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Esta imagen representa una simbólica profundamente arraigada en tradiciones esotéricas y ocultas, fusionando elementos de conspiración, misticismo y conocimiento secreto. La figura central, con una cabeza triangular con un solo ojo, a menudo reconocido como el "Ojo de la Providencia" o el "Ojo Que Todo lo Ve", simboliza un conocimiento superior, la conciencia divina o incluso el control oculto atribuido a sociedades secretas como los masones o los Illuminati. Esta figura está vestida con un traje, que simboliza el poder y la autoridad, mientras manipula la Tierra como una marioneta.
Las cuerdas unidas al globo terráqueo enfatizan el tema del control oculto o la influencia sobre los asuntos mundanos, un concepto que se discute con frecuencia en los círculos esotéricos, que alude a una mano que guía el destino de la humanidad.
Los dos pilares a cada lado, adornados con globos simbólicos, recuerdan las antiguas imágenes masónicas, tal vez representando los pilares de Boaz y Jachin del Templo de Salomón, que simbolizan la dualidad, la fuerza y el equilibrio en la masonería. El suelo a cuadros en blanco y negro debajo sugiere la interacción de la luz y la oscuridad, el bien y el mal, un motivo común en las enseñanzas alquímicas y herméticas. Juntos, estos símbolos transmiten la idea de dominio tanto sobre el mundo físico como sobre el reino espiritual, apuntando a la creencia de que el conocimiento secreto y el control de las fuerzas esotéricas pueden dar forma al universo material, un tema central tanto para la alquimia como para la filosofía oculta. Estas imágenes invitan a la contemplación sobre la naturaleza del poder, el control y la iluminación.
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La Francmasonería, el esoterismo y el secretismo
Por Stéphane François
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Si bien la cuestión de los vínculos existentes, o supuestamente existentes, entre esoterismo y masonería es fascinante desde el punto de vista intelectual, también es un camino sembrado de muchos escollos. El investigador que desee estudiar seriamente este campo debe navegar entre un amasijo de textos de los cuales sólo una muy pequeña minoría son científicos. Por el contrario, la gran mayoría de obras las obras que tratan este tema son pseudocientíficas y están repletas de especulaciones esotéricas y ocultistas masónicas o no. Sólo unos pocos autores, a menudo ellos también masones, han escrito algunas obras de carácter científico y, sobre todo, crítico: entre ellos podemos contar a Roger Dachez, Pierre Mollier, John Hamill Éric Ward, etc., que pertenecen a lo que podríamos denominar “Escuela Auténtica”. Por otra parte, la masonería ha estado asociada al esoterismo casi desde sus orígenes. Esta proximidad, que no tiene nada de natural como veremos, ha calado muy profundamente en la mentalidad de las personas. Por ejemplo, cuando se busca en las librerías literatura relacionada con la Francmasonería (ya sean independientes o formen parte de una todo) se vincula sistemáticamente sus libros con el esoterismo y la espiritualidad más que con la filosofía o a las ciencias humanas... Nos encontramos, por lo tanto, ante el problema de como definir la Francmasonería. Existe otro aspecto a tener en cuenta: el funcionamiento rizomático de la masonería. Un mito lleva a otro mito que, a su vez, está en contacto con otro y así sucesivamente. Esto complica el estudio de la masonería, en particular su relación con el esoterismo. Así, por un lado, Roger Dachez ha desmontado la mitología en torno al nacimiento de la masonería y, por el otro, un historiador riguroso como Antoine Faivre, especialista en el esoterismo, ha demostrado la presencia de este mito en los altos grados masónicos desde la primera mitad del siglo XVIII...
Además, esta investigación se ha visto obstaculizada por el hecho de que ciertos masones esotéricos, propensos a la reflexión historiográfica, han hecho todo lo posible por establecer la idea de una relación lógica y natural entre la masonería y el esoterismo. Por último, algunos masones se han dedicado al sincretismo mítico-religioso desde el siglo XVIII... Nuestra principal preocupación es que el contenido léxico de la palabra “esoterismo” es bastante débil. Así que merece la pena echar un vistazo rápido a tal concepto. Brevemente, podemos decir que el esoterismo puede definirse como una forma de pensamiento que:
funciona como un término comodín;
un discurso deliberadamente “críptico”;
un discurso metafísico;
un discurso gnóstico....
A pesar de todo lo anterior, se ha podido establecer una criteriología definida, siendo la de Antoine Faivre la más famosa de todas. Faivre definió seis características fundamentales del esoterismo de las cuales las cuatro primeras son intrínsecas, lo que significa que su presencia simultánea es suficiente para decir que estamos frente a una forma de esoterismo. Estas características son:
La teoría de las correspondencias;
La idea de que la naturaleza es un ser vivo;
La importancia atribuida a la mediación de seres sobrenaturales;
La teoría y la experiencia de la transmutación;
“La práctica de la concordancia”;
Y, por último, la idea de la transmisión ininterrumpida del conocimiento esotérico a lo largo de los siglos.
El esoterismo es una forma sincrética de pensamiento religioso que se originó al interior del cristianismo y cuyos más importantes representantes fueron todos cristianos hasta finales del siglo XVIII. Podemos considerarla como una respuesta en contra del creciente desencantamiento del mundo de esa época, pues a partir del siglo XIX se afirmó como la única forma de conocimiento que permitía un acceso a la dimensión espiritual y al hombre absoluto, además de la perfección divina, mediante la investigación de las conexiones entre el hombre, la naturaleza y lo divino. El esoterismo pretendía reunificar la sociedad destruida por la Revolución. Sus promotores destacaban la importancia de la luz interior o la gnosis como una experiencia de revelación que, en la mayoría de los casos, conducía al encuentro con el verdadero yo y con la fuente del ser, es decir, Dios. El ocultista y esoterista francés René Guénon, él también un masón, se encuentra en el origen de cierto contenido esotérico al interior de la masonería. Según él, “la verdadera iniciación reside esencialmente en la ortodoxia masónica; y esta ortodoxia consiste sobre todo en seguir fielmente la Tradición...”. Guénon siempre defendió la relación existente entre la masonería especulativa moderna y la masonería operativa medieval mucho más antigua, haciendo de esta continuidad institucional la condición de la legitimidad tradicional y de la regularidad iniciática de la masonería. La visión de Guénon de la masonería era fundamentalmente antihistórica y anticientífica, asociándola a la existencia y persistencia de ciertas “sociedades secretas”. Sin embargo, no existe ninguna “sociedad secreta” o “sociedad iniciática” capaz de mantenerse indefinidamente en el tiempo. Lo mismo ocurre con la persistencia de una supuesta “Tradición primordial”. Este deseo de filiación inmemorial es más bien una cuestión de autolegitimación propia de los círculos proto-ocultistas o proto-esotéricos.
