#Cortes de luz y agua
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LOS ALFONSINES | 1988 a 2022: cortes de luz y agua en Argentina, nada cambió
Como en 1988, Argentina vuelve a sufrir una terrible crisis energética. De Alfonsín al Alfonsín con Epoc y gatos…
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#1988 a 2022#Alberto Fernandez#Alfonsín#Argentina sin cambios#Cortes de luz y agua#Periodista "El Presto"#Video
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el hecho de que el NOA (el territorio argentino con más conexión+población indígena) esté sufriendo cortes de agua y luz masivos TODOS LOS DÍAS justo justo cuando asume un gobierno racista que le quiere vender la patria a empresas estadounidenses le debería hacer más ruido a la gente. yo no estoy jodiendo eh. desde que asumió el gatito mimoso cortaron la luz y el agua todos los días, cada vez se extiende más la duración de los cortes. acuérdense de mi cuando elon musk nos venga a robar el litio en el norte.
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Aemond Targaryen
Claro de Luna
El aire era fresco en los jardines de la Fortaleza Roja, un susurro tranquilo entre los árboles que contrastaba con la constante agitación de la vida cortesana. La noche había caído como un manto oscuro sobre Desembarco del Rey, y la mayoría de los nobles ya se retiraban a sus aposentos, agotados por las interminables reuniones y las intrigas palaciegas. Sin embargo, para Aemond Targaryen, la noche era el único momento en que podía encontrar algo parecido a la paz.
Caminaba en silencio por los jardines, sus pasos firmes pero sigilosos sobre el camino de grava. Su capa negra, bordada con hilos de plata, ondeaba suavemente con la brisa nocturna. El rostro de Aemond, severo y hermoso, estaba en parte cubierto por la sombra de su cabello plateado, aunque su ojo de zafiro brillaba intensamente en la oscuridad. Desde que había perdido su ojo en aquel fatídico enfrentamiento con Lucerys Velaryon, Aemond había aprendido a mantener sus emociones bajo control, escondiendo sus verdaderos sentimientos detrás de una máscara de frialdad y determinación. Pero había algo, o más bien alguien, que estaba empezando a desestabilizar esa máscara.
Se trataba de una dama de la corte, una joven noble que había llegado recientemente a Desembarco del Rey. Su familia, de una de las casas menores del Dominio, había sido convocada por la Reina Alicent para fortalecer sus alianzas en un tiempo de creciente tensión entre los Verdes y los Negros. Aemond la había notado desde el primer día, y desde entonces, su presencia había sido una especie de tormento silencioso para él. Ella era diferente a las otras damas de la corte: donde la mayoría buscaba atraer la atención de los hombres con sonrisas dulces y palabras halagadoras, ella se mantenía al margen, observando con una inteligencia tranquila y una mirada que parecía atravesar las fachadas que todos llevaban.
Aemond, acostumbrado a dominar la situación y a leer a las personas con facilidad, se encontraba desconcertado por ella. Había algo en su porte, en la manera en que sus ojos se detenían en él, que lo hacía sentir expuesto, como si pudiera ver más allá de su fría fachada. Ese desconcierto se había convertido en una mezcla de fascinación y frustración, una emoción que él no había experimentado antes.
Esa noche, Aemond la había visto salir de la sala de banquetes más temprano, su figura envuelta en un vestido de terciopelo oscuro que resaltaba la palidez de su piel y el brillo de su cabello. Sin saber por qué, se había encontrado siguiéndola a distancia, como si algo más fuerte que su propia voluntad lo guiara. La había visto cruzar los jardines, alejarse de las luces y los sonidos de la fortaleza, adentrándose en un rincón más tranquilo y apartado.
Ahora, oculto entre las sombras de un seto alto, Aemond la observaba en silencio. Ella estaba de pie junto a una fuente de mármol, su mirada fija en el agua que caía en un suave susurro. El reflejo de la luna en la superficie del agua iluminaba su rostro con una luz etérea, casi irreal. Aemond sintió una punzada en el pecho, una sensación que no supo identificar de inmediato. Era más que atracción, más que deseo. Era una conexión profunda, casi dolorosa, que lo impulsaba a acercarse a ella, a cruzar esa distancia que los separaba.
Finalmente, incapaz de resistir más, Aemond salió de las sombras, sus pasos resonando levemente en el suelo de piedra. Ella se volvió hacia él, sin sorpresa en su rostro, como si hubiera sentido su presencia desde el principio. Sus ojos, grandes y oscuros, se encontraron con los de Aemond, y en ellos, él vio una mezcla de curiosidad y algo más, algo que lo hacía sentir vulnerable y poderoso al mismo tiempo.
—No deberías estar aquí sola —dijo Aemond, su voz baja pero firme, resonando en el silencio de la noche.
Ella no respondió de inmediato. En cambio, lo estudió por un momento, sus labios curvándose en una sonrisa leve, casi imperceptible, que hizo que el corazón de Aemond latiera un poco más rápido. Finalmente, habló, y su voz era tan suave como la brisa que acariciaba sus cabellos.
—¿Y quién me protegerá si no lo estoy?
Sus palabras eran un desafío, un juego, y Aemond lo supo de inmediato. Era una mujer que no temía enfrentarse a él, que no se dejaba intimidar por su fama o por su rango. Había en ella una valentía silenciosa, una fuerza interior que Aemond encontraba profundamente fascinante.
—Yo lo haré —respondió Aemond, dando un paso adelante, reduciendo la distancia entre ellos.
Ella no retrocedió. En cambio, sus ojos se suavizaron ligeramente, y Aemond vio algo en ellos que lo desarmó por completo. Había calidez, una chispa de ternura que contrastaba con la dureza con la que él había aprendido a ver el mundo. Fue en ese momento que Aemond se dio cuenta de que estaba atrapado, no por sus palabras, sino por algo más profundo, algo que no había anticipado.
Él, que siempre había mantenido el control sobre sus emociones, sobre su destino, sintió que ese control se deslizaba de entre sus dedos. Quiso decir algo, cualquier cosa para recuperar esa sensación de seguridad, pero las palabras lo eludían. En lugar de eso, levantó una mano, sus dedos extendiéndose como si fueran a tocarla, pero se detuvieron a medio camino. El miedo al rechazo, a mostrarse vulnerable, lo frenó.
Ella lo miró, sin apartar la vista de sus ojos, como si estuviera desafiándolo a dar ese paso final. Aemond sintió cómo el peso de la incertidumbre se acumulaba en su pecho. Pero en lugar de retroceder, encontró una inesperada valentía dentro de sí mismo. Dejó caer la mano, pero no se apartó. En cambio, se permitió mirarla con honestidad, dejando que ella viera algo más que la fría determinación que solía mostrar al mundo.
—No tienes que temerme, Aemond —dijo ella en voz baja, y esas simples palabras rompieron la última de sus defensas.
No era el temor lo que lo retenía, sino la propia magnitud de lo que sentía por ella. Era un hombre acostumbrado a la soledad, a depender solo de sí mismo. Pero ahora, frente a ella, la idea de dejarse llevar, de confiar en alguien más, parecía aterradora y liberadora al mismo tiempo.
Sin saber exactamente cómo sucedió, Aemond se encontró a su lado, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo, podía oler el leve aroma a jazmín que emanaba de su piel. Sus miradas se cruzaron, y en ese instante, el mundo dejó de existir para ambos. Solo estaban ellos dos, en un rincón aislado de la Fortaleza Roja, compartiendo un momento que, aunque frágil, era más poderoso que cualquier otra cosa que Aemond hubiera experimentado.
El príncipe inclinó la cabeza ligeramente, sus ojos nunca dejando los de ella, buscando alguna señal de rechazo, pero no la encontró. En lugar de eso, ella inclinó su cabeza hacia él, cerrando el pequeño espacio que quedaba entre ellos, sus labios rozando los suyos con una suavidad que lo tomó por sorpresa. Fue un beso breve, casi casto, pero lleno de significado. Aemond sintió que todo lo que había contenido dentro de sí durante tanto tiempo amenazaba con desbordarse. Era un hombre atrapado entre el deber y el deseo, y por primera vez en su vida, deseaba dejar de lado el deber.
Cuando se separaron, ella lo miró con una mezcla de sorpresa y comprensión, como si también estuviera lidiando con emociones que no esperaba. Aemond, aún sintiendo el leve cosquilleo de sus labios, se apartó ligeramente, luchando por recuperar su compostura.
—Debes saber que esto... esto no es fácil para mí —confesó Aemond, su voz apenas un susurro.
—No tiene que ser fácil —respondió ella con suavidad, su mano buscando la suya y apretándola con una ternura que hizo que algo dentro de él se rompiera y se reconstruyera al mismo tiempo—. Solo tiene que ser real.
Esas palabras, tan simples y tan verdaderas, resonaron profundamente en Aemond. Había vivido toda su vida rodeado de expectativas, de la necesidad de cumplir con el legado de su familia, de ser fuerte, de no mostrar debilidad. Pero aquí, en la oscuridad de la noche, con ella, se dio cuenta de que había más en la vida que cumplir con un deber impuesto. Había espacio para algo más, algo que no había permitido que existiera en su vida: amor, o al menos, la posibilidad de él.
El tiempo pareció detenerse mientras permanecían allí, juntos en el silencio de la noche. Aemond, por primera vez, permitió que sus barreras cayeran por completo, permitiendo que ella lo viera, no como el príncipe guerrero, sino como el hombre que era detrás de esa.
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Nacimiento en carretera
No podía creer que mi camioneta decidirá fallas justo ahora me encontraba yendo hacia casa de mis padres pues mi madre era partera y quería que ella recibiera a mi bb . Las contracciones habían comenzado en la mañana leves pero seguidas lo que me dió indicio de que debería irme pues tenia un largo trayecto hasta casa de mis padres. Logré cargar lo necesario a la camioneta pues me quedaría unos dias luego del nacimiento y así emprendí el camino teniendo contracciones cada tanto y masajeando mi vientre que se encontraba duro el camino era solitario pues mi casa estaba asilada unas dos horas después ya me encontraba a mitad de camino mis contracciones eran más constantes y largas tuve que agarrar fuerte el volante durante la última -mmm uhhh vamos bb ahhh - fue bastante fuerte pude deducir que había entrado en fase de preparación. De un momento a otro comenzo a salir humo del motor. Tuve que frenarme a un costado y con mucha dificultad baje de mi camioneta logré abir el capo y pude ver qué el humo era del motor aparentemente se había recalentado lo que significaba que debería esperar un rato para poder seguir . Otra contracciónes me hizo apoyarme contra el costado y balancearme pues el bb estába cada vez más abajo. No tenía tiempo de esperar y no contaba con que alguien fuera a pasar dentro de poco comenze a asustarme pues estaba sola en medio del camino a punto de dar a luz como si necesitara reafirmarlo una fuerte contracciónes me hizo doblar mis rodillas y mis aguas se rompieron entre en pánico mi bb iba a nacer ahi y ahora no podía retenerlo. Cuando el susto inicial paso saque mi bolso del asiento de atrás y lo tire en la caja pues sería más cómodo poder acostarme ahí entre contracciones logre poner una colcha sobre la parte de atrás y acercar el bolso. Continúe apoyada contra la camioneta mientras las contracciones bajan al bb . - ahhh mierdaaaa vamos bb ayuda a tu mami mmmm- y finalmente llegó la sensación de querer pujar con mucho esfuerzo me subí a la camioneta y me apoya contra una de las paredes con los piernas bien abiertas cuando la contracciónes sedio metí mis dedos para ver qué tan dilatada estaba y si era prudente pujarPara mí alivio estaba completame dilatada y podía sentir a mi bb justo ahí así que en la próxima contracción puje con todas mis fuerzas no pude evitar gritar al sentir como la cabeza se abría paso en mi pobre vagina. Unos dos pujos más y va la cabeza finalmente salio por completo Con mucha dificultad decidí ponerme en cuatro patas apoyando así mis brazos al costado del vehículo pues sentia que sería más fácil unas cuantas contracciones más y finalmente pude sentir como se giraba y comenzaba a salir. Pide sentir como bajaba lentamente mientras yo hacía el máximo esfuerzo hasta que finalmente lo tuve en mis brazos era un niño. Saque las tijeras que tenía en el bolso y corte el cordon me quedé sentada un rato viendo a mi hijo. Solo podía esperar a ver la reacción de mis padres al verme llegar con mi bb en brazos.
#giving birth#birth denial#contractions#birth fiction#birth kink#pregnant#inconvenient birth#birth roleplay#pregnant roleplay
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Perdón señore latinotiktok pero necesito desahogarme un poquito. No se si les pasa que con amigues de estados unidos o europa de repente uno se fija en las quejas o en lo acostumbrades que están a un una serie de recursos que cosas tan simples como un corte de luz o ponerle rejas a las ventanas es como un concepto extraño. Hablé con alguien que tenía miedo que se le cortara la luz porque nunca le había tocado vivir uno y depende mucho de electricidad hasta pa la cocina o calentar agua y yo con perplejidad. como "entiendo eso apesta pero cómo que nunca has tenido que arreglartelas sin luz o agua"
Literal es esto
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El Sol y el Loto
En el vasto palacio de Tebas, rodeado de pilares de alabastro y jardines colmados de flores de loto, servía un hombre llamado Khepri. Era un sirviente devoto, asignado exclusivamente a la gran reina Ankhara, cuyo nombre era venerado como el de una diosa viviente. Su función no era simplemente atender sus caprichos; Khepri estaba allí para satisfacer todos sus deseos, ser su confidente, su sombra, su refugio. Elegido por su noble porte, su sabiduría, y una belleza que rivalizaba con las esculturas de los dioses, se le otorgó el privilegio y la carga de estar siempre al servicio de la reina.
El encuentro prohibido
Ankhara era joven pero poderosa, con un carácter firme moldeado por años de intriga política. Aunque el mundo la reverenciaba, la soledad de su posición la consumía en silencio. Khepri, siempre atento, se convirtió en el único que realmente la veía como mujer, no como símbolo divino.
Una noche, bajo el cielo estrellado del Egipto eterno, Ankhara lo llamó a sus aposentos, algo que jamás había hecho de manera tan personal. Estaba preocupada por los rumores de conspiraciones contra su reinado, y necesitaba a alguien en quien confiar. Khepri, arrodillado frente a ella, alzó la vista y vio lágrimas en los ojos de la reina. En un impulso audaz, tomó suavemente su mano y dijo:
—Mi reina, su fortaleza es como el Nilo eterno. Pero incluso el Nilo tiene momentos de calma. Déjeme ser su orilla.
Sus palabras encendieron algo en Ankhara, un calor que había creído extinguido en su corazón. Esa noche, hablaron hasta que el primer rayo de sol iluminó el desierto. Con cada palabra, cada mirada, sus almas se acercaron hasta que el amor floreció como el loto en las aguas sagradas.
El romance prohibido
Con el tiempo, su relación se convirtió en un torrente imposible de contener. Durante el día, Khepri era el sirviente leal, invisible para los ojos de los demás. Pero por las noches, en la intimidad de la cámara real, era el amante que la hacía reír, la escuchaba y la tocaba como ningún faraón podría haberlo hecho.
Ambos sabían que estaban jugando con fuego. Si su romance salía a la luz, Ankhara sería deshonrada, y Khepri sería ejecutado por atreverse a cruzar los límites de su estatus. Sin embargo, su amor era más fuerte que el miedo. Sus encuentros eran furtivos, envueltos en el perfume de incienso y el murmullo del viento que pasaba por las cortinas de lino.
La traición y el final trágico
Pero el palacio era un nido de víboras. Una noche, mientras Khepri abandonaba los aposentos reales, fue visto por un sirviente celoso. El rumor se propagó como un incendio, y no tardó en llegar a los oídos de los sacerdotes y los generales de la corte. La reina, al ser confrontada, negó la relación con vehemencia, intentando proteger a Khepri. Sin embargo, la evidencia era suficiente para condenarlo.
