#antihumanismo
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bocadosdefilosofia · 8 months ago
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«Nietzsche y Heidegger especialmente son desde hace tiempo —también fuera de Alemania— objeto de una profunda veneración y se han convertido en ídolos de las nuevas corrientes hipersubjetivistas, antihumanistas, nihilistas y postmodernistas, una tendencia que el derrumbamiento de las ilusiones marxistas sobre la dictadura del proletariado no ha hecho más que acentuar. Muchos de los intelectuales que en su juventud habían militado en el campo marxista, han perdido la fe en sus antiguas ideas o se han convertido en decididos adversarios de la misma ideología a la que antes habían estado fervorosamente adscritos. Y de la misma manera que en los años dorados del marxismo y del diálogo cristiano-marxista la "intelligentsia" europea —sobre todo en los países latinos— se empapaba de Marx y de Hegel, lee ahora a sus antípodas Nietzsche y Heidegger. Así, una gran parte de los sistemas de ideas, modas filosóficas y teorías surgidas en Francia en las últimas décadas —Estructuralismo, "nuevos filósofos", Deconstructivismo y Postmodernismo en general— se han amamantado en las ubres nietzschianas y heideggerianas, desde Lacan y Foucault a Lyotard, Gilles Deleuze o Jaques Derrida. Eso explica que el debate en torno a la filosofía alemana sea en Francia más intenso y popular que en la propia Alemania.»
Heleno Saña: Antropomanía, en defensa de lo humano. Editorial Almuzara, pág. 32. Madrid, 2006.
TGO
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jgmail · 6 months ago
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La tecnología es una maldición que pesa sobre la humanidad
Por Alexander Dugin
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
El desarrollo de la tecnología – principalmente por parte de un Occidente enloquecido – es ya una forma de escalar la guerra, pues la mentalidad agresiva de Occidente quiere utilizar todos sus desarrollos tecnológicos en este conflicto. Debemos recordar que toda tecnología es ante todo tecnología militar y que su aplicación en esferas civiles es solo una consecuencia secundaria. Antes que nada, el desarrollo tecnológico es impulsado debido a la necesidad de crear armas más eficaces, precisas y destructivas. La guerra crea un espacio de muerte y la tecnología también: su propósito principal es matar y garantizar el aumento del poder, la fuerza y la hegemonía de quien la controla.
La misma naturaleza de la tecnología es siniestra e incluso fatal hasta cierto grado, especialmente porque va dirigida en contra del ser humano. Uno de los efectos de la tecnología es la deshumanización de la guerra, debido a que la priva de su dimensión humana: tal antihumanismo de la técnica conduce directamente a la abolición de la humanidad por medio del posthumanismo, la Singularidad y la IA. Cada nuevo descubrimiento tecnológico es un nuevo paso hacia la deshumanización y no añade nada nuevo, sino que elimina otro elemento importante de nuestro ser. El aumento de la tecnología es una destrucción de nuestro ser.
La relación que existe entre la tecnología y la muerte conduce lógicamente a una guerra entre las maquinas y el ser humano. Las distopias de la ciencia ficción no son más que una exacerbación de las tendencias mismas que existen en nuestra civilización técnica. No resulta difícil extender esta visión del futuro desde el pasado pasando por el presente. El futuro se encuentra predeterminado por una serie de estructuras semánticas que dan forma a la historia. Y la tecnología es una maldición que pesa sobre la humanidad. Es por eso que la ciencia ficción actual únicamente nos describe un futuro negro donde el triunfo de la tecnología será el triunfo del mal.
Los amos de la tecnología son los perfectos exponentes morales y espirituales de lo peor de nuestra cultura, por lo que han perdido su alma. Pero para contrarrestar este problema debemos estar a la altura de estos tecno-dementes: para vencer al demonio es necesario convertirse en un demonio. Tal idea es cuestionable y problemática, ya que si la tecnología es mala intrínsecamente no dejará de ser mala incluso si se encuentra en buenas manos, porque tales manos, que sostienen la maldad de la máquina, pronto dejarán de serlo. Se trata de un problema metafísico complejo que no podemos ignorar. No existe una solución fácil, aunque es absolutamente necesario el plantearlo.
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lastnews-espana · 3 years ago
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Gracias, Celso querido, por poner voz científica a este delirio! #estoesciencia #stopdeliriotrans #queerescapitalismo #antihumanismo #BASTA #PFAC @FrontPv @feministas_cong @ConfluenciaMF @ContraBorrado
Gracias, Celso querido, por poner voz científica a este delirio! #estoesciencia #stopdeliriotrans #queerescapitalismo #antihumanismo #BASTA #PFAC @FrontPv @feministas_cong @ConfluenciaMF @ContraBorrado
Gracias, Celso querido, por poner voz científica a este delirio! #estoesciencia #stopdeliriotrans #queerescapitalismo #antihumanismo #BASTA #PFAC @FrontPv @feministas_cong @ConfluenciaMF @ContraBorrado https://t.co/WbqDkf0k1f Source by Mar Benavent🔻💜♻️
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cuba-redh · 4 years ago
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Capitalismo digital, el nuevo rostro del antihumanismo corporativo. Por Javier Tolcachier
Capitalismo digital, el nuevo rostro del antihumanismo corporativo. Por Javier Tolcachier
Como es sabido, el capitalismo atraviesa una acelerada fase de reconversión tecnológica, cuyo elemento principal es la digitalización. El uso de grandes cantidades de datos, la inteligencia artificial, la multiplicación de plataformas en todas las áreas de actividad humana, el teletrabajo, el comercio digital, la computación en la nube, el entretenimiento online, la masiva aplicación de robótica…
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filosofiavegana · 5 years ago
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Rechazamos cualquier forma de misantropía o antihumanismo; así como rechazamos también la creencia de que preocuparse por los animales es incompatible con preocuparse por los humanos: bit.ly/derechoshumanosyanimales
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deleuzeguattari · 5 years ago
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Nick Land, una bomba que viene del futuro a desestabilizar el presente: Colapso.
Igual que la Ética marica de Paco Vidarte este ensayo de Nick Land es un dispositivo que detiene la corriente y que, a su vez, produce que algo se ponga en marcha de nuevo. Es un interruptor. Una ficción-teórica que viene del futuro para abrir el presente en varias partes; a producir líneas de fuga dentro de la monotonía de la no-diferencia, de la pura disimilitud. Nick Land afronta esta performance como una perfecta máquina de guerra. No viene a crear Nuevas Tablas, viene a destruir todo a su paso para que se produzca el punto de tracción, de fuga, dentro del cuerpo social, que genere la posibilidad de futuro: «No se trata de construir el futuro sino de desmantelar el pasado».  Las sugerencias de esta ficción-teórica nos empujan a reactivar el movimiento de la máquina de guerra; que se ponga en marcha, que escape de «las soluciones platónico-fascistas impuestas desde arriba para joder todo». Una consigna anti-academicista, anti-idealista, anti-ideología y anti-Estado.  Nick Land va destrozando todo a su paso, corrompiendo todo. Planteando un antihumanismo y un posthumanismo: «El hombre es algo que debe ser superado: un problema». Nos incita a establecer «qué puede un cuerpo» bajo las circunstancias de superación de la máquina con respecto al humano. Nos indica que el único camino es la hibridación cyborg, el devenir hombre-máquina. La superación del dualismo natural/artificial. El cuerpo social también debe ser profanado a través del nacimiento de una «cultura caliente»: Disolver la sociedad, adaptarse, innovar, que destruya y recicle las «culturas frías».  Harto ya de las soluciones sin solución de la «socialdemocracia» keynesista (fascismo, cultura tecnócrata-corporativista), de la traición del «marxismo occidental», el cual se rehegelianizó configurando y desfigurando a la Crítica de la Economía Política en una especie de monoteología estatista de la economía y aliándose contra la desregularización con el fascismo, lo cual produjo, como consecuencia, que la izquierda contemporánea se hundiera más y más en un conservadurismo nacional que asfixia su capacidad de generar cambios (mutación especulativa), de devenir «cultura caliente». Perpetúa la familia, la comunidad, la nación, en fin, produce una “cultura fría”; harto de todo esto Nick Land sigue a Deleuze y Guattari (El anti-Edipo) en una propuesta: acelerar el proceso capitalista, acelerar el colapso, es la única forma de antiautoritarismo convergente. Es una propuesta radical que se enfila contra las «soluciones» cobardes de los «socialdemócratas».  El futuro postcapitalista está en la inmanencia de la materia, en la inmanencia del mismo capitalismo. «Nada humano consigue escapar del futuro próximo».  Hay que acelerar, hay que ir a toda velocidad, más y más rápido, «el futuro como virtualidad es accesible ahora». No es esperanza, no es aspiración, no es una profecía la que nos propone Land, es una ingeniería de guerra, una ingeniería de comunicación, es una bomba que libera la constricción al interior del desarrollo lineal. Es una infección que, como buena infección, va a cuidar de su anfitrión para destrozarlo. El interruptor se ha activado y la máquina de guerra comenzó a operar, ¿te dejarás infectar? 
