#La habitación de al lado
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strokesthe · 2 months ago
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szoke house in san lorenzo de el escorial, madrid, spain
featured in pedro almodóvar's the room next door (la habitación de al lado) (2024)
architect: aranguren & gallegos arquitectos
photos by jesús granada
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voguecovers · 3 months ago
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• Vogue Spain, September 2024
British actress Tilda Swinton and American actress Julianne Moore, photography by Quentin De Briey
❛ Tilda is wearing a shirt, bow, pants and shoes, all by Chanel and Nina Ricci belt, Julianne wearing a Nina Ricci total look, Bottega Veneta shoes and Bvlgari earrings, styling Harry Lambert, head of content Ines Lorenzo
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mujerdelhampa · 2 months ago
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🎬 The Room Next Door, 2024, PEDRO ALMODÓVAR
📸 CRISTINA GARCÍA RODERO
Puerto Llano, España, 1949
📷 Duelo. Canosa di Puglia. Italia
2000
Fotografía en blanco y negro
Gelatinobromuro de plata sobre papel baritado
75 x 115 cm; con marco: 110 x 148,5 x 4,7 cm
Colección CA2M
Fecha de ingreso: 2006
CE00873
Pertenece a la serie Entre el cielo y la tierra
Premios de Cultura de la Comunidad de Madrid. Fotografía. 2005
https://ca2m-coleccion.org/catalogo/obra/duelo-canosa-de-puglia-italia-serie-entre-el-cielo-y-la-tierra/
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jaimeblancarte · 16 days ago
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@jaimeblancarte CDMX, 2024
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ensoledadminido · 27 days ago
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Pedro Almodóvar · The Room Next Door. [Image Courtesy of Sony Pictures Classics.] · Sleek
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pablolf · 2 months ago
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Film Journal
"The Room Next Door" by Pedro Almodóvar
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warningsine · 4 months ago
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A first look at Pedro Almodóvar’s THE ROOM NEXT DOOR, starring Tilda Swinton and Julianne Moore.
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yosoycrawford · 5 months ago
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cinelandia · 2 months ago
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Entrevista con Pedro Almodóvar, director de "La habitación de al lado" (2024).
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classicgirlatheart · 3 months ago
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12endigital · 4 months ago
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Almodóvar, León de Oro a la mejor película en Venecia por ‘La habitación de al lado’
El cineasta español Pedro Almodóvar ganó este sábado el León de Oro del 81 Festival de Venecia con su película ‘The room next door’ (‘La habitación de al lado’) y aprovechó para reivindicar el “derecho fundamental” a una muerte digna. “La película habla no solo de la solidaridad sin límites, sino también de la decisión de un personaje de terminar con su vida cuando ésta sólo le ofrece un dolor…
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leohiranc · 1 year ago
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' ¿no crees que planean robarle gomitas a une heride, cierto? ' presiona sus labios en una fina línea, todavía no tiene instrucciones de levantarse de la cama, vendas cubriendo torso y hombro cubren cuerpo. le duele, no lo iba a mentir, aún así no soporta estar acostado sin nada que hacer. última gomita que le habían proveído al llegar estaba en su bolsillo y la cuidaba como si fuese más preciada posesión. claro, eso no se lo diría a nadie por su propio bien. ' parecen que fuesen a atacar a los dueños de las cabañas en cualquier segundo ' lo dice por grupo de vástagos que observan a personal con ojos predadores.
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gurianthe · 2 months ago
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Los Mitos de Cthulhu Completos en Español, 746 páginas
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deepinsideyourbeing · 9 months ago
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Movie Night - Enzo Vogrincic
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+18! Friends to lovers, un poco de Dom!Enzo, sexo oral (fem!reader recibe), fingering, sexo sin protección (don´t do that), posible alusión a size kink/size difference, breve orgasm denial, begging, creampie, dirty talk, edades no especificadas, uso de español rioplatense.
Es viernes por la noche y llueve, diluvia, pero Enzo insistió en ver una película.
Es una tradición que mantienen hace tiempo, pero la costumbre se vio interrumpida por el casi interminable rodaje de una película y un sinfín de eventos y premieres. Naturalmente estás feliz por él, por su éxito profesional y personal, pero extrañás a tu mejor amigo y tenerlo cerca.
