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#Igualitarismo
filodendron63 · 9 days
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crudohormigon · 10 months
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“El igualitarismo ni siquiera es una utopía soñada, es una pesadilla imposible.” ― Gonzalo Fernández de la Mora
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leiabomsenso · 10 months
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Não tenho o menor respeito à obsessão pelo igualitarismo, que não me parecer ser nada mais que a sublimação da inveja.
Oliver Wendell
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galleryshopinfo · 2 years
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colaherrerar · 2 months
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Siempre tuve amor propio
Siempre tuve mi amor propio de Palmma bien alto
Mis comportamientos han sido producto de mi puteria de nacimiento de no e hecho nada para mostrar la ilacha
SOY ASÍ
Soy puta espontánea
y impulsiva sexual
Pero andá a hacerle entender eso a todos
No pueden hacerlo mejor que yo
No pueden ser mejor que yo
Soy la verdadera maestría Palmma
Encima que les dije siempre de inicio
NO HAGAN LO QUE YO HAGO PORQUE YO SÍ LO PUEDO HACER USTEDES NO
PORQUE EN MI SE TRANSCIENDE
En ustedes no
porque no les sirve porque es una pérdida de tiempo porque lo de ustedes es forzado es fingido y eso ya se sabe
No pueden hacer todo lo que yo hago
No pueden obsesionarse así con una triste muertodiambre
así como me dijieron en la escuelita del Celepito Coreo su pirámide nazi
UNA Muertadiambre
La muertadiambre les a dejado así una obsecion DE LA QUE EL MUNDO SE HIZO
EL MUNDO SE OBSECIONÓ CONMIGO
Y cada vez era peor y peor y peor
Ya ahora en el 2024 me salí del me fui pal carajo de pantalla echa fina
Ya ahora es todo
No es un contenido de a bueno se lo dejamos pasar
No
Hasta si le saco una foto a un papelito de caramelo
Eso lo captan por igualitarismo porque vino de mi parte porque lo subí yo
Y si
Compraron lo 15
Compraron todo mi checherio de verdad para convertirlo en jueguitos para dárselo al Celepito Coreo y a los patrióticos para que jueguen con la imaginación
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jgmail · 5 months
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[ENTREVISTA] Alain de Benoist: «Luchamos por una revolución como nunca hemos visto»
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En una entrevista publicada originalmente en 'La Gaceta' (sección IDEAS), nuestro director conversa largo y tendido con Alain de Benoist en los 80 años de su nacimiento y en los 50 del lanzamiento de la Nueva Derecha.
Hace cincuenta años ponías en marcha, junto con un puñado de camaradas y amigos, lo que más adelante se llamaría la Nueva Derecha. ¡Colosal tarea! Porque no se trataba tan sólo de defender u oponerse a tales o cuales ideas, reivindicaciones, conflictos... Se trataba —y se trata— de transformar toda nuestra visión del mundo; es decir, la configuración de ideas, sentimientos, anhelos... envueltos en los cuales vivimos y morimos los hombres de hoy.
Y como lo que se busca es algo nuevo, distinto, está claro que hay que buscarlo fuera de los dos grandes pilares (medio derruidos ya…) a los que llamamos «derecha» e «izquierda». Ahora bien, esos nuevos pilares destinados a sustentar lo Verdadero, lo Bello y lo Bueno (eso que hoy ya nada sustenta), ¿no crees que se hallan más cerca del espíritu de la derecha —siempre que no sea ni liberal, ni teocrática, ni plutocrática— que del de una izquierda que, en el mejor de los casos, siempre será individualista, igualitarista y materialista?
 Desconfío de las palabras con mayúscula. Conozco cosas bellas y cosas feas, cosas buenas y cosas malas, pero nunca me he topado con lo Bello y lo Bueno en sí. Lo mismo ocurre con la izquierda y la derecha. «La derecha» y «la izquierda» nunca han existido. Siempre ha habido derechas e izquierdas (en plural), y la cuestión de si podemos encontrar un denominador común para todas esas derechas y todas esas izquierdas sigue siendo objeto de debate. Tú mismo lo reconoces cuando hablas de una derecha «ni liberal, ni teocrática, ni plutocrática»: es la prueba de que junto a la derecha que aprecias hay otras. Pero cuando hablas de la izquierda, ¡inmediatamente vuelves al singular! Es un error. Grandes pensadores socialistas como Georges Sorel y Pierre-Joseph Proudhon no eran ni individualistas ni igualitaristas ni materialistas. Tampoco cabe atribuir tales calificativos a George Orwell, Christopher Lasch o Jean-Claude Michéa. Tampoco hay que confundir la izquierda socialista, que ha defendido a los trabajadores, con la izquierda progresista, que defiende los derechos humanos (no es lo mismo). Lo único que podemos decir es que el igualitarismo, por poner un ejemplo, ha sido históricamente más común «en la izquierda» que «en la derecha». Pero cuando decimos eso, no hemos dicho gran cosa, aunque sólo sea porque también hay formas de desigualdad en «la derecha», sobre todo en la derecha liberal, que me parecen totalmente inaceptables. Por eso creo que debemos juzgar caso por caso, en lugar de utilizar etiquetas que siempre son equívocas. Como he dicho muchas veces, ¡las etiquetas son para los botes de mermelada! No debemos ceder al fetichismo de las palabras.
Creo que ambos apreciamos a los tipos humanos que son portadores de los valores con los que nos identificamos. Estos tipos humanos son más comunes en «la derecha» que en «la izquierda», cosa que reconozco sin vacilar. En ese sentido, me siento completamente «de derechas», pero sin hacer de ello un absoluto. Una cosa son los valores y otra las ideas. Por eso no tengo ningún problema en sentirme «de derechas» desde un punto de vista psicológico y antropológico, al tiempo que reconozco la validez de ciertas ideas que generalmente se atribuyen, con razón o sin ella, a «la izquierda».
