#La compañía Idiotas Teatro
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Glee «Excessive rain»
Septiembre de 2023
-Kurt… —dijo Lily acercándose a su amigo, Kurt estaba parado frente a la ventana en el backstage del teatro donde se llevaban a cabo los ensayos de la nueva obra que estrenarían a principios de octubre. -… -¡Kurt!… —insistió dándole un golpe divertido en la cabeza. -¡Oye!… ¿que demonios Lilian Mary Stewart?… —exclamó sobándose la cabeza mientras la miraba con disgusto. -¡Hace como una hora que estoy diciendo “Kurt, Kurt, Kurt” y no me respondes, ¿que te pasa? -Nada… es decir… ¿que quieres? -Quiero que vuelvas al planeta tierra porque estamos a punto de comenzar el “sitzprobe” y solo faltas tú… -… -¡KURT!… —exclamo Lily dandole otro golpe en la cabeza esta vez con más ahínco. -¡Oye!… no me gustas Lilian Mary Stewart… —repitió Kurt volviendo a lo de llamar a su amiga con el nombre completo. -Pues tu tampoco a mi… se que eres la estrella y todo, pero esta obra tiene mas personajes, y gente, y músicos y otras personas que también tienen sus propias vidas y agendas… ¡al escenario!… —terminó por decir señalando hacia atrás por sobre sus hombros. -Creo que te odiare los próximos 30 minutos… —insistió Kurt mirándola de medio lado. -¿Sabes que?… haz lo que quieras… -¿Qué pasa contigo?, usualmente eres así de … nerviosa… —contestó de vuelta su amigo— pero ahora estás casi Rachel Berry de… nerviosa… —repitió Kurt diciendo nerviosa en vez de la palabrota que realmente quería decir, . -Necesito que esto se haga hoy, para estrenar lo antes posible, Richard amenazó con agendar el equipamiento de sonido el mismo día del estreno de la obra, asi es que.. -¿Estás hablando en serio? -Muy en serio… -Pero, ¿por qué?… ¿se enteró de lo de tu y Dylan?… —pregunto Kurt bajando el tono de su voz cuando mencionaba lo de Dylan. -No tengo idea y no me importa… tenemos un contrato y no puede hacer nada, es un idiota por lo tanto no perderé mi tiempo pensando en él, ni en sus idioteces de idiota… -¡Bien dicho hermana!… —exclamo Kurt chasqueando sus dedos como una diva de Brooklyn lo haría. -¿Nunca habías dicho eso antes?, ¿verdad? -La verdad es que no… -Ridículo… ahora ve a ensayar por favor, la orquesta esta esperando que sea tu turno...
-Enseguida… antes una pregunta… -¿Si?… —respondió la chica alargando la vocal más de la cuenta como si ya perdiera la paciencia. -¿No crees que está lloviendo demasiado?… —preguntó apuntando hacia la ventana y a la copiosa lluvia que caía en ese momento— se que estamos en otoño y todo, pero nunca había visto una lluvia así… y con todo lo que ha pasado en Europa… creo y me da un poco de… ya sabes… —Kurt empuño sus manos como si las precipitaciones le provocarán una crisis de nervios o algo parecido. -Es solo una lluvia Kurt, si fuera algo más grave nos llegaría una alerta del gobierno federal o del ayuntamiento… ahora, ¿vamos a ensayar?… —pidió Lily moviendo una de sus manos como si dirigiera el tránsito en una calle concurrida. -Tienes razón, estoy paranoico con todo lo que ha pasado en esta ciudad últimamente, primero el humo, ahora lluvia excesiva…¡por favor!… de todas formas tengo mi teléfono y… ¿que demonios?… —dijo Kurt sintiendo el pitido de la alerta de emergencia en su teléfono, luego en el de Lily y así en el de todos los integrantes de la compañía que a esa hora ensayan junto a él como un efecto en cadena— por dios… — murmuró leyendo el mensaje— ¿estas leyendo lo que yo? -Así es… al parecer no es una simple lluvia… — respondió la chica pasando pantallas en su teléfono móvil mientras leía la información en el sitio de la FEMA. -Llamaré a Blaine… —dijo Kurt sin despegar sus ojos del aparato electrónico. -Yo yo iré a organizar a la gente para que no haya una estampida y posterior revuelta o algo… —respondió Lily también mirando la pantalla de su móvil mientras avanzaba hacia donde estaba el resto de la compañía— ¿tienes… como… irte?… — preguntó su amiga caminando hacia atrás. -Si, es decir no… pero yo me las arreglo no te preocupes… -Ok… llámame cuando llegues… -Lo haré… —dijo Kurt llevándose el teléfono a la oreja— ¿Blaine?
-Ok… creo que esta es la mermelada que compra el Papá… —murmuró Blaine mientras escogía un frasco de fruta untable de 20 posibles que tenía una de las estantería de la tienda de conveniencia Zabar’s, estaba con la pequeña Lizzie en los brazos, feliz y cómoda en el porta bebé estiloso que Blaine tenia amarrado al cuerpo— creo que sí, pero si no es… me la como yo…— dijo haciendo un gesto como de resignación divertida, lo tomó, leyó los ingredientes en la etiqueta y lo echó a la cesta que cargaba,— ¿cierto Princesa?… — preguntó como si su hija de un año y algo fuera a contestarle algo a su favor. -Pan… —respondió la pequeña señalando el sector de la panadería. -¿Tienes hambre acaso bebé?… —dijo mientras le besaba la cabeza— tal vez podríamos pasar a nuestra cafetería favorita para que escojas esas galletas que te gustan y yo tomarme un café de medio litro… —añadió bostezando a todo lo que su boca le daba, un par de clientes se lo quedaron viendo con censura al comienzo pero luego de reconocerlo le hicieron un par de señas murmurando mientras avanzaban por el pasillo de los abarrotes— ahora este par de cosas que faltan de la lista que nos dio el Papá y nos vamos… ¿trajimos paraguas?… —preguntó Blaine al pasar por uno de los ventanales y ver que la lluvia de la mañana seguía aún más copiosa. -Si necesita un paraguas allá afuera hay una persona vendiendo… yo no lo compre porque me genera desconfianza… — dijo una anciana que hacía sus compras a la par con Blaine. -¿Disculpe? -Lo que le digo… allá afuera hay una persona, creo que un inmigrante, lo mas probable es que sea ilegal… -Eso es un poco racista, ¿no cree? —dijo Blaine juzgando con la mirada a la señora que había aparecido de nada a responder algo que él no había preguntado, acto seguido se le quedo viendo ceñudo un buen rato, la anciana puso cara de impacto extremo y se apartó haciéndole un desprecio como de telenovela, Blaine soltó una pequeña risa sin saber muy bien cómo reaccionar ante aquello— ¿viste eso Princesa?, tu nunca actuaras así, ¿verdad? -Pan… -Ok, creo que pasaremos a la cafetería, le avisaré al Papá por si nos demoramos más de lo acordado…—dijo sacando su teléfono móvil— ¿que demonios?… —añadió Blaine al ver el mensaje de alerta que acaba de llegarle a su teléfono y, tal como había pasado en el teatro donde estaba su esposo, a todas las personas que en ese momento compraban en la tienda, la mayoría de los presentes fue reaccionando de manera calmada e incrédula al principio, para luego comenzar a moverse rápido por los pasillos, pagar las compras e irse a un lugar seguro tal y como lo recomendaba la FEMA, otro grupo en tanto, comenzó a vociferar sobre conspiraciones y la insistencia del gobierno de cortarles la libertad— mejor nos vamos ¿cierto Princesa?… creo que podemos vivir un par de días sin aceite de trufas y “foie gras”… —termino por decir Blaine dirigiéndose a paso rápido hacia la fila de la registradora.
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La compañía Idiotas Teatro lleva a escena: A golpe de calcetín, del cuentista mexicano Francisco Hinojosa
La vida te enseña a golpe de calcetín
La compañía Idiotas Teatro, en colaboración con 25 Producción, celebra 10 años de trayectoria artística con la puesta en escena: A golpe de calcetín, del escritor Francisco Hinojosa, con la adaptación de la dramaturga Ileana Villarreal, bajo la dirección de Cristian David y Fernando Reyes Reyes. Se presentará del 23 de octubre al 19 de diciembre, los sábados y domingos a las 13:00 horas, en el Teatro Helénico.
El cuento de Francisco Hinojosa, ahora materializado en escena, presenta a un personaje peculiar: Paco Poyo, un niño de 10 años que abandonó la escuela en consecuencia de la crisis económica que enfrentaba la clase obrera de la época posrevolucionaria. Es así como recorre las calles de la Ciudad de México vendiendo periódicos “a golpe de calcetín” —expresión coloquial que se usa para referirse a alguien que anda a pie o que aprende lo que sabe a través de la experiencia—. De pronto, un misterioso personaje le ofrece comprarle todos sus periódicos a cambio de que le haga un favor, Paco Poyo acepta sin imaginar que una misión aparentemente fácil y divertida, lo conducirá a formar parte de los titulares de los diarios que él mismo vendía.
A golpe de calcetín es una obra para toda la familia que tiene como propuesta escénica la música en vivo, el juego de máscaras, títeres y objetos; esta combinación multidisciplinaria le da vida al universo de Paco Poyo, quien sale de casa para enfrentarse con el mundo exterior. Se trata de un viaje que voltea la mirada hacia el interior del infante y que explora la idea de la renovación, misma que trae consigo el duelo de enfrentarse al mundo y dejar atrás la vida pasada para poder crecer.
En esta obra confluyen diferentes lenguajes y distintas disciplinas artísticas; desde el diseño de personajes propuesto por el artista visual Alejandro Magallanes, quien es un referente en el diseño gráfico, editorial y de cartel en México; la música en vivo y la composición por Juan Pablo Villa; la visión y colaboración artística de Paola Izquierdo y Alicia Martínez Álvarez en la dirección de máscara, quienes le dan vida a este fascinante mundo ficcional. El equipo creativo lo completa Atenea Chávez en conjunto con Alberto Reyna y César Moctezuma en la escenografía, Edgar Mora en la iluminación, Azucena Galicia a cargo del vestuario y la producción ejecutiva de David Castillo.
Las y los actores que integran el elenco son: Nohemí Espinosa, Diego Santana, Carmen Coronado, Claudia Ivonne Cervantes, Fabián Varona, Alejandra Mada, Cristian David, Fernando Reyes Reyes y Juan Pablo Villa como músico en escena y la voz del mismísimo Francisco Hinojosa.
A golpe de calcetín se presentará en el Teatro Helénico en los siguientes horarios:
Del 23 de octubre al 19 de diciembre (no hay funciones el 4 y el 5 de diciembre): sábados y domingos, 13 h
8 y 9 de enero: sábado y domingo, 13 y 18 h
15 y 16 de enero: sábado y domingo, 13 h
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holap! La monny por acá presentándose al deber(?), ok no, sólo iluminando el dash con su grumpy mess Duncan Appleby a.k.a el hermano mayor (sí mayor :/) de Rasmus. Ya les di like algunos, pero no esta demás venir aquí a darles a mi’jo por si algo les agrada o les gusta de conexión. Cualquier cosita si dan corazón me tienen en sus ims o pues me hablan directamente, no mordemos ♡. A su derecha usted tiene que sí su board, que si su playlist, que si su formulario, no tengo lista de conexiones bcs me va mejor escribiendo la idea que enlistando u/u, pero pues estamos abiertos a todooo. ( @keresconex )
Para no hacerla tan larga.
Well, Duncan es hijo de los Appleby, gente muy conocida en el gremio, tanto su madre como su padre, una por activista y el otro por la política. Tiene veintidos años, casi veintitres, es leo (so si se cree lo mejor de lo mejor), no le encanta pero es el vicepresidente de Sigma Nu (el quería ser presidente :/) y lo pueden ver en esgrima, teatro y la socieda de alumnos. Also estudia ciencias políticas.
Toda su vida fue planeada desde antes de que naciera, tipo su papá ya tenía planeado todo lo que quería que hiciera y hasta donde quería que llegara, a su mamá no le importaba mucho que este tuviera muchas expectativas, tan sólo quería ser madre pues tenían mucho tiempo intentando.
La mamá de Duncan es distraída, amorosa pero descuidada, siempre andaba en su mundo y su trabajo es más importante, su papá es wow, su héroe, tipo que lo idolatra bien feo. Pero pues esta dupla no resulto buena y Duncan se descarrila parte de su adolescencia y hace cosas de las que hoy día no esta nada orgulloso.
tw muerte. Y pues se le dijo que los excesos no llevan a nada :/ y su primer amor muere de una sobredosis estando con él. Así que quedo marcado por ese evento y esto mancho sus relaciones futuras, mismas que nunca son duraderas y son en exceso superficiales.
Gracias a eso y a que perdió toda la confianza de sus padres es que llega Rasmus, en un intento desesperado de tapar el desastre que hizo su hijo y pensando que algo de compañía le haría bien. Y si le ayuda, al menos le mantiene distraído porque son muy distintos, a duras penas su trato es cordial, aunque este a mejorado con los años.
Me recuerda mucho a Chuck y a Nate, idk why. En cuanto a personalidad es leal, muchísimo, adora a su madre y es muy buen amigo, tiene mucho carisma, puede ser muy egocéntrico, un poco idiota, pero si pasan todas las barreras de estúpido que tiene se darán cuenta que solo esta igual de jodido que todos. Todo es una faceta de niño guapo y listo.
Sueña en grande y más porque tiene así que un montón de presión por su padre, peor aún con todo lo que hizo, es igual de intenso como el Payton, quiere llegar a ser presidente cueste lo que cueste.
Adora el tenis, toma en fiestas nada más, y no se mete ninguna sustancia al cuerpo.
#soy un mess para explicar a mis hijos siempre#si me falta algo#que seguro si#les digo por ims#ya respondo enseguida <3
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Bungou Stray Dogs: El origen de la Agencia de Detectives
SECCIÓN II: EL ORIGEN DE LA AGENCIA DE DETECTIVES. LA HISTORIA NO CONTADA.
Octava parte
[Anterior]
Ranpo estaba sentado, de mal humor, en un banco rectangular blanco cercano a la pared del lobby, lejos de la multitud.
Fukuzawa se paró frente a él, lo miró jugar con sus mangas, sin decir palabra alguna.
Durante cinco minutos completos, ambos guardaron silencio en sus respectivas posiciones.
—Está bien —murmuró Ranpo, rompiendo el mutismo, como si ya no pudiera soportarlo más—. Sólo... regáñame, ¿sí? Muchas personas ya lo han hecho antes mientras trabajaba, así que más o menos sé lo que vas a decir.
—Entonces, ¿estabas consciente de esto? —dijo en voz baja.
—Hice algo por lo que debo ser reprendido, así que era de esperarse. Es fácil de entender.
«Cierto» pensó Fukuzawa.
Él no era el tipo de persona que pudiera enseñarle algo al chico. Había vivido toda su vida, hasta ahora, evitando cualquier situación en la que se viera obligado a guiar a alguien más. Ahora, por primera vez en la vida, se arrepentía de no haberlo hecho antes. Tenía que decirle algo. El muchacho estaba a centímetros de caer por un acantilado del que no sería fácil salir una vez que sucediera.
—Háblame de tus padres —dijo Fukuzawa, eligiendo sus palabras con sumo cuidado—. Tus padres, ¿dijeron algo sobre tu talento?
—¿Talento? —Ranpo frunció el ceño—. Si tuviera algo así, no me costaría tanto trabajar.
—Entonces... ¿Dijeron algo sobre tu futuro?
—Ehhh... Padre solía decir, de vez en cuando: «en el futuro, nos superarás a tu madre y a mí, y te convertirás en alguien admirado por otros. Pero todavía no llega ese momento. Sé humilde y tranquilo. No te dejes llevar, simplemente observa, permanece en silencio y no lastimes a otros con lo que sabes...» Y eso es todo. Aunque no lo entiendo en realidad.
Fukuzawa asintió en silencio.
«Entonces su padre lo sabía.» Ranpo tenía un talento inigualable. Una habilidad antinatural para observar, recordar, y saber la verdad en un instante. Y lo habían suprimido. Todo para que Ranpo no se saliera del camino correcto; para que no hiciera daño a nadie y que el mundo no se volviera su enemigo; para que antes de obtener la suficiente discreción, conocimiento y madurez, pudiera aprender de la justicia y la virtud como un ser humano normal.
Eso había sido una protección instintiva de sus padres hacia el hijo. Un capullo para proteger ese extraordinario talento de un mundo extraño y malicioso.
Ranpo había sido criado como una persona ordinaria. Lograr eso debería ser considerado una hazaña milagrosa. Debió ser increíblemente difícil convencer a Ranpo de que el mundo que ve, es como debería ser, sin nada carente de sentido común. Los padres de Ranpo se las habían arreglado para lograrlo, con sus capacidades insuperables.
¿De qué otra forma podría llamársele a eso sino amor?
¿Y qué era ese extraño sentimiento que impulsaba a Fukuzawa a no dejar caer a ese chiquillo?