-¿En qué pensás…?
Su voz te saca de tu ensimismamiento y cuando volteás a verlo notás el atisbo de una sonrisa en sus labios, pero te forzás a mirarlo a los ojos y negás con la cabeza, sin saber qué explicación dar. El silencio se apodera de la habitación pero lejos de ser incómodo, es reconfortante.
-¿Qué querés ver?- pregunta, luego de un rato de ojear las opciones disponibles en Netflix.
-Lo que quieras.
Ambos se acomodan en el sofá, sus cuerpos en sintonía adoptan la posición usual: cada uno en un extremo, tus piernas sobre su regazo y uno de sus brazos aprisionando tus pies cerca de su abdomen.  Por un segundo te preguntás cómo es que después de tanto tiempo todo sigue igual, pero te distraen los créditos iniciales de la película y la trama te absorbe en poco tiempo.
Enzo arroja algún que otro comentario, se ríen de escenas que conocen de memoria, y es casi suficiente para olvidar la tormenta y el sonido del viento tras las ventanas. Casi… Cuando te sobresaltás una, dos, tres veces, él decide que intentar calmarte con palabras no basta.
-¿Tomamos algo?
Se ponen de pie al mismo tiempo y se dirigen hacia la pequeña cocina de su departamento. En algún momento entre tu llegada a su hogar y el inicio de la tormenta, la temperatura bajó y Enzo te prestó un suéter, pero ahora tus pies descalzos sufren un poco el frío de la cerámica; esperás a su lado mientras él prepara todo y se distraen repitiendo los diálogos de la película, él imitando las escenas al pie de la letra y vos adorando su interpretación, las muecas que transforman su rostro y cómo se ven las líneas de su cuerpo bajo la tenue iluminación.
El destello de luz proveniente de la ventana pasa desapercibido y segundos más tarde el fuerte estruendo de un trueno provoca que te asustes e intentes cubrir tus oídos. Tu mano golpea una taza (tu taza, esa que él compró exclusivamente para vos)  y cae directo al suelo, haciéndose añicos y arrojando sus restos en todas las direcciones. Apretás las labios y comenzás a disculparte, pero Enzo te interrumpe.
-No es nada, nena. Cuidado ahí- te agarra de la muñeca para evitar que te muevas, su mano cálida te provoca escalofríos y un temblor te recorre de pies a cabeza. En un rápido movimiento te sujeta por debajo de los brazos y te sube a la encimera para evitar que te cortes.
-Perdón- susurrás, angustiada, por lo que se acerca para consolarte y te abraza.
-No pasa nada- asegura, masajeando tu espalda con delicadeza. Deshace el abrazo lentamente, acomoda un mechón de cabello tras tu oreja, pero su mano permanece sobre tu mejilla y su mirada se posa sobre tu boca. Su pulgar comienza a delinear tu labio inferior, tira de él casi sin fuerza mientras te sostiene la mirada de manera intensa. Tu respiración se entrecorta y tus pupilas se dilatan, pero aún así él necesita tu confirmación-. ¿Qué querés? Pedímelo.
-Enzo…
-Decime qué querés- repite.
-Besame.
Al principio sólo roza sus labios contra los tuyos de manera delicada y cariñosa, casi inocentemente, pero el beso comienza a tornarse más y más desesperado conforme pasan los segundos. Sujeta tu rostro mientras su lengua se abre paso entre tus labios, asaltando el interior de tu boca y transmitiendo la necesidad y urgencia que lo consumen. Rompe el beso para tomar un poco de aire, no sin antes morderte el labio y robarte un suspiro que te avergüenza un poco.
Aprisiona tus mejillas entre sus dedos para obligarte a mirarlo a los ojos mientras acaricia tu cintura, tu cadera y por último tu pierna, erizándote la piel y provocándote. Tus manos en su cintura lo atraen aún más hacia tu cuerpo y es entonces cuando lo sentís entre tus piernas, duro. Estás a punto de bajar la mirada, curiosa y excitada, pero la fuerza de sus dedos te mantiene estática, volviéndote espectadora de cómo cambia su rostro cuando comienza a rozarse contra tu centro: cierra los ojos, sus cejas se contraen y sus labios entreabiertos dejan escapar una respiración temblorosa.
