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elchicodelatangaroja · 2 years ago
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Relato gay. Alan: La primera vez que vi a mi padre usar tanga parte 3.
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Habían pasado ya varios años desde que comencé a idear un plan para lograr que mi padre siguiera andando solamente en tanga mientras estuviera en casa. Y para lograr eso tuve que abstenerme de seguir pidiéndole tocarle su verga y jugar con sus bolas.
Me fue muy difícil. De pequeño me seguían comiendo las ganas y la curiosidad. Por un tiempo dejé de verle y de espiarle, para en unos meses después papá me preguntó si ya no tenia curiosidad y le respondí que no. Poco a poco se fue sintiendo más en confianza conmigo. 
Papá ya dormía solamente en tanga, lo cual me fascinaba, por que los fines de semana, que eran los únicos donde podía quedarme a escondidas sin dormir para poder espiarle. En esos momentos me conformaba solamente con verle ese hermoso cuerpo semi desnudo. De ver como sus bolas estaban compactadas en esas pequeñas tangas y me fascinaba cuando en mitad de la madrugada su verga comenzaba a despertar. Me aguantaba las ganas de tocarlo. De frotar su verga y de comprimir sus bolas con mis manos. 
Cuando andaba en casa solo lo hacía con un short. Pero con el paso del tiempo, al ver que ya ni siquiera le miraba el paquete su confianza aumentó y por fin podía verle por toda la casa solamente usando sus maravillosas tangas. 
No puedo decir que sucedió lo mismo cuando entré a la secundaria. Mi libido así como mis sentimientos hacia mi padre crecían mucho más. Verlo en tanga cuando estaba en casa me calentaba mucho. Me pajeaba cada que podía. 
En tercero de secundaria le dije a mi padre que ya no quería usar boxers, que quería usar tangas, como él. Papá puso cara de sorpresa y me miró extrañado. Le dije que se veían muy cómodas y muy frescas y si por algo las usaba él de seguro eran por cómodas, por que incluso las usaba cuando iba a trabajar. Papa al ser abogado, todo el tiempo tenia que usar traje, así que debajo de esos finos trajes siempre había una diminuta tanga, negra. Los cajones de las tangas de mi padre estaban divididas en 4, las que usaba a diario en casa, las que usaba cuando hacía ejercicio, cuando nadaba o tomaba el sol y las completamente negras que usaba solamente debajo de los trajes. 
Papá me dijo que no eran apropiadas para un adolescente, que se trataban de ropa interior para adultos y que además no habría de mi talla. 
Tercié. 
No acepté un no por respuesta. Le dije que era lo que yo quería. Papá solo se quedó en silencio por unos minutos y me dijo que me daría el permiso si solamente las usaba dentro de casa y para dormir, que no debía ir al instituto con ellas ni salir a la calle. Me fue suficiente. 
—De acuerdo. Buscaré de tu talla, pero la verdad no creo conseguir. Las tangas no son para adolescentes, no son apropiadas y me metería en un lío si se enteran que las usas y más si te he dado el consentimiento. Aparte, no es una prenda que suelen usar todos los hombres, muchos las rechazan. 
—No te preocupes papá, solo las usaré en casa. Y hablando de eso… ¿Cuándo podré usarlas en todas partes?
Papá rió.
— Cuando cumplas dieciocho años y seas un hombre ante la sociedad. 
Sabía a lo que se refería. Había buscado en internet y encontré que los gay eran los que más las usaban por tema de fetiche entre otras cosas y que a algunos heteros les gustaba el morbo de usarlas. No sabía con exactitud cuál era el caso de papá. 
No sabía si mi padre era gay. Pero en ese entonces pensaba que no lo era. Por qué veía porno hetero todas las noches y se daba sus buenas pajas. Lo sabía por que varias veces lo espié y veía cómo se mataba a pajasos al ver como se la metían a esas mujeres. 
Papá jamás me hablaba de mujeres que le interesaban. Una vez le pregunté si alguna vez tendría una mamá a lo que él respondió que no sabía, que no le gustaban los compromisos, pero si yo quería una haría lo posible, pero respondí que no, que quería que solo fuéramos él y yo si se pudiera, solo respondió que el tiempo lo diría. 
— Espérame aquí. Buscaré una tanga que se pueda acoplar un poco a tu cuerpo.
— No creo que tengas una, mírate, eres enorme.
Papá rió.
— Veré.
Me dijo y subió las escaleras. No le hice caso, lo seguí después de un rato. 
Papá estaba buscando en sus cajones, sacaba una, luego la examinaba y luego volvía a meterla en el cajón, fue así por un buen tiempo, hasta que se quedó pensativo y caminó hacia su armario, lo abrió y sacó una caja del fondo, pude notar que había más cajas. Tenía una pequeña cerradura. La abrió y comenzó a buscar dentro. Sacó varias tangas de diferentes texturas y colores y eran más diminutas aún que las que él usaba, imaginé cómo sería verlo usándolas, de seguro sus enormes bolas estarían muy comprimidas y eso me gustaba. Tomó una color celeste y luego metió las demás a la caja, la cerró y luego la metió dentro del armario. 
Bajé las escaleras rápidamente pero con cuidado de no hacer ruido. 
Cuando papá bajó yo fingía ver la televisión.
— Ten. 
Me dijo y luego me la arrojó. 
— Pruébate está, a ver qué tal te queda y cómo la sientes, por mientras que buscó la forma de conseguirte una de tu talla. Anda ve a tu habitación. 
Puse una enorme sonrisa y me fui directo a mi habitación. Me desvestí muy rápido. Examiné la tanga, estaba toda arrugada y compacta. Me la puse.
Me quedó algo holgada, no como se le veían a papá, pero me sirvió.
Bajé a la sala. Papá veía el programa que yo había fingido estar viendo. 
— y qué tal?
Papá dirigió la mirada hacia mi y puso ojos de sorpresa. No esperaba que bajara con ella puesta. Me examinaba con la mirada, del pecho hacia abajo y de regreso, luego se centró en mi paquete, que ni siquiera lucía, no se marcaba como a papá, con sus tangas ajustadas. 
— Se… se … se te ve … bien.
Me dijo tragando saliva de los nervios. 
— Te queda un poco grande y es la más pequeña que tengo. 
— Si. ¿Por qué no la había visto antes? ¿Por qué no la habías usado? 
Papá se puso nervioso.
— Eres muy joven para saberlo. Además a mi se me ve muy muy pequeña. 
— Son muy cómodas, ya veo por que te gustan. 
Pero papá me seguía examinando con detalle de arriba a abajo y tenía una expresión en su mirada que me gustó. 
Tosió y luego se levantó del sofá. 
— Bien, ve y cámbiate y alístate para ir a cenar. 
Pero antes de que me fuera me detuvo y me dijo que me quitara la tanga y la guardara y que usara boxers para la cena. 
— Nos vamos en una hora, yo… tengo que tomar una ducha fría.
— ¿fría? ¿Por qué ? 
Pregunté confundido.
— Por qué …. Tengo calor. 
Ambos subimos la escalera y nos fuimos a nuestras habitaciones.
Me duché, me cambié y me acosté un rato en mi cama a jugar con mi juego portátil.
En eso papá entró, aún traía el cabello mojado y solo una una de sus tangas color negro. 
— creí que ya estabas listo. 
Le dije 
— me entretuve. Me ha llamado Octavio (un amigo de mi padre) rob, su hijo se ha inscrito a prácticas de béisbol y me ha dicho que te preguntara si te interesa. 
— ¿practicar béisbol?
Puse cara de desagrado.
— si, pero veo que no te interesa. 
—no, es solo que jamás he jugado, solo me has llevado a partidos.
— Desde niño mi padre decidió que era mejor estar bien educado y adiestrarme en sus negocios que practicar algún deporte. 
Se sentó a un lado de mí.
— bebé, me siento culpable de no ser el mejor padre, un padre que te haya inculcado a practicar algún deporte, o ponerme a jugar contigo. 
— no digas eso papá. 
Dejé el juego portátil a un lado, me puse de rodillas en la cama y lo abrace por detrás.
— eres el mejor padre que se puede tener. A mí no me afecta, porque realmente no me interesan los deportes. 
— si, pero quiero que al menos lo pruebes, eso y otras cosas. Todo lo que puedas probar.
— ok, lo intentaré.
Papá me besó una mano. 
— bueno, me iré a cambiar. 
Se levantó de la cama.
— papi... 
— si?
Giró hacia mí.
— Te quiero mucho. 
Papá sonrió.
— Yo te quiero más.
Abrió los brazos y yo me arrojé a él como un niño pequeño.
Mis nalgas casi rozaban su bulto.
— ya no debería hacer esto. Ya no soy un bebé, ya tengo 13.
— para mí siempre serás mi bebé. 
Me besó la frente.  Luego me dejó suavemente en el suelo. 
— me iré a cambiar. 
La cena estuvo agradable y acepté ir a las prácticas de béisbol. 
Papá estaba contento y me gustaba verlo así. 
———Dos semanas después———
Habían pasado ya dos semanas desde que decidí meterme a entrenar béisbol. Al principio no me gustaba, pero lo hacía por papá, pero una semana después cuando me llevaron a comprar el equipo que tenía que utilizar me quedé maravillado con una prenda que era muy sexy y caliente y que además, a mi edad de 13 años me quedaba. 
Los jockstrap o suspensorios cómo también son conocidos.
Papá tenía unos cuantos pero jamás lo había visto con uno puesto, lo sabía por qué en su cajón tenía varios.
Cuando papá me llevó a comprarlos estaba muy nervioso. Le preguntaba a cada rato el por qué, pero no me decía nada.
Cuando el vendedor de la tienda deportiva le dio el jockstrap a mí padre para que me lo trajera al probador y poder medírmelo papá actuaba raro.
Papá estaba muy serio. No decía ni una palabra y no dejó que nadie se acercara. 
Abrió un poco la cortina del probador.
— ten 
Me dijo.
Me dio un paquete y dentro estaba el jockstrap blanco.
— te diré cómo se usa. 
Carraspeó. 
— Es como un traje de baño, ropa interior, etc. Es parecido a ... 
Tosió.
— como...
Se aclaró la garganta y susurró.
— como una tanga. Tus nalgas estarán descubiertas. La funda es cómoda y se acopla a tu bulto... Bueno a tus genitales. 
— ¿Lo debo usar?
Pregunté ocultando lo maravillado que estaba al poder usar una prenda así de sexy. 
— si. Verás... Tiene espacio para colocar esto. 
Me puso algo en las manos. 
— esto se llama concha y lo pondrás en tus bolas, va debajo del jockstrap, es para protegerlas.
Me parecía fascinante. Por un momento imaginé a mi padre usando uno, y me gustó. 
— póntelo y también la concha y dime si te queda.
Luego cerró la cortina. 
Me quité la ropa y examiné con detalle esa pequeña prenda. Me la puse y la sensación era riquísima. No podía usar tangas como las que usaba mi padre por qué me aseguraba que no había de mi talla, pero ahora podía usar una prenda tan caliente como los jockstrap. 
Papá se puso aún más nervioso cuando me lo vio puesto.
Cuando llegamos a casa lo primero que hice fue preguntarle.
"No quería que nadie viera a mi bebé" me dijo mientras preparábamos la cena. 
Después de una semana decidí usar el jockstrap todo el tiempo.
Me dormía solo con el jockstrap y me producía mucho morbo, dejaba la puerta entreabierta, con el fin de que papá pasara por mi habitación y me viera. Eso me calentaba mucho.
Una noche mientras jugaba con mi juego escuché ruidos en el pasillo, inmediatamente apagué el juego y me acosté bocabajo y fingí que dormirá, minutos después escuché que papá estaba afuera de mi habitación, debió quedarse viendo un rato por qué ya no escuché ruido. Pasaron aproximadamente cinco minutos y la puerta se abrió, después papá se acercó, yo estaba muy nervioso y al mismo tiempo caliente de saber que mi padre me estaba viendo las nalgas. 
Papá se acercó más pero se quedó quieto un rato. Me estaba observando. Sentí como su mano me tocó una nalga y la quitó rápidamente, después lo volvió a hacer, acariciaba despacio hasta que me dio un apretón, luego sentí como me cubría con la sábana, luego salió de la habitación y cerró la puerta. 
Papá me había tocado una nalga, fue lo mejor, no pude resistirlo más y comencé a pajearme.
———Un mes después———
Papá ya se había acostumbrado a verme en casa solamente con el jockstrap. Me miraba disimuladamente y a veces de reojo veía como se agarraba el bulto y lo frotaba, me calentaba mucho. Papá entró varias veces a mi habitación pero solo en dos ocasiones me tocó mis nalgas. Fuera de eso todo seguía normal, hasta una noche que salía de la ducha y papá me habló al acercarme a él  mi toalla se cayó al suelo y me dejó con las pelotas al aire. 
Papá puso una mirada extraña, en ese entonces no sabía que era una mirada lasciva. 
Me puse la toalla y papá se puso rojo, le pregunté que era lo que ocurría pero solo dijo que necesitaba una ducha fría.
Me fui a mi habitación a dormir.
Me desperté a las 2 am por unos ruidos. Eran unos gemidos que provenían de la habitación de mi papá.
Salí teniendo cuidado de no hacer ruido, papá tenía la puerta entreabierta.
Papá estaba desnudo, todo sudado, boca arriba e introducía algo en su verga, era como un tubo (en ese entonces no sabía que era un fleshlight) lo agarraba con una mano y básicamente se estaba masturbando. 
Papá tenía una cara de placer, gemía y gruñía. Sus enormes bolas rebotaban con cada metida de su enorme verga en el fleshlight. 
Se levantó de la cama con el fleshlight en la verga, de lo grande que la tenía y dura el fleshlight se mantuvo sin que lo estuviera sosteniendo con las manos.
Caminó hacia su armario y sacó una de las cajas que tenían seguro y de ellas sacó un trasero enorme.
Luego se fue de nuevo a la cama. Se quitó el fleshlight y pude ver ese enorme trozo de carne jugoso.
Estaba bien erecto, bien gorda y venuda y bien pelada. Mi verga comenzó a despertar. 
Vi que debajo de su almohada sacó un jockstrap mío y se lo ponía a las nalgas de plástico. Luego lo puso en la cama, empezó a nalguear las nalgotas de goma y luego le metió la verga. 