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CRITICA_DADAISMO
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El Dadaísmo suele ser una sucesión de palabras y sonidos a la que es difícil encontrarle lógica. Se distingue por la inclinación hacia lo dudoso, la muerte, lo fantasioso, y por la constante negación. Así, busca renovar la expresión mediante el empleo de materiales inusuales o manejando planos de pensamientos antes no mezclables, lo cual conlleva a una tónica general de rebeldía o destrucción. El Dadaísmo es caracterizado, también, por gestos y manifestaciones provocadoras en las que los artistas pretendían destruir todas las convenciones con respecto al arte, creando, de esta forma, un antiarte. El movimiento dadaísta es un movimiento antiartístico, antiliterario y antipoético porque cuestiona la existencia del arte, la literatura y la poesía. De hecho, por definición, cuestiona el propio Dadaísmo. El Dadaísmo se presenta como una ideología total, como una forma de vivir y como un rechazo absoluto de toda tradición o esquema anterior. En el fondo es un antihumanismo, entendiendo por humanismo toda la tradición anterior, tanto filosófica como artística o literaria.  
Este movimiento es muy complejo y raro para mi. No lo llego a entender con totalidad, no me llega el mensaje ni lo que se quiere expresar. Por esta razon no es de mi agrado, pero la idea de realizar fotomontaje con varias imagenes es interesante y diferente, un ismo para expresarse a su manera.
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samoempalador · 4 years ago
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oniropsiconauta · 4 years ago
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Un antiautoritarismo convergente emerge, etiquetado con nombres como aceleración del colapso, invasión ciberiana, esquizotécnica, tácticas-K, guerra bacterial desde abajo, neonihilismo eficiente, antihumanismo vudú, fe- minización sintética, rizomática, conexionismo, contagio Kuang, amnesia viral, micro-insurgencia, mutación in­ vernal, neotropía, proliferación de disipadores y vampirismo lésbico, entre otras designaciones (frecuentemente pornográficas, abusivas o de naturaleza terrorista).
Nick Land
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jgmail · 4 years ago
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Capitalismo digital, el nuevo rostro del antihumanismo corporativo
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Por Javier Tolcachier
Fuentes: Rebelión
Como es sabido, el capitalismo atraviesa una acelerada fase de reconversión tecnológica, cuyo elemento principal es la digitalización.
El uso de grandes cantidades de datos, la inteligencia artificial, la multiplicación de plataformas en todas las áreas de actividad humana, el teletrabajo, el comercio digital, la computación en la nube, el entretenimiento online, la masiva aplicación de robótica en la producción y la internet de las cosas, son algunos de los factores visibles de esta nueva revolución industrial.
Si bien la conectividad a internet, que es el soporte básico de estas transformaciones, no alcanza todavía a toda la población, el crecimiento es rasante. Por ejemplo, en América Latina y el Caribe, una región extensa y de relativo retraso en infraestructura de telecomunicación en relación a Estados Unidos, Europa, Asia-Pacífico y Eurasia, la cantidad de personas conectadas a la red se ha duplicado entre 2010 y 2019, alcanzando a un 67%. También ha crecido la cobertura 4G y la velocidad de conexión. La mayor parte de las empresas ya están conectadas a internet, un alto número utiliza banca electrónica, utiliza la red en la cadena de aprovisionamiento y muchas han comenzado a desplegar canales de venta virtuales.
Esto nos habla de una tendencia irreversible: Estamos en pleno desarrollo de la era digital.1
Todo esto se aceleró en el transcurso de la pandemia. La presencia empresarial en internet, el comercio electrónico, el uso de plataformas de educación, el trabajo a distancia tuvieron un fuerte crecimiento. Con ello se acrecentó el poder concentrado de las corporaciones digitales. Para muestra, algunos datos: en el segundo trimestre de 2021 y en términos interanuales, Apple vendió un 50% más teléfonos Iphone, Amazon y Microsoft incrementaron sus utilidades también en un porcentaje similar, Facebook duplicó sus ganancias y Alphabet (propietaria de google) las multiplicó por 2,6. Lejos de quedar confinadas a sus negocios originales, estas corporaciones con casa matriz en los Estados Unidos han diversificado fuertemente sus intereses, abarcando la producción cinematográfica, medios de prensa, viajes espaciales, automóviles autónomos y realidad aumentada, entre muchos otros.
Muy preocupante, además de la concentración económica es la posición central de este tipo de empresas en el relato dominante, controlando las principales vías de comunicación en internet.
Por el contrario, la pobreza extrema que había mermado a nivel mundial en alrededor de 1% por año entre 1990 a 2015, y que ya venía desacelerando su descenso, vuelve a profundizarse. Uno de cada diez individuos en el planeta padece hambre y millones de personas son arrojados al desempleo y la precarización laboral.
En América Latina, el empleo en el sector de tecnologías de la información y la comunicación, que prometían compensar la pérdida de puestos de trabajo por automatización es proporcionalmente bajo y representa únicamente el 1,6% del empleo masculino. En el caso de las mujeres, una vez más discriminadas, esta participación es mucho menor, y corresponde solo al 0,9%. La diferencia entre los estratos poblacionales condiciona el derecho a la educación y profundiza las desigualdades socioeconómicas.
En síntesis, las supuestas ventajas de la economía digital no han aminorado la preexistente desigualdad sino que la profundizan.
¿Quienes son los beneficiarios?
Pese a que las caras conocidas (Zuckerberg, Bezos, Gates, Page, Brin o los herederos de Jobs) suelen ser socios mayoritarios de cada uno de los emporios digitales, estas empresas tienen como grandes accionistas a los principales fondos de inversión, es decir a la banca especulativa. Para ilustrar, más del 80% de las acciones de facebook están en manos de inversores institucionales, dentro de los cuales se encuentran los principales fondos de inversión (Vanguard Group, Black Rock, FMR, Price (T. Rowe) Associates, State Street Corp., etc.).
En el caso de Alphabet, el porcentaje accionario institucional es de un 67%, similar al paquete de Amazon (alrededor 60%) estando constituido por los mismos actores especulativos.
El contexto económico capitalista
La economía especulativa, lejos de haber disminuido luego de la explosión de la burbuja en 2007-2008, alcanza en la actualidad, aunque de difícil estimación, unas 20 veces el PIB mundial. La sobreacumulación de capital, la continuada emisión de monedas sin respaldo como el dólar, las bajas tasas de interés y como contraparte, la acumulación de deuda privada y pública, atizan el negocio especulativo.
La reinversión productiva continuó su descenso, reduciéndose la oferta de empleo formal para las grandes mayorías. Se calcula que en solo dos años (2017-2019) la inversión externa directa cayó a la mitad (2,7 a 1,4 billones).
En este contexto de parasitismo financiero, la economía digital se ofrece como inversión posible, buscando salir de la crisis de rentabilidad en la que está inmersa el capitalismo industrial desde hace ya varias décadas. Esta rentabilidad del ámbito digital se explica por motivos convergentes: entre ellos, el bajo monto de impuestos que asumen las empresas (localizadas formalmente en guaridas fiscales, sumado a la elusión impositiva de los estados nacionales donde operan), la poca representación sindical en el ámbito digital, la absorción de recursos intelectuales y financieros de investigación públicos, el uso de los datos personales como materia prima gratuita, la destrucción de la competencia o la desregulación de facto del entorno virtual.
Limitaciones físicas de la expansión capitalista
Por otra parte, el capitalismo en su búsqueda de crecimiento ilimitado, ha tocado límites físicos indiscutibles, produciendo fuertes desbalances en los ecosistemas vitales. Así, la digitalización y el extractivismo de bienes no tangibles como los datos, aparecen falsamente como parte de un nuevo ciclo de reconversión “verde” de la economía. Falsamente, porque el consumismo y la acumulación que conllevan sigue teniendo como base material a los recursos naturales finitos del planeta.
El negocio es planetario, la miseria local
Luego del ciclo de instalación neoliberal de la globalización, con la consecuente destrucción de los sistemas públicos y el debilitamiento de los estados nacionales, el mapa comercial ha quedado extendido al planeta entero, promoviendo escalas mundiales para los negocios. De este modo, las corporaciones aprovechan el potencial de un mercado planetario desde su habitual irresponsabilidad social, dejando que los estados se hagan cargo de administrar los problemas que aquellas dejan a su paso.
El panóptico global
El otro recurso fundamental del capitalismo digital es la información. De este modo, las corporaciones transnacionales han establecido un sistema de vigilancia e inteligencia globalizado, que aprovecha la intromisión de las plataformas digitales en la vida personal, obviamente con el fin de mantener ocupadas y controladas a las mayorías, objetivo que pese a todo, no logran.
