#Autor Milton Del Moral
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El día que la gente se cansó: a veinte años de la marcha que encabezó Juan Carlos Blumberg e impulsó reformas en el código penal
El primero de abril de 2004, nueve días después de que Axel Blumberg fuera ejecutado por sus secuestradores, la plaza de los dos Congresos se llenó de indignados. Los medios estimaron 150 mil personas; el padre de la víctima calcula que asistieron 350 mil. Esa noche, en la que se reclamó seguridad y justicia, los presidentes de la cámara de senadores y diputados recibieron un petitorio para…
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#20 años#Aniversario#Asesinato de su hijo Axel#Autor Milton Del Moral#Infobae#Juan Carlos Blumberg#Marcha#Plaza del Congreso
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Capturan a autor material de homicidio de Miltón Morales Comisario de SSC-CDMX
Redacción InsurgentePress/Ciudad de México.- La Fiscalía General de Justicia del Estado de México (FGJEM) dio a conocer que arrestaron a Jorge Leonel, alias “Leo” presunto autor material del asesinato de Milton Morales Figueroa, comisario de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) de la Ciudad de México, perpetrado en el municipio de Coacalco, el pasado 21 de julio. En un comunicado la FGJEM…
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Los libertarios: ¿el extremo centro?
Por Peter Lucius
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
A menudo se ha dicho que Francia se encuentra atrasada treinta años con respecto a los Estados Unidos. Ya sea que eso sea cierto o no, es importante estudiar las principales corrientes ideológicas que existen en los Estados Unidos. Una de estas corrientes es el libertarismo, el cual es prácticamente desconocido en Europa. Sin embargo, esta ideología ha comenzado a ejercer cierta influencia sobre la alta burguesía y una parte de las comunidades "clandestinas" que se forman en Internet. Este tema es bastante extenso y por eso este artículo no será más que una breve descripción general del asunto.
Los principios: Ayn Rand, la escuela austríaca de economía, los Chicago Boys
Los libertarios tienen su origen en los Estados Unidos. Su movimiento surge de las ideas expresadas por la escritora Ayn Rand, que es muy famosa en el país del Tío Sam, pero es prácticamente desconocida en Europa. Entre las ideas sostenidas por Rand, además de otras que igualmente sostienen los liberales clásicos, podemos encontrar una que habla de la abolición de los impuestos y su sustitución por una contribución completamente voluntaria para pagar los gastos de un Estado mínimo.
Esta concepción del Estado mínimo se llama minarquismo. En el contexto del espectro político se habla de la extrema izquierda o la extrema derecha, pero podemos decir que el libertarismo puede ser calificado como parte del extremo centro, ya que defiende una concepción basada en el máximo de libertad individual posible (una idea que es propia de la izquierda estadounidense) asociada a la mayor "libertad" económica posible (idea que sostiene la derecha). Se trata de una forma de liberalismo consecuente que es enemigo de la asistencia social que da el Estado a los más desfavorecidos, pero también ataca las subvenciones públicas a las empresas. En lo económico, los libertarios son claramente neoliberales, citando como referentes a los Chicago Boys y a la escuela austríaca, autores que están asociados directamente a las transformaciones económicas de los años 80 y la destrucción del keynesianismo, considerado por ellos como una forma larvada de socialismo (¡quizás esa es la razón por la que Keynes es mucho más odiado por los libertarios que el mismo Marx!).
Desde un punto de vista filosófico, sus ideas parten de la defensa de la libertad individual y consideran que el individuo es el fundamento del derecho natural: los libertarios sostienen que el ser humano es un átomo independiente que está suspendido en el vacío. Muchos libertarios afirman ser anti-políticos, y ven toda actividad política como parte de la esclavitud nacida del Estado moderno. Otra idea importante que sostienen es la que tiene que ver con que la sociedad y todas las relaciones entre los individuos deben regirse por medio de contratos que determinen el rol que cumplimos en un entorno competitivo. Finalmente, los libertarios celebran que el egoísmo racional es moralmente bueno, siendo la virtud por excelencia frente a males como los celos y la envidia. Su filosofía es llamada "objetivismo". Debemos tener en cuenta que Ayn Rand ha escrito numerosos trabajos defendiendo estas ideas (1), y muchos de sus trabajos son bestsellers en los Estados Unidos.
Evolución actual: ideas recicladas que han sido tomadas de sus adversarios
Los libertarios han recuperado la lucha de clases, pero de una forma indirecta y bajo un contexto muy distinto al del marxismo: según los libertarios sí existe esta lucha, ella sucedió en el pasado y prosigue al día de hoy, pero esta lucha no sucede bajo el concepto de la lucha entre clases sociales como la izquierda lo concibe. La izquierda entiende esta lucha como proletarios contra burgueses o burgueses contra nobles..., pero los libertarios la entienden como una lucha entre los grupos que viven del Estado (funcionarios, capitalistas subsidiados por el Estado, gente que es beneficiada por la asistencia social...) contra la clase productiva (el sector privado, los empleados y los accionistas), siendo esta última víctima de la primera, ya que los impuestos directos o indirectos del sector público les roban el dinero (siendo para ellos una apropiación ilegítima de su dinero y una especie de robo). Los libertarios también reivindican el materialismo y consideran que solo el individuo existe realmente, ya que él es el único referente que debemos tener en cuenta en cuestiones morales o de valor, mientras que cualquier otra clase de especulaciones no son más que peligrosos conceptos idealistas y constructivistas.
Los libertarios también se han apropiado del anarquismo y sostienen una versión de anarco-capitalismo extrema. La visión libertaria más radical sostiene que no debe existir Estado, ya que, incluso las funciones referentes a la soberanía deben ser asumidas por las empresas partiendo de un contexto competitivo: el sistema judicial debe ser privado (como las cárceles), todos podrán acuñar dinero, la policía desaparecerá a favor de la creación de milicias privadas, etc. A diferencia de muchos otros liberales, los libertarios se oponen a los derechos de copyright y a las patentes de invenciones. También se oponen a cualquier clase de vulneración de la libertad de expresión, la cual es sostenida por leyes contra la difamación o el chantaje, considerando que este último es una especie de comercio legítimo de toda clase de información. Por supuesto, sus ideas sobre la sociedad los lleva a ver con simpatía el anarquismo primitivo (el comunismo libertario) y no dudan en recuperar a figuras como Proudhon o Kropotkin, que convierten en sus predecesores, mientras que enfatizan su anticomunismo y su desconfianza contra la clase trabajadora.
La fragilidad de los mitos libertarios
Analicemos algunos de sus argumentos: "El sector privado es siempre más eficiente y rentable que el público".
No es necesario pensar mucho para darse cuenta a priori de que este silogismo es falso. Simplemente señalaremos que Francia, por ejemplo, atrae a la inversión extranjera en gran parte gracias a la calidad de su infraestructura, que es gestionada, en su mayor parte (al menos por ahora), por el sector público. Comparemos esto con el sector privado en los Estados Unidos: falla en el mantenimiento de las vías, negativa a atender a los más pobres por falta de liquidez (lo cual no solo es injusto, sino incluso estúpido, ya que permite el resurgimiento de epidemias y enfermedades que se pueden contener fácilmente, como, por ejemplo, el cólera). Otro ejemplo son los ferrocarriles británicos: la liberalización fue tan desastrosa que el gobierno tuvo que dar marcha atrás a estas reformas. Los libertarios sostienen que el aumento de la competencia permite que los precios bajen, pero desde que la electricidad comenzó a ser privatizada y volverse competitiva en Francia no ha habido la menor demostración de este axioma.
"Las crisis de mercado sucedieron debido a la intervención estatal y no al capitalismo en sí" (2)
Cualquiera que sea la crisis, pasada o presente, que sufra el capitalismo, los libertarios consideran que ha sido culpa de la intervención del Estado. Según wikiberal: “los autores liberales concuerdan en que el Estado es el responsable de las crisis económicas, pero plantean diferentes causas: para Milton Friedman la culpa es la política deflacionaria, para Ludwig von Mises y Murray Rothbard es la política inflacionaria, para Jude Wanniski es la ley proteccionista sobre los aranceles aduaneros la causa de la Depresión” (3). Argumentos eminentemente contradictorios, ya que ninguno de ellos evoca como parte de la crisis la sobreproducción o la especulación, que han sido identificadas siempre como las dos principales causas del colapso financiero; podemos interpretar eso como una interpretación sesgada, ya que la mayoría de los economistas liberales reconocen que estas crisis suceden como parte del capitalismo mismo.
"Si todo el mundo fuera un dueño privado de la naturaleza, entonces la naturaleza siempre estará protegida".
Este argumento, que muy pocas veces es sostenido con seriedad, es particularmente cómico (o trágico, si se aplica algún día): afirma que la destrucción de la naturaleza se debe a la ausencia de apropiación privada de ella. Se cree que el dueño de un animal o una planta están obligados a cuidarlo bien para satisfacer su propio interés, pero ¿qué pasa con todos los perros o gatos abandonados o golpeados a muerte todos los años? ¿Quién podría impedirme matar a un panda que vendo con tal de que unos ricos excéntricos coman su carne? ¿O que impide que torture a un animal que me pertenece? Y ni hablar de que se considera la naturaleza como un objeto al servicio del hombre, sin pensar en que ella esta compuesta por seres sintientes que hacen parte del patrimonio común del planeta.
"El egoísmo es una virtud creadora, la envidia es un vicio destructivo".
Una vez más nos encontramos frente a una oposición muy engañosa, ya que es muy difícil distinguir la envidia y los celos del egoísmo, surgiendo todos ellos los unos de los otros. Además, ¿por qué debemos creer que este tipo de sentimientos conducirán a la creatividad y al genio? ¿Han sido realmente el origen y el motivo central de la creación de muchos científicos y artistas? ¿Cuántas inmensas obras poéticas y literarias han sido producidas por tales sentimientos?
Ahora bien, los libertarios no imaginan que, paradójicamente, la aplicación de un liberalismo al pie de la letra conduce a la negación del mismo liberalismo: en una sociedad perfectamente liberal debemos antes que nada despedirnos de las regulaciones sobre la competencia y el apoyo estatal a nuestros queridos “creadores de riqueza”. En esta situación, ¿qué evitaría que un hombre de negocios rico hiciera todo lo posible por expulsar de su lugar a un recién llegado que fuera mucho más competitivo? Es un hecho que los períodos donde se ha producido una mayor concentración industrial y se han afirmado con mayor fuerza los monopolios han sido los momentos donde dominan las ideas liberales. Fue después de las crisis que sucedieron en los siglos XIX y XX cuando aparecieron por primera vez los grandes fideicomisos. Igualmente, ¿quién podría evitar que se usen la información privilegiada y el engaño especulativo cuando nadie puede vigilar el mercado?
Por otro lado, ¿qué obligaría al Estado a permanecer como un ente mínimo? Y en caso de que la justicia y la policía sean financiadas por medio de donaciones privadas de unos cuantos privilegiados, ¿cómo podríamos evitar que estos "servicios" no se conviertan en el instrumento de dominación de unos pocos oligarcas? El ejemplo de muchos países de la ex URSS resulta muy revelador.
