#Médico de familia
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Un viaje en el tiempo a la España analógica de la peseta
Médico de familia, mítica serie que emitió Telecinco entre 1995 y 1999, está disponible en streaming desde el 21 de julio. Sus 119 capítulos, distribuidos en 9 temporadas, se han incorporado al catálogo de Netflix. Al aflorar en ese apabullante menú aprovechando el verano, hemos empezado a verla en casa con la pequeña Rebeca, nacida en 2014. Dos temporadas después —teniendo en cuenta que en su momento no fui fiel seguidor de esta comedia dramática—, he alcanzado algunas conclusiones preliminares.
Habrá quienes, invadidos por la pereza y poco inclinados a la nostalgia, se pregunten para qué sirve ver una serie que tiene casi 30 años —el lapso de una generación—. Pues sí que sirve. La utilidad más importante, que observo en mi hija, es mostrar a quienes no conocieron aquella época cómo era la sociedad de entonces: valiosa enseñanza. También es un sensor retrospectivo del papel que tuvo el audiovisual de los 90 como agente de cambios que han ido cuajando y haciéndonos, en general, mejores. O, al menos, trasladándonos aceleradamente a la (pos)modernidad. En definitiva, es un documento muy valioso, repleto de información. El retrato de una época.
En 1995 se cumplían 20 años de la muerte de Franco, inicio de la Transición a la democracia. Y 9 de la entrada de España en la Comunidad Económica Europea (CEE), hoy Unión Europea (UE). El monopolio de la televisión pública se había roto en 1990, solo un lustro antes. Aún nos duraba la resaca de los fastos de 1992 —Juegos Olímpicos de Barcelona y Exposición Universal de Sevilla—, que construyeron una nueva marca España pero dieron paso a una crisis económica que elevó el desempleo al 24%. Es precisamente en 1995 cuando se inicia la recuperación: estaba terminando la etapa de Felipe González al frente el Gobierno (1982-1996) y poco después comenzaría la de José María Aznar (1996-2004). Sin entrar en mayores profundidades, ver Médico de familia en 2023 supone hacer un viaje en el tiempo a la España analógica de la peseta —el euro no fue una realidad hasta 1999 y llegó en efectivo a nuestros bolsillos en 2002–.
Aquella España era otro país porque aquel mundo era otro planeta. La televisión, abuela electrónica, funcionaba como pantalla colectiva, no personal, se veía en familia y tenía culo; no había smartphones, empezaban a generalizarse los celulares, pero limitados a voz y SMS; la conversación pública no estaba en Internet, entonces incipiente, sino que la vertebraban los medios de comunicación; las marcas blancas no dominaban la cesta de la compra, como veremos más adelante al hablar de product placement; apenas había inmigración extranjera, las grandes ciudades continuaban drenando población nacional de los entornos rurales en vaciamiento. Era otro mundo en el que se fumaba hasta en los centros de salud —verlo ahora hiere la sensibilidad de cualquiera—, el machismo empezaba a desactivarse —pese a sus omnipresentes trazas—, el Estado del Bienestar —las pensiones, la sanidad y la educación públicas— se extendía tras lograrse conciencia sobre la necesidad de pagar impuestos —el IRPF entró en vigor en 1978 con el eslogan “Hacienda somos todos”—. No es exagerado hablar de otro país, de verdad que no lo es. Parafraseando a Alfonso Guerra, a aquella España hoy no la conoce ni la madre que la parió. La transformación, aunque haya aspectos mejorables, ha sido notabilísima, drástica, ejemplar.
Médico de familia, producida por Globomedia, creada por Daniel Écija y Emilio Aragón, sumó una audiencia media de 7,7 millones de espectadores, rozando el 44% de cuota de pantalla, datos que hoy, en el nuevo paradigma televisivo, son inalcanzables para una ficción. El último capítulo de la quinta temporada, por razones que omito para no destripar la trama, se quedó cerca de los 11 millones y el 60%: la tensión sexual entre Nacho y Alicia dio para mucho, y hasta aquí puedo leer (cuidado con los enlaces si no sabes de qué va y quieres evitar spoilers).
Llaman la atención, para mal, el tabaco por doquier, la abundante bollería industrial a todas horas, la fruta y la verdura como atrezo, los eternos tópicos territoriales clasistas sobre Andalucía encarnados en Juani —atribulada empleada doméstica de acento forzado y jornada infinita—, escenas en el coche sin cinturón de seguridad —obligatorio desde 1975 en las plazas delanteras y desde 1992, también en las traseras—, comentarios sexistas que hoy consideramos censurables —y entonces ya eran inapropiados, seamos claros—, la promoción de la homeopatía —chirriante placebo— mediante carteles colgados en el centro de salud y cierto menosprecio condescendiente hacia la homosexualidad, por citar lo más granado. Pero hay cuestiones, lo apuntábamos al principio, en las que esta serie actuó como agente del cambio. Llama la atención, para bien, el tratamiento del sida, la drogadicción en general y el alcoholismo en particular, la depresión, la violencia de género, el sexo no consentido, los embarazos adolescentes o la erradicación del edadismo, personificada en el abuelo Manolo, que se propone vivir a gusto hasta el final de sus días una vez jubilado tras décadas de cotización en la Renfe.
¿Que la serie encierra una moral subyacente tipo Disney prewoke?, pregunto retóricamente adelantándome a los prejuicios de quienes censuran el debatible heteropatriarcado occidental pero toleran el machismo en otras latitudes amparados en la doctrina de la diversidad cuqui, qué inmensa contradicción. Podemos —escojo el verbo— buscarle tres pies al gato, pero no parece que las fisuras merezcan una reprobación. Si hay un sustrato en Médico de familia es la sublimación, el propio título lo asume, de la familia tradicional. Con los años, la misma factoría le dio una vuelta de tuerca al asunto y produjo Los Serrano, que normalizaba la fusión de las familias —en plural—, superada la familia monolítica, en una España aún más (pos)moderna, asomada al siglo XXI sin complejos desde la atalaya de Europa.
Médico de familia, antes de que Mercadona impusiera las marcas blancas, nos colaba productos emblemáticos: el jersey Lacoste —preferentemente a lo Nachete, anudado a los hombros, un canon caducado que dio pie a muchos chistes—, la leche Puleva, el tomate Orlando, las cervezas Buckler y Águila Amstel bebidas en lata por Julio e Hipólito, los bollos Donuts y Bollycao entre la cocina y el patio del colegio, el pan de molde Panrico, la margarina Artua o el aceite de oliva Koipe. La Coca Cola y otros refrescos, por supuesto todos azucaradísimos, aparecían desnudos, pues no había patrocinador que justificara etiquetas en prime time. La ranchera 21 Nevada, pagara o no Renault, permanecía expuesta en la puerta del chalé adosado al servicio de los planos de recurso.
Vista con ojos de 2023, Médico de familia nos recuerda que el streaming ha diluido la cultura mainstream. Que nos falta pegamento social, aquí y en otros espacios desarrollados —en eso, me temo, iremos degenerando—. Que las audiencias se han atomizado y no quedan productos que reúnan a la familia. Que el mundo ha cambiado y España es otra, aunque bastante mejor al cabo. Tener esta serie en el catálogo de Netflix es pedagógico porque nos enseña cómo hemos cambiado, qué lejos ha quedado aquel país que avanzaba sacudiéndose la caspa y aspirando a estándares internacionales que hoy cumple sobradamente. Verla por vez primera o revisarla es un ejercicio tremendamente interesante. Aunque no garantizo continuar ni terminarla una vez acabado el verano. Pero ahí quedan las conclusiones preliminares, ea.
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#los militares son tontos y no saben nada#que negacionistas omg!!!!!!#no si mean en la cara de la gente y les dicen que llueve y truena y se lo creen#imagínate dejar que decidan por ti y te digan que pensar XDDD#SABROSOOOOO 🫣#parte 2 🔥#hay profes que me preguntaban ‘pero tú que piensas de todo esto? porque es muy sospechoso lo que hicieron’#claro que lo es#te presentan una ***** de relojería de repente y te obligan a ponértelo si o si#y tú te lo crees sin analizar porque las cosas van tan rápido y porque se censura a los que dan su opinión?#a mi no me va lo de Que todos piensen igual o que coarten mi libertad#punto y pelota#estoy muy orgullosa de haber presentado mi punto de vista (correcto) contra un médico y una enfermera (jefes) y haberles dejado muy mal#hoy en día se sentirán muy estupidos#Al menos a mi no me salpicó vuestra estupidez#hacer lo que queráis pero no molestéis a la gente que no seguimos al rebaño#imagínate ser médico y no saber todas las estadísticas y datos reportados de efectos adversos de esta ***** de relojería#yo me puse a mirar todo y advertí a mi familia - pfff que agradecidos estuvieron 😳#gente en esos puestos SIN palabras para responder contra tu discurso#y gente que me saca mínimo 25 o 30 años - que vergüenza 😂😂😂😂😂😂😂😂😂😂😂😂😂😂😂😂😂😂😂😂😂#imagínate ser médico y no saber que es el vaers ni los millones de personas que han reportado efectos adversos#esta gente en estos puestos se quedan sin palabras contra tus argumentos fundamentados en la ciencia real no el cientifismo que venden#esto en prácticas obvio#Que vergüenza que me saquéis 25 o 30 años chavales 😂😂😂😂😂😂😂😂#ejemplo de lo que no ser en la vida: tener estudios y ser ignorante#en 2020 en la UPC casi nadie se vacunó - en cambio en mi otra facultad todos menos yo#el Que es estupido lo es y ya#luego el 50% de mis amigos me dijeron ‘me han engañado y tú fuiste la más lista x no ponerte nada’#no creo que tenga un coeficiente intelectual más alto (que tambn) sino es informarse y ser individualista en estos temas#no me pondré nada para salvar a nadie // desde cuando se hacen las cosas por generosidad cuando el ser humano es egoísta? argumento pobre
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Male Body swap Parte 1 Cambios..
Me llamo Alberto, tengo o tenia 64 años, mi vida se habia puesto monotona y critica, soy medico de una familia de muchos recursos en el que siempre cuidaba a su hijo, a Matias.
Matias estaba allí tendido, sin poder hacer nada con su vida. Había entrado en su habitación después de haber estado rondando por la casa a altas horas de la noche, y esa noche me sentí más inquieto de lo normal debido a las noticias que había recibido ese día. Mis sospechas se habían confirmado: tenía cáncer de hígado, estómago e intestino inoperable, por lo que solo me quedaban unos pocos meses de vida.
No es que pudiera quejarme, a mis 64 años sé que he tenido una vida bastante larga y activa. Aunque no había tenido una relación íntima desde que mi último amante de que nos separamos hace veinticinco años, tenía que estar agradecido por lo que había tenido. Seamos sinceros, al menos era una vida, a diferencia de algunos de los pacientes cuyo bienestar físico atendí como médico residente y a quienes esta noche visité. La mayoría estaban aquí sólo gracias a las "maravillas" de la tecnología médica moderna.
Un buen ejemplo de ello es Matias, hijo de 18 años de un rico empresario, que murió casi por completo en un accidente de moto en el campo familiar hace un año. Su hermoso cuerpo joven se había curado físicamente por completo, podría decirse que sin problemas. Sin embargo, su cerebro nunca se había recuperado; nunca había recuperado la conciencia y los escáneres cerebrales no revelaron ninguna actividad. En una sociedad menos avanzada, habría muerto y habría sido enterrado después del accidente. Pero sus padres le habían negado este proceso natural, negándose a aceptar los hechos médicos y le dieron cuidados intensivos las 24 horas del día, los 7 días de la semana, para lo que básicamente no era más que la cáscara del hombre-niño vivaz y animado que yo también había conocido, como médico privado de la familia. Su madre pasaba regularmente largas horas junto a su cama tratando de reanimarlo con su conversación y masajeando su cuerpo sorprendentemente todavía en forma; apenas había signos de agotamiento, una situación poco común que le dio esperanza. Pero nunca hubo respuesta y probablemente era cuestión de tiempo antes de que finalmente aceptaran lo inevitable y lo dejaran ir.
Miré con tristeza a Matias, cuyo pecho subía y bajaba rítmicamente, pero de algún modo de manera mecánica; en la penumbra podía ver el estimulador cardíaco que estaba adherido a su firme pecho. Había un respirador junto a la cama, pero no se esperaba que lo usaran nunca. Durante mi estadia en la casa, había llegado a aceptar el trágico desperdicio de pacientes como este como parte de la cruel ironía de la vida. En el suave resplandor de las máquinas que mantenían vivo su cuerpo, y ese día de todos los días, la ironía del cascarón vacío de un joven tan hermoso que yacía allí por falta de un cerebro activo resonó con fuerza en mi mente. Ironía, porque por falta de un cuerpo tan sano, mi cerebro pronto estaría en silencio como el suyo.
Ese día me pasaron muchas ideas por la cabeza, pero no sé muy bien qué me llevó a probar una idea tan loca. Durante algunos años, para aliviar el aburrimiento de mi trabajo habitual, había experimentado con patrones de ondas cerebrales, siempre con animales de laboratorio, por supuesto, pero en última instancia como un posible medio para anular también el comportamiento criminal y antisocial en los seres humanos. No desconocía el dilema ético de este concepto, pero en realidad no esperaba ningún gran avance como para tener que preocuparme por esas realidades ahora, si es que alguna vez lo hacía. Y ahora parece que nunca se conseguiría nada de ello, a pesar de algunos resultados interesantes entre algunos de los sujetos mamíferos más grandes que había probado últimamente. El concepto consistía en leer los patrones de ondas cerebrales "buenos" de un sujeto en una computadora y "mapearlos" en el cerebro del otro sujeto, borrando los patrones negativos. Había estado experimentando con caballos recientemente , pero para obtener la intensidad de señal necesaria había habido problemas con la retroalimentación. El sujeto donante recibía algunas de las ondas cerebrales del receptor a través del sistema; por lo general, respondía al nombre del receptor (así como al suyo propio) y otras anomalías de comportamiento. Era como si se hubiera producido una ligera fusión de recuerdos. Sin duda, el receptor se benefició de la experiencia, ya que los patrones de comportamiento adoptaron inmediatamente el perfil del caballo donante; ¡incluso respondió al nombre del caballo donante! También hubo alguna evidencia de una fusión en este lado.
Por supuesto, toda esta experimentación se realizó en silencio y fue completamente desconocida pero había documentado todo lo que había hecho en la computadora portátil y las copias principales estaban en mi computadora de escritorio en casa.
Tal vez se debiera a procesos de pensamiento mal formados provocados por la reacción a mis malas noticias, pero también había una sensación de que tal vez mis experimentos podrían ayudar a Matias en este caso y tal vez a otros pacientes como él. Tampoco había cierto grado de orgullo en la idea de que valiera la pena salvar mi "cerebro"; haber sido gay toda mi vida había significado que no había tenido hijos a los que transmitir ninguna de mis características. ¿Tal vez podría transmitir mis ondas cerebrales a Stuart y él podría funcionar de nuevo? Al mismo tiempo, sería como si le estuviera transmitiendo algo de mí, mis características para que pudiera hacer uso de ellas. Decidí que no había nada que perder para ninguno de los dos, que nuestras vidas se medirían en meses ahora, tal como estaban las cosas.
Así que esa noche volví a mi oficina y cogí mi aparato experimental, que consistía en un ordenador portátil, un disco duro, un transformador eléctrico y algunos bucles de cables para conectarlos todos. A mi regreso, enchufé el transformador y conecté el disco duro,el portatil, Encendí el ordenador y cargué el programa y me di cuenta de que tendría que modificar los parámetros para los diferentes pesos corporales (para las cargas eléctricas) y masas cerebrales relativas (para el mapeo) de los humanos en comparación con los caballos. Introduje los datos y el ordenador calculó rápidamente los ajustes que alimentaría al resto del aparato. Coloqué una silla junto a la cama y coloqué el portátil junto al brazo izquierdo de Matias, de cara a la silla. A continuación, coloqué las cintas receptoras sobre su cabeza y lo ubiqué con cuidado, ya que había aprendido lo crítico que es colocarlo correctamente con los experimentos anteriores. Stuart al menos no se movió por la falta de familiaridad con él, a diferencia de los caballos.
Me coloqué la otra gorra en la cabeza y, usando el espejo que había al otro lado de la habitación, sobre el lavabo, en el que podía verme desde donde estaba de pie, junto a la cama, la coloqué con cuidado. Me senté en la silla y puse mi mano derecha en la izquierda de Matias y la apreté con fuerza (no era necesario, pero agradecí la sensación de calor que me dio). Con la mano izquierda, hice clic en el botón del ratón del portátil para iniciar la secuencia. Recuerdo la sensación de zumbido en mi cerebro que aumentó de casi nada a lo que sin duda había provocado que los caballos reaccionaran nerviosamente. Para ellos había recurrido recientemente a sedantes suaves, pero ni siquiera había pensado en ello para mí, ya que acababa de decidir hacerlo en el momento. En realidad, no era nada comparado con el dolor de los cánceres que llevaba en mi cuerpo. El zumbido se estaba volviendo más desagradable y recuerdo que pensé que al menos estaba seguro de que matias no sentiría nada. Y luego me desmayé.
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“Hasta que lo inconsciente no se haga consciente, el subconsciente seguirá dirigiendo tu vida y tú le llamarás destino”
Carl Jung
Carl Gustav Jung fue un médico psiquiatra, psicólogo y ensayista suizo, figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis. Fue fundador de la psicología analítica. Fue colaborador de Sigmund Freud en sus inicios y pionero de la psicología profunda, terapia e investigación que tenían como enfoque al inconsciente.
Jung incorporó a su metodología, nociones procedentes de la antropología, la alquimia, la interpretación de los sueños, el arte la mitología, la religión y la filosofía.
Nació en Suiza en julio de 1875 en el seno de una familia de ascendencia alemana y su padre era un pastor luterano. Ambos padres pertenecieron a dos importantes familias de la Basilea del siglo XIX.
De niño fue introvertido y muy solitario, aunque cercano a sus padres, y durante su juventud fue un lector entusiasta especialmente cautivado por la obra literaria de Goethe e interesado en filósofos como Von Hartmann y Nietzsche. En su autobiografía describe el acercamiento a la obra de Nietzche “Así habló Zaratustra” que describiría como una experiencia conmocionante, solo comparable a la inspirada por el Fausto de Goethe.
En 1900 ocupó un puesto como ayudante en la clínica psiquiátrica de Burghölzli y tres años mas tarde marchó a Zurich en donde llegaría a ser medico jefe de la clínica psiquiátrica de la Universidad de Zurich durante cuatro años, y en 1905, obtendría su doctorado en psiquiatría.
Desde el inicio de su carrera psiquiátrica, Jung se interesó por los estudios de Eugen Beuler, Pierre Janet, y sobre todo Sigmund Freud.
Si bien la psiquiatría de la que partía Jung para trabajar en la clínica psiquiátrica proponía una vision materialista y reduccionista de la enfermedad mental, nunca renunció a adoptar elementos y formulaciones provenientes del ámbito temático del espiritismo, la antropología e incluso del estudio del arte.
En 1906, Jung y Freud empezaron a mandarse cartas y un año después se conocieron en Viena. Freud se convirtió en una especia de mentor para el joven psiquiatra, sin embargo aunque los escritos sobre el inconsciente y los impulso fascinaban a Jung, no estaba de acuerdo en abordar todos el espectro de los procesos mentales y psicopatología como si todo se fundamentase en funciones biológicas.
Jung creía que la naturaleza del inconsciente de Freud estaba incompleto, y sostenía que la psique de cada individuo habita una especia de inconsciente colectivo o memoria colectiva, algo que no pertenece a un solo individuo, y afirmaba que dentro de esta memoria colectiva habitan símbolos y elementos de significación recurrentes propios de las culturas en las que vivimos, y que se transmiten a lo largo de generaciones.
Derivado de lo anterior, para Jung una parte importante de lo inconsciente está compuesta por los recuerdos heredados, la materia prima de la cultura, y estos recuerdos se expresan a través de lo que Jung denominó Arquetipos.
A través de los arquetipos que en griego original se traduciría como “molde original”, podemos comprender los mecanismos inconscientes mediante los cuales comprendemos y organizamos nuestra realidad hoy en dia. Los arquetipos sirven según Jung para describir la ortografía de naturaleza cultural sobre las que se fundamentan nuestras experiencias individuales.
Fuentes: Wikipedia, psicologiaymente.com
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🔺 Somos gays, somos novios y somos MECÁNICOS. Tenemos un taller y trabajar con autos es nuestra pasión. Cuando nuestras familias se enteraron, dijeron "que no era posible, pues los mecánicos no pueden ser homosexuales". Tontos prejuicios. Éramos amigos, teníamos novias y cierto día descubrí que el verdadero amor era él y él descubrió que era yo... Ya tenemos 3 años y 8 meses de relación, nuestro propio taller y muchos planes. 😍
Los gays podemos ser mecánicos, médicos, abogados, peluqueros, cocineros, químicos, artistas, ingenieros o lo que queramos. Tenemos la capacidad de desenvolvernos en cualquier área y el ser gays o bisexuales no nos limita en lo absoluto. Todo lo contrario. Seguimos trabajando que el cliente ya llega y debemos entregarle su auto. Luego nos bañaremos juntos y pasaremos el domingo abrazados viendo películas. ❤️
B & T EL AMOR DA ORGULLO
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La heredera del Infierno
Avisos: Durante estos meses estuve terminando el cuatrimestre y gracias a dios ya pude aprobar las materias que me quedaban. Ahora voy a escribir mayoritariamente el fanfic.
El capítulo transita la misión que Liu Kang les da a Kenshi, Johnny y Kung Lao, pero desde la perspectiva de Mariano. También, durante estos acontecimientos ocurren varios días desde su llegada y regreso a la Tierra.
