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#CINE COLOMBIANO
stellacadente · 1 month
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Nuestra voz de tierra, memoria y futuro | Our voice of earth, memory and future (1982) dir. Marta Rodríguez, Jorge Silva
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apocalipsur · 7 months
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CARNE DE TU CARNE (Carlos Mayolo, 1983)
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the-pleasure-garden · 4 months
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Soñar no cuesta nada (Rodrigo Triana, 2006)
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Que día fatídico ese en el que pensar en cine colombiano sea solo El Paseo o la Estrategia del Caracol. Sin demeritar para nada la obra de arte de Sergio Cabrera que junto al título de Dago García parece ofensa. Pero, es que como país hay artistas que encuentran otras maneras de hablar del discurso nacional, de la marca país desde mecanismos mucho más ricos y críticos, y de la familia de Cabrera seguramente debemos poner a Rodrigo Triana. Siendo una novata en el cine colombiano, y con lo poco que esto me enorgullece, mis últimas fuentes de arte están cargadas de testosterona y debo agradecer a Triana por unirlas todas en algo que me deja inmensamente fascinada. “Soñar no cuesta nada” es todo lo que hacen bien ciertas novelas mainstream, es también el ambiente militar que tanto he leído en Llosa y con el honor o no honor de un soldado de Game of Thrones. Tal como lo es Colombia. Sería inadecuado llamarla solo tragedia, solo conflicto, o solo comedia. Es en definitiva todas a la vez. Pero de esta última categoría hay algo que toma muy bien y es esa cofiguración de los protagonistas en un cuarteto. Este cine clásico cargado de número musicales que se enfocan en mostrar paralelos cómicos en sus personajes principales, normalmente suelen ser tres o a veces solo parejas. Pero Triana acertó con un cuarteto lleno de matices que no terminan de configurar un solo arquetipo. 
La película en un vistazo son 4 cuatro soldados que perdidos en la selva colombiana se encuentra con la guaca más grande que se ha encontrado de las Farc. Cargada de dinero tanto en dólares como pesos colombianos. Y la trama de este vistazo son estos cuatro personajes buscando la manera de conservar este dinero. Primero tenemos al líder, lo que uno esperaría como el más ágil de todos, el soldado más fuerte y según el tipo de film el más atractivo. No, para Triana el líder de este cuarteto es el enamorado, quien entiende el amor como aquello más efímero y poco valioso pero aún así lo quiere. Es quien se enamora como un capricho y sus acciones para hacerlo realidad enfocan a la mujer desde su corporalidad para soñar en que ese cuerpo puede ser una propiedad que se compra. Esta es la motivación de Justo, interpretado por Carlos Manuel Vesga, adquirir el dinero necesario que le permita jugar a tener una vida feliz con el personaje de Veronica Orozco, aún cuando sepa que esta vida ideal que pretende comprar no es en realidad lo que quiere.
Completando este cuarteto tenemos el papel del bufón, uno de los personajes fundamentales que en las comedias complementa este grupo protagónico. Sin embargo, Triana no corresponde a lo que usualmente ejemplifica el bufón. Nuestro personaje es Diego Cadavid un hombre que encarna el sentido de bufón, pero también el del “bonito” una idea que en el contexto militar está relacionada con esa burla, con esa ausencia de virilidad. La hombría y la rudeza no pueden corresponder con el atractivo físico. Aun así, Triana le da un giro argumental fascinante en el que este instinto por poseer se vuelve un riesgo.  Un riesgo que ni siquiera surge como rebeldía a ser burlado sino que auténticamente muestra una ausencia de control para manejar sus emociones que simplemente estallan sin ningún intermediario. El bufón se llevaría a todos si pusieran en peligro el alcance de sus sueños. Unos sueños que justamente se argumentan para evitar esa imagen de vulnerabilidad.
El tercero de este cuarteto, dejando al protagonista principal para el cierre, es lo que se diría como el relleno. Las motivaciones del personaje de Juan Sebastián Aragón no presentan una particularidad más que el abastecerse, el llenarse de dinero que al final siempre terminará inservible. Sin embargo, ver la película hace que como espectadores pensemos que tanto cumplimos ese papel del relleno, el que observa y si bien más que ser un agente activo de las situaciones, saca provecho de estas. Un provecho que no necesariamente tiene un fin sino el simple hecho de saber que se puede y la adrenalina de quedar bien librado de esto. Es casi una especie de burla de saber que el riesgo es solo una fantasía que cobra todo por nada de beneficio. Riesgo mezclado en esperanza que culmina incluso en hacerse daño con el único fin de poder salir de la selva para hacer uso de su nueva fortuna.
El protagonista de este cuarteto es justamente el personaje con menos matices y tal vez menos iniciativa aparentemente. Es ese hombre bueno y honesto que mantiene sus principios y honor de acuerdo a lo que corresponde a su rol de soldado. Ese servicio a la patria, a su familia e incluso a sus compañeros. Es un hombre que se preocupa por mantener un cumplimiento de todos estos requisitos y no faltarse a sí mismo. Sin embargo, entre todo este haber de reglas, moral y expectativas, es quien sale victorioso de tomar el dinero de la guerrilla. “Victorioso” en un sentido extraño, es victorioso porque consigue conservar el dinero para su familia, pero es el perdedor porque no estará para disfrutarlo. El hombre debe desaparecer para que su figura sea suplantada por el dinero que pudo conseguir. Es una figura un tanto triste en la que la rebeldía ante estos sistemas se vuelve casi un pacto que requiere de un sacrificio de igual valor para poder conservar ese bien. Es casi como si esta superestructura que permea toda la historia es el capitalismo mismo, que considera la libertad del hombre al mismo valor del dinero.
Esto por cuota de los personajes que cuentan la historia, por cuota de lo que Triana mismo quiere retratar. Pero es que lo bello del arte es esa experiencia personal que empezamos a tejer como consumidores. Esas fuentes que aparentemente no tienen mucha relación, pero que al dejarnos fascinar van creando un rizoma en el que todos y todo tiene cabida. A cuenta de esta voz, mis fuentes artísticas han estado llenas de testosterona últimamente. Ver la obra de arte (con excepción de la última temporada) que fue Juego de Tronos, es replantearse el contexto de un caballero, y como el mejor de todos fue justamente una mujer. Estar leyendo a Llosa en La ciudad y los perros y analizar este mismo contexto de soldados de Triana y comprender aún más ese transfondo y esa psiquis que tiene el rol de soldado bajo un adoctrinamiento que muchas veces lo ha acompañado desde pequeño, incluso antes de enlistarse en el ejército. Estas dos fuentes, más allá de pensar en testosterona, traen a mi mente una cuestión aún más filosófica de lo realmente escencial en un entorno en el que cualquiera de nuestros actos hace parte de una milesima parte del universo que al final nunca generará un impacto ante la vida misma. Esa necesidad de vivir en un juego de dinero y poderes porque el efecto placebo se disfruta también.
