y lágrimas colmando sus ojos, antes de rozar tu brazo con un objeto frío-. No grites, por favor, no grites. Vos sabés que no te voy a hacer nada.
Bajás la mirada y en la penumbra divisás el brillo del objeto que sostiene Enzo. Es un cuchillo. Gritás contra su palma y forcejéas, pero él ejerce más presión, ignorando el dolor que te provoca, suplicándote con la mirada para que guardes silencio.
Luce horrorizado.
-No, no, no- niega frenéticamente-. No te voy a lastimar. Tranquila.
Alzás ambas cejas y las lágrimas caen de tus ojos. Mira el cuchillo, vuelve a mirarte, mira el cuchillo nuevamente y sólo entonces los engranajes de su mente parecen comprender tu predicamento.
Deja caer el cuchillo y este impacta de punta en el suelo.
-No es mío- jura como si fuera explicación o consuelo suficiente-. No grites, ¿sí? Prometeme que no vas a gritar cuando te suelte.
Intentás asentir pero la fuerza con la que te sujeta contra la pared dificulta cualquier movimiento. Parpadeás dos veces y comprende automáticamente.
-No grites- ordena con voz letal-. ¿Está bien?
Tomás una respiración, profunda y temblorosa, cuando te libera. Balbucéas incoherencias hasta que el pánico y el horror te permiten recordar cómo hablar, escoger tus palabras, pensar cuidadosamente qué decir y cómo. No querés que se enoje. No sabés qué podría hacerte.
Tu voz te traiciona.
-¿Qué hacés acá? ¿Cómo entraste?- preguntás casi en un susurro-. ¿Por qué…?
-No entendés- presiona su cuerpo todavía más contra el tuyo-. Todavía no entendés.
Y entonces lo sentís. Duro. Caliente. Palpitando. Húmedo. Temblás.
-¿Qué es lo que no entiendo?
-Quiero cuidarte- jura-. Quiero que estés bien. Feliz. Segura. Sólo eso.
Parpadéas con fuerza y sin reparar en tus acciones sujetás su muñeca cuando toma tu mejilla. Roza tu pómulo con su pulgar en una caricia extrañamente íntima, suave, delicada, con su boca peligrosamente cerca de la tuya; evitás moverte y te convencés de que el motivo es el pánico que sentís. No sabés cómo podría reaccionar. No sabés qué podría hacerte si se enoja.
-Esta no es la forma, Enzo, está mal.
Frunce el ceño. La cicatriz en su ceja derecha reclama tu atención.
-¿Por qué?
-¿Cómo te hiciste eso?- preguntás-. No fue con el taburete, ¿no? ¿Qué hiciste?
-Contestame- dice entre dientes-. ¿Por qué está mal? No hice nada malo.
-Esto está mal, ¿no te das cuenta?- clavás tus uñas en su piel-. No estoy feliz. No estoy segura.
-¿Cómo qué no? ¿Qué te pensás?- acerca su rostro aún más. Sentís el tabaco en su respiración-. ¿Vos pensás que te voy a lastimar?
-¡No!
-¡Callate!- ordena-. Silencio.
-Perdón, perdón, es que…
-No entendés nada- reniega-. Todo lo que hago es por vos.
Las náuseas invaden tu cuerpo. Recordás haber oído esa misma frase en la película de terror que viste en su sala, con tus piernas sobre su regazo, compartiendo snacks y fingiendo que el repetitivo contacto con su mano era sólo un accidente… Y ya conocés las implicaciones de esa perturbadora línea. Las consecuencias.
-¿Qué es todo, Enzo?- preguntás entre lágrimas. El calor de su erección contra tu cuerpo hace que tus mejillas quemen y relamés tus labios en busca de las palabras correctas-. ¿Qué hiciste?
-Nada malo.
-¿Qué hiciste?
-Nada. Todo- niega, confundido-. Desde la primera vez que te vi, cuando te estabas por mudar, yo…
-¿Cuando me mudé…?
La cabeza te da vueltas. De repente todo tiene sentido.
En realidad no tenías posibilidad alguna de mudarte a este sitio.
La inmobiliaria sólo te enseñó el edificio porque la cita estaba pactada con anterioridad, pero se suponía que alguien más estaba por cerrar el contrato, que estaban por hacer el depósito, pero… Lo que sea que haya hecho Enzo, porque esa es la única explicación posible, posibilitó que te llamaran en el último momento.
-Después de que te mudaste- intenta corregirse-. Durante la tormenta.
-No me mientas- suplicás-. Cuando nos conocimos, ¿vos ya sabías que yo vivía acá?
-No.
-Sí. Lo sabías- forcejéas y vuelve a empujarte. Parece que quiere dejarte claro que no estás en condiciones de luchar y, considerando el doloroso pálpito martillando en tu cabeza, puede que esté en lo correcto. Entrecerrás los ojos para ver con más claridad su rostro-. ¿Quién te invitó a la fiesta? Decime la verdad, Enzo.
-Un amigo.
-¡Dijiste que fueron tus compañeros de teatro!- se lleva un dedo a los labios-. ¿Me seguiste?
-No, yo…
La expresión de vulnerabilidad en su rostro no se corresponde con el control que tiene sobre la situación. Sobre vos. Sus ojos entrecerrados y brillantes por las lágrimas, sus cejas en un ángulo de angustia pura y desgarradora, los labios entreabiertos como si respirar le fuera difícil.
Sus hombros caen en señal de derrota.
-¿Fuiste vos?- sollozás cuando recordás los pequeños objetos faltantes en tu hogar y el mensaje del encargado del edificio-. ¿La llave que desapareció de...?
-Sí.
-¿Por qué?
-Porque tenía que ser así- dice como si fuera obvio-. No entendés, ¿no? Vos sos mía.
-No, Enzo, no. Estás confundido.
-Y yo soy tuyo.
Temblás violentamente. Tragás saliva.
-¿Estoy confundido?- pregunta, escéptico-. ¿De verdad?
-Sí.
-Entonces no tenés problema con que lo compruebe, ¿no?
Un gemido de desesperación deja tus labios cuando sentís su mano recorriendo tu cuerpo.
Desabotona tu pantalón de un tirón, baja la cremallera igual de rápido, deslizando sus uñas sobre tu piel antes de dirigir sus dedos hacia tu centro húmedo y caliente: en cuanto sentís sus dígitos rozándote arrojás la cabeza hacia atrás y cerrás los ojos. Reprimís un suspiro, profundo y potencialmente delator, sin comprender por qué disfrutás el contacto.
-Mirá cómo estás- te enseña sus dedos brillantes con tu excitación antes de llevarse sólo uno a la boca-. Y me decís que estoy confundido.
-Porque lo estás- insistís-. No está…
Te interrumpe deslizando sus dígitos húmedos entre tus labios. Sentís el sabor de tu esencia invadiendo tus papilas gustativas y mientras le sostenés la mirada, aunque con el ceño fruncido en una clara señal de ira, no podés evitar el gemido que nace en tu garganta. Tus muslos se contraen con fuerza y él mueve su pierna para estimular tu centro.
Succionás. La oscuridad de sus pupilas consume sus ojos.
-¿Qué dijiste?- pregunta con tono burlón. Besa tu mejilla-. Vos querés esto tanto como yo.
Negás, incapaz de pronunciar palabra con sus dedos aún sobre tu lengua, pero te ignora. Continúa rozándote con su pierna, ejerciendo cada vez más presión, sujetándote por la cintura con su otra mano para obligarte a descansar todo tu peso sobre su muslo. Entierra sus dedos cada vez más profundo, provocándote una que otra arcada, deteniéndose sólo cuando tirás insistentemente de su muñeca.
-Enzo- tu voz es una mezcla entre una súplica y una orden. Tus manos están acalambradas y la extraña sensación en tu estómago no te permite pensar coherentemente-. No.
-No seas así- dice contra tu boca-. Mirá cómo me tenés.
Lleva tu mano hacia su bulto cada vez más prominente, caliente y palpitante, obligándote a sentirlo en todo su esplendor. Observás la tela de su pantalón oscurecida por su excitación y la forma en que tu mano parece encajar justo sobre su erección. En sus ojos hay un fuego que sólo se compara con el que sentís entre las piernas y bajo la palma de tu mano.
-Te gusta, ¿no?- negás y él sonríe con arrogancia-. Sí, te gusta. Te encanta.
-No…
-Te vuelve loca saber lo que me hacés, ¿no?- roza tus labios-. ¿Querés que te muestre?
-No- esquivás el beso y mantenés los ojos cerrados para no ver su reacción-. Basta, Enzo.
-Mirá, dale. Es toda tuya.
Obedecés. ¿Por qué obedecés?
Bajás la mirada y tu respiración se corta. De alguna escalofriante manera predice tus pensamientos y te sostiene por el cabello, evitando con relativa facilidad que te muevas, forzándote a ver cómo masajea lentamente su miembro mientras gotea sobre tu ropa. Cuando negás frenéticamente para zafar de su agarre tu cuero cabelludo quema.
-Basta, Enzo, por favor.
-¿Por qué? ¿No te gusta?
Humedecés tus labios. Querés contestar pero en lugar de hacerlo permanecés en silencio.
Vuelve a tomar tu mano para guiarla hacia su miembro y jadeás cuando lo sentís entre tus dedos. Comenzás a masturbarlo con movimientos tímidos, procurando seguir el ritmo que él mantenía, evitando moverte más de lo necesario para no delatar tu necesidad o los irrefrenables pensamientos revoloteando en tu mente. Enzo suspira.
-Muy bien, bebé, seguí así- toma tu mejilla para llamar tu atención y te roba un corto beso que te hace desear más. Desliza sus dedos por tu cabello mientras pregunta:- ¿Me vas a dejar cogerte toda? ¿Sí…?
Cerrás los ojos.
-No, mirame- ordena rápidamente-. Mirame. Contestá.
-Sí, Enzo.
-Sí, ¿qué?
Una lágrima se desliza por tu mejilla y él moja sus labios con ella.
-Cogeme.
-Arrodillate.