Podemos decir que se trata de un aspecto paradójico en el seno del esoterismo francmasónico: algunos académicos no masones insisten en este aspecto, mientras que los historiadores masones como Dachez y Hamill lo deconstruyen. Incluso el ocultista Eliphas Lévi, la principal figura del ocultismo del siglo XIX, cuestionó el contenido esotérico/ocultista de la masonería. Lévi se refería a la masonería como una “sociedad casi pública que pretendía tener sus misterios”. La cuestión del secreto también es importante, pues se encuentra en el corazón del esoterismo y algunos observadores insisten en que el aspecto oculto y el misterio que encierra tales términos. No obstante, tenemos que evitar asociar “esoterismo”, “secreto” e “iniciación”: los textos esotéricos no son realmente secretos... El esoterismo no es una doctrina para iniciados, sino una forma de pensamiento accesible a todos en su singularidad y que se explica mediante la historia del pensamiento occidental. El pensamiento esotérico debe verse como una fuente de conocimiento diferente o alternativo. Una de sus ambigüedades reside en la importancia del secreto de los rituales y la práctica del juramento, que se imponen en la vida masónica, frente a las prácticas de las reuniones públicas o semipúblicas, lo cual tiende a situarla en el mundo de las sociedades de pensamiento y que en un principio favoreció su crecimiento, en particular bajo la Ilustración. Además, existe una confusión entre los conceptos de “ritual” e “iniciación”, por una parte, y del “esoterismo”, por otra. Para algunos, el rito es necesariamente sagrado. El problema es que los ritos son excesivamente plásticos. Hay ritos que no tienen ningún contenido “esotérico”, como los ritos de paso, que son ciertamente iniciáticos, pero que validan un cambio de estatus social. La finalidad de los ritos es vincular el presente con el pasado, el individuo con la comunidad. Es el caso de los ritos masónicos desde sus orígenes, que buscan inscribirse en una filiación simbólica.
También hay que volver sobre un concepto a menudo cercano, pero distinto, del esoterismo: el ocultismo. La confusión es frecuente, ya que ambos son neologismos que aparecieron al mismo tiempo. Existe una clara distinción entre lo que puede definirse como el aspecto teórico por un lado (esoterismo) y el aspecto práctico por el otro (ocultismo). Al igual que el esoterismo, el ocultismo remite a la idea de secreto, conocimiento reservado, “iniciación”, etc. Además, el ocultismo hace referencia a una serie de prácticas sociológicas (la creación de “sociedades secretas” y su inclusión en una filiación continua) y mágicas que llevan al contacto con entidades sobrenaturales, sin hablar de los ritos de iniciación. Estas ideas derivan de la philosophia occulta desarrollada por Cornelius Agrippa durante el Renacimiento. En este contexto, el término se utiliza para designar un conjunto de investigaciones y prácticas relacionadas con “ciencias” como la astrología, la magia, la alquimia y la Cábala. La edad de oro del ocultismo, o su apogeo, fue la segunda mitad del siglo XIX, donde alcanzó un alto grado de cientificismo, con figuras como Éliphas Lévi (Alphonse-Louis Constant) y luego Papus (Gérard Encausse), Joséphin Péladan, Helena Petrovna Blavatsky y otros. Los ocultistas estaban convencidos de que ciertas verdades espirituales debían permanecer ocultas dentro de los santuarios. Estos santuarios eran la masonería y las “sociedades secretas”, muy de moda a finales del siglo XIX y principios del XX.
Por lo tanto, ¿es la masonería esotérica y, en caso afirmativo, lo es por naturaleza o por accidente? El argumento esgrimido por algunos de la persistencia del esoterismo u ocultismo en el seno de las estructuras masónicas no resiste la crítica científica: los partidarios de la masonería ocultista o esotérica no han hecho más que retomar elementos dispersos del ocultismo/esoterismo/cultos religiosos antiguos (palabras, fórmulas, objetos, ritos, etc.) a los que han dado un nuevo significado según sus preconceptos y deseos con la intención de darse o dotarse de cierta legitimidad. En los últimos veinte años investigadores británicos como Eric Ward han abandonado la idea de que existe un vínculo directo entre la masonería operativa medieval y la masonería especulativa. La teoría más convincente sobre los orígenes de la masonería parece ser la del préstamo. Las primeras logias eran teístas: los ateos eran “declarados personae non gratae”. Los “padres” de la masonería moderna, como James Anderson y Jean-Théophile Désaguliers, eran protestantes. Aunque los autores de las Constituciones abogaban por la tolerancia religiosa, también afirmaban que el masón “nunca sería un estúpido ateo o un libertino irreligioso”. De hecho, las logias antirreligiosas no aparecieron hasta el tercer tercio del siglo XIX. Desde su nacimiento oficial hasta finales del siglo XIX la masonería fue teísta y abierta a toda clase de desarrollos místicos que hoy pueden considerarse como esoterismo. La aparición de contenidos esotéricos en el seno de la masonería, ligada a una visión a-histórica de sus orígenes, puede fecharse en los primeros años del siglo XVIII, beneficiándose del interés sincrético de sus miembros por los mitos templarios y egipcios, pero también por la mística cristiana. Esta evolución se manifiesta en la invención de altos grados de contenido místico los cuales aparecieron por primera vez hacia 1742. Los primeros intentos de una masonería más católica aparecieron en los primeros años del siglo XVIII. Este siglo fue testigo de una oleada de experimentación mística. El esoterismo y la masonería se entrelazaron rápidamente. Sin embargo, aunque las primeras logias tenían a veces un aspecto ocultista, no dejaban de ser ante todo una actividad mundana y social... La puesta en escena tenía como principal objetivo satisfacer la curiosidad o halagar el ego de los hermanos adinerados.
Dicho esto, es así como aparecieron los primeros ritos esotéricos. Uno de los ejemplos más representativos fue la aparición en el siglo XVIII de los grados “rosacruces” basados en la mística cristiana, como el Caballero de la Orden Rosacruz, el Caballero de Oriente y Occidente, etc. Algunos de estos grados cayeron rápidamente en desuso, como fue el caso del Gran Maestro de la Rosacruz del Águila Negra. El principal inventor de la masonería ocultista del siglo XVIII fue Martinès de Pasqually, quien fue bastante activo en varias logias. Sin embargo, Pasqually decidió crear su propia organización mística, l’Ordre des Élus Coëns, que se injertó dentro de la masonería. Su contenido teórico estaba influido por la cábala hebrea y el misticismo cristiano: su objetivo era volver al estado adánico anterior al pecado original. Para alcanzar este objetivo se requerían prácticas a la vez higiénicas (ayunos, ejercicios respiratorios), morales (estricta fidelidad conyugal) y mágicas (teúrgia). Tras la muerte de Pasqually, sus tesis fueron difundidas por dos de sus discípulos: Louis-Claude de Saint-Martin y Jean-Baptiste Willermoz, que modificaron las prácticas del martinismo, como la conversación con la “voz interior”, la introspección y la espiritualidad (Saint-Martin). Willermoz, por su parte, fusionó el martinismo con los ritos masónicos templarios alemanes, en particular la Estricta Observancia Templaria. Willermoz también es el responsable del mito del origen egipcio de la masonería. Otro personaje que podríamos mencionar que está detrás del mito de la masonería egipcia seria Joseph Balsamo, el famoso Conde de Cagliostro, cuya historia es extremadamente compleja: Cagliostro era un masón que frecuentaba los círculos antes mencionados y que creó el Rito Egipcio de la Alta Masonería hacia 1784. Y podríamos multiplicar los ejemplos.