¿Cuál es tu sentimiento al cabo de esos cincuenta años llenos hasta desbordar de reflexiones, combates, victorias… (y alguna derrota)? Supongo que tu alegría será grande al constatar que el espíritu de la Nueva Derecha, aun lejos de conformar ya «el horizonte espiritual de nuestra época» (como decía Sartre sobre el marxismo), sí ha acabado marcando el aire intelectual de Francia; sin olvidar su presencia, aunque menos vigorosa, en países como Italia, Alemania, Hungría, la misma España...
Es la eterna historia del vaso medio lleno o medio vacío. Sí, es cierto, en cincuenta años ha habido muchos éxitos. La Nueva Derecha no sólo no ha desaparecido (medio siglo de existencia para una escuela de pensamiento ya es extraordinario), sino que los temas que ha introducido en el debate se han difundido ampliamente en la mayoría de los países europeos. Así lo atestiguan los miles de artículos, libros, conferencias, coloquios, traducciones y encuentros que han jalonado los últimos cincuenta años. Dicho esto, también debemos ser realistas: los puntos que hemos señalado no han impedido el avance de las fuerzas del caos. El «horizonte espiritual de nuestro tiempo» no es espiritual en absoluto: es un horizonte de ocaso, y este ocaso se acelera cada día más. Declarar, como es deseable, que «el nihilismo no pasará por mí» no cambia nada. Como decía Jean Mabire, no hemos cambiado el mundo, pero al menos el mundo no nos ha cambiado a nosotros. Y no olvidemos que la «lucha final» aún no ha llegado.
De los diversos fenómenos que pueblan el mundo de hoy, ¿cuáles consideras más portadores de esperanza, y cuáles de desesperanza? Todo está obviamente entrelazado, pero dentro de este entrelazamiento de fenómenos sociales, culturales, políticos..., ¿cuál te parece ser nuestro principal enemigo, y cuál nuestro mayor amigo?
La segunda pregunta es obviamente más fácil de responder que la primera, porque la respuesta está justo delante de nosotros. Los tres mayores peligros que hoy nos amenazan son, en mi opinión, los siguientes. En primer lugar, los estragos de la tecnología y el condicionamiento que implica en la era de la inteligencia artificial y la omnipresencia de las pantallas, que con el tiempo conducirán a la Gran Sustitución del hombre por la máquina. Y sólo estamos en los comienzos de ello: el transhumanismo ya preconiza la fusión de lo vivo y la máquina. También está la mercantilización del mundo, que es uno de los pilares de la ideología dominante, con la adhesión de las mentes a la lógica del beneficio y a la axiomática del interés, es decir, la colonización del imaginario simbólico por el utilitarismo y la creencia de que «la economía es el destino, de acuerdo con una antropología liberal basada en el economicismo y el individualismo, que sólo ve al hombre como un ser egoísta que busca constantemente maximizar su mejor interés privado. La principal fuerza motriz de ello es, obviamente, el sistema capitalista, que pretende acabar con todo lo que pueda obstaculizar la expansión del mercado (soberanía nacional y soberanía popular, objeciones morales, identidades colectivas y particularidades culturales) y desacreditar todos los valores que no sean los del mercado. El tercer y último peligro es el reinado casi mundial de una ideología dominante basada en la ideología del progreso y la ideología de los derechos humanos, que está sembrando el caos en un mundo cada vez más abocado al nihilismo: la reducción de la política a la gestión tecnocrática, la moda de la «cancel culture», con los delirios de la ideología de género propagada por el lobby LGTBIQ+, el neofeminismo que preconiza la guerra entre los sexos, el hundimiento de la cultura general, las patologías sociales engendradas por una inmigración tan masiva como incontrolada, el declive de la escuela, la desaparición programada de la diversidad de los pueblos, lenguas y culturas... y tantas otras cosas.
Para mí, el principal enemigo sigue siendo, más que nunca, el universalismo en el plano filosófico, el liberalismo en el plano político, el capitalismo en el plano económico y el mundo anglosajón en el plano geopolítico.
¿Fenómenos «portadores de esperanza»? Sólo podemos abordar este tema con prudencia. Aparte de que la historia siempre está abierta (es por excelencia el dominio de lo imprevisto, como decía a menudo Dominique Venner), está claro que vivimos un periodo de transición y de crisis generalizada. La ideología dominante es efectivamente dominante (sobre todo porque es siempre la ideología de la clase dominante), pero se está desintegrando por doquier. La democracia liberal, parlamentaria y representativa está cada vez más desacreditada. El auge del populismo, la aparición de democracias iliberales y de los «Estados-civilización», los intentos de democracia participativa y de renovación cívica en la base, todo ello corre parejas con la brecha cada vez mayor que separa al pueblo de las élites. La clase política tradicional está desacreditada. Todas las categorías profesionales se movilizan y la cólera aumenta por doquier, lo que abre la perspectiva de revueltas sociales a gran escala (el clásico momento en que «los de arriba ya no pueden más, mientras que los de abajo ya no quieren más»). Al mismo tiempo las cosas están cambiando en el plano internacional. Las cartas se barajan de nuevo entre las potencias. Los propios Estados Unidos de América están sumidos en una profunda crisis, de forma que parece que nos encaminamos hacia el fin de un mundo unipolar o bipolar que abra las puertas a un mundo multipolar, lo cual me parece muy positivo. Está surgiendo una nueva división entre los BRICS (las potencias emergentes) y el «Occidente colectivo». En una situación así, se abren puertas para muchas oportunidades. Pero, para aprovecharlas, hay que abandonar las herramientas analíticas que se han hecho obsoletas y prestar mucha atención a lo que se avecina.
¿Qué piensas de esa bomba de relojería en la que se conjuntan dos hecatombes? Por un lado, el hecho de que los europeos parecen decididos a dejar simple y llanamente de procrear; por otro lado, una inmigración tan masiva que más parece una invasión fomentada, además…, por las «élites» de los países invadidos. ¿Se te ocurre algo que pudiera parecerse, si no a una solución, sí a alguna forma de amortiguar el devastador estallido de tal bomba?