La dependencia del Sur
Otro propósito en el desarrollo de un capitalismo digitalizado es el de mantener y profundizar las brechas tecnológicas entre el centro y las periferias mundiales y consecuentemente la dependencia del Sur global. Sin embargo, la OTAN digital comandada por Estados Unidos, con sus socios menores Europa y Japón, tiene hoy su contraparte en una Muralla china digital, la que ha logrado superar parcialmente, al igual que varios de sus vecinos asiáticos la situación de subdesarrollo tecnológico predominante anteriormente.
Aún así, las enormes desigualdades continúan subsistiendo. Según la CEPAL, mientras el índice de desarrollo de las industrias digitales (compuesto por factores mixtos2) en Estados Unidos es de un 43%, en Europa Occidental de un 36%, en América Latina y el Caribe, África y Asia Pacífico, este alcanza un 18%.
Por otro lado, la infraestructura continúa teniendo las trazas imperiales de sus inicios. Cuatro de los 13 servidores raíz de la internet (DNS) permanecen en suelo estadounidense y 10 de ellos son controlados por empresas, universidades o instituciones militares o estatales de los Estados Unidos. Además, el inglés continúa siendo el idioma utilizado para sus protocolos, lenguajes de programación y cada una de las partes constitutivas de la internet.
De este modo, el capitalismo digital es la nueva cara del colonialismo, cumpliendo a la perfección la función de penetración no solo económica, sino también cultural y militar, propia del imperialismo.
La captura corporativa del sistema de relaciones internacionales
Desde hace ya un tiempo, las corporaciones y un gran número de ONG’s vienen interviniendo en instancias y organismos multilaterales en aspectos teóricamente reservados a los Estados y sus gobiernos. Esto es particularmente cierto en el ámbito digital, cuya gobernanza está en manos de un sistema multisectorial, o de “múltiples partes interesadas”. Los involucrados son la comunidad técnica, el sector privado conformado por empresas, los gobiernos, la academia, y las así llamadas organizaciones de la sociedad civil (u organizaciones no gubernamentales), en algunos casos financiadas parcial- o totalmente por las mismas transnacionales para operar públicamente a favor de su discurso.
La influencia privada, que carece de toda legitimación democrática, amenaza con cooptar el sistema político de relaciones internacionales a través de una estrategia que responde con precisión a los lineamientos del Foro Económico Mundial (Davos). Bajo el manto del término «cooperación digital», esta iniciativa podría abrir el camino a la elaboración de políticas vinculantes, a través de la conversión de un organismo de consultas de múltiples partes interesadas en uno de «gobernanza multipartita».
Dicho organismo de alto nivel está siendo impulsado a través de un proceso lanzado desde la misma Secretaría General de Naciones Unidas, que recoge como fundamento las recomendaciones de un Panel de Alto Nivel sobre la Cooperación Digital constituido con el mismo sistema multipartito anterior y cuya vicepresidencia es significativamente ostentada por Melinda Gates de la Fundación homónima y Jack Ma, fundador de la corporación china Ali Baba.
Es ostensible que si las corporaciones obtienen influencia decisiva sobre las normas y reglas que rigen los espacios digitales, poco podrá hacerse para regularlos desde el interés de los pueblos. Además, en la medida en que la digitalización avance aun más sobre cada área de actividad humana, la influencia empresarial se proyectará sobre éstas, como hoy ya sucede en los ámbitos de la alimentación, el comercio digital o el conflicto medioambiental, por solo citar algunos ejemplos.
Corolario
Mientras la digitalización y el poder corporativo avanzan, las instituciones estatales y los movimientos sociales reaccionan a estas nuevas realidades con relativa lentitud, sin lograr anticiparse a escenarios futuros. Lo que está claro, es que el poder de una parte sobre el todo, no va a solucionar ninguno de los problemas de las grandes mayorías.
De este modo, es fundamental instalar la problemática digital como bandera de lucha de los pueblos, sensibilizar adecuadamente sobre sus impactos, aclarar posturas políticas colectivas en los movimientos para darle anclaje territorial y exigir nuevos derechos en las políticas públicas acordes al nuevo escenario.
La cuestión ha rebasado ampliamente la esfera del activismo digital. Es imprescindible que la ciudadanía tome cartas en el asunto. Se trata del futuro común.
(*) Javier Tolcachier es investigador en el Centro Mundial de Estudios Humanistas y comunicador en agencia internacional de noticias Pressenza. 1 https://www.cepal.org/sites/default/files/publication/files/46766/S2000991_es.pdf
2 El índice de desarrollo de industrias digitales se compone de: 1) el peso económico de las industrias digitales (medido en términos de la suma de ventas brutas de las industrias digitales y de telecomunicaciones y el gasto de la economía en software) en relación al producto interno bruto; 2) la penetración de conexiones del Internet de las Cosas (entendido como indicador del despliegue de aplicaciones verticales); 3) el nivel de exportaciones de productos y servicios de alta tecnología, y 4) la producción local de contenido.
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kiro-anarka · 5 years ago
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Tiemblo cuando escucho sobre «volver a la normalidad». Es como una amenaza para mis oídos. Esa codiciada normalidad de la que se desborda el discurso del poder es un concepto terrible, que linda con el antihumanismo. ¿Podría ser la normalidad del mundo que generó el coronavirus? Bueno, en mi corazón espero que no vuelvas en absoluto, porque en su continuación hay muy poco deseable y aceptable. La lista de defectos humanos, morales, políticos, económicos y de cualquier otra clase de las que el contexto mundial está lleno, por ahora en cese forzado, corre el riesgo de ser interminable. Los hemos estado viviendo todos por un tiempo indescriptible, estamos envueltos a la fuerza en ellos y hay muy poco que estimarles. Queriendo expresar un deseo, sería un estado a ser abandonado, transformarlo a tal punto que lo que debería reemplazarlos nos llevara a olvidar su experiencia. Algo similar a cómo cuando evocamos las épocas que llamamos prehistóricas, por lo que solo podemos adivinar lo que sucedió porque ya no lo recordamos como colectividad. ¿Quieres volver a vivir «normalmente» oprimido como antes por profundas injusticias sociales? Durante décadas, el chantaje de encontrar tra
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eeyc · 6 years ago
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El filósofo francés Éric Sadin alerta de que la inteligencia artificial amenaza la civilización
Mientras robots y 'start ups' inundan Madrid con sendos congresos, el controvertido filósofo y autor francés Éric Sadin pide que reflexionemos sobre las consecuencias de la tecnocracia en la que, según él, vivimos felizmente inmersos. Y ciegos.
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La inteligencia artificial es capaz de tomar decisiones, pero ¿hemos pensado en las consecuencias para el ser humano? GERALT | PIXABAY (CC0)
MADRID PABLO ROMERO (Publico.es)
Para el filósofo francés Éric Sadin (1972), una de las mentes más influyentes y críticas frente a la era la digitalización y los datos, no estamos hablando lo suficiente de las consecuencias para el ser humano de la colonización del modelo de Silicon Valley: una suerte de liberalismo digital camuflado, que nadie se cuestiona e incluso es impulsado por los propios gobiernos. Vivimos rodeados de objetos conectados y sensores que recogen y convierten en datos hasta el detalle más íntimo. Y con esos datos, unas pocas compañías gigantestas alimentan una inteligencia artificial cada vez más potente, capaz de interpretar, sugerir e incluso tomar decisiones. Nos fiamos ciegamente de las máquinas, pero ni siquiera sabemos cómo funcionan. ¿Queremos realmente que las máquinas tomen decisiones?
Sadin vino a presentar la traducción de su penúltimo libro, La silicolonización del mundo (2016; Caja Negra, 2018), y se centró sobre todo en los temas que aborda en lo último de su prolífica obra, La inteligencia artificial o el reto del siglo. Anatomía del antihumanismo radical (2018).
El filósofo desgranó durante casi dos horas, durante un coloquio con la periodista especializada en tecnología Marta Peirano en el Institut Français de Madrid (en el marco del III Foro de la Cultura de Burgos), su visión crítica y sin concesiones sobre las consecuencias de una tecnologización de la sociedad. "Hemos pasado de la edad del acceso, en la que nuestra relación era a través de las pantallas, a la edad de la cuantificación en apenas 20 años", comentó. Y describe esta situación, en la que los sistemas nos hablan para decirnos "la verdad", como "agobiante".
“La tecnología nos habla para decirnos la verdad”
Criticó con dureza el apoyo social e institucional a la la economía de los datos y platafomas, "que suponen una inteligibilidad de nuestros comportamientos cada vez más extendida" y cuya finalidad es "interpretar nuestros comportamientos, para notificaros y sugerimos de forma aparentemente adecuada a cada persona". "Hablamos de una mercantilización general de la vida, de la conquista de los comportamiento: hay una batalla para controlar nuestras cabezas", expuso.
El pensador confesó que ha llegado a la conclusión de que los desarrollos tecnológicos se determinan exclusivamente el punto de vista económico, ya no existe como campo autónomo: "El mundo de la ciencia, de la técnica, ha desaparecido por completo, sólo existe un mundo tecnoeconómico en el que los investigadores sólo responden a una lógica económica". Y en este contexto, absolutamente utilitarista, “la tecnología nos habla para decirnos la verdad”, afirmó con ironía.
