You see, I was a debutant in another life, but
Now I seem to be scared to go outside
If comfort is a construct
I don't believe in good luck
Now that I know what's what
Clara estava observando de maneira dispersa o chão liso e branquíssimo do hospital. Sentia-se gelada por conta de toda a situação ao seu redor: o ambiente asséptico, o ar condicionado ao que parecia na menor temperatura possível, os funcionários com roupas e sapatos brancos que agiam como fantasmas ao passar apressadamente por ela, a situação de incerteza que pairava no ar. Ao seu lado, Johanna, ou melhor, sua mãe, batia um pé nervosamente. O conjunto de última coleção que vestia não parecia combinar com o ambiente, pois transparecia impecabilidade e em um hospital tudo é muito vulnerável e qualquer coisa pode acontecer em questão de segundos.
Estavam em um pequeno corredor com cerca de três cadeiras, cada uma sentada em um canto, com as bolsas descansadas na cadeira do meio. Quase como duas estranhas, como muitas vezes se tratavam. Ao lado delas, havia uma porta inacessível para elas no momento que dava acesso à UTI. Seu pai estava naquele lugar há cerca de 3 dias, e pelas últimas atualizações, estava estável, mas seu quadro ainda não era totalmente esclarecido. Tinha começado com uma perda de peso ponderal há cerca de 3 meses, mas evoluiu com tosse sanguinolenta na última semana, quando decidiram levá-lo à emergência. Ele negou ajuda até o último momento, e Clara não pode deixar de pensar se aquilo não seria algo mais sério que poderia ter sido resolvido antes. Com uma ligação em tom sério, foram levadas ao hospital no meio da madrugada naquele dia.
Clara estava com a cabeça abaixada lendo uma das revistas genéricas que disponibilizavam para tornar a espera ainda mais interminável, quando ouviu o toctoc de sapatos vindo em sua direção. Tanto ela quanto a mãe levantaram as cabeças pelo que pareceu ter sido ao mesmo tempo: a médica andava até lá e, ao tentar ler sua expressão, era difícil adivinhar o que vinha a seguir. - Sra. Gallagher? - sua mãe deu um aceno de cabeça depressa e levantou-se, com Clara ao seu lado. A garota, com 21 anos à época, parecia mais nova. Sentia-se como uma criança com o pai naquele estado vulnerável. - Sou a médica responsável pelo caso do sr. Patrick. Desculpe por ligarmos a essa hora da noite para vocês, mas achei importante atualizá-las o quanto antes. É sabido que o sr. Patrick vem de um histórico de tabagismo muito longo, e isso trouxe diversas consequências para sua saúde. Após alguns exames, precisamos fazer uma biópsia há alguns dias, e ainda estamos esperando os resultados. Mas gostaríamos de comunicar algumas de nossas hipóteses, antes de qualquer coisa. Algumas patologias do pulmão, em especial câncer, ainda são muito ignoradas por médicos. Muitos deixam passar. Essa é a nossa hipótese mais forte no momento, mas queremos deixar claro que ainda não temos nada confirmado, precisamos aguardar a biópsia. No momento, sr. Patrick está medicado e está descansando, e se quiserem visitá-lo agora, serão bem-vindas - completou ela, ao ver a expressão de Johanna alterando-se cada vez mais. Clara observou a mãe, pensando que fazia um tempo desde a última vez que ela parecia tão afetada com algo relacionado ao marido. Dentro de casa, não eram grandiosos nos afetos ou palavras amorosas; porém sabia, pelo menos agora mais do que nunca, o quanto sua mãe se importava. E isso lhe deu um estranho alívio.
______
A madrugada tardou a passar. Depois da notícia, voltando à casa, a garota trancou-se em seu quarto e sentou-se à janela, olhando a rua deserta pela vista do segundo andar. Abrira uma fresta e acendera um cigarro, pois julgava, à época da suspeita de um câncer de pulmão do pai justamente por causa desse motivo, seria a melhor coisa a se fazer. Ela riu consigo. Nunca foi muito coerente em muitos de seus pensamentos, principalmente quanto ao autocuidado.