Has declarado alguna vez que no te parece factible la rremigración forzosa que algunos proponen. Probablemente tengas razón, habida cuenta de la sensiblería buenista que lo impregna todo. Ahora bien, si la remigración no es factible, ¿qué otra alternativa nos queda?
La inmigración es un desastre porque, una vez alcanzado cierto umbral, provoca un cambio en la identidad y la composición de los pueblos. No podemos remediarlo embarcándonos en una especie de carrera por aumentar la natalidad, que está condenada al fracaso. Tampoco creo en la remigración  (como tampoco en la asimilación o en el «laicismo»), porque, sencillamente, no es posible en las condiciones actuales. Se trata, al igual que la «Reconquista»,[1] de un mito de refugio. La política es ante todo el arte de lo posible. Pero, evidentemente, no se trata de rendirse. Cuando existe la voluntad política (lo que difícilmente ocurre hoy), podemos, si no detener la inmigración, sí frenarla drásticamente, aunque sólo sea suprimiendo las disposiciones sociales y societales que, actuando como «bombas de succión», la favorecen. Los remedios se conocen desde hace tiempo. Pero aunque la voluntad política es un factor decisivo, no es el único. También hace falta tener la posibilidad de ejercerla. Ahora bien, todas las medidas serias destinadas a frenar la inmigración están siendo bloqueadas en la actualidad por un gobierno de los jueces, el cual carece de legitimidad democrática, pero pretende imponerse tanto a los gobiernos de los Estados como a la voluntad de los pueblos. Digámoslo más claramente: ningún gobierno pondrá fin a la inmigración si no decide considerar nulas y sin efecto las decisiones del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Y si no se aparta de la ideología liberal.
La inmigración es, en realidad, la puesta en práctica del principio liberal del «laissez faire, laissez passer»,[2] el cual se aplica indistintamente a personas, capitales, servicios y bienes. El liberalismo es una ideología que considera la sociedad a partir exclusivamente del individuo y no reconoce que las culturas tienen su propia personalidad. Al ver en la inmigración la llegada de un número adicional de individuos a sociedades ya compuestas de individuos, considera a los hombres intercambiables entre sí. El capitalismo, por su parte, aboga desde hace tiempo por la abolición de las fronteras. Para él, recurrir a la inmigración es un fenómeno económico natural. En todas partes, son las grandes empresas las que exigen cada vez más inmigrantes, en especial para presionar a la baja sobre los salarios de los trabajadores nativos. En este sentido, Karl Marx pudo decir con razón que los inmigrantes son «el ejército de reserva del capital»,  de modo que quienes critican la inmigración y veneran el capitalismo harían bien en cerrar el pico. De nada sirve condenar las consecuencias si se dejan intactas las causas.
Como tú mismo has apuntado alguna vez, la actual situación de nuestras sociedades se caracteriza por la tensión que engendra la típica dualidad prerrevolucionaria a la que tú mismo aludías en una de tus respuestas: el viejo mundo se derrumba, pero el nuevo no acaba de aparecer. Se entrevén, es cierto, abundantes rasgos de lo que podría constituir un nuevo orden del mundo. Ahí está todo el malestar, todas las movilizaciones, luchas, avances... que envuelven nuestros días, pero cuyo peso no basta para cambiar las cosas. ¿No te parece que una de las razones de esta dificultad estriba en que semejante malestar se da fundamentalmente entre las capas populares (más un núcleo de intelectuales), mientras que ningún malestar se atisba entre unas «élites» indignas de tal nombre y que van desde los pijoprogres urbanitas (en francés los llamáis «les bobos»…) hasta los amos del cotarro?
Con otras palabras, ¿crees posible cambiar el mundo contando sólo con los de abajo y sin que una parte significativa de los de arriba se sume a semejantes ansias de transformación?  Semejante «pasar al otro lado» ¿no es lo que siempre ha ocurrido en todos los grandes cambios, en todas las grandes revoluciones de la historia?
Empecemos por recordar que, como demostró Pareto, la palabra «élite» es una palabra neutra: también existe una élite de traficantes y estafadores. Las «élites» de nuestras sociedades, ya sean políticas, económicas o mediáticas, están formadas por hombres (y mujeres) generalmente bien formados e inteligentes (aunque no siempre) que han acumulado, sin embargo, un historial de fracasos en todos los campos. Son gentes aisladas del pueblo, que viven fuera del suelo, en un universo mental transnacional y nómada. Están igualmente alejados de lo real. No veo ninguna utilidad en que se unan a la «gran transformación» de la que hablas, y menos aún en aceptar compromisos para intentar seducirlos. Por otra parte, está claro, sin embargo, que las clases trabajadoras, que ahora se levantan contra esas «élites», necesitan aliados. Cada vez los encontrará más a causa del empobrecimiento de las clases medias. De esta alianza entre las clases trabajadoras y los empobrecidos de las clases medias es de donde puede surgir el bloque histórico que acabe imponiéndose. Si esto ocurre, veremos entonces a oportunistas de arriba solidarizarse con los rebeldes de abajo; algo que ya se ha visto en todas las grandes revoluciones de la historia. Y como siempre, es del pueblo de donde surgirán las nuevas y auténticas élites que necesitamos.
Dado tu conocido cuestionamiento del capitalismo, algunos han pretendido a veces que la Nueva Derecha se habría convertido en una especie de Nueva Izquierda... Bromas aparte, la verdadera cuestión es: ¿qué debemos hacer con el capitalismo? Acabar con él, me dirás. Desde luego, pero ¿para colocar qué en su lugar? ¿Se trataría acaso de sustituir el capitalismo por la propiedad estatal de los medios de producción? ¿Habría que abolir el mercado y la propiedad, como los comunistas lo han hecho en todas partes? No, añadirás sin duda. Pero entonces, si se trata de abolir las flagrantes injusticias del capitalismo salvaguardando a la vez el mercado, el dinero y la propiedad —pero colocados fuera de la clave de bóveda en la que se encuentran hoy—, ¿no es esto —y me refiero al ámbito estrictamente económico— una especie de reformismo?