Khepri fue arrestado y llevado ante un tribunal compuesto por los sacerdotes de Amón. Su castigo fue la muerte por desmembramiento, un final diseñado para ser ejemplar. Cuando Ankhara intentó interceder, se encontró con la resistencia de su propio consejo, que amenazó con derrocarla si desafiaba las leyes divinas.
La noche antes de su ejecución, Ankhara logró colarse en la prisión. Allí, bajo la tenue luz de una antorcha, ambos se abrazaron por última vez.
—Te amo más que al trono, más que a Egipto —susurró Ankhara, con lágrimas en los ojos. —Y yo te amo más que a mi vida. Mi única pena es no haber podido darte más de mí —respondió Khepri.
Antes de que el amanecer llegara, se despidieron con un beso lleno de amor y desesperación.
El sacrificio de Ankhara
Al día siguiente, mientras Khepri era llevado a su ejecución, Ankhara hizo algo impensable. Vestida con sus galas reales, apareció ante la multitud y declaró:
—Si mi amante debe morir, yo iré con él. Un faraón sin amor es un faraón muerto en vida.
Las palabras de la reina causaron conmoción. Pero antes de que alguien pudiera detenerla, Ankhara tomó un cuchillo ceremonial y se lo clavó en el corazón. Khepri, testigo de su acto, gritó su nombre antes de ser llevado a la muerte. Ambos murieron por un amor que el mundo no podía aceptar.
El legado del amor prohibido
La historia de Ankhara y Khepri fue silenciada por la corte, pero los sirvientes y campesinos la transmitieron como una leyenda. Se decía que en las noches más tranquilas, sus espíritus se encontraban entre las estrellas, unidos por toda la eternidad. Su amor prohibido quedó inmortalizado en los susurros del viento que acarician los desiertos de Egipto, recordando a todos que ni siquiera las leyes de los hombres pueden apagar el fuego del amor verdadero.
"The Sun and the Lotus"
In the vast palace of Thebes, surrounded by alabaster pillars and gardens filled with lotus flowers, there served a man named Khepri. He was a devoted servant, assigned exclusively to the great queen Ankhara, whose name was revered as that of a living goddess. His role was not simply to attend to her whims; Khepri was there to fulfill her every desire, to be her confidant, her shadow, her refuge. Chosen for his noble bearing, his wisdom, and a beauty that rivaled the sculptures of the gods, he was given the privilege and burden of always being in the queen's service.
The Forbidden Meeting
Ankhara was young but powerful, with a firm character shaped by years of political intrigue. Although the world revered her, the loneliness of her position consumed her in silence. Khepri, ever watchful, became the only one who truly saw her as a woman, not a divine symbol.
One night, beneath the starry sky of eternal Egypt, Ankhara called him to her chambers, something she had never done in such a personal way. She was troubled by rumors of conspiracies against her reign, and she needed someone to confide in. Khepri, kneeling before her, looked up and saw tears in the queen's eyes. On a bold impulse, he gently took her hand and said,
"My queen, your strength is like the eternal Nile. But even the Nile has moments of calm. Let me be your shore."
His words ignited something in Ankhara, a warmth she had thought extinguished in her heart. That night, they talked until the first ray of sunlight illuminated the desert. With each word, each glance, their souls grew closer until love blossomed like the lotus in the sacred waters.
The Forbidden Romance
Over time, their relationship became a torrent that was impossible to contain. By day, Khepri was the loyal servant, invisible to the eyes of others. But at night, in the privacy of the royal chamber, he was the lover who made her laugh, listened to her, and touched her as no pharaoh could have done.
They both knew they were playing with fire. If their romance came to light, Ankhara would be dishonored, and Khepri would be executed for daring to cross the boundaries of his status. Yet their love was stronger than fear. Their encounters were furtive, enveloped in the scent of incense and the murmur of the wind passing through the linen curtains.
Betrayal and the tragic end
But the palace was a nest of vipers. One night, as Khepri left the royal chambers, he was seen by a jealous servant. The rumor spread like wildfire, and soon reached the ears of the priests and generals of the court. The queen, when confronted, vehemently denied the relationship, attempting to protect Khepri. However, the evidence was enough to convict him.
Khepri was arrested and brought before a tribunal composed of the priests of Amun. His punishment was death by dismemberment, an end designed to be exemplary. When Ankhara tried to intercede, she was met with resistance from her own council, who threatened to overthrow her if she defied divine laws.
The night before her execution, Ankhara managed to sneak into the prison. There, under the dim light of a torch, the two embraced one last time.
“I love you more than the throne, more than Egypt,” Ankhara whispered, tears in her eyes.
“And I love you more than my life. My only regret is that I could not give you more of myself,” Khepri replied.
Before dawn came, they said goodbye with a kiss full of love and despair.
The Sacrifice of Ankhara
The next day, as Khepri was led to his execution, Ankhara did the unthinkable. Dressed in her royal finery, she stood before the crowd and declared:
“If my lover must die, I will go with him. A pharaoh without love is a pharaoh dead in life.”
The queen’s words caused a stir. But before anyone could stop her, Ankhara took a ceremonial knife and plunged it into his heart. Khepri, witness to her act, screamed her name before being led to his death. Both died for a love the world could not accept.
The Legacy of Forbidden Love
The story of Ankhara and Khepri was hushed up by the court, but passed down as a legend by servants and peasants. It was said that on the quietest nights, their spirits would meet among the stars, bound together for all eternity. Their forbidden love was immortalized in the whispers of the wind that caresses the deserts of Egypt, reminding everyone that not even the laws of men can extinguish the fire of true love.
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Postales de la culpa
La casa de campo estrena visitas, es un grato reencuentro con amigos y los ánimos están por las nubes. La construcción misma coquetea con los nimbos en los días húmedos, enclavada al pie del cerro hace equilibrio entre la imponencia de la montaña y el paisaje que la altura obsequia a quien gusta columbrar las ciudades desde el atalaya de las sierras.
No me puedo ufanar de mayores destrezas en el arte del asador de carnes, lo mío es cumplir la misión, para lo cual pongo en juego toda mi abnegación, compromiso y responsabilidad. Todo el tiempo me invaden pensamientos que delimitan mi devenir conductual, tales como "la alimentación de toda esta gente depende de mi" o "la dicha momentánea de este conjunto de personas puede desvanecerse por mi causa", una incorrecta ignición, una deficiente manipulación de las brasas, un manejo prepóstero en el volteo de los cortes expuestos al calor pueden ser condenatorios.
Los niños revolotean como mariposas por toda la extensión de la propiedad, las mujeres preparan la mesa imaginando que la comida estaría próxima a servirse. Los hombres no se involucran en el asado fogoneado por otro, es una intromisión inexcusable que por convención no se discute, por lo que se dedican a entorpecer los quehaceres de las mujeres, criticar la manera de condimentar las ensaladas. y otros modos sencillos de molestar jocosamente.
Colindante con la casa hay un terreno desmalezado cuyo cuidador más notorio es un algarrobo adolescente de no menos de treinta años, escoltado por varios espinillos escuálidos aunque envalentonados por la prestancia de su capitán. El terreno contiguo es propiedad de un campesino pequeño ganadero al que todavía le queda optimismo para criar algunas vacas, cabras, cerdos y ovejas, las que cuenta por menor número de una decena de cada animal, aunque tiene sembrado y cosechado un ejército de gallinas ponedoras, con todo y sus gallos y pollitos que las persiguen, cada cual con su pretensión, por toda la extensión de la campaña.
Durante el último año transcurrido el avance en las obras de la casa ha sido continuo, se completaron las instalaciones de agua y de luz, aunque el paraje cuenta con servicio de energía eléctrica domiciliaria no sucede lo propio con el agua corriente, que todavía es provista por camiones cisterna.
Próximo gasto a afrontar: la construcción de un asador de material. Mientras tanto, los costillares y chacinados de hoy se preparan improvisando un espacio en la parte posterior de la casa colocando contra la pared algunas hojas de chapa y otras tantas a nivel del suelo sobre las que se encienden los carbones por el lado izquierdo y se asienta la parrilla a estribor para mejor trasladar las brasas encendidas.
Mi empeño viene dando los resultados esperados, pronto la carne esparcida en la parrilla estará a punto, los cortes de menor espesor están en condiciones de pasar a la fuente que se servirá en la mesa. El transporte de los cortes ya cocinados al salón del comedor implica abandonar la zona de influencia del asador, dejándola libre de todo contralor humano, aunque en todo momento hay animales a la vista que merodean el perímetro.
La primera bandeja con embutidos es celebrada con beneplácito, algunas hurras y bromas divertidas, todo con la brevedad que exige una urgente satisfacción del apetito general. La aceptación extendida al universo de paladares hizo aligerar la presión autoimpuesta, pocas cosas hay más gratificantes que contemplar el producto de nuestra industria siendo causa eficiente del disfrute de los seres queridos. Tuve algunos minutos de ensimismamiento placentero por causa del éxito casi asegurado, luego la materialización de mi buena obra me condujo a ser parte de los festejos, por lo que poco tiempo más transcurrió hasta el momento en que recordé que debía volver para recargar las bandejas con el resto de la carne asada.
Me dirijo de regreso a mi centro de operaciones, caminando en dirección a la parrilla, el humo torna surrealista la imagen que tengo delante de mis ojos: una gallina está literalmente trepada sobre los hierros calientes a la manera de los faquires hindúes, es evidente que el calor bajo sus patas está controlado por un gran poder de concentración, la mente y el cuerpo de la gallina están confabulados, focalizados en perfecta comunión para atrapar con el pico un trozo de vacío cuyo peso probablemente la exceda. A la vista está que deidades aladas han sido convocadas a efectos de proveer una fuerza incomprensible de otro modo, he visto pollos con hambre pero ninguno capaz de esta clase de prodigios.
Atónito, imposibilitado de procesar claramente la combinación de sentimientos hacia la gallina, admiración por una parte, indignación por la otra, emerge triunfante la última al advertir cómo había logrado salirse con la suya bajando al piso con todo y el buen trozo de carne. El riesgo cierto de dejar a los comensales sin uno de los cortes estrella de toda parrillada me hace reaccionar con vehemencia y agilidad.Un certero, furibundo y veloz puntapié aplicado sobre su bajo pecho logra que el vacío, aún jugoso, sea liberado del pico de la amiga de lo ajeno.
La susodicha salió corriendo a todo cacareo emulando una vuelta olímpica que abarca la zona de los corrales, el terreno de algarrobos y espinillos, el pozo de agua, la hamaca paraguaya, el portón de tejido, despertando la solidaridad de todas las criaturas que, siendo o no testigos oculares del incidente, quedaron atrapados por el monstruo de la novedad, cuando se esperaba una siesta como cualquier otra.
La primera circunferencia trazada en el recorrido del ave se cumple a velocidad de atleta, cuando la línea de su órbita pasa cerca de mi posición, la gallina fija su mirada directo a mis ojos, retirándola solamente cuando encuentra algún animal que se hace eco de su drama emitiendo el sonido que le compete a su especie.
La segunda vuelta se realiza al trote, aunque sin disminuir los aspavientos, repitiendo las artimañas y arengas que no tienen otro fin más que forzar la conmiseración generalizada, y sobre todo el de provocar la condena social de toda la flora y fauna comunal hacia mi persona.
Decido no conceder mayor importancia al asunto, si por la plumífera fuera debería detenerse el mundo allí mismo, rescato los cortes de asado que faltan de servir y me dirijo de regreso a interactuar con los humanos. Ellos seguramente comprenderán mi aflicción.
No me toma mucho tiempo comunicar los sucesos a todos los reunidos que se encuentran aún en plena interacción con el banquete puesto a su disposición. Mientras relato a los presentes, asomo mi cabeza por la puerta ventana que me permite observar lo que acontece afuera, la gallina prosigue su marcha elíptica, aunque ahora con paso de caminante, semejante a la disciplina deportiva que consiste en caminar a la mayor velocidad posible, lo que hace apreciar en sus cultores una curiosa manera de posicionar las caderas durante la carrera.
Entretenido por lo cautivante de la historia, al menos el interés de los oyentes así lo indica, ceso entonces de prestar atención a la escena exterior, en la que dicho sea al paso se advierte una tensa calma. Demasiado silencio para tratarse de algo bueno.
La más enardecida de mis amigas me acompaña a verificar la situación, la gallina se quedó parada debajo del algarrobo desde donde me mira con hierática ojeriza. Un séquito de pollos variopintos continúa con las vueltas en círculo no pudiendo contener la fuerza centrífuga que los mantiene en el exterior de la elipsis.
La amiga extrovertida vuelve con el grupo para agregar detalles de gracia, es evidente que está fascinada con el avance en tiempo real de esta anécdota, y sospecho que tiene expectativas de sorprendentes aventuras por venir.
Durante los minutos que quedo a solas -es mi sensación - a merced de los insultos en dialecto avícola, un gallo se suma a la intimidación por avistaje, me descubrió, me enjuició y pronunció su sentencia, yo soy el culpable de poner en riesgo su familia y quiquiriquí, quiquiriquí.
Atendiendo las recriminaciones vertidas al batir de cresta, descubro a la gallina sentada en posición de empollar, sin dejar ni un segundo de acusarme con sus pares. La atmósfera condenatoria se me hace difícil de sobrellevar, por lo que respondo al llamado de mis amigos que demandan un reporte actualizado de noticias. Todo lo relatado es motivo de pasmo y regocijo, algunos ya notan cierta turbación de ánimo en mis maneras.
Todos los comensales satisfechos de la comida principal, los niños incontenibles en su deseo de abandonar el lugar cerrado para irse a jugar a campo abierto. Ni la tentación del helado próximo a servirse logra sosegar a los diablillos que bajan con la firme intención de molestar a unos potrillos que andan deambulando en las cercanías.
Ya debería olvidarme del tema de la gallina, no lo consigo, miro mi pie y no concibo contar con un poder suficiente de impacto en la patada que pueda ser causa de daño considerable en ningún ser vivo.
Saboreo el postre con el paladar libre de sugestiones, el gusto del asador ya está inducido por los olores de la cocción, el humo, el fuego, la grasa derritiéndose, el sonido de la carne que brama por la acción de las brasas.
Luego de transcurridos algunos minutos, recuerdo que debo apagar las cenizas para evitar cualquier riesgo de incendio. Mi esposa y mi amiga, con la curiosidad ya instalada, me acompañan menos para ayudar que para enterarse sobre el estado de la gallina. Esta se encuentra donde la última vez, bajo el algarrobo, pero recostada. Mueve sus patas como si soñara caminar. A ciertos intervalos de distancia en su caminata onírica alternaba un movimiento que equivaldría al de un salto con posterior aterrizaje suavizado por el característico aleteo.
Segundos, terceros pollos y siguientes puestos de rezago se desbandan de la pista como respondiendo a un llamado de asamblea. La cosa se puso seria, la pintoresca comicidad de lo acontecido deja paso a la preocupación. La gallina va de mal en peor y todos parecen notarlo. Una congregación de ponedoras indiscretas, doble pechugas santiguadoras, gallos púberes y algunas lechuzas curiosas aparecidas de sabe uno dónde se instalan en las proximidades de la convaleciente.
No atino a desaparecer de esta escena, no puedo decidir si debo retirarme o permanecer en mi lugar siendo testigo de la extrema unción de mi propia víctima siendo practicada por el gallo, a quien ya mi imaginación de duermevela hace aparecer vestido con dalmática rojinegra.
"Si tu mano derecha te hace caer en pecado, córtatela y échala lejos de ti, es mejor que pierdas una sola parte de tu cuerpo, y no que todo tu cuerpo vaya a parar al infierno", recordé esta frase del evangelio, y de manera automática miro de reojo la punta de mi pie, miro haciéndolo responsable de todo, luego elucubro alguna manera de exonerarlo, me baso en la literalidad de las escrituras, la mano es más consciente del peligro de pecar que el torpe pie, quiero hacer a este último inimputable e inamputable.
