Tumgik
#Me Disparé
zolra333-blog · 2 months
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SAMURAÏ
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94marbel · 18 days
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Han pasado días
Yo diría
No soy de aquí.
Soy una forastera.
En la noche cuando pienso
El suspiro es estropeado
Y la manija de recuerdos
es el fulgor de ese pasado.
He pasado noches
Pensaría
Él se llevó de mí
Un pedazo de su ausencia
Su presente es presencia
En las fisuras que han dejado sus palabras
Ese talante de regalarme tal risa
Esa figura que distorsionó mis dichas.
Cual historia emborronó otra causa en mi cuaderno
Cómo duele la figura de ese látigo a mis ojos
Lo siento correr desde mi mente a mi pecho.
De una colina a un abismo.
Y el sonido del grito,
Se oye desde el mismo.
Hoy es otro día
Reflexionaría
Vomité sobre las líneas de esa alfombra tan sintónicas
Me devolvieron el asombro y las aplasté contra su propia ruina.
Te odié, lo grité, pero dentro seguías siendo mío.
Volqué unos verbos, disparé unos versos,
Te lancé contra el sepulcro de mis letras
Y continúo borrándote pero ya no puedo.
Estás ahí.
En esta noche
Sufriría.
Ahorraré para taparme de este frío
¿Cómo se tapa a un corazón herido?
No tengo abuelas para que me tejan una colcha.
¿Y cómo haría para meterme ahí dentro?
Según me han dicho el boleto es muy caro a ese tranvía.
Pero a lo mejor me serviría.
Han pasado días.
Y tú ya no estás,
Pero escribir sobre ti
me ayudaría.
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tardes-bohemias · 2 years
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Te Perdono...
Hoy no he venido aquí a decirte que se me rompió el corazón en mil pedazos y no termino de encontrarlos todos, ni vine a culparte de que la mitad de mis sueños ahora sean como los granitos de sal que quedan olvidados fuera de tu plato, no. Vine a despedirme, a dejarte lo último que me queda para por fin dejarte ir.
Las despedidas siempre me han costado un poco de trabajo, la típica frase con la que todos los finales comienzan no es suficiente para poder desprenderme de ti, sacarte de mi corazón sin hacerte daño, porque es lo más importante.
Despedirme es como si me golpearan múltiples veces en el costado para dejarme sin una palabra en la boca, se siente como si el mundo hubiera decidido plantarme en tierra seca y nunca dejarme crecer; las manos me tiemblan y apenas puedo escribir algo que sea coherente sin que tu nombre deje de retumbarme en la cabeza, sin que todos los recuerdos me atormenten por la desidia de todas tus acciones.
Maldita locura la que llevo dentro; es la que me has ocasionado por tanto cariño que te he brindado y no recibir ni una sola caricia de regreso. Sé que eres de esas personas que no necesitan alguien a su lado para ser más fuertes, y que una carta de despedida no servirá para unas rodillas ya lastimadas de tanto romper a llorar en medio de la carretera, sin un seguro de paracaídas y el vacío que probablemente dejó mi partida.
Que sé que no te dolió ni la mitad de lo que me perforó a mí, que nuestro adiós no te dejo con las costillas sangrando y con la garganta irritada; que la distancia que hoy nos grita, tú no la percibes y que a veces cambiar de rutinas es lo que a ti te parece perfecto.
No vengo a reclamarte, a reprocharte ni mucho menos a llorarte; no vengo a rogarte que regresemos a ser lo que hace mucho dejamos en el olvido, no vengo a pedirte que ahora seas la persona que siempre necesité después de un maratón de pesadillas, ni mucho menos a mendigar caricias que hace tiempo que ya pertenecen a alguien más.
Quiero que sepas que te perdono, amor. Te libero de la culpa de haberme dañado. Te absuelvo de un baile que no tiene regreso. Te eximo por completo de mis sentimientos. Te perdono y te dejo ir con todo el amor que he sentido siempre por ti, y del que estoy seguro que siempre sentiré.
Te perdono por tu ternura a cuentagotas, por las cartas que no me escribiste, los besos que no me diste, los dulces que no me regalaste. Te perdono por haberme dejado solo con todo el amor que te tuve, por haber matado las emociones que sentía en todo mi ser, por haber soplado fuerte a la última velita que me quedaba para ti. Te perdono por no dedicarme ni un solo poema aunque te lo pidiera, por creer que el verdadero amor sí existía, solo que se encontraba demasiado escondido como para que yo lo encontrara. Te perdono por las heridas que ahora me dejas, por las balas que me disparé al no encontrar la sutileza suficiente de sentirme querido. Te perdono por no dejarme ser el bailarín de todas mis canciones, por no decirme en el oído que me veo guapo con mi sonrisa de todos los días y que te encanta cuando me veo valiente, cuando enfrento mis miedos desnudo y con los pies descalzos. Te perdono por culparme de todos tus engaños, de tus mentiras a media racha, por echarme de tu cama y no de tu vida. Te perdono porque siempre nos buscaremos a tientas en otros cuerpos, o por lo menos, eso haré yo, intentaré sentir con otros labios lo que se sentía contigo.
Te perdono por la esperanza que dejaste marchar, por la dulzura que amargaste, por romper tus promesas, por el miedo y la soledad que sentiré en cuanto me dé la vuelta. Te perdono por los te quiero que estamos dejando ir, por las incontables lágrimas que ahora te lloro, por todos los escritos que hago y deshago al no hacerte justicia entre letras. Te perdono por el mensaje que nunca enviaste, por las interferencias, por las caídas, por destrozarlo todo con una palabra, por la última mirada. Te perdono por no permitirte ser mía, por guardar esperanzas rotas. Te perdono por no intentarlo, por no esforzarte, por no poner la parte de amor que te correspondía. Te perdono por entregar solo partes de amores no correspondidos. Te perdono por las mañanas en las que despertaré sin ti, por las tardes que llegarán a su fin sin que yo haya escuchado tu voz, por las cosas que ya no sucederán. Te perdono porque nunca llamaste, por ser aquello que nunca esperé que fueras, por dejarme ir sin detenerme como yo creía. Te perdono por tener una maldita sonrisa que paraliza semáforos y escandaliza miradas, por dejarme llamarte amor después de ser nosotros. Te perdono todo, mi cielo, y te dejo con todo esto que a mí me pesa,
no lo quiero conmigo. Te perdono y te dejo al fin abrir las alas para volar lejos de mí.
Te perdono y dejo que vueles en otro cielo.
Llévate todo lo que no me pertenece, déjame vacío y al final de todo, gracias.
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william-jpe · 3 months
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TE PIDO PERDÓN
Perdóname por todo el daño que te hice, de verdad, lo último que quise fue que mis palabras te hiriesen.
Perdóname por haber desconfiado de ti,por haber puesto la mano en el fuego por personas que no lo merecían y no por las tuyas. Perdóname, de verdad, por alejarme de ti cuando más me necesitabas, por no quedarme a tu lado sentada, por irme, cuando tus miedos me chillaban:
“Quédate”.
Perdóname por haber dudado de ti, por no creerte cuando me decías cuánto te estaba doliendo, por suponer que todo era mentira.
Perdóname cuando te pido de rodillas que lo hagas, estoy sobre mi ego y él también me pide que te lo diga.
Perdóname cuando de mi boca salieron más puñales que palabras bonitas, cuando te las decía y no pensaba cuánto iban a meterse entre tus costillas.
Perdóname, por no creer a esas pupilas cuando se dilataban y me decían que ardía por dentro y que no había nadie que apagase el fuego.
Perdóname por rasgarte por dentro, por hacerte llover, por ser más días nublados en el cielo, por dejarte de creer.
Perdóname por dejar tantos trenes por coger, por correr detrás de uno cuando ya era tarde, por olvidarte en cualquier estación y no volver.
Perdóname porque tuve el revólver en mis manos más de una vez y disparé, dirección tu autoestima y la acabé por romper.
Perdóname porque no te quise lo que merecías, por pensar que eras más jaula que nido cuando echaba a volar, por cortarte las alas cuando solo necesitabas que alguien te las acariciase.
Ahora que te miro a los ojos, sé cuánto daño te hice, pero te prometo qué no volveré a hacer: No volveré a rozarte la piel si no es con terciopelo, no volveré a hacerte llorar si no es de felicidad y, sobre todo, no volveré a callarme un “Te quiero”.