Enquanto observava um gatinho malhado andando solitário combinando com a paisagem desértica da vizinhança, Clara ainda não sabia que, sim, o diagnóstico de câncer de pulmão se confirmaria, que seu pai passaria alguns meses em tratamento contínuo e conflitante, mas que conseguiria ainda ficar mais alguns anos com elas. Ela também nem imaginava que sua mãe se fecharia ainda mais conforme o tratamento do pai ficava mais sério, e mesmo após a melhora, não voltaria a se reabrir. Com poucos meses após a estabilização do quadro, Clara se mudaria para Londres, numa tentativa de reconstruir sua visão de mundo em outro lugar.
1 note
·
View note
1. Piensa, pero no mucho.
Las cortinas de la ventana estaban entreabiertas, la luz se coló y fue a parar directamente al rostro dormido de Grey, quién comenzó a arrugar la cara, molesto por la intensidad del sol.
Entreabrió los ojos, luego, le dio la espalda a la luz e intentó seguir durmiendo.
Segundos después, un toctoc en la puerta lo interrumpió.
—¡Joven Grey!
Reconoció la voz de inmediato; fue María, una de las sirvientas del palacio que diariamente llamaba por su puerta para despertarlo.
Contrario a lo que podría aparentar, Grey era una persona madrugadora, acostumbrado a una rutina estricta donde la mayor parte del día entrenaba diversas disciplinas físicas y una que otra teoría relacionada al protocolo de la realeza. De más está decir que hoy no fue uno de esos días, Grey se hundió más entre las almohadas, deseando que lo dejaran dormir un rato más.
—¡Despierte!
Otro silencio prolongado, la sirvienta insistió con sus golpes.
—¡El desayuno está listo!
Otro silencio, esta vez para María fue extraño, cuando ella mencionaba el desayuno -su carta maestra para levantarlo de la cama- Grey le abriría la puerta y le sonreiría alegremente, avisándole que bajaría en breve cuando estuviera bien vestido y aseado.
A María su actitud le hacía más fácil el trabajo y el chico le caía bien. Hasta ahora, el joven Grey no le había generado ningún problema. Pero tal vez la suerte se le acabó, y hoy sería su primera vez lidiando con un adolescente que no quiere abandonar la comodidad de su cama para dormir hasta el mediodía.
Bueno, su tarea era despertarlo, y aunque le cayera bien, no podía dejarlo seguir de largo. John Brown se enfadaría con ella, y ese hombre excéntrico daba miedo enojado.
Por lo tanto, la sirvienta no se rendiría; siguió golpeando la puerta, buscando una respuesta mediante amenazas que pensó lo harían levantarse de la cama de inmediato.
—¡Joven Grey, si no despierta se quedará sin desayuno!
|Tuve que dividirlo porque Tumblr no me dejo publicarlo completo :C|
1 note
·
View note
y del aire cuando pasa, por levantarte el cabello
Publicado primero en inglés, pero escrito originalmente en español. Para la Edling Week de 2022. Día 1: Viaje | Crecimiento | Costumbre.
AO3
El toctoc en la puerta dio a Ed el impulso que necesitaba para salir de la cama.
—Voy —dijo con voz ronca, restregándose los ojos con una mano y pasándose la otra por el pelo.
Al otro lado del umbral estaba Ling (y era él, sin duda, por la forma afable de sus labios y los hombros relajados). La luz de la mañana que entraba por la rendija de las cortinas le esbozaba en tonos cálidos y suaves. Ed tuvo que parpadear un segundo para aclarar la vista y apartar los pajaritos del aire.
—¿Te he despertado?
El reloj marcaba las nueve y media. Ed lo sabía bien, despierto desde las seis de la mañana, dando vueltas en la cama y luchando por que el sueño lo retomase de nuevo. Llevaba cinco meses sin dormir diez horas del tirón y había esperado que en la casa de la yaya Pinako fuera distinto, pero el sueño también le había eludido aquella primera noche.
Contestó con un bostezo:
—No. Tenía que levantarme ya de todas formas. ¿Qué pasa? —Fue entonces cuando su cerebro registró el pelo suelto y enredado sobre los hombros de Ling—. ¿Otra vez?
