#Emociones en los rostros
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aperint · 7 months ago
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Tiziano Vecellio; la revolución en la pintura
Tiziano Vecellio; la revolución en la pintura #aperturaintelectual #vmrfaintelectual @victormanrf @Victor M. Reyes Ferriz @vicmanrf @victormrferriz Víctor Manuel Reyes Ferriz
27 DE AGOSTO DE 2024 Tiziano Vecellio; la revolución en la pintura POR: VÍCTOR MANUEL REYES FERRIZ Reiteradamente escuchamos la importancia y trascendencia del movimiento artístico, cultural y social que nos dejó el renacimiento en todas las vertientes de las artes; empero, inmediatamente nuestra mente se posiciona en la pintura con personajes como Da Vinci, Michelangelo, Raffaello, Donatello,…
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cristinabcn · 3 months ago
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GRAND AWARDS 2024: Celebrando el Talento y el Trabajo en Equipo en una Gala Memorable
GRAND AWARDS 2024: Celebrating Talent and Teamwork in a Memorable Gala El pasado 27 de Diciembre, via online se llevó a cabo una nueva edición de los GRAND AWARDS 2024 Edición 10 de La Agencia Mundial de Prensa, organizada por el APCSX GROUP. Un evento que marcó un hito no solo por la calidad de los galardonados, sino también por la sólida presencia de los valores que definen al APCSX Group.…
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darksisterrr · 2 months ago
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𝑳𝑨 𝑵𝑶𝑪𝑯𝑬 𝑫𝑬 𝑯𝑨𝑳𝑳𝑶𝑾𝑬𝑬𝑵 +18 | DOS DISPAROS (PT 2)
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𝘎𝘦𝘯𝘳𝘦/𝘛𝘢𝘨𝘴: 𝘈𝘯𝘨𝘴𝘵, 𝘙𝘰𝘮𝘢𝘯𝘤𝘦, 𝘌𝘮𝘰𝘵𝘪𝘰𝘯𝘢𝘭 𝘊𝘰𝘯𝘧𝘭𝘪𝘤𝘵, 𝘚𝘭𝘰𝘸-𝘣𝘶𝘳𝘯.
𝘗𝘢𝘪𝘳𝘪𝘯𝘨: 𝘏𝘸𝘢𝘯𝘨 𝘑𝘶𝘯-𝘩𝘰 𝘹 (𝘛/𝘕)
𝘞𝘢𝘳𝘯𝘪𝘯𝘨𝘴: 𝘔𝘦𝘯𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘥𝘦 𝘵𝘳𝘢𝘶𝘮𝘢, 𝘩𝘦𝘳𝘪𝘥𝘢𝘴 𝘦𝘮𝘰𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘭𝘦𝘴, 𝘥𝘪𝘴𝘤𝘶𝘴𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘯𝘴𝘢𝘴, 𝘳𝘦𝘤𝘰𝘯𝘤𝘪𝘭𝘪𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯 𝘢𝘱𝘢𝘴𝘪𝘰𝘯𝘢𝘥𝘢, 𝘴𝘦𝘹𝘰, 𝘮𝘢𝘴𝘵𝘶𝘳𝘣𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯, 𝘵𝘳𝘢𝘪𝘤𝘪𝘰́𝘯.
No olviden dar like y repostear para que más personitas lean 💕
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El año después de la tragedia en la isla había sido una prueba constante para Jun-ho y (T/N). El peso de lo vivido no se desvaneció con su rescate; al contrario, parecía anclar sus almas a esa maldita experiencia, arrastrándolos al abismo cada vez que intentaban respirar con normalidad.
Jun-ho apenas hablaba sobre lo que ocurrió. El disparo de su hermano había dejado una cicatriz profunda en su pecho, no solo física, sino emocional. Aunque sobrevivió al balazo y a la caída, el dolor real provenía de saber que In-ho, su único hermano, había elegido el camino de la oscuridad. Su frustración, su rabia, se volcaba en una rutina exhaustiva de preparación. Pasaba horas entrenando su cuerpo herido, revisando archivos y mapas, siempre con el rostro endurecido.
(T/N) no era muy diferente. Tras salir del hospital, se enfocó completamente en la misión. Su herida tardó en sanar, dejando una leves secuelas que ella se negaba a reconocer. Pasaba las noches estudiando los movimientos de los organizadores de los juegos, memorizando nombres y conexiones. Pero, a diferencia de Jun-ho, (T/N) no ocultaba su dolor. Era transparente en su rabia, en su frustración, y en cómo las pesadillas la atormentaban cada noche. La caída al mar, el frío que la atravesó, el miedo de perderlo... todo volvía como una tormenta incontrolable.
Aunque ambos intentaban seguir adelante, los fantasmas de la isla los perseguían en cada esquina. La relación entre ellos comenzó a tensarse, no por falta de amor, sino por el peso de la culpa compartida. Jun-ho no podía dejar de reprocharse por no haber protegido mejor a (T/N). Ella, por su parte, se culpaba por no haber sido más fuerte cuando lo necesitaba.
Ahora, mientras preparaban la misión para infiltrarse en la fiesta de disfraces, esa tensión explotó.
(T/N) estaba de pie frente al pequeño espejo del motel, ajustando la ropa que llevaría puesta. Jun-ho, sentado al borde de la cama, miraba en silencio, su mandíbula apretada. Finalmente, no pudo más.
—Esto es una locura, (T/N). No deberías venir —soltó, su tono más cortante de lo que pretendía.
Ella se giró lentamente, cruzando los brazos. —¿Otra vez con eso? Ya lo hemos hablado, Jun-ho. No voy a quedarme atrás.
—No entiendes. No es una discusión. ¡No voy a arriesgarte de nuevo! —se puso de pie, alzando ligeramente la voz.
—¿Arriesgarme de nuevo? ¿Crees que tú tienes la única palabra en esto? —respondió, acercándose a él con los ojos encendidos.
—¡Sí! Porque si algo te pasa otra vez, no voy a poder soportarlo.
Su confesión fue como un golpe en el pecho, pero no suavizó la mirada de (T/N). —¿Y qué hay de mí? ¿Crees que no me preocupa cada vez que sales ahí fuera? ¿Que no me duele verte cargar con todo esto solo porque crees que tienes que protegerme?
Jun-ho pasó las manos por su cabello, desesperado. —Es diferente. Yo elegí esto. Tú no tienes que hacerlo.
—¡Sí lo elegí! —gritó, dando un paso más hacia él—. Elegí quedarme contigo, elegí luchar por las vidas que destruyeron. Elegí no quedarme de brazos cruzados mientras siguen matando a personas inocentes.
La habitación quedó en silencio por un momento, solo roto por el sonido de su respiración agitada. (T/N) bajó la mirada, sus hombros temblando ligeramente.
—No quiero perderte, Jun-ho. Pero no puedo ser quien te detenga de hacer lo que tienes que hacer... y tú tampoco puedes detenerme a mí.
Su sinceridad lo desarmó. Jun-ho cerró los ojos, luchando con las emociones que llevaba reprimiendo durante meses. No quería admitirlo, pero la idea de perderla otra vez lo aterrorizaba.
Cuando abrió los ojos, la encontró mirándolo con la misma intensidad, pero esta vez con un rastro de lágrimas en los suyos.
—Te amo, Jun-ho —susurró—. Pero no puedo ser la razón por la que falles en esto.
Fue entonces cuando todo se desmoronó en su interior. Con un movimiento rápido, la tomó del rostro y la besó. No fue un beso suave ni calmado; fue desesperado, cargado de la rabia, el miedo y el amor que no podía expresar con palabras. (T/N) respondió con la misma intensidad, como si ese beso pudiera sanar todas las heridas que ambos cargaban.
La discusión, las heridas, el miedo... todo se desvaneció mientras se aferraban el uno al otro en la pequeña habitación, buscando consuelo en el único lugar donde podían encontrarlo: juntos.
Las grandes manos de Jun-ho comenzaban a masajear los senos de (T/N) mientras hundía su cabeza en el cuello de la mujer, succionaba su piel con suavidad y deseo, las manos de ella acariciaban el cabello del hombre tratando de sentirlo más cerca, quería que aquel momento nunca acabara.
Con movimientos precisos y rápidos el quito el jean de su pareja dejando a la vista una ropa interior de encaje negro, Jun-ho amaba ese tipo de conjuntos de lencería qué su novia usaba a diario, el solía pagarle cada uno de ellos con la intención de que ella le modelara en un espectáculo erotico.
—Uff..., extrañare tanto este coñito—una suave palmada impacto en el lugar nombrado y sin perder un segundo más comenzó a estimularla.
—Cuando esto termine, espero que nos mudemos a una hermosa casa en las montañas...—con la respiración entrecortada (T/N) hablo mirándolo a los ojos.
Una risita salió de los labios de Jun-ho seguido de un asentimiento, observaba la figura de su mujer sentada en el escritorio y sudando de la excitación qué sus dedos le causaban y una idea fugaz recorrió su mente haciéndolo tensarse. El hombre bajo el cierre de su pantalón y saco su verga erecta y palpitante de su ropa interior; no quería lastimar a (T/N) por lo que con saliba la lubrico y comenzó a estimularse a si mismo un poco, para luego agarrar a su pareja del cuello contándole la respiración y dándole un beso intenso.
—Si te pierdo me perderé a mi mismo para siempre, no puedo vivir sin ti y no soporto la idea de verte lastimada por esos bastardos.
Antes siquiera de que (T/N) pudiera responder el grueso miembro masculino de su novio ingreso de manera brusca y rapida dejándola sin aliento. Abrazó por los hombros a Jun-ho y comenzó a gemir con intensidad mordiendole la piel y besandole el cuello.
Sus movimientos eran rápidos y fuertes, el glande chocaba con el fondo de la vagina haciendo que en cada estocada un quejido leve saliera de sus labios, las fuertes manos de Jun-ho alzaron el trasero de (T/N) y separo sus nalgas comenzando a follarsela como un animal, no quería dejarla, no quería separarse de ella y a toda costa deseaba protegerla, pero ella no lo permitía.
Logro identificar cuando su novia llegó al orgasmo porque su cuerpo se debilito y recostó su cabeza en su hombro gimiendo con cansancio y suavidad, aún así su ritmo no cambió y cuando el derramó su semilla en el coño de (T/N) surpiro de placer y la llevo en brazos hacia la cama recostandola en el colchón y dejando muchos besos por toda su cara, de la misma forma acariciaba con delicadeza la piel del cuerpo de ella.
—Quédate aquí, iré por algo para limpiarte—indicó Jun-ho refiriéndose al semen que escurría del coño de (T/N).
Jun-ho entro al baño y se observó fijamente en el espejo, una lágrima resbaló por su mejilla sintiendo culpa, pero no podía echarse atrás, debía protegerla a toda costa, así que a pasos largos y rápidos le echo un último vistazo a (T/N) y salió del cuarto dando un portazo y comenzando a dejarla encerrada con llave en la habitación.
La mujer se dio cuenta de lo que estaba pasando y comenzó a golpear la puerta mientras gritaba de rabia, se sentía triste y traicionada.
—¡Jun-ho! ¡No puedes decidir por mi!—con sus puños golpeaba una y otra vez la madera de la puerta—¡Me estas traicionando!
Al otro lado Hwang Jun-ho cerraba sus ojos con culpa mientras se recostaba en la pared contraria a la de su habitación con (T/N), para el eso había sido lo correcto, y esperaba que ella comprendiera.
—¡¡¡Abre la maldita puerta!!! ¡¡¡Ábrela!!!—gritó con furia (T/N) comenzando a llorar de impotencia.
—Vendré por ti mañana, mi vida..., lo juro, solo quiero protegerte.
Cegada de la ira, (T/N) buscaba la manera de salir de aquel lugar, intentó derribar la puerta pero muchos de sus intentos eran nulos, se asomó por la ventana, pero lo único que vio fue que se arriesgaría a una gran caída si siquiera intentaba hacerlo.