Ahora que te miro a esos luceros negros, te pido perdón, porque sé que me equivoqué, te pido que volvamos a creer, te lo pido mirándote fijamente en el reflejo del espejo,
de verdad, perdóname
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colaherrerar · 7 months
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Porque es tan importante todo para vos me pregunta mi Victoria Herrera de adentro que desconoce a esta Victoria Herrera
Y yo me digo “Porque es lo que siento”
Me nace en hacerlo
Lo siento del adentro
Mis sueños son lo más importante que yo tenía que cumplir
Y tengo la capacidad mental para poder contra esto y más porque así como armé el rompecabezas solita es porque soy inteligencia y me sobra y nunca dudé de que yo no sea intelectual por eso me cagaba de la risa del Celepito Coreo diciéndole que es burro cuando le gané con todas las veces que le gané cuando me tomaba el pelo en mi escuelita intert
Y porque se creen que también me cago de la risa de la Julia Rivas
Hay que tener cabeza para todas estas cosas por eso siempre gano
Y se me nota el entusiasmo que nunca tuve en la patria
El mismo entusiasmo que tienen los patrióticos conmigo es el que yo tengo con los villancicos
A mí me valía verga que se vincularan hasta era una locura de algo de enfermos todo eso de vivía rabiando por eso hasta lo vivía como un trauma de algo gravísimo para mí pero se me dió vuelta todo cuando conocí al villancico
Es increíblemente las cosas que me siguen pasando ahora en este preciso momento
Lo del congreso con mi nombre
Lo de Ottawa para mi festejo de mi cumpleaños en Norteamerica y mi sueño como Ryan Grantham y la portada de Nueva York de mi esposo de nuestro bodal
Miren como vine a disparar 1 disparo para 3 sueños en 1
Con tan sólo un lugar
3 cuadraditos de cabinas hay en Ottawa
Yo disparé así un disparo y se dividió en 3 y emboqué de ese mismo disparo en las 3 cabinitas
En Ottawa Ryan Grantham se entregó cuando pasó todo lo de su asesinato
Mató y se fue a Ottawa
Aún en Vancouver no e terminado gente
Tengo mi vuelo hoy a Ottawa pero antes tengo que dejar mis plagarías acá en Vancouver antes de subirme al avión que me va a llevar a Nueva Yorwa para mi lazo matrimonial con mi esposo Gamt
Y es pero lamentable para el Bauti Herrera que esté viendo todo este mapa que estoy diseñando para mi futuro con el villancico y aún crea que tiene chances conmigo cuando no hize esto por él pero en el nunca
Es lo único que le queda
Las chances imaginarias
Ya no le queda nada
Al Bauti Herrera ya no le dejé nada
Todo lo que hago pareciera qué hay algo que lo vincula a él pero no
Yo sé muy bien lo que hago
No hago nada para el Bauti Herrwra
No pienso en el Bauti Herrera cuando hago algo acá en Norteamerica
Todo lo que e hecho termina dirigiendose al villancico
Pareciera que es para él pero e tenido que pasar por algo percibido a él para llegar al villancico
La herrerona ya debatió ese tema de que e usado la patria para llegar al villancico por cosas que usó con los colores patrióticos
A veces me da pena que se haga la ilusión de que yo voy a volver con él o que va a tener una oportunidad conmigo cuando yo estoy haciendo cosas por otro y no por él
osea por mi novio norteamericano
Porque yo re emocionada re metida haciendo cosas para mi villancico y el Bauti Herrera creyendo qué hay una posibilidad más
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En todo rumbo se presentaba humilde en temas de tiempo lo vi en sus manos no, no cuando las mire de cerca sino cuando empuñó su espada en mi cuerpo y era tan aguda que me congelaba. le mire bien los ojos de espadachín solitario, con las balas de mi revolver calientes en su sangre, yo disparé primero, me duelen las manos
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alebrijediscordico · 2 years
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With the sudden surge of people on tumblr finding out about Goncharov (1973) after all these years, ive been waiting eagerly for someone to talk about the differences in terms of essence many of the big scenes have in the spanish dub, only to just keep waiting for Days. Like yall don't understand, is like watching a completely different movie!
An example of that is how many scenes that had this grim yet epic vibe attached to it, suddenly become melancholic and help nail deeper the tragedy aspect the whole story had.
Like that one scene in the bridge, something about the way they translated the dialogue and some very colloquial phrases from english to spanish makes me feel like this isnt just a dub but something from here. Or the market scene, you can even hear they put effort into translating some of the background chatting, which is just fucking amazing. And dont get me started on the last scene, right after the whole narrative with the time/clock reaches it peak (in both movies i lose my mind over it, you have no idea)
But, what gave me the idea for this post was this... very specific way they translated that one famous exchange near the climax, you know the one:
"Of course we're in love, that's why i tried to shoot you."
"If we really were in love you wouldn't have missed..."
It lives rent free in my head. It feels affirming, but at the same time is like Goncharov doesnt want to go near a direct "Yes, i love you". And she's in disbelief because of that.
But when we look to the spanish dub...
"Te amo, eso es obvio, por eso te disparé."
"Y aun asi, la bala perdio mi corazón, tal como tu..."
It feels... so much different. It implies Goncharov didn't just try, he shoot, with no second thought, just like the way he said he loved her. But he missed, like an opportunity to have her heart.
And yet, more than disbelief, this time she's... disappointed. Like she was fully expecting for him to not miss.
I could rant more about all of this, but there's just... So much more, and most of it is little things that you don't notice at first unless 1) you know the language and its nuances, and 2) You've also watched the original movie in its native language and picket up the themes from the narrative.
(And i also could probably talk about how brilliant was from the one's in charge of the spanish dub of sublimely sliding in the movie some of the humor found in latino/mexican movies from that period, knowing that the official dub was made around two decades after the og came out.)
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unversodenso · 1 year
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A
Arranque una flor del pasto
arruine algo hermoso
lo siento madre
lo siento en los huesos
he fallado
disparé en la oscuridad y acerté
ahora las noches pasan lento
y el aire es más pesado que el viento
no estar aquí me hace sentir mejor
estar muerto me cura
una estampida sobre mi cuerpo me cura
las drogas me curan
pero nada sana
la herida sigue sangrando
y así debe de ser , esta es mi cruz
y este poema mi plegaria
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Caminando hacia el cerro, un sendero se extendía a lo lejos, bañado por los rayos del sol que iluminaban la hierba alta y los árboles cercanos. El viento soplaba con suavidad, trayendo consigo el aroma fresco de la naturaleza. En medio de este paisaje bucólico, sanador y balsámico, yo caminaba con paso firme, mi cámara colgando del hombro. La sensación de libertad que sentía en ese momento era indescriptible. Me sentía como un aventurero, explorando un mundo nuevo y emocionante. Los tonos y contrastes del paisaje eran una sinfonía visual para mis ojos, una oportunidad de capturar la belleza natural en imágenes que pudiera conservar para siempre. De repente, algo atrajo mi atención. A lo lejos, divisé tres jinetes a caballo. Su presencia imponente y elegante era como un rayo de luz en el campo, como un toque de gracia en un paisaje ya de por sí, hermoso. Dudé por un instante si fotografiarlos o no, temiendo interrumpir su camino o invadir su privacidad. Pero la curiosidad y las ganas de capturar aquel momento en imágenes me llevaron a sacar la cámara y hacer un acercamiento casi extremo con el zoom, ya que estaban muy lejos. Para mi sorpresa, los jinetes me vieron y me saludaron con entusiasmo. Yo, les devolví el saludo, acto seguido disparé. La emoción de ese encuentro se quedó conmigo durante todo el día, era como si aquellos jinetes hubieran sido una señal de que estaba en el camino correcto, de que mis esfuerzos por capturar la belleza del mundo estaban siendo recompensados. Así que continué mi exploración con la confianza de quien sabe que está en el camino correcto, capturando cada detalle del paisaje con mi cámara y disfrutando cada momento de libertad y aventura. Porque en la vida, como en la fotografía, es importante confiar en tus instintos y tener el coraje de arrancar el motor e iniciar el viaje para explorar lo desconocido.
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leireunzueta · 2 years
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Primer viaje con la nueva furgo
Hace un par de meses cambiamos de furgoneta. La otra se nos había quedado pequeña para nuestra forma de viajar y ahora siendo uno más en la familia. El cambio no podía haber sido mejor. Con las dos camas en la parte de atrás. la nueva ducha y el baño con su puerta cerrada y un espacio más amplio para cocinar y poder estar, hacen que los viajes sean completamente diferentes a lo que estábamos acostumbrados. Ya no hace falta tener que pasar por un camping para ducharnos, y el panel solar del techo nos permite tener una autonomía que ya nos habría gustado haberla tenido en las furgos anteriores.
Con todas las bodas editadas y entregadas, y unos días de vacaciones que había guardado Joel, decidimos escaparnos hacia el sur. Queríamos asegurarnos el buen tiempo y conocer otra provincia de Andalucía sin tener que pasar mucho calor como cuando vamos en verano. Nos decidimos por Almería, y en concreto queríamos ver el Cabo de Gata que tanto nos habían mencionado los amigos. Preparamos todo como para irnos una semana y marchamos dejando un tiempo horrible en casa.
¿La experiencia? ¡Increíble! Por fin tuve la oportunidad de fotografiar para mi y para nosotros. Diría que de todos los viajes de este año, éstas han sido las fotos más bonitas que he hecho. Probablemente por la calidez y la preciosa luz que hay por esa zona, pero sobre todo porque después de sentirme en conflicto por no sacar tiempo para hacer fotos, los astros se alinearon para que me sintiera súper creativa e inspirada durante todo el viaje. Ander disfrutó muchísimo, nos adaptamos por completo a su ritmo y sus necesidades, y eso hizo que todos recargáramos las pilas para este fin de año.
Supongo que no tardaremos mucho en salir de nuevo, porque yo desde luego que viendo lo bien que ha ido todo, ¡lo necesito!
Estas son algunas de mis fotos favoritas del viaje. Todavía tengo que enviar a revelar los dos carretes que disparé pero estas son las que hice con la R6 y el 35mm de Sigma.
¡Espero que os gusten!
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hipertexto · 2 years
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Extractos de La Familia de Pascual Duarte Por Camilo José Cela
Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquellos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie ha de borrar ya.
La cuadra era lo peor; era lóbrega y oscura, y en sus paredes estaba empapado el mismo olor a bestia muerta que desprendía el despeñadero cuando allá por el mes de mayo comenzaban los animales a criar la carroña que los cuervos habíanse de comer.
¡Los habitantes de las ciudades viven vueltos de espaldas a la verdad y muchas veces ni se dan cuenta siquiera de que a dos leguas, en medio de la llanura, un hombre del campo se distrae pensando en ellos mientras dobla la caña de pescar, mientras recoge del suelo el cestillo de mimbre con seis o siete anguilas dentro! Sin embargo, la pesca siempre me pareció pasatiempo poco de hombres, y las más de las veces dedicaba mis ocios a la caza; en el pueblo me dieron fama de no hacerlo mal del todo y, modestia aparte, he de decir con sinceridad que no iba descaminado quien me la dio.