El siglo XIX vio proliferar las estructuras mágicas y ocultistas al igual que las logias paramasónicas de carácter ocultista, así como los intentos de fusión o reunión de los ritos de Menfis y Mizraim. Algunas logias, cada vez más marginales debido a la secularización progresiva de la sociedad, se volvieron paradójicamente cada vez más ocultistas. El movimiento más conocido es el de Menfis-Mizraim, que también hace referencia a una herencia templaria reinventada. Es imposible detallar la historia de estos movimientos masónicos marginales, ya que está salpicada de exclusiones, escisiones, disidencias, cismas, etc., así como de conflictos personales. Paralelamente al auge de la masonería esotérica, algunas logias persistieron en la lógica inicial de las logias anglosajonas, negándose a aceptar tales evoluciones esotéricas. Los masones racionalistas de Burdeos, por ejemplo, se opusieron a la difusión de estas tesis a partir de 1764. Este tipo de masonería se secularizó y politizó cada vez más, sobre todo, en el caso de Francia, hasta volverse de izquierda durante el siglo XIX. No fue sino hasta la promulgación de una serie de bulas de Pío IX (1849, 1854, 1863, 1865) que la convivencia entre las diferentes tendencias de la masonería, es decir, laica y espiritista, se rompió, especialmente cuando los aristócratas y los católicos se fueron y únicamente quedaron los pequeños burgueses comprometidos con políticas anticlericales. El número de miembros del Gran Oriente de Francia se duplica entre 1862 y 1871. El cambio sociológico hizo que sus ritos esotéricos, como el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, y la referencia al “Gran Arquitecto del Universo” sólo permanecieran vivos, in extremis, hasta 1865. Los ritos caballerescos solo duraron hasta la Convención de 1875. Es a partir de aquí que las referencias cristianas fueron sustituidas por una vaga alusión al deísmo. En 1877 se suprimió el artículo I de sus estatutos, el cual afirmaba la existencia de Dios y la inmortalidad del alma.
Es aquí cuando nos encontramos frente a neo-ritos que han reciclado antiguas tradiciones cuyo sentido se había perdido hacía mucho tiempo y cuando se crearon otras nuevas. Estas dos dinámicas representan una relectura del pasado. Sin embargo, los esoteristas han utilizado estos ritos y simbolismos institucionales para crear una masonería ocultista o esotérica que combinaba diferentes mitos, como el de los Templarios y las referencias a Hiram. Fue a partir de esta época que comenzaron a aparecer los altos grados caballerescos que apelaban al ego de la nobleza europea, muy presente en la profesión de las armas, y a las fantasías de una parte de la burguesía que aspiraba a unirse a ellos. Fue esto lo que contribuyó al éxito de las logias masónicas en toda Europa. Este interés se refleja también en las Constituciones de Anderson que, no hay que olvidar, fueron encargadas por los dignatarios de la Gran Logia. Desde entonces se ha producido un giro gradual hacia los templarios y después hacia el ocultismo. Algunos masones hicieron una lectura mística del mundo imaginario de la caballería. Estos mundos imaginarios se fusionaron durante el siglo XVIII y dieron lugar a un mito aglutinador, es decir, que otros mitos se añadieron al mito inicial, enriqueciéndolo: de la caballería pasamos a los templarios, luego a los conocimientos templarios supuestamente esotéricos, después a los conocimientos esotéricos y así sucesivamente. Fue también en esta época cuando vemos la aparición de “Cartas” supuestamente inmemoriales que no eran más que burdas falsificaciones.
El significado del término “esotérico” es muy específico en la masonería británica: el término inglés “esoteric” no se refiere a un conocimiento oculto, sino simplemente al secreto. No hay nada esotérico en la masonería anglosajona. Los rituales ingleses definen la masonería como un sistema particular de moral enseñado bajo el velo de alegorías y símbolos, nada más. El gran especialista inglés en la materia, John Hamill, no se anda con rodeos y divide la masonería en dos escuelas: una “científica” o “auténtica” y otra “inauténtica” que se divide en varios subgéneros (“esotérica”, “mística” o “romántica”). Desde el momento en que consideramos que la masonería nació a finales del siglo XVII en círculos cultural y sociológicamente ajenos a las logias operativas, podemos decir que la masonería no tiene nada de secreto, salvo en uno mismo y en el ennoblecimiento de la humanidad, ni transmite nada esotérico u ocultista, salvo los valores humanistas y fraternales de la Ilustración de la que surgió.... Reconocer esto no es en absoluto despectivo. Para darnos cuenta de ello basta con observar el importante papel caritativo desempeñado por la masonería anglosajona y recordar el rol que jugo la masonería republicana y protestante en la elaboración de las leyes laicistas.
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The Hand Of Urizen
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La Magia del Rey Salomón Parte I
El Rey Salomón (1015–931 Antes de Cristo) de acuerdo al mito bíblico fue el tercer y último monarca del reino unido de Israel. Famoso por ser justo y sabio, ejerció el poder en el vasto territorio de la Mesopotamia, entre los ríos Éufrates y Tigris, durante casi cuatro décadas (965 a 928). La figura del Rey Salomón siempre me pareció un poco fuera de lugar entre las historias de la Biblia.…
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Las principales frases masónicas y filosóficas que debes conocer
En el fascinante universo de la filosofía masónica se encuentran incrustadas joyas de sabiduría que trascienden el tiempo. En esta entrada, nos sumergiremos en el intrigante mundo de las principales frases masónicas y filosóficas, desentrañando sus significados y explorando la profundidad de su impacto en la historia y la mente humana. Desde enseñanzas simbólicas hasta reflexiones sobre la existencia, acompáñanos en un viaje intelectual para descubrir las palabras que han resonado a lo largo de los siglos, trascendiendo fronteras y desafiando las convenciones para iluminar el camino hacia la comprensión más profunda. No olvides visitar nuestra tienda de paramentos o arreos masónicos: The Different Society - Masonic Regalia.
AVISO: Esta publicación está escrita por masones. Pero en este artículo no encontrarás palabras sagradas, tocamientos ni formas de reconocimiento alguno entre los masones. Puedes compartir con total tranquilidad. Al final de esta publicación, encontrarás enlaces a publicaciones relacionadas con la masonería y mucho más.