«Es más fácil para nuestros contemporáneos imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo», decía en 2009 el teórico británico Mark Fisher. Cuando se está en esa tesitura, uno se pregunta, como lo haces tú mismo, de qué forma se podría salir del capitalismo y con qué se podría sustituir. Al hacerlo, y sin darnos cuenta, estamos naturalizando abusivamente un fenómeno histórico perfectamente localizado. La humanidad ha vivido sin capitalismo durante miles de años: ¿por qué mañana no iba a poder hacerlo otra vez? El capitalismo no es toda la economía, ni siquiera todas las formas de intercambio. El capitalismo es el reino del capital. Surge cuando el dinero se vuelve capaz de transformarse en capital que se incrementa perpetuamente por sí mismo. El capitalismo es también la transformación de las relaciones sociales en función de las exigencias del mercado, la primacía del valor de cambio sobre el valor de uso, la transformación del trabajo vivo en trabajo muerto, la desaparición del oficio en aras del empleo, etcétera. Un sistema así sólo puede funcionar si progresa constantemente (se derrumba si se detiene, como una bicicleta), lo cual significa que su principio es lo ilimitado. Su ley es la hybris, la desmesura, la huida hacia adelante en una desenfrenada carrera hacia el «cada vez más y más»: cada vez más mercados, más beneficios, más libre comercio, más crecimiento, y cada vez menos límites y fronteras. La aplicación de esta consigna ha conducido a la obsesión por el progreso técnico, a la financiarización creciente de un sistema que hace tiempo que perdió todas sus raíces nacionales, al tiempo que conduce, subsidiariamente, a la devastación de la tierra.
La oposición de principio entre lo público y lo privado es en sí misma una idea liberal. Por tanto, salir del capitalismo no significa en absoluto sustituir la iniciativa privada por la propiedad estatal de los medios de producción, que no resuelve nada (la antigua URSS era un capitalismo de Estado). Tampoco significa suprimir toda forma de mercado, sino privilegiar lo local sobre lo global, el circuito corto sobre el comercio a larga distancia. Y obviamente tampoco significa abolir la propiedad privada, la cual tampoco debe convertirse, no obstante, en un principio absoluto, como hacen los liberales. El sector terciario ya es una realidad, al igual que las cooperativas y las empresas mutualistas. Más allá de la falsa oposición entre lo privado y lo estatal, están los bienes comunes, tal y como se entendían hasta el nacimiento de la ideología liberal. Es en esta redefinición de los bienes comunes en lo que hay que incidir para poner en marcha una economía de proximidad que afecte prioritariamente a los miembros de tal o cual comunidad. Ello no tiene nada de reformista, dado que semejante cambio exige una transformación radical de las mentalidades.
El propio capitalismo está hoy en crisis. Los mercados financieros razonan y actúan en el día a día, los déficits públicos alcanzan niveles récord, el «dinero ficticio» fluye como rosquillas y todo el mundo está preocupado por un posible colapso del sistema financiero mundial. No es necesariamente una perspectiva agradable, dado que, como se sabe, tales crisis acaban por lo general en una guerra.
Permíteme volver a mi pregunta anterior. Si un revolucionario sectario y radical alegara que ese enfoque constituye un planteamiento que, en lo tocante a la economía, no deja de ser reformista, ¿no habría que replicarle que nada de reformista tiene en cualquier caso todo lo demás? Todo lo demás: toda esa visión del mundo en que el afán por el dinero constituye el centro de la vida y donde ésta —la vida pública, pero también la privada— rezuma todo el espíritu de la democracia liberal y partitocrática, individualista e igualitarista que conocemos?
¿Se trataría tal vez de reformar, de enmendar ese estado de espíritu, incluido su democratismo nihilista? ¿O se trataría de algo completamente distinto? En una palabra, ¿por qué luchamos? ¿Por reformas o por la revolución?
Desde luego, no luchamos por reformas. Lo que pretendemos es lo que Heidegger llamaba un «nuevo comienzo». Lo cual no significa repetir lo que otros han hecho antes que nosotros, sino inspirarnos en su ejemplo para innovar a nuestra vez. Sustituir la desmesura capitalista por el sentido de los límites, luchar contra el universalismo en nombre de las identidades colectivas, sustituir la moral del pecado por la ética del honor, reorganizar el mundo de forma multipolar («pluriversalismo» frente a universalismo), priorizar los valores de comunidad frente a los de sociedad, luchar contra la sustitución de lo auténtico por lo sucedáneo, y de lo real por lo virtual, redefinir el derecho como equidad en las relaciones (y no como un atributo del que todo el mundo sería propietario al nacer), restablecer la primacía de lo político (el gobierno de los hombres) sobre lo económico (la gestión de las cosas), devolver un sentido concreto a la belleza y a la dignidad, rehabilitar la autoridad y la verticalidad...: esto sí que sería una revolución. Y hasta una revolución —atrevámonos a decirlo— como nunca hemos visto.
[1] Alusión al partido Reconquête fundado y dirigido por el famoso periodista y escritor Éric Zemmour. (N. del Trad.)
[2] «Dejad hacer, dejad pasar», reivindicación que, originalmente referida a los productos que debían pagar tributo para entrar en las ciudades, acabó convertida en el lema por excelencia del liberalismo. (N. del Trad.)
© Publicación original: IDEAS. En La Gaceta
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transmetropolitan · 10 months
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"La sociedad está rota, astillada en mil pedazos, desacoplada de su dirigencia. El hecho de que la catarata de apoyos de políticos, empresarios, intelectuales, líderes sociales y artistas obtenida por Massa no haya logrado torcer los resultados confirma que la relación de la élite y buena parte de los argentinos está quebrada, que el mundo de los que tienen poder –incluyendo a aquellos que tienen poder simbólico– vive en una galaxia alejada a la de las grandes mayorías.