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Éric Sadin. Foto: DIEGO SPIVACOW
"Habla para orientar nuestros gestos, para orientar nuestra vida, nuestros comportamientos, hasta tal punto que puede afectar a nuestra autonomía de juicio", comentó. E insistió en que esos sistemas —que son opacos, no sabemos nada de ellos pero tienen la capacidad de decidir— "imponen una verdad que tiene consecuencias jurídicas y políticas".
Inteligencia artificial, sensores, robotización humana
Durante su larga intervención, Sadin alertó de la invasión de los sensores tanto en la vida privada ("hasta los biberones tienen sensores", exclamó) como en los espacios profesionales. "La arquitectura inducida por la invasión masiva de sensores implica un trazabilidad de la vida, y esta realidad captada y reducida a datos, alimenta la inteligencia artificial".Y, para él, la inteligencia artificial es motivo serio de preocupación. "Por primera vez en la historia, los sistemas pueden entender situaciones, tienen capacidad de retroacción y, lo que es muy inquietante y perturbador, puede tomar decisiones por sí mismos, como el trading de alta velocidad con proyección anticipativa".
"Las personas son cuantificadas, hay una visibilidad en tiempo real de la producción de bienes y servicios, y eso significa una enunciación de órdenes" por parte de sistemas capaces de interpretar esa abundancia de datos. "Los empleados se transforman en robots de carne y hueso, existe una negación de la subjetividad, de la improvisación o del ingenio", denunció. Y alertó de que esta realidad se está extendiendo a otros muchos ámbitos, como las decisiones médicas.
La tecnoeconomía, busca reemplazar a las personas y cuando no se pueda, 'robotizar' al ser humano
Según él, la idea que plantea este liberalismo digital, esta tecnoeconomía, es ir reemplazando a las personas y cuando no se pueda, 'robotizar' al ser humano. "Esto es lo que me interesa porque no se ve", aseguró, y añadió: "Se habla de la complementariedad entre humanos y sistemas, pero eso no es más que un tecnodiscurso: son los humanos los que se tienen que adaptar a esos sistemas y eso es cada vez más imposible".
"Los regímenes liberales apoyan jurídicamente estos desarrollos para impulsar la tecnología de los datos y de las plataformas, hay una sumisión", denunció. "No parece existir un debate sobre la desaparición de la autonomía del juicio humano en favor de la velocidad de la tecnología".
Mientras, en la otra punta de Madrid, se celebra esta semana la South Summit, en donde emprendedores y políticos alaban las virtudes de la economía de los datos; España cuenta incluso con una Secretaría de Estado dedicada al tema. Y en Ifema tiene lugar IROS 2028, el congreso mundial de robótica inaugurado por Felipe IV.
"Desconfío de los políticos y legisladores que apoyan este entorno: hay que animar el contraexamen porque hay demasiados 'expertos'; hay que escuchar a quienes sufren esos sistemas", propuso. "Oigamos la realidad sobre el terreno y no tanto el dogma de la transformación digital".
Hacia un "anti humanismo radical"
Sadin apuntó a que el aparentemente imparable desarrollo de la inteligencia artificial nos está conduciendo a un "anti humanismo radical" basado en un utilitarismo extremo, guiados por la lógica de las máquinas, que no humana. "Estos sistemas que nos indican la verdad borran características intrínsecas del ser humano: crítica, juicio, etc., todo en una sola generación y sin evaluación de los impactos en la civilización, sin crítica". "Estamos en una ceguera general", lamentó.
Los sistemas borran características intrínsecas del ser humano y no evaluamos este impacto en la civilización
Más allá de las preocupaciones que invaden el debate público —los fallos en redes sociales, los escándalos de Facebook, la vigilancia del 'gran hermano digital', la protección de los datos personales...— , Sadin mostró su preocupación por el hecho de que nadie habla de las implicaciones éticas que están por encima de todo ello.
"Lamento que en nuestra época, lo único que nos preocupa es la libertad individual, pero la libertad común, la simetría de poderes, la libertad de juicio, son cuestiones colectivas que a nadie parece preocupar; hay una reducción sistemática al individuo", afirmó, y añadió: "Me molesta tanto individualismo, parece que sólo nos importa nuestra pequeña parcela de libertad; la protección de datos me parece una obsesión que tiene que ver con la libertad individual, mezquina, egoísta, y cuanto más defendamos esa libertad, mejor le irá a la tecnoeconomía".
Eso sí, no negó que los avances tecnológicos tienen su cara positiva. Pero zanjó, con cierta sorna, que "ya hay mucha gente que defiende las ventajas, tantas que saturan el debate público". "No me necesitan para eso", concluyó.
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marxismo-revolucionario · 5 years ago
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¿Economicismo o culturalismo? ¡Sí, por favor! Algunas preguntas
¿Marx era ciego a las categorías de género y de raza? ¿O es el capital el que es ciego, al que le es indiferente —en tanto soporte— la naturaleza de los signos que se inscriben en él en el proceso de su autovalorización: la raza, el género, la edad, juegan algún papel en el circuito de reproducción del capital?
¿El no contar con estas categorías limita las posibilidades de análisis y políticas, o es en cambio una virtud del método desde un principio? ¿El Capital tiene algún elemento de universalidad, o está en cambio limitado a su contexto histórico y la constelación concreta de la lucha de clases (y por ende está obsoleto: ya no dice nada sobre el mundo en que vivimos)? ¿Hay un seso “economicista” en el análisis de clases del marxismo, o en cambio una desviación posmoderna y culturalista de los movimientos sociales actuales?
Hay que partir de una constatación clave: que el método marxiano de investigación, creación conceptual y exposición que está desplegado en El Capital parte de hacer abstracción de la realidad concreta. Si retomamos la tesis althusseriana sobre el antihumanismo teórico de Marx, recordaremos que lo que importa son las relaciones entre categorías teóricas y no entre personas reales (el hecho social, por así decirlo, es el intercambio de mercancías, y no la identidad cultural de sus agentes). Si los agentes están definidos por algo, es por las relaciones sociales de producción que ellos portan. Por eso importa justificar, desde una perspectiva feminista, si el género y la raza son (y de qué modo) categorías que expresan —más allá de meros rasgos de identidad cultural— justo estas relaciones sociales de producción y reproducción. Es decir, que si hemos de abordar el género, será como una estructura de producción, y por eso capitalista.
¿Hay una lucha de clases entre géneros? ¿La raza qué es, cómo contribuye a la reproducción del capital? En este último punto, por ejemplo, no podemos soslayar el monumental trabajo de Deleuze y Guattari en El Anti-Edipo: Edipo es colonial, y es necesario para la reproducción capitalista.
