#Magisterio Papal
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Carta Encíclica Mit Brennender Sorge del Papa Pío XI, donde la Iglesia condenó al nazismo.
Papa Pío XI (desde 1922 hasta su muerte en 1929). CARTA ENCÍCLICAMIT BRENNENDER SORGEDEL SUMO PONTÍFICEPÍO XISOBRE LA SITUACIÓNDE LA IGLESIA CATÓLICA EN EL REICH ALEMÁN A los venerables hermanos,arzobispos, obispos y otros ordinarios de Alemaniaen paz y comunión con la Sede Apostólica 1 . Con viva preocupación y con asombro creciente venimos observando, hace ya largo tiempo, la vía dolorosa de…
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Pregunta Querido Padre Angelo, tengo una pregunta, más bien de tipo “social” que “espiritual”, pero de todos modos tiene relación con todo lo que nos rodea. Me han dicho que las Encíclicas papales son Magisteriales, a diferencia de las llamadas exhortaciones apostólicas, por ende lo que está escrito en las encíclicas para mí es una "regla" a seguir, y forma parte de las enseñanzas morales de la Iglesia. Mi pregunta es: En el transcurso de los siglos nunca ocurrió que algunas enseñanzas del magisterio hayan sido anuladas por nuevos aportes del mismo magisterio? Por ejemplo con otra encíclica, o bien con un concilio ecuménico u otro documento. Y si así hubiese ocurrido, cómo fue justificado? Y si me permite, en qué ámbito de la Teología se encuentra la respuesta? (Teología Moral, Teología Dogmática, Derecho Canónico, etc). Le agradezco mucho por sus respuestas que son siempre tan claras. Le recuerdo en mis oraciones. Le envío un cariñoso saludo. Manuele Respuesta del sacerdote Querido Manuele, 1. También las exhortaciones apostólicas son magisterio, si bien el de las encíclicas es más fuerte. 2. La encíclica por lo general expone, desarrolla un punto determinado de la doctrina de la Iglesia. Esencialmente su objetivo es la enseñanza. 3. En cambio las exhortaciones apostólicas tienen un carácter más práctico. A menudo vuelven a expresar la doctrina de la Iglesia, pero su objetivo es el de orientar concretamente la vida de las comunidades cristianas o de cada uno de los fieles. 4. No ha ocurrido jamás que un documento del magisterio haya reemplazado un documento precedente acerca del mismo argumento. Sería sorprendentemente raro que el mismo Espíritu de Verdad (Jn 14,17) que manda enseñar al pueblo cristiano las verdades de fe, se contradijera. Por eso en teología es bien conocido el axioma: quod semel verum, semper verum (“lo que ha sido considerado verdadero una vez, lo es para siempre”). 5. En cambio puede ocurrir que hayan decretos de la Iglesia que abrogan otras normas antecedentes. En este caso, sin embargo, no se trata de principios doctrinales, sino de disciplina de la Iglesia. Ahora bien la Iglesia es árbitro de su disciplina. Puede cambiarla como desee para mejor prestar su servicio en favor del pueblo cristiano. En cambio no puede jamás cambiar la doctrina, porque no le pertenece. Es sencillamente su guardiana, ministro y embajadora. 6. Hay que agregar además que el significado de una encíclica puede variar con el transcurso del tiempo. La palabra encíclica, literalmente significa carta circular. Ahora bien, mientras actualmente se le da a la encíclica un peso doctrinal relevante, en el pasado esta misma terminología se usaba tanto para la enseñanza doctrinal de la Iglesia como para simples recomendaciones dirigidas al pueblo cristiano. Por ejemplo León XIII escribió muchísimas encíclicas. Algunas tienen un peso doctrinal muy importante. Es el caso de la Rerum novarum (15.5.1891), que es la carta magna de la doctrina social de la Iglesia. Al mismo tiempo escribió 13 encíclicas sobre el Rosario, algunas de poquísimas páginas. Estas encíclicas en general son exhortaciones que invitan a rezar el Rosario según las varias necesidades de la Iglesia.7. De la pregunta que me has presentado, se encarga un sector específico de la teología que se llama Eclesiología. Te deseo todo bien, te recuerdo al Señor y te bendigo. Padre Angelo
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°The feudal system was a product and a hallmark of western European societies, unknown in the Greek (or "Byzantine") East. It was not until the end of the seventeenth century that feudalism made its appearance in the East, in the Ottoman Empire, as a sign that economic and social organization was becoming westernized. "The idea of Byzantium is strictly irreconcilable with that of feudalism... The interminable struggle of central government against the great landlords has left its mark on the whole of Byzantine history... The absence of any formal social distinctions gave Byzantine administration a popular character which made it radically different from the stratified societies of the West... The Byzantine and Ottoman worlds alike considered any procedure for concentrating land ownership as anti-social" K. Vergopoulos, The Agrarian Question in Greece. The totalitarian character of religious organization in western medieval societies and the way they undervalued human personality is attested generally and without dispute by western historiography itself, It would suffice to call to mind just a few institutional expressions of this religious totalitarianism: the famous Dictatus of Pope Gregory VII (1073-1085), the principle of Papal Infallibility (De Romani Pontificis Infalibili magisterio) founded on Thomas Aquinas' Summa Theologiae, the bull of Pope Gregory IX (1233) which instituied the Holy Inquisition, the introduction of torture as a method of interrogation in heresy trials by Pope Innocent IV (1252), etc. Furthermore this religious totalitarianism was the breeding ground for the many forms of religious rebellion in modern European man, and also gave rise to the capitalist system which led religion decisively to lose its vigor in western societies. Specifically on the roots of capitalist ideology in roman catholic scholasticism and particularly in Thomas Aquinas, see Werner Sombart, Le Bourgeois. Contribuition à l'historie morale et intellectualle de l'homme économique moderne (Paris, 1966)
Christos Yannaras
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Entrevista al Dr. Joseph Shaw sobre la Misa Tradicional
por Robert LazuKmita (Rumanía)
(El Dr. Joseph Shaw es el actual presidente de la Latin Mass Society).
Robert LazuKmita: Estimado Dr. Joseph Shaw, como laico de la Iglesia Católica y Presidente de la Latin Mass Society (Reino Unido) usted se dedica de lleno a promover y defender la Liturgia Inmemorial. ¿Qué explicaciones daría a quien le pregunte directamente por qué es tan amante de la liturgia gregoriana? La concepción intelectual detrás de esa dedicación a la misa tridentina, ¿no es tan solo otro tipo de “pasión por las antigüedades”?
Joseph Shaw: Gracias, Dr. LazuKmita.
La pregunta puede ser encarada desde una perspectiva subjetiva u objetiva. Subjetivamente, es legítimo preguntar qué formas de liturgia y qué devociones son de mayor ayuda para las almas. Algunas pueden beneficiar particularmente a algunos católicos, y otras a otros. Algunas como el oficio divino o el rosario de los siete dolores de Nuestra Señora, no son obligatorias, y decir que una devoción o forma litúrgica legítima es anticuada o inapropiada para el tiempo presente es ridículo. Si ha sido aprobada por la Iglesia y alguien la encuentra útil, es todo lo que hay que decir.
Este tipo de elección entre devociones y formas litúrgicas se ha extendido a la misa durante muchos siglos. Algunas personas hacen un esfuerzo especial para asistir a misas en honor a un santo particular o aprecian en particular misas votivas en honor del Sagrado Corazón de María. En siglos pasados, tales devociones se expresaban en la donación de altares laterales para la celebración exclusiva de misas votivas, por ejemplo, en honor del Santo Nombre. La espiritualidad católica ha estado siempre caracterizada por la libertad y la iniciativa privada en tales asuntos. Pensar que es un problema espantoso que algunos católicos celebren la misa o vísperas o lo que sea para una fiesta, o según cierta tradición litúrgica, y del otro lado otros católicos celebran otra cosa, es un error moderno extraño. Es a través de la diversidad legítima que ofrecemos una oración en Cristo.
De esta manera, el papa Benedicto XVI observa en su Carta a los Obispos que acompaña Summorum Pontificum, “se ha visto claramente que también personas jóvenes descubren esta forma litúrgica, se sienten atraídos por ella y encuentran en la misma una forma, particularmente adecuada para ellos, de encuentro con el Misterio de la Santísima Eucaristía.” Este argumento debiera ser demoledor. ¿Quién podría oponerse a que los jóvenes obtengan gracias a partir de una de las muchas formas litúrgicas de la Iglesia? La reforma tras el Vaticano II no fue planeada por los padres conciliares para privar a las personas de gracias, sino para hacer más abundantes las gracias. La consideración principales siempre el bien de las almas: Salus populi suprema est lex.
No obstante, en este asunto también hay una cuestión objetiva y los católicos apegados a la antigua tradición litúrgica enfrentan ataques constantes. Los ataques basados en la legalidad de la celebración de la misa tradicional han sido contestados efectivamente por la intervención del papa Benedicto en Summorum Pontificum en 2007, si bien algunos comentadores todavía no parecen haber recibido el mensaje. Más interesantes aún son los ataques basados en las implicaciones teológicas de la antigua misa, que han sido más numerosos y continúan con gran vigor.
Me entrené como académico y me complace participar en discusiones sobre estos temas, indefinidamente y hasta donde mis habilidades lo permiten, al menos con personas que no están totalmente locas. Tales discusiones incluso pueden ser esclarecedoras. Lo sorprendente es tener estas discusiones dentro de la Iglesia, no solo con protestantes o no creyentes. Cuando los católicos enemigos de la misa tradicional dicen que las ceremonias y oraciones utilizadas durante ocho o una docena de siglos en la Iglesia latina están teológicamente equivocados, no solo critican a un pequeño grupo de cascarrabias agrupados en las periferias de la Iglesia de hoy, sino a la Iglesia Católica en su conjunto. Están diciendo que la Iglesia se equivocó: que en su profunda vida interior ofreció a sus hijos piedras en lugar de pan, no aquí o allá, no durante años o décadas, sino en todos lados y durante la mayor parte de su historia. Es un argumento para lo que Lutero llamó el “el cautiverio Babilónico de la Iglesia”: que la Iglesia se desvió en una era muy temprana y necesita ser dada vuelta para enderezarse.