La perra volvió a echarse frente a mí y volvió a mirarme; ahora me doy cuenta de que tenía la mirada de los confesores, escrutadora y fría, como dicen que es la de los linces... un temblor recorrió todo mi cuerpo; parecía como una corriente que forzaba por salirme por los brazos, el pitillo se me había apagado; la escopeta, de un solo caño, se dejaba acariciar, lentamente, entre mis piernas. La perra seguía mirándome fija, como si no me hubiera visto nunca, como si fuese a culparme de algo de un momento a otro, y su mirada me calentaba la sangre de las venas de tal manera que se veía llegar el momento en que tuviese que entregarme; hacía calor, un calor espantoso, y mis ojos se entornaban dominados por el mirar, como un clavo, del animal. Cogí la escopeta y disparé; volví a cargar y volví a disparar. La perra tenía una sangre oscura y pegajosa que se extendía poco a poco por la tierra.
blasfemaba las peores cosas a cada momento y por los más débiles motivos. Vestía siempre de luto y era poco amiga del agua, tan poco que si he de decir la verdad, en todos los años de su vida que yo conocí, no la vi lavarse más que en una ocasión en que mi padre la llamó borracha y ella quiso como demostrarle que no le daba miedo el agua. El vino en cambio ya no le disgustaba tanto y siempre que apañaba algunas perras, o que le rebuscaba el chaleco al marido, me mandaba a la taberna por una frasca que escondía, porque no se la encontrase mi padre, debajo de la cama.
Mi madre, por ofenderlo, le decía que el papel no decía nada de lo que leía y que todo lo que decía se lo sacaba mi padre de la cabeza, y a éste, el oírla esa opinión le sacaba de quicio; gritaba como si estuviera loco, la llamaba ignorante y bruja y acababa siempre diciendo a grandes voces que si él supiera decir esas cosas de los papeles a buena hora se le hubiera ocurrido casarse con ella. Ya estaba armada. Ella le llamaba desgraciado y peludo, lo tachaba de hambriento y portugués, y él, como si esperara a oír esa palabra para golpearla, se sacaba el cinturón y la corría todo alrededor de la cocina hasta que se hartaba.
decía mi padre que la lucha por la vida era muy dura y que había que irse preparando para hacerla frente con las únicas armas con las que podíamos dominarla, con las armas de la inteligencia…. Mi padre, que, como digo, tenía un carácter violento y autoritario para algunas cosas, era débil y pusilánime para otras: en general tengo observado que el carácter de mi padre sólo lo ejercitaba en asuntillos triviales, porque en las cosas de trascendencia, no sé si por temor o por qué, rara vez hacía hincapié.
Ya lo dice el refrán: mujer de parto lento y con bigote... (la segunda parte no la escribo en atención a la muy alta persona a quien estas líneas van dirigidas).
Mi padre se sentaba en el suelo, a la vera del cajón, y mirando para la hija se le pasaban las horas, con una cara de enamorado como decía la señora Engracia, que a mí casi me hacía olvidar su verdadero sistema. Después se levantaba, se iba a dar una vuelta por el pueblo, y cuando menos lo pensábamos, a la hora a que menos costumbre teníamos de verlo venir allí lo teníamos, otra vez al lado del cajón, con la cara blanda y la mirada tan humilde que cualquiera que lo hubiera visto, de no conocerlo, se hubiera creído ante el mismísimo san Roque.
pronto la niña se hizo la reina de la casa y nos hacía andar a todos más derechos que varas. Si el bien hubiera sido su natural instinto, grandes cosas hubiera podido hacer, pero como Dios se conoce que no quiso que ninguno de nosotros nos distinguiésemos por las buenas inclinaciones, encarriló su discurrir hacia otros menesteres y pronto nos fue dado el conocer que si bien no era tonta, más hubiera valido que lo fuese; servía para todo y para nada bueno: robaba con igual gracia y donaire que una gitana vieja, se aficionó a la bebida de bien joven, servía de alcahueta para los devaneos de la vieja, y como nadie se ocupó de enderezarla —y de aplicar al bien tan claro discurrir— fue de mal en peor hasta que un día, teniendo la muchacha catorce años, arrambló con lo poco de valor que en nuestra choza había, y se marchó a Trujillo, a casa de la Elvira. El efecto que su marcha produjo en mi casa ya se puede figurar usted cuál fue; mi padre culpaba a mi madre, mi madre culpaba a mi padre... Es curioso pensar que mi padre, que a bruto y cabezón ganaban muy pocos, era a ella la única persona que escuchaba; bastaba una mirada de Rosario para calmar sus iras, y en más de una ocasión buenos golpes se ahorraron con su sola presencia. ¡Quién iba a suponer que a aquel hombrón lo había de dominar una tierna criatura!
Usted sabrá disculpar el poco orden que llevo en el relato, que por eso de seguir por la persona y no por el tiempo me hace andar saltando del principio al fin y del fin a los principios como langosta vareada, pero resulta que de manera alguna, que ésta no sea, podría llevarlo, ya que lo suelto como me sale y a las mientes me viene, sin pararme a construirlo como una novela, ya que, a más de que probablemente no me saldría, siempre estarla a pique del peligro que me daría el empezar a hablar y a hablar para quedarme de pronto tan ahogado y tan parado que no supiera por dónde salir.
El nacer del pobre Mario —que así hubimos de llamar al nuevo hermano— más tuvo de accidentado y de molesto que de otra cosa, porque, para colmo y por si fuera poca la escandalera de mi madre al parir, fue todo a coincidir con la muerte de mi padre, que si no hubiera sido tan trágica, a buen seguro movería a risa así pensada en frío. Dos días hacía que a mi padre lo teníamos encerrado en la alacena cuando Mario vino al mundo; le había mordido un perro rabioso, y aunque al principio parecía que libraba de rabiar, más tarde hubieron de acometerle unos tembleques que nos pusieron a todos sobre aviso…. ¡Dios, y qué fuerza hubimos de hacer todos para reducirlo! Pateaba como un león, juraba que nos había de matar a todos, y tal fuego había en su mirar, que por seguro lo tengo que lo hubiera hecho si Dios lo hubiera permitido… Cuando tocó a enterrarlo, don Manuel, el cura, me echó un sermoncete en cuanto me vio…. Desde aquel día siempre que veía a don Manuel lo saludaba y le besaba la mano, pero cuando me casé hubo de decirme mi mujer que parecía marica haciendo tales cosas y, claro es, ya no pude saludarlo más; después me enteré que don Manuel había dicho de mí que era talmente como una rosa en un estercolero y bien sabe Dios qué ganas me entraron de ahogarlo en aquel momento; después se me fue pasando y, como soy de natural violento, pero pronto, acabé por olvidarlo, porque además, y pensándolo bien, nunca estuve muy seguro de haber entendido a derechas
la suerte se volvió tan de su contra que, sin haberlo buscado ni deseado, sin a nadie haber molestado y sin haber tentado a Dios, un guarro (con perdón) le comió las dos orejas.
al señor Rafael que en casa estaba porque, desde la muerte de mi padre, por ella entraba y salía como por terreno conquistado; no se le ocurriera peor cosa al pobre que morderle en una pierna al viejo, y nunca lo hubiera hecho, porque éste con la otra pierna le arreó tal patada en una de las cicatrices que lo dejó como muerto y sin sentido, manándole una agüilla que me dio por pensar que agotara la sangre.
dejó de ser una madre en mi corazón y hacia qué tiempo llegó después a convertírseme en un enemigo. En un enemigo rabioso, que no hay peor odio que el de la misma sangre; en un enemigo que me gastó toda la bilis, porque a nada se odia con más intensos bríos que a aquello a que uno se parece y uno llega a aborrecer el parecido…Odiarla, lo que se dice llegar a odiarla, tardé algún tiempo —que ni el amor ni el odio fueran cosa de un día—
es gracioso —y triste también, ¡bien lo sabe Dios!— pararse a considerar que si el esfuerzo de memoria que por estos días estoy haciendo se me hubiera ocurrido años atrás, a estas horas, en lugar de estar escribiendo en una celda, estaría tomando el sol en el corral, o pescando anguilas en el regato, o persiguiendo conejos por el monte. Estaría haciendo otra cosa cualquiera de esas que hacen —sin fijarse— la mayor parte de los hombres; estaría libre, como libres están —sin fijarse tampoco— la mayor parte de los hombres; tendría por delante Dios sabe cuántos años de vida, como tienen —sin darse cuenta de que pueden gastarlos lentamente— la mayor parte de los hombres...
Yo andaba preocupado y como pensativo, como temeroso del paso que iba a dar —¡casarse es una cosa muy seria, qué caramba!— y momentos de flaqueza y desfallecimiento tuve, en los que le aseguro que no me faltó nada para volverme atrás y mandarlo todo a tomar vientos, cosa que si no llegué a hacer fue por pensar que como la campanada iba a ser muy gorda y, en realidad, no me había de quitar más miedo, lo mejor sería estarme quieto y dejar que los acontecimientos salieran por donde quisieran: los corderos quizás piensen lo mismo al verse llevados al degolladero... De mí puedo decir que lo que se avecinaba momento hubo en que pensé que me había de hacer loquear. No sé si sería el olfato que me avisaba de la desgracia que me esperaba.
Mala cosa es la desgracia, créame. La felicidad de aquellos dos días llegaba ya a extrañarme por lo completa que parecía.
Al tercer día, el sábado, se conoce que señalados por los familiares de la atropellada, nos fuimos a encontrar de manos a bruces con la pareja. Una turbamulta de chiquillos se agolpó a la puerta al saber que por allí andaba la guardia civil, y nos dio una cencerrada que hubimos de tener un mes entero clavada en los oídos. ¿Qué maligna crueldad despertará en los niños el olor de los presos?; nos miran como bichos raros con los ojos todos encendidos, con una sonrisilla viciosa por la boca, como miran a la oveja que apuñalan en el matadero —esa oveja en cuya sangre caliente mojan las alpargatas—, o al perro que dejó quebrado el carro que pasó —ese perro que tocan con la varita por ver si está vivo todavía—, o a los cinco gatitos recién nacidos que se ahogan en el pilón, esos cinco gatitos a los que apedrean, esos cinco gatitos a los que sacan de vez en cuando por jugar, por prolongarles un poco la vida — ¡tan mal los quieren!—, por evitar que dejen de sufrir demasiado pronto...