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Louis Althusser: biografía de este filósofo estructuralista
El trabajo de multitud de pensadores y filósofos ha contribuido a lo largo de los años al desarrollo del conocimiento y de cuerpos teóricos que explican cómo funciona el mundo y la sociedad en la que vivimos, como es el caso del marxismo, una doctrina filosófica, política y económica cuya influencia perdura hasta nuestros días. **Uno de los personajes que contribuyó al análisis de la doctrina marxista fue el filósofo estructuralista Louis Althusser**, del que hablaremos a lo largo del artículo, desgranando su biografía y sus obras más destacadas. ## ¿Quién fue Louis Althusser? Louis Althusser (1918-1990), nacido en Argelia, **fue un reconocido filósofo marxista y un destacado defensor académico del Partido Comunista francés**. A Althusser se le conoce comúnmente como un marxista estructural, a pesar de que tanto él como [Michel Foucault](/biografias/michel-foucault) rechazaron ser clasificados como autores de esta corriente filosófica. Cursó sus estudios en París, en la prestigiosa École Normale Supérieure, donde eventualmente se convirtió en profesor de filosofía. Aus argumentos fueron una respuesta a múltiples amenazas a sus fundamentos ideológicos, incluida la influencia del empirismo y un creciente interés en las orientaciones socialistas democráticas y humanistas. Althusser creía que las teorías de [Karl Marx](/biografias/karl-marx) habían sido interpretadas incorrectamente porque habían sido vistas como un solo cuerpo teórico de trabajo, cuando de hecho Marx había experimentado una “ruptura epistemológica” que separó sus trabajos posteriores de su humanismo anterior. Althusser declaró que Marx había desarrollado una teoría histórica innovadora que consideraba al individuo como un producto de la sociedad, la cultura y la ideología. Además, Althusser afirmó que Marx había analizado a la sociedad en términos de unidades sociales y políticas llamadas “prácticas” en lugar de en términos del individuo. Sus ideas influyeron más tarde en varios pensadores del siglo XXI, incluidos [Jacques Derrida](/biografias/jacques-derrida), G.A. Cohen, Anthony Giddens, [Judith Butler](/social/teoria-performativa-genero-judith-butler) y [Slavoj Žižek](/cultura/libros-slavoj-zizek), y varios de sus estudiantes se convirtieron en intelectuales eminentes. ## Pensamiento y obras Los primeros trabajos de Althusser incluyen el influyente volumen [“Para leer El Capital”](https://ift.tt/2VnAirJ), una colección del trabajo de Althusser y sus estudiantes sobre una intensa relectura filosófica de “El Capital”, de Karl Marx. El libro reflexiona sobre el estado filosófico de la teoría marxista como "crítica de la economía política" y sobre su objeto. El proyecto fue algo análogo, dentro del marxismo, al retorno del psicoanálisis contemporáneo a Freud emprendido por Jacques Lacan, con quien Althusser también estuvo involucrado (y con quien compartió momentos de amistad y enemistad al mismo tiempo). Varias de las posiciones teóricas de Althusser han seguido siendo muy influyentes en la filosofía marxista, aunque a veces exageró sus argumentos deliberadamente para provocar controversia. En su ensayo “Sobre el joven Marx” toma un término del filósofo de la ciencia francés, Gaston Bachelard, al proponer una gran "ruptura epistemológica" entre los primeros escritos de Marx, con un estilo más “hegeliano” (del sistema filosófico fundado por [Georg Wilhelm Friedrich Hegel](/reflexiones/frases-hegel)) y “feuerbachiano" (en alusión a Ludwig Andreas Feuerbach, padre intelectual del humanismo atea) y sus textos posteriores, propiamente marxistas. Por otra parte, en otro de sus ensayos, [“Marxismo y humanismo”](https://ift.tt/35ewywV), Althusser muestra una fuerte declaración de antihumanismo aplicado a la teoría marxista, condenando ideas como el "potencial humano" y el "ser-especie", que los marxistas a menudo proponen como consecuencia de una ideología burguesa de la humanidad. En el capítulo “Contradicción y sobredeterminación” de su obra [“La revolución teórica de Marx”](https://ift.tt/35huc0g) toma prestado el concepto de sobredeterminación (la idea de que un solo efecto observado está determinado por múltiples causas a la vez) del psicoanálisis, para reemplazar la idea de "contradicción" con un modelo más complejo de causalidad múltiple en situaciones políticas. Esta última idea está estrechamente relacionada con el concepto de hegemonía de Antonio Gramsci, que la define como el poder sociopolítico que se deriva de permitir el "consentimiento espontáneo" de la población a través del liderazgo o la autoridad intelectual y moral, tal y como lo emplean los subalternos del Estado. **Althusser también es ampliamente conocido como teórico de la ideología**, un concepto basado en la teoría de la hegemonía de Gramsci y que establece en su ensayo [“Ideología y Aparatos ideológicos del estado: notas hacia una investigación”](https://ift.tt/31UZJTD). Para Althusser, la hegemonía está determinada por completo por las fuerzas políticas, mientras que la ideología se basa en los conceptos de Freud y Lacan del inconsciente y el estadio espejo (la etapa en la cual el niño se encuentra por primera vez capacitado para autopercibirse). ## La “ruptura epistemológica” Como hemos comentado al principio, Althusser consideraba que el pensamiento de Marx había sido fundamentalmente mal entendido y subestimado. Condenó firmemente diversas interpretaciones de las obras de Marx con el argumento de que no se habían dado cuenta de que con la "ciencia de la historia", el materialismo histórico, Marx había construido una visión revolucionaria del cambio social. Althusser creía que estas interpretaciones erróneas resultaban de la noción equivocada de que todo el trabajo de Marx podía entenderse como un todo coherente. En cambio, Althusser sostuvo que el trabajo de Marx contiene una radical "ruptura epistemológica". **El proyecto de Althusser consistió en ayudar al mundo a comprender plenamente la originalidad y el poder de la teoría extraordinaria de Marx**, prestando tanta atención a lo que no se dice como a lo explícito. Con todo, Althusser sostuvo que Marx había descubierto un "continente de conocimiento". Comparó las ideas de Marx sobre la historia con las contribuciones de Tales a las matemáticas, Galileo a la física o Freud al psicoanálisis, afirmando que la estructura de su teoría era diferente a cualquier propuesta de sus predecesores. Althusser también creía que la teoría de Marx se basaba en conceptos, como las fuerzas y las relaciones de producción, que no tenían contrapartida en la economía política clásica. Además de su estructura única, el materialismo histórico de Marx tenía un poder explicativo diferente al de la economía política clásica. Mientras que la economía política explicaba los sistemas económicos como una respuesta a las necesidades individuales, el análisis de Marx tuvo en cuenta una gama más amplia de fenómenos sociales y sus roles en un todo estructurado. Althusser concluyó que [“El Capital”](https://ift.tt/2VjTKWc) proporcionó tanto un modelo de la economía como una descripción de la estructura y el desarrollo de toda una sociedad. Asimismo, consideró la ruptura epistemológica como un proceso en lugar de un evento claramente definido. Describió el marxismo y el psicoanálisis como ciencias que siempre tuvieron que luchar contra la ideología, explicando así las rupturas y divisiones posteriores, debido a que sus dos objetos de análisis, la "lucha de clases" y la mente humana inconsciente, estaban divididos y separados entre sí. #### Referencias bibliográficas: * Althusser, Louis (1988). Navarro, Fernanda (ed.). Filosofía y marxismo (in Spanish). Siglo XXI. * Elliott, Gregory (2006). Althusser: The Detour of Theory. Leiden, Boston: Brill Publishers. * Jay, Martin (1984). "Louis Althusser and The Structuralist Reading of Marx". Marxism and Totality: The Adventures of a Concept from Lukács to Habermas. Berkley, Los Angeles: University of California Press. pp. 385–422. Ver Fuente Ver Fuente
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polvvo · 6 years ago
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volumen de parpadeo
Hay una constante en la cultura poppunk bien pensante porteña y es la de mostrar entre un fetiche por la cultura popular y una burla por las condiciones de existencia de las mayorías. Me resulta profundamente desagradable y tilinga esa actitud de registrar imágenes o difundir momentos de la vida cotidiana de las personas, trasladarlas a otro ámbito y transformar lo cotidiano en un chiste para unos pocos tarados.
Hacer de una conducta genuina un fenómeno de circo muestra en principio, un antihumanismo y racismo inmundo propio de esta gente y por otra parte, la incapacidad por medio de lo que ellos llaman arte, o lo que fuera, de generar algo no trillado.
Adjunto una ponencia de un tipo que no se si es lo más brillante pero ante la presentación de la muestra de Dian Arbus en el MALBA caracteriza, a mi entender, muy bien como el publico argentino es subestimado y tomado por tarado. Luego destaca la pesima actitud de engañar a la gente registrando una imagen, para luego transformar de lo cotidiano un elemento de burla o de análisis por parte de una burguesía aburrida que lógicamente se encuentra totalmente ajena a estas personas que denigra.
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antipolitico-blog · 8 years ago
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TRIBUNA
Metapolítica del Joker
En las raíces posmodernas de la Alt-Right (y III)
Concluye aquí la serie de Adriano Erriguel dedicada a la Metapolítica del Joker y, más concretamente, a la Alt-Right norteamericana.
Adriano Erriguel
9 de septiembre de 2017
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ADRIANO ERRIGUEL
A partir del 8 noviembre 2016 –tras la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales americanas– el mundo comenzó a enterarse de que en Estados Unidos existía una “Derecha Alternativa” (Alt-Right).
Unos meses antes, en plena campaña electoral, Hillary Clinton había denunciado a la Alt-Right como un submundo de racistas, sexistas, chauvinistas y misóginos de extrema derecha: los mimbres de su particular “cesta de deplorables”. En ese preciso momento todas las huestes de un ejército on-line estallaron en chanzas, memes y celebraciones: ya estaban en la primera línea de la política nacional.
¿Qué es exactamente la Alt-Right? La respuesta del mainstream mediático es simple: la Alt-Right es la extrema derecha de toda la vida; una nueva marca (re-branding) del viejo pensamiento reaccionario, retrógrado, ultraconservador, misógino, homófobo, racista, sexista, machista, fascista, nazi, etcétera. Se trata de un diagnóstico tan sutil como el de esos viejos conservadores para los cuales todo el desparrame sesentayochista, libertario y contracultural de las últimas décadas era (y es), única e invariablemente, comunista. La simpleza de análisis responde también, en el caso que nos ocupa, a un interés estratégico: el de reconducir toda esta movida a las conocidas y tranquilizadoras aguas de la extrema derecha, frente a la cual ya todo está dicho y no hay que estrujarse las neuronas.