Era la escena más caliente y lujuriosa que había visto. 
Papá separó las nalgas, escupió y le metió la verga. 
Mi verga comenzó a escurrir un poco.  Papá embestía duro, gemía de placer, un placer delicioso. 
— ayyy ... ayy que rico.
Gemía.
Yo quería que me hiciera eso, papá se veía muy feliz haciéndolo y yo quería hacerlo feliz.
— bebé… bebé que rico….
No lo podía creer. Papá se estaba cojiendo ese trasero de plástico y le decía bebé.
— oooh bebé… extraño que me toques las bolas. 
Se giró dándome la espalda y luego volvió a darle duro. 
Sus bolas chocaban con las nalgas de plástico. Se veían riquísimas, rebotaban mucho, y de lo fuerte que la metía se escuchaba como chocaban y parecía que iban a explotar. 
Yo quería ser ese trasero de plástico. Quería que papá me hiciera lo mismo. 
— aaaay bebé, mi bebé....
Volvió a girarse y ahora lo veía de frente. 
La cara de placer de papá era lo máximo. 
— bebé ya no puedo más, mis bolas me van a estallar, me vengoooooooooo!
Le sacó la verga y comenzó a jalarsela y le llenó el ano con varios chorros de leche.
Le quitó mi jockstrap y luego se echó para atrás para acostarse y comenzó a olerla. 
Papá aún seguía bien erecto, con la verga bien pelada y brillosa y aún escurriendo  leche que bajaba por ese tronco grueso hasta sus bolas grandes, rojas e hinchadas por las embestidas. 
— ¿Qué estoy haciendo? 
Se dijo a sí mismo. 
—Es mi hijo, estoy fantaseando con mi bebé. ¿Cómo puedo hacerlo? Es mi bebé, si este juguete fuera mi bebé real ... .o no, no, le hubiera destrozado el ano, lo hubiera lastimado, soy una escoria. 
Dejó el jockstrap aún lado.
— pero…
Se acarició sus enormes bolas un momento hasta que se las apretó fuertemente.
— extraño que me aprietes las bolas… que digo … no.
Se lamentó.
—soy un mal padre. 
Se empezó a levantar de la cama. Yo corrí a mi habitación con el corazón palpitando. 
De rato entró. Se acercó a mí y me besó la frente y me acarició un cachete. Luego me cubrió mis nalgas expuestas con una sábana y salió de la habitación.
Sentía que mi corazón estaba a punto de salirse de mi pecho. 
A la mañana siguiente cuando bajé papá preparaba el desayuno solamente con una de sus tangas color verde.
—Buenos días.
Le dije.
Él se giró y cuando me vió me dijo — Buenos… días… 
Me miró de abajo hacia arriba y comenzó a ponerse nervioso. 
Me había puesto la tanga que me dio.
— ¿dormiste bien? — le pregunté.
Sonrió.
—si y tu bebé?
—si. Soñé que andábamos juntos en un parque—le mentí. —y que me abrazabas y me dabas un beso en la frente.
Papá entrecerró los ojos.
Bostecé.
Luego papá sonrió.
—Mi bebé quiere un abrazo y un beso?
Extendió los brazos. 
—papi... Solo te cuento lo que soñé.
— entonces no quieres?
Sonreí y me fui hacia él para abrazarlo. 
Lo abracé tan fuerte que su verga y sus bolas se aplastaron en mi pecho. Eso me gustó. Comencé a moverme lentamente y a restregar mi cara en su abdomen. papá comenzó a moverse un poco y sentí como su verga palpitaba. Me acarició el pelo y me tocó con un dedo la cabeza para que lo viera. 
Me dio un beso en la frente. 
—tienes hambre? Hice ... —sonrió — huevos... Con tocino y hay pan.
Pero hice una mueca.
— ¿Qué pasa bebé? ¿No quieres? 
Lo miré fijamente.
—Quiero leche.
Papá me miraba a los ojos. Con una mirada tierna pero mezclada con deseo. 
— ¿que? — me dijo sin dejar de verme.
— quiero leche — repetí. 
Papá aún me tenía rodeado en sus brazos. 
— leche? ... Cómo... ¿Cómo quieres la leche? ¿Con chocolate?
negué con la cabeza.
— sola.
— muy bien, la sacaré del refri.
— no, la quiero caliente.
Papá abrió más los ojos y miraba mis labios. Fue así un momento, luego sacudió la cabeza y carraspeó. Cerró los ojos y luego arrugó la frente.
— ok te calentaré leche.
Me besó la frente y me soltó. Me dio una nalgadita.
— Siéntate, yo te la llevo. 
Papá estaba poniéndose rojo y nervioso y comenzó a sudar. 
Cuando me entregó el vaso con la leche tibia me preguntó si quería pan, pero respondí que no. 
Tenía tantas ganas de probar la leche que le salía a papá, pero no podía decirle, de verdad deseaba probarla. Me imaginaba que estaba caliente y que salía de su enorme verga hacia mi boca. 
Cada que le daba un sorbo a la leche tibia y atravesaba mi garganta imaginaba que era la leche de mi padre. 
Papá me miraba con fascinación, pero al mismo tiempo se ponía nervioso y acalorado. 
Al terminar el vaso pedí otro. Papá estaba muy nervioso, la mirada que tenía era indescriptible al verme tomar la leche.
— se que no quieres lo que preparé de desayunar pero puedo hacer otra cosa bebé, también hay galletas...
— no — dije rápidamente — no tengo ganas, solo quiero leche. 
Papá se sorprendió por qué me acabé el cartón de leche. El último vaso me lo empiné todo que varias gotas me escurrían por la boca y me manché el pecho. 
Aún recordaba la escena de la noche y no sabía cómo decirle que yo también quería apretarle sus bolas con mis manos, quería que me hiciera lo que le hizo a ese trasero.
Papá me dijo que me fuera a duchar pero le dije que tenía ganas de nadar. 
— ¿Quieres que cancele todo para que la pasemos en la piscina? 
— no papá, no quiero que no vayas a tu trabajo solo por qué ...
— pero lo quiero hacer, quiero pasar tiempo con mi bebé, para eso tengo a muchos asistentes, ellos pueden solos y si no es asi los despido. 
— ¿de verdad ? ¿Te quedarás ? 
Le sonreí.
— solo hago unas llamadas. Anda vete al patio, ahorita saco las cosas para pasarnosla bien.
Me fui corriendo y entré a la piscina en un clavado. 
Anduve nadando un ratito, papá ya salía de la casa, traía una tanga de piel de serpiente muy ajustada. Traía una canasta con varias cosas y la dejó en el césped. Luego regresó para traer una hielera. 
Volvió a casa y cuando volvió a salir traía su celular y su tableta. 
— Estaré contestando unas llamadas y unos correos, solo será un rato, luego voy a ser tuyo todo el día. 
Mientras yo nadaba papá estaba con la tableta y cómo lo veía de frente su enorme bulto estaba comprimido en esa diminuta tanga queriendo salir. 
En eso se me ocurrió una idea.
Salí de la piscina y entré a una  habitación  que estaba en el patio que se usaba para dejar la ropa, también era donde papá solía hacer ejercicio, tenía muchas máquinas y pesas, fui por un aceite y por un bloqueador. Regresé a la piscina y me acerqué a papá.
— papi, tú trabajas mucho.
— Lo sé bebé pero solo será un momento.
— Lo sé, así que te voy a consentir, hoy es tu día de descanso, puedes seguir trabajando en la tableta pero te voy a consentir.
— ¿de verdad bebé? Y como harás eso ?
— Primero dejaré esto aquí, es un aceite y un bloqueador, para ir a la cocina.
Salí corriendo hacia la cocina y abrí el refrigerador y saqué varias cervezas. Las puse en una hielera y regresé con papá.
Le abrí una y se la di.
— Vaya bebé, gracias. — me sonrió.
— de nada papi, te dije que te iba a consentir. 
Papá comenzó a beberla. 
— tu relájate papi. 
Abrí el aceite, me puse detrás de él y comencé a frotarle el pecho. 
— pero que hice para que me consientas así bebé? 
— haces muchas cosas por mi todos los días papi, eres el mejor papi del mundo. 
frotaba suavemente su pecho y papá lo disfrutaba mientras seguía revisando su tableta. Pasé ambas manos sobre sus pezones y comencé a frotarlos. Papá hacía unos pequeños gemidos y cerraba sus ojos en señal de que lo estaba disfrutando. Después de un rato dejó la tableta a un lado para disfrutar del todo el masaje. 
Me coloqué a un costado y le masajeé los brazos. Luego me puse frente a él y empecé con sus piernas. Papá tenía los ojos cerrados. Yo frotaba sus piernas y veía ese maravilloso bulto comprimido en esa hermosa tanga. 
Empecé a subir más por sus piernas, le masajeaba sus muslos, papá seguía dando pequeños gemidos de satisfacción.  Empecé a subir más, a masajear sus piernas rodeando su bulto. En ese momento papá gemía más fuerte y abría poco a poco sus piernas. Se estiraba y su bulto crecía. Su verga comenzaba a palpitar, podía verlo. En eso papá dijo.
— Creo que ya es suficiente bebé. 
—ok. —dije fingiendo que no había problema. 
— ahora toca la espalda. —me dijo sonriendo. 
Se dio vuelta. Ahora tenía enfrente su hermosa espalda y sus enormes nalgas. 
Comencé a masajearle las piernas, pero esta vez no me acerqué a sus nalgas para evitar que papá dejara de masajearlo. Disfruté mucho masajeando su espalda, bajaba hasta casi sus nalgas y luego regresaba, después de un rato le dije que ya había acabado.
— no —dijo modorro, se había dormido un rato. — y las nalgas de tu padre no van a tener aceite? después no se van a broncear y se verá raro. 
— ok. —le dije ocultando mi felicidad. 
Volvió a mirar hacia el frente así que no vio la enorme sonrisa que yo tenía. Le tiré un buen chorro de aceite en cada nalga y comencé a frotar, lo hacía despacio, la verdad me tomé mi tiempo, además papá lo disfrutaba. Después de un rato masajeaba más fuerte y apretaba y papá gemía de relajación.
— bueno, ya estoy bien así. —me dijo de repente. — lávate las manos y entra a la piscina, ahí voy contigo. 
— te espero. 
— no — me dijo rápidamente — no puedo en este momento... este ahorita voy anda. 
Me lavé las manos y entré de un clavado. Papá se levantó pero hizo lo posible por que no lo viera de frente. Fue hacia las regaderas que estaban a un costado para quitarse el aceite, estaba prohibido entrar a la piscina con aceite. Yo hacía como que nadaba, papá se lavaba la cara, en eso giró hacia donde estaba yo y pude ver que traía la verga despierta, luego se dio la vuelta. Estuvo en la regadera un buen rato hasta que cerró la llave y caminó hacia la piscina. 
— ¿Quieres que meta la pelota? — me preguntó.
Le respondí que sí.  La trajo, me la arrojó y luego entró conmigo a la piscina. Jugamos un buen rato. Acabamos cansados. Papá me habló para que me acercara a él. Lo hice. 
— Ven, quiero abrazar a mi bebé. 
Me abrazó de frente. De nuevo sentía su bulto aplastado por mi pecho. 
— Yo se que ya estás creciendo y que te sigo diciendo bebé y se que en algún momento no te gustará que te abrace, por eso quiero hacerlo todo el tiempo mientras pueda.
— papi, no me importa que me digas bebé y me gusta mucho que me abraces, quiero que lo hagas todo el tiempo, aunque crezca. 
— por supuesto que si, tu siempre serás mi bebé y nada me gustaría más que seguir abrazándote. 
Duramos abrazados mucho tiempo hasta que papá me preguntó.
— ¿A dónde quieres ir a comer? ¿Quieres pizza? o …
— no —le interrumpí — quiero leche. 
Esperaba que papá entendiera la referencia. 
— bebé —susurró — tomarás leche, la que quieras, pero te pregunto que quieres comer? 
— no quiero comida, solo quiero leche, leche calientita. 
Papá me miró serio. 
— ¿Tienes algún problema? tienes miedo de no crecer? o es por el béisbol ? ¿el entrenador te ha dicho algo? 
— no papi, es solo que me gusta la leche calientita. 
— ok, lo entiendo, aunque es muy repentino. De acuerdo, tomarás toda la leche que quieras, pero debes comer... de acuerdo? 
— ok — suspiré — Papi creceré así de grande como tu.
Papá sonrió.
— si mi bebé, pero debes alimentarte bien. 
Salimos de la piscina. Yo derrotado porque mi padre no lo había entendido. 
Nos vestimos y salimos a comer. Comimos pizza y la mesera se extrañó de que le pidiera leche sola y caliente para beber. Le dijo a mi padre que tenía un buen hijo, porque la leche era sana y me ayudaría a crecer y que sus hijos siempre la rechazaban. 
Después de comer fuimos a un parque y anduvimos caminando y dándole de comer a unos patos, mientras íbamos caminando papá recibió un mensaje y después de leerlo me dijo que me tenía un regalo. Insistí en que me dijera de qué se trataba pero no lograba que me dijera, lo único que me decía era que tenía que verlo. 
Dejamos el parque y fuimos al cine y después a cenar, pero donde cenamos no tenían leche así que tuve que tomar refresco. 
Al llegar a casa estaba un paquete en la entrada. Era una caja cubierta de plástico negro. 
Papá lo agarró y entramos y me dijo que era mi regalo. Nos fuimos a la sala y papá sacó una navaja de su cinturón y comenzó a abrir la caja, cuando estaba abierta me dijo que viera de qué se trataba. 
Eran varios paquetes y dentro había algo de tela. En los empaques decía "Little boys sluts".
En ese entonces no sabía qué significaba y le pregunté a papá. Se puso muy nervioso y rojo y solo me dijo que quería decir ropa para adolescentes. 
Abrí un paquete y mi sorpresa fue ver que era una tanga, una tanga muy chica.
— Son tus tangas bebé, te las pude conseguir. 
Me alegré mucho y lo abracé y le bese un cachete y le agradecí mucho.  Me recordó que solo podía usarlas dentro de casa. Yo estaba fascinado, porque eran muchas y de varios colores. Debajo de todos los paquetes había una imagen de un chico como de mi edad, estaba de rodillas en una cama y traía una tanga negra con una mirada provocativa. 