Te dejás caer sobre tus rodillas, presa entre su cuerpo y la pared, sin romper el contacto visual. Enzo guía su miembro hacia tu boca y separás los labios para recibirlo en cuanto sentís el calor que irradia, ganándote una sonrisa de satisfacción de su parte, sujetándote de sus muslos mientras su pulgar desaparece el rastro de cada nueva lágrima que escapa.
Es justo como en tu sueño, pensás mientras separás los labios todavía más para poder tomar su glande. El sabor del líquido preseminal te hace suspirar y de su pecho surge un eco –tentador, muy grave y prolongado- de tu suspiro, provocado por la sensación de tu respiración en su miembro. Cerrás los ojos y comenzás a succionar con suavidad.
-Dios…- dice en un gemido-. ¿Te gusta?
Respondés con un sonido débil, roto y agudo, pero es suficiente. Enzo realiza pequeños movimientos con su cadera hasta que la mitad de su miembro desaparece entre tus labios, ignorando tus protestas y el brillo en tus ojos, desesperado por utilizar tu boca hasta dejarte hecha un incoherente desastre.
El cuchillo no está muy lejos de sus pies. Evitás mirarlo.
Enreda sus dedos en tu cabello para mantenerte firme y comienza a golpear tu garganta despiadadamente sin importarle tus arcadas, tus manos golpeando sus piernas para suplicarle que se detenga, tus uñas rasgando el material de su pantalón y clavándose en su piel. La mezcla entre tu saliva y sus fluidos produce en cada cruel embestida un sonido obsceno que causa estragos en tu interior.
Llevás una mano a tu centro en busca de alivio y comenzás a jugar con tu clítoris.
-¿Sabés cuántas veces soñé con tenerte así?- negás y una estocada particularmente fuerte hace que tu cabeza impacte con la pared; cuando te quejás Enzo se disculpa en voz baja, utilizando su mano para protegerte de más daño, pero jamás deja de abusar de tu boca-. Perdón, mi amor.
Un hilo brillante une tus labios con su miembro cuando te libera para dejarte respirar. Exasperación es lo que se lee en su expresión cuando te llevás las manos a la garganta, padeciendo cada profunda respiración, intentando recuperar minutos de oxígeno robado mientras sentís la huella que su asalto dejó en toda tu boca.
Retrocede un par de pasos y en cuestión de milisegundos recupera el cuchillo. Te señala.
-¿Te pensás que soy pelotudo?- pregunta con una ceja arqueada. Comenzás a negar, intentando prevenir la confrontación y sus posibles desenlaces –que se suceden en tu mente como ráfagas-, pero Enzo no te permite explicar antes de arrojarse sobre sus rodillas y posicionar el cuchillo contra tu cuello-. No querés que te lastime, ¿no…?
Te golpea su miembro -pulsando violentamente con deseo- cuando ve el pánico en tus ojos.
-Vos no me lastimarías. Lo sé.
-¿Estás segura?
No.
-Sí.
Presiona la punta de la hoja sobre tu pecho mientras sus labios recorren tu cuello y tus clavículas. El calor de sus labios y sus dedos en tu cintura son el único consuelo que recibís mientras la presión aumenta, obligándote a permanecer inmóvil y sin respirar, completamente a su merced mientras se frota contra tu estómago.
-Enzo.
Jadea. Un sollozo sacude tu cuerpo.
-¿Qué pasa, mi vida?
-No me vas a lastimar, ¿no?
-Obvio que no.
Es mentira, descubrís un parpadeo más tarde, cuando en un fugaz movimiento rasga tu blusa, simultáneamente dejando una línea de fuego que llega hasta tu ombligo. Observás horrorizada la herida y balbuceás, con labios temblorosos, más lágrimas cayendo en cascada por tus mejillas.
-Dejate de joder- reniega mientras te posiciona sobre su regazo-. Eso no es nada.
-Dijiste que…
-¡Callate!- grita justo en tu oído-. Y quedate quieta.
Te despoja de tus prendas y sentís que traza tu columna con los dedos antes de llevarlos hacia tu centro. Explora tus pliegues, vergonzosamente húmedos y muy calientes, mientras masajea tu espalda en un intento de consolarte y frenar los espasmos de angustia que sacuden tu cuerpo.
Presiona sobre tu entrada y gemís. Repite el movimiento hasta que dejás de llorar.
.¿Querés más?
-Sí- confesás con un hilo de voz-. Más, Enzo, por favor.
Desliza un único dígito en tu interior y una protesta desesperada deja tus labios. Los dedos de Enzo son más largos y más grandes y no estás familiarizada con la sensación de plenitud que te brinda, pero aún así el ardor en tu entrada es exquisito y empujás contra su mano para suplicarle por más. Tira de tu cabello para poder ver tu rostro.
-Estás muy apretada- dice en un falso lamento-. ¿Cómo te la voy a meter? No va a entrar.
Tus paredes se tensan y Enzo introduce un segundo dedo. El lastimero gemido que surge en tu garganta se prolonga cuando roza tu punto dulce expertamente, ignorando la bruma en tus ojos y el imparable temblor de tus labios. Lo sentís pulsando contra tu costado cada vez que un escalofrío te hace contraerte sobre sus dedos.
Te suelta bruscamente y colocás tus manos en la alfombra para frenar el impacto. El sonido de tu abundante humedad y el constante movimiento de sus dedos explorando tu interior, llegando a los lugares más profundos de tu cuerpo y rozando todos los puntos justos, te hacen delirar; balbucéas un sinfín de palabras incoherentes, entre ellas su nombre, alguna que otra súplica desesperada, suspirando que se siente muy bien.
-¿Sí? ¿Te gusta?- asentís-. Yo sabía que eras una putita.
Te llevás una mano a la boca para que no escuche tu reacción. Es en vano.
-Sos una putita, ¿no?- y para dejar en claro que lo sos, quieras o no, te escupe-. Sos mi putita.
Un dedo húmedo –con su saliva o tu excitación, no estás segura, no importa- presiona sobre tu otra entrada y te sobresaltás. Es extraño, ligeramente incómodo, pero Enzo parece disfrutarlo porque luego de unos segundos sentís que salpica tu cuerpo con su liberación. El calor de su semen te empuja hacia tu propio orgasmo y sus respiraciones se sincronizan por un instante.
-Así, muy bien, sí- continúa torturándote con sus dedos hasta que te quejás por la sensibilidad y cuando los retira, brillantes por tu liberación, los dirige hacia tu otro agujero-. Me vas a dejar, ¿no? Porque sos mía.
Introduce la primer falange y cuando te escucha gemir, entre excitada y horrorizada, su erección vuelve a llenarse. Juega con tu diminuta entrada y vos te refugiás en tus brazos, ocultándote de su mirada hambrienta y de la vergüenza que sentís, mordiéndote los labios para no delatar lo mucho que te fascina sentirlo explorando tu cuerpo. Sentís tu excitación goteando sin parar.
-¿Va a doler?
-Sí.
Emitís un sonido de pura angustia y su expresión se suaviza.
-Hoy no- dice en un intento de consolarte-. Otro día, ¿sí?
Te recuesta sobre la alfombra. Pensás que es el fin hasta que se sienta sobre tus muslos.
-Tenés una conchita tan linda- comenta mientras recorre tus pliegues con su punta-. Y es toda mía, ¿no…? ¿De quién es esta conchita? Decime, dale.
-Tuya, Enzo.
Deja caer su cuerpo sobre el tuyo y el calor de su pecho desnudo contra tu espalda te roba un suspiro. Te sentís protegida y segura, contenida por su figura mientras desliza su miembro entre tus pliegues, estimulando tu clítoris y presionando sobre tu pequeña entrada antes de empujar y llenar tu estrecho interior. Tu cuerpo no tiene más opción que hacer lugar para él.
Mordés tu brazo para silenciar tus gritos. Enzo muerde tu hombro hasta dejar una marca.
-Dios- recuesta su frente en tu espalda y comienza a mover sus caderas lentamente. Jurás que cada vez que retrocede y vuelve a enterrarse sentís cada centímetro de su miembro y cada vena rozando dolorosamente tus sensibles paredes, pero el dolor te resulta exquisito cuando comienza a confundirse con el placer-. ¿En esto pensabas cuando te tocabas?
-¿Qué…?
-Cuando te tocaste pensando en mí, ¿pensabas en esto?- repite y muerde tu oreja.
No, querés decir, preguntándote cómo sabe que te tocaste pensando en él. La respuesta es obvia. Querés decirle que pensabas en él besándote, mordiendo tus labios y obligándote a probar los restos de tu esencia en su lengua, que imaginaste que se detendría para memorizar cada insignificante detalle de tu cuerpo, pero...
En su lugar besa tus párpados para beber de tus lágrimas y muerde tu mejilla hasta verte golpear el suelo con tu palma, ignorando que tus uñas duelen por enterrarlas en su brazo cuando rodea tu cuello para inmovilizarte y que la posición hace difícil el respirar. El ritmo de sus movimientos crece, el impacto de su cuerpo y el tuyo reverbera por toda la sala, su punta empuja tu cérvix mientras gritás porque el placer es intolerable.
El roce de tu mejilla y tus pezones sobre la alfombra es horrible.
-No, no, no- golpea tu mejilla para llamar tu atención-. Respirá.
Llorás cuando sentís tu interior vacío y Enzo te toma en brazos para llevarte hacia el sofá. Recorre tu espalda con sus cálidas manos, guiándote para que respires lenta y profundamente, indicándote cuándo y cómo exhalar. Toma tu mejilla en su palma (no te molestás en fingir que la manera en que te toca no es reconfortante) y su pulgar juega con tu labio inferior.
Tus pulmones queman por el esfuerzo y en un intento de hacerte comprender Enzo toma tus manos para colocarlas sobre su pecho. Está cubierto de sudor y te gustaría besarlo. Podés sentir sus latidos descontrolados y sospechás que tus pulsaciones, que él controla con sus dedos en tu cuello y en tu muñeca, siguen el mismo ritmo que las suyas.
Tus párpados pesan y tus pestañas brillan por tu llanto. Tu visión es borrosa.
-¿Mejor?- pregunta mientras acomoda un mechón de cabello. Besa tu nariz-. ¿Te sentís mejor?
-Mejor.