Pero desde el mainstream también se producen, a veces, diagnósticos sofisticados.Por ejemplo, el de la periodista Angela Nagle cuando escribe: “se equivocan todos los que dictaminan que la nueva sensibilidad de la derecha on-line no es nada más que la vieja derecha, y que no merece ninguna atención o diferenciación. Aunque en mutación constante, (…) este fenómeno tiene mucho más que ver con el eslogan de 1968 ‘prohibido prohibir’ que con cualquier cosa reconocible en la derecha tradicionalista”.[1]
En estas líneas defenderemos que la llamada Alt-Right es un fenómeno específicamente posmoderno. Más aún: que su identidad posmoderna es mucho más nítida que la de sus contrincantes, desde el momento en que la Alt-Right recupera una serie de reflejos contraculturales –una cierta “gramática de la posmodernidad”– que, habiendo surgido en el último tercio del siglo pasado, fue sumergida por la corrección política del mundialismo. En ese sentido, la Alt-Right podría ser un síntoma de formas de agitación metapolítica a proliferar durante los próximos años. Ahí reside, posiblemente, su interés principal.
¿Existe la Alt-Right?
Cualquiera que se acerque de nuevas al fenómeno Alt-Right se verá desconcertado por su carácter escurridizo. Este movimiento no cuenta con una organización centralizada, ni con un corpus dogmático, ni con un programa político. Su expansión es viral y sigue la lógica de las redes. No obstante, para el mainstreammediático no se plantean dudas: la Alt-Right, como tal, no existe. Es un bluff, una reedición de la extrema derecha de toda la vida. ¿Hasta qué punto es esto verdad?
La respuesta no es simple, en la medida en que, como paraguas genérico de la incorrección política, la Alt-Right puede albergar a indeseables compañeros de viaje. Pero siendo eso cierto, este dato no constituye toda la verdad y tampoco es determinante a la hora de definir el fenómeno. Para comprenderlo es preferible alejarse de la sabiduría periodística y de sus simplificaciones interesadas. Conviene tener presente, además, la constante expansión del dominio del “fascismo”: un estigma que se aplica con la mayor alegría a todos los que no comulguen con los dogmas oficiales.
La expresión Alt-Right fue acuñada en 2008 por el politólogo judío-nortemericano Paul Gottfried, quien se refería a la necesidad de construir una “derecha alternativa” frente a los “neocon” del establishment republicano (los cuales, según él, habían “secuestrado” la agenda conservadora americana). Según esta definición amplia, la Alt-Right podría incluir al populismo de Trump y al del periodista Steve Bannon, críticos con la globalización y defensores de un nacionalismo integrador, por encima de diferencias raciales (America First).
No obstante, el término Alt-Right fue rápidamente apropiado por el activista Richard Spencer (antiguo discípulo de Paul Gottfried) en un sentido concreto de reivindicación del etnonacionalismo blanco. Bajo la expresión Alt-Right pasaron a confluir, de forma progresiva, una serie de webs, revistas on-line, bloggers, etc., cuyos intereses gravitan en torno a los temas proscritos de cualquier debate respetable: la crítica de la sociedad multicultural, la crítica de la ideología de género, el estudio de IQ y la biodiversidad humana, el antihumanismo tecnológico o la antiglobalización, por señalar algunos. Algunas de estas iniciativas se inspiraron en corrientes como la “Nueva derecha” francesa. Conviene subrayar que la reivindicación de la identidad blanca se conjuga, en la mayoría de estos casos, con el desprecio a la vieja extrema derecha, a los neonazis, al Ku-Kux-Klan, etc., a quienes se califica de Larpers (Live Action Rol Players), es decir, “jugadores de rol en vivo”. Pero esto no impidió que algunos de estos grupos intentaran apropiarse de la etiqueta Alt-Right, en un intento oportunista de rentabilizar la fórmula y de encubrir, de paso, su indigencia intelectual.[2]
Pero más allá del “núcleo duro” intelectual, el grueso de la Alt-Right está compuesto por lo que Milo Yiannopoulos denomina “conservadores naturales”: todo ese mundo que responde a un instinto natural de defensa de unas identidades que se perciben como amenazadas: la cultura occidental, ciertos grupos demográficos (la clase media blanca, los trabajadores víctimas de la globalización), las identidades sexuales llamadas “tradicionales”, etc. Los “conservadores naturales” se contraponen así a la derecha economicista que no conoce más valores que los del “libre mercado” (a la que denominan cuckservatives: conservadores-cornudos).[3]Algunos de sus más conspicuos representantes –recelosos de la proximidad de la extrema derecha– prefieren identificarse como “conservadores”, “libertarios”, “patriotas”, etc., y componen lo que ha venido a llamarse la “Alt-Lite” (o sea: la versión light de la Alt-Right).
A las dos categorías anteriores conviene añadir también el universo juvenil on-line, blasfemo, inococlasta, carente del bagaje moral y/o religioso de los viejos conservadores y en el fondo profundamente nihilista que conforma una cultura de la incorrección política en Internet. Este sector es el que confiere a esta derecha alternativa su identidad más jocosa y contracultural, y el que la ha dotado de una peculiar eficacia como máquina de guerra metapolítica.
La Alt-Right, en suma, no es una franquicia de contornos definidos y que alguien pueda reclamar como propia. Se trata de una nebulosa cuyo punto de cristalizaciónfue, sin duda alguna, el “momento populista” de la candidatura de Donald Trump en 2016. El magnate de Nueva York se convirtió en el símbolo antisistema para todo un mundo que, hasta entonces, se había mantenido alejado de las instituciones. Seguramente la mejor definición de la Alt-Right sea la de “punto de encuentro”; más exactamente: punto de encuentro digital. Sus componentes forman una “muchedumbre digital” compuesta mayoritariamente de “jóvenes airados” (angry young men) contra la corrección política.
Por lo que se refiere a su modus operandi, la Alt-Right responde a una serie de propiedades que la anclan en una posmodernidad radical. Hemos identificado hasta seis.  
Las seis reglas de la guerra cultural posmoderna
1-           Es la cultura, estúpidos
Hoy más que nunca, Gramsci nos indica el camino. A estas alturas del siglo XXI Gramsci es el único pensador marxista al que podemos considerar, con toda propiedad, nuestro contemporáneo. Todo es política, y en política –hoy más que nunca– todo es cultura. Vivimos en la época de la tecnocracia gris que lo ha invadido todo, en los tiempos “post-heroícos” de la gobernanza y de los pequeños consensos institucionales. En esta tesitura son los imaginarios culturales –las ideas, las creencias, los símbolos y los valores sociales– los que marcan la diferencia entre unas ofertas políticas y otras.
En la política actual –señala Angela Nagle– los líderes progresistas pueden bombardear países siempre que se muestren cool con el matrimonio gay; los líderes de la derecha, por su parte, pueden aplicar políticas neoliberales y devastar formas de vida comunitarias, siempre que digan que defienden a la familia. En realidad, lo que motiva y predispone al votante son las propuestas de vida vehiculadas por unos y otros. La política se vacía en la cultura y los cambios culturales preparan los cambios políticos. Eso es algo que entendieron perfectamente los gramscistas de la “Nueva derecha” en Francia, y es lo que ha aplicado a rajatabla la Alt-Right con su ofensiva cultural frente a la corrección política. Unos y otros lo saben: más que los programas de gobierno, lo determinante a largo plazo es esa aleación de las conciencias a la que llamamos cultura.
2-           La antítesis es más importante que la síntesis
Escribe Milo Yiannopoulos: “escarbando en las profundidades de la derecha alternativa, pronto resulta evidente que el movimiento resulta más fácilmente definible ateniéndonos a lo que se opone que a lo que defiende. Hay una infinidad de desacuerdos entre sus miembros sobre lo que debe construirse, pero una cierta unidad virtual acerca de lo que debe destruirse”. La Alt Right es fundamentalmente antitética, y eso es un sello inequívoco de su posmodernidad.
Pocas cosas hay más naftalinosas, para un posmoderno que se precie, que las cosmovisiones omnicomprensivas en las que todo encaja. Ridículas se revelan las pretensiones morales de legislar sobre las conciencias; más ridículas, todavía, las promesas rosa-bonbón de la humanidad United Colours. Si la Alt-Right ataca al feminismo, al multiculturalismo y al sinfronterismo, lo es ante todo porque éstos conforman un club de creyentes. Si –como sugería Wittgenstein– todo es reconducible a juegos de lenguaje, ¿por qué tomar en serio tanta monserga? Si al final de la jornada preferimos agarrarnos a alguna Idea, mejor que lo sea a aquellas que se apoyen en datos científicos irrebatibles, o bien a las que no renieguen de su fondo último de irracionalidad, de arbitrio y de capricho. La Alt-Right está bien nutrida de ideas, pero que nadie busque pureza, armonía y coherencia entre ellas. Si coherencia hay, solo funciona en una dirección: en su carácter antitético y en su afición a pisotear los dogmas del día. Todos los instrumentos analíticos de la posmodernidad –deconstrucción, análisis de discurso, crítica de la cultura pop– son utilizados por la “derecha alternativa” para denunciar la inconsistencia de la normatividad liberal imperante, sus contradicciones internas, la falsedad de sus presupuestos biológicos y sociológicos. Se trata, ante todo, de una gigantesca empresa de demolición.