Game of Thrones es una buena fuente para pensar en el rol del soldado, el soldado como un personaje cargado de moral, de principios pero todo a través de la lealtad de la palabra. Es decir, en este contexto no hablamos de un punto de vista crítico que analiza a qué líder servir sino que se le juzga a un buen soldado por cumplir y proteger al rey que sirve, sin importar si este es un tiráno. Incluso si este soldado tomara el caracter de héroe, el hacerlo iría en contra de su mera postura de servicio. Sin embargo, aún en este contexto medieval la traición e incluso la corrupción eran términos ya recurrentes, aunque nuevamente, no cuestionados. Esta ausencia de un cuestionamiento hace que la idea monarquica impartiera castigos fatales a cualquiera que quisiera salir de esta ley. Entonces, para considerar a un caballero héroe, este debía abandonar su legitimidad como soldado y decidir ese bien colectivo que va garantizar el beneficio de su lealtad: el haber servido al líder correcto.
Lo anterior, presenta un gran paralelo con el film de Triana. Estos soldado colombianos del 2006 no se rebelan como señal de heroísmo sino de rebeldía pura, de reconocimiento de la corrupción y de deseo de ser quien sale beneficiado de esta. En este caso el soldado abandona su rol no para ser héroe sino para ser el rey. Sus valores no están mediados por la lealtad o el juramento de palabra, sino por un reconocimiento de la precaria vida del defensor y de cómo quien disfruta de los botines de sus victorias es quien se sienta en el trono. Quizá en este caso, el héroe lo es solo para sus compañeros quien continúa sacrificando su lealtad para encubrir a sus pares. El pensamiento colectivo tiene ahora un rostro y dejó de ser el abstracto de la nación o la corona, para tomar forma de cada uno de sus iguales que como él sobreviven bajo una falsa idea de héroes de la patria.
Es también una cuestión institucional a partir de la idea de los aparatos del Estado y los diferentes poderes que ejerce, en este caso el poder militar. Este contexto esta explicado por Mario Vargas Llosa en la obra que le confirió el Nobel “La ciudad y los perros”. Es una explicación sutil, pero muy poderosa en la que se muestra este adoctrinamiento y la idea del aislamiento del soldado para que genere una postura de superioridad frente a las personas que debe proteger. Este aislamiento implica un espacio lleno luchas entre los mismos soldados, en el que el adoctrinamiento se basa en generar competencias entre pares a causa de diferencias mínimas que instauren pequeñas autoridades. Pequeñas autoridades que hagan que la verdadera ley se pierda de vista y, por ende, el verdadero poder que se está ejerciendo sobre ellos. 
El heroismo en este caso se encuentra infinitamente alejado de la idea medieval incluso, vemos mucho más lo que Triana pretendía ejemplificar: ese organismo que se determina justamente como perros. Esos premios al buen comportamiento y el castigo, que al final es más aislamiento, para quien desfía las ordenes. Para Triana, en su film, se da una interpretación del sentido de obediencia. No es lealtad, es un sentido más implícito en el que cada momento y cada acción tiene un propósito determinado para esa imagen colectiva. El honor se convierte ahora en una apariencia por la buena institucionalidad, ya que al final la representación de la patria esta mediada por el poder, que a este contexto ya no es un solo rostro, sino una idea misma que permea no solo las esferas militares sino en si la concepción del pueblo de quien líder.
Con esta imagen más clara del rol que encarnan los soldados en el discurso de la batalla, es interesante pensar ahora en donde queda el motivo de la traición. Las épocas medievales nos mostraban que Jamie Lannister estaba dispuesto a dejar a Cersei por cumplir con su palabra, por guardar una imagen de caballero y ser parte del grupo de personas que iban a salvar a la humanidad contra el ejercito de los muertos. Una traición a su casa que se hace en nombre del heroismo mismo, de ser un personaje activo en la salvación de los desvalidos. Sin embargo, el contexto de selva colombiana del 2006 es totalmente diferente, acá los soldados bajo esta estructura de aislamiento no son vistos ni ven a ese pueblo que están determinados en salvar. Por lo tanto, su figura heróica recae nuevamente en estos aparatos de poder que dejaron de tener rostro para ser solo un nombre. La traición que se genera desde este punto de partida no esta mediada por la esperanza de un mejor futuro para la comunidad, es una esperanza basada en un presente efímero, tan efímero que es preciso darle tintes de futuro. En estas escenas de la selva se crea una imagen bellamente trágica de hombres que juegan a construir sistemas de poder. Los negocios de cambio de pesos por dolares porque pesarán menos en la maleta. La venta de un radio con carga emocional porque es el único recurso que completamente es suyo. Pero también, porque en este nuevo intento de civilización escuchar algo que no sea la selva tiene un precio en dólares.
Habiendo mezclando fuentes impensables en lo que son ya cuatro páginas de análisis pienso en todo lo que podemos pensar nuestra propia vida a través del arte, a través del cine y los libros especialmente. Analizar no debería resumirse en citar a otras personas que confirmen ideas que podemos ver, debería ser un proceso en el que podemos ver más allá de las apariencias o de los personajes para configurar una realidad.
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desnervadero · 8 months
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UN APELLIDO ABANDONADO EN LA FRONTERA (Bisabuela Oriental)
Rubén Mendoza para El Espectador, 17 de enero de 2024
De migrancia, promesas, desplazamiento y muerte.
Más abajo transcrita para quienes no tienen suscripción.
UN APELLIDO ABANDONADO EN LA FRONTERA (Bisabuela Oriental) De migrancia, promesas, desplazamiento y muerte. 
Siempre oí que nuestro apellido no era “Mendoza”. Se lo había cambiado nuestro bisabuelo libanés, Moshem, para poder ingresar a este país tan solemne con los inmigrantes blanquecinos y tan duro con los coloreaítos. Que nadie sabía pronunciar o escribir el apellido del bisabuelo, que lo habían tumbado con unas letras de cambio, que así le hicieron un cheque chimbo. Pero la historia era mucho más triste. Era de un corazón migrante que no llegó a atravesar el mar para juntarse con los míos, sino que llegó a la muerte por el atajo de la decepción y la tristeza. 