La canción que canta Mariano es Spaceman de Electric Callboy. El CBC (Ciclo Básico Común) es un curso de ingreso obligatorio que se hace en la Universidad de Buenos Aires para poder comenzar a estudiar allí. Por último, la tortilla santiagueña es un tipo de pan que se hace a la plancha y está hecho con grasa y harina.
La misión
Daniela continuó reuniéndose con Shang Tsung las semanas siguientes a su primer encuentro. Ella siempre llevó algún postre para pasar la noche con él y hablaban de muchas cosas. Se besaban cerca de un árbol que estaba en los límites del bosque hasta que llegaba el momento de volver a la Academia Wu Shi. Se prometían verse en cuanto pudieran.
En cada reunión, ambos se abrieron más y más en sus vidas pasadas. Shang Tsung le contó su vida en las calles, cómo con el pasar del tiempo logró ser un médico ambulante atendiendo a los necesitados y luego, ayudar a la familia imperial. Por el lado de Daniela, se abrió sobre su estancia en el orfanato, su huida y algunas anécdotas en la crianza con el Viejo Mario.
Daniela le escribió cartas a Adelina y esperaba con ansias sus respuestas. La extrañaba mucho y quería planear una salida con ella en cuanto volviera de Arctika. Quizás, podría contarle las reuniones en secreto que tenía con Shang Tsung, probablemente hasta presentarlo a sus amigos. Esa idea invadía su mente en algunas noches.
Por otro lado, veía a Mariano seguir con su idea de hacer una torre de radio. Todas las noches lo escuchaba con la música apenas perceptible al pasar por la puerta unido a los chisporroteos y sus maldiciones. A veces, le dejaba algunas tortas fritas u otras facturas en la puerta y al día siguiente, no quedaban ni una sola migaja.
Cuando terminaban los arduos entrenamientos, todos se sentaban a las afueras de las habitaciones y pasaban la tarde charlando hasta que las campanadas de la cena sonaran. Muchas veces, Mariano o Daniela hacían mates y los compartían con el resto de luchadores.
La muchacha se le dificultaba el equilibrio en los entrenamientos, pero lentamente los mejoraba. También, el grupo practicaba con los postes de madera golpeándolos hasta que los puños de todos sonaban como uno y le ayudaban a Daniela acallar las expectativas de una nueva carta o reunión con Shang Tsung.
Una noche, cuando iba a reunirse con el hechicero, Daniela casi fue descubierta por uno de los monjes. Se ocultó detrás de los árboles del bosque conteniendo el aliento y rezando para que no la atraparan a altas horas. Para su alivio, los pasos del monje se alejaban y Daniela escuchó cerrarse las puertas de la academia cerrarse. Se hundió entre las profundidades del bosque chocando con ramas y pisando hojas secas.
Llegó a la colina donde siempre lo esperaba llevando una tortilla santiagueña para compartir. Se sentó en una roca con una sonrisa soñadora y admiró el cielo estrellado. El viento sopló levemente besando su rostro y sus nervios lograron calmarse.
De repente, un destello blanco familiar reveló poco a poco la figura de Shang Tsung. Daniela no supo si estaba sonriendo más de lo que podía, se abalanzó hacia él y lo abrazó con todas sus fuerzas transfiriendo todas sus emociones.
–Buenas noches, Daniela.
–Hola, Shang Tsung.
Se miraron momentáneamente, el hechicero enredó una de sus manos en su cabello acercándola y la otra, se ubicó en su cintura. La besó con pasión sorprendiéndola y aceptó con alegría el gesto. Sus brazos se cruzaron detrás del cuello de Shang Tsung e intensificó más el momemnto. Daniela no quiso separarse ni un solo milímetro de él, lo extrañó demasiado en esas semanas separados.
Los labios de Shang Tsung seguían sabiendo algo exquisito, pero desconocido para Daniela. Sin darse cuenta, la mano que estaba enredada en su cabello bajó hacia su cintura y la acercó más. El aire comenzó a faltarle y se separó, pero Shang Tsung no quiso apartarse. Se miraron por unos minutos sonriendo y olvidándose de todo lo que los rodeaba.
Se sentaron en el pasto, Daniela le ofreció un poco de la tortilla santiagueña que había hecho y empezaron a comerla de a pedacitos disfrutando la compañía del otro. El sonido de los grillos y las titilantes luces de las luciérnagas aquí y allá los acompañaron en la noche. A veces, se miraban y se tomaron las manos apreciando el tacto del otro. Daniela recostó su cabeza en el hombro cálido de Shang Tsung y observó el cielo estrellado.
–Te extrañé, Daniela.
–Yo también –la mano del hechicero acunó el rostro de la muchacha–. Me gusta hablar con vos.
–El sentimiento es mutuo.
–Contame de tu día.
–Fue ajetreado –soltó Shang Tsung en un suspiro–. Fueron más que nada huesos rotos de niños juguetones y algunas heridas del ejército imperial. Después, me refugié en mi laboratorio para mejorar mis pociones.
–¿Descubriste algo nuevo?
–No, por ahora –contestó el hechicero con una sonrisa tranquila–. Es un proceso lento, pero traerá sus frutos ¿cómo fue en el tuyo?
–Entrenamiento de equilibrio. Siento que algún día me voy a romper algo –soltó la joven mirando a la nada y el brujo rio–. De enserio, no sé cómo lograr el equilibrio. Me caigo y el pelotudo de Mariano no para de reírse como una foca con asma.
–Es una comparación bastante peculiar –dijo el hechicero–. Burda, diría yo.
–Encima, para empeorar más las cosas, cada vez que lo intento hago posiciones raras antes de caer al piso.
Shang Tsung vpolvió a reir y la rodeó con el brazo estrechándola aún más de su cuerpo. Daniela disfrutó el momento y sintió que las mariposas revoloteaban en su estómago. El hechicero acarició suavemente la piel expuesta de su brazo y una electricidad la recorrió por todo el cuerpo.
La luna fue subiendo más y más con el pasar de las horas, mientras que la pareja continuaba hablando hasta que el sueño inundó a Daniela. Se levantaron del frio pasto y se aproximaron a los límites del bosque. Daniela despidió al hechicero con un beso apasionado y le tomó las caderas sin intenciones de apartarla, pero el momento tristemente tuvo que parar.
Shang Tsung se esfumó en un resplandor blanco y Daniela se sumergió en el bosque hasta llegar a las puertas de la academia. Pasó entre los caminos de piedra repletos de hojas anaranjadas y diferentes flores coloridas hasta llegar al recinto de estudiantes iluminados por faroles chinos antiguos. Entró con cuidado a sus aposentos y se preparó para dormir.
El niño rubio caminaba por las calles mugrosas del barrio Lugano. Había llegado a lo que parecía una pequeña casa con un portón de chapa que daba a un galpón. No encontraba un lugar donde pasar la noche y sin darse cuenta sus pies lo llevaron a esa humilde casa.
El frío lo estaba haciendo temblar como una hoja. Fue uno de los inviernos más crudos que su corta vida había presenciado y no tenía intenciones de volver a su antiguo hogar para pasar la noche. Miraba hacia la ventana, que desprendía una luz anaranjada y el niño rubio se acercaba más al portón de chapa. Al costado, había una puerta desprendiendo un calor reconfortante y sin dudarlo, se sentó.
Se daba calor en los brazos sobre la gastada campera y el vaho salía de su boca divirtiéndolo e imaginando formas extrañas por momentos. Sin darse cuenta que soltaba una risotada, se tapó la boca y deseaba que el dueño de la casa no lo haya escuchado.
Unos pasos fuertes se acercaban y la puerta se abría revelando a un anciano con bigote en una bata antigua y una linterna en mano. Movía la linterna buscándolo y cuando la luz iluminaba el rostro del pequeño, su mente quedó paralizada. El anciano lo miraba con curiosidad y parecía que detrás suyo tenía algo metálico y pesado.
–Por poco creí que era una laucha, pendejo –exclamaba el anciano bajando la linterna del rostro del niño–. Casi hacés que te meta un tiro, salamin.
El apodo había hecho que el niño soltara una sonrisa, pero luego se maldecía por haber hecho eso. El anciano lo seguía observando y preguntó:
–¿Por qué no estás en tu casa, nene?
–Soy Mariano.
–Bueno, Mariano, ¿qué hacés afuera con este frío de mierda?
No se atrevía a responder ni una sola pregunta y guardaba silencio.
–Entra a mi casa, antes de que te agarre gripe –decía el anciano dándole la espalda y el pequeño se dio cuenta de que cargaba con un rifle de francotirador–. No quiero mañana hacerme cargo de un nene muerto por frío.
Mariano dudaba de si aceptar la oferta, pero la casa acogedora y maravillosamente cálida, sus pies lo llevaban con el anciano.
–Soy Mario ¿querés algo de comer?
Mariano Baldor se enfocó en el pequeño prototipo de radio que tenía frente. A veces, soltaban chispazos haciendo que maldijera de todas las formas posibles acompañado con la fuerte música que reproducía su celular. Otro chispazo surgió de entre los cables haciendo que Mariano soltara más improperios.
–¿No deberías salir un rato, Mariano? –la voz de Daniela se escuchó detrás de la espalda del muchacho–. Pobre Kung Lao, lo estás dejando electrocutado.
–En realidad, siento que quedaré sordo –espetó el granjero sosteniendo los claves–. La música de Mariano está haciendo que me piten los oídos.
–Hice tortilla santiagueña.
–Oh, que bien –dijo Mariano dejando todo lo que hacía y fue con Daniela sin antes apagar la música.
El sol estaba posicionándose para el atardecer, mientras los campeones de la Tierra se sentaron alrededor del recinto para pasar un momento de calidad. Daniela preparó los mates y los compartió con la tortilla. Mariano comió con emoción y se permitió pensar en cómo organizar la torre de radio. Los cables quizás no eran los indicados o cambiar su ubicación, también buscar más materiales para construirla.
Entre risa y risa, las campanadas de la cena llegaron y fue entre los primeros en llegar al comedor. Cuando se trataba de comida, era el más hambriento de los tres, seguido de Daniela y Adelina. Se sentó con gusto en la basta mesa y esperó ansioso la comida. Al recibir el cuenco de comida, lo devoró tan rápido como la luz y, como siempre, excepto Daniela, lo miraron sorprendidos por su velocidad en comer.
Pidió otro plato y un monje shaolin se lo concedió. Mariano devoró el contenido del cuenco tan rápido en cuanto estuvo en sus manos y soltó un eructo generando que Daniela le diera un golpe detrás de la cabeza.
–¡Puerco!
Kung Lao y Johnny imitaron la acción, el rostro de Daniela mostró más asco y los hombres soltaron risas, mientras que Kenshi y Raiden negaban con la cabeza. Poco a poco, el resto de monjes y maestros terminaron sus platos y anunciaron la hora de dormir.
Mariano y el resto se pusieron de pie y dejaron el basto salón para ir al recinto de estudiantes. Los faroles comenzaron a iluminar los caminos de piedra con verdín y hojas anaranjadas desperdigadas y los monjes marcharon a sus aposentos.
Mariano entró con alivio a su cuarto, tras la ducha que se había dado, y caminó entre las migajas de comida, metales y cables tirados de un lado al otro. Encendió varias velas y continuó construyendo la torre de radio con una música baja hasta que la cera de las velas estaba derretida y los párpados le pesaban. Dejó todo y se sumergió en el cómodo futón aceptando con gusto los brazos del sueño.
Al día siguiente, el gong sonó y Mariano maldijo mentalmente con todas sus almas el puto sonido. Detestaba levantarse temprano, más los fines de semana, pero debía admitir que pudo despertarse a un horario decente y hacía tiempo que tenía una rutina de sueño desordenada. Se levantó con quejas del futón y caminó bostezando hacia la puerta.
Escuchó el sonido de otra puerta abrirse y Daniela apareció al lado suyo con un pijama de "Attack on Titan". Tras lavarse la cara, se vistió con el uniforme anaranjado de la Academia Wu Shi y cargó con su equipo de mate hacia el gran salón. Lo preparó entre el barullo de los maestros y monjes y sorbió el agua caliente de la bombilla. Luego, compartió con el resto de sus compañeros hasta que el gong anunció el inicio de los entrenamientos.
Durante el resto de la mañana, Mariano y los demás entrenaron sus técnicas de combate y aprendían el uso de armas antiguas enloqueciendo al muchacho por las tantas posturas que había. Cuando llegó la hora del almuerzo, Mariano cayó al suelo, como tantas veces previas, y dijo:
–Dejame en el frío suelo, Daniela. Es reconfortante y cómodo.
–Vamos. Levantate.
La mano de su amiga estuvo frente a sus ojos y la aceptó. Tras terminar el almuerzo, los entrenamientos siguieron con meditación y lo más odiado por Daniela, equilibrio. Clases que para Mariano le resultaban lo más cercano a ver estupideces del celular, por las caídas de su amiga. El equilibrio era mayormente su fuerte junto a Kenshi estuvieron bastante bien posicionados en los postes más altos. Le entretuvo mirar un punto fijo y pensar en cualquier cosa que su mente le proporcionara.
El hilo de sus divagaciones se esfumó con el grito de Daniela y el sonido sorde de su cuerpo chocando con el suelo. Estaba en posición fetal sosteniendo su pierna izquierda y Raiden se acercó a verla. Mariano bajó lo más rápido que pudo del poste y le preguntó:
–¿Qué te pasó, Dani?
–¡Mi pierna, pajero! ¡La puta que lo parió! –gritó la muchacha sin soltar la extremidad–. ¡Duele mucho!
–Lo sé, Dani…
–¡NO LO SABÉS!
–Daniela, necesitamos ver tu pierna para que se lo podamos explicar a los médicos –dijo Raiden calmadamente.
La muchacha con lágrimas en los ojos, retiró con cuidado las manos de su pierna y quedaron perplejos por lo que veían. En la parte de la fractura estaba rojo y morado y el hueso sobresalía queriendo ser visto por todos. El rostro de Daniela quedó horrorizado y con la boca abierta en una gran o soltando quejidos bajos.
–En el espectáculo siempre pasa –soltó Johnny con una leve sonrisa–. Te dolerá, pero después te acostumbras.
–Vamos con los médicos –dijo Kenshi y entre todos quisieron cargarla.
–¡No me toquen! –soltó la chica temblando.
En lo que llevaban juntos habían tenido heridas desde la infancia, pero nunca el nivel de huesos rotos. Esperaron a que Daniela procesara lo ocurrido y su respiración lograra estabilizarse.
–Dale cárgame, Mariano –dijo, pero alzó el dedo índice–. Pero no me toquen la pierna… Ni se les ocurra tocarla, porque si no los mato. Lo juro.
El rubio pasó un brazo de la joven sobre su hombro y Raiden lo imitó, mientras que Kenshi, Kung Lao y Johnny quedaron detrás siguiéndoles el paso. Daniela siguió soltando pequeños quejidos y Mariano intentaba hacerla reír sin éxito. Cuando estuvieron cerca de la enfermería, gritaron para que la ayudaran. Un par de monjes acudieron velozmente cargando a Daniela y la colocaron en una camilla.
Cuando quisieron avanzar, les negaron la entrada y les informarían cuando visitarla, pero por ahora debían atenderla. Desilusionado, Mariano se fue con el resto de sus compañeros a sus entrenamientos hasta que el atardecer dio sus últimos rayos de sol para dejar pasar a la noche estrellada. Al terminar la última clase, Mariano cayó nuevamente al suelo sintiendo su frialdad como una anestesia a sus músculos cansados.
Con la ayuda de Kenshi para ponerse de pie, fue hacia la enfermería para ver el estado de Daniela, pero los doctores le negaron la entrada y le confirmarían cuando podría verla. Volvió al recinto de estudiantes a continuar con la torre de radio.
La pequeña caja cuadrada ya estaba casi lista, tenía espacios donde se podía ver los cables sueltos. Solo le faltaba una forma de poder unir los últimos enchufes para el micrófono e instalar correctamente la pequeña antena en los techos del recinto. Se perdió en la música que había puesto y entonó algunas letras de las canciones que escuchaba.
–My name is Tekkno, I am travelling space/I got a rocket on my back fueled with big bang bass –gritó Mariano fuertemente sin remordimientos–. I am Tekkno, my religion is rave/And I bring it to the outerworld, so let me hear you say…
–¡Mariano! Es hora de cenar –llamó Kenshi–. Es la tercera vez que te llamo. Baja el volumen a la música
–Nunca.
Se puso de pie y fue con el resto del grupo. Antes de que pudiera sentarse en la mesa, Raiden le dio un golpe en la cabeza haciendo que su cabellera rubio bloqueara su visión e iba maldecirlo cuando se percató del por qué de su regañada. En la gran mesa, había entrado Liu Kang y los presentes se inclinaron ante él recibiéndolo con halagos y agradecimientos.
La cena para Mariano fue basta, pero se preocupó por el estado de Daniela e incluso de Adelina. Nunca habían estado separados tanto tiempo, le resultó extraño. Mientras divagó entre plato y plato, una parte de su mente pensaba en los siguientes pasos para la torre de radio y la otra, en cómo todo había cambiado en tan poco tiempo.
Sin darse cuenta, terminó con el quinto plato que le habían dado y los presentes se inclinaron ante la deidad para luego retirarse del comedor. Mariano y los demás caminaron lentamente hacia su recinto entre los caminos apedreados e iluminados con faroles.
Al entrar a su habitación, buscó su pijama y fue a bañarse. El agua caliente le relejó los músculos y la mente del ajetreado día. Se preguntó por qué la venida de Liu Kang, seguramente para ver cómo se encontraban las cosas en la Academia Wu Shi o si Adelina había finalizado su entrenamiento en Arctika.
Volvió a su habitación y soltó un suspiro al acostarse en el futón. Una alegría lo invadió al envolverse entre sábanas y colchas y deseó no salir de la cama nunca más. Sus párpados se cerraron esperando con dicha que el sueño le trajera más comodidades.
–Cuentenos más, Viejo Mario –exclamaba Daniela en su cama–. ¿Qué pasó luego con usted y sus amigos?
–Volamos hasta llegar a tierra. Cuando me bajé, unas nauseas me dieron… Tuve que alejarme de mis compañeros para vaciar el estómago –reía el anciano–. Ese primer vuelo fue tan malo, pero me hizo sentir tan vivo que inmediatamente fui a inscribirme en las Fuerzas Aéreas.
–¿Tiene otra historia, Viejo Mario? –preguntaba Adelina.
–Para otro momento. Ahora vayan a dormir.
Apagaba las luces y Mariano podía escuchar los ronquidos de Adelina antes de que el sueño lo consumiera y lo recibía con dicha.
Un ruido despertaba Mariano, vio que la puerta estaba entreabierta y revelaba una luz en la cocina. Mariano se levantaba silenciosamente tratando de que Adelina y Daniela no despertaran, caminaba hacia la cocina frotándose los ojos y bostezando y veía a el Viejo Mario colocando la pava en la hornalla. La mesa estaba repleta de galletitas y pan a medio cortar y el anciano preparaba el mate en el silencio de la noche.
Mariano notaba las pequeñas aspiraciones calladas del anciano, también sus moqueos. Se acercaba a él y lo sigueía observando en silencio. El Viejo Mario se enfocaba en el la pava en el fuego, luego tomaba una galletita y se la comía.
–¿Qué pasa, Viejo Mario?
–Nada, Mariano. Anda a dormir, es tarde.
–¿Seguro?
El anciano asentía sentándose en la mesa y Mariano lo imitaba. El Viejo Mario se limpiaba las lágrimas y empezaba a comer galletitas con tranquilidad. El niño lo observaba un rato más y se acercaba a él.
–Pesadillas, Mariano. Son solo eso.
–¿Son horribles?
–No valen la pena contarlas.
–Pero sería bueno que las cuente a alguien –dijo Mariano–. Para que no se las guarde y le hagan mal.
–No quiero que las escuches –contrarrestó el anciano–. Son cosas que debo afrontar solo.
–Pero necesita hablarlo con alguien…
–Anda a dormir, Mariano.
El niño sabía que era por la Guerra de Malvinas. Había muchas noches previas que lo escuchaba levantarse y el anciano se quedaba despierto para evitar conciliar el sueño por los horrores que vivió. Cuando Mariano era más niño, aceptaba sin discusión lo que le ordenaba el Viejo Mario, pero con el pasar del tiempo empezó a preguntar teniendo siempre las mismas respuestas.
Se quedaba con el veterano dándole compañía hasta que el sueño le era imposible de disimular. Mariano se levantaba, abrazaba al anciano y lo estrechaba con fuerza.
–Los extraño mucho. Los perdí a todos.
–Lo sé, Viejo Mario.
Se quedaba abrazando por mucho tiempo al anciano que no podía recordar cómo lo habían llevado a la cama. Pero le alegraba poder estar ayudando, aunque sea un poco al Viejo Mario.
A la mañana siguiente, Mariano, Kenshi, Kung Lao y Johnny fueron llamados por Liu Kang. Le fue extraño para el muchacho que el dios los necesitara para algo. Un maestro los guio hasta un recinto apartado de la academia y se marchó para notificar a la deidad.
–¿Para qué nos habrá llamado Lord Liu Kang? ¿Por qué no solicitó la presencia de Raiden? –preguntó Kenshi.
–Para felicitarnos por como avanzamos los entrenamientos –respondió Johnny orgullosamente.
–Sería la visita más boluda del universo –argumentó Mariano–. Un gasto de tiempo al pedo.
–Lord Liu Kang no nos llamaría solo por eso –espetó Kung Lao–. Debe ser por algo importante.
–Quizás sí, quizás no.
El maestro que los había llevado les permitió pasar y llegaron a un área despejada repleta de árboles y columnas chinas con faroles. Le transmitió tranquilidad a Mariano y se ajustó mejor la cola de caballo.
El dios apareció observando con sus ojos blancuzcos al cuarteto. Su silencio le ocasionó una incomodidad a Mariano que le recordaba sus tiempos en el colegio.