Dos voces se unieron a lo que estaba ocurriendo, voces familiares.
Seong Gi-hun y Choi Woo-seok.
(T/N) volvió a acercarse a la puerta tratando de descifrar si sus amigos estaban allí o solo era su imaginación.
—¿Qué sucedió oficial?—inquirió el más risueño de los tres— Hace algunos momentos estaban muy... felices.
—Estoy protegiéndola, no quiero que nada le pase—respondió él detective mirando a los dos hombres a su par.
Un golpe fuerte y seco resonó otra vez y con más rabia de la que ya tenia (T/N) pateo la puerta con fuerza.
—¡Gi-hun! ¡Sácame de aquí!—exclamó con la voz rota golpeando una vez más, pero con menos fuerza que las anteriores—No pueden dejarme aquí..., yo también quiero ayudar, tengo el derecho a ayudarlos..., yo también estuve allí.
Jun-ho negó hacia Gi-hun quien consideraba abrir la puerta.
—Gi-hun..., no puedes dejarme aquí—comenzó a hablar ella ya con un llanto prominente de la impotencia que sentía—, los dos estuvimos en ese infierno, yo también quiero vengar a Ali, a Sae-byeok...—intentó convencerlo—, no me pueden hacer esto...
—Lo siento (T/N)... Es lo mejor para ti—Gi-hun le dio la razón a Jun-ho—. Vamonos, ya casi es hora.
Un grito de rabia y más puños y patadas a la madera fue lo último que escucho Hwang Jun-ho antes de alejarse del dormitorio donde había dejado encerrada al amor de su vida.
—Perdóname, pero no lo entenderías...
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deepinsideyourbeing · 10 months ago
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Tiempo - Enzo Vogrincic
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+18! SoftDom!Enzo. Age gap, creampie, (posible) dacrifilia, dirty talk, fingering, (breves descripciones de) girly!reader, innocence kink (implícito), sexo oral, sexo sin protección. Uso de español rioplatense (y mucho texto, sorry).
Enzo recuerda la primera vez que te vio.
Llevaba ya un tiempo preguntándose quién había ocupado el departamento que dejó cuando terminó su última relación e intentando a su vez sepultar el pensamiento para no recordar nada que tuviera que ver con aquellos momentos, pero luego comprendió que su curiosidad poco tenía que ver con los fantasmas que creía ver en el edificio al que regresó.
Era la tarde de un aburrido sábado y él deambulaba por el corredor con su cámara en las manos, intentando encontrar el ángulo perfecto para capturar la luz del sol iluminando su puerta. Entre tantos viajes decidió recostarse sobre las cerámicas de su hogar, perdiéndose en la oscuridad y conteniendo la respiración hasta que la imagen que vio a través del lente logró convencerlo.
Tus zapatos arruinaron la fotografía.
Se apartó de la cámara con una expresión de disgusto dibujándose en su rostro y un sonido mitad frustración-mitad enojo dejando sus labios, aunque dichas emociones se esfumaron cuando alzó la vista y encontró tus ojos observándolo desde la puerta. Se reincorporó y permaneció sobre sus rodillas, con una extraña sensación recorriéndolo al mirarte.
-Hola.
-Hola- le sonreíste-. Enzo, ¿no?
-Sí. ¿Vos sos…?
Te presentaste con cierta timidez, confesando que sólo te detuviste porque te asustó ver la puerta abierta y aclarando también que en el tiempo que llevabas allí jamás habías tenido oportunidad de presenciar tal fenómeno. Se declaró culpable con una sonrisa y abandonó su posición.
-Vos vivías ahí, ¿no?- señalaste tu puerta y él asintió-. ¿Y por qué volviste?
Cruzó sus brazos sobre su pecho e hizo un gesto de indiferencia.
-Me gusta este lugar. Y tengo muchos recuerdos con mis gatos.
-Menos la lámpara- arqueó una ceja-. Una lámpara con rasguños, ¿la querés…?
-Era mía- apretó los labios-. Pero no, no la quiero, gracias.
-Bueno…- dijiste, alejándote lentamente de su puerta-. Fue un gusto.
Pero él no podía permitir que te fueras.
-¿Te molesta si subo la foto…? Te puedo etiquetar.
Y de pronto no había lugar en el que no se encontraran… Ya fuera en el parque a medio kilómetro de distancia o la vieja tienda de libros en el centro de la ciudad, sus caminos se entrelazaban y siempre emprendían juntos el regreso a casa. En alguna que otra ocasión se detenían a comprar alguna bebida –un simple espresso para Enzo y para vos una bebida con nombre e ingredientes que él no podría pronunciar-, flores o sólo para acariciar gatos del barrio.
Los no-tan-breves intercambios durante las caminatas se convirtieron en charlas interminables que tenían lugar en su cocina o en tu sala de estar. Allí Enzo descubrió por fin el misterio de la playlist que reproducías todos los sábados por las noches, el nombre de las canciones que no lograba encontrar y por qué decidiste no colocar tu apellido en el timbre de la entrada, entre otros detalles con los que completó el puzzle que era para él tu persona.
Recuerda también el día en que pediste su ayuda para decidir cómo decorar la sala para tu cumpleaños, comentándole que organizarías una pequeña reunión con tus amigas e invitándolo a acompañarte luego de preguntar por su agenda. Observó por un largo rato los productos que le señalabas en la pantalla de tu laptop y luego recordó preguntar:
-¿Y cuántos años cumplís?
-Veintidós… ¿De qué te reís?
-Dale- insistió entre risas-. Decime.
-Veintidós, Enzo.             
Su sonrisa se esfumó y se desplomó contra los cojines del sofá, notando en ese entonces que sus jeans rozaban tus muslos. No pareciste notar su reacción o decidiste ignorarla, pero poco podía importarle aquello cuando la voz en su cabeza gritaba que había cometido un error. Cuando se despidió besó tu mejilla con cierta reticencia e hizo un esfuerzo para no voltear antes de cerrar su puerta.
Aquella noche lo encontró en vela. Contó ovejas hasta aburrirse, el té caliente que debía ayudar quemó su lengua y ningún programa en la televisión llamaba su atención el tiempo suficiente; releyó conversaciones, fingió tener la intención de borrar todas tus fotos y tu contacto, juró romper las notitas que dejaste cuando regaste sus plantas durante su último viaje. Gritó y maldijo contra la almohada a sabiendas de que no sería capaz de hacer esas cosas.
Pensó en todas las señales que pasó por alto: algunas de tus prendas y los moños en el cabello, los cuales creyó parte de la reciente y creciente aceptación de la feminidad, las bromas y referencias que no comprendiste, parte del contenido que consumías en redes y que habías compartido con él. Sin ir más lejos, había visto la forma en que interactuabas con otros habitantes del edificio o cómo huías descaradamente (cosa que él envidiaba) para evitarlos.
Todas las mañanas al despertar juraba frente al espejo que era el último día, que pondría fin a lo-que-fuera que estaban haciendo con vos y que era la decisión más sensata para protegerte… Pero entonces recibía un mensaje tuyo deseándole un buen día o te veía regando tus plantas, todavía en pijama y un tanto despeinada, y decidía que podía permitirse unas últimas veinticuatro horas disfrutando de tu compañía.
Fue en una de esas tardes que acabaste sobre su regazo mientras él guiaba tus movimientos. Sólo unas capas de tela separaban tu piel de la suya y eso fue probablemente lo único que pudo lograr que se detuviera a tiempo… Bueno, eso y el hecho de que horas atrás le habías enseñado una página donde se apreciaban fotografías tomadas de tu cuenta de Instagram y el artículo que regalaba detalles sobre tu vida.
Con sus manos aún sobre tu cadera, tal vez un poco más por debajo de lo aceptable, Enzo te obligó a detenerte y fingió no notar el hilo de saliva que conectaba sus labios con los tuyos. Tu respiración era agitada, tus párpados parecían pesar con los vestigios del placer que te arrebató y podía ver tus pezones erectos a través del adorable top floreado que llevabas puesto, pero por muy tentadora que fuera la imagen no podía permitir que cometieran una equivocación.
Acomodaste tu cabello, nerviosa.
-¿Hice algo…?
-No- se apresuró a contestar y besó tu mejilla-. Pero no podemos.
Un sonido dejó tu garganta y tus labios fueron incapaces de contenerlo. Cuando te arrojaste sobre el sofá abrazaste tus piernas, ignorando que la posición había desacomodado tu ropa y dejaba al descubierto tu lencería humedecida. Enzo apartó la mirada y tomó un par de respiraciones profundas, su mano acariciando tu tobillo para ofrecerte consuelo.
-¿Por qué?
-Porque sos muy chica para mí.
-¿De verdad importa?- asintió-. Es que pensé… No pensé que podía gustarte.
-Y yo no pensé que eras diez años menor.
-Nueve- corregiste-. ¿Y entonces...? ¿Por qué estábamos…?
-Porque soy un imbécil.
-Y… sí.
-Creo que tendríamos que… no sé, evitar vernos por un tiempo- lo miraste confundida y él señaló tu celular-. Si te ven conmigo van a hacer y decir esas cosas, es así. Perdón.
-Pero acá no nos ven- intentaste razonar con él.
-Los vecinos sí.
Ambos comprendieron en ese momento lo que significaba evitar verse por un tiempo. Tu labio inferior temblaba mientras hacías un esfuerzo para contener el llanto y cuando Enzo se estiró para acariciar tu mejilla apartaste su mano, te pusiste de pie y te dirigiste hacia la entrada.
-Andate- te aclaraste la garganta-. Andate, Enzo.
Abandonó tu hogar sin atreverse a mirarte a los ojos y la mañana siguiente no se acercó para dejarte la copia de sus llaves ni para reclamar la manta que había caído en tu sofá durante su visita el día anterior. Dejó el edificio con prisas, temiendo que ante el mínimo retraso ambos pudieran encontrarse y él se viera obligado a pensar todavía más en todo lo que hizo mal.
Jamás se había sentido tan ansioso en un avión… Por lo menos no en uno real.
Se arrepintió en ese momento y durante una semana sus conocidos parecieron tratarlo como si fuera un frágil adorno de cristal, aunque no lograba comprender si se debía al evidente estado anímico que arrastraba junto con su maleta o al mal genio que dejaba entrever cuando todas las entrevistas y eventos diarios comenzaban a abrumarlo.
En algún momento comenzó a sentir que había cometido un crimen.
Empeoró cuando lo bloqueaste en todas tus redes. Y cuando los periodistas no dejaban de preguntar si estaba soltero, si tenía novia, si podían saber tu nombre; cuando alguien difundió fotografías que habías subido a tus historias luego de que configuraras tu cuenta como privada, cuando notaron que la lámpara en tu sala era la misma que se apreciaba en viejas publicaciones en su feed, cuando señalaron que tu sala era también la misma sala que él posteó en ocasiones.
Se arrepintió entonces, por supuesto que se arrepintió. Y también se arrepiente ahora, aunque no puede precisar si su arrepentimiento es producto de haberte arrastrado al circo mediático que lo rodea o si se debe a la distancia que los separa. Tampoco sabe qué duele más.
El taxi se detiene en la puerta del edificio y al bajarse lo sorprende el característico sonido del cristal haciéndose pedazos bajo sus pies. Se aparta rápidamente y observa la lámpara destrozada en la acera durante unos segundos, sus ojos ardiendo cuando finge que chequea las suelas de sus zapatillas en caso de que el dolor que siente provenga de una herida.
Arrastra su cuerpo hasta entrar en el elevador y presiona el botón. Odiaría quedarse atrapado o sentirse encerrado como sucedió en el avión, pero está demasiado cansado y prefiere evitar el tramo de escaleras. Toma una respiración profunda antes de abandonar las paredes metálicas y se apresura hacia su puerta, sus manos temblando mientras introduce la llave en la cerradura.