Aunque la historia en general la conocían entre adultos no llegaba a nuestra generación. Y aunque había sido contada en un par de textos públicos -entre esos un “diccionario” de los orígenes de la comunidad Eudista, en el que a un tío sacerdote lo referenciaban con un resumen de lo que voy a contar-, no sé si un halo de vergüenza la tapaba, porque la tristeza así de radical atraviesa las generaciones con la culpa… o no sé si esa dura historia de orfandad es el origen de la angustia que nos ha llevado a tener una especie de árbol cancerígeno, entre tantos enfermos de la familia, en vez de genealógico. Toco madera. Una tristeza encondada, metastásica, transecular y trasatlántica. La verdadera historia a mí me llegó tarde. Apenas hace un par de años, y en cuanto supe y reconocí el dolor de la bisabuela, sentí como si una pieza encajara en mi corazón. Reconocer su dolor de ballena encallada nos ha hecho cercanos como nunca lo fuimos, pese a no haber estado al tiempo en el planeta y estar en dos reinos distintos: el de la vida y el de la muerte. Sin embargo un octavo de mi corazón, mal hechas las cuentas, le pertenece, y allí ella palpita, se regocija, y vive en mí: me sana, eso siento. Bisbuela oriental, tan distinta a la de Raúl. Abuela mariposa desquiciada en mis corazonadas, antes de nombrarte cuento a quien lea y a vos, acá en mí, que te amo infinitamente. Y que honro y agradezco la valentía de tu dolor, que me tiene hoy acá, valiente y en gozo y adolorido, atravesando el océano de la vida y del amor y del desamor. 
Era la caída del imperio Otomano la que tenía esa tierra ardiendo en esa ocasión. Los hombres que querían una vida, pero sobre todo vivirla, partían de la persecución, por razones religiosas, y por los afanes obvios que implanta la guerra a la orilla de la muerte. 
Cuento lo que sé como lo sé.
Se pactó que se quedaba mi bisabuela Yesmín con los niños -sus criaturas y algunas del clan: primitas y primitos con la niñez aturdida-, bajo sus alas. Uno de ellos, mi amado abuelo: Tanius. Miembros de la familia partirían en dos embarcaciones buscando asentarse como una semilla que lleva el viento, y en cuanto tuvieran donde posar el cansancio y llorar hondo, sin pena, porque habían nadado hasta la otra orilla, mandarían por los suyos. Así partió mi bisabuelo, Moshem, el papá de Tanius, esposo de Yesmín, quien pronto dejaría de llamarse y apellidarse como hasta entonces: su nombre se adaptaría o traduciría: Moisés. Los dos barcos tenían como destino Florida, en Estados Unidos, a donde llegarían unas semanas después, en ese mismo 1911, o por ahí. Sin embargo, el barco donde iba Moshem hacia su nuevo nombre, debía hacer una parada de un par de días en Barranquilla, en Puerto Colombia: nada más ver tierra sin sangre pensó que arrancaría andar, y se bajó del barco así, solo, porque solo se puede ser un andariego, y eso explica que casi nunca esa palabra se use en plural. 
Dejó un amigo en el puerto, de nombre José, y empezó a andar Colombia por sus venas vigorosas de ese entonces. No sé bien el recorrido que seguro se sirvió del Magdalena, que llega al Sogamoso y este al Chicamocha, y así hasta encontrar Málaga, Santander, donde se asentó casi un año después. Durante ese año solo había mandado unas 3 veces “correspondencia”. No se hacían cartas porque todas las cartas se violaban en el país en guerra, pues a todas se les suponen riquezas y secretos, así que se escribían las noticias y las intenciones en pañuelos. Y los pañuelos eran llevados cada tanto por “baisanos” que era, ante la ausencia del fonema “p” en su lengua, como les decían a los “paisanos” los turcos, que solo tenían de turco el pasaporte y el gentilicio que les habían cambiado al llegar acá. Cada baisano viajaba con el pañuelo como quien llevara simples mocos en el bolsillo, pero llevaba claves para cambiar vidas, noticias para reencarrilar un destino, augurios maravillosos y confirmaciones tenebrosas de ausencias definitivas: un pleonasmo pues muchas ya lo eran allá, al zarpar, del otro lado. 
Mi bisabuelo concentró los primeros pañuelos en dejar explicado el alfabeto y su traducción, para que si lograban reencontrarse en estas tierras, como todos soñaban, ellos supieran los caracteres latinos y pudieran borrar su nombre escribiendo el nuevo, en el control migratorio, y pasar como colombianos que volvían. Era el pañuelo la clave de una partitura más grande. Así llegaban al otro lado unas cartas sin palabras pero con letras que les ayudarían a escribir una nueva vida, en otra parte, lejos del horror. La bisabuela andaba ansiosa y con su salud agarrada de los pocos hilos de los pañuelos, sintiendo que el infierno se prolongaba indefinidamente, y que las condiciones del conflicto los obligaban cada vez a peor alimento y en menor cantidad. 
En el año 1993, siendo yo aún un niño, grabé una entrevista, con una cámara prestada por el tío sacerdote, a la tía María (que se llamaba Mariem al otro lado del charco), quien tenía casi 90 años. La grabé haciendo kibbes, contando lo que recordaba de la guerra, sucumbiendo a mi inexplicable terquedad con una pregunta que yo descolgué no sé de donde, sobre unas cáscaras de naranja que tenían que comerse pues no había más. Ella no reconocía el episodio. Pero contaba historias de su tierra y los baisanos… Ella llegó con unos 7 años a Colombia, y no había perdido gota del acento pero sí todo pigmento de su pelo: blanco atabacado. Yo no sabía nada de lo que estoy contando, así que me dediqué a insistir en lo que había oído, y a registrar y saborear su delicia de presencia, que siempre gocé… Recordaba la guerra, la invasión de langostas, la niñez empolvada y desértica: era fácil ver su dolor por lo tanto fácil ver su fuerza. Fue una de las primas de abuelo Tanius que quedó bajo las alas heridas de mi bisabuela Yesmín, mientras venían a este lado del océano. 
Viajaron los primeros pañuelos con las instrucciones de cómo escribir sus nombres al llegar: ya no habría Tanius, ni Mariem, habría Antonio y María… y Felipe, y otros… Pero la posibilidad de irse del Líbano se enredaba y para la bisabuela Yesmín se esfumaba. Ya en Málaga sin embargo, haciendo equilibrio en un solo pie, pero equilibrio al fin y al cabo, Moisés antes Moshem, envió la carta definitiva explicando cómo sería el movimiento para que todas y todos pudieran salir hacia buen puerto, a Colombia, y toda la logística, contactos y fechas respectivas. En cuanto encontró baisano con bolsillo y retorno, la envió. La “carta” iba para una aldea cercana a Beirut, donde vivía la familia, llamada Bteghrine. A Bteghrine le busqué la etimología básica: Lugar de Guerreros, dice lo primero, Lugar de Rocas, dice lo segundo. Y la tercera es la vencida, era la vencida: Casa de la más triste… A ese pueblo debería llegar con las instrucciones el pañuelo que, ojalá, después se batiría para despedirse de la patria. 