Cuando el maestro miraba a los alumnos para ver quién respondía la pregunta del cuestionario. Momentos de tensión para el joven Mariano de ese entonces, porque había hecho la mitad de las tareas y buscaba la siguiente forma de molestar a Adelina y Daniela.
–Gracias por aceptarme un poco de su tiempo.
–No hay de que –soltó Mariano y los tres guerreros lo miraron–. ¿Qué? Es educación.
–Les encomiendo una misión en el Mundo Exterior –dijo el dios seriamente–. Les daré más detalles en cuanto se preparen. Partirán cuanto antes.
Los cuatros campeones se inclinaron en silencio y fueron a vestirse. Los pantalones holgados negros le quedaban bastante cómodos a Mariano junto con la remera manga corta blanca con la camisa negra china, pero el calzado le fue molesto. Salió a buscar sus botas militares, recogió su mochila, metralletas y el rifle antiguo que el Viejo Mario le había regalado.
Al reunirse con Kenshi, Johnny y Kung Lao, un maestro le notificó que Daniela estaba despierta y que podía visitarla antes de partir al Mundo Exterior. Mariano llegó a la enfermería con la cara roja, por su loca carrera, y vio la pierna de la muchacha elevada con la cicatriz roja y cocida. Sonrió al verlo y se acomodó mejor en la cama.
–¿Cómo anda esa pierna rota? –cuestionó Mariano con una vaga sonrisa.
–Duele como la mierda.
–Me lo imagino.
–¿Por qué tan bien vestido? –preguntó Daniela–. ¿Adónde vas?
–Al Mundo Exterior.
El rostro de Daniela mostró sorpresa y Mariano detectó algo más en sus ojos cafés… Una expectativa perdida. Desde la partida de Adelina, algunos días, mostraba nervios y miradas a la nada pensando en algo o alguien y preguntó:
–¿Qué van hacer?
–Liu Kang nos dio una misión.
–Raro.
–Nos va a dar más detalles en cuanto nos vayamos.
–¿Viniste a darme un saludo, entonces? –preguntó Daniela con una sonrisa melancólica.
–No, vine a buscar mis armas y mis botas, porque el calzado chino me mató los pies.
–Oh… –dijo la muchacha observando lo que llevada detrás de su espalda–. Estás llevando el rifle del Viejo Mario.
–Es el arma de repuesto.
–Te acordaste de él ¿verdad?
–Sí –La afirmación le salió inmediatamente y sin titubear. Mariano quiso demasiado al anciano en vida–. Me va a servir y de paso, le doy mayor uso.
–Está bien.
–Quería avisarte que agarré tus silenciadores.
Daniela le revoleó una almohada furiosa.
–¡¿Cuántas veces te dijimos con Adelina que no entres sin preguntar?! –el muchacho rio por el arrebato–. Comprate tus propios silenciadores, puta que te parió.
–Porque me olvido, por eso.
–Después, no vengas pidiendo que alguno de los muchachos y te salve de la patada en el ojete que te vamos a dar –espetó la pelirroja indignada.
–No quiero repetir el incidente.
–Entonces pregunta antes, boludo.
El silencio se hizo presente, Mariano la abrazó fuertemente riendo y la chica aceptó el gesto.
–Volvemos en un rato. Mejorate de la pierna.
–No hagan nada estúpido.
Se hicieron una última mirada de aliento y, antes de partir al portal, Mariano fue a la cocina a tomar todo lo que encontraba.
El sol estaba saliendo, algunos faroles seguían encendidos y moviéndose con el leve viento que se había levantado. Las hojas de los árboles se balancearon levemente y crujían por las pisadas de Mariano.
Kung Lao llevaba su sombrero con cuchillas y tanto Kenshi como Johnny portaban katanas. Liu Kang le entregó al ex mafioso un retrato, que pudo visibilizar Mariano. Era de un hombre de cabello largo hasta los hombros y rasgos bien definidos. Poseía una mirada misteriosa e inteligente como si analizara su entorno por más que fuera un retrato bien hecho.
–¿Qué hay que hacer con él? –preguntó Mariano.
–Debemos buscarlo en el Mundo Exterior y traerlo para interrogarlo –explicó Kenshi.
–Sí –afirmó el dios firmemente–. Si sucedió lo que temo, él es una grave amenaza para los reinos.
–¿Algo más? –cuestionó Kenshi enrollando el retrato.
–Shang Tsung es un maestro del engaño –argumentó Liu Kang con calma–. No crean ni una palabra de lo que dice.
–Ah, está bien –soltó Mariano.
–Me recuera a mi primer representante –agregó Johnny.
–Es una misión compleja. Preferiría ir con Raiden que con este –la voz de seria de Kenshi se hizo presente enfatizando en el actor.
–¡Oye! –los ojos de Johnny mostraron ira–. “Este” hará el trabajo.
–Seguro y yo soy Luffy –exclamó Mariano en una risotada.
–Esta misión requiere discreción –el tono del dios hizo que la pequeña riña se apagara–. Falto a mi palabra de enviarlos al Mundo Exterior sin que la emperatriz Sindel lo sepa. Tras el torneo, Raiden ya es una cara conocida allí. Enviarlo solo aumentará la probabilidad de que los descubran.
Liu Kang buscó de entre sus bolsillos y sacó lo que parecía una brújula bastante peculiar. Les explicó que era un talismán para llevarlos hacia el hechicero. Mariano detectó que los ojos blancos de Liu Kang reflejaban severidad y determinación.
Tras desearles una buena suerte para su búsqueda, el portal de fuego surgió y el cuarteto pasó sin titubear. El vuelco del estómago se hizo presente en Mariano y sin darse cuenta, cayó en una zona desértica. Se levantó maldiciendo por el peso de su mochila y las armas y vio que Kenshi ya estaba ubicándose en la dirección que guiaba el talismán. Johnny y Kung Lao fueron los últimos en ponerse de pie.
–Es por aquí –dijo el ex mafioso.
Mariano caminó detrás de él acomodándose la cola de caballo recibiendo el calor abrasador del sol. La caminata hizo que el rubio se cansara del silencio y cantó una melodía medieval de aventura. Cuando se hizo repetitiva, comenzó a cantar canciones de Rata Blanca y Megadeth. Algunas veces, Johnny lo acompañó en los estribillos que recordaban, para que luego Mariano siguiera por su cuenta.
Poco a poco, el sol se fue ocultando dando paso a la noche y el estómago de Mariano empezó a rugirle por el hambre junto con el de sus compañeros. Sacó unos aperitivos para calmar el apetito y el de los otros. Comió tranquilamente la manzana verde sintiendo su sabor ácido en su boca y al terminarla, la tiró lejos.
La caminata continuó en el calor de la noche y Mariano compartió linternas para iluminar el desierto. Kenshi siguió liderando al grupo y soportando la pregunta repetitiva de Johnny sobre cuánto faltaba para encontrar a Shang Tsung y Mariano tuvo que acumular muchísima fuerza de voluntad para no amordazarlo. Al poco tiempo, el actor volvió a preguntar:
–Agh ¿Ya llegamos?
–¿De nuevo? ¿Cuántos años tienes? ¿Cinco? –repreguntó Kenshi enojado.
–¿Qué puedo decir? Estas botas no se hicieron para caminar.
–Qué pedazo de pelotudo –exclamó Mariano–. ¿Por qué no te pusiste otras?
–Si ese es el máximo dolor que sientes hoy, tienes suerte –soltó Kung Lao sonriente.
–Ya tengo suerte –dijo Johnny con sorna–. Llevo a Sento a la espalda.
–Será mía, Cage –afirmó Kenshi.
–¿Tienes tres millones? Es tuya.
–Y dale con eso –soltó Mariano cansado por sus disputas por la espada.
Presenció diversos insultos y hasta peleas entre ambos por el arma. A veces, en las cenas guardaban el silencio o hacían comentarios pasivo-agresivos constantemente y Mariano estrellaba su frente sobre la mesa cada vez que las disputas surgían. Daniela los frenaba siempre y el rubio se unía en ocasiones.
–Sabes que no los tengo –continuó Kenshi con desdén.
–Seguro tus amigos yakuza los conseguirían –soltó Johnny burlonamente–. Ah, es cierto, que los abandonaste.
Cuando no estaba el actor, Kenshi se abría un poco de su pasado oscuro y Mariano escuchaba junto a los demás. A veces, todos le daban algún pequeño consejo en esas charlas y los ojos marrón claro de Kenshi reflejaban agradecimiento. Mariano supo que Johnny estaba tocando una fibra sensible y se guardó la contestación que iba hacerle. Detectó cómo Kenshi sostenía con fuerza la linterna y su postura se volvió más rígida.
–Si algo aprendí de Hollywood, es a no quemar las naves –continuó–. Nunca sabes quién te puede ayudar.
En ese instante, Kenshi se detuvo y se volteó con brusquedad. Mariano vio furia en sus ojos marrones y tenía una mueca de disgusto en el rostro.
–Los yakuza son sanguijuelas que absorben la sangre de quienes son débiles –Kenshi se aproximó abruptamente iluminando la cara del actor con ira en los ojos–. Crecí viviendo así y nunca entendí por qué, para ganar, otros debían sufrir –confesó enojado–. Me salí y necesito que mi clan lo haga. No podemos seguir participando en sus crímenes.
De repente, el talismán comenzó a hacer ruidos extraños y Kenshi retomó la atención al camino de arenas y rocas dándole la espalda a los tres. Johnny se quedó de pie en silencio viendo pasar a Kung Lao con una mirada de disgusto y detrás, Mariano.
–Te lo buscaste, aguántate –dijo el rubio enojado.
El actor soltó un suspiro exagerado y los cuatro siguieron con la tortuosa caminata nocturna. Las piernas de Mariano le pesaron como plomo y se sintió tentado de hacer la misma pregunta de Johnny, pero se abstuvo. No soportó más el paisaje vacío, las linternas iluminaban arena, rocas y huesos desperdigados.
Los cuatro llegaron a un cañón que dejaba cerca un acantilado. Mariano se sintió un poco feliz por el cambio de paisaje e incluso pensó que allí, seguramente, estaría Shang Tsung. Las rocas del cañón mostraban sus relieves y poca vegetación seca. El muchacho avanzó detrás de Kenshi con la esperanza de ser el primero en ver que el talismán cambiara de dirección. Al mismo tiempo, escucharon lo que parecía gritos y espadas, se miraron entre ellos y avanzaron con cuidado hacia el acantilado.
Al llegar, vieron casas de barro entre las rocas mostrando iluminación en las ventanas. Mariano pudo visualizar algunas escaleras improvisadas entre los techos de las casas para poder conectarlas, pero lo que más lo sorprendió fue lo que ocurría cerca de la entrada de la colonia.
Soldados estaban conteniendo a los habitantes con lanzas. Estos, soltaban gruñidos y rugidos como animales salvajes. La mayoría eran calvos, con heridas y dientes puntiagudos como alfileres. Mariano miró a sus compañeros, Johnny sacó su celular para grabar lo que ocurría abajo y preguntó:
–¿Qué dice tu precioso?
–Que Shang Tsung está entre esas… cosas –respondió Kenshi.
–Son las provincias del Norte, solo que más desérticas –soltó Mariano abruptamente.
–Ah, mis fans enloquecerán disfrazándose de ellos en la Cage-Con.
Por el celular de Johnny, Mariano, Kenshi y Kung Lao vieron que unos soldados tomaban a uno de los habitantes y lo llevaban cerca de la persona que buscaban… Shang Tsung. Tenía en sus manos una gran jeringa.
–Ese es Shang Tsung –exclamó Kung Lao.
–Entremos cuando haya terminado –dijo Johnny emocionado–. En “Puños de Acero” hicimos eso de…
–No haremos estrategias con tus películas, Cage –negó Kenshi severamente.
–Yo no quiero que Johnny me humille –dijo Mariano–. Me basta y sobra que me humillo borracho y sin estarlo.
Los soldados obligaron a que el habitante se pusiera de rodillas a espaldas del hechicero y pudo hacerle inyección. Inmediatamente, mató a los soldados y se enfrentó a Shang Tsung. Seguido de eso, el resto de la colonia comenzaba a luchar con los otros soldados.
–Pensándolo mejor, la escena está bien sin nosotros –dijo Johnny bostezando–. Dejemos que la terminen.
–Debemos salvar a Shang Tsung. Liu Kang lo necesita con vida –dijo Kenshi.
–Menos mal que tengo ambas balas –soltó Mariano alegre–. Las de goma les va a doler como la concha de la lora.
Las cuatro bajaron del acantilado deslizándose entre las piedras y corrieron hacia la colonia. El habitante desplegó sus cuchillas y, al aproximarse lo suficiente, Kenshi retuvo al habitante para alejarlo de Shang Tsung. El extraño comenzó a forcejear dándoles patadas a Kung Lao y Johnny, mientras Mariano trataba de atrapar al hechicero. Se alejó de la riña e instantáneamente, su apariencia cambió al de un miembro de la colonia para perderse entre el polvo.
–¡¿Cómo hizo eso?! –preguntó Kung Lao abriendo los ojos como platos.
–Ni la más puta idea –susurró Mariano.
Volteó la cabeza para ver cómo estaba Kenshi. El habitante se había soltado del agarre preparándose para pelear, mientras que Mariano, Kung Lao y Johnny vieron al resto de la colonia acercarse lentamente. El rubio sostuvo sus armas, pero se percató que los superaban en número y los masacrarían en un abrir y cerrar de ojos. Los rodearon un pequeño círculo que se achicaba con cada miembro de la colonia que aparecía.
Escuchó el choque de los puños y metales entre Kenshi y el habitante del Mundo Exterior. Mariano volteó la cabeza y vio al habitante caer al suelo. El ex mafioso enfundó su katana, se puso en postura firme y dijo:
–Por favor, déjame explicarte.
–Tu nos metiste en esto –dijo Johnny–. ¿Qué te parece si nos sacas?
–Que la explicación sea rápida. Lo único que te pido, Kenshi –dijo Mariano. Los gruñidos y rugidos de los habitantes se hicieron más fuertes.
–Sé cómo se ve esto, pero no trabajamos para Shang Tsung –aclaró. Mariano, Kung Lao y Johnny se voltearon hacia él y al habitante.
Mariano le sorprendió más su aspecto de cerca que visto de lejos. El habitante era calvo con algunas heridas abiertas y con formación de costras. Sus dientes mostraban filo como agujas y sus brazos exhibían algunas escamas. Las manos del habitante relucían uñas filosas y las cuchillas retraídas en los antebrazos. Sus ropas estaban sucias por el polvo y la tierra.
–Si no –dijo el habitante con agresividad–. ¿Por qué salvarlo?
–Porque Liu Kang, el protector de la Tierra, quiere interrogarlo –respondió el ex mafioso–. Cree que Shang Tsung puede ser una amenaza para nuestros reinos.
–Soy Kenshi Takahashi. Soy… ���el japonés extendió su mano, pero el habitante se alejó.
–Nuestra raza no estrecha las manos.
–Perdón. No quise ofenderte.
–¿Acaso no sabes lo que somos? –preguntó el habitante.
Los cuatro negaron con la cabeza como respuesta.
–Somos víctimas de tarkat –explicó–. No te contagiamos con facilidad, pero no puedes arriesgarte a exponerte más.
Inmediatamente, Johnny se pasó las manos por el traje, Mariano sacó una botella de alcohol y se bañó las manos completamente. El penetrante olor invadió la nariz del rubio y se sintió un poco más seguro de no contagiarse.
–Te desfigura y luego te debilita –continuó–. Con el tiempo, nos convertirá en monstruos sedientos de sangre. Solo la muerte nos liberará.
–Lo lamentamos mucho –dijo Mariano y los ojos del habitante reflejaron apenas amabilidad.
–Entonces ¿no siempre fuiste así? –preguntó Kung Lao.
–Solía ser un comerciante rico, pero cuando me enfermé, me desterraron –respondió el habitante–. Ahora dirijo esta colonia. Soy Baraka.
–¿Qué pretende hacer Shang Tsung con tu médula ósea, Baraka? –preguntó Kenshi.
–No lo sé. Pero viene aquí todos los meses a extraerla –contestó Baraka.
–Libéranos y lo capturaremos –ofreció Kenshi–. Y descubriremos por qué ha estado viniendo aquí. Lo prometo.
Baraka miró a sus compañeros decisivamente y luego puso sus ojos en el cuarteto.
–Dejen que se vayan –ordenó.
–Gracias. No te decepcionaremos.
Kenshi y el resto miraron lo que quedaba del talismán. Su cristal estaba roto y su luz roja se marchó.
–Mierda –maldijo–. Nos guiaba hacia Shang Tsung. Ahora no podemos hallarlo.
–Qué cagada –dijo Mariano.
–Su laboratorio está cerca –soltó Baraka–. Te llevaré.
En ese instante, Mariano quiso morir. Amaba las caminatas, pero su amor tenía un límite. Baraka habló en su idioma natal con los miembros de la colonia y no paraban de observar con ojos curiosos al cuarteto. Mariano mantuvo su distancia de cualquier infectado teniendo el alcohol cerca.
Los ojos de Baraka observaron a los hombres y con un gesto de cabeza, lo siguieron. Las botas de combate comenzaron a generarle calor y las plantas de los pies le dolieron como nunca antes. De su mochila tomó un poco de agua y compartió con el resto de sus compañeros.
Durante su caminata, estudió a Baraka y lo que había dicho antes. Le resultó extraño que no se haya visto ningún infectado en la capital, Sun Do. Podrían haber sido contagiados y transmitirla a la Tierra sin enterarse absolutamente nada. Notó una mirada de aflicción e ira en Baraka, por más que esté demacrada por las heridas del tarkat. Mariano se compadeció del habitante del Mundo Exterior.
Las arenas siguieron alrededor con rocas desperdigadas y huesos de animales desconocidos. Para la alegría del rubio, lentamente, se desvanecieron reemplazadas por los colores verdes. Los árboles camuflaron la vista de la luna y estrellas y las plantas chocaron contra Mariano. Cuanto más se sumergían, más hojas se metieron en su boca sintiendo su sabor asqueroso. El calor del desierto cambió por la humedad del bosque haciendo que el cuerpo del muchacho sudara como si no hubiera un mañana.
–Descansemos aquí –dijo Kenshi–. Durmamos por unas horas y luego continuemos.
–Me parece lo más adecuado –dijo Baraka manteniendo distancia del grupo.
Mariano junto a Kung Lao y Johnny buscaron ramas secas y armaron una pequeña fogata. Las llamas comenzaron a dar calor y desesperó más al muchacho. Detestaba con todas sus fuerzas ese clima y nunca logró entender como a sus amigas les gustaba. Sacó de su mochila bocados matando el hambre y también el de sus amigos. Tomó otra manzana verde y su sabor ácido y reconfortante inundó su boca apagando los rugidos de su estómago. Tuvo que tener un gran autocontrol de no devorarse lo que había en la mochila.
–¿Querés algo de comer, Baraka? –preguntó Mariano–. Para que no te quedes con hambre.
–Agradezco tu amabilidad, habitante de la Tierra.
Mariano buscó entre las profundidades de su mochila y le dio carne seca. Baraka la aceptó con gusto y volvió a su sitio alejado de los demás. Mariano continuó comiendo la manzana y notó el silencio entre sus amigos, sobre todo de Johnny y Kenshi.
Decidieron turnarse la vigilancia y Kung Lao fue el primero en ofrecerse. Mariano se acomodó en un árbol y cargó una ametralladora en sus manos pegada a su pecho. Los ojos del muchacho se cerraron y su cabeza se apoyó en el duro tronco.
Despertó con los leves golpes en el hombro de Kenshi y se levantó bostezando. Continuaron la caminata con el sueño agobiándolo y la visión borrosa. Se frotó los ojos sintiendo los párpados pesados como plomo e intentó despejarse el sueño con pellizcos en los brazos.
Baraka estuvo detrás del cuarteto y a veces, Mariano le preguntaba si quería algo para comer, pero se negó en todas las ocasiones. Poco a poco, escuchó el ruido del agua y sus pisadas se hundían en el barro. Soltó un bostezo exagerado y observó el cielo que mostraba sus primeros indicios del amanecer. El color amarillo, rosa y anaranjado se hicieron presentes acompañados del sol, pero este era tapado por la densidad de los árboles.
Se detuvieron a unos metros de la salida del bosque esperando a Baraka. Un río se hallaba frente a ellos y del otro extremo una rueda hidráulica unida a una pequeña torre. La única conexión que había era un puente de madera y detrás, varias casas y algunas no terminadas.
–¿Y sabes qué esperamos? –preguntó Johnny.
–No –respondió Baraka–. Nunca estuve adentro.
–Quédate aquí –dijo Kenshi–. Entraremos.
–Gracias por la ayuda –dijo Mariano con una sonrisa.
Los cuatro fueron hacia el puente y la madera crujió con cada paso que daban. Las aguas chocaban contra los postes, pero mostraron ser lo suficientemente resistentes. A Mariano le sorprendió la poca vigilancia que había en el sitio, pero tampoco le disgustó.
Llegaron a una gran puerta de madera bloqueada y la abrieron sigilosamente con el sombrero de cuchillas de Kung Lao. Soltó una risa orgullosa y entraron. Lo primero que vieron fue escaleras espiraladas y tapices antiguos. Kenshi siguió liderando la marcha y Mariano contuvo sus ganas de soltar respiraciones fuertes con cada escalón que pisaba. Detestó las escaleras, cada vez que creía que habían llegado, otro tramo aparecía y Mariano quería llorar. Cada uno de estos tramos estaba decorado con diferentes trajes de combates, armas antiguas, muebles sofisticados, jarrones delicados, retratos de extraños y más tapices antiguos.
Milagrosamente a sus plegarias, Kenshi abrió la última puerta y escucharon la voz de un hombre. Se agacharon con cuidado y pisaron el suelo como si fuera vidrio. Alzaron la cabeza del barandal de piedra viendo lo que ocurría.