Tampoco hace falta mucha imaginación para darnos cuenta de cómo sería una sociedad en la que nada impide el chantaje y la calumnia: cualquier hombre rico podría convertir nuestra vida en un infierno publicando mentiras en todas las revistas y exponiendo nuestra privacidad a la luz del día. Y esto sin mencionar las consecuencias del mismo orden que engendraría la privatización tanto del dinero como de la justicia.
Estas pocas vías de reflexión pueden ser útiles para estudiar y combatir estas ideas que, si a veces nos parecen ajenas, hacen parte de los fundamentos y principios sostenidos por los llamados expertos y economistas que hacen parte de la propaganda burguesa europea. Incluso son, paradójicamente, un arma contra los liberales hipócritas que viven en nuestro continente: estos últimos siempre lloran al pensar en que se debe financiar la burocracia y las ayudas sociales que benefician al pueblo, pero se quedan callados cuando el Estado hace enormes gastos para ayudar a las empresas (110.000 millones en 2013) o cuando el Estado salvó los bancos privados en el 2008-2009. Finalmente, el anarco-capitalismo es quizás nuestro mayor enemigo ideológico, pero podría ser un extraño aliado táctico, ya que combate la violencia y la capacidad coercitiva de los oligarcas junto con el Estado burgués.
Notas:
1., Ayn Rand alias Alisa Rosenbaum, era una joven inmigrante que huyó de la Rusia bolchevique en 1926 y se instaló en los Estados Unidos. Fue una defensora del ultra-liberalismo en la década de 1950 en Estados Unidos. Guionista, conferencista y ensayista filosófica, Ayn Rand es sobre todo autora de dos novelas, The Fountainhead (1943) y Atlas Shrugged (1957) que conocieron en su momento importante número de publicaciones (estas dos novelas siguen siendo libros de bolsillo muy populares en los Estados Unidos incluso hoy). La "filosofía" de Ayn Rand esta basada en el "egoísmo racional". La sociedad no existe, el altruismo es una debilidad producida por la razón, el Estado es un monstruo, solo importan los deseos individuales y su satisfacción genera la armonía universal.
2. El economista liberal Murray Rothbard dice: "Debemos abandonar la idea de que la economía de libre mercado es la culpable de haber causado la Gran Depresión. En su lugar, debemos atacar a los verdaderos culpables: los políticos, los burócratas y la masa de economistas "ilustrados". En todas las depresiones, tanto en las del pasada como en las futura, ellos siempre serán los culpables” (Murray Rothbard, la Gran Depresión de Estados Unidos)
3. Ver el artículo "crisis económica de 1929" en Wikibéral.
Fuente: http://rebellion-sre.fr/libertarianisme-lextreme-centre/
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El economista y el dictador, por Mises Hispano.
El fallecido autócrata chileno Augusto Pinochet es responsable por prohibir la oposición política, por hacer “desaparecer” enemigos políticos (“desapareciendo” algunos de ellos incluso en Washington, DC.) por ordenar miles de muertes y transformar estadios de fútbol en sombríos centros polivalentes de detención en que prisioneros políticos eran torturados y asesinados.
El fallecido economista y escritor Milton Friedman es responsable por ideas innovadoras en economía y apoyar la defensa de la libertad de los individuos de elegir como vivir sus vidas, libres de la interferencia del gobierno.
Y, Sin embargo, tanto en la vida como en la muerte, Pinochet y Friedman han sido aceptados por muchos como los dos lados “negros” de una derecha malvada en que el despotismo, la tortura, y el libre mercado irrestricto están íntimamente ligados. El columnista de The New York Times Anthony Lewis declaró en 1975 que “la política económica de la junta chilena es basada en las ideas de Milton Friedman (…) y su Escuela de Chicago (…) si la teoría económica “pura” de Chicago pudo ser realizada en Chile apenas bajo el precio de la represión, ¿deberían sus autores sentir alguna responsabilidad?” Tales actitudes asombrarían a Friedman hasta su muerte y más allá.
La reacción de algunos conservadores usualmente hasta la muerte de Pinochet no ayudó a desenmascarar esta infeliz asociación. Ya que Pinochet era un autócrata pro-americano, que honró un plebiscito y renuncio, parte de la derecha americana siempre tuvo un afecto poco saludable por el general. La revista National Review realizo un simposio y un informe oficial organizado por el ex-editor John O’Sullivan marcando el fallecimiento de Pinochet, sin mucha indignación por los crímenes del dictador. O’Sullivan, dijo explícitamente, en un intercambio de acusaciones morales y extrañas que las disputas partidistas acostumbran a generar, que por supuesto, Pinochet debería sufrir por su villanía — pero solamente si Castro y Allende también lo hacen.
Pero si los comunistas inmorales son hipócritas por solo oponerse a la tiranía cuando se trata de no-comunistas, como la derecha es tan ágil en denunciar, ¿en que se convierten los derechistas cuando hacen eso, cuando solo parecen oponerse a la tiranía tratándose de comunistas (o musulmanes)? Uh, bueno… ¡oye! ¡Mira allá! ¡Castro! ¡No lo dejen escapar!
Sí, es verdad, Friedman dio consejos a Pinochet, Pero no se referían a cómo encontrar el mejor lugar en el océano para verter los cuerpos de los enemigos políticos asesinados. A pesar de las multitudes enfurecidas de estudiantes que perseguirían a Friedman en todos los lugares de Estocolmo (a su ceremonia de aceptación del Nobel de 1976 marcada por la presencia de los estudiantes) a Chicago porque ellos lo consideraban una especie de maestro de marionetas de las siniestras políticas chilenas, la realidad de los “enlaces” de Friedman con Pinochet es mucho menos dramática.
Durante años, la Universidad de Chicago tenía un programa en colaboración con la Universidad Católica de Chile en el cual se concedían becas para que los chilenos estudiaran en Chicago. Los asesores económicos de Pinochet fueron, por tanto, entrenados por la Universidad de Chicago, y conocidos como “Chicago Boys”. Pero el único contacto directo de Friedman con Chile fue cuando él fue invitado por su colega, también profesor de la Universidad de Chicago, Arnold Harberger — que estaba más relacionado con el programa chileno — a dar una semana de conferencias y participar en debates públicos en 1975.
En cuanto estuvo allí, Friedman tuvo un encuentro con Pinochet, por menos de una hora. Pinochet pidió a Friedman que le escribiese una carta acerca de sus puntos de vista sobre como la política económica chilena debería ser gestionada, lo cual Friedman hizo. Él defendió cortes rápidos y severos en los gastos del gobierno y la inflación, así como instituciones más abiertas al comercio internacional y políticas para “establecer el alivio de cualquier dificultad real y angustiosa entre las clases más pobres”. Él no eligió esto como una oportunidad de censurar a Pinochet por cualquiera de sus políticas represivas, y muchos admiradores de Friedman, incluido yo, me habría sentido mejor si él lo hubiese hecho.
Pero esa fue la dimensión de su participación con el régimen chileno — el que se encasilla como un patrón recurrente en la carrera de Friedman de aconsejar a todos los que lo quisiesen oír — no era una señal de aprobación del autoritarismo militar. Friedman, al defenderse contra las acusaciones de complicidad con, o aprobación del régimen de Pinochet, dijo en una carta en 1975 para la revista de la Universidad de Chicago que él “nunca escucho quejas” sobre haber dado ayuda y confortó a gobiernos comunistas con que se había comunicado, y que “no apruebo ninguno de esos regímenes autoritarios, ni los regímenes comunistas de Rusia o de Yugoslavia, ni los regímenes Militares de Chile y Brasil, pero creo que puedo aprender observándolos y que, en la medida en que un análisis personal de su situación económica les permita mejorar en su desempeño económico, es probable que eso favorezca y no retarde un movimiento en la dirección de mayor liberalismo y libertad”.
Si usted cree que es un deber moral boicotear a los criminales del gobierno, sin restricciones, entonces Friedman hace una cosa errada en hablar con Pinochet y escribirle una carta. No obstante si cualquier chileno tuvo una vida mejor debido a cualquier reforma de libre mercado que Friedman o los consejeros de Pinochet instruidos en Chicago ayudaron a hacer realidad, ese es un precio pequeño a pagar por cualquier daño a la reputación de Friedman.
¿Será que algún chileno tuvo de hecho una vida mejor por causa de las políticas de libre mercado? Es una cuestión de fe entre la izquierda decir que Chile tuvo su economía destruida por el “Friedmanismo” galopante. En un excelente artículo (no disponible online) que apareció en 1983 en la edición de agosto de la revista Inquiry, — durante la primera recesión grave en Chile después de algunas reformas de mercado iniciales — titulado “¿Realmente Milton Friedman arruinó Chile?”, Jonathan Marshall subrayó que tanto Friedman, que fue muy rápido en declarar la victoria definitiva del libre mercado en Chile, y sus detractores, que creían que sus políticas habían llevado a la nación a la ruina, estaban olvidando algunos detalles importantes: “Los propios protegidos de Friedman abandonaron la economía de tendencia laissez-faire en ciertas coyunturas, y fueron estos desvíos, no un monetarismo enfermo, lo que produjo el sufrimiento de Chile”.
Marshall hizo hincapié en la gran insistencia “no Friedmaniana” de Chile en lo que se refiere a la fijación del precio del peso chileno en dólares estadounidenses en inicios de los años 80, acarreando en una sobrevalorización del peso que devastó el mercado exportador chileno. Él también señaló la continuación del sistema capitalista de compinches en Chile, en la cual aquellos que contaban con influencias tenían crédito especial del gobierno, así como rescates cuando los riesgos del libre mercado los perjudicaban. Ese tipo de política, así como un colapso mundial en los precios del cobre, la principal exportación de Chile, fueron responsables por la recesión de Chile en los inicios de los años 80, no una carrera loca en favor del libre mercado.
De cualquier forma la tendencia de reformas de libre mercado — especialmente cuando se incorporan con intervenciones continuas de varios tipos — no es garantía de resultados inmediatos. Muchas de las críticas (denuncias) populares de la idea de que las reformas de mercado ayudaron a Chile residen en buscar puntos fijos en el pasado, como si ellos resolvieran la cuestión sobre cualquier beneficio en el largo plazo. Si Friedman fue demasiado rápido en etiquetar la economía de Chile como un milagro instantáneo, como hizo en una columna en la revista Newsweek en 1982 (Subrayando que es un “mito” que “solamente un régimen autoritario puede implementar con éxito una política de libre mercado”, ya que un libre mercado es “lo contrario” del autoritarismo militar), sus adversarios fueron mucho más rápidos en condenarlo como un desastre.