En la taberna, como había una guitarra, mucho vino y suficiente buen humor, estábamos todos como radiantes y alborozados, dedicados a lo nuestro y tan ajenos al mundo que, entre el cantar y el beber, se nos iban pasando los tiempos como sin sentirlos. Zacarías, el del señor Julián, se arrancó por seguidillas. ¡Daba gusto oírlo con su voz tan suave como la de un jilguero! Cuando él cantaba, los demás —mientras anduvimos serenos— nos callábamos a escuchar como embobados, pero cuando tuvimos más arranque, por el vino y la conversación, nos liamos a cantar en rueda y, aunque nuestras voces no eran demasiado templadas, como llegaron a decirse cosas divertidas, todo se nos era perdonado.Es una pena que las alegrías de los hombres nunca se sepa dónde nos han de llevar, porque de saberlo no hay duda que algún disgusto que otros nos habríamos de ahorrar; lo digo porque la velada en casa del Gallo acabó como el rosario de la aurora por eso de no sabernos ninguno parar a tiempo. La cosa fue bien sencilla, tan sencilla como siempre resultan ser las cosas que más vienen a complicarnos la vida.
—¿Quieres que salgamos al campo?
—¡No hace falta!
—¡Muy bravo te sientes!
Los amigos se echaron a un lado, que nunca fuera cosa de hombres meterse a evitar las puñaladas. Yo abrí la navaja con parsimonia; en esos momentos una precipitación, un fallo, puede sernos de unas consecuencias funestas. Se hubiera podido oír el vuelo de una mosca, tal era el silencio. Me fui hacia él y, antes de darle tiempo a ponerse en facha, le arreé tres navajazos que lo dejé como temblando. Cuando se lo llevaban, camino de la botica de don Raimundo, le iba manando la sangre como de un manantial...
Pasábamos por el cementerio.
—¡Qué mal se debe estar ahí dentro!
—¡Hombre! ¿Por qué dices eso? ¡Qué pensamientos más raros se te ocurren!
—¡Ya ves!
El ciprés parecía un fantasma alto y seco, un centinela de los muertos.
—Feo está el ciprés...
—Feo.
En el ciprés una lechuza, un pájaro de mal agüero, dejaba oír su silbo misterioso.
—Mal pájaro ese.
—Malo...
—Y que todas las noches está ahí.
—Todas...
—Parece como si gustase de acompañar a los muertos.
—Porque no puede ser, hijo. ¡Tu mujer está mala! —¿Mala?
—Sí.
—¿Qué le pasa?
—Nada; que abortó.
—Sí; la descabalgó la yegua...
La rabia que llevaba dentro no me dejó ver claro; tan obcecado estaba que ni me percaté de lo que oía.
—¿Dónde está la yegua?
—En la cuadra.
La puerta de la cuadra que daba al corral era baja de quicio. Me agaché para entrar; no se veía nada.
—¡To, yegua!
La yegua se arrimó contra el pesebre; yo abrí la navaja con cuidado; en esos momentos, el poner un pie en falso puede sernos de unas consecuencias funestas. —¡To, yegua! Volvió a cantar el gallo en la mañana.
—¡To, yegua!
La yegua se movía hacia el rincón. Me arrimé; llegué hasta poder darle una palmada en las ancas. El animal estaba despierto, como impaciente.
—¡To, yegua!
Fue cosa de un momento. Me eché sobre ella y la clavé; la clavé lo menos veinte veces...
Tenía la piel dura; mucho más dura que la de Zacarías... Cuando de allí salí saqué el brazo dolido; la sangre me llegaba hasta el codo. El animalito no dijo ni pío; se limitaba a respirar más hondo y más de prisa, como cuando la echaban al macho
Al año, o poco menos, de haberse malogrado lo que hubiera de venir, quedó Lola de nuevo encinta y pude ver con alegría que idénticas ansias y los mismos desasosiegos que la vez primera me acometían: el tiempo pasaba demasiado despacio para lo de prisa que quisiera yo verlo pasar, y un humor endiablado me acompañaba como una sombra dondequiera que fuese. Me torné huraño y montaraz, aprensivo y hosco, y como ni mi mujer ni mi madre entendieran gran cosa de caracteres, estábamos todos en un constante vilo por ver dónde saltaba la bronca. Era una tensión que nos destrozaba, pero que parecía como si la cultivásemos gozosos; todo nos parecía alusivo, todo malintencionado, todo de segunda intención. ¡Fueron unos meses de un agobio como no puede usted ni figurarse!…de prisa, casi gimiendo y poniéndome unos ojos que destrozaban el corazón. A ella también se le habían ahogado las crías en el vientre. En su inocencia, ¡quién sabe si no conocería la mucha pena que su desgracia me produjera!, eran tres los perrillos que vivos no llegaron a nacer; los tres igualitos, los tres pegajosos como el almíbar, los tres grises y medio sarnosos como ratas. Abrió un hoyo entre los cantuesos y allí los metió. Cuando al salir al monte detrás de los conejos parábamos un rato por templar el aliento, ella, con ese aire doliente de las hembras sin hijos, se acercaba hasta el hoyo por olerlo.
Ahora hay que tener cuidado con él.
—Sí, ahora es cuando hay que tener cuidado. —De los cerdos...
El recuerdo de mi pobre hermano Mario me asaltaba; si yo tuviera un hijo con la desgracia de Mario, lo ahogaría para privarle de sufrir.
—Sí; de los cerdos...
—Y de las fiebres también.
—Sí.
—Y de las insolaciones...
—Sí; también de las insolaciones...
El pensar que aquel tierno pedazo de carne que era mi hijo, a tales peligros había de estar sujeto, me ponía las carnes de gallina.
—Le pondremos vacuna.
—Cuando sea mayorcito...
—Y lo llevaremos siempre calzado, porque no se corte los pies. —Y cuando tenga siete añitos lo mandaremos a la escuela... —Y yo le enseñaré a cazar...
Lola se reía, ¡era feliz! Yo también me sentía feliz, ¿por qué no decirlo?, viéndola a ella, hermosa como pocas, con un hijo en el brazo como una santa María.
—¡Haremos de él un hombre de provecho!
¡Qué ajenos estábamos los dos a que Dios —que todo lo dispone para la buena marcha de los universos— nos lo había de quitar! Nuestra ilusión, todo nuestro bien, nuestra fortuna entera, que era nuestro hijo, habíamos de acabar perdiéndolo aun antes de poder probar a encarrilarlo. ¡Misterios de los afectos, que se nos van cuando más falta nos hacen!
Sin encontrar una causa que lo justificase, aquel gozar en la contemplación del niño me daba muy mala espina. Siempre tuve muy buen ojo para la desgracia —no sé si para mi bien o si para mi mal— y aquel presentimiento, como todos, fue a confirmarse al rodar de los meses como para seguir redondeando mi desdicha, esa desdicha que nunca parecía acabar de redondearse.
Mi mujer seguía hablándome del hijo.
—Bien se nos cría..., parece un rollito de manteca.
Y aquel hablar y más hablar de la criatura hacía que poco a poco se me fuera volviendo odiosa; nos iba a abandonar, a dejar hundidos en la desesperanza más ruin, a deshabitarnos como esos cortijos arruinados de los que se apoderan las zarzas y las ortigas, los sapos y los lagartos, y yo lo sabía, estaba seguro de ello, sugestionado de su fatalidad, cierto de que más tarde o más temprano tenía que suceder, y esa certeza de no poder oponerme a lo que el instinto me decía, me ponía los genios en una tensión que me los forzaba.
A la desgracia no se acostumbra uno, créame, porque siempre nos hacemos la ilusión de que la que estamos soportando la última ha de ser, aunque después, al pasar de los tiempos, nos vayamos empezando a convencer —¡y con cuánta tristeza!— que lo peor aún está por pasar...
Se me ocurren estos pensamientos porque si cuando el aborto de Lola y las cuchilladas de Zacarías creí desfallecer de la nostalgia, no por otra cosa era — ¡bien es cierto!— sino porque aún no sospechaba en lo que había de parar.
Tres mujeres hubieron de rodearme cuando Pascualillo nos abandonó; tres mujeres a las que por algún vínculo estaba unido, aunque a veces me encontrase tan extraño a ellas como al primer desconocido que pasase, tan desligado de ellas como del resto del mundo, y de esas tres mujeres, ninguna, créame usted, ninguna, supo con su cariño o con sus modales hacerme más llevadera la pena de la muerte del hijo; al contrario, parecía como si se hubiesen puesto de acuerdo para amargarme la vida. Esas tres mujeres eran mi mujer, mi madre y mi hermana.
¡Quién lo hubiera de decir, con las esperanzas que en su compañía llegué a tener puestas!
Las mujeres son como los grajos, de ingratas y malignas. Siempre estaban diciendo:
—¡El angelito que un mal aire se llevó!
—¡Para los limbos por librarlo de nosotros!
—¡La criatura que era mismamente un sol!
—¡Y la agonía!
—¡Que ahogadito en los brazos lo hube de tener!
Parecía una letanía, agobiadora y lenta como las noches de vino, despaciosa y cargante como las andaduras de los asnos.
Y así un día, y otro día, y una semana, y otra... ¡Aquello era horrible, era un castigo de los cielos, a buen seguro, una maldición de Dios!
Y yo me contenía.
Es el cariño —pensaba— que las hace ser crueles sin querer.» Y trataba de no oír, de no hacer caso, de verlas accionar sin tenerlas más en cuenta que si fueran fantoches, de no poner cuidado en sus palabras... Dejaba que la pena muriese con el tiempo, como las rosas cortadas, guardando mi silencio como una joya por intentar sufrir lo menos que pudiera. ¡Vanas ilusiones que no habían de servirme para otra cosa que para hacerme extrañar más cada día la dicha de los que nacen para la senda fácil, y cómo Dios permitía que tomarais cuerpo en mi imaginación!
Temía la puesta del sol como al fuego o como a la rabia; el encender el candil de la cocina, a eso de las siete de la tarde, era lo que más me dolía hacer en toda la jornada. Todas las sombras me recordaban al hijo muerto, todas las subidas y bajadas de la llama, todos los ruidos de la noche, esos ruidos de la noche que casi no se oyen, pero que suenan en nuestros oídos como los golpes del hierro contra el yunque.