Reclamás sus labios, sujetándolo con una mano en su cuello y otra en su cabello, en un beso húmedo y voraz que refleja la necesidad que te invade. Enzo gruñe contra tu boca cuando lo guías hacia tu entrada y muerde tu labio cuando te dejás caer sobre su miembro; el sabor metálico de la sangre te es fácil de ignorar cuando sus pupilas dilatadas te hipnotizan.
La profundidad de la penetración te hace gemir de una manera que Enzo sólo puede describir como pornográfica y sus músculos se tensan cuando ve el hilo de saliva cayendo por tu mentón. Controla el ritmo de tus movimientos y sabe, por tu expresión de éxtasis y por la tortuosa contracción de tus paredes, que el ángulo estimula tu clítoris justo como te gusta.
Toma tus pechos entre sus manos y los masajea, pellizca, golpea con su palma hasta verte rehuir del contacto. Siempre imaginó cómo se sentiría tenerlos en la boca, dejar marcas permanentes, morderte hasta hacerte llorar y suplicarle que te deje en paz. Sos consciente de todas sus fantasías con sólo ver cómo te mira, con posesividad y locura, todavía tocándote.
-Enzo- repetís su nombre como un mantra. Es lo único que distingue junto con lo que suena como llena y profundo, cuando comenzás a hablarle, prácticamente delirando entre sus brazos. Buscás refugio en su cuello y cuando te rodea con sus brazos temblás por la sensación de entrega que el abrazo parece transmitir-. Más, más, más.
El ritmo de sus movimientos se torna brutal y cuando ya nada es suficiente opta por cambiar la posición. Te recuesta sobre el sofá, ignorando tus reproches y tu insoportable llanto por sentirte vacía, llevando tus piernas hacia tu pecho hasta dejarte por completo expuesta. Vulnerable. A su merced. Sólo para él.
Cuando se desliza en tu interior te llevás las manos a la boca para no gritar. Fracasás miserablemente.
El placer es indescriptible y la sensación en tu abdomen bajo, intolerable. Llevás una mano hacia el sitio donde sentís cada una de sus estocadas y Enzo la reemplaza, ejerciendo presión sin importarle las posibles consecuencias, respirando deficientemente (sus jadeos son lo único que lográs escuchar junto con el resto de sonidos obscenos) por lo irreal de la situación pero sin ocultar su sonrisa arrogante.
-Acá estoy- susurra-. ¿Te gusta?
-Sí- contestás con voz entrecortada. La promesa de un orgasmo se intensifica bajo la intensidad de su mirada expectante-. Sí, mucho.
-¿Querés que te llene?
Fruncís el ceño. Ya estás llena.
-No…- negás en cuanto comprendés-. No, Enzo, no puedo… Yo...
Te ignora.
Recuesta su frente sobre la tuya y la cercanía te permite contemplar el largo de sus pestañas. Buscás sus labios y él silencia tus gritos con un beso cuando comienza a embestirte de manera frenética, con movimientos descontrolados que bordan lo errático, profundizando imposiblemente la penetración hasta que corta tu respiración.
No. Sus dedos cerrándose en torno a tu garganta son los que no te dejan respirar.
Y vos lo permitís. Dejás que te utilice.
Tu cuerpo se sacude por la fuerza de sus estocadas y él se pierde en el movimiento de tus pechos, en la saliva que moja tu mentón luego de romperse el hilo que conectaba su boca con la tuya, en las lágrimas que hacen brillar tus pestañas como si de cristales se tratasen, en tus pupilas lejanas, en tus nudillos volviéndose blancos cuando sujetás su muñeca.
Cuando te libera te reincorporás y descansás tu peso sobre tus codos para ver la imagen entre tus piernas. Una aflicción ínfima e imperceptible hace nido en tu mente cuando notás que la línea que recorre tu torso –resultado del cuchillo- es del mismo color que el hilo rojo en la base de su miembro. Mentirías si dijeras que no te encanta saber que Enzo es muy grande para vos.
No obtenés más advertencia que un gemido ronco antes de sentir sus dedos en tu boca y los hilos de semen caliente salpicando tu interior. Tus paredes se contraen con el rítmico pulsar de su miembro y un orgasmo, más débil y más corto, te hace gemir con sus dedos todavía entre tus labios. Succionás involuntariamente y él te observa, con los párpados caídos y la boca semiabierta, disfrutando el espectáculo.
Cuando abandona tu interior continúa derramando su liberación sobre tus pliegues y el sofá.
-Sos mía- sentencia con sus ojos fijos en tu entrada y en su semen escapando de ella con cada contracción de tus músculos-. Y me vas a dejar cuidarte, ¿no?
-Estoy bien.
-No, no estás…- acaricia tus piernas-. Dejame cuidarte.
Tu respiración es irregular, tus extremidades duelen, un río de lágrimas nace en tus ojos y no podés dejar de temblar. Enzo te toma por debajo de los brazos para que te reincorpores y hacés una mueca de incomodidad cuando el terciopelo del sofá -siempre suave pero en este momento irritante para tus terminaciones nerviosas todavía sensibles- entra en contacto con tu centro.
El resto de sus palabras jamás llegan a tus oídos y cuando cubrís tus orejas con tus manos, convencida de que hay algo dificultando tu audición, Enzo sólo sonríe de manera estúpida y toma tus muñecas. Masajea tus manos, tus brazos, tu cadera y tu cintura –sobre todo los rincones que sus manos maltrataron- antes de guiarte hacia el baño.
-¿Te duele algo?- pregunta mientras comprueba la temperatura del agua. Su expresión preocupada y la delicadeza con la que te empuja hacia la ducha te provocan náuseas.
Todo, querés decir. Negás porque no tenés voz.
Intentás vigilar sus movimientos pero tu cerebro procesa sus acciones y el significado de sus palabras tarde. Muy tarde.
Es imposible negarte a la minuciosa inspección que realiza -en busca de más heridas de su autoría- palpando cada centímetro de tu cuerpo hasta el cansancio y, cuando escoge tu ropa para dormir, no estás segura del motivo por el cual esta no incluye ropa interior o un pantalón para abrigarte.
Aún así no te resistís cuando desliza una vieja y desgastada camiseta de Radiohead sobre tu figura. ¿Es tuya? ¿Cuándo la compraste? ¿Cuántas veces la utilizaste para desgastarla de esta manera? Las preguntas se arremolinan en tu cabeza mientras Enzo masajea tus piernas desnudas.
-¿Tenés sueño?
-Mucho.
-Ah, ¿sabés hablar?- pregunta con tono burlón-. Vamos a dormir.
Dejás que se escurra bajo las mantas para acompañarte y cuando rodea tu cintura con un brazo, dejándote sin más opción que descansar tu espalda sobre su pecho expuesto, no objetás. La oscuridad y tu estado mental no son buena combinación, suponés, cuando en lugar de concentrarte en su respiración terminás pensando en cómo escaparte de sus garras.
Estás segura de que la puerta no tiene seguro.
Sólo tenés que esperar. Y tenés tiempo.
78 notes
·
View notes
Text
ʚ ❀ Animal/therian/whtevr vibes ❀ ɞ
𑁍 In the spirit of Spotify wrapped coming out, here are some of my fav animal themed songs for my ppl ฅ^•ﻌ•^ฅ
𑁍 Specifically with a lot of recommendations from niche artists and minorities
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
Tag - ash tuesday
Indie gritty sound. Unpolished with a good melody. Underground, made by a black women
Recommendations: The Experiment - Daffo, corook, melting - Kali uchis
"God I'm desperate for the collar... Let me heed your beck and call... Wipe my paws on the floor, wag my tail like the dog... I am..."
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
Puppy Princess - Hot Freaks
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
Doesn't actually have anything to do with animals if I'm honest, but the actual sound of the song gives off the vibes tbh. Popular, I bet you've heard this song even without knowing the title
Recommendations: tongue tied - grouplove, hey nothing
"Hold me... Hold me, I'm your bunny... Tell me I'm not funny... Tell me I'm legit"
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
Won't Bite - Doja Cat ft. Smino
Smino's part gives me gender euphoria. Lots of barking. Pop/rap with a slightly synth-ish sound. Popular, blew up on tiktok. Made by a black women ft. a black man
Recommendations: cortisa star, Armani West, BREAK A NECK - odetari ft Ayesha Erotica
"Closer to me baby, I won't bite. You look so tasty, but I won't bite. Really, I'm such a good kitty, don't put up fights. But if you trick me, baby, it gon' get sticky..."
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
The Milk Carton - Madeline Mei
Foresty-indie-folksy. Niche artist, popular song. Wouldn't call her underground, but still niche
Recommendations: tough to be a bug - tinyumbrellas, music box - leith Ross, Liana Flores
"You're gonna be eaten by a coyote. Run, little one, though the pack may follow. Two quite thin, their brother fatter. He can still win, just gotta be faster... Run for the yard, they've barred up the gutter. That was our route, better find another. Was that a rabbit? Really not like the one I've seen on a cereal box..."
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
Nasty Dog - Sir Mix-A-Lot
A lot of his songs reference or mention boy = dog and girl = cat, but if you ignore the weird gender stuff it eats. 90s rap, popular, your parents might know this song
Recommendations: Monaleo, Doechii
"Bow-wow was the sound of the hound with the see town crown. I sniff around 'til I pin cats down. They like to run up trees. But I can bring 'em back down with a jingle of my car keys..."
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
GOODMORNINGTOKYO! - TOKYO'S REVENGE
The barking and growling in the background has had me in a chokehold for years if I'm honest (^3^♪ . Popular, alt-rap, blew up on tiktok in 2019 or 2020, most thing this song is cringe now. Made by a black man.
Recommendations: Rico Nasty, lil Mariko, sticky - Tyler the creator
"He wanted beef in the parking lot. My niggas dogs and we bark a lot. Auto-bot choppas they spark a lot. I'll beat your ass, I don't care if it's dark or not."
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
Things That Make It Warm - Cavetown
Soft, bedroom pop, indie. I used to cry to this song (embarrassing tbh). Popular artist, semi popular song. Made by a transman
Recommendations: love to keep me warm - laufey ft Dodie, owl city, bo Burnham, Alec Benjamin
"Collecting clumps of sticks and leaves has left me pretty tired, can I rest with you a while ?... We snuggle up between the stones, wind blows peacefully. There's no place I'd rather be..."