El fatal desenlace no tarda en caer, no hay milagro, no hay justicia en los designios del destino, le pese a quien le pese la gallina paró la pata para no moverla nunca más. El cortejo de animales permanecen junto a la difunta con los ojos entrecerrados, como izando una bandera a media asta. Los humanos presentes salieron de su refugio para asistir con ojos grandes al funeral menos pensado.
El escozor es total, fulminante. Por la noche cuando no queda ningún deudo presente, mi amiga, con la lucidez y el arrojo que la caracteriza, sortea los alambrados que separan el patio con el terreno donde se produce el deceso para rescatar el cadáver e introducirlo en una caja de cartón que luego sella y coloca dentro una bolsa plástica. Decidimos no dejar huellas de la desaparición forzada de uno de los tantos ejemplares que producían frutos al granjero vecino, al que de otra manera habría que darle las explicaciones del caso.
La desazón que me ocasionó esta experiencia todavía carcome mis días. Sin éxito intento deslindar mis culpas, solamente me queda encomendar esperanzadamente al tiempo que se erija en instrumento de mi sanación ética. Cuando poco a poco voy logrando progresos en este sentido, una noticia sacude mi atención: El granjero debió sacrificar a un perro callejero que estaba comiendo sus gallinas. No es una, son dos vidas que me cobrará San Pedro a quien, rogando por su intercesión, ni la vista podré elevar.
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Aguas vivas (PARTE 1)
El islote se alzaba como una gigantesca y deforme columna de piedra cuyos bordes eran acariciados por la espuma de las olas. En algunos puntos aparecían verdes salpicaduras de hierba, o blancos puntos florales, pero nada mayor que eso. Las gaviotas se reunían en su cresta y desde allí lanzaba desesperados trinos antes de lanzarse a volar sobre la superficie de las aguas en búsqueda de peces.
Entre las blancas explosiones, sorteando las filosas rocas en las que yacían varios naufragios, podía advertirse el extremo de un boquete. La mayor parte de este se encontraba sumergida. Algo nadó con la corriente y se filtró por la abertura para adentrase en una enorme caverna. Tenía forma de cono, con una pequeña isla en el centro rodeada por aguas repletas de peces y tiburones cuyas negras siluetas se veían a través de la superficie.
De las altas paredes brotaban balcones de piedra ocupados por objetos diversos: el cráneo de una ballena, un barco casi intacto, cofres repletos de ostentosos tesoros que resplandecían bajo la luz que se filtraba por los agujeros que hacían de ventanas. Velas de barcos con diferentes dibujos y colores colgaban como tapices, cañones y balas, redes de pesca, el caparazón de una tortuga tan grande como un barco. La pieza más tétrica de todas, las fauces de un tiburón capaz de devorar a dicha tortuga.
Una columna de agua se elevó como lanzada por la ira de un volcán y quedó suspendida por varios segundos cerca de la islita. Fue ganando forma, se dividió en un torso, dos brazos y una cabeza. El agua perdió su apariencia liquida hasta convertirse en una especie de gelatina temblorosa. Su aspecto turbio le dio lugar a uno más sereno hasta tal punto que se volvió casi transparente. Manchas de colores empezaron a brotar en su superficie y se extendieron sobre ella a la vez que ganaba más y más densidad. El agua dejó de serlo y en su lugar se convirtió en piel, cabello y escamas.
La parte humana era la de una joven de cabello rubio con corte bob enmarcando un rostro de mentón delicado. Grandes ojos tan grises y relucientes que parecían plata pulida y cejas delgadas que le daban a su rostro un toque de elegancia. Desde su cuello gruesas escamas de un violeta oscuro formaban un vestido sin mangas que corría hasta el agua para perderse en esta. Podía vérselo enroscado bajo el agua de la cueva en una larga cola. Su extremo asomaba del otro lado de la islita, como dos largas y ovaladas aletas caudales transparentes como el cristal.
A lo largo de su cola brotaban otras aletas similares a las de un pez betta, del mismo color que el vestido pero rojas en las puntas. Se mecían en el agua como los pliegues de un vestido. Más surgían de su espalda, y otras más pequeñas iban de los hombros hasta los codos. Sin embargo estas últimas eran casi transparente y daban la impresión de ser un chal tan delgado que flotaba a su alrededor en la brisa que entraba por las ventanas.
De ente todos sus rasgos, sin embargo, el más asombroso era su tamaño. La mitad humana parecía ser de unos quince metros. Su cola superaba los treinta y alrededor de ella nadaban tiburones de cuerpos plateados y cabezas monstruosas. Los escualos no se atrevían a atacarla, pero tampoco mostraban temor por su presencia. De la misma manera, para ella no eran más que otros habitantes de las profundidades. Lo que tenía entre sus manos, en cambio, si era objeto de toda su atención y fascinación.
Una extraña criatura como nunca había visto en toda su vida en el mar dormía entre sus dedos. Era similar a ella con la notable diferencia de que no tenía cola, sino dos largas cosas que no supo nombrar. Su piel estaba tostada por el sol, y su cabello era de un castaño tan claro que rosaba lo anaranjado. Usaba las mismas ropas que en ocasiones había visto entre los naufragios. Recordó los esqueletos que en más de una ocasión había descubierto en lo profundo, entre los restos de los barcos. “¿Qué pez más extraño?”, había pensado al principio, pero pronto unió los puntos y entendió que así deberían verse los esqueletos si conservaran la carne. Por lo tanto, aquello que tenía en sus manos era un humano, un morador de la Frontera Seca. Una de leyendas, culpable en el pasado de realizar los actos más terribles junto con las maravillas más surrealistas.
Lo había encontrado antes del amanecer, cuando nadaba sobre las olas bajo aquella oscuridad pálida que precede la salida del astro. Un repentino fulgor llamó su atención y al dirigirse hacia éste, se topó con un navío que era consumido por las llamas a gran velocidad a la vez que se hundía. Era una pena, el fuego destruía todo y no dejaba nada que pudiera agregar a su colección. Ya iba a retirarse cuando vio el pequeño bote que se alejaba con lentitud de aquella destrucción.
Lo alcanzó con un par de aleteos y se alzó sobre este para ver su contenido. Fue ahí que se topó con la criatura. Inconsciente, pero a simple vista intacta. Nunca había llevado algo vivo a su caverna, pero aquella era toda una novedad. La envolvió con cuidado entre sus manos antes de lanzarse al agua de espaldas, levantando grandes olas. Fue ahí que se convirtió en agua para viajar más rápido y mantener segura su nueva adquisición. Esta se encontraba a salvo dentro de una burbuja hecha con el aire que había dentro del cuerpo de la giganta.
Lo depositó en el lugar de honor de su caverna. La islita que se elevaba a unos cinco metros del agua. A orillas de esta se alzaban árboles de coral de numerosas y delgadas ramas; sus raíces se derramaban hasta caer al agua formando una jungla espesa y colorida que funcionaba como santuario para los pequeños peces. El centro se hallaba ocupado por una almeja gigantesca, abierta y exhibiendo su carne rojiza. Sobre esta depositó a la criatura, aquella sería una cama suave y más importante segura, pues el animal estaba muerto. Solo evitaba la descomposición gracias a un ungüento que ella le había aplicado el día que la agregó a su colección. La perla aguardaba en uno de los balcones, le gustaba jugar con ella entre sus dedos cuando se sentía tensa o necesitaba meditar sobre algún asunto.
Lo mejor hubiera sido dejar descansar a la criatura, pero su curiosidad pudo más que ella. No conocía tierra firme, pero sabía que ese ser provenía de ahí. Por eso su primera indagación fue acerca de los apéndices que debían servirle a la criatura para desplazarse en tierra. Tomó con delicadeza cada extremo de estos y los manipuló con delicadeza. A los lados la movilidad era limitada, pero al llevarlos hacia adelante se encontró con que eran mucho más flexibles.
—Así ¿O así? No, así.
Empezó a realizar movimientos cada vez más rápidos, fascinada por la forma de desplazarse que esa criatura tenía. Desde luego, era un avance demasiado hipotético y necesitaría una prueba real de lo que podía hacer. De momento solo podía decir que no avanzaba de lado como los cangrejos a pesar de que sus apéndices eran los más parecidos que conocía. Tanta era su curiosidad que olvidó la fragilidad de ese cuerpecito, sacudiéndolo en una especie de juego descabellado e impredecible. Si hubiera ejercido un poco más de presión, los pies se habrían convertido en manchas rojas sobre las yemas de sus dedos. Tampoco se percató de que el repentino ajetreo estaba reanimando a la criatura.
Él despertó, se estremeció y alzó la vista al cielo por reflejo. Sus ojos entrecerrados no tardaron en abrirse. Una expresión de terror se dibujó en su rostro mientras lanzaba unos gritos que le indicaron a ella que lo había despertado.
—¡Oh, no! ¿Lo habré lastimado?
Dijo al tiempo que soltaba las piernas y contemplaba al humano con preocupación. Este se incorporó a medias y empezó a arrastrase sobre su espalda en un intento de alejarse de ella. Cuando empezó a flexionar las rodillas para poder usar las piernas es ese maltrecho avance, ella alzó sus cejas sorprendida y lanzó su enorme rostro sobre él.
—No esperaba que fuera así como te desplazabas.
Tener ese rostro tan cerca de repente era malo de por sí, pero ver los movimientos de su boca cuando hablaba fue peor. Vio los dientes los poderosos dientes que eran capaces de destrozar su pequeño cuerpo y recordó de inmediato las historias de los viejos marinos sobre las aguas vivas. Si querían comerte y lograban atraparte ya no había nada que hacer salvo pedir la muerte menos dolorosa.
Las lágrimas se derramaron por sus ojos para recorrer sus mejillas pálidas mientras maldecía el momento en que decidió convertirse en grumete. Aquella era una salida rápida a la vida de vagabundo. Entregarse a un orfanato con su edad y en aquellos tiempos significaba ser comprado por alguna compañía que necesitara mano de obra barata para las minas. El mar le ofrecía una alternativa y un futuro en el que no terminaría con los pulmones llenos de polvo tóxico. Las posibilidades de encontrarse con un agua viva no eran muchas dentro de las rutas comunes. Pero una tormenta los había llevado más allá de la seguridad del territorio.
Un dedo de la criatura se colocó junto a su mejilla recogiendo varias lágrimas. Ella las acercó a uno de sus ojos y las examinó con cuidado. Él aprovechó el descuido para mirar rápidamente a su alrededor buscando una ruta de escape. Pronto comprendió su realidad.
—No creí que estuvieras hecho de agua.
— ¡¿Por qué nací con esta suerte?!
Su grito desesperado la hizo formar un círculo casi perfecto con la boca.
— ¿Puedes hablar? ¿Entiendes lo que te digo?
— Si va a comerme hazlo de una vez y deja de jugar así conmigo. Solo te pido que no me devores vivo.
Se dejó caer en la islita y cerró los ojos con fuerza para no ver lo que sucedería. Había decidido entregarse a su destino sin oponer más resistencia.
— No te pido mucho. A cambio de ese poco de misericordia puedes darte un festín con mi carne, criatura.
Sintió unos dedos que lo tomaban por el hombro de su camisa y lo alzaban por los aires. Allí, suspendido solo por los caprichos de un ser tan terrible como aquel, se dio cuenta de lo pequeños que eran todos los humanos de Avarquia. Las aguas vivas no podían ser seres comunes, tal vez aquellos cultos del este tenían razón y ser devorado por ellas solo era una forma de trascender a otro estado de la materia. Ser asimilado y convertido en una parte más de una multitud de consciencias que recorrían los océanos de su mundo sin temor a nada. Ningún peregrino había regresado de sus barcos rituales para corroborarlo.
— ¿Quieres ser devorado?
Abrió los ojos y contempló el rostro que lo observaba con calma, ligeramente de lado y con la sombra de una sonrisa.
— ¿Por qué querrías eso?
— Es lo que vas a hacer. Lo sé. Es lo que ustedes hacen.
— Yo no…
Hubo una ebullición en la cueva tan repentina que forzó a la giganta a voltear en su dirección. Supo lo que estaba pasando y por reflejo cerró su mano alrededor del humano. Lo sintió estremecerse entre sus dedos pese a que no uso demasiada fuerza. La pobre cosita debía estar muerta de miedo y podía imaginarse la razón. Por desgracia no tenía tiempo de esconderlo en los balcones, estaría más seguro cerca de ella. Acercó al hombro izquierdo el puño del que sobresalía su cabecita y le habló con la mayor clama que pudo.
— No digas nada. Te mantendré a salvo. Y tienes mi palabra de que no voy a comerte. Nunca lo haría.
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Eeeey, holi
Podrías darnos algunos datos “cotidianos” de Roman? (Gustos, disgustos, curiosidades), es para unas cositas que voy a hacer 👉👈
holiiii gracias por darme una excusa para hablar de mi niño uwu<3
Nota importante: Román casi no sale de Industrias Varmitech (en mi headcanon tanto las oficinas como la fábrica donde se crean los robots es el mismo lugar, una gran zona industrial llena de maquinaria y edificios conectados todos entre sí)
Gustos: -Leer los chismes de los zachbots. Como están todos conectados a la misma red es igual a un chat grupal -Antropología -Observar. Suele conectarse a las cámaras de seguridad y ver humanos y robots hacer sus vidas (igual a ver hormigas) -Videojuegos. Si requiere precisión o tiempos rápidos de reacción mejor. Nada de mundo abierto, no tener un objetivo fijo es agobiante (o sea que por ejemplo no jugaría minecraft a menos que fuera con alguien más que le diera órdenes)
Disgustos: -INSECTOS. Hormiga, mosca, araña, lo que sea, si cruza su rango de visión se disparan sus alertas y entra en modo escape. -No tener el control de las cosas -Reuniones de trabajo. Al ser la cara de Industrias Varmitech es invitado a galas y eventos. Horas de adultos ricos presumidos no es su idea de diversión… Se mantiene en una esquina en modo suspendido hasta que pueda retirarse sin ser maleducado. -Aire. En específico esas ráfagas de viento que hacen ruido -Tormentas. Tiene que estar al pendiente de que un rayo no corte la luz y le estresa estar vigilando eso en vez de hacer cualquier otra cosa -Odia cualquier articulo de ropa que revele algo más que sus manos y cara -La luz del sol. No tiene una razón lógica, nomás no le gusta, muy brillante
Curiosidades: -El miedo a los insectos se debe a que, si uno llegase a meterse entre sus piezas, provocaría un severo daño. Mas vale prevenir que lamentar. -También debido a esto, el miedo es la primera emoción que pudo sentir. Y la que más odia. -Puede ingerir líquidos. -Su bebida alcohólica favorita es una mezcla de whisky y jägermeister (sin hielo) -Dulce favorito son bombones de chocolate negro con licor -(le gustan los sabores fuertes) -Siempre busca la forma de sacarle provecho a todo. Esto hace que no pueda apreciar la vida por lo que es, sino por el valor que pueda sacarle (está en proceso de desaprender esto) -Se usaron muestras de la voz de Chris para hacer la voz de Román.
y mi dato favorito: Puede emborracharse. Al beber, el líquido entra entre sus circuitos. La solución para evitar un cortocircuito es elevar su temperatura y evaporar todo. Funciona con agua, pero con el alcohol no logra llegar a una temperatura suficientemente alta para eliminarlo, por lo que logra integrarse en su sistema y, pues, emborracharlo
tiene sentido? probablemente no me importa? no qué sucede cuando Román se emborracha? se pone feliz :D se tambalea, canta, baila, actúa como cualquier adolescente y lo mejor es que no tiene resaca!
no lo hace seguido porque no tiene gracia beber solo jejeje
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Las imágenes de la destrucción que dejó en Acapulco el huracán Otis
El huracán Otis, uno de los más fuertes que se haya registrado en el Pacífico mexicano, dejó al menos 27 personas muertas y cuatro más desaparecidas.