— mira papi, un chico como yo trae puesta una tanga.
Papá al verlo comenzó a toser.
— em ... si bebé... em porque no vas y.... am ...y te pruebas una para ver si te queda.
Salí corriendo hacia mi habitación. Me desvestí y me la puse. Me quedaba muy bien, ajustada así como las usaba mi papá. 
Papá entró a la habitación con la caja y me miró sorprendido.
— mira papi, me queda muy bien. 
— amm sii... —me miraba del pecho hacia abajo y de regreso, se mojó los labios y sonrió — si bebé.... te... te queda bien. Guardas las demás yo... yo necesito una ducha fría bebé. 
— te gustan mucho las duchas frías verdad papi?
— si... no... digo em... si a veces las necesito. Guárdalas y prepárate para dormir. 
Salió de la habitación, yo guardé las tangas en un cajón cuando terminé papá entró de nuevo, traía una tanga amarilla y el cabello lo traía peinado hacia atrás pero aun estaba mojado.  
— Listo bebé a dormir.
Me vio por un momento que seguía con la tanga puesta. 
— ¿dormirás con la tanga puesta? 
— si papi, es muy cómoda. 
— De acuerdo ya métete a la cama. 
Una vez que estaba acostado le dije.
— Papi, quiero lechita calientita para dormir bien. 
Papá seguía mirándome de una forma que aun no podía descifrar. 
— yo —dijo y luego se miró el bulto — yo... —dejó de ver su bulto y me miró fijamente— yo te la traigo. 
Salió de la habitación. Papá de nuevo no había entendido. Cuando regresó me dio un vaso muy grande, comencé a beberla, de nuevo imaginando que era la leche de mi papá entrando por mi garganta. De vez en cuando lo veía y tenía esa mirada, una mirada de lujuria, de morbo. Cuando terminé de tomar, le di el vaso, me besó la frente y me deseó buenas noches y salió de la habitación. 
fingí que dormía. jugué con mi juego portátil y después de una hora salí de la cama con cuidado para ver si papá estaba en su habitación, pero no estaba desnudo ni haciéndole cosas a las nalgas de plástico. La tele estaba encendida, papá dormía boca arriba, tenía una erección que estaba comprimida en esa diminuta tanga. Como no podía tocarlo solo quedé mirándolo por un buen rato hasta que me dio sueño y me fui a dormir. 
---------- 3 semanas después ----------
Habían pasado tres semanas desde que mi papá me había dado mis tangas. Las usaba a diario estando en casa, los dos andábamos con mucha naturalidad. Pero cosas interesantes pasaron durante la noche. Papá seguía dándole placer a unas nalgas de plástico en lugar que a mi. Pero todo cambió un día que en clase de biología tocaron el tema de la sexualidad. Ahí descubrí que lo que le llamaba leche a lo que le salía a papá de su verga era semen y que con el semen se hacían bebés. Y que se producía desde tal edad, pero a mi no me salía nada aún. 
Cuando llegué a casa armé un plan, un plan para que papá me pudiera dar de su semen, de su leche, tenía muchas ganas, demasiadas, ya no podía más, la leche que tomaba para imaginarme la de mi papá no era suficiente.
Ese día era sábado. Papá me dijo que si quería ir a comer a un pueblo cerca de donde vivíamos. El viaje duró dos horas. Comimos muy a gusto y anduvimos haciendo muchas actividades. Papá se había preparado con varios termos con mi leche, tenía una mochila llena, como si fuera una pañalera, por que la leche que consumía no me era suficiente. 
De regreso a casa estaba anocheciendo. En el trayecto me acabé la última botella de leche. 
— Necesito comprarte más leche bebé, ya no tienes. 
— ok — le dije sin tener ningún problema.
— Me gusta darte leche bebé... bueno, comprartela. Me hace sentir como si tuviera un bebé muy pequeño y que estás tomando tus biberones. 
— te gusta que tomé leche papi? 
— si bebé es lo mínimo que puedo hacer por que no puedo darte ... digo... es buena la leche, te va a ayudar en tus huesos, pero necesito llevarte al médico, para ver si no te hará daño tanta leche. 
Le dije que no pasaría nada, que todo estaba bien. 
Ya no podía más, necesitaba seguir insinuándome, hacer algo para que papá entendiera que deseaba de su semen. 
— un amigo dice que los hombres hacemos leche.    
Papá frenó de golpe y me asusté.
— que? — me miró con sorpresa.
— dije algo malo? — me asusté.
— que fue lo que dijiste?
— que un amigo dijo que los hombres... hacemos leche.
— quien te dijo eso? cual amigo? y por que te lo dijo? 
Papá estaba muy serio.
— David y me dijo por que en clase de biología nos hablaron sobre eso y me dijo que a nosotros los hombres tambien nos sale leche. 
Papá seguía sorprendido. Se llevó una mano a la cara y se froto haciendo un gesto. 
— quiero — me miró muy serio — que a partir de ahora, cualquier duda que tengas respecto a eso y a otras cosas me las preguntes a mi bebé, a nadie más solo a mi. Ya llegó el momento de empezar ha hablarte sobre todo eso. 
— entonces si nos sale...
— es semen bebé, supongo que en tu clase sabes para que sirve y como es que sale.
— si —le dije — por el pene. Pero por que sale? 
— cuando tienes sexo llegas .... am en un momento de éxtasis ... am y sale. Bebé dame tiempo de explicarte esto, pero no aquí en el coche, cuando lleguemos a casa. 
En el transcurso de lo que restó del viaje hablamos de otras cosas. Al llegar a casa papá me explicó con mas calma y a mas detalle. 
Me pidió que me fuera a dormir, de rato me llevó el vaso del leche calientita y me besó la frente.  Ya no podía más. Me armé de valor.
— Papi... quiero que me des leche...
Papá abrió los ojos sorpresivamente.
— pero ya te la tomaste to...
— no, papi, quiero que me des de tu leche.
— que? bebé no... que? — me miraba consternado.
— papi por favor, la leche que tomo no es lo mismo, no es lo que quiero, quiero que me des de tu leche, por favor papi...
— no! bebé no...
— Papi por que no? que tiene de malo? papi dame de tu leche papi, por favor...
—No bebé que cosas dices, para ya...
— Papi — me levanté de la cama — papi por favor, poquita, quiero de tu leche, por favor.
Le agarré el bulto que escondía su tanga roja.  
— bebé no... 
Comencé a acariciar y a apretar.
— bebé no, bebé no basta... —comenzó a gemir.
Apreté fuertemente.
— Alan basta! —dijo enojado.
Le dejé de agarrar y las lágrimas me salieron rápidamente. Comencé a llorar fuertemente. 
— bebé no, no llores bebé — intentó consolarme.
— ya no me quieres! 
— te quiero mucho! te amo mi bebé! por que dices eso? eres todo para mi!
— no es cierto papi, por que no quieres darme de tu leche, es lo que mas quiero, siempre me porto bien. — lloraba mucho.
— bebé espera, escúchame, mira... no puedo hacer eso, eres mi hijo, eso no se hace, esta mal, es algo que no se debe hacer.
— No le diré a nadie papito — sollocé — nadie se va a enterar, por favor dame de tu leche, ya me quitaste jugar con tus bolas, no sabes como sufrí todo este tiempo, ya no me quieres! quieres mas a esas nalgas de plástico a esas si les das leche y metes tu pene en ellas y les dices bebé, las quieres más! yo te quiero mucho papi y me porto siempre bien pero no me quieres igual como a esas....
— bebé no, no bebé no! — me abrazó. — no sabía que me estabas viendo, perdóname soy un mal padre. Jamás digas eso, yo te amo mi bebé hermoso, te amo mucho. 
— solo quiero eso papi, solo quiero tu leche —  decía a llanto — no es nada malo, no le diré a nadie, pero por favor papi te lo pido.
papá seguía abrazándome por un buen rato hasta que me dijo al oído. 
— esta bien bebé, te voy a dar de mi leche. —me dijo con una mezcla de dolor y tristeza. 
— de verdad papi — le miré de frente. 
— si, pero solo una vez  ... dios ... estem... ok
— que tengo que hacer papi.
— me la tengo que jalar, para que salga.
— yo te ayudo papi. 
Se levantó, me miró fijamente y comenzó a quitarse la tanga. Me dijo que me hiciera aún lado. Se acostó aún lado mío. 
— que hago papi?
— juega con mis bolas, como lo hacías antes
Yo estaba feliz. Comencé a jugar con sus bolas, las frotaba, las apretaba, papá gemía de placer y poco a poco su verga crecía. 
— espera bebé, tengo que traer algo 
Papá se levantó y salió de la habitación, de rato entró, con la verga semi erecta y traía una botella.
Era lubricante, me dijo que le pusiera mucho en las bolas y que siguiera jugando. Pasó un rato y su verga creció más.
— por que me estoy poniendo duro? — susurró — no debería ponerme duro.
Yo estaba fascinado, estaba haciendo algo que me gustaba mucho. Apretaba mucho sus bolas, las comprimía con mis manos y papá no dejaba de gemir. 
— papi tú pene está muy grande y gordo — le dije con una sonrisa. 
— si bebé es por que estoy excitado. 
Puso su mano sobre la mía, apretó su mano para que apretara más sus bolas y apretó muy fuerte. 
— en mis bolas se hace el semen o bueno la leche y las tengo bien llenas.
— si papi están muy grandes.
— pero la leche saldrá por mi verga y ya está lista, ya esta bien dura y bien caliente. 
Me dijo que le pusiera mucho lubricante en la verga. Luego me llevó mi mano hacia su verga, me la acomodó y me enseñó cómo jalársela. 
Yo estaba súper feliz, la pelaba y luego la encapuchaba de nuevo. Papá gemía.
— ay que rico bebé, se siente muy rico.
— estas feliz papi? 
— ayy si bebé me estás haciendo muy feliz.
Jalaba con fuerza y veía como sus bolas brincaban, era lo mejor. Tuve ganas de pasarle la lengua para saber a qué sabía. Lo hice.
— bebé no, no bebé con la lengua no. — decía gimiendo. 
— No te gusta papi? 
— si me gusta bebé pero … no … 
Le pasé la lengua de nuevo.
— ay bebé… — gemía.
Se la jalaba y al mismo tiempo le pasaba la lengua.
— jálame más fuerte bebé.
Lo hice y sus bolas chocaban con mi mano. 
— aaayyy bebé que ricooo bebé — gemía de mucho placer. 
Me detuvo para verme con morbo y mucha lujuria.
— abre la boquita bebé — me agarró la cabeza y me empezó a empujar hacia su verga.
Abrí la boca y poco a poco me fue entrando su enorme, gorda y caliente verga. Chupaba como si fuera una paleta. Papá gruñía y gemía de placer. 
— ya traigo las bolas bien duras bebé, ya están bien llenas, se me van a reventar. 
Me detuvo. Me pidió que me pusiera de rodillas en el suelo y que abriera la boca. Lo hice. Papá se la jalaba frente a mi con fuerza, gruñía y gemía, sus bolas rebotaban y chocaban en su mano.
— abre bien tu boquita bebé, ya tengo tu lechita bien caliente…. Hai va bebé! Hai te va mi leche ! 
Gritó al mismo tiempo que siete chorros de leche salieron disparados hacia mi boca. Me estaba atragantando con los primeros 3 chorros. Papá se acercó y me metió la verga en la boca y los demás chorros de leche caliente viajaron por mi garganta hacia mi estómago. 
Fue lo mejor que había probado. Esa leche deliciosa y caliente era la mejor que había probado. 
La tragué toda. Papá sacó su verga de mi boca y me salió una lágrima. Estaba de rodillas con semen aún en mis labios y en la cara.
Papá me vio y jadeó diciéndome.
— soy un mal padre.
Me levanté del suelo, me acosté en la cama y le hice un espacio.
— ve…. — me atragante un poco, tenia aún semen en mi garganta — ven papi…
Papá se acostó aún lado. 
Me quité el semen de mi cara y me lo metí a la boca y lo tragué. 
 — eres el mejor padre del mundo, me gustó mucho, quiero que me des leche todo el tiempo.
Me agaché y empecé a lamer su verga aún dura. Me la metí a la boca como si fuera un biberón. 
Esa noche papá me llenó el estómago de su leche cuatro veces más, hasta que quedé completamente dormido.
Continua parte 4
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allmenislands · 2 years ago
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gay-guarro · 2 years ago
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Morbo en el taxi de la oficina para mi casa, me dejaron la boca llena de leche, escúchalo y cuéntame qué tal te pareció espero cumplir tus fantasias y que explotes de placer como yo
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eldiariodelarry · 4 years ago
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Clases de Seducción, parte 32: Universidad
Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4, Parte 5, Parte 6, Parte 7, Parte 8, Parte 9, Parte 10, Parte 11, Parte 12, Parte 13, Parte 14, Parte 15, Parte 16, Parte 17, Parte 18, Parte 19, Parte 20, Parte 21, Parte 22, Parte 23, Parte 24, Parte 25, Parte 26; Parte 27, Parte 28, Parte 29, Parte 30, Parte 31.
Rubén se despertó a Las siete de la mañana, tras haber dormido casi tres horas.
La ansiedad del primer día de clases le llenó de pensamientos y nerviosismo la mente, impidiendo que pudiera conciliar el sueño con normalidad.
Al salir de la ducha, su padre ya le estaba preparando el desayuno.
—No puedes irte sin desayunar —le recordó su padre, como hacía todos los días cuando iba a clases en el liceo.
Rubén salió de su casa faltando diez minutos para las ocho de la mañana, calculando que llegaría a buena hora a su primer día de clases, que comenzaba a las ocho treinta.
Se había puesto de acuerdo con Marco de juntarse en la entrada de la universidad, y desde ahí ingresarían juntos a descubrir dónde específicamente tenían que ir.
A Rubén le costó mucho tomar locomoción, ya que todas las micros pasaban llenas a esa hora, y los micreros al notar que tenía su pase escolar en la mano, no paraban.
Marco llamó a Rubén varias veces por celular para asegurarse que iba en camino.
Cuando por fin se bajó de la micro, Rubén iba a cruzar rápidamente la calle hacia la universidad, pero escuchó la voz de Marco a su espalda.