La antigua tradición litúrgica es, de hecho, parte de la tradición de la Iglesia. Se la llama justamente “fuente teológica” junto con las Escrituras, los Padres, y el Magisterio papal. He mencionado arriba que la gente no puede ser criticada por utilizar devociones debidamente autorizadas, si bien tales autorizaciones son falibles y ocasionalmente revocadas. Esto no sucede con la liturgia tradicional porque es muy antigua, ha sido utilizada por mucho tiempo y ha sido respaldada y promovida por tantos Papas, doctores y concilios. Es como el consensus Patrem: un asunto en el cual todos los Padres de la Iglesia concuerdan y por lo tanto no debiera ser dudado por ningún católico.
Aseveraciones tales como “las antiguas oraciones del Ofertorio son erróneas porque tratan a la hostia como si ya estuviera consagrada”, o “el canon silencioso excluye erróneamente a la gente de participar en la misa” no pueden ser correctos: en última instancia son incompatibles con que la Iglesia Católica es la verdadera Iglesia. Debieran llevarnos a pensar nuevamente sobre estos temas hasta que podamos entender correctamente el significado y sentido de estos aspectos de la misa. Y, por supuesto, mucho ha sido escrito sobre estos y otros temas.
Robert LazuKmita: Para muchos defensores del reemplazo de la misa tridentina por la nueva misa, éste es el motivo principal: el hombre moderno, cuya mentalidad está totalmente influenciada por la “ciencia”, ya no puede comprender rituales complejos y símbolos sagrados. Consecuentemente, el lenguaje religioso debe ser cambiado completamente, transformado, reemplazado por algo evidente. A primera vista este argumento parece razonable. ¿Pero esta actitud no tiene ningún precedente en la historia? ¿En la tradición católica? En todo caso, si bien tal comprensión fue motivada pastoralmente y bien intencionada, el resultado es precisamente el mencionado: una fuerte aversión hacia la “antigua” misa considerada por muchos, muchos sacerdotes inferior a la nueva.
Joseph Shaw: Debemos admitir desde el comienzo que la liturgia ha sido cambiada de varias maneras a lo largo de los siglos, y cada vez que esto sucede es justificado, supuestamente, por el bien de las almas. Por ejemplo, la posibilidad de celebrar una misa ‘rezada’ en el siglo IX, en el que la misa mayor era impracticable o imposible, o la inclusión de oraciones tras la misa rezada en 1859 (al principio solo para los Estados Papales). Nuevamente, la creación del rito latino, la Iglesia eslava, y otros ritos de la Iglesia estaban presuntamente motivados por una buena causa, por sobre todo, el bien espiritual de las almas.
Entonces, el problema no es la cuestión del cambio en sí mismo, o el objetivo final de los cambios. En cambio, es esta idea de que el ‘hombre moderno’ no puede comprender los rituales complejos y los símbolos. Debiéramos darnos cuenta enseguida de que esta afirmación, de ser aceptada, tiene casi los mismos resultados que la afirmación protestante de que el rito católico es idólatra y la afirmación de la Ilustración de que es oscurantista, y ciertamente estas dos afirmaciones hacen eco en los escritos de los progresistas litúrgicos católicos, aunque no en documentos magisteriales. En sus resultados prácticos, sirve para alinear la liturgia a los valores de la élite intelectual que emergió del Protestantismo y de la Ilustración.
Claramente esto no es una coincidencia y debiera generarnos sospechas como una afirmación empírica. Los reformistas protestantes y los intelectuales anticlericales de la Ilustración no imaginaban que el mero paso de una época haría o podría hacer a las personas menos receptivas de un ritual. Vieron, para su frustración y pena, que las personas lo encontraban muy atractivo y se formaban profundamente por medio de él; encontraron que frecuentemente la única manera de oponerse a ese atractivo era a través de la violencia física.
La misma frustración puede verse en los escritos de algunos miembros del Movimiento Litúrgico antes del Concilio Vaticano Segundo y de los progresistas litúrgicos posteriores, cuando admiten que los católicos comunes no deseaban una reforma litúrgica y continuaban anhelando la misa tradicional que les había sido quitada. Incluso cuando los cambios se aceptaban más fácilmente, nadie podía decir que eran la respuesta a una demanda extendida. Incluso los obispos, cuyas opiniones fueron sondeadas para la preparación del Concilio, mostraron un interés muy limitado en una reforma litúrgica de raíz (lo documentó el mismísimo Annibale Bugnini). Los partidarios de la reforma simplemente dicen que la reforma era buena para la gente y que si la gente no lo notaba, esto demostraba su ignorancia.
Una persona que intentó llegar al fondo de la cuestión empírica— ¿está el “hombre moderno” menos capacitado que sus ancestros para comprender lo ritual?—fue la antropóloga católica Mary Douglas, en su influyente libro Símbolos Naturales, que se publicó por primera vez en 1970. Ella presenta un complejo marco teórico para explicar por qué algunas culturas tienen rituales complejos y otras no, relacionando el rito religioso con una estructura social y familiar jerárquica y una estabilidad social. Parte de su argumento fue que las tendencias sociales modernas que socavan progresivamente a la familia tradicional y a varias medidas de estabilidad social conducen a la gente a crecer con menor apreciación por lo ritual.
Hay cierta lógica en esta idea; si se la combina con la teoría de que la “modernización” en sentido de destrucción de jerarquías sociales, vínculos locales, etcétera, es inevitable y positiva, por consiguiente la Iglesia debiera adaptarse a esta realidad. Sin embargo, la misma Douglas se horrorizaba por el daño realizado a los católicos de su tiempo por la reforma litúrgica, quienes eran aún bastante tradicionales en su estructura familiar y estilo de vida. Realizó el famoso comentario que la abolición de la abstinencia de los viernes sugería que “la torre de señales litúrgicas había sido manejada por guardavías daltónicos.”
Sin embargo, hay algo que Douglas no notó, algo que se tornó más claro recientemente. Uno podría pensar que la misa tradicional tiene su hogar natural en el páramo europeo, donde la vida ha cambiado menos desde la década de 1950, y en lugares similares de todo el mundo. Estoy seguro de que sería bien recibida en esos lugares, aunque no siempre se encuentra disponible allí. En cambio, lo que en verdad vemos es la atracción que sienten personas de entornos diferentes hacia la antigua liturgia: estudiantes y familias jóvenes de grandes ciudades. Para ellos, la ruptura de la familia, la sociedad y la cultura los han privado de algo, y sienten la falta. El complejo ritual de la misa llena un vacío profundo en sus vidas.
Jóvenes de hogares disueltos, por nombrar lo obvio, pueden encontrar más difícil el formar familias estables, pero no están de ninguna manera en favor de una vida hogareña caótica. Ellos sufrieron las consecuencias. Muchos pospusieron por completo la idea de casarse, pero otros, con la ayuda de la gracia divina, aspiran a algo mejor que lo que tuvieron sus padres. Estos jóvenes no ven el proceso de “modernización” como inevitable o positivo. Para ellos la misa tradicional es como un oasis en el desierto porque alimenta su necesidad de orden, jerarquía y belleza. Los inspira y estimula en su búsqueda de orden y devoción en sus propias vida. Hay un enorme grupo de jóvenes como estos, la mayoría de los cuales no tiene contacto con la Iglesia, pero que proveen la audiencia para videos de YouTube como (por ejemplo) los de Jordan Peterson.
Con la reforma litúrgica, la Iglesia parece decir: “Miren este proceso de modernización. Hagamos la misa lo más simbólicamente estéril que se pueda, así le seguimos el paso a la arquitectura Brutalista y a la tasa de divorcios.” Al hacer esto la Iglesia en realidad está sirviendo a las fuerzas de destrucción. La idea pudo haber sido hablar en un idioma que el “hombre moderno” pueda entender, pero a decir verdad la gente moderna necesita la misa tradicional más que nunca.
Robert LazuKmita: Si miramos los escritos de los padres y doctores de la Iglesia como San Agustín, San Cirilo de Jerusalén y San Máximo el Confesor, sus esfuerzos fueron dirigidos hacia la formación completa de sus fieles y discípulos. La idea principal detrás de sus obras de catequesis y teología es cristalina: para participar fructíferamente en la sagrada liturgia los fieles deben conocer una profunda conversión, una transformación espiritual profunda. No es la liturgia la que debe ser cambiada, sino el hombre. A pesar de esta forma tradicional de pensar, en el último siglo podemos observar un abandono casi total de la formación catequística– especialmente de la llamada formación “mistagógica”. Por ejemplo, el cardenal Ratzinger (papa Benedicto XVI), ha mencionado muchas veces en sus escritos esta situación desastrosa. En lugar de reemplazar la liturgia tridentina por una “fabricada”, la mejor solución parece ser el regreso a una formación litúrgica sólida y mistagógica, ¿no es cierto? Como testimonio personal cuento que cada vez que presenté una catequesis mistagógica sobre “imágenes religiosas”, “símbolos sagrados”, “misterios” y “sacramentos” noté un gran y vivo interés de parte de los participantes (¡tanto católicos como no católicos!).
Sobre la idea general de cambiarse a uno mismo en lugar de cambiar la liturgia, es interesante observar que este punto fue mencionado con frecuencia por miembros del Movimiento Litúrgico, al menos hasta las décadas de 1940 y 1950. Sentían que recién comenzaban a comprender la liturgia y a facilitarla a la gente en todo su esplendor.
Creían que la liturgia había sido revestida con extraños elementos devocionales. Uno podría simpatizar con ellos en relación a la práctica—aparentemente común—de un sacerdote subiendo al púlpito durante las misas rezadas de octubre para leer el rosario durante la misa. Uno incluso podría simpatizar con su deseo de ver las antiguas y valiosas fórmulas de misa de domingo, de cuatro témporas y de cuaresma no verse oscurecidas por fiestas y misas votivas más recientes. Pero su actitud difería bastante de la de los Padres y sus argumentos condujeron a ciertas conclusiones problemáticas.
La idea de que la liturgia auténtica debe ser excavada de la liturgia experimentada durante un siglo o dos, puede volverse la tesis más radical expresada por Josef Jungmann de que una “niebla ha descendido” sobre los fieles allá por el siglo VIII y ha oscurecido la liturgia desde entonces, porque el latín o el significado de las ceremonias ya no se comprendía.
Nuevamente, la idea de que el trabajo del liturgista o celebrante es extraer el verdadero significado de la liturgia puede tornarse en la idea de que es el estudio del momento el que debe determinar qué partes de la celebración deben destacarse y cuáles ser removidas como extrañas.