Sentís el calor emanando de su cuerpo a pesar de las prendas que separan su piel de la tuya y su agarre en tu muslo tornándose cada vez más fuerte, bordando esa línea que te causa más placer que dolor. En el instante en que cerrás los ojos, presa de las sensaciones, sus movimientos se detienen y él se aclara la garganta. Lo mirás, tus ojos suplicando, pero él sólo sonríe.
-¿Qué?
-Sos hermosa- besa la comisura de tus labios-. Pedime lo que quieras.
-Ya sabés lo que quiero- contestás, casi sin aire y un poco molesta-. Por favor.
-Por favor…,  ¿qué?- sus besos comienzan a descender por tu mentón hasta llegar a tu cuello y tus clavículas, alternando entre tus puntos más sensibles-. Decilo.
-Cógeme, Enzo, por favor.
Captura la piel de tu cuello entre sus dientes haciéndote gemir con fuerza, su cadera chocando una vez más con la tuya, antes de pasar sus manos por debajo de tus muslos para levantarte y poder llevarte hacia su habitación. Te recuesta en su cama, las sábanas limpias están impregnadas con su perfume y tus sentidos repletos de él, pero nada es suficiente para opacar el rastro ardiente que dejan sus labios en cada centímetro de piel que tocan.
Te despoja de tu short y tu ropa interior en un segundo y se recuesta entre tus piernas, comienza a regar besos en el interior de tus muslos y muerde tu piel hasta dejar una que otra marca, tus gemidos y suspiros incitándolo a continuar con su tortura por un tiempo prolongado. Su rostro es de concentración absoluta o devoción, no lo sabés con exactitud, pero eso deja de importarte cuando sentís su boca cada vez más y más cerca de tu entrepierna.
Uno de sus brazos te inmoviliza al rodear tu cadera, su pulgar traza una línea desde tu entrada mojada hasta tu clítoris para así lubricar la zona antes de comenzar a dibujar círculos sobre este. Observa atentamente tu reacción, casi perdiéndose en la imagen frente a él, y sólo aumenta la velocidad de sus movimientos cuando suplicás por más. Ahogás un grito cuando por fin sentís su lengua en vos, aunque es sólo sobre tus pliegues, y tus dedos se enredan en su cabello sedoso.
-Todavía no…- susurra, cesando sus movimientos.
Estás a punto de reclamarle, pero introduce un dedo en tu entrada y en lugar de una queja, de tu boca escapa un gemido. Sus labios encuentran tu clítoris y comienza a succionar con fuerza, alternando con su lengua, mientras continúa moviendo el dígito hasta sentir la forma en que te contraés. Introduce otro dedo, extasiado por el sonido que producen en contacto con tu humedad, y continúa asaltando tu interior hasta que tus piernas comienzan a temblar.
Tu orgasmo te golpea como una avalancha: cerrás los ojos con fuerza al sentir el placer extendiéndose hasta las puntas de tus dedos, tu espalda se arquea y repetís su nombre una y otra vez. Enzo no separa sus labios de vos y continúa moviendo sus dedos, cada vez con más lentitud, hasta que tu respiración vuelve a la normalidad. Retira sus dedos y observás casi avergonzada la forma obscena en que los introduce en su boca para probar tu esencia.
Comienza a desnudarse y notás, además de su bulto, que su ropa interior está humedecida con líquido preseminal. Se deshace de sus prendas rápidamente, pero incluso así percibís una sombra de inseguridad atravesando sus facciones y tu corazón se encoge por un instante. Cuando vuelve a la cama se posiciona entre tus piernas y entrelazás tus manos en su nuca, acercándolo para poder devorar sus labios frenéticamente: sentís tu rastro en su boca, en su lengua, y la idea te fascina.
Tus dedos se deslizan por su cuerpo ardiente, delineás con lentitud su pecho y su abdomen para luego tomar su miembro caliente con un firme agarre. Su respiración se torna agitada y jadea producto del placer que tus movimientos le otorgan, muerde tu cuello y tu hombro mientras la palma de tu mano y tus dedos se humedecen con su excitación. Tu pulgar juega con su punta, de un rojo furioso y tan tentadora, hasta que echa la cabeza hacia atrás. Una de sus manos se cierra sobre tu muñeca al tiempo que descansa su frente sobre la tuya, su cabello te hace cosquillas.