Los padres de Ranpo habían dejado el mundo como si una fuerza sobrenatural los hubiera arrancado de la faz de la Tierra, mucho antes de lograr que su hijo creciera y madurara lo suficiente para poder enfrentar al mundo con su propia fuerza. Lo único que había salido de aquel capullo era una larva genio, pero una larva inmadura y solitaria.
Fukuzawa sentía cómo le sudaban las manos. No importaba cuán fuertes eran los enemigos que había enfrentado, nunca había temido a uno tanto como temía a lo que debía hacer ahora.
Habiendo perdido lo único que lo protegía, en ese momento, Ranpo estaba a punto de ser aplastado por el mundo exterior. Si la fuerza utilizada para protegerlo ahora no era la adecuada, si Fukuzawa flaqueaba un poco en su defensa, no habría salvación para el chico.
Aún vacilante, Fukuzawa abrió la boca.
—Tú... tienes un talento especial. Un don para observar y deducir. Nadie fue capaz de averiguar el trabajo que yo realizaba en el pasado; además de ti, nadie descubrió quién era el verdadero asesino en el edificio de compañía en el que nos conocimos. Eres especial, Ranpo. Si así lo deseas, podrás convertirte en una persona aún más grande de lo que fueron tus padres.
—Eso es imposible. —Negó con rotundidad—. Padre y madre eran increíbles. No existe nada que sea mejor que ellos. Ellos nunca dijeron una sola palabra acerca de que yo tuviera un talento especial, así que yo les creo.
La pared protectora que sus padres habían construido era gruesa. Hasta ahora esa pared había protegido a Ranpo del mundo, un mundo que Ranpo no podía entender, un mundo que albergaba gente a la que debía temer; y era debido a esa pared que Ranpo no podía entrar en el mundo exterior.
—Durante la obra, adivinaste quién había sido el asesino —continuó Fukuzawa—. Te garantizo que, de entre toda la audiencia, fuiste el único que sabía quién era. Yo no lo sabía hasta que leí el final del guion.
—¿Ehhh? —El rostro de Ranpo demostró incredulidad y cierta sospecha—. Estás mintiendo. Si un niño como yo lo sabía, no hay forma de que un adulto no lo supiera.
No estaban llegando a ningún lugar con esa charla.
Ranpo pensaba que no era especial, por eso no podía entender a la gente mayor. Debido a que no podía entender a esa sección de la población, sus padres le hicieron creer que no era especial. Ambas cosas iban de la mano. Era un buen argumento que se apoyaba bien de la lógica. A Fukuzawa le costaría derrumbar eso; tendría que exponerlo ante algo totalmente nuevo. Algo tan distinto, de lo que ni siquiera Ranpo hubiera pensado que existía.
—Dime —Fukuzawa habló con mucha paciencia—, ¿alguna vez has pensado que las personas que te rodean son tontas? ¿Alguna vez pensaste, al menos por un instante, que realmente son un grupo de simplones que no saben nada?
Ranpo le dirigió a Fukuzawa una mirada llena de desconfianza. Luego de una pausa, se dignó a responderle.
—…Sí.
—Eso es. Cree en eso. Tú eres especial y el resto de la gente es idiota, incluyéndome. Estás solo porque tienes un talento especial; y no hay otra cosa que puedas hacer con el talento que posees, más que usarlo.
—Si estás tratando de manipularme a través de la adulación, pierdes tu tiempo. —Se levantó de su asiento y se apartó de él—. Mamá dijo que no pensáramos en otras personas como tontas. En primer lugar, ¿por qué sólo yo sería especial? Habiendo tanta gente en la ciudad, ¿por qué sólo yo?
—Eso es porque… —Un poco más. Tenía que seguir intentándolo sólo un poco más. No podía permitirse cometer un error a partir de ese punto. Estaba cerca del momento decisivo.
Fukuzawa no era la clase de sujeto empeñado en manipular a otras personas a través de las palabras. Ahora que había llegado tan lejos, sólo había una cosa que podía hacer: hablarle con sinceridad.
—Es como dijiste —prosiguió Fukuzawa—. En el pasado había una espada atada a mi costado. Desde temprana edad fui entrenado en la escuela de artes marciales del gobierno, fui un espadachín al que solían llamar «Five Swords», era incluso mejor que los oficiales de alto rango del gobierno. Realmente creí que mi espada existía para traer la paz al país, así que maté a mucha gente.
Fukuzawa estaba hablando mientras miraba a lo lejos. Ranpo lo observó de cerca.
—Los asesinatos eran demasiado fáciles. La brecha entre las habilidades de mis oponentes y las mías era abismal, y no sabía la clase de duras batallas que estaba peleando. Me asusté cuando me di cuenta de que estaba esperando la próxima misión para matar a alguien. Cuando ya no pude ver dentro de mi propio corazón, pensé: ¿estoy matando por el bien del país? ¿O estoy matando por la necesidad de matar? Después de eso, decidí que nunca volvería a sostener una espada.
¿Por qué estaba diciendo todo eso?
Estaba hablando de lo que nunca antes había hablado con nadie más, con un niño... Pero las palabras no se detuvieron y Fukuzawa continuó exteriorizando todo lo que había enterrado en lo más profundo de su ser.
—El poder tiene que ser controlado. Un poder incontrolable tiene que ser abandonado. Si haces la vista gorda ante el talento que tienes, eres como yo en el pasado, empuñando mi espada en busca del derramamiento de sangre. Ahora, con tus padres fallecidos, debes tomar conciencia de tu poder.
Fukuzawa quería tener el talento del habla en esos momentos. No la elocuencia para mover a una multitud, ni la adulación para lavar el cerebro de las personas, tan sólo quería la capacidad de manejar una pequeña mentira para que el chico frente a él fuera capaz de entender una verdad tan simple.
—Viejo, entiendo lo que estás diciendo. —Los ojos de Ranpo estaban fijos en Fukuzawa, como si llevara admirándole durante horas—. Entonces, dime, ¿qué soy yo? ¿Qué es lo que mis padres nunca me dijeron? Asegúrate de que pueda entender, fuerte y claro, por qué soy así ahora. Si haces eso, te creeré.
Ranpo ya no estaba de mal humor. En su lugar, estaba ansioso por escuchar la respuesta. Eso era algo que no había sucedido hasta ese momento; y Fukuzawa era el único que podía decirle.
«Pronto retomaremos la función. Estimados miembros de la audiencia, por favor, regresen a sus asientos.»
Otra vez, los altavoces hicieron que el aviso llegara a todos los rincones del teatro. El resto de la audiencia comenzó a caminar de regreso a sus asientos.
Ranpo dedicó una mirada fugaz a la multitud. Fukuzawa ya no tenía tiempo. Si dejaba escapar esa oportunidad, era probable que Ranpo no le volviera a pedir una respuesta.
—Es porque eres... —No tenía palabras para continuar.
Hasta la última gota de su más profunda sinceridad fue exprimida en todo lo que le acababa de contar al muchacho. ¿Ahora qué? Uno de sus puntos fuertes no era precisamente el habla y la persuasión, no estaba de más decir que era un terrible mentiroso. Pero, hubo un instante en el que sus ojos se posaron en el guion de teatro que Ranpo sostenía, enrollado entre las manos.
Casi como acto de reflejo, Fukuzawa terminó su oración.
—…Un usuario de Habilidades Especiales.
Ranpo lo miró fijamente.
—¿...Ah?
—Se trata de una habilidad especial —volvió a decir Fukuzawa, que, en mayor parte, ya no sabía qué estaba diciendo—. Eres especial, porque eres un usuario de Habilidades Especiales. Después de que tus padres murieron, tu Habilidad Especial despertó. Eso es... lo que sucede.
—¿Una Habilidad especial? Espera... ¿Qué?
Los ojos de Ranpo estaban muy abiertos, toda su expresión era un completo poema al asombro. No entendía lo que estaba pasando... de nuevo.
Esta era la primera vez que Fukuzawa experimentaba el seguir hablando con la mente en blanco.
—Dije que eres un usuario de Habilidades Especiales. Tu habilidad consiste en conocer la verdad con sólo una mirada, es la Súper Deducción. Es como pasó durante la obra, cuando explicaron que en este mundo hay seres humanos que tienen Habilidades Especiales, y que la Habilidad no necesariamente trae la felicidad de su usuario. Tu sufrimiento, el hecho de ver a otras personas como monstruos, se deben a tu Habilidad.
Ranpo estaba desconcertado. Parpadeó varias veces, en silencio, en un estado de confusión, tratando de asimilar todo eso.
—Tienes que controlar tu Habilidad Especial.
En ese momento, Fukuzawa dio gracias a su capacidad de mantenerse estoico y tranquilo, adquirida tras largos años de entrenamiento; porque justo en ese momento, sentía que el corazón estaba a punto de salirse de su pecho y tenía las palmas de las manos húmedas, producto del sudor frío.
En un enfrentamiento serio, tener la más mínima duda en tu interior era vinculada a un golpe mortal. No podía permitir que sus movimientos fueran leídos con sólo verle la cara. Por lo tanto, sin importar la confusión, el dolor o el sufrimiento, no podía elaborar ni la más pequeña gesticulación, en cada momento requería una mirada tan serena como la que tenía ahora.
En otras palabras, la expresión actual de Fukuzawa era un engaño.
—Debido a que eres un usuario de Habilidades Especiales, eres especial. La prueba se halla en el método del que voy a hablarte ahora, sobre cómo controlar esa Habilidad. Si confías tu poder a la asistencia de cierto objeto, podrás usar tu Habilidad a voluntad.
—¿Y «confiar a la asistencia de cierto objeto» quiere decir que…? —Inclinó tanto la cabeza, que su cuerpo se empezó a ir de lado.
Pero Fukuzawa no había pensado en nada que pudiera decirle y que sonara convincente.
Dejando que su mirada vagara, Fukuzawa buscó algo que le sirviera como fuente de inspiración. Cualquier cosa. Lo que fuera que le permitiera a Ranpo enfocarse. Alguna... La mano de Fukuzawa rozó el bolsillo de su pecho.
¡Eso era!
—Esto. —Fukuzawa extrajo el objeto de su bolsillo.
—¿Qué es...? ¿Unas gafas?
—En la capital imperial, cierta persona de sangre noble me otorgó este accesorio. —Eso era una mentira. Sólo eran unos simples lentes que estaban de oferta en una tienda de artículos variados cerca en el vecindario en el que vivía, y decidió comprarlos para leer un poco durante la noche sin cansar su vista—. Cuando te coloques esto, tu Habilidad Especial se activará, y podrás ver todas las verdades que te rodean. Por el contrario, cuando no los estés usando, le restarás importancia a las tonterías que cometan las personas. Te los obsequio.
—...Haah...
Ranpo tomó las gafas de montura negra con una expresión que decía que realmente no entendía.
—Sin importar el ángulo en el que mire, estas parecen unas gafas baratas...
Lo cual, era cierto.
—Dado que no sabías de la existencia de Habilidades Especiales hasta ahora, no es irrazonable que pienses eso. —Dejó escapar un suspiro—. Ah..., sólo póntelas.
Ranpo agachó un poco la cabeza y se colocó los lentes, aprovechando ese instante...
—¡Kah! —Fukuzawa dejó salir una parte de su aura, era de nuevo el ataque a larga distancia, sólo que esta vez se había asegurado de hacerlo con una magnitud y una intención diferentes a la anterior.
El golpe que lanzó fue dirigido a la mente de Ranpo, originalmente esa técnica fue pensada para ser usada en un combate uno contra uno. Incluso si una persona entrenada en artes marciales recibía un impacto directo en la cabeza, la mente le quedaría en blanco y el cuerpo dejaría de responderle por unos instantes. En un niño como Ranpo, quien se encontraba indefenso, claro que tendría ese efecto casi de forma instantánea.
Ranpo se desmayó. Fukuzawa se encargó de que quedara sentado sobre el banco y no en el suelo.
—¿...Eh? —Después de unos segundos, Ranpo recuperó la conciencia. Mientras miraba al techo, parpadeó sorprendido.
—Mira. El mundo debería parecer diferente —dijo Fukuzawa.
—¿Ah? ¿Entonces esto... controla la Habilidad Especial...? Nada parece haber cambiado. No es... diferente... ¿No es diferente...? De alguna manera mi mente se siente como si estuviera flotando.
—Es porque los anteojos te han aceptado —dijo Fukuzawa con una voz digna, asintiendo. Su expresión era la de un ermitaño que reside en una montaña sagrada. Sin embargo, en su corazón, secretamente se desmayaba ante las extrañas palabras que estaba diciendo—. Controlarás tu poder con eso. Desde este momento, eres el Detective con Habilidades Especiales, Edogawa Ranpo. Tu misión será cortar el mal que se esconde en la oscuridad. Tienes la capacidad para hacerlo, porque eres el detective número uno de este mundo.
—Uwah... Genial. ¿Un... gran detective?
—Sí. Un gran detective.
Sintiendo que tenía entre las manos a un polluelo recién nacido, Fukuzawa agregó:
—Ahora, la mayor parte de las cosas han quedado claras, ¿no es verdad? No hay nada que temer en este mundo. Las otras personas no son monstruos. Ellos son mucho más tontos que tú.
Ranpo contuvo la respiración. Mientras trazaba el marco de las gafas, pensó en algo.
«Pero... ¿De verdad? ¿Todo el tiempo fue así? Esa vez, y esa vez también, y esa vez, y esa otra... ¿Todos los demás eran simplemente tontos? ¿Ellos eran quienes no entendían nada?»
—Ahora, Ranpo, escucha con atención. La sociedad es tonta. No saben ver las cosas con claridad, son bebés que no pueden sostener sus propias cabezas. Nadie tiene nada en tu contra. ¿O un bebé es capaz de odiar a alguien? ¿Un bebé es capaz de confundir a otras personas o tender trampas?
—...No —respondió en un susurro mientras agachaba la cabeza—. Entonces, esto también... Todo el dolor que sentí hasta ahora... —Dejó de tener una posición encorvada, para levantar lentamente el rostro—. ¿En verdad es así? ¿Nadie me odia?
—Es correcto.
Ranpo se levantó con brusquedad. Su expresión parecía deslumbrar dada la felicidad que experimentaba.
Fukuzawa sintió que en algún lugar logró escuchar un click, de un interruptor invisible.
—¡Ja, ja, ja! ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja! ¿Es así? ¡Todos son unos bebés! ¡Por supuesto! ¡Claro que lo son! ¡El mundo no es para nada espeluznante! ¡Es silencioso, muy normal y tonto!
Ranpo se había reído con genuina alegría. Su espalda se encontraba totalmente recta, y su cuerpo entero parecía irradiar un aura tan brillante que resultaba abrumadora, como un nuevo amanecer. Fukuzawa nunca había visto una expresión tan radiante y llamativa como la que tenía el chico. Estaba lleno de felicidad.
—Si son bebés tontos, ¡tengo que protegerlos! —Ranpo se volvió hacia Fukuzawa—. ¡Viejo! ¡Entra al teatro primero! ¡Tengo algo que hacer! Si actuamos ahora, es posible que podamos prevenir el asesinato.
—¡¿…Qué?!
—¡La amenaza se hará realidad! ¡El asesinato ocurrirá! ¡Eso ya está demasiado claro! ¡Pero podemos usarlo a nuestro favor! ¡Así que entra tú primero! ¡Porque esto no podrá llevarse a cabo si tú, viejo, no estás cerca del escenario!
Ranpo empujaba con todas sus fuerzas la espalda de Fukuzawa, pero ahora era éste último quien no entendía nada. ¿El asesinato sí iba a ocurrir?
—Oi, pero...
—¡Date prisa, date prisa! ¡Date prisa, date prisa!
Ranpo continuó empujando. Fukuzawa había perdido el control de la situación, y fue dirigido hacia el teatro sin tener la oportunidad de poner resistencia alguna. Sin embargo, si realmente iba a ocurrir un asesinato, ¿no sería peligroso dejar a Ranpo solo?
Justo en ese momento, sonó la campana que anunciaba el inicio de la función.
—Ya lo he visto: ¡el objetivo del enemigo, su plan, todo! Así que estoy bien, ve primero, ¡quiero que observes la reacción de la audiencia!
Fukuzawa vaciló. Fue bueno que Ranpo estuviera motivado, pero si era como el chico había dicho, entonces ¡había un asesino en el teatro!
Fukuzawa miró a Ranpo. Había vigor en su expresión. Era la cara de alguien que había superado algo que había enfrentado innumerables veces en la vida, una enorme pared, una montaña y varias cadenas.
—Entiendo, pero ten cuidado. —Fukuzawa asintió. Si no le creía a esas alturas, sería descortés de su parte.
—¡Estaré bien! —Dijo Ranpo con una voz confiada—. ¡Porque soy el mejor detective del mundo, y estoy aquí para proteger a los tontos!
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Normas y contexto antes de inteactuar.
|| Contexto ||
¡Vamos a conocernos un poco primero! Me llamo Iván, tengo diecinueve años y soy un chico de Andalucía, España. Nací en Octubre, soy abiertamente bisexual y una persona a la que le gusta interactuar con otros, así que no sientas vergüenza a abrirme MP.