Los Padres no pueden ayudarnos directamente en relación a la tradición litúrgica tal como la tenemos, con la enorme longitud y complejidad de su desarrollo, pero estoy seguro de que estarían de acuerdo en que, mientras puede celebrarse con mayor o menor reverencia, debemos empezar a pensar en nuestra participación litúrgica con una liturgia tal como la recibimos de la tradición, y no una fantasía de lo que nos gustaría que fuera. Más aún, mientras la experiencia más fructífera de la liturgia pertenecerá seguramente a quienes se encuentren en estado de gracia y hayan recibido una apropiada catequesis litúrgica, la liturgia puede hablarle a todos, incluso al más ignorante y al mayor pecador. Para estos, ciertamente, el misterio mismo de la liturgia les habla de su majestad y solemnidad.
Por supuesto que quienes entienden más sobre ella podrán sondar mayores profundidades. Los estudios históricos modernos pueden resultar muy interesantes, pero estoy muy de acuerdo en que el significado y simbolismo de la liturgia es una cuestión de teología mistagógica y no solo de investigación histórica. Por ejemplo uno lee en historias de la liturgia que una característica u otra tuvo un origen puramente práctico, como si eso desacreditara el significado simbólico atribuido durante generaciones por comentaristas litúrgicos, doctores y santos. Esto es malinterpretar el funcionamiento de los símbolos litúrgicos, así como también poner demasiada confianza en la teorización histórica, realizada con frecuencia con limitada evidencia.
Robert LazuKmita: En alguno de sus comentarios, el cardenal Joseph Ratzinger lamenta el hecho de que la liturgia de Pablo VI sea el producto artificial de algunos especialistas. Dice explícitamente lo siguiente: “No había habido nunca nada igual en toda la historia de la teología. El viejo edificio había sido demolido y otro fue construido. Pero al colocarlo como una construcción nueva más allá de la que había crecido históricamente, prohibiendo los resultados de este crecimiento histórico, hacen por lo tanto que la liturgia ya no parezca un desarrollo vivo sino el producto de un trabajo académico y una autoridad judicial; esto ha provocado un daño enorme. Porque entonces surgiría la impresión de que la liturgia es algo ‘fabricado’, no algo heredado de antemano” (Peter Seewald, Benedicto XVI. Un Retrato Íntimo, Ignatius Press, San Francisco, 2008, p. 204). En otras palabras, la misa de las eras que creció orgánicamente en el seno de la Iglesia Católica bajo la guía del Espíritu Santo había sido reemplazada por una liturgia fabricada por especialistas cuya santidad es más que cuestionable. Seamos claros: para un verdadero católico, reemplazar a la sagrada liturgia con la que contribuyeron santos tales como Juan Crisóstomo, Basilio el Grande y el papa Gregorio Magno, por una liturgia fabricada bajo la coordinación de una figura enormemente controvertida como el arzobispo Annibale Bugnini, es algo inaceptable y – eventualmente–verdaderamente apocalíptico. ¿Cuál es su opinión acerca de las percepciones litúrgicas del cardenal Ratzinger? ¿No son una de las razones más importantes por las que sus libros teológicos están prohibidos en muchos seminarios y facultades católicas?
Las poderosas afirmaciones sobre la liturgia que podemos encontrar en las obras de Joseph Ratzinger’ no dejan de asombrarme. Son sorprendentes por varias razones, por ejemplo, que no le impidieron llegar a cardenal y luego a Papa, y que provienen de un teólogo que trabaja en la corriente principal, que había sido una especie de teólogo liberal en sus primeros escritos y no podría ser llamado tradicionalista (en lugar de conservador) ni siquiera en sus obras maduras.
Hasta resultar elegido Papa, las obras del cardenal Ratzinger estaban ciertamente mal vistas en los seminarios—hay muchas historias de seminaristas escondiéndolas—pero en Inglaterra y América la situación ha mejorado desde 2005. En cuanto al debate público, hubo un período después del 2005 cuando todo tipo de ataques a la misa tradicional podían ser respondidos por carta a los periódicos o por Internet, con citas demoledoras del mismo papa Benedicto, y como resultado, muchos propulsores de esos ataques se rindieron. Esto tuvo especial significancia para aquellos liberales que querían acusar a los defensores de la misa tradicional de alguna herejía y para aquellos conservadores que querían seguir al Papa donde sea que él los guiara. Para ambos grupos, el papado de Benedicto desestabilizó fundamentalmente su propia comprensión y su acercamiento a la política eclesial. La experiencia del papa Francisco ha llevado este proceso un paso más adelante.
Sobre este tema específico que usted citó está absolutamente en lo cierto, es un punto de profunda importancia y sugiere, como usted dice, un problema igualmente profundo para la Iglesia como resultado de la reforma. La falta de continuidad en la tradición litúrgica, comprendida como transmisión de la liturgia hasta nosotros, cambia el sentido y la naturaleza de la liturgia misma. Va más allá de cosas como querer usar las mismas palabras que fueron usados por nuestros predecesores en la fe. Eleva la pregunta de por qué cierta forma de adoración es agradable a Dios.
En el Éxodo, Moisés le dice al faraón que el pueblo elegido debía ser autorizado para ir al desierto, no para escapar, sino para adorar a Dios (4:23; 5:1). Cuando finalmente llegan, el mismo Dios les dice cómo deben hacerlo. La tradición litúrgica desde el papa Gelasio, y antes de él, hasta la misa tradicional tal como la tenemos hoy, es un candidato creíble para una tradición que expresa la voluntad de Dios acerca de cómo desea que lo adoremos. Una liturgia armada en un par de años por un conjunto de comités orquestados por el arzobispo Bugnini o es un candidato creíble para este rol: sería ridículo sugerir algo así.
Claramente, quienes organizaron el Consilium y quienes aceptaron sus propuestas no pensaban en los términos que acabo de utilizar. Habían sido entrenados para pensar solo en términos de autoridad eclesiástica y validez sacramental. Esta mentalidad sigue diseminada entre los católicos conservadores de hoy. Ella socava la idea de liturgia como acto de adoración, reemplazándola por un digno y tal vez informativo contenedor de sacramentos. No sorprende que los católicos que tienen esta actitud no puedan comprender la idea de un acto de adoración formal sin sacramentos: la celebración pública de vísperas, por ejemplo, o la celebración de la misa cuando los fieles no pueden recibir la comunión (como ocurrió durante la epidemia del coronavirus). No pueden ver lo que se añade a la oración privada a través de las formas heredadas de la Iglesia para la oración pública.
Robert LazuKmita: Pero el mismo autor que escribió las citas antes mencionadas, Joseph Ratinzger, como Papa escribe en Summorum Pontificum algo completamente diferente–sino totalmente opuesto–cuando afirma que el misal romano promulgado por el papa Pablo VI y el misal romano promulgado por San Pío V y revisado por Juan XXIII son “dos expresiones del lex orandi de la Iglesia”. No es lo mismo que cuando dice que la misa tradicional orgánica fue reemplazada por una misa fabricada. Porque en el primer caso casi explícitamente dice que la misa tradicional es legítima debido a su crecimiento orgánico y desarrollo legítimo, mientras que la nueva misa fue fabricada y “nos ha causado algunos daños extremadamente serios”. ¿Cómo podemos comprender afirmaciones tan contradictorias concebidas y escritas por el mismo teólogo?
Joseph Shaw: Como teólogo, Joseph Ratzinger comprende la fuerza teológica detrás de la tradición litúrgica latina: como una “fuente”, como un encapsulamiento de la sabiduría espiritual de las eras, y en su rol de expresarnos, a través de la Iglesia, la voluntad de Dios. Y puede ver el daño que la destrucción de esta tradición ha ocasionado.
Como Legislador Supremo de la Iglesia, el papa Benedicto reconoció que la misa reformada había sido promulgada válidamente por su predecesor. Tiene una forma litúrgica válida y lícita para la Iglesia latina, y en ese sentido, por lo menos una “Forma” de la liturgia romana. Mirándola desde esta perspectiva, debe ser comprendida a la luz de toda la tradición litúrgica.
Nuevamente, como estudiantes de liturgia debemos decir: esto es lo que Bugnini, Antonelli o Bouyer escribieron en sus libros sobre el pensamiento de los reformistas, por lo tanto esto es lo que tal y tal cambio u omisión significó. Pero como católicos también podemos decir: la Iglesia nos ha dado este rito, que no contradice explícitamente (por ejemplo) el sacrificio teológico de la misa, por lo que podemos llenar los silencios y ambigüedades haciendo referencia a la tradición anterior más amplia.
De esto se trata la “hermenéutica de la continuidad”. El papa Benedicto no ignoraba en absoluto la motivación tras la reforma y el daño que la reforma ocasionó. Pero la misa reformada está aquí, ¿y qué haremos con ella? Bueno, la Iglesia enseña que la misa es un sacrificio, entonces esta misa reformada es un sacrificio, aunque mucho del lenguaje sacrificial haya sido removido. Y así sucesivamente con cada asunto.
Decir esto no es decir que la misa reformada es una expresión teológica adecuada de la fe de la Iglesia. Se pueden encontrar aprensiones sobre esto en documentos oficiales. Suplican a sacerdotes y obispos que utilicen la catequesis para contrarrestar los malentendidos teológicos que pueden generarse por monaguillas, la recepción del cáliz, el ajetreo de los “ministerios litúrgicos”, etcétera (ver por ejemplo Redemptionis Sacramentum 60 y 100).
Robert LazuKmita: Lo que realmente preocupa en estos días es el simple hecho de una crisis tan profunda y total: realmente apunta a cambiar todo aspecto teológico, litúrgico y moral de la vida católica. Nada es intocable por esta “reforma” propuesta e implementada por el Concilio Vaticano Segundo. Incluso más que eso, tenemos un Papa que parece ser un hereje. En una situación tan desastrosa no podemos evitar la pregunta de las preguntas: ¿cuáles son las razones por las que Dios permite semejante destrucción de los sagrados tesoros de la fe, los sacramentos y la liturgia?
Joseph Shaw: No hay paralelos históricos perfectos para nuestra situación, pero hay paralelos parciales, y si bien no soy historiador de la Iglesia y no puedo hablar de ellos en detalle, creo que al menos nos sirve recordar que existieron. Ejemplos de ellos incluyen la pérdida del poder temporal, que tornó imposible concluir el Concilio Vaticano Primero; la abducción del papa Pío VI por los franceses revolucionarios; y más distantes, la captura del papado por las familias corruptas durante la ‘Pornocracia’; y la capitulación parcial del papa Honorio ante las fuerzas del Arrianismo. También podemos recordar el saqueo y destrucción del templo de Salomón por parte de los babilonios en el Antiguo Testamento.