En una silla, estaba recostada la princesa Mileena, a su lado había una Umbgadi. Del otro lado, la observaban un brujo de trajes violetas y a la persona que buscaban, Shang Tsung sosteniendo una inyección. Tenía una sonrisa orgullosa en la cara y Mariano tuvo la inexplicable necesidad de sacársela a tiros.
Shang Tsung hablaba con la soldado y el brujo. Por lo poco que escucharon, parecía que querían inyectarle un suero que contenía la médula de Baraka.
–Va infectar a Mileena con el tarkat –soltó Kung Lao.
–Tiene mucha soberbia –dijo Mariano–. Y ego. Es un golpista.
–Y dos de los jefes de Sindel están con él –siguió Johnny seriamente–. No me extraña que Liu Kang se preocupe por este sujeto.
–Debemos detenerlo –afirmó Kenshi.
–¿Salvar a una doncella angustiada? Dalo por hecho –afirmó Johnny con júbilo.
–Odio a los fascistas –dijo Mariano–. Que se cague.
Los cuatro salieron de su escondite y Mariano alzó sus ametralladoras. La Umbgadi y los hechiceros se sorprendieron
–¡Aléjate de ella! –gruñó Kenshi.
–¡Maldita! –dijo Johnny.
–¡¿Perdón?! –exclamó Kung Lao indignado.
–Ya sabes, la película –explicó Johnny– con la niña y la alienígena gigante ¡Ripley!
Tanto Kenshi como Kung Lao se quedaron confundidos por los dichos del actor.
–¿No? –preguntó sorprendido–. ¿En serio?
–¡Dale, Kenshi! –soltó Mariano bajando las armas–. Me lo puedo tragar de Kung Lao, porque vive en el campo, pero de vos no. Mira que yo vivo en un país con quinientos problemas, pero sé de Alien.
–¿Habitantes de la Tierra? –preguntó el brujo de trajes violetas–. ¿Cómo nos encontraron?
–Ya vieron demasiado –afirmó la Umbgadi furiosamente.
Arremetió rápidamente hacia los cuatro y Kung Lao y Johnny la bloquearon, mientras que Mariano y Kenshi fueron hacia Shang Tsung. El ex mafioso le dio una patada giratoria ocasionando que la inyección y su contenido se perdieran.
–Necesito tiempo –dijo Shang Tsung al brujo de ropas violetas–. Consíguemelo.
–Tiempo las pelotas –contestó Mariano–. Vos no vas a hacer ni un golpe de Estado.
Mariano alzó sus ametralladoras y Shang Tsung se posicionó para la pelea. Se abalanzó contra el muchacho y disparó sin dudar, pero el hechicero esquivó las balas y en un forcejeo arduo le quitó las ametralladoras. Mariano tomó el rifle antiguo de sus espaldas e intentó atacarlo con la culata, pero Shang Tsung volvió a evitar el golpe.
Creó una llamarada de sus manos dirigiéndola a Mariano y se aproximó para darle un puñetazo. Pero en la parte superior de su puño se desplegaron tres cuchillas afiladas como garras y Mariano se alejó del rango de golpe con la camisa negra rota. Antes de que pudiera bloquearlo, le asestó un golpe directo a la cara seguido de una patada. El rubio notó el dolor en su estómago y mejilla y se reincorporó tambaleante.
Mariano arremetió con un golpe directo usando sus puños y Shang Tsung no pudo desviarlo. Ante esa desprevención, el rubio volvió a usar el rifle antiguo para golpearlo con la culata y la dura madera chocó con el rostro del hechicero. Mariano sonrió victorioso, pero Shang Tsung se incorporó y lo miró con odio. Antes de que pudiera reaccionar, lo empujó con una oleada de llamaradas y Mariano sintió el vidrio de las ventanas en su espalda.
Soltó un quejido y cayó al suelo viendo el techo borroso y escuchando un pitido en sus oídos. Su mente no había reaccionado cuando vio a Kung Lao y a Johnny llamándolo y este le tendió la mano. La cabeza le dio vueltas al ponerse de pie y agradeció en un susurro la ayuda. Quitó de su mente las incomodidades y fue con sus amigos.
–Aléjate de la mesa –gruñó Kenshi alzando su katana hacia el hechicero.
–Es la segunda vez me molestas –espetó entre dientes–. Los habitantes de la Tierra tienen costumbres malsanas.
–Ya lo oíste –dijo Johnny con un dedo acusador–. No la vas a infectar con el tarkat.
–Intento protegerla, no infectarla –argumentó Shang Tsung.
–Nos enteramos de que mientes. Disculpa nuestro escepticismo –contestó Kenshi y les dio la espalda–. Cúbranlo.
Mariano alzó sus ametralladoras, mientras que Johnny y Kung Lao se posicionaron en postura defensiva. Los ojos del hechicero irradiaron ira y lo que además creyó el rubio, secretos. La voz tranquilizadora de Kenshi se hizo presente junto a los susurros de la princesa e inmediatamente, escucharon gritos. El muchacho apretó con fuerza sus ametralladoras y Kung Lao habló:
–¡¿Qué le hiciste, brujo?!
–¡Fue tu culpa, tonto! –espetó Shang Tsung–. Déjame ayudarla antes de que sea tarde.
Los gritos angustiosos de la princesa Mileena se volvieron más fuertes transformándose en rugidos de un animal. Mariano miró sorprendido la escena, la boca de la princesa ya no era normal, sino que estaba cubierta con dientes filosos desplegando una fina lengua como de una víbora. Se soltó de sus ataduras como si fueran plástico y miró a Kenshi salvajemente.
–¿Ahora me creen, habitantes de la Tierra? –cuestionó el hechicero.
–¿Qué hacemos? –repreguntó Kenshi, la princesa acercarse más y más a él como si fuera un depredador.
–Manténganla ocupada –respondió Shang Tsung y se dio la vuelta mirando su mesa de trabajo–. Necesito tiempo para hacer más suero.
–¡Johnny! ¡Mariano! –llamó Kenshi–. ¿Me ayudan?
–Ahí vamos –respondió el rubio.
–¿Tenemos un guion? –preguntó el actor–. ¿O solo estamos improvisando?
–Hagan lo que hagan, no podemos herirla.
–¿A ella? –cuestionó el actor–. Más bien ella a nosotros.
–Nos va a matar –dijo Mariano.
La princesa saltó como un puma y rasguñó a Johnny, pero su traje impidió que sufriera heridas profundas o peor… el contagio. Luego, arremetió contra Mariano y la esquivó de puro milagro cayendo de espaldas. Escuchó unas palabras sin sentido y la espada resonando en los oídos de Mariano y se levantó rápidamente para ayudar a Johnny. En cuanto lo encontró y ayudó a levantarse, el ex mafioso logró contener a la princesa Mileena.
–¡Johnny! ¡Kung Lao! ¡Mariano! –llamó–. ¡Ayuden a sujetarla!
Johnny y Kung Lao sostuvieron ambos brazos de la princesa, mientras Mariano la retenía por la espalda. A pesar de la fuerza de los tres, el rubio creyó que la superaba de manera olímpica por todo el forcejeo y gruñidos que hacía.
–¡Es ahora o nunca, Shang Tsung! –dijo Kenshi.
–¡Agiliza el trámite, hijo de puta! –gritó Mariano.
Inmediatamente, la princesa Mileena le dio un fuerte cabezazo enviándolo hacia atrás, recuperó el equilibrio y fue a ayudar a Johnny porque la joven iba a matarlo. Antes de poder hacer algo, Kenshi la tomó por detrás alejándola. La mente de Mariano no pudo procesar lo que había ocurrido después. Solo sintió las salpicaduras de sangre y los gritos aterrorizantes de...
–¡KENSHI! –gritaron Johnny y Mariano al mismo tiempo.
La princesa le había clavado un par de cuchillas en los ojos. Rápidamente, Mariano se sacó la mochila de los hombros y buscó los primeros auxilios. Los ojos de Kenshi estaban cubiertos de sangre y mancharon la remera blanca de Mariano. Los quejidos del ex mafioso invadieron el lugar e intentó calmarlo, mientras pasaba gaza con desinfectante alrededor de los ojos. Fue un milagro que siguiera con vida.
Se enfocó tanto en su tarea, que no escuchó los gritos de la hermana de la princesa, Kitana y al verla, tenía detrás a la guardia imperial y al General Shao. Kung Lao y Johnny los miraron con firmeza y Mariano siguió tratando las heridas de Kenshi, mientras escuchaba las mentiras de Shang Tsung. Una historia trazada en base por culpar al cuarteto de querer revelar la enfermedad de la princesa Mileena y generar un escándalo para la familia imperial.
–¡Mentiroso de mierda! –gritó Mariano enojado–. ¡Es un golpista!
–¡¿Qué?! –soltó Johnny indignado y Mariano alzó la vista–. ¡Eso es totalmente falso! Princesa, nosotros…
Inmediatamente, Johnny fue golpeado por un shokkan y Kung Lao se preparó para combatirlo, pero fue noqueado. Mariano se puso de pie lo más rápido posible y se posicionó para pelear, pero un fuerte dolor invadió su nuca, soltó un grito y cayó al suelo en un sonido sordo.
Un Mariano de diecisiete años llevaba su mejor traje de egreso. Un chaleco y pantalones elegantes de color azul marino, una remera de Goku y un par de zapatillas recién compradas. El cabello rubio le llegaba a los hombros haciéndole recordar a Ozzy Osbourne. Estaba sentado cerca del escenario junto a sus compañeros.
La directora estaba dirigiendo sus últimas palabras a los alumnos y luego de que todos aplaudieran, llamaba a cada estudiante para darle el diploma. Cuando había llegado el turno de Mariano, miraba hacia los diferentes padres hasta ver al Viejo Mario con su uniforme militar y a Adelina y Daniela en vestidos de verano. Sonrió al verlos y seguía manteniendo esa sonrisa cuando se sacaba la foto.
Tras terminar el acto, fue hacia el anciano y lo abrazó con todas sus fuerzas. El fotógrafo los llamaba para la foto, los cuatro sonrieron y Mariano dijo:
–Gracias por todo, Viejo Mario.
El anciano no podía contener sus lágrimas y los abrazó como si fueran sus hijos. Salieron del colegio y fueron a comer en un restaurante cercano pidiendo toda la comida que pudieran ver en el menú. En la noche, el Viejo Mario y Mariano había hecho un asado lo suficientemente abundante para que sobrase toda la semana.
Pasado un año, el anciano se encontraba débil por la edad y en su cama, miró a Mariano, Adelina y Daniela. Su mirada reflejaba tristeza, por lo poco que el rubio aprendió del CBC en la facultad. Las muchachas habían ido a prepararle algo caliente para beber, mientras que Mariano acompañaba al Viejo Mario.
–Dejame contarte una historia, Mariano –había dicho el anciano.
–Descansa, sino te va a hacer mal –espetaba Mariano.
–No me importa –argumentaba el Viejo Mario con orgullo en su débil voz–. Es sobre mi rifle.
Mariano lo miraba expectante sintiéndose nuevamente como un niño.
–Cuando estaba en Malvinas –decía seriamente–. Me hice amigo de un chico, Victor y nos juntábamos a descansar después de la colimba. Hicimos muchas cosas alguna broma pequeña, escondernos de los altos mandos cuando bebíamos. También, me contaba de querer ver a su novia, a sus hermanas y nos hicimos la idea de viajar siendo mochileros por todo el país. Pero le tocó ir a la parte terrestre y yo me quedé en las fuerzas aéreas.
Mariano se quedó en silencio mirándolo seriamente. Pocas veces, fue serio en su vida.
–Pero entre mis luchas –continuó el anciano con tristeza–. Victor falleció en combate a pocos días de que la guerra terminara. Nadie lo ayudó –las lágrimas del anciano se hicieron presentes–. Cuando fui a ver a su familia, no quisieron el rifle y me lo dejaron a mí –Mariano sintió las lágrimas derramarse por sus mejillas–. No querían ver nada de guerra y yo lo conservé como parte de su memoria… De la buena amistad que tuvimos –el Viejo Mario tomó el rifle de guerra entre sus débiles manos–. Por eso, te lo doy. Cuidalo como una extensión de Victor y de mí. Como también cuidas como tus hermanas a Adelina y Daniela.
Mariano quiso contestarle que no podía aceptar tal objeto patrio, pero sacó el pensamiento intrusivo y sostuvo el arma con firmeza. Vio la sonrisa triste del anciano y escucharon a Adelina y Daniela cargando un matecocido con galletitas.
Mariano recuperó la conciencia sintiendo un dolor espantoso en la nuca y escuchando golpeteos de algo metálico y quejidos. Abrió con todas sus fuerzas los ojos y su nariz fue invadida por el olor a carne descompuesta, químicos y eses.
–Llevas horas con eso –dijo Kenshi con voz queda.
Recordó todo lo que había pasado antes de llegar aquí. La misión de Liu Kang, el enfrentamiento con Shang Tsung, la sangre y las heridas de Kenshi. Inmediatamente, intentó levantarse e ir hacia él.
–Si pudieras ver, sabrías por qué –espetó Baraka.
–Kenshi –dijo Mariano acercándose a él–. ¿Estás bien?
–Mis ojos me duelen.
Mariano los examinó, estaban rojos y si no se apresuraban podrían acabar infectados. Observó por los alrededores algún rastro de su mochila, pero solo vio horrores. Lo que parecía un habitante del Mundo Exterior desgarrado de pies a cabeza y, aun así, continuaba vivo gimiendo y moviendo sus extremidades deformes. Otras celdas habían infectados por el tarkat y en el pasillo abundaba en carne estirada como masa de juguetes. Tanques de laboratorio repletos de líquido de un verdoso amarillo se ubicaban aquí y allá y dentro había cuerpos flotando entre las burbujas.
–Eso no va a pasar o sí. Sigue hablando. Así me distraigo. Cuéntame sobre tu vida antes de enfermarte –dijo Kenshi dirigiéndose a Baraka.
–Me estaba yendo bien comerciando artículos por la costa de Fartakh. Mi familia estaba cómoda y feliz –Baraka soltó un suspiro desalentador–. Luego llegó el tarkat. Terminó con la vida de mi esposa y después con la de mis hijos. Pero tuvo la crueldad de perdonarme la mía, por ahora. Creo que disfruta de consumirme el cuerpo de a poco.
–¿Y tú, Mariano? –preguntó Kenshi–. ¿Qué hacías además de ser piloto?
–No voy hablar de eso. Tus ojos están mal y necesito mi puta mochila. Ahí tenía todo y no quiero comprar otra.
–Por favor, Mariano –pidió el ex mafioso–. ¿Y por qué no quieres comprar otra?
–Porque es la cuarta mochila que me compro este año.
–¡¿La cuarta?! –exclamó Kenshi sorprendido–. ¿Qué hiciste para perder las otras tres?
–Me las robaron.
–¿Cómo? –cuestionó Baraka
–La primera me quedé dormido en el colectivo y aprovecharon para manoteármela –respondió Mariano alzando el dedo índice–. Por eso, tuve que batallar para hacerme el DNI. La segunda caí en una marcha y cuando quise salir me la robaron. La tercera fue cuando me noqueé en la avioneta por hacer volteretas y dejé las puertas abiertas –soltó una risa–. Lo bueno es que guardé mi billetera y el DNI en el bolsillo.
–¿Y antes de ser piloto? –preguntó Kenshi.
–Quería ser psicólogo –respondió el rubio–. Pasé el puto CBC y apenas un año de la facultad. Me fui porque no lo aguanté. Mucha presión y desastres.
–¿Por qué?
–Primero, el CBC es una mierda –contestó Mariano–. Segundo, no me alegraba el primer año y detestaban a mis compañeros.
–¿Qué hicieron?
–Todo el puto rato entrando a mis salones de clase creyéndose el centro del mundo –siguió el rubio–. Las ganas de mandarlos a cagar eran monumentales. Además de las marchas y las votaciones, fue una pesadilla. No sé cómo Daniela pudo soportar eso y conseguir el título.
–¿Fue la única en graduarse?
–Mas o menos. Adelina pagó muchos cursos de dibujo de terciarios y le dio títulos –respondió Mariano mirando al ex mafioso–. También, hizo la carrera para ser arqueóloga e incluso haciendo investigaciones pagadas. Yo solo hice cursos rápidos de primeros auxilios.
–Son bastante unidos.
–El Viejo Mario nos crio juntos.
–Son raros ustedes tres –dijo Kenshi.
–Vivo en el mejor país del mundo –afirmó Mariano–. Es divertido vivir en Argentina.
–¿Cómo que divertido? –cuestionó Baraka.
–No nos tomamos en serio ni nuestras propias desgracias –respondió–. Ni las de los otros. Podemos ver que el país se va al carajo, pero nos vamos a reír de la estupidez que dijo un político y burlarnos hasta el cansancio. Nuestra mejor anestesia a todo son los memes.
–¿De enserio? –preguntó Kenshi.
–Sí, cuando era niño recuerdo que nos burlamos de un jugador francés –respondió Mariano–. Y después de todos los franceses. Valió la pena –la risa lo invadió–. El país puede arder y seguramente nos vamos a burlar de cómo ardemos. Nos reímos de nuestras propias provincias, pero incluso nuestras risas tienen un límite y podemos enojarnos. Aunque eso desencadena que nos burlemos de los que se enojan.
–Debe ser una locura.
–Somos un manicomio, pero eso lo hace divertido –dijo Mariano riendo.
De pronto, escuchó los quejidos de Johnny y Kung Lao y los observó.
–Agh. Qué resaca –exclamó el actor y se acercó al ex mafioso–. ¡Kenshi! ¡Maldición! ¿El dolor es muy fuerte?
–Terrible.
–Me salvaste. No lo olvidaré.
–Pero puede que te arrepientas –dijo Baraka.
–¿Qué…?
De repente, otro grito famélico se oyó por los calabozos y no le inspiró confianza a Mariano.
–¿Qué rayos? –preguntó Johnny–. ¿En qué momento pasamos a un terror de supervivencia?
–Este es el verdadero laboratorio de Shang Tsung –respondió Baraka.
–Estamos debajo del lugar de antes –agregó Kenshi–. Era una fachada falsa.
–Me recuerda una película de bajo presupuesto que vi hace mucho: “Los Fosos de Carne” –dijo Johnny–. Vaya porquería.
–Es un psiquiátrico abandonado –afirmó Mariano.
Unas puertas se abrieron y el rubio escuchó pisadas entre los gritos agónicos y quejidos de los infectados.
–¿Quién es? –preguntó Johnny.
–Nuestro carcelero –respondió Baraka.
Vio a un hombre encapuchado y con la mitad de la cara cubierta por una máscara verde. Sus ropajes eran entre ese color y negros y llevaba sandalias. Mariano pudo ver que un brazo tenía tatuajes y llegaban hacia un lado de su rostro cubierto. De una mesa repleta de sangre, tomó un pedazo de carne y se la tiró a unos infectados que la comieron en un santiamén. El extraño se dio la vuelta y caminó lentamente hacia la celda del grupo y preguntó:
–¿Cómo está?
–Le arrancaron los ojos –dijo Johnny con desdén–. Adivina.
El carcelero se mantuvo callado y extendió la mano hacia una mesa que tenía al lado. Sostuvo un recipiente, se lo dio a Johnny y dijo:
–Eso aliviará el dolor.
–Es una vileza ser parte de esto –argumentó Baraka.
–Eres prisionero de Shang Tsung… –explicó el carcelero– y yo soy su esclavo. Tiene a mi familia. Los matará si no le obedezco.
Johnny sacó una venda roja de su cinturón y velozmente le pasó el ungüento, se lo ató a Kenshi y soltó un suspiro de alivio. Mariano luego revisaría las heridas al pasar unos minutos, por ahora solo quedaría esperar e ingeniar una estrategia para escapar de los laboratorios.
–¿Por qué te eligió? –preguntó Baraka al carcelero.
–Para descubrir cómo cambio de forma.
–¿Qué carajo? –soltó Mariano.
–¿Lo aprendió de ti? –preguntó Kung Lao–. Lo vimos hacerlo. Fue irreal.
–¿Cómo funciona? –cuestionó Johnny–. ¿Adoptas la forma que quieres sin más?
–Solo puedo cambiar entre esta forma y mi estado natural.
Inmediatamente, el carcelero dejó su aspecto humano y pasó al de un reptil. Parecía una lagartija humana repleta de escamas y uñas como garras. Mostró de su boca dientes como agujas filosas y Johnny soltó una exclamación.
–Eres de Zaterra –afirmó Baraka–. ¿Tu raza puede cambiar de forma?
–Nadie puede, excepto yo.
En ese instante, un resplandor blancuzco con arenas tomó la forma de Shang Tsung e inmediatamente el carcelero recobró su forma humana. Sus ojos fueron invadidos por el pánico y el miedo. El hechicero mostró una sonrisa maliciosa y orgullosa y Mariano le invadió nuevamente la necesidad de sacársela a golpes.
–¿Están listos? –preguntó maliciosamente–. Llegó la hora.
–¿Para qué, brujo? –cuestionó Baraka.
–Experimentos de replicación –respondió Shang Tsung orgullosamente ocultando una mano detrás de su espalda–. Comenzaremos por la vivisección. Usaré las partes que extraiga de tu cuerpo para nuevas creaciones. El proceso es letal, claro.
–Seguí participando –dijo Mariano entre risas falsas.
–Liu Kang no te dejará salirte con la tuya –soltó Johnny con furia y Shang Tsung rio maliciosamente.
–Solo si llega a enterarse de lo que ocurrió –dijo el brujo orgullosamente–. Una vez que termine, no quedarán rastros de ustedes. Volveré pronto a ver los avances. Ahora debo ocuparme de otros asuntos.