—¡Por fin llegaste! —le dijo su amigo, tras tragar un bocado de hot dog que había comprado en la estación de servicio frente al campus—. ¿Qué?
Rubén se quedó mirando a Marco intentando aguantar la risa.
—¿Por qué estás comiendo completo? —le preguntó.
—¿Qué tiene? —preguntó Marco dándole otro mordisco al hot dog—, tenía hambre. Salí de la casa sin desayunar, pensando que llegarías temprano también, pero veo que el único responsable soy yo.
—Salí súper temprano de la casa, pero las micros no paraban —se justificó Rubén, y tomó a Marco del brazo para cruzar juntos la calle.
—Se nota que nunca has tomado micro —Marco, a diferencia de Rubén, vivía lejos del liceo, así que todas las mañanas viajaba en locomoción colectiva.
—Perdón por vivir cerca del liceo y estar obligado a irme caminando —comentó con sarcasmo Rubén.
—Revisa tus privilegios, Rubencio.
Rubén le dio un empujón amistoso a Marco, provocando que saliera de su papel de serio autoimpuesto.
—¿Quieres? —le ofreció Marco a Rubén, cuando cruzaron la entrada de la universidad—, ya me comí uno.
—No, gracias —declinó Rubén—. Mi hermano dice que me aleje de la comida chatarra en la u, porque después será lo único que comeré.
—Debe ser el alma de la fiesta tu hermano —comentó Marco, con sarcasmo.
Rubén se dio cuenta que efectivamente no tenía por qué hacerle caso a su hermano, si consideraba que se equivocaba en todo lo que decía. Miró a Marco y tomó el hot dog, que aún lo tenía extendido, y le dio un mordisco.
—Así me gusta —comentó Marco, orgulloso del momento de rebelión de Rubén.
Consultaron con el guardia de la entrada hacia donde tenían que dirigirse ellos como nuevos alumnos, y les indicó que siguieran el camino señalizado con flechas en el piso hasta llegar a una explanada, donde supuestamente recibirían mayores instrucciones.
Siguieron las instrucciones del guardia, y al llegar a la explanada, aún habían varios jóvenes conversando entre ellos, intentando averiguar hacia dónde tenían que ir.
Rubén y Marco se dieron cuenta que en un tablero aparecía un listado de las distintas carreras y la sala donde tenían que presentarse, al lado de un mapa del campus para ubicarse geográficamente.
Cuando llegaron a la sala se sentaron al fondo, y vieron que habían al menos unos treinta estudiantes, conversando en grupos y conociéndose (supuso Rubén, ya que dudaba mucho que todos se conocieran de antes).
De inmediato captaron su atención un muchacho rubio maceteado que hablaba muy fuerte con los compañeros que estaban cerca suyo, para hacerse notar. Un par de asientos a la izquierda, una muchacha de pelo corto lo miraba a ratos con desagrado.
También había un muchacho de largas rastas negras, que se le hacía llamativo a Rubén por su look, y un delgado niño que estaba sentado literalmente en un extremo del salón, completamente solo, y que por su lenguaje corporal y delicados movimientos, a Rubén le dio la impresión que podría ser gay igual que él.
A propósito de ese muchacho, Rubén notó que igualmente había varios que estaban sentados solos, en silencio, y se sintió identificado con ellos. Probablemente si no tuviera a Marco, él estaría igual.
—¿Te fijaste que hay súper pocas niñas? —le comentó Marco.
—Si —confirmó Rubén, dándose cuenta que la proporción de mujeres no superaba el treinta porciento—. Cuidado, eso si, Marco —le dijo después de unos segundos—, mira que cualquier cosa le voy a decir altiro a la Cata.
—Ay Rubencio, no lo decía por eso —Marco se mostró calmado ante las palabras de Rubén—, solo es una observación. No sería capaz de hacerle algo así a la Cata.
Rubén se quedó mirando a Marco, y sintió que efectivamente decía la verdad.
Cuando el reloj marcó las nueve de la mañana en punto, ingresó por la puerta de la sala un hombre de rostro juvenil, pero que las abundantes canas en su cabello y barba le hacían difícil a Rubén poder calcular bien su edad.
—Buenos días jóvenes —el Profesor habló con una voz tan grave que intimidó a Rubén—. Soy Armando Bolados, Doctor en Ciencias de la Ingeniería, y también seré Jefe de Carrera de ustedes.
El Profesor Bolados habló por un buen rato sobre la carrera en sí, lo importante que era para el país la industria minera, y el sinnúmero de posibilidades de campo laboral que tendrían al titularse.
—Pueden acercarse a mi oficina si tienen alguna duda, problemas o reclamos respecto a las clases o sus profesores. Yo no tengo problemas en recibirlos —concluyó, luego de indicarles dónde quedaba su oficina—. Ahora, es momento de conocernos. Usted —apuntó a la niña que estaba en el primer asiento frente a él, y le indicó que se pusiera de pie—. Cuéntenos sobre usted, su nombre, edad, de dónde viene, etcétera etcétera.
La muchacha de cabello corto se volteó hacia el salón para mirar a sus nuevos compañeros e hizo un saludo con la mano.
—Me llamo Bárbara, tengo dieciocho años, y soy de Iquique.
La muchacha sonrió con cortesía. Rubén notó que estaba sentada sola, pero a pesar de eso, no sintió que fuera tímida. Le gustaba su estilo: camisa verde a cuadros y pantalón negro.
—Cuéntanos, ¿por qué elegiste esta carrera? —le preguntó el profesor, mostrando interés.
—Porque creo que una carrera en minería es prácticamente trabajo seguro a futuro —explicó ella.
—Muy bien, muchas gracias Bárbara —Armando le sonrió amablemente, y luego apuntó al estudiante que estaba dos asientos al lado de Bárbara—. Ahora usted.
El muchacho maceteado de pelo rubio se puso de pie.
—Me llamo Álvaro, tengo diecinueve y soy de Calama —levantó el mentón a modo de saludo, demostrando que era súper extrovertido.
—¿Por qué elegiste esta carrera?
—Porque es ingeniería en minas po, a eso me dedico —respondió a modo de broma, causando la risa de algunos de los presentes.
—Muchas gracias Álvaro —le dijo el profesor, sonriendo incómodamente por el comentario del estudiante.
“Debe ser un imbécil, de seguro”, pensó Rubén.
—Ingeniería en minas —murmuró Marco, riéndose disimuladamente.
—No puedes reírte por eso —a Rubén le causó gracia que Marco se riera de esa broma tan básica.
Esperó pacientemente que sus compañeros se presentaran, mirándolos atentamente mientras lo hacían, tratando de identificar quienes se veían más simpáticos que los otros, y con quienes podría tener mejor afinidad.
Rubén notó que Marco estaba entusiasmado esperando su turno, sonriendo como un niño ante un espectáculo de circo, mientras que él estaba ansioso, le sudaban las manos y repasaba en su mente lo que diría, aunque fueran las 4 frases más simples del mundo.
Cuando el profesor apuntó en su dirección, Rubén se puso de pie con timidez e hizo un gesto de saludo con la mano
—Me llamo Rubén, tengo diecisiete y soy de aquí, de Antofa.
—¿Y por qué…?
—Ah, y quise entrar a estudiar esta carrera porque creo que está dentro de mis habilidades, los números y esas cosas —respondió rápidamente Rubén, interrumpiendo al profesor Armando, dándose cuenta que había olvidado la última parte de su presentación.
—Muy bien, Rubén, muchas gracias —le dijo el profesor con su sonrisa amable, y luego se dirigió a Marco, que ya estaba de pie, listo para presentarse—. Su turno —le indicó, sonriendo al notar el entusiasmo de Marco.
—Yo soy Marco, tengo dieciocho, y soy de acá de Antofa, igual que el Rubencio —se presentó, y saludó haciendo el símbolo de paz con los dedos.
—Cuéntanos Marco, ¿por qué decidiste estudiar con nosotros? —quiso saber el Profesor Armando.
—Porque iba a estar el Rubencio y lo necesito para aprobar todos los ramos —respondió Marco a modo de broma, causando las risas de algunos de los presentes—. Así que no lo miren mucho, porque es mío.
Rubén se sonrojó y se tapó la cara por la vergüenza.
—Bueno, asumo que ustedes se conocen de antes —concluyó el profesor.
—Si, estudiamos juntos en el liceo —confirmó Marco.
—Interesante —razonó Armando—. Bueno, espero que en el camino te cautives con esta hermosa profesión —le dijo a modo de cierre a Marco, con su habitual sonrisa, y luego continuó con el resto de estudiantes que faltaban.
Cuando terminaron todos de presentarse, el profesor Armando les entregó una hoja a cada uno, con el horario, la malla curricular y un plano de la universidad, donde se podía apreciar los salones y oficinas de interés para ellos.
—Como pueden ver en sus horarios, su primera clase la tienen mañana a las ocho treinta, así que quedan libres por hoy, para que puedan conocerse entre ustedes —anunció Armando, y tras resolver algunas dudas de los alumnos, salió del salón.
Casi de inmediato tras la partida del profesor, una de las alumnas se paró frente a todos.
Rubén recordaba que se había presentado como Constanza, de Antofagasta, había dicho que le podían decir Cony, y le había dado la impresión a Rubén que tenía mucha personalidad.
—Chiquillos, estoy pasando una hojita para que anoten su Facebook, su teléfono y su correo, y así nos comenzamos a seguir entre todos. También en la hojita está anotado un grupo de Facebook de la carrera que creé —Constanza mostró su celular con logo de manzanita, indicando que lo acababa de crear—, para que por ahí vayamos enterándonos de novedades de la U, fechas de pruebas, cambios de clases, y esas cosas. También creé un correo para el curso, y anoté la contraseña igual, para que lo abran en sus computadores o celulares y se enteren de las novedades.
—Te apuesto que es de esas personas que no te ayuda con la materia —le comentó Marco a Rubén en voz baja.
—¿Cómo puedes saber eso? —se rió Rubén.
—No sé, tincada.
Rubén se quedó pensando en las palabras de Marco, y le parecía que estaba equivocado. Constanza se veía simpática y no creía que fuera mala compañera.
Rubén y Marco anotaron sus datos en la hojita, y luego en sus cuadernos anotaron el nombre del grupo en Facebook, la dirección del correo electrónico y la contraseña.
Cuando salieron de la sala, notaron que estaban casi todos conversando en un gran grupo bajo la sombra. A Rubén le dio mucha ansiedad ver a todo el mundo conversando como si se conocieran de toda la vida.
—Vamos —le dijo Marco de repente—, socialicemos.
Marco tomó del hombro a Rubén, que se puso algo nervioso, y comenzó a caminar en dirección al grupo.
Rubén respiró hondo, y prefirió pensar que estando junto a Marco no podía irle tan mal conociendo a sus nuevos compañeros.
—¿Qué cuentan, chicos? —preguntó amistosamente Marco.
—Nada, aquí estábamos conversando —respondió sin ánimos un muchacho de marcadas ojeras, que parecía llevar varios días sin dormir. Rubén recordó que se había presentado como Ivan, de Santiago.
—Oye perro, ¿Son pololos ustedes o qué hueá? —preguntó sin filtro Álvaro, frunciendo el ceño, como si la duda no lo dejara pensar con claridad.
Rubén de inmediato se sintió intimidado por la forma en que el muchacho hizo la pregunta, dirigiéndose a un aspecto de su identidad que precisamente por causarle inseguridad y miedo, lo había reprimido tantos años.
Pensó que al haberse asumido, y estar fuera del closet con sus cercanos sería distinto, pero aún le daba cierto miedo el rechazo y la discriminación.
—¿Con el Rubencio, pololos?, No —respondió Marco, sin perder su sonrisa amistosa—. No tiene tan buen gusto como para fijarse en mi —bromeó—. ¿Por qué?, ¿estás interesado en alguno de los dos?, lamento decirte que estamos reservados.
Algunos compañeros se rieron, y Rubén se dio cuenta que, a pesar de que respondió con buena onda, Marco se había molestado por la pregunta.
—Perrito, te preguntaba porque nos pareció raro que tu razón para estudiar aquí fuera estar con él —Álvaro indicó con el mentón a Rubén—, y que le tengas un apodo.
—Ah, si, le digo Rubencio de cariño —aceptó Marco, poniendo su brazo alrededor del hombro de Rubén y pellizcándole la mejilla.
—¿Y Rubencio no habla? —preguntó Alvaro, mofándose del apodo de Rubén.
Rubén sintió un vacío en el estómago. No se sentía preparado para responder. Por alguna razón había perdido toda confianza en sí mismo y en su identidad.
—¡Ya chiquillos! —Constanza interrumpió la conversación alzando la voz mientras salía de la sala, salvando a Rubén por el momento—. Ya los tengo anotados a todos, gracias por ayudarme en esto que es tan fundamental para comenzar bien este nuevo camino, informados y coordinados como grupo.
—Te apuesto que en un par de años será presidenta del centro de alumnos —le dijo Marco al oído a Rubén, haciéndolo olvidar por unos segundos el mal rato vivido con Álvaro.
—Deja de apostar sobre nuestros compañeros —le respondió Rubén, sonriendo.
—Soy vidente, y si puedo ganar algo en el proceso, ¿por qué no apostar? —chamulló Marco.
—No eres vidente.
Constanza seguía hablando, pero Rubén estaba casi seguro que ya nadie la escuchaba.
—Todos podemos ser videntes si nos lo proponemos —declaró Marco, convencido—. Por ejemplo, te apuesto que le vas a sacar la chucha a ese hueón —le dijo en voz baja, apuntando con el mentón a Álvaro.
Rubén no pudo aguantar la risa.
—Eso es imposible —lo desestimó Rubén—. Ganas no me faltan, pero si le pego, él me mata. Es enorme.
—Bueno, si no lo haces tú, lo haré yo. El punto es que se va a ir de combo en el hocico en cualquier momento.
Marco lo dijo sin perder su voz amistosa, y sin embargo, Rubén supo que hablaba en serio.
—¿En qué estábamos? —preguntó Álvaro, una vez Constanza terminó de hablar.
—Oigan, cabros, ¿qué les parece si nos conseguimos una cancha y jugamos un partido? —propuso Ivan, con el mismo desgano de antes.
Rubén se preguntó si el muchacho sería capaz de poder jugar o se quedaría dormido en plena cancha, mientras todos los chicos asentían en acuerdo con la propuesta.