El Secreto Detrás de las Frases Masónicas
El secreto detrás de las frases masónicas reside en su carácter simbólico y esotérico, actuando como portadoras de enseñanzas profundas y principios éticos transmitidos a lo largo de la tradición masónica. Cada frase se convierte en un código, ocultando significados que solo los iniciados pueden desentrañar. Protegen el conocimiento sagrado de la masonería, actuando como guardianes de una herencia espiritual y filosófica. Además, estas expresiones encierran la esencia de la auto mejora, la fraternidad y la búsqueda constante de la verdad, invitando a los masones a explorar dimensiones más profundas de sí mismos y del universo.
Desentrañando la Filosofía Masónica
Desentrañar la filosofía masónica implica sumergirse en un intricado tapiz de símbolos, rituales y principios éticos que han tejido su historia a lo largo de los siglos. Aunque la masonería no se presenta como una doctrina filosófica sistemática, ha dejado una impronta indeleble en el pensamiento moral y ético, proporcionando un terreno fértil para la reflexión filosófica. En el corazón de esta filosofía se encuentran símbolos como la escuadra y el compás, la piedra bruta y el viaje del buscador de luz. Cada uno de estos elementos sirve como metáfora, portando consigo significados que invitan a una reflexión filosófica sobre la moralidad, el conocimiento y la autodescubierta. La búsqueda incansable de la verdad y el conocimiento emerge como un pilar fundamental. Los masones son instados a cuestionar, aprender y expandir su comprensión del mundo y de sí mismos, reflejando un compromiso con principios filosóficos que valoran la indagación y la expansión del entendimiento. La fraternidad entre los miembros se eleva como un pilar esencial, creando un sentido de comunidad y cooperación. La tolerancia hacia las diferencias individuales, ya sea en creencias religiosas o opiniones políticas, se erige como un valor filosófico que busca construir una sociedad fundamentada en la armonía y el respeto mutuo. La masonería va más allá de los rituales y prácticas; busca el desarrollo personal y espiritual de sus miembros. Los rituales no son solo ceremonias, sino estructuras para la reflexión y el crecimiento interior. Esta dimensión espiritual conecta con la filosofía que aborda las preguntas fundamentales sobre la existencia, el propósito de la vida y la conexión con algo más allá de lo material.
El Simbolismo Oculto en las Frases Masónicas
Las frases masónicas, impregnadas de simbolismo y significados ocultos, constituyen una parte fundamental de la tradición masónica. Estas expresiones, a menudo enigmáticas para aquellos que no están familiarizados con la masonería, se tejen con cuidado para transmitir enseñanzas, valores y conceptos filosóficos. El secreto detrás de las frases masónicas radica en su naturaleza simbólica y en la profundidad de sus significados. Aquí se exploran algunos aspectos clave de este secreto: - Simbolismo Encubierto: Las frases masónicas están imbuidas de simbolismo, y cada palabra o expresión puede llevar consigo múltiples capas de significado. Los masones utilizan metáforas y símbolos para comunicar ideas filosóficas y éticas de manera que solo aquellos iniciados en la tradición pueden comprender plenamente. - Protección de Enseñanzas Específicas: La masonería es una tradición iniciática, y muchas de sus enseñanzas son consideradas sagradas y reservadas exclusivamente para sus miembros. Las frases masónicas a menudo actúan como un código que protege este conocimiento, permitiendo que solo aquellos que han pasado por las ceremonias de iniciación y han demostrado su compromiso accedan a su significado completo. - Inclusión de Contraseñas y Toques Secretos: Además de las frases, la masonería incorpora contraseñas y toques secretos como parte de sus rituales. Estos elementos tienen la función de identificar a los miembros auténticos y proteger la integridad de las ceremonias. El secreto radica en la exclusividad de estos signos de reconocimiento. - Cultivo de la Reflexión Personal: Las frases masónicas a menudo invitan a la reflexión y al autoanálisis. Los masones son alentados a meditar sobre el significado simbólico de estas expresiones, fomentando un proceso de crecimiento personal y espiritual.
Masonería y Filosofía: Un Vínculo Indisoluble
La relación intrínseca entre la masonería y la filosofía ha perdurado a lo largo de la historia, alimentando un vínculo que trasciende las simples estructuras organizativas de esta hermandad. La masonería, en sus orígenes vinculada a los antiguos gremios de constructores, ha evolucionado hacia una entidad que abraza elementos filosóficos, simbólicos y esotéricos. En su esencia, la masonería se erige como una búsqueda incesante de la verdad, la moralidad y el crecimiento personal. Para muchos de sus adeptos, la filosofía se integra de manera inextricable en su práctica, guiándolos a reflexionar sobre las interrogantes fundamentales de la existencia y motivándolos a aspirar a una comprensión más profunda. La masonería se distingue por su hincapié en la búsqueda de la verdad, un principio que resuena en la tradición filosófica que se ha dedicado a explorar la verdad y el conocimiento a lo largo del tiempo. Sus rituales y enseñanzas incorporan símbolos y alegorías que encierran significados filosóficos, actuando como transmisores de lecciones morales y éticas arraigadas en principios filosóficos más amplios. La ética y la moralidad son pilares fundamentales en la masonería, reflejando la preocupación filosófica por cuestiones esenciales relacionadas con el bien y el mal, la justicia y la virtud. Asimismo, la fraternidad masónica promueve el desarrollo personal, un objetivo que resuena con las inquietudes filosóficas sobre el propósito de la vida, la autorrealización y la búsqueda de la sabiduría. La masonería abraza la tolerancia y la fraternidad entre sus miembros, independientemente de sus diferencias religiosas, políticas o sociales. Este principio inclusivo encuentra eco en la filosofía, que aboga por la apertura de mente y la aceptación de la diversidad de perspectivas.
Masonería y Pensamiento Filosófico Contemporáneo
La relación entre la masonería y el pensamiento filosófico contemporáneo es un terreno en constante evolución y reflexión. La masonería, con su rica historia y tradiciones, ha experimentado adaptaciones a lo largo del tiempo, y su intersección con las corrientes filosóficas contemporáneas revela una complejidad que va más allá de las percepciones convencionales. En el contexto del pensamiento filosófico contemporáneo, la masonería se enfrenta a la necesidad de dialogar con las corrientes de pensamiento que han emergido en el siglo XX y XXI. Algunos aspectos de esta relación podrían incluir: - Humanismo y Ética: La masonería históricamente ha abrazado principios humanistas y éticos, buscando el mejoramiento personal y la contribución positiva a la sociedad. En un mundo contemporáneo donde la ética y la humanidad son temas centrales en la filosofía, la masonería puede encontrar afinidades con corrientes como el humanismo secular y la ética pragmática. - Espiritualidad y Secularismo: La masonería ha sido un espacio que acoge diversas creencias espirituales. En el pensamiento filosófico contemporáneo, la discusión sobre la espiritualidad, el secularismo y la búsqueda de significado en la vida sigue siendo relevante. La masonería podría participar en estas conversaciones desde su perspectiva única. Es esencial destacar que la relación entre la masonería y el pensamiento filosófico contemporáneo puede variar considerablemente según la interpretación de los miembros y las logias individuales. Además, la adaptabilidad de la masonería a las corrientes contemporáneas dependerá en gran medida de cómo la organización aborde los desafíos y oportunidades presentes en la actualidad. En última instancia, la masonería y el pensamiento filosófico contemporáneo pueden encontrar puntos de convergencia en la exploración compartida de la verdad, la ética y el significado en un mundo en constante cambio.