-¿Qué…?
 -Necesito cogerte- deposita un beso en tu sien antes de estirarse para tomar algo de la mesita de noche-. Eso es lo que querías, ¿no?
Asentís enérgicamente y ahogás un gemido cuando ves la forma en que el lubricante cae sobre su miembro, su mano masajéandolo para distribuir el producto, antes de dirigirse hacia tus pliegues y tu entrada para darles el mismo tratamiento. Coloca una de sus manos al lado de tu cabeza y descansa todo su peso en ella, bloquea tu visión del techo con su cuerpo haciéndote sentir pequeña y completamente a su merced, una sensación que adorás.
-Por favor- suplicás-. Metémela.
Desliza la punta de arriba hacia abajo, juega con tu clítoris por unos instantes antes de centrarse en tu entrada y comenzar a introducirse. Su tamaño es mucho mayor al que alguna vez experimentaste y provoca cierto ardor, así como un par de lágrimas que mojan tus pestañas antes de sentir sus besos sobre tus párpados repetidamente.
-Sh, yo sé que vos podés- susurra para calmarte. Sus caderas se mueven casi milimétricamente para permitir que te acostumbres a la intrusión, la sensación es suficiente para hacerte perder la cabeza y hundir las uñas en su piel-. ¿Así te gusta? ¿Sí…?   
-Más, Enzo, por favor.
Se adentra por completo y gritás de placer cuando sus embestidas se tornan brutales, abusa de tu interior mientras una de sus manos se cola sutilmente por debajo de su suéter y comienza a jugar con tus pechos: sus dedos se cierran sobre tus pezones, los pellizca, tira de ellos hasta hacerte llorar y pedirle que pare, que siga, suplicando hasta que tus palabras pierden todo sentido.
Se detiene por un segundo para adoptar otra posición y toma tus caderas con fuerza, acercando tu cuerpo al suyo tanto como le es posible y moviéndote completamente a su antojo. El roce de tu centro con su pelvis causa estragos en tu ser y te sentís al borde de otro orgasmo, pero lo que finalmente te lleva al clímax es su mano presionando sobre tu abdomen bajo, justo donde su miembro provoca un bulto. Tus manos encuentran sus muñecas y el placer es tan intenso que por un segundo intentás detenerlo, incapaz de tolerarlo, pero él continúa con sus movimientos.
-Dios, cómo me encanta tu conchita apretada- dice entre dientes, capturando tus muñecas con una mano y tirando de ellas hasta que quedás sentada sobre él-. Me encantás.
Su mano acaricia tu cabello, tu rostro y se desliza fugazmente sobre uno de tus pechos cubierto por su suéter. Se recuesta y colocás tus manos sobre su pecho desnudo para ayudarte, creás un suave vaivén con tus caderas mientras sentís las yemas de sus dedos recorriendo tus muslos y cómo la fricción con su piel amenaza con llevarte al borde de la sobre estimulación. Tus piernas se fatigan rápidamente y tus músculos protestan, pero aún así continuás con tus movimientos hasta perder el equilibrio.
-No puedo…- lamentás, avergonzada, pero su sonrisa es tranquilizadora al igual que sus caricias en tu costado. Incluso en un momento así, sus pupilas dilatadas no impiden que su usual calidez siga reflejándose en sus ojos oscuros y en los gestos que te dirige.
Apoya las plantas de sus pies en el colchón para darse impulso y comienza a embestirte con tanta fuerza que caés sobre su pecho. Besás su cuello, sus clavículas y cada centímetro de piel que encontrás hasta llegar a su boca y confesar entrecortadamente cuánto te encanta, cuán profundo se siente dentro tuyo, le otorgás permiso para hacer con vos lo que él quiera.
Tira de tu cabello para obligarte a mirarlo a los ojos, su mano desciende hasta tu cuello y te besa desesperadamente. Entre besos te ordena que te toques y cuando lo hacés sabés que no vas a durar mucho más: no con la precisión de sus movimientos, dando en tu punto dulce repetidamente, o con la forma en que su mirada busca la tuya constantemente.