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
Dogwalk - creepP
Alt-rap, probably classified as weirdcore. Very vulgar but that makes this song more appealing to me tbh. Made by a nonbinary Afro-Latinx
Recommendations: bop it - creepP, rebzyxx, S3RL
"Clip me by the ears, I whimper to the point of tears. Yelp louder than a whore in heat, I'll make your ass sore. Grab me by the collar, leash laws bitch I'll fuckin' maul ya. I'm an old dog bitch, I'll show you tricks you never seen before."
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
The Spider and the Kitsune-Like Lion - APOCALIPSIS
This is niche technically, but only bc the general populous doesn't really f/w this. Weirdcore, electronica, and vocaloid. For those who prefer a like horror-ish vibe
Recommendations: Kikuo, Maretu, Jamie Paige
Lyrics: N/A
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
And the Hound - Yaelokre
Anything by Yaelokre makes me feel like a creature of some sort in the woods tbh. Woodsy. All their albums tell a story. There's lore. Niche, but not necessarily underground. Made by a Filipino, who I THINK is non-binary but I don't really remember lol
Recommendations: interlude - leith ross, Persephone in the garden - Aidoneus
"Follow the scent of iron sinking, deeper into corpses rotting, but they can't hear you talk, talk, talk, about every little thing, every little thing... Every... And the Hound is humming you... A lie, a lullaby"
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
⋆。‧˚ʚ ❀ ɞ˚‧。⋆
Mkay that's all for now. I've been meaning to make a post like this for ages, but if you look at my blog, you will find that I've barely posted anything in general lmao.
On the horizon: omegaverse dictionary, pinned post update, finally answering some asks
Ask box is always open V●ᴥ●V
#Spotify#𑁍shut up shii𑁍#miscecanis#misceanimalis#omegaverse lifestyle#therian#dog therian#cat therian#therianthropy#theriotype#other kin#dogkin#catkin#kintype#otherhearted#nonhuman
20 notes
·
View notes
Text
A veces deseas lo que te hace daño, los años a veces te hacen pensar que es lo que mereces. Un sin fin de veces estuve a punto de caer por hombres parecidos a ti pero una parte de mi; aquella que sabe que esta mal sentirse así de rota, fue siempre más fuerte. Ahora te veo, mientras la lengua se te traba y los ojos cristalinos te adornan el rostro, y el miedo me cubre el cuerpo cada vez que aceleras el auto, me quita la respiración y estoy tan asustada que me da asco. Algunos recuerdos por más lejanos que sean consiguen alcanzarte.
— flores in caelum
#notas#frases#citas#floresincaelum#escritos#caostalgia#textos#pensamientos#en tu orbita#tristeza#daddy issues
193 notes
·
View notes
Text
//eng
HALLO! I bring more Sora content, specifically Sora x Omar content, if you aren’t a fan of oc x canon content just scroll down pls.
Also at the moment I haven’t ended the show, I’m in the middle of season two so some facts may feel inconclusive and it’s because they are.
Sora loves candy, honey, specially, so when the honeysuckles arrived to the trading tree they got an addiction to it, they tasted it and inmediately traded all of their belongings for more honeysuckles, when the flowers ended Sora offered themselves to go to a second expedition to the other side of the creek for more of those tasty flowers, not only for the trading tree but also to take some supplies home, but they got jump-scared by the self-claimed protector of the overpass: Omar.
Sure, he was attacking their floater. But he was so rad! like a cooler and modern version of his favorite character ever: Robin Hood. While Craig, JP, Kit and Kelsey tried to scape, Sora didn’t even move, they just stared like they were dumb.
At dinner time they told their mother all about this mysterious green poncho guy.
Sora admires Omar, and they’re constantly expressing it to him. As Omar and Sora grow closer Sora is constantly hugging him and grabbing his hands. Is not anything special to Sora since they are naturally affectionate and expressive, But Omar turns unusually red when this happens.
I’m planning to write more about them but I want to keep watching the series to understand more about Omar before doing so!
Extra: Sora asked their mom to dye their hair green just as the war between the two sides of the creek started. They were inspired by Omar’s Green poncho
//esp
HALLO! Traigo más contenido de sora, específicamente de Sora x Omar, si no eres fan del contenido oc x canon siéntete libre de deslizar para abajo.
Y al momento no me he terminado la serie, ando en la mitad de la temporada dos so si algunas cosas se sienten inconclusas es por que para mí lo están.
Sora ama los dulces, la miel, especialmente, así que cuando las madreselvas llegaron a el árbol del trueque se volvió adicte a ellas, cuando lo probó inmediatamente intercambio todas sus pertenencias por más madreselvas, cuando se acabaron Sora se ofreció a sí misme para ir a otra expedición en busca de más de esas deliciosas flores, no solo para el árbol del trueque si no para llevar algunas a su casa, pero devolviéndose recibió un susto de el auto proclamado protector del puente: Omar.
Claro, estaba atacando su flotador, pero era tan radical! Parecía una versión más cool y moderna de su personaje de cuentos favoritos: Robin Hood. Mientras Craig, JP, Kit y Kelsey trataban de escapar Sora ni si quiera se movió, solo observó al chico atontade.
A la hora de la Cena Sora le contó a su madre todo acerca de el chico de poncho verde.
Sora admira a Omar y constantemente lo expresa abiertamente. A medida que se hacen cercanos Sora está abrazándolo y tomando su mano constantemente, Para Sora no es nada especial ya que es naturalmente afective y expresive, pero Omar se ve inusualmente rojo cada que esto pasa.
Quiero seguir escribiendo de ellos pero primero quiero ir avanzando en la serie para entender más de omar antes de hacerlo!
Extra: Sora le pidió a su mamá que le tiñera un mechón de verde mientras la guerra entre dos lados del arrollo iniciaba, tomó inspiración en el poncho verde de Omar.
#oc art#oc x canon#cotc oc#cotc#fandom#digital art#omar cotc#cartoon network#headcanon#español#drawing
13 notes
·
View notes
Text
Mariel
Você deviria esfregar as mãos Em dois dedos de vinagre Há delitos sonegados todas as vezes Que você gesticula em sua fala
Amante delatado com um olhar Apoiado entre arqueiros A meia luz, adivinhando alvos Apodrecendo álibis interditáveis
Tais dedos desperdiçam um rosto Envolto no emaranhado nostálgico Inventou um artefato capaz de dissimular Qualquer efeito prático de revolta
Escavam entre suas pupilas Um poleiro para abutres recostarem E admitirem um busto decadente Semelhante em toda a humanidade
Estes lábios tão cercados de bússolas Cada uma dessas palavras desovadas São quem sabe da náusea ressentida A espera dos espólios das flores prometidas
A melodia do cotidiano explode entre testemunhos Anzóis riscando o assoalho, flores de plástico derretendo O amor disfarça sua morada em mãos Querendo guardar rostos como segredos
A despedida encenada pronta para transcorrer o enredo Maré alta e depois pedra. Um olhar morado na janela Um feitio substituindo faróis, uma reza esticada para laçar Através do sal do mar aonde quer que você esteja
Enterra âncoras, repete o auto Desenha na noite semelhantes Dança perene pela recordação ambulante Não há mais encanto e sim vontades aplacadas
#inutilidadeaflorada#poema#poesia#pierrot ruivo#carteldapoesia#projetoflorejo#projetoalmaflorida#projetoartelivre#lardepoetas#espalhepoesias#pequenosescritores#mentesexpostas#projetocaligraficou#projetovelhopoema#arquivopoetico#escritos#quandoelasorriu#projetoversografando#projetoverboador#poecitas#projetonaflordapele#julietario
13 notes
·
View notes
Text
CAPITULO 8 - EL LIMITE DE LA LEALTAD
<<<Punto de Vista de Riley>>>
Después de un viaje placentero, llegamos al majestuoso ducado de la familia de Madeleine. El paisaje era impresionante: amplios campos verdes se extendían hasta donde alcanzaba la vista, salpicados aquí y allá con elegantes mansiones y jardines bien cuidados. La entrada al ducado estaba flanqueada por columnas de piedra adornadas con flores frescas y banderas ondeando suavemente al viento.
Cuando nos detuvimos frente a la imponente mansión, un edificio de arquitectura refinada y sofisticada, nos recibió un ambiente de cálida hospitalidad. El personal del ducado nos ayudó a bajar del auto, mientras las puertas principales se abrían para darnos la bienvenida. Las decoraciones y el cuidado en los detalles eran evidentes, desde las alfombras de lujo hasta los arreglos florales que embellecían el vestíbulo.
Tras instalarnos en nuestras habitaciones y acomodarnos, nos dirigimos al hall principal para prepararnos para el evento. El pasillo estaba elegantemente decorado con tapices y candelabros que creaban un ambiente acogedor y festivo. Mientras avanzábamos hacia la puerta del salón, vi a Liam conversando animadamente con un hombre a un lado del marco de la puerta. Al notar mi presencia, se disculpó rápidamente y se acercó a mí con una amplia sonrisa en el rostro. Me envolvió en un cálido abrazo y me dio un beso suave, pero lleno de cariño.
|| Hola, mi amor || me dijo, admirando mi apariencia con una mirada cálida. || Te ves preciosa. ||
|| Mi Rey, tú tampoco te ves nada mal || respondí con una sonrisa. || ¿Cómo te fue? ¿Solucionaste tus pendientes? ||
|| Sí, todo está resuelto || aseguró Liam, girando su mirada hacia los demás, especialmente hacia Drake. || Y ustedes, ¿Qué tal el viaje? ||
|| Todo perfecto, amigo, y sin problemas || respondió Drake, mientras Liam asentía con gratitud. Aunque no comprendía del todo el motivo de su gesto, preferí no indagar más.
|| Wow… este lugar es realmente impresionante. ¿Se han dado cuenta de que incluso las decoraciones tienen decoraciones? || exclama Maxwell, visiblemente asombrado. Con la misma admiración, yo no podía evitar maravillarme ante la lujosa opulencia de la residencia. Es una de las casas más espléndidas y sorprendentes que he visto, y las recientes mejoras la han elevado a un nivel impresionante.