La Inspiración Detrás de las Frases Masónicas
Las frases masónicas, impregnadas de simbolismo y significados profundos, encuentran su inspiración en una combinación de fuentes históricas, filosóficas y esotéricas. Estas expresiones, que forman parte integral de la tradición masónica, reflejan la riqueza de la herencia de la masonería y se originan en diversas influencias. Aquí se exploran algunas de las fuentes de inspiración detrás de las frases masónicas: - Simbolismo Antiguo: Muchos de los símbolos y frases masónicas tienen raíces en antiguas tradiciones y mitologías. La masonería, al adoptar y reinterpretar símbolos antiguos, busca conectar con la sabiduría ancestral y transmitir enseñanzas atemporales. Podemos apreciar este simbolismo masónico en los arreos masónicos; como estos: https://amzn.to/3TH91Ag - Arte y Arquitectura: Dada la historia inicial de la masonería vinculada a los gremios de constructores, la arquitectura y el arte han influido significativamente en las frases masónicas. Términos como "piedra bruta" y "columnas" provienen del vocabulario arquitectónico, simbolizando la construcción y perfeccionamiento del individuo. - Filosofía Esotérica: La masonería ha absorbido conceptos de filosofías esotéricas y místicas a lo largo de los siglos. Elementos de la alquimia, la cábala y otras tradiciones esotéricas se han entrelazado en las frases masónicas, agregando capas de significado que van más allá de la interpretación superficial. - Inspiración en Personajes Históricos: Figuras históricas, tanto dentro como fuera de la masonería, han dejado su huella en las frases masónicas. Personalidades como George Washington y Voltaire, que fueron masones, han influido en la forma en que la masonería ha moldeado su lenguaje y sus enseñanzas.
La Masonería y su Contribución a la Filosofía
La masonería ha dejado una huella significativa en la historia de la filosofía, contribuyendo de diversas maneras a la reflexión y al pensamiento moral y ético. Aunque la masonería es una organización fraternal y no una escuela filosófica per se, su rica tradición simbólica y sus principios fundamentales han influido en la forma en que sus miembros abordan cuestiones filosóficas. Aquí se exploran algunas áreas donde la masonería ha contribuido a la filosofía: - Ética y Moralidad: La masonería ha promovido principios éticos y morales, instando a sus miembros a buscar la verdad, practicar la virtud y contribuir al bien común. Estos valores han influido en la reflexión filosófica sobre la ética individual y social, inspirando a los masones a considerar cómo sus acciones impactan en la sociedad y en el desarrollo personal. - Simbolismo y Alegoría: La masonería utiliza un rico repertorio de símbolos y alegorías en sus rituales y enseñanzas. Este simbolismo proporciona a los miembros una vía para la reflexión filosófica, ya que cada símbolo lleva consigo significados que pueden interpretarse en contextos más amplios. El uso de la alegoría fomenta la contemplación y la búsqueda de significado. - Búsqueda de la Verdad y del Conocimiento: La masonería fomenta la búsqueda constante de la verdad y el conocimiento. Este principio se alinea con la tradición filosófica, donde la búsqueda de la verdad y la expansión del conocimiento son objetivos fundamentales. Los masones son alentados a cuestionar, aprender y desarrollarse intelectualmente. - Desarrollo Personal y Espiritual: La masonería se centra en el desarrollo personal y espiritual de sus miembros. A través de rituales, reflexiones y prácticas, los masones buscan alcanzar una comprensión más profunda de sí mismos y del universo. Esta dimensión espiritual puede resonar con la filosofía existencial y la búsqueda de significado en la vida. Interpretación Personal: Frases Masónicas en la Vida Cotidiana La interpretación personal de las frases masónicas en la vida cotidiana puede ser un ejercicio enriquecedor que invita a reflexionar sobre los principios y valores que la masonería promueve. Aunque estas frases están imbuidas de simbolismo y significados ocultos, sus enseñanzas pueden aplicarse de manera práctica a diversas situaciones cotidianas. Aquí se exploran algunas interpretaciones personales de frases masónicas en la vida diaria: - "Construir sobre Piedra Bruta": Esta frase simboliza la idea de trabajar en uno mismo, perfeccionándose a lo largo del tiempo. En la vida cotidiana, esto podría interpretarse como un llamado a la autorreflexión constante y al esfuerzo continuo para mejorar nuestras cualidades y habilidades. - "Columnas de la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza": Estas columnas simbolizan la búsqueda del equilibrio en la vida. Aplicado diariamente, esto podría sugerir la importancia de equilibrar el desarrollo intelectual (sabiduría), la fortaleza física y mental (fuerza) y la apreciación estética y espiritual (belleza). - "Tolerancia y Fraternidad": Estos principios masónicos abogan por aceptar las diferencias y construir relaciones basadas en el respeto mutuo. En la vida cotidiana, esto podría significar practicar la tolerancia, escuchar las opiniones de los demás y cultivar relaciones fundamentadas en la fraternidad universal. - "Buscar la Verdad": Un principio central en la masonería que puede aplicarse diariamente recordándonos la importancia de cuestionar, investigar y actuar con honestidad en todas las áreas de la vida.
Las 10 Frases Masónicas Más Impactantes
Las frases masónicas más impactantes reflejan la profundidad de los principios y valores que la masonería busca transmitir a sus miembros: - "Construir sobre Piedra Bruta": Esta expresión simboliza la continua automejora y perfeccionamiento personal que los masones buscan a lo largo de sus vidas. - "Viaje del Buscador de la Luz": Evoca la idea de un viaje espiritual en busca de la sabiduría y la iluminación interior. - "Escuadra y Compás": Estos instrumentos representan la búsqueda de la verdad y la moralidad, recordando a los masones medir sus acciones con ética. - "Columnas de la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza": Estas columnas simbolizan el equilibrio en la vida, combinando el desarrollo intelectual, la fortaleza física y mental, y la apreciación estética y espiritual. - "Hermanos Bajo el Sol": Un recordatorio de la fraternidad universal que une a los masones independientemente de sus diferencias individuales. - "La Verdad te Hará Libre": Una adaptación masónica de un principio bíblico que enfatiza la importancia de buscar y vivir de acuerdo con la verdad. - "Ordo Ab Chao" (Orden del Caos): Esta expresión sugiere que del caos puede surgir un orden, subrayando la idea de encontrar equilibrio y armonía en medio de la adversidad. - "La Luz de la Verdad": Simboliza la búsqueda constante de la verdad y la iluminación espiritual. - "La Gran Logia Celestial": Una referencia a una entidad superior y divina que guía a los masones en su viaje espiritual. - "Tolerancia, Libertad, Igualdad": Estos tres principios fundamentales resumen los valores masónicos de aceptación, libertad de pensamiento y trato equitativo para todos.