Dios permite no solo males tales como el sufrimiento y la muerte, sino también el daño a los medios que Él mismo instituyó para la salvación de los hombres a lo largo del tiempo. La explicación simple y filosófica es suficientemente clara. Si es posible para nosotros realizar una contribución real en pos de nuestra salvación y la de los demás, también debe ser que nuestras fallas puedan producir una diferencia real, en forma negativa. Esto significa que, colectivamente a lo largo del tiempo la Iglesia puede soportar terribles heridas que perjudican su efectividad evangélica, así como en otros períodos un movimiento positivo (el movimiento de reforma monástica, por ejemplo, o la Contrarreforma) puede mejorar su efectividad. San Agustín expresó el principio básico así: Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti.
Quiero advertirles, sin embargo, contra la tentación del Deísmo, que puede insinuarse a partir de esta respuesta filosófica. No es que Dios simplemente deja que las consecuencias del pecado humano evolucionen siguiendo su propia lógica. Es decir, Él lo está haciendo, pero no simplemente: Dios está al mando de la historia. Toda crisis tiene algo que enseñarnos; toda crisis puede ser superada por medio de virtudes particulares y haciendo referencia a verdades particulares. La salida de una crisis muchas veces es inesperada, y con frecuencia combina una intervención histórica decisiva por parte de Dios, y un nuevo espíritu en la Iglesia, animando nuevos movimientos y nuevos pensamientos. En algunos casos podemos ver en retrospectiva cómo la misma crisis resolvió problemas intrincados que no hubiera sido posible solucionar de otra manera. Por ejemplo, la destrucción de los “déspotas iluministas” del Ancien Régime por parte de Napoleón, seguida de su propio fracaso y derrota, removieron enemigos y crearon oportunidades para la Iglesia de manera extraordinaria.
Ver cómo saldremos de la presente crisis requeriría el don de profecía y solo al hacerlo seríamos capaces de ver claramente el bien que se extraerá de ella. Sin embargo, lo que ya es visible son las debilidades de la Iglesia previas a la crisis, notablemente la sustitución de la obediencia en lugar de la fe como virtud central de la vida cristiana. En el Catecismo Penny (Catecismo de la Doctrina Cristiana), excelente en muchos aspectos, pregunta hacia el final cuáles son las virtudes principales de Jesucristo que debiéramos imitar. La respuesta es “mansedumbre, humildad y obediencia” (Q.347). Esto es teológicamente defendible, por supuesto, pero sin clarificación es seriamente engañoso. Jesucristo fue obediente a Dios, pero difícilmente deferente a las autoridades espirituales legítimas de su tiempo, que habían sido establecidas por la ley divina. ¿Por qué no? Porque estaban equivocadas. Ciertamente podemos aprender mucho de este ejemplo, aunque no exactamente lo que los autores del Catequismo resumido tenían en mente.
En esta vida nunca podremos ver la historia desde el punto de vista de Dios, pero podemos estar seguros de que a medida que los hechos se desarrollen, Dios será glorificado así como fue glorificado por las increíbles recuperaciones de la Iglesia tras la revuelta protestante y la revolución francesa. La historia no se detiene y los hechos se sucederán, ya sea silenciosa o dramáticamente, a fin de que esta recuperación resulte posible. Mientras tanto, debemos trabajar como podemos y sacar lo mejor de esta situación. Tal vez resulte que lo que puntualmente hacemos quede en la nada; tal vez resulte que hemos estado preparando el terreno para una solución a la crisis; tal vez resulte que nuestro movimiento se convierte directamente en la solución. Lo que sí sabemos es que la Iglesia no crece por acomodar los errores de cada generación, sino por los fieles que ofrecen a cada generación las verdades heredadas de la tradición.
Robert LazuKmita: Estimado Dr. Joseph Shaw, ¡muchas gracias por esta entrevista!
Traducido por Marilina Manteiga.
Fuente: https://remnantnewspaper.com/web/index.php/fetzen-fliegen/item/5036-interview-with-dr-joseph-shaw
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“Trento no quiso presentar una doctrina completa, sino que se centró en revalorizar lo que negaba en protestantismo... Lo tridentino fue completado con los planteamientos de ‘la fe divina católica’ del Concilio Vaticano I. El énfasis se puso en la autoridad, en la exigencia de asentir a las verdades reveladas, a todo lo propuesto por el magisterio jerárquico... Hubo un desplazamiento de Dios como verdad última, en la línea de San Agustin, a la Iglesia instituida, ‘guardiana y maestra de la palabra revelada’. De hecho ha llevado a un reduccionismo teológico, identificando de facto a la Iglesia con la jerarquía y, dentro de ella, el magisterio papal”.
- Juan Antonio Estrada, “¿Qué decimos cuando hablamos De Dios? La fe en una cultura escéptica”, Trotta 2015.
https://estebanlopezgonzalez.com/2019/08/16/el-concepto-de-autoridad-eclesiastica/
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Traidor
“Si un traidor puede más que unos cuantos Que esos cuantos no lo olviden fácilmente”
Solo le Pido a Dios. León Gieco, IV LP, 1978
“Solo le pido a Dios” nació como canción de paz, pero cuando en 1982 los militares argentinos la tomaron como un himno para alentar el conflicto de las Malvinas traicionó su origen y se volvió de guerra, a León Greco le inundó la vergüenza.
Una pequeña comunidad del departamento de San Martin en la provincia de Santa Fe vio nacer a Raúl Alberto Antonio Gieco, uno de los músicos más populares e importantes de Argentina. Combinando principalmente el folklor con el rock, sus temas abordan la vida cotidiana y la problemática político social.
En la canción se habla de un ingrato que puede más que unos cuantos, <<Perón es el traidor de “Solo le pido a Dios”>> sentenció León Greco en diciembre de 2011. Juan Domingo Perón tres veces presidente de argentina mediante amplia votación popular, retirado de la vida militar, sus elecciones fueron democráticas.
Como militar participó en una revolución militar que declaró terminado el fraude y la corrupción, su ideología se basaba en el nacionalismo y la ética. Perón en los gobiernos militares, ocupó cargos públicos en las áreas de trabajo, por lo que fortaleció su relación con la base sindical y la clase obrera de argentina, promovió en la legislación protección de la justicia social inspirado, incluso en las Encíclicas Papales.
Un bombardeo a la Plaza de Mayo y la Casa Rosada, Palacio de Gobierno, dio inició a un golpe de estado que lo derrocó dando paso a una férrea dictadura militar. En 1974, habiéndole impedido contender un año antes, logra por abrumadora mayoría la presidencia en su tercer triunfo electoral, de la mano de su tercera esposa como compañera de fórmula como vicepresidenta.
Esa victoria contundente, que llevó a la formula Perón-Perón al poder fue basada en gran medida por una mezcla ecléctica, por un lado la ultraderecha agrupada en la Alianza Anticomunista Argentina y por otros las Juventud Peronista, fortalecida en un movimiento paramilitar llamado Montoneros.
En la disputa por gobernar, Juan Domingo Perón, la fuerza popular por la que optó no fue la de la Juventud Peronista y la izquierda sino la ultra derecha anticomunista, y el 1° de mayo de 1974 ante las protestas de los Montoneros su respuesta fue llamarlos estúpidos e imberbes.
León Greco, fue peronista, cercano de los gobiernos socialistas de la nueva izquierda latinoamericana, del popular Perón que derrocó la corrupción y que impuso la ética su calificativo es: TRAIDOR, palabra que proviene del latín traditor-traditoris (el que entrega, el que da al otro lado o bando). En esa sentencia, Perón entregó al bando contrario el poder, “los gorilas al poder” cantaban los Montoneros en la Plaza de Mayo.
Hoy en México, gobiernos en todos los niveles son traidores, traidores a sus electores, pero principalmente le han entregado al lado contrario de la Patria lo que debería de ser beneficio del pueblo, así sin calificativos de “bueno” o “fifi”.
Muchas traiciones hemos sufrido, y en el marco de la semana santa con sus judas y traidores, se ha dado una traición trascendente; el Memorándum para dejar de aplicar la “Reforma Educativa” a forma de “salvoconducto real” emitido cual fuera autoridad monárquica por el Presidente de la República.
Hay un traidor, que al magisterio reaccionario les da un oficio a cambio de una ley, a la oposición una causa jurídica para conseguir debilitar al único poder que no está en sus manos (por ahora), a sus legisladores un respiro a su ineficacia, a sus seguidores un mensaje simple a cambio de acciones reales en favor de la educación y en contra de la corrupción. Y al pueblo urgido de educación, a ellos, a todos, un después, un lamentable después, traicionando con ello al pueblo.
El alquimista de Macuspana, roba la esperanza de propios y ajenos, miente cotidiana y tempranamente sin poder siquiera defender sus propios números y traiciona al pueblo al privarle de los beneficios para los que esta constituido como Gobierno, que decir de la Constitución que protestó cumplir, a ella la ha traicionado y todo parece ser que será impunemente.
En el camino angosto que va a la gloria, ante la traición, la alevosía y la vileza la única opción es la lealtad a la Nación y dejar que la Verdad nos encuentre, aunque sea a unos cuantos y que esos cuantos “no lo olviden fácilmente”.
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La Secretaría para la Comunicación de la Santa Sede publicó este sábado la carta completa de Benedicto XVI sobre la colección “La teología del Papa Francisco”, luego de la polémica por una “presunta manipulación” fotográfica que, tal como señaló un medio internacional, “alteró significativamente el significado de las citas” del Papa Emérito.
Como se recuerda, el 12 de marzo fue presentada la colección “La Teología del Papa Francisco”, en el marco de las celebraciones por el quinto aniversario de la elección del actual pontífice.
Para ello, la Secretaría para la Comunicación difundió una nota de prensa que anunciaba una “carta personal de Benedicto XVI sobre su continuidad con el pontificado del Papa Francisco”, con una foto que mostraba una pila de libros sobre la segunda hoja de la misiva, dejando a la vista solo la firma del Papa Emérito.