El anti-progresismo es una tendencia en ascenso, y la fotito del artista comprometido o la periodista de izquierda advirtiendo sobre el peligro democrático de un triunfo libertario generó un efecto opuesto al buscado, reforzando la sensación de extrañeza y aún de rechazo entre lo que pasa “arriba” y lo que pasa “abajo”. Quizás cueste percibirlo, pero desde hace tiempo que lo popular transcurre por otros caminos, reflejo cultural de un país que en las últimas décadas ha ido perdiendo su cualidad integrada y su igualitarismo centenario para fracturarse al más puro estilo de las sociedades oligarquizadas de América Latina."
-José Natanson
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kpwx · 1 year
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Según los textos clásicos del marxismo y del leninismo el Estado capitalista no es más que una superestructura organizada para sojuzgar a la clase obrera, mientras que el Estado socialista está destinado a destruir la clase explotadora, pero en los campos de trabajo forzado soviéticos no he visto ni marqueses ni condes ni fabricantes ni banqueros de ninguna clase. Todos los que se encontraban entre los alambres de espino eran pobres campesinos, obreros o intelectuales condenados por «traición a la patria», «agitación antisoviética» o fórmulas por el estilo. La verdad era otra: una queja en el trabajo, un chiste a costa del jerarca de turno, el haber sido hecho prisionero por los alemanes en grupos de 200.000 y 500.000 mientras los generales soviéticos los dejaban cercados salvándose en un avión, el haber sustraído de la fábrica una pieza para revenderla y ayudarse a vivir. En el año 1917 la revolución acabó con la aristocracia y la gran burguesía; en el año 1930 se erradicó la pequeña burguesía de la ciudad y del campo; en el año 1937 se coronó la extirpación de los disidentes del partido. ¿Quiénes eran, pues, los 10 millones de condenados a trabajos forzados que en 1948-1955 llenaban los campos de concentración de Siberia, Asia Central, Urales, Lejano Oriente, territorios subárticos? Gente del pueblo, otra no había en Rusia en esos años.
Julián Fuster Ribó sirvió como jefe de sanidad en el bando republicano durante la guerra civil española; tras la victoria del franquismo se vio forzado a emigrar a Francia, y luego de una corta estancia, embarcó hacia la Unión Soviética. Para todos los antifascistas de la época, la Unión Soviética era el summum de la libertad y del igualitarismo, y Julián no creía lo contrario: llegó esperanzado en el proyecto comunista (tanto como para unirse a las filas del Ejército Rojo cuando estalló la guerra con Alemania), pero rápidamente se desencantó al ver con sus propios ojos la miseria y la falta de libertades en la que vivía el pueblo ruso. Es de admirar que durante los dos años en los que en vano intentó conseguir el visado para salir del país no escondiera su opinión crítica, tal como lo confirma el testimonio de otro extranjero:
Un médico, mientras esperaba el visado para México, fue llamado al Partido, donde se le preguntó por qué quería marchar. —Porque sí —contestó—. Aunque en México no me haga una clientela, ganaré más de lo que gano aquí. Además, tendré sol y corridas de toros.
Esta anécdota tiene algo especial: de los libros que he leído hasta ahora, es la primera vez en la que encuentro al autor de un testimonio presente en la obra de otro (quien relató eso fue Andrea Familiari, de quien ya escribí aquí).
Las abiertas críticas de Fuster comenzaron a volverlo un personaje incómodo para el régimen; incomodidad que terminó por transformarse en amenaza (según los estándares paranoicos de un Estado totalitario, claro) cuando se le vinculó con un caso de intento de fuga en el que estaban involucrados varios españoles. ¿Alguien se había intentado fugar de la cárcel? No, del país. Como escribió en una carta a sus padres uno de los que planeaba hacerlo, la diferencia en realidad no existía:
Llegó el momento que tanto he deseado. Mi estancia en la URSS parece ser que toca a su fin. Hubiese deseado, desde luego, el poder haber salido de esta de una manera distinta, pero a esto se oponen las autoridades del «país del socialismo». Es imposible salir de esta sin visado del Ministerio de Negocios Extranjeros y conseguir este es algo más difícil que encontrar una aguja de coser en el Océano Atlántico. Mi estancia en este país ha sido la de un preso en una cárcel de 200.000.000 de almas. No puedo encontrar otra manera de salir de esta si no es escapando y burlando a las autoridades del país «cuna de la democracia». Si esto lo consigo puedo decir que soy uno de los pocos que han tenido la suerte y la osadía de hacerlo. Si sale bien contar que vuestro hijo desde el extranjero hará todo lo posible para que sus padres se reúnan a su lado. No maldecir a nadie sino a la dictadura soviética que me pone en tal trance. Deseando que todo salga bien y poderos abrazar pronto, se despide con un millón de besos vuestro hijo.
¿Qué tan desesperado se tiene que estar para intentar escapar de un país escondido en un pequeño baúl? De todos modos, se entiende: era intentarlo o acabar tarde o temprano en el gulag tal como le ocurrió a Fuster, que tras los hechos fue condenado a veinte años de prisión por “espionaje’’ y “agitación antisoviética’’. Cuando se allanó el domicilio de otro de los españoles condenados se encontró su diario, cuyo contenido “comprometedor’’ era el siguiente:
He visto el Volga. Es horrorosa su inutilidad. Está cubierto de hielo y sirve de carretera por la que pasan los camiones. Espero que llegue el verano y, con él, un barco que me saque de este maldito país. He ido a la cantina de Sarátov. Los camareros van vestidos con harapos. Los manteles están rotos, no hay servilletas, tampoco hay vajilla. Sirven papilla en latas en conserva, y esta papilla es totalmente inadecuada para un estómago civilizado. Hay una cola enorme para entrar en la cantina. Sin querer empiezas a pensar que vas a morir de frío a cuarenta y cinco grados bajo cero. La gente se calienta de forma socialista: abrazas al que está delante de ti, y él que va detrás de ti hace lo mismo contigo. Después empieza un balanceo rítmico e interminable, primero en un pie, después en el otro. He preguntado a mis vecinos: ¿por qué no protestáis? Me han mirado mal. Y uno me ha dicho: esto no es nada, en 1928 nos comíamos a nuestros propios hijos, hacíamos salchichas de ellos. Es un pueblo de esclavos que solamente se puede dirigir con un látigo. Se crean colas para comprar las cosas más impensables: tinta, candados, cepillos de dientes, etc. Es el país de las colas. Preferiría que me fusilaran en España que vivir en Sarátov.