Allí estaban, enlutadas como cuervos, las tres mujeres, calladas como muertos, hurañas, serias como carabineros. Algunas veces yo les hablaba por tratar de romper el hielo.
—Duro está el tiempo.
—Sí...
Y volvíamos todos al silencio.
Yo insistía.
—Parece que el señor Gregorio ya no vende la mula. ¡Para algo la necesitará!
—Sí...
—¿Habéis estado en el río? —No...
—¿Y en el cementerio? —Tampoco...
—Sí. El silencio con su larga campana volvió a llenar el cuarto.
—¿Dónde andará aquel aire?
—¡Aquel mal aire traidor! Lola tardó algún tiempo en contestar.
—No sé...
—¡Habrá llegado al mar! Atravesando criaturas... Una leona atacada no tuviera aquel gesto que puso mi mujer.
—¡Para que una se raje como una granada! ¡Parir para que el aire se lleve lo parido, mal castigo te espere!
—¡Si la vena de agua que mana gota a gota sobre el charco pudiera haber ahogado aquel mal aire!
—¡Para esto te di yo dos hijos, que ni el andar de la caballería ni el mal aire en la noche supieron aguantar!
Estaba como loca, como poseída por todos los demonios, alborotada y fiera como un gato montés... Yo aguantaba callado la gran verdad.
—¡Eres como tu hermano!
...la puñalada a traición que mi mujer gozaba en asestarme...
—¿Qué es lo que quieres ver?
—Que tenemos los hombres un corazón muy recio.
—Que para nada os sirve...
—¡Nos sirve para todo!
No entendía; mi madre no entendía. Me miraba, me hablaba... ¡Ay, si no me mirara!
—¿Ves los lobos que tiran por el monte, el gavilán que vuela hasta las nubes, la víbora que espera entre las piedras?
—¡Pues peor que todos juntos es el hombre! —¿Por qué me dices esto?
—¡Por nada! Pensé decirle:
—¡Porque os he de matar!
Se mata sin pensar, bien probado lo tengo; a veces, sin querer. Se odia, se odia intensamente, ferozmente, y se abre la navaja, y con ella bien abierta se llega, descalzo, hasta la cama donde duerme el enemigo. Es de noche, pero por la ventana entra el claror de la luna; se ve bien. Sobre la cama está echado el muerto, el que va a ser el muerto. Uno lo mira; lo oye respirar; no se mueve, está quieto como si nada fuera a pasar. Como la alcoba es vieja, los muebles nos asustan con su crujir que puede despertarlo, que a lo mejor había de precipitar las puñaladas. El enemigo levanta un poco el embozo y se da la vuelta: sigue dormido. Su cuerpo abulta mucho; la ropa engaña. Uno se acerca cautelosamente; lo toca con la mano con cuidado. Está dormido, bien dormido; ni se había de enterar...Pero no se puede matar así; es de asesinos. Y uno piensa volver sobre sus pasos, desandar lo ya andado... No; no es posible. Todo está muy pensado; es un instante, un corto instante y después... Pero tampoco es posible volverse atrás. El día llegará y en el día no podríamos aguantar su mirada, esa mirada que en nosotros se clavará aún sin creerlo.Habrá que huir; que huir lejos del pueblo, donde nadie nos conozca, donde podamos empezar a odiar con odios nuevos. El odio tarda años en incubar; uno ya no es un niño y cuando el odio crezca y nos ahogue los pulsos, nuestra vida se irá. El corazón no albergará más hiel y ya estos brazos, sin fuerza, caerán...
Cuando la paz invade las almas pecadoras es como cuando el agua cae sobre los barbechos, que fecunda lo seco y hace fructificar al erial. Lo digo porque, si bien más tiempo, mucho más tiempo del debido tardé en averiguar que la tranquilidad es como una bendición de los cielos, como la más preciada bendición que a los pobres y a los sobresaltados nos es dado esperar, ahora que ya lo sé, ahora que la tranquilidad con su amor ya me acompaña, disfruto de ella con un frenesí y un regocijo que mucho me temo que, por poco que me reste de respirar —¡y bien poco me resta!—, la agote antes de tiempo. Es probable que si la paz a mí me hubiera llegado algunos años antes, a estas alturas fuera, cuando menos, cartujo, porque tal luz vi en ella y tal bienestar, que dudo mucho que entonces no hubiera sido fascinado como ahora lo soy. Pero no quiso Dios que esto ocurriera y hoy me encuentro encerrado y con una condena sobre la cabeza que no sé qué sería mejor, si que cayera de una buena vez o que siguiera alargando esta agonía, a la que sin embargo me aferro con más cariño, si aún cupiese, que el que para aferrarme emplearía de ser suave mi vivir. Usted sabe muy bien lo que quiero decir... Envidio al ermitaño con la bondad en la cara, al pájaro del cielo, al pez del agua, incluso a la alimaña de entre los matorrales, porque tienen tranquila la memoria. ¡Mala cosa es el tiempo pasado en el pecado!
—La fe es como la luz que guía nuestras almas a través de las tinieblas de la vida.
—Sí...
—Como un bálsamo milagroso para las almas dolidas...
Estas cosas en las que tanta parte tiene la memoria hay que cuidarlas con el mayor cariño porque de trastocar los acontecimientos no otro arreglo tendría el asunto sino romper los papeles para reanudar la escritura, solución de la que escapo como del peligro por eso de que nunca segundas partes fueran buenas. Quizás encuentre usted presumido este afán mío de que las cosas secundarias me salgan bien cuando las principales tan mal andan, y quizás piense usted con la sonrisa en la boca que es mucha pretensión por parte mía tratar de no apurarme, porque salga mejor, en esto que cualquier persona instruida haría con tanta naturalidad y como a la pata la llana, pero si tiene en cuenta que el esfuerzo que para mí supone llevar escribiendo casi sin parar desde hace cuatro meses, a nada que haya hecho en mi vida es comparable, es posible que encuentre una disculpa para mi razonar. Las cosas nunca son como a primera vista las figuramos, y así ocurre que cuando empezamos a verlas de cerca, cuando empezamos a trabajar sobre ellas, nos presentan tan raros y hasta tan desconocidos aspectos, que de la primera idea no nos dejan a veces ni el recuerdo; tal pasa con las caras que nos imaginamos, con los pueblos que vamos a conocer, que nos los hacemos de tal o de cual forma en la cabeza, para olvidarnos repentinamente ante la vista de lo verdadero. Esto es lo que me ocurrió con este papeleo, que si al principio creí que en ocho días lo despacharía, hoy —al cabo de ciento veinte— me sonrío no más que de pensar en mi inocencia. No creo que sea pecado contar barbaridades de las que uno está arrepentido. Don Santiago me dijo que lo hiciese si me traía consuelo, y como me lo trae, y don Santiago es de esperar que sepa por dónde anda en materia de mandamientos, no veo que haya de ofenderse Dios porque con ello siga. Hay ocasiones en las que me duele contar punto por punto los detalles, grandes o pequeños, de mi triste vivir, pero, y como para compensar, momentos hay también en que con ello gozo con el más honesto de los gozares, quizá por eso de que al contarlo tan alejado me encuentre de todo lo pasado como si lo contase de oídas y de algún desconocido.
ese vuelco en el pecho que el corazón siempre da cuando encontramos lo cierto, lo que ya no tiene remedio, demasiado cercano para tan alejado como nos lo habíamos imaginado.
Pensaba que había de ser bien recibido por mi familia —el tiempo todo lo cura— y el deseo crecía en mí como crecen los hongos en la humedad. Pedí dinero prestado que me costó algún trabajo obtener, pero que, como todo, encontré insistiendo un poco, y un buen día, después de despedirme de todos mis protectores, con la Apacha a la cabeza, emprendí el viaje de vuelta, el viaje que tan feliz término le señalaba si el diablo —cosa que yo entonces no sabía— no se hubiera empeñado en hacer de las suyas en mi casa y en mi mujer durante mi ausencia. En realidad no deja de ser natural que mi mujer, joven y hermosa por entonces, notase demasiado, para lo poco instruida que era, la falta del marido: mi huida, mi mayor pecado, el que nunca debí cometer y el que Dios quiso castigar quién sabe si hasta con crueldad...
—Voy a tener un hijo.
—¿Otro hijo?
—Sí.
Yo me quedé como asustado.
—¿De quién?
—¡No preguntes!
—¿Que no pregunte? ¡Yo quiero preguntar! ¡Soy tu marido! Ella soltó la voz.
—¡Mi marido que me quiere matar! ¡Mi marido que me tiene dos largos años abandonada! ¡Mi marido que me huye como si fuera una leprosa! Mi marido...
—¡No sigas!
Sí; mejor era no seguir, me lo decía la conciencia. Mejor era dejar que el tiempo pasara, que el niño naciera... Los vecinos empezarían a hablar de las andanzas de mi mujer, me mirarían de reojo, se pondrían a cuchichear en voz baja al verme pasar...
—¡No, por Dios! ¿Otro aborto? ¿Estar siempre pariendo por parir, criando estiércol?
¡da pena pensar que para andar en paz haya que usar del miedo!
—¡No hablemos de eso! ¿Con quién fue?
—¡No lo preguntes!
—Prefiero saberlo, Lola.
—Pero a mí me da miedo decírtelo.
—¿Miedo?
—Sí; de que lo mates.
—¿Tanto lo quieres?
—No lo quiero.
—¿Entonces?
—Es que la sangre parece como el abono de tu vida...
Aquellas palabras se me quedaron grabadas en la cabeza como con fuego, y como con fuego grabadas conmigo morirán.
—¿Y si te jurase que nada pasará?
—No te creería.
—¿Por qué?
—Porque no puede ser, Pascual, ¡eres muy hombre! —Gracias a Dios; pero aún tengo palabra.
Lola se echó en mis brazos.
—Daría años de mi vida porque nada hubiera pasado. —Te creo.
—¡Y porque tú me perdonases!