Sin embargo, luego se conocieron unas líneas no difundidas por la secretaría vaticana. En estas Benedicto XVI expresa su sorpresa por incluir entre los autores al teólogo alemán Peter Hünermann, “quien durante mi pontificado salió a la luz por haber encabezado iniciativas anti-papales” y por atacar en “forma virulenta la autoridad magisterial del Papa”.
La periodista Nicole Winfield de AP escribió el 14 de marzo que una fuente vaticana, bajo anonimato, “no explicó por qué la Santa Sede eliminó las líneas y se limitó a comentar que nunca se tuvo la intención de difundir todo el documento”.
Winfield señaló que “el contenido faltante de la carta alteró significativamente el significado de las citas que el Vaticano decidió destacar, las cuales fueron reproducidas ampliamente en la prensa”.
Ante esta polémica, la Secretaría para la Comunicación emitió este 17 de marzo un comunicado, en el que recuerda que con “ocasión de la presentación de la colección ‘La teología del Papa Francisco’, editada por la Librería Editrice Vaticana, realizada el pasado 12 de marzo, fue dada a conocer una carta del Papa Emérito Benedicto XVI”.
“Siguieron –indicó– muchas polémicas sobre una presunta manipulación censuradora de la fotografía distribuida como adjunto fotográfico. De la carta, reservada, fue leída cuanto se consideró oportuno y relativo a la sola iniciativa, y en particular en cuanto al Papa Emérito afirma sobre la formación filosófica y teológica del actual Pontífice, y la interior unión entre los dos pontificados, pasando por alto algunas anotaciones relativas a los contribuyente de la colección”.
“La selección fue motivada por la reserva y no por algún intento de censura. Para disipar toda duda se ha decidido difundir la carta en su totalidad”, señala el comunicado.
A continuación la carta completa de Benedicto XVI dirigida a Mons. Dario Edoardo Viganò, Prefecto de la Secretaría para la Comunicación:
Reverendísimo Monseñor,
Muchas gracias por su amable carta del 12 de enero y por el regalo de los once pequeños volúmenes editados por Roberto Repole. Aplaudo esta iniciativa que quiere oponerse y reaccionar al tonto prejuicio según el cual el Papa Francisco sería solo un hombre práctico privado de particular formación teológica y filosófica, mientras yo habría sido únicamente un teórico de la teología que poco habría comprendido de la vida concreta de un cristiano hoy. Los pequeños volúmenes muestran con razón que el Papa Francisco es un hombre de profunda formación filosófica y teológica y ayudan por tanto a ver la continuidad interior entre los dos pontificados, incluso con todas las diferencias de estilo y temperamento.
Sin embargo, no me siento como para escribir sobre estos “una breve y densa página teológica”. En toda mi vida siempre ha estado claro que escribiría y me expresaría solo sobre libros que he verdaderamente leído. Lamentablemente aunque solo por razones físicas, no estoy en grado de leer los once volúmenes en el futuro próximo, por cuanto me esperan otros compromisos ya asumidos.
Solo al margen quisiera anotar mi sorpresa por el hecho que entre los autores figura también el profesor Hünermann, que durante mi pontificado salió a la luz por haber encabezado iniciativas anti-papales. Él participó en forma relevante en el lanzamiento de la “Kölner Erklärung” (Declaración de Colonia), que en relación a la encíclica “Veritatis splendor” atacó en forma virulenta la autoridad magisterial del Papa, especialmente en cuestiones de teología moral. También la “Europäische Theologengesellschaft” (Sociedad Alemana de Teólogos) que él fundó, inicialmente pensada por él como una organización en oposición al magisterio papal. Posteriormente, el sentir eclesial de muchos teólogos impidió esta orientación, convirtiendo a esa organización en un instrumento normal de encuentro entre teólogos.
Estoy seguro que habrá comprensión por mi negativa y lo saludo cordialmente.
Suyo, Benedicto XVI
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Cardenal católico dice que el matrimonio gay es "análogo" al matrimonio cristiano
El cardenal Walter Kasper, cuya teología parece ser la inspiración principal de la doctrina del Papa Francisco para dar la Sagrada Comunión a personas que viven en estados de adulterio en segundas nupcias.
Parece que ahora afirma que las uniones homosexuales contienen "elementos" de matrimonio cristiano e incluso "Análogo" a él de una manera similar a la relación entre la Iglesia Católica y las comunidades cristianas no católicas.
Además, el cardenal está atribuyendo sus afirmaciones a la exhortación apostólica del Papa Francisco, Amoris Laetitia, a pesar de que el documento lo contradice explícitamente.
"El Papa no deja lugar a dudas sobre el hecho de que los matrimonios civiles, las uniones de hecho, los nuevos matrimonios después de un divorcio (Amoris Laetitia 291) y las uniones entre personas homosexuales (Amoris Laetitia 250s) no corresponden a la concepción cristiana del matrimonio", Escribe Kasper en un libro recientemente publicado sobre Amoris Laetitia.
"Él dice, sin embargo, que algunos de estos socios pueden darse cuenta, de manera parcial y análoga, de algunos elementos del matrimonio cristiano (Amoris Laetitia 292)", continúa Kasper.
Kasper compara este tipo de relaciones con la relación entre la Iglesia Católica y grupos cristianos no católicos, a quien el Vaticano II dice contiene “elementos de santificación y de verdad” de la Iglesia.
"Al igual que fuera de la Iglesia católica hay elementos de la verdadera Iglesia, en las uniones mencionadas anteriormente pueden existir elementos presentes en el matrimonio cristiano, aunque no cumplan por completo, o no cumplan por completo, con el ideal", agrega Kasper. .
Las declaraciones aparecen en el nuevo folleto de Kasper, "El mensaje de Amoris Laetitia: una discusión fraterna", que recientemente se publicó simultáneamente en alemán e italiano.
En el mismo trabajo, Kasper también insinúa que Amoris Laetitia abre el camino para permitir el uso de anticonceptivos, una práctica que está universalmente condenada en las Escrituras, los Padres de la Iglesia y el Magisterio Papal, más recientemente por los Papas Pablo VI y Juan Pablo II.
Kasper señala que en Amoris Laetitia, el Papa solo "fomenta el uso del método de observación de los ciclos de fertilidad natural" y "no dice nada sobre otros métodos de planificación familiar y evita todas las definiciones casuísticas".
En el contexto del pasajes del libro sobre la comunión para quienes cometen adulterio en segundas "bodas", que usan un lenguaje similar, Kasper parece afirmar que el Papa permite excepciones a la condena de la Iglesia del control de la natalidad artificial.
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Pio XII condena la liturgia de la iglesia conciliar, la surgida tras el apóstata Concilio Vaticano II (1962-1965)
Pio XII condena la liturgia de la iglesia conciliar, la surgida tras el apóstata Concilio Vaticano II (1962-1965)
De Novus Ordo Watch y traído desde moymunan.online, publicado un 17 de julio de 2021. Encíclica ‘Mediator Dei’ de 1947… Papa Pío XII sobre ‘Traditionis Custodes’: La autoridad del Romano Pontífice sobre la Sagrada Liturgia En su histórica carta encíclica sobre la Sagrada Liturgia, el Papa Pío XII enseñó con claridad y autoridad: La Iglesia ha utilizado además su derecho de control sobre la…
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Estoy en la Iglesia
Jean Danielou, S.I.
Muchos cristianos dan hoy la impresión de que no se sienten a gusto en la Iglesia y que sólo permanecen fieles a Ella con dificultad. Debo decir que mi experiencia es contraria a la suya. La Iglesia nunca me ha defraudado. Más bien soy yo quién se inclinaría a acusarme de no haber aprovechado todos los beneficios que tiene para ofrecerme. Un teólogo escribió cierta vez que podía entender a Simone de Beauvoir dejando la Iglesia que ella conoció. ¡Como si fuera necesario esperar hasta el Vaticano II para encontrar la Iglesia en la cual se puede respirar!
El ambiente cristiano en el que yo crecí era el mismo que el de Simone de Beauvoir. Sus maestros fueron Gilson y Maritain, Bernanos y Mauriac, Mounier y Garric. Este ambiente era de una calidad excepcional. Y esto habría bastado para permitirme consagrarme a él.
Pero otras personas pueden no haber tenido este privilegio. Pueden haber encontrado entornos cristianos que eran estrechos, mediocres u opresivos. Pueden haberse sentido intimidados en sus legítimas aspiraciones. Es más, pueden haber percibido un desacuerdo entre la fe como es profesada y la manera como es vivida. Pueden haber sentido que la libertad intelectual, la lucha por la justicia, la realización de lo humano, podría encontrarse en alguna otra parte en mayor magnitud. Y es verdad que la Iglesia, en la realidad concreta y sociológica de los entornos que la representan - lo que Peguy llamaba "el mundo cristiano" - puede ser una desilusión.
Si las razones para permanecer en la Iglesia o para separarse de Ella eran de este orden, entonces no podían ser muy fuertes. Es por eso que no admito que uno deje la Iglesia por argumentos semejantes, ni tampoco que yo permanezco dentro de la Iglesia debido a los motivos contrarios. Si nosotros quisiéramos encontrar comunidades fraternales, personas generosas, mentes con inventiva, éstas después de todo se pueden encontrar en otra parte.
Lo que me atrae a la Iglesia no es la simpatía que yo pueda sentir hacia las personas que la componen, sino lo que se me da a través de estos hombres, no importa quienes sean, esto es, la verdad y la vida de Jesucristo. Yo me uno a la Iglesia porque Ella no puede separarse de Jesucristo, porque Jesucristo libremente se dio a sí mismo a Ella, porque no puedo encontrar a Jesucristo de una manera auténtica fuera de Ella. Esa es la respuesta a aquéllos que dicen: ¿"Por qué la Iglesia?" Toda búsqueda de Cristo fuera de la Iglesia es una quimera. Es sólo a la Iglesia, quien es su esposa, a la que Cristo dio las riquezas de su gloria para su distribución al mundo.
Primero, lo que Cristo dio a la Iglesia es su verdad. Lo que me interesa no son las ideas personales de este o aquel teólogo. Es la verdad de la fe. Ahora, esta verdad no está a merced de una u otra interpretación particular. Cristo no puso su mensaje bajo la arbitrariedad de unas interpretaciones individuales. Él lo confió a la Iglesia que Él fundó. Aseguró su ayuda a la Iglesia para guardarlo intacto, para hacer las riquezas de su doctrina explícitas, para proclamarla a sucesivas generaciones, para rechazar toda alteración.