Suelta su maleta de inmediato cuando nota las hojas marchitas de las plantas en su sala, el único sobreviviente de su ausencia siendo el cactus que dejaste allí la última vez que lo visitaste. Pasa una mano por su rostro antes de abrir las puertas del balcón, las ventanas de su habitación y por último las de la cocina, las cuales permiten que a sus oídos llegue la música que suena en tu departamento.
Revisa el calendario. Recuerda la foto de tus zapatos. Respira.
El reloj da las nueve cuando alguien toca tu puerta. Estás sola con tus pensamientos hace horas y te parece un tanto extraño ya que tus amigas te habrían enviado un mensaje en caso de haberse olvidado alguna de sus pertenencias, pero de todas formas echás un rápido vistazo a la cocina y la sala en busca de cualquier objeto que reconozcas como ajeno.
Cuando abrís la puerta te encontrás con Enzo esperando del otro lado, un ramo de flores en una mano y un regalo mal envuelto bajo el brazo: permanecés inmóvil a la espera de una explicación lógica a su presencia y él, que no deja de mirarte a los ojos, contiene la respiración preparado para que lo eches. Te hacés a un lado para dejarlo pasar.
-Esos son regalos para mí, ¿no? Porque si no me trajiste un regalo te tenés que ir.
El tono pasivo-agresivo de tu broma lo obliga a tragarse su risa y se planta en medio de tu sala.
-Te tengo que pedir perdón.
-En eso estamos de acuerdo- cruzás tus brazos sobre tu pecho-. ¿Y por qué, exactamente?
-Por todo.
Tomás asiento en el sofá y Enzo ocupa el otro extremo, manteniendo cierta distancia que para ambos resulta abismal. Coloca el ramo de flores sobre la mesita de café y también la caja, luego pasa sus manos por su pantalón una y otra vez, nervioso e inquieto como jamás lo habías visto. Te gustaría poder consolarlo pero aún te sentís herida y tu corazón latiendo en tus oídos no te permite pensar con claridad.
-Sé más específico.
 -Primero me gustaría pedirte perdón por lo de tus fotos.
-No es tu culpa- negás-. De verdad, no sos responsable.
-Entonces te quiero pedir perdón por haber sido un pelotudo…- acorta la distancia entre ambos-. Sé que lo que hice estuvo muy mal, tendría que haberme quedado para que pudiéramos hablar bien y no tendría que haberme ido sin despedirme o prometer que íbamos a aclararlo cuando volviera. Seguro estás enojada y tenés todo el derecho del mundo, pero te pido que me dejes explicarte.
Suspirás y hacés un gesto para que te dé un momento. Buscás refugio en la cocina para ocultar tus lágrimas y deshacerte de la horrible sensación de opresión en tu pecho, colocando un par de cupcakes en unos pequeños platos de porcelana pintada que recibiste por la tarde. Estás a punto de voltear para regresar a la sala, pero la presencia de Enzo a tus espaldas es evidente.
-Perdón- susurra, tomando ambos platos para dejarlos sobre el mármol y poder sostener tus manos-. Sé que dije que sos muy chica para mí, pero sólo lo dije porque no me gustaría que en algún momento…
-¿Qué?
-No me gustaría que dejes de ser como sos sólo para encajar conmigo, que te pierdas de esas experiencias que yo ya viví, no me gustaría que la gente nos mire y piense “Ah, sí, ahí van Enzo y la nena”, no…
-No sos como DiCaprio, Enzo- te liberás de su agarre-. ¿De verdad te importa tanto lo que piensen los demás? Porque yo juraría que normalmente no sos así.
-¿Vos leíste todo lo que dijeron sobre nosotros? Tenés que entender.
-¿Entender qué…? ¿Por qué creés que hacíamos algo incorrecto?
-Porque yo ya sé muchas cosas que a vos te faltan aprender.
-Podés enseñarme- apoyás las manos en su pecho y sentís que tiembla bajo tus dedos-. Me dijiste todo lo que no te gustaría, ¿por qué ahora no me decís lo que sí te gusta?
Toma tu mano y besa tus nudillos.
-Me gustás vos, pero no sé si te merezco- cubre de besos tu palma antes de llevarla a su mejilla-. Perdón, chiquita, te juro que voy a encontrar la manera de…
-Podemos seguir donde nos quedamos- sugerís. Tus mejillas arden.
Enzo rodea tu cintura con sus manos y sus pulgares trazan figuras sobre tu ropa.
-¿Estás segura?- asentís.
Ataca tus labios con una delicadeza brutal, su desesperación evidente en los gemidos que dejan su garganta y en la urgencia con la que comienza a frotarse contra tu abdomen; entre besos y roces toma tu muñeca y te arrastra en dirección a tu habitación, deteniéndose sólo al ver su manta en tu cama deshecha. Cuando evitás su mirada toma tu mentón entre sus dedos.
-No te voy a dejar sola nunca más- besa tu frente-. Nunca.
Te ayuda a recostarte en la cama y se posiciona sobre tu cuerpo con cuidado. Comienza a besarte, su mano acariciando tu cintura con movimientos suaves que le permiten estudiar tus reacciones y sus labios delineando tu mandíbula, tu cuello y tus clavículas hasta hacerte estremecer.
Se aleja por un segundo para observar tu expresión y se siente casi orgulloso del efecto que tienen en vos sus besos. Vuelve a acercarse a tu boca y tus brazos rodean su cuello para acortar toda distancia entre sus cuerpos, tus piernas abrazando su cintura para poder sentir la evidencia de su excitación contra tu centro. Comienza a rozarte por sobre la ropa y se deleita al oír tus gemidos, tímidos al principio y desesperados con el pasar de los minutos.
-¿Puedo?- pregunta al deslizar sus dedos entre la cintura de tu pantalón y tu piel. Asentís-.  Necesito palabras.
-Sí, sí podés.
-Muy bien- te sonríe y tira de la prenda hasta lograr deshacerse de ella. Observa los tiernos detalles de tu ropa interior pero lo que más llama su atención es la mancha de humedad en el centro. Comienza a deslizar sus dedos sobre la tela y jadeás-. ¿Querés que te toque?
-Sí.
Es adictiva la manera en que reaccionás a sus caricias y se siente casi cruel al preguntar:
-¿Dónde?
Cerrás los ojos, avergonzada, y presiona sobre tu entrada aún cubierta.
-Ahí.
-¿Acá?- repite el movimiento y gemís. Se acerca a tu rostro y besa tus labios-. Perdón, bebé, es que sos muy linda…
El temblor que te recorre hace que se apiade y te despoja de la última prenda que lo separa de tu intimidad. Se arroja sobre el colchón y besa tus muslos con algo similar a la devoción mientras te observa desde su lugar tal como lo hizo la tarde en que se conocieron. Arrastra sus labios sobre tu piel hasta acercarse peligrosamente a tus pliegues y tu entrada brillante.
El primer beso te hace gritar y mientras sus labios te recorren de arriba abajo Enzo aparta la mano que cubre tu boca. Su lengua caliente y experta juega con tu entrada, se introduce en ella y realiza pequeños movimientos hasta sentir que tus dedos se enredan en su cabello para acercarlo aún más, alejarlo y también guiarlo en busca de más placer.
Las yemas de sus dedos recogen tu excitación y frota tus pliegues para lubricarlos. Cuando se detiene brevemente sobre tu clítoris para dibujar círculos estos arrancan un sinfín de sonidos incomprensibles de tus labios y Enzo sonríe complacido contra tu piel ardiente.
Introduce un dedo muy, muy lentamente en tu interior y suspira cuando siente tus paredes contrayéndose hasta prácticamente succionar el dígito en tu interior: gira su muñeca y curva su dedo hasta hallar tu punto dulce, obteniendo un gemido casi pornográfico como recompensa.
Comienza a abusar de tu sensibilidad y no decide si prefiere ver la forma en que te retorcés sobre las sábanas o tus fluidos haciendo brillar tu piel y deslizándose hasta manchar su manta. Intenta obtener algo de fricción, frotándose desesperado contra el colchón y capturando tu clítoris entre sus labios para acallar sus propios gemidos.
Desliza en tu interior otro dedo y te oye quejarte segundo cuando tus paredes oponen resistencia, pero pronto tus gemidos cobran más y más intensidad y movés tu cadera para encontrar sus movimientos. Otro dedo le sigue y cuando sollozás Enzo se pregunta cuántas noches pasaste tocándote en soledad, tus manos incapaces de darte el placer que él logra brindarte en este momento.
Una serie de balbuceos -entre los cuales cree distinguir su nombre- son la única advertencia que ofrecés antes de alcanzar un orgasmo que arquea tu espalda y provoca que arañes las sábanas al intentar aferrarte de algo que te ayude a tolerar el placer. Enzo prolonga tu orgasmo hasta sentir que los espasmos dejan de sacudir tu cuerpo y ver que tu respiración agitada se regula.
Se recuesta a tu lado para poder apreciar tu rostro de cerca y besa tu mejilla.
-Feliz cumpleaños- dice contra tu piel-. ¿Querés más?
 -Todo- asentís-. Quiero…
Se deja caer contra la almohada.
-Si lo hacés no voy a aguantar- lamenta-. Pero…
-Sí- te apresurás a decir-. ¿Y puedo intentar más tarde?
Besa la comisura de tus labios y emite un sonido de afirmación.
Se desnuda bajo tu atenta mirada y regresa a su lugar entre tus piernas. Descansa su peso sobre un brazo y acaricia su miembro, jugando con su punta brillante y suspirando sobre tu cuerpo sólo para tentarte más. Juega con tu clítoris, se desliza entre tus pliegues y te hace delirar posándose sobre tu entrada una y otra vez.
-¿Segura?
-Segura- acariciás su mejilla.
Aunque el ardor de la penetración te resulta placentero esto no evita que un par de lágrimas se deslicen por tus mejillas cuando agachás la mirada para ver la escena entre tus piernas. Enzo es grande y las venas que lo recorren parecen gritar pidiendo que tus dedos las acaricien, pero tus manos acaban sobre su pecho desnudo y tus uñas dejan marcas en su piel al sentir que alcanza los lugares más profundos en tu interior.
-Enzo…- temblás y su pulgar comienza a dibujar círculos en tu clítoris para calmarte.
-Ya sé, bebé, ya sé…
-Más, por favor.
Mueve sus caderas con suavidad para no herirte y arroja la cabeza hacia atrás, incapaz de contenerse ante el placer que siente y esforzándose por no perder el control. Abandona tu interior hasta que sólo la punta permanece dentro de tu cuerpo, que suplica contrayéndose deliciosamente, y cuando vuelve a introducirse lo hace de una sola estocada.
-Más, Enzo, más.
Acelera el ritmo y jura que podría morir en esa posición, con tu calidez abrazándolo y tus gritos opacando cualquier sonido que pudiera llegar a sus oídos. Se deja caer sobre sus codos y busca tus labios, embargado por la necesidad de besarte hasta olvidar cualquier pensamiento que no seas vos.
Su mano se desliza bajo tu camiseta hasta llegar a uno de tus pechos, masajeándolo y girando tu pezón entre sus dedos hasta que tus dientes muerden su labio inferior. Rompe el beso para poder observar las expresiones que transforman tu rostro cuando comienza a profundizar sus movimientos, el vaivén de sus caderas permitiendo que su pelvis estimule también tu clítoris.
-Ahí...
-¿Sí, acá te gusta?- la pregunta es casi retórica. Sin esperar confirmación comienza a atacarte con embestidas que te hacen delirar, su punta golpeando tu cérvix y sus movimientos provocando que tu cuerpo se mueva sobre las sábanas de manera casi violenta.
Tus pestañas brillan con las lágrimas que nublan tu visión y Enzo besa el rastro que estas dejan mientras se pregunta si alguna vez alguien logró hacerte llorar de placer, si te aferraste con tanta fuerza al cuerpo de otra persona para no perder la cabeza por la intensidad de las sensaciones… Sabe que no y los músculos de su abdomen se tensan peligrosamente al pensarlo.