—Te perdono, Lola. Pero me vas a decir...
—Sí.
Estaba pálida como nunca, desencajada; su cara daba miedo, un miedo horrible de que la desgracia llegara con mi retorno; la cogí la cabeza, la acaricié, la hablé con más cariño que el que usara jamás el esposo más fiel; la mimé contra mi hombro, comprensivo de lo mucho que sufría, como temeroso de verla desfallecer a mi pregunta.
—¿Quién fue?
—¡El Estirao! —¿El Estirao? Lola no contestó.
Estaba muerta, con la cabeza caída sobre el pecho y el pelo sobre la cara... Quedó un momento en equilibrio, sentada donde estaba, para caer al pronto contra el suelo de la cocina, todo de guijarrillos muy pisados...
Salí a buscar al asesino de mi mujer, al deshonrador de mi hermana, al hombre que más hiel llevó a mis pechos; me costó trabajo encontrarlo de huido como andaba. El bribón tuvo noticia de mi llegada, puso tierra por medio y en cuatro meses no volvió a aparecer por Almendralejo; yo salí en su captura, fui a casa de la Nieves, vi a la Rosario... ¡Cómo había cambiado! Estaba aviejada, con la cara llena de arrugas prematuras, con las ojeras negras y el pelo lacio; daba pena mirarla, con lo hermosa que fuera.
—¿Qué vienes a buscar?
—¡Vengo a buscar un hombre!
—Poco hombre es quien escapa del enemigo.
—Poco...
—Y poco hombre es quien no aguarda una visita que se espera.
—Estirao, has matado a mi mujer...
—¡Que era una zorra!
—Que sería lo que fuese, pero tú la has matado. Has deshonrado a mi hermana...
—¡Bien deshonrada estaba cuando yo la cogí!
—¡Deshonrada estaría, pero tú la has hundido! ¿Quieres callarte ya? Me has buscado las vueltas hasta que me encontraste; yo no he querido herirte, yo no quise quebrarte el costillar...
—¡Que sanará algún día, y ese día!
—¿Ese día, qué? —¡Te pegaré dos tiros igual que a un perro rabioso!
—¡Repara en que te tengo a mi voluntad!
—¡No sabrás tú matarme!
—¿Que no sabré matarte?
—No.
—¿Por qué lo dices? ¡Muy seguro te sientes!
—¡Porque aún no nació el hombre!
Estaba bravo el mozo.
—¿Te quieres marchar ya?
—¡Ya me iré cuando quiera!
—¡Que va a ser ahora mismo!
—¡Devuélveme a la Rosario!
—¡No quiero!
—¡Devuélvemela, que te mato!
—¡Menos matar! ¡Ya vas bien con lo que llevas!
—¿No me la quieres dar?
—¡No!
El Estirao, haciendo un esfuerzo supremo, intentó echarme a un lado. Lo sujeté del cuello y lo hundí contra el suelo.
—¡Échate fuera!
—¡No quiero!
Forcejeamos, lo derribé, y con una rodilla en el pecho le hice la confesión: —No te mato porque se lo prometí...
—¿A quién?
—A Lola.
—¿Entonces, me quería?
Era demasiada chulería. Pisé un poco más fuerte... La carne del pecho hacía el mismo ruido que si estuviera en el asador... Empezó a arrojar sangre por la boca. Cuando me levanté, se le fue la cabeza —sin fuerza— para un lado...
en esta vida se me ocurrió no portarme demasiado mal, esa fatalidad, esa mala estrella que, como ya más atrás le dije, parece como complacerse en acompañarme, torció y dispuso las cosas de forma tal que la bondad no acabó para servir a mi alma para maldita la cosa. Peor aún: no sólo para nada sirvió, sino que a fuerza de desviarse y de degenerar siempre a algún mal peor me hubo de conducir…. A estas horas estaría quién sabe si viviendo tranquilo, en cualquier lugar, dedicado a algún trabajo que me diera para comer, tratando de olvidar lo pasado para no
mirar más que para lo por venir; a lo mejor lo había conseguido ya... Pero me porté lo mejor que pude, puse buena cara al mal tiempo, cumplí excediéndomelo que se me ordenaba, logré enternecer a la justicia, conseguí los buenos informes del director..., y me soltaron; me abrieron las puertas; me dejaron indefenso ante todo lo malo. Me dijeron:
—Has cumplido, Pascual; vuelve a la lucha, vuelve a la vida, vuelve a aguantar a todos, a hablar con todos, a rozarte otra vez con todos.
Y creyendo que me hacían un favor, me hundieron para siempre.
Me puso ante la vista la orden de libertad. Yo no creía lo que estaba viendo.
—¿Lo has leído?
—Sí, señor.
Abrió una carpeta y sacó dos papeles iguales, el licenciamiento.
—Toma, para ti; con eso puedes andar por donde quieras. Firma aquí; sin echar borrones.
Doblé el papel, lo metí en la cartera... ¡Estaba libre! Lo que pasó por mí en aquel momento ni lo sabría explicar. Don Contado se puso grave; me soltó un sermón sobre la honradez y las buenas costumbres, me dio cuatro consejos sobre los impulsos que si hubiera tenido presentes me hubieran ahorrado más de un disgusto gordo, y cuando terminó, y como fin de fiesta, me entregó veinticinco pesetas en nombre de la junta de Damas Regeneradoras de los Presos, institución benéfica que estaba formada en Madrid para acudir en nuestro auxilio.
La sombra de mi cuerpo iba siempre delante, larga, muy larga, tan larga como un fantasma, muy pegada al suelo, siguiendo el terreno, ora tirando recta por el camino, ora subiéndose a la tapia del cementerio, como queriendo asomarse. Corrí un poco; la sombra corrió también. Me paré; la sombra también paró. Miré para el firmamento; no había una sola nube en todo su redor. La sombra había de acompañarme, paso a paso, hasta llegar.
La tierra por en medio se dice cuando dos se separan a dos pueblos distantes, pero, bien mirado, también se podría decir cuando entre el terreno en donde uno pisa y el otro duerme hay veinte pies de altura... Muchas vueltas me dio en la cabeza la idea de la emigración; pensaba en La Coruña, o en Madrid, o bien más cerca, hacia la capital, pero el caso es que —¡quién sabe si por cobardía, por falta de decisión!— la cosa la fui aplazando, aplazando, hasta que cuando me lancé a viajar, con nadie que no fuese con mis mismas carnes, o con mi mismo recuerdo, hubiera querido poner la tierra por en medio... La tierra que no fue bastante grande para huir de mi culpa... La tierra que no tuvo largura ni anchura suficiente para hacerse la mudó ante el clamor de mi propia conciencia... Quería poner tierra entre mi sombra y yo, entre mi nombre y mi recuerdo y yo, entre mis mismos cueros y mí mismo, este mí mismo del que, de quitarle la sombra y el recuerdo, los nombres y los cueros, tan poco quedaría. Hay ocasiones en las que más vale borrarse como un muerto, desaparecer de repente como tragado por la tierra, deshilarse en el aire como el copo de humo. Ocasiones que no se consiguen, pero que de conseguirse nos transformarían en ángeles, evitarían el que siguiéramos enfangados en el crimen y el pecado, nos liberarían de este lastre de carne contaminada del que, se lo aseguro, no volveríamos a acordarnos para nada —tal horror le tomamos — de no ser que constantemente alguien se encarga de que no nos olvidemos de él, alguien se preocupa de aventar sus escorias para herirnos los olfatos del alma. ¡Nada hiede tanto ni tan mal como la lepra que lo malo pasado deja por la conciencia, como el dolor de no salir del mal pudriéndonos ese osario de esperanzas muertas, al poco de nacer, que —¡desde hace tanto tiempo ya!— nuestra triste vida es! La idea de la muerte llega siempre con paso de lobo, con andares de culebra, como todas las peores imaginaciones. Nunca de repente llegan las ideas que nos trastornan; lo repentino ahoga unos momentos, pero nos deja, al marchar, largos años de vida por delante. Los pensamientos que nos enloquecen con la peor de las locuras, la de la tristeza, siempre llegan poco a poco y como sin sentir, como sin sentir invade la niebla los campos, o la tisis los pechos. Avanza, fatal, incansable, pero lenta, despaciosa, regular como el pulso. Hoy no la notamos; a lo mejor mañana tampoco, ni pasado mañana, ni en un mes entero. Pero pasa ese mes y empezamos a sentir amarga la comida, como doloroso el recordar; ya estamos picados. Al correr de los días y las noches nos vamos volviendo huraños, solitarios; en nuestra cabeza se cuecen las ideas, las ideas que han de ocasionar el que nos corten la cabeza donde se cocieron, quién sabe si para que no siga trabajando tan atrozmente. Pasamos a lo mejor hasta semanas enteras sin variar; los que nos rodean se acostumbraron ya a nuestra adustez y ya ni extrañan siquiera nuestro extraño ser. Pero un día el mal crece, como los árboles, y engorda, y ya no saludamos a la gente; y vuelven a sentirnos como raros y como enamorados. Vamos enflaqueciendo, enflaqueciendo, y nuestra barba hirsuta es cada vez más lacia. Empezamos a sentir el odio que nos mata; ya no aguantamos el mirar; nos duele la conciencia, pero, ¡no importa!, ¡más vale que duela! Nos escuecen los ojos, que se llenan de un agua venenosa cuando mirarnos fuerte. El enemigo nota nuestro anhelo, pero está confiado; el instinto no miente. La desgracia es alegre, acogedora, y el más tierno sentir gozamos en hacerlo arrastrar sobre la plaza inmensa de vidrios que va siendo ya nuestra alma. Cuando huimos como las corzas, cuando el oído sobresalta nuestros sueños, estamos ya minados por el mal; ya no hay solución, ya no hay arreglo posible. Empezamos a caer, vertiginosamente ya, para no volvernos a levantar en vida. Quizás para levantarnos un poco a última hora, antes de caer de cabeza hasta el infierno... Mala cosa….