Consideraciones Finales
En última instancia, las frases masónicas se erigen como pilares fundamentales en la construcción del edificio filosófico de la masonería. A través de su enigmático simbolismo y sus profundas connotaciones, estas expresiones encapsulan la riqueza de una tradición que aboga por la auto mejora continua, la fraternidad universal y la incansable búsqueda de la verdad. Su impacto va más allá de la retórica, infundiendo en la mente de los masones principios éticos y espirituales que guían sus acciones en la vida cotidiana. Son faros que iluminan el camino de aquellos que se embarcan en el viaje masónico, recordándoles la importancia de erigir columnas sólidas de sabiduría, fuerza y belleza en el tejido mismo de sus vidas. En resumen, estas frases, con su carga simbólica, trascienden el tiempo y las logias, dejando una marca imperecedera en la filosofía masónica. Hemos llegado al fin de este artículo, les agradecemos por sus grandes muestras cariño y recordándoles que nos pueden seguir en nuestras redes sociales:
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Origen de la Palabra Francmasones: Un Vistazo Histórico
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La estatua de Lucifer que preside al Club Bilderberg
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André Breton y la masonería [1]
Por Jean-Pierre Lassalle
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
El título puede sorprender [2] a más de uno, ya que siempre es arriesgado asociar a un hombre con una institución de la que, en este caso, nunca fue miembro. André Breton nunca se pronunció directamente a favor o en contra de la masonería. Sin embargo, me ha parecido útil hacer un balance de los diversos encuentros que pudo haber tenido con los masones, así como de las huellas de la influencia de la masonería en su obra escrita. Trataré sucesivamente del caso bastante particular del Trésor des Jésuites (El tesoro de los jesuitas), luego de la gran influencia del masón Pierre Mabille y, por último, del período, paradójicamente menos conocido, del surrealismo de posguerra, de 1947 a la muerte de Breton en 1966.
Breton y Aragon, ambos hijos de masones – como sabemos, por supuesto, en el caso del padre de Aragon, Andrieux [3], que era bastante sardónico con la masonería, de la que era miembro; en el caso del padre de Breton, no parece haberse llevado a cabo ninguna investigación específica en este sentido y quizás sea yo el primero en plantear tal hipótesis –, podrían haberse sentido inclinados a burlarse de la masonería como una forma freudiana de «matar al padre». Sin embargo, hay un matiz: mientras que Aragon tenía motivos de sobra para estar resentido con su padre, Breton nunca habló mal del suyo, quejándose en cambio de la intolerancia asfixiante de su madre. Su padre, librepensador, indiferente en materia religiosa, no le pesaba de la misma manera.
Lo cierto es que en 1928 Breton y Aragon escribieron una obra de teatro, Le Trésor des Jésuites [4], una especie de revista de fin de curso que iba a ser representada por la actriz de cine mudo Musidora, tan apreciada por los surrealistas. El proyecto fracasó, pero el texto fue publicado en Variétés en 1929. Había artículos sobre la obra y sobre lo que se estaba preparando. Por lo tanto, es un poco excesivo escribir, como hizo Marguerite Bonnet en su edición de las Obras Completas de Breton, que la obra publicada «no tuvo mucho eco». De hecho, cuando Breton habló de esta aventura, me dijo que le había sorprendido que los masones no hubieran reaccionado. E, irónicamente, la primera representación pública de Trésor des Jésuites tuvo lugar en 1935 en Praga, ¡en una Checoslovaquia creada por los masones y en la que todos los dirigentes, de Masaryk a Benes, eran masones! [p. 85]
En esta obra, el tercer retablo estaba ambientado «para los dos tercios izquierdos de la sala, el Consejo del Gran Oriente de Francia; para el tercio derecho, la terraza de un café». Un personaje, el explorador Simon – probablemente una alusión a Alain Gerbault – debe ser recibido en el Gran Oriente y varias veces se repite la frase «¿Dónde está el Gran Oriente?», con respuestas divertidas y paródicas. El Sitio del Gran Oriente es considerado como la Plaza de la Concordia y el edificio del Gran Oriente (que es en realidad el hotel del Príncipe Murat, 16, calle Cadet) es la Orangerie, lo que lleva a Marguerite Bonnet a ver en esta palabra una paronomasia de Oriente. Los dos autores se inspiraron en la literatura antimasónica de la época y, evidentemente, hojearon las delirantes «divulgaciones» de Léo Taxil. Uno de los clientes del café dijo algo parecido a lo que se podía leer en la prensa de derechas: «Esto es lo que permitió el desarrollo de la masonería que, después de haber sido una sociedad secreta durante mucho tiempo, acabó tomando el poder en Francia, Checoslovaquia y América».
Esto nos lleva a la ceremonia. Curiosamente, en lugar de una parodia de la iniciación a los tres primeros grados, nos vemos de repente lanzados al corazón de una recepción al grado 33, última etapa jerárquica del Rito Escocés. Breton y Aragon se formaron como médicos, estaban obligados a hacer algunas bromas referentes al número 33: “Como el enfermo recibe la salud del médico que le hace contar 31, 32, 33 en las afecciones mayores del aparato respiratorio, así espero que alcancéis el fatídico 33”. Y añaden la soberbia fórmula poética: «este camello de los números». Los nombres de los oficiales son a veces exactos, «Soberano Gran Comendador», «Gran Capitán de la Guardia» – al igual que los rangos, «Caballero Kadosch», «Sublime Príncipe del Real Secreto» – y a veces paródicos, como la «Siniestra Ilustrísima Desconocida Suprema Autoridad». Estos elementos del Rito Escocés se mezclan también con detalles de los ritos pseudoegipcios de Cagliostro y con alusiones a Cornelius Agrippa y Nicolas Flamel, adeptos a los que Breton siempre había apreciado. Sin embargo, hay mucho de paródico en este cuadro que pasa rápidamente de La flauta mágica a un estribillo popular de Mimile y termina con la aparición de «Souri el loco, en traje de baño rojo, adornado de coral». En cuanto a Musidora, tras la caída del telón, tuvo que subir a saludar y decir: «¡Avenir! ¡Avenir! El mundo debería acabar en la terraza de un hermoso café».
La obra Le Trésor des Jésuites merece ser representada de nuevo. Conserva toda su esencia cómica y su sátira es igualmente dirigida contra los jesuitas y masones, pero con muy poca malicia. No hay que exagerar su alcance, porque, al final, los francmasones de los altos grados escoceses no salen tan mal parados.