Fuster fue arrestado en enero de 1948 y enviado al campo de trabajo forzado de Kengir, en Kazajistán, en donde pasaría los siguientes siete años. Si pudo sobrevivir fue en gran medida a su fama de médico, pues esta le permitió desempeñarse como cirujano dentro de la prisión y amenguar así las invivibles condiciones en las que tenían que sobrevivir los presos comunes. Según parece, no eran el coraje y la decisión lo único que lo caracterizaba:  
Sus cualidades humanas y profesionales le valieron la gratitud y el cariño de los presos a los que había operado y cuidado, y llegó a ser considerado un cirujano de primera clase, de hecho, el mejor de la región de Karagandá. Todos respetaban a Julián Stepanovich, bautizado así por sus compañeros de reclusión por el nombre de su padre Esteban para que sonara más ruso. El recluso Vladimir Peskin recuerda que le decía en broma: «Julián Stepanovich, si me pudieras garantizar que cortándome la cabeza y volviéndomela a coser seré más inteligente, estaría de acuerdo». Y Fuster le contestaba: «que no es así de sencillo, ninguna operación lo puede remediar»
Tras la muerte de Stalin en 1953 se decretaron algunas amnistías que le hicieron prever su pronta liberación, pero antes de que ello ocurriese le tocaría vivir el acontecimiento que más le impactaría durante su paso por el gulag: la revuelta de Kengir. El asesinato de algunos presos había desencadenado un levantamiento general que terminó con la toma de la prisión y la formación de una especie de gobierno con el que exigían mejores condiciones de vida. El control, que ya llevaba más de un mes, se terminó cuando el régimen decidió sofocar la rebelión a punta de soldados y tanques. Así describe la situación:
Hacia las cuatro de la madrugada me despertó el tronar de un cañoneo. Salté de la cama y medio adormilado no podía comprender lo que oían mis oídos. Un tiroteo no me hubiera sobresaltado, pues ya conocía bien las metralletas de los soldados. Pero ¿de dónde podía proceder el cañoneo? Sin avanzar de la sorpresa, unos presos irrumpieron en el hospital llevando a algunos de sus compañeros heridos. Mi asombro no tuvo límites. El muchacho presentaba una herida de metralla que le había destrozado todo el muslo izquierdo. No podía volver en sí ante herida insólita en tiempos de paz. Podía imaginar y prever heridas de bala en la situación en que vivía el campo, pero heridas de metralla capaces de destrozar un muslo no las había vuelto a ver desde la terminación de la guerra, donde no asombran por previstas. Pero en un campo de presos indefensos, desarmados, aquella herida y el cañoneo antes oído me dejaron en un primer momento atónito. Unos segundos bastaron para que el herido expirara sin que yo hubiera todavía recobrado el espíritu suficiente para empezar a actuar como cirujano. Siguieron a este herido decenas de otros que en pocos minutos llenaron todas las salas y los pasillos del hospital. De nuevo tuve de revivir las escenas de hacía cuarenta días. Solo como cirujano para atender una avalancha de heridos de metralla graves. Eran las cuatro y media cuando entré en el quirófano.
Fuster fue finalmente liberado en marzo de 1955; al salir trabajó en un hospital y luego se trasladó a Moscú, en donde se dedicó a la traducción de libros de medicina. Aunque esto le permitió una cierta estabilidad económica, la intención de escapar de una vez por todas seguía presente. Tuvo que esperar otros cuatro años para que, por fin, en 1959 se le permitiese volver a su país de origen. Tras una estadía en Cuba y en el Congo, finalmente regresó a España, en donde murió en 1991.
Ya escribí alguna vez que por pocas personas siento más admiración que por los médicos, y en el caso de este la admiración es doble: el amor que sentía por su profesión (a mi parecer la más noble de todas) sumado a las muchas cualidades humanas que tuvo y la difícil vida que vivió hacen de Julián Fuster Ribó un personaje que merece ser conocido. Por lo demás, es verdaderamente indignante que teniendo acceso testimonios como este siga habiendo tantísimo admirador de un régimen tan totalitario como el soviético.
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weonfunaki · 2 years
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Después de años de tener que tener conversaciones con feministas y comprender sus perspectivas, me he rendido.
Como mencioné anteriormente. Apoyo la igualdad de oportunidades para todos y el egalitarismo. Me enoja la idea de que las personas sean discriminadas por cosas que están fuera de su control, y no creo que las mujeres sean ciudadanas de segunda clase ni nada de eso. Encuentro convincentes muchas críticas feministas de la sociedad y creo que resaltan cuestiones importantes. En mi vida personal, admiro mucho y me atraen las mujeres fuertes. Nunca hice comentarios sexistas (al menos no desde que tenía unos 13 años), nunca menosprecié ni agredí a una mujer; me considero un joven bastante modelo en términos de comportamiento. Y yo, vacilante, me describiría a mí mismo como un 'feminista'. ¿Por qué 'vacilante'? Mis encuentros con casi todas las mujeres, especialmente jóvenes, que se identifican como feministas y hablan abiertamente al respecto a lo largo de mi vida han sido horribles y me han dejado sintiéndome miserable y frustrado y, a veces, honestamente, victimizado. Soy un hombre blanco heterosexual de 26 años. He tenido algunas ventajas debido a esto, naturalmente. Sin embargo, también he estado gravemente enfermo desde que tenía alrededor de 20 años (probabilidades muy altas de que sea esclerosis lateral amiotrófica, desde ahora ELA), estoy crónicamente deprimido y solo, no tengo amigos, no he recibido ni siquiera una sonrisa de una mujer en casi una década y estoy actualmente desempleado y simplemente luchando. Tuve muchos de estos problemas en la universidad, donde tenía que sentarme conferencia tras conferencia, seminario tras seminario, lleno de mujeres jóvenes normalmente sanas, atractivas, inteligentes, socialmente bien adaptadas (con muchos amigos y parejas) que se amargaban. y comentarios furiosos sobre 'hombres pálidos y rancios', el patriarcado y presentarse como una especie de minoría oprimida. En ese momento, no sabía que lo que tenía mal en mí probablemente era ELA, pero sabía que estaba enfrentando problemas mucho más allá del alcance de sus problemas de pronombres y la falta de trigger warnings en los medios de comunicación. Y aunque simpatizaba con muchos de sus puntos, encontré su ensimismamiento (y, a lo que llegaré en un momento, hipocresía) muy desagradable.