En ese instante, Shang Tsung desapareció con una sonrisa maliciosa y misteriosa. El carcelero se dio la vuelta y Baraka intentó razonar en vano con el carcelero. El carcelero caminó hacia una celda repleta de infectados, pero no parecían enfermos sino copias deformes y macabras.
Tiró cadenas oxidadas y las rejas de metal subieron chirriando lentamente. Los rugidos y gruñidos de los clones se hicieron más fuertes y las celdas se abrieron. Se acercaban velozmente hacia ellos y el grupo se posicionó para pelear. Baraka desplegó sus cuchillas y Johhny fue el primero en atacar usando los barrotes como columpios. Se balanceó y cayó frente a un infectado dándole un puñetazo a la cara.
Mariano se quedó cerca de Kenshi repeliendo con patadas a los clones. Entre el alboroto, encontró un fierro y golpeó a cada atacante que se aproximaba, pero alguien lo tomó por la espalda y forcejeó.
–¡Soltame, forro! –gritó Mariano furiosamente.
Vio que Kenshi cayó en la misma situación y peleaba por soltarse de los clones. Fueron tirados como perros a jaulas oxidadas y sangre seca y Mariano golpeó con todas sus fuerzas. Vio a Kung Lao y Baraka luchando contra los clones y rápidamente el granjero tomó de una mesa su sombrero decapitando a los enemigos que aparecían.
Entre los golpes hacia la jaula, Mariano se percató que Johnny acabó en la misma situación y que a la vez las jaulas comenzaron a soltar chispas y electricidad. Desesperado, Mariano siguió golpeando los barrotes y se detuvo inmediatamente al notar pasos más pesados.
Una celda se abrió revelando un clon obeso superando el tamaño de todos, cuchillas más gigantes a las de Baraka, cara deforme y repleta de heridas. Mariano siguió forcejeando con la jaula, mientras escuchaba el choque de los filos una y otra vez, al mismo tiempo, de los puños de Kung Lao y su sombrero. Baraka terminó de pelear con el clon y corrió hacia las jaulas donde estaban encerrados. Con una fuerza titánica, quebró los barrotes de los tres y cuando liberó a Kenshi, Johnny y Kung Lao lo sostuvieron antes de que cayera al suelo. Mariano estuvo adelante para buscar una salida, pero el carcelero dijo:
–¡Estoy acabado! ¡Shang Tsung torturará a mi familia para castigarme! ¡Pagarás por su sufrimiento!
Todos se voltearon, Baraka y Kung Lao se encargaron de él, mientras Johnny y Mariano cuidaban de Kenshi. El rubio con cuidado elevó la venda y se dio cuenta que el ungüento se había acabado. Necesitaba con urgencia los primeros auxilios.
Baraka y Kung Lao siguieron combatiendo con el carcelero transformado en su aspecto reptil. El sombrero del granjero y las cuchillas del enfermo lograron hacer un gran ataque hacia el enemigo y este solo retrocedía más y más. Escupió ácido en varias ocasiones, pero el dúo logró esquivarlo y contraatacaron más fuerte hasta que el carcelero cayó al suelo.
–Nos marchamos –afirmó Baraka.
Mariano pudo ver el terror en los ojos verdes del carcelero y se quitó la máscara revelando completamente su rostro exhibiendo el resto de su tatuaje.
–Entonces, mátame –dijo desesperado–. Si muero, tal vez deje en paz a mi familia.
–No –negó Baraka firmemente sorprendiendo a Mariano–. No te mataré.
–Es misericordia, no homicidio. Aunque, por lo que hice, no la merezco.
–Protegías a tu familia –contrarrestó Baraka–. Yo habría hecho lo mismo.
Los ojos del carcelero se suavizaron y se puso de pie. De pronto, el resplandor blancuzco reveló a Shang Tsung y el rostro del carcelero fueron invadidos nuevamente por el terror. El hechicero observó consumido por la ira sus creaciones derrotadas y mutiladas.
–¿Qué pasó aquí? –cuestionó.
Mariano alarmado buscó sus armas y mochila y los encontró en una mesa junto a la katana, Sento. Tanto él como Johnny tomaron sus pertenencias, les sacó el seguro y las sostuvo sosteniéndolas firmemente.
–Syzoth, ¡idiota! –exclamó Shang Tsung señalando con el índice–. ¡Permitiste que arruinaran todo!
–Nos vamos, brujo –dijo Baraka.
–Y te llevaremos con nosotros –continuó Johnny–. Liu Kang quisiera hablar contigo.
–No me pueden atrapar tan fácilmente –gruñó Shang Tsung.
Soltó un conjuro soltando un vapor verde y Mariano instintivamente disparó, pero las balas solo atravesaron los ladrillos sucios.
–Sí, esto me da mala espina –soltó Johnny.
–No veo un carajo –espetó Mariano–. Fallé.
–Me despido de todos ustedes –dijo Shang Tsung sonriendo con orgullo–. Alégrate, Syzoth. Voy a reunirte con tu familia.
–¿Están muertos? –recriminó colérico–. ¿Los mataste?
–Hace varias lunas. Odio los cabos sueltos.
Mariano volvió a disparar a lo que parecía la silueta de Shang Tsung entre el humo verde y Syzoth se abalanzó contra él. Pero desapareció entre las arenas y el resplandor blanco. El rubio tosió sintiendo su garganta apretada y la desesperación por el aire lo invadió. El maldito lanzó veneno.
–Tenemos que salir de aquí –dijo Johnny.
Syzoth corrió hacia la puerta y la golpeó varias veces. Las respiraciones pesadas y las toses se volvieron más frecuentes. El cerebro de Mariano dio vueltas, los mareos se volvieron náuseas y su garganta se apretaba cada vez más y más. Los puños de Syzoth no pudieron contra la fuerte puerta de madera. Mariano intentó apuntar, pero las ametralladoras, el rifle del Viejo Mario y la mochila le parecieron plomo y concreto.
–¿Qué sucede? –preguntó Kenshi.
–La puerta se debe de haber cerrado cuando se liberó el gas –respondió Syzoth.
–Hazte un lado –dijo Baraka guardando sus cuchillas.
Mariano, con la vista borrosa, vio como el infectado golpeaba la puerta un golpe, dos y tres hasta romperse como si fuera cristal. El veneno fue disipándose y el rubio sintió cómo sus pulmones recibían oxígeno limpio. Avanzó junto a los demás, con Baraka a la delantera y detrás de él Syzoth.
–Síganme –dijo el zaterrano–. Por aquí.
Mariano estuvo cerca Johnny y Kung Lao, que sostenían a Kenshi. El rubio cargó con mejor fuerza las armas y caminó unos pasos delante de ellos.
–Déjenme –dijo Kenshi entre jadeos–. Solos los retrasaré.
–Ni en pedo te dejamos –argumentó Mariano seriamente, pero notó su voz atrofiada–. Todos vinimos, todos nos vamos.
–¿Qué? –exclamó Johnny incrédulo–. Si Shang Tsung te encuentra, te mata.
–¡Mírame, Cage! Sólo estorbo. No arriesguen sus vidas por la mía.
–Oye. No te vas a rendir –dijo el actor–. Los Taira te necesitan ¿recuerdas? Volveremos a casa y veremos cómo ayudarte ¿Entendido?
Syzoth los guio entre pasillos de ladrillo repletos de suciedad, cadenas colgantes y celdas sin prisioneros con los barrotes hechos añicos y torcidos. El olor a carne podrida y eses continuó agobiando su nariz y deseó que el laberintico camino llegara a su fin. Los faroles destrozados iluminaron apenas y Mariano se preparó para cualquier ataque sorpresa de entre los calabozos o pasillos con menos luminosidad.
Poco a poco, el aire se convirtió en puro dejando la podredumbre y Mariano vio la luz del sol al final de los bastos pasillos. La salida del laboratorio de Shang Tsung quedó apartada del pueblo. El pasto le llegó hasta las rodillas y una dicha indescriptible lo invadió al sentir el calor en el cuerpo. Pasaron por una bajada chocando contra las ramas de algunos arbustos verdes. Los árboles pequeños se volvieron gigantes con troncos del grosor del cuerpo de Mariano y las ramas empezaron a medir metros teniendo miles de hojas.
–Si nos demoramos, nos capturarán –dijo Syzoth.
–Necesitamos ayuda para llevar a Kenshi al portal en Sun Do –afirmó Kung Lao.
–Tengo los primeros auxilios, pero no sé si pueden durar mucho –informó Mariano–. Necesita un mejor tratamiento.
–Solo puedo llevarlos hasta la puerta de la ciudad –afirmó Baraka–. Los tarkatanos tenemos prohibido entrar.
–Los acompañaré el resto del camino –ofreció Syzoth–. Es lo menos que puedo hacer para compensarlos.
Los árboles cubrieron toda la vista del grupo, rocas se desperdigaron aquí y allá invadidas por el musgo y un arroyo recorría una parte del paisaje. Las flores de colores irreales decoraron la tierra desplegando aromas desconocidos para Mariano, recordándole los aromatizantes y perfumes para las casas. El sol se posicionó en su más alto punto generando un calor desquiciante, pero gracias a las vastas hojas y ramas, la sombra hizo que no fuera un infierno.
En un momento, Mariano pidió detener la caminata y atendió las heridas de Kenshi. Con cuidado, le subió la venda roja y sacó las pocas gasas que tenía. Los ojos de Kenshi seguían rojos y Mariano les pasó delicadamente las gasas repletas de desinfectante. El ex mafioso hizo una mueca de disgusto por el ardor, pero no emitió ni un sonido. Johnny se quedó cerca de ellos y ayudó en todo lo que podía a Mariano. Una vez terminado su corto tratamiento, continuaron caminando por el gran bosque.
Lentamente los troncos de los árboles cambiaron drásticamente a rostros emitiendo llamas verdes claras. A veces movían sus bocas en palabras silenciosas y en otras ocasiones se escucharon el sonido de aves y animales del alrededor correteando por los árboles.
–Vaya, esto me recuerda a Planeta malvado –soltó Johnny–. Había un bosque en el segundo acto…
–¿La batalla de la mantícora? –preguntó Kenshi.
–¡Sí! –respondió Johnny emocionado–. Fue muy difícil de filmar, pero el resultado fue épico.
–Me imagino con detalles.
–Ni vi esa película –dijo Mariano mirando el alrededor–. Lo que sí vi con las chicas fue puro terror y anime.
–¿De enserio? –preguntó Johnny–. ¿Cuáles?
–La saga de Alien es una –respondió Mariano sonriente–. Algunas de Jason, Freddy e Evil Dead, pero lo que más asustaba a Daniela eran las de metraje encontrado.
–¿Cuál es ese género? –preguntó Kenshi.
–Son las que se hacen con cámara en mano y con bajo costo –respondió Johnny.
–Sip, La bruja de Blair es una y Gonjiam –dijo Mariano entre risas–. Daniela estuvo gritando como una niña chillona. Juro que ese día pensé que me quedé sordo.
–¿Qué otras películas vieron? –preguntó el actor–. ¿Las mías debieron cautivarles?
–Las miraba para hacer la siesta –respondió Mariano–. Prefiero mirar One Piece o Jojo. Incluso Daniela me apoyó en mirar un anime que tus películas y Adelina quería ver una película clásica.
–Eso duele, Mariano –dijo el actor en tono dramático.
–Mejor las verdades crueles que las mentiras –dijo el rubio sonriente.
–Esto es el Bosque Viviente –afirmó el enfermo.
–¿Hay algún bosque que no esté vivo, Baraka? –preguntó Kung Lao.
–Ningún otro tiene árboles que albergan las almas de los muertos.
–Espera un segundito –pidió Johnny confundido–. ¿Hablas de fantasmas?
–Buenos, no malignos –calmó Baraka–. Una deidad lo creó, tiempo atrás haciendo un trato con el emperador Jerrod y la emperatriz Sindel.
Mariano recordó lo que le había dicho Adelina después de entrevistar a la emperatriz. La diosa era Hela y lo que memorizaba era que tenía una guardia personal.
–¿Ustedes conocen a alguien aquí? –preguntó el actor.
–Algunos parientes lejanos –respondió Baraka.
–No encontrarás zaterranos –espetó Syzoth.
–¿Por qué no? –preguntó Kenshi.
–A los de sangre caliente no les agradamos –contestó Syzoth con severidad–. Así que mantenemos la distancia y vivimos bajo tierra en la provincia de Zikandur.
–Entonces ¿cómo conociste a Shang Tsung? –preguntó Kung Lao.
–Mi capacidad de adoptar una forma humana hizo que mi gente me viera como un bicho raro –contestó Syzoth–. Me intimidaban y escapé. Hambriento y sin dinero, me uní a una feria ambulante. Resultó que había muchas personas dispuestas a pagar bien por ver mi “don”. En aquel entonces, Shang Tsung era un vendedor ambulante. Nuestros caminos se cruzaron y vio mis habilidades. Cuando empezó a aprender brujería de verdad, quiso estudiarme. Y como me negué, capturó a mi familia.
–Vaya –soltó Johnny–. Una oferta que no se puede rechazar.
–Es peligroso… –advirtió Syzoth– y tiene planes. El General Shao, Rain y él están conspirando.
–¿Para hacer qué? –preguntó Kenshi.
–No lo sé con certeza, pues apenas oí fragmentos –respondió Syzoth.
–Es posible que quiera hacer un golpe de Estado –pensó Mariano en voz alta–. Si no ¿por qué aferrarse a la familia real con mentiras?
De repente, se escucharon rugidos salvajes y todos se detuvieron. Baraka desplegó sus cuchillas y Syzoth se transformó en su estado natural. Los rugidos siguieron oyéndose por el bosque y los habitantes del Mundo Exterior salieron a la carrera a una velocidad imposible para el cuarteto. Los rugidos continuaron e inmediatamente se detuvieron.
Mariano y Kung Lao estuvieron delante y preparados para cualquier ataque sorpresa, mientras que Johnny se quedó con Kenshi caminando velozmente. Cada poco tiempo, Mariano volteaba la cabeza para ver cómo estaban y Johnny alzaba el pulgar positivamente.
Caminaron lo más rápido que podían y con cada paso escucharon los rugidos de Syzoth, las filosas cuchillas de Baraka y una voz femenina. Las ramas chocaron contra ellos y Mariano preparó los cartuchos de las armas. Al llegar, la batalla de los habitantes del Mundo Exterior y encontraron a una mujer muy peculiar.
Sus ojos eran negros como la tinta igual a su cabello atado en una cola de caballo. Sus prendas eran blancas, la parte superior tenían mangas cortas estilo capa y parte del contorno parecían alas de ángel. En sus manos portaba una espada filosa y alrededor de sus ojos tenía tatuajes de líneas diagonales.
Mariano miró impactado los cuerpos de los alrededores. Eran monstruos con orejas puntiagudas y colmillos gigantescos. Sus rostros no parecían del todo humanos, pero tampoco eran infectados por el tarkat. Mariano y el resto pasaron al costado de una cabeza decapitada hasta estar cerca de Baraka y Syzoth.
–¿Qué es eso? –preguntó Kenshi mirando alrededor y olfateando.
–Mejor viví en la ignorancia –dijo Mariano.
–Solo sigue nadando –respondió Johnny–. Y… ¿quién es nuestra femme fatale?
–Soy Ashrah, demonio del Infierno.
–¿Demonio? –preguntó Johnny–. Te ves humana, o casi ¿Y qué es el Infierno?
–Los monjes lo explicaron –respondió Kenshi–. ¿Te dormiste en todas las clases?
Johnny hizo una mueca de enojo y contestó:
–Parece que sí en esa.
–El Infierno es la encarnación del tormento –informó Kung Lao.
–No me digas –dijo Johnny sarcásticamente.
–Parezco casi humana porque purgué la mayor parte de la maldad de mi alma –explicó Ashrah–. Cuando termine, habrán desaparecido los últimos vestigios de mi forma demoniaca.
–¿Por qué te perseguían esos demonios? –preguntó Kung Lao.
–Los envió Quan Chi, mi ex maestro –respondió –. Yo era parte de la Hermandad de la Sombra. Su intención era y es dominar los reinos. Me aparté de él cuando me di cuenta de que no podía ayudarlo a corromperlos.
–Y ahora quiere matarme –finalizó Syzoth.
–Exacto –afirmó–. Seguí a Quan Chi desde el Infierno hasta aquí. Está construyendo dispositivos que roban almas a gran escala. Primero los esta está probando con los muertos que residen en el bosque.
–¿Por qué robar almas, Ashrah? –preguntó Baraka.
–Quiere usar su poder ¿Para qué? No lo sé –respondió–. Pero sí sé que su intención es contribuir a los planes de otro brujo, Shang Tsung.
–¿Se conocen? –cuestionó Mariano boquiabierto–. ¿Cómo?
–Maldita sea –maldijo Johnny–. Está en todos lados.
–¿Seguro que Quan Chi está aquí? –preguntó Kenshi.
–Mi kris lo percibe. Está cerca.
–No, no –dijo Johnny firmemente a el ex mafioso–. Irás a casa.
–Tenemos trabajo que hacer –espetó Kenshi–. Quan Chi nos puede llevar hasta Shang Tsung.
–Liu Kang tiene razón –dijo Baraka–. Shang Tsung es un peligro al que debemos enfrentar. Les ayudaré.
–Yo igual –se unió Syzoth.
–Los votos a favor mandan –dijo Johnny en un suspiro–. Moción aprobada. Ashrah, guíanos.
La demonio alzó su kris y guio el camino entre la abundante vegetación. Siguieron caminando por unos minutos y todos estaban al pendiente. En un momento, la espada comenzó a reaccionar en la hoja en un destello blancuzco.
–Quan Chi se aproxima –dijo Ashrah–. Las emanaciones de su maldad se intensifican.
–Esa es un arma poderosa –comentó Baraka.
–Y eso me sirve mucho –agregó–. A medida que destruyo el mal que encuentra, me purifico cada vez más.
–He ido a terapia y estoy a favor de la autoayuda –dijo Johnny–. Pero ¿desde cuándo un demonio quiere tener menos maldad?
–Pasé una eternidad condenada en el Infierno –respondió Ashrah–. Había asumido que no existía ninguna otra cosa. Pero luego conocí la Tierra y el Mundo Exterior. Vi que había una mejor manera de vivir. Pero, para tener algo así, debía limpiar mi alma. Mis hermanas demonios se enfurecieron cuando cambié de parecer. Kia y Jataaka fueron las primeras en perseguirme.
–¿Quan Chi también es un demonio? –preguntó Syzoth.
–En realidad, es el del Mundo Exterior –contestó Ashrah–. Pero dominó la magia negra necesaria para viajar sin restricciones hasta mi reino.
–¿Alguna idea sobre cómo se alió con Shang Tsung? –cuestionó Johnny mirando con asco al zaterrano tras comerse un insecto.
–Comparten una benefactora –respondió Ashrah–. Ella sacó a ambos seres de la oscuridad y les enseño lo que saben. No la conozco, pero no hay duda de que es una hechicera incomparable. Quizás más poderosa que la gobernante que hubo en el Infierno.
La curiosidad de Mariano despertó recordando la investigación de Adelina con la interacción que acaban de tener. Quizás podría ayudarle sacando un poco de información para ella. Si salían del Mundo Exterior podría escribírselo en las cartas.
–¿Cómo que una gobernante? –preguntó Mariano.
–Fue una diosa que estableció un orden.
–¿Qué le pasó?
–Una revuelta fue lo que la hizo caer –contestó Ashrah–. A pesar de eso, muy pocos demonios le siguen siendo leales y esperan su regreso. También, muchas almas de guerreros caídos aguardan su retorno.
–¿No murió? –preguntó Kenshi.
–Algunos demonios dicen que sí –contestó Ashrah mirando la vegetación–. Otros rumorean que quedó en un sueño sin fin. Su poder fue bastante imponente y logró ser una líder bastante temida y respetada.
–Debió ser una diosa con mucho carácter –agregó Kung Lao.
En ese instante, la kris de Ashrah volvió a emitir sonidos y su luz más brillante y dijo:
–Quan Chi está cerca.
Llegaron a un conjunto de arbustos y árboles lo suficientemente bastos para ocultarlos a todos. Mariano visualizó a cinco personas frente a una gran maquinaria extraña y terrorífica. Tenía rostros esqueléticos y un par de columnas espiraladas del color cobre hacia el cielo emitiendo un resplandor verde.
Cada uno del grupo era más peculiar que el anterior. Una chica pelirroja con alas como gárgolas llevaba en sus manos una especie de rubí al igual que un hombre con vendajes en los brazos y heridas por todo el pecho. El brujo las colocó en un orificio como si fuera una boda con colmillos y empezó a conjurar en un idioma extraño.
–Vaya, la trama se complicó –soltó Johnny.
–¿Qué mierda es eso? –preguntó Mariano sorprendido.
–La tierra corre grave peligro –dijo Ashrah–. Un solo ladrón de almas basta para matar a cientos de miles. Si despliega muchos…
–Morirán millones –terminó Baraka con firmeza.
Ashrah alzó su espada. Sus ojos negros como la brea destilaron furia y dijo:
–Yo me encargaré de Quan Chi. Ustedes cuatro, contengan a los demás.
Todos avanzaron, pero Mariano se percató que Johnny y Kenshi se quedaron atrás por unos minutos. Mariano volteó la cabeza y vio que ambos intercambiaban las katanas. Junto a los demás, salieron a la carga de los secuaces de Quan Chi alertando a la pelirroja con alas. El brujo detuvo su encantamiento y dijo:
–Una vez más, evitaste que te capturaran, Ashrah. Y parece que tienes aliados.
–Te enfrentaremos en grupo, brujo –espetó–. ¡No robarás ni un alma!
Se prepararon para arremeter y la chica con alas de gárgolas se abalanzó hacia Ashrah. Mientras, Mariano junto a Johnny se enfrentaron a un hombre de color calvo de vestimenta negra y naranja. El hombre le dio una patada en la cara al actor y el rubio quiso golpearlo con las ametralladoras, pero lo esquivó y le respondió con un puñetazo.