Hace una breve pausa para recuperarse y acaricia tu rostro antes de manipular tu cuerpo con facilidad, recostándose contra las almohadas y posicionándote sobre su cuerpo. Puede apreciar en tu rostro tus dudas, por lo que te toma por el cuello para poder acercarte a él y besar tus labios de manera casi voraz.
Colocás tus manos sobre su pecho y comenzás a rozar tus pliegues sobre su miembro húmedo y brillante por los fluidos de ambos, un hilo de saliva cayendo de tus labios cuando bajás la vista para apreciar la imagen entre tus piernas.
Te cuesta creer que lo que sucede es real y que Enzo está con vos en todos los sentidos, más aún cuando humedece su pulgar -como si hacerlo fuera necesario- con la saliva que moja tus labios y lo lleva hacia tu clítoris.
-Enzo, no, me voy a…- intentás advertirle pero tus palabras sólo parecen motivarlo más. Gritás-. Es mucho…
-Hacelo.
Temblás y Enzo te empuja con su cadera hasta que el ángulo le permite volver a penetrarte. La intensidad de los estímulos sacude tu cuerpo y de tu garganta surge un sonido agudo cuando te golpea otro orgasmo que blanquea tu visión y te obliga a arañar su abdomen.
Tus movimientos se apagan gradualmente y las manos de Enzo acarician tu cintura, tu cadera, tus muslos y cualquier centímetro de piel que sus ojos ven. Su miembro palpita en tu interior mientras te recuperás de tu orgasmo, algún que otro espasmo atravesándote y una capa de tus fluidos haciendo brillar tus pliegues, tus muslos y también su abdomen.
La escena es terriblemente obscena y te sentís avergonzada al ver el desastre, pero Enzo no permite que te disculpes y te rodea con sus brazos para aprisionarte contra su pecho. Besa tu cuello y tus paredes se contraen sobre su miembro, tu cuerpo aún sensible rogando por más.
Llenás su hombro de besos y susurrás contra su piel.
-Adentro.
Un gemido resuena en su garganta al oírte y toma impulso con sus pies para volver a asaltar tu interior. Su miembro parece rozar cada fibra de tu ser y la habitación se llena con los sonidos de su piel colisionando con la tuya y tus sollozos cuando decide lamer y morder tu cuello. Mantiene en tu cadera un agarre lo suficientemente fuerte para dejar huellas.
Dejás caer tu frente sobre su hombro, rendida al sentir el cosquilleo entre tus piernas. Enzo tira de tu cabello para obligarte a mirarlo.
-¿Querés que te llene la conchita…?- asentís-. ¿Sí…?
-Sí, por favor.
Tu expresión es patética, pero Enzo cree que es tierna la forma en que tus cejas se curvan y tu boca entreabierta le permite ver tus dientes y tu lengua. Captura tus labios entre los suyos y jura que puede saborear su orgasmo en la forma en que permitís que invada el interior de tu boca.
Sus estocadas son frenéticas y erráticas y sus uñas marcan tu piel. Ahoga un gemido contra tus labios y en medio de la desesperación rompe el beso, mordiendo tu mejilla cuando su liberación mancha tus paredes hasta hacerte lloriquear.
Te abraza con más fuerza mientras las últimas gotas de su semen llenan tu interior y besa las marcas de sus dientes en tu rostro.
-Ahora sos mía.
Gemís en respuesta.
-Y vos sos mío- decís con voz temblorosa-. Para siempre.
-Para siempre, sí- jura, tomando tu mano para besar tus nudillos, tu palma y tus dedos, deteniéndose sobre estos cuando ve tu expresión de dolor-. ¿Qué te pasó acá?
-Estaba limpiando y se rompió tu lámpara. Perdón.
-No me pidas perdón. Nunca- vuelve a besar tu mejilla y te sonríe-. Creo que te va a gustar tu regalo.
-¿Cuál…?
-El que dejamos en la sala.
-Ah, sí- soltás una risa.
-¿Qué te parece si nos damos una ducha y terminamos de celebrar tu cumpleaños juntos?- propone-. Podemos pedir algo para comer y ver una película.
-Quiero quedarme así un ratito- descansás tu mejilla contra su piel caliente-. ¿Enzo…?
-¿Qué pasa, bebé?
-Te quiero.
La fuerza de su abrazo amenaza con dejarte sin respiración.
-Yo también te quiero. Mucho- toma tu mentón entre sus dedos para llamar tu atención-. ¿Puedo ser tu novio…?
Espero hayan disfrutado la lectura ♡
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alasdepaloma · 2 months ago
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Carta al amor:
Inquieto llegaste aquella vez, como desesperado porque te recibiera en el latido de mi corazón, en el impulso de mis rimas, en el silencio de mi soledad. Y fue así con ese disturbio, que al verte, amor, me vi… y al ver en mi rostro esa sonrisa desconocida, ese brillo en mis ojos —como el del faro que abre camino al viajero en la tormenta—, ese temblor de emoción en mi piel y esa ilusión de pronto construida, cada neurona de mi cerebro sufrió de enamoramiento por ti.
Esta carta va dirigida al amor, dice ahí en el saludo… pero, más bien su destino va hacia lo amartelado, al preámbulo del amor, a la noche antes de que amanezca… o al revés, al día antes de que lo abrace el ocaso… porque así es este fenómeno, como el viento omnipotente, llega y abre las puertas sin anunciarse, hace sus destrozos en el ser, desordena las emociones y desperdiga la razón… la enmudece, la ciega, la amarra para que no sepa de decisiones correctas… y después… se va, se va por alguna de las ventanas o, por algún pequeño orificio que descuidamos… ahí se fue esa locura… esa pasión… esa necesidad de ser embestido de detalles, de amor, de atención, de ternura, de esa gratificación que inundará todos los vacíos que nos hacen sentir en falta. Y se va… se va… se va muy lejos ese pequeño espíritu juguetón y efímero que se coló hasta en el estómago, que nos hizo cosquillas, que nos hizo sentir invencibles y hasta capaces de volar. Porque volamos, ¿no es así? Yo volé… de verdad volé… ese condenado hombre me hizo volar hasta esa parte del universo que jamás creí conocer… ese condenado hombre que lleva nombre me cegó a tal grado que volví a confiar en la perpetuidad del amor. Amor… nada tiene que ver una cosa con la otra. Amar es de humanos… enamorarse es de poetas. Lo dijo aquel gran filósofo Platón, ‘al toque del amor, todos se convierten en poetas’, pero analizándolo bien, no es el amor el que nos hace ser poetas… es la idealización, es la fantasía, el reflejo de nuestros sueños, anhelos y deseos en el otro. Pero, ¿qué crees? Que nadie tiene la posibilidad de ejecutar nuestros anhelos más que nosotros mismos. Por tanto, el poeta que iba enamorado… siempre termina muriendo. Hay un poeta muerto en cada uno de nosotros, pero también hay un lienzo donde se pintaron los deseos de otro sobre nosotros, y no fuimos capaces de conceder. Somos posibles pero también imposibles. Somos perfectos y en un instante imperfectos. Somos intensos y de pronto, dejamos de serlo. ¿Por qué? ¿Por qué bajo el roce de esa ilusión enamorada bombardeamos al otro de conquistas, de detalles, de momentos, de sonrisas, de placer, de poemas, de prosas, de la pintura de una vida creativa… de una vida que queremos terminar de la mano del otro? Y entonces creemos que siempre será así, y no. ¿Por qué dejamos de conquistar al otro cuando ya lo sentimos seguro? Enamorados que llevan sus primeros meses o incluso su primer año… Sean bienaventurados y disfruten de la dosis de felicidad que su cerebro les va obsequiando ahí, en su centro del placer, porque no será eterno… Mmm, ahora entiendo porque el saludo va dirigido al amor… Porque el amor es crudo, es real, es mortal, sufre, se duele, hiere y puede ser herido, porque el amor es de humanos… y hoy, esta carta la está escribiendo la mujer humana no la poeta… la que ha amado, la que se ha herido, la que ha lastimado, la que ha dejado de amar y a quien han dejado de amar, y ha tenido la posibilidad de volver a amar después de atravesar por el océano del enamoramiento… un viaje que paga todos los gastos, un viaje que te alimenta las carencias y te las deja bien nutridas… hasta que se termina y llega a la orilla de la isla… esa isla en donde yace el amor, y es ahí, donde ya nada está incluido, donde tú mismo debes trabajar para conseguir el amor, donde tienes que sacar tus propios recursos y buscar nuevos, para ahora sí, construir uno verdadero, un amor presente, maduro, un amor que a pesar de conocer tus heridas, te priorice y se atreva a quedarse.
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—Paloma Zerimar🦋
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avalonmavis · 28 days ago
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Donde el Azul se Tiñe de Rojo
Shisui Uchiha x fem!Reader
Sinopsis: Dos almas marcadas por la guerra han sido todo el uno para el otro. Cuando ella arriesga su vida para salvarlo, Shisui ya no puede contener la verdad: no son solo amigos. Entre la luna, el agua y un deseo reprimido por años, la entrega es inevitable.
Advertencia: fluff, lemon, sexo, penetración sin protección.
Conteo de palabras: 2.7k
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En este momento te encuentras corriendo en el bosque con un Uchiha de 1.80 inconsciente en tu espalda, no importaba que la zona de peligro ya estuviera lejos, habías perdido el foco y estabas en piloto automático, nunca antes habías tenido que matar a tantas personas.
Tu mente repetía una sola frase ''sálvalo, aléjalo de todo''.
Ni siquiera a tus padres habías llegado a conocer tanto como al gran genio del Shunshin no Jutsu, ellos murieron en la tercera guerra a tus cinco años, cualquier alegría por haber ingresado a la academia tan joven fue arrebatado al tener que regresar a un hogar vacío cada día. Ambos fueron grandes ninjas y al dejarte sin una razón para vivir solo entrenaste cada día para jamás manchar sus nombres con tu fracaso, tu mente jamás se separó de tu objetivo y te habías vuelto apática con cualquiera que tratase de socializar contigo, al menos así fue hasta que Shisui te descubrió y se pegó como un chicle a tu alma, al principio lo detestabas, siempre era alegre y veía en todos algo bueno, en ese momento no lo entendías pero sentías envidia de la forma en que todo para él tenía color y para ti eran tonos grises.
Hasta que un día Shisui se tornó azul, estaban en la flor de la adolescencia y no sabias como él se metió debajo de tu piel, comenzó a contagiarte de sus travesuras y sonrisas, todo lo que Shisui tocaba comenzaba a tomar color delante de tus ojos, incluso tu.
Sin quererlo él se había vuelto tu mundo, el creador de la paleta de colores de todo aquello que acariciaban tus emociones más profundas, llevándote hasta este punto, donde ambos han llegado torpemente a sus veinticuatro años y ya no reconoces la palabra 'amistad' cuando salen de tus labios.
Pero había algo que, si reconocías, darías tu vida por ese chico de rizos oscuros.
-Mhm, ¿____?-Shisui murmuro en tu oído y te erizo toda la piel-Me siento débil.
-Te envenenaron, tranquilo, ya extraje el veneno y te apliqué el antídoto-respondiste saliendo de tus pensamientos. Toda la tormenta mental se calmó con solo su voz.
Lo llevaste a una cascada que ya conocías, un escondite. No faltaba mucho para llegar a la aldea, pero tus piernas comenzaban a doler.
-¿Como extrajiste el veneno? Esa serpiente me pico en el muslo, cerca de mi tesoro-murmuro en un tono burlón y ya te imaginabas su sonrisa. El maldito solo quería que admitieras que tuviste que extraer el veneno con la boca.
-Te salve para matarte yo-refunfuñaste ganándote su suave risa en respuesta.
Llegaste a la cascada y te adentraste entre las piedras, detrás de la caída del agua había una pequeña cueva, una vez allí bajaste a Shisui en el suelo liso de piedra y te arrodillaste frente a él.
Sus ojos cansados se posaron en ti y fue cuando noto todos tus rasguños y que tu uniforme tenía manchas de sangre en distintas posiciones.