-Voy a…- un gemido le impide terminar la oración.
-Adentro, por favor- suplicás.
El ritmo de sus caderas se vuelve errático, ansioso,  pero cuando te escucha gemir su nombre y siente tus paredes contrayéndose no puede evitar salpicar tu interior con su semen. El calor de su orgasmo prolonga el tuyo aún más y te movés levemente sobre él, disfrutando la forma en que se queja a causa de la sensibilidad. Tu oído descansa sobre su pecho y oís sus latidos.
-Enzo…- cerrás los ojos por un momento al sentir sus dedos dibujando formas sobre tu espalda, alzás la vista para encontrar sus ojos-. Te quiero.
Una sonrisa se apodera de sus labios, su belleza te hace suspirar.
-Yo también te quiero- besa tu frente-. Muchísimo.
Sentís tus fluidos y los suyos sobre su abdomen, goteando por tus muslos, pero permanecen así durante largo rato mientras repiten te quiero un sinfín de veces.
taglist:
@madame-fear @creative-heart @recaltiente @llorented @chiquititamia
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americangroupie · 11 months ago
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꩜ dirty little thing ꩜
enzo vogrincic x reader
tw: +18, phone sex
a/n: mi primera fic, no juzgar 😭pero no doy más de pensar en este chabon, disfruten
୨୧┈┈┈┈୨୧┈┈┈┈୨୧
“¿y este milagro?”
sonreíste con los ojos entrecerrados, dándote vuelta en la cama con tu celular en la mano mientras soltabas un quejido. “¿qué milagro?”
“me contestaste el celular, a las–” escuchaste a enzo resoplar a través del altavoz “–¿dos, son allá?”
“dos y media.”
“disculpáme, chiquita. te prometí que te iba a llamar a penas pudiera. ¿te desperté? aún no me acostumbro a la diferencia horaria.”
enzo llevaba varios días viajando al participar de la premiere de su nueva película; premiere a la cual decidiste no asistir por la privacidad de ambos. lo último que querías era que los titulares de los artículos pasaran de habla de la película a prejuicios sobre tu relación con el.
“no, amor.” respondiste suspirando, acomodándote en la cama. “estaba dormitando nada más. yo te extraño el triple, sabés. no es lo mismo sin vos.”
se rió por lo bajo. “yo te dije que vinieras. no era necesario que me acompañaras a los eventos, podrías solo haber–”
“enzo–” interrumpiste.
“pero escucháme, ángel. te podrías haber quedado acá conmigo en la habitación, hasta tarde.”
“¿hasta tarde, hm?” soltaste una risita al escucharlo reír, imaginándotelo agarrandose la cara por tu comentario. “¿haciendo que?”
“no sé, mi amor. ¿que se te ocurre?”
mordiste levemente tu labio inferior, apretando las piernas en el momento que tu cabeza comenzó a imaginar escenarios en los que podrías estar con tu novio si estuviera cerca.
“¿estás solo?”
lo escuchaste reír. “si nena, acabo de llegar a la habitación. ¿por qué?”
“ya sabes porqué.”
“no, ángel.” pusiste los ojos en blanco. “decime.”
“porque te extraño mucho.” exclamaste en voz baja, suspirando.
prácticamente lo podías escuchar sonreír. “¿cuánto?”
“deja de molestarme, enzo.”
“pero si recién estoy empezando, mi amor.” te quejaste al escuchar sus palabras, mientras el se recostaba en su cama de hotel. “¿dónde me extrañas?”
“¿dónde?”
“¿entre tus piernas, será?”
guardaste silencio por unos segundos, estremeciéndote al escuchar sus palabras cerca de tu oído a través del celular, ganándote una suave risa burlesca del otro lado de la llamada.
“¿si, mi amor?”
“sí, enzo. mucho. no es lo mismo tocarme solita.”
gruñó. “yo también extraño estar ahí, chiquita. no hay lugar mejor que entre tus piernas, escuchando los ruidos que hacés. no sabés como extraño comerte.”
te quejaste en voz alta en forma de suplica, acomodándote en la cama una vez más al no poder estarte quieta.
“extraño tocarte,” continuó enzo en voz baja. “besarte, cogerte. un par de días sin vos y me estoy volviendo loco.”