El mensajero llegó al Líbano, no sé a qué ciudad ni qué tan lejos de Bteghrine quedaba, con la razón que ya llevaba un año cocinándose, y lágrimas como no cabrían en ese pañuelito. Dobló y guardó su ropa de occidental en el armario, con el pañuelo adentro, y se puso su ropa árabe. Después de llegar al Líbano pasaron, según me contaron, un par de meses antes de que se decidiera a llevarlo, o se acordara de que tenía en el bolsillo del vestido guardado el destino de muchos para los que el mundo era un pañuelo. 
Cuando el  baisano llegó a la casa de la más triste, mi amada bisabuela Yesmín, se enteró de que ella había muerto hacía dos o tres semanas: de “pena moral”, creyéndose abandonada, apuñalada por promesas rotas, y, con el dolor del abandono, reventando sus hilos de la salud, y de la cordura… no sé… no lo sé… estaba muerta.
Dicen que cuando Moisés se enteró en Colombia, sin ser si quiera esporádico tomador de trago se mandó de un envión una botella de ron… En el vacío de la botella lanzó su mensaje al infinito con su sonrisa encerrada para siempre. Se volvió hosco, y distante. Eso entiendo. Eso cuentan. Y sacó fuerzas de donde pudo para empezar a alistar la misión con la algo así como decena de niñas y niños que vendrían. Entre esos sus 5 retoños enfermos de orfandad y de la guerra. Con un frío en el alma que jamás se iría, y que condenaría por ejemplo, siento yo, a mi abuelo Antonio, a morir de cáncer de pulmón, 50 y tantos años después en las montañas de Boavita, Boyacá. 
Los niños viajaron. Y me gusta en las cumbres de los hongos y de las raíces, imaginar su mínima presencia épica. Dejando a la madre, a la madre patria, a la lengua, a las imágenes que supongo de la madre agónica procurando sonreír, mientras entraba a la siesta larga, a la salud total, como me gusta llamar a la muerte, que es la ausencia de todo dolor. 
El apellido duraría otros cientos de kilómetros flotando en el mar, pero se desvanecería en la orilla, en la playa, en Puerto Colombia. Moisés antes Moshem, buscó a su amigo José Mendoza para que operara de doctor y le salvara a los niños llegados en el barco extirpándoles el apellido y donándoles el suyo, y diciendo que eran su familia. Así, como quien se quita una muela, todos pasaron de apellidarse Tabcharani (es una de sus variaciones ortográficas), a apellidarse Mendoza. Tanius Tabcharani es mi abuelo Antonio Mendoza. Y así su prima, sus hermanos, así quienes llegaron… Todos pudieron firmar gracias a los pañuelos, a la fuerza de Moshem, a la generosidad de José, a la tristeza de Yesmín. 
El abuelo Antonio entró con unos 13 años a Colombia y se destetó de Málaga cuando tuvo edad para poner su propio almacén, en Boavita. Droguería, ferretería, colchonería, mercería. Medía más de dos metros y parecía un exabrupto en las fotos del pueblo. Un monte en un valle. Mendoza, que además quiere decir “la sombra de la montaña”. Lo quiso todo el pueblo. Fue casi mitológica su bondad como su estatura, donó los relojes de la iglesia y participó en las cadenas para traer piedra desde la quebrada, La Ocalaya, hasta las torres que los sostendrían. No respondía cuando los baisanos le hablaban en su lengua, decía que era falta de respeto con los vecinos. Los 13 de junio organizaba un banquete para los necesitados en su casa. Aunque el banquete era a diario porque se casó una primera vez y tuvo 13 hijos; solo un par no sobrevivieron al trauma del nacimiento. Al primero lo llamó José Mendoza, en agradecimiento a quien le dio la entrada a su amada Colombia, donde pudo quemar las naves. Enviudó. De nuevo el frío aire de la muerte a sus pulmones. Luego conoció a mi abuela, Emperatriz, con quien tuvo otros 13. De esas dos uniones quedaron 24 hermanos vivos para amarse profundamente, y reunirse, aún ahora, cada 2 años, los que van quedando y sus proles. Los libros en árabe los deshojó para envolver puntillas. No dejó que ningún hijo aprendiera su vieja lengua ni viajara a averiguar nada. Él había nacido en Puerto Colombia con su nuevo apellido, y en el amor de cada hijo que lo distanciaba de esa orfandad de plomo, piedra y polvo. Pero ya ha amanecido y esa es otra historia que si me permiten contaré cuando caiga alguna otra noche. 
Por el momento pensar en que la bisabuela sobrevivió a la guerra lo que pudo, pero no al desamor. Murió de amor, que es mucho lujo en la guerra. Supongo que nada épico para mi abuelo y las otras crías. Mi amor para esa que murió de amor porque yo de amor he matado tantas veces como me he matado de amor, porque esa muerte se devuelve. Como hoy, que muero dulcemente de amor por volver a ver el amor, el amo de amos, a las manos, a la cara, a los ojos. Como hoy matando al que he sido, matando mi apellido, diluyéndolo en el mar para volver al mío. 
Bisabuela bendita, somos colegas del alma y del espíritu. No llegaste acá donde se muere tanto de amor  como de maña, de bala y de pena. Pero sobrevives como una hormiga reina, en decenas de Mendozas que en realidad somos tus Tabcharani. Mi amor en una botella hasta el infinito, donde te encuentre. 