Me limitaré a aludir al entorno en el que se movía Paul Valéry, lleno de masones como Édouard Lebey, que era su empleador, y su hijo André Lebey, hombre de letras poco dotado, pero masón muy simpático y apreciado. Breton los conocía y frecuentaba, al igual que tuvo amistad con los principales pintores cubistas. Entre estos últimos, un masón [p. 86] muy asiduo, Juan Gris, cuyas relaciones con Breton deberán aclararse a la luz de la correspondencia entre ambos que aún no está disponible.
El francmasón que mantuvo relaciones más estrechas con Breton fue el doctor Pierre Mabille [5], a quien conoció en 1934. A partir de entonces, Mabille nunca dejó de participar en la vida del movimiento surrealista. En julio de 1940 acogió a Breton en Salon-de-Provence y le proporcionó una «cubierta» frente a las autoridades petainistas declarándole su «ayudante de laboratorio». Mabille había sido el obstetra de Jacqueline Lamba, la segunda esposa de Breton, que dio a luz a Aube. Mabille y Breton estaban a punto de intentar abandonar Francia con destino a las Antillas. El episodio es bien conocido y no volveré a entrar en él, salvo para decir que acabaron en Haití.
Mabille había alcanzado los más altos grados en el Rito Escocés. Fue quien presentó a Breton a los dignatarios locales haitianos. Y creo que en varias ocasiones pidió a Breton que se uniera a la institución. Uno de los poemas de Breton confirma esta hipótesis. Se trata de Pleine Marge, escrito en Salon y dedicado a Mabille, un poema críptico en el que el lector ordinario no advierte nada. Propongamos algunas claves: los primeros versos o estrofas contienen la respuesta negativa: «No soy para los adeptos», seguido de “Nunca he vivido en el lugar llamado (liedut) La Grenouillère” – metáfora muy despectiva usada para referirse a la masonería tal como la ve una parte del público, y tal como la describe una prensa hostil, un lugar donde los masones “conspiradores” (grenouillent), se reúnen para conspirar con designios sórdidos y codiciosos –, seguido finalmente de “La lámpara de mi corazón da vueltas y pronto me da hipo al acercarse el parvis”. La palabra «parvis» indica muy precisamente la parte, el vestíbulo que precede al Templo masónico. En efecto, el profano (pro-fanum) se encuentra delante del Templo y permanece en el atrio antes de ser iniciado en el interior.
La segunda estrofa del poema contiene un primer verso aún más alusivo: «Sólo me he sentido atraído hacia lo que no se atenía a las baldosas», con un sutil juego sobre la expresión «atenía a las baldosas (tenait pas à carreau)», que connota para Breton una alienación y una limitación de su libertad, pero que nos recuerda que entrar en el Templo implica situarse sobre las baldosas blancas y negras que pavimentan el mosaico. Más adelante, Breton se refiere a «seres comprometidos en una vida que no es la mía», «que es exactamente lo contrario de la mía». También menciona a los que «me arrastran lejos a donde no sé ir», con la precisión de «con los ojos vendados, te quemas, te alejas»: tantas alusiones obvias.
A pesar de la fuerza de su rechazo a comprometer su libertad en un proceso iniciático, Breton sigue fascinado por los Viajeros Invisibles, los Rosacruces de la tradición alquímica, cuya tradición evoca al final del poema. «Y ustedes señores Bonjour [...] al desaparecer han dejado a los que han venido y podrán venir / Provisiones para mucho tiempo». Esto matiza la sequedad del primer verso: «No soy para los adeptos». Pero el poema también nos reserva un correctivo: «De cualquier [p. 87] manera que hayan golpeado su cubierta está puesta en mi lugar». La alusión masónica al código de llamar a la puerta es aquí evidente.
Apenas estamos empezando a apreciar la influencia que Mabille ejerció sobre Breton quien, hasta el final, siempre admiró Le Miroir du merveilleux y Egrégores, los dos grandes ensayos de este adepto que era también un amigo. La relación de Mabille con otros surrealistas como Péret y Paalen también empieza a ser más conocida. Podría decirse que, en cierto modo, Mabille era el vínculo entre René Guénon y Malcolm de Chazal, cuyos misteriosos lazos familiares con los antiguos rosacruces conocía Breton.
Cuando Breton regresó a Francia tras la guerra de 1939-45 seguía fuertemente influido por el mito – o la realidad, depende del lector – de los Superiores Desconocidos que el Martinzismo y el Martinismo seguían transmitiendo. Como recuerda Sarane Alexandrian en el texto introductorio del primer número de la revista Supérieur Inconnu (octubre-diciembre de 1995), «bajo este título soberbio y ambiguo [...] André Breton quiso fundar una revista en noviembre de 1947». Este proyecto, aunque apoyado por Gaston Gallimard y Jean Paulhan, nunca vio la luz. Sin duda, algunos de los surrealistas supervivientes y de los que se incorporaron al grupo se mostraron reticentes ante esta orientación del surrealismo, que fue criticada severa e injustamente por el entorno comunista de Tzara, donde el poeta y crítico René Lacôte se atrevió a escribir que «Breton se hundía en el ocultismo».
Algunos recién llegados, aunque de mentalidad abierta, se mantuvieron reticentes. Jean-Louis Bédouin, uno de los poetas más vigorizantes del surrealismo de posguerra, me habló de sus prejuicios contra la masonería, aunque reconocía que seguía siendo uno de los grandes vectores históricos de la tradición inmemorial. Su silogismo era muy reductor pero contundente: «Conocí a un general masón que era una basura; sé que hay policías en la masonería, así que estoy en contra de una institución que acepta a esa gente». Al hacerlo, retomaba el hilo de la oposición dadaísta y luego surrealista a toda institución que formara parte del siglo y fuera capaz de transigir con los poderes establecidos.