-¿Estas herida?-pregunto levantando sus manos hacia ti, tú las tomaste bajándoselas y abriste su chaleco-Tranquilo, estoy perfecta, solo hice lo que tenía que hacer para sacarte con vida-apoyaste ambas manos en su pecho ya que aún quedaban algunos huesos rotos y comenzaste a sanarlo con tu chakra.
-¿Los mataste?¿a todos?-el haría una expresión de sorpresa si su rostro no le doliera.
-Tú te encargaste de la mayoría, no lo recuerdas por el veneno-subiste tus manos a su cuello, tenía muchos golpes y querías dejarlo como nuevo.
Tus verdades estaban manchadas con mentiras, no necesitaba usar el Sharingan, tu chackra fluctuó.
Shisui apretó los dientes enfurecidos consigo mismo, el quería protegerte hasta que su último hueso se rompiese, se odiaba a si mismo por permitir que algo así sucediese, no importaban las circunstancias, nadie debía tocarte un solo mechón.
-No malgastes tu chakra en mi-su tono reflejaba su odio hacia sí mismo.
-Shisui no, eran casi treinta hombres, te envenenaron con una dosis que mataría a un elefante y me mantuviste detrás de ti hasta desfallecer, no eres un inútil y mucho menos me has fallado.
Apoyaste las manos en sus mejillas aun sanando sus heridas, borrando las cicatrices de ese bello rostro, te dolería si dejaras pasar alguna y su bella cara de bebé cambiará, seguro se vería rudo con una cicatriz, pero no en tu guardia. No era necesario tocarlo, pero querías hacerlo, necesitabas transmitirle tu tranquilidad.
Shisui dejo que sus ojos descansaran en ti, estabas tan concentrada borrando cada rasguño de su cuerpo y no pensabas en ti, tu semblante tranquilo, tus manos cálidas, tu largo cabello suave. Siempre que te veía recordaba porque era una buena razón estar vivo, sería un pecado conocerte y no dedicarte cada día de su vida.
-Debes descansar ¿Sí? Se que me dirás que eres fuerte y ya te sientes perfecto, pero yo necesito que te quedes quieto y asegurarme de que el antídoto no tiene efectos secundarios.
El parecía estar atento a lo que decías, pero Shisui, es Shisui.
-¿Entonces si viste mis joyas?
Tu rostro se puso rojo completamente y apartaste la mirada, el pelinegro quedo fascinado, usualmente lo golpeabas, ¿que era esta reacción nueva?
-Solo te baje el pantalón idiota, no me interesa lo que hay debajo de tu ropa interior-intentabas sonar molesta pero tu vergüenza era notable.
Su mente hizo click. No estaba usando ropa interior.
-No hay forma, si me viste, ____, si lo hiciste-Shisui parecía emocionado-Grande ¿no? Es uno de mis orgullos.
-Yo... Yo debía asegurarme de que no tuvieras otra mordida, deja de decir ese tipo de cosas-te estabas poniendo nerviosa.
-Vaya, quien lo diría, ____, tantos años detrás de ti y para enamorarte solo debía dejar que me pusieras las manos encima-se jacto burlón.
Tu límite de resistencias a sus burlas fue rebasado, sentías un calor extremo y tus oídos se te taparon, te pusiste de pie y con un uso rápido del parpadeo corporal lo dejaste solo en la cueva.
Shisui suspiro, estaba feliz, le gustaba provocarte y si se trataban de ese tipo de emociones dejaría de medirse contigo.
-Campeón, la impresionamos, gran trabajo, siempre confié en ti-si pudiera chocar los cinco con su pene, lo haría.
El ninja vago un largo rato por su imaginación, estaba colocando todas sus fuerzas en obedecer tus órdenes y estar quieto, pero tú no volvías, así que lo obligaste, Shisui se puso de pie y salió a buscarte.
Tu estabas tomando un baño relajante en el lago en el cual desembocaba la cascada, por un momento le molesto que conservaras la ropa interior. La noche perpetuo ante ambos, quedo hipnotizado con tu figura siendo acariciada por los rayos de la luna mientras dejabas caer el agua con delicadeza en tu cuerpo, como tus manos seguían los senderos de esa piel que deseaba conquistar.
Una sed lastimera lo domino.
Lo siguiente que sentiste fueron sus manos tomando con firmeza tus caderas, con un movimiento rudo te volteo y tus ojos se encontraron con los suyos encendidos por el sharingan, te arrebato el aire lo intimidante de aquello junto con su desnudes, lo sabias, estabas atrapada, te quito la verdad con sus ojos.
-Me mentiste-su tono de molestia poseía una acuarela distinta, una sexual.
-Shisui si yo tengo que morir por ti lo hare-la seguridad en tus palabras eran una gran ola de todo lo que quería evitar, no podía permitir que eso sucediera.
-¿Porque?-te pego más a su pecho cuando intentaste apartarlo.
-Porque somos amigos-inseguridad. Lo único que nunca lograbas declarar de forma correcta.
-Nunca serás buena mintiéndome. ¿Acaso olvidas quién soy? hemos compartida cada etapa de nuestra vida juntos y esta no será la excepción, ya no somos amigos, no lo soporto más.
El aire entre ambos se espeso con la intensidad de su confesión, ese azul con el que tu corazón lo pintaba se tornó en un rojo anhelante. Sus siluetas reflejadas en el lago con la gracia de la luna, esparciendo los destellos de sus deseos sobre las suaves ondulaciones del agua que los envolvía. Lo miraste con los ojos muy abiertos, tu respiración entrecortada y tu corazón desbocado, eras una pincelada desprolija de todos tus sentimientos escondidos. Sabias que él tenía razón. No podías mentirle. No podías esconder lo que ardía en tu pecho.
Las yemas de sus dedos se aferraban a tu cadera con desespero, sus cuerpos rozándose bajo el agua templada. Sus labios se encontraban a un suspiro de distancia, podías sentir tu aliento mezclándose con el suyo, cálido, ansioso.
-Dímelo-susurró él, su voz ronca de emoción-Dime que no sientes lo mismo y me iré.
Pero no lo hiciste. Tus dedos temblorosos se aferraron a sus hombros, y en lugar de palabras, le diste la única respuesta posible.
Te alzaste apenas sobre la punta de tus pies y dejaste que la gravedad te guiara hacia él. Sus labios se encontraron en un roce suave al inicio, apenas una caricia, como si probaran el instante, como si memorizaran el sabor del otro. Pero pronto, la contención se quebró como una ola estrellándose contra la orilla.
Él profundizó el beso con una urgencia contenida durante años, como si en ese instante quisiera recuperar todo el tiempo perdido. Sus labios se entrelazaron con hambre y ternura a la vez, como si estuvieran destinados a encajar de esa manera. Las manos de él subieron por tu espalda desnuda, estremeciéndote, mientras te sostenía con devoción, como si temiera que te desvanecieras entre sus brazos.
El mundo se desdibujó a su alrededor. No existía el lago, ni la brisa nocturna, ni la luna testigo de su amor. Solo existían ustedes dos, fundiéndose en un beso que no era solo un beso, sino una promesa silenciosa de un lienzo en blanco desbordado por todos sus colores. Un pacto irrompible.
Cuando finalmente se separaron, apenas unos milímetros, sus frentes quedaron unidas, sus respiraciones entrelazadas.
-Nunca fuimos solo amigos-murmuraste, tu voz temblorosa pero llena de certeza.
Él sonrió contra tus labios, y sin decir nada más, volvió a besarte. Esta vez, sin dudas, sin miedo. Solo amor.
Shisui no se apartó de tus labios. Su beso, antes cargado de desesperación, se volvió lento, pausado, como si ahora tuviera la certeza de que no ibas a desaparecer. Su lengua rozó la tuya con una exquisita paciencia, saboreando cada pequeño jadeo que escapaba de tu boca.
Sus manos, antes firmes en tu cadera, comenzaron a explorar con más intencionalidad. Acarició la curva de tu cintura, subió lentamente por tu espalda hasta entrelazar sus dedos en tu cabello mojado, obligándote a inclinar la cabeza hacia atrás mientras descendía con besos por tu mandíbula.
Su respiración cálida acariciaba tu piel mientras sus labios descendían por la línea de tu cuello, dejando pequeños mordiscos y besos que enviaban descargas eléctricas a cada rincón de tu cuerpo. El agua a su alrededor se sentía más caliente de lo que realmente estaba.
-Dime que pare y lo haré -murmuró, su aliento rozando tu oído, su voz ronca y llena de deseo contenido.
Pero no lo hiciste.
Tus manos finalmente tomaron el control, deslizándose por la musculatura de su espalda, disfrutando de la textura de su piel caliente bajo el agua. Lo habías sanado con tanto esmero, pero ahora solo querías tocarlo sin propósito más allá de sentirlo.
Shisui sonrió contra tu clavícula, notando la forma en que tus dedos se aferraban a él, y supo que ya no había vuelta atrás.
El deseo en sus ojos era abrasador. Sin darte cuenta, te levantó del agua con facilidad, haciéndote rodear su cintura con tus piernas. Su cuerpo mojado se pegó al tuyo, sus manos explorando más allá de lo permitido, deslizándose por la piel sensible de tus muslos.
-Voy a enseñarte que nunca más podrás llamarme tu amigo.
Tus labios se entreabrieron, tu respiración agitada. Su declaración te sacudió hasta los huesos, como un relámpago iluminando la verdad que habías intentado ignorar por tanto tiempo. Lo miraste con los ojos encendidos, con esa mezcla de desafío y rendición que solo él lograba provocar en ti.
-Entonces hazlo-susurraste, tu voz apenas un aliento contra sus labios-Demuéstramelo, Shisui.
Lo viste oscurecerse con ese tono carmesí en sus ojos, la suave vibración de su risa contra tu piel antes de que su boca reclamara la tuya de nuevo, hambriento, decidido.
El agua templada acariciaba tu piel desnuda, pero nada comparado con el calor de su cuerpo contra el tuyo. El sonido de la cascada rugía detrás de ustedes, un eco lejano en comparación con el retumbar de sus respiraciones entrecortadas.
Shisui no dejó espacio entre ustedes. Su piel caliente se fundió con la tuya, su pecho firme aplastando tus senos, sus manos deslizándose con desesperación por tu espalda, reclamando cada curva, cada rincón de tu cuerpo mientras se deshacía de tus pequeñas prendas. No había más barreras. No más dudas. Solo el deseo latente que había crecido entre ustedes durante años, hecho carne y ardor en ese instante.
Su boca se deslizó por tu cuello, mordiendo suavemente, marcándote como suya. Un jadeo escapó de tus labios cuando sus dientes atraparon la piel sensible de tu clavícula antes de succionar con fuerza, dejando una marca ardiente que te hizo arquear la espalda.
-Sabes cuánto he esperado esto-susurró contra tu piel, su aliento caliente erizándote- Cuánto he soñado con tocarte así.
Sus manos descendieron, firmes pero reverentes, recorriendo cada centímetro de tu cuerpo como si intentara memorizárselo con las yemas de los dedos. Cada caricia encendía un fuego que te hacía temblar bajo su tacto.
Cuando sus labios encontraron los tuyos otra vez, el beso fue distinto: hambriento, feroz. Su lengua invadió tu boca con la misma intensidad con la que su cuerpo comenzaba a moverse contra el tuyo. Tus piernas se enredaron instintivamente a su alrededor cuando sus manos tomaron posesión de tus caderas, acomodándote con precisión para recibirlo, sentías la punta de su gran miembro tonteando con tu entrada febril.
El primer contacto fue una tortura deliciosa, se empujó dentro de ti con un roce lento y provocador que hizo que todo tu cuerpo se tensara en anticipación. Tus uñas se clavaron en sus hombros cuando él, con una lentitud casi cruel, separaba tus paredes.
Un gemido ahogado escapó de tu garganta cuando lo sentiste llenarte por completo, su dureza encajando en ti como si hubieran sido creados el uno para el otro. Él cerró los ojos, su mandíbula apretada, conteniendo el placer arrollador de finalmente poseerte.