Rubén Mendoza
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guerrillagay · 2 years
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Sebastián Eslava en Pepe Cáceres (2023)
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unlimited-nobu-works · 3 months
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Rodrigo D. No Futuro - Sin Reacción
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cabizbajito · 2 years
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La roya, Juan Sebastián Mesa (2022)
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indestructibles13 · 2 years
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Lee este post ▶️▶️▶️ Joyas escondidas del Cine Colombiano 🔽🔽🔽
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sonsofks · 11 months
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La Esperada Revelación: Rodrigo García Muestra un Tráiler que Despierta la Curiosidad por 'Familia'"
Secretos, risas y decisiones: La película que sacudirá tus emociones llega el 15 de diciembre a Netflix. ¡Prepárate para sumergirte en el fascinante mundo de ‘Familia’! Rodrigo García, el talentoso cineasta colombiano-mexicano, nos regala una experiencia cinematográfica única que llegará directo a tu pantalla de Netflix el 15 de diciembre. En este viaje lleno de emociones, conoceremos a Leo,…
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angelito0o · 18 days
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vi una película bien verga, cómo que estaba pensando en kids y en porque me gusta las películas de migración y así entonces estaba buscando y encontré cómo empezo, entonces resulta que en los 70s empezaron a hacer cine específicamente para mostrar los problemas de las oeronas marginadas en forma de crítica con el fin de crear conciencia entonces cómo este era el propósito pues se hacía de forma muy responsable, cómo que hacían un guión con estas problemáticas y luego se los presentaban a estas personas y pues los contrataban de actores, entonces era cómo apartir de la ficción contar verdades y unos colombianos hicieron una que no me acuerdo el nombre, le fue super bien llego a los festivales de aca cine cabron, llegó a los europeos y gringos, lo quisieron replicar y empezaron a ir a Latinoamérica a grabar gente en la calle justificandolo con la búsqueda de algo mas crudo y real, obviamente estuvo horrible porque el fin solo era que triunfará su película yy los colombianos de esa película hicieron un falso documental que se divide en 3, cuando esta en blanco y negro es cómo un documental de estos dos directores siendo unos "vampiros de la miseria" grabando gente en situación de calle, pagandole a niños oara wue naden desnudos en fuentes y así, cuando esta a color es el documental que estan grabando los culeros y al final hay cómo una entrevista con uno de los actores de calle que utilizan para el falso documental, creo que lo explique super mal pero wow vi eso y se me hizo super cabron y super inteligente, es cómo un círculo de crítica y enseñar cómo hacer bien las cosas y así, no se estoy muy emocionado con eso jajdja te quería contar, te amo, se llama "agarrando pueblo" o "los vampiros de la pobreza" dura poquito y la vi en Youtube jahdjajd te amo
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apocalipsur · 7 months
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ROSARIO TIJERAS (Emilio Maillé, 2005)
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Amor, mujeres y flores (1988), Marta Rodriguez y Jorge Silva
Querido Juan,
Por fin pude ver esta película después de tanta espera. Era la película de clausura del Panorama de Cine Colombiano. Como ya sabes la película trata de la condición laboral de las mujeres en los cultivos de flores en los años 80. Obviamente son pésimas y a lo largo escuchamos los testimonios de algunas mujeres contando como las afectó físicamente trabajar en flores y las enfermedades que desarrollaron, etc. Todo esto toma una dimensión muy loca por la evidencia de que aun si no se trata de Grupo Andes (estuve muy asustada toda la película viendo a ver si reconocía el lugar, pero al final se ve el logo de la empresa y gracias a Dios no es), seguramente eran las mismas condiciones de trabajo.
Al final de la película el restaurador, Felipe Colmenares, nos habla un poco del proceso de restauración y de las condiciones de trabajo hoy en día, diciéndonos que la película logró generar un impacto y se prohibieron algunos productos químicos, pero que aun así hoy siguen circulando uno que otro. También nos contó que el objetivo de restaurarla era justamente volver a hablar de este problema que aún no se resuelve del todo y hacer proyecciones en los cultivos. Esto me emocionó mucho y fui a hablarle después de la charla a contarle quien era y pasarle mi número.
Después de esto me devolví en bus a mi casa y me dije que la parte de Grupo Andes de Santuario va a tratar en parte de la película de Marta y Jorge, de cómo la descubrí mientras hacía Santuario. Al fin y al cabo Santuario se trata de entender un paisaje, de buscar mis raíces, de retrasar la historia de mi familia. Y pues las flores es un paisaje, al igual que Armero y Santuario, marcado por la violencia y la tragedia. Entonces decidí que voy a hablar con mi papá para que me cuente sobre las condiciones en los 80 's, los cambios que ha habido a lo largo de estos años, y también sobre el daño que le hacen los cultivos a la tierra y como las flores son productos completamente artificiales. El ya me ha hablado un poco sobre esto y se que le interesa mucho y siento que es muy importante hablarlo en la película, lo siento como una responsabilidad.
También se me ocurrió una idea para una obra. ¿Te acuerdas de las tarjetas de rosas que compramos en el chino? Quiero hacer dos réplicas grandes y dedicarle una a Jorge y Marta y otra a las trabajadoras. Dentro de cada tarjeta estará la dedicatoria DE: PARA: y tal vez algo mas... Aún no sé, tal vez transcribir el principio de esta película que es tan lindo...
Por último, te cuento que Marta y Jorge eran una pareja de cineastas que hacian todas sus películas juntos, pero Jorge se enferma haciendo esta y muere a sus 46 años. Por eso Marta decide añadirle el "Amor" al título porque, según ella, "se necesito mucho amor para poder acabar esta película". Felipe nos dijo que para Marta, esta película fue un acompañamiento mutuo entre ella y las trabajadoras, ambas atravesando situaciones muy complicadas. Por favor cuídate, no me vayas a dejar tan joven.
Te pensé mucho viéndola, que extraño que 40 años después otra pareja de cineastas vayan a grabar esos mismos cultivos de flores. Será un presagio, un good omen.
Te amo siempre,
Maria
p.d: te mando el link por ig
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desnervadero · 19 days
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Hasta luego, camarón
HASTA LUEGO CAMARÓN
Carta de despedida a una cámara (la Sony EX-3 con la que se filmaron los largometrajes La sociedad del semáforo, Memorias del Calavero, Señorita María: la falda de la montaña, El valle sin sombras e inumerables cartas y rarezas), a Patrimonio Fílmico Colombiano a través de Rito Alberto Torres, parte de esta institución desde hace 25 años. 
Cali, 28 de agosto de 2024.
Respetados Rito Torres y equipo de Patrimonio Fílmico Colombiano:
He recibido con emoción y alegría, a través de la voz de un muy dedicado aliado de Patrimonio, de vos,  querido Rito, la noticia de que para ustedes sería valioso conservar, en el museo que están gestando, mi cámara Sony X3, compañera de trocha desde 2009. La compramos en la escalada de sueños que se nos vino encima con un hermano del alma: mi amigo y productor Daniel García, con quien firmamos socia y muchos de los trabajos que aquí nombraré por más de 20 años, casi sin darnos cuenta. Cuando era nueva le puse un nombre que ya no recuerdo. Relacionado con Erice o con Kiarostami. Hoy tal vez le diría Márta Mészáros. Lo que sí me acuerdo es que le pegué en varios lugares una calcomanía que imprimí de la foto del letrerito que el sindicalista, músico, activista, escritor y corazón Woody Guthrie tenía pegado en su guitarra: decía, o dice “This machine kills fascists” “esta máquina mata fascistas”. La máquina era la guitarra. Él el maquinista. Máquina, maquinista y letrero decían la verdad. Basta leer el hermoso libro que escribió, Bound For Glory, para entenderlo. La primera escena es escalofriante, espeluznante de hermosa.