Es esencialmente a sus Apóstoles unidos a Pedro y a los sucesores de los Apóstoles unidos con el sucesor de Pedro a quienes Cristo ha confiado este depósito. En una Iglesia donde desgraciadamente hoy las opiniones más polémicas se expresan, donde no hay ningún artículo del Credo que no se vacíe de sus contenidos por los nuevos sofistas que aspiran a adaptarlos al gusto de los tiempos, como San Pablo había predicho hace siglos, no puedo expresar adecuadamente la gran alegría que sentía leyendo la Profesión de Fe del Papa Pablo VI. Expresa en forma pura, cristalina y sin distorsión lo que yo creo.
Es la Iglesia que por su Magisterio, preserva, predica, y comunica la verdad de Jesucristo. Ella lo ha estado haciendo durante casi dos mil años; ha sido confrontada por todas las corrientes ideológicas. Desde los gnósticos del siglo segundo a los modernistas del vigésimo, estas corrientes han intentado infiltrarla y alterar su fe. Algunos teólogos se han dejado arrastrar por estas corrientes; pero la Iglesia ha conservado siempre la verdad sin deterioro.
Cuántas veces le han dicho que uno u otro dogma no era aceptable a los intelectuales de ese tiempo. Pero esos sistemas se han derrumbado y la fe ha permanecido. Tenemos aquí un espectáculo para despertar sobrecogimiento. El hombre no está condenado a la incertidumbre completa, tan contraria a la naturaleza de su intelecto, hecho como está para percibir la realidad; es el deleite del intelecto descansar en la verdad. Y es ésta la alegría que la Iglesia proporciona.
Algunos la acusarán de orgullo, de triunfalismo, incluso de ser posesiva. "Nosotros no poseemos la verdad, nosotros estamos en busca de ella", dijo un obispo que estaba malamente inspirado aquel día y confundido por imputaciones como esas. Ciertamente ninguna autoridad intelectual humana tiene el derecho de requerir un asentimiento incondicional de la mente como el que pide la fe.
Pero el punto es que la infalibilidad de la Iglesia no depende de una autoridad humana. Es la misma infalibilidad de Dios. "¿Y cómo podemos nosotros no creer en Dios?", preguntaba Clemente de Alejandría. Esta infalibilidad no es algo que la Iglesia ha soñado. Ella es sólo una humilde mujer. Ella la recibe de su Esposo. Pero es algo real lo que recibe. Y es por ello que puede reconocerlo con humildad, porque sabe que no tuvo ninguna parte haciéndola. Pero Ella no puede abandonarla para favorecer ciertas opiniones, pues al hacerlo estaría traicionando a su Esposo.
¿Quién puede robarme esta alegría? No serán ciertamente esos espíritus tristes que ponen en duda el mismo "sello de fábrica" del intelecto y ponen la certeza bajo sospecha, como un tipo de búsqueda descaminada de confort y consuelo. Y todas sus advertencias psicoanalíticas sobre la necesidad de seguridad nunca me avergonzarán en la serenidad de mi fe. Es su intelecto el que está afligido, con su enfermizo gusto por la desconfianza, que es lo contrario a una crítica saludable y animada. Ya que dentro de los límites de la fe hay un tipo saludable de crítica que es causa importante de progreso. Pero hay una desconfianza enfermiza que paraliza la adhesión a la fe, turba la certeza y torna estéril la contemplación.
Con la Iglesia de Jesucristo, con las mujeres comunes, sencillas, de mi pueblo, con el Papa Pablo VI, con Bernanos y Claudel, yo profeso el Credo de las cosas visibles e invisibles, contemplo los inmensos espacios que la Revelación despliega ante los ojos inquisitivos de mi corazón. Contemplo a Cristo que se sienta a la mano derecha del Padre, vertiendo Su Espíritu sobre el género humano. Contemplo a las innumerables personas angélicas, a los santos que miran fijamente la cara de Dios y velan por mí, y entre ellos, a la Virgen María, exaltada en alma y cuerpo a la Gloria .
Y yo les permito a estos señores explicarme con toda la solemnidad de su pedantería que la sociología religiosa nos hace ver en esta representación el espejo de una sociedad feudal, con sus jerarquías graduadas, y que nuestra sociedad democrática requiere ver las cosas desde un punto de vista más horizontal. Yo los dejo sospechar que los ángeles son quizás sólo una manera de expresar el hecho de que Dios está manifestándose --y que, en todo caso, el hecho de que Dios se exprese así sería un antropomorfismo unido a una fase pre-crítica y pre-dialéctica de teología-- y que finalmente el mismo sentido de la palabra "Dios" es dependiente de una estructurada investigación que le permitirá ser situado en el sistema a que pertenece.
Ellos dan muestras de consternación cuando nosotros les hablamos de la profesión de fe de Pablo VI e intentan explicarnos que nada tienen que ver con una Iglesia así. Pero son ellos quienes siempre estarán detrás de los tiempos, siempre preparándose para embarcarse en el penúltimo bote, pero nunca llegando a tiempo. Apollinaire tenía consigo bastante más que intuición cuando escribió en "La Belle Rousse": "Papa Pío X, es usted quien de los hombres es el más moderno".
Pues lo que el Papa dice tiene la juventud y la frescura de la verdad. Y lo que ellos dicen tiene siempre la imagen cansada y anticuada de lo pseudo-actual. Ellos quieren instituir una democracia en la Iglesia en un momento en que Ella está en la aflicción de una crisis de autoridad, y secularismo cuando el mundo está clamando por lo sagrado.
Permanecen en la Iglesia a pesar del Papa, mientras hacen lo más que pueden para diluir la autoridad papal. Yo permanezco en la Iglesia debido al Papa y no a pesar del Papa; yo soy católico debido a la infalibilidad y no a pesar de la infalibilidad, pues lo que estoy buscando no es la mejor forma de gobierno --podríamos discutir indefinidamente sobre ese tema-- sino la autoridad de Dios más allá de las incertidumbres humanas. Y finalmente es en Pedro y en los sucesores de Pedro que la Iglesia disfruta la presencia de esta autoridad divina que es precisamente lo que yo busco más allá de todas las opiniones humanas.
La autoridad, me dirán ellos, es la Palabra de Dios como está contenida en las Escrituras inspiradas. Y esta Palabra de Dios a veces recibe de parte de los exégetas una interpretación en un sentido y a veces en otro. Si uno tuviera que esperarlos parar saber si hay tres personas en Dios, si Cristo es en verdad el Hijo pre-existente de Dios, si realmente fue concebido por el Espíritu Santo, si resucitó de entre los muertos, uno tendría que esperar durante mucho tiempo, pues algunos dicen blanco y otros negro. No es que no hayan prestado ningún servicio. Pero no fue a ellos a quien Cristo confió la interpretación de las Escrituras. Él lo confió a Pedro y a sus sucesores.
Yo estoy en la Iglesia porque es solamente la Iglesia la que me da la interpretación divinamente autorizada de las Escrituras. Es Ella quien, a lo largo de los siglos, ha explicado con autoridad lo que estaba implícito en las afirmaciones de las Escrituras. Es el Evangelio lo que busco, pero precisamente es sólo en la Iglesia donde encuentro el Evangelio, porque Cristo dio su Evangelio sólo a la Iglesia. Querer ir directamente al Evangelio sin pasar por la Iglesia es sustituir la interpretación autorizada del Evangelio por una interpretación humana del Evangelio.
Yo dejo a los muertos que entierren a los muertos. Yo dejo a los necrólogos disecar una escritura muerta. Yo dejo a los excavadores de tumbas descubrir, según dicen ellos, una tibia de Jesucristo, y esto, agregan, no cambiaría nada. Si Cristo no resucitó, es decir si su cuerpo no fue transfigurado por el Espíritu Santo, que es la garantía de que mi propio cuerpo se transfigurará por el Espíritu Santo, entonces mi fe es inútil, como lo ha dicho ya San Pablo. Para mí Jesucristo está vivo y Él está vivo en la Iglesia. Y es a través de la Iglesia viviente que Él está hablando conmigo hoy, "haciéndome entender por el Espíritu Santo todo lo que Él me ha enseñado". Es a esta palabra viva que mi fe se adhiere. Estoy interesado en lo que los exegetas dicen. Pero creo lo que la Iglesia enseña.
Otra razón que me lleva a mantenerme en la Iglesia son los sacramentos. Si permanezco en la Iglesia es porque Ella es un entorno vital. Ella es el paraíso dónde las energías del Espíritu Santo están laborando. Éste es el lugar donde los grandes ríos de agua viva me lavan de mis manchas, dónde el árbol de vida me nutre con su fruta. Tertuliano decía: "Nosotros, pequeños peces no podemos vivir fuera del agua". Yo no puedo vivir fuera del entorno de los sacramentos. No hay vida espiritual real sin que se bañe en este entorno vital, pues el amor de Dios se difunde en nuestros corazones por el Espíritu Santo, y es a la Iglesia que el Espíritu Santo fue enviado y es por los sacramentos que es comunicado.
Pero ellos han descubierto una nueva religión que es la religión de la "palabra". Nosotros sabemos muy bien donde se originó esto. Fue en la teología de Karl Barth y en el artículo sobre "logos" del diccionario de Kittel. Pero la "palabra" se ha vuelto su especialidad. Ellos empezaron a martillar la "palabra" en mayo del 69. La han usado tanto que ahora tenemos que pedirles que se callen. Tanto que los jóvenes van a Taize en busca de un silencio que las iglesias son ahora incapaces de ofrecerle.
Ellos han mezclado la Palabra de Dios, el Kerygma de los Apóstoles, el universo entero de palabras. La radio y televisión les han ofrecido un instrumento maravilloso para sus charlas. Y lo que dicen crea una pantalla de palabras que opaca la huella del misterio.
De pronto, los pobres ministros ya no saben qué hacer. Ellos se habían hecho sacerdotes para distribuir los sacramentos. Y tenían razón. Es de hecho por esta razón que nosotros nos hacemos sacerdotes. Y siempre es esto lo que se pide a los sacerdotes. Pero, ahora, les han dicho que es 'la palabra' lo qué en verdad importa y que los sacramentos son secundarios. Ellos han sido informados con eruditos aires que el ritual es un vestigio del Antiguo Testamento y del paganismo, humeando de superstición. Y desde entonces intentan volverse tan útiles como pueden practicando su psicoanálisis, construyendo sus bloques de departamentos, enseñando sociología, y, claro, vertiendo palabras incansablemente.