Retomando, en cierto modo, el proyecto de caricaturizar burlonamente los rituales masónicos, como antes de la guerra con el Trésor des Jésuites, un pintor surrealista cuya exposición Breton había prologado, Seigle – Breton había escrito amablemente: «mangez le pain de Seigle» (comed el pan de Seigle) – que era masón y luego dimitió del Gran Oriente, organizó en casa de Bedouin una ceremonia paródica de iniciación del primer grado, que Bedouin me describió. Seigle había dispuesto sillas y, para imitar el andar del místico que debía progresar sobre una tabla de balancín, hacía subir a los invitados, con los ojos vendados, a una silla, y luego los bajaba, sin omitir las purificaciones por los elementos, sacudiendo una caja de cartón por el aire, sumergiendo la mano en un cuenco de agua, encendiendo un mechero bajo la mano y otras payasadas de buhoneros en busca de la transgresión. Los protagonistas se reían un poco, pero quedaba una sensación de vergüenza, y el ritual paródico no se repitió jamás [pp. 88 (ilustraciones)-89]
Breton y la mayoría del grupo surrealista quedaron fascinados por las notables conferencias sobre alquimia que René Alleau, discípulo de Canseliet, pronunció a partir de 1952. A partir de entonces, Alleau colaboró en las revistas surrealistas Medium e incluso Le Surréalisme. Su altiva figura evoca una logia de la Gran Logia de Francia, situada en el número 8 de la calle Puteaux de París, que lleva el título distintivo de Thebah (el Arca) y fue fundada en 1901. René Guénon, a quien Breton admiraba, era una de sus principales figuras. Su reclutamiento fue selectivo e incluyó a varias mentes originales, orientadas a la tradición y abiertas a nuevas ideas. En los años 50 y 60, el hermano más famoso fue el Dr. Henri Hunwald, de origen húngaro, admirado tanto por Breton como por Michel Butor (es el Dr. H. en Portrait de l'artiste en jeune singe). Entusiasta de la alquimia y de las ciencias tradicionales, Hunwald dio a conocer a Francia la obra de un alquimista alemán, Alexander von Bernus, que producía medicamentos espagíricos muy odiados por la medicina oficial. Tradujo y prologó la edición francesa del ensayo de Von Bernus, Alchimie et Médecine (Alquimia y medicina), que fascinó a varios surrealistas y masones, porque en él Von Bernus arrojaba una valiosa luz sobre los procesos y procedimientos de la práctica alquímica, como había insinuado Eugène Canseliet, el divulgador del enigmático adepto de Fulcanelli. Breton y Bédouin se apasionaron por este tipo de investigación. El doctor Hunwald enseñaba en la Escuela de Antropología, que durante mucho tiempo había sido un nido de masones, como la Universidad Libre de Bruselas. Era muy amigo de Maryse Zimbacca, miembro del grupo surrealista. En pocos años, la logia Thebah reunió a varios surrealistas, entre ellos Alleau, Elie-Charles Flamand, Bernard Roger, Guy-René Doumayrou, Roger Van Hecke y Jean Palou.
Otro masón de la Gran Logia muy apreciado por Breton era Robert Amadou, que tanto hizo por promover el conocimiento de la obra y el mensaje de los grandes masones esotéricos Martines de Pasqually y Louis-Claude de Saint-Martin. La publicación por Amadou del Diario de este último fue un acontecimiento que suscitó discusiones en el seno del grupo surrealista. Recuerdo haber cantado sus alabanzas, mientras que Mimi Parent los tomo con reserva, diciendo que le molestaba la omnipresencia de Dios en la obra de Saint-Martin. Ahí radicaba toda la ambigüedad y los límites de la relación entre los surrealistas y los masones se hacían patentes en un abrir y cerrar de ojos. Los masones más abiertos al surrealismo eran los masones espiritualistas y esoteristas, que eran muy comunes en la Gran Logia, mucho más que en el Gran Oriente, que seguía siendo más positivista y anticlerical, por no decir antirreligioso. Nos encontramos ante una aporía. Si uno se limitaba al anticlericalismo virulento (del que el tratado �� la niche, les glapisseurs de Dieu y el dossier sobre el asunto Carrouges expresaban el paroxismo), los únicos masones que Breton debía apreciar eran los del Gran Oriente. Pero, precisamente porque representaban los valores del cientificismo y del positivismo obtuso a los que Breton siempre se había opuesto, sólo podían repelerle. Los masones que comulgaban con sus preocupaciones secretas y mayores eran aquellos que, incluso bajo la perífrasis a veces demasiado cómoda del Gran Arquitecto del Universo, no estaban dispuestos a prescindir de Dios. [p. 90]
En efecto, Mabille había estado en el centro de tales contradicciones, ya que vivió periodos de intensa fe, intercalados con profundas crisis y fuertes reacciones contra la Iglesia, que llevaron a este médico espiritualista y tradicionalista a firmar el panfleto más violento: À la niche, les glapisseurs de Dieu.
Me queda por mencionar a un personaje pintoresco, historiador de formación, Jean Palou [6], asiduo del café donde se reunía el grupo surrealista en los años cincuenta y sesenta. Tras ingresar en la logia Thebah, su ascensión a los Altos Grados fue meteórica: alcanzó el grado 33 y fue misionero en Irán, donde contribuyó al desarrollo de la masonería bajo el Shah. También contribuyó al surrealismo y a Bief.
En cuanto al belga Edouard-Louis-Théodore Mesens, amigo de Magritte, vivía en Londres, donde poseía una magnífica colección de cuadros surrealistas, entre ellos diecisiete de Max Ernst. Tuve el privilegio de conocerle bien y de pasear con él por París, día y noche. A menudo se burlaba de mí, conocedor de mis vínculos con la masonería. Una noche del 15 de diciembre de 1959, mientras cenábamos en el Pied de Cochon, famoso restaurante de Les Halles, en compañía de varios surrealistas de provincias que habían acudido a casa de Daniel Cordier con motivo de la exposición E.R.O.S., cogió una servilleta de papel, puso la mano sobre ella, trazó el contorno de la mano y me dibujó dos signos masónicos en el centro [7]. Es más, cuando nos veíamos, levantaba ambas manos y, para mi gran disgusto, en público, hacía un triángulo. Era una suave burla a la masonería, de la que tenía muchos adeptos de alto rango, tanto en Bélgica como en Londres.
Este artículo apareció originalmente en Histoires littéraires n°1-2000, ya agotado, pp. 84-90. Se reproduce aquí íntegramente.
Sólo la numeración de las notas (continua) difiere del texto original impreso. Para permitir citas precisas, los números de página de la edición en papel se integran en el texto entre corchetes rojos, en el punto donde se produce el cambio de página.
Notas:
[1] Fuente: http://www.histoires-litteraires.org/les%20articles/artlassalle.htm
[2] Ver el artículo de “Surréalisme et Franc-maçonnerie” de Ariel-Pelléas Serain publicado en Cahiers de la Grande Loge d'Occitanie, n° 2, septiembre de 1985.
[3] Ver dentro del primer volumen de Œuvres complètes de André Breton por Marguerite Bonnet (Gallimard/Pléiade, 1988) la nota 2 de la page 1747 que recuerda que el Prefecto de Policía Andrieux había abandonado la masonería en 1885.
[4] El texto de esta obra figura en las páginas 994 a 1014 de la obra citada en la nota anterior. Las notas y variantes se encuentran en las páginas 1743-1749 en un archivo compilado por Etienne-Alain Hubert.
[5] Ver la tesis de Remy Laville, Pierre Mabille : un compagnon du Surréalisme, publicada en 1983 por la Facultad de letras y ciencias humanas de la Universidad de Clermont-Ferrand II.
[6] Autor, entre otros libros, de un ensayo sobre la masonería que escribió para Payot y que recibe constantes reediciones. La Fundación Palou, creada tras su muerte y de la que fui, junto a Jean-Pierre Laurant (el especialista en Guénon), uno de los dos encargadps, abrirá pronto sus puertas a los investigadores.
[7] El mismo día, me dedicó su poemario, publicado por Terrain Vague y Eric Losfeld.
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