Trato de contártela a vos que sos de Patrimonio Fílmico porque esto es patrimonio, y fílmico, y hermoso, matrimonio más bien, y es una película que te pido que guardes en tu corazón porque no la han filmado: estando en uno de sus acostumbrados trenes de carga (eran su hogar), sofocado por el hacinamiento decide subirse con su guitarra al techo del vagón. No es que haya espacio, pero sí brisa. O humo veloz que algo refresca el aliento espeso y aceitoso de dentro del vagón, donde se turnan el aire de la puerta con viejos enfermos que tienen prioridad. Donde se cuidan y enfrentan para poder llegar a pelear por el pan a grandes cultivos, o por propuestas insondables de empleo. Es un vagón atestado de humanos negros salvo por un par de excepciones. Entre esas Woody. Ya en la incomodidad de ese techo intercambian palabras y tragos con algunos compañeros de viaje. Creo que toca algo o le dicen que toque o cante. No recuerdo bien. Lo que sí recuerdo es que empieza a llover, empieza un aguacero terrible, y Woody Guthrie se quita su chaquetilla y su camisa para proteger la guitarra. Algunos se le ríen y otros lo cuestionan en un slang negro de los años 30 que transcribe hermosamente, y él responde con amor a las burlas y con la verdad: algo como que su espalda y su ropa se pueden mojar pero “su tiquete del almuerzo por nada del mundo”: cuando llama así su guitarra desaparece el slang y todo lenguaje porque el idioma del hambre lo conocen y lo vienen padeciendo todos. El cinismo da paso a la ternura y el cielo como si entendiera ese momento de humanidad llora más fuerte y más frío, y entonces uno a uno se van quitando chaquetas y camisas y le ayudan a Woody a cubrir su guitarra o máquina de alimento: su azadón… recuerdo mucho cómo narra su propia emoción. Como paga a todos dejando que un peláo negro que se acuesta en el techo, como él para que el túnel no los golpée, ponga su cabeza en el brazo de Woody y no contra la lata que martilla el cráneo. 
Mí cámara. Mi camarada. Mi cámara hada. Esa también es mi azadón. Mi guitarra. Mi cordón umbilical con el mundo. Por eso tenía la calcomanía (la conserva). También en horas de lluvia fue resguardada por mí y por mis cómplices… y tal vez una de las cosas que más le agradezco a la cámara, y a esta precisamente, es a los corazones que convocó para que anduvieran conmigo un tiempo. A veces poco. A veces solo allí. A veces salimos bien de andar a sus tres patas, a veces no tan bien: seguro con muchos y algunas ya nos olvidamos. 
Así que pienso en la cámara como una hoguera; una trampa de versos. Pero como pasa con los animales, si uno empieza a compartir mucho con un individuo ya no es otro de esa especie: es Ese. Ya no es un barranquero más, es Pancita (por dar un ejemplo verdadero de amistad que con un individuo animal que se dio en el rodaje de la película que estoy haciendo desde 2021). Esta no era “una Sony X3”, era “la cámara”, era “la X3”, “la cámara”. Es como cuando uno se cruza con un extraño: escasamente deja la huella de la luz de su rostro. Pero si uno para a observarse, aparecen los lunares, y cicatrices, y poros, y asimetrías: y empieza a conocerse. Y yo me sabía mi cámara sin verla, con las yemas de los dedos, como en braile, como un clarinete.
No es ni siquiera 2k en este mundo de culto a la exageración, a cosas que ya ni los ojos perciben pero sí los bolsillos. Esto que te escribo y que te escribiré es para ESTA cámara. Este amado juguete con el cual pude estar en modo de alabanza con el mundo. No he tenido los recursos ni he sido de estar cambiando los aparatos, las herramientas, ni tener las últimas siempre. Esta cámara llegó a mis manos cuando estaba con mi imaginación, suerte, magnetismo, colaboradoras, colaboradores y planetas alineados. Sentía el favor de la Vida, la misericordia de Dios (esto sigue hoy), que es algo que amo experimentar y que se facilita con la cámara. Como tantas cosas. 
Pese a que juego con cámara fotográfica desde los 4 años, con cámaras de video desde los 5 (siempre prestadas hasta mis 14 que hubo la primera VHS-C en casa), vine a sofisticar con esta algunas definiciones y formas de hacer, y fue gran cómplice en el más grande de mis insumos: querer ver los corazones ajenos: de animales o gente, de paisajes o piedras… es un subrayador de la realidad (o resaltador); es la primera forma de edición pues es en el cuadro de la cámara donde se decide, se recorta, y se guarda algo de la realidad mientras se desecha el resto: algo específico, esto que grabo y no todo lo otro: como el fuego que tiene un tamaño y no lo enciende todo. Es una refiladora de la realidad. Es también un cine pequeñito al pegar el ojo al visor, un teatro, ese rectángulo en una inmensidad negra, en este caso diminuta, que no deja ver otra cosa. 
En 2010 lo resumí en un texto: 
CAMARADA. Cámara, camarada, camarita. / Pija camarita, te decía en el Casanare. / Guitarrita de clavijas eléctricas. / No alcanzas a ver cómo tengo los dedos ampollados de tocarte. / Por tu culo miro al frente. / Ojo de punta de lápiz. / Ya no tenemos que escribir nada, camarita. / Si no quiere que le escriba, ni leer mis cartas, / me rasgaré en trocitos la lengua para que ni me entienda las palabras. / Y la destazaremos en 24 tajadas por segundo, camarita. / A los 3 segundos no será ni la cuarentayochésima parte de lo que fue hace un rato. / Mi lapicito, mi hembra, mi flauta.
Eso lo pusimos como uno de nuestros posts de la época de promoción de La sociedad del semáforo. La cámara se compró para hacer esa película que prefería un formato dócil y guerrillero, elástico, a una cámara de formato mayor que se habría tenido que alquilar… pero nosotros necesitábamos poder desenfundar en cualquier momento. Grabar antes de decir acción y después de decir corte (esto salvó la edición incontables veces).
Dejo esta cámara de una manera muy amorosa al cuidado de ustedes. Agradecido primero porque sí quieran guardarla (dejaré alguna sorpresa indescifrable a simple vista), venderla no me suena para nada, y regalarla es un encarte casi para cualquiera. Así que la voy a dejar junto a esto que escribo como aplazando el momento o el guayabo de entregarla, después de que juntos atestiguamos tantas cosas incluidas lágrimas, embotellamientos de ambulancias, eclipses… 
Las guitarras se valorizan entre más viejas sean. Músicos como Dylan (devoto de Guthrie), Niel Young, o Willie Nelson procuran instrumentos con historia: algunas pasaron por Robert Johnson, Odetta o Hank Williams, por ejemplo. Jerry García tocaba su famosa guitarra Tiger. Willie Nelson ha tocado desde siempre su amada guitarra Trigger(otra arma), que ya venía rota y así la conserva pese al chequeo anual que le hace un gurú de esos asuntos en Austin, Texas: supongo que revisa que siga abierta la herida, que siga bella la herida. Si se le llegara a perder esa guitarra, se retiraría, decía. Le dejó componentes mixtos de un anterior dueño porque le permitía evocar el sonido de su admirado Django Reinhardt. Nelson se quejaba de que con las nuevas y maravillosas guitarras sonaba a una copia de sí mismo y que “en cambio con un instrumento que es parte de mí todo es como un nuevo original”. 