¿Pero cómo es que esto ha de cambiar el mundo? ¿Cómo es que esto ha de cambiar la vida? Jesucristo no vino a hacer discursos. Vino a cambiar la vida. La cambió a través de su Muerte y Resurrección. Él introdujo nuestra carne en la Gloria del Padre. Y así como la carne de Cristo transfigurada por el Espíritu Santo es una con nuestra carne, de la carne de Cristo resucitado la vida del Espíritu está orientada a comunicarse a toda la carne, así como el fuego, que una vez encendido en el arbusto se extiende al bosque entero haciéndolo arder. Bien, es por los sacramentos que esta vida del Espíritu se comunica. Y los sacramentos son celebrados por los sacerdotes.
Yo no necesito cualquier maestro. Si Jesús fuera sólo un ejemplo bueno, un modelo entusiasmante, una llamada para la acción, no me interesaría más que otros maestros. El idioma cristiano como idioma no me interesa. Sólo me interesa por lo que dice a través de sus pobres palabras humanas. Me dice que Dios me amó y envió a su Hijo que es Dios, sabiduría de Dios, poder de Dios, para rescatarme en medio de mi condición perecedera, liberarme del pecado y de la muerte, para hacerme, de hoy en adelante, un ser espiritual, antes de incorporarme, después de mi muerte, en su vida incorruptible.
Lo que para mí es importante en los sacramentos es que ellos son los medios por los que la vida se me comunica. Para mí es importante que la efectividad de Dios está trabajando a través de estas señales visibles. Creer en ellos no tiene nada que hacer con alguna clase de magia; es el ser de mi fe, cuyo objeto es la presencia de un poder divinizante en la Iglesia. Yo me zambullo en los sacramentos como en aguas vivientes para renovar mi vida en ellos, como cuando niño fui sumergido en ellos para recibir la vida. Los sacramentos no son en primer lugar las señales exteriores de mi adhesión a la fe. Ellos son principalmente las señales visibles de las acciones de Dios.
Pero ellos me dirán: "Usted parece pensar que el bautismo borra el pecado original. Pero debe explicar primero qué es el pecado original". Si yo tuviera que esperar sus sabias explicaciones para creer, si yo tuviera que poner mi fe entre paréntesis hasta que ellos hayan explicado finalmente todo, ¿adónde me llevaría todo esto?
El pecado original, el hecho de que yo llevo la carga de muerte y pecado y que sólo el poder de Dios puede rescatarme de esto, es lo que San Pablo me dice, lo que la Iglesia me enseña, y es lo que yo creo. Y es debido a esto que el bautismo no es, en primer lugar, la señal exterior de mi compromiso en la Iglesia. Antes que todo el resto, es la señal de la acción de Cristo que destruye el pecado original. Y es por eso que se bautizan los niños pequeños, en orden a recibir el don de Dios, a estar vivos.
La Eucaristía renueva la vida en mí por la comunión con Cristo Resucitado que está realmente presente bajo las especies de pan y vino. Lo que es importante para mí es esta Presencia Real. Yo sé que solamente la Iglesia lo posee. Sé que esta presencia sólo puede ser real cuando es consecuencia de la acción de los ministros válidamente ordenados. Eso es lo que busco y lo que no encuentro en ninguna otra parte. Yo tengo hambre del Cuerpo de Cristo y no de un símbolo cualquiera: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna" (Jn 6, 54).
La certeza de que yo encontraré esta Presencia Real en la Iglesia Católica es lo que me mantiene vinculado a Ella, libremente del interés sugerido por otras consideraciones.
En el sacramento de penitencia, la reconciliación del hombre con Dios --aspecto esencial de la acción divina realizada por Jesucristo-- es continuada a través del ministerio del sacerdote, pues el poder perdonar los pecados depende exclusivamente de Dios. Cristo posee ese poder por su naturaleza divina y Él lo dio a los Apóstoles, y no a cada cristiano. Los Apóstoles transmitieron ese poder a sus sucesores. Es una acción divina que se realiza a través de sus manos. Restaura la amistad con Dios a aquéllos que la han perdido. Regenera la vida de gracia. Intensifica nuevamente las energías de la caridad. Le permite al hombre vivir con la libertad de los hijos de Dios --que no es la falsa libertad de aquéllos que desdeñan la ley, sino liberación de la esclavitud del pecado-- reconciliando nuevamente al hombre con el Plan de Dios y atrayéndolo a gustar la dulzura de Su Ley.
Yo amo la Iglesia porque yo estoy buscando la vida. La meta de la acción divina en Cristo, a través del Espíritu, es hacer que una persona viva en el Espíritu. La meta de la acción divina es abrir el intelecto al misterio de Dios, llevar al hombre a las profundidades más profundas de la realidad, para hacerle comprender que la base del ser es el amor eterno de las personas divinas y la participación del hombre en este amor. La meta de la acción divina es extender la caridad sobrenatural que me mueve a ayudar a mis hermanos los hombres, no sólo en la dimensión humana de su vida terrenal, sino también en la realización de su vocación divina.
La meta de la acción divina es beatificar mi corazón en la posesión de los beneficios de Dios, en la vida incorruptible, en la contemplación del rostro de Dios. Ahora esta vida, esta caridad, esta comprensión sólo pueden respirar y desarrollarse en el ambiente dador de vida de los sacramentos. Los sacramentos permanecen estériles si no dan frutos de caridad, y la caridad no puede dar frutos si no es concedida en Cristo por medio de los sacramentos.
La caridad es el crecimiento de vida cuyo germen sólo se da por los sacramentos. Sin esta caridad, se puede de hecho encontrar generosidad y dedicación, inteligencia y virtud, felicidad y belleza; la razón de ello es que todo cuanto Dios ha creado es bueno. Pero esto es verdad para todos los hombres, hindúes y musulmanes, deístas y ateos. Todo esto no forma parte del regalo especial de Cristo, y bien puede encontrarse fuera de la Iglesia. Pero ese regalo especial suyo sólo se da por los sacramentos en la Iglesia.
La Palabra no tiene ninguna otra meta que darnos a conocer la acción de Dios. Nos da a conocer su acción en Abraham y Moisés. Nos da a conocer su acción en la Encarnación y en la Resurrección. Nos da a conocer su acción en nuestros días por los sacramentos. Pues los sacramentos son la continuación de las maravillas de Dios en el Antiguo y en el Nuevo Testamento: "El que crea y sea bautizado se salvará" (Mc 16, 16).
No es la palabra la que constituye la substancia de los sacramentos, es el sacramento que da su substancia a la palabra. El sacramento no es un rito a ser juzgado como ligeramente superfluo, o eventualmente inútil, una supervivencia pagana en un mundo secularizado. Es el instrumento por el que Cristo comunica su vida.
Pero ellos ya no creen en el poder de los sacramentos. Han inventado una teoría de una Cristiandad implícita y anónima según la cual cada hombre es un cristiano por el mismo hecho de pertenecer a la naturaleza humana. La Iglesia entonces, la Iglesia instituida por Jesucristo, se vuelve un lujo para una élite.
Esto abre la manera para librar a la Iglesia de los pobres, y cualquier otro que esté por ahí, porque, después de todo, ellos pueden andar bien sin Ella. ¿Pero por qué entonces debo preocuparme sobre la Iglesia, si Ella ya no corresponde a una necesidad vital? ¿Por qué debo buscar atraer a otros a Ella, si pueden estar completamente bien sin Ella? Y en el momento en que Ella se vuelve un lujo, aparece rápidamente como un obstáculo. En el futuro, tendrá que desintegrarse en medio del movimiento de avance de la humanidad.
Y éste es exactamente su objetivo. Ellos piensan que son los profetas de una nueva iglesia que es la humanidad en marcha. Y ellos persisten en buscar destruir la Iglesia, la verdadera Iglesia, la que Jesucristo instituyó, esta Iglesia que es la única que dispensa los regalos de gracia. Ellos buscan imponer una cierta mala fe en aquéllos que creen en la Iglesia y que buscan que por tanto terminen con sentimientos de culpa por permanecer dentro de Ella. ¿Y cómo me afecta su propuesta? Si yo estoy interesado en la humanidad en marcha, yo puedo escoger para guía cualquiera que yo desee entre Brezhnev o Mao, Nixon, o Franco, o cualquier otro que usted guste mencionar. Pero la vida de Dios sólo la puedo recibir por la Iglesia y los sacramentos.
Ellos quieren politizar la Iglesia. Su misión sería dirigir a la humanidad en su búsqueda de la justicia y la paz. Pero es allí que el viejo anticlericalismo de mis antepasados bretones se despierta dentro de mí. Mis antepasados habían visto demasiados de esos pastores bretones que querían dirigir a sus parroquianos en la política. Y esto los impulsó contra una iglesia que interfería con lo que no era asunto suyo. A pesar de esto, ellos seguían siendo primordialmente cristianos, e incluso a veces más que sus pastores. Hoy yo siento la misma reacción. Siempre son los mismos pastores que quieren dirigir la política. Sólo que hoy han cambiado sus sentimientos políticos.
Lo que nosotros les estamos pidiendo a los sacerdotes es dar el bautismo, la penitencia, la comunión. No les estamos pidiendo consejo político. Y ante todo, no les estamos pidiendo que pongan condiciones políticas para la recepción de los sacramentos. Ellos han hecho más que suficiente en el pasado. Han blandido demasiado a menudo sus amenazas de excomunión. Yo supe de algunos que en tiempo de la ocupación alemana se negaron a dar la absolución a aquéllos que eran partidarios de De Gaulle.
Ellos están empezando a hacer lo mismo de nuevo. Están haciendo un artículo de fe del socialismo, como cuando lo hicieron con la monarquía. Admiten en sus grupos de acción católica no a aquellos que despliegan la túnica blanca del bautismo sino sólo a aquéllos que despliegan la bandera roja de la revolución. ¡Que se preocupen de su propio negocio!
Y cuál es su negocio, que es tan grande. Ellos imaginan que el hombre moderno no muestra más interés por Dios y es por eso que intentan reubicarse en la arena política. Una vez más, están un siglo tarde. Pues hoy el mundo está sediento de Dios. Está buscando dónde encontrarlo. Y la misión de la Iglesia, y la misión singular de los sacerdotes, es dar a Dios a este mundo que anhela por Él.