|| La finca de Madeleine era hermosa… pero esto, esto es algo completamente diferente || añade Hana, igualmente impresionada. Mientras seguimos avanzando por los elegantes pasillos, reduzco el paso para hablar en privado con Liam, asegurándome de que los demás no puedan escuchar nuestra conversación.
|| Liam, mientras veníamos hacia acá, no podía dejar de pensar en cómo abordar a Madeleine y Adelaida. Pero... ¿Qué puedes decirme sobre Jeffrey? Aparte de ser el padre de Madeleine y el hombre que tuvo el coraje de casarse con Adelaida || pregunto, con curiosidad. Liam sonríe, divertido por mi inquietud.
|| Para ser sincero, no sé mucho sobre él. Solo sé que es un renombrado duque inglés y que su matrimonio con Adelaida fue puramente político. Lo he conocido en contadas ocasiones y nunca en un entorno social. Solía visitar a mi padre con frecuencia cuando mi madre vivía, pero mis recuerdos de él son difusos. Es un hombre bastante serio, que valora mucho los títulos y detesta la frivolidad || explica Liam con una mezcla de nostalgia y seriedad.
|| Supongo que eso es de donde Madeleine ha heredado su carácter. ¡Cielos, Liam! Creo que convencerlos para que asistan a nuestra boda podría ser más difícil de lo que imaginaba || comento, sintiendo un leve desánimo mientras observo la magnificencia del lugar. Liam, notando mi preocupación, me abraza por el costado y me da un beso en la frente, intentando animarme.
|| No te preocupes, amor. Vamos a hacerlo juntos. Sé que el desafío es grande, pero confío en que lograremos convencerlos. Tú tienes el don de mostrar lo mejor de nosotros, y estoy seguro de que tu sinceridad y nuestra determinación les harán ver lo especial que es nuestra boda. Juntos, podemos superar cualquier obstáculo || dice con confianza, su voz llena de apoyo y aliento.
Tomados de la mano, avanzamos hacia el Gran Salón, pero para mi sorpresa, lo encontramos casi vacío. La ausencia de asistentes era desconcertante, una señal palpable del temor que aún impregnaba el aire tras los recientes acontecimientos.
|| Vaya, parece tan... vacío. Esperaba que este evento estuviera más... ¿lleno? || comenta Maxwell, su voz reflejando la misma sorpresa que yo sentía.
|| Mi padre nos advirtió que habría poca participación. Lamentablemente, el miedo sigue siendo fuerte después del intento de asesinato, y el video del Festival solo empeoró la situación. Algunos miembros de la nobleza prefieren no arriesgarse a ser vistos apoyando a la monarquía || explica Liam, con un matiz de preocupación en sus palabras, su mirada fija en el salón desangelado.
Un asistente del evento se acerca entonces, inclinándose con una reverencia respetuosa.
|| Buenas tardes a todos || dice con cortesía antes de dirigirse a Liam. || Su Majestad, ¿podría hablar con usted un momento? Es algo importante || solicita el caballero, su voz baja pero urgente.
Liam me mira, su inquietud reflejada en sus ojos. Puedo sentir la tensión en su postura, el peso de la responsabilidad apretando su corazón. Le aprieto suavemente el brazo, intentando transmitirle calma con mi sonrisa y susurrándole: "Ve". Él me devuelve una sonrisa, aunque puedo ver la preocupación aún latente en su expresión.
|| Lo siento, nos veremos luego || dice, depositando un beso cálido en mi mano, un gesto que intenta reconfortarme mientras se aleja con el caballero.
Mientras lo veo partir, una mezcla de orgullo y tristeza me invade. Sé que hoy estará más ocupado de lo habitual, que todos querrán hablar con él, y que él necesita cumplir con su deber. Pero también sé que este es el hombre con el que he elegido compartir mi vida, un hombre que lleva una inmensa carga sobre sus hombros, especialmente con los recientes atentados. A medida que avanzamos en nuestro compromiso, prometo estar siempre a su lado, apoyándolo en cada paso, porque entiendo que su responsabilidad no puede ser apartada, y estoy dispuesta a compartirla con él, por amor y por deber.
**
Después de un tiempo socializando con algunos nobles el bullicio en la sala se desvanece de repente cuando un hombre de cabello plateado entra en la habitación y toma su lugar junto a Adelaida. Su presencia impone respeto, y una sensación de anticipación parece llenar el aire.
|| Ese hombre de ahí... él es... || comienzo a preguntar, sintiendo un leve nudo en el estómago, pero Hana, con su tono calmado, responde antes de que pueda terminar.
|| Es el Duque Jeffrey Amaranta, amiga. ||
|| Vaya… parece muy serio || digo, sintiendo cómo mi nerviosismo crece al observar su expresión rígida.
|| Tranquila, pequeña Flor. || Maxwell se acerca, su voz cálida es como un bálsamo para mis nervios || Estoy seguro de que te lo vas a ganar. De hecho… ¡Los conquistarás a todos! Solo necesitas un poco de esa magia de Riley. || Me sonríe con confianza, y sus palabras logran aflojar la tensión en mi pecho. Sin embargo, la seriedad de la situación no se pierde en mí. Este no es solo otro evento social; es una prueba, una oportunidad de demostrar que soy digna de estar al lado de Liam y la mirada del duque me hace sentir como si cada movimiento fuera juzgado. Maxwell, percibiendo mi inquietud, me envuelve en un abrazo reconfortante, y me siento aliviada al sentir su apoyo.
|| Gracias || le susurro, apretándolo con fuerza, agradeciendo en silencio su fe en mí.
|| Creo que deberías hablar con ellos de manera individual. Lamentablemente, Jeffrey y Adelaida están ocupados por ahora, así que tendrás que esperar un poco. Pero mira quién está allá || señala Maxwell. Al seguir su mirada, veo a Madeleine al otro lado de la sala, su porte elegante y su mirada fría mientras sostiene una copa de champagne. El desafío de acercarme a ella parece mayor de lo que imaginaba, pero sé que no puedo darme por vencida. Suspiro profundamente, intentando calmar las mariposas en mi estómago. Madeleine es fuerte, impenetrable quizás, pero no puedo dejar que eso me detenga. Dentro de mí, sé que puedo ganarme su respeto, que puedo mostrarle la fortaleza y el cariño que me han traído hasta aquí.
|| Supongo que es hora de ver si mis poderes mágicos de amistad pueden derretir el escudo de hielo de Madeleine. || digo, más para animarme a mí misma que a Maxwell, pero su sonrisa me da el último empujón de valor.
|| Tienes mucha fe en mí. Así que… ¡Polvos mágicos de la amistad, vengan a mí! ||
Con una sonrisa decidida, camino hacia Madeleine, consciente de que no estoy sola en esta misión. Al llegar, me recibe con una enorme sonrisa, tan amplia y falsa que resulta casi desconcertante. Es evidente que Madeleine maneja cada gesto con una precisión política.
|| Duquesa Riley, bienvenida a mi estado. Es un gran honor recibir a la duquesa más reciente de Cordonia || dice con una efusividad que suena forzada.
|| Este… Gracias, Madeleine. Aprecio mucho tu hospitalidad || respondo, intentando mantener la cortesía.
|| Con gusto... Después de todo, sería impensable negarse. Pero bueno, ahora que los saludos oficiales han terminado, dejemos atrás este teatro y no volvamos a hablar nunca más en la vida || dice con frialdad, comenzando a retirarse. La rapidez con la que se dispone a marcharse me toma por sorpresa, pero la detengo suavemente por el brazo.
|| Madeleine, espera... || Ella se detiene y me mira con una expresión analítica, casi despectiva || En realidad, quería aprovechar este momento contigo para preguntarte si considerarías unirte a mí en el Tour de la Unidad y, además, ayudarme con el manejo de las relaciones públicas. ||
Una sonrisa sarcástica se dibuja en su rostro, seguida de una carcajada burlona.
|| Riley, Riley… ¿Sabes qué es lo más irónico de todo esto? Que ya lo había anticipado. Sabía que la pequeña y pobre señorita, ahora convertida en duquesa, vendría suplicando por ayuda. Y lo más triste es que vienes porque te estás ahogando en el mar de tus propios errores. ||
|| Madeleine, no me estoy ahogando. He cometido errores, como todos, pero antes de que te decidas… || intento replicar, pero ella me interrumpe antes de que pueda terminar.
|| Está decidido, Riley. Y mi respuesta es un rotundo NO. No te ayudaré con la imagen pública y tampoco asistiré a tu boda. || Su tono es firme e intransigente.
|| Pero Made--- || comienzo a decir, frustrada, pero ella me corta de nuevo.
|| Disfruta de la fiesta... ¡Querida! || Y sin más, Madeleine se da la vuelta y se aleja por el salón de baile, dejándome con las palabras atrapadas en la garganta. “Grandioso”… Esto no podría haber salido peor. No solo se negó a asistir a mi boda, sino que también rechazó ayudarme con las relaciones públicas. No me queda más que esperar que sus padres estén dispuestos a apoyarnos como ducado en la boda.
Respiro hondo y camino de vuelta hacia donde están todos mis amigos, reunidos alrededor de una mesa de cóctel al fondo de la sala.
|| Chicos… ¿Han visto a Liam? || pregunto, intentando ocultar mi frustración. Hana, percibiendo mi estado, toca suavemente mi brazo y me responde.
|| Amiga, Liam se fue hace un momento. Quería hablar contigo, pero al verte ocupada con Madeleine, no quiso interrumpir. Luego se presentaron varios nobles y dignatarios con los que tenía que conversar. ||
Claro, era lo que suponía. Liam está aprovechando esta oportunidad para hablar con las pocas personas que asistieron. No puedo evitar soltar un suspiro de decepción. A veces siento que cuando no estábamos comprometidos, nos veíamos más. Ahora todo se ha vuelto más complicado; Liam está más ocupado que nunca. Maxwell, observando mi expresión, se acerca con una sonrisa comprensiva.
|| Entonces, mi Flor, ¿cómo te fue con Madeleine? || pregunta, aunque ya intuye la respuesta. Un nuevo suspiro sale de mí antes de responder.
|| Literalmente, se rio en mi cara. Así que, ¿qué puedo decirte, Max? Me fue genial || exclamo, dejando que la frustración se filtre en mis palabras. || No solo no me ayudará con las relaciones públicas, sino que tampoco asistirá a la boda. ||
|| Esa reacción no es ninguna sorpresa, Riley. Quizás deberías centrar tus esfuerzos en el Duque Jeffrey y en Lady Adelaida por ahora. Me comentaron que, por el bien de las apariencias, se sentarán juntos durante la cena. Pero no te preocupes, idearé una forma de asegurarme de que se separen después de la comida || dice Bertrand, con su usual seguridad.
|| Perfecto, entonces mientras Bertrand le da vueltas a ese asunto en su cabeza, deberíamos comer || dice Maxwell con entusiasmo.
|| Gracias al cielo… Finalmente, algo en lo que todos podemos estar de acuerdo || responde Drake, con una sonrisa ansiosa.