“enzo–”
“tocáte para mi, hermosa.” es como si fuera capaz de leerte los pensamientos. “dejáme escuchar los ruiditos que hacés para mi, ¿si?”
“mhm” fue lo único que fuiste capaz de escupir, bajando tu ropa interior por tus piernas y colocando tu mano entre las mismas, frotando circulitos al ímpetu de sus palabras. “hazlo conmigo, enzo.”
lo escuchaste reír por lo bajo. “si, mí amor. yo te necesito tanto como vos a mi.”
“te necesito acá, conmigo. en serio.” dijiste frustrada, quejándote por lo bajo mientras te lo imaginabas masturbándose en una pieza de hotel en españa.
“¿que querés de mi?”
“c-cualquier cosa.”
“¿cualquier cosa? ¿me dejarías hacerte lo que yo quiera, ángel?”
asentiste con la cabeza, como si te pudiera ver. “sí enzo, sí. lo que vos quieras.”
“hm.” lo escuchaste gruñir a través del altavoz, gimiendo como respuesta. “primero te comería a besos, como siempre..” se interrumpió a sí mismo con un casi inaudible gemido, haciéndote juntar las piernas con tu mano entremedio en respuesta. “.. y luego bajaría por tu cuerpo, pasaría mi lengua por todos lados, mi amor. como siempre.”
“¿y que más?” dijiste con la voz temblorosa.
“te daría besos por los muslos, y pasaría mis dedos para ver lo mojada que estás.” gemiste, interrumpiéndolo. “te dejaría probarte. no sabés como me pones, princesa. lo que más quiero es que te corras en mi boca, y luego me dejes cogerte hasta que no puedas más.”
“quiero que lo hagas como la última vez que nos vimos.”
te ganaste una risa de su parte. “¿ah, sí? ¿en la cocina otra vez, mi amor?” asentiste entre quejidos. “no tardaste nada en acabar mientras te cogía encima de la mesa. ¿o estás hablando de cuando te metí los dedos mientras cocinabas, chiquita?”
“enzo..”
“¿ya, mi amor?”
“mhm..” gemiste, entreabriendo la boca sin poder controlar los sonidos que hacías.
“esperáme.”
“no me puedes hablar así y hacerme esperar.” lloriqueaste, haciéndolo reír. “no aguanto nada escuchando tu voz.”
“ni yo la tuya, chiquita. extrañaba tanto los ruiditos que hacés. no sabes como me tienes.”
“por favor, enzo.”
“¿por favor qué?”
“acaba conmigo.” ocultaba sus gruñidos, pero podías escuchar su respiración agitada y la forma en la que movía su mano. “por favor enzo, te necesito.”
“hazlo.”
tus oídos cesaron por un par de segundos al dejar de esperar, pero logrando escuchar los gemidos y gruñidos que soltaban ambos al mismo tiempo. después de unos segundos, lo único que se escuchaba en ambas líneas eran las respiraciones agitadas de los dos, seguidas de una risa burlesca por parte de enzo.
“un par de días más aguanta, mi amor.”
te quejaste. “no aguanto ni un par de segundos sin ti acá, amor.”
“dios.” suspiró. “me tenés como un idiota, sabelo.”
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walker-skull · 2 months ago
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Testigo en el gimnasio
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La sombra apareció en el rabillo del ojo mientras estaba cambiandome. Verás, probablemente no debería haberla seguido, ya que probablemente era solo mi sexy compañero de gimnasio en los lockers, pero fui tras el de todos modos. Mi curiosidad no pudo.
—¿Hola? —dije en el pasillo, otro posible error de película de terror. Si esa cosa no quería que la vieran, ahora sabía que la había visto de reojo. Tomé una mancuerna antes de escabullirme en el pasillo para continuar con mi investigación. La puerta del baño estaba entreabierta y parte del vapor de la ducha de mi compañero de gimaniso se disipaba en el piso de madera. Con la mancuerna en la mano, empujé la puerta lentamente. Lo primero que escuché fue un gruñido y empujé la puerta hasta el final para asegurarme de que no se estuviera muriendo.