—Supongo que nos van a incluir a nosotras igual —intervino Bárbara, la muchacha de pelo corto que se presentó de las primeras en la sala.
—Obvio que pueden venir chicas, la idea es que nos afiatemos entre todos como grupo —le respondió Álvaro—. Siempre es necesaria la barra para darnos ánimo.
—¿Barra? —Bárbara levantó las cejas en señal de desagrado—. Yo no voy a hacerte barra, yo voy a jugar.
A Rubén le caía bien Bárbara.
—Yo también voy a jugar —intervino otra chica, de largo cabello castaño tomado en una coleta. Se llamaba Gabriela, y Rubén no recordaba bien si había dicho que era de Tocopilla o de Tal Tal. Con sus cautivantes ojos verdes miró con complicidad a Barbara, a través de los anteojos ópticos.
Finalmente aceptaron agendar el encuentro para el día siguiente durante la tarde, después de la clase de cálculo, la última clase del día. Constanza se ofreció a averiguar cómo conseguirse la cancha.
Rubén no estaba muy entusiasmado con la dinámica que se les había ocurrido para conocerse mejor, pero iba a asistir de igual forma, para no aislarse.
—¿Es obligatorio que juegue mañana? —preguntó Rubén a Marco, como si fuera una actividad de la universidad.
Los muchachos estaban en la casa de Rubén, comiendo un tazón de cereal con leche.
—No es obligatorio Rubencio —se rió Marco—. Solo si quieres celebrar cuando derrotemos al Álvaro ese —agregó con desagrado—. Juega, será divertido.
—No sé —pensó Rubén, evaluando si jugaría o no—. ¿Te cayó mal el Álvaro? —le preguntó Rubén fingiendo sorpresa.
—Pésimo —confirmó, pero Rubén ya lo sabía.
—Pero te reíste cuando dijo eso de la ingeniería en minas —le recordó—, ahí supuse que serían mejores amigos.
—Me pareció ingenioso —se justificó Marco.
—Pero si es la talla más obvia y antigua del mundo —Rubén se rió por las bajas expectativas que tenía Marco.
—Bueno, a mí me pareció gracioso —Marco se echó una cucharada de cereal a la boca—. Y más encima, después pregunta si somos pololos.
—¿Te molestó que creyera que eres gay? —le preguntó Rubén, intentando no ser demasiado juicioso.
—No, Rubencio, nada que ver —Marco se puso serio y miró directamente a los ojos a Rubén—. Me molestó que, por su actitud, hiciera la pregunta como para humillarnos, ¿no lo sentiste así? —Rubén asintió—. Perdón si te ofendí cuando le respondí, traté de ser lo más respetuoso contigo.
—No, tranquilo —dijo rápidamente Rubén—. Creo que estuviste bien. Igual creo que debí haberle respondido yo, al fin y al cabo, yo sí soy gay, y estoy orgulloso de eso —razonó.
—Bueno, ya tendrás tu oportunidad de responderle. Mañana, haciéndole una falta en el partido —bromeó Marco.
Al rato cuando Marco se fue, Rubén se puso a dormir para recuperar las horas de sueño que no logró conciliar durante la noche. En la tarde fue a la casa de Roberto para entrenar con Felipe, y le contó todo sobre su primer día.
—Si necesitas que vaya a sacarle la chucha a ese tal Álvaro, me avisas —le dijo Felipe, medio en broma, medio en serio.
—No es necesario —se rió Rubén—. Ya con tus clases de defensa personal sé cómo defenderme.
—¿Qué se siente ser ya un universitario? —le preguntó Felipe.
—No sé, se siente raro. Como que no sé qué esperar. Al menos el primer día estuvo bien.
Rubén realmente no sabía como describir sus sensaciones, pero a pesar de todo el asunto con Álvaro, sentía que había sido un buen día.
Al día siguiente, Rubén y Marco llegaron juntos nuevamente, y se dieron cuenta que los hombres particularmente compartían en un gran grupo, mientras las chicas hacían lo propio aparte, junto a algunos de los chicos.
Marco llegó con toda su personalidad y saludó a cada uno de los chicos con un golpe de palma, y Rubén tuvo que hacer lo mismo.
—¿Listo para el match? —le preguntó Ivan a Marco, a modo de saludo, y a Rubén le dio la impresión que, al igual que él, le costaba conciliar el sueño en las noches.
—Siempre listo baby —respondió entusiasmado Marco.
—¿Vas a jugar tú? —le preguntó a Rubén el muchacho moreno de rastas largas,
—No, no sé —respondió torpemente Rubén.
La pregunta lo había pillado volando bajo, ya que no esperaba que alguien le preguntara directamente a él. Intentó recordar el nombre del muchacho, y estaba seguro que debería, ya que le había llamado demasiado la atención su estilo el día anterior.
—Yo tampoco sé si jugar —agregó el muchacho, riéndose por la evidente perplejidad de Rubén—. No soy muy bueno para el balón.
Rubén lo miró y supuso que sus intereses debían ir por otro lado de la línea deportiva, ya que se notaba que estaba en forma, y gracias a la musculosa lucía hombros y brazos marcados.
—Tomás —recordó Rubén el nombre del muchacho, pero sin querer lo dijo en voz alta.
—¿Qué? —preguntó el muchacho, extrañado, con una sonrisa confundida.
—Nada, nada —Rubén se ruborizó por la situación—. Estaba tratando de recordar tu nombre, de ayer cuando nos presentamos todos.
—Qué buena memoria tienes —le dijo Tomás, sonriendo. Le dio un golpecito en el brazo a modo de despedida, y luego se alejó a hablar con Bárbara y Gabriela.
“Si antes no creía que soy un bicho raro, de seguro ahora si”, pensó Rubén, avergonzado por la situación que acababa de ocurrir con Tomás.
“Ni siquiera me confirmó que ese era su nombre”.
Rubén no se dio cuenta en qué momento Marco se había acercado al grupo de las chicas para saludar, y completar así su presentación personal con todo el curso.
—¿Van a jugar? —preguntó Marco a las chicas, quienes mostraron reacciones divididas.
—Por supuesto que si —respondió de inmediato Bárbara.
—¡Esa es la actitud! —Marco alzó la mano para que Barbara la chocara—. Si te toca elegir equipo, ofrezco mis servicios.
—Lo tendré en cuenta —respondió ella de forma misteriosa.
Rubén, al igual que Marco, saludó a todos, pero con menos de la mitad de energía y carisma que su amigo.
Saludó nuevamente a Tomás, que estaba conversando con Gabriela y Lucas, el muchacho de delicados modales que el día anterior estaba completamente aislado del resto.
—Y ustedes, ¿van a jugar? —llegó Marco preguntando, inundando con su energía.
—Obvio —respondió Gabriela, acomodándose los anteojos.
—Yo no sé, no vine preparado para jugar a la pelota —respondió Lucas con su voz suave. Efectivamente vestía jeans apitillados y botines.
—Pero no importa, de seguro alguno de los chicos tendrá algún short extra —propuso Marco, buscando hacer partícipe a todos.
—Bueno, la verdad es que no quiero jugar porque no me gusta el fútbol —respondió Lucas, como si hubiese sido pillado en una mentira.
—Ah —Marco no supo qué responder, ya que no se esperaba esa respuesta.
Rubén se rió, ya que por puro prejuicio, supuso que esa sería una respuesta muy esperable de Lucas.
—No importa, igual podemos quedarnos a verlos jugar —intervino Tomás, apoyando su mano en el hombro de Lucas—. A hacerles barra, como dijo alguien por ahí.
Gabriela enroló los ojos reconociendo a quién hacía referencia.
—Si, no te sientas mal por no contar con mis evidentes habilidades deportivas en tu equipo —le dijo Lucas, con ironía, a Marco.
Al ingresar a clases, Rubén se sentó junto a Marco, y se dio cuenta que ya habían algunos grupitos formándose: Un gran grupo de chicos donde estaban Álvaro e Ivan, el grupo de chicas donde Constanza derrochaba toda su personalidad, y un grupito mixto, donde estaban Bárbara, Gabriela, Tomás y Lucas, aparte de varios compañeros más, que aún permanecían sin unirse a algún grupo.
Cuando estaban terminando la clase de cálculo, llegó un joven a hablar con la profesora y le pidió unos minutos para dirigirse al curso.
—Hola chicos, soy Mario, presidente del Centro de Estudiantes de Ingeniería en Minas —se presentó el joven, con carisma de político.
El Presidente les contó lo maravilloso que era la carrera en el ámbito social, los carretes, eventos y actividades que realizaban de forma oficial, como apadrinamiento de mechones, carrete mechón, actividades de aniversario, entre otras.
—Así que anoten en sus calendarios, el 25 de abril será el carrete mechón, en un lugar por confirmar —anunció, y luego a modo de broma bajó la voz y dijo—, para que los profesores no se enteren.
—Mario —Constanza levantó la mano y se puso de pie sin esperar que el joven dijera algo—, hicimos un grupo en Facebook, para que igual nos sigas, y si quieres nos puedes contactar por ahí para entregarnos novedades y noticias sobre las actividades y la U en general —le dijo ella, entregándole un papelito con el nombre del grupo en Facebook.
—Muy buena iniciativa… —comenzó a decir Mario, intentando recordar si la muchacha se había presentado o no.
—Constanza —confirmó ella.
—Constanza —repitió Mario—, muy buena iniciativa. Cuando llegue al PC los seguiré, y seguiré a todos, qué más da, así que acéptenme —anunció, con una sonrisa.
Cuando terminó la clase, Constanza se puso de pie nuevamente y se dirigió a sus compañeros.
—Con la Cami —apuntó a su compañera de melena rubia, que estaba sentada a su lado durante la clase— ahora vamos a buscar al encargado de la cancha para que nos la entregue. Ya hablé con él, así que nos vemos en la cancha al costado del gimnasio en quince minutos.
Cuando llegó Rubén a la cancha, estaban todos los que participarían, ya sea jugando o apoyando. Algunos de sus compañeros se restaron de participar y se fueron a sus casas (supuso Rubén), pero la gran mayoría se quedó.
Hasta último minuto Rubén no sabía si jugar o no, pero finalmente decidió hacerlo, para poder compartir ese momento con sus compañeros.
Se formaron de forma orgánica dos equipos de diez, y Rubén quedó junto a Bárbara, Gabriela, Marco, y otros compañeros a los que aún le costaba recordar sus nombres (dos chicas y cuatro chicos), mientras que en el equipo de Álvaro, también contaban con tres chicas para equiparar la cancha.
Al borde de la cancha Constanza, Camila, Tomás y Lucas miraban atentamente el encuentro.
Bárbara tomó el puesto de arquera, ya que según ella le gustaba jugar en esa posición, mientras que en el equipo contrario Ivan estaba a cargo de la portería.
Durante el juego Rubén se sorprendió con lo bien que jugaban Gabriela y Bárbara, la primera haciendo muy buenos pases e incluso marcando en una oportunidad, mientras que la portera tapó varios goles seguros.
Rubén marcó durante todo el partido a Álvaro, e incluso intentó empujarlo disimuladamente, pero su menudo cuerpo en comparación no se lo permitió.
Finalmente el partido terminó en empate a dos, cuando Constanza hizo sonar el pito dándoselas de árbitro.
—Buen juego, perrito —le dijo Álvaro a Rubén, dándole un apretón de manos y un choque de hombros a modo de saludo amistoso—. Te faltó para botarme, eso si.
Rubén simplemente se rió nervioso al saber que no había sido tan disimulado como pensaba.
—Oye eres súper buena —le comentó Rubén a Bárbara al terminar el partido.
—Lo sé —respondió ella, segura de sí misma—. Juego en un equipo de fútbol femenino en Arica. Hemos ganado torneos regionales incluso, así que algo sé —le contó orgullosa.
—¿Cómo encuentras que lo hice? —quiso saber la opinión de una experta.
—¿Quieres la verdad o la opinión suavizada? —preguntó ella, y Rubén no supo si lo decía en serio o en broma.
—La verdad —respondió Rubén, algo inseguro, provocando la risa de Bárbara.
—Estuviste bien —le dio un golpecito en el abdomen con los guantes—. Te lanzaste con todo contra el hueón gigante del Álvaro y no te achicaste. Muy bien.
—Oigan, ¿vamos a comer algo o no?, estoy muerto de hambre —preguntó de repente Tomás, llamando la atención.
—¡Y eso que ni jugaste! —le dijo Gabriela, riéndose por la audacia de Tomás.
—Sh —respondió él, poniéndose el dedo índice sobre los labios—, es por el bajón.
Finalmente, con un grupo entre los que estaba Marco, Bárbara, Gabriela, Constanza, Camila, Lucas, Tomás e Ivan, se fueron caminando hasta un local de pizzas que quedaba hacia el norte por la avenida.
Rubén después del partido, y luego yendo a comer con sus compañeros, se pudo sentir cómodo con ellos. Efectivamente sintió que la actividad sirvió para hacerlo entrar en confianza con ellos, y pudo dejar atrás toda ansiedad y nerviosismo producto de sus inseguridades. Se pudo convencer finalmente que, a pesar de la presencia de Álvaro, la universidad al parecer no sería tan difícil para él en el ámbito social.
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elchicodelatangaroja · 2 years ago
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Relatos cachondos gay en Twitter: @joeblackthong #gaymexico #gaymonterrey #gaytanga #gaygym #gay #gayregio #gaylatino #relatogay #relatoerotico #relatogayincesto #relatopornogay #relatosgay #relatoeroticogay #foryou #gaythong https://www.instagram.com/p/CnTYijMO4pc/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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relatosgaygt · 4 years ago
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25 enero 2021
FERRANTE
Tiene humor negro como yo, nos reímos a carcajadas cada vez que nos vemos, no, no es solo sexo, aunque me lleva a lo más alto del morbo cuando cogemos. Me ha traído una película en DVD, se llama "NOE".
He puesto unas cortinas en mi cuarto para que la oscuridad acampe, coloco el DVD en la computadora y la presentación inicia, tiro mis zapatos y mis calcetines, el odia que me meta a la cama con los calcetines puestos. Me recuerdo a su lado y el me jala, me recuesta sobre su pecho. Escucho el sonido de su corazón.