-Mierda, ____… -gruñó contra tu boca-Eres tan jodidamente perfecta…
Se quedó quieto por un momento, permitiéndote acostumbrarte a la sensación, a la ardiente conexión que los mantenía unidos en la profundidad más íntima posible. Pero la paciencia se desvaneció rápido.
Cuando comenzó a moverse, lo hizo con la intensidad de un hombre que había reprimido su deseo por demasiado tiempo. Sus embestidas eran profundas, precisas, enviando descargas de placer a través de cada terminación nerviosa de tu cuerpo. Te agarraste a él con desesperación, sintiendo cómo cada estocada te llevaba más alto, más cerca del abismo del éxtasis.
El agua se agitaba a su alrededor con cada movimiento, reflejando la pasión desenfrenada que compartían. Su respiración era errática contra tu oído, sus gruñidos de placer se mezclaban con tus jadeos y suspiros suplicantes.
-Mírame-exigió, su voz rasposa y cargada de necesidad.
Y cuando tus ojos se encontraron con los suyos, lo viste todo. No solo el deseo abrasador, sino la devoción, la entrega total. No era solo sexo. Nunca lo había sido.
Él inclinó su frente contra la tuya, acelerando el ritmo, golpeando una y otra vez ese punto dentro de ti que te arrancabas gritos ahogados de placer.
-Dame todo-susurró contra tu boca-Déjame sentirte, dame todo lo que eres.
Tu obedeciste.
Tu cuerpo se arqueó con fuerza cuando el placer te consumió por completo, estallando en mil estrellas que nublaron tu visión. Tu nombre escapó de sus labios en un jadeo ronco cuando él te siguió al borde del éxtasis, enterrándose profundamente en ti mientras su cuerpo temblaba de puro placer y te llenaba con toda su esencia.
El mundo se quedó en silencio por un momento, solo existía el sonido de sus respiraciones aceleradas, el agua envolviendo sus cuerpos, sus corazones latiendo al unísono.
Shisui te sostuvo contra él, sin dejarte ir, sin permitir que un solo centímetro de tu piel se separara de la suya.
-Mía-murmuró contra tu cabello, besándote suavemente, con la misma devoción con la que te había tomado-Siempre has sido mía.
Tu sonrisa fue temblorosa, pero segura.
-Y tú siempre has sido mío.
Y en ese instante, bajo la luna testigo y el agua que los envolvía, supiste que no había vuelta atrás. Pero tampoco la querías.
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efandll · 5 days ago
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No sé en donde escondes tu rostro de mí a estas horas
Pero el sueño que tuve ayer me hizo ver de nuevo cada detalle
Yo sé que el tiempo aún es muy corto para arriesgarse
Pero también es un tiempo tan corto para alejarse.
Estos días los he visto enredados, locos y solitarios, he pasado llorando por dentro y por fuera y he peleado y tirado insultos por doquier. Vivo confinado en una angustia que no sé de dónde nace, ni de dónde viene pero tu voz me tranquiliza y cuanto más hablas más profundo y tranquilo puedo descansar. No sé qué me hice, no sé qué te hiciste, pero que dicha cuando coincidimos cuando decidimos aparecer.
No estamos bien, hay que aceptarlo, pero yo no creo en una espera desde la lejanía. Yo no creo en irnos, mejorar y regresar para dar lo mejor. Si no te conozco ahora, siendo alguien que hace daño, ¿Qué me hace merecer a una mujer que sabe querer?
Tus pasos son dolorosos, tu mirada está cansada y de camino a tu casa vas entre soñando y anhelando, anhelando otra vida, quizá algo un poco más tranquilo o quizá el típico deseo de volver al pasado. No sé, yo no pensaría mal, creo que hasta entendería. Sacrificar lo actual por vivir de nuevo años atrás.
La gente te admira y te dice que el corazón que tienes es tan blando como igual es de duro tu carácter y te dan ganas llorar y a veces lo crees y a veces no lo crees. ¿De qué sirven tantas palabras si igualmente te llegas a sentir tan sola? Espero equivocarme y espero que pensar que eres distinta sea un error. Espero un día verte y verte tan acompañada que escribirte estas letras me hagan arrepentirme y querer salir huyendo de tu vida y desear nunca haberte conocido. Pero no creo, mi intuición no me engaña, mis ojos no me traicionan y en tu mirada de cientos de metros se ve que eres distinta e incomprendida.
Yo digo que eres mía, pero también creo que aún eres del viento, porque fue en medio de esa invisibilidad donde te encontré. Mi amor y yo somos de la luna, porque fue en esos días tan fríos donde te conquisté y fue en luna llena cuando nos quitamos la ropa y fue en luna llena cuando te besé por primera vez.
¿Lo recuerdas? ¿Recuerdas todas esas primeras palabras que me dijiste y toda esa magia que yo te regalé? Después de tanto tiempo volviste a sonreír y de camino a tu casa ya nada era tan triste. Yo sentí que por un momento logré quitar una venda tan pesada de tus ojos, esos ojos que solo veían hasta donde los demás querían que vieran.
Espero que sepas esperarme, porque mi encierro es aproposito, mi cuerpo está acostumbrado a las emociones fuertes y por eso hago y atraigo tanto daño y mientras yo me entreno, me adapto y lleno cada vacío en mí, espero que tú encuentres tu propio camino y lo camines sin ninguna instrucción. Espero que aunque alguien te juzgue, tú ya no sientas nada, espero que cuando alguien te mire tú ya no te des cuenta. Yo quiero tu libertad más que nadie, yo quiero que sientas esa sensación de que todo es tuyo y no que alguien te lo regaló. En un futuro, quiero encontrarte con las decisiones ya tomadas y aunque no sean tan correctas, quiero que sean tus propias decisiones, sin influencia de nadie,
ni condición,
ni persuasión de nadie.
Y todo esto ¿para qué?
Deseo mío y amada mía: tú eres el amor de todas mis generaciones y las estrellas en el cielo son todos los hijos que hemos tenido y por tener y así como de una constelación extraje un poco de vida para colocarlo en tu sonrisa, hoy quiero que sepas, desde mi irreconocible oscuridad, que te quiero rebelde y te quiero ilimitada, te quiero fuerte y te quiero todo lo contrario a ser invisible para que te pueda ver, para que te pueda encontrar y que ahora tú recojas un poco de vida del infinito y lo pongas en mí.
Psdt; Me haces tanta falta y confieso que me siento deprimido y débil, pero como un ser fuerte destinado a jamás morir, me toca salir y le estando afuera lo primero que haré es buscarte.
Porque tú eres y yo quiero que seas tú aunque a ti te den ganas de decirme que ya no y no lo dices porque en el fondo sabes que si soy yo. Algo así.
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alquimistaliteraria · 9 months ago
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Deseo conocerte lentamente.
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28 de junio 2024
-Carta abierta-
Desde el momento en que nuestros destinos se entrelazaron en el infinito universo, mi corazón no ha dejado de latir con la emoción de ansias por conocerte en cada detalle, desde lo más sencillo hasta lo más profundo de tu ser.
Me embarga la curiosidad por descubrir cuál es tu lugar favorito, ese que te reconforta el alma. Quiero saber qué aroma despierta tus memorias más dulces y qué sabores dibujan sonrisas en tu rostro. ¿Qué canción acaricia delicadamente tus recuerdos más profundos? Explorar esos rincones de tu memoria y navegar por un mar de emociones donde las olas de tu ser me guían hacia la orilla de tu esencia verdadera.
Descubrir cada faceta de tu ser, desde los destellos de luz en tus ojos hasta los susurros de tus silencios. ¿Cuál es tu anhelo más profundo, aquel que lleva consigo la semilla de lo que deseas construir?
Anhelo ser tu confidente en los momentos de tristeza, ¿Prefieres el silencio de tu espacio solitario o buscas el consuelo en la calidez de la compañía? Quiero aprender a entenderte incluso en tus momentos más difíciles. En cada lágrima que se desliza por tu mejilla, deseo ser el pañuelo que sostiene tus penas, ser el faro que ilumine tus noches más oscuras, el refugio donde tus miedos se desvanecen en la luz de la complicidad y el espejo que refleje la belleza de tu ser auténtico.
Envolverte en abrazos que calmen el caos de tu corazón, ya sea con la fuerza que sostiene el mundo o con la suavidad que acaricia las almas. ¿Cuál es el abrazo que te reconforta en la vulnerabilidad de tus emociones?
Deseo conocer cada rincón de tu ser, saber dónde residen tus heridas más profundas para cuidarte con ternura y respeto. Deseo explorar cada estrella que brilla en tu cielo interior, saber dónde brillas con intensidad y dónde necesitas la suavidad de mi caricia.
Y si se da, explorar juntas los caminos del amor es mi mayor anhelo, descifrar cuál es tu lenguaje secreto, aprender el idioma de tu corazón, fluir en la melodía de tus latidos y aprender a expresar mis sentimientos de la manera que más te haga sentir amada para construir un puente que nos una más allá de lo superficial, donde nuestras almas danzan al compás del amor más puro y sincero.
Con infinito anhelo de conocerte y que me conozcas para lograr descubrirnos y saber si somos quienes tanto habíamos esperado.
By, Yls.
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caroruanosv · 3 months ago
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Vorágine
Es en la vorágine donde todo se hunde, un remolino ciego que arrastra el aliento, que quiebra los muros del pensamiento y deja las emociones desbordadas, como ríos furiosos que no encuentran cauce.
El corazón, tambor de guerra, late en ritmos desordenados, mientras el pecho se convierte en un océano apretado, incapaz de contener su marea.
La ansiedad danza como una fiera, mordiendo las esquinas del alma, y la depresión, sombra sin tregua, apaga las luces del horizonte, dejándote flotando en la nada, donde el silencio grita más fuerte.
Las lágrimas, afiladas como dagas, lavan un rostro cansado de batallas, mientras los pensamientos, esos lobos insaciables, devoran las horas de la noche hasta que solo quedan cenizas del sueño.
Y cuando la tormenta cede, cuando el último trueno se apaga, queda el cuerpo: una casa derrumbada, un campo arrasado por el incendio, una quietud que no consuela.
En ese agotamiento árido, la esperanza se desliza como un hilo tenue, un susurro que promete que la vorágine no será eterna. Porque incluso las mareas más feroces ceden ante la calma del amanecer.
Caro Ruano
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neon-shadows-blog · 27 days ago
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Arin
Arin es un joven ninja con un gran talento, pero su viaje da un giro cuando Ras le revela verdades inquietantes sobre el mundo y el lado ninja. A pesar de las técnicas que le enseñó Ras, Arin todavía no confiaba del todo en él. En el camino, Arin encuentra un rostro familiar, un aliado inesperado que enfrentó una situación similar en el pasado y lo ayuda a navegar por esta incertidumbre. Aunque las dudas aún nublan su mente, su lealtad hacia sus amigos y el deseo de protegerlos lo mantienen avanzando.
Sora
Una inventora brillante y una guerrera leal. Sora sigue pensando en su pasado y en las emociones encontradas que siente hacia su familia. Aún se culpa a sí misma por haber perdido a Arin, pero está decidida a hacer las cosas bien. A medida que surgen nuevas amenazas, Sora no solo se centra en sus inventos, sino que también está motivada a dominar el Spinjitzu. Sabe que al perfeccionar esta poderosa habilidad, puede proteger a quienes ama y finalmente encontrar la fuerza para seguir adelante.
Lloyd
Como nuevo Maestro, Lloyd es un líder y protector. Mientras busca a Arin, descubre una pista sobre su Maestro Wu, que ha desaparecido. Pero una visión oscura del futuro lo persigue una vez más y una presencia familiar vinculada a su pasado resurge, recordándole que algunas conexiones nunca se pueden perder. A medida que surgen nuevas amenazas, Lloyd debe confiar en sus instintos más que nunca.