Algunos de ellos tuvieron puntos fuertes, particularmente sobre las tasas de crecimiento en los años 70 y 80 que eran, posiblemente, resultados tanto de recuperación del terreno perdido debido a las recesiones como producto del nuevo y sostenible crecimiento de largo plazo. Pero las estadísticas de la última década y media mostraron un Chile que, en el largo plazo ha superado, desde el punto de vista económico, la mayoría de América Latina — inflación más baja, mayor crecimiento real per cápita del PIB, una menor incidencia de Pobreza extrema y menos dependencia del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Ningún éxito económico de Chile sirve de disculpa o minimiza los crímenes de Pinochet. Incluso los defensores libertarios férreos de Friedman pueden cuestionar la conveniencia de su asociación, por más breve o tenue, con el dictador. El economista austríaco Peter Boettke me dijo una vez que, muchos economistas de su generación — muchos de los cuales son libertarios en su esencia — tienen la noción de que trabajar en algo inocuo cómo las finanzas públicas es de mal gusto — como una “ayuda para la mafia”. Friedman no sentía tal repugnancia visceral por el gobierno o por quienes gobiernan. Él era realista sobre la política, y trato de lidiar con el mundo tal como era — lubricando con su radicalismo político los engranajes del poder de la manera que era posible.
Friedman estaba listo y dispuesto a decir a las personas responsables por todas las políticas erradas del mundo lo que ellas necesitaban hacer para arreglar las cosas, lo que significa que él tenía que dialogar con ellos, hacer ataques abiertos a sus crímenes no era prudente. Él intento mover el mundo en una dirección más libre del punto en que la realidad se presentó.
“No tengo nada bueno que decir sobre el régimen político que impuso Pinochet”, dijo Friedman en 1991. “Fue un terrible régimen político. El verdadero milagro de Chile no es lo bien qué le fue económicamente, el verdadero milagro de Chile es que una junta militar estaba dispuesta a ir contra sus principios y apoyar un régimen de libre mercado proyectado por seguidores de los principios de un mercado libre… En Chile, el impulso para la libertad política que fue generado por la libertad económica y el consecuente éxito económico al final resultó en un referendo que introduciría la democracia política.
Podría haber sido más gratificante moralmente no tener ninguna relación con Pinochet, simplemente condenarlo de lejos. Pero optando por dejar sus consejos económicos por encima de la revolución política, Friedman casi seguramente ayudó a Chile a largo plazo — aunque es importante recordar que los “Chicago Boys” fueron más responsables de lo que el propio Friedman, y que ellos no estaban siguiendo sus órdenes implacablemente o bajo su instrucción directa.
Indudablemente, la decisión de Friedman de interactuar con los funcionarios de gobiernos represivos crea tensiones incomodas a sus admiradores libertarios; Podría, y a menudo pasa, preferir que él no lo hubiera hecho. Pero dado lo que probablemente significó para la riqueza económica y la libertad en el largo plazo para el pueblo de Chile, esta es una reacción egoísta. Las políticas económicas de Pinochet no suavizan sus crímenes. A pesar de aquello que sus admiradores de derecha dicen. Pero Friedman, como consejero económico para todos los que quisieron escucharlo, no cometió los crímenes de ninguno, ni admiró a ningún criminal.
Traducción por John Alejandro Bermeo, el original en inglés aquí.
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“Non passa un giorno che non siamo, per un istante, in paradiso”: Borges, una poesia dissepolta e la conferenza sulla letteratura tedesca all’epoca di Bach
Prima che Jorge Luis Borges ci lasciasse diede un ultimo piccolo lavoro di versi. Oggi irreperibile o quasi: I congiurati. Uscì nel 1985, lo tradusse Mondadori. Lo ascoltate in lingua originale, con tanto di sottotitoli, su YouTube. A me sembra indecoroso non proporre di nuovo una di quelle sue ultime scritture. Già la raccolta si apre con questa maledizione di bellezza: “dalla sommità dei miei anni ho notato che la bellezza, come la felicità, è frequente. Non passa un giorno che non siamo, per un istante, in paradiso”.
Come si fa a non abbracciarlo?
*
Comunque c’è della prosa dentro I congiurati. Questa che vi traduco è fantastica in doppio senso. Per bellezza, valore. E per etimologia, giacché fin dal titolo si presenta come fantaepigrafismo. Eccola:
Frammenti di una tavoletta di argilla decifrata da Edmund Bishop nel 1867
È l’ora senz’ombra. Il dio Melkart veglia sulla precisione del mezzogiorno per il mare di Cartagine. Annibale è la spada di Melkart. I tre quintali di anelli d’oro dei Romani morti in Puglia, sei volte mille, sono arrivati al porto. Quando l’autunno è nei grappoli sarà stato dettato il verso finale. Sia elogiato Baal, Dio dei molti cieli, sia elogiata Tanith, espressione di Baal, i quali diedero la vittoria a Cartagine e che mi fecero ereditare l’ampio idioma punico, il quale sarà la lingua del mondo, i cui caratteri sono talismani. Non morirò in battaglia come i miei figli, i quali furono capitani di battaglia e che non seppellirò, però a notte fonda innalzerò il canto di guerra e di esultanza. Nostro è il mare. Che ne sanno i Romani del mare? Tremino i marmi a Roma; hanno udito il rumore degli elefanti in guerra. Dopo convegni interrotti e parole causidiche, siamo giunti a impugnare la spada.
Tua la spada adesso, Romano; la tieni conficcata in petto. Ho cantato la porpora di Tiro, che è nostra madre. Ho cantato i lavori delle genti che scoprirono l’alfabeto e solcarono i mari. Ho cantato la pira della regina famosa. Ho cantato i remi e gli alberi e le tempeste difficili…
Berna, 1984.
*
A questo punto andiamo a fondo e leggiamo finalmente in italiano una conferenza di Borges su come e perché la letteratura si oblia. Fino a che noi contemporanei non capiamo più chi è chi: se la pira ha bruciato il nostro amore o proprio Didone, se la laminetta passò per le mani di Virgilio prima che Borges si inventasse Edmund Bishop, se insomma non siamo lo stesso sangue della poesia che ferma il secolo facendoti rileggere la parola al verso precedente sul quale sei passato veloce…
Il testo spagnolo sta in Cursos y conferencias del 1953.
Andrea Bianchi
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La letteratura tedesca nell’età di Bach
Nel famoso saggio di De Quincey sull’omicidio considerato come una delle belle arti, c’è un riferimento a un libro sull’Islanda. Quel libro, scritto da un viaggiatore olandese, contiene un capitolo che è diventato famoso nella letteratura inglese e che è stato menzionato da Chesterton. Si intitola “I serpenti in Islanda” ed è breve al punto che consiste di una sola frase: “Serpenti in Islanda; non ve ne sono”. Il compito che intraprendo oggi è una descrizione della letteratura tedesca nell’età di Bach.
Dopo qualche ricerca, ero tentato di imitare l’autore del libro sull’Islanda e dire: “letteratura tedesca nell’età di Bach; non ve ne era”. Ma una brevità simile mi punge come schifiltosa, una mancanza di educazione. Per di più, sarebbe ingiusto perché coinvolge un’era che produsse molti poemi didascalici che imitavano Pope, così tante favole al modo di La Fontaine, così tante epiche alla stregua di Milton. A questo si aggiungano le società letterarie che fiorirono in modo veramente insolito, e tutte le polemiche lanciate con una passione assente nella letteratura del nostro tempo.
*
Ci sono due criteri diversi per la letteratura. Quello edonistico, del piacere, che è il criterio dei lettori; da questo punto di vista, l’età di Bach fu letterariamente povera. Poi c’è l’altro criterio, quello della storia della letteratura, che è molto più accogliente della letteratura stessa; da questo punto di vista, fu un’epoca importante perché preparò la scena al periodo successivo: l’Illuminismo e poi l’età classica della letteratura tedesca, la più ricca che ci sia stata e una delle più ricche in assoluto: l’età di Goethe, Hölderlin, Novalis, Heine, e molti altri ancora. Questo fenomeno di un periodo povero nella letteratura tedesca non è l’unico Tutti gli storici hanno osservato che tutta la letteratura tedesca non una cosa che si sussegue, ma piuttosto periodica, intermittente. Ci sono state età di splendore e, tra queste, età di nulla (o quasi), di oscurità e di inerzia.
Si sono cercate spiegazioni per questo fenomeno. Per quel che ne so, ve ne sono tre. La prima è politica. Si dice che la Germania, che diventa un campo base per tutti gli eserciti d’Europa, fu periodicamente invasa e distrutta. (Come anche pochi anni fa). E che l’eclisse della letteratura tedesca corrispose a queste distruzioni. Spiegazione buona, ma non credo sia sufficiente.
L’altra è quella degli storici tedeschi. Dicono che i periodi oscuri sono quelli in cui lo spirito tedesco non è riuscito a spiccare il volo perché l’età si dedicava a imitare modelli stranieri. È vero, però vanno osservate due cose. Primo, quando un territorio ha un forte spirito, influenze estranee ed esotiche non lo debilitano, ma lo rafforzano. È il caso del periodo Barocco, l’era precedente a Bach. (In Germania chiamano il Settecento “secolo Barocco”). In quel secolo, brillante in quel paese, predominavano influenze straniere, ma lo spirito tedesco non ne era oppresso perché le assimilava e le adoperava.
Di passaggio vorrei notare – perché specialmente ci interessa – che l’influenza predominante nel Settecento tedesco veniva dalla Spagna. I Sogni di Quevedo si imposero su Michael Moscherosch, il più grande satirico di quel periodo il quale scrisse un libro intitolato Visioni meravigliose e vere. L’autore sostiene che il libro ritragga tutti gli atti del genere umano, i suoi veri colori ipocriti, mendaci, vani. Questo è chiaramente sotto il segno di Quevedo, il quale diede vita al libro tedesco.
Un altro caso, più famoso, è quello di Grimmelhausen il quale conosceva i romanzi picareschi spagnoli, una traduzione frammentaria del Chisciotte e Rinconete e Cortadillo di Cervantes, e una versione tedesca di Guzman di Alfarache di Mateo Aleman, e tentò di applicare le tecniche di queste opere alla storia di un soldato tedesco di nome Simplicissimus nella Guerra dei Trent’anni. Quel progetto fu, chiaramente, un successo. È facile osservare che la novella picaresca spagnola è il limite di questi argomenti. Non si tenta di abbracciare tutte le ricchezze e le miserie della vita quotidiana di Spagna. Si ha da fare, semmai, con scappatelle mordi e fuggi, spesso tra servidorame. Se paragoniamo il Buscon di Quevedo con le ballate dello stesso autore, ripiene come sono di prostitute, ruffiani, assassini e ladri, vediamo che c’è un mondo criminale, di fuorilegge che è davvero più ricco nelle ballate che nel romanzo picaresco.
*
Un’altra differenza tra modello spagnolo e imitazione tedesca: la novella spagnola picaresca era scritta con intento morale e satirico. Al contrario, il libro di Grimmelhausen, specialmente nei primi libri, sembra non aver altro scopo che riflettere, come un vasto specchio, tutta la terribile vita tedesca durante la Guerra dei Trent’anni. In seguito, siccome il libro ebbe successo, l’autore prese ad aggiungere capitoli. In quelli finali capita qualcosa di veramente tipico per la mente tedesca: si scappa dai fatti concreti e ci si volge all’allegoria. L’eroe di tante avventure sanguinarie diventa eremita, prima nella Foresta Nera e poi su un’isola. Il finale, l’eroe sull’isola, è importante per la letteratura tedesca perché prefigura un genere di libri che sarebbe diventato popolare nel diciottesimo secolo, nell’età di Bach. Erano le robinsonate, imitazioni dell’opera di Defoe.