Entré al mundo del rolplay por otras redes sociales como Tuenti o Twitter, allá por el 2012-2013 así que podría decirse que es un mundo con el que estoy familiarizado. Desde rol textual, a la interpretación física y por supuesto derivados como ánima, d&d, etcétera. Éste pequeño hobby que probablemente comparto contigo, me ha ayudado a darme cuenta de que me gusta la interpretación, y estudio para convertirme en un actor el día de mañana.
De casualidad, encontré ésta cuenta mía, “ aladdin-red-magi “ ( un poco infantil, eh ) y leyendo a mi inexperto yo de hace cinco años, me he encontrado a mí mismo queriendo terminar por fin lo que no pude entonces: aprender a rolear en tumblr.
Así que he decidido darle un intento. No te voy a mentir, leerme ahora después de tanto tiempo me ha hecho a prueba de balas ( lol ) .
Aún así, he decidido que quiero intentar retomarlo. Sé que tengo que hacer trabajo con el apartado visual del blog que es un total desastre, pero como de momento mi vuelta no es permanente, primero quiero probar como es la gente de la plataforma, quizá adecuarme un poco... lo típico. Así que, si hago alguna cosa rara como responder por donde no corresponde o olvidarme de responder algo, ¡por favor tenme paciencia! ¡Puedo llegar a ser igual de olvidadizo que de idiota!
Normas
— Vamos a intentar respetar la estética del rol. Alguna falta de ortografía es normal, y todos tenemos días raros cuando escribimos. Pero por lo general, un rol bonito es mucho más fácil de leer y de disfrutar para todos.
— No tengo problema con rolear nsfw siempre y cuando sea con el Aladdin adulto. Además, antes del nsfw, me gustaría que nuestros personajes entablasen una relación. Seguramente me apasione tanto como a ti la literatura erótica, pero todo tiene un momento y un lugar.
— Mayormente, voy a rolear con el Aladdin adulto. Si quieres un rol con el Aladdin joven, solicitamelo, no tengo ningún problema. Me tengo que disculpar aquí porque es por conveniencia del user: he crecido con ésta cuenta, y es algo especial para mí que Aladdin haya crecido conmigo.
— Ésta cuenta no está libre de spoilers de Magi: The Labyrinth of Magic y Magi: The Kingdom of Magic. Ten cuidado al leer, porque podrías verte sorprendido por algún spoiler del manga.
— Permitido el rol con personajes de cualquier otra obra. Lo encuentro especialmente divertido, incluso podría encargarme de adecuar terminología y demás a nuestra trama. Por favor, no te sientas cohíbido a abrirme un starter.
— Si vas a dejar un rol a medias, prefiero que me avises. ¡Estoy algo atareado últimamente, y aún asi quiero sacar tiempo para éste hobbie!
Y... ésto sería todo por el momento.
Por último, quiero ser pesado con lo de que no os sintáis cohíbidos. Quiero pasarmelo bien con todo el mundo como no pude unos años atrás. Creo que una cosa bonita que tiene el rol, es lo fácil que une a la gente. En terminos básicos, es como si fuésemos una pequeña compañía de teatro.
¡Te leo luego!
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Dagger/Dagger II
PEQUEÑOS PAJAROS
Uuuuuh que emocionnnn, actualización de este pequeño pedazo de vida que plasmo a menudo aquí, bueno, quiero empezar con un simple y llano:
El amor es una mierda.
No, para nada que me he enamorado, pero el proceso y todo lo que conlleva es una mierda, claro que si lo es, que avergonzado me siento en estos momentos de estar vivo.
Bueno, la verdad ya entre a la Universidad y esperaba que el ambiente fuese un poco menos “acelerado y obscuro”, lo vi asi apenas entre, el mero primer dia me sentí terrible.
Ya no veo clases con la gente que solia pasármela todo el rato, no quiero tomar una actitud escuelera pero es que esa gente eran los que me aplaudían las estupideces y hacían que la vida en la Universidad fuese hasta mas interesante de lo que ya es. Me siento como un poquis solo, tal vez me vea con Brayan “Bob Ross, ya no tan Bob Ross” Vallejo, que me cae muy bien y todo, pero se que voy a extrañar a Valentina, a Maria, y a personas con quien casi ni hablaba como Catalina, Veronica, entre otros del salón, no son asi como quienes los compinches, pero en realidad llenaban un espacio, como si fuese todo una obra de teatro, o una serie, o una película.
Todo eso cambio, desde que entre el primer dia me di cuenta de que la Universidad ahora si me cacheteo. Como deje de final en el anterior escrito: Iba a invitar a ****** y todo el asunto, bueno…la “invite” y quedamos de ir a ver a Jimmy Jazz, todo re bien hasta el primer dia de Universidad que no se que diablos paso pero creo que se sintió fastidiada por mi forma de actuar o algo, y lo sentí en todos los aspectos posibles, me siento mal por haber arruinado algo que probablemente todo el tiempo estuvo fue en mi cabeza y no en la vida real.
No quiero relatar aquí que paso a detalle, pero si estoy seguro de una cosa, o mas bien de varias; pues estoy mal en todos los sentidos, no han pasado ni tres dias de estudio y ya me drogue y emborrache hasta el punto del casi-colapso, HORRIBLE.
Tengo mareos de la nada desde hace tres dias, anoche tuve una pesadilla horrible, anduve estresado todo el rato, en fin, ha sido una semana de mierda, pero de mierda terrible, hasta el momento no entiendo que pudo haber pasado con ******, de la nada quiere como evitarme o ignorarme, y no se si fue por que actue como imbécil últimamente, o porque hice alguna seña que le molesto (tengo ese delirio con muchas personas, la gente interpreta otras cosas con muecas o señas de vez en cuando, y me da miedo que las mal interpreten y me vean como un soperutano, o algo peor que eso solo por hacer algo que parece significar otra cosa sin ninguna intención de que sea asi), o algo, pero me estrese porque ****** me gusta pero pues ni modo, no se le puede hacer nada si ella demuestra que estoy equivocado con creer que algo bonito puede surgir con mi comportamiento de idiota, o simplemente fui yo el que creyo desde un principio que algo pudo haber pasado cuando nada en realidad paso. No voy a tomar acción al respecto, pensé en preguntarle si algo que había hecho le molesto, pero creo que eso es perder un poco la dignidad, y segundo, lo mas probable es que me diga que no pasa nada cuando en realidad solo quiera que yo desaparezca de su vista o algo.
Me di cuenta de lo mucho que dependo de la gente, sobretodo de la gente que me gusta, de sus comentarios, de sus acciones, y de sus miradas, puesto que no soporto en absoluto que me haya quemado tan rápido, mas rápido que con Marcela, me duele en realidad, porque me baja el autoestima y me incrementa la ansiedad, la inseguridad, todo lo que conlleva estar deprimido en un abismo en el cual solo quería darle muy duro a mi cabeza con drogas y alcohol…ESO ESTA MAL, no debería hacerme esos males, y sobretodo por algo tan tonto como un rechazo a mi persona (no un rechazo amoroso, un rechazo sutil, que da la espalda). La verdad no veo viable en absoluto siquiera dirigir la palabra a ******, no me odia, le fastidio, me di cuenta, y estoy casi convencido de que fue por mi actitud de mandril estos últimos días, lo reconozco y mas que nadie se que hice o que dije, o que chiste/tópico repetí hasta el cansancio que ya daba era tedio en todos sus aspectos.
Me voy a calmar, voy a cumplir con lo mio, y voy a suspender uso de lo que sea que me altere la cabeza, me hizo mal y no quiero pasar otra recaída psicótica otra vez, estoy asustado y cansado, debido no a lo que consumí, sino a mi mismo por estresarme referente a lo que diga o piense ****** de mi, a pesar de que yo no pueda saber que es, involuntariamente me lo imagino y me hace sentir mal, me siento solo y angustiado, creo que necesito estar mejor conmigo mismo durante un tiempo, no quiero reportar aquí que me siento bien ni nada porque eso es mentira y no puedo mentirme a mi mismo, incluso cuando el lector mas importante de este documento soy yo, así que lo siento, pero el 6 de Agosto de 2018 informo que me siento como una maquina de hacer el ridículo.
Neutral Milk Hotel tiene un poder sobre mi que me hace escribir siempre que los oigo, sobretodo en este documento, en este parrafito solo quiero relatar que el Noise Rock se ha apoderado de Oscarin actual y que ahora solo oigo pura música tostada, pero me gusta, es experimentar con el oído bastante.
Quisiera pedirle perdón a ****** si la llegue a molestar, pero pues mi imagen de imbécil no me da para tanto, creo que ya eche a perder hasta el saludo así que mejor no meto las manos a ningún fuego, he hablado con dos o tres al respecto y casi todos dicen que es inmadurez de ******, pero no me parece, si yo fuese ella y tuviese que soportar a un idiota diciendo “chimba la Marihuana” todo el rato para disque hacer reir también me iria temprano, creo que por eso me ofreció trabajo en vez de ir al toque de Jimmy Jazz, creo que nunca quiso mi compañía, creo que estuve confundido desde el principio, creo, creo, creo, pero nunca veo, porque así soy…creyente de cosas fantasiosas que nunca llegaran a pasar.
Tengo nuevas metas y están muy bonitas, voy a ser mejor persona con Majito y a tomar mejor el rol de tío, quiero meterme a un curso de batería y demostrarle a Galy porque es mejor practicar y no irse al ejercito (eso fue una re mala broma), quiero crear temas con los chicos, quiero comprarme una guitarra nueva que ya ni me importa si es Ibanez o la marca que sea pero quiero encariñarme con un buen sonido y efecto, y ya, creo que eso es todo.
Solo quiero olvidar cada rencor que tengo con todos, hasta con mi familia después del conflicto con Jessica respecto a Maria Jose, quiero dejar de tenerle miedo a todos, quiero comenzar a ser y no a actuar por alguien o algo, quiero ser, pero aun no puedo, y me dan ganas de llorar por eso.
- No-tan-Super Sonix
¿Qué escuche para escribir esta fea actualización?
Pues todo el concierto de NMH en Ottawa de 2014 + Naomi que nunca pasa de moda.
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La vida te enseña a golpe de calcetín
Del 23 de octubre al 19 de diciembre de 2021 (no hay funciones el 4 y el 5 de diciembre) y del 8 al 16 de enero de 2022
50% de descuento hasta el 23 octubre
En el marco del décimo aniversario de la compañía Idiotas Teatro
La compañía Idiotas Teatro, en colaboración con 25 Producción, celebra 10 años de trayectoria artística con la puesta en escena: A golpe de calcetín, del escritor Francisco Hinojosa, con la adaptación de la dramaturga Ileana Villarreal, bajo la dirección de Cristian David y Fernando Reyes Reyes. Se presentará del 23 de octubre al 19 de diciembre, los sábados y domingos a las 13:00 horas, en el Teatro Helénico. El cuento de Francisco Hinojosa, ahora materializado en escena, presenta a un personaje peculiar: Paco Poyo, un niño de 10 años que abandonó la escuela en consecuencia de la crisis económica que enfrentaba la clase obrera de la época posrevolucionaria. Es así como recorre las calles de la Ciudad de México vendiendo periódicos “a golpe de calcetín” —expresión coloquial que se usa para referirse a alguien que anda a pie o que aprende lo que sabe a través de la experiencia—. De pronto, un misterioso personaje le ofrece comprarle todos sus periódicos a cambio de que le haga un favor, Paco Poyo acepta sin imaginar que una misión aparentemente fácil y divertida, lo conducirá a formar parte de los titulares de los diarios que él mismo vendía. A golpe de calcetín es una obra para toda la familia que tiene como propuesta escénica la música en vivo, el juego de máscaras, títeres y objetos; esta combinación multidisciplinaria le da vida al universo de Paco Poyo, quien sale de casa para enfrentarse con el mundo exterior. Se trata de un viaje que voltea la mirada hacia el interior del infante y que explora la idea de la renovación, misma que trae consigo el duelo de enfrentarse al mundo y dejar atrás la vida pasada para poder crecer. En esta obra confluyen diferentes lenguajes y distintas disciplinas artísticas; desde el diseño de personajes propuesto por el artista visual Alejandro Magallanes, quien es un referente en el diseño gráfico, editorial y de cartel en México; la música en vivo y la composición por Juan Pablo Villa; la visión y colaboración artística de Paola Izquierdo y Alicia Martínez Álvarez en la dirección de máscara, quienes le dan vida a este fascinante mundo ficcional. El equipo creativo lo completan Atenea Chávez en conjunto con Alberto Reyna y César Moctezuma en la escenografía, Edgar Mora en la iluminación, Azucena Galicia a cargo del vestuario y la producción ejecutiva de David Castillo. Las y los actores que integran el elenco son: Nohemí Espinosa, Diego Santana, Carmen Coronado, Claudia Ivonne Cervantes, Fabián Varona, Alejandra Mada, Cristian David, Fernando Reyes Reyes y Juan Pablo Villa como músico en escena y la voz del mismísimo Francisco Hinojosa. A golpe de calcetín se presentará en el Teatro Helénico en los siguientes horarios:
Del 23 de octubre al 19 de diciembre (no hay funciones el 4 y el 5 de diciembre): sábados y domingos, 13 h
8 y 9 de enero: sábado y domingo, 13 y 18 h
15 y 16 de enero: sábado y domingo, 13 h
El boleto tiene un costo de $155. Las localidades pueden adquirirse en la taquilla del Centro Cultural Helénico, ubicado en avenida Revolución 1500, así como en la página de internet helenico.gob.mx. Se exhorta al público a asistir con las medidas de sanidad necesarias para prevenir contagios del COVID-19, por lo que será obligatorio el uso de cubrebocas, la aplicación continua de gel desinfectante y atender las instrucciones del personal de seguridad. En caso de presentar algún síntoma (dolor de cabeza, garganta o temperatura superior a 37.5 grados), es preferible quedarse en casa.
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Send ‘ship !’ for the following ( @waideweik )
Jaewon ♥ Eunyeong
who throws things in a fight ? no pelean, no se lanzan cosas, no acepto objeciones porque sino hay tabla >:c who goes to their parent’s house for a weekend when things get bad ? bueno, esta no aplica porque son nuestra ship e s p e c i a l y porque no pelean x2 who wants to have children ? who doesn’t ? if both do, how do their goals differentiate ? tampoco aplica, PERO yo creo que Jaewon sabe perfectamente que Eunnie sería la mejor mamá del mundo (luego de la suya coff) y si ella desea tener hijitos con el hombre que ama (aka: el sunbae), él apoyaría por siempre esa decisión y le compraría muchas cosas bonitas a los bebés /sobs who is more adverse to physical contact ? posiblemente, Eunnie lo era en un principio porque, incluso si en su dolor y frustración pagó por su compañía, Jaewon era un completo extraño. Pero te imaginas lo lindo que fue que, con el tiempo, se empezaron a tomar de la manito y a dar besitos en las mejillas y abrazos y todas esas cosas dulces que les caracterizan /llora cien años who hates/dislikes their neighbors the most ? no aplica porque no viven juntos, pero se cuentan historias de sus vecinos y a ambos les parecen personas agradables who hates/dislikes their significant other’s family ? seguramente a Jaewon no le agrada la idea de que el padre de Eunnie la ofreciera en matrimonio al idiota que tiene por esposo, pero eso no significa que el señor sea malo ??? de hecho, Eunnie le ha hablado de su amada abuela e incluso él puede sentir lo mucho que la apreciaría si estuviera viva who is most likely to leave when things get rough ? no pelean x3 y ninguno abandona al otro en sus peores momentos, así que no, simplemente no, se tienen el uno al otro por siempre y para siempre who thinks their partner turned out a different person than they thought ? Jaewon. Él aún no puede creer que Eunnie resultase ser la mujer más extraordinaria que tuvo el honor de conocer ;; ♥ who is the more experienced ( sexually or otherwise ) ? Sexualmente, Jaewon por unas malditas obvias razones. De la vida en general y del amor, Eunnie who hates/dislikes their significant other’s friends ? Si Eunnie conociera a Seongil, seguro le agradaría ♥ Y creo que Eunnie también está rodeada de gente buena en su círculo selecto de amistades. así que ninguno siempre desagrado :’) who wants to go to social gatherings the most ? Eunnie. aunque no precisamente reuniones sociales porque tiene que “esconder” a Jaewon. sin embargo, ella es quien le lleva a conocer lugares bonitos, al teatro, al cine, a un concierto de la orquesta, al ballet. god bless a una mujer inteligente, intelectual y amorosa que le enseña a mi hijo who is most likely to be dishonest ? Jaewon, tal vez para no preocuparla con cosas que sabe le van a afectar y que se tratan de él. porque lo que menos quiere es que se pase un mal rato estando juntos. se supone que él está ahí para consolarla y acompañarla, no al revés :c who is more emotionally closed off and how does this affect their partner ? ninguno. porque sí, tal vez hay pequeñas cosas que no serán dichas en su momento, pero la confianza que se tienen es tan enorme, que eventualmente lo sabrán y buscarán al otro para un consejo o una palabra de aliento who is the dessert person ? Jaewon, a él le encantan las cosas dulces y por suerte, es de esas personas que come mucho y nunca engorda. así que aliméntenlo con todos los postres (?) who is more conservative ? Probablemente, la Eunnie del pasado que vivía atrapada en ese matrimonio horrible. Sin embargo, ahora ya no lo es, ES UNA MUJER EMPODERADA Y FANTÁSTICA who hates/dislikes oral sex ? mira, a Jaewon sí le gusta en todo sentido, pero ellos nunca han tenido sexo ni lo tendrán. así que te lo digo solo como un dato “curioso” entre comillas porque tú sabes bien cómo es mi personaje digo(?