Recuerdo algunas veces que intenté sugerir muy cortésmente que parte de su visión del mundo podría ser un poco reduccionista y que me gritaban, casi abusando. Muchos de estos llamados campeones del igualitarismo yla 'bondad woke' pensaron que era perfectamente aceptable burlarse de mí por ser socialmente torpe y no físicamente atractivo (el resultado de una desfiguración menor causada por una droga, es una larga historia). Esto fue en una universidad de élite del Reino Unido, supuestamente un santuario del debate saludable (Oxbridge), pero la atmósfera general era casi como una cámara de eco, y era común que lo que se suponía que eran discusiones sobre teoría literaria degeneraran en una forma de odio al hombre heterosexual blanco. En muchos puntos, estas jóvenes mujeres fueron mucho más allá de la crítica académica desinteresada y entraron en lo que solo puedo describir como polémicas. Algunos parecían pensar genuinamente que todos los hombres blancos heterosexuales disfrutaban de una vida equivalente a la de Ezra Miller y que también se comportaban como él. No existían problemas para ellos fuera de (relativamente) quejas menores sobre la cultura y la representación adecuada de varios tipos de mujeres en las películas. La mayoría profesaba ser de izquierda, pero el alcance de su política de izquierda equivalía a impulsar políticas que las ayudarían a ellas mismas (mujeres de clase media alta ya muy privilegiadas) a obtener aún más oportunidades, mientras ignoraban a quienes tenían otras desventajas (digamos, mujeres de clase trabajadora). hombres blancos autistas (un buen amigo mío era autista, y fue acosado por ello)). A juzgar por sus estilos de vida, ciertamente no eran económicamente de izquierda.
Ha llegado al punto en que ya no hablo con mujeres jóvenes con educación universitaria. Primero, porque debido a mi salud y mis problemas, nunca tendría ningún tipo de relación con ellas de todos modos, y probablemente no estaré aquí por mucho tiempo. Pero también, porque no soporto la hostilidad camuflada, el egocentrismo, la ira fuera de lugar y la hipocresía. Conociendo a algunas jóvenes feministas, sinceramente siento que me odian, simplemente por tener la piel blanca y ser hombre. Cuando les cuento sobre mi salud y mis problemas sociales, (1) no les importa en absoluto o (2) se ríen de ello, considerándolo un castigo justo por el delito de tener un pene. Estoy exagerando, obviamente, pero no creo que esté demasiado lejos de la verdad.
Me enoja cómo los temas feministas comparativamente menores absorben tanto oxígeno en los debates públicos y los medios y los temas objetivamente más serios (por ejemplo, la ELA y la cantidad de enfermedades horribles que aún no se pueden tratar debido a la falta de fondos y atención) se terminan empujado a un lado. The Guardian es particularmente malo en esto. Recientemente, publicó un artículo sobre una periodista de belleza de clase media alta cuyo novio 'devastadoramente guapo' se había revelado como trans. Además de la transfobia apenas disimulada que sentí burbujeando debajo de la superficie, me llamó la atención cómo el periódico presentaba este tema como si fuera el punto más bajo del sufrimiento y un 'problema' digno de atención pública y debate serios. Era el caso de dos personas que se separaban en una relación y se separaban, algo normal e inevitable. Veo piezas igualmente extrañas a diario discutiendo sobre cosas como microagresiones ocultas y misoginia 'codificada'. Sin duda, estas cosas existen, pero ¿son realmente tan devastadoras y destructivas para la vida de las personas, es el sufrimiento que promueven tan terrible que necesitan estar permanentemente en el centro de la conciencia pública? No me parece.
Soy un hombre blanco heterosexual y felizmente reencarnaría mañana como una lesbiana negra con una pierna artificial si eso significara que podría estar saludable y tener una expectativa de vida normal. Y prefiero ser una lesbiana negra con una pierna artificial, socialmente exitosa y capaz de tener citas, que un hombre blanco heterosexual que no es ninguna de esas cosas.
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edstarweeed · 4 days
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2. REFLEXION : La autora Maria luisa del Rio en su libro el Perú arde dice : "cada 5 a:os nos enfrentamos a una nueva elección que mas allá de egos y circos, lo que tiene de fascinante es que nos iguala . Critica de Marco Aurelio : El igualamiento o el igualitarismo democrático no parece fascinante sino terrible, En una elección democrática el voto de una meritócrata vale lo mismo que un analfabeto, ese es el igualitarismo que se refiere la autora . PERO. Cita lo que dice Satori : Una democracia que solo sea DEMO PODER no es una verdadera democracia, una democracia tiene que ser además DEMO SABER por que una democracia en la cual solo haya el ejercicio del poder sin el conocimiento sin la cultura no es en ninguna parte una verdadera democracia .