26 de octubre de 2023.- La tormenta, que tocó tierra como ciclón de categoría 5, golpeó el estado de Guerrero, en especial a la ciudad de Acapulco, con vientos sostenidos 260 km/h y rachas de hasta 315 km/h, lo que ocasionó destrozos en infraestructura, así como daños del sistema eléctrico, telefonía e internet.
Los comercios sufrieron daños en sus fachadas y saqueos tras el paso del huracán. Barrios de Acapulco resultaron anegados por el desbordamiento de ríos y arroyos.
El gobierno ordenó el despliegue del Ejército, la Marina y la Guardia Nacional. Un convoy que transportaba ayuda humanitaria partió de Ciudad de México por tierra debido a que el aeropuerto de Acapulco también resultó afectado.
Otis pasó en pocas horas de ser una tormenta tropical a un huracán de categoría 5 para tocar tierra durante la madrugada del miércoles en la costa del estado Guerrero, en el suroeste del país, como el ciclón más potente que haya golpeado a la costa Pacífica de México desde que hay registro, incluso más que el intenso huracán Patricia, de octubre de 2015.
Acapulco tiene cerca de 800,000 habitantes, según los últimos datos oficiales. A ellos se suma una población flotante de miles de turistas que acuden al destino por los atractivos de sus playas y su diversión nocturna.
La gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, calculó que Otis provocó destrozos en 80% de los hoteles de Acapulco e informó que las autoridades trabajan para restablecer la electricidad y reactivar las bombas de agua potable en la zona.
La compañía eléctrica estatal mexicana, CFE, tenía a más de 1,300 empleados trabajando para restaurar el suministro de luz, dijo el miércoles por la noche, cuando unas 300.000 personas permanecían sin electricidad
Al respecto, el presidente Manuel López Obrador anunció que el gobierno va a apoyar a hoteleros y comerciantes para resarcir los daños y volver a reactivar el turismo en la zona.
Por su parte, la secretaria de Seguridad, Rosa Rodríguez, detalló que el ciclón causó el colapso de 50 torres de alta tensión en la zona afectada, que sigue parcialmente incomunicada.
Edificios de apartamentos y hoteles quedaron destrozados.
Una de las avenidas principales de Acapulco.
Se registraron saqueos en los supermercados y otros comercios. Algunos buscando alimentos. Otros aprovechando el caos.
La prensa local calcula un millón de personas afectadas: incomunicadas, sin agua ni comida.
Las ráfagas de vientos hicieron volar los muebles de los departamentos y los hoteles, que terminaron desperdigados en el asfalto
Las lluvias asociadas al huracán Otis provocaron el desbordamiento de los ríos Papagayo, Balsas y Truchas, así como unos siete cortes carreteros por deslaves en la Autopista del Sol, de acuerdo con la prensa local.
Las calles amanecieron cubiertas de carros, muebles, animales muertos, árboles y anuncios.
Cortesía BBC News | Mundo
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SUMMER´S LOVE
Pareja: Helion x fem!reader
Sinopsis: Calliope es prima del Alto Lord de La Corte de Verano, y una princesa de Verano. Cuando la amenaza cae sobre el continente y deben liarse, a ella solo le preocupa una cosa.
Parte: I, II, III, IV
El suelo de piedra blanca limada sonaba bajo sus pies. Pasos constantes, dirigidos a un solo lugar de aquel enorme espacio decorado. Había estudiado todas las Cortes, pero sin lugar a dudas Amanecer sabía cómo hacer las cosas bien. Desde mantenerse a un lado en todos los conflictos hasta construir los mejores espacios y con los mejores materiales. Que supiera todo aquello no significaba que tuviese una escusa para su...tardanza.
"Por todos los dioses".
Maldecía internamente. El vuelo de su ropa al menos contrastaba con el calor del verano en el continente. Su frente sudada, piel perlada y bronceada por sus constantes encuentros con los rayos del sol sobre ella. Podría haber jurado que todavía apestaba a sal marina y sentía el roce de la arena en cada hueco de su cuerpo. Aceleró el paso por el largo y amplio pasillo color blanco, decorado con flores de vivaces colores y algunos emblemas de la Corte Amanecer. Neutrales, pero no tontos. Sabían hacer una buena propaganda incluso sin darse cuenta. Los espacios por los que entraba la luz nacaradas del exterior deslumbraban. Y dolían a modo de lo que significaba aquel acontecimiento como ese. Por fin lo vio. El final del pasillo, unas enormes puertas hasta el techo de cristal que no dejaban ver lo que acontecía al otro lado. Una sonrisa le llenó el rostro de pura dicha. La mala noticia era que su hermano estaba ahí, esperando, y con los brazos doblados a sus espaldas. Varion no reflejaba emoción alguna a excepción del golpeteo contra el suelo de su pie. Sabía el significado de esa reacción. Si algo torcía sus planes, se enfadaba pero no lo exteriorizaba por su papel como heredero. También podía deberse por algo que su hermana mayor y ella supieran. ¿Podría maldecir otra vez?
-Llegas tarde.
-Lo lamento -se disculpó, deteniéndose a su lado.
Varion no dijo nada. No hizo falta. Otra maldición.
Los dos entraron, cruzando el arco de aquella enorme puerta. Dos guardias de Verano se posicionaron a sus espaldas. Cómo no, todo formalidades en un espacio desconocido rodeados de posibles enemigos. Fácilmente reconocible, su hermana y primo vestían sus mejores galas al puro estilo de su Corte sentados cada uno en un sillón. Entablaban una conversación, pero se detuvieron cuando ambos cruzaron y caminaron hacia ellos. Rodeados de altos lores y sus guardias... Vaya escena. Los asientos en los que cada lord y acompañantes se sentaban eran de un color, envolviendo un estanque de aguas claras iluminado por grandes ventanales por los que entraba la luz de los mejores anocheceres. Cómo no. Notó un cosquilleo en sus dedos solo con imaginar las posibles especies que vivían en esa Corte. ¿Serían las mismas que en la suya? Solo con pensarlo un dulce nerviosismo se instalaba en su pecho.
Su hermano y ella se acercaron a los miembros presentes de Verano. No pasó desapercibido cómo una fae rubia de gran belleza y vestido rojo se abrazaba con una unos centímetros más pequeña y de belleza fría antes de retirarse a sus respectivos asientos. Los rodeaban lo que intuyó que eran las Cortes de Invierno y de Noche. Recordó los rubíes de sangre por la traición en su Corte, y pareció que su hermano también. Pero ni los miró.
-Llegas tarde -repitió, pero esta vez su primo. Bajo los atentos ojos de otros lores y sus acompañantes, solo se sentía diminuta y una molestia más al asunto. Solo esperaba no haber interrumpido nada... Tarquin llevaba la corona de flores, por lo que era una reunión plenamente formal y no una celebración cualquiera.
Cresseida examinó su ropa. No era la ropa de una princesa, pero sí formal. Dentro de los estándares de Verano. Para los demás... No pudo evitar sonrojarse o pasar vergüenza. Era una mirada significativa. Casi se arrepintió, pero el haber llegado tarde tenía un motivo. Uno bueno.
-Estaba visitando a madre -se recogió un mechón de pelo tras la oreja. Tras eso, se inclinó hacia el asiento y le acarició la mejilla con los labios.
Tarquin la miró de reojo, pero acabó haciendo un gesto con la mano a modo de finalizar la conversación.
-¿Oliendo a sal?
-Había un animal atascado en la cala real. Necesitaba ayuda.
Hablaba de su madre, pero no la de ellos. Solo compartían sangre por sangre, un príncipe de Adriata hermano del anterior Alto Lord. Cuando se volvió a casar, ella nació a los pocos años como la hija menor y nueva princesa de Adriata. Pero sus hermanos ya tenían más años que ella y no querían jugar con ella. Así que su atracción por el mar fue más una forma de distraerse que una opción. Al menos, acabó encantándole. Calliope se retiró hacia el asiento a la izquierda libre al lado de su hermana. Al lado de uno de los guardias de otra Corte. Estos estaban de pies con sus uniformes y...peculiares atuendos. Cresseida le negó con la cabeza, al mismo tiempo que intentaba ocultar la sombra de una sonrisa con el gesto de apartarse un mechón de pelo blanco. Una peculiaridad de la Corte Verano.
Se frotó las manos en la ropa, e intentó no darle más importancia ya sentada en su sillón. Se dedicó a observar a los Altos Lores y a sus acompañantes a medida que iban llegando, con mucho cuidado. Al menos, eran perceptibles con solo echarles una ojeada. La Corte Invierno iría siempre abrigada aunque estuvieran a treinta grados por orgullo y representar a su hogar. Eran sin duda de los más llamativos, solo superados por los llamativos cueros y alas afiladas de la Corte Noche. Casi le dieron ganas de inclinarse a su hermana si era posible eso, más teniendo en cuenta el repentino cambio de apariencia del Alto Lord oscuro.
La Corte Otoño funcionaba por cómo eran más que por los derechos que deberían tener sus súbditos. De todas formas, meterse en su política era como darles permiso a husmear en la de su primo, y en la que en un futuro su hermano sería para gobernar. Inconfundibles melenas pelirrojas y ojos altivos y crueles era lo que les resumía. A excepción de Lady Otoño, cuya mirada era más... Una constante agonía y sufrimiento, sepultado con capas hacia lo que le decía su hijo mayor. ¿Eris era como se llamaba? No lo recordaba bien. Pero sí notaba la falta de uno de sus uno. Uno que había renunciado a sus derechos hacía ya muchos años y pasado a otra Corte. El pecho de Calli se estrujo de tristeza. ¿Cómo podría no sentirse mala por ella cuando esa Corte era de las peores? Solamente superada por la Corte de las Pesadillas, forma en la que se conocía a la Corte Noche por su...brutalidad al tomar decisiones.
-No he llegado tarde. Faltan dos -le dijo a Cresseida.
Esta solo pestañeó.
-Para nosotros, sí -respondió, sin dudar. Algo la hizo vacilar-. Pero no, tú no eres la que llega tarde.
-Primavera y Día.
-Casi. Pero sí.
Cresseida lanzó una mirada por encima de ella, hacia los guardias que mantenían las cabezas al frente
-Primavera es un cobarde entre tú yo -comentó, bajando la voz, con cuidado en sus palabras pero mortal como una daga-. Si yo fuera él, tampoco me atrevería a meter las narices en esto después de todo lo que se rumorea de su Corte -una sonrisa cruel le cruzó el rostro-. Un hombre sin personalidad.
Su traición había llegado a todas las Cortes. No era un misterio que cada personaje de los presentes guardaran una opinión personal acerca de la Corte traidora pero no la dijeran por decoro. Si bien no estaban ahí para guardar las formalidades.
-Día está aquí. Dado que faltaba un miembro de una Corte, estaban hablando -Cresseida se miró sin preocupación las uñas , antes de cruzar las piernas y girar la cabeza para mirarla-. Cuidado con tus lados, hermana.
Calli arrugó el rostro. Debía referirse a los guardias a sus lados, que rivalizaban en apariencia con los guardias de Verano. No necesitaban protegerse, pero algunas Cortes tomaban a sus guardias como miembros de su pequeña Corte y consejeros. Noche parecía seguir ese protocolo dadas las últimas visitas... Y ahora Amanecer también, aunque no tuvieran un asiento propio.
Si le hubiesen preguntado si conocía a cada Alto Lord, su respuesta habría sido la verdad. No la mentira, que se retorcía como las columnas que sujetaban los altos techos de aquel espacio. Conocía a algunos, sí, pero no a todos. Al Alto Lord del Invierno lo acababa de conocer, pero conocía a los hijos de Otoño de hacía ya unos cuantos años. Antes del cautiverio en Bajo la Montaña. Los miembros de Noche habían hecho una pequeña visita hacía unos meses a su Corte, y acabado como había acabado. Primavera... Suponía que no lo haría nunca. Amanecer siempre era agradable verlo para discutir alianzas. Pero dado que las Cortes Solares tenían una alianza igual que las Cortes Estacionales, era probable que unas se llevasen mejor con sus aliados.
Lo que se resumía en que cada uno tiraría hacia sus intereses en vez de buscar un acuerdo común. Calli se colocó en el asiento, fijándose en cómo cada Corte comenzaba a colocarse adecuadamente. La reunión iba a empezar ya. Su primo hizo lo mismo endureciendo la mirada.
Sería una reunión complicada.
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Una de las razones por la que no había formado parte de la Corte de Verano antes había sido por deseos de su madre de mantenerla alejada, solo para algunos actos formales en los que tuviera que verse a la familia real. Su padre también lo quiso así, por lo que se le permitió vivir en parte alejada en parte cercana a la Corte. Hasta que Tarquin ascendió a Alto Lord y la Corte de Verano acabó subyugada a Amarantha.
Entre esos cincuenta años, ella se mantuvo al cargo de la Corte de Verano como pudo para evitar que cayera en la ruina al formar parte de lo que quedaba de la familia real no llevada Bajo la Montaña. No pudo evitar las ruinas que quedaron destruidas con el levantamiento de pequeños ejércitos de Verano, Invierno y Día. Ese parecía ser el tema principal, y cómo el Alto Lord de Noche resultaba haber sido un santo cuando calmaba la ira de Amarantha acostándose con ella. Las constantes vejaciones de Beron empezaban a ser aburridas, incluso para su hermano cuya elegancia nunca se desvanecía. Cresseida ya había apoyado la espalda contra el asiento cuando Thesan alzó un brazo y todos se detuvieron, sorprendidos.
Corte de Amanacer. Neutrales. Su territorio. Ahí él tenía más poder que cualquier otros. Y más como anfitrión.
-Dado que estamos perdiendo los papeles, opto por un descanso antes de que esto se vuelva...incómodo para todos.
Nadie pareció oponerse. Beron se recostó en un asiento con una sonrisa repulsivamente victoriosa, mientras que sus hijos sonreían como arpías hambrientas de sangre. O de lo que quedase, como los perros que eran. Rhysand y sus camaradas apenas se movieron mientras los demás se levantaban y caminaban. Tarquin y Varion se acercaron a Thesan, de la Corte Amanecer, y Cresseida y ella se mantuvieron al margen. No porque no tuvieran con quien hablar, que también, pero más por situación tensa de todas aquellas acusaciones.
Hablar de la guerra conllevaba a las consecuencias. Beron había decidido sacar a la luz lo que hacían con las muchachas jóvenes en la guerra y lo que les gustaba hacer a los soldados con las más jóvenes. Muy detallado. Cresseida se había tensado y su primo había tenido que llamarle la atención para que detuviera ese tema. Incluso el recién aparecido Alto Lord de la Corte Primavera se había sacudido con eso.
-Deja de revolverte.
-Sé que podrían discutirse este asunto sin nosotros. Sin mi -recalcó su papel en la estancia como un mero adorno para representar una familia y su rol
Cresseida se inclinó hacia ella como si la estuviera regañando su madre. Definitivamente el papel de hermana mayor de tres le sentaba bien.
-Somos importantes. Tú también -le dio la impresión de que iba a agarrar su mano, si bien demostrar sus emociones en público no era su actividad preferida. La primera era cerrarse y atacar cuando atacaban a su familia-. Las dos nos merecemos estar aquí, tú y yo. Somos iguales.
Casi le dieron ganas de ir. Pero no a las malas. Sonaba con Ryshand cuando había sorprendido a todos diciendo que Feyre era la Alta Lady de Noche a la par que él. El revuelo se había levantado de inmediato.
-Al menos permitidme marchar antes. Hay cosas que hacer en casa y no quiero dejar la cala vacía.
-No.