Kai
Kai, el apasionado ninja del fuego, siempre está listo para proteger a sus amigos y familiares. Con Nya desconsolada por la desaparición de Jay, Kai se encarga de ayudarla a buscarlo, mientras guía al nuevo ninja, Wyldfyre, a controlar sus poderes de calor para alcanzar su verdadero potencial. A pesar de los desafíos, Kai sigue decidido a seguir luchando, pero se avecinan nuevos peligros a medida que el equipo enfrenta amenazas que pondrán a prueba sus vínculos como nunca antes.
Zane
Zane es un ninja tranquilo y orientado al deber, siempre guiado por la lógica. Mientras busca a Arin en la Primera Tierra, logra liberar a su viejo amigo, P.IX.A.L., y descubre nueva información impactante. A medida que se desvela el misterio de los Cinco Prohibidos, Zane se da cuenta de que solo él tiene la clave para detener sus planes destructivos y evitar que el caos consuma el mundo.
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moongirl-26 · 5 months ago
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Mi sensibilidad es sagrada, porque me hace apreciar las cosas pequeñas de la vida, me hace sentir la brisa en mi rostro como un beso de la vida. Me hace admirar los atardeceres con el corazón lleno de nostalgias que no llegan a ser palabras si no letras y me llenan los ojos de lagrimas inspiradas en mis dolores que íntimos se convertirán en una poesía. Mi sensibilidad me permite amar como si nunca me hubieran destrozado en pedazos, mediante esta misma he renacido para continuar sintiendo como si fuera una primicia. Mi sensibilidad me permite observar las nubes mientras camino creando en mi mente miles de historia. La sensibilidad me hace diferente aunque muchos la vean como una debilidad, para mí es la fortaleza que me hace seguir creyendo en que la vida es hermosa en la simpleza. La sensibilidad me hace vivir cada sentimiento intensamente, sea malo o bueno, esta me permite sentirme viva. A través de mi sensibilidad entrego lo que soy con honestidad, dando lo mejor que puedo dar. Sensibilidad bendita que provoca que una canción me emocione tanto, que causa que escriba destilando sentimiento, que me hace posible comprender y tener empatía para los demás. Bendita y sagrada sensibilidad que aún con tantas cicatrices me permite mantener mi esencia. Si no la tuviera, entonces mi ser no tendría un propósito.
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senig-fandom · 2 months ago
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Lapiceados de los soldados, ideas dibujadas de manera rápida y sin mucho detalle XD o por lo menos no tanto.
Y nomas les doy contexto con EM.
Para los nuevos y los que no se acuerden Ejercito Mexicano (antes llamado Ejercito Nacional) es hermano de 201, a quien se tenia planeado para volverse la Fuerza Aérea Mexicana, pero se volvería el escuadrón 201.
Tras los acontecimientos de la segunda guerra mundial, 201 empezaría a tener ese pensamiento de morir, por tristeza para los que lo rodeaban, no se trataba de ninguna enfermedad o situación traumática, era su deseo genuino.
Vivir lo que tenia que vivir. Y al primero a quien se lo conto, fue a su hermano mayor EM, quien lloraron juntos, por el deseo de 201, como el miedo a la muerte y no volver a ver a alguien querido.
La razón de esto fue causada por Sur, la frase que el siempre dice ´´porque me abandonas, porque no quieres quedarte conmigo'' son las frases que incluso su hermano y marido dijeron al escuchar su deseo.
Lo cual dedujo que es un anhelo de los que viven eternamente, cuando no puedes tener a alguien por siempre, por mas que lo desees.
Así, 201, dejaría su puesto como FAM y se la daría a su hijo al cumplir la edad de 18 años, y el empezaría a envejecer día tras día.
Su marido 742, siempre intento convencerlo, hacerle que se arrepienta, incluso diciendo que aunque su apariencia se quede como la de un anciano, el aun lo amaría, que n ose rendiría.
201 sabia que su marido no se rendiría, pero el tampoco, y a pesar de que 201 lloraba por las noches por el miedo de que le llegara la hora, el lo tenia muy claro, quería que fuese así, realmente lo quería así, vivir eternamente es un daño a las emociones de los representantes, cada día anhelas mas lo imposible, anhelas el futuro, pero, solamente tu naciste para este presente.
Así, hasta que le llego su momento en que todo le era desconocido, olvidaba cosas, incluso no recordaba a su hijo y su marido, solo sabia algo, se iría pronto.
Y así, FAM encontraría a su padre acostado, con una sonrisa en su viejo rostro.
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Aun tengo mas ideas, para ellos, y muchas de 201 y 742, además de interacciones entre ellos, por ahora dejémoslo así X3
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Ahora EM, es un enigma, pues desarrollo un estilo de vida estimulante a través de la guerra contra el narcotráfico, el soldado que iba perdiendo a su hermano y vivió las desgracias de la guerra contra el NARCO, se volvió loco.
Tiene un algo así como un fetiche por traicionar a sus compañeros soldados y de herir de gravedad a los hermanos mexicanos.
A sur logro acorralarlo y someterlo, pero en vez de matarlo solo lo aprisionaba incluso lo besaba en la frente, como si intentara consolar a alguien que muere.
Con Centro no lo intenta, sabe que no podría contra el aunque quisiera y menos con GAFE rodeándolo siempre, así que solamente es irrespetuoso con el. (Además de participar en la muerte de estudiantes y ayudar a desapariciones)
Con norte es muy fuerte ese deseo, de hacerle daño, incluso su mente la a imaginado asfixiándola o apuñalándola, pero el termina llorando, pues el y ella vivieron juntos las atrocidades de NARCO.
Al principio su deseo era sobreprotegerla, pero cuando vio a Norte en una de las áreas de NARCO donde se encontró a Sinaloa y a Sonora, creyó que ella era como las madres que protegen a los hijos aun sabiendo que lo que hacen es algo terrible, así el empezaría a fantasear con como matarla, pero su lado de la maldición que es la lealtad lo convirtió en un deseo enfermizo.
Amor como odio estaban en su mente volviéndolo loco día tras día.
Aunque hasta ahora, no a intentado nada, Sur desconfía de el, aunque tampoco confía en GN en ser la parte racional de los dos.
Pareciera que Norte tiene un problema en atraer los problemas sin que ella lo note.
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Bueno, creo que seria todo, espero y les guste 💚🤍❤️
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escritosss · 1 year ago
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Enserio me gustas, no te imaginas la felicidad que siento al verte, no sabes el tiempo que estas en mi cabeza, realmente eres capaz de imaginarte lo mucho que me encantas. Mírame, mírame a los ojos, no hacen falta las palabras, si me miras te darás cuenta de todo, te miro diferente, porque me gusta verte, me encanta tu rostro independientemente de las emociones que muestres, me gusta estar contigo y no importa el tema de conversación, me basta estar un momento contigo para sentirme feliz.
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deepinsideyourbeing · 11 months ago
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Enzo conociendo a su hijita por primera vez y siendo un mar de lágrimas 😭😭😭, tiene toda la pinta de que le daría miedo agarrar a una cosita tan chiquita pero a mismo tiempo nunca la querría soltar para protegerla siempre
AAAAA QUIEN ME MANDA A TENER BABY FEVER
Fluff ♡
Enzo te observa desde el otro extremo de la cama, temblando y abrazándose a sí mismo en un intento de contener todas las emociones que amenazan con desbordarlo.
-¿Vas a ir con papi ahora...?
Acorta la distancia en un par de pasos temblorosos y teme que las piernas le fallen cuando ve el rostro de la bebé, sus ojos entrecerrados que observan el entorno y el puño cerrado cerca de su boca. Enzo puede jurar que tiene tu nariz, pero el color del cabello es idéntico al suyo y también la forma de las orejas.
Quiere decir que es la bebé más hermosa que vio.
-Está enojada- es lo único que logra formular.
Te reís y él se pregunta cómo alguien puede verse tan divina luego de sudar, llorar y gritar por horas. Tal vez se deba a que ya sos hermosa, pero cree que también tiene que ver con el hecho de que gracias a vos ahora hay una pequeña criatura que es la personificación del amor que ambos se tienen.
Observa con horror cómo enderezás tu postura y acomodás a la bebé entre tus brazos para entregársela. Aunque está aterrado y no puede dejar de morderse los labios toma asiento a tu lado y extiende los brazos, sus vellos erizándose al sentir el calor atravesando la delicada manta que cubre a su hija.
Suspira y sus ojos arden.
Lloró cuando le dijiste que estabas embarazada. También cuando vio la primera ecografía, escuchando el latido y cuando supieron que iba a ser una nena... Pero nada podía prepararlo para este momento, cuando siente que el sonido de su corazón es ensordecedor y sus hombros tiemblan violentamente.
-Respirá- le recordás.
Suelta una risa y sus lágrimas comienzan a caer. Su mirada baila entre los rostros de las dos mujeres que más amará en la vida y cierra los párpados con fuerza cuando besa la nariz de la más pequeña, que emite un sonido similar a una queja.
-No...- se aclara la garganta-. Nunca elegimos nombre.
-Elegí.
-¿Yo...?
-Que quede bien con tu apellido.
Una carcajada estrepitosa brota de sus labios y se interrumpe para no asustar a la bebé, pero ella permanece en calma entre sus brazos. Enzo te dirige una mirada y su sonrisa es cálida cuando toma tu mano para besar tu piel.
Acá se va a notar que soy un poco hippie de alma, pero si tuviera una hija le pondría Almendra o Vera y creo que ambos nombres re van con el apellido Vogrincic :)
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alasdepaloma · 18 days ago
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Envidia y culpa, emociones ancladas al duelo.
Envidia y culpa que a veces se afianzan tanto a mi cuello y me asfixian… Me laceran… Me entristecen.
Observar el mundo a través del cristal líquido de mis lágrimas y ver; ver que tuve todas las oportunidades para hacerme plenamente feliz, pero percatarme que tomé el camino equivocado. Y cargo con eso a diario… a diario.
Hoy es uno de esos días en los que mi rostro ha palidecido, en los que me siento profundamente indefensa a pesar de los años recorridos… pareciera que los logros obtenidos sólo han logrado empujarme más abajo. Lejos de aplaudirme, los condeno por ser pocos y no tantos, tantos como los de aquellos cuyas decisiones levantaron las velas de sus barcos.
Y yo me voy hundiendo, cada día más voy desapareciendo…
Extrañaba tanto escribir… He permanecido esclava del conocimiento y me he olvidado un poco de mí. Pero ahí los tengo a diario acompañándome, a la tristeza que va vestida de luto, al cielo tormentoso, al fuerte viento que levanta la tierra y trae a mi memoria una de las primeras muertes que me marcó de pequeña, la de mi abuelo materno. Treinta y un años hace de eso, y todavía siento su ausencia, la pérdida y el hueco que dejó en mi corazón.
Desde ahí supe que a esta vida no había venido a ganar sino a perder… y a reconstruirme nuevamente con mis propios restos.
—Paloma.
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jinetacromada43 · 3 months ago
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Cascos de la Amistad | Franco Colapinto
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summary: Franco y Agus comparten un momento íntimo en un hotel en Las Vegas, cuando ella le regala un casco personalizado con sus iniciales, despertando emociones profundas en ambos.
pairing: franco colapinto x (fem)! teammate
wattpad: jinetacromadette
masterlist
En la habitación de Agus, en un hotel que parecía apenas contener el caos de Las Vegas afuera, ella revolvía con ansias una bolsa sobre la cama. Franco la observaba desde un costado, apoyado contra el marco de la puerta. Había algo casi hipnótico en la concentración con la que buscaba, como si se tratara de un ritual importante.
—Como tenemos una gran conexión, yo sé que te va a gustar —dijo ella, segura de sus palabras, pero con una chispa de emoción en los ojos.
Cuando al fin lo encontró, alzó el casco con una sonrisa tan grande que pareció iluminar toda la habitación.
—¡Es este! —exclamó, alzándolo frente a él.