Dejando a Bertrand sumido en sus pensamientos estratégicos, todos nos acercamos a la línea del buffet, admirando la deslumbrante variedad de platos que se extienden ante nosotros.
Me sirvo un poco de pasta, su aroma es tan delicioso que me hace olvidar por un momento mis preocupaciones. Al tomar el primer bocado, el sabor me envuelve; es suave, con una mezcla de hierbas que se siente como un abrazo cálido. No puedo evitar cerrar los ojos, disfrutando plenamente de cada nota de sabor.
Nos sentamos en una de las mesas, y por unos momentos, el ambiente se relaja. Cada bocado es una pequeña celebración, un respiro necesario en medio de tanto caos.
**
Después de pasar un buen rato riendo y compartiendo, decidimos explorar más la fiesta. Mientras caminábamos hacia una mesa de bebidas, Drake accidentalmente se choca con Charles, quien estaba totalmente desprevenido.
|| ¡Cielos! ¡Lo siento, amigo! || exclama Drake, tras chocar accidentalmente con Charles, quien parecía completamente desprevenido.
|| ¡Mira por dónde andas! || responde Charles con un tono cortante, sin molestarse en mirar a Drake. Rápidamente se sacude la chaqueta, como si hubiera sido tocado por algo indigno. Luego, observa al grupo con una mezcla de desdén y superioridad, arrugando la nariz ante Hana y Maxwell, claramente molesto por su cercanía. Finalmente, fija su mirada en mí, ignorando a los demás.
|| ¡Duquesa Riley! || dice con una falsa sonrisa. || Esperaba tanto encontrarme contigo, aunque imaginé que sería en circunstancias menos... accidentales. || Lanza una mirada despreciativa a Drake antes de continuar. || No tuve la oportunidad de ofrecerte mis felicitaciones en la última reunión, dadas las... circunstancias desafortunadas. Pero ahora que estamos cara a cara, quería decirte ¡felicitaciones! ¡Lo lograste! ¿Quién lo diría? Una plebeya alcanzando alturas tan insospechadas... convertida en la prometida del rey... y otras cosas más. ||
Sus últimas palabras, susurradas, destilan veneno. La ira se apodera de mí, y estoy a punto de ponerlo en su lugar, pero antes de que pueda hablar, Drake levanta un dedo, señalándolo con firmeza, decidido a no dejar que su comentario pase sin respuesta.
|| ¿Qué fue lo que dijiste, Charles? || pregunta Drake con una mezcla de furia y sorpresa, mientras Charles levanta las manos en un gesto de falsa inocencia || Deberías cuidar lo que dices, ¿sabes? No solo estás hablando con la prometida del Rey, sino con la mujer que él ama. Riley no está por debajo de ti en rango. Y por si no lo sabías, y aprovecho la ocasión para informarte, la propia madre de Liam también fue "humilde y plebeya." ||
|| Vaya, vaya || Charles responde con una sonrisa sarcástica || Eso es bastante informativo, Señor Walker. Gracias por la retroalimentación. Dime, ¿cómo te sientes, especialmente después del atrevido espectáculo que ofreciste en el baile de bienvenida? ||
|| ¿Espectáculo? ¿Te pareció un espectáculo lo que ocurrió en el baile, Charles? || exclamo, enfurecida. || ¿Por qué no consideras a Drake el héroe que es? Porque eso es lo que se le llama a alguien que salva la vida de otra persona. ||
|| Oh... ¿En serio? || Charles sonríe con desdén || Tienes razón. Él es un héroe por salvar a la chica que ama de la muerte, pero que, lamentablemente, eligió amar a otra persona. ¿O me equivoco, duquesa Riley? || Dice mientras me mira, para luego regresar su atención a Drake, sin darme la oportunidad de responder. || ¿Sabes, Drake? A pesar de que estás vestido para la ocasión, honestamente no tiene sentido. Siempre he sentido lástima por los perros cuyos dueños insisten en vestirlos con trajes ridículos, o como cuando se viste a un mono. Es cruel, ya que los animales no lo disfrutan y la novedad es efímera. Por lo tanto, aunque estén vestidos de una manera “elegante,” no hay motivo para sentarlos a la mesa y mucho menos permitirles compartir con gente de su clase. ||
|| ¡Eres un hijo de…! || exclama Drake, formando puños con las manos. Sin embargo, coloco una mano delicadamente en su brazo, haciendo que contenga su ira. Charles lo observa con una mezcla de ironía y burla.
<<<Punto de Vista de Drake>>>
|| Vaya, Drake, parece que la duquesa aún ejerce un gran poder sobre ti. Es impresionante cómo con un simple toque ella calma tu enojo. ¿O me equivoco? Sin embargo, realmente me encantaría ver cómo resuelves esto con tu fuerza bruta. Después de todos los honores y privilegios que el Rey Liam te ha concedido, sería excelente pagárselos provocando una escena vergonzosa. Además, todos sabemos que el Rey Liam tiene una debilidad por los humildes plebeyos, ¿verdad? || dice Charles, lanzando miradas despectivas tanto a Riley como a mí.
|| ¡Charles, basta! Es mejor que te retires, ya que parece que solo viniste aquí para insultar y humillar || exclama Maxwell, visiblemente indignado.
|| Cielos, querido Maxwell, no era mi intención ofender. Como mencioné, solo quería ofrecerle a Lady Riley mis mejores deseos y agradecerle por organizar esta gira. Es la oportunidad perfecta para conocer a las mujeres elegibles del país y, tal vez, casarme. Ahora que he dicho lo suficiente, me iré. || Charles se inclina levemente con una sonrisa burlona antes de alejarse. Dentro de mí, siento que mi sangre hierve. Siempre he detestado a los nobles, especialmente a los creídos e hipócritas como Charles. Su actitud despreciativa hacia los demás me enfurece más de lo que puedo soportar.
|| Sabes, Riley, escuché decir a Charles que ni siquiera planea ir a tu boda. Incluso dijo que no estaba seguro de que apoyaría a Liam, ya que solo quiere ir a la gira para encontrar una esposa. Además, estaba hablando sobre cómo Liam está dando limosnas a los plebeyos en lugar de honrar a la nobleza || dice Maxwell, con preocupación en su voz.
|| Max, me parece excelente que no vaya. De hecho, nos estaría haciendo un gran favor. Tipos como ese no merecen ni siquiera estar en la corte, mucho menos apoyar a Liam. Ese tipo es un verdadero imbécil, ¿no crees, Drake? || dice Riley, su voz cargada de frustración.
|| Por supuesto que es un imbécil. Me hierve la sangre ver cómo tipos como Charles se creen superiores solo por su título noble. No tienen ni la más mínima idea del verdadero valor de las personas. Gente como él no merece ni un minuto de nuestra atención, mucho menos una invitación a la boda. || Mi indignación es evidente mientras trato de controlar mi enojo, sintiendo cómo la rabia se acumula en mi pecho.
|| Saben qué... Debo irme. || Digo abruptamente, alejándome de ellos, con la necesidad de encontrar algo de aire.
De repente, siento que Sara corre tras de mí, alcanzándome y tomando mi brazo con suavidad, como intentando frenarme.
|| Drake, por favor, cálmate. No quiero que te lastimen tus propias palabras. || Su voz es baja, llena de preocupación genuina.
Me detengo, pero no la miro. En cambio, dejo que las palabras se deslicen antes de pensarlas demasiado.
|| Tú no lo entiendes, Sara... || Mi voz es un susurro al principio, pero luego se endurece, reflejando la batalla que llevo dentro. || No entiendes lo que es vivir con esto, cargar con este peso. ¿Cómo podrías? Esto no es algo que puedas arreglar con palabras bonitas o con una sonrisa. ||
Ella me mira, desconcertada, pero no interrumpe.
|| Sara, somos iguales, sí, pero... tú no ves el mundo como yo. Tú todavía crees que hay algo bueno aquí, que esta gente vale la pena. Yo ya dejé de creerlo hace mucho tiempo. No sé cómo puedes ser tan ingenua. || Las palabras salen antes de que pueda detenerlas, y veo cómo su rostro cambia, como si le hubieran dado una bofetada.
|| No lo hago porque crea que puedes arreglarlo todo, Drake. Lo hago porque me importas. || Su voz es apenas un murmullo, pero hay una firmeza en ella que me atraviesa.
Me aparto de su agarre, sacudiendo la cabeza.
|| Quizá ese es el problema, Sara. Tal vez te importo demasiado... pero yo no sé cómo ser ese hombre que tú necesitas. No sé si puedo serlo. || Mis palabras no son un grito, pero son tan afiladas que siento el peso de cada una mientras caen.
Ella da un paso atrás, sus ojos llenos de lágrimas, y no sé qué decir. Mi corazón está dividido, y la culpa empieza a invadirme, pero sigo caminando hacia el patio, dejando todo atrás, incluyéndola.
El aire frío de la noche me envuelve al salir al jardín, donde la calma contrasta dolorosamente con el caos que he creado.
|| ¡Maldición! || Murmuro entre dientes, apretando los puños mientras me dejo caer sobre una banca. De pronto, siento la presencia de alguien detrás de mí. Me giro bruscamente, mi enojo aún ardiendo como un volcán || ¡Maldita sea! ¿Acaso no puedo conseguir un momento de paz y soledad? || Espeto, pero mi rabia se apaga al instante al ver a Riley frente a mí. Su expresión seria me golpea con fuerza, haciéndome sentir como el imbécil que realmente soy || ¡Cielos! Perdóname, Brown. Pensé que eras Sara. || Mi voz es baja, casi un susurro, pero ya es tarde.