Eso sentía yo con la X3. Nos entendíamos perfectamente. Éramos un trío con ella y con mi trípode cuyas patas ya cumplen 23 años conmigo en todas las posiciones. Para mí siempre es mejor una herramienta que uno conozca a la supuesta “mejor herramienta”. Y si yo en la vida ya me sentía protegido, con cámara, con esta, fue una fusión de cuidado absoluta. Yo siento que la cámara ha sido como un órgano que me faltaba. Tengo más equilibrio cuando estoy con una en la mano. Aunque me defino como un torpe con buenos reflejos, con cámara la torpeza se va y se conservan los reflejos. Es como un peso que debería tener para ser equilibrado, para estar “más entero” (como diría Antonio López en hombros de Erice). Con la cámara se van o endulzan mis taras sociales o profesionales. Mi torpeza se camufla. Es como si fuera un peso que me hace falta. Camino sin resbalarme en las resbalosas piedras del río, y puedo filmar en su superficie tocando prácticamente el lente con el agua pero el agua no la toca. Cae el aguacero sin desteñirme. 
Con la cámara no solo no me caigo: cuelgo tranquilo la vida de helicópteros o precipicios: se que soy un médium trabajando con las verdades y la verdad de otros, armando la mía…  y la siento como una camándula, como una verdadera herramienta de oración: como si la Vida entendiera que filmar es un acto de reconocimiento y de agradecimiento, aún enfrentando a la cámara las más duras situaciones, realidades, o dolores; la cámara vuelve la amarga realidad una fiesta de máscaras: donde uno se puede tapar la cara (que es la máscara más cara) con esa máscara: la cámara: la más cámara. Uno pasa disfrazado de recolector de tajaditas del tiempo, de muestras del mundo, de la experiencia humana, de la experiencia en la Vida.
Nombrando de nuevo a La sociedad del semáforo, empiezo una lista de trabajos y asuntos que han pasado y posado frente a esta cámara, así sea ignorándonos descaradamente, mientras estuvo en mis manos o las de miembros de los equipos con que trabajamos (procuraré memoria, que es poca, y cronología). Solo 3 de los largometrajes que he hecho se hicieron con otra cámara, con cámara grande (Tierra en la lengua, Niña errante, BambúMoon, pero en todas ha rondado la X3 en desarrollo, ensayos o detrás de cámaras, aún en la última nombrada que está actualmente en edición). Estas son algunas de las cosas que hice con ella en mano y al hombro: 
La sociedad del semáforo (largometraje), videoclips de Velandia en el Llano y otros parajes (hicimos en 3 días como 14 videos: haciendo el de la canción Gloria del monte, en Casanare, Velandia se tiró a un estero (acumulación de agua del invierno que dura parte del verano, y yo lo seguí y sumergí accidentalmente la cámara en el barro, como si fuera un barequero tras perlas en el barro: el lente quedó destrozado y con el zoom eléctrico inservible: aún así con el lente crujiente y carrasposo de arena seguimos rodando. Era el segundo trabajo de la cámara tras la película y solo el destino que sonríe y los caminos del cine que me protegen y curan, permitieron que la empresa que nos vendió, La Curaçao, decidiera darnos el lente de nuevo “por garantía”. Muy hermosos. El lente era lo exquisito de esa cámara, aparte de su ergonomía de cojín en el hombro y la cabeza: tan cómoda que algunos podían filmar con ella y hacer siesta al mismo tiempo. 
Y aunque siempre amé hacer cámara (o serlo), en muchas ocasione trabajé con maestras y maestros tan grandes que entendían con pasión, compasión y paciencia, que era parte de mi misión y de mi gozo. Y que aunque ellas podían reinventarse en cada proyecto, varias veces al año, para quien dirige esos chances de ejercitarse son más escasos y distantes. Mucho mejores cinematografistas y camarógrafos que yo, siempre respetaron mi deseo de tener la cámara en mis manos y hombros, o turnarla, y aunque son muchos más recuerdo al vuelo de largometrajes y cortos a Sofía Oggioni, Juan Carlos Gil, Pedro Vega, Mauricio Vidal, Paulo Pérez…
De mis 10 cortos no filmé sino Montañita con la X3 (corto que hice bajo la batuta y embrujo de Abbas Kiarostami, uno de mis ídolos, como tutor). De mis 7 largometrajes terminados, 4 los hice con esta hermosura: además de La sociedad… (en orden de filmación): Memorias del Calavero, El valle sin sombras (salvo la parte del volcán), Señorita María: la falda de la montaña. Aparte infinidad de momentos y video clips, o eventos excepcionales como habiendo sido llamado por el propio amado Fernando Vallejo, filmar como un boxeador que entra al ring, su discurso de la Filbo en 2016. Tanto filmado. Tanto pescado. Desde promesas de amor, desde amor amor, desde amistad, amistad amistad, amistad amor, hasta fenómenos naturales inabarcables. 
Alcancé a filmar a mis abuelas. Con esta cámara y mi hermano del alma Martín llevé a mi barbado papá a un bosque de árboles con barba a que me contara los sueños que tuvo en la cuarta cirugía de cerebro abierto. Cirugía de 12 horas de la que salió cuadrapléjico y como en las 5 veces que tuvo que operarse, volvió a andar perfectamente y jamás perdió la lucidez, el lenguaje o el humor. En esa cuarta cirugía estuvo mucho tiempo adentro del hospital y 9 días en coma. Allí soñó cosas maravillosas que algún día filmaré (cuando la inteligencia artificial me permita dictarle buenos efectos desde la luz de mis axones) y que incluían enfermeras con la quijada de madera, una competencia de mil tractomulas en una pista de mil carriles, una al lado de la otra… entre otras cosas… y la constante de muchos sueños: junto a mí, y a veces con toda la familia, íbamos a robar su cuerpo para tratar con el neurocirujano de que siguiera en esta vida así fuera como un zombie. Mi papá mismo nos ayudaba a robar su propio cuerpo pues él iba con nosotros como en un nivel espiritual. Así vio pájaros que eran iguales de cabeza y cola bajo un tapete de tierra que se despercudían a su paso y volaban… y así… cosas que este no es el espacio ni quiero aún. 
El caso es que en ese bosque y con esta cámara logré que me contara todos los sueños que yo ya recordaba como míos: como con una visión subjetiva, en primera persona, como desde mis ojos mientras él los relataba. Cuando terminó, como 90 minutos después, pidió permiso para grabar sobre otro asunto y expresó su visión y voluntad para su muerte que sucedería 3 meses después. 