Calli no lo intentó una segunda vez. Su hermana la mataría si intentaba marcharse y contradecirla o dejarles mal. Se limitó a echarse hacia atrás en su asiento y observar a su primo y hermano. Cresseida se quedó inmóvil mirando al frente. Casi le dieron ganas de echar mano a la bolsa que había traído consigo y colgado del extremo de su sillón, pero si lo hacía corría el riesgo de quedarse sin mano si uno de los guardias de otra Corte pensaban que era un ataque.
-No debería estar aquí -se repitió nuevamente, pero en voz baja, viendo cómo el amante alado de Lord Thesan agitaba las alas y las plumas deslumbraban con los cálidos rayos del sol.
Miró a sus espaldas. Los rayos iban disminuyendo en tamaño, pero continuaba cegando sobre el material blanco e impoluto. El arquitecto debía haber cobrado una fortuna por crear semejante espacio en el Medio y espectáculo luminoso. Volvió a pasarse las manos por la ropa, quitándose el sudor. Puede que estuviera exagerando, a su manera. Pero todo eso... No debería estar escuchando nada de eso cuando ya tenía su propio trabajo en su hogar. No allí.
Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando una sombra se cernió sobre ella, tapándole las hermosas vistas. Cresseida a su lado se tensó y quedó inmóvil. Melena pelirroja y ojos crueles le devolvían la mirada. Fácilmente reconocible como una pesadilla. Una sensación de pesadez se instaló en su vientre.
-Debes ser la prima pequeña del Alto Lord de la Corte de Verano -su voz un ronroneó como el de un felino sin domesticar. Escucharlo ya detonaba violencia y ni había lanzado su mejor baza, supuso-. Nunca se te vio Bajo la Montaña.
Calli no supo bien si era una broma o si era un comentario más. Simplemente se encogió de hombros, examinando los ojos brillantes y similares al rojo que componían todo su atuendo.
-Se me ordenó quedarme en mi hogar.
-Vete, Eric -escuchó decir a su hermana, no muy alto-. No es tu sitio.
-Simplemente tengo curiosidad sobre tu hermana -pero ella sentía que ansiaba otra cosa por debajo de sus encandiladoras palabras. Los escudos podían protegerlos hasta un límite, pero no de ciertas molestias. Cresseida tensó la mandíbula, pero no añadió nada, sin apartar los ojos ni un instante de los movimientos del macho-. Sin palabras, ¿verdad? Solo quería saber si los rumores eran ciertos.
Casi podía escuchar los dientes de su hermana rompiéndose. Calli se encogió en el sillón, viendo cómo el rojo del atuendo centelleaba como llamas y brasas candentes. Sin darse cuenta había comenzado a jugar con el anillo dorado de su dedo índice, en cuyo frente llevaba grabado el emblema de su Corte. Un regalo más de las personas que habían querido cortejarla. Solo lo hacía cuando estaba nerviosa o incómoda. Es decir, la mayor parte del tiempo en la que salía de su zona de comodidad. Calliope no quiso volver a hacer contacto visual, pero los depredadores siempre conseguían atrapar en a sus presas en sus momentos de descuido. Calliope cayó como una piedra al basto mar.
-De que la secreta joya de la Corte de Verano era tan rara como se decía -se miró el dorso de las uñas blancas, perfectamente limadas y afiladas. La sonrisa cruel y sin escrúpulos de hacer daño se dibujó en sus labios victoriosos-. Supongamos que les doy la razón a esos rumores.
-Entonces supongamos que tú y tus hermanos tienen cerebro debajo de esa mata pelirroja -sonó una voz grave y fría como el hielo. La sonrisa de Eris Vanserra cayó en picado y el fuego de sus ojos despertó mientras se volvía hacia el dueño de ella... Justo al lado del asiento de Calli, pasando por encima del enorme guardia que sujetaba una afilada lanza dorada.
-No estaba hablando con usted, lord. Y es una conversación privada.
Una figura poderosa y grande sentada en el sillón como si de un trono se tratase tenía una pierna cruzada sobre la otra. Las afiladas puntas de una corona dorada rompían el espacio sagrado que lo envolvía. De tez y cabello oscuro, el único color de su rostro marcado eran unos enormes y divertidos ojos ámbares, del color de las joyas más hermosas y la miel. Podría haber sido confundido por un miembro de la Corte de Verano de no ser por la tipología de sus ropajes y el aire regio que portaba, por no hablar de su corona. Una especie de sonrisa juguetona y cruel enmarcaba sus sensuales labios. Se estaba burlando de Eris.
-A ese juego podemos unirnos todos, dada tu predisposición hacia las chiquillas asustadas -no supo si la había mirado de reojo o qué cuando cambió la posición de su cabeza, inclinándola sin dificultad hacia el otro lado para observarlo bien. Su sonrisa pareció burlarse si bien podía todavía más.
-Mejor así que unirse a tus depravados juegos -su comportamiento perdió toda formalidad cuando se atrevió a mirarlo a los ojos con esa asquerosa prepotencia y responderle a un Alto Lord de aquella manera. Calliope quería hacerse más pequeña y esfumarse, regresar a su hogar y no salir de su casita en la playa en mucho tiempo después de eso.
Una risa fuerte resonó.
Varias cabezas se volvieron hacia él, sobre todo los más cercanos. Juraba que era la primera vez que veía a Lady Otoño tensa de pies a cabeza fuera de su círculo familiar. Reconoció la expresión de sorpresa en el rostro de Fayre Archeron de cuando estuvo una semana en su Corte y fingió ser sus amigos cuando solo ansiaban encontrar la mitad de un libro protegido por la magia de su primo.
-Si tanta curiosidad tiene por saber lo que hago, estás invitado a unirte cuando desees. Mis gustos con variados.
En una de sus manos había algo con lo que jugaba, sin apartar los ojos del hijo mayor del Alto Lord de Otoño. No pudo verlo bien, pero se movía rápido entre sus largos y marcados dedos. Recordaba que tanto Lord Thesan como Lord Helion tenían poderes sanadores que otros ansiaban. ¿Por qué no curarse las heridas con su magia? Calli apartó la mirada antes de parecer una inmiscuida en sus asuntos, pero no pudo evitar morderse el labio por incomodidad. Había sido culpa suya que empezasen.
-Asqueroso -se limitó a decir.
-Delicioso, dependiendo cómo lo veas -corrigió, y el sonido del agua le llamó la atención. Calli se movió como pudo. Ondas en el agua la pillaron desprevenida, demostrando su teoría de vida animal. Pero ni son esas amistosas compañía podía sentirse a gusto.
El rostro hermoso de Eris se tensó, pero no hubo vacile alguno en sus palabras.
-Búscate una puta en otro lado o en tu Corte. Esta es mía.
Calli vio el revuelo de su hermana cuando se levantó de un salto, y cómo su hermano de repente se había movido para sujetarla antes de lanzarse directamente sobre la espalda de Eris. A lo lejos, Lord Thesan y su primo Tarquin tenían los ojos clavados en ellos. Un escalofrío le recorrió la columna, el pecho encogiéndose como si tuviera a alguien sentado en él. No podía respirar bien, se acarició la garganta con una mano. Agachó la cabeza. Sentía las lágrimas temerosas acumulándose en sus ojos. "No debía estar allí", se recordó, de nuevo.
El Alto Lord no se tomó la respuesta como el juego de niños al que pensaba que estaban jugando, y lo vio reflejado en que el objeto entre sus dedos se detuvo y apretó en un puño cerrado con fuerza. La tensión de sus músculos sobresalientes se manifestó aún más cuando su postura cambió, descruzando las piernas y levantándose. Alzándose en la totalidad de su altura. La sala perdió el calor y se volvió relativamente fría, aunque él fuera el señor de la luz e iluminase todo con su presencia. Incluso Eris pareció haber perdido la confianza de hacía unos instantes al verlo acercarse.
A su lado, Eris era insignificante. Cara a cara, parecían dos machos a punto de matarse entre ellos. Heredero de Otoño contra el sumo señor de la Corte de Día. ¿Qué había hecho? Calliope no se movió del miedo, reacción a lo que estaba a punto de desatarse.
-Estás a punto de desatar una guerra entre Cortes en un momento poco conveniente -lanzó una advertencia, enseñando los dientes sin lanzarse a por él y morder. La blancura y perfección se detuvieron en los incisivos afilados de su dentadura. Calli tembló-. Ve a meterte bajo las faldas de tu madre antes de que sea yo quien la inicie.
Tarquin se había puesto al lado de Varin, inmóvil pero con los ojos bien abiertos, moviéndolos entre ella y dos machos. ¿Qué diantres quería que hiciera en esa situación? ¿Empeorarlo más? No era tan tonta como Eris decía. Si ni podía moverse. Otras Cortes se habían alzado en caso de iniciarse la guerra en ese espacio. El rostro de Beron Vanserra estaba rojo y el de su mujer tan blanco que superaba a los de la Corte de Invierno.
-¿Qué dices, niño? ¿Quieres jugar como los adultos y sufrir las consecuencias o retirarte de estos asuntos y dejar tu comportamiento a un lado?
-Eris, retírate.
Sabio, Eris hizo lo que su padre y Alto Lord dijo, no sin antes lanzarle una rápida mirada a Calliope. Una de las que nunca había visto: cargada de odio, desprecio y repulsión. Se marchó, con la espalda erguida y tenso. El aire no circuló hasta que este se sentó en su asiento, al lado del de su padre.
Cresseida se acercó, tomándola del brazo.
-Tú y yo nos vamos. Que sean ellos quienes discutan estos asuntos...o se destruyan entre ellos. Tenemos permiso de nuestro primo.
Miró a su hermana sorprendida, y luego a su primo. Pese a su tez oscura, jamás la había visto tan blanca como en ese momento. Su vestido azul no quedaba bien con su expresión. Cuando puso la mano sobre la suya, notó el resbaladizo sudor que empapaba su piel. Calli no comprendía nada.
-¿Enserio?
-Tenías razón -empezó a decir, cuando ya estaba en pie. Un guardia de la Corte se movió con ellas. Nadie más se movió-. Este no es tu lugar.
Calli solo bajó la cabeza con la vergüenza recorriendo su menudo cuerpo.
Fue a darse la vuelta, al menos para pedirle disculpas a su primo. Solo para encontrarlo hablando con Lord Helion y una mirada que habría congelado la bahía entera cuando sus ojos se encontraron. Conocía el significado de aquello. Había avergonzado a su Corte. Justo la única norma que no debía romper.
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Las estancias que Lord Thesan les ofreció para quedarse mientras continuaban con la reunión les fueron enseñadas por su fiel consejero y amante. Al igual que los ilyrios de la Corte de Noche, tenía alas con la diferencia de tener plumas en vez membranas desnudas y picos.
No hubo más palabras que las de una presentación, dónde podían encontrar ayuda en caso de necesitar algo y una rápida despedida. Tras eso, se marchó casi volando de lo rápido que había parecido todo. Cresseida rápidamente ordenó al guardia esperar fuera y guardar la entrada hasta que llegasen su primo y hermano.
-Siento haber arruinado todo -se lamentó.
Su hermana sacudió la cabeza, solemne.
-No ha sido culpa tuya -respondió, y parecía sincera-. Solo de los hijos maleducados de Beron y sus pretensiones.
Pero ella no podía evitar sentirse culpable. El que un Alto Lord como Helion amenazase a uno de los hijos de otro Alto Lord suponía una amenaza al reinado de la otra Corte. Una amenaza que podía desembocar en una guerra interna en el continente cuando se avecinaba una contra Hybern. Calli se estremeció solo con recordar los gritos en la playa, en cómo los guardias casi se la habían llevado arrastras al palacio de Adriata con el resto de la familia real y la corte. Los ojos de su hermana eran dos pozos de luz azul, como el cielo despejado de su Corte. Similar a los de Varian, pero más deslumbrantes que los turquesas de su primo Tarquin. No podía evitar pensar cada vez que se veía reflejada en ellos cómo veían los demás los suyos, si como una tempestad o un azul diluido en gris.
-Es porque no debería haber estado aquí, ¿verdad?
-¿Otra vez con eso? Somos la familia real de nuestra Corte que queda. Tenemos el mismo o más derecho a asistir que los guardias de las demás Cortes -estiró la mano para acariciarle la rodilla. Sentada con las piernas dobladas en el sofá, Calli ocultó el rostro entre sus piernas-. No te deprimas por eso. No has hecho nada malo.
Sonaban más las palabras que sus padres le decían cuando era pequeña que el consuelo de una hermana mayor. Sabía que Cresseida se preocupaba por los familiares que quedaban, pero merecía saber que no iba a compensar con afecto y cercanía lo que había pasado con sus padres. Su padre, muerto en batalla contra las tropas de Amarantha, y su madre muerta en las mismas condiciones pero desde una perspectiva diferente, más femenina. Tarquin le había permitido continuar viviendo en Adriata como miembro de la familia real, en su casita de la playa, en vez del castillo, siempre que al final de cada semana hiciera un informe de lo que ocurría en la ciudad y se le informase estuviera donde estuviese. Por eso de pasar solamente tres meses en la ciudad y luego regresar a la capital. Había sido un gesto generoso, pero no compensaba la herida de los cincuenta años sola que habían sepultado su corazón y obligar a encerrarse en sí misma.
Calli levantó la cabeza cuando la puerta de la estancia se abrió. Cresseida se levantó y apartó de su lado. Su primo y hermano cruzaron la puerta de las estancias. Eran dos habitaciones, una común por la que entraba la luz del exterior y otra que serían los aposentos de una de ellas. O de las dos si eran compartidos, dado que no habían investigado. Supuso que sería así si las habían llevado expresamente a esas y no a otras.
-Pasaremos la noche aquí y partiremos mañana -informó, y se pasó la mano diestra por el pelo cuidadosamente trenzado y puesto en su lugar. Ya no llevaba la corona de la Corte de Verano, por lo que los únicos colores que brillaban eran el azul de su ropa y el blanco de su pelo-. Thesan ha tenido esa cortesía con todos nosotros.
-La mayoría se han quedado, pero otros se han marchado. Beron y sus hijos se fueron después de que la Alta Lady de Noche demostrase lo que han estado ocultando en el norte. Y una escenita de Tamlin, por supuesto.
Calli apoyó la mejilla en una de sus rodillas, sin apartar los ojos de sus hermanos y primo. ¿Alta Lady...? Por supuesto que debía haberse distraído y perdido la parte más importante. O una de ellas.
-¿Y es...?
-Cuando la revivimos con nuestra magia, sobrevivió como una alta fae pero se llevó una parte de nosotros -Tarquin abrió la mano, y la miró unos instantes en silencio antes de cerrarla en un puño-. Ahora entiendo cómo pudo robarnos tan fácilmente.
Y en parte el motivo por el cual ahora Hybern debía estar relamiéndose si tenían el Caldero original en sus manos. Razón de más para desconfiar de Noche, o de todas las Cortes que estuvieran implicadas. Pero decirlo sería lanzar acusaciones muy fuertes. A la vez que acusar a Primavera de traición pese a que los supuestos testigos estuviesen de cuerpo presente en la reunión.
-Ya no importa. Ellos nos ayudaron, y nosotros ayudaremos en proteger nuestra tierra.
La muerte de su primo Brutus al menos había sido compasiva, le habían dicho. Nada parecida cuando las rebeliones en las Cortes de Verano, Invierno y Día llevaron Nostrus, un primo de su padre y de sus hermanos, a revelarse. Con la muerte del Alto Lord, los poderes habían pasado directamente a Tarquin pasando por encima de su heredero. Pero así eran las normas y nada podía hacerse. Y menos revivir el pasado como si fuera el presente. Cuando sus primos regresaron de Bajo la Montaña, habían celebrado los funerales en privado tirando los sarcófagos vacíos, con tierra del campo de batalla o el cuerpo embalsamado de su primo. Lágrimas calientes se derramaron en la arena, pero ninguna de la familia real porque para ellos ya había sido una pérdida tardía. Algunas, tal vez, sí en nombre del sacrificio de Brutus.