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tvbrasilnoticias · 4 months
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Por que Nietzsche Odiava o Socialismo
Ao longo de sua vida, Friedrich Nietzsche manteve um profundo desprezo pelo socialismo. Segundo ele, seus defensores — e todos os outros adeptos do igualitarismo — tinham um único objetivo: nivelar diferenças e suprimir o gênio individual. Friedrich Nietzsche nasceu quatro anos antes das revoluções de 1848 — eventos que deram início a uma era que o filósofo alemão detestava. Em seus escritos,…
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lucioborges · 7 months
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RS Notícias: ESPARSAS CONSIDERAÇÕES JULGADAS RELEVANTES
 Na atualidade, conspícuos cientistas sociais, não atrelados a ideologias espúrias e impatrióticas, vêm nos alertando para a utilização, amiúde, de três ‘ismos’: o “Igualitarismo”; o “Coitadismo” e o “Presentismo”.     Quanto ao 1) “Igualitarismo”, devido a uma velha e iterativa baldeação ideológica marxista, muitos depreciam a meritocracia e a hierarquia, e desejam, a qualquer custo, igualar-se…
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bunkerblogwebradio · 10 months
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"QUERIDOS FORMANDOS, BURROS E JUMENTOS!"
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"Se alguém inda tinha alguma dúvida, o ranking do Pisa provou de uma vez por todas que a tal "pátria educadora", que encheu péssimas universidades com péssimos alunos formados por péssimos professores, era apenas um embuste.
Distribuir diplomas a pessoas de baixa inteligência, nenhum talento, estúpidas, cotistas etc, é como marcar a ferro o traseiro de bois e vacas que estão indo para o abate. Neste caso justificável.
Na nossa cultura deformada pelo "coitadismo", ou para falar mais academicamente, pelo "ethos-igualitarista moderno", teimamos em achar que 
a Universidade é para todos, nunca foi e nunca será Essa é uma das maiores mentiras da modernidade.
A decadência da civilização se iniciou com a universalização do ensino, com a troca da formação espiritual e intelectual puras, "ars gratia artis", no sentido 
aristotélico, pelo adestramento meramente utilitarista para fins de sobrevivência.
Universidade é para uma elite intelectual. É para quem realmente tem talentos, gosta de estudar e tem uma inteligência privilegiada. Sua prioridade é produzir conhecimento e não formar mão de obra ... e, muito menos ainda, formar militantes revolucionários que pretenderão implantar no País regimes ultrapassados e falidos, como o comunismo para proveito de poucos, por exemplo.
Para formar profissionais e mão de obra, existe o ensino profissionalizante e técnico. 
As oportunidades que devem ser oferecidas a todos, é a de uma boa formação de base onde, por meio da meritocracia, serão revelados aqueles mais capazes de ir para a Universidade e, lá, PRODUZIREM CONHECIMENTO.
Transformar todo mundo em universitário apenas para não ferir a 
autoestima do jovem maconheiro que usa piercing no nariz e alargador na orelha, é algo completamente estúpido !
Tudo que os governos do PT conseguiram, foi queimar centenas e centenas de bilhões de reais, para produzir o pior, o mais idiota, o mais ignorante, o mais 
analfabeto, e por consequência, o mais mimado, alienado e arrogante aluno do mundo !
Nivelaram todo mundo por baixo, destruíram qualquer possibilidade de formar uma verdadeira elite intelectual para o País. São mais de duas décadas jogadas inteiramente no lixo ! Trocaram a meritocracia (de alunos e professores) pela "universalização", pela "política de cotas" e pela "ideologização".
Nunca reconhecendo que as pessoas são essencialmente diferentes, umas mais inteligentes, mais capazes, mais interessadas e mais esforçadas que as outras. E tentam enfiar, goela abaixo de todos, o maldito igualitarismo que sempre favorecerá o vulgar, o grosseiro e o ignorante. Sempre nivelará por baixo, rebaixará a tudo e a todos, e produzirá os piores resultados.
Reúna vários alunos inteligentes e todos se tornarão mais inteligentes ainda.
Cerquem um gênio de medíocres e vulgares, e testemunhará sua lenta e gradual decadência.
Numa era em que a humanidade enfrenta a sua mais radical transformação tecnológica, a civilização cibernética põe em cheque toda a cultura humanista, havendo uma mudança profunda de quase todos os paradigmas científicos, sociais e econômicos. Nanotecnologia, microbiologia, projeto genoma, matriz energética, 5G e 6G, Internet das coisas etc.
Nós gastamos trilhões em 20 anos para produzir uma geração “Nem-Nem” de mimados, estúpidos, deprimidos, feminilizados ou masculinizados, vazios, idiotas e arrogantes, que votam num PT, num PSOL e morrem de medo de se tornar adultos.
Uma legião de falsos graduados sem possibilidade de emprego, endividados com o FIES, caminhando para a meia idade, morando com os pais e frequentando a marcha da maconha porque precisam urgentemente se alienar e legalizar seu suicídio."
_Maurício Mühlmann Erthal_
Texto maravilhoso e retrata com perfeição a realidade !
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leiabomsenso · 10 months
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Então, qual o motivo da mania do igualitarismo de renda e riqueza? Talvez o motivo mais profundo seja a inveja, ou seja, não se tolera que outra pessoa seja melhor.
Alberto Benegas Lynch
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brasilsa · 1 year
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drogouett · 1 year
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Y veras tus sueños caer uno por uno, y veras no ver, y lloraras.
Eso dijo Raul Zurita.
Entonces un tiempo acaba y otro inicia y con una regularidad casi inglesa.
Primero como expresión de fuego, dolor y sangre. Luego, luego como un chiste macabro, 
y veras tus artefactos del siglo XX jadeando, a los tropezones diciendo adiós 
Esto termino muchacho. 
Lindo folklore pero no mucho más, retazos, fragmentos de funcionalidad con productividad decreciente. Astillas por todos lados, 
y los mansos, los ofendidos, los hartos, de aquello que nace siendo un monstruo y prometiendo el dolor para todos, la promesa es una de brutal igualitarismo en la zanja. Anuncia su llegada bajo las banderas de un payaso tan roto y débil como ellos, tan roto y ofendido como ellos. 
¿Entonces?
Entonces la pregunta es si te quedaras a ver la escena de mierda y sangre que se desarrolla en estas pampas. Entonces la pregunta es si como el coronel Laprida abrazaras tu destino sudamericano.
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