Ling dibujó su sonrisa de voy a tocarte los cojones hasta que me des lo que quiero y Ed soltó un gruñido largo y sufrido hacia el techo.
—Mi pelo no se va a peinar solo.
Ed tenía todavía la mirada puesta en algún punto por encima de la cabeza de Ling (era un espacio reducido entre su cabeza y el marco de la puerta, maldito sea) mientras farfullaba su protesta de todas las mañanas.
—A estas alturas ya deberías haberle cogido el tranquillo.
Ling se encogió de hombros.
—Siempre que lo toco yo acaba hecho un desastre. —Ed bajó la mirada para clavársela en la cara y alzó una ceja incrédula. Las comisuras de la sonrisa de Ling temblaron un segundo—. Me gusta más como haces tú la coleta —corrigió.
La boca de Ed llevaba seca desde que se había despertado, pero la repentina necesidad de tragar saliva que no tenía pareció darle un nuevo significado a la sequedad. Se dio la vuelta con brusquedad a rebuscar en el tocador de Winry mientras Ling se ponía cómodo en la silla del escritorio.
El hecho de no necesitar transmutar un cepillo era nuevo. La posición en la que se encontró Ed a continuación, detrás de Ling, con su cabello negro y sedoso entre los dedos, no. Tampoco era nueva la calma extraña de esos minutos, pasando el cepillo con cuidado, manos expertas —acostumbradas a trenzar todos los días— desenredando los nudos generados en la noche. Tenía la sensación de que un silencio cálido los arropaba, a pesar de la charla vespertina que solían hablar todas las mañanas («¿has dormido bien?», «bueno, desde que me separé de Al no necesito dormir tanto y la noción de lo que pueda significar me aterra, así que no, esta noche tampoco. ¿Qué tal el sofá-cama?», «he dormido en suelos más blandos, pero al menos ha sido Greed quien ha tenido que sufrirlo»).
Pasó el cepillo de la raíz a las puntas, empezando a recogerlo con la mano izquierda. Ling emitió un suspiro y un sonido profundo.
—Eh —balbuceó Ed, con el corazón de repente en el abdomen.
—No, sigue, sigue —dijo Ling—. Se siente bien.
De nuevo, la garganta de Ed echó de menos saliva que tragar. Inspiró lentamente, intentando que no le temblara, y retomó la tarea, procurando pasar el cepillo con firmeza en las zonas que hacían que Ling soltara más de aquellos suspiros involuntarios. Y procurando también no pensar por qué quería escuchar más suspiros y por qué le estaban picando tanto las mejillas.
Sabía que Ling le pedía esto cada mañana no porque no supiera peinarse, sino porque quería que Ed lo hiciera.
Bueno, salvo aquella primera vez, todavía en enero.
(Ed acababa de regresar al campamento, pila de leña en brazos, y se había encontrado a Greed refunfuñando, con las manos hundidas en un amasijo de pelo negro que estaba empezando a parecer un ovillo.
—¿Qué coño haces?
—Una coleta, ¿no lo ves?
Ed miró la zarza en que Greed parecía haber convertido su pelo y luego le miró a la cara. Alzó las cejas, una sonrisa divertida empezando a dibujársele en los labios.
—No. ¿Entiendo que no has hecho una en tu vida?
Greed bufó.
—El otro yo tenía el pelo corto. —Frunció el ceño, contemplativo—. Creo. Es igual. Fullmetal, tú sabes manejar pelo largo, te ordeno que me digas qué hacer con esto.
—¿Por qué no dejas que Ling tome el control un rato y que la haga él?
—¿De quién te crees que fue la idea de rehacerla? El principito mimado no tiene ni zorra idea tampoco. Son sus sirvientes quienes le peinan.
Ed lo miró con la boca abierta durante un segundo y, acto seguido, soltó una carcajada, corta y seca pero fuerte.
Dejó el montón de leña en el suelo y, con una palmada, utilizó parte de los palos para hacer un cepillo. Le hizo una seña a Greed para que se acercara.
—Ven, que sois los dos unos inútiles.)