-Tened todo listo para mañana. Este lugar... Empiezo a añorar los muros de Adriata.
-No hemos traído nada -respondió ella-. Los demás tampoco, creo.
Su primo mantuvo el silencio antes de responder.
-No es lo que me preocupa que tengamos, Calli -le dio una mirada desconocida, con esos enormes y rasgados ojos turquesas que se mantuvieron en ella el tiempo suficiente para incomodarla. Para darle a entender de que iba a enserio, o queriendo transmitir cierta información-. Es lo que puedan arrebatarnos.
No supo a qué se refería. Varin y Cresseida se abrazaron una última vez antes de que ambos machos cruzasen la puerta y desaparecieran. No dejó de darle vueltas a la respuesta de su primo, pero pronto perdió el interés cuando descubrió que su hermana se había traído una baraja de cartas a la que jugaron hasta que los sirvientes de la Corte Amanecer empezaron a iluminar el exterior con farolillos. ¿Cómo se llamaba esa especie? Seguro que lo había escuchado, pero no lo recordaba con exactitud. Tal vez porque recordaba mejor a los ilyrios que la habían salvado que a la especie nativa de la Corte Amanecer.
Cresseida y ella jugaron las horas antes a la cena. Ella perdió dos partidas y ganó una. Su hermana siempre fanfarroneaba de haber aprendido trucos cuando era pequeña, pero tampoco hacía mención a la persona. Tal vez fuera para evitar mencionar a su padre o a la madre ella. Independientemente de cómo fuera, cuando las llamaron a la cena solo estaban sus familiares. A Cresseida no le sirvió mantenerse callada y preguntó si no iban a cenar con los otros Altos Lores. Su primo respondió que no era necesario juntarse de nuevo y que era preferible mantenerse al margen hasta que las tensiones se diluyeran. Lo dijo mirándolas a ambas, pero Calli sabía que lo decía por la escena del Alto Lord de la Corte de Día y Eris Vanserra. Ella solo pudo pensar en la delicada situación que envolvía la corte del sur con la corte del norte, pero decidió no mencionarlo por si acaso.
Cenaron en silencio. Ya estaba acostumbrada a ese tipo de silencios, pero el de esa noche... No fue el familiar silencio con el que se había criado, de hecho era extraño que hubiera tanto. Exceptuando el sonido de los cubiertos en la vajilla y el de un reloj marcando la hora. Tal vez hubiera pasado algo más que no conocían y no debiera mencionarse a la ligera. La noche antes le habían dicho que tuviera cuidado con lo de que decía en voz alta y cómo lo decía, que las paredes tenían orejas.
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Los rayos del amanecer no habían salido cuando su hermana la despertó con golpecitos en el hombro. Ya estaba vestida y arreglada, como si no se hubiera acostado como juraba recordar la noche de antes. A Calli le costó mucho salir de la cama, aunque su horario tendría a variar unos días de otros. Solo lo hizo cuando el guardia de Verano que protegía sus aposentos tocó la puerta la segunda vez. No tuvo más remedio que despertarse por la fuerza.
Se vistieron y comieron. El atuendo de su hermana era similar al del día de antes, a excepción de que los bordados con estrellas de mar y caballitos habían sido reemplazados por una serpiente que acababa en las mangas de la camisa. Ella al menos pudo sustituir el viejo vestido con uno similar al de Cresseida, pero de color más claro y finos tirantes. Eso sí, se colocó con cuidado el broche que siempre llevaba consigo en la banda como representante de su Corte.
Otoño no apareció. Ni siquiera algún mensajero que pudieran enviar en su nombre. Nadie dijo nada, pero Calli vio la sonrisilla de Lord Helion cuando miró en esa dirección mientras se sentaba. De nuevo, los asientos estaban dispuestos alrededor del estanque. Calli se había quedado un rato de más admirando los nenúfares y el bailoteo de los peces, escuchando las conversaciones de fondo. E incluso con esa relativa tranquilidad, se había sentido observada todo el tiempo. Hasta que empezaron las discusiones sobre cómo reaccionar a un posible ataque de Hybern.
-Verano es la Corte más cercana y la que más predilección tienen por atacar por su costa. Y sin embargo no han hecho un ataque más desde hace una semana.
Su primo asintió.
-Habrán conseguido desembarcar los suficientes en mi costa para reunirse con el ejército a pie en otra zona. Más allá de eso, entiendo que el margen de tiempo es limitado.
Hablaron del tamaño de los ejércitos, de las fuerzas que habían recaudado los pocos meses de libertad desde que la Rompemaldiciones había acabado con la vida de la general del rey de Hybern. Callie observó las facciones de los demás. Consternados, preocupados o sin expresión como la Corte de Invierno. Ciertamente la Corte de Noche tenía su atractivo, pero no más allá de la frialdad con la que respondían a algunas cuestiones o su facilidad por inclinar la balanza hacia la paz. Lord Thesan no necesitó hacer ningún llamamiento a la paz.
Calliope se revolvió en el asiento, la brisa del viento recorriéndole los brazos desnudos. Aire frío en una región cálida y sin necesidad de estaciones... Tal vez fuera una corriente llegada de la Corte de Invierno o un cambio de temperatura característicos de las Cortes Solares. Al vivir en una Corte Estacional, que la temperatura o estación cambiase de la noche a la mañana era un hecho con el que vivía. Volvía a sentirse igual de incómoda que el día de antes, a excepción de que al menos ya no sentía los maliciosos ojos y presencia de Otoño en la sala. Para sorpresa de todos, Primavera se había presentado y prefería guardar silencio en vez de atacar a la primera oportunidad.
Una pesadez se instauró en su pecho, diferente a la del día de ayer. No era incomodidad, sino un malestar que le recorría el cuerpo. Como...la caricia de un objeto extraño cuando estaba sumergida en la playa, pero en vez de quedarse en la parte cubierta, ascendía por toda ella. No fue la única en sentir así, puesto que vio de reojo a su hermana recolocarse. Uno de los guardias de Día carraspeó lo suficientemente bajo para no interrumpir la conversación, pero a ella no le pasó desapercibida. Miró en dirección a la ventana desnuda, solamente cubierta por retales de seda que se mecían con la suave brisa.
Seguían enfrascado en una discusión sobre las fuerzas. Lord Helion había atacado a Lord Tamlin con el mal cálculo sobre los ejércitos que habían discutido ayer, al parecer, cuando ella y su hermana se marcharon. Entonces lo sintió, una sacudida bajo sus pies. De nuevo, su hermana también, que le dio una mirada a su hermano y este al primo de los tres. Calli se levantó de un salto cuando no se detuvo...al mismo tiempo que una de las acompañantes vestida en su totalidad de negro de Noche caía al suelo y convulsionaba.
-¿Veneno...? -escuchó decir por lo bajo, pero porque ella ya no escuchaba a lo que acontecía a su alrededor. Entre el adormecimiento y un pestañeo, a Calli le dio una bienvenida una voz suave y sin género.
Mente y cuerpo débiles, quién iba a esperar esto...
Acariciaba su mente como un felino se restregaba contra la madera. Había escuchado cosas así, pero de caracolas... Las que iba a recoger con su madre cuando era una niña, y las que continuaban en su casita.
Dile a los Altos Lores que, cuando me busquen, miren bien entre sus malos aliados y no entre ellos.
Tardó en darse cuenta de hacia dónde había ido, y lo que estaba haciendo. En cómo involuntariamente se había acercado al borde de una de las ventanas abierta, los ojos fijos en la nada (realmente, había una extensión de terreno verde y fértil que acababa con la punta de las montañas, Bajo la Montaña, bastante más a lo lejos)... La seductora voz no se quedó ahí, sino que se aseguró de que el mensaje quedase claro cuando una punzada de dolor le cruzó la mitad del rostro. Calli se echó hacia atrás, pero ya era demasiado tarde para siquiera emitir sonido. Fue como el lametazo de una criatura ardiente, que le quemaba la piel y atravesaba músculo y hueso hasta sus nervios.
Luego llegó el impacto.
El estremecimiento bajo sus pies aumentó en escala cuando todo el edificio vibró, se sacudió, y algunas partes delicadas cayeron sobre el suelo que ellos mismos pisaban. La residencia veraniega del Alto Lord... El valle de fuera recibió sus propios daños, pero ahí dentro los mayores fueron aquellos que cayeron al suelo por la sacudida y los que casi quedaron sepultados bajo las piedras. Ella había caído al suelo, pero de haber intentado mantenerse quieta le habría resultado imposible.
Solo cuando terminó y los gritos de puro terror cesaron, Calliope se dio cuenta de que había más gente en el suelo. Feyre y Lord Rhysand se habían tirado al suelo, sus asientos desplazados unos metros al igual que otros se habían cambiado de lugar antes de que los escombros cayeran sobre ellos.
Nadie dijo nada en ese tiempo, o añadió nada. Simplemente se quedaron miraron alrededor, algunos de ellos sorprendidos por los daños y otros alerta dando órdenes a sus guardias. Entre esos flujos de gente se dio cuenta de la presencia que estaba a su lado y la sujetaba del brazo. Varion agarraba su muñeca y buscaba su mirada. Calli vio por el rabillo del ojo cómo ayudaban a levantarse a la chica vestida de negro y facciones agudas. La despampanante rubia se había agarrado a uno de los tronos antes de caer. Su miedo quedó reflejado en la forma con la que buscaba la mirada de alguien que no estaba ahí... Los dos ilyrios habían desaparecido.
-Dijo... La voz decía que le dijera a los Altos Lores que mirasen bien entre sus malos aliados cuando lo buscasen -las palabras fluyeron de ella, como un río movía sus aguas. Percibió el miedo en los ojos de su hermano, dado que se mordía el labio inferior-. No sé a qué se refiere.
-¿Qué voz?
-No lo sé, yo...
Se tocó la cabeza, el miedo extendiéndose por su cuerpo. Todavía estaba en el suelo, pero sentía que estaba sumergida en la profundidad de un océano de amenazas que superaban las protecciones... De repente lo recordó. Los escudos. Deberían haberlos protegido en caso de haberse lanzado un hechizo. ¿Esa voz había sido imaginación suya? ¿O producto de alguna de sus...? Volvió a sacudir la cabeza, con las lágrimas acumulándose en sus ojos.
-El muro ha caído -las voces volvieron a perderse en sus pensamientos. Ella solo podía aferrarse a los antebrazos de su hermano, sumida en sus peores pesadillas y en busca de ayuda.
-¿Es mi culpa?
Varion lució sorprendido.
-¿Por qué iba a serlo?
-Yo...Yo...
Calli se llevó una mano al cuello. Así como su hermano podía encerrarse en sí mismo y volverse una persona fría, ella podía sentir algunas veces de más y ser influida por eso. Una maldición en ciertos aspectos, pero también una ventaja. ¿Cuándo lo era? Cuando podía controlarlo. Cuando sentía de más, sentía las emociones de todos a su alrededor y disgusto que generaba de normal. Pero ahí, rodeada de tantas personas y más después de aquello, solo sentía rabia, terror, confusión... Por eso la debía haber elegido. No solo porque fuera una cosa bonita como todas las altas faes, sino por su mente rota y débil. Lo dicho por eso mismo... Estar ahí era un error en todos los aspectos, sin embargo, porque era tan inútil que acababa destruyendo los planes de todos.
Estaba empapada en sudor, lo sabía, pero también en las lágrimas que empezaban a caer de su cara. Hasta que vio una lucecita dirigirse a ella. Pequeñas y deslumbrantes lucecitas que se movían en el aire, dispersadas, hasta posicionarse suavemente sobre su piel empapada y...desvanecerse. Pero eran varias, así que tardaron en esfumarse. Le recordaron a las luciérnagas que bailaban en la costa de Adriata, pequeños insectos que tenían sus nidos en sus nidos originales y que jugaban como farolillos naturales cuando bajabas a la cala a oscuras. Y, en parte, a los pequeños insectos fosforescentes que se acumulaban en la orilla con las olas.
-Son hermosos.
-Son luces, pero no hermosas.
Calli negó con la cabeza. Se dio cuenta de que había clavado las uñas sobre la piel de su hermano, pero no tan fuerte. Solo algunas le habían atravesado la carne.
-No gaste su poder en mí, señor, mi hermano es el herido.
Lord Helion se acercó a donde estaban. Su hermana estaba ayudando al amante de Lord Thesan a levantarse, dada la cercanía entre sus asiento. Tarquin apenas reaccionaba, lo que era bastante alertador dado su sistema. Esa mirada y expresión... Lo recordaba. Lord Helion había asistido al funeral familiar de su madre, ahora lo recordaba. Antes de Bajo la Montaña, pero sí después de que Amarantha se hiciera con los poderes de los Altos Lores de Prythian. Cuando su madre murió, se sintió vacía y desolada, como si le hubieran arrancado una parte fundamental de ella. Había asistido al funeral familiar como mandaba la tradición, pero no había contenido las lágrimas cuando echaron su ataúd al mar que esa mañana se había despertado salvaje como una tormenta. No recordaba ni por qué Lord Helion había asistido ni por qué le habían permitido participar en una acción privada, pero sí recordaba al igual que en ese momento su padre continuaba vivo y con el título de Alto Lord de la Corte de Día, él le había puesto una mano en el hombro.
-Ella está bien, pero tú, Varion, tal vez necesites una ayuda.
Varion no respondió. Solamente la ayudó a levantarse poco a poco. La altura de ambos la superaba sin dificultad, y le recordaba a que su crecimiento no era el esperado para el de una alta fae típica. Parecía haberse estancado en la adolescencia.
-Demos esto por finalizado. Ya que se nos han adelantado y tenemos en principio un acuerdo, no veo motivos para continuar perdiendo el tiempo -cuando Lord Helion habló, todos parecieron despertar. Sus guardias se movieron. Las demás Cortes actuaron.
Tarquin habló, entonces, para cuando ella había recobrado las fuerzas y no necesitaba la ayuda de su hermano para mantenerse erguida.
-Es hora de irnos -sus hermanos se movieron, así como los guardias-. Tendréis respuestas pronto. Mandaremos nuestras fuerzas hacia lo acordado y, si toda va bien, nos encontraremos pronto.
Calli se miró las uñas de los dedos. Uñas perfectas por su constitución de alta fae pero que si se miraran a lupa verían los fallos internos y consecuencias de pasarse todo el día en el mar y en la arena, atendiendo a animales. No eran tan perfectas como las que podría tener Cresseida, siempre impecables o decoradas con algún tipo de pintauñas...pero estaban bien. Lo que no estaba bien eran las heridas que las envolvían, producto de su nerviosismo y los animales más traviesos cuando se revolvían.
-Calliope.
Duró un instante. El electrizante pasó por su cuerpo de una sensación que le recorrió de pies a cabeza. Y fue...extrañamente agradable. Dentro de unos márgenes. Pero sí. Y fue como si la llamasen después de mucho tiempo.
-¿Sí?
Pero ya era demasiado tarde. Cuando su pie se posó sobre la baldosa al lado de su primo, el último que le quedaba, la luz envolvió su cuerpo y había desaparecido.
Solo para reaparecer al otro lado del continente y el cielo azul que tanto conocía saludándola con intensidad. El calor de la luz devolviéndole el día y medio echado a perder en la reunión de los Altor Lores. Y, sin embargo, ella solo podía pensar en la gruesa voz que la había llamado antes de perderse en el teletransporte.
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Capítulo V: El Festival de la Bruma pt. II
El río Hjaal dividía Morthal en dos partes. Los vecinos de la villa se reunieron al este de la región meridional, junto a la casa de Falion. Como mago de la corte, era su deber oficiar la ceremonia. Habían colocado varias filas de bancos de madera y, mientras el pueblo tomaba asiento, Falion terminó de preparar la antorcha para bendecir el fuego.