Johnny volvió a contraatacar con un combo de golpes que fueron casi todos bloqueados, Mariano se reincorporó con una patada en las costillas al hombre calvo. Se desestabilizó, el rubio aprovechó para intentar darle un golpe con la culata del rifle viejo y luego, Johnny le dio un puñetazo a la cara. El hombre calvo se reincorporó, atacó a Mariano con una patada voladora y un golpe directo al pecho. Su espalda chocó contra los árboles y se levantó rápidamente con mareos y la vista borrosa.
Golpeó al hombre calvo con la culata del rifle y luego, Johnny le asestó un combo de golpes que no pudo esquivar. El contrincante quedó tambaleante, ambos aprovecharon y le dieron una patada haciendo que cayera entre uno de los arbustos.
En ese instante, Quan Chi terminó su encantamiento y el resplandor verde se desplegó con ferocidad a los cielos…pero, desencadenó algo mucho peor. El grito de una mujer se escuchó por todo el bosque seguido de aullidos y chillidos de lobos. Mariano se tapó los oídos tratando de bloquearlos, aunque sus manos fueron inútiles. Como si la mujer quisiera que todos sufrieran como ella lo está haciendo. Creyó que perdería la conciencia y luego comenzó a escuchar en su mente palabras de la voz femenina.
” ¡Ladrones! ¡Ladrón! ¡Los maldigo! ¡Mi creación! ¡Ladrón!”
El bosque perdió su vida. Los troncos con rostros humanos mostraron su dolor y el destello de sus ojos se esfumaban. Las almas de un color verde oscuro se dirigían hacia el ladrón de almas girando a su alrededor y perderse dentro de su resplandor macabro. Los árboles perdieron sus hojas y el pasto se volvió seco y quebradizo. Poco a poco, sus oídos comenzaron a soportar los gritos femeninos y los aullidos.
–Dios mío. Es un… –dijo Johnny mirando al cielo–. Tornado de almas.
–Megadeth… –agregó Mariano imitando su acción.
Los rostros de los troncos se transformaron lentamente en cráneos y Quan Chi volvió a conjurar un hechizo sobre el ladrón de almas. Del resplandor verde de la maquinaria surgió una figura casi humana. Estaba encapuchado, su piel grisácea mostraba sus venas y sus ojos eran completamente verdes haciendo que su mirada fuera amenazante. Pareció que la presencia de este ente fue mucho peor, porque los gritos se volvieron más fuertes e imposibles de contener y una vez más comenzó a hablar en la mente de Mariano:
” ¡Mi balance! ¡Ladrón!”
–¿Qué tipo de magia oscura es esa? –preguntó Ashrah en vos alta.
–Somos Ermac. Un conjunto de almas unidas por la magia de Quan Chi. Vivimos para obedecer sus órdenes.
–Mátalos –ordenó el brujo señalando con el dedo.
Ermac salió del tornado de almas y disparó un halo verde hacia los compañeros de Mariano. Pero no pareció mostrar un ápice de dolor y lo alejó con su magia oscura. Mariano sintió el dolor al chocar contra un árbol y su vista se volvió borrosa.
Recobró la conciencia escuchando gritos de batalla. El rubio se levantó a trompicones y pudo ver a Kenshi atacando a Ermac, pero lo lanzó atrás con su magia. Mariano intentó ayudarlo, mientras recargaba sus ametralladoras escondido en un tronco tirado y Ermac le disparó con su halo verde. Una vez recargado, vació todos sus cargadores en la creación de Quan Chi, pero lo lanzó por los aires.
Mariano se levantó y Kenshi atacó usando su katana contra Ermac. Intentó darle estocadas y esquivó con agilidad cada ataque como si pudiera ver al enemigo. En un momento, Kenshi logró encestarle su katana y Ermac gritó. Sus ojos y boca emitieron un aura celeste y Ermac expulsó al ex mafioso, pero se sostuvo con su espada evitando un impacto. Los gritos de la mujer se debilitaron, pero su agonía todavía no.
Mariano quedó boquiabierto cuando vio a la katana de Kenshi moverse sola. Evadió cada ataque de Ermac de la forma más natural posible y al terminar, retornó a la mano de su portador. Se unió a Ashrah a pelear contra Ermac, Mariano tomó el rifle y corrió a ayudarlos. Si no pudo usar las balas, usaría la culata y los puños.
–La pelea no terminó –dijo Ashrah–. Derrotaré a todos los secuaces de Quan Chi.
–Nosotros somos muchos –dijo Ermac con fiereza–. Tú eres una. Te destruiremos.
Ashrah y Kenshi atacaron con estocadas, pero esquivó los esquivó y Mariano aprovechó para darle un golpe con la culata del rifle. Al mismo tiempo, el demonio usó su espada para emitir un halo blanco haciendo que Ermac retrocediera y Kenshi le propició una patada directo al rostro. Mariano quiso darle un puñetazo, pero Ermac usó su poder generando una presión indescriptible y lo alejó. Luego, lo hizo levitar por los aires y lo tiró más lejos haciendo que Mariano soltara un quejido.
Al levantarse, vio a Ashrah moverse tan rápido como la luz haciendo un corte limpio al pecho de Ermac y como contraataque generó la hizo levitar. Al mismo tiempo, Mariano corrió lo más rápido que pudo e hizo una patada voladora. El enemigo volvió arremeter, pero la katana de Kenshi se movió en el aire cortando cada intento de ataque. Ashrah aprovechó para darle un golpe final con una estocada con un resplandor blanco y Ermac cayó al suelo.
–La resistencia nunca es inútil –proclamó victoriosa.
–Nosotros somos muchos. Tú eres una. Te destruiremos –repitió Ermac como una radio vieja y se arrastró por el suelo.
–¿Qué le sucede? –preguntó Kenshi.
–El combate debe haber debilitado la magia que mantiene sus almas unidas.
–¡Sindel! –exclamó Ermac–. ¡Te encontraré!
El aura celeste volvió a salir de su boca y ojos y cayó al suelo. Se miraron confundidos y Kenshi preguntó:
–¿Qué fue eso?
–Vigílenlo –ordenó Ashrah–. Yo apagaré el ladrón de almas.
Mientras ambos se encargaban de Quan Chi, Ashrah con la espada en mano, intentó sacar la gema carmesí de la maquinaria, pero al hacerlo fue expulsada por una explosión. Las almas salieron del resplandor verde perdiéndose en el cielo… excepto una. Voló hasta Quan Chi tirado en el suelo y lo tomó por la cara. El brujo intentó evitar el fuerte agarre, fue en vano y Mariano pudo escuchar al alma decir:
–Nuestra diosa y señora sufre por tu culpa. Te haré sentir su dolor.
La piel aceitunada de Quan Chi pasó a ser blanca como la nieve en cuestión de segundos. Sus gritos se escucharon por todo el bosque, volvió a desmayarse con un ruido sordo y el alma se evaporó. En ese instante, Mariano se percató de que los gritos de la mujer y aullidos de lobos pararon. Sus oídos pitaron fuertemente y no pudo percatarse de que Ashrah caminaba desenvainando su espada.
–Ya que eso no te mató, yo lo haré –dijo alzando su kris.
–¡Para! –gritó Mariano–. No hay que matarlo.
–¡No, Ashrah! –exclamó Kenshi.
–Es muy peligroso para dejarlo vivir.
–Liu Kang debe interrogarlo. Él conoce los planes de Shang Tsung –explicó el ex mafioso.
Ashrah bajó su espada soltando un suspiro de derrota y con resentimiento en su voz aceptó. Los demás se pudieron reincorporar con lentitud y se acercaron hacia ellos.
–Bueno, está claro que pagué muy poco por ella –soltó Johnny refiriéndose a la katana, Sento–. ¿Sabías lo que podía hacer?
–En la leyenda no se menciona poderes m��sticos –respondió Kenshi–. Las almas de mis ancestros viven en su interior. Intentan guiarme.
–Bueno, solo no olvides quién te la dio, Takahashi –dijo Johnny orgulloso.
–Nunca, Cage. Ahora, llevémoslo a la Tierra –habló el ex mafioso enfatizando en el brujo.
–Sé que para ti este es tu lugar, Baraka… –empezó el actor–. Pero Syzoth, Ashrah; ustedes pueden venir si quieren. Seguro Liu Kang los recibirá.
–Nunca tuve un hogar –dijo la mujer con una sonrisa esperanzadora–. Eso sería maravilloso.
–Lamento cagar el momento emotivo –dijo Mariano–. Tratenme de esquizofrénico, aunque creo que todos lo escuchamos había una mujer sufriendo cuando Quan Chi activó el ladrón de almas. Literalmente, un alma dejó así al forro este porque supuestamente la lastimó. Segundo, tenemos que agilizar el trámite porque va venir el ejército y nos van a matar.
–Fue muy terrorífico lo que pasó –dijo Kung Lao–. Todavía puedo escuchar sus gritos y lo que decía.
–Lo veremos en cuanto lleguemos a la Tierra –dijo Ashrah con seriedad–. Tenemos que cargar a Quan Chi.
Johnny y Kung Lao cargaron al brujo por los hombros y continuaron caminando hacia la capital, Sun do. Pasaron por lo que quedaba del Bosque Viviente repleto de los árboles con rostro transformados en calaveras y otras plantas invadidas por llamas verdes. El pasto crujió con cada paso que daban y Mariano sintió el vacío del ambiente.
Alejado de los horrores del bosque, el grupo llegó a un pequeño río y se sentaron a descansar. Mariano se refrescó un poco y lo despejó de la loca carrera. El reflejo del agua mostró su rostro cuadrado con moretones por los combates, se enjuagó la cara y pasó el agua fresca por la nuca. Hizo una mueca al tocar la herida cicatrizada del golpe que le hicieron en el laboratorio de Shang Tsung. Luego, se remojó parte de la cabeza y el cabello y un alivio lo recorrió al disfrutar el agua fresca recorriendo su piel sudorosa.
Invitó a comer a Ashrah, Syzoth y Baraka, pero el único que se negó fue el zaterrano. Repartió lo último que tenía de comida y empezó a comer la carne seca soñando despierto en las comidas que ansiaba probar nuevamente y saciar su infinito apetito. Después, revisó las heridas de Kenshi con los últimos suministros que le quedaban. La inflamación en los ojos había disminuido considerablemente, pero seguía estando y cualquier indicio de infección desapareció gracias al ungüento de Syzoth y los primeros auxilios.
Durante el descanso, todos escucharon a Quan Chi removerse y quejarse en sueños. Mariano mantuvo cerca el rifle del Viejo Mario para golpearlo en caso de que despertara. Ashrah destiló su mirada de odio hacia el brujo inconsciente y volvía a comer en silencio sumida en sus misteriosos pensamientos.
El día dio paso a la noche y llegaron a la entrada de la capital del Mundo Exterior. Todos se despidieron de Baraka y le agradecieron con mucho su ayuda en batalla. Lo vieron marcharse entre los arbustos y árboles hasta no escuchar sus pisadas y choques con las ramas.
El grupo logró infiltrarse entre los guardias hasta llegar al mercado. Syzoth se había ido a los techos a ver cuánto faltaba para el portal y si había vigilancia. Mientras, Mariano y Johnny lograron robar un poco de ropa y máscaras para camuflarse entre la basta multitud. El rubio encontró un poncho lo suficientemente grande para esconder su mochila y armas sin problemas.
Johnny y Kung Lao intentaban ponerle los atuendos a Quan Chi, mientras Mariano vigiló el callejón oscuro y mugroso en el que estaban. Los ciudadanos pasaron y se apelotonaron en las grandes calles. Los puestos de comida desprendieron sus exquisitos de carne desconocida y de las masas fritas. Los músicos tocaron sus instrumentos y algunos habitantes del Mundo Exterior se agruparon a bailar y otros, lanzaron fuegos artificiales soltando risas al ver el cielo iluminado. Mariano se escondió cuando pasaron guardias del General Shao y notó que las calles estaban repletas de ellos.
–Buenas noches, Príncipe de la Oscuridad –dijo Johnny a Quan Chi inconsciente y miró a sus compañeros–. Perfecto. Encajarán a la perfección.
–¿No podías robar un sombrero más práctico? –preguntó Ashrah y Mariano contuvo una risa.
–Pareces un mariachi –dijo el rubio.
–¿Qué? Te oculta la cara –espetó Johnny–. Y, a decir, verdad te queda bien.
Ashrah sonrió por el comentario y Kenshi dijo:
–Todavía me quedan mis dudas. Llevarlo llama la atención, y no queremos eso.
–Además, para cagarla aún más hay bocha de guardias –agregó Mariano señalando con el pulgar a la salida del callejón–. Cada cuadra hay como dos y creo que son del General Shao.
–Miren allá afuera. Me recuerda a los carnavales –espetó Johnny–. La gente pensará que la fiesta estuvo buena.
En ese instante, Syzoth bajó de los tejados y el actor preguntó:
–¿Qué pasa?
–Vayan hacia el escenario, luego a la derecha y hasta el portal. Pero hay soldados y oficiales por todas partes.
–¿Seguro que es suficiente? Si alguien nos ve estamos muertos –dijo Kung Lao.
–Por eso mismo crearé una distracción –espetó el zaterrano.
–También te buscan a ti, Syzoth –agregó Kenshi.
–Si no ve me ven no podrán atraparme.
Inmediatamente, desapareció de la vista de todos y dejó a Mariano boquiabierto.
–Maldición –soltó Johnny–. No me contaste que eres como el depredador.
Mariano oyó levemente las pisadas de Syzoth perderse en la multitud y los demás salieron con lentitud del callejón mugriento. Los ciudadanos de Sun Do fueron de un lado al otro con risas alegres y bailaban al compás de la música. Mariano se quedó atrás de Johnny y Kung Lao que cargaban a Quan Chi, mientras que Kenshi y Ashrah iban a la delantera.
En un momento, caminaron más lento y Mariano vislumbró a un par de guardias imperiales. El pánico lo inundó, pero el sonido de una explosión y los gritos de la multitud hizo que su corazón no explotara. Volteó para ver un fuego en los techos de las casas hecho por los faroles. El grupo apresuró el paso entre la gente que se apelotonaba y corría despavorida.
Mariano no tenía balas para pelear con los soldados y solamente preparó el rifle del Viejo Mario. Entre la carrera, se percató de que Kenshi no estaba y le invadió la preocupación, pero quedó opacado con las pisadas fuertes y al girar la cabeza, el General Shao y sus soldados estaban encima de ellos.
–Están detrás nuestro –dijo Mariano y Johnny y Kung Lao se detuvieron.
El brujo pareció recomponerse de su sueño y se soltó de ellos. Se tambaleó y Johnny y Kung Lao le dieron una pequeña paliza por turno. Antes de que Quan Chi cayera al suelo, Mariano le pegó con la culata del rifle y se arrastró por el suelo hasta perderse en la multitud. El General Shao no le dio importancia y se prepararon para pelear.
–Si fuera una de mis películas, nos salvaría un personaje cómico e intrépido –dijo Johnny.
–Prefiero a Adelina o a Daniela, muchas gracias –espetó Mariano.
A lo lejos, Mariano le pareció escuchar una risa y cuando giró la cabeza, vio a Kenshi y Syzoth bajar por una soga.
–Si hoy morimos será juntos –dijo el zaterrano.
–No sé si cómico, pero intrépido, seguro –soltó Johnny.
Inmediatamente pateó al shokkan que tenía enfrente y Mariano golpeó con la culata del rifle a un soldado dejándolo noqueado. Se abalanzó a otro y bloqueó el ataque con su espada. Mariano retrocedió a la embestida y aprovechó para darle al soldado un puñetazo en la cara seguido de una patada en la espalda. Sonriente, lo golpeó en la nuca con la culata y rápidamente, esquivó la estocada de un enemigo cercano. Mariano lo empujó con todas sus fuerzas haciendo que chocara contra un puesto de comida. Cuando todos los soldados cayeron, la multitud dejó pasar a los refuerzos liderados por un centauro y Syzoth gritó:
–Debemos irnos ¡Ahora!
El grupo corrió entre los habitantes del Mundo Exterior con el soldado centauro pisándole los talones. Algunos transeúntes les dejaron el paso libre y Mariano se alivió al ver el portal. Junto al resto, corrieron hasta pasar por este y el vuelvo en el estómago alivió a Mariano. Los oleajes violetas se volvieron naranjas y llegaron a la reconfortante Academia Wu Shi.
El aire fresco del lugar reconfortó al rubio, junto al sonido de los pájaros. Las respiraciones agitadas quedaron opacadas y Mariano se posicionó con los demás viendo si del portal salía un enemigo. Milagrosamente, el portal se cerró y el corazón de Mariano se tranquilizó más. Cayó al suelo de madera y soltó una risotada alegre. Sus ojos miraron por arriba el calzado del dios Liu Kang y algunos monjes.
–Hola, Liu Kang ¿todo bien?
–Johnny, Kenshi, Kung Lao, Mariano. Volvieron a salvo –el dios miró a cada uno del grupo y sus ojos blancuzcos se posaron en el ex mafioso–. ¡Por los Dioses Antiguos!
–Tuvimos un encontronazo con los demonios internos de la princesa Mileena –aclaró Johnny.
–Me quitó la vista. Pero Sento, a su manera, me la devolvió.
–Me alegra que Sento y tú se unieran –dijo Liu Kang con una sonrisa triste–. Aunque tenía la esperanza de que esta vez los medios fueran distintos.
¿Esta vez? ¿De qué hablaba el dios? La curiosidad de Mariano despertó rápidamente y lo miró como pudo desde donde estaba.
–¿Esta vez? –cuestionó el ex mafioso.
–Perdón, Kenshi. Me confundí. Ve, los monjes atenderán tus heridas.
Mariano vio como el ex mafioso se marchaba del lugar y dejó de oír sus pasos. Kung Lao decidió acompañarlo dejando a Syzoth, Ashrah, Mariano y Johnny con el dios.
–Encontramos a Shang Tsung, pero se nos escapó –explicó el actor–. Entiendo por qué te preocupa. Está hasta el cuello en cosas muy serias.
–Sospechamos que quizás quiera hacer un golpe de Estado… –agregó Mariano.
–Descansen y coman. Luego hablaremos.
–¿Me pueden traer un martini también? –preguntó Johnny–. Batido, no mezclado.
–Yo quiero un choripán y empanadas de jamón y queso fritas, por favor.
El rostro del dios mostró una pequeña sonrisa. Luego, miró a Syzoth y Ashrah y el actor soltó un suspiro.
–Perdón –dijo–. Estos son los nuevos jugadores de la Tierra. No habríamos logrado volver sin ellos.
–Son buena gente y pelean bien –dijo Mariano alzando el brazo con el pulgar arriba.
El dios se acercó al par y los llamó por sus nombres. Eso hizo que Mariano levantara la cabeza y abriera más los ojos de la curiosidad y sorpresa.
–¿Nos conoces? –cuestionó Syzoth.
–Como protector de la Tierra, sé muchas cosas.
–¿También conoces a mi exmaestro Quan Chi? –preguntó Ashrah–. Conspira junto con Shang Tsung,
–¿Una nueva alianza letal? –repreguntó el dios–. Vengan, todos. Díganme todo lo que saben.
Mariano vio desde el suelo a Ashrah y Syzoth marcharse con el dios y se quedó con Johnny.
–Vaya. Adiós al martini –dijo.
–Y a mi choripán y empanadas –agregó Mariano–. Che, ¿me ayudas a levantarme?
Johnny le extendió la mano y el rubio la aceptó con gusto. Siguieron a los tres y le contaron al dios todo lo que había pasado en el Mundo Exterior. Sobre todo, los gritos y aullidos en el Bosque Viviente. La mirada del dios era seria y sin exponer ni una emoción. Tras contarle cada pedacito de la información, el dios les dio permiso para irse a sus aposentos.
Antes de marcharse, Mariano le preguntó por el estado de Daniela. La amenaza de Shang Tsung opacó sus preocupaciones por su amiga. Deseó que su pierna haya mejorado e incluso, pudiera caminar con normalidad. El dios solo le otorgó con una sonrisa tranquila y le dijo:
–Creo que ella está cerca de los jardines. Se alegrará de tu regreso.
Mariano se retiró dejando a Ashrah y Syzoth a manos del dios. Corrió desesperadamente hacia los jardines y no la vio por ningún lado, fue hacia la enfermería, el recinto de estudiantes y luego, a las cercanías de los entrenamientos. Sonrió al ver a Daniela con muletas tratando de caminar y alzar la cabeza su rostro mostró sorpresa. Mariano corrió y la abrazó con fuerza. Le besó la mejilla y Daniela lo imitó entre risas.
–¿Cuándo volvieron? –preguntó sonriente.
–¿Cuándo pudiste caminar? –repreguntó Mariano alegre.
–Primero contéstame a mí.
–Más o menos –dijo Mariano mirando la herida de su pierna cicatrizada–. No pudimos atrapar al hechicero, pero conseguimos algo de información de él. Ahora vos.
–Los monjes hicieron algo mágico y puedo caminar un poco. Me enteré de lo que le pasó a Kenshi –dijo Daniela con tristeza.
–Sí, fue un duro golpe, pero lo importante es que estamos acá. También, tenemos nuevos compañeros.
–Uh, que bien –soltó Daniela con un brillo en sus ojos cafés–. Los quiero conocer ¿cómo son?
–Una es un demonio del Infierno y el otro es medio un furro, pero simpático. Y quiero comer tengo mucha hambre.
Daniela sonrió y fue con Mariano para ver a Ashrah y Syzoth y luego saquear lo que pudiera de las cocinas hasta llenar su estómago.