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¡Puño Mantou Ardiente!: Furuichi Sakyo
¡Puño Mantou Ardiente! Furuichi Sakyo (1/3)
Hasta ahora, todas nuestras obras para la Troupe de Otoño han sido más serias e intensas, así que la comedia será un desafío nuevo.
Los especialistas en comedia de nuestra compañía son los de la Troupe de Verano, pero haremos nuestro propio estilo de comedia.
Seremos capaces de usar como ventaja nuestra reputación y apariencias rudas. La comedia se trata de lo inesperado.
Una vez que nos acostumbremos al acto de la comedia, quiero añadir algunas improvisaciones, pero primero necesitaremos pensar en ellas.
Debería decirles a todos que hagan una lista de posibles ideas.
¡Puño Mantou Ardiente! Furuichi Sakyo (2/3)
¿Sabías que Takato vino a ver nuestra práctica el día de hoy? Al parecer está interesado en las escenas de kung fu y en nuestro tipo de comedia.
Dijo que quiere mejorar en la comedia para que también pueda añadirla a su repertorio.
Ese chico debe ser muy bueno en todo lo que involucre al teatro, ¿no? Bien, no dejaré que me derrote en esto.
Trabaja regularmente, así que parece que también sería bueno en las coreografías de peleas.
Me encantaría ver qué puede hacer contra mí en una pelea. Montada, por supuesto.
¡Puño Mantou Ardiente! Furuichi Sakyo (3/3)
Oye, ¿sabes qué hora es? ¿Hasta qué tan tarde planeabas seguir trabajando? ¿Aún no terminas de hacer el papeleo para la reunión de mañana?
Tch. ¿Sabes qué? Dámelo. Yo lo haré.
También estuviste trabajando hasta tarde la otra noche. Y esto no es sobre la factura del servicio eléctrico.
Eres la Directora General de esta compañía de teatro. Sí, tienes que cuidar la compañía, pero parte de tu trabajo también es cuidarte.
¿Qué harían todos esos idiotas si te enfermaras por trabajar demasiado?
Deja de ser tan testaruda y pide ayuda cuando la necesites. No... no me importa hacer cosas por ti de vez en cuando.
Así que baja ese maldito bolígrafo y vete a dormir ya.
Chat de Sakyo y Sakuya
Sakyo: ¿Mm? ¿Qué son esos volantes?
Sakuya: ¡Oh! Son para otra Troupe. Voy a estar en el elenco de reparto para su próximo evento.
Sakyo: Ah. Ya he escuchado de ellos. ¿Y vas a estar en uno de sus eventos?
Sakuya: ¡Sí! Tasuku-san me recomendó para el trabajo. También, mientras estoy ahí, he estado aprendiendo un montón sobre las cosas que pasan tras bambalinas.
El personaje que interpreto lleva un ave sobre el hombro.
Me recuerda a aquel entonces cuando empecé a actuar en Mankai, cuando sólo éramos Kamekichi y yo.
Sakyo: Oh, sí, recuerdo eso. En ese entonces tu actuación era terrible.
Así que, ¿cuándo es la obra? ¿Ya está la venta de boletos?
Sakuya: ¡La noche de apertura es la siguiente semana! Ya empezaron a hacer una pre-venta de boletos.
Sakyo: Hmm. Si es en el fin de semana, puedo ir. Resérvame un boleto.
Sakuya: Reservar... ¿¡usted!?
¡Lo haré! ¡Muchísimas gracias!
¡Me esforzaré al máximo para asegurarme de que disfrute la obra!
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Afortunadamente
https://www.flickr.com/photos/geraldverdon/
Afortunadamente, como dijera mi tío, recientemente fallecido, pero de una galantería legendaria, los actos venían saliendo maravillosos, de luxe, y todo se debía, en parte a la proficiencia de los actores, al arduo trabajo en los ensayos, y los directores, y los docentes que alguna vez, labraron con nuestra ayuda, los senderos de nuestra disciplina, y todos aquellos que nos dieron esa carta de confianza que nos condujo, por distintos caminos, hasta esta magistral presentación en el mas reputado teatro de Greenwish, en la calle Fernstermacher, la calle de los teatros. Hoy era el estreno y teníamos dos funciones luego de esta, esta misma noche, por lo que sería una buena prueba de nuestra capacidad actoral, además de toda la coordinación que hacía falta para llevar adelante este tipo de obra, asistencia en maquillaje, vestuario, y escenografía, dirección, asistentes de guion, y más (sin olvidar a productores y personería del teatro, que habían estado muy presentes en las pruebas en el escenario, desde hace una semana).
Ya había pasado la parte más difícil para mí, la que más escozor me producía, y era la de tener que golpear a una mujer, me resultaba incómodo, y hasta impropio del personaje que yo interpretaba, y además, sentía que me dejaba frente al público en el lugar de villano, y me resistía a la idea de serlo, sobre todo cuando el personaje hacia luego tantos aportes positivos a la trama, que pudieran eventualmente quedar velados por este acto de salvajismo. Claro, que había manifestado mi desacuerdo frente a los guionistas, hacía seis meses, en el momento en que me mandaron el guion a casa, pero la respuesta fue la esperada en estos niveles, "si no te gusta, conseguiremos otro Kean".
Quedaban dos actos más y el público respondía cada vez más con amplias sonrisas, y hasta carcajadas, en los pasos cómicos, y los enamorados se abrazaban más fuerte cada vez, en las escenas de violencia o suspenso. Había una pareja de señores que me enterneció en una de esas oportunidades que tuve de mirar al público en un paneo general. Estaban abrazados, a su avanzada edad, aun enamorados, dulcemente como adolescentes. Enseguida imaginé lo que me hubiera dicho Rodo, "como te gusta el amor de películas a vos, eh"
Los tiquets se habían vendido bien por ser una compañía que recién arranca, la mayoría de nosotros éramos novatos en las tablas de este nivel, y en obras del tipo "clásicas" así que muchas cosas que habían empezado a suceder, y seguirían sucediendo, serían nuevas para muchos de nosotros. Había generado buena afinidad con los personajes más cercanos al mío, y los ensayos habían sido cargados de compañerismo y buen humor. Paola que hacía de Cordelia, y Mafin que hacía de Lear fueron los que más me ayudaron en los momentos en los que el actor necesita pisar su personaje por dentro, ponerse su piel y que le apriete hasta sentir que es la propia piel la que se ha puesto, que él y el personaje son uno, inseparables, al menos por un rato. Paola me decía "hay un periodo en que te vas conociendo con tu personaje, no lo creas, te lo encontrás, y le haces preguntas, lo conoces y lo interpretas". Nunca estuve seguro de comprender lo que me quería decir pero creo que algo de sus palabras quedó, porque en los ensayos venía a felicitarme y a alentarme al igual que Mafin.
Esa noche, había estado lloviendo, hacía frío, la gente se sacaba las camperas dentro del teatro, las ponían en los respaldos, cosa que nunca sucedían, pero en este caso estaban empapados. Para quitarme los nervios imaginé ser una gota de lluvia que viajaba desde la campera de un espectador, hacia el pantalón o buzo del espectador de atrás, al el primero agitarlo para colgarlo en su propio respaldo, y las sensaciones que ésta viviría al permanecer, volar, vivir el movimiento, y estamparse contra alguien que había empezado a ofenderse. Mientras movía los brazos para formar la punta estereotipada de las gotas, y me ondulaba para simular su movimiento en el aire, llegó uno de mis compañeros, Sergi, con su amiga la sublime maquilladora Esthercita. Ambos extasiados, miraban para todos lodos detrás de mí, donde estaría el escenario del segundo acto, donde se estaba armando la escenografía y varios trabajaban moviendo piezas, miraban lejos, no me miraban, y miraban hacia atrás también. Estaban perturbados, y por fin dijo Sergi:
- ¿Viste que íbamos a comer unas pizzas al bolichón ese de Beroccio? - sin entender las miradas cómplices entre ambos, tomados del brazo, contesté que si con la cabeza, a lo que Sergi continuó - Bueno, olvidáte, no sabemos qué va a pasar cuando salgamos.
- Pasó un grupo de policías por la boletería y dijeron que cerremos todo, parece que vienen por Beltrán y en cualquier momento agarran Fernstermacher, y viste que esto lo consideran como de la elite - aferrada al regordete brazo de Sergi, decía Esthercita.
- Estaba todo anunciado para la semana que viene, qué tarados que son esos tipos. Pensé que íbamos a tener por lo menos una semana de obra en paz, pero bueno...
Ya habían anunciado unas semanas atrás que las bases de la estructura colapsarían, pero no sabíamos cuando sería.
- La gente pagó la entrada, y no está enterada de nada porque estamos sin redes. ¿Qué hacemos? ¿Paramos todo?- aventuró inocente Sergi.
- ¿Estás loco? Eso ni soñando, esto llevó mucho trabajo y la gente está deseosa de ver los trajes y escuchar esas palabras tan dulcemente pronunciadas, no es momento para cobardes - Esther, de más de experiencia que Sergi, lo ubicaba con frecuencia.
- Que Dios nos proteja si llegan a entrar, sabes lo que puede llegar a ser esto, ¿no?
- Sergi, dejáme de joder, ahora entro yo, no va a pasar nada, cierren como dijo la poli y listo.
Salí caminando y apareció frente a mí el público. No sé si era que ya mi juicio estaba perturbado, pero pude percibir en las personas que estaban allí sentadas, de a cientos, una turbación, algo que los incomodaba. Los veía velados por la oscuridad propia de estos casos y a la que ya me había acostumbrado en el primer acto, ya que las luces estaban apuntándonos a los actores, al escenario. La fragilidad en el rechinar de las tablas, no lo había percibido antes, la oscuridad en el horizonte y la luz de la entrada a la sala que se dejaba ver tras el muro que lo ocultaba que hacía las veces de respaldo de la última fila. La música había comenzado, pero un sonido más fuerte dominaba mis sentidos, un zumbido de alarma, que seguro estaba en mi cabeza, porque en esos pasos infinitos pude hacer esfuerzos frustrados para que la música predomine en mi ser, y en mi estómago la extraña sensación de vacío, que aseguraba un mal presagio para los tiempos venideros, muy, muy próximos. El zumbido jugaba conmigo, y yo, petrificado me aferraba a mis aspectos fuertes, mis puntos de apoyo, lo que mi psicólogo me sugería. No podía sucederme en este instante, estaba dando los últimos pasos ya hacia la cruz en el escenario. No era un ensayo. No era un simulacro. Era la obra. No era necesario que todos los males se ensañen conmigo, pero la distracción que esto me generó, hizo que todo cuanto me estaba pasando fuera significativo. A los pocos minutos todo sería una anécdota porque luego de una breve duda, pude dar vida a ese personaje injustamente enjuiciado, con sus frondosas líneas. Todo iba sobre ruedas aunque pocos instantes antes no lo hubiera imaginado. Volvía detrás de escena, en las escenas que no me tocaba participar, y Esthercita venía a darme una toalla limpia siempre, para secarme la transpiración, y yo la notaba aun alterada, como presurosa, y ansiosa. Miedosa, en fin. “¿Qué pasa Esther?” Le pregunté al verla en ese estado que se me figuró como terminal. “Tenés varios minutos, anda a hablar con Susi, preguntále a ella, está muy mal”. Como era cierto que me quedaban varios minutos, porque ella sabía las entradas de todos, fui a hablar con Susi, una de las guionistas que tenía por costumbre, según decían los que la conocían, estar detrás de la escena, y no viendo la obra desde las butacas. Estaba con en una especie de crisis de llanto, derrumbada sobre el pecho de Dan, el dueño de las camionetas, un idiota. Él la consolaba, la abrazaba, y mi llegada pareció no agradarle demasiado cuando vi que Susi se escapó de su compañía para venir a hablarme y contarme lo que había sucedido. “El que atiende el kiosquito me contó que ya entraron en todas las casas del barrio ‘La Cuenca’ y que vienen barriendo como para acá” Mi rostro debe haber sido fatal. Allí vivían los padres de Susi, muy ancianos, y su llanto caía sobre el destino que sus padres podrían haber sufrido. Las escenas se sucedían con normalidad, y frente a mi estaba ese rostro que buscaba en mí una palabra que le borrara la pena, aunque fuera la mentira más mentirosa de la historia del teatro. “¿Cómo sabe eso el quiosquero?” elegí preguntar. Es amigo de mis padres, vive al lado de la casa de ellos, contestó limpiándose la nariz y contemplando su transparente residuo. Debe venir de su casa a trabajar. En ese instante algo no me cerraba, y se lo planteé. Susi, perdóname pero, ¿este hombre dejó su casa sabiendo que estaban entrando en las casas de su barrio, y te lo cuenta tranquilamente desde su quiosco, sin saber si en este momento están prendiendo fuego su casa? Una risa generalizada del público nos sobresaltó, y nos cambió el humor de una sorda congoja a una pretensiosa esperanza. Se estaba yendo, desesperado, contestó casi ofendida Susi. No sé qué hacer, ¿me voy a ver si están bien? No quiero dejar el estreno, hace mucho que nos estamos preparando para esto. En ese preciso instante apareció desde atrás de ella el dueño de las camionetas con una cara de bombero voluntario de revista femenina, en actitud escandalosamente salvadora. Yo puedo llevarte Susi, es lo que le estaba diciendo, dijo mirándome, agarramos la 56 y vamos y venimos en un rato, y te quedas tranquila, dale, vamos, ya me habías dicho que sí. No se trata de lo que te haya dicho, sino de que lo piense tranquila, intentaba explicar frente a la actitud de macho alfa que siempre me había molestado tanto, pero antes de que terminara de pronunciar esta frase, Susi se apresuró a darle la razón al barbudo chofer, y salieron rápidamente, ella bajo el brazo de él, por la salida de actores, callejón frio, húmedo y nauseabundo.
Antes de que pudiera ofuscarme con toda esa tendencia machista de querer siempre acaparar a las hembras de una manada aunque esto implique arrastrarse a los pies de las mismas, sentí un frio sobrecogedor a mi espalda, y esto combinado con la oscuridad tenue que reinaba en esta parte del detrás de escena, género en mí una sensación espantosa. Los actores y demás miembros de la compañía que estábamos fuera de escena, aunque los que estaban en el escenario también, compartíamos la sensación de estupor, de incertidumbre, al menos los que ya estábamos enterados de los sucesos que afuera se vivían. Esta misma sensación fue la que hizo que mi sentimiento de terror aumentara considerablemente, y luego de lo que pareció una eternidad, decidí enfrentarme al frio que venía desde atrás, y al darme vuelta, el espanto fue mucho mayor, porque delante de mi vi una figura irreconocible, alta, mucho más alta que yo, maciza, y de una corpulencia tan inorgánica que parecía salido de una fábrica del terror. Estaba punto de darle un empujón y salir corriendo hacia la zona más habitada del backstage, y pensaba ya en qué explicación darle a los demás sobre mi excitación, un rebelde, ¿Un miembro de la resistencia que ya se empezaba a colar dentro del teatro? ¿Un policía que venía a reprimir o a advertirnos que no saliéramos? ¿Una creación más de mi imaginación? Las posibilidades podían ser aún más, pero la terrorífica cuestión terminó cuando relacioné el tiempo que había estado hablando con Susi y el tiempo que faltaba para mi próxima entrada en escena, y con quién debía interactuar. Desde la penumbra se acercó el director de escena diciendo “Kent, Caballero, entran en cinco”. Las dudas se disiparon y el alivio cayó sobre mí como un manto, al darme cuenta finalmente que Cesar venía a mostrarme cómo le quedaba su armadura de caballero, de la cual me había estado hablando durante todo el mes de los ensayos. Nunca la habíamos visto porque la vestuarista la había estado preparando en su taller, con ayuda de un herrero, y tampoco en los ensayos ya que las vestimentas especiales habían ensayado aparte unos días antes del estreno. Tratando de disimular el alivio infinito, le dije a Cesar que parecía un viajero del tiempo recién venido de la época medieval. Su voz apenas se escuchaba desde atrás del yelmo, pero me pareció entender que se lo quitaría una vez nos encontremos en el escenario.