No se estaba muriendo. No lo creo. Lo que parecía una criatura peluda de seis brazos tenía la cabeza metida dentro de su espalda, la toalla alrededor de su cintura apenas se mantenía envuelta. Cuanto más empujaba, más se hundía. Parecía que se estaba fusionando con él. Podía ver hacia dónde tiraba la criatura para entrar porque las manos huesudas aparecieron debajo, presionando hacia afuera. La cola, que se movía por el baño, tirando botellas de colonia y productos viejos para el cabello, fue lo último en entrar. Se dobló debajo de sus piernas y se fusionó con su torso, sus abdominales se hincharon y luego se convirtieron en el cuerpo ligeramente firme que tenía antes. Ahora, no pude evitar mirar, trofeo todavía en mano, mientras tropezaba por el baño, tratando de evitar caerse. Las piernas que esta criatura tenía antes no se parecían en nada a las piernas humanas con las que estaba tratando de equilibrarse ahora.
Entonces me vio. Mi primer instinto fue correr, pero me quedé allí quieta, viéndolo levantarse finalmente y mirarme con miedo.
—Oh, lo siento, solo necesitaba un lugar donde quedarme... —dijo con voz temblorosa.
—No voy a hacerte daño. —Dejé el trofeo en el pequeño armario que había junto a la puerta, lo que pareció calmarlo un poco.
—Sé que esto puede parecer extraño, pero tu compañero de cuarto no está herido. Yo solo soy un pasajero. —Movió las manos por su cuerpo. Pude ver un pequeño bulto donde la punta de su cola creó un bulto y deslizó la mano sobre él, alisándolo nuevamente.
—¿Puedo tocarte? —pregunté, acercándome un paso más. Él inclinó la cabeza.
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—Sí —estaba confundido. Extendí la mano hacia adelante y las yemas de mis dedos tocaron su pecho, lo que hizo que se le pusiera la piel de gallina mientras la deslizaba lentamente por su cuerpo. Sus abdominales se contrajeron y tracé las hendiduras hacia su toalla.
—Él nunca me dejaría hacer esto —dije en voz baja, mientras una erección crecía en mis pantalones. Lo que me sorprendió fue el hecho de que sus manos me rodearon, acercándome más a él. Rápidamente me quité la camisa, dejándola caer al suelo y sonreí mientras lo besaba. Sus abdominales se tensaron contra mí y terminé de empujar su toalla fuera de él. Estaba erecto y su pene presionaba contra el mío.
—Esto se siente bien —susurró en mi oído mientras yo me agachaba y comenzaba a acariciar su miembro. Gruñó en mi oído, el sonido de algo inhumano saliendo de él, y con una especie de adrenalina lujuriosa me dio la vuelta y se embistió dentro de mí.
—¡Mierda! —grité de placer. Su manera de tocarme me excitó aún más.
—Te voy a follar muy fuerte —dijo, empujando sus caderas dentro de mí. Me acercó más, levantando mi cuerpo para poder besarme el cuello. Gruñí con cada embestida, agarrando mi polla y masturbándola, sintiendo el placer hormiguear por todo mi cuerpo. Me corrí antes que él, gritando mientras chorros de pegajosidad blanca salían disparados de mí y caían sobre las baldosas. Mi compañero de habitación, por otro lado, embistió tan fuerte que tuve que agarrarme de algo cuando sus embestidas finales casi me hicieron caer en la ducha, gritando mientras me llenaba con sus propios jugos. En el espejo, podía ver su piel mientras la criatura se movía, el placer hacía que casi se viera obligado a salir de su anfitrión.
—Ya lo has hecho antes. —Me giré para mirarlo; su cuerpo brillaba.
—Está todo aquí. —Se dio un golpecito en la frente y luego tocó mi pecho, sintiendo los latidos de mi corazón.
—Era un matón. No tengo ningún problema con que te quedes dentro de él todo el tiempo que necesites. —Me acerqué para tocarle el pecho y luego me moví hacia el lugar donde sobresalía la punta de su cola. La sentí contra mi palma y sonreí.
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“Lo sé. Como dije antes, todo está aquí”, me dijo.
—Bueno, gracias por no intentar atacarme —me reí entre dientes.
—No, gracias. —Me besó de nuevo y no pude evitar sonreír, sintiendo que su polla de repente se ponía dura, lista para otra ronda
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