I tedeschi furono proprio spinti da Defoe e produssero infinite imitazioni. Alla fine, erano così entusiasti dell’idea dell’uomo solitario su un’isola che distrussero il pathos dell’idea e presero a scrivere romanzi in cui apparivano simultaneamente trenta o cinquanta Robinson; non erano storie di solitudine o pazienza di un singolo uomo, ma piuttosto di imperi coloniali e utopie politiche.
E torno al problema sollevato all’inizio: che ci sono epoche di sterilità e oscurità che paiono periodiche nella letteratura tedesca. Credo che, oltre alle circostanze politiche e all’influenza di letterature straniere (le quali, contrariamente ai critici patrioti, non sono sempre malevole), vi sia una terza ragione, e mi pare la più importante anche se non esclude le altre e che, forse, è fondamentale. Credo che il motivo dell’oscurità risieda nel carattere tedesco. I tedeschi sono incapaci di agire spontaneamente a hanno sempre bisogno di giustificazione per quello che devono fare. Hanno bisogno di vedersi in terza persona singolare, e per di più vedersi magnificati prima delle loro azioni.
La prova di questo è che per lungo tempo i tedeschi non furono, come sono recentemente diventati, un popolo attivo ma, semmai, una nazione di sognatori. Richiamo il famoso epigramma di Heine dove dice che Dio ha ricompensato i francesi col dominio terreno, gli inglesi col dominio sul mare e i tedeschi col dominio delle nuvole. E richiamo anche una famosa poesia di Hölderlin intitolata Ai tedeschi. Lì il poeta dice ai compatrioti di non irridere il bambino che dà di speroni e di frusta al cavalluccio di legno: povero in azioni e ricco in pensieri. Poi si domanda se l’illuminazione non venga dalle nuvole, o il frutto dorato dalla foglia oscura, e se il silenzio del popolo tedesco non sia la solennità che precede il festival e il tremore che annuncia la presenza di dio.
Oltre agli esempi letterari, credo che possiamo richiamare esempi di politica tedesca. Non so se ricordate che all’inizio della guerra del 1914 un Cancelliere tedesco, Bethmann Hollweg, dovette giustificare il fallimento di onorare il loro impegno alla neutralità. Qualunque politico in ogni parte del mondo si sarebbe inventato un sofisma per difendersi. Al contrario Hollweg, per giustificare l’attacco tedesco, chiaramente sleale, costruì una teoria della lealtà e disse nel suo discorso che non dovevano obbedire a un trattato perché questo non era che un foglio di carta. Cose più esagerate le fece il Nazismo. Non era abbastanza essere crudeli, per i tedeschi; pensavano fosse necessario costruire una teoria precedente alla loro crudeltà, una sua giustificazione come postulato etico.
Credo che questo possa spiegare i periodi oscuri della letteratura tedesca. Sono periodi di preparazione dove lo spirito tedesco sta prendendo una decisione.
*
Ho citato spesso il progetto di Valéry: una storia della letteratura senza nomi che presenti tutti i libri del mondo come se fossero stati scritti da una sola persona, lo spirito universale. Accettiamo l’immagine e vediamo la letteratura tedesca come prodotto del suo spirito. Possiamo supporre che l’età in cui visse Bach, dal 1675 al 1750, corrisponda alla meditazione che si stava preparando per la splendida età di Hölderlin, Lessing, Goethe, Novalis e, più tardi, Heine.
Parlare di Germani in questa era, comunque, può indurre in errore. Pensiamo ora alla Germania come a un paese grande e compatto, ma allora era una serie di piccoli regni, principati, ducati, tutti indipendenti. Stava alla periferia in Europa. A conferma di ciò, e lo sapevano i tedeschi in quel periodo, dobbiamo solo considerare due illustri come Leibniz e Federico II di Prussia. Leibniz scrisse un trattato dove tentava di difendere la lingua tedesca. Spinse i suoi vicini a coltivare il loro linguaggio e disse che questo non sarebbe più stato torpido e nebuloso ma che sarebbe diventato come cristallo, come il francese. Aggiunse qualche considerazione patriottica e poi si dedicò per il resto della sua vita a scrivere in francese. La sua decisione di abbandonare il linguaggio nativo per quello straniero prova quel che pensava veramente. Uomo di curiosità universale, era naturale che fosse interessato allo stile del suo proprio linguaggio ma allo stesso tempo lo sentiva come provinciale.
Un caso più esplicito, quello di Federico il Grande. Diceva spesso che la letteratura buona non poteva uscire dalla Germania. Quando scoprì i Nibelunghi lo ritenne infantile e barbarico. Si sa bene che fondò accademie, che gli individui le frequentavano e scrivevano in francese. Erano letterati francesi rispettati con venerazione provinciale.
Altri esempi di provincialismo: il Dr. Johnson, quando era abbastanza anziano, decise di imparare un nuovo linguaggio per vedere se la sua mente funzionava ancora correttamente. Scelse l’olandese. Non gli capitò di studiare il tedesco, linguaggio tanto oscuro e tanto poco stimato come l’olandese. Torno alle polemiche in voga nel periodo. Tra le altre, quella famosa tra Gottsched e due scrittori svizzeri, Bodmer e Breitinger. Gottsched era scrittore che voleva essere dittatore letterario dell’epoca e pubblicò molti libri a Lipsia, dove visse a lungo. Gli svizzeri avevano tradotto il Paradiso perduto di Milton, uno aveva scritto un poema epico sul Diluvio e l’altro su Noè. Difendevano – in un modo abbastanza interessante – i diritti dell’immaginazione in poesia e fecero infuriare Gottsched, il quale rappresentava il gusto francese e pubblicò un libro intitolato Arte poetica dove difendeva le unità aristoteliche. È curioso paragonare la difesa di Gottsched con quelle scritte in altre parti d’Europa. Si vede bene l’atmosfera provinciale e borghese della Germania, e questo lo notavano pure gli avversari svizzeri. Gottsched disse che le opere devono limitarsi ad unità di azione (devono avere una trama), di spazio (un solo luogo), e di tempo, la quale era sempre stata interpretata come ventiquattro ore. Per Gottsched ventiquattro ore erano troppe per un motivo davvero borghese. Diceva che, al massimo, poteva tollerare dodici ore, ma dovevano essere diurne e non notturne. Poi aggiungeva – senza rendersi conto dell��errore – questo argomento straordinario: le ventiquattro ore non possono contenere le ore notturne perché, spiegava, di notte si deve dormire. Era devoto all’idea borghese che sia sconveniente tirare tardi la notte.
C’era anche un poeta, Günther, altro esempio interessante del periodo. Compare in tutte le storie della letteratura tedesca, i suoi poemi sono senza valore se li leggiamo senza sapere dell’era in cui furono scritti, sono solo buoni se li paragoniamo a quelli di altri poeti del tempo. Leggo alcuni versi del suo poema su Cristo:
Dal di fuori sono tormentato Dalla forte marea della sfortuna; dal di dentro, terrificanti paure e la furia di tutti i peccati. L’unica salvezza, Cristo, è la mia morte e la tua pietà.
Il poeta è importante in quanto poeta del Pietismo, la forma religiosa entro cui visse Bach. Movimento sorto dalla chiesa luterana che si può spiegare così: Lutero aveva preso a difendere la libertà dell’individuo cristiano attaccando l’autorità della Chiesa. In uno dei suoi trattati, La libertà dell’uomo cristiano, mantiene questo paradosso: l’uomo cristiano è maestro di tutti gli uomini e tutte le cose – ed è soggetto a tutti gli uomini e a tutte le cose. Lutero tradusse la Bibbia in tedesco, fondando il tedesco moderno con un primo monumento letterario. E mantenne che la vera forza di ogni uomo sia in se stesso, nella sua propria coscienza e non nell’autorità della Chiesa. Su questa base attaccò la vendita papale delle indulgenze.
C’è una curiosa dottrina papale che difende questa vendita. Si diceva e credeva, ai tempi di Lutero, che Cristo e i martiri abbiano accumulato un numero infinito di meriti, e che questi siano più grandi di quelli che servano agli uomini per salvarsi. Si immaginò che questi meriti superflui dalla vita di Cristo, della Vergine Maria e dai martiri fossero accumulati in paradiso e formassero il thesaurus meritorum. Si credeva anche che il Sommo Pontefice, il Papa, tenesse le chiavi del tesoro celeste e potesse distribuirlo ai fedeli. Chi comprava le indulgenze comprava parte di quei meriti infiniti custoditi in cielo. Lutero attaccò questa credenza, che diceva non aver alcun senso. Disse anche che salvarsi non servivano le azioni, ma solo la fede. Importava che ogni Cristiano dovrebbe credere che può essere salvato, e questo lo salverebbe.
*
Più tardi, quando trionfò, il Luteranismo divenne a sua volta una Chiesa, e in Germania un secondo papato, rigido come il primo. Molti uomini di fede in Germania protestavano contro questa rigidità e questo carattere esclusivamente dogmatico. Volevano tornare a una religione più personale, una comunicazione diretta tra uomo e Dio. Erano i Pietisti. Il più famoso, il loro capo, si chiamava Philipp Jacob Spenser. Prese a raccogliere gente a casa sua, “raduni di pietà”, i loro nemici li chiamarono Pietisti. Quel che successe alla parola “pietista” capita spesso coi soprannomi ostili: sono adottati dalle persone che vengono attaccate. È successo molte volte nella storia: in Inghilterra coi tories, o in Francia coi “cubisti”. La parola cubista era uno scherzo di un critico ostile, quando vide un certo numero di cubi sul dipinto: Qu’est-ce que cela? C’est du cubisme? La parola cubista fu poi adottata dal partito offeso. Spenser aveva vari obiettivi. Uno era formare riunioni per leggere la Bibbia. Un altro – doveva sembrare abbastanza strano – era praticare il Cristianesimo. Quindi ogni Cristiano doveva dr prova di quel che era tramite rettitudine di vita, semplicità di vestire, condotta irreprensibile. Spenser disse che ogni Cristiano dovrebbe ritenersi un sacerdote e prendere parte al governo della Chiesa. Spingeva perché le opinioni eterodosse fossero tollerate e perché i sermoni fossero meno retorici e più intessuti di stile personale. Il movimento pietista poi scomparì con l’arrivo di un secondo movimento, l’Illuminismo, il quale fece arie di sottomette tutto alla ragione. Ma era fondata, in parte, sul precedente.
Tornando al nostro argomento, raggiungiamo questa conclusione, questo fatto: Bach creò la sua musica in un’era che fu povera di letteratura. Povera, nel senso che – e dovremmo tenere a mente la distinzione – se guardiamo ai lavori durevoli lo è, ma non lo è se la consideriamo dal punto di vista dell’attività intellettuale, perché fu periodo di discussioni, polemiche, e incertezze.