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Según K-media, Jimin donó silenciosamente 100 millones de wones en septiembre para apoyar los gastos de manutención y médicos, becas y servicios conmemorativos para los soldados que resultaron heridos o murieron y sus familias. Con esto, se convirtió en miembro de la Sociedad de Honor del Community Chest of Korea, la institución de bienestar más grande del país.
BTS 지민, 육군 위국헌신 전우사랑 기금 1억 원 기탁
지민 아버지, 충남사회복지공동모금회 전화 걸어 기탁 의사
충남사회복지공동모금회는 BTS 멤버 지민이 최근 육군과 함께 진행 중인 '위국헌신 전우사랑 기금'에 성금 1억 원을 기탁하며 아너 소사이어티 회원으로 가입했다고 22일 밝혔다.
현재 군복무 중인 지민은 아버지를 통해 조용히 기탁 의사를 전했다고 모금회는 설명했다. 지민의 아버지는 지난 9월 모금회에 직접 전화를 걸어 "나라를 위해 힘쓰고 계신 장병들을 위해 성금을 기탁하고 싶다"는 뜻을 밝혔다.
기탁 성금은 국가를 위해 헌신·희생한 육군 장병 및 그 가족을 대상으로 생계비, 의료비, 장학금 지원에 사용될 예정이다.
충남사회복지공동모금회는 지난 2018년부터 '육군 위국헌신 전우사랑 기금'을 육군과 함께 운영 중이다.
BTS Jimin dona 100 millones de wones al Fondo de Amor a los Camaradas del Ejército para la Dedicación a la Nación
Jimin de BTS dona 100 millones de KRW al Fondo de Amor del Ejército Patriótico
El Chungnam Community Chest of Korea reveló el 22 que Jimin, miembro de BTS, se unió como miembro de su Sociedad de Honor después de haber donado recientemente 100 millones de wones al 'Fondo de Amor del Ejército Patriótico', administrado en colaboración con el ejército.
La organización explicó que Jimin, que actualmente está en el servicio militar, les comunicó discretamente su intención de donar a través de su padre. El padre de Jimin los llamó en septiembre y les expresó: "Nos gustaría donar dinero para los soldados que están trabajando duro por el país".
La donación se utilizará para apoyar los gastos de manutención, los gastos médicos y las becas de los soldados que han sacrificado y dedicado sus vidas por el país y sus familias.
El Fondo de Amor de los Camaradas del Ejército para la Dedicación a la Nación de Corea del Sur ha estado operando junto con el Ejército desde 2018.
(los soldados que sirvieron/siguen sirviendo con Jimin en el ejército, comparten con orgullo la noticia de su donación al ejército en sus redes sociales)
#park jimin#jimin#jiminshiii#amor a mis chicos jmjk#jimin donación#BE GOOD HUMAN#BE GOOD BE LIKE JIMIN#WITH JIMIN TILL THE END#BeKindBeLikeJimin#좋은사람지민이처럼
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LO SABÍAS? LOS DIAGUITAS: CONOCER PARA VALORAR NUESTRAS RAICES Al llegar los españoles Catamarca era habitada por los diaguitas. *Eran corpulentos y de aspecto terrible,altos y fornidos *Hablaban el Kakán, luego fueron obligados a hablar en quichua con la pena de hasta "cortarle la lengua" sí utilizaban su lengua madre. *Se vestían con una túnica larga.Las mujeres solteras llevaban vestidos de color ,las que no liso.Calzaban ushutas u ojotas. *El cabello era una de sus mayores galas, nunca sé lo cortaban.Lo adornaban con plumas y vinchas de color.Sé sabe que los españoles, para degradarlos o como castigo de sus patrones, sé lo cortaban ,constituyendo así una gran ofensa. *Fueron maestros alfareros.La cerámica diaguita está considerada cómo una de las más ricas del mundo. *, Fueron excelentes guerreros,eran bravos y utilizaban todo tipo de armas.En los grandes combates también participaban mujeres y niños. *Sus viviendas eran:las casas de piedra y las de quincha y ramada.Todo direccionado para protegerse del viento. *Eran poligamos.El que se casaba con una mujer quedaba casado con las hermanas de la misma.Y si fallecía,el hermano tomaba por esposa a la viuda y las otras hermanas. *El sol era su dios principal.Creian en la inmortalidad del alma.Sus "médicos" eran magos o hechiceros. *Adoraban y respetaban a la Pachamama:madre de los cerros y los hombres,la madre de la vida. *Eran agricultores:sé valían del riego artificial.Cultivaban zapallo,poroto y sobre todo el maíz.También algarroba para la añapa y la aloja. Vivían en familia,comían y bebían de los regalos de la tierra,no necesitaban nada. Los DUEÑOS DE ESTÁ TIERRA HOY SIGUEN VIVOS! Según el Censo Naciónal de Poblaciones de 2.010 en Argentina reveló la existencia de 67.410 personas que se reconocieron cómo diaguitas,5.026 pertenecen a Catamarca. Los kolla Atacama, Diaguitas y Diaguitas Calchaquí. Las raíces llaman,la Pacha grita y espera cómo una madre amorosa que valoremos nuestra identidad.
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Tengo que hacer una confesión.
A España siempre lo he relacionado más con la ingeniería (o arquitectura, si preferís, pero no seré yo quien me meta en esa guerra) y con el derecho.
Sin embargo, desde el reblogueo del Hospital AU hace unos días, he tenido un par de ideas rondando por mi cabeza.
Aunque, más que médico, yo pondría a Antonio como un enfermero. ¿Por qué? Bueno, quizá al principio tiene el pensamiento de ser médico, pero, tras no alcanzarle la nota por muy poco, termina por acceder a la carrera de enfermería para intentar luego dar el salto a medicina de alguna forma.
Y ahí se da cuenta de que está en la carrera perfecta para él.
Que lo suyo siempre ha sido el trato al público, y esta opción le permite cumplir sus deseos. Quizá es que ha sido presa del prejuicio de siempre de que las enfermeras están un escalafón por debajo de los médicos, pero pronto se percata de que está bastante equivocado.
Y está ahí, en el hospital, a las 8 de la mañana, haciendo extracciones de sangre. A pesar de que está medio dormido, agrada a los señores, —aunque, para que nos vamos a mentir, más a las señoras—, con su sonrisa (algo cansada, pero nadie tiene por qué saberlo), y también se las ingenia para distraer a los niños más temerosos —tanto en ese caso como a la hora de ponerle las vacunas—, y que ni siquiera sientan la aguja y cómo se van llenando los tubos.
Luego les da una piruleta, pero no se lo digáis a nadie, que son sus truquitos.
Que, hablando de tubos, quizá haya una ocasión —una entre millones, vamos—, en la que, en vez de un tubo con plasma y otro con suero, llega la sangre en dos tubos con anticoagulante al laboratorio y le echan la bronca (pero gracias a eso empieza un rollito con una del laboratorio, así que tampoco está tan mal).
También está ahí, cuando le toca, para atender a pacientes en planta. Les despierta, les toma las constantes y les dirige una sonrisa a la vez que intenta soltar su mejor discurso para empezar el día (y soportar, aquellos que tienen la capacidad, el desayuno). Total, caras le han puesto de todos los tipos; él va a seguir soltando lo suyo. Y con aquellos aislados, como los que esperan transplante o ya lo han recibido, se esfuerza el doble. Se queda con ellos para escucharles e intentar que estén lo más cómodos que le es posible.
A algunos, cuando salen, les explica con paciencia —-y también a sus familiares—, cómo tienen que tomar sus medicamentos y tratar sus heridas al volver a su casa. Cuantas veces necesiten, y lo más didáctico posible (aunque hay pacientes tan aprehensivos que quizá necesiten de su ayuda o de algunos de sus compañeros más adelante).
Otros, y esa es una realidad que tiene que aceptar desde el inicio, simplemente no salen. Y, cuando se implica tanto, los días y semanas siguientes son duros. Pero para eso tiene a Belle, compañera inseparable desde las primeras prácticas en un hospital en la universidad, y a muchos otros compañeros que ahora mismo no voy a detallar porque esto solo está en pañales, además de su familia.
Pero bueno, así es la vida.
Estos compañeros, por cierto, también están para ayudarle cuando la última gota colma el vaso, y cierto doctor insoportable le enfada hasta el punto de que necesita respirar un poco de aire fresco para evitar convertir un hospital en algo que no es.
Y ya me callo.
#hospital AU#aph spain#hws spain#el pobre antonio está explotado#y no se quiere dar cuenta porque se explota también él mismo#yo ahora llevo mi cabeza a otro lado#pero esto tenía que dejarlo por aquí#y nada malo con el hecho de que se le ponga como doctor#pero a mí me pega más esta profesión#que#por supuesto#los doctores también tienen su propia dedicación con el paciente#pero no hay que olvidar que las enfermeras también tienen una gran formación detrás#que complementa a la de los médicos y otros trabajadores de la salud en sus tareas#pero luego hay de todo#como en la vida misma#y ya paro#desvaríos
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El mundo a los pies de mi percepción
"Que el paciente ya vino tronado” “que tal otro es un caño” “ya venía mal parido de antes este, es la típica cascada del desastre” “La teoría del queso suizo en su máximo esplendor” y demás cosas que suelen decir los batas blancas con algo de cultura y buena educación, porque los demás solo están a las puteadas o haciendo puterio barato en el trabajo. Que ganas tienen los adultos de hacer esas estupideces, lo llevan inscripto en el alma, mucho más fuerte que su razón de cuestionable existencia. Bueno, a veces no puedo culparlos de ser tan desagradables. Vean, por ejemplo, como tendría que estar de buen humor uno en un lugar donde la gente expulsa alaridos de dolor o por locura, un lugar donde se exponen entre cuatro sucias y grises paredes las verdades que hacen mas interesante al ser humano. Un sinfín de desgraciados acudiendo al mismo lugar, un sinfín de seres en su estado más repugnante, pero también el que mas inspira piedad y comprensión ¿Dónde podríamos buscar poesía allí? ¿Acaso las diarreas nos cantan con lirismo el diagnostico? ¿Una hematuria nos recita el mal de amores de algún desdichado? ¿La tos es solo un mero integrante de la filarmónica de toses, cada cual cumpliendo su función y emitiendo su sonido característico y sublime?
“Un forúnculo emerge como demonio entre tu piel de marfil, haciendo justicia a la humanidad, que no debe aceptar la existencia de cosas perfectas.”
“Descontrolado y turbado, tu corazón nos anuncia, el daño del que has sido víctima, pero no quiere un samaritano de bata blanca, solo pide que todos los demás integrantes de tu ser lo acompañen a la nada, y que no reniegues de su partida."
“Ella solo quiere vivir, no sabes cuanto su amor puede abarcar, desiertos y tundras se juntan, en la manifestación de su querer, anhelo de vida implacable, pero labrando su óbito, pobre neoplasia, no sabía como no hacerte daño, solo sabía que quería vivir para siempre”
Solo hay que ignorar los horripilantes olores, los horribles motivos de consulta, y el hecho de que a la larga o a la corta nos uniremos a la gran turba de arrastrados por el designio supremo para los seres vivos: Por el hecho de ser una forma de vida, sufrirás pase lo que pase.
Pero a no desanimarse, sí, es cierto que se acaba de morir tal persona allí de un paro cardíaco y su familia esta a las manos con el médico tratante por pensar que, puertas adentro, no lo reanimaron. También vemos allá a un padre con una coqueta colostomía y su hija con un semblante solemne, cuadro de la derrota ante el despiadado hecho de ser humanos que se enferman y mueren. Vemos por allá en un cuarto olvidado por el tiempo y el espacio a una moribunda, solo hoy a la mañana pasaron dos estudiantes que no pudieron auscultar los latidos de su corazón ¿Acaso alguien se preguntará por ella? ¿Cómo habrá sido su infancia? Miren allá, aquella señora porta con altivez y clase una adorable traqueostomía y una postura distónica que enamora al más truculento de los estudiantes, tentado de ir a hacerle el examen semiológico completo en honor al buen gusto sobre la tierra de los enfermos. Y si… vos, vos no podes faltar, el internado por causas sociales. Sonrían todos, seamos amigos mientras duren en su agonía. Que el tiempo arrasa con nosotros y no le voy a dar el gusto de poner una cara triste, algo parecido a no querer llorar para que no se te corra el maquillaje y quedar como un ejemplar perfecto del patetismo.
Pero la vida es maravillosa, pongan a competir todo lo nombrado mas arriba (ni una fracción del mal que el mundo y la vida pueden regalarnos) con las cosas buenas de la existencia humana: un beso robado, un leve pero encantadoramente dulce agarre de manos, una sonrisa que queda al descubierto para sorpresa del que la porta, una voz que recorre nuestra vía auditiva con tanta rapidez como dulzura, unos chistes y bromas que van y vienen, solo entendidas por los únicos dos interlocutores, un componente lúdico de implícito en una mirada picarona y en una sonrisa burlona. También la suavidad del alma expuesta en un suspiro cautivador, en algunas muecas tristes que inducen a la aparición de una imperiosa necesidad de dar rienda suelta a un magnánimo e impetuoso cariño por el otro; la sensación de esperanza, esa que nos lleva a pensar que por fin encontramos a alguien que habla nuestro idioma, nuestro verdadero lenguaje, ese que es muy propio de nosotros mismos, el que hablamos solamente con nosotros, como si fuéramos del mismo lugar de origen, como si fuéramos madera del mismo árbol, almas sacadas del mismo reservorio.
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MENSAJE EN ESPAÑOL / MESSAGE IN SPANISH
Como venezolana, me siento obligada a escribir un mensaje en todas mis plataformas, así no sean las más grandes, es un compromiso que tengo con mi país y la gente que más quiero en la vida.
Nicolás Maduro y su cuerda de delincuentes han amañado los resultados de las elecciones presidenciales realizadas el domingo 28 de julio de 2024, autoproclamándose presidente de la república.
Venezuela lleva sufriendo bajo el régimen chavista 25 años, la gente ya está harta, cansada y desesperada. La gente ya no quiere morirse de hambre, no quiere sufrir en los hospitales por falta de medicamentos y recursos, la gente no quiere irse de venezuela por cuestiones de su futuro, LA GENTE QUIERE VIVIR, VIVIR EN PAZ Y LIBERTAD. Y esto es imposible bajo la dictadura chavista, de la cual está a cargo Nicolás Maduro.
Por esto la gente votó por Edmundo González Urrutia, la gente hizo victorioso al candidato Edmundo González, pero el partido socialista de los chavistas manipulan todo a su conveniencia y ahora la gente está muriendo en las calles, luchando por sus derechos.
Hay muertos, detenidos, heridos y desaparecidos en todas las ciudades del país, incluyendo menores de edad. A estas personas las llevan a un sitio llamado “El Helicoide”, el centro de tortura más grande de toda Latinoamérica (cortesía de los chavistas, ya que el proyecto principal era que este fuese un centro comercial enorme). Aquí se someten a las peores torturas (privación de sueño, sofocación metiendo sus cabezas en bolsas de plástico con pesticidas, entre muchas otras cosas), y si estas personas tienen suerte, mueren y no sufren más.
También hacen que estos prisioneros hagan vídeos diciéndole a la gente que no salga a las calles, estos presos obviamente son coaccionados, amenazados y con la promesa de que los dejarán libres sin repercusiones para ellos ni para sus familias.
Nada más el día 29 de julio asesinaron a UN MENOR DE EDAD (15) de un disparo en el cuello.
Y para la gente que apoya a Palestina (como es debido) NO CAIGAN EN LAS PALABRAS DE NICOLÁS MADURO. Ese hombre NO es pro-Palestina, solo es anti-Estados Unidos.
Ese palabrerío de “Viva Palestina libre” en frente de las cámaras es puro cuento, ¿en serio se lo creen? ¿Cuando ni su propio país es libre?
VENEZUELA ES UNA DICTADURA, NO HAY NINGÚN TIPO DE DEMOCRACIA.
En un próximo post voy a recopilar links para que puedan donar para gastos funerarios, donaciones para comprar productos médicos para los heridos (soluciones salinas, gasas, medicamentos, guantes, etcétera…) y, si no puedes donar, por favor ¡CORRE LA VOZ!
#venezuela#Caracas#nicolas maduro#maria corina machado#edmundo gonzález#dictadura#vzla#elecciones 2024#28 de julio
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Yandere!Kento Nanami+Yandere! Satoru Gojo x Frágil! Lector@
solicitud: Hola de nuevo, gracias por responder a mi primera solicitud. ¿Puedo solicitar Yandere Nanami x Fragil darling x Yandere Gojo donde Fragil darling logra escapar y trata de esconderse de ellos, pero su tos enfermiza los delata? ¿Cómo manejarían a su amada?
Género: Headcanons
Lector: neutral
Advertencias: YANDERE (suave, pero aún asi), MENTALIDAD NO SALUDABLE, COMPORTAMIENTO OBSESIVO, MANIPULACIÓN, Intimidación menor, enfermedad, tipo de infantilización, escenario de fuga, GOJO Y NANAMI SON ATERRADORES. Poli Yandere. Un poco largo.
Tengo la sensación de que tú, Gojo y Nanami se conocieron de forma muy arbitraria. Eras alguien que formaba parte de sus vidas en el día a día.
Probablemente frecuentaban los mismos lugares para comer que usted, por ejemplo.
y para empezar ya estaban conscientes de tu frágil estado de salud desde ese momento, si no fue por tu actitud dócil y débil, fue por tus repentinos ataques de tos o estornudos.
Hizo que tanto Gojo como Nanami se fijaran en ti y, en cierto modo, pensaran más en ti, ya que era más probable que fueras víctima de Maldiciones.
Al principio te atendieron desde lejos, como se SUPONÍA que debían hacerlo. No fue hasta que Gojo decidió dar el "primer paso" de interactuar directamente contigo con la excusa de que así exorcizaría mejor la maldición que tenía cerca. (todo sin consultar a Nanami obviamente).
Para ser honestos, desde el principio sentiste una especie de presencia intimidante, por parte de ambos. Habías reconocido sus existencias porque también eran frecuentes, claro, pero cuando aparecieron y entraron en tu vida, definitivamente te dejaron un poco destartalado. por decir lo menos.
Gojo era un amigo muy juguetón, te diste cuenta de esto antes cuando lo escuchabas hablar con Nanami, le encantaba molestarlo y tratar de sacarlo de su casillas. pero contigo era más bien un tipo de juego extrañamente afectuoso.
Él bajaba el tono contigo (consejo de Nanami para no asustarte), y además siempre intentaba hacerte reír, lo cual a veces era un poco contraproducente porque te reías tanto que a veces terminabas con un ataque de tos, y con uno de los dos frotándote tu espalda.
Nanami era más reservado, pero su presencia no era menos intimidante que la de Gojo, se hacía notar en tu vida, aunque era considerablemente más tranquilo que Gojo.
Nanami siempre querría estar al tanto de TODO lo que estabas pasando, especialmente con tu enfermedad. No te pareció muy extraño, cuando las personas de tu círculo conocían tu estado de fragilidad, tendían a volverse hiperconscientes de tu salud.
Simplemente lo descartartó como esa preocupación, sana y genuina, especialmente ahora que tenía problemas para mantenerse a flote con su enfermedad.
Simplemente no querías sentirte como una carga para los demás.
aunque indirectamente terminaste alimentando más los pensamientos obsesivos de ambos hombres.
Yandere Gojo, siendo Yandere Gojo, en cuanto tenía este tipo de pensamientos quería llevarte lo antes posible, pero Nanami MUY CLARAMENTE puso los límites a los que llegarían.
(Gojo probablemente era un yandere para Nanami antes de que supiera que también era recíproco, por lo que Gojo tiende a escucharlo para mantenerlo feliz y no ponerlo en su contra).
Nanami es un tipo de Yandere más obsesivo y más suave, pero no menos aterrador. En menos de un día ya tenía toda la información sobre su enfermedad y necesidades en "casos de emergencia".
Incluso cuando Nanami le dice a Gojo que no te alejará de tu vida cotidiana, él no actúa como si ese fuera el caso. Compra muchos suministros médicos e incluso él y Gojo instalan una habitación junto con suministros hospitalarios en casos extremos (con sirvientas de la familia Gojo altamente capacitadas en medicina).
Kento quería que tu llegada a "casa" fuera perfecta.
pero Satoru cambio el plan de antemano cuando vino un día solo a verte...
...y volvió, contigo inconsciente, en sus brazos.
Decir que Kento estaba furioso al principio era quedarse corto.
Pero se calmó relativamente rápido, porque después de todo, ¿no podrían aprovechar esta oportunidad? Tendrían que traerte tarde o temprano, aunque él hubiera preferido una mejor acogida... Lo hecho, hecho está.
En casos más generales, estos dos son una especie de "Policía bueno" (Kento) y "Policía malo" (Satoru).
Satoru es extremadamente pegajoso ahora que te tiene a ti y a Kento para él solo, y no pierde la oportunidad de estar cerca de ti.
Aparte de que es el que más está en casa, entonces es el que más te cuida, irónicamente.
Yandere Satoru tiende a ser un idiota de vez en cuando, ¿vale? muchas veces más que tratarte como a un enfermo que aún tiene DESEOS y NECESIDADES, te trata como a un bebé, te envuelve en una manta, te alimenta con cuchara, etc.
(No es una buena idea rechazar la comida a menos que Nanami esté allí, te obligará a tragarla).
aunque también es quien más y menos grosero suele mimarte con el “time out” precisamente por su propia dinámica infantilizante.
Él dice: "¿Tú? ¿¿Huir de ellos?? ¡Ja! Como si fuera a suceder".
Satoru es bastante condescendiente y, sobre todo, cree que eres demasiado frágil y delicado para arreglarte solo, por lo que hace casi todo por ti (lo que hace que todo sea muy monótono ya que rara vez sales de tu "habitación" y tus músculos se atrofian). por falta de uso).
Él entiende mejor cuando no quieres tomar ciertos medicamentos ya sea porque saben mal o por los efectos que pueden tener en tu cuerpo, por lo que generalmente simplemente los muele hasta convertirlos en polvo (si es posible) y los pone en tu comida favorita. De esta manera no tendrá que pelear contigo para tomarlos.