No puedo concentrarme en la película que arranca en la pantalla pequeña de mi pc. Coloco mi mano en su pecho y él hace que desabotone su camisa. Mi corazón se acelera. Obedezco, uno a uno los botones se desprenden de los ojales, beso sus tetillas y estas se erizan y se exhitan al instante. De un tirón me obliga a encaramarme sobre el.
Pruebo sus labios y luego voy rumbo sur por su abdomen. Su miembro viril palpita. Desabrocho su pantalón y lo beso sobre el calzoncillo, palpita sin parar, sin sacarlo, me desnudo y mi ropa vuela por los aires. Hay suficiente luz para poder ver todo. La oscuridad es tenue. Acaricio su miembro, y Ferrante jadea como oso excitado.
Saco por la cabecita de su miembro por manga y la llevo a mi boca. Sabe a hombre, su piel me encanta, huele a macho, se lo he dicho siempre que puedo, Ferrante toca sus terillas mientras saboreo su gran miembro, es tan grande que imaginarlo penetrandome me hace temblar de placer. Nuevamente escondo su pene excitado y bajo cuidadosamente su bóxer. Su pene se estrella en su ombligo y mi respiración se acelera.
Me toco, me froto el mío que ya estila. Como bebé sediento vuelvo a succionar una y otra vez. Dirijo mi mirada hacia él, sus ojos han emblanquecido. Se me zafa y salvajemente me pone en cuatro. Siento húmedo mi trasero, su saliva lo empapa, me agarro fuerte de la orilla de la cama, ahora viene el placer infinito de ser penetrado por el hombre que tanto amo.
Ángel Asdrúbal
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allmenislands · 4 years ago
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Dos amigos que salen a pasear con sus caballos por el campo y en un momento de complicidad se confiesan el uno al otro cuánto les mide el pene, para acabar disfrutándose el uno al otro... Leer Relato Gay
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marialasheras · 5 years ago
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Aquel inesperado y demoledor ataque sin precedentes, cambió el futuro del hombre para siempre.
El ser humano deberá luchar por la supervivencia, en un planeta devastado por seres de otro mundo que han diezmado la población mundial. Sin leyes ni normas, en un mundo hostil, la justicia y la libertad, cambiarán el significado que tuvieron hasta entonces.
A pesar de lo extremo de las circunstancias, la amistad sincera y el amor profundo entre nuestros protagonistas, revelarán la prevalencia de la belleza de la condición humana
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amandoazoe · 5 years ago
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¿Qué serías capaz de hacer por amor? ¿Cuál es el límite?
Una situación al borde del abismo, un plan desesperado, un final inesperado y un amor lleno de pasión eterna…
Todos tenemos, hemos tenido, tendremos o desearíamos tener una Zoe en nuestra  existencia
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elheterocurioso · 5 years ago
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Antes de ser mío
Era la fiesta de un amigo en común de los dos, cada uno llegó por separado, no nos cocinamos ni sabíamos de nuestra existencia, hasta que pusieron esa canción, la fiesta estaba en su punto, la canción fue perfecta para nuestro encuentro, entre chicas y chicos bailando te pude notar, rozando tu cuerpo, deseando que tus movimientos fueran completados por otras manos. Sostenía mi bebida en la mano, viéndote de reojo, tu cuerpo sudado y mojando esos labios, sabias que te veía, aun qué también lo sabias disimular bien, pedías a gritos que fuera a ti, esos movimientos me incitaban, hasta que por fin me separe de la bola de amigos que tenía a mi alrededor, me desaparecí y cuando sentiste te llegué por detrás, podías sentir mi respiración en tu oído, sujetando te de espaldas yo sentía tu cuerpo estremecerse, mis manos recorrían tu cuerpos, tu las dejabas tocar, parecía que nos conocíamos desde hace años atrás, más eran apenas unos minutos de cruzar miradas, no pudiste más, volteando te, me besaste sin ni siquiera pedir permiso, me deje llevar, yo también quería eso. De beso y beso, llegamos al baño, en donde la humedad ya invadía mi bóxer, te quería comer completo, quería arrancarte la ropa de un solo jalón, de tan ebrio que estaba, no recuerdo qué pasó, más estar unas horas después en tu habitación, en ropa interior, la mía tu cuerpo tu pedías polla a gritos y te la iba a dar, esos slip blancos me volvían mas que loco, ya quería estar adentro de ti, arranqué tu ropa interior y te di lo que tanto deseabas, gritabas, jadeabas, más no querías que te la sacara, arañaste mi espalda y yo dejé huella en tu cuello. A la mañana siguiente una sabana blanca ligera era lo único que ocultaba mi erección mañanera y a medio trasero era lo que tenias tú. En ese momento pensé qué esto era solo de una noche. Más no creí que se iba a volver de todos los días.
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stmac3 · 5 years ago
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10
Esa noche dormí poco pensando en lo temprano que me tenía que levantar; por supuesto también pensé en que iba a hacer si me encontraba con Pedro Pablo. Afortunadamente no sucedió ese encuentro, pero cuando llegué a la Sala de Briefing y abrí mi cardex, aparte de un par de circulares sobre procedimientos de servicio que cambiarían en unas semanas me encontré con un sobre con mi nombre. Lo giré para ver quien era el remitente, pero nada. Me lo guardé en un bolsillo de la chaqueta de mi uniforme y me fui al briefing que estaba por empezar, saqué el manual de seguridad para el briefing, saqué el sobre de mi bolsillo y estuve tentado de abrirlo ahí, pero decidí que era mejor esperar, así que lo puse dentro del manual.
El resto del día lo pasé en un Boeing 737, un avión de un solo pasillo, lleno de gente. Primero a Sao Paulo, después a Rio y de regreso. Un par de horas antes de aterrizar entramos en una zona de turbulencia, previamente avisada por el capitán, no era muy fuerte, pero si constante. Aseguramos rápidamente todo, revisamos la cabina para ver que todo el mundo estuviera sentado con su cinturón, revisamos los baños y bloqueamos las puertas de estos y nos sentamos. Antes de que empezara la turbulencia teníamos el galley trasero lleno de gente que quería agua, o jugo o cerveza o más vino; o ir al baño, o simplemente estirar las piernas y no se movían de ahí. Otros tantos tocaban el timbre de llamado a la tripulación de cabina aproximadamente cada dos minutos desde un asiento diferente para pedir una manta, algo para tomar, pregunta cuanto faltaba para llegar o por donde estábamos volando. Cuando el capitán habló por el sistema de megafonía para avisar de la turbulencia, sentí un poco de alivio porque estaba siendo bastante agobiante estar acorralado en el galley a treinta y cinco mil pies de altura. Les pedimos amablemente que volvieran a sus asientos y se aseguraran bien el cinturón de seguridad porque había pronóstico de turbulencia, en esa época del año estas eran habituales debido al calor del norte de argentina y Paraguay. Luego de unos minutos se empezó a mover más, saltaba un poco y luego bajaba abruptamente varios metros, al tiempo que se escuchaba como los motores aumentaban y disminuían alternadamente su potencia para estabilizar el avión. A los minutos de haber encendido la señal de cinturones, el capitán llamó al interfono del galley trasero para avisarnos que lo mas probable es que las condiciones se mantuvieran hasta iniciar el descenso en Santiago, así es que dicho esto, les habló nuevamente a los pasajeros para pedirles que se mantuvieran en sus asientos y que el servicio se suspendería hasta que mejoraran las condiciones climáticas. Dos horas después nos volvió a llamar para avisarnos que empezaríamos el descenso y que había probabilidad de encontrarnos mas turbulencias en el cruce de cordillera. Así que nos paramos rápido a chequear la cabina, recoger lo que hubiera quedado y terminar de asegurar todo antes de cruzar los Andes, seguía el movimiento constante, varios pasajeros iban con cara de terror, otros dormían o al menos hacían como que estaban durmiendo; no faltó el que quería algo de tomar o pararse al baño, pero no lo podíamos permitir, les dijimos que esperábamos turbulencia mas fuerte que la que habíamos tenido hasta ahora. Bastó eso para que olvidaran sus solicitudes.
A medida que nos acercábamos a la cordillera mientras atardecía, podía ver a través de las ventanillas que había bastante actividad eléctrica en las nubes, me pareció un espectáculo maravilloso. En un rato ya teníamos todo listo para volver a nuestros asientos y ajustarnos el cinturón y arnés para el cruce y descenso. Miraba por el visor de la puerta contraria a donde estaba sentado, de repente vi que este se nubló, habíamos entrado en una nube, inmediatamente el avión se empezó a sacudir un poco mas fuerte y oíamos como si cayera arena en el fuselaje. De repente se levantaron mis pies del suelo y sentí ese vacío de montaña rusa en el estómago, mientras oía gritos desde la cabina de pasajeros. Caímos varios metros, no sé cuántos, pero en unos segundos se calmó todo. Descendimos normalmente hacia el aeropuerto. Luego de aterrizar los pasajeros se bajaron felices de haber aterrizado con vida.
Llegué a mi casa muerto de cansancio, Gonzalo me estaba esperando para comer, porque Cris iba a llegar tarde de estudiar, me moría por decirle que prefería irme a dormir, pero dado el esfuerzo, acepté. Me fui a sacar el uniforme y darme una ducha rápida. Me puse unos pantalones cortos y una polera y ya estaba listo. Nos sentamos a comer con el consiguiente interrogatorio, Gonzalo se tomaba una copa de vino blanco, me ofreció, pero extrañamente no la acepté.
-Te sientes mal?-me preguntó con un tono levemente irónico.
-No, pero creo que fue un poco pesado el día.
Le conté cada detalle y con dramatización extra de la turbulencia, y el estado de los pasajeros al aterrizar. Igual exageré algunos puntos para añadirle emoción al relato, a Gonzalo le brillaban los ojos.
Cuando estábamos terminando llegó Cristian, se sentó al lado mío, vió mi copa vacía y me preguntó
-¿Puedo?
-Por supuesto-respondí
Llenó la copa de vino y me miró fijamente.
-Tienes algo que decirme? – Pregunté intrigado.
-Si - respondió cortante -  
Nos miramos mas intrigados con Gonzalo, que le dijo:
-Ya Cris, córtala con hacerte el misterioso, que Álvaro está cansado y se quiere ir a dormir.
-Ah, bueno - respondió volviendo a la normalidad – Resulta que cuando iba saliendo a la universidad un poco antes de mediodía me encontré a tu amigo Pedro Pablo hablando con el conserje. No se dio cuenta de que era yo hasta que estaba a su lado y vi como le entregaba un sobre al conserje.
En ese momento me acordé del sobre guardado en el manual, entre tanto sube y baja durante el día, y tanta turbulencia no había encontrado el momento de ver de que se trataba. Cuando me acordaba del sobre estábamos en pleno servicio, o durante una turbulencia o siendo acosado por pasajeros para darles algo de tomar. Ahora tampoco sería el momento, porque esperaría a que Cris terminara su historia.
- Que conserje era? – preguntó Gonzalo.
- Don Julio, pero sabiendo como es de copuchento, prácticamente le quité el sobre de las manos.
Gonzalo se inclinó hacia adelante en la mesa - Y que te dijo el otro? – preguntó.
-Nada, se hizo el idiota, aprovechando que le sale bien. Igual le dije a don Julio que se me había quedado algo y que tenía que devolverme, así que aprovechaba de dejarlo arriba. Así que me di media vuelta y los dejé ahí -Se levantó para ir a buscar la nota en su mochila, yo salté de la silla donde estaba a buscar mi manual, de reojo vi que Gonzalo se quedó mirándome sorprendido por la súbita reacción que tuve. Volvió en menos de cinco segundos con el sobre en la mano. Les conté de que se trataba. Cris me lo quitó de las manos y miró los dos sobres con cara de concentración.
- Son cosas distintas, no tienen la misma letra - sentenció.
- Ya, gracias Cris, gracias Gonzalo, pero me voy a dormir. Mañana les cuento de que era cada cosa.
Se quedaron mudos, cuando Cris iba a decir algo, Gonzalo lo tomó de la mano y le dijo que era mejor dejarme solo porque además de todo estaba cansado.
Me saqué la ropa y me quedé viendo los sobres que había dejado tirados en la cama. Decidí abrir uno en ese momento y el otro en la mañana. Obviamente tomé el que sabía que no era de Pedro Pablo, para no quedarme dándole vueltas a lo que fuera que dijera toda la noche, decidí que descansado podría pensar mejor. Habiendo decidido esto, abrí el otro sobre. Era de Andrea Koenig, invitándome a su cumpleaños. Apenas la había conocido, pero lo habíamos pasado muy bien juntos y me estaba invitando a su fiesta de cumpleaños. Debo reconocer que lo encontré extraño.
Me picaban los dedos por leer la otra nota, pero el cansancio y el sueño me vencían, por lo que apagué la luz y me dormí de inmediato. Cuando me desperté en la mañana la otra nota seguía donde mismo la había dejado. La curiosidad me mataba, rompí el sobre y saqué una hoja de cuaderno de su interior.
“Quiero pedirte una oportunidad para explicar las cosas. Sé que debes estar enojado conmigo, pero es lo único que te pido. Sabía cuál era tu edificio pero no me acordaba del número de departamento, me la conseguí en la oficina, espero que no te moleste. Si estás de acuerdo en darme la oportunidad, llámame y déjame un mensaje en la contestadora si es que no estoy en mi casa. Si no recibo ningún mensaje tuyo lo entenderé y no volveré a molestarte.”
Cerré la hoja de cuaderno y decidí que pensaría en el curso del día que hacer. Mientras me fui a preparar el desayuno, salí al pasillo, la puerta de Gonzalo estaba abierta. Así que asumí que estaba solo en casa. Luego de desayunar ordené la cocina, me di una ducha larga y me fui a hacer unas compras para estar de regreso en el departamento a mas tardar a las doce del mediodía, porque me esperaba una tarde de turno encerrado en casa.
Luego de llegar ordené, lavé ropa, cociné algo sencillo y dormí siesta. Alrededor de las seis de la tarde me activaron el turno para ir a Buenos Aires esa tarde, volaba de vuelta  a Santiago temprano a la mañana siguiente.