La conciencia no me remordería; no habría motivo. La conciencia sólo remuerde de las injusticias cometidas: de apalear un niño, de derribar una golondrina... Pero de aquellos actos a los que nos conduce el odio, a los que vamos como adormecidos por una idea que nos obsesiona, no tenemos que arrepentirnos jamás, jamás nos remuerde la conciencia.
Mi madre dormiría también a buen seguro. Volví a la cocina; me descalcé; el suelo estaba frío y las piedras del suelo se me clavaban en la punta del pie. Desenvainé el cuchillo, que brillaba a la llama como un sol. Allí estaba, echada bajo las sábanas, con su cara muy pegada a la almohada. No tenía más que echarme sobre el cuerpo y acuchillarlo. No se movería, no daría ni un solo grito, no le daría tiempo... Estaba ya al alcance del brazo, profundamente dormida, ajena —¡Dios, qué ajenos están siempre los asesinados a su suerte!— a todo lo que le iba a pasar. Quería decidirme, pero no lo acababa de conseguir; vez hubo ya de tener el brazo levantado, para volver a dejarlo caer otra vez todo a lo largo del cuerpo.Pensé cerrar los ojos y herir. No podía ser; herir a ciegas es como no herir, es exponerse a herir en el vacío... Había que herir con los ojos bien abiertos, con los cinco sentidos puestos en el golpe…. No; no podía perdonarla porque me hubiera parido. Con echarme al mundo no me hizo ningún favor, absolutamente ninguno... No había tiempo que perder. Había que decidirse de una buena vez…. Me era completamente imposible matar; estaba como paralítico.
Dila vuelta para marchar. El suelo crujía. Mi madre se revolvió en la cama.
—¿Quién anda ahí?
Entonces sí que ya no había solución. Me abalancé sobre ella y la sujeté. Forcejeó, se escurrió... Momento hubo en que llegó a tenerme cogido por el cuello. Gritaba como una condenada. Luchamos; fue la lucha más tremenda
que usted se puede imaginar. Rugíamos como bestias, la baba nos asomaba a la boca... En una de las vueltas vi a mi mujer, blanca como una muerta, parada a la puerta sin atreverse a entrar. Traía un candil en la mano, el candil a cuya luz pude ver la cara de mi madre, morada como un hábito de nazareno... Seguíamos luchando; llegué a tener las vestiduras rasgadas, el pecho al aire. La condenada tenía más fuerzas que un demonio. Tuve que usar de toda mi hombría para tenerla quieta. Quince veces que la sujetara, quince veces que se me había de escurrir. Me arañaba, me daba patadas y puñetazos, me mordía. Hubo un momento en que con la boca me cazó un pezón —el izquierdo— y me lo arrancó de cuajo.
Fue el momento mismo en que pude clavarle la hoja en la garganta...
La sangre corría como desbocada y me golpeó la cara. Estaba caliente como un vientre y sabía lo mismo que la sangre de los corderos.
La solté y salí huyendo. Choqué con mi mujer a la salida; se le apagó el candil. Cogí el campo y corrí, corrí sin descanso, durante horas enteras. El campo estaba fresco y una sensación como de alivio me corrió las venas.
Podía respirar... (fin de las memorias)
Hasta aquí las cuartillas manuscritas de Pascual Duarte. Si lo agarrotaron a renglón seguido, o si todavía tuvo tiempo de escribir más hazañas, y éstas se perdieron, es una cosa que por más que hice no he podido esclarecer. …La carta de Pascual Duarte a don Joaquín Barrera debió escribirla al tiempo de los capítulos XII y XIII, los dos únicos en los que empleó tinta morada, idéntica a la de la carta al citado señor, lo que viene a demostrar que Pascual no suspendió definitivamente, como decía, su relato, sino que preparó la carta con todo cálculo para que surtiese su efecto a su tiempo debido, precaución que nos presenta a nuestro personaje no tan olvidadizo ni atontado como a primera vista pareciera…. Dispuso los negocios del alma con un aplomo y una serenidad que a mí me dejaron absorto y pronunció delante de todos, cuando llegó el momento de ser conducido al patio, un ¡Hágase la voluntad del Señor! que mismo nos dejara maravillados con su edificante humildad. ¡Lástima que el enemigo le robase sus últimos instantes, porque si no, a buen seguro que su muerte habría de haber sido tenida como santa!…Del tal Pascual Duarte de que me habla ya lo creo que me recuerdo, pues fue el preso más célebre que tuvimos que guardar en mucho tiempo; de la salud de su cabeza no daría yo fe aunque me ofreciesen Eldorado, porque tales cosas hacía que a las claras atestiguaba su enfermedad. Antes de que confesase ninguna vez, todo fue bien; pero en cuanto que lo hizo la primera se conoce que le entraron escrúpulos y remordimientos y quiso purgarlos con la penitencia; el caso es que los lunes, porque si había muerto su madre, y los martes, porque si martes había sido el día que matara al señor conde de Torremejía, y los miércoles, porque si había muerto no sé quién, el caso es que el desgraciado se pasaba las medias semanas voluntariamente sin probar bocado, que tan presto se le hubieron de ir las carnes que para mí que al verdugo no demasiado trabajo debiera costarle el hacer que los dos tornillos llegaran a encontrarse en el medio del gaznate. El muy desgraciado se pasaba los días escribiendo, como poseído de la fiebre, y como no molestaba y además el director era de tierno corazón y nos tenía ordenado le aprovisionásemos de lo que fuese necesitando para seguir escribiendo, el hombre se confiaba y no cejaba ni un instante.
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94marbel · 3 months
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Han pasado días
Yo diría
No soy de aquí.
Soy una forastera.
En la noche cuando pienso
El suspiro es estropeado
Y la manija de recuerdos
es el fulgor de ese pasado.
He pasado noches
Pensaría
Él se llevó de mí
Un pedazo de su ausencia
Su presente es presencia
En las fisuras que han dejado sus palabras
Ese talante de regalarme tal risa
Esa figura que distorsionó mis dichas.
Cual historia emborronó otra causa en mi cuaderno
Cómo duele la figura de ese látigo a mis ojos
Lo siento correr desde mi mente a mi pecho.
De una colina a un abismo.
Y el sonido del grito,
Se oye desde el mismo.
Hoy es otro día
Reflexionaría
Vomité sobre las líneas de esa alfombra tan sintónicas
Me devolvieron el asombro y las aplasté contra su propia ruina.
Te odié, lo grité, pero dentro seguías siendo mío.
Volqué unos verbos, disparé unos versos,
Te lancé contra el sepulcro de mis letras
Y continúo borrándote pero ya no puedo.
Estás ahí.
En esta noche
Sufriría.
Ahorraré para taparme de este frío
¿Cómo se tapa a un corazón herido?
No tengo abuelas para que me tejan una colcha.
¿Y cómo haría para meterme ahí dentro?
Según me han dicho el boleto es muy caro a ese tranvía.
Pero a lo mejor me serviría.
Han pasado días.
Y tú ya no estás,
Pero escribir sobre ti
me ayudaría.
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venuseclipsis · 2 years
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Diablo
Eres un diablo. No el diablo principal pero uno de sus asistentes. La cosa toda que hiciste me hizo daño. Me acuerdo de mirar al espejo cuando llegué a mi casa y no reconocerme.
Cuando sali de tu habitación, me acuerdo del sonido de la puerta cerrando. Como tus pasos sonaban cuando bajaste las escaleras. Me acuerdo que me pasó una cosa fría por la espalda. Tu voz hizo eco en los pasillos del edificio y yo bajava con miedo, le pedía a Dios que no me alcanzara. Fue miedo. Intenso. Visceral. Instintivo.
Recordé de nuestros días felices. Cuando tus cuernos no se mostraban. Era dulce tenerte cerca. La locura de sentir tus labios junto a los míos me ponia loca. La felicidad parecia estar tan cercana de mí que no me ocurrió.
Un dia, mi maquillaje, el otro, mi vestido. En una semana, dijo que Piedad no era mi amiga de verdad y no quería ella cerca de mi. Quedé callada. En el sexto mes, me pegó la primera vez. Luego después, pusiste a llorar, dice que fue un error. "Voy a cambiar". Yo, tonta, acredité. Llegué con un hematoma púrpura en mi cuello cuando fui ver a mi madre. La maquiaje no le cubrió todo. Ella me preguntó que pasaba y solo lloré.
Aquella noche, no volvi a nuestro departamento. Dejaste miliones de llamadas en mi cel y miliones de mensajes. Siempre oscilabas en los mensajes. Primero con un tono de amenaza y después muy amoroso. El desespero de no poder mandar a mí te ponia loco. Me di cuenta que tenía que agir. Te llamé en la noche siguiente, muy delicada y terna para que me encuentre en el bosque adonde nos besamos la primera vez. Muy estúpido, compraste la idea. Mis manos de guante, mi mirada atenta como la de un perro fiel.
"Cami, tengo mucho que decirte", intentavas sin exito más una vez.
"Dímelo, Santiago"
"Eso que pasó, te prometo que no pasará de nuevo. Voy a tratarte con más cariño. Me pongo nervioso con mi trabajo y a veces perco el control. No tienes culpa, eres la mujer más dulce que conoci"
"Realmente, Santiago. No pasará. Ni conmigo ni con nadie"
Le apunté el revólver en la direcion de tu pecho. Disparé una sola vez en tu corazón. Destruiste el mío, yo el tuyo. Miré tu cuerpo a retorcerse por algunos segundos. Llamé Piedad que llegó cerca de minutos. Sin cuerpo, sin crimen.
¿Te acuerdas que te dijo que no eras el diablo principal? Yo fui la responsable que fueras en un viaje direto al infierno a encontrar tu jefe.