Questo legame di grande musica e povera letteratura (quasi senza valore) ci porta a sospettare che ogni età ha solo un’espressione per se medesima, e che quelle età che hanno avuto la loro più piena espressione in un’arte non la trovano in un’altra. Capiamo, poi, che non è un paradosso ma un fatto normale che la grande musica di Johann Sebastian Bach fu contemporanea alla povera letteratura tedesca di quel tempo.
Jorge Luis Borges
* traduzione di Andrea Bianchi che ringrazia Dario, Valeria e il segno dei loro quattro
L'articolo “Non passa un giorno che non siamo, per un istante, in paradiso”: Borges, una poesia dissepolta e la conferenza sulla letteratura tedesca all’epoca di Bach proviene da Pangea.
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Tipos de Valores
1) Valores Instrumentales
Los valores instrumentales son aquellas formas de actuar específicas que una persona utiliza en un momento determinado para alcanzar un objetivo deseado. Permiten satisfacer necesidades humanas y son comportamientos circunstanciales socialmente aceptados.
Se refieren a la estima que se tiene por determinadas conductas y formas de comportarse de los hombres (abiertos, afectivos, ambiciosos, animosos, auto-controlado, creativos, educados, eficaces, independientes, intelectuales, honrados, limpios, lógicos, magnánimos, obedientes, responsables, serviciales, valientes). El autor de esta clasificación señala que esta escala es relativa, pues de acuerdo con la consideración social de cada uno, se dan preferencia a unos valores sobre otros, destacando que son comportamientos alternativos mediante los cuales se consiguen los fines deseados.
Los valores instrumentales, sirven de medio para alcanzar otros valores superiores; valores vitales, referidos a la ubicación del sujeto en el mundo y a su relación con el entorno; valores sociales, que tienen que ver con las normas de convivencia entre las personas y sus relaciones; valores estéticos; que se refieren a la creación de lo bello o su simple contemplación; valores cognoscitivos, aquellos relacionados con el conocimiento de la realidad objetiva y sus leyes; y valores morales; que impregnan toda la escala de valores, al determinar su enfoque social.
A principios de los años 70 el psicólogo social Milton Rokeach determinó que las personas razonan de forma distinta al considerar lo que deberían hacer y lo que pueden hacer, y creó una encuesta de valores que lleva su nombre. Rokeach dedujo que cuando las personas piensan en los fines adoptan el criterio del valor intrínseco (es decir, sus valores permanentes), pero cuando piensan en los medios para alcanzar un objetivo aplican el valor instrumental como criterio.
2) Valores Terminales
Son los que se refieren a los fines deseables de existencia; las metas que un individuo quisiera lograr a lo largo de su existencia.
Los valores terminales son más abstractos y de innegable universalidad (amistad, aprecio, armonía interior, autoestima, belleza, estabilidad, igualdad, la paz mundial, la salvación, la libertad, el placer, la prosperidad, la realización, la sabiduría, la familia, la felicidad, el amor, la plenitud vital). Como ya fue expresado son estados finales o metas en la vida que al individuo le gustaría conseguir a lo largo de su vida. Estos valores, asimismo, se clasifican en personales e interpersonales.
3) Valores universales
Existen diferentes tipos de valores, también denominados valores universales que se caracteriza o se diferencian por lo que equivalen; entre ellos están:
Valores Personales: son los valores a los cuales se les estima como fundamentos o normas indispensable para el levantamiento de nuestra vida, es decir los pilares fundamentales establecidos por sí mismo para vivir, que pueden variar de acuerdo a la persona
Valores Socio-culturales: estos son principios que enfocan en el comportamiento de cada individuo dentro de una determinada sociedad; con el correr de la historia estos han ido cambiando variando de acuerdo a la sociedad.
Valores familiares: estos se refieren a todos aquellos valores o normas inmersas o que imperan en una familia, y que permiten relacionarse entre sí; los valores familiares pasan de generación en generación que definen nuestro comportamiento dentro del ámbito familiar.
Valores Espirituales: son patrones de comportamiento que a través de su práctica permiten que se tenga una relación con alguna deidad; es decir los valores espirituales generan que exista una conexión con Dios.
Valores Morales: aluden a aquellos parámetros que posibilitan a la persona realizarse como mejor persona, que pueden ser desarrollados y perfeccionados por los mismos a lo largo de la vida.
Valores Materiales: son aquellos valores que le permiten a un individuo la permanencia o estabilidad, relacionándose a las necesidades básicas existentes tales como la vestimenta, la comida, etc.
Valores Organizacionales: son aquellos valores definidos por una determinada organización o empresa inmersos en su política empresarial; entre los valores organizacionales se pueden describir: el trabajo en equipo, la honestidad, justicia, orden, limpieza, etc.
4) Valores Generacionales
En la pesquisa del mejor recurso humano, resulta interesante conocer investigaciones recientes orientadas al aspecto generacional, ya que con ello se puede contrastar el arquetipo de comportamientos y actitudes de las generaciones frente al trabajo, así como posibles formas de motivación para conseguir un mejor desempeño. En otras palabras estas investigaciones orientarían la forma de comportarse las personas en relación al trabajo de acuerdo a su época generacional. El termino generación citado por Gilburg (2007) está referido a “un grupo de edad que comparte a lo largo de su historia un conjunto de experiencias formativas que los distinguen de sus predecesores” (Ogg y Bonvalet, 2006).
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CUARTA PARTE: SE REVELA QUE EL VIH SIDA FUE CREADO EN LABORATORIOS MILITARES POR EE.UU Especial/Tribuna Popular TP.- Document type: Declassified. Importance Document: Very High and sensitive. Por: Milton William Cooper (Alto Oficial de la Inteligencia Naval de EE.UU). GRUPOS DE PODER QUE LIDERARON EL PROYECTO.- El Grupo #Bilderberg, el #ClubdeRoma, #LaComisiónTrilateral (TC) y el #ConsejodeRelacionesExteriores (CFR), todas #institucionesmasónicas, están en completo control de la mayor parte del mundo y han declarado la #guerra contra las poblaciones en general de todas las naciones libres, que no piensan igual que ellos. Tenemos que detenerlos a toda costa, y si ven que sus planes no se cumplen como ellos desean, son capaces de ejecutar otros planes aún más graves, en contra de nuestra soberanía, libertad y #democracia en nuestros pueblos. Ante esta confirmación #EE.UU y sus autoridades ahora tienen la obligación, no solo ética sino moral con toda la humanidad de indemnizar a todas las naciones y sus enfermos, por la inmensa cantidad de millones de seres humanos asesinados y aun contagiados con su mortal patógeno, y las naciones el derecho legal que las asiste para llevar ante ley a los culpables de tan tremendo genocidio global ejecutado y que los mismos sean juzgados ante las leyes internacionales por los #crímenesdelesahumanidad y exigir la inmediata liberación del antídoto o agente inoculante. BIOGRAFIA DEL AUTOR MILTON WILLIAM COOPER.- #MiltonWilliamCooper nació el 6 de mayo de 1943 y murió el 5 de noviembre de 2001. Militar y alto oficial de las #FuerzasAéreasdeEstadosUnidos #USAF. Tuvo acceso a información clasificada de la #CIA y la #NSA. Fue condecorado con la Medalla de Honor de la Armada y la Medalla del Elogio Naval V de combate reconocido como héroe de guerra. Se retiró en 1974. https://prensapcv.wordpress.com/2014/05/21/se-revela-que-el-vih-sida-fue-creado-en-laboratorios-militares-por-ee-uu/ #armasbiologicas #estadosunidos #estadounidendes #newyork #atlanta #seatle #boston #alabama #michigan #illinois #neworleans #miami #losangeles #california #mexico #africa #españa #peru #argentina #brasil #ecuador #panama #costarica #honduras #elsalv
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La maquinaria de la libertad, por Mises Hispano.
El anarcocapitalismo utilitarista de David Friedman
Creo que aunque hay ciertas tareas importantes que por motivos especiales son difíciles de realizar bajo instituciones estrictamente de propiedad privada, estas dificultades son en teoría, y pueden serlo en la práctica, solubles. Yo sostengo que no hay ninguna función adecuada para el gobierno. En este sentido soy un anarquista. Todo lo que el gobierno hace puede ser clasificado en dos categorías: aquello que podemos suprimir hoy y aquello que esperamos poder suprimir mañana. La mayor parte de las funciones gubernamentales pertenecen al primer tipo. David Friedman, The Machinery of Freedom[1].
El economista David Friedman, profesor de derecho de la Universidad de Santa Clara e hijo del Nobel Milton Friedman, es uno de los máximos exponentes vivos del anarco-capitalismo, a la par que uno de sus teóricos más heterodoxos. No hay servicio, afirma, que el mercado no pueda proveer de manera más eficiente y justa que el Estado, desde la sanidad a los tribunales, pasando por la enseñanza, la gestión de las calles o la policía. Friedman se define como un conservador goldwateriano que simplemente lleva el principio de la libertad más lejos que el célebre político republicano. De hecho a veces gusta llamarse, en su peculiar jerga política, un “anarquista goldwateriano”[2]. Aborda el anarco-capitalismo desde una perspectiva fundamentalmente pragmática, lo que le distingue de otros autores como Murray Rothbard o Hans-Hermann Hoppe que ponen el acento en los derechos naturales del hombre.
Friedman rechaza el utilitarismo como patrón último para determinar lo que debe hacerse y lo que no, pero considera que los argumentos de esta clase son en general los más eficaces para defender la doctrina libertaria. La gente tiene ideas muy diversas acerca de lo que es justo, sin embargo la mayoría coincide en que la felicidad y la prosperidad son propósitos deseables. Arguye Friedman que si, por ejemplo, aboga por la derogación de las leyes antidrogas alegando que violan los derechos individuales de los adictos, sólo convencerá a otros liberales. Pero si explica que las leyes antidroga generan delincuencia debido al aumento de los precios y que la baja calidad de los estupefacientes, principal causa de mortalidad entre sus consumidores, es típica de los mercado ilegales, probablemente entonces pueda convencer incluso a personas que no crean que los adictos tengan derechos. El profesor Friedman apunta otra razón por la cual emplea a menudo argumentos utilitaristas, que es que su especialidad es la economía y no la filosofía moral. Por otro lado opina que la primera es una ciencia más desarrollada que la segunda: se sabe más sobre las consecuencias de determinadas instituciones que sobre lo que es la justicia.