Nuestro dialogo transcurría con ruido de tormenta, con estrepitosos relámpagos que Rena disparaba sobre nosotros, apretando sus botones. La lluvia, así se convertía en protagonista central de la noche, bañando el afuera y ahora el adentro de la ficción. El brevísimo no presentaba mayor dificultad para estos personajes, pero claro que el día del estreno, muchas cosas podían salir mal, por única vez y sin razón aparente. En mi caso esto no se debió a ninguna superstición propia de gente de teatro, sino a mí mismo, exclusivamente a mis adentros. El peso de la bomba de tiempo que afuera latía, comenzaba a aturdirme, y en el más inoportuno de los momentos: estando yo en escena. El Caballero me dio el pie pero yo vagamente pude percibirlo, porque me hallaba extasiado mirando a nuestro público, inmóvil, sin capacidad de reacción inmediata, sabiendo que todas estas personas podrían sufrir un destino atroz esta misma noche, al igual que yo y que todos. Los veía, a pesar de las luces que me encandilaban, los veía, y comenzaban a mirarse entre ellos, miraban a mi colega que seguramente también haya estado mirándome, preguntándose qué esperaba para decir lo que debía decir. Aquellas caras que me observaban, debían pronto dejar de ser meros espectadores para pasar a la acción y defender sus propias vidas. Un escape hábil, un forcejeo o una negociación improvisada, sería para ellos la diferencia entre la vida, la fuga, o la muerte en manos del grupo de la resistencia que comenzaba a regar de terror las calles. Había niños. Había niñas. No podía seguir. Pero enseguida, como una compuerta que se abre de repente por una presión incontenible, vino a mí una imagen, y no pude posponer mas la premura, necesitaba dejar el escenario lo antes posible y actuar pero para la obra de todas nuestras vidas. El Caballero, dignísimo, reiteraba, insistente “Quizás no me escucha por la copiosa tormenta ¿Queréis decir algo más?” para que yo dijera mi línea. La apuntadora, estaba como enloquecida gritándome “¡Poco, pero de gran trascendencia!” La miré, saliendo de mi limbo y cayendo en la obra, y dije finalmente, entre los primeros murmullos de la gente: “Poco, pero de gran trascendencia”. El caballero y la apuntadora, y estimo que todos detrás respiraron aliviados, y seguí hablando.
Salimos uno por la izquierda y el otro por la derecha. Yo no tenía tiempo para nada más que para realizar aquello que se me había representado en el escenario y lo que me había hecho volver a mí mismo. Esthercita, al salir me preguntaba si estaba bien, si necesitaba algo. Cesar dio toda la vuelta y vino a buscarme un tanto ofuscado, seguramente para hacerme algún relamo, pero me deshice de él separándolo con el brazo y de todo el que me viniera a decir algo, y me dirigí hacia la puerta de actores, como una flecha, sin mirar a nadie. Llegué y estaba como la había visto minutos antes al irse Susi con su esmerado chofer: sin cerrojos. Me di vuelta y a modo de demostración dije a los que me habían seguido, por motivos diversos. “¿Así nos protegemos del desastre?” Señalando la puerta de vaivén, por la que cualquiera podía entrar y salir libremente sin que nadie lo viera. “Viene la policía explícitamente a decirnos que cerremos el teatro, que bajemos las persianas y que no salgamos ¿y nosotros nos protegemos así, dejando la puerta de atrás totalmente liberada?” Todos se miraron, no comprendían mis palabras, ya que evidentemente no comprendían la gravedad de la situación. “Tiene razón” dijo Cesar, ya más relajado “yo salí hace un rato, a fumar, y escuchaba ya algunos ruidos de ellos” Varios hicieron comentarios entre ellos. Esthercita preguntó asustada “¿muy cerca, Cesar, los ruidos?” a esta altura ya se había congregado casi toda la compañía, a excepción de los que debían llevar la obra adelante. “Bastante…” dijo Cesar “unas diez cuadras”. El murmullo se hizo oír nuevamente, pero menos optimista. Yo tenía que entrar a escena en cualquier momento. En ese preciso instante, e inesperadamente apareció el Director de la compañía, Alexander Solar, un poco traído por mi breve lapsus on stage, y un poco también para traer tranquilidad a los actores, en el día del debut y con la ciudad convulsionando allá afuera. Él ya nos había aclarado que no solía estar detrás de escena en los debuts, que vería la obra desde alguna butaca para tener algo para decirnos luego, antes de la siguiente función. Varios quedaron sorprendidos por su aparición allí, pero terminé convencido de que sus palabras eran justas para ese momento y que seguramente debían de servir para tranquilizar a varios de nosotros. Aunque no a mí.
Ya entraba, y no estaba preparado espiritualmente. Mi cuerpo me llevaba, mi mente sabía la letra y los movimientos a la perfección, pero mis emociones se habían quedado en aquella indefensa puerta, y mi alma estaba queriendo paz, desfasada de tanto frenesí. Rena ya disparaba algunos truenos para que no se escuchara el rechinar de los engranajes y las cadenas rozándose para bajar la nueva escenografía de bosque, donde mi personaje se encontraba con el Rey y el Bufón. Me despedí de la compañía con una mirada tranquilizadora, lo mejor que me salió en ese momento en el que realmente no lo estaba, y al pasar junto al director, este me detuvo con su mano en mi hombro derecho y me dijo al oído: “Entrarán de un momento a otro”. En ese momento en el que ya debía estar junto al escenario esperando mi entrada, sentía deseos de quedarme, de dejar nuevamente a la gente esperando, a mis compañeros en vilo, y comenzar con una ametralladora de preguntas sobre mi director. Él ya había percibido en mí, en mi rostro, el temor, y que sus palabras no habían causado efecto, pero el error fue atribuirlo a que yo estuviera en conocimiento de lo que sucedería “de un momento a otro”, y no atribuirlo a que realmente sus palabras no me habían alcanzado. Lo único que atiné a decir fue “aseguren esa puerta”.
Desde afuera miraba al rechoncho Bufón, Ricky, un ex columnista de un diario de finanzas, que encontró su vocación luego de varias semanas de vagar de casa en casa de sus amigos sin un lugar fijo de residencia, no porque no lo tuviera, sino porque sus sentidos adormilados por el alcohol no lo dejaban regresar a su casa, donde su hermana y su madre lo esperaban con sus ponzoñosas histerias habituales. A su lado el Rey, Mafin, un gran hombre, que quizá mereciera, aun hoy en día tener ese título en su vida real. Siempre me había impresionado la justeza con la que el teatro y su magia ponían a los actores en los papeles que más hablaban de su esencia. Esta vez no era la excepción. Tanto Ricky como Mafin estaban nunca mejor colocados en sus roles, porque tanto Mafin como Ricky, en el fondo, eran un rey y un bufón. Mafin, engalanaba el lugar en cada paso, y las alfombras parecían hacerse más mullidas cuando pasaba él, sus pasos no sonaban pero repercutían en el ánimo de la compañía, y al entrar infundía buen ánimo, como si realmente llevara su capa roja y dorada que ahora veía brillar en el escenario. Más de una vez había convencido a algunos jóvenes actores de esta compañía de no dejar la obra, cuando los menos experimentados se espantaban con la cantidad de complicadas líneas, y palabras que en su vida habían escuchado o leído. Mafin ya no estaba en el comienzo de su carrera pero recordaba muy bien sus orígenes y no dudaba en ayudar a los que recién daban sus primeros pasos en las tablas. Hasta había intercedido por ellos con Alex, para ver si se podían re escribir algunas líneas que era demasiado complicadas para los jóvenes. “Bajo pena de perpetuo disfavor” era el ejemplo que ponía siempre Dante, que hacía de Gloster, cuando salía el tema del complicado guion. Mafin siempre, con inagotable paciencia explicaba, casi con aire paternal: “El público que tendremos querrá oír esas palabras y no otras, las que el mismo Bardo escribió rodeado de la atmosfera que nosotros respiramos ahora, es una obra clásica en su versión original, no una adaptación, y ustedes ya están a la altura de esta compañía, solo tienen que creerlo”. Y le habían dado el papel de Rey a este hombre, yo pensaba que no podía ser de otra manera. A veces pensaba que quizá esta creencia en la magia del teatro de poner a las personas en el papel de su esencia les quitaba merito a los actores, y también era una explicación convincente el hecho de que la calidad actoral de Mafin y Ricky hacía que uno pensara esto, pero era en realidad el talento el que hacía que los personajes de ambos parecieran haber sido escritos a su medida por alguien que vivió varios siglos antes de nuestro tiempo. Mientras pesaba en todo esto, el Rey y el Bufón me miraban con caras de espanto y el Bufón dijo exageradamente con otro de sus movimientos payasescos “¡No, realmente no la hay!”. Estaba repitiendo la frase de mi entrada, así que me apresuré a entrar, y allí estaba de nuevo, teniendo que actuar, cuando realmente no sabía qué sería de nuestros destinos. Una frase recuerdo de ese acto, que iba perfectamente con el momento que vivía en mi interior y en el exterior del teatro: “Ni los que aman la noche, aman noches como esta”. Y realmente era así.
Con el correr de las líneas fui entrando en la calma de las tablas, que siempre estaban ahí, y nada les importaba. Los diálogos eran largos y debía estar concentrado para no mezclarlos. En cierto cambio de luz y unos relámpagos disparados por nuestro Zeus personal, recordé algo que nadie sabía y que podía salvarle la vida a dos personas. No podía irme de escena pero era imperioso que lo hiciera, tenía dos vidas en mis manos de las cuales me interesaba salvar más una que la otra. Restaba que el Bufón cante, y que el Rey nos de la salida a él y a mí, quedando solo el bufón en escena. Antes de que lo hiciera me apresuré a salir, por delante del Rey, lo cual era un error garrafal, y el fino espectador seguramente lo había percibido, ya que nadie debía ir por delante del rey, solo acaso de ser necesario, su guardia cortesana. Salí corriendo, me encontré con varios compañeros dispersos, algunos hasta sonriendo, y les pregunté a la pasada si habían vuelto Susi y el chofer. Les informé como pude, envuelto en la desesperación de mis pasos frenéticos hacia la puerta de actores, que Susi había salido con el dueño de las camionetas hasta la casa de sus padres para saber si estaban bien. ¿Cómo podía haberlo hecho? ¡Le dije al director que asegurara la puerta, cuando había dos personas afuera, dos compañeros! Y una era Susi. El corazón me galopaba en el pecho y en la garganta, sentía mi rostro enrojeciéndose de la ira, ira que sentía conmigo mismo. No pude haber sido tan desconsiderado, y nadie más lo sabía porque solo yo estuve en el momento en que se fueron. Varios decían “pero pensé que estaba en su camarín”. Quería condenarme a muerte por haberlos condenado, y cuando finalmente llegué a la puerta de actores, comencé a desmantelar toda la empalizada que se había improvisado, mesas, sillas y un ropero que destrocé a golpes de puño de lo desesperado que estaba. Cuando su fondo cedió pude tomarlo desde dentro y voltearlo, empujé los escombros de la trinchera hacia afuera, todo lo alejaba a patadas para poder abrir la puerta, y veía como sugeridas las figuras de mis compañeros que me contemplaban, me gritaban y no sabían qué hacer. Creo que el mismo impacto de las cosas los ahuyentaba. En cierto momento de mi derroche de energía, alguno vino a decir que los ruidos se escuchaban desde el público, pero no podía hacer menos, la adrenalina, la ira, la culpa, se aglutinaban en mi garganta sin dejarme respirar, y la única forma en la que conseguiría la expugnación sería yéndola a buscar. Al empujar el ropero, volteado y destrozado, vi que mis manos sangraban, quizá por el mismo efecto de la fuerza con que la sangra corría por mis venas, y me pregunté en un respiro si mis venas no estarían destrozadas por dentro como lo estaban mis manos por fuera. Los pedazos de madera se trababan por la ropa que había salido del ropero, y por las piezas de repuesto del traje del caballero. Las luces a mis espaldas me encandilaban y sentía estar siendo observado, pero no era la misma sensación que en las tablas, en este caso no quería ser observado. No quería que nadie me mirara en mi vulnerabilidad, en esa faceta que tanto tiempo y tanto esfuerzo me había llevado velar. Ahora velados veía a quienes me habían ayudado, quienes me habían tolerado en mis peores y más agrios momentos, en mis periodos de adaptación, en estos escasos meses. Los veía en un degrade que descendía sobre sus pies, como si alguna esfera de mi culpa, de mi inconciencia, ocultara sus partes superiores, pensantes y sensibles, para decirme que sólo yo en ese momento percibía con claridad, solo yo era capaz de conectarme con lo que sucedía y con lo que había que hacer. Una vez liberé totalmente la puerta, salí. Alguien intentó asirme por los hombros pero me liberé, creo que fueron manos femeninas. Y al mismo tiempo que sentí el contacto frio de las manos que aterrizaban en mi presión sanguínea, sentí el frio de la torrencial lluvia en mi rostro, en mis manos que ardían ahora más.
Los pude ver mirándome desde adentro, varios, no todos, y saliendo, entre ellos, vi la figura casi sagrada de Mafin, que se abría paso entre los pueblerinos para venir a contarme la palabra del Señor, para traerme sus buenas nuevas sobre la reencarnación y la vida eterna, la comunión de los santos y el perdón de los pecados. Con sus manos abiertas para el abrazo, como el padre de la humanidad, lo vi acercarse, pero en él no vi más que mi antagonista, aquel que con su caterva de buenas intenciones, quería dar por tierra a mi intención más pura, feroz y natural, de querer enmendar un error que creía absurdamente mío. Retrocedí, le grité no sé qué estupidez, y me lancé a correr en dirección a la calle Fernstermacher, sin mirar atrás, sin oír los reclamos de cordura. Cesar sabía mis líneas.
La entrada del teatro estaba tajantemente cerrada, la persiana estaba baja, y de esto nadie se había percatado en el interior, ya que de haber sido así habría cundido el pánico entre el ilustrado público. En la noche reinaba la incertidumbre, y era así para todos los sentidos de los que goza el ser humano en sus momentos de lucidez, ya que el olor a quemado aparecía de momentos como intensificado por la humedad que imponía la lluvia, pero no se sabía qué se quemaba ni dónde. Además la vista poco podía percibir, con la cortina de agua a modo de telón que cubría el escenario callejero de preguerra. Sí se podía ver por encima, muy por encima de mi cabeza, cómo algunos relampagueos, naturales y fabricados, dibujaban el borde superior de los edificios que se encontraban sumidos en las tinieblas, como figuras fantasmales, gigantes, observando, centinelas. Desde todas direcciones se oían estruendos de todo tipo, y gritos, de pánico y de arenga, por lo que uno no sabía hacia donde ir si quería estar a salvo. El sabor era amargo, en sintonía con los aromas que se filtraban en las papilas gustativas. La piel, áspera pero húmeda por la fría lluvia.
Frente al teatro me detuve, sin saber dónde ir, porque de hecho no sabía a donde quería ir, solo el instinto de protección de un ser anteriormente amado me había llevado a buscarlo, pero claro que no sería fácil en el laberinto de cemento, ahora con el agravante de contar con trampas mortales, y varios casilleros en los que el juego terminaba instantáneamente. Muchas líneas de la obra venían a mi mente, porque cuando me involucraba con una obra lo hacía completamente, con todos mis mediodías y siestas y zanahoria rallada. Y se me representaban algunas líneas propias y otras ajenas, en los ensayos y nuestros movimientos exagerados, casi caricaturescos: “Esta noche helada nos va a volver a todos locos o idiotas”
Parado allí, sin entender qué haría entonces, me sentí totalmente abandonado por toda fuerza que mueve el universo, a la deriva, pero no iba dejar que mis fuerzas flaqueen, tenía que continuar adelante, aún con este frio, aún con esta lluvia, aún con este miedo. Decidí encarar hacia el quisco al que había ido Susi, y averiguar donde vivía el quiosquero, así era probable que la encontrara cerca de la casa de sus padres, aunque también era consciente de que las posibilidades eran remotas.
Terco, me encaminé a la tarea. El quisco estaba a cuatro cuadras hacia el sur, por Fernstermacher, y comencé a divisar lo que hasta ese momento no había sido capaz de distinguir: la cortina de agua actuaba en colaboración con una especie de vapor, y un humo que manaba de vaya a saber dónde. Parecía brotar del suelo, como si este estuviera caliente y la lluvia fría hiciera la reacción química típica del caso para convertirse en gas. Con la confusión de olores y de texturas en el aire, no podía distinguir el vapor del humo, antes de estar completamente dentro de la masa gaseosa. Al ser tan corta la visibilidad, comenzaba a toparme con objetos de todo tipo. Iba caminando por el medio de la calle. Claro que esto era más riesgoso, por algún auto que pudiera no verme y arrollarme, pero así lo preferí ya que las veredas me daban aún más temor. Le tenía más miedo a las personas que a los autos, objetos inanimados de metal y plástico. De repente, unos gritos que había comenzado a oír muy lejos minutos antes, se hicieron más intensos y rebotaban hacia mí con ecos infinitos de gente que huye. En mi cabeza resonaban como si estuvieran gritándome al oído, cerca, trepándose por mis hombros los niños que buscaban a sus padres, abuelos, los abuelos que buscaban a sus hijos, a sus hermanos. Las voces humanas eran lo único que buscaba escuchar, no estaba abriendo mi percepción a nada más, así fue de hecho como caí varias veces de rodillas y de cara por topar con objetos en la calle, como televisores, neumáticos, carros de bebe, pilares, fullbacks.