Llegamos al hotel en Recoleta cerca de las diez de la noche, todos se despidieron rápido para irse a sus habitaciones, subí rápido a la mía, me cambié de ropa y salí a recorrer el barrio. Hacía un par de años que había ido a Buenos Aires por ultima vez, pero en esa época no había salido del clóset y recuerdo haber reprimido las ganas de mirar a todos los chicos con los que me cruzaba en la calle. Ahora las cosas eran diferentes y no tenía que rendirle cuentas a nadie, aunque sentía una sensación rara, una mezcla de vértigo con un peso en el pecho cada vez que pensaba en Pedro Pablo, esta vez opté por dejarlo a un lado y disfrutar la vida. Pensé que afortunadamente había dormido siesta por la tarde, porque tenía la sensación de que esa noche iba a ser larga.
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eldiariodelarry · 5 years ago
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En Línea, parte 16: La Llamada
Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4, Parte 5, Parte 6, Parte 7, Parte 8, Parte 9, Parte 10, Parte 11, Parte 12, Parte 13, Parte 14, Parte 15
Daniel llegó a su casa sintiendo una euforia única. Generalmente cuando tenía sexo se sentía relajado y con una sensación de satisfacción casi arrogante. Pero ahora era distinto. El corazón seguía acelerado, dándole golpes en el pecho y tenía ganas de gritarle al mundo lo feliz que se sentía: oficialmente estaba pololeando, y por extraño que le pareciera cada vez que lo pensaba, era con un muchacho. Un muchacho que sin proponérselo, lo conquistó con su inocencia y carisma.
Sabía que lograr desarrollar una relación duradera con Jaime sería un desafío prácticamente imposible. Anteriormente había tenido una experiencia de pololeo a larga distancia con una compañera del liceo que se mudó de ciudad, pero en el fondo de sus pensamientos, tenía esperanzas de que podrían lograrlo. “Era más inmaduro en ese tiempo”, pensaba.
Llegó a su casa poco antes de las ocho de la mañana, e intento hacer la menor cantidad de ruido, ya que no había nadie despierta. Se dirigió a su habitación y se acostó de frente en la cama. Tomó su celular, y con un torbellino de adrenalina en su interior, abrió la opción para enviar un mensaje de texto.
“<3”
Buscó entre sus contactos a “Jaimito”, lo seleccionó y presionó enviar.
Se quedó mirando la pantalla de su celular un rato, con el mensaje que había enviado brillando en tonos verdes frente a sus ojos. Algo no estaba bien.
Buscó entre sus contactos el nombre de su ahora pololo y presionó “editar”.
“Jaimito <3”
Sonrió con satisfacción al leer el nuevo nombre de Jaime en su celular, y sintió un agradable cosquilleo en todo su cuerpo al sentir su teléfono vibrar anunciando la recepción de un mensaje de texto.
“<3<3”, decía el mensaje enviado por su pololo.
Daniel cerró la tapa de su celular, se acomodó en la cama, quedando acostado de espaldas, y presionó su teléfono móvil contra su pecho, como una forma de sentir a Jaime cerca suyo.
Repasó en su mente todo lo que había pasado durante la noche, la forma en que preparó el ambiente adecuado para recibir a Jaime; la emoción que sintió al tenerlo frente a frente, sabiendo que esa noche tomarían un paso muy importante; los nervios que sintió él, y que intentó disimularlos lo mejor posible para no demostrarlo frente a Jaime; y por sobre todo, la forma en que lograron conectar, tanto física, como sentimentalmente.
“¿Esto es hacer el amor?”, pensó. Si bien, ya había tenido relaciones sexuales con mujeres anteriormente (de forma casual o en una relación sentimental estable), realmente nunca había logrado conectar con sus parejas de la forma como lo había hecho con Jaime. Independiente de si se sentía enamorado o no de la pareja que tenía en anteriores ocasiones, en el momento del sexo, siempre lo hacía para satisfacerse sexualmente a él mismo, y sentir el máximo placer posible, y poco le importaba si su pareja disfrutaba el momento igual que él.
“Igual era más inmaduro”, se decía a sí mismo, como justificándose. Pero de todas formas, algo era claro: con Jaime sentía una conexión que nunca antes había experimentado. Para él, el sexo ya no era sobre obtener placer, ahora también quería entregarlo, hacer partícipe a su pareja de ese momento tan especial, y poder conectar genuinamente.
Daniel cerró los ojos, mientras la visión de Jaime en su mente le provocaba una sonrisa imborrable de su rostro, y antes de que pudiera evitarlo, se quedó dormido.
 Jaime llegó a su casa completamente feliz. Tenía una sonrisa soñadora plasmada en el rostro, aún sin poder creer todo lo que había pasado la noche anterior.
Sentía como si su vida había cambiado en ciento ochenta grados, pero a pesar de eso seguía siendo el mismo joven de siempre.
Había dado un paso importante en su vida, y por causa de eso sentía que su cuerpo era distinto. Estaba seguro que aún podía sentir el tacto de los labios de Daniel en los suyos, de sus manos recorriendo su piel, y de su cuerpo rozando contra el suyo.
“Estoy pololeando” pensó, aún sin creerlo. Nunca antes había pololeado, y a pesar de que sabía que mientras estuviera estudiando en la universidad tendría más libertad, y más posibilidades de conocer a otros jóvenes como él, jamás pensó que ocurriera en un plazo demasiado corto. Y mucho menos que sería ahí mismo en Liquime, incluso antes de comenzar el año académico.
Su madre entró por la puerta del patio a la cocina, cargando un canasto lleno de ropa limpia, justo cuando él cerraba con cuidado la puerta de la calle tras él.
—¿Tan temprano que llegaste? —preguntó sorprendida su madre.
—Si, es que preferí evitar llegar más tarde y quizás no alcanzar a ver a mi papá —inventó él.
—Ah —respondió secamente ella—. ¿Y esa sonrisa? —le preguntó, percatándose del evidente estado emocional de su hijo.
—¿Qué tiene que sonría? —contestó él con otra pregunta, y amplió aún más su sonrisa.
Su madre lo miró con seriedad mientras pensaba.
—Si te pillo fumando alguna cosita te voy a pegar —le advirtió con severidad, pero luego cambió el semblante—. ¿Dormiste ya?
—Si, dormí —respondió de inmediato. “Y muy bien acompañado” pensó, y no pudo disimular la sonrisa que le provocó ese pensamiento. Por suerte su madre no lo notó porque en ese momento se agachó a recoger un calcetín que se le había caído.
—Bueno. Anda a cambiarte ropa y me ayudas a preparar el desayuno —le ordenó su madre, suavizando la voz para no sonar tan mandona.
Jaime asintió y obedeció. Se fue a su pieza y comenzó a cambiarse de ropa. A pesar de que se sentía cansado, estaba tan feliz que podría preparar el desayuno cantando y bailando.
Tomó su celular al sentirlo vibrar, y vió el mensaje que le había enviado Daniel.
“<3”
Sintió su corazón latir con mayor intensidad en su pecho, y le respondió el mensaje con un doble corazón.
Se quedó sentado en la cama un momento, desnudo después de quitarse la ropa que había usado durante la noche, y recordó el momento en el que Daniel le entregó de vuelta su teléfono.
 —Casi se me olvida —le había dicho Daniel, soltando su mano y deteniéndose en medio del bosque. El canto de las aves se hacía más fuerte a medida que los rayos del sol penetraban las ramas de los árboles para iluminarlo todo.
Se quitó la mochila y buscó con la mano, sin mirar, en el fondo de la misma. Después de unos segundos encontró lo que buscaba.
—Toma —le dijo, mientras tomaba la mano de Jaime y con cuidado posó su celular en su palma, y luego le cerró los dedos para que sujetaran el aparato.
—¡Mi celu! —exclamó con alegría Jaime—. Se me había olvidado —rió con inocencia.
—Espero que no te olvides también que estamos pololeando —le dijo fingiendo timidez, y se acercó a darle un beso en la mejilla.
—Eso no se me va a olvidar nunca —respondió con sinceridad Jaime.
Daniel miró a la distancia y de repente dijo:
—Allá está la playa —y apuntó con el dedo el árbol más alejado, a unos doscientos metros de distancia.
—¿Y que tiene? —preguntó Jaime sin entender a qué se refería.
—Que después de ese árbol ya no podremos tomarnos de la mano ni besarnos —respondió Daniel, con un poco de pena en la voz.
En ese momento Jaime lo tomó de la mano y lo llevó hasta el árbol más cercano, donde apoyó a Daniel de espaldas con el tronco. Posó sus manos en la cintura de su pololo y lo besó con delicadeza.
—¿Y esto? —preguntó Daniel, sorprendido por el gesto repentino de su pololo.
—Solo quería darte un último besito antes de llegar a la playa —respondió un poco avergonzado Jaime, creyendo que había sido demasiado efusivo.
Daniel se rió, cautivado por la inocencia de su pololo, y notó la vergüenza en los ojos de Jaime. Para evitar que se sintiera mal, le rodeó la cintura con sus brazos y lo acercó hacia él para besarlo, esta vez de forma más juguetona.
Le besó el cuello y finalmente se quedaron abrazados apoyados en el árbol.
—Me gustaría que nos pudiéramos besar cuándo y dónde quisiéramos —dijo en voz baja Daniel.
—A mi igual —concordó Jaime, aunque nunca había pensado en la posibilidad de demostrar su amor en público ya que nunca antes había sentido amor recíproco con alguien.
Se quedaron abrazados en silencio, solo escuchando el canto de las aves y el sonido que hacían las hojas de los árboles al ser agitadas por el viento.
Volvieron a besarse, disfrutando cada segundo del beso, sabiendo que sería el último hasta quizás cuantas horas después. Se abrazaron con fuerza, sintiéndose mutuamente, y cuando estuvieron listos, volvieron a caminar, tomados de la mano, hacia el límite del bosque.
 Durante el desayuno, junto a sus padres, Jaime seguía sin poder ocultar su felicidad. A pesar de que no prestaba atención a nada de lo que conversaban sus padres, por estar repitiendo en su mente los momentos más importantes de las últimas doce horas, la sonrisa del rostro aún no se le borraba, y una expresión de alegre atolondrada se hacía patente en su cara.
—¡Hijo! —escuchó el grito de su padre que intentaba llamar su atención después de quién sabe cuántas veces.
—¿Si? —preguntó confundido Jaime, un poco avergonzado, pero aún con un esbozo de sonrisa en su boca.
—Que si vas a querer más pan —le preguntó su madre.
—Ah, no, estoy bien —respondió él, disimulando su ausencia.
—Parece que lo pasaste muy bien anoche —comentó su padre, con un tono de curiosidad en la voz.
—Si, estuvo entrete —dijo Jaime, intentando bajarle el perfil, aunque no pudo aguantar una sonrisa avergonzada, y deseó que sus padres no notaran su rubor.
—¿Y quienes fueron anoche? —quiso saber la madre.
—Solo estaba con el —comenzó a decir Jaime, pero luego se dio cuenta que casi responde que había estado solo con Daniel, un nombre que sus padres no conocían—… con el Rorro y la Ximena.
—¿Solo ellos? —preguntó decepcionado su padre.
—Si, solo ellos —respondió Jaime, quizás demasiado rápido como para pasar desapercibido.
—Bueno, espero que hayas usado protección si es que tuviste la oportunidad —le aconsejó su padre.
—¡Enrique! —la madre de Jaime retó a su marido—, ya te he dicho que no quiero que Jaime ande haciendo esas cosas.
—Ay, mamá —Jaime se ruborizó—. No se preocupen que no ando haciendo esas cosas, así que no se preocupen de que llegaré con nietos pronto —dijo con seriedad Jaime, esperando sonar convincente.
—Bueno, yo solo decía porque es normal que a tu edad los jóvenes comiencen a tener relaciones.
—Si, pero Jaime no es normal —intervino su madre.
—¿Cómo? —preguntó molesto el joven.
—No pues. Eres un joven bueno, libre de esos pecados —le dijo su madre, acariciándole el brazo a modo de incentivo.
Jaime no sabía como sentirse con las palabras de su madre. Por un lado estaba agradecido que lo tuviera en tan alta estima, y por otro, le daba pena que su madre pensara esas cosas, cuando la realidad era otra, al menos desde hace algunas horas.
—Por supuesto que es un joven bueno nuestro hijo, si lo criaste tu —la halagó el padre de Jaime, y el joven aprovechó el cambio de enfoque para cambiar de tema.
Al terminar de desayunar, Jaime se dirigió al living y encendió el pc, y apenas pudo conectarse a MSN, le habló a Rodrigo.
x.x.J4imith0.x.x dice: 
amigo
tengo que contarte una hueá
:D
 Supuso que por el día y la hora, un domingo en la mañana, Rodrigo se demoraría al menos un par de horas en responder, así que procedió a dejarle un mensaje a su pololo.
x.x.J4imith0.x.x dice:  
hola!
pololo
:$
cuando nos vemos?
 Cerró las ventanas de conversación y se puso a navegar en internet, sin hacer nada en particular, a decir verdad. Al rato se puso a ayudarle a su madre a preparar el almuerzo, y cuando estuvo todo listo, se sentaron a comer todos juntos, aprovechando la última vez que estarían reunidos como familia, en quizás cuánto tiempo más.
Una vez terminaron de comer, bajaron caminando todos juntos hasta el terminal, donde el padre de familia tomaría el bus que lo llevaría a su trabajo.
—Cuídate, hijo. Te amo mucho —le dijo a Jaime su padre, dándole el abrazo de despedida—. Por si acaso te dejé una caja de condones en la guantera del auto —agregó, bajando la voz para que la madre no lo oyera—. No le digas a tu mamá, para que no se enoje.
Jaime se sonrojó con el “regalo” de su padre, pero de igual forma estaba agradecido. Por lo menos ahora sabía que tenía posibilidades de darle buen uso.
Cuando el bus comenzó a echar marcha atrás para salir del terminal, Jaime le dio un abrazo a su madre al notar que tenía lágrimas en el rostro, y para darle consuelo le daba besitos en la frente.
Al volver a su casa, afuera estaba esperando Rodrigo.
—¿Qué haces acá? —preguntó sorprendido Jaime, después de que su amigo saludara amablemente a su familia.
—Te vine a ver po, dijiste que me tenías que contar algo —le explicó, con tono de curiosidad.