El anarco-capitalismo, dice el teórico libertario, no requiere ningún “hombre nuevo” para materializarse. “Una utopía que sólo es factible en una sociedad de santos es una visión peligrosa, porque nunca hay suficientes santos”[3]. Su tesis es que la viabilidad del anarco-capitalismo no requiere más “santos” de los que hay ahora (antes al contrario, le basta con menos), y una vez instaurado sería un sistema estable que dudosamente evolucionaría hacia un régimen estatista. Friedman considera que bajo instituciones gubernamentales la ley es como un bien público (porque se aplica a todos aquellos ciudadanos que se encuentran en una misma jurisdicción, hayan o no votado la ley) y en consecuencia es una “mercancía” subproducida. En este contexto, la “mala” legislación (la que beneficia a determinados grupos en detrimento de los demás) tiene un componente menor de bien público y es por lo tanto más abundante que la “buena” legislación (la que beneficia a todos). Friedman ilustra este fenómeno explicando que en un escenario en el que uno puede obtener 1000 dólares o bien mediante la derogación de un ingente número de leyes que favorecen intereses especiales o bien mediante la aprobación de una sola ley que favorezca su interés especial particular, ser�� más costosa para el afectado la primera opción, aunque beneficie a la sociedad entera[4]. De ahí el extraordinario afán por servirse del sistema democrático para conseguir privilegios y socavar el libre mercado, lo que acaba redundando en perjuicio de todos. En una sociedad sin Estado, por el contrario, la ley dejaría de tener carácter de bien público, pues cada individuo compraría y obtendría su propia legislación. No así la promoción del estatismo, porque las políticas públicas deben aplicarse indistintamente sobre los individuos de un territorio dado y para un particular resultaría más costoso reintroducir el gobierno (aunque vaya a beneficiar a todos) que recurrir al libre mercado para lograr lo que desea. En realidad Friedman piensa que es el Estado mínimo y no la sociedad anarco-capitalista la que merece el epíteto de utópico, puesto que la lógica de los intereses especiales siempre acabaría dilatando el reducido sector público inicial. De hecho la imposibilidad del Estado mínimo se habría observado en la evolución del propio sistema norteamericano, que presuntamente se hallaba constreñido por una constitución liberal y es hoy un engendro intervencionista de titánicas dimensiones.
Examinemos ahora con cierto detenimiento el interesante juicio del profesor Friedman sobre algunas cuestiones más concretas.
Policía, tribunales y leyes
Friedman considera que en una sociedad sin Estado los servicios de policía podrían ser proveídos por agencias privadas de protección, cuyas prestaciones irían desde la colocación de vallas defensivas y alarmas a patrullas de gendarmes y sustitutos electrónicos. La composición del servicio la determinarían los costes y la efectividad de las distintas alternativas. A diferencia del Estado, que tiene nulos incentivos para proteger a sus ciudadanos (más bien tiene incentivos para expoliarlos), las agencias de protección competirían en un mercado libre y se verían empujadas a suministrar el mejor servicio al menor precio posible. Las diferentes empresas extenderían contratos entre ellas especificando el tribunal privado que resolvería los conflictos mutuos.
Si un individuo de una agencia fuera acusado de cometer un delito contra un individuo de otra agencia, la opción de un enfrentamiento violento entre ambas agencias sería absolutamente antieconómica (por el coste de los daños, porque el riesgo de pugna subiría los precios y los consumidores se desplazarían a empresas menos conflictivas y baratas…). Teniendo en cuenta que las guerras son caras y que se trataría de empresas con ánimo de lucro, éstas evitarían las disputas recurriendo a tribunales estipulados de antemano. Los tribunales, que a su vez competirían para captar a las agencias, ofrecerían un surtido de leyes que se ajustaría a la demanda del mercado. Las agencias patrocinarían los tribunales más eficientes y con una oferta de leyes más atractiva para sus clientes. En la práctica es posible que muchas empresas de protección, con el propósito de ahorrar complejidad a sus usuarios, contratasen el mismo tribunal y muchas cortes adoptasen sistemas de leyes idénticos o casi iguales. Si resultara confuso tener numerosos sistemas legales distintos, los tribunales tendrían un fuerte incentivo para uniformar sus leyes, lo mismo que las compañías papeleras tienen incentivos para estandarizan el tamaño de las hojas[5].
De este tipo de instituciones, sin embargo, no se seguiría necesariamente una legislación liberal. La ley estaría sujeta a la demanda de los consumidores y en tanto que éstos reclamaran disposiciones antiliberales el mercado las proveería. Pero, a diferencia del contexto estatista, “la demanda del mercado es en dólares, no en votos”[6]. La protección contra las agresiones tendría lógicamente una gran demanda, pero habría poco mercado para la sanción de “delitos sin víctimas”, puesto que no dañan a nadie físicamente. Y si el coste de una medida prohibicionista es mayor para los afectados que su valor para los promotores (lo que sucederá casi siempre), los primeros estarán dispuestos a pagar más para prevenirla que los segundos para implementarla y en consecuencia la ley no sobrevivirá[7].
Según David Friedman un sistema anarco-capitalista con suficiente aceptación popular estaría razonablemente a salvo de amenazas interiores y sería mucho más pacífico que un escenario estatista. Las agencias se financiarían mediante pagos voluntarios y competirían en el mercado, por lo que en el instante en que alguna procediera, por ejemplo, de manera belicosa, el consumidor podría contratar otra empresa y aquélla se quedaría sin clientes y sin fondos para proseguir con su fechorías. Como señala Friedman, sería como si un mandatario declarara una guerra y al día siguiente la población de su país se hubiera reducido a tres generales, veintisiete corresponsales y él mismo[8].
¿Podría producirse una colusión entre las distintas agencias para someter a la ciudadanía? Ante todo, ese sería un peligro menos probable si la población estuviera armada. Dicho esto, cabe considerar que en la actualidad la policía y el ejército también podrían sublevarse y tomar el control de las instituciones, y sin embargo no lo hacen. Según Friedman habría que presumir que existen ciertas restricciones morales internas que se lo impiden y que podrían darse igualmente en una sociedad sin Estado. De hecho hay razones para pensar que bajo el anarco-capitalismo el ansia de poder sería menor, pues las agencias estarían administradas por empresarios eficientes dedicados a complacer al consumidor, no por políticos que se arrogan el derecho a dominar al pueblo. Asimismo es preciso tener en cuenta que quizás la colusión fuera factible si hubiera sólo tres agencias de protección en todo el territorio, pero no si hubiera diez mil, porque entonces los consumidores se desvincularían de las que actuaran como gobiernos y se adherirían a las que custodiaran sus derechos. Y atendiendo al tamaño económicamente óptimo que una empresa de protección podría tener, Friedman considera que la cifra de agencias estaría más cerca de diez mil que de tres[9].
El sistema de justicia actual proporciona un mejor servicio a los individuos con rentas altas. Aunque el mercado de protección no proveería igualdad, sí mejoraría la posición de los más pobres. Friedman estimó en los años 70, cuando el gasto del gobierno estadounidense en fuerzas de seguridad y tribunales era de unos 40 dólares per cápita anuales, que en una sociedad anarco-capitalista un servicio de la misma calidad quizás podría costar 20 dólares, precio asequible para virtualmente cualquier familia norteamericana, máxime si se suprimen los impuestos.
Aislacionismo militar
Friedman se plantea la cuestión de la política exterior prescindiendo de si la ejecutaría un gobierno limitado o instituciones privadas. Su tesis es que una país / sociedad no puede tener una política exterior genuinamente libertaria (en tanto que “política exterior” implica la existencia de otros Estados; en un mundo anarcocapitalista, sin fronteras territoriales, ese concepto carecería de sentido).
Se distinguen dos posicionamientos básicos: el intervencionista y el aislacionista.
Bajo una política intervencionista una nación mantiene numerosas alianzas y apoya regímenes varios considerados de interés para la seguridad nacional. No es válido decir que estas ingerencias en los asuntos internos de otros Estados son ilegítimas per se, ya que son los individuos y no los Estados los que en rigor no pueden ser interferidos o agredidos. Otorgar inmunidad a los segundos es quitársela a los primeros, puesto que es conceder al Estado la plena libertad (el derecho a no ser agredido) para violar la libertad de su pueblo. Pero la política intervencionista es sensible a otro argumento, que es que su aplicación casi inevitablemente conlleva el sostén de regímenes opresivos. Coligarse con el Shah de Irán, explica Friedman, no sólo implicó defender a su país de las agresiones externas, también implicó armar a su policía secreta. Y si se está apoyando, entrenando, equipando, subvencionando las fuerzas que el gobierno emplea para someter a su pueblo, se es parcialmente responsable de esta coerción.
Bajo una política aislacionista una nación apenas posee socios y sólo interviene cuando es agredida. En el contexto de la guerra fría, por ejemplo, eso suponía sustituir las alianzas por un buen número de misiles termonucleares. Si la Unión Soviética atacaba Estados Unidos, éste debía responder lanzando sus cohetes sobre suelo ruso, y entonces el resultado hubiera sido la aniquilación de millones de personas inocentes, simples víctimas del sistema comunista y tan responsables de las decisiones del gobierno Moscú como cualquier norteamericano. Lo que afirma Friedman es que una guerra de auto-defensa también conlleva una vasta pérdida de vidas civiles.
Así pues, no parece que ninguna de las dos grandes categorías se ajuste al principio de no-agresión liberal. Habría alguna otra alternativa según el profesor Friedman, aunque poco halagüeña. Por ejemplo el empleo de guerrillas en lugar de alianzas o misiles. Pero dice que históricamente las guerrillas, sin apoyo externo, han sido poco exitosas enfrentándose a ejércitos regulares. Además, es dudoso que en una guerra de guerrillas se respeten más los derechos individuales, a menos que éstas limiten severamente sus actuaciones (y sus posibilidades de vencer). Se apunta a menudo que aun sin ejército una sociedad anarco-capitalista, armada y hostil, sería difícil de conquistar por un Estado, ya que carecería de la estructura administrativa necesaria para controlar a la población. Pero, como apunta Friedman, habría un método simple para someterla: se advierte a una ciudad del territorio libre que si no paga un tributo será arrasada con proyectiles. Si la ciudad se niega a ceder, el agresor lanza las bombas, se registra en video la masacre y se envía la cinta a la próxima ciudad, que probablemente pagará.
Aparte de la mera rendición, por lo tanto, no parece haber una estricta postura libertaria que sea aceptable. El profesor Friedman arguye que en estas circunstancias lo más sensato y práctico es un posicionamiento fundamentalmente aislacionista. Distintos objetivos en conflicto en el seno de la Administración derivan a menudo en una política exterior mal diseñada. A modo de ejemplo Friedman menciona el caso de Estados Unidos, que entró en una guerra por intentar defender a China de Japón, durante los próximos treinta años estuvo defendiendo a Japón, Corea, Vietnam… de China, y luego descubrió que era precisamente China su verdadero aliado contra la Unión Soviética[10]. El aislacionismo generaría de este modo menos disputas e incentivaría a los otros países afines a ser militarmente autónomos.