Todo lo cual obedece además a una lógica inmemorial. ¿Dónde reside el gran motor de las revoluciones sino en el resentimiento? Marx dedicó toda su vida a criticar el capitalismo, y pocas páginas a describir la sociedad comunista del futuro. Nunca nadie se subió a una barricada para salvar al género humano, ni para edificar un falansterio. Por mucho que los doctrinarios se esfuercen en codificar el futuro, todas las revoluciones consisten en una gran improvisación.
3-           Libertad, desigualdad, identidad
“Los hombres aspiran de entrada a la libertad. Adquirida la libertad, aspiran a la igualdad, porque ésta está amenazada por la libertad. Adquirida la igualdad, aspiran a la identidad, porque ésta está amenazada por la igualdad. Nos encontramos exactamente en este punto”.[4] Estas palabras del fundador de la “Nueva derecha”, Alain de Benoist, nos sitúan en el centro de la problemática posmoderna: cómo fundamentar un proyecto identitario colectivo en una época de hibridización y de homogeneización generalizada. La posmodernidad de la Alt-Right reside, entre otras cosas, en su carácter de proyecto identitario.
La época actual abunda en colectivos desnortados, en identidades en busca de una redefinición. La Alt-Right “se dirige especialmente a aquellos que se sienten atomizados y alienados en la sociedad occidental moderna: a ellos les ofrece orgullo y autoafirmación, en vez de odio y autodesprecio”.[5] En este sentido el movimiento responde a las inquietudes de unos sectores sociales que han sufrido durante décadas los asaltos de la cultura hegemónica, centrada en la demonización del varón blanco occidental y de su huella en la historia. Si los ejecutivos cosmopolitas de la Costa Este o los diseñadores gay de la Sexta Avenida son arquetipos de la América progresista (los “burgueses bohemios” descritos por Richard Brooks en su libro Bobos en el Paraíso), los arquetipos de la Alt-Right apuntan hacia los despreciados redneck, los whitetrash o hillibillies (poderosamente descritos por Jim Goad en su libro Manifiesto Redneck): jóvenes blancos de futuro incierto que habitan zonas herrumbrosas y posindustriales, bajo el cielo épico de los pioneros llegados de Europa. Cuestiones raciales aparte, el populismo americano es –ante todo y sobre todo– una cuestión de clase.[6]
Para la derecha alternativa ha llegado el momento de deconstruir a los deconstructores, de pasar por la criba de la biología y de la genética a las figuraciones identitarias de la ingeniería social progresista. ¿Raza? La palabra maldita, pero sólo si la pronuncia un blanco. La Alt-Right “no tiene inconveniente en defender que la cultura es inseparable de la raza, y que algún grado de separación entre los pueblos es necesario si queremos preservar las culturas”.[7] Algo en lo que coincide con la antropología de Levi-Strauss, o con buena parte de la crítica izquierdista a la “apropiación cultural”, es decir: a la destrucción de los marcadores identitarios mediante su dilución en la cultura de consumo.
¿Ideología de género? Un nuevo discurso asertivo de la identidad masculina se funde con un análisis crítico sobre la desvirilización de las sociedades modernas, dentro de una reivindicación agresiva de la alteridad sexual: es la llamada “manosfera”, la némesis del feminismo radical de izquierda.
En la “era de las tribus” –así califica el sociólogo Michel Maffesoli a la desazón identitaria de la posmodernidad– la Alt-Right asume una dimensión tribal y la aplica sin complejos a la raza blanca: el conjunto de tribus que, según las previsiones demográficas, se convertirán en minoritarias durante las próximas décadas. Los sectores etnonacionalistas de la Alt-Right reclaman para ellas aquello que, al fin y al cabo, otras minorías también reclaman: una política asertiva de la propia identidad y el derecho de autodeterminación para un futuro que, si bien parece todavía lejano, se aleja cada día más de la política-ficción.
4-           La imposibilidad del conservadurismo
Pensar que puede haber una “posmodernidad conservadora” es un oxímoron, una contradicción en los términos. Por supuesto, la posmodernidad puede utilizar ideas, palabras o conceptos más o menos “reaccionarios”, más o menos “progresistas”; pero si lo hace, es ante todo como “juegos de lenguaje”, como “tropos” que se sitúan dentro de un discurso global que en sí mismo no puede ser ni “conservador” ni “progresista”, sencillamente porque se mueve en un marco diferente.
Lo cierto es que, desde una perspectiva de derecha alternativa, muy poco hay ya que “conservar”. La llamada a defender un “pasado común” –el grito de guerra habitual de todos los conservadores– es irrelevante, desde el momento en que ese pasado común ya no existe (entendámonos: no es que sea falso, sino que ya no “irradia” el presente, en un sentido similar al de Nietzsche cuando decía “Dios ha muerto”). La derecha ha perdido todas las batallas culturales desde el fin de la segunda guerra mundial, si bien ha mantenido intactos los poderes ejecutivos y la estructura económica. Esos poderes ejecutivos y esa estructura económica se funden ahora con la izquierda cultural, porque ésta es la que ahora le sirve. ¿Qué hay entonces que conservar?
Cuando la demografía, la migración masiva, la globalización y el multiculturalismo son los factores que moldean el futuro, hablar de “conservadores” versus “progresistas” tiene tanto sentido como hablar de güelfos contra gibelinos. No obstante, ése es el “marco” conceptual que la izquierda quiere conservar, porque a ella le conviene. Ahora bien, la izquierda es el establishment, ergo necesariamente conservadora.
Avanzamos hacia tierra incógnita, no vivimos por tanto en un “momento conservador” sino post-conservador: el de una redefinición integral de posiciones. Cuando en el marco americano la Alt-Right o los llamados “conservadores naturales” rompen con el mesianismo universalista de la “Ciudad en la cima” (la identidad tradicional de los Estados Unidos), cuando reivindican un particularismo de los descendientes de europeos y se permiten incluso mirar con simpatía un movimiento como el Calexit (la independencia de California)…, entonces esa derecha alternativa tiene muy poco de “conservadora” y sí mucho de “antisistema”. Lo cual es indudablemente posmoderno.[8]
5-           Disonancia cognitiva
En la posmodernidad el medio es el mensaje, y la realidad –como decía Baudrillard– ha sido asesinada. En un mundo virtual compuesto de apariencias, de imágenes y de puntos de vista, lo determinante no son los datos, sino la mediación de los mismos; en otras palabras: lo importante es quién fija el “marco” y quién controla las “narrativas” (storytelling). Hasta ahora sólo unos pocos tenían el monopolio de todo ello, de forma que todo conspiraba para bloquear cualquier visión discordante. Pero el año 2016 pasará a la historia como aquel en el que “otras narrativas” (la “posverdad” dicen los cursis) lograron imponerse sobre las verdades oficiales. ¿Cómo fue posible?
Sencillamente, la Alt-Right demostró mayor habilidad que sus rivales a la hora de navegar en un contexto de realidad virtual posmoderna. El “desvío cultural”, el “atasco cultural”, el troleo, los memes: todas las técnicas situacionistas fueron revisitadas por la “derecha alternativa” para demoler las narrativas adversas, y ello de una forma insolente, divertida, proyectando una imagen de fuerza frente a la imagen de sus rivales, hecha de superioridad moral y de indignación virtuosa.
Toda “guerrilla de la comunicación” que se precie tiene un objetivo: provocar situaciones de disonancia cognitiva. La disonancia cognitiva se define como la desarmonía sobrevenida dentro de un sistema de creencias, cuando dos o más cogniciones, simultáneas y contradictorias, afectan a su coherencia interna. Un ejemplo: la gira del periodista y troll Milo Yiannopoulos en 2016 por las universidades americanas puede considerarse un éxito en términos de disonancia cognitiva, y ello en varios sentidos. Por sus características personales –gay judío, británico, cosmopolita, cool– Yiannopoulos es alguien de quien se supone que debe pensar “bien”. Pero como ocurre justo lo contrario, eso provoca una “disonancia cognitiva” que estimula el interés en sus oyentes por el mensaje que tiene que trasmitir. En una dirección opuesta, Yiannopoulos consiguió que todos los intentos de censurarle e impedirle hablar en las universidades revirtieran contra los activistas de los campus, por sus actitudes matoniles, violentas, alérgicas a la libertad de expresión: justo too lo contrario de todo lo que dichos activistas dicen defender. Ante los ojos del país, las universidades “liberales” (que habían dominado la vida intelectual durante décadas) se retrataban como un mundo intolerante y sectario, perdían su aura: disonancia cognitiva pura y dura.