Si no fuera sacerdote, yo me haría sacerdote hoy, porque siento la gran necesidad de sacerdotes que tiene el mundo. Si no fuera católico, yo me volvería católico, pues la Iglesia es la depositaria de los regalos divinos que necesita el mundo.
Las personas estaban empezando a venir a ellos. Y ellos son los que se están saliendo. Los prejuicios empezaron a caerse. Sus iglesias se estaban llenando, sus escuelas estaban floreciendo, sus monasterios estaban resplandecientes. Y son ellos quienes quieren subastar todo esto como señales de la Iglesia visible que detestan. Están listos para vender las iglesias, cerrar las escuelas, dispersar los monasterios. Es como si tuviesen vergüenza de ser ellos mismos. Quieren esconderse en sus fosas. Parecen ser humillados por el sentimiento bueno que les expresan los oficiales civiles; a esto le llaman constantinianismo; Tienen un sabor masoquista por la persecución. Y es verdad que las persecuciones producen virtudes ejemplares. Las democracias son prueba de eso. Pero creando grupos de cristianos especiales, están destruyendo a las poblaciones cristianas.
Yo he declarado mis invariables razones para pertenecer a la Iglesia. Ellas implican lo que la Iglesia es en su substancia y el don irreemplazable que Ella trae. Pero la Iglesia es también la Iglesia del hecho histórico, la Iglesia concreta como existe hoy, con su herencia histórica, insertada en la sociedad contemporánea, bajo las formas tomadas por sus instituciones. Frecuentemente es este aspecto de la Iglesia que lleva a algunos a apartarse de Ella.
Para citar un ejemplo característico, la encíclica "Humanae vitae" fue una ocasión para que un cierto número de sacerdotes y creyentes se separaran de la Iglesia. ¿Las posiciones de la Iglesia con respecto a los grandes problemas de hoy son una razón para atarse más todavía a Ella, o, al contrario, para separarse de Ella?
Acabo de decir que no se supone que Ella se meta en la política. Es decir, Ella no debe sostener ni imponer una posición política. Pero esto no significa que Ella debe evitar intervenir en materias políticas, en la medida en que son cosas que en la política pertenecen también a la ley de Dios. No las juzga, sin embargo, en nombre de un determinado criterio político; lo hace en nombre de la Ley de Dios.
Y aquí Ella sí tiene algo que decir, cuando se oprimen las libertades o cuando las libertades son opresivas. Ella no tiene nada que hacer en la elección de asuntos económicos con su equilibrio de ventajas y desventajas, pero debe juzgar el buen o mal uso de esos asuntos. Debe condenar el libre uso del dinero que está envenenando nuestro mundo occidental. Y debe condenar un estado opresivo que viola las legítimas libertades.
Nosotros sabemos cuán difíciles son estos temas. A algunos les gustaría relegar la Iglesia a la sacristía y prohibirle hacer cualquier tipo de intervención en los asuntos políticos. Pero la Iglesia no puede aceptar esto, pues el destino del hombre del que Ella es responsable ante Dios, también se cumple a través de las cosas políticas. Ella debe, respecto a otras cosas y por el mismo hecho de su misión profética, denunciar continuamente los abusos del poder político o de las libertades económicas. Y debe, como institución, establecer relaciones con estos poderes y estas libertades.
Está claro que, en una circunstancia dada, la posición que Ella toma puede disputarse. Pero lo que es esencial es que Ella se niegue a permitir que algún poder o cualquier libertad se erija como un juez supremo, y que, como corte de último recurso, Ella ejerza el derecho para juzgar a todo otro poder.
Es muy importante que la Iglesia no esté bajo la influencia de la política. Es importante que apruebe lo que es legítimo en el orden existente y que condene lo que es inaceptable en el desorden existente.
Toda sociedad siempre es una mezcla de bueno y malo. Y la Iglesia debe pasar el juicio en esto. Es en esas ocasiones que sus intervenciones son válidas. Ellas pueden chocar con ciertos intereses. Pero esto poco significa. Ella debe condenar lo que es injusto aunque, a veces, pueda tener que sufrir por esto en el orden temporal. Pero las personas la escucharán, si es que está claro que Ella sólo está inspirada por la preocupación de ser fiel a lo que Dios le pide. Porque se espera que Ella constantemente nos recuerde los requisitos de fidelidad a la ley divina.
En este sentido, el poderoso esfuerzo de la Iglesia esforzándose contra lo que es contrario a la justicia en nuestro mundo atrae más cerca a Ella. Ella ha hablado. Pero, muy a menudo se ha dado el caso de que los cristianos no la hayan escuchado. Los citatorios dirigidos por el Sínodo a los hombres comunes cristianos, para esforzarse de una manera más activa en hacer que la Ley de Dios reine en el mundo contemporáneo, deben oírse. Esto no tiene nada que hacer con la política partidaria. Simplemente es una asunto de obediencia a Dios. La acción profesional, social y política tiene un carácter moral. Y la Iglesia tiene el deber de recordarnos sus requisitos morales.
Pero nosotros debemos agregar que esto es verdad en todas las áreas. Actualmente, algunos que reprochan a la Iglesia no estar exigiendo bastante en el nivel social, le reprochan ser demasiado exigente cuando se refiere a los problemas sexuales. Sospechan que ella vive fuera del tiempo de hoy, no tomando en cuenta los progresos en biología o las condiciones demográficas. Le dicen que estos requisitos absurdos que pone harán a muchas personas salir fuera de la Iglesia. En cuanto a mí, las mismas razones que me hacen desear que la Iglesia sea exigente en relación al deber social, me hacen desear también que Ella lo sea en el nivel de la ética sexual. La encíclica Humanae Vitae, por el valor de su posición contra la degradación moderna del amor, es para mí una razón más para amar a la Iglesia.
Yo sé de los difíciles problemas encontrados por muchas parejas. Yo sé de los problemas dramáticos levantados por la evolución demográfica. Pero sé también que la forma en que el amor y el matrimonio se viven son esenciales a una civilización. Sé cuánto tocan las zonas más profundas de las personas humanas, y aún más, sé cuánto se deshonraron y degradaron en el mundo moderno.
Yo sé que manteniendo sus requisitos la Iglesia está defendiendo los más preciosos valores humanos. Yo me apartaría de Ella si se volviera floja cómplice de un mundo desdeñable. Yo la quiero ver llena de compasión infinita, porque quiero que esté abierta a todos. Pero quiero que no sucumba a compromisos, pues es así como elevará todo cuanto es mejor en el ser humano.
Es lo mismo con las responsabilidades del intelecto. Aquí de nuevo, pasa a menudo que aquellos que culpan a la Iglesia de no estar exigiendo bastante en el nivel social, la acusan de ser intransigente, oscurantista y sectaria en el nivel intelectual. Como si el dominio del intelecto fuera un lugar donde todo ha de ser permitido, como si no tuviera ningún lado serio, como si no comprometiera la responsabilidad. Ahora, el área del intelecto es la más seria de todas, pues, finalmente, son las visiones de la mente las que gobiernan la orientación de las ciudades.
Lo que el mundo moderno más requiere no son recursos materiales, sino las normas que permitirían poner esos recursos al servicio del hombre. Y nuestro tiempo, precisamente, es uno en que el intelecto está sufriendo una de sus más graves crisis, en la que es la parte más perturbada del hombre.
Aquí también, los requerimientos de la Iglesia son lo que me hacen amarla. En un mundo que opone un sistema arbitrario a otro, donde las mentes sólo ven en el pensamiento la proyección de su subjetividad, donde los requisitos de la acción se han vuelto la única regla, la Iglesia cree que el intelecto humano puede lograr el conocimiento de la realidad y que el acuerdo de éste con la realidad constituye la verdad. Yo amo a la Iglesia que cree que hay verdad y que hay error. Yo amo a la Iglesia que se niega a permitir que las personas consideren las verdades metafísicas como simplemente unas opiniones entre otras. Yo amo a la Iglesia que ve en el rechazo a Dios, en el rechazo a la inmortalidad de hombre y en el rechazo a éticas objetivas las perversiones de la mente.
Las posiciones de la Iglesia sobre las preguntas importantes de nuestro tiempo, como son declaradas por sus representantes responsables, no me alejan en lo más mínimo de Ella; al contrario, yo me descubro más firmemente vinculado a Ella. En la actualidad Ella defiende los valores humanos auténticos contra aquellos que los destruyen. Defiende la justicia auténtica, el amor auténtico, la inteligencia auténtica. Y defiende, contra un mundo al que le gustaría quedarse sin Dios, la dimensión religiosa que es constitutiva del hombre y de la sociedad del hombre. Sin la referencia a esta dimensión religiosa, otros valores humanos son incapaces de hallar lo que les sirva de base y los justifique.
Y precisamente lo que me hiere es ver a cristianos y sacerdotes que rechazan estos requisitos que son la razón por la que yo amo a la Iglesia. Cuando los veo culpar a la Iglesia de no entender al hombre moderno, yo pienso que Ella lo entiende mucho mejor que ellos. Porque ellos se están haciendo cómplices de lo que es peor en él. Aceptan la rendición de la inteligencia y el rebajar de la moral. La Iglesia, precisamente porque ama lo que está en fermento en el mundo de hoy y en particular en su juventud, no acepta que todo esto deba destruirse y deba pervertirse. Su intransigencia es la expresión de su amor.
Yo recuerdo haber oído a un observador comentar durante el Concilio Vaticano II que la gran libertad de palabra de que disfrutaron los obispos venía del hecho de que sabían que sus críticos podrían destruir las paredes exteriores, pero nunca podrían perturbar la Roca. Yo me siento libre en la Iglesia, libre para decir lo que me hiere o lo que me desagrada. Y yo amo esta libertad en otros, pero a condición de que proceda del amor. Pero cuando la crítica es tal que está destruyendo la substancia de las cosas y busca destruir la Roca, entonces yo la detesto y siento cuánto amo a la Iglesia, tanto por todos los regalos divinos que sólo Ella ofrece, como también por esa cierta calidad que Ella confiere a las cosas humanas.
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Magisterio Papal contra la perfidia hebrea a lo largo de dos milenios (Concilios, Encíclicas, Bulas, Cartas Papales y legislación)
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«HUMANUM GENUS». Carta Encíclica del Papa León XIII promulgada el 20 de abril de 1884 sobre la masonería y otras sectas.
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