Crítica al apriorismo de la no-agresión
Para David Friedman el principio libertario de la no-agresión se antoja simple y verdadero sólo porque se aplica de manera selectiva a casos poco complejos. En realidad la materia es mucho más problemática y las máximas tradicionales del tipo “no puede iniciarse nunca la coerción”, “el hombre tiene pleno derecho sobre su propiedad, con la condición de que no viole los respectivos derechos de los demás”, no sirven para fundamentar todo el cuerpo teórico liberal[11]. Friedman es consciente de que su defensa del libertarismo en términos utilitaristas puede ser criticada muy duramente desde posiciones iusnaturalistas, ya que parece implicar que uno debe rechazar la libertad si descubre que algún método coercitivo funciona mejor. Pero la cuestión es que los principios liberales apriorísticos, tomados literalmente, presentan algunas dificultades que según Friedman parecen insolubles y producen ciertas conclusiones que virtualmente ningún libertario estará dispuesto a aceptar. Así pues, a partir del concepto de los derechos naturales no sería posible (al menos en la actualidad) deducir íntegra y consistentemente el modelo de una sociedad libre.
Friedman razona su punto de vista planteando sugestivos interrogantes y situaciones. Se pregunta, por ejemplo, qué es lo que debe entenderse por “trasgresión de la propiedad”. Si alguien dispara un láser de mil megavatios contra su puerta sin duda estará violando sus derechos de propiedad, pero ¿qué sucede si reduce la intensidad del brillo, por ejemplo al nivel de una linterna? ¿Dónde fijar una frontera? Si alguien enciende una luz en su casa y un vecino la percibe desde la suya, con el ojo desnudo o a través de un telescopio, significará que algunos fotones se han introducido en la propiedad del segundo sin que éste lo haya consentido. ¿Trasgresión de derechos? Algo similar sucedería con la polución. Si uno tuviera derecho absoluto sobre su propiedad, podría alegar que sus vecinos deben contener la respiración, porque cualquier molécula de dióxido de carbono que exhalen y penetre en su propiedad sin su consentimiento será una violación de derechos. Una respuesta a estos problemas, apunta Friedman, es sostener que sólo son admisibles las trasgresiones significativas. ¿Pero qué es una trasgresión significativa? Y si para contestar debemos examinar las consecuencias de las acciones ya estaremos emitiendo un juicio utilitarista.
Igualmente, dice el profesor Friedman, surgen problemas cuando se contempla la probabilidad de determinados efectos en lugar de su “volumen”. Emplea aquí la siguiente analogía[12]: si uno juega a la ruleta rusa con un tercero se considerará una violación de derechos, pero ¿y si la recámara tuviera mil o un millón de cápsulas? Si también se considera una violación de derechos, ¿significa que nadie puede realizar ninguna acción si existe la posibilidad de que ésta dañe a otro individuo? ¿Es legítimo que vuelen los aviones si sabemos que éstos tiene una probabilidad de 1 entre X de estrellarse contra una población?
Según Friedman, desde el iusnaturalismo no podemos responder por qué un elefante no puede cruzar nuestra propiedad y en cambio sí puede hacerlo un satélite a miles de kilómetros de altura. La teoría lockeana de la adquisición de la tierra (nos apropiamos de la tierra cuando mezclamos nuestro trabajo con ella) tampoco sería útil para determinar por qué si despejamos un bosque no nos apropiamos sólo del valor añadido fruto de nuestro esfuerzo, sino de la tierra entera[13].
Pero habría otros problemas además de los relacionados con la acotación de los derechos de propiedad. También un sistema legal libertario suscita espinosos interrogantes. Raramente un juicio produce una certeza de culpabilidad. Si existe un 2% de posibilidades de que un condenado sea inocente y se violen, por tanto, sus derechos, ¿puede legitimarse la sentencia de culpabilidad desde principios iusnaturalistas? ¿Qué podemos decir a priori de la justeza de un determinado margen de error? Y en cuanto a la pena, ¿cómo derivar del principio de no-agresión el castigo o la indemnización adecuada?
Dejando de lado las situaciones que acaso entrañarían violaciones menores de derechos, Friedman indica que podemos imaginar otro tipo de escenarios comprometedores para los libertarios. Si en una propiedad privada en la que se prohíbe portar armas alguien saca un rifle y se dispone a disparar a la multitud, ¿debe uno abstenerse de quitar el arma al maníaco y emplearla para contenerle? Eso parece, si hay que ceñirse a los principios, pero es dudoso que encontremos muchos liberales dispuestos a ser consecuentes.
Friedman sugiere la posibilidad de sustituir la máxima tradicional de la no-agresión (“nunca iniciar la coerción”) por otra que nos remita al objetivo deseado: “minimizar la coerción”. De este modo, en el escenario anterior, un individuo podría transgredir los derechos del propietario quitándole el rifle al maníaco y salvar así numerosas vidas. El monto total de coerción sería mucho menor. Pero este precepto utilitarista tampoco satisface a Friedman, que no está dispuesto a aceptar algunas de las conclusiones que de él pueden derivarse. Por ejemplo, aunque minimizaría la coerción, se opone a que alguien robe un arma de 100 dólares para evitar que un asaltante le hurte 200. Otro problema sería que este criterio es fútil ante la disyuntiva entre un coste reducido de coerción y un coste enorme de cualquier otra cosa. Por ejemplo, si un asteroide estuviera a punto de colisionar contra la Tierra y la única manera de evitarlo fuera robando un artefacto perteneciente a otro individuo, la fórmula de la “minimización de la coerción” no nos autorizaría a sustraer el artefacto, porque una catástrofe natural no es ningún tipo de coerción, y entonces perecería toda la humanidad[14].
Una posible respuesta a todos estos planteamientos, señala Friedman, sería que el libertarismo es un principio absoluto, si bien las máximas simples tradicionales (no-agresión etc.) son en realidad aproximaciones a unas pautas más complejas y sutiles, y por tanto es lógico que en determinadas situaciones difíciles las aproximaciones no resulten adecuadas. El profesor Friedman dice simpatizar con este punto de vista, pero aclara que no es muy útil para enfrentarse a las cuestiones del mundo real, al menos hasta que alguien concrete cuáles son realmente estos principios.
Otra posible respuesta, con la que Friedman también simpatiza, es que hay distintos valores importantes que no pueden ser clasificados en una simple jerarquía. La libertad sería un valor, pero no el único.
Una tercera respuesta, característica de los iusnaturalistas, es que no hay ningún conflicto entre la libertad a priori y el utilitarismo, quizás porque existe una conexión profunda entre ambos. Las problemáticas planteadas anteriormente debieran interpretarse entonces como una combinación de errores sobre lo que es posible (por alguna razón esas situaciones no podrían ocurrir en el mundo real) y errores acerca de lo que verdaderamente implican los correctos principios liberales.
La conclusión de Friedman es que el libertarismo no es una colección de proposiciones simples e inequívocas, sino un intento de aplicar ciertas nociones económicas y éticas a una realidad muy compleja[15].
Notas
[1] Friedman, David, “The Machinery of Freedom, Guide to a Radical Capitalism”, 2º ed. La Salle, IL: Open Court, 1989, pág. 19.
[2] Íbid. Pág 13.
[3] Íbid. Pág. 148.
[4] Íbid. Pág 157.
[5] Friedman trata este tema y refuta algunas objeciones en “Law as a Private Good, A Response to Tyler Cowen on the Economics of Anarchy”,Economics and Philosphy, 1994
[6] Friedman, David, “The Machinery of Freedom, Guide to a Radical Capitalism”, 2º ed. La Salle, IL: Open Court, 1989, pág. 127
[7] Friedman habla en profundidad del análisis económico del derecho en su obra “Law’s Order: An Economic Account”, Princeton University Press, 2000; consultable en la red: También versa sobre la eficiencia de la ley su trabajo “Anarchy and Efficient Law”, en For and Against the State
[8] Friedman, David, “The Machinery of Freedom, Guide to a Radical Capitalism”, 2º ed. La Salle, IL: Open Court, 1989, pág. 123
[9] Íbid. Pág. 124
[10] Íbid. Pág. 214
[11] Los capítulos 41,42 y 43 de “The Machinery of Freedom”, en los que Friedman discute esta cuestión, se pueden consultar íntegros en su página web.
[12] Friedman, David, “The Machinery of Freedom, Guide to a Radical Capitalism”, 2º ed. La Salle, IL: Open Court, 1989, pág. 169.
[13] Friedman intenta articular una defensa del derecho de la propiedad desde una perspectiva algo distinta en “Comment on Brody”, Social Philosophy and Policy, 1983.
[14] Friedman, David, “The Machinery of Freedom, Guide to a Radical Capitalism”, 2º ed. La Salle, IL: Open Court, 1989, pág. 175.
[15] Íbid. Pág. 176. Más trabajos e información sobre David Friedman en su página web.
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¡No a la izquierda, sí al socialismo! Una mirada filosófica al pensamiento de Jean-Claude Michéa
Por Charles ROBIN
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera
Clasificar a un intelectual en la categoría genérica de "pensadores críticos" es siempre una operación problemática, al menos por dos razones. La primera es que presupone haber identificado previamente, más allá de la multiplicidad de fuerzas presentes, un cuerpo político e ideológico dominante al que tal pensamiento crítico le caería la carga efectiva de oponerse. Es difícil imaginar, de hecho, las razones por las que un autor, cualquiera que sea su inscripción política o filosófica de origen, podría querer desarrollar un discurso de "contestación" independientemente de cualquier consideración sobre el poder de su influencia. La realidad ejercida por el régimen está siendo criticada. De modo que el primer prerrequisito metodológico de cualquier futura crítica social que quiera presentarse como ciencia - según los términos definidos por Immanuel Kant - residirá esencialmente en esta capacidad de identificar y aislar conceptualmente el órgano de dominación (ya sea político, económico, social o cultural) suficientemente estable y homogénea para justificar el uso de tal nombre. La segunda razón es de orden más filosófico: consiste en saber distinguir, entre todas las formaciones críticas comprometidas simultáneamente en una empresa de contestación del poder dominante, entre aquellas que pertenecen propiamente a una posición radical (en el sentido de que manifiestan un esfuerzo constante por identificar el mal en su raíz, de acuerdo con la etimología de esta palabra), y los que se refieren a una postura disidente simple, es decir a una oposición "superficial", siempre apresurada a "indignarse” por la brutalidad social y económica de nuestras clases dominantes, mientras se abstiene de antemano de plantear la cuestión de su propia participación (es cierto, la mayoría de las veces inconsciente) en la ideología defendida y transmitida por el Sistema . Si nos atenemos a estos dos criterios fundamentales, entonces está claro que la preocupación permanente por vincular su crítica del liberalismo triunfante a un ataque regular a sus oposiciones artificiales nos permite ver en Jean-Claude Michéa una de los intelectuales más brillantes y originales de su generación, y en su obra una de las aportaciones filosóficas más valiosas al pensamiento crítico contemporáneo.