Al dar unos pasos más, en medio de mi aturdimiento, comenzaban a caer a mis pies las personas que gritaban desde lejos, tropezándose con objetos que parecían no ver, y ni siquiera querer sortear. Se chocaban contra mi cuerpo pero no les importaba, y a decir verdad a mí tampoco. seguían su marcha furiosa y yo seguía la mía, en dirección contraria. Sin embargo, una vez que llegaban hasta mí, parecían cumplir su objetivo y allí se quedaban tirados en el piso. En los rostros que veía caer cerca mío, creí reconocer a los miembros de la compañía, a familiares, amigos, como si alguien hubiera mandado a mis seres queridos para detenerme, sin más método que arrojarse en mi camino para obstaculizarme el paso. Comenzaba a causarme pánico la forma en la que se quedaban mirándome cuando caían, cualquiera sea su posición, levantaban la cabeza para seguirme con la mirada. Eran como seres realmente inertes pero que tenían una conexión con mi persona, como un imán, y a la vez, y quizás por esta misma observación, sentía que su integridad recaía en mis manos, y comenzaba a vaciarme las tripas una sensación de culpa. Estaba tan sumido en aquella delirante situación que atribuía a esas desconocidas personas los dotes y características de aquellos conocidos míos a los que se parecían. Por ejemplo, creí ver cierto corte cínico en una de las caras de sufrimiento, pero cuando me di cuenta de que la había asociado a esa persona de mi vida que yo sabía con esa característica psicológica, enseguida ese rostro allí tendido se me antojaba inocente e inofensivo. Hasta sentía la culpa de no ayudarlo, pero no podía detenerme, por lo que debía acostumbrarme a ese vacío en mi estómago.
La acumulación de cuerpos y objetos, como una masa en la que difícilmente se podía distinguir unos de otros, dificultaba cada vez más mi andar. Las caras que emergían de entre la acumulación de objetos, mirándome con una melancolía y una angustia muy perturbadoras, hacían que mis piernas cada vez pesen más, que mi corazón pese cada vez más y que toda la empresa se me vaya escurriendo de las manos. De un momento a otro descubrí que me estaba costando despegar los pies de piso y que me veía en la necesidad de arrastrarlos o levantarlos para poder avanzar, como si caminara en un lago de dulce de leche que me llegara hasta las rodillas, así que opté por la opción de subir a la superficie de ese poco profundo lago de desidia y caminar, libre, holgada aunque tambaleantemente, por encima de toda la caterva de obstáculos. Así caminé poco menos de una cuadra.
Como si todo se tratara de una serie de pruebas del juicio final, esa marea de obstáculos se retiró y en pocos metros volví a caminar sobre el pavimento, sorteando esporádicos objetos aquí y allá pero nada que impidiera, por ejemplo, trotar sin problemas. Los gritos nunca habían cesado, solo que había pasado de sentirlos ascendiendo desde mis pies, a sentirlos delante algunos metros, quien sabe cuántos. La lluvia y los truenos, las explosiones y el viento no dejaban en paz a los sonidos que uno hubiera querido percibir con claridad. La voz anhelante de Susi, por ejemplo. Al compás de los refusilos, muchas persianas se golpeaban contra las ventanas como latigazos, como castigos vacíos de sentido, y al mirar hacia todas las ventanas de los edificios me sorprendió primeramente que ni siquiera una de todas las que estaban al alcance de mi visión, estuviera iluminada por alguna luz encendida o con alguien observando por ella. No había nadie que estuviera preocupado por ver qué hacía ese demente caminando por en medio de la calle cuando afuera parecía todo caer desde el cielo. Me sentí solo, ignorado.
Oí voces de niños, preguntando algo a algún mayor quizás, y miré a unas ventanas que estaban cerca, de primer o segundo piso, no estoy seguro, y pude ver unas siluetas retirándose. Era la señal que necesitaba para saber que no estaba loco, que no estaba muerto. Todo sucedía y yo lo aceptaba con naturalidad, como si las cosas no pudieran suceder de otra manera, como si lo mereciera. Ahora, viéndolo en retrospectiva, no entiendo cómo no me detuve a razonar y preguntarme si no estaría delirando o soñando. Ciertamente los hechos eran parte de un todo más grande, aunque hubiera podido prescindir de la molesta lluvia, y de la oscuridad, en calles normalmente tan iluminadas por las farolas, y de la soledad, precisamente en la calle Fernstermacher, tan transitada a esas alturas de la noche. Tampoco puedo hilvanar aquellas inconsistencias con el tumulto de protestantes que comenzaron a pasar por al lado mío, primero algunos pocos, y luego muchos más. Cómo no repararon en mí, cuando supuestamente en el teatro había oído que no perdonarían a ningún civil que se cruzaran en el camino. Lo que sí recuerdo que pensé fue en si realmente yo estaba allí, o si realmente ellos estarían ahí donde yo los veía, porque realmente, aunque algunos me golpeaban con los hombros al pasar, parecían no verme ni sentirme. Eran en su mayoría jóvenes, muchos con extrañas vestimentas largas, holgadas, oscuras, que se fundían con la oscuridad y la penumbra. Iban en silencio pero la furia natural, orquestada quién sabe si por ellos mismos, los acompañaba subrepticiamente. En cierta forma se me antojaron como seres de procedencia diversa, ya que algunos parecían caminar casi con las manos el piso de tan agachados que iban, algunos lentamente, otros a un paso acelerado con carteles que sostenían alto. Ninguno abría la boca, ninguno me miraba. Había mujeres, había hombres, niños también. Estos últimos, lejos de aprovechar la oportunidad para jugar libremente por las calles, parecían tener la misma determinación que los adultos, lo cual era sumamente inverosímil. Yo era el único que iba en dirección contraria, y nadie parecía notarlo, aunque creo que realmente fue más una cuestión de elección que de distracción. Elegían no reparar en mí, sabían perfectamente que estaba ahí. Trataba de caminar lo más disimuladamente posible, pero en un momento me cansé, porque la peregrinación no terminaba nunca. Decidí hablarle a uno de los que pasaban con la cara semi cubierta, como todos los demás, uno con pañuelo en la cabeza. Venía agachado, mirando hacia adelante, con una mochila. Me acerqué, me detuve para recibirlo con la pregunta y dije: “Perdón, ¿estoy yendo hacia la calle Tatarkiewicz?” Ni siquiera me miró para empujarme a un lado y seguir con su marcha. El empujón fue tan fuerte que me descolocó y estuve a punto de caer, o quizás fue que el cansancio, la humedad, el desquicio, me tenían flojo de base. Me quedé mirándolo. Estaba bien que estén haciendo su revolución y rieguen las calles con las pertenencias de toda la gente, y que se enfrenten a las fuerzas policiales, como ya comenzaban a hacerlo, pero ¿qué les impedía decirme si iba en la dirección correcta? Yo tenía mi propia batalla, y ninguna era más importante que la otra.
Al dar unos pasos más percibí con cierto retardo el grito de guerra, y me percaté de que todos tenían mochilas porque allí guardaban sus elementos de combate, y solo algunos contaban con armas reales, ya que la mayoría sostenían objetos pesados, pero no armas, como candelabros, palos de amasar, llaves inglesas, caños, e incluso mangueras y canillas arrancadas de algún departamento. A un mismo tiempo todos habían levantado su brazo izquierdo con ese elemento y ahora corrían, siempre agachados. Yo no hubiera podido hacer ni diez metros corriendo en esa posición, pensé. Jóvenes. Tienen el mundo por delante de sus narices y deciden declararle la guerra.
Ahora que corrían sería más difícil preguntarle a otro sobre la calle que buscaba, pero de todas formas seguí adelante. No debía estar muy lejos, porque había recorrido ya buena cantidad de metros, que por mi deplorable estado habían parecido kilómetros. Comencé a mirar en todas direcciones como sintiendo su presencia cerca, como si algo me hubiera alertado algún sexto o séptimo sentido, que afloraba en ese preciso instante. Comencé a buscarla. La encontré. El quisco estaba en frente y solo debía cruzar por el torrente de corredores que fluían furiosamente con sus sables postmodernos en alto (uno con un viejo monitor, otro con el teclado de la misma computadora). La veía, pero no nítidamente, aunque luego de varias colisiones, y de ser insultado por muchos de los protestantes, comencé a distinguir sus contornos, y los de quien la abrazaba. Iluminados más de lleno por la luz del negocio estaban sus padres, abrazados, y el quiosquero. Más adelante, a contraluz, en la puerta del local, ella estaba siendo abrazada por el dueño de las camionetas. Me detuve un instante, que no fue tal, o tal vez si, y ambos me vieron. Primero él, luego, por indicación suya, ella. Me encaminé hacia ellos con determinación asesina. La miré y le pregunté por qué me hacía esto. Susi contestó “¿hacerte qué?”.
- Esto, Susi, estar con él ¿por qué? ¿No ves que te vengo a buscar?
- No te entiendo, ¿por qué no podría acaso abrazarlo? ¿Qué problema podrías tener vos con esto? ¿Otra vez con lo mismo?- respondía con mucha tranquilidad, demasiada para mi gusto, para mi efervescencia, y él preparaba su puño izquierdo, con el que luego daría su segundo golpe sobre mi rostro.
- ¿Por qué? ¿Por qué preguntas? Bueno, quizás porque sos mía, Susi, siempre lo fuiste, y siempre…
El puño derecho trabó estas palabas en mi garganta, y el izquierdo, antes mencionado, me las hizo tragar. Mientras ella le pedía que me dejara, el bruto me recordaba que Susi tenía derecho a rehacer su vida. A esto ella le decía por lo bajo, en su oído, que ella nunca había estado en pareja conmigo, y que no era la primera vez que esto sucedía. Cuando me levantaba para recordarle a ella de todas nuestras aventuras urbanas jamás sucedidas, el simio me empujó varios metros hacia atrás y me estampé contra un joven que corría con una vieja cañería de plomo en alto. Al tropezar con él, este la soltó y fue a caer en mis piernas, así aproveché el afortunado hecho para tomarla con ambas manos y estrellarla con todas mis fuerzas en la cabeza del mastodonte. Este se desplomó, y Susi me miró horrorizada. “¿Qué hiciste?” me gritó, le contesté que se había desmayado. “¿¡Qué hiciste!?” gritó con más fuerza. Se arrodilló para tomar su cabeza entre sus brazos, y comenzó a llorar, diciéndome algo como esto: “¿Tenés idea de lo que acabas de hacer? Seguramente no porque sos un enfermo, un idiota, nunca pudiste diferenciar entre tus deseos reprimidos, entre tus fantasías y la realidad, ¿no te das cuenta de que todo está en tu cabeza? ¿De que lo que no concretas, te atormenta? ¿Tenés idea de lo que acabas de hacer? Esta es la primer persona que me mira con el amor que siempre soñé, o más aún. Me mira y siento que con él podría atravesar todas las llamas de averno sin siquiera tostarme, y esa complexión, no es exterior, porque se siente adentro, no es un invento de la mente, es real porque la sentís sin pensar, sin proponértelo. La calidez de su mirada en mi corazón llega sola sin que la invoque. Realmente mamá tenía razón cuando decía que teníamos que alejarnos. Siempre quisiste protegerme Charli, pero siempre equivocaste los métodos, y nunca quisiste aceptar ayuda. Aceptar Charli, aceptar y soltar. Soltáme, No te quiero, no sos nada para mí. No sos mi hermano. Sos un asesino.”
Me quedé mirándola, bajo la lluvia, yo también bajo la lluvia, los hilos de sangre, diminutos, se veían claramente sobre todo en los refusilos, ella acariciando su cabeza, mis padres dentro, consolándose, viendo que yo ya no los podría proteger, viendo que sus últimas esperanzas se esfumaban, y yo viendo junto a estas, que mis últimos resquicios de luz, allá en lo más hondo del pozo, se apagaban lentamente, como no queriendo irse, pero sintiendo la necesidad de desaparecer. La luz que se va esfumando y que una vez totalmente apagada deja una especie de estela azulina que hace pensar que algo ha quedado pero no es más que una ilusión. Como mi esperanza, de la cual hace tiempo que no quedaba nada, y lo que yo veía en la actuación fue siempre una ilusión. Un espectro solo visible para mí, donde todos veían pura oscuridad, final, terminación. En la evidencia que Susana me presentaba, no tuve más remedio que afrontar las consecuencias de mis actos, por primera vez en mi vida, y dejar de recaer siempre que era más conveniente para mí. El resumen perfecto de la expiación de todos mis pecados estaba allí, enfrente de mí, y no tenía más que dirigirme hacia allí y finiquitar mi misión. Dije “Mi vida no será un estreno frustrado, porque Cesar sabe mis líneas, y mi vida tiene este sentido” Señalé en la dirección en la que todos corrían con sus objetos en alto, sosteniendo firmemente mi caño de plomo aun manchado con el elixir del amor de mi pequeña Susi, y que ahora se escurría en sus pobres e inocentes manos. ¿Qué objeto tenía la confrontación de la situación que no llevaría a más desenlace que una imperiosa desvinculación cercenante? Sabía lo que debía hacer, y les tiré un beso, el quiosquero se los informó porque ellos no me vieron. Me pareció divertido que esta última vez fueran ellos los que no me vieran, precisamente al revés que todas las demás veces. Sin más comencé a correr, como quién corre hacia su libertad, y era lo que realmente hacía. Hacía la liberación final. Y corría mucho más que los demás, los sobrepasaba a todos, a los más jóvenes, a los más atléticos, como si este último acto de cierre de la obra de mi vida, me infundiera una vitalidad que jamás había tenido, y una lucidez de la que jamás había gozado para distinguir entre lo que estaba bien hacer por los demás, y lo que era realmente digno de un demente. Ese siempre fui yo, y hacia allí estaba el remedio. Resbalaba de vez en cuando pero no iba a bajar mi velocidad. A medida que me acercaba al frente de conflicto, la acumulación de protestantes de la resistencia era cada vez mayor, y tuve que valerme de mi cañería para apartarlos, para enfrentar a las autoridades divinas sin intermediarios, sin molestias. Dos, tres, cuatro, cayeron a mi lado. Mi boca, no podía cerrarla porque el aire que necesitaba era mucho, mis piernas casi me fallaban de haber corrido tanto, y tan desesperadamente. Mis brazos no me respondían porque los golpes que había dado habían vuelto, y ahora mi espalda los soportaba, ya que alguien se había percatado de que tenían un infiltrado. Mi ropa se desgranaba, mis labios ardían como un demonio, y mis ojos veían solo en rojo. Un color, por fin un color para toda esta lúgubre escena final. Los uniformados estaban ahí, y me abrí paso, con el último resto. Las cadenas comenzaban a romperse, y los golpes venían. Eran bien recibidos. Mi humanidad, y mi vida entera les daban sentido. Cada impacto me desgarraba y sentía que así debía ser, y lo agradecía. Para Susana, para mis amigos, para todos los que nunca estuvieron ahí. Ese era yo, un pedazo desgarrado de humanidad, que ya carecía de sentido. No sentí nada más. La oficial me arrastró. Me hablaron, me hablaron. Me atraparon. La deuda está saldada, y se los dije. Mi deuda, está saldada. Por favor, no quiero más esta tortura de vivir.
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Por qué amo Yuri!!! On Ice
No creo que las palabras que conozco sean suficientes para explicar por qué tras tantos años de ser otaku una serie reciente, de sólo 12 episodios, haya conquistado mi corazón para siempre.
Y no, no es sólo por el “Viktuuri”. Sé que soy fujoshi, pero que haya quienes consideren que esto es lo único que necesito para amar tanto algo me molesta hasta cierto punto.
Al principio, estaba reacia a verlo. Como fujoshi que soy, estoy completamente acostumbrada a que los anime de deporte estén llenos de fanservice comprometedor, pero que nunca vayan más allá. Por eso no quería darle una oportunidad. Y no es que no me guste el fanservice (me hace pasar un buen rato y me sirve para fastidiar a amigos de vez en cuando), pero últimamente mi tiempo para relajarme ha descendido, así que quería dedicarlo a historias que realmente valieran la pena.
Cuatro semanas pasaron desde el estreno de Yuri antes de que me animara a verla. Y eso, porque mi mejor amiga me la recomendó con tanta fuerza, que decidí darle una oportunidad. Total, 26 minutos no es tanto tiempo.
Fue la mejor decisión que pude tomar.
No voy a negarlo, desde el principio fue como sentir magia. Magia pura. ¿Amor a primera vista podría llamársele? Porque voy a decir que fue eso. Los personajes me maravillaron, la premisa me encantó. La animación era encantadora, ¡y el arte, Dios mío! Simplemente hermoso.
Cuando me di cuenta, ya había terminado los cuatro episodios disponibles hasta el momento, y quería llorar.
¿Por qué? Porque Yuri me recordó a mi misma en muchos aspectos: Ansiedad. Sentimientos de soledad. Luchando todos los días contra algo invisible. Autoestima baja. Pero al contrario que yo, Yuri no desistió en su sueño de patinar, y fue esta diferencia la que me hizo soltar algunas lágrimas.