—Ah si —recordó Jaime, y la sonrisa al recordar la noche anterior volvió a su rostro—, vamos a caminar —lo invitó, y Rodrigo notó de inmediato que la conversación requería privacidad. Jaime le avisó a su madre que iría a dar una vuelta con su amigo y que volvería en un rato más.
Caminaron un par de cuadras hasta el límite de la población, donde había un modesto mirador que daba una vista del borde costero de la ciudad. El lugar estaba casi siempre vacío, lo que lo convertía en un lugar perfecto para hablar cosas más privadas, que podían herir susceptibilidades si es que las oía furtivamente una madre en la plaza.
—…Y ahí me pidió pololeo —le dijo finalmente Jaime a Rodrigo, después de contarle todo lo que había llevado a aquel momento.
—¡¿En Serio?! —Rodrigo quedó perplejo. No podía creer que su mejor amigo ya estuviera pololeando con otro chico a horas de enterarse que era gay—. ¿Tan rápido todo?
—Si —respondió Jaime con la sonrisa de felicidad aún en su rostro—. Igual lo conversamos, por eso mismo. Sentimos que es muy raro que todo pasara tan rápido, pero a pesar de eso, queremos aprovechar el tiempo que tenemos.
—¿Y después cuando cada uno se vaya a estudiar? —quiso saber Rodrigo.
—Vamos a seguir en contacto, por MSN o por celular —respondió confiado Jaime.
—¿O sea van a pololear a larga distancia?
—Algo así —a Jaime no le estaba gustando la forma en que Rodrigo se tomaba su noticia. Sentía que era el momento más feliz de su vida, y su amigo estaba ahí con cara de nada frente a él.
—Pero Jaime, las relaciones a distancia no funcionan —le dijo Rodrigo con la mayor delicadeza posible.
—Pensé que estarías contento por mi —dijo en voz baja Jaime, con un poco de pena.
—Y lo estoy, hermano, te lo juro. Pero encuentro que se están precipitando mucho —se acomodó para hablarle de frente a Jaime, aunque su amigo tenía la mirada pegada en el piso—. Imagínate si te empieza a gustar alguien en La Serena; o a él en Santiago. No tienen como asegurarse que van a mantenerse fieles el uno al otro.
—Pero es que yo quiero estar con él y él conmigo. No sé si alguna vez te has sentido así, o quizás yo exagero todo porque es primera vez que me pasa —le respondió Jaime, levantando la mirada—. Yo también tengo ese miedo de que después cuando esté en Santiago se olvide de mi, pero quiero creer que va a resultar porque de verdad me gusta él —volvió a bajar la mirada, con vergüenza por sentirse como una princesa de cuentos ilusionada.
—Oye —Rodrigo lo hizo levantar la mirada, presionando sus dedos hacia arriba contra el mentón de Jaime—. Yo solo quiero que seas feliz, y si eso te hace feliz, te apoyo; pero también tengo que decirte mis reparos. ¿Entendido? —Jaime asintió y Rodrigo supo que había entendido su posición—. Y ahora cuéntame, ¿qué tal estuvo?, ¿qué tal estuviste? —le preguntó, alivianando un poco el ambiente para que Jaime se relajara.
La técnica funcionó y Jaime de inmediato cambió el semblante triste a una sonrisa tímida al recordar su primera vez.
—Estuvo rico —respondió después de pensar bien sus palabras, y se sonrojó de inmediato.
Jaime le contó todo con respecto a sus sensaciones en el acto, en vez de enfocarse en las cosas que hicieron físicamente, porque pensó que mucha información podría abrumar a su amigo, y notó que Rodrigo efectivamente estaba feliz por él, contento de verlo habiendo hecho algo que lo acomplejaba desde hace mucho tiempo.
Se quedaron conversando un rato más, hasta que terminaron de hablar de la noche anterior de Jaime, y se dirigieron a su casa a seguir conversando, sobre la relación de Rodrigo con Ximena, y de otras cosas más casuales con las que no habría problemas que la mamá ni los hermanos de Jaime pudiesen escuchar.
 Daniel se despertó pasadas las tres de la tarde, producto del calor que a esa hora sofocaba su habitación, y se sorprendió al ver la hora que no haya muerto por la alta temperatura que percibía.
Se puso un short de baño y salió al living, donde su madre y su abuela conversaban alegremente después de almorzar.
—Buenas noches —lo saludó con ironía su abuela.
—¡Se dignó a despertar! —comentó su madre.
—Buenas tardes —saludó él, como si no hubiera escuchado a ninguna de las dos, y les dio un beso en la mejilla a cada una. El estómago le crujió apenas vio el pollo asado y las papas fritas que había de almuerzo. Fue a la cocina a buscar un plato y los cubiertos, y se sentó a la mesa para servirse y comer.
—¿Qué tal estuvo su noche? —le preguntó su abuela, y Daniel disimuló muy bien el nerviosismo que le produjo la interrogante.
—Entrete —respondió sin darle importancia. No sabía qué tanto le había contado su abuela a su madre sobre las cosas que le había pedido.
—¿Te juntaste con el niño que vino a la casa el otro día? —le preguntó su mamá.
—Javier se llamaba. Un guapetón —comentó la abuela Gladys.
—Se llama Jaime —la corrigió Daniel, y se sonrojó levemente al hacer contacto visual con su abuela—, y sí, con él me junté —respondió—; y con unos amigos de él —inventó, para no quedar en evidencia.
—¿En su casa? —quiso saber su mamá.
—Si —respondió, nuevamente intentando sonar desinteresado, aunque evitó a toda costa mirar a su abuela, quien sabía que al menos estaría al aire libre—. Y ustedes, ¿Cómo lo pasaron anoche? —preguntó él para cambiar de tema.
—Bien —respondió su madre—. Estuvimos aquí jugando a las cartas, y luego nos fuimos a dormir —relató sin darle mayor importancia, mientras se ponía de pie—. Voy a fumar, permiso —anunció, y salió por la puerta del patio.
Se quedaron en silencio sentados a la mesa. Daniel estaba muy incómodo, pero continuó comiendo de su plato intentando no hacer contacto visual con su abuela.
Cuando no pudo evitarlo más, notó que lo miraba con una sonrisa divertida y con los brazos cruzados en el pecho.
—¿Qué pretendes? —le preguntó de improviso, intentando sonar seria, aunque se le notaban las ganas de reírse.
—Nada —respondió de inmediato Daniel, que no pudo evitar ponerse rojo ni reírse.
—Así que estuviste toda la noche encerrado en la casa de este chico Jaime —le dijo, sabiendo que era mentira.
Daniel no respondió. Por lo general era bueno para mentir, o mejor dicho, para omitir cosas, pero sabía que no había caso insistir cuando ya había sido sorprendido en la mentira.
—Espero que te hayas cuidado. Lo digo en serio —le dijo, inclinándose levemente en la silla—. Y tu madre no es tonta, así que no le mientas tan descaradamente —le aconsejó—. Después de todo, la crié yo —le guiñó el ojo, y se puso de pie—. Con tu permiso, mijo, voy a sentarme a ver tele en el sillón.
—Vaya nomas —le respondió Daniel, confundido con las palabras de su abuela.
No sabía si se refería a que su madre sabía que andaba teniendo sexo, o a que estaba en una relación con su amigo. Dudaba que se refiriera a lo segundo, porque según él, era bastante masculino como para que se le notara algo así; aparte que ni siquiera él estaba seguro de ser completamente gay. Pero a pesar de eso, sabía que su madre estaba al tanto de que era sexualmente activo, así que quizás por esa parte, al saber que estaba ocultando la verdad, su madre podía pensar que había algo más.
Cuando terminó de comer, lavó su plato en la cocina, mientras su madre y su abuela estaban viendo televisión en el living, y luego se fue a su pieza a prender el notebook.
El MSN inició sesión automáticamente, y de inmediato apareció la alerta de que tenía mensajes pendientes por leer en el chat con Jaime. Abrió la ventana de conversación y leyó los mensajes:
x.x.J4imith0.x.x dice:  
hola!
pololo
:$
cuando nos vemos?
Una sonrisa se le dibujó de inmediato en el rostro a Daniel, y sintió un cosquilleo en la nuca al leer la palabra “pololo”. Se sentó en la silla del escritorio y respondió el mensaje.
Dany (y) dice:  
AHORA! <3
Mientras esperaba la respuesta de Jaime, se puso a navegar en internet y a chatear con sus amigos de Santiago, mientras escuchaba música.
Después de alrededor de una hora, el rectángulo en la barra de tareas donde estaba su conversación con Jaime empezó a parpadear con un color naranjo brillante.
 x.x.J4imith0.x.x dice:  
donde?
quieres venir a mi casa? :D
Dany (y) dice:              
ya po        
pero
x.x.J4imith0.x.x dice:  
te paso a buscar a tu casa
Dany (y) dice:
eso xd
:D
x.x.J4imith0.x.x dice:  
voy con el Rorro
si no te molesta
Dany (y) dice:              
no
dale nomas
los espero :D
 Se despidió de su pololo, apagó el notebok y de inmediato fue a ducharse.
Cuando estaba terminando de vestirse, escuchó un grito ahogado de su madre, que venía de la pieza de al lado. Asustado, salió rápidamente de su pieza para ver qué le pasaba.
Entró a la habitación contigua, donde estaba su madre con el teléfono celular en la mano. Ella lo miró a los ojos, y con una sonrisa de pura alegría le dijo:
—¡Me llamaron de un trabajo! —corrió a abrazar a su hijo.
Daniel se alegró mucho por su madre, quien desde que se había separado de su padre, no había podido encontrar trabajo en su área de profesión, la enfermería, la cual había dejado de ejercer hace años para dedicarse por completo a la crianza de Daniel, respaldada por la estabilidad laboral de su marido.
Tras la separación, perdió el sustento económico de su marido, así que prefirió volver a Liquime, su ciudad natal, donde pudo encontrar trabajo fácilmente como asistente administrativo de un amigo de la juventud, y además, pudo aprovechar la compañía y sabiduría de su madre, quien la ayudaba a superar su crisis familiar.
—¿Pero hoy domingo? —le preguntó extrañado Daniel, después de llenarla de besos de felicitaciones.
—Si, dijeron que una enfermera renunció ayer en la noche, y necesitaban urgente a alguien que tomara su puesto lo antes posible, así que llamaron al primer currículo que encontraron, prácticamente —respondió sin aguantar la felicidad que sentía—. Tengo muchas cosas que organizar. Los pasajes, el arriendo, todo. Mañana a más tardar nos tenemos que ir para poder estar allá el martes.
—¿Qué? —preguntó sorprendido Daniel—. ¿Tenemos?, ¿mañana?
—Si pues, mañana nos vamos en el primer bus que salga a Santiago —anunció—. Tengo que llamar al Checho para decirle que ya no podré seguir trabajando con él —agregó, hablando más consigo misma que con su hijo.
—Pero mamá, no puedo irme contigo mañana —le dijo sin pensarlo Daniel. No quería por ningún motivo irse de Liquime y dejar de ver a Jaime sin previo aviso.
—¿Por qué no puedes? —preguntó sorprendida—. Hijo, te necesito conmigo —le pidió, sin esperar respuesta—. Necesito tu ayuda.
Daniel la miró a los ojos, y bajo la alegría que proyectaba, vio el nerviosismo en su mirada. Se dio cuenta que su madre estaría demasiado preocupada por este nuevo paso en su vida laboral. Iniciar en un nuevo trabajo, volviendo después de tantos años a tu área profesional, Daniel supuso que sería algo que elevaría sus niveles de ansiedad a las nubes.
En ese momento Daniel, con el dolor de su alma, supo que tenía que acompañar a su madre. No podía dejarla sola, aunque eso significara partir de Liquime y de la compañía de Jaime.
Le dio un fuerte abrazo a su madre a modo de apoyo.
—Bueno, iré contigo —le dijo, con un nudo en la garganta.
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elchicodelatangaroja · 2 years ago
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relatosgaygt · 4 years ago
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24 enero 2021
MORBO Y PLACER
Siempre, me escribe y respondo, las conversaciones se desvían, se llenan de morbo, termino saliendo de casa a las doce de la noche, sin que mis padres se enteren, sigiloso, arranco la moto, tras empujarla apagada casi media cuadra. Mi corazón siempre va más acelerado que mi motocicleta, mi mente ya va envenenada de morbo, la ciudad duerme, mis ansias están más despiertas que nunca.
Andrés está en la puerta, esperándome, he apagado la moto una cuadra antes y llego cerca de él con la inercia. Lleva el dedo índice a su boca, me pide que guarde silencio. Caminamos de puntillas por el pasillo de su casa, su madre y si hermana duermen. Ha encerrado sus perros para que no ladren, en honor a la verdad, ya me conocen, no ladrarán, he llegado tantas veces que somos amigos.
Entro cuidadosamente en su cuarto y el cierra la puerta a sus espaldas, se desnuda frente a mi sin pronunciar palabra. Me desnudo también a prisa. Lentamente se recuesta en la cama mientras su miembro viril duerme, quiere que haga mi trabajo, que lo despierte. Beso su abdomen, luego los pelillos debado de su ombligo y su sexo me abofetea la barbilla, está excitado y yo lo sigo.
De arriba abajo, hago lo mío, mientras sus ojos emblanquecen de placer, está relajado, lo disfruta, lo siento. Dejo su sexo erecto y beso su abdomen, llego a sus tetillas y luego a su oído.
-Penetrame-
Le digo, y él sonríe con picardía. Jala como puede un preservativo y a prisa se lo pone.
-Hazlo, se que quieres-
Me dice, mientras empiezo a temblar de placer, me acomodo encima de él y lo llevo conmigo a un mundo de placer.
-Me estás cogiendo-
Susurra mientas subo y bajo por su miembro parado.
-Lo sé, sé que te gusta-
Ángel Asdrubal
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allmenislands · 4 years ago
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Si aún no habéis leído Hermanos Bajo el Arcoíris y os gustan los relatos gays o bisex, no sé a qué estáis esperando. ¡Os vais a enganchar al instante! Os dejo aquí el link https://amzn.to/3jtNYws
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marialasheras · 5 years ago
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¿Qué serías capaz de hacer por amor? ¿Cuál es el límite?
Una situación al borde del abismo, un plan desesperado, un final inesperado y un amor lleno de pasión eterna…
Todos tenemos, hemos tenido, tendremos o desearíamos tener una Zoe en nuestra  existencia
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