Al oír esto, Riley abre los ojos en shock y se acerca a mí con una mezcla de indignación y decepción.
|| ¡Drake Walker! ¿Así es como hablarías con alguien que se preocupa por ti? No puedo creer lo que acabo de ver... ¿Es en serio? || Su voz está cargada de reproche y preocupación, y mi única reacción es bajar la vista, mirando mis zapatos como si pudieran ofrecerme alguna solución. Siento un nudo en el estómago, como si cada palabra de Riley fuera una reprimenda que me atravesara. ¡Mierda! Es como si mi propia madre estuviera regañándome por algo que ni siquiera puedo entender del todo.
|| Brown... No necesito que me regañes, ¿ok? Déjalo ir y olvídalo… Solo necesito estar solo. || Respondí con brusquedad, evitando su mirada. Riley, sin embargo, colocó su mano en mi brazo, frunciendo el ceño y forzándome a mirarla.
|| ¡No te atrevas a tratarme de esa manera, Walker! Si Sara no pudo ponerte un freno, yo sí lo haré. Nadie me habla así, y mucho menos alguien que se supone que se preocupa por mí. || Su voz estaba cargada de rabia, y el enojo en sus ojos era palpable.
|| ¿No me vas a dejar solo entonces? || Pregunté, exasperado, sabiendo que no podía escapar de su recriminación. Riley me miró con un enojo aún más intenso.
|| Ni lo pienses. Vine aquí para decirte que tu actitud hacia Sara fue absolutamente inaceptable. La humillaste y la hiciste sentir menos delante de todos. ¡No puedo creer que seas capaz de algo así! Eso no es propio de ti, Drake... ¿Qué demonios te pasa? || Sus palabras golpearon con fuerza, dejándome completamente desarmado. La culpa y el arrepentimiento me invadieron. Levanté la vista hacia ella, lleno de pesar.
|| Mierda, lo siento... Tienes razón, fui un completo idiota. || Murmuré, con la voz quebrada por el remordimiento. Me acerqué y tomé su mano con urgencia. || Sé que mi actitud fue una estupidez total. Pero Brown, tenía que salir de allí antes de hacer algo aún más horrible. ||
|| Después de lo que dijo Charles, todos hubiéramos querido hacer algo poco diplomático, Drake. || Riley comentó con una sonrisa irónica que me hizo soltar una risa nerviosa. || Pero no debes permitir que eso te afecte. No vale la pena. Y no me pidas disculpas a mí; dáselas a Sara. Ella fue la que se sintió realmente herida, ya que solo quería ayudarte. || Su sinceridad era evidente mientras yo solo podía admirar sus hermosos ojos verdes. ¡Mierda! Rápidamente desvío la mirada y comienzo a caminar alrededor del patio.
|| Sí, está bien, lo haré. Me disculparé... Pero, admito que el idiota de Charles tenía algo de razón. Si le hubiera golpeado delante de todos, eso habría sido malo para Liam y para nosotros. Pero dime, Brown, ¿cuál es el equivalente cortés a un buen golpe? || Pregunté, tomando sus manos y mirándola con atención.
|| ¡Santo cielo, Drake! Créeme que, si supiera, yo misma lo habría hecho. || Riley respondió riendo. Su sonrisa era encantadora, y sus ojos verdes iluminados por la luna parecían aún más radiantes. De repente, me di cuenta de que aún sostenía sus manos. Inmediatamente las solté, mientras comenzaba a examinar el paisaje con más atención antes de volver a centrar mi mirada en ella.
|| Mira, Brown, no quiero hacer quedar mal a Liam bajo ningún concepto. Todo lo que él me ha dado es fruto de su cariño y consideración hacia mí. Tal vez debería adaptarme mejor a esta ridícula vida de nobles y aprender poco a poco de ellos, como lo hiciste tú. Por lo tanto, hay algo en lo que podrías ayudarme esta noche. || Le dije, con una convicción clara.
|| ¿Así? Bueno, ¿en qué puedo ayudarte, señor Walker? || Respondió ella.
|| Demonios... Voy a tener que decírtelo, ¿no? || La vergüenza de pedirle esto me acompleja.
|| ¡Ósea! No puedo ayudarte si no sé en qué consiste, ¿no te parece? || Me contestó Riley, con toda la razón.
|| Ok, tienes razón. Lo que quiero es... bueno, quiero aprender a bailar. Quiero aprender el elegante y cortés baile de Cordonia. Nunca aprendí a hacerlo, y ahora creo que es necesario comenzar por ahí. || Me detengo un momento, sintiendo una mezcla de vergüenza y nerviosismo al pedir esto. Al mirar a Riley, la encuentro visiblemente sorprendida.
|| No puedo creerlo, ¿estoy escuchando bien? ¿Drake Walker quiere aprender a bailar el vals Cordoniano? || Preguntó, claramente asombrada.
|| Sí, son tiempos desesperados, Brown. Además, lo hago únicamente por Cordonia, por Liam y por ti. ¿Me ayudarás? || Le pregunté, con una mezcla de esperanza y determinación en mi voz. || Nunca he sido bueno en esto de las apariencias, y aunque parezca ridículo, aprender a bailar es importante para mí. Quiero hacer las cosas bien, y para eso, necesito tu ayuda. || Añadí, esperando que comprendiera la importancia de mi petición.
@tessa-liam, @kingliam2019, @choicesficwriterscreations, @delmissesryanandcassi, @OneNoeOne
@scentedeclipseghosteggs, @s0m3thingkmp, @gabycros, @abc-ds-things, @alexabeta
@busywoman, @phantom-of-thee-library, @itsweigel, @peonierose, @fancy—marshmallow
@roseyos, @mysticalfangirl, @renvconta19, @queenmiarys,
If anyone else wants to be tagged, just let me know. I hope you enjoy this wonderful love adventure.
#choices trr#choices the royal romance#choices#liam x mc#liam x riley#trr fanfic#trr liam#trr fanfiction#novela romantica#liam rys
8 notes
·
View notes
Text
Cartas a ti
Decirte te amo me queda poco, no me sabe a nada, él te amo no me cabe en las palabras y no me alcanza para expresarte lo que mi corazón quiere decir a gritos. Él te amo es cosa mundana, es para aquellas personas que no pueden pasar la línea expresiva de un sentir tan maravilloso como querer unificarse a otra y experimentar la sensación tan placentera del sentir en uno solo.
Decirte te amo es limitarme a ser solo un humano, y no, no lo somos; ambos somos una unidad que fue ramificada en el amor que el universo fue desmembrando y hoy, nos toca de nuevo unificarnos. Yo no te amo como todos le dicen a su sentir, yo por vos tengo algo más que no puedo armar en palabras, son tantas cosas que quiero hacer y tantas cosas que quiero demostrar; que simplificar todo lo que me pasa en el interior a un “te amo”, es cobarde.
No puedo decirte te amo porque tú y yo; no somos como todos los humanos.
Lo nuestro nunca estuvo en algo juvenil, en un amor normal; lo nuestro nació de la formalidad, de dos estrellas chocando y provocando caos en el universo.
Yo tan Piscis y usted tan Leo.
Unidos por la literatura, ¿que habrá pensado dios cuando por fin logro juntarnos? ¿Qué tan celosa se puso la luna al saber que en las noches yo te robaba? ¿Y qué tal celoso se puso el sol, cuando descubrió que mis ojos por usted brillaban?
¿Cuántas situaciones le costó para que, por fin, colisionemos?
El universo nos unió porque tenemos un propósito juntos, tenemos algo que describir, algo que sentir, algo que vivir y ser unidos en esta misma realidad.
¿Cuántas flores hubo que pegar? ¿Cuántos libros se tuvieron que armar? ¿Cuántas clases tuvieron que pasar para que por fin nos miremos como realmente nos mirábamos en el interior? ¿Cuántos labios tuvimos que besar queriendo que fueran los nuestros? ¿Cuántos manos tocamos deseando que fueran las nuestras? ¿Cuántas han pasado? ¿Cuánto amor tuvimos que dejar de dar para por fin mirarnos?
No puedo decirle te amo a usted, a usted que es tan azul como el universo, usted que es tan supremo y es que; ¿cómo voy a decirle te amo a alguien como usted?
A usted que se merece mucho más que un te amo; porque esa palabra no puede abarcar lo que he estado esperando por meses, no puede decirle que salte de felicidad cuando me pidió ser su compañera, que fumaba muchísimo por tenerlo a mi lado, que siempre decía “uno más” para poder tenerlo un poco más de tiempo conmigo, esa palabra no puede abarcar que mi único propósito de llegar a la noche era poder llevarlo en la moto hasta su auto, no puede expresarle las ganas inmensa que tenia de abrazarlo, decirle te amo es limitar el amor que le tengo cuando es totalmente… (azul, brilloso).
Decirle te amo no alcanza para contarle todo lo que siento, ni siquiera las estrellas del cielo me alcanzan para darle una cantidad y es que no existe tal limitación.
Amarlo es mucho más que simplemente amarlo, está mucho más allá mi caballero y a veces quisiera que pudiera verlo, que pudiera poner su oído en mi pecho y escuchar los golpes que da mi corazón cuando lo tengo cerca. Decirle te amo no me alcanza, no me alcanza el tiempo, no me alcanzan el tacto, no me alcanza la voz y me he quedado sin el sueño ideando una palabra para poder decirle lo mucho que estimo su tiempo conmigo.
Y que, si el mundo se acaba, no me gustaría estar en otro lugar que no sean sus brazos, no me gustaría recibir otros besos que no fueran los suyos y no me gustaría sentir otro tacto que no fuera el suyo.
Usted es tan azul que puede iluminar todo un pueblo a oscuras con solo una sonrisa, el alma le brilla, a pesar de que se obscurece su alma a veces, siempre vuelve a ser azul y me mira, de todas las formas que me mire, usted siempre será mi caballero.