Alguna vez pude considerarme bailarina. Y fui tan buena como podía serlo en esa época. Pero diversos factores de mi entorno me llevaron a olvidar el deseo que tenía de bailar para siempre, hasta el punto en que no puedo recordar ya ni las posiciones de pies. Dejar de hacer algo que en verdad amo ha podido conmigo en los últimos meses, y si bien trataba de no pensar mucho en eso excusándome en cosas como “es demasiado tarde para volver”, “mi cuerpo ya no es flexible como antes”, o “no tengo ni un ápice de elegancia” el ver a un personaje que me recordaba tanto a mi decidiendo salir adelante a pesar de todo pudo conmigo.
Terminando los cuatro capítulos, puse música y comencé a bailar.
Por supuesto, no era nada organizado ni bien ejecutado, y seguramente para otros hubiera parecido algo completamente caótico. Pero como estaba sola, pude moverme con libertad absoluta y...
Oh Dios, cuánto amo bailar.
Terminé cansada y completamente sudada, pero riendo como estúpida, cosa que no suelo hacer cuando estoy sola. Lo hago con mis amigos, sí, pero estando sola hay pocas cosas que me hagan sonreír de verdad.
Bailar nunca falló en llenarme de energía. Y no sólo porque el ejercicio es bueno para la salud y todo eso, sino porque de verdad, había pasado mucho tiempo desde que hacía algo que realmente amo. Si, también me encanta escribir, cantar, actuar, hacer cosplay. Pero ¿el sentimiento que tenía cuando subía a un escenario y bailaba una coreografía que había practicado hasta el cansancio? Nada puede comparársele.
Yuri!!! On Ice me hizo recordar ese sentimiento. Y me hizo sentir, por primera vez, que no está mal que sea ansiosa o que tenga baja autoestima siempre y cuando tenga el deseo de superarme.
“¿Por qué eres ansiosa?” “No tienes derecho a estar triste. Hay gente que lo tiene peor. Tu vida es cómoda, sencilla.”
Yo creía eso. Y me enojaba ser tan débil mentalmente, hasta el punto que comencé a lastimarme como castigo por ser así, lo que eventualmente se transformó en un círculo vicioso donde me castigaba por ser mentalmente débil y me castigaba por castigarme. Es cierto, hay personas a mi lado que me ayudaron también a sobrellevar (puedo decir con orgullo que gracias a mi mejor amiga sigo aquí) esta situación, y les amo por eso, pero... ver a Yuri crecer, aunque sea un personaje ficticio, me salvó en muchos aspectos.
Me hizo darme cuenta que yo también puedo salir adelante.
Personajes ansiosos, con baja autoestima, humanos, los hay en un sinfín de historias. Lamentablemente, por lo general los usan para demostrar lo mal que se encuentra la raza humana. Pero Yuri no. Yuri se sobrepone a sus propias fallas, y si bien no se cura milagrosamente (¡porque estas cosas no desaparecen mágicamente!), si que se transforma en una mejor versión de si mismo.
Inevitablemente, fui inspirada. Y por eso los últimos meses del 2016 estuvieron llenos de experiencias que nunca creí viviría. ¿Yo, cantando en un bar? ¿Viajando a Guadalajara solamente con mi mejor amiga para conocer a nuestra ídolo? ¿Enfriándonos una noche en medio del centro de Querétaro para concursar por un Meet & Greet? ¿Grabando un CD? ¿Quedarme hasta tarde en casa de un amigo para ver películas con mis amigos? ¿Uniéndome a una compañía de teatro? Y aún me faltan cosas que mencionar.
Ni siquiera la yo de principios del 2016 se imaginó lo que la yo de finales de ese mismo año viviría.
Al igual que Yuri, quiero transformarme en una mejor versión de mi misma. Afortunadamente, hay alguien a mi lado que está dispuesta a acompañarme en este viaje, donde yo espero también ayudarla a crecer. No, no es una relación romántica, al contrario de Viktor y Yuri, pero no por eso considero que sea menos valiosa.
Y todo esto sólo fue gracias a los primeros cuatro episodios. Ahora, ¿qué hicieron los otros ocho para rematar?
Fueron hermosos. En construcción de personajes, de trama, de todo. Conforme la serie avanzaba, se volvía cada vez más y más encantadora. Los pequeños detalles que sólo saltaban a la vista tras volver a ver los episodios sólo añadían mayor belleza, y los días en que salía uno nuevo la felicidad me invadía. ¿Qué sorpresas vendrán?
Llego el episodio 7, y Santo Dios. Yo que juraba que iba a ser sólo fanservice, me vi gratamente equivocada. Y no, repito, no es sólo porque me guste el yaoi. El hecho de que los dos protagonistas se mostrasen enamorados pese a ser hombres fue maravilloso porque, en fin, considero que el amor no debe estar limitado por el género. En mis ideas cursis (...sólo en esta ocasión voy a reconocer que las poseo. SÓLO EN ESTA OCASIÓN) considero que las almas se llaman unas a otras, y a veces puede pasar que sea entre dos hombres o dos mujeres. Y está bien. Porque el amor es un hermoso sentimiento cuando es puro.
El hecho de que en Yuri!!! On Ice lo representaran tan bien me hizo sumamente feliz. Porque estaba mostrando una relación saludable, como pocas conozco en este mundo. ¿Qué mas da que ambas partes sean hombres? Lo importante es que es una relación donde no hay drama barato ni argumentos gastados. Es amor puro, como el que se puede encontrar en cualquier lado del mundo aunque muchos nieguen su existencia.
¡Es sencillo! No hay que quebrarse la cabeza para comprenderlo, y sin embargo, no por eso deja de ser profundo. Profundo y significativo, al punto en que los involucrados terminan creciendo a niveles exorbitantes.
Porque eso es lo que las relaciones humanas deben ser: Una oportunidad de apoyarse mutuamente para crecer como individuos maravillosos que, a la larga, serán mucho más fuertes como unidad. Llámesele como se le quiera llamar, una relación debe ser para eso y no para que sólo uno salga adelante mientras el otro queda de soporte, pero sin recibir apoyo alguno.
Viktor y Yuri muestran lo que yo siempre he creído las relaciones amorosas deben ser.
Pero si bien son los protagonistas, todos los demás patinadores también son dignos de admirarse. Todos están bien construidos, son diferentes entre sí pero igualmente adorables. Es inevitable no quererlos cuando sus historias los muestran como seres humanos, con fallas y virtudes, que luchan todos los días para alcanzar sus sueños. De diferentes formas, sí, y esto es otra razón por la que el show es tan rico: Todos sus personajes son redondos, y ninguno está por estar.
Películas que giran en torno al patinaje artístico, hay muchas. Nunca me gustaron las que yo llegué a ver, por muchos argumentos similares:
1.- La protagonista (siempre mujer) está en la cima del mundo.
2.- Deja de estar en la cima del mundo por una herida física.
3.- Consigue quien le entrene, pero este figura siempre termina siendo materna “porque los papás no la comprenden/no la apoyan”.
4.- En algún punto se enamora de un sujeto que a) Es un idiota y eso significa que debe ir tras el amigo de la infancia, b) Es buen tipo, hasta que comienza a poner su pasión encima de él y entonces deja de ser buen tipo y se transforma en un idiota egoísta al que al final le da prioridad.
5.- Alguna rival es una maldita.
6.- Alguna rival está ahí porque fue obligada, y en realidad odia el patinaje artístico.
7.- Al final, la protagonista vuelve a la cima del mundo.
¡Yuri!!! On Ice no comparte ninguna de estas cosas! ¡¡NINGUNA!! Y por eso creo que debe ser todavía más apreciada. Si bien la historia parece bastante simple, en realidad es mucho más de lo que aparenta en primera instancia.
1.- Yuri nunca había aspirado a llegar a la cima del mundo.
2.- Yuri deja un tiempo el patinaje porque es su salud mental la que está decayendo, ¡y esta es igual de importante que la salud física aunque muchos lo nieguen!
3.- Su entrenador se transforma en su igual, no en un sustituto de algo que no tiene.
4.- ¡Ya que Viktor es su igual, Yuri nunca se ve forzado a decidir entre dos cosas que ama! ¡Es más, Viktor no quiere que Yuri deje de patinar, y Yuri desea que Viktor vuelva a la pista! ¡RELACIÓN SALUDABLE!
5.- Todos los demás competidores siempre se muestran en actitud de camaradería. Pasan mucho tiempo apoyándose mutuamente, y se emocionan por los logros de otros como si fueran los suyos.
(Sí. También Yurio. Es más, sobre todo Yurio. Es un pan de Dios y nadie me convencerá de lo contrario)
6.- Todos los competidores están ahí porque es su pasión, lo que demuestra que es imposible llegar lejos en algo si no hay amor de por medio.
7.- Yuri no está en la cima del mundo: Siempre hay lugar para mejorar. Después de todo, ¿no es más encantadora una historia que nunca termina?
La lista podría continuar, pero hay ya muchas publicaciones que pueden explicar todo eso mejor que yo.
Yo estoy escribiendo esto para explicar por qué esta serie a mi, en lo personal, me ha fascinado tanto.
Y eso incluye la música utilizada.
La música, dependiendo del uso que se le de en las producciones audiovisuales puede llegar a considerarse como “otro personaje”. Y sin duda Yuri!!! On Ice logra eso con las piezas utilizadas. Cada canción utilizada para los programas cortos y los libres está impregnada de la personalidad de quien la baila. Es posible ver el trasfondo de cada personaje en la música que elige, su historia personal, sus motivos para patinar. Hay canciones de diferentes géneros, y eso sólo añade mayor peso a la historia.
No voy a negarlo, Yuri on ICE y Still Alive son de mis favoritas, incluyendo tanto el opening como el ending. Son sumamente hermosas, y las letras de las tres últimas llevan tanto significado aunque sean sencillas... Incluso he llegado a amar Theme of King JJ, canción que al principio me parecía una oda al narcisismo, ahora me gustaría vivir honrándola.
Yuri!!! on Ice no es sólo un anime de deportes. Tampoco es yaoi. Es una historia sobre lo que es el amor en sus diferentes versiones: Hacia una actividad en concreto, fraternal, filial, de pareja, etcétera.
Y esta historia me ha ayudado en infinitas maneras. Por eso no me gustaría verla descartada por otros seres humanos diciendo que “sólo es anime”, “es de maricas”, “sólo es de deportes” o cosas similares, porque en realidad es mucho más que eso.
No voy a pedir perdón por amar tanto esta serie. Voy a repetir sus canciones posiblemente hasta el lecho de mi muerte. Porque definitivamente, esto me ha marcado para siempre.
...No sé si podré bailar como lo hacia antaño. Lo dudo mucho. Pero ahora, no hay nada que me haga tanta ilusión como poder hacer cosplay genderbend de Yuri para bailar “Ai ni Tsuite: Eros”, aún si no es sobre un escenario.
We were born to make history!
#Yuri!!! On Ice#Yuuri!!! On Ice#YOI#Español#Amo demasiado este anime#No puedo#Voy a defenderlo hasta el fin de mi vida#Con capa y espada#FIGHT ME#I can translate this#Maybe later#Maybe not#This is why you don't let me have a computer#Or a notebook#Deberían quitarme la computadora#Y mis cuadernos#O VOY A SEGUIR ESCRIBIENDO
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3, 15 y 17
3. ¿Reconoces alguno de estos nombres? Estoy segura de que has compartido alguna clase o actividad de club con ellos.
profundidades avellana recorren listado, nombre tras nombres; unos cuantos compartían curso, y otro, lijun figuró como compañía esporádica, conversaciones espontáneas entre prácticas y asignaturas. más de una vez propio libro descansó en el escritorio antagónico, siendo síntoma de un compañerismo que observó con traición después. daga cargaba quien denostaba una organización de la que él había sido parte; ¿lo habrá hecho a propósito? realmente era un idiota. ‘ ajá, a los de segundo año, teniamos algunas clases juntos ’ inicio, inclinándose nuevamente hacia su asiento, recuperando postura recta que había sido destrozada para encontrarse con catálogo de culpables. ‘ lijun fue mi compañero en esgrima y le presté mis apuntes en alguna ocasión — los de literatura ’ aclara sentencia, se deja en evidencia con dirección, misma que había negado frente a su padre; más, ¿si encontraban algo sobre él entre archivos o en habitación del traidor? mejor prevenir. ‘ más allá nada, no soy de tener muchos amigos ’
15. ¿Has escuchado algún rumor recientemente que merezcamos saber?
niega, no es falsedad la que aparece en su expresión o en su consciencia. se niega a cargar crímenes de terceros, por lo mismo no interroga; no indaga. tampoco se relaciona suficiente para obtener noticias por erratas o descuidos. ‘ aboslutamente nada que yo sepa ’
17. ¿Crees que se ha hecho lo correcto al expulsar a los alumnos implicados?
medidas demasiado extremistas son las que ha observado desde la dirección, él mismo ha criticado en entrañas, mientras que en hogar familiar se ha referido a ellas por afonía y asentimientos. sigue instrucciones, es maquinaria sin opiniones reales, cada una calladas en entrañas: es un acto de inmadurez, de supremacía, clásica de una clase alta descontenta con nimiedades. es aquel castigo solamente alimento para futuros altercados. ‘ sí, no se deben tolerar faltas de disciplina, más cuando se nos entrega un conocimiento basado en el respeto, ellos no respetaron la institución, no merecen seguir ensuciándola. ’ mentiras, falacias, un teatro que viste con costumbre y en ocasiones le asusta; ¿es lo que piensa realmente? negativo, es lo que se le ha instruido ‘ existen otras formas de buscar soluciones, esa no era una ’
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Boletín de Prensa No. 132 – 4 de julio 2019
Por REVISTA PAZCANA
Desde el 4 de Julio hasta el 20 de Julio, el Teatro Libre de Bogotá presenta su obra ASCUAS Y AZUFRE: Una comedia jurídica de Juan Diego Arias Diseñada por Wilson Pelaéz y Dirigida por Diego Barragán Compra tus boletas
La constructora Luis Ernesto Bautista y Compañía está involucrada en la muerte de siete personas que invadieron uno de sus lotes. El doctor Ulloa, un abogado rico y de renombre, está dispuesto a hacer lo necesario para que la empresa salga libre de cargos antes de que el caso se haga público. Con la intención de declarar inocente a la compañía que representa, el abogado llega al despacho del fiscal Alberto Gálvez. Sin embargo, el fiscal tiene otros planes para él. Lo envuelve en un discurso lleno de cinismo y rencor, recurriendo a amenazas tanto físicas como metafísicas. En esta comedia, los dos personajes, como si jugaran al gato y al ratón, buscan hacer caer al otro mientras revelan el funcionamiento de la justicia en este país.
“Y esa risa sin rostro y sin alma, sin labios que la corrigieran, sin ojos que la humanizaran, me pareció vengativa, torturadora, y aun al través de los días que corren, me repite su mueca desde ultratumba y me estremece de pavor.”
La vorágine
“Parte del síndrome de Tourette, al menos, no es más que eso: la liberación de un impulso juguetón normalmente inhibido o perdido en el resto de nosotros”.
Vida de un cirujano, Oliver Sacks
Acerca de Juan Diego Arias
Literato de la Universidad de los Andes. Hizo un diplomado en Estudios Cinematográficos, con énfasis en Guión, en la Escuela de Cine y Televisión de la Academia de Artes Escénicas (FAMU) de Praga. Subdirector Artístico de la Fundación Teatro Libre. Profesor de Historia del Teatro y del Laboratorio de Dramaturgia en el Departamento de Arte Dramático de la Universidad Central en convenio con el Teatro Libre. Para el Teatro Libre escribió los textos de Complacencias musicales, la versión de Un hombre es un hombre y de En este pueblo no hay ladrones y las obras originales Ascuas y azufre e Historia de Navidad. En 2018 publicó un libro con esas dos obras y Las ruinas del agua y del fuego.
Acerca de Diego Barragán
Egresado de la Escuela del Teatro Libre en 2003. Con el grupo actuó en Julio César, El burlador de Sevilla, Gargantúa, Pequeño negocio de familia, Las preciosas ridículas, Arthur el niño, La fascinación sagrada, El gato con botas, Madre Coraje, El idiota, Los hermanos Karamazov, Los demonios, La Odisea, Divinas palabras, La boda de los pequeñoburgueses, Las convulsiones, Marat/Sade, El enfermo imaginario, Máxima seguridad, Crimen y castigo, La Orestiada, La comedia de las equivocaciones, Un hombre es un hombre, La evitable ascensión de Arturo Ui, Historia de Navidad, en el video de En este pueblo no hay ladrones y en la serie web La vida es como. Dirigió e hizo la adaptación de Las picardías de Scapin y Romeo y Julieta. Dirigió Ascuas y azufre y La evitable ascensión de Arturo Ui. Asistente de dirección de El burgués gentilhombre. Literato de la Universidad de los Andes. Profesor de Voz, Lectura dramática, Historia del Arte e Interpretación en el Departamento de Arte Dramático de la Universidad Central en convenio con el Teatro Libre.