Cuando la ceremonia empezó, ya había caído la noche y las estrellas brillaban en el cielo. Alicent se sintió minúscula al mirar el firmamento; Maser y Secunda brillaban sobre sus cabezas en aquella noche clara, y la luz de la aurora tenía el color del tórax de las luciérnagas y de las alas azules de las mariposas.
Falion se situó frente a la hoguera que la guardia encendió para la ocasión y contempló a su audiencia. A su espalda las frías aguas del Hjaal devolvían los destellos de luz y las ramas de los sauces se mecían al paso de la brisa, dejando caer algunas hojas y creando sombras serpenteantes en el ambiente.
—Habitantes de la comarca, nos reunimos otro año para recordar las hazañas de Magnus, el arquitecto de Mundus. —Falion giró sobre sí, encarando al fuego. Encendió la antorcha y luego alzó ambos brazos al cielo—. ¡MAGNUS! ¡Escucha nuestra voz, pues hoy recordamos tu sacrificio para que tú nos recuerdes cuando las nieblas lleguen y nos oculten a tus ojos!
Alicent se compadeció de Falion. El brujo no era una persona de multitudes y casi podía sentir su incomodidad cuando volvió a encarar al público. Era un orador terrible: dejó caer el brazo libre a un costado, donde se quedaría hasta el final del monólogo, y procedió a relatar por enésima vez el enfrentamiento que habían tenido Magnus y Molag Bal allí mismo, en la Comarca de Hjaal.
Falion siguió contando aquella leyenda que ya se sabía de memoria. La familia de la jarl ocupaba la primera fila y Alicent pilló a Joric mirando en su dirección. Ella se había sentado en la última fila junto a Seth y desde allí podía verlos a todos. Había personas a las que no conocía demasiado, ciudadanos de las afueras que solo visitaban Morthal para conseguir suministros o, en un día como aquel día, la bendición de Magnus.
Buscó a su madre con la mirada y la encontró junto a Thonnir. Últimamente pasan mucho tiempo juntos, pensó al ver cómo se inclinaban el uno hacia el otro para intercambiar comentarios. Su atención volvió a Seth; parecía estar absorto en la narración de Falion.
—Las raíces de Molag Bal en nuestra comarca son profundas. Tamriel todavía era joven cuando el señor de la dominación y la esclavitud pisó por primera vez estas tierras. En esa ocasión el cruel daedra se burló de Arkay, tras arrebatarle el alma de Lamae Beolfag, quien se convertiría en la primera hija de la noche.
Alicent se inclinó hacia Seth.
—Se refiere a los vampiros. Según las historias, Lamae vivía en esta comarca cuando conoció a Molag Bal —explicó, buscando impresionarlo.
—Había escuchado algo al respecto —respondió él sin mirarla.
—No conforme con la transgresión —Falion elevó la voz, haciendo un esfuerzo por hacerse escuchar por encima del murmullo de la gente y de la corriente del río—, Molag Bal decidió burlar una vez más a Arkay y retorció la magia de Tamriel para dar a sus creyentes el poder de secuestrar las almas de los difuntos. El poder de esclavizarlas, impidiendo su paso al más allá.
—Ahora habla de los nigromantes —comentó Alicent, intentando llamar su atención de nuevo.
Seth la ignoró por completo. A Alicent se le escapó un pequeño suspiro. Se quedó pensando en si había hecho algo mal.
—¿Tú crees que algo de lo que dice es cierto? —preguntó Seth de pronto.
La pregunta la pilló por sorpresa.
—Pues… No lo sé.
—Vamos, alguna opinión tendrás. ¿Crees que son ciertas? —Seth se inclinó hacia ella sin desviar la mirada de Falion.
Alicent se encogió de hombros.
—Cada vez que alguien no hace sus ofrendas, pasan cosas malas.
Aquello captó la atención de Seth, que la miró directamente y orientó el cuerpo en su dirección. Alicent hizo lo mismo.
—¿Qué tipo de cosas malas?
—Lalette no hizo sus ofrendas el año pasado —susurró con secretismo.
—Tenía entendido que Lalette se fue por voluntad propia —replicó él.
Alicent buscó de nuevo a su madre entre el gentío, y cuando la encontró se quedó mirando a Thonnir y a Virkmund, el hijo pequeño que el hombre había tenido con Lalette.
—Sí, pero…, no sé. Me sigue pareciendo raro.
Seth torció el gesto.
—¿Qué tiene de raro? —preguntó con impaciencia.
—No sé. Es raro, sin más —respondió ella, empezando a sentirse incómoda—. Me cuesta creer que dejase a su hijo por una guerra de la que nunca había hablado. Además, ya ha pasado otras veces…
Alicent se frotó el hombro con incomodidad y apartó la mirada cuando sus ojos se empañaron.
—¿Era alguien importante? —preguntó Seth, suavizando el tono.
—Sí… mi padre —confesó con la voz quebrada.
—Vaya —dijo Seth, tras un breve silencio—. Siento haber sacado el tema —añadió con una mirada sincera—. Perdona, estoy haciendo que no te enteres de nada.
—No pasa nada. Me sé esta historia de memoria —respondió ella, tras colocar un mechón de pelo tras la oreja.
Seth miró hacia Falion por un momento, antes de devolverle la atención.
—Entonces, prefiero que me la cuentes tú —contestó él.
Eso le arrancó una pequeña sonrisa.
—No sé yo… —dudó.
Alicent bajó la mirada hacia el suelo con timidez; la mano de Seth atrapó su barbilla y la obligó a levantarla. No necesitó decir nada, su sonrisa y aquella forma de mirarla que él tenía la animaron a hablar.
—A Magnus no le gustó mucho cómo Molag Bal usó la magia, ni tampoco que volviera a desafiar a Arkay, así que se metió en el cuerpo de uno de sus seguidores para enfrentarse a él y a su ejército. Aunque Magnus lo derrotó y lo desterró del pueblo por un tiempo, durante la pelea Molag Bal le arrancó un ojo. Por eso la niebla cubre Morthal durante meses. Y por eso hoy se bendice la llama de la antorcha, para que hoy nos vea y nos proteja de sus seguidores cuando esta llegue.
Seth quedó pensativo tras escuchar la historia, con la mirada fija en la antorcha que Falion sostenía.
—Creo que debería leer más sobre las leyendas locales —giró la cabeza para mirarla una vez más—. ¿Qué me recomiendas?
Alicent negó, cabeceando en dirección a la familia de la jarl. Joric se apuró en mirar al frente.
—Eso deberías preguntárselo a Idgrod. Ella es la que sabe de libros.
Seth asintió y volvió la vista al frente. Falion estaba terminando de narrar la batalla que habían mantenido Magnus y Molag Bal. Más que una pelea, aquello había sido la conclusión de una guerra. Tras prestar atención al mago unos minutos, tuvo la sensación de que no había explicado nada bien los hechos.
—¿Por qué nos mira así? —preguntó Seth en voz baja.
Alicent volvió a pillar a Joric mirando hacia ellos. Esta vez se fijó en sus ojos. Parecía molesto. Enfadado.
—No te preocupes por él —murmuró Alicent, tratando de quitar hierro al asunto—. Probablemente solo se está preguntando de qué hablamos.
—También me miró de esa manera cuando lo conocí. Creo que le molestó que su madre insinuara que tal vez Idgrod y yo deberíamos pasar tiempo juntos —contó como si nada.
Alicent lo miró con sorpresa.
—Oh —musitó, con una decepción muy mal disimulada—. Pensé que era por mí. Parecía muy enfadado cuando les hablé de…
Seth esperó a que continuara y Alicent se puso completamente roja, consciente de que había hablado de más.
—...¿De mí? —preguntó Seth, antes de cambiar el tono a uno más ligero—. Supongo que no vienen muchos forasteros por aquí.
—No, no muchos —dijo Alicent, sin apartar los ojos de la hoguera—. Y tú eres el primero que se queda.
—No es un mal sitio —reconoció. Alicent siguió su mirada, estaba puesta en su amiga—. Tal vez considere la recomendación de la jarl.
—¿De pasar tiempo con Idgrod? —preguntó ella, desanimada.
—De establecerme aquí. No tiene por qué ser con Idgrod.
Alicent giró la cabeza hacia él con rapidez y la volvió a dirigir hacia adelante casi a la misma velocidad, como si lo hubiera hecho sin querer. Sin saber qué decir, apuntó con la barbilla hacia la fogata, queriendo que Seth volviera la atención a la ceremonia.
Falion ya había terminado de contar la leyenda, así que dejó la antorcha en un soporte metálico junto a la mesa, donde lo tenía todo listo para preparar las ofrendas de los habitantes de la comarca. Colocó un cuenco y una vela, encendió esta última con la llama bendecida de la antorcha, y vertió un poco de cera derretida en el cuenco para pegar la vela al recipiente.
—Magnus, hoy enciendo esta vela en tu nombre para rogar tu protección. Y ofrezco este pergamino a Julianos para que él me guarde cuanto tus ojos no me vean.
Falion depositó con cuidado el pergamino en el recipiente. Con la ofrenda completa, se acercó al río Hjaal y se agachó para dejar el cuenco sobre sus aguas. La ofrenda del mago se empezó a alejar lentamente, mecida por el río.
El murmullo de las gentes de la comarca subió algunos tonos y, tan pronto la jarl se puso en pie, muchos la imitaron. Idgrod Cuervo Viejo siempre era la segunda en hacer la ofrenda. Tras eso, cada habitante de la comarca debía esperar su turno para que el mago preparase su ofrenda y, con ella, hacer su petición al aedra.
—¿Crees que le gusto? —preguntó de la nada, con inocencia.
Alicent buscó con la mirada a quién se refería. Alva estaba de pie unos bancos más adelante. Comentó algo a Benor y se acercó a la mesa de las ofrendas, a cuyo alrededor ya se había formado un corro.
—¿A Alva? —Seth asintió y ella frunció el ceño—. Llegas tarde. Ya está con alguien.
Seth siguió mirando a Alva, y Alicent dio un pequeño pisotón en el suelo, atrayendo de nuevo su atención.
—¿Sabes? —fingió cambiar de tema—. Mamá dice que algún día heredaré la Cabaña del Taumaturgo.
—¿En serio? —preguntó Seth—. ¿Y me harás descuento?
—Podrías incluso no pagar…
A Seth se le escapó la risa y ella dejó de mirarlo. Además de ellos, solo quedaban un par de parejas sentadas en los bancos. Casi todos los vecinos charlaban animadamente en torno a la hoguera, esperando su turno para hacer las ofrendas. Vio a Joric salir de entre la multitud, dirigiéndose hacia donde estaban.
Alicent recogió la ofrenda de su regazo y se puso de pie para saludar a su amigo. Seth hizo lo propio, colocándose a su lado.
—Joric, ¿ya has hecho tu ofrenda? —preguntó Alicent como saludo.
Joric lanzó una mirada fugaz a Seth y luego negó. Adoptó una expresión infantil, tímida e ilusionada. Joric tenía el pelo de un tono castaño ceniza y, aunque siempre lo llevaba corto y desordenado, aquel día había intentado peinarse.
—Esperaba que hiciéramos juntos nuestras ofrendas este año —propuso con la esperanza brillando en los ojos.
Al igual que a Seth, tampoco podía dejar de mirarlo. Pero no porque estuviera guapísimo, sino porque parecía que una vaca le había lamido la cabeza.
—Claro. Seth, ¿te unes a nosotros? —lo invitó, preguntándose si tendría el mismo aspecto a sus ojos que Joric a los propios. Tímidamente se atusó el pelo.
—Me refería a nosotros. A ti y a mí —puntualizó Joric—. No quiero hacer mis ofrendas anuales con un extraño.
—Oh, vamos Joric. No seas malo —protestó, tendiéndole la mano a Seth—. Ven… —pidió.
Aquello le arrancó una sonrisa al chico, que tomó su mano. Los tres se acercaron a la zona de las ofrendas. Había bastante gente dispersa por los alrededores aunque la mayoría se apiñaba en torno a la mesa. Los tres chicos se apartaron un poco del grupo tras reconocer que todavía les quedaba un buen rato de espera hasta que llegara su turno.
—¿Qué te pareció Falion este año? —preguntó Joric.
Alicent notó algo de resentimiento en su pregunta y frunció el ceño.
—No sé, ha estado bien… como todos los años.
Joric apretó los labios. Ahora se notaba a todas luces que estaba molesto.
—¿Ah sí? ¿De verdad escuchaste algo? Porque te vi hablando todo el rato.
Que Joric le hablase así la molestó. Abrió la boca para responder, pero Seth fue más rápido.
—Alicent me estaba explicando vuestras costumbres. Es bueno ver que alguien aquí tiene educación —reprochó con frialdad.
Aquella réplica le cayó a Joric como un jarro de agua fría. Apretó los puños mirando desafiante a Seth.
—¿Tienes algún problema conmigo, Athan?
Seth, a su lado, se llevó una mano a la cabeza y estiró los dedos para masajearse las sienes. Alicent percibió una sonrisa irritada tras su brazo. Él suspiró y luego se quedó mirando hacia la multitud. Ella siguió su mirada y se detuvo en la antorcha. La brisa había arreciado y sacudía la llama. Cada poco, Falion alzaba el brazo para encender una vela que añadir a otra ofrenda.
—¿Yo? —Seth volvió en sí de golpe, decidido a confrontar a Joric—. Parece que eres tú quien tiene un problema. Si quieres lo hablamos en privado —retó.
Joric frunció el ceño y miró a Alicent. Esta levantó los brazos, negando, pero él sacó pecho y se enfrentó a Seth.
—Con mucho gusto, Athan. Sígueme.
Joric caminó siguiendo el río, yendo tras las rocas y arbustos que los ocultarían del resto. Seth lo siguió mientras ella intentaba hacerlos entrar en razón.
—Chicos no seáis idiotas, es una fiesta, no hay razón para pelear.
Pero ninguno le hizo caso.
—Cuál es tu problema, Cuervo Imberbe —empezó Seth en cuanto estuvieron lo suficientemente lejos.
Pese a la oscuridad, Alicent pudo imaginar las mejillas de Joric rojas por el comentario.
—¿Qué me has llamado, Athan? —preguntó acortando distancias, con un tono tan chillón que a Alicent le dio la sensación de que iba a pegarle.
Una energía blanca y luminosa brotó de los dedos de Seth, envolviendo sus manos.
—Joric, basta ya… —pidió ella, intentando ponerse entre los dos, enfrentándose a él. Pero éste la apartó con gentileza para volver a encarar a Seth.
—Mi problema eres tú, Athan. No me gustas.
Seth alzó ambas cejas.
—Yo no te he hecho nada, mocoso. Que no sepas gestionar tus celos es problema tuyo, no mío.
No parecía intimidado en absoluto por la agresividad de Joric. Alicent contuvo el aliento, preparándose para intervenir si hacía falta. Por suerte, Joric se limitó a dedicarle una mueca de asco.
—Me pareces un falso, Athan. No me gusta cómo miras, ni cómo hablas, ni cómo te comportas. Y tampoco me gusta que estés todo el rato alrededor de Alicent —espetó antes de escupir frente a los pies de Seth.
Seth respondió con un mohín de disgusto.
—Qué vulgar… —se limitó a comentar Seth, con tanto desdén como frialdad—. ¿Así es como educa la jarl a sus hijos?
—¡En Morthal tenemos las formas de Morthal, y no necesitamos que venga un repeinado de la ciudad a decirnos cómo comportarnos! —exclamó Joric como un resorte.
—Si yo fuera tú, me lo pensaría dos veces antes de hablar de repeinados.
Joric la miró buscando su apoyo pero ella tardó en reaccionar, conteniendo una risa nerviosa tras el último comentario de Seth.
—Chicos —interrumpió, queriendo evitar que las cosas siguieran escalando—, es una fiesta. No hay ninguna necesidad de…
De pronto, el viento rugió sobre sus cabezas interrumpiendo la conversación. Aunque la luz de la hoguera brillaba tras las rocas que hacían de cortavientos, solo el fuego de la antorcha estaba bendito. Las flores entre sus manos la hicieron recordar que todavía no había hecho su ofrenda.