(La comida la hace Kento, el canon de Satoru quema agua).
Aunque no te dejes engañar, es muy exigente con el cariño, los abrazos, los besos, los mimos, los apodos, tanto en el dar como en el RECIBIR, si quieres ganarte su confianza una buena forma de hacerlo es seguirle el juego.
Kento, por otro lado, tiende a ser un poco controladora, pero ella es la que no nada porque se toma MUY MUY en serio el tema de tu salud.
Siempre que sea posible será él quien te dé medicinas, te cocine, te ayude a cambiarte, no tienes que hacer nada. ¿Qué pasa si te lastimas al intentar cocinar? ¿O resbalar cuando intentas bañarte?
El tipo está paranoico.
Probablemente incluso te puso un marcapasos sin avisarte para poder tener un registro de tus pulsaciones en caso de una "emergencia"☠️
Nanami es amable contigo, pero al mismo tiempo no te subestima, siempre hay varias cerraduras en la puerta de entrada, además de las de tu puerta, sin mencionar el monitor que puso en tu habitación compartida, así que él puede realizar un seguimiento de todo.
Kento siempre mantiene a Gojo a raya y de alguna manera lo hace más empático con tu situación, incluso si lo respeta, no confía completamente en él para cuidar de ti. Puedes usar eso a tu favor, si quieres estar lejos de Satoru por un tiempo solo díselo a Kento y "hablarán".
Aunque, sinceramente, Kento puede ser incluso más manipulador que Satoru.
Por ejemplo, usar como excusa lo que pasó con Haibara en su juventud, abrirse emocionalmente contigo, para manipularte y hacerte ver que es "el menor de dos males".
En la medida de lo posible, ambos son mejores en lo que a uno le falta. Eso fue lo que evitó un mal escenario. o al menos en uno peor en el que te encontrabas ahora, atrapado con ambos.
pero en una ocasión ALGO pasa...
Era uno de los pocos días en los que estabas solo un par de horas.
Fue una oportunidad de oro para escapar.
repasaste todo dos veces, te sacaste el marcapasos, evadiste el monitor y a los empleados de Satoru, ¡maldita sea, lograste salir!
¿Y cuál parecía la guinda del pastel? Se suponía que Satoru estaba en Kioto, incluso si Nanami comenzara a buscar por su cuenta, no se daría cuenta de que te habías ido hasta muy tarde.
Corriste y corriste todo lo que pudiste por las calles de Tokio, robando ocasionalmente algunas prendas de vestir para cambiar un poco tu apariencia, paranoico de que Kento o Satoru estuvieran a la vuelta de la esquina.
El plan era ir a la estación de tren de Shibuya (ojalá con tanta gente sería más difícil detectarte) y tomar el primer tren que te llevaría de allí, tal vez a un aeropuerto.
pero mientras ibas bajando para ir a donde estaban los trenes, LO SENTISTE.
Sus pesadas preferencias estaban ahí abajo... esperándote...
¿Cómo supieron que era hacia donde ibas? No tenías idea, pero volviste a huir en dirección contraria.
Te escondiste en un callejón lo mejor que pudiste. con el corazón acelerado y el corazón en la boca al sentir como se acercaban...
Tenías algo de esperanza, un poco, iban a continuar... cuando...
Tos.
un ataque de tos.
Intentaste taparte la boca y amortiguar el sonido, hacerte un ovillo, cualquier cosa. entonces --
-"¡Te encontreeeee!~"-
Saotru estaba justo a tu lado...
Kento cometió un error, pero no te preocupes, esto no volvería a suceder, no volverías a quedarte solo si él pudiera evitarlo, reforzara la seguridad ¡estara contigo más tiempo! ¡cualquier cosa por ti!
¡No tienes idea de cuánto los preocupaste! Tan pronto como Satoru recibió la llamada de Kento diciéndole que te habías escapado de su casa, dejó todo lo que estaba haciendo y fue a ayudarlo.
¡Pobre cosa! ¡Debes tener mucho miedo de estar ahí solo! Ni siquiera trajiste tu medicamento para la tos ni nada mas caliente. ¿Qué sucede si tienes un brote debido a la humedad? ¡Ni siquiera trajiste una máscara!
Menos mal que te encontraron a tiempo, ¿verdad? ¡Incluso lloras de alegría cuando los ves! Deberían llevarte a la finca de Gojo lo antes posible y darme tu medicina antes de que se te infecte la garganta, ¡deja de patear! ¡Saben que te gusta caminar pero eres débil! eres débil..
eres frágil!
deja que te cuiden 💙💛
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' Con esta mano, yo sostendré tus anhelos. Tu copa nunca estará vacía porque yo seré tu vino. Con esta vela alumbrare tu camino en la oscuridad. Y con este anillo te pido que seas mío…
Yohan aun recuerda la frialdad que se incrustaba en sus zapatos recién lustrados, aquellos que fueron comprados especialmente para esa ocasión especial y que de alguna forma le sacaron ampollas en los pies cuando huyó de la escena del crimen. Recuerda perfectamente la penetrante humedad producto de la nieve que había caído no hace mucho en el oscuro y lúgubre pueblucho donde habitaba, mientras se adentraba en el bosque oscuro y abandonado. ¿Cómo es que terminó en esa situación precaria? Bueno, es un médico, bien conocido por ser el único en el pueblo, de una afamada y adinerada familia de inventores y, por ende, el prospecto más jugoso para cualquier señorita y joven que deseara casarse en aquel diminuto poblado. Su prometido, de una familia que presumía de dinero y estatus social, a la cual Yohan juzgaba como pretenciosos y una multitud de mentiroso pobretones, resultó ser exactamente como él lo imagino. Un hombre delgado, con más ojeras que rostro, y de una personalidad sosa y aburrida, justamente como las personas que más repudiaba en el mundo. Era un hombre con deseos de alcanzar la gloria, de conocer, de recorrer el mundo y casarse con alguien como aquel, amarrarse por siempre al pueblo sin vida y sumirse en una rutina donde envejecería sin saber cómo funcionaba lo que estaba más allá de su comprensión, fue el principal motor para huir justamente luego de arruinar su ensayo de bodas. Falló constantemente en sus votos exasperando al pastor, derramó el vino sobre los zapatos de su prometido y lo más interesante, encendió el vestido de su suegra con el fuego de la vela. Luego de una acalorada discusión con sus padres, es que Yohan azotó una puerta y decidió inmiscuirse al bosque, donde empezaría su gran aventura sin imaginársela.
Recuerda la nieve, como también el frío gracias a su delgado atuendo de ensayo de bodas, el estar rodeado de aves que graznaban queriéndolo aterrorizar en una oscuridad que conocía bien y recitó sus votos a la perfección, como si escupiese en la cara a cualquier divinidad que marcó su destino para casarse con un sujeto a quien no amaba, y nunca amaría. El silencio debió ser su primera advertencia de que esa noche, algo estaba terriblemente mal. Lo siguiente fue mucho más directo, la esquelética mano que se aferraba a su ropaje y que irremediablemente, le hicieron sentir el color desvanecerse del rostro y el estomago darle un giro. Era una criatura… hermosa, en su propia decadencia y putrefacción, en su evidente color azulino propio de una hipotermia y en la carne que los animales se habían comido por dios-sabe-cuanto tiempo. El frío de unos labios sobre los propios y un “acepto” fue lo ultimo que recuerda antes de desvanecerse, llevándolo al ahora.
Yohan se queja, escuchando�� música, voces de una multitud y las personas hablando sobre un ente “vivo” entre todos ellos. Poco a poco sus pesados parpados se abren, observando personas en diferentes estados de descomposición, como también esqueletos completos, todos se comunican, pero Yohan piensa que se ha dado un golpe demasiado fuerte en la cabeza o simplemente, había caído en la locura. - —Duele… — -se queja, tocándose la cabeza para volver a abrir los ojos y fijarlos de nuevo en la enigmática criatura, aquella que estaba a su lado y es cuando los recuerdos de la noche lo acribillan. - —Tu… — -murmura, pegando un saldo de donde estaba recostado para observar todo su alrededor. No podía ser cierto, no era lógico, no podía ser real. - —Tú… ¿A dónde me has traído? ¿Quién eres? ¿Quiénes son todos ustedes?
#* ⠀ 🍒 ⠀ ╱ ⠀ dialogue ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ ji yohan ⠀ ❫#* ⠀ 🍒 ⠀ ╱ ⠀ dynamic ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ yohan & seungwon ⠀ ❫#smileflowcr#* ⠀ 🧁 ⠀ ╱ ⠀ verse ⠀ 、 ⠀ ❪ ⠀ corpse bride⠀ ❫#HOLAAAA TE DEJO UN PAPIRO y me voy por donde vine#te amito mucho mhwa mhwa#no tienes que alargarte como yo#solo debía dar contexto(?)#s*
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La apuesta
Había aceptado la apuesta, no podía echarme atrás. Aunque el bosque me pareciera tenebroso. Eran las diez de una noche sin luna. El viento susurraba entre las hojas y el frío calaba mis huesos. Me preguntaba si faltaría mucho para llegar a destino. José me había dicho que la casa se encontraba a dos kilómetros de la ruta. A mí me parecía que había caminado cientos. El cansancio comenzaba a pesar en mis piernas. "¡Qué idiota, nunca debiste hacerle caso a Damián!" Me repetía una y otra vez. Pero ya estaba allí, no perdería nada con intentarlo.
Damián era el "loco" del grupo. A él se le ocurrían las cosas raras. "Apuesto diez mil pesos a que nadie se atreve a ir, de noche, a la casa del bosque", había dicho, medio en serio, medio en broma, después de unas cuantas cervezas. Quizás, porque también había tomado de más, o porque me tentaba la plata dije: "Yo voy". La apuesta quedó sellada. José, Damián y mí hermano Daniel, me llevaron en auto hasta un punto de la ruta. –Mañana venimos a buscarte. Tenés que dejar una señal adentro de la casa, para demostrar que estuviste ahí –dijo Damián, y me dio un pañuelo de seda. Al principio me pareció una manera fácil de ganar dinero. Pero solo en ese bosque, bajo un cielo cubierto de nubarrones y con el viento empujando mí cuerpo, no lo veía tan simple. La casa en cuestión tenía fama de embrujada. La gente decía que una familia entera había sido asesinada en el lugar, sus fantasmas aún la habitaban. Yo no creía en fantasmas. Avancé con dificultad, las raíces de los árboles me entorpecían el paso. ¿Dónde diablos estaba la casa? Llevaba horas caminando. De pronto, apareció frente a mí. Era ( o había sido) una enorme mansión de tres plantas. Lo que quedaba de ella era una construcción ruinosa, a punto de venirse abajo. La puerta estaba abierta. Dudé antes de entrar. Un sentimiento de terror me invadió. "¡Tonterías!", me dije. "Los fantasmas no existen". Entré. Me recibió un olor rancio de humedad y excremento de ratas. Encendí la linterna del celular. Me hallaba en lo que debió ser la sala. Todavía quedaban algunos muebles polvorientos, de madera carcomida. Al fondo, estaba el hogar. Caminé hacia él con la intención de atar el pañuelo a la reja de protección. Fue entonces cuando vi la luz. Una tenue claridad que provenía del final de un largo pasillo. Sin detenerme a pensar, avancé por él. La luz salía por una puerta entreabierta , la empujé y quedé pasmado por la sorpresa. Me hallaba en una lujosa habitación que, sin dudas, pertenecía a una mujer. Había un tocador, una butaca de terciopelo y, más atrás, una cama con dosel. Todo se veía limpio y cuidado. Di dos pasos adelante, entonces, una hermosa joven emergió de las sombras. Nunca había visto a una mujer tan bella. Me miró y sentí que perdía la voluntad, sólo quería estar cerca de ella. No supe qué pasó después.
Desperté en una cama de hospital. Daniel y José se encontraban a mi lado. Ellos me contaron que había estado una semana perdido en el bosque. Me hallaron los guardaparques, luego de una afanosa búsqueda. –Estabas tan pálido y flaco que parecías muerto – dijo Daniel –. Fue una suerte que estuvieras vivo. –¿Me encontraron en la casa? –pregunté. –No, te equivocaste de camino, la casa se halla muy lejos de ahí.
Pasé quince días en el hospital. Los médicos atribuyeron mi debilidad al hecho de haber pasado tantos días sin comer y a la pérdida de sangre causada por un corte en un brazo, seguramente, provocado por una rama.
No hablé de la muchacha, sabía que nadie me creería. Llevo su recuerdo grabado en la memoria, como llevo grabadas, en la base del cuello, las marcas de una mordedura de pequeños colmillos.
Escrito por Norma Duarte
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DERECHO A LA VIDA, A LA SALUD Y A LA INTEGRIDAD FISICA:
Protección de los derechos del niño y el adolescente contra la violencia infantil
En la actualidad, la violencia infantil continúa siendo un problema alarmante que afecta a millones de niños y adolescentes en todo el mundo. Aunque se han implementado leyes y políticas para proteger sus derechos, los casos de abuso, explotación y maltrato siguen siendo una triste realidad. La protección de los derechos del niño y el adolescente no solo implica castigar a los agresores, sino también prevenir la violencia y brindar apoyo a las víctimas. En este artículo, analizaremos cómo se aborda la protección contra la violencia infantil desde un enfoque legal y social, y por qué es fundamental reforzar estas iniciativas para asegurar el bienestar de los menores.
CONTEXTUALIZACIÓN
La violencia infantil es un problema de salud pública a nivel mundial, donde se estima que 275 millones de niños son víctimas anualmente de violencia dentro de sus hogares. Según la literatura, existen diferentes tipos de violencia infantil, como el maltrato físico, abuso sexual, maltrato emocional o psicológico, y negligencia o abandono.
Los factores de riesgo de la violencia infantil se pueden clasificar en dos tipos: factores personales, que incluyen antecedentes del agresor y del entorno de la víctima, y factores ambientales, que consideran las características de la familia y la comunidad. Además, se ha identificado que los agresores que presentan antecedentes de haber sufrido abuso durante su niñez tienen mayor riesgo de cometer actos de violencia.
La violencia infantil puede tener consecuencias a largo plazo, incluyendo la reproducción de la violencia de forma transgeneracional. Asimismo, las poblaciones en riesgo social son más propensas a presentar altos índices de violencia. (Ccorahua, J. D., 2019)
Diversos estudios han encontrado que la violencia intrafamiliar se transmite de generación en generación a través del aprendizaje y las experiencias vividas en la familia de origen. Sin embargo, algunas estrategias como la separación de los padres o la unión de parejas con mejores condiciones socioeconómicas pueden reducir los niveles de violencia.
Según la Convención sobre los Derechos del Niño (1989), establece que se debe garantizar la integridad física, psíquica y psicológica de los menores en todas las circunstancias para desarrollar su potencial como seres humanos en la sociedad, si las personas son conscientes de la situación en la que se encuentran. Las personas afectadas por los conflictos y la violencia pueden hacerlo reduciendo el daño causado por un entorno peligroso.
¿QUÉ ES EL ABUSO INFANTIL?
La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2024) define el maltrato infantil como la acción o falta de acción por parte de un adulto que causa daño físico, emocional o psicológico a un niño o adolescente. Esto incluye el abuso físico, el abuso emocional, el abuso sexual, la negligencia y el maltrato médico, y puede tener consecuencias a largo plazo en la salud y el desarrollo del menor. Este tipo de maltrato es una violación de los derechos de los niños y es considerado un delito en muchas jurisdicciones.
CASOS EN PERÚ
Tenemos un caso en la ciudad de Puno donde una mujer fue detenida por asesinar a su hijastro. Erika Jennifer Condori Alarcón, una mujer de 26 años, fue detenida por la Policía Nacional del Perú (PNP) al ser sospechosa de matar a golpes a su hijastro de 5 años en una vivienda de Puno. El general PNP Pedro Ortiz, jefe de la Región Policial de Puno, indicó que Condori Alarcón golpeó al menor debido a que él se habría orinado en la cama.
Afirmó que la mujer aceptó en un primer momento haber cometido el crimen, pero luego se acogió al silencio. ATV señaló que el niño también habría sido atacado con agua caliente, ya que en varias partes de su cuerpo presenta graves quemaduras. La mujer llevó a su hijastro a un hospital de Puno, pero huyó apenas supo que había fallecido, pero luego fue capturada en el centro de la ciudad y llevada al complejo policial Santa Rosa de Juliaca.
2. En Ate, una madre y padrastro son detenidos por presuntamente asesinar a niño de 2 años. Sirianis Zapata Márquez y su novio, Christofer González Alicastro, llegaron al Hospital de Huaycán con el pequeño agonizando, los médicos hicieron de todo para salvarle la vida, pero, lastimosamente, falleció.
Al momento de examinar el cuerpo, uno de los pediatras se percató que presentaba múltiples heridas, muchas de ellas antiguas. Lo que más les llamó la atención fue que el pequeño tenía una de las orejas mutiladas. Ante esto, llamaron a la Policía Nacional del Perú (PNP).
APLICACIONES DE LA LEY
La Ley N° 30403 prohíbe el uso del castigo físico y humillante contra los niños, niñas y adolescentes, y su reglamento establece las medidas para su implementación y cumplimiento. Estas medidas legales buscan prevenir y erradicar la violencia infantil, así como promover el buen trato y el desarrollo integral de los niños, niñas y adolescentes en el Perú.
CONCLUSIÓN
La violencia infantil es un problema complejo que requiere un abordaje a nivel macro sistémico, involucrando tanto al sistema familiar como al sistema social, con el fin de romper el ciclo de violencia transgeneracional y promover la resiliencia en los niños afectados. Mientras existan altos índices de violencia contra los niños, el país tendrá que afrontar más problemas a nivel social y económico, dejando heridas irreparables en las nuevas generaciones, por eso es importante estar informado sobre que es el maltrato y sus tipos, para saber reconocerlo en sus inicios y evitar el aumento de víctimas, es importante la aplicación de la ley en estos casos.
RECOMENDACIONES
☑ Abordar el problema de la violencia infantil a nivel macro sistémico, ya que no solo afecta a los niños, sino también a los agresores que probablemente hayan sufrido violencia anteriormente, y a la sociedad violenta que se ha formado a lo largo de los años.
☑ Implementar una intervención comunitaria sistémica con un modelo social terapéutico o ecosistémico, que involucre tanto al sistema familiar como al sistema social. Además, utilizar la terapia familiar como complemento para evitar la reproducción transgeneracional de la violencia.
REFERENCIAS
Pedro Enrique Bernui Oré (2014) Naturaleza del Derecho del Niño y Adolescente. (2014). Revista de investigación, Universidad Nacional de San Marcos. https://revistasinvestigacion.unmsm.edu.pe/index.php/derecho/article/view/11156
Organización Mundial de la Salud. (año). Maltrato infantil y su prevención. Recuperado de https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/child-abuse-and-neglect
Ccorahua Hall, J. D. (2019). Violencia infantil contra los niños de entre 8 a 12 años que estudian en la Institución Educativa de Primaria y Secundaria Nº60073 de Sinchi cuy, Iquitos, 2019. content (upeu.edu.pe)
https://elcomercio.pe/lima/policiales/puno-mujer-es-acusada-de-matar-a-golpes-a-su-hijastro-video-erika-jennifer-condori-alarcon-juliaca-pnp-policia-
https://elcomercio.pe/lima/ate-madre-y-padrastro-son-detenidos-por-presuntamente-asesinar-a-nino-de-2-anos-pnp-ultimas-noticia/
GRUPO N° 02
Malásquez Roque Anjhaly Xiomara Milagros
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Cuentan que un taxista de Nueva York llegó a la dirección y tocó el claxon. Después de esperar unos minutos volvió a insistir. Como esa iba a ser la última carrera del día, pensó en marcharse, pero en su lugar, estacionó el automóvil y caminó hacia la puerta y llamó. "Un minuto", respondió una frágil voz de anciana. Después de una larga pausa, la puerta se abrió. Una pequeña mujer de unos 90 años estaba de pie ante el taxista. A su lado había una pequeña maleta de cuero. "¿Sería tan amable de llevarme la maleta al coche?", dijo. El taxista llevó la maleta al taxi y regresó para ayudar a la anciana. Ella se agarró a su brazo y lentamente caminaron hacia la acera. La anciana no paraba de agradecer la amabilidad del taxista. "No es nada", le dijo.
Cuando se metieron en el taxi, ella le dio una dirección y entonces le preguntó al taxista: "¿Le importaría llevarme por el centro?" "No es el camino más corto", respondió el taxista. "Oh, no me importa", dijo ella, "No tengo ninguna prisa. Voy de camino a un asilo". El taxista miró por el retrovisor. Los ojos de la anciana brillaban. "No me queda familia", prosiguió con apenas un hilo de voz. "El médico dice que no me queda mucho tiempo, la verdad." El taxista extendió el brazo lentamente y paró el taxímetro. "¿Qué ruta quiere que tome?", preguntó.
Durante las siguientes dos horas, dieron vueltas por la ciudad. Ella le enseñó al taxista el edificio donde años atrás había trabajado de ascensorista. Pasaron por el barrio donde ella y su esposo habían vivido de recién casados. La anciana le hizo parar frente a un almacén de muebles que una vez había sido un salón de baile en el que ella había bailado de niña.
Al llegar al destino la anciana buscó dinero para pagar al taxista, pero este se negó gentilmente. Conmovido por la experiencia, le dio un abrazo antes de despedirse.
Entonces pensó que no había hecho nada más importante que esa carrera en ese y en muchos días.
Estamos condicionados a pensar que nuestras vidas giran alrededor de grandes momentos. Pero los grandes momentos muchas veces nos pillan desprevenidos y por sorpresa, envueltos maravillosamente en lo que otras personas considerarían un momento intrascendente.
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