Usted siempre tendrá mi corazón en sus manos latiendo a la par de las rimas de Bécquer, de mis textos disfrazados de indiferencia, de mis sonrisas, de mis miradas cargadas de amor, de mis silencios, de las palabras que no me nacen, usted siempre tendrá lugar aquí en mi pecho… porque el universo así lo quiere, el universo así lo ha ordenado.
¿Cuántos cigarrillos nos tuvimos que fumar para llegar acá? ¿Cuántas historias tuvimos que escuchar? ¿Cuantos minutos tuvimos que contar? ¿Cuántos te extraños nos quedaron atorados por la cobardía? ¿Cuántos silencios nos supieron a comodidad?
Decirte te amo, no me queda, no me sabe a nada, decirte te amo es limitarnos a ser como los demás y nosotros somos seres iluminados que tenemos el privilegio de mirarnos en esta vida, en este momento y ahora.
#cartas a ti#citas#soledad#desamor#fragmentos#tristeza#sentimientos#dolor#escritos#abandono#te amor#te amo por siempre
44 notes
·
View notes
Text
hay tanto a mi alrededor. los árboles se mueven con el viento, la gente habla, grita; los autos se mueven, transitan; el mundo gira. el pasto verde, las flores rojas, azules, de todos los colores, las nubes lejanas, el cielo hermoso y brillante. hay tanto, y nada me pertenece, ni estos pies ni estas manos, mi cuerpo también me es extraño. no tengo sueños ya, mis amigos son solo imaginarios y hasta a ellos los perdí. ni mi mente parece ya ser mía. me duele el vacío de ya no ser ni yo ni otra, de no tener absolutamente nada. todos me fallaron y ni esas decepciones huelen a mí. solo espero que me lleve esa corriente ajena, que me deje conocer el Más Allá, a ver si allá puedo tener algo, si dejo de ser absoluto vacío.
#letras#escritos#notas#citas#fragmentos#versos#textos#reflexiones#poesía#poema#pensamientos#sentimientos#poemas#poetry#quotes#words#textos tristes#escritos tristes#amor#desamor#tristeza#dolor#angustia#escrituras#palabras#insomnio#escritos de madrugada#filosofía#escritores de Tumblr#frases
34 notes
·
View notes
Text
American Auto Trail-Oklahoma’s Little River Valley (Nashoba to Octavia OK)
American Auto Trail-Oklahoma’s Little River Valley (Nashoba to Octavia OK) https://youtu.be/SFEUMBZKPIE This American auto trail explores the Little River Valley in southeastern Oklahoma, from Nashoba to Octavia.
![Tumblr media](https://64.media.tumblr.com/27209d453d956a7b919f20aac2e49faf/a705147076dfc0ae-57/s540x810/f4b48ab597f7f5322f783e44fb7a91bc84aff616.jpg)
View On WordPress
#4K#american history#Auto trail#chickasaw#choctaw#driving video#Le Flore#Little River#Nashoba#Octavia#oklahoma#Pushmataha#road travel#slow travel
0 notes
Note
Tienes algún pensamiento de Simón? que tipo de kinks tiene o cómo es en la cama?
Gracias!
+18!
Simón es la persona más dulce que pudiste conocer en toda tu vida: es amable, sensible, cariñoso, sumamente respetuoso y considerado, además de ser una persona que disfruta y cuida la naturaleza. Cuando sonríe sus ojos color pardo se achinan y su piel bronceada siempre es cálida cuando te recibe entre sus brazos.
Es más que lógico que en la cama sea todo lo contrario, ¿no? Siempre dedicándote palabras degradantes, haciendo caso omiso a tus protestas cuando las líneas del placer bordan el dolor, dejando en tu piel diferentes marcas -ya sean de sus manos o de objetos- y utilizando tu cuerpo como si fueras nada más que un juguete.
Cuando se acercó para sugerir que dieran un paseo en su auto y te pidió utilizar uno de tus vestidos favoritos, lo último en cruzar tu mente fue que se trataría de algo más que una simple y romántica salida nocturna. Estacionó junto a un parque, debajo de un árbol que arroja flores sobre el vehículo, y te ordenó subirte a su regazo.
-Calladita, ¿sí?- te dice al hacer a un lado tu ropa interior, como si intentara prevenir que la delicada tela se arruinara-. Que por tu culpa nos vieron la última vez.
Querés objetar, decirle que no fue tu culpa, pero sus dedos introduciéndose bruscamente en tu interior hacen que un gemido interrumpa lo que fueras a decir. Comienza a mover sus dígitos para dilatar tus paredes cálidas y estrechas, observando tu rostro con atención cuando siente que tu excitación comienza a ser más y más abundante.
Te mordés la mano para suprimir los patéticos sonidos que salen de tu boca cuando redobla el ritmo de sus movimientos pero Simón jamás te la hace fácil: su mano libre se cierra sobre uno de tus pechos para apretarlo como si fuera moldeable. Tus quejidos deben resultar poco para sus oídos ansiosos, porque tira de tu vestido y comienza a pellizcar tu pezón con fuerza.
Las lágrimas hacen arder tus ojos y él sonríe ante la imagen. Acerca su rostro al tuyo para besar el rastro húmedo sobre tus mejillas y oís el sonido de su ropa.
-¿Acá?- preguntás en un sollozo, observando a través de los cristales el parque vacío y la acera apenas iluminada por los faroles de la calle.
Su punta roza tu entrada y tus labios se separan, pero el sonido de tu gemido es mudo.
-Acá, sí- sujeta tu cadera-. ¿Por qué? ¿Tenés miedo...?
Escribí esto en una sala de espera y sé que la chica que se sentó al lado mío estaba viendo lo que hacía, así que espero que lo haya disfrutado y que ustedes también lo hagan ❤️
¿Sabían que a Simón le gusta Bon Iver? Yo lo descubrí mientras stalkeaba su Instagram y creo que me enamoré un poquito más sólo por eso...
taglist:
@madame-fear @creative-heart @recaltiente @llorented @chiquititamia @delusionalgirlplace (y @castawaycherry por las dudas 🤭)
#letters to simon#deep in thought#deep answers#simon hempe#simon hempe smut#simon hempe x reader#lsdln cast
46 notes
·
View notes
Text
📩 Tous Le Jour - julho
Apreciar sua solitude pode ser mais necessário do que você imagina.
Olá, caras leitoras! Esse mês decidi escrever sobre mais uma experiência extremamente particular, mas que, sei, não será assim tão particular uma vez que nenhuma experiência é realmente única. Ela acaba juntando temas das nossas duas últimas cartas, sobre às vezes não estarmos num cenário tão desejado e sobre auto cuidado também.
Ter solitude é diferente de solidão. Ninguém deveria gostar de estar de fato solitário, sem alguém para contar ou apoiar. Ter outras pessoas ao nosso redor, além de ser inerente à nossa existência, é também uma ferramenta para podermos apreciar a nossa vida {e falo até de ter mais conforto}.
Essa carta não é sobre estar em uma situação de completa solidão e desamparo, mas de por a ou por b motivos, se encontrar sem amigos tão próximos ou que compartilhem dos mesmos gostos que você, ou sem um namoro.
A carência é um dos sentimentos humanos mais comuns. Somos seres feitos para viver coletivamente e saber apreciar isso. Se sentir carente de vez em quando é super normal; não deve ser normal, no entanto, quando depositamos nossa felicidade em ter alguém por perto o tempo todo. Quando damos a responsabilidade de nos fazer feliz à outra pessoa, tampouco querer que os outros nos agradem sempre.
Sim, estar meio sozinho às vezes chateia, principalmente quando gostaríamos de compartilhar algo com outra pessoa. Às vezes parece que todo mundo tem amigos e um namoro e é mais feliz do que nós.
Mas estar sozinho é importante também. Te faz perceber quem é você sem tantas pessoas te dizendo o que você deveria ser. Essa carta é sobre ser seu próprio lugar de conforto. E como fazer isso?
Ame-se ativamente. Faça exatamente aquilo que você gostaria que outra pessoa fizesse para/por você. Isso inclui desde coisas extremamente simples, como deixar bilhetes de encorajamento para você mesmo ou se elogiar quando se vê no espelho, celebrar alguma conquista por mais pequena que seja, até questões que causam uma sensação de "por quê eu faria isso?" Como comprar um buquê de flores para si, se levar para ir ao cinema ou restaurante favorito.
Pode ser que você esteja esperando que alguém faça essas coisas por você, e esse alguém nunca chegue. Então você terá desperdiçado boas chances de se sentir mais completo. Não guarde seu amor para uma pessoa especial, como um parceiro ou amigo ideal, mas invista em você e nas pessoas que você já tem ao seu redor, mesmo que sejam poucas.
Não tem nada de errado em aceitar esses gestos de outra pessoa, é maravilhoso ser amado. Mas porque não por você mesmo? Porque nunca por você mesmo?
Já fui a pessoa que achava ser obrigatório não gostar de mim mesma e isso só me prejudicou. Perdi oportunidades de estar bem mentalmente e agir de acordo. Minha vida não deve ser ruim e chata só porque é minha.
Sim, quem nunca fantasiou como seria incrível ter um grupo de amigos ou um benzinho para assistir um filme em casa e "sair da rotina"? Ué, porque não fazer mesmo assim?! Faça sua tarde/noite de filmes e crie esse espaço na sua semana para você. Tenha uma tarde de hobbies, uma manhã de "spa em casa", de jogar seu jogo favorito... O que você escolher, depende dos seus gostos e possibilidades.
Viver requer coragem, até porque a gente tem esse costume de achar "ridículo" fazer esse tipo de coisa para nós mesmos, sem saber o quanto esses momentos nos nutrem de verdade.
Na verdade, estamos sim sozinhos a maior parte do tempo. Ninguém dará tanta importância para suas dificuldades {ou passará por elas} além de você. Por mais empática que outra pessoa seja, no fim é só você carregando seus fardos. O mesmo vale para as suas alegrias. Ninguém tem obrigação de ficar feliz por você, por mais que doa admitir, e por mais que fiquemos felizes quando compartilhamos nossas vitórias.
Só você sabe como é ser você, e sentir o que você sente; esteja em paz com você.
14 notes
·
View notes