Franco dio un paso adelante, intrigado. El casco era blanco con detalles azules, elegante y sofisticado, pero lo que más llamó su atención fue la bandera argentina en los costados y la frase que coronaba la parte trasera: “Coronados de gloria.” Sin embargo, lo que lo descolocó fueron las iniciales grabadas debajo de la bandera: “AL.”
—Pero mirá lo que es eso… —murmuró, tomando el casco entre sus manos con cuidado, como si fuese un objeto sagrado. Sus dedos recorrieron las superficies lisas y brillantes, sintiendo cada detalle. La combinación de colores, los acabados, todo era perfecto—. Es muy lindo, en serio —dijo al fin, con una sonrisa que parecía iluminar su rostro—. Me hace acordar a uno que solía tener… pero este es más lindo.
—Obvio que es más lindo —respondió Agus, mirándolo con ese toque de orgullo que le calentaba el pecho.
Franco asintió con una sonrisa amplia, esa que rara vez mostraba, y siguió inspeccionando el casco como un niño que acaba de ver su juguete en la vidriera de una tienda.
—¿Es para vos? —preguntó, aunque en su interior ya conocía la respuesta.
—Sí, ¿te gusta? —dijo Agus, mirándolo en busca de su aprobación.
—Me encanta. Es hermoso.
Sus dedos recorrieron el diseño, notando cada detalle, cada textura. Algo en él quería decir más, expresar lo que estaba sintiendo, pero las palabras se quedaban cortas.
Ella estaba acostumbrada a verlo emocionarse, a que su pasión por las carreras dominara cada pequeño momento, pero algo en esta escena era distinto. Quizás era porque no se trataba solo de un casco. Era de ella. Llevaba sus iniciales.
—Creo que me tengo que pedir uno —dijo Franco, y su voz sonó honesta, casi urgente. La necesidad no era tanto el objeto, sino lo que representaba.
—Probátelo —lo animó Agus, acercándose un poco más.
Él la miró, dudando por un segundo.
—¿Decís?
—¡Sí! —respondió ella con entusiasmo, y la manera en que sus ojos brillaban al mirarlo lo hizo sonreír.
Con cuidado, se colocó el casco. Mientras caminaba hacia el espejo, sintió el peso sobre su cabeza, un peso que, lejos de incomodarlo, lo hacía sentirse protegido, conectado con algo más grande. Cuando se vio reflejado, soltó un suspiro y no pudo evitar reír suavemente. Le quedaba perfecto, como si hubiese sido hecho para él.
—Es… hermoso… —murmuró, más para él mismo que para ella—. Está buenísimo, definitivamente me voy a pedir uno.
Agus, detrás de él, sacaba algo más de la bolsa. Aunque él no podía verla, ella lo observaba a través del reflejo en el espejo, sonriendo de manera sutil. Había algo en su expresión que la hacía sentir ligera, como si todo en ese momento tuviera sentido. Pero al mismo tiempo, esa sensación de vértigo, de estar en un borde que no podían describir, seguía presente.
—Y eso que soy austero con estas cosas —comentó Franco, girándose un poco para mirarla—. Yo uso los que me dan. Tengo uno solo mío y está en las últimas.
—Sí, es verdad —respondió ella, sacando otro casco de la bolsa—. Siempre usás el mismo. ¿No creés que es momento de cambiarlo?
Él la observó, intrigado, cuando ella le extendió el nuevo casco. Frunció el ceño, notando que era igual al anterior. Pero cuando sus ojos se fijaron en el detalle, lo entendió.
Las iniciales habían cambiado. Ahora no eran “AL”. Ahora eran “FC”.
—Me estás jodiendo… —murmuró, sus ojos yendo del casco a Agus, que sonreía con picardía.
—Lo pedí para vos. Pensé que te iba a gustar.
Las palabras lo golpearon con una calidez inesperada. Franco apretó el casco contra su pecho mientras una sonrisa enorme y sincera se extendía por su rostro.
—Probalo —susurró ella, y algo en su tono lo hizo sonreír de manera involuntaria.
La emoción lo invadió, y antes de pensarlo demasiado, la abrazó, apretándola con fuerza mientras el casco descansaba entre ellos.
—¡Es hermoso! —exclamó, cerrando los ojos mientras la sentía entre sus brazos—. Vos sos hermosa.
El susurro quedó suspendido en el aire. Ella se rió, nerviosa pero cálida, como siempre.
—¡Bueno, pero probátelo! —replicó Agus, separándose un poco mientras lo miraba con ojos brillantes.
Franco le hizo caso. Se colocó el casco y volvió al espejo. Esta vez, cuando se miró, el impacto fue distinto. Ahora llevaba algo que lo representaba completamente. Era suyo. Y, al mismo tiempo, no podía evitar pensar que de alguna manera también seguía siendo de ella.
Como su corazón.
Cuando se giró hacia Agus, su decisión estaba tomada.
—Está muy lindo, pero quiero el otro.
Ella frunció el ceño, aunque su sonrisa no desapareció.
—Es el mismo, ¿eh? No cambia nada —dijo, acercándose mientras repasaba el casco con las yemas de los dedos.
La distancia entre ellos era mínima ahora. Su mano, que había estado tocando el casco, bajó hasta su hombro, descansando allí con una suavidad que le hizo estremecer. Ambos se miraron, sostenidos en esa tensión que nunca terminaba de resolverse. No era algo nuevo; llevaban tiempo en ese juego de provocaciones, ese ir y venir que parecían dominar con naturalidad. Pero en ese instante, algo era diferente.
Había algo magnético en la forma en que ella se movía, con ese aire entre seguridad y dulzura que tanto lo desarmaba.
—No, no son iguales —repitió él con firmeza, devolviéndole la mirada. Había algo íntimo y vulnerable en ese instante, como si ambos se estuvieran diciendo algo que no terminaban de verbalizar. —El otro tiene tus iniciales, Agus. Yo lo quiero para mí, así voy a estar más lindo.
Ella entrecerró los ojos, divertida, como evaluando cuánto de broma y cuánto de verdad había en su comentario. Al final, sonrió y subió ambas manos hasta sus hombros, rodeándolo en un abrazo que a Franco lo dejó sin palabras.
—¿Así vas a estar más lindo? —murmuró cerca de su oído.
Él asintió, sintiendo que cualquier respuesta coherente lo eludía, y la envolvió entre sus brazos. Se sentía un idiota, pero ¿qué podía hacer? Ella tenía ese efecto en él, lo hacía bajar la guardia, lo desarmaba por completo.
—Chi —susurró, como si con eso pudiera explicar lo que pasaba por su cabeza. Y se quiso pegar mentalmente por la forma en que dijo esas palabras, ya demasiado era para manejar todo y ahora reaccionaba como un bobo frente a una mujer.
Agus se rió suavemente, tan cerca de su cara que Franco sintió cómo el calor subía por su cuello. Ella dejó un beso en su mejilla, y él cerró los ojos por un breve segundo. La mente le jugaba una mala pasada; cada uno de esos gestos le parecía un mensaje cifrado que solo él podía escuchar.
—Sos muy lindo —dijo Agus, en ese tono de voz suave, casi un susurro, que a Franco le hacía sentir un vértigo desconocido.
Franco abrió los ojos y se encontró con los de ella. En ese instante, se dio cuenta de que no solo estaba sobrepensando. No, definitivamente no. Había algo en la manera en que lo miraba, en la cercanía que ahora se sentía tan natural, que no podía ignorar.
Pero mas allá de esa tensión obvia, el momento tenía una ligereza casi familiar, una comodidad que no siempre estuvo allí. Porque todo había empezado de manera muy distinta.
La primera vez que lo vio, Agus estaba en el baño de la sede de Williams, frotando desesperada la mancha de café que decoraba su camisa blanca. La misma que había elegido con tanto cuidado para su primer día como piloto oficial de Fórmula 1.
—Perfecto, Agus. Tu debut triunfal y ya das la nota —se murmuró al espejo.
El desastre había comenzado cuando, en medio de los nervios, no logró esquivar a Franco en el pasillo. Él, con reflejos impecables, trató de sostenerla antes de que se cayera, pero no pudo salvar el vaso de café.
—¿Estás bien? —le preguntó, su voz un balance perfecto entre preocupación y diversión.
Ella apenas pudo asentir, señalando su camisa arruinada.
—Tu café no sobrevivió.
Él se rio, una risa breve pero tan genuina que a Agus no le quedó más opción que unirse.
—Creo que la camisa tampoco sobrevivió. Perdón, Agus. Te juro que no fue mi intención arruinar tu debut triunfal.
Ese momento, incómodo y torpe, había marcado el inicio de su amistad. Lo que en ese instante era solo un intercambio gracioso se transformó rápidamente en una conexión que Agus no había anticipado.
Ahora, la distancia que antes parecía lejana era inexistente. Agus estaba tan cerca que podía sentir su aliento, y no solo eso: lo abrazaba con esa confianza que solo se construye cuando alguien ocupa un lugar especial.
—Vos sos la más linda del mundo, Agus —dijo Franco, en un tono bajo, cargado de honestidad. Sentía sus manos en su nuca, jugueteando con el cabello corto de la base de su cuello, y esa caricia lo hacía sentir algo inexplicable. —Realmente me encantó, la pegaste.
Ella sonrió, y en ese gesto había algo más que orgullo por haber acertado con el regalo. Dejó otro beso suave en su piel, tan breve como significativo. Era un gesto que no solía hacer, pero desde hace unas semanas Franco la sentía más cercana, más demostrativa.
—Sos un poco demandante a veces —murmuró Agus, con esa voz suya que siempre sonaba cálida—, pero si querés el otro casco, te lo cedo.
Franco sonrió, casi embobado, y dejó salir una risa baja y maliciosa.
—Siempre consigo lo que quiero —afirmó, alzando una ceja con falsa seguridad.
Agus no se apartó; al contrario, lo miró con los ojos entrecerrados, cargados de una chispa juguetona.
—Eso es una habilidad que me gusta mucho de vos —dijo en un murmullo. Entonces, con un gesto lento, llevó su dedo índice a su mejilla y le apretó la piel con ternura—. Ojo que hay que bancarse mis iniciales en un casco, eh.
—Vos tranquila —respondió finalmente, en un tono que intentaba igualar el suyo, mientras sus ojos recorrían el rostro de Agus con descaro contenido—. Yo nervioso, amor.
Se miraron en silencio, como si se estuvieran midiendo. Franco no sabía cuándo había comenzado a sentir ese vértigo cada vez que estaba con ella, pero ahí estaba, haciendo que todo pareciera distinto.
—Gracias —dijo finalmente, rompiendo la tensión con un susurro. Sentía que necesitaba decir algo para no quedar atrapado en ese intercambio sin fin—. Estoy muy contento, en serio.
Agus pareció volver a la realidad, y su expresión se suavizó.
—Me alegra mucho que te haya gustado —dijo con gentileza—. Sabía que te iba a encantar, lástima que le erré con la inicial, pero… tenemos gustos muy similares.
Franco rió, relajándose un poco.
—Míralo como… cascos compartidos.
—¿Cómo cascos de la amistad? —preguntó ella inocente, y él bajó la vista con una sonrisa.
—Algo así… —respondió, tragando saliva. Qué le iba a decir, ¿que no?
Agus se rió, y esa risa tenía algo que siempre lo hacía sentir en casa.
—Me gusta pensar que vamos a compartir todas nuestras carreras juntos, ahora —agregó ella, ladeando la cabeza.
—Soy un genio, lo sé —bromeó Franco, pretendiendo creérsela, y ella volvió a reír.
—Sí, mi amor. Sos un genio —respondió Agus, separándose tranquila. La forma en que el apodo salió tan natural lo desarmó de nuevo. Ella no parecía siquiera haberlo notado, pero Franco exhaló un suspiro.
¿Cómo habíamos llegado hasta acá? pensó él mientras guardaba el casco en la bolsita y se sentaba en la cama.
En ese momento, no había palabras que pudieran capturar lo que sentían. No porque no quisieran explicarlo, sino porque no sabían cómo. Y quizás, en el fondo, aún no era necesario
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