6-           Distanciamiento irónico
En la “guerra cultural” que precedió a la victoria de Trump se enfrentaron dos bandos. Por un lado, una tropa de hirsutos moralistas. Por el otro lado, señala la periodista Angela Nagle, “una extraña vanguardia de videoaficionados teenagers, de amantes del manga con inclinación por las esvásticas, de irónicos conservadores estilo South Park, de gamberros antifeministas, de extraños nerds acosadores, de trolls y de fabricantes de memes, todos ellos rebosantes de humor negro y de amor de la transgresión por la transgresión (lo que hacía difícil saber si verdaderamente tenían ideas políticas o si todo era una broma)”. Lo que parecía reunirlos a todos­ –continúa Angela Nagle– “era la afición a burlarse de la seriedad, de la autosatisfacción moral y del aburrido conformismo intelectual del establishmentliberal y de los activistas de la corrección política”.[9]
Distanciamiento irónico: una cualidad típicamente posmoderna, desde el momento en que –como señala el comentarista y blogger Hanzi Freinacht– “todo aquel que carezca de un bien desarrollado sentido de la ironía, así como de un divertido desapego hacia una sinceridad excesiva, es automáticamente percibido como poco fiable”.[10] Evidentemente, todo esto se deriva de la desconfianza posmoderna hacia todo aquello que se perciba como dogmas, como “metanarrativas”, como posiciones inamovibles. Los dioses de la posmodernidad no sonríen a los profetas solemnes, sino a los trolls y los jokers –dos especímenes en los que la Alt-Right ha alcanzado niveles de excelencia–, en un contexto en el que “la interpretación y los juicios de valor se escurren a través de trampas y trucos, de sucesivas capas de autoparodia y de ironía metatextual” (Angela Nagle).
La auténtica risa se abre siempre sobre un fondo de incertidumbre, de desacuerdo con el mundo. La auténtica risa suele ser cruel, y nunca es moral. En la época de la inocencia perdida, acaso sea esa la única vía de rebelión que nos queda. Vivimos anegados de moralina –la “corrección política” es un ejemplo–, pero nuestro mundo no es moral. Para bien o para mal, la “derecha alternativa” –que ha surgido como planta extraña en Estados Unidos– tampoco lo es. ¡Adiós a los conservadores morales y religiosos! ¡Adiós a las entrañables monsergas reaccionarias! Por eso la Alt-Right es posmoderna; por eso es también nihilista, pero de un nihilismo que se revuelve contra sí mismo. La posmodernidad abre esas posibilidades…
¿Reaccionarios, retrógrados, partidarios de la monarquía o simples anarquistas instintivos? Para muchos activistas de la “derecha alternativa”, plantear esta pregunta carece simplemente de sentido. Lo cual no deja de ser rabiosamente posmoderno.
La vía del Joker
Cabe plantearse una hipótesis: muchos americanos votaron a Trump porque, dadas las alternativas, simplemente eso era lo más divertido. Por el mismo motivo y de la misma manera en la que Adan y Eva eligieron comerse la manzana. Y ya sabemos lo que pasó después.
MAGA: una sublime gamberrada ante la tecnocracia global, ante la oligarquía que nos dice que sólo hay un mundo posible: el suyo. Los Think Tanks, Wall Street, Silicon Valley, el club Bilderberg, los “líderes de opinión”, el Smart living, la Europa de los “valores”, los espacios seguros, la OTAN, el New York Times, The Economist, las ONGs, el Dalai Lama, George Soros, Lady Gagá, todos tuvieron que asumirlo. El 8 de noviembre de 2016 la América liberal se desfondaba en ritos de histeria, en terapias de llanto colectivo; ríos de lágrimas inundaban las pantallas del mundo (los funerales de Kim Il Sung fueron un modesto precedente) y se convertían en el hazmerreir de los deplorables del planeta. La risa y el llanto, el llanto y la risa fundidos en un momento jocoso e irrepetible. Los americanos habían decidido activar la opción Joker.
Cabe plantearse –y ésa es la tesis de estas líneas– que el Joker se convierte así en un arquetipo de nuestra época (en el sentido – valga el ejemplo– en que para Ernst Jünger las figuras del “Trabajador”, del “Rebelde” y del “Anarca” sintetizaban el espíritu de una época).
Pero ¿quién es el Joker?
Durante las últimas dos décadas, Hollywood ha producido una serie de películas – los male rampage films tipo American Psycho, El club de la lucha o Gangs de Nueva York– que tienen un estatus “de culto” en el ambiente Alt-Right. Estos films nos presentan a personajes psicóticos o esquizofrénicos en situaciones monstruosas. Pero en todos estos films los monstruos atienden a razones que merecen una cuidadosa reflexión. En realidad, a través de la alienación de sus personajes, lo que estas películas retratan es un vacío metafísico: el profundo vacío de los valores dominantes.
Pero no olvidemos que –como señala el crítico cinematográfico Trevor Lynch– al fin y al cabo “se trata de Hollywood”. En una sociedad “libre” hay verdades peligrosas que no podemos suprimir, pero lo que sí podemos hacer es inmunizarnos contra ellas, exorcizarlas: dejemos que las verdades peligrosas aparezcan en escena, pero sólo en la boca de monstruos.[11]
¿Y qué mayor monstruo que el Joker? En el film El Caballero Oscuro (la segunda parte de la “trilogía Batman”, de Christopher Nolan) el personaje del Joker da todo un recital de filosofía nietzschiana, pero sustituyendo el martillo por la dinamita, por la pólvora y por la gasolina… para derribar a los ídolos.
¿Qué ídolos quiere derribar el Joker?
El Joker se pasea por la pantalla dando ejemplos de actitud anti-utilitarista (la memorable escena en que prende fuego a una montaña de dinero) y de desplantes aristocráticos (“¡solo pensáis en el dinero! Esta ciudad merece un criminal de más clase, y yo se lo voy a dar”). Pero la esencia de su filosofía se comprime en estas frases: “la mafia tiene planes, la policía tiene planes…, ya sabes…, ellos son intrigantes, intrigantes tratando de controlar sus pequeños mundos. Yo no soy un intrigante, yo… sólo trato de mostrar a los intrigantes cuán realmente insignificantes son sus intentos de controlar las cosas (…). Yo soy un agente del caos”.
En su penetrante análisis de la película, el crítico Trevor Lynch nos indica que “el Joker es un rebelde, pero no sólo contra la moral de la modernidad (el igualitarismo de la “moral de esclavos”) , sino también contra su metafísica, contra la idea de que el mundo es, en último término, transparente a la razón, susceptible de planificación y control. Es eso que Heidegger denominaba la Gestell: un término que connota clasificación y disponibilidad, el mundo como una librería bien numerada, catalogada. El “Ser” del hombre moderno es por tanto el vivir clasificado, etiquetado, archivado. (…) Heidegger contemplaba a ese mundo como un infierno inhumano, y el Joker está de acuerdo”.[12]
Vivimos en la época del big data y de la siliconización del mundo. Vivimos en la era del Gestell globalizador: un pensamiento único para un mercado único, sin fronteras; una “gobernanza” que abarcará todo el planeta. Por eso, cada vez que algún cataclismo imprevisto le pone la zancadilla a este proyecto, se escucha la carcajada del Joker. Su figura representa la irrupción de lo trágico en el universo normalizado del “fin de la historia”.  
La risa del Joker no es la risa de Homo Festivus; ésta es una risa de bebé feliz dentro de un festivismo organizado, de un festivismo positivo (en cuanto desprovisto de toda negatividad), de una “sana alegría”, una alegría respetuosa, respetable. “¡Respetad la alegría!” exclamaba hace años un político francés (“¿y porqué habría que ‘respetar la alegría’? ­–se preguntaba Phillippe Muray–; antes se respetaba la pena, el dolor, las conveniencias, las tradiciones, las leyes o el sueño de los vecinos. Ahora se pretende que ‘respetemos la alegría’).[13] Por el contrario, la risa del Joker es una risa cargada de negatividad. Por eso se confunde con tantos “noes”: los “noes” a la constitución europea, el “no” británico (Bréxit), el “no” a Hillary. A medida que la globalización siga desestructurando las sociedades occidentales, a medida que sigan aumentando la rabia y la frustración, es previsible que sigan proliferando los Jokers.
El Joker del cine es un mostruo criminal y despiadado. Pero más allá del retrato de Hollywood, su arquetipo es el de un iniciado. En la era más materialista de la historia, él es el más libre, porque sabe que hay algo peor que la muerte, y que eso es una vida sin libertad y autenticidad. El Joker es el avatar posmoderno de todas las vías contrarias a la modernidad: la vía del kshatriya, la vía del samurái, la vía del guerrero (no es casual que Julius Evola empezase su carrera como dadaísta).
En las cartas del Tarot, el Joker representa el “cero”, el borrón y cuenta nueva, la vuelta al casillero de salida.
En la novela de Umberto Eco, El nombre de la Rosa, la risa –el secreto de la Poéticade Aristóteles– se ve por fin liberada de su prisión. La novela concluye con el incendio de la Abadía, el símbolo del viejo orbe medieval. Un nuevo mundo ha de comenzar…
En la mitología germánica, el dios Loki –el Joker del panteón nórdico– precipita el Raggnarok: el crepúsculo de los dioses, la necesaria conclusión que ha de preceder a un nuevo ciclo.
Acaso sea ése el último secreto de la risa del Joker; la seguridad de que, tras la furia y el ocaso, se esconde la promesa de un eterno renacer.
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