Esta cámara filmó a mi amado y extrañado Luis Ospina y parte de su Todo. Filmó mis montañas amadas de niño. Filmó las sabanas entre Aguazul y Maní por un lado, y entre y el Dumagua y el río Unete por otro. Y al río amado. Grabé amor. Grabé amistad. Grabe enemistad. Grabé desamor. Grabé los secretos del Cucho (protagonista de Memorias del Calavero) por petición de él y para que le diera a su familia tras su muerte en 2016 (no lo he hecho). Grabé indignación. Grabé el momento en que el bazuco da una patada de mula en el bulbo raquídeo a quien la porta. La llevé aunque en caja a ver el Nevado del Ruíz con una ruana de nubes mientras se nos escurrían las lágrimas de emoción al verlo, tan blanco, tan ajeno al dolor de Armero.
La verdad es que he filmado innumerable cantidad de cosas con ella. Materia bella. O hace y produce materia bella al operar filmando. O transforma materia en belleza. O transforma belleza en materia. Esa cámara ha sido también reteñidor de lo que he imaginado, de mis sospechas, de mis fantasmas. Ha sido el lugar en el que sueño y materia encajan como piezas de Lego. Teoría y artesanía. Es el crisol, el molino, en el que los sueños, los textos, las ilusiones, se hacen materia cinematográfica. 
He filmado, para rematar, y con lo que se fue quedando quieta cuando la fui apagando, ya por necesidad de un nuevo fierro (que ya conozco y amo desde hace casi 5 años), lo más dulce y emocionante que he podido filmar en mi vida: Amalia, mi hija, creciendo. Diciendo luces. Diciendo chispa que viene de otra parte. Diciéndome claves. En el mar. En la Sierra. En el carro. En la casa. En la misma panza de su mamá en Montañita.
Quedó registrado con la X3 cuando aprendió a nadar y a montar en bici, cuando armaba cosas durante 3 o 4 días, cuando hicimos animación, cuando planeamos los dibujos de un cuento que saldrá escrito por mí y dibujado por ella. Quedó allí el mantra que me dijo a los 3 años y medio cuando la llevé a cortarle el pelo, en Luna llena, como hago cada 3 o 4 meses desde que es una bebé y en cuanto su pelo tomó alguna forma entendible (he sido su único peluquero, he filmado todas las peluqueadas pero no he vuelto a ver aún ninguna). Ese día la recogí para ir a cortarle el pelo a mi casa. Le dije que estaba contento porque pensé que iba a ser más complejo encontrarnos en dos casas: me dijo como si supiera la respuesta o la pregunta con antelación con su voz de hilito mínima “Papá, el amor nunca es difícil”. El mantra del que he sacado tanto alimento y aguante.
En todo caso la cámara es donde toda la aventura de creación del cine que he hecho hierve por primera vez (la cámara en realidad es el punto de vista: a veces ni existe, como cuando se trabaja en computador o en ciertas formas de animación con material escaneado). En mi caso, en mis casos, todo lo que se planeó, lo que se hace y lo que se planea hacer pasa por la cámara: la cámara es el lugar de la “cita” porque casi todo en esta vida y especialmente con el cine es una cita. 
Adorado fierro del siglo. Yo la amo. La entrego agradecido y sin condiciones en el fondo pero con una condición en el fondo: como la entrego perfectamente con cargador y baterías y etc., si alguna vez necesito usarla, o me sirve por su textura, o porque la extraño mucho para ir a perseguir algún pájaro o cometa o alma, les pido que tenga la potestad de sacarla de allí y dejar un letrero en su lugar que diga “Vuelve a la lucha”, y tal vez otro que prometa “ya regresamos…”
Ha sido una caminadora de este país. Ha sido leal. No ha fallado. La llevo en el alma que es el lugar donde palpita vivo el agradecimiento. 
Ha sido un honor apretarte los bonotes, cámara ardiente.
Un honor entregarla a ustedes, 
Rubén.
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napiltu · 2 years
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Peli: La estrategia del caracol.
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La estrategia del caracol, es una clásico del cine Colombiano, se desarrolla y se produjo en la ciudad de Bogotá.
Es una de las películas que más ven los abogados, muestra una de las estrategias más admiradas y que siempre se enseñan e los estudios de derecho.
Es una muy buena película, recomenda.
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navedelmisterio · 1 year
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CUARTO MILENIO – Programa 19×03 – 24/09/2023
Dossier: Sound of Freedom
Desde su estreno en Estados Unidos en el pasado mes de julio, la película Sound of Freedom (Sonido de la libertad, en español), protagonizada por Jim Caviezel, no ha dejado de generar polémica y al mismo tiempo de acumular éxitos de taquilla.
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El largometraje protagonizado por Jim Caviezel (La pasión de Cristo) fue lanzado el 4 de julio de 2023 después de permanecer algunos años en los archivos de The Walt Disney Campany. Gira en torno a un agente del Gobierno de los Estados Unidos, llamado Tim Ballard, que rastrea niños colombianos que han sido víctimas de la trata de personas.
Tim Ballard existe realmente y la película se basa en algunas de sus vivencias y en casos investigados por él mismo.
Cuarto Milenio toma el testigo de Sound of Freedom para confeccionar un apasionante dossier en el que participarán especialistas en la materia para analizar esta problemática en el mundo.
Para empezar, entrevistamos a Alejandro Monteverde, director de la película, quién nos contará por qué se ha embarcado en este proyecto y si ha tenido problemas por ello.
El padre Ignacio María Doñoro, capellán castrense y fundador de Hogar Nazaret (Perú), nos hablará de los verdaderos casos de trata de niños que él ha podido seguir e investigar durante el desarrollo de su labor.
David Felipe Arranz, filólogo y crítico de cine, nos contará la polémica desatada en torno a este filme, ya que son muchas las voces que se han alzado en su contra. ¿Por qué es tan polémico? ¿Qué sensiblidades aborda para que tenga tantos detractores como seguidores? Igual que Mamen Sala, nuestra corresponsal en Estados Unidos, nos hablará del fenómeno en el que se ha convertido esta película y de cuáles son sus principales detractores.
Sabremos quién es el verdadero Tim Ballard, activista y agente retirado de la CIA, en quien se basa la película, siempre en la lucha por los derechos de los niños.
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IN SITU: EL DAIMON
Iker Jiménez y Carmen Porter prosiguen con sus viajes e investigaciones. Esta vez acuden a la llamada del ilustrador Tomás Hijo, quien hace tan solo unos días experimentó una desconcertante experiencia que le dejó marcado. Regresaba de una excursión a pie por los alrededores de Ríomalo de Abajo (Cáceres) acompañado de su familia y su perro cuando cerca de la alquería abandonada de Cabaloria, en plena noche, escucharon un fuerte ruido y al poco tiempo pudieron contemplar unas piernas delgadas y oscuras. Un par de piernas que no iban unidas a torso alguno y que cruzaron solas el paraje en sentido contrario a los excursionistas.
Iker y Carmen se han trasladado al lugar de los hechos y nos contarán qué ocurrió durante su visita, así como, tratarán de buscar una explicación a lo sucedido.
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