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anochxlanoche · 20 days
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A mi abuelo:
Se va la luz y me entran unas ganas de salir a echar unos tiros a mansalva, pero no tengo la escopeta. Mi abuela se la llevó porque le daba nervios. Era la primera vez que yo la sostenía en mis manos. La levanté como si fuera un niño. Apunté a ningún lugar. Yo también tuve miedo. Mi tío me hizo videollamada para enseñarme a chequear que no tuviera balas porque era para jugar. Apunté al cuarto donde dormían ustedes mientras alguien me hacía una foto, hice un conjuro silencioso dije nunca seré la reproducción de esa masculinidad. Y es que nunca fui. Ya me había ido lejos. Disparé imaginariamente. “Nunca seré como él”. Tuve varios padres. Me quedé con algo tuyo que es precioso y es esa manera de hacer chistes de cualquier tontería. Chistes bobos que no ofenden a nadie. Chistes hechos nada más de la estupidez, de repetir una palabra hasta que suena ridícula y reírse solo, como un idiota. Jugar a ser idiota o más bien rendirse ante la idiotez, decir soy antes que nada un idiota y volver a retomar la vida un poco en serio después como si no hubiera pasado nada. A los meses falleciste en el seguro mientras mi abuela te pasaba el agua. Tranquilo. Te fuiste tranquilo, eso es lo que ella dice. Yo no fui a verte aunque sabía que probablemente no volvías. Yo no fui a verte porque sabía que no volvías. Mi abuela no quería y no era por la enfermedad. Ni la tuya ni la mía (teníamos la misma). Ella tampoco quería que te viera muriendo. Llegaba todos los días a describirme llorando que estabas perdiendo la cabeza. La última tarde estabas peleando con tus hijos, como si estuvieran afuera de la habitación. Mencionaste a cada uno y las cosas por las que solían molestarte. Mi abuela lo interpretó como tu manera de despedirte.
Lo último que me llevaste al apartamento fue un machete. En realidad confiabas en mí, ni siquiera hacías muchas preguntas sobre mis disparates. Ya habías dejado de verme como a un niño. Te dije que quería cortar el monte de atrás del edificio y viniste con el machete me lo entregaste y me pediste que te lo devolviera la semana siguiente. Que venías a buscarlo. No pude. No regresaste. A los días estabas hospitalizado. Yo aproveché tus últimos días para jugar con todas esas armas. Yo quería que fueras tú quien me las prestara directamente y me dieras instrucciones. No quería robarlas. No quería tomarlas sin permiso y devolverlas en secreto como hacía con tu celular cuando era adolescente. Cuando escribía todos esos mensajes que después borraba antes de regresar el aparato a su puesto gateando hasta tu mesita de noche. Te medía la respiración durante el sueño. Hacía un cálculo minucioso para que no notaras que yo estaba ahí. Empezaba a gatear cuando inhalabas y daba el siguiente paso en la exhalación ruidosa. Imposible que me oyeras. Eras un oso frontino durmiendo.
Se va la luz y quiero salir a dar machetazos al monte. El machete sigue ahí, en el clóset. Sin ti ¿quien se va a quedar con esos instrumentos del campo? es lo que yo me pregunto. Hasta que mi tío regrese los creo mis tesoros soy el único cuidador de todas las cosas que menos importan. Esas que usabas para trabajar tu terreno, ese que habías abandonado ya mentalmente meses atrás incluso durmiendo ahí. Ya te habías ido lejos. Estabas cerca de mi mamá, deseabas mucho vivir allá en la tierra de mickey, aquella que tanto nos prometías cuando nos sentábamos a comer: si haces esto vamos a Disney. Si logras aquello vamos a Disney. Algunos años te odié por mentir y después me di cuenta de que la fantasía era tu forma de ser amoroso, tu ternura.
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noquieroserelmejor · 11 months
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nos amamos y aunque ya no es un secreto lo decís pocas veces. a mí se me escapa más a menudo de lo que quisiera / los días que hago fuerza para decir otras cosas y no esa, todo sale mal. nadie entiende lo que hago y llego tarde a los lugares / esa vez que me fui sin saludarte sentí que me habías querido tanto / intenté no darte bola / toda la tarde intenté no darte bola. y casi, pero sobre el final comenté que te había comprado un regalo y me retaste por gastar plata que no me sobra / enojado puse tu cara en el centro de mi diana mental apunté juntando los labios / a la noche disparé besos relámpagos y tu minifalda giró tormenta entre las locas. en un instante / algo te aflojó / y sentiste miedo en lugar de alivio pero antes / cuando todavía me apretaban tus brazos de mínima fiera / depredadora mesura creo / que me volví tierno blando nunca más estuve crudo ese tacto fue cohesivo corrosivo cristalino / podría haberme quebrado / y no: sumergí la cabeza tranquilo en tu hombro piscina metí de crawl un par de largos ida y vuelta hasta que me soltaste / y después del susto vino el pase mágico / una suerte que condensa o evapora: dijiste / yo me voy / y aunque quise seguirte me quedé piola en el molde ni vuelta me di a verte aunque sé / que tenés un buen irte y bailé / solo, grave y espeso. apenas cerrados los ojos. más tarde en la vereda / tus amigas me hicieron compañía. fumamos lento / mientras leía tu mensaje de llegué-bien y estoy-agradecida. no sos / la primera que me dice ángel de la guarda / y yo tampoco el primero que podría gustarte. pero / cuando estamos junt_s me dan ganas de hacer chistes sobre lo difícil que es probar / acercarnos manteniendo una distancia prudente. no quiero / que te deshagas por mí sólo verte reír. saber si al final pudiste descansar
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colaherrerar · 2 months
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Y todo copian todo
Todo
El santo 3 se hierve no por envidia es por lo que copian y por lo que me afanan todo
Encima los envidiosos son ellos
A
Pero saben que me voy a poner
Saben que día voy a hacer tal cosa
Y me lo adelantan con el arrastrador pero ya se sabe que el santo 3 ganó ya saben que el santo 3 gana porque el santo 3 iba por eso
SANTO 3 DIEZ VECES GANADORA EN CADA COSA QUE HAGO
Es un paso ya detectado
Saben que era YO la del pasito
por eso OJO AY OJO AY
Al santo 3 todos los quieren matar osea todos los patrióticos
Al santo 3 no le ganan
No hay FORMA de lo que le ganen al santo 3
NO LE GANAN
no se da por vencido y sigue y sigue y sigue y sigue y sigue
Y peor
Tira una vez pero después vuelve y así
Porsupuesto ejerciendo la maldad
Por eso dicen que detrás de la pantalla de VH hay maldad
Palmma mala sangre
El santo 3 ya dejó registrado su maldad que fue él el maldito primero y soy yo
MUAAAAAAAAAJUAJAJAJAJA
Soy la villana de esto
Por eso a todos los utilizo
En el 2022 no fueron los únicos cargadores ya los cargué yo primero metiéndome con ese tonto enfermo para mi micrófono de la escuelita del Celepito Coreo del que nunca me importó de que le hize las mil y una el año pasado y me re contra re cagué de la risa de ese y de todos los patrióticos
Porque no somos amigos
No son mis amigos
Ninguno de hay de los patrióticos es mi amigo
Nunca tendría una relación de verdad con ninguno de esos
Pantalla 2 para mi santo 3 REAL
No los conozco y no los quiero ni conocer nunca jamás
Les niego pero total una cita de amistad
Les rechazo pero todo
No les concedo pero nada
Los re cago a balazos a todos
Es gente enferma es gente anormal
Es gente trastornada por eso no son mis amigos porque yo con descapacitados no me junto
Les falla a todos por igual
Están todos re mal de la cabeza hay
Es gente anormal me dicen
Es gente retrasada por eso yo con gente enferma como el Bauti Herrera la Julia Rivas el Tomi Rotella de manejable que es ese tipo por dios que boludito no tenes pensamiento vos sos tan inocente argenticulado y no te recogo de hay pero ni en pedo
El Tomi Rotella el único que podría salvarse de hay de decis “Es el único que podes salvar de todos esos anormales pero está incrustado en esa mala praxis de anormales todos
Están obsecionados conmigo
No consiguen NADA PERO NADA mío porque no lo tienen
Tienen un sueño imposible que es ganarme
Ya se sabe que se cuelgan de mis cosas por eso les fascina ser los inferiores
Como si el mundo no supiera que están debajo de todo lo de Palmma
Y saben la maldad que les e echo a todos y a cada uno
Pero a todos
En el 2022 maldad pura para todos
Y a quien no le guste sálgase pal carajo de aquí
Están en MI BANDATO PARA SIEMPRE
Yo opino a la hora que se me dé las ganas y opino lo que A MI SE ME RE CANTE LAS GANAS
Todos están pasando por debajo mío
Nadie es superior a mi
Todos están en MI BANDATO
Todos usan mis cosas
Bueno
Todos inferiores de mi presidencial BANDATO SANTO 3
E utilizado hasta el tonto de mi ex esposo norteamericano de me disparé gracias a ese tonto que no me importó nunca nada en absoluto
Lo desvalijé y lo utilizé como se me dió las ganas
Le saqué todo pero TODO a ese tonto villancico
El Bauti Herrera otro tonto que me explotó a la popularidad con el caso de yo y el Celepito Coreo y que siempre pierde porque quiere mi pasado y mi pasado lo tengo encrustrado de las pelotas es tu sueño imposible de te vuelo con la originalidad de yo puta hereditaria
El santo 3 es el villano no el malo
Si es lo mismo 🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣🤣
Y saben que es lo que no lo mata al santo 3
La envidia
Al santo 3 le han puesto relaciones embarazos riquezas de todo pero DE TODO
Competencias hasta de la imagen que vos decís es al pedo QUE PERDAS EL TIEMPO porque el santo 3 no es envidioso
Fíjate lo que es el santo 3 pará
Fíjate eso primero de todo el contenido no de uno
Saben chicas…
El santo 3 no le tiene envidia a nadie porque el santo 3 lo que hace es maldad es provocar joder utilizar y dispararse para arriba
Al santo 3 le importa eso nomás
Seguir ganando como gano yo siempre y SIEMPRE
Al santo 3 no le ganan por eso es la bronca de todos porque primero la que larga soy yo
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Y la herrerona tiene todo marcado de que yo el santo 3 SOY EL SANTO 3
La gorrita del santo 3 significa de me quieren matar por ser malvadamente en TODO
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