—Creo que deberíamos…
—Tal vez fue un error venir, Alicent —la cortó Seth—. Está claro que estoy estropeando la fiesta para algunos.
Las palabras de Seth acertaron en su pecho como flechas. Por aquella riña estúpida, él no estaba disfrutando del festival y quería irse. Trató de irse, pero Alicent lo sujetó de un brazo.
—No dejaré que te vayas por culpa de Joric.
—¡No entiendo por qué lo defiendes! —se quejó Joric, frustrado.
—Porque a diferencia de ti, él ha demostrado respeto por nuestras tradiciones. Y tú… Tú estás actuando por celos —reprochó ella. Estaba tan mosqueada con él, que ni se paró a pensar en cómo se sentía su amigo.
Joric la miró herido y soltó un suspiro abatido.
—Haz lo que quieras, Alicent —y pegó una patada a una piedra y se alejó de ellos.
—Gracias —dijo Seth en un susurro.
Alicent sonrió, pero se quedó mirando cómo Joric se alejaba. En cuanto se asomó a la multitud, escucharon la voz de Idgrod.
—¡JORIC!
Aquel grito sonó igual que todas las veces que Idgrod había visto a Joric estar a punto de hacerse daño. Joric se acercó a su hermana y empezaron a hablar, y no mucho después se giró hacia Alicent alarmado. Alzó ambos brazos y los zarandeó en el aire, para que se diera prisa.
Alicent cruzó el camino de la rivera a paso rápido, hasta alcanzarlos. Tan pronto se asomó a las rocas, vio que Falion no preparaba las ofrendas solo. Los vecinos apuraban sus propias ofrendas viendo que el fuego de la antorcha era más débil ante cada zarandeo del viento. Ella y Joric intercambiaron una mirada de pánico.
Los dos echaron a correr. Cuando Alicent llegó a la mesa Joric estaba cogiendo dos cuencos. El viento pegó otro revés y la antorcha se apagó sobre sus cabezas, dejándolos a ambos en completo silencio. A ellos y a todos los allí presentes.
Un susurro cada vez más alto se extendió por la rivera del Hjaal hasta que Brelas, un elfo oscuro que vivía en una cabaña al noroeste de Skyrim, pronunció en voz alta lo que todos estaban pensando.
—Esto tiene que ser un mal presagio.
Brelas estaba junto a la mesa y tampoco había hecho sus ofrendas. Alicent dejó caer sus flores al suelo, desanimada. Entonces el miedo se empezó a apoderar de ella. No fue la única; algunas voces se alzaron e incluso llegó a escuchar algún llanto.
Miró hacia Joric tras recordar que él tampoco la había hecho, justo a tiempo de ver cómo salía corriendo hacia Seth.
—Esto es culpa tuya, Athan —acusó.
Seth, que caminaba tranquilamente en su dirección, paró en seco y se cruzó de brazos. Cuando Joric llegó hasta él, le atizó un empujón. Seth se tambaleó y recuperó la postura sin hacer amago de defenderse.
—¿Mía? Fuiste tú el que empezó.
Idgrod aceleró el paso con Alicent pisándole los talones y se puso entre ambos.
—¡Déjalo, Joric! —ordenó—. Mamá quiere verte.
—Mierda —maldijo Joric, pasándose una mano por el pelo—. Va a matarme.
Joric les dio la espalda y se alejó. Idgrod se despidió con mirada antes de seguirlo. Hasta ese momento, Alicent no se dio cuenta de que la gente los miraba. Entendió por qué cuando atendió a los cuchicheos.
—No puede ser coincidencia que primero llegue el chico y luego se apague la antorcha —comentó Uthna a su esposo Hroggar.
Se giró hacia Seth preocupada por cómo podría sentarle aquello y se sorprendió al darse cuenta de que tenía la atención puesta en otra parte. Siguió su mirada y se encontró la de Falion puesta en él, cargada de dudas. Cuando Seth volvió sus ojos a ella, Alicent fingió que no se había dado cuenta.
—¿Estás bien? —le preguntó Seth, ladeando la cabeza—. Pareces preocupada.
—Yo… —musitó, con los hombros hundidos y lágrimas en los ojos—. Mi ofrenda…
—Ha sido mi culpa —dijo Seth con arrepentimiento. Puso una mano en su hombro, la atrajo contra su cuerpo y la abrazó—. Lo siento. Hagamos una cosa. Te prometo que no dejaré que te pase nada.
Alicent alzó la cabeza sobre su pecho y le sonrió con timidez.
—¿De verdad? —preguntó con un hilo de voz.
—De verdad. —Seth sonrió.
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A Mi Buenos Aires Querida...
De azfalto roto la calle,
Baldosas sueltas en la vereda.
En los días de lluvia el agua se mete
Entre el cemento.
Te ensucia el pantalón el
Agua estancada.
En el subte un resital,
Manifestaciones en las plazas.
Como en el Zamba nos movemos
Cuando el colectivero para.
Onda verde.
Veo que la gente cruza rozando
Los autos,
En doble fila están frente la escuela.
Carteles promocionales,
Con grafiti lemas políticos.
Gente caminando,
Me miro en el espejo que llevan
Entre dos.
Las florerías están cerca de
Los hospitales.
La muerte está dando vueltas en
El edificio.
Mi changuito tiene tres tipos de
Pesticida y mata insectos,
Hay verdura y
Una sola uva.
La de enfrente lleva una docena
De cervezas y tampones.
La de atrás, una revista Hola!,
Harina de coco y
Papas de segunda marca.
Estaba por Puerto Madero
Y vi en una esquina a dos
Palomas sentadas en el banco,
En la otra un bar nuevo
Con la música a todo volumen.
El Puente de la Mujer bajo
Reparación.
Si tu casa tiene una ventana
Abierta que da a la calle
Pasan tres cosas:
Me asustó tu gato,
Tus plantas están muertas
O te estoy viendo ver la tele con tu papá.
No soy de hacer la cruz
Cuando paso por las iglesias,
Pero si resalto algo
Sobre la estructura o
Calificó que tan homofóbica se ve.
Si tengo calor y miedo, entro.
Caminando de noche,
Durante el corte de luz,
Rezando que eso no fuera mierda,
Que no tropieze y coma azfalto,
Que no me pise el 124.
Me siento acompañada en la tragedia,
Los ojos llorosos por el polvo de la construcción.
Empieza a lloviznar,
Milagro de verano.
Nos juntamos en Farmacity por que es
El único con aire.
Hablamos de tu vida,
De tus desencuentros,
De la bicisenda que te están haciendo
Enfrente.
No hablamos de lo tanto que te quiero
Comer la boca.
Visita inesperada de la abuela,
Charlamos de libros,
Dios,
Las ofertas en la verdulería,
Y otras noticias.
Me deja medio kilo de morrones
Y se le quiebra la voz cuando me
Dice te quiero.
Una chica me preguntó
Dónde paraba el 92 y
Me aprendí el recorrido
De todos los bondis.
Me voy a tatuar el mapa del subte.
Los edificios no encajan.
Vecinos comparten pared.
Los primeros de enero se pasan en el balcón.
Mi baño tiene una ventana en la ducha,
La gente que quiere puede ver
Cuando saco la cabeza a fumar,
Mientas el acondicionador hace efecto.
En Avellaneda gritan
Promocionando el par de medias,
Y acá vos gritando por la leche,
Por la ropa limpia,
Porque no te entiendo, o
Por qué te dejo.
Empezé el camino para
Esa cosa que tenía que hacer,
Y me cancelaron,
Tuve tiempo de contar las dietéticas,
Jugueterías,
Y me dí cuenta que tocan bocinazos por
Cualquier cosa.
Me senté en el escalón de un edificio
En microcentro, de esos que nadie entra ni sale.
Agarre mi sanguche de milanesa.
Todavía tenía los ojos hinchados por el llanto.
Veía a turistas,
A trabajadores,
Monjas,
Carritos de choripanes.
Respiré ese aire,
Buen aire.
Me quedé quieta en ese momento dónde
Todes corrían.
Dios me hizo de acá y se lo agradezco
Todos los días.
Y a toda Buenos Aires...
¡Un cariño que vale más que mi vida!
E.J.C.G. 03/14/23
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Estructuralmente nunca puede construirse una habitación al lado de otra habitación de otro departamento o unidad, siempre hay un pulmón o una luz como escaleras, aunque por lo general solo es pulmón. Tanto departamentos como otros edificios solo pueden conectarse por cocina y las living y generalmente es cocina living, siempre en esa organización a lo largo y en los vértice, y es por el apoyo estructural de pilar, material y malla de expansión, principalmente por esta última, segundo el material tercero conexión eléctrica y cableado y caja, por último pilares. Salta toda conexión eléctrica. Nunca hay canillas altas cerca de un toma corriente eso implica una instalación póstuma y corrimiento de conexión de servicios. La caja siempre está lo más cercana a la puerta de servicio o entrada y lo más alejada de living y de toda conexión de servicios. Conexión de servicios de agua y gas es central y los servicios eléctricos superiores y periféricos corte y exteriores.
Una llave de paso de servicios de agua rota o imposible de cerrar o reparar indicaría una inter conección principalmente por edificio los lindero. Una canillas o conecciones sin salida o rara indicaría lo mismo. Diferente es el servicio de gas que se ataca más abajo, solo baja presión por más distribución y olor a gas por quemarse mal por llegar en baja densidad de concentración y hollín con residuos. Servicios de electricidad, difícil carga, ruidos en aparatos, interferencia de radio, chispa extrañas en caja
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¿Cómo tener energía renovable en casa? Descubre los kits solares
En un mundo cada vez más comprometido con la sostenibilidad, contar con energía renovable en casa es una decisión que no solo beneficia al medio ambiente, sino también a tu economía a largo plazo. Este enfoque no solo reduce tu dependencia de fuentes de energía no renovables, sino que también te da autonomía energética y te permite contribuir de manera directa al cuidado del planeta. En esta guía, te explicaré cómo integrar energía renovable en tu hogar, centrándonos especialmente en el uso de kits solares como una solución accesible y eficiente.
Adoptar energía renovable en casa comienza con un análisis detallado de tus necesidades energéticas. Conocer tu consumo promedio de electricidad es fundamental para elegir la solución más adecuada. Esto incluye identificar los electrodomésticos de mayor consumo, determinar las horas pico de uso y analizar las facturas de luz. Con esta información, podrás dimensionar correctamente el sistema renovable que necesitas.
Los sistemas solares fotovoltaicos son una de las opciones más populares y versátiles. Funcionan captando la energía del sol mediante paneles solares, que convierten la luz solar en electricidad. Para implementarlos en tu hogar, el primer paso es evaluar el espacio disponible, especialmente en el techo. Un área bien orientada hacia el sur (en el hemisferio norte) o hacia el norte (en el hemisferio sur), con mínima sombra, maximizará la captación de energía.
Una opción práctica para quienes buscan una solución accesible son los kits solares. Estos kits son sistemas completos y preconfigurados que incluyen paneles solares, inversores y, en algunos casos, baterías para almacenamiento de energía. Su principal ventaja es su facilidad de instalación, ya que están diseñados para ser amigables incluso para quienes no tienen experiencia técnica. Existen kits para diferentes niveles de necesidad, desde sistemas pequeños para alimentar electrodomésticos básicos hasta soluciones más robustas que pueden cubrir todo el consumo eléctrico de una vivienda (fuente de la información: ObjetivoCastillaLaMancha).
La instalación de estos kits requiere planificación. Primero, necesitas decidir si deseas un sistema conectado a la red eléctrica o completamente independiente. Un sistema conectado a la red te permite usar energía solar durante el día y depender de la red eléctrica durante la noche o en días nublados, mientras que un sistema aislado requiere baterías para almacenar energía. Las baterías, aunque implican una inversión inicial mayor, son ideales para garantizar autonomía total y protegerte contra cortes de suministro.
Además de los paneles solares, otras tecnologías pueden complementar tu transición hacia la energía renovable. Los sistemas de aerogeneradores domésticos, aunque menos comunes, son una opción viable si vives en áreas con suficiente viento. Asimismo, los calentadores solares de agua son excelentes para reducir el consumo energético en actividades cotidianas como el baño o la limpieza.
Para asegurarte de que tu sistema sea eficiente, es crucial realizar un mantenimiento periódico. Limpiar los paneles solares de polvo y suciedad mejora su rendimiento, mientras que revisar las conexiones eléctricas garantiza la seguridad y prolonga la vida útil del sistema. Algunos kits solares incluyen herramientas y guías para facilitar estas tareas.
El costo inicial de adoptar energía renovable puede parecer elevado, pero los beneficios económicos a largo plazo lo compensan. Muchas instalaciones solares se amortizan en pocos años gracias al ahorro en facturas eléctricas, y en muchos países, los gobiernos ofrecen incentivos como subvenciones o deducciones fiscales para fomentar el uso de energías limpias.
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Adquiere el mejor pasto sintético con Green Tree y crea un jardín seguro para tu hogar.
La instalación de pasto sintético es una alternativa al césped natural que se ha vuelto tendencia entre los hogares, sobre todo en zonas residenciales. Esto debido a que funciona como una atractiva y excelente solución para quienes desean disfrutar de la comodidad de un área verde sin tener que implementar y mantener un pasto natural. Esta innovadora opción no solo es útil para transformar espacios exteriores, sino que además posee distintas características y beneficios ideales para cualquier lugar.
¿Qué es el pasto sintético?
El pasto sintético o artificial de Green Tree, está elaborado a partir de fibras de material sintético que simulan la apariencia y textura del césped natural. Está diseñado para ser duradero y resistente, por lo que su composición se ha perfeccionado a lo largo de los años para proporcionarle un aspecto más realista y hacerlo un complemento perfecto para cualquier jardín, patio o área de juego.
¿Cuáles son los beneficios de instalar pasto sintético en tu hogar?
Mínimo mantenimiento: Uno de los principales motivos que hacen del pasto sintético una opción muy atractiva, es que requiere un bajo mantenimiento, a diferencia del pasto natural, que necesita de cuidados constantes como el riego, corte y fertilizado regular. El pasto sintético solo requiere de una limpieza ocasional para eliminar hojas o escombros ambientales, esto le añade cualidades extras como el ahorro de tiempo y esfuerzo que te permitirán disfrutar más tu espacio exterior.
Ahorro de agua: Actualmente, el agua se ha convertido en un recurso cada vez más escaso, por lo que es realmente importante procurar reducir su uso. Es por ello que la instalación de pasto sintético es una excelente solución ecológica, ya que contribuye a la conservación del agua al no regarlo de manera constante, así también se reducen las facturas del suministro de agua, por lo que impacta de manera positiva en tu economía y en el ambiente.
Resistente a los fenómenos climáticos: El pasto sintético posee propiedades de alta resistencia a diversas condiciones climáticas, puesto que no se marchita con la fuerte luz solar de verano, ni se vuelve lodoso en invierno. Esto significa que siempre tendrás un espacio verde y atractivo sin importar las condiciones climáticas. Además, su durabilidad, asegura que el pasto mantenga su color y textura a través del tiempo a pesar del uso que se le dé.
Seguridad para toda la familia: El pasto sintético es una opción muy segura para hogares con niños y mascotas, debido a que regularmente su composición está hecha de materiales no tóxicos, y al ser antideslizantes, reducen el riesgo de caídas. Otra de las ventajas es que a diferencia del césped natural, este no atrae plagas, por lo que no tendrás que preocuparte mucho por la picadura de insectos.
Haz una inversión inteligente y adquiere pasto sintético para crear áreas verdes seguras para tu hogar. Consigue el mejor en Green Tree y aprovecha sus múltiples beneficios mientras disfrutas de un entorno verde y atractivo libre de complicaciones.
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