A Greed le había dado grima la situación en cuanto el cepillo transmutado le había tocado la cabeza, así que le había cedido el control a Ling para que cargara él con la experiencia. Y así habían transcurrido dos o tres mañanas a la semana desde entonces, porque aunque Ed le enseñaba cómo recogerse el pelo cada vez, al día siguiente Ling insistía en que le seguía saliendo mal.
Habían empezado en enero y ahora era abril.
Le mareaba un poco pensar que esto se había convertido en algo entre ellos.
El Edward Elric de hace unos meses, el de mediados de octubre que encontró a un extranjero desmayado en un callejón, le habría enviado a tomar viento tras la segunda vez que Ling apareciera con el pelo hecho un cisco, la cinta de pelo atorada de manera imposible en un nudo.
Fracasando en ignorar la intensa presión que le empezó a apisonar el pecho al tomar el cabello negro y grueso (y tan, tan suave, mucho más suave que el suyo, que, ahora que no llevaba en una trenza diaria, parecía en un estado perpetuo de puntas abiertas), tenía que admitir que el Edward Elric que no quería tener nada que ver con el tocapelotas xingués estaba muerto y enterrado.
—Cinta —murmuró.
La conversación se había acallado tras ese primer suspiro, así que tan sólo el murmullo pareció sonar tan alto que podría haber hecho eco en el pasillo más allá de la puerta cerrada. Ling le alcanzó su cinta blanca y Ed procuró no tocarle los dedos al cogerla, puesto que temía no poder ocultar el calambre que le daría.
Le ató la coleta con rapidez y dio un paso atrás. Se aclaró la garganta como si eso fuera a hacer que la sangre le bajara de la cara.
—Ya está.
Ling se levantó y se asomó al espejo de Winry del tocador. Como si tuviese que inspeccionar los detalles del meticuloso trabajo de hacer una coleta simple.
—¿Sabes, Ed? —dijo de repente, y éste se sobresaltó, porque a estas alturas normalmente Greed ya estaría de vuelta—. Debería contratarte como peluquero imperial y así podrás dedicarte a lo que claramente naciste para hacer.
Ed soltó una risa por la nariz.
—Claro, por qué no, si pagas bien. De militar a hacer coletas hasta que me muera. El gran destino del Alquimista de Acero.
Ling se volvió con una sonrisa jovial y un sonrojo en las mejillas.
—Si eso es lo que hace falta para que te vengas conmigo a Xing, no es mal plan.
Ed parpadeó.
El corazón se le subió a la garganta.
¿Qué?
—¿Qué?
Pero Ling estaba arrugando la cara, un estremecimiento sobreviniéndole el cuerpo, y cuando abrió los ojos otra vez, fue con la expresión arrogante y divertida de Greed.
—Bueno, suficiente entretenimiento por hoy. Gracias por la coleta y tal, Elric —dijo, abriendo la puerta.
Las últimas palabras de Ling le rebotaban en el cráneo a Ed todavía, haciendo eco en su pecho como si fuera la primera vez que dijera algo así (no lo era. La oferta de trabajar para él e irse a Xing era de las primeras cosas que le había dicho, de hecho. Ling hacía esas cosas, a veces, como cuando le había pedido matrimonio a Winry así de la nada. No significaba nada, no tenía por qué significar nada, maldita sea), pero era irrelevante ahora preguntarse qué quería decir con eso, porque Ling no habría podido contestar directamente y Ed habría preferido pegarse un tiro en el pie derecho a pedirle a Greed que intercediera por él.
—Ya estabas tardando —dijo, sardónico—. Le has dado a Ling hasta cinco minutos, tanta generosidad podría matarte.
—El chico insiste. Es menos molesto si cedo. —Greed le dirigió una sonrisa ladeada que parecía querer decir que él sabía algo que Ed no.
Chasqueó la lengua y decidió ignorar el comentario.
—Cierra al salir, Greed.
—Sí, sí.
Dio un portazo, como de costumbre, exclamando algo sobre que «mañana más, pero no mejor, porque aquí nadie tiene cojones», seguramente mientras iba a la cocina a por el desayuno. Ed se pasó las manos por el cuello. Se detuvo al tocar su propia melena, suelta y probablemente hecha un desastre.
Oh, cierto. Él no se había peinado todavía.
1 note
·
View note