El estatus ambivalente y los juicios contrastantes que este autor suscita dentro de la "galaxia anticapitalista" son claramente el indicador más confiable de esta originalidad. Un sociólogo francés cercano a los círculos de la "izquierda radical" - Luc Boltanski (además citado frecuentemente por Michéa en sus obras) - supo plasmar toda la antipatía inspirada por el pensamiento del filósofo de Montpellier en una nota de lectura a la ocasión en la que lo dotó de una ascendencia ideológica directa con... "los anticonformistas de los años treinta" (sic). En un registro más sobrio, Philippe Corcuff, profesor del Institut d'Études Politiques de Lyon (y miembro declarado del Nuevo Partido Anticapitalista), señala, en un "homenaje crítico" al autor de L’Empire du moindre mal (El imperio del mal menor), que considera un "sustancialismo" y un "idealismo" el método de análisis de Michéa, reconociendo, además, la innegable contribución de la obra de este pensador en el desarrollo de su propio pensamiento. Esta relativa hostilidad de una parte de la izquierda anticapitalista hacia un autor que se dice ser del "socialismo original" (no es casualidad que su obra esté atravesada por las enseñanzas de Orwell, de Mauss o Pasolini) es obviamente sorprendente, ya que los significantes de “izquierda” y “socialismo” no aparecen espontáneamente, ya que, desde el punto de vista de la semántica política, se consideran sinónimos. Hay que decir que Michéa se resiste a los intentos de clasificación ideológica vigentes, ya que el autor (lo que agrava aquí su caso) presenta la inaceptable falta -perfectamente escandalosa para un intelectual de izquierda- de cosechar un cierto número de simpatías de pensadores que asumen abiertamente su afiliación a la tradición liberal (citará, por ejemplo, a Philippe Raynaud), que, si se desvían de ella en el plano de las prescripciones políticas, no las unen menos en su diagnóstico filosófico.
Es decir, si la tesis de Michéa asusta a nuestros automatismos intelectuales y nuestros patrones de pensamiento político ordinarios, sin mencionar la resistencia psicológica que ocasionalmente puede levantar entre los autores de protesta más "obstinados". Pero, ¿en qué consiste exactamente esta tesis? Se puede resumir en estas pocas palabras: donde la mayoría de los teóricos críticos -ya se definan como "anticapitalistas", "anarquistas" o incluso "de extrema izquierda" - coinciden en ver en la doctrina liberal la expresión de una ideología esencialmente conservadora, autoritaria y patriarcal (en una palabra: "de derecha"), mientras que Michéa sostiene, por su parte, que el liberalismo como proyecto filosófico fruto de la Ilustración se está cumpliendo, en todas las sociedades que lo han experimentado, bajo las banderas aliadas de la derecha y la izquierda. Esto equivale a decir, para ir directamente al grano, que el establecimiento de políticas liberales (históricamente asignadas a la derecha) a favor de la desregulación del mercado y la competencia generalizada entre las fuerzas laborales planetarias... políticas a las que, es cierto, pronto se uniría la izquierda (el gobierno actual nos ofrece la demostración diaria de esto), encuentran la mayor parte de sus condiciones de posibilidad en el corpus ideológico de la misma izquierda.
Para comprender plenamente este aspecto de las cosas, que sin duda parecerá enigmático a muchos activistas anticapitalistas "ortodoxos", es naturalmente necesario deshacerse de un cierto número de ideas recibidas que suelen definir el campo intelectual de la crítica contemporánea. Esto sólo puede suceder, según Michéa, mediante una revisión completa de los fundamentos filosóficos del pensamiento liberal y, en particular, resaltando su dualidad constitutiva. ¿Qué quiere decir esto? Si, para la mayoría de los comentaristas de la época, el liberalismo se refirió primero a un sistema de organización económica de la sociedad, resultaría, es cierto, singularmente aventurero pretender refutar, toda la ambición de este filósofo será mostrar que esto corresponde en primer lugar a un sistema de organización política. El axioma básico de este sistema es el siguiente: "Si la pretensión de ciertos individuos de poseer la verdad sobre el Bien es la causa fundamental que lleva a los hombres a enfrentarse violentamente, entonces los miembros de una sociedad no podrán vivir en paz sólo si el poder encargado de organizar su convivencia es filosóficamente neutro, es decir, si se abstiene, por principio, de imponer a los individuos tal o cual concepción del cómo vivir” (1). En otras palabras, desde una perspectiva liberal, todos son reconocidos como libres para vivir de acuerdo con su definición "privada" de felicidad y buena vida; a todos se les permite regular su práctica diaria de acuerdo con su propio software moral y filosófico.
El principal mérito de la obra de Michéa, desde el punto de vista de la construcción de una teoría crítica del capitalismo contemporáneo es, por tanto, mostrar cómo el proyecto económico liberal, generalmente definido como un credo de derecha, es, desde el principio de su origen, absolutamente inseparable del proyecto político liberal-clásicamente apoyado por la izquierda y la extrema izquierda- de extensión indefinida de las libertades individuales y los derechos subjetivos. Para Michéa, existe así, desde el principio, una complementariedad estructural y una unidad fundacional --una unidad asumida y reivindicada como tal por liberales como Friedrich Hayek o Milton Friedman - entre, por un lado, el proyecto económico liberal basado en principios de libre comercio y acumulación ilimitada de riqueza privada y, por otro lado, el proyecto político liberal (o "cultural"), orientado a la autodeterminación de los individuos en la sociedad civil y la maximización de sus derechos subjetivo. En resumen, a los ojos de Michéa, no hay contradicción de principio entre las permanentes exhortaciones de la izquierda y la extrema izquierda por un avance sin fin en las libertades sociales y políticas (un avance celebrado a diario por la industria de los medios de comunicación con la expresión fetiche de la "evolución natural de las costumbres") y las súplicas llorosas de la derecha a favor de un mercado mundial "libre", "abierto" y "competitivo".
Al restablecer la consustancialidad original de los dos lados (indebidamente) desunidos del juego filosófico liberal, Michéa, es cierto, sólo perturbará el sueño dogmático de quienes ignoran cuál ha sido el compromiso político real de los partidarios históricos del liberalismo. ¿Quién ignora, por ejemplo, que John Stuart Mill, figura destacada del utilitarismo y defensor del liberalismo económico, es también el autor de un libro en el que protesta contra la opresión específica de las mujeres en Inglaterra en el siglo XIX? Y que él mismo había sido precedido, como antecedente por el llamado contemporáneo "derecho a ser diferente" y al "respeto a las minorías", por su padrino y pensador Jeremy Bentham, defensor de los prejuicios contra los homosexuales. Que el "cruzado del libre comercio" - como lo ha llamado hábilmente Gérard Minart - Frédéric Bastiat, político y economista pionero de las teorías del consumidor, no tuvo suficientes palabras duras contra la pena de muerte y la esclavitud, y que hizo una campaña por la abolición. O que una organización política cuya portavoz oficial - Sabine Hérold - ha expresado toda la admiración que sentía por Ronald Reagan y Margaret Thatcher ahora pretende abrir un debate nacional sobre... la legalización de las drogas.
Si estos ejemplos resultan instructivos es en la medida exacta en que ilustran idealmente el paralelismo, establecido por Michéa, entre las dos "versiones" del liberalismo (económico y político), incluida la vinculación e inteligencia de las articulaciones para hacer depender la coherencia y la validez de cualquier discurso anticapitalista. En otras palabras, ningún desmantelamiento de la lógica liberal puede emprenderse genuinamente, según Michéa, mientras haya renuencia a cuestionar el modelo de vida "libertario" que tan necesario lo acompaña. Esto tiene una consecuencia tan dolorosa y vergonzosa: la incapacidad fundamental de las diversas corrientes de izquierda y de extrema izquierda - definitivamente resistentes a todas las formas de "conservadurismo", siempre sospechadas, por derecho, de albergar en su matriz la aún fértil cosecha de donde brotó la “bestia inmunda” - para oponerse al liberalismo con un discurso crítico verdaderamente eficiente, es decir, tomando nota de las modalidades “divergentes”, “modernas”, “tolerantes” y “ciudadanas” de cualquier programa liberalización.
La mirada eminentemente crítica de Michéa hacia la izquierda ciertamente encuentra su terreno intelectual más fértil en tales contradicciones. Los oscuros "teóricos" de la izquierda claramente no están dispuestos a escuchar... Creen, de hecho, poder defender seriamente la idea de que el compromiso del filósofo contra lo que, con razón, puede parecer ser su "familia política biológica" (provenía de una familia de comunistas resistentes y se inició en el marxismo-leninismo a la edad de catorce años) abandonó sus ideas para acercarse a simpatías dudosas por el pensamiento y las tesis "reaccionarias" de la "extrema derecha". Esto fue cometer un malentendido fatal sobre el significado profundo de su enfoque y, de paso, para reforzar sus puntos de vista sobre la terrible confusión intelectual que reina, tanto a la izquierda como a la derecha, en torno a la palabra "liberalismo". Porque la ofensiva de Michéa contra los partidarios históricos de lo que él llama, en su penúltima obra, la “religión del progreso”, para quienes cualquier variación del “era mejor antes” necesariamente representa el estigma de un "populismo" imperdonable - debe entenderse precisamente como el intento de combinar su crítica del capitalismo con la de las condiciones antropológicas y culturales de su despliegue. Condiciones validadas (incluso promovidas activamente), precisamente... por la izquierda: eliminación de la figura del "maestro" (representada, por los expertos de la "pedagogía diferenciada", bajo los preocupantes rasgos del opresor); criminalización del modelo familiar tradicional (sospechoso a priori de ser el lugar del ejercicio de la "dominación masculina" y la "violencia simbólica"); relativización de las normas ortográficas y lingüísticas (vectores de sumisión a la autoridad y obstáculos a la "expresión" creativa individual); descalificación de valores morales ordinarios (su elección: máscara de la vanidad, manifestación perversa o supervivencia sospechosa de tiempos oscuros), etc. Tantos intersticios ideológicos invertidos por la izquierda y por la extrema izquierda, y que todos contribuyen al mismo resultado: la creación de individuos “atomizados”, “flexibles” y “movilizables” a voluntad por el Mercado, estos “hombres líquidos”, de los que habla tan admirablemente el sociólogo Zygmunt Bauman, reducido al funcionamiento instintivo y al egoísmo del placer, que sustentan el actual modelo antropológico de consumo.
Hay que entender en profundidad el sentido del compromiso filosófico de Michéa: el salir fuera de las categorías oficiales -precisamente en el sentido de que son ellas quienes “ofician” en la gran liturgia mediática- del pensamiento político contemporáneo, incluida la ficción de la división derecha/izquierda para define este principio central, ya que a priori prohíbe considerar (más allá del nivel empresarial) la colusión y la complementariedad ideológica de sus respectivos representantes. Sin embargo, es sólo a costa de revocar este dispositivo binario de lectura del equilibrio ideológico de poder - que hace propiamente ininteligible, para ceñirse a este único ejemplo, la convergencia del MEDEF y el NPA en la cuestión de la libertad de circulación de las personas en todos los lugares del planeta: qué podría verse afectado por la ambición real de un descifrado riguroso y coherente del proceso de dominación liberal. Y esto es correlativo a la fabricación de las herramientas intelectuales para su crítica.
Rebelión número 60 (disponible en nuestra tienda online) Junio de 2013
Charles Robin es autor del Le libéralisme comme volonté et comme représentation. Démontage d’une mythologie politique contemporaine (MétéoEdition, 2012). charles-robin.fr
Notas:
1. MICHÉA, J.-C. L’Empire du moindre mal, págs. 34-35.
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