Acerca de Wilson Pelaéz
Estudiante de Artes Plásticas y Visuales en la Facultad de Artes ASAB de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas con énfasis en Creación Tridimensional y Cerámica. Escenógrafo y dibujante, con formación en Diseño Gráfico, ha cursado talleres en Técnicas de Vidrio Soplado, Improvisación en las Artes, Percusión y Técnica Vocal. En teatro ha participado en los montajes Rosa Cuchillo, Bulla, Bulla, Bullerengue, Donde se descomponen las colas de los burros, Ah, qué bella es la guerra, El real show, A puerta cerrada y Los del frente, y en producciones audiovisuales como Callo Bravo y Posmodernism. Para el Teatro Libre diseñó y realizó la escenografía de Ascuas y azufre, En este pueblo no hay ladrones, El fantasma de Canterville, La evitable ascensión de Arturo Ui, El idiota, Historia de Navidad y realizó la de Los hermanos Karamazov.
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Descuentos:
Viernes: 2×1 (Sólo en las taquillas del teatro directamente)
30%: Estudiantes (Sólo en nuestras taquillas)
30%: Tercera edad (Sólo en nuestras taquillas)
30%: Personas en situación de discapacidad (Sólo en nuestras taquillas)
50%: Pasaporte teatral (Sólo en nuestras taquillas)
15%: Club Vivamos El Tiempo
Jueves, viernes y sábados, 7:30p.m. Teatro Libre Centro (Carrera 12B # 2-44) Boletas: $39.200 Duración: 60 minutos
FICHA TÉCNICA:
Escritor: JUAN DIEGO ARIAS Diseño: WILSON PELÁEZ Dirección: DIEGO BARRAGÁN Asistente de dirección: ADRIANA MARÍN Producción: FABIÁN VELANDIA Realización de escenografía: WILSON PELÁEZ Iluminación: DIEGO BARRAGÁN Fotografía: MARCOS RODA, ALEJANDRO AGUILERA y SR. MAO Imagen: SPARTAN CREATIVE HUB
MAYORES INFORMES:
Jueves, viernes y sábados, 7:30p.m. Teatro Libre Centro (Carrera 12B # 2-44)
COPYRIGHT © 2019 Revista Pazcana Diseño e implementación del sitio web por Carolina Guzmán Sánchez.
Todos los derechos de publicación reservados para las comunidades abiertas del mundo Revista Pazcana patrocina la promoción y gestión cultural. Instagrm: @revistapazcana Twitter: @RevistaPazcana Facebook: Revista Pazcana Fanpage: RevistaPazcana2018 Contacto: [email protected] #RevistaPazcana #FemeninoMasculino #MujerValiente #HombreValiente #EconomiaNaran
Constructora es llevada a juicio Boletín de Prensa No. 132 – 4 de julio 2019 Por REVISTA PAZCANA Desde el 4 de Julio hasta el 20 de Julio, el Teatro Libre de Bogotá presenta su obra ASCUAS Y AZUFRE: Una comedia jurídica de Juan Diego Arias Diseñada por Wilson Pelaéz y Dirigida por Diego Barragán…
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Hablar de los dos principales actores de la era dorada del cine de horror estadounidense, Bela Lugosi y Boris Karloff –Lon Chaney Jr. completó el Triunvirato una década después- exige recordar el siguiente parlamento de la película Ed Wood (Tim Burton, 1994), escrito por Scott Alexander y Larry Karaszewski:
Conrad Brooks: ¿Sr. Lugosi? Sé que está muy ocupado, pero… ¿puedo pedirle su autógrafo?
Bela Lugosi: Ciertamente.
Conrad Brooks: ¿Sabe qué película suya me encanta, señor Lugosi? El Rayo Invisible. Estuvo genial como patiño de Karloff.
Bela Lugosi: ¿Karloff? ¿Patiño? ¡Jódase! ¡Karloff no merece oler mi mierda! ¡Ese inglés chupapitos puede pudrirse en el infierno por lo que a mí respecta!
Edward D. Wood, Jr: ¿Qué pasó?
Bela Lugosi: ¿Cómo se atreve ese idiota a mencionar a Karloff? ¿Crees que se necesita talento para interpretar a Frankenstein? ¡Es todo maquillaje y gruñidos!
Edward D. Wood, Jr: Bela, estoy de acuerdo contigo al 100%. Ahora, “Drácula”, ese es un papel que requiere talento.
Bela Lugosi: Por supuesto. Drácula requiere presencia. Todo está en los ojos, la voz y las manos…
La creencia popular coloca a los dos actores como acérrimos rivales, a pesar que los descendientes de ambos lo desmienten rotundamente. Al menos nunca he encontrado alguna declaración personal que lo desmienta. Por lo que sé, tuvieron una colaboración cordial en la docena de filmes en que participaron. Entre ellos se encuentran El gato negro (Edgar G. Ulmer, 1934) y El cuervo (Lew Landers, 1935), adaptaciones muy libres de los cuentos de Edgar Allan Poe, o El ladrón de cadáveres (The body snatcher, Robert Wise, 1945), basada en el relato homónimo de Robert Louis Stevenson. Ambos ayudaron de forma entusiasta en la promoción de todas. Y sin embargo, que Lugosi haya albergado algún tipo de resentimiento hacia Karloff sería perfectamente comprensible.
Pongámonos por un momento en los zapatos del húngaro –o su capa, si prefieren-: Luego de una juventud difícil, donde conociste los horrores de la guerra y todas las limitaciones económicas posibles, recibes recompensa al ser fiel a tu vocación dramática. Esto te permite salir de tu país natal y obtener fortuna en el extranjero. Migras a Estados Unidos, la Tierra de la Oportunidad, y te instalas con gran éxito en los escenarios teatrales por el personaje que a la larga te merecerá un lugar en la inmortalidad. Esa notoriedad te lleva a repetir tu papel en la naciente industria cinematográfica, con igual –o mayor- resultado. Te conviertes en una sensación mediática. Tu nombre artístico se vuelve sinónimo de miedo. Y de pronto, el nuevo mundo que comienzas a saborear termina.
La historia dice que, soberbio y embelesado por el encanto del Rey de los Vampiros, Bela rechazó el rol protagónico de la siguiente producción de los Estudios Universal, porque argumentaba que su presencia enigmática y perturbadora quedaría sepultada tras los prostéticos diseñados por el Amo del Maquillaje Jack Pierce, cosa que se dedicó a gritar a los cuatro vientos. Por otra parte, se dice que cuando Carl Laemmle, Jr. –el mandamás de la compañía- vio sus primeras pruebas de caracterización, estalló en carcajadas. Esto naturalmente llevó a la búsqueda de un reemplazo. ¿Qué ocurrió primero? ¿El rechazo o la descalificación pública? Eso es algo que Bela se llevó a la tumba.
Por otra parte, Karloff tuvo una vida y una carrera más amables que Bela. Mientras el húngaro, además de Drácula, sólo obtuvo reconocimiento como actor secundario –como el jorobado Ygor en El hijo de Frankenstein (Rowland V. Lee, 1939) o como el gitano Bela en El hombre lobo (George Waggner, 1941) y ganó notoriedad en su ocaso gracias al redescubrimiento del joven director Edward D. Wood, Jr., Karloff logró despojarse de la Criatura y emprender una trayectoria fértil en el cine, el teatro y la televisión. Por sólo citar un ejemplo pertinente en esta época, narró la versión animada de Cómo el Grinch se robó la Navidad (Chuck Jones, 1966), desprendida de la popular narración infantil de Theodor Seuss Geisel, mejor conocido como el Dr. Seuss. Además, verse obligado a aceptar el papel que dijo haber rechazado en el pasado –en Frankenstein contra el Hombre Lobo (Roy William Neill, 1943)-, debió ser una afrenta mayor a su orgullo. Karloff dejó de interpretar a la Criatura de Frankenstein por elección propia, y comprobó que había una vida tras ella. Boris tuvo una existencia apacible y murió rodeado de comodidades materiales. Bela, lamentablemente, no.
En el epílogo de la ya mencionada Ed Wood, se aclara que la venta de la memorabilia de las cintas de Lugosi aventaja en un margen sustancial a Karloff. Yo creo que ambos, por méritos propios, se colocan con justicia al mismo nivel como maestros indiscutibles del género cinematográfico que amo. Sin duda son en parte responsables que escriba sobre ello cada jueves. Los dos me asustaron cuando era niño, al igual que a miles de personas alrededor del mundo. Y eso, en mi humilde opinión, los hace eternos.
—
Roberto Coria es investigador en literatura y cine fantástico. Imparte desde 1998 cursos, talleres, ciclos de cine y La conferencias sobre estos mundos en diversas casas académicas del país. Es autor de la obra de teatro “El hombre que fue Drácula”. Es asesor literario de Mórbido. Condujo el podcast Testigos del Crimen y escribe el blog Horroris causa, convertido en un programa radiofónico.
Boris Karloff y Bela Lugosi, su amistad (¿o enemistad?) y la #TintaNegra de hoy Hablar de los dos principales actores de la era dorada del cine de horror estadounidense, Bela Lugosi…
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Al primer amor
Recuerdo bien cuando te conocí. Fue durante una fiesta de mis viejos, en una fría noche de otoño en mi casa en el sur. Un poco para que no molestara, supongo, y otro poco para que me hiciera grande, papá me puso frente a vos y me dijo: “tenés que conocerla”. Porque la verdad es que yo ya te había visto antes pero no te había dado mucha bolilla. Por eso él, que se había avivado, me insistió, dale que te dale, para que te conociera. “Ya estás en edad”, me dijo. Me acerqué de a poco, tímidamente, sabiendo que él me observaba desde el otro rincón, y me quedé observándote. De suaves curvas, toda de negro y con algunos detalles en blanco y rojo, cuanto más me acercaba, más atractiva me empezaste a parecer. Sin decir nada, te tomé osadamente con mi mano derecha y te llevé a un cuarto, donde nos quedamos solos. Allí me sorprendiste. Sonó una de esas baladas ochentosas de lo más tontas, “You make me love you” de Roger Hodgson, o una de esas y su melodía me llegó al alma. Instantáneamente, me enamoré. Bailamos toda la noche.
Al día siguiente, después de almorzar, papá me buscó y hablamos de cómo me había ido. Le conté todo, sin guardarme ni exagerar ningún detalle, mientras el viejo me miraba orgulloso, con sus ojos brillosos, como recordando a su primer amor. Me dijo que no dejara de escucharte y me aseguró que, si te cuidaba bien, vos me acompañarías siempre. No sólo al momento de divertirse, sino también cuando más adelante me pusiera a estudiar y a trabajar o, simplemente, mantenerme despierto mientras manejaba en medio de una ruta o pasar un buen rato en silencio.
Desde aquel día (o noche) fuimos inseparables. Yo estaba como poseído: no podía dejar de pensar en vos. Mi vieja, claro, me retaba porque yo me la pasaba con cara de idiota, los ojos perdidos en el horizonte, sin prestar atención a la tarea del cole o lo que fuera. Pasamos tardes y noches enteras juntos, escuchando tanto los temas “lentos” y románticos, como los rocks más movidos o el pop de moda en aquella época. Aunque no todo fue color de rosa y también tuvimos nuestras épocas conflictivas, ¿no? Recuerdo que, una vez, nos distanciamos y estuve a punto de dejarte. La secundaria se había puesto brava y, entre el estudio y el deporte, casi no tenía ratos para pasar juntos. Un poco más durante los fines de semana, pero ahí jugaba River y con eso no se negociaba. Necesitaba de mi tiempo para sufrir, angustiarme y festejar o amargarme por el resto de la semana. Papá se dio cuenta y casi me mata. Me miró serio y me dijo “¿Vos estás loco? ¿No se te ocurrió que podés compartir con ella un partido y lo vas a pasar mucho mejor?”. Así fue que descubrí que también eras fanática del fútbol. No sólo te gustaba, sino que estabas pendiente de todos los partidos de la fecha. No tenía descanso ni cuando jugaba la selección. Cómo disfrutamos esa época. ¡Cuántos goles gritamos juntos! ¡Campeonatos también! Además, ya eras una especie de cábala y los partidos los tenía que escuchar, si o si, con vos. Si hasta ese momento me gustabas, desde allí creí que podía estar con vos para siempre.
A los pocos años, me fui a estudiar a Buenos Aires y vos viniste conmigo. Fue en esa época cuando me mandé la cagada. No sé si fueron las luces de la gran ciudad, como se suele decir, o qué. Pero me la mandé…
A ella también la conocía de antes y, como vos sabés, había tenido algún coqueteo esporádico, aunque nunca nada serio: a vos no te cambiaba por nada. Pero de repente, en algún momento en medio del Mundial de 1994, las cosas empezaron a cambiar. No quiero que suene a justificación, pero varias cosas influyeron. El estudio me sacaba mucho más tiempo que antes, empecé a salir más seguido con mis nuevos amigos… Y siempre me la encontraba a ella, sin importar dónde fuera: boliches, bares, cualquier lugar. Además, no me vas a negar que es muy fachera, llamativa, sexy o como quieras llamarlo: está buenísima. La mirás y te quedás embobado. A todos les pasa, no soy el único. Sí, ya sé: también es bastante tonta. Muy tonta, si querés. No es como vos, que hacés observaciones inteligentes y acordes al tema que sea. Música, historia, teatro, política, deporte…A veces no estamos de acuerdo, pero siempre sabes qué decir y la gente te escucha con atención y se queda pensando. Con la otra, en general, no se puede hablar de cosas serias. Como mucho, te dice algo de cine y está más o menos al día con las cosas que pasan a diario, pero no le pidas mucho detalle.
Ah, otra cosa que me rompió la cabeza fue que a ella también le encanta el fútbol. Con ella aprendí a disfrutar del espectáculo de color y sonido de las tribunas. Si con vos me sentía como sobrevolando la cancha, con ella era como si estuviera en medio de las gradas. Bueno, bueno, a lo mejor eran detalles irrelevantes para el partido, aspectos visuales, y es verdad que sus comentarios eran intrascendentes, pero qué querés… Me dejé envolver por sus encantos y permanentes novedades. Por sus pavadas divertidas y su glamour hedonista.
Un día no me acordé de buscarte para el partido. Te dejé y me fui con ella. Por un tiempo, varios años, estuve con ella, completamente seducido por sus encantos, en un romance estúpido y vacío que duró más de lo debido. Hasta que un día me di cuenta que estaba harto de sus comentarios superficiales, de sus banalidades y de su monotonía infernal. La dejé también, como quien abandona esos cassettes de música pegadiza pero intrascendente y pasajera, cansado de su colorido, pero monótono ritmo saturador.
Coincidió esto con el hecho de que me fui a vivir a Nueva York. Gente nueva, trabajo desconocido, idioma diferente, costumbres distintas… La otra había quedado atrás pero tampoco me acordé de vos. Tenía demasiadas cosas en la cabeza. Pasaron los meses y, de repente, casi por error, volví a encontrarte y escuchar tu voz. Fue volviendo de una recepción, en otra noche de frío, pero muchos años y otoños después de aquella “primera vez”. Estaba distraído, mirando a través de la ventanilla de un taxi las veredas vacías y los coquetos negocios de la avenida Madison cuando, mágicamente, llegaron a mis oídos los compases de “Por una Cabeza” de Gardel y Le Pera. El tango, melancólico y sublime, me penetró como un puñal y me llegó hasta el alma. Y me acordé de papá, y de vos, y de aquella noche mágica. Llegué a casa lagrimeando y te busqué con la computadora en internet, única forma de dar con vos a la distancia. Sintonicé un programa de fútbol de Buenos Aires y, antes de ir a las noticias, pasaron la repetición del mágico gol de Maradona a los ingleses. Entraron a mi cabeza mil recuerdos futboleros, ilustrados por esos relatos vivos que superan por mucho las escuetas descripciones que, por falta de espontaneidad o incapacidad, los relatores televisivos nunca podrán igualar porque pintan con colores opacos y repeticiones vacuas. Me di cuenta entonces de lo mucho que necesitaba de tu compañía, de tus reflexiones, de tu música y comprendí la razón por la cual papá también se había enamorado de vos. Es que la otra, la caja boba, por más gracia y “cholulismo” que muestre, nunca podrá igualarte ni comprender la verdadera dimensión del compañerismo que le brindas a los que te escuchan sin por eso transformarlos en autómatas. Porque la otra es como esas sirenas de la Odisea, que encantaban a los viajeros y los hipnotizaban con sus encantos para llevarlos al fondo del mar. Vos, en cambio, sos como Palas Atenea, que estaba junto a los héroes griegos para aconsejarlos y acompañarlos.
Como si fuera una señal de tu perdón, en el aire sonó la voz grave y cálida del locutor para anunciar un tema de Frank Sinatra, “All the way”. A las pocas semanas, regresé por unos días a Buenos Aires. En cuanto llegué al departamento de papá, corrí al placard donde todavía estaban algunas de mis viejas cosas. Allí, algo polvorienta, pero en perfectas condiciones, estabas vos, mi querida radio. Recorrí una vez más con mis dedos, tu figura negra y salpicada de blanco y rojo. Te enchufé con algo de temor, pero escuché, con un poco de estática, la cortina musical y el informativo de Radio Nacional. Me abracé a vos y te llevé nuevamente conmigo para no separarnos nunca más.
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